No Me Acuerdo
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Comentario a Salmos 1
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Éste es un salmo de instrucción con respecto al bien y al mal, poniendo ante nosotros vida y
muerte, bendición y maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad, y
evitemos el que de cierto conduce a la miseria y a la ruina. Nos muestra:
I. La santidad y la dicha de una persona piadosa (vv. 1-3).
II. La pecaminosidad y la miseria del malvado (vv. 4, 5).
III. El fundamento y la razón de ambos casos (v. 6).
Versículos 1-3
El salmista comienza por el carácter y la condición del piadoso.
1. El Señor conoce por su nombre a los que son suyos (Nm. 16:5; 2 Ti. 2: 19), pero nosotros
hemos de conocerlos por su carácter, el cual se nos presenta aquí mediante las normas que
escoge para su conducta:
A) El hombre piadoso (v. 1) no anda en consejo de malos, etc. Se pone primero esta parte de
su carácter, porque apartarse del mal es el primer paso por el que comienza la sabiduría. (a)
Ve en torno suyo malhechores, de los que el mundo está lleno. Se describen aquí por medio de
tres epítetos: malos, pecadores, escarnecedores. Primero son malvados, carentes de temor de
Dios. Cuando falta este temor de Dios, el hombre muestra ser pecador, en abierta rebelión
contra Dios. Las omisiones abren el camino a las comisiones y así se endurece, a la larga, el
corazón de tal manera que los pecadores se hacen escarnecedores, despreciando todo lo
sagrado, burlándose de la piedad y tomando a broma el pecado. El vocablo hebreo para malos
(mejor, malhechores) indica una persona que no se somete a ninguna norma, sino que se deja
llevar de todo mal deseo. La persona piadosa no puede menos de ver con tristeza a los tales,
cuyos criterios son tan insensatos y tan opuestos a los suyos. (b) Por consiguiente, no anda
según los consejos, los criterios, de ellos. No sigue sus principios, ni toma el camino de ellos,
ni se sienta para participar en el corro de los burladores, lo cual equivaldría a asociarse con
quienes promueven el reino del diablo.
B) En cambio, el piadoso, para hacer el bien, se somete a la dirección de la palabra de Dios,
familiarizándose con ella (v. 2). Todos los que se deleitan en que haya un Dios, han de
deleitarse también en que haya una Biblia, la revelación de Dios y de su voluntad, y del único
camino hacia la dicha en él: En su ley medita de día y de noche (comp. Jos. 1:8). El estudio y
la práctica de la Ley de Dios es la delicia del hombre piadoso, como el autor del Sal. 119. El
verbo hebreo para meditar significa literalmente musitar: leer y dialogar consigo mismo sobre
las grandes cosas que la Biblia contiene, fijarlas en la mente y en el corazón y experimentar en
la vida el sabor y el poder de ellas.
2. Seguridad que se da al piadoso de que ha de disfrutar de las bendiciones de Dios. El salmo
comienza literalmente: «¡Oh, las bendiciones del varón!, etc.» (el hebreo ashrey es plural). La
bondad y la santidad no sólo son el camino hacia la felicidad (Ap. 22:14), sino que se
identifican con la felicidad misma; aun cuando no hubiese otra vida después de ésta, el hombre
que va por el camino del deber es ya un hombre dichoso. Será como árbol, fructífero y
floreciente, pues las bendiciones divinas producen efectos reales. El justo es plantado por la
gracia de Dios; por naturaleza, todos somos olivos silvestres y continuamos siéndolo hasta que
somos injertados por un poder de arriba, celestial. Nunca crece por sí mismo un buen árbol; es
plantío de Yahweh para ser árbol de justicia y en ello ha de ser glorificado Dios (Is. 61: 3). Es
plantado junto a los medios de gracia, llamados aquí corrientes de aguas; de aquí saca el justo
provisión abundante de fuerza y vigor, pero de forma secreta, oculta a las miradas de la gente.
De quienes participan de los medios de gracia ha de esperarse que, tanto en sus criterios
como en su conducta, respondan a las intenciones de la gracia y lleven fruto. Y su hoja no cae.
Su follaje no se marchita, sino que son de hoja perenne. En cuanto a los que muestran
solamente las hojas de profesión cristiana, sin fruto alguno, las hojas mismas, al fin, se
marchitarán y caerán; pero si la palabra de Dios gobierna el corazón, la profesión se
conservará siempre verde y fresca; tales laureles no se marchitan.
Versículos 4-6
1. Se describe ahora el carácter de los malvados (v. 4): (A) En general, son el reverso de los
justos, tanto en carácter como en condición: no llevan fruto, sino agraces de Sodoma que
inutilizan la tierra. (B) En particular, mientras los justos son como árboles útiles, valiosos y
fructíferos, los malvados son como el tamo que arrebata el viento; son como la parte más
liviana de la paja, el polvo que el amo de la era quiere ver lejos de allí, puesto que para nada
sirve.
2. Se describe luego el destino final de los malvados (v. 5): No se erguirán en el juicio, es
decir, serán hallados culpables, y no tendrán; lugar alguno en la congregación de los justos,
pues ninguna cosa manchada ha de entrar en la Nueva Jerusalén. En este mundo, no es cosa
difícil para los hipócritas, bajo la máscara de una plausible profesión de fe, penetrar en la
congregación de los justos y permanecer allí sin ser descubiertos ni perturbados (v. 1 Jn. 2:19),
pero a Dios no se le puede engañar, aunque puedan ser engañados sus ministros.
3. La razón que se da de este final tan distinto de los buenos y los malos (v. 6). Yahweh
conoce, es decir, aprueba complacido y remunera la conducta de los justos, por lo que les hace
dichosos y prósperos (al menos, espiritualmente), pero está airado contra la senda de los
malos, la cual, ya de suyo, lleva a los hombres a la ruina y a la perdición (Ro. 6:23).
Al cantar estos versículos, y orar sobre ellos, dejémonos poseer de un santo temor de la
porción del malvado y de una santa diligencia en presentamos a Dios aprobados en todo,
buscando su favor de todo corazón.
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Comentario a Salmos 2
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Es éste un salmo mesiánico y regio (como también los Sal. 18, 20, 21, 45, 72, 89, 101, 110,
132 y 144). Bajo el tipo del reino de David (dispuesto por Dios, opuesto por muchos, pero
prevaleciendo al fin), se profetiza aquí el reino del Mesías, el Hijo de David (v. Hch. 4:25-27;
13:33; He. 1:5). En él nos predice el Espíritu Santo: I. La oposición que había de hacerse al
Reino del Mesías (vv. 1-4). II. La represión y el castigo de tal oposición (vv. 4, 5).III. La erección
del reino de Cristo a pesar de dicha oposición (v. 6). IV. La confirmación y el establecimiento
del reino mesiánico (v. 7). V. La promesa de su ampliación y éxito (vv. 8, 9). VI. Un llamamiento
y una exhortación a los reyes y príncipes a que se sometan voluntariamente a ser súbditos de
este reino (vv. 10.12).
Versículos 1-6
Aquí tenemos una gran lucha entre el reino de Cristo y los que se oponen a él. Vemos:
l. La tremenda oposición que se hace al Mesías y a su reino (vv. 1-3). Habría de esperarse
que una bendición tan grande para este mundo fuese universalmente bienvenida y acogida.
Sin embargo, no hubo jamás una doctrina o una escuela de filósofos, ni gobierno alguno de
este mundo, que haya sufrido una oposición tan violenta como la doctrina y el gobierno de
Cristo. Las naciones y los pueblos, las cortes y los países, van a veces por caminos opuestos,
pero aquí les vemos a todos unidos contra Cristo. Aunque su reino no es de este mundo ni
entra dentro de su programa el debilitar los intereses terrenos, reyes y pueblos se alzan
inmediatamente en armas. Así como los filisteos con sus jefes, tanto como Saúl y sus
cortesanos, se oponían a que David accediese al trono, así también Herodes y Pilato, gentiles
y judíos, extremaron su violenta oposición contra Cristo y su obra benéfica (Hch. 4:27).
1. "Se levantan... contra Yahweh y contra su ungido» (v. 2), esto es, contra toda religión en
general y contra el cristianismo en particular. El gran autor de nuestra religión es llamado aquí
el ungido (hebr. Meshiaju) de Yahweh, tipificado en el ungido David. Musitan o rumorean (v. 1.
El mismo verbo que en 1:2), aquí con rabia, en violenta y malvada al reino del Mesías,
métodos para suprimir o impedir los avances de dicho reino en el mundo.
2. «Conspiran juntamente, etc.» (v. 2). Es una oposición combinada, da, para ayudarse y
animarse unos a otros. Si Yahweh y su Mesías les hiciesen ricos y grandes en este mundo, y si
contemporizasen con sus violencias e injusticias, les darían la bienvenida; pero, al frenar su
concupiscencias y sus pasiones corrompidas, no quieren que ese hombre reine sobre ellos (Lc.
19: 14). Cristo tiene para nosotros ligaduras y cuerdas: vínculos morales que nos unen a Él y
conducen a nuestra dicha, porque son cuerdas humanas, cuerdas de amor (Os. 11:4). ¿Por
qué se oponen los hombres a la ley de Dios para seguir sus propios caminos, cuando son
cosas vanas? No pueden presentar ninguna razón válida para oponerse a una causa tan justa
y a un gobierno tan bueno y generoso Tampoco pueden esperar éxito alguno al oponerse a un
rey tan poderoso.
II La tremenda derrota que les espera a los rebeldes coligados. El reposo de la Mente Eterna
ha de ser nuestro consuelo bajo todo lo que amenace perturbar nuestra mente. Nosotros
somos zarandeados en la tierra y en el mar, pero Él se sienta (lit. v. 4) en los cielos, donde
tiene su trono listo para el juicio.
1. Los vanos intentos de los enemigos de Cristo no merecen otra cosa que el ridículo: Dios
(hebr. Adonay = el Señor Soberano) se reirá de ellos.
2. Serán justamente castigados (v. 5). Aunque desprecia Dios la impotencia de ellos, también
está airado contra la perversidad de ellos. Los enemigos de Cristo pueden enfurecerse contra
Dios, pero no le pueden hacer daño. Son ellos los que se hacen daño a sí mismos al oponerse
al establecimiento del reino de Dios.
3. Son indudablemente, ineludiblemente, derrotados; todos sus planes (v. 1-3) se vienen al
suelo: "Yo mismo -dice Yahweh- he instalado (lit. ungido) a mi rey sobre Sión, mi santo monte»
(v. 6). Jesucristo es Rey, y Dios se complace en llamarle su Rey, porque Él le ha nombrado, le
ha ungido con el Espíritu Santo (Is. 61:1) y a Él solo ha entregado, la administración del
gobierno y el juicio; en él tiene el Padre todas sus complacencias.
Hemos de cantar estos versículos con santa exultación, triunfantes en Cristo, a la vez que
oramos con fervor: "Venga tu reino», pues Dios realmente reina cuando las gentes se someten
al gobierno de Cristo.
Versículos) 7-9
Veamos ahora lo que el Mesías mismo va a decir de su reino.
1. El reino del Mesías está fundado sobre un decreto eterno de Dios el Padre (v. 7). No ha
sido una súbita resolución, ni la prueba de un experimento, sino el resultado de los consejos de
la sabiduría divina.
2. El decreto se publica para conocimiento y satisfacción de todos los que son llamados a
someterse al rey como súbditos, y para dejar sin excusa a los que no quieren que Cristo reine
sobre ellos. Cristo presenta aquí un doble título para su reino:
(A) El título de herencia (v. 7): «Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy.» En He. 1:5 se cita
esta Escritura para mostrar que Cristo tiene más excelente nombre que los ángeles, y lo tiene
por herencia (He. 1:4). "El Padre ama al Hijo, y todas las cosas las ha entregado en su mano»
(Jn. 3:35). Siendo el Hijo, e Hijo único, es el heredero de todas las riquezas del Padre.
(B) El título de mutuo acuerdo (vv. 8,9), que consiste en que el Hijo se compromete a tomar
las riendas del gobierno que Yahweh pone en sus manos. Dice Arconada: «Pídemelo no es
condicional, ni propiamente exhortativo, sino, como el imperativo de 110:2, equivale a un futuro
enérgico, y es forma poética de indicar el innato derecho, propio del «Hijo de Yahweh» y la
facilidad de poseer cuanto a Él pertenece.»
3. Se le prometen al Mesías las naciones hasta los confines de la tierra (v. 8); no sólo los
judíos, sino también los gentiles. Gran parte del mundo de la gentilidad recibieron el Evangelio
cuando fue predicado por primera vez, pero esta Escritura tendrá cumplimiento final y pleno
cuando los reinos de este mundo pasen a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo (Ap.
11: 15). Es entonces cuando con cetro de hierro (v. 9) quebrantará a los que no se le sometan
por amor. Esto se cumplió en parte cuando fue destruida Jerusalén por el poder romano y,
cuando más tarde, fue establecida la religión cristiana con la destrucción oficial del paganismo,
pero no se cumplirá plenamente hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus
pies (1 Co. 15:24,25. V. Sal. 110:5,6).
Al cantar esto, y orar por ello, hemos de glorificar a Cristo como al Hijo de Dios y Señor
legítimo nuestro, tomando aliento con esta promesa de que el reino del Mesías será
establecido triunfante de toda oposición.
Versículos 10-12
Aplicación práctica de esta enseñanza concerniente al reino del Mesías, al exhortar el
salmista a los reyes y jueces de la tierra a que, dejándose de cosas vanas (v. 1), sean
sensatos (v. 10) y se sometan de buena gana al gobierno de Cristo. El que tiene poder para
destruirlos muestra que no se complace en su destrucción, puesto que les exhorta a tomar una
actitud que puede conducir a su felicidad. Lo que se dice a ellos, se dice a todos. Así que
somos exhortados:
1. A reverenciar a Dios (v. 11), pues toda nuestra adoración, así como nuestra conducta, ha de
comenzar por un santo temor de Dios; es cierto que nos hemos de alegrar en el Señor (Fil.
4:4), pero hemos de alegramos con temblor (v. l1b), es decir, con sentido de nuestra
responsabilidad. Nuestra salvación se ha de llevar a cabo con temor y temblor (Fil. 2:12), frase
que significa: con respeto y sentido de la responsabilidad.
2. A dar nuestra acogida a Jesucristo y sometemos a Él (v. 12), pues éste es el núcleo del
cristianismo. (A) Hemos de besar al Hijo (v. 12, lit.), con el gesto del vasallo que besa la mano
de su señor y, además, con el gesto del amor sincero al que nos amó y se entregó a sí mismo
por nosotros (v. Gá. 2:20) y nos sigue amando (Ap. 1:5; participio de presente en el original).
(B) Las razones que respaldan este mandato divino: (a) La ruina segura de quienes rechacen a
Cristo (v. 12a, ya que perecerán al enojarle; (b) la felicidad de quienes se sometan a Él (v. 12b),
ya que son dichosos todos los que en El se refugian (lit.). Dichosos verdaderamente son los
que, al haber recibido a Cristo, tienen en Él su refugio y patrón en el día de la ira, pues
mientras el corazón de los otros desfallezca de miedo, el corazón de ellos exultará de gozo.
Al cantar esto, y orar sobre ello, hemos de sentir el corazón lleno de un santo temor de Dios y,
al mismo tiempo, de una alegre confianza en Cristo, en cuya mediación podemos consolamos
y animamos a nosotros mismos, así como unos a otros.
Salmos 7
1 Jehová Dios mío, en ti he confiado;
Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame,
2 No sea que desgarren mi alma cual león,
Y me destrocen sin que haya quien me libre.
3 Jehová Dios mío, si yo he hecho esto,
Si hay en mis manos iniquidad;
4 Si he dado mal pago al que estaba en paz conmigo
(Antes he libertado al que sin causa era mi enemigo),
5 Persiga el enemigo mi alma, y alcáncela;
Huelle en tierra mi vida,
Y mi honra ponga en el polvo. Selah
6 Levántate, oh Jehová, en tu ira;
Alzate en contra de la furia de mis angustiadores,
Y despierta en favor mío el juicio que mandaste.
7 Te rodeará congregación de pueblos,
Y sobre ella vuélvete a sentar en alto.
8 Jehová juzgará a los pueblos;
Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia,
Y conforme a mi integridad.
9 Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo;
Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.(A)
10 Mi escudo está en Dios,
Que salva a los rectos de corazón.
11 Dios es juez justo,
Y Dios está airado contra el impío todos los días.
12 Si no se arrepiente, él afilará su espada;
Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado.
13 Asimismo ha preparado armas de muerte,
Y ha labrado saetas ardientes.
14 He aquí, el impío concibió maldad,
Se preñó de iniquidad,
Y dio a luz engaño.
15 Pozo ha cavado, y lo ha ahondado;
Y en el hoyo que hizo caerá.
16 Su iniquidad volverá sobre su cabeza,
Y su agravio caerá sobre su propia coronilla.
17 Alabaré a Jehová conforme a su justicia,
Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.
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Comentario a Salmos 07
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Por el título y el texto de este salmo, parece que lo compuso David con referencia a las
maliciosas imputaciones que hacían contra él sus enemigos. En vista de ello, David, I. Suplica
el favor de Dios (vv. 1, 2). II. Apela delante de Dios a su inocencia (vv. 3-5). III. Ruega a Dios
que sostenga en alto su causa y juzgue a sus perseguidores (vv. 6-9). IV. Expresa su confianza
en que Dios lo hará (vv. 10-16). V. Promete dar a Dios la gloria por su liberación (v. 17).
Versículos 1-9
El título del salmo (v. 1 en la Biblia Hebrea) contiene dos términos sumamente oscuros.
Shiggayón, que sólo aparece aquí y en Hab. 3:1, es, según Chirrié, « quizá un canto extático».
Según Arponada, correspondería entonces a nuestro ditirambo. De CSU el benjaminita no
sabemos nada. Dice Ryrie: «Probablemente era uno de los escuderos de Saúl enviados a
matar a David." Lo cierto es que David, ante tal abuso, recurre a Dios con ánimo tranquilo, sin
permitir a su arpa notas disonantes. Las injurias que recibimos de los hombres, en vez de
provocar nuestras pasiones, han de servir para avivar nuestras devociones.
1. Se pone bajo la protección de Dios (v. 1): «Sálvame de todos los que me persiguen y
líbrame del poder y de la maldad de ellos, para que no cumplan el deseo que abrigan contra
mí.» Apela: (A) A su relación con Dios (v. 1): «Yahweh Dios mío.» Como diciendo: «Tú eres mi
Dios, ¿a quién acudiré sino a ti?» (B) A su confianza en Dios: «En ti he confiado.» Como
diciendo: «No he confiado en brazo de carne, sino en ti.» (v. Jer. 17:5-8). (C) A la perversidad y
a la furia de sus enemigos y al peligro inminente en que se veía de ser devorado por ellos (y.
2): «No sea que desgarren mi alma como león y me destrocen sin que haya quien me libre. »
Como diciendo: « Si tú no me libras, nadie me podrá librar. »
2. Protesta solemnemente de su inocencia en cuanto a las cosas de que le acusan y, mediante
una tremenda imprecación, apela a Dios, que escudriña los corazones, con respecto a su
inocencia (vv. 3-5). David no tenía en la tierra tribunal al que acudir, pero tenía en el Cielo un
tribunal divino, con un justo Juez sentado en él, a quien él llama su Dios (vv. 1, 3). Le acusaban
de planes siniestros contra la corona y la vida de Saúl, pero él lo niega terminantemente (v. 4):
«He libertado al que sin causa era mi enemigo.» La Providencia le había puesto a Saúl a
merced de él, y había entre los seguidores de David quienes le exhortaban a que le matara y
aun estaban dispuestos a despacharlo ellos mismos, pero David se lo impidió, tanto cuando le
cortó la orla del manto a Saúl (1 S. 24:4 y ss.), como cuando le quitó la lanza (1 5. 26:12), para
mostrarle lo que podía haber hecho con él. « Si fuese culpable, dice (v. 5), persiga el enemigo
mi alma y alcáncela; huelle en tierra mi vida, y mi honra ponga en el polvo. Muerte e infamia
estoy dispuesto a soportar si soy culpable.»
3. Teniendo a favor de su inocencia este testimonio de su conciencia, ruega humildemente a
Dios que se muestre a favor suyo en contra de sus perseguidores y respalda cada petición con
un motivo apropiado:
(A) Ruega a Dios que manifieste su ira contra sus enemigos (y. 6):«Señor, ellos se enojan
injustamente contra mí; enójate tú justamente contra ellos y hazles saber que estás airado;
levántate, oh Yahweh, en tu ira; álzate en contra de la furia de mis angustiadores. » (B) Ruega
a Dios que mantenga en alto su causa: «Apréstate (lit. despierta) a defenderme en el juicio que
has convocado para que se me haga justicia» (v. 6); «vuélvete a sentar en lo alto, para que se
reconozca universalmente que el mismo Cielo está a favor de la causa de David, puesto que es
justa y legítima» (v. 7). «Júzgame, oh Yahweh, conforme a mi justicia, y pronuncia a mi favor
veredicto de absolución (y. 8); así te rodeará la congregación de los pueblos (lit.) y reconocerá
la justicia de mi causa y la legitimidad de mi regio título» (v. 7).
(C) Ruega, ahora ya más tranquilo, (a) para que la intervención de la providencia divina haga
cesar la maldad de los inicuos (v. 9); no aboga por la destrucción del pecador, sino por el cese
del pecado. Así hemos de orar nosotros, aborreciendo el pecado, pero amando a los pecadores
por quienes Cristo murió (v. 1 Ti. l:15);(b) para que el justo quede afianzado:protegido,
asegurado, establecido. Así como hemos de orar para que disminuya el mal, así también
hemos de orar para que aumente el bien.
Versículos 10-17
Después de haber dejado en manos de Dios su apelación por medio de la oración y de una
solemne profesión de su inocencia, comienza ahora David con una afirmación de confianza
esta especie de meditación que sigue a continuación.
1. Confía David hallar en Dios a su poderoso Protector y Salvador, así como al abogado de su
inocencia oprimida (v. 10): «Mi escudo (es decir, mi defensa) está en Dios.>’ Todos los que son
hijos de Dios tienen en El defensa y segura protección. En dos cosas asienta David su
confianza:
(A) En el favor singular que Dios dispensa a cuantos son sinceros: «Salva a los rectos de
corazón»: les salva y preserva de los males presentes en tanto en cuanto es para el bien de
ellos. (B) En el respeto general que Dios tiene a la justicia y a la equidad (v. 11): «Dios es juez
justo, y no sólo obra siempre justamente, sino que también protege a los justos (v. 10), y está
airado contra el impío todos los días, pues no puede menos de castigar la impiedad. »
2. Confía igualmente David en la destrucción de todos sus perseguidores, a menos que se
arrepientan (v. 12). La destrucción de los pecadores sólo puede detenerse mediante su
conversión (v. Ez. 33:11-16), y las amenazas de ruina a los impíos van así presentadas con
benévolas insinuaciones de misericordia. Mientras prepara sus instrumentos de muerte, da
Dios a los pecadores amonestaciones con respecto al peligro que corren y les concede tiempo
y espacio para que se arrepientan, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al
arrepentimiento (2 P. 3:9). De entre todos los pecadores, los perseguidores son el blanco
preferido de la ira divina, pues ellos desafían de modo especial a Dios, sin percatarse de que
no pueden ponerse fuera del alcance de sus dardos, con lo que ellos mismos preparan su ruina
y se destruyen a sí mismos (vv. 14-16). Se describe aquí al malvado como fatigándose en
cavarse su propia fosa. Es triste que el hombre malo trabaje para el diablo, cobrando salario de
muerte, cuando podría obtener gratis el don de la vida eterna (Ro. 6:23).
Salmos 8
La gloria de Dios y la honra del hombre
Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David.
1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!.
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Comentario a Salmos 08
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Este salmo es una solemne meditación sobre la gloria y la grandeza de Dios. Empieza y
termina con el mismo reconocimiento de la excelencia trascendente del nombre de Dios. Para
probar la gloria de Dios, el salmista cita ejemplos de su bondad con el hombre, pues la gloria
de Dios es su bondad majestuosa. Dios debe ser glorificado: l. Por darnos a conocer su
persona y su gran nombre (v. 1).II. Por hacer uso de los más débiles hijos de los hombres para
que sirvan a sus designios (v. 2).III. Por hacer que hasta los cuerpos celestes estén al servicio
del hombre (vv. 3, 4). IV. Por hacer al hombre señor de las criaturas del mundo terrestre,
poniéndole así en un nivel ligeramente inferior al de los ángeles (vv. 5-8). Este salmo se aplica
en el Nuevo Testamento a Cristo y a la obra de la redención que llevó a cabo; el honor que los
niños pequeños le tributan (v. 2, comp. Con Mt. 21:16), y el honor que Él otorga a los hijos de
los hombres, tanto en su humillación, cuando fue hecho un poco menor que los ángeles, como
en su exaltación, al ser coronado de gloria y honor. Comparar los vv. 5 y 6 con 1 Co. 15:27 y
He. 2:6-8.
Versículos 1-2
El salmo va dirigido, como en otras ocasiones, al director de música del santuario, sobre
Guittit, que no sabemos exactamente qué significa (¿sobre la guetea?). El salmo es de David, y
en él se propone dar al nombre de Dios la gloria que se merece. Dos cosas admira David aquí:
1. La forma manifiesta en que despliega Dios su gloria (v. 1). Se dirige a Dios con toda
humildad y reverencia, como al Señor Soberano de su pueblo: «¡Oh Yahweh, Señor nuestro...!»
(hebr. Yahweh Adoneynu). Si de veras creemos que Dios es nuestro Soberano, hemos de
reconocerle y obedecerle como súbditos suyos. (A) Con qué esplendor brilla la gloria de Dios
incluso en este mundo de abajo: «¡Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!" Las obras de
la creación y de la providencia muestran y proclaman al mundo entero que hay un Ser infinito
(Ro. 1: 19, 20). Sin letras ni sonido de palabras, se ve y se oye en la creación el nombre de
Dios. (B) Con cuánto mayor esplendor brilla en el mundo de arriba: «Has puesto tu gloria (lit.
alabanza) sobre los cielos.» (a) Dios es infinitamente más glorioso y excelente que las más
nobles criaturas y las que más esplendorosamente brillan. (b) Mientras que en la tierra sólo
oímos y alabamos el excelente nombre de Dios, los ángeles y los espíritus bienaventurados
ven arriba su gloria y la alaban, pero, aun así, El está exaltado muy por encima de la bendición
y alabanza de ellos. (c) Al exaltar al Señor Jesús a la diestra de Dios, siendo el Hijo el
resplandor de la gloria del Padre y la fiel representación de su ser real (He. 1 :3), Dios ha
puesto su gloria por encima de los cielos, muy por encima de todos los \ principados y
potestades.
2. El poder con que lo proclama por medio de las más débiles criaturas (v. 2): «Por boca de los
niños y de los que maman, afirmas tu «fortaleza», esto es, la perfecta alabanza de tu fortaleza
(Mt. 21:16). Esto insinúa la gloria de Dios: (A) En el reino de la naturaleza. El interés que tiene
Dios en los niños pequeños (quienes, cuando vienen a este mundo son más desvalidos que los
animales), la especial protección que les da y la provisión que la naturaleza les suministra, todo
ello debería ser reconocido por cada uno de nosotros, para gloria de Dios, como un gran
ejemplo de su poder y de su bondad; tanto más cuanto que todos nos hemos beneficiado de
ello. (B) En el reino de la Providencia. En el gobierno del mundo terrestre, Dios hace uso de los
hijos de los hombres.
(C) En el reino de la gracia, que es el reino del Mesías. Aquí podríamos ~ ver aludidos de
alguna manera a los apóstoles, quienes siendo considerados casi como bebés en erudición,
«hombres sin letras y del vulgo» (Hch. 4:13), bajos y despreciables, por medio de la locura de
su predicación, " habían de echar abajo el reino del diablo, del mismo modo que fueron
derribadas con el sonido de cuernos de carnero las murallas de Jericó. El Evangelio es llamado
el brazo del Señor y el bastón de su fuerza, pues estaba designado a obrar maravillas, no de la
boca de filósofos, oradores, políticos o estadistas, sino de un grupo de pobres e iletrados
pescadores.
Oímos a los niños clamar: «Hosanna al Hijo de David», mientras los principales sacerdotes y
los fariseos no le reconocían como a tal. A veces, la gracia de Dios se manifiesta
maravillosamente en algunos niños, " enseñando conocimiento y haciendo entender el mensaje
a los destetados y recién retirados de los pechos (Is. 28:9). El poder de Dios se manifiesta
muchas veces en su Iglesia por medio de instrumentos débiles y humanamente ineptos.
Versículos 3-9
Continúa aquí David engrandeciendo el honor de Dios al exponer los honores que Dios ha
otorgado al hombre, especialmente a Jesucristo Hombre. Las condescensiones de la gracia
divina exigen nuestras alabanzas tanto como la exigen las elevaciones de la gloria divina.
Véase aquí:
1. Lo que le induce a admirar el condescendiente favor de Dios hacia el hombre, que es la
consideración del brillo y de la influencia de los cuerpos celestes que están a la vista de los
hombres (v. 3): «Cuando veo tus cielos, y aquí en particular, la luna y las estrellas.» Nótese
que no se menciona el sol. Es nuestro deber considerar los cielos. No podemos menos de
verlos por nuestra posición erecta; en esto, entre otras cosas, nos distinguimos de los brutos
animales, los cuales están formados para mirar hacia abajo, mientras el hombre está formado
para mirar hacia arriba. «Los cielos son los cielos de Yahweh» (115:16), no sólo porque Él los
hizo, sino porque en ellos especialmente brilla su gloria y se alza su trono: Son obra de sus
dedos. Crearlos fue para Dios como un juego de niños; no necesitó para ello extender el
brazo, como se nos dice al hablar de la salvación de su pueblo. Aun las luces inferiores: la
luna y las estrellas, muestran la gloria y el poder del Padre de las luminarias (Stg. 1: 17) y nos
suministran materia de alabanza a Dios. Cuando consideramos la gloria de Dios que brilla en
el mundo de arriba, bien podemos admiramos de que Dios se fijase en una criatura tan baja
como es el hombre. Y cuando consideramos la gran utilidad de los cielos para los hombres de
la tierra, bien podemos exclamar: Señor, ¿Quién soy yo para que hayas puesto a mi servicio
los astros del cielo?
2. Cómo expresa su admiración (v. 4): «Señor, ¿qué es el hombre (hebr. enosh = el ser
humano en su debilidad física y moral) para que de él te acuerdes, para que tomes nota de él,
de sus actos yde sus quehaceres? ¿Qué es el hijo del hombre para que lo visites (lit.), como un
amigo visita a otro amigo, complacido en conversar con él e interesado en sus cosas?» Esto se
aplica:
(A) A la humanidad en general. Aunque el hombre es como un gusano (Job 25:6), Dios le
respeta y le muestra en abundancia su benevolencia; el hombre es, muy por encima de todas
las criaturas de este mundo de abajo, el favorito de la Providencia (v. 1 Co. 9:9), hasta el punto
de que ha sido hecho un poco inferior a los ángeles (v. 5),ya que, por su cuerpo, es semejante
a las bestias que perecen y está confinado a la tierra, pero, por su alma espiritual e inmortal, es
semejante a los ángeles, que son puros espíritus. Por un poco de tiempo, los hijos de Dios son
inferiores a los ángeles, mientras su alma espiritual está como encerrada en vasos de barro,
pero los hijos de la resurrección serán como ángeles (gr. isángueloi. Lc. 20:36), no inferiores a
ellos. El hombre está dotado de nobles y maravillosas facultades: «Lo coronaste de gloria y de
honra.» La razón del hombre es su corona de gloria; no debe profanar esa corona mediante el
mal uso de ella ni perder el derecho a ella por obrar en contra de sus dictados. Dios ha puesto
todas las cosas bajo los pies del hombre, para que pueda servirse, no sólo del utillaje, sino
también de los productos y de las vidas de las inferiores criaturas. David especifica algunos
animales inferiores: ovejas, bueyes, aves, peces (vv. 7,8), de los que puede servirse el hombre,
aunque algunos de ellos son físicamente mucho más fuertes que él.
(B) Al Señor Jesucristo en particular, como sabemos por He 2:6-8," donde el autor de la
epístola, para demostrar el soberano dominio de Cristo sobre los cielos y la tierra, declara que
Él es el hombre, el Hijo del Hombre, a quien Dios ha coronado de gloria y honor y le ha hecho
señorear sobre las obras de sus manos. Tenemos motivos para tener humildemente recta
estima de nosotros mismos y admirar con gratitud la gracia de Dios en que: (a) Jesucristo
asumió la naturaleza del hombre y, en esa naturaleza, se humilló (Fil. 2:6-8). Al tomar la forma
de esclavo y renunciar a la pompa de su divina majestad, se hizo menor que los ángeles, (b)
En esa misma naturaleza, fue exaltado para ser proclamado Señor de todo lo creado. Dios el
Padre le ensalzó porque El mismo se había humillado (Fil. 2:9-11). Todas las criaturas han sido
puestas de derecho bajo sus pies, y lo serán de hecho cuando haya puesto a todos sus
enemigos por escabel de sus pies (He. 2:8; lO:13,comp.con 1 Co.15:27).
Salmos 18 (RV60)
1 Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos.
4 Me rodearon ligaduras de muerte,
Y torrentes de perversidad me atemorizaron.
5 Ligaduras del Seol me rodearon,
Me tendieron lazos de muerte.
6 En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios.
El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
7 La tierra fue conmovida y tembló;
Se conmovieron los cimientos de los montes,
Y se estremecieron, porque se indignó él.
8 Humo subió de su nariz,
Y de su boca fuego consumidor;
Carbones fueron por él encendidos.
9 Inclinó los cielos, y descendió;
Y había densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín, y voló;
Voló sobre las alas del viento.
11 Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;
Oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
12 Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron;
Granizo y carbones ardientes.
13 Tronó en los cielos Jehová,
Y el Altísimo dio su voz;
Granizo y carbones de fuego.
14 Envió sus saetas, y los dispersó;
Lanzó relámpagos, y los destruyó.
15 Entonces aparecieron los abismos de las aguas,
Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo,
A tu reprensión, oh Jehová,
Por el soplo del aliento de tu nariz.
16 Envió desde lo alto; me tomó,
Me sacó de las muchas aguas.
17 Me libró de mi poderoso enemigo,
Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo.
18 Me asaltaron en el día de mi quebranto,
Mas Jehová fue mi apoyo.
19 Me sacó a lugar espacioso;
Me libró, porque se agradó de mí.
20 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.
21 Porque yo he guardado los caminos de Jehová,
Y no me aparté impíamente de mi Dios.
22 Pues todos sus juicios estuvieron delante de mí,
Y no me he apartado de sus estatutos.
23 Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad,
24 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista.
25 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
Y recto para con el hombre íntegro.
26 Limpio te mostrarás para con el limpio,
Y severo serás para con el perverso.
27 Porque tú salvarás al pueblo afligido,
Y humillarás los ojos altivos.
28 Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
29 Contigo desbarataré ejércitos,
Y con mi Dios asaltaré muros.
30 En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
Y acrisolada la palabra de Jehová;
Escudo es a todos los que en él esperan.
31 Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
32 Dios es el que me ciñe de poder,
Y quien hace perfecto mi camino;
33 Quien hace mis pies como de ciervas,(A)
Y me hace estar firme sobre mis alturas;
34 Quien adiestra mis manos para la batalla,
Para entesar con mis brazos el arco de bronce.
35 Me diste asimismo el escudo de tu salvación;
Tu diestra me sustentó,
Y tu benignidad me ha engrandecido.
36 Ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies no han resbalado.
37 Perseguí a mis enemigos, y los alcancé,
Y no volví hasta acabarlos.
38 Los herí de modo que no se levantasen;
Cayeron debajo de mis pies.
39 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has humillado a mis enemigos debajo de mí.
40 Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruya a los que me aborrecen.
41 Clamaron, y no hubo quien salvase;
Aun a Jehová, pero no los oyó.
42 Y los molí como polvo delante del viento;
Los eché fuera como lodo de las calles.
43 Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me has hecho cabeza de las naciones;
Pueblo que yo no conocía me sirvió.
44 Al oír de mí me obedecieron;
Los hijos de extraños se sometieron a mí.
45 Los extraños se debilitaron
Y salieron temblando de sus encierros.
46 Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y enaltecido sea el Dios de mi salvación;
47 El Dios que venga mis agravios,
Y somete pueblos debajo de mí;
48 El que me libra de mis enemigos,
Y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste de varón violento.
49 Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre.(B)
50 Grandes triunfos da a su rey,
Y hace misericordia a su ungido,
A David y a su descendencia, para siempre.
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Comentario al Salmo 18
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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SALMO 18
Este salmo lo hemos visto ya en 2 S. 22:1 y ss. Esa fue la primera edición de él. Aquí lo
tenemos revisado y reavivado, con pequeñas alteraciones, y a propósito para el uso litúrgico.
Es un salmo de acción de gracias por las muchas liberaciones que Dios había otorgado a
David. La poesía es de fino estilo; las imágenes, atrevidas; las expresiones, elevadas. y cada
palabra es apropiada y llena de sentido; con todo, la piedad sobrepasa con mucho a la
calidad literaria del poema (en efecto, como poema métrico —3 más 3— aparece en la Biblia
Hebrea, mientras que en 2 S. 22, está en prosa, como puede verse por la acentuación. (Nota
del traductor). Todos los sentimientos santos y puros tienen aquí su expresión en alto vuelo:
fe, amor, gozo, esperanza, alabanza, etc. I. David canta victoria en Yahweh (vv. 1-3). II.
Engrandece a Dios por las liberaciones que le ha concedido (vv. 4-19). III. Toma ánimo y
consuelo en el hecho de que Dios ha salido en defensa de su integridad (vv. 20-28).IV. Da a
Dios la gloria que le pertenece por todas sus realizaciones (vv. 29-42). V. Se anima a sí mismo
con la expectación de lo que todavía ha de hacer Dios a favor suyo y de los suyos (vv. 43-50).
Versículos 1-19
El salmo lleva una larga inscripción, que forma el v. 1 en la Biblia Hebrea, en la que, por
tanto, el salmo tiene 51 vv., en lugar de 50. Solamente es de notar aquí que David es
llamado, en esta inscripción, el siervo de Yahweh, como lo fue Moisés. Mayor honor era para
David ser el siervo de Yahweh que el rey de Israel; y así lo llamaba Dios mismo (2 S. 3:18;
7:5, 8).
- I. David canta victoria por el apoyo que recibe de su Dios y expresa el amor que tiene a su
ayudador (v. 1): «Te amo, oh Yahweh, fortaleza mía». El verbo hebreo indica un afecto
entrañable, y la frase es como un epígrafe que compendia el contenido de todo el salmo. El
interés en el amado es el deleite del amante y, por eso, David se detiene con gusto en pulsar
esta cuerda de su lira (v.2):«Yahweh, roca mía y castillo mío, y mi libertador, etc. ¡Todo lo
que necesito en la presente situación!»
- II. Se dispone luego a engrandecer a Dios por las liberaciones que ha llevado a cabo a favor
suyo, a fin de estar mejor dispuesto para continuar sus alabanzas.
- 1. Cuanto más inminente y amenazador es el peligro del que fuimos librados, tanto mayor
es el favor de la liberación. David recordaba ahora las fuerzas de sus enemigos sueltas contra
el y las llama (vv. 4, 5): «cuerdas (lit.) de muerte», «torrentes de maldad» (hebr. beliyaal),
«ligaduras del Seol», «lazos de muerte», epítetos sinónimos que se acumulan para dar mayor
expresividad.
- 2. Cuanto mayor ha sido nuestro anhelo, en oración, de que Dios nos librase, y cuanto más
directa ha sido la respuesta de Dios a nuestras oraciones, tanto mayor es la obligación que
tenemos de ser agradecidos. Así era en el caso de David. Hallamos en él un hombre orante, y
en Dios un Dios escuchante de las oraciones de los suyos.
- 3. Cuanto más maravillosa es la manifestación de Dios en cualquier liberación, tanto mayor
es dicha liberación; así eran las liberaciones llevadas a cabo en favor de David, por lo que él
describe con la mayor magnificencia la manifestación de la presencia y de las perfecciones
de Dios en esas liberaciones (vv. 7 y ss.). En ellas, muy poco es lo que se ve de los hombres, y
mucho lo que se ve de Dios, quien llegó a sacudir la tierra y hacerla temblar, etc. (v. 7),
expresiones simbólicas de una actuación extraordinaria por parte de Dios, propias del
lenguaje apocalíptico. Las imágenes son de una belleza imponente: La ira de Dios era tan
«ardiente» que salía humo de su nariz y fuego de su boca; los carbones expresan los
relámpagos salidos de la densa nube (v. 8). Siempre en la misma línea antropomórfica, Dios
inclinó los cielos (v. 9), es decir, abrió la bóveda celeste, e inclinando parte de ella como una
especie de compuerta, descendió teniendo densas nubes por pedestal. Es conocida la imagen
del Dios «Yahweh que está sentado entre querubines» (por ej. Sal. 80:1; 99:1), los cuales
aparecen también, como aquí, en movimiento (comp. con Ez. 10). Cabalgando sobre un
querubín, vemos a Dios volando sobre las alas del viento (v. 10). Todo ello, para mostrar su
disposición a defender la causa de los suyos y llevarles rápidamente liberación. Aquí, como
en la obra de la redención de la humanidad, no envió un ángel, sino que vino El mismo en
persona. ¿Qué oposición, qué obstrucción, podía encontrar quien de esta manera tan
majestuosa se aprestaba a librar a su siervo? Venía envuelto en tinieblas (v. 11) y, sin
embargo, desde la oscuridad de su escondedero hace brillar la luz de la salvación (Is. 45:15).
Su gloria es invisible (v. 1 Ti. 6:16); no sabemos el camino que toma, incluso cuando viene a
nosotros por sendas de misericordia; pero, aunque sus designios sean secretos, son benévolos.
Como en el caso de Jos. 10:10 y ss. y Jue. 5:20 (cántico de Débora), Dios lanzó contra los
enemigos de David todo el aparato eléctrico de una gran tormenta (vv. 12-14). El escenario
es parecido al que contempló Moisés en el Sinay.
- 4. Cuanto mayores son las dificultades que se cruzan en el camino de la liberación, tanto
más gloriosa es (vv. 16, 17). David aparece aquí asaltado por sus enemigos, que se
aprovecharon de su situación digna de lástima (v. 18a),hasta tenerle como hundido en lo
profundo del mar (v. 16b), pero, como en la liberación de los israelitas a través del Mar Rojo,
Dios, con un resoplido del aliento de su nariz, dividió las aguas hasta poder verse el fondo
del mar(v. 15) y, del aprieto y estrechura en que le tenían sus enemigas, Dios sacó a David de
allí, a pesar de que sus enemigos eran más fuertes que él (v. 17).
- 5. Lo que realmente coronó la magnificencia de la liberación de David fue la libertad que
Dios le otorgó (v. 19): De aquel como «fondo del mar» (v. 15), en que David se hallaba por la
persecución de sus enemigos, Dios le sacó a lugar espacioso, espacio de libertad, donde no
solo podía moverse a su gusto, sino también prosperar en él. Ella no se debió a ningún mérito
ni esfuerzo de David, sino únicamente a la libre y soberana gracia de Dios: «Me libró porque
me amaba» (v. 19b).
- Al leer y cantar estos versículos, bien podemos aplicarlos al Hijo de David, Jesucristo: Los
dolores de la muerte le rodearon: en su apuro, oró y lloró a gritos (He. 5:7); Dios hizo que la
tierra temblara coma con dolores de parto (Hch. 2:24, a la luz de Mt. 27:51-53), que se
quebrasen las rocas y que él saliese, par la resurrección, a un lugar espacioso, pues Dios se
había deleitado en él y en su obra.
Versículos 20-28
1. David, ya consolado, reflexiona sobre su integridad personal y se regocija en el
testimonio de su conciencia de que se ha comportado con sencillez y sinceridad de Dios, no
con sabiduría carnal (2 Co. 1:12). Sus liberaciones lo evidenciaban, y éste era el gran
consuelo que sacaba de ellas, pues testificaban de su inocencia ante los hombres y le
exoneraban de los crímenes de que era acusado falsamente. Esto es lo que él llama
«retribución conforme a su justicia» (vv. 20, 24). Con gran satisfacción recuerda aquí él este
testimonio de su conciencia (Bb. 21,23). Aun cuando seamos conscientes de más de un
tropezón y de algunos malos pasos dados, si nos recuperamos par media del arrepentimiento
y continuamos por el camino del deber, no nos será computado como un apartamento de
Dios, puesto que no ha sido un apartamento malicioso. David había conservado su vista fija en
la norma de los mandamientos de Dios (v. 22): «Pues todos sus preceptos (lit. juicios)
estuvieron delante de mí».
- 2. Toma de aquí ocasión para sentar las normas del gobierno y del juicio de Dios, a fin de
que conozcamos no sólo lo que Dios espera de nosotros, sino también lo que nosotras
podemos esperar de él (vv. 25,26). Los que se muestran misericordiosos con el prójimo,
hallarán misericordia con Dios (Mt. 5:7). Dondequiera encuentra Dios un hombre recta,
hallará éste un justo Dios.
- 3. De ahí toma ocasión David para consolar a las humildes (v. 27): «Porque tú salvas a la
gente humilde, que es perjudicada y lo soporta con paciencia, pero humillas los ojos altivos,
los de quienes piensan de sí mismos altamente (comp. Ro. 12:3) y miran a los demás por
encima del hombro, coma suele decirse, menospreciando a los pobres y piadosos (V. también
Lc. 1:51-54). También toma David ocasión para animarse a si mismo (v. 28): «Tú encenderás
mí lámpara, me conservarás la vida y me protegerás de mis enemigas, Yahweh mí Dios
alumbrará mis tinieblas (comp. con 27:1), de forma que no me sorprenda la muerte y pueda
así yo seguir teniendo oportunidades de servirte a ti y a los intereses de tu reino en media de
los hombres.
Versículos 29-50
- 1. David vuelve la vista atrás con gratitud, para recordar las grandes cosas que Dios había
hecho por él. Cuando nos ponemos a alabar a Dios par algún favor, hemos de aprovechar la
ocasión para considerar los muchos otros favores con que Dios nos ha rodeado durante toda
nuestra vida. Muchas eran las circunstancias que habían contribuido al progreso de David, y él
reconoce la mano de Dios en todas ellas, a fin de enseñarnos a que hagamos lo mismo. (A)
Dios le había dado pericia y talento en los asuntos militares, para los que no había sido
criado, ya que su vida era pastoril, y sus habilidades e inclinaciones estaban orientadas hacia
la poesía, la música y la vida contemplativa (v. 34): «Quien adiestra mis manos para la
batalla» (B) Dios le había dada fuerzas físicas para arrostrar las tareas y fatigas de la guerra
(vv. 32,39): «Dios es el que me ciñe de poder», «me ceñiste de fuerzas para la pelea», de
forma que podía entesar bien un arco de bronce (v. 34). Cuando Dios destina a una persona
para un servicia determinado, también la equipa bien para dicho servicio. (C) También le
había concedido Dios gran agilidad, no para huir de sus enemigos, sino para caer sobre ellos
(vv. 33, 36): «Quien hace mis pies como de ciervas», «Ensanchaste el camino debajo de mis
pasos», equivalente a «Alargaste mis pasos debajo de mí», en lo que es de considerar que,
mientras que los que alargan demasiado los pasos corren el peligro de pisar mal, los pies de
David no habían resbalado (v. 36b). (D) Dios le había dada gran valentía. Aunque delante de
él acampasen ejércitos, no se echaba para atrás, sino que los desbarataba; ni los muros le
detenían, pues con su Dios estaba dispuesto a asaltarlos (v. 29); y, una vez en lo alto, Dios le
sostenía en pie (v. 33b). (E) Dios le había protegido y guardado a salvo en media de los
mayores peligros (v. 35):«Me diste asimismo el escudo de tu salvación. Así fue librado de las
contiendas del pueblo (v. 43) y, en especial, del varón violento (v. 48), aludiendo sin duda a
Saúl, que más de una vez le arrojó la jabalina. (F) Dios le había prosperado en todas sus cosas
(vv. 32, 35): «Quien hace perfecto mi camino», «Tu diestra me sustentó, y tu benignidad me
ha engrandecido». Mientras que los que son abandonados por Dios, pronto son vencidos (v.
42), los que son favorecidos por Dios, son elevados por encima de los que se levantan contra
ellos (v. 48). (G) Dios le había llevado hasta el trono, y no solo le había protegido y le había
conservado con vida, sino que le había hecho grande y respetable (v. 43): «Me has hecho
cabeza de naciones; pueblo que yo no conocía me sirve».
- 2. David dirige también sus ojos hacia arriba en humilde y reverente adoración a la gloria y
a las perfecciones de Dios. Se esfuerza, en sus alabanzas, por engrandecer a Dios, por
bendecirle y exaltarle (v. 46). Le da honor. (A) Como al Dios viviente (v. 46): «Vive Yahweh»
(traducción más probable). Los dioses de los paganos eran dioses muertos, pero el Dios
verdadero vive para siempre y no dejará de proteger a quienes confían en el; más aún,
porque él vive, también ellos vivirán, pues él es la vida de ellos. (B) Como al Dios perfecto en
todo. No sólo es perfecto en su persona, sino también en todo lo que hace (v. 30): «En
cuanto a Dios, perfecto es su camino». Lo que Dios comienza a edificar, también tiene poder
para concluir (Fil. 1:6). (C) Como al Dios fiel: «Y acrisolada la palabra de Yahweh» (v. 30),
esto es, sus promesas se cumplen plena y puntualmente (comp. 12:7; 19:8; 119:140). David lo
había experimentado bien en muchas ocasiones y lo menciona aquí, pues la misma que ponía
dulzura en la Providencia, ponía honor en la promesa. (D) Como al protector y defensor de su
pueblo. Así lo había sido para David mismo (v. 46): «¡Bendita sea mi roca, y enaltecido sea el
Dios de mi salvación! Con su poder y gracia soy salvo; pero no sólo yo: Escudo es a todos los
que en el se refugian (v. 30. Lit.); a todos los resguarda y protege, pues quiere y puede
hacerlo.
- 3. David mira asimismo hacia adelante con esperanza segura de que Dios seguirá haciéndole
bien. Espera que sus enemigos serán completamente subyugados (v. 44, donde los verbos
hebreos están en imperfecta —futuro—, pero su mejor traducción es en presente
continuativo. Nota del traductor). David termina el salmo lleno de agradecimiento (v. 49),
con la esperanza segura de que las victorias que le concede a él y las bendiciones que le
otorga se extenderán también a su descendencia para siempre (v. 50), incluido el Ungido por
antonomasia, el «Hijo de David». Dice Arconada: «El final del salmo hace ver que en el ánimo
agradecido del poeta estaba presente la profecía de Natán, cuyas mismas palabras emplea (2
Sam. 7:15-16)».
Este salmo es bien conocido por las referencias que el N.T. hace a Él. Literalmente, es
aplicable a David; pero típicamente, con sentido profético, es aplicable a Cristo. En él vemos,
I. Su humillación (vv. 1-2 1). Se mezclan las quejas (vv. 1, 2, 6-8, 12-18) con los consuelos
(vv. 3-5, 9, 0) y con las oraciones (vv. 11, 19-21). II. Su exaltación, para la gloria de Dios (vv.
22-25), para salvación y gozo de su pueblo (vv. 26-29) y para la perpetuación de su reino (vv.
30,3 1). Al cantar este salmo, hemos de tener fijo el pensamiento en el Señor Jesucristo.
Versículos 1-10
El autor del salmo es David, como consta en la inscripción. Está dirigido al director de la
música del santuario, sobre ayyéleth ashajar, que significa literalmente «sobre el costado de
la aurora», lo cual, en opinión de Ryrie, se refiere probablemente al nombre de una melodía.
Los LXX leyeron eyaluth en lugar de ayyeleth y tradujeron «sobre el auxilio de la aurora», lo
que equivaldría a una petición de auxilio rápido (y. 19).
1. Vemos primero (vv. 1, 2) una amarga queja del abandono de Dios. (A) Esto, aplicable en
sentido literal a David, puede aplicarse igualmente a cualquier otro, hijo de Dios que se
considere desamparado de Dios, sin auxilio y sin respuesta, pero clamando, una y otra vez:
«¡Dio mío, Dios mío!», con el deseo ferviente de que Dios vuelva a mostrarle su rostro. Para
una persona verdaderamente piadosa, no hay aflicción tan severa como el sentimiento de
este desamparo espiritual. Gritar: «Dios mío, ¿por qué estoy enfermo? ¿Por qué estoy pobre?»
daría motivo para sospechar descontento y hasta mundanidad, pero ese «Por qué (mejor aún,
¿para qué, según se ve por las preposiciones griegas que aparecen en los evangelios) me has
desamparado?» es el lenguaje de un corazón que sólo halla su dicha en la comunión con Dios.
Cuando se nos debilita la fe de la seguridad, hemos de vivir por la fe de la adhesión. (B) Tiene
su plena aplicación a Cristo, quien, con las palabras de dicho versículo, derramó su alma
delante de Dios cuando pendía de la Cruz (Mt. 27:46; ‘Ir. 15:34). Es más que probable que
repitiera todo el salmo. Puede verse el comentario a los citados lugares de los evangelios.
Baste decir que, habiendo sido Cristo hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21), Yahweh quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento (Is. 53:10)
2. Al amargo clamor por el desamparo, siguen palabras de ánimo (vv. 3-5): «Pero tú eres
santo, no eres injusto ni infiel en ninguno de tus actos, Aun cuando no vengas
inmediatamente en socorro de tu siervo, tú le amas y le guardas el pacto, tú que habitas
entre las alabanzas de Israel, es decir, tú que has tenido a bien manifestar tu gloria y tu
gracia con tu presencia especial entre tu pueblo en el santuario donde ellos te dirigen sus
alabanzas. Allí estás siempre dispuesto a recibir su homenaje, pues del tabernáculo de
reunión has dicho: "Este es mi reposo para siempre".> aunque parezca que Dios se hace, a
veces, el sordo por algún tiempo, se complace, sin embargo, tanto en las alabanzas de su
pueblo que, a su debido tiempo, hará que cambien el tono y digan: «Espera en Dios porque
aún he de alabarle» (42:5; 43:5). El salmista cobra ánimo de las experiencias que los antiguos
habían tenido del provecho obtenido mediante la fe y la oración (vv. 4, 5): «En ti esperaron
nuestros padres… Clamaron a ti, y fueron librados; así que, a su debido tiempo, también me
librarás a mí, ya que todos los que confiaron en ti no fueron avergonzados de haber esperado
en ti; nadie que te busca, te busca en vano. Y tú eres siempre el mismo. »
3. Se queja a continuación el salmista del desprecio que recibe d Los hombres. Esta queja no
es tan amarga como la que pronunció sobre el desamparo de Dios, pero no deja de afectar
profundamente a toda alma generosa y santa (vv. 6-8). En comparación con Dios, el hombre
no es más que como un gusano, pero el siervo de Yahweh (ya sea Israel o Cristo) llegó a ser
gusano (Is. 41: l4.) y no hombre (V. Is. 53:2), oprobio de los hombres y despreciado del pueblo
(V. Is. 49:7; 53:3). Si no hubiese llegado a ser un gusano, no le habrían tratado como le
trataron. Fue tildado de blasfemo, de comilón y bebedor, de quebrantador del sábado le falso
profeta, de enemigo del César, y hasta de socio del príncipe de los demonios. Fue
despreciado del pueblo como hombre vil, de ilegítimo linaje, oriundo de un lugar sin
reputación, loco, impostor, con seguidores de baja ralea. David fue tentado algunas veces a
desconfiar de Dios, pero en Cristo se cumplieron plenamente las palabras del v. 8: «Se
encomendó a Yahweh; líbrele él, etc. »
4. Pero también aquí toma ánimo en Dios (vv. 9, 11): «Los hombres me desprecian, pero tú
eres el que me sacó del vientre. » David y otros hijos le Dios nos han dado ánimo con esto de
que Dios no es sólo el Dios en quien esperaron nuestros padres (v. 4), sino también el Dios de
nuestra infancia, el que cuidó de nosotros tan pronto como fuimos concebidos. El que se
preocupó de nosotros cuando no podíamos valernos por nosotros mismos, no nos abandonará
cuando nos cerque la angustia.
