Guia Dispensaciones Parte 1 PDF
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Dispensaciones
Las dispensaciones son resoluciones divinas hacia los hombres en cuanto a diferentes tiempos, paralelas a Sus Pactos;
todo lo cual está en la Biblia.
En la Biblia encontramos los diferentes Pactos que Dios ha hecho con el hombre, así como sus diferentes
dispensaciones.
Por tanto, podríamos encajar toda la historia de la humanidad en diferentes dispensaciones, entendiendo mejor este
término en el sentido teológico por: “Un periodo durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a
cierta revelación específica de la voluntad de Dios” (C.I. Scofield)
El diccionario bíblico define la dispensación o dispensaciones, como: “El trato ordenado con los hombres por parte de
Dios en la variada administración de Sus caminos en distintos tiempos”
Claramente podemos contemplar siete diferentes dispensaciones en las Escrituras. Estas las llamamos:
1. La Inocencia;
2. La Conciencia;
3. El Gobierno Humano;
4. La Promesa;
5. La Ley;
6. La Gracia;
7. El Reino.
Empezando con la inocencia y siguiendo hasta el fin del milenio, encontramos que cada dispensación termina con un
juicio.
- La Inocencia termina en la expulsión del huerto.
- La Conciencia termina con el diluvio, cuando, posiblemente por segunda vez, este planeta fue inundado.
- El Gobierno Humano termina en la confusión de las lenguas en la Torre de Babel.
- La Promesa terminan en la servidumbre de Israel en Egipto y en Sinaí.
- La Ley termina en la Cruz del Calvario en la muerte de nuestro Señor.
- La Gracia termina con la primera resurrección, el arrebatamiento de todos los santos vivos y el tribunal de Cristo.
- El Milenio termina con la humanidad moviéndose como un torrente turbulento hacia el gran trono blanco y la
destrucción final y eterna de la tierra por fuego.
Primera Dispensación
La Inocencia (Gn. 1: 26-3: 24) – Empezó con la creación del hombre, y terminó con el juicio de la expulsión de Adán y
Eva del Edén por causa de su pecado y la consecuente pérdida de la inocencia.
“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se
revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3: 24)
El hombre – hombre y mujer – fue creado en estado de inocencia, es decir, sin pecado, sin naturaleza caída, puro ante
Dios Su Creador. Fue colocado en un ambiente ideal, y fue sujeto a una prueba absolutamente simple y sencilla de
superar.
No obstante fue advertido en cuanto a los resultados de desobedecer: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17)
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3: 6)
La mujer fue engañada – de hecho consintió en serlo - y pecó al desobedecer el mandato directo de Dios, comiendo
de aquel fruto que no debía. Ella de hecho se autoerigió como cabeza en vez de Adán, y éste sujetándose a su mujer
en vez de a Dios, participó de ese pecado.
La mujer, saliéndose de su papel, siendo vaso frágil, se constituyó indebidamente en protagonista de todo aquel
asunto.
Careciendo de la protección necesaria, por asumir un papel que no le tocaba, fue engañada, y acabó presidiendo y
protagonizando un acto de rebelión contra Dios, aunque obviamente no fue esa su intención (la buena intención,
no es suficiente; la obediencia lo es)
“Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada,
incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2: 14)
Sobre la serpiente:
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la
mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3: 1)
Esa astucia de la serpiente como animal edénico – es decir, previo a la caída y sus consecuencias - deberíamos
entenderla como cautela o prudencia. No como algo inmoral o maligno, ya que Dios vio que todo lo que había hecho
era bueno en gran manera (Gn. 1: 31).
