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Juan Marín Rojas

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Juan Marín Rojas: Marino, médico, escritor y diplomático.

(1900 – 1963)

Por Luis A. Canales Vásquez


Sociedad de Escritores de Magallanes

Juan Marín Rojas, nació en Constitución el 23 de marzo de 1900. Se


tituló como médico-cirujano en la Universidad de Chile el año 1921, ingresando luego
a la Armada de Chile como Oficial de Sanidad. Además de médico, fue diplomático,
poeta, ensayista, cronista y novelista. A los 16 años publicó su primer libro de
poemas. “Un país profanado”. Siendo aún un estudiante de medicina, sus trabajos
eran conocidos a través de la revista “Agonal” del Centro de Estudiantes de Medicina.
También hizo lo propio en la Revista “Zig-Zag” y en “Selva Lírica”. En 1918, fue
premiado en un concurso del diario “La Nación” por el cuento titulado “Héroes
anónimos”, mientras su poema “Sombra en vida” era publicado en el “Ateneo” de
Santiago.

En el año 1924, sus poesías “Boxing”, “Yanquilandia” y “Superavión” se


publican en la revista “Proa”, de Buenos Aires, Argentina. En 1929, reúne varios
poemas en “Looping” y en 1934, lo hace con “Aquarium”. En esos años, se conoce su
poema “Atlantic Cabaret”, el cual se hizo público en la revista “Gong”, impresa en
Quillota, para ser distribuida en Valparaíso y su director era Oreste Plath, quien
señaló en su oportunidad sobre Juan Marín lo siguiente: “Marca un ciclo de poesía
mecánica. Nos muestra una fuerza renovadora; lo coloca en un plano de originalidad
y lo revela como único en su tono, afinando la técnica del poema“.

Luego, ya siendo médico-cirujano en la Armada de Chile, le


correspondió viajar a Europa en 1929 integrando el cuerpo de facultativos de sanidad
naval de la Escuadra Nacional, a bordo del Acorazado “Almirante Latorre”. También
navegó en el Destructor “Serrano” y en el Transporte “Micalvi”. Entre 1931 y 1935, se
desempeñó como director del Hospital Naval de Punta Arenas y producto de la
experiencia vivida en Magallanes, escribió “Naufragio” en 1939, donde relata el
hundimiento del velero “Birkdale”, que transportaba carbón desde las costas inglesas
y producto de un temporal fue destruido e incendiado cerca de la boca del Estrecho
Nelson, novela que fue traducida al inglés con el título “Flames in the darkness” por
Richard P. Butrick, diplomático norteamericano. Otro de sus trabajos, es “Cuentos de
viento y agua” de 1949. Pero su mejor producción ha sido la novela “Paralelo 53 Sur”,
en la que describe la zona marítima regional; sus tempestades, naufragios,
nevazones y la característica agua-nieve de la zona, pero con escenas de cruel
dramatismo; obra que fue traducida al inglés por Harriet de Onis y al portugués por la
Editorial "Renascenca" de Lisboa; trabajo que fue galardonado el año 1936 con el
premio de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Es importante destacar, que esta
novela se ha hecho merecedora a ser considerada entre las más representativas de la
literatura hispanoamericana. De esta obra, a continuación se cita una perspectiva de
Magallanes, su atmósfera histórica, vitalizada por las síntesis poéticas en las cuales al
bardo se le reconoce su destreza literaria:

“¡Magallanes!