Versículos 11-12
I. Aquí tenemos profetizados los sufrimientos de Cristo. Es cierto que David se vio muchas
veces en apuros y cercado de sus enemigos, pero muchos de los detalles que aquí se
especifican nunca se cumplieron en David y, por tanto, han de entenderse de Cristo en las
profundidades de su estado de humillación.
1. Le vemos desamparado de sus amigos (y. 11): «La angustia está cerca... no hay quien
ayude.» Lo mismo en el día de su victoria sobre el diablo en la cruz (Col. 2:15), que en el día
futuro de la gran batalla contra sus enemigos (Ap. 19:13 y ss.), El solo pisa el lagar (Is. 63:3),
sin ayuda de ningún otro ser humano. El día de su crucifixión, todos sus discípulos le habían
abandonado y habían huido.
2. Aquí es rodeado e insultado por sus enemigos, los cuales, por su fuerza y por su furia, son
comparados a los famosos toros de Basán (v. 12); tales eran los principales sacerdotes y los
ancianos que perseguían a Cristo; otros son comparados a los perros (v. 16), sucios, voraces y
empeñados infatigablemente en derribarle. Había una banda de malhechores que le
cercaban, puesto que los principales sacerdotes y los ancianos celebraban consejo para hallar
los mejores medios de hacerse con El sin alarmar al pueblo. Abrieron sobre El su boca como
leones (v. 13) ansiosos de devorarle.
3. Lo tenemos luego ya crucificado (v. l6b): «Horadaron mis manos y mis pies», cuando le
clavaron en el madero de la cruz. El texto masorético actual dice «como un león» (hebr.
kaari) en lugar de «horadaron» (hebr. karu). Opina Bullinger —nota del traductor— que se
trata de un caso de elipsis del verbo («quebrar»), y cita como ejemplo Is 38:13: «... como un
león molió todos mis huesos».
4. Le vemos muriendo en medio de horribles dolores y terrible angustia (vv. 14, 15), porque
estaba hecho pecado, no sólo víctima por el pecado, sino responsable del pecado (2 Co.
5:21): Se siente derramado como agua, derritiéndosele el corazón como la cera, tan seca la
lengua que se le pega al paladar; el vigor de su cuerpo ha perdido su frescor como un tiesto.
En fin, presto para yacer en el polvo de la muerte. El pecador había perdido su derecho a la
vida y, por ello, era menester que la vida de la víctima fuese ofrecida como rescate para él.
Cristo cumplía así la sentencia dictada contra Adán (Gn. 3:19): «pues polvo eres, y al polvo
volverás». ¡Cuán diferente —nota del traductor— es la descripción que el Salmo 22 (y los
evangelios) nos hacen de Cristo moribundo, de la que se suele representar en los «crucifijos»
(imagen plácida, pacífica, casi sin dolor)!
5. Le vemos desnudado. La vergüenza por la desnudez fue consecuencia inmediata del
pecado (Gn 3:7); por eso, el Señor Jesucristo fue despojado de sus ropas al ser crucificado, a
fin de que nosotros fuésemos cubiertos con el manto de su justicia y no pueda verse la
vergüenza de nuestra desnudez. Aquí se nos dice, (A) Cómo pareció su cuerpo cuando quedó
al desnudo (v. 17): «Contar puedo todos mis huesos». Como al cordero pascual, ningún hueso
se le había roto (Jn. 19:36), mas todos se le habían descoyuntado (v. 14) de tal manera que
podían contarse. Pero su vista no movía a piedad, sino a curiosidad y a desprecio, a los
transeúntes (v. 17): «Entretanto, ellos me miran y me observan»; es decir, no retiran de mí
los ojos. (B) Qué hicieron con sus vestidos (v. 18): «Repartieron entre sí mis vestidos, a cada
soldado una parte, y sobre mi túnica, sin costura, echaron suertes. Esta circunstancia se
cumplió puntualmente (Jn. 19:23, 24), no porque añadiese tormento a los padecimientos de
Cristo sino como un gran ejemplo del cumplimiento de las Escrituras en El.
II. Cristo, en su agonía del huerto, había orado para que pasara de él la copa del dolor. De
este detalle es aquí tipo la oración de David. Llama a Dios su fortaleza (v. 19), es decir, su
fuerza, su auxilio. Y repite lo que ya le había dicho en el v. 11: «No te alejes de mí». El Padre
le oyó (He. 5:7), le libró de su miedo y le capacitó para consumar la obra de la Redención. El
salmista llama aquí a su vida o alma (hebr. nephesh), «su única» (v. 20b) que equivale a
«favorita» o «querida» (inglés, darling), precisamente por ser única (comp. Gn. 22:2; Sal.
35:17), como diciendo: «Mi vida es mi única vida y, por tanto, mi vergüenza será mayor si la
descuido. » Pide ser librado de la espada, es decir, de la muerte violenta; en el caso de
Cristo, puede interpretarse como la espada de la ira de Dios, la espada flameante que
impedía el acceso al árbol de la vida (Gn. 3:24). A la metáfora de la espada, une la de las
fauces del león, que podría representar el poder de Satanás, el viejo (y siempre joven)
enemigo de Dios y del hombre, y la de los cuernos de los búfalos (v. 21), que podrían
representar los enemigos que le cercaban (comp. con el y. 12). La oración de Cristo fue oída,
pues el Padre no permitió que su Santo viese la corrupción (Hch. 2:27), sino que, al tercer
día, le resucitó de los muertos y lo levantó del polvo de la tierra, lo cual fue un ejemplo del
favor de Dios, mucho mayor que si le hubiese permitido bajar de la Cruz, pues esto último
habría obstaculizado su obra, mientras que la resurrección la coronaba.
Versículos 22-30
Así como las primeras palabras de queja del salmo fueron usadas por Cristo mismo en la
Cruz, así también las primeras palabras de triunfo son expresamente aplicadas a El (He.
2:12), como dichas por El (y. 22):
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabará. » Cinco
cosas se nos dicen aquí de la satisfacción y del triunfo de Cristo en sus sufrimientos:
1. Que había de tener una congregación (la Iglesia) en el mundo. Eso es lo que aquí se
insinúa. El profeta había dicho: .Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá
descendencia» (Is. 53:10). Mediante la declaración del nombre de Dios y la proclamación del
eterno evangelio en toda su sencillez y pureza, muchos habrían de llegar a obtener la
salvación en El y por El. Los que aquí (v. 22) son llamados sus hermanos, porque El había de
ser como hombre, el Primogénito (Ro. 8:29), entraban a tener con El una relación amorosa e
íntima; no habían de ser sólo judíos, sino también gentiles, pues todos tienen un mismo
origen (He. 2:11) y todos estaban destinados a formar un solo rebaño y un solo cuerpo (Jn.
10:16; 11:52; Ef. 2:16). Los temerosos de Yahweh (y. 23) serían descendientes de Israel, al
menos en sentido espiritual (descendencia toda», v. 23; comp. Ro. 9:6-8; Gá. 3:29, etc.).
2. Que, en esa congregación, Yahweh habría de ser alabado y glorificado (vv. 22,23),
precisamente en nombre del Redentor y por la obra de la redención. Por eso se dice del
mismo Cristo que había de alabar a Yahweh en medio de la congregación.
3 Que todos los verdaderamente humildes tendrían en Cristo plena satisfacción (v. 26). Los
que abundan en oración, abundarán también en gratitud: «Alabarán a Yahweh los que le
buscan», puesto que, por medio de Cristo, el «camino)>, es fácil hallar al Padre; por lo que la
propia esperanza de hallarle es ya motivo seguro para alabarle mientras todavía le buscan. La
última frase del v 26 alcanza una mejor versión en modo optativo (y en 2.a persona de plural
masculina):• «¡Viva vuestro corazón para siempre!. » Observa Arconada que ésta era la «
exclamación con que el oferente (del sacrificio) animaba a los invitados a participar en el
santo regocijo. Tal vez precedería una unción con bálsamo perfumado a los participantes en
el banquete (23:5; Lc. 7:46). Al presentarse el óleo con que se ungía la estatua divina en los
ritos egipcios, se decía: «Alégrese tu corazón. »
4. Que el reino de Cristo (se trata de! reino mesiánico —nota del traductor) se había de
extender a todos los confines de la tierra (vv. 27,28). Ya ahora, el reino de Dios hace presa,
no sólo en los judíos, quienes por muchos siglos habían sido los únicos que habían invocado a
Yahweh como a su Rey, sino entre los creyentes de extracción gentil y, virtualmente, hasta
los confines de la tierra. «Pero ahora todavía no vemos que todas las cosas le estén
sometidas» (He. 2:8). Es para el futuro reino mesiánico la promesa de que «la tierra será
llena del conocimiento de Yahweh, como las aguas cubren el mar» (Is. 11:9). Es entonces
cuando se acordarán, y se volverán, se convertirán, a Yahweh todos los confines de la tierra
(v. 27). Una seria reflexión es el primer paso, y un buen paso, para una buena conversión. El
hijo pródigo volvió primeramente en sí, y después volvió a su padre. Entonces serán todos
admitidos a la comunión con Dios y con las congregaciones que le sirven y adoran: «Y todas
las familias de las naciones adorarán delante de ti» (comp. con Is. 66:23), «Porque de Yahweh
es el reino» (v. 28). En efecto:
(A) El reino de la naturaleza es del Señor Yahweh, y su providencia rige las naciones (v. 28b),
las cuales han de someterse totalmente en el reino mesiánico (Sal. 2:7-12) y, con ellas, la
naturaleza misma gozará de paz absoluta (Is. 11:1-10).
(B) El reino de la gracia pertenece al Señor Jesucristo, quien, como Mediador perpetuo entre
Dios y los hombres, no sólo es cabeza sobre todas las cosas para la Iglesia (Ef. 1:22), sino
también gobernador futuro de las naciones (2:8, 9): «Comerán y adorarán todos los poderosos
de la tierra; se postrarán delante de El todos los que descienden al polvo» (v. 29),
entendiendo en esta última frase, no los que yacen en el sepulcro (idea totalmente ajena al
Antiguo Testamento), sino los pobres (más exactamente, los campesinos), como se ven en los
textos de Qumrán e incluso por Sal. 113:7. Ricos y pobres, hasta los que escasamente pueden
conservar juntas la vida y el alma, según el sentido de la última parte del versículo, adorarán
a su Rey y Libertador (72:12). Viendo que no podemos conservar la vida a nuestra propia
alma, seremos prudentes en encomendar nuestra alma por medio de la fe, al Señor
Jesucristo, quien puede salvarnos y conservar nuestra alma viva para siempre.
5. Que la Iglesia de Cristo y, especialmente, el reino de Dios entre los hombres, han de
continuar a lo largo de los siglos: «La posteridad le servirá; esto será contado de Yahweh
hasta la postrera generación» (v. 30). El texto original dice literalmente: «...será hablado de
Yahweh a la generación»; probablemente, habría de suplirse el vocablo «venidera», en lugar
de «postrera», por analogía con 102:18, que es una porción similar a la de los vv. 30 y 31 del
presente salmo. De generación en generación (v. 102:12), se transmitirá este evangelio
eterno de Cristo (v. 31).
Al leer y cantar este salmo, hemos de cantar victoria en el nombre de Cristo, regocijarnos en
los honores que otros le prestan y en la seguridad de que habrá un pueblo que le alabe en la
tierra cuando nosotros le estemos alabando en el cielo.
Versículos 1-6
1. Por ser Yahweh su pastor, infiere David que no le ha de faltar ninguna cosa que sea
realmente buena para él (v. 1). También David fue pastor en su juventud. En 78:70,71, nos
dice Asaf que «Dios sacó a David de los apriscos del rebaño; de detrás de las ovejas lo
trajo.» Sabía, pues, por experiencia la preocupación y el afecto que un buen pastor siente
hacia su rebaño. Recordaba la necesidad que de un tal pastor tienen las ovejas y que una
vez había arriesgado la vida propia por salvar la de un cordero. Con esto ilustra el cuidado y
el interés que tiene Dios por los suyos; y a esto parece referirse nuestro Salvador cuando
dice: «Yo soy el buen pastor» (Jn. 10:11). El trae las ovejas al redil y las provee de todo lo
necesario. Debemos conocer la voz de tal pastor y seguirle. Al considerar David que Yahweh
es su pastor, bien puede decir con toda confianza:
«Nada me faltará», es decir, «de nada careceré». Si no tenemos algo que desearíamos
tener, podemos concluir o que nos es dañoso o que lo tendremos a su debido tiempo.
2. Al considerar la bondad con que Yahweh, como buen pastor, cuida de él, infiere David
que no tiene motivos para temer ningún mal en medio de las mayores dificultades y de los
más graves peligros en que se pueda encontrar (vv. 2-4). Véase aquí la dicha de los santos
como ovejas del prado de Dios:
(A) Están bien situadas: «En lugares de delicados pastos me hará descansar» (v. 2a). De la
mano de Dios nuestro Padre tenemos el pan de cada día. La mayor abundancia es para el
perverso un pasto seco, sin gusto, cuando sólo busca en él el placer de los sentidos; en
cambio, para el hijo de Dios, que gusta la bondad de Dios en todo lo que disfruta, es un
pasto delicado, delicioso, aun cuando tenga poca cosa del mundo (37:16; Pr. 16, 17). Dios
hace que sus santos puedan reposar, pues les da paz de conciencia y contentamiento de
corazón, cualquiera sea la suerte que les quepa en este mundo; el alma de los buenos
descansa a gusto en el Señor, y eso hace que todos los pastos les resulten frescos y
deliciosos.
(B) Van bien conducidas: «Junto a aguas de reposo me pastoreará» (v. 2b). Quienes se
alimentan de la bondad de Dios, la dirección de Dios han de seguir: El les dirige los ojos, el
camino y el corazón, hacia su amor. Dios provee para su pueblo, no sólo pasto y descanso,
sino también refrigerio y placer santo. Dirige a los suyos, no a las aguas estancadas, que se
corrompen y recogen suciedad, ni a las aguas bravías y encrespadas del mar, sino a las aguas
silenciosas de los arroyos, porque las aguas de reposo que, sin embargo, fluyen silenciosas
sin cesar, son las más aptas para representar la comunión espiritual de quienes caminan sin
cesar hacia Dios, pero lo Hacen en silencio. «Me guiará por sendas de justicia», añade David
(v. 3b), por el camino del deber, en el que me instruye por medio de su palabra, y me
conduce por medio de su providencia. El camino del deber es el camino del verdadero
placer, pero en estas sendas no somos capaces de caminar, a menos que El nos guíe a ellas y
nos guíe en ellas.
(C) Van bien cuidadas cuando algo anda mal: «Confortará (o restaurará) mi alma» (v. 3a).
Cuando, después de cierto pecado, su propio corazón hirió a David, y cuando después de
otro pecado más serio, Natán fue enviado a decirle: «Tú eres ese hombre», Dios le restauró
el alma.
Aun cuando permita Dios que los suyos caigan en pecado, no permite que yazcan tranquilos
en el pecado. «Aunque pase por valle de sombra de muerte», es decir, por un valle
tenebroso, expuesto al asalto de fieras y ladrones, «no temeré mal alguno» (v. 4). Hay aquí
cuatro palabras que atenúan el terror:
(A) No se trata de muerte, sino de sombra de muerte, sombra sin cuerpo, figura sin realidad;
ni la sombra de una serpiente pica, ni la sombra de una espada mata.
(B) Es valle de sombra, bastante profundo como para ser tenebroso, pero los valles son
también fructíferos, como lo es aun la misma muerte para los piadosos hijos de Dios (Fil.
1:21).
(C) Es un pasar, como un corto paseo.
(D) Y es un pasar por el valle, no se perderán en el valle, sino que saldrán a salvo al monte
de especias aromáticas que hay al otro lado. No hay allí mal alguno para el hijo de Dios,
pues ni la muerte puede separarnos del amor de Dios (Ro. 8:38). El buen pastor, no sólo
conduce, sino que escolta, a sus ovejas a través del valle. Su presencia las anima: «porque
tú estarás conmigo». La vara y el cayado del final del versículo no son sinónimos. La vara es
un palo recio que el pastor de Palestina usa todavía para defenderse a sí mismo y a sus
ovejas, mientras que el cayado es un báculo más largo, no tan recio, curvado muchas veces
en un extremo, que el pastor usa para conducir a las ovejas y para apoyarse él mismo en el
suelo. Por Lv. 27:32, vemos que el pastor contaba las ovejas bajo la vara (Hebr. shábet).
Es éste un salmo de tono marcial y triunfante, en una especie de diálogo de los levitas. Es
probable que fuese compuesto con ocasión del traslado del arca a Jerusalén (2 S. 6). En él
observamos:
I. El dominio de Dios sobre el mundo por medio de su providencia (vv. 1, 2)
II. Las cualidades que se requieren de los verdaderos adoradores de Yahweh (vv. 3-6)
III. Concluye el salmo con un himno coral al Rey de la gloria (vv. 7-10). En la Iglesia, los vv.
7-10 han sido referidos a la ascensión del Señor a los cielos, pero se trata más bien de una
profecía acerca del regreso del Señor Jesucristo como Rey de la gloria para establecer en el
Monte Sión su reino mesiánico (Is. 24:23; Ap. 14:1).
Versículos 1-2
I. No hemos de pensar que sólo los cielos pertenecen al Señor y que esta tierra, siendo una
parte insignificante del Universo, es tenida en menos por Dios, el cual no tiene interés en ella
¡No, no es así! También la tierra es de Yahweh y cuanto hay en ella(v. 1). 1. Cuando Dios la
dio a nuestros primeros padres, se la entregó como arrendatarios, reservándose El la
verdadera propiedad. Las minas, las bestias del campo, los frutos de la tierra, nuestras casas
y haciendas, y aun todas las mejoras que el hombre ha introducido mediante su ingenio y su
esfuerzo, todo es del Señor de los cielos. En comparación con el reino de la gracia, todo esto
es considerado como cosa vacía, vanidad de vanidades; pero en el reino de la providencia es
algo lleno: «...y la plenitud de ella», dice lit. el hebreo del v.1. 2. Suya es, de manera
especial, la parte habitable de la tierra: «El mundo, y los que en él habitan» (v Pr. 8:3 1).
Nosotros no somos dueños de nuestro cuerpo ni de nuestra alma: Somos de Cristo (1Co. 3:23).
II. La tierra es de Dios por su indiscutible título de Creador de cuanto existe (v. 2): «Porque
El la fundó sobre los mares y la afianzó sobre los ríos.» El la creó y acomodó para uso del
hombre. La materia es suya, pues la hizo de la nada; la forma también es suya, pues la hizo
conforme a los eternos designios de su mente. Continúa conservándola, ya que la afianzó, de
forma que, aun cuando las generaciones se suceden unas a otras, la tierra siempre
permanece sin alterar su estado general ni cambiar su órbita(v. Ec. 1:4). Firme fundó la
tierra, y firme sigue (Sal. 119:90).
Versículos 3-6
Desde este mundo y de cuanto lo llena, la meditación del salmista se eleva, de pronto, a las
grandes cosas del mundo superior, cuyo fundamento no está en los mares ni en los ríos.
1. Esta tierra es el escabel de los pies de Dios; aquí estaremos por algún tiempo, muy poco,
pues hemos de ir en breve a otro lugar, y « ¿Quién subirá al monte de Yahweh?» (v. 3). Es
cierto que el monte de Yahweh es Sión, pero ya hemos dicho que tipifica al Cielo y, en este
sentido, hemos de preguntarnos: ¿Quién subirá al Cielo para disfrutar de la gloria de Dios,
después de haber disfrutado aquí de su gracia y de su comunión por medio de la oración, la
palabra sagrada y las ordenanzas? Un alma que considere su propia naturaleza: su origen, su
inmortalidad, etc., tras considerar la tierra y cuanto la llena, quedará insatisfecha y se dirá:
« ¿Qué haré para subir al lugar santo, al santo monte donde Dios habita, y permanecer en
aquel lugar dichoso, donde Dios extiende su propia morada sobre los suyos?» (Ap. 21:3).
2. Respondiendo a esa pregunta, el salmista enumera las cualidades del pueblo de Dios, de
los que tendrán comunión con El en gracia y en gloria. Son: (A) Limpieza de manos: limpias
de todo lo que ofende a Dios, hace daño al prójimo y contamina al propio sujeto; es limpieza
exterior. (B) Pureza de corazón: la limpieza interior de un corazón sincero, hecho nuevo por
la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la voluntad de Dios (y. Mt. 5:8). (C) No
haber alzado a lo vano su alma (lit.). Alzar el alma equivale a dirigir el afecto hacia algo: «lo
vano» (es decir, lo vacío e inconsistente; hebr. shav). Esta expresión designa
primordialmente los ídolos (3 1:7; Jer. 18:15), pero también puede significar lo efímero de la
vida humana (89:7). (D) No haber jurado con engaño (y. 4); es decir, no haber defraudado al
prójimo mediante un acto religioso. Resume el salmista diciendo (v. 6): «Tal es la generación
de los que le buscan. » En toda generación hay un remanente al que son contadas las cosas
de Yahweh (22:30). Como es al monte de Yahweh adonde tenemos que subir, es menester un
esfuerzo especial en buscar a Dios, pues es «cuesta arriba». Hemos de poner toda diligencia
en buscar el rostro de Dios, como Jacob (v. 6. Comp. Gn. 32:30), es decir, en lucha con Dios,
hasta prevalecer como Jacob, que por eso se le cambió el nombre por el de Israel. Los que
así buscan a Dios, recibirán toda clase de bendiciones de Yahweh (v.5) y, en especial, la
justicia, tanto forense como interior, del Dios que salva (comp. 27:9).
Versículos 7-10
Hallamos ahora ciertas repeticiones, que son usuales en los cánticos. Se demanda una y otra
vez la entrada del Rey de la gloria; las puertas deben ser abiertas de par en par. « ¿Quién es
ese Rey de la gloria? ¡Yahweh el fuerte y valiente! ¡Yahweh el poderoso en batalla! » (vv. 8,
10).
1. Esta espléndida entrada que aquí se nos describe, se refiere con toda probabilidad al
solemne traslado del arca desde casa de Obededom al tabernáculo que le había preparado
David en Jerusalén (2 5. 6). Mejor que «puertas eternas», habría de traducirse «portones
seculares», esto es, antiguos, aludiendo quizás a la resistencia ofrecida por los yebuseos (v 2
S. 5:6-12).
2. Puede aplicarse a Cristo, de quien el arca, con su propiciatorio, era tipo. Nótese, sin
embargo —nota del traductor—, que se trata de una acomodación. Así ha de entenderse todo
lo que M. Henry dice a continuación. Las puertas del Cielo le debían ser abiertas a Cristo,
esas puertas que bien pueden llamarse eternas. Nuestro Redentor las halló cerradas, pero,
habiendo hecho, mediante su sangre, expiación por el pecado y obtenido así el título que le
daba derecho a entrar en el santuario (He. 9:12), como quien tiene autoridad, demandó la
entrada, no sólo para sí mismo, sino también para nosotros; porque, en calidad de pionero,
ha entrado allá por nosotros, abriendo el reino de los cielos a todos los creyentes. Podemos
aplicarlo también a la entrada de Cristo en el alma por medio de la Palabra y del Espíritu,
para poner allí su santuario, pues somos su templo. La presencia de Cristo en las almas es
como la del arca en el templo, pues las santifica.
Este es uno de los salmos llamados « alfabéticos » o « acrósticos». En el texto hebreo, cada
grupo de dos líneas (con pocas excepciones) comienza por una letra distinta del alfabeto
hebreo en su debido orden (desde el alef al tau). El salmo está lleno de afectos devotos hacia
Dios. Podemos aprender en él: I. Qué es orar (vv. 1, 15). II. Por qué cosas hemos de orar:
perdón de los pecados (vv. 6, 7, 18), dirección en el camino del deber (vv. 4, 5), el favor de
Dios (v. 16), liberación de nuestras aflicciones (vv. 17, 18), preservación de nuestros
enemigos (vv. 20,21) y la salvación del pueblo de Dios (v. 12). III. A qué hemos de apelar en
nuestras oraciones: a nuestra confianza en Dios (vv. 2, 3, 5, 20, 21), al aprieto en que nos
vemos y a la maldad de nuestros enemigos (vv. 17, 19), a nuestra sinceridad (v 21). IV. Qué
preciosas promesas tenemos para animarnos en nuestras oraciones: de dirección e instrucción
(vv. 8, 9, 12), de los beneficios del pacto (v. 10) y del gozo en la comunión con Dios (vv. 13,
14).
Versículos 1-7
En este salmo, David expresa su deseo de Dios y su dependencia de Él. Es frecuente en él
comenzar sus salmos con tales expresiones, no para mover a Dios, sino a sí mismo hacia Dios.
1. Expresa su deseo de Dios (v. 1): «A ti, oh Yahweh, levantaré mi alma.» Al dar culto a
Dios, hemos de levantar hacia Él nuestra alma. La oración es levantar el corazón a Dios.
Sursum corda = «Arriba los corazones», es una frase que se ha usado desde antiguo para
invitar al pueblo de Dios a dirigirse a Él en oración.
2. Expresa también su dependencia de Dios (v. 2): «Dios mío, en ti confío.» Su conciencia le
daba testimonio de que no tenía confianza en sí mismo ni en ninguna otra criatura. Le agrada
hacer esta profesión de fe en Dios: «No sea yo avergonzado de esta confianza que he puesto
en ti; que no me muevan de ella el miedo ni el halago y que no quede, al final, decepcionado
de haber dependido en todo de ti, sino guarda mi depósito, lo que te he encomendado (2 Ti.
1:12). Quedarán avergonzados los que se rebelan sin causa» (v. 3). Cuanto más débil es la
tentación que induce a los hombres a pecar, tanto mayor es la corrupción que manifiestan y
tanto menor la excusa que tienen. Los peores transgresores son los que pecan por gusto al
pecado.
3. Pide a Dios dirección en el camino del deber (vv. 4,5). Una y otra vez ruega a Dios que le
enseñe: «Muéstrame...enséñame, no buenas palabras ni cultas disertaciones, sino tus
caminos, tus sendas, tu verdad; los caminos por los que vienes hacia mí (tus designios, tus
preceptos, tus promesas), los cuales son siempre misericordia y verdad (v. 10), y los caminos
por los que quieres que yo vaya a ti: encamíname en tu verdad y enséñame (v. 5). En casos
dudosos, hemos de orar fervientemente que Dios nos haga ver claro lo que quiere que
hagamos; «enséñame tus sendas» (v. 4). Y añade: «Porque tú eres el Dios de mi salvación»
(v. 5). Si Dios nos salva, también nos enseña y nos guía; el que da salvación, también dará
instrucción. «En ti he esperado todo el día» (v. 5b), es decir, en todo tiempo. ¿De quién sino
de su amo ha de esperar dirección un criado, pues está para servirle en todo tiempo?
4. Apela a la infinita misericordia de Dios, sin recurrir a ningún supuesto mérito suyo
personal (v. 6): «Acuérdate, oh Yahweh, de tus piedades (es decir, de tu compasión) y de tus
misericordias, que son perpetuas, son las mismas desde siempre. »
5. Pide fervientemente el perdón de sus pecados (v. 7): «De los pecados de mi juventud, la
edad pasional e irreflexiva, y de mis transgresiones, aun en la edad madura, no te acuerdes;
acuérdate, más bien, de tus misericordias (v. 6), que hablan a mi favor, no de mis pecados,
que hablan en contra mía. » Cuando Dios perdona, también olvida (algo que nos cuesta
mucho a los humanos olvidar, cuando nos han ofendido), lo cual es una expresión que
significa remisión completa y absoluta.
Versículos 8-14
Las promesas de Dios aparecen aquí mezcladas con las oraciones de David. Muchas
peticiones vemos al comienzo del salmo, y muchas otras al final; pero aquí, a la mitad del
salmo, se extiende en meditar sobre las promesas. Las promesas de Dios no sólo son el mejor
fundamento de la oración, diciéndonos qué hemos de pedir, sino que son ya una respuesta
presente a la oración. Hágase la plegaria conforme a la promesa, y así podrá leerse la
promesa como respuesta a la plegaria; y hemos de creer que la oración será oída, porque la
promesa ha de ser de cierto cumplida. Pero, en medio de las promesas, hallamos una
petición que parece venir de modo abrupto, inesperado, pues habríamos de pensar que
seguiría al v. 7, cuando la vemos en el v. 11: «En atención a tu nombre (lit.), oh Yahweh,
perdonarás también mi pecado, que es grande y, por tanto, estoy perdido si no se interpone
tu infinita misericordia para perdonarme. » Veamos ahora las grandes y preciosas promesas
que hay en estos versículos:
1. Estas promesas son seguras para los que, aunque hayan sido grandes pecadores, guardan
ahora, de modo habitual, la palabra de Dios. Aunque, conforme a la debilidad congénita,
quebranten alguna vez (v. 1 Jn. 1:8, 10) el mandamiento de Dios, se arrepienten
sinceramente y confiesan a Dios su pecado (1 Jn. 1:9) y se mantienen adheridos a Dios como
a su Dios, sin quebrantar el pacto ni continuar voluntariamente en el pecado (1 Jn. 3:6-10).
Estos son los que temen a Yahweh (v. 12 y, de nuevo, en el v.14), es decir, los que respetan
la gloria majestuosa de Dios, le adoran con reverencia, se someten a su autoridad y le
obedecen con gozo.
2. Dos cosas que ratifican y confirman todas las promesas: (A) Las perfecciones de la
naturaleza de Dios. Damos a una promesa el valor que tiene el carácter personal del que la
hace. Por consiguiente, bien podemos depender de las promesas divinas, pues bueno y recto
es Yahweh (v. 8) y, por ello, sabemos que será tan bueno como su palabra. (B) La
conformidad que existe entre todo lo que dice y hace, con las perfecciones de su naturaleza
(y. 10): «Todas las sendas de Yahweh son misericordia y verdad»; es decir, todos los
designios divinos, todas sus promesas y providencias, son misericordia y verdad; son como El,
que es bueno y recto.
3. Qué promesas son ésas:
(A) Que Dios les instruirá y dirigirá en el camino del deber. En esto insiste de manera
especial, pues es respuesta a las oraciones de David (vv. 4, 5): «Muéstrame tus caminos;
enséñame tus sendas, etc.». Deberíamos fijar nuestros pensamientos en las promesas que se
refieren a los casos concretos, presentes, actuales. (a) «El enseñará a los pecadores el
camino», pues son pecadores y, por tanto, necesitan instrucción. Si desean ser enseñados, El
les mostrará el camino de la reconciliación con Dios, que es también el camino a una bien
fundada paz de conciencia, y el camino hacia la vida eterna (Hch. 13:48: «...los que habían
sido puestos en orden, en dirección a la vida eterna» lit.). (b) «Encaminará a los humildes
(hebr. anawim), es decir, a los desconfiados de sí mismos y de las cosas temporales, a los que
tienen corazón de pobre (Mt. 5:3) y sólo dependen de Dios, de quien esperan ser enseñados y
guiados, en la justicia (lit.), es decir, en la norma que han de seguir para obrar con rectitud.
(c) «Al hombre que teme a Yahweh, le enseñará el camino que ha de escoger»; si atiende
bien a la voluntad de Dios, escogerá el camino que Dios haya escogido. Los dos caminos se
juntan, puesto que el que teme a Dios, escoge lo que a Dios agrada.
(B) Que Dios le facilitará el camino (v. 13): «Gozará él de bienestar, y su descendencia
heredará la tierra» (v. Mt. 5:5, y comp. Con v. 9, en el que traducimos el vocablo «anawim»
—repetido en la 2.a parte del v. 9— por «mansos», conforme a la versión hebrea del N.T. en
Mt. 5:5). El que se deja enseñar por el Señor, verá que «su yugo es cómodo, y su carga es
ligera» (Mt. 11:30), pues «sus mandamientos no son gravosos», esto es, no son pesados (1 Jn.
5:3). También sus descendientes se beneficiarán de las oraciones de sus progenitores, cuando
éstos se hayan marchado.
(C) Que Dios les admitirá a lo íntimo de la comunión con El (v. 14): «El secreto (es decir, el
trato íntimo) de Yahweh es para los que le temen. »Estos son los que, guiados por el Espíritu
Santo, penetran hasta las profundidades de Dios (1 Co. 2:10), en contraposición a los
satanistas de Ap. 2:24. Por eso dijo el Señor Jesús (Jn. 7:17): «El que quiera hacer la
voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios.»
Versículos 15-22
David, animado por las promesas en las que venía meditando, concluye el salmo, como lo
había comenzado, con expresiones de dependencia de Dios y deseos santos hacia El.
1. Expone ante Dios la calamitosa situación en que se halla. Sus pies están en la red (v. 15),
como metidos en un cepo, de forma que no ve cómo salir de la dificultad; se halla (v. 16)
solo (hebr. yajid, que significa: solitario, desvalido, sin compañía) y afligido, pues no puede
fiarse de sus criados ni aun de sus propios hijos. «Las angustias de mi corazón se han
aumentado», añade (v. 17); le asedian la melancolía y la depresión.
2. Expresa su dependencia, en medio de esta aflicción, únicamente en Dios (v. 15): «Mis
ojos están siempre vueltos hacia Yahweh. » Quienes tienen los ojos vueltos hacia Yahweh, no
tendrán por mucho tiempo los pies en la red. Repite después su expresión de dependencia en
Dios (v. 20): «No sea yo avergonzado, porque en ti confié»; y de nuevo (v. 21): «Porque en ti
he esperado» (entiéndase como presente continuativo, ya que no ha cesado de esperar).
3. Ruega fervientemente a Dios que le ayude, le alivie y socorra:
«Mírame y ten misericordia de mí» (v. 16). Los hombres más santos estarían perdidos si no
tuviesen un Dios de infinita misericordia (v. Is. 6:5). Expone su miseria, que le hace objeto
propio de la misericordia, ya que «misericordia» significa «un corazón inclinado hacia la
miseria». «Sácame de mis congojas» (v. 17); como diciendo: «Yo no veo ninguna salida de
ellas, pero tú la tienes y la conoces.» «Perdona todos mis pecados; no me conformo sino con
un perdón completo» (v. 18). «Mira mi aflicción y mis trabajos...Mira mis enemigos, cómo se
han multiplicado» (vv. 18, 19). Como diciendo: « ¡Considera cuán abatido me hallo, y cuán
crueles son mis enemigos, y líbrame de manos de ellos!» Interpone su condición de hombre
recto y temeroso de Dios (v. 21):
«Integridad y rectitud me guarden.» Aun cuando se había reconocido pecador delante de
Dios, sin embargo, en cuanto a sus enemigos, tenía el testimonio de su conciencia de que no
les había hecho, ni pensaba hacerles, ningún perjuicio. En los peores tiempos y momentos, la
sinceridad es la mejor seguridad.
4. Termina rogando a Dios que extienda su misericordia a todo el pueblo (y. 22): «Redime,
oh Dios, a Israel de todas sus angustias. » A pesar de que David se hallaba en grave aprieto,
no olvida las angustias del resto del pueblo; por eso, pide por ellos con el mismo fervor con
que había pedido por si mismo. Resulta curioso observar —nota del traductor— que este
último versículo cae ya fuera del orden alfabético del salmo, pues se inicia con la letra pe,
mientras que la última letra del alfabeto hebreo, el tau, encabeza el versículo 21. Es, pues,
como un apéndice. Piensa Arconada que «se trata de una adición litúrgica posterior, como
otras veces (34:23; 51:20-21)». Sea como sea, ello no quitaría nada a la inspiración divina de
tal versículo.
En este salmo, David se pone a sí mismo a prueba ante Dios y ante su propia conciencia,
dando en ambos tribunales testimonio de su integridad (vv. 1, 2), alegando para ello, I. Su
constante atención a Dios y a su gracia (v3). II. Su arraigada antipatía contra el pecado y
contra los pecadores (vv. 4,5). III. Su sincero afecto a las ordenanzas divinas (vv. 6-8). IV.
Una vez probada su integridad, David, 1. Predice el funesto final de los malvados (vv. 9, 10);
2. Y se encomienda a la misericordia y a la gracia de Dios, con una resolución de mantenerse
en su integridad y en su esperanza en Dios (vv. 11, 12).
Versículos 1-5
Es probable que David compusiera este salmo cuando era perseguido por Saúl (o por
Absalom), a quien presenta como malvado que le acusaba de muchos crímenes que no había
cometido. En esto era David tipo de Cristo, quien fue acusado, sin motivo alguno, de muchos
crímenes. Véase lo que hace David en este caso:
1. Apela a la sentencia justa de Dios (v. 1): «Júzgame, oh Yahweh. Sé tú el que juzgue entre
mí y mis acusadores.» El no puede justificarse a sí mismo contra el cargo de pecado;
reconoce que su iniquidad era grande y que estaba perdido, a no ser que Dios, en su infinita
misericordia, le perdonase; pero sí puede justificarse del cargo de hipocresía. Es un consuelo
para todos los que son sinceros en su piedad, saber que Dios mismo es testigo de su
sinceridad.
2. Se somete insistentemente al escrutinio de Dios (v. 2):
«Escudríñame...pruébame...examina», como se prueba esmeradamente el oro en el crisol,
para ver si tiene los requeridos quilates. Tan sincera era su devoción hacia su Dios, que
deseaba tener como una ventana en su pecho, a fin de que cualquiera pudiese ver el interior
de su corazón.
3. Testifica solemnemente sobre su sinceridad (v. 1): «Porque yo en mi integridad he
andado.» Como diciendo: «Mi conducta ha estado de acuerdo con lo que profeso ser,
formando ambas cosas una sola pieza. »Las pruebas de su integridad le animaban a confiar en
Dios como en su justo Juez (v. 1): «He confiado asimismo en Yahweh; no resbalaré» (lit.).
Quienes son sinceros en su piedad pueden confiar en que, con la gracia de Dios, no
resbalarán (comp. 73:2); es decir, no apostatarán de su fe.
(A) Tenía constantemente en consideración a Dios y su gracia (v. 3):
«Tu misericordia está delante de mis ojos.» Y la norma de su vida era la palabra de Dios: «Y
ando en tu verdad, esto es, en tu ley, porque tu palabra es verdad» (Jn. 17:17, comp. con Ef.
6:14; 3 Jn. 3).
(B) No tenía comunión con las infructuosas obras de las tinieblas ni con los obradores de
tales iniquidades (vv. 4, 5). La diligencia en evitar las malas compañías es una buena prueba
de nuestra integridad y, al mismo tiempo, un buen medio para conservarnos en ella: «No me
he sentado con hombres hipócritas, ni entré… aborrecí… nunca me senté» (comp. con 1:11).
La compañía de los hipócritas es la más peligrosa de todas y la que más se ha de evitar. Tales
malhechores aparentan ser amigos de aquellos a quienes quieren enredar en sus trampas,
pero lo disimulan. Aunque a veces no podamos evitar la compañía de los malos, al menos no
hemos de ir con ellos, sino aborrecer sus reuniones. Así como los buenos, cuando se juntan y
están de acuerdo, se estimulan mutuamente a ser mejores, así también los malos, cuando se
reúnen, se hacen peores y cometen peores fechorías.
Versículos 6-12
1. David menciona, como una prueba adicional de su integridad, su sincero afecto hacia las
ordenanzas divinas.
(A) Era muy concienzudo en su preparación para las santas ordenanzas: «Lavaré en inocencia
mis manos» (v. 6). En nuestra preparación para acudir a los cultos, no sólo hemos de estar
libres del pecado de hipocresía (de lo que es testimonio simbólico el lavarse las manos (v. Dt.
21:6), sino también hemos de esmeramos en arrepentimos de todo otro pecado (v. también
Ex. 30:19; Sal. 24:4; 73:13).
(B) También era muy diligente en observar con respeto y atención la celebración de tales
ordenanzas (y. 6b): « Y así andaré alrededor de tu altar, oh Yahweh», aludiendo quizás a la
costumbre de los sacerdotes de andar en torno del altar mientras se ofrecía el sacrificio, aun
cuando aquí el verbo hebreo es probable que solamente implique asistencia a la celebración
de dicha ordenanza.
(C) En esta asistencia a los oficios del santuario, todo su interés estaba centrado en la
alabanza y la acción de gracias al Señor (v. 7).
(D) Lo hacía con santo gozo (v. 8): «Yahweh, la habitación de tu casa he amado (es decir
amo); el tabernáculo donde te ha placido manifestar tu residencia en medio de tu pueblo y
recibir su homenaje; el lugar de la morada de tu gloria» (Ex. 40:34).
2. Después de haber presentado las pruebas de su integridad, David ora fervientemente que
Dios le preserve de caer bajo el destino fatal de los impíos (vv. 9, 10): «No juntes con los
pecadores mi alma, etc.» Como diciendo: «Ellos son hombres sanguinarios, sedientos de
sangre y culpables de sangre derramada, en cuyas manos está el mal, y aunque su diestra
está llena de sobornos, no por eso van a salir mejor parados al cometer tales injusticias por
dinero, pues ¿qué provecho sacará el hombre de ganar el mundo entero, si pierde su alma?»
(Mt. 16:26 y paral).David no quiere en forma alguna tener el mismo destino que les espera a
tales malhechores.
3. Con humilde y santa confianza, David se encomienda a la gracia de Dios (vv. 11, 12):
«Mas yo andaré en mi integridad, hagan lo que hagan otros. » Y ruega que la gracia divina le
capacite para ello y, asimismo, le proporcione el consuelo que comporta el cumplimiento del
deber (v. lib): «Redímeme, rescátame de las manos de mis enemigos, y ten misericordia de
mí. » Atestigua que sus pies se han mantenido en lugar llano (v. 12. Lit.), es decir, en lugar
seguro donde poder cumplir las promesas que ha hecho en los vv. 6 y 7. Y, como ya lo había
dicho en 22:25, promete, cuando se vea libre del asedio de sus enemigos, bendecir a Yahweh
en las congregaciones (v. 12b).
Hay quienes piensan que David redactó este salmo antes de subir al trono, y hay versiones
que añaden: «antes de ser ungido». Pero David fue ungido tres veces (1 S. 16:13; 2 S. 2:4;
5:3). Los judíos sostienen que lo escribió cuando ya era viejo, con ocasión del gran servicio
que le prestó Abisay al socorrerle contra el ataque del gigante (2 S. 21:16, 17). Nada se sabe
de cierto, pero lo importante es que, en él, da expresión David a los sentimientos piadosos
con que los hijos de Dios acuden a su Padre, especialmente en tiempos de apuro. I. El coraje
y la santa osadía de la fe de David (vv. 1-3). II. El placer que sentía en la comunión con su
Dios y los beneficios que experimentaba en ella (vv. 4-6). III. Su deseo de Dios, de su favor y
gracia (vv. 7-9, 11, 12). IV. Lo que esperaba de Dios y el ánimo que da a otros para que
esperen también en Dios (vv. 10, 13, 14).
Versículos 1-6
1. Con qué fe tan viva canta David victoria en su Dios y se gloria en su santo nombre. (A)
«Yahweh es mi luz» (v. 1). Los súbditos decían que David era la antorcha de Israel (2 S.
21:17). Y por cierto que era una lámpara que ardía y alumbraba (in. 5:35); pero él confiesa
que su luz no es propia como la de! sol, sino prestada como la de la luna, ya que Yahweh era
su luz, metáfora que aquí significa protección y ayuda (comp. 4:7; 36:10; 43:3; 44:4; Is.
60:!), ene! mismo sentido en que la luz expulsa la ansiedad que causan las tinieblas con sus
peligros reales o imaginarios. (B) « Y mi salvación, en el que me siento seguro y a salvo de
todo peligro. »(C) « Yahweh es el baluarte de mi vida, no sólo el protector de mi vida
expuesta a peligros, sino también la fuerza de mi debilidad.»
2. Con qué valentía tan indomable se enfrenta con sus enemigos; no hay bravura como la
que la fe proporciona. Si Dios está con él, ¿quién podrá estar contra él? «De quién temeré?...
¿De quién he de atemorizarme? Véase cómo describe el asalto y el fracaso de sus enemigos
(v. 2):
«Cuando se abalanzaron sobre milos malhechores para comerse mi carne, mis adversarios y
los que me son hostiles, tropezaron y cayeron» (lit.). No dice que El los matase o los hiriese y
que por eso habían caído, sino que, por la intervención divina protectora, se habían
debilitado y aturdido de tal forma que tropezaron y cayeron sin que los tocase mano de
hombre. Así se explica la confianza con que habla en el v. 3: «Aunque un ejército acampe
contra mí, no temerá mi corazón. » No hay huestes que puedan hacernos daño, si Yahweh de
las huestes nos protege. «Aunque contra mí se levante guerra, en medio de ésta yo estoy
confiado» (v. 3b. Lit.). Bien puede estar confiado, pues Dios le esconderá y ocultará (v. 5),
no en el desierto de En-gadi (1 S. 23:29), sino en lo reservado de su morada, en su
tabernáculo. No lo esconderá en un lugar subterráneo, sino bien alto, sobre una roca, donde
no sólo no le puedan alcanzar los dardos de sus enemigos, sino también donde estará
exaltado para dominarlos y reinar sobre ellos, pues «allí levantará mi cabeza sobre mis
enemigos que me rodean» (v. 6).
3. Con qué fervor ora a fin de mantener íntima y constante comunión con Dios en la
celebración de los servicios del santuario (v. 4).
(A) Lo único que desea es: «reposar en la casa de Yahweh todos los días de mi vida» (v. 4).
Los sacerdotes tenían su residencia en los atrios del pueblo, y allí habría deseado David tener
también su morada habitual. Todos los buenos hijos de Dios desean vivir en casa de su Padre
¿en dónde, si no, habrían de vivir? ¿Pensamos que alabar a Dios será la bendición de nuestra
eternidad? Entonces, de seguro que habríamos de hacer de ello la ocupación primordial de
nuestra vida terrenal.
(B) Con qué interés desea eso: «Una sola cosa he pedido a Yahweh, y la buscaré con
empeño» (lit.). Si necesitásemos pedir a Dios una sola cosa, debería ser ésta. David tenía
puesto el corazón en ella más que en ninguna otra. Quería vivir en la casa de Yahweh «para
contemplar la deleitosidad (lit.) de Yahweh y para inquirir en su templo». Lo amable, lo
hermoso, lo deleitoso de Dios es su santidad (110:3. Por eso, la frase «la hermosura de la
santidad» significa la belleza de los sagrados arreos con que los sacerdotes se vestían y
oficiaban en el santuario —nota del traductor), y también lo es su bondad (Zac. 9:17). La
armonía de todas las perfecciones divinas es la hermosura de su naturaleza. En la casa de
Yahweh no había de pasar apuros; allí estuvo escondido durante seis años Joás, descendiente
de David, no sólo preservado de la espada, sino reservado para la corona (2 R. 11:3). Los
falsos amigos de Nehemías también pensaban que estaría seguro si se escondía en el templo
(Neh. 6:10). Con todo, la seguridad de los buenos creyentes no está en el templo del Señor,
sino en el Señor del templo y en una constante comunión con El.
Versículos 7-14
En estos versículos expresa David:
1. Sus deseos y aspiraciones hacia Dios; y lo hace por medio de muchas peticiones. Ya que
no puede vivir de continuo en la casa de Yahweh, al menos hallará, mediante la oración, un
camino que le dé acceso al trono de la gracia (v. 7): «Oye, oh Yahweh, mi voz con que a ti
clamo, pues sale de! fondo de mi corazón. » Si oramos con fe, sin duda nos responderá Dios.
David apoya su petición en el precepto de buscar el rostro de Dios (y. 8): «Cuando tú dices:
Buscad mi rostro, responde mi corazón: Tu rostro buscaré, oh Yahweh. » Es de notar que las
tres primeras palabras están ausentes (por elipsis comprensible) del original y, para que se
vea la solicitud con que David está presto a buscar el rostro de Dios, el original dice
textualmente: «A ti (o de ti) ha dicho mi corazón:
"Buscad mi rostro." Tu rostro, oh Yahweh, buscaré. » Es como si su corazón le estuviese
predicando continuamente el mensaje del Señor (v. 24:6; 105:4; Am. 5:6) de buscarle. Aquí,
como se ve comparando este versículo con el siguiente, buscar el rostro de Yahweh equivale
a pedirle auxilio. Parece reconocer que no merece este socorro, pero, confiado en la ayuda
que otras veces le ha prestado: Mi ayuda has sido (v. 9), le ruega: «No rechaces con ira a tu
siervo... No me dejes ni me desampares; no retires de mí las operaciones de tu poder, pues
quedare desvalido, ni me retires las señales de tu buena voluntad hacia mí, pues quedare
desconsolado.» Y, más tarde (v. 11): «Enséñame, oh Yahweh, tu camino. Dame a entender el
sentido de tus providencias, a fin de poder caminar rectamente y con seguridad, sin
perplejidades.» Pide ser guiado por senda llana (lit. v. 26:12), donde no haya peligro de
resbalar o tambalearse, a causa de sus enemigos, o mejor, de los que le observan
acechándole. Pide también (v. 12) que no le entregue a la voluntad de sus enemigos, pues se
han levantado contra él testigos falsos y los que respiran crueldad (comp. con Hch. 9:1).
Sabe muy bien que sólo Dios puede sacarle de este grave aprieto.
2. Su dependencia de Dios y su plena confianza en El: «Aunque (falta la partícula, pero ése
es el sentido de la frase) mi padre y mi madre me abandonasen, los más íntimos allegados
que tengo en este mundo y de los que con mayor motivo habría de esperar ayuda y consuelo,
con todo, Yahweh me recogerá (o cuidará de mí).» Creía también y esperaba ver la bondad
de Yahweh en la tierra de los vivientes (v. 13). El texto hebreo del v. 13 comienza así
literalmente: «A menos que (esta partícula está muy puntuada en el texto masorético, lo cual
indica que su sentido es muy problemático —nota del traductor) hubiese yo creído que, etc. »
Es cosa segura que se trata de un caso de elipsis, por lo que las versiones suplen al principio:
«Habría yo desmayado (o desesperado). «La tierra de los vivientes» no es aquí el Cielo, como
se ha interpretado desde antiguo, sino este mundo, en oposición a los que bajan al Seol
(116:6; 142:5). Ciertamente puede acomodarse devocionalmente al Cielo, donde se halla el
lugar de los que viven para siempre, pues este mundo es más bien la tierra de los que
mueren. No hay nada como la esperanza de la vida eterna para preservarnos de desmayar
ante las calamidades del tiempo presente. Termina David el salmo expresando su confianza
en Dios. No se dirige a otras personas; es una auto exhortación que resume el tema de todo
el salmo; «Espera en Llague; ten valor y esfuércese tu corazón (el verbo está en 3 a persona
del singular —nota del traductor—; por lo que hay quienes traducen: «y El—Dios-— reforzará
tu corazón») y espera (lit.) en Yahweh. » Quienes esperan en Dios tienen buen motivo para
ser valientes
Es probable que David compusiese este salmo cuando era perseguido por Saúl, ya
sea en lo de Queilá, o en el desierto de Maón cuando Saúl iba por una ladera del
monte, y David y los suyos iban por la otra (1 S. 23:13, 26). Es una mezcla de
plegarias, alabanzas y profesiones de confianza en Dios. I. David expresa su
gozosa confianza en Dios y, con esta confianza, ruega ser librado del apuro
presente (vv. 1-8). II. Se queja de la deplorable condición en que se halla, pero
sigue orando para que Dios se manifieste a favor de él y en contra de sus
perseguidores (vv. 9-18). III. Concluye el salmo con alabanzas y expresiones de
triunfo, dando gloria a Dios y animándose a sí mismo, y también a otros, a poner
su confianza en Dios (vv. 19-24).
Versículos 1-8
Vemos que la fe y la oración deben ir de la mano. David, en su apuro, ora
fervientemente a Dios para que le socorra y alivie; que, como Justo Juez, le libre
de sus perseguidores, no sólo por misericordia, sino también por justicia. También
ora que le libre cuanto antes, no sea que, si se demora demasiado su liberación,
desfallezca su fe: «...líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte y ciudadela para
salvarme.» Dios es una ciudadela inexpugnable para los que ponen su confianza en
El. Y añade (v. 3): «...Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.» Quienes
están decididos a seguir la dirección de Dios, bien pueden orar con fe de que de
cierto la han de conseguir.
2. En su oración, glorifica a Dios al repetir su profesión de total confianza en El y
de absoluta dependencia de El: «En ti, oh Yahweh, he confiado, no en mí ni en
ninguna otra criatura; no sea yo confundido jamás, no quede yo decepcionado por
faltarme la ayuda que me has prometido» (v. 1). «Sé tú mi roca» (v. 2); «Tú eres
mi roca» (v. 3). Dice Delitzsch: ((Esta es la lógica de toda oración de fe.» Si
creemos firmemente que Dios es nuestra fuerza y nuestro apoyo en todas las
circunstancias, bien podemos orar con toda confianza que nos ayude y socorra. En
virtud de la misma lógica de la fe, David dice a Dios (v. 5): «En tus manos
encomiendo mi espíritu», sabiendo que su vida y todos sus asuntos en este mundo
estaban así en buenas manos. El hecho de que el Señor Jesucristo repitiese esa
misma frase (Lc. 23:46) demuestra que tenía en su mente este salmo cuando se
hallaba expirando en la cruz.
3. Desecha David toda complicidad con los idólatras, pues a ellos se refiere en el
v. 6: «Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias (lit. ídolos de inutilidad).
»
4. Declara enfáticamente que Dios es su única esperanza (v. 6):
«Mas yo (enfático en el hebreo) en Yahweh he esperado» y, por eso, se goza y se
alegra en su misericordia (v. 7).
5. Se anima a conservar esta esperanza, basado en las experiencias que del favor
de Dios ha tenido recientemente (vv. 7, 8): «...Porque has visto mi aflicción, sabio,
condescendiente y compasivo para darte cuenta del aprieto en que se hallaba tu
siervo, has conocido mi alma en angustias, esto es, en estrechura, con tierno
interés por mí. No me has dejado encerrado (lit. ¡Este es el verdadero significado
del verbo griego "enkatélipes"? del grito de Jesús en Mt. 27:46; Mr. 15:34!) en
manos del enemigo, sino que pusiste mis pies en lugar espacioso, con libertad de
movimientos», en contraste con el «encerrado» de la primera parte del versículo.
Versículos 9-18
En los versículos anteriores, David había apelado a la justicia de Dios; aquí apela a
su misericordia, pues su propia miseria es terrible, lo cual hace de su caso un
objeto apropiado de la misericordia divina.
1. Su queja del aprieto en que se encuentra (v. 9): «Ten misericordia de mí, oh
Yahweh, porque estoy en angustia.» Sus aflicciones le habían convertido en «varón
de dolores». Hemos de pensar que su situación era de veras grave, ya que, por su
natural alegre y fuerte, por su genio musical y su osadía para las aventuras más
peligrosas, David no era inclinado al desánimo ni a la aprensión. Sin embargo, le
vemos aquí apocado y pesimista, debido a la inquina de sus enemigos y a la
insinceridad de muchos de sus amigos. Leyendo los vv. 9-13, parece que estamos
escuchando los lamentos mismos de Job o de Jeremías.
