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Salmos 1 -El justo y los pecadores

1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,


Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,(1)
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.

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Comentario a Salmos 1
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Éste es un salmo de instrucción con respecto al bien y al mal, poniendo ante nosotros vida y
muerte, bendición y maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad, y
evitemos el que de cierto conduce a la miseria y a la ruina. Nos muestra:
I. La santidad y la dicha de una persona piadosa (vv. 1-3).
II. La pecaminosidad y la miseria del malvado (vv. 4, 5).
III. El fundamento y la razón de ambos casos (v. 6).
Versículos 1-3
El salmista comienza por el carácter y la condición del piadoso.
1. El Señor conoce por su nombre a los que son suyos (Nm. 16:5; 2 Ti. 2: 19), pero nosotros
hemos de conocerlos por su carácter, el cual se nos presenta aquí mediante las normas que
escoge para su conducta:
A) El hombre piadoso (v. 1) no anda en consejo de malos, etc. Se pone primero esta parte de
su carácter, porque apartarse del mal es el primer paso por el que comienza la sabiduría. (a)
Ve en torno suyo malhechores, de los que el mundo está lleno. Se describen aquí por medio de
tres epítetos: malos, pecadores, escarnecedores. Primero son malvados, carentes de temor de
Dios. Cuando falta este temor de Dios, el hombre muestra ser pecador, en abierta rebelión
contra Dios. Las omisiones abren el camino a las comisiones y así se endurece, a la larga, el
corazón de tal manera que los pecadores se hacen escarnecedores, despreciando todo lo
sagrado, burlándose de la piedad y tomando a broma el pecado. El vocablo hebreo para malos
(mejor, malhechores) indica una persona que no se somete a ninguna norma, sino que se deja
llevar de todo mal deseo. La persona piadosa no puede menos de ver con tristeza a los tales,
cuyos criterios son tan insensatos y tan opuestos a los suyos. (b) Por consiguiente, no anda
según los consejos, los criterios, de ellos. No sigue sus principios, ni toma el camino de ellos,
ni se sienta para participar en el corro de los burladores, lo cual equivaldría a asociarse con
quienes promueven el reino del diablo.
B) En cambio, el piadoso, para hacer el bien, se somete a la dirección de la palabra de Dios,
familiarizándose con ella (v. 2). Todos los que se deleitan en que haya un Dios, han de
deleitarse también en que haya una Biblia, la revelación de Dios y de su voluntad, y del único
camino hacia la dicha en él: En su ley medita de día y de noche (comp. Jos. 1:8). El estudio y
la práctica de la Ley de Dios es la delicia del hombre piadoso, como el autor del Sal. 119. El
verbo hebreo para meditar significa literalmente musitar: leer y dialogar consigo mismo sobre
las grandes cosas que la Biblia contiene, fijarlas en la mente y en el corazón y experimentar en
la vida el sabor y el poder de ellas.
2. Seguridad que se da al piadoso de que ha de disfrutar de las bendiciones de Dios. El salmo
comienza literalmente: «¡Oh, las bendiciones del varón!, etc.» (el hebreo ashrey es plural). La
bondad y la santidad no sólo son el camino hacia la felicidad (Ap. 22:14), sino que se
identifican con la felicidad misma; aun cuando no hubiese otra vida después de ésta, el hombre
que va por el camino del deber es ya un hombre dichoso. Será como árbol, fructífero y
floreciente, pues las bendiciones divinas producen efectos reales. El justo es plantado por la
gracia de Dios; por naturaleza, todos somos olivos silvestres y continuamos siéndolo hasta que
somos injertados por un poder de arriba, celestial. Nunca crece por sí mismo un buen árbol; es
plantío de Yahweh para ser árbol de justicia y en ello ha de ser glorificado Dios (Is. 61: 3). Es
plantado junto a los medios de gracia, llamados aquí corrientes de aguas; de aquí saca el justo
provisión abundante de fuerza y vigor, pero de forma secreta, oculta a las miradas de la gente.
De quienes participan de los medios de gracia ha de esperarse que, tanto en sus criterios
como en su conducta, respondan a las intenciones de la gracia y lleven fruto. Y su hoja no cae.
Su follaje no se marchita, sino que son de hoja perenne. En cuanto a los que muestran
solamente las hojas de profesión cristiana, sin fruto alguno, las hojas mismas, al fin, se
marchitarán y caerán; pero si la palabra de Dios gobierna el corazón, la profesión se
conservará siempre verde y fresca; tales laureles no se marchitan.
Versículos 4-6
1. Se describe ahora el carácter de los malvados (v. 4): (A) En general, son el reverso de los
justos, tanto en carácter como en condición: no llevan fruto, sino agraces de Sodoma que
inutilizan la tierra. (B) En particular, mientras los justos son como árboles útiles, valiosos y
fructíferos, los malvados son como el tamo que arrebata el viento; son como la parte más
liviana de la paja, el polvo que el amo de la era quiere ver lejos de allí, puesto que para nada
sirve.
2. Se describe luego el destino final de los malvados (v. 5): No se erguirán en el juicio, es
decir, serán hallados culpables, y no tendrán; lugar alguno en la congregación de los justos,
pues ninguna cosa manchada ha de entrar en la Nueva Jerusalén. En este mundo, no es cosa
difícil para los hipócritas, bajo la máscara de una plausible profesión de fe, penetrar en la
congregación de los justos y permanecer allí sin ser descubiertos ni perturbados (v. 1 Jn. 2:19),
pero a Dios no se le puede engañar, aunque puedan ser engañados sus ministros.
3. La razón que se da de este final tan distinto de los buenos y los malos (v. 6). Yahweh
conoce, es decir, aprueba complacido y remunera la conducta de los justos, por lo que les hace
dichosos y prósperos (al menos, espiritualmente), pero está airado contra la senda de los
malos, la cual, ya de suyo, lleva a los hombres a la ruina y a la perdición (Ro. 6:23).
Al cantar estos versículos, y orar sobre ellos, dejémonos poseer de un santo temor de la
porción del malvado y de una santa diligencia en presentamos a Dios aprobados en todo,
buscando su favor de todo corazón.

Salmos 2 -El reino del ungido de Jehová-


1 ¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
2 Se levantarán los reyes de la tierra,
Y príncipes consultarán unidos
Contra Jehová y contra su ungido,(1) diciendo:
3 Rompamos sus ligaduras,
Y echemos de nosotros sus cuerdas.
4 El que mora en los cielos se reirá;
El Señor se burlará de ellos.
5 Luego hablará a ellos en su furor,
Y los turbará con su ira.
6 Pero yo he puesto mi rey
Sobre Sion, mi santo monte.
7 Yo publicaré el decreto;
Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú;
Yo te engendré hoy.(2)
8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones,
Y como posesión tuya los confines de la tierra.
9 Los quebrantarás con vara de hierro;(3)
Como vasija de alfarero los desmenuzarás.
10 Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes;
Admitid amonestación, jueces de la tierra.
11 Servid a Jehová con temor,
Y alegraos con temblor.
12 Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues se inflama de pronto su ira.
Bienaventurados todos los que en él confían.

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Comentario a Salmos 2
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Es éste un salmo mesiánico y regio (como también los Sal. 18, 20, 21, 45, 72, 89, 101, 110,
132 y 144). Bajo el tipo del reino de David (dispuesto por Dios, opuesto por muchos, pero
prevaleciendo al fin), se profetiza aquí el reino del Mesías, el Hijo de David (v. Hch. 4:25-27;
13:33; He. 1:5). En él nos predice el Espíritu Santo: I. La oposición que había de hacerse al
Reino del Mesías (vv. 1-4). II. La represión y el castigo de tal oposición (vv. 4, 5).III. La erección
del reino de Cristo a pesar de dicha oposición (v. 6). IV. La confirmación y el establecimiento
del reino mesiánico (v. 7). V. La promesa de su ampliación y éxito (vv. 8, 9). VI. Un llamamiento
y una exhortación a los reyes y príncipes a que se sometan voluntariamente a ser súbditos de
este reino (vv. 10.12).
Versículos 1-6
Aquí tenemos una gran lucha entre el reino de Cristo y los que se oponen a él. Vemos:
l. La tremenda oposición que se hace al Mesías y a su reino (vv. 1-3). Habría de esperarse
que una bendición tan grande para este mundo fuese universalmente bienvenida y acogida.
Sin embargo, no hubo jamás una doctrina o una escuela de filósofos, ni gobierno alguno de
este mundo, que haya sufrido una oposición tan violenta como la doctrina y el gobierno de
Cristo. Las naciones y los pueblos, las cortes y los países, van a veces por caminos opuestos,
pero aquí les vemos a todos unidos contra Cristo. Aunque su reino no es de este mundo ni
entra dentro de su programa el debilitar los intereses terrenos, reyes y pueblos se alzan
inmediatamente en armas. Así como los filisteos con sus jefes, tanto como Saúl y sus
cortesanos, se oponían a que David accediese al trono, así también Herodes y Pilato, gentiles
y judíos, extremaron su violenta oposición contra Cristo y su obra benéfica (Hch. 4:27).
1. "Se levantan... contra Yahweh y contra su ungido» (v. 2), esto es, contra toda religión en
general y contra el cristianismo en particular. El gran autor de nuestra religión es llamado aquí
el ungido (hebr. Meshiaju) de Yahweh, tipificado en el ungido David. Musitan o rumorean (v. 1.
El mismo verbo que en 1:2), aquí con rabia, en violenta y malvada al reino del Mesías,
métodos para suprimir o impedir los avances de dicho reino en el mundo.
2. «Conspiran juntamente, etc.» (v. 2). Es una oposición combinada, da, para ayudarse y
animarse unos a otros. Si Yahweh y su Mesías les hiciesen ricos y grandes en este mundo, y si
contemporizasen con sus violencias e injusticias, les darían la bienvenida; pero, al frenar su
concupiscencias y sus pasiones corrompidas, no quieren que ese hombre reine sobre ellos (Lc.
19: 14). Cristo tiene para nosotros ligaduras y cuerdas: vínculos morales que nos unen a Él y
conducen a nuestra dicha, porque son cuerdas humanas, cuerdas de amor (Os. 11:4). ¿Por
qué se oponen los hombres a la ley de Dios para seguir sus propios caminos, cuando son
cosas vanas? No pueden presentar ninguna razón válida para oponerse a una causa tan justa
y a un gobierno tan bueno y generoso Tampoco pueden esperar éxito alguno al oponerse a un
rey tan poderoso.
II La tremenda derrota que les espera a los rebeldes coligados. El reposo de la Mente Eterna
ha de ser nuestro consuelo bajo todo lo que amenace perturbar nuestra mente. Nosotros
somos zarandeados en la tierra y en el mar, pero Él se sienta (lit. v. 4) en los cielos, donde
tiene su trono listo para el juicio.
1. Los vanos intentos de los enemigos de Cristo no merecen otra cosa que el ridículo: Dios
(hebr. Adonay = el Señor Soberano) se reirá de ellos.
2. Serán justamente castigados (v. 5). Aunque desprecia Dios la impotencia de ellos, también
está airado contra la perversidad de ellos. Los enemigos de Cristo pueden enfurecerse contra
Dios, pero no le pueden hacer daño. Son ellos los que se hacen daño a sí mismos al oponerse
al establecimiento del reino de Dios.
3. Son indudablemente, ineludiblemente, derrotados; todos sus planes (v. 1-3) se vienen al
suelo: "Yo mismo -dice Yahweh- he instalado (lit. ungido) a mi rey sobre Sión, mi santo monte»
(v. 6). Jesucristo es Rey, y Dios se complace en llamarle su Rey, porque Él le ha nombrado, le
ha ungido con el Espíritu Santo (Is. 61:1) y a Él solo ha entregado, la administración del
gobierno y el juicio; en él tiene el Padre todas sus complacencias.
Hemos de cantar estos versículos con santa exultación, triunfantes en Cristo, a la vez que
oramos con fervor: "Venga tu reino», pues Dios realmente reina cuando las gentes se someten
al gobierno de Cristo.
Versículos) 7-9
Veamos ahora lo que el Mesías mismo va a decir de su reino.
1. El reino del Mesías está fundado sobre un decreto eterno de Dios el Padre (v. 7). No ha
sido una súbita resolución, ni la prueba de un experimento, sino el resultado de los consejos de
la sabiduría divina.
2. El decreto se publica para conocimiento y satisfacción de todos los que son llamados a
someterse al rey como súbditos, y para dejar sin excusa a los que no quieren que Cristo reine
sobre ellos. Cristo presenta aquí un doble título para su reino:
(A) El título de herencia (v. 7): «Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy.» En He. 1:5 se cita
esta Escritura para mostrar que Cristo tiene más excelente nombre que los ángeles, y lo tiene
por herencia (He. 1:4). "El Padre ama al Hijo, y todas las cosas las ha entregado en su mano»
(Jn. 3:35). Siendo el Hijo, e Hijo único, es el heredero de todas las riquezas del Padre.
(B) El título de mutuo acuerdo (vv. 8,9), que consiste en que el Hijo se compromete a tomar
las riendas del gobierno que Yahweh pone en sus manos. Dice Arconada: «Pídemelo no es
condicional, ni propiamente exhortativo, sino, como el imperativo de 110:2, equivale a un futuro
enérgico, y es forma poética de indicar el innato derecho, propio del «Hijo de Yahweh» y la
facilidad de poseer cuanto a Él pertenece.»
3. Se le prometen al Mesías las naciones hasta los confines de la tierra (v. 8); no sólo los
judíos, sino también los gentiles. Gran parte del mundo de la gentilidad recibieron el Evangelio
cuando fue predicado por primera vez, pero esta Escritura tendrá cumplimiento final y pleno
cuando los reinos de este mundo pasen a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo (Ap.
11: 15). Es entonces cuando con cetro de hierro (v. 9) quebrantará a los que no se le sometan
por amor. Esto se cumplió en parte cuando fue destruida Jerusalén por el poder romano y,
cuando más tarde, fue establecida la religión cristiana con la destrucción oficial del paganismo,
pero no se cumplirá plenamente hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus
pies (1 Co. 15:24,25. V. Sal. 110:5,6).
Al cantar esto, y orar por ello, hemos de glorificar a Cristo como al Hijo de Dios y Señor
legítimo nuestro, tomando aliento con esta promesa de que el reino del Mesías será
establecido triunfante de toda oposición.
Versículos 10-12
Aplicación práctica de esta enseñanza concerniente al reino del Mesías, al exhortar el
salmista a los reyes y jueces de la tierra a que, dejándose de cosas vanas (v. 1), sean
sensatos (v. 10) y se sometan de buena gana al gobierno de Cristo. El que tiene poder para
destruirlos muestra que no se complace en su destrucción, puesto que les exhorta a tomar una
actitud que puede conducir a su felicidad. Lo que se dice a ellos, se dice a todos. Así que
somos exhortados:
1. A reverenciar a Dios (v. 11), pues toda nuestra adoración, así como nuestra conducta, ha de
comenzar por un santo temor de Dios; es cierto que nos hemos de alegrar en el Señor (Fil.
4:4), pero hemos de alegramos con temblor (v. l1b), es decir, con sentido de nuestra
responsabilidad. Nuestra salvación se ha de llevar a cabo con temor y temblor (Fil. 2:12), frase
que significa: con respeto y sentido de la responsabilidad.
2. A dar nuestra acogida a Jesucristo y sometemos a Él (v. 12), pues éste es el núcleo del
cristianismo. (A) Hemos de besar al Hijo (v. 12, lit.), con el gesto del vasallo que besa la mano
de su señor y, además, con el gesto del amor sincero al que nos amó y se entregó a sí mismo
por nosotros (v. Gá. 2:20) y nos sigue amando (Ap. 1:5; participio de presente en el original).
(B) Las razones que respaldan este mandato divino: (a) La ruina segura de quienes rechacen a
Cristo (v. 12a, ya que perecerán al enojarle; (b) la felicidad de quienes se sometan a Él (v. 12b),
ya que son dichosos todos los que en El se refugian (lit.). Dichosos verdaderamente son los
que, al haber recibido a Cristo, tienen en Él su refugio y patrón en el día de la ira, pues
mientras el corazón de los otros desfallezca de miedo, el corazón de ellos exultará de gozo.
Al cantar esto, y orar sobre ello, hemos de sentir el corazón lleno de un santo temor de Dios y,
al mismo tiempo, de una alegre confianza en Cristo, en cuya mediación podemos consolamos
y animamos a nosotros mismos, así como unos a otros.

Salmos 3 -Oración matutina de confianza en Dios


Salmo de David.
1 ¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!
Muchos son los que se levantan contra mí.
2 Muchos son los que dicen de mí:
No hay para él salvación en Dios. Selah
3 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
4 Con mi voz clamé a Jehová,
Y él me respondió desde su monte santo. Selah
5 Yo me acosté y dormí,
Y desperté, porque Jehová me sustentaba.
6 No temeré a diez millares de gente,
Que pusieren sitio contra mí.
7 Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío;
Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla;
Los dientes de los perversos quebrantaste.
8 La salvación es de Jehová;
Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah.
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Comentario a Salmos 3
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Así como el salmo anterior nos mostraba la dignidad regia del Mesías Redentor, así el
presente nos muestra la paz y seguridad de los redimidos en la persona de David, quien, al
escribir este salmo, huía de su palacio y de la ciudad santa a causa de la rebelión de su hijo
Absalom. Aquí David: I. Se queja a Dios de sus enemigos (vv. 1,2). II. No obstante,confía en
Dios como en su protector poderoso (v. 3). III. Recuerda la satisfacción que obtenía en las
favorables respuestas que Dios daba a sus oraciones, así como su experiencia de la bondad
de Dios hacia él (vv. 4, 5). IV. Triunfa sobre sus temores (v. 6) y sobre sus enemigos (v. 7). V.
Da a Dios la gloria y toma para sí el consuelo de las bendiciones divinas y de la salvación que
está asegurada a todos los hijos de Dios (v. 8).
Versículos 1-3
El título de este salmo, y el de muchos otros, es como una llave colgada a la misma puerta
para abrirlo. Cuando conocemos la ocasión en que se compuso el salmo, tenemos la clave
para mejor interpretarlo: 1. David estaba en gran apuro; cuando, en su huida, subió al monte
de los Olivos, lloró amargamente, iba con la cabeza cubierta y a pie descalzo; sin embargo, fue
entonces cuando compuso este salmo de confianza: lloró y oró, lloró y cantó, lloró y creyó.
¿Está alguno afligido a causa de la desobediencia y rebeldía de sus hijos? David lo estaba,
pero eso no le estorbó su gozo en Dios, ni le hizo cantar fuera de tono sus cánticos sagrados.
2. Estaba en gran peligro; el complot era fuerte, formidable el partido de sus enemigos, y a la
cabeza de ellos su propio hijo, de forma que su situación parecía extrema; pero fue entonces
cuando se asió del poder de Dios. Los sustos y los peligros nos habrían de conducir a Dios, en
lugar de alejamos de El. 3. Era provocado por aquellos de quienes tenía motivos para esperar
mejores cosas: por su hijo, con quien había sido indulgente, y por sus súbditos, a quienes
había colmado de beneficios. 4. Padecía por su pecado en el asunto de Urías, pues éste era el
mal por el que Dios le había amenazado con la rebelión de su misma casa (2 S. 12:11); pero
no por eso perdió su confianza en el poder y en la bondad de Dios, ni desesperó de obtener su
socorro. Incluso nuestro pesar por el pecado no ha de estorbar ni nuestro gozo ni nuestra
esperanza en Dios. 5. Parecía una cobardía huir delante de Absalom y abandonar la ciudad
santa antes de haber librado una sola batalla; sin embargo, por lo que vemos en este salmo,
estaba lleno de santa valentía, surgida de su fe en Dios. En estos tres versículos apela a Dios.
¿A quién sino a Él deberíamos acudir cuando algo nos apena o nos asusta? David acude a
Dios:
l. Con una presentación del aprieto en que se halla (vv. 1,2). Mira en torno de sí, como
echando un vistazo al campamento de sus enemigos. David se había adueñado del corazón de
sus súbditos mejor que cualquier otro rey pudo haberlo obtenido; sin embargo, ahora lo había
perdido súbitamente. Se habían levantado contra él y le perseguían a muerte. No sólo esto;
decían: «No hay para él salvación en Dios.» Sacaban maliciosas conclusiones del aprieto en
que se veía, como lo habían hecho de la aflicción de Job sus tres amigos. Pensaban que,
puesto que le habían abandonado sus servidores y súbditos, también Dios le había
desamparado a él y había abandonado su causa y, por lo tanto, había que considerarle como
un malvado y un hipócrita. Se esforzaban por sacudir la confianza que tenía él en Dios y
llevarle a desesperar de recibir socorro celestial. David acude a Dios y le declara lo que sus
enemigos dicen de él. Al final de los vv. 2,4 y 8 aparece el vocablo hebreo selah, que significa
pausa. Esta señal - nota del traductor- servía, no sólo para hacer una pausa, sino
especialmente como indicación litúrgica y musical.
II. Con una profesión de su dependencia de Dios (v. 3). cuando sus enemigos dicen: «No hay
para él salvación en Dios» (v. 2), él clama con tanto mayor seguridad (v. 3): «Mas tú, Yahweh,
eres escudo alrededor de mí para defenderme, ya que mis enemigos me rodean por todas
partes; tú eres mi gloria y el que levanta mi cabeza.» Sí, en el peor de los casos, los hijos de
Dios pueden levantar con gozo la cabeza, sabiendo que todo cooperará para su bien,
reconocerán que es Dios quien les levanta la cabeza, dándoles motivo para regocijarse y
corazón para regocijarse.
Versículos 4-8
David se ha asido de su Dios ante la oposición sañuda de los que se sublevaban contra él, y
había ganado valor y confianza para mirar hacia arriba cuando, mirando en tomo suyo, todo
servía para causarle desánimo. Ahora mira hacia atrás con agradables reflexiones, y hacia
delante con agradable expectación de un feliz resultado al que había de dar paso en breve la
oscura situación en la que al presente se hallaba.
1. David había sido ejercitado en muchas dificultades, se había visto con frecuencia oprimido
y en grave aprieto; pero siempre había hallado en Dios al Todo-suficiente.
(A) Sus apuros le habían puesto siempre de rodillas y, en medio de todos sus peligros y
dificultades, había podido prestar a Dios su reconocimiento y levantar a él el corazón y la voz
(v. 4): «Con mi voz clamé a Yahweh.»
(B) Siempre había hallado a Dios dispuesto a responder a su oración: «Y Él me respondió
desde su monte santo», el monte santificado por la presencia del arca, de sobre la cual solía
responder a quienes le buscaban. Cristo ha de ser entronizado Rey sobre Sión, el monte santo
de Dios (2:6) y mediante tal Intercesor, al que el Padre escucha siempre, son escuchadas
nuestras oraciones.
(C) David se había encontrado siempre a salvo bajo la protección divina (v. 5): «Yo me acosté
y dormí, tranquilo y seguro, y desperté con nuevas fuerzas, porque Yahweh me sostenía.» (a)
Esto es aplicable a las bendiciones ordinarias de cada noche, de lo que habríamos de dar
gracias, tanto en privado como en familia, cada mañana. (b) Pero aquí parece referirse a la
maravillosa calma y seguridad del ánimo de David en medio de sus peligros. Habiendo
encomendado, en oración, su persona y su causa a Dios, y estando seguro de su protección,
su corazón estaba tranquilo y en paz.
(D) Dios había quebrantado con frecuencia el poder y la maldad de los enemigos de David,
dejándolos confusos («heridos en la mejilla») y sin poder («con los dientes quebrantados»), v.
7.
2. Véase con qué confianza se encara con los peligros que tiene delante:
(A) Sus temores estaban silenciados (v. 6): «No temeré a diez millares de gente, ya sea de
invasión extranjera o de sublevación intestina, que pongan sitio contra mí, acampando en
derredor de mí.» Cuando David huía de Absalom, le pidió a Sadoc que volviese el arca de Dios
a la ciudad y, dudando del resultado de la contienda, concluyó en actitud de humilde penitente:
«Aquí estoy; haga de mí lo que bien le parezca» (2 S.15:26). Pero ahora, en actitud de firme
creyente, habla confiadamente y sin temor acerca del resultado.
(B) Sus oraciones rebosaban ánimo y aliento (v. 7). Creía en Dios como en su Salvador, aun
cuando oraba con urgencia: «Levántate, Yahweh; sálvame, Dios mío.»
(C) Su fe salió triunfante. Comenzó el salmo quejándose de la fuerza y malicia de sus
enemigos, pero lo concluye gozándose en el poder y la gracia de su Dios, pues ve que los que
están con él son más que los que están contra él (v. 2 R. 6:16; 2 Cr. 32:7; Sal. 55:18; Ro. 8:31;
1 Jn. 4:4). Basa aquí su confianza en dos grandes verdades: (a) «La salvación es de Yahweh»
(v. 37:39; Jon. 2:9; Ap. 7:10; 19:1). Él tiene poder para salvar, por muy grande que sea el
peligro en que nos hallemos. (b) «Tu bendición sobre tu pueblo» (lit.). No sólo tiene Dios poder
para salvarles, sino también para asegurarles su gracia y sus bendiciones; de ello podemos
estar seguros, aunque no sean visibles los efectos de tales bendiciones (nota del traductor.
Aunque no hay verbo en el hebreo, no hay duda de que la frase tiene sentido de súplica:
"Sobre tu pueblo SEA tu bendición.» También es de notar que la numeración de los versículos
de este salmo es diferente en la Biblia Hebrea -y en otras versiones- de la que aparece en
nuestra Reina-Valera. Ello se debe a que en ésta el título del salmo no entra en la numeración,
mientras que en aquéllas forma el v. 1, con lo que el salmo tiene nueve versículos en lugar de
ocho).

Salmos 4 - Oración vespertina de confianza en Dios


Salmo de David.
1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia.
Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar;
Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia,
Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah
3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí;
Jehová oirá cuando yo a él clamare.
4 Temblad, y no pequéis;(A)
Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah
5 Ofreced sacrificios de justicia,
Y confiad en Jehová.
6 Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?
Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.
7 Tú diste alegría a mi corazón
Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
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Comentario a Salmos 04
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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David era también predicador y muchos salmos suyos son doctrinales, no sólo devocionales.
La mayor parte de este salmo es como un sermón. I. Comienza con una breve oración (v. 1) Y
se pone a predicar: II. Se dirige a los hijos de los hombres, es decir, a los hombres en su
condición pecadora, y 1. Les reprende, en nombre de Dios, por el deshonor que dan a Dios y el
daño que se hacen a sí mismos (v. 2). 2. Pone delante de ellos la dicha que proporciona la
piedad, a fin de animarles a ser piadosos (v. 3). 3. Les exhorta a que consideren sus caminos
(v. 4). III. Les anima a servir a Dios y poner su confianza en El (v.,5). IV. Refiere sus propias
experiencias de la gracia de Dios obrando en El (vv. 6-8). En cuanto a la numeración de
versículos, tenemos aquí el mismo caso que en el salmo anterior (nota del traductor).
Versículos 1-5
El título del salmo nos da a conocer que David, tras componer este salmo por divina
inspiración, lo entregó al director de música de la congregación, para ser cantado sobre
Neguinoth; es decir (con la mayor probabilidad), con acompañamiento de instrumentos de
cuerda. Para la constitución de las distintas clases de cantores, véase 1 Cr. 25.
l. David se dirige a Dios (v. 1.). El que Dios se digne escuchar nuestras oraciones y las
responda se debe, no a nuestro esfuerzo ni a nuestros méritos, sino únicamente a su gracia. A
dos cosas apela aquí David: 1. A la justicia de su causa. «Dios de mi justicia» (v. 1) «no
equivale aquí a Dios justo, sino al Dios que conoce mi justicia y conforme a ella me trata»
(Arconada). Lo dice con humildad, pues la humildad no se opone a la verdad. 2. A la
experiencia que tenía del socorro divino: «En mi angustia me diste espacio» (lit.); es decir,
cuando me hallaba en aprieto, en estrechura, me sacaste a libertad, a lugar amplio. Apoyado
en estas dos cosas, clama confiadamente: «Ten misericordia de mí y oye mi oración.»
II. Luego se dirige a los hombres, a fin de convencerles de pecado y exhortarles a volverse a
Dios
1. Se esfuerza en convencerles de la insensatez de su impiedad (v. 2): «Hijos de los hombres,
¿hasta cuándo volveréis mi honra (lit. gloria) en infamia?» Los que profanan el nombre de
Dios, así como los que ridiculizan su palabra y sus otros medios de gracia, convierten en
infamia la honra y gloria que Dios se merece, aun cuando profesen externamente una piedad
cuyo poder no conocen. Además, se hacen daño a sí mismos, pues van en busca de la
vanidad y de la mentira, es decir, de cosas sin consistencia alguna; en el contexto presente, en
busca de objetivos que están abocados al fracaso más rotundo. Todos los que aman las cosas
mundanas, van en busca de vaciedades engañosas. No se puede negar -nota del traductor-
que la 1.a parte del versículo ofrece cierta dificultad; por lo que los LXX vertieron: «... ¿hasta
cuándo (estaréis) endurecidos de corazón?». Sin embargo, si atendemos a una expresión
similar del Sal. 3:3, es muy probable que lo que David declara es: «... ¿hasta cuándo
deshonraréis al que es mi gloria?».
2. Les muestra el peculiar favor que Dios muestra a los piadosos (implícitamente se refiere a
sí mismo, como se ve por el contexto), la protección especial que les otorga y los singulares
privilegios que les confiere (v. 3). Es tremendo el peligro en que se precipitan los que ofenden a
uno de los pequeñuelos que creen en Dios (Mt 18:6). Dios dice que quien les toca a ellos es
como si tocara la niña de su ojo (Zac. 2: 8); Y Él hará que los perseguidores lo sepan tarde o
temprano, «y ellos serán míos, dice Yahweh de los ejércitos, mi propiedad personal en el día
que yo actúe» (Mal. 3: 17).
3. Les amonesta contra el pecado (v. 4): «Temblad y no pequéis.» El verbo hebreo ragaz
indica conmoción, ya física, ya psíquica (sea de miedo o de ira), mientras que el verbo jatá =
pecar, significa «errar el blanco». En este contexto, Arconada sugiere la siguiente
interpretación: «Temed ir contra la voluntad de Yahweh, que me favorece, porque hará inútiles
vuestros conatos de contradicción.» La cita de Pablo, en Ef. 4:26, se apoya en los LXX, y viene
a significar, según la autorizada opinión de W. Hendriksen: «Que vuestra ira no sea
pecaminosa.» Un buen medio para no pecar estando airados es refrenar la lengua y meditar,
como expresa la segunda parte del v. 4: «Meditad en vuestro corazón estando en vuestra
cama, y callad.» Una persona reflexiva lleva camino de ser una persona sabia y prudente. Es
conveniente examinar nuestra conciencia al acostarse para ver en qué hemos faltado durante
el día y arrepentirnos de ello.
4. Les aconseja que tomen conciencia de sus deberes para con Dios (v. 5): «Ofreced
sacrificios de justicia, es decir, con el rito debido y las indispensables condiciones internas, y
confiad en Yahweh, puesto que quien cumple con sus deberes para con Dios, puede estar
seguro de la protección divina.» Cuando la piedad es sincera, por proceder de un corazón
recto, bien se puede confiar en la gracia y en la providencia de Dios.
Versículos 6-8
1. El insensato deseo de los mundanos (v. 6): «Muchos son los.que dicen: ¿Quién nos
mostrará el bien?» De qué clase de bien hablan se colige por el final del v. 7. Se gozaban en el
incremento de sus cosechas de cereales y de vino. Todo lo que deseaban era la abundancia
de los bienes de este mundo, para abundar en los deleites de los sentidos. Preguntan por un
bien que pueda verse y palparse, pero no muestran interés por las cosas que no se ven y sólo
se perciben por la fe. Así como se nos enseña a rendir culto de adoración a un Dios invisible
(Jn. 4:24; 1 Ti. 6: 16; etc.), así también se nos enseña a buscar bienes invisibles (2 Co. 4: 18).
Con los ojos de la fe podemos ver cosas más lejanas que las que podemos ver con los ojos de
la cara. Lo que los mundanos desean es un bien exterior, presente, pequeño y perecedero:
buena comida, buena bebida, buen negocio y buena hacienda; y ¿qué son todas estas cosas
comparadas con un buen Dios y un buen corazón? Cualquier bien puede servir a los deseos
de la mayoría de los hombres, pero los espíritus selectos no se alimentan de bazofia; los hijos
de Dios tienen, por su gracia, más refinado el gusto espiritual.
2. La sabia elección que hacen los piadosos. David, y los pocos piadosos que estaban de su
parte, elevaban a Dios esta oración (v. 6b): «Alza sobre nosotros, oh Yahweh, la luz de tu
rostro» (v. Nm. 6:26; Sal. 31 :16; 80:3,7,19). David y sus amigos escogen por bien suyo y meta
de su felicidad el favor de Dios; éste es el bien que, según ellos sabiamente valoran, es mejor
que todos los bienes de la vida terrenal. Aun cuando David habla solamente de sí en los vv. 7 Y
8, en esta oración del v. 6 habla también en nombre de otros, como Cristo nos enseñó a orar:
«Padre nuestro.» Todos los hijos de Dios se acercan al trono de Dios con las mismas
peticiones y parecidos problemas, y en esto todos son uno, pues todos aspiran al favor de Dios
como al sumo bien. Aprendamos a orar por otros así como por nosotros mismos, porque en el
favor de Dios hay bastante para todos y nunca tendremos de menos por compartir con otros lo
que tenemos. Lo que constituye el motivo del regocijo de David es precisamente eso (v. 7):
«Tú diste alegría a mi corazón.» Cuando Dios pone gracia en el corazón, pone también alegría,
no superficial, sino sólida y sustancial. Bien puede David terminar el salmo (v. 8) diciendo: «En
paz me acostaré y asimismo dormiré; porque sólo tú, Yahweh, me haces vivir confiado» (v. Sal.
3:5). Se acuesta y duerme tranquilo, porque se sabe sostenido y protegido por Dios. Así hemos
de hacer nosotros, y cuando llegue el último sueño, el sueño de la muerte, podremos decir con
el buen Simeón: «Ahora, Soberano Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya, conforme a tu
palabra, en paz» (Lc. 2:29), seguros de que Dios acogerá en su seno a nuestra alma. Sigamos
el consejo del mismo David en otro lugar (Sal. 37:5): «Encomienda a Yahweh tu camino y
confía en Él; y Él actuará.» Si ponemos en manos de Dios nuestros asuntos, bien podemos
dejar también en sus manos el resultado.

Salmos 5 - Plegaria pidiendo protección


Salmo de David.
1 Escucha, oh Jehová, mis palabras;
Considera mi gemir.
2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío,
Porque a ti oraré.
3 Oh Jehová, de mañana oirás mi voz;
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
4 Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad;
El malo no habitará junto a ti.
5 Los insensatos no estarán delante de tus ojos;
Aborreces a todos los que hacen iniquidad.
6 Destruirás a los que hablan mentira;
Al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová.
7 Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa;
Adoraré hacia tu santo templo en tu temor.
8 Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos;
Endereza delante de mí tu camino.
9 Porque en la boca de ellos no hay sinceridad;
Sus entrañas son maldad,
Sepulcro abierto es su garganta,
Con su lengua hablan lisonjas.(A)
10 Castígalos, oh Dios;
Caigan por sus mismos consejos;
Por la multitud de sus transgresiones échalos fuera,
Porque se rebelaron contra ti.
11 Pero alégrense todos los que en ti confían;
Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes;
En ti se regocijen los que aman tu nombre.
12 Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo;
Como con un escudo lo rodearás de tu favor.
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Comentario a Salmos 05
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es una oración, dirigida solemnemente a Dios en horas en que el salmista era
puesto en aprieto por la maldad de sus enemigos.
l. David habla con Dios y le promete orar con la esperanza de ser oído (vv. 1-3).
II. Da a Dios la gloria, y toma para sí el consuelo, por la santidad de Dios (vv. 4-6).
III. Declara su resolución de practicar con diligencia el culto público de adoración a Dios (v. 7).
IV. Ora, en efecto: 1. Por sí mismo, para que Dios le guíe (v. 8). 2. Contra sus enemigos, para
que Dios los destruya (vv. 9, 10).3. Por todo el pueblo de Dios, para que Dios les conceda gozo
y los guarde a salvo (vv. 11,12)
Versículos 1-6
Comienza el salmo (v. 1 en la Biblia Hebrea) con la inscripción: «Al músico principal (es decir,
al director de música); sobre Nehilot (que viene a significar: para acompañamiento de flauta).
Salmo de David.» En los vv. 1-6 (de nuestras versiones), David ora a Dios:
1. Como a un Dios que escucha las oraciones; así lo ha sido él desde el momento en que los
hombres comenzaron a invocar el nombre de Yahweh (Gn. 4:26), y así continúa tan dispuesto
a escuchar oraciones como siempre lo estuvo. David le invoca bajo el nombre de Yahweh (vv.
1, 3, 8, 12), el Ser Supremo, Eterno, Salvífico, al que debemos la más rendida oración y el más
absoluto amor, y como a «Rey mío y Dios mío» (v. 2), al que había jurado homenaje de
pleitesía y bajo cuya regia protección se había puesto. Creemos que el Dios a quien oramos es
no sólo Dios, sino también Rey, y lo hemos de tener en cuenta en nuestras plegarias.
(A) La forma en que David ora aquí puede avivar nuestra fe y nuestra esperanza en todas las
invocaciones que dirigimos a Dios (v. 1): «Escucha, oh Yahweh, mis palabras.» Muchas veces,
los hombres no quieren o no pueden oírnos; nuestros enemigos son tan altivos que no quieren,
y nuestros amigos están tan lejos que no pueden; pero Dios, a pesar de la altura de su trono
en los cielos, puede y quiere. «Considera mi lamento», añade David. El vocablo hebreo indica
meditar o musitar, respirando, ya lamentos, ya amenazas (v. 1:2; 2:1). La meditación y la
oración vocal deberían ir juntas (19: 14).
(B) Cuatro cosas promete aquí David (y lo mismo debemos hacer nosotros): (a) Que va a orar,
a tomar conciencia de que debe orar. La seguridad que Dios nos ha dado de su disposición a
escuchar las oraciones debería confirmamos en nuestra resolución de vivir y morir orando. (b)
Que orará de mañana (v. 3). Es nuestro deber orar por la mañana, pues es el tiempo más
apropiado, ya que entonces estamos frescos y vivaces al despertar con las energías
renovadas por el sueño y sin turbar todavía con los pensamientos de los quehaceres del día.
(c) Que dirigirá fijamente su oración a Dios, como da a entender el hebreo, lo mismo que un
arquero que dirige su flecha al blanco. (d) David velará «... y esperaré») con anhelo hasta
recibir la deseada respuesta. El hebreo dice literalmente: «Y miraré hacia arriba», como quien
espera que se le responda de lo alto (85:8; Hab. 2:1); con gratitud, si se le concede su petición;
con paciencia, si se le difiere; orando siempre, en todo caso, sin desfallecer, como mandó el
Señor.
2. Como a un Dios que odia el pecado (vv. 4-6). David toma nota de esto. El Dios con quien
nos las habemos es clemente y misericordioso, pero también es puro y santo; aunque está
dispuesto a escuchar las oraciones, no las escuchará si ve iniquidad en nuestro corazón (66:
18). Dios no se complace en la maldad, aun cuando ésta se cubra con el manto de la piedad.
Conozcan, pues, los que se deleitan en el pecado que Dios no se deleita en ellos. Dios los
aborrece y los destruirá. Dos clases de pecadores señala aquí David en particular (vv. 5, 6): los
insensatos engañadores y los crueles opresores. A éstos abomina especialmente Yahweh,
pues el juicio será sin misericordia para aquel que no haga misericordia (Stg. 2:13). La
inhumanidad del hombre es lo más opuesto a la misericordia de Dios.
Versículos 7-12
En estos versículos, David presenta tres caracteres: -el suyo mismo, el de sus enemigos y el
de todo el pueblo de Dios, terminando con sendas oraciones la descripción de cada carácter.
1. Da primero cuenta de sí y ruega por sí mismo (vv. 7,8). (A) Está firmemente decidido a
mantenerse en íntima comunión con Dios y asiduo en el cumplimiento de sus deberes
religiosos: «Entraré en tu casa, en los atrios de tu santuario, para adorarte allí con otros
adoradores fieles.» Aunque David oraba muchas veces solo, en secreto (vv. 2, 3), era también
constante y devoto en su asistencia al santuario. Asegura que a la mucha bondad de Dios
debe el poder acudir al santuario, y sentir allí santo temor ante la infinita distancia que nos
separa de nuestro Creador. (B) Ruega anhelante a Dios (v. 8) que le guíe y le preserve en el
camino del deber: «Allana tu camino delante de mí.» Parafrasea Arconada: «Que tu actuar
providencial, Señor, conforme siempre a justicia, premiando al bueno y castigando al malo,
luzca ante mí con experiencia vivencial.»
2. Da luego cuenta de sus enemigos y ora contra ellos (vv. 9, 10). "Había dicho antes (v. 6)
que Dios abomina al hombre sanguinario y engañador. Ahora añade: «Señor, así son mis
enemigos: en la boca de ellos no hay sinceridad; no son de fiar, puesto que no cabe fidelidad
en la boca de ellos.» «Además, añade (v. 10), merecen la destrucción por la multitud de sus
transgresiones, con las que han llenado la medida de su iniquidad y madurado para su propia
ruina. Mira que se han rebelado contra ti. Si sólo fuesen enemigos míos, estaría dispuesto a
perdonarles, pero se rebelan contra Dios, contra su majestad y gobierno; no se arrepienten,
continúan haciendo el mal; deben perecer para que no sigan obrando inicuamente.» La oración
de David no brota de un ~ espíritu de venganza, sino del espíritu de profecía, por el que
sabemos que quienes se rebelan contra Dios, caerán destruidos por sus mismos planes.
3. Da finalmente cuenta del pueblo de Dios y ora por ellos; concluye con la seguridad de que
obtendrán las bendiciones divinas: son justos (v.12), porque han puesto en Dios su confianza
(v. 11) y, por ello, están seguros del poder y de la todo-suficiencia de Dios, confiando así en la
protección divina. «En ti se regocijen; tienen motivo y corazón para regocijarse. ¡Llénales de un
gozo inefable y glorioso!» (v. 1 P. 1:8). Todos los que tienen la garantía de las promesas de
Dios han de tener también la garantía de nuestras oraciones a favor de ellos. La gracia sea con
todos los que aman sinceramente a Cristo. «Como con un escudo lo rodearás de tu favor» (v.
12b). Un escudo, en la guerra, sólo protege un lado, pero el favor de Dios protege a los suyos
por todos los lados, de forma que, mientras ellos se guardan bajo la protección divina, están
completamente seguros y deben estar también enteramente satisfechos.

Salmos 6 -Oración pidiendo misericordia en tiempo de prueba


Salmo de David.
1 Jehová, no me reprendas en tu enojo,
Ni me castigues con tu ira.(A)
2 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo;
Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.
3 Mi alma también está muy turbada;
Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?
4 Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma;
Sálvame por tu misericordia.
5 Porque en la muerte no hay memoria de ti;
En el Seol, ¿quién te alabará?
6 Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
7 Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
8 Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad;(B)
Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
9 Jehová ha oído mi ruego;
Ha recibido Jehová mi oración.
10 Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos;
Se volverán y serán avergonzados de repente.
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Comentario a Salmos 06
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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David fue un profeta llorón como Jeremías, y este salmo constituye una de sus lamentaciones;
fue redactado en tiempo de gran apuro. El que esté afligido o enfermo recite o cante este
salmo. Comienza con quejas dolientes, pero acaba con alabanzas fervientes. De tres cosas se
queja aquí el salmista: 1. Enfermedad del cuerpo. 2. Turbación de lamente. 3. Insultos de sus
enemigos. Aquí él: 1. Derrama sus quejas delante de Dios, pide a Dios que retire su ira y le
ruega fervientemente que le devuelva su favor (vv. 1-7). II. Se asegura a sí mismo una pronta
respuesta de paz para su plena satisfacción (vv. 8-10). Este salmo es como el libro de Job.
Versículos 1-7
También este salmo está dirigido al músico principal, o director de música del santuario, en
Neguinoth, es decir, para instrumentos de cuerda, y sobre Sheminith = « sobre la octava» (esto
es, para cantarlo una octava más alta o baja; o —según Ryrie— sobre una lira de ocho
cuerdas). Como dice la inscripción, es un salmo de David (v. 1, en la Biblia Hebrea). Los vv. 1-7
(en nuestras versiones) hablan el lenguaje de un corazón realmente humillado bajo
providencias severas, y de un espíritu quebrantado y contrito bajo graves aflicciones.
1. Cómo presenta a Dios sus quejas. Las expone delante de Dios. ¿A quién habría de ir con
sus quejas un hijo, sino a su padre? Se queja de enfermedad corporal (v. 2): «Mis huesos se
estremecen.» Sus huesos y su carne estaban, como los de Job, afectados por la enfermedad.
Se queja también de turbación de ánimo (v. 3): «Mi alma también está muy turbada», lo cual le
causa mayor dolor que la debilidad y dolor de sus huesos. Triste cosa es para un hombre tener
doloridos a un tiempo los huesos y el alma. «Y tú, oh Yahweh, ¿hasta cuándo?» Al Dios
viviente hemos de dirigirnos en tiempos como éstos, pues él es médico de cuerpos y almas, y
no a los asirios ni al dios de Ecrón.
2.Cómo le afectan estas aflicciones. Le pesan demasiado, pues está consumido a fuerza de
gemir (v. 6). David era demasiado valiente y considerado como para dolerse así de una
aflicción exterior, pero, cuando el pecado comenzó a cargar pesadamente sobre su conciencia,
se lamentó y lloró en secreto y aun su espíritu rehusó el consuelo. Los verdaderos penitentes
lloran en su retiro. David lloraba en la noche sobre su cama mientras meditaba en su corazón y
solamente le veía el ojo de quien es todo ojos. Sus ojos se habían envejecido, de tanto llorar, a
causa de sus angustiadores (v. 7), los cuales se alegraban de sus aflicciones y sacaban de sus
lágrimas conclusiones falsas.
3. Cómo ora a Dios en esta situación tan triste. Lo que más teme es la ira de Dios; por eso
ruega (v. 1): «Yahweh, no me reprendas en tu enojo, aunque lo tengo merecido, ni me
castigues con tu ira. » Puede soportar bien la reprensión y el castigo, si Dios, al mismo tiempo,
alza sobre él la luz de su rostro y hace, mediante su Santo Espíritu, que pueda sentir el gozo y
la alegría de su misericordia; la aflicción del cuerpo le resultará tolerable si disfruta de consuelo
en el alma (y. 4). Lo que más desea como supremo bien, y lo que para él supondría la
restauración de todo bien, es el favor y la amistad de Dios. Ruega a Dios que tenga
misericordia de él y le mire con compasión, que le perdone los pecados y que ejercite su poder
para proporcionarle alivio: «Sáname, oh Yahweh» (v. 2), «Sálvame» (v. 4). También ora para
que le retorne su favor: «Vuélvete, oh Yahweh» (v. 4), esto es: « Recíbeme de nuevo en tu
favor y reconcíliate conmigo. »Ora en general para que le libre de todo mal: «Libra mi alma,
esto es, mi persona» (v. 4).
4. Cómo presenta razones para apoyar sus peticiones, a fin de moverse a sí mismo, no para
mover a Dios. Apela a su propia miseria, a la misericordia divina y a la gloria de Dios (v. 5):
«Porque en la muerte no queda recuerdo de ti.»
Versículos 8-10
¡Qué súbito cambio para bien vemos aquí! El que tanto se quejaba, lloraba y se sentía sin
remedio (vv. 6, 7), piensa y habla aquí de modo muy agradable.
1. Se aparta de los malvados y se fortalece contra los insultos de ellos (v. 8): «Apartaos de mí,
todos los hacedores de iniquidad.» Los malvados le habían provocado diciendo: «Dónde está
tu Dios? (v. 3:2), considerándose victoriosos al ver el desánimo y la desesperación de él; pero
ahora tenía razones para contestar a quienes le reprochaban, pues Dios le había consolado el
ánimo y pronto iba a completar su liberación. Por eso dice: «Apartaos de mí.» Como si dijese:
«Nunca daré oído a vuestros consejos ni a vuestras amenazas; vosotros deseabais que yo
maldijera a Dios y me muriese, pero yo le bendeciré y viviré.» Cuando Dios ha hecho por
nosotros grandes cosas, hemos de ponernos a pensar qué podemos hacer por El.
2. Se asegura a sí mismo de que Dios le era, y le había de ser, propicio, a pesar de las
presentes amenazas de ira bajo las que se veía. Confía en obtener una respuesta favorable a
la oración que está ahora pronunciando. Se da cuenta de que Dios le’ escucha mientras está
hablando y, por consiguiente, se expresa con aires de triunfo: « Yahweh ha oído... » (v. 8); «
Yahweh ha escuchado... » (v. 9); «Ha acogido Yahweh mi oración» (v. 9b).
3. Tras esta seguridad, David pasa rápidamente a contemplar la futura derrota de sus
enemigos (v. 10). Los ve avergonzados, aterrados, huyendo confundidos. Ellos se alegraban al
ver a David afligido (vv. 2, 3), pero, como suele suceder, el mal que desean a David se vuelve
contra ellos mismos.

Salmos 7
1 Jehová Dios mío, en ti he confiado;
Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame,
2 No sea que desgarren mi alma cual león,
Y me destrocen sin que haya quien me libre.
3 Jehová Dios mío, si yo he hecho esto,
Si hay en mis manos iniquidad;
4 Si he dado mal pago al que estaba en paz conmigo
(Antes he libertado al que sin causa era mi enemigo),
5 Persiga el enemigo mi alma, y alcáncela;
Huelle en tierra mi vida,
Y mi honra ponga en el polvo. Selah
6 Levántate, oh Jehová, en tu ira;
Alzate en contra de la furia de mis angustiadores,
Y despierta en favor mío el juicio que mandaste.
7 Te rodeará congregación de pueblos,
Y sobre ella vuélvete a sentar en alto.
8 Jehová juzgará a los pueblos;
Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia,
Y conforme a mi integridad.
9 Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo;
Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.(A)
10 Mi escudo está en Dios,
Que salva a los rectos de corazón.
11 Dios es juez justo,
Y Dios está airado contra el impío todos los días.
12 Si no se arrepiente, él afilará su espada;
Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado.
13 Asimismo ha preparado armas de muerte,
Y ha labrado saetas ardientes.
14 He aquí, el impío concibió maldad,
Se preñó de iniquidad,
Y dio a luz engaño.
15 Pozo ha cavado, y lo ha ahondado;
Y en el hoyo que hizo caerá.
16 Su iniquidad volverá sobre su cabeza,
Y su agravio caerá sobre su propia coronilla.
17 Alabaré a Jehová conforme a su justicia,
Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.
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Comentario a Salmos 07
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Por el título y el texto de este salmo, parece que lo compuso David con referencia a las
maliciosas imputaciones que hacían contra él sus enemigos. En vista de ello, David, I. Suplica
el favor de Dios (vv. 1, 2). II. Apela delante de Dios a su inocencia (vv. 3-5). III. Ruega a Dios
que sostenga en alto su causa y juzgue a sus perseguidores (vv. 6-9). IV. Expresa su confianza
en que Dios lo hará (vv. 10-16). V. Promete dar a Dios la gloria por su liberación (v. 17).
Versículos 1-9
El título del salmo (v. 1 en la Biblia Hebrea) contiene dos términos sumamente oscuros.
Shiggayón, que sólo aparece aquí y en Hab. 3:1, es, según Chirrié, « quizá un canto extático».
Según Arponada, correspondería entonces a nuestro ditirambo. De CSU el benjaminita no
sabemos nada. Dice Ryrie: «Probablemente era uno de los escuderos de Saúl enviados a
matar a David." Lo cierto es que David, ante tal abuso, recurre a Dios con ánimo tranquilo, sin
permitir a su arpa notas disonantes. Las injurias que recibimos de los hombres, en vez de
provocar nuestras pasiones, han de servir para avivar nuestras devociones.
1. Se pone bajo la protección de Dios (v. 1): «Sálvame de todos los que me persiguen y
líbrame del poder y de la maldad de ellos, para que no cumplan el deseo que abrigan contra
mí.» Apela: (A) A su relación con Dios (v. 1): «Yahweh Dios mío.» Como diciendo: «Tú eres mi
Dios, ¿a quién acudiré sino a ti?» (B) A su confianza en Dios: «En ti he confiado.» Como
diciendo: «No he confiado en brazo de carne, sino en ti.» (v. Jer. 17:5-8). (C) A la perversidad y
a la furia de sus enemigos y al peligro inminente en que se veía de ser devorado por ellos (y.
2): «No sea que desgarren mi alma como león y me destrocen sin que haya quien me libre. »
Como diciendo: « Si tú no me libras, nadie me podrá librar. »
2. Protesta solemnemente de su inocencia en cuanto a las cosas de que le acusan y, mediante
una tremenda imprecación, apela a Dios, que escudriña los corazones, con respecto a su
inocencia (vv. 3-5). David no tenía en la tierra tribunal al que acudir, pero tenía en el Cielo un
tribunal divino, con un justo Juez sentado en él, a quien él llama su Dios (vv. 1, 3). Le acusaban
de planes siniestros contra la corona y la vida de Saúl, pero él lo niega terminantemente (v. 4):
«He libertado al que sin causa era mi enemigo.» La Providencia le había puesto a Saúl a
merced de él, y había entre los seguidores de David quienes le exhortaban a que le matara y
aun estaban dispuestos a despacharlo ellos mismos, pero David se lo impidió, tanto cuando le
cortó la orla del manto a Saúl (1 S. 24:4 y ss.), como cuando le quitó la lanza (1 5. 26:12), para
mostrarle lo que podía haber hecho con él. « Si fuese culpable, dice (v. 5), persiga el enemigo
mi alma y alcáncela; huelle en tierra mi vida, y mi honra ponga en el polvo. Muerte e infamia
estoy dispuesto a soportar si soy culpable.»
3. Teniendo a favor de su inocencia este testimonio de su conciencia, ruega humildemente a
Dios que se muestre a favor suyo en contra de sus perseguidores y respalda cada petición con
un motivo apropiado:
(A) Ruega a Dios que manifieste su ira contra sus enemigos (y. 6):«Señor, ellos se enojan
injustamente contra mí; enójate tú justamente contra ellos y hazles saber que estás airado;
levántate, oh Yahweh, en tu ira; álzate en contra de la furia de mis angustiadores. » (B) Ruega
a Dios que mantenga en alto su causa: «Apréstate (lit. despierta) a defenderme en el juicio que
has convocado para que se me haga justicia» (v. 6); «vuélvete a sentar en lo alto, para que se
reconozca universalmente que el mismo Cielo está a favor de la causa de David, puesto que es
justa y legítima» (v. 7). «Júzgame, oh Yahweh, conforme a mi justicia, y pronuncia a mi favor
veredicto de absolución (y. 8); así te rodeará la congregación de los pueblos (lit.) y reconocerá
la justicia de mi causa y la legitimidad de mi regio título» (v. 7).
(C) Ruega, ahora ya más tranquilo, (a) para que la intervención de la providencia divina haga
cesar la maldad de los inicuos (v. 9); no aboga por la destrucción del pecador, sino por el cese
del pecado. Así hemos de orar nosotros, aborreciendo el pecado, pero amando a los pecadores
por quienes Cristo murió (v. 1 Ti. l:15);(b) para que el justo quede afianzado:protegido,
asegurado, establecido. Así como hemos de orar para que disminuya el mal, así también
hemos de orar para que aumente el bien.
Versículos 10-17
Después de haber dejado en manos de Dios su apelación por medio de la oración y de una
solemne profesión de su inocencia, comienza ahora David con una afirmación de confianza
esta especie de meditación que sigue a continuación.
1. Confía David hallar en Dios a su poderoso Protector y Salvador, así como al abogado de su
inocencia oprimida (v. 10): «Mi escudo (es decir, mi defensa) está en Dios.>’ Todos los que son
hijos de Dios tienen en El defensa y segura protección. En dos cosas asienta David su
confianza:
(A) En el favor singular que Dios dispensa a cuantos son sinceros: «Salva a los rectos de
corazón»: les salva y preserva de los males presentes en tanto en cuanto es para el bien de
ellos. (B) En el respeto general que Dios tiene a la justicia y a la equidad (v. 11): «Dios es juez
justo, y no sólo obra siempre justamente, sino que también protege a los justos (v. 10), y está
airado contra el impío todos los días, pues no puede menos de castigar la impiedad. »
2. Confía igualmente David en la destrucción de todos sus perseguidores, a menos que se
arrepientan (v. 12). La destrucción de los pecadores sólo puede detenerse mediante su
conversión (v. Ez. 33:11-16), y las amenazas de ruina a los impíos van así presentadas con
benévolas insinuaciones de misericordia. Mientras prepara sus instrumentos de muerte, da
Dios a los pecadores amonestaciones con respecto al peligro que corren y les concede tiempo
y espacio para que se arrepientan, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al
arrepentimiento (2 P. 3:9). De entre todos los pecadores, los perseguidores son el blanco
preferido de la ira divina, pues ellos desafían de modo especial a Dios, sin percatarse de que
no pueden ponerse fuera del alcance de sus dardos, con lo que ellos mismos preparan su ruina
y se destruyen a sí mismos (vv. 14-16). Se describe aquí al malvado como fatigándose en
cavarse su propia fosa. Es triste que el hombre malo trabaje para el diablo, cobrando salario de
muerte, cuando podría obtener gratis el don de la vida eterna (Ro. 6:23).

Salmos 8
La gloria de Dios y la honra del hombre
Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David.
1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!.
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Comentario a Salmos 08
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es una solemne meditación sobre la gloria y la grandeza de Dios. Empieza y
termina con el mismo reconocimiento de la excelencia trascendente del nombre de Dios. Para
probar la gloria de Dios, el salmista cita ejemplos de su bondad con el hombre, pues la gloria
de Dios es su bondad majestuosa. Dios debe ser glorificado: l. Por darnos a conocer su
persona y su gran nombre (v. 1).II. Por hacer uso de los más débiles hijos de los hombres para
que sirvan a sus designios (v. 2).III. Por hacer que hasta los cuerpos celestes estén al servicio
del hombre (vv. 3, 4). IV. Por hacer al hombre señor de las criaturas del mundo terrestre,
poniéndole así en un nivel ligeramente inferior al de los ángeles (vv. 5-8). Este salmo se aplica
en el Nuevo Testamento a Cristo y a la obra de la redención que llevó a cabo; el honor que los
niños pequeños le tributan (v. 2, comp. Con Mt. 21:16), y el honor que Él otorga a los hijos de
los hombres, tanto en su humillación, cuando fue hecho un poco menor que los ángeles, como
en su exaltación, al ser coronado de gloria y honor. Comparar los vv. 5 y 6 con 1 Co. 15:27 y
He. 2:6-8.
Versículos 1-2
El salmo va dirigido, como en otras ocasiones, al director de música del santuario, sobre
Guittit, que no sabemos exactamente qué significa (¿sobre la guetea?). El salmo es de David, y
en él se propone dar al nombre de Dios la gloria que se merece. Dos cosas admira David aquí:
1. La forma manifiesta en que despliega Dios su gloria (v. 1). Se dirige a Dios con toda
humildad y reverencia, como al Señor Soberano de su pueblo: «¡Oh Yahweh, Señor nuestro...!»
(hebr. Yahweh Adoneynu). Si de veras creemos que Dios es nuestro Soberano, hemos de
reconocerle y obedecerle como súbditos suyos. (A) Con qué esplendor brilla la gloria de Dios
incluso en este mundo de abajo: «¡Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!" Las obras de
la creación y de la providencia muestran y proclaman al mundo entero que hay un Ser infinito
(Ro. 1: 19, 20). Sin letras ni sonido de palabras, se ve y se oye en la creación el nombre de
Dios. (B) Con cuánto mayor esplendor brilla en el mundo de arriba: «Has puesto tu gloria (lit.
alabanza) sobre los cielos.» (a) Dios es infinitamente más glorioso y excelente que las más
nobles criaturas y las que más esplendorosamente brillan. (b) Mientras que en la tierra sólo
oímos y alabamos el excelente nombre de Dios, los ángeles y los espíritus bienaventurados
ven arriba su gloria y la alaban, pero, aun así, El está exaltado muy por encima de la bendición
y alabanza de ellos. (c) Al exaltar al Señor Jesús a la diestra de Dios, siendo el Hijo el
resplandor de la gloria del Padre y la fiel representación de su ser real (He. 1 :3), Dios ha
puesto su gloria por encima de los cielos, muy por encima de todos los \ principados y
potestades.
2. El poder con que lo proclama por medio de las más débiles criaturas (v. 2): «Por boca de los
niños y de los que maman, afirmas tu «fortaleza», esto es, la perfecta alabanza de tu fortaleza
(Mt. 21:16). Esto insinúa la gloria de Dios: (A) En el reino de la naturaleza. El interés que tiene
Dios en los niños pequeños (quienes, cuando vienen a este mundo son más desvalidos que los
animales), la especial protección que les da y la provisión que la naturaleza les suministra, todo
ello debería ser reconocido por cada uno de nosotros, para gloria de Dios, como un gran
ejemplo de su poder y de su bondad; tanto más cuanto que todos nos hemos beneficiado de
ello. (B) En el reino de la Providencia. En el gobierno del mundo terrestre, Dios hace uso de los
hijos de los hombres.
(C) En el reino de la gracia, que es el reino del Mesías. Aquí podríamos ~ ver aludidos de
alguna manera a los apóstoles, quienes siendo considerados casi como bebés en erudición,
«hombres sin letras y del vulgo» (Hch. 4:13), bajos y despreciables, por medio de la locura de
su predicación, " habían de echar abajo el reino del diablo, del mismo modo que fueron
derribadas con el sonido de cuernos de carnero las murallas de Jericó. El Evangelio es llamado
el brazo del Señor y el bastón de su fuerza, pues estaba designado a obrar maravillas, no de la
boca de filósofos, oradores, políticos o estadistas, sino de un grupo de pobres e iletrados
pescadores.
Oímos a los niños clamar: «Hosanna al Hijo de David», mientras los principales sacerdotes y
los fariseos no le reconocían como a tal. A veces, la gracia de Dios se manifiesta
maravillosamente en algunos niños, " enseñando conocimiento y haciendo entender el mensaje
a los destetados y recién retirados de los pechos (Is. 28:9). El poder de Dios se manifiesta
muchas veces en su Iglesia por medio de instrumentos débiles y humanamente ineptos.
Versículos 3-9
Continúa aquí David engrandeciendo el honor de Dios al exponer los honores que Dios ha
otorgado al hombre, especialmente a Jesucristo Hombre. Las condescensiones de la gracia
divina exigen nuestras alabanzas tanto como la exigen las elevaciones de la gloria divina.
Véase aquí:
1. Lo que le induce a admirar el condescendiente favor de Dios hacia el hombre, que es la
consideración del brillo y de la influencia de los cuerpos celestes que están a la vista de los
hombres (v. 3): «Cuando veo tus cielos, y aquí en particular, la luna y las estrellas.» Nótese
que no se menciona el sol. Es nuestro deber considerar los cielos. No podemos menos de
verlos por nuestra posición erecta; en esto, entre otras cosas, nos distinguimos de los brutos
animales, los cuales están formados para mirar hacia abajo, mientras el hombre está formado
para mirar hacia arriba. «Los cielos son los cielos de Yahweh» (115:16), no sólo porque Él los
hizo, sino porque en ellos especialmente brilla su gloria y se alza su trono: Son obra de sus
dedos. Crearlos fue para Dios como un juego de niños; no necesitó para ello extender el
brazo, como se nos dice al hablar de la salvación de su pueblo. Aun las luces inferiores: la
luna y las estrellas, muestran la gloria y el poder del Padre de las luminarias (Stg. 1: 17) y nos
suministran materia de alabanza a Dios. Cuando consideramos la gloria de Dios que brilla en
el mundo de arriba, bien podemos admiramos de que Dios se fijase en una criatura tan baja
como es el hombre. Y cuando consideramos la gran utilidad de los cielos para los hombres de
la tierra, bien podemos exclamar: Señor, ¿Quién soy yo para que hayas puesto a mi servicio
los astros del cielo?
2. Cómo expresa su admiración (v. 4): «Señor, ¿qué es el hombre (hebr. enosh = el ser
humano en su debilidad física y moral) para que de él te acuerdes, para que tomes nota de él,
de sus actos yde sus quehaceres? ¿Qué es el hijo del hombre para que lo visites (lit.), como un
amigo visita a otro amigo, complacido en conversar con él e interesado en sus cosas?» Esto se
aplica:
(A) A la humanidad en general. Aunque el hombre es como un gusano (Job 25:6), Dios le
respeta y le muestra en abundancia su benevolencia; el hombre es, muy por encima de todas
las criaturas de este mundo de abajo, el favorito de la Providencia (v. 1 Co. 9:9), hasta el punto
de que ha sido hecho un poco inferior a los ángeles (v. 5),ya que, por su cuerpo, es semejante
a las bestias que perecen y está confinado a la tierra, pero, por su alma espiritual e inmortal, es
semejante a los ángeles, que son puros espíritus. Por un poco de tiempo, los hijos de Dios son
inferiores a los ángeles, mientras su alma espiritual está como encerrada en vasos de barro,
pero los hijos de la resurrección serán como ángeles (gr. isángueloi. Lc. 20:36), no inferiores a
ellos. El hombre está dotado de nobles y maravillosas facultades: «Lo coronaste de gloria y de
honra.» La razón del hombre es su corona de gloria; no debe profanar esa corona mediante el
mal uso de ella ni perder el derecho a ella por obrar en contra de sus dictados. Dios ha puesto
todas las cosas bajo los pies del hombre, para que pueda servirse, no sólo del utillaje, sino
también de los productos y de las vidas de las inferiores criaturas. David especifica algunos
animales inferiores: ovejas, bueyes, aves, peces (vv. 7,8), de los que puede servirse el hombre,
aunque algunos de ellos son físicamente mucho más fuertes que él.
(B) Al Señor Jesucristo en particular, como sabemos por He 2:6-8," donde el autor de la
epístola, para demostrar el soberano dominio de Cristo sobre los cielos y la tierra, declara que
Él es el hombre, el Hijo del Hombre, a quien Dios ha coronado de gloria y honor y le ha hecho
señorear sobre las obras de sus manos. Tenemos motivos para tener humildemente recta
estima de nosotros mismos y admirar con gratitud la gracia de Dios en que: (a) Jesucristo
asumió la naturaleza del hombre y, en esa naturaleza, se humilló (Fil. 2:6-8). Al tomar la forma
de esclavo y renunciar a la pompa de su divina majestad, se hizo menor que los ángeles, (b)
En esa misma naturaleza, fue exaltado para ser proclamado Señor de todo lo creado. Dios el
Padre le ensalzó porque El mismo se había humillado (Fil. 2:9-11). Todas las criaturas han sido
puestas de derecho bajo sus pies, y lo serán de hecho cuando haya puesto a todos sus
enemigos por escabel de sus pies (He. 2:8; lO:13,comp.con 1 Co.15:27).

Salmos 9 - Acción de gracias por la justicia de Dios


Salmo de David.
1 Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
Contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti;
Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
3 Mis enemigos volvieron atrás;
Cayeron y perecieron delante de ti.
4 Porque has mantenido mi derecho y mi causa;
Te has sentado en el trono juzgando con justicia.
5 Reprendiste a las naciones, destruiste al malo,
Borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre;
Y las ciudades que derribaste,
Su memoria pereció con ellas.
7 Pero Jehová permanecerá para siempre;
Ha dispuesto su trono para juicio.
8 El juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con rectitud.
9 Jehová será refugio del pobre,
Refugio para el tiempo de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre,
Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad a Jehová, que habita en Sion;
Publicad entre los pueblos sus obras.
12 Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos;
No se olvidó del clamor de los afligidos.
13 Ten misericordia de mí, Jehová;
Mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen,
Tú que me levantas de las puertas de la muerte,
14 Para que cuente yo todas tus alabanzas
En las puertas de la hija de Sion,
Y me goce en tu salvación.
15 Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron;
En la red que escondieron fue tomado su pie.
16 Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó;
En la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. Selah
17 Los malos serán trasladados al Seol,
Todas las gentes que se olvidan de Dios.
18 Porque no para siempre será olvidado el menesteroso,
Ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
19 Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre;
Sean juzgadas las naciones delante de ti.
20 Pon, oh Jehová, temor en ellos;
Conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah.
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Comentario a Salmos 09
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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En este salmo: I. David alaba a Dios por haber salido en defensa de su causa y haberle
concedido la victoria sobre los enemigos de su país (vv. 1-6), y convoca a otros para que se
unan a él en los cantos de alabanza (vv. 11, 12). II. Ruega a Dios que le proporcione todavía
ulteriores ocasiones de alabarle (vv. 13, 14, 19, 20). III. Exulta de gozo con la seguridad de que
Dios ha de juzgar al mundo (vv. 7, 8), ha de proteger a su pueblo oprimido (vv. 9, 10, 18) y ha
de llevar a La ruina a sus implacables enemigos (vv. 15-17).
Versículos 1-10
El salmo es de David y va dirigido (v. 1 en la Biblia Hebrea) al director de coro, sobre Muth-
labbén («¿muerte de un hijo?»), indicación musical de significado incierto. En estos versículos
vemos que:
1. David alaba a Dios por los favores y obras maravillosas que ha llevado a cabo
recientemente para El y su reino (vv. 1,2). El gozo santo es la vida de la alabanza agradecida,
así como la alabanza agradecida es el lenguaje del gozo santo (v. 2: «Me alegraré y me
regocijaré en ti." Los triunfos del Redentor son también triunfos de los redimidos (v. Ap.12:10;
15:3,4; 19:5).
2. Reconoce el poder omnímodo de Dios, al que ningún enemigo, ni aun el más fuerte o el
más astuto, puede hacer frente (v. 3). Todos sus enemigos se ven forzados a emprender la
retirada, y aun la retirada les llevará a la destrucción, sin que les salve la huída más que la
lucha. La presencia del Señor y la gloria de su poder son suficientes para destruir a los
enemigos de Dios y de su pueblo.
3. Da a Dios la gloria de su justicia al aparecer en favor de él (v. 4):«Porque has mantenido mi
derecho y mi causa, esto es, mi justa causa; cuando ha sido llevada a tu tribunal, te has
sentado en el trono juzgando con justicia.>’
4. Recuerda y anota con gozo las victorias del Dios de los cielos sobre todos los poderes del
infierno y celebra con alabanzas esos triunfos (v. 5): «Reprendiste a las naciones, les diste
pruebas evidentes del desagrado con que las miras, destruiste al malvado, hasta borrar en el
olvido incluso su nombre.
5. Exulta de gozo ante la destrucción de los enemigos y el derribo de sus ciudades (v. 6).
6. Halla en Dios consuelo para 51 mismo y para otros. Se satisface: (A) Con el pensamiento
de la eternidad de Dios (v. 7): «Yahweh permanecerá para siempre», mientras que en este
mundo no hay nada durable; aun las ciudades más populosas y mejor fortificadas serán
destruidas y dadas al olvido. (B) Con el pensamiento de la soberanía de Dios tanto en el
gobierno como en el juicio: .«Ha dispuesto su trono para juicio"; su sabiduría es infinita y son
inmutables sus designios. (C) Con el pensamiento de la justicia de Dios en la administración de
su gobierno (v. 8): «El juzgará al mundo con justicia, a todas las personas y todos los casos, y
con toda rectitud, sin excepciones ni favoritismos. (D) Con el pensamiento del singular favor
que Dios dispensa a su pueblo y la especial protección que le concede (v. 9): «Yahweh será
ciudadela (lugar alto y fuerte) para el oprimido, lugar fuerte para el tiempo de angustia.» (E)
Con el pensamiento de la satisfacción y tranquilidad mental de quienes han puesto en Dios su
refugio (v. 10): «En ti confiarán los que te conocen, como yo te conozco, y verán, como yo lo he
visto, que no desamparás a los que te buscan.» Cuanto más se confía en Dios, mejor se le
conoce. Quienes saben que es un Dios de sabiduría, poder y bondad infinitos, confiarán en
Dios aunque los mate (Job 13:15, aunque —nota del traductor— dicha traducción es
improbable. V. el comentario a tal lugar). Quienes saben que es un Dios de inviolable verdad y
fidelidad se regocijarán y descansarán en sus ricas promesas.
Versículos 11-20
1. Después de alabar a Dios, David invita a otros a que se unan a él en alabanzas al Señor (v.
11): «Cantad alabanzas a Yahweh, que habita en Sión.» Así como la especial residencia de su
gloria es el Cielo, así también la especial residencia de su gracia es la Iglesia, de la que Sión
era tipo (v. Ga. 4:26). Así que han de tomar buena nota de la justicia de Dios al vindicar la
sangre de su pueblo Israel aquellos que les agredieron bárbaramente, haciéndoles guerra sin
cuartel (v. 12).
2. Después de haber cantado alabanzas a Dios por los favores y las liberaciones del pasado,
David ora fervientemente para que Dios se muestre a favor de él en el futuro, pues todavía no
se le han acabado los sinsabores (v. 13): «Ten misericordia de mí, Yahweh; mira mi aflicción
que padezco a causa de los que me aborrecen.» La experiencia que tenía del socorro de Dios
en los apuros pasados le da confianza para esperar que le socorra en el aprieto presente:
«Levántame de las puertas de La muerte.» El Dios que ha tenido compasión de nosotros
salvándonos de la muerte espiritual y eterna, nos da ánimo para esperar su ayuda en medio de
los más graves aprietos en que podamos encontrarnos. David no ora llevado de un motivo
egoísta, sino que quiere servirse de esta liberación para proclamar todas las alabanzas de Dios
en las puertas de la hija de Sión (v. 14). Esta última expresión, que equivale a una
personificación de Sión, es única en los Salmos, aunque ocurra en Is. 1:8; Miq. 1:13 y Zac.
2:14.
3. Por medio de la fe, David prevé y anuncia la ruina segura de todos los malvados. Dios
ejecuta sobre ellos su juicio cuando se ha colmado la medida de sus iniquidades, pues se
hunden en el pozo que ellos mismos han excavado (7:15). Los borrachos se matan a sí
mismos; los pródigos se hacen a si mismos mendigos; los amigos de riñas y disputas atraen
violencia contra sí mismos. Con estos juicios, se revela desde el cielo Ia ira de Dios contra toda
impiedad e injusticia de los hombres (Ro. 1:18). Por eso añade David (v. 17): «Los malos serán
trasladados al Seol, como cautivos a la cárcel, todas las gentes que se olvidan de Dios.» El
olvido de Dios es el fundamento de la impiedad de los malvados.
4. David anima al pueblo de Dios a esperar la salvación, la perfecta liberación, aunque se
demore (v. 18). Los necesitados pueden pensar (y otros lo pueden pensar de ellos ) que Dios
se ha olvidado de ellos y que ha perecido la expectación que tenían del socorro divino; pero el
verdadero creyente es también paciente; la visión es para el tiempo señalado (comp. con Dan.
8:26). «El Señor no retarda su promesa» (2 P. 3:9); por tanto, nuestra esperanza no se vera
defraudada.
5. Concluye David con una oración para que Dios humille a los altivos, quebrante su poder y
haga fracasar todos sus malvados planes (v. 19): «¡Levántate, oh Yahweh, no triunfe el
hombre!». Como si dijera; «¡Despierta, ponte en movimiento, ejercita tu poder, pronuncia
sentencia contra todos esos altivos y osados enemigos de tu nombre, de tu causa y de tu
pueblo, no triunfe el hombre, que no se gloríe el malvado de pisotear tu honor y de prevalecer
contra los intereses de tu reino!» Es cosa muy de desear, tanto para la gloria de Dios como
para la paz y el bienestar de los pueblos, que los hombres se tengan en lo que son, meros
hombres: criaturas dependientes, cambiantes, mortales y responsables ante Dios.

Salmos 10 -Plegaria pidiendo la destrucción de los malvados


1 ¿Por qué estás lejos, oh Jehová,
Y te escondes en el tiempo de la tribulación?
2 Con arrogancia el malo persigue al pobre;
Será atrapado en los artificios que ha ideado.
3 Porque el malo se jacta del deseo de su alma,
Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.
4 El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.
5 Sus caminos son torcidos en todo tiempo;
Tus juicios los tiene muy lejos de su vista;
A todos sus adversarios desprecia.
6 Dice en su corazón: No seré movido jamás;
Nunca me alcanzará el infortunio.
7 Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude;
Debajo de su lengua hay vejación y maldad.
8 Se sienta en acecho cerca de las aldeas;
En escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están acechando al desvalido;
9 Acecha en oculto, como el león desde su cueva;
Acecha para arrebatar al pobre;
Arrebata al pobre trayéndolo a su red.
10 Se encoge, se agacha,
Y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.
11 Dice en su corazón: Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.
12 Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano;
No te olvides de los pobres.
13 ¿Por qué desprecia el malo a Dios?
En su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.
14 Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación,
para dar la recompensa con tu mano;
A ti se acoge el desvalido;
Tú eres el amparo del huérfano.
15 Quebranta tú el brazo del inicuo,
Y persigue la maldad del malo hasta que no halles ninguna.
16 Jehová es Rey eternamente y para siempre;
De su tierra han perecido las naciones.
17 El deseo de los humildes oíste, oh Jehová;
Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído,
18 Para juzgar al huérfano y al oprimido,
A fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.
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Comentario a Salmos 10
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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La versión de los LXX une este salmo con el noveno, haciendo de ambos uno, pero en la
Biblia Hebrea son dos salmos distintos; el tema y el estilo son diferentes ciertamente. En este
salmo, I. David se queja de la maldad de los inicuos y se percata de la demora que Dios
muestra en aparecer contra ellos (vv. 1-1 1). II. Ora a Dios a fin de que lo haga para alivio de
su pueblo, y se consuela con la esperanza de que lo hará a su debido tiempo (vv. 12-18).
Versículos 1-11
En estos versículos, descubre David:
1. Un gran amor a Dios y un ferviente deseo de la comunión con él (v. 1): <<¿Por qué estás
lejos, oh Yahweh, como a quien no le importan las indignidades que se cometen contra tu
nombre y las injurias que se hacen a tu pueblo?>> ¡No juzguemos por las apariencias! Nos
alejamos de Dios con nuestra incredulidad, y luego nos quejamos de que Dios se aleja de
nosotros.
2. Un gran odio al pecado y gran indignación contra los pecadores. Al contemplar a los
transgresores, se apena, se asombra y presenta ante su Dios la maldad que cometen con
altivez y descaro. Las invectivas satíricas contra los malos suelen hacer más mal que bien, a no
ser que las presentemos únicamente a Dios en oración, pues solo él les puede poner remedio y
hacer mejores. La gran maldad del inicuo se compendia aquí en pocas palabras (v. 2): <<Con
arrogancia el malo persigue al pobre>> ¡Arrogancia y persecución! Siendo La primera la causa
de Ia segunda, tanto en el Estado como en la Iglesia. Tras comenzar con esta descripción, el
salmista inserta una breve plegaria, como un paréntesis, y dice:
«Queden (lit. quedarán) atrapados en la trama que han urdido» (v. 2b).
(A) El pecador se gloria arrogantemente de su poder y de sus éxitos. «Se jacta de los antojos
de su alma» (v. 3), esto es, se jacta de que puede llevar a cabo lo que desea. La 2.a parte de
este versículo —nota del traductor— es algún tanto confusa en el original, pero la única versión
que, siendo fiel al hebreo, encaja bien en el contexto, es la que da La Reina-Valera 1977: « El
codicioso maldice (y) desprecia a Yahweh>’. Véase cómo La arrogancia lleva a la persecución,
y la avaricia lleva a la blasfemia.
(B) El pecador echa de sí todo pensamiento de Dios (v. 4): Ni le busca ni piensa en él. La
altivez conduce a la irreligión. Los hombres no buscan a Dios porque piensan que no le
necesitan y que sus propias manos les bastan. Menosprecian orgullosamente los
mandamientos de Dios (v. 5): «Tus juicios los tiene muy lejos de su vista", pensando que son
pura abstracción sin realidad alguna. Confían tanto en sí mismos que no temen que su
prosperidad pueda tener jamás fin ni mengua (v. 6): <<Dice en su corazón: No seré inquietado
jamás; nunca me alcanzará el infortunio». Son como Babilonia: <<Para siempre seré señora>’
(Is. 47:7. Comp. Ap. 18:7). Quienes de esta forma se creen más lejos de la ruina, son los que
más cerca están de ella.
(C) Para satisfacer su orgullo y su codicia, y para oponerse a Dios y a la religión, oprimen y
explotan a cuantos tienen al alcance de la mano. Hablan con malvada amargura (v. 7): «Llena
está su boca de maldición, y de engaños y fraudes. Como Caín, <<Se sienta en acecho cerca
de las aldeas; para matar a escondidas al inocente. Sus ojos están acechando al desvalido,
etc.» (vv. 8, 9). «Se encoge y se agacha» (v. 10), no por estar avergonzado de lo que hace,
sino para mejor cazar a los incautos; ni por temor a la ira de Dios, pues se imagina que Dios no
se da cuenta de sus crímenes (v. 11), sino para que no se descubran sus planes y sus
intenciones. Los que tienen poder y autoridad tienen también la obligación de proteger al
inocente y proveer para el pobre, pero éstos destruyen precisamente a los que deberían ser
objeto de su protección.
Versículos 12-18
Tras la precedente presentación de la inhumanidad e impiedad de los opresores, David se
dirige ahora a Dios. Veamos:
I. Qué es lo que le pide. 1. Que Dios mismo haga acto de presencia (v. 12): <<Levántate, oh
Yahweh Dios, alza tu mano, manifiesta tu poder y providencia en los asuntos de este mundo de
abajo, y confunde a los que dicen que tienes tapado el rostro>> (v. 11). 2. Que se manifieste a
favor de su pueblo: <<No te olvides de los pobres, de los oprimidos y desvalidos. Sus
opresores, en su presunción, dicen que los has olvidado, y ellos mismos, en su desesperación,
están tentados a decir Lo mismo. Manifiéstate, Señor, para que se vea que ambos están en un
error.>> 3. Que se manifieste contra sus perseguidores (v. 15): <<Quebranta tú el brazo del
inicuo, quítale el poder, haciendo que no reine el hombre impío, ni enrede en sus mallas a/
pueblo>> (Job 34:30).
II. A qué apela para avivar su propia fe en estas peticiones:
1. Apela a la grave afrenta que estos orgullosos opresores hacen al propio Dios (v. 13):
<<¿Por qué desprecia el malo a Dios?>>. Si, le desprecia, puesto que le dice en su interior:
<Tú no lo inquirirás; no nos tomarás jamás cuenta de lo que hacemos.>> No se puede causar
mayor afrenta al honor de un Dios justo y poderoso. Los malos desprecian a Dios porque no le
conocen. ¿Y por qué permite Dios que le desprecien de ese modo? Porque el día de rendir
cuentas no se retrasará.
2. Apela al conocimiento que Dios tiene de todos los males que los opresores llevan a cabo (v.
14): <<Tú lo has visto, etc.>>
3. Apela a la dependencia que los pobres y oprimidos tienen de él (v.
14b): <<A ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano. En tu poder, sabiduría y
bondad confían. ¡No les abandones, pretéjeles!>>
4. Apela a la relación que el propio Dios ha tenido a bien establecer con ellos : (A) Como un
gran Dios (v. 16): <<Yahweh es Rey eternamente y para siempre (es decir, continuamente).>>
Como diciendo: <<Señor, haz que todos los que te rinden tributo y homenaje como a su Rey,
hallen en tu gobierno el beneficio y el refugio.>> (B) Como un buen Dios, pues él es el protector
de los desvalidos y de los huérfanos (v. 14).
5. Apela finalmente a la experiencia que el pueblo de Dios tiene de la prontitud con que el
Señor se manifiesta a favor de ellos (v. 16b): <<De su tierra han sido barridos los gentiles>>;
las siete naciones cananeas están ahora, por fin, desarraigadas del suelo de Palestina, lo cual
es un consuelo y un aliento para esperar que Dios quebrantara del mismo modo el brazo de los
opresores israelitas que, en muchos aspectos, son peores que Los mismos gentiles. Dios había
oído la oración y conocía el deseo de los humildes y oprimidos (vv. 17, 18); les había hecho
justicia, por lo que sus clamores no habían sido en vano. <<Así, pues, —viene a decir—, tú vas
a escucharles también ahora, pues eres el mismo de siempre, con el mismo poder y la misma
bondad.>> El prepara los corazones para la oración encendiéndoles el deseo santo y
fortaleciéndoles la fe sincera; y luego acepta benévolamente sus plegarias. Pondrá, pues, fin a
la furia de los opresores, a fin de que no vuelva(n) más a infundir terror al hombre (hebr. enosh
= el ser humano en su debilidad congénita) hecho de arcilla (lit. de la tierra), destinado a
fenecer como heno (Is. 51:12). El que nos protege es el Dios del Cielo, mientras que el que nos
persigue no es más que un hombre de la tierra.

Salmos 11 -El refugio del justo


Al músico principal. Salmo de David.
1 En Jehová he confiado;
¿Cómo decís a mi alma,
Que escape al monte cual ave?

2 Porque he aquí, los malos tienden el arco,


Disponen sus saetas sobre la cuerda,
Para asaetear en oculto a los rectos de corazón.

3 Si fueren destruidos los fundamentos,


¿Qué ha de hacer el justo?

4 Jehová está en su santo templo;


Jehová tiene en el cielo su trono;
Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.

5 Jehová prueba al justo;


Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.

6 Sobre los malos hará llover calamidades;


Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.

7 Porque Jehová es justo, y ama la justicia;


El hombre recto mirará su rostro.
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Comentario a Salmos 11
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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En este salmo, David se ve acechado por una tentación de desconfiar de Dios
(probablemente, en el contexto de 1 S. 18:11 y 19:10), y sale triunfador. Obsérvese,
I.- Cómo presenta la tentación (vv. 1-2). II.- Cómo la resiste, considerando el dominio y la
providencia de Dios (v. 4), su favor hacia los justos, y la ira para la que son reservados los
impíos (vv. 5-7). Cuando los hijos de Dios se hallen bajo la amenaza de los enemigos de Dios y
de su Iglesia, les será de gran provecho meditar en este salmo.
Versículos 1-3
La inscripción «(Al músico principal. Salmo de David)» forma parte del v. I en la Biblia hebrea
lo mismo que en nuestras versiones; Por lo que se corresponden los números de los versículos
respectivos. En estos versículos, vemos:
I. La firme resolución de David de poner su confianza en Dios (v. 1):«En Yahweh he
confiado». Antes de dar cuenta de la tentación que le induce a desconfiar de Dios, el salmista
declara su decisión de confiar en él, pase lo que pase.
II. Su firme oposición a la tentación: ¿Cómo decís a mí alma (es decir, a mí), que escape al
monte cual ave?», es decir, con la mayor premura (¡volando! —como solemos decir). Esto se
lo sugieren a David sus bien intencionados amigos, apoyados en dos razones aparentemente
muy fuertes: 1. Los enemigos lo tenían todo preparado para darle muerte (v. 2), por lo que su
vida peligraba gravemente; 2. Su presencia entre los suyos no servía de nada útil (v. 3): «Si se
socavan los fundamentos de la sociedad, ¿qué podrá hacer el justo?» Los asuntos del Estado se
hallaban en situación caótica, debido a la inquina de Saúl contra David y a la consiguiente
mala administración de su gobierno. En esta situación —piensan los consejeros de David— ¿qué
puede hacer David?
Versículos 4-7
Dicen que cuando se sacude un árbol, se le hace que arraigue más profunda y rápidamente.
El consejo de los amigos de David, que implicaba desconfianza en Dios, le hace adherirse con
tanto mayor fuerza a sus primeros principios. Lo que sacude la fe de muchos es ver la
prosperidad de los malvados a pesar de sus impiedades, y las aflicciones que con frecuencia
sufren los piadosos. De ahí puede surgir el mal pensamiento: «De seguro que de nada sirve
buscar a Dios.» Pero, a fin de suprimir tal pensamiento, David considera:
1. Que hay un Dios en el Cielo (v. 4): «Yahweh está en su santo templo» aquí, en el cielo
(2:4; 9:8; 18:7), desde el que todo lo ve y lo gobierna (18:7, comp. con Miq. 1:2; Hab. 2:20).
2. Que este Dios es el Rey del Universo. El Señor tiene en el Cielo, no solo su residencia, sino
también su trono, desde el que dispone sus poderes sobre la tierra (Job 38:33). ¡Veamos, por
fe, a Dios en su trono: en su trono de gloria y de gobierno, dando a todos leyes, motivaciones
y deseos; en su trono de juicio; y en su trono de gracia, al que todos los suyos tienen libre
acceso por su misericordia y por su gracia! Entonces no tendremos motivo alguno para
sentirnos desanimados por el orgullo y el poder de los opresores, ni por las aflicciones que
puedan sobrevenir a los buenos.
3. Que este Dios conoce perfectamente et verdadero carácter de cada individuo humano:
«Sus ojos yen, sus parpados escudriñan a los hijos de los hombres» No solo los ve, sino que los
atraviesa con su mirada, pues no solo conoce lo que dicen y hacen, sino también lo que
piensan y planean, aun cuando aparenten otra cosa.
4. Que si aflige a los buenos es para ponerlos a prueba (v. 5a) y, por consiguiente, para su
bien (comp. Stg. 1:12); «para, a la postre, hacerles bien (Dt. 8:16).
5. Que, por mucho que los impíos puedan prosperar y prevalecer, están siempre bajo la ira
de Dios y, tarde o temprano, perecerán (Bb. 5,6):
«Su alma (de Dios) aborrece al que ama la violencia. Sobre los impíos hará llover
calamidades (lit. trampas).» En esta última frase puede notarse una doble metáfora, a fin de
presentar vivamente lo ineludible del castigo de los malvados. Será como trampas que los
atrapen y los tengan sujetos, presos, hasta que llegue el día de la cuenta. Y hará llover, de la
misma manera que un repentino aguacero sorprende a veces al viajero en un día de verano,
además de esas trampas, fuego, azufre y viento abrasador; esto último parece aludir a la
destrucción de Sodoma y Gomorra.
6. Que, aunque las personas buenas puedan hallarse rodeadas de adversidades, Dios, no
obstante, les reconoce como hijos suyos y está a favor de ellos, y esta es la razón por la que
Dios juzgará con toda severidad a los perseguidores y opresores, puesto que aquellos a
quienes persiguen y oprimen son muy amados de Dios (v. 7b): «Los rectos contemplarán su
rostro (de Dios)», es decir, disfrutarán de su favor.

Salmos 12-Oración pidiendo ayuda contra los malos


Al músico principal; sobre Seminit. Salmo de David.
1 Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos;
Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres.
2 Habla mentira cada uno con su prójimo;
Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón.
3 Jehová destruirá todos los labios lisonjeros,
Y la lengua que habla jactanciosamente;
4 A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos;
Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?
5 Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos,
Ahora me levantaré, dice Jehová;
Pondré en salvo al que por ello suspira.
6 Las palabras de Jehová son palabras limpias,
Como plata refinada en horno de tierra,
Purificada siete veces.
7 Tú, Jehová, los guardarás;
De esta generación los preservarás para siempre.
8 Cercando andan los malos,
Cuando la vileza es exaltada entre los hijos de los hombres. .
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Comentario a Salmos 12
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El salmo es de David, pero no puede determinarse la ocasión que le indujo a redactarlo; lo
único que se deduce del texto es que se queja de la deslealtad y falta de sinceridad, ya sea
de sus enemigos o de sus falsos amigos. I.- Le pide a Dios ayuda, pues no puede fiarse de
ningún ser humano (vv. 1, 2). II.- Predice la destrucción de sus arrogantes y amenazadores
enemigos (vv. 3,4). III.- Se asegura a sí mismo y asegura a otros de que, por mal que
marchen las cosas de momento (v. 8), Dios preservará y protegerá a su pueblo (vv. 5,7), y les
cumplirá las promesas que les ha hecho (v. 6).
Versículos 1-8
En este salmo, como en otros que hemos visto, el título forma el primer versículo, por lo que
tiene 9 versículos en la Biblia Hebrea. Sobre lo de "Sheminitih", véase lo dicho en el
comentario al tíitulo del Salmo 6. El salmo nos provee de buenos pensamientos para malos
tiempos.
I.- Veamos aquí qué es lo que hace que los tiempos sean malos y cuándo podemos decir
que lo son. La escasez de dinero, el fracaso del negocio, las desolaciones de la guerra, etc.,
hacen que los tiempos sean malos. Pero la Escritura achaca la maldad de los tiempos a
causas de otra naturaleza (2 Ti. 3:1): "...en los últimos días vendrán tiempos difíciles". ¿Por
escasez de dinero, quiebra del negocio o desolación de una guerra? ¡No! El Apóstol lo
atribuye a la maldad de los hombres en un grado no conocido anteriormente. De esta maldad
se queja David aquí. Los tiempos son malos:
1. Cuando hay una general decadencia de la piedad y de la honestidad entre los hombres (v.
1): "...se acabaron los compasivos; ...han desaparecido los leales de entre los hijos de los
hombres". Obsérvese cómo se colocan juntas estas dos cualidades: la compasión (hebr. jasid
= el piadoso para con Dios y los hombres) y la lealtad (hebr. emunim = los fieles). Donde no
hay sincera piedad, no se puede esperar lealtad. Se dice aquí de estas personas que han
cesado y que han caído (lit.). Los verdaderamente buenos han sido quitados de en medio, y
los que solo lo parecían han degenerado hasta dejar de ser lo que parecían.
2. Cuando los hombres son tan desvergonzados como para planear contra sus prójimos los
peores males y, no obstante, son tan viles como para cubrir sus designios con plausibles
profesiones de amistad (vv. 2,3). Pueden besar para matar. Es la imagen perfecta del diablo,
mentiroso y homicida (Jn. 8:44) ¡Ciertamente son pésimos los tiempos cuando ha
desaparecido del todo la sinceridad!
3. Cuando los pecadores arrogantes han llegado a tal nivel de impiedad como para decir:
"Por nuestra lengua prevaleceremos contra toda causa virtuosa; nuestros labios por nosotros
(lit, son nuestros) y podemos decir lo que nos venga en gana; ¿quién va a ser amo nuestro?
(v. 4). Injustas y jactanciosas pretensiones, porque ¿quién nos hizo la boca, en cuya mano
está nuestro aliento y el aire que respiramos? ¿Y quién sino él es el que tiene plena
autoridad, señorío y dominio sobre nosotros, para mandarnos y para juzgarnos? (Comp. Ex.
5:2).
4. Cuando los pobres y necesitados se hallan bajo opresión y abuso. Esta maldad se insinúa
en el v. 5, donde Dios mismo toma nota de la opresión de los pobres y del suspiro de los
menesterosos.
5. Cuando abunda la maldad hasta tal punto que cunde descaradamente bajo la protección o
la vista gorda de los que están en autoridad (v. 8). "Porque la vileza es exaltada entre los hijos
de los hombres".
II.- Cuando los tiempos son tan malos, sirve de consuelo pensar:
1. Que tenemos un Dios a quien acudir para pedirle que salga a favor nuestro y nos
compense de los males que nos afligen. Con esto comienza precisamente David (v. 1):
"Salva, oh Yahweh..."
2. Que Dios tomará cuentas de seguro a los orgullosos y desleales; que castigará y refrenará
su insolencia. Los hombres no pueden descubrir a menudo la falsedad de los aduladores, ni
humillar la altivez de los que hablan con arrogancia; pero el Dios justo arrancará los labios
lisonjeros (v. 3). Así lo pide el salmista con toda confianza.
3. Que Dios llevará a cabo, a su debido tiempo, la liberación de sus hijos oprimidos y les
resguardara de los malignos designios de quienes les persiguen (v. 5b): "Ahora me levantaré,
dice Yahweh." Cuando los opresores se hallen en el pináculo de su orgullo e insolencia,
cuando estén diciendo: "¿quien va a ser amo nuestro?" (v. 4), entonces es la hora de Dios
para hacerles saber, a costa de ellos, que está por encima de ellos. Y cuando los oprimidos
están en el fondo de su aflicción y desespero, entonces es también la hora de Dios para salir
a favor de ellos, como salió a favor de Israel cuando los israelitas se sentían más abatidos, y
el faraón se sentía más exaltado. "Ahora me levantaré, dice Yahweh". Y añade Dios: "(le)
pondré a seguro (lit.), es decir, le protegeré, le salvaré, le restauraré de forma que no pierda
nada por lo que haya sufrido, le cumpliré lo que él anhela" (v. 5).
4. Que, aún cuando los hombres sean desleales, Dios es fiel (v. 6):
Las palabras de Yahweh son palabras sinceras (lit. puras), como plata refinada, es decir,
acrisolada siete veces, esto es, perfectamente.
5. Que Dios se reservará de seguro un remanente suyo, por malos que sean los tiempos (v.
7): "Tú, Yahweh, nos guardarás; de esta generación nos preservarás para siempre". En
tiempos de general apostasía, el Señor conoce a los que son suyos y les concederá gracia
para que preserven su integridad

Salmos 13 (RV60) - Plegaria pidiendo ayuda en la aflicción.


Salmo de David.

1 ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?


¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.
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Comentario al Salmo 13
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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También este salmo es de David, salmo de lamentación amarga que acaba con profesión de
confianza y alabanzas a Dios. Tampoco se sabe con ocasión de qué particular aflicción fue
compuesto. I. David se queja de que Dios tarda en prestarle auxilio (vv. 1, 2. Nótese ese
cuádruple "¿Hasta cuándo?" en dos verss.) II. Ruega fervientemente a Dios que considere su
caso y venga en su auxilio (vv. 3, 4). III. Se asegura a si mismo de obtener respuesta de paz
y, por tanto, concluye el salmo con notas de gozo y triunfo, pues sabe que su liberación es
tan segura como si ya estuviese realizada (vv. 5, 6).
Versículos 1-6
David, en su aflicción, derrama aquí su alma delante de Dios.
1. Siempre causa alivio al ánimo turbado dar suelta a sus pesares, especialmente ante el
trono de la gracia, donde estamos seguros de hallar a uno que es afligido en las aflicciones
de su pueblo (Is. 63:9). Allá tenemos acceso libre mediante la fe, literalmente "libertad de
palabra" (gr. Parrhesía). David llego a pensar que Dios se había olvidado de él. No es que
una buena persona pueda dudar de la omnisciencia, de la bondad y de la fidelidad de Dios,
pero en un momento de enfado y temor puede oscurecerse la mente y, cuando surge de una
alta estima y de un ferviente deseo del favor de Dios, aunque no exima de culpabilidad,
puede perdonarse y excusarse, pues una segunda reflexión llevará a la retractación y al
arrepentimiento. Su mente estaba llena de preocupación por lo que él creía el olvido de
Dios (v. 1), la congoja le llenaba el corazón cada día (v. 2). El pan de aflicción es algunas
veces el pan cotidiano del santo. Nuestro Señor mismo fue "varón de dolores" (Is. 53:3). La
insolencia de sus enemigos añadía nuevo pesar a la amargura de David. De ahí ese, cuatro
veces repetido, "¿Hasta cuándo?" y ese "para siempre" del v. 1. Como diciendo: "¿Cuándo se
va a acabar esto? ¿Va a durar indefinidamente?" Es una tentación muy corriente, cuando una
aflicción dura mucho, pensar que no se va a acabar nunca; entonces la desconfianza se
convierte en desesperación, y quienes por largo tiempo han estado sin gozo, comienzan, a
la larga, a estar sin esperanza.
2.Sus quejas sirven de pábulo a sus plegarias (vv. 3,4). Nunca nos debemos permitir
ninguna queja sino la que podamos derramar en presencia de Dios y la que nos lleve a
ponernos de rodillas. David pide a Dios que mire, que considere su caso, que le responda en
cuanto al objeto de sus quejas, y que le alumbre los ojos, no los de la cara, sino los del
corazón (Ef. 1:18): los ojos de la fe por medio de la cual pueda ver por encima, y a través,
de las cosas que se perciben con los sentidos. Como diciendo: "Señor, ayúdame a ver más
allá de mis presentes apuros y a prever un feliz resultado de e1los." Si no hay lumbre para
sus ojos, se siente cercano a la muerte. Pero no es sólo por escapar del sueño de la muerte
por lo que pide alivio, sino también para que no se alegre su enemigo diciendo: "Lo vencí;
ha caído; he prevalecido contra Él y contra su Dios" (v.4)
3. Sus plegarias se cambian pronto en alabanzas (vv. 5, 6): "...Mi corazón se alegrará".
..Cantaré a Yahweh..." ¡Qué cambio tan sorprendente en tan pocas líneas! Al comienzo del
salmo, tenemos a David desanimado, acongojado, presto a hundirse en la melancolía y la
desesperación; pero al final le vemos regocijándose en Dios y exaltado en alabanzas al
Señor. Véase el poder de la fe y el poder de la oración, y cuán bueno es acercarse a Dios.
«En otros momentos de apuro —parece decir David— he con fiado en la misericordia de Dios
y nunca me ha fallado; por eso, también en medio de la presente aflicción, cuando parece
que Dios esconde de mí su rostro, cuando hay fuera conflictos y dentro temores (2 Co. 7:5),
he con fiado en la misericordia de Dios y ella ha sido para mí ancla en la tormenta, con
cuya ayuda, aunque he sido zarandeado, no he sido anegado. La fe en la misericordia de
Dios llenaba el corazón de David de gozo en la salvación que Dios le concedía (v. 5), pues el
gozo y la paz vienen por el creer (Ro. 15:13). "...en quien creyendo... os alegráis" (1 P. 1:8).
Por eso, termina David diciendo (v. 6): "Cantaré a Yahweh; cantaré en recuerdo del bien
que me ha hecho en otras ocasiones y, aunque nunca llegase a recobrar la paz que entonces
tuve, siempre cantarla igualmente sus alabanzas.»
Nota del traductor: Para información de nuestros lectores, es de notar que algunos
autores, para mejor mantener la unidad del salmo, rechazan el brusco cambio que nuestras
versiones efectúan en el v.5. Así, por ejemplo, Arconada traduce los vv. 5 y 6 del modo
siguiente: «No vaya a decir mi enemigo: "Le pude" (v. 4 en nuestras versiones), ni mis
contrarios vayan a regocijarse si llegare a caer, cuando yo a tu bondad me he con fiado. Mi
corazón pueda regocijarse en tu salvación, pueda yo cantar a Yahwé: "Me ha sido
benéfico".» Ligeramente distinta es la traducción de la Biblia de Jerusalén. Sin embargo, el
texto hebreo, aunque no de una forma decisiva, favorece a nuestras versiones, como lo
reconoce la Nueva Biblia Española.

Salmos 14 (RV60)- Necedad y corrupción del hombre


Salmo de David.

1 Dice el necio en su corazón:


No hay Dios.
Se han corrompido, hacen obras abominables;
No hay quien haga el bien.
2 Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
Para ver si había algún entendido,
Que buscara a Dios.
3 Todos se desviaron, a una se han corrompido;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
4 ¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad,
Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan,
Y a Jehová no invocan?
5 Ellos temblaron de espanto;
Porque Dios está con la generación de los justos.
6 Del consejo del pobre se han burlado,
Pero Jehová es su esperanza.
7 ¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel!
Cuando Jehová hiciere volver a los cautivos de su pueblo,
Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
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Comentario al Salmo 14
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También este salmo es de David, pero no se sabe en qué ocasión fue redactado. El Apóstol,
al citar parte de este salmo (vv. 2b, 3) para probar que tanto judíos como gentiles están
bajo pecado (Ro. 3:9-12) y que todo el mundo queda bajo el juicio de Dios (Ro. 3:19), nos lo
hace entender, en general, como una descripción de la depravación de la naturaleza
humana. En todos los salmos desde el 3 hasta el presente (exceptuando el 8), David ha
venido quejándose de los que le odiaban y perseguían. Ahora señala el camino de estas
malas corrientes hasta lo que es su fuente: la general corrupción de la naturaleza, y ve que
no solo sus enemigos, sino también todos los hombres, están corrompidos. Aquí tenemos: I.
La declaración de culpabilidad de un mundo perverso (v. 1). II. La prueba de esta
declaración (vv. 2,3). III. Una sería amonestación a los pecadores, y especialmente a los
perseguidores, a causa de ello (vv. 4-6). IV. Una oración de fe por la salvación de Israel y
una gozosa expectación de dicha salvación (v. 7).
Versículos 1-3
El pecado es la enfermedad endémica de la humanidad, y aquí se ve la malignidad de tal
enfermedad.
1. Véase su malignidad (v. 1) en dos cosas:
(A) El desprecio que hace del honor de Dios, pues siempre hay algo de ateismo práctico en
el fondo de todo pecado: Dice el necio (hebr. nabal = el insensato malvado) en su corazón:
No hay Dios. No es un ateo teórico; en la Biblia no se presenta el caso de alguien que niegue
seriamente la existencia de Dios; se trata de personas que viven como si Dios no existiera
(v. Sal: 10:4, 11, 13); son los que no buscan a Dios (v. 2) ni le invocan (v. 4). En este
sentido, necio se opone a sabio, el cual teme a Dios, guarda sus mandamientos y se aparta
del mal.
(B) El rebajamiento que hace de la dignidad misma del hombre, pues estos necios son los
hombres que se han corrompido y hacen obras abominables. De tal forma han degenerado
de su estado original que se han podrido (v. 3. Lit.), ya que no sirven ni honran a Dios, se
hacen daño a sí mismos y perjudican de diversas maneras al prójimo. De éstos son los que
profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y
desobedientes, descalificados en cuanto a toda obra buena (Tit. 1:16).
2. Véase cuán endémica es esta enfermedad, pues ha infectado a la raza entera de Adán.
Dios mismo se constituye aquí en testigo de vista (vv. 2,3): Yahweh miró desde los cielos,
echo desde allí un amplio vistazo sobre los hijos de los hombres, para ver si había alguno
sensato (hebr. maskil = persona de discernimiento), que comprendiese su deber y su
interés, que buscase a Dios y anduviese rectamente en su presencia. El v. 3 nos da el
resultado de esta investigación divina: Todos se desviaron (Is.53:6), la apostasía es
universal, de forma que no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno, mientras la
gracia de Dios no haya producido en el corazón un cambio radical y completo (Jn. 3:3).
Cuando Dios acabó de crear el mundo, incluido el hombre, vio que todo era muy bueno (Gn.
1:31); pero, algún tiempo después, miró sobre la obra del hombre y vio que todo era muy
malo (Gn. 6:5).
Versículos 4-7
En estos verss., el salmista se esfuerza:
1. En convencer a los pecadores de la maldad y del peligro del camino en que se hallan,
por muy seguros que se crean en tal camino. Les muestra tres cosas que, al parecer, ellos
no quieren ver: su maldad, su insensatez y su peligro.
(A) Su maldad. Esta se describe con cuatro ejemplos: (a) "Hacen iniquidad" (v. 4a), como si
su negocio fuese hacer el mal (hebr. aven), (b) "Devoran al pueblo de Dios como el
hambriento devora su plato favorito, como si comiesen pan." Hacer el mal es para los
pecadores como su comida y bebida. (c) "A Yahweh no invocan" ¿Qué cosa buena puede
esperarse de quienes viven sin oración? (d) "De los planes del desvalido hacen burla" (v. 6),
es decir, se burlan de la confianza que los buenos ponen en Dios.
(B) Su insensatez: No cornprenden (v. 4); no tienen conocimiento (hebr. yadu —
conocimiento Intimo, experimental).
(C) Su peligro (v. 5): "Allí temblarán de espanto." Se han dado muchos casos de
perseguidores arrogantes y crueles que no solo han llenado de terror a otros, sino también a
sí mismos.
2. También se esfuerza el salmista en consolar al pueblo de Dios, pues disfrutan de la
presencia del Señor (v. 5b): "Porque Dios está con la generación de los justos. Además,
gozan de la protección de Dios (v. 6b):
"Yahweh es su refugio" (lit.). Cuando David tuvo que huir a causa de la rebelión de su hijo
Absalom, se consolaba con la seguridad de que Dios haría volver su cautividad, es decir,
cambiaría la situación en que se hallaba. Aquí, su perspectiva es mucho más amplia. Al
comienzo del salmo, se había lamentado de la universal corrupción de la humanidad y, tras
la melancolía que tal perspectiva le producía, desea la salvación que, al final de los
tiempos, había de salir de Sión (v. 7)—en primer lugar, salvación del pecado, la cual había
de ser llevada a cabo por el Redentor, del que se esperaba que había de venir de Sión, para
apartar de Jacob la impiedad (Ro. 11:26). Sin embargo —nota del traductor—, no está claro
que el versículo haya de tomarse en sentido puramente escatológico. Por supuesto, tampoco
puede referirse a la liberación de la cautividad de Babilonia, pues ésta no podía venir de
Sión, a la sazón en ruinas.

Salmos 15 -Los que habitarán en el monte santo de Dios


Salmo de David.

1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?


¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua,
Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado,
Pero honra a los que temen a Jehová.
El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
5 Quien su dinero no dio a usura,
Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás..
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Comentario a Salmos 15
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es uno más de los salmos de David. El objeto de este breve, pero excelente salmo es
mostrarnos el camino del Cielo y convencernos de que, si queremos ser felices de veras,
hemos de ser santos y honestos. Cristo, quien es Él mismo el camino (Jn. 14:6) y en quien
hemos de andar nuestro camino (Col. 2:6), nos mostró también el mismo camino cuando dijo:
«Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt. 19:17). En este salmo, I.
Mediante una pregunta (v. 1), se nos instruye e incita a buscar el camino. II. Mediante la
respuesta a dicha pregunta, se nos exhorta, en el resto del salmo (vv. 2-5) a andar por ese
camino. III. Mediante la seguridad que se nos concede al final del salmo de que iremos a salvo
por tal camino, se nos anima a andar por él (v. 5).
Versículos 1-5
I. Una pregunta muy seria y grave concerniente al carácter de un ciudadano de Sión (v. 1):
«Yahweh, ¿quién habitará en tu tabernáculo? Hazme saber quiénes irán al Cielo.» No pregunta
por el nombre de los que se han de salvar, pues solo el Señor conoce a los que son suyos,
sino por la descripción de su carácter, como diciendo: «¿Qué clase de personas son las que
has de reconocer como tuyas y a las que vas a coronar con especiales y eternos favores?».
Todos y cada uno debemos hacernos a nosotros mismos esta pregunta: «Señor, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?» (Lc. 18:18); «¿Qué debo hacer para ser salvo?» (Hch. 16:30).
- 1. Obsérvese a quién va dirigida la pregunta: A Dios mismo.
- 2. Cómo está expresada en el lenguaje del Antiguo Testamento. (A) Por tabernáculo podemos
entender la Iglesia militante, tipificada por el santuario levantado por Moisés en el desierto y,
por ello, hecho como para el desierto, sin ostentación y movible. Allí se manifiesta Dios a su
pueblo y allí les sale al encuentro, como lo hacía entonces en el tabernáculo del testimonio,
llamado también el tabernáculo de reunión. (B) Por monte santo podemos entender la Iglesia
triunfante, aludiendo al Monte Sión, sobre el que había de levantarse el templo de Salomón. A
todos nos concierne saber quiénes han de habitar allí, para asegurarnos de que tendremos allí
un lugar entre ellos.
II. Una respuesta muy clara y concreta a dicha pregunta sobre el carácter de un ciudadano de
Sión.
- 1. Ha de ser sincero e integro en su religión: Anda en integridad, conforme a la condición del
pacto abrahámico (Gn. 17:1 «Anda delante de mí y sé perfecto» —hebr. tamin, la misma
palabra que aquí); «así tendrás en Dios al Shadday, al Todo-suficiente» (v. el comentario a Gn.
17:1). El íntegro, o cabal (Job. 1:1,8 "tamim") es aquél que es lo que profesa ser, sano de
corazón, que puede presentarse a Dios aprobado (2 Ti. 2:15) en todo lo que hace. Su ojo es
quizá débil, pero es sencillo, de visión única; tendrá todavía sus manchas (la descripción de Ef.
5:27 es de carácter escatológico), pero no se pinta; es un israelita, no sin pecado, sino sin
engaño (Jn. 1:47; 2 Co. 1:12). No hay verdadera piedad sin sinceridad.
- 2. Ha de ser concienzudamente honesto y justo en todos sus asuntos, fiel y honrado con
todos con los que trata: "hace justicia". Considera que no puede haber un contrato bueno ni
realmente provechoso cuando se hace con base en una mentira, y que el que perjudica a su
prójimo, aún cuando parezca astuto, y hasta plausible, se demostrará, a la larga, que se ha
hecho a sí mismo la mayor injuria posible.
- 3. Ha de esforzarse en hacer a sus prójimos todo el bien que pueda, teniendo sumo cuidado
en no hacer daño a nadie; de modo especial, ha de salvaguardar la reputación de su prójimo
(v. 3). Ha de echar a buena parte todo lo que vea en los demás. Si le cuentan algo malo de su
prójimo, lo rechazará si le es posible o lo guardara en secreto hasta su muerte. Su amor
cubrirá multitud de pecados (Sal. 32:1; Pr. 10:12; Stg. 5:20; 1 P.4:8).
- 4. Ha de apreciar a los hombres y evaluarlos por su virtud, no por lo que aparenten ante el
mundo. No ha de pensar que los hombres pierden algo de su piedad por ser pobres o de baja
condición social; sólo ha de menospreciar a los que son viles en la presencia de Dios, y
honrar a los que temen a Yahweh. Tal persona reconoce que la verdadera piedad, donde
quiera se halle, honra al hombre y hace brillar su rostro más y mejor que lo que pueden
hacerlo la riqueza, el talento o el prestigio humano.
- 5. Ha de preferir siempre tener buena conciencia por encima de cualquier interés o ventaja
materiales, de forma que, si ha prometido bajo juramento hacer algo, ha de atenerse a ello
sin cambiar, aunque de ello se le siga después algún perjuicio para sus intereses materiales
(v. 4b).
- 6. Finalmente, no ha de tratar de incrementar sus ingresos por medio de prácticas injustas
(v. 5): «Quien su dinero no dio a usura, para vivir a expensa de las labores y fatigas de
otros.» No es que se quebrante la ley de la justicia ni la de la caridad por prestar con un
provecho similar al que recibe el que toma dinero a préstamo, lo mismo que e amo de una
finca que cobra dinero del arrendatario, ya que el dinero puede incrementarse, mediante el
trabajo y el comercio, lo mismo que el fruto que se le saca al suelo. Pero un ciudadano de
Sión ha de prestar a los pobres sin exigirles interés, de acuerdo con sus posibilidades, no
siendo riguroso ni severo con quienes han sido reducidos a tal estado por los avatares de las
circunstancias. Tampoco admitirá cohecho contra el inocente; si está empleado en la
administración de la justicia pública, no se dejará sobornar por ningún medio para hacer algo
con que salga perjudicada una causa justa.
III. El salmo concluye con una ratificación de este carácter del ciudadano de Sión. Tal
persona será como el propio Monte Sión, que no puede ser removido. Todo miembro vivo de
la Iglesia está, como la Iglesia misma, edificado sobre una roca, contra la que no pueden
prevalecer los poderes de la muerte (Mt. 16:18 "del Hades", no "del Infierno" como traducen
equivocadamente muchos): «El que hace estas cosas, no vacilará jamás» (Lit. no será
sacudido por siempre v. 5b).

Salmos 16 (RV60) -Una herencia escogida


Mictam de David

1 Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.


2 Oh alma mía, dijiste a Jehová:
Tú eres mi Señor;
No hay para mí bien fuera de ti.
3 Para los santos que están en la tierra,
Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
4 Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre,
Ni en mis labios tomaré sus nombres.
5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
7 Bendeciré a Jehová que me aconseja;
Aun en las noches me enseña mi conciencia.
8 A Jehová he puesto siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
9 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
Mi carne también reposará confiadamente;
10 Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
11 Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.
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Comentario a Salmos 16
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Este salmo tiene dentro algo de David, pero mucho más de Cristo. Empieza con unas
expresiones de devoción, propias de David, pero que también pueden aplicarse a Cristo, y
termina con una confianza tal en la resurrección que solo puede aplicarse a Cristo, y no a
David, como los Apóstoles Pedro y Pablo hacen notar (Hch. 2:24; 13:36). I. David se expresa
en el lenguaje de todo buen creyente al profesar su confianza en Dios (v. 1), su
contentamiento en El (v. 2), su afecto al pueblo de Dios (v.3) y su adhesión al verdadero
culto a Dios (v. 4). II. Se regocija luego en la suerte que le ha caído por ser Yahweh su
porción (vv. 5,6), y por tener en El su gran consejero (comp. con Is. 9:6), que le habla incluso
al interior de su persona (v. 7). III. Habla finalmente como tipo de Cristo y, por tanto, con el
lenguaje de Cristo mismo, a quien el resto del salmo es expresamente aplicado (Hch. 2:25 y
ss.). En concreto, habla, 1. De la especial presencia de Dios con el Redentor en sus servicios y
sufrimientos (v. 8). 2. De la resurrección que el Redentor mismo esperaba para sí y de la
gloria que se le habla de seguir, por la que pudo llevar a término gozosamente su empresa
(vv. 9-1 1).
Versículos 1-7
El salmo es de David, y es llamado mikhtam de David. El vocablo hebreo mikhtam, que
también aparece a la cabeza de los salmos 56-60, es de significado incierto. Según Ryrie,
«parece derivarse de un verbo que significa "cubrir" y podría indicar salmos que tratan sobre
la protección (cubrimiento) de los enemigos, o salmos recitados en silencio (cubierta la boca
por los labios)». Arconada, en cambio, se inclina a favor de la interpretación sugerida por los
LXX, quienes traducen el vocablo hebreo por el griego stelographía, que significaría «para
inscribirlo en una estela». Vamos con el estudio del salmo.
1. Comienza David aquí como volando a buscar la protección de Dios (v. 1): «Vela sobre mí,
oh Dios, porque en ti me he refugiado» (lit.). Como diciendo: «Presérvame de todo mal,
especialmente de la muerte y del pecado, al que estoy continuamente expuesto, porque en
ti, y en ti sólo, me refugio como en el único que me da confianza y seguridad». Esto
(quitando lo del «pecado») es aplicable a Cristo, cuando dijo (Jn. 12:27): «Padre, sálvame de
esta hora», confiando que Él le habla de librar (comp. con He. 5:7).
2. Reconoce su solemne dedicación a Dios como a Dios suyo (v. 2): «Oh, alma mía, dijiste a
Yahweh: Tu eres mi Señor (hebr. Adonai) y, por ello, a ti me he acogido desde siempre y para
siempre» (comp. 11:1). Y, como motivo principal de esta dedicación suya a Dios, añade: «No
hay para mí bien (alguno) fuera de ti». Como diciendo: «Todo verdadero bien mío está en ti
o subordinado a ti».
3. Como consecuencia de esta complacencia absoluta en Dios, la extiende también a todos
los que son hijos de Dios: «Para los santos que están en la tierra y para los excelentes (lit.)
es toda mi complacencia». Si Dios es nuestro, debemos, en atención a Él, extender nuestra
benevolencia a los que son suyos, a los santos en la tierra, pues lo que se les hace a ellos, El
se agrada en tomarlo como hecho a El mismo, habiéndoles constituido recipiendarios de Dios.
Quienes han sido renovados por la gracia de Dios y dedicados a la gloria de Dios, son santos
en la tierra. Cristo se deleita en estos santos en la tierra, a pesar de las debilidades de ellos,
la cual es una buena razón para que también nosotros tengamos en ellos nuestra
complacencia (Jn. 17:19).
4. Detesta el culto de todos los dioses falsos y toda comunión con sus adoradores (v. 4): «Se
multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otros dioses», no solo por el
castigo que atraen sobre si de parte del verdadero Dios a quien rechazan, sino también por la
decepción que han de experimentar por parte de los falsos dioses a quienes se adhieren. «No
ofreceré yo sus libaciones de sangre», dice David, dando a entender así su firme propósito de
no participar de los sacrificios de los idolatras, no solo porque los Ídolos son pura mentira,
sino también porque las ofrendas mismas que les hacen son bárbaras, probablemente con
sacrificios humanos. En el altar de Dios, comoquiera que allí se hacía expiación por medio de
la sangre, beber la sangre estaba estrictamente prohibido, y las libaciones eran de vino; pero
el diablo prescribía a sus adoradores beber la sangre de los sacrificios, a fin de instruirles en
la crueldad. David no quiere ni tomar en sus labios los nombres de tales dioses falsos.
5. Repite la solemne elección que ha hecho de Yahweh como de su porción, del lote que le
ha tocado en suerte (v. 5) por herencia, del mismo modo que la porción del territorio que a
cada tribu le había tocado en el reparto de la Tierra Prometida. La copa, más bien que el
cáliz del que se sacaban las suertes, es la copa de vino del banquete (comp. 23:5). Da David
la gloria de todo ello a Dios, quien le garantiza la suerte. Y aludiendo a las cuerdas de
agrimensor que se usaban para distribuir las heredades, añade (v. 6): «Las cuerdas me
cayeron en lugares deleitosos (lit. delicias) y es heredad de preciosidad la que cayó sobre
mí» (lit.). El Cielo es nuestra heredad. No puede ser más hermosa: allí está nuestra casa,
nuestro reposo, nuestro bien eterno, y hemos de mirar a este mundo como se mira el país por
el que cruza el camino por el que vamos de viaje. Los que tienen razón para decir: Dios es mi
porción, ¿qué más pueden desear?
6. Al ponderar David la excelencia de la porción que le ha cabido en suerte, no puede
menos de bendecir a Yahweh, que fue su consejero en elección que hizo, y con el que
mantiene comunión Intima incluso por la noche (v. 7): «Bendeciré a Yahweh que me aconsejo
(lit.); aun en las noches me amonestan mis riñones» (lit., es decir, mi conciencia, ya que los
riñones eran símbolo de lo que hoy llamaríamos lo más intimo del ser en sentido de «lo
subconsciente», así como el corazón lo era de la vida consciente). Si la porción de Dios es
nuestro deleite, que sea también Dios quien se lleve la alabanza por ello. Cuando David se
retiraba del mundo y se entregaba a la meditación y al descanso nocturnos, su propia
conciencia (también llamada «riñones» en Jer. 17:10) le seguía instruyendo (17:3) y
amonestando (eso significa el verbo hebreo) con respecto a los deberes que surgían de la
elección que había hecho. Todo esto puede aplicarse, de modo eminente, a Cristo, quien
siempre hacía lo que agradaba al Padre, pues en todo miraba la gloria de Dios como el sumo
bien y la suprema meta. Al leer o cantar estos versículos, podemos aplicárnoslos también a
nosotros mismos, renovando nuestra elección de Dios como Dios nuestro, con santa
complacencia y satisfacción.
Versículos 8-11
Estos versículos fueron citados por el Apóstol Pedro en su primer sermón el día de
Pentecostés, en que fue derramado el Espíritu Santo sobre todos los ocupantes del Aposento
Alto (Hch. 2:25-28); expresamente dijo que aquí habla David de Cristo y, en particular, de su
resurrección de entre los muertos. En alas del espíritu de profecía, el rey cantor y profeta
fue llevado más allá de la consideración de su propio caso, a fin de predecir la gloria del
Mesías. El Nuevo Testamento nos provee de una llave para introducirnos en el misterio de
estas líneas.
1. Estos versículos han de aplicarse con toda certeza a Cristo; de Él habla aquí el rey-
profeta, como lo hicieron muchos otros profetas del Antiguo Testamento, anunciando de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos (1 P. 1:11). David
predice aquí:
(A) Que Cristo habla de sufrir y morir. Al decir (v. 9b) «Mi carne... reposará con
fiadamente», especialmente a la vista del contexto posterior (v. 10), se insinúa que ha de
dejar el cuerpo, no solo que ha de morir, sino también que ha de ser sepultado y permanecer
por algún tiempo en las garras de la muerte.
(B) Que habla de ser apoyado maravillosamente por el poder divino (comp. con He. 9:14;
12:2) en sus sufrimientos y en su muerte, hasta poder asegurar (Jn. 19:30): «Consumado
está». Dice (v. 9a): «Se alegró, por tanto, mi corazón y se gozó mi gloria (lit.)», es decir, su
lengua, como se ve, no solo por comparación con 30:12, donde sale el mismo vocablo, sino
también por Hch. 2:26. (Nota del traductor: Sin duda, se llama «gloria» a la lengua por
metonimia, ya que con ella glorificamos a Dios. Me resulta extraño que las versiones católicas
modernas, como la de los jesuitas —Arconada—, la Nueva Biblia Española y la Biblia de
Jerusalén, traduzcan —contra las evidencias señaladas— «entrañas»; lit. «hígado», en hebreo
kabed, corrigiendo así innecesariamente el texto masorético, que dice kabod = gloria.) Ahora
bien, tres eran las cosas que sostuvieron a Cristo para que llevase a cabo gozosamente la
obra de la redención:
(a) El respeto que tenía a la voluntad y a la gloria del Padre en todo lo que llevó a cabo (v.
8a): «A Yahweh he puesto siempre delante de mí».
(b) La seguridad que tenía de la presencia de su Padre en medio de sus padecimientos (v.
8b): «Porque está a mí diestra, no seré zarandeado». Como diciendo: «Está presente para
ayudarme al alcance de la mano en tiempo de necesidad».
(c) La perspectiva de un glorioso resultado de sus padecimientos (Is. 53:11; Fil. 2:9-11; He.
12:2). El Espíritu Santo le infundió el valor necesario para soportar el tormento y el vituperio
de la Cruz «por el gozo puesto delante de sí». Así descansó con esperanza, y eso tornó
glorioso su descanso (comp. Is. 11:10; Jn. 13:31, 32).
(C) Que había de ser librado a través de sus padecimientos y rescatado, mediante la
resurrección, de los poderes de la muerte (v. 10):
«Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción" (v. el
comentario —en preparación— a Hch. 2:24, y la nota marginal en la Reina-Valera 1977. Nota
del traductor).
(D) Que habría de ser abundantemente recompensado por sus grandes padecimientos (v.
11): «Me mostrarás la senda de la vida», es decir, me llevarás a la resurrección a través del
oscuro valle de la muerte. Por la confianza que tenía en esto, pudo decir antes de expirar:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc. 23:46).
2. Siendo Cristo la Cabeza del cuerpo que es la Iglesia (Col. 1:24), estos versículos pueden
aplicarse, en su mayor parte, a todos los verdaderos creyentes, quienes están animados y
guiados por el Espíritu de Cristo; y, al leerlos o cantarlos, podemos animarnos y edificarnos a
nosotros mismos y unos a otros, después de haber dado a Cristo la gloria que se le debe. El
creyente moribundo, lo mismo que el moribundo Cristo, puede dejar gozosamente el cuerpo,
en la confiada expectación de una segura resurrección: «Mi carne también reposará
confiadamente».

Salmos 17 (RV) -Plegaria pidiendo protección contra los opresores


Oración de David.
1 Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor.
Escucha mi oración hecha de labios sin engaño.
2 De tu presencia proceda mi vindicación;
Vean tus ojos la rectitud.
3 Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche;
Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste;
He resuelto que mi boca no haga transgresión.
4 En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios
Yo me he guardado de las sendas de los violentos.
5 Sustenta mis pasos en tus caminos,
Para que mis pies no resbalen.
6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios;
Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
7 Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra,
De los que se levantan contra ellos.
8 Guárdame como a la niña de tus ojos;
Escóndeme bajo la sombra de tus alas,
9 De la vista de los malos que me oprimen,
De mis enemigos que buscan mi vida.
10 Envueltos están con su grosura;
Con su boca hablan arrogantemente.
11 Han cercado ahora nuestros pasos;
Tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra.
12 Son como león que desea hacer presa,
Y como leoncillo que está en su escondite.
13 Levántate, oh Jehová;
Sal a su encuentro, póstrales;
Libra mi alma de los malos con tu espada,
14 De los hombres con tu mano, oh Jehová,
De los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida,
Y cuyo vientre está lleno de tu tesoro.
Sacian a sus hijos,
Y aun sobra para sus pequeñuelos.
15 En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;
Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.
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Comentario al Salmo 17
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Hallándose David en grave apuro y gran peligro, debido a la maldad de sus enemigos, se
dirige en oración a Dios en este salmo, buscando refugio en Él. I. Apela a Dios con respecto a
su propia inte-gridad (vv. 1-4). II. Ruega a Dios que le sostenga en ella y que le preserve de la
malevolencia de sus enemigos (vv. 5-8, 13). III. Describe el carácter de sus enemigos, para,
basándose en ello, rogar a Dios que le proteja (vv. 9-12, 14). IV. Se consuela con la esperanza
de su futura dicha (v. 15).
Versículos 1-7
Este salmo es una oración; hay tiempo para alabar y tiempo para orar. David era ahora
perseguido, probablemente por Saúl (comp. 1 de Samuel. 23:25 y ss.). Se dirige a Dios en
estos versículos, tanto para apelar en favor de su propia causa (v. 1): «Oye, oh Yahweh, una
causa justa», como para pedir que le escuche (v. 1): «Está atento a mi clamor»; y, de nuevo
(v. 6):«Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra». David hablaba sinceramente (v. 1):
«Escucha mi oración hecha de labios sin engaño». Nos servirá de gran consuelo, cuando nos
sobrevenga algún apuro, tener en movimiento las ruedas de la oración, pues así podremos
acudir con mayor confianza al trono de la gracia. Su fe le animaba a esperar que Dios tomaría
nota de sus oraciones (v. 6): «...por cuanto tú me oyes,...inclina a mí tu oído».
1). David dirige su apelación a la corte de los cielos: «Señor, presta atención a la justicia
de mi causa, porque Saúl está tan dominado por la pasión y el prejuicio que no querrá
escucharme. Así que de tu presencia proceda mi vindicación (v. 2). Los hombres me
persiguen y quieren acabar conmigo como con un malhechor. Señor, a ti apelo». La
sinceridad no teme el escrutinio de Dios, conforme a los términos del pacto de gracia (v. 3):
Me has puesto a prueba y nada inicuo hallaste. Por su propia conciencia, que es la voz de
Dios en el interior, habla David que Dios le habla puesto a prueba (v. 3): Tú has probado mi
corazón, me has inspeccionado de noche (comp. con 16:7; Job. 31:14). Dios le había puesto
también a prueba en las ocasiones que había tenido, una y otra vez, de matar a Saúl. Estaba
resuelto a no propasarse, ni de palabra (v. 3): «He resuelto que mi boca no ha de propasarse;
lo he decidido con la ayuda de tu gracia». Y, del mismo modo que se había refrenado de
hablar sin consideración, también se refrenaba de obrar con violencia (v. 4): «En cuanto a las
obras humanas (las que, por su perversidad, acostumbran hacer los hombres), por la palabra
de tus labios (por la dirección de tu palabra pura y Santa, en obediencia a tus
mandamientos), yo me he guardado de las sendas de los violentos. Tales eran sus
perseguidores.
2). Pide experimentar la buena obra de Dios en él, como evidencia de la buena voluntad de
Dios hacia él y para continuar disfrutando de la benevolencia de Dios hacia él:
(A) Ora para que Dios efectúe en él su obra de gracia (v. 5): «Sustenta mis pasos en tus
caminos. Señor, por tu gracia, me he guardado de las sendas de los violentos; con esa misma
gracia, haz que sea guardado en tus caminos».
(B) Ruega a Dios que le conceda algunas señales de su favor (v. 7): «...tú que salvas a los
que se refugian a tu diestra (al poder de tu brazo, y no necesitan de ningún otro poder—Jer.
17:5 y ss.), librándolos de los que se levantan contra ellos». Los que confían en Dios tendrán
muchos enemigos, pero tienen un amigo que puede más que todos los enemigos: uno con Dios
es siempre "mayoría". La liberación de Dios es siempre una maravilla, una proeza (1 P. 2:9,
"...las virtudes" —gr. aretás = proezas—). A esto se refiere David al comienzo del v. 7:
«Muestra tus maravillosas misericordias. Reserva para mí las proezas de tu misericordia; no
me prives de las gracias comunes, pero otórgame las gracias especiales que concedes a los
que se refugian a tu diestra».
Versículos 8-15
1. Veamos lo que pide aquí David:
(A). Ser protegido él mismo (v. 8): «Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo
la sombra de tus alas». Los hombres protegen como pueden (y para eso nos ha provisto Dios
con la barrera de los párpados) las pupilas de sus ojos, pues si ellas se dañan sobreviene la
ceguera. Si nosotros guardamos la ley de Dios como las niñas de nuestros ojos (Pr. 7:2),
podemos esperar que Dios nos guarde como la niña de su ojo, pues, por Zac. 2:8, nos dice
que «el que toca a los suyos, toca a la niña de su ojo». Ruega también David que Dios le
guarde con la misma ternura con que la gallina protege bajo sus alas a los polluelos (v. 8b,
comp. con Mt. 23:37, donde Cristo emplea esa comparación). El símil expresa una protección
solicita y amorosa (Sal. 36:8; 57:2; 61:5; 63:8; 91:4. V. también Dt. 32:11. La imagen
frecuente en el A.T. es la del águila, mientras que en el N.T. predominan la de la paloma y la
de la gallina.) También podría entenderse, como hacen algunos, en alusión a las alas de los
querubines de sobre el propiciatorio. M. Henry —nota del traductor— lo da como alternativa
posible. Dice Arconada: «La tendencia cúltica pone esta frase en relación con las alas de los
querubes del arca (Briggs, Weiser)».
(B). Que fracasarán todos los intentos de sus enemigos de inducirle al pecado o de ponerle
en aprieto (v. 13): «¡Levántate, oh Yahweh! ¡Ven en mi ayuda, y queden frustrados los planes
de mis enemigos!» Cuando Saúl perseguía a David, ¡cuántas veces se le escapó la codiciada
presa, cuando pensaba que la tenía segura! Así también, cuando Cristo resucitó, ¡cuan
decepcionados quedaron sus enemigos, quienes creían que, después de darle muerte, habían
triunfado sobre Él!
2. Veamos también a qué apela David, a fin de animar su propia fe en esas peticiones:
(A) A la maldad de sus enemigos (v. 9): «De mis enemigos que buscan mi vida». Estos
enemigos le tenían cercado (v. 11) a él y a los que le acompañaban: «Han cercado ahora
nuestros pasos; tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra. Velan con sumo interés,
para ver cómo pueden hacernos el mayor daño posible hasta abatirnos del todo. Y tienen el
corazón completamente endurecido (v. 10): Envueltos están con su grosura (frase que, en el
uso bíblico, equivale al endurecimiento del corazón).» El jefe y promotor de esta persecución
sañuda era el bárbaro y sanguinario Saúl (v. 12): como león que desea hacer presa, y como
leoncillo que está en su escondite. Muy bien le cuadran estas frases a Saúl, quien buscaba a
David «por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses» (1 Sa. 24:2) y «en el desierto
de Zif» (1 5. 26:2), donde los leones solían buscar su presa.
(B). Al poder que Dios tenía sobre ellos para controlarlos y frenarlos (vv. 13, 14). Tratándose
de un guerrero como David, es muy apropiada la imagen de la espada (comp. con Ap. 19:15)
en la mano (se supone que es la diestra, aunque el hebreo no la especifica) de Yahweh, para
postrar a los enemigos de David.
(C) A la prosperidad material de los enemigos (v. 14). Estos son hombres mundanos,
imbuidos de los criterios perversos del mundo, amadores de riquezas y placeres temporales,
cuya porción la tienen en esta vida, y cuyo vientre está lleno de bienes que tú les reservas
(lit. y con tu tesoro llenas el vientre de ellos). Esos bienes, siendo puramente materiales,
llenan el vientre (1 Co. 6:13), pero no pueden llenar el alma; sin embargo, aun esos mismos
bienes de los que ellos disfrutan voluptuosamente, y pecaminosamente, les vienen de Dios.
Tales bienes son los que dejan en herencia a sus hijos en tal abundancia que todavía sobra
para sus pequeñuelos, es decir, para los hijos de sus hijos.
(D) A la dependencia que él mantiene con respecto a Dios como a su porción y fuente de su
felicidad. «Ellos tienen su porción en esta vida en las cosas del mundo —viene a decir David—,
pero en cuanto a mí (v. 15), en justicia contemplaré tu rostro (lit.) —«en justicia»= haciendo
lo que es justo, ya desde la mañana (v. Sal. 101:8) —; al despertar, me saciaré de tu
semblante». Este v. puede entenderse de dos maneras: (a) Conforme al corriente uso bíblico,
«ver el rostro de Dios» es disfrutar de su comunión y de su favor, simbolizado en la luz del
día, mientras que la noche simboliza la prueba y el infortunio, aunque en el vocablo
«despertar» pueda verse una «alusión velada» (Biblia de Jerusalén) a la resurrección. Esta es
la opinión del traductor. En cambio, Arconada y el propio M. Henry entienden la primera
parte del v. como indicación de la visión de Dios en la gloria del cielo; y lo de «despertar»,
como referencia explícita a la resurrección, de acuerdo con lugares como Dan. 12:2.