Al resplandor de las chimeneas, rostros bronceados, de músculos


rígidos, queman tizones de recuerdos y beben largos tragos del ron de la codicia.
Marea el oro de Porvenir y de Puerto Cutter, tanto como el mar del Cabo de Hornos y
el del tétrico Cabo Pilar. Mientras la mujer desgreñada se abstrae haciendo el
recuento de los chiquillos que nacieron y que no existen, el hombre anota en el
grasiento papel untando el lápiz en los labios curtidos, las ovejas que ya tiene el
vecino. En las playas inhospitalarias, donde los acantilados resistan implacables la
entraña salina que sangra espumas lívidas, hombrecitos diminutos, de mejillas
encendidas, se apuñalean por unas botellas de grapa o por el codiciado botín del lobo
de dos pelos. Los indios, ingenuamente almuerzan Ionjas de carne de misioneros
rasurados y biliosos, mientras los flemáticos ingleses de las estancias practican el
singular deporte de cazar melenudas cabezas de yaganes. En el cuartel, el señor
capitán condimenta su desayuno con el indispensable buen vaso de coñac y con la
diana macabra de veinte presos desollados a fuerza de azotes en medio del patio que
la escarcha espejea en mirajes de cristal. Hasta que un día cualquiera, aburridos, los
presidiarios, dejan inerme el cuerpo del señor capitán, clavado a la sábana del alba
con veinte machetazos mortales, como una gigantesca mariposa sin alas en un
insectario”.

Asimismo, Marín como médico de la Armada, ejerció funciones


profesionales en la naciente Aviación Naval, donde producto de su vivencia laboral se
inspira en la temática aérea y nacen las siguientes obras literarias en el género de la
narrativa: “Margarita, el aviador y el médico”, en 1932; “Alas sobre el mar”, en 1934 y
“Un avión volaba“, en 1935. Otras de sus obras a considerar en este género literario
son: “Clínicas y maestros en Inglaterra y Francia”, en 1930; “Poliedro médico”, en
1933; “La muerte de Julián Aranda”, en 1933 “El secreto del doctor Baloux”, en 1936;
“Oreste y yo”, en 1939; “Puerto Negro” en 1938 y “Viento negro”, en 1944. En estas
dos últimas obras, la primera cuento y la segunda novela, Marín trata la problemática
social, laboral y sindical-obrera en los yacimientos carboníferos de la zona de Lota.

El 13 de diciembre de 1927, se había inaugurado el Hospital Naval


"Almirante Nef” en Valparaíso, obra que se materializa como establecimiento de salud
institucional propio y ante tal acontecimiento, la dirección de dicho centro médico
organiza el Primer Congreso de Medicina y Cirugía Naval y Militar de Chile, el cual se
desarrolló en Valparaíso entre los días 6 y 9 de enero de 1929. El Doctor Marín,
participó en dicho evento con un trabajo titulado “Sobre la creación de una Escuela de
Enfermeros de la Armada”, pensamiento y propuesta del bate, que finalmente se
concreta en 1942, al establecer la Escuela de Enfermeros de la Armada, la que más
tarde, el año 1962, cambia su denominación a Escuela de Sanidad Naval.
Entre sus ensayos históricos, filosóficos y médicos, se considera
"Ensayo sobre el origen de la sífilis", publicado en octubre de 1933 en la revista
"Medicina Moderna", trabajo que desarrolló planteando la tesis para descartar que la
sífilis haya sido llevada desde América a Europa, acreditando que dicha enfermedad
ya existía en el Viejo Mundo antes del zarpe de la expedición de Cristóbal Colón, en
1492. Asimismo, se le atribuye: "Hacia la nueva moral. Educación sexual y matrimonio
controlado", trabajo que lo presenta en la Convención Médica realizada en Valparaíso
el año 1936. “Ensayos freudianos (de la medicina, de la historia y del arte)”, de 1938;
“Los pies vendados de la mujer china y el fetichismo del pie”, estudio científico que fue
publicado en Lima, Perú, el año 1941, a través del cual el doctor Marín explica la
costumbre del hombre chino por la atracción de la dama con pies pequeños y su tabú,
dada la costumbre de las mujeres chinas que los mostraban desnudos sólo a su
marido; y “China jade”, de 1948.

Presenta al VI Congreso Nacional de Medicina Argentina, en Córdoba,


un trabajo titulado “El origen de la medicina hipocrática”. En Santiago publica algunas
consideraciones del secreto profesional y de la medicina, además, “Educación sexual:
hacia una nueva moral influenciada por las teorías de Freud”. Su libro titulado “El
problema sexual y sus nuevas formulas sociales”, fue publicado en 1937 por la
Editorial Nascimento de Santiago de Chile.