2. Su confianza en Dios en medio de su aflicción. Todo aparecía oscuro y
deprimente en derredor de él: «Mas yo en ti confío, oh Yahweh» (v. 14), dice él.
Eso es bastante para impedir que se hunda. Sus enemigos le habían despojado de
la reputación que tenía entre los hombres, pero no le habían podido arrebatar su
confianza en Dios. « Yo digo: Tú eres mi Dios, pues yo te he escogido por Dios mío,
y tú me has prometido ser mi Dios.» «En tu mano están mis tiempos, mi destino y
las circunstancias todas de mi vida» (v. 15). Si se une esto con lo de «tú eres mi
Dios» (v. l4b), tenemos una fuente perfecta de consuelo. Si Dios tiene en sus
manos nuestro destino, puede ayudarnos; y si es nuestro Dios, querrá ayudarnos;
y entonces, ¿qué podrá desanimarnos?
3. Sus peticiones a Dios, con esa fe y esa confianza que muestra. Nuestras
oportunidades y nuestras circunstancias están en las manos de Dios y, por
consiguiente, El sabe cómo escoger lo mejor y más oportuno y conveniente para
nuestra liberación; debemos, pues, estar dispuestos a esperar el tiempo que Dios
tenga señalado. Cuando David tuvo a Saúl a merced de su mano en la cueva, los
que estaban con David le dijeron:
«He aquí el día de que te dijo Yahweh: He aquí que entrego a tu enemigo en tu
mano, etc.» (1 S. 24:4). « ¡No!, vino a decir David, no ha llegado el día de mi
liberación mientras ésta no pueda ser llevada a cabo sin pecado, y yo voy a esperar
hasta ese día, pues ése será el tiempo de Dios, que es el mejor tiempo. » Ahora
pide David en especial que Dios tape la boca a los que reprochan y calumnian al
pueblo de Dios (v. 18): «Enmudezcan los labios mentirosos, que profieren
insolencias contra el justo, con soberbia y menosprecio. » Es de suponer que ellos
no consideraban pecado decir una mentira deliberada, si eso podía servir para
exponer a una persona piadosa al odio y al menosprecio.
Versículos 19-24
1. David reconoce la bondad de Dios hacia su pueblo en general (vv. 19, 20). Dios
es bueno para todos (145:9), pero es especialmente bueno para su pueblo Israel.
Aquí son descritos como objeto especial de su bondad los que le temen y los que
esperan en El, los que reverencian su majestad y dependen de su gracia; de esta
bondad se nos dice aquí (v. 19) que la ha guardado para ellos y se la ha mostrado,
como quien tiene mucho dinero en el banco, y mucho también a mano. Si lo que
nos está reservado en los almacenes del pacto sempiterno no lo tenemos a mano,
es culpa nuestra por falta de fe. Dios es protector poderoso de su pueblo (v. 20):
«En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre.» La
providencia de Dios los esconde, como en un pabellón sagrado, para tenerlos a
salvo de la malvada persecución de sus enemigos, y tiene muchos medios para
hacerlo. Así escondió Yahweh a Baruc y a Jeremías cuando el rey envió a
prenderlos (Jer. 36:26).
2. David agradece a Dios la bondad que ha tenido para con él en particular (vv.
21, 22): «Porque ha hecho admirable su misericordia para conmigo, ya que ha
hecho por mí mucho más de lo que yo esperaba. » Una preservación especial
demanda una gratitud también especial. En el interior de David había temores
(Decía yo en mi inquietud...»), pero Dios le resultó mejor y más fiel que sus
temores. Aunque flaqueaba la fe de David, no flaqueó la promesa de Dios: «Pero tú
oías la voz de mis ruegos.» Menciona esta debilidad de su fe, para mejor poner de
relieve la admirable fidelidad de Dios, haciendo así que resaltase como admirable la
misericordia de Dios para con él.
3. Con ocasión de esto, exhorta y anima a todos los creyentes (vv. 23, 24):
«Amad a Yahweh, todos vosotros sus santos.» Aunque se supone que los fieles han
de amar a su Dios, se les ha de exhortar a que le amen más y mejor, y a que den
pruebas sinceras de tal amor. Con ese amor, y espoleados por la promesa de Dios
de que les ha de guardar y recompensar, les anima a ser fuertes y valientes en el
servicio del Señor (v. 24):
«Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Yahweh, y tome aliento vuestro
corazón» (v. 27:14). Cualesquiera sean las dificultades que hayamos de arrostrar
en nuestra vida, puede tomar aliento nuestro corazón, sabiendo que el Dios en
quien esperamos, en quien confiamos, fortalecerá, mediante esa confianza, nuestro
corazón.
Salmos 32 (RV60) -La dicha del perdón
Salmo de David.
1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.
10 Muchos dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.
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Comentario al Salmo 32
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo, como dice Ryrie, es probablemente una secuela del salmo 51. Aquí
vemos, I. La gracia del perdón (vv. 1,2), con la protección y la dirección que Dios
otorga al perdonado (vv. 7, 8). II. El deber del hombre: en confesar sus pecados
(vv. 3-5), orar a Dios (v. 6), comportarse como es propio de una persona sensata
(vv. 9, 10) y regocijarse en Yahweh (v. 11).
Versículos 1-6
Este salmo de David es llamado, en su título, rnaskil, que, con la mayor
probabilidad, significa «contemplación», y viene a ser una «meditación sapiencial»,
como la llama Arconada, o, como escribe Ryrie, «probablemente significa poema
contemplativo o didáctico.)) Y, verdaderamente, en ninguna otra cosa tenemos
mayor necesidad de ser enseñados que en la naturaleza de la genuina felicidad o
bienaventuranza. Esta felicidad no consiste en la posesión de los bienes de este
mundo, sino en el favor de Dios: su perdón, su gracia, sus bendiciones espirituales
(Ef. 1:3). Cuando leemos aquí (v. 1): «Bienaventurado aquel a quien es perdonada
su transgresión.», es como si se nos dijera: «El perdón del pecado es el
fundamento de toda bendición del pecador, pues es el privilegio fundamental del
que fluyen todos los demás ingredientes de su verdadera felicidad.» Veamos lo que
David dice aquí:
1. En cuanto a la naturaleza de la remisión del pecado. (A) Es el perdón de la
transgresión (hebr. pesha, rebelión, como puede verse por el verbo
correspondiente—ls. 1:2: «...se rebelaron»). Sin embargo, cuando hay verdadero
arrepentimiento, también la rebelión es perdonada y su castigo es cancelado, de
forma que ya no pesa sobre el pecador la mano de Dios (v. 4). (B) Es una
«cobertura» del pecado (hebr. jattah), de la misma forma en que se cubre la
desnudez, para que no aparezca nuestra vergüenza (Ap. 3:18). Cuando es
perdonado el pecado, es cubierto con la justicia de Cristo (2 Co. 5:2 1). (C) Es no
imputarse la iniquidad (hebr. avón) (v. 2), no tenerse en cuenta al pecador su
maldad. No nos es imputada nuestra iniquidad al ser hechos justicia de Dios en
Cristo (2 Co. 5:2 1), puesto que «Yahweh cargó sobre El la iniquidad (hebr. avón)
de todos nosotros» (Is. 53:6).
2. En cuanto al carácter de aquellos cuyos pecados han sido ya perdonados: «En
cuyo espíritu no hay engaño» (lit. Comp. con Jn. 1:47, donde los traductores del
N.T. al hebreo han vertido por remiyáh —el mismo vocablo que sale aquí— el
griego dolos). No dice: «no hay pecado», sino «no hay engaño»; esto es, no hay
doblez, sino sinceridad, pues, ¿quién hay sin pecado, excepto Cristo? (Ro. 3:9, 10;
in. 8:46; 2 Co. 5:21 «no conoció pecado»; He. 4:15). El pecador perdonado está
de acuerdo con Dios (1 in. 1:9 «confesamos» gr. homologomen = lit, decimos lo
mismo que Dios) en su profesión de arrepentimiento —odio al pecado— y fe —
recepción del Salvador y complacencia en El—. Estos dos primeros versículos están
citados por Pablo en Ro. 4:7, 8. «Mientras callé, se consumieron mis huesos» (v.
3), añade David, aludiendo al tiempo en que no confesaba su pecado (lo hizo tras
la reprensión del profeta Natán, v. 2 5. 12:13 y comp. con v. 5 del presente
salmo). Callan el pecado los que, consciente o inconscientemente, silencian su
convicción desviando la atención a otras cosas, sin descargar su conciencia
mediante una confesión digna de un arrepentido, o prefieren languidecer en su
iniquidad antes que adoptar el único remedio establecido por Dios para hallar el
descanso espiritual y la genuina paz de la conciencia.
3. En cuanto al uso que, por fin, hizo David de ese medio establecido por Dios (v.
5): «Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad.» El pecador inconverso
necesita creer para ser salvo (Hch. 16:31), pero el creyente pecador ha de
confesar (arrepentido, por supuesto) su pecado para ser perdonado (1 in. 1:9).
4. En cuanto a la pronta disposición de Dios a perdonar el pecado a quienes de
veras se arrepienten de él (v. 5b): «Dije: Confesaré mis transgresiones (lit. mi
rebelión; hebr. Peshaí) a Yahweh; y tú perdonaste la maldad (hebr. avón) de mi
pecado (hebr. jattatí).» Como diciendo: «Tan pronto como te confesé mi pecado, tú
me perdonaste y hallé así la paz para mi alma. » Así fue como el padre del pródigo
vio y reconoció a su hijo cuando aún estaba lejos y corrió a su encuentro para
sellar con un beso el más absoluto perdón (Lc. 15:20). «Por esto orará a ti todo
santo en el tiempo en que puedas ser hallado» (v. 6). Toda persona piadosa es una
persona orante. Tan pronto como Saulo fue convertido, dice el propio Dios: «¡Mira,
está orando!» (Hch. 9:11). Quienes sinceramente abundan en oración, hallarán en
tiempo de apuro el beneficio que de ella se obtiene (v. 6b): «Ciertamente en la
inundación de muchas aguas (lo cual siempre es una terrible amenaza) no llegarán
éstas a él. »
Versículos 7-11
1. Sigue David dirigiéndose a Dios y expresa la confianza que tiene en él y lo que
de él espera (v. 7): «Tú eres mi refugio (lit. escondedero para mí); cuando por fe
acudo a ti, tengo toda la razón posible para sentirme cómodo y fuera del alcance
de cualquier mal que merezca tal nombre; tú me guardarás de la angustia, de su
aguijón y de sus golpes, en la medida en que sea conveniente para mí,
especialmente de la angustia en que me hallaba cuando guardaba silencio» (v. 3).
Cuando Dios nos ha perdonado los pecados, pronto volveremos a estar en deuda
como antes si El nos deja de su mano; por consiguiente, cuando hayamos recibido
el consuelo del perdón, hemos de volar hasta el trono de la gracia de Dios para ser
preservados de volver a caer. « No sólo me guardarás, dice ahora David, sino que
con cánticos de liberación me rodearás; cantando te alabaré por la admirable
liberación que me has proporcionado» (v. 7b). En el v. 8, David cita —respuesta
divina a su oración— palabras de Dios, como se ve por el singular (tres veces
repetido), que contrasta con el plural del v. 9 («No seáis...»). Esta es la opinión de
Arconada, a la que el traductor se adhiere sin dudar, contra lo que opinan otros
autores. Nótese el tono de todo el versículo: «Te haré entender y te enseñaré el
camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos», y comp. con 25:8 y 73:24,
por ejemplo. M. Henry cita, en favor de su punto de vista (que son palabras de
David a otros), Lc. 22:32 y Ec. 1:1, diciendo que es muy propio de los recién
convertidos hacer de predicadores. Esto es muy cierto, pero en opinión del
traductor no tiene validez para el versículo que comentamos.
2. Se dirige después a sus compatriotas, y a los demás hombres, con esta
amonestación (v. 9): «No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento,
que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se pueden
dominar (lit. no se acercan a ti).» Es un honor y una dicha para nosotros tener
entendimiento, pues así somos capaces de razonar y ser gobernados por la razón.
Donde hay gracia renovadora (Ro. 12:2) de la mente, no hay necesidad del
cabestro y del freno de la ley. David ofrece esta precaución para que los hombres
no se causen a sí mismos muchos dolores mediante su impiedad (v. 10). Añade a
continuación una palabra de consuelo para los fieles hijos de Dios: «Más al que
espera en Yahweh, le rodea la misericordia», es decir, le protege y consuela por
todos los lados.
1
Alegraos, oh justos, en Jehová;
En los íntegros es hermosa la alabanza.
2
Aclamad a Jehová con arpa;
Cantadle con salterio y decacordio.
3
Cantadle cántico nuevo;
Hacedlo bien, tañendo con júbilo.
4
Porque recta es la palabra de Jehová,
Y toda su obra es hecha con fidelidad.
5
El ama justicia y juicio;
De la misericordia de Jehová está llena la tierra.
6
Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,
Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.
7
El junta como montón las aguas del mar;
El pone en depósitos los abismos.
8
Tema a Jehová toda la tierra;
Teman delante de él todos los habitantes del mundo.
9
Porque él dijo, y fue hecho;
El mandó, y existió.
10
Jehová hace nulo el consejo de las naciones,
Y frustra las maquinaciones de los pueblos.
11
El consejo de Jehová permanecerá para siempre;
Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.
12
Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová,
El pueblo que él escogió como heredad para sí.
13
Desde los cielos miró Jehová;
Vio a todos los hijos de los hombres;
14
Desde el lugar de su morada miró
Sobre todos los moradores de la tierra.
15
El formó el corazón de todos ellos;
Atento está a todas sus obras.
16
El rey no se salva por la multitud del ejército,
Ni escapa el valiente por la mucha fuerza.
17
Vano para salvarse es el caballo;
La grandeza de su fuerza a nadie podrá librar.
18
He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen,
Sobre los que esperan en su misericordia,
19
Para librar sus almas de la muerte,
Y para darles vida en tiempo de hambre.
20
Nuestra alma espera a Jehová;
Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.
21
Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón,
Porque en su santo nombre hemos confiado.
22
Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros,
Según esperamos en ti.
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Comentario al Salmo 33
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Comentario al Salmo 34
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo fue redactado con ocasión de una circunstancia que se menciona en el título.
Aquí David, I. Alaba a Dios por la experiencia que él y otros habían tenido de su bondad (vv.
1-6). II. Anima a todas las personas piadosas a confiar en Dios (vv. 7-10). III. Nos da un buen
consejo a todos los lectores: que tomemos conciencia de nuestros deberes para con Dios y
para con los hombres (vv. 11-14). IV. Para dar mayor fuerza a este consejo, pone delante de
nosotros el bien y el mal, la bendición y la maldición (vv. 15-22). Como el salmo 25, también
éste es un salmo alfabético, esto es, acróstico, aunque en ambos falta la letra vau, y el
último versículo comienza por la letra pe.
Versículos 1-10
Este es uno de los ocho salmos (7, 34, 52, 54, 56, 57, 59 y 142) en cuyo título se alude a la
persecución que David sufrió por parte de Saúl. En esta ocasión, David huyó de Judá y fue a
refugiarse en Gat, donde se puso al servicio del rey Aquís, llamado aquí Abimélec por ser el
título común de los reyes de aquel país, lo mismo que Agag de los amalecitas, y Faraón de los
egipcios(v. 1 S. 21:11-16). En el mismo título se nos dice que David cambió su juicio (lit. -o:
su conducta), esto es, se fingió loco, por lo que Aquís lo echó, y él se fue.
1. Comienza David el salmo prorrumpiendo en alabanzas a Dios (vv. 1, 2): «Bendeciré a
Yahweh en todo tiempo, en cualquier ocasión, próspera o adversa; su alabanza estará de
continuo en mi boca.» Esa alabanza le sale del corazón, gloriándose de la relación que le une
a Dios, de su interés en él y de lo que espera de él: «En Yahweh se gloriará mi alma.»
2. Convoca a otros a que se unan a él en las alabanzas a Dios, por la experiencia que él tiene
de la bondad de Yahweh (v. 2b): «Lo oirán los humildes (lit.; hebr. anawim) y se alegrarán.»
No podemos hacer a Dios más grande de lo que es, pero si le adoramos como al infinitamente
grande, Él se agrada en tener en cuenta el engrandecimiento que le tributamos; y esto lo
hemos de hacer también comunitariamente, porque las alabanzas de Dios suenan mejor en
concierto (nótese en Mt. 18:19 el verbo griego symphonésosin, se ponen de acuerdo -lit, unen
sus voces ¡sinfonía!). «Engrandeced a Yahweh conmigo, etc.» —dice David (v. 3).
(A) David había experimentado que Yahweh es un Dios que escucha las oraciones (v. 4):
«Busqué a Yahweh en mi apuro, demandé su favor, le pedí auxilio, y él me escuchó,
respondió inmediatamente a mi oración, y me libro de todos mis temores, tanto de la muerte
que temía como del miedo que tenía a la muerte.» Lo primero lo hace mediante la operación
de su providencia; lo segundo, mediante la operación de su gracia en nuestro interior.
(B) Además de él, muchos otros habían buscado a Dios («mirado hacia Él») y fueron
alumbrados (v. 5), es decir, quedaron radiantes, con el rostro sereno, en lugar del sonrojo
que sube a la cara cuando uno se avergüenza (v. 5b). Para animar a otros, David se refiere a
sí mismo en el v. 6: «Este pobre clamó y le escuchó Yahweh, etc.» (comp. v. 4). Los que
temen a Yahweh están defendidos por «el ángel de Yahweh que acampa (comp. con Jn. 1:14)
alrededor de ellos» (v. 6). Esta fue la experiencia de Jacob (Gn. 32:2, 3), la del pueblo de
Israel para llevarles hasta el país de Canaán (Ex. 23:20 y ss.), la de todos cuantos ponen en
Yahweh su esperanza (Sal. 91:9-13).
(C) David invita a todos a paladear las dulzuras de la bondad de Dios (vv. 8,9: «Gustad y ved
cuán bueno es Yahweh, etc.» -comp. con 1 P. 2:3). Y, para animarnos a buscar a Dios y
adorarle reverentemente, nos asegura que, mientras los potentados, los ricos (según traduce
la Septuaginta; el hebreo dice: «los leones jóvenes») llegan a empobrecerse y a pasar
hambre, los que buscan a Yahweh no tendrán falta de ningún bien (v. 10); nada les faltará (v.
9b, comp. con 23:1). Dios les dará gracia suficiente para cada ocasión (84:11; 2 Co. 12:9).
Esta era la experiencia del Apóstol después de haberlo dejado todo para seguir a Cristo (Fil.
4:11, 18).
Versículos 11-12
En la segunda parte del salmo, David toma el papel de maestro, pues «hijos» (v. 11), en este
contexto, equivale a «discípulos» (comp. Pr. 4:1 y, en general, en todos los lugares de los
caps. 1 al 7); más aún, cuando en esta época David no tenía aún hijos propios. Va a
enseñarles, ante todo, «el temor de Yahweh », lo cual es un gran acierto, pues por ahí
comienza, y en ello se basa, la sabiduría (hebr. jokhmá) y también el conocimiento (hebr.
dáat. v. Job 28:28; Sal. 111:10; Pr. 1:7; 9:10).
1.Supone David que todos desean tener larga vida y disfrutar de dicha y prosperidad en ella
(v. 12), y les dice cuál es el camino para obtener la felicidad (vv. 13, 14): (A) Es menester
guardar la lengua, cosa difícil, pero necesaria (v. la insistencia de Santiago en esta materia
-Stg. 1:26; 3:2-12; 4: 11, 12; y con razón, pues dice el refrán que «más mató la lengua que la
espada»). (B) Es menester apartarse del mal (v. 14, comp. con 37:27; Job 1:1, 8; 28:28,
etc.), de las obras malas y de los malhechores. (C) Pero no basta con apartarse del mal, sino
que hay que obrar además el bien (v. Stg. 4:17), ya que el designio de nuestra vida es
positivo; si hay que apartarse del mal no es para estar ociosos, sino para servir a Dios y a
nuestros hermanos; en ese servicio amoroso consiste la verdadera libertad (Gá. 5:13). (D) Es
menester también buscar la paz, corriendo tras ella, en lo que se echa de ver el esfuerzo
que, con frecuencia, se necesita para mantener la paz y evitar guerras, disputas, disensiones
(comp. con Ro. 12:18; 14:19; He. 12:14).
2. Pone David delante de todos el bien y el mal, la bendición y la maldición (vv. 15-22.
Comp. Dt. 30:15 y ss.; Is. 3:10, 11).
(A) «Decid al justo que le irá bien» (Is. 3:10). Los justos gozan del favor especial de Dios:
«Los ojos de Yahweh están sobre los justos» (v. 15), para guiarles y protegerles, como los
padres que no pierden de vista a sus hijos pequeños a fin de preservarles de todo mal, y
cuyos oídos están atentos al clamor de ellos (v. 15b), a cualquier grito de dolor ante un
peligro inminente o por haber sufrido algún accidente (vv. 17 y 18). Dios guarda a los suyos,
de forma que no se les quiebre ningún hueso (v. 20). Ouien tiene quebrantado el corazón
(«contrito» equivale a «triturado»), no tendrá huesos quebrantados, sino que hasta los que
hayan sido quebrantados se regocijarán (v. 5 1:8, 17). Sí, muchas son las aflicciones (lit. los
males) de los justos (v. 19). El Salmo 132:1 menciona los desvelos (lit. las aflicciones) de
David (nota del traductor: el contexto expresa claramente que se trata del interés que David
tenía en edificar el Templo). Pero Dios ha prometido librar a los justos de todas sus angustias
(vv. 17, 19) y los salvará (v. 18), de forma que, aunque permita que se hallen en aprieto, no
sufrirá que se arruinen, sino que los rescatará (v. 22) de su aflicción.
(B) «¡Ay del impío! Mal le irá, etc.» (Is. 3:11), por muy dichoso que se tenga él en su
prosperidad material, porque está la ira de Yahweh contra los que hacen el mal (v. 16);
«Matará al malo la maldad» (v. 21). Su condenación no se hará de esperar, lo mismo si
mueren en un lecho de dolor que si mueren en un lecho de honor. El mal (o maldad) que
mata al malo es, en este versículo, el mismo vocablo hebreo que en el versículo 19 se usa
para expresar las aflicciones de los justos; pero hay un abismo entre el significado que tiene
en el versículo 19 y el que tiene en el versículo 21; allí es una desdicha física, que no afecta
a la bondad del que la padece —más aún, sirve para aquilatarla—, mientras que en el
versículo 21 connota una maldad moral, que arruina al que la comete.
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Comentario al Salmo 35
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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En este salmo, David apela al justo Juez de cielos y tierra contra los enemigos que le
odiaban y perseguían. Parece ser que lo escribió a raíz de la persecución que sufría de parte
de Saúl (v. 1 S. 24:15). I. Se queja a Dios de las injurias y ataques con que le acometieron sus
enemigos (vv. 1-3). II. Da testimonio de su inocencia y de que nunca les provocó en modo
alguno (vv. 7, 19), sino que, por el contrario, se portó con ellos como si fueran amigos (vv.
12-14).III. Ora a Dios que le proteja y le libre (vv. 17, 22-27). IV Profetiza la destrucción de
sus perseguidores (vv. 4-6, 8). V. Se promete a sí mismo ver días mejores (vv. 9, 10) y
promete a Dios alabarle agradecido (vv. 18, 28).
Versículos 1-10
1. David presenta a Dios su caso, poniendo de relieve la maldad y el furor incansable de sus
perseguidores, quienes buscaban afanosamente su vida (v. 4) como quienes van persiguiendo
una alimaña nociva para acabar con ella de una vez. No se conformaban con menos que con
darle muerte.
2. Apela a Dios interponiendo el testimonio de su inocencia y de la justicia de su causa. Si le
hubiese perjudicado un súbdito, habría podido apelar al rey, como apeló S. Pablo al César;
pero, siendo el rey mismo quien le perseguía, tenía que apelar al Juez y Soberano de cielos y
tierra (v. 1): «Pleitea, oh Yahweh, con los que contra mi contienden, etc.»
3. En su oración ruega a Dios que pelee a favor de él contra sus perseguidores, de forma que
éstos queden inhabilitados para hacerle daño y no puedan seguir adelante con sus malvados
planes. Si Dios es amigo nuestro, no importa cuántos y cuán poderosos sean nuestros
enemigos.
4. Predice y contempla la destrucción de sus enemigos, no con ánimo de venganza, sino
porque lo tienen merecido. Serán como el tamo que se lleva el viento (v. 5 Comp. 1:4); su
camino será tenebroso y resbaladizo (v. 6). Aun cuando se entienda todo esto en forma de
imprecación, el Dr. Ryrie hace notar que «la imprecación no va contra el propio Saúl (pues
David le había perdonado la vida), sino contra los que fomentaban la insana envidia de Saúl
hacia David.
5.La perspectiva de su liberación, de la que no dudaba después de haber encomendado a
Dios su causa (vv. 9, 10). (A) Esperaba tener ese consuelo: «Entonces mi alma se alegrará en
Yahweh, etc.» Más que en su liberación y comodidad, se iba a alegrar en Dios y en su favor.
(B) Promete darle a Dios la gloria por ese favor (v. 10): «Todos mis huesos dirán: Yahweh,
¿quién como tú, etc.?»
Versículos 11-16
De dos graves pecados acusa aquí David a sus enemigos: de perjurio e ingratitud.
1. De perjurio (v. 11). Cuando Saúl quería prender a David bajo pretexto de traición, a fin de
acabar con él, se levantaron testigos malvados (lit, violentos, más bien que «mentirosos»),
dispuestos a declarar, de todos modos, en falso: «de lo que no sé (esto es, de lo que ni
siquiera le había pasado por las mientes) me preguntan, esto es, me culpan». Esto se cumplió
igualmente en Cristo, de quien David era tipo, como puede verse en Mt. 26:60.
2. De ingratitud. Llamemos «ingrato» a un hombre, y ya no le podemos llamar cosa peor. De
esta clase eran los enemigos de David (v. 12): «Me devuelven mal por bien. » Merecía ser bien
tratado, no sólo por el pueblo en general, sino especialmente por aquellos que con mayor
furia le odiaban. Aunque no se le menciona por su nombre, se adivina aquí a Saúl, quien
reconoce haber obrado así (1 S. 24:18). Véase:
(A) Con qué ternura y afecto cordial se había portado con esos enemigos durante las
aflicciones de ellos (vv. 13, 14). David había orado por ellos. A la oración había añadido el
ayuno y el lamento, vestido de saco, como quien hace duelo por un amigo, por un hermano, y
aun por su madre (lit, luto de madre, lo que ha hecho que algunos lo entiendan, según
Arconada, «sin tanta razón», por la madre que llora al hijo, o viceversa). La última parte del
v. 13 —nota del traductor— que literalmente dice:
«Y mi oración se volvía a mi seno» (RV 1960), no se ha de entender como una oración que
Dios «devuelve» sin responderla, sino en el sentido de que «se volvía y revolvía en su pecho»,
es decir, la andaba repitiendo continuamente, como aclaran la mayoría de las versiones (v. la
RV 1977).
(B) Con qué vileza, insolencia y brutalidad se portaban con David sus enemigos (vv. 15, 16):
«Pero ellos se alegraron en mi adversidad (lit, en mi tambalearme, denotando un peligro de
caer que no se declara)...crujieron contra mí sus dientes (aquí, en señal de satisfacción). »
David les servía de entretenimiento en su aflicción y hasta de refrán en boca de ebrios. Tal
fue el caso del Señor con los soldados del pretorio y ante Herodes, y tal ha sido muchas veces
el caso de las mejores personas. Los apóstoles fueron hechos espectáculo al mundo (1 Co.
4:9).
Versículos 17-28
1. David describe la gran injusticia, la malicia y la insolencia de sus perseguidores, alegando
esto ante Dios como un motivo por el que esperaba que le protegiese de ellos. Le aborrecían
sin causa (v. 19), precisamente por lo que deberían haberle amado y honrado. No le hablaban
paz (v. 20), es decir, no le guardaban la más elemental cortesía, sino que le trataban mal.
Como los hermanos de José (Gn. 37:4), no podían hablarle pacíficamente; más aún,
precisamente contra los mansos, la gente más tranquila de la tierra, tramaban engaños,
trampas en que hacerles caer. Guiñaban el ojo (v. 19) y ensanchaban contra él su boca (v.
21), signos de burla y desprecio, diciendo: «Ja, ja (hebr. heaj, heaj), nuestros ojos lo han
visto», acusándole falsamente de algún crimen. Contrasta con el comienzo del v. 22: «Tú lo
has visto...» Apela a Dios contra ellos, al Dios a quien pertenece la venganza (Dt. 32:35; Ro.
12:19; He. 10:30), el cual todo lo ve, y le urge a que salga en su defensa para hacerle justicia
(v. 23). Además de a la justicia, apela al poder y a la soberanía de Dios: «Dios mío y Señor
mío» (hebr. Elohay vadonay), así como a Yahweh el Dios del pacto (hebr. Yahweh Elohay):
«Yahweh Dios mío» (v. 24).
2. Ora fervientemente a Dios para que se manifieste a favor de él y de sus amigos, actuando
y no como un espectador (v. 17): «Señor, ¿hasta cuándo verás ésto? Rescata mi alma de sus
destrucciones, mi preciada vida (lit. mi única) de los leones.» «Teniendo una sola vida —viene
a decir— necesita mayor protección y sería tanto mayor mi vergüenza si la echase a perder.»
Desea David que su inocencia quede manifestada a todos, a fin de que sus enemigos queden
cubiertos de vergüenza y confusión (v. 26), al ver que eran falsas las acusaciones que hacían
contra él. No obstante las malas artes que se ponían en juego para denigrar a David y hacerle
odioso a los ojos del pueblo, había también quienes estaban a favor de su justa causa (v. 27),
y por ellos pide a Dios a fin de que puedan cantar, alegrarse y alabar a Yahweh por la
protección que prestaba a su siervo y la complacencia que tenía en él.
3. El favor que esperaba obtener por medio de la oración prometía disfrutarlo por medio de
la alabanza (vv. 18, 28), dándole gracias en medio de la gran asamblea del pueblo (v. 18) y
entonando sus alabanzas «todo el día» (v. 28), lo cual «supone —dice Arconada— la
costumbre religiosa en todo oriental de orar públicamente a Dios determinadas horas del
día».
Salmos 36 -La misericordia de Dios
Salmo de David.
1 La iniquidad del impío me dice al corazón:
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
2 Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos,
De que su iniquidad no será hallada y aborrecida.
3 Las palabras de su boca son iniquidad y fraude;
Ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien.
4 Medita maldad sobre su cama;
Está en camino no bueno,
El mal no aborrece.
5 Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia,
Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.
6 Tu justicia es como los montes de Dios,
Tus juicios, abismo grande.
Oh Jehová, al hombre y al animal conservas.
7 ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.
8 Serán completamente saciados de la grosura de tu casa,
Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.
9 Porque contigo está el manantial de la vida;
En tu luz veremos la luz.
10 Extiende tu misericordia a los que te conocen,
Y tu justicia a los rectos de corazón.
11 No venga pie de soberbia contra mí,
Y mano de impíos no me mueva.
12 Allí cayeron los hacedores de iniquidad;
Fueron derribados, y no podrán levantarse.
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Comentario al Salmo 36
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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I. La pecaminosidad del pecado y los daños que causa (vv. 1-4). II. La bondad de Dios y su
inclinación a favorecer: 1. A todas sus criaturas en genera (vv. 5, 6); 2. De manera especial, a
su pueblo (vv. 7-9). III. Con esto, se anima el salmista a orar por todos los santos (V.10), por sí
mismo en particular (v.11) y para conseguir la victoria sobre sus (v. 12). Si, al cantar este
salmo, se enfervoriza nuestro corazón ene1 amor a Dios y el odio al pecado, lo cantaremos
con gracia y entendimiento.
Versículos 1-4
En el título del salmo, David es llamado «e/siervo de Yahweh», esto es, alguien llamado, y
comprometido, a obedecer en todo a Dios, en contraste con los impíos, que se rebelan contra
la santa voluntad de Dios. En estos versículos, David expone la raíz y los frutos de la
impiedad.
1. Aquí tenemos la raíz de amargura, de la que brota toda maldad de los impíos (v. 1): «La
transgresión dice (como un «oráculo», según el hebreo) al impío dentro de su corazón (hebr.
libó, mejor que libí = mi corazón): No hay por qué tener miedo (hebr. pajad) a Dios delante
de sus ojos» (Esta es la única traducción, con algún sentido, de este difícil versículo —nota
del traductor. Comp. con 14:1; 53:1). Toda maldad dimana de cierto «ateísmo práctico»,
según la táctica del avestruz. El impío se lisonjea (v. 2) con el pensamiento de que su
iniquidad no será hallada. Esto le lleva a una tremenda inversión en la forma de ver las
situaciones y las cosas: Al pecar, piensa que actúa sabiamente y a su favor, sin acertar a ver
(pues, en el fondo, no quiere) el mal y el peligro de sus malvadas obras; llama «mal» al bien y
«bien» al mal (v.Is. 5:20); llama «libertad» a su libertinaje; «astucia», a sus fraudes;
«justicia», a la persecución que emprende contra los buenos. Pero día llegará en que su
iniquidad será hallada (contra lo que él piensa —v. 2).
2. Tenemos también aquí las ramas malditas que brotan de esa raíz de amargura. El pecador
desafía a Dios (v. 3): «Las palabras de su boca son iniquidad y fraude, decidido como está a
obrar el mal, aun cuando intente cubrirlo bajo capa de pretextos aparentemente plausibles.
Se han extinguido las chispas de virtud, se han derrumbado sus mal cimentadas convicciones y
los buenos comienzos han quedado en nada:
«Ha renunciado a ser cuerdo y hacer el bien. Maquina maldad sobre su cama» (vv. 3, 4).
Quienes cesan de hacer el bien, pronto comienzan a practicar el mal. Y al obrar ellos mismos
el mal, no les desagrada en modo alguno el verlo en otros: «No aborrece el mal» (v. 4b), sino
que, por el contrario, se agrada en él y se queda satisfecho cuando ve a otros tan malos como
él.
Versículos 5-12
Después de mirar en derredor suyo con la pena que causa el ver la maldad de los impíos,
David mira ahora hacia arriba con el gozo y el consuelo que produce el ver la bondad de Dios.
I. Sus meditaciones sobre la gracia de Dios.
1. Las transcendentes perfecciones de la naturaleza divina (v. 5):« Yahweh, hasta los cielos
llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.» Por malo que el mundo sea,
nunca pensemos mal de Dios ni de su providencia, sino aprovechemos la oportunidad de
admirar la paciencia de Dios en soportar a cuantos le provocan tan desvergonzadamente con
sus maldades; más aún, en hacerles el bien, puesto que «hace salir su sol sobre malos y
buenos, y hace llover sobre justos e injustos» (Mt. 5:45). Su amor misericordioso es siempre
fiel, y su fidelidad es siempre amorosa, como lo manifiesta el repetido binomio «jesed
veemet» = misericordia y verdad, o «jesed veemunah» = misericordia y fidelidad, como es el
caso aquí, y que corresponden al binomio «gracia y verdad» de Jn. 1:14, etc. La misericordia
de Dios llega tan alto que no le alcanzan los cambios atmosféricos (y aun lo de «nubes» podría
traducirse como «firmamento» o «cielo empíreo»). La justicia de Dios (v. 6) es como los
montes de Dios (expresión superlativa) y sus juicios, esto es, los castigos que impone su
justicia vindicativa, son como el gran abismo (el mismo vocablo hebreo de Gn. 1:2), fijos e
inescrutables, sobre los cuales no puede extenderse la corta plomada de nuestra débil
inteligencia.
2 El cuidado y la beneficencia universales de la providencia de Dios (v. 6b): «Oh Yahweh, a
hombres y animales socorres.» No solamente les proteges de todo mal, sino que les
proporcionas cuanto es menester para el sostenimiento de su vida.
3. El especial favor que Dios dispensa a su pueblo: (A) Su carácter (v. 7): Son aquellos a
quienes de tal manera atrae la misericordia preciosa de Dios, que acuden presurosos a
ampararse bajo la sombra de sus alas (comp. con Rut 2:12). (B) Su privilegio (v. 8): «Serán
completamente saciados de la abundancia (lit, grasa) de tu casa. » Sus necesidades quedan
satisfechas; sus deseos, cumplidos; sus capacidades, llenadas. En el Dios Todo-suficiente
tendrán siempre bastante: todo cuanto pueda desear o recibir un alma iluminada y
ensanchada. Un alma santa, aun cuando siempre desee más de Dios, nunca desea más que a
Dios «Todo lo he recibido y tengo abundancia», dice Pablo (Fil. 4:18). Su gozo será perfecto y
constante (v. 8b): « Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.» Los llama «tus delicias»,
no sólo porque vienen de él como de su fuente, sino también porque terminan en él como en
su centro o meta. De esas delicias hay un torrente de aguas vivas, siempre lleno, siempre
fluyente, porque lleva dentro de sí mismo el manantial (comp. con Jn. 7:37-39). Los placeres
de los sentidos son como agua fétida de estanque putrefacto; los de la fe son como agua
pura, clara como el cristal (comp. con Jer. 2:13; Ap. 22:1). Y continúa (v. 9): «Porque de ti
brota el manantial de la vida; en tu luz vemos la luz. » Teniendo a Dios se tiene el manantial
del agua de vida, y teniendo al que es luz (1 Jn. 1:5), se tiene la santidad: los ojos santos,
puros, ven a Dios (Mt. 5:8) y en él ven todo lo que es luz. Esa luz divina que brilla en la
Escritura (119:105) y especialmente en el rostro de Cristo (2 Co. 4:6), contiene toda gracia y
toda verdad.
II. Sus plegarias, intercesiones y expresiones de triunfo, basadas en estas meditaciones.
1. Intercede David por todos los santos (v. 10). (A) Las personas por las que ora son las que
conocen a Dios, esto es, las que, por la constante experiencia de su comunión con Dios, son
rectas de corazón, sinceras en su profesión de fe y fieles tanto a Dios como a los hombres. (B)
La bendición que para esas personas pide es que se prolongue sobre ellas la misericordia (los
favores generosos) de Dios, así como la justicia de Dios, que no es otra cosa aquí que su
fidelidad pactada.
2. Pide para sí mismo ser preservado en su integridad y en su prosperidad (v. 11): «Que el
pie del orgullo (esto es, del orgulloso) no me alcance, ni la mano de los impíos me empuje.»
Nótese el matiz de los verbos «alcanzar» como quien viene pisándole los talones a uno, y
«empujar» como queriendo apartar a uno del camino recto en que se mueve, o del camino
cómodo en que se halla tranquilo. El peligro que aquí se avizora es el de la muerte, como lo
prueba la unión con el v. 12. Dice Arconada: «La súplica del salmista tiende a pedir la propia
conservación de la vida contra los posibles conatos de quitársela por parte de los perversos,
que aún no han sido derribados allá (hebr. sham), con todo lo que ello implica.»
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Comentario al Salmo 37
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es acróstico, es decir, alfabético, pues cada dos líneas sucesivas se comienza por
una letra del alfabeto hebreo, excepto en los VV. 7, 20 y 34, en que se agrupan tres líneas
bajo una sola letra, y en otras tres ocasiones en que son cinco las líneas que se agrupan bajo
una sola letra (vv. 14, 15; 25, 26; 39,40). En este salmo de exhortación sapiencial, David, I.
Nos prohíbe impacientamos ante la prosperidad de los malvados (vv. 1, 7, 8). II. Nos aporta
muy buenas razones para ello: 1. El carácter escandaloso de los malvados (vv. 12, 14, 21, 32),
a pesar de su prosperidad; y el carácter honorable de los justos (vv. 21, 26, 30, 31). 2. La
inminente ruina de los malvados (vv. 2, 9, 10, 20, 35, 36, 38) y la salvación y preservación
con que los justos están protegidos de todos los malvados planes de los impíos (vv. 13, 15, 17,
28, 33, 39, 40). 3. La especial misericordia que Dios tiene reservada para todos los buenos y
el favor que les dispensa (vv. 11, 16, 18, 19,22-25,28,29,37). III. Prescribe muy buenos
remedios contra el pecado de envidiar la prosperidad de los impíos y anima grandemente a
hacer uso de dichos remedios (vv. 3-6,27, 34).
Versículos 1-6
1. Se nos precave aquí contra el descontento ante la prosperidad y los éxitos de los
malhechores (v. 1): «No te impacientes... ni tengas envidia... » Podemos imaginarnos que
David se había predicado a sí mismo esta exhortación. No hay sermón que tenga tantas
posibilidades de llevar fruto como el que nos hemos predicado antes a nosotros mismos.
Cuando miramos en derredor nuestro, vemos el mundo lleno de malhechores y obradores de
iniquidad que prosperan y tienen éxito en sus negocios. Esto nos tienta a impacientamos y
tener envidia, como si Dios hiciese la vista gorda al permitir que tales hombres prosperen
florecientes. Estamos tentados a tener envidia de la forma en que se enriquecen, aun cuando
lo hagan por medios ilícitos, y de los placeres de que disfrutan; hasta llegamos a desear el
sacudirnos el freno de la conciencia para disfrutar también nosotros de los mismos placeres
que ellos. Pero si miramos hacia delante con los ojos de la fe, no hallaremos motivo para
envidiar la prosperidad de los malvados, pues su ruina está ya a las puertas (v. 2). Florecen,
sí, pero como la hierba, de la cual nadie tiene envidia, pues pronto se marchitarán. La
prosperidad material es algo que se desvanece rápidamente, como la vida terrenal a la cual
está confinada.
2. Se nos aconseja luego vivir una vida de confianza en Dios; esto nos preservará de
impacientamos ante la prosperidad de los malhechores. Si buscamos el bien de nuestra alma,
hallaremos pocos motivos para envidiar a quienes tanto mal procuran a su alma. Tenemos
aquí tres excelentes preceptos y tres preciosas promesas:
(A). Hemos de poner en Dios nuestra esperanza en cuanto al camino del deber; así
hallaremos en este mundo consuelos y ventajas que el pecado no puede dar (v. 3). Se nos
pide confiar en Yahweh y hacer el bien. No podemos confiar en Dios si estamos inclinados a
vivir como nos plazca. Se nos promete que tendremos en este mundo todo lo necesario para
subsistir (v. 3b): «Habita tu tierra y pace en la fidelidad» (lit.; es decir, aliméntate de las
promesas fieles de Dios -v. Is. 14:30). Dios no niega el panal que practica la justicia (v. 25;
Mt. 6:33). Hay quienes leen: «Serás alimentado por fe», del mismo modo que leemos: «El
justo por fe vivirá» (Nota del traductor: el vocablo hebreo emunah significa, en efecto, tanto
fe como fidelidad).
(B) Hemos de hacer de Dios el deleite de nuestro corazón, y así tendremos lo que nuestro
corazón desea (v. 4). Se nos mandaba (v. 3) hacer el bien, y a este mandamiento sigue el de
poner nuestra delicia en Yahweh, lo cual es un privilegio tanto como un deber. Y este
delicioso deber lleva anexa una promesa: «Y El te concederá los deseos (lit.) de tu corazón.»
No nos promete satisfacer los apetitos del cuerpo, sino concedernos los deseos del corazón,
todo aquello a lo que aspira lo más íntimo de nuestro ser. ¿Cuáles son los deseos de una
buena persona? Conocer y amar a Dios, vivir para él, agradarle y agradarse en El.
(C) Hemos de hacer de Dios nuestro guía y someternos en todo a sus direcciones e
instrucciones; entonces, todos nuestros asuntos, aun los que nos parecen más intrincados y
difíciles, tendrán buen resultado (vv. 5, 6). El deber es muy sencillo; y si lo cumplimos bien,
nos facilitará y hará cómoda la existencia misma: «Encomienda a Yahweh (lit, haz rodar hasta
Yahweh) tu camino (esto es, todas tus empresas, todos tus asuntos)» (comp. 55:22; Pr. 16:3).
Así como extendió Ezequías ante Dios las cartas de Senaquerib (2 R. 19:14; 2 cm. 32:17), así
hemos de extender ante Dios nuestros problemas, asuntos y deseos, seguros de que los
dejamos en buenas manos y satisfechos plenamente de lo que resulte, pues todo lo que Dios
hace está bien hecho. Pero hemos de seguir la Providencia sin forzarla, y suscribir lo que dice
la Sabiduría Infinita sin prescribirle lo que ha de hacer. La promesa es deliciosa: «El actuará»
(lit. hará, obrará). Todo lo que le hayas encomendado, El lo hará prosperar, si no para tu
gusto, ciertamente para tu bien. El hallará medios de sacarte de tus apuros, de desvanecer
tus temores y de cumplir tus deseos. «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el
mediodía» (v. 6), es decir, hará que se manifieste que eres persona honesta y que tus asuntos
marchen bien, por muy oscuro que haya sido el cariz que hayan tomado tus negocios. Si nos
esmeramos en guardar una buena conciencia, bien podemos dejar a Dios el cuidado de
preservamos un buen nombre.
Versículos 7-20
I. Aquí se inculcan y remachan los anteriores preceptos. 1. Estemos tranquilos y seamos
pacientes, si creemos en Dios (v. 7): «Guarda silencio ante Yahweh y espera en El»; esto es,
quédate tranquilo con todo lo que Dios haga, y ten la seguridad de que todo cooperará para
tu bien (Ro. 8:28), aunque no sepas cómo ni cuándo. «Guarda silencio», no un silencio de
resentimiento, sino de sumisión. 2. No descompongamos nuestras emociones ante el
espectáculo de la prosperidad en medio de la maldad: «No te alteres con motivo del que
prospera en su camino (v. 7)...Deja la ira, depón el enojo (v. 8)», al ver que prospera el que
hace maldades; que no te estimule ello a imitar su maldad: «No te excites (lit. no te
inflames) en manera alguna a hacerlo malo»; es decir, no les envidies en su prosperidad, no
sea que te sientas tentado a seguir el mismo camino que ellos para enriquecerte, o a recurrir
a medios violentos para deshacerte de su preponderancia.
II. Se repiten y recalcan las anteriores razones.
1. Los justos no tienen motivo para envidiar la prosperidad material de los malvados (v. 9):
«Porque los malhechores serán destruidos» por algún azote repentino de la justicia divina en
medio de su prosperidad. La condición de los justos, incluso en esta vida, es, en todo y por
todo, mejor y más deseable que la de los malvados (v. 16). En verdad, lo poco del justo vale
más que las muchas riquezas del impío (comp. Pr. 15:16, 17; 16:8; 28:6), porque viene de
mejor mano, de la mano de un amor especial, no meramente de la mano de una providencia
ordinaria. «Los que esperan en Yahweh heredarán la tierra» (v. 9; comp. v. 11 y Mt. 5:5), esto
es, disfrutarán de las bendiciones incluidas en el pacto. Comenta Arconada: « Este principio,
aplicable al orden personal, familiar, social, nacional e internacional, pudiera ser aquí una
vislumbre de la futura época mesiánica (Mt. 5, 4).» También «se recrearán con abundancia de
paz» (v. 11b), de esa paz que el mundo no puede dar (Jn. 14:27). «Conoce Yahweh los días de
los íntegros» (v. 18), esto es, cuida especialmente de ellos por medio de su providencia, aun
en los momentos más amargos y difíciles, que por eso se cuentan aquí por «días» (comp. Gn.
47:9; Job 14:1), pero tampoco quedará sin recompensa la obra de un solo día.
2. Los justos no tienen motivo para impacientarse ante los posibles éxitos que los malvados
obtengan en sus planes contra los justos, ya que:
(A) Sus maquinaciones se volverán contra ellos, pues terminarán en el fracaso y en el ridículo
(vv. 12, 13). Son orgullosos e insolentes, pero Dios los contempla con desprecio, pues ve que
sus intentos van a quedar fallidos. Los hombres tienen ahora su día, pero el día de Dios es el
que dará el juicio decisivo. (B) Sus intentos acabarán en su propia destrucción (yv. 14, 15):
«Su espada entrará en su mismo corazón.» Todo lo que ellos han preparado para derribar al
pobre y para matar al justo ( . 14), se volverá contra ellos. (C) Los que no sean
repentinamente quitados de en medio, quedarán inhabilitados para hacer el mal, pues les
serán inutilizados los instrumentos de su maldad: «Su arco será quebrado» ( v. 15b); más aún,
«sus brazos serán quebrados» (v. 17), de forma que no podrán seguir adelante con sus
perversas maquinaciones.
Versículos 2 1-23
1. Qué se requiere de nosotros como camino para nuestra felicidad. Si queremos obtener las
bendiciones de Dios:
1. Hemos de tomar conciencia de nuestro deber de dar a cada uno lo suyo, porque «el impío
toma prestado y no devuelve» (v. 21). Esto es lo primero que Dios demanda de nosotros:
hacer justicia (v. Miq. 6:8), dando a cada uno lo que le pertenece.
2. Hemos de estar prestos a amar misericordia; a todas las obras de caridad, compasión,
beneficencia, etc. (v. 21 b), pues así como es una prueba de la bondad de Dios el poner el
bien en nuestras manos, así es una prueba de nuestra bondad poner nuestro corazón donde
está el bien de nuestras manos, a fin de dar y prestar a otros.
3. Hemos de apartamos del pecado y empeñamos en la práctica de una piedad seria y sincera
(v. 27): «Apártate del mal y haz el bien» (com. 34:14; Is. 1:16, 17).
4. Debemos abundar en buena conversación y usar nuestra lengua para glorificar a Dios y
edificar al prójimo. Es parte del carácter del justo el que su boca derrama sabiduría (v. 30),
pues de la abundancia de un buen corazón hablará la boca lo que es bueno y útil para edificar
a otros.
5. Hemos de tener nuestra voluntad enteramente sometida a la voluntad y a la palabra de
Dios (v. 31): «La ley de su Dios está en su corazón.» En vano pretenderíamos que Dios es
nuestro Dios, si su ley no está dentro de nuestro corazón para hacer de ella la norma de
nuestra conducta.
II. Qué se nos promete, bajo estas condiciones, como ejemplos de nuestra dicha.
1. Que tendremos la bendición de Dios, y que esta bendición será la fuente dulce y segura de
todos nuestros consuelos y gozos temporales (v. 22): «Los que Dios bendice heredarán la
tierra» (v. lo dicho en la sección anterior).
2. Que Dios dirigirá y dispondrá todos los asuntos de ellos en la forma que más convenga para
la gloria de Dios (v. 23): «Por Yahweh son afianzados los pasos del hombre (hebr. guéber,
esforzado, guerrero, etc. Aquí, el que se esfuerza en cumplir con los requisitos del pacto), y
El (Yahweh) aprueba su camino.» Señal de esta aprobación es el éxito que Dios le concede y
la protección con que le rodea, pues le guía paso a paso y así le conserva en continua
dependencia de la dirección diyina.
3. Que Dios le preservará de quedar tendido en el suelo si cae en pecado o sufre algún grave
apuro (v. 24): «Cuando cayere, no quedará postrado, porque Yahweh sostiene su mano.» Una
persona piadosa podrá caer en pecado, pero la gracia de Dios le hará recobrarse mediante el
arrepentimiento, a fin de que no quede postrado en el pecado. Podrá, por algún tiempo,
perder el gozo de la salvación, pero le será luego restaurado, pues Dios le extenderá su mano
y le levantará por medio de su Santo Espíritu. Aunque la hoja se marchite, la raíz quedará
salva y sana; ya llegará la primavera después del invierno.
4. Que no nos faltará lo necesario para la vida (v. 25): «Joven fui y ya he envejecido, y no he
visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando el pan.» A pesar de las muchas
vicisitudes por las que puede pasar un hombre ya envejecido, David declara su personal
experiencia, fruto de la observación (no sólo como hombre, sino aún más como rey interesado
por el bien de sus súbditos), de no haber visto a ninguna persona piadosa y, por tanto,
honesta y trabajadora, que se viese reducida a la extrema necesidad.
5. Que Dios no nos abandonará, sino que nos protegerá amorosamente en nuestras
dificultades y estrecheces (v. 28): «Porque Yahweh ama la rectitud y no desampara a sus
santos. Para siempre serán guardados. » Dios se deleita en hacer justicia y en los que hacen
justicia.
6. Que dispondremos de las suficientes comodidades en este mundo, y mucho más cuando
salgamos de él: Tendremos para siempre una morada (hebr. shikhón --morarás--, vocablo de
la misma raíz que shekinah), ya en este mundo (v. 27), sin ser cortado (lit.), como la
descendencia de los impíos (v. 28b). Por tercera vez se repite que «los justos heredarán la
tierra» (el país pactado). No obstante, en este mundo no tenemos ciudad permanente (He.
13:14); morada perpetua nos está reservada en el Cielo (Jn. 14:2, 3).
7. Que no llegaremos a ser presa de nuestros adversarios que buscan nuestra ruina (vv. 32,
33).
Versículos 34-40
El salmista concluye aquí su sermón, diciéndonos:
1. Que el deber en que aquí insiste es el mismo que ha declarado anteriormente (v. 34):
«Espera en Yahweh y guarda su camino.» Si nos esmeramos en guardar el camino de Dios,
bien podemos poner gozosamente nuestra confianza en El y encomendarle nuestro camino (v.
5), pues hallaremos en Él un buen Amo, lo mismo para sus criados que trabajan que para los
que esperan sus órdenes y sus dones.
2. Las razones con que refuerza esa exhortación son también similares a las anteriores,
basadas en la cierta destrucción de los malvados y en la segura salvación de los justos.
(A) Vemos, por fin, la miseria de los malvados, por mucho que hayan prosperado algunos
años: «El final de los perversos es cortado» (v. 38b, literalmente), aunque también puede
significar la posteridad, conforme al doble sentido del vocablo hebreo ajarit. Si se admite
dicha versión literal, tenemos paralelismo con la primera parte del versículo; si se admite la
versión de ajarit por «posteridad», hay paralelismo antitético con el versículo anterior,
aunque también allí aparece el vocablo ajarit, con lo que tendríamos un contraste entre el
final pacífico, lleno de tranquilidad y consuelo, de los justos, y el final terrible, repentino, de
los malvados. A este final rápido aluden los versículos 35 y 36.
(B) En cambio, vemos la dicha y bendición de los justos; al menos, en su fin terrenal. Aun en
el caso de que hayan carecido de heredad en este mundo, les está reservada mansión en los
cielos: dignidad, honor, verdadera riqueza, en la Nueva Jerusalén, de la que Canaán era tipo.
Que todos tomen buena nota de esto (v. 37): «Considera al íntegro y mira al justo. Fíjate en
el resultado de su conducta (He. 13:7) y hallarás que su fin es paz. » No es el justo el que se
ha procurado su salvación; es obra de la iniciativa libre y amorosa —soberana— de Dios: «La
salvación de los justos. Viene de Yahweh» (v. 39, comp. con don. 2:9 y Ef. 2:8 _<y esto no
proviene de vosotros, pues es don de Dios»). El v. 40 dice literalmente: «Les ayudará Yahweh
y los libertará; los libertará de los perversos y los salvará, porque en El se han refugiado.» El,
que se refugia bajo las alas del Todo suficiente, no sólo hallará en El ayuda y libertad, sino
también segura salvación.
Este es uno de los salmos llamados penitenciales; está lleno de pesar y lamentación desde el
comienzo hasta el final, por lo que su carácter penitencial resalta todavía más que en los
salmos 6 y 32. No hay duda de que David tiene aquí ante su vista sus pecados y sus
aflicciones, por lo que su redacción es posterior a la época en que ocurrieron los
acontecimientos narrados antes de 2 S. 13. Se lamenta aquí David, I. Del desagrado de Dios y
de su propio pecado que provocó el desagrado de Dios hacia él (vv. 1-5). II. De su debilidad
corporal (vv. 6-10). III. De la falta de amabilidad de sus amigos (v. 11). IV. De las injurias que
le hicieron sus enemigos, apelando a su amistoso comportamiento con ellos, pero confesando
también sus pecados contra Dios (vv. 12-20). V. Finalmente, concluye el salmo con una
ferviente oración a Dios, a fin de que se digne otorgarle su presencia y su ayuda (vv. 21, 22).