Salmos 18 (RV60)
1 Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos.
4 Me rodearon ligaduras de muerte,
Y torrentes de perversidad me atemorizaron.
5 Ligaduras del Seol me rodearon,
Me tendieron lazos de muerte.
6 En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios.
El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
7 La tierra fue conmovida y tembló;
Se conmovieron los cimientos de los montes,
Y se estremecieron, porque se indignó él.
8 Humo subió de su nariz,
Y de su boca fuego consumidor;
Carbones fueron por él encendidos.
9 Inclinó los cielos, y descendió;
Y había densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín, y voló;
Voló sobre las alas del viento.
11 Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;
Oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
12 Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron;
Granizo y carbones ardientes.
13 Tronó en los cielos Jehová,
Y el Altísimo dio su voz;
Granizo y carbones de fuego.
14 Envió sus saetas, y los dispersó;
Lanzó relámpagos, y los destruyó.
15 Entonces aparecieron los abismos de las aguas,
Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo,
A tu reprensión, oh Jehová,
Por el soplo del aliento de tu nariz.
16 Envió desde lo alto; me tomó,
Me sacó de las muchas aguas.
17 Me libró de mi poderoso enemigo,
Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo.
18 Me asaltaron en el día de mi quebranto,
Mas Jehová fue mi apoyo.
19 Me sacó a lugar espacioso;
Me libró, porque se agradó de mí.
20 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.
21 Porque yo he guardado los caminos de Jehová,
Y no me aparté impíamente de mi Dios.
22 Pues todos sus juicios estuvieron delante de mí,
Y no me he apartado de sus estatutos.
23 Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad,
24 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia;
Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista.
25 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,
Y recto para con el hombre íntegro.
26 Limpio te mostrarás para con el limpio,
Y severo serás para con el perverso.
27 Porque tú salvarás al pueblo afligido,
Y humillarás los ojos altivos.
28 Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
29 Contigo desbarataré ejércitos,
Y con mi Dios asaltaré muros.
30 En cuanto a Dios, perfecto es su camino,
Y acrisolada la palabra de Jehová;
Escudo es a todos los que en él esperan.
31 Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
32 Dios es el que me ciñe de poder,
Y quien hace perfecto mi camino;
33 Quien hace mis pies como de ciervas,(A)
Y me hace estar firme sobre mis alturas;
34 Quien adiestra mis manos para la batalla,
Para entesar con mis brazos el arco de bronce.
35 Me diste asimismo el escudo de tu salvación;
Tu diestra me sustentó,
Y tu benignidad me ha engrandecido.
36 Ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies no han resbalado.
37 Perseguí a mis enemigos, y los alcancé,
Y no volví hasta acabarlos.
38 Los herí de modo que no se levantasen;
Cayeron debajo de mis pies.
39 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has humillado a mis enemigos debajo de mí.
40 Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruya a los que me aborrecen.
41 Clamaron, y no hubo quien salvase;
Aun a Jehová, pero no los oyó.
42 Y los molí como polvo delante del viento;
Los eché fuera como lodo de las calles.
43 Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me has hecho cabeza de las naciones;
Pueblo que yo no conocía me sirvió.
44 Al oír de mí me obedecieron;
Los hijos de extraños se sometieron a mí.
45 Los extraños se debilitaron
Y salieron temblando de sus encierros.
46 Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y enaltecido sea el Dios de mi salvación;
47 El Dios que venga mis agravios,
Y somete pueblos debajo de mí;
48 El que me libra de mis enemigos,
Y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste de varón violento.
49 Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre.(B)
50 Grandes triunfos da a su rey,
Y hace misericordia a su ungido,
A David y a su descendencia, para siempre.
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Comentario al Salmo 18
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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SALMO 18

Este salmo lo hemos visto ya en 2 S. 22:1 y ss. Esa fue la primera edición de él. Aquí lo
tenemos revisado y reavivado, con pequeñas alteraciones, y a propósito para el uso litúrgico.
Es un salmo de acción de gracias por las muchas liberaciones que Dios había otorgado a
David. La poesía es de fino estilo; las imágenes, atrevidas; las expresiones, elevadas. y cada
palabra es apropiada y llena de sentido; con todo, la piedad sobrepasa con mucho a la
calidad literaria del poema (en efecto, como poema métrico —3 más 3— aparece en la Biblia
Hebrea, mientras que en 2 S. 22, está en prosa, como puede verse por la acentuación. (Nota
del traductor). Todos los sentimientos santos y puros tienen aquí su expresión en alto vuelo:
fe, amor, gozo, esperanza, alabanza, etc. I. David canta victoria en Yahweh (vv. 1-3). II.
Engrandece a Dios por las liberaciones que le ha concedido (vv. 4-19). III. Toma ánimo y
consuelo en el hecho de que Dios ha salido en defensa de su integridad (vv. 20-28).IV. Da a
Dios la gloria que le pertenece por todas sus realizaciones (vv. 29-42). V. Se anima a sí mismo
con la expectación de lo que todavía ha de hacer Dios a favor suyo y de los suyos (vv. 43-50).
Versículos 1-19
El salmo lleva una larga inscripción, que forma el v. 1 en la Biblia Hebrea, en la que, por
tanto, el salmo tiene 51 vv., en lugar de 50. Solamente es de notar aquí que David es
llamado, en esta inscripción, el siervo de Yahweh, como lo fue Moisés. Mayor honor era para
David ser el siervo de Yahweh que el rey de Israel; y así lo llamaba Dios mismo (2 S. 3:18;
7:5, 8).
- I. David canta victoria por el apoyo que recibe de su Dios y expresa el amor que tiene a su
ayudador (v. 1): «Te amo, oh Yahweh, fortaleza mía». El verbo hebreo indica un afecto
entrañable, y la frase es como un epígrafe que compendia el contenido de todo el salmo. El
interés en el amado es el deleite del amante y, por eso, David se detiene con gusto en pulsar
esta cuerda de su lira (v.2):«Yahweh, roca mía y castillo mío, y mi libertador, etc. ¡Todo lo
que necesito en la presente situación!»
- II. Se dispone luego a engrandecer a Dios por las liberaciones que ha llevado a cabo a favor
suyo, a fin de estar mejor dispuesto para continuar sus alabanzas.
- 1. Cuanto más inminente y amenazador es el peligro del que fuimos librados, tanto mayor
es el favor de la liberación. David recordaba ahora las fuerzas de sus enemigos sueltas contra
el y las llama (vv. 4, 5): «cuerdas (lit.) de muerte», «torrentes de maldad» (hebr. beliyaal),
«ligaduras del Seol», «lazos de muerte», epítetos sinónimos que se acumulan para dar mayor
expresividad.
- 2. Cuanto mayor ha sido nuestro anhelo, en oración, de que Dios nos librase, y cuanto más
directa ha sido la respuesta de Dios a nuestras oraciones, tanto mayor es la obligación que
tenemos de ser agradecidos. Así era en el caso de David. Hallamos en él un hombre orante, y
en Dios un Dios escuchante de las oraciones de los suyos.
- 3. Cuanto más maravillosa es la manifestación de Dios en cualquier liberación, tanto mayor
es dicha liberación; así eran las liberaciones llevadas a cabo en favor de David, por lo que él
describe con la mayor magnificencia la manifestación de la presencia y de las perfecciones
de Dios en esas liberaciones (vv. 7 y ss.). En ellas, muy poco es lo que se ve de los hombres, y
mucho lo que se ve de Dios, quien llegó a sacudir la tierra y hacerla temblar, etc. (v. 7),
expresiones simbólicas de una actuación extraordinaria por parte de Dios, propias del
lenguaje apocalíptico. Las imágenes son de una belleza imponente: La ira de Dios era tan
«ardiente» que salía humo de su nariz y fuego de su boca; los carbones expresan los
relámpagos salidos de la densa nube (v. 8). Siempre en la misma línea antropomórfica, Dios
inclinó los cielos (v. 9), es decir, abrió la bóveda celeste, e inclinando parte de ella como una
especie de compuerta, descendió teniendo densas nubes por pedestal. Es conocida la imagen
del Dios «Yahweh que está sentado entre querubines» (por ej. Sal. 80:1; 99:1), los cuales
aparecen también, como aquí, en movimiento (comp. con Ez. 10). Cabalgando sobre un
querubín, vemos a Dios volando sobre las alas del viento (v. 10). Todo ello, para mostrar su
disposición a defender la causa de los suyos y llevarles rápidamente liberación. Aquí, como
en la obra de la redención de la humanidad, no envió un ángel, sino que vino El mismo en
persona. ¿Qué oposición, qué obstrucción, podía encontrar quien de esta manera tan
majestuosa se aprestaba a librar a su siervo? Venía envuelto en tinieblas (v. 11) y, sin
embargo, desde la oscuridad de su escondedero hace brillar la luz de la salvación (Is. 45:15).
Su gloria es invisible (v. 1 Ti. 6:16); no sabemos el camino que toma, incluso cuando viene a
nosotros por sendas de misericordia; pero, aunque sus designios sean secretos, son benévolos.
Como en el caso de Jos. 10:10 y ss. y Jue. 5:20 (cántico de Débora), Dios lanzó contra los
enemigos de David todo el aparato eléctrico de una gran tormenta (vv. 12-14). El escenario
es parecido al que contempló Moisés en el Sinay.
- 4. Cuanto mayores son las dificultades que se cruzan en el camino de la liberación, tanto
más gloriosa es (vv. 16, 17). David aparece aquí asaltado por sus enemigos, que se
aprovecharon de su situación digna de lástima (v. 18a),hasta tenerle como hundido en lo
profundo del mar (v. 16b), pero, como en la liberación de los israelitas a través del Mar Rojo,
Dios, con un resoplido del aliento de su nariz, dividió las aguas hasta poder verse el fondo
del mar(v. 15) y, del aprieto y estrechura en que le tenían sus enemigas, Dios sacó a David de
allí, a pesar de que sus enemigos eran más fuertes que él (v. 17).
- 5. Lo que realmente coronó la magnificencia de la liberación de David fue la libertad que
Dios le otorgó (v. 19): De aquel como «fondo del mar» (v. 15), en que David se hallaba por la
persecución de sus enemigos, Dios le sacó a lugar espacioso, espacio de libertad, donde no
solo podía moverse a su gusto, sino también prosperar en él. Ella no se debió a ningún mérito
ni esfuerzo de David, sino únicamente a la libre y soberana gracia de Dios: «Me libró porque
me amaba» (v. 19b).
- Al leer y cantar estos versículos, bien podemos aplicarlos al Hijo de David, Jesucristo: Los
dolores de la muerte le rodearon: en su apuro, oró y lloró a gritos (He. 5:7); Dios hizo que la
tierra temblara coma con dolores de parto (Hch. 2:24, a la luz de Mt. 27:51-53), que se
quebrasen las rocas y que él saliese, par la resurrección, a un lugar espacioso, pues Dios se
había deleitado en él y en su obra.
Versículos 20-28
1. David, ya consolado, reflexiona sobre su integridad personal y se regocija en el
testimonio de su conciencia de que se ha comportado con sencillez y sinceridad de Dios, no
con sabiduría carnal (2 Co. 1:12). Sus liberaciones lo evidenciaban, y éste era el gran
consuelo que sacaba de ellas, pues testificaban de su inocencia ante los hombres y le
exoneraban de los crímenes de que era acusado falsamente. Esto es lo que él llama
«retribución conforme a su justicia» (vv. 20, 24). Con gran satisfacción recuerda aquí él este
testimonio de su conciencia (Bb. 21,23). Aun cuando seamos conscientes de más de un
tropezón y de algunos malos pasos dados, si nos recuperamos par media del arrepentimiento
y continuamos por el camino del deber, no nos será computado como un apartamento de
Dios, puesto que no ha sido un apartamento malicioso. David había conservado su vista fija en
la norma de los mandamientos de Dios (v. 22): «Pues todos sus preceptos (lit. juicios)
estuvieron delante de mí».
- 2. Toma de aquí ocasión para sentar las normas del gobierno y del juicio de Dios, a fin de
que conozcamos no sólo lo que Dios espera de nosotros, sino también lo que nosotras
podemos esperar de él (vv. 25,26). Los que se muestran misericordiosos con el prójimo,
hallarán misericordia con Dios (Mt. 5:7). Dondequiera encuentra Dios un hombre recta,
hallará éste un justo Dios.
- 3. De ahí toma ocasión David para consolar a las humildes (v. 27): «Porque tú salvas a la
gente humilde, que es perjudicada y lo soporta con paciencia, pero humillas los ojos altivos,
los de quienes piensan de sí mismos altamente (comp. Ro. 12:3) y miran a los demás por
encima del hombro, coma suele decirse, menospreciando a los pobres y piadosos (V. también
Lc. 1:51-54). También toma David ocasión para animarse a si mismo (v. 28): «Tú encenderás
mí lámpara, me conservarás la vida y me protegerás de mis enemigas, Yahweh mí Dios
alumbrará mis tinieblas (comp. con 27:1), de forma que no me sorprenda la muerte y pueda
así yo seguir teniendo oportunidades de servirte a ti y a los intereses de tu reino en media de
los hombres.
Versículos 29-50
- 1. David vuelve la vista atrás con gratitud, para recordar las grandes cosas que Dios había
hecho por él. Cuando nos ponemos a alabar a Dios par algún favor, hemos de aprovechar la
ocasión para considerar los muchos otros favores con que Dios nos ha rodeado durante toda
nuestra vida. Muchas eran las circunstancias que habían contribuido al progreso de David, y él
reconoce la mano de Dios en todas ellas, a fin de enseñarnos a que hagamos lo mismo. (A)
Dios le había dado pericia y talento en los asuntos militares, para los que no había sido
criado, ya que su vida era pastoril, y sus habilidades e inclinaciones estaban orientadas hacia
la poesía, la música y la vida contemplativa (v. 34): «Quien adiestra mis manos para la
batalla» (B) Dios le había dada fuerzas físicas para arrostrar las tareas y fatigas de la guerra
(vv. 32,39): «Dios es el que me ciñe de poder», «me ceñiste de fuerzas para la pelea», de
forma que podía entesar bien un arco de bronce (v. 34). Cuando Dios destina a una persona
para un servicia determinado, también la equipa bien para dicho servicio. (C) También le
había concedido Dios gran agilidad, no para huir de sus enemigos, sino para caer sobre ellos
(vv. 33, 36): «Quien hace mis pies como de ciervas», «Ensanchaste el camino debajo de mis
pasos», equivalente a «Alargaste mis pasos debajo de mí», en lo que es de considerar que,
mientras que los que alargan demasiado los pasos corren el peligro de pisar mal, los pies de
David no habían resbalado (v. 36b). (D) Dios le había dada gran valentía. Aunque delante de
él acampasen ejércitos, no se echaba para atrás, sino que los desbarataba; ni los muros le
detenían, pues con su Dios estaba dispuesto a asaltarlos (v. 29); y, una vez en lo alto, Dios le
sostenía en pie (v. 33b). (E) Dios le había protegido y guardado a salvo en media de los
mayores peligros (v. 35):«Me diste asimismo el escudo de tu salvación. Así fue librado de las
contiendas del pueblo (v. 43) y, en especial, del varón violento (v. 48), aludiendo sin duda a
Saúl, que más de una vez le arrojó la jabalina. (F) Dios le había prosperado en todas sus cosas
(vv. 32, 35): «Quien hace perfecto mi camino», «Tu diestra me sustentó, y tu benignidad me
ha engrandecido». Mientras que los que son abandonados por Dios, pronto son vencidos (v.
42), los que son favorecidos por Dios, son elevados por encima de los que se levantan contra
ellos (v. 48). (G) Dios le había llevado hasta el trono, y no solo le había protegido y le había
conservado con vida, sino que le había hecho grande y respetable (v. 43): «Me has hecho
cabeza de naciones; pueblo que yo no conocía me sirve».
- 2. David dirige también sus ojos hacia arriba en humilde y reverente adoración a la gloria y
a las perfecciones de Dios. Se esfuerza, en sus alabanzas, por engrandecer a Dios, por
bendecirle y exaltarle (v. 46). Le da honor. (A) Como al Dios viviente (v. 46): «Vive Yahweh»
(traducción más probable). Los dioses de los paganos eran dioses muertos, pero el Dios
verdadero vive para siempre y no dejará de proteger a quienes confían en el; más aún,
porque él vive, también ellos vivirán, pues él es la vida de ellos. (B) Como al Dios perfecto en
todo. No sólo es perfecto en su persona, sino también en todo lo que hace (v. 30): «En
cuanto a Dios, perfecto es su camino». Lo que Dios comienza a edificar, también tiene poder
para concluir (Fil. 1:6). (C) Como al Dios fiel: «Y acrisolada la palabra de Yahweh» (v. 30),
esto es, sus promesas se cumplen plena y puntualmente (comp. 12:7; 19:8; 119:140). David lo
había experimentado bien en muchas ocasiones y lo menciona aquí, pues la misma que ponía
dulzura en la Providencia, ponía honor en la promesa. (D) Como al protector y defensor de su
pueblo. Así lo había sido para David mismo (v. 46): «¡Bendita sea mi roca, y enaltecido sea el
Dios de mi salvación! Con su poder y gracia soy salvo; pero no sólo yo: Escudo es a todos los
que en el se refugian (v. 30. Lit.); a todos los resguarda y protege, pues quiere y puede
hacerlo.
- 3. David mira asimismo hacia adelante con esperanza segura de que Dios seguirá haciéndole
bien. Espera que sus enemigos serán completamente subyugados (v. 44, donde los verbos
hebreos están en imperfecta —futuro—, pero su mejor traducción es en presente
continuativo. Nota del traductor). David termina el salmo lleno de agradecimiento (v. 49),
con la esperanza segura de que las victorias que le concede a él y las bendiciones que le
otorga se extenderán también a su descendencia para siempre (v. 50), incluido el Ungido por
antonomasia, el «Hijo de David». Dice Arconada: «El final del salmo hace ver que en el ánimo
agradecido del poeta estaba presente la profecía de Natán, cuyas mismas palabras emplea (2
Sam. 7:15-16)».

Salmos 19 -Las obras y la palabra de Dios


Al músico principal. Salmo de David.
1 Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
2 Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
3 No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
4 Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
En ellos puso tabernáculo para el sol;
5 Y éste, como esposo que sale de su tálamo,
Se alegra cual gigante para correr el camino.
6 De un extremo de los cielos es su salida,
Y su curso hasta el término de ellos;
Y nada hay que se esconda de su calor.
7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;
Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos;
En guardarlos hay grande galardón.
12 ¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos.
13 Preserva también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí;
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
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Comentario al Salmo 19
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Dos libros excelentes hay, que el gran Dios ha publicado para instrucción y edificación de los
hombres; de los dos trata este salmo, recomendando el estudio diligente de ambos. I. El libro
de la creación, en el que fácilmente podemos leer el poder y la deidad del Creador (vv. 1-6).
II. El libro de la revelación o de la Escritura, que nos da a conocer la voluntad de Dios en
cuanto a nuestros deberes. El salmista nos muestra la excelencia y utilidad de este segundo
libro (vv. 7-11) y nos enseña el modo de aprovecharnos de él (vv. 12-14).
Versículos 1-6
Como otros salmos de David, también éste va dirigido al director de música del santuario.
Los primeros versículos de este salmo son como un complemento de los primeros del salmo 8,
ya que en él se cantan, en bellas imágenes (vv. 4-6), las excelencias del sol, astro que no se
menciona en el Sal. 8.
De las cosas que podemos ver cada día, el salmista nos lleva en estos versículos a la
consideración de las cosas invisibles de Dios, cuya gloria brilla con gran resplandor en los
cielos visibles, llenos de astros cuya estructura, belleza y orden son maravillosos. Este
ejemplo del poder divino sirve no solo para mostrar la insensatez de los ateos, quienes, aun
viendo el cielo, dicen: «No hay Dios» y viendo el efecto, dicen: «No hay una causa suprema»,
sino también para mostrar la necedad de los idólatras y la vanidad de sus imaginaciones,
pues, aun cuando los cielos cuentan la gloria de Dios, ellos otorgan esa gloria a las luminarias
del cielo, siendo así que esas mismas luces les están dirigiendo a dar gloria solamente a Dios
que es el Padre de las luces (Stg. 1:17). Veamos:
- 1. Qué es lo que las criaturas nos dan a conocer. De muchas maneras nos son útiles y
provechosas, pero en ninguna cosa tanto como en esta de declarar la gloria de Dios
anunciando la obra de sus manos (v. 1). Lisa y llanamente nos hablan de esa obra: toda
moción y sucesión llena de orden ha de tener un comienzo y un motor; esas cosas no
pudieron hacerse a sí mismas, pues esto implica una contradicción en sus mismos términos;
tampoco pudieron ser producidas por una casual ordenación de átomos, pues eso constituye
un absurdo que ni merece discutirse; debieron, pues, tener un Creador, quien no puede ser
otro que la Mente Eterna, infinitamente sabia, buena y poderosa. De la excelencia de la obra
podemos inferir fácilmente la infinita perfección del gran artífice. Del brillo de los astros
celestes podemos colegir que el Creador es Luz (1 Jn. 1:5); su inconmensurable extensión nos
habla de su inmensidad; su altura y distancia, de la transcendencia y soberanía del Hacedor;
su influencia sobre la tierra y el mar, del dominio, la providencia y la beneficencia universal
de él; y todo ello declara su poder omnímodo.
- 2. Qué son algunas de esas criaturas que nos dan a conocer la obra de Dios. (A) El
firmamento —la vasta extensión del aire y del éter, las esferas y Orbitas de los planetas y las
estrellas llamadas fijas. El hombre tiene sobre las bestias esta ventaja en la estructura misma
de su cuerpo en que, mientras ellas están formadas para mirar hacia abajo, adonde han de ir
a parar finalmente, el hombre ha sido formado erecto, para mirar hacia arriba, adonde sus
pensamientos deberían elevarse ahora y adonde su espíritu ha de marchar después, a las
manos de Dios (Ec. 12:7). (B) La constante y regular sucesión del día y de la noche (v. 2), los
cuales van pasándose constantemente el mensaje de gloria del Dios que en un principio
separó la luz de las tinieblas (Gn. 1:4). No solo se glorifica Dios con esta constante revolución
de los astros, sino que nos beneficia a nosotros, pues, así como la luz de la alborada nos
incita a poner mano al quehacer cotidiano, las sombras de la noche nos invitan al reposo de
nuestro trabajo. (C) De manera especial es declarada la gloria de Dios por la luz y la
influencia benéfica del sol, ya que, de entre todos los cuerpos celestes, él es el más
conspicuo en sí mismo y el más útil para este mundo de abajo, el cual sería sin él un desierto
y una cárcel oscura. En los cielos puso Dios tabernáculo para el sol (v. 4). Los cuerpos
celestes son llamados huestes de los cielos y, por eso, es muy apropiado que se diga de ellos
que viven en tiendas de campana, como los soldados en sus campamentos. Esa gloriosa
criatura que es el sol no fue hecha para estar ociosa, «sino que de un extremo de los cielos
es su salida, y su Orbita llega hasta el término de ellos»(v. 6); y así un día y otro, sin retrasos
ni intermitencias, hasta tal punto que se puede predecir con toda seguridad a qué hora y
minuto saldrá y se pondrá en cada día del año. El esplendor con que se presenta: (a) «como
esposo que sale de su tálamo» (v. 5), finamente vestido y ricamente adornado, con rostro
radiante y placentero y llenando de placer a todos los que por él son contemplados y lo
contemplan (no en su rostro, que es demasiado brillante para mirarle de cara, sino en el
brillo que despide); (b) «Se alegra cual atleta corriendo su carrera, como gran campeón que
sostiene firme su zancada y se alegra llegando a su meta sin fatiga».
- 3. A quién se hace esta declaración de la gloria de Dios. Se hace a todos los lugares de la
tierra (vv. 3,4). Los astros no hablan un idioma particular (v. 3), sino un lenguaje universal
(v. 4): Por toda la tierra salió su pregón, y hasta el extremo del mundo su lenguaje. Todos los
pueblos pueden y deben escuchar a estos predicadores naturales, pero inmortales, hablar a
cada uno en su propio idioma las maravillosas obras de Dios. Un detalle digno de observación:
En estos seis primeros versículos, sólo ocurre, y una sola vez —al comienzo—, el nombre de
Dios (hebr. El, abreviatura de Elohim), mientras que en el resto del salmo —siete veces—
ocurre solamente el nombre de Yahweh. Observa Arconada: A Él pueden y deben conocerle
todos los hombres; a Yahvé, el pueblo de Israel.
Versículos 7-14
La gloria de Dios (esto es, su bondad hacia los hombres) aparece mucho en las obras de la
creación, pero mucho más en, y por, la divina revelación. La Sagrada Escritura, así como es la
norma de nuestros deberes para con Dios, y la pauta de lo que hemos de esperar de él, es
para nosotros de mucho mayor beneficio y utilidad que el día o la noche, que el aire que
respiramos y que la luz misma del sol.
I. El salmista da cuenta de las excelentes propiedades y de los grandes servicios de la
Palabra de Dios; lo hace en seis frases (vv. 7-9), en cada una de las cuales se repite el
nombre Yahweh. Aquí tenemos seis títulos diferentes atribuidos a la Palabra de Dios, los
cuales abarcan todo el conjunto de la revelación divina: preceptos, promesas e,
implícitamente, el mismo Evangelio.
- 1. -«La ley de Yahweh es perfecta» (v. 7a). Perfectamcnte libre de toda corrupción,
perfectamente llena de todo bien (como un alimento integral) y perfectamente apropiada
para el efecto al que fue destinada (2 Ti. 3:17). Nada se le puede añadir; nada se le debe
quitar. Sirve para restaurar, o reanimar (lit. convertir) el alma; es decir, para hacerla volver
a sí misma (Lc. 15:17 «vuelto en sí»), a Dios y al deber.
- 2. -«El testimonio de Yahweh es fiel» (v. 7b), es decir, fiable, seguro, duradero:
fundamento indefectible de consuelos verdaderos, y base segura de esperanzas confortantes
y duraderas. Incluso al sencillo, hasta al más humilde analfabeto, con tal de que sea
consciente de su propia simpleza y esté dispuesto a dejarse enseñar, le puede hacer sabio
(con saber de salvación —2 Ti. 3:15—, que es el que de veras importa) la Palabra de Dios
(25:9).
- 3. -«Los mandamientos de Yahweh son rectos» (v. 8a), exactamente de acuerdo con las
eternas normas y los principios del bien y del mal. Porque son rectos, su observancia alegra
el corazón. La ley, vista en las manos de Cristo, produce alegría; y cuando está escrita en
nuestro corazón, pone allí el fundamento de un gozo perpetuo, al restaurarnos una mente
sana.
- 4. -«Elprecepto de Yahweh es puro» (v. 8b), como la luz sin mezcla de tinieblas (v. 1 Jn.
1:5). El «precepto», es decir, lo que Dios prescribe para casos particulares, nos dirige en el
camino del deber y, así, nos alumbra los ojos, pues ése es el medio ordinario que usa el
Espíritu Santo para ese menester (Ef. 1:18).
- 5. -«El temor de Yahweh es limpio» (v. 9a); el respeto confiado que la Palabra de Dios nutre
en los hijos de Dios es limpio, puro y, por tanto, incorruptible, «permanece para siempre»,
pues emana de la voluntad de Dios para que el hombre limpie con él su camino (Sal. 119:9).
El tiempo nunca podrá alterar la naturaleza del bien y del mal.
- 6. -«Los juicios (lit.; es decir, decretos o sentencias) de Yahweh son verdad» (v. 9b), pues
lo que Dios quiere se ajusta siempre a la verdad: «Tu palabra es verdad» (Jn. 17:17); por eso,
los juicios de Dios son todos justos, formando una sola pieza la palabra, la verdad y la justicia
de Dios.
II. Expresa luego el gran valor que daba a la palabra de Dios, y el gran provecho que
esperaba sacar de ella (vv. 10, 11). Estimaba los mandamientos de Dios más que toda la
riqueza de este mundo; al fin y al cabo, el oro es de la tierra, terrenal, pero la gracia y la
justicia son del cielo, celestiales. El oro, aunque sea mucho y fino, solo sirve para las cosas
del cuerpo y para lo que tiene que ver con el tiempo; pero la gracia es para el alma y para lo
que tiene que ver con la eternidad. La palabra de Dios, cuando se recibe en el alma, es más
dulce que la miel y que el destilar de los panales. Los placeres de los sentidos son engañosos,
se acaban pronto y nunca llegan a satisfacer del todo; pero los de la piedad son sustanciales y
duraderos, y nunca hay peligro de excederse en ellos. Además, la palabra de Dios instruye al
hombre (v. 11) en el camino del deber, orientándole para que sepa en cada momento lo que
debe hacer y lo que debe evitar. «En guardar (los mandamientos, etc., de Dios) hay gran
galardón». No sólo hay galardón por guardarlos, sino también en guardarlos, pues la
obediencia misma es ya un galardón gozoso para el que la ejercita con gozo.
III. -El aprecio que David tiene a la palabra de Dios, le lleva ahora al arrepentimiento y a la
oración.
- 1. -Lo que ha dicho sobre la excelencia de la Palabra de Dios le da ocasión para reflexionar
arrepentido sobre sus pecados, ya que «por medio de la ley es el conocimiento del pecado»
(Ro. 3:20). «Si el mandamiento es santo, justo y bueno (Ro. 7:12), ¿quién podrá descubrir sus
propios errores? —dice David (v. 12) —. Yo no puedo, si es que alguien puede» De la rectitud
de la ley divina aprende David a llamar a sus pecados errores. El pecado, en su acepción
genérica (hebr. jet), viene a significar «errar al b1anco», desviarse de la meta que nos ha
fijado Dios, quien conoce mucho mejor que nosotros la maldad de nuestros pecados.
- 2. Esto le lleva a orar contra el pecado. Viéndose incapaz de conocer en detalle todas sus
transgresiones, clama David a Dios: «Señor, absuélveme de los (errores) que me son ocultos».
Pueden ser ocultos a los ojos del mundo, y aun a los propios ojos, pero no lo son a los ojos de
Dios. Después de pedir perdón por los pecados que le hayan podido pasar desapercibidos,
ruega a Dios que le preserve de la insolencia (v. 13), es decir, de los pecados cometidos con
gran soberbia, como da a entender el plural intensivo hebreo zedim (comp. con Nm. 15:30,
31) y que consisten realmente en violaciones plenamentc deliberadas de la Ley (comp, Nm.
15:30,31 con He. 10:26-3 1). Si la presunción no se enseñorea de él, David sabe que su
pecado será perdonado por medio del sacrificio, ya que por el pecado de la insolencia o
presunción no era aceptado ningún sacrificio.
- 3. Finalmente, David aprovecha la ocasión para rogar humildemente a Dios que acepte sus
pensamientos y afectos, que acaba de expresar en su presencia (v. 14). En efecto, si nuestros
actos y servicios no son aceptables a Dios, ¿de qué nos aprovechan?

Salmos 20 -Oración pidiendo la victoria


Salmo de David.

1 Jehová te oiga en el día de conflicto;


El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario,
Y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas,
Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón,
Y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación,
Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios;
Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido;
Lo oirá desde sus santos cielos
Con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová;
Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
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Comentario al Salmo 20
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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SALMO 20
Este salmo es una oración a favor del rey. En él podemos observar,
I. Qué es lo que piden a Dios para el rey (vv. 1-4). II. Con qué seguridad lo piden. El pueblo
celebra la victoria (v. 5); también el rey la celebra (v. 6) y, luego, la celebran juntos rey y
pueblo (vv. 7, 8). Concluye el salmo con una oración a Yahweh para que responda a los suyos
el día en que le invoquen (v. 9).
Versículos 1-5
También este salmo va dirigido al director de música del santuario y también es titulado
salmo de David, a pesar de que en él se exhorta a orar por el rey, es decir, el propio David.
También el Apóstol Pablo rogaba a sus amigos que orasen por él. Siempre es muy apropiado
decir a nuestros amigos que están dispuestos a orar por nosotros lo que desearíamos que
pidiesen a Dios para nosotros.
1. Qué es lo que se les exhorta a pedir a Dios para el rey (v. 1):
«Yahweh te responda (lit) en el día de la angustia» y (v. 5): «Conceda Yahweh todas tus
peticiones. » No eran pocos los días de angustia por los que pasaba David, días de aflicción,
de desilusión, perplejidad y depresión. Ni la corona que llevaba en la cabeza ni la gracia que
tenía en el corazón le eximían de apuros y aflicciones. Las oraciones que a nuestros amigos
rogamos no son para que nosotros nos eximamos de orar sino para que secunden y respalden
nuestras propias oraciones. «El nombre del Dios de Jacob te defienda», de aquel Jacob que
luchó con Dios y prevaleció (Gn. 32:24-28). Los mejores favores son los que proceden del
santuario de Dios (v. 2), donde Dios, mediante el fuego que consume el sacrificio, muestra
hacer memoria de las ofrendas y aceptarlas (v. 3). La señal que tenemos de que Dios acepta
nuestros sacrificios espirituales (Ro. 12:1; He. 13:15, 16) es que el Espíritu Santo encienda en
nuestro corazón un santo fuego de verdadera devoción, con la que haga que nos arda el
corazón dentro de nosotros (Lc. 24:32). Y continúan (v. 4): «Te dé conforme el deseo de tu
corazón, etc. » Sabían que David sólo deseaba lo que era santo y bueno y agradable a los ojos
de Dios; por eso, piden a Dios que cumpla los deseos y planes de David (sin duda, se refieren
a los planes militares de David).
2. La confianza que tenían en que Dios había de responder favorablemente a estas
peticiones en favor de su buen rey (v. 5): «Nosotros nos alegramos de tu victoria (lit,
salvación). Nosotros, los súbditos, nos regocijaremos en la preservación y en la prosperidad
de nuestro rey, y alzaremos pendón, para desplegarlo con aire de triunfo, en el nombre de
nuestro Dios.» Aunque no pueda deducirse de la letra del salmo, estas oraciones por David
podrían acomodarse al Hijo de David, en quien fueron abundantemente respondidas: él tomó
a su cargo la obra de la redención, en guerra con los poderes de las tinieblas. En el día de su
angustia, cuando su alma estaba en exceso afligida, Dios le escuchó y le libró, no de la cruz,
sino del miedo que tenía a la cruz (He. 5:7), enviándole socorro desde el santuario celestial.
Versículos 6-9
1. El piadoso David canta victoria por el interés que tenía en las oraciones de los buenos (v.
6): «Ahora reconozco que Yahweh da la victoria a su ungido, puesto que ha enfervorizado el
corazón de los descendientes de Jacob para que oren por él; Yahweh le responde desde sus
santos cielos. » Desde aquellos cielos de los que el santuario era tipo (He. 9:23), y desde el
trono que había preparado en el cielo y del que era tipo el propiciatorio. Dios le respondía
«con la potencia de su diestra victoriosa»; no con letras, ni con palabra salida de los labios,
sino con su mano derecha, con el poder salvador de su diestra. El dará a entender que le oye
mediante lo que lleva a cabo por él.
2. Su pueblo puede cantar victoria en Dios y en la relación que mantienen con él, así como
en la revelación que les ha hecho de sí mismo. Los hijos de este siglo confían en las causas
segundas y piensan que todo va bien si prosperan en las cosas terrenales; «confían en carros y
en caballos», creyendo que cuantos más puedan llevar al campo de batalla, más seguros
estarán de tener éxito en sus guerras. «Pero —dicen los israelitas— nosotros no tenemos
carros ni caballos en los que confiar, ni los necesitamos, ni pondríamos nuestra esperanza de
éxito en ellos aunque los tuviésemos, sino que del nombre de Yahweh nuestro Dios nos
acordamos. » Los que confiaban en sus carros y caballos son abatidos; sus carros y caballos,
en lugar de salvarles, les ayudaron a hundirse e hicieron de ellos una presa más fácil y más
rica para el vencedor (2 S. 8:4). Pero los que confían en el nombre de Yahweh Dios, no sólo
quedan en pie y no ceden terreno, sino que se lanzan al ataque, ocupan el terreno de los
enemigos y triunfan sobre ellos.
3. Concluyen su plegaria por el rey con un «¡Hosanna!» (v. 9). Quienes se benefician de los
buenos príncipes y magistrados deben orar por ellos (v. 1 Ti. 2:1 y ss.), ya que, como todas
las demás personas y cosas, son para nosotros lo que Dios quiere que sean, ni más ni menos.
Nota del traductor: El versículo, según el texto hebreo, puede traducirse de dos maneras: (A)
«¡Salva, oh Yahweh! ¡Respóndanos el rey el día en que le invoquemos!» (entendiendo por
«rey» —con mayor probabilidad— Dios); (B) «¡Salva, oh Yahweh, al rey! ¡Respóndenos el día
en que te invoquemos!». Gramaticalmente, la primera versión parece tener una ligera
ventaja; pero el contexto favorece a la segunda.

Salmos 21-Alabanza por haber sido librado del enemigo.


Salmo de David.
1 El rey se alegra en tu poder, oh Jehová;
Y en tu salvación, ¡cómo se goza!
2 Le has concedido el deseo de su corazón,
Y no le negaste la petición de sus labios. Selah
3 Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien;
Corona de oro fino has puesto sobre su cabeza.
4 Vida te demandó, y se la diste;
Largura de días eternamente y para siempre.
5 Grande es su gloria en tu salvación;
Honra y majestad has puesto sobre él.
6 Porque lo has bendecido para siempre;
Lo llenaste de alegría con tu presencia.
7 Por cuanto el rey confía en Jehová,
Y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido.
8 Alcanzará tu mano a todos tus enemigos;
Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
9 Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira,
Y fuego los consumirá.
10 Su fruto destruirás de la tierra,
Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
11 Porque intentaron el mal contra ti;
Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán,
12 Pues tú los pondrás en fuga;
En tus cuerdas dispondrás saetas contra sus rostros.
13 Engrandécete, oh Jehová, en tu poder;
Cantaremos y alabaremos tu poderío.
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Comentario al Salmo 21
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Así como el salmo anterior era una oración por el rey, a fin de que Dios le protegiera y le
prosperara, este otro es un salmo de acción de gracias por el éxito con que le había
bendecido Dios. Aquí se le exporta al pueblo, I. A felicitar al rey por sus victorias y por el
honor que ha obtenido (vv. 1-6). II. A confiar en el poder de Dios para llevar a feliz término la
destrucción de los enemigos de su reino (vv. 7-13).
Versículos 1-6
Tenemos aquí otro salmo de David, dirigido también al director de música del santuario.
David expresa aquí su gozo en el poder y en la salvación de Dios, no en el poder ni en el éxito
de su ejército. También exhorta a sus súbditos a que se regocijen con él y den a Dios toda la
gloria por las victorias que ha obtenido. Ellos felicitan al rey (v. 1), diciendo:
«El rey se alegra en tu poder, oh Yahweh; también nosotros. » Dan a Dios toda la alabanza
por las cosas que constituían el motivo del regocijo del rey (v. 2): «Le has concedido el deseo
de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios.» Y continúan (v. 3): «Porque te le
adelantaste (lit) con bendiciones venturosas. » El salmista reconoce aquí que estas
bendiciones le fueron dadas como concedidas de antemano. Cuando las bendiciones de Dios
vienen antes, y se muestran más ricas, de lo que imaginábamos, cuando se nos dan antes de
orar por ellas, antes de estar dispuestos para recibirlas, e incluso cuando temíamos lo
contrario, entonces podemos decir con toda verdad que Dios se nos adelantó con ellas.
«Corona de oro fino has puesto sobre su cabeza» (v. 3b). Y añaden (v. 4): «Cuando marchó en
una expedición peligrosa, vida te demandó y no sólo se la diste, sino también largo curso de
días eternamente y para siempre; es decir, no sólo le prolongaste la vida más de lo que
esperaba (hipérbole), sino que también le aseguraste vida perpetua en su posteridad
dinástica mesiánica (v. 2 S. 7:29). «Gran gloria le da tu salvación, mucho mayor que la que
pueden obtener los reyes vecinos, quienes no tienen un Dios que pueda salvar.» La gloria que
todo hijo de Dios ambiciona poseer es verla salvación de Yahweh. Dios Le había concedido la
satisfacción de ser canal de bendición para toda la humanidad, como a Abraham (Gn. 12:2),
ya que el versículo 6b puede también traducirse:
«Bendiciones has hecho de él para siempre», ya que en el Hijo de David habían de ser
bendecidas para siempre todas las familias de la tierra. Véase cómo el espíritu de profecía se
va elevando gradualmente aquí hasta llegar a lo que es exclusivo de Cristo, pues nadie fuera
de él es hecho bendición para siempre.
Versículos 7-13
Después de haber exhortado al pueblo a mirar atrás con gozo y alabanza por lo que Dios
había hecho a favor de su rey y de ellos mismos, el salmista les exhorta a mirar hacia
delante, con fe, esperanza y oración, para ver lo que Dios estaba todavía dispuesto a llevar a
cabo por ellos: «El rey se alegra en tu poder, oh Yahweh» —habían dicho con gratitud al
principio (v. 1)—; «el rey confía en Yahweh» —dicen ahora animosos (v. 7). El gozo y la
confianza que tenemos en Cristo nuestro Rey es el fundamento de todo nuestro gozo y de
toda nuestra confianza.
1. Confían en la estabilidad del reino de David (v. 7b): «Y con la gracia del Altísimo, no por
sus méritos o por sus propias fuerzas, no ha de vacilar. »
2. Confían en la destrucción de todos los implacables e impenitentes enemigos del reino de
David. El éxito con que Dios había bendecido hasta ahora las armas de David era como arras y
primicias del reposo que le había de dar de todos sus enemigos de alrededor. Odiaban éstos a
David porque Dios le había escogido «según su corazón», es decir, de su propia elección, no
como Saúl que había sido elegido por el pueblo. También odiaron a Cristo porque odiaban la
luz. Pero en ambos casos, era un odio sin motivo así como era un odio hacia Dios mismo (Jn.
15:23, 25). La lucha contra David era una lucha contra Yahweh, por lo cual no habían de
prevalecer (v. 11): «Si intentan el mal contra ti y fraguan maquinaciones, no prevalecerán»,
puesto que están fraguando «cosas vanas» (2:1). No podrán escapar de la mano de David (v.
8), tanto de la izquierda como de la derecha (es decir, de su acción completa), porque David
tiene el respaldo de Dios (v. 9). Por muy bien que planeen sus maquinaciones y por muy bien
que disimulen sus intenciones, no les valdrá; y sus descendientes desaparecerán de la tierra
(v. 10).
3. Con esta confianza, ruegan a Dios (v. 13) que se manifieste a favor de su ungido,
actuando de inmediato con su omnímodo poder de Yahweh de las huestes; lo cual provocará,
una vez más, cánticos de alabanza a Yahweh por parte del pueblo.

Salmos 22 -Un grito de angustia y un canto de alabanza.


Salmo de David.
1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
2 Dios mío, clamo de día, y no respondes;
Y de noche, y no hay para mí reposo.
3 Pero tú eres santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
4 En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.
5 Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
6 Mas yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7 Todos los que me ven me escarnecen;
Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8 Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía.
9 Pero tú eres el que me sacó del vientre;
El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;
Porque no hay quien ayude.
12 Me han rodeado muchos toros;
Fuertes toros de Basán me han cercado.
13 Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente.
14 He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron;
Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas.
15 Como un tiesto se secó mi vigor,
Y mi lengua se pegó a mi paladar,
Y me has puesto en el polvo de la muerte.
16 Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malignos;
Horadaron mis manos y mis pies.
17 Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
18 Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
19 Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.
20 Libra de la espada mi alma,
Del poder del perro mi vida.
21 Sálvame de la boca del león,
Y líbrame de los cuernos de los búfalos.
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.
23 Los que teméis a Jehová, alabadle;
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.
25 De ti será mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos pagaré delante de los que le temen.
26 Comerán los humildes, y serán saciados;
Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28 Porque de Jehová es el reino,
Y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 La posteridad le servirá;
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31 Vendrán, y anunciarán su justicia;
A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.
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Comentario al Salmo 22
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Este salmo es bien conocido por las referencias que el N.T. hace a Él. Literalmente, es
aplicable a David; pero típicamente, con sentido profético, es aplicable a Cristo. En él vemos,
I. Su humillación (vv. 1-2 1). Se mezclan las quejas (vv. 1, 2, 6-8, 12-18) con los consuelos
(vv. 3-5, 9, 0) y con las oraciones (vv. 11, 19-21). II. Su exaltación, para la gloria de Dios (vv.
22-25), para salvación y gozo de su pueblo (vv. 26-29) y para la perpetuación de su reino (vv.
30,3 1). Al cantar este salmo, hemos de tener fijo el pensamiento en el Señor Jesucristo.
Versículos 1-10
El autor del salmo es David, como consta en la inscripción. Está dirigido al director de la
música del santuario, sobre ayyéleth ashajar, que significa literalmente «sobre el costado de
la aurora», lo cual, en opinión de Ryrie, se refiere probablemente al nombre de una melodía.
Los LXX leyeron eyaluth en lugar de ayyeleth y tradujeron «sobre el auxilio de la aurora», lo
que equivaldría a una petición de auxilio rápido (y. 19).
1. Vemos primero (vv. 1, 2) una amarga queja del abandono de Dios. (A) Esto, aplicable en
sentido literal a David, puede aplicarse igualmente a cualquier otro, hijo de Dios que se
considere desamparado de Dios, sin auxilio y sin respuesta, pero clamando, una y otra vez:
«¡Dio mío, Dios mío!», con el deseo ferviente de que Dios vuelva a mostrarle su rostro. Para
una persona verdaderamente piadosa, no hay aflicción tan severa como el sentimiento de
este desamparo espiritual. Gritar: «Dios mío, ¿por qué estoy enfermo? ¿Por qué estoy pobre?»
daría motivo para sospechar descontento y hasta mundanidad, pero ese «Por qué (mejor aún,
¿para qué, según se ve por las preposiciones griegas que aparecen en los evangelios) me has
desamparado?» es el lenguaje de un corazón que sólo halla su dicha en la comunión con Dios.
Cuando se nos debilita la fe de la seguridad, hemos de vivir por la fe de la adhesión. (B) Tiene
su plena aplicación a Cristo, quien, con las palabras de dicho versículo, derramó su alma
delante de Dios cuando pendía de la Cruz (Mt. 27:46; ‘Ir. 15:34). Es más que probable que
repitiera todo el salmo. Puede verse el comentario a los citados lugares de los evangelios.
Baste decir que, habiendo sido Cristo hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21), Yahweh quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento (Is. 53:10)
2. Al amargo clamor por el desamparo, siguen palabras de ánimo (vv. 3-5): «Pero tú eres
santo, no eres injusto ni infiel en ninguno de tus actos, Aun cuando no vengas
inmediatamente en socorro de tu siervo, tú le amas y le guardas el pacto, tú que habitas
entre las alabanzas de Israel, es decir, tú que has tenido a bien manifestar tu gloria y tu
gracia con tu presencia especial entre tu pueblo en el santuario donde ellos te dirigen sus
alabanzas. Allí estás siempre dispuesto a recibir su homenaje, pues del tabernáculo de
reunión has dicho: "Este es mi reposo para siempre".> aunque parezca que Dios se hace, a
veces, el sordo por algún tiempo, se complace, sin embargo, tanto en las alabanzas de su
pueblo que, a su debido tiempo, hará que cambien el tono y digan: «Espera en Dios porque
aún he de alabarle» (42:5; 43:5). El salmista cobra ánimo de las experiencias que los antiguos
habían tenido del provecho obtenido mediante la fe y la oración (vv. 4, 5): «En ti esperaron
nuestros padres… Clamaron a ti, y fueron librados; así que, a su debido tiempo, también me
librarás a mí, ya que todos los que confiaron en ti no fueron avergonzados de haber esperado
en ti; nadie que te busca, te busca en vano. Y tú eres siempre el mismo. »
3. Se queja a continuación el salmista del desprecio que recibe d Los hombres. Esta queja no
es tan amarga como la que pronunció sobre el desamparo de Dios, pero no deja de afectar
profundamente a toda alma generosa y santa (vv. 6-8). En comparación con Dios, el hombre
no es más que como un gusano, pero el siervo de Yahweh (ya sea Israel o Cristo) llegó a ser
gusano (Is. 41: l4.) y no hombre (V. Is. 53:2), oprobio de los hombres y despreciado del pueblo
(V. Is. 49:7; 53:3). Si no hubiese llegado a ser un gusano, no le habrían tratado como le
trataron. Fue tildado de blasfemo, de comilón y bebedor, de quebrantador del sábado le falso
profeta, de enemigo del César, y hasta de socio del príncipe de los demonios. Fue
despreciado del pueblo como hombre vil, de ilegítimo linaje, oriundo de un lugar sin
reputación, loco, impostor, con seguidores de baja ralea. David fue tentado algunas veces a
desconfiar de Dios, pero en Cristo se cumplieron plenamente las palabras del v. 8: «Se
encomendó a Yahweh; líbrele él, etc. »
4. Pero también aquí toma ánimo en Dios (vv. 9, 11): «Los hombres me desprecian, pero tú
eres el que me sacó del vientre. » David y otros hijos le Dios nos han dado ánimo con esto de
que Dios no es sólo el Dios en quien esperaron nuestros padres (v. 4), sino también el Dios de
nuestra infancia, el que cuidó de nosotros tan pronto como fuimos concebidos. El que se
preocupó de nosotros cuando no podíamos valernos por nosotros mismos, no nos abandonará
cuando nos cerque la angustia.
Versículos 11-12
I. Aquí tenemos profetizados los sufrimientos de Cristo. Es cierto que David se vio muchas
veces en apuros y cercado de sus enemigos, pero muchos de los detalles que aquí se
especifican nunca se cumplieron en David y, por tanto, han de entenderse de Cristo en las
profundidades de su estado de humillación.
1. Le vemos desamparado de sus amigos (y. 11): «La angustia está cerca... no hay quien
ayude.» Lo mismo en el día de su victoria sobre el diablo en la cruz (Col. 2:15), que en el día
futuro de la gran batalla contra sus enemigos (Ap. 19:13 y ss.), El solo pisa el lagar (Is. 63:3),
sin ayuda de ningún otro ser humano. El día de su crucifixión, todos sus discípulos le habían
abandonado y habían huido.
2. Aquí es rodeado e insultado por sus enemigos, los cuales, por su fuerza y por su furia, son
comparados a los famosos toros de Basán (v. 12); tales eran los principales sacerdotes y los
ancianos que perseguían a Cristo; otros son comparados a los perros (v. 16), sucios, voraces y
empeñados infatigablemente en derribarle. Había una banda de malhechores que le
cercaban, puesto que los principales sacerdotes y los ancianos celebraban consejo para hallar
los mejores medios de hacerse con El sin alarmar al pueblo. Abrieron sobre El su boca como
leones (v. 13) ansiosos de devorarle.
3. Lo tenemos luego ya crucificado (v. l6b): «Horadaron mis manos y mis pies», cuando le
clavaron en el madero de la cruz. El texto masorético actual dice «como un león» (hebr.
kaari) en lugar de «horadaron» (hebr. karu). Opina Bullinger —nota del traductor— que se
trata de un caso de elipsis del verbo («quebrar»), y cita como ejemplo Is 38:13: «... como un
león molió todos mis huesos».
4. Le vemos muriendo en medio de horribles dolores y terrible angustia (vv. 14, 15), porque
estaba hecho pecado, no sólo víctima por el pecado, sino responsable del pecado (2 Co.
5:21): Se siente derramado como agua, derritiéndosele el corazón como la cera, tan seca la
lengua que se le pega al paladar; el vigor de su cuerpo ha perdido su frescor como un tiesto.
En fin, presto para yacer en el polvo de la muerte. El pecador había perdido su derecho a la
vida y, por ello, era menester que la vida de la víctima fuese ofrecida como rescate para él.
Cristo cumplía así la sentencia dictada contra Adán (Gn. 3:19): «pues polvo eres, y al polvo
volverás». ¡Cuán diferente —nota del traductor— es la descripción que el Salmo 22 (y los
evangelios) nos hacen de Cristo moribundo, de la que se suele representar en los «crucifijos»
(imagen plácida, pacífica, casi sin dolor)!
5. Le vemos desnudado. La vergüenza por la desnudez fue consecuencia inmediata del
pecado (Gn 3:7); por eso, el Señor Jesucristo fue despojado de sus ropas al ser crucificado, a
fin de que nosotros fuésemos cubiertos con el manto de su justicia y no pueda verse la
vergüenza de nuestra desnudez. Aquí se nos dice, (A) Cómo pareció su cuerpo cuando quedó
al desnudo (v. 17): «Contar puedo todos mis huesos». Como al cordero pascual, ningún hueso
se le había roto (Jn. 19:36), mas todos se le habían descoyuntado (v. 14) de tal manera que
podían contarse. Pero su vista no movía a piedad, sino a curiosidad y a desprecio, a los
transeúntes (v. 17): «Entretanto, ellos me miran y me observan»; es decir, no retiran de mí
los ojos. (B) Qué hicieron con sus vestidos (v. 18): «Repartieron entre sí mis vestidos, a cada
soldado una parte, y sobre mi túnica, sin costura, echaron suertes. Esta circunstancia se
cumplió puntualmente (Jn. 19:23, 24), no porque añadiese tormento a los padecimientos de
Cristo sino como un gran ejemplo del cumplimiento de las Escrituras en El.
II. Cristo, en su agonía del huerto, había orado para que pasara de él la copa del dolor. De
este detalle es aquí tipo la oración de David. Llama a Dios su fortaleza (v. 19), es decir, su
fuerza, su auxilio. Y repite lo que ya le había dicho en el v. 11: «No te alejes de mí». El Padre
le oyó (He. 5:7), le libró de su miedo y le capacitó para consumar la obra de la Redención. El
salmista llama aquí a su vida o alma (hebr. nephesh), «su única» (v. 20b) que equivale a
«favorita» o «querida» (inglés, darling), precisamente por ser única (comp. Gn. 22:2; Sal.
35:17), como diciendo: «Mi vida es mi única vida y, por tanto, mi vergüenza será mayor si la
descuido. » Pide ser librado de la espada, es decir, de la muerte violenta; en el caso de
Cristo, puede interpretarse como la espada de la ira de Dios, la espada flameante que
impedía el acceso al árbol de la vida (Gn. 3:24). A la metáfora de la espada, une la de las
fauces del león, que podría representar el poder de Satanás, el viejo (y siempre joven)
enemigo de Dios y del hombre, y la de los cuernos de los búfalos (v. 21), que podrían
representar los enemigos que le cercaban (comp. con el y. 12). La oración de Cristo fue oída,
pues el Padre no permitió que su Santo viese la corrupción (Hch. 2:27), sino que, al tercer
día, le resucitó de los muertos y lo levantó del polvo de la tierra, lo cual fue un ejemplo del
favor de Dios, mucho mayor que si le hubiese permitido bajar de la Cruz, pues esto último
habría obstaculizado su obra, mientras que la resurrección la coronaba.
Versículos 22-30
Así como las primeras palabras de queja del salmo fueron usadas por Cristo mismo en la
Cruz, así también las primeras palabras de triunfo son expresamente aplicadas a El (He.
2:12), como dichas por El (y. 22):
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabará. » Cinco
cosas se nos dicen aquí de la satisfacción y del triunfo de Cristo en sus sufrimientos:
1. Que había de tener una congregación (la Iglesia) en el mundo. Eso es lo que aquí se
insinúa. El profeta había dicho: .Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá
descendencia» (Is. 53:10). Mediante la declaración del nombre de Dios y la proclamación del
eterno evangelio en toda su sencillez y pureza, muchos habrían de llegar a obtener la
salvación en El y por El. Los que aquí (v. 22) son llamados sus hermanos, porque El había de
ser como hombre, el Primogénito (Ro. 8:29), entraban a tener con El una relación amorosa e
íntima; no habían de ser sólo judíos, sino también gentiles, pues todos tienen un mismo
origen (He. 2:11) y todos estaban destinados a formar un solo rebaño y un solo cuerpo (Jn.
10:16; 11:52; Ef. 2:16). Los temerosos de Yahweh (y. 23) serían descendientes de Israel, al
menos en sentido espiritual (descendencia toda», v. 23; comp. Ro. 9:6-8; Gá. 3:29, etc.).
2. Que, en esa congregación, Yahweh habría de ser alabado y glorificado (vv. 22,23),
precisamente en nombre del Redentor y por la obra de la redención. Por eso se dice del
mismo Cristo que había de alabar a Yahweh en medio de la congregación.
3 Que todos los verdaderamente humildes tendrían en Cristo plena satisfacción (v. 26). Los
que abundan en oración, abundarán también en gratitud: «Alabarán a Yahweh los que le
buscan», puesto que, por medio de Cristo, el «camino)>, es fácil hallar al Padre; por lo que la
propia esperanza de hallarle es ya motivo seguro para alabarle mientras todavía le buscan. La
última frase del v 26 alcanza una mejor versión en modo optativo (y en 2.a persona de plural
masculina):• «¡Viva vuestro corazón para siempre!. » Observa Arconada que ésta era la «
exclamación con que el oferente (del sacrificio) animaba a los invitados a participar en el
santo regocijo. Tal vez precedería una unción con bálsamo perfumado a los participantes en
el banquete (23:5; Lc. 7:46). Al presentarse el óleo con que se ungía la estatua divina en los
ritos egipcios, se decía: «Alégrese tu corazón. »
4. Que el reino de Cristo (se trata de! reino mesiánico —nota del traductor) se había de
extender a todos los confines de la tierra (vv. 27,28). Ya ahora, el reino de Dios hace presa,
no sólo en los judíos, quienes por muchos siglos habían sido los únicos que habían invocado a
Yahweh como a su Rey, sino entre los creyentes de extracción gentil y, virtualmente, hasta
los confines de la tierra. «Pero ahora todavía no vemos que todas las cosas le estén
sometidas» (He. 2:8). Es para el futuro reino mesiánico la promesa de que «la tierra será
llena del conocimiento de Yahweh, como las aguas cubren el mar» (Is. 11:9). Es entonces
cuando se acordarán, y se volverán, se convertirán, a Yahweh todos los confines de la tierra
(v. 27). Una seria reflexión es el primer paso, y un buen paso, para una buena conversión. El
hijo pródigo volvió primeramente en sí, y después volvió a su padre. Entonces serán todos
admitidos a la comunión con Dios y con las congregaciones que le sirven y adoran: «Y todas
las familias de las naciones adorarán delante de ti» (comp. con Is. 66:23), «Porque de Yahweh
es el reino» (v. 28). En efecto:
(A) El reino de la naturaleza es del Señor Yahweh, y su providencia rige las naciones (v. 28b),
las cuales han de someterse totalmente en el reino mesiánico (Sal. 2:7-12) y, con ellas, la
naturaleza misma gozará de paz absoluta (Is. 11:1-10).
(B) El reino de la gracia pertenece al Señor Jesucristo, quien, como Mediador perpetuo entre
Dios y los hombres, no sólo es cabeza sobre todas las cosas para la Iglesia (Ef. 1:22), sino
también gobernador futuro de las naciones (2:8, 9): «Comerán y adorarán todos los poderosos
de la tierra; se postrarán delante de El todos los que descienden al polvo» (v. 29),
entendiendo en esta última frase, no los que yacen en el sepulcro (idea totalmente ajena al
Antiguo Testamento), sino los pobres (más exactamente, los campesinos), como se ven en los
textos de Qumrán e incluso por Sal. 113:7. Ricos y pobres, hasta los que escasamente pueden
conservar juntas la vida y el alma, según el sentido de la última parte del versículo, adorarán
a su Rey y Libertador (72:12). Viendo que no podemos conservar la vida a nuestra propia
alma, seremos prudentes en encomendar nuestra alma por medio de la fe, al Señor
Jesucristo, quien puede salvarnos y conservar nuestra alma viva para siempre.
5. Que la Iglesia de Cristo y, especialmente, el reino de Dios entre los hombres, han de
continuar a lo largo de los siglos: «La posteridad le servirá; esto será contado de Yahweh
hasta la postrera generación» (v. 30). El texto original dice literalmente: «...será hablado de
Yahweh a la generación»; probablemente, habría de suplirse el vocablo «venidera», en lugar
de «postrera», por analogía con 102:18, que es una porción similar a la de los vv. 30 y 31 del
presente salmo. De generación en generación (v. 102:12), se transmitirá este evangelio
eterno de Cristo (v. 31).
Al leer y cantar este salmo, hemos de cantar victoria en el nombre de Cristo, regocijarnos en
los honores que otros le prestan y en la seguridad de que habrá un pueblo que le alabe en la
tierra cuando nosotros le estemos alabando en el cielo.

Salmos 23 -Jehová es mi pastor


Salmo de David.
1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días..
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Comentario al Salmo 23
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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SALMO 23 (Comentario)
En este breve, pero delicioso salmo, bien conocido de los creyentes. I. El salmista reconoce
en Yahweh a su pastor (v. 1). II. Narra sus experiencias de las bondades que ha tenido para
él este divino pastor (vv. 2, 3, 5). III. Infiere de aquí que no ha de faltarle ninguna cosa
buena (v. 1), que no tiene por qué temer ninguna cosa mala (v. 4) y que Dios nunca le
abandonará en el camino de la misericordia; por lo que él resuelve no abandonar jamás a
Dios en el camino del deber (v. 6).

Versículos 1-6

1. Por ser Yahweh su pastor, infiere David que no le ha de faltar ninguna cosa que sea
realmente buena para él (v. 1). También David fue pastor en su juventud. En 78:70,71, nos
dice Asaf que «Dios sacó a David de los apriscos del rebaño; de detrás de las ovejas lo
trajo.» Sabía, pues, por experiencia la preocupación y el afecto que un buen pastor siente
hacia su rebaño. Recordaba la necesidad que de un tal pastor tienen las ovejas y que una
vez había arriesgado la vida propia por salvar la de un cordero. Con esto ilustra el cuidado y
el interés que tiene Dios por los suyos; y a esto parece referirse nuestro Salvador cuando
dice: «Yo soy el buen pastor» (Jn. 10:11). El trae las ovejas al redil y las provee de todo lo
necesario. Debemos conocer la voz de tal pastor y seguirle. Al considerar David que Yahweh
es su pastor, bien puede decir con toda confianza:
«Nada me faltará», es decir, «de nada careceré». Si no tenemos algo que desearíamos
tener, podemos concluir o que nos es dañoso o que lo tendremos a su debido tiempo.

2. Al considerar la bondad con que Yahweh, como buen pastor, cuida de él, infiere David
que no tiene motivos para temer ningún mal en medio de las mayores dificultades y de los
más graves peligros en que se pueda encontrar (vv. 2-4). Véase aquí la dicha de los santos
como ovejas del prado de Dios:
(A) Están bien situadas: «En lugares de delicados pastos me hará descansar» (v. 2a). De la
mano de Dios nuestro Padre tenemos el pan de cada día. La mayor abundancia es para el
perverso un pasto seco, sin gusto, cuando sólo busca en él el placer de los sentidos; en
cambio, para el hijo de Dios, que gusta la bondad de Dios en todo lo que disfruta, es un
pasto delicado, delicioso, aun cuando tenga poca cosa del mundo (37:16; Pr. 16, 17). Dios
hace que sus santos puedan reposar, pues les da paz de conciencia y contentamiento de
corazón, cualquiera sea la suerte que les quepa en este mundo; el alma de los buenos
descansa a gusto en el Señor, y eso hace que todos los pastos les resulten frescos y
deliciosos.
(B) Van bien conducidas: «Junto a aguas de reposo me pastoreará» (v. 2b). Quienes se
alimentan de la bondad de Dios, la dirección de Dios han de seguir: El les dirige los ojos, el
camino y el corazón, hacia su amor. Dios provee para su pueblo, no sólo pasto y descanso,
sino también refrigerio y placer santo. Dirige a los suyos, no a las aguas estancadas, que se
corrompen y recogen suciedad, ni a las aguas bravías y encrespadas del mar, sino a las aguas
silenciosas de los arroyos, porque las aguas de reposo que, sin embargo, fluyen silenciosas
sin cesar, son las más aptas para representar la comunión espiritual de quienes caminan sin
cesar hacia Dios, pero lo Hacen en silencio. «Me guiará por sendas de justicia», añade David
(v. 3b), por el camino del deber, en el que me instruye por medio de su palabra, y me
conduce por medio de su providencia. El camino del deber es el camino del verdadero
placer, pero en estas sendas no somos capaces de caminar, a menos que El nos guíe a ellas y
nos guíe en ellas.
(C) Van bien cuidadas cuando algo anda mal: «Confortará (o restaurará) mi alma» (v. 3a).
Cuando, después de cierto pecado, su propio corazón hirió a David, y cuando después de
otro pecado más serio, Natán fue enviado a decirle: «Tú eres ese hombre», Dios le restauró
el alma.

Aun cuando permita Dios que los suyos caigan en pecado, no permite que yazcan tranquilos
en el pecado. «Aunque pase por valle de sombra de muerte», es decir, por un valle
tenebroso, expuesto al asalto de fieras y ladrones, «no temeré mal alguno» (v. 4). Hay aquí
cuatro palabras que atenúan el terror:
(A) No se trata de muerte, sino de sombra de muerte, sombra sin cuerpo, figura sin realidad;
ni la sombra de una serpiente pica, ni la sombra de una espada mata.
(B) Es valle de sombra, bastante profundo como para ser tenebroso, pero los valles son
también fructíferos, como lo es aun la misma muerte para los piadosos hijos de Dios (Fil.
1:21).
(C) Es un pasar, como un corto paseo.
(D) Y es un pasar por el valle, no se perderán en el valle, sino que saldrán a salvo al monte
de especias aromáticas que hay al otro lado. No hay allí mal alguno para el hijo de Dios,
pues ni la muerte puede separarnos del amor de Dios (Ro. 8:38). El buen pastor, no sólo
conduce, sino que escolta, a sus ovejas a través del valle. Su presencia las anima: «porque
tú estarás conmigo». La vara y el cayado del final del versículo no son sinónimos. La vara es
un palo recio que el pastor de Palestina usa todavía para defenderse a sí mismo y a sus
ovejas, mientras que el cayado es un báculo más largo, no tan recio, curvado muchas veces
en un extremo, que el pastor usa para conducir a las ovejas y para apoyarse él mismo en el
suelo. Por Lv. 27:32, vemos que el pastor contaba las ovejas bajo la vara (Hebr. shábet).

3. De los beneficios que la generosidad de Dios le ha concedido, infiere David la constancia y


perpetuidad de las misericordias de Yahweh (vv. 5-6): «Aderezarás mesa delante de mí en
presencia de mis adversarios; tú me provees de todo lo necesario para mi alma y para mi
cuerpo, no sólo en el tiempo, sino por toda la eternidad: alimento conveniente, una mesa
bien preparada, bien llena la copa: mi copa está rebosando, de forma que no sólo tengo
para mí, sino también para mis amigos». «Ungiste mi cabeza con aceite, como buen
anfitrión» (v. Lc. 7:46). Al principio había dicho (v 1): «Nada me faltará»; pero ahora habla
de forma positiva (v. 6): «Ciertamente la bondad y la misericordia me seguirán todos los
días de mi vida.» Dice Ryrie: «David se ve a sí mismo, no sólo como a un huésped-para-un-
día, sino como recipiendario del pacto de Dios: de la bondad perpetua suya.» «Me seguirán»,
dice David, como el agua de la roca seguía al campamento de Israel por el desierto (1 Co.
10:4). «Me seguirán todos los días de mi vida, porque al que Dios ama, le ama hasta el final
y hasta el extremo» (Jn. 13:1). «Ciertamente será así: la bondad y la misericordia que me
han seguido hasta aquí, me seguirán también en adelante hasta el final.» «La casa de
Yahweh» significa comúnmente el santuario; a veces, toda la Tierra Prometida (Jer. 12:7;
Os. 8:1; 9:8, 15; Zac. 9:8). Dice Arconada: «Aquí creemos que es un rasgo alegórico, como
las demás comparaciones del salmo, y que equivale a estar oculto bajo las alas o protección
de Yahweh (17:8).» En todo caso, era tipo de la casa de nuestro Padre en el Cielo, en la cual
hay muchas mansiones (Jn. 14:2).

Salmos 24 -El rey de gloria


Salmo de David.
1 De Jehová es la tierra y su plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.
2 Porque él la fundó sobre los mares,
Y la afirmó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 Él recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah
7 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
8 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
10 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
Él es el Rey de la gloria. Selah.
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Comentario al Salmo 24
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Es éste un salmo de tono marcial y triunfante, en una especie de diálogo de los levitas. Es
probable que fuese compuesto con ocasión del traslado del arca a Jerusalén (2 S. 6). En él
observamos:
I. El dominio de Dios sobre el mundo por medio de su providencia (vv. 1, 2)
II. Las cualidades que se requieren de los verdaderos adoradores de Yahweh (vv. 3-6)
III. Concluye el salmo con un himno coral al Rey de la gloria (vv. 7-10). En la Iglesia, los vv.
7-10 han sido referidos a la ascensión del Señor a los cielos, pero se trata más bien de una
profecía acerca del regreso del Señor Jesucristo como Rey de la gloria para establecer en el
Monte Sión su reino mesiánico (Is. 24:23; Ap. 14:1).
Versículos 1-2
I. No hemos de pensar que sólo los cielos pertenecen al Señor y que esta tierra, siendo una
parte insignificante del Universo, es tenida en menos por Dios, el cual no tiene interés en ella
¡No, no es así! También la tierra es de Yahweh y cuanto hay en ella(v. 1). 1. Cuando Dios la
dio a nuestros primeros padres, se la entregó como arrendatarios, reservándose El la
verdadera propiedad. Las minas, las bestias del campo, los frutos de la tierra, nuestras casas
y haciendas, y aun todas las mejoras que el hombre ha introducido mediante su ingenio y su
esfuerzo, todo es del Señor de los cielos. En comparación con el reino de la gracia, todo esto
es considerado como cosa vacía, vanidad de vanidades; pero en el reino de la providencia es
algo lleno: «...y la plenitud de ella», dice lit. el hebreo del v.1. 2. Suya es, de manera
especial, la parte habitable de la tierra: «El mundo, y los que en él habitan» (v Pr. 8:3 1).
Nosotros no somos dueños de nuestro cuerpo ni de nuestra alma: Somos de Cristo (1Co. 3:23).
II. La tierra es de Dios por su indiscutible título de Creador de cuanto existe (v. 2): «Porque
El la fundó sobre los mares y la afianzó sobre los ríos.» El la creó y acomodó para uso del
hombre. La materia es suya, pues la hizo de la nada; la forma también es suya, pues la hizo
conforme a los eternos designios de su mente. Continúa conservándola, ya que la afianzó, de
forma que, aun cuando las generaciones se suceden unas a otras, la tierra siempre
permanece sin alterar su estado general ni cambiar su órbita(v. Ec. 1:4). Firme fundó la
tierra, y firme sigue (Sal. 119:90).
Versículos 3-6
Desde este mundo y de cuanto lo llena, la meditación del salmista se eleva, de pronto, a las
grandes cosas del mundo superior, cuyo fundamento no está en los mares ni en los ríos.
1. Esta tierra es el escabel de los pies de Dios; aquí estaremos por algún tiempo, muy poco,
pues hemos de ir en breve a otro lugar, y « ¿Quién subirá al monte de Yahweh?» (v. 3). Es
cierto que el monte de Yahweh es Sión, pero ya hemos dicho que tipifica al Cielo y, en este
sentido, hemos de preguntarnos: ¿Quién subirá al Cielo para disfrutar de la gloria de Dios,
después de haber disfrutado aquí de su gracia y de su comunión por medio de la oración, la
palabra sagrada y las ordenanzas? Un alma que considere su propia naturaleza: su origen, su
inmortalidad, etc., tras considerar la tierra y cuanto la llena, quedará insatisfecha y se dirá:
« ¿Qué haré para subir al lugar santo, al santo monte donde Dios habita, y permanecer en
aquel lugar dichoso, donde Dios extiende su propia morada sobre los suyos?» (Ap. 21:3).
2. Respondiendo a esa pregunta, el salmista enumera las cualidades del pueblo de Dios, de
los que tendrán comunión con El en gracia y en gloria. Son: (A) Limpieza de manos: limpias
de todo lo que ofende a Dios, hace daño al prójimo y contamina al propio sujeto; es limpieza
exterior. (B) Pureza de corazón: la limpieza interior de un corazón sincero, hecho nuevo por
la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la voluntad de Dios (y. Mt. 5:8). (C) No
haber alzado a lo vano su alma (lit.). Alzar el alma equivale a dirigir el afecto hacia algo: «lo
vano» (es decir, lo vacío e inconsistente; hebr. shav). Esta expresión designa
primordialmente los ídolos (3 1:7; Jer. 18:15), pero también puede significar lo efímero de la
vida humana (89:7). (D) No haber jurado con engaño (y. 4); es decir, no haber defraudado al
prójimo mediante un acto religioso. Resume el salmista diciendo (v. 6): «Tal es la generación
de los que le buscan. » En toda generación hay un remanente al que son contadas las cosas
de Yahweh (22:30). Como es al monte de Yahweh adonde tenemos que subir, es menester un
esfuerzo especial en buscar a Dios, pues es «cuesta arriba». Hemos de poner toda diligencia
en buscar el rostro de Dios, como Jacob (v. 6. Comp. Gn. 32:30), es decir, en lucha con Dios,
hasta prevalecer como Jacob, que por eso se le cambió el nombre por el de Israel. Los que
así buscan a Dios, recibirán toda clase de bendiciones de Yahweh (v.5) y, en especial, la
justicia, tanto forense como interior, del Dios que salva (comp. 27:9).
Versículos 7-10
Hallamos ahora ciertas repeticiones, que son usuales en los cánticos. Se demanda una y otra
vez la entrada del Rey de la gloria; las puertas deben ser abiertas de par en par. « ¿Quién es
ese Rey de la gloria? ¡Yahweh el fuerte y valiente! ¡Yahweh el poderoso en batalla! » (vv. 8,
10).
1. Esta espléndida entrada que aquí se nos describe, se refiere con toda probabilidad al
solemne traslado del arca desde casa de Obededom al tabernáculo que le había preparado
David en Jerusalén (2 5. 6). Mejor que «puertas eternas», habría de traducirse «portones
seculares», esto es, antiguos, aludiendo quizás a la resistencia ofrecida por los yebuseos (v 2
S. 5:6-12).
2. Puede aplicarse a Cristo, de quien el arca, con su propiciatorio, era tipo. Nótese, sin
embargo —nota del traductor—, que se trata de una acomodación. Así ha de entenderse todo
lo que M. Henry dice a continuación. Las puertas del Cielo le debían ser abiertas a Cristo,
esas puertas que bien pueden llamarse eternas. Nuestro Redentor las halló cerradas, pero,
habiendo hecho, mediante su sangre, expiación por el pecado y obtenido así el título que le
daba derecho a entrar en el santuario (He. 9:12), como quien tiene autoridad, demandó la
entrada, no sólo para sí mismo, sino también para nosotros; porque, en calidad de pionero,
ha entrado allá por nosotros, abriendo el reino de los cielos a todos los creyentes. Podemos
aplicarlo también a la entrada de Cristo en el alma por medio de la Palabra y del Espíritu,
para poner allí su santuario, pues somos su templo. La presencia de Cristo en las almas es
como la del arca en el templo, pues las santifica.

Salmos 25 -David implora dirección, perdón y protección


Salmo de David.
1 A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.
2 Dios mío, en ti confío;
No sea yo avergonzado,
No se alegren de mí mis enemigos.
3 Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;
Serán avergonzados los que se rebelan sin causa.
4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos;
Enséñame tus sendas.
5 Encamíname en tu verdad, y enséñame,
Porque tú eres el Dios de mi salvación;
En ti he esperado todo el día.
6 Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias,
Que son perpetuas.
7 De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes;
Conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
Por tu bondad, oh Jehová.
8 Bueno y recto es Jehová;
Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.
9 Encaminará a los humildes por el juicio,
Y enseñará a los mansos su carrera.
10 Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad,
Para los que guardan su pacto y sus testimonios.
11 Por amor de tu nombre, oh Jehová,
Perdonarás también mi pecado, que es grande.
12 ¿Quién es el hombre que teme a Jehová?
El le enseñará el camino que ha de escoger.
13 Gozará él de bienestar,
Y su descendencia heredará la tierra.
14 La comunión íntima de Jehová es con los que le temen,
Y a ellos hará conocer su pacto.
15 Mis ojos están siempre hacia Jehová,
Porque él sacará mis pies de la red.
16 Mírame, y ten misericordia de mí,
Porque estoy solo y afligido.
17 Las angustias de mi corazón se han aumentado;
Sácame de mis congojas.
18 Mira mi aflicción y mi trabajo,
Y perdona todos mis pecados.
19 Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado,
Y con odio violento me aborrecen.
20 Guarda mi alma, y líbrame;
No sea yo avergonzado, porque en ti confié.
21 Integridad y rectitud me guarden,
Porque en ti he esperado.
22 Redime, oh Dios, a Israel
De todas sus angustias.
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Comentario al Salmo 25
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es uno de los salmos llamados « alfabéticos » o « acrósticos». En el texto hebreo, cada
grupo de dos líneas (con pocas excepciones) comienza por una letra distinta del alfabeto
hebreo en su debido orden (desde el alef al tau). El salmo está lleno de afectos devotos hacia
Dios. Podemos aprender en él: I. Qué es orar (vv. 1, 15). II. Por qué cosas hemos de orar:
perdón de los pecados (vv. 6, 7, 18), dirección en el camino del deber (vv. 4, 5), el favor de
Dios (v. 16), liberación de nuestras aflicciones (vv. 17, 18), preservación de nuestros
enemigos (vv. 20,21) y la salvación del pueblo de Dios (v. 12). III. A qué hemos de apelar en
nuestras oraciones: a nuestra confianza en Dios (vv. 2, 3, 5, 20, 21), al aprieto en que nos
vemos y a la maldad de nuestros enemigos (vv. 17, 19), a nuestra sinceridad (v 21). IV. Qué
preciosas promesas tenemos para animarnos en nuestras oraciones: de dirección e instrucción
(vv. 8, 9, 12), de los beneficios del pacto (v. 10) y del gozo en la comunión con Dios (vv. 13,
14).
Versículos 1-7
En este salmo, David expresa su deseo de Dios y su dependencia de Él. Es frecuente en él
comenzar sus salmos con tales expresiones, no para mover a Dios, sino a sí mismo hacia Dios.
1. Expresa su deseo de Dios (v. 1): «A ti, oh Yahweh, levantaré mi alma.» Al dar culto a
Dios, hemos de levantar hacia Él nuestra alma. La oración es levantar el corazón a Dios.
Sursum corda = «Arriba los corazones», es una frase que se ha usado desde antiguo para
invitar al pueblo de Dios a dirigirse a Él en oración.
2. Expresa también su dependencia de Dios (v. 2): «Dios mío, en ti confío.» Su conciencia le
daba testimonio de que no tenía confianza en sí mismo ni en ninguna otra criatura. Le agrada
hacer esta profesión de fe en Dios: «No sea yo avergonzado de esta confianza que he puesto
en ti; que no me muevan de ella el miedo ni el halago y que no quede, al final, decepcionado
de haber dependido en todo de ti, sino guarda mi depósito, lo que te he encomendado (2 Ti.
1:12). Quedarán avergonzados los que se rebelan sin causa» (v. 3). Cuanto más débil es la
tentación que induce a los hombres a pecar, tanto mayor es la corrupción que manifiestan y
tanto menor la excusa que tienen. Los peores transgresores son los que pecan por gusto al
pecado.
3. Pide a Dios dirección en el camino del deber (vv. 4,5). Una y otra vez ruega a Dios que le
enseñe: «Muéstrame...enséñame, no buenas palabras ni cultas disertaciones, sino tus
caminos, tus sendas, tu verdad; los caminos por los que vienes hacia mí (tus designios, tus
preceptos, tus promesas), los cuales son siempre misericordia y verdad (v. 10), y los caminos
por los que quieres que yo vaya a ti: encamíname en tu verdad y enséñame (v. 5). En casos
dudosos, hemos de orar fervientemente que Dios nos haga ver claro lo que quiere que
hagamos; «enséñame tus sendas» (v. 4). Y añade: «Porque tú eres el Dios de mi salvación»
(v. 5). Si Dios nos salva, también nos enseña y nos guía; el que da salvación, también dará
instrucción. «En ti he esperado todo el día» (v. 5b), es decir, en todo tiempo. ¿De quién sino
de su amo ha de esperar dirección un criado, pues está para servirle en todo tiempo?
4. Apela a la infinita misericordia de Dios, sin recurrir a ningún supuesto mérito suyo
personal (v. 6): «Acuérdate, oh Yahweh, de tus piedades (es decir, de tu compasión) y de tus
misericordias, que son perpetuas, son las mismas desde siempre. »
5. Pide fervientemente el perdón de sus pecados (v. 7): «De los pecados de mi juventud, la
edad pasional e irreflexiva, y de mis transgresiones, aun en la edad madura, no te acuerdes;
acuérdate, más bien, de tus misericordias (v. 6), que hablan a mi favor, no de mis pecados,
que hablan en contra mía. » Cuando Dios perdona, también olvida (algo que nos cuesta
mucho a los humanos olvidar, cuando nos han ofendido), lo cual es una expresión que
significa remisión completa y absoluta.
Versículos 8-14
Las promesas de Dios aparecen aquí mezcladas con las oraciones de David. Muchas
peticiones vemos al comienzo del salmo, y muchas otras al final; pero aquí, a la mitad del
salmo, se extiende en meditar sobre las promesas. Las promesas de Dios no sólo son el mejor
fundamento de la oración, diciéndonos qué hemos de pedir, sino que son ya una respuesta
presente a la oración. Hágase la plegaria conforme a la promesa, y así podrá leerse la
promesa como respuesta a la plegaria; y hemos de creer que la oración será oída, porque la
promesa ha de ser de cierto cumplida. Pero, en medio de las promesas, hallamos una
petición que parece venir de modo abrupto, inesperado, pues habríamos de pensar que
seguiría al v. 7, cuando la vemos en el v. 11: «En atención a tu nombre (lit.), oh Yahweh,
perdonarás también mi pecado, que es grande y, por tanto, estoy perdido si no se interpone
tu infinita misericordia para perdonarme. » Veamos ahora las grandes y preciosas promesas
que hay en estos versículos:
1. Estas promesas son seguras para los que, aunque hayan sido grandes pecadores, guardan
ahora, de modo habitual, la palabra de Dios. Aunque, conforme a la debilidad congénita,
quebranten alguna vez (v. 1 Jn. 1:8, 10) el mandamiento de Dios, se arrepienten
sinceramente y confiesan a Dios su pecado (1 Jn. 1:9) y se mantienen adheridos a Dios como
a su Dios, sin quebrantar el pacto ni continuar voluntariamente en el pecado (1 Jn. 3:6-10).
Estos son los que temen a Yahweh (v. 12 y, de nuevo, en el v.14), es decir, los que respetan
la gloria majestuosa de Dios, le adoran con reverencia, se someten a su autoridad y le
obedecen con gozo.
2. Dos cosas que ratifican y confirman todas las promesas: (A) Las perfecciones de la
naturaleza de Dios. Damos a una promesa el valor que tiene el carácter personal del que la
hace. Por consiguiente, bien podemos depender de las promesas divinas, pues bueno y recto
es Yahweh (v. 8) y, por ello, sabemos que será tan bueno como su palabra. (B) La
conformidad que existe entre todo lo que dice y hace, con las perfecciones de su naturaleza
(y. 10): «Todas las sendas de Yahweh son misericordia y verdad»; es decir, todos los
designios divinos, todas sus promesas y providencias, son misericordia y verdad; son como El,
que es bueno y recto.
3. Qué promesas son ésas:
(A) Que Dios les instruirá y dirigirá en el camino del deber. En esto insiste de manera
especial, pues es respuesta a las oraciones de David (vv. 4, 5): «Muéstrame tus caminos;
enséñame tus sendas, etc.». Deberíamos fijar nuestros pensamientos en las promesas que se
refieren a los casos concretos, presentes, actuales. (a) «El enseñará a los pecadores el
camino», pues son pecadores y, por tanto, necesitan instrucción. Si desean ser enseñados, El
les mostrará el camino de la reconciliación con Dios, que es también el camino a una bien
fundada paz de conciencia, y el camino hacia la vida eterna (Hch. 13:48: «...los que habían
sido puestos en orden, en dirección a la vida eterna» lit.). (b) «Encaminará a los humildes
(hebr. anawim), es decir, a los desconfiados de sí mismos y de las cosas temporales, a los que
tienen corazón de pobre (Mt. 5:3) y sólo dependen de Dios, de quien esperan ser enseñados y
guiados, en la justicia (lit.), es decir, en la norma que han de seguir para obrar con rectitud.
(c) «Al hombre que teme a Yahweh, le enseñará el camino que ha de escoger»; si atiende
bien a la voluntad de Dios, escogerá el camino que Dios haya escogido. Los dos caminos se
juntan, puesto que el que teme a Dios, escoge lo que a Dios agrada.
(B) Que Dios le facilitará el camino (v. 13): «Gozará él de bienestar, y su descendencia
heredará la tierra» (v. Mt. 5:5, y comp. Con v. 9, en el que traducimos el vocablo «anawim»
—repetido en la 2.a parte del v. 9— por «mansos», conforme a la versión hebrea del N.T. en
Mt. 5:5). El que se deja enseñar por el Señor, verá que «su yugo es cómodo, y su carga es
ligera» (Mt. 11:30), pues «sus mandamientos no son gravosos», esto es, no son pesados (1 Jn.
5:3). También sus descendientes se beneficiarán de las oraciones de sus progenitores, cuando
éstos se hayan marchado.
(C) Que Dios les admitirá a lo íntimo de la comunión con El (v. 14): «El secreto (es decir, el
trato íntimo) de Yahweh es para los que le temen. »Estos son los que, guiados por el Espíritu
Santo, penetran hasta las profundidades de Dios (1 Co. 2:10), en contraposición a los
satanistas de Ap. 2:24. Por eso dijo el Señor Jesús (Jn. 7:17): «El que quiera hacer la
voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios.»
Versículos 15-22
David, animado por las promesas en las que venía meditando, concluye el salmo, como lo
había comenzado, con expresiones de dependencia de Dios y deseos santos hacia El.
1. Expone ante Dios la calamitosa situación en que se halla. Sus pies están en la red (v. 15),
como metidos en un cepo, de forma que no ve cómo salir de la dificultad; se halla (v. 16)
solo (hebr. yajid, que significa: solitario, desvalido, sin compañía) y afligido, pues no puede
fiarse de sus criados ni aun de sus propios hijos. «Las angustias de mi corazón se han
aumentado», añade (v. 17); le asedian la melancolía y la depresión.
2. Expresa su dependencia, en medio de esta aflicción, únicamente en Dios (v. 15): «Mis
ojos están siempre vueltos hacia Yahweh. » Quienes tienen los ojos vueltos hacia Yahweh, no
tendrán por mucho tiempo los pies en la red. Repite después su expresión de dependencia en
Dios (v. 20): «No sea yo avergonzado, porque en ti confié»; y de nuevo (v. 21): «Porque en ti
he esperado» (entiéndase como presente continuativo, ya que no ha cesado de esperar).
3. Ruega fervientemente a Dios que le ayude, le alivie y socorra:
«Mírame y ten misericordia de mí» (v. 16). Los hombres más santos estarían perdidos si no
tuviesen un Dios de infinita misericordia (v. Is. 6:5). Expone su miseria, que le hace objeto
propio de la misericordia, ya que «misericordia» significa «un corazón inclinado hacia la
miseria». «Sácame de mis congojas» (v. 17); como diciendo: «Yo no veo ninguna salida de
ellas, pero tú la tienes y la conoces.» «Perdona todos mis pecados; no me conformo sino con
un perdón completo» (v. 18). «Mira mi aflicción y mis trabajos...Mira mis enemigos, cómo se
han multiplicado» (vv. 18, 19). Como diciendo: « ¡Considera cuán abatido me hallo, y cuán
crueles son mis enemigos, y líbrame de manos de ellos!» Interpone su condición de hombre
recto y temeroso de Dios (v. 21):
«Integridad y rectitud me guarden.» Aun cuando se había reconocido pecador delante de
Dios, sin embargo, en cuanto a sus enemigos, tenía el testimonio de su conciencia de que no
les había hecho, ni pensaba hacerles, ningún perjuicio. En los peores tiempos y momentos, la
sinceridad es la mejor seguridad.
4. Termina rogando a Dios que extienda su misericordia a todo el pueblo (y. 22): «Redime,
oh Dios, a Israel de todas sus angustias. » A pesar de que David se hallaba en grave aprieto,
no olvida las angustias del resto del pueblo; por eso, pide por ellos con el mismo fervor con
que había pedido por si mismo. Resulta curioso observar —nota del traductor— que este
último versículo cae ya fuera del orden alfabético del salmo, pues se inicia con la letra pe,
mientras que la última letra del alfabeto hebreo, el tau, encabeza el versículo 21. Es, pues,
como un apéndice. Piensa Arconada que «se trata de una adición litúrgica posterior, como
otras veces (34:23; 51:20-21)». Sea como sea, ello no quitaría nada a la inspiración divina de
tal versículo.

Salmos 26 -Declaración de integridad


Salmo de David.

1 Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado;


He confiado asimismo en Jehová sin titubear.
2 Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.
3 Porque tu misericordia está delante de mis ojos,
Y ando en tu verdad.
4 No me he sentado con hombres hipócritas,
Ni entré con los que andan simuladamente.
5 Aborrecí la reunión de los malignos,
Y con los impíos nunca me senté.
6 Lavaré en inocencia mis manos,
Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,
7 Para exclamar con voz de acción de gracias,
Y para contar todas tus maravillas.
8 Jehová, la habitación de tu casa he amado,
Y el lugar de la morada de tu gloria.
9 No arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres sanguinarios,
10 En cuyas manos está el mal,
Y su diestra está llena de sobornos.
11 Mas yo andaré en mi integridad;
Redímeme, y ten misericordia de mí.
12 Mi pie ha estado en rectitud;
En las congregaciones bendeciré a Jehová.
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Comentario al Salmo 26
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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En este salmo, David se pone a sí mismo a prueba ante Dios y ante su propia conciencia,
dando en ambos tribunales testimonio de su integridad (vv. 1, 2), alegando para ello, I. Su
constante atención a Dios y a su gracia (v3). II. Su arraigada antipatía contra el pecado y
contra los pecadores (vv. 4,5). III. Su sincero afecto a las ordenanzas divinas (vv. 6-8). IV.
Una vez probada su integridad, David, 1. Predice el funesto final de los malvados (vv. 9, 10);
2. Y se encomienda a la misericordia y a la gracia de Dios, con una resolución de mantenerse
en su integridad y en su esperanza en Dios (vv. 11, 12).
Versículos 1-5
Es probable que David compusiera este salmo cuando era perseguido por Saúl (o por
Absalom), a quien presenta como malvado que le acusaba de muchos crímenes que no había
cometido. En esto era David tipo de Cristo, quien fue acusado, sin motivo alguno, de muchos
crímenes. Véase lo que hace David en este caso:
1. Apela a la sentencia justa de Dios (v. 1): «Júzgame, oh Yahweh. Sé tú el que juzgue entre
mí y mis acusadores.» El no puede justificarse a sí mismo contra el cargo de pecado;
reconoce que su iniquidad era grande y que estaba perdido, a no ser que Dios, en su infinita
misericordia, le perdonase; pero sí puede justificarse del cargo de hipocresía. Es un consuelo
para todos los que son sinceros en su piedad, saber que Dios mismo es testigo de su
sinceridad.
2. Se somete insistentemente al escrutinio de Dios (v. 2):
«Escudríñame...pruébame...examina», como se prueba esmeradamente el oro en el crisol,
para ver si tiene los requeridos quilates. Tan sincera era su devoción hacia su Dios, que
deseaba tener como una ventana en su pecho, a fin de que cualquiera pudiese ver el interior
de su corazón.
3. Testifica solemnemente sobre su sinceridad (v. 1): «Porque yo en mi integridad he
andado.» Como diciendo: «Mi conducta ha estado de acuerdo con lo que profeso ser,
formando ambas cosas una sola pieza. »Las pruebas de su integridad le animaban a confiar en
Dios como en su justo Juez (v. 1): «He confiado asimismo en Yahweh; no resbalaré» (lit.).
Quienes son sinceros en su piedad pueden confiar en que, con la gracia de Dios, no
resbalarán (comp. 73:2); es decir, no apostatarán de su fe.
(A) Tenía constantemente en consideración a Dios y su gracia (v. 3):
«Tu misericordia está delante de mis ojos.» Y la norma de su vida era la palabra de Dios: «Y
ando en tu verdad, esto es, en tu ley, porque tu palabra es verdad» (Jn. 17:17, comp. con Ef.
6:14; 3 Jn. 3).
(B) No tenía comunión con las infructuosas obras de las tinieblas ni con los obradores de
tales iniquidades (vv. 4, 5). La diligencia en evitar las malas compañías es una buena prueba
de nuestra integridad y, al mismo tiempo, un buen medio para conservarnos en ella: «No me
he sentado con hombres hipócritas, ni entré… aborrecí… nunca me senté» (comp. con 1:11).
La compañía de los hipócritas es la más peligrosa de todas y la que más se ha de evitar. Tales
malhechores aparentan ser amigos de aquellos a quienes quieren enredar en sus trampas,
pero lo disimulan. Aunque a veces no podamos evitar la compañía de los malos, al menos no
hemos de ir con ellos, sino aborrecer sus reuniones. Así como los buenos, cuando se juntan y
están de acuerdo, se estimulan mutuamente a ser mejores, así también los malos, cuando se
reúnen, se hacen peores y cometen peores fechorías.
Versículos 6-12
1. David menciona, como una prueba adicional de su integridad, su sincero afecto hacia las
ordenanzas divinas.
(A) Era muy concienzudo en su preparación para las santas ordenanzas: «Lavaré en inocencia
mis manos» (v. 6). En nuestra preparación para acudir a los cultos, no sólo hemos de estar
libres del pecado de hipocresía (de lo que es testimonio simbólico el lavarse las manos (v. Dt.
21:6), sino también hemos de esmeramos en arrepentimos de todo otro pecado (v. también
Ex. 30:19; Sal. 24:4; 73:13).
(B) También era muy diligente en observar con respeto y atención la celebración de tales
ordenanzas (y. 6b): « Y así andaré alrededor de tu altar, oh Yahweh», aludiendo quizás a la
costumbre de los sacerdotes de andar en torno del altar mientras se ofrecía el sacrificio, aun
cuando aquí el verbo hebreo es probable que solamente implique asistencia a la celebración
de dicha ordenanza.
(C) En esta asistencia a los oficios del santuario, todo su interés estaba centrado en la
alabanza y la acción de gracias al Señor (v. 7).
(D) Lo hacía con santo gozo (v. 8): «Yahweh, la habitación de tu casa he amado (es decir
amo); el tabernáculo donde te ha placido manifestar tu residencia en medio de tu pueblo y
recibir su homenaje; el lugar de la morada de tu gloria» (Ex. 40:34).
2. Después de haber presentado las pruebas de su integridad, David ora fervientemente que
Dios le preserve de caer bajo el destino fatal de los impíos (vv. 9, 10): «No juntes con los
pecadores mi alma, etc.» Como diciendo: «Ellos son hombres sanguinarios, sedientos de
sangre y culpables de sangre derramada, en cuyas manos está el mal, y aunque su diestra
está llena de sobornos, no por eso van a salir mejor parados al cometer tales injusticias por
dinero, pues ¿qué provecho sacará el hombre de ganar el mundo entero, si pierde su alma?»
(Mt. 16:26 y paral).David no quiere en forma alguna tener el mismo destino que les espera a
tales malhechores.
3. Con humilde y santa confianza, David se encomienda a la gracia de Dios (vv. 11, 12):
«Mas yo andaré en mi integridad, hagan lo que hagan otros. » Y ruega que la gracia divina le
capacite para ello y, asimismo, le proporcione el consuelo que comporta el cumplimiento del
deber (v. lib): «Redímeme, rescátame de las manos de mis enemigos, y ten misericordia de
mí. » Atestigua que sus pies se han mantenido en lugar llano (v. 12. Lit.), es decir, en lugar
seguro donde poder cumplir las promesas que ha hecho en los vv. 6 y 7. Y, como ya lo había
dicho en 22:25, promete, cuando se vea libre del asedio de sus enemigos, bendecir a Yahweh
en las congregaciones (v. 12b).

Salmos 27 -Jehová es mi luz y mi salvación


Salmo de David.
1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?
2 Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos,
Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.
3 Aunque un ejército acampe contra mí,
No temerá mi corazón;
Aunque contra mí se levante guerra,
Yo estaré confiado.
4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré;
Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
Me ocultará en lo reservado de su morada;
Sobre una roca me pondrá en alto.
6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.
7 Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo;
Ten misericordia de mí, y respóndeme.
8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro.
Tu rostro buscaré, oh Jehová;
9 No escondas tu rostro de mí.
No apartes con ira a tu siervo;
Mi ayuda has sido.
No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.
10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
Con todo, Jehová me recogerá.
11 Enséñame, oh Jehová, tu camino,
Y guíame por senda de rectitud
A causa de mis enemigos.
12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos;
Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad.
13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová
En la tierra de los vivientes.
14 Aguarda a Jehová;
Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
Sí, espera a Jehová.
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Comentario al Salmo 27
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Hay quienes piensan que David redactó este salmo antes de subir al trono, y hay versiones
que añaden: «antes de ser ungido». Pero David fue ungido tres veces (1 S. 16:13; 2 S. 2:4;
5:3). Los judíos sostienen que lo escribió cuando ya era viejo, con ocasión del gran servicio
que le prestó Abisay al socorrerle contra el ataque del gigante (2 S. 21:16, 17). Nada se sabe
de cierto, pero lo importante es que, en él, da expresión David a los sentimientos piadosos
con que los hijos de Dios acuden a su Padre, especialmente en tiempos de apuro. I. El coraje
y la santa osadía de la fe de David (vv. 1-3). II. El placer que sentía en la comunión con su
Dios y los beneficios que experimentaba en ella (vv. 4-6). III. Su deseo de Dios, de su favor y
gracia (vv. 7-9, 11, 12). IV. Lo que esperaba de Dios y el ánimo que da a otros para que
esperen también en Dios (vv. 10, 13, 14).
Versículos 1-6
1. Con qué fe tan viva canta David victoria en su Dios y se gloria en su santo nombre. (A)
«Yahweh es mi luz» (v. 1). Los súbditos decían que David era la antorcha de Israel (2 S.
21:17). Y por cierto que era una lámpara que ardía y alumbraba (in. 5:35); pero él confiesa
que su luz no es propia como la de! sol, sino prestada como la de la luna, ya que Yahweh era
su luz, metáfora que aquí significa protección y ayuda (comp. 4:7; 36:10; 43:3; 44:4; Is.
60:!), ene! mismo sentido en que la luz expulsa la ansiedad que causan las tinieblas con sus
peligros reales o imaginarios. (B) « Y mi salvación, en el que me siento seguro y a salvo de
todo peligro. »(C) « Yahweh es el baluarte de mi vida, no sólo el protector de mi vida
expuesta a peligros, sino también la fuerza de mi debilidad.»
2. Con qué valentía tan indomable se enfrenta con sus enemigos; no hay bravura como la
que la fe proporciona. Si Dios está con él, ¿quién podrá estar contra él? «De quién temeré?...
¿De quién he de atemorizarme? Véase cómo describe el asalto y el fracaso de sus enemigos
(v. 2):
«Cuando se abalanzaron sobre milos malhechores para comerse mi carne, mis adversarios y
los que me son hostiles, tropezaron y cayeron» (lit.). No dice que El los matase o los hiriese y
que por eso habían caído, sino que, por la intervención divina protectora, se habían
debilitado y aturdido de tal forma que tropezaron y cayeron sin que los tocase mano de
hombre. Así se explica la confianza con que habla en el v. 3: «Aunque un ejército acampe
contra mí, no temerá mi corazón. » No hay huestes que puedan hacernos daño, si Yahweh de
las huestes nos protege. «Aunque contra mí se levante guerra, en medio de ésta yo estoy
confiado» (v. 3b. Lit.). Bien puede estar confiado, pues Dios le esconderá y ocultará (v. 5),
no en el desierto de En-gadi (1 S. 23:29), sino en lo reservado de su morada, en su
tabernáculo. No lo esconderá en un lugar subterráneo, sino bien alto, sobre una roca, donde
no sólo no le puedan alcanzar los dardos de sus enemigos, sino también donde estará
exaltado para dominarlos y reinar sobre ellos, pues «allí levantará mi cabeza sobre mis
enemigos que me rodean» (v. 6).
3. Con qué fervor ora a fin de mantener íntima y constante comunión con Dios en la
celebración de los servicios del santuario (v. 4).
(A) Lo único que desea es: «reposar en la casa de Yahweh todos los días de mi vida» (v. 4).
Los sacerdotes tenían su residencia en los atrios del pueblo, y allí habría deseado David tener
también su morada habitual. Todos los buenos hijos de Dios desean vivir en casa de su Padre
¿en dónde, si no, habrían de vivir? ¿Pensamos que alabar a Dios será la bendición de nuestra
eternidad? Entonces, de seguro que habríamos de hacer de ello la ocupación primordial de
nuestra vida terrenal.
(B) Con qué interés desea eso: «Una sola cosa he pedido a Yahweh, y la buscaré con
empeño» (lit.). Si necesitásemos pedir a Dios una sola cosa, debería ser ésta. David tenía
puesto el corazón en ella más que en ninguna otra. Quería vivir en la casa de Yahweh «para
contemplar la deleitosidad (lit.) de Yahweh y para inquirir en su templo». Lo amable, lo
hermoso, lo deleitoso de Dios es su santidad (110:3. Por eso, la frase «la hermosura de la
santidad» significa la belleza de los sagrados arreos con que los sacerdotes se vestían y
oficiaban en el santuario —nota del traductor), y también lo es su bondad (Zac. 9:17). La
armonía de todas las perfecciones divinas es la hermosura de su naturaleza. En la casa de
Yahweh no había de pasar apuros; allí estuvo escondido durante seis años Joás, descendiente
de David, no sólo preservado de la espada, sino reservado para la corona (2 R. 11:3). Los
falsos amigos de Nehemías también pensaban que estaría seguro si se escondía en el templo
(Neh. 6:10). Con todo, la seguridad de los buenos creyentes no está en el templo del Señor,
sino en el Señor del templo y en una constante comunión con El.
Versículos 7-14
En estos versículos expresa David:
1. Sus deseos y aspiraciones hacia Dios; y lo hace por medio de muchas peticiones. Ya que
no puede vivir de continuo en la casa de Yahweh, al menos hallará, mediante la oración, un
camino que le dé acceso al trono de la gracia (v. 7): «Oye, oh Yahweh, mi voz con que a ti
clamo, pues sale de! fondo de mi corazón. » Si oramos con fe, sin duda nos responderá Dios.
David apoya su petición en el precepto de buscar el rostro de Dios (y. 8): «Cuando tú dices:
Buscad mi rostro, responde mi corazón: Tu rostro buscaré, oh Yahweh. » Es de notar que las
tres primeras palabras están ausentes (por elipsis comprensible) del original y, para que se
vea la solicitud con que David está presto a buscar el rostro de Dios, el original dice
textualmente: «A ti (o de ti) ha dicho mi corazón:
"Buscad mi rostro." Tu rostro, oh Yahweh, buscaré. » Es como si su corazón le estuviese
predicando continuamente el mensaje del Señor (v. 24:6; 105:4; Am. 5:6) de buscarle. Aquí,
como se ve comparando este versículo con el siguiente, buscar el rostro de Yahweh equivale
a pedirle auxilio. Parece reconocer que no merece este socorro, pero, confiado en la ayuda
que otras veces le ha prestado: Mi ayuda has sido (v. 9), le ruega: «No rechaces con ira a tu
siervo... No me dejes ni me desampares; no retires de mí las operaciones de tu poder, pues
quedare desvalido, ni me retires las señales de tu buena voluntad hacia mí, pues quedare
desconsolado.» Y, más tarde (v. 11): «Enséñame, oh Yahweh, tu camino. Dame a entender el
sentido de tus providencias, a fin de poder caminar rectamente y con seguridad, sin
perplejidades.» Pide ser guiado por senda llana (lit. v. 26:12), donde no haya peligro de
resbalar o tambalearse, a causa de sus enemigos, o mejor, de los que le observan
acechándole. Pide también (v. 12) que no le entregue a la voluntad de sus enemigos, pues se
han levantado contra él testigos falsos y los que respiran crueldad (comp. con Hch. 9:1).
Sabe muy bien que sólo Dios puede sacarle de este grave aprieto.
2. Su dependencia de Dios y su plena confianza en El: «Aunque (falta la partícula, pero ése
es el sentido de la frase) mi padre y mi madre me abandonasen, los más íntimos allegados
que tengo en este mundo y de los que con mayor motivo habría de esperar ayuda y consuelo,
con todo, Yahweh me recogerá (o cuidará de mí).» Creía también y esperaba ver la bondad
de Yahweh en la tierra de los vivientes (v. 13). El texto hebreo del v. 13 comienza así
literalmente: «A menos que (esta partícula está muy puntuada en el texto masorético, lo cual
indica que su sentido es muy problemático —nota del traductor) hubiese yo creído que, etc. »
Es cosa segura que se trata de un caso de elipsis, por lo que las versiones suplen al principio:
«Habría yo desmayado (o desesperado). «La tierra de los vivientes» no es aquí el Cielo, como
se ha interpretado desde antiguo, sino este mundo, en oposición a los que bajan al Seol
(116:6; 142:5). Ciertamente puede acomodarse devocionalmente al Cielo, donde se halla el
lugar de los que viven para siempre, pues este mundo es más bien la tierra de los que
mueren. No hay nada como la esperanza de la vida eterna para preservarnos de desmayar
ante las calamidades del tiempo presente. Termina David el salmo expresando su confianza
en Dios. No se dirige a otras personas; es una auto exhortación que resume el tema de todo
el salmo; «Espera en Llague; ten valor y esfuércese tu corazón (el verbo está en 3 a persona
del singular —nota del traductor—; por lo que hay quienes traducen: «y El—Dios-— reforzará
tu corazón») y espera (lit.) en Yahweh. » Quienes esperan en Dios tienen buen motivo para
ser valientes

Salmos 28 (RV60)-Plegaria pidiendo ayuda, y alabanza por la respuesta


Salmo de David.
1 A ti clamaré, oh Jehová.
Roca mía, no te desentiendas de mí,
Para que no sea yo, dejándome tú,
Semejante a los que descienden al sepulcro.
2 Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti,
Cuando alzo mis manos hacia tu santo templo.
3 No me arrebates juntamente con los malos,
Y con los que hacen iniquidad,
Los cuales hablan paz con sus prójimos,
Pero la maldad está en su corazón.
4 Dales conforme a su obra, y conforme a la perversidad de sus hechos;
Dales su merecido conforme a la obra de sus manos.
5 Por cuanto no atendieron a los hechos de Jehová,
Ni a la obra de sus manos,
El los derribará, y no los edificará.
6 Bendito sea Jehová,
Que oyó la voz de mis ruegos.
7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo;
En él confió mi corazón, y fui ayudado,
Por lo que se gozó mi corazón,
Y con mi cántico le alabaré.
8 Jehová es la fortaleza de su pueblo,
Y el refugio salvador de su ungido.
9 Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad;
Y pastoréales y susténtales para siempre.
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Comentario al Salmo 28
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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En la primera parte de este salmo, David, con tono de lamento, pide a Dios que le libre del
acoso de sus enemigos (vv. 1-3), para los que predice el justo castigo de Dios por la maldad
de ellos (vv. 4, 5). En la segunda parte, David prorrumpe en un cántico de acción de gracias al
Señor por la liberación obtenida (vv. 6-8), terminando con una oración profética a favor del
pueblo de Dios (v. 9).
Versículos 1-5
Vemos aquí a David ocupado en una ferviente oración.
1. Ruega a Dios que le escuche y le responda en el aprieto en que se encuentra (vv. 1, 2): «A
ti clamaré (es decir, estoy clamando), oh Yahweh, roca mía (denotando su fe en el poder
protector de Dios), como quien se halla en grave aprieto, presto a hundirse, a menos que tú
acudas enseguida con el oportuno socorro; no te desentiendas de mí (lit, no te hagas el sordo
a mí), semejante a los que bajan a la fosa (hebr. bor); si tú me dejas, estoy perdido. Estoy
alzando mis manos hacia tu santo templo (lit. hacia el oráculo de tu santidad), para recibir de
allí una respuesta de paz.)) Vemos aquí que el Lugar Santísimo es llamado «oráculo», porque
allí estaba el propiciatorio, y Yahweh que mora entre los querubines, se dirigía desde allí a su
pueblo (Nm. 7:89). Esto era tipo de Cristo, y a El es a quien hemos de levantar nuestros ojos,
nuestras manos y nuestro corazón, puesto que mediante El nos vienen de parte de Dios todos
los bienes de que disfrutamos.
2. Mediante una imprecación (o mejor, predicción) declara el final funesto de los malvados,
a la vez que pide no correr la misma suerte que ellos (vv. 3, 4): «No me arrebates juntamente
con los malos, y con los que hacen iniquidad. Atiéndeme, Señor, desde tu santo lugar, y no
me dejes a merced de ellos ni de mí mismo, no sea que yo llegue a usar para mi salvaguardia
los mismos medios engañosos y traicioneros que ellos usan para mi ruina. » «Dales conforme a
sus obras (v. 4), como se merecen. » No es éste un lenguaje de pasión o venganza, sino más
bien de profecía y de aborrecimiento del pecado. Con todo, estas expresiones están todavía
muy lejos del espíritu del Nuevo Testamento (comp. con Mt. 5:44-48; Ro. 12:19-21; 1 P. 3:9,
etc.).
3. Predice la destrucción de sus enemigos, por haber éstos despreciado a Dios (v. 5): «Por
cuanto no consideran las acciones de Yahweh ni la obra de sus manos, Ellos derribará y no los
edificará» (nótese el contraste con Jer. 24:6). Aquí tenemos, no una imprecación, sino un
anuncio. Los hombres niegan o ponen en duda el ser y las perfecciones de Dios por no
considerar debidamente las obras de Dios, las cuales declaran su gloria.
Versículos 6-9
1. David prorrumpe ahora en acción de gracias a Dios. Con fe había orado: «Oye la voz de mis
ruegos» (V. 2); y con la misma fe le da gracias, porque «oyó la voz de mis ruegos» (V. 6).
Quienes oran con fe, podrán regocijarse en la esperanza. Lo que obtenemos con la oración, lo
hemos de llevar con gratitud.
2. Se anima a sí mismo a esperar que Dios completará todo lo que está haciendo a su favor.
Este es el correcto método para adquirir la paz: comenzar con alabanza, la cual está al
alcance de nuestras manos. Declara luego (v. 7) su experiencia de los beneficios que le ha
reportado su dependencia de Dios: «En El confío mi corazón y fui socorrido. Confié en su
poder y en su promesa, y no he quedado decepcionado, pues Dios me ha dado a su debido
tiempo, no sólo el socorro que le pedí, sino también la gracia de confiar en El, lo que me ha
ayudado a sostenerme y me ha preservado de desmayar (27:13). Por lo que exulta de gozo mi
corazón.»
3. Se satisface con el interés que todos los buenos tienen en Dios (v. 8): « Yahweh es la
fortaleza (es decir, la fuerza) de su pueblo; no sólo mía, sino de todo creyente. » Así es como
tenemos comunión con todos los santos en todas las cosas santas, ya que Dios es nuestra
fuerza así como la de ellos, pues Jesucristo es Señor de ellos y nuestro (1 Co. 1:2).
4. Concluye con una breve, pero ferviente, oración por el pueblo de Dios (v. 9). Ora por
Israel, no como pueblo suyo, sino de Dios, y pide a Dios: (A) Que les salve de sus enemigos;
(B) Que les bendiga con toda clase de bienes; (C) Que los apaciente: que los nutra y dirija; y
(D) Que los conduzca para siempre: que les preserve de todo mal, no sólo para el momento
presente, sino a lo largo de los siglos, hasta el fin.

Salmos 29 (RV60)-Poder y gloria de Jehová


Salmo de David.
1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
Dad a Jehová la gloria y el poder.
2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.
3 Voz de Jehová sobre las aguas;
Truena el Dios de gloria,
Jehová sobre las muchas aguas.
4 Voz de Jehová con potencia;
Voz de Jehová con gloria.
5 Voz de Jehová que quebranta los cedros;
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.
6 Los hizo saltar como becerros;
Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos.
7 Voz de Jehová que derrama llamas de fuego;
8 Voz de Jehová que hace temblar el desierto;
Hace temblar Jehová el desierto de Cades.
9 Voz de Jehová que desgaja las encinas,
Y desnuda los bosques;
En su templo todo proclama su gloria.
10 Jehová preside en el diluvio,
Y se sienta Jehová como rey para siempre.
11 Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.
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Comentario al Salmo 29
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Es probable que David compusiera este salmo con ocasión de una tempestad de truenos,
relámpagos y lluvia, así como el salmo 8 era una meditación a la luz de la luna, y el salmo 19
otra meditación en una mañana soleada. I. Convoca primero a los grandes del mundo a dar
gloria a Dios (vv. 1, 2). II. Para convencerles de la bondad del Dios a quien debían adorar,
hace notar su poder en los truenos, los relámpagos y la lluvia de una tempestad (vv. 3-9), su
dominio soberano sobre el Universo (v. 10), y las bendiciones especiales que otorga a su
pueblo (v. 11).
Versículos 1-11
I. David demanda a los grandes de la tierra que rindan homenaje al gran Dios, aunque la
expresión «hijos de Dios» apunta, con la mayor probabilidad —nota del traductor— a los
ángeles; no carece, sin embargo, de probabilidad la opinión de que podría aplicarse (a la vista
del v. 2b) a los sacerdotes en la celebración de sus servicios en el templo, englobando quizás
a toda la congregación de Israel. «Dad a Yahweh la gloria y el poder» (v. 1b) no quiere decir
que se le haya de dar a Dios algo que no tiene, sino el reconocimiento de que a El le
pertenecen, como expresa explícitamente la primera parte del v. 2 (comp. con Ap. 4:11;
5:13). Como diciendo: « Dadle vuestras coronas; arrojadlas a sus pies (Ap. 4:10); ponedlo todo
en manos de El, a fin de que, al usarlo vosotros, lo hagáis para alabanza de su nombre. » Lo
que se dice aquí a ellos (v. 2b):
«Adorar a Dios», a todos se dice, pues es la suma y el compendio del evangelio eterno (Ap.
14:6, 7). El verdadero culto a Dios consiste en rendirle la gloria debida a su nombre. «En la
hermosura majestuosa de su santidad» (comp. con 1 Cr. 16:29) es una expresión de la belleza
del santuario y de los servicios celebrados en El con el ceremonial y los bellos ropajes con que
los sacerdotes se vestían. Cuando las reuniones que celebramos los creyentes congregados en
la presencia del Señor se contemplan con los ojos de la fe, se palpa la belleza que hay en la
santidad.
II. Las buenas razones que David usa al hacer esa demanda:
1. La majestad y autosuficiencia que se implican en el nombre de «Yahweh.» Nada menos
que 18 veces se repite este nombre en el salmo (¡en sólo 11 versículos!).
2. Su soberanía sobre todas las cosas. El salmista declara aquí el dominio de Dios:
(A) En el reino de la naturaleza. En los maravillosos efectos de las causas naturales y en las
operaciones de los poderes de la naturaleza. El que truena es el Dios de la gloria (v. 3); tanto
es así que al trueno se le llama aquí «voz de Yahweh» nada menos que siete veces (vv. 3,4 —
dos veces—, 5, 7, 8, 9). Todo el que oye el trueno debe reconocer que es «la voz de Yahweh
con majestad» (v. 4b. Lit.). Si su voz es tan terrible, ¿qué será su brazo? Esa voz de Yahweh,
que es el trueno, es tan fuerte que quebranta y desgaja los cedros del Líbano (v. 5), los
cuales eran ejemplo de derechura, robustez y altura entre todos los cedros del país. Por
supuesto, se ha de entender que, con la voz del trueno, iban los demás elementos de la
tempestad: el rayo, el huracán y hasta las sacudidas de la tierra que hacían temblar los
montes (v. 6) y el desierto (v. 8); fenómenos todos que, a lo largo de la Biblia, expresan
simbólicamente una actuación extraordinaria del poder de Dios (esto explica su mención —o
de señales análogas— en varios lugares de Ap. y hasta en Hch. 2:20). «Siryón» (y. 6b) es el
nombre sidonio del Monte Hermón (Dt. 3:9), en la frontera de Israel. No faltan eruditos que
opinan que se ha perdido una primera parte del v. 7, al constar sólo de un estico. «Voz de
Yahweh que corta (lit.; hebr. jotseb —participio) llamas de fuego» (v. 7), refiriéndose
gráficamente al zigzaguear de los relámpagos. El v. 9 resulta algún tanto dudoso en la forma
en que nos ha llegado. El texto actual dice literalmente en su 1." parte: «Voz de Yahweh que
hace parir (acelera el parto) a las ciervas y desnuda los bosques. El sentido es: La tempestad
que Dios envía causa tal terror a los animales del bosque que huyen espantados de allí,
dejándolo «desnudo», es decir, sin animales.
(B) En el reino de la providencia (v. 10): «Yahweh está entronizado sobre el diluvio, y se
sienta Yahweh como rey para siempre. » Las olas y mareas, las agitaciones y revoluciones de
este mundo, por grandes y terroríficas que sean, no perturban en modo alguno el poder y el
reposo de la Mente Eterna ni son capaces de sacudir ninguno de los designios de Dios. La
administración de su reino se ajusta a sus eternos designios. Nada lo expresa mejor que el
vocablo «diluvio», el cual aparece únicamente aquí y en los caps. 6 al 11 del Génesis, como
hace notar Ryrie. Por consiguiente, David parece referirse aquí a la mayor catástrofe que
hasta entonces había experimentado la humanidad.
(C) En el reino de la gracia. Aquí es donde más resplandece el brillo de la gloria de Dios (v.
9b): «En su templo, todo proclama su gloria. » Allí, donde su pueblo se reúne para cantar sus
alabanzas, todo proclama la gloria del Señor. Todas las obras de Yahweh le alaban, pero sólo
sus santos le bendicen (145:10), es decir, sólo ellos pueden expresar conscientemente, y
poner en palabras con sentido, las alabanzas que, de forma callada e inconsciente, le tributa
la naturaleza. El v 11 parece una aclamación comunitaria. Dice Arconada: «Pudo cantarla el
pueblo, pudo ser pronunciada por los sacerdotes a modo de bendición o puede tratarse de
una consideración redaccional del autor del salmo. » La «fuerza» sirve para dar vigor al
pueblo de Dios, a fin de que puedan dedicarse a toda obra buena y hacer frente a todo mal;
la «paz» es el conjunto de bienes que Dios dispensa a los suyos.

Salmos 30 (RV60)-Acción de gracias por haber sido librado de la muerte


Salmo de David, cantado en la dedicación de la Casa.
1 Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado,
Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí.
2 Jehová Dios mío,
A ti clamé, y me sanaste.
3 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol;
Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.
4 Cantad a Jehová, vosotros sus santos,
Y celebrad la memoria de su santidad.
5 Porque un momento será su ira,
Pero su favor dura toda la vida.
Por la noche durará el lloro,
Y a la mañana vendrá la alegría.
6 En mi prosperidad dije yo:
No seré jamás conmovido,
7 Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte.
Escondiste tu rostro, fui turbado.
8 A ti, oh Jehová, clamaré,
Y al Señor suplicaré.
9 ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura?
¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad?
10 Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí;
Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
12 Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.
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Comentario al Salmo 30
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Es éste Un salmo de acción de gracias por las grandes liberaciones que Dios había concedido
a David. No sabemos en qué ocasión lo redactó (M. Henry piensa —nota del traductor— que
fue cuando dedicó David su casa de cedro). I. Alaba a Dios por haberse recobrado, al parecer,
de una enfermedad (vv. 1-3). II. Convoca a otros para que también alaben a Dios (vv. 4, 5).
III. Se reprocha a sí mismo el haber confiado en otro tiempo en su propia seguridad (vv. 6, 7).
IV. Recuerda las oraciones y quejas que había proferido en su apuro (vv. 8-10). V. Se estimula
a sí mismo a ser muy agradecido a Dios por el cambio favorable que ahora experimenta (vv.
11, 12).
Versículos 1-5
Era costumbre laudable entre los judíos, no expresamente mandada, pero permitida y
aceptada, cuando construían una casa, dedicarla a Dios, según el significado del verbo
empleado en Dt. 20:5. Así lo hizo David cuando quedó edificada su casa y tomó posesión de
ella (2 S. 5:11). El título del salmo dice textualmente: «Salmo, un cántico de la dedicación de
la casa, de David. » Ha de leerse —nota del traductor— conforme a la forma en que el título
aparece en nuestra Reina-Valera, según la puntuación que hago, clarísima en el vocablo
hebreo «leDavid» = Salmo de David, no «Casa de David.» La casa en cuestión es, sin duda
alguna, la de Yahweh, es decir, el templo. Esto no obsta para que, en sentido devocional,
dediquemos también nuestras casas al Señor, a fin de que El las bendiga, juntamente con los
miembros de nuestra familia, como pequeños santuarios, donde se bendice, se ora y se sirve
al Señor.
1. David da gracias a Dios por haberle recobrado la salud (o haberle librado de cualquier otro
peligro de muerte): «Te ensalzaré, oh Yahweh. (v.1). Te alabaré y pondré muy en alto tu
nombre, oh Señor, pues a ti clamé (v. 2), y no sólo me oíste, sino que me sanaste; sanaste mi
cuerpo destemplado, mi mente intranquila y mi espíritu turbado. Había llegado a tal
extremo, oh Señor, que me veía ya a las puertas de la muerte, casi entre los muertos (v. 3),
pero tú hiciste subir mi alma del Seol, no dejaste que bajara allá cuando me hallaba ya "con
un pie en la sepultura". » Una vida rescatada del sepulcro debería ser vivida en continua
acción de gracias a nuestro Padre.
2. Convoca a otros a que se unan a él en las alabanzas a Dios (v. 4):
«Cantad a Yahweh, vosotros sus santos (hebr. jasidim, sus devotos, sus verdaderos
adoradores —22:24—, todos los justos: 97:12), y celebrad la memoria de su santidad (lit.)», es
decir, el recuerdo de su santo nombre. Ciertamente es digno de toda alabanza el Dios cuya
ira dura sólo un momento, mientras que su favor dura toda la vida (v. 5); por eso, continúa el
versículo con imágenes de extraordinaria belleza, «en la tarde pernoctará el llanto (lit.),
como huésped viajero que se queda alojado una sola noche, pero a la mañana gritos (lit.) de
júbilo que perdura» (comp. (v. 11). Viene a la mente —nota del traductor— la definición que
daba nuestra Teresa de Avila de esta vida: «Es una mala noche en una mala posada.»
Versículos 6-12
Viene ahora una referencia de David a tres estados diferentes por los que había pasado, y a
la forma en que había reaccionado su corazón hacia Dios en cada uno de ellos.
1. «En mi prosperidad, cuando yo estaba sano, tranquilo y sin problemas, pues Dios me había
dado reposo de todos mis enemigos, dije yo (enfático en el original): No seré jamás
zarandeado; me hallo a salvo de todo peligro por mi propia situación.» Pensaba que su
prosperidad estaba tan fija y segura como una montaña (v. 7): «Porque tú, Yahweh, con tu
favor me afianzaste como monte fuerte. » No hace de ese « monte » su cielo, como hacen los
mundanos, quienes hacen de su prosperidad material toda su felicidad, sino meramente un
«monte»; todavía es tierra, aunque un poco más alta que el nivel ordinario.
2. Pero, de pronto, le sobrevino la aflicción y entonces (v. 8): «A ti, oh Yahweh, clamé, y al
Señor (hebreo, Adonay), a mi Soberano Dueño, supliqué. » Clamó ansiosamente en petición
de alivio y socorro. Su monte había sido sacudido y, con el monte, él, ya que Dios había
escondido su rostro, y David quedó desconcertado (v.7b). Si Dios esconde su rostro, el hombre
queda turbado y desconcertado, aun cuando no le suceda ninguna otra calamidad; cuando se
pone el sol, de cierto viene la noche; la luna y todas las estrellas del firmamento juntas no
pueden tornar la noche en día. Cuando fue sacudido su monte, alzó David su mirada por
encima de los montes. «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración», dice Santiago
(Stg. 5:13). Al esconderse el rostro de Yahweh, se hizo más vehemente la plegaria de David
(v.9): «¿Qué provecho sacas de mi muerte (lit, de mi sangre) cuando descienda a la
sepultura?» —dice, dando a entender que de buena gana moriría, si de ello se le hubiese de
seguir a Dios o a su país algún beneficio (comp. con Fil. 2:17), pero no veía cómo podía
seguirse ningún bien de su muerte en el lecho de la enfermedad, en vez de morir en el lecho
del honor. « ¿Te alabará el polvo?», añade; es decir, el sepulcro. ¡No! Ni le pueden alabar, ni
pueden declarar la verdad de Dios los muertos.
3. A su debido tiempo, Dios le sacó del aprieto y le restauró a su anterior prosperidad. Sus
oraciones fueron respondidas y su lamento fue cambiado en danza. 11). ¿Y cuáles eran sus
sentimientos al ver el dichoso sesgo que había tomado ahora su situación? Nos lo dice: «A fin
de que (final; o: «de forma que» consecutivo) mi alma (lit) mi gloria; probablemente, mi
lengua que ensalza tu gloria) te cante y no esté callada» (v.12). Paralelismo de sinonimia).
Sus quejas se han convertido en alabanzas, con intención de que éstas continúen por siempre.
De aquí hemos de aprender a acomodarnos a las diferentes circunstancias en que nos pone la
providencia de Dios.

Salmos 31 (RV60)-Declaración de confianza


Salmo de David.
1 En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás;
Líbrame en tu justicia.
2 Inclina a mí tu oído, líbrame pronto;
Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.
3 Porque tú eres mi roca y mi castillo;
Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.
4 Sácame de la red que han escondido para mí,
Pues tú eres mi refugio.
5 En tu mano encomiendo mi espíritu;
Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.
6 Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias;
Mas yo en Jehová he esperado.
7 Me gozaré y alegraré en tu misericordia,
Porque has visto mi aflicción;
Has conocido mi alma en las angustias.
8 No me entregaste en mano del enemigo;
Pusiste mis pies en lugar espacioso.
9 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia;
Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.
10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar;
Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido.
11 De todos mis enemigos soy objeto de oprobio,
Y de mis vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos;
Los que me ven fuera huyen de mí.
12 He sido olvidado de su corazón como un muerto;
He venido a ser como un vaso quebrado.
13 Porque oigo la calumnia de muchos;
El miedo me asalta por todas partes,
Mientras consultan juntos contra mí
E idean quitarme la vida.
14 Mas yo en ti confío, oh Jehová;
Digo: Tú eres mi Dios.
15 En tu mano están mis tiempos;
Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores.
16 Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo;
Sálvame por tu misericordia.
17 No sea yo avergonzado, oh Jehová, ya que te he invocado;
Sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol.
18 Enmudezcan los labios mentirosos,
Que hablan contra el justo cosas duras
Con soberbia y menosprecio.
19 ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen,
Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!
20 En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre;
Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas.
21 Bendito sea Jehová,
Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada.
22 Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos;
Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba.
23 Amad a Jehová, todos vosotros sus santos;
A los fieles guarda Jehová,
Y paga abundantemente al que procede con soberbia.
24 Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová,
Y tome aliento vuestro corazón.
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Comentario al Salmo 31
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Es probable que David compusiese este salmo cuando era perseguido por Saúl, ya
sea en lo de Queilá, o en el desierto de Maón cuando Saúl iba por una ladera del
monte, y David y los suyos iban por la otra (1 S. 23:13, 26). Es una mezcla de
plegarias, alabanzas y profesiones de confianza en Dios. I. David expresa su
gozosa confianza en Dios y, con esta confianza, ruega ser librado del apuro
presente (vv. 1-8). II. Se queja de la deplorable condición en que se halla, pero
sigue orando para que Dios se manifieste a favor de él y en contra de sus
perseguidores (vv. 9-18). III. Concluye el salmo con alabanzas y expresiones de
triunfo, dando gloria a Dios y animándose a sí mismo, y también a otros, a poner
su confianza en Dios (vv. 19-24).
Versículos 1-8
Vemos que la fe y la oración deben ir de la mano. David, en su apuro, ora
fervientemente a Dios para que le socorra y alivie; que, como Justo Juez, le libre
de sus perseguidores, no sólo por misericordia, sino también por justicia. También
ora que le libre cuanto antes, no sea que, si se demora demasiado su liberación,
desfallezca su fe: «...líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte y ciudadela para
salvarme.» Dios es una ciudadela inexpugnable para los que ponen su confianza en
El. Y añade (v. 3): «...Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.» Quienes
están decididos a seguir la dirección de Dios, bien pueden orar con fe de que de
cierto la han de conseguir.
2. En su oración, glorifica a Dios al repetir su profesión de total confianza en El y
de absoluta dependencia de El: «En ti, oh Yahweh, he confiado, no en mí ni en
ninguna otra criatura; no sea yo confundido jamás, no quede yo decepcionado por
faltarme la ayuda que me has prometido» (v. 1). «Sé tú mi roca» (v. 2); «Tú eres
mi roca» (v. 3). Dice Delitzsch: ((Esta es la lógica de toda oración de fe.» Si
creemos firmemente que Dios es nuestra fuerza y nuestro apoyo en todas las
circunstancias, bien podemos orar con toda confianza que nos ayude y socorra. En
virtud de la misma lógica de la fe, David dice a Dios (v. 5): «En tus manos
encomiendo mi espíritu», sabiendo que su vida y todos sus asuntos en este mundo
estaban así en buenas manos. El hecho de que el Señor Jesucristo repitiese esa
misma frase (Lc. 23:46) demuestra que tenía en su mente este salmo cuando se
hallaba expirando en la cruz.
3. Desecha David toda complicidad con los idólatras, pues a ellos se refiere en el
v. 6: «Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias (lit. ídolos de inutilidad).
»
4. Declara enfáticamente que Dios es su única esperanza (v. 6):
«Mas yo (enfático en el hebreo) en Yahweh he esperado» y, por eso, se goza y se
alegra en su misericordia (v. 7).
5. Se anima a conservar esta esperanza, basado en las experiencias que del favor
de Dios ha tenido recientemente (vv. 7, 8): «...Porque has visto mi aflicción, sabio,
condescendiente y compasivo para darte cuenta del aprieto en que se hallaba tu
siervo, has conocido mi alma en angustias, esto es, en estrechura, con tierno
interés por mí. No me has dejado encerrado (lit. ¡Este es el verdadero significado
del verbo griego "enkatélipes"? del grito de Jesús en Mt. 27:46; Mr. 15:34!) en
manos del enemigo, sino que pusiste mis pies en lugar espacioso, con libertad de
movimientos», en contraste con el «encerrado» de la primera parte del versículo.
Versículos 9-18
En los versículos anteriores, David había apelado a la justicia de Dios; aquí apela a
su misericordia, pues su propia miseria es terrible, lo cual hace de su caso un
objeto apropiado de la misericordia divina.
1. Su queja del aprieto en que se encuentra (v. 9): «Ten misericordia de mí, oh
Yahweh, porque estoy en angustia.» Sus aflicciones le habían convertido en «varón
de dolores». Hemos de pensar que su situación era de veras grave, ya que, por su
natural alegre y fuerte, por su genio musical y su osadía para las aventuras más
peligrosas, David no era inclinado al desánimo ni a la aprensión. Sin embargo, le
vemos aquí apocado y pesimista, debido a la inquina de sus enemigos y a la
insinceridad de muchos de sus amigos. Leyendo los vv. 9-13, parece que estamos
escuchando los lamentos mismos de Job o de Jeremías.
2. Su confianza en Dios en medio de su aflicción. Todo aparecía oscuro y
deprimente en derredor de él: «Mas yo en ti confío, oh Yahweh» (v. 14), dice él.
Eso es bastante para impedir que se hunda. Sus enemigos le habían despojado de
la reputación que tenía entre los hombres, pero no le habían podido arrebatar su
confianza en Dios. « Yo digo: Tú eres mi Dios, pues yo te he escogido por Dios mío,
y tú me has prometido ser mi Dios.» «En tu mano están mis tiempos, mi destino y
las circunstancias todas de mi vida» (v. 15). Si se une esto con lo de «tú eres mi
Dios» (v. l4b), tenemos una fuente perfecta de consuelo. Si Dios tiene en sus
manos nuestro destino, puede ayudarnos; y si es nuestro Dios, querrá ayudarnos;
y entonces, ¿qué podrá desanimarnos?
3. Sus peticiones a Dios, con esa fe y esa confianza que muestra. Nuestras
oportunidades y nuestras circunstancias están en las manos de Dios y, por
consiguiente, El sabe cómo escoger lo mejor y más oportuno y conveniente para
nuestra liberación; debemos, pues, estar dispuestos a esperar el tiempo que Dios
tenga señalado. Cuando David tuvo a Saúl a merced de su mano en la cueva, los
que estaban con David le dijeron:
«He aquí el día de que te dijo Yahweh: He aquí que entrego a tu enemigo en tu
mano, etc.» (1 S. 24:4). « ¡No!, vino a decir David, no ha llegado el día de mi
liberación mientras ésta no pueda ser llevada a cabo sin pecado, y yo voy a esperar
hasta ese día, pues ése será el tiempo de Dios, que es el mejor tiempo. » Ahora
pide David en especial que Dios tape la boca a los que reprochan y calumnian al
pueblo de Dios (v. 18): «Enmudezcan los labios mentirosos, que profieren
insolencias contra el justo, con soberbia y menosprecio. » Es de suponer que ellos
no consideraban pecado decir una mentira deliberada, si eso podía servir para
exponer a una persona piadosa al odio y al menosprecio.
Versículos 19-24
1. David reconoce la bondad de Dios hacia su pueblo en general (vv. 19, 20). Dios
es bueno para todos (145:9), pero es especialmente bueno para su pueblo Israel.
Aquí son descritos como objeto especial de su bondad los que le temen y los que
esperan en El, los que reverencian su majestad y dependen de su gracia; de esta
bondad se nos dice aquí (v. 19) que la ha guardado para ellos y se la ha mostrado,
como quien tiene mucho dinero en el banco, y mucho también a mano. Si lo que
nos está reservado en los almacenes del pacto sempiterno no lo tenemos a mano,
es culpa nuestra por falta de fe. Dios es protector poderoso de su pueblo (v. 20):
«En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre.» La
providencia de Dios los esconde, como en un pabellón sagrado, para tenerlos a
salvo de la malvada persecución de sus enemigos, y tiene muchos medios para
hacerlo. Así escondió Yahweh a Baruc y a Jeremías cuando el rey envió a
prenderlos (Jer. 36:26).
2. David agradece a Dios la bondad que ha tenido para con él en particular (vv.
21, 22): «Porque ha hecho admirable su misericordia para conmigo, ya que ha
hecho por mí mucho más de lo que yo esperaba. » Una preservación especial
demanda una gratitud también especial. En el interior de David había temores
(Decía yo en mi inquietud...»), pero Dios le resultó mejor y más fiel que sus
temores. Aunque flaqueaba la fe de David, no flaqueó la promesa de Dios: «Pero tú
oías la voz de mis ruegos.» Menciona esta debilidad de su fe, para mejor poner de
relieve la admirable fidelidad de Dios, haciendo así que resaltase como admirable la
misericordia de Dios para con él.
3. Con ocasión de esto, exhorta y anima a todos los creyentes (vv. 23, 24):
«Amad a Yahweh, todos vosotros sus santos.» Aunque se supone que los fieles han
de amar a su Dios, se les ha de exhortar a que le amen más y mejor, y a que den
pruebas sinceras de tal amor. Con ese amor, y espoleados por la promesa de Dios
de que les ha de guardar y recompensar, les anima a ser fuertes y valientes en el
servicio del Señor (v. 24):
«Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Yahweh, y tome aliento vuestro
corazón» (v. 27:14). Cualesquiera sean las dificultades que hayamos de arrostrar
en nuestra vida, puede tomar aliento nuestro corazón, sabiendo que el Dios en
quien esperamos, en quien confiamos, fortalecerá, mediante esa confianza, nuestro
corazón.
Salmos 32 (RV60) -La dicha del perdón
Salmo de David.
1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.
10 Muchos dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.
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Comentario al Salmo 32
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo, como dice Ryrie, es probablemente una secuela del salmo 51. Aquí
vemos, I. La gracia del perdón (vv. 1,2), con la protección y la dirección que Dios
otorga al perdonado (vv. 7, 8). II. El deber del hombre: en confesar sus pecados
(vv. 3-5), orar a Dios (v. 6), comportarse como es propio de una persona sensata
(vv. 9, 10) y regocijarse en Yahweh (v. 11).
Versículos 1-6
Este salmo de David es llamado, en su título, rnaskil, que, con la mayor
probabilidad, significa «contemplación», y viene a ser una «meditación sapiencial»,
como la llama Arconada, o, como escribe Ryrie, «probablemente significa poema
contemplativo o didáctico.)) Y, verdaderamente, en ninguna otra cosa tenemos
mayor necesidad de ser enseñados que en la naturaleza de la genuina felicidad o
bienaventuranza. Esta felicidad no consiste en la posesión de los bienes de este
mundo, sino en el favor de Dios: su perdón, su gracia, sus bendiciones espirituales
(Ef. 1:3). Cuando leemos aquí (v. 1): «Bienaventurado aquel a quien es perdonada
su transgresión.», es como si se nos dijera: «El perdón del pecado es el
fundamento de toda bendición del pecador, pues es el privilegio fundamental del
que fluyen todos los demás ingredientes de su verdadera felicidad.» Veamos lo que
David dice aquí:
1. En cuanto a la naturaleza de la remisión del pecado. (A) Es el perdón de la
transgresión (hebr. pesha, rebelión, como puede verse por el verbo
correspondiente—ls. 1:2: «...se rebelaron»). Sin embargo, cuando hay verdadero
arrepentimiento, también la rebelión es perdonada y su castigo es cancelado, de
forma que ya no pesa sobre el pecador la mano de Dios (v. 4). (B) Es una
«cobertura» del pecado (hebr. jattah), de la misma forma en que se cubre la
desnudez, para que no aparezca nuestra vergüenza (Ap. 3:18). Cuando es
perdonado el pecado, es cubierto con la justicia de Cristo (2 Co. 5:2 1). (C) Es no
imputarse la iniquidad (hebr. avón) (v. 2), no tenerse en cuenta al pecador su
maldad. No nos es imputada nuestra iniquidad al ser hechos justicia de Dios en
Cristo (2 Co. 5:2 1), puesto que «Yahweh cargó sobre El la iniquidad (hebr. avón)
de todos nosotros» (Is. 53:6).
2. En cuanto al carácter de aquellos cuyos pecados han sido ya perdonados: «En
cuyo espíritu no hay engaño» (lit. Comp. con Jn. 1:47, donde los traductores del
N.T. al hebreo han vertido por remiyáh —el mismo vocablo que sale aquí— el
griego dolos). No dice: «no hay pecado», sino «no hay engaño»; esto es, no hay
doblez, sino sinceridad, pues, ¿quién hay sin pecado, excepto Cristo? (Ro. 3:9, 10;
in. 8:46; 2 Co. 5:21 «no conoció pecado»; He. 4:15). El pecador perdonado está
de acuerdo con Dios (1 in. 1:9 «confesamos» gr. homologomen = lit, decimos lo
mismo que Dios) en su profesión de arrepentimiento —odio al pecado— y fe —
recepción del Salvador y complacencia en El—. Estos dos primeros versículos están
citados por Pablo en Ro. 4:7, 8. «Mientras callé, se consumieron mis huesos» (v.
3), añade David, aludiendo al tiempo en que no confesaba su pecado (lo hizo tras
la reprensión del profeta Natán, v. 2 5. 12:13 y comp. con v. 5 del presente
salmo). Callan el pecado los que, consciente o inconscientemente, silencian su
convicción desviando la atención a otras cosas, sin descargar su conciencia
mediante una confesión digna de un arrepentido, o prefieren languidecer en su
iniquidad antes que adoptar el único remedio establecido por Dios para hallar el
descanso espiritual y la genuina paz de la conciencia.
3. En cuanto al uso que, por fin, hizo David de ese medio establecido por Dios (v.
5): «Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad.» El pecador inconverso
necesita creer para ser salvo (Hch. 16:31), pero el creyente pecador ha de
confesar (arrepentido, por supuesto) su pecado para ser perdonado (1 in. 1:9).
4. En cuanto a la pronta disposición de Dios a perdonar el pecado a quienes de
veras se arrepienten de él (v. 5b): «Dije: Confesaré mis transgresiones (lit. mi
rebelión; hebr. Peshaí) a Yahweh; y tú perdonaste la maldad (hebr. avón) de mi
pecado (hebr. jattatí).» Como diciendo: «Tan pronto como te confesé mi pecado, tú
me perdonaste y hallé así la paz para mi alma. » Así fue como el padre del pródigo
vio y reconoció a su hijo cuando aún estaba lejos y corrió a su encuentro para
sellar con un beso el más absoluto perdón (Lc. 15:20). «Por esto orará a ti todo
santo en el tiempo en que puedas ser hallado» (v. 6). Toda persona piadosa es una
persona orante. Tan pronto como Saulo fue convertido, dice el propio Dios: «¡Mira,
está orando!» (Hch. 9:11). Quienes sinceramente abundan en oración, hallarán en
tiempo de apuro el beneficio que de ella se obtiene (v. 6b): «Ciertamente en la
inundación de muchas aguas (lo cual siempre es una terrible amenaza) no llegarán
éstas a él. »
Versículos 7-11
1. Sigue David dirigiéndose a Dios y expresa la confianza que tiene en él y lo que
de él espera (v. 7): «Tú eres mi refugio (lit. escondedero para mí); cuando por fe
acudo a ti, tengo toda la razón posible para sentirme cómodo y fuera del alcance
de cualquier mal que merezca tal nombre; tú me guardarás de la angustia, de su
aguijón y de sus golpes, en la medida en que sea conveniente para mí,
especialmente de la angustia en que me hallaba cuando guardaba silencio» (v. 3).
Cuando Dios nos ha perdonado los pecados, pronto volveremos a estar en deuda
como antes si El nos deja de su mano; por consiguiente, cuando hayamos recibido
el consuelo del perdón, hemos de volar hasta el trono de la gracia de Dios para ser
preservados de volver a caer. « No sólo me guardarás, dice ahora David, sino que
con cánticos de liberación me rodearás; cantando te alabaré por la admirable
liberación que me has proporcionado» (v. 7b). En el v. 8, David cita —respuesta
divina a su oración— palabras de Dios, como se ve por el singular (tres veces
repetido), que contrasta con el plural del v. 9 («No seáis...»). Esta es la opinión de
Arconada, a la que el traductor se adhiere sin dudar, contra lo que opinan otros
autores. Nótese el tono de todo el versículo: «Te haré entender y te enseñaré el
camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos», y comp. con 25:8 y 73:24,
por ejemplo. M. Henry cita, en favor de su punto de vista (que son palabras de
David a otros), Lc. 22:32 y Ec. 1:1, diciendo que es muy propio de los recién
convertidos hacer de predicadores. Esto es muy cierto, pero en opinión del
traductor no tiene validez para el versículo que comentamos.
2. Se dirige después a sus compatriotas, y a los demás hombres, con esta
amonestación (v. 9): «No seáis como el caballo o como el mulo, sin entendimiento,
que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se pueden
dominar (lit. no se acercan a ti).» Es un honor y una dicha para nosotros tener
entendimiento, pues así somos capaces de razonar y ser gobernados por la razón.
Donde hay gracia renovadora (Ro. 12:2) de la mente, no hay necesidad del
cabestro y del freno de la ley. David ofrece esta precaución para que los hombres
no se causen a sí mismos muchos dolores mediante su impiedad (v. 10). Añade a
continuación una palabra de consuelo para los fieles hijos de Dios: «Más al que
espera en Yahweh, le rodea la misericordia», es decir, le protege y consuela por
todos los lados.

Salmos 33 -Alabanzas al Creador y Preservador

1
Alegraos, oh justos, en Jehová;
En los íntegros es hermosa la alabanza.
2
Aclamad a Jehová con arpa;
Cantadle con salterio y decacordio.
3
Cantadle cántico nuevo;
Hacedlo bien, tañendo con júbilo.
4
Porque recta es la palabra de Jehová,
Y toda su obra es hecha con fidelidad.
5
El ama justicia y juicio;
De la misericordia de Jehová está llena la tierra.
6
Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,
Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.
7
El junta como montón las aguas del mar;
El pone en depósitos los abismos.
8
Tema a Jehová toda la tierra;
Teman delante de él todos los habitantes del mundo.
9
Porque él dijo, y fue hecho;
El mandó, y existió.
10
Jehová hace nulo el consejo de las naciones,
Y frustra las maquinaciones de los pueblos.
11
El consejo de Jehová permanecerá para siempre;
Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.
12
Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová,
El pueblo que él escogió como heredad para sí.
13
Desde los cielos miró Jehová;
Vio a todos los hijos de los hombres;
14
Desde el lugar de su morada miró
Sobre todos los moradores de la tierra.
15
El formó el corazón de todos ellos;
Atento está a todas sus obras.
16
El rey no se salva por la multitud del ejército,
Ni escapa el valiente por la mucha fuerza.
17
Vano para salvarse es el caballo;
La grandeza de su fuerza a nadie podrá librar.
18
He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen,
Sobre los que esperan en su misericordia,
19
Para librar sus almas de la muerte,
Y para darles vida en tiempo de hambre.
20
Nuestra alma espera a Jehová;
Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.
21
Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón,
Porque en su santo nombre hemos confiado.
22
Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros,
Según esperamos en ti.

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Comentario al Salmo 33
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es un salmo de alabanza. El anónimo salmista, I. Convoca a los justos a que


alaben a Dios (vv. 1-3). II. Les provee de materia para la alabanza a Yahweh: 1.
Por su justicia, bondad y verdad, conforme se manifiestan en su palabra y en todas
sus obras (vv. 4,5); 2. Por su poder, que se manifiesta en la obra de la creación
(vv. 6-9); 3. Por la soberanía de su providencia en el gobierno del mundo (vv. 10,
11, 13-17); y 4. Por los especiales favores que otorga a su pueblo escogido (vv.
12, 18-22).
Versículos 1-11
I. Vemos el gran deseo del salmista de que Dios sea alabado. El gozo santo es el
corazón y el alma de la alabanza (v. 1): «Alegraos, oh justos, en Yahweh.» Así
concluía el salmo anterior (32:11), y así comienza éste. «Aclamad (lit, alabad con
gratitud) a Yahweh (v. 2); es decir, celebrad su nombre, hablad bien de él y dadle
la gloria que a su nombre es debida.» La alabanza con gratitud va acompañada de
santo gozo y es muy apropiada para ser gozosamente cantada (v. 3): «Cantadle
cántico nuevo, el mejor que podáis hallar, el cántico de los redimidos» (40:3;
144:9; Is. 42:20; Ap. 5:9; 14:3). La palabra de Dios exhorta a cantar con
acompañamiento de instrumentos, tanto de cuerda, como de viento y de percusión
(salmo 150); aquí (vv. 2, 3), con arpa, salterio y decacordio. El salmista expresa
dos cualidades que ha de tener el canto sagrado: (A) Ha de hacerse bien, como
quien canta para Dios ¿qué diríamos de alguien que se atreviese a cantar
desmañadamente delante de un gran rey de la tierra? (B) Ha de hacerse con júbilo,
con el afecto de un corazón caliente de piedad y devoción. Lo que se canta para el
Señor ha de tener lo mejor de nuestra cabeza y de nuestro corazón. Esta es la
alabanza que les va bien a los rectos (v. 1), es decir, la conveniente de labios del
pueblo de Dios.
2. El alto concepto que el salmista tenía de Dios y de sus infinitas perfecciones
(vv. 4,5). Dios se nos da a conocer: (A) En su palabra; en su revelación escrita, en
todo lo que nos ha hablado en muchos fragmentos, de muchas maneras y,
especialmente, en su Hijo (He. 1:1, 2). (B) En sus obras, y todas ellas son hechas
con fidelidad. La copia que vemos en todas las obras de Dios está totalmente de
acuerdo con el original, el designio existente en la Mente Eterna, sin la menor
variante. En sus obras se manifiesta Dios como amante de la justicia y del derecho
(v. 5). Es también Un Dios de inagotable bondad: «De la misericordia (hebr. jesed,
gracia, amor misericordioso) de Yahweh está llena la tierra»; es decir, está llena de
pruebas y ejemplos de la bondad de Dios, pues se extiende a todos y a todo ¡Qué
pena, que esta tierra que está tan llena de la bondad de Dios, esté tan vacía de
alabanzas a él, y que siendo tantos los que viven de su bondad, sean tan pocos los
que viven para su gloria!
3. La convicción que tenía del omnímodo poder de Dios, evidenciado en la creación
del mundo. Cuando decimos: «Creo en Dios», añadimos: «Padre Omnipotente,
Creador del cielo y de la tierra»; así se nos enseña aquí a alabarle.
(A) Dios creó el mundo, con todas las cosas que hay en él. (a) Con qué facilidad:
Todas las cosas fueron hechas por la palabra de Yahweh y por el aliento de su boca
(v. 6). Cristo es la Palabra de Dios; el Espíritu es su Aliento; así que Dios Padre
hizo el mundo, así como también lo gobierna y lo redime, por medio del Hijo y del
Espíritu. «El dijo, y fue hecho; El mandó, y quedó firme» (v. 9. Lit.), es decir, tuvo
consistencia (comp. Col. 1:17; He. 1:3). Para los hombres, decir y hacer son dos
cosas diferentes, pero para Dios son una misma cosa. (b) Con qué efectividad: «...
así fue; ...quedó firme». Lo que Dios hace, lo hace según un plan perfecto y para
un efecto determinado que no falla.
(B) Dos cosas se mencionan en particular, de entre todo lo que Dios creó: (a) «los
cielos y todo el ejército de ellos» (v. 6), es decir, el sol, la luna y las estrellas, que
—así como los ángeles— son llamados «las huestes celestiales»; (b) «las aguas del
mar, con sus abismos» (v. 7) donde queda el agua guardada como en un depósito.
Dice Arconada: «Es nombre plural poético (abismos) del abismo primordial o masa
ingente de agua que quedó, por voz de Dios (Gén. 1,9-10), en torno, debajo y
dentro de la tierra, como en una caja de caudales. »
(C) El uso que ha de hacerse de la creación, de este mundo hecho por Dios (v. 8):
«Tema (esto es, preste reverencia) a Yahweh toda la tierra; teman delante de él
todos los habitantes del mundo»; esto es, que todos los hombres le rindan culto y
le den gloria (95:5, 6).
4. La satisfacción que el salmista tenía en la soberanía y en el dominio de Dios
(vv. 10, 11). Con los ojos de la fe, hemos de ver a Dios en su trono, (A) Frustando
los planes de sus enemigos: Yahweh frustra el plan de las naciones, etc. (v. 10).
(B) Cumpliendo sus propios designios:
Pero el consejo de Yahweh permanecerá para siempre, etc. Durante las
multiseculares vueltas de los tiempos, Dios no cambia sus medidas, sino que en
todo acontecimiento, incluso en los que más nos toman por sorpresa, se cumple el
eterno designio de Dios.
Versículos 12-22
1. Hemos de dar a Dios la gloria por su providencia ordinaria para con todos los
hombres:
(A) Todos los hombres están bajo su mirada, no sólo en su exterior, sino también
en lo más recóndito del corazón de ellos, con todas sus motivaciones, incluidas las
que escapan al nivel consciente de la propia persona (vv. 13, 14). No sólo los ve,
sino que los observa atentamente desde lo alto. No es extraño, pues él modeló el
corazón de cada uno; por eso, conoce a fondo todas sus acciones (v. 15. Comp.
139:1, 14).
(B) Todos los poderes de las criaturas dependen de él, y sin él no sirven para nada
(vv. 16, 17). Toda la fuerza del más numeroso y mejor equipado ejército, de nada
sirve sin la ayuda de Dios: ni salva la multitud de soldados (v. 16a), ni el vigor y la
bravura de los más valientes (v. 16b), ni el vigor y la rapidez de movimientos de
los caballos (v. 17). En la antigüedad, se estimaban tanto los caballos de guerra,
que Dios prohibió que los reyes de Israel aumentaran para sí caballos (Dt. 17:16),
no fuese que se sintiesen tentados a confiar en ellos y menospreciar la ayuda que
debían esperar de Dios. David inutilizó en cierta ocasión los caballos del enemigo (2
S. 8:4), pero aquí todos los caballos del mundo son declarados inútiles (v. 17) para
salvar sin la ayuda de Dios.
2. Hemos de dar a Dios también la gloria por sus gracias especiales (v. 12):
«Bienaventurada la nación cuyo Dios es Yahweh.» Señal de gran prudencia es
haber escogido por Dios a Yahweh, teniendo la dicha de haber sido escogidos por
Dios para ser el pueblo de su heredad, al que protege, cultiva y mejora, como hace
un hombre con la heredad que le ha caído en suerte o ha recibido de sus mayores
(v. Dt. 32:9). Dios mira a todos los hombres con ojos de observación (vv. 14, 15),
pero a quienes le temen los mira con ojos de favor y complacencia. Mientras que
aquellos que ponen su confianza en armas y ejércitos, en carros y caballos,
perecen decepcionados en sus ilusiones, el pueblo de Dios, bajo la protección de su
Padre Celestial, está a salvo, pues él los librará de bajar al sepulcro, aun cuando
parezca que no hay más que un paso entre ellos y la muerte (1 S. 20:3). Y si no
los libra de la muerte corporal, los librará de la muerte espiritual y eterna, de modo
que siempre vivirán para alabarle, tanto en esta vida como en la otra. Les
sostendrá la vida en tiempo de hambre (v. 19). Cuando fracasen los medios
naturales, Dios hallará un medio u otro para socorrerles. Hemos de observar los
caminos de su providencia y acomodarnos a ellos (v. 20): «Nuestra alma espera en
Yahweh», en su misericordia (v. 22), «porque en su santo nombre hemos
confiado» (v. 21b), y en ese nombre, en Dios, se alegrará nuestro corazón (v.
21a). Nuestra esperanza en Dios no ha de sustituir, sino reanimar alentar, nuestra
oración; por eso concluye el salmo con una breve, pero fervorosa e inteligente
plegaria (v. 22): «Sea tu misericordia, oh Yahweh, sobre nosotros, según
esperamos en ti.» Como diciendo: «Haz que tengamos siempre el consuelo y el
beneficio de tu misericordia, no conforme a nuestros méritos, sino conforme a la
esperanza que tenemos en ti, según las promesas que nos has hecho en tu palabra
y según la fe que has obrado en nosotros mediante tu Espíritu y tu gracia.»