Comenta Scofield:
“No debe pensarse que la serpiente, en su estado edénico, era un animal que se arrastraba sobre su pecho. Esto fue
el efecto de la maldición que cayó sobre ella (Gn.3: 14). La criatura que se prestó a cumplir los propósitos de
Satanás pudo muy bien haber sido la más hermosa de todo el universo, así como era la más “astuta” de todas las
criaturas, con excepción del hombre. A pesar de la maldición divina, todavía hay en la serpiente algunos vestigios
de su antigua belleza. Cada uno de sus movimientos refleja cierta gracia, y hay muchas especies que tienen
hermosos colores. Fue en la serpiente que Satanás apareció por primera vez como “un ángel de luz” (2 Co. 11: 14)”
La Conciencia (Gn. 3: 22-7: 23) – el tiempo en el cual, por haber desobedecido a Dios, haber perdido la inocencia, y
haber caído de Su gracia, al hombre le fueron abiertos los ojos de su conciencia.
A partir de ese momento, los hombres tenían conciencia del bien y del mal, y por tanto, total responsabilidad moral.
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal...” (Génesis 2: 22a)
Escribe Scofield:
“Como resultado de la desobediencia, el hombre llegó a poseer un conocimiento personal y experimental del bien y
del mal, del bien como obediencia, y del mal como desobediencia de la voluntad de Dios, según ésta era conocida por
el hombre. Fue por el conocimiento del bien y del mal, que la conciencia del hombre despertó”
Y este servidor añade, que eso último no fue de la manera que Dios ordenó, ya que ese despertar de la conciencia, fue
a través de la tremenda desobediencia, primero de Eva y luego de Adán.
“La conciencia nos es muy útil para llegar a entender nuestra responsabilidad moral, por lo cual un día daremos todos
cuentas a Dios”
Aunque todavía no había llegado la Ley como tal, los hombres tenían la ley natural a partir de ese momento, y así ha
sido por los siglos:
Romanos 2: 14 “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque
no tengan ley, son ley para sí mismos”
La Conciencia advierte del pecado, sea a través de la llamada ley natural o de la Ley de Dios, pero no salva por sí
misma. El pecado sólo puede ser perdonado por la sangre del Codero de Dios, y no por méritos propios.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos
6: 23)
El hombre, por el dictamen de su conciencia, tenía la responsabilidad de hacer todo el bien que le era conocido, y
evitar todo el mal cual él era consciente, acercándose a Dios mediante sacrificios. Lamentablemente, eso no
funcionó, porque “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Gn. 8: 21), y el resultado fue que
en el tiempo de Noé, la “maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos
del corazón era de continuo el mal” (Gn. 6: 5), y Dios decidió acabar con la raza humana absolutamente ya
pervertida (v. 7), y sólo Noé y los suyos escaparon a ese juicio de destrucción. En ese sentido, esa dispensación
terminó también, aunque los hombres, incluido Noé y los suyos, siguieron con sus conciencias como hasta ahora.
Tercera Dispensación
El Gobierno Humano (Gn. 8: 20-11: 9) – Bajo las dos dispensaciones precedentes – Inocencia y Conciencia – el
hombre fracasó completamente, y el juicio del Diluvio Universal vino como consecuencia de la enormidad de la
maldad existente:
(Génesis 6: 5) “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”
En las dispensaciones anteriores, de parte de Dios no tenía el hombre el permiso de gobernarse a sí mismo, sino que
su Gobernante era El. Pero en esta nueva dispensación, a partir de esos ocho supervivientes – Noé y su familia - la
cosa cambia; y se inicia una nueva dispensación.
Dios ordenará la humanidad en diferentes nacionalidades, tribus, pueblos, etc. Dios manda que el hombre se
gobierne a sí mismo – se entiende, gobierno civil.
La más alta función del gobierno humano es el acto judicial de quitarle la vida a un hombre, tal y como hemos visto en
Gn. 9: 6. En este acto se implican todos los demás actos gubernamentales.
Bajo esta nueva dispensación, al hombre Dios le responsabilizó de gobernar el mundo para Él, pero fracasó.
Después del incidente de Babel, y una vez conformada la humanidad en pueblos, razas, tribus, lenguas, la
responsabilidad de gobernar el mundo del hombre hacia el hombre de parte de Dios continuó.