Versículos 1-11
El título de este salmo es «Para hacer recordar» (el verbo está en la forma causativa activa
Hiphil—nota del traductor). La misma expresión aparece en el título del salmo 70.
1. Pide a Dios que aparte de él su ira (v. 1): «Yahweh, no me reprendas en tu furor... » Aun
cuando Dios nos reprenda y castigue, es posible que no lo haga con enojo y furor, pues eso es
como hiel y ajenjo en medio de la aflicción. Quienes deseen escapar de la ira de Dios, han de
orar por ello más que por cualquier otra aflicción que puedan sufrir, y estar contentos con
soportar cualquier otra aflicción que les pueda sobrevenir, si ésta procede del amor, no de la
ira, de Dios.
2. Se lamenta amargamente de las manifestaciones del desagrado de Dios contra él (v. 2):
«Porque tus saetas (comp. Dt. 32:23; Job 6:4; Lam. 3:12, 13; Ez. 5:16) se han clavado en mí,
y sobre mí está pesando tu mano. » Bajo estas metáforas expresa el salmista la enfermedad
que le aflige, como lo aclara, ya sin metáforas, el v. 3: «Nada hay sano en mi carne, etc. » La
amargura que le causaba la enfermedad no era lo peor; desfallecía su corazón (v. 8) y gemía
quejumbrosamente, olvidando su bravura de soldado, su dignidad de rey y el gozo del dulce
cantor de Israel.
3. Reconoce su pecado como causa de todos sus males y gime bajo el peso de su culpa más
que por el peso de cualquier otra aflicción (v. 3):
«No hay reposo en mis huesos, a causa de mi pecado. » A ello se debe la indignación de Dios
(y. 3a), que David reconoce como justificada y bien merecida, pues continúa (v. 4): «Porque
mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza, como las bravías olas del mar sobre una persona
que se está hundiendo; como carga pesada gravitan sobre mí más de lo que puedo soportar. »
El pecado impide al hombre elevarse y avanzar. «Hieden y supuran mis llagas», continúa
David, como una herida infectada a la que no se ha prestado el necesario cuidado; y eso, «a
causa de mi locura» (v. 5). Los pecados son heridas (Is. 1:6); heridas mortales y dolorosas.
Aun la más leve herida de éstas, si se descuida, puede tener fatales consecuencias cuando
falta el arrepentimiento.
4. Gime David a causa de sus aflicciones y da salida a sus penas derramando sus quejas en la
presencia del Señor: (A) Su mente se hallaba turbada, su conciencia estaba dolorida y no
encontraba reposo para su espíritu, pues ¿quién puede soportar un espíritu herido? Se veía
encorvado, abatido en gran manera (v. 6), debilitado y molido (v. 8). (B) Estaba enfermo y
débil de cuerpo, con una llaga semejante a la de Ezequías, con fiebre e inflamación (v. 7):
«Porque mis lomos están ardiendo de fiebre, y nada hay sano en mi carne. » La enfermedad
puede destemplar el cuerpo más fuerte y vigoroso. David era famoso por su valentía, pero
cuando Dios contendió con él por medio de la enfermedad y de la impresión que su ira hizo en
la mente de él, su corazón desfallecía y se hizo más débil que el agua. (C) Sus amigos se
portaban muy mal con él (v. 11): «Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi
llaga, y mis allegados (sus parientes) se han alejado», a pesar de que seguramente su
enfermedad nada tenía de infecciosa.
5. En medio de sus quejas, se consuela con el pensamiento de que Dios toma nota de sus
aflicciones lo mismo que de sus oraciones (v. 9):«Señor, delante de ti están todos mis deseos,
y mi suspiro no te es oculto. » Como diciendo: «Tú conoces las bendiciones por las que suspiro
y el peso que me abate.»
Versículos 12-22
1. Se queja ahora David del poder y de la perversidad de sus enemigos, los cuales, al
parecer, no sólo aprovecharon la ocasión de su debilidad corporal y mental para insultarle,
sino que vieron en ello la oportunidad para hacerle daño. Muchas cosas tiene que decir contra
ellos, y las presenta como razón por la que Dios habría de manifestarse a favor el él, como
decía en otro lugar: «Mira mis enemigos)) (24:19). Aquí dice de ellos: «Tienden lazos...
hablan de iniquidades.., maquinan engaños» (v. 12). En estas tareas se muestran «activos y
poderosos y... aborrecen mi causa (v. 19), aprovechándose de cualquier desliz mío (vv. 16,
17), aumentándolo y divulgándolo con toda insolencia y alegrándose de mis fallos. No sólo son
injustos, sino también ingratos, pues yo no les he hecho ningún mal; me pagan mal por bien
(y. 20. Comp. con 109:4, 5); me son contrarios por seguir yo lo bueno. » Le odiaban
precisamente por la amabilidad que les dispensaba y por la devoción y obediencia a su Dios;
le odiaban a él porque odiaban a Dios y a cuantos son imitadores de Dios.
2. Se consuela con la reflexión sobre su apacible y piadosa conducta bajo todas las injurias e
indignidades que le eran hechas. Si tenemos celo por el bien, ¿quién es el que nos podrá
hacer daño?(l P. 3:13). Esto es lo que hizo David aquí: Se mantuvo tranquilo y no se
descompuso por ninguna de las injurias que le fueron hechas y dichas (vv. 13, 14), en lo cual
fue tipo de Cristo, quien fue como una oveja que delante de sus trasquiladores está muda (Is.
53:7), quien cuando le maldecían, no respondía con maldición (1 P. 2:23). David se mantenía
en comunión con su Dios por medio de la fe y de la oración. Sus amigos, que deberían haber
estado a su lado y a favor de la causa, se apartaban de él (v. 11); pero Dios es un amigo que
nunca nos abandonará si ponemos nuestra esperanza en El: «Tú responderás, Yahweh Dios
mío» (v. 15).
3. Se siente David a punto de resbalar, zozobrar y caer (vv. 16, 17), no sólo bajo el peso de
su enfermedad, sino también ante el mal trato que recibe de sus enemigos. Son acentos
parecidos a los de Asaf en el salmo 73:2 y ss. Aun las personas buenas, si persisten en
considerar la aflicción en que se hallan, se ven tentados a resbalar, cuando se habrían
mantenido firmes en su posición si hubiesen tenido fija su atención en Dios. Aun cuando
delante de los hombres podía justificarse, delante de Dios se ve obligado David a condenarse
a sí mismo (v. 18): «Por tanto, confieso mi maldad, y me contrista mi pecado.» Esto le
ayudaba grandemente a permanecer en silencio bajo las reprensiones de la Providencia y los
reproches de los hombres.
4. Concluye con una ferviente oración a Dios, a fin de que le otorgue su presencia y su favor
(vv. 21, 22): «No me desampares, oh Yahweh. Aun cuando mis amigos se alejen de mí y
aunque merezco ser desamparado por ti, Dios mío, no te alejes de mí, conforme al temor de
mi incrédulo corazón, sino apresúrate a ayudarme, oh Señor, salvación mía.»
Y se agravó mi dolor.
3 Se enardeció mi corazón dentro de mí;
Porque tú lo hiciste.
10 Quita de sobre mí tu plaga;
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Comentario a Salmos 39
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Parece ser que David se hallaba en gran aprieto cuando compuso este salmo, pues le resulta
difícil seguir el consejo que ha dado a otros (salmo 37) de guardar silencio ante el Señor y
esperar en Él sin impacientarse. I. Declara la lucha que sentía en su pecho entre la gracia y la
corrupción, entre la pasión y la paciencia (vv. 1-3). II. Medita sobre la fragilidad de la vida
humana y ruega a Dios que le instruya acerca de ello (vv. 4-6). III. Pide a Dios que le perdone
sus pecados, retire de él sus aflicciones y le alargue la vida hasta que esté debidamente
preparado para morir (vv. 7-13).
Versículos 1-6
David dirige este salmo a Yedutún (hebr. lduthún), uno de los directores de coro que él había
nombrado para el servicio del santuario (1 Cr. 16:41; 25:1-3). Reflexiona aquí sobre los
sentimientos de su corazón en medio de las aflicciones que sufre.
1. Recuerda el pacto que había hecho con Dios. Siempre que nos sentimos tentados a pecar,
hemos de recordar los solemnes votos que hemos hecho de no cometer algún pecado
particular en el que nos vemos prestos a caer.
(A) Trae a la memoria la resolución que había hecho de ser cauto y circunspecto en su
conducta (v. 1): «Velaré sobre mis pasos. » Después de decidir velar sobre nuestros pasos,
debemos recordar a menudo tal resolución.
(B) Trae también a la memoria la especial resolución que había hecho de abstenerse de
pecar con la lengua. No resulta fácil a veces impedir que se introduzca en nuestra mente un
mal pensamiento; pero, en el caso de que tal cosa suceda, hemos de frenar la lengua, como
David, a fin de que no salga al exterior el mal pensamiento: «Pondré a mi boca un freno»,
dice él. La vigilancia en el hábito es el freno en la cabeza; la vigilancia en el acto es la mano
en el freno. Es como la mordaza que se le pone a un perro feroz y sin domesticar. Con una
rápida decisión se impide que una palabra corrompida salga de la boca, y así se le pone freno
o mordaza. Cuando David se hallaba en compañía de los impíos (v. 1b), se cuidaba de decir
cosa alguna que sirviese para que ellos se endurecieran ç blasfemaran.
2. Conforme a este propósito, estaba dispuesto a pasar prontamente a poner por obra su
resolución (v. 2): «Enmudecí, guardé silencio y me callé» (la frase siguiente —nota del
traductor— es traducida en versiones antiguas, también en la RV 1960: «aun respecto de lo
bueno», lo cual, como afirma M. Henry que sigue dicha lectura, indicaría una debilidad de
David, al no ser capaz de hablar ni lo bueno, pero el gran Diccionario de Brown-Driver-Briggs
lo traduce como «a causa de lo bueno», es decir, a causa de la felicidad de los impíos, como
dicen el texto y el margen en la RV 1977).
3. Cuanto menos hablaba, más pensaba y se enardecía de dolor e ira (vv. 2, 3). Había puesto
mordaza a su lengua, pero no pudo ponerla a su corazón. Nótese que quienes se hallan con el
ánimo impaciente y airado no deben avivar el fuego mediante una meditación prolongada,
porque, mientras permiten que sus pensamientos se fijen en las causas de sus calamidades, el
fuego del descontento recibe más combustible y arde con mayor furia. Por consiguiente, si
queremos impedir las explosiones de una pasión sin freno, hemos de impedir primero la
continuación de unos pensamientos pertinaces.
4. Cuando, por fin, se decidió a hablar (y. 3b), lo hizo con buen objeto (más bien que con
enfado, como opinan algunos).
(A) Pide a Dios que le haga ver la brevedad de la vida (y. 4): «Hazme saber, Yahweh, mi
fin... » No pide a Dios que le haga saber cuándo va a morir, sino que le haga percatarse de la
fragilidad y brevedad de la vida, como se ve por el contexto. Este pensamiento es siempre
útil. Para el impío, el fin de la vida es el fin de todos sus placeres; para el piadoso, es el fin
de todos su dolores. Cuando consideramos la muerte como algo muy distante, estamos
tentados a prorrogar la necesaria preparación para este último momento en este mundo;
pero, si consideramos cuán corta es la vida terrenal, nos veremos espoleados a obrar el bien,
no sólo con todas nuestras fuerzas, sino también con toda premura posible.
(B) Medita a continuación sobre esa brevedad de la vida, con el ruego implícito de que Dios
le alivie la carga de sus pecados y de sus aflicciones (v. 5): «He aquí, diste a mis días la
largura de un palmo.» Observa Arconada: «El palmo hebreo no era como el nuestro (distancia
que va entre meñique y pulgar de la mano extendida, unos veinte centímetros), sino la
distancia entre los cuatro dedos (excluido el pulgar) de la mano cerrada y plana (unos siete
centímetros); por lo tanto, la imagen significa Un tiempo mucho más corto de lo que
podríamos imaginar.» No necesitamos, pues, grandes conocimientos de matemáticas para
medir nuestra vida, ya que su fin está en la punta de cuatro dedos de la mano. Nuestro
tiempo es corto; así lo ha hecho Dios y así lo sabe Él: «El tiempo de mi vida es como nada
delante de ti» (v. 5b). No es extraño que este versículo finalice con una pausa (hebr. selah),
pues bien merece la pena pararse a reflexionar sobre una verdad tan tremenda. Como prueba
de la vanidad de la vida del hombre sobre la tierra, David menciona (v. 6) tres cosas:
(a) La vanidad de nuestros goces y de nuestros honores, pues incluso cuando más majestuoso
pueda aparecer a la vista de los hombres, no es más que como una sombra que pasa, un vano
alarde.
(b) La vanidad de nuestras penas y de nuestros temores, pues «en vano se afana» (lit, en
vano obran tumultuosamente), es decir, actúa apresurada y estrepitosamente, tanto por afán
de conseguir lo que desea como por escapar de lo que teme, siendo frecuentemente sus
temores fruto únicamente de su fantasía y, por ello, pura vanidad.
(C) La vanidad de sus preocupaciones y fatigas: «Amontona riquezas y no sabe quién las
recogerá.» ¡Cuán gráfica y persuasivamente lo expresó el Señor en la parábola del rico necio!
(Lc. 12:16-2 1). Las riquezas son como el fiemo que se emplea para abonar los campos: si se
amontona, huele que apesta; pero si se distribuye, sirve para fertilizar la tierra.
Versículos 7-13
En estos versículos, el salmista vuelve los ojos y el corazón hacia el Cielo. Cuando uno se
percata de que no puede hallarse satisfacción sólida en las criaturas, está preparado para
hallarla en la comunión con Dios; y a El deberían conducirnos los desengaños que sufrimos en
este mundo. Vemos aquí:
1. Su dependencia de Dios (v. 7). No espera conseguir la felicidad en las cosas de este mundo
y, por eso, le dice a Dios: « Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? Nada de las cosas de los
sentidos ni del tiempo; no tengo nada que desear, nada que esperar, de las cosas de la tierra.
Mi esperanza está en ti. » No podemos echar cuentas de tener siempre buena salud, prósperos
negocios, muchos y buenos amigos, etc., pues todo eso es tan incierto y caduco como nuestra
existencia en este mundo.
2. Su sumisión a Dios y su gozosa aquiescencia a la voluntad de Dios (v. 9): «Tú lo hiciste».
Como diciendo: «Esto no ocurrió por casualidad, sino por designio tuyo.» En todos los
acontecimientos, hemos de decir:
«Este es el dedo de Dios», cualesquiera sean los instrumentos de que se valga.
3. Su deseo de Dios y la plegaria que le dirige:
(A) Para que le perdone su pecado y le preserve de la confusión (v. 8). Antes de pedir:
«Retira de mí tus golpes» (v. 10), dice: «Líbrame de todas mis transgresiones» (v. 8);
perdonándole la culpa, puede esperar que le libre del castigo que se merece por su pecado. Y
añade: «No me pongas por escarnio del insensato» (v. 8b). Los malvados son insensatos (aquí
aparece, una vez más, el vocablo hebreo nabal, como en 14:1; 53:1).
Lo peor es que piensan que son listos cuando hacen escarnio de los buenos, lo cual es
precisamente su mayor locura.
(B) Para que retire de él su aflicción, pues se halla muy deprimido a causa de ella (v. 10):
«Retira de mí tus golpes; estoy consumido bajo la dureza de tu mano.» Su enfermedad le
había debilitado hasta tal punto que su ánimo estaba decaído, su fuerza se hallaba exhausta,
y su cuerpo se había vuelto macilento. Nuestras malas obras nos atraen la aflicción, por lo
que somos castigados con nuestra propia vara. Es el yugo de nuestras rebeliones, aunque haya
sido atado por su mano (Lam. 1:4). No obstante, los golpes de la disciplina de Dios son para
nuestro bien (v. 11):
«Castigando sus pecados, corriges al hombre» (comp. Heb. 12:6-1 1). La belleza del hombre:
todo lo que él más aprecia; ya sea la vida, la comodidad, los placeres, las riquezas, las
fuerzas y la misma hermosura del cuerpo, todo ello queda consumido por la mano de Dios,
que hace la labor de la polilla (comp. Os. 5:12).
(C) Ruega a Dios que escuche su oración y le dé un poco de respiro ante la brevedad de la
vida. Ahora se ve como forastero y huésped (v. 12, comp. con 1 P. 2:11), lo mismo que sus
antepasados, reconociendo así que se halla de paso en este mundo y que va de viaje a otro
mundo mejor, no pensando que estará en su propia casa hasta que llegue al hogar celestial.
Pero antes necesita recobrarse un poco (v. 13): «Déjame y tomaré fuerzas, antes que me vaya
y perezca.» Como diciendo: «Haz que me recupere de esta enfermedad, que recobre la
energía de mi cuerpo y de mi mente, para que, con el ánimo calmado, pueda prepararme
mejor para el momento en que tenga que marcharme de este mundo.»
1
Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
2
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
3
Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová.
4
Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.
5
Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas;
Y tus pensamientos para con nosotros,
No es posible contarlos ante ti.
Si yo anunciare y hablare de ellos,
No pueden ser enumerados.
6
Sacrificio y ofrenda no te agrada;
Has abierto mis oídos;
Holocausto y expiación no has demandado.
7
Entonces dije: He aquí, vengo;
En el rollo del libro está escrito de mí;
8
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,
Y tu ley está en medio de mi corazón.
9
He anunciado justicia en grande congregación;
He aquí, no refrené mis labios,
Jehová, tú lo sabes.
10
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
He publicado tu fidelidad y tu salvación;
No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.
11
Jehová, no retengas de mí tus misericordias;
Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre.
12
Porque me han rodeado males sin número;
Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla.
13
Quieras, oh Jehová, librarme;
Jehová, apresúrate a socorrerme.
14
Sean avergonzados y confundidos a una
Los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
Los que mi mal desean;
15
Sean asolados en pago de su afrenta
Los que me dicen ¡Ea!, ¡ea!
16
Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan,
Y digan siempre los que aman tu salvación:
Jehová sea enaltecido.
17
Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes
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Comentario a Salmos --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Parece ser que David redactó este salmo con ocasión de su liberación, por el poder y la
bondad de Dios, de alguna gran aflicción bajo la cual estaba en peligro de quedar aplastado;
es probable que se hallase en un estado de turbación mental, acuciado por la conciencia de
pecado y del desagrado de Dios contra él a causa de dicho pecado. En este salmo, I. David
hace mención del favor que le ha dispensado Dios al librarle de su grave aprieto, y le tributa
alabanzas con gratitud (vv. 1-5). II. De aquí toma ocasión para hablar proféticamente de la
obra de la redención por medio de Cristo (vv. 6-10). III. Esto le anima a rogar a Dios favor y
gracia para sí y para sus amigos (vv. 11-17).
Versículos 1-5
1. Vemos el grave apuro en que se había encontrado el salmista.
2. Vemos también el refugio que buscó en Dios y su confianza firme en que le había de sacar
de aquel aprieto (v. 1): ‘(Pacientemente esperé» (lit. Esperando esperé —hebraísmo de
énfasis). No esperaba alivio de ninguna otra parte sino de Dios; la misma mano que desgarra
curará; la misma que hiere vendará (Os. 6:1); de no ser así, no habría remedio. David esperó
pacientemente, lo cual insinúa que el alivio no vino pronto; sin embargo, él no dudaba de que
había de venir y, por eso, decidió continuar creyendo y esperando, y orando, hasta que
llegase. Esto podría también aplicarse a Cristo, quien, tanto en Getsemaní como en la cruz,
continuó orando en su agonía al que le podía librar de la muerte, fue oído y librado de su
temor (He. 5:7, conforme al sentido, ya que no según la letra, del original).
3. Su consoladora experiencia de la bondad de Dios hacia él en su aflicción, la cual queda
aquí mencionada para alabar y honrar a Dios, y para animar y estimular a otros: «Se inclinó
hacia mí y escuchó mi clamor.» Quienes, en su piedad, han sido presa de la melancolía y han
hallado alivio a ella por la gracia de Dios, pueden aplicarse a sí mismos estos sentimientos de
David, pues han sido extraídos también de un horrible pozo (y. 2). El favor de Dios es
completo cuando los pies quedan firmemente asentados sobre una roca, viéndose alzados con
tan estupenda elevación tanto como antes se habían visto hundidos en las voraces fauces de
un pozo hondísimo. «Puso luego en mi boca —prosigue David— un cántico nuevo de alabanza a
nuestro Dios» (y. 3. Lit.). Como diciendo: «Me dio nuevos motivos para regocijarme y como un
nuevo corazón para expresar mi regocijo con un cántico que fuese como un nuevo himno de
alabanza a El.»
4. La experiencia de David había de animar a muchos a esperar en Dios; a ese fin, dice a
continuación: «Verán esto muchos, y temerán y confiarán en Yahweh» (y. 3b). Hay un temor
santo y reverente de Dios, que no sólo es compatible con la confianza en El, sino que es el
sólido fundamento de dicha confianza. No le temerán para huir de El, sino para echarse en
sus brazos, cuando se hallen en los más graves aprietos, no dudando de que le encontrarán
tan presto a ayudarles a ellos como le encontró David en su terrible aflicción. El salmista
invita a otros a poner en Dios su esperanza como él lo hizo, y declara dichosos a quienes así
actúen (v. 4): «Dichoso el varón (lit, guerrero, valiente) que puso en Yahweh su confianza y
no se volvió a los soberbios» (lit.), es decir (con la mayor probabilidad), no se va con altivos y
rebeldes, que se apartan de Dios para ir en pos de la mentira, esto es, de los ídolos. David se
siente embargado de emoción y gratitud al recordar las múltiples maravillas que Dios ha
obrado a favor de él (v. 5); tantas que —dice— «no es posible enumerártelas» (traducción más
probable que la de «No hay nadie comparable a ti»). Esas maravillas que Dios hace a nuestro
favor son el producto de los benignos designios para con nosotros en la mente de Dios la
infinita sabiduría de Dios al servicio de su infinito amor (Jer. 3 1:3; 1 Co. 2:7), «pensamientos
de paz y no de desgracia» (Jer. 29:11). Cómo se unen los anillos de esa áurea cadena es, por
ahora, un gran misterio para nosotros, pero llegará un día feliz en que se rasgue el velo y
podamos contemplar la beatífica realidad. Al presente, hemos de contentarnos con añadir un
largo etcétera a la enumeración agradecida de los favores que de Dios hemos recibido y
adorar después las cuatro dimensiones de su amor en Cristo (Ef. 3:18, 19), sin esperanza
alguna de hallarles el límite.
Versículos 6-10
Después de extasiarse ante las maravillas que obra Dios a favor de los suyos, es llevado
extrañamente a predecir aquella maravilla de maravillas que es la obra de nuestra redeción
por medio de nuestro Señor Jesucristo. Estos versículos son citados, a tal efecto, en la
Epístola a los hebreos 10:5 y ss., como puestos en boca del Salvador.
1. Vemos primero la absoluta insuficiencia de los sacrificios legales para hacer expiación por
el pecado a fin de obtener nuestra paz con Dios:
«Sacrificio y ofrenda no deseaste» (lit.), es decir, no quisiste que el Redentor los ofreciese.
Algo tenía que ofrecer, pero no eso (He. 8:3).
Incluso cuando la ley acerca de los sacrificios estaba en toda su vigencia, puede decirse que
Dios no los requería ni los aceptaba por lo que eran en sí mismos, puesto que no tenían fuerza
alguna para quitar los pecados (He. 10:4) ni, por tanto, para satisfacer a la justicia de Dios.
La vida de una oveja o de un buey, que tiene mucho menos valor que la vida de un hombre
(Mt. 12:12), no podía en modo alguno equivaler al precio requerido para nuestra redención (y.
1. P. 1:18-20). Ni podía quitar el miedo al pecado pacificando la conciencia, ni remover el
poder del pecado santificando la naturaleza. Todo su valor consistía en su referencia al
sacrificio de Jesucristo, del que eran figura y sombra, símbolos en que poner a prueba la fe y
la obediencia del pueblo de Dios. Pero había de llegar la sustancia, la realidad, que es Cristo,
capaz de dar a Dios la gloria, y a los hombres la gracia, que aquellos sacrificios no podían por
sí mismos dar.
2. La designación del Señor Jesús para la obra y el oficio de Mediador: «Me horadaste los
oídos» (lit.), expresión que alude, por una parte, a Ex. 21:6, donde le son horadados los oídos
al siervo que se queda libremente con su amo (comp. con Fil. 2:7, 8) y, por otra, a Is. 50:4, 5,
donde el oír conecta con el obedecer, teniendo además en cuenta que, en hebreo, se usa el
mismo vocablo para ambos verbos. Es bien sabido —nota del traductor— que el autor de
Hebreos tomó de los LXX la cita correspondiente, con lo que He. 10:5 dice literalmente: «Mas
me preparaste (un) cuerpo. » El sentido no varía, ya que, si el oído es el instrumento para
recibir el mandato de Dios, el cuerpo es el medio exterior con que cumplirlo (v. 2 Co. 5:10
«por medio del cuerpo». Lit.). Un rabino converso me hizo notar que el cuerpo del feto tiene
la forma de una oreja.
3. Su consentimiento voluntario a la obra que se le encomendó (v 7): «Entonces dije: Yo voy»
(lit.). Como diciendo: «Puesto que no deseas sacrificio, ni ofrenda, ni holocausto, ni expiación
(v. 6), aquí me tienes a mí, decidido a entrar en liza con los poderes de las tinieblas y mirar
por el interés de tu gloria y de tu reino, antes que dejar sin hacer la obra de la redención.
Aquí me tienes dispuesto a ser enviado al mundo cuando se cumpla la plenitud de los tiempos
(v. Mr. 1:15). Para todos los santos del A.T. seré «el que viene» (Mt. 11:3; Le. 7:19, 20; He.
10:37. Lit.).»
4. El motivo por el que vino a dar cumplimiento a esta obra: «En el rollo (aludiendo a la
forma en que se escribían los documentos) del libro (es decir, de la Escritura Sagrada) está
escrito de mí. » ¿Qué es lo que estaba escrito de él? —nota del traductor— (A) El texto
masorético actual hace aquí un corte; por lo que nuestras versiones le hacen seguir, por ello,
de punto y coma. Se referiría entonces a lo anterior, con lo que se insinúa más claramente el
sentido mesiánico (el cual aparece, ya de manifiesto, en He. 10:5-7). (B) Otras versiones
modernas hacen desaparecer dicho corte, y unen la frase con lo que sigue, traduciendo así:
«Se me ha prescrito en el rollo del libro hacer tu voluntad» (Biblia de Jerusalén.
De modo parecido, la versión de Arconada en La Sagrada Escritura de la B.A.C., la Nueva
Biblia Española y la de Las Buenas Nuevas). (C) La New international Version propone una
tercera lectura, como alternativa a la que aparece en nuestras versiones RV: «He venido con
el rollo escrito para mí. El hacer tu voluntad, etc.» Si se adopta la 2da lectura, el sentido
mesiánico sólo se sabría con el texto de He. 10:5-7 a la vista.
5. El gozo con que tomó a pechos esta empresa. Habiéndose ofrecido voluntariamente a ella,
no le volvió después la espalda, ni se desanimó por lo arduo de la obra, sino que la llevó a
cabo gozoso y satisfecho: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en
medio de mi corazón.» Esta frase no está citada literalmente en He. 10:7, pero el gozo con
que Cristo cumplió la voluntad del Padre en la obra de la redención queda registrado en Is.
53:11; He. 12:2 «por el gozo puesto delante de El... »
6. La proclamación del Evangelio en medio de todo el pueblo: «... en la gran congregación...
a la gran asamblea» (vv. 9, 10). El mismo que, como sacerdote, llevó a cabo por nosotros la
obra de la redención, la proclamó, como profeta; primero, por sí mismo; después, por medio
de sus apóstoles; ahora, y por los siglos, mediante su palabra y su espíritu (He. 2:3,4). Lo que
proclama es la justicia de Dios (vv. 9, 10), así como su fidelidad y salvación (explanación de
justicia), repitiendo de forma inversa, en el estilo siguiente, bajo los sinónimos misericordia y
verdad, el tan conocido binomio. Véase cómo repite: «He proclamado..., no refrene mis
labios... No encubrí... He publicado... No oculté... » (comp. con Hch. 20:20, 21, 27).
Versículos 1 1-17
Después de haber meditado sobre la obra de la redención y hablado de ella en la persona del
Mesías, el salmista habla ahora en su propio nombre.
1. Esto puede animarnos a suplicar el favor de Dios y a ponernos bajo la protección de su
gracia (v. 11): « Yahweh, Tú que no escatimaste a tu propio Hijo (Ro. 8:32), no retengas, no
escatimes tu compasión (lit.) hacia mí, porque ¿no nos darás también con El todas las cosas?
Tu misericordia y tu verdad me guarden (es decir, me preserven) siempre. »
2. También nos puede animar, con respecto a nuestros pecados, el que Jesucristo, mediante
la obra de la cruz, nos haya descargado de ellos (2 Co. 5:19), cosa que ni sacrificios ni
ofrendas podían hacer. El salmista ve en sus pecados males, los peores males, y en mayor
número que los cabellos de su cabeza (y. 12). La vista de sus pecados le oprimía de tal forma
que le debilitaba los ojos y el corazón: «no puedo levantarla vista... y mi corazón me falla»,
dice literalmente. Con qué acentos tan apasionados dama (v. 13): «Dígnate, oh Yahweh,
librarme.» En casos de esta naturaleza, cuando se juega el destino de un alma inmortal, toda
tardanza es peligrosa; por eso, añade: «Yahweh, apresúrate a socorrerme. »
3. Asimismo puede animarnos a confiar en la victoria sobre nuestros enemigos espirituales,
quienes buscan la destrucción de nuestra alma (v. 14) —aun cuando el salmista se refiere al
peligro de su vida—. Si Cristo ha triunfado sobre ellos, seremos por medio de El más que
vencedores. Con esta fe, podemos orar, como David, con humilde osadía: «Sean avergonzados
y confundidos a una... Vuelvan las espaldas y avergüéncense... (v. 14) Queden consternados
en pago de su afrenta» (v. 15). Cuando un hijo de Dios es llevado hasta el borde mismo del
pozo, Satanás grita: ¡Ja, ja!», pensando que ya ha ganado la partida, pero queda consternado
cuando ve un tizón arrebatado del incendio (Zac. 3:2).
4. El salmista anima también a todos los que buscan a Dios a que se unan al gozo del que él
disfruta y a las alabanzas que tributa a Yahweh (y. 16).
5. Finalmente, cuantos se hallan afligidos y necesitados a pesar de ser hijos de Dios, como
David, pueden confiar en la ayuda y liberación que Dios presta sin falta a los suyos (v. 17):
«Aunque yo estoy afligido y necesitado, Yahweh pensará en mí. » De una Mente Eterna que,
por ello, está eternamente pensando en cada uno de nosotros, bien se puede esperar
confiadamente la ayuda y la liberación que necesitemos.
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Comentario a Salmos 47
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El objeto de este salmo es estimularnos a alabar a Dios. En este salmo:
I. Se nos instruye sobre el modo de hacerlo, pública, alegre e inteligentemente (vv.1, 6, 7).
II. Se nos provee de material para la alabanza:
1. La majestad de Dios (v. 2).
2. Su dominio soberano y universal (vv. 2, 7-9).
3. Las grandes cosas que ha hecho, y hará, por su pueblo (vv. 3-5).
Sobre la ocasión de su redacción, se han hecho muchas suposiciones, pero nada se sabe de
cierto.
Versículos 1-4
El salmista, con el corazón lleno de grandes y buenos pensamientos acerca de Dios, trata de
estimular a cuantos le rodean a que canten las divinas alabanzas.
1. Quiénes son convocados a alabar a Dios: «Pueblos todos, etc.’) Así que puede tomarse
como una profecía de la conversión de los gentiles y de su entrada en la Iglesia (comp. con
Ro. 15:11).
2. Qué es lo que se le pide que hagan: «Batid palmas», como quienes no pueden contener su
entusiasmo; «aclamada Dios con gritos de júbilo»; no para que Dios les oiga, sino para hacer
que lo oigan todos los que los contemplan. Han de regocijarse en Dios, en su poder y en su
bondad, para que puedan unirse a ellos quienes les ven y participen del mismo regocijo.
3. Qué es lo que se nos propone como materia de nuestra alabanza (y. 2): «Porque Yahweh el
Altísimo es temible —es decir, causa pavor—; Rey grande sobre toda la tierra, con cuidados
especiales para su pueblo.» Esto lo había hecho Dios por ellos, como lo atestigua su
establecimiento en Canaán, y su continuación allí hasta el día en que esto se escribía. El reino
del Mesías ha de establecerse sobre toda la tierra, sin estar confinado únicamente a la nación
de Israel. «El nos elegirá nuestras heredades» (y. 4). Había escogido el país de Canaán para
que fuese la heredad de Israel y, al fijar su santuario en medio de ellos, lo había convertido
en «la gloria (más exactamente, el orgullo, comp. Am. 6:8) de Jacob. » Espiritualmente,
puede aplicarse: (A) A la dicha de los santos, por haber escogido Dios mismo para ellos una
herencia incorruptible (1 P 1:4). (B) A la fe y sumisión de los santos a Dios. Éste sabe mucho
mejor que yo lo que me conviene y, por tanto, sólo quiero lo que El haya dispuesto para mí. »
Versículos 5-9
¿No habrían de alabar los súbditos a su rey? Dios es nuestro Rey y, por tanto, debemos
alabarle. El versículo 7 parece sugerir un determinado modo de alabar a Dios: «Cantad con
destreza.>) El hebreo dice:
«Cantad un masquil », lo que, con la mayor probabilidad, indica una determinada melodía, la
que, por supuesto, había de ser cantada con todo esmero, como se merece Aquel a quien el
canto se dirige. A Dios hemos de cantarle con entendimiento (1 Co. 14:15), como llevados del
Espíritu Santo (Ef. 5:19) y, por tanto, del mejor modo que nos lo permitan nuestra voz y
nuestro oído.
1. Hemos de alabar a Dios en su ascender (v. 5): «Sube Dios entre aclamaciones»; lo cual
puede referirse, (A) a la subida del arca al Monte Sión, pues siendo el arca la señal visible de
la presencia de Dios entre ellos, bien se le podía aplicare! verbo «subir» adondequiera fuese
puesta después de estar en medio de ellos; (B) con mayor probabilidad, a la subida de Dios
mismo a su morada celestial después de haber intervenido en el campo de batalla a favor de
su pueblo; (C) en sentido acomodado, a la ascensión del Señor Jesús a los cielos, después de
haber consumado su obra de redención en la tierra (Hch. 1:9).
2. Hemos de alabar a Dios en su reinar (vv. 7,8): «Se sentó Dios sobre su santo trono», sobre
su trono celestial, desde el que lo gobierna todo. Obsérvese la extensión del gobierno de
Dios: todos nacen bajo su feudo; incluso los paganos, que sirven a otros dioses, están
gobernados por el Dios verdadero, nuestro Dios, lo quieran o no. Véase también la equidad de
su gobierno: el trono en que se sienta es santo y desde allí da leyes, órdenes, decretos,
garantías, sentencias, etc. en las que, podemos estar seguros, no se halla injusticia alguna.
3. Hemos de alabar a Dios cuando le vemos honrado por los príncipes de los pueblos, de todos
los pueblos de la tierra, como pueblo (o, mejor, con el pueblo) del Dios de Abraham (v. 9).
Dice el doctor Cohen: «La mención de Abraham une la profecía sobre el futuro con la promesa
hecha en el pasado de que había de llegar a ser padre de una multitud de naciones (Gn.
17:4).» Y, citando a Maclaren, continúa: «La obliteración de la distinción entre Israel y las
naciones mediante la incorporación de éstas, de forma que los pueblos lleguen a formar parte
del pueblo del Dios de Abraham, flota ante la vista profética del cantor, como el objetivo
final de la gran manifestación que Dios hace de sí mismo. » «Los escudos de la tierra» (y. 10)
designan simplemente los reyes y príncipes de los respectivos pueblos; con el término
«escudos» (hebreo, maguinney) se designan, en Os. 4:18, los gobernantes. Como aplicación
espiritual, podemos señalar que esos «escudos», enseñas de dignidad real (v. 1 R. 14:27, 28),
se rinden ante el Señor Jesús, de la misma manera que se ofrecen a un conquistador,
soberano o persona notable, las llaves de una ciudad. Cuando los príncipes de este mundo
hacen lo posible para que se protejan y prosperen los intereses de la religión cristiana, es
entonces grandemente enaltecido el Señor Jesucristo.
Salmos 48 -Hermosura y gloria de Sion-
Salmos 51
-Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido David
adulterio con Betsabé.-
Salmos 52
1 ¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso?
La misericordia de Dios es continua.
2 Agravios maquina tu lengua;
Como navaja afilada hace engaño.
3 Amaste el mal más que el bien,
La mentira más que la verdad. Selah
4 Has amado toda suerte de palabras perniciosas,
Engañosa lengua.
5 Por tanto, Dios te destruirá para siempre;
Te asolará y te arrancará de tu morada,
Y te desarraigará de la tierra de los vivientes. Selah
6 Verán los justos, y temerán;
Se reirán de él, diciendo:
7 He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza,
Sino que confió en la multitud de sus riquezas,
Y se mantuvo en su maldad.
8 Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios;
En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.
9 Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así;
Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.
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Comentario al Salmo 52
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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David estaba embargado de tristeza cuando dijo a Abiatar (1a S. 22:22): «Yo he ocasionado
la muerte a todas las personas de la casa de tu padre», las cuales fueron ejecutadas por Saúl
tras la malvada información que le dio Doeg. En este salmo, David, Riñe a Doeg por lo que ha
hecho (v. 1). II. Le acusa (vv. 2-4). III. Pronuncia sentencia contra El (v. 5). IV. Predice el
júbilo de los justos ante la ejecución de la sentencia (vv. 6,7). V. Se consuela con la
misericordia de Dios (vv. 8, 9).
Versículos 1-5
1. David arguye razonablemente con su orgulloso y malvado interlocutor (v. 1). Doeg era,
por su oficio, un potentado (hebreo, guibor —el mismo vocablo de Is. 9:6), pues era uno de
los servidores más encumbrados de Saúl. De esto se jactaba, no sólo del poder que tenía para
hacer el mal, sino del mal que hacía en virtud de tal poder, de ahí la significación de
«tirano» que dicho vocablo comporta aquí. « Resulta incierto —dice el propio M. Henry—
(nota del traductor) cómo cuadran aquí las palabras que siguen: «El amor misericordioso
(hebreo, jesed) de Dios dura siempre (lit. todo el día). » La razón más probable es la que
apunta el rabino Dr. Cohen: Dios (hebreo, El) es el verdaderamente Fuerte, en comparación
con el cual el poder del mayor potentado es como nada. Sin embargo, no es de despreciar la
razón que M. Henry da como la más probable: «Dios está continuamente haciendo el bien, y
quienes le imitan tienen alguna razón para gloriarse de ello; pero tú estás continuamente
haciendo el mal y siendo así tan poco semejante, y aun contrario, a El, te jactas, sin
embargo, en hacer el mal. »
2. Presenta contra él un cargo muy grave en el tribunal del Cielo (vv. 2-4). Le acusa de
perversidad, tanto de lengua como de corazón. De cuatro cosas le acusa: (A) Maldad. Su
lengua maquina destrucción (v. 2, lit.), pues no sólo punza como una aguja, sino que corta
como navaja afilada. (B) Falsedad, pues obra el mal con lengua engañosa (v. 4) y ama la
mentira (v. 3) y trama engaños (v. 2b), al decir parte de verdad, pero no toda la verdad. No
nos salvará de la culpa de mentir el que podamos decir: «Había algo de verdad en lo que
dije», silo hacemos aparecer de muy distinta manera de como era la cosa. (C) Mala voluntad,
pues los engaños que trama su lengua los maquina en realidad su malvado corazón. (D) Amor
al pecado (v. 3): «Amas el mal más que el bien»; es decir, «no amas el bien, sino el mal»
(éste es el sentido de la frase). Como diciendo: «Prefieres agradar a Saúl diciendo una
mentira, antes que a Dios hablando la verdad. » Son del espíritu de Doeg quienes, en lugar
de alegrarse por tener la oportunidad de hacer un favor al prójimo, se alegran cuando hallan
la ocasión de hacer el mal a un semejante.
3. Le lee la sentencia y le anuncia el castigo que va a recibir de Dios por su iniquidad (v.
5): «Tú destruiste a los sacerdotes de Yahweh hasta exterminarlos; por tanto, Dios te
destruirá para siempre. » Doeg es condenado aquí (A) Al destierro: «Dios te asolará y te
arrancará de tu morada.» Justamente era privado de los privilegios que comportaba vivir en
el país del pueblo escogido de Dios, por haberse portado tan cruel y bárbaramente con los
ministros de Dios. (B) A la destrucción: «Y te desarraigará de la tierra de los vivientes.»
Como un árbol arrancado de cuajo del suelo en el que se había criado, perecerá, en
contraste con los justos de los que se habla a continuación.
Versículos 6-9
David se hallaba, al tiempo en que Doeg cometía su fechoría, presa de tristeza e inquietud;
con todo, le vemos aquí cantando victoria en medio de la tribulación:
1. Por la caída de Doeg. Los justos verán la caída de Doeg y podrán hablar de los justos
juicios de Dios: Verán y temerán (v. 6); es decir, reverenciarán la justicia de Dios. Se reirán
de Doeg, no con la risa de los necios, sino semejante a la de Aquél que está sentado en el
Cielo (2:4). El malvado aparecerá en ridículo por la necedad de su pecado (v. 7): «He aquí el
hombre que no hizo de Dios su fortín » (lit.). Lo que causó la ruina de Doeg fue: (A) Que no
edificó sobre roca: No hizo de Dios su fortín o refugio. Miserablemente se engañan quienes
piensan que pueden apoyarse en su poder y en sus riquezas sin Dios y sin religión. (B) Que
edificó sobre arena. Pensaba que sus riquezas no corrían peligro de perderse: «Sino que
confió en la multitud de sus riquezas.»
2. Por su propia estabilidad y firmeza (vv. 8, 9). «Este potentado—viene a decir David— ha
sido arrancado de cuajo, pero yo estoy como olivo verde, bien plantado y arraigado, firme y
floreciente (comp. 1:3); él ha sido arrancado de su morada (v. 5), pero yo estoy en la casa
de Dios (v. 8).» ¿Qué hemos de hacer para ser como olivos verdes? (A) Hemos de vivir una
vida de fe y santa confianza en Dios y en su gracia (v. 8b): En la misericordia de Dios confío
eternamente y para siempre. (B) Hemos de vivir una vida de gratitud y gozo en el Señor (v.
9): «Te alabaré eternamente por lo que has hecho, pues me has cumplido tu promesa. » (C)
Hemos de vivir una vida de expectación y humilde dependencia de Dios (v. 9b): «Esperaré en
tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos. » La actitud de aguardar pacientemente
en lo futuro, cuando hemos experimentado con frecuencia la bondad de Dios en el pasado,
ha de ser mantenida en la presencia de los fieles devotos (hebreo, jasidim) y percibida por
ellos, aunque también debería ser percibida, para mayor testimonio, por los que no son
devotos.
Comentario al Salmo 53
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo viene a ser una versión revisada del salmo 14, apareciendo aquí el nombre de
Dios como Elohim, sin excepción, como es frecuente en el Libro 11 de los Salmos. Las
variantes corresponden, con la mayor probabilidad, a las nuevas circunstancias en tiempo de
la redacción. Dios, por medio del salmista. I. Nos muestra lo malos que somos (v. 1). II. Lo
demuestra en base a su sabiduría infinita y al perfecto conocimiento que tiene de todas las
cosas (vv. 2, 3). 111. Inspira terror a los perseguidores, que son los peores pecadores (vv. 4,
5). IV. Inspira ánimos a los perseguidos de entre sus hijos (v. 6).
Versículos 1-6
1. El hecho del pecado ¿Está demostrado? Sí, Dioses testigo de ello. Toda la pecaminosidad
del corazón y de la vida de los hombres está al descubierto en su presencia.
2. La culpabilidad del pecado. Es lo que hace de este mundo el mal mundo que es, un
mundo enteramente apartado de Dios (v. 3).
3. La fuente del pecado ¿Cómo es que los hombres son tan malos? De cierto es porque no
tienen temor de Dios. Las malas prácticas de los hombres fluyen de sus malos principios.
5. La suciedad del pecado. Los pecadores se han corrompido (v. 1); su naturaleza está
echada a perder; y cuanto más noble es una naturaleza, tanto más vil se hace cuando se
corrompe.
6. El fruto del pecado. Véase a qué grado de barbaridad conduce a los hombres; cuando el
corazón se les endurece por el engaño del pecado, se vuelven crueles con sus hermanos de
raza, y aun de familia (v. 4b): Que devoran a mí pueblo como sí comiesen pan; como si se
hubiesen vuelto, no sólo animales, sino animales de presa.
7. El miedo y la vergüenza que acompañan al pecado (v. S). Los que no temen a Dios suelen
tener miedo incluso donde no hay nada que espante. Estas palabras, ausentes en el Sal. 14,
fueron añadidas, al parecer, para aplicarlas al caso referido en 2 R. 7:6. El miedo estaba
fundado en que Dios había esparcido los huesos del agresor (lit. del que acampa contra ti).
No sólo había dispersado las fuerzas, sino también los huesos de los cadáveres del enemigo.
8. La fe de los santos y la esperanza y el poder que tienen tocante ala curación de este
gran mal que es el pecado (v. 6). Vendrá un Salvador, que traerá una gran salvación (lit.
salvaciones -plural de intensidad), salvación completa, comenzando por la salvación del
pecado.
Salmos 54 –Salmo de David, cuando vinieron los zifeos a Sául para decirle por dónde andaba
David.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
Y con tu poder defiéndeme.
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Comentario al Salmo 54
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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La llave de este salmo pende de la puerta misma, pues el título nos dice la ocasión en que
fue redactado-cuando los habitantes de Zif, de la tribu de Judá (tipos de Judas el traidor)
traicionaron a David ante Saúl, informando a éste del paradero de David y dándole la
oportunidad de echarle mano. Lo hicieron dos veces (1 S. 23:19; 26:1) y queda registrado
para perpetua infamia de ellos. Aquí David,
I. Se queja a Dios de la maldad de sus enemigos y pide socorro contra ellos (vv. 1-3).
II. Se consuela con la seguridad del favor y de la protección de Dios y con que sus enemigos
quedarán confundidos, y él será libertado (vv. 4-7).
Versículos 1-3
1. El gran apuro en que se hallaba David. Los zifeos vinieron de su propia voluntad a
informar a Saúl del paradero de David, con la promesa de entregarlo en sus manos. Nunca
puede ningún hombre hallarse a salvo mientras no haya llegado al Cielo ¡Cuán traidores eran
estos zifeos!
2. Oración de David a fin de que Dios le socorra y proteja (vv. 1, 2). David no tiene ninguna
razón en que apoyarse sino el nombre de Dios, y ningún otro poder en que sostenerse sino la
fuerza de Dios, y de éstas dos perfecciones divinas hace su refugio y confianza. Incluso en su
huida, cuando no tenía oportunidad para dirigirse solemne y tranquilamente a Dios, estaba
continuamente elevando su corazón a Dios (v. 2): Escucha mi oración, que me sale del
corazón, y da oídos a las palabras de mi boca (lit.).
3. Su alegato se basa en el carácter de sus enemigos (v. 3): Eran extranjeros, es decir,
enemigos de David, pues el hebreo zarim admite éste y otros significados. Este versículo es
citado en Salmos 86:14, donde se lee zedim = orgullosos. En todo caso, eran peores que los
filisteos; y también se nos habla de hombres violentos; ahora se refiere, sin duda, a Saúl y
sus seguidores. Saúl, como rey, debería haber usado su poder para proteger a todos sus
buenos súbditos; pero, en lugar de eso, abusaba de su poder para destruirlos. Saúl y los suyos
no se contentaban con menos que con dar muerte a David (v. 3). No han puesto a Dios
delante de sí –añade David (v. 3c)--; es decir, deberían haber tenido en cuenta que Dios
castiga la maldad y la violencia, pero se han negado a considerar la justicia y el poder de
Dios, y que, al luchar contra los buenos hijos de Dios, estaban luchando contra el mismo
Dios.
Versículos 4-7
La fe de David en su oración.
1. Estaba seguro de que tenía a Dios de su parte (v. 4): He aquí, Dios es el que me ayuda.
Aunque hombres y demonios se conjuren para destruirnos, no prevalecerán mientras Dios sea
el que nos ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida (comp. 118:7); es probable que
la frase sea un modismo hebreo, según sugiere Arconada, para significar que el Señor
(hebreo, Adonai) era «el gran sostenedor de su alma» (lit.).
2. Al estar seguro de que Dios estaba de su parte, no dudaba de que sus enemigos caerían
delante de Él (v. 5): «Él devolverá el mala los que me acechan. Es decir, Dios hará que caiga
sobre la cabeza de ellos el mal que traman contra mí. » David no les va a devolver mal por
mal, pero sabe que Dios lo hará, pues Él es el vengador de los suyos; suya es la venganza. Y
añade: «Destrúyelos por tu verdad. » No es ésta una maligna imprecación, sino una oración
de fe en la fidelidad de Dios a su propio carácter de Juez Supremo y Universal.
3. Promete dar a Dios las gracias por todas las experiencias que había tenido de la bondad
de Dios con El (v. 6): «De todo corazón te ofreceré sacrificios; alabaré tu nombre (mejor,
daré gracias a tu nombre), oh Yahweh.» Un corazón lleno de gratitud, y unos labios por los
que rebosa al exterior dicha gratitud, son los sacrificios que Dios acepta.
4. Habla de su liberación como cosa hecha (v. 7): «Porque me has librado de toda angustia,
y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos» Es lo que se llama un «pretérito profético».
Teniendo en cuenta que el hebreo de la última frase dice literalmente: Y mi ojo ha visto en
mis enemigos, no hace falta introducir el vocablo «ruina»; ni siquiera el de «derrota»; basta
con el de «fracaso» o «retirada», a la vista de 1 S. 23:27, 28, cuando Saúl se retiró de
perseguir a David simplemente porque le dieron la noticia de que los filisteos habían hecho
una irrupción en el país. Todo lo que David deseaba era verse a salvo de la persecución de
Saúl y cuando vio que Saúl retiraba sus fuerzas, vio cumplido su deseo.
Y no te escondas de mi súplica.
Y terror me ha cubierto.
8 Me apresuraría a escapar
Mi guía, y mi familiar;
20 Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él;
Violó su pacto.
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Comentario al Salmo --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Muchos expositores opinan, en conformidad con la propia tradición judía, que David compuso
este salmo con ocasión de la rebelión de su hijo Absalón, y que el enemigo especial que se
portó traidoramente con él era Ajitófel, como en 41:9, siendo así David, en esta ocasión, tipo
de Cristo en sus sufrimientos, y Ajitófel de Judas, pues ambos fueron traidores y se
ahorcaron. Pero no hay en este salmo ninguna cosa que sea aplicada a Cristo en el Nuevo
Testamento. David: I. Ora que Dios le muestre su favor y expone su tristeza y sus temores
(vv. 1-8). II. Ora que Dios manifieste su desagrado contra sus enemigos, y alega la gran
perversidad y la traición de ellos (vv. 9-5, 20, 21). III. Se anima a sí mismo con la seguridad
de que Dios se manifestará a favor de él, a su debido tiempo, en contra de sus enemigos, se
consuela con esta esperanza y anima a otros a confiar en Dios (vv. 16-19, 22, 23).
Versículos 1-8
1. David orando. La oración es buen remedio para toda herida y buen alivio a todo espíritu
que gime bajo una pesada carga: «Escucha, oh Dios, mi oración» (v. 1). E insiste: «No te
retraigas a mi súplica. Atiéndeme y respóndeme» (vv. 1b-2a). Si en nuestras oraciones
abrimos a Dios nuestro corazón y le exponemos sinceramente nuestro caso, tenemos razón
para esperar que Él no esconderá de nosotros su persona, ni sus favores ni sus consuelos;
pero es preciso orar con perseverancia, como David, sin desfallecer.
2. David llorando; pues también en esto era tipo de Cristo, varón de dolores y experimentado
en quebranto (Is. 53:3), y también de lágrimas a gritos (v. He. 5:7). «Clamo en mi oración y
me desasosiego», dice David (v. 2b). Le quitan el sosiego «los gritos del enemigo» (v. 3), es
decir, las amenazas, así como las calumnias, que lanzaban contra él Absalón y sus
seguidores, hasta soliviantar al pueblo para que se rebelase contra un rey tan bueno como
David, y le sacasen de su palacio y de su ciudad, como hicieron después con Jesús los
principales sacerdotes y aun toda la multitud cuando gritaban ante Pilato: « ¡Fuera con
ése...! ¡Crucifícale, crucifícale!» (Lc. 23:18, 21). «Sobre mí vierten la iniquidad», dice David;
esto es, sobre mí maquinan un malvado plan tras otro (más bien que, por todos los medios
tratan de hacerme odioso).
Versículos 9-15
Se queja aquí David de sus enemigos, cuyo perverso complot le había llevado, si no al final
de su fe, al final de sus ánimos.
1. La forma en que describe a sus enemigos. Eran de lo peor de los hombres, y la descripción
que hace de ellos coincide con lo que sabemos de Absalón y sus cómplices en la revuelta.
David no ve en la ciudad santa otra cosa que violencias y discordias (v. 9), iniquidad, malicia
e insidias en medio de ella (vv. 10, 11); y la violencia y el fraude no se apartan de sus plazas
(v. 11. Mejor, de su amplia plaza; es decir, la plaza principal de la ciudad, donde se llevaban
a cabo las transacciones en los negocios) ¿Así se porta Jerusalén, el cuartel general de los
sacerdotes de Yahweh? ¿Es esto lo que le han enseñado? ¿Es posible que Jerusalén sea tan
ingrata con David, su ilustre fundador, hasta el punto de no permitirle residir allí? Se queja,
en especial, de uno de los líderes de la conspiración, que había estado muy ocupado en
fomentar celos contra él, en denigrar su persona y su gobierno y en soliviantar la ciudad
¿Quién era el más activo en todo esto? (vv. 12-14): « No un enemigo jurado, como Simeí, ni
alguno de los que de antaño me aborrecían, lo cual habría soportado, puesto que no podía
esperar mejor cosa de ellos, sino tú, un hombre de mi categoría (lit.), mi amigo y mi familiar
etc. » La paráfrasis caldea nombra explícitamente a Ajitófel como la persona aludida aquí.
En la Iglesia, como en Israel de antiguo, siempre ha habido, hay, y habrá una mezcla de
buenos y malos. No debemos extrañarnos de hallar muchas personas que, tras profesar gran
interés por las cosas de Dios y gran amistad hacia los hijos de Dios, nos decepcionan y nos
llenan de tristeza al ver que estaban faltas de sinceridad y fe genuina. David mismo, a pesar
de ser hombre sabio y experimentado, sufrió amargas decepciones, lo cual debe hacernos
más tolerables las nuestras.