Salmos 34 -La Protección divina


Salmo de David

1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo;


Su alabanza estará de continuo en mi boca.
2 En Jehová se gloriará mi alma;
Lo oirán los mansos, y se alegrarán.
3 Engrandeced a Jehová conmigo,
Y exaltemos a una su nombre.
4 Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró de todos mis temores.
5 Los que miraron a él fueron alumbrados,
Y sus rostros no fueron avergonzados.
6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová,
Y lo libró de todas sus angustias.
7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen,
Y los defiende.
8 Gustad, y ved que es bueno Jehová;
Dichoso el hombre que confía en él.
9 Temed a Jehová, vosotros sus santos,
Pues nada falta a los que le temen.
10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.
11 Venid, hijos, oídme;
El temor de Jehová os enseñaré.
12 ¿Quién es el hombre que desea vida,
Que desea muchos días para ver el bien?
13 Guarda tu lengua del mal,
Y tus labios de hablar engaño.
14 Apártate del mal, y haz el bien;
Busca la paz, y síguela.
15 Los ojos de Jehová están sobre los justos,
Y atentos sus oídos al clamor de ellos.
16 La ira de Jehová contra los que hacen mal,
Para cortar de la tierra la memoria de ellos.
17 Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra de todas sus angustias.
18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de espíritu.
19 Muchas son las aflicciones del justo,
Pero de todas ellas le librará Jehová.
20 El guarda todos sus huesos;
Ni uno de ellos será quebrantado.
21 Matará al malo la maldad,
Y los que aborrecen al justo serán condenados.
22 Jehová redime el alma de sus siervos,
Y no serán condenados cuantos en él confían.

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Comentario al Salmo 34
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo fue redactado con ocasión de una circunstancia que se menciona en el título.
Aquí David, I. Alaba a Dios por la experiencia que él y otros habían tenido de su bondad (vv.
1-6). II. Anima a todas las personas piadosas a confiar en Dios (vv. 7-10). III. Nos da un buen
consejo a todos los lectores: que tomemos conciencia de nuestros deberes para con Dios y
para con los hombres (vv. 11-14). IV. Para dar mayor fuerza a este consejo, pone delante de
nosotros el bien y el mal, la bendición y la maldición (vv. 15-22). Como el salmo 25, también
éste es un salmo alfabético, esto es, acróstico, aunque en ambos falta la letra vau, y el
último versículo comienza por la letra pe.
Versículos 1-10
Este es uno de los ocho salmos (7, 34, 52, 54, 56, 57, 59 y 142) en cuyo título se alude a la
persecución que David sufrió por parte de Saúl. En esta ocasión, David huyó de Judá y fue a
refugiarse en Gat, donde se puso al servicio del rey Aquís, llamado aquí Abimélec por ser el
título común de los reyes de aquel país, lo mismo que Agag de los amalecitas, y Faraón de los
egipcios(v. 1 S. 21:11-16). En el mismo título se nos dice que David cambió su juicio (lit. -o:
su conducta), esto es, se fingió loco, por lo que Aquís lo echó, y él se fue.
1. Comienza David el salmo prorrumpiendo en alabanzas a Dios (vv. 1, 2): «Bendeciré a
Yahweh en todo tiempo, en cualquier ocasión, próspera o adversa; su alabanza estará de
continuo en mi boca.» Esa alabanza le sale del corazón, gloriándose de la relación que le une
a Dios, de su interés en él y de lo que espera de él: «En Yahweh se gloriará mi alma.»
2. Convoca a otros a que se unan a él en las alabanzas a Dios, por la experiencia que él tiene
de la bondad de Yahweh (v. 2b): «Lo oirán los humildes (lit.; hebr. anawim) y se alegrarán.»
No podemos hacer a Dios más grande de lo que es, pero si le adoramos como al infinitamente
grande, Él se agrada en tener en cuenta el engrandecimiento que le tributamos; y esto lo
hemos de hacer también comunitariamente, porque las alabanzas de Dios suenan mejor en
concierto (nótese en Mt. 18:19 el verbo griego symphonésosin, se ponen de acuerdo -lit, unen
sus voces ¡sinfonía!). «Engrandeced a Yahweh conmigo, etc.» —dice David (v. 3).
(A) David había experimentado que Yahweh es un Dios que escucha las oraciones (v. 4):
«Busqué a Yahweh en mi apuro, demandé su favor, le pedí auxilio, y él me escuchó,
respondió inmediatamente a mi oración, y me libro de todos mis temores, tanto de la muerte
que temía como del miedo que tenía a la muerte.» Lo primero lo hace mediante la operación
de su providencia; lo segundo, mediante la operación de su gracia en nuestro interior.
(B) Además de él, muchos otros habían buscado a Dios («mirado hacia Él») y fueron
alumbrados (v. 5), es decir, quedaron radiantes, con el rostro sereno, en lugar del sonrojo
que sube a la cara cuando uno se avergüenza (v. 5b). Para animar a otros, David se refiere a
sí mismo en el v. 6: «Este pobre clamó y le escuchó Yahweh, etc.» (comp. v. 4). Los que
temen a Yahweh están defendidos por «el ángel de Yahweh que acampa (comp. con Jn. 1:14)
alrededor de ellos» (v. 6). Esta fue la experiencia de Jacob (Gn. 32:2, 3), la del pueblo de
Israel para llevarles hasta el país de Canaán (Ex. 23:20 y ss.), la de todos cuantos ponen en
Yahweh su esperanza (Sal. 91:9-13).
(C) David invita a todos a paladear las dulzuras de la bondad de Dios (vv. 8,9: «Gustad y ved
cuán bueno es Yahweh, etc.» -comp. con 1 P. 2:3). Y, para animarnos a buscar a Dios y
adorarle reverentemente, nos asegura que, mientras los potentados, los ricos (según traduce
la Septuaginta; el hebreo dice: «los leones jóvenes») llegan a empobrecerse y a pasar
hambre, los que buscan a Yahweh no tendrán falta de ningún bien (v. 10); nada les faltará (v.
9b, comp. con 23:1). Dios les dará gracia suficiente para cada ocasión (84:11; 2 Co. 12:9).
Esta era la experiencia del Apóstol después de haberlo dejado todo para seguir a Cristo (Fil.
4:11, 18).
Versículos 11-12
En la segunda parte del salmo, David toma el papel de maestro, pues «hijos» (v. 11), en este
contexto, equivale a «discípulos» (comp. Pr. 4:1 y, en general, en todos los lugares de los
caps. 1 al 7); más aún, cuando en esta época David no tenía aún hijos propios. Va a
enseñarles, ante todo, «el temor de Yahweh », lo cual es un gran acierto, pues por ahí
comienza, y en ello se basa, la sabiduría (hebr. jokhmá) y también el conocimiento (hebr.
dáat. v. Job 28:28; Sal. 111:10; Pr. 1:7; 9:10).
1.Supone David que todos desean tener larga vida y disfrutar de dicha y prosperidad en ella
(v. 12), y les dice cuál es el camino para obtener la felicidad (vv. 13, 14): (A) Es menester
guardar la lengua, cosa difícil, pero necesaria (v. la insistencia de Santiago en esta materia
-Stg. 1:26; 3:2-12; 4: 11, 12; y con razón, pues dice el refrán que «más mató la lengua que la
espada»). (B) Es menester apartarse del mal (v. 14, comp. con 37:27; Job 1:1, 8; 28:28,
etc.), de las obras malas y de los malhechores. (C) Pero no basta con apartarse del mal, sino
que hay que obrar además el bien (v. Stg. 4:17), ya que el designio de nuestra vida es
positivo; si hay que apartarse del mal no es para estar ociosos, sino para servir a Dios y a
nuestros hermanos; en ese servicio amoroso consiste la verdadera libertad (Gá. 5:13). (D) Es
menester también buscar la paz, corriendo tras ella, en lo que se echa de ver el esfuerzo
que, con frecuencia, se necesita para mantener la paz y evitar guerras, disputas, disensiones
(comp. con Ro. 12:18; 14:19; He. 12:14).
2. Pone David delante de todos el bien y el mal, la bendición y la maldición (vv. 15-22.
Comp. Dt. 30:15 y ss.; Is. 3:10, 11).
(A) «Decid al justo que le irá bien» (Is. 3:10). Los justos gozan del favor especial de Dios:
«Los ojos de Yahweh están sobre los justos» (v. 15), para guiarles y protegerles, como los
padres que no pierden de vista a sus hijos pequeños a fin de preservarles de todo mal, y
cuyos oídos están atentos al clamor de ellos (v. 15b), a cualquier grito de dolor ante un
peligro inminente o por haber sufrido algún accidente (vv. 17 y 18). Dios guarda a los suyos,
de forma que no se les quiebre ningún hueso (v. 20). Ouien tiene quebrantado el corazón
(«contrito» equivale a «triturado»), no tendrá huesos quebrantados, sino que hasta los que
hayan sido quebrantados se regocijarán (v. 5 1:8, 17). Sí, muchas son las aflicciones (lit. los
males) de los justos (v. 19). El Salmo 132:1 menciona los desvelos (lit. las aflicciones) de
David (nota del traductor: el contexto expresa claramente que se trata del interés que David
tenía en edificar el Templo). Pero Dios ha prometido librar a los justos de todas sus angustias
(vv. 17, 19) y los salvará (v. 18), de forma que, aunque permita que se hallen en aprieto, no
sufrirá que se arruinen, sino que los rescatará (v. 22) de su aflicción.
(B) «¡Ay del impío! Mal le irá, etc.» (Is. 3:11), por muy dichoso que se tenga él en su
prosperidad material, porque está la ira de Yahweh contra los que hacen el mal (v. 16);
«Matará al malo la maldad» (v. 21). Su condenación no se hará de esperar, lo mismo si
mueren en un lecho de dolor que si mueren en un lecho de honor. El mal (o maldad) que
mata al malo es, en este versículo, el mismo vocablo hebreo que en el versículo 19 se usa
para expresar las aflicciones de los justos; pero hay un abismo entre el significado que tiene
en el versículo 19 y el que tiene en el versículo 21; allí es una desdicha física, que no afecta
a la bondad del que la padece —más aún, sirve para aquilatarla—, mientras que en el
versículo 21 connota una maldad moral, que arruina al que la comete.

Salmos 35 (RV60) -Plegaria pidiendo ser librado de los enemigos


Salmo de David.

1- Disputa, oh Jehová, con los que contra mí contienden;


Pelea contra los que me combaten.
2- Echa mano al escudo y al pavés,
Y levántate en mi ayuda.
3- Saca la lanza, cierra contra mis perseguidores;
Di a mi alma: Yo soy tu salvación.
4- Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida;
Sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal intentan.
5- Sean como el tamo delante del viento,
Y el ángel de Jehová los acose.
6- Sea su camino tenebroso y resbaladizo,
Y el ángel de Jehová los persiga.
7- Porque sin causa escondieron para mí su red en un hoyo;
Sin causa cavaron hoyo para mi alma.
8- Véngale el quebrantamiento sin que lo sepa,
Y la red que él escondió lo prenda;
Con quebrantamiento caiga en ella.
9- Entonces mi alma se alegrará en Jehová;
Se regocijará en su salvación.
10- Todos mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú,
Que libras al afligido del más fuerte que él,
Y al pobre y menesteroso del que le despoja?
11- Se levantan testigos malvados;
De lo que no sé me preguntan;
12- Me devuelven mal por bien,
Para afligir a mi alma.
13- Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio;
Afligí con ayuno mi alma,
Y mi oración se volvía a mi seno.
14- Como por mi compañero, como por mi hermano andaba;
Como el que trae luto por madre, enlutado me humillaba.
15- Pero ellos se alegraron en mi adversidad, y se juntaron;
Se juntaron contra mí gentes despreciables, y yo no lo entendía;
Me despedazaban sin descanso;
16- Como lisonjeros, escarnecedores y truhanes,
Crujieron contra mí sus dientes.
17- Señor, ¿hasta cuándo verás esto?
Rescata mi alma de sus destrucciones, mi vida de los leones.
18- Te confesaré en grande congregación;
Te alabaré entre numeroso pueblo.
19- No se alegren de mí los que sin causa son mis enemigos,
Ni los que me aborrecen sin causa guiñen el ojo.
20- Porque no hablan paz;
Y contra los mansos de la tierra piensan palabras engañosas.
21- Ensancharon contra mí su boca;
Dijeron: !!Ea, ea, nuestros ojos lo han visto!
22- Tú lo has visto, oh Jehová; no calles;
Señor, no te alejes de mí.
23- Muévete y despierta para hacerme justicia,
Dios mío y Señor mío, para defender mi causa.
24- Júzgame conforme a tu justicia, Jehová Dios mío,
Y no se alegren de mí.
25- No digan en su corazón: !!Ea, alma nuestra!
No digan: !!Le hemos devorado!
26- Sean avergonzados y confundidos a una los que de mi mal se alegran;
Vístanse de verg:uenza y de confusión los que se engrandecen contra mí.
27- Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa,
Y digan siempre: Sea exaltado Jehová,
Que ama la paz de su siervo.
28- Y mi lengua hablará de tu justicia
Y de tu alabanza todo el día.

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Comentario al Salmo 35
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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En este salmo, David apela al justo Juez de cielos y tierra contra los enemigos que le
odiaban y perseguían. Parece ser que lo escribió a raíz de la persecución que sufría de parte
de Saúl (v. 1 S. 24:15). I. Se queja a Dios de las injurias y ataques con que le acometieron sus
enemigos (vv. 1-3). II. Da testimonio de su inocencia y de que nunca les provocó en modo
alguno (vv. 7, 19), sino que, por el contrario, se portó con ellos como si fueran amigos (vv.
12-14).III. Ora a Dios que le proteja y le libre (vv. 17, 22-27). IV Profetiza la destrucción de
sus perseguidores (vv. 4-6, 8). V. Se promete a sí mismo ver días mejores (vv. 9, 10) y
promete a Dios alabarle agradecido (vv. 18, 28).
Versículos 1-10
1. David presenta a Dios su caso, poniendo de relieve la maldad y el furor incansable de sus
perseguidores, quienes buscaban afanosamente su vida (v. 4) como quienes van persiguiendo
una alimaña nociva para acabar con ella de una vez. No se conformaban con menos que con
darle muerte.
2. Apela a Dios interponiendo el testimonio de su inocencia y de la justicia de su causa. Si le
hubiese perjudicado un súbdito, habría podido apelar al rey, como apeló S. Pablo al César;
pero, siendo el rey mismo quien le perseguía, tenía que apelar al Juez y Soberano de cielos y
tierra (v. 1): «Pleitea, oh Yahweh, con los que contra mi contienden, etc.»
3. En su oración ruega a Dios que pelee a favor de él contra sus perseguidores, de forma que
éstos queden inhabilitados para hacerle daño y no puedan seguir adelante con sus malvados
planes. Si Dios es amigo nuestro, no importa cuántos y cuán poderosos sean nuestros
enemigos.
4. Predice y contempla la destrucción de sus enemigos, no con ánimo de venganza, sino
porque lo tienen merecido. Serán como el tamo que se lleva el viento (v. 5 Comp. 1:4); su
camino será tenebroso y resbaladizo (v. 6). Aun cuando se entienda todo esto en forma de
imprecación, el Dr. Ryrie hace notar que «la imprecación no va contra el propio Saúl (pues
David le había perdonado la vida), sino contra los que fomentaban la insana envidia de Saúl
hacia David.
5.La perspectiva de su liberación, de la que no dudaba después de haber encomendado a
Dios su causa (vv. 9, 10). (A) Esperaba tener ese consuelo: «Entonces mi alma se alegrará en
Yahweh, etc.» Más que en su liberación y comodidad, se iba a alegrar en Dios y en su favor.
(B) Promete darle a Dios la gloria por ese favor (v. 10): «Todos mis huesos dirán: Yahweh,
¿quién como tú, etc.?»
Versículos 11-16
De dos graves pecados acusa aquí David a sus enemigos: de perjurio e ingratitud.
1. De perjurio (v. 11). Cuando Saúl quería prender a David bajo pretexto de traición, a fin de
acabar con él, se levantaron testigos malvados (lit, violentos, más bien que «mentirosos»),
dispuestos a declarar, de todos modos, en falso: «de lo que no sé (esto es, de lo que ni
siquiera le había pasado por las mientes) me preguntan, esto es, me culpan». Esto se cumplió
igualmente en Cristo, de quien David era tipo, como puede verse en Mt. 26:60.
2. De ingratitud. Llamemos «ingrato» a un hombre, y ya no le podemos llamar cosa peor. De
esta clase eran los enemigos de David (v. 12): «Me devuelven mal por bien. » Merecía ser bien
tratado, no sólo por el pueblo en general, sino especialmente por aquellos que con mayor
furia le odiaban. Aunque no se le menciona por su nombre, se adivina aquí a Saúl, quien
reconoce haber obrado así (1 S. 24:18). Véase:
(A) Con qué ternura y afecto cordial se había portado con esos enemigos durante las
aflicciones de ellos (vv. 13, 14). David había orado por ellos. A la oración había añadido el
ayuno y el lamento, vestido de saco, como quien hace duelo por un amigo, por un hermano, y
aun por su madre (lit, luto de madre, lo que ha hecho que algunos lo entiendan, según
Arconada, «sin tanta razón», por la madre que llora al hijo, o viceversa). La última parte del
v. 13 —nota del traductor— que literalmente dice:
«Y mi oración se volvía a mi seno» (RV 1960), no se ha de entender como una oración que
Dios «devuelve» sin responderla, sino en el sentido de que «se volvía y revolvía en su pecho»,
es decir, la andaba repitiendo continuamente, como aclaran la mayoría de las versiones (v. la
RV 1977).
(B) Con qué vileza, insolencia y brutalidad se portaban con David sus enemigos (vv. 15, 16):
«Pero ellos se alegraron en mi adversidad (lit, en mi tambalearme, denotando un peligro de
caer que no se declara)...crujieron contra mí sus dientes (aquí, en señal de satisfacción). »
David les servía de entretenimiento en su aflicción y hasta de refrán en boca de ebrios. Tal
fue el caso del Señor con los soldados del pretorio y ante Herodes, y tal ha sido muchas veces
el caso de las mejores personas. Los apóstoles fueron hechos espectáculo al mundo (1 Co.
4:9).
Versículos 17-28
1. David describe la gran injusticia, la malicia y la insolencia de sus perseguidores, alegando
esto ante Dios como un motivo por el que esperaba que le protegiese de ellos. Le aborrecían
sin causa (v. 19), precisamente por lo que deberían haberle amado y honrado. No le hablaban
paz (v. 20), es decir, no le guardaban la más elemental cortesía, sino que le trataban mal.
Como los hermanos de José (Gn. 37:4), no podían hablarle pacíficamente; más aún,
precisamente contra los mansos, la gente más tranquila de la tierra, tramaban engaños,
trampas en que hacerles caer. Guiñaban el ojo (v. 19) y ensanchaban contra él su boca (v.
21), signos de burla y desprecio, diciendo: «Ja, ja (hebr. heaj, heaj), nuestros ojos lo han
visto», acusándole falsamente de algún crimen. Contrasta con el comienzo del v. 22: «Tú lo
has visto...» Apela a Dios contra ellos, al Dios a quien pertenece la venganza (Dt. 32:35; Ro.
12:19; He. 10:30), el cual todo lo ve, y le urge a que salga en su defensa para hacerle justicia
(v. 23). Además de a la justicia, apela al poder y a la soberanía de Dios: «Dios mío y Señor
mío» (hebr. Elohay vadonay), así como a Yahweh el Dios del pacto (hebr. Yahweh Elohay):
«Yahweh Dios mío» (v. 24).
2. Ora fervientemente a Dios para que se manifieste a favor de él y de sus amigos, actuando
y no como un espectador (v. 17): «Señor, ¿hasta cuándo verás ésto? Rescata mi alma de sus
destrucciones, mi preciada vida (lit. mi única) de los leones.» «Teniendo una sola vida —viene
a decir— necesita mayor protección y sería tanto mayor mi vergüenza si la echase a perder.»
Desea David que su inocencia quede manifestada a todos, a fin de que sus enemigos queden
cubiertos de vergüenza y confusión (v. 26), al ver que eran falsas las acusaciones que hacían
contra él. No obstante las malas artes que se ponían en juego para denigrar a David y hacerle
odioso a los ojos del pueblo, había también quienes estaban a favor de su justa causa (v. 27),
y por ellos pide a Dios a fin de que puedan cantar, alegrarse y alabar a Yahweh por la
protección que prestaba a su siervo y la complacencia que tenía en él.
3. El favor que esperaba obtener por medio de la oración prometía disfrutarlo por medio de
la alabanza (vv. 18, 28), dándole gracias en medio de la gran asamblea del pueblo (v. 18) y
entonando sus alabanzas «todo el día» (v. 28), lo cual «supone —dice Arconada— la
costumbre religiosa en todo oriental de orar públicamente a Dios determinadas horas del
día».
Salmos 36 -La misericordia de Dios
Salmo de David.
1 La iniquidad del impío me dice al corazón:
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
2 Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos,
De que su iniquidad no será hallada y aborrecida.
3 Las palabras de su boca son iniquidad y fraude;
Ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien.
4 Medita maldad sobre su cama;
Está en camino no bueno,
El mal no aborrece.
5 Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia,
Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.
6 Tu justicia es como los montes de Dios,
Tus juicios, abismo grande.
Oh Jehová, al hombre y al animal conservas.
7 ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.
8 Serán completamente saciados de la grosura de tu casa,
Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.
9 Porque contigo está el manantial de la vida;
En tu luz veremos la luz.
10 Extiende tu misericordia a los que te conocen,
Y tu justicia a los rectos de corazón.
11 No venga pie de soberbia contra mí,
Y mano de impíos no me mueva.
12 Allí cayeron los hacedores de iniquidad;
Fueron derribados, y no podrán levantarse.
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Comentario al Salmo 36
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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I. La pecaminosidad del pecado y los daños que causa (vv. 1-4). II. La bondad de Dios y su
inclinación a favorecer: 1. A todas sus criaturas en genera (vv. 5, 6); 2. De manera especial, a
su pueblo (vv. 7-9). III. Con esto, se anima el salmista a orar por todos los santos (V.10), por sí
mismo en particular (v.11) y para conseguir la victoria sobre sus (v. 12). Si, al cantar este
salmo, se enfervoriza nuestro corazón ene1 amor a Dios y el odio al pecado, lo cantaremos
con gracia y entendimiento.
Versículos 1-4
En el título del salmo, David es llamado «e/siervo de Yahweh», esto es, alguien llamado, y
comprometido, a obedecer en todo a Dios, en contraste con los impíos, que se rebelan contra
la santa voluntad de Dios. En estos versículos, David expone la raíz y los frutos de la
impiedad.
1. Aquí tenemos la raíz de amargura, de la que brota toda maldad de los impíos (v. 1): «La
transgresión dice (como un «oráculo», según el hebreo) al impío dentro de su corazón (hebr.
libó, mejor que libí = mi corazón): No hay por qué tener miedo (hebr. pajad) a Dios delante
de sus ojos» (Esta es la única traducción, con algún sentido, de este difícil versículo —nota
del traductor. Comp. con 14:1; 53:1). Toda maldad dimana de cierto «ateísmo práctico»,
según la táctica del avestruz. El impío se lisonjea (v. 2) con el pensamiento de que su
iniquidad no será hallada. Esto le lleva a una tremenda inversión en la forma de ver las
situaciones y las cosas: Al pecar, piensa que actúa sabiamente y a su favor, sin acertar a ver
(pues, en el fondo, no quiere) el mal y el peligro de sus malvadas obras; llama «mal» al bien y
«bien» al mal (v.Is. 5:20); llama «libertad» a su libertinaje; «astucia», a sus fraudes;
«justicia», a la persecución que emprende contra los buenos. Pero día llegará en que su
iniquidad será hallada (contra lo que él piensa —v. 2).
2. Tenemos también aquí las ramas malditas que brotan de esa raíz de amargura. El pecador
desafía a Dios (v. 3): «Las palabras de su boca son iniquidad y fraude, decidido como está a
obrar el mal, aun cuando intente cubrirlo bajo capa de pretextos aparentemente plausibles.
Se han extinguido las chispas de virtud, se han derrumbado sus mal cimentadas convicciones y
los buenos comienzos han quedado en nada:
«Ha renunciado a ser cuerdo y hacer el bien. Maquina maldad sobre su cama» (vv. 3, 4).
Quienes cesan de hacer el bien, pronto comienzan a practicar el mal. Y al obrar ellos mismos
el mal, no les desagrada en modo alguno el verlo en otros: «No aborrece el mal» (v. 4b), sino
que, por el contrario, se agrada en él y se queda satisfecho cuando ve a otros tan malos como
él.
Versículos 5-12
Después de mirar en derredor suyo con la pena que causa el ver la maldad de los impíos,
David mira ahora hacia arriba con el gozo y el consuelo que produce el ver la bondad de Dios.
I. Sus meditaciones sobre la gracia de Dios.
1. Las transcendentes perfecciones de la naturaleza divina (v. 5):« Yahweh, hasta los cielos
llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.» Por malo que el mundo sea,
nunca pensemos mal de Dios ni de su providencia, sino aprovechemos la oportunidad de
admirar la paciencia de Dios en soportar a cuantos le provocan tan desvergonzadamente con
sus maldades; más aún, en hacerles el bien, puesto que «hace salir su sol sobre malos y
buenos, y hace llover sobre justos e injustos» (Mt. 5:45). Su amor misericordioso es siempre
fiel, y su fidelidad es siempre amorosa, como lo manifiesta el repetido binomio «jesed
veemet» = misericordia y verdad, o «jesed veemunah» = misericordia y fidelidad, como es el
caso aquí, y que corresponden al binomio «gracia y verdad» de Jn. 1:14, etc. La misericordia
de Dios llega tan alto que no le alcanzan los cambios atmosféricos (y aun lo de «nubes» podría
traducirse como «firmamento» o «cielo empíreo»). La justicia de Dios (v. 6) es como los
montes de Dios (expresión superlativa) y sus juicios, esto es, los castigos que impone su
justicia vindicativa, son como el gran abismo (el mismo vocablo hebreo de Gn. 1:2), fijos e
inescrutables, sobre los cuales no puede extenderse la corta plomada de nuestra débil
inteligencia.
2 El cuidado y la beneficencia universales de la providencia de Dios (v. 6b): «Oh Yahweh, a
hombres y animales socorres.» No solamente les proteges de todo mal, sino que les
proporcionas cuanto es menester para el sostenimiento de su vida.
3. El especial favor que Dios dispensa a su pueblo: (A) Su carácter (v. 7): Son aquellos a
quienes de tal manera atrae la misericordia preciosa de Dios, que acuden presurosos a
ampararse bajo la sombra de sus alas (comp. con Rut 2:12). (B) Su privilegio (v. 8): «Serán
completamente saciados de la abundancia (lit, grasa) de tu casa. » Sus necesidades quedan
satisfechas; sus deseos, cumplidos; sus capacidades, llenadas. En el Dios Todo-suficiente
tendrán siempre bastante: todo cuanto pueda desear o recibir un alma iluminada y
ensanchada. Un alma santa, aun cuando siempre desee más de Dios, nunca desea más que a
Dios «Todo lo he recibido y tengo abundancia», dice Pablo (Fil. 4:18). Su gozo será perfecto y
constante (v. 8b): « Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.» Los llama «tus delicias»,
no sólo porque vienen de él como de su fuente, sino también porque terminan en él como en
su centro o meta. De esas delicias hay un torrente de aguas vivas, siempre lleno, siempre
fluyente, porque lleva dentro de sí mismo el manantial (comp. con Jn. 7:37-39). Los placeres
de los sentidos son como agua fétida de estanque putrefacto; los de la fe son como agua
pura, clara como el cristal (comp. con Jer. 2:13; Ap. 22:1). Y continúa (v. 9): «Porque de ti
brota el manantial de la vida; en tu luz vemos la luz. » Teniendo a Dios se tiene el manantial
del agua de vida, y teniendo al que es luz (1 Jn. 1:5), se tiene la santidad: los ojos santos,
puros, ven a Dios (Mt. 5:8) y en él ven todo lo que es luz. Esa luz divina que brilla en la
Escritura (119:105) y especialmente en el rostro de Cristo (2 Co. 4:6), contiene toda gracia y
toda verdad.
II. Sus plegarias, intercesiones y expresiones de triunfo, basadas en estas meditaciones.
1. Intercede David por todos los santos (v. 10). (A) Las personas por las que ora son las que
conocen a Dios, esto es, las que, por la constante experiencia de su comunión con Dios, son
rectas de corazón, sinceras en su profesión de fe y fieles tanto a Dios como a los hombres. (B)
La bendición que para esas personas pide es que se prolongue sobre ellas la misericordia (los
favores generosos) de Dios, así como la justicia de Dios, que no es otra cosa aquí que su
fidelidad pactada.
2. Pide para sí mismo ser preservado en su integridad y en su prosperidad (v. 11): «Que el
pie del orgullo (esto es, del orgulloso) no me alcance, ni la mano de los impíos me empuje.»
Nótese el matiz de los verbos «alcanzar» como quien viene pisándole los talones a uno, y
«empujar» como queriendo apartar a uno del camino recto en que se mueve, o del camino
cómodo en que se halla tranquilo. El peligro que aquí se avizora es el de la muerte, como lo
prueba la unión con el v. 12. Dice Arconada: «La súplica del salmista tiende a pedir la propia
conservación de la vida contra los posibles conatos de quitársela por parte de los perversos,
que aún no han sido derribados allá (hebr. sham), con todo lo que ello implica.»

Salmos 37 (RV60) -El camino de los malos


Salmo de David.

1 No te impacientes a causa de los malignos,


Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
2 Porque como hierba serán pronto cortados,
Y como la hierba verde se secarán.
3 Confía en Jehová, y haz el bien;
Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo en Jehová,
Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
6 Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.
7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre que hace maldades.
8 Deja la ira, y desecha el enojo;
No te excites en manera alguna a hacer lo malo.
9 Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
10 Pues de aquí a poco no existirá el malo;
Observarás su lugar, y no estará allí.
11 Pero los mansos heredarán la tierra,
Y se recrearán con abundancia de paz.
12 Maquina el impío contra el justo,
Y cruje contra él sus dientes;
13 El Señor se reirá de él;
Porque ve que viene su día.
14 Los impíos desenvainan espada y entesan su arco,
Para derribar al pobre y al menesteroso,
Para matar a los de recto proceder.
15 Su espada entrará en su mismo corazón,
Y su arco será quebrado.
16 Mejor es lo poco del justo,
Que las riquezas de muchos pecadores.
17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados;
Mas el que sostiene a los justos es Jehová.
18 Conoce Jehová los días de los perfectos,
Y la heredad de ellos será para siempre.
19 No serán avergonzados en el mal tiempo,
Y en los días de hambre serán saciados.
20 Mas los impíos perecerán,
Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros
Serán consumidos; se disiparán como el humo.
21 El impío toma prestado, y no paga;
Mas el justo tiene misericordia, y da.
22 Porque los benditos de él heredarán la tierra;
Y los malditos de él serán destruidos.
23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre,
Y él aprueba su camino.
24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado,
Porque Jehová sostiene su mano.
25 Joven fui, y he envejecido,
Y no he visto justo desamparado,
Ni su descendencia que mendigue pan.
26 En todo tiempo tiene misericordia, y presta;
Y su descendencia es para bendición.
27 Apártate del mal, y haz el bien,
Y vivirás para siempre.
28 Porque Jehová ama la rectitud,
Y no desampara a sus santos.
Para siempre serán guardados;
Mas la descendencia de los impíos será destruida.
29 Los justos heredarán la tierra,
Y vivirán para siempre sobre ella.
30 La boca del justo habla sabiduría,
Y su lengua habla justicia.
31 La ley de su Dios está en su corazón;
Por tanto, sus pies no resbalarán.
32 Acecha el impío al justo,
Y procura matarlo.
33 Jehová no lo dejará en sus manos,
Ni lo condenará cuando le juzgaren.
34 Espera en Jehová, y guarda su camino,
Y él te exaltará para heredar la tierra;
Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.
35 Vi yo al impío sumamente enaltecido,
Y que se extendía como laurel verde.
36 Pero él pasó, y he aquí ya no estaba;
Lo busqué, y no fue hallado.
37 Considera al íntegro, y mira al justo;
Porque hay un final dichoso para el hombre de paz.
38 Mas los transgresores serán todos a una destruidos;
La posteridad de los impíos será extinguida.
39 Pero la salvación de los justos es de Jehová,
Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.
40 Jehová los ayudará y los librará;
Los libertará de los impíos, y los salvará,
Por cuanto en él esperaron.

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Comentario al Salmo 37
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es acróstico, es decir, alfabético, pues cada dos líneas sucesivas se comienza por
una letra del alfabeto hebreo, excepto en los VV. 7, 20 y 34, en que se agrupan tres líneas
bajo una sola letra, y en otras tres ocasiones en que son cinco las líneas que se agrupan bajo
una sola letra (vv. 14, 15; 25, 26; 39,40). En este salmo de exhortación sapiencial, David, I.
Nos prohíbe impacientamos ante la prosperidad de los malvados (vv. 1, 7, 8). II. Nos aporta
muy buenas razones para ello: 1. El carácter escandaloso de los malvados (vv. 12, 14, 21, 32),
a pesar de su prosperidad; y el carácter honorable de los justos (vv. 21, 26, 30, 31). 2. La
inminente ruina de los malvados (vv. 2, 9, 10, 20, 35, 36, 38) y la salvación y preservación
con que los justos están protegidos de todos los malvados planes de los impíos (vv. 13, 15, 17,
28, 33, 39, 40). 3. La especial misericordia que Dios tiene reservada para todos los buenos y
el favor que les dispensa (vv. 11, 16, 18, 19,22-25,28,29,37). III. Prescribe muy buenos
remedios contra el pecado de envidiar la prosperidad de los impíos y anima grandemente a
hacer uso de dichos remedios (vv. 3-6,27, 34).
Versículos 1-6
1. Se nos precave aquí contra el descontento ante la prosperidad y los éxitos de los
malhechores (v. 1): «No te impacientes... ni tengas envidia... » Podemos imaginarnos que
David se había predicado a sí mismo esta exhortación. No hay sermón que tenga tantas
posibilidades de llevar fruto como el que nos hemos predicado antes a nosotros mismos.
Cuando miramos en derredor nuestro, vemos el mundo lleno de malhechores y obradores de
iniquidad que prosperan y tienen éxito en sus negocios. Esto nos tienta a impacientamos y
tener envidia, como si Dios hiciese la vista gorda al permitir que tales hombres prosperen
florecientes. Estamos tentados a tener envidia de la forma en que se enriquecen, aun cuando
lo hagan por medios ilícitos, y de los placeres de que disfrutan; hasta llegamos a desear el
sacudirnos el freno de la conciencia para disfrutar también nosotros de los mismos placeres
que ellos. Pero si miramos hacia delante con los ojos de la fe, no hallaremos motivo para
envidiar la prosperidad de los malvados, pues su ruina está ya a las puertas (v. 2). Florecen,
sí, pero como la hierba, de la cual nadie tiene envidia, pues pronto se marchitarán. La
prosperidad material es algo que se desvanece rápidamente, como la vida terrenal a la cual
está confinada.
2. Se nos aconseja luego vivir una vida de confianza en Dios; esto nos preservará de
impacientamos ante la prosperidad de los malhechores. Si buscamos el bien de nuestra alma,
hallaremos pocos motivos para envidiar a quienes tanto mal procuran a su alma. Tenemos
aquí tres excelentes preceptos y tres preciosas promesas:
(A). Hemos de poner en Dios nuestra esperanza en cuanto al camino del deber; así
hallaremos en este mundo consuelos y ventajas que el pecado no puede dar (v. 3). Se nos
pide confiar en Yahweh y hacer el bien. No podemos confiar en Dios si estamos inclinados a
vivir como nos plazca. Se nos promete que tendremos en este mundo todo lo necesario para
subsistir (v. 3b): «Habita tu tierra y pace en la fidelidad» (lit.; es decir, aliméntate de las
promesas fieles de Dios -v. Is. 14:30). Dios no niega el panal que practica la justicia (v. 25;
Mt. 6:33). Hay quienes leen: «Serás alimentado por fe», del mismo modo que leemos: «El
justo por fe vivirá» (Nota del traductor: el vocablo hebreo emunah significa, en efecto, tanto
fe como fidelidad).
(B) Hemos de hacer de Dios el deleite de nuestro corazón, y así tendremos lo que nuestro
corazón desea (v. 4). Se nos mandaba (v. 3) hacer el bien, y a este mandamiento sigue el de
poner nuestra delicia en Yahweh, lo cual es un privilegio tanto como un deber. Y este
delicioso deber lleva anexa una promesa: «Y El te concederá los deseos (lit.) de tu corazón.»
No nos promete satisfacer los apetitos del cuerpo, sino concedernos los deseos del corazón,
todo aquello a lo que aspira lo más íntimo de nuestro ser. ¿Cuáles son los deseos de una
buena persona? Conocer y amar a Dios, vivir para él, agradarle y agradarse en El.
(C) Hemos de hacer de Dios nuestro guía y someternos en todo a sus direcciones e
instrucciones; entonces, todos nuestros asuntos, aun los que nos parecen más intrincados y
difíciles, tendrán buen resultado (vv. 5, 6). El deber es muy sencillo; y si lo cumplimos bien,
nos facilitará y hará cómoda la existencia misma: «Encomienda a Yahweh (lit, haz rodar hasta
Yahweh) tu camino (esto es, todas tus empresas, todos tus asuntos)» (comp. 55:22; Pr. 16:3).
Así como extendió Ezequías ante Dios las cartas de Senaquerib (2 R. 19:14; 2 cm. 32:17), así
hemos de extender ante Dios nuestros problemas, asuntos y deseos, seguros de que los
dejamos en buenas manos y satisfechos plenamente de lo que resulte, pues todo lo que Dios
hace está bien hecho. Pero hemos de seguir la Providencia sin forzarla, y suscribir lo que dice
la Sabiduría Infinita sin prescribirle lo que ha de hacer. La promesa es deliciosa: «El actuará»
(lit. hará, obrará). Todo lo que le hayas encomendado, El lo hará prosperar, si no para tu
gusto, ciertamente para tu bien. El hallará medios de sacarte de tus apuros, de desvanecer
tus temores y de cumplir tus deseos. «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el
mediodía» (v. 6), es decir, hará que se manifieste que eres persona honesta y que tus asuntos
marchen bien, por muy oscuro que haya sido el cariz que hayan tomado tus negocios. Si nos
esmeramos en guardar una buena conciencia, bien podemos dejar a Dios el cuidado de
preservamos un buen nombre.
Versículos 7-20
I. Aquí se inculcan y remachan los anteriores preceptos. 1. Estemos tranquilos y seamos
pacientes, si creemos en Dios (v. 7): «Guarda silencio ante Yahweh y espera en El»; esto es,
quédate tranquilo con todo lo que Dios haga, y ten la seguridad de que todo cooperará para
tu bien (Ro. 8:28), aunque no sepas cómo ni cuándo. «Guarda silencio», no un silencio de
resentimiento, sino de sumisión. 2. No descompongamos nuestras emociones ante el
espectáculo de la prosperidad en medio de la maldad: «No te alteres con motivo del que
prospera en su camino (v. 7)...Deja la ira, depón el enojo (v. 8)», al ver que prospera el que
hace maldades; que no te estimule ello a imitar su maldad: «No te excites (lit. no te
inflames) en manera alguna a hacerlo malo»; es decir, no les envidies en su prosperidad, no
sea que te sientas tentado a seguir el mismo camino que ellos para enriquecerte, o a recurrir
a medios violentos para deshacerte de su preponderancia.
II. Se repiten y recalcan las anteriores razones.
1. Los justos no tienen motivo para envidiar la prosperidad material de los malvados (v. 9):
«Porque los malhechores serán destruidos» por algún azote repentino de la justicia divina en
medio de su prosperidad. La condición de los justos, incluso en esta vida, es, en todo y por
todo, mejor y más deseable que la de los malvados (v. 16). En verdad, lo poco del justo vale
más que las muchas riquezas del impío (comp. Pr. 15:16, 17; 16:8; 28:6), porque viene de
mejor mano, de la mano de un amor especial, no meramente de la mano de una providencia
ordinaria. «Los que esperan en Yahweh heredarán la tierra» (v. 9; comp. v. 11 y Mt. 5:5), esto
es, disfrutarán de las bendiciones incluidas en el pacto. Comenta Arconada: « Este principio,
aplicable al orden personal, familiar, social, nacional e internacional, pudiera ser aquí una
vislumbre de la futura época mesiánica (Mt. 5, 4).» También «se recrearán con abundancia de
paz» (v. 11b), de esa paz que el mundo no puede dar (Jn. 14:27). «Conoce Yahweh los días de
los íntegros» (v. 18), esto es, cuida especialmente de ellos por medio de su providencia, aun
en los momentos más amargos y difíciles, que por eso se cuentan aquí por «días» (comp. Gn.
47:9; Job 14:1), pero tampoco quedará sin recompensa la obra de un solo día.
2. Los justos no tienen motivo para impacientarse ante los posibles éxitos que los malvados
obtengan en sus planes contra los justos, ya que:
(A) Sus maquinaciones se volverán contra ellos, pues terminarán en el fracaso y en el ridículo
(vv. 12, 13). Son orgullosos e insolentes, pero Dios los contempla con desprecio, pues ve que
sus intentos van a quedar fallidos. Los hombres tienen ahora su día, pero el día de Dios es el
que dará el juicio decisivo. (B) Sus intentos acabarán en su propia destrucción (yv. 14, 15):
«Su espada entrará en su mismo corazón.» Todo lo que ellos han preparado para derribar al
pobre y para matar al justo ( . 14), se volverá contra ellos. (C) Los que no sean
repentinamente quitados de en medio, quedarán inhabilitados para hacer el mal, pues les
serán inutilizados los instrumentos de su maldad: «Su arco será quebrado» ( v. 15b); más aún,
«sus brazos serán quebrados» (v. 17), de forma que no podrán seguir adelante con sus
perversas maquinaciones.
Versículos 2 1-23
1. Qué se requiere de nosotros como camino para nuestra felicidad. Si queremos obtener las
bendiciones de Dios:
1. Hemos de tomar conciencia de nuestro deber de dar a cada uno lo suyo, porque «el impío
toma prestado y no devuelve» (v. 21). Esto es lo primero que Dios demanda de nosotros:
hacer justicia (v. Miq. 6:8), dando a cada uno lo que le pertenece.
2. Hemos de estar prestos a amar misericordia; a todas las obras de caridad, compasión,
beneficencia, etc. (v. 21 b), pues así como es una prueba de la bondad de Dios el poner el
bien en nuestras manos, así es una prueba de nuestra bondad poner nuestro corazón donde
está el bien de nuestras manos, a fin de dar y prestar a otros.
3. Hemos de apartamos del pecado y empeñamos en la práctica de una piedad seria y sincera
(v. 27): «Apártate del mal y haz el bien» (com. 34:14; Is. 1:16, 17).
4. Debemos abundar en buena conversación y usar nuestra lengua para glorificar a Dios y
edificar al prójimo. Es parte del carácter del justo el que su boca derrama sabiduría (v. 30),
pues de la abundancia de un buen corazón hablará la boca lo que es bueno y útil para edificar
a otros.
5. Hemos de tener nuestra voluntad enteramente sometida a la voluntad y a la palabra de
Dios (v. 31): «La ley de su Dios está en su corazón.» En vano pretenderíamos que Dios es
nuestro Dios, si su ley no está dentro de nuestro corazón para hacer de ella la norma de
nuestra conducta.
II. Qué se nos promete, bajo estas condiciones, como ejemplos de nuestra dicha.
1. Que tendremos la bendición de Dios, y que esta bendición será la fuente dulce y segura de
todos nuestros consuelos y gozos temporales (v. 22): «Los que Dios bendice heredarán la
tierra» (v. lo dicho en la sección anterior).
2. Que Dios dirigirá y dispondrá todos los asuntos de ellos en la forma que más convenga para
la gloria de Dios (v. 23): «Por Yahweh son afianzados los pasos del hombre (hebr. guéber,
esforzado, guerrero, etc. Aquí, el que se esfuerza en cumplir con los requisitos del pacto), y
El (Yahweh) aprueba su camino.» Señal de esta aprobación es el éxito que Dios le concede y
la protección con que le rodea, pues le guía paso a paso y así le conserva en continua
dependencia de la dirección diyina.
3. Que Dios le preservará de quedar tendido en el suelo si cae en pecado o sufre algún grave
apuro (v. 24): «Cuando cayere, no quedará postrado, porque Yahweh sostiene su mano.» Una
persona piadosa podrá caer en pecado, pero la gracia de Dios le hará recobrarse mediante el
arrepentimiento, a fin de que no quede postrado en el pecado. Podrá, por algún tiempo,
perder el gozo de la salvación, pero le será luego restaurado, pues Dios le extenderá su mano
y le levantará por medio de su Santo Espíritu. Aunque la hoja se marchite, la raíz quedará
salva y sana; ya llegará la primavera después del invierno.
4. Que no nos faltará lo necesario para la vida (v. 25): «Joven fui y ya he envejecido, y no he
visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando el pan.» A pesar de las muchas
vicisitudes por las que puede pasar un hombre ya envejecido, David declara su personal
experiencia, fruto de la observación (no sólo como hombre, sino aún más como rey interesado
por el bien de sus súbditos), de no haber visto a ninguna persona piadosa y, por tanto,
honesta y trabajadora, que se viese reducida a la extrema necesidad.
5. Que Dios no nos abandonará, sino que nos protegerá amorosamente en nuestras
dificultades y estrecheces (v. 28): «Porque Yahweh ama la rectitud y no desampara a sus
santos. Para siempre serán guardados. » Dios se deleita en hacer justicia y en los que hacen
justicia.
6. Que dispondremos de las suficientes comodidades en este mundo, y mucho más cuando
salgamos de él: Tendremos para siempre una morada (hebr. shikhón --morarás--, vocablo de
la misma raíz que shekinah), ya en este mundo (v. 27), sin ser cortado (lit.), como la
descendencia de los impíos (v. 28b). Por tercera vez se repite que «los justos heredarán la
tierra» (el país pactado). No obstante, en este mundo no tenemos ciudad permanente (He.
13:14); morada perpetua nos está reservada en el Cielo (Jn. 14:2, 3).
7. Que no llegaremos a ser presa de nuestros adversarios que buscan nuestra ruina (vv. 32,
33).
Versículos 34-40
El salmista concluye aquí su sermón, diciéndonos:
1. Que el deber en que aquí insiste es el mismo que ha declarado anteriormente (v. 34):
«Espera en Yahweh y guarda su camino.» Si nos esmeramos en guardar el camino de Dios,
bien podemos poner gozosamente nuestra confianza en El y encomendarle nuestro camino (v.
5), pues hallaremos en Él un buen Amo, lo mismo para sus criados que trabajan que para los
que esperan sus órdenes y sus dones.
2. Las razones con que refuerza esa exhortación son también similares a las anteriores,
basadas en la cierta destrucción de los malvados y en la segura salvación de los justos.
(A) Vemos, por fin, la miseria de los malvados, por mucho que hayan prosperado algunos
años: «El final de los perversos es cortado» (v. 38b, literalmente), aunque también puede
significar la posteridad, conforme al doble sentido del vocablo hebreo ajarit. Si se admite
dicha versión literal, tenemos paralelismo con la primera parte del versículo; si se admite la
versión de ajarit por «posteridad», hay paralelismo antitético con el versículo anterior,
aunque también allí aparece el vocablo ajarit, con lo que tendríamos un contraste entre el
final pacífico, lleno de tranquilidad y consuelo, de los justos, y el final terrible, repentino, de
los malvados. A este final rápido aluden los versículos 35 y 36.
(B) En cambio, vemos la dicha y bendición de los justos; al menos, en su fin terrenal. Aun en
el caso de que hayan carecido de heredad en este mundo, les está reservada mansión en los
cielos: dignidad, honor, verdadera riqueza, en la Nueva Jerusalén, de la que Canaán era tipo.
Que todos tomen buena nota de esto (v. 37): «Considera al íntegro y mira al justo. Fíjate en
el resultado de su conducta (He. 13:7) y hallarás que su fin es paz. » No es el justo el que se
ha procurado su salvación; es obra de la iniciativa libre y amorosa —soberana— de Dios: «La
salvación de los justos. Viene de Yahweh» (v. 39, comp. con don. 2:9 y Ef. 2:8 _<y esto no
proviene de vosotros, pues es don de Dios»). El v. 40 dice literalmente: «Les ayudará Yahweh
y los libertará; los libertará de los perversos y los salvará, porque en El se han refugiado.» El,
que se refugia bajo las alas del Todo suficiente, no sólo hallará en El ayuda y libertad, sino
también segura salvación.

Salmos 38 -Oración de un penitente.


Salmo de David.
1
Jehová, no me reprendas en tu furor,
Ni me castigues en tu ira.
2
Porque tus saetas cayeron sobre mí,
Y sobre mí ha descendido tu mano.
3
Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira;
Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.
4
Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza;
Como carga pesada se han agravado sobre mí.
5
Hieden y supuran mis llagas,
A causa de mi locura.
6
Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera,
Ando enlutado todo el día.
7
Porque mis lomos están llenos de ardor,
Y nada hay sano en mi carne.
8
Estoy debilitado y molido en gran manera;
Gimo a causa de la conmoción de mi corazón.
9
Señor, delante de ti están todos mis deseos,
Y mi suspiro no te es oculto.
10
Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor,
Y aun la luz de mis ojos me falta ya.
11
Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
Y mis cercanos se han alejado.
12
Los que buscan mi vida arman lazos,
Y los que procuran mi mal hablan iniquidades,
Y meditan fraudes todo el día.
13
Mas yo, como si fuera sordo, no oigo;
Y soy como mudo que no abre la boca.
14
Soy, pues, como un hombre que no oye,
Y en cuya boca no hay reprensiones.
15
Porque en ti, oh Jehová, he esperado;
Tú responderás, Jehová Dios mío.
16
Dije: No se alegren de mí;
Cuando mi pie resbale, no se engrandezcan sobre mí.
17
Pero yo estoy a punto de caer,
Y mi dolor está delante de mí continuamente.
18
Por tanto, confesaré mi maldad,
Y me contristaré por mi pecado.
19
Porque mis enemigos están vivos y fuertes,
Y se han aumentado los que me aborrecen sin causa.
20
Los que pagan mal por bien
Me son contrarios, por seguir yo lo bueno.
21
No me desampares, oh Jehová;
Dios mío, no te alejes de mí.
22
Apresúrate a ayudarme,
Oh Señor, mi salvación.
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Comentario a Salmos 38
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es uno de los salmos llamados penitenciales; está lleno de pesar y lamentación desde el
comienzo hasta el final, por lo que su carácter penitencial resalta todavía más que en los
salmos 6 y 32. No hay duda de que David tiene aquí ante su vista sus pecados y sus
aflicciones, por lo que su redacción es posterior a la época en que ocurrieron los
acontecimientos narrados antes de 2 S. 13. Se lamenta aquí David, I. Del desagrado de Dios y
de su propio pecado que provocó el desagrado de Dios hacia él (vv. 1-5). II. De su debilidad
corporal (vv. 6-10). III. De la falta de amabilidad de sus amigos (v. 11). IV. De las injurias que
le hicieron sus enemigos, apelando a su amistoso comportamiento con ellos, pero confesando
también sus pecados contra Dios (vv. 12-20). V. Finalmente, concluye el salmo con una
ferviente oración a Dios, a fin de que se digne otorgarle su presencia y su ayuda (vv. 21, 22).
Versículos 1-11
El título de este salmo es «Para hacer recordar» (el verbo está en la forma causativa activa
Hiphil—nota del traductor). La misma expresión aparece en el título del salmo 70.
1. Pide a Dios que aparte de él su ira (v. 1): «Yahweh, no me reprendas en tu furor... » Aun
cuando Dios nos reprenda y castigue, es posible que no lo haga con enojo y furor, pues eso es
como hiel y ajenjo en medio de la aflicción. Quienes deseen escapar de la ira de Dios, han de
orar por ello más que por cualquier otra aflicción que puedan sufrir, y estar contentos con
soportar cualquier otra aflicción que les pueda sobrevenir, si ésta procede del amor, no de la
ira, de Dios.
2. Se lamenta amargamente de las manifestaciones del desagrado de Dios contra él (v. 2):
«Porque tus saetas (comp. Dt. 32:23; Job 6:4; Lam. 3:12, 13; Ez. 5:16) se han clavado en mí,
y sobre mí está pesando tu mano. » Bajo estas metáforas expresa el salmista la enfermedad
que le aflige, como lo aclara, ya sin metáforas, el v. 3: «Nada hay sano en mi carne, etc. » La
amargura que le causaba la enfermedad no era lo peor; desfallecía su corazón (v. 8) y gemía
quejumbrosamente, olvidando su bravura de soldado, su dignidad de rey y el gozo del dulce
cantor de Israel.
3. Reconoce su pecado como causa de todos sus males y gime bajo el peso de su culpa más
que por el peso de cualquier otra aflicción (v. 3):
«No hay reposo en mis huesos, a causa de mi pecado. » A ello se debe la indignación de Dios
(y. 3a), que David reconoce como justificada y bien merecida, pues continúa (v. 4): «Porque
mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza, como las bravías olas del mar sobre una persona
que se está hundiendo; como carga pesada gravitan sobre mí más de lo que puedo soportar. »
El pecado impide al hombre elevarse y avanzar. «Hieden y supuran mis llagas», continúa
David, como una herida infectada a la que no se ha prestado el necesario cuidado; y eso, «a
causa de mi locura» (v. 5). Los pecados son heridas (Is. 1:6); heridas mortales y dolorosas.
Aun la más leve herida de éstas, si se descuida, puede tener fatales consecuencias cuando
falta el arrepentimiento.
4. Gime David a causa de sus aflicciones y da salida a sus penas derramando sus quejas en la
presencia del Señor: (A) Su mente se hallaba turbada, su conciencia estaba dolorida y no
encontraba reposo para su espíritu, pues ¿quién puede soportar un espíritu herido? Se veía
encorvado, abatido en gran manera (v. 6), debilitado y molido (v. 8). (B) Estaba enfermo y
débil de cuerpo, con una llaga semejante a la de Ezequías, con fiebre e inflamación (v. 7):
«Porque mis lomos están ardiendo de fiebre, y nada hay sano en mi carne. » La enfermedad
puede destemplar el cuerpo más fuerte y vigoroso. David era famoso por su valentía, pero
cuando Dios contendió con él por medio de la enfermedad y de la impresión que su ira hizo en
la mente de él, su corazón desfallecía y se hizo más débil que el agua. (C) Sus amigos se
portaban muy mal con él (v. 11): «Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi
llaga, y mis allegados (sus parientes) se han alejado», a pesar de que seguramente su
enfermedad nada tenía de infecciosa.
5. En medio de sus quejas, se consuela con el pensamiento de que Dios toma nota de sus
aflicciones lo mismo que de sus oraciones (v. 9):«Señor, delante de ti están todos mis deseos,
y mi suspiro no te es oculto. » Como diciendo: «Tú conoces las bendiciones por las que suspiro
y el peso que me abate.»
Versículos 12-22
1. Se queja ahora David del poder y de la perversidad de sus enemigos, los cuales, al
parecer, no sólo aprovecharon la ocasión de su debilidad corporal y mental para insultarle,
sino que vieron en ello la oportunidad para hacerle daño. Muchas cosas tiene que decir contra
ellos, y las presenta como razón por la que Dios habría de manifestarse a favor el él, como
decía en otro lugar: «Mira mis enemigos)) (24:19). Aquí dice de ellos: «Tienden lazos...
hablan de iniquidades.., maquinan engaños» (v. 12). En estas tareas se muestran «activos y
poderosos y... aborrecen mi causa (v. 19), aprovechándose de cualquier desliz mío (vv. 16,
17), aumentándolo y divulgándolo con toda insolencia y alegrándose de mis fallos. No sólo son
injustos, sino también ingratos, pues yo no les he hecho ningún mal; me pagan mal por bien
(y. 20. Comp. con 109:4, 5); me son contrarios por seguir yo lo bueno. » Le odiaban
precisamente por la amabilidad que les dispensaba y por la devoción y obediencia a su Dios;
le odiaban a él porque odiaban a Dios y a cuantos son imitadores de Dios.
2. Se consuela con la reflexión sobre su apacible y piadosa conducta bajo todas las injurias e
indignidades que le eran hechas. Si tenemos celo por el bien, ¿quién es el que nos podrá
hacer daño?(l P. 3:13). Esto es lo que hizo David aquí: Se mantuvo tranquilo y no se
descompuso por ninguna de las injurias que le fueron hechas y dichas (vv. 13, 14), en lo cual
fue tipo de Cristo, quien fue como una oveja que delante de sus trasquiladores está muda (Is.
53:7), quien cuando le maldecían, no respondía con maldición (1 P. 2:23). David se mantenía
en comunión con su Dios por medio de la fe y de la oración. Sus amigos, que deberían haber
estado a su lado y a favor de la causa, se apartaban de él (v. 11); pero Dios es un amigo que
nunca nos abandonará si ponemos nuestra esperanza en El: «Tú responderás, Yahweh Dios
mío» (v. 15).
3. Se siente David a punto de resbalar, zozobrar y caer (vv. 16, 17), no sólo bajo el peso de
su enfermedad, sino también ante el mal trato que recibe de sus enemigos. Son acentos
parecidos a los de Asaf en el salmo 73:2 y ss. Aun las personas buenas, si persisten en
considerar la aflicción en que se hallan, se ven tentados a resbalar, cuando se habrían
mantenido firmes en su posición si hubiesen tenido fija su atención en Dios. Aun cuando
delante de los hombres podía justificarse, delante de Dios se ve obligado David a condenarse
a sí mismo (v. 18): «Por tanto, confieso mi maldad, y me contrista mi pecado.» Esto le
ayudaba grandemente a permanecer en silencio bajo las reprensiones de la Providencia y los
reproches de los hombres.
4. Concluye con una ferviente oración a Dios, a fin de que le otorgue su presencia y su favor
(vv. 21, 22): «No me desampares, oh Yahweh. Aun cuando mis amigos se alejen de mí y
aunque merezco ser desamparado por ti, Dios mío, no te alejes de mí, conforme al temor de
mi incrédulo corazón, sino apresúrate a ayudarme, oh Señor, salvación mía.»

Salmos 39 --El carácter transitorio de la vida--.


Salmo de David

1 Yo dije: Atenderé a mis caminos,

Para no pecar con mi lengua;


Guardaré mi boca con freno,

En tanto que el impío esté delante de mí.


2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno;

Y se agravó mi dolor.
3 Se enardeció mi corazón dentro de mí;

En mi meditación se encendió fuego,


Y así proferí con mi lengua:

4 Hazme saber, Jehová, mi fin,


Y cuánta sea la medida de mis días;

Sepa yo cuán frágil soy.


5 He aquí, diste a mis días término corto,

Y mi edad es como nada delante de ti;


Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah

6 Ciertamente como una sombra es el hombre;


Ciertamente en vano se afana;

Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.


7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré?

Mi esperanza está en ti.


8 Líbrame de todas mis transgresiones;

No me pongas por escarnio del insensato.


9 Enmudecí, no abrí mi boca,

Porque tú lo hiciste.
10 Quita de sobre mí tu plaga;

Estoy consumido bajo los golpes de tu mano.


11 Con castigos por el pecado corriges al hombre,

Y deshaces como polilla lo más estimado de él;


Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah

12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor.


No calles ante mis lágrimas;

Porque forastero soy para ti,


Y advenedizo, como todos mis padres.

13 Déjame, y tomaré fuerzas,


Antes que vaya y perezca.

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Comentario a Salmos 39
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Parece ser que David se hallaba en gran aprieto cuando compuso este salmo, pues le resulta
difícil seguir el consejo que ha dado a otros (salmo 37) de guardar silencio ante el Señor y
esperar en Él sin impacientarse. I. Declara la lucha que sentía en su pecho entre la gracia y la
corrupción, entre la pasión y la paciencia (vv. 1-3). II. Medita sobre la fragilidad de la vida
humana y ruega a Dios que le instruya acerca de ello (vv. 4-6). III. Pide a Dios que le perdone
sus pecados, retire de él sus aflicciones y le alargue la vida hasta que esté debidamente
preparado para morir (vv. 7-13).
Versículos 1-6
David dirige este salmo a Yedutún (hebr. lduthún), uno de los directores de coro que él había
nombrado para el servicio del santuario (1 Cr. 16:41; 25:1-3). Reflexiona aquí sobre los
sentimientos de su corazón en medio de las aflicciones que sufre.
1. Recuerda el pacto que había hecho con Dios. Siempre que nos sentimos tentados a pecar,
hemos de recordar los solemnes votos que hemos hecho de no cometer algún pecado
particular en el que nos vemos prestos a caer.
(A) Trae a la memoria la resolución que había hecho de ser cauto y circunspecto en su
conducta (v. 1): «Velaré sobre mis pasos. » Después de decidir velar sobre nuestros pasos,
debemos recordar a menudo tal resolución.
(B) Trae también a la memoria la especial resolución que había hecho de abstenerse de
pecar con la lengua. No resulta fácil a veces impedir que se introduzca en nuestra mente un
mal pensamiento; pero, en el caso de que tal cosa suceda, hemos de frenar la lengua, como
David, a fin de que no salga al exterior el mal pensamiento: «Pondré a mi boca un freno»,
dice él. La vigilancia en el hábito es el freno en la cabeza; la vigilancia en el acto es la mano
en el freno. Es como la mordaza que se le pone a un perro feroz y sin domesticar. Con una
rápida decisión se impide que una palabra corrompida salga de la boca, y así se le pone freno
o mordaza. Cuando David se hallaba en compañía de los impíos (v. 1b), se cuidaba de decir
cosa alguna que sirviese para que ellos se endurecieran ç blasfemaran.
2. Conforme a este propósito, estaba dispuesto a pasar prontamente a poner por obra su
resolución (v. 2): «Enmudecí, guardé silencio y me callé» (la frase siguiente —nota del
traductor— es traducida en versiones antiguas, también en la RV 1960: «aun respecto de lo
bueno», lo cual, como afirma M. Henry que sigue dicha lectura, indicaría una debilidad de
David, al no ser capaz de hablar ni lo bueno, pero el gran Diccionario de Brown-Driver-Briggs
lo traduce como «a causa de lo bueno», es decir, a causa de la felicidad de los impíos, como
dicen el texto y el margen en la RV 1977).
3. Cuanto menos hablaba, más pensaba y se enardecía de dolor e ira (vv. 2, 3). Había puesto
mordaza a su lengua, pero no pudo ponerla a su corazón. Nótese que quienes se hallan con el
ánimo impaciente y airado no deben avivar el fuego mediante una meditación prolongada,
porque, mientras permiten que sus pensamientos se fijen en las causas de sus calamidades, el
fuego del descontento recibe más combustible y arde con mayor furia. Por consiguiente, si
queremos impedir las explosiones de una pasión sin freno, hemos de impedir primero la
continuación de unos pensamientos pertinaces.
4. Cuando, por fin, se decidió a hablar (y. 3b), lo hizo con buen objeto (más bien que con
enfado, como opinan algunos).
(A) Pide a Dios que le haga ver la brevedad de la vida (y. 4): «Hazme saber, Yahweh, mi
fin... » No pide a Dios que le haga saber cuándo va a morir, sino que le haga percatarse de la
fragilidad y brevedad de la vida, como se ve por el contexto. Este pensamiento es siempre
útil. Para el impío, el fin de la vida es el fin de todos sus placeres; para el piadoso, es el fin
de todos su dolores. Cuando consideramos la muerte como algo muy distante, estamos
tentados a prorrogar la necesaria preparación para este último momento en este mundo;
pero, si consideramos cuán corta es la vida terrenal, nos veremos espoleados a obrar el bien,
no sólo con todas nuestras fuerzas, sino también con toda premura posible.
(B) Medita a continuación sobre esa brevedad de la vida, con el ruego implícito de que Dios
le alivie la carga de sus pecados y de sus aflicciones (v. 5): «He aquí, diste a mis días la
largura de un palmo.» Observa Arconada: «El palmo hebreo no era como el nuestro (distancia
que va entre meñique y pulgar de la mano extendida, unos veinte centímetros), sino la
distancia entre los cuatro dedos (excluido el pulgar) de la mano cerrada y plana (unos siete
centímetros); por lo tanto, la imagen significa Un tiempo mucho más corto de lo que
podríamos imaginar.» No necesitamos, pues, grandes conocimientos de matemáticas para
medir nuestra vida, ya que su fin está en la punta de cuatro dedos de la mano. Nuestro
tiempo es corto; así lo ha hecho Dios y así lo sabe Él: «El tiempo de mi vida es como nada
delante de ti» (v. 5b). No es extraño que este versículo finalice con una pausa (hebr. selah),
pues bien merece la pena pararse a reflexionar sobre una verdad tan tremenda. Como prueba
de la vanidad de la vida del hombre sobre la tierra, David menciona (v. 6) tres cosas:
(a) La vanidad de nuestros goces y de nuestros honores, pues incluso cuando más majestuoso
pueda aparecer a la vista de los hombres, no es más que como una sombra que pasa, un vano
alarde.
(b) La vanidad de nuestras penas y de nuestros temores, pues «en vano se afana» (lit, en
vano obran tumultuosamente), es decir, actúa apresurada y estrepitosamente, tanto por afán
de conseguir lo que desea como por escapar de lo que teme, siendo frecuentemente sus
temores fruto únicamente de su fantasía y, por ello, pura vanidad.
(C) La vanidad de sus preocupaciones y fatigas: «Amontona riquezas y no sabe quién las
recogerá.» ¡Cuán gráfica y persuasivamente lo expresó el Señor en la parábola del rico necio!
(Lc. 12:16-2 1). Las riquezas son como el fiemo que se emplea para abonar los campos: si se
amontona, huele que apesta; pero si se distribuye, sirve para fertilizar la tierra.
Versículos 7-13
En estos versículos, el salmista vuelve los ojos y el corazón hacia el Cielo. Cuando uno se
percata de que no puede hallarse satisfacción sólida en las criaturas, está preparado para
hallarla en la comunión con Dios; y a El deberían conducirnos los desengaños que sufrimos en
este mundo. Vemos aquí:
1. Su dependencia de Dios (v. 7). No espera conseguir la felicidad en las cosas de este mundo
y, por eso, le dice a Dios: « Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? Nada de las cosas de los
sentidos ni del tiempo; no tengo nada que desear, nada que esperar, de las cosas de la tierra.
Mi esperanza está en ti. » No podemos echar cuentas de tener siempre buena salud, prósperos
negocios, muchos y buenos amigos, etc., pues todo eso es tan incierto y caduco como nuestra
existencia en este mundo.
2. Su sumisión a Dios y su gozosa aquiescencia a la voluntad de Dios (v. 9): «Tú lo hiciste».
Como diciendo: «Esto no ocurrió por casualidad, sino por designio tuyo.» En todos los
acontecimientos, hemos de decir:
«Este es el dedo de Dios», cualesquiera sean los instrumentos de que se valga.
3. Su deseo de Dios y la plegaria que le dirige:
(A) Para que le perdone su pecado y le preserve de la confusión (v. 8). Antes de pedir:
«Retira de mí tus golpes» (v. 10), dice: «Líbrame de todas mis transgresiones» (v. 8);
perdonándole la culpa, puede esperar que le libre del castigo que se merece por su pecado. Y
añade: «No me pongas por escarnio del insensato» (v. 8b). Los malvados son insensatos (aquí
aparece, una vez más, el vocablo hebreo nabal, como en 14:1; 53:1).
Lo peor es que piensan que son listos cuando hacen escarnio de los buenos, lo cual es
precisamente su mayor locura.
(B) Para que retire de él su aflicción, pues se halla muy deprimido a causa de ella (v. 10):
«Retira de mí tus golpes; estoy consumido bajo la dureza de tu mano.» Su enfermedad le
había debilitado hasta tal punto que su ánimo estaba decaído, su fuerza se hallaba exhausta,
y su cuerpo se había vuelto macilento. Nuestras malas obras nos atraen la aflicción, por lo
que somos castigados con nuestra propia vara. Es el yugo de nuestras rebeliones, aunque haya
sido atado por su mano (Lam. 1:4). No obstante, los golpes de la disciplina de Dios son para
nuestro bien (v. 11):
«Castigando sus pecados, corriges al hombre» (comp. Heb. 12:6-1 1). La belleza del hombre:
todo lo que él más aprecia; ya sea la vida, la comodidad, los placeres, las riquezas, las
fuerzas y la misma hermosura del cuerpo, todo ello queda consumido por la mano de Dios,
que hace la labor de la polilla (comp. Os. 5:12).
(C) Ruega a Dios que escuche su oración y le dé un poco de respiro ante la brevedad de la
vida. Ahora se ve como forastero y huésped (v. 12, comp. con 1 P. 2:11), lo mismo que sus
antepasados, reconociendo así que se halla de paso en este mundo y que va de viaje a otro
mundo mejor, no pensando que estará en su propia casa hasta que llegue al hogar celestial.
Pero antes necesita recobrarse un poco (v. 13): «Déjame y tomaré fuerzas, antes que me vaya
y perezca.» Como diciendo: «Haz que me recupere de esta enfermedad, que recobre la
energía de mi cuerpo y de mi mente, para que, con el ánimo calmado, pueda prepararme
mejor para el momento en que tenga que marcharme de este mundo.»

Salmo 40 --Alabanza por la liberación divina-


Salmo de David.

1
Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
2
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
3
Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová.
4
Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.
5
Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas;
Y tus pensamientos para con nosotros,
No es posible contarlos ante ti.
Si yo anunciare y hablare de ellos,
No pueden ser enumerados.
6
Sacrificio y ofrenda no te agrada;
Has abierto mis oídos;
Holocausto y expiación no has demandado.
7
Entonces dije: He aquí, vengo;
En el rollo del libro está escrito de mí;
8
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,
Y tu ley está en medio de mi corazón.
9
He anunciado justicia en grande congregación;
He aquí, no refrené mis labios,
Jehová, tú lo sabes.
10
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
He publicado tu fidelidad y tu salvación;
No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.
11
Jehová, no retengas de mí tus misericordias;
Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre.
12
Porque me han rodeado males sin número;
Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla.
13
Quieras, oh Jehová, librarme;
Jehová, apresúrate a socorrerme.
14
Sean avergonzados y confundidos a una
Los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
Los que mi mal desean;
15
Sean asolados en pago de su afrenta
Los que me dicen ¡Ea!, ¡ea!
16
Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan,
Y digan siempre los que aman tu salvación:
Jehová sea enaltecido.
17
Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes

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Comentario a Salmos --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Parece ser que David redactó este salmo con ocasión de su liberación, por el poder y la
bondad de Dios, de alguna gran aflicción bajo la cual estaba en peligro de quedar aplastado;
es probable que se hallase en un estado de turbación mental, acuciado por la conciencia de
pecado y del desagrado de Dios contra él a causa de dicho pecado. En este salmo, I. David
hace mención del favor que le ha dispensado Dios al librarle de su grave aprieto, y le tributa
alabanzas con gratitud (vv. 1-5). II. De aquí toma ocasión para hablar proféticamente de la
obra de la redención por medio de Cristo (vv. 6-10). III. Esto le anima a rogar a Dios favor y
gracia para sí y para sus amigos (vv. 11-17).
Versículos 1-5
1. Vemos el grave apuro en que se había encontrado el salmista.
2. Vemos también el refugio que buscó en Dios y su confianza firme en que le había de sacar
de aquel aprieto (v. 1): ‘(Pacientemente esperé» (lit. Esperando esperé —hebraísmo de
énfasis). No esperaba alivio de ninguna otra parte sino de Dios; la misma mano que desgarra
curará; la misma que hiere vendará (Os. 6:1); de no ser así, no habría remedio. David esperó
pacientemente, lo cual insinúa que el alivio no vino pronto; sin embargo, él no dudaba de que
había de venir y, por eso, decidió continuar creyendo y esperando, y orando, hasta que
llegase. Esto podría también aplicarse a Cristo, quien, tanto en Getsemaní como en la cruz,
continuó orando en su agonía al que le podía librar de la muerte, fue oído y librado de su
temor (He. 5:7, conforme al sentido, ya que no según la letra, del original).
3. Su consoladora experiencia de la bondad de Dios hacia él en su aflicción, la cual queda
aquí mencionada para alabar y honrar a Dios, y para animar y estimular a otros: «Se inclinó
hacia mí y escuchó mi clamor.» Quienes, en su piedad, han sido presa de la melancolía y han
hallado alivio a ella por la gracia de Dios, pueden aplicarse a sí mismos estos sentimientos de
David, pues han sido extraídos también de un horrible pozo (y. 2). El favor de Dios es
completo cuando los pies quedan firmemente asentados sobre una roca, viéndose alzados con
tan estupenda elevación tanto como antes se habían visto hundidos en las voraces fauces de
un pozo hondísimo. «Puso luego en mi boca —prosigue David— un cántico nuevo de alabanza a
nuestro Dios» (y. 3. Lit.). Como diciendo: «Me dio nuevos motivos para regocijarme y como un
nuevo corazón para expresar mi regocijo con un cántico que fuese como un nuevo himno de
alabanza a El.»
4. La experiencia de David había de animar a muchos a esperar en Dios; a ese fin, dice a
continuación: «Verán esto muchos, y temerán y confiarán en Yahweh» (y. 3b). Hay un temor
santo y reverente de Dios, que no sólo es compatible con la confianza en El, sino que es el
sólido fundamento de dicha confianza. No le temerán para huir de El, sino para echarse en
sus brazos, cuando se hallen en los más graves aprietos, no dudando de que le encontrarán
tan presto a ayudarles a ellos como le encontró David en su terrible aflicción. El salmista
invita a otros a poner en Dios su esperanza como él lo hizo, y declara dichosos a quienes así
actúen (v. 4): «Dichoso el varón (lit, guerrero, valiente) que puso en Yahweh su confianza y
no se volvió a los soberbios» (lit.), es decir (con la mayor probabilidad), no se va con altivos y
rebeldes, que se apartan de Dios para ir en pos de la mentira, esto es, de los ídolos. David se
siente embargado de emoción y gratitud al recordar las múltiples maravillas que Dios ha
obrado a favor de él (v. 5); tantas que —dice— «no es posible enumerártelas» (traducción más
probable que la de «No hay nadie comparable a ti»). Esas maravillas que Dios hace a nuestro
favor son el producto de los benignos designios para con nosotros en la mente de Dios la
infinita sabiduría de Dios al servicio de su infinito amor (Jer. 3 1:3; 1 Co. 2:7), «pensamientos
de paz y no de desgracia» (Jer. 29:11). Cómo se unen los anillos de esa áurea cadena es, por
ahora, un gran misterio para nosotros, pero llegará un día feliz en que se rasgue el velo y
podamos contemplar la beatífica realidad. Al presente, hemos de contentarnos con añadir un
largo etcétera a la enumeración agradecida de los favores que de Dios hemos recibido y
adorar después las cuatro dimensiones de su amor en Cristo (Ef. 3:18, 19), sin esperanza
alguna de hallarles el límite.
Versículos 6-10
Después de extasiarse ante las maravillas que obra Dios a favor de los suyos, es llevado
extrañamente a predecir aquella maravilla de maravillas que es la obra de nuestra redeción
por medio de nuestro Señor Jesucristo. Estos versículos son citados, a tal efecto, en la
Epístola a los hebreos 10:5 y ss., como puestos en boca del Salvador.
1. Vemos primero la absoluta insuficiencia de los sacrificios legales para hacer expiación por
el pecado a fin de obtener nuestra paz con Dios:
«Sacrificio y ofrenda no deseaste» (lit.), es decir, no quisiste que el Redentor los ofreciese.
Algo tenía que ofrecer, pero no eso (He. 8:3).
Incluso cuando la ley acerca de los sacrificios estaba en toda su vigencia, puede decirse que
Dios no los requería ni los aceptaba por lo que eran en sí mismos, puesto que no tenían fuerza
alguna para quitar los pecados (He. 10:4) ni, por tanto, para satisfacer a la justicia de Dios.
La vida de una oveja o de un buey, que tiene mucho menos valor que la vida de un hombre
(Mt. 12:12), no podía en modo alguno equivaler al precio requerido para nuestra redención (y.
1. P. 1:18-20). Ni podía quitar el miedo al pecado pacificando la conciencia, ni remover el
poder del pecado santificando la naturaleza. Todo su valor consistía en su referencia al
sacrificio de Jesucristo, del que eran figura y sombra, símbolos en que poner a prueba la fe y
la obediencia del pueblo de Dios. Pero había de llegar la sustancia, la realidad, que es Cristo,
capaz de dar a Dios la gloria, y a los hombres la gracia, que aquellos sacrificios no podían por
sí mismos dar.
2. La designación del Señor Jesús para la obra y el oficio de Mediador: «Me horadaste los
oídos» (lit.), expresión que alude, por una parte, a Ex. 21:6, donde le son horadados los oídos
al siervo que se queda libremente con su amo (comp. con Fil. 2:7, 8) y, por otra, a Is. 50:4, 5,
donde el oír conecta con el obedecer, teniendo además en cuenta que, en hebreo, se usa el
mismo vocablo para ambos verbos. Es bien sabido —nota del traductor— que el autor de
Hebreos tomó de los LXX la cita correspondiente, con lo que He. 10:5 dice literalmente: «Mas
me preparaste (un) cuerpo. » El sentido no varía, ya que, si el oído es el instrumento para
recibir el mandato de Dios, el cuerpo es el medio exterior con que cumplirlo (v. 2 Co. 5:10
«por medio del cuerpo». Lit.). Un rabino converso me hizo notar que el cuerpo del feto tiene
la forma de una oreja.
3. Su consentimiento voluntario a la obra que se le encomendó (v 7): «Entonces dije: Yo voy»
(lit.). Como diciendo: «Puesto que no deseas sacrificio, ni ofrenda, ni holocausto, ni expiación
(v. 6), aquí me tienes a mí, decidido a entrar en liza con los poderes de las tinieblas y mirar
por el interés de tu gloria y de tu reino, antes que dejar sin hacer la obra de la redención.
Aquí me tienes dispuesto a ser enviado al mundo cuando se cumpla la plenitud de los tiempos
(v. Mr. 1:15). Para todos los santos del A.T. seré «el que viene» (Mt. 11:3; Le. 7:19, 20; He.
10:37. Lit.).»
4. El motivo por el que vino a dar cumplimiento a esta obra: «En el rollo (aludiendo a la
forma en que se escribían los documentos) del libro (es decir, de la Escritura Sagrada) está
escrito de mí. » ¿Qué es lo que estaba escrito de él? —nota del traductor— (A) El texto
masorético actual hace aquí un corte; por lo que nuestras versiones le hacen seguir, por ello,
de punto y coma. Se referiría entonces a lo anterior, con lo que se insinúa más claramente el
sentido mesiánico (el cual aparece, ya de manifiesto, en He. 10:5-7). (B) Otras versiones
modernas hacen desaparecer dicho corte, y unen la frase con lo que sigue, traduciendo así:
«Se me ha prescrito en el rollo del libro hacer tu voluntad» (Biblia de Jerusalén.
De modo parecido, la versión de Arconada en La Sagrada Escritura de la B.A.C., la Nueva
Biblia Española y la de Las Buenas Nuevas). (C) La New international Version propone una
tercera lectura, como alternativa a la que aparece en nuestras versiones RV: «He venido con
el rollo escrito para mí. El hacer tu voluntad, etc.» Si se adopta la 2da lectura, el sentido
mesiánico sólo se sabría con el texto de He. 10:5-7 a la vista.
5. El gozo con que tomó a pechos esta empresa. Habiéndose ofrecido voluntariamente a ella,
no le volvió después la espalda, ni se desanimó por lo arduo de la obra, sino que la llevó a
cabo gozoso y satisfecho: «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en
medio de mi corazón.» Esta frase no está citada literalmente en He. 10:7, pero el gozo con
que Cristo cumplió la voluntad del Padre en la obra de la redención queda registrado en Is.
53:11; He. 12:2 «por el gozo puesto delante de El... »
6. La proclamación del Evangelio en medio de todo el pueblo: «... en la gran congregación...
a la gran asamblea» (vv. 9, 10). El mismo que, como sacerdote, llevó a cabo por nosotros la
obra de la redención, la proclamó, como profeta; primero, por sí mismo; después, por medio
de sus apóstoles; ahora, y por los siglos, mediante su palabra y su espíritu (He. 2:3,4). Lo que
proclama es la justicia de Dios (vv. 9, 10), así como su fidelidad y salvación (explanación de
justicia), repitiendo de forma inversa, en el estilo siguiente, bajo los sinónimos misericordia y
verdad, el tan conocido binomio. Véase cómo repite: «He proclamado..., no refrene mis
labios... No encubrí... He publicado... No oculté... » (comp. con Hch. 20:20, 21, 27).
Versículos 1 1-17
Después de haber meditado sobre la obra de la redención y hablado de ella en la persona del
Mesías, el salmista habla ahora en su propio nombre.
1. Esto puede animarnos a suplicar el favor de Dios y a ponernos bajo la protección de su
gracia (v. 11): « Yahweh, Tú que no escatimaste a tu propio Hijo (Ro. 8:32), no retengas, no
escatimes tu compasión (lit.) hacia mí, porque ¿no nos darás también con El todas las cosas?
Tu misericordia y tu verdad me guarden (es decir, me preserven) siempre. »
2. También nos puede animar, con respecto a nuestros pecados, el que Jesucristo, mediante
la obra de la cruz, nos haya descargado de ellos (2 Co. 5:19), cosa que ni sacrificios ni
ofrendas podían hacer. El salmista ve en sus pecados males, los peores males, y en mayor
número que los cabellos de su cabeza (y. 12). La vista de sus pecados le oprimía de tal forma
que le debilitaba los ojos y el corazón: «no puedo levantarla vista... y mi corazón me falla»,
dice literalmente. Con qué acentos tan apasionados dama (v. 13): «Dígnate, oh Yahweh,
librarme.» En casos de esta naturaleza, cuando se juega el destino de un alma inmortal, toda
tardanza es peligrosa; por eso, añade: «Yahweh, apresúrate a socorrerme. »
3. Asimismo puede animarnos a confiar en la victoria sobre nuestros enemigos espirituales,
quienes buscan la destrucción de nuestra alma (v. 14) —aun cuando el salmista se refiere al
peligro de su vida—. Si Cristo ha triunfado sobre ellos, seremos por medio de El más que
vencedores. Con esta fe, podemos orar, como David, con humilde osadía: «Sean avergonzados
y confundidos a una... Vuelvan las espaldas y avergüéncense... (v. 14) Queden consternados
en pago de su afrenta» (v. 15). Cuando un hijo de Dios es llevado hasta el borde mismo del
pozo, Satanás grita: ¡Ja, ja!», pensando que ya ha ganado la partida, pero queda consternado
cuando ve un tizón arrebatado del incendio (Zac. 3:2).
4. El salmista anima también a todos los que buscan a Dios a que se unan al gozo del que él
disfruta y a las alabanzas que tributa a Yahweh (y. 16).
5. Finalmente, cuantos se hallan afligidos y necesitados a pesar de ser hijos de Dios, como
David, pueden confiar en la ayuda y liberación que Dios presta sin falta a los suyos (v. 17):
«Aunque yo estoy afligido y necesitado, Yahweh pensará en mí. » De una Mente Eterna que,
por ello, está eternamente pensando en cada uno de nosotros, bien se puede esperar
confiadamente la ayuda y la liberación que necesitemos.

Salmo 41 (RV60) -Oración pidiendo salud.


Salmo de David

1 Bienaventurado el que piensa en el pobre;


En el día malo lo librará Jehová.
2 Jehová lo guardará, y le dará vida;
Será bienaventurado en la tierra,
Y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos.

3 Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor;


Mullirás toda su cama en su enfermedad.

4 Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí;


Sana mi alma, porque contra ti he pecado.

5 Mis enemigos dicen mal de mí, preguntando:


¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre?

6 Y si vienen a verme, hablan mentira;


Su corazón recoge para sí iniquidad,
Y al salir fuera la divulgan.

7 Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen;


Contra mí piensan mal, diciendo de mí:

8 Cosa pestilencial se ha apoderado de él;


Y el que cayó en cama no volverá a levantarse.

9 Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía,


Alzó contra mí el calcañal.

10 Mas tú, Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar,


Y les daré el pago.

11 En esto conoceré que te he agradado,


Que mi enemigo no se huelgue de mí.

12 En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado,


Y me has hecho estar delante de ti para siempre.

13 Bendito sea Jehová, el Dios de Israel,


Por los siglos de los siglos.
Amén y Amén.
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Comentario a Salmos 41
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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La misericordia y la verdad de Dios han sido siempre el consuelo y el sostén de los santos
cuando éstos han experimentado la enemistad traicionera de los hombres. David encontró
muy crueles a sus enemigos, pero halló en Yahweh un Dios lleno de gracia y compasión hacia
él. I. Aquí se consuela y anima en su comunión con Dios en medio de su enfermedad,
recibiendo por fe y echando mano de las promesas de Dios (vv. 1-3) y elevando su corazón en
oración (v. 4). II. Presenta la animosidad de sus enemigos contra él (vv. 5-9). III. Deja su
causa en las manos de Dios (vv. 10-12), y el salmo concluye así con una doxología (v. 13).
¿Está alguien afligido de alguna enfermedad? Cante el comienzo de este salmo. ¿Está alguien
perseguido por algún enemigo? Cante la última parte.
Versículos 1-4
El salmo es de David y va dirigido al principal director de música. Vemos en él:
I. Las promesas de Dios de socorrer y animar a los que tienen piedad de los pobres; más
exactamente, de los débiles en cuanto a la salud.
1. David menciona a estas personas, aplicando el caso, ya sea (A) A sus amigos que se
portaban compasivamente con él. Las provocaciones de sus enemigos y el estado mismo de
su salud hacían que sus verdaderos amigos le mostrasen tanto más el afecto que le tenían.
(B) También, aun cuando con menor probabilidad, podría aplicarse al propio David, quien
había tenido siempre consideración con los pobres y había procurado que fuesen aliviados; y,
por tanto, estaba seguro de que Dios, conforme a su promesa, había de fortalecerle y
consolarle en su enfermedad.
2. En sentido más general, podríamos hacer una aplicación a nosotros mismos.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt. 5:7). La
misericordia, compasión o piedad que de nosotros se espera es que tengamos consideración
de los pobres o afligidos, ya sea en su cuerpo, en su mente o en su hacienda. Hemos de
percatamos de su aflicción e investigar su situación, simpatizar con ellos y juzgarlos con
caridad. Tales personas obtendrán bendición ya en la tierra, pues esta rama de la piedad
tiene promesa de vida incluso durante el paso por este mundo y suele ser recompensada con
bendiciones temporales. A los que así se diferencian de los que tienen duro el corazón, Dios
los distinguirá de los que lo pasan duramente. Yahweh lo guardará y le dará vida (v. 2); es
decir, le preservará del mal y le reavivará cuando haya caído en alguna enfermedad. La
buena voluntad de un Dios que nos ama es suficiente para tenernos a salvo de la mala
voluntad de todos los que nos odian, sean hombres o demonios; esa buena voluntad nos la
podemos prometer si hemos tenido consideración de los débiles y hemos procurado alivianes.
El versículo 3 explicita lo que significa el vocablo hebreo dal: Yahweh lo sustentará sobre el
lecho del dolor; le sostendrá el ánimo y le aliviará la enfermedad. Y añade, dirigiéndose a
Dios: Tornarás su postración (lit, estar acostado) en mejoría—, una expresión muy
significativa, aludiendo al cuidado de los que alimentan a los enfermos y velan por ellos,
incluso hasta hacer que el lecho les resulte menos incómodo. El lecho de postración será así
lecho de mejoría. Dios no ha prometido que estarán exentos de enfermedades, ni que la
enfermedad se detendrá ante las puertas de la muerte; pero sí ha prometido que les dará
gracia para soportar con paciencia la aflicción y esperar con gozo el resultado. El alma podrá
así estar tranquila, por medio de la gracia, mientras el cuerpo yace dolorido.
II. La oración de David, instruido y animado por estas promesas (v. 4): Yo dije: Yahweh...
Sana mi alma; es decir, mi persona. Pero es cierto que el pecado es la enfermedad del alma;
esa enfermedad se cura con el perdón mediante la gracia vivificadora y renovadora.
Habríamos de desear esta curación espiritual con mayor interés que la curación del cuerpo.
Versículos 5-13
David se queja frecuentemente de la conducta insolente de sus enemigos hacia él,
precisamente cuando está enfermo: Mis enemigos hablan mal contra mí. En efecto,
1. Sus enemigos le deseaban la muerte, pues decían unos con otros:
¿Cuándo se morirá, y perecerá su nombre? No sólo le desean la muerte, sino también que
perezca su nombre, es decir, que se extinga toda su familia. Un agravio más que le hacen es
la hipocresía con que le tratan (v. 6): Y si vienen a yerme, hablan mentira. Le decían que le
deseaban que se mejorase, pero en su interior le deseaban la muerte. Nos quejamos, y
justamente, de que no hallamos sinceridad en nuestros días y de que escasamente hallamos
un amigo en quien confiar; pero parece ser que los días antiguos no eran mejores que los
actuales. Entre los comentarios malignos que sus enemigos hacen está el de que la
enfermedad que padece es como un castigo de Dios, pues el hebreo para lo de «enfermedad
incurable» (v. 9) es «cosa de Belial»; como diciendo: Ha debido de cometer uno de los
odiosos crímenes y Dios se lo hace pagar. Los que en voz alta hablaban mentira delante de él
(v. 6), después se reunían afuera para murmurar (propiamente, susurrar) en voz baja contra
él (v. 7). Los murmuradores y detractores se hallan, en la lista que hace Pablo (Ro. 1:29-30),
entre los peores criminales. Pero había, entre sus enemigos, uno muy especial en quien había
depositado toda su confianza (v. 9). Parece ser que el salmista alude aquí a Ajitófel, que
había sido el principal consejero de David y algo así como su ministro de Estado, el cual
comía a la mesa del rey y muy cerca de él. No obstante, este traidor alzó contra él su pie (v.
9), es decir, le puso la zancadilla, pues dio al rebelde Absalón un consejo sagaz y atinadísimo
que, por la providencia de Dios, fue trastornado. Nuestro Salvador, el Hijo de David, se
apropió a sí mismo este versículo (Jn. 13:18,26), ya que Ajitófel era tipo de Judas, como
David lo era de Cristo. Pero, ¿qué diremos de nosotros mismos, cuando pecamos contra
nuestro Dios y Padre, mientras comemos diariamente de su pan?
2. Cómo soportó David esta insolente y mala voluntad de sus enemigos contra él. No les dijo
nada, sino que se volvió hacia Dios en oración (v. 10): Mas Tú, Yahweh, ten piedad de mí, ya
que ellos no la tienen; hazme levantar, para que así se frustren las esperanzas de ellos. Ellos
le deseaban la muerte, pero él espera que Dios le haga levantar del lecho de postración. Lo
de «y les daré su merecido» es interpretado por algunos como «devolver bien por mal»,
según la costumbre de David (v. 7:4; 35:13), pero es más probable que, en este caso, se
refiera a castigarles como se merecían, pues se oponían a que David fuese rey, yendo así
contra el designio de Dios mismo. El versículo 12 significa que Dios le sustentaba por su
integridad (a pesar de sus pecados, David era un pecador arrepentido), pero también es
verdad que toda integridad humana es obra de Dios, pues por su gracia somos los que somos
(1 Co. 15:10). Si Dios nos dejara de su mano, no sólo caeríamos, sino que ya no podríamos
levantarnos. Esto tiene aplicación a la persona más santa que haya existido, exista o haya de
existir. El salmo concluye con una doxología solemne, o alabanza a Dios, a Yahweh, el Dios
de Israel (v. 13). Este versículo no forma, en realidad, parte del salmo, sino que fue añadido
por el compilador para terminar así el Libro I de los Salmos. De manera similar concluyen los
demás Libros de los Salmos. Así se nos enseña a hacer de la alabanza a Dios el Omega del que
es el Alfa, el fin del que es el principio de toda obra buena.

Salmos 42 (RV60)-Mi alma tiene sed de Dios.


1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.

2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;


¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?

3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,


Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?

4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;


De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.

5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,


Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.

6 Dios mío, mi alma está abatida en mí;


Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.

7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;


Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.

8 Pero de día mandará Jehová su misericordia,


Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.

9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?


¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?

10 Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,


Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
11 ¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
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Comentario a Salmos 42
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Si el libro de los Salmos es, como algunos lo han descrito, un espejo de piadosos y devotos
afectos, este salmo merece, de manera especial, tal definición. Deseos ardientes, santas
esperanzas, temores reverentes, gozos y pesares, se hallan aquí en contraste y hasta en
conflicto, pero el sentimiento que sale vencedor es la confianza plena en Dios. Podemos
decir igualmente que el conflicto es entre el sentido y la fe, poniendo el sentido la objeción,
y la fe la respuesta.
I- Comienza la fe con santos deseos hacia Dios y la comunión con El (vv. 1-2).
II- Se queja el sentido de la oscuridad y nublado de la presente condición, agravada por el
recuerdo de anteriores gozos (vv. 3-4).
III- Acaba la fe esta queja con la seguridad de un buen resultado final (v. 5).
IV- Renueva el sentido sus quejas del estado presente de oscuridad y melancolía (vv. 6-7).
V- La fe sostiene el corazón, sin embargo, con la esperanza de que alboreará la luz del día
(v.9).
VI- El sentido repite sus lamentos (vv. 9-10), pero,
VII- La fe tiene la última palabra (v. 11), para silenciar las quejas del sentido. Del título no
podemos concluir quién compuso el salmo, pues aunque nuestras versiones traduzcan «de los
hijos de Coré», es más probable que, siendo masquil un término más bien musical, deba
traducirse «para los hijos de Coré», que eran los principales cantores del Templo (2 Cr.
20:19).
Versículos 1-5
El santo amor a Dios es la vida y el alma de toda verdadera religiosidad. Aquí tenemos
algunas expresiones de dicho amor. Vemos aquí:
I. Un santo amor sediento, amor con alas, elevándose rápidamente al Cielo en santos deseos
hacia el Señor y hacia el recuerdo de su nombre (vv. 1, 2): «Mi alma jadea, tiene sed de Dios,
de nada menos que de Dios, pero más y más de El.»
1. Así expresa el autor del salmo su vehemente deseo de Dios, como lo hacía David cuando se
veía privado de las oportunidades de acudir a la presencia de Dios en el santuario, allá junto
al Jordán. Nótese que, a menudo, Dios nos enseña el valor de sus mercedes mediante la falta
de ellas, y estimula el apetito de los medios de gracia acortando las posibilidades de
disfrutar de ellos.
2. ¿Por qué va jadeante y de qué tiene sed? Busca jadeante a Dios, tiene sed de Dios, no del
culto de Dios, sino del Dios del culto. Las almas que de veras viven no pueden hallar descanso
en ninguna otra cosa, sino sólo en Dios (v. 2b): ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de
Dios? Quiere presentarse delante de Dios, como el siervo delante del amo. Ir a la presencia
de Dios es el deseo del justo, tanto como el temor del malvado.
3. El grado de este deseo es mucho más alto que el que tenía David del agua del pozo de
Belén. Lo compara al jadear de un ciervo; o, más bien, de una cierva, pues el verbo está en
forma femenina y, como comenta Arconada, «se ha dicho que la cierva, cuando cría, tiene
más sed que el ciervo>). La sed de la cierva se aumenta cuando corre presurosa huyendo de
los cazadores, como parece indicarse en este caso.
II. Un santo amor en lamento por la aparente retirada de Dios (v. 3):
«Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche durante esta forzada ausencia del santuario
de Dios. » Incluso el regio profeta era un plañidero profeta cuando echaba de menos el
consuelo de la casa de Dios. No tenía otro apetito que las lágrimas, ya que se le había ido el
apetito de todo alimento. Los enemigos le gastaban bromas todos los días, pues le
preguntaban (v. 3b): ¿Dónde está tu Dios? Como estaba ausente del santuario, daban por
sentado que había perdido a su Dios. Se equivocan los que piensan que, al robarnos nuestras
Biblias, privarnos de nuestros ministros e impedirnos reunirnos en asamblea con otros
hermanos, nos han privado de nuestro Dios. Sabemos dónde está Dios y dónde podemos
hallarlo, aun en el caso de que no sepamos dónde se halla su arca ni dónde poder hallarla.
Dondequiera estemos, hay un camino que lleva derechamente al Cielo. Al no presentarse
inmediatamente Dios a librar al autor del salmo, sus enemigos concluían que Dios le había
abandonado. Pero también en esto se equivocaban. El hecho de que un creyente haya
perdido a todos los demás amigos no significa que haya perdido a su Dios. No obstante, con
este concepto tan bajo de Dios y de los suyos, no hacían más que añadir aflicción al afligido.
A un alma devota, nada le produce mayor pesar que el intento de sacudir la confianza que
tiene en Dios. El salmista, en su forzado destierro del santuario, recuerda los días en que iba
con la multitud, conduciéndola a la casa de Dios entre voces de alegría y alabanza (v. 4).
Todas las circunstancias que antaño añadían gozo a la solemnidad le causaban ahora mayor
pena al estar impedido de ir al santuario.
III. Un santo amor con esperanza (v. 5): ¿Por qué te abates, alma mía, y te turbas dentro de
mí? Aunque su gran pesar no era sin motivo, no por eso estaba bien que se excediera y no
guardase los límites debidos hasta el punto de abatir completamente su ánimo. Mediante una
figura literaria, entabla diálogo con su propio corazón, preguntándose, para alivio propio,
por la causa de tal desasosiego. Nuestras inquietudes se desvanecerían, en la mayoría de los
casos, si escudriñásemos a fondo en los motivos que tenemos para estar intranquilos: « ¿Por
qué estoy abatido? ¿Hay algún motivo verdaderamente inquietante? ¿No tienen otros mayores
motivos y, sin embargo, no hacen tantos aspavientos? ¿Acaso no tenemos motivos, en toda
ocasión, para estar animados?» Una fe confiada en Dios es un soberano antídoto contra toda
depresión de ánimo y desconfianza en la Providencia. Por consiguiente, cuando nos
regañamos a nosotros mismos por nuestras depresiones, hemos de animarnos a esperar en
Dios; cuando un alma se abraza a sí misma, se hunde; en cambio, cuando se ase del poder y
de las promesas de Dios, conserva la cabeza encima del agua. Espera en Dios, porque aún he
de alabarle (v. 5b); experimentaré tal cambio en mi espíritu, que no me faltará corazón para
alabar a Dios.
Versículos 6-11
Las quejas y los consuelos se turnan aquí, como el día y la noche en el curso de la
naturaleza.
1. Se queja el salmista de la depresión de su espíritu, pero se consuela con el pensamiento
de Dios (v. 6). Tenía el alma abatida y va a decírselo a Dios: Dios mío, mi alma está abatida
en mí. Había recordado con frecuencia a Dios, y eso le había consolado; por eso, recurre
ahora al mismo expediente. Se halla ahora en la tierra del Jordán, etc. Pero, adondequiera
iba, su devoción a Dios iba con él. Se acordaba de Dios en todos aquellos lugares y a El
levantaba el corazón, para mantener una secreta comunión con El. Ni la distancia ni el
tiempo le hacía olvidar lo que tan íntimamente llevaba en el corazón.
2. Se queja de las señales del desagrado de Dios hacia él, pero se consuela con la esperanza
de que Dios le devuelva su favor a su debido tiempo.
(A) Veía que sus aflicciones provenían de la ira de Dios, y eso le desanimaba (v. 7): «Un
abismo llama a otro a la voz de tus cascadas.» El escenario en el que se movía le sugería
poderosamente la magnitud de la tribulación que le aquejaba. El deshielo repentino de las
alturas del Hermón producía enormes aludes de nieve que descendían con estrépito de
truenos. Todo este despliegue de las fuerzas de la naturaleza le hacía pensar en el alud de la
presente tribulación que le abrumaba. Que no se extrañen las almas piadosas cuando son
ejercitadas por Dios con diversas pruebas y tribulaciones. Dios sabe muy bien lo que hace, y
ellas lo sabrán también después.
(B) Esperaba que su liberación vendría por obra de la misericordia de Dios (v. 8): «Pero de
día mandará Yahweh su misericordia. » Después de la tempestad vendrá la calma, y la
perspectiva de ésta le sostenía cuando un abismo llamaba a otro abismo en prolongado eco.
Ve el favor de Dios como la fuente de todo el bien por el que suspiraba No dice el texto que
Yahweh enviará su misericordia, sino que la mandará, es decir, le dará orden de que acuda
en socorro del salmista. Es una orden libre, pero soberana, de Dios. No podemos pretender
que la merecemos, sino que se nos otorga por pura gracia de la regia soberanía de Dios. Al
ordenar a su misericordia que acuda en ayuda del salmista, ordena Dios también a las olas y
a las ondas del versículo 7 que cedan y se apacigüen. Esto lo hará Dios de día, pues la
misericordia de Dios hará alborear el día en el alma a cualquier hora. Pero también por la
noche estará con él el cántico de Dios, y con Dios la oración del salmista; se cierra así
continuamente el circuito espiritual entre Dios y el alma devota. Llama a Yahweh «el Dios de
mi vida», pues en El vivimos, y nos movemos y existimos (Hch. 17:25, 28). Así que, ¿a quién
acudir en oración, sino a El?
3. Se queja de la insolencia de sus enemigos, pero se consuela en que Dios es su amigo (vv.
9-1 1). No prorrumpe en expresiones irreverentes, sino que derrama sus lágrimas en silencio,
y por esto no podemos hacerle ningún reproche; es un hombre amante de su país y de su
Dios, y se ve forzado al destierro de su patria y del santuario; perseguido como si fuese un
enemigo de ambos. Pero de nuevo vuelve el salmista a recordarse a sí mismo que no tiene
motivos para seguir abatido (v. 11). Podemos quejamos a Dios, pero no podemos quejamos
de Dios. Repite el reproche que le hacían sus enemigos para desanimarle y hacerle perder la
confianza en Dios (v. 10), pero su consuelo está en que Dios es su roca (v. 9), una roca donde
edificar y donde refugiarse. A esta roca podía apelar, seguro de alcanzar audiencia. Por eso
repite lo que había dicho en el versículo 5, y concluye con lo mismo (v. 11). Su fe sale
vencedora y obliga a sus enemigos a abandonar el campo de batalla. Gana la victoria
repitiendo lo que había dicho antes, regañándose a sí mismo por su depresión y animándose a
confiar totalmente en el nombre de su Dios. De mucho nos servirá pensar una y otra vez
nuestros buenos pensamientos y, si no alcanzamos a la primera lo que deseamos, quizá lo
conseguiremos a la segunda.

Salmos 43 -Plegaria pidiendo vindicación y liberación-


1 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa;
Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.

2 Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado?


¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?

3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;


Me conducirán a tu santo monte,
Y a tus moradas.

4 Entraré al altar de Dios,


Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.

5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,


Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
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Comentario a Salmos 43
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Es muy probable que este salmo se compusiese en la misma ocasión que el
anterior y, al no tener título, puede considerarse como un suplemento de él; al
reaparecer la enfermedad, el salmista echa mano del mismo remedio que en la vez
anterior, porque lo tenía consignado en su diario con un «dio resultado». Cristo
mismo, en Getsemaní, oró por segunda y por tercera vez «diciendo las mismas
palabras» (Mt. 26:44).
En este salmo, el salmista:
I. Apela a Dios con respecto a las injurias recibidas de sus enemigos (vv. 1, 2).
II. Ora a Dios que le devuelva el favor de acudir a las santas solemnidades,
prometiendo mejorar su actuación en ellas (vv. 3,4).
III. Hace lo posible por acallar el tumulto de su espíritu con una viva esperanza y
confianza en Dios (v. 5).
Versículos 1-5
El salmista apela aquí a Dios, por fe y oración, como a su juez, su fuerza, su guía,
su gozo y su esperanza.
1. Como a su juez (v. 1):Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa. Había quienes le
odiaban y perseguían. Los llama «gente maligna» (lit, nación sin piedad) También
se les llama «hombres engañosos e inicuos» pues aun cuando en el original aparece
en singular no cabe duda de que tiene un sentido colectivo. En cuanto al desagrado
de Dios hacia él, dice: Júzgame, pues yo sé que saldré absuelto; defiende mi causa,
pues es justa; ponte de mi parte y manifiéstate en tu providencia a mi favor.
2. Como a su fuerza todo suficiente: «Tú eres el Dios de mi fortaleza» (más
exactamente, de mi protección). El salmista se veía destituido de fuerzas y de
amigos, «como enlutado por la opresión del enemigo» (v. 2), pero encuentra en
Dios su fortaleza y su protección. Le atenaza, con todo, una terrible duda: Si Dios
era su protector, ¿por qué le había desechado?
Al no obtener respuesta a su oración anterior, llega a concluir que Dios le había
desechado. ¡Tremenda equivocación! Dios no desecha jamás a los que confían en
El, cualesquiera sean las melancólicas aprensiones que puedan sufrir en una
situación determinada.
3. Como a su guía fiel (v. 3): «Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me
conducirán a tu santo monte y a tus moradas. » Su corazón no está puesto en
comodidades, riquezas ni honores humanos, sino en Sión y en el Templo, morada
de Dios. El plural es una amplificación que expresa la dignidad del santuario como
morada de Yahweh. Para obtener esta gracia, pide luz a fin de disipar la oscuridad
espiritual en que está sumido, y verdad contra los engaños del enemigo. Quitados
los obstáculos, volverá a gozar de los antiguos beneficios. Hemos de orar a Dios
que es la luz (l Jn. l: 5) y al espíritu de la verdad (Jn. 14:17; 15:26; 16:13), quien
suple la falta de la presencia corporal de Cristo, para guiamos a toda verdad y
conducirnos por el camino del cielo.
4. Como a su gozo sobreabundante. Si Dios nos guía hasta su santuario, si nos
restaura los antiguos favores, sabremos, como el salmista, lo que debemos hacer
(v. 4): «Entraré en el altar de Dios, al Dios (que es) la alegría de mi gozo» (lit.).
Nótese así el énfasis del original. Los que se acercan a Dios, han de ir a El como a
su gozo sobreabundante, no sólo como al objeto de una futura bienaventuranza,
sino como a un gozo actual, y no común, sino extraordinario y sobreabundante,
pues supera con mucho a todos los gozos de este mundo.
5. Como a su esperanza nunca fallida (v. 5). Aquí, como antes, el salmista se
regaña a sí mismo por su depresión y desconfianza: « ¿Por qué te abates, alma
mía?» E inmediatamente se calma con la fe expectante que tenía de dar gloria a
Dios: «Espera en Dios, porque aún he de alabarle» (más exactamente, «le daré
gracias»). Muy notable es la frase con que acaba el salmo (v. también 42:5, 11).
Dice literalmente: «Salvaciones de mi rostro y Dios mío.» El plural de hebreo es,
sin duda, un plural intensivo para denotar una «gran salvación». «De mi rostro»
podría señalar el cambio de un rostro que expresa luto y duelo, triste y ceñudo, en
un rostro lleno de gozo y alegría por la gran salvación que Dios le otorga, «su
Dios».
Salmos 44 -Liberaciones pasadas y pruebas presentes-
1 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado,
La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
2 Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos;
Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.
3 Porque no se apoderaron de la tierra por su espada,
Ni su brazo los libró;
Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro,
Porque te complaciste en ellos.
4 Tú, oh Dios, eres mi rey;
Manda salvación a Jacob.
5 Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos;
En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.
6 Porque no confiaré en mi arco,
Ni mi espada me salvará;
7 Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos,
Y has avergonzado a los que nos aborrecían.
8 En Dios nos gloriaremos todo el tiempo,
Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah
9 Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar;
Y no sales con nuestros ejércitos.
10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo,
Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.
11 Nos entregas como ovejas al matadero,
Y nos has esparcido entre las naciones.
12 Has vendido a tu pueblo de balde;
No exigiste ningún precio.
13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos,
Por escarnio y por burla de los que nos rodean.
14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones;
Todos al vernos menean la cabeza.
15 Cada día mi verg:uenza está delante de mí,
Y la confusión de mi rostro me cubre,
16 Por la voz del que me vitupera y deshonra,
Por razón del enemigo y del vengativo.
17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti,
Y no hemos faltado a tu pacto.
18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón,
Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,
19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales,
Y nos cubrieses con sombra de muerte.
20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios,
O alzado nuestras manos a dios ajeno,
21 ¿No demandaría Dios esto?
Porque él conoce los secretos del corazón.
22 Pero por causa de ti nos matan cada día;
Somos contados como ovejas para el matadero.(1)
23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?
Despierta, no te alejes para siempre.
24 ¿Por qué escondes tu rostro,
Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?
25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo,
Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.
26 ¡Levántate para ayudarnos,
y redímenos por causa de tu misericordia!
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Comentario a Salmos 44
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo tiene la misma inscripción que el 42, y tampoco sabemos quién ni cuándo lo
compuso. Se ve que fue con ocasión de alguna pública calamidad, ya presente o amenazante.
Según el doctor A. Cohen, «la alusión a la voz del blasfemo (v. 17) recuerda lo que se narra
de Senaquerib, rey de Asiria, en Is. 37:6, 23, y la opinión más aceptable es que el salmo fue
escrito durante la invasión que acaeció durante el reinado de Ezequías». En el salmo se
exhorta a Israel:
I. A reconocer con gratitud, para gloria de Dios, las grandes cosas que Yahweh había hecho
por sus antepasados (vv. 1-8).
II. A exhibir un memorial de su actual calamitoso estado (vv. 9-16).
III. A protestar de que, a pesar de la actual calamidad, continuaban en su integridad y en su
adhesión a Dios (vv. 17-22).
IV. A dirigir una petición al trono de la gracia para obtener socorro y alivio (vv. 22-26).
Versículos 1-8
En estos versículos, Israel, aunque amenazado de opresión, recuerda sus días triunfales. Esto
se menciona aquí: (A) Como una circunstancia agravante de la presente aflicción. El yugo de
la servidumbre ha de pesar por fuerza tremendamente sobre los cuellos cuyas cabezas
estaban desde antiguo acostumbradas a llevar la corona de la victoria; y las señales del
desagrado de Dios se hacen más gravosas a los que han estado por mucho tiempo
acostumbrados a las señales del favor de Dios. (B) Como estímulo a esperar que Dios ha de
volver a hacer por ellos lo que hizo antaño por sus padres. De esta forma, el salmista mezcla
oraciones y esperanzas con el recuerdo de anteriores favores divinos.
1. El recuerdo de las grandes cosas que Dios había hecho anteriormente por ellos (v. 1):
«Nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días.» Nótese que dice «la
obra», pues hay una perfecta y admirable armonía en todas las obras de Dios, de forma que
las muchas ruedas forman como una sola (Ez. 10:13); muchas obras forman una sola. Es una
deuda que cada época tiene con la posteridad el guardar un como registro de las maravillas
que Dios ha llevado a cabo y transmitir a la siguiente generación el conocimiento de ellas. Los
niños deben prestar atención a lo que sus padres les refieran de las maravillosas obras de
Dios. Cuán maravillosamente plantó Dios a Israel en Canaán al principio (vv. 2,3). Esto no se
debía a mérito alguno de ellos, sino al favor y a la gracia soberana de Dios: «...tu diestra, y
tu brazo y la luz de tu rostro, porque los amabas (mejor, porque te complacías en ellos). »
No entraron en la tierra por la fuerza de las armas, aunque disponían de muchos y valientes
guerreros, sino que los plantó allí Dios como planta el agricultor una viña de la que espera
sacar fruto. También la Iglesia fue plantada en el mundo, no de una vez, sino, como Israel en
Canaán, poco a poco, y no por el poder o la estrategia de los hombres (ya que Dios escogió lo
necio y lo débil para avergonzar a los sabios y fuertes, 1 Co. 1:27, 28), sino por la sabiduría y
el poder de Dios; el recuerdo de esto ha de servir de consuelo y sostén a los que gimen bajo
la tiranía anticristiana. «Tú mismo nos salvabas de nuestros enemigos y cubrías de vergüenza
a los que nos aborrecían» (v. 7). Así lo atestiguaban los éxitos de los jueces contra las
naciones que oprimían a Israel. Más de una vez, los perseguidores de la Iglesia y quienes la
odian han sido avergonzados por el poder de la verdad (Hch. 6:10).
2. El buen uso que hicieron de este memorial de las grandes cosas que Dios había hecho a
favor de sus antepasados. Habían escogido a Yahweh por su Dios y Rey (v. 4). El salmista
habla por sí mismo: «rey mío y Dios mío», pero el favor que pide es por toda la nación. A
Yahweh habían apelado siempre en tiempo de apuro y El les había librado: «quien decretabas
las victorias de Jacob». Las decretaba como quien tiene autoridad y poder para que su pueblo
venciera. Y así como reconocían que no les había salvado su espada ni su brazo (v. 3),
tampoco pensaban que su arco ni su espada les habían de salvar en lo futuro (v. 6, leyendo
como futuros los pretéritos, según hacen muchas versiones; también pueden traducirse por
presente continuativo, que es lo más probable). El versículo 8 resume bien esta actitud del
pueblo: «En Dios nos gloriábamos todo el día (es decir, siempre), celebrando para siempre tu
nombre. »
Versículos 9-16
El pueblo de Dios se queja a Él ahora de la miserable condición en que se hallaban, bajo el
poder de sus enemigos y opresores.
1. Carecían de las señales corrientes del favor de Dios hacia ellos y de su presencia entre ellos
(v. 9): « nos has desechado y nos has hecho avergonzarnos, sin saber nosotros por qué».
Cuando los hijos de Dios se sienten abatidos, están tentados a pensar que Dios los ha
rechazado y abandonado; pero es una equivocación.
2. Habían sido derrotados por sus enemigos en el campo de batalla (v. 10): «Nos hiciste
retroceder delante del enemigo. » Esta fue la queja de Josué cuando fueron rechazados por
el enemigo en Haay (Jos. 7:8). Se habían desanimado y estaban confusos ante la falta de la
ayuda prometida a sus antepasados.
3. Se ven abocados a la muerte y al destierro (v. 11): «Nos entregas como ovejas al matadero
y nos has esparcido entre las naciones. » Mataban a un israelita como se mata a una oveja,
sin escrúpulos. El pueblo de Dios se veía como un objeto de compraventa entre las naciones,
con la agravante de que Dios no había obtenido con ello ningún beneficio (v. 12): «Has
vendido a tu pueblo de balde; no exigiste ningún precio. » Con ello insinúan que de buena
gana habrían sufrido la humillación, si esto hubiese redundado en favor de la gloria de Dios.
4. Se ven cargados de afrenta y de toda clase de ignominia. También en esto ven la mano de
Dios: «Nos pones por afrenta de nuestros vecinos, etc.» (vv. 13 y ss.). Los paganos, los
extraños al pacto de Dios y a sus promesas, hacían de ello su «proverbio», es decir, el tema
de sus cantos de burla. La afrenta era constante e incesante (v. 15): «Cada día mi vergüenza
está delante de mí, y la confusión cubre mi rostro.» El sentido de la humillación que
padecían podía detectarse fácilmente en el rostro de ellos. Además, la afrenta que el pueblo
sufría redundaba en desprecio de Dios, ya que el verbo hebreo para el «deshonra» del
versículo 16 habría de traducirse mejor por «blasfema» (comp. con 2 R. 19:3).
Versículos 17-26
Viéndose en esta aflicción, opresión y afrenta, el pueblo de Dios se dirige ahora a El,
1. En forma de apelación a su propia integridad, alegando que, aunque habían sufrido tantas
vejaciones, se habían mantenido fieles a su Dios y a su deber (v. 17): «Todo esto nos ha
sobrevenido, todo esto tan malo que ya no puede ser peor, y no nos habíamos olvidado de ti
ni habíamos abandonado tu culto; y, aun cuando no podemos negar que hemos obrado
neciamente, sin embargo no hemos obrado falsamente, no habíamos faltado a tu pacto
siguiendo a otros dioses. El apuro en que se habían visto era terrible (v. 19): «Para que nos
quebrantases en el lugar de chacales, entre hombres peores que las mismas fieras (o, mejor,
convirtiendo el país en lugar de desolación donde merodean las fieras), y nos cubrieses con
sombra de muerte, esto es, con densas tinieblas (comp. con 23:4). Pero, aunque nos has
entregado al matadero, no se ha vuelto atrás nuestro corazón (y. 18): no hemos apartado
secretamente de ti nuestra devoción, ni se han apartado de tus caminos, de seguir tu ley,
nuestros pasos. » Mientras nuestros apuros no nos aparten de nuestro deber para con Dios, no
deberíamos permitir que nos apartasen de nuestro consuelo en Dios, pues El no nos dejará si
nosotros no le dejamos a El. Y continúa el salmista en nombre de todo el pueblo (vv. 20-22):
«Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, bajo pretexto de que El se había
olvidado de nosotros, o, en nuestra aflicción, hubiésemos alzado nuestras manos hacia un
dios ajeno, por ver si él nos ayudaba, ¿no demandaría Dios esto? Porque El conoce los
secretos del corazón. Conociendo incluso los pensamientos, ¿cómo no habría de pedirnos
cuentas de ello?» Todas aquellas adversidades las habían sufrido, no sólo sin haber sido
desleales con su Dios, sino precisamente por ser el pueblo de Dios, por ser leales a su Dios y a
su ley (v. 22): «Pero por tu causa nos matan cada día, porque somos tuyos, nos llamamos con
tu nombre, invocamos tu nombre y no queremos servir a otros dioses. »
2. En forma de petición, con referencia a la presente aflicción, de que Dios se digne salvarles:
«Despierta... Despierta» (v. 23); «Levántate, ven en nuestra ayuda» (v. 26). Se habían
quejado (v. 12) de que Dios los había vendido; ahora (v. 26) piden que Dios los rescate; pues
de Dios no se puede apelar a nadie, sino a El mismo. Se habían quejado (v. 9): «nos has
desechado», pero ahora piden (v. 23): «no nos deseches para siempre». Las expresiones son
conmovedoras: « ¿Por qué duermes, Señor?» (v. 23). El sentido es figurado, como en 78:65:
«Entonces despertó el Señor como sise hubiese dormido», pero es aplicable literalmente a
Cristo (Mt. 8:24), cuando estaba dormido en la barca mientras sus discípulos se amedrentaban
bajo la tempestad, y le despertaron diciendo: «Señor, sálvanos, que perecemos. » Su
apelación está basada en la humillación que al presente sufren (v. 25): «Porque nuestra alma
está hundida en el polvo, nos sentimos humillados como no se puede estar más, nos vemos
como gusanos miserables que se arrastran por el suelo, despreciados y despreciables,
expuestos a las pisadas de nuestros enemigos; nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra, a
merced del enemigo; somos incapaces de levantarnos por nosotros mismos, y de recobrarnos
de nuestra aflicción. Rescátanos por tu amor compasivo.»

Salmos 45 -Cántico de las Bodas del Rey-

1 Rebosa mi corazón palabra buena;


Dirijo al rey mi canto;
Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.
2 Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;
La gracia se derramó en tus labios;
Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.
3 Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,
Con tu gloria y con tu majestad.
4 En tu gloria sé prosperado;
Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,
Y tu diestra te enseñará cosas terribles.
5 Tus saetas agudas,
Con que caerán pueblos debajo de ti,
Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.
6 Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
Cetro de justicia es el cetro de tu reino.
7 Has amado la justicia y aborrecido la maldad;
Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.(1)
8 Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos;
Desde palacios de marfil te recrean.
9 Hijas de reyes están entre tus ilustres;
Está la reina a tu diestra con oro de Ofir.
10 Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;
11 Y deseará el rey tu hermosura;
E inclínate a él, porque él es tu señor.
12 Y las hijas de Tiro vendrán con presentes;
Implorarán tu favor los ricos del pueblo.
13 Toda gloriosa es la hija del rey en su morada;
De brocado de oro es su vestido.
14 Con vestidos bordados será llevada al rey;
Vírgenes irán en pos de ella,
Compañeras suyas serán traídas a ti.
15 Serán traídas con alegría y gozo;
Entrarán en el palacio del rey.
16 En lugar de tus padres serán tus hijos,
A quienes harás príncipes en toda la tierra.
17 Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones,
Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.
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Comentario a Salmos --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo hace referencia, en un primer plano, a unas bodas de un rey hebreo con una
princesa extranjera (ya sea de Salomón con la hija de Faraón, o de Acab con Jezabel, según lo
insinúa la referencia a Tiro ( v. 12) y el carácter guerrero que resultaría impropio de! pacífico
Salomón). En un plano más elevado, se refiere al Rey Mesías, como lo reconoce incluso el
Targum, y su futura obra de redimir a Israel, lo cual viene a sustituir a la interpretación
alegórica del matrimonio entre Yahweh e Israel. Quizá Cristo tenía este salmo en mente
cuando habló de la solemnidad de unas bodas regias en Mt. 22:2; 25:1. He. 1:8 aplica a Cristo
el versículo 6 de este salmo. El prefacio habla de la excelencia del propio salmo (v. 1). El
salmo habla:
I. Del regio novio, aplicable a Cristo:
1. La excelencia de su persona (v. 2).
2. La gloria de sus victorias (vv. 3-5).
3. La justicia de su gobierno (vv. 6, 7).
4. El esplendor de su corte (vv. 8, 9).
II. De la regia novia, aplicable a la Iglesia —en sentido acomodaticio—:
1. La obtención de su consentimiento (vv. 10, 11).
2. La solemnidad nupcial (vv. 12-15).
3. El fruto de este matrimonio (vv. 16, 17).
Versículos 1-5
El título tiene dos expresiones propias de este salmo: 1) «Sobre lirios», lo cual indica una
melodía especial en la que había de cantarse el poema; 2) «Canción de amores», porque el
tema del salmo es el amor nupcial o tema del poema mismo. No se pierda de vista lo dicho en
la introducción al salmo. Todo lo que sigue será una aplicación «devota» (nota del traductor).
I. El prefacio (v. 1) declara: 1. La dignidad del tema: es «un bello canto» (lit. buena palabra).
Se refiere a un rey, a Jesucristo, su reino y su gobierno. 2. La excelencia de la composición.
Es la confesión oral, con la boca de la fe, de lo que le bulle (única vez que el verbo hebreo
ocurre en toda la Biblia) en el corazón con respecto al rey y a su esposa. La mejor ocasión
para hablar de Cristo y de las cosas de Dios es cuando la gracia de Dios hace que el corazón
nos hierva de devoción. No dice: «Voy a recitar lo que he oído de otros», sino: «Voy a recitar
el poema»; lit, lo que yo hago, teniendo en cuenta que el vocablo «poema)> significa
«hechura» (v. Ef. 2:10). Y añade: «Mi lengua es (mejor, sea) como pluma de escribiente muy
ligero.» Como diciendo: « ¡Ojalá sea mi poema digno del tema que refiere!» Llamamos a los
redactores de la Biblia «hagiógrafos» o «escritores sagrados», pero son como plumas en manos
del Espíritu Santo que les ha inspirado.
II. En los versículos siguientes (2-5), el Señor Jesús es presentado:
1. Como extremadamente hermoso y amable en sí mismo. Estamos ante un cántico nupcial y,
por tanto, las excelencias de Cristo están representadas mediante la belleza del regio novio
(y. 2): «Eres el más hermoso de los hijos de los hombres, más que cualquiera de ellos.» Se
había propuesto (según la traducción más probable) hablar del rey, pero inmediatamente se
dirige al rey. Los que de veras admiran y aman a Cristo, no se contentan con hablar bien de
El, sino que van a El y se lo dicen.
2. Como el gran favorito del Cielo: «La gracia se derramó en tus labios» (comp. con Lc. 4:22).
Si bien el sentido literal indica que su hablar estaba lleno de gracia, podemos acomodar el
sentido a que la gracia de Dios, de la que Jesús estaba lleno (Jn. 1:14 y ss.) se refleja en su
palabra, en su promesa, en su evangelio. Por El se nos ha dado a conocer la voluntad de Dios
hacia nosotros y la buena obra que Dios ha comenzado, y prosigue, en nosotros. El evangelio
de gracia está en sus labios, pues la salvación comenzó a ser anunciada por medio del Señor
(He. 2:3), y de El la recibimos. El tiene palabras de vida eterna. «Por tanto, por todas estas
cualidades y por haber sido hecho depositario de la divina gracia para beneficio de la
humanidad, vemos que Dios te ha bendecido para siempre y ha hecho para ti una bendición
perpetua, de forma que en ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra.»
3. Como victorioso sobre todos sus enemigos. El regio esposo tiene que rescatar de su
cautividad a su novia a punta de espada, así como conquistarla, hacer conquistas para ella y,
después, casarse con ella.
(A) Sus preparativos para la guerra (y. 3): «Cíñete la espada al muslo, héroe guerrero»
(versión más probable). La palabra de Dios es la espada del Espíritu. Con las promesas de esa
palabra, y con la gracia contenida en esas promesas, se persuade a las almas a someterse a
Cristo y hacerse súbditos leales suyos. Mediante el evangelio de Jesucristo se convirtieron
muchos judíos y gentiles.
(B) Su expedición a esta guerra santa: «Cabalga prósperamente en tu gloria majestuosa» (y.
3b, versión más probable). Así es como un gran rey entra en el campo de batalla con toda
pompa y magnificencia. Jesús aparece en su evangelio sumamente grande y excelente,
radiante y feliz, con el honor y la majestad de que le ha investido el Padre. Pero en su
persona y en la presentación de su evangelio, Cristo no tenía nada de gloria ni de majestad
externas, nada con que encandilar ni espantar a los hombres, pues tomó sobre sí la forma de
esclavo; toda su gloria y majestad era espiritual.
(C) La causa gloriosa en la que estaba comprometido ( v. 4): «Por la causa de la verdad, de la
mansedumbre y de la justicia», las cuales estaban, en cierto modo, hundidas y perdidas
entre los hombres, y Cristo las vino a rescatar. El evangelio mismo es verdad, mansedumbre
y justicia y ordena y manda mediante el poder de la verdad y de la justicia, pues el
cristianismo tiene estas cosas, incontestablemente, de su lado; por otra parte, ha de
imponerse por medio de la mansedumbre y de la gentileza (v. 1 Co. 4:12, 13; 2 Ti. 2:25).
Cristo se muestra en el evangelio en su verdad, mansedumbre y justicia; éstas son su gloria y
majestad, y a causa de éstas ha de prosperar. Los hombres llegan a creer en Cristo porque es
veraz y verdadero, a aprender de El porque es manso (Mt. 11:29. La mansedumbre de Cristo
es de tremenda fuerza, 2 Co. 10:1) y a someterse a El porque es justo y gobierna con
equidad.
(D) El éxito de su expedición (v. 4b): «Tu diestra te enseñará a realizar proezas.» En orden a
la conversión y a la sumisión de las almas a El, grandes proezas tienen que ser llevadas a
cabo: el corazón ha de ser compungido, la conciencia ha de ser alertada, y el terror del Señor
tiene que abrir el camino a las consolaciones del Señor. El versículo siguiente describe estas
proezas (v. 5): «Agudas son tus saetas... [hundiéndose en e! corazón de los enemigos del rey.
» Quienes por naturaleza eran sus enemigos, son heridos de esta manera, a fin de que sean
sometidos y reconciliados. Las convicciones son como saetas de un arco, las cuales penetran
profundamente en el corazón que hieren y hacen que la gente caiga a los pies de Cristo y se
someta a sus leyes y a su gobierno.
Versículos 6-9
Aquí tenemos al regio esposo llenando de juicio su trono, y de esplendor su corte.
1. Llena de juicio su trono. Es Dios el Padre quien dice al Hijo (v. 6):
«Tu trono es el trono de Dios eternamente y para siempre», como vemos por He. 1:8, 9,
donde se cita de aquí para demostrar que Cristo tiene un nombre más excelente que los
ángeles. En cuanto a su gobierno, es de observar, (A) Su eternidad: es eterno y perpetuo
(lit.). Perdurará en la tierra y, cuando el reino sea entregado a Dios el Padre (1 Co. 15:24), el
trono del Redentor continuará por toda la eternidad (Ap. 22:1). (B) Su equidad (v. 6b): «Cetro
de justicia es el cetro de tu reino», pues está en todo de acuerdo con el designio eterno y la
voluntad de Dios, que son la norma y razón eternas del bien y del mal. (C) Su establecimiento
y elevación (v. 7): «Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo (nótese que Cristo, como Mediador,
llama al Padre su Dios, Jn. 20:17) con Oleo de alegría, por todo cuanto has hecho y has
sufrido por la causa de la justicia y por la destrucción del pecado. » Por haberse humillado
hasta lo más profundo, Dios lo ensalzó hasta lo más alto (Fil. 2:8, 9). Su unción designa aquí
el poder y la gloria a que fue ensalzado: es investido de todas las dignidades y de la autoridad
plena del Mesías.
2. Llena de esplendor y magnificencia su corte. (A) Su vestimenta, cuando aparece vestido de
gala, hace impresión, no por su pompa —que podría infundir espanto a los espectadores—,
sino por lo agradable de los perfumes ( v. 8): «Mirra, áloe y casia son todos tus vestidos. »
Tan impregnados están de perfumes todos sus vestidos que, como dice Cheyne, «es como si
fuesen una masa de preciosos perfumes»; éstos eran algunos de los ingredientes que Dios
había designado para la unción sagrada, y cuya receta no debía usarse para el uso común (Ex.
30:23,24); esta unción era tipo de la unción de Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote. (B) Se
dice que sus palacios son de marfil, que entonces eran tenidos por los más magníficos. Las
mansiones celestiales son mejores que los palacios de marfil. «Hijas de reyes están entre tus
ilustres (mejor, entre tus favoritas, aludiendo a las mujeres del harén oriental, cuya
magnificencia dependía en gran manera del número, belleza y ornamentación de las
mujeres). Todos los creyentes son hijos del Rey de reyes y nacidos de arriba, del Cielo. La
Iglesia puede compararse aquí a la reina misma —la reina consorte con la que Cristo se ha
desposado con pacto eterno—. Ella está a su diestra con oro de Ofir (y. 9). Ella es la esposa
del Cordero, cuyas gracias, que son sus ornamentos, se comparan al lino fino, limpio y
resplandeciente (Ap. 19:8); aquí se comparan, por su pureza, al oro de Ofir, que era el más
refinado y costoso, ya que debemos nuestros adornos espirituales, lo mismo que nuestra
redención, no a cosas corruptibles, sino a la sangre preciosa del Hijo de Dios.
Versículos 10-17
Esta última parte del salmo se dirige a la regia novia, que está a la diestra del regio novio. El
mismo Dios que le dice a su Hijo: «Tu trono es eterno y para siempre», le dice a la Iglesia lo
siguiente:
1. Le dice lo que se espera de ella, lo cual debe ser tenido en consideración por todos los que
entran en relación con el Señor Jesús:
« Oye, hija, y mira y pon atento oído; esto es, sométete a las condiciones de tus esponsales y
estate dispuesta a cumplirlas. »
(A) Ha de renunciar a todo lo demás: «Olvida tu pueblo y la casa de tu padre, conforme a las
leyes matrimoniales. » Esto nos muestra: (a) Cuán necesario era para los que se convertían
del judaísmo o del paganismo a la fe de Cristo purificarse de la vieja levadura (1 Co. 5:7) y
no introducir en la profesión del cristianismo ni las ceremonias del judaísmo ni las idolatrías
del paganismo, pues eso convertiría el cristianismo en una religión híbrida como era la de los
samaritanos. (b) Cuán necesario es para todos nosotros, cuando nos adherimos a Cristo,
«odiar», es decir, poner en segundo lugar, a padre, madre, etc. y todo lo que más queremos
en este mundo, para dar prioridad al amor que le debemos a Cristo como a nuestro regio
esposo. «Y se prendará el rey de tu hermosura» (v. 11), lo que insinúa la mancha que sería
para su belleza mezclar con su profesión cristiana los antiguos ritos y costumbres, ya sean
judíos o paganos. La hermosura de la santidad, tanto en la Iglesia como en los creyentes
individuales, es de gran precio a los ojos de Cristo.
(B) Ella debe reverenciarle, amarle, honrarle y obedecerle (v.11 b): «E inclínate ante El,
porque El es tu Señor. » Debemos postrarnos en adoración a Cristo, por ser nuestro Dios y
nuestro Señor, pues ésta es la voluntad de Dios que todos honren al Hijo como honran al
Padre (Jn. 5:23).
2. Le dice los honores que están destinados para ella:
(A) « Y la hija de Tiro (esto es, la ciudad de Tiro), los más ricos del pueblo, implorarán con
un presente tu favor» (v. 12. Lit.). La versión judía lee: « Y, oh hija de Tiro (aludiendo a
Jezabel), etc. » (Es posible, pero menos probable, en mi opinión, esta versión. Nota del
traductor.) La ciudad de Tiro, por medio de sus magnates, trae presentes a la regia novia,
que, probablemente, procede de allí. Los fieles hijos de Dios, que forman la esposa de Cristo,
son magníficos intercesores a favor, no sólo de sus hermanos espirituales, sino también de sus
familiares y amigos que todavía son del mundo. Por eso disfrutan de muchas bendiciones en la
casa de un creyente el cónyuge y los hijos no creyentes (v. 1 Co. 7:14).
(B) Ella misma entrará resplandeciente de majestad en su palacio ( v. 13): «Toda gloriosa
entra la hija del rey en su morada.» La gloria de la Iglesia es espiritual, la verdadera gloria,
que es la del espíritu, no la de la posición social ni de los ornamentos externos; es la genuina
gloria a los ojos de Dios y como arras de la gloria eterna en el Cielo. Aunque lo principal de su
gloria reside en el interior, también su vestido es de brocado de oro (y. 13b), porque el
creyente no se ha de contentar con ser santo, sino que ha de aparecer como tal a los ojos del
mundo, tanto en sus palabras como en sus obras, que han de ser como el oro. Como decía un
piadoso maestro de escuela a sus alumnos: «No importa que seáis poco, con tal que seáis oro.
»
(C) Sus nupcias se celebrarán con muchos honores y gran regocijo (vv. 14, 15): «Con vestidos
bordados es llevada al rey.» Ninguno es llevado a Cristo sino los que son conducidos a El por
el Padre (Jn. 6:44). Nadie más es llevado al rey como para entrar en el palacio del rey (v.
15).
(D) La prole de este matrimonio también será ilustre (v. 16): «En lugar de tus padres serán
tus hijos» (hijos varones, en el original). Es decir, la dinastía fundada por sus antecesores (los
del rey; aquí, el hebreo indica que el poeta se dirige al rey) no se acabará con él, sino que se
perpetuará en su descendencia. En sentido acomodado (nota del traductor), tiene doble
aplicación: (a) En lugar de la economía del Antiguo Testamento, el cual se ha hecho viejo e
inservible ( v. He. 8:13), estará la Iglesia del Nuevo Testamento, injertada en el mismo olivo
(ésta es la aplicación del propio M. Henry); (b) en lugar de nuestros padres en la fe (los
Apóstoles y santos doctores de la primitiva Iglesia), serán los nuevos creyentes que van
añadiéndose a los «hijos» de la Iglesia misma (ésta es la tradicional interpretación católica).
(E) La alabanza de esta unión matrimonial será perpetua entre las alabanzas tributadas al
regio novio (v. 17): «Haré perpetua la memoria de tu nombre (la del novio, como indica el
hebreo). » El Padre le ha dado el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9), y aquí promete
hacerlo perpetuo (comp. con 72:17), haciendo que no falten ministros de Dios en cada época,
quienes mantengan en alto el nombre de Cristo mediante la predicación del evangelio.

Salmos 46 -Dios es nuestro amparo y fortaleza


(Salmo de los hijos de Coré).

1 Dios es nuestro amparo y fortaleza,


Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,
Y se traspasen los montes al corazón del mar;
3 Aunque bramen y se turben sus aguas,
Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah
4 Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios,
El santuario de las moradas del Altísimo.
5 Dios está en medio de ella; no será conmovida.
Dios la ayudará al clarear la mañana.
6 Bramaron las naciones, titubearon los reinos;
Dio él su voz, se derritió la tierra.
7 Jehová de los ejércitos está con nosotros;
Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah
8 Venid, ved las obras de Jehová,
Que ha puesto asolamientos en la tierra.
9 Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra.
Que quiebra el arco, corta la lanza,
Y quema los carros en el fuego.
10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;
Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.
11 Jehová de los ejércitos está con nosotros;
Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah.
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Comentario a Salmos 46
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo nos anima:
I. A hallar consuelo en Dios cuando el horizonte aparece oscuro y amenazador (vv. 1-5).
II. A mencionar, para alabanza suya, las grandes cosas que ha hecho a favor de los suyos
contra sus enemigos (vv. 6-9).
III. A asegurarnos de que el Dios que ha glorificado su nombre, lo volverá a glorificar aún (vv.
10, 11). Al cantar este salmo, hemos de animarnos a esperar que, mediante Cristo, seremos
más que vencedores. Se cuenta que Lutero, cuando oía malas noticias, decía: « ¡Vamos a
cantar el salmo 46!» La inscripción «sobre Alamot» significa probablemente que había de
cantarse con acompañamiento de instrumentos de tono alto.
Versículos 1-5
El salmista nos enseña con su ejemplo:
1. A triunfar en Dios yen su presencia entre nosotros, especialmente cuando hemos tenido
experiencias recientes de su manifestación a favor nuestro (v. 1): «Dios es nuestro refugio y
nuestra fuerza» (lit.). ¿Nos hallamos en apuros? El es un auxilio siempre presto (lit. un auxilio
hallado cuando había necesidad de El en tan grave aprieto) y bien probado, así como se llama
a Cristo una piedra probada (Is. 28:16).
2. A triunfar sobre los mayores peligros: Dios es nuestra fuerza y nuestro auxilio, el Dios
Todo-suficiente para nosotros; «Por tanto, no temeremos)) (v. 2). Es nuestro deber, así como
nuestro privilegio, estar’ libres de temor; es evidencia de una conciencia limpia, de un
corazón honesto y de una fe viva en Dios, en su providencia y en sus promesas, el no temer
«aunque la tierra sea removida, etc.» (vv. 2, 3). Ni terremotos ni inundaciones, ni guerras ni
persecuciones, aunque todos los poderes del mundo conspiren contra la Iglesia, han de
hacernos temer, pues al fin y a la postre, todo ha de conducir al bien de los que aman a Dios
(Ro. 8:28). Aunque sean sacudidos los cielos y la tierra, la ciudad de Dios no será conmovida,
pues Dios está en medio de ella (vv. 4, 5); Dios la ayudará al clarear la mañana; después de
la noche llena de peligros, vendrá el alborear de la liberación obrada por Dios. Mientras la
Iglesia se mantenga fiel a Dios, no habrá poder humano que pueda prevalecer contra ella
(comp. con Is. 12:6).
Versículos 6-11
Estos versículos glorifican a Dios como a Rey de las naciones y como a Rey de los santos.
1. Como a Rey de las naciones. El frena la furia y quebranta el poder de las naciones que se
oponen a El y a sus intereses en el mundo ( v. 6): Las naciones, es decir, los paganos,
bramaban cuando subió David al trono, lo mismo que al establecerse el reino del Hijo de
David (comp. 2:1). Los reinos se tambaleaban llenos de indignación y se alzaban de forma
tumultuosa para oponerse a Dios, pero lanza Dios su voz, la voz de sus truenos, y se derrite la
tierra; los reinos se tambalean ahora de modo diferente, llenos de confusión y consternación.
Ese derretirse de los ánimos de los enemigos se describe en varios lugares (v. por ej. Jue.
5:4, 5y comp. con Lc. 21:25,26). Cuando le place, puede causar gran estrago y desolación
entre las naciones (v. 8): «Venid, ved las obras de Yahweh, que ha puesto asolamiento en la
tierra. » Era cosa de ver y asombrarse, de observar e investigar (66:5; 111:2). La guerra es
una tragedia que de ordinario destruye el escenario en el que se desarrolla. David llevó la
guerra al país de los enemigos ¡y qué desolaciones causó allí! Y cuando place a Dios envainar
su espada, pone fin a las guerras y corona de paz a las naciones (v. 9), a veces para que, al
menos, tengan algún respiro después de consumirse unas a otras en prolongadas guerras. La
total destrucción de Gog y Magog se describe proféticamente mediante la quema de las armas
en el fuego (Ez. 39:9, 10), lo cual insinúa la paz perfecta y la total seguridad que la Segunda
Venida del Señor traerá a la tierra cuando vaya a establecer su reino mesiánico. El final de
una guerra es obra de Dios, y lo habríamos de considerar con gratitud y admiración.
2. Como a Rey de los santos y, en cuanto tal, hemos de reconocer que grandes y maravillosas
son sus obras (Ap. 15:3). El hace y hará grandes cosas. Que se calmen sus enemigos y dejen
de amenazar, reconociendo el poder de Dios, infinitamente sobre el de ellos; que no se
enfurezcan más, porque toda su furia es en vano. El que se sienta en los Cielos, se ríe de
ellos (2:4); y, a pesar de toda la maldad impotente de ellos, Dios será enaltecido en la tierra,
entre las naciones, y no sólo en la Iglesia y en los Cielos. No tiemble más el pueblo de Dios,
sabiendo, para consuelo suyo, que él es Dios ( v. 10). Todos los creyentes deben sentirse
triunfadores por estas dos razones: (A) Tienen consigo la presencia de un Dios de poder, de
infinito poder (y. 11): «Yahweh de las huestes está con nosotros.» El Dios Soberano del
Universo está con nosotros, está de nuestra parte, actúa con nosotros y por medio de
nosotros, y ha prometido que nunca nos abandonará. Muchas y malignas huestes pueden estar
contra nosotros, pero no tenemos por qué temerlas, si Yahweh de las huestes está con
nosotros. (B) Están bajo la protección del Dios del pacto, quien no sólo tiene poder para
ayudarles, sino que se ha comprometido, en su honor y fidelidad, a ayudarles. Es el Dios de
Jacob (v. lib); no sólo de la persona de Jacob, sino del pueblo de Jacob.

Salmo 47 -Dios, el Rey de toda la tierra


Salmo de los hijos de Coré.

1 Pueblos todos, batid las manos;


Aclamad a Dios con voz de júbilo.
2 Porque Jehová el Altísimo es temible;
Rey grande sobre toda la tierra.
3 El someterá a los pueblos debajo de nosotros,
Y a las naciones debajo de nuestros pies.
4 El nos elegirá nuestras heredades;
La hermosura de Jacob, al cual amó. Selah
5 Subió Dios con júbilo,
Jehová con sonido de trompeta.
6 Cantad a Dios, cantad;
Cantad a nuestro Rey, cantad;
7 Porque Dios es el Rey de toda la tierra;
Cantad con inteligencia.
8 Reinó Dios sobre las naciones;
Se sentó Dios sobre su santo trono.
9 Los príncipes de los pueblos se reunieron
Como pueblo del Dios de Abraham;
10 Porque de Dios son los escudos de la tierra;
El es muy exaltado.