Cuarta dispensación
La Promesa (Gn. 12: 1- Ex. 19: 8) – Tiempo de prueba desde el llamamiento de Abram hasta la promulgación de la Ley
de Moisés en el Sinaí.
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Génesis
12: 1, 12)
“Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: ... un hijo tuyo será el que te heredará”
(Génesis 15: 4)
“Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu
descendencia. 6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15: 5, 6)
La dispensación de la Promesa tuvo un carácter exclusivamente israelita, principiando con Abram, luego llamado
Abraham, finalizando – como dispensación – con Israel en el Sinaí.
La promesa a Abraham es tipo de la promesa a toda la humanidad, porque en él todas las familias de la tierra iban a
ser bendecidas. Evidentemente, esa bendición es Cristo.
Abraham, obedeciendo hasta el máximo a Dios, cuando estaba ya para degollar a su amado hijo Isaac, recibió de
parte de Dios la promesa, diciéndole:
“Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo;
de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la
orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos” (Génesis 22: 16, 17).
Seguidamente, Dios le concedió lo más importante de toda esa promesa. Leemos en Génesis 22: 18; “En tu simiente
serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”
Ahora Abram y sus descendientes vivían en un período semejante al de la gracia. El pacto está lleno de gracia y es
incondicional. Fue un cambio grande, porque por él los descendientes de Abraham (Israel) se hicieron hijos y
herederos de la promesa. Para gozar plenamente de esta gran herencia, lo único que tenían que hacer era quedarse
en su propia tierra de Canaán y servir a su Dios. En esto fallaron cuando, por causa del hambre, Jacob y toda su
familia bajaron a Egipto y se quedaron allí. En este tiempo se hizo una nación de más de un millón de personas, y la
mayor parte del tiempo en Egipto eran esclavos de los egipcios.
Pero Dios no se olvidó de su promesa para con su pueblo, y les envió un libertador, Moisés. Moisés sacó a Israel de
Egipto, y Josué los metió en la tierra de Canaán. Sin embargo, en el desierto esta dispensación terminó, y desde el
Monte Sinaí de repente entró una nueva dispensación, la Ley. Dios les había dado un libertador en Moisés, había
provisto un sacrificio por sus pecados, y les había librado de la servidumbre de Egipto. Ahora, terminaron esta relación
íntima con Dios, y la remplazaron con las demandas de la ley.
La dispensación de la Promesa terminó cuando de manera temeraria, en el Sinaí, Israel aceptó ser el pueblo de Dios:
“Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los
hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.
Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que
dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos
todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová
ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo” (Éxodo 19: 4-8)
El pueblo sacado de Egipto, decimos que de manera temeraria, se comprometió a andar en santidad y en temor ante
Dios, pero esa generación que salió de Egipto, no logró entrar en la tierra prometida a causa de su desobediencia y
rebelión, excepto Josué y Caleb.
Quinta dispensación
La Ley (Ex. 19: 8- Mt. 27: 35 –la cruz) – Empieza con la temeraria respuesta de todo el pueblo de Israel de “hacer todo
lo que Jehová ha dicho” (Ex. 19: 8), hasta la Cruz de Cristo.
Esta dispensación se extiende desde el Sinaí al Calvario; desde el Éxodo hasta la Cruz.
La Ley fue dada por Dios por medio de un mediador, este es, Moisés, no para redimir al hombre – en este caso a los
israelitas primeramente – sino para hacerle entender su condición de pecador y de impío ante Dios, incapaz de poder
alcanzar la Justicia y ser justificado por el mismo.
La historia de Israel en su transcurso por el desierto camino a la Tierra Prometida, y una vez allí, contiene una larga
lista de violaciones de la Ley. La prueba a que la nación fue sometida bajo la Ley, terminó con el juicio de las
deportaciones, pero la dispensación como tal, terminó en la Cruz.
Por eso, solamente en Cristo hay salvación. Sólo él es la puerta al cielo, porque sólo él abrió esa puerta para nosotros
dándose a sí mismo.