2. Oración de David en contra de ellos. David ora: (A) Que Dios se digne dispersarlos,
confundiendo sus lenguas (v. 9), como hizo en Babel, a fin de que no puedan ponerse de
acuerdo unos con otros (comp. 2 S. 17:1-14). Con frecuencia, Dios destruye a los enemigos de
la Iglesia dividiéndolos, pues no hay mejor medio de destruir a un grupo o a una nación que
dividiéndolos. (B) Que Dios los destruya de la misma forma que destruyó a Coré y a sus
cómplices (v. Nm. 16:30): «Que la muerte les sorprenda; desciendan vivos al Seol» (v. 15).
Comenta el profesor Davison: «Esta súbita y completa destrucción es deseada, no con
espíritu de crueldad, sino como una señal segura de visitación divina»
Versículos 16-23
En estos versículos:
2. El mismo será librado y no tendrá de qué temer. Comienza gozándose en su esperanza (v.
18): Él redimirá (lit. ha redimido -pretérito profético) en paz mi alma; esto es, la librará.
David está tan seguro de su liberación como si ya se hubiese efectuado. Con los ojos de la fe
se ve a sí mismo rodeado, como lo estuvo Eliseo, de caballos y carros de fuego y, por eso,
canta victorioso: «...aunque contra mí haya muchos» (comp. 2 R. 6:16, 17).
(B) Sus enemigos serán abatidos. (a) David los describe aquí para que se vea el motivo por el
cual esperaba él que Dios los abatiría (v. 19): Por cuanto ellos no se enmiendan ni temen a
Dios. El original dice a la letra: Los cuales no tienen cambios, etc. El Dr. Cohen propone esta
interpretación: « Estos hombres han disfrutado de una continua serie de éxitos sin fracasar
jamás; por consiguiente no les pasaba por la mente la idea de una retribución» (punitiva). El
mismo M. Henry explica así el sentido del original: «No tienen cambios (no tienen aflicciones
ni interrupción en el curso constante de su prosperidad; no tienen cruces para vaciarlos de
una vasija a otra), por eso no temen a Dios». Actúan traicioneramente (v. 20), sin
consideración a los más sagrados y solemnes pactos. Son hipócritas, que fingen amistad
mientras traman el mal (v. 21). Nótese el contraste entre «mantequilla» y «aceite» en los
labios, por una parte, y «guerra» y «espadas desenvainadas» en el corazón, por otra. (b)
David predice su ruina (v. 19): Dios oirá y los humillará luego. Ellos eran traidores y
sanguinarios, engañaban y defraudaban a otros; justo era, pues, que Dios los abatiese.
3. Se anima a sí mismo y a todos los buenos a encomendarse a Dios y tener confianza en Él.
«Pero yo (enfático en el original) en ti confiaré -termina diciendo (v. 23b); en tu providencia,
poder y favor, no en mi prudencia, fuerza ni méritos; mientras los sanguinarios y
engañadores son abatidos en la mitad de sus días, yo viviré por fe en ti. » Y esto es lo que
quiere que hagan los demás (v. 22): «Echa sobre Yahweh tu carga, quienquiera seas tú y
cualquiera sea tu carga. » Los LXX traducen: Echa sobre el Señor tu ansiedad (de donde lo
cita el Apóstol Pedro-1 P. 5:7). En efecto, la ansiedad, esto es, la preocupación desmedida es
una carga en el corazón que abate al hombre (Pr. 12:25). Echar sobre Dios nuestra carga es
mantenernos firmes en su providencia y en su promesa. Si así lo hacemos, está prometido:
(A) Que Él nos sostendrá. No nos ha prometido preservarnos de cargas, sino ayudarnos a
llevarlas; (B) Que nunca permitirá que los justos sean sacudidos por las pruebas hasta el
punto de faltar a sus obligaciones con Dios ni que pierdan el consuelo que tienen en Él.
6 Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
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Comentario al Salmo --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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De este y de otros salmos deducimos que, incluso en las horas de los mayores apuros y
adversidades, David nunca colgaba en los sauces su arpa, sino que siempre estaba a tono
para cantar las divinas alabanzas. Compuso este salmo estando en peligro inminente.
…..I. Se queja de la mala voluntad de sus enemigos, y pide misericordia para sí mismo y
justicia contra ellos (vv. 1, 2, 5-7).
…..II. Confía en Dios, estando seguro de que le tenía de su parte y de que tendría
oportunidad de alabarle y darle gracias mientras viviera (vv. 3, 4, 8-13).
Versículos 1-7
David se echa por fe, en este salmo, en las manos de Dios, aun cuando en su miedo e
insensatez se había echado en manos de los filisteos (1 S. 21:10, 11). El salmo es llamado,
como algunos otros, mictam (probablemente, término musical), para ser cantado sobre la
tonada de «la paloma silenciosa de los que están distantes». El Targum lo parafrasea así:
«Concerniente a la comunidad de Israel, asemejada a una paloma silenciosa cuando están
lejos de sus ciudades, se arrepienten y alaban al Señor del Universo. »
…..1. Se queja David a Dios de la mala voluntad de sus enemigos, para mostrar el motivo
que tenía para tenerles miedo (v. 1): «Otórgame tu favor, oh Dios» (lit.). Tal petición
incluye todo lo bueno que podamos pedir ante el trono de la gracia. Suplica el favor de Dios,
ya que entre los hombres no halla favor. Al huir de las crueles manos de Saúl, cayó en las
crueles manos de los filisteos. Los enemigos son muchos; se apoyan en su número para
devorarle o pisotearle (vv. 1, 2). Son, pues, muy crueles y conspiran unidos: se reúnen (v. 6);
aunque enfrentados entre ellos mismos, conspiran juntos contra David, como Herodes y
Pilato contra el hijo de David. Lo hacen con astucia y engaño: «se esconden», como un león
en su madriguera, para acecharle: «miran atentamente mis pasos», a fin de hallar algo de
que acusarle; por eso dice (v. 5): «Todos los días ellos retuercen mis palabras»; las tuercen
(en la rueda, la rueca o el potro) para retorcerlas, tratando de sacar de ellas lo que no hay
(esta es la idea del verbo hebreo). Todo su empeño era atraparle a David el alma, es decir,
la vida. No está claro -nota del traductor- lo que significa la última palabra (hebreo, marom)
del v. 2. Puede traducirse de dos maneras: «con altivez» u, «oh Altísimo».
…..2. Se anima así mismo en Dios y en sus promesas, poder y providencia (vv. 3,4): «En el
día en que temo, cuando me sobrecoge el miedo hasta el punto de huir despavorido (v. 1
S.21:11), yo en ti confío, y sólo así puedo silenciar mis temores. » Resuelve David hacer de
las promesas de Dios materia para sus alabanzas (v. 4): «En Dios alabaré su palabra, no sólo
la obra que ha llevado a cabo, sino la palabra que ha hablado. » Hay quienes entienden por
«su palabra» su providencia, cada acontecimiento que Él ordena o permite, como diciendo:
«Cuando hablo bien de Dios, hablo bien con Él de todo lo que hace. » Con la mayor
probabilidad, sin embargo, «su palabra» significa su promesa de salvar a los justos (v. 130:5).
Confiando en Dios de esta manera, bien puede desafiar a todos los poderes adversos (v. 4b):
«En Dios he confiado, no temeré; ¿qué puede hacerme la carne? (lit. Es decir, el hombre
mortal, impotente. Comp. Jer. 17:5). Así como no debemos poner nuestra confianza en brazo
de carne cuando se pone a nuestra disposición, así tampoco debemos tener miedo de un
brazo de carne cuando se extiende contra nosotros.
…..3. Prevé y predice la caída de los que luchan contra Él (v. 7): «Según su iniquidad,
¿habrá escape para ellos?». Ellos piensan escapar de los juicios de Dios como escapan de los
castigos de los hombres por medio del fraude, la violencia, la injusticia y la traición, pero,
¿van a escapar de veras? No, ciertamente no escaparán. La iniquidad no puede ser una
seguridad para el pecador.
Versículos 8-13
Varias son las cosas con que David se consuela en el tiempo de su miedo y sus apuros:
…..1. Se consuela en que Dios tomaba nota muy especial de sus huidas (lit. su vagar, esto
es, su vida errante de un lado para otro). David era por ahora un joven de menos de treinta
años; no obstante, había hecho muchos traslados: de casa de su padre a la corte, de allí al
campamento, y ahora iban a caza de él como de una perdiz en los montes; pero se consolaba
con el pensamiento de que Dios se percataba de todos sus movimientos y contaba todos los
pasos que daba entre fatigas de noche y de día. Mientras andaba errante, iba con frecuencia
llorando; por eso añade: «Pon mis lágrimas en tu redoma.» Como diciendo: «No dejes que se
evaporen y desvanezcan, desapareciendo de tu vista, sino presérvalas una por una y tenlas
en cuenta en tu libro, en tu "libro de recuerdo" (Mal. 3:16).» Dios tiene redoma y libro para
las lágrimas de los suyos y para los pecados de los malvados. Observa a los suyos con ternura
y compasión, es afligido en sus aflicciones (v. Is. 63:9) y conoce a sus almas en la adversidad.
Pablo recordaba las lágrimas de Timoteo (2 Ti. 1:4), y Dios no se olvidará de las penas de su
pueblo, sino que los consolará conforme a la medida del tiempo en que los afligió y hará que
quienes sembraron con lágrimas recojan con gozo. Lo que se siembra como lágrima brota
como perla.
…..2. Se consuela en que sus oraciones tendrán poder para derrotar y desbaratar a sus
enemigos, así como para obtener El mismo consuelo y ánimo (v. 9): «Retrocederán, pues,
mis enemigos el día en que yo clame; no necesito más armas que oraciones y lágrimas; esto
sé, que Dios está por mí, esto es, de mi parte: para defender mi causa, protegerme y
librarme; y si Dios está por mí, ¿quién puede estar contra mí hasta prevalecer? (comp. Ro.
8:31). » El mejor modo de triunfar en esta lucha es hacerla de rodillas (Ef. 6:18).
…..3. Se consuela en que su fe en Dios le pondrá a salvo de todo miedo al hombre (vv. 10,
11). Aquí repite, con mayor entusiasmo, lo que había dicho (v. 4): «En Dios alabaré su
palabra; es decir, dependeré con toda firmeza de su promesa en atención a quien la hizo. En
Dios he confiado, sólo en Él y, por consiguiente, no temeré, ¿qué puede hacerme la carne?
(lit. v. 11), aunque muy bien sé lo que haría si pudiera » (vv. 1, 2).
…..4. Hace memoria de que está ligado a Dios por voto (v. 12): «Te debo, oh Dios, los votos
que te hice -no como una carga que me pesa y deseo quitarme de encima, sino como un
emblema del que me glorío. Habríamos de considerar como motivo de gozo los votos que
hemos hecho a Dios -renovando junto a la Mesa del Señor los votos que le hicimos en nuestro
bautismo; y los pronunciados en diversas ocasiones, bajo convicción o bajo corrección, para
cumplirlos cuanto antes.
…..5. También se consuela con el pensamiento de que todavía tendrá más oportunidades
de dar gracias a Dios (v. 12b): «Te ofreceré sacrificios de acción de gracias. » Esto formaba
parte del cumplimiento de sus votos; pues es muy apropiado el que los votos de acción de
gracias acompañen a las súplicas de favor y gracia, y cuando se ha recibido el favor ha de ser
estimado como se merece, precisamente mediante la gratitud (v. 13): «Porque has librado
(de nuevo, el pretérito profético) mi alma (es decir, mi vida) de la muerte, que estaba a
punto de agarrarme. » Si Dios nos ha librado del pecado, ya sea, mediante la gracia
preveniente, de cometerlo, ya sea, mediante la gracia del perdón, de su castigo, tenemos
motivos para reconocer que ha librado de la muerte nuestra alma, pues la muerte es la paga
del pecado (Ro. 6:23). Sigue diciendo (probablemente, en pregunta, no para pedir
información, sino como declaración enfática del resultado): «¿No (has librado) mis pies de
tropezar?» Se apoya en lo que Dios ha hecho por él, para darle gracias de lo que todavía ha
de hacer por él, tomando por sucedido lo que está por suceder. La última frase del salmo
puede traducirse en forma afirmativa o, mejor, continuando la pregunta. «Andar delante de
Dios en la luz de los que viven» equivale a llevar una vida iluminada por la presencia de Dios,
en contraste con la oscuridad de una vida pecaminosa, que no es más que el preludio de las
tinieblas del averno o del Seol.
Salmos 57
1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí;
Porque en ti ha confiado mi alma,
Y en la sombra de tus alas me ampararé
Hasta que pasen los quebrantos.
2 Clamaré al Dios Altísimo,
Al Dios que me favorece.
3 El enviará desde los cielos, y me salvará
De la infamia del que me acosa; Selah
Dios enviará su misericordia y su verdad.
4 Mi vida está entre leones;
Estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas;
Sus dientes son lanzas y saetas,
Y su lengua espada aguda.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios;
Sobre toda la tierra sea tu gloria.
6 Red han armado a mis pasos;
Se ha abatido mi alma;
Hoyo han cavado delante de mí;
En medio de él han caído ellos mismos. Selah
7 Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto;
Cantaré, y trovaré salmos.
8 Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa;
Me levantaré de mañana.
9 Te alabaré entre los pueblos, oh Señor;
Cantaré de ti entre las naciones.
10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia,
Y hasta las nubes tu verdad.
11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios;
Sobre toda la tierra sea tu gloria.
.....................................
Comentario a Salmos 57
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo se parece mucho al que le precede; fue redactado en ocasión similar, cuando
David estaba en gran peligro de la vida, así como de caer en pecado; comienza como el
anterior y la pauta que sigue es también la misma. I. Comienza con oración y queja, pero
también con alguna seguridad de obtener respuesta a su oración (vv. 1-6). II. Concluye con
gozo y alabanza (vv. 7-11).
Versículos 1-6
El título del salmo tiene un vocablo nuevo: Al-tashheth = «No destruyas», el cual se repite en
los dos salmos siguientes y en el 75. Es, sin duda, el nombre de un cántico, del que quizá se
encuentra una alusión en Is. 65:8. Dicho título cuadra muy bien con el incidente al que el
salmo se refiere. David no quiso destruir a Saúl cuando tenía una buena oportunidad para
hacerlo y sus servidores estaban prestos a matar a Saúl (v. 1 S. 24:4-6). Aquí David:
1. Se sostiene con fe y esperanza en Dios, y en oración a Él (vv. 1, 2): «Otórgame tu favor, oh
Dios, otórgame tu favor» (v. 1). Repite dos veces lo que había dicho al comienzo del salmo
precedente. Para encomendarse al favor de Dios, profesa aquí:
(A) Que depende única y absolutamente de Dios (v. 1b): «Porque en ti se ha refugiado mi
alma» (lit.). A los pies del trono de la gracia, profesa humildemente la total confianza que
tiene en su Dios, añadiendo: «Y en la sombra de tus alas me ampararé, como se amparan los
polluelos bajo las alas de la gallina cuando las aves de presa se van a lanzar sobre ellos,
hasta que pasen las desdichas.» Confiaba en que sus calamidades terminarían bien a su
debido tiempo, y se consolaba en la bondad de la naturaleza de Dios, quien está presto a
socorrer y proteger a su pueblo, como la gallina está presta, por su instinto, a amparar y
resguardar a sus polluelos.
(B) Que todo su deseo es hacia Dios (v. 2): «Clamaré al Dios Altísimo, a fin de obtener
socorro y alivio; al que es Altísimo levantaré mi alma en clamor de oración, al Dios que me
favorece» (mejor, que lo lleva a cabo para mí).
(C) Que todo lo espera de Dios (v. 3): «Él enviará de los cielos y me salvará, etc. ». Quienes
hacen de Dios su único refugio y vuelan a él por medio de la fe y de la oración, pueden estar
seguros de que serán protegidos y librados, del modo y en el tiempo que a Dios plazca. Ni
amparo ni ayuda halla en esta tierra, mire a donde mire; pero lo espera todo eso del Cielo.
Quienes elevan su corazón a las cosas de arriba, pueden esperar de allí todo bien (v. 3b):
«Dios enviará su misericordia y su verdad» = su amor y su fidelidad. Con eso tenemos
bastante para ser dichosos (25:10).
2. Expone el poder y la maldad de sus enemigos (v. 4): «Mi vida está entre leones.» Describe
sus malvadas maquinaciones contra él (v. 6) y muestra también el resultado: «Red han
tendido a mis pasos, para poder atraparme y para que no pueda yo escapar de sus manos;
cavaron una fosa delante de mí, a fin de que me hunda en ella tomándome de improviso.»
Pero veamos lo que sale de ahí:
(A) A David le causa algún quebranto: «Se ha abatido mi alma» Pero:
(B) Ellos quedan destruidos: «En ella han caído ellos mismos.»
3. Ora a Dios para que Él y su gran nombre sean glorificados (v. 5): Pase lo que pase con
respecto a mis cosas, «¡álzate, oh Dios, sobre los cielos! ¡sobre toda la tierra sea tu gloria!
¡que todos los habitantes de la tierra lleguen a conocerte y alabarte! » Así deberíamos llevar
dentro del corazón el deseo de la gloria de Dios y estar preocupados de ella más que de
cualquier otra cosa o circunstancia que pueda afectarnos a nosotros. Cuando David estaba en
medio de su mayor apuro y calamidad, no dijo: ¡álzame!, sino ¡álzate! Del mismo modo, el
Hijo de David, al estar su alma en la mayor turbación, oró diciendo: «Padre, sálvame de esta
hora. » Pero añadió enseguida: «Padre glorifica tu nombre» (Jn. 12:27, 28).
Versículos 7-11
¡Cuán extrañamente cambia ahora el tono! La oración y las quejas de David se cambian de
repente, en virtud de la fe, en alabanzas y acciones de gracias. Obsérvese:
1. Cómo se prepara para esos actos de devoción (v. 7): «Firme está mi corazón, oh Dios; mi
corazón está firme» (lit. Comp. 51:12). Antes estaba abatido (v. 6); ahora está preparado
para lo que venga, pues está confiado en Yahweh (112:7; Is. 26:3).
2. Como se estimula a sí mismo (v.8 ): «Despierta, gloria mía», esto es, la lengua (pues la
lengua es nuestra gloria sobre los brutos animales, especialmente cuando se emplea en las
divinas alabanzas) o, más bien, el alma, el soplo salido del pecho de Dios (v. también 7:6;
16:9; 30:13).
3. Cómo se complace, y hasta se gloría, en esta obra de alabanza. Resuelve darle gracias
(mejor que alabarle) entre los pueblos y cantar de él entre las naciones (v. 9). Esto insinúa:
(A) Que estaba dispuesto a hacer que la tierra resonara con sus cánticos sagrados, a fin de
que todos se diesen cuenta de lo mucho que se sentía deudor a la bondad de Dios.
(B) Que deseaba persuadir a otros a que se unieran a Él en las alabanzas y acciones de
gracias a Dios. Poco podía sospechar David que, en efecto, a lo largo de todos los siglos, las
iglesias harían uso de sus salmos para alabar a Dios.
4. Cómo se provee de material para dicha acción de gracias (v. 10): «Porque grande es hasta
los cielos tu misericordia y hasta el firmamento tu verdad.» Y, a continuación, termina el
salmo repitiendo (v. 11) lo que había dicho en el versículo 5. Comenta Delitzsch: «Mayores
palabras de oración que éstas nunca salieron de labios humanos. Dan a entender que el cielo
y la tierra tienen una historia mutuamente entretejida, y que el bendito y glorioso final de
ella será el amanecer de la divina gloria sobre ambos».
Salmos 60
-Salmo de David. Comienza con un aire de derrota para terminar con clamor de victoria.-
Salmos 61
Confianza en la protección de Dios- Salmo de David
En este salmo, como en muchos otros, David comienza con oraciones y lágrimas, pero
termina con cánticos de alabanza. Probablemente hace referencia al tiempo de la revuelta de
Absalón. I. Invoca David a Dios ya que antes le había protegido (vv. 1-3). II. Invoca a Dios
porque Dios ha provisto bien para él (vv. 4, 5). III. Alaba a Dios porque está seguro de que
Dios continuará dispensándole su favor (vv. 6-8).
Versículos 1-4
1. La íntima comunión de David mediante la oración en el día de su apuro y angustia (v. 2):
«Pase lo que pase, clamaré a ti, como quien no te dejará marchar a menos que le bendigas. »
Esto lo hará desde el confín de la tierra, es decir, desde el más remoto y oscuro rincón del
país. «Aunque mi corazón desmaye-viene a decir-, no está tan hundido ni tan cargado como
para no levantarse a ti en oración. ¡No! Precisamente porque está desmayado, por eso
clamaré a ti, pues por ese medio se sostendrá y será aliviado. » El llanto debe avivar la
oración, no matarla.
2. La petición especial que hace a Dios cuando su corazón desmaya y está próximo a hundirse
(v. 2b): «Llévame a la roca inaccesible para mí; es decir, a la roca que está demasiado alta
para mí a no ser que tú me levantes hasta ella; a la roca en cuya cima me hallaré más lejos
del alcance de mis apuros y más cerca de la serena y tranquila región. Levántame tú, pues yo
no puedo hacerlo por mi propia fuerza o sabiduría. » La roca es Cristo; quienes están en ella,
a salvo están.
3. Su deseo y expectación de una respuesta de paz. Ruega con fe (v. 1): «Oye, oh Dios, mi
clamor, a mi oración atiende; esto es, permíteme tener el consuelo de saber que me oyes
(20:6) y, a su debido tiempo, haz que tenga lo que te pido. »
4. El fundamento de esta expectación y la apelación que emplea para reforzar su petición (v.
3): «Porque tú has sido mi refugio; en ti he hallado una roca más alta que yo; por tanto,
confío en que me conducirás a esa roca. »
Versículos 5-8
1. Con qué placer vuelve la vista David hacia lo que Dios había hecho por él en el pasado (v.
5): «Porque tú, oh Dios, has oído mis votos. » Dios es testigo de todos nuestros votos, de
todos nuestros buenos propósitos y de todas nuestras solemnes promesas de obediencia. Las
oraciones que Dios le había oído y favorablemente respondido le animan a orar ahora (v. 1):
«Oye, oh Dios, mi clamor, etc. Tú has oído mis votos y les has dado respuesta favorable, pues
(v. 5b) me has dado la herencia que otorgas a los que temen tu nombre.» No necesitamos
desear mejor herencia que la de aquellos que temen a Dios.
2. Con qué seguridad mira hacia delante para la continuación de su vida (v. 6): «Prolongarás
la vida del rey» (lit. añadirás días a los días del rey). Sin embargo -nota del traductor- es más
probable la versión de nuestra Reina-Valera, en optativo («Añade, etc. »), como lo hace
también la versión judía inglesa. En todo caso, David esperaba que, así como por la vía del
deber había de habitar siempre en el tabernáculo de Dios (v. 4), así había de permanecer por
largos días delante de Dios por la vía del consuelo.
3. Con qué santa importunidad suplica a Dios que le guarde siempre bajo su protección (v.
7b): «Designa a la misericordia y la verdad, para que lo preserven (al rey. lit.) ¡Que sean ellas
algo así como sus ángeles custodios! (57:4). » David está seguro de que Dios le prolongará la
vida y, por eso, ruega que Dios se la preserve; no pide que le asigne una fuerte guardia
personal, ni un castillo fortificado, sino que le prepare la misericordia y la verdad para su
preservación. No necesitamos para estar seguros ninguna otra cosa sino la protección de la
misericordia y de la verdad de Dios.
4. Con qué alegría promete alabar y dar gracias a Dios (v. 8): «Así cantaré tu nombre para
siempre, cumpliendo mis votos cada día. » La alabanza que estaba tributando a Dios ya era en
sí misma el cumplimiento de sus votos.
9 Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón;
Pesándolos a todos igualmente en la balanza,
Serán menos que nada.
10 No confiéis en la violencia,
Ni en la rapiña; no os envanezcáis;
Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.
2 Tú oyes la oración;
A ti vendrá toda carne.
8 Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.
Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
7 Bendíganos Dios,
Y témanlo todos los términos de la tierra..
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Comentario a Salmos 67
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Aquí tenemos, I. Una oración por la prosperidad de Israel (v. 1). II. Una oración por la
conversión de los gentiles (vv. 2-5). III. Una feliz perspectiva de tiempos gloriosos cuando Dios
se digne llevar a cabo tal obra (vv. 6, 7).
Versículos 1-7
El salmista fue elevado aquí a recibir el espíritu de profecía acerca del ensanchamiento del
Reino de Dios.
I. Comienza con una oración por el bienestar y la prosperidad del pueblo escogido (v. 1):
«Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga.» Nuestro Salvador, al enseñarnos a decir
«Padre nuestro», dio a entender que debíamos pedir con otros y por otros; así el salmista no
dice: «Dios tenga misericordia de mí y me bendiga», sino «de nosotros y nos bendiga». Aquí
se nos enseña, 1. Que toda nuestra felicidad procede del favor de Dios y con Él se
incrementa; por eso, lo primero que pide es el favor de Dios. 2. Nos bendiga; es decir, nos
otorgue interés en sus promesas y nos conceda todos los bienes contenidos en ellas. 3. «Haga
resplandecer su rostro hacia nosotros» es una petición basada en la bendición sacerdotal de
Nm. 6:24 y ss., con la diferencia de que allí la preposición es «sobre», mientras que aquí la
preposición es «hacia», lo que da la impresión de un contacto más próximo con el resplandor
de la luz divina. También podría traducirse por «con».
II. De ahí pasa a una oración por la conversión de los gentiles (v. 2): «Para que sea conocido
en la tierra tu camino», es decir, la forma en que te conduces con nosotros, a fin de que
también ellos te alaben y glorifiquen. Es como si añadiese: «Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino».
1. Estos versículos, que apuntan a la conversión de los gentiles, pueden tomarse: (A) Como
oración que expresa el deseo de los santos del Antiguo Testamento, quienes desearían así que
se extendieran a todos los privilegios de que ellos disfrutaban. Obsérvese entonces cuán
diferente del de sus padres era el espíritu de los judíos en tiempo de Cristo y de sus
apóstoles, pues aquellos pedían que el nombre de Dios fuese conocido en todas las naciones,
mientras que éstos se enfurecían al ver predicado a los gentiles el evangelio de la salvación
(v. Hch. 13:45). (B) Como profecía de que había de suceder lo que pide.
2. Tres cosas son las que aquí pide con referencia a los gentiles:
(A) Que se extienda a ellos la revelación divina (v. 2): «Que sepan ellos, como los sabemos
nosotros, lo que es bueno y lo que pide Yahweh de nosotros (Miq. 6:8); que sean bendecidos y
honrados con los mismos estatutos y preceptos justos, que son la alabanza de nuestra nación
y la envidia de nuestros vecinos» (Dt.4:8). Si Dios nos da a conocer su camino y andamos en
él, nos mostrará su salud salvífica (50:23). Quienes conocen por experiencia propia lo
agradable de los caminos de Dios y los consuelos de su salvación, no pueden menos de desear
y orar que sean conocidos por otros en todas las naciones.
(B) Que sea establecido entre ellos el culto divino, como sucede donde se recibe y abraza la
revelación divina (v. 3) «Te den gracias (lit.) los pueblos, oh Dios. Que tengan materia para la
alabanza y corazón para la gratitud; no sólo algunos pueblos, sino todos ellos. » Tanto interés
tiene el salmista en esto, que lo repite en el versículo 5. Es una oración, (a) para que les sea
predicado el Evangelio y entonces tendrán motivo suficiente para alabar y dar gracias a Dios,
como por un día de primavera tras una larga y oscura noche. (b) Que se conviertan y sean
traídos a la Iglesia de Dios, donde tendrán disposición y oportunidad para alabar a Dios. (c)
Que puedan ser incorporados a las asambleas solemnes, a fin de que puedan alabar a Dios con
una sola mente y una sola boca.
(C) Que sea reconocido entre ellos el gobierno de Dios (v.4): «Alégrense y gócense las
naciones. » El gozo que desea a las naciones es un santo gozo, porque se han de gozar en que
Dios juzga a los pueblos con equidad y guía (lit. el mismo verbo de 78:14) las naciones de la
tierra (lit. en la tierra). Se alegrarán al ver que el Dios de Israel es un juez justo, cuyos
juicios son todos conforme a la más estricta verdad y justicia, no como los juicios de los
jueces humanos.
III. Concluye con una gozosa perspectiva de todos los bienes que han de sobrevenir cuando
Dios lleve a cabo esto, cuando las naciones se conviertan y alaben a Yahweh con gratitud.
1. El mundo de aquí abajo les sonreirá y ellos disfrutarán de los productos de la tierra (v. 6):
«La tierra dará su fruto. » Es cierto que Dios da lluvia de los cielos y estaciones fructíferas a
las naciones, incluso cuando éstas yacen en las tinieblas (Hch. 14:17); pero cuando se
convierten, la tierra incrementa sus frutos en mayor medida.
2. El mundo de arriba les sonreirá también, lo cuales mucho mejor: «Nos bendecirá Dios, el
Dios nuestro» (v. 6). Y de nuevo (v. 7): «Nos bendecirá Dios.» Recibimos de veras el fruto de
la tierra como un favor cuando, con él, nos da nuestro Dios la bendición.
3. Con eso, todo el mundo se sentirá inclinado a seguir el ejemplo de ellos (v. 7): «Y le
temerán, es decir, le rendirán culto, todos los confines de la tierra» (Este sentido -profético-
es más probable que el de petición).
8 La tierra tembló;
También destilaron los cielos ante la presencia de Dios;
Aquel Sinaí tembló delante de Dios,(A) del Dios de Israel.
33 Al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antig:uedad;
He aquí dará su voz, poderosa voz.
1 Sálvame, oh Dios,
Porque las aguas han entrado hasta el alma.
4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa;
Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.
¿Y he de pagar lo que no robé?
6 No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos;
21 Aumentarás mi grandeza,
Y volverás a consolarme.
20 Mira al pacto,
Porque los lugares tenebrosos de la tierra están llenos de habitaciones de violencia.
Salmos 75 (RV60)
1 Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos,
Pues cercano está tu nombre;
Los hombres cuentan tus maravillas.
29 Comieron, y se saciaron;
Les cumplió, pues, su deseo.
42 No se acordaron de su mano,
Del día que los redimió de la angustia;
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Comentario al Salmo 90
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El título atribuye este salmo a Moisés y son muchos los autores, aun entre los modernos, que
admiten dicha autoría por la notable semejanza de pensamiento y fraseología con Dt. 33.
Tenemos en Nm. 14 la historia a la que parece referirse este salmo. Es probable que Moisés
compusiera esta oración para que el pueblo la usase diariamente en sus tiendas, o los
sacerdotes en el tabernáculo, durante la peregrinación por el desierto. I. Reflexiona Moisés
sobre la brevedad de la vida humana (vv. 1 -6). II. Se somete a sí mismo y al pueblo a la justa
sentencia de Dios contra ellos (vv. 7-11). III. Se encomienda a sí mismo, y al pueblo, a Dios,
orando para que les otorgue su gracia y su perdón (vv. 12-17). Al cantarlo, podemos aplicarlo
a los años de nuestra peregrinación por el desierto de esta vida. Nos provee también de
meditaciones y oraciones muy apropiadas para la solemnidad de un funeral.
Versículos 1-6
Este salmo lleva por título «Oración de Moisés». Moisés enseñó al pueblo a orar y les puso en
la boca palabras que pudiesen usar al dirigirse al Señor. En estos versículos se nos enseña:
1. A dar a Dios la alabanza por los cuidados que dispensa a su pueblo en todo tiempo (v. I):
«Señor, tú nos has sido por refugio de generación en generación.» Apelan a la benevolencia
que desplegó Dios con sus antepasados. Canaán había sido tierra de peregrinación para sus
padres los patriarcas, quienes habían vivido allí en tiendas; pero entonces Dios era su refugio
y morada y, adondequiera iban, allí estaban como en casa, tranquilos y seguros, en El. Egipto
había sido por muchos años país de esclavitud, pero incluso allí era Dios el refugio de ellos.
2. A dar a Dios la gloria de su eternidad (v. 2): «Antes que naciesen los montes y formases la
tierra y el mundo (comp. Pr. 8:26), como se da a luz a un niño (esto es lo que sugiere el
original, comp. con Dt. 32:18), tú ya eras; desde el siglo y hasta el siglo (la forma más
expresiva para designar en hebreo la eternidad), tú eres Dios.» Contra todas las penalidades
que surgen de nuestra condición mortal, hemos de tomar ánimo y consuelo en la inmortalidad
de Dios.
3. A reconocer el absoluto y soberano dominio de Dios sobre el hombre, y su poder para
disponer de él como le plazca (v. 3): «Reduces al hombre hasta convertirlo en polvo, y dices:
Volved (a mí; o, más probable, al polvo; comp. Gn. 3:19), hijos de los hombres (lit., hijos de
Adán). El término hebreo para «hombre», al comienzo del versículo es enosh, que indica la
fragilidad del ser humano. Los creyentes hemos de consolamos con el pensamiento de que,
aunque nuestros cuerpos hayan de volver al polvo, resucitarán después en gloria para nunca
más morir.
4. A reconocer la infinita desproporción que hay entre Dios y el hombre (v. 4): «Porque mil
años delante de tus ojos, una longevidad que jamás alcanzó ningún ser humano, son como el
día de ayer que pasó (citado en 2 P. 3:8); menos aún: como una de las vigilias —una tercera
parte— de la noche, es decir, tres horas.» Entre un minuto y un millón de años hay alguna
proporción, pero entre el tiempo y la eternidad no hay ninguna. Recuerden esto los que
objetan sobre la tardanza del Señor en volver.
5. A ver la fragilidad del hombre y su vanidad aun en medio de su mejor estado (vv. 5,6);
consideremos bien la vida humana y veremos que es la vida de un moribundo: «Los arrebatas
como con torrente de aguas. Tan pronto como nacen, comienzan a morir, y cada día nos va
acercando a la muerte. Somos arrastrados como con un torrente y, no obstante, somos como
un sueño, que es imagen de la muerte. En otro sentido, podemos decir que, como quienes
están soñando, pensamos grandes cosas de nosotros mismos hasta que la muerte nos
despierta, y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta, como les pasa a los que sueñan; somos
como la hierba o la flor de un día (vv. 5, 6, comp. con Job 14:2): lozanos en la mañana de la
juventud, y marchitos en la tarde de la vejez; a veces, la guadaña de la muerte nos corta en
plena juventud y aun en la infancia, pues la Parca no avisa cuando viene.
Versículos 7-11
En los versículos anteriores, Moisés se había quejado de la brevedad y fragilidad de la vida
humana. Pero ahora enseña al pueblo de Israel a confesar delante de Dios que es justa la
sentencia de muerte que por el pecado ha caído sobre ellos.
1. Les enseña a reconocer que la ira de Dios es la causa de todas sus miserias: «Con tu furor
somos consumidos, y con tu ira somos trastornados» (v. 7). «Todos nuestros días marchan a
su ocaso a causa de tu ira» (v. 9). Estamos acostumbrados a considerar la muerte como un
efecto de la fragilidad de nuestra naturaleza, pero no es así; si el hombre hubiese continuado
en su primitiva inocencia, no habría existido tal fragilidad. La muerte es efecto del pecado:
«El pecado entró en el mundo... y por medio del pecado la muerte» (Ro. 5:12).
2. Les enseña a confesar sus pecados (v. 8): «Pusiste nuestras culpas delante de ti; nuestras
faltas ocultas, a la luz de tu rostro» (lit.). Dios veía todo lo que hacían y todo lo que
pensaban y lo tenía en cuenta- La mirada de Dios es una luz que lo descubre todo, por muy
escondido que lo tengamos en el corazón.
3. Les enseña a que se consideren como quienes se acercan deprisa al sepulcro (v. 9); que no
piensen en tener una vida larga y próspera, pues nuestros días se pasan como un suspiro. En
efecto, ¿cuánto dura nuestra vida? Moisés mismo da testimonio (v. 10) de que, entonces como
ahora, el término medio de longevidad, aun en países de los llamados «desarrollados», apenas
pasa de los 70 años; y, en los más robustos, hasta ochenta años; y su orgullo, molestias y
vanidad (lit.). A la objeción de que precisamente Moisés y Aarón llegaron a vivir 120 años,
responde Maclaren: «La longevidad de ciertas personas conspicuas de aquel tiempo no
garantiza la conclusión de una mayor media de longevidad, y la generación que cayó en el
desierto no pudo obviamente haber vivido más del límite señalado por el salmista.»
4. Les enseña, con todo esto, a tener un respeto pavoroso a la ira de Dios (v. 11): «¿Quién
conoce el poder de tu ira?» El salmista habla aquí como quien tiene miedo a la ira de Dios y
está atónito ante la grandeza del poder de ese enojo de Dios: ¿Quién conoce? Como diciendo:
¡Cuan pocos se dan cuenta de la intensidad de la ira de Dios, suscitada por el pecado! Quienes
tienen en poco el pecado, también tienen en poco la ira de Dios y la muerte en cruz de
nuestro Salvador.
Versículos 12-17
Ahora vienen las peticiones de esta oración de Moisés, fundadas en las anteriores
consideraciones. Por cuatro cosas se les enseña aquí a orar:
1. Por un santo uso de los años que Dios nos concede (v. 12):
«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que entre la sabiduría en nuestro corazón.»
Como diciendo: «Señor, enséñanos a darnos cuenta de la brevedad de la vida terrenal y poner
así suma diligencia en emplear lo mejor posible los días que nos concedas.» Cada día es de
suma importancia. Quienes deseen aprender esta aritmética, deben orar para que Dios les
imparta la necesaria instrucción.
2. Para que Dios retire de ellos su ira (v. 13): «Vuélvete, oh Yahweh, reconcíliate con
nosotros, y arrepiéntete (lit. comp. con Ex. 32:14) con respecto a tus siervos; envíanos de
nuevo noticias de paz para consolarnos de esas otras tan malas noticias; pueblo tuyo somos
todos nosotros (Is. 64:9) ¿cuándo cambiarás el modo de conducirte con nosotros?» En
contestación a esta oración y tras la profesión que ellos hicieron de arrepentimiento, en Nm.
14:39, 40, Dios, en el capítulo siguiente (Nm. 15:1 y ss.), prosiguió con las leyes
concernientes a los sacrificios, lo cual era señal de que se había arrepentido con respecto a
sus siervos, pues si a Dios le hubiese placido matarles, no les habría mostrado tales cosas
(comp. Jue. 13:23).
3. Por consuelo y gozo al devolverles Dios su favor (vv. 14, 15). Ruegan a Dios que tenga
misericordia de ellos, pues no pueden presentar ningún mérito de su parte: «De mañana,
cuando todavía florecemos (v. 6), sacíanos de tu misericordia, no sólo para que podamos
disfrutar de paz interior, sino para cantar y alegramos, con esas señales de tu favor, no
solamente por algún tiempo, sino todos nuestros dios, aunque hayamos de pasarlos en un
desierto. Alégranos a la medida de los días en que nos afligiste; que los días de nuestro gozo
en tu favor sean tantos como los de nuestra tristeza por tu desagrado.
4. Por el progreso de la obra de Dios entre ellos (vv. 16, 17):
«Manifiéstese a tus siervos tu obra, que se vea que todo lo que tu providencia lleva a cabo
es para bien de tu pueblo, y tu gloria, a sus hijos;
que tengan ellos, como la tenemos nosotros, una evidencia de tu poder salvífico y benéfico a
favor de tu pueblo, pues así es como mejor brilla el esplendor de tu gloriosa majestad.
Quizás, en esta oración, distinguían entre ellos y sus hijos como había hecho Dios mismo en
Nm. 14:31, 32:
«Pero a vuestros niños... yo los introduciré (en Canaán)... En cuanto a vosotros, vuestros
cuerpos caerán en este desierto.» Señor, vienen a decir, que se manifieste en nosotros tu
obra, para llevamos al arrepentimiento y a mejor humor y, luego, que se manifieste tu gloria
en nuestros hijos, cumpliéndoles a ellos la promesa de la que nosotros nos hemos hecho
indignos. Descienda el favor del Señor, nuestro Dios, sobre nosotros, y afianza (lit.) en
nosotros la obra de nuestras manos, esto es, bendice nuestros quehaceres cotidianos; afianza
(el mismo verbo de la frase anterior) la obra de nuestras manos.» La repetición de la frase
muestra el gran interés que el autor del salmo-oración tiene en que Dios bendiga lo que ellos
hagan. La obra de Dios por nosotros y en nosotros (v. 16), no nos descarga de la obligación de
emplear bien nuestras fuerzas para servirle y honrarle, al tiempo que afianzamos nuestra
elección (v. 2 P. 1:10).
Salmos 91 -Morando bajo la sombra del Omnipotente-
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Comentario al Salmo 92
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Éste es un salmo cultual. Según Arconada, «lo cantaban los levitas durante la libación del
vino que acompañaba a la inmolación del cordero el sábado por la mañana». Por eso: I. Se
recomienda aquí la acción de gracias y la alabanza, que son quehaceres del día de reposo
(vv. 1-3). II. Las obras de Dios, que dieron ocasión al sábado, se proclaman aquí como grandes
e inescrutables en general (vv. 4-6). En particular, con referencia tanto a las obras de la
providencia como de la redención, el salmista canta a Dios sobre su misericordia y su juicio,
con una triple contraposición: 1. Los impíos perecerán (v. 7), pero Dios es eterno (v. 8). 2.
Los enemigos de Dios serán cortados, pero el salmista será enaltecido (vv. 9, 10). 3. Los
enemigos del salmista serán confundidos (v. 11), pero todos los rectos de corazón serán
fructíferos y florecientes (vv. 12-15).
Versículos 1-6
El día de reposo debe ser un día, no sólo de santo descanso, sino también de santo
quehacer. El quehacer propio del sábado es alabar a Dios y darle gracias; cada día de reposo
debe ser un día de acción de gracias. Un escritor judío lo refiere al reino mesiánico y titula
este salmo:
Salmo o cántico para la era venidera, la cual será día de reposo toda entera.
1. Se nos convoca y exhorta aquí a alabar a Dios (vv. 1-3): «Bueno es dar gracias (lit.) a
Yahweh.» Cosa buena es alabar a Dios; buena en sí, y buena para nosotros. (A) Cómo hemos
de alabar a Dios (v. 2): Anunciando su misericordia y su fidelidad. No sólo hemos de
proclamar la grandeza, la majestad, justicia y santidad de Dios, que enaltecen a Dios, pero
nos infunden pavor, sino también su misericordia y fidelidad, ya que su bondad es su gloria
(Ex. 33:18,19; 34:6,7), y con eso proclama Él su nombre. Su misericordia y su verdad son los
grandes soportes de nuestra fe y de nuestra esperanza, y los grandes estímulos de nuestro
amor y de nuestra obediencia. Esto se hacía entonces, no sólo cantando, sino también con
acompañamiento de instrumentos de música (v. 3). (B) Cuándo hemos de alabar a Dios: «Por
la mañana... y cada noche» (v. 2), no sólo en día de sábado, sino todos los días; y no sólo en
pública asamblea, sino también en secreto y en familia. Hemos de comenzar y terminar cada
día con alabanzas a Dios.
2. El salmista mismo nos sirve aquí de ejemplo (v. 4): «Por cuanto me has alegrado,
Yahweh, con tus obras. En las obras de tus manos me gozo.» Por el recuerdo gozoso de lo que
Dios ha hecho por nosotros, podemos contemplar una gozosa perspectiva de lo que ha de
hacer en el futuro. No podemos comprender la grandeza de las obras de Dios y, por tanto,
debemos admirarlas con reverente adoración. «Las obras de los hombres son pequeñas y
triviales, pero tus obras. Señor, son grandes e inconmensurables, ya que tus designios son
muy profundos y, por ello, inescrutables» (v. 5). La grandeza de las obras de Dios nos debe
llevar a la consideración de la profundidad de sus designios.
3. Se nos amonesta a no menospreciar las obras de Dios, mediante la descripción de los que
no les prestan atención (v. 6): «El hombre bruto, al que dominan sus instintos animales
(comp. 73:22), no conoce, no comprende, y el necio (hebreo, khesit) no entiende esto» (lit.).
Quienes no perciben las obras de Dios ni le dan, por ellas, la gloria que les corresponde, son
necios y brutos de verdad.
Versículos 7-15
Había dicho el salmista (v. 4) que de las obras de Dios obtenía gozo, y aquí lo muestra.
1. Canta victoria sobre los enemigos de Dios (vv. 7, 9, 11). Cuando florecen, como la hierba
(tan densa, tan verde, tan crecida), los obradores de iniquidad (con pompa, poder y
prosperidad), podría pensarse que era una señal manifiesta del favor de Dios; pero es
precisamente todo lo contrario: «La cómoda indolencia de los necios los echará a perder»
(Pr. 1:32b). Su prosperidad es para ser destruidos eternamente (v. 7b). Al ser enemigos de
Dios, han de perecer sin remedio (v. 9), pues nadie puede endurecer su corazón contra Dios y
prosperar. El salmista podrá contemplar con satisfacción la derrota de sus enemigos (v. 11);
si no hallan en ella ocasión para arrepentirse, a nadie deben culpar de su propia ruina.
2. Canta victoria en Dios, en su gloria y en su gracia.
(A) En su gloria (v. 8): «Mas tú, Yahweh, para siempre eres Altísimo» (lit. excelso, puesto en
alto), para pronunciar juicio: castigo para los malvados, vindicación de los justos.
(B) En su gracia: en su favor y los frutos de éste (v. 10): «Pero tú has levantado mi cuerno
como el cuerno del búfalo.» Dios le ha dado tremendas fuerzas, poder humanamente
invencible. Va enumerando luego los distintos favores que Dios le ha dispensado:
(a) «Soy ungido con aceite fresco (esto es, nuevo).» El aceite se usaba en ocasiones de júbilo
como símbolo de alegría (23:5; 45:7). Dios le da al salmista continuos motivos para estar
contento. Todo creyente tiene motivos fundados para estar alegre (Ro. 15:13); el gozo es el
segundo efecto del fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:22).
(b) «El justo florecerá como la palmera» (v. 12), la cual tiene cuerpo esbelto y bellas ramas
(«palmera» es, en hebreo, lámar, lo que explica que sea un nombre bello para una bella
mujer); siempre está verde; y su fruto, los dátiles, es muy agradable. En cambio, los impíos
florecen como la hierba (v. 7), pero para perecer. Se ha dicho que la palmera «sub pondere
crescit» = crece bajo el peso; es decir, cuanto más la aprietan, mejor crece; así crece y
prospera el justo bajo sus cargas y tribulaciones, y da frutos de santificación. Está prometido
que darán fruto incluso en la vejez (v. 14). Otros árboles, cuando se hacen demasiado viejos,
cesan de dar fruto, pero en los árboles de Dios la fuerza de la gracia no decae con la falta de
las fuerzas naturales. Muchas veces, los últimos días de los santos son los mejores días, y su
obra la mejor que han hecho en su vida.
(c) «Crecerá como el cedro en el Líbano» (v. 12b). Cuando Dios da verdadera gracia,
también da creciente gracia. Los árboles de Dios crecen más y más, como los cedros del
Líbano, famosos por su altura y esbeltez; siempre hacia el Cielo y prestos para buenos usos.
Los santos son presentados como «árboles de justicia» (Is. 61:3, comp. Sal. 1:3).
(d) Son «plantados en la casa de Yahweh» (v. 13). Los árboles de justicia no crecen por sí
mismos; son plantados; y no en suelo común, sino en la casa de Yahweh. No es corriente que
los árboles sean plantados en una casa, pero de los árboles de Dios se dice que son plantados
en su casa, porque de su gracia, de su palabra y de su Espíritu es de donde ellos reciben la
savia y la virtud que los conserva vivos y los hace fructíferos.
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Comentario al Salmo 93
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Este breve salmo presenta el honor del reino de Dios entre los hombres. Alude al reino de la
Providencia, por el que Dios gobierna el mundo, y al reino de la gracia, por el que asegura la
salvación de su pueblo. No lleva título. Se desconoce su autor y la ocasión en que fue
compuesto: I. Yahweh es rey majestuoso (vv. 1,2). II. Tiene mayor poder que ninguna fuerza
creada (vv. 3,4). III. Tanto su palabra como su casa son santas y dignas de adoración (v. 5).
Versículos 1-5
«Yahweh reina» (v. 1). Éste es el cántico de la Iglesia glorificada (Ap. 19:6). Como hace
notar Bullinger —nota del traductor— todos los salmos que comienzan así, terminan con la
nota de santidad y son, sin duda alguna, escatológicos. Es, por tanto, incorrecto, aplicarlos a
la era presente. Dice Cohén: «Los antiguos comentaristas daban a estos salmos una
interpretación mesiánica, relativa a un mundo reformado en el futuro.» Y tenían razón. Este
es, pues, el sentido que daremos al comentario siguiente.
1. Dios reina gloriosamente: «se viste de majestad».
2. Dios reina poderosamente: No sólo se viste de majestad, como un príncipe en su corte,
sino también de poder, como un general en el campo de batalla. Tiene, pues, con qué
sostener su majestad y hacerse de temer. «Se ciñó a sí mismo», no lo ciñó otra persona, ya
que ni su fuerza ni su poder para administrarla se derivan de otro. Y aunque Dios se ciñe de
majestad y poder, condesciende a cuidar de este mundo y de sus asuntos.
3. Dios reina eternamente (v. 2): «Firme está tu trono desde siempre (lit.); desde la
eternidad eres tú (enfático en el hebreo).» La administración entera de su gobierno está
fundada en los designios eternos de Dios. Al ser Dios eterno, también lo son su trono y todas
las disposiciones que emanan de Él, ya que en la mente eterna sólo puede haber
pensamientos eternos.
4. Dios reina triunfalmente (vv. 3,4): «Alzaron los ríos su fragor, que es su voz». Aludiendo a
las «recias olas del mar» (v. 4), dice el Midrás:
«Las olas son las naciones» (comp. con 2;1, 2). Comenta Arconada: «El sentido escatológico
del salmo favorece esta interpretación: en las ultimidades de la historia, las naciones se
opondrán a Yahweh y a su Mesías. Esos pueblos enemigos suelen representarse por ríos
desbordados (Jer. 47:1), por torrentes impetuosos (Jer. 46:7) o por el estruendo de muchas
aguas (Is. 17:12).» En acomodación devocional, podemos aplicarlo a las tentaciones del
exterior y a los tumultos que sentimos en nuestro interior, pero si el Señor reina en nuestro
corazón, aun los vientos y el mar le obedecerán. En medio de toda esta tormenta, viene de
arriba un ancla inamovible (v. 4): «Yahweh en las alturas es más poderoso.» El poder de los
enemigos de la Iglesia es como el estruendo de las muchas aguas (v. 4b). Es mayor el ruido
que la sustancia: «Faraón rey de Egipto no es más que ruido» (Jer. 46:17). La soberanía
ilimitada y el poder irresistible del gran Yahweh animan muchísimo al pueblo de Dios, con
respecto a todos los ruidos y dificultades que les salen al paso en este mundo (46:1, 2).
5. Dios reina con justicia y santidad (v. 5). Todas sus promesas son inviolablemente fieles:
«Tus testimonios son muy fidedignos.» Tan grande como el poder para proteger a los suyos es
su fidelidad a las promesas que ha hecho con respecto a la seguridad y al triunfo de ellos. la
Iglesia de Dios está en la casa de Dios. La santidad de esa casa es su hermosura, su fuerza y
seguridad. Es precisamente la santidad de la casa de Dios la que la asegura contra las muchas
aguas y el estruendo de dichas aguas. Donde hay pureza, habrá también paz.
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Comentario al Salmo 94
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo contrasta con el anterior y con los que le siguen, pues trata de la triste realidad
que nos presenta el mundo de hoy, lejos de la victoria total del bien en la era escatológica.
No se conoce el autor ni la ocasión en que fue compuesto. Dos cosas presenta aquí el
salmista: I. Convicción y terror para los perseguidores del pueblo de Dios (vv. 1-11),
mostrándoles el peligro al que se exponen y la insensatez que muestran. II. Consuelo y paz
para los perseguidos (vv. 12-23), asegurándoles, con base en la promesa de Dios y en la
propia experiencia del salmista, que sus aflicciones tendrán un final feliz.
Versículos 1-11
1. Solemne apelación a Dios contra los crueles perseguidores de su pueblo (vv. 1, 2).
(A) Los títulos que le dan a Dios para estimular su fe en la apelación que le hacen: «Yahweh.
Dios de las venganzas» (v. 1); «Juez de la tierra» (v. 2). El es el Juez, el Supremo y único
verdadero Juez del Universo, del cual proceden todos los juicios de los hombres. El Dador de
la ley pronuncia sentencia sobre cada persona, conforme a sus obras, según las normas de
dicha ley. Sus decisiones no admiten apelación a otro tribunal superior, porque no lo hay. No
sólo tiene poder para hacer justicia, sino que a su misma naturaleza pertenece el hacerla,
pues es el Dios de las venganzas, que no permitirá que la fuerza prevalezca contra la verdad
y el bien. Esta es una buena razón para que no debamos vengarnos nosotros mismos, pues
Dios ha dicho: «Mía es la venganza» (Ro. 12:19). Así que el que se venga usurpa una
prerrogativa que es exclusiva de Dios.
(B) Qué es lo que le piden a Dios. Le dicen: « Señor, muéstrate; hazles saber que eres
Yahweh y que estás dispuesto a mostrarte fuerte a favor de aquellos cuyo corazón es recto
contigo.» Los enemigos pensaban que Dios estaba vencido porque lo estaba su pueblo. «Da a
los soberbios su merecido por la insolencia con que te insultan a ti, más aún que por las
injurias que le han hecho a tu pueblo.»
2. Se quejan humildemente a Dios de la soberbia y la crueldad de los opresores (v. 3): Son
impíos; son (v. 4) hacedores de iniquidad; por eso aborrecen y persiguen a los que hacen el
bien, pues eso les avergüenza y les condena. Son arrogantes y se jactan de sí mismos y del
mal que hacen (v. 5): A tu pueblo, Yahweh, quebrantan, etc. Son también inhumanos, pues
hacen sufrir a los que no pueden valerse por sí mismos: a la viuda, al extranjero, a los
huérfanos (v. 6); «¿Hasta cuándo seguirán obrando así?» (vv. 3, 4).
3. El cargo de ateísmo práctico que se les hace (v. 7): «Y dicen: No lo ve Yah (abreviatura de
Yahweh), no se entera el Dios de Jacob». Pero el que piense que Yahweh, el Dios viviente, no
ve, o que el Dios de Jacob no se entera de las injurias hechas a su pueblo, sólo merece los
nombres de bruto y necio (v. 8 Lit. Los mismos términos hebreos de 92:6). Dios ve y se entera
de todo lo que hacemos. «Comprended a tiempo, pues mientras hay vida, hay esperanza. Las
obras de la creación (v. 9), la formación del cuerpo humano, prueban que hay Dios y que
posee de manera infinita y trascendente todas las perfecciones que puedan hallarse en las
criaturas: El que plantó la oreja, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?» Los dioses de los
paganos tenían ojos y no veían, orejas y no oían; nuestro Dios no tiene ni ojos ni orejas y, sin
embargo, ve y oye, pues de Él nos vienen esas facultades. «El que amonesta a las naciones
(v.10), ¿no castigará a su propio pueblo que conoce la ley revelada por Dios?» El mismo verbo
hebreo se emplea para amonestar, corregir e instruir, porque la corrección tiene por objeto
instruir, y no es efectiva la instrucción que no va acompañada de corrección. «Él, que enseña
al hombre el conocimiento (lit.), ¿carecerá de conocimiento?». Esta última frase no está en
el texto, pero se sobreentiende. ¿Cómo va a carecer de sabiduría el que ha dado al hombre la
luz de la razón y de la revelación, mostrando en qué consiste la verdadera sabiduría y el
entendimiento? (v. Job 28: 23, 28). Dios se entera incluso de lo que pensamos (v. II):
« Yahweh conoce los pensamientos de los hombres, que ellos (los hombres, ya que "ellos" es
masculino, mientras que "majsheboth" = pensamientos, es femenino) son insustanciales (lit.
vanidad, soplo o vapor)». Los buenos pensamientos son palabras secretas para ser conocidas
de Dios, pero los malos son vanidades insustanciales que provocan a Dios.