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Comentario a Salmos 47
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El objeto de este salmo es estimularnos a alabar a Dios. En este salmo:
I. Se nos instruye sobre el modo de hacerlo, pública, alegre e inteligentemente (vv.1, 6, 7).
II. Se nos provee de material para la alabanza:
1. La majestad de Dios (v. 2).
2. Su dominio soberano y universal (vv. 2, 7-9).
3. Las grandes cosas que ha hecho, y hará, por su pueblo (vv. 3-5).
Sobre la ocasión de su redacción, se han hecho muchas suposiciones, pero nada se sabe de
cierto.
Versículos 1-4
El salmista, con el corazón lleno de grandes y buenos pensamientos acerca de Dios, trata de
estimular a cuantos le rodean a que canten las divinas alabanzas.
1. Quiénes son convocados a alabar a Dios: «Pueblos todos, etc.’) Así que puede tomarse
como una profecía de la conversión de los gentiles y de su entrada en la Iglesia (comp. con
Ro. 15:11).
2. Qué es lo que se le pide que hagan: «Batid palmas», como quienes no pueden contener su
entusiasmo; «aclamada Dios con gritos de júbilo»; no para que Dios les oiga, sino para hacer
que lo oigan todos los que los contemplan. Han de regocijarse en Dios, en su poder y en su
bondad, para que puedan unirse a ellos quienes les ven y participen del mismo regocijo.
3. Qué es lo que se nos propone como materia de nuestra alabanza (y. 2): «Porque Yahweh el
Altísimo es temible —es decir, causa pavor—; Rey grande sobre toda la tierra, con cuidados
especiales para su pueblo.» Esto lo había hecho Dios por ellos, como lo atestigua su
establecimiento en Canaán, y su continuación allí hasta el día en que esto se escribía. El reino
del Mesías ha de establecerse sobre toda la tierra, sin estar confinado únicamente a la nación
de Israel. «El nos elegirá nuestras heredades» (y. 4). Había escogido el país de Canaán para
que fuese la heredad de Israel y, al fijar su santuario en medio de ellos, lo había convertido
en «la gloria (más exactamente, el orgullo, comp. Am. 6:8) de Jacob. » Espiritualmente,
puede aplicarse: (A) A la dicha de los santos, por haber escogido Dios mismo para ellos una
herencia incorruptible (1 P 1:4). (B) A la fe y sumisión de los santos a Dios. Éste sabe mucho
mejor que yo lo que me conviene y, por tanto, sólo quiero lo que El haya dispuesto para mí. »
Versículos 5-9
¿No habrían de alabar los súbditos a su rey? Dios es nuestro Rey y, por tanto, debemos
alabarle. El versículo 7 parece sugerir un determinado modo de alabar a Dios: «Cantad con
destreza.>) El hebreo dice:
«Cantad un masquil », lo que, con la mayor probabilidad, indica una determinada melodía, la
que, por supuesto, había de ser cantada con todo esmero, como se merece Aquel a quien el
canto se dirige. A Dios hemos de cantarle con entendimiento (1 Co. 14:15), como llevados del
Espíritu Santo (Ef. 5:19) y, por tanto, del mejor modo que nos lo permitan nuestra voz y
nuestro oído.
1. Hemos de alabar a Dios en su ascender (v. 5): «Sube Dios entre aclamaciones»; lo cual
puede referirse, (A) a la subida del arca al Monte Sión, pues siendo el arca la señal visible de
la presencia de Dios entre ellos, bien se le podía aplicare! verbo «subir» adondequiera fuese
puesta después de estar en medio de ellos; (B) con mayor probabilidad, a la subida de Dios
mismo a su morada celestial después de haber intervenido en el campo de batalla a favor de
su pueblo; (C) en sentido acomodado, a la ascensión del Señor Jesús a los cielos, después de
haber consumado su obra de redención en la tierra (Hch. 1:9).
2. Hemos de alabar a Dios en su reinar (vv. 7,8): «Se sentó Dios sobre su santo trono», sobre
su trono celestial, desde el que lo gobierna todo. Obsérvese la extensión del gobierno de
Dios: todos nacen bajo su feudo; incluso los paganos, que sirven a otros dioses, están
gobernados por el Dios verdadero, nuestro Dios, lo quieran o no. Véase también la equidad de
su gobierno: el trono en que se sienta es santo y desde allí da leyes, órdenes, decretos,
garantías, sentencias, etc. en las que, podemos estar seguros, no se halla injusticia alguna.
3. Hemos de alabar a Dios cuando le vemos honrado por los príncipes de los pueblos, de todos
los pueblos de la tierra, como pueblo (o, mejor, con el pueblo) del Dios de Abraham (v. 9).
Dice el doctor Cohen: «La mención de Abraham une la profecía sobre el futuro con la promesa
hecha en el pasado de que había de llegar a ser padre de una multitud de naciones (Gn.
17:4).» Y, citando a Maclaren, continúa: «La obliteración de la distinción entre Israel y las
naciones mediante la incorporación de éstas, de forma que los pueblos lleguen a formar parte
del pueblo del Dios de Abraham, flota ante la vista profética del cantor, como el objetivo
final de la gran manifestación que Dios hace de sí mismo. » «Los escudos de la tierra» (y. 10)
designan simplemente los reyes y príncipes de los respectivos pueblos; con el término
«escudos» (hebreo, maguinney) se designan, en Os. 4:18, los gobernantes. Como aplicación
espiritual, podemos señalar que esos «escudos», enseñas de dignidad real (v. 1 R. 14:27, 28),
se rinden ante el Señor Jesús, de la misma manera que se ofrecen a un conquistador,
soberano o persona notable, las llaves de una ciudad. Cuando los príncipes de este mundo
hacen lo posible para que se protejan y prosperen los intereses de la religión cristiana, es
entonces grandemente enaltecido el Señor Jesucristo.
Salmos 48 -Hermosura y gloria de Sion-

1 Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado


En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
2 Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra,
Es el monte de Sion, a los lados del norte,
La ciudad del gran Rey.
3 En sus palacios Dios es conocido por refugio.
4 Porque he aquí los reyes de la tierra se reunieron;
Pasaron todos.
5 Y viéndola ellos así, se maravillaron,
Se turbaron, se apresuraron a huir.
6 Les tomó allí temblor;
Dolor como de mujer que da a luz.
7 Con viento solano
Quiebras tú las naves de Tarsis.
8 Como lo oímos, así lo hemos visto
En la ciudad de Jehová de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios;
La afirmará Dios para siempre. Selah
9 Nos acordamos de tu misericordia, oh Dios,
En medio de tu templo.
10 Conforme a tu nombre, oh Dios,
Así es tu loor hasta los fines de la tierra;
De justicia está llena tu diestra.
11 Se alegrará el monte de Sion;
Se gozarán las hijas de Judá
Por tus juicios.
12 Andad alrededor de Sion, y rodeadla;
Contad sus torres.
13 Considerad atentamente su antemuro,
Mirad sus palacios;
Para que lo contéis a la generación venidera.
14 Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre;
El nos guiará aun más allá de la muerte.
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Comentario a Salmos 48
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Este salmo es, como los dos anteriores, un cántico triunfal; y es muy probable que, como en
ellos, se conmemore aquí la preservación de Jerusalén de la invasión de las fuerzas asirías en
tiempo del rey Ezequías. Jerusalén es alabada aquí, I. por su relación con Dios (vv. 1,2). II.
Por el cuidado que Dios tenía de ella (v. 3). III. Por el terror que infundía a sus enemigos (vv.
4-7). IV. Por el placer que proporciona a sus amigos, quienes se deleitan en pensar, 1. En lo
que Dios ha hecho, hace y hará por ella (v. 8). 2. En las benévolas manifestaciones que de sí
mismo hace en, y a favor de, aquella ciudad santa (vv. 9, 10). 3. En la provisión eficaz que se
ha hecho para la seguridad de la ciudad (vv. 11-13). 4. En la seguridad que tenemos de la
perpetuidad del pacto de Dios con los hijos de Sión (v. 14).
Versículos 1-7
Lo que aquí se dice en honor de Jerusalén.
1. De Sión se dicen, por boca de Dios, mayores gentilezas que las que jamás haya dicho él de
ningún otro lugar de la tierra: «Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí ha bitaré
porque la (a Sión) he preferido » (132:14). Es «la ciudad del gran Rey» (v. 2), del rey de toda
la tierra, quien se complace en declarar su presencia especial en este lugar «Grande es
Yahweh en Jerusalén» (v. 1). Por eso se la llama «su monte santo» (lit. el monte de su
santidad), y «santidad a Yahweh» se escribirá en todo el mueblaje del santuario (Zac.
14:20,21). Dios era tenido por refugio seguro, no sólo en el santuario, sino en las calles y en
los palacios de Jerusalén. En razón a esto, Jerusalén y, en especial, el Monte Sión, sobre el
que estaba edificado el templo, eran universalmente amados y admirados, «hermoso por su
situación, el gozo de toda la tierra» (v. 2). Agradable tiene que ser, en todos los aspectos, la
situación, cuando la Infinita Sabiduría la ha escogido para lugar de su santuario; y lo que, en
realidad, lo hacía hermoso era el ser el monte de la santidad, porque no hay belleza como la
de la santidad. El Monte Sión estaba en el lado norte de la ciudad y así la resguardaba de los
fríos vientos que soplaban de aquel lado.
2. También se nos dice que los reyes de la tierra temblaron de miedo ante Jerusalén. Los
judíos tenían gran motivo para temer a sus enemigos, «porque los reyes de la tierra
conspiraron» (v. 4). Pasaron, avanzaron juntos, no dudando de que pronto se harían dueños
de aquella ciudad que debiera ser el gozo, pero se había convertido en la envidia, de toda la
tierra. No obstante, la sola vista de Jerusalén les llenó de consternación y les calmó la furia,
del mismo modo que la vista de las tiendas de Jacob habían atemorizado a Balaam
impidiéndole maldecir a Israel (Nm. 24:2): «Y apenas la vieron, se maravillaron, se turbaron,
se apresuraron a huir» (v. 5). No es que hubiese algo en Jerusalén que infundiese terror a los
espectadores, pero la vista de ella les trajo a las mientes lo que habían oído acerca de la
especial presencia de Dios en aquella ciudad y de la protección divina de que disfrutaba. Se
reconocieron entonces incapaces de contender con el Omnipotente, y les tomó allí el
temblor; dolor como de mujer que da a luz (v. 6). El miedo que allí les entró es comparado a
los dolores de parto de una mujer; y la derrota sufrida a la vista de Jerusalén es comparada al
quebrantamiento de las grandes naves de Tarsis (v. 7), cuando son atacadas se súbito por una
tremenda tormenta.
Versículos 8-14
1. Que nuestra fe en Dios quede afianzada con esto (v. 8): «Como lo habíamos oído respecto
de la providencia de Dios en el pasado, así lo hemos visto en nuestros días. Hemos oído que
Dios es Yahweh de las huestes y que Jerusalén es la ciudad de nuestro Dios, está bajo su
cuidado especial; y ahora lo hemos visto: hemos visto el poder de nuestro Dios, hemos visto
su bondad; hemos visto su cuidado e interés por nosotros y que El es como un muro de fuego
en torno de Jerusalén y la gloria en medio de ella. »
2. Que sirva de ánimo a nuestra esperanza en la estabilidad y en la perpetuidad de la Iglesia:
« Por lo que hemos visto, comparado con lo que habíamos oído, en la ciudad de nuestro Dios,
podemos concluir que Dios la establecerá para siempre (v. 8. Aunque quizá pueda traducirse
mejor como oración exclamatoria: « ¡Qué Dios la afiance para siempre!»)
3. Que nuestra mente se llene de buenos pensamientos acerca de Dios: «Por lo que hemos
oído y visto, y por lo que esperamos, hemos de pensar en la bondad de Dios siempre que nos
hallamos en medio de su templo» (v. 9).
4. Glorifiquemos a Dios por las grandes cosas que ha llevado a cabo a favor nuestro, y
mencionémoslas en su honor (v. 10): «Conforme a tu nombre, oh Dios, así es tu loor hasta los
confines de la tierra», no sólo en .Jerusalén. Tan lejos como llega su nombre, llega su
alabanza; o, al menos, debería llegar y, al final, ha de llegar, cuando todos los confines de la
tierra le alabarán (22:27; Ap. 11:15). Por «tu nombre» ha de entenderse la reputación de Dios
como poderoso Libertador, pues Él es el único que puede librar sin que nadie se lo impida.
5. Que todos los miembros de la Iglesia se consuelen, sabiendo que el Dios que librará a
Jerusalén, no permitirá que su Iglesia sea destruida (v. 11): «Alégrese el monte de Sión, en
especial los sacerdotes y levitas que sirven en el santuario —y todos los que pertenecemos a
la Jerusalén de arriba (Gá. 4:26) — así como las hijas de Judá, es decir, las aldeas al sur de la
ciudad que estaban amenazadas por el invasor. Que todos celebren la gran liberación llevada
a cabo por los juicios de Dios, esto es, por el castigo infligido al enemigo.»
6. Observemos diligentemente los ejemplos y evidencias de la belleza, de la fuerza y
seguridad de la Iglesia, y transmitamos fielmente nuestras observaciones a los que han de
venir después de nosotros (vv. 12, 13): «Andad alrededor de Sión... contad sus torres, etc.»
Como diciendo: «Ved que lo que el enemigo consideraba como débiles defensas, son, por la
gracia de Dios, baluartes inexpugnables, para que contéis a la generación venidera las
maravillas que ha hecho Dios a favor de su pueblo.» Esto tiene aplicación a la promesa del
Señor con respecto a su Iglesia de que las puertas del Hades no prevalecerían contra ella (Mt.
16:18).
7. Cantemos victoria en nuestro Dios y en la seguridad que tenemos de su benevolencia (v.
14). Hemos de contar a las generaciones venideras que así es nuestro Dios eternamente y
para siempre, es decir (de acuerdo con los dos vocablos distintos —olam y ed—), lo será para
siempre y lo es constantemente. Y, siendo nuestro Dios, es nuestro guía. Las dos últimas
palabras de este salmo (hebreo, al muth) han sido, y son, materia de grandes discusiones.
Literalmente significan: «sobre la muerte», que algunos interpretan como «hasta más allá de
la muerte», pero muchos lo consideran hoy como una indicación musical, parecida a las que
figuran en los salmos 9 (muth-labbén) y 46 (alamoth), por lo que es probable que debiera
estar al comienzo del salmo 49, más bien que al final del 48.

Salmos 49 -La insensatez de confiar en las riquezas.


Salmo de los hijos de Coré.

1 Oíd esto, pueblos todos;


Escuchad, habitantes todos del mundo,
2 Así los plebeyos como los nobles,
El rico y el pobre juntamente.
3 Mi boca hablará sabiduría,
Y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
4 Inclinaré al proverbio mi oído;
Declararé con el arpa mi enigma.
5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad,
Cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?
6 Los que confían en sus bienes,
Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
7 Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano,
Ni dar a Dios su rescate
8 (Porque la redención de su vida es de gran precio,
Y no se logrará jamás),
9 Para que viva en adelante para siempre,
Y nunca vea corrupción.
10 Pues verá que aun los sabios mueren;
Que perecen del mismo modo que el insensato y el necio,
Y dejan a otros sus riquezas.
11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas,
Y sus habitaciones para generación y generación;
Dan sus nombres a sus tierras.
12 Mas el hombre no permanecerá en honra;
Es semejante a las bestias que perecen.
13 Este su camino es locura;
Con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. Selah
14 Como a rebaños que son conducidos al Seol,
La muerte los pastoreará,
Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana;
Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.
15 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol,
Porque él me tomará consigo. Selah
16 No temas cuando se enriquece alguno,
Cuando aumenta la gloria de su casa;
17 Porque cuando muera no llevará nada,
Ni descenderá tras él su gloria.
18 Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma,
Y sea loado cuando prospere,
19 Entrará en la generación de sus padres,
Y nunca más verá la luz.
20 El hombre que está en honra y no entiende,
Semejante es a las bestias que perecen.
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Comentario a Salmos 49
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Este salmo, como el que sigue, es una especie de sermón. En la mayoría de los salmos, vemos
al salmista orando o alabando; aquí le vemos predicando.
I. En el prefacio, se propone despertar de su falsa seguridad a los mundanos (vv. 1-3) y
consolarse a sí mismo y a todas las personas piadosas cuando llegue la adversidad (vv. 4, 5).
II. En el resto del salmo, 1. se esfuerza en convencer a los pecadores de su necedad en
confiar en las riquezas de este mundo, mostrándoles, (A) que no pueden, con todas sus
riquezas, salvar de la muerte a sus amigos (vv. 6-9). (B) Que tampoco pueden salvarse de la
muerte a sí mismos (v. 10). (C) Que no pueden asegurarse a sí mismos la dicha en este mundo
(vv. 11, 12). Mucho menos, (D) pueden asegurarse la dicha para la vida futura (v. 14). 2. Se
esfuerza en consolarse a sí mismo y a todas las personas piadosas, (A) en contra del temor de
la muerte (v. 15); (B) en contra del temor al poder y a la prosperidad de los malvados (vv. 16-
20).
Versículos 1-5
Estos versículos forman la introducción del salmista a su discurso sobre la vanidad del mundo
y su incapacidad para hacernos felices.
1. Primero demanda atención: «Oíd esto, pueblos todos; escuchad, habitantes todos del
mundo, etc. (vv. 1, 2), pues esta doctrina no es exclusivamente para los depositarios de la
revelación divina, sino que la misma luz natural la atestigua. Todos los hombres pueden y, por
tanto, deben considerar que sus riquezas no les servirán de nada el día de su muerte. Los
pobres están en el mismo peligro que los ricos; aquéllos, por un desordenado deseo de las
riquezas mundanas; éstos, por un desordenado deleite en las mismas riquezas. Mi boca
hablará sabiduría (v. 3).» Lo que va a decir el salmista es apropiado para hacer sabios e
inteligentes a los que reciben su enseñanza. Él mismo había digerido lo que iba a declarar.
2. Se anima a prestar atención también él mismo (v. 4): «Inclinaré mi oído al proverbio», es
decir, a la expresión poética de un oráculo. El hebreo mashal puede traducirse por
«parábola», pero es el mismo vocablo que designa los proverbios de Salomón. No se llaman así
precisamente porque sean oscuros y en sentido figurado, sino por ser instructivos en materias
profundas e importantes. Quienes se dedican a enseñar a otros, deben aprender primero ellos
mismos.
3. Promete hacer el tema lo más claro posible, pues, a pesar de ser un «enigma», es decir, un
pronunciamiento sobre un problema enigmático, lo pondrá al alcance de todos mediante la
música: «con el arpa». Al ser un tema que afecta a lo más profundo de nuestro ser, la música
le hace llegar adonde los razonamientos no serían capaces de penetrar. Es cosa bien conocida
que muchos son movidos al arrepentimiento y a la fe en el Señor por medio de un himno o de
un solo musical, cuando no habían experimentado el menor movimiento del corazón al oír un
gran sermón.
4. Comienza aplicándose a sí mismo el sermón (v. 5): «¿Por qué he de temer, etc.?» El
contexto explica cuáles eran esos temores: «Los días de adversidad» son aquellos en los que
«le rodea la iniquidad de los que le suplantan» (hebreo, aquebay; de donde viene «Jacob»);
es decir, de los que le persiguen y vienen «pisándole los talones». El que confía en Dios, no en
las riquezas, no tiene por qué temer a quienes no pueden hacerle daño real. ¡Teman los que
no tienen fe! No hay cosa más temible que poner el corazón en algo que por fuerza se ha de
dejar en la tierra, pero los que tienen a Dios consigo, no tienen por qué temer a la muerte
(23:4).
Versículos 6-14
1. Descripción del espíritu y del camino de los mundanos, cuya porción está en esta vida
(17:14). Una persona puede poseer abundantes riquezas temporales y, no obstante, sacar
provecho espiritual de ellas si su corazón se ensancha con amor, gratitud, obediencia y
generosidad para emplear las riquezas al servicio de Dios y en aliviar las necesidades ajenas;
por consiguiente, no son las riquezas mismas las que hacen mundano al hombre, sino el
apegar el corazón a ellas como a valores primordiales; y así es como se describe aquí a los
mundanos (v. 6): «Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se
jactan»; dependen de ellas como de la fuente de su dicha y seguridad. Su oro es su esperanza
(Job 31:24) y así viene a ser su dios. Así explica nuestro Salvador la dificultad de salvarse los
ricos (Mr. 10:24): « ¿Qué difícil es entrar en el reino de Dios a los que confían en las
riquezas!» (v. 1 Ti. 6:17). «Dan sus nombres a sus tierras» (v. 11), esperando así perpetuar su
memoria, pero ¡frágil honor es el que descansa en un mero nombre! Además, lo más
frecuente es que cambien de nombre las fincas cuando cambian de dueño. «Su íntimo
pensamiento es que sus casas serán eternas» (v. 11a). El único consuelo que le queda al rico
mundano es que sus propiedades quedarán en manos de sus descendientes de generación en
generación, sin pasar jamás a manos ajenas.
2. Demostración de la necedad que esta mentalidad comporta. En general (v. 13), «Este su
camino es locura. » Dios mismo declara necio al rico que pensaba almacenar bienes para
mucho tiempo (Lc. 12:19, 20). El amor de las cosas mundanas es una enfermedad que la
llevamos todos en la sangre, hasta que la cura la gracia de Dios. Pero, por grandes que sean
los bienes que un rico posea, no puede salvar con ellos la vida de su mejor amigo, ni comprar
una prórroga para el caso en que es inminente la ejecución de la sentencia de muerte (vv. 7-
9). La vida eterna es una joya demasiado cara como para que pueda comprarse con las
riquezas de este mundo. No somos redimidos con cosas corruptibles como la plata y el oro (1
P. 1:18, 19). Cristo hizo por nosotros lo que todas las riquezas del mundo juntas no podían
hacer; Él se merece, pues, de nosotros mayor estima que ninguna otra cosa. Cristo hizo por
nosotros lo que ningún hermano o amigo podía hacer; por tanto, los que aman a su padre o a
su hermano, etc., más que a Él, no son dignos de Él. Hay personas ricas y sabias, políticos y
potentados, que pueden hacer mucho bien, pero nada pueden ante la muerte; otras personas
son necias e ignorantes; quizá no hacen mucho mal, pero también serán arrebatadas por la
muerte lo mismo que las personas sabias y ricas, que no pueden permanecer en su opulencia
(v. 12). Por muy alta que sea su posición, por muy grande que sea su poder, por altos que
sean los honores que se le rindan, por variados que sean los placeres de que disfrute, no
permanecerá; todas esas cosas, como su misma vida, son sombras huidizas. Su condición, a la
hora de la muerte, será miserable en extremo. Mientras un hijo de Dios puede, con santa
osadía, preguntar a la orgullosa muerte:
«¿Dónde está tu aguijón?», la muerte puede preguntar al orgulloso pecador: «¿Dónde está tu
riqueza y tu pompa?» La belleza de la santidad es la única que el sepulcro, que consume toda
otra belleza, no puede tocar ni empañar.
Versículos 15-20
Aquí se da una buena razón a un buen pueblo.
1. Por qué no deben temer la muerte. No deben abrigar tal temor, si, como el autor del
salmo, tienen una perspectiva consoladora aun más allá de la muerte (v 15). La fe en la
victoria sobre el sepulcro y en la segura entrada del Cielo constituye el gran soporte y gozo de
los hijos de Dios en la hora de la muerte. Esperan:
(A) Que Dios redimirá sus almas del poder del sepulcro, lo cual incluye: (a) La preservación
del alma de bajar al sepulcro con el cuerpo. El sepulcro tiene poder sobre el cuerpo, en
virtud de la sentencia dictada por Dios en el Paraíso (Gn. 3:19), y es lo bastante cruel para
ejecutar dicha sentencia (Cant. 8:6); pero no tiene tal poder sobre el alma. Tiene poder para
silenciar, encarcelar y consumir el cuerpo; pero el alma entonces se mueve, actúa y conversa
con mayor libertad que antes, pues es inmaterial e inmortal. Cuando la muerte quiebra la
opaca linterna del cuerpo, no extingue la luciente candela que brilla en su interior. (b) La
reunión del alma con su cuerpo en la resurrección. «Pero Dios redimirá mi alma del poder del
Sol» (v. 15, lit.). Sin embargo —nota del traductor—, es muy improbable que el salmo aluda a
la resurrección o a la inmortalidad del alma. Dice el doctor Cohen: «Los comentaristas
modernos no ven en el versículo ninguna alusión a la doctrina de la inmortalidad... El salmista
expresa su confianza en que, al revés que los necios, quienes se fían en sus riquezas como si
éstas pudiesen salvarles de todo lo que puede ponerles en peligro la vida, él será protegido
por Dios de una muerte prematura. »
(B) Que Dios lo tomará consigo, pues Él redime las almas para recibirlas (31:5, en tus manos
encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido). Dios los recibirá en su favor y los admitirá en
su reino, en las mansiones que tiene preparadas para ellos (Jn. 14:2, 3), aquellas moradas
eternas (Lc. 16:9).
2. Por qué no deben temer la prosperidad ni el poder de los malvados de este mundo.
(A.) Supone que es muy fuerte la tentación de envidiar la prosperidad de los pecadores, al ver
cómo se enriquecen, cómo aumenta la gloria (o mejor, la fortuna) de sus casas y se sienten
alabados por los demás (vv. 16, 18). Por mucho que en vida bendiga a su alma (v. 18, lit.), su
dicha es pasajera, mientras que los hijos de Dios se bendicen a sí mismos en el Dios de la
fidelidad (Is. 65:16), teniéndose por dichosos al saber que Él es el Dios de todos ellos. La
gente mundana se bendice a sí misma en la riqueza del mundo, y se cree dichosa cuando
tiene tal riqueza en abundancia. Aplauden en sí mismos lo que Dios condena, y hablan paz a sí
mismos cuando Dios les declara la guerra. El salmista viene a decirle al creyente: « El
mundano se enaltece a sí mismo, pero tú que, al revés de él, no hablas bien de ti mismo, sino
que obras bien para ti mismo al asegurar tu eterno bienestar, serás loado, si no por los
hombres, sí por Dios, lo que constituirá tu perpetuo honor. »
(B) Sugiere lo que basta para quitar a la tentación su fuerza, y es observar el final de los
pecadores prósperos (73:17): «Cuando muera se da por supuesto que irá a otro mundo, pero
no se llevará nada de cuanto por largo tiempo ha ido amontonando» (v. 17). La gracia es
gloria celeste que ascenderá con nosotros, pero ninguna gloria terrena descenderá tras
nosotros. «Irá a reunirse con sus antepasados, que nunca más verán la luz» (v. 19); con
aquellos antepasados malvados, cuyos dichos aprobó y cuyos pasos siguió, aquellos que no
atendieron ni escucharon a Yahweh (Zac. 1:4). Un necio, un malvado, por muchos honores
que aquí reciba, es realmente despreciable como cualquier animal bajo el sol, «semejante es
a las bestias que perecen» (v. 20); más aún, mejor es ser una bestia que un hombre que se
hace a sí mismo como una bestia.

Salmos 50 -Dios juzgará al mundo-


Salmo de Asaf.

1 El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra,


Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.
2 De Sion, perfección de hermosura,
Dios ha resplandecido.
3 Vendrá nuestro Dios, y no callará;
Fuego consumirá delante de él,
Y tempestad poderosa le rodeará.
4 Convocará a los cielos de arriba,
Y a la tierra, para juzgar a su pueblo.
5 Juntadme mis santos,
Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.
6 Y los cielos declararán su justicia,
Porque Dios es el juez. Selah
7 Oye, pueblo mío, y hablaré;
Escucha, Israel, y testificaré contra ti:
Yo soy Dios, el Dios tuyo.
8 No te reprenderé por tus sacrificios,
Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí.
9 No tomaré de tu casa becerros,
Ni machos cabríos de tus apriscos.
10 Porque mía es toda bestia del bosque,
Y los millares de animales en los collados.
11 Conozco a todas las aves de los montes,
Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece.
12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti;
Porque mío es el mundo y su plenitud.
13 ¿He de comer yo carne de toros,
O de beber sangre de machos cabríos?
14 Sacrifica a Dios alabanza,
Y paga tus votos al Altísimo;
15 E invócame en el día de la angustia;
Te libraré, y tú me honrarás.
16 Pero al malo dijo Dios:
¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes,
Y que tomar mi pacto en tu boca?
17 Pues tú aborreces la corrección,
Y echas a tu espalda mis palabras.
18 Si veías al ladrón, tú corrías con él,
Y con los adúlteros era tu parte.
19 Tu boca metías en mal,
Y tu lengua componía engaño.
20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano;
Contra el hijo de tu madre ponías infamia.
21 Estas cosas hiciste, y yo he callado;
Pensabas que de cierto sería yo como tú;
Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos.
22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios,
No sea que os despedace, y no haya quien os libre.
23 El que sacrifica alabanza me honrará;
Y al que ordenare su camino,
Le mostraré la salvación de Dios.
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Comentario a Salmos 50
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo, como el anterior, es un salmo de instrucción, no de oración ni de alabanza. Dios
se dirige aquí, por medio del salmista, a los que tenían un falso concepto de la religión, para
hacerles ver que no se complace en los sacrificios del culto ni en el cumplimiento externo de
la ley, mientras no se cumple de corazón lo que El ha ordenado. Aquí tenemos:
I. La gloriosa manifestación del Soberano que da leyes y convoca a juicio (vv. 1-6).
II. La exhortación a los adoradores de Dios, para que conviertan sus sacrificios en oraciones
(vv. 7-15).
III. La reprensión a los que albergan la pretensión de que adoran a Dios, pero viven en
desobediencia a sus mandatos (vv. 16-20); se les lee la sentencia (vv. 21, 22), y se amonesta
a todos a que consideren su conducta tanto como sus devociones (v. 23). Es un salmo de Asaf.
Versículos 1-6
Es probable que Asaf, el principal director de música del santuario, no sólo pusiera música a
este salmo, sino que lo compusiera él mismo, aun cuando no puede asegurarse, ya que el
título no indica necesariamente autoría. En tiempo de Esquías, alababan a Yahweh «con las
palabras de David y de Asaf vidente» (2 Cr. 29:30).
1. Convocación general, por orden del Rey de reyes (v. 1): «El Dios de los dioses, Yahweh (o
Dios, el Dios Yahweh) ha hablado y ha convocado a la tierra. » El Soberano del Universo,
Todopoderoso y fiel cumplidor de su promesas, convoca a todos con esta proclamación
solemne que ya se sugiere en esa acumulación de nombres divinos.
2. Reunidos ya los convocados, el Juez toma asiento. Así como, cuando dio Dios la Ley a Israel
en el Sinaí, leemos que «resplandeció desde el monte de Parón» (Dt. 33:2), así también
cuando viene a reprender a Israel por su hipocresía, se dice aquí:
(A) Que ha resplandecido desde Sión (v. 2); como ahora estaba establecido el oráculo en Sión,
desde allí eran pronunciados sus juicios sobre aquel pueblo provocador; y Dios, cuya morada
está en Sión, puede ser considerado como resplandeciendo desde Sión. También desde
Jerusalén había de comenzar a ser predicado el Evangelio (Lc. 24:47); (Hch. 1:8). Sión es
llamada aquí (v. 2) dechado de hermosura (lit. perfección de hermosura), no sólo por ser el
monte santo, donde estaba el santuario, sino incluso por su situación geográfica (comp. con
48:2).
(B) Que vendrá, y no callará, sino que mostrará su desagrado hacia ellos, hasta que, un día,
sea derribado el muro de separación de la ley ceremonial. Esto lo va a declarar ahora. A los
que no quieren dar oídos a su ley, les hará escuchar su juicio.
(C) Que su manifestación será majestuosa y terrorífica: «Fuego consumidor hay delante de El,
y tempestad poderosa le rodea» (v. 3). El fuego de sus juicios abrirá el camino a las
reprensiones de su palabra, a fin de que los pecadores de Sión se alarmen de sus pecados.
Cuando el evangelio de Cristo había de ser proclamado en el mundo, dijo El que había venido
a echar fuego en la tierra (Lc. 12:49). El Espíritu fue dado en lenguas como de fuego y
acompañado de un viento recio que soplaba (Hch. 2:2,3), y cuando el Señor Jesús venga de
nuevo a juzgar, se nos dice que vendrá en llama de fuego (2 Ts. 1:8).
(D) Que así como en el Monte Sinaí vino con decenas de millares de sus santos, es decir, de
sus ángeles, en esta ocasión convoca a los cielos desde arriba, y a la tierra, para que sean
testigos de este solemne proceso (v. 4).
3. Convocación a los acusados (v. 5): Juntadme mis santos. El vocablo hebreo es jasiday,
porque Dios había hecho su pacto con Israel como una señal de su especial amor
misericordioso (hebreo, jesed) hacia ellos. Al disfrutar de tan singular privilegio, su
responsabilidad era también singular; por eso, la cuenta que se les pide va acompañada de
especial severidad a causa de la infidelidad de ellos. Por el pacto de la redención (v. 2 Co.
5:19), Dios extiende su propósito de reconciliación a todo el mundo, no sólo al pueblo de
Israel. Todos los creyentes son ahora linaje escogido, regio sacerdocio y nación santa (1 P.
2:9, comp. con Ex. 19:6).
4. Se predice el resultado de este solemne proceso (y. 6): «Los cielos declararán su justicia»;
los mismos cielos que han sido convocados a testificar en el proceso (v. 4), los mismos cielos
que cuentan la gloria de Dios, es decir, el poder y la sabiduría del Creador (19:1), van a
declarar ahora la justicia de Dios, porque Dios mismo es el juez (v. 6b). Y, como en 19:3, los
cielos no necesitarán palabras para que en todas partes se oiga su voz.
Versículos 7-15
Dios se dirige aquí a los que, en su religión, ponían todo el énfasis en la observancia exterior
de la ley ceremonial, pensando que eso bastaba.
1. Presenta primero sus credenciales como Dios del pacto con Israel (y. 7): «Yo soy Dios, el
Dios tuyo» (comp. con Ex. 20:2).
2. Expresa su relativo menosprecio de los sacrificios legales (v. 8). Lo cual puede ser
considerado: (A) En su relación con la ley misma. Los israelitas creían que Dios les habría de
estar agradecido y satisfecho por la multitud de sacrificios que le ofrecían sobre el altar;
pero Dios les declara que no necesitaba tales sacrificios. ¿Para qué los quería, siendo el
Dueño Soberano de todos los animales? (vv. 9, 10). La infinita autosuficiencia de Dios muestra
nuestra completa insuficiencia para añadir nada a lo que ya es suyo. Además, no podía sacar
ningún provecho de aquellos sacrificios: « ¿He de comer yo carne de toros, etc.?» (v. 13). Es
absurdo pensar que el Espíritu Infinito necesite alimentarse de carne y sangre, como lo
necesita nuestro cuerpo. ¡No! La alabanza, la obediencia y el amor al prójimo (v. Ro. 12:1;
He. 13:15, 16) son los sacrificios en que Dios se complace. (B) En su relación con el Evangelio,
cuando cesarán todos los sacrificios ceremoniales, ya que el sacrificio del Calvario será
suficiente, de una vez por todas, para hacer expiación por los pecados (v. He. caps. 9 y 10).
3. Les instruye explícitamente sobre la clase de sacrificios que, ante todo, requiere de ellos:
Los sacrificios de oración y alabanza que, aun bajo la Ley, tenían la precedencia sobre los
holocaustos y demás sacrificios legales y que, ahora, en la dispensación de la gracia, los han
sustituido completamente. Aquí (vv. 14, 15) les muestra lo que es bueno y lo que Yahweh
requiere de ellos y le es aceptable. También para nosotros tienen aplicación estas demandas,
pues, (A) hemos de confesar nuestros pecados y arrepentimos de ellos (v. 1 Jn. 1:9), lo que el
salmo (v. 23) llama «ordenar el camino», pues «Dios no desprecia el corazón contrito y
humillado»; ese es el verdadero «sacrificio para Dios» (51:17). (B) Hemos de dar gracias a
Dios por los beneficios que de El recibimos:
«Ofrece a Dios sacrificio de acción de gracias » (v. 14, mejor que «de alabanza»), y esto
«agradará a Yahweh más que sacrificio de buey, o becerro con cuernos y pezuñas» (69:30,
31). (C) Hemos de tomar conciencia de la obligación que tenemos de cumplir nuestros votos
al Altísimo (y. 1 4b), lo cual no se limita a lo que, a este respecto, mandaba la ley (v. Lv.
7:16), sino que se extiende a todas nuestras obligaciones del pacto que nos liga a Dios. (D)
Hemos de orar a Dios constantemente, pero Dios se refiere a continuación (v. 15) a
circunstancias especiales: «Invócame (cuando hayas cumplido las condiciones del versículo
14) en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás. »
Versículos 16-23
Después de instruir a su pueblo, por medio del salmista, sobre el método correcto de rendirle
adoración, pasa Dios ahora a reprender a los malvados.
1. El cargo que les imputa. (A) Les acusa de usurpar las funciones y los privilegios de la
religión (v. 16): « ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes?», le dice al malvado. Esto es un
reto a los que aparentan ser piadosos, pero son en realidad profanos, para mostrar que no
están debidamente cualificados para declarar a otros la ley que ellos mismos no cumplen.
Esta es la hipocresía de la que el Señor acusaba a los escribas y fariseos (y. por ej. Mt. 23 y
comp. con Ro. 2:21, 22), pero también tiene aplicación a todos los que profesan la piedad,
pero practican la iniquidad, especialmente cuando son ministros de Dios y predicadores del
Evangelio. (B) Les acusa de transgredir las leyes y preceptos de la religión (v. 17): «Pues tú
aborreces la corrección.» Les gustaba instruir y corregir a otros, pues esto les nutría el
orgullo, pero aborrecían ser ellos mismos corregidos, pues esto les proporcionaba
humillación; así que, para no verlas, se echaban a la espalda las palabras de Dios (v. 17b). (C)
A continuación, especifica sus peores y más frecuentes crímenes: (a) el robo y el adulterio (v.
18); (b) la persistencia en los pecados de la lengua (vv. 19, 20). La frase del versículo 20:
«Tomas asiento y hablas contra tu hermano» puede entenderse de dos maneras (nota del
traductor): 1) como para hacer de juez, cuando no se tiene tal autoridad para juzgar a otros;
ésta es la opinión del propio M. Henry; 2) para indicar que la difamación era un acto
deliberado y bien calculado; así la explica el rabino doctor Cohen. Que lo de «hermano» se ha
de tomar literalmente, no en el sentido amplio de «prójimo», lo prueba el doctor Cohen por
el paralelismo de la segunda parte del versículo:
«Contra el hijo de tu madre dices infamias.»
2. La prueba del cargo que les hace (v. 21): «Estas cosas hacías.» El Dios que conoce, no sólo
los hechos, sino también las intenciones del corazón, puede expresarse categóricamente: Los
hechos eran demasiado evidentes para ser negados, y demasiado pecaminosos para ser
excusados.
3. La paciencia del Juez, y el abuso que el pecador hace de esa paciencia: «Y yo he callado.»
Como diciendo: «Yo no te he parado los pies ni te he castigado, sino que te he permitido
seguir tu curso; te he concedido prórroga, sin ejecutar de inmediato la sentencia que tus
maldades merecían. » Sin embargo, el texto hebreo admite otra traducción, aunque menos
probable: « ¿Y había yo de haber callado?» La paciencia de Dios es tanto más de admirar por
el mal uso que el pecador hace de ella. Los pecadores suelen tomar el silencio de Dios por
consentimiento, y la paciencia por connivencia y, por eso, cuanto más tardan en ser
castigados, tanto más se les endurece el corazón.
4. La amable advertencia que les hace (v. 22): «Entended ahora esto los que os olvidáis de
Dios; considerad que Dios conoce vuestros pecados y toma buena nota de ellos, que la
despreciada paciencia se volverá furiosa ira, pues si no consideráis esto ni mejoráis con ello
vuestra conducta, os despedazará como un león (comp. con Os. 5:14), y no habrá quien os
libre. »
5. A todos se nos dan luego las instrucciones necesarias para que evitemos ese fatal destino.
(A) El fin primordial del hombre es dar gloria a Dios, y aquí se nos dice que «el que ofrece el
sacrificio de acción de gracias le glorifica, le honra» (v 23), ya sea judío o gentil, pues esos
son los sacrificios espirituales en los que Dios se complace (v. He. 13:15, 16). Esos son los
sacrificios que surgen del fuego del altar de un corazón que arde en afectos de sincera
devoción. (B) El fin del hombre es también, en conjunción con la glorificación de Dios, llegar
a ser feliz en íntima comunión con El, y aquí se nos dice que al que ordena su camino, esto
es, al que rectifica su conducta, le será mostrada la salvación de Dios. Vemos aquí un giro
gramatical frecuente en hebreo, pues, siendo Dios el que habla, habríamos de esperar leer:
«mi salvación». Buena es la expresión de gratitud, pero mejor es la vivencia de gratitud.

Salmos 51
-Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido David
adulterio con Betsabé.-

1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;


Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,.
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
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Comentario a Salmos --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo sobresale entre todos los salmos penitenciales, pues expresa, mejor que ningún
otro, la preocupación y los deseos de un pecador arrepentido. Aquí vemos que:
I. David confiesa su pecado (vv. 3-6).
II. Ora fervientemente para que le sea perdonado (vv. 1, 2, 7, 9).
III. Pide paz para su conciencia (vv. 8, 12).
IV. También pide gracia para no volver a pecar (vv. 10, 11, 14).
V. Ruega a Dios que le conceda libre acceso a El (v. 15).
VI. Promete hacer todo cuanto pueda por el bien de otras almas (v. 13), y por la gloria de
Dios(vv. 16, 17, 19). Y, finalmente, concluye con una oración por Sión y Jerusalén (v. 18).
Los que sienten en su conciencia el peso de algún pecado muy grave deberían suplicar el
perdón de Dios, con mirada de fe hacia el Mediador y Abogado Jesucristo, recitando una y
otra vez este salmo. La inscripción nos dice que David lo compuso «cuando después que se
unió a Betsabé, vino a él Natán el profeta.»
Versículos 1-6
El pecado del que David se lamenta en este salmo es la bien conocida y triste historia de la
loca perversidad que cometió con la mujer de su prójimo Urías. Este pecado de David se nos
es referido con todo detalle como seria advertencia a todos, de que el que piensa estar firme,
mire que no caiga (1a Co. 10:12). El arrepentimiento que aquí expresa fue producido
mediante el ministerio de Natán, quien fue enviado por Dios para que le convenciese de este
pecado. Todos los que han sido alcanzados por algún pecado grave deberían tener por el
mayor de los favores el que se les reprendiese lealmente, y por el mejor de los amigos al que
les corrigiese sabiamente. Que el justo me hiera será para mí un perfume excelente. Una vez
convicto de su pecado, David derramó su alma delante de Dios en petición de gracia y
misericordia y, bajo la inspiración divina, expresó en este salmo los sentimientos de su
corazón en esta circunstancia. Tenemos aquí:
I. La humilde petición de David (vv. 1, 2). Su oración es como una explanación de aquella
otra que el Salvador puso en boca del publicano de la parábola (Lc. 18:13): «Dios, sé propicio
a mí, pecador.» David no trata de contraponer sus buenas obras a este terrible crimen, ni
piensa que sus buenos servicios a Dios puedan expiar por sus ofensas, sino que acude a la
infinita misericordia de Dios y a ella únicamente se confía en busca de perdón y de paz (v. 1):
«Ten piedad de mí, oh Dios.»
1. Cuál es el alegato para que Dios tenga piedad de él: «Ten piedad de mí... conforme a tu
misericordia; conforme a la multitud de tus piedades, etc.» Como diciendo: «No tengo
ninguna otra cosa a la que apelar; pido misericordia en atención únicamente a tu gran
misericordia, la cual es libre y soberana conforme a la infinita bondad de tu divina
naturaleza, que te inclina a tener compasión del miserable que no merece sino la
condenación.
2. Qué cosa es la que principalmente demanda de la compasión de Dios: «Borra mis delitos»,
de la misma forma que se borra o cancela una deuda en un libro de cuentas una vez que el
deudor la ha pagado o el acreedor la ha perdonado. Dice después (v. 2): «Lávame a fondo de
mi maldad y límpiame de mi pecado. » Natán había asegurado a David que, una vez que
estaba arrepentido, Dios había perdonado su pecado:
«Yahweh perdona tu pecado; no morirás» (2a S. 12:13). No obstante, ruega: «Lávame,
límpiame, borra mis delitos.» Dios le había perdonado, pero él no podía perdonarse a sí
mismo; por eso, importuna a Dios una y otra vez para que le perdone.
II. La confesión penitencial que David expresa (vv. 3-5).
1. Sincera y libremente confiesa delante de Dios su culpa (v. 3):
«Porque yo reconozco mis delitos. » Anteriormente había visto que éste era el único medio
de poner paz en su conciencia (32:4, 5). Natán le había dicho: «Tú eres ese hombre.» Y él
había respondido: «He pecado»
(2 5. 12:7, 13).
2. Tiene de su pecado un sentimiento tan profundo que está pensando en él continuamente
con pena y vergüenza (y. 3b): «Y mi pecado está siempre delante de mí.»
(A) Confiesa su grave transgresión de la ley divina (v. 4): «Contra ti, contra ti solo he
pecado. » Y, en consecuencia, declara la justicia de Dios cuando sentencia al pecador (v. 4b):
«Así que eres justo cuando sentencias, e irreprochable cuando juzgas.» Los mejores hombres,
cuando pecan, deben dar el mejor ejemplo de arrepentimiento. Los verdaderos penitentes
justifican a Dios precisamente condenándose a sí mismos. Lo más notable de este versículo es
que, habiendo pecado directamente contra Urías y su mujer Betsabé, diga a Dios: «contra ti
SOLO he pecado»; pero está en total conformidad con la mentalidad bíblica de que todo
pecado, aun contra el prójimo, es, ante todo y primordialmente, una ofensa a Dios, por ser
una transgresión de su santa ley.
(B) Confiesa su congénita corrupción (v. 5): «Mira que en maldad he sido formado, etc.»
David habla en el Sal. 139:14, 15 de la admirable estructura de su organismo, pero aquí dice
que fue formado (o, más exactamente, que fue dado a luz) en iniquidad, para dar a entender
que, desde su nacimiento, estaba inclinado al pecado. No es así como salió el hombre de las
manos de Dios, pero, desde la caída original, cada uno de nosotros viene a este mundo con
una naturaleza corrompida, degenerada de su prístina pureza y rectitud. Esto es lo que
llamamos pecado original, porque es tan antiguo como el origen del pecado primero y porque
es el origen de todas nuestras actuales transgresiones. Es algo que nos inclina, desde la cuna,
a ir contra la ley de Dios.
III. David reconoce asimismo la gracia de Dios (v. 6), no sólo como un buen deseo, o buena
voluntad, de la sinceridad que hemos de albergar en lo íntimo de nuestro ser («Tu amas la
verdad en lo íntimo»), sino también como buena obra que El lleva a cabo en nuestro interior
(«y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría»). La verdad y la sabiduría contribuyen
grandemente a hacer de un hombre un buen hombre. Lo que Dios requiere de nosotros lo obra
El mismo en nosotros (comp. Fil. 2:13) y lo obra en la forma normal de iluminar el
entendimiento para ganar la voluntad. David era consciente de que su corazón estaba ahora
recto con respecto a Dios, pues estaba arrepentido y, por tanto, no dudaba de que era
aceptado por Dios y esperaba que Dios le capacitaría para hacer buenas sus resoluciones y,
para ello, le haría conocer, en lo que Pedro llama «el hombre oculto del corazón» (1 P. 3:4,
lit.), la sabiduría necesaria para discernir y evitar en lo sucesivo los designios del tentador.
Versículos 7-13
1. Véase aquí lo que David pide. Si en todas estas, muchas, peticiones que hace,
añadiésemos al final: «en el nombre de Jesús», serían tan evangélicas como las que más.
(A) Ruega a Dios que le limpie de sus pecados y de la contaminación que ha contraído con
ellos (v. 7): «Purifícame con hisopo.» La expresión alude a la ceremonia legal de purificar a
quien ha tenido contacto con un cadáver (Nm. 19:6) o al leproso (Lv. 14:4). Con un ramo de
hisopo se rociaba a la persona con agua o con sangre (o con ambas), y así era descargada de
las restricciones que la contaminación comportaba. Así es como David desea ser purificado
para disfrutar de los privilegios que comporta una comunión con Dios no obnubilada por el
pecado. Esto se cumple perfectamente en la dispensación de la gracia, pues es la sangre de
Cristo, llamada en He. 12:24 «la sangre del rociamiento», la que purifica nuestras conciencias
de obras muertas (He. 9:14), es decir, de culpas que nos separan de la comunión con Dios
como por el contacto de un cadáver, de manera semejante a la separación de los atrios de la
casa de Dios en la dispensación de la ley, por el contacto antedicho.
(B) Ruega también que, al ser perdonados sus pecados, tenga el consuelo que el perdón
efectúa. No pide ser consolado mientras no haya sido perdonado, pero, una vez que el
pecado, la amarga raíz de la tristeza, ha sido arrancada, puede pedir con fe (v. 8): «Hazme
oír gozo y alegría. » El dolor de un corazón verdaderamente quebrantado por el pecado bien
puede compararse al de un hueso quebrantado (comp. 38:9; 42:11). Y el mismo Espíritu que
golpea y hiere, también cura y venda.
(C) Pide perdón completo y efectivo. Aquí es donde pone su mayor interés, pues es el
fundamento de su consuelo (v. 9): «Oculta tu rostro de mis pecados; cúbrelos, escóndelos de
tu vista para que así queden expiados; que no te provoquen a tratarme según me merezco;
están delante de mí, pero haz que estén detrás de ti, a tu espalda, y borra todas mis
maldades de tu libro de cuentas; que desaparezcan como se desvanece una nube por los rayos
del sol» (Is. 44:22).
(D) Pide gracia santificante. Su gran preocupación es ver cambiada su naturaleza
corrompida; por eso, ruega (.v 10): «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un
espíritu firme (esto es, que sepa resistir los embates de la tentación) dentro de mí. » Pide
firmeza y constancia, pues había experimentado antes gran inconstancia e inconsistencia en sí
mismo.
(E) Ruega que continúe la buena voluntad de Dios hacia él y que progrese en él la buena
obra de Dios (v. 11): «No me eches de delante de ti como si me aborrecieses, como un
cortesano que ha incurrido en el desagrado de su soberano y es excluido de su presencia, y no
retires de mí tu santo Espíritu. » Estamos perdidos si Dios retira de nosotros el Espíritu Santo.
David conocía bien esto por la triste experiencia de Saúl. ¡Cuán miserable y criminal se volvió
cuando se retiró de él el Espíritu de Yahweh! Por eso ruega a David con tanto interés que no
le suceda a él lo mismo.
(F) Ora finalmente para que le sean restaurados los consuelos divinos y la continua
comunicación de la gracia divina (v. 12): «Devuélveme el gozo de tu salvación. » Un hijo de
Dios no conoce otro gozo verdadero y sólido sino el gozo de la salvación de Dios, gozo en Dios
su Salvador y en la esperanza de la vida eterna; «y en espíritu de nobleza (o, mejor, de
pronta devoción o dedicación) afiánzame. » Como diciendo:
«Dejado a mí mismo, estoy abocado a caer, ya sea en el pecado o en la desesperación;
Señor, sostenme; mi propio espíritu no es suficiente.»
2. A continuación, David promete (v. 13): «Entonces enseñaré a los transgresores tus
caminos.» El mismo había sido transgresor y, por eso, podía hablar a los transgresores por su
propia experiencia y, habiendo hallado el favor de Dios por la vía del arrepentimiento, podía
enseñar a otros los caminos de Dios y los peligros que hay que evitar para no transgredir
(comp. con Lc. 22:32). « Y los pecadores se convertirán a ti.» Los pecadores arrepentidos son
los más aptos para ser predicadores convencidos.
Versículos 14-19
1. David ora que Dios le libre de un pecado especial, del derramamiento de sangre (v. 14),
crimen que él mismo había cometido recientemente al asesinar a Urías con la espada de los
hijos de Ammón; y promete que, si Dios le libra, su lengua cantará la justicia de Dios, la
fidelidad de Dios a su promesa de perdonar al pecador creyente y arrepentido. Dios ha de
tener la alabanza por la gracia del perdón y por la gracia de prevenir del pecado. Y,
sintiéndose insuficiente incluso para cantar por sí mismo las divinas alabanzas, añade (v. 15):
«Señor, abre mis labios, no sólo para enseñar e instruir a los pecadores, sino también para
que pueda mi boca publicar tus alabanzas, una vez que por tu amor se haya ensanchado mi
corazón.» La culpa le había cerrado los labios y, por eso, tenía poca confianza para dirigirse a
Dios. A los que tienen atada la lengua por causa del pecado, la seguridad del perdón de Dios
parece decirles: Efatá—Ábrete; y, cuando se abren los labios, ¿qué otra cosa habrían de
hablar sino las alabanzas de Dios?
2. David ofrece el sacrificio de un corazón contrito. Sabía que el sacrificio de animales no
tenía en sí ningún valor delante de Dios (v. 16). Como esta clase de sacrificios no pueden
satisfacer por el pecado, tampoco pueden satisfacer a Dios sino en la medida en que su
ofrecimiento expresa la devoción interior que a Dios se debe. Pero David sabía cuán acepto es
a Dios el sincero arrepentimiento (v. 17): «Sacrificio es para Dios un espíritu quebrantado. »
No es obra liviana la que aquí se insinúa, sino la más honda, pues se trata del
quebrantamiento del espíritu, no en desesperación, sino en humillación propia y detestación
del pecado; un corazón rendido y sometido en obediencia a la palabra de Dios; un corazón
enternecido, como el de Josías, tembloroso ante la palabra de Dios. El quebrantamiento del
cuerpo (no de los huesos) de Cristo fue el único sacrificio capaz de expiar el pecado, pues
ningún otro sacrificio puede quitar el pecado; pero el quebrantamiento de nuestro corazón a
causa del pecado es un sacrificio de reconocimiento y alabanza. El Midrás hace notar que,
mientras la fractura de un miembro descalifica a un animal para el sacrificio, el
quebrantamiento del espíritu humano es aceptable para Dios.
3. David termina este salmo intercediendo por Sión y Jerusalén. Nota del traductor: Es
opinión común que estos versículos (vv. 18, 19) son una añadidura, probablemente colectiva,
efectuada entre los años 587 (fecha de la destrucción de los muros de Jerusalén) y 450 antes
de C. (fecha en que comenzaron a restaurarse bajo Nehemías). No es que el redactor
(inspirado por Dios) añada lo de los sacrificios como para contrarrestarla impresión
desfavorable que los vv. 16 y 17 pudiesen haber causado con respecto a los sacrificios legales,
pues El mismo dice «sacrificios de justicia», es decir, ofrecidos con rectitud de intención y
por motivos justos, condiciones indispensables para ser aceptados por Dios.

Salmos 52
1 ¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso?
La misericordia de Dios es continua.
2 Agravios maquina tu lengua;
Como navaja afilada hace engaño.
3 Amaste el mal más que el bien,
La mentira más que la verdad. Selah
4 Has amado toda suerte de palabras perniciosas,
Engañosa lengua.
5 Por tanto, Dios te destruirá para siempre;
Te asolará y te arrancará de tu morada,
Y te desarraigará de la tierra de los vivientes. Selah
6 Verán los justos, y temerán;
Se reirán de él, diciendo:
7 He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza,
Sino que confió en la multitud de sus riquezas,
Y se mantuvo en su maldad.
8 Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios;
En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.
9 Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así;
Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.

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Comentario al Salmo 52
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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David estaba embargado de tristeza cuando dijo a Abiatar (1a S. 22:22): «Yo he ocasionado
la muerte a todas las personas de la casa de tu padre», las cuales fueron ejecutadas por Saúl
tras la malvada información que le dio Doeg. En este salmo, David, Riñe a Doeg por lo que ha
hecho (v. 1). II. Le acusa (vv. 2-4). III. Pronuncia sentencia contra El (v. 5). IV. Predice el
júbilo de los justos ante la ejecución de la sentencia (vv. 6,7). V. Se consuela con la
misericordia de Dios (vv. 8, 9).

Versículos 1-5

1. David arguye razonablemente con su orgulloso y malvado interlocutor (v. 1). Doeg era,
por su oficio, un potentado (hebreo, guibor —el mismo vocablo de Is. 9:6), pues era uno de
los servidores más encumbrados de Saúl. De esto se jactaba, no sólo del poder que tenía para
hacer el mal, sino del mal que hacía en virtud de tal poder, de ahí la significación de
«tirano» que dicho vocablo comporta aquí. « Resulta incierto —dice el propio M. Henry—
(nota del traductor) cómo cuadran aquí las palabras que siguen: «El amor misericordioso
(hebreo, jesed) de Dios dura siempre (lit. todo el día). » La razón más probable es la que
apunta el rabino Dr. Cohen: Dios (hebreo, El) es el verdaderamente Fuerte, en comparación
con el cual el poder del mayor potentado es como nada. Sin embargo, no es de despreciar la
razón que M. Henry da como la más probable: «Dios está continuamente haciendo el bien, y
quienes le imitan tienen alguna razón para gloriarse de ello; pero tú estás continuamente
haciendo el mal y siendo así tan poco semejante, y aun contrario, a El, te jactas, sin
embargo, en hacer el mal. »

2. Presenta contra él un cargo muy grave en el tribunal del Cielo (vv. 2-4). Le acusa de
perversidad, tanto de lengua como de corazón. De cuatro cosas le acusa: (A) Maldad. Su
lengua maquina destrucción (v. 2, lit.), pues no sólo punza como una aguja, sino que corta
como navaja afilada. (B) Falsedad, pues obra el mal con lengua engañosa (v. 4) y ama la
mentira (v. 3) y trama engaños (v. 2b), al decir parte de verdad, pero no toda la verdad. No
nos salvará de la culpa de mentir el que podamos decir: «Había algo de verdad en lo que
dije», silo hacemos aparecer de muy distinta manera de como era la cosa. (C) Mala voluntad,
pues los engaños que trama su lengua los maquina en realidad su malvado corazón. (D) Amor
al pecado (v. 3): «Amas el mal más que el bien»; es decir, «no amas el bien, sino el mal»
(éste es el sentido de la frase). Como diciendo: «Prefieres agradar a Saúl diciendo una
mentira, antes que a Dios hablando la verdad. » Son del espíritu de Doeg quienes, en lugar
de alegrarse por tener la oportunidad de hacer un favor al prójimo, se alegran cuando hallan
la ocasión de hacer el mal a un semejante.
3. Le lee la sentencia y le anuncia el castigo que va a recibir de Dios por su iniquidad (v.
5): «Tú destruiste a los sacerdotes de Yahweh hasta exterminarlos; por tanto, Dios te
destruirá para siempre. » Doeg es condenado aquí (A) Al destierro: «Dios te asolará y te
arrancará de tu morada.» Justamente era privado de los privilegios que comportaba vivir en
el país del pueblo escogido de Dios, por haberse portado tan cruel y bárbaramente con los
ministros de Dios. (B) A la destrucción: «Y te desarraigará de la tierra de los vivientes.»
Como un árbol arrancado de cuajo del suelo en el que se había criado, perecerá, en
contraste con los justos de los que se habla a continuación.

Versículos 6-9

David se hallaba, al tiempo en que Doeg cometía su fechoría, presa de tristeza e inquietud;
con todo, le vemos aquí cantando victoria en medio de la tribulación:

1. Por la caída de Doeg. Los justos verán la caída de Doeg y podrán hablar de los justos
juicios de Dios: Verán y temerán (v. 6); es decir, reverenciarán la justicia de Dios. Se reirán
de Doeg, no con la risa de los necios, sino semejante a la de Aquél que está sentado en el
Cielo (2:4). El malvado aparecerá en ridículo por la necedad de su pecado (v. 7): «He aquí el
hombre que no hizo de Dios su fortín » (lit.). Lo que causó la ruina de Doeg fue: (A) Que no
edificó sobre roca: No hizo de Dios su fortín o refugio. Miserablemente se engañan quienes
piensan que pueden apoyarse en su poder y en sus riquezas sin Dios y sin religión. (B) Que
edificó sobre arena. Pensaba que sus riquezas no corrían peligro de perderse: «Sino que
confió en la multitud de sus riquezas.»

2. Por su propia estabilidad y firmeza (vv. 8, 9). «Este potentado—viene a decir David— ha
sido arrancado de cuajo, pero yo estoy como olivo verde, bien plantado y arraigado, firme y
floreciente (comp. 1:3); él ha sido arrancado de su morada (v. 5), pero yo estoy en la casa
de Dios (v. 8).» ¿Qué hemos de hacer para ser como olivos verdes? (A) Hemos de vivir una
vida de fe y santa confianza en Dios y en su gracia (v. 8b): En la misericordia de Dios confío
eternamente y para siempre. (B) Hemos de vivir una vida de gratitud y gozo en el Señor (v.
9): «Te alabaré eternamente por lo que has hecho, pues me has cumplido tu promesa. » (C)
Hemos de vivir una vida de expectación y humilde dependencia de Dios (v. 9b): «Esperaré en
tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos. » La actitud de aguardar pacientemente
en lo futuro, cuando hemos experimentado con frecuencia la bondad de Dios en el pasado,
ha de ser mantenida en la presencia de los fieles devotos (hebreo, jasidim) y percibida por
ellos, aunque también debería ser percibida, para mayor testimonio, por los que no son
devotos.

Salmos 53 -Insensatez y maldad de los hombres-

1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios.


Se han corrompido, e hicieron abominable maldad;
No hay quien haga bien.
2 Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres,
Para ver si había algún entendido
Que buscara a Dios.
3 Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.
4 ¿No tienen conocimiento todos los que hacen iniquidad,
Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan,
Y a Dios no invocan?
5 Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo,
Porque Dios ha esparcido los huesos del que puso asedio contra ti;
Los avergonzaste, porque Dios los desechó.
6 ¡¡Oh, si saliera de Sion la salvación de Israe!!
Cuando Dios hiciere volver de la cautividad a su pueblo,
Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
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Comentario al Salmo 53
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo viene a ser una versión revisada del salmo 14, apareciendo aquí el nombre de
Dios como Elohim, sin excepción, como es frecuente en el Libro 11 de los Salmos. Las
variantes corresponden, con la mayor probabilidad, a las nuevas circunstancias en tiempo de
la redacción. Dios, por medio del salmista. I. Nos muestra lo malos que somos (v. 1). II. Lo
demuestra en base a su sabiduría infinita y al perfecto conocimiento que tiene de todas las
cosas (vv. 2, 3). 111. Inspira terror a los perseguidores, que son los peores pecadores (vv. 4,
5). IV. Inspira ánimos a los perseguidos de entre sus hijos (v. 6).

Versículos 1-6

1. El hecho del pecado ¿Está demostrado? Sí, Dioses testigo de ello. Toda la pecaminosidad
del corazón y de la vida de los hombres está al descubierto en su presencia.

2. La culpabilidad del pecado. Es lo que hace de este mundo el mal mundo que es, un
mundo enteramente apartado de Dios (v. 3).

3. La fuente del pecado ¿Cómo es que los hombres son tan malos? De cierto es porque no
tienen temor de Dios. Las malas prácticas de los hombres fluyen de sus malos principios.

4. La insensatez del pecado. El que alberga pensamientos corrompidos es un insensato. Los


ateos, ya lo sean en teoría o en la práctica, son los mayores insensatos del mundo. Los que
no buscan a Dios no entienden; son como los brutos animales, pues el hombre se distingue
del animal bruto, no tanto por los poderes de su razón cuanto por su capacidad para la
religión. De los que hacen iniquidad (v. 4) bien se puede decir que no tienen conocimiento al
no conocer a Dios.

5. La suciedad del pecado. Los pecadores se han corrompido (v. 1); su naturaleza está
echada a perder; y cuanto más noble es una naturaleza, tanto más vil se hace cuando se
corrompe.

6. El fruto del pecado. Véase a qué grado de barbaridad conduce a los hombres; cuando el
corazón se les endurece por el engaño del pecado, se vuelven crueles con sus hermanos de
raza, y aun de familia (v. 4b): Que devoran a mí pueblo como sí comiesen pan; como si se
hubiesen vuelto, no sólo animales, sino animales de presa.

7. El miedo y la vergüenza que acompañan al pecado (v. S). Los que no temen a Dios suelen
tener miedo incluso donde no hay nada que espante. Estas palabras, ausentes en el Sal. 14,
fueron añadidas, al parecer, para aplicarlas al caso referido en 2 R. 7:6. El miedo estaba
fundado en que Dios había esparcido los huesos del agresor (lit. del que acampa contra ti).
No sólo había dispersado las fuerzas, sino también los huesos de los cadáveres del enemigo.

8. La fe de los santos y la esperanza y el poder que tienen tocante ala curación de este
gran mal que es el pecado (v. 6). Vendrá un Salvador, que traerá una gran salvación (lit.
salvaciones -plural de intensidad), salvación completa, comenzando por la salvación del
pecado.

Salmos 54 –Salmo de David, cuando vinieron los zifeos a Sául para decirle por dónde andaba
David.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
Y con tu poder defiéndeme.

Oh Dios, oye mi oración;


Escucha las razones de mi boca.

Porque extraños se han levantado contra mí,


Y hombres violentos buscan mi vida;
No han puesto a Dios delante de sí. Selah

He aquí, Dios es el que me ayuda;


El Señor está con los que sostienen mi vida.

El devolverá el mal a mis enemigos;


Córtalos por tu verdad.

Voluntariamente sacrificaré a ti;


Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno.

Porque él me ha librado de toda angustia,


Y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos.

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Comentario al Salmo 54
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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La llave de este salmo pende de la puerta misma, pues el título nos dice la ocasión en que
fue redactado-cuando los habitantes de Zif, de la tribu de Judá (tipos de Judas el traidor)
traicionaron a David ante Saúl, informando a éste del paradero de David y dándole la
oportunidad de echarle mano. Lo hicieron dos veces (1 S. 23:19; 26:1) y queda registrado
para perpetua infamia de ellos. Aquí David,
I. Se queja a Dios de la maldad de sus enemigos y pide socorro contra ellos (vv. 1-3).
II. Se consuela con la seguridad del favor y de la protección de Dios y con que sus enemigos
quedarán confundidos, y él será libertado (vv. 4-7).

Versículos 1-3

1. El gran apuro en que se hallaba David. Los zifeos vinieron de su propia voluntad a
informar a Saúl del paradero de David, con la promesa de entregarlo en sus manos. Nunca
puede ningún hombre hallarse a salvo mientras no haya llegado al Cielo ¡Cuán traidores eran
estos zifeos!

2. Oración de David a fin de que Dios le socorra y proteja (vv. 1, 2). David no tiene ninguna
razón en que apoyarse sino el nombre de Dios, y ningún otro poder en que sostenerse sino la
fuerza de Dios, y de éstas dos perfecciones divinas hace su refugio y confianza. Incluso en su
huida, cuando no tenía oportunidad para dirigirse solemne y tranquilamente a Dios, estaba
continuamente elevando su corazón a Dios (v. 2): Escucha mi oración, que me sale del
corazón, y da oídos a las palabras de mi boca (lit.).

3. Su alegato se basa en el carácter de sus enemigos (v. 3): Eran extranjeros, es decir,
enemigos de David, pues el hebreo zarim admite éste y otros significados. Este versículo es
citado en Salmos 86:14, donde se lee zedim = orgullosos. En todo caso, eran peores que los
filisteos; y también se nos habla de hombres violentos; ahora se refiere, sin duda, a Saúl y
sus seguidores. Saúl, como rey, debería haber usado su poder para proteger a todos sus
buenos súbditos; pero, en lugar de eso, abusaba de su poder para destruirlos. Saúl y los suyos
no se contentaban con menos que con dar muerte a David (v. 3). No han puesto a Dios
delante de sí –añade David (v. 3c)--; es decir, deberían haber tenido en cuenta que Dios
castiga la maldad y la violencia, pero se han negado a considerar la justicia y el poder de
Dios, y que, al luchar contra los buenos hijos de Dios, estaban luchando contra el mismo
Dios.

Versículos 4-7

La fe de David en su oración.

1. Estaba seguro de que tenía a Dios de su parte (v. 4): He aquí, Dios es el que me ayuda.
Aunque hombres y demonios se conjuren para destruirnos, no prevalecerán mientras Dios sea
el que nos ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida (comp. 118:7); es probable que
la frase sea un modismo hebreo, según sugiere Arconada, para significar que el Señor
(hebreo, Adonai) era «el gran sostenedor de su alma» (lit.).

2. Al estar seguro de que Dios estaba de su parte, no dudaba de que sus enemigos caerían
delante de Él (v. 5): «Él devolverá el mala los que me acechan. Es decir, Dios hará que caiga
sobre la cabeza de ellos el mal que traman contra mí. » David no les va a devolver mal por
mal, pero sabe que Dios lo hará, pues Él es el vengador de los suyos; suya es la venganza. Y
añade: «Destrúyelos por tu verdad. » No es ésta una maligna imprecación, sino una oración
de fe en la fidelidad de Dios a su propio carácter de Juez Supremo y Universal.

3. Promete dar a Dios las gracias por todas las experiencias que había tenido de la bondad
de Dios con El (v. 6): «De todo corazón te ofreceré sacrificios; alabaré tu nombre (mejor,
daré gracias a tu nombre), oh Yahweh.» Un corazón lleno de gratitud, y unos labios por los
que rebosa al exterior dicha gratitud, son los sacrificios que Dios acepta.

4. Habla de su liberación como cosa hecha (v. 7): «Porque me has librado de toda angustia,
y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos» Es lo que se llama un «pretérito profético».
Teniendo en cuenta que el hebreo de la última frase dice literalmente: Y mi ojo ha visto en
mis enemigos, no hace falta introducir el vocablo «ruina»; ni siquiera el de «derrota»; basta
con el de «fracaso» o «retirada», a la vista de 1 S. 23:27, 28, cuando Saúl se retiró de
perseguir a David simplemente porque le dieron la noticia de que los filisteos habían hecho
una irrupción en el país. Todo lo que David deseaba era verse a salvo de la persecución de
Saúl y cuando vio que Saúl retiraba sus fuerzas, vio cumplido su deseo.

Salmos 55 -Plegaria pidiendo la destrucción de enemigos traicioneros.

1 Escucha, oh Dios, mi oración,

Y no te escondas de mi súplica.

2 Está atento, y respóndeme;

Clamo en mi oración, y me conmuevo,

3 A causa de la voz del enemigo,

Por la opresión del impío;


Porque sobre mí echaron iniquidad,

Y con furor me persiguen.

4 Mi corazón está dolorido dentro de mí,

Y terrores de muerte sobre mí han caído.


5 Temor y temblor vinieron sobre mí,

Y terror me ha cubierto.

6 Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma!

Volaría yo, y descansaría.

7 Ciertamente huiría lejos;

Moraría en el desierto. Selah

8 Me apresuraría a escapar

Del viento borrascoso, de la tempestad.

9 Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos;

Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.

10 Día y noche la rodean sobre sus muros,

E iniquidad y trabajo hay en medio de ella.

11 Maldad hay en medio de ella,

Y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas.

12 Porque no me afrentó un enemigo,


Lo cual habría soportado;
Ni se alzó contra mí el que me aborrecía,

Porque me hubiera ocultado de él;

13 Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío,

Mi guía, y mi familiar;

14 Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos,

Y andábamos en amistad en la casa de Dios.

15 Que la muerte les sorprenda;

Desciendan vivos al Seol,


Porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.

16 En cuanto a mí, a Dios clamaré;


Y Jehová me salvará.

17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré,


Y él oirá mi voz.

18 El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí,


Aunque contra mí haya muchos.

19 Dios oirá, y los quebrantará luego,


El que permanece desde la antigüedad;

Por cuanto no cambian,


Ni temen a Dios. Selah

20 Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él;
Violó su pacto.

21 Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla,


Pero guerra hay en su corazón;

Suaviza sus palabras más que el aceite,


Mas ellas son espadas desnudas.
22 Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará;

No dejará para siempre caído al justo.

23 Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición.

Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días;


Pero yo en ti confiaré.

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Comentario al Salmo --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Muchos expositores opinan, en conformidad con la propia tradición judía, que David compuso
este salmo con ocasión de la rebelión de su hijo Absalón, y que el enemigo especial que se
portó traidoramente con él era Ajitófel, como en 41:9, siendo así David, en esta ocasión, tipo
de Cristo en sus sufrimientos, y Ajitófel de Judas, pues ambos fueron traidores y se
ahorcaron. Pero no hay en este salmo ninguna cosa que sea aplicada a Cristo en el Nuevo
Testamento. David: I. Ora que Dios le muestre su favor y expone su tristeza y sus temores
(vv. 1-8). II. Ora que Dios manifieste su desagrado contra sus enemigos, y alega la gran
perversidad y la traición de ellos (vv. 9-5, 20, 21). III. Se anima a sí mismo con la seguridad
de que Dios se manifestará a favor de él, a su debido tiempo, en contra de sus enemigos, se
consuela con esta esperanza y anima a otros a confiar en Dios (vv. 16-19, 22, 23).

Versículos 1-8

1. David orando. La oración es buen remedio para toda herida y buen alivio a todo espíritu
que gime bajo una pesada carga: «Escucha, oh Dios, mi oración» (v. 1). E insiste: «No te
retraigas a mi súplica. Atiéndeme y respóndeme» (vv. 1b-2a). Si en nuestras oraciones
abrimos a Dios nuestro corazón y le exponemos sinceramente nuestro caso, tenemos razón
para esperar que Él no esconderá de nosotros su persona, ni sus favores ni sus consuelos;
pero es preciso orar con perseverancia, como David, sin desfallecer.

2. David llorando; pues también en esto era tipo de Cristo, varón de dolores y experimentado
en quebranto (Is. 53:3), y también de lágrimas a gritos (v. He. 5:7). «Clamo en mi oración y
me desasosiego», dice David (v. 2b). Le quitan el sosiego «los gritos del enemigo» (v. 3), es
decir, las amenazas, así como las calumnias, que lanzaban contra él Absalón y sus
seguidores, hasta soliviantar al pueblo para que se rebelase contra un rey tan bueno como
David, y le sacasen de su palacio y de su ciudad, como hicieron después con Jesús los
principales sacerdotes y aun toda la multitud cuando gritaban ante Pilato: « ¡Fuera con
ése...! ¡Crucifícale, crucifícale!» (Lc. 23:18, 21). «Sobre mí vierten la iniquidad», dice David;
esto es, sobre mí maquinan un malvado plan tras otro (más bien que, por todos los medios
tratan de hacerme odioso).

3. David temblando y en gran consternación. Podemos suponer que de verdad temblaba al


estallar la conspiración de su hijo Absalón y ver la general defección del pueblo. David era
hombre valiente y osado, que en muchas ocasiones se había señalado por su bravura, pero en
esta ocasión, ante tan grande, y tan inminente, peligro, desfalleció su corazón (vv. 4, 5). Los
«terrores de muerte» significan algo más que el simple temor a la muerte; expresan el terror
que inspira una muerte violenta y horrible. La fe de David le había hecho decir, viéndose
rodeado de enemigos: «No temeré lo que pueda hacerme el hombre», pero ahora el miedo le
tiraniza y agarrota; pues aun los mejores no están libres de temores, ya que no siempre está
su fe al mismo alto nivel de fortaleza y confianza en Dios ¡Cómo deseaba David, en esta
ocasión, poder escapar al desierto! (vv. 6, 7). Desea alas, no de halcón, sino de paloma, pues
no quiere volar para caer sobre la presa, sino para poder escapar de aquellas aves de presa
que eran sus enemigos. La paloma vuela despacio y bajo, y busca refugio donde
resguardarse; así querría David volar ahora, para escapar del viento borrascoso, de la
tempestad (v. 8); compara el tumulto que ha surgido en la ciudad a una tormenta borrascosa
y amenazante. Con tal de poder descansar, volaría adonde fuese, aun al desierto (vv. 6, 7).

Versículos 9-15

Se queja aquí David de sus enemigos, cuyo perverso complot le había llevado, si no al final
de su fe, al final de sus ánimos.

1. La forma en que describe a sus enemigos. Eran de lo peor de los hombres, y la descripción
que hace de ellos coincide con lo que sabemos de Absalón y sus cómplices en la revuelta.
David no ve en la ciudad santa otra cosa que violencias y discordias (v. 9), iniquidad, malicia
e insidias en medio de ella (vv. 10, 11); y la violencia y el fraude no se apartan de sus plazas
(v. 11. Mejor, de su amplia plaza; es decir, la plaza principal de la ciudad, donde se llevaban
a cabo las transacciones en los negocios) ¿Así se porta Jerusalén, el cuartel general de los
sacerdotes de Yahweh? ¿Es esto lo que le han enseñado? ¿Es posible que Jerusalén sea tan
ingrata con David, su ilustre fundador, hasta el punto de no permitirle residir allí? Se queja,
en especial, de uno de los líderes de la conspiración, que había estado muy ocupado en
fomentar celos contra él, en denigrar su persona y su gobierno y en soliviantar la ciudad
¿Quién era el más activo en todo esto? (vv. 12-14): « No un enemigo jurado, como Simeí, ni
alguno de los que de antaño me aborrecían, lo cual habría soportado, puesto que no podía
esperar mejor cosa de ellos, sino tú, un hombre de mi categoría (lit.), mi amigo y mi familiar
etc. » La paráfrasis caldea nombra explícitamente a Ajitófel como la persona aludida aquí.
En la Iglesia, como en Israel de antiguo, siempre ha habido, hay, y habrá una mezcla de
buenos y malos. No debemos extrañarnos de hallar muchas personas que, tras profesar gran
interés por las cosas de Dios y gran amistad hacia los hijos de Dios, nos decepcionan y nos
llenan de tristeza al ver que estaban faltas de sinceridad y fe genuina. David mismo, a pesar
de ser hombre sabio y experimentado, sufrió amargas decepciones, lo cual debe hacernos
más tolerables las nuestras.

2. Oración de David en contra de ellos. David ora: (A) Que Dios se digne dispersarlos,
confundiendo sus lenguas (v. 9), como hizo en Babel, a fin de que no puedan ponerse de
acuerdo unos con otros (comp. 2 S. 17:1-14). Con frecuencia, Dios destruye a los enemigos de
la Iglesia dividiéndolos, pues no hay mejor medio de destruir a un grupo o a una nación que
dividiéndolos. (B) Que Dios los destruya de la misma forma que destruyó a Coré y a sus
cómplices (v. Nm. 16:30): «Que la muerte les sorprenda; desciendan vivos al Seol» (v. 15).
Comenta el profesor Davison: «Esta súbita y completa destrucción es deseada, no con
espíritu de crueldad, sino como una señal segura de visitación divina»

Versículos 16-23

En estos versículos:

1. David persevera en su resolución de invocar a Dios, estando bien seguro de que no le


buscará en vano (v. 16): «En cuanto a mí, aunque ellos tomen la ruta que mejor les plazca y
sean sus guardas la violencia y la discordia, la mía será la oración; en ella he hallado siempre
consuelo y, por tanto, en ella permaneceré; a Dios clamaré, a Él me encomendaré, y Yahweh
me salvará» (Nótese el contraste: a Dios -hebreo, Elohim: Dios como Hacedor y Juez de
todos- clamaré, y Yahweh: -Dios como misericordioso favorecedor de los suyos- me salvará).
Piensa orar por la tarde (comienzo del día hebreo -v. Gn. 1:5 y ss), por la mañana y al
mediodía. Esta era la costumbre de Daniel (Dan 6:10), y el mediodía era una de las horas de
oración de Pedro (Hch. 10:9). Quienes piensan que no pueden pasar sin tres comidas al día
para el cuerpo, deberían pensar que menos se puede pasar sin tres solemnes oraciones al día
para el alma, y habrían de tenerlas como un refrigerio, no como una obligación.

2. El mismo será librado y no tendrá de qué temer. Comienza gozándose en su esperanza (v.
18): Él redimirá (lit. ha redimido -pretérito profético) en paz mi alma; esto es, la librará.
David está tan seguro de su liberación como si ya se hubiese efectuado. Con los ojos de la fe
se ve a sí mismo rodeado, como lo estuvo Eliseo, de caballos y carros de fuego y, por eso,
canta victorioso: «...aunque contra mí haya muchos» (comp. 2 R. 6:16, 17).

(B) Sus enemigos serán abatidos. (a) David los describe aquí para que se vea el motivo por el
cual esperaba él que Dios los abatiría (v. 19): Por cuanto ellos no se enmiendan ni temen a
Dios. El original dice a la letra: Los cuales no tienen cambios, etc. El Dr. Cohen propone esta
interpretación: « Estos hombres han disfrutado de una continua serie de éxitos sin fracasar
jamás; por consiguiente no les pasaba por la mente la idea de una retribución» (punitiva). El
mismo M. Henry explica así el sentido del original: «No tienen cambios (no tienen aflicciones
ni interrupción en el curso constante de su prosperidad; no tienen cruces para vaciarlos de
una vasija a otra), por eso no temen a Dios». Actúan traicioneramente (v. 20), sin
consideración a los más sagrados y solemnes pactos. Son hipócritas, que fingen amistad
mientras traman el mal (v. 21). Nótese el contraste entre «mantequilla» y «aceite» en los
labios, por una parte, y «guerra» y «espadas desenvainadas» en el corazón, por otra. (b)
David predice su ruina (v. 19): Dios oirá y los humillará luego. Ellos eran traidores y
sanguinarios, engañaban y defraudaban a otros; justo era, pues, que Dios los abatiese.

3. Se anima a sí mismo y a todos los buenos a encomendarse a Dios y tener confianza en Él.
«Pero yo (enfático en el original) en ti confiaré -termina diciendo (v. 23b); en tu providencia,
poder y favor, no en mi prudencia, fuerza ni méritos; mientras los sanguinarios y
engañadores son abatidos en la mitad de sus días, yo viviré por fe en ti. » Y esto es lo que
quiere que hagan los demás (v. 22): «Echa sobre Yahweh tu carga, quienquiera seas tú y
cualquiera sea tu carga. » Los LXX traducen: Echa sobre el Señor tu ansiedad (de donde lo
cita el Apóstol Pedro-1 P. 5:7). En efecto, la ansiedad, esto es, la preocupación desmedida es
una carga en el corazón que abate al hombre (Pr. 12:25). Echar sobre Dios nuestra carga es
mantenernos firmes en su providencia y en su promesa. Si así lo hacemos, está prometido:
(A) Que Él nos sostendrá. No nos ha prometido preservarnos de cargas, sino ayudarnos a
llevarlas; (B) Que nunca permitirá que los justos sean sacudidos por las pruebas hasta el
punto de faltar a sus obligaciones con Dios ni que pierdan el consuelo que tienen en Él.

Salmos 56 -Plegaria pidiendo ser librado de los perseguidores.

1 Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;


Me oprime combatiéndome cada día.

2 Todo el día mis enemigos me pisotean;


Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.

3 En el día que temo,


Yo en ti confío.

4 En Dios alabaré su palabra;


En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?

5 Todos los días ellos pervierten mi causa;


Contra mí son todos sus pensamientos para mal.

6 Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.

7 Pésalos según su iniquidad, oh Dios,


Y derriba en tu furor a los pueblos.
8 Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?

9 Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare;


Esto sé, que Dios está por mí.

10 En Dios alabaré su palabra;


En Jehová su palabra alabaré.

11 En Dios he confiado; no temeré;


¿Qué puede hacerme el hombre?

12 Sobre mí, oh Dios, están tus votos;


Te tributaré alabanzas.

13 Porque has librado mi alma de la muerte,


Y mis pies de caída,
Para que ande delante de Dios
En la luz de los que viven.

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Comentario al Salmo --
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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De este y de otros salmos deducimos que, incluso en las horas de los mayores apuros y
adversidades, David nunca colgaba en los sauces su arpa, sino que siempre estaba a tono
para cantar las divinas alabanzas. Compuso este salmo estando en peligro inminente.
…..I. Se queja de la mala voluntad de sus enemigos, y pide misericordia para sí mismo y
justicia contra ellos (vv. 1, 2, 5-7).
…..II. Confía en Dios, estando seguro de que le tenía de su parte y de que tendría
oportunidad de alabarle y darle gracias mientras viviera (vv. 3, 4, 8-13).

Versículos 1-7

David se echa por fe, en este salmo, en las manos de Dios, aun cuando en su miedo e
insensatez se había echado en manos de los filisteos (1 S. 21:10, 11). El salmo es llamado,
como algunos otros, mictam (probablemente, término musical), para ser cantado sobre la
tonada de «la paloma silenciosa de los que están distantes». El Targum lo parafrasea así:
«Concerniente a la comunidad de Israel, asemejada a una paloma silenciosa cuando están
lejos de sus ciudades, se arrepienten y alaban al Señor del Universo. »

…..1. Se queja David a Dios de la mala voluntad de sus enemigos, para mostrar el motivo
que tenía para tenerles miedo (v. 1): «Otórgame tu favor, oh Dios» (lit.). Tal petición
incluye todo lo bueno que podamos pedir ante el trono de la gracia. Suplica el favor de Dios,
ya que entre los hombres no halla favor. Al huir de las crueles manos de Saúl, cayó en las
crueles manos de los filisteos. Los enemigos son muchos; se apoyan en su número para
devorarle o pisotearle (vv. 1, 2). Son, pues, muy crueles y conspiran unidos: se reúnen (v. 6);
aunque enfrentados entre ellos mismos, conspiran juntos contra David, como Herodes y
Pilato contra el hijo de David. Lo hacen con astucia y engaño: «se esconden», como un león
en su madriguera, para acecharle: «miran atentamente mis pasos», a fin de hallar algo de
que acusarle; por eso dice (v. 5): «Todos los días ellos retuercen mis palabras»; las tuercen
(en la rueda, la rueca o el potro) para retorcerlas, tratando de sacar de ellas lo que no hay
(esta es la idea del verbo hebreo). Todo su empeño era atraparle a David el alma, es decir,
la vida. No está claro -nota del traductor- lo que significa la última palabra (hebreo, marom)
del v. 2. Puede traducirse de dos maneras: «con altivez» u, «oh Altísimo».

…..2. Se anima así mismo en Dios y en sus promesas, poder y providencia (vv. 3,4): «En el
día en que temo, cuando me sobrecoge el miedo hasta el punto de huir despavorido (v. 1
S.21:11), yo en ti confío, y sólo así puedo silenciar mis temores. » Resuelve David hacer de
las promesas de Dios materia para sus alabanzas (v. 4): «En Dios alabaré su palabra, no sólo
la obra que ha llevado a cabo, sino la palabra que ha hablado. » Hay quienes entienden por
«su palabra» su providencia, cada acontecimiento que Él ordena o permite, como diciendo:
«Cuando hablo bien de Dios, hablo bien con Él de todo lo que hace. » Con la mayor
probabilidad, sin embargo, «su palabra» significa su promesa de salvar a los justos (v. 130:5).
Confiando en Dios de esta manera, bien puede desafiar a todos los poderes adversos (v. 4b):
«En Dios he confiado, no temeré; ¿qué puede hacerme la carne? (lit. Es decir, el hombre
mortal, impotente. Comp. Jer. 17:5). Así como no debemos poner nuestra confianza en brazo
de carne cuando se pone a nuestra disposición, así tampoco debemos tener miedo de un
brazo de carne cuando se extiende contra nosotros.

…..3. Prevé y predice la caída de los que luchan contra Él (v. 7): «Según su iniquidad,
¿habrá escape para ellos?». Ellos piensan escapar de los juicios de Dios como escapan de los
castigos de los hombres por medio del fraude, la violencia, la injusticia y la traición, pero,
¿van a escapar de veras? No, ciertamente no escaparán. La iniquidad no puede ser una
seguridad para el pecador.

Versículos 8-13

Varias son las cosas con que David se consuela en el tiempo de su miedo y sus apuros:

…..1. Se consuela en que Dios tomaba nota muy especial de sus huidas (lit. su vagar, esto
es, su vida errante de un lado para otro). David era por ahora un joven de menos de treinta
años; no obstante, había hecho muchos traslados: de casa de su padre a la corte, de allí al
campamento, y ahora iban a caza de él como de una perdiz en los montes; pero se consolaba
con el pensamiento de que Dios se percataba de todos sus movimientos y contaba todos los
pasos que daba entre fatigas de noche y de día. Mientras andaba errante, iba con frecuencia
llorando; por eso añade: «Pon mis lágrimas en tu redoma.» Como diciendo: «No dejes que se
evaporen y desvanezcan, desapareciendo de tu vista, sino presérvalas una por una y tenlas
en cuenta en tu libro, en tu "libro de recuerdo" (Mal. 3:16).» Dios tiene redoma y libro para
las lágrimas de los suyos y para los pecados de los malvados. Observa a los suyos con ternura
y compasión, es afligido en sus aflicciones (v. Is. 63:9) y conoce a sus almas en la adversidad.
Pablo recordaba las lágrimas de Timoteo (2 Ti. 1:4), y Dios no se olvidará de las penas de su
pueblo, sino que los consolará conforme a la medida del tiempo en que los afligió y hará que
quienes sembraron con lágrimas recojan con gozo. Lo que se siembra como lágrima brota
como perla.

…..2. Se consuela en que sus oraciones tendrán poder para derrotar y desbaratar a sus
enemigos, así como para obtener El mismo consuelo y ánimo (v. 9): «Retrocederán, pues,
mis enemigos el día en que yo clame; no necesito más armas que oraciones y lágrimas; esto
sé, que Dios está por mí, esto es, de mi parte: para defender mi causa, protegerme y
librarme; y si Dios está por mí, ¿quién puede estar contra mí hasta prevalecer? (comp. Ro.
8:31). » El mejor modo de triunfar en esta lucha es hacerla de rodillas (Ef. 6:18).

…..3. Se consuela en que su fe en Dios le pondrá a salvo de todo miedo al hombre (vv. 10,
11). Aquí repite, con mayor entusiasmo, lo que había dicho (v. 4): «En Dios alabaré su
palabra; es decir, dependeré con toda firmeza de su promesa en atención a quien la hizo. En
Dios he confiado, sólo en Él y, por consiguiente, no temeré, ¿qué puede hacerme la carne?
(lit. v. 11), aunque muy bien sé lo que haría si pudiera » (vv. 1, 2).
…..4. Hace memoria de que está ligado a Dios por voto (v. 12): «Te debo, oh Dios, los votos
que te hice -no como una carga que me pesa y deseo quitarme de encima, sino como un
emblema del que me glorío. Habríamos de considerar como motivo de gozo los votos que
hemos hecho a Dios -renovando junto a la Mesa del Señor los votos que le hicimos en nuestro
bautismo; y los pronunciados en diversas ocasiones, bajo convicción o bajo corrección, para
cumplirlos cuanto antes.

…..5. También se consuela con el pensamiento de que todavía tendrá más oportunidades
de dar gracias a Dios (v. 12b): «Te ofreceré sacrificios de acción de gracias. » Esto formaba
parte del cumplimiento de sus votos; pues es muy apropiado el que los votos de acción de
gracias acompañen a las súplicas de favor y gracia, y cuando se ha recibido el favor ha de ser
estimado como se merece, precisamente mediante la gratitud (v. 13): «Porque has librado
(de nuevo, el pretérito profético) mi alma (es decir, mi vida) de la muerte, que estaba a
punto de agarrarme. » Si Dios nos ha librado del pecado, ya sea, mediante la gracia
preveniente, de cometerlo, ya sea, mediante la gracia del perdón, de su castigo, tenemos
motivos para reconocer que ha librado de la muerte nuestra alma, pues la muerte es la paga
del pecado (Ro. 6:23). Sigue diciendo (probablemente, en pregunta, no para pedir
información, sino como declaración enfática del resultado): «¿No (has librado) mis pies de
tropezar?» Se apoya en lo que Dios ha hecho por él, para darle gracias de lo que todavía ha
de hacer por él, tomando por sucedido lo que está por suceder. La última frase del salmo
puede traducirse en forma afirmativa o, mejor, continuando la pregunta. «Andar delante de
Dios en la luz de los que viven» equivale a llevar una vida iluminada por la presencia de Dios,
en contraste con la oscuridad de una vida pecaminosa, que no es más que el preludio de las
tinieblas del averno o del Seol.

Salmos 57
1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí;
Porque en ti ha confiado mi alma,
Y en la sombra de tus alas me ampararé
Hasta que pasen los quebrantos.
2 Clamaré al Dios Altísimo,
Al Dios que me favorece.
3 El enviará desde los cielos, y me salvará
De la infamia del que me acosa; Selah
Dios enviará su misericordia y su verdad.
4 Mi vida está entre leones;
Estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas;
Sus dientes son lanzas y saetas,
Y su lengua espada aguda.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios;
Sobre toda la tierra sea tu gloria.
6 Red han armado a mis pasos;
Se ha abatido mi alma;
Hoyo han cavado delante de mí;
En medio de él han caído ellos mismos. Selah
7 Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto;
Cantaré, y trovaré salmos.
8 Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa;
Me levantaré de mañana.
9 Te alabaré entre los pueblos, oh Señor;
Cantaré de ti entre las naciones.
10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia,
Y hasta las nubes tu verdad.
11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios;
Sobre toda la tierra sea tu gloria.
.....................................
Comentario a Salmos 57
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Este salmo se parece mucho al que le precede; fue redactado en ocasión similar, cuando
David estaba en gran peligro de la vida, así como de caer en pecado; comienza como el
anterior y la pauta que sigue es también la misma. I. Comienza con oración y queja, pero
también con alguna seguridad de obtener respuesta a su oración (vv. 1-6). II. Concluye con
gozo y alabanza (vv. 7-11).
Versículos 1-6
El título del salmo tiene un vocablo nuevo: Al-tashheth = «No destruyas», el cual se repite en
los dos salmos siguientes y en el 75. Es, sin duda, el nombre de un cántico, del que quizá se
encuentra una alusión en Is. 65:8. Dicho título cuadra muy bien con el incidente al que el
salmo se refiere. David no quiso destruir a Saúl cuando tenía una buena oportunidad para
hacerlo y sus servidores estaban prestos a matar a Saúl (v. 1 S. 24:4-6). Aquí David:
1. Se sostiene con fe y esperanza en Dios, y en oración a Él (vv. 1, 2): «Otórgame tu favor, oh
Dios, otórgame tu favor» (v. 1). Repite dos veces lo que había dicho al comienzo del salmo
precedente. Para encomendarse al favor de Dios, profesa aquí:
(A) Que depende única y absolutamente de Dios (v. 1b): «Porque en ti se ha refugiado mi
alma» (lit.). A los pies del trono de la gracia, profesa humildemente la total confianza que
tiene en su Dios, añadiendo: «Y en la sombra de tus alas me ampararé, como se amparan los
polluelos bajo las alas de la gallina cuando las aves de presa se van a lanzar sobre ellos,
hasta que pasen las desdichas.» Confiaba en que sus calamidades terminarían bien a su
debido tiempo, y se consolaba en la bondad de la naturaleza de Dios, quien está presto a
socorrer y proteger a su pueblo, como la gallina está presta, por su instinto, a amparar y
resguardar a sus polluelos.
(B) Que todo su deseo es hacia Dios (v. 2): «Clamaré al Dios Altísimo, a fin de obtener
socorro y alivio; al que es Altísimo levantaré mi alma en clamor de oración, al Dios que me
favorece» (mejor, que lo lleva a cabo para mí).
(C) Que todo lo espera de Dios (v. 3): «Él enviará de los cielos y me salvará, etc. ». Quienes
hacen de Dios su único refugio y vuelan a él por medio de la fe y de la oración, pueden estar
seguros de que serán protegidos y librados, del modo y en el tiempo que a Dios plazca. Ni
amparo ni ayuda halla en esta tierra, mire a donde mire; pero lo espera todo eso del Cielo.
Quienes elevan su corazón a las cosas de arriba, pueden esperar de allí todo bien (v. 3b):
«Dios enviará su misericordia y su verdad» = su amor y su fidelidad. Con eso tenemos
bastante para ser dichosos (25:10).
2. Expone el poder y la maldad de sus enemigos (v. 4): «Mi vida está entre leones.» Describe
sus malvadas maquinaciones contra él (v. 6) y muestra también el resultado: «Red han
tendido a mis pasos, para poder atraparme y para que no pueda yo escapar de sus manos;
cavaron una fosa delante de mí, a fin de que me hunda en ella tomándome de improviso.»
Pero veamos lo que sale de ahí:
(A) A David le causa algún quebranto: «Se ha abatido mi alma» Pero:
(B) Ellos quedan destruidos: «En ella han caído ellos mismos.»
3. Ora a Dios para que Él y su gran nombre sean glorificados (v. 5): Pase lo que pase con
respecto a mis cosas, «¡álzate, oh Dios, sobre los cielos! ¡sobre toda la tierra sea tu gloria!
¡que todos los habitantes de la tierra lleguen a conocerte y alabarte! » Así deberíamos llevar
dentro del corazón el deseo de la gloria de Dios y estar preocupados de ella más que de
cualquier otra cosa o circunstancia que pueda afectarnos a nosotros. Cuando David estaba en
medio de su mayor apuro y calamidad, no dijo: ¡álzame!, sino ¡álzate! Del mismo modo, el
Hijo de David, al estar su alma en la mayor turbación, oró diciendo: «Padre, sálvame de esta
hora. » Pero añadió enseguida: «Padre glorifica tu nombre» (Jn. 12:27, 28).
Versículos 7-11
¡Cuán extrañamente cambia ahora el tono! La oración y las quejas de David se cambian de
repente, en virtud de la fe, en alabanzas y acciones de gracias. Obsérvese:
1. Cómo se prepara para esos actos de devoción (v. 7): «Firme está mi corazón, oh Dios; mi
corazón está firme» (lit. Comp. 51:12). Antes estaba abatido (v. 6); ahora está preparado
para lo que venga, pues está confiado en Yahweh (112:7; Is. 26:3).
2. Como se estimula a sí mismo (v.8 ): «Despierta, gloria mía», esto es, la lengua (pues la
lengua es nuestra gloria sobre los brutos animales, especialmente cuando se emplea en las
divinas alabanzas) o, más bien, el alma, el soplo salido del pecho de Dios (v. también 7:6;
16:9; 30:13).
3. Cómo se complace, y hasta se gloría, en esta obra de alabanza. Resuelve darle gracias
(mejor que alabarle) entre los pueblos y cantar de él entre las naciones (v. 9). Esto insinúa:
(A) Que estaba dispuesto a hacer que la tierra resonara con sus cánticos sagrados, a fin de
que todos se diesen cuenta de lo mucho que se sentía deudor a la bondad de Dios.
(B) Que deseaba persuadir a otros a que se unieran a Él en las alabanzas y acciones de
gracias a Dios. Poco podía sospechar David que, en efecto, a lo largo de todos los siglos, las
iglesias harían uso de sus salmos para alabar a Dios.
4. Cómo se provee de material para dicha acción de gracias (v. 10): «Porque grande es hasta
los cielos tu misericordia y hasta el firmamento tu verdad.» Y, a continuación, termina el
salmo repitiendo (v. 11) lo que había dicho en el versículo 5. Comenta Delitzsch: «Mayores
palabras de oración que éstas nunca salieron de labios humanos. Dan a entender que el cielo
y la tierra tienen una historia mutuamente entretejida, y que el bendito y glorioso final de
ella será el amanecer de la divina gloria sobre ambos».

Salmos 58 -Plegaria pidiendo el castigo de los malos.

1 Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia?


¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?

2 Antes en el corazón maquináis iniquidades;


Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.

3 Se apartaron los impíos desde la matriz;


Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.

4 Veneno tienen como veneno de serpiente;


Son como el áspid sordo que cierra su oído,

5 Que no oye la voz de los que encantan,


Por más hábil que el encantador sea.

6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas;


Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos.

7 Sean disipados como aguas que corren;


Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos.

8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe;


Como el que nace muerto, no vean el sol.

9 Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos,


Así vivos, así airados, los arrebatará él con tempestad.

10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza;


Sus pies lavará en la sangre del impío.

11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo;


Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.
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Comentario a Salmos 58
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Hay quienes opinan que Saúl, antes de comenzar a perseguir a David por la fuerza de las
armas, le formó proceso por curso legal, en el que David fue condenado por traidor sin ser
oído, y proclamado por el gran concejo como «lobo fuera de ley», a quien cualquiera podía
matar y nadie debía proteger. En este caso, se comprende bien la vehemente invectiva de
David contra los jueces inicuos. Sin embargo, no hace falta recurrir a tal conjetura para
comprender la indignación de David en este salmo. Aquí David: I. Describe el pecado de los
jueces (vv. 1-5). II. Impreca y predice su ruina (vv. 6-9), la que había de redundar. 1. En
consuelo de los santos (v. 10) y 2. En gloria de Dios (v. 11).
Versículos 1-5
De dos cargos culpa aquí David a los jueces inicuos:
1. De corrupción en su gobierno. Formaban un gremio, por lo que podía esperarse de ellos
que no fuesen capaces de aceptar soborno; con todo, parece ser que sí lo eran, puesto que el
hijo de Cis podía hacer por ellos lo que no pudo el hijo de Isay (1 S. 22:7). A estos jueces que
así abusaban del derecho y oprimían a los inocentes, se dirige David aquí (v. 1): «¿De verdad
pronunciáis justicia, oh dioses?» (lit.). Los llama «dioses» -nota del traductor (v. Jn. 10:34,
comp. con 82:6)- por la facultad de juzgar, autoridad delegada del único que puede juzgar:
Dios (comp. Mt. 7:1). No obstante, el vocablo hebreo elem es oscuro, y ya Kimchi lo tradujo
por «compañía». Tendríamos así el «gremio de justicia», al que parece aludir M. Henry.
Cualquiera sea la traducción, vale la invectiva de David, como diciendo: «No, no juzgáis con
justicia; vuestra conciencia misma os está gritando que no respondéis a la confianza que en
vosotros se ha depositado como magistrados de la nación, pues (v. 2) de corazón maquináis
iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra. » Cuanto más
empeñado está el corazón en una acción mala, tanto mayor es la maldad de tal acción (Ec.
8:11). ¿Y cuál era esa maldad? Que empleaban la balanza de la justicia, que tiene que ser
una balanza justa (comp. Job. 31:6), para hacer que la violencia tuviese mayor peso que la
equidad. Lo hacían en balanza falsa, pero bajo color de justicia, que es aún peor.
2. De corrupción en su naturaleza. Ésta era la raíz de amargura de la que brotaba la hiel y
el ajenjo (v. 3): «Torcidos están los impíos desde la matriz (lit. enajenados); enajenados de
la vida de Dios (Ef. 4:18), y de sus principios, poderes y goces. Bien se les llama torcidos
desde la matriz, de nacimiento; por lo que no se puede esperar de ellos otra cosa sino el que
obren traicioneramente (1s. 48:8). Se extravían de Dios tan pronto como nacen (es decir, tan
pronto como pueden); la insensatez que está ligada al corazón de ellos aparece con el primer
funcionamiento de su razón. Tres ejemplos se dan aquí de la corrupción de su naturaleza: (A)
Falsedad. Pronto aprenden a decir mentiras y, para ello, doblan sus lenguas como sus arcos
(v. Jer. 9:3). (B) Mala intención. Su veneno (su mala voluntad) es como veneno de serpiente
(v. 4), el cual nace con la serpiente misma y no puede menos de hacer daño, de lo cual no
cabe curación: ni la serpiente puede ser sanada de él ni los que son mordidos por ella. (C)
Mala conciencia. De la misma manera que el áspid se hace el sordo a las artes del encantador
(vv. 4, 5), así estos jueces inicuos se hacen el sordo a la voz de la conciencia hasta que la
tienen cauterizada (1 Ti. 4:2), es decir, insensible. Acerca de esta clase de áspid sordo hay
una leyenda según la cual, cuando mediante la música u otro modo de encantamiento, se
trata de hacerlo inofensivo, pega un oído al suelo y se tapa el otro con la cola, con lo que ya
no puede oír la voz del encantador y así hace fracasar la intención de dominarlo.
Versículos 6-11
En estos versículos tenemos:
1. Las oraciones de David contra sus enemigos, que son los enemigos de Dios y de su
pueblo. (A) Ora que queden incapacitados para obrar más mal (v. 6): «Oh Dios, rompe sus
dientes en sus bocas.» No precisa mente para que no coman, sino para que no devoren a
otros (3:7). No pide que les rompa el cuello, sino los dientes; que vivan y se arrepientan,
pero que no puedan hacer daño a otros. (B) Ora que fracasen los planes de ellos (v. 7):
«Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos» (ésta es la traducción más probable). No
pide que se vuelvan contra ellos, sino que se conforma con que no den en el blanco. (C) Ora
que ellos y sus afanes y negocios paren en nada: «Sean como aguas que se escurren y se
quedan en nada durante la estación seca (v. 7), como la babosa que se deslíe (v. 8),
aludiendo a la creencia popular de que el rastro que deja la babosa (o limaco) es la
disolución de su propia sustancia; y como el feto abortivo (v. 8b).
2. David predice luego la ruina de sus enemigos (v. 9): «Antes que vuestras ollas sientan la
llama de los espinos, verdes o quemados, que los arrebate la tempestad», dice aludiendo a
lo que suele suceder en el desierto cuando un viajero, como dice el dr. Cohen, recoge
espinos como combustible con el que cocer su comida, pero surge de repente un ventarrón
que los esparce antes de que ardan lo suficiente. Del mismo modo pide David que los juicios
de Dios sorprendan a los impíos en medio de su jolgorio. Dos cosas se promete el salmista
como efecto de la destrucción de los malvados: (A) Que los santos se animen con ello (v. 10):
«Se alegrará el justo cuando vea la venganza» (lit.), esto es, el castigo de Dios. La
prosperidad y el éxito de los impíos son desaliento para los justos, les entristecen el corazón
y, a veces, son una fuerte tentación pues les hace dudar del fundamento en que se apoyan
(73:2, 13). Pero cuando ven el castigo de Dios, se alegran al ver confirmada su fe en la
providencia de Dios y en la justicia con que gobierna el mundo. (B) Que los pecadores queden
convictos y convertidos con ello (v. 11): «Entonces dirán los hombres (hebreo, adam =1a
humanidad en general): Ciertamente hay galardón para el justo. » No cabe duda de que
muchos lo dirán con plena convicción, pues, en contraste con los jueces inicuos, los hombres
declararán que «hay un Dios que juzga en la tierra». No es un hombre, por poderoso que sea,
no es un héroe de leyenda, no es un ángel, sino el Dios Todopoderoso y Justo quien juzga en
el mundo. Nota del traductor: En la última línea del salmo tenemos el hecho extraño,
insólito, de un participio en plural (shofetim = que juzgan), concertando con Elohim = Dios.
El propio rabino dr. Cohen hace notar lo «insólito» del caso. Sin forzar la máquina, y
supuesta la revelación del Nuevo Testamento, podemos compararlo con Jn. 5:22; 16:8, con lo
que tenemos tres que juzgan.

Salmos 59 -Plegaria pidiendo ayuda contra el enemigo

1 Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío;


Ponme a salvo de los que se levantan contra mí.

2 Líbrame de los que cometen iniquidad,


Y sálvame de hombres sanguinarios.

3 Porque he aquí están acechando mi vida;


Se han juntado contra mí poderosos.
No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;

4 Sin delito mío corren y se aperciben.


Despierta para venir a mi encuentro, y mira.

5 Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel,


Despierta para castigar a todas las naciones;
No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah

6 Volverán a la tarde, ladrarán como perros,


Y rodearán la ciudad.

7 He aquí proferirán con su boca;


Espadas hay en sus labios,
Porque dicen: ¿Quién oye?

8 Mas tú, Jehová, te reirás de ellos;


Te burlarás de todas las naciones.
9 A causa del poder del enemigo esperaré en ti,
Porque Dios es mi defensa.

10 El Dios de mi misericordia irá delante de mí;


Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.

11 No los mates, para que mi pueblo no olvide;


Dispérsalos con tu poder, y abátelos,
Oh Jehová, escudo nuestro.

12 Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios,


Sean ellos presos en su soberbia,
Y por la maldición y mentira que profieren.

13 Acábalos con furor, acábalos, para que no sean;


Y sépase que Dios gobierna en Jacob .
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Comentario a Salmos 59
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es de la misma naturaleza y tiene el mismo objetivo que los seis o siete salmos
precedentes; todos ellos están llenos de las quejas de David acerca de la mala voluntad de
sus enemigos y de sus crueles planes contra él; igualmente contienen las oraciones y
profecías contra ellos, así como el consuelo y la confianza que tenía en Dios como en su Dios.
El primero es el lenguaje de la naturaleza y puede ser permitido; el segundo, el del espíritu
profético, con miras a Cristo y a los enemigos de su reino, y por tanto no ha de tomarse como
precedente; el tercero es el lenguaje de la gracia de la fe, y cada uno de nosotros debería
imitarlo. En este salmo:
I. Ora a Dios que le defienda y le libre de sus enemigos (vv. 1-7).
II. Prevé y predice la destrucción de sus enemigos (vv. 8-17).
Versículos 1-7
Saúl envió un grupo de su guardia a poner cerco a la casa de David, a fin de echarle mano y
matarle (v. 1 S. 19:11). Sucedió cuando empezaron de nuevo sus hostilidades contra David,
quien poco antes había escapado a duras penas de la jabalina de Saúl. Estos primeros
estallidos del furor maligno de Saúl no pudieron menos de turbar a David e infundirle terror y
tristeza, a pesar de lo cual conservó su comunión con Dios y su compostura de ánimo, de tal
modo que nunca estuvo bajo de forma para orar y alabar a Dios.
1. Ruega David ser librado de las manos de sus enemigos (v. 1): «Líbrame de mis enemigos,
oh Dios mío. Tú eres mi Dios y puedes librarme; eres mi Dios, bajo cuya protección me he
puesto; ponme a salvo (lit. ponme en alto) de los que se levantan contra mí ¡Líbrame!
¡Sálvame!» Ora (v. 4): «Despierta para venir a mi encuentro; es decir, para ayudarme. Toma
nota de mi caso y ejercita tu compasión y tu poder para librarme.» De modo semejante se
dirigieron los discípulos al Señor en medio de la tormenta, cuando le despertaron y le
dijeron: Maestro, sálvanos, que perecemos. Con el mismo empeño habríamos de orar
nosotros cada día para ser defendidos y librados de nuestros enemigos espirituales, de las
tentaciones de Satanás y de la corrupción de nuestro corazón, todos los cuales hacen guerra
a nuestra vida espiritual.
2. Suplica ser librado. Nuestro Dios nos permite que apelemos a Él, no para moverle, sino
para movernos a nosotros mismos. Así lo hace David aquí.
(A) Apela al mal carácter de sus enemigos (v. 2). Son obradores de iniquidad y, por tanto,
no sólo enemigos suyos, sino también de Dios; son sanguinarios y, por tanto, no sólo
enemigos suyos, sino de toda la humanidad.
(B) Apela a la mala voluntad que tienen contra él y al inminente peligro que corría por
culpa de ellos (v. 3): Están acechando mi vida, buscando una oportunidad para hacerme
daño; se han juntado, se han coligado contra mí. Se dan prisa a poner por obra sus planes (v.
4): «Sin delito mío corren y se apostan, con la mayor rapidez y furia, para mi mal. » Hace
notar en particular la brutal conducta de los emisarios de Saúl (v. 6): «Vuelven a la tarde
(como los perros en el Oriente, al caer el día, en busca de desperdicios por las calles), para
consumar su obra de iniquidad en las tinieblas, y desbarran a boca llena (v. 7). » Aquí deja a
un lado la comparación con los perros, y presenta a sus enemigos borbotando palabras
maliciosas, mortíferas como espadas, hasta quebrantarle los huesos (42:10), pues tienden a
manchar su reputación.
(C) Apela a su inocencia, no en cuanto a Dios (pues nunca dejaba de confesarse culpable
ante Él), sino en cuanto a sus enemigos, pues nunca les había hecho ningún mal: «No por
falta mía ni pecado mío, oh Yahweh; tú lo sabes bien» (v. 3). Y de nuevo (v. 4): «Sin delito
mío.» La inocencia de los piadosos no les pone a salvo de la malignidad de los impíos. Aun
cuando nuestra inocencia no nos ponga a salvo de problemas y apuros, sí que nos sostendrá y
consolará grandemente bajo esos apuros. Si somos conscientes de nuestra inocencia,
podemos apelar a Dios con humilde confianza y rogarle que mantenga en alto nuestra causa
contra los que se oponen a nosotros.
(D) Apela a que sus enemigos son mundanos y ateos, y se jactan de poder conspirar contra
David y de menospreciar a Dios (v. 7): «Porque dicen: ¿Quién lo oye?» (aludiendo ciertamente
a Dios. v. 10:11; 94:7).
3. Se encomienda así mismo, y encomienda su causa, al justo juicio de Dios (v. 5): «No
tengas misericordia de ninguno de los pérfidos traidores. » Y, para mayor énfasis, añade un
Selah. Aunque él mismo había transgredido, era un transgresor arrepentido y no había
persistido obstinadamente en lo que había cometido. Por eso podía apelar a Dios de esa
manera.
Versículos 8-17
1. David se anima ahora, con respecto al poder amenazador de sus enemigos, con la
piadosa resolución de esperar en Dios. El v. 9-nota del traductor- en su primera frase ofrece
un súbito cambio de persona, pues dice literalmente: «¡Su fuerza! En ti esperaré!. » La
llamada Versión Autorizada inglesa, que M. Henry usa, así como la judía, traducen: «A causa
de su fuerza, te aguardaré», con lo que la traducción resulta algo forzada. Creo que es
mejor traducir literalmente, como acabo de hacer. Aguardar a Dios en momentos de peligro
y dificultad es una muestra de sabiduría y buen cumplimiento del deber, pues Él es nuestro
refugio (lit. nuestra torre alta). David espera que Dios sea para él un Dios de amor
misericordioso (v. 10): «Mi Dios me saldrá al encuentro con su misericordia (hebreo, jesed),
esto es, con las bendiciones de su bondad y los dones de su misericordia, superando mi
expectación. » Todos los favores que tiene Dios en reserva, los tiene reservados para
nosotros y está dispuesto a conferírnoslos. Aquí hay varias cosas que David prevé y predice
con respecto a sus enemigos:
(A) Prevé que Dios los expondrá al ridículo, pues al ridículo se habían expuesto ellos (v. 8):
« Ellos piensan que Dios no los oye (v. 7), mas tú, Yahweh, te reirás de ellos por su necedad
al pensar que el que plantó el oído no puede oír, y te burlarás de todas las naciones que
viven sin Dios en el mundo.» Dios hará de ellos un monumento perenne de su justicia (v. 11):
«No los mates de repente, para que mi pueblo no lo olvide. » Así Caín, aunque era un
asesino, no fue muerto, sino sentenciado a ser un fugitivo vagabundo. Y continúa:
«¡Dispérsalos con tu poder y abátelos, para que no vuelvan a reunirse con intención de hacer
el mal, oh Señor (hebreo, Adonay, no Yahweh), escudo nuestro!.» A continuación, expone el
cargo contra ellos (v. 12): «Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, y por la
maldición y mentira que profieren, queden prendidos en su insolencia, esto es, en su orgullo
y autosuficiencia.» Saúl y los suyos pensaban que tenían en sus manos el gobierno de todas
las cosas, pero deben aprender que hay Uno más alto que ellos y es el que de veras gobierna
en Jacob (v. 13b) y aun hasta los confines de la tierra, pues todas las naciones caen dentro
del territorio de su reino. Su gran pecado era que iban a la caza de David para hacer presa en
él; su castigo será ser reducidos a una pobreza tan extrema que irán como perros vagabundos
en busca de desperdicios con los que satisfacer su hambre.
(B) Predice así que se verán forzados a vagabundear en busca de alimento (vv. 14, 15).
«Ladrarán como perros.» Cuando iban en busca de David, también ladraban como un perro
furioso que embiste; pero ahora ladrarán como perros hambrientos que aúllan como lobos.
Quienes se arrepienten sinceramente de sus pecados gimen como palomas, pero los que
endurecen su corazón ladran como perros. Y si no se sacian, pasan (toda) la noche (hebreo,
yalinu); se sobreentiende, buscando algo que comer; de forma que, si la gente les echa algo
de comer, no es por buena voluntad, sino para quitárselos de encima. Lo que hace
desdichado a un hombre no es la pobreza, sino el descontento.
2. David abriga esperanzas de alabar a Dios, de que la providencia de Dios le concederá
materia para alabarle, y de que la gracia de Dios producirá en él un corazón dispuesto a la
alabanza y la gratitud (vv. 16, 17).
(A) Quiere alabar el poder y la misericordia de Dios; ambos serían el tema de su cántico. El
poder sin la misericordia sólo infunde miedo; la misericordia sin poder es un sentimiento
incapaz de prestar ayuda eficaz; pero el poder con el que puede ayudarnos, y la compasión
por la que quiere ayudarnos, serán justamente objeto de alabanza eterna para todos los
santos. David quiere alabarle y darle gracias de antemano, porque había hallado en El, más
de una vez, su defensa y su refugio en días de apuro.
(B) Quiere alabarle de mañana, cuando se siente seguro y aliviado después de una noche en
que sus enemigos le han buscado sin darle caza; y quiere alabarle cantando en voz alta (así
lo da a entender el original), como quien está tan impresionado por el poder y la
misericordia de Dios, y tan decidido a glorificarle, que no se avergüenza de hacerlo en voz
alta y en público, a fin de que también otros se sientan estimulados a imitarle.

Salmos 60
-Salmo de David. Comienza con un aire de derrota para terminar con clamor de victoria.-

1 Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste;


Te has airado; ¡vuélvete a nosotros!

2 Hiciste temblar la tierra, la has hendido;


Sana sus roturas, porque titubea.

3 Has hecho ver a tu pueblo cosas duras;


Nos hiciste beber vino de aturdimiento.

4 Has dado a los que te temen bandera


Que alcen por causa de la verdad. Selah

5 Para que se libren tus amados,


Salva con tu diestra, y óyeme.

6 Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;


Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.

7 Mío es Galaad, y mío es Manasés;


Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.

8 Moab, vasija para lavarme;


Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.

9 ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada?


¿Quién me llevará hasta Edom?

10 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,


Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?

11 Danos socorro contra el enemigo,


Porque vana es la ayuda de los hombres.

12 En Dios haremos proezas,


Y él hollará a nuestros enemigos.
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Comentario a Salmos
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Este salmo comienza con un aire de derrota para terminar con clamor de victoria. Alude a la
guerra narrada en 1 Cr. 19:6-19. Vemos que David era tan devoto en su adversidad como en su
prosperidad. Aquí: I. Reflexiona sobre el estado de humillación nacional durante bastantes
años (vv. 1-3). II. Toma nota del feliz cambio que se había operado recientemente (v. 4). III.
Ora a Dios que Israel se vea libre de sus enemigos (v. 5). IV. Canta victoria con la esperanza
de sus triunfos (vv. 6-12).
Versículos 1-5
El objetivo general del salmo. Es un mictam, término musical, y tiene por objeto enseñar.
Está acomodado a la tonada de «lirio de testimonio» (hebreo, shushán eduth). Los levitas
tenían a su cargo enseñar al pueblo
dicho salmo y, por medio de él, estimularle a confiar en Dios y cantar victoria en El. En estos
versículos, con los que empieza el salmo, tenemos:
1. Un memorial melancólico de las muchas desdichas y decepciones que Dios les había hecho
sufrir durante varios años. (A) Se queja de cosas duras que les había hecho ver (v. 3); es
decir, sufrir, mientras los filisteos y otros malos enemigos de Israel se habían aprovechado de
su desventajosa situación. (B) Reconoce que el desagrado de Dios es la causa de todas las
cosas duras que han experimentado (v. 1): «Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste;
te has airado y, en esa ira, nos has maltratado; de lo contrario, no habrían podido nuestros
enemigos prevalecer contra nosotros. » (C) Se lamenta de los malos efectos y de las terribles
consecuencias del infortunio de los últimos años. Toda la nación estaba convulsa (v. 2):
«Hiciste temblar la tierra.» El pueblo estaba consternado (v. 3b): «Nos hiciste beber vino de
aturdimiento; estábamos como borrachos que no saben lo que se hacen ni cómo puede ser
compatible esa situación con las promesas de Dios» (comp. con Is. 51:17, 22; Jer. 25:15 y ss.,
donde se habla del cáliz de la ira de Dios). Cuando disfrutamos de los favores de Dios es
bueno recordar las pasadas desdichas, pues ese recuerdo puede servir para estimular nuestro
gozo y nuestra gratitud.
2. Una nota agradecida del ánimo que Dios les había dado con la esperanza de que, aunque
las cosas habían marchado mal por largo tiempo, ahora comenzarían a enmendarse (v. 4):
«Has dado a los que te temen una bandera (lit.), para que sea desplegada por la causa de la
verdad: por la verdad de la promesa que cumplirás y en defensa de la verdad de la equidad»
(45:4). Esta bandera era el gobierno de David, así como su establecimiento y ampliación sobre
todo Israel. Unía a todos los israelitas, del mismo modo que la bandera nacional une a los
soldados mientras infundía terror a los enemigos, contra los que constituía un perenne
desafío. Cristo, el Hijo de David, había de ser por pendón a los pueblos (Is. 11:10); por
bandera a los que temen a Dios; en El se glorían y toman ánimos, como en el centro de su
unidad; en su nombre y por su poder libran batalla con los poderes de las tinieblas, y bajo su
mando triunfa la Iglesia de todos sus enemigos.
3. Una humilde petición de misericordia (v. 1): « ¡Vuélvete a nosotros! ¡Sonríenos, ponte en
paz con nosotros y, en esa paz, tendremos paz! ¡Repara las grietas (de nuestra tierra),
porque se desmorona! (v. 2b); no sólo las grietas hechas por nuestros enemigos, sino también
las que hemos hecho entre nosotros mismos con nuestras desdichadas divisiones. » Así es
como podían ser preservados de caer en manos de sus enemigos (v. 5): «Para que se libren
tus amados, salva con tu diestra y con los hombres de quienes te place hacer los instrumentos
de tu diestra, y óyeme.» El pueblo de Dios en oración puede tomar las liberaciones generales
de la Iglesia como respuestas a sus oraciones en particular.
Versículos 6-12
Aquí David se regocija en la esperanza y ora con esperanza (v. 6): «Dios ha hablado por su
santidad (lit. Comp. 89:35); ha dado su palabra y no le mentirá a David. » (Las frases
siguientes -nota del traductor-, hasta el final del v. 8 se han de entender como dichas por
Dios como aliado y jefe de las huestes de Israel; así lo sugiere el original).
1. David (con Dios -véase la nota anterior) se regocija con la perspectiva de dos cosas:
(A) El cumplimiento de la promesa de Dios, hecha por su santidad, de llevar a cabo la unión
de su reino bajo su único cetro, pues David no duda de que todo el reino es suyo como lo es
de Dios; está tan seguro de ello como si lo tuviese ya en su mano: «Repartiré a Siquem
(ciudad agradable en el monte Efraín), y mediré el valle de Sucot, como posesión mía. Mío es
Galaad y mío es Manasés, pues ambos se hallan enteramente reducidos a mi dominio (v. 7). »
Efraín había de proporcionarle soldados para su guardia personal, del mismo modo que el
yelmo protege la cabeza del soldado, mientras que Judá era el cetro (Gn. 49:10) de Dios,
puesto en manos de David, de la tribu de Judá. Mejor que David, podemos decir nosotros con
palabras de Pablo: «Todo es nuestro, y nosotros de Cristo» (1 Co. 3:22, 23).
(B) La conquista de las naciones vecinas, que tanto habían vejado a Israel, que todavía eran
muy peligrosas y se oponían a David (v. 8). Los moabitas fueron hechos siervos de David
(jofaina para lavarse), como vemos por 2 S. 8:2. Edom pasará a ser posesión suya, como lo
simboliza el echar sobre ella el calzado (v. Rut. 4:7). En cuanto a los filisteos, hasta ahora
habían cantado victoria sobre él, pero pronto se verían obligados a cambiar de tono.
2. Sin embargo, la guerra no ha terminado aún. La capital de Edom (Petra) era una ciudad
fortificada (v.9) por su magnífica situación. Y David pregunta aquí: «¿Quién me conducirá
hasta ella?.» Como diciendo: «Su situación es de difícil acceso, especialmente para un
ejército, ya que se necesita atravesar por entre montes y peligrosos desfiladeros. » Sin
embargo, David confía en que Dios, que ha hablado por su santidad, podrá y querrá
conducirle victorioso hasta ella (v. 10): «¿Quién sino tú, oh Dios, etc.?» Al mismo tiempo,
vuelve a tomar nota del desagrado que anteriormente le había mostrado Dios en los extraños
designios de su providencia: «que nos has desechado, y no sales ya, oh Dios, con nuestros
ejércitos». Al mismo tiempo que reconocen la justicia de Dios en lo pasado, esperan en la
misericordia de Dios para lo futuro.
3. Ora con esperanza (v. 11): «Danos socorro contra el enemigo.» Aunque tienen esperanza
en la victoria, todavía se ven en peligro, pues la guerra no ha terminado todavía, a pesar de
que ellos llevan ya la mejor parte. Saben muy bien que, por excelente que sea la victoria ya
lograda, aún están en sumo peligro si Dios no les presta su ayuda. Por eso añade: «Porque
vana es la ayuda de los hombres, pero con Dios haremos proezas, etc. » (vv. 11, 12).
Tengamos en cuenta que, aun cuando Dios haga todas las cosas por nosotros, hay algo que
hemos de hacer nosotros. La esperanza en Dios debe ser acicate, no freno, de bravura.
Quienes cumplen con su obligación bajo el mando de Dios, pueden hacerlo con valentía,
puesto que ¿qué necesidad tienen de temer los que tienen a Dios de su parte?

Salmos 61
Confianza en la protección de Dios- Salmo de David

1 Oye, oh Dios, mi clamor;


A mi oración atiende.

2 Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare.


Llévame a la roca que es más alta que yo,

3 Porque tú has sido mi refugio,


Y torre fuerte delante del enemigo.
4 Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Selah

5 Porque tú, oh Dios, has oído mis votos;


Me has dado la heredad de los que temen tu nombre.

6 Días sobre días añadirás al rey;


Sus años serán como generación y generación.

7 Estará para siempre delante de Dios;


Prepara misericordia y verdad para que lo conserven.

8 Así cantaré tu nombre para siempre,


Pagando mis votos cada día.
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Comentario a Salmos 61
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Salmo 61

En este salmo, como en muchos otros, David comienza con oraciones y lágrimas, pero
termina con cánticos de alabanza. Probablemente hace referencia al tiempo de la revuelta de
Absalón. I. Invoca David a Dios ya que antes le había protegido (vv. 1-3). II. Invoca a Dios
porque Dios ha provisto bien para él (vv. 4, 5). III. Alaba a Dios porque está seguro de que
Dios continuará dispensándole su favor (vv. 6-8).

Versículos 1-4

1. La íntima comunión de David mediante la oración en el día de su apuro y angustia (v. 2):
«Pase lo que pase, clamaré a ti, como quien no te dejará marchar a menos que le bendigas. »
Esto lo hará desde el confín de la tierra, es decir, desde el más remoto y oscuro rincón del
país. «Aunque mi corazón desmaye-viene a decir-, no está tan hundido ni tan cargado como
para no levantarse a ti en oración. ¡No! Precisamente porque está desmayado, por eso
clamaré a ti, pues por ese medio se sostendrá y será aliviado. » El llanto debe avivar la
oración, no matarla.

2. La petición especial que hace a Dios cuando su corazón desmaya y está próximo a hundirse
(v. 2b): «Llévame a la roca inaccesible para mí; es decir, a la roca que está demasiado alta
para mí a no ser que tú me levantes hasta ella; a la roca en cuya cima me hallaré más lejos
del alcance de mis apuros y más cerca de la serena y tranquila región. Levántame tú, pues yo
no puedo hacerlo por mi propia fuerza o sabiduría. » La roca es Cristo; quienes están en ella,
a salvo están.

3. Su deseo y expectación de una respuesta de paz. Ruega con fe (v. 1): «Oye, oh Dios, mi
clamor, a mi oración atiende; esto es, permíteme tener el consuelo de saber que me oyes
(20:6) y, a su debido tiempo, haz que tenga lo que te pido. »

4. El fundamento de esta expectación y la apelación que emplea para reforzar su petición (v.
3): «Porque tú has sido mi refugio; en ti he hallado una roca más alta que yo; por tanto,
confío en que me conducirás a esa roca. »

5. Su resolución de continuar en el camino de su deber para con Dios y de su dependencia de


él (v. 4). David estaba ahora exiliado del santuario y esto era lo que más tristeza le causaba,
pero está seguro de que Dios, en su bondadosa providencia, le hará volver. Habla de habitar
en ese santuario para siempre, porque el tabernáculo era tipo y figura del Cielo (He. 9:8, 9,
24; Ap. 21:3). Quienes viven en el santuario de Dios, en cuanto que es la casa del deber,
durante su breve siempre de esta vida, vivirán en el tabernáculo que es la casa de la gloria,
durante un eterno siempre. Y añade (v. 4b): «me refugiaré en el escondedero de tus alas»
(lit.), como los polluelos se refugian bajo las alas de la gallina para hallar calor y protección.

Versículos 5-8

1. Con qué placer vuelve la vista David hacia lo que Dios había hecho por él en el pasado (v.
5): «Porque tú, oh Dios, has oído mis votos. » Dios es testigo de todos nuestros votos, de
todos nuestros buenos propósitos y de todas nuestras solemnes promesas de obediencia. Las
oraciones que Dios le había oído y favorablemente respondido le animan a orar ahora (v. 1):
«Oye, oh Dios, mi clamor, etc. Tú has oído mis votos y les has dado respuesta favorable, pues
(v. 5b) me has dado la herencia que otorgas a los que temen tu nombre.» No necesitamos
desear mejor herencia que la de aquellos que temen a Dios.

2. Con qué seguridad mira hacia delante para la continuación de su vida (v. 6): «Prolongarás
la vida del rey» (lit. añadirás días a los días del rey). Sin embargo -nota del traductor- es más
probable la versión de nuestra Reina-Valera, en optativo («Añade, etc. »), como lo hace
también la versión judía inglesa. En todo caso, David esperaba que, así como por la vía del
deber había de habitar siempre en el tabernáculo de Dios (v. 4), así había de permanecer por
largos días delante de Dios por la vía del consuelo.

3. Con qué santa importunidad suplica a Dios que le guarde siempre bajo su protección (v.
7b): «Designa a la misericordia y la verdad, para que lo preserven (al rey. lit.) ¡Que sean ellas
algo así como sus ángeles custodios! (57:4). » David está seguro de que Dios le prolongará la
vida y, por eso, ruega que Dios se la preserve; no pide que le asigne una fuerte guardia
personal, ni un castillo fortificado, sino que le prepare la misericordia y la verdad para su
preservación. No necesitamos para estar seguros ninguna otra cosa sino la protección de la
misericordia y de la verdad de Dios.

4. Con qué alegría promete alabar y dar gracias a Dios (v. 8): «Así cantaré tu nombre para
siempre, cumpliendo mis votos cada día. » La alabanza que estaba tributando a Dios ya era en
sí misma el cumplimiento de sus votos.

Salmos 62 -Dios, el único refugio-


Salmo de David.
1 En Dios solamente está acallada mi alma;
De él viene mi salvación.

2 Él solamente es mi roca y mi salvación;


Es mi refugio, no resbalaré mucho.

3 ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre,


Tratando todos vosotros de aplastarle
Como pared desplomada y como cerca derribada?

4 Solamente consultan para arrojarle de su grandeza.


Aman la mentira;
Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Selah

5 Alma mía, en Dios solamente reposa,


Porque de él es mi esperanza.

6 Él solamente es mi roca y mi salvación.


Es mi refugio, no resbalaré.
7 En Dios está mi salvación y mi gloria;
En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.

8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos;


Derramad delante de él vuestro corazón;
Dios es nuestro refugio. Selah

9 Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón;
Pesándolos a todos igualmente en la balanza,
Serán menos que nada.

10 No confiéis en la violencia,
Ni en la rapiña; no os envanezcáis;
Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.

11 Una vez habló Dios;


Dos veces he oído esto:
Que de Dios es el poder,

12 Y tuya, oh Señor, es la misericordia;


Porque tú pagas a cada uno conforme a su obra.
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Comentario a Salmos 62
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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No hallamos en este salmo ningún detalle por el que podamos colegir cuándo y por qué
compuso David este salmo, pero la circunstancia más apropiada sería la revuelta de Absalón.
Aquí David: 1. Halla placer en profesar su confianza en Dios y su dependencia de Él (vv. 1-
7).11. Anima grandemente a otros a confiar igualmente en Dios, no en criatura alguna (vv. 8-
12).
Versículos 1-7
1. David profesa su dependencia de Dios, y sólo de Dios, para todo bien (v. 1): «Solamente
en Dios descansa (o espera en silencio) mi alma. Por muchas que sean las dificultades o los
peligros que me salgan al encuentro, y aunque Dios esté enojado conmigo y sufra yo alguna
decepción en las esperanzas que tengo puestas en Él, mi alma -no obstante-espera a Dios en
silencio; no digo nada en contra de lo que Él hace, sino que aguardo tranquilamente lo que Él
hará; yo sé que de Él viene mi salvación y, por tanto, aguardo pacientemente hasta que
llegue lo que Él ha de hacer, pues su tiempo es el mejor tiempo.»
2. El fundamento y el motivo de esta dependencia (v. 2): «Solamente Él es mi roca y mi
salvación; es mi torre alta» (lit.). Como diciendo: «Toda criatura es insuficiente; son nada sin
Él; por tanto, miraré, por encima de ellas, hacía Él. »
3. El provecho que saca de esta confianza en Dios: « Si Dios es mi fuerza y mi poderoso
libertador, no resbalaré, no vacilaré, mucho; quizá sea sacudido, pero no seré hundido» (v.
2b). En poco tiene todos los intentos de sus enemigos (vv. 3, 4): « ¿Hasta cuándo, etc.?» (vv.
3, 4). Como diciendo: « ¿Cuándo os convenceréis de vuestro error? ¿No se va a acabar nunca
vuestra mala voluntad?» En el fondo de esta mala voluntad había envidia; les enojaba el que
David prosperase y, por eso, intentaban obstaculizar su promoción echando mano de
calumnias: Aman la mentira; con su boca bendicen (me lisonjean en mi cara), pero maldicen
en su corazón. » Eran unos hipócritas. Es peligroso poner nuestra confianza en hombres tan
falsos como éstos; pero Dios es fiel y David se anima a continuar esperando en Dios (vv. 5-7):
« Si Dios quiere salvar mi alma, puede hacer conmigo cuanto le plazca respecto a todo lo
demás y yo me conformaré con lo que Él disponga, sabiendo que todo ha de redundar en mi
salvación» (v. Fil. 1:19). Repite (v. 6) lo que había dicho de Dios (v. 2), como quien tiene fijo
el pensamiento en algo: «Solamente Él es mi roca y mi salvación; no resbalar.» Aquí ya no
añade «mucho», porque, con esta confianza en Dios, sabe que no titubearán sus pies ni
mucho ni poco. Y, de la misma forma que su fe va ganando grados, también su gozo en Dios
aumenta hasta estallar en gritos de victoria (v. 7): «En Dios está mi salvación y mi gloria,
etc.»
Versículos 8-12
Aquí tenemos la exhortación que hace David a otros a que confíen en Dios y esperen en Él.
1. Aconseja a todos a esperar en Dios (v. 8) como lo hace él A todos se les invita a confiar
en Dios, pues Él es la esperanza de todos los términos de la tierra (65:5): «Esperad en El,
depended de Él, pues Él actuará a vuestro favor con su sabiduría y su bondad, su poder y su
promesa, su providencia y su gracia. Hacedlo en todo tiempo y derramad delante de Él
vuestro corazón. » Esta expresión parece aludir a las ofrendas de libación hechas en el
santuario ante Yahweh. Cuando confesamos arrepentidos nuestros pecados, nuestro corazón
es derramado como una libación ante Yahweh (v. 1 S. 7:6). Pero aquí se refiere a la oración,
la cual, si es como debe ser, es como derramar el corazón ante Dios, pues ante El hemos de
poner nuestros problemas y nuestros deseos, haciéndolo con humilde libertad y sometiendo
pacientemente nuestra voluntad a la suya. «Dios es nuestro refugio» (v. 8b), no sólo mi
refugio, como en los vv. 2,5 y 7, sino un refugio para todos cuantos acudan a El para
ampararse en la sombra de sus alas.
2. Nos advierte que seamos cautos para no poner nuestra confianza donde no es debido. No
confiemos en los hombres, pues son (v. 9) como soplo que se desvanece en el aire y como una
mentira, pues todo su poder y riqueza son engañosos e inestables. Pesándolos a todos juntos
en la balanza, serán más leves que un soplo; es decir, el platillo en el que se les ponga subirá
enseguida, aún cuando en el otro platillo no haya más que un soplo. Sobre todos ellos puede
escribirse: «TEKEL: Has sido pesado en balanza, y fuiste hallado falto de peso» (Dan. 5:27).
No confiemos en las riquezas de este mundo, que muchas veces se ganan mediante la
violencia y la rapiña; especialmente, no pongamos el corazón en ellas (v. 10); este es el
mayor peligro, cuando aumentan.
3. Da una buena razón para que pongamos en Dios nuestra confianza (vv. 11, 12): « Una
vez... dos veces, expresión idiomática para significar repetición, hemos oído, pues Dios lo ha
dicho, y lo ha dicho de muchas maneras (por sus obras, su providencia y su palabra). A
algunos Dios les habla dos veces y no le oyen ni una; pero a otros les habla una vez y le oyen
dos (comp. Job. 33:14). Y ¿qué es lo que Dios ha dicho y lo hemos oído? Que de Dios es el
poder; es Omnipotente, lo puede todo; con Él, todo es posible. Además, es un Dios de amor
infinito. Aquí el salmista se dirige a Dios (v. 12): «Y tuya, oh Señor, es la misericordia
(hebreo, jesed). » Es misericordioso de una manera especial, pues es el Padre de
misericordias (2 Co. 1:3). Nunca ha hecho, ni hace ni hará ningún mal a ninguna de sus
criaturas: «Porque tú pagas a cada uno conforme a su obra» (v. 12b, comp. con Pr. 24:12).

Salmos 63 - Dios, satisfacción del alma


Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.
1 Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
En tierra seca y árida donde no hay aguas,

2 Para ver tu poder y tu gloria,


Así como te he mirado en el santuario.

3 Porque mejor es tu misericordia que la vida;


Mis labios te alabarán.

4 Así te bendeciré en mi vida;


En tu nombre alzaré mis manos.
5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma,
Y con labios de júbilo te alabará mi boca,

6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho,


Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.

7 Porque has sido mi socorro,


Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.

8 Está mi alma apegada a ti;


Tu diestra me ha sostenido.

9 Pero los que para destrucción buscaron mi alma


Caerán en los sitios bajos de la tierra.

10 Los destruirán a filo de espada;


Serán porción de los chacales.

11 Pero el rey se alegrará en Dios;


Será alabado cualquiera que jura por él;
Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada.
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Comentario a Salmos 63
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo, en su brevedad, tiene tanto fervor y tan viva devoción como cualquier otro de
los salmos de David. Así como las cartas más dulces de Pablo fueron las redactadas en prisión,
así también los salmos más dulces de David fueron lo que, como éste, se redactaron en el
desierto.
I. Su deseo hacia Dios (vv. 1, 2).
II. Su estima de Dios (vv. 3, 4).
III. Su satisfacción en Dios (v. 5).
IV. Su secreta comunión con Dios (v. 6).
V. Su gozosa dependencia de Dios (vv. 7, 8).
VI. Sus victorias obtenidas, por medio de Dios, contra sus enemigos; y su seguridad de quedar
a salvo a pesar de la malignidad de sus adversarios (vv. 9-11).
Versículos 1-2
El título nos dice cuándo fue redactado el salmo: cuando David estaba en el desierto de
Judá; esto es, probablemente, en los vados de que se nos habla en 2 S. 15:28. Incluso en
Canaán, a pesar de ser una tierra fértil y bien poblada, había desiertos, lugares menos fértiles
y menos poblados que otros. Así pasa en el mundo, y aún en la Iglesia, pero no en el Cielo;
allí el desierto florecerá como la rosa. Los mejores y más amados hijos de Dios pueden, a
veces, estar confinados en un desierto. Hay salmos apropiados para un desierto y hemos de
dar gracias a Dios de que el desierto en que nos hallamos es el desierto de Judá, no el
desierto del Pecado. En estos versículos, David se anima a asirse de Dios:
1. Mediante una fe viva y activa (v. 1): «Oh Dios, mi Dios eres tú.» Hemos de reconocer que
hay un Dios y que hablamos a Alguien que existe realmente y está presente con nosotros
cuando decimos: ¡oh Dios!, que es una palabra muy seria ¡lástima que muchas veces se use
como una exclamación banal, innecesaria!
2. Mediante afectos piadosos y devotos: (A) Resuelve buscar a Dios, su favor y su gracia: «Tú
eres mi Dios y, por tanto, de madrugada te buscaré, porque ¿no consultará el pueblo a su
Dios? (Is. 8:19). Mi alma tiene sed de ti¡ mi carne te anhela (esto es, todo mi ser ansía tener
comunión contigo) aquí, en tierra (mejor que, cual tierra) seca y árida donde no hay agua.»
(B) Anhela gozar de Dios ¿qué es lo que tan apasionadamente desea? ¿Cuál es su petición? (v.
2): «Verte como te contemplaba en el santuario, para ver tu poder y tu gloria. » Anhela salir
del desierto, no para volver a los placeres y las comodidades de la corte, sino para tener
acceso al santuario; y no para ver allí a los sacerdotes ni las ceremonias del culto, sino para
ver el poder y la gloria de Yahweh. No podemos ver la esencia de Dios, pero, por fe, podemos
contemplar su gloria y experimentar su actuación, que es efecto de sus infinitas perfecciones.
Eran preciosos aquellos momentos que David pasaba en comunión con Dios en el santuario;
era para él una delicia pensar una y otra vez en ellos.
Versículos 3-6
¡Cuán pronto se convierten en alabanzas y acciones de gracias las quejas y oraciones de
David! Aunque estaba en un desierto, su corazón se ensanchaba bendiciendo a Dios.
1. Por qué bendecía David a Dios (v. 3): «Porque mejor es tu amor misericordioso que la
vida», tanto como la vida eterna supera a la temporal. Tenemos mejores provisiones y
posesiones que las que la riqueza de este mundo nos puede proporcionar; y en el servicio de
Dios y en comunión con Él, tenemos mejores ocupaciones y goces que los que podemos tener
en los negocios y conversaciones de este mundo.
2. Cómo, y por cuánto tiempo, quiere bendecir a Dios (v. 4): «Así, como he comenzado a
hacerlo, te bendeciré durante toda mi vida; los actuales afectos devotos no son cosa de un
momento, no pasarán como nube mañanera, sino que irán de más en más como el sol
mañanero. » Alabar a Dios debe ser la primordial ocupación de nuestra vida entera. «En tu
nombre alzaré mis manos» (v. 4b). Hacia el santuario alzaba David sus manos (v. 28:2). En
todas nuestras oraciones hemos de comenzar, como nos enseñó el propio Señor, diciendo:
«Santificado sea tu nombre»; y terminar diciendo: «tuya es la gloria».
3. Con qué placer y deleite desea bendecir a Dios (v. 5): «Como de meollo y de enjundia
será saciada mi alma; no sólo como de pan, que nutre suficientemente, sino de lo más
escogido y delicioso de la carne», (v. Is. 25:6). La comunión con Dios sacia al alma devota
(36:8; 65:4), pues dentro del alma devota hay algo que sólo se sacia en la comunión con Dios.
«Y con labios de júbilo te alabará mi boca», añade David. Cuando se cree con corazón
agradecido, se hace también con la boca confesión agradecida; en ambos casos, para gloria
de Dios. No es que la confesión de la boca sea aceptable sin la entrega del corazón (Mt. 15:8),
sino que de la abundancia del corazón ha de hablar la boca (45:1). Los labios de alabanza han
de ser labios de júbilo.
4. Cómo se ocupa en pensar en Dios cuando más retirado está del santuario (v. 6): «Te
bendeciré ... cuando me acuerdo de ti en mi lecho. » Dios estaba en todos sus pensamientos,
lo cual es lo contrario de lo que ocurre en el caso de los malvados (10:4). Pensar en Dios era
algo que siempre tenía a la mano; es decir, cuando se ponía a pensar, hallaba ya su mente
ocupada en Dios. Y estos pensamientos permanecían fijos en él; no sólo se acordaba de Dios,
sino que meditaba en Él (v. 6b). Los pensamientos acerca de Dios no han de ser pensamientos
pasajeros, que pasan a través de la mente, sino permanentes, que habitan en la mente. David
iba ahora de una parte a otra, sin rumbo fijo, pero, adondequiera iba, llevaba consigo su
devoción a Dios. Cuando huye el sueño de nuestros ojos (ya sea por dolor del cuerpo o por
preocupación del alma), nuestro espíritu puede descansar pensando en Dios. Una hora de
piadosa meditación puede, a veces, hacernos más bien que una hora de sueño (v. 4:4; 16:7;
173; 119:62).
Versículos 7-11
David expresa aquí su confianza en Dios y su gozosa expectación de Él (v. 7): «En la sombra
de tus alas me regocijaré» Es una expresión frecuentemente usada en los salmos (17:8; 36:7;
57:1; 61:4; 91:4), y en ningún otro lugar de la Escritura, excepto Rut. 2:12; su sentido, ya
explicado, es el de los polluelos que se refugian y resguardan bajo las alas de la gallina. Es
deber nuestro el regocijarnos en la sombra de las alas de Dios, es decir, en recurrir a Él por
medio de la fe y de la oración, de la misma manera que los polluelos recurren, por instinto, a
la madre en momentos de peligro.
1. Cuál era el fundamento de la confianza que tenía David en Dios: (A) Sus anteriores
experiencias del poder de Dios a favor de él (v. 7): «Porque has sido mi socorro cuando otras
ayudas y otros ayudadores me han faltado, por eso me regocijaré en la salvación que tú me
otorgas y continuaré confiando en ti con santo gozo. » (B) La presente y firme sensación
interior que experimentaba de que la gracia de Dios le llevaba y sostenía en todos sus pasos
(v. 8): «Está mi alma apegada a ti (expresión fuerte; el mismo verbo hebreo de Gn. 2:24),
como en un arrobamiento espiritual o mística unión contigo, mientras tu diestra me sostiene,
en respuesta al fervor con que me uno a ti. »
2. Las victorias que David entreveía en esta esperanza: (A) Que sus enemigos habían de
perecer (vv. 9, 10). Había quienes le buscaban para destruirle (v. 9); no se contentaban con
arrebatarle la corona, sino que intentaban por todos los medios quitarle la vida. Pero David
veía, por fe en Dios, que los que así le perseguían habían de caer en las honduras de la
tierra, es decir, en el Seol. Su enemistad hacia David había de acarrearles la muerte. El arma
que querían usar contra él (la espada) sería el instrumento de la destrucción de ellos, y sus
cuerpos habían de ser pasto de los chacales, los cuales se cebarían en los cadáveres
insepultos de los enemigos de David. (B) Que él saldría, al fin, victorioso (v. 11) y volvería a
ocupar el trono para el que tres veces había sido ungido: «El rey se alegrará en Dios. » La
vuelta de David había de ser el consuelo de sus amigos: «Será alabado cualquiera que jura
por él» (por David), esto es, que le presta juramento de pleitesía y vasallaje; o, más
probable, que jura por Él (Dios), con lo que se compromete solemnemente en algo que es
digno de tal juramento y se hace con la más pura intención; ese tal será alabado, al ser
premiado con una manifestación de la salvación que Dios otorga. Los que de todo corazón
abrazan la causa de Cristo, se gloriarán también en su victoria. Si sufrimos con Él, también
reinaremos con Él (v. Ro. 8:17). Con esta victoria, quedarían refutados totalmente los
enemigos de David (v. 11 b): «Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada»,
especialmente la boca de los que juran en falso, por el nombre de Dios, para engañar y
defraudar. Estos quedarán reducidos en el Seol al más completo silencio.