Participa en la Convención Médica realizada en Valparaíso el año 1936,


con el tema: "Hacia la nueva moral. Educación sexual y matrimonio controlado". Fue
Presidente de la Sociedad Médica de Valparaíso por el período anual de 1938-1939.
Más tarde, desarrolló crónicas periodísticas tanto en revistas como en diarios de Chile
y otros países, entre los cuales se destacan: “Atenea”, “El Diario Latino”, “El
Nacional”, “América”, “La Nueva Democracia” y “Repertorio Americano”. Fue redactor
de “El Mercurio”, “Zig-Zag” y “La Hora”.

Durante el período de la presidencia de la república de don Pedro


Aguirre Cerda (1938-1941), fue nombrado encargado de negocios y cónsul de Chile
en China, donde permaneció por dos años. Durante 1944 ejerció el mismo cargo en El
Salvador y a partir de 1947, lo desempeñó en Egipto, Siria y el Líbano. Entre 1949 y
1952, se desempeñó en la India. Esa fue su oportunidad para desarrollar un estudio
en profundidad de las culturas de aquellos países y de aquí se deduce la producción
de sus grandes ensayos, tanto históricos, como filosóficos, tales como “China: Lao
Teszé, Confucio, Buda”, de 1944; “El Tíbet Misterioso y sus Lamas, resumen de las
exploraciones efectuadas por los hombres blancos hasta hoy”, de 1944; “El Alma de
China: su Arte, su literatura, sus ideas”, de 1945; “El Emperador Kwang Hsu”, drama
(adaptación histórica), de 1941; “Mesa de Mash-Jong; una crónica de China”, de
1948; “Muerte en Shanghai”, de 1953; “Lao Teszé, el universismo mágico”, de 1952;
“Confucio o el humanismo didactizante”, de 1953; “La India eterna”, de 1956 y “El
Egipto de los Faraones”, de 1955, con la que obtiene el Premio Atenea en 1954,
reconocimiento otorgado por la revista “Atenea” de la Universidad de Concepción.
Luego de dejar la diplomacia, se dedicó del todo a sus labores literarias, llegando a
ser elegido presidente de la Sociedad de Escritores de Chile en 1954.
Se le reconoce a Juan Marín, junto a Samuel Gajardo Contreras, ambos
médicos-escritores, como los pioneros difusores a nivel nacional del psicoanálisis en
algunas de sus obras literarias, al haber incorporado la figura del psicoanalista como
personaje literario en sus relatos con situaciones cotidianas y extraordinarias, donde
las referencias freudianas parecen servir de apoyo en ambientes críticos, locura y
necesidad. En la novela “Margarita, el aviador y el médico”, hace ver el conflicto que
vive Margarita, al perder a su amado, el aviador Jorge Luna, producto de un accidente
aéreo. Es el médico Carlos Beytía, personaje de la novela, que se le presenta a
Margarita, describiendo como es el llamado proceso del duelo: un momento de
repliegue sobre sí mismo, acompañado de una especie de éxtasis místico del cual
posteriormente se sale para ayudar a otros. Tal como lo define Freud en su libro
“Duelo y melancolía” editado en 1917, que señala textual “una vez cumplido el trabajo
del duelo, el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido”. En la obra de Marín titulada “El
secreto del doctor Baloux”, también aparece en forma destacada el psicoanálisis,
novela en la cual relata las peripecias de un médico fisiólogo, interesado en el
psicoanálisis y quien protagoniza el último viaje en el desaparecido escampavía
“Cóndor”, de la Armada Nacional. Más tarde, en la novela “Orestes y yo”, aquí el
comandante, Capitán de Corbeta Arturo Lange, encuentra en 1933 el diario del doctor
Baloux en el buque que había naufragado cercano a la isla Lennox, a donde el doctor
había viajado con el propósito de realizar una investigación de psicoanálisis, con el
objetivo de intentar que las personas liberasen los deseos inconscientes reprimidos,
los secretos del “Ello”, como denominaba Sigmund Freud.