Versículos 12-23
El salmista profiere ahora palabras de consuelo a los santos que sufren. Lo hace basado en
las promesas de Dios y en su propia experiencia.
1. Basado en las promesas de Dios, las cuales no sólo les preservan de la calamidad, sino que
les aseguran la verdadera dicha (v. 12):
«Dichoso el hombre a quien tú, Yah, corriges.» Aquí el salmista eleva la mirada por encima
de los instrumentos de aflicción, y se fija en las manos de Dios, con lo que el castigo cambia
de color. Los enemigos quebrantan al pueblo de Dios (v. 5); pero Dios, mediante ese
quebranto, corrige a su pueblo, como un padre al hijo en quien tiene su deleite; los
perseguidores son sólo la vara con que los corrige. Aquí se promete:
(A) Que el pueblo de Dios obtendrá bienes de sus sufrimientos. Cuando Dios les castiga, les
enseña (v. 12b), y dichoso es el hombre que recibe esta disciplina divina, pues nadie enseña
como Dios. Cuando somos castigados, hemos de orar ser instruidos, y ver en la ley de Dios el
mejor expositor de su Providencia. No es el castigo mismo el que hace bien, sino la
enseñanza que le acompaña y explica.
(B) Que el pueblo de Dios obtendrá paz de sus sufrimientos (v. 13):
«Para hacerle descansar (no física, sino mentalmente, comp. Is. 7:4) en los días de
aflicción». Dice Cohén: «El hombre que ha aceptado la instrucción de Dios no perderá ánimos
ni fe en los días de prueba, porque está convencido de que llegará el día de dar cuentas.»
(C) Que verán la ruina de los que eran instrumentos de sus padecimientos (v.13b).
(D) Que, aunque se hallen abatidos, no quedarán abandonados (v. 14). Les pase lo que les
pase. Dios no los desechará, no los borrará de su pacto ni les retirará su protección. El
Apóstol Pablo se consolaba grandemente con esto (Ro. 11:1).
(E) Que, por mal que marchen ahora las cosas, se han de arreglar un día (v. 15): «El juicio
será vuelto a ¡ajusticia», es decir, los tribunales de justicia volverán a dictar sentencia de
forma justa y equitativa, y abundarán los rectos de corazón que busquen la justicia. Todo
esto será obra de Dios a favor del pueblo, para que Israel recobre su prosperidad. Esta misma
esperanza nos ha de consolar cuando parezca que las cosas marchan mal en contra nuestra.
2. Basado en sus experiencias y observaciones personales.
(A) Él y sus amigos habían estado oprimidos por crueles tiranos, que disponían del poder
necesario para abusar de los buenos ciudadanos. Eran malignos y hacedores de iniquidad (v.
16). Se entregaban a toda clase de impiedad e inmoralidad, de forma que su tribunal era
inicuo (v. 20). La iniquidad es suficientemente atrevida aun en el caso de que las leyes
humanas la persigan, pues raras veces resultan efectivas, pero ¡cuánto mas insolente y
dañina es cuando está respaldada por la ley! Estos obradores de iniquidad condenaban la
sangre inocente (v. 2 Ib) haciendo agravio bajo forma de ley (v. 20b), lo mismo que hicieron
contra Daniel (Dan. 6:7) para echarle al foso de los leones. Así han sido tratados con
frecuencia los mayores bienhechores de la humanidad, bajo capa de ley y justicia, como si
fueran los peores malhechores.
(B) La opresión que sufría pesaba gravemente sobre ellos. El salmista se veía a sí mismo, si
no fuese por la ayuda de Dios, morando en el silencio de la tumba (v. 17, comp. con 115:17);
estaba «en las últimas», sin saber qué decir ni hacer. El Apóstol había recibido, en un caso
similar, dentro de sí respuesta (lit.) de muerte (2 Co. 1: 8, 9). El salmista decía : «Mi pie
resbala» (v. 18, comp. con 38:16; 73:2). Una multitud de pensamientos contradictorios le
dejaban perplejo, sin saber en qué iba a parar aquello ni qué medidas tomar.
(C) En su apuro, buscó ayuda, socorro y alivio (v. 16): «¿Quién se levantará por mí contra los
malignos? ¿Tengo algún amigo que se preste, por amor, a socorrerme?» Miraba en derredor y
no veía a ninguno. Cuando Pablo fue llevado ante el tribunal de Nerón, ninguno estuvo a su
lado (2 Ti. 4:16). Le gritaban al Señor (v. 20): «¿Se aliará contigo el tribunal inicuo?» Como
diciendo: «¿Es posible que estos inicuos puedan resguardarse bajo el pretexto de que
administran la justicia en nombre de Yahweh?» Sólo cuando está a favor de la equidad y de la
justicia puede decirse que un tribunal es aliado de Dios. El tribunal inicuo no puede en modo
alguno tener comunión con Dios.
(D) Hallaron socorro y alivio en Dios, y sólo en Él. Por eso, habla el salmista de la ayuda de
Yahweh (v. 17), cuando se pone en Él la confianza y se espera de Él el alivio. « Si no fuera
por eso, dice, nunca habría podido conservar el dominio de mí mismo; pero viviendo por fe
en Él, he podido conservar la cabeza por encima del agua.» El socorro que recibimos se lo
debemos no sólo al poder de Dios, sino a su misericordia (vv. 18,19): «Tu misericordia,
Yahweh, me sustenta. Tus consolaciones alegran mi alma, cuando son muchas las
preocupaciones dentro de mí. Cuando se agolpan en mi mente los pensamientos inquietantes,
sólo el consuelo que tú me ofreces sirve para aquietar mi mente y dar paz a mi alma.» Las
consolaciones de Dios llegan hasta el alma, no sólo hasta la imaginación, y le dan la paz y el
gozo que no pueden darle las sonrisas del mundo, ni pueden quitarle los enfados del mundo.
(E) Dios es, y siempre será, Justo Juez, protector del derecho y castigador del mal; de esto
tenía el salmista la seguridad y la experiencia (v. 22): «Cuando nadie quiera, o no pueda, o
no se atreva a defenderme, Yahweh es mi baluarte, para preservarme de la maldad de mis
apuros, para no hundirme bajo su peso ni ser arruinado por ellos; y es la roca de mi refugio,
en cuyas hendiduras puedo cobijarme y encima de la cual puedo asentar mis pies para estar
fuera del alcance de todo peligro.»
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Comentario al Salmo 95
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Para la exposición de este salmo, podemos tomar prestado mucho material a Hebreos 3 y 4,
pues allí se dice expresamente (He. 4:7) que la exhortación de los vv. 7 y 8 tiene vigor en el
presente. El autor y la ocasión se desconocen. Lo de He. 7 («por medio de David») no
significa otra cosa sino que la cita se halla en el Salterio de David, no precisamente que David
compusiera este salmo. Al cantar un salmo como este («hímnico, litúrgico y procesional» —
como dice Arconada—), hemos de procurar: I. Hacer melodía a Yahweh (vv. 1,2) como a
nuestro gran Dios (vv. 3-5) y nuestro gran bienhechor (vv. 6, 7). II. Tomar aviso y enseñanza
para nosotros mismos y para otros; aquí, en concreto, a escuchar la voz de Dios (v. 7) y no
endurecer nuestro corazón, como lo hicieron los israelitas en el desierto (vv. 8, 9), para no
caer bajo la ira de Dios ni perder el reposo prometido, como les pasó a ellos (vv. 10, 11).
Versículos 1-7
Aquí el salmista, como en otros lugares, se estimula a sí mismo y estimula a otros a alabar a
Dios.
1. Cómo ha de ser alabado Dios. El cántico de alabanza ha de ser ruidoso, de aclamación (vv.
1, 2). El gozo espiritual es el corazón y el alma de la alabanza agradecida. Al mismo tiempo
que cantamos con júbilo a la roca de nuestra salvación (v. 1b), hemos de decir con humilde
reverencia y santo pavor (v. 6): «Venid, adoremos y póstremenos; arrodillémonos delante de
Yahweh nuestro Hacedor», como es propio de quienes se percatan de la infinita distancia que
media entre nosotros y Dios. Con júbilo y alegremente hemos de aclamarle con cánticos (vv.
1, 2). Hemos de alabar a Dios conjuntamente, unánime y concertadamente, en las asambleas
de la congregación; «ante su presencia» (v. 2), es decir, en su santuario.
2. Por qué ha de ser alabado.
(A) Porque es un gran Dios (v. 3), Soberano del Universo, (a) Tiene gran poder: «Es Rey
grande sobre todos los dioses», los cuales no tienen realidad ninguna (comp. 96:4,5). No hay
motivo alguno para tomar aquí «dioses» en el sentido de ángeles o jueces, (b) Tiene grandes
posesiones; suyo es todo, porque Él lo hizo todo (vv. 4,5). ¡Cuan grande es el Dios que creó el
Universo y lo gobierna! También puede aplicarse al Señor Jesucristo, por quien todas las
cosas fueron hechas (Jn. 1:3) y por medio del cual habían de ser reconciliadas (Col. 1:20).
(B) Porque es nuestro Dios. No sólo tiene dominio sobre nosotros, como lo tiene sobre el
resto de la creación, sino que tiene relación especial con nosotros (v. 7): «Él es nuestro Dios;
nosotros somos el pueblo de sus pastos (comp. 74:1; 79:13) y el rebaño de su mano, que se
halla bajo su cuidado y conducción.» Los creyentes somos sus ovejas, y Él es nuestro Buen
Pastor (Jn. 10). Ante Dios, como ante nuestro Hacedor y Señor, hemos de arrodillamos (v. 6).
Los idólatras se arrodillan ante dioses que ellos mismos han hecho; nosotros nos arrodillamos
ante un Dios que nos ha hecho a nosotros. Por eso, puede ser la roca de nuestra salvación (v.
1b).
Versículos 7-11
La última parte del salmo es una exhortación a los que cantan salmos evangélicos, para que
vivan vidas evangélicas.
1. La obligación de todos los que son pueblo de los pastos y ovejas de la mano de Dios es que
oigan su voz (v. 7c), pues dice Jesús (Jn. 10:27);
«Mis ovejas oyen mi voz.» Si le llamamos Señor y Maestro, hemos de hacer lo que Él nos
diga, pues creer equivale a obedecer (v. Jn. 3:36).
2. El pecado contra el que se les amonesta es el endurecimiento del corazón (v. 8): «Si oís
mi voz, no endurezcáis vuestro corazón, porque la semilla que se siembra en roca, nunca
puede producir fruto perfecto.
3. El ejemplo de los israelitas en el desierto.
(A) «No endurezcáis vuestro corazón, como en Meribá, etc. Tened cuidado, no pequéis como
ellos hicieron, para que no seáis excluidos del descanso eterno, así como ellos lo fueron del
reposo en Canaán.» Con tanta frecuencia provocaron a Dios con su desconfianza y sus
murmuraciones, que todo el tiempo de su peregrinación por el desierto puede llamarse día
de tentación o Masa, nombre que se le dio a aquel lugar (Ex. 17:7), pues tentaron a Dios
diciendo: ¿Está Yahweh con nosotros o no? Cuanto mayores y más numerosas son las
experiencias que tenemos del poder y de la bondad de Dios, tanto más grave es nuestro
pecado si desconfiamos de El.
(B) El cargo que, en nombre de Dios, se hace a los incrédulos israelitas (vv. 9, 10). Su pecado
era la incredulidad; tentaron a Dios y lo pusieron a prueba (Nm. 14: 3, 4). Este pecado es
llamado rebeldía (Dt. 1:26, 32). Una agravante de este pecado es que habían visto las obras
de Dios (v. 9b): los milagros para sacarles de Egipto, el maná, las codornices, el agua de la
roca, ya en el desierto, eran evidencia plena de la presencia de Dios entre ellos. Pero ellos
eran «un pueblo de corazón extraviado, que no conocía los caminos de Dios» (v. 10), es decir,
no aprendían por qué actuaba Dios con ellos de aquel modo. La incredulidad y la dureza de
corazón de los hombres son efecto de su ignorancia del carácter y de las obras de Dios. Veían
las obras de Dios (v. 9,comp. 103:7) y, sin embargo, no conocían los caminos de Dios. La
causa de esta ignorancia era el extravío de su corazón. Cuando se oscurece el corazón, se
hacen vanos los pensamientos (v. Ro. 1:21). Un corazón errante saca fuera de sí al hombre
(comp. Le. 15:17). Los pecados del pueblo de Dios, especialmente la desconfianza, no sólo le
enojan, sino que le apesadumbran; pero véase la paciencia y la bondad de Dios: Está
disgustado con la nación durante cuarenta años (v. 10) y, sin embargo, la siguiente
generación entró triunfante en Canaán.
(C) La sentencia que pronuncia contra ellos por su pecado (v. II):
«Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo», es decir, en la Tierra
Prometida, tierra de reposo después de su larga peregrinación por el desierto (v. Dt. 12:9).
No es que Dios esté sujeto a las mismas pasiones que tenemos nosotros, pero su justo enojo
contra el pecado es una prueba inequívoca de la malignidad del pecado y de la santidad de
Dios y de la ley divina. Si tuviésemos ideas claras sobre el pecado y la santidad de Dios,
justamente nos enojaríamos contra nosotros mismos. Con razón aplica He. 4:1 la seria
advertencia de estos versículos a los creyentes del Nuevo Testamento, pues nosotros tenemos
mayor responsabilidad al haber obtenido mejor revelación por medio del hijo (He. 1:1 y ss.).
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Comentario al Salmo 96
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo se compuso para ser cantado en la traslación del arca. Se desconoce el autor.
Tenemos aquí, I. Una invitación a todos a que alaben a Dios y le adoren como al Dios grande y
glorioso (vv. 1-9). II. Una notificación a todos para que reconozcan el gobierno y el juicio
universal de Dios, lo que debería ser materia de gozo universal (vv. 10-13).
Versículos 1-9
1. Se nos invita aquí a todos a honrar a Dios:
(A) Con cánticos (vv. 1, 2). Tres veces se nos exhorta en estos vv. a cantar a Yahweh, a
bendecir su nombre, hablando bien de Él a Él, y proclamando cada día (v. 2b) sus obras
salificas. Es un cántico nuevo (de Is.42:10), por el anuncio de cosas nuevas (Is. 42:9, comp.
con 2 Co. 5:17), lo que exige nuevos afectos y nuevas expresiones de dichos afectos.
(B) Con mensajes (v. 3): «Proclamad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus
maravillas.» Esto era como una profecía de la proclamación del Evangelio a todo el mundo,
hasta los últimos confines de la tierra (Hch. 1:8); «proezas maravillosas» llama Pedro (1 P.
2:9) a la salvación que Dios ha llevado a cabo en nosotros.
(C) Con servicios religiosos (vv. 7-9). Hasta entonces, aun cuando todos los que, en
cualquier país, temían a Dios y obraban justicia, eran aceptados por Él, sin embargo las
ordenanzas instituidas por Dios eran privilegio de la religión judía. A toda la tierra se la
convoca ahora a rendir adoración ante Yahweh, ofrenda agradable de los gentiles (Ro.
15:16), pues al llevarle al Señor alguna ofrenda, hemos de ofrecernos primero a nosotros
mismos al Señor (comp. 2 Co. 8:5).Todo lo que llevemos al Señor (vv. 7, 8) procede de El; sin
embargo, Él se digna aceptarlo de nuestra mano. Hemos de adorar a Dios en la hermosura de
la santidad (v. 9), es decir, con santos arreos (la hermosura de las vestiduras sacerdotales,
usadas en el santuario; comp. 29:2). Aunque la santidad interior es algo «hermoso» —nota del
traductor—, no es eso lo que el texto indica.
2. De Dios se dicen aquí cosas muy gloriosas (v. 4): «Grande es Yahweh y digno de suprema
alabanza, temible sobre todos los dioses.» Aun siendo un cántico nuevo, continúa
proclamando la grandeza y la bondad de Dios. Yahweh es de temer, no los dioses falsos
(comp. 95:3). «Honor y majestad delante de Él» (v. 6), es decir, en su presencia, donde los
serafines se cubren el rostro, incapaces de soportar su resplandor (Is. 6:2). «Poder y belleza
(lit.) en su santuario» (v. 6b), cualidades aplicadas al arca del pacto (v. 78:61). dice
Maclaren: «La fuerza y la belleza están, con frecuencia, separadas en un mundo
desordenado, con lo que ambas están mutiladas; pero, cuando son perfectas, están
indisolublemente unidas. Los hombres llaman fuertes y hermosas a muchas cosas que nada
tiene que ver con la santidad, pero los arquetipos de ambas excelencias se hallan en el
Santuario, y toda fuerza que no tenga allí sus raíces es debilidad, así como toda hermosura
que no refleje «la hermosura de Yahweh nuestro Dios», no es sino una máscara para ocultar
la fealdad.»
Versículos 10-13
Instrucciones que se dan a quienes vayan a predicar a las naciones el Evangelio.
1. Se les ha de decir que Dios se ha constituido en Rey, ha llegado al trono (v. 1). Éste es,
según Cohén, el sentido del hebreo, lo mismo que en los demás lugares en que aparece esta
expresión (93:1; 97:1, etc.). El Señor Jesucristo tuvo sobre su cruz el título de Rey de los
judíos, lo cual dio ocasión a la frase (usada primero por Justino Mártir): Regnavit a ligno
Deus, Dios reinó desde el leño (esto es, desde la cruz). Que fue constituido Juez Universal, lo
anunció Pedro a los gentiles en casa .de Cornelio (Hech. 10:42).
2. Se les ha de decir que Dios ha restablecido las condiciones en que el mundo ha de
permanecer firme, porque él tiene las riendas en su mano. El pecado ha producido en el
mundo el desorden, pero la redención pone las cosas en su sitio (2 Co. 5:17) al renovarlas. Si
el cristianismo fuese aceptado y observado por todos, el orden y la paz reinarían en todos los
Estados del mundo.
3. Se les ha de decir que el gobierno de Dios es justo (v. 13). Cristo dijo: «Para juicio he
venido a este mundo» (Jn. 9:39; 12:31) y declaró que todo juicio le habla sido encomendado
a Él (Jn. 5:22, 27). Gobierna en la conciencia y en el corazón de los hombres por medio del
Espíritu y el poder de la verdad. Cuando le preguntó Pilato si era rey, le contestó Cristo: «Tú
lo dices: Yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio a la verdad» (Jn. 18:37).
4. Se les ha de decir que se acerca la Segunda Venida de Cristo y juzgará a los pueblos con
justicia (v. Job). La primera parte del v. está tomada de 93:1; la segunda, de 9:8. Dice
Cohén: «Al combinar estas dos citas, parece ser que el objetivo del salmista era sugerir un
paralelismo entre el universo físico y el orden social, pues la estabilidad de ambos órdenes
depende igualmente de la voluntad de Dios.» Entre la redacción de este salmo y la 1 a Venida
del Mesías ocurrieron muchas revoluciones y muchos cambios de todo orden; sin embargo,
vino al tiempo señalado; así que podemos estar seguros de que, por muchas revoluciones y
cambios que acontezcan, también vendrá a su debido tiempo la segunda vez.
5. Se les ha de decir, finalmente, que se regocijen en el Mesías con la perspectiva de su
próxima venida (vv. 11, 12): «Alégrense los cielos, y gócese la tierra... el mar... el campo...
los árboles del bosque, etc.» El sentido es: (A) Que los días del Mesías serán días de gozo.
Cuando Samaria recibió el Evangelio había gran gozo en aquella ciudad (Hch. 8:8) y, cuando
el eunuco etíope fue bautizado, siguió gozoso su camino (Hch. 8:39). (B) Que el deber de
cada uno de nosotros es dar la bienvenida al Mesías, pues, aun cuando viene a juzgar, su
juicio es ocasión de gozo para los creyentes (comp. Is. 11:4). (C) Que toda la creación tendrá
motivos para regocijarse en el establecimiento del reino mesiánico, incluso el mar y el
campo. En primer lugar, habrá gozo en el cielo, gozo delante de los ángeles de Dios.
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Comentario al Salmo 97
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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«Este salmo —dice Cohén— desarrolla el tema del último versículo del salmo precedente. Nos
refiere los efectos que resultan cuando Dios ejerce su juicio sobre el mundo: el desmayo que
produce en los malvados, y la luz que concede a los justos.» I. Infunde terror a los enemigos
(vv. 2-7). II. Infunde consuelo a sus súbditos leales (vv. 8-12). III. Su reino produce gozo en
toda la humanidad (v. 1).
Versículos 1-7
Lo que, en el salmo precedente, se decía con respecto a las naciones (96:1), se repite aquí
de nuevo (v. 1) y se convierte en el tema de todo el salmo y del siguiente. «Yahweh reina»
(v. lo dicho sobre 93:1).
1. «Regocíjese la tierra» (v. 1, de 96:11). No sólo el pueblo de Israel, no sólo la hija de Sión,
ha de alegrarse en el Mesías Rey de los judíos, sino toda la tierra y la multitud de las islas y
zonas costeras del Mediterráneo (v. 72:10), todas las cuales se han de beneficiar del reinado
del Mesías, ya que los efectos de su gobierno tendrán alcance universal. «Nubes y oscuridad
alrededor de él» (v. 2). Estos fenómenos (v. por ej. 18:9 y ss.) muestran el contexto de poder
y soberanía en que Dios se mueve. «Justicia y juicio son el cimiento de su trono» (comp. con
89:14). En el fondo, son detalles que indican el carácter escatológico del salmo.
2. Aunque el gobierno del Mesías será motivo de gozo para todos, infundirá terror a los
malvados, quienes se le habrán sometido por la fuerza (vv. 3-5,7) tanto como a los que haya
derrotado antes de llegar al trono (v. 3): «Abrasará a sus enemigos» (comp. 50:3) el fuego
que va delante de él. Aun los montes (v. Miq. 1:4) se derretirán con tal fuego. Si lo más
sólido de la tierra se derrite ante la presencia de Dios, ¿cómo podrán resistirle los impíos?
¿Quién podrá contradecir lo que tos cielos proclaman? (v. 6). ¿Quién podrá oponerse al
reinado del Mesías, cuando todos los pueblos vean su gloria? (v. 6b, comp. con Is. 35:2; 40:5).
Especialmente confundidos quedarán los idólatras (v. 7): «/os que sirven a imagen de talla,
los que se jactan en naderías (lit. Comp. 96:5). Postraos ante Él, dioses todos» (lit.). Nótese
que todo aquello en que el hombre pone la prioridad de su afecto y de su interés es un ídolo,
un «dios» de dinero, de carne, de diversión, etc., que ocupa en el corazón el lugar del
verdadero Dios.
Versículos 8-12
1. Los motivos que se exponen para que Sión se regocije en el gobierno del Redentor: (A)
Dios es glorificado, y todo lo que redunda en honor de Dios, redunda también en gozo de su
pueblo (vv. 8,9). (B) Dios guarda, custodia, las almas (es decir, las personas) de sus devotos
(hebr. jasidaiv)» (comp. 4:3). Dios les preserva la vida y, si llega el momento en que han de
dar la vida por él, él les preserva el alma, a la que no pueden llegar los que matan el cuerpo
(v. Mt. 10:28). (C) Aunque de momento se muevan en la oscuridad y en aflicción, los justos
pueden consolarse en que la luz y la alegría están sembradas (lit.) para ellos (v. 11). Dice
Hertz: «Es posible que la luz esté al presente escondida como la semilla en la tierra, pero es
seguro que ha de brotar. Sigan, pues, los justos odiando el mal.» Y M. Henry comenta: «Los
súbditos del reino de Cristo han de esperar tribulación en este mundo, pero han de saber,
para consuelo suyo, que hay luz sembrada para ellos. Lo que se siembra brota a su debido
tiempo; aunque, como la semilla en invierno, haya de yacer por largo tiempo bajo los
terrones, volverá con aumento rico y abundante.» Antes de partir de este mundo, dijo Jesús
a sus Apóstoles:
«Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Jn. 16:20).
2. Las normas que se dan para que Sión se alegre. Ha de ser un gozo limpio y santo (v. 10):
«Los que amáis a Yahweh, aborreced el mal» (lit.). Los que aman la venida del Señor, han de
aborrecer el pecado. Donde no hay verdadero odio al pecado, no puede haber amor genuino a
Dios (comp. Pr. 8:13). Y el gozo que comenzó con el amor de Dios, ha de terminar también en
Dios (v. 12): «Alegraos, justos, en Yahweh, y dad gracias al memorial de su santidad» (lit.
comp. con 30:4), es decir, al nombre que nos recuerda constantemente que Yahweh es santo.
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Comentario al Salmo 98
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Continúa este salmo con el tema de los dos salmos precedentes. En la versión caldea, lleva
el título de «salmo profetice». Presenta: I. La gloria del Redentor (vv. 1-3). II. El gozo de los
redimidos (vv. 4-9).
Versículos 1-3
Otra vez se nos invita a cantar un cántico nuevo (v. 1, comp. con 96:1), ante las maravillas
obradas por Dios. No hay obra tan grande y portentosa como la de nuestra redención. Cuanto
más se la conoce, más se la admira. Aquí vemos:
1. Las victorias que su diestra ha conseguido (v. 1b). Nuestro Redentor superó todas las
dificultades que se oponían en el camino de nuestra redención. Por su propio poder, sin
ayuda ajena, obtuvo la victoria contra los poderes de las tinieblas (Col. 2:15) y, sin ayuda
ajena, triunfará de sus enemigos antes de inaugurar el reino mesiánico (Is. 63:3).
2. El descubrimiento, no sólo de su salvación, sino de su justicia, que es la que ha llevado a
cabo la salvación, a las naciones (v. 2). La publicidad de su intervención a favor de sus
elegidos llegó entonces a conocimiento de todos (v. Is. 52:10), y el Evangelio de la salvación
debe llegar también a conocimiento de todos (Hch. 1:8; 10:36).
3. El cumplimiento de las profecías y de las promesas del Antiguo Testamento (v. 3): «Se ha
acordado (hebr. Zacar) de su misericordia y de su fidelidad para con la casa de Israel.» Para
ver hasta qué punto estaba este pensamiento en la mente de los judíos piadosos, basta con
leer Le. 1:54, 72. No era algo que ellos mereciesen, sino un efecto de la libre y soberana
misericordia de Dios.
Versículos 4-9
El establecimiento del reino mesiánico es considerado aquí como motivo de gozo y alabanza.
1. Todos los hombres deben regocijarse, pues todos se benefician, o pueden beneficiarse,
del establecimiento de dicho reino (vv. 4-6). Una y otra vez se les invita a que canten y
vitoreen al nuevo Rey con todos los medios posibles de expresión: no sólo con la voz, sino con
toda clase de instrumentos de música, y no sólo con la suave melodía del arpa y del salterio,
sino también al toque marcial de trompetas y clarines, como lo requiere esta ocasión
especial.
2. Se invita igualmente al resto de la creación a unirse a este regocijo de los hombres (vv. 7-
9). Ya lo hemos visto en 96:11-13. Es curiosa la expresión (v. 8): «Los ríos batan las manos»,
descriptiva del estrépito de las olas batiendo contra el acantilado (comp. Is. 55:12). Véase de
qué forma altera la venida de Cristo el sentido de tales fenómenos. El rugir y bramar de las
olas y su estruendo al estrellarse contra las rocas, ya no es motivo de temor, sino señal de
gozo. Es posible que el poeta latino Virgilio tuviese en cuenta esto cuando escribió su Égloga
IV, señalando el nacimiento de un niño celestial del seno de una virgen, el cual restauraría la
«edad de oro»:
« Una nueva raza desciende del alto cielo;
Tu influjo borrará toda mancha de corrupción
y librará de alarmas al mundo»
Muchas otras cosas dice de este tan anhelado niño, cosas que el escritor español Luis Vives
considera aplicables a Cristo; y concluye, como el salmista aquí, con la perspectiva del gozo
de toda la creación:
«Véase cómo esta era prometida hace que todos se regocijen.» Y, si todos se regocijan, ¿por
qué no nosotros?
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Comentario al Salmo 99
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo, también de autor desconocido, repite el tema de los salmos 93 y 97. Es el
tercero de los que empiezan con la fórmula:
«Yahweh reina». Es, pues, como los otros, escatológico. I. Invitación a todos a honrar a
Yahweh (vv. 1-5). II. Cómo se le honraba en el Antiguo Testamento (vv. 6-9).
Versículos 1-5
Dado el carácter escatológico del salmo, es inútil sacar ninguna aplicación para el presente
—nota del traductor—, excepto que estemos preparados, como «hijos de luz», para la Venida
del Señor (v. 1. Ts. 5:1-9). El apóstol Juan dice expresamente (1 Jn. 5:19) que «el mundo
entero yace en el poder del Maligno». Es el diablo el que reina en el mundo ahora;
Cristo sólo reina en el corazón de los que le obedecen; reinará efectivamente cuando venga
a gobernar con cetro de hierro (2:9); ante este anuncio, dice el salmista (v. 1) «tiemblen los
pueblos» ya que, entonces Yahweh estará, desde Sión, encumbrado sobre todos los pueblos,
lo cual no quiere decir que el gobierno futuro del Mesías esté circunscrito a Sión (comp. 48:
1, 2). Dice Oesterley: «Decir que "aquí está el tono del exclusivismo judío" es simplemente
una mala interpretación de todo el objeto del salmo; Dios está aquí entronizado sobre todos
los pueblos como Dios de Israel, no hay duda, pero también como el Dios de todos los
pueblos; el tono no es de exclusivismo, sino de universalismo.» De este reino:
1. El salmista afirma dos cosas: (A) Dios preside en los asuntos religiosos (v. 1): «Está
sentado sobre los querubines», para dar sus decretos mediante los oráculos que allí
pronuncia. Este era el honor de Israel, que tenían entre ellos la Shekinah o presencia especial
de Dios:
Yahweh es grande en Sión (v. 2); allí era conocido y adorado (76:1, 2); en Sion, las
perfecciones de la naturaleza divina se mostraban con mayor brillo que en cualquier otro
lugar de la tierra. Por eso, se exhorta a todos a alabarle agradecidos allí donde su nombre
aparece, no sólo grande, sino también temible (v. 3, comp. con 111:9). (B) Con respecto a los
asuntos civiles, lo que hacía en Jacob (v. 4) sirve de pauta para todo tiempo en que Dios
ejerce su gobierno: «ama la justicia y establece la rectitud». Los monarcas humanos o no
aman la justicia o no tienen poder suficiente para hacer valer el derecho; por eso, si se
imponen es con despotismo, pero «el Rey Divino —dice Cohén— hace que su poder sea
controlado por la justicia que Él ama». El pronombre «tú» está enfático en el hebreo en la
segunda frase del v. 4. El gobierno de Israel era una teocracia; también el reino mesiánico
será teocrático.
1. Juntando estas dos cosas, vemos cuan grande era la dicha de Israel por encima de la de
cualquier otra nación (v. 5): «Exaltad a Yahweh nuestro Dios y postraos ante el estrado de
sus pies.» Tres veces (vv. 3, 5, 9) se repite que el Dios de Israel es santo.
Versículos 6-9
La felicidad de Israel durante el gobierno de Dios se muestra aquí en algunos detalles de su
administración, con especial referencia a los que habían sido los más útiles gobernadores del
pueblo —Moisés, Aarón y Samuel—; en el caso de los dos primeros, porque con ellos había
comenzado a funcionar la teocracia o gobierno de Dios; en el tercero, porque con él terminó,
en gran medida, tal forma de gobierno.
1. La comunión que tales personajes tenían con Dios. Entre todas las naciones de la tierra,
ninguna otra pudo producir tres hombres como éstos, los cuales tenían gran poder intercesor
y a quienes Dios conocía por su nombre (Ex. 33:17). Aunque Samuel no era sacerdote, se le
cuenta entre los que invocaron su nombre (v. 6b). También se les menciona por su
obediencia: «Guardaban sus testimonios y el estatuto que les había dado» (v. 7b). De Moisés
se dice con mucha frecuencia que hizo conforme a todo lo que Dios le había mandado. Todos
ellos prevalecieron admirablemente con Dios en oración. Dios obraba milagros a petición de
ellos y tenía con ellos especial trato (v. 7).
2. Los buenos oficios que desempeñaron en beneficio de Israel. Intercedieron por el pueblo y
obtuvieron de Dios muchas respuestas de paz. Recuérdese especialmente la oración de Ex.
32:11-14. Moisés es incluido entre sus sacerdotes (v. 6), porque, aunque no había sido ungido
como sacerdote, tenía acceso al Tabernáculo y él fue el que consagró sumo sacerdote a su
hermano Aarón. En cuanto a la intercesión de Aarón, véase Nm. 17:11 y ss. Y, para ver un
ejemplo de la oración de Samuel, v. 1 S. 7:8. El perdón de Dios al pueblo, en respuesta a las
oraciones de estos tres grandes intercesores, se menciona en el v. 8. «Yahweh Dios nuestro,
tú les respondías; fuiste para ellos un Dios perdonador.» Eso no obsta para que Dios vindicase
su propia santidad aplicándoles el correctivo que necesitaban: «y vengador de sus
maldades».
3. El salmista finaliza el salmo con una exhortación, parecida a la del v. 5, para que el
pueblo exalte a Yahweh y se postre ante él, «porque Yahweh nuestro Dios es santo» (v. 9).
Nótese el detalle de la postración reverencial, unida a la intimidad que comporta la
expresión «nuestro Dios». El tener acceso libre y familiar al trono de la gracia (He. 4:16) no
debe disminuir el respeto que debemos a nuestro Dios, pues es fuego consumidor (He. 12:29).
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Comentario al Salmo 100
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo se canta con mucha frecuencia en los servicios y con mucha razón. Dicen los
judíos que se compuso para ser cantado durante las ofrendas de acción de gracias (y así debe
traducirse el título).
I. Se nos invita a alabar y servir a Dios con gozo (vv. 1, 2, 4).
II. Se nos provee de materia de alabanza y gratitud, considerando lo que es Dios en sí y en
relación con nosotros (v. 3), así como su misericordia y fidelidad (v. 5).
Versículos 1-5
1. Fuerte invitación a adorar a Dios. En todos los servicios religiosos, sea en asamblea, en
familia o en privado, debemos acudir a Dios con respeto, pero también con alegría y gratitud
«Gritad (lit.) alegres a Dios» (v. 1). Con este santo gozo, servimos (v. 2) a Dios. Al gozo han
de acompañar la alabanza, la bendición y la acción de gracias: «Entrad por sus puertas con
acción de gracias, etc.» (v. 4). Hemos de considerar como un gran favor el que se nos admita
a su servicio, el tener ordenanzas instituidas por él y oportunidades continuas de asistir a
esas ordenanzas.
2. La materia de la alabanza y la acción de gracias, así como los motivos para hacerlo, son
muy importantes (vv. 3, 5). Es menester conocer lo que es Dios en sí y para nosotros. El
conocimiento es la madre de la devoción y de la obediencia: los sacrificios a ciegas nunca
agradan al Dios que ve. Conozcamos, pues, estas seis cosas con respecto al Dios Yahweh: (A)
Que Yahweh es Dios (v. 3), el único Dios vivo y verdadero, Ser infinitamente perfecto y
autosuficiente, que tiene en sí mismo la fuente de su ser y de todo ser. Espíritu eterno,
incomprensible e independiente, primera causa y último fin de todo. (B) Que es nuestro
Creador:
«Él nos hizo y no nosotros (a nosotros mismos)». Él nos dio el ser: es el autor de nuestro
cuerpo y el Padre de los espíritus. Nosotros no pudimos hacernos a nosotros mismos, por la
sencilla razón de que, para hacer algo, es preciso existir ya de antemano. (C) Que, por
consiguiente, somos suyos. Los masoretas escribieron en hebreo lo con alef, lo que significa
«no», pero los judíos lo leen con vau, significando «a él» (pertenecemos), con lo que la frase
significa (y así lo traducen las versiones judías): «Él nos hizo, y suyos somos.» Uniendo las dos
versiones, tenemos sentido completo: «Puesto que él nos hizo, y no nosotros a nosotros
mismos, no somos nuestros (comp. con 1 Co. 6:19), sino de ÉI.» (D) Que Él es nuestro
Supremo Soberano y Gobernador: «Pueblo suyo somos.» (E) Que Él es nuestro Bienhechor
munificentísimo: Nosotros somos las ovejas de su pasto, a las que Él, como Buen pastor, guía
y alimenta. (F) Que es un Dios de infinita misericordia y fidelidad (v. 5).
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Comentario al Salmo 104
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Es probable que este salmo fuese compuesto por la misma mano que la del anterior, pues
ambos comienzan y terminan de la misma manera. El estilo parece diferente, pero es porque
el tema es también diferente. El uno se fija especialmente en la revelación de la gloria de
Dios en la historia del hombre; el otro, en la revelación de Dios en las obras de la naturaleza.
En el uno, se alaba a Dios como al Dios de la gracia; en el otro, como al Dios de la
naturaleza. El salmista alaba: I. El esplendor de la majestad divina en el mundo de arriba
(vv. 1-4). II. La creación del mar y de la tierra (vv. 5-9). III. La provisión que Dios hace para
el mantenimiento de todas las criaturas; para cada una, según su naturaleza peculiar (vv. 10-
18, 27,28). IV. El curso regular del sol y de la luna (vv. 19-24). V. La ornamentación del mar
(vv. 25, 26). VI. El soberano poder de Dios sobre todas las criaturas (vv. 29-32). VII. Concluye
con una firme resolución de continuar alabando a Dios (vv. 33-35).
Versículos 1-9
1. El salmista fija su mirada en la gloria divina que brilla en el mundo de arriba, del cual,
aunque pertenece a las cosas invisibles, nos da evidencia la fe. Véase con qué reverencia y
santo pavor comienza su meditación (v. 1): «... Yahweh, Dios mío, te has mostrado
extraordinariamente grande; te has vestido de gloria y majestad.» Los príncipes se muestran
grandes:
(A) En sus ropas. ¿Y cuáles son las ropas de Dios? «Estás vestido de honor y majestad (lit.).
El que se cubre de luz como de vestidura» (vv. 1,2). Dios habita en luz inaccesible (1 Ti.
6:16).
(B) En sus palacios y pabellones. ¿Y cuál es el palacio y el pabellón de Dios? «Extiende los
cielos como una cortina» (v. 2b). Así lo hizo al principio de la creación cuando hizo el
firmamento, que en hebreo equivale a «expansión», algo que se extiende (Gn. 1:7). Se cubre
de luz y, sin embargo, por compasión hacia nosotros, habita detrás de una cortina. Su
pabellón es tan amplio que cubre y llena los cielos y la tierra. Aunque el agua y el aire son
cuerpos fluidos. Dios los retiene tan seguros y firmes en sus lugares como lo está una
habitación con vigas y traviesas.
(C) En sus carrozas, las cuales añaden mucho a la magnificencia de su presentación en
público, pero Dios pone las nubes por su carroza (v. 3). Descendió en una nube, como en
carroza, al Sinay, para dar la Ley; y después al Tabor, para proclamar el Evangelio (Mt.
17:5), y anda sobre las alas del viento (v. 3c), lo cual indica un caminar suave, pero firme;
aunque también puede indicar los remolinos de viento.
(D) En su escolta y séquito de servidores. También aquí destaca Dios infinitamente sobre
todos los reyes y príncipes de este mundo (v. 4):
«El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las llamas de fuego sus ministros.» Ésta es la
única traducción posible —nota del traductor— de este versículo. Los LXX vertieron el
vocablo hebreo malakaiv por «ángeles» en un contexto que no trata de ellos en forma
alguna, y sobre esta equivocación «providencial», basó el autor de la epístola a los hebreos
un nuevo argumento a favor de la superioridad de Cristo (He. 1:7).
2. Luego dirige el salmista su mirada hacia abajo, al poder de Dios que brilla en la tierra y
en el mar.
(A) «Él fundó la tierra sobre sus cimientos» (v. 5), sobre bases invisibles —así concebían los
antiguos la estructura del orbe— tan firmes que nadie las puede mover (v. 5b), a pesar de
que la colgó sobre la nada (Job 26:7). A pesar del daño que ha sufrido por el pecado del
hombre y la maldad del diablo, continuará firme hasta que dé paso a la nueva tierra.
(B) Al mar le ha puesto un límite que no traspasará (v. 9). (a) Ya le puso límites al principio
de la creación, cuando mandó: «Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un
lugar, y descúbrase lo seco» (Gn. 1:9). A este mandato de Dios se le llama aquí
«reprensión», como si las aguas se hubiesen resistido en un principio a esta orden (según lo
refiere una leyenda rabínica) o porque estaba disgustado de que la tierra cubierta de agua
no fuese lugar apropiado para ser morada del hombre. La orden de Dios fue acompañada de
gran poder, por lo que se añade (v. 7b) que «al sonido de tu trueno se apresuraron (a huir)
las aguas». Algo parecido se dice en 77:16, aunque en contexto distinto: «Te vieron las
aguas, oh Dios; las aguas te vieron y temieron.» (b) Las sigue manteniendo dentro de los
límites que les puso (v. 9). Se les prohíbe traspasar dichos límites. Una vez volvieron a cubrir
la tierra durante el diluvio. Dios les dio este permiso para castigo de la corrompida raza
humana, pero ya no volverán a cubrir la tierra (v. 9b, comp. con Gn. 9:11-16).
Versículos 10-18
1. Dios provee de agua fresca a todos: «Tú eres el que saca de las fuentes los arroyos, los
cuales se deslizan mansamente entre los montes » (v. 10). Estos dan de beber, no sólo a los
hombres, sino a todas las bestias del campo (v. 11), porque donde Dios pone vida, pone
también medios de vida.
2. Provee igualmente de alimento, tanto a los hombres como a las bestias, al regar los
montes desde las alturas o, como dice a la letra el hebreo, «desde tus cámaras superiores»
(v. 13), aludiendo a los aposentos del v. 3. Así es cómo, según expone en detalle la sección
siguiente (vv. 14 y ss.), del fruto de tus (de Dios) obras (no, «sus»), se sacia la tierra (v.
13b), ya que la vegetación de toda clase es fruto del suelo, del sol y de la lluvia.
(A) Para el ganado hay hierba (el mismo vocablo hebreo de Gn. 1:11 y ss.) abundante (v.
14), aunque tampoco les falta el necesario alimento a los demás animales que no se
alimentan de hierba. Las plantas para uso del hombre (v. 14b), significa, de acuerdo con el
contexto, que están a su servicio «para que las cultive» (comp. con Gn. 3:18-19), aunque es
cierto que de ellas se ha de mantener también de acuerdo con Gn. 3:18, aunque no
exclusivamente, desde el Diluvio (v. Gn. 9:3). Entre los productos del campo más
importantes para el hombre, el v. 15 menciona el pan, el vino y el aceite (comp. Jue. 9:13;
Ec. 10:19; Jer. 31:12). Dependemos totalmente de Dios en todo lo necesario para nuestro
mantenimiento. Dice el Dr. Cohén: « El judaísmo no considera como un vicio el beber vino
por el hecho de que su abuso lleve a la intoxicación. Lo que se pide es moderación, no
abstinencia; y antes de beber vino, se ha de pronunciar una bendición.» Así lo hacía el Señor
Jesucristo —nota del traductor—, quien no se defendió de la acusación de «bebedor» y llevó
a cabo su primer milagro ¡para convertir el agua en vino, en muchísimo vino!
(B) La Providencia provee de alimento, no sólo a hombres y bestias, sino también a los
propios vegetales (v. 16): «Los árboles de Yahweh, es decir, /os cedros (como ejemplo más
notable) que él plantó, en contraste con los que el hombre planta para su alimento o
adorno, se llenan de savia, sin necesitar que los riegue el hombre. Esto es aplicable, como lo
vemos en 92:12-14, a los justos, quienes, por la gracia de Dios, no por el esfuerzo humano,
están plantados en la casa de Yahweh y florecen en los atrios de nuestro Dios. También
éstos están llenos de la savia que produce frutos aceptables a Dios y útiles para el servicio
del prójimo.
3. También tiene Dios cuidado en que hombres y animales tengan moradas en que habitar y
cobijarse. A los hombres les ha dado razón y discreción para que construyan edificios para sí
y para las bestias que tienen a su servicio; pero El provee directamente de cobijo a otras
criaturas: (A) A las aves; algunas anidan en los arbustos de junto a las aguas (v. 12) y allí
cantan; otras anidan en árboles altos como los cedros (v. 17); en su copa (o, mejor, en su
cima) hace su casa la cigüeña (v. 17b), pues no sólo anida en las copas de los árboles, sino,
preferentemente, en lo alto de torres y campanarios. Dios alimenta a todos los pájaros (Mt.
6:26) y su cantar (v. 12) en honor del Creador debería servir de vergüenza a nuestro silencio.
(B) Entre otros animales que no habitan bajo tejado construido por manos humanas, el
salmista menciona las cabras monteses (lit. escaladores) o gamuzas, que tienen por morada
las hendiduras rocosas de las altas montañas (lit. mejor que «/os riscos») y los safanes
(mejor que «conejos»; comp. con Lv. 11:5; Pr. 30:26) que tienen sus madrigueras entre las
peñas. Cada animal busca cobijo en el lugar apropiado para cada uno, según les conduce el
instinto puesto por Dios. Y, si Dios provee de esta manera para las criaturas inferiores,
¿acaso no será Él mismo amparo y cobijo para los suyos?
Versículos 19-30
Se nos exhorta y enseña aquí a alabar y enaltecer a Dios:
1. Por la constante sucesión del día y de la noche y del influjo del sol y de la luna sobre las
estaciones del año. Los paganos los adoraban como a deidades, por lo que la Biblia
aprovecha todas las ocasiones para mostrar que los dioses que ellos adoraban son criaturas
del único Dios verdadero (v. 19). Se menciona primero la luna porque el día comenzaba al
venir la noche. (A) «Traes las tinieblas y se hace de noche» (v. 20). La noche es oscura,
negra; sin embargo, contribuye a la belleza de la naturaleza sirviendo de contraste, de
sombra, a la luz del día. Protegidos por la oscuridad de la noche, los animales de la selva
corretean, y los leones se abalanzan tras la presa (vv. 20b-21), porque de día se les asusta o
se les espanta. (B) La luz del amanecer estimula a los hombres a comenzar sus quehaceres,
mientras las bestias se recogen a descansar (vv. 22, 23). Mientras las fieras se recogen en sus
guaridas con miedo, el hombre sale a trabajar confiado, como quien tiene dominio sobre el
mundo animal.
2. Así como la tierra está llena de las criaturas (heb. quinyanejá, del verbo qanah, adquirir
—v. Gn. 4:1—, en conexión con el Hacedor, que en hebreo es qoneh), así también el grande y
anchuroso mar (vv. 24-26). Dios le ha asignado su lugar y ha hecho que resulte útil al
hombre, no sólo para la navegación, sino para su sustento por la abundancia y variedad de
peces.
3. Por la provisión que ha hecho para todos los seres vivientes de este mundo (vv. 27-28).
Dios es bienhechor munificente para todos:
«Todos ellos esperan en ti para que les des su comida a su tiempo.» Hasta las criaturas más
bajas y despreciables lo reconocen de alguna manera, pues atrapan el alimento tan pronto
como Dios se lo da como alargándoles su mano y saben muy bien cuándo es el tiempo
oportuno para tomarlo (comp. con 145:15, 16).
4. Por el poder absoluto y el soberano dominio que ejerce sobre todas las criaturas,
haciendo que se perpetúen las especies, mientras van desapareciendo los individuos de cada
una (vv. 29, 30): «Les retiras el aliento (lit. el espíritu), dejan de existir, volviendo al polvo
de donde salieron, como el hombre, con la diferencia de que el hombre posee un espíritu
que no desciende a la tierra, sino que vuelve a Dios» (Ec. 12:7).
Aunque una generación desaparezca, otra surge por la continua creación de Dios mediante
su Espíritu (v. 30;no«50p/o»; comp. con Gn. 1:2), con lo que se renueva la faz. de la tierra;
en el reino vegetal, a la aparente muerte del invierno sigue la nueva vida de la primavera.
En medio de este discurso, o poema, el salmista estalla en un canto de asombro y alabanza
(v. 24): «¡Cuan innumerables son tus obras, oh Yahweh! Hiciste todas ellas con sabiduría.»
Versículos 31-35
El salmista concluye su meditación con:
1. Alabanzas a Dios (v. 31): «Sea la gloria de Yahweh para siempre.» Esta gloria perdurará
hasta el final de los tiempos en las obras de la creación y de la providencia; perdurará por
toda la eternidad en la felicidad y adoración de los santos y de los ángeles. La gloria humana
se desvanece, pero la gloria de Dios se engrandece más y más: «¡Alégrese Yahweh en sus
obras!» (v. 3 Ib). Nosotros, a veces, hacemos cosas en las que, al volverlas a mirar, no nos
complacemos, sino que desearíamos no haberlas hecho. Pero Dios siempre se alegra en sus
obras, porque están hechas con infinita sabiduría. Y, como Dios de infinito poder, «mira a la
tierra, y ella tiembla, como incapaz de soportar la mirada del Soberano Hacedor (quizá se
aluda a los terremotos); toca los montes y humean (quizá se aluda a las erupciones
volcánicas)». ¿Quién, pues, se atreverá a desafiar a Dios? (v. 1 Co. 10:22). Al depender de
Dios como Creador y Conservador de nuestro ser, deberíamos seguir alabando a Dios mientras
nos dure el ser, como esperamos hacerlo, por toda la eternidad, en el Cielo.
2. Gozo para sí mismo (v. 34): «Que le sea agradable (el vocablo se usa para las ofrendas de
olor suave; comp. con Jer. 6:20; Os. 9:4) mi meditación» (comp. 19:14), pues él la ofrece a
Dios de corazón, gozándose con ello: «Yo tengo mi gozo en Yahweh.» Así como Yahweh se
alegra en sus obras (v. 3 Ib), el salmista se alegra en su Hacedor.
3. Terror para los malvados (v. 35): «Sean barridos de la tierra los pecadores, y los impíos
dejen de existir, como una nota discordante en el bello mundo de la creación.» Así, pues,
más que una imprecación, es, como dice Kirkpatrick, «una solemne oración por la
restauración de la armonía de la creación». Acabados los impíos, o convertidos en piadosos,
la creación resplandecerá en toda su belleza.
El salmista termina el salmo como lo comenzó («Bendice, alma mía, a Yahweh»), pero
añade una palabra, que ocurre aquí por primera vez, y únicamente en el Salterio, pero ha
pasado a ser popular, tanto en las sinagogas como en las iglesias cristianas: Aleluya (hebr.
halleluyah, alabad a Yah). Según Graetz, «era el término usado por los levitas, al oficiar en
el templo, como señal para que la congregación se uniese a ellos en las alabanzas a Dios».
1 Aleluya.
Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.
2 ¿Quién expresará las poderosas obras de Jehová?
¿Quién contará sus alabanzas?
3 Dichosos los que guardan juicio,
Los que hacen justicia en todo tiempo.
4 Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo;
Visítame con tu salvación,
5 Para que yo vea el bien de tus escogidos,
Para que me goce en la alegría de tu nación,
Y me gloríe con tu heredad.
6 Pecamos nosotros, como nuestros padres;
Hicimos iniquidad, hicimos impiedad.
7 Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas;
No se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias,
Sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo.
8 Pero él los salvó por amor de su nombre,
Para hacer notorio su poder.
9 Reprendió al Mar Rojo y lo secó,
Y les hizo ir por el abismo como por un desierto.
10 Los salvó de mano del enemigo,
Y los rescató de mano del adversario.
11 Cubrieron las aguas a sus enemigos;
No quedó ni uno de ellos.
12 Entonces creyeron a sus palabras
Y cantaron su alabanza.
13 Bien pronto olvidaron sus obras;
No esperaron su consejo.
14 Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto;
Y tentaron a Dios en la soledad.
15 Y él les dio lo que pidieron;
Mas envió mortandad sobre ellos.
16 Tuvieron envidia de Moisés en el campamento,
Y contra Aarón, el santo de Jehová.
17 Entonces se abrió la tierra y tragó a Datán,
Y cubrió la compañía de Abiram.
18 Y se encendió fuego en su junta;
La llama quemó a los impíos.
19 Hicieron becerro en Horeb,
Se postraron ante una imagen de fundición.
20 Así cambiaron su gloria
Por la imagen de un buey que come hierba.
21 Olvidaron al Dios de su salvación,
Que había hecho grandezas en Egipto,
22 Maravillas en la tierra de Cam,
Cosas formidables sobre el Mar Rojo.
23 Y trató de destruirlos,
De no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él,
A fin de apartar su indignación para que no los destruyese.
24 Pero aborrecieron la tierra deseable;
No creyeron a su palabra,
25 Antes murmuraron en sus tiendas,
Y no oyeron la voz de Jehová.
26 Por tanto, alzó su mano contra ellos
Para abatirlos en el desierto,
27 Y humillar su pueblo entre las naciones,
Y esparcirlos por las tierras.
28 Se unieron asimismo a Baal-peor,
Y comieron los sacrificios de los muertos.
29 Provocaron la ira de Dios con sus obras,
Y se desarrolló la mortandad entre ellos.
30 Entonces se levantó Finees e hizo juicio,
Y se detuvo la plaga;
31 Y le fue contado por justicia
De generación en generación para siempre.
32 También le irritaron en las aguas de Meriba;
Y le fue mal a Moisés por causa de ellos,
33 Porque hicieron rebelar a su espíritu,
Y habló precipitadamente con sus labios.
34 No destruyeron a los pueblos
Que Jehová les dijo;
35 Antes se mezclaron con las naciones,
Y aprendieron sus obras,
36 Y sirvieron a sus ídolos,
Los cuales fueron causa de su ruina.
37 Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios,
38 Y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas,
Que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán,
Y la tierra fue contaminada con sangre.
39 Se contaminaron así con sus obras,
Y se prostituyeron con sus hechos.
40 Se encendió, por tanto, el furor de Jehová sobre su pueblo,
Y abominó su heredad;
41 Los entregó en poder de las naciones,
Y se enseñorearon de ellos los que les aborrecían.
42 Sus enemigos los oprimieron,
Y fueron quebrantados debajo de su mano.
43 Muchas veces los libró;
Mas ellos se rebelaron contra su consejo,
Y fueron humillados por su maldad.
44 Con todo, él miraba cuando estaban en angustia,
Y oía su clamor;
45 Y se acordaba de su pacto con ellos,
Y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias.
46 Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos.
47 Sálvanos, Jehová Dios nuestro,
Y recógenos de entre las naciones,
Para que alabemos tu santo nombre,
Para que nos gloriemos en tus alabanzas.
48 Bendito Jehová Dios de Israel,
Desde la eternidad y hasta la eternidad;
Y diga todo el pueblo, Amén.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 106
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Hemos de glorificar a Dios, no sólo mediante el reconocimiento de sus bondades, sino
también mediante la confesión de nuestras maldades. Es opinión común que este salmo es
un complemento del anterior y que fue redactado por la misma persona a fin de poner de
relieve la infidelidad de Israel en agudo contraste con la fidelidad de Dios. I. Tenemos, en
primer lugar, una especie de prólogo que expresa alabanzas a Dios (vv. 1,2), consuelo para
su pueblo (v. 3), y deseo de que Dios les conceda más favores (vv. 4, 5). II. Sigue luego la
narración, mencionando los pecados de Israel, agravados por los grandes beneficios
recibidos de Dios. Sus provocaciones junto al mar Rojo (vv. 6-12), sus deseos desordenados
(vv. 13-15), sus motines (vv. 16-18), su adoración del becerro de oro (vv. 19-23), sus
murmuraciones (vv. 24-27), sus abominaciones en Baal-Peor (vv. 28-31), sus querellas contra
Moisés (vv. 32, 33) y su seguimiento de las costumbres paganas de los cananeos (vv. 34-39).