Salmos 64 -Plegaria pidiendo protección contra enemigos ocultos-


Salmo de David.
1 Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
Guarda mi vida del temor del enemigo.

2 Escóndeme del consejo secreto de los malignos,


De la conspiración de los que hacen iniquidad,

3 Que afilan como espada su lengua;


Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,

4 Para asaetear a escondidas al íntegro;


De repente lo asaetean, y no temen.

5 Obstinados en su inicuo designio,


Tratan de esconder los lazos,
Y dicen: ¿Quién los ha de ver?

6 Inquieren iniquidades, hacen una investigación exacta;


Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo.

7 Mas Dios los herirá con saeta;


De repente serán sus plagas.

8 Sus propias lenguas los harán caer;


Se espantarán todos los que los vean.

9 Entonces temerán todos los hombres,


Y anunciarán la obra de Dios,
Y entenderán sus hechos.
10 Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él;
Y se gloriarán todos los rectos de corazón.
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Comentario a Salmos 64
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Todo el salmo hace referencia a los enemigos de David, a sus perseguidores y
calumniadores.
I. Ora a Dios que le preserve de los malvados planes que tramaban contra él (vv.
1, 2).
II. Los presenta tales cuales son: malvados, perversos (vv. 3-6).
III. Predice, mediante el espíritu de profecía, la destrucción de ellos (vv. 7-10).
Versículos 1-6
En estos versículos, David expone ante Dios el peligro en que se halla y la mala
voluntad de sus enemigos.
1. Pide a Dios con insistencia que le preserve (vv. 1, 2): Escucha, oh Dios, la voz
de mi lamento; es decir, otórgame lo que te pido: Guarda mi vida del terror del
enemigo. Escóndeme de la conjuración de los malvados, de los males que
secretamente traman contra mí, de la conspiración (mejor, del alboroto) de los que
hacen iniquidad, de los que unen sus fuerzas para llevar a cabo el mal que han
tramado contra mí. »
2. Se queja de la mala voluntad y de la gran perversidad de sus enemigos.
(A) Son muy despectivos en sus calumnias y reproches (vv. 3,4). Los describe con
atuendo militar, con espada y arco, arqueros que apuntan atinadamente y disparan
súbita, secreta y certeramente al ave inocente que no se percata del peligro. Su
lengua es como espada afilada, arma peligrosa, mortífera; sus palabras amargas
son como saetas: calumnias infames, motes oprobiosos, etc. El blanco de sus
saetas es el inocente, el. justo. Cuanto mejor es una persona, tanto más es blanco
de la envidia de los malvados, y tanto peores son las cosas que dicen de él.
Asaetean a escondidas, a fin de que sus víctimas no se aperciban de ello y no
puedan escapar a tiempo del peligro, porque en vano se tiende la red a la vista del
ave. Y le tiran de improviso, sin avisar ni dar la oportunidad de defenderse. Nada
temen, esto es, ni a Dios ni a los hombres; tan seguros están de obtener éxito.
(B) Están muy resueltos a llevar a cabo sus malignos proyectos (v. 5): «Obstinados
en su inicuo designio, calculan en su interior y luego consultan unos con otros sobre
el mejor y el más efectivo medio de hacer el mayor mal posible sin ser notados. »
Dicen: ¿Quién podrá verlo? Es decir, los lazos que tienden quedarán, según ellos,
ocultos a la vista de todos. En el fondo de toda maldad hay prácticamente una falta
de fe en la omnisciencia de Dios.
(C) Se muestran muy hábiles en la ejecución de sus proyectos (v. 6): «Inventan
maldades; se toman grandes cavilaciones y fatigas para tratar de hallar una u otra
iniquidad de la que culparme; cavan hondo e investigan cosas muy pasadas, las
revuelven y las retuercen hasta el máximo, a fin de hallar algo de que acusarme. »
La mitad del trabajo que se toman algunos para condenarse les bastaría para
salvarse.
Versículos 7-10
1. Los juicios de Dios sobre estos malignos perseguidores de David. El castigo
responde al pecado. (A) Le tiraban a David secreta y súbitamente a fin de herirle de
improviso; pero Dios los herirá con saeta (v. 7), pues ha templado al fuego sus
saetas (7:13) y las dispondrá contra sus rostros (21:12). Y las saetas de Dios
acertarán con más precisión, volarán con mayor rapidez y herirán más hondo que
las saetas de ellos. (B) Las lenguas de los malvados se habían cebado en David,
pero Dios hará que sus propias lenguas los hagan caer (v. 8). A los que les gusta
maldecir, les caerá la maldición. A veces, la maldad oculta de los hombres sale a la
luz pública porque ellos mismos la confiesan, y entonces su propia lengua los hace
caer.
2. El influjo que estos juicios habrán detener sobre otros: (A) Todos los que los
vean menearán la cabeza (lit. -El mismo verbo de 22:7-) en señal de escarnio más
que de asombro. (B) Servirá de lección a todos (v. 9). Les entrará temor de Dios
(al contrario del «nada temen» -v. 4-) y evitarán seguir la conducta de los
malvados; más aún, anunciarán la obra de Dios, es decir, declararán que es Dios
quien decide en última instancia y que obra con toda justicia al castigar a los
malvados. Dedo de Dios es éste (Ex. 8:19). (C) En especial, tomarán buena nota de
ello los justos (v. 10). Se alegrarán de confiar en Dios, viéndose seguros en esa fe,
no precisamente por ver la ruina de sus semejantes; y se gloriarán al ver que Dios
es glorificado, que su palabra se cumple y que la causa del inocente ha salido
triunfante (63:12).

Salmos 65 - La generosidad de Dios en la naturaleza.


Al músico principal. Salmo. Cántico de David.
1 Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios,
Y a ti se pagarán los votos.

2 Tú oyes la oración;
A ti vendrá toda carne.

3 Las iniquidades prevalecen contra mí;


Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.

4 Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti,


Para que habite en tus atrios;
Seremos saciados del bien de tu casa,
De tu santo templo.

5 Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,


Oh Dios de nuestra salvación,
Esperanza de todos los términos de la tierra,
Y de los más remotos confines del mar.

6 Tú, el que afirma los montes con su poder,


Ceñido de valentía;

7 El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas,


Y el alboroto de las naciones.

8 Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.
Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.

9 Visitas la tierra, y la riegas;


En gran manera la enriqueces;
Con el río de Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.

10 Haces que se empapen sus surcos,


Haces descender sus canales;
La ablandas con lluvias,
Bendices sus renuevos.

11 Tú coronas el año con tus bienes,


Y tus nubes destilan grosura.

12 Destilan sobre los pastizales del desierto,


Y los collados se ciñen de alegría.

13 Se visten de manadas los llanos,


Y los valles se cubren de grano;
Dan voces de júbilo, y aun cantan.
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Comentario a Salmos 65
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Tanto este salmo como el siguiente tienen como fondo, según Delitzsch, el capítulo 37 de
Isaías. El salmista alude a una reciente liberación del país de un peligro inminente. Según
Arconada, es «un himno a Dios próvido» y opina que no hay motivo para negar que fue
compuesto por David. Se nos exhorta aquí a dar a Dios la gloria por su poder y bondad, que se
muestran, I. en el reino de la gracia (v. 1), escuchando la oración (v. 2), perdonando el
pecado (v. 3), saciando de bien a los suyos (v. 4), protegiéndolos y sosteniéndolos (v. 5). II.
En el reino de la providencia, afianzando las montañas (v. 6), calmando el mar (v. 7),
preservando la sucesión normal del día y de la noche (v. 8) y haciendo fértil la tierra (vv. 9-
13).
Versículos 1-5
El salmista no presenta aquí ante el trono de la gracia ningún asunte de su personal interés,
sino que se dirige a Dios en nombre de toda la congregación. Veamos:
I. Cómo da gloria a Dios (v. 1): 1. Con humilde gratitud: «La alabanza te espera (lit.), oh
Dios, en Sión» (comp. 62:1. Lit.); espera en la expectación del favor deseado, espera hasta
que llegue, a fin de que sea recibido con gratitud tan pronto como llegue; espera contenta
con tu santa voluntad y dependiendo de tu favor. 2. Con sincera fidelidad: « Y a ti se
cumplirán los votos, es decir, se te ofrecerán los sacrificios que se te han prometido. » Mejor
es no prometer que prometer y no cumplir.
II. Por qué le da gloria. 1. Por escuchar la oración (v. 2). La alabanza te espera; ¿por qué
está con tanta expectación? (A) « Porque Tú estás presto a otorgarnos lo que te pedimos: Tú
oyes la oración. Tú puedes responder toda petición que te hagamos, pues puedes hacer por
nosotros mucho más de lo que podemos pedir o pensar (Ef. 3:20), y Tú respondes a toda
oración de fe, ya sea concediendo lo pedido o cambiándolo por otra cosa mejor. » (B) Porque,
por esa razón, estamos prestos a recurrir a Él cuando nos vemos en algún aprieto. «Por eso,
porque eres un Dios que escucha las oraciones, a ti vendrá toda carne, es decir, toda la
humanidad». Nota del traductor:Después de «toda carne», debe colocarse punto y conectar
la frase siguiente con el versículo 3.
2. Por perdonar el pecado. En esto, ¿qué Dios como Él? (Miq. 7:18). «Nuestras iniquidades
llegan hasta el cielo, prevalecen contra nosotros, nuestra conciencia nos acusa y no tenemos
excusa que presentar; con todo, nuestras rebeliones Tú las perdonas, de forma que no
venimos a condenación a causa de ellas.»
3. Por la amable acogida que presta a los que se refugian en Él, y por el consuelo de que
disfrutan quienes tienen comunión con Él. Primero debe ser purgada la iniquidad (v. 3), y
después ya podemos tener comunión con Dios y habitar en sus atrios (v. 4), pues:
(A) Serán bendecidos. No sólo será bendecida la nación (33:12), sino también el hombre, el
individuo, sea quien sea, que Tú escoges y atraes a Ti, para que habite en tus atrios. Entrar
en comunión con Dios es conversar con Él como con Alguien a quien amamos y estimamos.
Equivale a habitar en sus atrios, como habitaban los sacerdotes y los levitas, quienes vivían en
los atrios del templo como en su propia casa; también equivale a ser constantes en los
ejercicios de devoción. Entramos en comunión con Dios, no por recomendación de algún
mérito nuestro, sino por libre elección de Dios: «Bienaventurado el que Tú escoges, y así lo
distingues de los demás que son dejados a sí mismos.»
(B) Quedarán satisfechos. Aquí el salmista cambia de persona. No dice: «Será saciado» (el
que Tú escoges), sino: «Seremos saciados del bien de tu casa», con lo que podemos aplicarnos
a nosotros mismos esta promesa. Dios tiene una magnífica casa. Hay en dicha casa abundancia
de bienes: todas las bendiciones, todos los consuelos del pacto eterno; hay suficiente para
todos y para cada uno; está ya todo dispuesto, siempre dispuesto; y todo ello es gratis, de
balde, sin dinero y sin precio (Is. 55:1).
4. Por las operaciones de su poder a favor de ellos (v. 5): «Con obras que causan espanto
nos respondes en justicia, oh Dios de nuestra salvación» (lit.). Si tomamos el capítulo 37 de
Isaías como fondo, se entiende mejor lo portentoso de la actuación de Dios a favor de su
pueblo. Con todo, Dios no obra en esto con arbitrariedad, sino en justicia, porque el bien
debe triunfar sobre el mal. Yahweh es un Dios que salva (Is. 45:15).
5. Por el cuidado que tiene de su pueblo, y aun de los extraños, ya que Él es (v. 5b)
esperanza de todos los términos de la tierra, pues no es sólo Dios de los judíos, sino también
de los gentiles.
Versículos 6-13
Su poder y soberanía como Dios de la naturaleza.
I. Él establece la tierra para que se quede firme (119:90). «Tú, el que afianza los montes
con su fuerza» (de Dios), ceñido de poder (v.6.Comp. 93:1). Los collados antiguos (lit.
perpetuos) están firmes (Hab. 3:6), pero el pacto de Dios con su pueblo es todavía más firme
(Is. 54:10).
II. Él apacigua el mar y lo sosiega (v. 7). El mar, cuando se alborota, produce gran
estruendo, pero cuando le place a Dios, impone silencio a las olas y las sosiega como en
plácido sueño (107:29). Así dio el Señor Jesús una prueba de su divino poder al mandar a los
vientos y al mar, y ellos le obedecieron. Con el mismo poder con que calma el bramido de las
olas, calma también Dios el tumulto de las naciones. Como dice Cheyne: « El Dios de la
naturaleza y el Dios de la historia es uno mismo.
III. Él regula la marcha del sol de forma que todos los habitantes de la tierra tengan ocasión
de cantar las proezas de Dios; en especial, cuando Dios humilla a los arrogantes y protege a
los débiles. Ésta parece ser la interpretación que, con el fondo de Is. 37, mejor explica el
sentido del versículo 8b: «Tú haces alegrar las puertas (lit. las salidas) de la aurora y del
ocaso », es decir, el recorrido entero del sol en su marcha diaria. Dios es quien esparce la luz
del amanecer y el que corre las cortinas del ocaso, para que; al desaparecer la luz del sol,
brillen las estrellas y la luna.
IV. El riega la tierra y la hace fértil. Fácil es de observar lo mucho que depende la fertilidad
de la tierra de la influencia de los cielos; cuando el cielo se vuelve de bronce, la tierra se
vuelve de hierro. Aquí se describen (vv. 9-13) la común bendición de la lluvia y las fructíferas
estaciones del año. Así se muestra:
1. Cuánto en la tierra se debe al poder y a la bondad de Dios. El Dios que hizo la tierra, la
visita con sus cuidados (v. 9). El que hizo que se descubriera lo seco de entre la reunión de las
aguas (Gn. 1:9, 10), hizo también que lo seco fuese regado para que diese fruto. Así también
nuestro corazón está seco y estéril a menos que Dios lo visite con la lluvia de sus bendiciones
y el rocío de su gracia. Se llama a la lluvia el río de Dios (v. 9b), porque desciende de una
fuente celestial. Este río de Dios es el que enriquece la tierra, la cual sería sin él muy pobre
cosa. Las riquezas de la superficie de la tierra son mucho más provechosas para el hombre
que las que se hallan en sus entrañas, pues podemos vivir sin plata ni oro, pero no sin pan ni
verduras.
2. Cuántos bienes se derivan de la lluvia, tanto para la tierra misma como para el hombre
que vive en ella. (A) A la tierra misma, la lluvia en su sazón le da una nueva faz. Los surcos se
empapan de agua, los terrones que el arado aparta se mantienen en alto y a su debido nivel a
fin de que el agua corra entre ellos, la tierra se ablanda y Dios bendice sus renuevos, es
decir, el fruto que brota de la tierra bien regada. El tiempo de la cosecha es la culminación
de las labores del hombre y del fruto de la tierra; es entonces cuando Dios corona el año con
sus bienes (v. 11). Con la lluvia tardía, los campos se cubren de abundancia (lit. grosura),
destilada -según bella imagen del salmista- al paso (tus sendas; no « tus nubes») de Dios
visitando a la tierra. El aspecto de la tierra da gozo (v. 12). (B) Al hombre que vive en la
tierra, le proporciona ésta el alimento de cada día (Job 28:5) Cada grano de cereal que sale
de la tierra ha sido preparado por Dios para beneficio del hombre. La producción del trigo es
asemejada por el Señor Jesús a la resurrección de los muertos (Jn. 12:24), con lo que se
enfatiza el poder de Dios. El grano y el ganado son los grandes bienes del campo, y ambos se
mantienen de la divina bondad que riega la tierra. Dice Arconada: « Las metáforas (del v.
13), bellísimas, se hacen aún más vívidas en la hipotiposis de exultación y alegría con que los
prados se visten de rebaños y los valles se cubren de mieses, para vitorear y cantar al Dador
de tal belleza.»

Salmos 66 -Alabanza por los hechos poderosos de Dios-


1 Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra.

2 Cantad la gloria de su nombre;


Poned gloria en su alabanza.

3 Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras!


Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos.

4 Toda la tierra te adorará,


Y cantará a ti;
Cantarán a tu nombre. Selah

5 Venid, y ved las obras de Dios,


Temible en hechos sobre los hijos de los hombres.

6 Volvió el mar en seco;


Por el río pasaron a pie;
Allí en él nos alegramos.

7 El señorea con su poder para siempre;


Sus ojos atalayan sobre las naciones;
Los rebeldes no serán enaltecidos. Selah

8 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,


Y haced oír la voz de su alabanza.

9 El es quien preservó la vida a nuestra alma,


Y no permitió que nuestros pies resbalasen.

10 Porque tú nos probaste, oh Dios;


Nos ensayaste como se afina la plata.

11 Nos metiste en la red;


Pusiste sobre nuestros lomos pesada carga.

12 Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza;


Pasamos por el fuego y por el agua,
Y nos sacaste a abundancia.

13 Entraré en tu casa con holocaustos;


Te pagaré mis votos,

14 Que pronunciaron mis labios


Y habló mi boca, cuando estaba angustiado.

15 Holocaustos de animales engordados te ofreceré,


Con sahumerio de carneros;
Te ofreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos. Selah

16 Venid, oíd todos los que teméis a Dios,


Y contaré lo que ha hecho a mi alma.

17 A él clamé con mi boca,


Y fue exaltado con mi lengua.

18 Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,


El Señor no me habría escuchado.

19 Mas ciertamente me escuchó Dios;


Atendió a la voz de mi súplica.

20 Bendito sea Dios,


Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.
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Comentario a Salmos 66
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es un salmo de acción de gracias. Se invita aquí a todos a alabar a Dios:
I. Por las pruebas generales de su poder soberano en toda la creación (vv. 8-12).
II. Por las señales especiales de su favor para con el pueblo (vv. 8-12).
III. Finalmente, el salmista alaba a Dios por sus personales experiencias de la bondad de Dios
hacia él, especialmente por contestar a sus oraciones (vv. 13-20).
Versículos 1-7
1. En estos versículos, el salmista convoca a todos los pueblos a alabar a Dios (v. 1):
«Aclamad a Dios toda la tierra.» (A) Esto indica la gloria que se debe a Dios porque es bueno
para todos (145:9). (B) El deber del hombre de alabar a Dios; esto es parte de la ley de la
creación y, por tanto, se exige a todas las criaturas. (C) Es también una predicción de la
conversión de los gentiles a la fe de Cristo; llegará el día en que todos los países de la tierra
alabarán al Dios verdadero. (D) El salmista quiere ser pródigo en alabar a Dios y desea que
paguen a Dios el tributo de adoración todas las naciones de la tierra y no sólo la tierra de
Israel. Hemos de ser fervientes y celosos en publicar las alabanzas de Dios como quienes no se
avergüenzan de su Maestro. Esto se implica en el verbo que indica alabar con clamor, con
gritos de júbilo.
2. Había convocado a toda la tierra a aclamar a Dios (v. 1) y ahora predice (v. 4) que lo
harán: «Toda la tierra te adorará. » Le cantarán y salmodiarán a su nombre, es decir, a Él.
Dice a su nombre porque nada podemos añadir a la gloria esencial de Dios, sino sólo a su
gloria externa, a la declaración de su gloria por la que Él se da a conocer.
3. Se nos invita después (v. 5) a venir y ver las obras de Dios, pues ellas mismas le alaban, lo
hagamos nosotros o no; y la razón por la que no le alabamos más y mejor es porque no
observamos dichas obras con la debida atención y el espíritu apropiado. Veamos, pues, las
obras de Dios, y hablemos de ellas no sólo a otros, sino también a Él (v. 3): «Decid a Dios:
¡Cuán pavorosas son tus obras!» (lit.). (A) Las obras de Dios son tan portentosas en sí mismas
que infunden pavor, un asombro profundo y religioso; y así habría que considerarlas. Uno de
nuestros deberes primordiales para con Dios es un temor reverencial a su Providencia. (B)
Esas obras infunden también pavor, con frecuencia, a los enemigos de Dios, forzándolos a
someterse a El: «Por la grandeza de tu poder se someterán a Ti tus enemigos» (v. 3b); es
decir, se verán obligados, de grado o por fuerza, a hacer las paces con Dios bajo las
condiciones que Él imponga. (C) Esas obras son beneficiosas para el pueblo de Dios (v. 6).
Cuando Israel salió de Egipto, Dios convirtió el mar en tierra seca delante de ellos, lo cual les
animó a marchar por el desierto bajo la conducción y guía de Dios; y, cuando entraron en
Canaán, para darles ánimo en las guerras que se avecinaban, dividió delante de ellos las
aguas del Jordán, y por el río pasaron a pie seco. Los gozos de nuestros padres son también
nuestros, y debemos considerarnos partícipes de ellos juntamente con nuestros antepasados.
(D) Con sus obras portentosas, Dios se enseñorea de las naciones (hay quienes aplican el
versículo 7 a la época de los Jueces-nota del traductor-): «Él señorea con su poder para
siempre; sus ojos atalayan sobre las naciones. » Su brazo se impone sobre todos, por lo que el
salmista está seguro de que los rebeldes no levantarán cabeza (v. 7c). Esta frase podría
traducirse también, y quizá mejor, en imperativo: « ¡No se enaltezcan los rebeldes!», los que
desafían a Dios como Senaquerib (Is. 37:23).
Versículos 8-12
Dos razones se nos dan aquí por las que deberíamos bendecir a Dios: 1. La protección que
ordinariamente nos dispensa a todos (v. 9): Él es quien preservó la vida a nuestra alma, es
decir, a nuestra persona, y no permitió que nuestros pies resbalasen. Él nos dio el ser y nos lo
conserva por un acto constante de su poder creador. No es la existencia, sino la felicidad, lo
que merece el nombre de vida.
2. La especial liberación de grandes apuros y angustias. Vemos: (A) Cuán graves eran esos
apuros (vv. 11, 12). No se dice expresamente cuál es el apuro al que el salmista se refiere,
pero es probable que aluda a la invasión de Senaquerib: «Nos metiste en la red, como una
prisión merecida por nuestros pecados, pusiste sobre nuestros lomos pesada carga, un peso
que nos aplastaba. » Y ¿hay algo tan peligroso como el fuego y el agua? «Pasamos por el fuego
y por el agua», que son siempre símbolo de serios peligros (v. Is. 43:2). ¿Cuál fue este peligro?
Lo dice en la frase precedente (v. 12a): «Hiciste cabalgar a hombres (lit. al hombre, al mortal
débil y vulgar-hebreo, enosh-) sobre nuestra cabeza», lo cual es imagen del soldado caído en
el campo de batalla, mientras caballos y jinetes pasan sobre él atropellándolo. (B) Cuán
bondadoso fue el designio de Dios al sacarlos de tal peligro (v. 10): «Tú nos probaste, oh Dios;
nos refinaste como se afina la plata.» Por medio de las aflicciones, somos probados como la
plata y el oro en el crisol. Las gracias que Dios nos otorga, al ser ejercitadas con la prueba, se
vuelven más fuertes y activas, y así podemos mejorar nuestro carácter como se mejora la
plata cuando es refinada al fuego y se ve libre de la escoria; esto nos será de gran beneficio,
pues así somos hechos partícipes de la santidad de Dios (He. 12:10). (C) Cuán glorioso fue el
resultado; las aflicciones y angustias de la Iglesia terminan bien, «Pasamos por el fuego y el
agua; pasamos, no nos quedamos allí, no perecimos en las llamas ni en la inundación. » Por
grandes que sean las tribulaciones de los santos, bendito sea Dios de que hay una salida:
«Pero nos sacaste a abundancia, en contraste con las privaciones que habíamos sufrido. »
Versículos 13-20
Después de haber exhortado a todos a bendecir a Dios, el salmista se exhorta ahora a sí
mismo:
1. En sus devociones para con Dios (vv. 13-15), (A) mediante sacrificios costosos (v. 13):
«Entraré en tu casa con holocaustos. » Quiere que sus sacrificios sean ofrecidos en público y
en el lugar destinado por Dios. Cristo es nuestro templo, al que hemos de llevar nuestros
dones espirituales para que Él los santifique. Los sacrificios que el salmista promete son los
mejores, los holocaustos, en los que la víctima era completamente consumida sobre el altar,
y de los mejores animales (v. 15), de animales engordados... con sahumerio de carneros; es
decir, con el olor suave, agradable, del incienso añadido en la combustión del animal. El
incienso simboliza aquí la intercesión de Cristo, sin la cual lo mejor y más engordado de
nuestros sacrificios no sería aceptado por Dios. (B) Mediante el cumplimiento concienzudo de
sus votos. Esta era la resolución del salmista (vv. 13, 14): «Te cumpliré mis votos, los que
pronunciaron mis labios y profirió mi boca, cuando estaba angustiado» (nota del traductor:
Hay quienes opinan que estas frases aluden a la enfermedad y recuperación del rey Ezequías).
2. En las declaraciones a sus amigos (v. 16). Convoca a todos los temerosos de Dios a que
vengan a escuchar el gran favor que Dios le ha dispensado: «Venid, oíd todos los que teméis a
Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma», es decir, a mi vida cuando estaba en peligro. ¿Y
qué es lo que Dios había hecho por su alma? (A) Le había infundido amor a la oración y,
mediante su gracia, le había ensanchado el corazón para el ejercicio de ese deber (v. 17): «A
Él clamé con mi boca. » Dios nos ha dado permiso y mandato para orar, así como ánimos y
corazón parar orar. Clamando a Dios, le enaltecemos de veras, pues se complace y se siente
honrado con las humildes plegarias de los suyos. Al mismo tiempo que procuramos nuestro
bienestar verdadero, estamos procurando su gloria (v. 17b): «Y fue ensalzado con mi lengua.»
El original dice literalmente: «Y había alta alabanza bajo mi lengua»; es decir, estaba
considerando con mi mente cómo ensalzar y engrandecer su nombre. Cuando tenemos oración
en la boca, debemos tener alabanza en el corazón. (B) Había operado en él un gran miedo al
pecado como a un enemigo de la oración (v. 18): «Si en mi corazón hubiese acariciado yo la
iniquidad, el Señor no me habría escuchado»; esto es, «si yo hubiese amado el pecado y me
hubiese permitido cometerlo, Dios no escucharía mi oración ni podría yo esperar respuesta de
paz en ella. » (C) Le había concedido benignamente respuesta de paz a sus oraciones (v. 19).
Al escuchar Dios su oración, le dio una señal de su favor. Por eso concluye (v. 20): «Bendito
sea Dios. » Lo que obtenemos mediante la oración, hemos de llevarlo con alabanza y gratitud.
Y para que nadie pensara que le fue otorgada la liberación en consideración a algún valor o
mérito que tuviese su oración, lo atribuye todo a la misericordia de Dios, como diciendo: « No
fue mi oración la que me obtuvo la liberación, sino la misericordia de Dios, que no me fue
retirada. »

Salmos 67 -Exhortación a las naciones, para que alaben a Dios


1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga;
Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah

2 Para que sea conocido en la tierra tu camino,


En todas las naciones tu salvación.

3 Te alaben los pueblos, oh Dios;


Todos los pueblos te alaben.

4 Alégrense y gócense las naciones,


Porque juzgarás los pueblos con equidad,
Y pastorearás las naciones en la tierra. Selah

5 Te alaben los pueblos, oh Dios;


Todos los pueblos te alaben.

6 La tierra dará su fruto;


Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.

7 Bendíganos Dios,
Y témanlo todos los términos de la tierra..
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Comentario a Salmos 67
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Aquí tenemos, I. Una oración por la prosperidad de Israel (v. 1). II. Una oración por la
conversión de los gentiles (vv. 2-5). III. Una feliz perspectiva de tiempos gloriosos cuando Dios
se digne llevar a cabo tal obra (vv. 6, 7).
Versículos 1-7
El salmista fue elevado aquí a recibir el espíritu de profecía acerca del ensanchamiento del
Reino de Dios.
I. Comienza con una oración por el bienestar y la prosperidad del pueblo escogido (v. 1):
«Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga.» Nuestro Salvador, al enseñarnos a decir
«Padre nuestro», dio a entender que debíamos pedir con otros y por otros; así el salmista no
dice: «Dios tenga misericordia de mí y me bendiga», sino «de nosotros y nos bendiga». Aquí
se nos enseña, 1. Que toda nuestra felicidad procede del favor de Dios y con Él se
incrementa; por eso, lo primero que pide es el favor de Dios. 2. Nos bendiga; es decir, nos
otorgue interés en sus promesas y nos conceda todos los bienes contenidos en ellas. 3. «Haga
resplandecer su rostro hacia nosotros» es una petición basada en la bendición sacerdotal de
Nm. 6:24 y ss., con la diferencia de que allí la preposición es «sobre», mientras que aquí la
preposición es «hacia», lo que da la impresión de un contacto más próximo con el resplandor
de la luz divina. También podría traducirse por «con».
II. De ahí pasa a una oración por la conversión de los gentiles (v. 2): «Para que sea conocido
en la tierra tu camino», es decir, la forma en que te conduces con nosotros, a fin de que
también ellos te alaben y glorifiquen. Es como si añadiese: «Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino».
1. Estos versículos, que apuntan a la conversión de los gentiles, pueden tomarse: (A) Como
oración que expresa el deseo de los santos del Antiguo Testamento, quienes desearían así que
se extendieran a todos los privilegios de que ellos disfrutaban. Obsérvese entonces cuán
diferente del de sus padres era el espíritu de los judíos en tiempo de Cristo y de sus
apóstoles, pues aquellos pedían que el nombre de Dios fuese conocido en todas las naciones,
mientras que éstos se enfurecían al ver predicado a los gentiles el evangelio de la salvación
(v. Hch. 13:45). (B) Como profecía de que había de suceder lo que pide.
2. Tres cosas son las que aquí pide con referencia a los gentiles:
(A) Que se extienda a ellos la revelación divina (v. 2): «Que sepan ellos, como los sabemos
nosotros, lo que es bueno y lo que pide Yahweh de nosotros (Miq. 6:8); que sean bendecidos y
honrados con los mismos estatutos y preceptos justos, que son la alabanza de nuestra nación
y la envidia de nuestros vecinos» (Dt.4:8). Si Dios nos da a conocer su camino y andamos en
él, nos mostrará su salud salvífica (50:23). Quienes conocen por experiencia propia lo
agradable de los caminos de Dios y los consuelos de su salvación, no pueden menos de desear
y orar que sean conocidos por otros en todas las naciones.
(B) Que sea establecido entre ellos el culto divino, como sucede donde se recibe y abraza la
revelación divina (v. 3) «Te den gracias (lit.) los pueblos, oh Dios. Que tengan materia para la
alabanza y corazón para la gratitud; no sólo algunos pueblos, sino todos ellos. » Tanto interés
tiene el salmista en esto, que lo repite en el versículo 5. Es una oración, (a) para que les sea
predicado el Evangelio y entonces tendrán motivo suficiente para alabar y dar gracias a Dios,
como por un día de primavera tras una larga y oscura noche. (b) Que se conviertan y sean
traídos a la Iglesia de Dios, donde tendrán disposición y oportunidad para alabar a Dios. (c)
Que puedan ser incorporados a las asambleas solemnes, a fin de que puedan alabar a Dios con
una sola mente y una sola boca.
(C) Que sea reconocido entre ellos el gobierno de Dios (v.4): «Alégrense y gócense las
naciones. » El gozo que desea a las naciones es un santo gozo, porque se han de gozar en que
Dios juzga a los pueblos con equidad y guía (lit. el mismo verbo de 78:14) las naciones de la
tierra (lit. en la tierra). Se alegrarán al ver que el Dios de Israel es un juez justo, cuyos
juicios son todos conforme a la más estricta verdad y justicia, no como los juicios de los
jueces humanos.
III. Concluye con una gozosa perspectiva de todos los bienes que han de sobrevenir cuando
Dios lleve a cabo esto, cuando las naciones se conviertan y alaben a Yahweh con gratitud.
1. El mundo de aquí abajo les sonreirá y ellos disfrutarán de los productos de la tierra (v. 6):
«La tierra dará su fruto. » Es cierto que Dios da lluvia de los cielos y estaciones fructíferas a
las naciones, incluso cuando éstas yacen en las tinieblas (Hch. 14:17); pero cuando se
convierten, la tierra incrementa sus frutos en mayor medida.
2. El mundo de arriba les sonreirá también, lo cuales mucho mejor: «Nos bendecirá Dios, el
Dios nuestro» (v. 6). Y de nuevo (v. 7): «Nos bendecirá Dios.» Recibimos de veras el fruto de
la tierra como un favor cuando, con él, nos da nuestro Dios la bendición.
3. Con eso, todo el mundo se sentirá inclinado a seguir el ejemplo de ellos (v. 7): «Y le
temerán, es decir, le rendirán culto, todos los confines de la tierra» (Este sentido -profético-
es más probable que el de petición).

Salmos 68 - El Dios del Sinaí y del Santuario


Salmo de David. Cántico.

1 Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos,


Y huyan de su presencia los que le aborrecen.

2 Como es lanzado el humo, los lanzarás;


Como se derrite la cera delante del fuego,
Así perecerán los impíos delante de Dios.

3 Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios,


Y saltarán de alegría.

4 Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre;


Exaltad al que cabalga sobre los cielos.
JAH es su nombre; alegraos delante de él.

5 Padre de huérfanos y defensor de viudas


Es Dios en su santa morada.

6 Dios hace habitar en familia a los desamparados;


Saca a los cautivos a prosperidad;
Mas los rebeldes habitan en tierra seca.

7 Oh Dios, cuando tú saliste delante de tu pueblo,


Cuando anduviste por el desierto, Selah

8 La tierra tembló;
También destilaron los cielos ante la presencia de Dios;
Aquel Sinaí tembló delante de Dios,(A) del Dios de Israel.

9 Abundante lluvia esparciste, oh Dios;


A tu heredad exhausta tú la reanimaste.

10 Los que son de tu grey han morado en ella;


Por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre.

11 El Señor daba palabra;


Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas.

12 Huyeron, huyeron reyes de ejércitos,


Y las que se quedaban en casa repartían los despojos.

13 Bien que fuisteis echados entre los tiestos,


Seréis como alas de paloma cubiertas de plata,
Y sus plumas con amarillez de oro.

14 Cuando esparció el Omnipotente los reyes allí,


Fue como si hubiese nevado en el monte Salmón.
15 Monte de Dios es el monte de Basán;
Monte alto el de Basán.

16 ¿Por qué observáis, oh montes altos,


Al monte que deseó Dios para su morada?
Ciertamente Jehová habitará en él para siempre.

17 Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares;


El Señor viene del Sinaí a su santuario.

18 Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad,


Tomaste dones para los hombres,(B)
Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios.

19 Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios


El Dios de nuestra salvación. Selah

20 Dios, nuestro Dios ha de salvarnos,


Y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.

21 Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos,


La testa cabelluda del que camina en sus pecados.

22 El Señor dijo: De Basán te haré volver;


Te haré volver de las profundidades del mar;

23 Porque tu pie se enrojecerá de sangre de tus enemigos,


Y de ella la lengua de tus perros.

24 Vieron tus caminos, oh Dios;


Los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario.

25 Los cantores iban delante, los músicos detrás;


En medio las doncellas con panderos.

26 Bendecid a Dios en las congregaciones;


Al Señor, vosotros de la estirpe de Israel.

27 Allí estaba el joven Benjamín, señoreador de ellos,


Los príncipes de Judá en su congregación,
Los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.

28 Tu Dios ha ordenado tu fuerza;


Confirma, oh Dios, lo que has hecho para nosotros.

29 Por razón de tu templo en Jerusalén


Los reyes te ofrecerán dones.

30 Reprime la reunión de gentes armadas,


La multitud de toros con los becerros de los pueblos,
Hasta que todos se sometan con sus piezas de plata;
Esparce a los pueblos que se complacen en la guerra.

31 Vendrán príncipes de Egipto;


Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.

32 Reinos de la tierra, cantad a Dios,


Cantad al Señor; Selah

33 Al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antig:uedad;
He aquí dará su voz, poderosa voz.

34 Atribuid poder a Dios;


Sobre Israel es su magnificencia,
Y su poder está en los cielos.

35 Temible eres, oh Dios, desde tus santuarios;


El Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo.
Bendito sea Dios.
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Comentario a Salmos 68
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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De este salmo dice Davidson: «Cuando quiera fuese compuesto, inspirado por cualesquiera
reminiscencias de historia del pasado o expectaciones de renovada prosperidad, el salmo
queda como un monumento de la fe invencible y de las esperanzas inextinguibles de Israel, y
como una profecía de glorias espirituales, en parte realizadas y en parte por venir». Y el
doctor Cohen añade: «El tema básico es la marcha triunfal de Dios a través de la historia
pasada de Israel como esperanza de su Realeza sobre todo el mundo en el futuro». M. Henry
opina que lo compuso David con ocasión de la traída del arca desde casa de Obededom hasta
el tabernáculo que le había preparado en Sión, «pues las primeras palabras son la oración que
usaba Moisés cuando se trasladaba el arca» (Nm. 10:35). También Arconada da como posible
eso mismo: «La ocasión podría ser la traslación del arca a Sión (2 S. 6:1), o quizá su vuelta,
después de la victoria contra los ammonitas (2 S. 10)». Aquí David,
I. Comienza con una oración contra los enemigos de Dios (vv. 1, 2) y a favor de su pueblo (v.
3).
II. De ahí procede a alabar a Dios, lo que se lleva el resto del salmo. Alaba: 1. La grandeza y
bondad de Dios (vv. 4-6). 2. Las portentosas obras que Dios había llevado a cabo por su pueblo
antiguamente, llevándolos a través del desierto (vv. 7, 8), asentándolos en Canaán (vv. 9,
10), dándoles la victoria sobre sus enemigos (vv. 11, 12) y librándolos de las manos de sus
opresores (vv. 13, 14). 3. La presencia especial de Dios en medio de su pueblo (vv. 15-17).4.
Se predice la Ascensión de Cristo (v. 18) y la salvación de su pueblo por medio de Él (vv. 19,
20). 5. Las victorias que Cristo había de obtener sobre sus enemigos y los favores que había
de otorgar a su Iglesia (vv. 21-28). 6. El ensanche de su Iglesia al entrar en ella los gentiles
(vv. 29-31).
III Concluye el salmo con humilde reconocimiento de la gloria y de la gracia de Dios (vv. 32-
35).
Versículos 1-6
1. Ora David que Dios se manifieste en su gloria: (A) Para confusión de sus enemigos (vv. 1,
2): «Levántese Dios, como Juez que va a pronunciar sentencia y, tras ocupar el campamento
como un general, la va a ejecutar, y sean esparcidos sus enemigos. Levántese Dios como el
sol cuando resplandece con toda su fuerza y serán esparcidos los hijos de las tinieblas, como
huyen las sombras de la noche delante del sol naciente...» De esta forma comenta David la
oración de Moisés, y no sólo la repite aplicándola a sí mismo y a su tiempo, sino que la amplía
para enseñarnos el modo de hacer buen uso de las oraciones de la Biblia. Aunque hemos de
orar por nuestros enemigos en cuanto que son nuestros enemigos, hemos de orar contra los
enemigos de Dios en cuanto tales, esto es, contra la enemistad de ellos hacia Dios y contra los
intentos con que se oponen al reino de Dios. (B) Para consuelo y gozo de su pueblo (v. 3):
«Alégrense los justos, que están ahora tristes, gócense delante de Dios y salten de alegría»
(versión más probable).
2. Alaba a Dios por sus gloriosas manifestaciones:
(A) Como a un Dios infinitamente grande (v. 4): «Exaltad al que cabalga sobre los cielos. Yah
(abreviatura de Yahweh) es su nombre». El es la fuente de todos los movimientos de los
cuerpos celestes, así como el que cabalga en su carroza como jefe supremo, para pasar
revista a sus tropas. En la abreviatura «Yah», vemos una alusión a Ex. 15:2.
(B) Como a un Dios benigno, misericordioso y compasivo. Siendo un Dios de infinito poder, usa
todo su poder para aliviar a los que se hallan en apuros (vv. 5, 6): los huérfanos, las viudas,
los cautivos, los desamparados, etc. hallan en Él al Dios Todo suficiente. El que cabalga sobre
los cielos se gloria en ser padre de los huérfanos. El Altísimo respeta y ama a los bajísimos.
Los huérfanos, por quienes Él cuida y para quienes provee, tienen completa libertad para
llamarle Padre y apelar a la especial relación que tienen con Él como Guardián (10:14, 18;
146:9). Él patrocina a las viudas dándoles consejo y consuelo, defendiendo la causa de ellas y
enderezando los entuertos que contra huérfanos y viudas se cometen (Pr. 22:23). Así es Dios
en su santa morada (v. 5b). Que vayan ellos a la santa morada de Dios, a su palabra y a sus
ordenanzas; allí le hallarán, y hallarán consuelo en Él. El versículo 6 puede entenderse de dos
maneras: (a) En sentido general, aludiendo a la providencia de Dios que protege a los débiles
y confunde a los agresores; (b) en sentido especial, aludiendo a los israelitas, que estaban
desamparados en Egipto y Dios proveyó para ellos casa en Canaán, mientras los rebeldes
egipcios vieron su país devastado por las plagas. Así lo entienden autores como el rabino
Cohen y el jesuita Arconada.
Versículos 7-14
Los favores recientes deberían traernos a la memoria favores del pasado y reavivar nuestra
gratitud a Dios por ellos. El salmista procura que no se olvide:
1. Que Dios mismo fue el guía de Israel a través del desierto (v. 7).No fue un viaje, sino una
marcha, pues fueron como soldados, como un ejército con sus banderas.
2. Que Dios manifestó en el Sinay su gloriosa presencia entre ellos (v. 8). Ningún otro pueblo
vio la gloria de Dios ni oyó su voz como Israel (Dt. 4:32, 33). Nunca tuvo pueblo alguno una
ley como la que fue promulgada y mandada al pueblo de Israel. Aquel Sinay, vasto monte,
tembló delante de Dios, ante la manifestación pavorosa de la majestad de Dios (comp. He.
12:18-21, así como Jue. 5:4, 5; Dt. 33:2; Hab. 3:3). Por otra parte, esta manifestación del
poder de Dios hubo de fortalecer la fe de ellos, pues el Dios que así hacía temblar las
montañas, bien podía remontar todos los obstáculos que se opusieran a ellos durante su
marcha por el desierto.
3. Que proveyó abundantemente para ellos, tanto en el desierto como en Canaán (vv. 9, 10):
«Abundante lluvia esparciste, oh Dios (lo cual puede entenderse de todas las provisiones que
les procuró durante su marcha por el desierto); a tu heredad exhausta Tú la reanimaste»
(esto podría referirse a las ocasiones en que la tierra de Canaán se vio afectada por la
sequía). Obsérvese cómo el Salmo 78 (vv. 24 y 27) habla del maná y de las codornices como
de algo que Dios hizo llover. Esto puede aplicarse también a todos en sentido espiritual: El
Espíritu de gracia y el Evangelio de la gracia son la lluvia abundante con la que Dios reanima
su heredad y de la que se espera el fruto debido (Is. 45:8).
4. Que Dios les dio con frecuencia la victoria sobre sus enemigos (v. 11): «El Señor daba
palabra», como general de sus ejércitos. Él levantó jueces para ellos, les dio autoridad e
instrucciones y les aseguró el éxito. «Había gran multitud de mujeres que transmitían las
buenas nuevas» (comp. Ex. 15:20; 1 S. 18:6). «Huyeron, huyeron reyes de ejércitos, sin tener
que disparar un arco ni desenvainar una espada, y la que se quedaba en casa repartía los
despojos» (v. Jue. 5:30), esto es, las mujeres de los combatientes se enriquecían con el botín
que traían los maridos. El versículo 14, que termina literalmente: «... nevaba en el Salmón»,
es oscuro, pues alude a un hecho que no nos ha sido transmitido. Dice Cohen: « Es posible que
hubiese allí una fuerte tempestad de nieve que condujo a la derrota del enemigo, similar a la
granizada que esparció el ejército en Bet-jorón (Jos. 10:11).
5. Que desde una baja y mísera condición en Egipto habían sido elevados a gran esplendor y
prosperidad (v. 13): «Mientras reposabais en los apriscos, escena idílica de tranquilidad tras
la conquista de Canaán (no es una reprensión como en Jue. 5:16), las alas de la paloma
estaban cubiertas de plata, y sus plumas con la amarillez del oro» Este difícil versículo halla
buen comentario en la prestigiosa pluma de Delitzsch: « Todo brillará y resplandecerá con
plata y oro. Israel es la tórtola de Dios (74:9) y, conforme a ello, la nueva prosperidad es
comparada al reverbero del sol en las alas de una paloma». Así también, comenta el doctor
Hammond, «bajo el reinado de Cristo, los idólatras paganos que adoraban la madera y la
piedra y se entregaban a las más viles concupiscencias, habían de ser elevados de tan
detestable condición al servicio de Cristo y a la práctica de las virtudes cristianas, que son las
mayores bellezas interiores en este mundo».
Versículos 15-21
Aquí David alaba al Dios de Sión de un modo especial (comp. 9:11). Sión fue el monte
escogido por Dios (132:13 y ss.) con preferencia a todos los demás.
1. Lo compara con los montes de Basán, especialmente con el Hermón (de casi 3.000 m. de
altura). A pesar de su gran elevación (este es el significado de la frase «monte de Dios») y de
la de otros montes más elevados y fructíferos que Sión, tenía la preeminencia sobre ellos el
monte donde Dios había querido que fuese edificado su Templo y la ciudad santa y, por eso,
los demás montes no tenían motivo para estar celosos de él (vv. 15, 16).
2. Lo compara también con el Sinay, del que había hablado antes (v. 8). La segunda parte del
versículo 17 admite únicamente la siguiente versión: «El Señor está entre ellos (los carros); el
Sinay está en el santuario». Dice Davison: «toda la sacralidad del Sinay, y aún más, se halla
en el santuario, donde Dios ha establecido, no un lugar donde hacer alto por algún tiempo,
como en el Sinay, sino una morada permanente, para habitar allí por siempre».
3. La gloria del Monte Sión era el Rey que Dios ha establecido «sobre Sión, su santo monte»
(2:6). De su Ascensión habla aquí el salmista, según la alusión expresa de Ef. 4:8: «Subiste a
lo alto» (v. 18. Comp. 47:5,6). Se habla de la Ascensión de Cristo como de un gran honor que
se le confirió. Entonces se rubricó su triunfo sobre las puertas del Infierno. «Condujiste
cautivos»; es decir, trajo en triunfo los cautivos que había tomado; así solían hacer los
grandes conquistadores y los generales victoriosos (Col. 2:15). Condujo los que habían estado
bajo miserable cautividad, para que, hechos cautivos de Cristo, disfrutaran de la verdadera
libertad (Gá. 5:1, 13). Tras quebrantar completamente el poder de Satanás y del pecado,
Cristo nos ha hecho más que triunfadores (Ro. 8:37). La frase siguiente: «Tomaste dones
entre (lit.) los hombres» (v. 18b), que da a entender el tributo que los cautivos depositaban a
los pies del conquistador, parece ir en contra de la cita correspondiente en Ef. 4:8, donde
Pablo se aparta tanto del texto hebreo como del de los LXX, pero es de notar que el verbo
hebreo laqaj significa también «recibir para dar». Así Cristo nos da lo que ha recibido:
habiendo recibido el poder de dar la vida eterna, la da a todos los que el Padre le ha dado a
-El (Jn. 17:2). La referencia a los que se resistían (v. 18c) podría aludir a las naciones paganas
(Cohen) o a 2 S. 5:6; 1 Cr. 11:5 (Arconada).
4. La gloria del Rey de Sión es que Él es Salvador y bienhechor de todos los que a 11 se
adhieren, y fuego consumidor para todos los que persisten en rebelarse contra Él (vv. 19-21).
Aquí tenemos ante nosotros el bien y el mal, la vida y la muerte, la bendición y la maldición
(Mr. 16:16). Tantos y tan grandes son los dones que nos otorga la munificencia de Dios, que
bien podemos decir que Dios nos colma (lit. carga) con ellos (aunque la versión más probable
-nota del traductores: «Bendito sea el Señor, día tras día lleva nuestra carga, el Dios que es
nuestra salvación»). Los que persisten en la enemistad contra Él irán de cierto a la ruina (v.
21): «Ciertamente herirá Dios la cabeza de sus enemigos» -de Satanás, la serpiente antigua,
según la promesa de Gn. 3:15. «La testa cabelluda del que camina en sus pecados» podría ser
una alusión a la larga cabellera de Absalón o, con mayor probabilidad, a la costumbre de los
antiguos guerreros de no cortarse el pelo mientras no volvieran victoriosos de la guerra.
Versículos 22-31
En estos versículos tenemos tres cosas:
1. La promesa que Dios hace de redimir a su pueblo y de la victoria que ellos obtendrán sobre
sus enemigos (vv. 22, 23): «El Señor ha dicho, ha asegurado, aunque los enemigos se
escondan en los montes o en lo profundo del mar, de Basán haré volver, haré volver de las
profundidades del mar (lit.), para someterlos a castigo, humillación y destrucción, de forma
que tu pie (el de su pueblo) se enrojecerá de sangre de tus enemigos, y de ella la lengua de
tus perros, como lo hicieron con la sangre de Acab. Tales frases quizá nos repugnen, pero
eran proverbiales para expresar una justa venganza.
2. La bienvenida que el pueblo de Dios da a estos gloriosos descubrimientos de su gracia (vv.
24-28): «Aparece tu cortejo, oh Dios; el cortejo de mi Dios, de mi Rey, en santidad». Una fe
activa hace de Dios nuestro Dios y Rey. Cuando el pueblo ve el cortejo (lit. las salidas) de
Dios, todo se organiza en procesión triunfal, a fin de bendecir a Dios por las victorias
conseguidas. De los levitas se esperaba que condujesen tales procesiones (los cantores... los
músicos) y a los lados («en medio de las doncellas», mejor que «en medio, las doncellas»),
van doncellas con panderos. El salmista parece aludir al ejemplo de María y otras mujeres
israelitas cuando celebraban la liberación de Israel tras el paso del Mar Rojo (Ex. 15:20).
Hombres y mujeres reciben por igual los beneficios de la redención y son por igual profetas
para cantar las proezas de Dios (1 P. 2:9). Se invita a bendecir a Dios (v. 26) a todos los que
son de la fuente (lit.) de Israel, es decir, a todos los descendientes de Jacob, pero se
destacan cuatro tribus: Benjamín, la menor (en cantidad, más aún que en edad) de las tribus
que, junto con Judá, representaba al reino del sur. Se dice que Benjamín abría marcha (lit.
les conducía o gobernaba), porque de esa tribu salió Saúl, el primer rey de Israel. Zabulón y
Neptalí representaban al reino del norte; se les menciona en lugar de Efraín porque, en
opinión de Cohen, fueron objeto de especial alabanza en el cántico de Débora Que. 5:18). El
poder del que dispone el pueblo de Dios ha sido mandado (no «enviado», sino «ordenado»)
por Dios, y a Dios pide el salmista que corrobore lo que ha hecho por su pueblo (comp. Fil.
1:6). Toda nuestra fuerza viene de Dios, y su gracia completa lo que comenzó. El que esto sea
un hecho no obsta para que pidamos a Dios que corrobore lo que ya está hecho. Los versículos
28 y 29 deben leerse del modo siguiente: «Tu Dios ha mandado tu fuerza; corrobora esa
fuerza, oh Dios, que has producido a favor nuestro desde tu templo en Jerusalén, adonde los
reyes te llevarán presentes». Desde su templo, donde se manifiesta especialmente su poder,
Dios obra a favor de su pueblo, y allí se le presentan tributos en reconocimiento de sumisión
(v. 76:12).
3. El salmista pide luego que Dios continúe y corrobore las hazañas que ha llevado a cabo en
favor de su pueblo; ya lo había hecho en los versículos 28 y 29; ahora (vv. 30, 31), con más
fuerza. Nota del traductor: La mayor parte del salmo ha resultado dificilísima a los
comentaristas antiguos, incluido M. Henry. Por eso, ha sido necesario apartarse de su
comentario y seguir a los mejores modernos, tanto judíos como cristianos. El versículo 30
comienza literalmente: «Reprende a la bestia del cañaveral», es decir, al hipopótamo,
símbolo de Egipto, el enemigo típico de Israel; los toros, con sus becerros de los pueblos, son
los jefes de las naciones paganas, enemigas de Israel, conduciendo a sus súbditos, y todos
ellos sometiéndose al Divino Conquistador, humillados y dispuestos a pagarle tributo. La
última frase del versículo 30 puede ser un pretérito profético: «Ha dispersado, etc.», o un
imperativo, como aparece en nuestras versiones; siempre resulta una oración muy apropiada
en este mundo tan agitado por toda clase de violencias. Menciona en especial a Egipto y a
Etiopía (v. 31), como países de los que menos podría esperarse tributo y sumisión. Egipto, el
enemigo tradicional de Israel, vendrá a rendir tributo a la soberanía del Dios de Israel (comp.
Is. 19:25). Etiopía, que antaño extendió sus manos contra el Israel de Dios (2 Cr. 14:9), ahora
se apresurará a extender sus manos hacia el Dios de Israel, en oración pidiendo perdón y
benignidad: paz con Dios.
Versículos 32-35
Después de orar por los gentiles, el salmista los invita ahora a venir y unirse a los devotos
israelitas en alabanzas a Dios, insinuando que su incorporación a la Iglesia será para ellos
motivo de gozo y de alabanza (v. 32): «Reinos de la tierra, cantad a Dios». ¿Por qué?
1. Porque su dominio es supremo y soberano (v. 33): «Al que cabalga sobre los cielos de los
cielos, que son desde la antigüedad» (comp. v. 4). Desde antiguo, más aún, desde la
eternidad, ha preparado su trono; se sienta en el circuito de los cielos y dispensa al mundo de
abajo los beneficios de su poder y de su bondad.
2. Porque su majestad es terrible y pavorosa: «He aquí dará su voz, poderosa voz». Esto
puede entenderse en general, referido al trueno, que es llamado voz de Yahweh con potencia
y con gloria (24:3, 4) o, en particular, al trueno con que habló Dios a Israel en el Monte Sinay.
3. Porque su poder es infinito (v. 34): «Reconoced el poder de Dios». Tuyo es el reino y el
poder y, por tanto, tuya es la gloria. Hemos de reconocer su poder: (A) En el reino de la
gracia: «Sobre Israel es su magnificencia»; muestra su cuidado soberano en salvar y proteger
a su pueblo. (B) En el reino de la providencia: «Y su poder está en los cielos», de donde viene
el trueno de su poder.
4. Porque allí resplandece la gloria de su santuario y por los prodigios que lleva a cabo allí (v.
35): «Temible eres, oh Dios, desde tu santuario». Dios debe ser adorado y admirado con
reverencia y santo temor por todos los que le rinden culto en sus santos lugares y reciben allí
sus oráculos. Y no hay ninguna otra perfección divina tan temible para los pecadores como su
santidad.
5. Por la gracia que otorga a su pueblo: El Dios de Israel, Él da fuerza y vigor a su pueblo»,
algo que los dioses de las naciones, siendo vanidad y mentira, no podían dar a sus adoradores;
¿cómo podían ayudarles cuando no se podían ayudar a sí mismos? Pero, si es el Dios de Israel
el que da fuerza y vigor a su pueblo, hay que decir: «Bendito sea Dios». Si todo procede de
Él, todo debe ir a Él.

Salmos 69 - Un grito de angustia


Salmo de David (Según muchos).

1 Sálvame, oh Dios,
Porque las aguas han entrado hasta el alma.

2 Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;


He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.

3 Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;


Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.

4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa;
Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.
¿Y he de pagar lo que no robé?

5 Dios, tú conoces mi insensatez,


Y mis pecados no te son ocultos.

6 No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos;

No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.

7 Porque por amor de ti he sufrido afrenta;


Confusión ha cubierto mi rostro.

8 Extraño he sido para mis hermanos,


Y desconocido para los hijos de mi madre.

9 Porque me consumió el celo de tu casa;


Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.

10 Lloré afligiendo con ayuno mi alma,


Y esto me ha sido por afrenta.

11 Puse además cilicio por mi vestido,


Y vine a serles por proverbio.

12 Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta,


Y me zaherían en sus canciones los bebedores.

13 Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;


Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia,
Por la verdad de tu salvación, escúchame.

14 Sácame del lodo, y no sea yo sumergido;


Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.

15 No me anegue la corriente de las aguas,


Ni me trague el abismo,
Ni el pozo cierre sobre mí su boca.

16 Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia;


Mírame conforme a la multitud de tus piedades.

17 No escondas de tu siervo tu rostro,


Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.

18 Acércate a mi alma, redímela;


Líbrame a causa de mis enemigos.

19 Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio;


Delante de ti están todos mis adversarios.

20 El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado.


Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo;
Y consoladores, y ninguno hallé.

21 Me pusieron además hiel por comida,


Y en mi sed me dieron a beber vinagre.

22 Sea su convite delante de ellos por lazo,


Y lo que es para bien, por tropiezo.

23 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean,


Y haz temblar continuamente sus lomos.

24 Derrama sobre ellos tu ira,


Y el furor de tu enojo los alcance.

25 Sea su palacio asolado;


En sus tiendas no haya morador.

26 Porque persiguieron al que tú heriste,


Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.

27 Pon maldad sobre su maldad,


Y no entren en tu justicia.

28 Sean raídos del libro de los vivientes,


Y no sean escritos entre los justos.

29 Mas a mí, afligido y miserable,


Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.

30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico,


Lo exaltaré con alabanza.

31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey,


O becerro que tiene cuernos y pezuñas;

32 Lo verán los oprimidos, y se gozarán.


Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,

33 Porque Jehová oye a los menesterosos,


Y no menosprecia a sus prisioneros.
34 Alábenle los cielos y la tierra,
Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.

35 Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá;


Y habitarán allí, y la poseerán.

36 La descendencia de sus siervos la heredará,


Y los que aman su nombre habitarán en ella.
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Comentario a Salmos 69
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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A pesar del título, es poco probable que David mismo compusiera este salmo. La hipótesis
más aceptable es la que ve en él la mano de Jeremías, quien pudo usar un núcleo davídico,
del que forma parte la porción citada por Pablo en Ro. 11:9 y ss. Aquí el salmista:
I. Se queja del gran aprieto en que se halla y ruega a Dios con insistencia que le alivie y
socorra (vv.1-21).
II. Impreca los juicios de Dios contra sus perseguidores (vv. 22-29).
III. Concluye con voces de júbilo y alabanza, en la seguridad de que Dios le ayudará y
socorrerá, así como al pueblo (vv. 30-36).
Versículos 1-12
En estos versículos, David (o Jeremías) se queja de su angustia.
1. Su queja es muy amarga y la presenta ante Dios, como esperando que le alivie de un peso
que le resulta demasiado gravoso.
(A) Se queja del profundo impacto que sus aflicciones han hecho en su espíritu (vv. 1, 2):
«Las aguas de la aflicción, esas amargas aguas, me llegan hasta el cuello; no sólo amenazan
la vida, sino que me turban la mente, de forma que no puedo disfrutar de la comunión de
Dios cómo solía. » El espíritu del hombre sostendrá su debilidad, pero, ¿qué haremos cuando
el espíritu está herido? Este era aquí el caso del salmista. Esto apunta a los sufrimientos que
padeció Cristo en su alma y a la agonía interior que sufrió cuando dijo: Ahora está turbada mi
alma; y, Mi alma está extremadamente triste; pues fue su alma la que ofreció el sacrificio
por el pecado.
(B) Se queja de la prolongación de sus congojas (v. 3): «Cansado estoy de llamar». Clamaba a
su Dios, y cuanta más muerte tenía a la vista, tanto mayor vida había en su oración, a pesar
de que tardaba en obtener respuesta de paz (v. 3b): «Han desfallecido mis ojos esperando a
mi Dios. » No obstante, esta apelación a Dios es una indicación de que había resuelto no
ceder en su fe ni en su oración. Estaba enronquecida (lit., seca) su garganta, pero no su
corazón; desfallecían sus ojos, pero no su fe. Así también nuestro Señor Jesús gritó desde la
cruz: «¿A qué fin me has desamparado?» No obstante, al mismo tiempo, continuó apelando a
su relación con El: «¡Dios mío, Dios mío!»
(C) Se queja de la mala voluntad y de la multitud de sus enemigos, de su injusticia y crueldad
y del mal trato que le dan (v. 4): «Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los
que me aborrecen sin causa» (comp. Jn. 15:25). Como diciendo: Nunca les hice el menor daño
para que me trataran con tanto encono. No sólo eran numerosos estos enemigos, sino
también poderosos. «¿Y he de pagar lo que no robé?» Esto tiene una plena aplicación a Cristo,
pues Él pagó por lo que no debía: pagó nuestra deuda y sufrió por nuestras ofensas. La gloria
externa de Dios sufrió mengua por la culpa del hombre, pero la muerte de Cristo, quien no
conoció pecado, restauró con creces la gloria de Dios.
(D) Se queja del poco afecto que le muestran sus amigos y parientes (v. 8): «He venido a ser
un forastero para mis hermanos; se avergüenzan de mí. » Esto se cumplió también en Cristo,
cuyos hermanos no creían en Él (Jn. 7:5), que vino a lo que era suyo, a su patria, a sus
paisanos, y los suyos no le recibieron (Jn. 1:1 l), y que fue abandonado por sus discípulos. (E)
Se queja del desprecio y de los reproches conque estaba cargado de continuo. En esto
especialmente apuntan a Cristo sus quejas, pues por nosotros se sometió a la mayor
vergüenza y se despojó a sí mismo de toda majestad. El salmista hace notar aquí las
circunstancias agravantes de las indignidades cometidas contra él (vv. 9-12). Le ridiculizan
precisamente por aquello con que se había humillado a sí mismo y había honrado a Dios. Los
detalles cuadran bien en la historia de Jeremías. Si el celo por la casa de Dios se entiende con
relación a Israel (v. sin embargo, la cita de Jn. 2:17), ejemplos de ellos se hallan en Jer.
11:15; 12:7; 23:11. Cuando el salmista lloraba y ayunaba, les servía a los enemigos de
pretexto para insultarle (v. 10); cuando se vestía de sayal en señal de duelo, se burlaban de
él (v. 1 l), por mortificarse de aquel modo. Incluso las personas más serias, los que se
sentaban a la puerta, de quienes menos podía esperarse, hablaban contra él. Llegó a servir
de copla y refrán para los bebedores (v. 12). Véase cuál es la suerte de los buenos en este
mundo: los que son la alabanza de los sabios, son la burla de los necios. Pero quienes tienen
buen discernimiento de las cosas y de las personas, pueden fácilmente menospreciar el ser de
este modo menospreciados.
2. Su confesión de pecado es muy seria (v. 5): «Dios, Tú conoces mi insensatez, y mis pecados
no te son ocultos.» Como diciendo: Tú conoces de qué soy culpable y de qué no soy. Esta es
la genuina confesión de un buen creyente, quien sabe que no puede prosperar ningún intento
de cubrir sus pecados y, por tanto, es una medida de sabiduría reconocerlos, pues están
abiertos y desnudos a los ojos de Dios. Él conoce la corrupción de nuestra naturaleza: la
insensatez que está ligada a nuestro corazón. Conoce nuestras transgresiones, aun las más
ocultas a la vista de los demás y a nuestra propia conciencia. Todas ellas están ante los ojos
de Dios y nunca las echa a su espalda mientras no son perdonadas por habernos arrepentido
de ellas.
3. Sus súplicas son muy insistentes: «Sálvame, oh Dios (v. 1); sálvame de hundirme, de
desesperarme; no sean avergonzados por causa mía los que en ti confían... no sean
confundidos por mí los que te buscan»
(v. 6). Esto insinúa el miedo que tenía de que, si Dios no se manifestaba pronto a favor de él,
se desanimarían los buenos y eso daría ocasión a sus enemigos para cantar victoria contra él.
Si Jesucristo no hubiese sido reconocido y aceptado por el Padre en sus sufrimientos, todos
los que buscan a Dios y esperan en Él habrían quedado confundidos y avergonzados; pero
tenemos confianza con Dios y nos acercamos libre y osadamente al trono de la gracia.
4. Su apelación es muy poderosa (vv. 7, 9): «Señor, arroja lejos mi afrenta, porque por amor
de ti la he sufrido» (v. 7). Quienes sufren afrentas por hacer el bien, pueden con humilde
confianza dejarlo en manos de Dios, quien exhibirá la justicia de ellos como la luz (37:6).
«Los denuestos de los que te insultaban cayeron sobre mí». Los que, de un modo o de otro,
menosprecian el culto de Dios cubren también de denuestos a los que tienen verdadero celo
por la casa de Dios. Este fue el caso del Señor Jesús en su amor al Padre y a su santo templo.
(A) Fue una prueba de su amor al Padre el que el celo de su casa le devoraba (Jn.2:17),
cuando los compradores y vendedores vilipendiaban el templo, por lo que los sacó de allí
Jesús a fuerza de azotes. (B) Fue también una prueba de su amor a Dios el que, por agradar al
Padre, se negó a sí mismo y sobre Él cayeron los vituperios de los que a Dios vituperaban (Ro.
15:3), dejándonos así su ejemplo.
Versículos 13-21
A pesar de las burlas de los que hacían escarnio de él por orar y ayunar, el salmista resolvió
seguir orando (v. 13): «Pero yo a ti oraba, oh Yahweh».
1. Cuáles eran sus peticiones: «Escúchame» (v. 13); de nuevo (v. 16): «Respóndeme»;
«Apresúrate, óyeme» (v. 17); «sácame del lodo y no sea yo sumergido, no me dejes pegado al
fango, sino ponme sobre una roca (40:2), sea yo libertado de los que me aborrecen, como un
cordero de las garras de un león (v. 14). Aunque he venido al fondo de las aguas (v. 2), no
me anegue la corriente de las aguas (v. 15), no me trague el abismo de la desesperación, ni
el pozo cierre sobre mí su boca, porque entonces estoy perdido». Pide que Dios le mire y no
esconda de él su rostro (vv. 16, 17).
2. A qué apela para corroborar dichas peticiones: (A) A la misericordia y a la verdad de Dios
(vv. 13, 16). (B) A su propia angustia y aflicción: «Porque estoy angustiado (v. 17) y, por
tanto, necesito tu favor; así me llegará a su tiempo y también sabré agradecerlo y estimarlo
como es debido. Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio (v. 19); el escarnio ha
quebrantado mi corazón y estoy acongojado» (v. 20), dice con toda sinceridad, pues el que
conoce lo que vale un buen nombre no puede sobrellevar fácilmente el que se mancille su
reputación. Pero cuando consideramos que es un gran honor el que se nos deshonre por causa
de Dios y se nos tenga por dignos de sufrir por su nombre (Hch. 5:41), no tenemos por qué
padecer ningún quebrantamiento de corazón. (C) Apela a la insolencia y crueldad de sus
enemigos (v. 18): «Líbrame a causa de mis enemigos. » (v. 19): «Delante de ti están todos
mis adversarios. Tú sabes el peligro en que estoy por causa de ellos y que son también
enemigos tuyos en todo lo que planean y hacen contra mí.» Pone un ejemplo de la crueldad
de ellos (v. 21): «Me pusieron hiel (o, veneno; el vocablo hebreo indica el jugo amargo
-parecido al ajenjo- de una planta) en mi comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre (sin
duda, en alguna mezcla desagradable). El doctor Cohen hace notar que el lenguaje es
figurado, como cuando decimos «echar sal en las heridas». (D) Apela a la poca benignidad de
sus amigos, de quienes está decepcionado (v. 20b): «Esperé quien se compadeciese de mí y
no lo hubo». Le fallaron todos como los arroyos en verano. Esto tuvo cumplimiento en Cristo,
pues en sus sufrimientos fue abandonado de sus discípulos.
Versículos 22-29
Estas imprecaciones no son oraciones de David contra sus enemigos, sino profecías de la
destrucción de ellos, aplicables a los enemigos de Cristo, como lo profetizó él mismo entre
sollozos y se cumplió en menos de cuarenta años después de su muerte. Los dos primeros
versículos de esta sección son aplicados expresamente por Pablo a los juicios de Dios sobre los
judíos incrédulos (Ro. 11:9, 10), por lo que toda la sección apunta por ese lado.
1. Los juicios que habían de sobrevenir a los que crucificaron a Cristo; no a todos ellos, pues
hubo quienes se arrepintieron y hallaron perdón (Hch. 2:23, 37-41; 3:14, 15), sino a los que se
endurecieron en la infidelidad y en el rechazo del Evangelio, continuando en la enemistad
contra los discípulos y seguidores de Cristo (v. 1 Ts. 2:15, 16). Aquí se predice:
(A) Que así como ellos habían obrado traicioneramente, también fuesen traicionados por otros
que, aparentando ser amigos, abusarían del hospedaje que se les prestase (v. 22): «Que se
convierta su mesa en una trampa, etc. » Así como le dieron a Cristo hiel y vinagre, también
ellos habrían de ser pagados con la misma moneda.
(B) Que aquellos ojos que se habían deleitado contemplando la agonía del salmista quedasen
ciegos (v. 23). En sentido espiritual, que nunca tuviesen el consuelo de conocer aquella paz
que el Evangelio de Cristo otorga a los creyentes. Su gran pecado era que se negaban a
confesar que eran ciegos (Jn.9:41), por lo que era imposible su curación. Su castigo tuvo
cumplimiento cuando se negaron a ver el peligro en que incurrían rebelándose contra las
autoridades romanas.
(C) Que habían de caer bajo la gran indignación de Dios (v. 24): «Derrama sobre ellos tu ira,
etc. »
(D) Que su lugar y su nación habían de quedar completamente desolados (v. 25),
precisamente lo que más temían y por lo que perseguían a Cristo (Jn. 11:48). También esto se
cumplió cuando los romanos asolaron el país y, por culpa de ellos (los judíos incrédulos), Sión
fue arada como un campo (Miq. 3:12). El templo era el lugar del que, más que de otra cosa,
estaban orgullosos, pero les fue dejado en desolación (Mt. 23:38): «En sus tiendas no habite
nadie» (v. 25b), lo cual se cumplió -durante muchos años de un modo misterioso en toda
Palestina y, especialmente, en Jerusalén.
(E) Que su ruina había de ser total, hasta ser aplastados por el peso de sus iniquidades (v.27):
«Pon maldad sobre su maldad, que sus infamias se acumulen hasta que no puedan soportar su
peso, y no entren en tu justicia, esto es, que no participen en los beneficios de la divina
gracia que otorga perdón a los pecadores arrepentidos. » No es que Dios excluya a nadie, de
antemano, de la gracia y del perdón, pero hay un pecado imperdonable: «el rechazo del
perdón», como dice H. Küng. El Evangelio de Cristo no excluye a nadie, sino únicamente a los
que, por su incredulidad, se niegan a recibirlo, excluyéndose a sí mismos.
(F) Que serían excluidos de la fuente de la felicidad (v. 28): «Sean borrados del libro de la
vida» (comp. Éx. 32:32; Fil. 4:3; Ap. 3:5), es decir, sean excluidos de los privilegios que
comporta el pertenecer al pueblo de Dios. Así fue como el pueblo escogido, en su mayor
parte, llegó a ser como no-pueblo, mientras los gentiles que habían sido no-pueblo, llegaron a
ser pueblo de Dios (Ro. 9:25, 26; 1 P. 2:10).
2. Cuál es el pecado por el que habían de caer sobre ellos estos terribles castigos (v. 26):
«Porque persiguieron al que Tú heriste, y comentan el dolor del que Tú llagaste. » En Cristo
se cumplió esto a la letra, pues plugo a Yahweh quebrantarlo, y fue considerado como
azotado, herido de Dios y abatido; por eso escondían de Él su rostro los hombres (Is. 53:3, 4,
10). Le persiguieron con un furor que llegaba hasta los cielos, cuando gritaban: «¡Crucifícale,
crucifícale!»
3. Lo que el salmista piensa de sí mismo en medio de todo esto (v. 29): «Pero en cuanto a mí,
afligido y miserable, etc.» «Esto es lo peor de mi caso, en cuanto a las aflicciones que
padezco, aun cuando estoy inscrito con los justos, no bajo la indignación de Dios como lo
están ellos. »
Versículos 30-36
Aquí el salmista, como tipo de Cristo y como ejemplo para los cristianos, concluye con santo
gozo y alabanza un salmo que había comenzado con quejas y protestas por sus aflicciones.
1. Se pone a alabara Dios (vv. 30,3 1): «Alabaré el nombre de Dios, no sólo con el corazón,
sino también con cántico, lo ensalzaré con acción de gracias» (lit.). Y esto agradará a
Yahweh, por medio de Cristo, que es el Mediador de nuestras alabanzas lo mismo que de
nuestras oraciones, más que el más valioso de los sacrificios legales (31), sacrificio de buey.
Esto es una insinuación de que, en la era del Evangelio, se había de poner fin, no sólo a los
sacrificios de expiación, sino también a los de alabanza y acción de gracias que estaban
instituidos en la ley ceremonial; en lugar de ellos, habían de ser aceptados los sacrificios de
alabanza y de beneficencia (He. 13:15, 16). Es un gran consuelo para nosotros el que
humildes y agradecidas alabanzas complazcan a Dios más que los más costosos y pomposos
sacrificios que jamás hayan existido.
2. Estimula a otras personas buenas a regocijarse en Dios y seguir buscándole (vv. 32, 33): «Lo
verán los oprimidos y se gozarán.» Verán: (a) Cuán presto está Dios a escuchar a los pobres
cuando claman a Él y a darles lo que le piden. (b) La exaltación de nuestro Salvador, pues de
El ha estado hablando el salmista, y de sí mismo como tipo de Cristo. 3. Convoca a todas las
criaturas a alabar a Dios (v. 34): A los cielos, a la tierra, al mar y a todo lo que se contiene en
ellos. Todo el Universo debe alabar a Dios por los favores que dispensa a su Iglesia y a su
pueblo escogido (vv. 35,36), pues Dios salvará a Sión, el santo monte, donde se le rendía
culto, y reedificará las ciudades de Judá. En su sentido literal, el lenguaje se parece al de Is.
65:9. En sentido típico, puede aplicarse al fruto de la redención llevada a cabo por el
Salvador, quien verá descendencia y vivirá por largos días (Is. 53:10), con todos los que aman
su nombre (v. 36), hasta que se complete el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

Salmos 70 -Súplica por la liberación


--Salmo de David, para conmemorar.

1 Oh Dios, acude a librarme;


Apresúrate, oh Dios, a socorrerme.

2 Sean avergonzados y confundidos


Los que buscan mi vida;
Sean vueltos atrás y avergonzados
Los que mi mal desean.

3 Sean vueltos atrás, en pago de su afrenta hecha,


Los que dicen: !!Ah! !!Ah!
4 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan,
Y digan siempre los que aman tu salvación:
Engrandecido sea Dios.

5 Yo estoy afligido y menesteroso;


Apresúrate a mí, oh Dios.
Ayuda mía y mi libertador eres tú;
Oh Jehová, no te detengas..
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Comentario a Salmos 70
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es una copia, casi palabra por palabra, de 40:13-17. El salmista ora aquí que Dios
envíe:
I. Socorro, a él mismo (vv. 1, 5).
II. Confusión a sus enemigos (vv. 2, 3).
III. Gozo a sus amigos (v. 4).
Versículos 1-5
El título «para conmemorar» (hebreo, lehazkir), lo mismo que en 38, ha de entenderse, como
bien explica el doctor Cohen, en sentido técnico, en conexión con Lv. 2:2 («para memorial»),
por lo que es posible que el título indique que el salmo se había de cantar durante la
celebración de esta clase de sacrificio. En todo caso, es cierto que se había de cantar en el
templo, como se ve por 1 Cr. 16:4 («para que recordasen», hebreo, lehazkir).
1. David ruega aquí a Dios que se apresure a socorrerle, pues se siente afligido y
menesteroso (vv.1,5). Se halla en situación poco menos que desesperada, por lo que pide a
Dios que acuda a librarle (v. 1). De nadie espera alivio y socorro, pues dice (v. 5): Ayuda mía
y mi libertador eres tú. Te has comprometido a serlo de todos los que te buscan; de ti, pues,
dependo y de nadie más; así lo he palpado con frecuencia; eres Todo suficiente; así que date
prisa en venir. »
2. Ora que Dios llene de confusión el rostro de sus enemigos (vv. 2, 3): «Sean
avergonzados y confundidos, etc. Que sean traídos al arrepentimiento, tan llenos de
vergüenza como para buscar tu nombre (83:16); que se percaten de su insensatez en luchar
contra los que tú proteges. No obstante, que sus proyectos contra mí queden frustrados y
ellos se sientan humillados (Neh. 6:16).
3. Ruega a Dios que llene de gozo el corazón de sus amigos (v. 4). Hagamos del servicio a
Dios nuestro gran negocio, y del favor de Dios nuestro, gran placer y deleite, pues eso es
buscarle y amar su salvación. Estemos entonces seguros de que, a no ser que lo impidan
nuestras culpas, el gozo del Señor llenará nuestra mente, y las alabanzas del Señor llenarán
nuestra boca. Todos los que albergan buenos deseos con respecto al consuelo de los santos y
a la gloria de Dios, no pueden menos de decir de corazón un gran «amén» a esta oración, a fin
de que los que aman la salvación de Dios puedan decir continuamente: Engrandecido sea Dios
(v. 4c).

Salmos 71 -Oración de un anciano

1 En ti, oh Jehová, me he refugiado;


No sea yo avergonzado jamás.

2 Socórreme y líbrame en tu justicia;


Inclina tu oído y sálvame.

3 Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente.


Tú has dado mandamiento para salvarme,
Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

4 Dios mío, líbrame de la mano del impío,


De la mano del perverso y violento.

5 Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza,


Seguridad mía desde mi juventud.

6 En ti he sido sustentado desde el vientre;


De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó;
De ti será siempre mi alabanza.

7 Como prodigio he sido a muchos,


Y tú mi refugio fuerte.

8 Sea llena mi boca de tu alabanza,


De tu gloria todo el día.

9 No me deseches en el tiempo de la vejez;


Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares.

10 Porque mis enemigos hablan de mí,


Y los que acechan mi alma consultaron juntamente,

11 Diciendo: Dios lo ha desamparado;


Perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre.

12 Oh Dios, no te alejes de mí;


Dios mío, acude pronto en mi socorro.

13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma;


Sean cubiertos de verg:uenza y de confusión los que mi mal buscan.

14 Mas yo esperaré siempre,


Y te alabaré más y más.

15 Mi boca publicará tu justicia


Y tus hechos de salvación todo el día,
Aunque no sé su número.

16 Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor;


Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola.

17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,


Y hasta ahora he manifestado tus maravillas.

18 Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,


Hasta que anuncie tu poder a la posteridad,
Y tu potencia a todos los que han de venir,

19 Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso.


Tú has hecho grandes cosas;
Oh Dios, ¿quién como tú?

20 Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males,


Volverás a darme vida,
Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra.

21 Aumentarás mi grandeza,
Y volverás a consolarme.

22 Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio,


Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa,
Oh Santo de Israel.

23 Mis labios se alegrarán cuando cante a ti,


Y mi alma, la cual redimiste.

24 Mi lengua hablará también de tu justicia todo el día;


Por cuanto han sido avergonzados, porque han sido confundidos los que mi mal procuraban.
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Comentario a Salmos 71
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo carece de título; por lo que no se puede asegurar quién ni con qué motivo u
ocasión lo compuso. Unos piensan que lo redactó David; otros, que Jeremías. Lo único cierto
es que lo compuso un anciano que había sufrido muchas pruebas y había pasado por muchas
dificultades. I. Comienza el salmo con una oración para que Dios le libre y le salve (vv. 2, 4),
que no le deseche (v. 9) ni se aleje de él (v. 12), y que sean confundidos sus enemigos (v. 13).
Apela a su confianza en Dios (vv. 1, 3, 5, 7), a la experiencia que tenía del socorro de Dios (v.
6)y de la mala voluntad de sus enemigos contra él (vv. 10, 11). II. Concluye el salmo
igualmente con oraciones de fe (vv. 14 y ss.). Nunca había estado más firme su esperanza (vv.
16, 18, 20, 21). Nunca se había extendido tanto en sus gozosas acciones de gracias (vv. 15-19,
22-24). El salmista está en un éxtasis de gozosa alabanza.
Versículos 1-13
I. Ruega el salmista que nunca se vea avergonzado en su recurso al favor de Dios, ni
decepcionado en lo que de Dios espera su fe. Todo creyente puede acudir osadamente al
trono de la gracia con esta petición.
1. El salmista profesa su confianza en Dios y repite su profesión de tal confianza, a la cual
apela para que Dios le socorra. Alabamos a Dios al decirle (si lo decimos de veras) la
confianza que tenemos en Él (v. 1): «En ti, Yahweh, me he refugiado; en ti sólo. Hagan otros
lo que hagan, yo escojo por ayudador mío al Dios de Jacob.» Y añade: «Sé para mí una roca
de refugio» (v. 3). Y de nuevo (v. 7b): «Tú eres mi refugio fuerte.» Esto es, «A ti huyo,
seguro de estar a salvo en ti y bajo tu protección. Si tú proteges, nadie puede causarme daño,
porque tú, oh Señor Yahweh, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud» (v. 5).
Como diciendo: «Siempre he esperado en ti y nunca lo he hecho en vano.»
2. Su confianza en Dios está fundada en su propia experiencia (vv. 5, 6): «Porque tú, oh Señor
Yahweh, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud; desde que fui capaz de
discernir entre mi mano derecha y mi mano izquierda, dependí de ti, pues en ti me he
apoyado desde el seno materno.» El que fue nuestra ayuda desde el nacimiento debería ser
nuestra esperanza desde la juventud. Si hemos recibido de Dios tantos beneficios antes de
que pudiésemos prestarle ningún servicio, no deberíamos perder el tiempo cuando estamos en
condiciones de prestárselo. Y añade: «De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó;
tú fuiste el que me elegiste para que entrase en tu pacto de gracia (comp. Jer. 1:5; Lc. 1:15;
Gá. 1:15). Por tanto, tengo motivos para esperar que me protegerás; tú que me has ayudado
hasta ahora, no me dejarás caer; tú que me socorriste cuando yo no podía valerme a mí
mismo, no me abandonarás ahora que estoy tan desvalido como entonces; por eso, en ti se
inspira siempre mi alabanza.»
3. Sus peticiones a Dios son:
(A) Que no sea avergonzado jamás (v. 1), que no quede decepcionado por no obtener el favor
que esperaba.
(B) Que sea librado de la mano de sus enemigos (v. 2): «Socórreme y líbrame en tu justicia.
Puesto que eres un justo Dios y Juez del mundo, que mantienes en' alto la causa de los
oprimidos, haz que pueda escapar de un modo u otro. Inclina tu oído hacia mí (lit.), escucha
mi oración, y sálvame de mi angustia» (v. también v. 4). «Tú has dado mandamiento para
salvarme (v. 3); es decir, has prometido hacerlo y son tan eficaces tus promesas que bien se
las puede llamar, como aquí, mandamientos. » «Muchos son los que tienen puestos los ojos en
mí (v. 7): Como prodigio (es decir, como motivo de asombro) he sido a muchos, ya que se
asombraban de que alguien que de tal modo confiaba en Dios se viese desamparado (comp. Is.
52:14).»
(C) Que pueda hallar siempre descanso y seguridad en Dios (v. 3): «Sé para mí una roca de
refugio, adonde recurra yo continuamente.» Quienes hallan en Dios su morada, pues viven
una vida de comunión con Dios, confían en Él y acuden continuamente a Él en oración de fe,
pueden prometerse un refugio tan fuerte y seguro que nunca ha de derrumbarse ni ser
demolido por ningún poder invasor (v. 7). Así, pues, sea llena mi boca de tu alabanza (v. 8),
como ahora lo está con mis quejas, y entonces no me avergonzaré de mi esperanza, sino que
serán ellos quienes queden avergonzados de su insolencia.»
(D) Que no lo deseche ahora en su vejez ni lo desampare cuando se le acaben las fuerzas (v.
9). Obsérvese aquí: (a) La debilidad de la vejez: Se acaban las fuerzas. En la juventud, el
cuerpo y la mente, la vista y la voz, los brazos y las piernas, son fuertes, pero, ¡ay! todo ello
se debilita en la vejez. (b) Lo que vale la presencia y la ayuda de Dios en medio de la
debilidad de la vejez: No me deseches... no me desampares. Ser desechado y desamparado
por Dios es algo digno de temerse en todo tiempo, pero especialmente en la vejez, cuando
nos abandonan las fuerzas, porque es Dios quien da fuerza a nuestro corazón. Pero los fieles
siervos de Dios pueden estar seguros de que no les desechará Dios en la vejez, ni los
desamparará cuando se les acaben las fuerzas, pues es un Amo que no despacha a sus siervos
cuando se hacen viejos. Con esta confianza vuelve el salmista a orar (v. 12): «Oh Dios, no te
alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro, no sea que perezca antes de que venga
el auxilio.»
II. Ruega que sus enemigos queden avergonzados de los siniestros planes que traman contra él
(vv. 10, 11, 13): «Son mis enemigos... acechan mi alma, conspiran juntos... son los
adversarios de mi alma.
Dicen: Dios lo ha desamparado; perseguidle y prendedle.» En esto, las premisas de ellos eran
falsas. No todos los que son considerados por otros como abandonados de Dios, o aun ellos
mismos se consideran así, lo están. Y, si las premisas son falsas, por fuerza ha de ser falsa la
conclusión que se saca. El que parece abandonar por un momento, no tardará en proteger con
amor eterno: «Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma, es decir, los que me
amenazan de muerte (comp. 35:4). Si no quieren ser confundidos para arrepentirse y así
salvarse, que sean confundidos para perpetua deshonra, y así se arruinen.»
Versículos 14-24
Vemos aquí al salmista en un santo transporte de gozo y alabanza, que brota de su fe y
esperanza en Dios; lo advertimos en el v. 14, en el que se nota un rápido y admirable cambio
de voz; todos sus temores quedan silenciados, todas sus esperanzas quedan elevadas, y todas
sus oraciones quedan convertidas en acciones de gracias: «Que digan mis enemigos lo que
quieran en su intento de conducirme a la desesperación, en cuanto a mí, esperaré siempre,
en cualesquiera circunstancias, por nublado y oscuro que esté el día; viviré en esperanza y
esperaré hasta el fin.»
1. Su corazón está afianzado en fe y esperanza: «Vendré a los hechos poderosos, a favor mío,
del Señor Yahweh, iré a su santuario para ofrecer sacrificio de acción de gracias por ellos, y
haré memoria de tu justicia, por la que perdonas y salvas, que es sólo tuya, pues tú eres el
único Salvador. » Espera que Dios no le abandonará en su vejez, sino que será para él el
mismo hasta el fin (vv. 17, 18). «Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud.» La buena
educación que le habían dado sus padres, la atribuye a Él (comp. Is. 54:13) y, en
agradecimiento, desde su juventud hasta ahora, ha manifestado las maravillas de Dios. Los
que han recibido el bien cuando eran jóvenes, han de hacer el bien cuando van avanzando en
edad, comunicando lo que han recibido. Vuelve a pedir a Dios que no le desampare en la
vejez (v. 18), precisamente para poder continuar anunciando a la siguiente generación la
fuerza y el poder de Dios. Si aprovechamos bien el tiempo de nuestra juventud en el servicio
de Dios, lejos de abandonarnos, Dios hará de nuestra vejez los mejores días de nuestra vida.
Es deber de los discípulos de Cristo, cuando se vuelven viejos, enseñar a los jóvenes, a la
generación siguiente, lo que de Dios han aprendido por su propia experiencia, dejando tras sí
un solemne testimonio del poder, de la bondad v de la verdad de Dios en sus promesas, lo
mismo que en sus advertencias. Espera que Dios le levantará del presente desconsuelo (v.
20): «Tú que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida.» No dice:
«que me has cargado de muchas angustias», sino: «que me has hecho ver», como hace un
padre bondadoso con su hijo. Si, en medio de las pruebas, vemos la mano de Dios en la forma
en que debemos verla, podemos estar seguros de que Él nos librará de ellas a su debido
tiempo. Y continúa (v. 20): «Y no sólo restaurarás, sino que aumentarás mi grandeza,
dándome a la postre, como a Job, mayores bienes que los que perdí. » A veces, Dios hace que
las angustias y aflicciones de los suyos contribuyan al aumento de su grandeza, como le pasó
a José antes de ser elevado a gobernador de todo Egipto, y su sol brilla mejor después de salir
de las nubes. También espera la confusión de sus enemigos (v. 24).
2. Veamos ahora cómo se ensancha su corazón de gozo y alabanza, cómo se regocija en la
esperanza y canta en esperanza, pues en esperanza fuimos salvos (Ro. 8:24). «Mi lengua
-dice- hablará también de tu justicia todo el día» (v. 24. Comp. v. 15). La justicia de Dios
incluye muchas cosas: la rectitud de su naturaleza, la equidad de sus bondadosas y
providenciales disposiciones, las justas leyes que nos ha dado para que sean nuestra norma de
vida, las justas promesas que nos ha declarado para que dependamos de ellas, y la eterna
justicia que su Hijo nos ha provisto para nuestra justificación. La justicia y la salvación de
Dios van juntas (v. 15), y los hechos de salvación de Dios son tantos que nos resultan
innumerables (v. 15b, comp. con 40:5; 139:17, 18). Pero, precisamente por ser innumerables,
dan materia constante para alabar a Dios (vv. 18, 19). Esto es alabar a Dios: reconocer que
sus perfecciones y realizaciones son tan excelsas (v. 19b) que no podemos llegar a ellas, y
tantas que no podemos enumerarlas; oh Dios, ¿quién como tú? (v. 19c). Nadie en el cielo ni en
la tierra; ni ángel, ni rey ni nadie. Dios es incomparable; y si no reconocemos que lo es, no
podemos alabarle como se debe. «Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti, etc.» (v. 22b). Dios se
da a conocer mediante su palabra, y su palabra es verdad (Jn. 17:17); si alabamos su verdad,
le alabamos a Él; «oh Santo de Israel» (v. 22c). Esta frase ocurre frecuentemente en Isaías,
pero en los Salmos sólo ocurre aquí, en 78:41 y 89:18. «Denota -dice Kirkpatrick- que Dios en
su carácter de Dios Santo ha entrado en pacto con Israel, y su santidad se ha comprometido a
redimir a su pueblo.» Su honor supremo consiste en ser «el Santo»; y el honor de su pueblo
consiste en que es «el Santo de Israel». El salmista quiere expresar su gozo y exultación con
música sagrada (v. 22): «con las cuerdas del salterio ... con el arpa». David era un virtuoso en
estos instrumentos, y quería emplear lo mejor de su talento musical en las alabanzas divinas,
no sólo para su propia edificación, sino también para hacer impacto en los demás. «Mis labios
se alegrarán cuando cante a ti, sabiendo que en ninguna otra cosa pueden ser mejor
empleados, y mi alma, la cual redimiste, pues nunca te alabaré suficientemente por esa
inmensa bondad; mi lengua, etc.» (vv. 23, 24). No es verdadera música la que hacemos al
Señor cuando cantamos sus alabanzas, si no lo hacemos de corazón. El servicio de labios, por
bien elaborado que esté, es un trabajo perdido, si en Él no ponemos el corazón y el alma.

Salmos 72 - El reino de un rey justo


Para Salomón.

1 Oh Dios, da tus juicios al rey,


Y tu justicia al hijo del rey.

2 El juzgará a tu pueblo con justicia,


Y a tus afligidos con juicio.

3 Los montes llevarán paz al pueblo,


Y los collados justicia.

4 Juzgará a los afligidos del pueblo,


Salvará a los hijos del menesteroso,
Y aplastará al opresor.

5 Te temerán mientras duren el sol


Y la luna, de generación en generación.

6 Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;


Como el rocío que destila sobre la tierra.

7 Florecerá en sus días justicia,


Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.

8 Dominará de mar a mar,


Y desde el río hasta los confines de la tierra.(A)

9 Ante él se postrarán los moradores del desierto,


Y sus enemigos lamerán el polvo.

10 Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes;


Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.

11 Todos los reyes se postrarán delante de él;


Todas las naciones le servirán.

12 Porque él librará al menesteroso que clamare,


Y al afligido que no tuviere quien le socorra.

13 Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso,


Y salvará la vida de los pobres.

14 De engaño y de violencia redimirá sus almas,


Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.

15 Vivirá, y se le dará del oro de Sabá,


Y se orará por él continuamente;
Todo el día se le bendecirá.

16 Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes;


Su fruto hará ruido como el Líbano,
Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra.

17 Será su nombre para siempre,


Se perpetuará su nombre mientras dure el sol.
Benditas serán en él todas las naciones;
Lo llamarán bienaventurado.

18 Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel,


El único que hace maravillas.

19 Bendito su nombre glorioso para siempre,


Y toda la tierra sea llena de su gloria.
Amén y Amén.

20 Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí..


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Comentario a Salmos 72
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Dice Arconada de este salmo: «Este bello poema es una oración profética, única en el
Salterio, por el rey Mesías y su reino. Su autor sería Salomón, según reza el título; pero,
según el v. 20, su autor sería David, quien habla e intercede por su hijo Salomón, y a David se
lo atribuye el Miarás.» El salmista: I. Comienza con una breve oración por su sucesor (v. 1). II.
Pasa inmediatamente a una larga predicción de las glorias de su reinado (vv. 2-17). III.
Concluye con alabanza al Dios de Israel (vv. 18-20).
Versículo 1
Este versículo es una oración por el rey, por el hijo del rey.
1. La podemos aplicar a Salomón: «Oh Dios, da tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey;
hazle un buen hombre y un buen rey. (A) Es la oración de un padre por su hijo; quizá, de un
padre moribundo, como los patriarcas por sus hijos. Salomón aprendió a pedir para sí, como
su padre había pedido para él, no que Dios le diese riquezas ni honores, sino un corazón sabio
y entendido. Los padres no pueden dar la gracia a sus hijos, pero pueden conducirlos,
mediante la oración, al Dios de la gracia. (B) Es la oración de un rey por su sucesor. David
había ejecutado derecho y justicia en su reinado, y ruega ahora que también su hijo lo haga.
Este mismo interés deberíamos tener nosotros por los que nos han de suceder en la familia o
en el cargo. (C) Es la oración de los súbditos por su rey. Parece ser que David redactó este
salmo para uso del pueblo, a fin de que, al cantarlo, pidiesen por Salomón. Quienes deseen
disfrutar de una vida pacífica y sosegada, deben orar por los reyes y las demás autoridades (1
Ti. 2:2), para que Dios les dé su juicio y su justicia.
2. También la podemos aplicar a Cristo; no es que nuestro gran intercesor necesite que
intercedamos por Él; pero: (A) Es una oración del pueblo de Dios para que envíe al Mesías. (B)
Es una expresión de la satisfacción que todos los verdaderos creyentes sienten por la
autoridad que el Señor Jesús ha recibido del Padre: «Que tenga toda la autoridad en el cielo y
en la tierra, y que sea el Señor nuestra justicia; que sea el gran albacea de la divina gracia
para todos los que son suyos.»
Versículos 2-17
Esta es una profecía de la prosperidad y perpetuidad del reinado de Cristo bajo el tipo del
reinado de Salomón, como una apelación para dar mayor fuerza a su oración del v. 1: «Dale
tu juicio... y tu justicia», y como una respuesta de paz a su oración. Que esta profecía ha de
referirse al reinado del Mesías está claro, puesto que hay en ella muchas porciones que no se
pueden aplicar al reinado de Salomón. El reinado de que aquí se habla ha de durar tanto
como el sol, mientras que el reinado de Salomón no duró más de cuarenta años. Por eso,
hasta los expositores judíos lo entienden del reinado del Mesías.
1. Había de ser un gobierno justo (v. 2): «Él juzgará a tu pueblo con justicia» (comp. Is.
11:4. Todas las leyes del reino de Cristo concuerdan con las normas eternas de equidad. La
paz de su reino estará fundada en la justicia (v. 3).
2. Había de ser un gobierno pacífico (v. 3): «Los montes llevarán paz al pueblo, y los
collados justicia.» El Dr. Hammond ve en los montes los tribunales superiores de la judicatura
en el reino de Salomón, y en los collados los tribunales inferiores; pero es más probable que
con ello se quiera significar que la paz y la justicia serán conspicuas, fácilmente discernibles,
como los montes y los collados. Habrá abundancia de paz y de justicia (v. 7). Salomón
significa «pacífico», y pacífico había de ser su reinado. Pero la paz es, de modo especial, la
gloria del reinado de Cristo; pues, en la medida en que se recibe a Cristo, se obtiene la
reconciliación con Dios (Ro. 5:1), con nosotros mismos, y unos con otros, hasta el punto de
que se acaban todas las enemistades; pues Él es nuestra paz (Ef. 2:14).
3. Que los pobres y los necesitados habrían de ser protegidos, de modo especial, en este
gobierno: «Juzgará—a tus afligidos (v. 2); a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del
menesteroso» (v. 4). Vuelve a insistir en esto en los vv. 12, 13, dando a entender que Cristo
mantendrá en alto la causa de los oprimidos (v. Is. 61:1). «Librará al menesteroso que clame
contra la opresión que padece, tendrá misericordia de los que se acojan a su protección y les
salvará la vida (lit. el alma) que es todo lo que ellos desean. Cristo es Rey de los pobres
hombres.
4. Los orgullosos opresores tendrán que rendir cuentas (v. 4): «Y aplastará al opresor.» El
diablo es el gran opresor (comp. con Is. 14:17), pero Cristo lo aplastará y hará pedazos su
reino. Tan preciosa es a los ojos de Cristo la sangre de los pobres (v. 14) que ni una gota será
derramada mediante el engaño o la violencia de Satanás o de sus agentes, sin que se pidan
cuentas por ella. Cristo es un Rey que, aun cuando exhorte a sus súbditos algunas veces a
resistir hasta la sangre por Él, no por eso es derrochador de esa sangre.
5. Que la verdadera religión florecerá bajo el gobierno de Cristo (v. 5): «Te temerán
mientras duren el sol y la luna.» Salomón edificó el templo, pero no duró más de cuatro
siglos; por tanto, esto ha de referirse al reino de Cristo. La fe en Cristo establecerá y
preservará el temor de Dios; por consiguiente, éste es el evangelio eterno que es proclamado.
Y, así como el gobierno de Cristo promueve la devoción a Dios, también promueve la justicia
y la caridad entre los hombres (v. 7): «Florecerá en sus días la justicia.» La ley de Cristo,
escrita en el corazón, dispone a los hombres a ser honestos y justos, y a dar a cada uno lo
suyo; dispone también a los hombres a vivir en amor y, de este modo, tiende a producir
abundancia de paz. Tanto la santidad como el amor serán perpetuos en el reino de Cristo y
nunca decaerán, pues los súbditos de tal reino temerán a Dios mientras duren el sol y la
luna.
6. Que el gobierno de Cristo ofrecerá grandes ventajas a todos sus fieles súbditos (v. 6):
«Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada.» Esto suele ser imagen del efecto que
produce un gobierno justo (v. 2 S. 23:4). No dice: «sobre la hierba arrancada», sino sobre la
hierba que se corta para que crezca mejor.
7. Que el reino de Cristo se ensanchará muchísimo. Vemos aquí:
(A) La extensión de su territorio (v. 8): «Dominará de mar a mar, etc.» En un pasaje
mesiánico, como es éste, la frase cubre todo el orbe entonces conocido. El territorio se
extenderá, pues, a los países (a) De tos moradores del desierto (v. 9), que raramente se
enteran de las noticias, pero se enterarán de las buenas noticias del reino de Cristo y vendrán
de buena gana a postrarse ante Él y someterse a su yugo; (b) De los que eran enemigos suyos
y habían luchado contra él; éstos lamerán el polvo (v. 9b), frase que expresa la postura del
que tiene el rostro tocando al suelo.
(B) La dignidad de sus tributarios. No sólo reinará sobre los moradores del desierto, sino
también sobre los que moran en palacios (v. 10):
«Los reyes de Tarsis (la antigua Tartesos del sudoeste de España, 48:8) y de las islas (lit. Esto
es, de las costas del Mar Mediterráneo) le traerán presentes como a su Soberano. Esto se
cumplió a la letra en Salomón (v. 2 Cr. 9:23, 24), pero mejor aún en Cristo, de lo que fue un
anticipo la visita de los magos (Mt. 2:11).
8. Que será honrado y amado por todos sus súbditos (v. 15):
«Vivirá.» Sus súbditos dirán de corazón: «¡Viva el rey.'», y con buen motivo, pues él dijo:
«Porque yo vivo, vosotros también viviréis.» Se le ofrecerán presentes. Aun cuando podrá
vivir sin ellos, pues no necesita los presentes ni los servicios de nadie, se le dará del oro de
Sabá. El mejor deber ser servido con lo mejor. Se orará por Él continuamente. El pueblo
oraba por Salomón, y esto ayudó a que él y su reino fuesen para ellos una bendición tan
grande. Pero, ¿cómo puede esto aplicarse a Cristo? Él no necesita nuestras oraciones ni puede
obtener ningún beneficio de ellas. Pero los santos del Antiguo Testamento oraban sin cesar
por su venida, pues le llamaban «el que había devenir». Y ahora que ha venido, debemos orar
por el éxito de su evangelio y por el crecimiento de los que creen en Él, así como por el
advenimiento del futuro reino mesiánico, del que el mismo Señor nos enseñó a orar: «Venga
tu reino», hasta que se manifieste lo que ahora está únicamente en los designios ocultos del
Padre (Hch. 1:6, 7). A las oraciones han de ir unidas las alabanzas (v. 15c):
«Todo el día se le bendecirá» (Nota del traductor: Todas las frases del v. 15 pueden
traducirse por imperativo u optativo).
9. Que durante su gobierno habrá un maravilloso aumento, tanto de víveres como de bocas.
La tierra será muy fructífera (v. 16). Con sólo un puñado de grano que se siembre en la
cumbre de los montes, de donde no podría esperarse gran cosecha, el fruto resultante, al
ondear las mieses por la fuerza del viento, hará ruido como el Líbano, es decir, como el crujir
del follaje de los cedros del Líbano. Esto es aplicable a la semilla del Evangelio, la cual,
sembrada en el suelo estéril de la gentilidad, había de producir abundante cosecha. Los
campos estaban prestos para la siega (Mt. 9:37; Jn. 4:35). Las ciudades se harán muy
populosas (v. 16c): «Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra, por su número
y por su verdor» (comp. con 1 R. 4:20).
10. Que su gobierno será perpetuo, para honor del Rey y dicha de los súbditos. El Señor Jesús
reinará para siempre (Lc. 1:33), y de Él sólo puede entenderse esto, no de Salomón. Sólo
Cristo será temido de generación en generación, mientras duren el sol y la luna (v. 5). (A) Su
nombre perdurará para siempre (v. 17). Así como los nombres de los reyes de este mundo
perduran en sus sucesores hereditarios, el de Cristo perdurará en Él mismo. (B) La dicha del
pueblo será universal: «Benditas serán en Él todas las naciones»; será una verdadera
bendición, y, al mismo tiempo, perpetua bendición, por ser benditos en Él, que es Rey
óptimo, máximo y eterno.
Versículos 18-20
1. El salmista se alarga aquí en acciones de gracias por la profecía y la promesa (vv. 18, 19).
Tan segura es cada palabra de Dios que tenemos suficiente motivo para dar gracias por lo que
ha dicho, aun cuando no se haya cumplido todavía. Hemos de reconocer que Dios merece ser
alabado por todas las grandes cosas que ha llevado a cabo a favor del mundo: «Bendito
Yahweh Dios, el Dios de Israel» (v. 18). Aquí se nos enseña a bendecir el nombre de Cristo y a
bendecir a Dios en Cristo: (A) Como al Yahweh que existe por sí mismo y es Todo suficiente y
Soberano del Universo; (B) Como al Dios de Israel, en pacto con ese pueblo y adorado por él;
(C) Como al único que hace maravillas (v. 18b) en la creación y en la providencia y,
especialmente, en esta obra de la redención, que sobrepuja a todas sus demás obras.
2. Ora fervientemente para que se cumpla la profecía y la promesa:
«Y toda la tierra sea llena de su gloria» (v. 19b). El salmista cierra su oración con el doble
sello de «Amén y amén.» E incluso parece como si David cerrara aquí (v. 20) su vida con esta
oración. Es posible que fuese éste el último salmo que redactó, aunque no sea el último suyo
en el Salterio. Con él «terminan las oraciones de David, hijo de Isay.» Téngase, sin embargo
en cuenta —nota del traductor— que los vv. 18, 19 no forman parte del salmo, sino que son
una doxología aneja a cada Libro del Salterio. El doble «Amén» es la respuesta de la
congregación. La nota del v. 20 es, con la mayor probabilidad, una añadidura del compilador
de la colección, a fin de separar los « Salmos de David» de los de Asaf, que siguen a
continuación.

Salmos 73 -El destino de los malos


1 Ciertamente es bueno Dios para con Israel,
Para con los limpios de corazón.

2 En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;


Por poco resbalaron mis pasos.

3 Porque tuve envidia de los arrogantes,


Viendo la prosperidad de los impíos.

4 Porque no tienen congojas por su muerte,


Pues su vigor está entero.

5 No pasan trabajos como los otros mortales,


Ni son azotados como los demás hombres.

6 Por tanto, la soberbia los corona;


Se cubren de vestido de violencia.
7 Los ojos se les saltan de gordura;
Logran con creces los antojos del corazón.

8 Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia;


Hablan con altanería.

9 Ponen su boca contra el cielo,


Y su lengua pasea la tierra.

10 Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí,


Y aguas en abundancia serán extraídas para ellos.

11 Y dicen: ¿Cómo sabe Dios?


¿Y hay conocimiento en el Altísimo?

12 He aquí estos impíos,


Sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.

13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón,


Y lavado mis manos en inocencia;

14 Pues he sido azotado todo el día,


Y castigado todas las mañanas.

15 Si dijera yo: Hablaré como ellos,


He aquí, a la generación de tus hijos engañaría.

16 Cuando pensé para saber esto,


Fue duro trabajo para mí,

17 Hasta que entrando en el santuario de Dios,


Comprendí el fin de ellos.

18 Ciertamente los has puesto en deslizaderos;


En asolamientos los harás caer.

19 !!Cómo han sido asolados de repente!


Perecieron, se consumieron de terrores.

20 Como sueño del que despierta,


Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia.

21 Se llenó de amargura mi alma,


Y en mi corazón sentía punzadas.

22 Tan torpe era yo, que no entendía;


Era como una bestia delante de ti.

23 Con todo, yo siempre estuve contigo;


Me tomaste de la mano derecha.

24 Me has guiado según tu consejo,


Y después me recibirás en gloria.

25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?


Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

26 Mi carne y mi corazón desfallecen;


Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
27 Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán;
Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.

28 Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien;


He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,
Para contar todas tus obras.
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Comentario a Salmos 73
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Este salmo, así como los diez siguientes, lleva en el título el nombre de Asaf. Si fue él quien
los redactó, con razón se llaman salmos de Asaf. Si fueron dirigidos a él como a principal
director de música del santuario, también la preposición hebrea admite esta interpretación.
Cabe una tercera alternativa: Asaf pudo ser el compilador de cierto número de himnos, a los
que sus descendientes añadieron otros más. Este salmo nos refiere la grave tentación que
sufrió el salmista al ver la prosperidad de los impíos. Comienza con un sagrado principio,
gracias al cual no perdió pie (v. 1). Luego nos dice:
I. Cómo le vino la tentación (vv. 2-14).
II. Cómo salió de la tentación (vv. 15-20).
III. Cómo sacó provecho de la tentación (vv. 21-28).
Versículos 1-14
El salmo comienza de manera abrupta: «Ciertamente es bueno Dios con Israel.» Aunque toda
la humanidad recibe muchos beneficios de la munificencia divina (v. Hch. 14:17), hemos de
reconocer que es, de manera muy especial, bueno para Israel.
El salmista nos refiere luego la tentación de envidia que sufrió al ver la prosperidad de los
inicuos.
I. En primer lugar, sienta el principio que resolvió adoptar mientras luchaba con la tentación
(v. 1). Cuando Job entró en una tentación como ésta, tomó como principio inamovible la
omnisciencia de Dios: «Mas Él conoce mi camino» (Job. 23:10). El principio de Jeremías es la
justicia de Dios: «Justo eres tú, oh Yahweh, para que yo dispute contigo» (Jer. 12:1). El
principio de Habacuc es la santidad de Dios: «Muy limpio eres de ojos para ver el mal» (Hab.
1:13). El del salmista aquí es la bondad de Dios «para con los limpios de corazón» (v. 1b). Los
limpios de corazón pueden estar seguros de que, cualesquiera sean las pruebas y tentaciones
que sufran, verán el rostro, es decir, el favor de Dios (Mt. 5:8).
II. Pasa luego a relatar la sacudida que sufrió su fe en la bondad de Dios hacia Israel, por la
fuerte tentación de pensar que los limpios de corazón del pueblo de Israel no son más
dichosos que los demás y que Dios parece portarse mejor con los impíos que con ellos.
1. Habla de ello como de un tremendo peligro de ser abatido por dicha tentación (v. 2):
«Pero en cuanto a mí», aunque estaba satisfecho con la bondad de Dios hacia Israel, casi se
desligaron mis pies; el enemigo estuvo a punto de pisarme los talones. ¿Por qué? «Porque
tuve envidia de los arrogantes.» Hay tormentas que ponen a prueba las más fuertes anclas.
Muchas almas preciosas que tienen vida eterna estuvieron alguna vez en ese «casi», en el que
a duras penas escaparon con vida.
2. La tentación (v. 3b): «Viendo, dice, la prosperidad de los impíos.» Parece como si no
compartieran las angustias y calamidades comunes de esta vida: «No pasan trabajos como los
otros mortales (aun los más santos y sabios), ni son azotados como los demás hombres (v. 5),
sino que parece como si disfrutaran de un privilegio singular que les exime de la común suerte
de penas y sinsabores. Parecen llevarse la mejor parte de los consuelos y comodidades de
esta vida. Viven tan tranquilamente que /os ojos se les saltan de gordura» (v. 7). Hay muchos
que tienen en sus manos muchos bienes de este mundo, aunque no tengan en el corazón
ningún bien del cielo. Son impíos y, sin embargo, alcanzaron riquezas (v. 12). Y hasta parecen
morir en paz. Esto es lo primero que menciona, pues es lo que más extraño le resulta (v. 4):
«Porque no hay congojas para su muerte» (lit. según la versión más probable). No sufren
muerte violenta; ni siquiera les aterra su conciencia. No se puede juzgar de la suerte de los
hombres en la otra vida por la forma en que salgan de esta vida. Hay quienes pueden morir
como corderos y tener su lugar entre los cabritos.
(A) Describe en detalle el mal carácter de tales personas. Al hacer mal uso de los bienes
materiales que poseen, se les endurece el corazón en la impiedad y les vuelve orgullosos y
arrogantes. Al vivir tranquilos, la soberbia les rodea como un collar (v. 6); se jactan de su
insolencia como si fuese un buen ornamento. No hay nada malo en llevar un collar, pero
cuando sirve para jactarse de un vicio, cesa de ser verdadero adorno. Y así como aparece su
orgullo en lo que llevan, también se echa de ver en lo que hablan: «Hablan con altanería (v.
8b comp. 2 P. 2:18). Les hace más opresores de sus semejantes que son pobres (v. 6b): «Se
cubren de vestido de violencia», es decir, la violencia ha llegado a ser su traje de cada día (v.
también v. 8). Su insolencia llega hasta el punto de que les parece que lo saben todo, lo de
los cielos y lo de la tierra, y que no necesitan que nadie les enseñe nada (éste parece ser el
sentido del v. 9).
(B) Describe también la influencia perniciosa que la conducta y el bienestar de los impíos
han ejercido sobre muchos israelitas (vv. 10-14). Al verles tan atrevidos y sin ser castigados,
mi pueblo se vuelve hacia ellos, como al partido triunfante, y bebe a grandes sorbos de sus
aguas, se vuelven blasfemos y altaneros como ellos; no quieren perderse ni una gota de lo que
a los impíos les hace tan felices —al parecer— y tan tranquilos. Llegan así, como todos los
impíos, a dudar de la omnisciencia de Dios (v. 11) y se sienten tentados a echar de sí toda
religión, pues los impíos lo pasan bien sin ser turbados (12); por lo que sacan esta
consecuencia (vv. 13, 14): Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, etc.»
Versículos 15-20
Cómo guardó el salmista sus pies de caer.
1. Reacciona a tiempo y se niega a hablar como aquellos del pueblo que habían sido
seducidos a echar de sí la religión, vencidos por la misma tentación que a él le había
acometido (v. 15). Ganó la victoria gradualmente. Después del primer impacto de la
tentación sobre él, frenó su lengua para no hablar como los otros, viendo que, de lo
contrario, daría mal ejemplo a quienes le estimaban como a hombre de excelente reputación
y, por eso mismo, su mal ejemplo habría causado enorme daño a la fe de sus prójimos. Si
había llegado a pensar mal, al menos siguió el consejo de Pr. 30:32: «Pon el dedo sobre tu
boca.» Debemos pensar dos veces antes de hablar una vez, ya que, por una parte, hay cosas
que se pueden pensar pero no se deben decir; y, por otra parte, los segundos pensamientos
pueden corregir los errores de los primeros. Nada hay que cause tanto escándalo a la
generación de los hijos de Dios como decir que es en vano servir a Dios.
2. Previo la ruina de los impíos. Al principio le resultó muy laborioso desenredar la madeja
de sus pensamientos (v. 16). No acertaba a dar con la solución del problema que la felicidad
de los impíos le presentaba. Su razón no alcanzaba a tanto, «hasta que, entrando en el
santuario de Dios, comprendí el fin de ellos» (v. 17). En la quietud de la casa de Dios, con los
pensamientos que aquel lugar le suscitaba, trayéndole a la memoria porciones de la Santa
Biblia que, en lo recio de la tentación, había olvidado, y moviéndole a orar para que Dios le
diese luz, comprendió, por fin, que los impíos eran dignos de lástima más que de envidia,
pues estaban atesorando ira para el día de la ira (Ro. 2:5). El santuario debe ser el recurso de
toda alma que se siente tentada. Todo va bien si termina bien; pero lo que termina mal,
nunca ha sido verdadero bien. La prosperidad de los malos es corta e insegura. Los lugares
altos en que los pone la Providencia resultan deslizaderos y precipicios hacia una completa
ruina (v. 18). Esta ruina es segura, grande, rápida, repentina, total y definitiva (vv. 18, 19):
«como sueño del que despierta» (v. 20) ¡qué terrible despertar! Por eso, lejos de ser
envidiados, deben ser menospreciados como sombras o fantasmas (v. 20b) que no tienen
consistencia y pasan rápidamente (el mismo vocablo de 39:6). Dios los evalúa como lo que
son: sombras sin realidad verdadera. Les pasa como al rico necio de Lc. 12:19, 20.
Versículos 21-28
III. Se nos refiere ahora el beneficio que el salmista obtuvo de la tentación que había sufrido
y que había estado a punto de hacerle caer.
1. Aprendió a pensar humildemente de sí mismo y acusarse ante Dios (vv. 21, 22): «Se
llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas»; era como la «espina en la
carne» de Pablo (2 Co. 12:7). El salmista reconoce que era su ignorancia lo que le había
perjudicado (v. 22): «Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti.»
Las bestias no alcanzan a ver más allá del breve espacio que contemplan (el suelo que pisan)
y del tiempo presente en el que se mueven; nunca llegan a ver lo venidero. Así se ve él.
2. Aprovechó esta oportunidad para reconocer su dependencia de la gracia de Dios (v. 23):
«Con todo, yo siempre estoy contigo.» No se siente dejado de la mano de Dios en la
tentación, como antes se había imaginado. «Me tomaste de la mano derecha.» No se había
dado cuenta antes de que, si los pies casi se le habían deslizado (v. 2), no había llegado a
caer porque Dios le sostenía de la mano. Si así somos sostenidos por Dios en nuestra vida
espiritual, no tenemos motivos para quejarnos de las tentaciones, como tampoco de las
adversidades.
3. Se animó a esperar que el mismo Dios que le había preservado de caer en la tentación,
le preservaría también para su reino celestial (2 Ti. 4:18): «Me has guiado según tu consejo
(o, tu propósito) y me recibirás después en gloria»; es decir—con la mayor probabilidad— me
darás una posición honorable, en lugar de la humillación que ahora sufro de parte de los
arrogantes. En efecto —nota del traductor—, como hace notar el Dr. Cohén, el vocablo
«gloria» (hebreo, kabod), nunca dice en la Biblia referencia al más allá de la tumba. Por otra
parte, el verbo laqaj (v. 68:18) significa primordialmente «tomar», en el sentido de llevar a
una persona a su destino, al lugar que se le ha asignado (v. por ej. Gn. 48:1; Ex. 14:6). Entre
los muchos modernos que niegan el carácter escatológico de este salmo, está mi antiguo
profesor M. García Cordero, famoso escriturista. « El salmista —dice M. Henry— se daba
cuenta de que había pagado muy caro seguir sus propios pensamientos durante la tentación y,
por tanto, resuelve tomar el consejo de Dios en lo futuro. Si Dios nos conduce por el camino
del deber, también nos hará comprender después todas las oscuridades de su providencia que
ahora nos dejan perplejos, y nos aliviará del dolor que nos ocasionó alguna fuerte y
amenazadora tentación.»
4. Con ello, se sintió avivado para tener una comunión más estrecha con Dios, y se
confirmó y consoló en la elección que había hecho (vv. 25, 26). Aquí tenemos el aliento de un
alma santificada por Dios y que encuentra en Él su reposo: «¿A quién tengo yo en los cielos
sino a ti?» (v. 25. Lo de «sino a ti» no está en el original, pero se sobreentiende).
Escasamente podemos hallar en los salmos otro versículo que mejor exprese los sentimientos
devotos de un alma hacia Dios. Sólo Dios puede hacer verdaderamente dichosa a una persona.
Como escribe nuestra Teresa de Ávila (más conocida como «Santa Teresa de Jesús»): «Quien a
Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta.» Y si eso es así, a Él hemos de acudir. No sólo deben
ir a Él nuestros deseos, sino que en Él tienen que terminar, no deseando más que a Dios, pero
deseando cada vez más y más de Él: «Estando contigo —añade—, nada me deleita ya en la
tierra» (v. 25b); no sólo en los cielos, de los que no hemos visto nada, sino ni aun en la tierra,
donde están nuestros parientes y amigos, nuestros negocios y nuestros intereses, hay cosa que
nos pueda dar verdadero placer. Es cierto que mis poderes físicos y mentales («mi carne y mi
corazón») desfallecen (v. 26) por la edad y por la enfermedad, pero en Dios puedo hallar
fuerzas y descanso seguro: «Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (v.
26b).
5. Estaba plenamente convencido de la miserable condición de los inicuos. Esto lo había
aprendido en el santuario y nunca lo iba a olvidar (v. 27): «Porque, he aquí, los que se alejan
de ti, esto es, los que se convierten en extraños para Dios por su maldad, de la que no se
arrepienten, perecerán» (hebreo, yobedu; de la misma raíz que el «Aba-dón» = Destrucción,
de Ap. 9:11).
6. Estaba muy animado a adherirse a Dios y confiar en Él (v. 28). El acercarnos a Dios es
efecto del acercarse Él a nosotros (Ro. 10:20). Es entonces cuando se realiza el feliz
encuentro que nos trae la gran bendición. Aquí tenemos una gran verdad: Que es bueno
acercarse a Dios, pero es esencial, vital, aplicarlo personalmente: «es bueno para mí» (lit. ó,
es mi bien, pues de las dos maneras se puede traducir). Si los malvados, a pesar de toda su
prosperidad, han de perecer y ser destruidos, pongamos entonces nuestra confianza
solamente en Dios y no en ellos (v. 146:3-5); en Él y no en nuestra prosperidad material;
confiemos en Dios y no nos inquietaremos por la prosperidad de los malvados ni les tendremos
miedo.

Salmos 74 -Apelación a Dios en contra del enemigo


1 ¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre?
¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado?

2 Acuérdate de tu congregación, la que adquiriste desde tiempos antiguos,


La que redimiste para hacerla la tribu de tu herencia;
Este monte de Sion, donde has habitado.

3 Dirige tus pasos a los asolamientos eternos,


A todo el mal que el enemigo ha hecho en el santuario.

4 Tus enemigos vociferan en medio de tus asambleas;


Han puesto sus divisas por señales.

5 Se parecen a los que levantan


El hacha en medio de tupido bosque.

6 Y ahora con hachas y martillos


Han quebrado todas sus entalladuras.

7 Han puesto a fuego tu santuario,


Han profanado el tabernáculo de tu nombre, echándolo a tierra.

8 Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez;


Han quemado todas las sinagogas de Dios en la tierra.

9 No vemos ya nuestras señales;


No hay más profeta,
Ni entre nosotros hay quien sepa hasta cuándo.

10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador?


¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?

11 ¿Por qué retraes tu mano?


¿Por qué escondes tu diestra en tu seno?

12 Pero Dios es mi rey desde tiempo antiguo;


El que obra salvación en medio de la tierra.

13 Dividiste el mar con tu poder;(A)


Quebrantaste cabezas de monstruos en las aguas.

14 Magullaste las cabezas del leviatán,(B)


Y lo diste por comida a los moradores del desierto.

15 Abriste la fuente y el río;


Secaste ríos impetuosos.

16 Tuyo es el día, tuya también es la noche;


Tú estableciste la luna y el sol.

17 Tú fijaste todos los términos de la tierra;


El verano y el invierno tú los formaste.
18 Acuérdate de esto: que el enemigo ha afrentado a Jehová,
Y pueblo insensato ha blasfemado tu nombre.

19 No entregues a las fieras el alma de tu tórtola,


Y no olvides para siempre la congregación de tus afligidos.

20 Mira al pacto,
Porque los lugares tenebrosos de la tierra están llenos de habitaciones de violencia.

21 No vuelva avergonzado el abatido;


El afligido y el menesteroso alabarán tu nombre.

22 Levántate, oh Dios, aboga tu causa;


Acuérdate de cómo el insensato te injuria cada día.

23 No olvides las voces de tus enemigos;


El alboroto de los que se levantan contra ti sube continuamente.
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Comentario a Salmos 74
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo se compuso con ocasión del asolamiento de Jerusalén y de la destrucción del
templo. Su lenguaje se parece mucho al de las Lamentaciones de Jeremías. La mención de
Asaf ha quedado explicada en el comentario al título del salmo 73. Aquí el salmista:
I. Apela en sus quejas a las calamidades que el pueblo sufre, a fin de reavivar los deseos de
ellos en oración (vv. 1-11).
II. Recuerda lo que Dios ha hecho en otros tiempos en favor de su pueblo para estimular la
fe de ellos en la oración (vv. 12-17).
III. Concluye con diversas peticiones a Dios para que les dé liberación (vv. 18-23).
Versículos 1-11
1. El desagrado de Dios hacia su pueblo fue la causa amarga de todas sus calamidades. Por
eso apelan a Dios diciendo (v. I): «¿Porqué, oh Dios, nos has desechado para siempre?.»
Hablan el lenguaje de la melancolía y de la depresión. El pueblo de Dios no debe pensar que,
por hallarse abatidos, están desechados, ni de que porque los hombres los pisotean, Dios los
rechaza. Esta apelación muestra que lo que más sentían y temían era que Dios los desechara.
Dicen (v. Ib): «¿Porqué se ha encendido tu furor (v. Lam. 2:3yss.), es decir, por qué es tan
visible tu furor al echar humo (lit.), de tal forma que todos nuestros vecinos lo notan?.»
Apelan a la relación íntima que tienen con Él: « Somos las ovejas de tus pastos. Que los lobos
molesten a las ovejas no es de extrañar, pero ¿hubo jamás algún pastor tan enfadado con sus
ovejas? Acuérdate de tu congregación (v. 2), de nosotros, que somos el pueblo que tú
escogiste para dar ante el mundo testimonio de tu gloria y ser la tribu, esto es, la nación de
tu herencia (comp. con Dt. 32:7 y ss.; Jer. 10:16), de la que has recibido culto de adoración
como de ninguna otra nación del mundo. Recuerda también este monte de Sión, donde has
habitado, que ha sido residencia y mansión escogida por ti y en la que has tenido tus
complacencias. Somos tu congregación, la que adquiriste desde tiempos antiguos, la que
redimiste (Ex. 15:13,16) con muchos portentos cuando se formó primeramente al salir de
Egipto, y tú la redimiste de la esclavitud. ¿Vas, Señor, a abandonar ahora a un pueblo que
compraste a tal precio
Este salmo se compuso con ocasión del asolamiento de Jerusalén y de la destrucción del
templo. Su lenguaje se parece mucho al de las Lamentaciones de Jeremías. La mención de
Asaf ha quedado explicada en el comentario al título del salmo 73. Aquí el salmista: I. Apela
en sus quejas a las calamidades que el pueblo sufre, a fin de reavivar los deseos de ellos en
oración (vv. 1-11). II. Recuerda lo que Dios ha hecho en otros tiempos en favor de su pueblo
para estimular la fe de ellos en la oración (vv. 12-17). III. Concluye con diversas peticiones a
Dios para que les dé liberación (vv. 18-23).
Versículos 1-11
1. El desagrado de Dios hacia su pueblo fue la causa amarga de todas sus calamidades. Por
eso apelan a Dios diciendo (v.1): «¿Porqué, oh Dios, nos has desechado para siempre?.»
Hablan el lenguaje de la melancolía y de la depresión. El pueblo de Dios no debe pensar que,
por hallarse abatidos, están desechados, ni de que porque los hombres los pisotean, Dios los
rechaza. Esta apelación muestra que lo que más sentían y temían era que Dios los desechara.
Dicen (v. 1b): «¿Porqué se ha encendido tu furor (v. Lam. 2:3 y ss.), es decir, por qué es tan
visible tu furor al echar humo (lit.), de tal forma que todos nuestros vecinos lo notan?.»
Apelan a la relación íntima que tienen con Él: « Somos las ovejas de tus pastos. Que los lobos
molesten a las ovejas no es de extrañar, pero ¿hubo jamás algún pastor tan enfadado con sus
ovejas? Acuérdate de tu congregación (v. 2), de nosotros, que somos el pueblo que tú
escogiste para dar ante el mundo testimonio de tu gloria y ser la tribu, esto es, la nación de
tu herencia (comp. con Dt. 32:7 y ss.; Jer. 10:16), de la que has recibido culto de adoración
como de ninguna otra nación del mundo. Recuerda también este monte de Sión, donde has
habitado, que ha sido residencia y mansión escogida por ti y en la que has tenido tus
complacencias. Somos tu congregación, la que adquiriste desde tiempos antiguos, la que
redimiste (Ex. 15:13,16) con muchos portentos cuando se formó primeramente al salir de
Egipto, y tú la redimiste de la esclavitud. ¿Vas, Señor, a abandonar ahora a un pueblo que
compraste a tal precio y te resultó tan querido?.» Mucho mayor es el motivo que tenemos
nosotros de esperar que Dios no ha de desechar a los que compró con la sangre de su Hijo
(Hch. 20:28). «Levanta (lit.) tus pasos, esto es, apresúrate a venir para reparar las
desolaciones...que el enemigo ha hecho en el santuario (v. 3), en tu santuario; porque, si tú
no las reparas, serán perpetuas e irreparables.»
2. Se quejan de los ultrajes y de la crueldad de sus enemigos, pero sólo por lo que han
hecho con el santuario y las sinagogas, es decir, los lugares de reunión que tenían además del
templo. El templo era la morada del nombre de Dios y, por eso, el santuario (v. 7) o lugar
santo. En él habían cometido los enemigos muchas y grandes impiedades (v. 3), pues lo
habían destruido con absoluto desprecio de Dios y aun afrentándole adrede. «Tus enemigos
vociferan en medio de las asambleas» (v. 4), donde asistían los fieles israelitas con humilde y
reverente silencio. «Han puesto sus banderas bien visibles», en el templo mismo, de forma
que se ven desde todos los lugares. Esta osadía con que los enemigos desafiaban a Yahweh
les llegaba a los israelitas a lo más hondo. «Pues con hachas y martillos han quebrado todas
sus entalladuras» (vv. 5,6), con el mismo desdén con que los leñadores cortan leña en el
bosque. Más aún, «Han prendido fuego a tu santuario...echándolo a tierra» (v. 7. Comp. 2
Cr.36:19). Más tarde, los romanos no dejaron piedra sobre piedra (Mt. 24:2), y Sión, el
monte santo, fue arado como campo por orden de Tito el hijo del emperador Vespasiano. Se
queja también el salmista de la desolación de las sinagogas. El propósito del enemigo era la
destrucción completa y definitiva de todo (v. 8).
3. Todas estas calamidades quedaban muy agravadas por el hecho de que no se veía ninguna
perspectiva de alivio ni podían predecir cómo ni cuándo acabarían las desolaciones: «Ellos
han puesto sus banderas bien visibles (v. 4), pero nosotros no vemos ya nuestras enseñas (v.
9); ni nuestras banderas ni nuestras señales (lit.), esto es, los indicios de vida religiosa,
cúltica, comunitaria (v. Lam. 2:6). No existen ya profetas para decirnos cuánto tiempo
durará todo esto y para animarnos en nuestro desconsuelo. No es que falten hombres que
ejercen el oficio de profetas, sino que tampoco reciben ya visión de Yahweh (Lam. 2:9.
Comp. Ez. 7:26). ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?» (v. 10). Esto es
lo que más les duele, más aún que la afrenta que reciben del angustiador. «¿Porqué retraes
tu mano, en lugar de extenderla para librar a tu pueblo y destruir a tus enemigos?»
Versículos 12-17
Dos cosas sirven para sosegar la mente de los que aquí se lamentan por aquella situación de
ruina y desolación:
1. Que Dios es el Dios de Israel, el Dios que ha pactado con su pueblo (v. 12): «Pero Dios es
mi Rey desde tiempo antiguo.» Esto viene aquí como una apelación en su oración a Dios, y
como un estímulo para su fe y su esperanza, a fin de animarles en su expectación de
liberación, considerando los días del tiempo antiguo (comp. 77:5). Se mencionan aquí varias
cosas que Dios había hecho a favor de su pueblo como su rey desde tiempo antiguo, las que
les animaban a encomendarse a Él y depender de Él.
(A) Que había dividido las aguas del mar delante de ellos cuando salieron de Egipto, no por
la fuerza de Moisés o de su vara, sino con su fuerza divina; y que el que había llevado a cabo
eso, podía hacer cualquier cosa.
(B) Que había destruido al Faraón y a su ejército. Faraón era como el Leviatán; los egipcios
eran como monstruos marinos fieros y crueles. Dios los aplastó, a pesar del poder y los
resortes de que disponían, y los ahogó a todos ellos en el mar Rojo. Esto era tipo de la
victoria de Cristo sobre Satanás y su reino, conforme a la primera promesa de que la
descendencia de la mujer había de aplastar la cabeza de la serpiente. Esta providencia era
para ellos como pábulo de su fe y de su esperanza, a fin de animarles en las otras
dificultades que les habían de salir al encuentro en el desierto.
(C) Dios había alterado de dos maneras el curso de la naturaleza, tanto sacando corrientes
de agua de la roca como convirtiendo en roca las corrientes (v. 15). Había desleído en agua
la roca: Abriste la fuente y el torrente de una roca, de una bien sólida y dura roca. Que no
se olvide jamás esto, pero recordemos especialmente que la roca era Cristo, y que las aguas
que salen de Él son bebida espiritual (v. Jn.4:10 y ss.;
1 Co. 10:4). También había congelado, en cierto modo, las aguas secando ríos impetuosos;
es a saber, el Jordán, precisamente cuando se desbordaba por sus orillas. El que había hecho
tales cosas podía también ahora librar a su pueblo oprimido.
2. Que el Dios de Israel es el Dios de la naturaleza (vv. 16, 17). Él es quien ordena la
sucesión regular de las estaciones, así como del día y de la noche. Es el Soberano tanto del
espacio como del tiempo. Él es quien abre los párpados de la aurora, y quien descorre las
cortinas tras el ocaso: «Tú estableciste la luz.y el sol » (lit.). El vocablo hebreo maor =
luminaria, puede designar la luna (Gn. 1:16) o, en sentido colectivo —según Cohén—: «las
luminarias, en particular el sol». Y añade (v. 17):
«Tú trazaste todos los confines de la tierra (esto es, los ríos y las montañas que, con mucha
frecuencia, se han convertido en fronteras de las naciones) y los diferentes climas, el verano
y el invierno, lo cual incluye las zonas frías y las tórridas o, más bien, las diferentes
estaciones del año.» El que tuvo tal poder para fijar, y después preservar, el curso de la
naturaleza mediante el movimiento diurno y anual de los cuerpos celestes, de seguro tiene
también el poder de salvar, tanto como de destruir. El que es fiel a su pacto con el día y con
la noche, de cierto cumplirá a su pueblo las promesas hechas. Su pacto con Abraham y su
posteridad es tan firme como el pacto con Noé y sus hijos (Gn. 8:21).
Versículos 18-23
Aquí el salmista, en nombre de toda la congregación, pide a Dios con la mayor urgencia que
se manifieste a favor de ellos en contra de sus enemigos y ponga fin a la presente miserable
situación ¡Levántate, oh Dios, defiende tu causa! (v. 22).
1. Los perseguidores de Israel son los enemigos jurados de Dios:
«Señor, no sólo nos han afrentado a nosotros, sino que, directa y osadamente, han
afrentado y blasfemado tu nombre» (v. 18). El salmista insiste mucho en esto: «Nosotros no
nos atrevemos a contestar a las afrentas de ellos; contéstales tú. Señor. Recuerda que es un
pueblo insensato el que ha blasfemado tu nombre (vv. 18, 22b) y lo hace cada día.» Los que
afrentan e injurian a Dios son insensatos, como es el que dice: «No hay Dios» (14:1; 53:1). A
veces, son tenidos por genios de su tiempo los que niegan a Dios y ridiculizan la religión y las
cosas santas; pero, en realidad, son los mayores insensatos. No esconden en su pecho sus
pensamientos blasfemos, sino que los anuncian a los cuatro vientos: «No olvides las voces de
tus enemigos» (v. 23). No es menester hacerle a Dios a la memoria lo que tiene que hacer,
pero necesitamos hacerlo para mostrar nuestra preocupación por su honor y nuestra fe en
que ha de vindicar nuestra causa.
2. Los perseguidos son el pueblo de su pacto. Han caído en las garras de las fieras (v. 19).
«Los rincones de la tierra están llenos de moradas de violencia» (v. 20b). Por «rincones»,
dice literalmente el texto «lugares oscuros», porque en ellos iban los israelitas a refugiarse
de la persecución del invasor. Todo es violencia donde no hay temor de Dios, pues el que no
teme a Dios carece de verdadera humanidad. El salmista apela a Dios: «Es tu tórtola la que
va a ser devorada por las fieras, como un ave inocente e indefensa que es acometida por
aves de rapiña» (v. 19). La Iglesia debe ser como una tórtola por su inocencia y
mansedumbre, por su duelo en el día de la aflicción y por su fidelidad y la constancia de su
amor. El salmista parece decir: «Señor, te va el honor en socorrer a los débiles; en especial,
a tus hijos ¿no cumplirás ahora las promesas que les hiciste bajo pacto? Manifiéstate, Señor,
a favor de los que alaban tu nombre y en contra de los que blasfeman de Él.»

Salmos 75 (RV60)
1 Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos,
Pues cercano está tu nombre;
Los hombres cuentan tus maravillas.

2 Al tiempo que señalaré


Yo juzgaré rectamente.

3 Se arruinaban la tierra y sus moradores;


Yo sostengo sus columnas. Selah

4 Dije a los insensatos: No os infatuéis;


Y a los impíos: No os enorgullezcáis;

5 No hagáis alarde de vuestro poder;


No habléis con cerviz erguida.

6 Porque ni de oriente ni de occidente,


Ni del desierto viene el enaltecimiento.

7 Mas Dios es el juez;


A éste humilla, y a aquél enaltece.

8 Porque el cáliz está en la mano de Jehová, y el vino está fermentado,


Lleno de mistura; y él derrama del mismo;
Hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra.

9 Pero yo siempre anunciaré


Y cantaré alabanzas al Dios de Jacob.

10 Quebrantaré todo el poderío de los pecadores,


Pero el poder del justo será exaltado.
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Comentario a Salmos 75
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo es totalmente distinto del anterior. Dice Cohen: «El tono cambia abruptamente al
pasar del salmo precedente al presente. Aquí tenemos un cántico de acción de gracias por la
liberación del peligro. Puede compararse con los salmos 46 al 48 que nos refieren el fracaso
de la invasión asiría de Judea por Senaquerib y es posible que narre el mismo incidente.» El
salmista: I. Alaba a Dios por todo lo que ha llevado a cabo en favor del pueblo (v. 1). II.
Introduce a Dios que promete su poderosa intervención (vv. 2,3). III. Increpa a los impíos,
haciéndoles ver que Dios es soberano Juez y que los malvados apurarán la copa de su furor
(vv. 4-8). IV. Promete alabar a Dios y hacer justicia (vv. 9, 10).
Versículos 1-5
1. El salmista da gracias a Dios y le alaba por las grandes cosas que ha hecho por él en
particular, y por el pueblo de Israel en general (v.1):
«Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, y tu nombre está cerca» (lit.). Dios había
mostrado su «cercanía» al pueblo de Israel con la humillante derrota que había infligido a sus
enemigos, «Proclaman (mejor que "proclamamos") los hombres tus maravillas.» Es decir,
todos se han enterado de lo que Dios ha hecho a favor de su pueblo.
2. Ahora (vv. 2, 3) es Dios quien toma la palabra: «Al tiempo que yo señale, juzgaré
rectamente.» Dios tiene «su tiempo» y nunca llega un minuto antes ni un minuto después de
lo que su Providencia ha dispuesto. Dios siempre llega a tiempo y pbra a su debido tiempo; y,
cuando le llega su tiempo de juzgar, juzga rectamente: hace que la justicia triunfe sobre la
violencia; no es como los jueces humanos, que están expuestos al error y al soborno.
3. En la misma línea, Dios promete que su gobierno será eficaz. Dice Cohen: «Cuando parece
que la sociedad humana está a punto de derrumbarse, ya que sus fundamentos —la justicia—
han sido sacudidos, Dios los refuerza.» Este es el sentido del versículo 3. Todo el tinglado de
la sociedad se vendría abajo, si Dios no sostuviera sus cimientos. En particular, el pueblo de
Israel habría sido derrotado, devastado y destruido, si Dios no hubiese hecho el portento de
que el ejército enemigo se hubiese disuelto por sí solo y huido vergonzosamente.
4. Es ahora el salmista el que dice (v. 4) a /os arrogantes (hebreo holelim): No os comportéis
con arrogancia; y a los impíos (hebreo, reshaim): No levantéis el cuerno (lit.); es decir, no os
comportéis como animales que alzan desafiantes sus testas cornudas, llenos de confianza en
su propio poder. Es muy probable que el salmista tuviese en su mente la conducta de
Senaquerib (Is. 37:23). Prosigue en el mismo tono en el versículo 5. Inútil es enorgullecerse
contra Dios y negarse a doblar la cerviz ante Él. «Antes quebrado que inclinado», es la divisa
del arrogante. Pero quienes se niegan a inclinarse ante el gobierno benéfico de Dios, de
cierto serán quebrantados por la vara de hierro de su poder.
Versículos 6-10
1. Aquí vemos dos grandes verdades acerca del gobierno de Dios en el mundo.
(A) Que solamente de Dios reciben los reyes su poder (vv. 6,7) y, por ello, a Dios solo da el
salmista la alabanza que por eso le corresponde. Vemos extrañas revoluciones en los Estados,
en los reinos, en los gobiernos de una nación y llegamos a sorprendemos de la súbita caída de
unos y de la súbita elevación de otros. Pero esos cambios de situación no vienen del oriente,
ni del occidente ni del desierto (v. 6), sino de Dios (v. 7). «El desierto—dice Cohen—es la
frontera sur de la Tierra Santa. El norte no se menciona por ser considerado por los antiguos
como región de tinieblas.» En otras palabras, los hombres no podían esperar alivio, ni ayuda
ni promoción ni de la riqueza y sabiduría de los orientales, ni de las numerosas fuerzas de los
occidentales, ni de Egipto y Arabia, que caían al sur. Ni todas las fuerzas reunidas podían
elevar a un hombre sin intervención de la causa primera que es Dios. No cabe, pues, otro
recurso que confiarse al que es infinitamente sabio, bueno y poderoso. Si Él humilla a uno y
enaltece al otro (v. 7b), hemos de pensar que obra justamente, pues es justo Juez..
(B) Que solamente de Dios reciben todos su merecido (v. 8): «En la mano de Yahweh hay
una copa para dar de beber a los hombres. En los padecimientos de Cristo se ve una copa (Mt.
20:22; Jn. 18:11), copa de aflicción, no por sus culpas sino por nuestros pecados. Es copa de
vino espumoso (lit.), lleno de mixtura; es decir, de especias que emborrachan e intoxican,
tornando impotentes, física y mentalmente, a quienes lo beben. Acomodando el sentido del
versículo, podemos decir que la copa de aflicción que pone Dios en manos de los suyos lleva
mezcla de compasión y de gracia, mientras que la que pone en manos de los malvados lleva
mezcla de maldición y desgracia. Algunas gotas de la amargura de esta mezcla pueden caer
en la copa de los buenos, pues todos comparten las comunes calamidades. Pero estas
calamidades son únicamente el vehículo por el que se trasvasa la maldición, de forma que la
parte superior del líquido de la copa recibe muy poca cosa del trasvase, mientras que el
fondo es pura ira de Dios allí sedimentada, y ese fondo es el que beben y apuran los impíos
(v. 8b), de tal modo que no queda en la copa ni una gota de la ira de Dios.
2. Vemos después dos inferencias prácticas de tales verdades: (A) El salmista está dispuesto a
alabar a Dios y darle la gloria en nombre del pueblo, cantando alabanzas al Dios de Jacob (v.
9), incluyendo, entre otros motivos, el privilegio, como representante de toda la nación, de
anunciar las maravillas de Dios (como en el versículo 1). (B) También está dispuesto, como
representante de Dios y por poder que Dios le ha delegado, a hacer justicia (v. 10), de modo
que sea quebrantado el poderío de los pecadores, mientras es exaltado el poderío (en ambos
casos, el hebreo dice «tos cuernos», es decir, los instrumentos del poder agresivo y
destructivo) de los justos, aquí representados por Israel, mientras los pecadores están
representados por Asiria.

Salmos 76 -El Dios de la victoria y del juicio


-Salmo de Asaf. Cántico.

1 Dios es conocido en Judá;


En Israel es grande su nombre.

2 En Salem está su tabernáculo,


Y su habitación en Sion.

3 Allí quebró las saetas del arco,


El escudo, la espada y las armas de guerra. Selah

4 Glorioso eres tú, poderoso más que los montes de caza.

5 Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño;


No hizo uso de sus manos ninguno de los varones fuertes.

6 A tu reprensión, oh Dios de Jacob,


El carro y el caballo fueron entorpecidos.

7 Tú, temible eres tú;


¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira?

8 Desde los cielos hiciste oír juicio;


La tierra tuvo temor y quedó suspensa

9 Cuando te levantaste, oh Dios, para juzgar,


Para salvar a todos los mansos de la tierra. Selah

10 Ciertamente la ira del hombre te alabará;


Tú reprimirás el resto de las iras.

11 Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios;


Todos los que están alrededor de él, traigan ofrendas al Temible.