Era tal la admiración a Feud por parte del poeta y otros nacionales, que
al tener conocimiento público de las presiones que ejercía el nazismo alemán hacia el
citado psicoanalista por su condición de judío, un grupo de intelectuales chilenos
reaccionó, siendo liderados por Pablo Neruda en su calidad de presidente de la
Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura, quién junto a Juan
Marín, como presidente de la Sociedad Médica de Valparaíso, se preocuparon de la
difícil situación que vivía el psicoanalista. Fue así como la Alianza de Intelectuales de
Chile en la Defensa de la Cultura, realizó un homenaje a Sigmund Freud en el salón
de Honor de la Universidad de Chile durante el mes de abril de 1938, en el que Marín
presentó un trabajo a favor del psicoanálisis y de Freud, como un ejemplo del
intelectual hostigado por el fascismo nazi. Es en el mes de mayo de mismo año,
cuando la Sociedad Médica de Valparaíso presenta una moción a favor de Freud, en
un segundo homenaje, pero en esa oportunidad se propuso un rescate o el
otorgamiento de asilo al psicoanalista, con la finalidad que pudiera vivir sus últimos
años en Chile. Finalmente, Freud, producto de su delicado estado de salud afectado
de cáncer a su mandíbula y además, como consecuencia de la anexión de Austria al
proyecto de la Gran Alemania, decidió emigrar de Austria, su lugar de residencia,
emprendiendo el camino del exilio hacia Londres, donde falleció el 23 de septiembre
de 1939.

Juan Marín habiendo sido contemporáneo de Gabriela Mistral y Pablo


Neruda, mantuvo una buena relación de amistad con ellos, pero este último, dejaría
registrado en su obra “Confieso que he vivido”, un testimonio que guarda relación con
el hostigamiento que sufrió el Premio Nobel por parte de las autoridades de la India, al
visitar ese país durante el año 1950, situación en la que Neruda acusa a Marín, de no
haber intercedido en su calidad de Cónsul por el mal trato recibido por el gobierno
hindú. Esta situación, sin duda, provocó el quebrantamiento de la relación de amistad
entre ambos poetas.

Para Juan Marín, la medicina lo identificó plenamente y según él, si no


hubiera sido galeno jamás podría haber sido escritor, ya que la medicina le dio la
dimensión humana de la vida y sin la cual la literatura no existe. Se le recuerda como
un hombre sencillo, de carácter y mucho conocimiento del mundo a través de sus
viajes y la actividad diplomática. En Punta Arenas está en la memoria colectiva del
magallánico adulto mayor, quienes se acuerdan del médico por su bondad y es así
como algunas vecinas solicitaron a la Ilustre Municipalidad de Punta Arenas bautizar
con su nombre un pasaje ubicado en el barrio sur de la ciudad.

Podría decirse entonces que Marín pasó gran parte de su vida


en el gabinete de trabajo, sometido a la exigencia de la expresión artística
o científica. Pero además viajó, vivió intensamente, creyó en el bien y en
la difusión de la cultura, con la vehemencia de un hombre que no acepta
la malicia ni el ocio, que tiene conciencia de la limitación de su destino,
que atisba su muerte inevitable. Si es verdad que todo hombre se
enaltece, hasta sublimarse en la expresión, Juan Marín pertenece a eso
valores humanos que saben o guardan apasionadamente la concordancia
entre sus medias y sus fines. La finalidad del doctor Juan Marín fue
escribir novelas, cuentos, ensayos, divulgar cultura, defender con ella la
libertad del pensamiento, la decencia, la dignidad del hombre. Sus
medios fueron la lejanía de su patria, extendida en la última baranda del
mundo, que acaso no le dio todo lo que él mereció, y su cuerpo que un
día - testigo y resistencia de muchas andanzas - no lo quiso seguir. Pero
estos hombres superiores que han pasado a nuestro lado, que han vivido
al alcance de nuestros dedos, nos hacen creer un poco en la quimera de
la gloria y en la inmortalidad.

En el eco íntimo de esas frases, que revelan más de su


personalidad, escuchamos al cirujano escritor y poeta, a través de las
hojas y ramas de sus escritos que susurran, se mueven, se alejan y se
acerean, algo para recordar, pues tuvo esa rara y extraña cualidad -lejos
del pedante y del sectario- de haber sido humano y haber tratado de
acercarse y comprender al hombre, con humildad, sinceridad y amor.

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