A esto sigue el relato de los castigos con que Dios les afligió, aunque los salvó de la
destrucción total (vv. 40-46). III. Concluye el salmo con oración y alabanza (vv. 47, 48).
Versículos 1-5
1. Bendigamos a Dios (vv. 1, 2). Démosle gracias por su bondad, y gloria por su grandeza,
por sus poderosas obras. Por mucho que las ensalcemos, nunca será bastante.
2. Bendigamos al pueblo de Dios, teniéndole por dichoso (v. 3). Pueblo de Dios son los que
mantienen principios sanos. Los que guardan el derecho, esto es, observan lo prescrito, y
practican la justicia con los demás en todo tiempo, es decir, de modo constante.
3. Bendigámonos a nosotros mismos en el favor de Dios, pongamos en Él nuestra dicha y
busquémosla, en consecuencia, con toda seriedad (vv. 4,5). Así como hay en el mundo un
pueblo que es el pueblo de Dios de una manera especial, así también hay favores especiales
que Dios otorga a ese pueblo, y que son deseados por todas las almas piadosas: «Visítame
con tu salvación, para ver la dicha de tus escogidos, cuando vuelvan a ver la prosperidad»
(vv. 4, 5). El salmista desea participar en la alegría del pueblo al que pertenece, cuando
vengan tiempos mejores.
Viene ahora una confesión de los pecados, muy apropiada ahora que el pueblo pasaba por
apuros. Así debemos justificar a Dios en todo lo que nos envía para corregirnos,
reconociendo que ha hecho bien, pues nosotros habíamos obrado mal.
1. El pueblo de Dios reconoce, en su aflicción, que han sido culpables delante de Dios (v.
6): «Hemos pecado con (lit.) nuestros padres, hemos hecho iniquidad, hemos obrado
malvadamente.» Es de notar aquí:
(A) La idea de solidaridad nacional en los pecados individuales. No es pecado de imitación
(«como»), sino de complicidad («con»), (b) En un solo versículo (comp. con 1 R. 8:47) entran
los tres vocablos hebreos que, con distinto matiz, designan el pecado; jatá, el pecado en
general, equivalente a «errar el blanco»; aven, iniquidad, maldad, y reshá, perfidia o
rebeldía. Hay una gradación de menos a más: error, maldad, rebeldía.
2. Se lamentan del pecado desafiante de sus padres cuando estaban siendo formados como
nación.
(A) La extraña estupidez de Israel en medio de los favores que Dios les dispensaba (v. 7):
«No entendieron tus maravillas.» Pensaban que las plagas de Egipto eran sólo para sacarlos
de Egipto, mientras que tenían por objeto principal instruirles y convencerles; no sólo para
obligarles a salir de la esclavitud de Egipto, sino para curarlos de la inclinación a la idolatría
de Egipto. Perdemos los beneficios de la Providencia por falta de entendimiento. Y así como
su inteligencia era obtusa, así también su memoria era oscura (v. 7b): «No se acordaron de
la muchedumbre de tus misericordias.»
(B) Su perversidad brotaba de su estupidez (v. 7c): «Se rebelaron junto al mar, en el mar
Rojo, pues desconfiaron de Dios en su desespero y desearon no haber salido de Egipto» (v.
Ex. 14:11,12). Como si el poder que Dios había ejercitado a favor de ellos careciese de amor
y compasión; hasta llegar a decir que /os había sacado para matarlos en el desierto.
(C) La gran salvación que obró Dios a favor de ellos a pesar de sus provocaciones (vv. 8-11).
Hizo en el mar una avenida para que pasasen por él a pie enjuto y se interpuso entre ellos y
los que les perseguían, librándoles así de una muerte segura. El mar Rojo fue para ellos una
avenida, mientras fue para los egipcios un cementerio (Ex. 14:30) Les hizo este gran favor a
pesar de que no se lo merecían, pues el desmerecimiento de ellos no iba a alterar las
promesas de Dios ni impedirle que las cumpliera, como dijo Moisés en su oración de Nm.
14:17-19: Yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor... perdona ahora la iniquidad
de este pueblo según la grandeza de tu misericordia.» El poder del Dios de la gracia al
perdonar el pecado y salvar a los pecadores es tan grande y tan digno de admiración como
el poder del Dios de la naturaleza al dividir las aguas del mar Rojo.
(D) La gran impresión que esto hizo en ellos a la sazón (v. 12): Entonces creyeron a sus
palabras, reconocieron que Dios estaba de veras con ellos y que, por compasión a ellos, no
para matarlos, los había sacado de Egipto; y cantaron su alabanza con el cántico que
compuso Moisés en aquella ocasión (Ex. 14:31; 15:1 y ss.).
Versículos 13-33
Aquí tenemos un resumen de la historia de las provocaciones de Israel en el desierto, y este
resumen es todavía resumido por el apóstol en la aplicación que hace a los cristianos (1 Co.
10:5 y ss.).
1. La causa de su pecado fue el olvido de las palabras y de las obras de Dios (v. 13). No
tuvieron en cuenta lo que había hecho por ellos:
«Pronto olvidaron (lit. se apresuraron a olvidar) sus obras; no aguardaron a su consejo, es
decir, no esperaron a que Dios les revelase el designio que tenía con respecto a ellos.»
Esperaban impacientemente entrar pronto en Canaán y, como tardaban en entrar, pensaron
que nunca entrarían allá. De nuevo leemos (vv. 21, 22): «Olvidaron al Dios de su salvación,
etc.» Quienes olvidan la salvación de Dios, pronto olvidan al Dios de la salvación. No tenían
paciencia para esperar a que llegase el tiempo de Dios y pensaron como el mal siervo de Mt.
24:48: «Mi Señor se tarda en venir.»
2. Se mencionan aquí muchos de sus pecados, junto con las señales del desagrado de Dios a
causa de ellos.
(A) Querían comer carne (v. 14), pero no creían que Dios pudiese proporcionársela. Estaban
a poca distancia de Canaán, pero no tuvieron paciencia para esperar a entrar para poder
comer carne. «Él les dio lo que pidieron, pero lo dio enojado y con maldición, pues envió,
no vigor, sino extenuación a sus vidas» (v. 15; lit.). Leemos en Nm. 11:33 que hirió Yahweh
al pueblo con una plaga muy grande, cuando aún estaba la carne entre los dientes de ellos.
El nombre que le puso al lugar aquel (Kibrot-hattaavá, sepulcros de concupiscencia) quedó
como memorial perpetuo de aquel pecado y de su castigo.
(B) Se querellaron del gobierno que Dios había establecido para Israel, tanto en lo civil
como en lo religioso: «tuvieron envidia de Moisés, el jefe de la nación y generalísimo del
campamento, y de Aarón, el santo de Yahweh, esto es, el designado por Dios para ejercer el
sumo sacerdocio» (v. 16). Parece ser que Coré, de la tribu de Leví, aspiraba a ese cargo,
mientras Datan y Abiram, de la tribu de Rubén, primogénito de Jacob, aspirarían a la
suprema magistratura. Se nos dice en los vv. 17 y 18 el desagrado que esto causó a Dios.
Tenemos en Nm. 16:32,35, los detalles de esta historia. Los que se rebelaron contra la
autoridad civil fueron castigados por medio de la tierra, que se los tragó. Los que se
rebelaron contra la autoridad religiosa fueron castigados por medio del fuego, siendo
sacrificados a la justicia divina al intentar usurpar el derecho de ofrecer sacrificios.
(C) Fabricaron y adoraron un becerro de oro, y esto en Horeb, donde se había dado la Ley y
donde Dios había dicho expresamente (Ex. 20:4, 5): «No te harás imagen... No te postrarás
ante ellas.» Pero ellos hicieron ambas cosas (v. 19): «Hicieron un becerro en Horeb, se
postraron ante una imagen de fundición.» De esta manera hicieron afrenta a las dos luces
que Dios puso para iluminar el camino de la conducta humana: (a) La luz de la razón, pues
cambiaron su gloria (la de Dios, aunque los antiguos escribas, por un falso sentido de
reverencia, cambiaron la terminación del vocablo hebreo para que significase la gloria de
ellos) por la imagen de un buey (comp. con Ro. 1:23), del buey Apis, uno de los ídolos
egipcios, que come hierba (v. 20), lo cual no puede ser más grosero y escandaloso. (b) La
luz de la revelación, que les fue hecha, no sólo en las palabras que Dios les habló, sino
también en las cosas que obró a favor de ellos (vv. 21, 22). Por ello. Dios trató de
exterminarlos, y de cierto lo habría hecho, de no haberse interpuesto Moisés su escogido
delante de Él (v. 23), es decir, en la brecha entre Dios y el pueblo, « como un soldado —dice
Cohén— que, con peligro de su vida, ocupa el puesto en que el enemigo ha hecho una
brecha en los muros de la ciudad» (v. Ex. 32:9-14). Véase el poder de la oración y véase
también aquí, en Moisés, un tipo de Cristo, escogido de Dios, en quien Dios tiene sus
complacencias y que vive siempre para interceder por nosotros (He. 7:25).
(D) Dieron crédito al informe que del país de Canaán dieron los malos espías, en contra de
la promesa de Dios (v. 24b), y trataron de escoger un capitán que les condujese de regreso a
Egipto, acusando vilmente a Dios de querer llevarlos a la tierra prometida para que fuesen
presa de los cananeos (Nm. 14:2,3). Y, cuando se les hizo a la memoria el poder y la
promesa de Dios, lejos de escuchar la voz del Señor, intentaron apedrear a los que les
decían la verdad (Nm. 14:10). También esto desagradó grandemente a Dios, pues juró en su
enojo que no habían de entrar en su reposo (Nm. 14:28; Sal. 95:11) y que había de aventar
su estirpe entre las naciones y esparcirlos por las tierras (v. 27, comp. con Ez. 20:23).
(E) Fueron también culpables de un gran pecado en el asunto de Baal-peor; éste fue el gran
pecado de la nueva generación, cuando estaban a punto de entrar en Canaán (v. 28): «Se
unieron al Baal de Peor» (Nm. 25:1-3), deidad pagana adorada en Peor, con lo que se
prostituyeron espiritual y corporalmente. Quienes tantas veces habían participado del altar
del Dios viviente, comieron ahora /o5 sacrificios de los muertos, es decir, ofrecidos a dioses
muertos. De esta forma, provocaron la ira de Dios con sus acciones (v. 29). Dios los castigó
con una plaga que se llevó por delante, en poco tiempo, a 24.000 de estos desvergonzados
pecadores. Dios estimuló a Pinjas, el futuro sumo sacerdote, para que usase su poder al
servicio de la nación suprimiendo drásticamente el pecado y librando del contagio al resto
del pueblo. En su celo por el Dios de las huestes, ejecutó a Zimrí y a Cozbí, algo que agradó
tanto a Dios que se detuvo la plaga (v. 30). A Pinjas le fue contado para justicia (v. 31.
Lit.), lo mismo que a Abraham (comp. con Gn. 15:6), degeneración en generación, pues Dios
estableció con él el pacto del sacerdocio perpetuo (Nm. 25:13). Es cierto que, por algún
tiempo (no sabemos por qué), el sumo sacerdocio pasó a la rama de su tío Itamar en la
época de los Jueces, pero volvió a la rama de Eleazar, en tiempo de Salomón, en la persona
de Sadoc.
(F) Sus continuas murmuraciones hasta el final mismo de sus andanzas por el desierto, pues
en el último año de su peregrinación por el desierto, irritaron a Dios en las aguas de Meribá
(v. 32), como vemos en Nm. 20:3-5, y le fue mal a Moisés por causa de ellos, pues perdió la
paciencia y habló inconsideradamente (v. 33), pues dijo: «¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos
de hacer salir aguas de esta peña?» (Nm. 20:10). Dios mostró su desagrado contra este
pecado no permitiendo que Moisés ni Aarón entrasen en Canaán a causa de la forma en que
obraron en esta ocasión. Si tan severamente trató a Moisés por unas palabras
inconsideradas, ¿qué castigo no merecerá el pueblo por haber hablado tantas veces palabras
perversas? Dios les quitó a Moisés en un tiempo en que más lo necesitaban, con lo que su
muerte fue un castigo mayor para ellos que para él.
Versículos 34-38
1. La narración concluye con el relato de la conducta de Israel en Canaán, que fue muy
parecida a la que mostraron en el desierto, y de la forma que Dios les trató, que, como
siempre, fue una mezcla de justicia y de misericordia.
(A) Continuaron provocando a Dios. Cuando estuvieron asentados en Canaán, se
corrompieron con costumbres paganas y dejaron a Dios. No exterminaron a los pueblos que
Yahweh les dijo (v. 34). Se prometieron a si mismos que, no obstante, no se habían de unir
a ellos en ninguna amistad peligrosa; pero lo que leemos a continuación (v. 35) es que se
mezclaron con los gentiles y aprendieron sus obras (lit.). Este pecado tuvo como
consecuencia otros muchos y les atrajo los juicios de Dios contra ellos. Cuando se unieron a
los gentiles en algunos de sus servicios idolátricos, poco pensaban que iban a ser culpables
del horrendo y bárbaro crimen de sacrificar sus hijos y sus hijas a los demonios (hebreo,
shedim; comp. con Dt. 32:17), y derramar esa sangre inocente... en sacrificio a los ídolos
de Canaán (vv. 37, 38). El término shedim es, según Cohén, «el asirio shedu, nombre dado a
los enormes ídolos, en forma de toros alados, colocados a la entrada de los templos asirios».
Véase cómo se contaminaron a sí mismos y, por culpa de ellos, la tierra misma fue
contaminada (vv. 38, 39).
(B) Dios los castigó entregándolos en manos de sus enemigos (vv. 40-42). ¿Qué otra cosa
podían esperar? Tan enfadado estaba con ellos que abominó su heredad (v. 40b). Esto es lo
peor del pecado, el que provoca la repugnancia de Dios; y cuanto más cercanos están a Dios
en lo que profesan ser, tanto más abominables se hacen a Dios en lo que realmente son,
como un estercolero puesto junto a nuestra misma puerta. El castigo correspondió al
pecado: se habían mezclado con los gentiles y aprendido sus obras (v. 35), pero los gentiles
los odiaron y oprimieron (v. 42); justamente usó Dios a sus enemigos como a instrumentos
para corregir a su pueblo. De esta forma, los apóstatas pierden el amor y todo lo bueno que
hay del lado de Dios, y no ganan nada del lado de Satanás (comp. Ro. 6:23).
(C) Dios les aliviaba de vez en cuando, pero volvían a sus pecados y Dios volvía a
castigarles. Esto se refiere al tiempo de los Jueces, cuando Dios suscitaba libertadores como
Gedeón, Jefté y Sansón, pero ellos recaían en la idolatría (v. 43). Predominaba la compasión
de Dios y oía su clamor (comp. con Ex. 3:7), cuando estaban ellos en angustia (v. 44); se
acordaba de su pacto con ellos y se arrepentía (lit.) conforme a la muchedumbre de sus
misericordias (v. 45, comp. con 90:13; Ex. 32:14). Aunque Dios no es hombre para que se
arrepienta como para cambiar de mentalidad (1 S. 16:29), pero en su gracia o en su justicia,
cambia de procedimiento (1 S. 16:35). Por malos que ellos fuesen. Él no iba a quebrantar
sus promesas. Así que, no sólo frenó el resto de la ira de sus enemigos, sino que suscitó en
el corazón de esos mismos enemigos compasión hacia ellos (v. 46, comp. con 1 R. 8:50).
Grande es, en verdad, el poder de Dios para convertir en corazones de carne los corazones
de piedra (comp. Ez. 36:26, aunque en otro contexto).
2. Concluye el salmo con oración y alabanza. (A) Oración para que sea completa la
liberación del pueblo —probablemente, del exilio en Babilonia, a lo que parecen apuntar los
vv. 43c y 46— y, recogidos así de las naciones, puedan dar gracias (lit.) al nombre de
Yahweh y cantar victoria en alabanza de Él (v. 47). (B) La alabanza o doxología del v. 48 es
una añadidura posterior y cierra el Libro IV del Salterio de forma semejante al cierre de los
otros tres Libros anteriores (v. Salmos 41, 72 y 89), aunque con otra añadidura, peculiar de
este salmo: «Y diga todo el pueblo: Amén, aleluya.»
Salmos 107 (RV60) -Dios libra de la aflicción
1 Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.(A)
2 Díganlo los redimidos de Jehová,
Los que ha redimido del poder del enemigo,
3 Y los ha congregado de las tierras,
Del oriente y del occidente,
Del norte y del sur.
4 Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino,
Sin hallar ciudad en donde vivir.
5 Hambrientos y sedientos,
Su alma desfallecía en ellos.
6 Entonces clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones.
7 Los dirigió por camino derecho,
Para que viniesen a ciudad habitable.
8 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
9 Porque sacia al alma menesterosa,
Y llena de bien al alma hambrienta.
10 Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte,
Aprisionados en aflicción y en hierros,
11 Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová,
Y aborrecieron el consejo del Altísimo.
12 Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones;
Cayeron, y no hubo quien los ayudase.
13 Luego que clamaron a Jehová en su angustia,
Los libró de sus aflicciones;
14 Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte,
Y rompió sus prisiones.
15 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
16 Porque quebrantó las puertas de bronce,
Y desmenuzó los cerrojos de hierro.
17 Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión
Y a causa de sus maldades;
18 Su alma abominó todo alimento,
Y llegaron hasta las puertas de la muerte.
19 Pero clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones.
20 Envió su palabra, y los sanó,
Y los libró de su ruina.
21 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres;
22 Ofrezcan sacrificios de alabanza,
Y publiquen sus obras con júbilo.
23 Los que descienden al mar en naves,
Y hacen negocio en las muchas aguas,
24 Ellos han visto las obras de Jehová,
Y sus maravillas en las profundidades.
25 Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso,
Que encrespa sus ondas.
26 Suben a los cielos, descienden a los abismos;
Sus almas se derriten con el mal.
27 Tiemblan y titubean como ebrios,
Y toda su ciencia es inútil.
28 Entonces claman a Jehová en su angustia,
Y los libra de sus aflicciones.
29 Cambia la tempestad en sosiego,
Y se apaciguan sus ondas.
30 Luego se alegran, porque se apaciguaron;
Y así los guía al puerto que deseaban.
31 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
32 Exáltenlo en la congregación del pueblo,
Y en la reunión de ancianos lo alaben.
33 El convierte los ríos en desierto,
Y los manantiales de las aguas en sequedales;
34 La tierra fructífera en estéril,
Por la maldad de los que la habitan.
35 Vuelve el desierto en estanques de aguas,
Y la tierra seca en manantiales.
36 Allí establece a los hambrientos,
Y fundan ciudad en donde vivir.
37 Siembran campos, y plantan viñas,
Y rinden abundante fruto.
38 Los bendice, y se multiplican en gran manera;
Y no disminuye su ganado.
39 Luego son menoscabados y abatidos
A causa de tiranía, de males y congojas.
40 El esparce menosprecio sobre los príncipes,
Y les hace andar perdidos, vagabundos y sin camino.
41 Levanta de la miseria al pobre,
Y hace multiplicar las familias como rebaños de ovejas.
42 Véanlo los rectos, y alégrense,
Y todos los malos cierren su boca.
43 ¿Quién es sabio y guardará estas cosas,
Y entenderá las misericordias de Jehová?
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Comentario al Salmo 107
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El salmista observa aquí algunos ejemplos de la providencia de Dios a favor de los hombres
en general, y especialmente en las aflicciones que sufren, pues es Dios de todos los hombres
(1 Ti. 2:5). Había quienes no pertenecían a la congregación de Israel, pero eran adoradores
del verdadero Dios; incluso quienes adoraban a las imágenes tenían algún conocimiento del
Supremo Numen, al que, cuando se veían en apuros, alzaban la mirada por encima de todos
sus falsos dioses, y de éstos se preocupaba Dios, cuando ellos oraban en sus aflicciones. I. El
salmista especifica algunas de las calamidades comunes de la vida humana y muestra el
socorro de Dios a los que sufren bajo ellas cuando acuden a Él en oración: 1. Exilio y
dispersión (vv. 2-9). 2. Cautividad y encarcelamiento (vv. 10-16). 3. Diversas enfermedades
(vv. 17-22). 4. Peligros en el mar (vv. 23-32). II. Especifica algunos sucesos concernientes a
naciones y familias, en los que las personas piadosas han de ver la mano de Dios, con gozoso
reconocimiento de sus bondades (vv. 33-43).
Versículos 1-9
1. Llamamiento general a todos a dar gracias a Dios (v. 1, comp.con 106:1).
2. Llamada particular a los redimidos de Yahweh (comp. con Is. 62:12), la cual puede
aplicarse de algún modo a los hijos de Dios que estaban dispersos, por quienes Cristo murió
a fin de congregarlos en uno (Jn. 11:52). Pero aquí se trata de una liberación temporal (vv.
2, 3), llevada a cabo cuando clamaron a Yahweh (v. 6), frase que se repite como un
estribillo en los vv. 13,19 y 28. (A) Estaban en un país enemigo, pero Dios los redimió de allí
(v. 2). (B) Estaban dispersos como si fuesen desechados, pero Dios los congregó de todas las
tierras a las que habían sido arrojados (v. 3). Dios conoce quiénes son los suyos y dónde ha
de encontrarlos. (C) Eran presa del desconcierto, sin rumbo fijo ni lugar de descanso (v. 4):
«Anduvieron errantes por el desierto, etc.», pero Dios los dirigió por camino derecho (v. 7),
para que viniesen a ciudad habitable: por la vía rápida y a lugar donde pudiesen morar. (D)
Iban a perecer de hambre (v. 5), pero Dios los sació (v. 9, comp. con Jer. 31:25). El mismo
Dios que nos ha conducido por la vida nos ha provisto también hasta hoy del alimento
necesario. Por todos estos favores, ellos (así como nosotros) deben corresponder con
gratitud (v. 8): «Den gracias a Yahweh por su amor misericordioso, por su bondad hacia
ellos, y por sus obras maravillosas para con los hijos de los hombres, para con todos.
También este versículo se repite como estribillo en los vv. 15, 21 y 31.
Versículos 10-16
La bondad de Dios con los cautivos. Se dice de ellos que estaban sentados (lit.) en
tinieblas, lo que indica desconsuelo (comp. con Is. 42:7), pero podría tomarse también a la
letra, pues los calabozos estaban en completa oscuridad; y en sombra de muerte (comp.
23:4), lo que insinúa grave peligro. Sus padecimientos eran físicos y morales (v. 10b), y todo
ello era el castigo por haber transgredido la ley de Dios (v. 11), pensamiento que se repite
en los vv. 17 y 34; pero el propósito, siempre amoroso, de Dios en esta aflicción, a pesar de
que ellos despreciaron ese plan (v. 1 1b), era humillarles (lit.) el corazón (v. 12), es decir,
llevarlos a la «contrición», para que invocasen al Señor (v. 13), pues el deber del afligido es
orar (Stg. 5:13). Quienes no parecen tener tiempo para orar cuando están libres, lo tienen
en abundancia cuando están en prisión; allí ven claramente la necesidad que tienen de Dios,
aunque antes pensasen que podían pasarlo bien sin El. Dios los libró de la aflicción y de la
prisión (vv. 13b, 14). A los que estaban atados, les rompió las ataduras; a los que estaban
en hierros, les desmenuzó los cerrojos de hierro (vv. 14, 16). No se contentó con abrir las
puertas, sino que las quebrantó para que no volviesen a ser encerrados (comp. con Is. 45:2).
Versículos 17-22
Las enfermedades corporales son también calamidades propias de esta vida, que nos dan
oportunidades de experimentar la bondad de Dios.
1. Si no tuviésemos pecado, no tendríamos enfermedad. Toda enfermedad es fruto del
pecado común, y muchas enfermedades son efecto de los pecados personales. El pecador es
un insensato; no sólo va contra sus intereses espirituales, sino también contra los
materiales, pues daña su salud corporal mediante la intemperancia y pone en peligro su vida
al dar rienda suelta a sus concupiscencias. Los que se aficionan en extremo a la comida que
perece (Jn. 6:27), cuando enferman les repugna, y los manjares que antes anhelaban, ahora
les dan náuseas (v. 18). Y cuando el apetito se pierde, la vida está próxima a irse:
«Llegaron hasta las puertas de la muerte» (v. 18b, comp. con 9:13). Así que (v. 19),
clamaron a Yahweh en su angustia (comp. Stg. 5:14). La oración es buen remedio contra la
enfermedad.
2. La recuperación de la enfermedad se debe a la bondad y al poder de Dios, y a él hemos
de estar agradecidos por ello. «Envió su palabra y los sanó» (v. 20). Cristo curaba muchas
veces con sola su palabra. La palabra y el Espíritu curan la enfermedad espiritual, el
pecado. La palabra de Dios es siempre eficaz (He. 4:12, comp. con Sal. 147:15, 18). Muchas
veces, esta palabra de Dios llega por medio de un mensajero humano (v. 2 R. 20:4,5). Los
que así se ven libres de la enfermedad deben dar gracias (lit.), ofrecer sacrificios de acción
de gracias (lit. comp. 116:17) y publicar sus obras con júbilo (vv.21, 22). La lengua, las
manos y el corazón han de contribuir a esta alabanza.
Versículos 23-32
El salmista convoca ahora para dar gracias y gloria a Dios a los que han sido librados de los
peligros del mar. Aunque los israelitas no se dedicaban, en general, al comercio marítimo, sí
lo hacían sus vecinos los tirios y sidonios, y a ellos parece que va dirigida esta parte del
salmo. Dice Arconada: «La situación es más bien fenicia por el viaje comercial por el ancho
océano, las muchas aguas, en lugar del cabotaje costero. »
1. El poder de Dios se manifiesta de manera especial en el mar (vv. 23,24). De manera muy
gráfica se describen las maravillas que Dios obra en los mares, no sólo por la abundancia de
peces de tan variadas especies que allí habitan, sino también por las tremendas
tempestades que allí se levantan (vv. 23-26). Las profundidades del v. 24 pueden aludir a lo
misterioso de los abismos, al hiperbólico «descenso a los abismos» del v. 26 (comp. con Hch.
27:20; 2 Co. 11:25, 26), y a la intervención de Dios apaciguando la tempestad.
2. Especialmente gráfica es la descripción de las angustias que sufren los marineros y
pasajeros de las naves. Incluso los más avezados al oficio, con aquel subir y bajar (v. 26. Se
refiere a los marineros, no a las olas), se deslíen de miedo (comp. con Ex. 15:15, donde
ocurre el mismo verbo hebreo), se tambalean como borrachos y se hallan «en las últimas»,
sin que de nada les valga su pericia (v. 27). Claman entonces a Yahweh, etc. (v. 28).
Tenemos el dicho de: «El que quiera aprender a orar, que se haga a la mar», pero yo diría:
«Los que hayan de hacerse a la mar, aprendan a orar.» Los que viven en comunión con Dios,
tienen siempre su ayuda cuando la necesitan, de forma que cuando se hallan «en las
últimas» de su vida, no se hallan «en las últimas» de su fe. En respuesta a la oración. Dios
calma la tempestad (v. 29), devuelve a los marineros la alegría (al apaciguarse las olas) y
los guía a puerto (v. 30). Tanto Arconada como Cohén observan que el vocablo para
«puerto» recibe en asirio, y en el Talmud, el significado de «ciudad». También en lo
espiritual, después de las tempestades de esta vida, nos protege y guía nuestro Padre, hasta
llevarnos al deseado puerto de los cielos.
Después de glorificar a Dios por el alivio providencial otorgado a personas que se hallaban
en apuros, el salmista le glorifica ahora por los cambios sorprendentes que con frecuencia
efectúa en la naturaleza y en los asuntos de los hombres.
1. Pone algunos ejemplos de estos cambios: (A) Cambia en secano las tierras más fértiles, y
en oasis de fertilidad los desiertos (vv. 33-35). Gran parte de las comodidades de esta vida
dependen del suelo, cuya fertilidad original es estropeada por el pecado (v. 34b), aunque la
bondad de Dios rectifica estos malos efectos (v. 35). (B) Levanta y hace prosperar a familias
necesitadas, mientras empobrece a otras que estaban en abundancia y prosperidad: Los que
estaban hambrientos van a vivir en lugares fértiles. Allí se establecen y fundan ciudades (v.
36). Pero, aunque la Providencia les dé buen cobijo, ellos deben usar las manos para
sembrar y plantar (v. 37). El trabajo del hombre ha de esperar la bendición de Dios, así
como la bendición de Dios corona el trabajo del hombre (v. 38). Vemos, en cambio, á otros
que subieron demasiado deprisa descendiendo rápidamente hasta hundirse en la nada (v.
39). Los altos son abatidos, y los bajos son enaltecidos (vv. 40, 41). Ordinariamente, Dios
abate a los que se ensalzan a sí mismos y les hace andar errantes en un desierto sin camino
(v. 40b), aludiendo, al parecer, a los gobernantes de las naciones invasoras (comp. con Job
12:21, 24). Esto nos enseña que no se ha de envidiar a los príncipes ni despreciar a los
pobres, pues Dios tiene muchos modos de cambiar la situación de unos y otros.
2. Cambios tan sorprendentes como éstos sirven: (A) De solaz a los santos, pues ellos
observan con placer estos cambios (v. 42). Gran consuelo es para toda persona buena ver
cómo maneja Dios a los hombres del mismo modo que un alfarero a sus vasijas de barro, y
contemplar cómo hace prosperar a los virtuosos otrora despreciados, y abatidos a los
viciosos otrora envidiados (comp. con Job 22:19). (B) De silenciador a los pecadores, los
cuales, al ver cómo en el pecado llevan la penitencia y cuan justamente obra Dios al
quitarles los dones de los que tanto han abusado, no tienen palabras que proferir en defensa
propia (v. 42b). (C) De satisfacción a los verdaderos sabios (v. 43), quienes ven en todos los
asuntos de los hombres la mano de Dios (Os. 14:10). La meditación sobre el modo como obra
la Providencia de Dios contribuye muchísimo a la buena formación del creyente.
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Comentario al Salmo 108
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo está formado por dos porciones de otros salmos. Los vv. 1 -5 están tomados de
57:7-11; y los vv. 6-12, de 60:5-12. «Parece claro —dice Cohén— que la selección y
combinación se hicieron para el uso litúrgico en especiales circunstancias... Figura el
nombre de David a la cabeza del salmo porque los dos salmos que le sirven de fuentes se
atribuyen a David.» El salmista: I. Da gracias a Dios por los favores recibidos (vv. 1-5). II.
Ora a Dios para que otorgue sus favores al país (vv. 6-13). La forma en que en un salmo
determinado se combinan fragmentos de otros salmos nos insinúa que es también
conveniente reunir versículos de varios salmos para cantarlos en los cultos.
Versículos 1-5
Podemos aprender aquí, de alguien experto en la materia, a cantar las divinas alabanzas.
1. Hemos de alabar a Dios con corazón bien dispuesto (lit. firme). Los pensamientos que
tienden a vagar por muchos lados han de ser recogidos y puestos a trabajar en esa tarea
importante y solemne (v. 1).
2. Hemos de alabar a Dios con toda el alma (v.1b), «sí, alma mía», pues ése es el
significado aquí, como en 57:8, del vocablo kabod, gloria).
3. Hemos de alabar a Dios con devoción atenta (v. 2): «Despiértate, salterio y arpa, etc.»
Hemos de estimulamos a alabar a Dios del modo más esmerado y vivo, no de una forma
rutinaria y descuidada. La devoción férvida es la que honra a Dios.
4. Hemos de alabar a Dios públicamente (v. 3), como quienes no se avergüenzan de
reconocer las obligaciones que tienen para con Él.
5. En nuestras alabanzas, hemos de enaltecer la misericordia y la verdad de Dios (v. 4). No
podemos ver ahora más allá de los cielos y de las nubes; todavía nos queda por ver en el
Cielo mucho más de la misericordia y de la verdad de Dios.
Versículos 6-13
Nuestras plegarias deben ser comunitarias en el sentido de que siempre hemos de tener en
el corazón los intereses y problemas de la congregación (v. 6). Si son los amados de Dios,
también deben ser nuestros amados (comp. 1 Jn. 5:1), por lo que debemos orar por su
liberación. Una fe activa puede regocijarse en lo que Dios ha dicho, incluso antes de que
Dios actúe, pues en Él no son dos cosas distintas el decir y el hacer, aun cuando lo sean en
nosotros. Pueden observarse algunas pequeñas variantes con respecto al Salmo 60, del que
están tomados los últimos ocho versículos de este salmo (véase el comentario a los salmos
57 y 60 para otros detalles). 1. En el v. 9, se lee a la letra:
«Sobre Filisteo daré vítores», mientras que en 60:9 dice (lit.): «Filisteo, ¡da vítores por
causa mía!» Comenta Maclaren: «La invitación a Filistea, que probablemente es un
sarcasmo, se transforma aquí en plena expresión de triunfo.» 2. En el v. 10, Cohén hace
notar que el vocablo hebreo para «fortificada», es diferente del de 60:10 (mibtsorene\ 108;
matsuren el 60). 3. En el v. 11, no aparece aquí explícito el pronombre «tú», mientras que
sí lo está en 60:11. Hay muchas otras variaciones de menor importancia, aunque
interesantes para los hebraístas. Para los vv. 12 y 13 —nota del traductor— M. Henry hace
aplicaciones que omitió en el Salmo 60 y ponemos a continuación: «Hemos de buscar la
ayuda de Dios, renunciando a toda confianza en las criaturas (v. 12, comp. con Jer. 17:5 y
ss.):
«Porque vana es la ayuda del hombre. Así lo es y, por consiguiente, estamos perdidos si tú
no nos ayudas; así lo comprendemos y, por eso, de ti dependemos para que nos socorras y
tenemos buenos motivos para hacerlo.» Hemos de poner lo que está de nuestra parte, pero
nada podemos de nosotros mismos; solamente con Dios haremos proezas (v. 13).
(A) Con mucha insistencia (vv. 1-3): «Alabad... Alabad... Sea bendito... Sea alabado...»
(B) Con gran extensión. Aunque la expresión «siervos de Yahweh» (v. 1) parezca referirse al
pueblo de Israel, el v. 3 no deja lugar a dudas de que el llamamiento es dirigido a todos los
habitantes del orbe; y con toda razón, pues en todo el orbe brillan las pruebas del poder, la
bondad y la sabiduría de Dios.
2. Se nos instruye a continuación sobre los motivos de tal alabanza.
(A) La excelsitud de Dios (vv. 4, 5, comp. con 99:1-3). Frente a Dios, las naciones le son
como la gota de agua en un cubo, como menudo polvo en las balanzas... Como nada son
todas las naciones delante de Él (Is. 40:15, 17). Su gloria, que los cielos declaran (19:1) está
sobre los cielos (v. 4b), pues los cielos sólo pueden ofrecernos una pobre impresión de la
trascendente gloria de Dios.
(B) La condescendencia de Dios (vv. 6-9). Este mismo Dios que está entronizado en lo alto
(lit. que está en lo alto para habitar), como dice el v. 5b, se humilla (v. 6. Lit. baja) a
mirar. Aunque su gloria está sobre los cielos (v. 4b), a nadie desestima (Job 36:5).
Considerando las infinitas perfecciones de Dios y su plena autosuficiencia para ser, vivir y
ser feliz, ciertamente debería llenarnos de asombro la condescensión de Dios al bajarse a
mirar, a ocuparse con amor de sus criaturas y, sobre todo, a encarnarse en una naturaleza
humana como la nuestra (Fil. 2:5-8), para buscar y salvar lo perdido (Le. 19:10). Su mirada,
que todo lo ve y lo cuida, nos enseña que este mundo no está gobernado por el curso de la
naturaleza, sino por el Dios de la naturaleza, quien se deleita en hacer cosas que no
esperábamos de Él. Él levanta del polvo (donde se sentaba en señal de duelo; comp. Is.47:l)
al pobre (hebreo, dal, el que se ha empobrecido por enfermedades o reveses de la fortuna),
y al menesteroso (hebreo, ebyón) alza del muladar (la basura sobre la que estaba sentado
Job. V. Job 2:8), para hacerlos sentar con los príncipes (vv. 7, 8, citados de 1 S. 2:8). Dios
se fija en lo pequeño (v. Le. 1:48; 1 Co. 1:27, 28). Recuérdense, entre otros, los casos de
José (de la cárcel, al gobierno), de Gedeón (del trillo, al liderato), de Saúl (de buscar asnas,
al trono), de David (de pastorcillo, a rey), de los apóstoles (de pescadores de peces, a
pescadores de hombres), etc. En cuanto a las mujeres, casi siempre han sido antes estériles
las madres de los grandes personajes de la Biblia (v. 9, comp. con 1 S. 2:5): Sara, Rebeca,
Raquel, Ana la madre de Samuel, la madre de Sansón, y así hasta llegar a Elizabet la madre
del Bautista (Le. 1:7). En todas ellas se fijó especialmente Dios, para quitarles el oprobio
entre los hombres (Le. 1:25).
Salmos 114 (RV60) -Las maravillas del Exodo
Salmos 116 (RV60) --Acción de gracias por haber sido librado de la muerte
Bet
9 ¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra.
10 Con todo mi corazón te he buscado;
No me dejes desviarme de tus mandamientos.
11 En mi corazón he guardado tus dichos,
Para no pecar contra ti.
12 Bendito tú, oh Jehová;
Enséñame tus estatutos.
13 Con mis labios he contado
Todos los juicios de tu boca.
14 Me he gozado en el camino de tus testimonios
Más que de toda riqueza.
15 En tus mandamientos meditaré;
Consideraré tus caminos.
16 Me regocijaré en tus estatutos;
No me olvidaré de tus palabras.
Guímel
17 Haz bien a tu siervo; que viva,
Y guarde tu palabra.
18 Abre mis ojos, y miraré
Las maravillas de tu ley.
19 Forastero soy yo en la tierra;
No encubras de mí tus mandamientos.
20 Quebrantada está mi alma de desear
Tus juicios en todo tiempo.
21 Reprendiste a los soberbios, los malditos,
Que se desvían de tus mandamientos.
22 Aparta de mí el oprobio y el menosprecio,
Porque tus testimonios he guardado.
23 Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí;
Mas tu siervo meditaba en tus estatutos,
24 Pues tus testimonios son mis delicias
Y mis consejeros.
Dálet
25 Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
26 Te he manifestado mis caminos, y me has respondido;
Enséñame tus estatutos.
27 Hazme entender el camino de tus mandamientos,
Para que medite en tus maravillas.
28 Se deshace mi alma de ansiedad;
Susténtame según tu palabra.
29 Aparta de mí el camino de la mentira,
Y en tu misericordia concédeme tu ley.
30 Escogí el camino de la verdad;
He puesto tus juicios delante de mí.
31 Me he apegado a tus testimonios;
Oh Jehová, no me averg:uences.
32 Por el camino de tus mandamientos correré,
Cuando ensanches mi corazón.
He
33 Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.
34 Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.
35 Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad.
36 Inclina mi corazón a tus testimonios,
Y no a la avaricia.
37 Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
Avívame en tu camino.
38 Confirma tu palabra a tu siervo,
Que te teme.
39 Quita de mí el oprobio que he temido,
Porque buenos son tus juicios.
40 He aquí yo he anhelado tus mandamientos;
Vivifícame en tu justicia.
Vau
41 Venga a mí tu misericordia, oh Jehová;
Tu salvación, conforme a tu dicho.
42 Y daré por respuesta a mi avergonzador,
Que en tu palabra he confiado.
43 No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad,
Porque en tus juicios espero.
44 Guardaré tu ley siempre,
Para siempre y eternamente.
45 Y andaré en libertad,
Porque busqué tus mandamientos.
46 Hablaré de tus testimonios delante de los reyes,
Y no me avergonzaré;
47 Y me regocijaré en tus mandamientos,
Los cuales he amado.
48 Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé,
Y meditaré en tus estatutos.
Zain
49 Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.
50 Ella es mi consuelo en mi aflicción,
Porque tu dicho me ha vivificado.
51 Los soberbios se burlaron mucho de mí,
Mas no me he apartado de tu ley.
52 Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos,
Y me consolé.
53 Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos
Que dejan tu ley.
54 Cánticos fueron para mí tus estatutos
En la casa en donde fui extranjero.
55 Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová,
Y guardé tu ley.
56 Estas bendiciones tuve
Porque guardé tus mandamientos.
Chet
57 Mi porción es Jehová;
He dicho que guardaré tus palabras.
58 Tu presencia supliqué de todo corazón;
Ten misericordia de mí según tu palabra.
59 Consideré mis caminos,
Y volví mis pies a tus testimonios.
60 Me apresuré y no me retardé
En guardar tus mandamientos.
61 Compañías de impíos me han rodeado,
Mas no me he olvidado de tu ley.
62 A medianoche me levanto para alabarte
Por tus justos juicios.
63 Compañero soy yo de todos los que te temen
Y guardan tus mandamientos.
64 De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra;
Enséñame tus estatutos.
Tet
65 Bien has hecho con tu siervo,
Oh Jehová, conforme a tu palabra.
66 Enséñame buen sentido y sabiduría,
Porque tus mandamientos he creído.
67 Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba;
Mas ahora guardo tu palabra.
68 Bueno eres tú, y bienhechor;
Enséñame tus estatutos.
69 Contra mí forjaron mentira los soberbios,
Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos.
70 Se engrosó el corazón de ellos como sebo,
Mas yo en tu ley me he regocijado.
71 Bueno me es haber sido humillado,
Para que aprenda tus estatutos.
72 Mejor me es la ley de tu boca
Que millares de oro y plata.
Yod
73 Tus manos me hicieron y me formaron;
Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.
74 Los que te temen me verán, y se alegrarán,
Porque en tu palabra he esperado.
75 Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos,
Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.
76 Sea ahora tu misericordia para consolarme,
Conforme a lo que has dicho a tu siervo.
77 Vengan a mí tus misericordias, para que viva,
Porque tu ley es mi delicia.
78 Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado;
Pero yo meditaré en tus mandamientos.
79 Vuélvanse a mí los que te temen
Y conocen tus testimonios.
80 Sea mi corazón íntegro en tus estatutos,
Para que no sea yo avergonzado.
Caf
81 Desfallece mi alma por tu salvación,
Mas espero en tu palabra.
82 Desfallecieron mis ojos por tu palabra,
Diciendo: ¿Cuándo me consolarás?
83 Porque estoy como el odre al humo;
Pero no he olvidado tus estatutos.
84 ¿Cuántos son los días de tu siervo?
¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen?
85 Los soberbios me han cavado hoyos;
Mas no proceden según tu ley.
86 Todos tus mandamientos son verdad;
Sin causa me persiguen; ayúdame.
87 Casi me han echado por tierra,
Pero no he dejado tus mandamientos.
88 Vivifícame conforme a tu misericordia,
Y guardaré los testimonios de tu boca.
Lámed
89 Para siempre, oh Jehová,
Permanece tu palabra en los cielos.
90 De generación en generación es tu fidelidad;
Tú afirmaste la tierra, y subsiste.
91 Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy,
Pues todas ellas te sirven.
92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
Ya en mi aflicción hubiera perecido.
93 Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos,
Porque con ellos me has vivificado.
94 Tuyo soy yo, sálvame,
Porque he buscado tus mandamientos.
95 Los impíos me han aguardado para destruirme;
Mas yo consideraré tus testimonios.
96 A toda perfección he visto fin;
Amplio sobremanera es tu mandamiento.
Mem
97 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.
98 Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos,
Porque siempre están conmigo.
99 Más que todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus testimonios son mi meditación.
100 Más que los viejos he entendido,
Porque he guardado tus mandamientos;
101 De todo mal camino contuve mis pies,
Para guardar tu palabra.
102 No me aparté de tus juicios,
Porque tú me enseñaste.
103 ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca.
104 De tus mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.
Nun
105 Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.
106 Juré y ratifiqué
Que guardaré tus justos juicios.
107 Afligido estoy en gran manera;
Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra.
108 Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca,
Y me enseñes tus juicios.
109 Mi vida está de continuo en peligro,
Mas no me he olvidado de tu ley.
110 Me pusieron lazo los impíos,
Pero yo no me desvié de tus mandamientos.
111 Por heredad he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi corazón.
112 Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos
De continuo, hasta el fin.
Sámec
113 Aborrezco a los hombres hipócritas;
Mas amo tu ley.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado.
115 Apartaos de mí, malignos,
Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
Y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
117 Sosténme, y seré salvo,
Y me regocijaré siempre en tus estatutos.
118 Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos,
Porque su astucia es falsedad.
119 Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Por tanto, yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti,
Y de tus juicios tengo miedo.
Ayin
121 Juicio y justicia he hecho;
No me abandones a mis opresores.
122 Afianza a tu siervo para bien;
No permitas que los soberbios me opriman.
123 Mis ojos desfallecieron por tu salvación,
Y por la palabra de tu justicia.
124 Haz con tu siervo según tu misericordia,
Y enséñame tus estatutos.
125 Tu siervo soy yo, dame entendimiento
Para conocer tus testimonios.
126 Tiempo es de actuar, oh Jehová,
Porque han invalidado tu ley.
127 Por eso he amado tus mandamientos
Más que el oro, y más que oro muy puro.
128 Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas,
Y aborrecí todo camino de mentira.
Pe
129 Maravillosos son tus testimonios;
Por tanto, los ha guardado mi alma.
130 La exposición de tus palabras alumbra;
Hace entender a los simples.
131 Mi boca abrí y suspiré,
Porque deseaba tus mandamientos.
132 Mírame, y ten misericordia de mí,
Como acostumbras con los que aman tu nombre.
133 Ordena mis pasos con tu palabra,
Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.
134 Líbrame de la violencia de los hombres,
Y guardaré tus mandamientos.
135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo,
Y enséñame tus estatutos.
136 Ríos de agua descendieron de mis ojos,
Porque no guardaban tu ley.
Tsade
137 Justo eres tú, oh Jehová,
Y rectos tus juicios.
138 Tus testimonios, que has recomendado,
Son rectos y muy fieles.
139 Mi celo me ha consumido,
Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.
140 Sumamente pura es tu palabra,
Y la ama tu siervo.
141 Pequeño soy yo, y desechado,
Mas no me he olvidado de tus mandamientos.
142 Tu justicia es justicia eterna,
Y tu ley la verdad.
143 Aflicción y angustia se han apoderado de mí,
Mas tus mandamientos fueron mi delicia.
144 Justicia eterna son tus testimonios;
Dame entendimiento, y viviré.
Cof
145 Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová,
Y guardaré tus estatutos.
146 A ti clamé; sálvame,
Y guardaré tus testimonios.
147 Me anticipé al alba, y clamé;
Esperé en tu palabra.
148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
Para meditar en tus mandatos.
149 Oye mi voz conforme a tu misericordia;
Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio.
150 Se acercaron a la maldad los que me persiguen;
Se alejaron de tu ley.
151 Cercano estás tú, oh Jehová,
Y todos tus mandamientos son verdad.
152 Hace ya mucho que he entendido tus testimonios,
Que para siempre los has establecido.
Resh
153 Mira mi aflicción, y líbrame,
Porque de tu ley no me he olvidado.
154 Defiende mi causa, y redímeme;
Vivifícame con tu palabra.
155 Lejos está de los impíos la salvación,
Porque no buscan tus estatutos.
156 Muchas son tus misericordias, oh Jehová;
Vivifícame conforme a tus juicios.
157 Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,
Mas de tus testimonios no me he apartado.
158 Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,
Porque no guardaban tus palabras.
159 Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame conforme a tu misericordia.
160 La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia.
Sin
161 Príncipes me han perseguido sin causa,
Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras.
162 Me regocijo en tu palabra
Como el que halla muchos despojos.
163 La mentira aborrezco y abomino;
Tu ley amo.
164 Siete veces al día te alabo
A causa de tus justos juicios.
165 Mucha paz tienen los que aman tu ley,
Y no hay para ellos tropiezo.
166 Tu salvación he esperado, oh Jehová,
Y tus mandamientos he puesto por obra.
167 Mi alma ha guardado tus testimonios,
Y los he amado en gran manera.
168 He guardado tus mandamientos y tus testimonios,
Porque todos mis caminos están delante de ti.
Tau
169 Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová;
Dame entendimiento conforme a tu palabra.
170 Llegue mi oración delante de ti;
Líbrame conforme a tu dicho.
171 Mis labios rebosarán alabanza
Cuando me enseñes tus estatutos.
172 Hablará mi lengua tus dichos,
Porque todos tus mandamientos son justicia.
173 Esté tu mano pronta para socorrerme,
Porque tus mandamientos he escogido.
174 He deseado tu salvación, oh Jehová,
Y tu ley es mi delicia.
175 Viva mi alma y te alabe,
Y tus juicios me ayuden.
176 Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo,
Porque no me he olvidado de tus mandamientos.
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Comentario al Salmo 119
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Llegamos a un salmo realmente extraordinario, tanto por su largura como por el tema que
desarrolla: las excelencias de la ley de Dios. Ambrosio de Milán, en su latín castizo, lo
describe como veluti pleniluminis solem meridiano ferventem calore, un sol de plena luz,
que hierve con el calor del mediodía. Consta de 22 estrofas, cada una de 8 versículos,
dispuestas en orden alfabético (acróstico), de forma que cada grupo de ocho versículos
comienza por una letra distinta del alfabeto hebreo. Es un buen termómetro para medir la
temperatura espiritual del lector: si se entusiasma, buena señal; si se aburre, es que tiene
frío el corazón. Otro detalle extraordinario de este salmo es que en él se repiten todos los
sinónimos de «ley », como iremos viendo; con excepción de los vv. 90,122 y 132, todos los
vv. del salmo contienen uno u otro de dichos sinónimos. No se conoce su autor. «
Probablemente —dice Cohén—, vivió en el siglo quinto y era un ardiente discípulo de la
escuela de Esdras.» Al comienzo de cada estrofa, daremos el detalle temático peculiar de
cada una, siguiendo a K.M. Yates.
1. ALEF (versículos 1 -8)
Esta estrofa nos muestra que la felicidad consiste en cumplir el primer mandamiento de la
ley.
1. Muestra el salmista quiénes son los verdaderamente dichosos (vv. 1-3): «los perfectos de
camino», es decir, los de conducta intachable, que caminan en la ley (hebreo, torah;
primero y el más significativo de los sinónimos empleados en el salmo. Su verdadero
significado, tan mal entendido, es «enseñanza, dirección») de Yahweh. Esto equivale a
«guardar sus testimonios» (v.2. Hebreo, edoth, que es el 2 sinónimo), es decir, las normas
de conducta que atestiguan la voluntad de Dios. Vemos, pues, la correlación que hay entre
«felicidad» y «obediencia», y la tremenda equivocación que sufren los mundanos cuando
piensan que una conducta santa es necia o aburrida. ¡Es todo lo contrario! No hay nada tan
sabio y «entretenido» como cumplir con amor la voluntad de Dios (V. Ro. 12:1-2), pues la
obediencia es el vínculo con que la impotencia se une a la omnipotencia: Todo lo puede el
que hace lo que Dios quiere. Pero es menester concentrar el esfuerzo mental y cordial (v. 2),
buscando de todo corazón el conocimiento de Dios (comp. con Jn. 17:3; 1 Co. 8:1-3). Estos
no hacen iniquidad, pues el objetivo primordial de la Torah es prevenir al hombre para que
no marche por las sendas del mal, sino por los caminos de Dios (v. 3. «Camino» —hebr.
dérekh, como «modelo de rectitud» es el 3 sinónimo de «ley» en el salmo). Así que «andar
en la ley de Yahweh» (v. 1) equivale a «andar en sus caminos» (v. 3).
2. De esta consideración, y del encargo que Dios ha hecho (v. 4) de que sean
diligentemente guardados sus preceptos (hebreo, phiqudey, 4 sinónimo, que denota normas
particularizadas de conducta para la vida ordinaria), el salmista expresa su deseo vehemente
de guardar los estatutos (hebreo, juquey, 5 sinónimo de ley —falta en 19:7-10, donde
parece haberse inspirado el autor del 119— y significa leyes puestas por escrito para ser
observadas permanentemente) de Dios (v. 5); para esa observancia es menester una
conducta firme, estable, afianzada. Sabe que si adquiriese esa firmeza, no se vería
avergonzado (v. 6) de haber fracasado en alcanzar su ideal, al considerar todos los
mandamientos divinos (hebreo, mitsuthey, 6 sinónimo; es un término general para indicar
leyes divinas en la esfera de la vida religiosa).
3. El salmista promete ahora dar gracias (lit.) a Dios con corazón recto cuando aprenda las
ordenanzas justas (lit. justos juicios) de Dios. Con ello confiesa que «no domina la
asignatura», que le queda aún mucho por aprender de la ley de Dios. «Ordenanzas» (hebreo,
mishpitey, 7 sinónimo de «ley», indica «veredictos» del Juez Supremo que regulan las
rectas relaciones del hombre con su prójimo). Durante toda la vida, debemos ser buenos
estudiantes de la escuela de Cristo, sentados a sus pies, sin tenernos jamás por «maestros
consumados». A esta acción de gracias, añade el salmista una ferviente oración (v. 8b) a
Dios, a fin de que no le abandone hasta el extremo (lit.). Los más santos son los que más
temen la tentación, pues son los que más odian el pecado; sólo con la protección constante
de Dios, se siente capaz de guardar sus estatutos (primera repetición de uno de los
sinónimos); es muy apropiado aquí el vocablo, ya que el término hebreo procede de una raíz
que significa «grabaren piedra», pues desea tener siempre ante los ojos esos estatutos, a fin
de no correr la suerte fatídica de Israel siempre que eran culpables de transgredir los
estatutos de Dios.
2. BETH (versículos 9-16)
Esta estrofa podría llevar por título: Receta para una buena limpieza. La pregunta y la
respuesta están de acuerdo con la enseñanza de los Libros Sapienciales.
1. Pregunta el salmista (v. 9): «¿Con qué limpiará (mejor, conservará puro) el joven su
camino, es decir, su conducta?» Pregunta de enorme transcendencia para todo joven, de
tantas maneras tentado cuando aún no ha adquirido experiencia de la vida. La respuesta es
muy sencilla:
«Con guardar tu palabra» (hebreo, dabar, 8 sinónimo de «ley»; es un término general para
expresar la voluntad de Dios declarada a su pueblo). El Decálogo (gr. diez palabras) es
encabezado en Ex. 20:1 con la expresión: «Y habló Dios todas estas palabras...», con lo que a
los diez mandamientos, les suelen llamar los judíos «las diez palabras». Sin embargo, el gran
mandamiento de Dt. 6:4-5, es llamado así (hebreo, mitsvath, singular del mitsuthey
considerado en el versículo 6). Por eso, todo israelita llegado a la mayoría de edad religiosa
—13 años— es llamado («Bar Mitsvath» = Hijo del mandamiento, esto es, obligado a
cumplirlos). Vemos, pues, que sólo la palabra de Dios puede conservar puro el corazón de los
jóvenes. No sirven para ello ni las leyes de los reyes (aunque sean necesarias para la
observancia del orden y de la moral exterior) ni los principios morales de los filósofos.