12 Cortará él el espíritu de los príncipes;


Temible es a los reyes de la tierra.
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Comentario a Salmos 76
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Este salmo se parece mucho al anterior y pudo haber sido compuesto a raíz de circunstancias
similares. Los LXX añaden: «Cántico sobre (o, hacia) los asirios», de donde se puede
conjeturar que se redactó a raíz de la derrota de los asirios en tiempo de Ezequías. I. El
salmista se congratula de la dicha del pueblo al tener tan cerca a su Dios (vv. 1-3). II. Celebra
la gloria del poder de Dios (vv. 4-6). III. Infiere de ahí cuántos motivos tienen todos para
temer ante Él (vv. 7-9). IV. Y cuánta razón tiene su pueblo para confiar en Él y pagarle sus
votos (vv. 10-12).
Versículos 1-6
El salmista canta aquí victoria en Dios, la fuente y el centro de todas nuestras victorias.
1. En la revelación que Dios les hizo de sí mismo (v. 1). Es el honor y el privilegio de Judá y
de Israel que en ellos es conocido su nombre, y dondequiera es conocido Dios, su nombre es
grande.
2. En las señales de la presencia especial de Dios en sus ordenanzas (v. 2). Dios era conocido
en toda la tierra de Judá y de Israel, pero en Salem (esto es, Jerusalén), en Sión, estaba su
tabernáculo y su habitación. Allí tenía su corte y celebraba sus audiencias de oración y
recibía el homenaje de su pueblo por medio de sus sacrificios. Era el lugar que había
escogido.
3. En las victorias que habían obtenido sobre sus enemigos (v. 3):
«Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra.»
(A) Aquí hay arco, saetas, escudos, espadas; y todo ello, listo para la batalla; pero todas las
armas son quebradas e inutilizadas. Las quebró Dios en el tabernáculo y morada de Sión.
Ocurrió en el campo-de batalla y, sin embargo, se dice que las quebró en el santuario, porque
allí estaba, por decirlo así, el cuartel general de Dios, y desde allí daba Dios las órdenes en
respuesta a las plegarias que el pueblo le dirigía en aquel lugar. Los éxitos de la Iglesia
evangelizante se deben, en su mayor parte, a las plegarias de la Iglesia orante.
(B) Esta victoria redundaba muchísimo en honor inmortal para el Dios de Israel (v. 4):
«Glorioso eres tú y majestuoso descendiendo (o, volviendo) desde los montes de caza», es
decir, regresando de los montes en que había tratado a los asirios como trata un león a su
presa. Los enemigos se creían fuertes y numerosos («fuertes de corazón», v. 5), pero todos
ellos fueron derrotados y puestos en fuga sin que ninguno de ellos tuviese ocasión de blandir
las armas (v. 5b). En lugar de llevarse botín, quedaron despojados de todo lo que habían
traído (v. 5) y dormidos, con el sueño del que no hay ya despertar (v. 13:4). Tendidos en el
campo de batalla, duermen su sueño; no el sueño de los justos, sino el de los malvados,
quienes resucitarán para vergüenza y confusión perpetua (Dan. 12:2; Jn. 5:29). A los fuertes
de corazón les faltó el ánimo, y a los fuertes de manos les faltó la fuerza.
Versículos 7-12
Esta victoria proporcionó:
1. Terror a los enemigos de Dios (vv. 7-9): «.Tú, temible (en el sentido de infundir pavor)
eres tú.» Que aprendan todos de aquí a reverenciar llenos de santo pavor al gran Dios de
Israel. «<: • Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira?» Pueblo de
Dios son los humildes de la tierra (v. 9, comp. con Sof. 2:3; 3:12), los «anawim Yahweh»,
remanente puro de Israel. Aunque ellos, humildes y mansos (ambos conceptos están incluidos
en el término hebreo), están expuestos a la violencia y a la opresión. Dios se levantará para
juzgar y para salvar a los humildes. El Dios justo parece guardar silencio por mucho tiempo,
pero, tarde o temprano, hará oír su juicio (v. 8). Y, cuando eso suceda, cundirá en la tierra
un espanto paralizante «La tierra se espantó y quedó suspensa» (v.8b).
2. Consuelo al pueblo de Dios (v. 10): «Ciertamente el furor del hombre te reportará
alabanza (mejor, acciones de gracias); te ceñirás del resto de la ira.» Nota del traductor:
Esta parece ser la más probable versión de este difícil versículo. Otras versiones aceptables
pueden verse en la Nueva Biblia Española, la Biblia de Jerusalén y la Nueva Versión
Internacional (en prensa, la edición castellana). Y la interpretación que más se acerca al
contexto es la siguiente: El furor de los enemigos (aquí, los asirios) de Dios y de Israel da
ocasión a Dios para ejercitar su justicia y su poder omnímodo, por lo que su actuación
portentosa a favor de Israel le reporta acciones de gracias de parte de su pueblo; y de los
últimos e inútiles esfuerzos del furor humano («el resto de la ira»), Dios hace para sí un
ceñidor u ornamento, haciendo que se conviertan en monumentos de su gloria. Caben otras
interpretaciones, pero se basan en correcciones del texto masorético.
3. Un deber para todos (vv. 11,12). Que todos se sometan a este gran Dios y se conviertan en
leales súbditos suyos. (A) Primero se dirige la exhortación al pueblo de Israel (v. II): «Haced
votos y cumplidlos a Yahweh vuestro Dios.» El pueblo de Dios, sus hijos, han de ser los
primeros en rendirle homenaje y cumplirle los votos que le han hecho. (B) Después hay
referencia a las naciones limítrofes de Israel: «Todos los que están alrededor de él (Dios),
traigan ofrendas (es decir, presentes) al Temible, esto es, al que es digno de ser temido.» No
es que Dios necesite presentes materiales que le traigan, pero las oraciones y alabanzas y,
especialmente, los corazones, son los presentes que deberíamos ofrecer a nuestro Dios y
Señor. Él corta (v. 12) el espíritu (lit. Es decir, ya sea el orgullo o la vida) de los príncipes o
gobernadores, tan fácilmente como se corta una flor de su tallo o un racimo de uvas de la
vid. En especial, se hace de temer, se convierte en el «Temor» (lit.) personificado, para los
reyes de la tierra, quienes pueden así escarmentar en la cabeza ajena de Senaquerib.

Salmos 77 -Meditación sobre los hechos poderosos de Dios


1 Con mi voz clamé a Dios,
A Dios clamé, y él me escuchará.
2 Al Señor busqué en el día de mi angustia;
Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso;
Mi alma rehusaba consuelo.
3 Me acordaba de Dios, y me conmovía;
Me quejaba, y desmayaba mi espíritu. Selah
4 No me dejabas pegar los ojos;
Estaba yo quebrantado, y no hablaba.
5 Consideraba los días desde el principio,
Los años de los siglos.
6 Me acordaba de mis cánticos de noche;
Meditaba en mi corazón,
Y mi espíritu inquiría:
7 ¿Desechará el Señor para siempre,
Y no volverá más a sernos propicio?
8 ¿Ha cesado para siempre su misericordia?
¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?
9 ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia?
¿Ha encerrado con ira sus piedades? Selah
10 Dije: Enfermedad mía es esta;
Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo.
11 Me acordaré de las obras de JAH;
Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas.
12 Meditaré en todas tus obras,
Y hablaré de tus hechos.
13 Oh Dios, santo es tu camino;
¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
14 Tú eres el Dios que hace maravillas;
Hiciste notorio en los pueblos tu poder.
15 Con tu brazo redimiste a tu pueblo,
A los hijos de Jacob y de José. Selah
16 Te vieron las aguas, oh Dios;
Las aguas te vieron, y temieron;
Los abismos también se estremecieron.
17 Las nubes echaron inundaciones de aguas;
Tronaron los cielos,
Y discurrieron tus rayos.
18 La voz de tu trueno estaba en el torbellino;
Tus relámpagos alumbraron el mundo;
Se estremeció y tembló la tierra.
19 En el mar fue tu camino,
Y tus sendas en las muchas aguas;
Y tus pisadas no fueron conocidas.
20 Condujiste a tu pueblo como ovejas
Por mano de Moisés y de Aarón.
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Comentario a Salmos 77
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo comienza con frases quejumbrosas, pero termina con expresiones de aliento y
esperanza. Parece ser que fue compuesto en la cautividad de Babilonia; se notan ideas
similares a las de la oración de (Hab. 3).I. El salmista se queja de la profunda impresión que
producen en el ánimo de los cautivos las angustias que sufren (vv. 1-10). II. Se anima a sí
mismo con la esperanza de que todo concluirá bien, al recordar las antiguas manifestaciones
de Dios en ayuda y socorro de su pueblo (vv.11-12).
Versículos 1-10
Tenemos aquí el retrato vivo de un buen hombre en estado de gran melancolía. Las personas
devotas de carácter depresivo pueden ver aquí su rostro como en un espejo. Sin embargo,
parece ser que las penas y los temores habían desaparecido ya cuando redactó el salmo, pues
los verbos están en pretérito, y así los pone desde el principio del salmo para dar a entender
que su angustia no desembocó en desesperación.
1. Su oración melancólica: «Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé» (v. 1). Así se desahogó y
ganó algún alivio; y entonces vemos que tomó el camino correcto para obtenerlo (v. 2): «Al
Señor busqué en el día de mi angustia.» Quienes tienen angustiada la mente no deben tratar
de sorber ni de menospreciar la angustia, sino de calmarla por medio de la oración.
2. Su pesadumbre melancólica. «Mi mano estaba extendida de noche y no reposaba, cuando
era tiempo de reposo; mi alma rehusaba ser consolada» (v. 2. Lit.). Se negaba a dar oídos a
los que intentaban consolarle. Quienes, al estar apenados, rehúsan el consuelo, afrentan en
cierta manera a Dios.
3. Sus obsesiones melancólicas. Cuando se acordaba de Dios, sólo veía su justicia, su ira, su
majestad pavorosa y, así, Dios le resultaba aterrador, sin dejarle descansar (vv. 3,4): «Me
acordaba de Dios y gemía; cuando meditaba en ello, desmayaba mi espíritu. Sujetabas los
párpados de mis ojos» (lit.). Sus pensamientos acerca de Dios, en lugar de confortarle y
proporcionarle descanso, le daban terror y le impedían dormir. La melancolía se ceba en
quienes padecen obsesiones de esta clase.
4. Sus reflexiones melancólicas (vv. 5, 6): «Consideraba los días de antaño, los años de los
tiempos antiguos, etc. Y los comparaba con los días presentes; la antigua prosperidad sólo me
servía para agravar mi actual calamidad, pues no veo los portentos que vieron mis
antepasados.» Es un tópico manido decir que todo tiempo pasado fue mejor. No permitamos
que el recuerdo de los consuelos que hemos perdido nos impidan ser agradecidos por las
bendiciones que nos quedan. Particularmente se acordaba de sus cánticos de noche, pero
ahora estaba fuera de tono y ese recuerdo sólo le servía para derramar su alma dentro de sí
(42:4—sentido dudoso—. Comp. Job. 35:10).
5. Sus temores melancólicos (vv. 6b-10): «Meditaba en mi corazón y mi espíritu inquiría», es
decir, buscaba una respuesta satisfactoria a sus aprensiones: «¿Desechará el Señor para
siempre, como lo hace ahora? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? Etc.» Este es el
lenguaje de un alma desconsolada, algo que les suele suceder incluso a los que temen a
Yahweh (Is. 50:10). Los hijos de Dios, en un día nublado y oscuro, pueden verse tentados a
sacar conclusiones negras, desesperadas, acerca de su propio estado espiritual, así como
acerca del estado general de la Iglesia y de los intereses de Dios en el mundo. Pero no
debemos ceder ante tales tentaciones, sino dejar que la fe las responda desde las Escrituras:
«¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡En ninguna manera!» (Ro. 11:1). «¿Ha cesado para
siempre su misericordia?» ¡No! «La misericordia de Yahweh es desde la eternidad y hasta la
eternidad sobre los que le temen» (103:17) «¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?»
¡No! «Es imposible que Dios mienta» (He. 6:18). «¿Ha encerrado en su ira sus compasiones?»
(v. 9b). ¡No! «Sus compasiones no se han agotado. Nuevas son cada mañana» (Lam. 3:22,23).
Por tanto, «¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín, etc?» (Os. 11:8, 9). De repente, se corrige a
sí mismo con ese Selah, como diciendo: «Para aquí, no sigas» y, a continuación, añade:
«Ésta es mi debilidad: Pensar que la diestra del Altísimo pudo cambiar» (v. 10. Lit.). En este
momento, comienza su recuperación.
Versículos 11-20
Recobrándose, trata el salmista de reavivar de nuevo sus recuerdos y ahora, sí, va por el
buen camino: «Me acordaré de las obras de Yah, no de su majestad pavorosa ni de su ira, sino
de las obras que llevó antaño a cabo a favor del pueblo (vv. 11,12), de donde puede inferir un
final feliz para la presente oscura situación. El recuerdo de los portentos de Dios a favor de
los suyos es el mejor antídoto contra la desconfianza en sus promesas, porque Dios no puede
cambiar. Dos cosas, en general, satisfacen al salmista:
1. Que el camino de Dios es santo (v. 13. Lit. en santidad). Tiene, pues, finales santos para
todo lo que hace o permite, pues todo es para bien de los que le aman (Ro. 8:28). Su camino
está de acuerdo con sus santas y fieles promesas.
2. Que el camino de Dios es poderoso: se abre paso por entre las aguas profundas, y cierra
después su sendero sin dejar rastro (v. 19). Toda la sección siguiente (vv. 14-20), resumen de
lo que Yahweh hizo con su pueblo desde la salida de Egipto hasta la entrada en Canaán, es
una prueba de que no hay dios tan grande como el Dios de Israel (v. 13b). Yahweh fue
siempre delante de su pueblo con el amor y el cuidado de Buen Pastor (v. 20). Moisés y Aarón
guiaron al pueblo, el primero en calidad de gobernador, el segundo en calidad de sumo
sacerdote: las dos grandes ordenanzas del magisterio y del ministerio. Moisés y Aarón no
podían hacer nada sin Dios; pero Dios lo hizo por medio de ellos, como por medio de la
columna de nube y de fuego.

Salmos 78 (Rv60) Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel


Masquil de Asaf.
1 Escucha, pueblo mío, mi ley;
Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.

2 Abriré mi boca en proverbios;


Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,

3 Las cuales hemos oído y entendido;


Que nuestros padres nos las contaron.

4 No las encubriremos a sus hijos,


Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová,
Y su potencia, y las maravillas que hizo.

5 El estableció testimonio en Jacob,


Y puso ley en Israel,
La cual mandó a nuestros padres
Que la notificasen a sus hijos;

6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán;


Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos,

7 A fin de que pongan en Dios su confianza,


Y no se olviden de las obras de Dios;
Que guarden sus mandamientos,

8 Y no sean como sus padres,


Generación contumaz y rebelde;
Generación que no dispuso su corazón,
Ni fue fiel para con Dios su espíritu.

9 Los hijos de Efraín, arqueros armados,


Volvieron las espaldas en el día de la batalla.

10 No guardaron el pacto de Dios,


Ni quisieron andar en su ley;

11 Sino que se olvidaron de sus obras,


Y de sus maravillas que les había mostrado.

12 Delante de sus padres hizo maravillas


En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.

13 Dividió el mar y los hizo pasar;


Detuvo las aguas como en un montón.

14 Les guió de día con nube,


Y toda la noche con resplandor de fuego.

15 Hendió las peñas en el desierto,


Y les dio a beber como de grandes abismos,

16 Pues sacó de la peña corrientes,


E hizo descender aguas como ríos.

17 Pero aún volvieron a pecar contra él,


Rebelándose contra el Altísimo en el desierto;

18 Pues tentaron a Dios en su corazón,


Pidiendo comida a su gusto.

19 Y hablaron contra Dios,


Diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto?

20 He aquí ha herido la peña, y brotaron aguas,


Y torrentes inundaron la tierra;
¿Podrá dar también pan?
¿Dispondrá carne para su pueblo?

21 Por tanto, oyó Jehová, y se indignó;


Se encendió el fuego contra Jacob,
Y el furor subió también contra Israel,

22 Por cuanto no habían creído a Dios,


Ni habían confiado en su salvación.

23 Sin embargo, mandó a las nubes de arriba,


Y abrió las puertas de los cielos,

24 E hizo llover sobre ellos maná para que comiesen,


Y les dio trigo de los cielos.

25 Pan de nobles comió el hombre;


Les envió comida hasta saciarles.
26 Movió el solano en el cielo,
Y trajo con su poder el viento sur,

27 E hizo llover sobre ellos carne como polvo,


Como arena del mar, aves que vuelan.

28 Las hizo caer en medio del campamento,


Alrededor de sus tiendas.

29 Comieron, y se saciaron;
Les cumplió, pues, su deseo.

30 No habían quitado de sí su anhelo,


Aún estaba la comida en su boca,

31 Cuando vino sobre ellos el furor de Dios,


E hizo morir a los más robustos de ellos,
Y derribó a los escogidos de Israel.

32 Con todo esto, pecaron aún,


Y no dieron crédito a sus maravillas.

33 Por tanto, consumió sus días en vanidad,


Y sus años en tribulación.

34 Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios;


Entonces se volvían solícitos en busca suya,

35 Y se acordaban de que Dios era su refugio,


Y el Dios Altísimo su redentor.

36 Pero le lisonjeaban con su boca,


Y con su lengua le mentían;

37 Pues sus corazones no eran rectos con él,


Ni estuvieron firmes en su pacto.

38 Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía;


Y apartó muchas veces su ira,
Y no despertó todo su enojo.

39 Se acordó de que eran carne,


Soplo que va y no vuelve.

40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto,


Lo enojaron en el yermo!

41 Y volvían, y tentaban a Dios,


Y provocaban al Santo de Israel.

42 No se acordaron de su mano,
Del día que los redimió de la angustia;

43 Cuando puso en Egipto sus señales,


Y sus maravillas en el campo de Zoán;

44 Y volvió sus ríos en sangre,


Y sus corrientes, para que no bebiesen.
45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban,
Y ranas que los destruían.

46 Dio también a la oruga sus frutos,


Y sus labores a la langosta.

47 Sus viñas destruyó con granizo,


Y sus higuerales con escarcha;

48 Entregó al pedrisco sus bestias,


Y sus ganados a los rayos.

49 Envió sobre ellos el ardor de su ira;


Enojo, indignación y angustia,
Un ejército de ángeles destructores.

50 Dispuso camino a su furor;


No eximió la vida de ellos de la muerte,
Sino que entregó su vida a la mortandad.

51 Hizo morir a todo primogénito en Egipto,


Las primicias de su fuerza en las tiendas de Cam.

52 Hizo salir a su pueblo como ovejas,


Y los llevó por el desierto como un rebaño.

53 Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor;


Y el mar cubrió a sus enemigos.

54 Los trajo después a las fronteras de su tierra santa,


A este monte que ganó su mano derecha.

55 Echó las naciones de delante de ellos;


Con cuerdas repartió sus tierras en heredad,
E hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel.

56 Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo,


Y no guardaron sus testimonios;

57 Sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres;


Se volvieron como arco engañoso.

58 Le enojaron con sus lugares altos,


Y le provocaron a celo con sus imágenes de talla.

59 Lo oyó Dios y se enojó,


Y en gran manera aborreció a Israel.

60 Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo,


La tienda en que habitó entre los hombres,

61 Y entregó a cautiverio su poderío,


Y su gloria en mano del enemigo.

62 Entregó también su pueblo a la espada,


Y se irritó contra su heredad.

63 El fuego devoró a sus jóvenes,


Y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.
64 Sus sacerdotes cayeron a espada,
Y sus viudas no hicieron lamentación.

65 Entonces despertó el Señor como quien duerme,


Como un valiente que grita excitado del vino,

66 E hirió a sus enemigos por detrás;


Les dio perpetua afrenta.

67 Desechó la tienda de José,


Y no escogió la tribu de Efraín,

68 Sino que escogió la tribu de Judá,


El monte de Sion, al cual amó.

69 Edificó su santuario a manera de eminencia,


Como la tierra que cimentó para siempre.

70 Eligió a David su siervo,


Y lo tomó de las majadas de las ovejas;

71 De tras las paridas lo trajo,


Para que apacentase a Jacob su pueblo,
Y a Israel su heredad.

72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón,


Los pastoreó con la pericia de sus manos.
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Comentario a Salmos 78
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo constituye un resumen de la historia de Israel desde los tiempos de Moisés hasta
después del exilio de las diez tribus del norte. I. Prefacio recomendando a las generaciones
venideras el estudio del salmo (vv. 1-8). II. La historia misma. El objetivo general del salmo
aparece en los versículos 9-11. En cuanto a los detalles particulares, vemos, 1. Las obras
portentosas que Dios llevó a cabo en favor de su pueblo (vv. 12-16). 2. La ingratitud con que
correspondieron a los favores de Dios, sus murmuraciones y su desconfianza, y cómo
afrentaron a Dios con sus idolatrías, una vez llegados a Canaán, a pesar de la paciencia que
Dios había tenido con ellos (vv. 17-20, 56-58). 3. Cómo les castigaba Dios en el desierto por
sus pecados (vv. 21-55) y, ahora, cuando se llevaron el arca los filisteos (vv. 59-64). Cuan
benignamente les perdonó Dios y se volvió a ellos compasivo, a pesar de las provocaciones de
ellos, estableciéndolos felizmente en la tierra y dándoles, en David, un rey de su elección,
aunque posteriormente permitió que el reino del norte (v. 67, José, Efraín) fuese desgajado
de Judá y, después, llevado al exilio (vv. 65-72).
Versículos 1-8
Estos versículos contienen el prefacio de la historia que se nos refiere después.
1. El salmista demanda atención (v. 1): «Escucha, pueblo mío, mi enseñanza» (lit. mi ley). El
salmista, en función de profeta, habla de parte de Dios, con lo que puede dirigirse a Israel
como pueblo suyo y dar a sus enseñanzas el nombre de leyes, aun cuando es más probable
que sólo intente identificarse con el pueblo y transmitirle instrucción (comp. con Pr. 1:8,
donde ocurre el mismo vocablo: «la enseñanza, hebreo toral— de tu madre»).
2. Da varias razones por las que deben prestar atención:
(A) Las cosas que va a decir son de mucho peso; por eso las va a exponer en forma de oráculo
enigmático («parábola... arcanos» —los mismos términos hebreos de 49:4). No son «arcanos»
porque estén ocultos, sino porque requieren la más seria consideración.
(B) Son monumentos de la antigüedad (v. 3): «Que nuestros padres nos las contaron.» Son
cosas ciertas, relatos verídicos. El honor que debemos a nuestros padres nos obliga a prestar
atención a las buenas enseñanzas que de ellos hemos recibido.
(C) Estas enseñanzas deben ser transmitidas a la posteridad (v. 4):
«No las ocultaremos a sus hijos, como no nos las ocultaron nuestros padres.» Habría de
esperarse —dice Cobb— que dijese: «a nuestros hijos», pero desea enfatizar el curso de la
tradición y no su deber personal hacia sus propios hijos.» Lo que hemos de transmitir a los
hijos no es sólo hacienda y conocimientos, sino especialmente las verdades de Dios y el
ejemplo de una conducta santa. Nótese que:
(a) La ley de Dios se dio con el encargo especial de enseñarla diligentemente a los hijos (v.
5), conforme lo preceptuaba Dt. 6:7, 20, y los hijos, respectivamente, a sus hijos, etc. Así
también la Iglesia de Dios, no es cosa de una sola época —como lo fue el Imperio Romano—,
sino hasta la consumación de los siglos (Mt 28:20).
(b) Las providencias de Dios concernientes a ellos. Dios dio a Israel su ley, no sólo para que
sus preceptos fuesen norma de las generaciones venideras, sino para que pusieran en Dios su
confianza al recordar sus obras portentosas (vv. 6, 7). Sólo quienes están resueltos a observar
los mandamientos de Dios, pueden esperar con plena confianza la salvación de Dios.
(c) Se les advierte a estas generaciones futuras que tomen buena nota de esto, a fin de que
no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; etc. (v. 8). Que no piensen que,
por ser hijos de Abraham según la carne, ya son hijos de Dios en el espíritu (Jn. 8:33; Mt.
3:9).
Versículos 9-39
En estos versículos,
1. El salmista observa las reprensiones que Israel atrajo sobre sí por conducirse
traicioneramente con Dios (vv. 9-11). Se alude a Efraín como cabeza del reino del norte que,
al rebelarse contra David, no guardando el pacto con él (2 S. 5:2 ss.), tampoco guardaron el
pacto con Dios, sino que fueron siempre como «novilla indómita». Éste es el sentido más
probable de este —según Cohén— «difícil versículo». M. Hcnry —nota del traductor— opina que
se hace referencia a la derrota sufrida frente a los filisteos, cuando estos se llevaron el arca
(1 S. 4:10, 11), ya que Silo caía en la tribu de Efraín. En todo caso, nótese que el olvido de las
obras de Dios está en el fondo de nuestra desobediencia a las leyes de Dios.
2. De aquí toma ocasión el salmista para consultar los precedentes. En estos versículos, la
narración es muy notable, pues refiere una especie de lucha entre la bondad de Dios y la
maldad del hombre.
(A) Dios obró grandes cosas a favor de su pueblo Israel cuando los reunió por primera vez e
hizo de ellos una nación (v. 12): «A la vista de sus padres hizo portentos.» Hizo una avenida
seca en medio del Mar Rojo y por allí los condujo y les dio ánimos, aunque las aguas estaban a
los lados como montones (v. 13). Les proveyó de guía a través de las sendas, no pisadas
antes, del desierto (v. 14), por medio de una nube, que resplandeció con fuego por la noche,
con lo que la oscuridad les resultaba menos atemorizadora y menos peligrosa (v. Zac. 2:5).
«Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber raudales de agua, no destilada, gota a
gota, por medio de un alambique, sino en forma de grandes corrientes (vv. 15, 16). Dios no
escatima, pues es rico en misericordia.
(B) Cuando Dios comenzó a bendecirles de esta manera, ellos empezaron a afrentarle (v. 17):
«Pero aún volvieron a pecar contra Él.» Sobrellevaron las miserias de su esclavitud mejor que
las dificultades de su liberación, y nunca murmuraron de sus capataces tanto como lo hicieron
de Moisés y Aarón. «Se rebelaron contra el Altísimo» (v. 17b). En el desierto, dijeron e
hicieron lo que sabían que le había de provocar (v. 18): «Pues tentaron a Dios en su corazón»,
(a) Deseando o, más bien, exigiendo lo que Dios sabía que no les convenía: «-pidiendo una
comida para saciar su apetito desordenado». Dios les había dado el maná, alimento sano,
agradable y abundante. Pero esto no les satisfacía. (b) Retando a Dios a que les diese carne,
con lo que desconfiaban de que tuviese poder para darles lo que ellos apetecían (vv. 19, 20)
¡Qué injuria tan grande a Dios al decir (v. 19b): «¿Podrá poner mesa en el desierto?»'. Tanto
valor dieron estos epicúreos a una mesa opípara, que llegaron a pensar que Dios no tenía
bastante poder para prepararla en el desierto. Pero, ¿qué es más, preparar una buena mesa
en el desierto, cosa que cualquier potentado es capaz de hacer, o sacar agua de una roca,
cosa que ningún magnate de este mundo es capaz de hacer? Digamos siempre a Dios, como a
Cristo el leproso del Evangelio: «Señor, si quieres, puedes...»
(C) Dios se resintió justamente de esta provocación y les mostró su gran desagrado (v. 21):
«Por esto, lo oyó Yahweh, y se indignó.» Se resintió «por cuanto no habían creído a Dios, ni
habían confiado en su salvación», en la que ya había comenzado a obrar para ellos (v. 22) No
obstante, en su gran bondad y paciencia, Dios abrió los cielos e «hizo llover sobre ellos
maná... trigo de los cielos» (vv. 23, 24). Las nubes que, de ordinario, llueven agua para que
crezca el trigo en la tierra, en esta ocasión llovieron trigo; así se llama al maná por su
semejanza con una semilla (Ex. 16:31). Cada uno (este es el sentido del hebreo ish aquí),
hombres y mujeres, niños y mayores, comió pan de los fuertes, es decir, de los ángeles (v.
103:20), de quienes dice también el Targum que se alimentan de maná. Lo curioso es que
Dios les mostró su resentimiento, no precisamente negándoles lo que le pedían, sino
dándoseles en tal abundancia que les salió por las narices (Nm. 11:20). Los versículos 26-29
condensan el relato de la forma en que Dios les proveyó de codornices y que puede leerse en
el capítulo 11 de Números. Es de notar que muchos israelitas comieron de las codornices sin
que les hiciesen daño, pues no era el alimento lo que les dañó, sino el apetito insaciable de la
carne.
(D) Los castigos que Dios les propinó no sirvieron para reformarles más de lo que habían
servido sus beneficios (v. 32): «Con todo esto, pecaron aún»; murmuraron y se quejaron
contra Dios y contra Moisés tanto como siempre. Duros son de veras los corazones que no se
derriten con los favores de Dios ni se quebrantan con sus castigos.
(E) Al persistir ellos en sus pecados, prosiguió Dios en sus castigos, pero éstos fueron de
distinta naturaleza, pues no los llevó a efecto de pronto, sino lentamente (v. 33): «Entonces
consumió sus días como un soplo, y sus años en tribulación.» Fueron condenados a pasar
treinta y ocho tediosos años en el desierto, años inútiles, pues en ellos no dieron un paso de
avance hacia Canaán, sino que les hizo volver y anduvieron vagando de acá para allá como en
un laberinto. Los que continúan pecando han de esperar continuar sufriendo. Y la razón por la
que pasamos nuestros días tan en vano y con tantas aflicciones, viviendo con tan pocos
consuelos y sin propósito aparente, es porque no vivimos por fe.
(F) Bajo estos castigos, ellos fingieron arrepentirse, pero no eran sinceros en su confesión.
De labios para fuera, su profesión era plausible (vv. 34, 35): «Si /os hacía morir, entonces
buscaban a Dios.» Asustados, clamaban a Dios implorando misericordia y prometían que se
habían de reformar para bien: «se volvían solícitos en busca suya». Pero no eran sinceros en
su profesión (vv. 36, 37): «Pero le lisonjeaban con su boca, como si pensaran que con buenas
palabras podían hacerle revocar su sentencia. Se derretían al sol, pero se congelaban en la
sombra: «Con su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él.» Dice
Maclaren: «Tal buscar a Dios, que no es en modo alguno buscarle propiamente, sino sólo
buscar el escapar del castigo, ni cala hondo ni dura largo.»
(G) No obstante, Dios se apiadó de ellos y puso fin a los castigos con que les había
amenazado y en parte había ejecutado (vv. 38, 39): «Pero El, misericordioso (mejor,
compasivo), perdonaba la maldad y no los exterminaba.» Les perdonó la vida hasta que se
levantó otra generación que entrase en la Tierra Prometida. Aunque ellos no se acordaban
correctamente de que Dios era su roca, Dios se acordó de que eran carne (v. 39), esto es,
mortales e inclinados al pecado y al error. Cuan fácilmente pudo aplastarlos, siendo ellos un
soplo que se va y no vuelve (v. 39b). Ellos merecían morir, pero Dios es, ante todo, un Dios
compasivo (Ex. 34:6, 7) y no quiso destruirlos.
Versículos 40-72
El tema y objetivo de esta sección son los mismos que los de la precedente, mostrando los
beneficios que Dios otorgaba a Israel, las provocaciones que de Israel recibía, los castigos que
les daba por sus pecados y la compasión que, al fin, tenía de ellos.
1. Se mencionan de nuevo los pecados de Israel en el desierto (vv. 40,41): «¡Cuántas veces
se rebelaron contra Élen el desierto, ele.!» Dios las llevaba por cuenta (Nm. 14:22): «Me han
tentado y a diez veces.» Con sus provocaciones le dieron más pesar que furor, pues los miraba
como un padre a sus hijos. Le causaban pesar, pues le obligaban a afligirles, lo cual hacía Él
de mala gana. Después de humillarse ante Él, volvían a tentara Dios (v. 41), prescribiéndole
las pruebas que tenía que darles de su poder y de su presencia entre ellos y los métodos que
había de seguir para guiarles y proveer para ellos. Grave presunción es tratar de poner
límites (probable sentido literal del «provocaban», v. 41b) al Santo de Israel (v. 71:22), pues,
siendo el Santo, hará lo que más conviene para nuestro bien. Le ponían límites precisamente
porque no se acordaban de su mano, de sus anteriores beneficios (v. 42). Hay ciertos días
marcados con especiales liberaciones y que jamás deberían ser olvidados.
2. Los favores de Dios a Israel: Este catálogo de obras portentosas que Dios llevó a cabo por
ellos comienza más alto, y continúa más largo, que antes (vv. 12 y ss.).
(A) Comienza por la liberación de Egipto y las plagas con las que Dios obligó a los egipcios a
que dejasen salir a los israelitas. Se especifican aquí algunas de esas plagas, las que más alto
hablan del poder de Dios y de su amor a Israel: La conversión de las aguas en sangre. Los
egipcios se habían emborrachado con la sangre del pueblo de Dios, incluso con la de sus niños
recién nacidos, y ahora Dios les dio a beber sangre, como se merecían (v. 44); /as moscas y
las ranas que los devoraban y destruían (v. 45); /as orugas y langostas que consumían sus
frutos (v. 46);
el granizo y la escarcha que destruyeron las viñas y los higuerales (v. 47); /as tormentas
cargadas de rayos que acababan con el ganado (v. 48). Pero la muerte de los primogénitos
fue la última y más grave de las plagas, y la que ocasionó la liberación de Israel (vv. 51, 52).
Fue la primera en la intención de Dios, pero la última en la ejecución (Ex. 4:23), pues si
Faraón hubiese cedido ante las primeras plagas, no habría enviado Dios ésta. Una vez salidos
de Egipto, Dios les guió como guía un pastor a sus ovejas, después de sepultar en el Mar Rojo
a sus enemigos (vv. 52, 53). El Mar que para Israel fue una avenida, fue para los egipcios un
cementerio.
(B) Siguió Dios conduciendo a su pueblo hasta las fronteras de su tierra santa (v. 54), a este
monte; es decir, a la tierra donde se hallaba el Monte Sión (como opina Arconada), o a una
tierra montañosa (como opina Cohén), que ganó su diestra. Hallaron en la tierra a los
cananeos, pero Dios les echó de allí delante de Israel (v. 55) y les repartió la tierra por
heredad entre las distintas tribus.
3. Los pecados de Israel después de su asentamiento en Canaán (vv. 56-58). Los hijos fueron
tan rebeldes como sus padres (v. 57) y trajeron a sus nuevas mansiones sus antiguas
corrupciones. A veces, parecían dedicados a Dios, pero luego se apartaban, le enojaban con
sus lugares altos y le provocaban a celos con sus imágenes de talla (v. 58). La idolatría fue el
pecado que más se les pegó y en el que siempre recaían, aunque a menudo pareciese que se
arrepentían de él.
4. Los castigos de Dios por tales pecados. La idolatría hizo que Dios aborreciese a Israel en
gran manera (v. 59) y dejase su morada en Silo (v. 60), abandonándolo todo, incluso su gloria
(el arca. V. 1 S. 4:21) en manos del enemigo (v. 61). Los versículos 62-64 detallan lo que
ocurrió en aquel desgraciado enfrentamiento con los filisteos. La viuda de Fineés, o Pinjas, en
lugar de lamentar la muerte de su marido, murió ella misma, después de ponerle por nombre
a su hijo recién nacido Icabod(l S. 4:19 y ss.).
5. Sin embargo, Dios no se quedó inactivo, sino que tuvo compasión de Israel y celo por su
propia gloria y, como quien se despierta del sueño en que cayó, como un hombre dominado
por el vino, pero con las fuerzas renovadas, se dispuso a castigar severamente a los enemigos
de Israel y suyos.
(A) «Hirió a sus adversarios por detrás, etc.» (v. 66). M. Henry —nota del traductor— ve aquí
una alusión a los «tumores» de 1 S. 5:6. Cohén, sin embargo, lo interpreta de las vergonzosas
derrotas infligidas a los filisteos por Saúl y David, haciéndoles huir y, por tanto, hiriéndoles
por detrás, por la espalda.
(B) Dios proveyó un nuevo lugar para su arca, la cual ya no volvió más a Silo, en la tribu de
Efraín (v. 67). Las ruinas de Silo quedaron como perpetuos monumentos de la justicia divina:
«Andad ahora a mi lugar en Silo... y ved lo que le hice» (Jer. 7:12). El traslado del arca no
significó su retirada. La perdió Silo, pero no la perdió Israel. Así también, Dios tiene siempre a
su Iglesia en el mundo, aun cuando algún lugar u otro vea retirado su candelero. Dios no
escogió la tribu de Efraín (v. 67b), a la que perteneció Josué, sino que escogió la tribu
deJudá (v. 68), de la que surgió Jesús, que es mayor que Josué. Quiryat-yearim, adonde fue
trasladada el arca, tras ser rescatada de manos de los filisteos, estaba en la tribu de Judá. De
allí fue trasladada al Monte de Sión, al cual amó Dios. Allí es donde edificó su santuario (v.
69) cual lugar tan firme como la tierra que cimentó para siempre. Fue Salomón quien edificó
el templo, pero se dice que fue Dios quien lo edificó, porque «si Yahweh no edifica la casa,
en vano trabajan los que la edifican (127:1). No obstante, trono y altar llegaron a
desaparecer, aunque ambos llegarán después a ser firmemente establecidos: el trono, en la
posteridad de David (89:36, 37, comp. con Le. 1:33); el altar (He. 13:10), en la Iglesia de
Cristo, contra la cual no prevalecerán los poderes del Averno (Mt. 16:18).
(C) Estableció en Israel la monarquía, y eligió a David por rey (vv. 70, 71), por lo cual se le
llama «según el corazón de Dios», es decir, según la elección de Dios (no según el carácter
santo de Dios, como suele interpretarse). No se menciona a Saúl, porque no le eligió Dios,
sino el pueblo. David descendía de la noble tribu de Judá, pero era un sencillo pastorcito, no
un entendido escriba, ni un sagrado sacerdote ni un experto militar. Fue sacado de los
apriscos, como Moisés, pues Dios se complace en honrar a los humildes que son diligentes y
suele hallar los más apropiados para los puestos de responsabilidad en su pueblo en quienes
han pasado sus primeros años en la soledad y la contemplación. Al Hijo de David le echaron
en cara su oscuro origen: «¿No es éste el carpintero?» Fue un gran honor el que otorgó Dios a
David, al elegirle para el trono de Israel, para gobernar al pueblo escogido de Dios; con ello,
le daba no sólo un gran privilegio, sino también una grave responsabilidad, que él desempeñó
con la integridad de su corazón y la pericia de sus manos (v.'72), no buscando, en general,
otra cosa que la gloria de Dios y el bien del pueblo ¡Dichoso el pueblo que disfruta de tal
gobierno!

Salmos 79 -Lamento por la destrucción de Jerusalén


Salmo de Asaf.
1 Oh Dios, vinieron las naciones a tu heredad;
Han profanado tu santo templo;
Redujeron a Jerusalén a escombros.
2 Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos,
La carne de tus santos a las bestias de la tierra.
3 Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén,
Y no hubo quien los enterrase.
4 Somos afrentados de nuestros vecinos,
Escarnecidos y burlados de los que están en nuestros alrededores.
5 ¿Hasta cuándo, oh Jehová? ¿Estarás airado para siempre?
¿Arderá como fuego tu celo?
6 Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen,
Y sobre los reinos que no invocan tu nombre.
7 Porque han consumido a Jacob,
Y su morada han asolado.
8 No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados;
Vengan pronto tus misericordias a encontrarnos,
Porque estamos muy abatidos.
9 Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre;
Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre.
10 Porque dirán las gentes: ¿Dónde está su Dios?
Sea notoria en las gentes, delante de nuestros ojos,
La venganza de la sangre de tus siervos que fue derramada.
11 Llegue delante de ti el gemido de los presos;
Conforme a la grandeza de tu brazo preserva a los sentenciados a muerte,
12 Y devuelve a nuestros vecinos en su seno siete tantos
De su infamia, con que te han deshonrado, oh Jehová.
13 Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado,
Te alabaremos para siempre;
De generación en generación cantaremos tus alabanzas.
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Comentario a Salmos 79
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo se parece al 74 y alude a la misma situación: la destrucción de Jerusalén y del
templo a manos de los babilonios. I. El salmista refiere la deplorable situación en que se
hallaba en este tiempo el pueblo de Dios (vv. 1-5). II. Pide a Dios socorro y alivio (vv. 6, 7, 10,
12), que les sean perdonados sus pecados (vv. 8, 9) y que obtengan liberación (v. 11). III.
Apela a la disposición del pueblo para alabar siempre a Dios (v. 13).
Versículos 1-5
1. Se queja aquí el salmista, en representación del pueblo, de los ultrajes cometidos por los
enemigos contra los lugares sagrados (v. 1) y contra los sagrados habitantes de la tierra de
Israel (vv. 2-4). Han invadido la heredad de Dios, etc. Los ultrajes cometidos contra la
religión nos deberían doler más que los cometidos contra nosotros. En 78:55 había
mencionado como el gran favor de Dios a Israel el que echó las naciones delante de ellos,
pero véase qué cambio ha producido el pecado:
Ahora las naciones invadían la heredad de Dios y reducían a escombros a Jerusalén. Los
habitantes de Jerusalén quedaban sepultados bajo las ruinas de sus casas y a merced de las
aves y de las bestias de presa. El santuario estaba profanado, al entrar los gentiles en él y
derribarlo. El pueblo mismo de Dios lo había profanado con sus pecados y, por eso, permitió
Dios que lo profanase el enemigo con su insolencia. Corría la sangre como agua por todas las
avenidas de Jerusalén hasta desembocar en el exterior de la ciudad (v. 3). Habían llegado a
ser escarnecidos y burlados de sus vecinos (v. 4). Cuando los que profesan ser el pueblo de
Dios degeneran de lo que fueron sus padres, no pueden esperar otra cosa que el escarnio y la
burla de la gente.
2. Pero les asusta más la ira de Dios contra ellos (v. 5). Esto es lo que ellos ven en el furor de
sus enemigos: «¿Hasta cuándo, Yahweh? ¿Estarás airado para siempre?» Esto da a entender
que nada deseaban tanto como el que Dios se reconciliase con ellos, y entonces sería frenado
el furor de sus enemigos.
Versículos 6-13
Las peticiones que elevan aquí a Dios son muy apropiadas al actual estado de la
congregación.
1. Oran a Dios que retire de ellos su ira y la vuelva contra los que les perseguían y oprimían
(v. 6). Esta oración es, en realidad, una profecía, en la que la ira de Dios se revela desde el
cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Ro. 1:18). La razón por la que los
hombres no invocan a Dios es porque no le conocen, no saben que puede y quiere socorrerles.
Los que persisten en la ignorancia de Dios y no reconocen el valor de la oración son impíos
que viven sin Dios en el mundo. Estos (v. 6) han consumido a Jacob (v. 7). No sólo habían
oprimido, sino consumido, a Jacob; no sólo habían invadido la tierra santa, sino que la habían
devastado. Por eso piden: «No sólo refrénalos, sino derrama tu ira sobre ellos (v. 6), por el
mal que han perpetrado.»
2. Oran por el perdón de sus pecados, en los que reconocen la causa de todas sus desgracias
(v. 8): «No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados», que, según
algunos, se remontan hasta la fabricación del becerro de oro. Si los hijos cortan, por medio
del arrepentimiento, las consecuencias del pecado de sus padres (v. Ex. 20:5; Lam 5:7),
pueden orar con fe para que no sea recordado contra ellos. Cuando Dios perdona el pecado,
lo borra y ya no se acuerda de él. Piden que Dios les perdone, no porque ellos lo merezcan,
sino en atención al nombre mismo de Dios (v. 9).
3. Oran a Dios para que ponga pronto fin a la angustia que padecen (v. 8b): «Vengan pronto
tus compasiones a nuestro encuentro.» Si la compasión de Dios no se interpone pronto para
prevenir la completa ruina de su pueblo, están perdidos. Desean que Dios se apresure a
socorrerles y librarles (vv. 8,9), porque se sienten muy abatidos, es decir, caídos muy abajo
(según el sentido del verbo hebreo) en fuerzas y posibilidades. Lo que, en realidad, les está
hundiendo es sus pecados (v. 9c); por eso insisten en el perdón de los pecados. Si
reconocemos en Dios el Dios de nuestra salvación, no le buscaremos en vano. Para poder
responder a los gentiles, cuando éstos les digan: «¿Dónde está vuestro Dios?» (v. 10),
necesitan que Dios se manifieste a favor de su pueblo y en contra de sus enemigos. Así podrán
responder al enemigo: «Está en medio de nosotros, y lo podéis reconocer por lo que está
haciendo a nuestro favor.»
4. Piden a Dios venganza de la sangre israelita que ha sido derramada (v. 10), conforme a la
antigua ley (Gn. 9:6); así será reconocido Dios entre los gentiles como el Dios de las
venganzas (94:1), es decir, el Dios a quien pertenece la venganza (Ro. 12:19). La infamia con
que los enemigos han deshonrado a Dios merece que Dios les devuelva siete veces más (v. 12)
por lo que han hecho (comp. Gn. 4:15; Sal. 12:7). Opina Cohén que el número siete pudo
comenzar a significar algo completo, por el parecido entre sheba == siete, y soba = satisfacer
o llenar.
5. Piden a Dios que les halle una salida para el rescate de los pobres prisioneros (v. II):
«Llegue delante de ti el gemido de los cautivos.» Los israelitas que habían caído en manos
del enemigo estaban recluidos en prisión y, al no poder hacer que se escuchasen sus voces,
tenían que contentarse con expresar en gemidos su triste situación. Prometen pagar con
alabanzas las respuestas a sus oraciones (v. 13). No sólo se comprometen a dar gracias (lit.) a
Dios de inmediato, sino que prometen cantar sus alabanzas de generación en generación.

Salmos 80 (RV60)- Súplica por la restauración

1 Oh Pastor de Israel, escucha;


Tú que pastoreas como a ovejas a José,
Que estás entre querubines, resplandece.
2 Despierta tu poder delante de Efraín, de Benjamín y de Manasés,
Y ven a salvarnos.
3 Oh Dios, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
4 Jehová, Dios de los ejércitos,
¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo?
5 Les diste a comer pan de lágrimas,
Y a beber lágrimas en gran abundancia.
6 Nos pusiste por escarnio a nuestros vecinos,
Y nuestros enemigos se burlan entre sí.
7 Oh Dios de los ejércitos, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
8 Hiciste venir una vid de Egipto;
Echaste las naciones, y la plantaste.
9 Limpiaste sitio delante de ella,
E hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra.
10 Los montes fueron cubiertos de su sombra,
Y con sus sarmientos los cedros de Dios.
11 Extendió sus vástagos hasta el mar,
Y hasta el río sus renuevos.
12 ¿Por qué aportillaste sus vallados,
Y la vendimian todos los que pasan por el camino?
13 La destroza el puerco montés,
Y la bestia del campo la devora.
14 Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora;
Mira desde el cielo, y considera, y visita esta viña,
15 La planta que plantó tu diestra,
Y el renuevo que para ti afirmaste.
16 Quemada a fuego está, asolada;
Perezcan por la reprensión de tu rostro.
17 Sea tu mano sobre el varón de tu diestra,
Sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste.
18 Así no nos apartaremos de ti;
Vida nos darás, e invocaremos tu nombre.
19 ¡Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos!
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
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Comentario a Salmos 80
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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No se sabe de cierto cuándo y por qué motivo fue compuesto este salmo, pero la opinión
más probable, según Cohén, es que lo compuso alguien que vivía en Judea antes de la
cautividad de Babilonia y que su oración es por las diez tribus del norte que ya estaban en el
destierro. El salmista, I. Suplica señales de la presencia de Dios entre ellos y a favor de ellos
(vv. 1-3). II. Se queja del castigo bajo el que se hallaban (vv. 4-7). III. Compara las
desolaciones presentes a una vid que había florecido, pero estaba ahora destruida (vv. 8-16).
IV. Concluye con una oración a Dios para que se digne mostrarles su favor y les prepare a ellos
para recibir sus favores (vv. 17-19).
Versículos 1-7
El salmista se dirige aquí a Dios en oración, con referencia al presente lamentable estado de
Israel.
1. Ruega a Dios que muestre su favor a Israel, como Pastor bajo cuyo cuidado y conducción
estaba Israel (vv. 1, 2): «Tú que pastoreas a José como a un rebaño, llevándolo a los mejores
pastos y defendiéndolo de los mayores peligros. Tú que estás sentado entre querubines,
desde donde recibes peticiones y das instrucciones, resplandece, esto es, muestra tu gloria
esplendorosa (50:2), con la que das luz a tu pueblo y aterras a tus enemigos.» Gran consuelo
da orar al Dios que se sienta en el trono de la gracia (He. 4:16). Pide a Dios que preste oídos
al clamor de su pueblo; al clamor de sus miserias y al clamor de sus plegarias: «Despierta tu
poder, etc.» (v. 2). Parecía dormido (comp. con 79:65). Se menciona a Efraín, Benjamín y
Manases, pues estas tres tribus descendían de Raquel. Por eso, la presenta Jer. 31:15
llorando por sus hijos, las tribus llevadas al destierro por Asiría. Comenta Kirkpatrick:
«Benjamín debe ser considerado como perteneciente al Reino del Norte para obtener diez
tribus, ya que Simeón estaba inmerso en Judá y no entra en la cuenta. Las principales
ciudades de Benjamín, Betel, Guilgal y Jericó, pertenecían al Reino del Norte.» Las tres tribus
formaban, durante la marcha por el desierto, el escuadrón del lado occidental, es decir, el
que iba inmediatamente detrás del santuario; así que, delante de ellos se alzaba el poder del
arca de Dios para dispersar a sus enemigos.
2. Se queja del desagrado de Dios. Dios estaba airado, y esto es lo que más teme el salmista
(v. 4), y que está airado precisamente contra la oración de su pueblo. Que Dios esté airado
contra los pecados de su pueblo y contra las oraciones de sus enemigos, nada tiene de
extraño; pero que esté airado contra la oración de su pueblo, es de veras muy extraño. Pero
si está airado contra las oraciones de su pueblo, podemos estar seguros de que oran mal (Stg.
4:3). Dios esconde su rostro ante oraciones insinceras o mal hechas (Lam. 3:44). Las señales
del desagrado de Dios eran las lágrimas que constituían su único alimento (comp. 42:3), y el
escarnio de que les cubrían sus enemigos (vv. 5, 6).
3. Ruega a Dios con insistencia para que restaure al pueblo a su anterior condición de paz y
bendición (v. 7, comp. con Nm. 6:25). Le invoca como a Dios de las huestes, que debería
entrar en batalla contra los enemigos de Israel. Este es el meollo de su oración, pues lo repite
al final del salmo (v. 19), como diciendo: «Señor, vuélvenos a ti por la vía del
arrepentimiento y entonces, sin duda, te volverás a nosotros por la vía de la liberación.»
Obsérvese, (A) Que no hay salvación posible, a no ser por el favor de Dios (Ef. 2:8). (B) Que no
es posible obtener el favor de Dios sin arrepentimiento (Hch. 2:38). (C) Que sólo se puede ser
salvo cuando Dios nos sale al encuentro (Ro. 10:20). En frase de Pascal: «No me buscarías si
no me hubieses encontrado.» Pero a los que ya son suyos, de hecho o por derecho, dice:
«Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros» (Mal. 3:7). Nótese que la oración del salmista es
por una conversión de tipo nacional. Sólo una santidad nacional puede asegurar una felicidad
nacional.
Versículos 8-19
El salmista presenta ahora su apelación a favor del Israel de Dios y urge así su caso ante el
trono de la gracia. Israel es comparado a una viña(Is. 5:1-7); aquí, a una vid (vv. 8, 14, 15.
También la Iglesia, Jn. 15:1 y ss.). La raíz es Cristo (Ro. 11:18). Los pámpanos son los
creyentes (Jn. 15:5), débiles y necesitados de sustentación y savia. La vid no tiene, al
principio, un aspecto demasiado atrayente que digamos, pero se extiende rápidamente, y su
fruto es excelente. Tenemos motivos para agradecer a Dios el que haya plantado tal vid en
medio del desierto de este mundo y que la haya preservado hasta el día de hoy.
1. Vemos cómo fue plantada la vid del Antiguo Testamento. Fue sacada de Egipto (78:52).
Ya Jacob había comparado a José a una vid fructífera (Gn. 49:22). La vid pasó a ser emblema
de Israel (Is.5:l; Jer. 2:21; Os. 10:1), de forma que su figura se imprimió en las monedas
durante el tiempo de los Macabeos, y sobre el pórtico del Templo de Heredes colgaba un
colosal racimo de oro.
2. Cómo se extendió y floreció. (A) La tierra de Canaán estaba muy poblada. Al principio, no
eran tan numerosos como para poder llenarla (Ex. 23:29). Pero en tiempo de Salomón, Judá e
Israel eran numerosos como la arena de la orilla del mar. Israel tenía, no sólo abundancia de
hombres, sino también de guerreros valerosos. (B) Extendieron sus conquistas hasta los países
vecinos (v. 11): «Extendió sus vástagos hasta el mar (el Mediterráneo), y hasta el río (el
Eufrates) sus renuevos (Gn. 15:18). Pero es de observar que lo que se menciona de esta vid es
sus raíces, su sombra, sus vástagos y sus renuevos, pero no se dice una palabra de su fruto,
porque Israel sólo daba fruto abundante para sí mismo (Os. 10:1); así que cuando Dios fue a
buscar fruto en su viña, sólo halló agraces (Is. 5:2). Y, si una vid no da fruto, no hay planta
tan inútil como ella(Ez. 15:2,6).
3. El salmista parece culpar a Dios de la desolación de su propia viña (vv. 12 y ss. comp. con
89:40 y ss.), como diciendo: «Señor, tú has hecho grandes cosas por esta vid ¿Vas a dejar que
se eche a perder, después que tú mismo le diste el ser? ¿Por qué abriste brecha en sus
vallados?» Por muy buena razón: Porque se había vuelto sarmiento de vid extraña (Jer. 2:21).
Y, tan pronto como abrió Dios brecha en sus muros, entraron las fieras, las tropas de los
enemigos de Israel y de Dios, como animales salvajes («el puerco montes... la bestia del
campo») que destrozan cuanto encuentran a su paso (v. 13). Pero nótese que, sólo cuando
Dios abrió brecha en sus vallados, pudieron los enemigos penetrar y destruir. Se describe (v.
16) el deplorable estado de Israel: «Le han prendido fuego y la han talado»; el pueblo de
Dioses tratado como espinos y zarzas, cuyo fin debe ser el servir de combustible, no como
plantas de provecho y merecedoras de protección y cuidado.
4. Lo que demanda de Dios en consecuencia. (A) Que tenga compasión de su viña y la
proteja (vv. 14, 15): «Mira desde el cielo, desde ese lugar de buena perspectiva, desde ese
lugar de dominio, desde el que puedes enviar alivio efectivo, y considera, mira bien, y visita,
con visita de gracia, no de castigo, esta viña, que tú plantaste por ti y para ti, por lo que
bien puede confiarse a ti y a tu cuidado.» Por «vástago», el original dice «hijo», aludiendo a
lo de «Israel es mi hijo» (Ex. 4:22). (B) Que perezcan castigados por Dios (v. 16b) los que han
devastado la viña (así lo interpreta Arconada); o, si se traduce en indicativo, como lo hace la
versión inglesa judía, perecen (los israelitas) por la reprensión de tu rostro (así lo interpreta
Cohén). (C) Que la mano de Dios (v. 17) proteja al pueblo que plantó la diestra de Yahweh
(comp. v. 15), hombres mortales, frágiles, que no han llegado a la madurez (comp. 8:4) o, tal
vez, al rey —quien sea—. (D) Que Dios les conserve la vida (v. 18b): «Danos vida» —en
imperativo, como es frecuente aun en casos en que el verbo está en futuro, como aquí. «£
invocaremos tu nombre.» No podemos invocar a Dios como es debido, a no ser que el nos dé
vida (Ef. 2:1 y ss.). Hay comentaristas, tanto cristianos como judíos, que aplican todo esto al
Mesías, el Hijo de David, Salvador y Guardián de la viña de Dios (comp. con 1 P. 2:25). Él es el
hombre de la diestra de Dios, al que Dios ha jurado por su diestra (así dice la paráfrasis
caldea), al que ha exaltado con su diestra y al que ha sentado a su diestra (He. 10:12), pues
todo el poder y autoridad de Dios le han sido dados. La estabilidad y constancia de los fieles
creyentes se deben por entero a la gracia y a la fuerza que hay depositada a favor nuestro en
Jesucristo (68:28).

Salmos 81 (RV60)- Bondad de Dios y perversidad de Israel


Salmo de Asaf.

1 Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra;


Al Dios de Jacob aclamad con júbilo.
2 Entonad canción, y tañed el pandero,
El arpa deliciosa y el salterio.
3 Tocad la trompeta en la nueva luna,
En el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne.
4 Porque estatuto es de Israel,
Ordenanza del Dios de Jacob.
5 Lo constituyó como testimonio en José
Cuando salió por la tierra de Egipto.
Oí lenguaje que no entendía;
6 Aparté su hombro de debajo de la carga;
Sus manos fueron descargadas de los cestos.
7 En la calamidad clamaste, y yo te libré;
Te respondí en lo secreto del trueno;
Te probé junto a las aguas de Meriba. Selah
8 Oye, pueblo mío, y te amonestaré.
Israel, si me oyeres,
9 No habrá en ti dios ajeno,
Ni te inclinarás a dios extraño.
10 Yo soy Jehová tu Dios,
Que te hice subir de la tierra de Egipto;
Abre tu boca, y yo la llenaré.
11 Pero mi pueblo no oyó mi voz,
E Israel no me quiso a mí.
12 Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón;
Caminaron en sus propios consejos.
13 ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo,
Si en mis caminos hubiera andado Israel!
14 En un momento habría yo derribado a sus enemigos,
Y vuelto mi mano contra sus adversarios.
15 Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido,
Y el tiempo de ellos sería para siempre.
16 Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo,
Y con miel de la peña les saciaría.
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Comentario al Salmo 81
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo se compuso, con la mayor probabilidad, con ocasión de la Fiesta de los
Tabernáculos en el séptimo mes (Lv. 23:24; Nm.29:1). El salmo nos ayuda, I. A cantar las
alabanzas de Dios por lo que Él es para su pueblo (vv. 1-3) y por lo que ha hecho por él (vv.
4-7). II. A instruirnos y exhortarnos unos a otros con respecto a los deberes que tenemos
para con Dios (vv. 8-10), sobre el peligro de rebelarnos contra Él (vv. 11, 12) y la felicidad
de que gozaríamos si nos mantuviésemos en estrecha comunión con Él (vv. 13-16).
Versículos 1-7
Cuando el pueblo de Dios se reúne en el día de la fiesta solemne (v. 3), se les debe decir
que tienen algo que hacer, pues no estamos en la iglesia para dormir ni para holgazanear.
1. Se estimula a los adoradores de Dios a que cumplan con su deber y se les enseña, con el
canto de este salmo, a hacerlo con gozo y en conciencia (vv. 1-3). Hemos de ver entonces
en Dios el Dios de Jacob y nuestra fuerza (v. 1). Como al Dios de nuestra fuerza hemos de
orar a él y cantarle como al Dios de toda la posteridad del Jacob que luchó con Dios y
prevaleció. Hemos de hacerlo con todas las expresiones de santo júbilo. Había de hacerse
entonces con pandero, cítara, arpa y trompeta (vv. 2,3). Cantando a Dios en aclamación (v.
1b), en voz alta, expresamos nuestra ferviente devoción en las divinas alabanzas. Ningún
tiempo está fuera de lugar para alabar a Dios, pero hay ocasiones especiales designadas, no
para salir al encuentro de Dios (Él siempre está cerca de nosotros), sino para encontrarnos
los unos con los otros, a fin de alabar juntos al Señor.
2. Se les instruye acerca de tal deber: «Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios
de Jacob» (v. 4), instituida por el Dios que rescató a todos los descendientes de Jacob de la
esclavitud de Egipto. Por eso (v. 5), lo constituyó como testimonio en José, no
precisamente como representante del Reino del Norte, sino de todo Israel, pues José fue
constituido por su padre heredero de las promesas de bendición (Gn. 49:22-26). En el
versículo 6 cambia súbitamente de persona —habla Dios: «Aparté sus hombros de debajo de
la carga.» Que lo recuerden en ese día: Dios los había sacado de la casa de esclavitud,
quitándoles de los hombros las pesadas cargas que los egipcios les imponían, de los cestos
en que llevaban los ladrillos y otros materiales. Nuevo cambio de persona (de la tercera a la
segunda) en el versículo 7: «Clamaste y te libré.» La mención del trueno es imposible que
se refiera —dice Cohén— al Sinaí, ya que el versículo trata del rescate de los israelitas de
Egipto. Ha de verse, pues, a la luz de 18:11 y ss. Pasa luego a mencionar la rebelión del
pueblo en Meribá (v. 7c). Quizá se menciona este incidente a causa de las libaciones de
agua que se ofrecían en la Fiesta de los Tabernáculos. Si en las solemnidades de los judíos
se les exhortaba a recordar su rescate de Egipto, mucho más deberíamos nosotros recordar,
en nuestros cultos dominicales, la gloriosa redención obrada a nuestro favor mediante el
sacrificio de Cristo.
Versículos 8-16
Dios, por medio del salmista, habla aquí a Israel, y también, en ellos, a nosotros.
1. Demanda diligente y seria atención a lo que va a decir: «Oye, pueblo mío, lo que te voy
a decir con la mayor solemnidad (comp. Dt. 6:4), y te amonestaré, es decir, te haré una
seria advertencia. No te contentes con oír de cualquier manera ¡Oh Israel, si quisieras
escucharme!»
2. Les hace a la memoria la obligación que tienen para con Él por ser «Yahweh tu Dios, que
te hice subir de la tierra de Egipto» (v. 10). Este mismo es el prefacio a la promulgación del
Decálogo; por eso, es un motivo poderoso para que observen los mandamientos de Dios.
3. Les da un resumen, tanto de los preceptos como de las promesas que les había dado
antaño cuando salieron de Egipto. El gran mandamiento era que no habían de tener otros
dioses (v. 9). La gran promesa consistía en que Yahweh era un Dios Todo suficiente, cercano
a ellos (Dt. 4:7); si ellos se adherían a Él, sólo a Él, Él sería su poderoso protector y
gobernador, al que siempre podrían acudir como a bienhechor amoroso y munificentísimo:
«Abre tu boca y la llenaré» (v. 1Oc). Así como los jóvenes cuervos abren el pico en petición
urgente de alimento y sus progenitores les llenan el buche, así también los que sirven al
Dios verdadero pueden abrir la boca en oración a su Padre Celestial, seguros de que les
cumplirá sus deseos legítimos y satisfará sus necesidades.
4. Les acusa de haber menospreciado la autoridad de Dios (v. 11):
«Pero mi pueblo no oyó mi voz., se hizo el sordo y no me quiso obedecer.» Yahweh estaba
dispuesto a ser su Dios, pero ellos no estaban dispuestos a ser su pueblo.
5. A continuación. Dios se justifica en los castigos que inflige a su pueblo (v. 12): « Los
entregué, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron según sus propios consejos.»
Dios a nadie fuerza a obedecerle; amonesta a todos haciéndoles ver que el pecado es
destructivo, de modo que el que persevera en el pecado, va por el camino de su propia
ruina (Ro. 6:23). La dureza del corazón resulta siempre un enemigo mucho más peligroso y
opresor que todos los enemigos que nos puedan atacar desde fuera. Si Israel hubiese
obedecido a Dios, ningún enemigo exterior habría sido capaz de oprimirles ni subyugarles
(vv. 13-16).
(A) Continúa Dios testificando de la buena voluntad que aún alberga hacia ellos (v. 13).
Veía cuan triste era el caso de ellos, cuan segura su ruina, al ser dejados a sus propios
consejos, y siente compasión de ellos, mostrando la repugnancia con que les había dejado a
merced de la insensatez y dureza de sus corazones; «¡Oh, si me hubiese escuchado mi
pueblo!» (v. Is. 48:18). De manera semejante se lamentó el Señor Jesús de la obstinación de
Jerusalén (Le. 19-42). Las expresiones son muy emotivas, indicando cuan fuerte es el deseo
de Dios de que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (2 P. 3:9).
(B) Los grandes beneficios que Dios tenía reservados para su pueblo y que les habría
dispensado si ellos le hubiesen sido obedientes (v. 14):
«En un momento habría yo derribado a sus enemigos.» En Dios, y sólo en Él, hay que
confiar para ganar la victoria contra nuestros enemigos. Con sólo volver su mano (v. 14b),
tos que odian a Yahweh se le habrían sometido (v. 15) y, a pesar de todos los intentos de
los enemigos, les habría sido para siempre (lit.), ya sea la humillación de los enemigos, ya
sea la prosperidad y seguridad de Israel, pues habrían dispuesto de todo lo mejor, de lo
mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría (comp. Dt. 32:13).
(C) Obsérvese que lo único que Dios requería de ellos era que le escuchasen (vv. 8, 13),
como un discípulo al maestro, como un criado al amo, como un hijo a su padre, y que
anduviesen en los caminos de Dios (v. 13b). La obediencia es el camino hacia la felicidad,
así como el pecado es el camino hacia la desgracia y la destrucción.
Nota del traductor: La última frase del versículo 5: «Oían una lengua (hebreo, sefat =
lenguaje) desconocida», merece un breve comentario. El original dice literalmente:
«Lenguaje (que yo) no conocía (comencé) al oír (éste es el único modo de traducir este
imperfecto).» Habla, pues, el salmista como representante de Israel al tiempo de la salida
de Egipto. Dice Kirkpatrick: «Comenzó (Israel) a oír al Dios a quien todavía no había
aprendido a conocer como al que se revela Dios de la redención, hablándoles (a Israel) en
las portentosas obras de la liberación de Egipto.» Estaría, pues, implicado aquí todo lo que
leemos ya en el capítulo 3 del Éxodo: «lenguaje de Dios, desconocido para Israel». Todas las
demás interpretaciones resultan absurdas u oscuras.

Salmos 82 (RV60)-Amonestación contra los juicios injustos.


Salmo de Asaf.
1 Dios está en la reunión de los dioses;
En medio de los dioses juzga.
2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente,
Y aceptaréis las personas de los impíos? Selah
3 Defended al débil y al huérfano;
Haced justicia al afligido y al menesteroso.
4 Librad al afligido y al necesitado;
Libradlo de mano de los impíos.
5 No saben, no entienden,
Andan en tinieblas;
Tiemblan todos los cimientos de la tierra.
6 Yo dije: Vosotros sois dioses,
Y todos vosotros hijos del Altísimo;
7 Pero como hombres moriréis,
Y como cualquiera de los príncipes caeréis.
8 Levántate, oh Dios, juzga la tierra;
Porque tú heredarás todas las naciones.
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Comentario a Salmos 82
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo es parecido al 58 y semejante al oráculo de Is. 3:13 y ss. Dios, como Supremo
Juez, llama a cuentas a los administradores de la justicia en Israel, los cuales no desempeñan
su cargo con la equidad necesaria. Tenemos aquí, I.
La dignidad de la magistratura y su dependencia de Dios (v. 1).
II. Las obligaciones de los jueces (vv. 3, 4).
III. Los males que ocasionan los malos jueces (vv. 2, 5).
IV. La sentencia que contra ellos pronuncia Dios (vv. 6,7).
V. El deseo y la oración de todos los buenos de que el reinado de Dios se extienda a toda la
tierra (v. 8).
Versículos 1-5
1. Supremo poder de Dios sobre todos los concejos y tribunales del mundo (v. 1): «Dios se
levanta, como asumiendo una posición de poder, en la reunión de Dios, es decir, convocada
por Dios (hebreo. El, con que se designa al Todopoderoso); en medio de los jueces (lit.
dioses) juzga» (v. la explicación en el comentario al Salmo 58). Es muy poco probable que el
vocablo designe a los ángeles, una vez que los aquí interpelados son criticados por Dios y
sentenciados a muerte (v. 7). Sin duda, se refiere a los jueces injustos, quienes, como
capacitados para juzgar, participan del divino privilegio de hacer juicio y justicia (comp. con
Mt. 7:1). Que consideren esto los magistrados y tengan temor de Dios, pues Dios está con
ellos en los juicios (Dt. 1:17; 2 Cr. 19:6). Que los súbditos también consideren esto y se
consuelen, pues los buenos jueces están bajo la dirección de Dios, y los malos jueces están
bajo el freno de Dios.
2. Encargo que se da a todos los magistrados de que hagan el bien con el poder que se les ha
conferido y del que tendrán que rendir cuentas al que se les confirió (vv. 3, 4): «Defended al
débil y al huérfano, a los que no tienen medios de fortuna ni pueden defenderse a sí mismos.
Los magistrados tienen que ser como padres de los necesitados, en general. Deben
administrar justicia imparcialmente, haciendo justicia al afligido y al menesteroso (v. 3b) y
librándolos de mano de los impíos (v. 4), ya que ellos no pueden escapar por sus propios
medios.
3. Cargo que se hace contra los malos magistrados (vv. 2, 5): Juzgan injustamente, contra
las normas de la equidad y los dictados de la conciencia. Obrar injustamente es malo, pero
juzgar injustamente es peor, porque es obrar el mal bajo la capa del bien. Se les dice con
toda claridad que su deber, por oficio, era proteger y librar a los pobres; pero ellos juzgan
injustamente, pues no saben, no entienden (v. el contraste con 1 R. 3:9), es decir, no están
cualificados para ejercer debidamente su oficio. El terrible resultado de este pecado era que,
por este injusto proceder de los malos jueces, toda la vida ciudadana se tambaleaba:
«tiemblan todos los cimientos de la tierra».
Versículos 6-8
1. La dignidad del oficio de magistrado es reconocida por Dios (v. 6): «Yo (enfático en el
original) dije: Vosotros sois dioses (hombres investidos de una prerrogativa divina), y todos
vosotros hijos del Altísimo.» Al participar, en cierto modo, de la naturaleza divina, deberían
conformar su modo de juzgar al de su Padre Celestial. Dios había delegado en ellos, con el
poder de juzgar, el poder de regir la sociedad mediante la justicia y su producto, que es la
paz pública. A pesar de estos privilegios, en cierto modo «divinos», estos jueces se habían
comportado tan mal que a continuación se les sentenció a morir como (los demás) hombres
(v. 7). Y así como los príncipes caen bajo el juicio de Dios, también vosotros caeréis.
2. El Dios de los Cielos y Dueño del Universo es ensalzado (v. 8). Comoquiera que los jueces
de la tierra son injustos, el salmista pide a Dios que actúe como Juez Soberano y juzgue no
sólo a Israel, sino a toda la tierra, ya que siendo el dueño de todas las naciones, tiene
también el derecho de juzgarlas y gobernarlas a todas. Los cristianos podemos repetir esta
oración, pidiendo que venga el reino de Dios y, para ello, que venga de nuevo el Mesías a
juzgar a toda la tierra, ya que se la han prometido como posesión suya (2:8).

Salmos 83 - Plegaria pidiendo la destrucción de los enemigos de Israel.


Cántico. Salmo de Asaf.
1 Oh Dios, no guardes silencio;
No calles, oh Dios, ni te estés quieto.
2 Porque he aquí que rugen tus enemigos,
Y los que te aborrecen alzan cabeza.
3 Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente,
Y han entrado en consejo contra tus protegidos.
4 Han dicho: Venid, y destruyámoslos para que no sean nación,
Y no haya más memoria del nombre de Israel.
5 Porque se confabulan de corazón a una,
Contra ti han hecho alianza
6 Las tiendas de los edomitas y de los ismaelitas,
Moab y los agarenos;
7 Gebal, Amón y Amalec,
Los filisteos y los habitantes de Tiro.
8 También el asirio se ha juntado con ellos;
Sirven de brazo a los hijos de Lot. Selah
9 Hazles como a Madián,
Como a Sísara, como a Jabín en el arroyo de Cisón;
10 Que perecieron en Endor,
Fueron hechos como estiércol para la tierra.
11 Pon a sus capitanes como a Oreb y a Zeeb;
Como a Zeba y a Zalmuna a todos sus príncipes,
12 Que han dicho: Heredemos para nosotros
Las moradas de Dios.
13 Dios mío, ponlos como torbellinos,
Como hojarascas delante del viento,
14 Como fuego que quema el monte,
Como llama que abrasa el bosque.
15 Persíguelos así con tu tempestad,
Y atérralos con tu torbellino.
16 Llena sus rostros de verg:uenza,
Y busquen tu nombre, oh Jehová.
17 Sean afrentados y turbados para siempre;
Sean deshonrados, y perezcan.
18 Y conozcan que tu nombre es Jehová;
Tú solo Altísimo sobre toda la tierra.
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Comentario al Salmo 83
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Éste es el último de los salmos que llevan en el título el nombre de Asaf. Hay quienes opinan
que el trasfondo es la conjuración contra Josafat (2 Cr. 20). Otros piensan que hace
referencia a todas las confederaciones de las naciones vecinas contra Israel, desde la primera
hasta la última. El salmista apela aquí: I. Al conocimiento de Dios, presentándole los planes y
esfuerzos de los enemigos para destruir a Israel (vv. 1-8). II. A la justicia de Dios mediante
una urgente petición para que Dios haga fracasar los planes enemigos (vv. 9-18).
Versículos 1-8
I. Como el pueblo de Dios se hallaba en gran peligro, el salmista pide a Dios que se manifieste
a favor del amenazado Israel (v. I): «Oh Dios, no guardes silencio, sino defiéndenos contra los
que nos están haciendo un daño evidente.» A veces. Dios permanece callado, como si desease
permanecer neutral, pero espera que clamemos a Él en oración y consultando su palabra, así
como siguiendo el curso de los acontecimientos que dispone o permite su providencia.
II. Una exposición de la gran alianza de las naciones vecinas en contra de Israel. El salmista
pide a Dios que deshaga tal coalición.
1. La coalición es contra el Israel de Dios y, por tanto, contra el Dios de Israel. Odiaban a
los adoradores del Dios verdadero porque odiaban al Dios verdadero y al culto que se le
rendía (v. 5): «Contra ti han concertado alianza, dice el salmista, puesto que se han
conjurado contra tus protegidos (lit. tus escondidos; v. 3b). Se les llama «escondidos» (en
Dios), porque Dios los cubre para protegerles de los peligros (v. 27:5; 31:20). También
nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). Así que los enemigos intentan
destruir a los que Dios trata de proteger: «Rugen tus enemigos» (v. 2. Comp. 2:1). Sus
clamores son ruidosos. Esta es una razón poderosa para que Dios no guarde silencio. Los
enemigos son insolentes y altivos (v. 2b): «Alzan cabeza» con gesto desafiante, como si
pudiesen prevalecer contra el Altísimo.
2. Los enemigos obran astuta y secretamente (v. 3). Por muchas e inveteradas que sean las
rivalidades entre ellos mismos, se confabulan de corazón a una contra Dios (v. 5). No se
contentan con nada sino con la destrucción completa de Israel, hasta que se borre del libro
de la historia el nombre mismo de Israel (v. 4): «Venid y destruyámoslos para que no sean
nación, y no haya más memoria del nombre de Israel.» El deseo secreto de muchos malvados
es que la Iglesia de Dios deje de existir y que desaparezca del mundo la religión verdadera.
Así como le han cerrado el corazón, también querrían que fuese extirpada del orbe.
3. «Pero el que se sienta en los cielos se ríe de ellos» (2:4). Se mencionan aquí las naciones
que entraban en esta coalición: Iban en cabeza los descendientes de Abraham y de Lot,
aliados de sangre de Israel, aliados en coalición contra Israel. No hay vínculos naturales que
el espíritu de persecución no pueda romper. Los filisteos y los asirios, enemigos jurados de
Israel, servían de brazo (Is. 33:2), es decir, prestaban su asistencia a los descendientes de los
parientes de Jacob, quienes eran los líderes de la coalición.
Versículos 9-18
El salmista ora ahora por la destrucción de estas fuerzas coligadas y, en nombre de Dios, la
predice. Esta profecía puede aplicarse a todos los enemigos de la Iglesia.
1. La derrota de anteriores coaliciones puede servir de apelación en las oraciones a Dios,
porque el Dios que antes derrotó a los enemigos de su pueblo es siempre el mismo y no
cambia (vv. 9 y ss.): «Hazles como a Madián, un ejército numeroso, derrotado por su propio
miedo más que por los 300 hombres de Gedeón, como a Sisara, derrotado por Dios mediante
una mujer (Jue. 4:15) y muerto por otra. Fueron hechos como estiércol para la tierra (v.
Job), ya que sus cadáveres quedaron insepultos en el campo de batalla. Querían apoderarse
de los dominios de Dios (v. 12), es decir, de la tierra de Canaán, posesión especial de Dios,
pero arrendada por suertes a las tribus de Israel.
2. Ora a Dios que los ponga como remolinos de viento (comp. con Is. 17:13) y como
hojarasca delante del viento (v. 13, comp. con 1:4; 35:5), a fin de que estén en continuo
movimiento sin asiento fijo y mareados en sus proyectos, hasta que perezcan en su impiedad.
Cuando la hojarasca es traída y llevada por el viento, llega, al fin, a descansar en algún
rincón, pero el salmista pide no sólo que sean llevados por el viento, sino también
consumidos por el fuego (v. 14). De seguro que no podrán escapar a la constante persecución
de Dios (v. 15) los que sañudamente perseguían al pueblo de Dios.
3. Declara las buenas consecuencias de la confusión de los enemigos (vv. 16-18). Habían
hecho todo lo posible por avergonzar al pueblo de Dios, pero la vergüenza se volvía contra
ellos mismos (v. 17). Sin embargo esta vergüenza podía ser un comienzo de conversión, y esto
es lo que desea el salmista (v. 16): «Llena sus rostros de vergüenza, para que busquen tu
nombre, oh Yahweh.» Lo que con mayor vehemencia deberíamos desear y pedir a Dios es que
los enemigos suyos y perseguidores nuestros sean traídos al arrepentimiento, y la única
confusión que debemos desearles es la que puede dar paso a su conversión. Pero, si las
esperanzas que se han puesto en su arrepentimiento resultan fallidas, que sean confundidos y
perezcan (v. 17), no por puro deseo de venganza, sino para que se muestre que Yahweh tiene
poder sobre toda la tierra (v.18).

Salmos 84 -Anhelo por la casa de Dios


1 ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!
2 Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová;
Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.
3 Aun el gorrión halla casa,
Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos,
Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos,
Rey mío, y Dios mío.
4 Bienaventurados los que habitan en tu casa;
Perpetuamente te alabarán. Selah
5 Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
6 Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente,
Cuando la lluvia llena los estanques.
7 Irán de poder en poder;
Verán a Dios en Sion.
8 Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración;
Escucha, oh Dios de Jacob. Selah
9 Mira, oh Dios, escudo nuestro,
Y pon los ojos en el rostro de tu ungido.
10 Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
Que habitar en las moradas de maldad.
11 Porque sol y escudo es Jehová Dios;
Gracia y gloria dará Jehová.
No quitará el bien a los que andan en integridad.
12 Jehová de los ejércitos,
Dichoso el hombre que en ti confía.
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Comentario al Salmo 84
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Este salmo contiene los piadosos anhelos de un alma devota hacia Dios, por lo que es muy
apto para meditarlo o cantarlo en domingo. El salmista expresa con gran devoción su afecto:
I. A las ordenanzas de Dios (v. 1), su deseo de ellas (vv. 2, 3), su convicción de la dicha que
tienen los que disfrutan de ellas (vv. 4-7), y su gozo personal en ellas (v. 10). II. Al Dios de las
ordenanzas: sus deseos hacia Él (vv. 8, 9), su fe en Él (v. 11), y la dicha de los que ponen su
confianza en Él (v. 12).
Versículos 1-7
1. La admirable belleza que el salmista veía en las instituciones sagradas (v. 1): «¡Cuan
amables son tus moradas, oh Yahweh de los ejércitos!» habla en plural para designar los
distintos edificios del templo o, quizá, por su dignidad (43:3). ¡Cuan amable es el santuario
para los que son santos! Las almas devotas ven una belleza especial e inefable en la santidad.
2. Sus anhelos de volver a participar del disfrute de las ordenanzas de Dios o, más bien, de
Dios en ellas (v. 2). Era el deseo de todo su ser: cuerpo, alma y espíritu (comp. con 1 Ts.
5:23). Era un intenso deseo, deseo ardiente (hasta desfallecer —según indica el 2do. verbo de
la primera parte del versículo 2), que le hacía cantar, no al santuario, sino al Dios vivo. Las
instituciones sagradas quedan vacías si en ellas no hallamos a Dios.
3. De la misma manera que los pájaros hacen nidos donde criar sus polluelos, así quería el
salmista tener su nido cerca de los altares de Yahweh (v. 3). Como hace notar Bullinger
(también Cohén), en v. 3 hay una elipsis: Después de «sus polluelos», hace falta suplir: Así
también yo hallo mi casa cerca de tus altares, etc. Quienes se sienten a gusto en la casa de
Dios, no pueden menos de desear que también sus hijos se sientan a gusto allí, como los
polluelos en los nidos que sus madres y padres fabrican para ellos. ¿Dónde mejor que allí
podemos estar tanto nosotros como los nuestros?
4. Su reconocimiento de la dicha de que disfrutan los que ejercen su ministerio en el templo
(v. 4), los sacerdotes y levitas que tenían mejores oportunidades que los demás para alabar
continuamente a Dios (v. 4b). Dichosos los habitantes del Cielo que no cesan día y noche de
alabar a Dios (Ap. 4:8). Y dichosos los habitantes de las naciones en las que hay completa
libertad para dar culto a Dios (vv. 5-7) y que llevan en el corazón el deseo de recorrer los
caminos que llevan al santuario (éste parece ser el sentido del v. 5). Estas personas remontan
todos los obstáculos, todas las dificultades que impiden a otros el asistir a los servicios
religiosos (v. 6): Aunque pasen fatigas por llegar, a sus ojos son como un refrigerio; así
cambian psicológicamente en lugar de fuentes el valle de lágrimas; aunque atraviesen por un
desierto, para ellos es como un lugar que la lluvia cubre de bendiciones (mejor que «los
estanques»). En lugar de rendirse ante las dificultades del viaje, cuanto más se aproximan a
Jerusalén, más fuertes y alegres se sien ten (v. 7): «Van de fuerza en fuerza (cada uno); es
visto delante de Dios en Sión» (lit.), esto es, ninguno de los peregrinos ha desfallecido
abandonando el viaje. Así debe correr el creyente hacia la meta puesta delante de sí (v. Fil.
3:14).
Versículos 8-12
1. El salmista ruega ahora a Dios que le escuche y acepte su oración. Pide (vv. 8,9) que Dios
le escuche y ponga sus ojos en el rey, a quien llama «nuestro escudo», es decir, el defensor
de la nación, el ungido de Dios. Invoca a Dios bajo dos gloriosos títulos: Yahweh Dios de las
huestes, que tiene todas las criaturas bajo su mando, y el Dios de Jacob, el Dios que ha hecho
pacto con su pueblo Israel.
2. Apela al amor que tiene a las ordenanzas de Dios y a su dependencia de Dios.
(A) Los atrios de Dios eran su lugar favorito (v. 10): «Porque mejor es un día en tus atrios,
asistiendo a los servicios religiosos, lejos de todos los quehaceres seculares, que mil fuera de
ellos ocupado en cualquier otro asunto. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi
Dios, ejercer el oficio más bajo de los levitas, que habitar, aunque fuese como gran
magnate, en las moradas de iniquidad. Prefiero ser portero en la casa de Dios antes que
príncipe en lugares donde reina la maldad; antes permanecer en el umbral (como indica el
hebreo) del templo, como un mendigo (comp. con Hch. 3:2), que en un palacio como un
potentado.
(B) Dios era su esperanza, su gozo y su todo (v. II): «Porque sol y escudo es Yahweh Dios. En
este mundo estamos en tinieblas, pero si Yahweh es nuestro Dios, Él será para nosotros sol
que ilumina y da vida, que guía e instruye. Estamos en continuo peligro, pero Él será escudo
que nos defienda y proteja. Gracia y gloria dará Yahweh. Gracia significa la buena voluntad
de Dios hacia nosotros, así como la buena obra que lleva a cabo en nosotros; gloria significa
el honor que nos otorga al darnos la adopción de hijos, así como la herencia que nos tiene
preparada en el Ciclo (v. 1 P. 1:4, 5). Dios nos dará gracia en este mundo como preparación
para la gloria, y gloria en el otro mundo como perfección de la gracia; ambas son don libre y
soberano de Dios. Ningún bien retraerá de los que andan rectamente (lit.). Esta es una
promesa que comprende muchísimo y es una seguridad tan grande de paz y consuelo para los
creyentes, que, cualquier cosa que deseen como algo que necesitan, pueden tener la certeza
de que la obtendrán, a no ser que la infinita sabiduría de Dios vea que no es realmente un
bien para nosotros o que la infinita bondad de Dios nos la vaya a dar en otro momento más
apropiado y conveniente para nosotros. Dichoso el hombre que en ti confía (v. 12).
Verdaderamente son dichosos los que disfrutan de los privilegios de la casa de Dios. Pero si
no podemos ir a la casa de Dios, siempre podemos ir por fe al Dios de la casa, y hallar en Él
dicha y seguridad.
Salmos 85 -Súplica por la misericordia de Dios sobre Israel
1 Fuiste propicio a tu tierra, oh Jehová;
Volviste la cautividad de Jacob.
2 Perdonaste la iniquidad de tu pueblo;
Todos los pecados de ellos cubriste. Selah
3 Reprimiste todo tu enojo;
Te apartaste del ardor de tu ira.
4 Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación,
Y haz cesar tu ira de sobre nosotros.
5 ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre?
¿Extenderás tu ira de generación en generación?
6 ¿No volverás a darnos vida,
Para que tu pueblo se regocije en ti?
7 Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia,
Y danos tu salvación.
8 Escucharé lo que hablará Jehová Dios;
Porque hablará paz a su pueblo y a sus santos,
Para que no se vuelvan a la locura.
9 Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen,
Para que habite la gloria en nuestra tierra.
10 La misericordia y la verdad se encontraron;
La justicia y la paz se besaron.
11 La verdad brotará de la tierra,
Y la justicia mirará desde los cielos.
12 Jehová dará también el bien,
Y nuestra tierra dará su fruto.
13 La justicia irá delante de él,
Y sus pasos nos pondrá por camino.
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Comentario al Salmo 85
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo refleja la reacción de los cautivos de Babilonia al regresar a su país y contemplar
aquella desolación, teniendo ante sí la magnitud de la empresa que la reconstrucción
suponía. Estaban como Noe en el arca, entre la vida v la muerte, entre la esperanza y el
miedo. Siendo así las cosas: 1. Aquí tenemos la paloma enviada en oración. Las peticiones
contra e) pecado y la ira (v. 4) y para obtener misericordia y gracia (v. 7). II. Tenernos
después la paloma volviendo con una ramita de olivo de paz y buenas nuevas: el salmista
espera su vuelta (v. 8) y luego enumera los favores a Israel, de los que, por el espíritu de
profecía, había dado seguridad a otros, y, por el espíritu de fe, obtenía seguridad él mismo
(vv.9-13).
Versículos 1-7
Puesto aquí el pueblo de Dios en una condición muy baja y débil, se les enseña cómo deben
dirigirse a Dios.
1. Deben reconocer con gratitud las grandes cosas que Dios ha hecho por ellos (vv. 1-3). Dios
se había mostrado propicio hacia el país al hacer volver a los cautivos (v. 1) y no les había
tratado según se merecían, sino que les había perdonado todos los pecados (v. 2). El
permitirles volver de la deportación era una señal del favor de Dios y de que estaba
reconciliado con ellos. Dios había levantado (lit.) la iniquidad del pueblo, como quien quita
de encima un peso intolerable, y había cubierto, ocultándolos de su vista, lodos los pecados
de ellos.
2. Se les enseña a pedir a Dios gracia y misericordia con respecto a la angustia presente;
esto se infiere de lo anterior: «Tú has tratado bien a nuestros padres; trátanos bien a
nosotros, pues somos los hijos del mismo pacto.» (A) Piden que les restaure la gloria nacional
que antes poseían (v. 4): «Restáuranos (o, vuélvete a nosotros; o, ambas cosas), oh Dios de
nuestra salvación.» (B) Piden que cesen las señales del desagrado de Dios: «Y haz cesar (lit.
quiebra) tu ira de sobre nosotros.» Nótese el orden: «Primero, restáuranos; después, haz
cesar tu ira de nosotros.» (C) Piden que se manifieste la buena voluntad de Dios hacia ellos
(v. 7): «Muéstranos, Yahweh, tu misericordia, tu amor misericordioso; haznos saber que nos
amas y que tu amor es inagotable.» (D) Piden que Dios complete la obra que ha comenzado:
«Y danos tu salvación», es decir, haz que la restauración que has comenzado sea completa.
3. Se les enseña a que rueguen humildemente a Dios para que les alivie de las presentes
angustias (vv. 5, 6): «¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de
generación en generación? No estuviste airado contra nuestros padres para siempre, sino que
pronto te volviste del furor de tu ira; ¿por qué has de estar airado para siempre contra
nosotros? ¿No volverás a darnos vida, esto es, a reavivarnos?» (80:18). Dios había otorgado un
poco de vida en su servidumbre a los cautivos (Esd. 9:8). El retorno de la cautividad había
sido como una resurrección de entre los muertos (v. Ez. 37:11-14). «Ahora, Señor —vienen a
decir— ¿no nos reavivarás otra vez y alzarás otra vez tu mano (Is. 11:11; v. el comentario a
dicho lugar) para recobrar el remanente?» (comp. 126:1, 4; Hab. 3:2). Si Dios es la fuente de
todos nuestros beneficios, también ha de ser el centro de todos nuestros gozos.
Versículos 8-13
Aquí tenemos una respuesta a las oraciones y expectaciones del pueblo.
1. En general, es una respuesta de paz. El salmista (v. 8) está como un vigía a la expectativa
de lo que Dios va a hablar, como diciendo:
«¡Guarda la compostura, alma mía! ¡Calla humildemente para escuchar a Dios y estar a la
expectativa de lo que Él disponga! Ya he hablado bastante; ahora escucharé lo que Dios diga
y acatare sus designios, porque hablará paz a su pueblo, lo que más les convenga (comp. Est.
10:3).» Tarde o temprano, nos manifestará por medio de su Espíritu, de su palabra y de sus
ministros, lo que va a concedernos y lo que requiere de nosotros, para que no volvamos a la
locura, es decir, a los errores que nos condujeron al desastre.
2. Se enumeran luego los detalles particulares de la respuesta de paz. Nos ofrece una
agradable perspectiva del estado floreciente de la congregación (literalmente, de Israel, pero
aplicable a la Iglesia) en los últimos cinco versículos del salmo, los cuales describen la paz y
la prosperidad con que Dios bendijo a los que habían regresado de la cautividad, cuando, por
fin, se asentaron en su tierra. Pero puede también lomarse como una promesa para todos los
que temen a Dios y obran justicia, de que serán dichosos, y como una profecía del reino
mesiánico, con todas las ricas bendiciones que tal reino comportará.
(A) Su ayuda siempre a mano (v. 9): «Ciertamente cercana está su salvación a los que le
temen.» Cuando la fabricación de ladrillos es doble de lo que se puede soportar, entonces
llega Moisés. Cuando la tribulación se acerca demasiado, también se acerca la salvación, pues
Dios es para los suyos socorro siempre presente en tiempo de aflicción.
(B) Honor seguro (v. 9b): «Para que habite la gloria, es decir, la presencia gloriosa de Dios,
que había sido retirada (Is. 10:1 y ss.), en nuestra tierra; que el servicio de adoración a Dios
quede restablecido y afianzado entre nosotros; pues esa es la gloria del país. Cuando se
marcha esa gloria, Icabod, estamos perdidos; cuando vuelve la gloria, Cabed, estamos
salvados.»
(C) El mutuo abrazo de la gracia de Dios y de la rectitud del hombre (vv. 10, 11). Estos
versículos admiten tres interpretaciones complementarias: (a) Cuando el pueblo se vuelve a
Dios, El se vuelve a ellos con su misericordia: se encuentran y se besan la verdad del hombre
y la misericordia de Dios. Si la verdad brota de la tierra, esto es (como dice el doctor
Hammond), del corazón del hombre, el terreno apropiado para esa planta, entonces la
justicia (esto es, la misericordia) de Dios mirará desde los cielos, como mira el sol al fruto de
la tierra con su benéfico influjo. Éste es el sentido primordial, (b) Cuando los que gobiernan y
los gobernados obran justamente, hay paz en la nación y en las familias (Is. 32:17): la
rectitud y la dicha son buenas compañeras, (c) Nuestra salvación está dispuesta de modo tan
admirable que Dios puede tener compasión de los pobres pecadores y estar en paz con ellos,
sin hacer violencia a su verdad ni a su justicia. Esta interpretación hace honor a la verdad,
pero no a la letra de estos versículos.
(D) Gran abundancia de todo lo que se puede desear (v. 12): «Yahveh dará ciertamente lo
que es bueno» (lit.), todo lo que El sabe que es bueno para nosotros, como la lluvia benéfica
para la tierra, y nuestra tierra dará su cosecha, correspondiendo a la lluvia de las
bendiciones divinas» (v. por contraste. He. 6:8).
(E) Guía segura por el buen camino (v. 13): «Si Israel es fiel a Dios, tu justicia irá delante de
Él (Dios) "como un heraldo que va anunciando la salvación de su pueblo" (—como dice
Kirkpatrick, el cual traduce la segunda parte del versículo del modo siguiente:) y (nos)
pondrá en el camino de sus pisadas» (lit. y hará para camino sus pisadas. Comp. con
1P.2:21).

Salmos 86 - Oración pidiendo la continuada misericordia de Dios


Oración de David.
1 Inclina, oh Jehová, tu oído, y escúchame,
Porque estoy afligido y menesteroso.
2 Guarda mi alma, porque soy piadoso;
Salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía.
3 Ten misericordia de mí, oh Jehová;
Porque a ti clamo todo el día.
4 Alegra el alma de tu siervo,
Porque a ti, oh Señor, levanto mi alma.
5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
Y grande en misericordia para con todos los que te invocan.
6 Escucha, oh Jehová, mi oración,
Y está atento a la voz de mis ruegos.
7 En el día de mi angustia te llamaré,
Porque tú me respondes.
8 Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses,
Ni obras que igualen tus obras.
9 Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor,
Y glorificarán tu nombre.
10 Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas;
Sólo tú eres Dios.
11 Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad;
Afirma mi corazón para que tema tu nombre.
12 Te alabaré, oh Jehová Dios mío, con todo mi corazón,
Y glorificaré tu nombre para siempre.
13 Porque tu misericordia es grande para conmigo,
Y has librado mi alma de las profundidades del Seol.
14 Oh Dios, los soberbios se levantaron contra mí,
Y conspiración de violentos ha buscado mi vida,
Y no te pusieron delante de sí.
15 Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente,
Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad,
16 Mírame, y ten misericordia de mí;
Da tu poder a tu siervo,
Y guarda al hijo de tu sierva.
17 Haz conmigo señal para bien,
Y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados;
Porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste.
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Comentario al Salmo 86
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo lleva por título «Oración de David». Quizás es una oración que él usaba y
recomendaba su uso a otros, especialmente para días de aflicción. El salmista: I. Da gloria a
Dios (vv. 8-10,12,13). II. Pide a Dios la gracia de que escuche sus oraciones (vv. 1, 6, 7), le
preserve, le salve y tenga piedad de él (vv. 2,3, 16), le conceda gozo, gracia y fuerzas, y
honor (vv. 4,11,17). III. Apela a la bondad de Dios (vv. 5,15) y a la mala voluntad de sus
enemigos (v. 14).
Versículos 1-7
1. Peticiones que el salmista hace a Dios. (A) Comienza diciendo: «Inclina, Yahweh, tu oído y
escúchame» (v. 1), con lo que pide audiencia benigna a sus peticiones. Bien se dice que Dios
inclina su oído a nuestras oraciones, porque es una admirable condescendencia de Dios el que
se digne tomar nota de criaturas tan miserables como nosotros, y de oraciones tan
defectuosas como las nuestras. Como había dicho en 25:1, también aquí (v. 4b) dice: «A ti,
oh Señor, levanto mi alma.» En toda oración, ha de elevarse el alma en alas de la fe y de
santos deseos. (B) Pide que Dios le tome bajo su protección especial (v. 2): «Guarda mi alma-
salva a tu siervo', presérvame de todo peligro y, sobre todo, del gran mal del alma que es el
pecado, y sálvame así.» A todos los que Dios salva, también los preserva con su poder para la
herencia celestial (1 P. 1:4, 5).
(C) Pide a Dios que le mire con ojos de piedad y compasión (v. 3):
«Otórgame tu favor, Señor(comp. 57:1), porque a ti clamo todo el día» (lit.).
(D) Pide a Dios consuelo interior (v. 4): «Alegra el alma de tu siervo», dándome tu liberación
(comp. 90:15). Sólo Dios puede poner alegría en el corazón y hacer que se alegre el alma y,
así como es deber de los que sirven a Dios servirle con alegría, así también es su privilegio ser
llenos de todo gozo y paz. en el creer (Ro. 15:13) y en el orar con fe, ya que la oración es la
nodriza del gozo espiritual.
2. Las apelaciones con que corrobora estas peticiones: (A) Apela a su íntima relación con
Dios: «Tú eres mi Dios, a quien me he entregado y de quien dependo, pues soy tu siervo que
en ti confía» (v. 2). (B) Apela a la aflicción que padece (v. 1b): «Porque estoy afligido y
menesteroso.»
(C) Apela a la buena voluntad de Dios hacia todos los que le buscan (vv. 4, 5): «A ti, Señor,
levanto mi alma con deseo y expectación, porque tú, Señor, eres bueno y perdonado.» (D)
Apela a la buena obra de Dios en él (v. 2): «Guarda mi alma, porque soy piadoso (hebreo,
jasid.» No lo dice con jactancia, sino con gratitud a Dios, que tiene especial providencia de
quienes le aman (comp. con Is. 38:3; Ro. 8:28). Es como si dijera: «Mira que soy piadoso y, sin
embargo, estoy afligido y menesteroso. Pero (v. 7),en el día de mi angustia te invoco,
porque tú me respondes.» Bien van las cosas cuando el día de la aflicción encuentra rodando
las ruedas de la oración, pues nunca dan vueltas en vano.
Versículos 8-17
Aquí el salmista, prosiguiendo en su oración:
1. Da gloria a Dios (v. 8): «Ninguno hay como tú entre los dioses, Señor, ni obras que sean
como las tuyas» (lit.), lo cual era una gran prueba de que no había nadie como Él. También le
alaba como a fuente de todo ser y, por tanto, como a centro de toda alabanza (v. 9): «Todas
las naciones que hiciste de uno solo, derivan de ti su ser (Hch. 17:24-28) y dependen
constantemente de ti; por consiguiente, vendrán y adorarán delante de ti. Señor, y
glorificarán tu nombre.» ¿Cuál es el motivo principal? (v. 10). «Porque, como hacedor de las
naciones, tú eres grande y, para demostrar tu grandeza, eres hacedor de portentos (comp.
72:17; 77:13 y ss.); así que solamente tú eres Dios y, al revés que los hombres, quienes,
siendo miserables criaturas, son tan crueles e inmisericordes (v. 14), tú. Señor (v. 15), eres
un Dios lleno de compasión y favorecedor, tardo para la ira y abundante en amor
misericordioso y verdad» (lit. comp. Ex. 34:6). Los hombres son malignos. Dios es benigno; los
hombres son falsos. Dios es fiel y veraz; los hombres son vengativos. Dios es lleno de
compasión. La primera parte del v. 16 está tomada de 25:16; la segunda, de 116:16. Como
hace notar Cohén, hijo de tu siervo denota el esclavo que es parte de la familia por
nacimiento dentro de la casa, lo cual le vincula al amo con mayor fuerza que el esclavo que
ha sido comprado. Tiene otra buena razón para alabar y dar gracias (vv. 12, 13) a Dios por el
hecho de que, en el pasado, ya le había salvado cuando estaba a punto de perecer (comp.
con 56:13). Bien puede llamarle: «Señor (no, Yahweh) Dios mío» (v.12).
2. Pide insistentemente a Dios piedad y gracia. Se queja de la mala voluntad de sus
enemigos, quienes no cejan en la implacable y conjunta conspiración que han tramado contra
él (v. 14), gente orgulloso y violenta que no sólo tratan de darle muerte a él, sino que no
tienen ningún temor de Dios: «no te tuvieron presente» (de 54:3, casi a la letra). Las
peticiones del salmista son:
(A) Que obre Dios en él por medio de su gracia (v. II): «Enséñame, Yahweh, tu camino» (de
27:11); es decir, el camino que me has designado para andar en él (comp. Ef. 2:10); cuando
yo dude sobre lo que debo hacer, dime claramente: éste es el camino, para que yo camine en
tu verdad (comp. 26:3). Podría pensar alguien que el orden debería ser: «Enséñame tu
verdad, para que yo ande en tu camino»', pero todo viene a lo mismo; es el camino de la
verdad el que Dios enseña y el que debemos escoger para andar en él (119:30). Cristo es el
camino y la verdad y la vida (Jn. 14:6) y el camino nuevo y vivo (He. 10:20), y hemos de
aprender a Cristo, así como a andar en El (Col. 2:6-7). «Haz. uno, esto es, íntegro —no
dividido—, mi corazón para temer tu nombre» (v. llb. Lit.). Como diciendo: «Hazme sincero
en mis prácticas religiosas; los hipócritas son de doble corazón; haz que el mío sea uno y
entero para Dios, sin dividirlo entre Él y el mundo» (comp. Mt. 6:22-24).
(B) Que le muestre señales de su favor hacia él (vv. 16, 17). Tres cosas pide aquí: (a) Que
vuelva su rostro hacia é/(lit.), como a uno a quien se ama, para tener así paz y consuelo, (b)
Que le dé completa liberación y salvación (v. 16b): «Da tu fuerza a tu siervo y salva al hijo
de tu sierva;
pon fuerzas dentro de mí, a fin de que pueda valerme, y pon tu fuerza misma a favor de mí,
a fin de que pueda escapar a salvo de las manos de los que traman mi ruina.» (c) Que Dios le
preserve su buena reputación (v. 17): «Obra por mí una señal para bien (lit.), de forma que
la vean los que me aborrecen y sean avergonzados de su enemistad contra mí, como tendrán
motivo cuando se den cuenta de que tú, Yahweh, me ayudaste y me consolaste» (comp.
35:4).

Salmos 87 - El privilegio de morar en Sion.


Salmo. Cántico.
1 Su cimiento está en el monte santo.
2 Ama Jehová las puertas de Sion
Más que todas las moradas de Jacob.
3 Cosas gloriosas se han dicho de ti,
Ciudad de Dios. Selah
4 Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen;
He aquí Filistea y Tiro, con Etiopía;
Este nació allá.
5 Y de Sion se dirá: Este y aquél han nacido en ella,
Y el Altísimo mismo la establecerá.
6 Jehová contará al inscribir a los pueblos:
Este nació allí. Selah
7 Y cantores y tañedores en ella dirán:
Todas mis fuentes están en ti..
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Comentario al Salmo 87
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« Este breve poema —dice Cohén— es uno de los más notables en el Salterio. Tanto en el
tono como en su perspectiva es profetice, en el sentido de que proclama la esperanza de un
universal Reino de Dios con Sión por metrópolis.» Aquí Sión: I. Es preferida al resto de la
tierra de Canaán, como coronada de especiales señales del favor de Dios (vv. 1-3). II. Es
preferida a cualquier otro lugar o país del mundo, como llena de hombres más eminentes y
de mayor abundancia de bendiciones divinas (vv. 4-7).
Versículos 1-3
Aquí vemos el objeto o asunto del salmo; Sión y el templo edificado sobre el monte Moría.
Tres cosas son de notar en alabanza del templo:
1. Que está fundado sobre el monte santo (v. 1). Está construido en un lugar elevado:
«Acontecerá en lo postrero de los tiempos que será asentado el monte de la casa de Yahweh
como cabeza de los montes» (Is. 2:2). Está firmemente asentado sobre montañas y collados
perpetuos, pues antes se derrumbarán los montes y desaparecerán los collados, que el que el
pacto de Dios con su pueblo sea anulado (Is. 54:10). La santidad es el cimiento y la solidez de
la Iglesia; ella es la que la mantiene o impide que se hunda; no está su solidez en haber sido
edificada sobre un monte, sino sobre un monte santo; sobre la promesa de Dios. 2. Que Dios
ha expresado un afecto particular por él (v. 2): «Ama Yahweh las puertas de Sión más que
todas las moradas de Jacob, ya sean en Jerusalén ya sea en cualquier otra parte del país.» 3.
Que hay en la palabra de Dios muchas cosas concernientes a esto (v. 3): «Cosas gloriosas se
han dicho de ti, Ciudad de Dios.» Dios había dicho del templo: «Porque ahora he elegido y
santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre» (2 Cr. 7:16). Mejores
cosas se dicen de ella para el futuro: «De Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de
Yahweh» (Is. 2:3). Sin embargo, son todavía mayores las cosas que se dicen de la Iglesia: «Es
la esposa de Cristo (Ef. 5:26, 27), comprada con la sangre de Cristo (Hch. 20:28), y es linaje
escogido, regio sacerdocio, nación santa (1 P. 2:9) y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella» (Mt. 16:18).
Versículos 4-7
Habla ahora el mismo Dios y hace de Sión una especie de metrópolis del mundo, centro del
futuro reino mesiánico.
1. Ráhab, nombre poético de Egipto, y Babel (lit.), es decir, Babilonia, los dos primeros
grandes imperios de la civilización y grandes enemigos de Israel, así como otros enemigos del
pueblo de Dios: Filisteo, Tiro y Etiopía, llegarán al conocimiento del verdadero Dios, hasta el
punto de que sus habitantes serán tenidos por ciudadanos nativos de Sión (v. 4). Todos estos
extranjeros y enemigos de Israel y de Dios serán conciudadanos de los santos (Ef. 2:19). Será
como un «nuevo nacimiento», según lo ve insinuado Cheyne en el texto. Más aún, todos los
demás ciudadanos del mundo serán tenidos también (v. 5) por nativos de Sión, y así constará
en el registro de la ciudad (v. 6).
2. Los cánticos de Sión serán cantados con aire de gozo triunfal por todos los cantores y
músicos. Todos ellos dirán: Todas mis fuentes están en ti (v. 7). En vez de «tañedores»
habría de leerse «/os que danzan» o «mientras danzan». El sentido de la última línea resulta
algún tanto oscuro. El sentido más probable, según Arconada, es: Las fuentes de la salvación
de los tiempos mesiánicos (Is. 12:3) o de la nueva vida (36:10), como las aguas que manan del
nuevo templo (Ez. 47:1), están en Sión. O, simplemente (Cohén): Sión será la fuente única de
la felicidad de los pueblos, aunque también podría ser el comienzo, las primeras palabras, de
un cántico. Gran honor de Sión será, como lo es de la Iglesia, que Dios sea servido y adorado
con cánticos de júbilo: una obra buena, hecha con gozo (comp. con 68:25). Nota del
traductor: Toda esta sección (vv. 4-7) está redactada al margen del comentario de M. Henry,
quien no acierta a ver el carácter escatológico del salmo.

Salmos 88 -Súplica por la liberación de la muerte


Salmo. Cántico
1 Oh Jehová, Dios de mi salvación,
Día y noche clamo delante de ti.
2 Llegue mi oración a tu presencia;
Inclina tu oído a mi clamor.
3 Porque mi alma está hastiada de males,
Y mi vida cercana al Seol.
4 Soy contado entre los que descienden al sepulcro;
Soy como hombre sin fuerza,
5 Abandonado entre los muertos,
Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro,
De quienes no te acuerdas ya,
Y que fueron arrebatados de tu mano.
6 Me has puesto en el hoyo profundo,
En tinieblas, en lugares profundos.
7 Sobre mí reposa tu ira,
Y me has afligido con todas tus ondas. Selah
8 Has alejado de mí mis conocidos;
Me has puesto por abominación a ellos;
Encerrado estoy, y no puedo salir.
9 Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción;
Te he llamado, oh Jehová, cada día;
He extendido a ti mis manos.
10 ¿Manifestarás tus maravillas a los muertos?
¿Se levantarán los muertos para alabarte? Selah
11 ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia,
O tu verdad en el Abadón?
12 ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas,
Y tu justicia en la tierra del olvido?
13 Mas yo a ti he clamado, oh Jehová,
Y de mañana mi oración se presentará delante de ti.
14 ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma?
¿Por qué escondes de mí tu rostro?
15 Yo estoy afligido y menesteroso;
Desde la juventud he llevado tus terrores, he estado medroso.
16 Sobre mí han pasado tus iras,
Y me oprimen tus terrores.
17 Me han rodeado como aguas continuamente;
A una me han cercado.
18 Has alejado de mí al amigo y al compañero,
Y a mis conocidos has puesto en tinieblas.
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Comentario al Salmo 88
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo es una lamentación y no concluye, como suelen acabar los salmos melancólicos,
con la menor insinuación de consuelo ni gozo, sino que, de principio a fin, está envuelto en
pena y tristeza. El salmista expresa aquí: I. La gran depresión de ánimo que está sufriendo
(vv. 3-6). II. La ira de Dios, que es la causa de dicha depresión (vv. 7, 15-17). III. La
perversidad de sus enemigos (vv. 8, 18). IV. Su oración a Dios (vv. 1,2,9, 12). V. Las
explicaciones que, humilde y reverentemente, pide a Dios (vv.10,12,14).
Versículos 1-9
Las primeras palabras del salmo son las únicas que indican un poco de consuelo, pues, antes
de comenzar sus quejas, llama a Yahweh «Dios de mi salvación», lo cual insinúa que, por mal
que le fuesen las cosas, todavía esperaba de Dios la salvación y dependía de Él como del autor
de toda salvación.
1. Vemos primero a un hombre de oración. Su único consuelo es haber orado; pero se queja
de que, a pesar de su oración, todavía está en aflicción: «De día he clamado en la noche
delante de ti» (lit.); en otras palabras, su clamor diario se prolongaba hasta la noche (v. 1);
lo hacía «tendiendo hacia Yahweh sus manos» (v. 9), como quien quería asir de Él con el
anhelo de alcanzar su favor y con el temor de no conseguirlo. Y esto, «cada día» (v. 9). A Dios
dirigía su oración, y de Él deseaba y esperaba respuesta (v. 2): «Llegue mi oración a tu
presencia, para. ser aceptada por ti.»
2. Era un hombre de dolor y pesadumbre; por lo que algunos le hacen aquí tipo de Cristo.
Clama: «Mi alma está saturada de males» (v. 3). También Cristo dijo: «Ahora está turbada mi
alma» (Jn. 12:27). Y, en su agonía: «Mi alma está abrumada de una tristeza mortal» (Mt.
26:38), como aquí el salmista, pues dice: «Mi vida está al borde del Seo/» (v. 3b).
3. Se consideraba moribundo, como si el corazón se le fuese a quebrar de tristeza (v. 5):
«Abandonado entre los muertos, como los pasados a espada que yacen en el sepulcro, de
quienes no te acuerdas ya para protegerme ni para proveer para mí. Me has puesto en el
hoyo más profundo (lit. v. 6); tanto mi situación, como mi condición y mi ánimo no. pueden
estar más bajos; estoy en tinieblas, en los abismos.» De esta forma tan tremenda pueden ser
afligidas las buenas personas por efecto de la melancolía y la debilidad de su fe.
4. Lo que le da el mayor motivo de queja es el desagrado de Dios hacia él (v. 7): «.Sobre mí
pesa tu ira y (me) oprimen (lit. aprietan hacia abajo) tus olas» (comp. 42:7b). La mano de
Dios pesaba fuerte contra él, de forma que estaba a punto de hundirse y desfallecer.
5. Otra circunstancia agravante de sus dolores era que sus amigos le habían abandonado.
Cuando estamos afligidos, sirve de algún consuelo tener cerca de nosotros a quienes nos aman
y simpatizan con nosotros;
pero este buen hombre no gozaba de este consuelo (v. 8): «Has alejado de mí mis conocidos,
esto es, mis amigos íntimos; me has puesto por abominación (como un leproso; comp. 31:12)
a ellos; no sólo se avergüenzan de mí, sino que tienen asco de mí y me miran, no sólo con
menosprecio, sino con aborrecimiento.»
6. Considera su caso sin remedio, deplorable (vv. 8, 9): «Encerrado estoy y no puedo salir,
como un prisionero que no tiene escape.» Así que gime diciendo: «Mis ojos enfermaron a
causa de mi aflicción; se nota en ellos lo mucho que sufro en cuerpo y alma.» Sin embargo, el
llanto no ha de impedir la oración: «Mis ojos enfermaron... pero te invoco, Yahweh, cada
día.»
Versículos 10-18
1. El salmista pide humildemente alguna explicación a Dios acerca del deplorable estado en
que se halla (vv. 10-12); « ¿Obrarás portentos por los muertos, devolviéndoles la vida? ¿Se
levantarán los muertos para alabarle? En la mentalidad del Antiguo Testamento, los únicos
capaces de alabar a Dios son «los vivientes», es decir, los que viven en este mundo. El
salmista acumula todos los epítetos posibles para describir el estado de los difuntos:
«sombras» (v. 10b. Lit.); «sepulcro» (hebr. québer) y «tártaro» (hebr. abaddón, lugar de
destrucción), en el v. 11; «tinieblas» (hebr. jóshekh) y «tierra del olvido» (v. 12), donde se
olvida y se es olvidado.
2. Decide continuar insistentemente en la oración, al ser diferida la liberación (v. 13): «Mas
yo a ti he clamado, todavía no estoy muerto, he hallado consuelo en ello y, por tanto,
continuaré orando; y de mañana mi oración se presenta delante de ti (lit. sale a tu
encuentro).» Insinúa así que se levanta a orar antes que de ordinario, como diciendo: «Mi
oración no espera hasta que me vea animado por un comienzo de tu compasión, sino que se
anticipa con fe y expectación aun antes de que amanezca.»
3. Pide a Dios explicación por su tardanza en escucharle (v. 14):
«¿Por qué, Yahweh, desechas mi alma? ¿Qué es lo que te provoca a tratarme así? ¿Por qué
escondes de mí tu rostro?» Ninguna cosa causa a un hijo de Dios tanto pesar como el que Dios
le oculte su rostro, y de ninguna otra cosa tiene tanto miedo como de que Dios le deseche.
Cuando se nubla el sol, se oscurece la tierra; pero si el sol dejase de alumbrar del todo ¡en
qué calabozo se convertiría la tierra! «Me han abrumado tus (errores», continúa (v. 15b),
aludiendo a las aflicciones con que Dios le aterra. De nuevo ve la ira de Dios pasando, como
en oleadas, sobre Él (v. 16). Por lo que parece, padece una enfermedad crónica desde la
juventud (v. 15). Muchas veces. Dios aflige de esta manera a quienes está preparando para
servicios eminentes. Concluye el salmo, repitiendo sus frases melancólicas (v. 18): «Has
alejado de mí al amigo (lit. al que ama) y al compañero, y mis amigos íntimos son las
tinieblas.» Dice Cohén:
«Así termina esta patética historia de agonía, sin expresión alguna de esperanza. No
obstante, aunque no se escuche la nota de esperanza en el último versículo, se puede
insinuar, en la convicción que corre a lo largo del salmo, que el paciente está todo el tiempo
en las manos de Dios. Si Él hirió, también Él puede sanar.»
Salmos 89 -Pacto de Dios con David
Masquil de Etán ezraíta.

1 Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente;


De generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.
2 Porque dije: Para siempre será edificada misericordia;
En los cielos mismos afirmarás tu verdad.
3 Hice pacto con mi escogido;
Juré a David mi siervo, diciendo:
4 Para siempre confirmaré tu descendencia,
Y edificaré tu trono por todas las generaciones. Selah
5 Celebrarán los cielos tus maravillas, oh Jehová,
Tu verdad también en la congregación de los santos.
6 Porque ¿quién en los cielos se igualará a Jehová?
¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los potentados?
7 Dios temible en la gran congregación de los santos,
Y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él.
8 Oh Jehová, Dios de los ejércitos,
¿Quién como tú? Poderoso eres, Jehová,
Y tu fidelidad te rodea.
9 Tú tienes dominio sobre la braveza del mar;
Cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas.
10 Tú quebrantaste a Rahab como a herido de muerte;
Con tu brazo poderoso esparciste a tus enemigos.
11 Tuyos son los cielos, tuya también la tierra;
El mundo y su plenitud, tú lo fundaste.
12 El norte y el sur, tú los creaste;
El Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre.
13 Tuyo es el brazo potente;
Fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.
14 Justicia y juicio son el cimiento de tu trono;
Misericordia y verdad van delante de tu rostro.
15 Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.
16 En tu nombre se alegrará todo el día,
Y en tu justicia será enaltecido.
17 Porque tú eres la gloria de su potencia,
Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.
18 Porque Jehová es nuestro escudo,
Y nuestro rey es el Santo de Israel.
19 Entonces hablaste en visión a tu santo,
Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;
He exaltado a un escogido de mi pueblo.
20 Hallé a David mi siervo;
Lo ungí con mi santa unción.
21 Mi mano estará siempre con él,
Mi brazo también lo fortalecerá.
22 No lo sorprenderá el enemigo,
Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;
23 Sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos,
Y heriré a los que le aborrecen.
24 Mi verdad y mi misericordia estarán con él,
Y en mi nombre será exaltado su poder.
25 Asimismo pondré su mano sobre el mar,
Y sobre los ríos su diestra.
26 El me clamará: Mi padre eres tú,
Mi Dios, y la roca de mi salvación.
27 Yo también le pondré por primogénito,
El más excelso de los reyes de la tierra.
28 Para siempre le conservaré mi misericordia,
Y mi pacto será firme con él.
29 Pondré su descendencia para siempre,
Y su trono como los días de los cielos.
30 Si dejaren sus hijos mi ley,
Y no anduvieren en mis juicios,
31 Si profanaren mis estatutos,
Y no guardaren mis mandamientos,
32 Entonces castigaré con vara su rebelión,
Y con azotes sus iniquidades.
33 Mas no quitaré de él mi misericordia,
Ni falsearé mi verdad.
34 No olvidaré mi pacto,
Ni mudaré lo que ha salido de mis labios.
35 Una vez he jurado por mi santidad,
Y no mentiré a David.
36 Su descendencia será para siempre,
Y su trono como el sol delante de mí.
37 Como la luna será firme para siempre,
Y como un testigo fiel en el cielo. Selah
38 Mas tú desechaste y menospreciaste a tu ungido,
Y te has airado con él.
39 Rompiste el pacto de tu siervo;
Has profanado su corona hasta la tierra.
40 Aportillaste todos sus vallados;
Has destruido sus fortalezas.
41 Lo saquean todos los que pasan por el camino;
Es oprobio a sus vecinos.
42 Has exaltado la diestra de sus enemigos;
Has alegrado a todos sus adversarios.
43 Embotaste asimismo el filo de su espada,
Y no lo levantaste en la batalla.
44 Hiciste cesar su gloria,
Y echaste su trono por tierra.
45 Has acortado los días de su juventud;
Le has cubierto de afrenta. Selah
46 ¿Hasta cuándo, oh Jehová? ¿Te esconderás para siempre?
¿Arderá tu ira como el fuego?
47 Recuerda cuán breve es mi tiempo;
¿Por qué habrás creado en vano a todo hijo de hombre?
48 ¿Qué hombre vivirá y no verá muerte?
¿Librará su vida del poder del Seol? Selah
49 Señor, ¿dónde están tus antiguas misericordias,
Que juraste a David por tu verdad?
50 Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos;
Oprobio de muchos pueblos, que llevo en mi seno.
51 Porque tus enemigos, oh Jehová, han deshonrado,
Porque tus enemigos han deshonrado los pasos de tu ungido.
52 Bendito sea Jehová para siempre.
Amén, y Amén.
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Comentario al Salmo 89
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Muchos salmos que comienzan con quejas y oraciones, terminan con gozo y alabanza, pero
éste comienza con gozo y alabanza y termina con quejas y peticiones. No se sabe cuándo y
por qué fue compuesto, pero «las circunstancias —dice Cohén— apuntan al tiempo del
derrumbamiento nacional ante los babilonios». I. El salmista, en la parte gozosa del salmo, da
gloria a Dios, mencionando sus actos de amor misericordioso y de fidelidad (v. 1) y su pacto
(vv. 2-4), pero con mayor extensión en los versículos siguientes, donde: 1. Adora la gloria y
las perfecciones de Dios (vv. 5-14). 2. Se complace en la dicha de los que son admitidos a la
comunión con Dios (vv. 15-18). 3. Funda todas sus esperanzas en el pacto de Dios con David,
como tipo de Cristo (vv. 19-37). II. En la parte melancólica del salmo, se lamenta del
presente calamitoso estado del príncipe y de la familia real (vv. 38-45), pide a Dios
explicación de esta anomalía (vv. 46-49) y concluye con una oración para que Dios remedie la
situación (vv. 50, 51).
Versículos 1-4
El salmista tiene una queja muy amarga que exponer en la segunda parte del salmo, con
respecto a la deplorable condición de la familia real; sin embargo, comienza el salmo con
expresiones de alabanza. ¡Que nuestras quejas se conviertan en alabanzas!
1. Pase lo que pase, el Dios eterno es amoroso y fiel (v. 1). Sus misericordias son inagotables,
y su fidelidad es inviolable; y esto debe ser materia de nuestro gozo y de nuestras alabanzas:
«Las misericordias de Yahweh cantaré perpetuamente, con cántico de alabanza en su honor,
con cántico de gozo para mi solaz, con cántico instructivo para edificación de otros.»
2. Pase lo que pase, el pacto eterno es firme y seguro (vv. 2-4): « Todo parece ahora negro,
amenazando de completa extirpación a la dinastía de David, pero digo, y tengo para ello la
garantía de la palabra de Dios, que para siempre será edificada misericordia.» Si la
misericordia, el amor misericordioso de Dios, está edificada para siempre, el tabernáculo
caído de David será levantado un día (Am. 9:11). Dios lo juró a David (v. 3); hizo el pacto y lo
cumplirá. El pacto fue de confirmar para siempre, su descendencia y edificar su trono por
todas generaciones (v. 4), lo cual no se cumplió en la persona de David, pero se cumplirá en
la persona del Hijo de David (v. Le. 1:32,33).
Versículos 5-14
Esta porción está llena de alabanzas a Dios. Vemos aquí:
1. Dónde, y por quién, ha de ser alabado Dios: «Celebrarán los cielos tus portentos,
Yahweh» (v. 5). Las obras de Dios son portentos incluso para aquellos que están
acostumbrados a contemplarlas una y otra vez, pues cuanto más y mejor se conocen, tanto
más son de admirar y alabar. «Y la asamblea de tus santos ángeles, tu fidelidad» (v. 5b. Lit.).
Lo de «ángeles» no está en el original, pero se añade para mayor claridad, por paralelismo
con «cielos» (comp. con Job 15:15). Los mismos ángeles (v. 7), que rodean el trono de Dios
(Jer. 23:18, 22), tiemblan de pavor reverente ante la gloriosa majestad de Dios. ¡Cuánto más
deberíamos temblar nosotros, miserables mortales, pecadores, cuando nos acercamos a Dios,
aun en secreto! La confianza (He. 4:16) no debe oscurecer la reverencia.
2. En qué consiste alabar a Dios. Consiste en reconocer que no hay nadie como Él (v. 6):
«¿Quién en los cielos se igualará a Yahweh? ¿Quién entre los hijos del poder (lit.) será
semejante a Yahweh?» «Los hijos del poder» equivale a «los hijos de Dios»; aquí, como en
29:1, los ángeles. Insiste en el v. 8: «¿Quién como tú, etc.?» (comp. Is. 40:25). Entre los
hombres es frecuente hallar que quienes mayor poder tienen para quebrantar su palabra, son
los menos cuidadosos en guardarla, pero Dios es fuerte y fiel; puede hacer cuanto quiera,
pero nunca quiere nada injusto.
3. De qué debemos dar gloría a Dios en nuestras alabanzas.
(A) Del dominio que ejerce Dios sobre las más ingobernables criaturas (v. 9): «Tú tienes
dominio sobre la braveza del mar.» Esto es un evidente acto de omnipotencia; por eso se
preguntaban los hombres:
«¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?», cuando calmó
Jesús la tempestad.
(B) De las victorias que Dios ha conseguido contra los enemigos de su pueblo (v. 10): «Tú
quebrantaste a Ráhab (Egipto) como a herido de muerte», como a quien ya no puede levantar
cabeza. El recuerdo del quebrantamiento de Egipto era un consuelo para Israel frente al
poder presente de Babilonia, pues Dios es siempre el mismo.
(C) Del incontestable derecho de propiedad que tiene sobre todas las cosas (vv. 11,12), pues
todo lo ha creado Él y lo sostiene: los cielos y la tierra y todo lo que contienen: las riquezas
del mundo y los habitantes del mundo. Especifica: (a) Los puntos más remotos del orbe (v.
12): «£/ norte y el sur, el mundo de un extremo al otro, tú los creaste.» (b) Los puntos más
altos del orbe (v. 12b): «F.l Tabory el Hermán, los dos montes más altos de Palestina, saltan
de júbilo a tu nombre, testifican jubilosamente tu infinita grandeza.» El Tabor es el monte de
Galilea en cuya cima se supone que el Señor se transfiguró.
(D) Del poder y la justicia, de la misericordia y la fidelidad, con que Dios gobierna el mundo
y tiene las riendas en los asuntos de los hombres (vv. 13, 14), pero nunca puede hacer nada
injusto, a pesar de ser Omnipotente: «Tienes un brazo potente... Justicia y juicio son el
cimiento de tu trono, etc.» Siempre hace lo que es mejor para su pueblo y lo que concuerda
con la palabra que ha hablado: «.Misericordia y verdad van delante de tu rostro (v. 14b);
siendo la verdad tan buena como tu palabra, y siendo la misericordia mejor que tu palabra.»
Versículos 15-18
Después de haber ensalzado las grandezas del Dios de Israel, el salmista muestra ahora las
bendiciones del Israel de Dios. Así como no hay nadie como Yahweh (vv. 6, 8), tampoco hay
ningún pueblo como el suyo (vv. 15-18), puesto que:
1. Les han sido hechos gloriosos descubrimientos y les han sido llevadas alegres noticias (v.
15): «Dichoso el pueblo que conoce la aclamación gozosa (lit.); andará, Yahweh, a la luz de
tu rostro» (v. Nm. 6:25). Lo primero se refiere al sonido de la trompeta (hebreo, teruah,
cuando se tocaba el sofar, el cuerno del carnero) para aclamar al rey, así como a los gritos de
júbilo de los peregrinos que llegaban a Jerusalén. También el Evangelio es una proclamación
gozosa, sonido de victoria, de libertad y de comunión con Dios. ¡Dichoso el pueblo que lo
escucha y lo recibe! Lo segundo es parte de la bendición sacerdotal (v. el comentario a Nm.
6:25). El favor de Dios es luz que anima y guía al creyente por el camino del bien.
2. Nunca les falta materia de gozo (v. 16). Así también los que se regocijan en Jesucristo
siempre tienen bastante para contrarrestar las penas y aflicciones; por consiguiente, su gozo
es completo (1 Jn. 1:4).
3. Su relación con Dios es su mayor honor y dignidad (v. 16b): «Y en tu justicia será
enaltecido, es decir, la alta posición de Israel se debe al cumplimiento del pacto que Dios ha
hecho con su pueblo.» No se debe esto a la fuerza ni al mérito de Israel, sino al favor y a la
buena voluntad de Dios (v. 17). Nótese cómo el salmista cambia súbitamente de persona
(«su... nuestro»), para incluirse a sí mismo como miembro de una nación que disfruta de tal
bendición. La expresión (lit.): «nuestro cuerno es exaltado» (comp. 75:4) tiene aquí el
sentido, según Cohén, de levantar retadoramente la cabeza enfrente de sus enemigos.
4. Su relación con Dios es también su protección y seguridad (v. 17):
«Porque de Yahweh es nuestro escudo (el rey, comp. con 84:9) v del Santo de Israel es
nuestro rey» (lit. Comp. 71:22). Si el poder procede de Dios,también procederá de Él la
protección de su pueblo. ¿Quién podrá, entonces, hacernos daño?
Versículos 19-37
Ya había mencionado antes el salmista el pacto que había hecho Dios con David y su
descendencia (vv. 3,4); pero ahora vuelve a ampliar el mismo tema. Ciertamente apunta a
Cristo, pues en Él se cumplió mejor que en David. Los consuelos de nuestra redención fluyen
del pacto de la redención; todas nuestras fuentes están ahí (Is. 55:3). «Os daré las
misericordiosas y fieles promesas hechas a David» (Hch. 13:34).
I. La seguridad que tenemos de la verdad de la promesa, lo cual puede animarnos a construir
sobre ella (v. 19): «Entonces hablaste en visión a tus santos» (lit. a tus devotos). La promesa
a David, a la cual se alude aquí, fue dada en visión a Natán el profeta (2 S. 7:12-17), y fue
otorgada a David con juramento (v. 35). Eso fue ya suficiente; no necesitó jurar dos veces,
como lo hizo David (1 S. 20:17), puesto que su palabra y su juramento son dos cosas
inmutables (He. 6:17, 18).
II. La elección de la persona a la que es otorgada la promesa (vv. 19, 20). David era el rey
según la elección de Dios, lo mismo que Cristo, por lo que ambos son llamados reyes de Dios
(2:6). David era poderoso. Dios le enalteció y ordenó a Samuel que le ungiese. Pero esto se
aplica mejor a Cristo, pues: 1. Él es poderoso, capaz de efectuar una salvación completa. 2.
Como David, también Él fue escogido del pueblo (v. 19c), pues participó de nuestra carne y
de nuestra sangre (He. 2:14). 3. Dios lo ha hallado; es decir, es un salvador provisto por Dios
(Jn. 3:16). 4. Como a David (v. 20b), Dios lo ha ungido también a él (Is. 61:1) y le ha
constituido sacerdote, profeta y rey, le ha investido de todo poder y autoridad, y le ha
resucitado de entre los muertos y lo ha sentado a su diestra. Él es el Ungido por excelencia
(hebreo, Mesías; griego. Cristo).
III. Las promesas hechas a su escogido: a David como tipo, y a Cristo como el antitipo:
1. Con referencia a él mismo, como rey y siervo de Dios, se le promete aquí:
(A) Que Dios estaría con él y le fortalecería en sus empresas (v. 21):
«Mi mano le sostendrá siempre, nunca le faltará mi apoyo, y mi brazo lo fortalecerá a fin de
que pueda superar todas las dificultades.»
(B) Que saldría victorioso de todos sus enemigos (vv. 22,23): «No lo sorprenderá el enemigo,
etc.» Cristo salió fiador de nuestras deudas y, por eso. Satanás y la muerte pensaron que
podían hacer presa en Él; pero Cristo satisfizo las demandas de la justicia de Dios y, así, no
pudieron sus enemigos sorprenderle: «Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en
mí» (Jn. 14:30b). «Sino que quebrantaré delante de Él a sus enemigos» (v. 23); el príncipe de
este mundo será arrojado, los principados y poderes serán despojados y Cristo será la muerte
de la muerte misma, y la destrucción del sepulcro (Os. 13:14; 1 Co. 15:55).
(C) «Mi verdad (lit. mi fidelidad) y mi misericordia estarán con Él» (v. 24). Estuvieron con
David y están con Cristo, pues Dios hizo buenas todas sus promesas a Él. Pero eso no es todo:
La misericordia y la fidelidad de Dios, esto es, su gracia y su verdad, nos vienen con Cristo
(Jn. 1:14 y ss.); y todas las promesas de Dios son en Él Sí y Amén (2 Co. 1:20). Así que todo
pobre pecador que espere el beneficio de la misericordia y de la fidelidad de Dios, ha de
saber que están en Cristo y a Él debe apelar para conseguirlas (v. 28): «Para siempre le
conservaré mi misericordia; en el canal de la mediación de Cristo correrán para siempre
todos los arroyos de la bondad divina para con nosotros.^Y, así como la misericordia de Dios
fluye hasta nosotros por medio de El, también por medio de Él es firme la promesa de Dios a
nosotros: «y mi pacto con Él será estable» (v. 28b), tanto el pacto de la redención hecho con
Él (2 Co. 5:19), como el pacto de la gracia hecho en Él (Ef. 1:4 y ss.; 2:5-10).
(D) Que su reino sería grandemente ampliado (v. 25): «Pondré su izquierda sobre el mar, y
sobre el gran río su diestra.» El reino de David se extendía hasta el Mediterráneo y el mar
Rojo, hasta el río Eufrates y el río de Egipto. Pero es en el reino del Mesías donde tendrá esto
su pleno cumplimiento, y en mayor extensión, cuando /os reinos de este mundo vengan a ser
de nuestro Señor y de su Cristo (Ap. 11:15).
(E) Que llamará a Dios su Padre, y Dios le tendrá por hijo, le nombrará su primogénito (vv.
26,27); como llamó a su pueblo (Ex. 4:22), llama también a su rey y, con él, al antitipo:
Cristo. Esto es una alusión a las palabras del mensaje de Natán que se referían a Salomón
(pues también él era tipo de Cristo, lo mismo que David): «Yo le seré por Padre y él me será
por Hijo» (2 S. 7:14), y así la relación será mutua y reconocida por ambas partes: «Él me
invocará diciendo: Mi padre eres tú» (v. 26). Así lo hizo Cristo, en los días de su vida mortal,
cuando clamó a Él con clamor y lágrimas en Getsemaní, y así nos enseñó a nosotros a
dirigirnos a Dios: «Padre nuestro, etc.» Es asimismo prerrogativa de Cristo ser el primogénito
de toda creación (Col. 1:15) y, como tal, el heredero de todo (He. 1:2, 6).
2. Con referencia a su posteridad. Los pactos de Dios siempre incluyen a la posteridad de
aquellos con quienes pacta (vv. 29, 36):
«Estableceré su descendencia para siempre y, con ella, su trono.» Esto tiene diferente
aplicación según se entienda de Cristo o de David.
(A) Si se aplica a David, por descendencia hay que entender sus sucesores: Salomón y los
siguientes reyes de Judá. Se supone que pueden degenerar; en tal caso, han de esperar que
Dios los castigue; pero, aunque sean corregidos, no serán desheredados. Esto se refiere a
aquella parte del mensaje de Natán que dice: «Sí él hiciese el mal, yo le castigaré... pero mi
misericordia no se apartará de él» (2 S. 7:14, 15). Hasta ese punto durarán la descendencia y
el trono de David. La familia de David continuó siendo una familia distinguida hasta que vino
el Hijo de David, cuyo trono había de durar para siempre (Le. 1:27, 32; 2:4, 11).
(B) Si lo aplicamos a Cristo, por descendencia ha de entenderse sus seguidores, sus subditos
fieles, los creyentes, la posteridad que Dios le ha dado (Is. 53:10; He. 2:13). Ésta es la
descendencia que perdurará para siempre, en medio de ella, su trono como los días de los
cielos (vv. 29,36). Hasta el fin tendrá Cristo en el mundo un pueblo que le sirva y le honre. El
reino de la gracia durará hasta el fin de los siglos, y el reino de la gloria durará por toda la
eternidad. Pero también habrá pecados durante el reino de la gracia. Se supone que sus hijos
pueden dejar la ley de Dios (v. 30) por omisión, y profanar sus estatutos (v. 31) por comisión.
Ha habido, y hay, muchas corrupciones en la Iglesia, así como en el corazón de los que son sus
miembros. Pero también se les dice lo que se les espera (v. 32): «Entonces castigaré con vara
sus transgresiones, etc.» El ser discípulos de Cristo no les va a excusar de tener que rendir
cuentas. Pero obsérvese lo que la vara de Dios es para el pueblo de Dios:
(a) Es una vara, no es un hacha ni una espada, puesto que es para corrección, no para
destrucción.
(b) Es una vara en las manos de Dios: «Yo castigaré, etc.», no otra persona.
(C) La continuación del reino de Cristo se hace segura por la promesa inviolable y por el
juramento de Dios, a pesar de todo eso: «Mas no retiraré de él mi misericordia, etc.» (v. 33).
Las aflicciones que sufre el pueblo de Dios, no sólo están de acuerdo con el pacto amoroso de
Dios, sino que fluyen precisamente de él. En atención a Cristo, y por medio de Él, se nos
dispensa la misericordia de Dios. Dice Dios: «No retiraré de él mi misericordia» (v. 33). «No
mentiré a David» (v. 35). «No desmentiré mi fidelidad. No profanaré (o, violaré) mi pacto»
(vv. 33, 34. Lit.). Lo que se dice y se jura a David y a Israel y, como antitipos, a Cristo y a su
Iglesia, es que Dios tendrá un pueblo suyo en el mundo mientras duren el sol y la luna (vv.
36,37): «sm descendencia durará para siempre, como las luminarias del firmamento, para
brillar en el mundo y, cuando el mundo este se haya acabado, para brillar eternamente en el
firmamento del Padre» (comp. con Dan. 12:3).
Versículos 38-52
1. Tenemos ahora una queja melancólica de la presente situación deplorable de la familia de
David, y el salmista no sabe cómo conciliaría con el pacto que Dios había hecho con David:
«Tú has dicho que no retirarás tu misericordia, pero tú desechaste y menospreciaste a tu
ungido» (v. 38). Muchas veces, no es fácil conciliar las providencias de Dios con sus promesas
y, sin embargo, las obras de Dios cumplen su palabra y nunca la contradicen.
(A) La casa de David parece haber perdido todo su interés en Dios. Dios se había complacido
en su ungido, pero ahora estaba airado con él (v.38b).
(B) El honor de la casa de David estaba por el suelo: «Has profanado su corona hasta la
tierra, para ser pisoteada» (v. 39b).
(C) Estaba expuesta a ser presa de todos sus vecinos (v. 40): «Abriste brecha en todos sus
vallados, en todo lo que le servía de defensa y, especialmente, en el muro de protección que
tú le habías construido con tu pacto y tus promesas; has destruido sus fortines... Es la burla
de sus vecinos (v. 41b), quienes cantan victoria al verla caer tan bajo desde un honor tan
alto. Todos sacan partido de su desgracia: Has exaltado la diestra de sus enemigos (v. 42), no
sólo dándoles poder, sino inclinándoles a ejercitarlo contra la casa de David.»
(D) Ella es incapaz de valerse por sí misma, porque «embotaste el filo de su espada (v. 43),
de forma que no puede llevar a cabo lo que siempre pudo y, lo que es peor, embotaste su
ánimo y le quitaste el valor, no lo sostuviste en la batalla» (v. 43b).
(E) Estaba a punto de acabar del todo y sin gloria (v. 45):«Has acortado los días de su
juventud», refiriéndose al último rey de Judá, del cual dice Kirkpatrick: «Joaquín tenía
solamente 18 años (2 R. 24:8) o, según 2 Cr. 36:9, solamente 8, cuando subió al trono y reinó
sólo tres meses y diez días. La flor de su vida la pasó en el destierro, confinado en prisión en
la que estuvo vestido de ignominia» (2 R. 25:29). Cuando la posteridad degenera, cae en
desgracia, y su gloria queda manchada de iniquidad. ¡Cuan inclinados estamos a poner la
gloria y la dicha de la Iglesia en algo exterior y pensar que, cuando las cosas van mal en este
aspecto, es que no se cumplen las promesas! Pero nuestro Maestro nos advirtió que su reino
no es de este mundo.
2. Ante esto, el salmista se dirige patéticamente a Dios y le dice (v. 46): «¿Hasta cuándo,
Yahweh? ¿Te esconderás para siempre?» Lo que más les apenaba es que Dios mismo les había
dejado por largo tiempo en la oscuridad. Les parecía una noche eterna cuando Dios se retiró:
¿Te esconderás para siempre?
(A) Apela a la brevedad y vanidad de la vida (v. 47): «Recuerda cuan breve es mi tiempo»
(lit. cuan huidiza cosa soy), por lo que soy incapaz de soportar tu ira. ¿Habrás creado en vano
a todo hijo de hombre? (o: ¡Para qué vanidad has creado a los hijos de Adán!). Cuando se
considera que el hombre es mortal y que su vida es corta, si no hubiese otra vida, podría
pensarse que el hombre había sido creado en vano. Pero al haber otra vida, podemos pensar
que quienes viven pocos años, pero en ellos glorifican a Dios y practican el bien, no sólo viven
en comunión con Dios aquí, sino que vivirán eternamente en comunión con Él en el cielo.
Además, toda la vanidad del hombre en la tierra se debe a su propia culpa.
(B) Apela también a la universalidad de la muerte (v. 48): «¿Qué hombre vivirá sin ver la
muerte? El rey mismo no está exento de ella. Señor, ya que él está bajo la fatal necesidad de
morir, no permitas que toda su vida sea miserable. No dejes que baje al sepulcro por las
miserias de una vida triste y deshonrosa, hasta que llegue su tiempo.» Nos interesa, sobre
todo, asegurar nuestra dicha al otro lado de la tumba, para que, cuando muramos, seamos
recibidos en las moradas eternas.
(C) La siguiente apelación la toma de la bondad de Dios hacia David (v. 49): «Señor, ¿dónde
están tus antiguas misericordias que juraste a David en tu fidelidad? (lit.) ¿Vas a dejar de
cumplir lo que prometiste? La inmutabilidad y la fidelidad de Dios nos aseguran que Dios no
desechará a los que ha elegido y con los que ha entrado en pacto.
(D) La última apelación se basa en la indignidad hecha al ungido de Dios (vv. 50, 51): « Los
que nos escarnecen son enemigos tuyos; ¿y no vas a manifestarte contra ellos? Han
deshonrado los pasos de tu ungido.» Reflexionaban sobre todos los pasos que el rey había
dado en el curso de su administración o, más bien, sobre los pasos que había dado en su
marcha humillante hacia el destierro.
3. El salmo concluye con una nota de alabanza por ser la forma acostumbrada de terminar
cada Libro del Salterio, no porque el autor del salmo haya abandonado su tono de
lamentación.

Salmos 90 -La eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre


Oración de Moisés, varón de Dios.

1 Señor, tú nos has sido refugio


De generación en generación.
2 Antes que naciesen los montes
Y formases la tierra y el mundo,
Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
3 Vuelves al hombre hasta ser quebrantado,
Y dices: Convertíos, hijos de los hombres.
4 Porque mil años delante de tus ojos
Son como el día de ayer, que pasó,
Y como una de las vigilias de la noche.
5 Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño,
Como la hierba que crece en la mañana.
6 En la mañana florece y crece;
A la tarde es cortada, y se seca.
7 Porque con tu furor somos consumidos,
Y con tu ira somos turbados.
8 Pusiste nuestras maldades delante de ti,
Nuestros yerros a la luz de tu rostro.
9 Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira;
Acabamos nuestros años como un pensamiento.
10 Los días de nuestra edad son setenta años;
Y si en los más robustos son ochenta años,
Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos.
11 ¿Quién conoce el poder de tu ira,
Y tu indignación según que debes ser temido?
12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.
13 Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo?
Y aplácate para con tus siervos.
14 De mañana sácianos de tu misericordia,
Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.
15 Alégranos conforme a los días que nos afligiste,
Y los años en que vimos el mal.
16 Aparezca en tus siervos tu obra,
Y tu gloria sobre sus hijos.
17 Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros,
Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros;
Sí, la obra de nuestras manos confirma.