2. El salmista quiere predicar ahora con el ejemplo, confesando (A) que él ha guardado (el
verbo hebreo significa aquí «guardar a buen seguro un objeto precioso», verbo mucho más
fuerte que el empleado en el versículo 9, donde significa «observar, cuidar, vigilar») en su
corazón, es decir, en lo más íntimo de su ser, /os dichos (hebreo, imráh —lit. el dicho—. Este
es el 9 y último de los sinónimos usados en el salmo). Aunque suele interpretarse
comúnmente como «consigna» o algo parecido, Cohén afirma que es «una variante poética
de dabar», aludiendo al paralelismo que se halla en Is. 5:24, de Torah e imrah. (B) Agrega
que ha dado testimonio público («he contado», es decir, referido) de las ordenanzas de la
boca de Dios (v. 13), que medita y considera los mandamientos y caminos de Dios (v. 15), y
en ellos se complace y regocija (vv. 14, 16), prometiendo (v. 16b), no olvidar la palabra (lit.)
de Dios. ¡Estupenda experiencia! ¡Si cada uno de nosotros buscáramos así a Dios, si así
lleváramos en el corazón y en la mente los mandamientos de Dios, atesorándolos y
cumpliéndolos, como quien se complace en ellos más que en todas las riquezas (v. 14b), bien
podríamos, como el salmista, decirle entusiasmados a Dios: «¡Bendito tú, Yahweh!» (v. 12)!
3. GUÍMEL (versículos 17-24)
Esta sección podría titularse: Las delicias de la experiencia devota. Aunque esta experiencia
no está exenta de sombras, el versículo 24 marca la pauta general de la estrofa.
1. El salmista pide a Dios que le conserve la vida a fin de guardar su palabra (v. 17), ya que
en ella tiene sus delicias (v. 24). Quiere que Dios le quite el velo que le cubre los ojos, a fin
de ir hallando, como quien ahonda en una mina de oro, más y más maravilla que extraer de
la Ley de Dios (v. 18), ya que él se siente como un extranjero que necesita conocer bien las
leyes del país (v. 19). ¿Quién sino Dios se las puede descubrir, ya que él las oculta a los que
son sabios en su propia opinión, pero las revela a los que las reciben con sencillez infantil (v.
Mt. 11:25)? Somos, por naturaleza, ciegos para las cosas de Dios, hasta que la gracia divina
hace que caigan de nuestros ojos las escamas. Y cuanto más nos abre los ojos, más son las
maravillas que hallamos en su ley. Tal es el anhelo que tiene el salmista de conocer los
veredictos de Dios, que el continuo deseo le consume el alma (v. 20).
2. Pasa el salmista a exponer ante Dios un obstáculo que ensombrece sus alegrías. Los
magnates influyentes del país se sentaban a murmurar de él (v. 23), mientras él meditaba en
los estatutos divinos, siempre dispuesto a cumplirlos, no sólo porque los amaba, sino porque
ellos le aconsejaban la mejor manera de frustrar los planes de sus enemigos (v. 24). Éstos
son unos soberbios (v. 21), pecadores presuntuosos a los que Dios reprocha y resiste; pero no
sólo ellos son malditos, sino todos los que se desvían (lit. yerran) de los mandamientos de
Dios, pues también éstos sufren su castigo correspondiente, lo cual ya es una maldición.
Siendo el oprobio y el menosprecio como un manto que cubre a la persona (v. 109:29), el
salmista pide que retire (v. 22. El mismo verbo hebreo del versículo 18 para quitar el velo de
los ojos) esas ignominias, ya que no quiere compartirlas con sus enemigos, puesto que él es
fiel a Dios, mientras que ellos son rebeldes.
4. DALETH (versículos 25-32)
Aquí el salmista pide luz, vigor, fuerzas, «anchura de corazón». La letra inicial (d) le obliga
a mencionar repetidamente el camino (hebreo, dérekh).
1. El camino que conduce al Cielo comporta fatigas, desalientos, peligros y tentaciones,
como describe Bunyan en su Pilgrim's Progress. El salmista se siente abatido, hundido (lit.
apegado) hasta el polvo, a causa de las contrariedades que sufre (v. 25) y pide a Dios que le
reanime y le sostenga (v. 28). Confiesa que ya ha puesto ante la vista de Dios sus caminos (v.
26), sus vicisitudes, y que Dios le ha respondido; lo que le anima a pedir a Dios que le haga
conocer bien sus estatutos, el camino de Dios en sus mandamientos (v. 27), a fin de ponderar
las maravillosas enseñanzas contenidas en la Ley. «Se derrite mi alma de pesadez», dice
literalmente (v. 28). Bajo el peso de la tristeza y de la ansiedad, el corazón se le enternece
hasta disolverse en lágrimas.
2. Puesto que abomina el camino de la mentira (v. 29), ya que ha escogido el camino de la
verdad (lit. fidelidad), teniendo siempre ante los ojos los veredictos de Dios (v. 30), hasta el
punto de sentirse apegado (el mismo verbo del versículo 25 y de Gn. 2:24 «... se apegará a
su mujer») a los testimonios divinos, pide a Yahweh que no le avergüence. sino que le
conceda el favor que le pide, a fin de que no se rían de él sus enemigos como si estuviese
dejado de la mano de Dios (v. 31). Poner delante de nosotros los veredictos de Dios es como
si pusiésemos delante de los ojos el modelo que hemos de copiar cuando aprendemos a
escribir, y como tiene el arquitecto ante sí el modelo del edificio que piensa construir. Mirar
constantemente al modelo hace que un creyente sea firme y estable.
3. Especialmente notable es el versículo 32 en que el salmista piensa en correr por el
camino de los mandamientos, es decir, obedecer con el mayor gusto, con la mayor prontitud
y alegría, la voluntad de Dios, cuando (o, porque) Dios le ensanchará el corazón. En todo
caso, no es una frase condicional («si Dios le ensancha el corazón»); el salmista está seguro
de ello. «Ensancharse el corazón» (comp. con Is. 60:5; 2 Co. 6:11) se entiende mejor si lo
comparamos con la metáfora opuesta: «encogerse el corazón». Indica primordialmente verse
libre de apuros y problemas, a fin de tener mayor espacio para concentrar las energías y
gozar de la libertad necesaria en orden a llevar a cabo lo que amamos. El verdadero cristiano
es optimista, pues sabe que Dios le da sabiduría (v. 1 R. 4:29, donde se le llama anchura de
corazón) y el amor que, por su Espíritu, derrama en nuestros corazones (Ro. 5:5). El amor de
Dios y el gozo en el cumplimiento de su Ley son las ruedas y el motor de nuestra obediencia.
5. HE (Versículos 33-40)
Esta estrofa podía llevar por título: La necesidad de ser enseñado y guiado. Aquí, la
necesidad de usar muchas veces la letra h obliga al salmista a echar mano de la forma Hiphil
de los verbos con bastante frecuencia. Dicha forma tiene sentido causativo («hacer que...»),
como iremos viendo en esta estrofa.
1. El salmista pide a Dios que le instruya (v. 33), que le haga entender (v. 34) los
mandamientos y le haga caminar (v. 35) por ellos, ya que se complace en ellos (v. 35b); así
los guardará hasta el fin (v. 33b, comp. con v. 112b) —mejor que «como una recompensa»
(aunque no puede descartarse esta versión del vocablo équeb, en el sentido de que el
cumplimiento del deber tiene en sí mismo la recompensa, como el pecado lleva en sí mismo
la pena).
2. Consciente de que, de por sí mismo, no puede obrar el bien, pide a Dios que incline su
corazón (como el «arrastre» de Jn. 6:44) a sus testimonios (v. 36), a lo que esos testimonios
prescriben, no a «la ganancia» (lit.), especialmente a la que se adquiere por medios
deshonestos. La codicia es raíz de muchos otros pecados; pues es contraria a muchos
mandamientos. Quienes deseen tener bien arraigado en el corazón el amor de Dios, han de
tener desarraigado del corazón el amor al mundo (1 Jn. 2:15).
3. En ese mismo tono, pide que Dios le haga volver (lit. pasar) los ojos de mirar vanidades
(v. 37), es decir, cosas que no tienen valor real si se las compara con las cosas de Dios, y que
le avive en el camino de Dios, es decir, que le fortalezca y le afiance en la senda de la virtud
para vencer las tentaciones que presentan dichas vanidades. Así como la mirada de las
vanidades infecta de vanidad el corazón, así también el corazón débil en el servicio de Dios
no tiene fuerza para resistir la atracción de las vanidades.
4. Profesando ser siervo de Yahweh (v. 38), le pide que le cumpla las promesas (lit. el
dicho; hebreo, imrah), que pertenecen a los que reverencian a Dios (lit. que (es) para el
temor de ti). No es arrogancia pedir a Dios las promesas que él mismo ha hecho; no tenemos
por qué pedir más, pero tampoco tenemos por qué contentamos con menos.
5. Como ya lo había hecho antes (v. 22), vuelve a pedir que Dios haga pasar (el mismo verbo
del v. 37) el oprobio, la mofa que de él hacen sus enemigos, ya que las ordenanzas divinas
son buenas, es decir, benefician a quienes se someten a ellas, como él lo hace (v. 39) y,
puesto que él anhela los preceptos (lit.) divinos (v. 40), bien puede pedir que Dios le
sostenga a él, como a siervo fiel, en su justicia, es decir, como Dios y Dueño justo que es.
Podría tener un doble sentido (a) en tus justos juicios; (b) conforme a tus justas promesas.
6. VAU (versículos 41-48)
A esta sección podríamos ponerle por título: El coraje necesario para dar testimonio. En
efecto:
1. Pide el favor de Dios (v. 41), contenido en sus promesas (lit. en su dicho —imrah),
precisamente para estar más animado a dar testimonio de la bondad de Dios ante los que
quieren avergonzarle (v. 42). Con esta esperanza (v. 43), está seguro de que no se le irá de
la boca la palabra de verdad, es decir, un testimonio sincero y veraz de lo que Dios ha hecho
por él, lo cual sería difícil de cumplir si le faltase la manifestación del favor de Dios hacia él.
Seguro de haber sido escuchado, hace una promesa firme (v. 44), usando los tres vocablos
que indican continuidad de por vida: «tamid» = siempre, «leolam» = para siempre, y «ed» =
perpetuamente (el mismo vocablo de Is. 9:6 «... perpetuamente Padre»).
2. Esto le dará ánimo y coraje (v. 45): «Y andaré por ancho campo (de la misma raíz que el
vocablo del v. 32), es decir, libre de ansiedades, porque busqué (comp. con v. 2) tus
preceptos. Y, como el que teme a Dios, no tiene por qué temer a nadie, se siente ya con el
coraje necesario para dar testimonio delante de reyes (v. 46), como lo dieron los
compañeros de Daniel ante Nabucodonosor (Dan. 3:16), los Apóstoles ante las autoridades
judías (Hch. 4:20), y el Apóstol Pablo ante el rey Agripa (Hch. 26).
3. Repite, una vez más (vv. 47, 48), el amor que profesa a la Ley de Dios, el deleite que
siente en cumplirla y meditarla, hasta el punto de que quiere alzar las palmas de las manos
(lit.) hacia los divinos mandamientos (repitiendo la frase del v. 47: «que he amado») en
actitud de intensa devoción, de empeño decidido. «La frase —dice Cohén— denota de
ordinario la actitud de oración.» «Casi diviniza la Ley —comenta Arconada— al prometer
alzar a ella sus manos, en gesto de oración (cf. 28:2).
7. ZAIN (versículos 49-56)
Esta sección puede llevar por título: La fuente del consuelo y de la esperanza. Nótese las
veces que estas palabras ocurren aquí y el bellísimo versículo 54.
1. Comienza el salmista con un verbo que va a repetir (zacar, ya que la letra de esta sección
es la z): «Acuérdate de la palabra (aquí, dabar, pero en sentido de «promesa», como en
otros lugares imrah) dada a tu siervo, en la que me has hecho esperar (lit.), es decir, poner
la esperanza» (v. 49). La promesa de Dios le había infundido esperanza; ahora pide a Dios
que, puesto que su palabra es fiel y no puede violar su promesa, ha de recordarla para
librarle de la decepción que sufriría si no se cumpliera. En las crisis pasadas, esa promesa le
había reanimado, vivificado (comp. vv. 17, 25, 28, 37, 40); por eso, sabe que tendrá ahora el
mismo efecto (v. 50), y en ella halla el consuelo en su aflicción.
2. Ese consuelo le sustenta (v. 52), pues recuerda experiencias pasadas («tus juicios de otro
tiempo»), en que Dios le había sacado a campo ancho cuando sus enemigos se burlaban de él
y hablaban mal de él (v. 51, comp. con v. 23). Lo que más siente él con respecto a sus
enemigos, y lo que le enfurece (v. 53) hasta hacerle derramar ríos de lágrimas (v. 136) es el
desacato con que estos impíos tratan la Ley de Dios. ¡ Ojalá sintiésemos nosotros la misma
santa indignación al ver hollada de tantos modos la santa Ley de Dios! Pero no es difícil
indignarse cuando son otros los que la huellan ¿nos indignamos también contra nosotros
mismos cuando pecamos?
3. El consuelo que el salmista recibe de las promesas de Dios sube de punto cuando lo
transfiere al cumplimiento mismo de la Ley (A) El obedecer los preceptos de Dios lo estima
como lo mejor que tiene (v. 56). Incluso durante la noche, no le abandona el recuerdo de
Dios y de la Ley (v. 55), pero lo más grandioso es que «los estatutos» de Dios le infunden tal
gozo y tal consuelo que son sus cantares, le inspiran a cantar (comp. con Hch. 16:25), en la
casa de su peregrinaje (lit.)», es decir, en la morada en que se siente como peregrino, o
extranjero (v. 54, comp. con el v. 19, donde el vocablo es de la misma raíz que aquí).
8. JETH (versículos 57-64)
Yates titula esta sección: La decisión de ser fiel. En ella vemos:
1. Que el salmista, como David (16:5), ha escogido por heredad a Yahweh (v. 57), por lo que
busca de todo corazón la presencia de Dios (v. 58) y expresa su promesa de fidelidad: He
prometido guardar, cumplir, tus palabras (v. 57b). Cabe una versión diferente: «Mi porción,
Yahweh, me dije, es observar tus palabras.» En todo caso, el salmista hace de la Ley de Dios
su norma y a ella se adhiere de todo corazón, dependiendo de Dios en cuanto al
cumplimiento de ella.
2. Sin embargo, se da cuenta de que sus caminos dejan algo que desear, por lo que expresa
su propósito de hacer volver sus pies (v. 59) a los testimonios de Dios. De alguna manera,
había caído atrapado en las redes de los malvados (v. 61) y, después de examinar a fondo su
propia conducta (v. 59), se apresura a abandonar el mal camino que comenzaba a seguir y no
quiere retrasarse, sino ganar el tiempo perdido (v. 60).
3. Implora, por ello, la misericordia (lit. el favor la gracia) de Dios, ya que de su amor
misericordioso (v. 64, diferente vocablo del que sale aquí, v. 58b) está llena la tierra, por lo
que se siente animado a pedir el favor de un Dios que está lleno de bondad hacia todas sus
criaturas, ahora que él se ve acuciado por el peligro de faltar a su promesa de fidelidad.
Alega a su favor que, a pesar de la presión que sobre él han ejercido los malvados, (A) no se
ha olvidado de la Ley de Yahweh (v. 61), sino que (B) acorta el tiempo de su descanso
nocturno levantándose (comp. v. 55) para darle gracias (lit.) por sus justos juicios (v. 62), es
decir, por las ordenanzas de la Providencia en cualquier circunstancia, y (C) escoge por
compañeros suyos a los que, como él, temen a Dios y guardan sus mandamientos (v. 63);
eran sus amigos, no tanto por estar a su favor como por ser temerosos de Dios.
9. TETH (versículos 65-72)
Esta estrofa puede titularse: La disciplina de la aflicción. Aquí el salmista:
1. Agradece a Dios el favor que le ha dispensado. Aun cuando el verbo «dar gracias» no
ocurre ni una sola vez en esta sección, toda ella está llena de agradecimiento: «Has tratado
bien a tu siervo» (v. 65). El favor de Dios hacia nosotros se muestra tanto en lo que nos
agrada como en lo que nos duele. «Bueno eres tú y bienhechor», dice luego (v. 68). Y así a lo
largo de toda la estrofa.
2. Reconoce que fue un gran bien para él haber sido humillado (v. 71, comp. con v. 67). Su
desviación del camino recto (v. 59) tuvo como consecuencia la aflicción que Dios le envió, y
esta aflicción le hizo volver en sí, como al Hijo Pródigo de Le. 15:11 y ss., y dirigir sus pies a
someterse de nuevo a las normas divinas (vv. 59, 67, 71).
3. Lo que le ayuda siempre a recobrarse es que estima la Ley de Dios más que todas las
riquezas del mundo (v. 72, comp. con v. 14); de ahí el deleite que experimenta en el
cumplimiento de la Ley (vv. 66b, 67b, 69b, 70b) y la repugnancia que le causan los
calumniadores (v. 69) y los que tienen embotado el corazón (lit. «gordo como la grasa»), es
decir, impermeable a todo ideal ético.
4. Como todo buen creyente, desea conocer más y mejor la Ley de Dios, por lo que le pide
que le enseñe (A) no sólo a través de la aflicción (vv. 67, 71), sino (B) concediéndole buen
discernimiento (lit. bondad de gusto —como cuando decimos de una persona de buen
sentido: «¡Qué buen gusto tiene!») y conocimiento (hebreo, dáath), en sentido de
penetración cordial, experimental, como siempre en las Escrituras (v. 66). No todo el que
tiene buen conocimiento tiene buen gusto y viceversa. Poseer ambas cosas es un gran favor
de Dios: buen corazón con buena cabeza. (C) De nuevo (v. 68b): «Enséñame tus estatutos».
Puesto que en sus palabras revela Dios su bondad, el salmista está deseoso de que Dios le
instruya en sus preceptos.
10. YOD (versículos 73-80)
Aunque Yates titula esta sección: «La justicia de la retribución», le iría mejor el título: «La
voz del deseo», pues la necesidad de encabezar los versículos con la letra yod lleva al
salmista a emplear con mucha frecuencia los imperfectos llamados «yusivos» u optativos,
que comienzan por dicha letra.
1. Empieza por una confesión de que le debe a Dios el ser (comp. con Job 10:8; Sal. 139:15,
16): «Tus manos me hicieron y me dieron forma (lit.)», por lo cual precisamente necesita
saber cuál es el objetivo que Dios se ha propuesto al crearlo y cuál es su deber para con Dios
(v. 73). Se repite así la petición de los versículos 12, 19, 27, 33, 34, 64, 66, 68.
2. Renueva también su reconocimiento del bien que le ha hecho la aflicción (v. 75, comp.
con v. 71), pues en ella ha mostrado Dios, no sólo su justicia en castigar el pecado, sino
también su fidelidad al modo de corregir a su pueblo (comp. con He. 12:10, 11).
3. Apela al consuelo, al favor y al amor misericordioso de Dios (vv. 76, 77), puesto que en la
palabra de Dios tiene puesta su esperanza (v. 74b), su delicia (v. 77b) y su meditación (v.
78b). Con ese favor de Dios, (A) Él no quedará avergonzado (v. 80b), mientras caerá la
vergüenza sobre los orgullosos que le han calumniado (v. 78, comp. con vv. 69, 70); (B) Los
que temen a Dios, como él, se alegrarán al verle, se animarán más y más a cumplir la Ley (v.
74) y se volverán a él (v. 79), es decir, seguirán su ejemplo de constancia y fidelidad a Dios y
a su Ley, cuando su fe se tambalee como resultado de las actividades de los soberbios.
11. CAP (versículos 81-88)
Esta sección puede llevar el título de « Un rayo de esperanza en medio de las tinieblas ». El
salmista se siente deprimido ante la gran tribulación que le aflige. Las imágenes son muy
expresivas.
1. Se siente desfallecer a lo largo de toda esta estrofa. (A) Su alma, su persona, se consume
de ansias por verse a salvo de la presente aflicción; éste es el sentido del versículo 81, con
una nota de esperanza. (B) El mismo verbo («consumirse, desfallecer, morirse de ansias
de...») ocurre en el versículo 82 (comp. con v. 123): Su vista desfallece de tanto esperar un
alivio que tarda en llegar: «... ¿cuándo me consolarás?». (C) Se siente arrugado y encogido,
como un odre ahumado (v. 83). Dice Cohén: «En el Oriente, los recipientes se hacen de piel
y, cuando no se usan, se cuelgan en la habitación que no tiene chimenea para el escape del
humo, con lo que se encogen.» Comenta Arconada que, de este modo, «el vino mejoraba y
tomaba sabor», pero el salmista sólo piensa en el daño que le produce la aflicción, la cual
parece seguir implacable.
2. En efecto, sus enemigos (A) le han cavado fosas, lo cual es contra la ley (v. 85, comp. con
Ex. 21:33, 34), a fin de hacerle caer; (B) le persiguen sin causa (v. 86, comp. con v. 78); y
(C) Han estado a punto de extirparle (lit. consumirle —el mismo verbo de los versículos 81 y
82) de la tierra. (D) De tal forma le afligen que pregunta a Dios (v. 84): «¿Cuántos son los
días de tu siervo?.» La respuesta se adivina a la vista de la 2. a parte del versículo. Es como si
dijera: «Puesto que mis días son tan pocos, date prisa, Señor, a ayudarme y vindicarme; de
lo contrario, vas a llegar demasiado tarde.» (E) En esto, apela a la fidelidad (lit.) de Dios,
que resplandece en sus ordenanzas (v. 86); en otras palabras, en contraste con la falsedad
de los que no proceden según la Ley de Dios (v. 85b), el salmista recurre al Dios que ha dado
mandamientos basados en la verdad y en la fidelidad.
3. En medio de su aflicción y desconsuelo, junto a la nota de esperanza (vv. 81, 88), se
advierte una y otra vez la resolución del salmista de observar los mandamientos de Dios, a
pesar de todo (vv. 83b, 87b, 88b). En realidad, el objetivo primordial de su permanencia en
este mundo lo cifra el salmista en cumplir la voluntad de Dios, y por eso le pide que le
vivifique, conforme a su amor misericordioso, para observar (es la interpretación más
probable) /os testimonios de la boca de Dios (v. 88).
12. LAMED (versículos 89-96)
Esta estrofa, donde el optimismo contrasta con la depresión de la sección anterior, podría
llevar por título: «El triunfo de la fe.»
1. Comienza el salmista con un entusiasta reconocimiento de la fidelidad de Dios (vv. 89-
91), la cual tiene los caracteres de (A) celestial (v. 89) y, por tanto, inmutable como los
cielos; (B) eterna: de generación en generación, a perpetuidad, como la tierra cuyo
fundamento ha sido puesto por Dios (v. 90); (C) soberana, pues los cielos y la tierra, con todo
lo que contienen, así como las vicisitudes de la historia, todo ello sirve a los propósitos de la
voluntad de Dios (v. 91). La fidelidad es la verdad de Dios (ambos vocablos tienen en hebreo
la misma raíz: aman, estar seguro), y Dios no puede mentir ni contradecirse a sí mismo: Dios
es la verdad (comp. con Jn. 14:6). Y la palabra de Dios: sus promesas y sus normas,
participan de las cualidades divinas. Todo lo creado, por perfecto que sea, tiene un límite; la
palabra de Dios no lo tiene (v. 96)
2. La Biblia es un buen compañero en todo tiempo. El salmista reconoce que, si la ley de
Dios no hubiese sido su delicia, habría perecido en su desdicha (v. 92) pues habría carecido
de fuerzas para continuar en la brecha, mientras que los mandamientos de Dios le dan la
vida (v. 93). Aquí vemos que el mejor remedio contra el mal recuerdo es el buen afecto.
3. El mismo remedio halla el salmista al recordar los muchos males que contra él han
tramado los malvados (v. 95): el prestar constante atención a los testimonios de Dios es el
mejor medio de escapar del peligro en que sus arrogantes enemigos querían hacerle caer.
13. MEM (versículos 97-104)
Esta estrofa podría llevar por titulo: La Ley, fuente de sabiduría. Dos detalles destacan
aquí: (A) Esta es la primera estrofa que no contiene ninguna petición; (B) Tampoco se halla
en ella ninguna queja.
1. Comienza el salmista expresando enfáticamente su amor a la ley de Dios. No sólo medita
en ella todo el día (v. 97), sino que la paladea como un manjar, y le sabe mejor que la miel
(v. 103). Cada uno piensa constantemente en aquello que ama; por eso, la constante
meditación de la ley era una prueba clara de que el salmista amaba verdaderamente la Ley,
y la ley le resultaba a su paladar espiritual más dulce que la miel. En efecto, el manjar
corporal llega a saciar, y con la hartura viene la repugnancia, pero el manjar espiritual nunca
harta, sino que cuanto más se alimenta uno de él, tanto mayor es el apetito que de él tiene;
así que no es de extrañar que ocupe su atención continuamente.
2. La razón principal de su amor a la Ley, según la expresa aquí el salmista, es que la ley
(en sus múltiples sinónimos) le hace más sabio que sus enemigos (v. 98), y por eso, tiene
mayor discernimiento que sus maestros (v. 99), y más sensatez que los ancianos (y.100),
puesto que éstos extraen su cordura de la experiencia que la vida les ha proporcionado,
mientras que el salmista debe su sabiduría a la obediencia a la voluntad de Dios (w. 98, 99b,
100b, 104 y, especialmente, 102b). Se cumple aquí lo que dijo el Señor Jesús (Jn. 7:17); «El
que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá, etc.» (V. en el volumen correspondiente el
comentario a este versículo.) El amor a la verdad prepara el camino para la luz de la mente:
«los corazón limpio verán a Dios» (Mt. 5:8). No se hace ninguna injuria a los maestros cuando
se les llega a sobrepasar en sabiduría, pues todo buen maestro se alegra de los progresos de
sus discípulos y, por otra parte, se les enseña a los maestros mismos que la fuente de la
verdadera sabiduría se halla en la observancia de los mandamientos más bien que en el
conocimiento intelectual de las Escrituras.
14. NUN (versículos 105-112)
El versículo 105 parece empalmar con la sección anterior y nos permite titular la presente:
La luz de la vida. Siguen quejas y peticiones, con un final parecido al de la estrofa anterior.
1. El salmista comienza con una afirmación que hace del versículo 105 uno de los más
conocidos de toda la Biblia: «Lámpara (es) para mis pies tu palabra, y luz para mi senda»
(lit.). Comp. con Pr. 6:23. Por aquí vemos la naturaleza de la palabra de Dios: lámpara y luz.
Nos descubre, con respecto a Dios y a nosotros mismos, lo que de otro modo no habríamos
podido llegar a conocer. El mandamiento es una lámpara que luce y arde con el aceite del
Espíritu Santo; es como las lámparas del santuario y la columna de fuego en el desierto
(comp. con 2 P. 1:19). No sólo ha de ser luz para nuestros ojos, a fin de que disfruten de un
bello panorama, sino para nuestros pies, a fin de que sepamos donde los hemos de poner, y
para nuestra senda, a fin de que no nos extraviemos.
2. Con la luz por guía, el salmista promete no desviarse de la senda que la Ley le muestra
(vv. 106, 109b, 100, 111, 112), pues es esa Ley precisamente la que le sostiene en medio de
su aflicción (vv. 107, 109, 110). Tres detalles merecen nuestra consideración: (A) La frase
del versículo 109: «Mi alma (mi vida) está continuamente en mi mano» (lit.), es decir, en
peligro de muerte, nos recuerda frases similares en Jue. 12:3 y 1 S. 19:5. (B) El versículo 111
nos recuerda Dt. 33:4 y da claramente a entender que este piadoso israelita estimaba la
incorruptible heredad de la Ley de Dios mucho más que la tierra de Canaán, que ahora se
hallaba en poder de extraños. (C) El versículo 112 acaba, como el versículo 33, con el
vocablo hebreo équeb; por lo que admite, igual que allí, una doble versión: (a) hasta el fin;
o: (b) como una recompensa.
15. SÁMEC (versículos 113-120)
Esta sección puede llevar por título: El estímulo de la lealtad. 1. La lealtad del salmista se
echa de ver (A) En el santo odio que abriga contra los de doblez de mente (v. 113, lit. Comp.
con 1 R. 18:21, donde se halla la misma raíz hebrea en la pregunta que Elías hace al pueblo).
Aunque no sabemos a quiénes se refiere, la expresión indica personas que estaban indecisas
en su culto y servicio al verdadero Dios; (B)en su deseo (v. 115, comp. con 6:8) de estar
alejado, cuanto más mejor, de los malvados. Sabía muy bien que las malas compañías
corrompen las buenas costumbres (1 Co. 15:33) y quería verse alejado del contagio; (C)
especialmente, en su decisión firme, valiente, de observar la Ley. (V. especialmente el v.
115b). Nótese la frase: «Y guardaré (lit.) /os mandamientos de mi Dios.» Como un buen
soldado o, mejor, como un valiente santo, pues la verdadera bravura consiste en la firme
resolución de obedecer la voluntad de Dios y evitar el pecado.
2. El estímulo para esa lealtad lo halla el salmista (A) En Dios mismo, quien en su refugio y
escudo (v. 114), su sostén y apoyo (vv. 116, 117) y su vindicador (vv. 118,119), pues él
rechaza (mejor que «deshace» (v. 118) y hace cesar (v. 119. Lit.) a los malvados como quien
separa la escoria del metal para refinarlo. Eso es lo que Dios hace con los malvados y,
comoquiera que el salmista no desea correr la suerte de ellos, ama los testimonios de Dios
(v. 119b). ¿Tenía ante sí la profecía de Ez. 22:17-22 ? En todo caso, la imagen de la escoria
es la misma. (B) En la palabra de Dios, la cual es su esperanza (v. 114b, comp. con v. 74); en
esa palabra confía, para no verse avergonzado de su esperanza (v. 116); (C) finalmente, en
el castigo que sufren los desobedientes (vv. 118-120), lo cual se palpa especialmente en el v.
120, que cierra la sección: «Mi carne se estremece por temor de ti, y de tus juicios tengo
miedo.» El salmista se estremecía al contemplar el castigo de los malvados y abrigaba un
santo temor de los juicios de Dios, ya se trate de las «sentencias» contra los malvados o de
las «leyes» conforme a las cuales son juzgados. Dice Kirkpatrick: «El temor reverente es el
correcto complemento del santo amor.»
16. AYIN (versículos 121-128)
El título de esta sección podría ser: Es tiempo de intervenir.
1. En efecto, el salmista lo dice expresamente (v. 126): «Es hora de actuar, Yahweh.» La
misma nota de urgencia se advierte en los versículos 121-124, donde se apela: (A) A la
conducta que él mismo viene observando sin desmayo: «Juicio y justicia he practicado» (v.
121), las cualidades que Dios ama (33:5) y que son el cimiento del trono de Dios (89:14), por
lo que bien puede apelar a su integridad, a fin de que Dios ejercite esas mismas perfecciones
que son el fundamento de su trono y le saque del aprieto en que se halla; (B) a la promesa
divina (v. l23):«Mis ojos desfallecen (el mismo verbo del v. 82) por (o, para, es decir, en
anhelos de) tu salvación y tu dicho (lit.) justo» = la promesa de Dios garantizada por la
justicia de Dios. De ahí que interponga su condición de «siervo» de Yahweh (vv. 122, 124,
125); (C) al amor misericordioso de Dios, ya que se reconoce indigno de alcanzar la salvación
por sí mismo, mientras pide mayor instrucción a fin de que su conducta merezca, de algún
modo, la aprobación de Dios (vv. 124, 125).
2. En toda la sección se nota el mismo tono de apuro de algunas de las estrofas anteriores.
Acecha el peligro de que /os soberbios le opriman (v. 122b). Pero lo que más le estimula a
urgir a Dios a actuar es ver que esos soberbios violan, quebrantan con descaro, la Ley (v.
126).
3. Una vez más, expresa su amor a los mandamientos divinos («más que el oro fino»), su
docilidad para dejarse guiar rectamente por todos los preceptos divinos, en lo concerniente
a todas las cosas (lit., según la versión más probable de la concisa frase hebrea); y, como
todo el que se adhiere firmemente a la verdad, aborrece todo camino falso, engañoso (v.
128). Es de advertir que la conjunción causal hebrea alkén = «por eso», no tiene aquí (vv.
127, 128) precisamente un sentido causal o consecutivo, sino que la emplea el salmista
porque le viene bien para el acróstico, ya que comienza por la letra ayin, que domina toda la
sección.
17. PE (versículos 129-136)
Esta sección puede titularse: La Maravilla de la Iluminación, según la bella imagen del
versículo 130, en cuanto a la palabra de Dios, y la petición del versículo 135, en cuanto al
rostro de Dios.
1. Como en el versículo 18, el salmista queda encantado de lo maravillosos que son los
testimonios de Dios (v. 129); por eso, tos guarda, como quien custodia y asegura un tesoro.
Esos testimonios son tan luminosos que hacen sabio al sencillo (v. 130b, comp. con 19:7), es
decir, al «ingenuo», sin experiencia, que se deja influir de toda clase de opiniones y
doctrinas. Esa iluminación se debe a que «el portal de tus palabras (lit.) da luz» (lit.), dice el
salmista. Comenta W.T. Davies: «En Palestina, las casas, en su mayoría, carecen de
ventanas, entrando la luz por el portal. Entra luz por la palabra de Dios del mismo modo que
la luz del sol entra por un portal oriental.» Hay otra luz que el salmista desea para disipar las
tinieblas de la opresión: la del rostro de Dios (v. 135, comp. con 80:3 y Nm. 6:25), que
proporciona salvación.
2. A la petición que acabamos de comentar, añade otra («y enséñame tus estatutos» —v.
135b), con lo que da a entender una vez más el amor que abriga hacia la ley de Dios. Véase
la bella imagen con que lo expresa en el versículo 131: «Mi boca abrí de par en par y aspiré
con afán» (no es el mismo verbo de 42:1). ¿Para qué? Para sorber el alimento espiritual que
la Ley de Dios proporciona: «Porque anhelaba tus mandamientos. »
3. Como en otras secciones, el salmista, además de luz, pide protección (v. 132): «Vuélvete
hacia mí y concédeme tu favor» (lit., comp. con 25:16; 86:16). Implora el favor de Dios,
sabiendo que con sólo que Dios vuelva hacia él su rostro, será librado. Apela a la ley que Dios
mismo se ha impuesto a sí mismo de socorrer a los que le aman (v. 132b). Lo hace
explícitamente en el versículo 134, donde habla de la «opresión» de los hombres, que podría
resultarle un obstáculo para la observancia de los mandamientos de Dios. La misma
protección demanda en el versículo 133: «Afianza mis pasos con tu palabra» (lit. con tu
dicho). El verbo podría traducirse mejor por: «ordena» o «guía». La idea no cambia: Ya que
Dios le ha puesto en la senda recta con su palabra, pide que le siga guiando, con su palabra y
con su gracia, por esa misma senda. De esa manera, ninguna iniquidad (hebreo, aven), es
decir, ninguna infracción de la ley, se enseñoreará de él, prevalecerá sobre él con los
halagos de la tentación. Lo que más le duele, como ya ha insinuado en otros lugares (v. por
ej. vv. 85 y 126), es la violación de la ley divina por parte de los malvados; tanto que de sus
ojos han descendido ríos de agua (hebreo, palguey máyim, la misma frase de Pr. 21:1. V. el
comentario a dicho versículo), es decir, de lágrimas, por los que no guardan la ley de Dios (v.
136). Comp. con versículo 139 y, en especial, con Lam. 3:48. No llora por la opresión que
sobre él ejercen los malvados, sino por la iniquidad de esos malvados.
18. TSADE (versículos 137-144)
Yates titula esta sección: El reto de la justicia. En efecto,
1. El salmista, en contraste con los inicuos, con los quebrantadores de la ley, de quienes
acaba de hablar en el versículo 136, resalta el carácter de Dios como un Dios justo y, por
eso, son justos, rectos, fieles, sus juicios y sus testimonios; y lo son eternamente (vv. 137,
138, 142 y 144). Es muy notable el singular hebreo yashar, recto, siendo plural el sustantivo
mishpatey = juicios, lo que significa que cada uno de sus juicios, según Ibn Ezra, o el
conjunto compacto de esos juicios, es recto. Hay aquí una ecuación de palabra de Dios y
justicia, a la que sigue otra ecuación de palabra y verdad (v. 142b), que ya vimos en 19:9, y
se repite en los versículos 151 y 160 de este salmo, y llega hasta Jn. 17:17. Aquí tenemos un
gran principio de conducta: La palabra de Dios, al ser verdad, ha de gobernar los
pensamientos y dirigir los movimientos todos de la persona; y, para que la autoridad de esa
verdad no resulte ineficaz ante la debilidad de la carne, queda reforzada por una ley que ata
la voluntad y la lleva a sumisión.
2. El salmista expresa un segundo contraste entre su propia pequeñez y miseria —sobre
todo, por el desprecio que hacia él muestran sus semejantes— (v. 141) y la palabra
acrisolada, es decir, libre de toda escoria, de Dios. A pesar de esta desproporción, el
salmista asegura que no se olvida de los preceptos (lit.) divinos; (v. 141b); más aún, como ya
ha expresado otras veces, los mandamientos de Dios son sus delicias, aun en medio de la
aflicción y de la angustia que se habían apoderado de él (v. 143). Este mismo era el consuelo
con que el Apóstol se sentía confortado para consolar a otros en medio de la tribulación (2
Co. 1:3-11).
3. Como en otros lugares, declara también su amor a la palabra de Dios (v. 140b: «la ama tu
siervo»); por ello, también una vez más, pide entendimiento (no revelación, pues tiene
suficiente), para vivir (v. 144b) cumpliendo los preceptos de la Ley, pues Lv. 18:5 (citado en
Ro. 10:5) dice de parte de Dios: «Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los
cuales haciendo el hombre, vivirá por ellos.» En el cumplimiento de la ley hay vida. Si el
hombre no se salva por la ley, es porque ninguno la cumple; y como la ley, de suyo, no da
fuerza para luchar contra el pecado, sino que se reduce a darlo a conocer y a diagnosticarlo,
necesitamos la gracia y el poder del Espíritu que se dan a los creyentes (V. Ro. 3:9-31; Ef.
2:1-10, entre otros lugares).
4. El amor a la ley de Dios le lleva, como siempre, a una tremenda tristeza por el
quebrantamiento que de la ley hacen los malvados (v. 139): «Mi celo me ha consumido
(comp. con 69:9; Jn. 2:17), porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.» Es la primera
vez que en este salmo los llama «mis adversarios» (lit. Hebreo, tsaray), aunque en el
versículo 98 los había llamado «mis enemigos» (hebreo, oybay). Enemigos y adversarios suyos
eran, más por ser enemigos de Dios y de su ley que por la dura aflicción con que a él le
oprimían.
19. COF (más exacto, QOF). Versículos 145-152.
No es fácil poner título a esta sección. Yates la titula: Seguridad que procede de la oración.
Lo cierto es que la oración o, mejor, el clamor de la oración, domina toda la estrofa.
1. «Clamo con todo el corazón (lit.); respóndeme, Yahweh; guardaré tus estatutos», dice el
salmista (v. 145). Y añade (v. 146): «A ti clamo; sálvame, y guardaré tus testimonios.» Es de
observar aquí: (A) Que el sentido de la última frase no es: «Si me salvas, guardaré tus
testimonios», sino: «sálvame para guardar tus testimonios». Lo mismo ha de decirse del
versículo 145b, donde la conjunción «y» falta en el hebreo, y en versículo 148b, donde está
expresa la partícula le, para (conjunción final). (B) La gran urgencia con que el salmista ora
a Dios, como se echa de ver, no sólo por los versículos 145 y 146, ya citados, sino también
por el comienzo de los versículos 147, 148 y 149. La frase «me anticipo, etc.» significa que
madrugaba para orar y, además, interrumpía el sueño de la noche para clamar a Dios (comp.
con 63:6) y meditar en su ley. Ello nos indica que las cosas de Dios le ocupaban totalmente el
pensamiento y que lo primero que hacía, al levantarse, antes de dedicarse a cualquier otro
asunto, era orar ¡Buen ejemplo para nosotros, los cristianos!
2. En medio de este clamor de la oración, se advierte la nota de esperanza: «Espero en tus
palabras» (v. 147b). Así dice el texto, aunque el circulito blanco da a entender que los judíos
lo leen en singular, en el sentido de «promesa» de salvar a quienes invocan a Yahweh.
Aunque la respuesta de Dios no venía de inmediato, su esperanza le estimulaba para seguir
orando. En la misma palabra de Dios se apoya para pedirle que le vivifique (v. 149b, comp.
con vv. 25, 37, etc.). El mismo tono se advierte en los versículos 151, 152: «Cercano estás
tú, Yahweh, para salvarme, como mis enemigos están cercanos (v. 150) para atacarme, pero
no tengo miedo, porque ellos están alejados de tu ley (v. 150b), mientras que yo amo tu ley
(v. 140, entre otros); ella es mi delicia (v. 143, entre otros). Yo llevo las de ganar, pues ellos
se apoyan en la falsedad (v. 118b), pero yo me apoyo en la verdad (v. 151b), porque desde
antiguo conozco por tus testimonios que los estableciste para siempre (v. 152. Lit.).
Comenta Cohén: «Tras larga reflexión sobre los testimonios de Dios, se ha convencido de
que son eternamente válidos y por eso confía en ellos cuando se halla en peligro.»
20. RESH (versículos 153-160)
Esta sección puede titularse: La insistencia en la oración. Está dominada por los verbos
mirar y ver, que en hebreo son un mismo verbo y comienza por la letra resh, exigida por el
acróstico.
1. El salmista fija su mirada en su propia aflicción (v. 153) y apela a la compasión de Dios;
fija su mirada en el poder de Dios y le pide confiado: «líbrame»; fija su mirada en la justicia
de Dios y suplica (v. 154): «Defiende mi causa», como diciendo: «Tú eres no sólo mi Juez,
sino también mi Abogado, tómame por cliente y defiende mi caso contra los que me
persiguen (comp. con 35:1; 43:1), ellos no pueden esperar la salvación, porque están tan
lejos de la salvación (v. 155), como de tu ley» (v. 150b); finalmente, fija su mirada en la
gracia de Dios y pide, por tres veces (vv. 154, 156, 159): «Vivifícame, es decir, dame vida,
consuelo y, especialmente, liberación, para seguir haciendo tu voluntad, porque, mira,
Yahweh, cómo amo tus preceptos» (v. 159. Lit.).
2. Este amor a la ley de Dios le sirve al salmista para urgir a Dios a que acuda en socorro
suyo. Porque la ama (vv. 140,159), no se olvida de ella (v. 153b), ni se aparta de ella (v.
157b). Le disgustan los prevaricadores (lit. los sin fe), porque no guardan, no obedecen, el
dicho de Dios, lo que Dios manda (en este contexto, este es el sentido de imrah; nótese
también que, en el original, está en singular). Pero su apelación no se basa primordialmente
en ese amor suyo a la ley, sino en la misericordia, en la fidelidad y en la justicia de Dios, que
es para siempre (vv. 156, 159b y 160). «Lo capital (lit. la cabeza) de tu palabra —dice (v.
160)— es la verdad.» «La totalidad de tu palabra es verdad» (éste parece ser el verdadero
sentido) ¡Bien fundada está, y para siempre! (V. la segunda parte del versículo).
3. Dos detalles merecen consideración: (A) Hemos dicho que el amor a la ley le sirve al
salmista para urgir a Dios, pero nótese que no dice: «¡Mira cómo cumplo tus preceptos!»,
sino ¡Mira cómo amo tus preceptos!». Sabia que no los cumplía a la perfección, pero era
consciente de que los amaba. Nuestra obediencia es agradable a Dios únicamente cuando
procede del amor; no se ama por obediencia, sino que se obedece por amor. Ese amor, esa
búsqueda (v. 155), es nodriza de la esperanza, porque ¿cómo pueden esperar obtener el
favor de Dios en la adversidad quienes nunca le buscaron cuando estaban en prosperidad? (B)
Especialmente notable es el contraste entre las frases: «Muchas son tus misericordias» (lit.
compasiones) del versículo 156, y «Muchos son mis perseguidores» del versículo 157. Esta
debe ser la mentalidad de todo verdadero creyente, quien, siendo realista («Muchos son mis
enemigos»), puede ser optimista («Muchas son tus misericordias»), con tal que el
pensamiento de la compasión de Dios hacia los que le aman preceda al del peligro que pueda
acechar, pues no hay peligro que pueda oponerse al infinito poder de Dios para salvar. El
volumen del mal cercano (v. 150) será así pequeño frente al Dios cercano (v. 151).
21. SIN o SHIN (versículos 161-168)
Esta letra hebrea, semejante a una m (minúscula) cabeza abajo, se pronuncia de distinta
forma según tenga el puntito sobre la patita primera (shin) o sobre la patita tercera (sin),
pero, al ser la forma de la letra la misma en ambos casos, caben aquí palabras que
comiencen por shin o por sin. Recuérdese que el haber olvidado la diferencia de
pronunciación resultante de la diferente colocación del puntito ocasionó la matanza que se
nos refiere en Jue. 12:6. La sección puede titularse: La paz en el amor, teniendo por clave el
versículo 165. Como en la sección 13 (MEM), tampoco aquí se halla ninguna petición.
1. Una sola vez alude en esta sección a los magnates (ya aludidos en el versículo 23) que le
persiguen sin causa (v. 161, comp. con vv. 78, 86). Esta ha sido siempre la suerte que ha
cabido a los buenos; pero el caso es mucho más grave cuando, como aquí, los perseguidores
son los que gobiernan o tienen gran influencia sobre los que gobiernan, pues no sólo llevan la
espada al costado, sino también la ley, por lo que pueden perseguir a los buenos bajo
cualquier pretexto de apariencia legal, como suele ser el de subversión (V. Hch. 16:20;
17:6).
2. Como los dos polos de un mismo eje, aparecen aquí contrapuestos el amor a la ley de
Dios (v. toda la sección) y el odio a la mentira (v. 163), entendida aquí como la oposición
directa a la verdad que la Ley representa. El alma humana se mueve, en principio, por esos
sentimientos, hasta tal punto que en torno a ellos gira la vida del hombre y aun la historia de
la humanidad. Dice Agustín de Hipona (La Ciudad de Dios, libro 14, cap. 28): «Dos amores
fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el
amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial.» Por eso, no hay medio, no cabe
neutralidad (Mt. 12:30 y paral.; Jn. 8:47 y a cada paso en ese Evangelio). El amor que el
salmista tiene a la ley se traduce: (A) En temor (lit. pavor reverencial), índice de su
fidelidad, a la palabra de Dios (v. 16 Ib); (B) En regocijo en esa misma palabra (aquí, imrah ,
dicho), como el que halla un gran botín (v. 162). Así como el guerrero se goza cuando
alcanza un gran botín en el campo de batalla, el botín del salmista es el gozo y la felicidad
que el cumplimiento de la ley de Dios le proporciona. (C) En alabanza (v. 164): «Siete veces
(es decir, con mucha frecuencia. El siete es número de perfección, de algo completo) al día
te alabo, etc.» Hay quienes piensan que basta un día, el domingo, para alabar a Dios, darle
gracias y escuchar su palabra; pero el salmista no pensaba así: con mayor frecuencia que el
alimento que tomaba, alababa a Dios por sus justos justicias. (D) En obediencia (vv. 166b,
167 y 168). Nótese la última frase de la sección (v. 168b): «Todos los caminos están delante
de ti.» Comenta Cohén: «Su vida es un libro abierto que confiadamente presenta a la
inspección de Dios, por cuanto había observado los preceptos.» Quizá no está de más
comparar esta frase con He. 4:12.
3. Pero especialmente se traduce, y esto merece punto aparte, enpaz (v. 165): «Mucha paz
tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.» Del amor a la ley, y de meditar en
ella, se le sigue al creyente una paz que ninguna cosa del mundo puede alterar. Ese amor
proporciona una santa serenidad; en medio de las tentaciones y de las tribulaciones, pueden
gozar de gran paz en su interior, del mismo modo que el fondo del océano está inmunizado
contra las violentas tempestades que los huracanes puedan provocar en la superficie de los
mares. Leemos en Is. 32:17: «Y el resultado de la justicia será la paz.; y el producto de la
rectitud, tranquilidad y seguridad para siempre.» Los que aman la ley, no hallan tropiezo (v.
165b) porque, con la paz, tienen luz interior en abundancia; y, con la luz, esperanza segura
de salvación (v. 166), es decir, de preservación del peligro (comp. con Gn. 49:18, donde
aparece la misma frase, aunque el verbo es distinto aquí por exigirlo el acróstico). Todo lo
contrario les ocurre a los quebrantadores de la ley, pues «No hay paz para los malvados, dice
Yahweh» (Is. 48:22).
22. TAU (versículos 169-176)
Yates titula esta última sección del salmo: Resolución de firmeza, con base en el versículo
173b. Sin embargo, el compendio de la sección, y de todo el salmo, se halla en el versículo
176, singular—como advierte Arconada— pues «es trimembre y apenas contiene petición». Su
interpretación depende del sentido que se dé al perfecto hebreo thaiti que encabeza el
versículo, como veremos luego. Se mezclan peticiones y alabanzas.
1. Domina la estrofa una urgente petición de socorro. Ya el versículo 169 se encabeza con
un clamor de angustia: «Llegue mi clamor delante de ti, etc.» (comp. 17:1); este clamor va
acompañado de una petición de entendimiento o, mejor, discernimiento a fin de saber cómo
debe obrar, pues es promesa de Dios («conforme a tu palabra»). Pide luego que le libre
«conforme a tu dicho» (v. 170), en paralelismo con la frase del versículo 169b; aquí el
vocablo para «oración» significa «petición de favor o de gracia», ya que Dios salva por pura
misericordia, sin mérito de nuestra parte. La misma urgencia se advierte en el versículo 173:
«Esté tu mano pronta para socorrerme.» Alega para ello las tres razones que aparecen a lo
largo del salmo: (A) Porque ha resuelto decidida y seriamente obedecer los preceptos divinos
(v. 173b, comp. con v. 30); (B) Porque ha estado por largo tiempo anhelando la salvación (v.
174a), es decir, la liberación de los obstáculos que le impedían una obediencia más fiel
(comp. con vv. 40,166); (C) Porque en sus devociones ha hallado, no una atadura, sino una
delicia (v. 174b, comp. con v. 24 y muchos otros).
2. Entreveradas con las peticiones de socorro hallamos alabanzas. Los verbos que encabezan
los versículos 171,172 y 175 se traducen mejor por optativo: «Prorrumpan... Cante... Viva...»
Este tono de alegría en la alabanza de Dios y de sus mandamientos es típicamente hebreo, y
(con mayor razón) debería ser cristiano. Nótese, en el versículo 175, cuál es el fin primordial
de la vida del hombre: alabar, glorificar, a Dios (comp. con 115:17,18; 146:1,2). Este
objetivo es el que impulsa al salmista a desear ardientemente vivir: que Dios le salve la vida
y le reanime, a fin de poder alabarle. Y, para que su vida sea una alabanza continua, ruega a
Dios que sus juicios (u ordenanzas), como principios que regulan la conducta moral humana,
le ayuden para ese fin último (v. 175b).
3. El último versículo de la sección y del salmo (v. 176) admite dos interpretaciones
diferentes: (A) El salmista confiesa su extravío en el pasado, extravío grave, no un pecadillo,
como lo muestra el verbo hebreo, que es el mismo del versículo 110, y también aparece en
58:3; 95:10; Is. 53:6. «Busca a tu siervo», continúa el salmista, como busca el buen pastor a
una oveja extraviada. Termina apelando a que, aun en medio de ese extravío, no se ha
olvidado de los mandamientos divinos. « El salmista —dice Arconada—, enamorado de la Ley,
se firma no ángel, sino hombre.» Sin embargo, ni la acentuación del verso, ni la contextura
de todo el versículo (¿qué sentido tiene, en un miembro «extra», ese «busca a tu siervo»?),
ni el contexto entero del salmo, favorecen esta interpretación. (B) Según Cohén, y teniendo
en cuenta las razones aquí apuntadas, la traducción del versículo habría de ser como sigue:
«Si me extraviase, como una oveja perdida, busca a tu siervo, porque, etc.» Continúa Cohén
comentando: «El salmista podría aludir a la fragilidad que forma parte de la naturaleza
humana, y ruega que, si sucumbiese a su debilidad y se extraviase. Dios se apresure a traerlo
al redil.» La única (pequeña) objeción del traductor a esta solución de Cohén es la falta de la
conjunción hebrea im, si, al comienzo del versículo. Una tercera solución es la de
Kirkpatrick, «que entiende el extravío en el sentido de meros peligros o de desvíos
voluntarios», según referencia de Arconada. Como ya hemos dicho, el verbo hebreo se opone
de forma tajante a esta solución.
3. Para terminar el comentario de este bellísimo salmo, viene bien la observación de
Oesterley a la última frase («no me he olvidado de tus mandamientos»): «Es perfectamente
verdadero —dice— que el objetivo principal del salmista es la glorificación de la Ley, y la
expresión del gozo que, como hombre verdaderamente piadoso, experimenta en la
observancia de sus preceptos; pero, como él mismo pone constantemente de relieve, la Ley
es la expresión de la voluntad de Dios. No es la Ley, per se, lo que ama; ama la Ley porque
ella declara la voluntad de Dios; y la ama porque ama a Dios primeramente».
Salmos 124 (RV60) -Alabanza por haber sido librado de los enemigos
1 A no haber estado Jehová por nosotros,
Diga ahora Israel;
2 A no haber estado Jehová por nosotros,
Cuando se levantaron contra nosotros los hombres,
3 Vivos nos habrían tragado entonces,
Cuando se encendió su furor contra nosotros.
4 Entonces nos habrían inundado las aguas;
Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente;
5 Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas.
6 Bendito sea Jehová,
Que no nos dio por presa a los dientes de ellos.
7 Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores;
Se rompió el lazo, y escapamos nosotros.
8 Nuestro socorro está en el nombre de Jehová,
Que hizo el cielo y la tierra.
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Comentario al Salmo 124
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El salmo parece representar una situación parecida a la de los anteriores, es decir, en el
contexto del libro de Nehemías. El nombre de David en el título no puede representar al
autor, aunque, a diferencia del salmo 122, está mejor atestiguada su inserción original. I. El
salmista hace ver la gravedad del peligro en que se veían (vv. 1-5). II. Da a Dios la gloria por
el escape que han conseguido (vv. 6, 7, comp. con vv. 1, 2). III. De ahí toma ánimos para
confiar en Dios (v. 8).
Versículos 1-5
El pueblo de Dios se hallaba a punto de ser destruido. Pero, cuanto más grave es la
enfermedad, mejor se echa de ver la pericia del médico que la cura. «Se levantaron contra
nosotros los hombres (v. 2b), criaturas de nuestra misma especie y, aun así, por poco
acaban con nosotros, si Yahweh no hubiera estado de nuestra parte »(vv. 1,2). Lo repite
para poner de relieve el poder del Dios de Israel. El «furor» del versículo 3b se refiere
probablemente al de Sanbalat en Neh. 3:33; 4:1. ¡ Dichoso el pueblo cuyo Dios es el
Todosuficiente!
Versículos 6-8
El salmista pone ahora de relieve la gran liberación que llevó a cabo Dios a favor de ellos.
Abandona ahora la imagen de la inundación (vv. 4, 5), metáfora frecuente de tribulación, y
habla del lazo de los cazadores (vv. 6, 7), cual avecilla (hebreo, tsipor; probablemente,
gorrión) que escapa, no por su propia fuerza, sino por alguien que rompe el lazo, sin que el
ave misma se aperciba del Libertador. Pero, ¿quién sino Yahweh puede ser ese Libertador?
Claramente lo expresa el versículo 8: "¡Nuestro socorro está en el nombre de Yahweh, que
hizo el cielo y la tierra, es decir, en la protección del Dios Todopoderoso» (comp. con
121:2).
Salmos 135 (RV60) -La grandeza del Señor y la vanidad de los ídolos
Aleluya.