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Comentario al Salmo 90
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El título atribuye este salmo a Moisés y son muchos los autores, aun entre los modernos, que
admiten dicha autoría por la notable semejanza de pensamiento y fraseología con Dt. 33.
Tenemos en Nm. 14 la historia a la que parece referirse este salmo. Es probable que Moisés
compusiera esta oración para que el pueblo la usase diariamente en sus tiendas, o los
sacerdotes en el tabernáculo, durante la peregrinación por el desierto. I. Reflexiona Moisés
sobre la brevedad de la vida humana (vv. 1 -6). II. Se somete a sí mismo y al pueblo a la justa
sentencia de Dios contra ellos (vv. 7-11). III. Se encomienda a sí mismo, y al pueblo, a Dios,
orando para que les otorgue su gracia y su perdón (vv. 12-17). Al cantarlo, podemos aplicarlo
a los años de nuestra peregrinación por el desierto de esta vida. Nos provee también de
meditaciones y oraciones muy apropiadas para la solemnidad de un funeral.
Versículos 1-6
Este salmo lleva por título «Oración de Moisés». Moisés enseñó al pueblo a orar y les puso en
la boca palabras que pudiesen usar al dirigirse al Señor. En estos versículos se nos enseña:
1. A dar a Dios la alabanza por los cuidados que dispensa a su pueblo en todo tiempo (v. I):
«Señor, tú nos has sido por refugio de generación en generación.» Apelan a la benevolencia
que desplegó Dios con sus antepasados. Canaán había sido tierra de peregrinación para sus
padres los patriarcas, quienes habían vivido allí en tiendas; pero entonces Dios era su refugio
y morada y, adondequiera iban, allí estaban como en casa, tranquilos y seguros, en El. Egipto
había sido por muchos años país de esclavitud, pero incluso allí era Dios el refugio de ellos.
2. A dar a Dios la gloria de su eternidad (v. 2): «Antes que naciesen los montes y formases la
tierra y el mundo (comp. Pr. 8:26), como se da a luz a un niño (esto es lo que sugiere el
original, comp. con Dt. 32:18), tú ya eras; desde el siglo y hasta el siglo (la forma más
expresiva para designar en hebreo la eternidad), tú eres Dios.» Contra todas las penalidades
que surgen de nuestra condición mortal, hemos de tomar ánimo y consuelo en la inmortalidad
de Dios.
3. A reconocer el absoluto y soberano dominio de Dios sobre el hombre, y su poder para
disponer de él como le plazca (v. 3): «Reduces al hombre hasta convertirlo en polvo, y dices:
Volved (a mí; o, más probable, al polvo; comp. Gn. 3:19), hijos de los hombres (lit., hijos de
Adán). El término hebreo para «hombre», al comienzo del versículo es enosh, que indica la
fragilidad del ser humano. Los creyentes hemos de consolamos con el pensamiento de que,
aunque nuestros cuerpos hayan de volver al polvo, resucitarán después en gloria para nunca
más morir.
4. A reconocer la infinita desproporción que hay entre Dios y el hombre (v. 4): «Porque mil
años delante de tus ojos, una longevidad que jamás alcanzó ningún ser humano, son como el
día de ayer que pasó (citado en 2 P. 3:8); menos aún: como una de las vigilias —una tercera
parte— de la noche, es decir, tres horas.» Entre un minuto y un millón de años hay alguna
proporción, pero entre el tiempo y la eternidad no hay ninguna. Recuerden esto los que
objetan sobre la tardanza del Señor en volver.
5. A ver la fragilidad del hombre y su vanidad aun en medio de su mejor estado (vv. 5,6);
consideremos bien la vida humana y veremos que es la vida de un moribundo: «Los arrebatas
como con torrente de aguas. Tan pronto como nacen, comienzan a morir, y cada día nos va
acercando a la muerte. Somos arrastrados como con un torrente y, no obstante, somos como
un sueño, que es imagen de la muerte. En otro sentido, podemos decir que, como quienes
están soñando, pensamos grandes cosas de nosotros mismos hasta que la muerte nos
despierta, y el tiempo pasa sin que nos demos cuenta, como les pasa a los que sueñan; somos
como la hierba o la flor de un día (vv. 5, 6, comp. con Job 14:2): lozanos en la mañana de la
juventud, y marchitos en la tarde de la vejez; a veces, la guadaña de la muerte nos corta en
plena juventud y aun en la infancia, pues la Parca no avisa cuando viene.
Versículos 7-11
En los versículos anteriores, Moisés se había quejado de la brevedad y fragilidad de la vida
humana. Pero ahora enseña al pueblo de Israel a confesar delante de Dios que es justa la
sentencia de muerte que por el pecado ha caído sobre ellos.
1. Les enseña a reconocer que la ira de Dios es la causa de todas sus miserias: «Con tu furor
somos consumidos, y con tu ira somos trastornados» (v. 7). «Todos nuestros días marchan a
su ocaso a causa de tu ira» (v. 9). Estamos acostumbrados a considerar la muerte como un
efecto de la fragilidad de nuestra naturaleza, pero no es así; si el hombre hubiese continuado
en su primitiva inocencia, no habría existido tal fragilidad. La muerte es efecto del pecado:
«El pecado entró en el mundo... y por medio del pecado la muerte» (Ro. 5:12).
2. Les enseña a confesar sus pecados (v. 8): «Pusiste nuestras culpas delante de ti; nuestras
faltas ocultas, a la luz de tu rostro» (lit.). Dios veía todo lo que hacían y todo lo que
pensaban y lo tenía en cuenta- La mirada de Dios es una luz que lo descubre todo, por muy
escondido que lo tengamos en el corazón.
3. Les enseña a que se consideren como quienes se acercan deprisa al sepulcro (v. 9); que no
piensen en tener una vida larga y próspera, pues nuestros días se pasan como un suspiro. En
efecto, ¿cuánto dura nuestra vida? Moisés mismo da testimonio (v. 10) de que, entonces como
ahora, el término medio de longevidad, aun en países de los llamados «desarrollados», apenas
pasa de los 70 años; y, en los más robustos, hasta ochenta años; y su orgullo, molestias y
vanidad (lit.). A la objeción de que precisamente Moisés y Aarón llegaron a vivir 120 años,
responde Maclaren: «La longevidad de ciertas personas conspicuas de aquel tiempo no
garantiza la conclusión de una mayor media de longevidad, y la generación que cayó en el
desierto no pudo obviamente haber vivido más del límite señalado por el salmista.»
4. Les enseña, con todo esto, a tener un respeto pavoroso a la ira de Dios (v. 11): «¿Quién
conoce el poder de tu ira?» El salmista habla aquí como quien tiene miedo a la ira de Dios y
está atónito ante la grandeza del poder de ese enojo de Dios: ¿Quién conoce? Como diciendo:
¡Cuan pocos se dan cuenta de la intensidad de la ira de Dios, suscitada por el pecado! Quienes
tienen en poco el pecado, también tienen en poco la ira de Dios y la muerte en cruz de
nuestro Salvador.
Versículos 12-17
Ahora vienen las peticiones de esta oración de Moisés, fundadas en las anteriores
consideraciones. Por cuatro cosas se les enseña aquí a orar:
1. Por un santo uso de los años que Dios nos concede (v. 12):
«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que entre la sabiduría en nuestro corazón.»
Como diciendo: «Señor, enséñanos a darnos cuenta de la brevedad de la vida terrenal y poner
así suma diligencia en emplear lo mejor posible los días que nos concedas.» Cada día es de
suma importancia. Quienes deseen aprender esta aritmética, deben orar para que Dios les
imparta la necesaria instrucción.
2. Para que Dios retire de ellos su ira (v. 13): «Vuélvete, oh Yahweh, reconcíliate con
nosotros, y arrepiéntete (lit. comp. con Ex. 32:14) con respecto a tus siervos; envíanos de
nuevo noticias de paz para consolarnos de esas otras tan malas noticias; pueblo tuyo somos
todos nosotros (Is. 64:9) ¿cuándo cambiarás el modo de conducirte con nosotros?» En
contestación a esta oración y tras la profesión que ellos hicieron de arrepentimiento, en Nm.
14:39, 40, Dios, en el capítulo siguiente (Nm. 15:1 y ss.), prosiguió con las leyes
concernientes a los sacrificios, lo cual era señal de que se había arrepentido con respecto a
sus siervos, pues si a Dios le hubiese placido matarles, no les habría mostrado tales cosas
(comp. Jue. 13:23).
3. Por consuelo y gozo al devolverles Dios su favor (vv. 14, 15). Ruegan a Dios que tenga
misericordia de ellos, pues no pueden presentar ningún mérito de su parte: «De mañana,
cuando todavía florecemos (v. 6), sacíanos de tu misericordia, no sólo para que podamos
disfrutar de paz interior, sino para cantar y alegramos, con esas señales de tu favor, no
solamente por algún tiempo, sino todos nuestros dios, aunque hayamos de pasarlos en un
desierto. Alégranos a la medida de los días en que nos afligiste; que los días de nuestro gozo
en tu favor sean tantos como los de nuestra tristeza por tu desagrado.
4. Por el progreso de la obra de Dios entre ellos (vv. 16, 17):
«Manifiéstese a tus siervos tu obra, que se vea que todo lo que tu providencia lleva a cabo
es para bien de tu pueblo, y tu gloria, a sus hijos;
que tengan ellos, como la tenemos nosotros, una evidencia de tu poder salvífico y benéfico a
favor de tu pueblo, pues así es como mejor brilla el esplendor de tu gloriosa majestad.
Quizás, en esta oración, distinguían entre ellos y sus hijos como había hecho Dios mismo en
Nm. 14:31, 32:
«Pero a vuestros niños... yo los introduciré (en Canaán)... En cuanto a vosotros, vuestros
cuerpos caerán en este desierto.» Señor, vienen a decir, que se manifieste en nosotros tu
obra, para llevamos al arrepentimiento y a mejor humor y, luego, que se manifieste tu gloria
en nuestros hijos, cumpliéndoles a ellos la promesa de la que nosotros nos hemos hecho
indignos. Descienda el favor del Señor, nuestro Dios, sobre nosotros, y afianza (lit.) en
nosotros la obra de nuestras manos, esto es, bendice nuestros quehaceres cotidianos; afianza
(el mismo verbo de la frase anterior) la obra de nuestras manos.» La repetición de la frase
muestra el gran interés que el autor del salmo-oración tiene en que Dios bendiga lo que ellos
hagan. La obra de Dios por nosotros y en nosotros (v. 16), no nos descarga de la obligación de
emplear bien nuestras fuerzas para servirle y honrarle, al tiempo que afianzamos nuestra
elección (v. 2 P. 1:10).
Salmos 91 -Morando bajo la sombra del Omnipotente-

1 El que habita al abrigo del Altísimo


Morará bajo la sombra del Omnipotente.
2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
3 El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
4 Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
5 No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
6 Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
7 Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
8 Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
10 No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
13 Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
15 Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
16 Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación.
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Comentario al Salmo 91
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Este salmo no lleva título; no se conocen ni su autor ni la ocasión en que fue compuesto.
Tampoco puede asegurarse si el salmista se dirige a un individuo o a la nación. Vemos:
I. La exhortación del salmista a tomar a Dios por refugio y fortín (vv. 1,2).
II. Las promesas, en nombre de Dios, a los que a El se adhieren sinceramente: 1. Serán
guardados especialmente por el Cielo (vv. 1, 4). 2. Serán librados de la mala influencia de
los poderes de las tinieblas (VV. 3, 5, 6) mediante una especial preservación (vv. 7,8). 3.
Estarán bajo el cuidado de los ángeles santos (vv. 10-12). 4. Triunfarán sobre sus enemigos
(v. 13).5. Serán los favoritos especiales de Dios (vv. 14-16).
Versículos 1-8
1. Una gran verdad de amplitud general: Todos los que viven una vida de comunión con
Dios, están continuamente a salvo bajo su protección y, por tanto, pueden gozar siempre de
una gran serenidad mental (v. 1). El verdadero creyente habita al abrigo del Altísimo; está
en la morada de Dios, vuelve a Dios y en El descansa como en el lugar de su reposo
permanente; sirve de corazón a Dios y le adora dentro del velo. Tales privilegiados moran
bajo la sombra del Omnipotente; El les sirve de refugio y cobertura.
2. La aplicación que de esto hace el salmista para sí mismo (v. 2):
«Diré de Yahweh, digan otros lo que digan, El es mi refugio y mi fortín. »Los idólatras
llamaban a sus ídolos mauzzim, fortines inexpugnables (Dan. 11:39), pero en eso se
engañaban a sí mismos, pues sólo los que hacen de Yahweh su fortín están a salvo de todo
ataque. Por eso, puede el salmista decir con toda seguridad: Mi Dios, en quien confío.
3. El gran ánimo que da a otros para que hagan lo mismo, no sólo por la experiencia que él
tiene, sino también por la firmeza de la promesa de Dios (vv. 3 y ss.): «Él te librará, etc.»
Se promete aquí:
(A) Que los verdaderos creyentes serán preservados de peligros inminentes que podrían
serles fatales (v. 3). Esta promesa se extiende:
(a) A la vida natural y se cumple con frecuencia cuando somos preservados de muchos
peligros que nos amenazan muy de cerca. (b) A la vida espiritual, que, por la gracia de Dios,
está protegida de las tentaciones de Satanás.
(B) Que Dios mismo será su protector (v. 4): «Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus
alas estarás seguro», lo que alude a Dt. 32:11 (comp. Mt. 23:37). Con su instinto maternal,
la gallina no sólo protege a sus polluelos, sino que los llama cuando los ve en peligro para
que vengan a protegerse bajo sus alas; no sólo los pone a seguro, sino que les conserva el
calor. Dios se complace en compararse a un ave por el sumo cuidado con que protege a los
suyos. Plumas y alas, aun extendidas con toda ternura, son débiles y frágiles; por eso se
añade: «Escudo y adarga es su verdad»: la fidelidad a su promesa es una fuerte defensa.
Dios está dispuesto a proteger a su pueblo como una gallina a sus polluelos, pero tiene
poder para ello como un guerrero bien armado.
(C) Que no sólo los guardará del mal, sino también del temor del mal (vv. 5, 6). Con su
gracia, Dios nos guarda del temor desconfiado (de ese temor que comporta castigo; 1 Jn.
4:18) en medio de los mayores peligros. La sabiduría te preservará de tener miedo sin
motivo, y la fe te preservará de tener un temor desordenado. No temerás ni aun a las
saetas, sabiendo que, aun en el caso de que te alcancen, no te pueden hacer daño; si
alguna vez llegan a quitarte la vida natural, lejos de perjudicar a tu vida espiritual, le
servirán de perfección y corona.
(D) Que serán preservados, en las calamidades comunes, del daño que a otros puedan
ocasionar (v. 7): «Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra, ya sea de peste o a espada
(comp. Ex. 12:23), mas a ti no llegará.», Cuando vemos morir a muchos en torno nuestro,
aun cuando ello pueda servirnos de aviso para estar preparados a morir, no tenemos por qué
estar atemorizados, pues no estamos ya sujetos a esclavitud, como muchos, por temor a la
muerte (He. 2:15). «Sólo (lit.) con tus ojos mirarás, etc.» (v. 8). Quizás aluda a Ex. 14:3 1.
Versículos 9-16
Más promesas con el mismo objetivo que las anteriores.
1. El salmista asegura a los creyentes que están bajo la protección de Dios, y habla por su
propia experiencia.
(A) Describe el carácter de quienes tendrán el beneficio y el consuelo de tales promesas:
Son los que han puesto a Yahweh por refugio; al Altísimo, por morada (v. 9), pues al
permanecer en el amor, permanecen en Dios (1 Jn. 4:16). Es nuestro deber tener a Dios por
morada, para vivir así en El como en nuestra mansión; eso es lo que El desea y a eso nos
invita, como a quien le entregan la llave del piso o de la casa.
(B) Para animarnos a hacer de Dios nuestra habitación y esperar hallar en El refugio y
satisfacción, el salmista da a entender, en un inciso («que es mi refugio»; lit.), el consuelo y
beneficio que él había hallado allí. Como diciendo: «Allí hay sitio para ti, como lo hay para
mí.»
(C) Las promesas son seguras para cuantos han hecho del Altísimo su habitación (v. 9b). Les
pase lo que les pase, nada puede dañarles (v. 10): «Aunque te sobrevengan angustias o
aflicciones, no habrá en ellas verdadero mal, pues procederán del amor de Dios y, así,
estarán santificadas; vendrán, no para tu daño, sino para tu bien; y, aunque ninguna
disciplina parece al presente ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después, etc. » (He.
12:11).
(D) El Señor de los ángeles, el que les dio el ser y les ordena lo que han de hacer, les dará
orden acerca de ti (vv. 11-13), de que te guarden en todos tus caminos, es decir, en las
diversas actividades de la vida cotidiana. El tentador (Mt. 4:6; Lc. 4:10, 11) citó dichos
versículos del salmo, para incitar al Señor Jesús a que se echara desde el pináculo del
templo, pero el salmo ciertamente no da esas seguridades a quien se expone a un peligro
temerariamente y sin necesidad, ya que eso no es confiar en Dios, sino tentar a Dios. El
salmista cita los animales que simbolizaban los mayores peligros («el león... el áspid... el
dragón») para incluir en ellos todo peligro posible. Cristo ha quebrantado la cabeza de la
serpiente infernal (Gn. 3:15) y ha despojado a nuestros enemigos espirituales (Col. 2:15).
Puede aplicarse al cuidado especial de la Providencia para que no nos dañen las fieras
(comp. Job 5:23) y aun para que hallemos los medios de domesticarlas (Stg. 3:7).
2. El salmista introduce después a Dios mismo hablando a los santos palabras de consuelo, y
declarando la misericordia que les tiene reservada (vv. 14-16). Obsérvese:
(A) A quiénes pertenecen dichas promesas; se describen mediante tres señales: (a) Los que
han puesto en Dios su amor (v. 14); le aman quienes le conocen bien. (b) Los que conocen
su nombre (v. 14b). No podemos conocer perfectamente su naturaleza, pero se nos ha dado
a conocer por su nombre, y por sus obras. (c) Los que le invocan en oración (v. 15),
guardando con El una correspondencia constante.
(B) Cuáles son las promesas que Dios hace a los santos: (a) Que, a su debido tiempo, los
librará de su angustia (v. 14); «lo libraré», y, de nuevo (v. 15), denotando una doble
liberación: de la angustia y en la angustia. (b) Por tanto, que si no pone fin de inmediato a
sus aflicciones, estará presente y muy cerca de ellos mientras pasan por las dificultades. (c)
Que responderá a sus oraciones: «Me invocará y yo le responderé mediante los actos de mi
providencia y los auxilios de mi gracia, fortaleciendo el vigor de su alma (138:3), como le
respondió a Pablo con gracia suficiente (2 Co. 12:9). (d) Que los enaltecerá y dignificará:
«Le pondré en alto, a salvo de todo peligro y por encima de la zona tempestuosa, en una
roca sobre las olas» (Is. 33:16). Mediante la gracia de Dios, podrán contemplar desde allí,
con santo menosprecio y activa indiferencia, las cosas de este mundo, mientras contemplan
con santa ambición y concentrado interés las cosas del mundo de arriba. (e) Que tendrán lo
suficiente para vivir en este mundo (v. 16): «Lo saciaré de vida larga; continuará en este
mundo hasta que haya llevado a cabo la obra para la que vino al mundo y esté
completamente maduro para el Cielo. Una persona puede morir joven y, sin embargo, morir
llena de días. (1) Que tendrán vida eterna en el otro mundo, con lo que se coronan las
demás bendiciones: «Le mostraré mi salvación» (v. 16b). No es probable, sin embargo, que
se refiera al otro mundo —nota del traductor—, sino al especial cuidado de la Providencia en
los asuntos y peligros de este mundo, pues la vida de ultratumba estaba fuera del objetivo
del autor del salmo.

Salmos 92 -Alabanza por la bondad de Dios


Cántico para el día de reposo.

1 Bueno es alabarte, oh Jehová,


Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;
2 Anunciar por la mañana tu misericordia,
Y tu fidelidad cada noche,
3 En el decacordio y en el salterio,
En tono suave con el arpa.
4 Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo.
5 ¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová!
Muy profundos son tus pensamientos.
6 El hombre necio no sabe,
Y el insensato no entiende esto.
7 Cuando brotan los impíos como la hierba,
Y florecen todos los que hacen iniquidad,
Es para ser destruidos eternamente.
8 Mas tú, Jehová, para siempre eres Altísimo.
9 Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová,
Porque he aquí, perecerán tus enemigos;
Serán esparcidos todos los que hacen maldad.
10 Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo;
Seré ungido con aceite fresco.
11 Y mirarán mis ojos sobre mis enemigos;
Oirán mis oídos de los que se levantaron contra mí, de los malignos.
12 El justo florecerá como la palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.
13 Plantados en la casa de Jehová,
En los atrios de nuestro Dios florecerán.
14 Aun en la vejez fructificarán;
Estarán vigorosos y verdes,
15 Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto,
Y que en él no hay injusticia.

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Comentario al Salmo 92
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Éste es un salmo cultual. Según Arconada, «lo cantaban los levitas durante la libación del
vino que acompañaba a la inmolación del cordero el sábado por la mañana». Por eso: I. Se
recomienda aquí la acción de gracias y la alabanza, que son quehaceres del día de reposo
(vv. 1-3). II. Las obras de Dios, que dieron ocasión al sábado, se proclaman aquí como grandes
e inescrutables en general (vv. 4-6). En particular, con referencia tanto a las obras de la
providencia como de la redención, el salmista canta a Dios sobre su misericordia y su juicio,
con una triple contraposición: 1. Los impíos perecerán (v. 7), pero Dios es eterno (v. 8). 2.
Los enemigos de Dios serán cortados, pero el salmista será enaltecido (vv. 9, 10). 3. Los
enemigos del salmista serán confundidos (v. 11), pero todos los rectos de corazón serán
fructíferos y florecientes (vv. 12-15).
Versículos 1-6
El día de reposo debe ser un día, no sólo de santo descanso, sino también de santo
quehacer. El quehacer propio del sábado es alabar a Dios y darle gracias; cada día de reposo
debe ser un día de acción de gracias. Un escritor judío lo refiere al reino mesiánico y titula
este salmo:
Salmo o cántico para la era venidera, la cual será día de reposo toda entera.
1. Se nos convoca y exhorta aquí a alabar a Dios (vv. 1-3): «Bueno es dar gracias (lit.) a
Yahweh.» Cosa buena es alabar a Dios; buena en sí, y buena para nosotros. (A) Cómo hemos
de alabar a Dios (v. 2): Anunciando su misericordia y su fidelidad. No sólo hemos de
proclamar la grandeza, la majestad, justicia y santidad de Dios, que enaltecen a Dios, pero
nos infunden pavor, sino también su misericordia y fidelidad, ya que su bondad es su gloria
(Ex. 33:18,19; 34:6,7), y con eso proclama Él su nombre. Su misericordia y su verdad son los
grandes soportes de nuestra fe y de nuestra esperanza, y los grandes estímulos de nuestro
amor y de nuestra obediencia. Esto se hacía entonces, no sólo cantando, sino también con
acompañamiento de instrumentos de música (v. 3). (B) Cuándo hemos de alabar a Dios: «Por
la mañana... y cada noche» (v. 2), no sólo en día de sábado, sino todos los días; y no sólo en
pública asamblea, sino también en secreto y en familia. Hemos de comenzar y terminar cada
día con alabanzas a Dios.
2. El salmista mismo nos sirve aquí de ejemplo (v. 4): «Por cuanto me has alegrado,
Yahweh, con tus obras. En las obras de tus manos me gozo.» Por el recuerdo gozoso de lo que
Dios ha hecho por nosotros, podemos contemplar una gozosa perspectiva de lo que ha de
hacer en el futuro. No podemos comprender la grandeza de las obras de Dios y, por tanto,
debemos admirarlas con reverente adoración. «Las obras de los hombres son pequeñas y
triviales, pero tus obras. Señor, son grandes e inconmensurables, ya que tus designios son
muy profundos y, por ello, inescrutables» (v. 5). La grandeza de las obras de Dios nos debe
llevar a la consideración de la profundidad de sus designios.
3. Se nos amonesta a no menospreciar las obras de Dios, mediante la descripción de los que
no les prestan atención (v. 6): «El hombre bruto, al que dominan sus instintos animales
(comp. 73:22), no conoce, no comprende, y el necio (hebreo, khesit) no entiende esto» (lit.).
Quienes no perciben las obras de Dios ni le dan, por ellas, la gloria que les corresponde, son
necios y brutos de verdad.
Versículos 7-15
Había dicho el salmista (v. 4) que de las obras de Dios obtenía gozo, y aquí lo muestra.
1. Canta victoria sobre los enemigos de Dios (vv. 7, 9, 11). Cuando florecen, como la hierba
(tan densa, tan verde, tan crecida), los obradores de iniquidad (con pompa, poder y
prosperidad), podría pensarse que era una señal manifiesta del favor de Dios; pero es
precisamente todo lo contrario: «La cómoda indolencia de los necios los echará a perder»
(Pr. 1:32b). Su prosperidad es para ser destruidos eternamente (v. 7b). Al ser enemigos de
Dios, han de perecer sin remedio (v. 9), pues nadie puede endurecer su corazón contra Dios y
prosperar. El salmista podrá contemplar con satisfacción la derrota de sus enemigos (v. 11);
si no hallan en ella ocasión para arrepentirse, a nadie deben culpar de su propia ruina.
2. Canta victoria en Dios, en su gloria y en su gracia.
(A) En su gloria (v. 8): «Mas tú, Yahweh, para siempre eres Altísimo» (lit. excelso, puesto en
alto), para pronunciar juicio: castigo para los malvados, vindicación de los justos.
(B) En su gracia: en su favor y los frutos de éste (v. 10): «Pero tú has levantado mi cuerno
como el cuerno del búfalo.» Dios le ha dado tremendas fuerzas, poder humanamente
invencible. Va enumerando luego los distintos favores que Dios le ha dispensado:
(a) «Soy ungido con aceite fresco (esto es, nuevo).» El aceite se usaba en ocasiones de júbilo
como símbolo de alegría (23:5; 45:7). Dios le da al salmista continuos motivos para estar
contento. Todo creyente tiene motivos fundados para estar alegre (Ro. 15:13); el gozo es el
segundo efecto del fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:22).
(b) «El justo florecerá como la palmera» (v. 12), la cual tiene cuerpo esbelto y bellas ramas
(«palmera» es, en hebreo, lámar, lo que explica que sea un nombre bello para una bella
mujer); siempre está verde; y su fruto, los dátiles, es muy agradable. En cambio, los impíos
florecen como la hierba (v. 7), pero para perecer. Se ha dicho que la palmera «sub pondere
crescit» = crece bajo el peso; es decir, cuanto más la aprietan, mejor crece; así crece y
prospera el justo bajo sus cargas y tribulaciones, y da frutos de santificación. Está prometido
que darán fruto incluso en la vejez (v. 14). Otros árboles, cuando se hacen demasiado viejos,
cesan de dar fruto, pero en los árboles de Dios la fuerza de la gracia no decae con la falta de
las fuerzas naturales. Muchas veces, los últimos días de los santos son los mejores días, y su
obra la mejor que han hecho en su vida.
(c) «Crecerá como el cedro en el Líbano» (v. 12b). Cuando Dios da verdadera gracia,
también da creciente gracia. Los árboles de Dios crecen más y más, como los cedros del
Líbano, famosos por su altura y esbeltez; siempre hacia el Cielo y prestos para buenos usos.
Los santos son presentados como «árboles de justicia» (Is. 61:3, comp. Sal. 1:3).
(d) Son «plantados en la casa de Yahweh» (v. 13). Los árboles de justicia no crecen por sí
mismos; son plantados; y no en suelo común, sino en la casa de Yahweh. No es corriente que
los árboles sean plantados en una casa, pero de los árboles de Dios se dice que son plantados
en su casa, porque de su gracia, de su palabra y de su Espíritu es de donde ellos reciben la
savia y la virtud que los conserva vivos y los hace fructíferos.

Salmos 93 -La majestad de Jehová

1 Jehová reina; se vistió de magnificencia;


Jehová se vistió, se ciñó de poder.
Afirmó también el mundo, y no se moverá.
2 Firme es tu trono desde entonces;
Tú eres eternamente.
3 Alzaron los ríos, oh Jehová,
Los ríos alzaron su sonido;
Alzaron los ríos sus ondas.
4 Jehová en las alturas es más poderoso
Que el estruendo de las muchas aguas,
Más que las recias ondas del mar.
5 Tus testimonios son muy firmes;
La santidad conviene a tu casa,
Oh Jehová, por los siglos y para siempre.

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Comentario al Salmo 93
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este breve salmo presenta el honor del reino de Dios entre los hombres. Alude al reino de la
Providencia, por el que Dios gobierna el mundo, y al reino de la gracia, por el que asegura la
salvación de su pueblo. No lleva título. Se desconoce su autor y la ocasión en que fue
compuesto: I. Yahweh es rey majestuoso (vv. 1,2). II. Tiene mayor poder que ninguna fuerza
creada (vv. 3,4). III. Tanto su palabra como su casa son santas y dignas de adoración (v. 5).
Versículos 1-5
«Yahweh reina» (v. 1). Éste es el cántico de la Iglesia glorificada (Ap. 19:6). Como hace
notar Bullinger —nota del traductor— todos los salmos que comienzan así, terminan con la
nota de santidad y son, sin duda alguna, escatológicos. Es, por tanto, incorrecto, aplicarlos a
la era presente. Dice Cohén: «Los antiguos comentaristas daban a estos salmos una
interpretación mesiánica, relativa a un mundo reformado en el futuro.» Y tenían razón. Este
es, pues, el sentido que daremos al comentario siguiente.
1. Dios reina gloriosamente: «se viste de majestad».
2. Dios reina poderosamente: No sólo se viste de majestad, como un príncipe en su corte,
sino también de poder, como un general en el campo de batalla. Tiene, pues, con qué
sostener su majestad y hacerse de temer. «Se ciñó a sí mismo», no lo ciñó otra persona, ya
que ni su fuerza ni su poder para administrarla se derivan de otro. Y aunque Dios se ciñe de
majestad y poder, condesciende a cuidar de este mundo y de sus asuntos.
3. Dios reina eternamente (v. 2): «Firme está tu trono desde siempre (lit.); desde la
eternidad eres tú (enfático en el hebreo).» La administración entera de su gobierno está
fundada en los designios eternos de Dios. Al ser Dios eterno, también lo son su trono y todas
las disposiciones que emanan de Él, ya que en la mente eterna sólo puede haber
pensamientos eternos.
4. Dios reina triunfalmente (vv. 3,4): «Alzaron los ríos su fragor, que es su voz». Aludiendo a
las «recias olas del mar» (v. 4), dice el Midrás:
«Las olas son las naciones» (comp. con 2;1, 2). Comenta Arconada: «El sentido escatológico
del salmo favorece esta interpretación: en las ultimidades de la historia, las naciones se
opondrán a Yahweh y a su Mesías. Esos pueblos enemigos suelen representarse por ríos
desbordados (Jer. 47:1), por torrentes impetuosos (Jer. 46:7) o por el estruendo de muchas
aguas (Is. 17:12).» En acomodación devocional, podemos aplicarlo a las tentaciones del
exterior y a los tumultos que sentimos en nuestro interior, pero si el Señor reina en nuestro
corazón, aun los vientos y el mar le obedecerán. En medio de toda esta tormenta, viene de
arriba un ancla inamovible (v. 4): «Yahweh en las alturas es más poderoso.» El poder de los
enemigos de la Iglesia es como el estruendo de las muchas aguas (v. 4b). Es mayor el ruido
que la sustancia: «Faraón rey de Egipto no es más que ruido» (Jer. 46:17). La soberanía
ilimitada y el poder irresistible del gran Yahweh animan muchísimo al pueblo de Dios, con
respecto a todos los ruidos y dificultades que les salen al paso en este mundo (46:1, 2).
5. Dios reina con justicia y santidad (v. 5). Todas sus promesas son inviolablemente fieles:
«Tus testimonios son muy fidedignos.» Tan grande como el poder para proteger a los suyos es
su fidelidad a las promesas que ha hecho con respecto a la seguridad y al triunfo de ellos. la
Iglesia de Dios está en la casa de Dios. La santidad de esa casa es su hermosura, su fuerza y
seguridad. Es precisamente la santidad de la casa de Dios la que la asegura contra las muchas
aguas y el estruendo de dichas aguas. Donde hay pureza, habrá también paz.

Salmos 94 -Oración clamando por venganza

1 Jehová, Dios de las venganzas,


Dios de las venganzas, muéstrate.
2 Engrandécete, oh Juez de la tierra;
Da el pago a los soberbios.
3 ¿Hasta cuándo los impíos,
Hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?
4 ¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras,
Y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad?
5 A tu pueblo, oh Jehová, quebrantan,
Y a tu heredad afligen.
6 A la viuda y al extranjero matan,
Y a los huérfanos quitan la vida.
7 Y dijeron: No verá JAH,
Ni entenderá el Dios de Jacob.
8 Entended, necios del pueblo;
Y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios?
9 El que hizo el oído, ¿no oirá?
El que formó el ojo, ¿no verá?
10 El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá?
¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia?
11 Jehová conoce los pensamientos de los hombres,
Que son vanidad.
12 Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges,
Y en tu ley lo instruyes,
13 Para hacerle descansar en los días de aflicción,
En tanto que para el impío se cava el hoyo.
14 Porque no abandonará Jehová a su pueblo,
Ni desamparará su heredad,
15 Sino que el juicio será vuelto a la justicia,
Y en pos de ella irán todos los rectos de corazón.
16 ¿Quién se levantará por mí contra los malignos?
¿Quién estará por mí contra los que hacen iniquidad?
17 Si no me ayudara Jehová,
Pronto moraría mi alma en el silencio.
18 Cuando yo decía: Mi pie resbala,
Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba.
19 En la multitud de mis pensamientos dentro de mí,
Tus consolaciones alegraban mi alma.
20 ¿Se juntará contigo el trono de iniquidades
Que hace agravio bajo forma de ley?
21 Se juntan contra la vida del justo,
Y condenan la sangre inocente.
22 Mas Jehová me ha sido por refugio,
Y mi Dios por roca de mi confianza.
23 Y él hará volver sobre ellos su iniquidad,
Y los destruirá en su propia maldad;
Los destruirá Jehová nuestro Dios.

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Comentario al Salmo 94
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo contrasta con el anterior y con los que le siguen, pues trata de la triste realidad
que nos presenta el mundo de hoy, lejos de la victoria total del bien en la era escatológica.
No se conoce el autor ni la ocasión en que fue compuesto. Dos cosas presenta aquí el
salmista: I. Convicción y terror para los perseguidores del pueblo de Dios (vv. 1-11),
mostrándoles el peligro al que se exponen y la insensatez que muestran. II. Consuelo y paz
para los perseguidos (vv. 12-23), asegurándoles, con base en la promesa de Dios y en la
propia experiencia del salmista, que sus aflicciones tendrán un final feliz.
Versículos 1-11
1. Solemne apelación a Dios contra los crueles perseguidores de su pueblo (vv. 1, 2).
(A) Los títulos que le dan a Dios para estimular su fe en la apelación que le hacen: «Yahweh.
Dios de las venganzas» (v. 1); «Juez de la tierra» (v. 2). El es el Juez, el Supremo y único
verdadero Juez del Universo, del cual proceden todos los juicios de los hombres. El Dador de
la ley pronuncia sentencia sobre cada persona, conforme a sus obras, según las normas de
dicha ley. Sus decisiones no admiten apelación a otro tribunal superior, porque no lo hay. No
sólo tiene poder para hacer justicia, sino que a su misma naturaleza pertenece el hacerla,
pues es el Dios de las venganzas, que no permitirá que la fuerza prevalezca contra la verdad
y el bien. Esta es una buena razón para que no debamos vengarnos nosotros mismos, pues
Dios ha dicho: «Mía es la venganza» (Ro. 12:19). Así que el que se venga usurpa una
prerrogativa que es exclusiva de Dios.
(B) Qué es lo que le piden a Dios. Le dicen: « Señor, muéstrate; hazles saber que eres
Yahweh y que estás dispuesto a mostrarte fuerte a favor de aquellos cuyo corazón es recto
contigo.» Los enemigos pensaban que Dios estaba vencido porque lo estaba su pueblo. «Da a
los soberbios su merecido por la insolencia con que te insultan a ti, más aún que por las
injurias que le han hecho a tu pueblo.»
2. Se quejan humildemente a Dios de la soberbia y la crueldad de los opresores (v. 3): Son
impíos; son (v. 4) hacedores de iniquidad; por eso aborrecen y persiguen a los que hacen el
bien, pues eso les avergüenza y les condena. Son arrogantes y se jactan de sí mismos y del
mal que hacen (v. 5): A tu pueblo, Yahweh, quebrantan, etc. Son también inhumanos, pues
hacen sufrir a los que no pueden valerse por sí mismos: a la viuda, al extranjero, a los
huérfanos (v. 6); «¿Hasta cuándo seguirán obrando así?» (vv. 3, 4).
3. El cargo de ateísmo práctico que se les hace (v. 7): «Y dicen: No lo ve Yah (abreviatura de
Yahweh), no se entera el Dios de Jacob». Pero el que piense que Yahweh, el Dios viviente, no
ve, o que el Dios de Jacob no se entera de las injurias hechas a su pueblo, sólo merece los
nombres de bruto y necio (v. 8 Lit. Los mismos términos hebreos de 92:6). Dios ve y se entera
de todo lo que hacemos. «Comprended a tiempo, pues mientras hay vida, hay esperanza. Las
obras de la creación (v. 9), la formación del cuerpo humano, prueban que hay Dios y que
posee de manera infinita y trascendente todas las perfecciones que puedan hallarse en las
criaturas: El que plantó la oreja, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?» Los dioses de los
paganos tenían ojos y no veían, orejas y no oían; nuestro Dios no tiene ni ojos ni orejas y, sin
embargo, ve y oye, pues de Él nos vienen esas facultades. «El que amonesta a las naciones
(v.10), ¿no castigará a su propio pueblo que conoce la ley revelada por Dios?» El mismo verbo
hebreo se emplea para amonestar, corregir e instruir, porque la corrección tiene por objeto
instruir, y no es efectiva la instrucción que no va acompañada de corrección. «Él, que enseña
al hombre el conocimiento (lit.), ¿carecerá de conocimiento?». Esta última frase no está en
el texto, pero se sobreentiende. ¿Cómo va a carecer de sabiduría el que ha dado al hombre la
luz de la razón y de la revelación, mostrando en qué consiste la verdadera sabiduría y el
entendimiento? (v. Job 28: 23, 28). Dios se entera incluso de lo que pensamos (v. II):
« Yahweh conoce los pensamientos de los hombres, que ellos (los hombres, ya que "ellos" es
masculino, mientras que "majsheboth" = pensamientos, es femenino) son insustanciales (lit.
vanidad, soplo o vapor)». Los buenos pensamientos son palabras secretas para ser conocidas
de Dios, pero los malos son vanidades insustanciales que provocan a Dios.
Versículos 12-23
El salmista profiere ahora palabras de consuelo a los santos que sufren. Lo hace basado en
las promesas de Dios y en su propia experiencia.
1. Basado en las promesas de Dios, las cuales no sólo les preservan de la calamidad, sino que
les aseguran la verdadera dicha (v. 12):
«Dichoso el hombre a quien tú, Yah, corriges.» Aquí el salmista eleva la mirada por encima
de los instrumentos de aflicción, y se fija en las manos de Dios, con lo que el castigo cambia
de color. Los enemigos quebrantan al pueblo de Dios (v. 5); pero Dios, mediante ese
quebranto, corrige a su pueblo, como un padre al hijo en quien tiene su deleite; los
perseguidores son sólo la vara con que los corrige. Aquí se promete:
(A) Que el pueblo de Dios obtendrá bienes de sus sufrimientos. Cuando Dios les castiga, les
enseña (v. 12b), y dichoso es el hombre que recibe esta disciplina divina, pues nadie enseña
como Dios. Cuando somos castigados, hemos de orar ser instruidos, y ver en la ley de Dios el
mejor expositor de su Providencia. No es el castigo mismo el que hace bien, sino la
enseñanza que le acompaña y explica.
(B) Que el pueblo de Dios obtendrá paz de sus sufrimientos (v. 13):
«Para hacerle descansar (no física, sino mentalmente, comp. Is. 7:4) en los días de
aflicción». Dice Cohén: «El hombre que ha aceptado la instrucción de Dios no perderá ánimos
ni fe en los días de prueba, porque está convencido de que llegará el día de dar cuentas.»
(C) Que verán la ruina de los que eran instrumentos de sus padecimientos (v.13b).
(D) Que, aunque se hallen abatidos, no quedarán abandonados (v. 14). Les pase lo que les
pase. Dios no los desechará, no los borrará de su pacto ni les retirará su protección. El
Apóstol Pablo se consolaba grandemente con esto (Ro. 11:1).
(E) Que, por mal que marchen ahora las cosas, se han de arreglar un día (v. 15): «El juicio
será vuelto a ¡ajusticia», es decir, los tribunales de justicia volverán a dictar sentencia de
forma justa y equitativa, y abundarán los rectos de corazón que busquen la justicia. Todo
esto será obra de Dios a favor del pueblo, para que Israel recobre su prosperidad. Esta misma
esperanza nos ha de consolar cuando parezca que las cosas marchan mal en contra nuestra.
2. Basado en sus experiencias y observaciones personales.
(A) Él y sus amigos habían estado oprimidos por crueles tiranos, que disponían del poder
necesario para abusar de los buenos ciudadanos. Eran malignos y hacedores de iniquidad (v.
16). Se entregaban a toda clase de impiedad e inmoralidad, de forma que su tribunal era
inicuo (v. 20). La iniquidad es suficientemente atrevida aun en el caso de que las leyes
humanas la persigan, pues raras veces resultan efectivas, pero ¡cuánto mas insolente y
dañina es cuando está respaldada por la ley! Estos obradores de iniquidad condenaban la
sangre inocente (v. 2 Ib) haciendo agravio bajo forma de ley (v. 20b), lo mismo que hicieron
contra Daniel (Dan. 6:7) para echarle al foso de los leones. Así han sido tratados con
frecuencia los mayores bienhechores de la humanidad, bajo capa de ley y justicia, como si
fueran los peores malhechores.
(B) La opresión que sufría pesaba gravemente sobre ellos. El salmista se veía a sí mismo, si
no fuese por la ayuda de Dios, morando en el silencio de la tumba (v. 17, comp. con 115:17);
estaba «en las últimas», sin saber qué decir ni hacer. El Apóstol había recibido, en un caso
similar, dentro de sí respuesta (lit.) de muerte (2 Co. 1: 8, 9). El salmista decía : «Mi pie
resbala» (v. 18, comp. con 38:16; 73:2). Una multitud de pensamientos contradictorios le
dejaban perplejo, sin saber en qué iba a parar aquello ni qué medidas tomar.
(C) En su apuro, buscó ayuda, socorro y alivio (v. 16): «¿Quién se levantará por mí contra los
malignos? ¿Tengo algún amigo que se preste, por amor, a socorrerme?» Miraba en derredor y
no veía a ninguno. Cuando Pablo fue llevado ante el tribunal de Nerón, ninguno estuvo a su
lado (2 Ti. 4:16). Le gritaban al Señor (v. 20): «¿Se aliará contigo el tribunal inicuo?» Como
diciendo: «¿Es posible que estos inicuos puedan resguardarse bajo el pretexto de que
administran la justicia en nombre de Yahweh?» Sólo cuando está a favor de la equidad y de la
justicia puede decirse que un tribunal es aliado de Dios. El tribunal inicuo no puede en modo
alguno tener comunión con Dios.
(D) Hallaron socorro y alivio en Dios, y sólo en Él. Por eso, habla el salmista de la ayuda de
Yahweh (v. 17), cuando se pone en Él la confianza y se espera de Él el alivio. « Si no fuera
por eso, dice, nunca habría podido conservar el dominio de mí mismo; pero viviendo por fe
en Él, he podido conservar la cabeza por encima del agua.» El socorro que recibimos se lo
debemos no sólo al poder de Dios, sino a su misericordia (vv. 18,19): «Tu misericordia,
Yahweh, me sustenta. Tus consolaciones alegran mi alma, cuando son muchas las
preocupaciones dentro de mí. Cuando se agolpan en mi mente los pensamientos inquietantes,
sólo el consuelo que tú me ofreces sirve para aquietar mi mente y dar paz a mi alma.» Las
consolaciones de Dios llegan hasta el alma, no sólo hasta la imaginación, y le dan la paz y el
gozo que no pueden darle las sonrisas del mundo, ni pueden quitarle los enfados del mundo.
(E) Dios es, y siempre será, Justo Juez, protector del derecho y castigador del mal; de esto
tenía el salmista la seguridad y la experiencia (v. 22): «Cuando nadie quiera, o no pueda, o
no se atreva a defenderme, Yahweh es mi baluarte, para preservarme de la maldad de mis
apuros, para no hundirme bajo su peso ni ser arruinado por ellos; y es la roca de mi refugio,
en cuyas hendiduras puedo cobijarme y encima de la cual puedo asentar mis pies para estar
fuera del alcance de todo peligro.»

Salmos 95 -Cántico de alabanza y de adoración

1 Venid, aclamemos alegremente a Jehová;


Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
2 Lleguemos ante su presencia con alabanza;
Aclamémosle con cánticos.
3 Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses.
4 Porque en su mano están las profundidades de la tierra,
Y las alturas de los montes son suyas.
5 Suyo también el mar, pues él lo hizo;
Y sus manos formaron la tierra seca.
6 Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
9 Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron, y vieron mis obras.
10 Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
Y dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
11 Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo.

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Comentario al Salmo 95
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Para la exposición de este salmo, podemos tomar prestado mucho material a Hebreos 3 y 4,
pues allí se dice expresamente (He. 4:7) que la exhortación de los vv. 7 y 8 tiene vigor en el
presente. El autor y la ocasión se desconocen. Lo de He. 7 («por medio de David») no
significa otra cosa sino que la cita se halla en el Salterio de David, no precisamente que David
compusiera este salmo. Al cantar un salmo como este («hímnico, litúrgico y procesional» —
como dice Arconada—), hemos de procurar: I. Hacer melodía a Yahweh (vv. 1,2) como a
nuestro gran Dios (vv. 3-5) y nuestro gran bienhechor (vv. 6, 7). II. Tomar aviso y enseñanza
para nosotros mismos y para otros; aquí, en concreto, a escuchar la voz de Dios (v. 7) y no
endurecer nuestro corazón, como lo hicieron los israelitas en el desierto (vv. 8, 9), para no
caer bajo la ira de Dios ni perder el reposo prometido, como les pasó a ellos (vv. 10, 11).
Versículos 1-7
Aquí el salmista, como en otros lugares, se estimula a sí mismo y estimula a otros a alabar a
Dios.
1. Cómo ha de ser alabado Dios. El cántico de alabanza ha de ser ruidoso, de aclamación (vv.
1, 2). El gozo espiritual es el corazón y el alma de la alabanza agradecida. Al mismo tiempo
que cantamos con júbilo a la roca de nuestra salvación (v. 1b), hemos de decir con humilde
reverencia y santo pavor (v. 6): «Venid, adoremos y póstremenos; arrodillémonos delante de
Yahweh nuestro Hacedor», como es propio de quienes se percatan de la infinita distancia que
media entre nosotros y Dios. Con júbilo y alegremente hemos de aclamarle con cánticos (vv.
1, 2). Hemos de alabar a Dios conjuntamente, unánime y concertadamente, en las asambleas
de la congregación; «ante su presencia» (v. 2), es decir, en su santuario.
2. Por qué ha de ser alabado.
(A) Porque es un gran Dios (v. 3), Soberano del Universo, (a) Tiene gran poder: «Es Rey
grande sobre todos los dioses», los cuales no tienen realidad ninguna (comp. 96:4,5). No hay
motivo alguno para tomar aquí «dioses» en el sentido de ángeles o jueces, (b) Tiene grandes
posesiones; suyo es todo, porque Él lo hizo todo (vv. 4,5). ¡Cuan grande es el Dios que creó el
Universo y lo gobierna! También puede aplicarse al Señor Jesucristo, por quien todas las
cosas fueron hechas (Jn. 1:3) y por medio del cual habían de ser reconciliadas (Col. 1:20).
(B) Porque es nuestro Dios. No sólo tiene dominio sobre nosotros, como lo tiene sobre el
resto de la creación, sino que tiene relación especial con nosotros (v. 7): «Él es nuestro Dios;
nosotros somos el pueblo de sus pastos (comp. 74:1; 79:13) y el rebaño de su mano, que se
halla bajo su cuidado y conducción.» Los creyentes somos sus ovejas, y Él es nuestro Buen
Pastor (Jn. 10). Ante Dios, como ante nuestro Hacedor y Señor, hemos de arrodillamos (v. 6).
Los idólatras se arrodillan ante dioses que ellos mismos han hecho; nosotros nos arrodillamos
ante un Dios que nos ha hecho a nosotros. Por eso, puede ser la roca de nuestra salvación (v.
1b).
Versículos 7-11
La última parte del salmo es una exhortación a los que cantan salmos evangélicos, para que
vivan vidas evangélicas.
1. La obligación de todos los que son pueblo de los pastos y ovejas de la mano de Dios es que
oigan su voz (v. 7c), pues dice Jesús (Jn. 10:27);
«Mis ovejas oyen mi voz.» Si le llamamos Señor y Maestro, hemos de hacer lo que Él nos
diga, pues creer equivale a obedecer (v. Jn. 3:36).
2. El pecado contra el que se les amonesta es el endurecimiento del corazón (v. 8): «Si oís
mi voz, no endurezcáis vuestro corazón, porque la semilla que se siembra en roca, nunca
puede producir fruto perfecto.
3. El ejemplo de los israelitas en el desierto.
(A) «No endurezcáis vuestro corazón, como en Meribá, etc. Tened cuidado, no pequéis como
ellos hicieron, para que no seáis excluidos del descanso eterno, así como ellos lo fueron del
reposo en Canaán.» Con tanta frecuencia provocaron a Dios con su desconfianza y sus
murmuraciones, que todo el tiempo de su peregrinación por el desierto puede llamarse día
de tentación o Masa, nombre que se le dio a aquel lugar (Ex. 17:7), pues tentaron a Dios
diciendo: ¿Está Yahweh con nosotros o no? Cuanto mayores y más numerosas son las
experiencias que tenemos del poder y de la bondad de Dios, tanto más grave es nuestro
pecado si desconfiamos de El.
(B) El cargo que, en nombre de Dios, se hace a los incrédulos israelitas (vv. 9, 10). Su pecado
era la incredulidad; tentaron a Dios y lo pusieron a prueba (Nm. 14: 3, 4). Este pecado es
llamado rebeldía (Dt. 1:26, 32). Una agravante de este pecado es que habían visto las obras
de Dios (v. 9b): los milagros para sacarles de Egipto, el maná, las codornices, el agua de la
roca, ya en el desierto, eran evidencia plena de la presencia de Dios entre ellos. Pero ellos
eran «un pueblo de corazón extraviado, que no conocía los caminos de Dios» (v. 10), es decir,
no aprendían por qué actuaba Dios con ellos de aquel modo. La incredulidad y la dureza de
corazón de los hombres son efecto de su ignorancia del carácter y de las obras de Dios. Veían
las obras de Dios (v. 9,comp. 103:7) y, sin embargo, no conocían los caminos de Dios. La
causa de esta ignorancia era el extravío de su corazón. Cuando se oscurece el corazón, se
hacen vanos los pensamientos (v. Ro. 1:21). Un corazón errante saca fuera de sí al hombre
(comp. Le. 15:17). Los pecados del pueblo de Dios, especialmente la desconfianza, no sólo le
enojan, sino que le apesadumbran; pero véase la paciencia y la bondad de Dios: Está
disgustado con la nación durante cuarenta años (v. 10) y, sin embargo, la siguiente
generación entró triunfante en Canaán.
(C) La sentencia que pronuncia contra ellos por su pecado (v. II):
«Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo», es decir, en la Tierra
Prometida, tierra de reposo después de su larga peregrinación por el desierto (v. Dt. 12:9).
No es que Dios esté sujeto a las mismas pasiones que tenemos nosotros, pero su justo enojo
contra el pecado es una prueba inequívoca de la malignidad del pecado y de la santidad de
Dios y de la ley divina. Si tuviésemos ideas claras sobre el pecado y la santidad de Dios,
justamente nos enojaríamos contra nosotros mismos. Con razón aplica He. 4:1 la seria
advertencia de estos versículos a los creyentes del Nuevo Testamento, pues nosotros tenemos
mayor responsabilidad al haber obtenido mejor revelación por medio del hijo (He. 1:1 y ss.).

Salmos 96 -Cántico de alabanza

1 Cantad a Jehová cántico nuevo;


Cantad a Jehová, toda la tierra.
2 Cantad a Jehová, bendecid su nombre;
Anunciad de día en día su salvación.
3 Proclamad entre las naciones su gloria,
En todos los pueblos sus maravillas.
4 Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;
Temible sobre todos los dioses.
5 Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos;
Pero Jehová hizo los cielos.
6 Alabanza y magnificencia delante de él;
Poder y gloria en su santuario.
7 Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos,
Dad a Jehová la gloria y el poder.
8 Dad a Jehová la honra debida a su nombre;
Traed ofrendas, y venid a sus atrios.
9 Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad;
Temed delante de él, toda la tierra.
10 Decid entre las naciones: Jehová reina.
También afirmó el mundo, no será conmovido;
Juzgará a los pueblos en justicia.
11 Alégrense los cielos, y gócese la tierra;
Brame el mar y su plenitud.
12 Regocíjese el campo, y todo lo que en él está;
Entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento,
13 Delante de Jehová que vino;
Porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con su verdad.

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Comentario al Salmo 96
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo se compuso para ser cantado en la traslación del arca. Se desconoce el autor.
Tenemos aquí, I. Una invitación a todos a que alaben a Dios y le adoren como al Dios grande y
glorioso (vv. 1-9). II. Una notificación a todos para que reconozcan el gobierno y el juicio
universal de Dios, lo que debería ser materia de gozo universal (vv. 10-13).
Versículos 1-9
1. Se nos invita aquí a todos a honrar a Dios:
(A) Con cánticos (vv. 1, 2). Tres veces se nos exhorta en estos vv. a cantar a Yahweh, a
bendecir su nombre, hablando bien de Él a Él, y proclamando cada día (v. 2b) sus obras
salificas. Es un cántico nuevo (de Is.42:10), por el anuncio de cosas nuevas (Is. 42:9, comp.
con 2 Co. 5:17), lo que exige nuevos afectos y nuevas expresiones de dichos afectos.
(B) Con mensajes (v. 3): «Proclamad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus
maravillas.» Esto era como una profecía de la proclamación del Evangelio a todo el mundo,
hasta los últimos confines de la tierra (Hch. 1:8); «proezas maravillosas» llama Pedro (1 P.
2:9) a la salvación que Dios ha llevado a cabo en nosotros.
(C) Con servicios religiosos (vv. 7-9). Hasta entonces, aun cuando todos los que, en
cualquier país, temían a Dios y obraban justicia, eran aceptados por Él, sin embargo las
ordenanzas instituidas por Dios eran privilegio de la religión judía. A toda la tierra se la
convoca ahora a rendir adoración ante Yahweh, ofrenda agradable de los gentiles (Ro.
15:16), pues al llevarle al Señor alguna ofrenda, hemos de ofrecernos primero a nosotros
mismos al Señor (comp. 2 Co. 8:5).Todo lo que llevemos al Señor (vv. 7, 8) procede de El; sin
embargo, Él se digna aceptarlo de nuestra mano. Hemos de adorar a Dios en la hermosura de
la santidad (v. 9), es decir, con santos arreos (la hermosura de las vestiduras sacerdotales,
usadas en el santuario; comp. 29:2). Aunque la santidad interior es algo «hermoso» —nota del
traductor—, no es eso lo que el texto indica.
2. De Dios se dicen aquí cosas muy gloriosas (v. 4): «Grande es Yahweh y digno de suprema
alabanza, temible sobre todos los dioses.» Aun siendo un cántico nuevo, continúa
proclamando la grandeza y la bondad de Dios. Yahweh es de temer, no los dioses falsos
(comp. 95:3). «Honor y majestad delante de Él» (v. 6), es decir, en su presencia, donde los
serafines se cubren el rostro, incapaces de soportar su resplandor (Is. 6:2). «Poder y belleza
(lit.) en su santuario» (v. 6b), cualidades aplicadas al arca del pacto (v. 78:61). dice
Maclaren: «La fuerza y la belleza están, con frecuencia, separadas en un mundo
desordenado, con lo que ambas están mutiladas; pero, cuando son perfectas, están
indisolublemente unidas. Los hombres llaman fuertes y hermosas a muchas cosas que nada
tiene que ver con la santidad, pero los arquetipos de ambas excelencias se hallan en el
Santuario, y toda fuerza que no tenga allí sus raíces es debilidad, así como toda hermosura
que no refleje «la hermosura de Yahweh nuestro Dios», no es sino una máscara para ocultar
la fealdad.»
Versículos 10-13
Instrucciones que se dan a quienes vayan a predicar a las naciones el Evangelio.
1. Se les ha de decir que Dios se ha constituido en Rey, ha llegado al trono (v. 1). Éste es,
según Cohén, el sentido del hebreo, lo mismo que en los demás lugares en que aparece esta
expresión (93:1; 97:1, etc.). El Señor Jesucristo tuvo sobre su cruz el título de Rey de los
judíos, lo cual dio ocasión a la frase (usada primero por Justino Mártir): Regnavit a ligno
Deus, Dios reinó desde el leño (esto es, desde la cruz). Que fue constituido Juez Universal, lo
anunció Pedro a los gentiles en casa .de Cornelio (Hech. 10:42).
2. Se les ha de decir que Dios ha restablecido las condiciones en que el mundo ha de
permanecer firme, porque él tiene las riendas en su mano. El pecado ha producido en el
mundo el desorden, pero la redención pone las cosas en su sitio (2 Co. 5:17) al renovarlas. Si
el cristianismo fuese aceptado y observado por todos, el orden y la paz reinarían en todos los
Estados del mundo.
3. Se les ha de decir que el gobierno de Dios es justo (v. 13). Cristo dijo: «Para juicio he
venido a este mundo» (Jn. 9:39; 12:31) y declaró que todo juicio le habla sido encomendado
a Él (Jn. 5:22, 27). Gobierna en la conciencia y en el corazón de los hombres por medio del
Espíritu y el poder de la verdad. Cuando le preguntó Pilato si era rey, le contestó Cristo: «Tú
lo dices: Yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio a la verdad» (Jn. 18:37).
4. Se les ha de decir que se acerca la Segunda Venida de Cristo y juzgará a los pueblos con
justicia (v. Job). La primera parte del v. está tomada de 93:1; la segunda, de 9:8. Dice
Cohén: «Al combinar estas dos citas, parece ser que el objetivo del salmista era sugerir un
paralelismo entre el universo físico y el orden social, pues la estabilidad de ambos órdenes
depende igualmente de la voluntad de Dios.» Entre la redacción de este salmo y la 1 a Venida
del Mesías ocurrieron muchas revoluciones y muchos cambios de todo orden; sin embargo,
vino al tiempo señalado; así que podemos estar seguros de que, por muchas revoluciones y
cambios que acontezcan, también vendrá a su debido tiempo la segunda vez.
5. Se les ha de decir, finalmente, que se regocijen en el Mesías con la perspectiva de su
próxima venida (vv. 11, 12): «Alégrense los cielos, y gócese la tierra... el mar... el campo...
los árboles del bosque, etc.» El sentido es: (A) Que los días del Mesías serán días de gozo.
Cuando Samaria recibió el Evangelio había gran gozo en aquella ciudad (Hch. 8:8) y, cuando
el eunuco etíope fue bautizado, siguió gozoso su camino (Hch. 8:39). (B) Que el deber de
cada uno de nosotros es dar la bienvenida al Mesías, pues, aun cuando viene a juzgar, su
juicio es ocasión de gozo para los creyentes (comp. Is. 11:4). (C) Que toda la creación tendrá
motivos para regocijarse en el establecimiento del reino mesiánico, incluso el mar y el
campo. En primer lugar, habrá gozo en el cielo, gozo delante de los ángeles de Dios.

Salmos 97 -El dominio y el poder de Jehová

1 Jehová reina; regocíjese la tierra,


Alégrense las muchas costas.
2 Nubes y oscuridad alrededor de él;
Justicia y juicio son el cimiento de su trono.
3 Fuego irá delante de él,
Y abrasará a sus enemigos alrededor.
4 Sus relámpagos alumbraron el mundo;
La tierra vio y se estremeció.
5 Los montes se derritieron como cera delante de Jehová,
Delante del Señor de toda la tierra.
6 Los cielos anunciaron su justicia,
Y todos los pueblos vieron su gloria.
7 Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla,
Los que se glorían en los ídolos.
Póstrense a él todos los dioses.
8 Oyó Sion, y se alegró;
Y las hijas de Judá,
Oh Jehová, se gozaron por tus juicios.
9 Porque tú, Jehová, eres excelso sobre toda la tierra;
Eres muy exaltado sobre todos los dioses.
10 Los que amáis a Jehová, aborreced el mal;
El guarda las almas de sus santos;
De mano de los impíos los libra.
11 Luz está sembrada para el justo,
Y alegría para los rectos de corazón.
12 Alegraos, justos, en Jehová,
Y alabad la memoria de su santidad.

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Comentario al Salmo 97
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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«Este salmo —dice Cohén— desarrolla el tema del último versículo del salmo precedente. Nos
refiere los efectos que resultan cuando Dios ejerce su juicio sobre el mundo: el desmayo que
produce en los malvados, y la luz que concede a los justos.» I. Infunde terror a los enemigos
(vv. 2-7). II. Infunde consuelo a sus súbditos leales (vv. 8-12). III. Su reino produce gozo en
toda la humanidad (v. 1).
Versículos 1-7
Lo que, en el salmo precedente, se decía con respecto a las naciones (96:1), se repite aquí
de nuevo (v. 1) y se convierte en el tema de todo el salmo y del siguiente. «Yahweh reina»
(v. lo dicho sobre 93:1).
1. «Regocíjese la tierra» (v. 1, de 96:11). No sólo el pueblo de Israel, no sólo la hija de Sión,
ha de alegrarse en el Mesías Rey de los judíos, sino toda la tierra y la multitud de las islas y
zonas costeras del Mediterráneo (v. 72:10), todas las cuales se han de beneficiar del reinado
del Mesías, ya que los efectos de su gobierno tendrán alcance universal. «Nubes y oscuridad
alrededor de él» (v. 2). Estos fenómenos (v. por ej. 18:9 y ss.) muestran el contexto de poder
y soberanía en que Dios se mueve. «Justicia y juicio son el cimiento de su trono» (comp. con
89:14). En el fondo, son detalles que indican el carácter escatológico del salmo.
2. Aunque el gobierno del Mesías será motivo de gozo para todos, infundirá terror a los
malvados, quienes se le habrán sometido por la fuerza (vv. 3-5,7) tanto como a los que haya
derrotado antes de llegar al trono (v. 3): «Abrasará a sus enemigos» (comp. 50:3) el fuego
que va delante de él. Aun los montes (v. Miq. 1:4) se derretirán con tal fuego. Si lo más
sólido de la tierra se derrite ante la presencia de Dios, ¿cómo podrán resistirle los impíos?
¿Quién podrá contradecir lo que tos cielos proclaman? (v. 6). ¿Quién podrá oponerse al
reinado del Mesías, cuando todos los pueblos vean su gloria? (v. 6b, comp. con Is. 35:2; 40:5).
Especialmente confundidos quedarán los idólatras (v. 7): «/os que sirven a imagen de talla,
los que se jactan en naderías (lit. Comp. 96:5). Postraos ante Él, dioses todos» (lit.). Nótese
que todo aquello en que el hombre pone la prioridad de su afecto y de su interés es un ídolo,
un «dios» de dinero, de carne, de diversión, etc., que ocupa en el corazón el lugar del
verdadero Dios.
Versículos 8-12
1. Los motivos que se exponen para que Sión se regocije en el gobierno del Redentor: (A)
Dios es glorificado, y todo lo que redunda en honor de Dios, redunda también en gozo de su
pueblo (vv. 8,9). (B) Dios guarda, custodia, las almas (es decir, las personas) de sus devotos
(hebr. jasidaiv)» (comp. 4:3). Dios les preserva la vida y, si llega el momento en que han de
dar la vida por él, él les preserva el alma, a la que no pueden llegar los que matan el cuerpo
(v. Mt. 10:28). (C) Aunque de momento se muevan en la oscuridad y en aflicción, los justos
pueden consolarse en que la luz y la alegría están sembradas (lit.) para ellos (v. 11). Dice
Hertz: «Es posible que la luz esté al presente escondida como la semilla en la tierra, pero es
seguro que ha de brotar. Sigan, pues, los justos odiando el mal.» Y M. Henry comenta: «Los
súbditos del reino de Cristo han de esperar tribulación en este mundo, pero han de saber,
para consuelo suyo, que hay luz sembrada para ellos. Lo que se siembra brota a su debido
tiempo; aunque, como la semilla en invierno, haya de yacer por largo tiempo bajo los
terrones, volverá con aumento rico y abundante.» Antes de partir de este mundo, dijo Jesús
a sus Apóstoles:
«Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo» (Jn. 16:20).
2. Las normas que se dan para que Sión se alegre. Ha de ser un gozo limpio y santo (v. 10):
«Los que amáis a Yahweh, aborreced el mal» (lit.). Los que aman la venida del Señor, han de
aborrecer el pecado. Donde no hay verdadero odio al pecado, no puede haber amor genuino a
Dios (comp. Pr. 8:13). Y el gozo que comenzó con el amor de Dios, ha de terminar también en
Dios (v. 12): «Alegraos, justos, en Yahweh, y dad gracias al memorial de su santidad» (lit.
comp. con 30:4), es decir, al nombre que nos recuerda constantemente que Yahweh es santo.

Salmos 98 -Alabanza por la justicia de Dios

1 Cantad a Jehová cántico nuevo,


Porque ha hecho maravillas;
Su diestra lo ha salvado, y su santo brazo.
2 Jehová ha hecho notoria su salvación;
A vista de las naciones ha descubierto su justicia.
3 Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel;
Todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
4 Cantad alegres a Jehová, toda la tierra;
Levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos.
5 Cantad salmos a Jehová con arpa;
Con arpa y voz de cántico.
6 Aclamad con trompetas y sonidos de bocina,
Delante del rey Jehová.
7 Brame el mar y su plenitud,
El mundo y los que en él habitan;
8 Los ríos batan las manos,
Los montes todos hagan regocijo
9 Delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con rectitud.

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Comentario al Salmo 98
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Continúa este salmo con el tema de los dos salmos precedentes. En la versión caldea, lleva
el título de «salmo profetice». Presenta: I. La gloria del Redentor (vv. 1-3). II. El gozo de los
redimidos (vv. 4-9).
Versículos 1-3
Otra vez se nos invita a cantar un cántico nuevo (v. 1, comp. con 96:1), ante las maravillas
obradas por Dios. No hay obra tan grande y portentosa como la de nuestra redención. Cuanto
más se la conoce, más se la admira. Aquí vemos:
1. Las victorias que su diestra ha conseguido (v. 1b). Nuestro Redentor superó todas las
dificultades que se oponían en el camino de nuestra redención. Por su propio poder, sin
ayuda ajena, obtuvo la victoria contra los poderes de las tinieblas (Col. 2:15) y, sin ayuda
ajena, triunfará de sus enemigos antes de inaugurar el reino mesiánico (Is. 63:3).
2. El descubrimiento, no sólo de su salvación, sino de su justicia, que es la que ha llevado a
cabo la salvación, a las naciones (v. 2). La publicidad de su intervención a favor de sus
elegidos llegó entonces a conocimiento de todos (v. Is. 52:10), y el Evangelio de la salvación
debe llegar también a conocimiento de todos (Hch. 1:8; 10:36).
3. El cumplimiento de las profecías y de las promesas del Antiguo Testamento (v. 3): «Se ha
acordado (hebr. Zacar) de su misericordia y de su fidelidad para con la casa de Israel.» Para
ver hasta qué punto estaba este pensamiento en la mente de los judíos piadosos, basta con
leer Le. 1:54, 72. No era algo que ellos mereciesen, sino un efecto de la libre y soberana
misericordia de Dios.
Versículos 4-9
El establecimiento del reino mesiánico es considerado aquí como motivo de gozo y alabanza.
1. Todos los hombres deben regocijarse, pues todos se benefician, o pueden beneficiarse,
del establecimiento de dicho reino (vv. 4-6). Una y otra vez se les invita a que canten y
vitoreen al nuevo Rey con todos los medios posibles de expresión: no sólo con la voz, sino con
toda clase de instrumentos de música, y no sólo con la suave melodía del arpa y del salterio,
sino también al toque marcial de trompetas y clarines, como lo requiere esta ocasión
especial.
2. Se invita igualmente al resto de la creación a unirse a este regocijo de los hombres (vv. 7-
9). Ya lo hemos visto en 96:11-13. Es curiosa la expresión (v. 8): «Los ríos batan las manos»,
descriptiva del estrépito de las olas batiendo contra el acantilado (comp. Is. 55:12). Véase de
qué forma altera la venida de Cristo el sentido de tales fenómenos. El rugir y bramar de las
olas y su estruendo al estrellarse contra las rocas, ya no es motivo de temor, sino señal de
gozo. Es posible que el poeta latino Virgilio tuviese en cuenta esto cuando escribió su Égloga
IV, señalando el nacimiento de un niño celestial del seno de una virgen, el cual restauraría la
«edad de oro»:
« Una nueva raza desciende del alto cielo;
Tu influjo borrará toda mancha de corrupción
y librará de alarmas al mundo»
Muchas otras cosas dice de este tan anhelado niño, cosas que el escritor español Luis Vives
considera aplicables a Cristo; y concluye, como el salmista aquí, con la perspectiva del gozo
de toda la creación:
«Véase cómo esta era prometida hace que todos se regocijen.» Y, si todos se regocijan, ¿por
qué no nosotros?

Salmos 99 -Fidelidad de Jehová para con Israel

1 Jehová reina; temblarán los pueblos.


El está sentado sobre los querubines, se conmoverá la tierra.
2 Jehová en Sion es grande,
Y exaltado sobre todos los pueblos.
3 Alaben tu nombre grande y temible;
El es santo.
4 Y la gloria del rey ama el juicio;
Tú confirmas la rectitud;
Tú has hecho en Jacob juicio y justicia.
5 Exaltad a Jehová nuestro Dios,
Y postraos ante el estrado de sus pies;
El es santo.
6 Moisés y Aarón entre sus sacerdotes,
Y Samuel entre los que invocaron su nombre;
Invocaban a Jehová, y él les respondía.
7 En columna de nube hablaba con ellos;
Guardaban sus testimonios, y el estatuto que les había dado.
8 Jehová Dios nuestro, tú les respondías;
Les fuiste un Dios perdonador,
Y retribuidor de sus obras.
9 Exaltad a Jehová nuestro Dios,
Y postraos ante su santo monte,
Porque Jehová nuestro Dios es santo.

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Comentario al Salmo 99
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Este salmo, también de autor desconocido, repite el tema de los salmos 93 y 97. Es el
tercero de los que empiezan con la fórmula:
«Yahweh reina». Es, pues, como los otros, escatológico. I. Invitación a todos a honrar a
Yahweh (vv. 1-5). II. Cómo se le honraba en el Antiguo Testamento (vv. 6-9).
Versículos 1-5
Dado el carácter escatológico del salmo, es inútil sacar ninguna aplicación para el presente
—nota del traductor—, excepto que estemos preparados, como «hijos de luz», para la Venida
del Señor (v. 1. Ts. 5:1-9). El apóstol Juan dice expresamente (1 Jn. 5:19) que «el mundo
entero yace en el poder del Maligno». Es el diablo el que reina en el mundo ahora;
Cristo sólo reina en el corazón de los que le obedecen; reinará efectivamente cuando venga
a gobernar con cetro de hierro (2:9); ante este anuncio, dice el salmista (v. 1) «tiemblen los
pueblos» ya que, entonces Yahweh estará, desde Sión, encumbrado sobre todos los pueblos,
lo cual no quiere decir que el gobierno futuro del Mesías esté circunscrito a Sión (comp. 48:
1, 2). Dice Oesterley: «Decir que "aquí está el tono del exclusivismo judío" es simplemente
una mala interpretación de todo el objeto del salmo; Dios está aquí entronizado sobre todos
los pueblos como Dios de Israel, no hay duda, pero también como el Dios de todos los
pueblos; el tono no es de exclusivismo, sino de universalismo.» De este reino:
1. El salmista afirma dos cosas: (A) Dios preside en los asuntos religiosos (v. 1): «Está
sentado sobre los querubines», para dar sus decretos mediante los oráculos que allí
pronuncia. Este era el honor de Israel, que tenían entre ellos la Shekinah o presencia especial
de Dios:
Yahweh es grande en Sión (v. 2); allí era conocido y adorado (76:1, 2); en Sion, las
perfecciones de la naturaleza divina se mostraban con mayor brillo que en cualquier otro
lugar de la tierra. Por eso, se exhorta a todos a alabarle agradecidos allí donde su nombre
aparece, no sólo grande, sino también temible (v. 3, comp. con 111:9). (B) Con respecto a los
asuntos civiles, lo que hacía en Jacob (v. 4) sirve de pauta para todo tiempo en que Dios
ejerce su gobierno: «ama la justicia y establece la rectitud». Los monarcas humanos o no
aman la justicia o no tienen poder suficiente para hacer valer el derecho; por eso, si se
imponen es con despotismo, pero «el Rey Divino —dice Cohén— hace que su poder sea
controlado por la justicia que Él ama». El pronombre «tú» está enfático en el hebreo en la
segunda frase del v. 4. El gobierno de Israel era una teocracia; también el reino mesiánico
será teocrático.
1. Juntando estas dos cosas, vemos cuan grande era la dicha de Israel por encima de la de
cualquier otra nación (v. 5): «Exaltad a Yahweh nuestro Dios y postraos ante el estrado de
sus pies.» Tres veces (vv. 3, 5, 9) se repite que el Dios de Israel es santo.
Versículos 6-9
La felicidad de Israel durante el gobierno de Dios se muestra aquí en algunos detalles de su
administración, con especial referencia a los que habían sido los más útiles gobernadores del
pueblo —Moisés, Aarón y Samuel—; en el caso de los dos primeros, porque con ellos había
comenzado a funcionar la teocracia o gobierno de Dios; en el tercero, porque con él terminó,
en gran medida, tal forma de gobierno.
1. La comunión que tales personajes tenían con Dios. Entre todas las naciones de la tierra,
ninguna otra pudo producir tres hombres como éstos, los cuales tenían gran poder intercesor
y a quienes Dios conocía por su nombre (Ex. 33:17). Aunque Samuel no era sacerdote, se le
cuenta entre los que invocaron su nombre (v. 6b). También se les menciona por su
obediencia: «Guardaban sus testimonios y el estatuto que les había dado» (v. 7b). De Moisés
se dice con mucha frecuencia que hizo conforme a todo lo que Dios le había mandado. Todos
ellos prevalecieron admirablemente con Dios en oración. Dios obraba milagros a petición de
ellos y tenía con ellos especial trato (v. 7).
2. Los buenos oficios que desempeñaron en beneficio de Israel. Intercedieron por el pueblo y
obtuvieron de Dios muchas respuestas de paz. Recuérdese especialmente la oración de Ex.
32:11-14. Moisés es incluido entre sus sacerdotes (v. 6), porque, aunque no había sido ungido
como sacerdote, tenía acceso al Tabernáculo y él fue el que consagró sumo sacerdote a su
hermano Aarón. En cuanto a la intercesión de Aarón, véase Nm. 17:11 y ss. Y, para ver un
ejemplo de la oración de Samuel, v. 1 S. 7:8. El perdón de Dios al pueblo, en respuesta a las
oraciones de estos tres grandes intercesores, se menciona en el v. 8. «Yahweh Dios nuestro,
tú les respondías; fuiste para ellos un Dios perdonador.» Eso no obsta para que Dios vindicase
su propia santidad aplicándoles el correctivo que necesitaban: «y vengador de sus
maldades».
3. El salmista finaliza el salmo con una exhortación, parecida a la del v. 5, para que el
pueblo exalte a Yahweh y se postre ante él, «porque Yahweh nuestro Dios es santo» (v. 9).
Nótese el detalle de la postración reverencial, unida a la intimidad que comporta la
expresión «nuestro Dios». El tener acceso libre y familiar al trono de la gracia (He. 4:16) no
debe disminuir el respeto que debemos a nuestro Dios, pues es fuego consumidor (He. 12:29).

Salmos 100 -Exhortación a la gratitud


Salmo de alabanza.

1 Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.


2 Servid a Jehová con alegría;
Venid ante su presencia con regocijo.
3 Reconoced que Jehová es Dios;
El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
4 Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre.
5 Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia,
Y su verdad por todas las generaciones.

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Comentario al Salmo 100
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo se canta con mucha frecuencia en los servicios y con mucha razón. Dicen los
judíos que se compuso para ser cantado durante las ofrendas de acción de gracias (y así debe
traducirse el título).
I. Se nos invita a alabar y servir a Dios con gozo (vv. 1, 2, 4).
II. Se nos provee de materia de alabanza y gratitud, considerando lo que es Dios en sí y en
relación con nosotros (v. 3), así como su misericordia y fidelidad (v. 5).
Versículos 1-5
1. Fuerte invitación a adorar a Dios. En todos los servicios religiosos, sea en asamblea, en
familia o en privado, debemos acudir a Dios con respeto, pero también con alegría y gratitud
«Gritad (lit.) alegres a Dios» (v. 1). Con este santo gozo, servimos (v. 2) a Dios. Al gozo han
de acompañar la alabanza, la bendición y la acción de gracias: «Entrad por sus puertas con
acción de gracias, etc.» (v. 4). Hemos de considerar como un gran favor el que se nos admita
a su servicio, el tener ordenanzas instituidas por él y oportunidades continuas de asistir a
esas ordenanzas.
2. La materia de la alabanza y la acción de gracias, así como los motivos para hacerlo, son
muy importantes (vv. 3, 5). Es menester conocer lo que es Dios en sí y para nosotros. El
conocimiento es la madre de la devoción y de la obediencia: los sacrificios a ciegas nunca
agradan al Dios que ve. Conozcamos, pues, estas seis cosas con respecto al Dios Yahweh: (A)
Que Yahweh es Dios (v. 3), el único Dios vivo y verdadero, Ser infinitamente perfecto y
autosuficiente, que tiene en sí mismo la fuente de su ser y de todo ser. Espíritu eterno,
incomprensible e independiente, primera causa y último fin de todo. (B) Que es nuestro
Creador:
«Él nos hizo y no nosotros (a nosotros mismos)». Él nos dio el ser: es el autor de nuestro
cuerpo y el Padre de los espíritus. Nosotros no pudimos hacernos a nosotros mismos, por la
sencilla razón de que, para hacer algo, es preciso existir ya de antemano. (C) Que, por
consiguiente, somos suyos. Los masoretas escribieron en hebreo lo con alef, lo que significa
«no», pero los judíos lo leen con vau, significando «a él» (pertenecemos), con lo que la frase
significa (y así lo traducen las versiones judías): «Él nos hizo, y suyos somos.» Uniendo las dos
versiones, tenemos sentido completo: «Puesto que él nos hizo, y no nosotros a nosotros
mismos, no somos nuestros (comp. con 1 Co. 6:19), sino de ÉI.» (D) Que Él es nuestro
Supremo Soberano y Gobernador: «Pueblo suyo somos.» (E) Que Él es nuestro Bienhechor
munificentísimo: Nosotros somos las ovejas de su pasto, a las que Él, como Buen pastor, guía
y alimenta. (F) Que es un Dios de infinita misericordia y fidelidad (v. 5).

Salmos 101 -Promesa de vivir rectamente


Salmo de David.

1 Misericordia y juicio cantaré;


A ti cantaré yo, oh Jehová.
2 Entenderé el camino de la perfección
Cuando vengas a mí.
En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.
3 No pondré delante de mis ojos cosa injusta.
Aborrezco la obra de los que se desvían;
Ninguno de ellos se acercará a mí.
4 Corazón perverso se apartará de mí;
No conoceré al malvado.
5 Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré;
No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.
6 Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo;
El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.
7 No habitará dentro de mi casa el que hace fraude;
El que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos.
8 De mañana destruiré a todos los impíos de la tierra,
Para exterminar de la ciudad de Jehová a todos los que hagan iniquidad.
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Comentario al Salmo 101
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Teniendo en cuenta la pregunta del v. 2b: «¿Cuándo vendrás a mí?», se puede aventurar la
hipótesis de que David compuso este salmo a raíz del incidente de Uzá (comp. con la
pregunta de David en 2 S. 6:9). Como dice Cohén, «su pregunta indicaba que, antes de que
Jerusalén pudiera tener el privilegio de albergar el arca, la ciudad debía ser preparada para
ello mediante una completa erradicación del mal». En efecto, parece palparse en el salmo un
eco de este propósito o voto de David. I. Objetivo general del voto de David (vv. 1,2). II. Sus
detalles (vv. 3-5,7,8), así como su decisión de favorecer y estimular a los virtuosos (v. 6).
Versículos 1-8
David establece aquí la norma, para sí y para otros, de lo que ha de ser un buen magistrado
y un buen padre de familia.
1. Principal objetivo del salmo (v. I): «Misericordia y justicia cantaré, es decir, ensalzaré»
(comp. 89:14). David alaba estas cualidades y quiere que sean los principios que regulen
todas las actividades de su gobierno. En contraste con las terribles injusticias que Saúl había
cometido contra él, él desea, al subir al trono, que la justicia y la misericordia sean las
normas de su gobierno.
2. La resolución general que David tomó de comportarse diligente y concienzudamente en su
casa y en su corte (v. 2). Tenemos aquí:
(A) Un buen propósito en cuanto al modo de comportarse en general, y especialmente en su
casa, donde estaba lejos de las miradas de la gente, pero todavía bajo la mirada de Dios.
Quiere entender y explicar (lit. prestar atención a) una integridad cabal (v. 2. Mejor que
«perfección»), es decir, comportarse sabia e íntegramente (comp. con Job. 1:1, etc.), como
dice en la última frase del mismo versículo.
(B) Una buena oración: «¿Cuándo vendrás a mí?» (V. lo dicho en la introducción al salmo.)
Cuando una persona tiene casa propia, es cosa buena y de alabar el que desee que Dios venga
a morar con él. El Señor contestó esta oración y leemos con frecuencia que Dios estaba con
David.
3. Su resolución particular de no practicar el mal (v. 3): «No pondré delante de mis ojos
ninguna cosa injusta; no buscaré ni haré sino lo que sea para gloria de Dios y bien del
pueblo.»
4. Su ulterior resolución de no conservar malos criados ni tener a su cargo servidores
viciosos. No quiere que se le pegue nada de los que se extravían (v. 3b), sino sacudirse de
encima toda maldad. «Corazón tortuoso (v. 4, comp. con Pr. 11:20) se apartará de mí; no
conoceré al malvado (lit.), es decir, no tendré intimidad con él.» Pasa a mencionar en detalle
diversos vicios que no ha de soportar: (A) Difamación, vicio corriente en los palacios de los
reyes, y altanería (v. 5), actitud que pone en peligro la estabilidad de la nación. (B) Fraude,
engaño y mentira (v. 7), que tantos daños causan, tanto en la corte como en el resto del
país.
5. Su resolución de poner en cargos de confianza a personas buenas y honestas (v. 6): «Mis
ojos pondré en los fieles (en los que son de fiar) de la tierra.» Es menester buscar bien por
todo el reino a fin de que el rey se rodee de hombres honrados a carta cabal; y, en esto, los
mejores deben ser preferidos y ascendidos. Saúl escogía a los aptos para combatir (Is. 14:52);
David, a los aptos para servir (v. 6b).
6. Su resolución de extender su celo a la reforma de todo el país (v. 8), especialmente a la
ciudad de Yahweh, es decir, Jerusalén: «Cada mañana, al sentarse para administrar justicia
(v. Jer. 21:12), exterminaré, etc.» David quiere hacer en su reino «limpieza general» a fin de
que, no sólo se afiance el trono y disfrute de paz el país, sino que, ante todo, se mantenga el
honor de Dios y la moralidad del pueblo.
Salmos 102 (RV60)-Oración de un afligido

1 Jehová, escucha mi oración,


Y llegue a ti mi clamor.
2 No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia;
Inclina a mí tu oído;
Apresúrate a responderme el día que te invocare.
3 Porque mis días se han consumido como humo,
Y mis huesos cual tizón están quemados.
4 Mi corazón está herido, y seco como la hierba,
Por lo cual me olvido de comer mi pan.
5 Por la voz de mi gemido
Mis huesos se han pegado a mi carne.
6 Soy semejante al pelícano del desierto;
Soy como el búho de las soledades;
7 Velo, y soy
Como el pájaro solitario sobre el tejado.
8 Cada día me afrentan mis enemigos;
Los que contra mí se enfurecen, se han conjurado contra mí.
9 Por lo cual yo como ceniza a manera de pan,
Y mi bebida mezclo con lágrimas,
10 A causa de tu enojo y de tu ira;
Pues me alzaste, y me has arrojado.
11 Mis días son como sombra que se va,
Y me he secado como la hierba.
12 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre,
Y tu memoria de generación en generación.
13 Te levantarás y tendrás misericordia de Sion,
Porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado.
14 Porque tus siervos aman sus piedras,
Y del polvo de ella tienen compasión.
15 Entonces las naciones temerán el nombre de Jehová,
Y todos los reyes de la tierra tu gloria;
16 Por cuanto Jehová habrá edificado a Sion,
Y en su gloria será visto;
17 Habrá considerado la oración de los desvalidos,
Y no habrá desechado el ruego de ellos.
18 Se escribirá esto para la generación venidera;
Y el pueblo que está por nacer alabará a JAH,
19 Porque miró desde lo alto de su santuario;
Jehová miró desde los cielos a la tierra,
20 Para oír el gemido de los presos,
Para soltar a los sentenciados a muerte;
21 Para que publique en Sion el nombre de Jehová,
Y su alabanza en Jerusalén,
22 Cuando los pueblos y los reinos se congreguen
En uno para servir a Jehová.
23 El debilitó mi fuerza en el camino;
Acortó mis días.
24 Dije: Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días;
Por generación de generaciones son tus años.
25 Desde el principio tú fundaste la tierra,
Y los cielos son obra de tus manos.
26 Ellos perecerán, mas tú permanecerás;
Y todos ellos como una vestidura se envejecerán;
Como un vestido los mudarás, y serán mudados;
27 Pero tú eres el mismo,
Y tus años no se acabarán.
28 Los hijos de tus siervos habitarán seguros,
Y su descendencia será establecida delante de ti.
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Comentario al Salmo 102
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Ni del titulo ni del texto del salmo se puede colegir quién lo compuso ni en qué ocasión. La
opinión más probable lo sitúa en la época de la deportación. La epístola a los hebreos (He.
1:10-12) aplica a Cristo los vv. 25 y 26 de este salmo, lo cual no es motivo para tener por
«mesiánico» el salmo entero. Aquí tenemos: I. Los lamentos del salmista (vv. 1-11). II. El
consuelo que obtiene, 1. De la eternidad de Dios (vv. 12,24,27); 2. De su fe en que Dios, a su
debido tiempo, enviará liberación para él y para Israel (vv. 13-22, 28).
Versículos 1-11
El título del salmo es «Oración del que sufre». Es, pues, una oración puesta en las manos de
los afligidos. Pónganla éstos no en sus manos, sino en su corazón y preséntenla a Dios.
Cuando nos hallamos decaídos, debemos orar «derramando nuestro lamento delante de
Yahweh», lo cual insinúa el permiso que Dios nos otorga para ir a Él con toda libertad para
exponerle nuestras cuitas. Es un pensamiento que debe tranquilizar nuestra alma.
1. El salmista ruega humildemente a Dios que tome nota de su aflicción y de la súplica que
le dirige en su aflicción (vv. 1,2): «Llegue a ti mi clamor y, con él, mi alma.» Si oramos con
fe, con fe podemos decir a Dios: «Señor, escucha mi oración; escúchala y contéstala;
otórgame el alivio que necesito y busco en el día de mi angustia.»
2. Se lamenta del estado al que ha sido reducido por su aflicción. Nótense los símiles que
emplea para presentar de manera vivida su condición: (A) Sus días se consumen en el humo
(v. 3. Lit.), como un enfermo consumido por la fiebre. (B) Así que sus huesos (su cuerpo)
están quemados cual tizón (v. 3b). (C) Su corazón está marchito como el heno (v. 4), que se
ha secado y encogido con el calor del sol. Aquí, el corazón representa la fuente del vigor
físico. (D) Estas angustias le han quitado el apetito (v. 4b): «Y me olvido de comer mi pan.»
(E) Al estar mal nutrido, se ha quedado en la piel y los huesos (v. 5, comp. con Job 19:20).
(F) Como todos los afectados de melancolía, buscaba la soledad como el pelícano (v. 6), ave
solitaria, sombría y austera. (G) Se ve a sí mismo como buho entre ruinas (v. 6b). Dice Cohén:
«Los árabes llaman al buho "madre de las ruinas", porque hace su casa en lugares desolados y
edificios abandonados.» (H) Se desvela y gime como gorrión solitario (v. 7), que ha perdido a
su pareja y queda triste en el tejado de la casa). (I) Sus amigos le han abandonado, pero sus
enemigos están cerca de él para insultarle (v. 8—, mofándose de su situación (comp. 42:5).
(J) En señal de duelo, llora y se echa ceniza en la cabeza. Ése es el sentido, como en 80:5.
(K) Es muy bella la imagen del v. 11: «Mis días son como sombra que se alarga.» Dice Cohén:
«Las sombras se alargan al atardecer, cuando el sol está a punto de ponerse. Se da cuenta (el
salmista) de que su vida pronto va a ser devorada por la oscuridad de la muerte.»
Versículos 12-22
A continuación, se nos ofrecen muchos y grandes consuelos con los que contrarrestar las
quejas precedentes.
1. Somos mortales, y nuestros consuelos son consuelos de moribundo, como lo son nuestros
bienes terrenales, pero nuestro Dios es eterno (vv. 11, 12): «Mis días son como sombra... Mas
tú, Yahweh, permaneces entronizado (lit.) para siempre, y tu nombre (lit.), etc.» (comp. con
Lam. 5:19, donde aparece la variante de «tu trono», en lugar de tu nombre»). La eternidad
de Dios, Rey del Universo, es la mejor garantía de que se han de acabar nuestros
sufrimientos.
2. Sión está ahora en grave aprieto (v. 13), pero llegará pronto el día de ser aliviada y
socorrida. Lo garantiza el amor de Dios hacia ella. La esperanza de la liberación se basa en el
amor y el poder de Dios. Sión estaba ahora en ruinas y, con Sión, el templo construido en
ella. El salmista ofrece tres poderosas razones para que Dios se apresure a socorrer a Sión:
(A) «Tus siervos aman sus piedras, etc.» Lejos de haberse olvidado de Sión, los exiliados
están pensando constantemente en su reconstrucción. Las ruinas y el polvo mismo de la
desolación, lejos de desanimar a los buenos israelitas, les incitaban a desear con mayor ardor
el verla de nuevo reedificada, tan hermosa como antes: «bella por su situación» (48:2). (B)
Las naciones paganas temerán el nombre de Yahweh, etc.» (vv. 15, 16). Será tremendo el
efecto que producirá en el mundo entero la reconstrucción de Jerusalén (comp. con Is.
59:19; 60:3), lo cual redundará en gloria y honor para el Dios de los judíos. (C) Servirá de
gran estímulo y ánimo para la generación venidera (v. 18); será una nueva era de
prosperidad, una nueva vida para Israel.
3. Las oraciones del pueblo de Dios parecen ahora no ser tenidas en cuenta, pero pronto sé
demostrará que no era ese el caso (v. 17): «Habrá considerado la oración de los desvalidos.»
El vocablo hebreo usado aquí para «desvalido» es muy elegante, pues significa «brezo», un
arbusto muy humilde, como el hisopo de la pared (v. 1 R. 4:33). Así también éstos se hallaban
en miserable estado, enriquecidos con bendiciones espirituales, pero destituidos de bienes
temporales. Si consideramos nuestra bajeza, nuestra tibieza espiritual y los muchos defectos
de nuestras oraciones, tendremos motivos para sospechar que nuestras oraciones serán
recibidas con desdén en los cielos, pero aquí se nos asegura de lo contrario, pues tenemos un
Abogado con el Padre.
4. Los cautivos gimen bajo la opresión de los que los llevaron prisioneros, como ovejas
llevadas al matadero, pero aquí se les dice que hay quien cuida de ellos (vv. 19,20): «Yahweh
miró (pretérito profetice) desde lo alto de su santuario celestial... para escuchar el gemido
de los cautivos, para soltar (lit.) a los sentenciados a muerte.» Dios toma nota no sólo de las
oraciones de los afligidos, que es el lenguaje de la gracia, sino también de sus gemidos, que
es el lenguaje de la naturaleza (v. Hch. 12:6). Si Dios, mediante su Providencia, declara su
nombre, nosotros debemos, mediante nuestro reconocimiento, declarar su alabanza (v. 21),
que habría de ser el eco de su nombre. Esta alabanza que aquí se menciona va a ser
expresada, no sólo por el pueblo de Israel, sino también, con la mayor probabilidad, por los
pueblos mencionados en el v. siguiente. En otras palabras, como hace notar Cohén, «el
regreso a Sión será el preludio del reconocimiento universal de Dios, en cumplimiento de la
profecía de Isaías 2:2 y ss.». Y Kirkpatrick añade:
«Podría preguntarse: ¿Pero no quedó el acontecimiento por debajo de las expectaciones del
profeta y del salmista?... La respuesta es doble. La significación espiritual del regreso para la
historia del mundo no podría exagerarse; y la profecía combina constantemente en una sola
perspectiva una figura cercana y otra remota, dibujando el resultado final, sin indicar los
pasos por los que ha de cumplirse.»
Versículos 23-28
1. El peligro inminente en que se hallaba el salmista de que su enfermedad le llevara al
sepulcro. Vuelve aquí (vv. 23 y ss.) a su lamento por su condición personal, como había hecho
al comienzo del salmo. «Debilitó (Dios) —dice— mi fuerza en el camino»', se entiende, en el
camino de esta vida. Teme el salmista que al ser acortados sus días, no pueda disfrutar de la
dicha de ver a Sión reedificada.
2. Esta consideración le hace prorrumpir en una oración (v. 24):
«Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días» (comp. 55:23), es decir, en la flor de la
vida, cuando pueden esperarse todavía muchos goces y servicios. Y, como en los vv. 11 y 12,
contrasta lo huidizo de su vida con la eternidad de Dios.
3. Refuerza su oración apelando a la eternidad del Mesías prometido, como lo sabemos por
la cita que He. 1:10-12 hace de los vv. 25-27. Al considerar los cambios y los peligros de esta
vida, sirve de gran consuelo recordar que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre (He.
13:8). Cuando pensamos en lo efímero de nuestra vida terrenal y en la partida de nuestros
parientes y amigos, hemos de recordar también que Dios es un Dios que vive eternamente y,
por tanto, si es nuestro Dios, en Él tendremos vida eterna y feliz. El cielo y la tierra,
símbolos de permanencia a pesar de las vicisitudes de la historia, perecerán (v. 26) un día; se
envejecerán, se gastarán, como una vestidura. La última frase del v. 26 dice textualmente:
«Como un vestido los harás pasar y pasarán.» Dice Cohén: « La idea aquí no es de un nuevo
mundo que sustituya al antiguo.» Esto no quiere decir que tal idea no sea bíblica (v. Is.
65:17; 66:22; 2 P. 3:13; Ap. 21:1).
4. No es fácil decidir si el último versículo del salmo forma parte de la oración del salmista:
«Habiten... se consolide», como traduce Arconada, o indica una súbita seguridad (¿profética?)
que el salmista abriga acerca de un próspero retorno de los cautivos a Sión, y de la
consolidación de su establecimiento en el país reedificado delante de Dios, es decir, con el
restaurado favor de Dios, como traducen nuestras versiones y la versión autorizada judía.
Esto último es más probable, a la vista de 69:36, que contiene fraseología similar.

Salmos 103 - (RV60) -Alabanza por las bendiciones de Dios


Salmo de David.

1 Bendice, alma mía, a Jehová,


Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
3 Él es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
4 El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
5 El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila.
6 Jehová es el que hace justicia
Y derecho a todos los que padecen violencia.
7 Sus caminos notificó a Moisés,
Y a los hijos de Israel sus obras.
8 Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.
9 No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.
10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.
12 Cuanto está lejos el oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.
13 Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.
14 Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.
15 El hombre, como la hierba son sus días;
Florece como la flor del campo,
16 Que pasó el viento por ella, y pereció,
Y su lugar no la conocerá más.
17 Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que
le temen,
Y su justicia sobre los hijos de los hijos;
18 Sobre los que guardan su pacto,
Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.
19 Jehová estableció en los cielos su trono,
Y su reino domina sobre todos.
20 Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles,
Poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra,
Obedeciendo a la voz de su precepto.
21 Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos,
Ministros suyos, que hacéis su voluntad.
22 Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras,
En todos los lugares de su señorío.
Bendice, alma mía, a Jehová.
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Comentario a Salmos 103
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«Este salmo pide más devoción que exposición», dice M. Henry. Cohén hace notar:
«Tenemos en este poema una de las más gozosas composiciones del Salterio.» A pesar del
título, aun los exegetas más conservadores están de acuerdo en que fue compuesto después
del regreso de Babilonia. El salmista, I. Comienza expresando sus emociones personales (vv.
1-5), para dar paso, II. A consideraciones generales sobre el carácter de Dios (vv. 6-18). III.
Termina con una exhortación a los ángeles, a las obras de Dios en general y, finalmente, a sí
mismo, a alabar y bendecir a Dios (vv. 19-22).
Versículos 1-5
El salmista habla aquí consigo mismo, y no es necio el que así habla con su propio interior.
Veamos:
1. Cómo se estimula a sí mismo a bendecir y alabar a Dios (vv. 1,2):
«Bendice, alma mía, a Yahweh, y bendiga todo mi ser (comp. 1 Ts. 5:23: "todo vuestro ser:
espíritu, alma y cuerpo»") su santo nombre (comp. 3 3:21), etc.» Es Yahweh quien debe ser
bendecido, y es toda la persona la que ha de emplearse en esta bendita tarea.
2. Cómo se provee a sí mismo de materia abundante para bendecir agradecido a Dios:
«Ven, no olvides ninguno de sus beneficios» (v. 2b):
(A) «El que perdona todas tus iniquidades» (v. 3). El verbo está en presente (participio)
para indicar que ha perdonado, perdona y perdonará todas las culpas. Esto se menciona en
primer lugar, porque, al perdonar el pecado, Dios retira de nosotros lo que nos privaba de
toda bendición y nos otorga de nuevo su favor, que es la fuente de todas las demás
bendiciones.
(B) «El que sana todas tus dolencias» (v. 3b), las enfermedades graves, agravadas todavía
más por las miserables condiciones del exilio. Nuestras culpas son capitales, pero Dios nos
salva la vida al perdonarlas; nuestras enfermedades eran mortales, pero Dios nos salva la
vida al curarlas. Estas dos cosas van juntas (comp. Stg. 5:15), porque la obra de Dios es
perfecta; Él no obra por mitades; si quita la culpa del pecado mediante su gracia
perdonadora, también quebranta el poder del pecado mediante su gracia renovadora.
(C) «E/ que rescata de la fosa (del sepulcro) tu vida» (v. 4). Dios no permitió que el
salmista muriera en la cautividad, sino que le otorgó el privilegio de regresar a su patria
(comp. Job 33:24, 28). Son muchos los peligros fatales de los que Dios nos rescata, pero es,
ante todo, de agradecer, el sacrificio de su vida en el Calvario, mediante el cual obtuvo
para nosotros eterna redención (He. 9:12).
(D) «El que te corona (comp. 8:5) de amor misericordioso (hebr. jesed) y de compasiones
(hebreo, rajamim). No sólo nos salva de todo mal y nos preserva de toda ruina, sino que nos
hace verdadera y totalmente dichosos, al concedernos todo lo que puede servir para nuestro
bien. ¿Qué mejor corona y mayor dignidad puede haber que ser el favorito protegido de
Dios?
(E) «El que sacia de bien tu boca» (v. 5). El vocablo hebreo edey significa «ornamentos» o
«atavíos» (así en Ex. 33:4-6), no «boca». Quizá la mejor traducción es la que da Kirkpatrick:
«E/ que te adorna completamente de cosas buenas.» «En este caso —dice Cohén— se
describe el pueblo más bien que el salmista. Sión había sido despojada de todo esplendor
por el invasor, pero ahora es restaurada totalmente su prístina belleza.»
(F) «De modo que te rejuvenezcas como el águila» (v. 5b). Si esto se aplica también a la
nación, querría decir que Israel era, en el destierro, como una persona prematuramente
envejecida, pero ahora había recobrado su juventud de antes. El águila es un ave que puede
alcanzar una edad de hasta cien años con una vitalidad diariamente renovada (comp. Is.
40:31). Cuando Dios, mediante las gracias y los consuelos de su Espíritu, hace que los suyos
se recuperen de sus enfermedades y los llena de vida y gozo nuevos, como arras de la vida y
del gozo eternos, bien puede decirse que vuelven a los días de su juventud (Job 33:25).
Versículos 6-18
I. Ciertamente Dios es bueno para todos (145:9), pues hace justicia y juicios (lit., es decir,
sentencias con las que castiga a los opresores) a todos los oprimidos (v. 6).
II. De manera especial, es bueno para Israel, puesto que:
1. A Israel se reveló de manera especial (v. 7): «Sus caminos notificó a Moisés, en
respuesta a la oración de éste (v. Ex. 33:13); es decir, los atributos divinos que disponen y
gobiernan los asuntos humanos, y a los hijos de Israel sus obras portentosas, con que los
sacó de Egipto y los condujo por el desierto.» La revelación divina es uno de los mayores
favores divinos, pues Dios nos restaura a él mismo al revelarse a sí mismo a nosotros, y nos
da todo bien al damos conocimiento.
2. Nunca fue severo con su pueblo, sino siempre lleno de ternura y compasión, y presto a
perdonar:
(A) Así lo es por naturaleza (v. 8): «Compasivo y favorecedor es Yahweh (lit.); lento para la
ira (lit. largo de narices, ya que la ira, en el sentido semita, bíblico, tiene que ver con las
fosas nasales —v. por ejemplo, 18:8) y abundante en amor misericordioso.» Todo el v. está
basado en Ex. 34:6. El Señor tiene mucha paciencia con los que le provocan (comp. 2 P. 3:9)
y difiere el castigo a fin de darnos tiempo para arrepentimos. Aunque no deja de indicar su
desagrado contra nosotros a causa de nuestros pecados, ya sea por medio de los reproches
de nuestra conciencia o de las reprensiones de su Providencia, no nos tiene aterrorizados (v.
9), sino que, en lugar del espíritu de esclavitud, nos da el espíritu de adopción.
(B) Así lo hemos hallado por experiencia (v. 10): «No ha hecho con nosotros conforme a
nuestros pecados ni nos ha retribuido conforme a nuestras iniquidades» (lit.). Dios imponía,
e impone, a su pueblo castigo por sus rebeldías, pero siempre es menos severo de lo que las
culpas merecen, pues no desea la muerte del malvado, sino que se arrepienta y que viva (v.
Ez. caps. 18 y 33).
3. El salmista habla ahora (vv. 10 y ss.) en plural. No dice: «tus iniquidades, etc.» (vv. 3 y
ss.), sino «nuestros pecados, etc.». Para dar a entender, de algún modo, la magnitud del
perdón de Dios y de su misericordia con nosotros, dice: «Porque como la altura de los cielos
sobre la tierra (una distancia inmensa, inconmensurable), así es de grande (lit. sobrepuja)
su amor misericordioso hacia los que le temen» (v. 11). La bóveda del cielo dista tanto de
este diminuto punto en el espacio, que es nuestro planeta, que resulta insignificante la
diferencia de altura entre el más alto rascacielos y la más humilde cabaña. Así también la
misericordia de Dios cobija por igual al más piadoso de los santos y al más criminal de los
pecadores. « No hay nadie demasiado malo para el perdón de Dios; sólo puede haber
quienes se creen demasiado buenos para tal perdón» (comp. con Jn. 9:39-41). Lo mismo
expresa el salmista con otra figura (v. 12): « Cuanto está lejos el oriente del occidente
(distancia también inconmensurable es la de los puntos cardinales), hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones». Tan lejos las pone Dios de nosotros al perdonarlas, que ya no les
queda tiempo ni camino para volver.
4. Para dar razón de la compasión que Dios tiene con nosotros, el salmista acude a dos
motivos: (A) Las entrañas paternales de Dios (v. 13), con lo que estamos ya cerca del
concepto novotestamentario (por ej., Mt. 5:45, etc.). Como Padre que es, Dios nos instruye,
soporta, cuida, compadece, consuela, restaura, perdona; y, sobre todo, (B) Lo que a
nosotros nos resulta difícil respecto de otros, nos comprende (v. 14):
«Conoce nuestra formación» (lit.); el vocablo (yetser) es de la misma raíz que el verbo
usado en Gn. 2:7 (yatsar, modelar como un alfarero o yotser; comp. con Jer. 18:2 y ss.). Y,
en la misma línea, prosigue: Se acuerda de que somos polvo» (v. 14b, comp. con Gn. 3:19).
El conocimiento de nuestra fragilidad congénita mueve a Dios a tener compasión de
nosotros.
5. Precisamente teniendo en cuenta nuestra fragilidad, que el salmista describe por medio
de otra imagen familiar (vv. 15, 16, comp. con Job 14:2; Sal. 90:5, 6; Is. 40:6), Dios, en su
misericordia, ha hecho pacto perpetuo con los que le temen, aliviando así nuestra frágil
condición: «En cuanto al hombre,...florece como la flor del campo» (v. 15). La flor del
jardín familiar, la del invernadero, vive por más tiempo gracias a los especiales cuidados
que recibe, pero la del campo, no sólo está destinada a marchitarse, sino que está expuesta
a los fríos vientos y a las pezuñas de los animales de la selva. La vida del hombre no sólo se
va desgastando por sí misma, sino que está expuesta a mil accidentes diversos. Dios tiene en
cuenta esto y se compadece del hombre. Su misericordia no tiene límites ni en su volumen
ni en su tiempo: abarca a todos los que le temen, y perdura desde la eternidad y hasta la
eternidad (vv. 17-18), sobrepasando la vida de cada uno y las de todos juntos. Pero sólo los
que toman conciencia de los preceptos de Dios pueden disfrutar del beneficio de sus
promesas.
Versículos 19-22
I. Vemos ahora una declaración de la providencia universal de Dios (v. 19). Hemos visto que
ha puesto en seguro la dicha de su pueblo, y lo ha hecho mediante su promesa y su pacto,
pero el orden del mundo y de la humanidad en general lo gobierna por medio de su
providencia:
« Yahweh estableció en los cielos su trono, trono de gloria y de gobierno, pero aunque el
trono de Dios está en el cielo, y allí tiene su corte y recibe nuestras audiencias («Padre
nuestro que estás en los cielos»), su soberanía domina sobre todo, de todo toma nota y en
todo interviene de una manera u otra» (comp. Job. 9:24).
II. El deber que todas las criaturas tienen de alabar a Dios: Si todas están bajo el dominio
de Dios, todas deben prestarle homenaje.
1. Los ángeles deben alabarle (v. 20). No es que ellos necesiten que nosotros les
estimulemos a hacerlo, pues lo hacen continuamente; pero el salmista expresa sus altos
pensamientos acerca de Dios al considerarle infinitamente digno de la adoración de los
ángeles.
2. Los cuerpos celestes, las huestes de los astros que, como fuerzas de la naturaleza,
cumplen los propósitos de Dios (104:4; 148:3), han de alabarle a su modo también. Aunque
algunos comentaristas entienden este versículo como un paralelismo del anterior, es más
probable que haya de entenderse de los astros.
3. Todas las obras de Dios (v. 22), en general, han de alabarle; esto incluye a toda la
creación, en todos los lugares de su señorío, esto es, en los cielos y en la tierra (comp.
145:10). Cada una ha de alabarle a su modo: lo inanimado, ostentando las bellezas que Dios
ha ido derramando; los hombres y los ángeles, como portavoces conscientes del resto de la
creación.
4. El salmista termina el salmo con la misma frase con que lo empezó (v. 22c, comp. con v.
1). No dice para sí: «Ya está bien, alma mía; ya has bendecido al Señor; siéntate y
descansa», sino: «Bendice, alma mía, a Yahweh, más y más.» Como una más de todas las
obras de Dios, siente en su interior el urgente impulso de unirse al coro de la creación
entera en las alabanzas al Creador.

Salmos 104 (RV60) -Dios cuida de su creación

1 Bendice, alma mía, a Jehová.


Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido;
Te has vestido de gloria y de magnificencia.
2 El que se cubre de luz como de vestidura,
Que extiende los cielos como una cortina,
3 Que establece sus aposentos entre las aguas,
El que pone las nubes por su carroza,
El que anda sobre las alas del viento;
4 El que hace a los vientos sus mensajeros,
Y a las flamas de fuego sus ministros.
5 El fundó la tierra sobre sus cimientos;
No será jamás removida.
6 Con el abismo, como con vestido, la cubriste;
Sobre los montes estaban las aguas.
7 A tu reprensión huyeron;
Al sonido de tu trueno se apresuraron;
8 Subieron los montes, descendieron los valles,
Al lugar que tú les fundaste.
9 Les pusiste término, el cual no traspasarán,
Ni volverán a cubrir la tierra.
10 Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos;
Van entre los montes;
11 Dan de beber a todas las bestias del campo;
Mitigan su sed los asnos monteses.
12 A sus orillas habitan las aves de los cielos;
Cantan entre las ramas.
13 El riega los montes desde sus aposentos;
Del fruto de sus obras se sacia la tierra.
14 El hace producir el heno para las bestias,
Y la hierba para el servicio del hombre,
Sacando el pan de la tierra,
15 Y el vino que alegra el corazón del hombre,
El aceite que hace brillar el rostro,
Y el pan que sustenta la vida del hombre.
16 Se llenan de savia los árboles de Jehová,
Los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí anidan las aves;
En las hayas hace su casa la cigüeña.
18 Los montes altos para las cabras monteses;
Las peñas, madrigueras para los conejos.
19 Hizo la luna para los tiempos;
El sol conoce su ocaso.
20 Pones las tinieblas, y es la noche;
En ella corretean todas las bestias de la selva.
21 Los leoncillos rugen tras la presa,
Y para buscar de Dios su comida.
22 Sale el sol, se recogen,
Y se echan en sus cuevas.
23 Sale el hombre a su labor,
Y a su labranza hasta la tarde.
24 ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová!
Hiciste todas ellas con sabiduría;
La tierra está llena de tus beneficios.
25 He allí el grande y anchuroso mar,
En donde se mueven seres innumerables,
Seres pequeños y grandes.
26 Allí andan las naves;
Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él.
27 Todos ellos esperan en ti,
Para que les des su comida a su tiempo.
28 Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian de bien.
29 Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de ser,
Y vuelven al polvo.
30 Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra.
31 Sea la gloria de Jehová para siempre;
Alégrese Jehová en sus obras.
32 El mira a la tierra, y ella tiembla;
Toca los montes, y humean.
33 A Jehová cantaré en mi vida;
A mi Dios cantaré salmos mientras viva.
34 Dulce será mi meditación en él;
Yo me regocijaré en Jehová.
35 Sean consumidos de la tierra los pecadores,
Y los impíos dejen de ser.
Bendice, alma mía, a Jehová.
Aleluya.

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Comentario al Salmo 104
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Es probable que este salmo fuese compuesto por la misma mano que la del anterior, pues
ambos comienzan y terminan de la misma manera. El estilo parece diferente, pero es porque
el tema es también diferente. El uno se fija especialmente en la revelación de la gloria de
Dios en la historia del hombre; el otro, en la revelación de Dios en las obras de la naturaleza.
En el uno, se alaba a Dios como al Dios de la gracia; en el otro, como al Dios de la
naturaleza. El salmista alaba: I. El esplendor de la majestad divina en el mundo de arriba
(vv. 1-4). II. La creación del mar y de la tierra (vv. 5-9). III. La provisión que Dios hace para
el mantenimiento de todas las criaturas; para cada una, según su naturaleza peculiar (vv. 10-
18, 27,28). IV. El curso regular del sol y de la luna (vv. 19-24). V. La ornamentación del mar
(vv. 25, 26). VI. El soberano poder de Dios sobre todas las criaturas (vv. 29-32). VII. Concluye
con una firme resolución de continuar alabando a Dios (vv. 33-35).
Versículos 1-9
1. El salmista fija su mirada en la gloria divina que brilla en el mundo de arriba, del cual,
aunque pertenece a las cosas invisibles, nos da evidencia la fe. Véase con qué reverencia y
santo pavor comienza su meditación (v. 1): «... Yahweh, Dios mío, te has mostrado
extraordinariamente grande; te has vestido de gloria y majestad.» Los príncipes se muestran
grandes:
(A) En sus ropas. ¿Y cuáles son las ropas de Dios? «Estás vestido de honor y majestad (lit.).
El que se cubre de luz como de vestidura» (vv. 1,2). Dios habita en luz inaccesible (1 Ti.
6:16).
(B) En sus palacios y pabellones. ¿Y cuál es el palacio y el pabellón de Dios? «Extiende los
cielos como una cortina» (v. 2b). Así lo hizo al principio de la creación cuando hizo el
firmamento, que en hebreo equivale a «expansión», algo que se extiende (Gn. 1:7). Se cubre
de luz y, sin embargo, por compasión hacia nosotros, habita detrás de una cortina. Su
pabellón es tan amplio que cubre y llena los cielos y la tierra. Aunque el agua y el aire son
cuerpos fluidos. Dios los retiene tan seguros y firmes en sus lugares como lo está una
habitación con vigas y traviesas.
(C) En sus carrozas, las cuales añaden mucho a la magnificencia de su presentación en
público, pero Dios pone las nubes por su carroza (v. 3). Descendió en una nube, como en
carroza, al Sinay, para dar la Ley; y después al Tabor, para proclamar el Evangelio (Mt.
17:5), y anda sobre las alas del viento (v. 3c), lo cual indica un caminar suave, pero firme;
aunque también puede indicar los remolinos de viento.
(D) En su escolta y séquito de servidores. También aquí destaca Dios infinitamente sobre
todos los reyes y príncipes de este mundo (v. 4):
«El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las llamas de fuego sus ministros.» Ésta es la
única traducción posible —nota del traductor— de este versículo. Los LXX vertieron el
vocablo hebreo malakaiv por «ángeles» en un contexto que no trata de ellos en forma
alguna, y sobre esta equivocación «providencial», basó el autor de la epístola a los hebreos
un nuevo argumento a favor de la superioridad de Cristo (He. 1:7).
2. Luego dirige el salmista su mirada hacia abajo, al poder de Dios que brilla en la tierra y
en el mar.
(A) «Él fundó la tierra sobre sus cimientos» (v. 5), sobre bases invisibles —así concebían los
antiguos la estructura del orbe— tan firmes que nadie las puede mover (v. 5b), a pesar de
que la colgó sobre la nada (Job 26:7). A pesar del daño que ha sufrido por el pecado del
hombre y la maldad del diablo, continuará firme hasta que dé paso a la nueva tierra.
(B) Al mar le ha puesto un límite que no traspasará (v. 9). (a) Ya le puso límites al principio
de la creación, cuando mandó: «Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un
lugar, y descúbrase lo seco» (Gn. 1:9). A este mandato de Dios se le llama aquí
«reprensión», como si las aguas se hubiesen resistido en un principio a esta orden (según lo
refiere una leyenda rabínica) o porque estaba disgustado de que la tierra cubierta de agua
no fuese lugar apropiado para ser morada del hombre. La orden de Dios fue acompañada de
gran poder, por lo que se añade (v. 7b) que «al sonido de tu trueno se apresuraron (a huir)
las aguas». Algo parecido se dice en 77:16, aunque en contexto distinto: «Te vieron las
aguas, oh Dios; las aguas te vieron y temieron.» (b) Las sigue manteniendo dentro de los
límites que les puso (v. 9). Se les prohíbe traspasar dichos límites. Una vez volvieron a cubrir
la tierra durante el diluvio. Dios les dio este permiso para castigo de la corrompida raza
humana, pero ya no volverán a cubrir la tierra (v. 9b, comp. con Gn. 9:11-16).
Versículos 10-18
1. Dios provee de agua fresca a todos: «Tú eres el que saca de las fuentes los arroyos, los
cuales se deslizan mansamente entre los montes » (v. 10). Estos dan de beber, no sólo a los
hombres, sino a todas las bestias del campo (v. 11), porque donde Dios pone vida, pone
también medios de vida.
2. Provee igualmente de alimento, tanto a los hombres como a las bestias, al regar los
montes desde las alturas o, como dice a la letra el hebreo, «desde tus cámaras superiores»
(v. 13), aludiendo a los aposentos del v. 3. Así es cómo, según expone en detalle la sección
siguiente (vv. 14 y ss.), del fruto de tus (de Dios) obras (no, «sus»), se sacia la tierra (v.
13b), ya que la vegetación de toda clase es fruto del suelo, del sol y de la lluvia.
(A) Para el ganado hay hierba (el mismo vocablo hebreo de Gn. 1:11 y ss.) abundante (v.
14), aunque tampoco les falta el necesario alimento a los demás animales que no se
alimentan de hierba. Las plantas para uso del hombre (v. 14b), significa, de acuerdo con el
contexto, que están a su servicio «para que las cultive» (comp. con Gn. 3:18-19), aunque es
cierto que de ellas se ha de mantener también de acuerdo con Gn. 3:18, aunque no
exclusivamente, desde el Diluvio (v. Gn. 9:3). Entre los productos del campo más
importantes para el hombre, el v. 15 menciona el pan, el vino y el aceite (comp. Jue. 9:13;
Ec. 10:19; Jer. 31:12). Dependemos totalmente de Dios en todo lo necesario para nuestro
mantenimiento. Dice el Dr. Cohén: « El judaísmo no considera como un vicio el beber vino
por el hecho de que su abuso lleve a la intoxicación. Lo que se pide es moderación, no
abstinencia; y antes de beber vino, se ha de pronunciar una bendición.» Así lo hacía el Señor
Jesucristo —nota del traductor—, quien no se defendió de la acusación de «bebedor» y llevó
a cabo su primer milagro ¡para convertir el agua en vino, en muchísimo vino!
(B) La Providencia provee de alimento, no sólo a hombres y bestias, sino también a los
propios vegetales (v. 16): «Los árboles de Yahweh, es decir, /os cedros (como ejemplo más
notable) que él plantó, en contraste con los que el hombre planta para su alimento o
adorno, se llenan de savia, sin necesitar que los riegue el hombre. Esto es aplicable, como lo
vemos en 92:12-14, a los justos, quienes, por la gracia de Dios, no por el esfuerzo humano,
están plantados en la casa de Yahweh y florecen en los atrios de nuestro Dios. También
éstos están llenos de la savia que produce frutos aceptables a Dios y útiles para el servicio
del prójimo.
3. También tiene Dios cuidado en que hombres y animales tengan moradas en que habitar y
cobijarse. A los hombres les ha dado razón y discreción para que construyan edificios para sí
y para las bestias que tienen a su servicio; pero El provee directamente de cobijo a otras
criaturas: (A) A las aves; algunas anidan en los arbustos de junto a las aguas (v. 12) y allí
cantan; otras anidan en árboles altos como los cedros (v. 17); en su copa (o, mejor, en su
cima) hace su casa la cigüeña (v. 17b), pues no sólo anida en las copas de los árboles, sino,
preferentemente, en lo alto de torres y campanarios. Dios alimenta a todos los pájaros (Mt.
6:26) y su cantar (v. 12) en honor del Creador debería servir de vergüenza a nuestro silencio.
(B) Entre otros animales que no habitan bajo tejado construido por manos humanas, el
salmista menciona las cabras monteses (lit. escaladores) o gamuzas, que tienen por morada
las hendiduras rocosas de las altas montañas (lit. mejor que «/os riscos») y los safanes
(mejor que «conejos»; comp. con Lv. 11:5; Pr. 30:26) que tienen sus madrigueras entre las
peñas. Cada animal busca cobijo en el lugar apropiado para cada uno, según les conduce el
instinto puesto por Dios. Y, si Dios provee de esta manera para las criaturas inferiores,
¿acaso no será Él mismo amparo y cobijo para los suyos?
Versículos 19-30
Se nos exhorta y enseña aquí a alabar y enaltecer a Dios:
1. Por la constante sucesión del día y de la noche y del influjo del sol y de la luna sobre las
estaciones del año. Los paganos los adoraban como a deidades, por lo que la Biblia
aprovecha todas las ocasiones para mostrar que los dioses que ellos adoraban son criaturas
del único Dios verdadero (v. 19). Se menciona primero la luna porque el día comenzaba al
venir la noche. (A) «Traes las tinieblas y se hace de noche» (v. 20). La noche es oscura,
negra; sin embargo, contribuye a la belleza de la naturaleza sirviendo de contraste, de
sombra, a la luz del día. Protegidos por la oscuridad de la noche, los animales de la selva
corretean, y los leones se abalanzan tras la presa (vv. 20b-21), porque de día se les asusta o
se les espanta. (B) La luz del amanecer estimula a los hombres a comenzar sus quehaceres,
mientras las bestias se recogen a descansar (vv. 22, 23). Mientras las fieras se recogen en sus
guaridas con miedo, el hombre sale a trabajar confiado, como quien tiene dominio sobre el
mundo animal.
2. Así como la tierra está llena de las criaturas (heb. quinyanejá, del verbo qanah, adquirir
—v. Gn. 4:1—, en conexión con el Hacedor, que en hebreo es qoneh), así también el grande y
anchuroso mar (vv. 24-26). Dios le ha asignado su lugar y ha hecho que resulte útil al
hombre, no sólo para la navegación, sino para su sustento por la abundancia y variedad de
peces.
3. Por la provisión que ha hecho para todos los seres vivientes de este mundo (vv. 27-28).
Dios es bienhechor munificente para todos:
«Todos ellos esperan en ti para que les des su comida a su tiempo.» Hasta las criaturas más
bajas y despreciables lo reconocen de alguna manera, pues atrapan el alimento tan pronto
como Dios se lo da como alargándoles su mano y saben muy bien cuándo es el tiempo
oportuno para tomarlo (comp. con 145:15, 16).
4. Por el poder absoluto y el soberano dominio que ejerce sobre todas las criaturas,
haciendo que se perpetúen las especies, mientras van desapareciendo los individuos de cada
una (vv. 29, 30): «Les retiras el aliento (lit. el espíritu), dejan de existir, volviendo al polvo
de donde salieron, como el hombre, con la diferencia de que el hombre posee un espíritu
que no desciende a la tierra, sino que vuelve a Dios» (Ec. 12:7).
Aunque una generación desaparezca, otra surge por la continua creación de Dios mediante
su Espíritu (v. 30;no«50p/o»; comp. con Gn. 1:2), con lo que se renueva la faz. de la tierra;
en el reino vegetal, a la aparente muerte del invierno sigue la nueva vida de la primavera.
En medio de este discurso, o poema, el salmista estalla en un canto de asombro y alabanza
(v. 24): «¡Cuan innumerables son tus obras, oh Yahweh! Hiciste todas ellas con sabiduría.»
Versículos 31-35
El salmista concluye su meditación con:
1. Alabanzas a Dios (v. 31): «Sea la gloria de Yahweh para siempre.» Esta gloria perdurará
hasta el final de los tiempos en las obras de la creación y de la providencia; perdurará por
toda la eternidad en la felicidad y adoración de los santos y de los ángeles. La gloria humana
se desvanece, pero la gloria de Dios se engrandece más y más: «¡Alégrese Yahweh en sus
obras!» (v. 3 Ib). Nosotros, a veces, hacemos cosas en las que, al volverlas a mirar, no nos
complacemos, sino que desearíamos no haberlas hecho. Pero Dios siempre se alegra en sus
obras, porque están hechas con infinita sabiduría. Y, como Dios de infinito poder, «mira a la
tierra, y ella tiembla, como incapaz de soportar la mirada del Soberano Hacedor (quizá se
aluda a los terremotos); toca los montes y humean (quizá se aluda a las erupciones
volcánicas)». ¿Quién, pues, se atreverá a desafiar a Dios? (v. 1 Co. 10:22). Al depender de
Dios como Creador y Conservador de nuestro ser, deberíamos seguir alabando a Dios mientras
nos dure el ser, como esperamos hacerlo, por toda la eternidad, en el Cielo.
2. Gozo para sí mismo (v. 34): «Que le sea agradable (el vocablo se usa para las ofrendas de
olor suave; comp. con Jer. 6:20; Os. 9:4) mi meditación» (comp. 19:14), pues él la ofrece a
Dios de corazón, gozándose con ello: «Yo tengo mi gozo en Yahweh.» Así como Yahweh se
alegra en sus obras (v. 3 Ib), el salmista se alegra en su Hacedor.
3. Terror para los malvados (v. 35): «Sean barridos de la tierra los pecadores, y los impíos
dejen de existir, como una nota discordante en el bello mundo de la creación.» Así, pues,
más que una imprecación, es, como dice Kirkpatrick, «una solemne oración por la
restauración de la armonía de la creación». Acabados los impíos, o convertidos en piadosos,
la creación resplandecerá en toda su belleza.
El salmista termina el salmo como lo comenzó («Bendice, alma mía, a Yahweh»), pero
añade una palabra, que ocurre aquí por primera vez, y únicamente en el Salterio, pero ha
pasado a ser popular, tanto en las sinagogas como en las iglesias cristianas: Aleluya (hebr.
halleluyah, alabad a Yah). Según Graetz, «era el término usado por los levitas, al oficiar en
el templo, como señal para que la congregación se uniese a ellos en las alabanzas a Dios».

Salmos 105 (RV60) -Maravillas de Jehová a favor de Israel

1 Alabad a Jehová, invocad su nombre;


Dad a conocer sus obras en los pueblos.
2 Cantadle, cantadle salmos;
Hablad de todas sus maravillas.
3 Gloriaos en su santo nombre;
Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová.
4 Buscad a Jehová y su poder;
Buscad siempre su rostro.
5 Acordaos de las maravillas que él ha hecho,
De sus prodigios y de los juicios de su boca,
6 Oh vosotros, descendencia de Abraham su siervo,
Hijos de Jacob, sus escogidos.
7 El es Jehová nuestro Dios;
En toda la tierra están sus juicios.
8 Se acordó para siempre de su pacto;
De la palabra que mandó para mil generaciones,
9 La cual concertó con Abraham,
Y de su juramento a Isaac.
10 La estableció a Jacob por decreto,
A Israel por pacto sempiterno,
11 Diciendo: A ti te daré la tierra de Canaán
Como porción de vuestra heredad.
12 Cuando ellos eran pocos en número,
Y forasteros en ella,
13 Y andaban de nación en nación,
De un reino a otro pueblo,
14 No consintió que nadie los agraviase,
Y por causa de ellos castigó a los reyes.
15 No toquéis, dijo, a mis ungidos,
Ni hagáis mal a mis profetas.
16 Trajo hambre sobre la tierra,
Y quebrantó todo sustento de pan.
17 Envió un varón delante de ellos;
A José, que fue vendido por siervo.
18 Afligieron sus pies con grillos;
En cárcel fue puesta su persona.
19 Hasta la hora que se cumplió su palabra,
El dicho de Jehová le probó.
20 Envió el rey, y le soltó;
El señor de los pueblos, y le dejó ir libre.
21 Lo puso por señor de su casa,
Y por gobernador de todas sus posesiones,
22 Para que reprimiera a sus grandes como él quisiese,
Y a sus ancianos enseñara sabiduría.
23 Después entró Israel en Egipto,
Y Jacob moró en la tierra de Cam.
24 Y multiplicó su pueblo en gran manera,
Y lo hizo más fuerte que sus enemigos.
25 Cambió el corazón de ellos para que aborreciesen a su pueblo,
Para que contra sus siervos pensasen mal.
26 Envió a su siervo Moisés,
Y a Aarón, al cual escogió.
27 Puso en ellos las palabras de sus señales,
Y sus prodigios en la tierra de Cam.
28 Envió tinieblas que lo oscurecieron todo;
No fueron rebeldes a su palabra.
29 Volvió sus aguas en sangre,
Y mató sus peces.
30 Su tierra produjo ranas
Hasta en las cámaras de sus reyes.
31 Habló, y vinieron enjambres de moscas,
Y piojos en todos sus términos.
32 Les dio granizo por lluvia,
Y llamas de fuego en su tierra.
33 Destrozó sus viñas y sus higueras,
Y quebró los árboles de su territorio.
34 Habló, y vinieron langostas,
Y pulgón sin número;
35 Y comieron toda la hierba de su país,
Y devoraron el fruto de su tierra.
36 Hirió de muerte a todos los primogénitos en su tierra,
Las primicias de toda su fuerza.
37 Los sacó con plata y oro;
Y no hubo en sus tribus enfermo.
38 Egipto se alegró de que salieran,
Porque su terror había caído sobre ellos.
39 Extendió una nube por cubierta,
Y fuego para alumbrar la noche.
40 Pidieron, e hizo venir codornices;
Y los sació de pan del cielo.
41 Abrió la peña, y fluyeron aguas;
Corrieron por los sequedales como un río.
42 Porque se acordó de su santa palabra
Dada a Abraham su siervo.
43 Sacó a su pueblo con gozo;
Con júbilo a sus escogidos.
44 Les dio las tierras de las naciones,
Y las labores de los pueblos heredaron;
45 Para que guardasen sus estatutos,
Y cumpliesen sus leyes.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 105
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este largo salmo fue compuesto, con la mayor probabilidad, después del regreso de la
cautividad de Babilonia. Como el 78, nos ofrece una vista retrospectiva de lo que Dios hizo
con Abraham y sus descendientes hasta el tiempo en que los israelitas tomaron posesión de
la Tierra Prometida. Tras el prefacio (vv. 1-7), vemos: I. El pacto de Dios con los patriarcas
(vv. 8-11). II. Su cuidado de ellos mientras iban peregrinando (vv. 12-15). III. Un resumen de
la historia de José con su promoción a primer ministro de Egipto (vv. 16-22). IV. El
incremento de Israel en Egipto y su liberación de Egipto (vv. 23-38). V. El cuidado que tuvo
de ellos en el desierto y su asentamiento en Canaán (vv. 39-45).
Versículos 1-7
I. Invitación a glorificar el nombre de Dios.
(A) Hemos de darle gracias (v. 1), como a quien siempre ha sido nuestro munificentísimo
bienhechor.
(B) Hemos de invocar su nombre (v. 1), pues de Él dependemos para recibir todo favor. Orar
por nuevos favores es reconocer los favores ya recibidos.
(C) Demos a conocer sus obras (v. 1b), para que otros se unan a nosotros en las divinas
alabanzas. Pregonemos todas sus obras maravillosas (v. 2), como hablamos de las cosas que
nos llenan de gozoso asombro. Deberíamos hablar de ellas estando en casa y andando por el
camino (Dt. 6:7).
(D) Cantemos salmos (v. 2) en honor de Dios, como gozándonos en Él y deseando dar
testimonio de ese gozo y transmitirlo a la posteridad, como pasaban de mano en mano
antiguamente, en poemas y romances, los hechos memorables, cuando escaseaban los
escritos.
(E) Gloriémonos en su santo nombre (v. 3, comp. con 33:21), no en nuestras propias
realizaciones, sino en el que obra en nosotros y por nosotros (Jer. 9:23, 24).
(F) Busquémosle (v. 4); pongamos en Él nuestra felicidad, busquemos su poder, es decir, su
gracia, la fuerza de su Espíritu para obrar en nosotros lo que es bueno, agradable y perfecto
(Ro. 12:1), lo cual no podemos hacer nosotros por nuestras propias fuerzas, sino por la fuerza
derivada de Él; busquemos su rostro mientras estamos en este mundo, y lo conseguiremos
cuando vivamos en el otro mundo (v. Ap. 22:4), y aun entonces lo buscaremos en progresión
infinita y eternamente satisfechos.
(G) «Alégrese el corazón de los que buscan a Yahweh (v. 3b), pues saben que han hecho
bien, ya que no se le busca en vano. Y, si tienen motivo para alegrarse los que le buscan
¡cuánto más lo que le hallan!
2. Algunas razones para animarnos a cumplir esos deberes.
(A) Consideremos lo que ha dicho, así como lo que ha hecho, para comprometernos a
seguirle. Recordemos las maravillas de su Providencia a favor nuestro (v. 5) y de los que nos
han precedido —de los portentos a favor de su pueblo (las plagas de Egipto) y de tos juicios
ejecutados contra los egipcios (Ex. 6:6; 7:4).
(B) Consideremos la relación con su pueblo (v. 6): «Oh vosotros, descendencia de Abraham
su siervo; hijos de Jacob, sus escogidos, en el sentido que a continuación se expresa.» Como
diciendo: «Sois hijos de padres piadosos ¡no degeneréis! ¡Seguid las pisadas de aquellos cuyos
honores y privilegios habéis heredado!»
Versículos 8-24
Aquí se nos exhorta, al alabar a Dios, a echar una mirada retrospectiva a los orígenes de
Israel. Podemos aplicarlo a los orígenes de la Iglesia; hallaremos abundante materia de
alabanza y acción de gracias en las historias de los Evangelios y de los Hechos de los
Apóstoles, como el salmista la halla en las historias del Génesis y del Éxodo.
I. La promesa de Dios a los patriarcas, de que había de dar la tierra de Canaán en herencia a
su posteridad, lo cual era tipo de la promesa de vida eterna, hecha en Cristo a todos los
creyentes. En todas las obras maravillosas que hizo Dios por Israel, se acordó para siempre
de su pacto (v. 8), y para siempre se acordará. En un lugar paralelo (1 Cr. 16:15), el texto
masorético lo expone como un deber del pueblo: «Acordaos siempre de su pacto» (aunque
es, sin duda, un error de los masoretas). Se llama «pacto» porque se requiere algo de parte
de los recipiendarios como condición para el cumplimiento de la promesa. Véase en He.
6:13, 14 a quiénes juró por sí mismo. El pacto mismo (v. II): «A ti te daré la tierra de
Canaán.» Los patriarcas tenían derecho a ella, no por la providencia, sino por la promesa; y
su descendencia había de entrar a poseerla, como porción o suerte de su heredad, por
natalicio, que es título bien seguro; les había de llegar como un favor de Dios, no por sus
méritos. El Cielo es nuestra heredad (Ef. 1:11). «Y ésta es la promesa que Él nos hizo, la
vida eterna» (1 Jn. 2:25; comp. con Tito 1:2).
II. Sus providencias con los patriarcas mientras aguardaban el cumplimiento de la promesa,
por donde vemos el interés que Dios muestra por su pueblo en este mundo mientras
aguardamos la entrada en la Canaán Celestial, pues estas cosas les sucedieron a ellos como
ejemplos (v. 1 Co. 10:6) y estímulos para todos los herederos de la promesa, a fin de que
vivan por fe como ellos vivieron.
1. Fueron protegidos y resguardados prodigiosamente y, como lo expresa la tradición judía,
reunidos bajo las alas de la divina majestad. Esto es lo que se nos declara en los vv. 12-15.
Estuvieron expuestos a muchos peligros, pero a los tres famosos patriarcas: Abraham, Isaac y
Jacob, les fueron hechas grandes promesas; una y otra vez les dijo Yahweh que Él sería su
Dios. Aun en este mundo, no les faltó nada, pero, a fin de que se mostrase que hacía por
ellos cosas extraordinarias, les ejercitó también con extraordinarias pruebas:
(A) Abraham fue llamado por Dios cuando no era más que uno solo (Is. 51:2). Véase cuan
pocos eran al principio.
(B) Eran forasteros en todos los lugares y, por tanto, expuestos a los abusos de los nativos.
Su religión misma era bastante para que se les considerase como moteada ave de rapiña que
concita la enemistad y la persecución de otras aves de rapiña (v. Jer. 12:9).
(C) No estaban asentados en un lugar fijo (v. 31): «Andaban de nación en nación, de una
parte del país a otra, de un reino a otro pueblo; de Canaán a Egipto, de Egipto al país de los
filisteos, forzados por el hambre. Pero eran guardados por una especial providencia de Dios
(vv. 14, 15). No podían valerse a sí mismos. Sin embargo:
(D) A nadie se le permitió hacerles daño, pues aun los mismos que les odiaban se veían con
las manos atadas y no podían hacer lo que querían (v. Gn. 26:11; 35:5). Dice Arconada:
«Llama a los patriarcas ungidos, en sentido amplio de escogidos por Dios como instrumentos
de su obra de salvación, y profetas, porque transmitían a otros la palabra de Dios que ellos
recibían.» Por eso, Abraham es llamado por Dios mismo «profeta» en Gn. 20:7.
2. También fueron alimentados prodigiosamente por Dios. Para poner a prueba su fe, Dios
quebrantó todo sustento de pan (v. 16b) en la tierra donde vivía Jacob con sus hijos y nietos,
pero pronto vino en socorro de ellos, por cuanto estaban allí dependiendo de su promesa y,
por eso, no podía permitir honrosamente el que les faltara lo más indispensable para vivir.
Así como impidió que un Faraón les hiciese daño, así también suscitó otro Faraón que les
hiciese el bien, al promover a José a gobernador del país, como vemos en el resumen que los
vv. 16-22 nos ofrecen.
(A) Muchos años antes de que comenzase el hambre, le envió delante de ellos (v. 17),
precisamente para que les remediase el hambre. No fue a Egipto como un emisario, sino
como esclavo (v. 17b), esclavo de por vida, sin perspectiva humana de recobrar la libertad.
(B) Todavía descendió más abajo, pues de esclavo pasó a encarcelado (v. 18), por causa de
una infame calumnia. Dice el hebreo (v. 18b):
«En el hierro entró su alma», frase poética, sumamente expresiva de los sufrimientos de la
cárcel.
(C) Allí continuó, sin que se le entablara proceso, hasta la hora en que se cumplió su
predicción (v. 19) —quizá la de sus propios sueños (Gn. 37:5-11), más bien que la de los
sueños de 40:8 y ss. —y le acreditó el dicho (lit.) de Yahweh, implícito en los sueños. Ese
mismo «dicho de Yahweh», según otra versión del verbo hebreo, «le puso a prueba». Su fe
hubo de ser puesta a prueba duramente cuando, en lugar de verse inmediatamente
promocionado, se vio encarcelado (y, sin duda, durante varios años). Llega siempre la hora
en que la palabra de Dios viene en auxilio de los que confían en Él (Hab. 2:3). «Envió el rey y
le soltó» (v. 20). No sólo eso, sino que lo puso por señor de su casa, y por gobernador de
todas sus posesiones (v. 21, comp. con Gn. 45:8). Así quedó José en disposición de instruir
(más bien que «reprimir») a los grandes de Faraón, es decir, a los altos funcionarios de la
corte, y de enseñar sabiduría a los ancianos (v. 22), esto es, a los consejeros del rey.
3. En Egipto se multiplicaron en gran manera (v. 24), según la promesa hecha a los
patriarcas, después que Jacob vino a Egipto (v. 23) con sus hijos y nietos.
Versículos 25-45
Tras la historia de los patriarcas viene la historia del pueblo de Israel, luego que llegó a ser
nación.
1. Su aflicción en Egipto (v. 25): «.Cambió el corazón de los egipcios, que les habían acogido
y protegido, para que aborreciesen a su pueblo y tramasen astutamente el mal contra sus
siervos (v. 25). La bondad de Dios con su pueblo exasperaba a los egipcios contra ellos. Se
dice que Dios cambió el corazón de los adversarios de su propio pueblo, como una manera de
expresar los admirables designios de la Providencia de Dios a fin de provocar así el éxodo de
Israel de Egipto. En Ex. 1, podemos ver los astutos planes del Faraón para acabar con los
niños varones de los israelitas.
2. Su liberación de Egipto, la cual, para que no la olvidasen, figura siempre como prólogo a
los diez mandamientos (Ex. 20:2; Dt. 5:6).
(A) Los instrumentos de que se sirvió Dios para tal liberación (v. 26); «Envió a su siervo
Moisés (así llamado desde Ex. 14:31) y a su hermano Aarón.» Al primero lo escogió para ser
el primer magistrado de la nación; al segundo, para ser el primero, y sumo, sacerdote.
(B) Los medios para llevar a cabo la liberación fueron las plagas de Egipto (vv. 27-36). Casi
todas se especifican aquí, aunque no en el mismo orden en que sucedieron: (a) La plaga de
tinieblas (v. 28), que fue una de las últimas, aunque aquí se menciona la primera, quizá por
la importancia que los egipcios, adoradores del sol, daban a las tinieblas. El texto hebreo
dice en la 2." parte del versículo: «Y no fueron rebeldes a la palabra de Él», expresión
extraña que tal vez se ponga aquí en contraste con lo sucedido en Meribá (Nm. 20:24;
27:14). La mayoría de los MSS de los LXX suprimen el «no» y resuelven la dificultad aplicando
la frase a los egipcios (como lo hacen la mayoría de las versiones). La Nueva Versión
Internacional encabeza la frase con una interrogación: «¿Acaso no habían sido rebeldes a sus
palabras?» no muy conforme con las reglas gramaticales del hebreo; todo esto es nota del
traductor), (b) La conversión de las aguas del Nilo (que los egipcios adoraban) en sangre (v.
29), con la consiguiente muerte de los peces; ésta fue, en realidad, la primera plaga (v. Ex.
7:14 y ss.). (c) En tercer lugar, viene la que fue segunda plaga (Ex. 8:1 y ss.). (d) A
continuación, la cuarta y la tercera plagas (Ex. 8:20 y ss.; 8:12 y ss.). (e) Sigue la plaga de
granizo (vv. 32, 33, comp. con Ex. 9:18 y ss.), con los destrozos que causó en el arbolado, (f)
Omitiendo las plagas quinta y sexta, pasa a la octava (vv. 34,35, comp. con Ex. 10:4 y ss.).
(g) Concluye con la que dio el golpe final, la muerte de los primogénitos (v. 26, comp. con
Ex. 11:1 y ss.).
(C) Los beneficios que acompañaron a esta liberación. Se habían empobrecido y, sin
embargo, salieron enriquecidos, pues los sacó con plata y oro (v. 37). La vida les había
resultado amarga; estaban quebrantados de cuerpo y espíritu; sin embargo, cuando Dios los
sacó, no hubo en sus tribus ninguno que flaqueara, ni de enfermedad, ni de cansancio
(comp. Is. 5:27). Habían sido perseguidos e insultados, pero salieron con honor (v. 38). Sus
años se habían pasado en la tristeza y las penalidades de la esclavitud, pero los sacó con
gozo (v. 43).
(D) El cuidado especial que tuvo de ellos en el desierto (vv. 39-42). «Extendió una nube por
cubierta» (v. 39, comp. con Ex. 13:21), no sólo como sombrilla, sino también como lienzo
pomposo. Las nubes son presentadas, a veces, como pabellón de Dios (v. 18:11); aquí es
pabellón de Israel. Y «para alumbrarla noche», la columna era de «fuego» (comp. con Ex.
14:20). También los alimentó, no sólo con el pan necesario, sino también con manjares
exquisitos (v. 40), conforme le «pidieron». Y, para apagar su sed, «abrió la peña y fluyeron
aguas» (v. 41).
(E) Su entrada, por fin, en Canaán (v. 44): «Les dio las tierras de los gentiles y, así,
heredaron las labores de los pueblos, es decir, el fruto de los trabajos de los pueblos que
habitaban la región: las casas que habían edificado y las plantaciones que habían hecho
antes de que llegasen los israelitas.
(F) Los motivos por los que Dios llevó a cabo todo esto a favor de ellos: (a) Porque quería
cumplir las promesas que les había hecho (v. 42):

«Porque se acordó de su santa palabra (de la palabra garantizada por su santidad)


dada a Abraham su siervo», y no podía permitir que cayese de esa palabra ni una jota
ni una tilde (v. Dt. 7:8). (b) Porque quería que ellos cumpliesen los preceptos de su
palabra, a fin de que quedasen ligados al mejor beneficio que pudo concederles.
Habiéndoles dispensado tantos beneficios, bien podían recibir con todo gozo sus
estatutos y cumplir sus leyes (v. 45), pues estaban designadas para el mayor bien de
ellos, por lo que debían ser no sólo obedientes, sino agradecidos, a la voluntad de Dios.
Y el aleluya con que concluye el salmo puede entenderse como un agradecido
reconocimiento de los favores de Dios.

Salmos 106 (RV60) -La rebeldía de Israel.

1 Aleluya.
Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.
2 ¿Quién expresará las poderosas obras de Jehová?
¿Quién contará sus alabanzas?
3 Dichosos los que guardan juicio,
Los que hacen justicia en todo tiempo.
4 Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo;
Visítame con tu salvación,
5 Para que yo vea el bien de tus escogidos,
Para que me goce en la alegría de tu nación,
Y me gloríe con tu heredad.
6 Pecamos nosotros, como nuestros padres;
Hicimos iniquidad, hicimos impiedad.
7 Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas;
No se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias,
Sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo.
8 Pero él los salvó por amor de su nombre,
Para hacer notorio su poder.
9 Reprendió al Mar Rojo y lo secó,
Y les hizo ir por el abismo como por un desierto.
10 Los salvó de mano del enemigo,
Y los rescató de mano del adversario.
11 Cubrieron las aguas a sus enemigos;
No quedó ni uno de ellos.
12 Entonces creyeron a sus palabras
Y cantaron su alabanza.
13 Bien pronto olvidaron sus obras;
No esperaron su consejo.
14 Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto;
Y tentaron a Dios en la soledad.
15 Y él les dio lo que pidieron;
Mas envió mortandad sobre ellos.
16 Tuvieron envidia de Moisés en el campamento,
Y contra Aarón, el santo de Jehová.
17 Entonces se abrió la tierra y tragó a Datán,
Y cubrió la compañía de Abiram.
18 Y se encendió fuego en su junta;
La llama quemó a los impíos.
19 Hicieron becerro en Horeb,
Se postraron ante una imagen de fundición.
20 Así cambiaron su gloria
Por la imagen de un buey que come hierba.
21 Olvidaron al Dios de su salvación,
Que había hecho grandezas en Egipto,
22 Maravillas en la tierra de Cam,
Cosas formidables sobre el Mar Rojo.
23 Y trató de destruirlos,
De no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él,
A fin de apartar su indignación para que no los destruyese.
24 Pero aborrecieron la tierra deseable;
No creyeron a su palabra,
25 Antes murmuraron en sus tiendas,
Y no oyeron la voz de Jehová.
26 Por tanto, alzó su mano contra ellos
Para abatirlos en el desierto,
27 Y humillar su pueblo entre las naciones,
Y esparcirlos por las tierras.
28 Se unieron asimismo a Baal-peor,
Y comieron los sacrificios de los muertos.
29 Provocaron la ira de Dios con sus obras,
Y se desarrolló la mortandad entre ellos.
30 Entonces se levantó Finees e hizo juicio,
Y se detuvo la plaga;
31 Y le fue contado por justicia
De generación en generación para siempre.
32 También le irritaron en las aguas de Meriba;
Y le fue mal a Moisés por causa de ellos,
33 Porque hicieron rebelar a su espíritu,
Y habló precipitadamente con sus labios.
34 No destruyeron a los pueblos
Que Jehová les dijo;
35 Antes se mezclaron con las naciones,
Y aprendieron sus obras,
36 Y sirvieron a sus ídolos,
Los cuales fueron causa de su ruina.
37 Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios,
38 Y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas,
Que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán,
Y la tierra fue contaminada con sangre.
39 Se contaminaron así con sus obras,
Y se prostituyeron con sus hechos.
40 Se encendió, por tanto, el furor de Jehová sobre su pueblo,
Y abominó su heredad;
41 Los entregó en poder de las naciones,
Y se enseñorearon de ellos los que les aborrecían.
42 Sus enemigos los oprimieron,
Y fueron quebrantados debajo de su mano.
43 Muchas veces los libró;
Mas ellos se rebelaron contra su consejo,
Y fueron humillados por su maldad.
44 Con todo, él miraba cuando estaban en angustia,
Y oía su clamor;
45 Y se acordaba de su pacto con ellos,
Y se arrepentía conforme a la muchedumbre de sus misericordias.
46 Hizo asimismo que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos.
47 Sálvanos, Jehová Dios nuestro,
Y recógenos de entre las naciones,
Para que alabemos tu santo nombre,
Para que nos gloriemos en tus alabanzas.
48 Bendito Jehová Dios de Israel,
Desde la eternidad y hasta la eternidad;
Y diga todo el pueblo, Amén.
Aleluya.

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Comentario al Salmo 106
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Hemos de glorificar a Dios, no sólo mediante el reconocimiento de sus bondades, sino
también mediante la confesión de nuestras maldades. Es opinión común que este salmo es
un complemento del anterior y que fue redactado por la misma persona a fin de poner de
relieve la infidelidad de Israel en agudo contraste con la fidelidad de Dios. I. Tenemos, en
primer lugar, una especie de prólogo que expresa alabanzas a Dios (vv. 1,2), consuelo para
su pueblo (v. 3), y deseo de que Dios les conceda más favores (vv. 4, 5). II. Sigue luego la
narración, mencionando los pecados de Israel, agravados por los grandes beneficios
recibidos de Dios. Sus provocaciones junto al mar Rojo (vv. 6-12), sus deseos desordenados
(vv. 13-15), sus motines (vv. 16-18), su adoración del becerro de oro (vv. 19-23), sus
murmuraciones (vv. 24-27), sus abominaciones en Baal-Peor (vv. 28-31), sus querellas contra
Moisés (vv. 32, 33) y su seguimiento de las costumbres paganas de los cananeos (vv. 34-39).
A esto sigue el relato de los castigos con que Dios les afligió, aunque los salvó de la
destrucción total (vv. 40-46). III. Concluye el salmo con oración y alabanza (vv. 47, 48).
Versículos 1-5
1. Bendigamos a Dios (vv. 1, 2). Démosle gracias por su bondad, y gloria por su grandeza,
por sus poderosas obras. Por mucho que las ensalcemos, nunca será bastante.
2. Bendigamos al pueblo de Dios, teniéndole por dichoso (v. 3). Pueblo de Dios son los que
mantienen principios sanos. Los que guardan el derecho, esto es, observan lo prescrito, y
practican la justicia con los demás en todo tiempo, es decir, de modo constante.
3. Bendigámonos a nosotros mismos en el favor de Dios, pongamos en Él nuestra dicha y
busquémosla, en consecuencia, con toda seriedad (vv. 4,5). Así como hay en el mundo un
pueblo que es el pueblo de Dios de una manera especial, así también hay favores especiales
que Dios otorga a ese pueblo, y que son deseados por todas las almas piadosas: «Visítame
con tu salvación, para ver la dicha de tus escogidos, cuando vuelvan a ver la prosperidad»
(vv. 4, 5). El salmista desea participar en la alegría del pueblo al que pertenece, cuando
vengan tiempos mejores.
Viene ahora una confesión de los pecados, muy apropiada ahora que el pueblo pasaba por
apuros. Así debemos justificar a Dios en todo lo que nos envía para corregirnos,
reconociendo que ha hecho bien, pues nosotros habíamos obrado mal.
1. El pueblo de Dios reconoce, en su aflicción, que han sido culpables delante de Dios (v.
6): «Hemos pecado con (lit.) nuestros padres, hemos hecho iniquidad, hemos obrado
malvadamente.» Es de notar aquí:
(A) La idea de solidaridad nacional en los pecados individuales. No es pecado de imitación
(«como»), sino de complicidad («con»), (b) En un solo versículo (comp. con 1 R. 8:47) entran
los tres vocablos hebreos que, con distinto matiz, designan el pecado; jatá, el pecado en
general, equivalente a «errar el blanco»; aven, iniquidad, maldad, y reshá, perfidia o
rebeldía. Hay una gradación de menos a más: error, maldad, rebeldía.
2. Se lamentan del pecado desafiante de sus padres cuando estaban siendo formados como
nación.
(A) La extraña estupidez de Israel en medio de los favores que Dios les dispensaba (v. 7):
«No entendieron tus maravillas.» Pensaban que las plagas de Egipto eran sólo para sacarlos
de Egipto, mientras que tenían por objeto principal instruirles y convencerles; no sólo para
obligarles a salir de la esclavitud de Egipto, sino para curarlos de la inclinación a la idolatría
de Egipto. Perdemos los beneficios de la Providencia por falta de entendimiento. Y así como
su inteligencia era obtusa, así también su memoria era oscura (v. 7b): «No se acordaron de
la muchedumbre de tus misericordias.»
(B) Su perversidad brotaba de su estupidez (v. 7c): «Se rebelaron junto al mar, en el mar
Rojo, pues desconfiaron de Dios en su desespero y desearon no haber salido de Egipto» (v.
Ex. 14:11,12). Como si el poder que Dios había ejercitado a favor de ellos careciese de amor
y compasión; hasta llegar a decir que /os había sacado para matarlos en el desierto.
(C) La gran salvación que obró Dios a favor de ellos a pesar de sus provocaciones (vv. 8-11).
Hizo en el mar una avenida para que pasasen por él a pie enjuto y se interpuso entre ellos y
los que les perseguían, librándoles así de una muerte segura. El mar Rojo fue para ellos una
avenida, mientras fue para los egipcios un cementerio (Ex. 14:30) Les hizo este gran favor a
pesar de que no se lo merecían, pues el desmerecimiento de ellos no iba a alterar las
promesas de Dios ni impedirle que las cumpliera, como dijo Moisés en su oración de Nm.
14:17-19: Yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor... perdona ahora la iniquidad
de este pueblo según la grandeza de tu misericordia.» El poder del Dios de la gracia al
perdonar el pecado y salvar a los pecadores es tan grande y tan digno de admiración como
el poder del Dios de la naturaleza al dividir las aguas del mar Rojo.
(D) La gran impresión que esto hizo en ellos a la sazón (v. 12): Entonces creyeron a sus
palabras, reconocieron que Dios estaba de veras con ellos y que, por compasión a ellos, no
para matarlos, los había sacado de Egipto; y cantaron su alabanza con el cántico que
compuso Moisés en aquella ocasión (Ex. 14:31; 15:1 y ss.).
Versículos 13-33
Aquí tenemos un resumen de la historia de las provocaciones de Israel en el desierto, y este
resumen es todavía resumido por el apóstol en la aplicación que hace a los cristianos (1 Co.
10:5 y ss.).
1. La causa de su pecado fue el olvido de las palabras y de las obras de Dios (v. 13). No
tuvieron en cuenta lo que había hecho por ellos:
«Pronto olvidaron (lit. se apresuraron a olvidar) sus obras; no aguardaron a su consejo, es
decir, no esperaron a que Dios les revelase el designio que tenía con respecto a ellos.»
Esperaban impacientemente entrar pronto en Canaán y, como tardaban en entrar, pensaron
que nunca entrarían allá. De nuevo leemos (vv. 21, 22): «Olvidaron al Dios de su salvación,
etc.» Quienes olvidan la salvación de Dios, pronto olvidan al Dios de la salvación. No tenían
paciencia para esperar a que llegase el tiempo de Dios y pensaron como el mal siervo de Mt.
24:48: «Mi Señor se tarda en venir.»
2. Se mencionan aquí muchos de sus pecados, junto con las señales del desagrado de Dios a
causa de ellos.
(A) Querían comer carne (v. 14), pero no creían que Dios pudiese proporcionársela. Estaban
a poca distancia de Canaán, pero no tuvieron paciencia para esperar a entrar para poder
comer carne. «Él les dio lo que pidieron, pero lo dio enojado y con maldición, pues envió,
no vigor, sino extenuación a sus vidas» (v. 15; lit.). Leemos en Nm. 11:33 que hirió Yahweh
al pueblo con una plaga muy grande, cuando aún estaba la carne entre los dientes de ellos.
El nombre que le puso al lugar aquel (Kibrot-hattaavá, sepulcros de concupiscencia) quedó
como memorial perpetuo de aquel pecado y de su castigo.
(B) Se querellaron del gobierno que Dios había establecido para Israel, tanto en lo civil
como en lo religioso: «tuvieron envidia de Moisés, el jefe de la nación y generalísimo del
campamento, y de Aarón, el santo de Yahweh, esto es, el designado por Dios para ejercer el
sumo sacerdocio» (v. 16). Parece ser que Coré, de la tribu de Leví, aspiraba a ese cargo,
mientras Datan y Abiram, de la tribu de Rubén, primogénito de Jacob, aspirarían a la
suprema magistratura. Se nos dice en los vv. 17 y 18 el desagrado que esto causó a Dios.
Tenemos en Nm. 16:32,35, los detalles de esta historia. Los que se rebelaron contra la
autoridad civil fueron castigados por medio de la tierra, que se los tragó. Los que se
rebelaron contra la autoridad religiosa fueron castigados por medio del fuego, siendo
sacrificados a la justicia divina al intentar usurpar el derecho de ofrecer sacrificios.
(C) Fabricaron y adoraron un becerro de oro, y esto en Horeb, donde se había dado la Ley y
donde Dios había dicho expresamente (Ex. 20:4, 5): «No te harás imagen... No te postrarás
ante ellas.» Pero ellos hicieron ambas cosas (v. 19): «Hicieron un becerro en Horeb, se
postraron ante una imagen de fundición.» De esta manera hicieron afrenta a las dos luces
que Dios puso para iluminar el camino de la conducta humana: (a) La luz de la razón, pues
cambiaron su gloria (la de Dios, aunque los antiguos escribas, por un falso sentido de
reverencia, cambiaron la terminación del vocablo hebreo para que significase la gloria de
ellos) por la imagen de un buey (comp. con Ro. 1:23), del buey Apis, uno de los ídolos
egipcios, que come hierba (v. 20), lo cual no puede ser más grosero y escandaloso. (b) La
luz de la revelación, que les fue hecha, no sólo en las palabras que Dios les habló, sino
también en las cosas que obró a favor de ellos (vv. 21, 22). Por ello. Dios trató de
exterminarlos, y de cierto lo habría hecho, de no haberse interpuesto Moisés su escogido
delante de Él (v. 23), es decir, en la brecha entre Dios y el pueblo, « como un soldado —dice
Cohén— que, con peligro de su vida, ocupa el puesto en que el enemigo ha hecho una
brecha en los muros de la ciudad» (v. Ex. 32:9-14). Véase el poder de la oración y véase
también aquí, en Moisés, un tipo de Cristo, escogido de Dios, en quien Dios tiene sus
complacencias y que vive siempre para interceder por nosotros (He. 7:25).
(D) Dieron crédito al informe que del país de Canaán dieron los malos espías, en contra de
la promesa de Dios (v. 24b), y trataron de escoger un capitán que les condujese de regreso a
Egipto, acusando vilmente a Dios de querer llevarlos a la tierra prometida para que fuesen
presa de los cananeos (Nm. 14:2,3). Y, cuando se les hizo a la memoria el poder y la
promesa de Dios, lejos de escuchar la voz del Señor, intentaron apedrear a los que les
decían la verdad (Nm. 14:10). También esto desagradó grandemente a Dios, pues juró en su
enojo que no habían de entrar en su reposo (Nm. 14:28; Sal. 95:11) y que había de aventar
su estirpe entre las naciones y esparcirlos por las tierras (v. 27, comp. con Ez. 20:23).
(E) Fueron también culpables de un gran pecado en el asunto de Baal-peor; éste fue el gran
pecado de la nueva generación, cuando estaban a punto de entrar en Canaán (v. 28): «Se
unieron al Baal de Peor» (Nm. 25:1-3), deidad pagana adorada en Peor, con lo que se
prostituyeron espiritual y corporalmente. Quienes tantas veces habían participado del altar
del Dios viviente, comieron ahora /o5 sacrificios de los muertos, es decir, ofrecidos a dioses
muertos. De esta forma, provocaron la ira de Dios con sus acciones (v. 29). Dios los castigó
con una plaga que se llevó por delante, en poco tiempo, a 24.000 de estos desvergonzados
pecadores. Dios estimuló a Pinjas, el futuro sumo sacerdote, para que usase su poder al
servicio de la nación suprimiendo drásticamente el pecado y librando del contagio al resto
del pueblo. En su celo por el Dios de las huestes, ejecutó a Zimrí y a Cozbí, algo que agradó
tanto a Dios que se detuvo la plaga (v. 30). A Pinjas le fue contado para justicia (v. 31.
Lit.), lo mismo que a Abraham (comp. con Gn. 15:6), degeneración en generación, pues Dios
estableció con él el pacto del sacerdocio perpetuo (Nm. 25:13). Es cierto que, por algún
tiempo (no sabemos por qué), el sumo sacerdocio pasó a la rama de su tío Itamar en la
época de los Jueces, pero volvió a la rama de Eleazar, en tiempo de Salomón, en la persona
de Sadoc.
(F) Sus continuas murmuraciones hasta el final mismo de sus andanzas por el desierto, pues
en el último año de su peregrinación por el desierto, irritaron a Dios en las aguas de Meribá
(v. 32), como vemos en Nm. 20:3-5, y le fue mal a Moisés por causa de ellos, pues perdió la
paciencia y habló inconsideradamente (v. 33), pues dijo: «¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos
de hacer salir aguas de esta peña?» (Nm. 20:10). Dios mostró su desagrado contra este
pecado no permitiendo que Moisés ni Aarón entrasen en Canaán a causa de la forma en que
obraron en esta ocasión. Si tan severamente trató a Moisés por unas palabras
inconsideradas, ¿qué castigo no merecerá el pueblo por haber hablado tantas veces palabras
perversas? Dios les quitó a Moisés en un tiempo en que más lo necesitaban, con lo que su
muerte fue un castigo mayor para ellos que para él.
Versículos 34-38
1. La narración concluye con el relato de la conducta de Israel en Canaán, que fue muy
parecida a la que mostraron en el desierto, y de la forma que Dios les trató, que, como
siempre, fue una mezcla de justicia y de misericordia.
(A) Continuaron provocando a Dios. Cuando estuvieron asentados en Canaán, se
corrompieron con costumbres paganas y dejaron a Dios. No exterminaron a los pueblos que
Yahweh les dijo (v. 34). Se prometieron a si mismos que, no obstante, no se habían de unir
a ellos en ninguna amistad peligrosa; pero lo que leemos a continuación (v. 35) es que se
mezclaron con los gentiles y aprendieron sus obras (lit.). Este pecado tuvo como
consecuencia otros muchos y les atrajo los juicios de Dios contra ellos. Cuando se unieron a
los gentiles en algunos de sus servicios idolátricos, poco pensaban que iban a ser culpables
del horrendo y bárbaro crimen de sacrificar sus hijos y sus hijas a los demonios (hebreo,
shedim; comp. con Dt. 32:17), y derramar esa sangre inocente... en sacrificio a los ídolos
de Canaán (vv. 37, 38). El término shedim es, según Cohén, «el asirio shedu, nombre dado a
los enormes ídolos, en forma de toros alados, colocados a la entrada de los templos asirios».
Véase cómo se contaminaron a sí mismos y, por culpa de ellos, la tierra misma fue
contaminada (vv. 38, 39).
(B) Dios los castigó entregándolos en manos de sus enemigos (vv. 40-42). ¿Qué otra cosa
podían esperar? Tan enfadado estaba con ellos que abominó su heredad (v. 40b). Esto es lo
peor del pecado, el que provoca la repugnancia de Dios; y cuanto más cercanos están a Dios
en lo que profesan ser, tanto más abominables se hacen a Dios en lo que realmente son,
como un estercolero puesto junto a nuestra misma puerta. El castigo correspondió al
pecado: se habían mezclado con los gentiles y aprendido sus obras (v. 35), pero los gentiles
los odiaron y oprimieron (v. 42); justamente usó Dios a sus enemigos como a instrumentos
para corregir a su pueblo. De esta forma, los apóstatas pierden el amor y todo lo bueno que
hay del lado de Dios, y no ganan nada del lado de Satanás (comp. Ro. 6:23).
(C) Dios les aliviaba de vez en cuando, pero volvían a sus pecados y Dios volvía a
castigarles. Esto se refiere al tiempo de los Jueces, cuando Dios suscitaba libertadores como
Gedeón, Jefté y Sansón, pero ellos recaían en la idolatría (v. 43). Predominaba la compasión
de Dios y oía su clamor (comp. con Ex. 3:7), cuando estaban ellos en angustia (v. 44); se
acordaba de su pacto con ellos y se arrepentía (lit.) conforme a la muchedumbre de sus
misericordias (v. 45, comp. con 90:13; Ex. 32:14). Aunque Dios no es hombre para que se
arrepienta como para cambiar de mentalidad (1 S. 16:29), pero en su gracia o en su justicia,
cambia de procedimiento (1 S. 16:35). Por malos que ellos fuesen. Él no iba a quebrantar
sus promesas. Así que, no sólo frenó el resto de la ira de sus enemigos, sino que suscitó en
el corazón de esos mismos enemigos compasión hacia ellos (v. 46, comp. con 1 R. 8:50).
Grande es, en verdad, el poder de Dios para convertir en corazones de carne los corazones
de piedra (comp. Ez. 36:26, aunque en otro contexto).
2. Concluye el salmo con oración y alabanza. (A) Oración para que sea completa la
liberación del pueblo —probablemente, del exilio en Babilonia, a lo que parecen apuntar los
vv. 43c y 46— y, recogidos así de las naciones, puedan dar gracias (lit.) al nombre de
Yahweh y cantar victoria en alabanza de Él (v. 47). (B) La alabanza o doxología del v. 48 es
una añadidura posterior y cierra el Libro IV del Salterio de forma semejante al cierre de los
otros tres Libros anteriores (v. Salmos 41, 72 y 89), aunque con otra añadidura, peculiar de
este salmo: «Y diga todo el pueblo: Amén, aleluya.»
Salmos 107 (RV60) -Dios libra de la aflicción
1 Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.(A)
2 Díganlo los redimidos de Jehová,
Los que ha redimido del poder del enemigo,
3 Y los ha congregado de las tierras,
Del oriente y del occidente,
Del norte y del sur.
4 Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino,
Sin hallar ciudad en donde vivir.
5 Hambrientos y sedientos,
Su alma desfallecía en ellos.
6 Entonces clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones.
7 Los dirigió por camino derecho,
Para que viniesen a ciudad habitable.
8 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
9 Porque sacia al alma menesterosa,
Y llena de bien al alma hambrienta.
10 Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte,
Aprisionados en aflicción y en hierros,
11 Por cuanto fueron rebeldes a las palabras de Jehová,
Y aborrecieron el consejo del Altísimo.
12 Por eso quebrantó con el trabajo sus corazones;
Cayeron, y no hubo quien los ayudase.
13 Luego que clamaron a Jehová en su angustia,
Los libró de sus aflicciones;
14 Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte,
Y rompió sus prisiones.
15 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
16 Porque quebrantó las puertas de bronce,
Y desmenuzó los cerrojos de hierro.
17 Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión
Y a causa de sus maldades;
18 Su alma abominó todo alimento,
Y llegaron hasta las puertas de la muerte.
19 Pero clamaron a Jehová en su angustia,
Y los libró de sus aflicciones.
20 Envió su palabra, y los sanó,
Y los libró de su ruina.
21 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres;
22 Ofrezcan sacrificios de alabanza,
Y publiquen sus obras con júbilo.
23 Los que descienden al mar en naves,
Y hacen negocio en las muchas aguas,
24 Ellos han visto las obras de Jehová,
Y sus maravillas en las profundidades.
25 Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso,
Que encrespa sus ondas.
26 Suben a los cielos, descienden a los abismos;
Sus almas se derriten con el mal.
27 Tiemblan y titubean como ebrios,
Y toda su ciencia es inútil.
28 Entonces claman a Jehová en su angustia,
Y los libra de sus aflicciones.
29 Cambia la tempestad en sosiego,
Y se apaciguan sus ondas.
30 Luego se alegran, porque se apaciguaron;
Y así los guía al puerto que deseaban.
31 Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
32 Exáltenlo en la congregación del pueblo,
Y en la reunión de ancianos lo alaben.
33 El convierte los ríos en desierto,
Y los manantiales de las aguas en sequedales;
34 La tierra fructífera en estéril,
Por la maldad de los que la habitan.
35 Vuelve el desierto en estanques de aguas,
Y la tierra seca en manantiales.
36 Allí establece a los hambrientos,
Y fundan ciudad en donde vivir.
37 Siembran campos, y plantan viñas,
Y rinden abundante fruto.
38 Los bendice, y se multiplican en gran manera;
Y no disminuye su ganado.
39 Luego son menoscabados y abatidos
A causa de tiranía, de males y congojas.
40 El esparce menosprecio sobre los príncipes,
Y les hace andar perdidos, vagabundos y sin camino.
41 Levanta de la miseria al pobre,
Y hace multiplicar las familias como rebaños de ovejas.
42 Véanlo los rectos, y alégrense,
Y todos los malos cierren su boca.
43 ¿Quién es sabio y guardará estas cosas,
Y entenderá las misericordias de Jehová?
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Comentario al Salmo 107
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Comentario a Salmos 107

El salmista observa aquí algunos ejemplos de la providencia de Dios a favor de los hombres
en general, y especialmente en las aflicciones que sufren, pues es Dios de todos los hombres
(1 Ti. 2:5). Había quienes no pertenecían a la congregación de Israel, pero eran adoradores
del verdadero Dios; incluso quienes adoraban a las imágenes tenían algún conocimiento del
Supremo Numen, al que, cuando se veían en apuros, alzaban la mirada por encima de todos
sus falsos dioses, y de éstos se preocupaba Dios, cuando ellos oraban en sus aflicciones. I. El
salmista especifica algunas de las calamidades comunes de la vida humana y muestra el
socorro de Dios a los que sufren bajo ellas cuando acuden a Él en oración: 1. Exilio y
dispersión (vv. 2-9). 2. Cautividad y encarcelamiento (vv. 10-16). 3. Diversas enfermedades
(vv. 17-22). 4. Peligros en el mar (vv. 23-32). II. Especifica algunos sucesos concernientes a
naciones y familias, en los que las personas piadosas han de ver la mano de Dios, con gozoso
reconocimiento de sus bondades (vv. 33-43).
Versículos 1-9
1. Llamamiento general a todos a dar gracias a Dios (v. 1, comp.con 106:1).
2. Llamada particular a los redimidos de Yahweh (comp. con Is. 62:12), la cual puede
aplicarse de algún modo a los hijos de Dios que estaban dispersos, por quienes Cristo murió
a fin de congregarlos en uno (Jn. 11:52). Pero aquí se trata de una liberación temporal (vv.
2, 3), llevada a cabo cuando clamaron a Yahweh (v. 6), frase que se repite como un
estribillo en los vv. 13,19 y 28. (A) Estaban en un país enemigo, pero Dios los redimió de allí
(v. 2). (B) Estaban dispersos como si fuesen desechados, pero Dios los congregó de todas las
tierras a las que habían sido arrojados (v. 3). Dios conoce quiénes son los suyos y dónde ha
de encontrarlos. (C) Eran presa del desconcierto, sin rumbo fijo ni lugar de descanso (v. 4):
«Anduvieron errantes por el desierto, etc.», pero Dios los dirigió por camino derecho (v. 7),
para que viniesen a ciudad habitable: por la vía rápida y a lugar donde pudiesen morar. (D)
Iban a perecer de hambre (v. 5), pero Dios los sació (v. 9, comp. con Jer. 31:25). El mismo
Dios que nos ha conducido por la vida nos ha provisto también hasta hoy del alimento
necesario. Por todos estos favores, ellos (así como nosotros) deben corresponder con
gratitud (v. 8): «Den gracias a Yahweh por su amor misericordioso, por su bondad hacia
ellos, y por sus obras maravillosas para con los hijos de los hombres, para con todos.
También este versículo se repite como estribillo en los vv. 15, 21 y 31.
Versículos 10-16
La bondad de Dios con los cautivos. Se dice de ellos que estaban sentados (lit.) en
tinieblas, lo que indica desconsuelo (comp. con Is. 42:7), pero podría tomarse también a la
letra, pues los calabozos estaban en completa oscuridad; y en sombra de muerte (comp.
23:4), lo que insinúa grave peligro. Sus padecimientos eran físicos y morales (v. 10b), y todo
ello era el castigo por haber transgredido la ley de Dios (v. 11), pensamiento que se repite
en los vv. 17 y 34; pero el propósito, siempre amoroso, de Dios en esta aflicción, a pesar de
que ellos despreciaron ese plan (v. 1 1b), era humillarles (lit.) el corazón (v. 12), es decir,
llevarlos a la «contrición», para que invocasen al Señor (v. 13), pues el deber del afligido es
orar (Stg. 5:13). Quienes no parecen tener tiempo para orar cuando están libres, lo tienen
en abundancia cuando están en prisión; allí ven claramente la necesidad que tienen de Dios,
aunque antes pensasen que podían pasarlo bien sin El. Dios los libró de la aflicción y de la
prisión (vv. 13b, 14). A los que estaban atados, les rompió las ataduras; a los que estaban
en hierros, les desmenuzó los cerrojos de hierro (vv. 14, 16). No se contentó con abrir las
puertas, sino que las quebrantó para que no volviesen a ser encerrados (comp. con Is. 45:2).
Versículos 17-22
Las enfermedades corporales son también calamidades propias de esta vida, que nos dan
oportunidades de experimentar la bondad de Dios.
1. Si no tuviésemos pecado, no tendríamos enfermedad. Toda enfermedad es fruto del
pecado común, y muchas enfermedades son efecto de los pecados personales. El pecador es
un insensato; no sólo va contra sus intereses espirituales, sino también contra los
materiales, pues daña su salud corporal mediante la intemperancia y pone en peligro su vida
al dar rienda suelta a sus concupiscencias. Los que se aficionan en extremo a la comida que
perece (Jn. 6:27), cuando enferman les repugna, y los manjares que antes anhelaban, ahora
les dan náuseas (v. 18). Y cuando el apetito se pierde, la vida está próxima a irse:
«Llegaron hasta las puertas de la muerte» (v. 18b, comp. con 9:13). Así que (v. 19),
clamaron a Yahweh en su angustia (comp. Stg. 5:14). La oración es buen remedio contra la
enfermedad.
2. La recuperación de la enfermedad se debe a la bondad y al poder de Dios, y a él hemos
de estar agradecidos por ello. «Envió su palabra y los sanó» (v. 20). Cristo curaba muchas
veces con sola su palabra. La palabra y el Espíritu curan la enfermedad espiritual, el
pecado. La palabra de Dios es siempre eficaz (He. 4:12, comp. con Sal. 147:15, 18). Muchas
veces, esta palabra de Dios llega por medio de un mensajero humano (v. 2 R. 20:4,5). Los
que así se ven libres de la enfermedad deben dar gracias (lit.), ofrecer sacrificios de acción
de gracias (lit. comp. 116:17) y publicar sus obras con júbilo (vv.21, 22). La lengua, las
manos y el corazón han de contribuir a esta alabanza.
Versículos 23-32
El salmista convoca ahora para dar gracias y gloria a Dios a los que han sido librados de los
peligros del mar. Aunque los israelitas no se dedicaban, en general, al comercio marítimo, sí
lo hacían sus vecinos los tirios y sidonios, y a ellos parece que va dirigida esta parte del
salmo. Dice Arconada: «La situación es más bien fenicia por el viaje comercial por el ancho
océano, las muchas aguas, en lugar del cabotaje costero. »
1. El poder de Dios se manifiesta de manera especial en el mar (vv. 23,24). De manera muy
gráfica se describen las maravillas que Dios obra en los mares, no sólo por la abundancia de
peces de tan variadas especies que allí habitan, sino también por las tremendas
tempestades que allí se levantan (vv. 23-26). Las profundidades del v. 24 pueden aludir a lo
misterioso de los abismos, al hiperbólico «descenso a los abismos» del v. 26 (comp. con Hch.
27:20; 2 Co. 11:25, 26), y a la intervención de Dios apaciguando la tempestad.
2. Especialmente gráfica es la descripción de las angustias que sufren los marineros y
pasajeros de las naves. Incluso los más avezados al oficio, con aquel subir y bajar (v. 26. Se
refiere a los marineros, no a las olas), se deslíen de miedo (comp. con Ex. 15:15, donde
ocurre el mismo verbo hebreo), se tambalean como borrachos y se hallan «en las últimas»,
sin que de nada les valga su pericia (v. 27). Claman entonces a Yahweh, etc. (v. 28).
Tenemos el dicho de: «El que quiera aprender a orar, que se haga a la mar», pero yo diría:
«Los que hayan de hacerse a la mar, aprendan a orar.» Los que viven en comunión con Dios,
tienen siempre su ayuda cuando la necesitan, de forma que cuando se hallan «en las
últimas» de su vida, no se hallan «en las últimas» de su fe. En respuesta a la oración. Dios
calma la tempestad (v. 29), devuelve a los marineros la alegría (al apaciguarse las olas) y
los guía a puerto (v. 30). Tanto Arconada como Cohén observan que el vocablo para
«puerto» recibe en asirio, y en el Talmud, el significado de «ciudad». También en lo
espiritual, después de las tempestades de esta vida, nos protege y guía nuestro Padre, hasta
llevarnos al deseado puerto de los cielos.
Después de glorificar a Dios por el alivio providencial otorgado a personas que se hallaban
en apuros, el salmista le glorifica ahora por los cambios sorprendentes que con frecuencia
efectúa en la naturaleza y en los asuntos de los hombres.
1. Pone algunos ejemplos de estos cambios: (A) Cambia en secano las tierras más fértiles, y
en oasis de fertilidad los desiertos (vv. 33-35). Gran parte de las comodidades de esta vida
dependen del suelo, cuya fertilidad original es estropeada por el pecado (v. 34b), aunque la
bondad de Dios rectifica estos malos efectos (v. 35). (B) Levanta y hace prosperar a familias
necesitadas, mientras empobrece a otras que estaban en abundancia y prosperidad: Los que
estaban hambrientos van a vivir en lugares fértiles. Allí se establecen y fundan ciudades (v.
36). Pero, aunque la Providencia les dé buen cobijo, ellos deben usar las manos para
sembrar y plantar (v. 37). El trabajo del hombre ha de esperar la bendición de Dios, así
como la bendición de Dios corona el trabajo del hombre (v. 38). Vemos, en cambio, á otros
que subieron demasiado deprisa descendiendo rápidamente hasta hundirse en la nada (v.
39). Los altos son abatidos, y los bajos son enaltecidos (vv. 40, 41). Ordinariamente, Dios
abate a los que se ensalzan a sí mismos y les hace andar errantes en un desierto sin camino
(v. 40b), aludiendo, al parecer, a los gobernantes de las naciones invasoras (comp. con Job
12:21, 24). Esto nos enseña que no se ha de envidiar a los príncipes ni despreciar a los
pobres, pues Dios tiene muchos modos de cambiar la situación de unos y otros.
2. Cambios tan sorprendentes como éstos sirven: (A) De solaz a los santos, pues ellos
observan con placer estos cambios (v. 42). Gran consuelo es para toda persona buena ver
cómo maneja Dios a los hombres del mismo modo que un alfarero a sus vasijas de barro, y
contemplar cómo hace prosperar a los virtuosos otrora despreciados, y abatidos a los
viciosos otrora envidiados (comp. con Job 22:19). (B) De silenciador a los pecadores, los
cuales, al ver cómo en el pecado llevan la penitencia y cuan justamente obra Dios al
quitarles los dones de los que tanto han abusado, no tienen palabras que proferir en defensa
propia (v. 42b). (C) De satisfacción a los verdaderos sabios (v. 43), quienes ven en todos los
asuntos de los hombres la mano de Dios (Os. 14:10). La meditación sobre el modo como obra
la Providencia de Dios contribuye muchísimo a la buena formación del creyente.

Salmos 108 (RV60) -Petición de ayuda contra el enemigo


Cántico. Salmo de David.

1 Mi corazón está dispuesto, oh Dios;


Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.
2 Despiértate, salterio y arpa;
Despertaré al alba.
3 Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos;
A ti cantaré salmos entre las naciones.
4 Porque más grande que los cielos es tu misericordia,
Y hasta los cielos tu verdad.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.
6 Para que sean librados tus amados,
Salva con tu diestra y respóndeme.
7 Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
8 Mío es Galaad, mío es Manasés,
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.
9 Moab, la vasija para lavarme;
Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.
10 ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
11 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?
12 Danos socorro contra el adversario,
Porque vana es la ayuda del hombre.
13 En Dios haremos proezas,
Y él hollará a nuestros enemigos.

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Comentario al Salmo 108
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo está formado por dos porciones de otros salmos. Los vv. 1 -5 están tomados de
57:7-11; y los vv. 6-12, de 60:5-12. «Parece claro —dice Cohén— que la selección y
combinación se hicieron para el uso litúrgico en especiales circunstancias... Figura el
nombre de David a la cabeza del salmo porque los dos salmos que le sirven de fuentes se
atribuyen a David.» El salmista: I. Da gracias a Dios por los favores recibidos (vv. 1-5). II.
Ora a Dios para que otorgue sus favores al país (vv. 6-13). La forma en que en un salmo
determinado se combinan fragmentos de otros salmos nos insinúa que es también
conveniente reunir versículos de varios salmos para cantarlos en los cultos.
Versículos 1-5
Podemos aprender aquí, de alguien experto en la materia, a cantar las divinas alabanzas.
1. Hemos de alabar a Dios con corazón bien dispuesto (lit. firme). Los pensamientos que
tienden a vagar por muchos lados han de ser recogidos y puestos a trabajar en esa tarea
importante y solemne (v. 1).
2. Hemos de alabar a Dios con toda el alma (v.1b), «sí, alma mía», pues ése es el
significado aquí, como en 57:8, del vocablo kabod, gloria).
3. Hemos de alabar a Dios con devoción atenta (v. 2): «Despiértate, salterio y arpa, etc.»
Hemos de estimulamos a alabar a Dios del modo más esmerado y vivo, no de una forma
rutinaria y descuidada. La devoción férvida es la que honra a Dios.
4. Hemos de alabar a Dios públicamente (v. 3), como quienes no se avergüenzan de
reconocer las obligaciones que tienen para con Él.
5. En nuestras alabanzas, hemos de enaltecer la misericordia y la verdad de Dios (v. 4). No
podemos ver ahora más allá de los cielos y de las nubes; todavía nos queda por ver en el
Cielo mucho más de la misericordia y de la verdad de Dios.
Versículos 6-13
Nuestras plegarias deben ser comunitarias en el sentido de que siempre hemos de tener en
el corazón los intereses y problemas de la congregación (v. 6). Si son los amados de Dios,
también deben ser nuestros amados (comp. 1 Jn. 5:1), por lo que debemos orar por su
liberación. Una fe activa puede regocijarse en lo que Dios ha dicho, incluso antes de que
Dios actúe, pues en Él no son dos cosas distintas el decir y el hacer, aun cuando lo sean en
nosotros. Pueden observarse algunas pequeñas variantes con respecto al Salmo 60, del que
están tomados los últimos ocho versículos de este salmo (véase el comentario a los salmos
57 y 60 para otros detalles). 1. En el v. 9, se lee a la letra:
«Sobre Filisteo daré vítores», mientras que en 60:9 dice (lit.): «Filisteo, ¡da vítores por
causa mía!» Comenta Maclaren: «La invitación a Filistea, que probablemente es un
sarcasmo, se transforma aquí en plena expresión de triunfo.» 2. En el v. 10, Cohén hace
notar que el vocablo hebreo para «fortificada», es diferente del de 60:10 (mibtsorene\ 108;
matsuren el 60). 3. En el v. 11, no aparece aquí explícito el pronombre «tú», mientras que
sí lo está en 60:11. Hay muchas otras variaciones de menor importancia, aunque
interesantes para los hebraístas. Para los vv. 12 y 13 —nota del traductor— M. Henry hace
aplicaciones que omitió en el Salmo 60 y ponemos a continuación: «Hemos de buscar la
ayuda de Dios, renunciando a toda confianza en las criaturas (v. 12, comp. con Jer. 17:5 y
ss.):
«Porque vana es la ayuda del hombre. Así lo es y, por consiguiente, estamos perdidos si tú
no nos ayudas; así lo comprendemos y, por eso, de ti dependemos para que nos socorras y
tenemos buenos motivos para hacerlo.» Hemos de poner lo que está de nuestra parte, pero
nada podemos de nosotros mismos; solamente con Dios haremos proezas (v. 13).

Salmos 109 (RV60) -Clamor de venganza


Salmo de David.
1 Oh Dios de mi alabanza, no calles;
2 Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí;
Han hablado de mí con lengua mentirosa;
3 Con palabras de odio me han rodeado,
Y pelearon contra mí sin causa.
4 En pago de mi amor me han sido adversarios;
Mas yo oraba.
5 Me devuelven mal por bien,
Y odio por amor.
6 Pon sobre él al impío,
Y Satanás esté a su diestra.
7 Cuando fuere juzgado, salga culpable;
Y su oración sea para pecado.
8 Sean sus días pocos;
Tome otro su oficio.
9 Sean sus hijos huérfanos,
Y su mujer viuda.
10 Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen;
Y procuren su pan lejos de sus desolados hogares.
11 Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene,
Y extraños saqueen su trabajo.
12 No tenga quien le haga misericordia,
Ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.
13 Su posteridad sea destruida;
En la segunda generación sea borrado su nombre.
14 Venga en memoria ante Jehová la maldad de sus padres,
Y el pecado de su madre no sea borrado.
15 Estén siempre delante de Jehová,
Y él corte de la tierra su memoria,
16 Por cuanto no se acordó de hacer misericordia,
Y persiguió al hombre afligido y menesteroso,
Al quebrantado de corazón, para darle muerte.
17 Amó la maldición, y ésta le sobrevino;
Y no quiso la bendición, y ella se alejó de él.
18 Se vistió de maldición como de su vestido,
Y entró como agua en sus entrañas,
Y como aceite en sus huesos.
19 Séale como vestido con que se cubra,
Y en lugar de cinto con que se ciña siempre.
20 Sea este el pago de parte de Jehová a los que me calumnian,
Y a los que hablan mal contra mi alma.
21 Y tú, Jehová, Señor mío, favoréceme por amor de tu nombre;
Líbrame, porque tu misericordia es buena.
22 Porque yo estoy afligido y necesitado,
Y mi corazón está herido dentro de mí.
23 Me voy como la sombra cuando declina;
Soy sacudido como langosta.
24 Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno,
Y mi carne desfallece por falta de gordura.
25 Yo he sido para ellos objeto de oprobio;
Me miraban, y burlándose meneaban su cabeza.(B)
26 Ayúdame, Jehová Dios mío;
Sálvame conforme a tu misericordia.
27 Y entiendan que esta es tu mano;
Que tú, Jehová, has hecho esto.
28 Maldigan ellos, pero bendice tú;
Levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo.
29 Sean vestidos de ignominia los que me calumnian;
Sean cubiertos de confusión como con manto.
30 Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca,
Y en medio de muchos le alabaré.
31 Porque él se pondrá a la diestra del pobre,
Para librar su alma de los que le juzgan.
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Comentario al Salmo 109
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Nota del traductor: Este salmo ha sido vehementemente criticado por las terribles
maldiciones de los vv. 6-19, que, aun dentro de la mentalidad del A.T., suenan demasiado
mal, especialmente si se acepta la autoría de David. Si se hace un cuidadoso análisis del
texto, es menester —como advierte Bullinger— rellenar una elipsis al final del v. 5, lo cual,
como en otros lugares, se hace añadiendo el verbo decir, del modo que veremos en su lugar.
Esto significa que el comentario de M. Henry a dichos versículos 6-19 no nos sirve, pues lo
supone en boca de David. Cohén hace notar que el salmista dice en el v. 28: «Maldigan ellos,
pero bendice tú», «y es natural entender sus palabras como referentes a las imprecaciones
que se hallan en el salmo. Serían extraordinarias (o "asombrosas") si procediesen de los labios
de alguien que se había entregado precisamente a una orgía de maldiciones».
I. El salmista clama pidiendo auxilio (vv. 1-5).
II. Imprecaciones de sus enemigos (vv. 6-19).
III. Apela él a la bondad de Dios (vv. 20-31).
Versículos 1-5
El inefable consuelo de todos los buenos es que, quienquiera esté contra ellos. Dios está
por ellos.
1. El salmista apela aquí al juicio de Dios (v. 1): «No calles, sino de tu presencia proceda
mi vindicación (17:2). No difieras hacer justicia, pues a ti apelo.» El título que da aquí a
Dios es: «Oh Dios de mi alabanza, esto es, el Dios a quien he alabado en el pasado por los
favores que me ha concedido.» En esa experiencia se apoya para acudir de nuevo a El.
2. Se queja de sus enemigos. (A) «Son malvados, que se deleitan en hacer el mal (vv. 2-5).
(B) Son engañadores (v. 2) en sus protestas de buena voluntad, mientras a mi espalda
hablan contra mí con lengua mentirosa. (C) Son injustos, pues pelean contra mí sin motivo
(v. 3); nunca les provoqué. (D) Son ingratos, pues me odian (v. 3) en pago de mi amor (v. 4)
y me devuelven mal por bien» (v. 5). Cuanto más bien les hacía, más mal tramaban contra
él.
3. Resuelve continuar en oración (v. 4b), no sólo para mantenerse en comunión con Dios,
sino también para interceder por sus enemigos.
Así lo sugiere la semejanza con 35:13, y la letra del original, pues dice: « Y yo (soy)
oración» (comp. con 120:7: «Yo (soy) paz.» Lit.). A pesar de ser adversarios suyos y tramar
toda clase de males contra él, él continuaba orando por ellos. Así lo hizo el Señor en la cruz
(Le. 23:34), y así debemos hacer nosotros con quienes nos odien y hagan el mal, no pecando
contra el Señor en cesar de orar por ellos (1 S. 12:23).
Versículos 6-19
Como ya insinuamos en la introducción del salmo, al final del v. 5 es preciso añadir el
gerundio «diciendo». Todo lo que sigue hasta el v. 19 inclusive, ha de entenderse como
puesto en boca de los enemigos del salmista. Las imprecaciones que dirigen contra él son
terribles:
1. Piden que sea entregado a un juez sin conciencia, impío, y que un acusador (hebreo,
satán) inclemente (comp. con Zac. 3:1) esté a su diestra; uno de sus peores adversarios (v.
4, donde sale el vocablo yisteneni, de la misma raíz).
2. Piden que sea condenado en el juicio, de forma que esto sea una prueba de que es
realmente culpable y, por eso, su oración no ha sido oída por Dios, sino «tenida por pecado»
(v. 7).
3. Piden que sea cumplida en él la sentencia de muerte (v. 8), de forma que se le acorte la
vida y pase a otro el oficio que, según ellos (vv. 16 y ss.), tan injustamente desempeñó. Con
el empleo, se llevarán también sus posesiones (ése es el sentido del vocablo en Is. 15:7),
con lo que su viuda y sus hijos quedarán, no sólo huérfanos, sino en la miseria, con todas las
terribles consecuencias que estos implacables enemigos contemplan y desean: sus hijos
mendigando, su hogar desolado (v. 10), el acreedor apoderándose de lo poco que les quede
y extraños gozando de los frutos del trabajo ajeno (v. 11), que nadie se apiade de ellos (v.
12) y que, finalmente, su posteridad quede exterminada en la segunda generación (v. 13).
Dice Kirkpatrick: «Un israelita, con su fuerte sentimiento de solidaridad familiar, anhelaba
sobrevivirse en sus descendientes; y la extinción de la familia era tenida por la más terrible
de las calamidades.»
4. Para justificar las terribles imprecaciones que lanzan contra él, se basan: (A) En la
injusta e infundada excusa de que no hacía sino pagar los crímenes de sus antepasados (vv.
14, 15), de acuerdo con Ex. 20:5, y piden que esos pecados no se borren de la memoria de
Dios ni del registro que Dios guarda de las acciones humanas (comp. con 51:1b). (B) En la
falsa imputación de que había abusado de su cargo para perseguir a los afligidos y
menesterosos (v. 16). Esto es lo que hizo Simeí contra David (2 S. 16:7, 8). (C) En la también
falsa imputación de que él acostumbraba maldecir a los pobres, hasta el punto de serle la
maldición como el vestido de cada día (vv. 17, 18); por lo que piden que sus maldiciones se
vuelvan contra él, cubriéndole como la ropa diaria (v. 19).
Versículos 20-31
1. El salmista reacciona contra estas calumniosas acusaciones, y comienza su defensa
exponiendo ante Dios lo que ellos desean. El v. 20 dice literalmente: «Esta (es) la obra
(que) mis adversarios (demandan) de Yahweh y los que hablan el mal contra mi alma.»
2. A continuación, pide a Dios: «Favoréceme en atención a tu nombre» (v. 21) y, más
detalladamente, en el v. 26: «Ayúdame, Yahweh Dios mío; sálvame conforme a tu amor
misericordioso.» Pide (v. 28): «Maldigan ellos, pero bendice tú.» Si Dios nos bendice, no nos
ha de importar que nos maldigan los hombres.
3. Expone ante Dios su triste situación (vv. 22-25). (A) Está pobre (lit.) y necesitado, con el
corazón herido (v. 22), no por conciencia de pecado, sino por la maldad de sus enemigos.
(B) Se siente cerca de la muerte («Me voy»), como la sombra cuando se alarga (lit. Comp.
102:11), y sacudido como la langosta (v. 23), que uno se sacude cuando se le pega al
vestido. (C) Se siente sumamente débil (v. 24): Las piernas le flaquean y todo su cuerpo
está macilento por falta de aceite, tan importante en la dieta de los orientales. Aun así, es
mejor tener un cuerpo macilento por el ayuno si el alma está ganando salud, que estar bien
cebados, como Israel, y tener el alma rebelde (Dt. 32:15).
4. Pide a Dios que sus enemigos sean avergonzados (v. 28), vestidos de ignominia (v. 29),
cubiertos de confusión como de un manto (v. 29b), de forma que su insensatez quede a la
vista de todos, pues el manto era la vestidura exterior. Si esa confusión les lleva al
arrepentimiento, no hay duda de que el salmista se verá satisfecho, pues eso es lo que
debemos pedir a Dios con respecto a nuestros enemigos.
5. Apela a la gloria de Dios y al honor de su nombre, como ya lo había hecho en el v. 21.
Allí había dicho: «Líbrame, porque tu amor misericordioso es bueno.» Y esto es lo que
quiere alabar (lit. dar gracias) en gran manera con su boca (v. 30), es decir, en voz alta y
públicamente. Y añade que tendrá buen motivo para ser agradecido a Dios, pues Dios
estaba a su diestra, no para acusarle, sino para protegerle (v. 31) y librarle de los que le
juzgaban, es decir, querían que se le condenara a muerte.

Salmos 110 (RV60) -Jehová da dominio al rey


Salmo de David
1 Jehová dijo a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
2 Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder;
Domina en medio de tus enemigos.
3 Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder,
En la hermosura de la santidad.
Desde el seno de la aurora
Tienes tú el rocío de tu juventud.
4 Juró Jehová, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec.
5 El Señor está a tu diestra;
Quebrantará a los reyes en el día de su ira.
6 Juzgará entre las naciones,
Las llenará de cadáveres;
Quebrantará las cabezas en muchas tierras.
7 Del arroyo beberá en el camino,
Por lo cual levantará la cabeza.
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Comentario al Salmo 110
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo es claramente mesiánico, y los mismos judíos así lo entendieron, pues cuando
Jesús propuso a los fariseos una pregunta sobre las primeras palabras del salmo, prefirieron
no responder, pues veían que, si decían la verdad, se volvería contra ellos mismos (Mt. 22:41
y ss.). Aquí Cristo, como Redentor nuestro, ejerce los oficios de profeta, sacerdote y rey.
I. Su oficio profetice (v. 2).
II. Su oficio sacerdotal (v. 4).
III. Su oficio regio (vv. 1, 3, 5, 6, 7).
Versículos 1-4
Hay quienes han llamado a este salmo «el credo de David», pues en él se hallan casi todos
los artículos de la fe cristiana. Si David, por fe en el Mesías que había de venir, así alabó a
Dios y se solazó a sí mismo, ¡cuánto más hemos de alabarle nosotros, al cantarlo, después de
cumplirse gran parte de lo que aquí se predice! Cosas gloriosas se dicen aquí de Cristo.
1. Es el Señor de David. Hemos de tomar buena nota de esto, pues el propio David nos lo
hace observar (Mt. 22:43): «David en el Espíritu le llama Señor.»
2. Es constituido Señor Soberano por el consejo y el decreto del mismo Dios (v. 1): «Yahweh
le dijo: Siéntate a mi diestra como rey», pues la frase indica en el invitado una dignidad
semejante a la del que invita (comp.l R.2:19;Ef. 1:20; Col. 3:1; He. 1:3,13; 8:1; 10:12; 1
P.3:22, entre otros lugares). Además, sentarse es postura de reposo, de gobierno y de juicio.
3. Todos sus enemigos han de servir un día de escabel de sus píes. Dice Cohén: «Es una
metáfora que indica la decisiva derrota de los enemigos, que tiene su origen en la costumbre
de poner el pie el vencedor sobre el cuello del general, o del rey, vencido» (Jos. 10:24). La
frase se aplica a Cristo en 1 Co. 15:25; Ef. 1:22; He. 2:8; 10:13, y está claro que esto se
refiere al futuro.
4. Ha de tener en este mundo un reino cuya capital será Sión (v. 4), desde donde Dios
mismo extenderá el cetro poderoso (lit. el cetro de tu fuerza) del Mesías. Allí ocupará el
trono de su padre David (Le. 1:32, 33).
«Domina en medio de tus enemigos» (v. 2b), son palabras del «oráculo» (lit. «Oráculo de
Yahweh a mi Señor»; v. 1) de Dios al Mesías. Esto no significa que ya comience a reinar, sino
que le da al futuro rey la certeza de que la victoria será suya.
5. Ha de tener gran número de voluntarios, enrolados en sus filas como soldados. Nota del
traductor: El v. 3 es muy difícil y se ha vertido e interpretado de muchísimas maneras. El
hebreo dice concisa y textualmente: «Tu pueblo (se ofrece) voluntariamente (v. Jue. 5:2) en
el día de tu proeza (o, de tus fuerzas movilizadas), en adornos de santidad, desde el seno,
desde el alba; para ti el rocío de tu juventud.» Con estos elementos textuales a la vista, y el
análisis del contexto, la Reina-Valera ofrece una espléndida versión, semejante a la V.A.
judía, la New International Versión y la NewAmerican Standard Translation. La Nueva Biblia
Española y la Biblia de Jerusalén corrigen el texto hebreo y marchan por derroteros
completamente distintos. Los detalles más interesantes para nuestro estudio son los
siguientes:
(A) Es su pueblo, los suyos, los que se ofrecen voluntariamente (lit. [son] voluntariedades)
para seguir al Mesías. Cristo no quiere soldados forzados.
(B) Que se le ofrecerán en el día de su proeza. Esto puede entenderse de dos maneras: (a)
En un día (o fecha) determinado, cuando el Mesías derrote definitivamente a sus enemigos
(v. Ap. 19:14-21). Esto —en opinión del traductor— cuadra bien, no sólo en el contexto de
este salmo, sino también en el del Salmo 2. (b) En una época entera. Dice el doctor Ryrie
sobre este versículo. «El sentido es éste: durante el Milenio, el pueblo de Dios se enrolará
voluntariamente en torno al Mesías, quien los guiará con vigor constantemente renovado.»
(C) Los adornos de santidad, o santos arreos (comp. 29:2; 96:9) nos recuerdan que Israel era
un reino de sacerdotes; también lo es la Iglesia (1 P 2:9; Ap. 1:6), aunque las armas de
nuestra milicia son espirituales, como lo son los sacrificios que ofrecemos a Dios (Ro. 12:1;
He. 13:15,16). Vestidos de santidad interior, no de arreos exteriores, hemos de ministrar, no
por delegación en una casta, como el Israel de antaño y la Iglesia Romana de hogaño, sino
todos y cada uno de los creyentes. La santidad es la librea de los soldados de Cristo.
(D) La mención del rocío nos lleva a Miq. 5:7, donde se dice del «remanente de Jacob» que
será como rocío de Yahweh. Dice Cohén: «El rocío cae al rayar el alba, la cual es llamada
poéticamente su madre. Es una metáfora de frescura y se aplica bellamente a los jóvenes
del reino que llenan las filas del ejército.» Mucho alegra ver a los jóvenes recibir a Cristo y
estar dispuestos a servirle de todo corazón y con todo el vigor de su juventud.
6. No sólo será rey, sino también sacerdote (v. 4). Yahweh lo juró (hizo de ello un decreto
inalterable) y no se arrepentirá, es decir, no revocará el edicto. Cristo es sacerdote para
siempre (comp. con He. 5:6; 6:20; 7:17, 21, 24), y aunque ofreció su sacrificio una sola vez
(He. 9:28; 10:12), vi ve siempre para interceder (He. 7:25), que es la función primordial del
sacerdote. Y es sacerdote, no según el orden de Aarón, pues Cristo no era de la tribu de
Leví, sino según el orden de Melquisedec, anterior y superior (y a perpetuidad) al de Aarón,
como comenta el autor de Hebreos en el cap. 5.
Versículos 5-7
Aquí tenemos a nuestro gran Redentor:
1. Derrotando a sus enemigos (vv. 5, 6) completamente.
(A) El Señor (hebr. Adonay), el Soberano de cielos y tierra, está a la diestra del Mesías para
asegurarle la victoria, y aplastará (lit. aplastó, pretérito profetice) a los reyes que se le
opondrán. Esto se refiere especialmente a la batalla de Armagedón (Ap. 19:15), donde se
menciona expresamente la ira del Dios Todopoderoso.
(B) Siempre con el poder de Yahweh, el Mesías (como vemos por todas las referencias del
N.T., especialmente Jn. 5:20, 27) juzga a las naciones (v. 6), es decir, pronuncia sentencia
contra ellas, y ejecuta la sentencia, como declara expresamente el resto del versículo. Hace
notar Cohén que, en lugar del verbo ordinario shafat, el texto usa din que, aquí, como en
todas partes, no significa oír una causa, sino pronunciar sentencia en un caso ya decidido
(comp. Gn. 49:16). Y añade: «En el presente pasaje, las naciones quedan convictas como
culpables de agresión, y Dios va a ejecutar su juicio sobre ellas.» No es un juicio sumarísimo,
que da paso a una ejecución militar sin pruebas suficientes, sino un caso bien probado y
examinado en el tribunal de Dios, al que nada se le oculta y quien es infinitamente justo.
2. Animando a los suyos (v. 7). El sujeto de los verbos de este versículo ya no es Dios, sino
el propio Mesías. «Beber del arroyo» no indica ninguna humillación; no puede aplicarse, sin
violentar el texto, a la copa amarga que el Salvador hubo de apurar. La imagen es la del
conquistador que persigue a sus enemigos derrotados y, cansado y sediento, se para un
momento a refrescarse de paso en un arroyo, a fin de continuar su persecución con renovado
vigor. No se puede pasar por alto el hecho de que el verbo en futuro (yarim), no está en
forma Qal, sino Hifil, por lo que significa literalmente «hará levantarla cabeza» (señal de
victoria final). La victoria del Mesías no es sólo para sí, sino también para todos los
redimidos. Dice Arconada: «Él y los suyos irán con la cabeza erguida.» Comenta
devocionalmente M. Henry: «Cuando murió, inclinó la cabeza (Jn. 19:30), pero luego la
levantó, por su propio poder, en la resurrección.»

Salmos 111 (RV60) -Dios cuida de su pueblo


Aleluya.
1 Alabaré a Jehová con todo el corazón
En la compañía y congregación de los rectos.
2 Grandes son las obras de Jehová,
Buscadas de todos los que las quieren.
3 Gloria y hermosura es su obra,
Y su justicia permanece para siempre.
4 Ha hecho memorables sus maravillas;
Clemente y misericordioso es Jehová.
5 Ha dado alimento a los que le temen;
Para siempre se acordará de su pacto.
6 El poder de sus obras manifestó a su pueblo,
Dándole la heredad de las naciones.
7 Las obras de sus manos son verdad y juicio;
Fieles son todos sus mandamientos,
8 Afirmados eternamente y para siempre,
Hechos en verdad y en rectitud.
9 Redención ha enviado a su pueblo;
Para siempre ha ordenado su pacto;
Santo y temible es su nombre.
10 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;
Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos;
Su loor permanece para siempre.
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Comentario al Salmo 111
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este Salmo, de autor anónimo, fue redactado, con la mayor probabilidad, tras el retorno de
Babilonia. Está dispuesto en forma de acróstico, comenzando cada medio versículo con una
letra del alfabeto hebreo, menos los vv. 9 y 10, que contienen tres letras cada uno. El
salmista, al exhortar a los demás a alabar y dar gracias a Dios: I. Se pone a sí mismo por
ejemplo (v. 1). II. Saca de las obras de Dios materia de alabanza y acción de gracias (vv. 2-
9). III. Como el modo más aceptable de alabar a Dios, recomienda un santo temor a Él y una
concienzuda obediencia a sus mandamientos (v. 10).
Versículos 1-5
1. El salmista, después de la invitación general (del cantor oficial) a alabar a Dios:
«Aleluya» (hebr. Hallelu-Yah = Alabad a Yah), continúa él en primera persona: «Daré
gracias (lit.) a Yahwehcon todo el corazón» (v. 1), y lo va a hacer en la asamblea y como
miembro de toda la familia israelita (v. Ib). Debemos alabar a Dios en público y en privado,
en la iglesia y en familia.
2. Luego nos recomienda las obras de Yahweh como el tema apropiado de nuestras
meditaciones cuando estamos alabándole: (A) Las obras de Dios son grandes (v. 2), como lo
es Él. No hay en ellas nada vil ni trivial, pues son producto de su sabiduría y de su poder
infinitos. (B) Son dignas de meditarse por cuantos en ellas se complacen (v. 2b). Quienes se
complacen en las obras de Dios no se contentarán con una visión transitoria y superficial de
las mismas, sino que las escudriñarán con todo esmero y diligencia. Al estudiar la historia
natural y la historia política, descubrimos el esplendor y la majestad (comp. 104:1, donde
se dice que Dios se ha vestido de esos atributos) de su obra (v. 3), donde vemos un vocablo
diferente del v. 2, dando a entender que su Providencia (hebr. paaló, en lugar del maasey
del v. 2) con respecto a los hombres revela dichas cualidades. (C) La eterna característica
de esta «obra» es su justicia (v. 3b). (D) Sus obras portentosas son memorables, esto es,
dignas de recordarse (v. p. ej., Ex. 12:14). Mucho de lo que nosotros hacemos merece
únicamente el olvido, pero toda obra de Dios es digna de buen recuerdo. (E) En ellas
muestra Dios su carácter; clemente y misericordioso (Ex. 34:6; Sal. 103:8). Da alimento a
los que le temen, pues se acuerda para siempre de su pacto con los patriarcas (v. 5). Hace
notar Cohén que el vocablo usado aquí para «alimento» significa de ordinario la presa de las
fieras, pero lo escogió el salmista para conservar el acróstico.
Versículos 6-10
1. El salmista da ahora gloria a Dios por las grandes cosas que ha hecho a favor de su
pueblo Israel (v. 6): «E/ poder de sus obras (hebr. maasaiv) manifestó a su pueblo, dándole
la heredad de las naciones es decir, de los habitantes de Canaán, a quienes desposeyó de su
país para entregarlo a su pueblo. «Redención ha enviado a su pueblo», dice después (v. 9),
refiriéndose, tanto al Éxodo como al regreso de la cautividad de Babilonia, con lo que se
muestra una vez más la fidelidad de Dios a su pacto (v. 9b). Estas redenciones eran tipo de
la gran redención, que, en la plenitud de los tiempos, había de llevarse a cabo por el Señor
Jesucristo.
2. También glorifica el salmista a Dios por la estabilidad de su palabra y de sus obras, con
lo que nos asegura de lo que todavía ha de llevar a cabo en el futuro. (A) Lo que Dios ha
hecho, nunca se deshará por sí mismo, ni lo desharán los hombres o los demonios (v. 7),
pues se apoya en la verdad y en la justicia, no en la arbitrariedad. (B) Lo que Dios ha dicho,
nunca lo va a desdecir (vv. 7b, 8): «Todos sus preceptos son fidelidades (lit.), establecidos
(afianzados) a perpetuidad y eternamente (con validez eterna), pues han sido dados por
Dios sobre las normas de la verdad (el vocablo hebreo es de la misma raíz que las
fidelidades del v. 7) y de la rectitud, de lo que es recto, sin torceduras. La verdad y el bien
son las bases sobre las que actúa la omnipotencia de Dios.
3. Finalmente, da gloria a Dios por el establecimiento de los primeros principios en que
debe apoyarse la verdadera religión. Puesto que las obras de Dios han mostrado que su
nombre (Dios mismo) es santo y temible (que infunde un santo pavor), el principio capital
(hebr. reshith; el mismo vocablo de Gn. 1:1) de la sabiduría verdadera es el temor
reverencial de Yahweh (v. 10). Sin temor de Dios, el hombre no tiene base sólida para ser
sabio. La frase se repite en Pr. 1:7; 9:10 con algunas variantes que examinaremos allí. Y así
como la sabiduría engendra buen entendimiento, así también el temor de Dios se muestra
en la obediencia de sus preceptos, pues todos los que lo practican (lit.) demuestran tener
ese buen entendimiento. Gran motivo tenemos para alabar por siempre a Dios (v. 10c), por
haber puesto así a los hombres en tan buen camino hacia la felicidad.

Salmos 112 (RV60) - Prosperidad del que teme a Jehová


Aleluya.
1 Bienaventurado el hombre que teme a Jehová,
Y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
2 Su descendencia será poderosa en la tierra;
La generación de los rectos será bendita.
3 Bienes y riquezas hay en su casa,
Y su justicia permanece para siempre.
4 Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos;
Es clemente, misericordioso y justo.
5 El hombre de bien tiene misericordia, y presta;
Gobierna sus asuntos con juicio,
6 Por lo cual no resbalará jamás;
En memoria eterna será el justo.
7 No tendrá temor de malas noticias;
Su corazón está firme, confiado en Jehová.
8 Asegurado está su corazón; no temerá,
Hasta que vea en sus enemigos su deseo.
9 Reparte, da a los pobres;
Su justicia permanece para siempre;
Su poder será exaltado en gloria.
10 Lo verá el impío y se irritará;
Crujirá los dientes, y se consumirá.
El deseo de los impíos perecerá.
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Comentario al Salmo 112
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Este salmo se parece al anterior en dos detalles importantes: está también redactado en
forma acróstica, y desarrolla el tema del último versículo del salmo 111: el temor de Dios es
el camino hacia la prosperidad verdadera. El salmista describe:
I. El carácter de la persona recta (v. 1).
II. Las bendiciones de los rectos (vv. 2-9).
III. La miseria de los malvados (v. 10).
Versículos 1-5
Como en el salmo anterior, vemos primero el llamamiento general que el levita cantor
encargado de comenzar el servicio hacía a todos para alabar a Dios: Hallelu-Yah = «Alabad a
Yah», pero, en lugar de pasar él mismo a dar gracias al Señor (comp. con 111:1), va a
describir:
1. El carácter de aquellos a quienes llama «dichosos». (A) Tal es el que (eme a Yahweh y se
deleita (v. l.Comp. con 1:2; 111:2) en gran manera en ¡os mandamientos de Dios,
mostrando así que su temor no es el del esclavo, sino el del hijo. Los lleva en el corazón y,
por eso, no le resultan gravosos, pesados (v. 1 Jn. 5:3; comp. con Mt. 11:30). (B) Llama
«dichoso» y «bendito» (v. 2b) al recto, al que en todo procede con rectitud, sin hipocresía,
leal hacia Dios y los hombres. No hay verdadera religión sin sinceridad. (C) Una muestra de
esta rectitud es su beneficencia (v. 5): Está dispuesto a hacer favores (lit.) y a prestar al
necesitado, pues es favorecedor, compasivo y justo (v. 4b. Lit.). A veces, hay más caridad
en prestar que en dar, pues así se estimula al prójimo a ser honrado y trabajador.
2. La dicha de los que poseen ese carácter recto. (A) Su posteridad será poderosa en la
tierra (v. 2). Además de ser ellos mismos bendecidos abundantemente por Dios, sus
descendientes gozarán también de las bendiciones a que sus padres se hicieron, de algún
modo, acreedores con sus virtudes (comp. 25:13). «Poderosa» significa aquí «próspera» (el
vocablo hebreo fue escogido aquí para que tuviese cabida en el acróstico). (B) Además de la
prosperidad material, serán bendecidos con prosperidad espiritual, lo cual es mucho mejor,
pues la gracia es mejor que el oro, y la justicia permanece para siempre (v. 3b). (C)
Tendrán consuelo en las aflicciones, pues, aun cuando participen de las calamidades
comunes a todos los hombres, el Señor será para ellos luz (v. 4, comp. con 97: 11; Miq.
7:8); más aún, puesto que ellos participan del carácter de Dios («favorecedor, compasivo y
justo»; v. 4b), también ellos serán hijos de luz (1 Ts. 5:5), como el Dios que es luz (1 Jn.
1:5). (D) Tendrán la sabiduría necesaria para administrar con tino los asuntos de la vida
diaria: «Gobierna sus asuntos con juicio» (v. 5b), es decir, con tacto, rectitud y
consideración.
Versículos 6-10
1. La satisfacción y estabilidad de los santos (v. 6): «No será zarandeado jamás», puesto
que: (A) Disfrutará de una buena y segura reputación, pues sus obras le habrán ganado un
recuerdo duradero (v. 6b). Cuando el Señor se manifieste, tendrán alabanza, gloria y honra
(1 P. 1:7). Se recordará, sobre todo, su generosidad (v. 9): «Reparte, da a los pobres.»
Emplea su dinero en causas dignas. (B) Aunque sufra adversidades, no le quitarán la calma,
pues su confianza en Dios le ayudará a sobrellevarlas con fortaleza de ánimo (vv. 7b, 8).
Quien teme a Dios, no teme a nadie ni nada más. La fe en Dios es el remedio más eficaz
para afianzar el ánimo. No es extraño que tal hombre pueda mirar a sus adversarios (v. 8b.
Lit.) con mirada de superioridad y victoria (comp. con 92:11).
2. La insatisfacción y miseria de los malvados (v. 10). Dos cosas les atormentarán: (A) La
felicidad de los rectos. Les irritará ver (el mismo verbo del v. 8b) que aquellos a quienes
odiaban, tenían en poco y trataban de arruinar, son los favoritos del Cielo y les miran con
dominio (49:14). (B) Su propia miseria, pues lo que tanto deseaban y de lo que se habían
apoderado por medios injustos, perecerá, les será arrebatado.

Salmos 113 (RV60) -Dios levanta al pobre. Aleluya

1 Alabad, siervos de Jehová,


Alabad el nombre de Jehová.
2 Sea el nombre de Jehová bendito
Desde ahora y para siempre.
3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone,
Sea alabado el nombre de Jehová.
4 Excelso sobre todas las naciones es Jehová,
Sobre los cielos su gloria.
5 ¿Quién como Jehová nuestro Dios,
Que se sienta en las alturas,
6 Que se humilla a mirar
En el cielo y en la tierra?
7 El levanta del polvo al pobre,
Y al menesteroso alza del muladar,
8 Para hacerlos sentar con los príncipes,
Con los príncipes de su pueblo.
9 El hace habitar en familia a la estéril,
Que se goza en ser madre de hijos.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 113
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es el primero de los que se cantaban en varias fiestas judías. Dice Arconada:
«Se recitaban divididos en dos partes: 113, 114 antes de beber la segunda copa, 115-118
después de llena la cuarta, hacia el fin de la cena". Comienza y termina con «aleluya
«.Aquí: I. Se nos urge a alabar a Dios (vv. 1-3). II Se nos da materia para alabarle (vv. 4-9).
Versículos 1-9
1. La invitación a glorificar a Dios se hace aquí:

(A) Con mucha insistencia (vv. 1-3): «Alabad... Alabad... Sea bendito... Sea alabado...»
(B) Con gran extensión. Aunque la expresión «siervos de Yahweh» (v. 1) parezca referirse al
pueblo de Israel, el v. 3 no deja lugar a dudas de que el llamamiento es dirigido a todos los
habitantes del orbe; y con toda razón, pues en todo el orbe brillan las pruebas del poder, la
bondad y la sabiduría de Dios.
2. Se nos instruye a continuación sobre los motivos de tal alabanza.

(A) La excelsitud de Dios (vv. 4, 5, comp. con 99:1-3). Frente a Dios, las naciones le son
como la gota de agua en un cubo, como menudo polvo en las balanzas... Como nada son
todas las naciones delante de Él (Is. 40:15, 17). Su gloria, que los cielos declaran (19:1) está
sobre los cielos (v. 4b), pues los cielos sólo pueden ofrecernos una pobre impresión de la
trascendente gloria de Dios.
(B) La condescendencia de Dios (vv. 6-9). Este mismo Dios que está entronizado en lo alto
(lit. que está en lo alto para habitar), como dice el v. 5b, se humilla (v. 6. Lit. baja) a
mirar. Aunque su gloria está sobre los cielos (v. 4b), a nadie desestima (Job 36:5).
Considerando las infinitas perfecciones de Dios y su plena autosuficiencia para ser, vivir y
ser feliz, ciertamente debería llenarnos de asombro la condescensión de Dios al bajarse a
mirar, a ocuparse con amor de sus criaturas y, sobre todo, a encarnarse en una naturaleza
humana como la nuestra (Fil. 2:5-8), para buscar y salvar lo perdido (Le. 19:10). Su mirada,
que todo lo ve y lo cuida, nos enseña que este mundo no está gobernado por el curso de la
naturaleza, sino por el Dios de la naturaleza, quien se deleita en hacer cosas que no
esperábamos de Él. Él levanta del polvo (donde se sentaba en señal de duelo; comp. Is.47:l)
al pobre (hebreo, dal, el que se ha empobrecido por enfermedades o reveses de la fortuna),
y al menesteroso (hebreo, ebyón) alza del muladar (la basura sobre la que estaba sentado
Job. V. Job 2:8), para hacerlos sentar con los príncipes (vv. 7, 8, citados de 1 S. 2:8). Dios
se fija en lo pequeño (v. Le. 1:48; 1 Co. 1:27, 28). Recuérdense, entre otros, los casos de
José (de la cárcel, al gobierno), de Gedeón (del trillo, al liderato), de Saúl (de buscar asnas,
al trono), de David (de pastorcillo, a rey), de los apóstoles (de pescadores de peces, a
pescadores de hombres), etc. En cuanto a las mujeres, casi siempre han sido antes estériles
las madres de los grandes personajes de la Biblia (v. 9, comp. con 1 S. 2:5): Sara, Rebeca,
Raquel, Ana la madre de Samuel, la madre de Sansón, y así hasta llegar a Elizabet la madre
del Bautista (Le. 1:7). En todas ellas se fijó especialmente Dios, para quitarles el oprobio
entre los hombres (Le. 1:25).
Salmos 114 (RV60) -Las maravillas del Exodo

1 Cuando salió Israel de Egipto,


La casa de Jacob del pueblo extranjero,
2 Judá vino a ser su santuario,
E Israel su señorío.
3 El mar lo vio, y huyó;
El Jordán se volvió atrás.
4 Los montes saltaron como carneros,
Los collados como corderitos.
5 ¿Qué tuviste, oh mar, que huiste?
¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás?
6 Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros,
Y vosotros, collados, como corderitos?
7 A la presencia de Jehová tiembla la tierra,
A la presencia del Dios de Jacob,
8 El cual cambió la peña en estanque de aguas,
Y en fuente de aguas la roca.
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Comentario al Salmo 114
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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De este salmo dice Cohén: «Desde el punto de vista de la poesía, este salmo es una lírica
de extraordinaria belleza. En construcción y lenguaje, está entre los más hermosos del
Salterio. Puede ser considerado como un comentario sobre los últimos versículos del salmo
precedente y suministra la suprema ilustración histórica de la tesis que allí se sostiene.
Nunca deben olvidar los israelitas: I. Que fueron sacados de la esclavitud (v. 1). II. Que Dios
puso su tienda de campaña entre ellos (v. 2). III. Que dividió delante de ellos las aguas del
mar Rojo y del Jordán (vv. 3,5). IV. Que la tierra tembló al ser dada la Ley, cuando Dios
descendió al Sinay (vv. 4, 6, 7). V. Que Dios les dio agua de la roca (v. 8).
Versículos 1-8
El salmista recuerda aquí los días de antaño y los portentos que los antepasados refirieron
(Jue. 6:13).
1. Dios sacó a Israel, con mano fuerte y brazo extendido, de la casa de esclavitud (v. I):
«Israel salió de Egipto, no de una forma clandestina, sino en marcha notoria y triunfal. De
un pueblo extraño (lit.), es decir, de lengua extraña.» Comenta Kirkpatrick: «La tiranía de
los opresores parecía agravarse por la barrera que la diferencia de lenguaje ponía entre
ellos y sus victimas.»
2. Dios mismo estableció su constitución estatal y religiosa (v. 2):
«Judá vino a ser su santuario, aun después de la división del reino tras la muerte de
Salomón, pero Israel (el reino del norte, aun cuando aquí son equivalentes en el paralelismo
poético) siguió siendo dominio de Yahweh, y Yahweh siguió siendo su Rey.» En el santuario
les dio señales especiales de su presencia entre ellos, y de ellos esperó especiales señales
de su homenaje y devoción, en adoración a El y obediencia a su santa ley.
3. El Mar Rojo fue dividido delante de ellos, para librarles a ellos y destruir a sus enemigos;
y el Jordán, al entrar en Canaán (v. 3). Campean las figuras poéticas de interrogación y
prosopopeya, cuando el salmista se dirige al mar, al Jordán y a los montes: «¿Qué te pasó?»
(v. 5. Lit. «¿Qué a ti?»). La respuesta se halla en el v. 7: «A la presencia de Yahweh, etc.»
Cuando Dios decide salvar a su pueblo, no hay elemento creado que se le resista. Esto
puede aplicarse:
(A) A la plantación del Evangelio en el mundo: ¿Qué les pasó a los poderes de las tinieblas,
cuando les fue arrebatado su dominio sobre los hombres? (v. Mr. 1:34). ¿Qué les pasó a los
oráculos paganos, que se quedaron sin voz al empuje del cristianismo? ¿Qué les pasó y, en
especial, qué les pasará a los perseguidores del pueblo de Dios, cuando busquen refugio
bajo los montes y las peñas? (Ap. 6:16; comp. con Os. 10:8; Le. 23:30).
(B) A la obra de la gracia en el corazón humano. ¿Qué es lo que le pasa a un corazón
compungido, es decir, penetrado por el punzón del mensaje (Hch. 2:37), para dejar la
corriente del pecado (Ef. 2:2; 1 P. 4:3, 4) y que toda la persona sea un hombre nuevo? A la
presencia de Dios y a su obra en la mente y el corazón del hombre se debe el derribo de
argumentos y de toda altivez, y el cautiverio de todo pensamiento a la obediencia de
Cristo (2 Co. 10:5).
4. La tierra tembló y se estremeció cuando Dios descendió al Sinay para dar su ley. Los
montes brincaron como cameros y las colinas como ovejitas (vv. 4 y 6. Lit.), cuando son
asustadas o cuando juguetean. El salmista cambia, en el v. 7, su interrogación en apostrofe:
«A la presencia de Yahweh, ¡tiembla tierra!» (lit.).
5. Dios les proveyó de agua, cambiando la peña en estanque (v. 8). El mismo poder infinito
que convirtió las aguas en un muro para que Israel pasara a pie enjuto (Ex. 14:22), convirtió
la roca en fuente de aguas para Israel. Así como fueron protegidos con milagros, así también
fueron alimentados por milagros. «Y aquella roca era Cristo.» (1 Co. 10:4), el dador del
agua viva (Jn. 4:10 y ss.; 7:37-39)

Salmos 115 (RV60) --Dios y los ídolos

1 No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros,


Sino a tu nombre da gloria,
Por tu misericordia, por tu verdad.
2 ¿Por qué han de decir las gentes:
¿Dónde está ahora su Dios?
3 Nuestro Dios está en los cielos;
Todo lo que quiso ha hecho.
4 Los ídolos de ellos son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
5 Tienen boca, mas no hablan;
Tienen ojos, mas no ven;
6 Orejas tienen, mas no oyen;
Tienen narices, mas no huelen;
7 Manos tienen, mas no palpan;
Tienen pies, mas no andan;
No hablan con su garganta.
8 Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y cualquiera que confía en ellos.
9 Oh Israel, confía en Jehová;
El es tu ayuda y tu escudo.
10 Casa de Aarón, confiad en Jehová;
El es vuestra ayuda y vuestro escudo.
11 Los que teméis a Jehová, confiad en Jehová;
El es vuestra ayuda y vuestro escudo.
12 Jehová se acordó de nosotros; nos bendecirá;
Bendecirá a la casa de Israel;
Bendecirá a la casa de Aarón.
13 Bendecirá a los que temen a Jehová,
A pequeños y a grandes.
14 Aumentará Jehová bendición sobre vosotros;
Sobre vosotros y sobre vuestros hijos.
15 Benditos vosotros de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
16 Los cielos son los cielos de Jehová;
Y ha dado la tierra a los hijos de los hombres.
17 No alabarán los muertos a JAH,
Ni cuantos descienden al silencio;
18 Pero nosotros bendeciremos a JAH
Desde ahora y para siempre.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 115
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Muchas versiones antiguas, especialmente los LXX y la Vulgata Latina, unen este salmo con
el que le precede; pero en el hebreo es un salmo distinto. En él se nos enseña a dar gloria:
I. A Dios, no a nosotros (v. 1). II. A Dios, no a los ídolos (vv. 2-8). Y hemos de darle gloria:
1. Confiando en Él, en sus promesas y bendiciones (vv. 9-15).
2. Bendiciéndole (vv. 16-18).
Versículos 1-8
1. Aquí se excluye para siempre la jactancia (v. 1). No permitamos que la opinión de
nuestros propios méritos tenga cabida en nuestras oraciones ni en nuestras alabanzas, sino
que tanto las unas como las otras se centren en la gloria de Dios. Todo el bien que hacemos
es hecho con el poder de su gracia, y todo el que tenemos es un regalo de su pura
misericordia; por tanto Él debe tener toda nuestra alabanza. Todos nuestros cánticos deben
ir acompañados de esta melodía: «¡No a nosotros, Yahweh, no a nosotros, sino a tu nombre
da toda la gloria!» (v. 1).Este debe ser el fin supremo y último de todas nuestras oraciones,
por lo que lo puso el Señor en la primera petición del Padrenuestro: «Santificado sea tu
nombre.» La segunda parte del versículo apela al amor y a la verdad de Dios, ya que tales
atributos sufrirían mengua si Dios no los ejercitase en los momentos de apuro de su pueblo.
2. Se silenciará así, de una vez por todas, el improperio de los paganos, quienes decían de
los israelitas: «¿Dónde, ahora, está su Dios?» (v. 2). «Ahora» no es aquí adverbio de tiempo;
equivale a «que lo digan»). A esto responde el salmista:
(A) «Nuestro Dios está en los cielos» (v. 3), donde nunca han estado los ídolos de los
paganos; en los cielos y, por tanto, oculto a nuestra vista; es espiritual, incorpóreo (Jn.
4:24); pero, aunque es inaccesible, se le conoce por sus obras; tiene el poder de hacer
cuanto quiere (v. 3b), mientras que los ídolos son figuras inertes.
(B) Vuelve contra ellos mismos la pregunta, pues viene a decir: «¿Y en qué consisten
vuestros dioses?» Son meras imágenes de madera, recubierta de plata u oro (v. 4, comp. con
Hab. 2:19), y son hechura de manos humanas (comp. con Dt. 4:28; Is. 44:10-20; Hch. 19:26).
«Un artífice lo hizo, no es Dios», dice Oseas del becerro de oro (Os. 8:6). Los pintores y
escultores les hacían boca, ojos, orejas, narices, manos y pies, pero de nada les servían,
pues, siendo figuras inertes, ni podían dar oráculos (v. 5); los falsificaban sus sacerdotes; ni
podían ver (v. 5b) las postraciones ni las necesidades de sus adoradores; tampoco podían oír
(v. 6) las oraciones que se les dirigían, aunque las hiciesen en voz muy alta (v. 1 R. 18:27-
29); ni podían oler (v. 6b) el perfume del incienso, por muy fuerte y suave que fuese; ni
podían palpar (v. 7) los dones que se les presentaban; mucho menos, dar dones a quienes
los pidiesen. De nada les sirven los pies, pues no andan (v. 7b) y, por tanto, no pueden dar
un paso para aliviar a quienes les piden socorro. Ni aun pueden dar con su garganta sonidos
inarticulados (v. 7c).
(C) El salmista prorrumpe a continuación (según la versión más probable del futuro hebreo)
en una imprecación: «¡Como ellos sean los que los hacen! ¡Todo el que en ellos confía!»
Ciertamente merecen quedar privados de sus facultades quienes ponen su confianza en esas
figuras inertes, que no ayudan a nadie ni pueden ayudarse a sí mismas. Dice Maclaren: «Los
hombres hicieron dioses a su propia imagen y esos ídolos, una vez hechos, los hicieron a
ellos a imagen suya.» Al adorar a esta especie de muñecos de madera y metal, los hombres
se hacen cada vez más estúpidos, se apartan de todo lo que es espiritual y se van hundiendo
cada vez más en el fango de los sentidos corporales.
Versículos 9-18
1. Ahora se nos exhorta a todos (aunque a Israel en directo) a poner nuestra confianza en
Dios y a no dejar que esa confianza sea sacudida por los improperios que se nos dirijan en
medio de nuestras adversidades y aflicciones (v. 9). Así como es una insensatez confiar en
los ídolos, es prueba de gran sabiduría confiar en el Dios vivo, pues Él es ayuda y escudo,
socorro y defensa, de los que confían en Él (comp. 33:20; Dt. 33:29). El hebreo dice, en v.
9b: «¡Él es su auxilio y su escudo!» El cambio de persona se debe a que esta parte del
versículo constituye la respuesta coral a la invitación hecha por el director del canto en la
primera parte. Lo mismo ha de leerse en los vv. 10 y 11. Como en 118:2-4 y 135:19-21 (aquí,
con la adición de Leví), se invita a tres clases de oyentes: a los israelitas en general, a los
sacerdotes en particular y, probablemente, a los gentiles piadosos que venían al templo de
Jerusalén para adorar al verdadero Dios (1 R. 8:41; Is. 66:6). De seguro que el Dios viviente
les oirá a todos y les responderá.
2. Se nos anima grandemente a confiar en Dios, porque Yahweh se acordó de nosotros (v.
12). Todos nuestros consuelos se derivan de los pensamientos que Dios tiene acerca de
nosotros. Él se ha acordado de nosotros, aunque nosotros nos hemos olvidado de El. Y, de lo
que ha hecho por nosotros, podemos inferir: «Nos bendecirá.» Ha prometido hacerlo así. De
ello está seguro el salmista. Bendecirá (vv. 12, 13) a los tres grupos de personas, a las que
exhortó antes (vv. 9-11) a confiar en Yahweh (comp. Hch. 10:34,35); «a los pequeños y a los
grandes» no indica diferencia de edad ni de estatura, sino de posición social: los pobres y
los ricos. El v. 14 se traduce mejor en optativo «Yahweh os acreciente a vosotros y a
vuestros hijos», «una oración —dice Cohén— de especial significado para los que regresaron
a fijar de nuevo su residencia en Judea, quienes eran entonces muy pocos numéricamente
». Las bendiciones de Dios van siempre en aumento para los que las reciben con gratitud
(comp. con Pr. 4:18), y en eso se ve que ellos son el linaje que Yahweh ha bendecido (Is.
61:9).
3. Se nos estimula a alabar a Dios con el ejemplo del salmista, quien concluye con una
resolución de perseverar en sus alabanzas a Dios. Él hizo los cielos y la tierra; el Cielo es su
morada, desde la que rige los destinos de los hombres; la tierra la ha dado a los hombres
para que la dominen, la trabajen y la utilicen (Gn. 1:26, 28; Sal. 8:6-8) y en ella decidan su
destino como personas. Y aquí, en esta tierra, es donde hemos de alabar a Dios para
siempre (v. 18, comp. con 86:12), es decir, mientras vivamos, pues los muertos, los que
bajan al silencio (v. 17, comp. con 94:17), es decir, al Seol, ya no pueden alabar a Dios.
Recordemos que las ideas del A.T. sobre las realidades de ultratumba distaban mucho de la
revelación del N.T. a este respecto.

Salmos 116 (RV60) --Acción de gracias por haber sido librado de la muerte

1 Amo a Jehová, pues ha oído


Mi voz y mis súplicas;
2 Porque ha inclinado a mí su oído;
Por tanto, le invocaré en todos mis días.
3 Me rodearon ligaduras de muerte,
Me encontraron las angustias del Seol;
Angustia y dolor había yo hallado.
4 Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:
Oh Jehová, libra ahora mi alma.
5 Clemente es Jehová, y justo;
Sí, misericordioso es nuestro Dios.
6 Jehová guarda a los sencillos;
Estaba yo postrado, y me salvó.
7 Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
Porque Jehová te ha hecho bien.
8 Pues tú has librado mi alma de la muerte,
Mis ojos de lágrimas,
Y mis pies de resbalar.
9 Andaré delante de Jehová
En la tierra de los vivientes.
10 Creí; por tanto hablé,
Estando afligido en gran manera.
11 Y dije en mi apresuramiento:
Todo hombre es mentiroso.
12 ¿Qué pagaré a Jehová
Por todos sus beneficios para conmigo?
13 Tomaré la copa de la salvación,
E invocaré el nombre de Jehová.
14 Ahora pagaré mis votos a Jehová
Delante de todo su pueblo.
15 Estimada es a los ojos de Jehová
La muerte de sus santos.
16 Oh Jehová, ciertamente yo soy tu siervo,
Siervo tuyo soy, hijo de tu sierva;
Tú has roto mis prisiones.
17 Te ofreceré sacrificio de alabanza,
E invocaré el nombre de Jehová.
18 A Jehová pagaré ahora mis votos
Delante de todo su pueblo,
19 En los atrios de la casa de Jehová,
En medio de ti, oh Jerusalén.
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Comentario al Salmo 116
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salmo 116 comentario

Este es un salmo de acción de gracias, en el que un individuo, no la nación de Israel,


recuerda su experiencia personal del poder salvador de Dios. I. El gran apuro en que se veía
(vv. 3, 10, 11). II. La oración que elevó a Dios en dicha situación (v. 4). III. La respuesta de
Dios a su oración (vv. 1, 2, 5, 6, 8). IV. Su agradecimiento a la bondad de Dios (vv. 1,2,7,9,
13-19).
Versículos 1-9
1. El salmista declara aquí en general su experiencia y su piadosa resolución (vv. 1, 2), que
luego detallará a lo largo del salmo, «tía escuchado la voz de mis súplicas», dice. «Ha
inclinado a mí su oído cuantas veces le he invocado en mi vida» (mejor, literalmente: « Y,
por eso, en (todos) mis días le invocaré»). Gran condescendencia es de parte de Dios el
inclinar su oído para escuchar nuestras oraciones. Por eso, el salmista comienza de modo
abrupto: «Amo (a Él), porque Yahweh escucha» (lit.). De ahí su resolución (v. 2b. Lit.). ¿Por
qué hemos de espigar en otro campo, cuando tan bien hemos sido tratados en éste?
2. A continuación, refiere en detalle su experiencia: (A) Estaba en gran apuro (v. 3, comp.
con 18:4); se veía ya atrapado por la muerte, no sabemos por qué causa. (B) Entonces elevó
a Dios una breve oración (v. 4), cuyo resultado aparece en los vv. 5-7, donde, tras la ya bien
conocida descripción del carácter de Dios (v. Ex. 34:6; Sal. 111:4; 112:4, etc.) y de su amor
a los «sencillos» (19:7), da testimonio de la bondad de Dios hacia él (v. 6b), dialoga consigo
mismo (v. 7): «\Vuelve, alma mía, a tus sosiegos (plural de intensidad), pues Yahweh ha
sido benéfico hacia ti» (lit.). (C) En tres breves, pero expresivas, frases condensa los
detalles de su liberación: (a) Dios ha librado (comp. con 56:13) su vida de la muerte; (b) sus
ojos, de las lágrimas, y (c) sus pies, de resbalar (comp. con 73:2). Gran favor de Dios es ser
librado de la muerte, pero también es grande ser librado de la depresión de ánimo y del
resbalón del pecado, que suele ser, con frecuencia, fruto de la depresión (v. 8). (D) Por eso,
renueva su propósito de vivir devotamente: «delante de Yahweh» (v. 9, comp. con Gn.
17:1), en la tierra de los vivientes (contraste con el v. 3), es decir, en esta vida, pues es (a)
tierra de bendiciones, por las que debemos estar agradecidos; (b) tierra de oportunidades,
de las que hemos de sacar provecho.
Versículos 10-19
La Septuaginta (los LXX) y otras versiones antiguas (entre ellas, la Vulgata Latina) hacen de
estos versículos un salmo aparte —el 115—. Aquí el salmista hace profesión:
1. De su fe (v. 10): «Mantuve mi fe, aun cuando decía: Estoy afligido en gran manera.» El
apóstol cita, en 2 Co. 4:13, la primera parte de este versículo, basado en los LXX, pero muy
oportunamente, porque también él mantenía bien su fe en medio de las aflicciones a las
que se refiere. El v. 11, cuya primera frase está tomada de 31:22, da a entender que el
salmista había sido presa del pánico (esto es lo que significa aquí «apresuramiento»), al
faltarle el apoyo de quien más lo esperaba, por lo que, convencido de la futilidad de toda
ayuda humana, sentencia: «Todo hombre es mentiroso», es decir, falaz: no es fiable, su
ayuda es vana (60:11, comp. con Jer. 17:5). De aquí saca Pablo su frase de Ro. 3:4, y a esta
luz hay que entenderla.
2. De su gratitud (vv. 12 y ss.). Dios le había colmado de favores y beneficios; más de los
que había pedido y esperado cuando se veía afligido (v. 10). Sabia que no podía dar a Dios
nada que guardase alguna proporción con lo que de él había recibido; por eso dice (v. 12):
«¿Qué pagaré, etc.?», como diciendo: «¿Cómo podré demostrar, con algo que le sea
aceptable, que le estoy sumamente agradecido?»
(A) «La copa de salvación» (v. 13) parece aludir a la ofrenda de libación que vemos en Nm.
15:5,7, 10, aunque también podría—menos probablemente— aludir a la del sacrificio
pascual, memorial de la salvación de Egipto. Esto es lo primero que ofrece en
agradecimiento por el gran beneficio que Dios le ha concedido. También nosotros hemos de
levantar la copa de salvación, pues Dios nos ha librado de la muerte eterna, gracias a la
copa de aflicción (Jn. 18:11), que Cristo bebió por nosotros, y así hemos de invocar el
nombre de Yahweh (v. 13b), es decir, proclamar que El es nuestro Salvador.
(B) A continuación (v. 14, repetido en v. 18, y comp. con 22:17), promete cumplir a Yahweh
los votos que hizo cuando se halló en extremo peligro, y lo hará delante de todo su pueblo
para testificar públicamente que le debe la vida a Dios. El v 15 se entiende bien en este
contexto, a la luz de 72:14. El sentido no es que a Dios le agrada, sino que le duele (le pone
gran precio) la muerte de sus piadosos, por lo cual se apresura a librarles de ella, pues no
quiere ponerla de balde en manos de sus enemigos.
(C) Para el futuro, y animado por la experiencia del pasado, apela a su continua
dependencia de Dios (v. 16), con acentos parecidos a los de 86:16. Comp. la segunda parte
del versículo con el v. 3, para entender lo de las «ligaduras» (el verbo «soltar» está en
perfecto, es decir, pretérito). De dos maneras se hace el hombre «siervo de Dios»: (a) Por
nacimiento («Soy hijo de tu siervo», nacido en tu casa); gran beneficio es haber nacido de
padres cristianos, (b) Por redención, esto es, por compra personal: «Señor, tú has soltado
mis ligaduras', así que soy tu siervo, tanto para servirte como para ser protegido por ti; las
ligaduras que me has soltado me ligarán a ti más fuertemente.»
(D) Finalmente (vv. 17-19), promete ofrecer a Dios sacrificio de acción de gracias (lit.),
conforme se describe en Lv. 7:11 y ss. y según la exhortación del Sal. 107:22. Como en el v.
13, lo hará invocando el nombre de Yahweh, esto es, proclamando públicamente que Dios es
su Salvador de los peligros y apuros en que se ha encontrado, en tos atrios del templo, a los
que tenían acceso todos los israelitas, pues sólo los sacerdotes podían entrar en el santuario
propiamente dicho; en medio de ti (como centro religioso, más bien que geográfico), oh
Jerusalén. Así tratará de dar mayor prestigio a la verdadera devoción.

Salmos 117 (RV60) -Alabanza por la misericordia de Jehová


1 Alabad a Jehová, naciones todas;
Pueblos todos, alabadle.
2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
Y la fidelidad de Jehová es para siempre.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 117
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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«El más breve de los salmos es uno de los más grandes», dice Kirkpatrick. «Dudo, dice M.
Henry, si la razón por la que lo cantamos con tanta frecuencia es por su brevedad; pero, si
lo comprendiésemos y considerásemos rectamente, lo cantaríamos con mayor frecuencia
por su dulzura. Aquí tenemos: I. Un solemne llamamiento a todas las naciones para alabar a
Dios (v. 1). II. Una sugerencia de la materia apropiada para tal alabanza» (v. 2).
Versículos 1-2
Hay gran cantidad de Evangelio en este salmo. El apóstol (Ro. 15:11) nos ha provisto de una
clave para entenderlo, al citarlo como prueba de que el Evangelio había de ser predicado a
los gentiles, mientras era piedra de tropiezo para los judíos. No había motivo de tal
escándalo, cuando ellos mismos habían cantado tantas veces (v. 1): «Alabad a Yahweh,
naciones todas; loadle (es un verbo distinto en el original), todos los pueblos.» Algunos
escritores judíos confiesan que este salmo se refiere al reino del Mesías; uno de ellos, en su
fantasía, llega a afirmar que consiste de dos versículos porque en los días del Mesías, Dios
había de ser glorificado por dos clases de pueblos: por los judíos, conforme a la ley de
Moisés; y por los gentiles, conforme a los siete preceptos de los hijos de Noé, con lo que
habría una sola iglesia, así como estos dos versículos constituyen un solo salmo.
1. La vasta extensión de la iglesia del Evangelio (v. 1). Aquí se convoca a todas las
naciones a alabar al Señor, lo cual no era posible en el A.T., porque, a menos que el pueblo
de una nación se hiciesen judíos y se circuncidaran, no eran admitidos conjuntamente a las
divinas alabanzas. Pero el Evangelio de Cristo, por mandato suyo, ha de ser predicado a
todas las naciones y, derribado el muro de separación, ¡os que estaban lejos son puestos
cerca (v. Ef. 2:13, 14). Los vocablos del original para «naciones» y «pueblos» son los mismos
de 2:1, con lo que podemos concluir que también los que han sido enemigos del reino de
Cristo pueden llegar a ser súbditos obedientes de tal reino. El Evangelio del reino había de
ser proclamado a todo el mundo para testimonio a todas las naciones (Mt. 24:14; Mr.
16:15). Las buenas nuevas, enviadas a todas las naciones, habían de estimularlas a alabar a
Dios; y el poder de la gracia del Evangelio les daría corazón para alabarle.
2. Las inescrutables riquezas de la gracia del Evangelio (v. 2), que deben ser la materia de
nuestra alabanza. En el Evangelio, esos dos más celebrados atributos de Dios, su amor
misericordioso (hebreo, jesed) y su verdad (hebreo, émeth, equivalente a emunah =
fidelidad), resplandecen con el mayor brillo en sí mismos y para el mayor beneficio nuestro.
A ellos corresponde el binomio «gracia y verdad», corriente en el N.T. desde Jn. 1:14, 17.
Por esa verdad y por esa misericordia, habrían de glorificar los gentiles a Dios, según dice
Pablo en Ro. 15:8, 9. El amor misericordioso de Dios es la fuente de todos nuestros bienes, y
la verdad de Dios es el fundamento de todas nuestras esperanzas; por consiguiente, por
ambas perfecciones debemos alabar a Dios.

Salmos 118 (RV60) -Acción de gracias por la salvación recibida de Jehová


1 Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.
2 Diga ahora Israel,
Que para siempre es su misericordia.
3 Diga ahora la casa de Aarón,
Que para siempre es su misericordia.
4 Digan ahora los que temen a Jehová,
Que para siempre es su misericordia.
5 Desde la angustia invoqué a JAH,
Y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso.
6 Jehová está conmigo; no temeré
Lo que me pueda hacer el hombre.
7 Jehová está conmigo entre los que me ayudan;
Por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen.
8 Mejor es confiar en Jehová
Que confiar en el hombre.
9 Mejor es confiar en Jehová
Que confiar en príncipes.
10 Todas las naciones me rodearon;
Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.
11 Me rodearon y me asediaron;
Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.
12 Me rodearon como abejas; se enardecieron como fuego de espinos;
Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.
13 Me empujaste con violencia para que cayese,
Pero me ayudó Jehová.
14 Mi fortaleza y mi cántico es JAH,
Y él me ha sido por salvación.
15 Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos;
La diestra de Jehová hace proezas.
16 La diestra de Jehová es sublime;
La diestra de Jehová hace valentías.
17 No moriré, sino que viviré,
Y contaré las obras de JAH.
18 Me castigó gravemente JAH,
Mas no me entregó a la muerte.
19 Abridme las puertas de la justicia;
Entraré por ellas, alabaré a JAH.
20 Esta es puerta de Jehová;
Por ella entrarán los justos.
21 Te alabaré porque me has oído,
Y me fuiste por salvación.
22 La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
23 De parte de Jehová es esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos.
24 Este es el día que hizo Jehová;
Nos gozaremos y alegraremos en él.
25 Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego;
Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora.
26 Bendito el que viene en el nombre de Jehová;
Desde la casa de Jehová os bendecimos.
27 Jehová es Dios, y nos ha dado luz;
Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar.
28 Mi Dios eres tú, y te alabaré;
Dios mío, te exaltaré.
29 Alabad a Jehová, porque él es bueno;
Porque para siempre es su misericordia.
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Comentario al Salmo 118
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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La opinión más probable es que este salmo fue compuesto a raíz de la celebración de la
Fiesta de los Tabernáculos el año 444 a. de C. (v. Neh. 8:14 y ss.). Los vv. 22-24 nos traen a
la memoria Neh. 6:16 y es muy notable que Cristo mismo se los aplicase a sí mismo como
piedra angular del templo espiritual que es la Iglesia (comp. Mt. 21:42 con Ef. 2:20, 21; 1 P.
2:5 y ss.). El salmista: I. Se anima a sí mismo y anima a los demás a confiar en Dios, basado
en la experiencia que tenía del poder y de la compasión de Dios (vv. 1-18). II. Entrada de la
procesión en el templo (vv. 19-25). III. Celebración del servicio en el templo (vv. 26-29).
Versículos 1-18
Claramente se echa de ver aquí que el salmista tenía el corazón lleno de la bondad de Dios.
1. Celebra la misericordia de Dios en general y llama a otros para que hagan lo mismo (v.
1). Sacerdotes y pueblo, judíos y prosélitos (vv. 2-4, comp. con 115:9-13), deben todos
reconocer la bondad de Dios y unirse en un solo cántico de acción de gracias a Él; si no
dicen más, que digan al menos que para siempre es su misericordia, pues la han
experimentado.
2. Guarda un registro en particular de los distintos favores que Dios le ha otorgado.
(A) El salmista había pasado recientemente por un período de gran dificultad, lo que le
había proporcionado mucha experiencia de la bondad de Dios. Hay muchos que, cuando han
encontrado alivio, no se preocupan de hablar de las depresiones anteriores, pero el salmista
aprovecha todas las ocasiones de recordar su estado anterior: (a) Había estado en angustia
(v. 5, comp. con 116:3, 4), y (b) había muchos que le aborrecían (v. 7), y esto no podía
menos de entristecer a quien era de espíritu generoso y procuraba ganarse el afecto de
todos.
(B) Todas las naciones le rodearon (v. 10), refiriéndose quizás a los árabes, amonitas,
filisteos, samaritanos, etc. (v. Neh. 4:1). Por algún tiempo, parecía que iban a prevalecer
contra él, pues le rodeaban como abejas (v. 12, comp. con Dt. 1:44). De dos maneras se
había visto en angustia: (a) Por las injurias que los hombres le habían causado (v. 13): Me
empujaste con violencia para que cayese.» (b) Por las aflicciones que Dios le enviaba (v.
18): «Me castigó gravemente Yah.» Los hombres le empujaban para destruirle; Dios le
castigaba para instruirle, como Padre.
(C) Dios escuchó su oración (v. 5b): «Y me respondió Yah, poniéndome en lugar espacioso»,
es decir, en un lugar en que podía moverse con toda libertad. Aunque se habían enardecido
contra él sus enemigos, su furor era como fuego de espinos que, de momento, produce gran
llama y hace mucho ruido, pero enseguida se apaga, no dejando sino cenizas.
(D) Dios le había preservado la vida cuando estuvo a las puertas de la muerte (v. 18): «Me
castigó gravemente Yah, pero no me entregó a la muerte, pues no permitió que cayera en
manos de mis enemigos.» Así que, por su propia experiencia, puede decir (vv. 8, 9, comp.
con Neh. 2:7 y ss.): «Mejor es confiar en Yahweh que confiar en el hombre... y en
príncipes.» No tenía por qué temer, pues Yahweh estaba de su parte y con él (vv. 6, 7). Si
Dios es nuestra fuerza, también debe ser nuestro cántico; si Él obra siempre a favor
nuestro, también ha de tener toda nuestra alabanza y gratitud. No sólo es nuestro Salvador,
sino también nuestra salvación (v. 14, con Ex. 15:2).
(E) Canta victoria, seguro de que Dios continuará dándole consuelo, victoria y vida: (a)
Consuelo, pues dice (v. 15): «Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos.»
Las moradas de los justos, aun cuando sólo sean tiendas de campaña, pequeñas y
transportables, ya que en este mundo no tienen ciudad permanente (He. 13:14), les
resultan más cómodas que los palacios de los malvados, porque en ellas hay salvación,
motivo de júbilo por esa salvación, y voz de júbilo, que es ya una expresión de gratitud por
esa salvación. (b) Victoria (v. 15b): «La diestra de Yahweh hace valentías» (lit.), frase que
se repite a la letra en el v. 16b. (c) Vida, pues dice (v. 17): «No moriré, sino que viviré,
libre de las manos de mis enemigos que tratan de matarme, y declararé las obras de Yah;
viviré para ser monumento del poder y del amor de Dios; sus obras serán declaradas en mí y
por mí; el negocio principal de mi vida será alabar y enaltecer a Dios.»
Versículos 19-29
Aquí tenemos una ilustre profecía de la humillación y de la exaltación del Señor Jesús.
Pedro la aplica directamente a los principales sacerdotes y a los escribas (Hch. 4:11), y
ninguno de ellos le acusó de citarla impropiamente.
1. El prefacio con que es introducida esta preciosa profecía (vv. 19-21). (A) El salmista se
ve a sí mismo, con la procesión, a las puertas del santuario y pide admisión para celebrar la
gloria del que viene en el nombre del Señor: «Abridme las puertas de justicia», dice; es
decir, las puertas interiores por las que se entra al santuario en que mora la presencia del
Dios justo y favorecedor de su pueblo. (B) Se le otorga lo que pide, con la respuesta de los
levitas porteros (v. 20): «Esta es lapuerta de Yahweh; por ella entrarán los justos.»
Comenta Sifrá: «No dice: "Entrarán los sacerdotes, los levitas e Israel", sino los justos —
también los justos gentiles» (cf. Is. 26:2, donde «una gente justa» es entendida por los
rabinos como dando a entender un «piadoso no-israelita»). El salmista canta victoria al ver
que estas puertas, durante tanto tiempo cerradas, se abren ahora. (C) Promete dar gracias
(lit.) a Dios por este favor (v. 21) y, en especial —pues éste es el objetivo de la reunión—
por la salvación concedida al pueblo allí reunido.
2. La profecía misma (vv. 22, 23). Los judíos ven aquí una alusión directa, ya sea a la
piedra que coronaba el edificio (conforme a Zac. 4:7), ya sea a la piedra colocada en el
ángulo (conforme a Is. 28:16; Jer. 51:26); metafóricamente, a Israel, «designado por Dios —
dice Cohén— para desempeñar una función esencial en la construcción de su reino en la
tierra». Los cristianos sabemos que se refiere a Cristo, compendio y cifra del «remanente de
Israel», piedra angular de la Iglesia y del reino de Dios. (A) Esta piedra fue rechazada por
los edificadores (v. 22), por los gobernantes y el pueblo de Israel (Hch. 4:8, 10, 11), pues no
quisieron reconocerle como a Mesías y y lo negaron delante de Piloto (Hch. 3:13), cuando
dijeron: «No tenemos más rey que César» (Jn. 19:15). (B) Pero esta piedra fue exaltada (v.
22b): «Ha venido a ser la piedra principal del ángulo»; ha sido promovida al mayor honor, al
lugar principal del edificio, en el ángulo que une y sustenta dos paredes: los judíos y los
gentiles, para hacer de ambos una sola casa espiritual (Vea el vocablo griego en Ef. 2:20,
con un buen comentario). (C) La mano de Dios en todo esto (v. 23): «Esto ha sido obra de
Yahweh» (lit. de Yahweh ha llegado a suceder esto). Se oye aquí un eco de Neh. 6:16. «Y es
algo maravilloso (un portento de la diestra de Yahweh) a nuestros ojos», para nuestro
asombro, júbilo y alabanza de Dios, como va a decir a continuación. Maravillosa es de cierto
la redención que Dios ha obrado en Cristo para salvación de todo el que cree (Jn. 3:16).
3. El gozo con que se recibe, y las aclamaciones con que se celebra, esta predicción.
(A) Sea solemnizado este día con gran gozo, para honra y gloria de Dios(v. 24);
«EsteeseldíaqueDioshahecho» (lit.). El día de la victoria, el día de nuestra redención, es el
día por antonomasia «hecho» por Dios para que nos regocijemos y nos alegremos en él (v.
24b): en el día, en la ocasión de esta celebración o, como en 32:11, en Yahweh. Ha sido
hecho, sobre todo, «para el regocijo litúrgico», como nota Arconada. Y, puesto que nuestra
redención se consumó, no en la crucifixión, sino en la resurrección (v. Ro. 4:25), del Señor,
bien está que los cristianos la celebremos en domingo, el nuevo «sábado» de la nueva
creación (2 Co. 5:17. Lit.).
(B) Sea recibido el Redendor con jubilosos «hosannas» (vv. 25, 26). «Hosanna» (lit. Hoshiá
na) significa «salva ahora», «salva ya», pero equivale a «¡Salva, te pedimos!» (comp. con el
«ahora» —hebreo, na— de 115:2). Es aquí como un «¡Viva el rey!» (comp. con los gritos del
pueblo cuando entró el Señor en Jerusalén el domingo anterior a su muerte). Digamos
nosotros a Dios: «Señor, sálvame, te pido; que este Salvador sea mi Salvador y mi Dueño
absoluto; que Él me tome bajo su protección y sea yo uno de sus fieles subditos; te ruego,
oh Yahweh, que con Él nos hagas prosperar ahora» (v. 25b). La última frase puede verse en
Neh. 1:11. ¡Que los sacerdotes (ahora los ministros del Señor) tomen parte especial en esta
solemne festividad! (v. 26). Son los sacerdotes los que se dirigen ahora a cada uno de los
que toman parte en la procesión, de forma que la traducción correcta es: «Bendito (sea) en
el nombre de Yahweh el que viene; os bendecimos desde la casa (desde el santuario
propiamente dicho) de Yahweh» (comp. con Dt. 21:5; Sal. 129:8). Si se leen detenidamente
Mt. 21:4-17 y Jn. 12:12-26, se comprenderá la oportuna aplicación de Sal. 118:22-26 al
Señor Jesucristo, pues Él era el «remanente de Israel» que venía en procesión al templo (v.
también Zac. 9:9; Mal. 3:1-3). También nosotros hemos de bendecirle y pedirle que venga a
nuestro corazón para hacerlo templo del Espíritu Santo, purificado de obras muertas. Buena
es la costumbre de los ministros del Señor de bendecir a la congregación al final de los
servicios (V. Ef. 6:24).
(C) Sean ofrecidos sacrificios de alabanza (He. 13:15) en honor de quien ofreció por
nosotros el sacrificio de la Gran Expiación (v. 27): «Yahweh es Dios (hebreo. Él, el Dios
Fuerte que ha demostrado su omnipotencia librándonos del cautiverio) y nos ha dado luz
(símbolo de liberación; comp. Est. 8:16).» La segunda parte de este v. resulta muy difícil de
traducir, debido a que las dos palabras clave: el imperativo asru y el sustantivo/'ag pueden
significar cosas diversas. El verbo hebreo asar significa corrientemente atar, pero también
ordenar (Vea 1 R. 20:14). El sustantivo jag significa simplemente fiesta, por lo que lo mismo
puede significar procesión festiva que víctima festiva. Para colmo de dificultades, el
vocablo abothim (¿ramos?) está marcado en el texto masorético con un circulito en la
primera letra (ayin), lo que indica duda. Basados en (Lv. 23:40), los exegetas modernos
traducen: «Ordenad con ramos la procesión festiva, etc.» La versión de nuestras Biblias:
«Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar» resulta mucho más oscura e insólita. El
hebreo dice: «... hasta los cuernos del altar», lo cual se entiende mejor si se adopta la
primera versión que hemos ofrecido, pues los «cuernos» del altar eran salientes a los lados
del altar, sobre los que los sacerdotes derramaban parte de la sangre de las víctimas y
marcaban el límite hasta el que los no-sacerdotes podían acercarse, no más adelante. Esto
concuerda mejor con el acompañamiento que, con palmas y ramos, ofrecieron al Señor en
su entrada mesiánica en Jerusalén.
(D) El salmista concluye con un reconocimiento personal del favor dé Dios y, agradecido,
invita a otros a unirse a él en la alabanza (vv. 28, 29), aunque es muy probable que ambos
versículos fuesen cantados en la procesión. «Cada peregrino —dice Cohén— se dirige
individualmente a su Dios.» El salmo concluye exactamente como empezó (comp. con v. 1)
y es, con la mayor probabilidad, el coro general del pueblo el que invita a todos a dar
gracias (lit.) a Yahweh, porque es bueno y para siempre es su amor misericordioso. Si ellos
tenían tantos motivos para alabar y dar gracias a Dios, ¡cuánto más nosotros!

Salmos 119 (RV60)-Excelencias de la ley de Dios


Alef
1 Bienaventurados los perfectos de camino,
Los que andan en la ley de Jehová.
2 Bienaventurados los que guardan sus testimonios,
Y con todo el corazón le buscan;
3 Pues no hacen iniquidad
Los que andan en sus caminos.
4 Tú encargaste
Que sean muy guardados tus mandamientos.
5 ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos
Para guardar tus estatutos!
6 Entonces no sería yo avergonzado,
Cuando atendiese a todos tus mandamientos.
7 Te alabaré con rectitud de corazón
Cuando aprendiere tus justos juicios.
8 Tus estatutos guardaré;
No me dejes enteramente.

Bet
9 ¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra.
10 Con todo mi corazón te he buscado;
No me dejes desviarme de tus mandamientos.
11 En mi corazón he guardado tus dichos,
Para no pecar contra ti.
12 Bendito tú, oh Jehová;
Enséñame tus estatutos.
13 Con mis labios he contado
Todos los juicios de tu boca.
14 Me he gozado en el camino de tus testimonios
Más que de toda riqueza.
15 En tus mandamientos meditaré;
Consideraré tus caminos.
16 Me regocijaré en tus estatutos;
No me olvidaré de tus palabras.

Guímel
17 Haz bien a tu siervo; que viva,
Y guarde tu palabra.
18 Abre mis ojos, y miraré
Las maravillas de tu ley.
19 Forastero soy yo en la tierra;
No encubras de mí tus mandamientos.
20 Quebrantada está mi alma de desear
Tus juicios en todo tiempo.
21 Reprendiste a los soberbios, los malditos,
Que se desvían de tus mandamientos.
22 Aparta de mí el oprobio y el menosprecio,
Porque tus testimonios he guardado.
23 Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí;
Mas tu siervo meditaba en tus estatutos,
24 Pues tus testimonios son mis delicias
Y mis consejeros.

Dálet
25 Abatida hasta el polvo está mi alma;
Vivifícame según tu palabra.
26 Te he manifestado mis caminos, y me has respondido;
Enséñame tus estatutos.
27 Hazme entender el camino de tus mandamientos,
Para que medite en tus maravillas.
28 Se deshace mi alma de ansiedad;
Susténtame según tu palabra.
29 Aparta de mí el camino de la mentira,
Y en tu misericordia concédeme tu ley.
30 Escogí el camino de la verdad;
He puesto tus juicios delante de mí.
31 Me he apegado a tus testimonios;
Oh Jehová, no me averg:uences.
32 Por el camino de tus mandamientos correré,
Cuando ensanches mi corazón.

He
33 Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos,
Y lo guardaré hasta el fin.
34 Dame entendimiento, y guardaré tu ley,
Y la cumpliré de todo corazón.
35 Guíame por la senda de tus mandamientos,
Porque en ella tengo mi voluntad.
36 Inclina mi corazón a tus testimonios,
Y no a la avaricia.
37 Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
Avívame en tu camino.
38 Confirma tu palabra a tu siervo,
Que te teme.
39 Quita de mí el oprobio que he temido,
Porque buenos son tus juicios.
40 He aquí yo he anhelado tus mandamientos;
Vivifícame en tu justicia.

Vau
41 Venga a mí tu misericordia, oh Jehová;
Tu salvación, conforme a tu dicho.
42 Y daré por respuesta a mi avergonzador,
Que en tu palabra he confiado.
43 No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad,
Porque en tus juicios espero.
44 Guardaré tu ley siempre,
Para siempre y eternamente.
45 Y andaré en libertad,
Porque busqué tus mandamientos.
46 Hablaré de tus testimonios delante de los reyes,
Y no me avergonzaré;
47 Y me regocijaré en tus mandamientos,
Los cuales he amado.
48 Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé,
Y meditaré en tus estatutos.

Zain
49 Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.
50 Ella es mi consuelo en mi aflicción,
Porque tu dicho me ha vivificado.
51 Los soberbios se burlaron mucho de mí,
Mas no me he apartado de tu ley.
52 Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos,
Y me consolé.
53 Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos
Que dejan tu ley.
54 Cánticos fueron para mí tus estatutos
En la casa en donde fui extranjero.
55 Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová,
Y guardé tu ley.
56 Estas bendiciones tuve
Porque guardé tus mandamientos.

Chet
57 Mi porción es Jehová;
He dicho que guardaré tus palabras.
58 Tu presencia supliqué de todo corazón;
Ten misericordia de mí según tu palabra.
59 Consideré mis caminos,
Y volví mis pies a tus testimonios.
60 Me apresuré y no me retardé
En guardar tus mandamientos.
61 Compañías de impíos me han rodeado,
Mas no me he olvidado de tu ley.
62 A medianoche me levanto para alabarte
Por tus justos juicios.
63 Compañero soy yo de todos los que te temen
Y guardan tus mandamientos.
64 De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra;
Enséñame tus estatutos.

Tet
65 Bien has hecho con tu siervo,
Oh Jehová, conforme a tu palabra.
66 Enséñame buen sentido y sabiduría,
Porque tus mandamientos he creído.
67 Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba;
Mas ahora guardo tu palabra.
68 Bueno eres tú, y bienhechor;
Enséñame tus estatutos.
69 Contra mí forjaron mentira los soberbios,
Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos.
70 Se engrosó el corazón de ellos como sebo,
Mas yo en tu ley me he regocijado.
71 Bueno me es haber sido humillado,
Para que aprenda tus estatutos.
72 Mejor me es la ley de tu boca
Que millares de oro y plata.

Yod
73 Tus manos me hicieron y me formaron;
Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.
74 Los que te temen me verán, y se alegrarán,
Porque en tu palabra he esperado.
75 Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos,
Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.
76 Sea ahora tu misericordia para consolarme,
Conforme a lo que has dicho a tu siervo.
77 Vengan a mí tus misericordias, para que viva,
Porque tu ley es mi delicia.
78 Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado;
Pero yo meditaré en tus mandamientos.
79 Vuélvanse a mí los que te temen
Y conocen tus testimonios.
80 Sea mi corazón íntegro en tus estatutos,
Para que no sea yo avergonzado.

Caf
81 Desfallece mi alma por tu salvación,
Mas espero en tu palabra.
82 Desfallecieron mis ojos por tu palabra,
Diciendo: ¿Cuándo me consolarás?
83 Porque estoy como el odre al humo;
Pero no he olvidado tus estatutos.
84 ¿Cuántos son los días de tu siervo?
¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen?
85 Los soberbios me han cavado hoyos;
Mas no proceden según tu ley.
86 Todos tus mandamientos son verdad;
Sin causa me persiguen; ayúdame.
87 Casi me han echado por tierra,
Pero no he dejado tus mandamientos.
88 Vivifícame conforme a tu misericordia,
Y guardaré los testimonios de tu boca.

Lámed
89 Para siempre, oh Jehová,
Permanece tu palabra en los cielos.
90 De generación en generación es tu fidelidad;
Tú afirmaste la tierra, y subsiste.
91 Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy,
Pues todas ellas te sirven.
92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
Ya en mi aflicción hubiera perecido.
93 Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos,
Porque con ellos me has vivificado.
94 Tuyo soy yo, sálvame,
Porque he buscado tus mandamientos.
95 Los impíos me han aguardado para destruirme;
Mas yo consideraré tus testimonios.
96 A toda perfección he visto fin;
Amplio sobremanera es tu mandamiento.

Mem
97 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.
98 Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos,
Porque siempre están conmigo.
99 Más que todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus testimonios son mi meditación.
100 Más que los viejos he entendido,
Porque he guardado tus mandamientos;
101 De todo mal camino contuve mis pies,
Para guardar tu palabra.
102 No me aparté de tus juicios,
Porque tú me enseñaste.
103 ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!
Más que la miel a mi boca.
104 De tus mandamientos he adquirido inteligencia;
Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.

Nun
105 Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.
106 Juré y ratifiqué
Que guardaré tus justos juicios.
107 Afligido estoy en gran manera;
Vivifícame, oh Jehová, conforme a tu palabra.
108 Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca,
Y me enseñes tus juicios.
109 Mi vida está de continuo en peligro,
Mas no me he olvidado de tu ley.
110 Me pusieron lazo los impíos,
Pero yo no me desvié de tus mandamientos.
111 Por heredad he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi corazón.
112 Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos
De continuo, hasta el fin.

Sámec
113 Aborrezco a los hombres hipócritas;
Mas amo tu ley.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado.
115 Apartaos de mí, malignos,
Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
Y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
117 Sosténme, y seré salvo,
Y me regocijaré siempre en tus estatutos.
118 Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos,
Porque su astucia es falsedad.
119 Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra;
Por tanto, yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti,
Y de tus juicios tengo miedo.

Ayin
121 Juicio y justicia he hecho;
No me abandones a mis opresores.
122 Afianza a tu siervo para bien;
No permitas que los soberbios me opriman.
123 Mis ojos desfallecieron por tu salvación,
Y por la palabra de tu justicia.
124 Haz con tu siervo según tu misericordia,
Y enséñame tus estatutos.
125 Tu siervo soy yo, dame entendimiento
Para conocer tus testimonios.
126 Tiempo es de actuar, oh Jehová,
Porque han invalidado tu ley.
127 Por eso he amado tus mandamientos
Más que el oro, y más que oro muy puro.
128 Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas,
Y aborrecí todo camino de mentira.

Pe
129 Maravillosos son tus testimonios;
Por tanto, los ha guardado mi alma.
130 La exposición de tus palabras alumbra;
Hace entender a los simples.
131 Mi boca abrí y suspiré,
Porque deseaba tus mandamientos.
132 Mírame, y ten misericordia de mí,
Como acostumbras con los que aman tu nombre.
133 Ordena mis pasos con tu palabra,
Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.
134 Líbrame de la violencia de los hombres,
Y guardaré tus mandamientos.
135 Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo,
Y enséñame tus estatutos.
136 Ríos de agua descendieron de mis ojos,
Porque no guardaban tu ley.

Tsade
137 Justo eres tú, oh Jehová,
Y rectos tus juicios.
138 Tus testimonios, que has recomendado,
Son rectos y muy fieles.
139 Mi celo me ha consumido,
Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.
140 Sumamente pura es tu palabra,
Y la ama tu siervo.
141 Pequeño soy yo, y desechado,
Mas no me he olvidado de tus mandamientos.
142 Tu justicia es justicia eterna,
Y tu ley la verdad.
143 Aflicción y angustia se han apoderado de mí,
Mas tus mandamientos fueron mi delicia.
144 Justicia eterna son tus testimonios;
Dame entendimiento, y viviré.

Cof
145 Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová,
Y guardaré tus estatutos.
146 A ti clamé; sálvame,
Y guardaré tus testimonios.
147 Me anticipé al alba, y clamé;
Esperé en tu palabra.
148 Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
Para meditar en tus mandatos.
149 Oye mi voz conforme a tu misericordia;
Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio.
150 Se acercaron a la maldad los que me persiguen;
Se alejaron de tu ley.
151 Cercano estás tú, oh Jehová,
Y todos tus mandamientos son verdad.
152 Hace ya mucho que he entendido tus testimonios,
Que para siempre los has establecido.

Resh
153 Mira mi aflicción, y líbrame,
Porque de tu ley no me he olvidado.
154 Defiende mi causa, y redímeme;
Vivifícame con tu palabra.
155 Lejos está de los impíos la salvación,
Porque no buscan tus estatutos.
156 Muchas son tus misericordias, oh Jehová;
Vivifícame conforme a tus juicios.
157 Muchos son mis perseguidores y mis enemigos,
Mas de tus testimonios no me he apartado.
158 Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,
Porque no guardaban tus palabras.
159 Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame conforme a tu misericordia.
160 La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia.

Sin
161 Príncipes me han perseguido sin causa,
Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras.
162 Me regocijo en tu palabra
Como el que halla muchos despojos.
163 La mentira aborrezco y abomino;
Tu ley amo.
164 Siete veces al día te alabo
A causa de tus justos juicios.
165 Mucha paz tienen los que aman tu ley,
Y no hay para ellos tropiezo.
166 Tu salvación he esperado, oh Jehová,
Y tus mandamientos he puesto por obra.
167 Mi alma ha guardado tus testimonios,
Y los he amado en gran manera.
168 He guardado tus mandamientos y tus testimonios,
Porque todos mis caminos están delante de ti.

Tau
169 Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová;
Dame entendimiento conforme a tu palabra.
170 Llegue mi oración delante de ti;
Líbrame conforme a tu dicho.
171 Mis labios rebosarán alabanza
Cuando me enseñes tus estatutos.
172 Hablará mi lengua tus dichos,
Porque todos tus mandamientos son justicia.
173 Esté tu mano pronta para socorrerme,
Porque tus mandamientos he escogido.
174 He deseado tu salvación, oh Jehová,
Y tu ley es mi delicia.
175 Viva mi alma y te alabe,
Y tus juicios me ayuden.
176 Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo,
Porque no me he olvidado de tus mandamientos.
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Comentario al Salmo 119
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Llegamos a un salmo realmente extraordinario, tanto por su largura como por el tema que
desarrolla: las excelencias de la ley de Dios. Ambrosio de Milán, en su latín castizo, lo
describe como veluti pleniluminis solem meridiano ferventem calore, un sol de plena luz,
que hierve con el calor del mediodía. Consta de 22 estrofas, cada una de 8 versículos,
dispuestas en orden alfabético (acróstico), de forma que cada grupo de ocho versículos
comienza por una letra distinta del alfabeto hebreo. Es un buen termómetro para medir la
temperatura espiritual del lector: si se entusiasma, buena señal; si se aburre, es que tiene
frío el corazón. Otro detalle extraordinario de este salmo es que en él se repiten todos los
sinónimos de «ley », como iremos viendo; con excepción de los vv. 90,122 y 132, todos los
vv. del salmo contienen uno u otro de dichos sinónimos. No se conoce su autor. «
Probablemente —dice Cohén—, vivió en el siglo quinto y era un ardiente discípulo de la
escuela de Esdras.» Al comienzo de cada estrofa, daremos el detalle temático peculiar de
cada una, siguiendo a K.M. Yates.
1. ALEF (versículos 1 -8)
Esta estrofa nos muestra que la felicidad consiste en cumplir el primer mandamiento de la
ley.
1. Muestra el salmista quiénes son los verdaderamente dichosos (vv. 1-3): «los perfectos de
camino», es decir, los de conducta intachable, que caminan en la ley (hebreo, torah;
primero y el más significativo de los sinónimos empleados en el salmo. Su verdadero
significado, tan mal entendido, es «enseñanza, dirección») de Yahweh. Esto equivale a
«guardar sus testimonios» (v.2. Hebreo, edoth, que es el 2 sinónimo), es decir, las normas
de conducta que atestiguan la voluntad de Dios. Vemos, pues, la correlación que hay entre
«felicidad» y «obediencia», y la tremenda equivocación que sufren los mundanos cuando
piensan que una conducta santa es necia o aburrida. ¡Es todo lo contrario! No hay nada tan
sabio y «entretenido» como cumplir con amor la voluntad de Dios (V. Ro. 12:1-2), pues la
obediencia es el vínculo con que la impotencia se une a la omnipotencia: Todo lo puede el
que hace lo que Dios quiere. Pero es menester concentrar el esfuerzo mental y cordial (v. 2),
buscando de todo corazón el conocimiento de Dios (comp. con Jn. 17:3; 1 Co. 8:1-3). Estos
no hacen iniquidad, pues el objetivo primordial de la Torah es prevenir al hombre para que
no marche por las sendas del mal, sino por los caminos de Dios (v. 3. «Camino» —hebr.
dérekh, como «modelo de rectitud» es el 3 sinónimo de «ley» en el salmo). Así que «andar
en la ley de Yahweh» (v. 1) equivale a «andar en sus caminos» (v. 3).
2. De esta consideración, y del encargo que Dios ha hecho (v. 4) de que sean
diligentemente guardados sus preceptos (hebreo, phiqudey, 4 sinónimo, que denota normas
particularizadas de conducta para la vida ordinaria), el salmista expresa su deseo vehemente
de guardar los estatutos (hebreo, juquey, 5 sinónimo de ley —falta en 19:7-10, donde
parece haberse inspirado el autor del 119— y significa leyes puestas por escrito para ser
observadas permanentemente) de Dios (v. 5); para esa observancia es menester una
conducta firme, estable, afianzada. Sabe que si adquiriese esa firmeza, no se vería
avergonzado (v. 6) de haber fracasado en alcanzar su ideal, al considerar todos los
mandamientos divinos (hebreo, mitsuthey, 6 sinónimo; es un término general para indicar
leyes divinas en la esfera de la vida religiosa).
3. El salmista promete ahora dar gracias (lit.) a Dios con corazón recto cuando aprenda las
ordenanzas justas (lit. justos juicios) de Dios. Con ello confiesa que «no domina la
asignatura», que le queda aún mucho por aprender de la ley de Dios. «Ordenanzas» (hebreo,
mishpitey, 7 sinónimo de «ley», indica «veredictos» del Juez Supremo que regulan las
rectas relaciones del hombre con su prójimo). Durante toda la vida, debemos ser buenos
estudiantes de la escuela de Cristo, sentados a sus pies, sin tenernos jamás por «maestros
consumados». A esta acción de gracias, añade el salmista una ferviente oración (v. 8b) a
Dios, a fin de que no le abandone hasta el extremo (lit.). Los más santos son los que más
temen la tentación, pues son los que más odian el pecado; sólo con la protección constante
de Dios, se siente capaz de guardar sus estatutos (primera repetición de uno de los
sinónimos); es muy apropiado aquí el vocablo, ya que el término hebreo procede de una raíz
que significa «grabaren piedra», pues desea tener siempre ante los ojos esos estatutos, a fin
de no correr la suerte fatídica de Israel siempre que eran culpables de transgredir los
estatutos de Dios.
2. BETH (versículos 9-16)
Esta estrofa podría llevar por título: Receta para una buena limpieza. La pregunta y la
respuesta están de acuerdo con la enseñanza de los Libros Sapienciales.
1. Pregunta el salmista (v. 9): «¿Con qué limpiará (mejor, conservará puro) el joven su
camino, es decir, su conducta?» Pregunta de enorme transcendencia para todo joven, de
tantas maneras tentado cuando aún no ha adquirido experiencia de la vida. La respuesta es
muy sencilla:
«Con guardar tu palabra» (hebreo, dabar, 8 sinónimo de «ley»; es un término general para
expresar la voluntad de Dios declarada a su pueblo). El Decálogo (gr. diez palabras) es
encabezado en Ex. 20:1 con la expresión: «Y habló Dios todas estas palabras...», con lo que a
los diez mandamientos, les suelen llamar los judíos «las diez palabras». Sin embargo, el gran
mandamiento de Dt. 6:4-5, es llamado así (hebreo, mitsvath, singular del mitsuthey
considerado en el versículo 6). Por eso, todo israelita llegado a la mayoría de edad religiosa
—13 años— es llamado («Bar Mitsvath» = Hijo del mandamiento, esto es, obligado a
cumplirlos). Vemos, pues, que sólo la palabra de Dios puede conservar puro el corazón de los
jóvenes. No sirven para ello ni las leyes de los reyes (aunque sean necesarias para la
observancia del orden y de la moral exterior) ni los principios morales de los filósofos.
2. El salmista quiere predicar ahora con el ejemplo, confesando (A) que él ha guardado (el
verbo hebreo significa aquí «guardar a buen seguro un objeto precioso», verbo mucho más
fuerte que el empleado en el versículo 9, donde significa «observar, cuidar, vigilar») en su
corazón, es decir, en lo más íntimo de su ser, /os dichos (hebreo, imráh —lit. el dicho—. Este
es el 9 y último de los sinónimos usados en el salmo). Aunque suele interpretarse
comúnmente como «consigna» o algo parecido, Cohén afirma que es «una variante poética
de dabar», aludiendo al paralelismo que se halla en Is. 5:24, de Torah e imrah. (B) Agrega
que ha dado testimonio público («he contado», es decir, referido) de las ordenanzas de la
boca de Dios (v. 13), que medita y considera los mandamientos y caminos de Dios (v. 15), y
en ellos se complace y regocija (vv. 14, 16), prometiendo (v. 16b), no olvidar la palabra (lit.)
de Dios. ¡Estupenda experiencia! ¡Si cada uno de nosotros buscáramos así a Dios, si así
lleváramos en el corazón y en la mente los mandamientos de Dios, atesorándolos y
cumpliéndolos, como quien se complace en ellos más que en todas las riquezas (v. 14b), bien
podríamos, como el salmista, decirle entusiasmados a Dios: «¡Bendito tú, Yahweh!» (v. 12)!
3. GUÍMEL (versículos 17-24)
Esta sección podría titularse: Las delicias de la experiencia devota. Aunque esta experiencia
no está exenta de sombras, el versículo 24 marca la pauta general de la estrofa.
1. El salmista pide a Dios que le conserve la vida a fin de guardar su palabra (v. 17), ya que
en ella tiene sus delicias (v. 24). Quiere que Dios le quite el velo que le cubre los ojos, a fin
de ir hallando, como quien ahonda en una mina de oro, más y más maravilla que extraer de
la Ley de Dios (v. 18), ya que él se siente como un extranjero que necesita conocer bien las
leyes del país (v. 19). ¿Quién sino Dios se las puede descubrir, ya que él las oculta a los que
son sabios en su propia opinión, pero las revela a los que las reciben con sencillez infantil (v.
Mt. 11:25)? Somos, por naturaleza, ciegos para las cosas de Dios, hasta que la gracia divina
hace que caigan de nuestros ojos las escamas. Y cuanto más nos abre los ojos, más son las
maravillas que hallamos en su ley. Tal es el anhelo que tiene el salmista de conocer los
veredictos de Dios, que el continuo deseo le consume el alma (v. 20).
2. Pasa el salmista a exponer ante Dios un obstáculo que ensombrece sus alegrías. Los
magnates influyentes del país se sentaban a murmurar de él (v. 23), mientras él meditaba en
los estatutos divinos, siempre dispuesto a cumplirlos, no sólo porque los amaba, sino porque
ellos le aconsejaban la mejor manera de frustrar los planes de sus enemigos (v. 24). Éstos
son unos soberbios (v. 21), pecadores presuntuosos a los que Dios reprocha y resiste; pero no
sólo ellos son malditos, sino todos los que se desvían (lit. yerran) de los mandamientos de
Dios, pues también éstos sufren su castigo correspondiente, lo cual ya es una maldición.
Siendo el oprobio y el menosprecio como un manto que cubre a la persona (v. 109:29), el
salmista pide que retire (v. 22. El mismo verbo hebreo del versículo 18 para quitar el velo de
los ojos) esas ignominias, ya que no quiere compartirlas con sus enemigos, puesto que él es
fiel a Dios, mientras que ellos son rebeldes.
4. DALETH (versículos 25-32)
Aquí el salmista pide luz, vigor, fuerzas, «anchura de corazón». La letra inicial (d) le obliga
a mencionar repetidamente el camino (hebreo, dérekh).
1. El camino que conduce al Cielo comporta fatigas, desalientos, peligros y tentaciones,
como describe Bunyan en su Pilgrim's Progress. El salmista se siente abatido, hundido (lit.
apegado) hasta el polvo, a causa de las contrariedades que sufre (v. 25) y pide a Dios que le
reanime y le sostenga (v. 28). Confiesa que ya ha puesto ante la vista de Dios sus caminos (v.
26), sus vicisitudes, y que Dios le ha respondido; lo que le anima a pedir a Dios que le haga
conocer bien sus estatutos, el camino de Dios en sus mandamientos (v. 27), a fin de ponderar
las maravillosas enseñanzas contenidas en la Ley. «Se derrite mi alma de pesadez», dice
literalmente (v. 28). Bajo el peso de la tristeza y de la ansiedad, el corazón se le enternece
hasta disolverse en lágrimas.
2. Puesto que abomina el camino de la mentira (v. 29), ya que ha escogido el camino de la
verdad (lit. fidelidad), teniendo siempre ante los ojos los veredictos de Dios (v. 30), hasta el
punto de sentirse apegado (el mismo verbo del versículo 25 y de Gn. 2:24 «... se apegará a
su mujer») a los testimonios divinos, pide a Yahweh que no le avergüence. sino que le
conceda el favor que le pide, a fin de que no se rían de él sus enemigos como si estuviese
dejado de la mano de Dios (v. 31). Poner delante de nosotros los veredictos de Dios es como
si pusiésemos delante de los ojos el modelo que hemos de copiar cuando aprendemos a
escribir, y como tiene el arquitecto ante sí el modelo del edificio que piensa construir. Mirar
constantemente al modelo hace que un creyente sea firme y estable.
3. Especialmente notable es el versículo 32 en que el salmista piensa en correr por el
camino de los mandamientos, es decir, obedecer con el mayor gusto, con la mayor prontitud
y alegría, la voluntad de Dios, cuando (o, porque) Dios le ensanchará el corazón. En todo
caso, no es una frase condicional («si Dios le ensancha el corazón»); el salmista está seguro
de ello. «Ensancharse el corazón» (comp. con Is. 60:5; 2 Co. 6:11) se entiende mejor si lo
comparamos con la metáfora opuesta: «encogerse el corazón». Indica primordialmente verse
libre de apuros y problemas, a fin de tener mayor espacio para concentrar las energías y
gozar de la libertad necesaria en orden a llevar a cabo lo que amamos. El verdadero cristiano
es optimista, pues sabe que Dios le da sabiduría (v. 1 R. 4:29, donde se le llama anchura de
corazón) y el amor que, por su Espíritu, derrama en nuestros corazones (Ro. 5:5). El amor de
Dios y el gozo en el cumplimiento de su Ley son las ruedas y el motor de nuestra obediencia.
5. HE (Versículos 33-40)
Esta estrofa podía llevar por título: La necesidad de ser enseñado y guiado. Aquí, la
necesidad de usar muchas veces la letra h obliga al salmista a echar mano de la forma Hiphil
de los verbos con bastante frecuencia. Dicha forma tiene sentido causativo («hacer que...»),
como iremos viendo en esta estrofa.
1. El salmista pide a Dios que le instruya (v. 33), que le haga entender (v. 34) los
mandamientos y le haga caminar (v. 35) por ellos, ya que se complace en ellos (v. 35b); así
los guardará hasta el fin (v. 33b, comp. con v. 112b) —mejor que «como una recompensa»
(aunque no puede descartarse esta versión del vocablo équeb, en el sentido de que el
cumplimiento del deber tiene en sí mismo la recompensa, como el pecado lleva en sí mismo
la pena).
2. Consciente de que, de por sí mismo, no puede obrar el bien, pide a Dios que incline su
corazón (como el «arrastre» de Jn. 6:44) a sus testimonios (v. 36), a lo que esos testimonios
prescriben, no a «la ganancia» (lit.), especialmente a la que se adquiere por medios
deshonestos. La codicia es raíz de muchos otros pecados; pues es contraria a muchos
mandamientos. Quienes deseen tener bien arraigado en el corazón el amor de Dios, han de
tener desarraigado del corazón el amor al mundo (1 Jn. 2:15).
3. En ese mismo tono, pide que Dios le haga volver (lit. pasar) los ojos de mirar vanidades
(v. 37), es decir, cosas que no tienen valor real si se las compara con las cosas de Dios, y que
le avive en el camino de Dios, es decir, que le fortalezca y le afiance en la senda de la virtud
para vencer las tentaciones que presentan dichas vanidades. Así como la mirada de las
vanidades infecta de vanidad el corazón, así también el corazón débil en el servicio de Dios
no tiene fuerza para resistir la atracción de las vanidades.
4. Profesando ser siervo de Yahweh (v. 38), le pide que le cumpla las promesas (lit. el
dicho; hebreo, imrah), que pertenecen a los que reverencian a Dios (lit. que (es) para el
temor de ti). No es arrogancia pedir a Dios las promesas que él mismo ha hecho; no tenemos
por qué pedir más, pero tampoco tenemos por qué contentamos con menos.
5. Como ya lo había hecho antes (v. 22), vuelve a pedir que Dios haga pasar (el mismo verbo
del v. 37) el oprobio, la mofa que de él hacen sus enemigos, ya que las ordenanzas divinas
son buenas, es decir, benefician a quienes se someten a ellas, como él lo hace (v. 39) y,
puesto que él anhela los preceptos (lit.) divinos (v. 40), bien puede pedir que Dios le
sostenga a él, como a siervo fiel, en su justicia, es decir, como Dios y Dueño justo que es.
Podría tener un doble sentido (a) en tus justos juicios; (b) conforme a tus justas promesas.
6. VAU (versículos 41-48)
A esta sección podríamos ponerle por título: El coraje necesario para dar testimonio. En
efecto:
1. Pide el favor de Dios (v. 41), contenido en sus promesas (lit. en su dicho —imrah),
precisamente para estar más animado a dar testimonio de la bondad de Dios ante los que
quieren avergonzarle (v. 42). Con esta esperanza (v. 43), está seguro de que no se le irá de
la boca la palabra de verdad, es decir, un testimonio sincero y veraz de lo que Dios ha hecho
por él, lo cual sería difícil de cumplir si le faltase la manifestación del favor de Dios hacia él.
Seguro de haber sido escuchado, hace una promesa firme (v. 44), usando los tres vocablos
que indican continuidad de por vida: «tamid» = siempre, «leolam» = para siempre, y «ed» =
perpetuamente (el mismo vocablo de Is. 9:6 «... perpetuamente Padre»).
2. Esto le dará ánimo y coraje (v. 45): «Y andaré por ancho campo (de la misma raíz que el
vocablo del v. 32), es decir, libre de ansiedades, porque busqué (comp. con v. 2) tus
preceptos. Y, como el que teme a Dios, no tiene por qué temer a nadie, se siente ya con el
coraje necesario para dar testimonio delante de reyes (v. 46), como lo dieron los
compañeros de Daniel ante Nabucodonosor (Dan. 3:16), los Apóstoles ante las autoridades
judías (Hch. 4:20), y el Apóstol Pablo ante el rey Agripa (Hch. 26).
3. Repite, una vez más (vv. 47, 48), el amor que profesa a la Ley de Dios, el deleite que
siente en cumplirla y meditarla, hasta el punto de que quiere alzar las palmas de las manos
(lit.) hacia los divinos mandamientos (repitiendo la frase del v. 47: «que he amado») en
actitud de intensa devoción, de empeño decidido. «La frase —dice Cohén— denota de
ordinario la actitud de oración.» «Casi diviniza la Ley —comenta Arconada— al prometer
alzar a ella sus manos, en gesto de oración (cf. 28:2).
7. ZAIN (versículos 49-56)
Esta sección puede llevar por título: La fuente del consuelo y de la esperanza. Nótese las
veces que estas palabras ocurren aquí y el bellísimo versículo 54.
1. Comienza el salmista con un verbo que va a repetir (zacar, ya que la letra de esta sección
es la z): «Acuérdate de la palabra (aquí, dabar, pero en sentido de «promesa», como en
otros lugares imrah) dada a tu siervo, en la que me has hecho esperar (lit.), es decir, poner
la esperanza» (v. 49). La promesa de Dios le había infundido esperanza; ahora pide a Dios
que, puesto que su palabra es fiel y no puede violar su promesa, ha de recordarla para
librarle de la decepción que sufriría si no se cumpliera. En las crisis pasadas, esa promesa le
había reanimado, vivificado (comp. vv. 17, 25, 28, 37, 40); por eso, sabe que tendrá ahora el
mismo efecto (v. 50), y en ella halla el consuelo en su aflicción.
2. Ese consuelo le sustenta (v. 52), pues recuerda experiencias pasadas («tus juicios de otro
tiempo»), en que Dios le había sacado a campo ancho cuando sus enemigos se burlaban de él
y hablaban mal de él (v. 51, comp. con v. 23). Lo que más siente él con respecto a sus
enemigos, y lo que le enfurece (v. 53) hasta hacerle derramar ríos de lágrimas (v. 136) es el
desacato con que estos impíos tratan la Ley de Dios. ¡ Ojalá sintiésemos nosotros la misma
santa indignación al ver hollada de tantos modos la santa Ley de Dios! Pero no es difícil
indignarse cuando son otros los que la huellan ¿nos indignamos también contra nosotros
mismos cuando pecamos?
3. El consuelo que el salmista recibe de las promesas de Dios sube de punto cuando lo
transfiere al cumplimiento mismo de la Ley (A) El obedecer los preceptos de Dios lo estima
como lo mejor que tiene (v. 56). Incluso durante la noche, no le abandona el recuerdo de
Dios y de la Ley (v. 55), pero lo más grandioso es que «los estatutos» de Dios le infunden tal
gozo y tal consuelo que son sus cantares, le inspiran a cantar (comp. con Hch. 16:25), en la
casa de su peregrinaje (lit.)», es decir, en la morada en que se siente como peregrino, o
extranjero (v. 54, comp. con el v. 19, donde el vocablo es de la misma raíz que aquí).
8. JETH (versículos 57-64)
Yates titula esta sección: La decisión de ser fiel. En ella vemos:
1. Que el salmista, como David (16:5), ha escogido por heredad a Yahweh (v. 57), por lo que
busca de todo corazón la presencia de Dios (v. 58) y expresa su promesa de fidelidad: He
prometido guardar, cumplir, tus palabras (v. 57b). Cabe una versión diferente: «Mi porción,
Yahweh, me dije, es observar tus palabras.» En todo caso, el salmista hace de la Ley de Dios
su norma y a ella se adhiere de todo corazón, dependiendo de Dios en cuanto al
cumplimiento de ella.
2. Sin embargo, se da cuenta de que sus caminos dejan algo que desear, por lo que expresa
su propósito de hacer volver sus pies (v. 59) a los testimonios de Dios. De alguna manera,
había caído atrapado en las redes de los malvados (v. 61) y, después de examinar a fondo su
propia conducta (v. 59), se apresura a abandonar el mal camino que comenzaba a seguir y no
quiere retrasarse, sino ganar el tiempo perdido (v. 60).
3. Implora, por ello, la misericordia (lit. el favor la gracia) de Dios, ya que de su amor
misericordioso (v. 64, diferente vocablo del que sale aquí, v. 58b) está llena la tierra, por lo
que se siente animado a pedir el favor de un Dios que está lleno de bondad hacia todas sus
criaturas, ahora que él se ve acuciado por el peligro de faltar a su promesa de fidelidad.
Alega a su favor que, a pesar de la presión que sobre él han ejercido los malvados, (A) no se
ha olvidado de la Ley de Yahweh (v. 61), sino que (B) acorta el tiempo de su descanso
nocturno levantándose (comp. v. 55) para darle gracias (lit.) por sus justos juicios (v. 62), es
decir, por las ordenanzas de la Providencia en cualquier circunstancia, y (C) escoge por
compañeros suyos a los que, como él, temen a Dios y guardan sus mandamientos (v. 63);
eran sus amigos, no tanto por estar a su favor como por ser temerosos de Dios.
9. TETH (versículos 65-72)
Esta estrofa puede titularse: La disciplina de la aflicción. Aquí el salmista:
1. Agradece a Dios el favor que le ha dispensado. Aun cuando el verbo «dar gracias» no
ocurre ni una sola vez en esta sección, toda ella está llena de agradecimiento: «Has tratado
bien a tu siervo» (v. 65). El favor de Dios hacia nosotros se muestra tanto en lo que nos
agrada como en lo que nos duele. «Bueno eres tú y bienhechor», dice luego (v. 68). Y así a lo
largo de toda la estrofa.
2. Reconoce que fue un gran bien para él haber sido humillado (v. 71, comp. con v. 67). Su
desviación del camino recto (v. 59) tuvo como consecuencia la aflicción que Dios le envió, y
esta aflicción le hizo volver en sí, como al Hijo Pródigo de Le. 15:11 y ss., y dirigir sus pies a
someterse de nuevo a las normas divinas (vv. 59, 67, 71).
3. Lo que le ayuda siempre a recobrarse es que estima la Ley de Dios más que todas las
riquezas del mundo (v. 72, comp. con v. 14); de ahí el deleite que experimenta en el
cumplimiento de la Ley (vv. 66b, 67b, 69b, 70b) y la repugnancia que le causan los
calumniadores (v. 69) y los que tienen embotado el corazón (lit. «gordo como la grasa»), es
decir, impermeable a todo ideal ético.
4. Como todo buen creyente, desea conocer más y mejor la Ley de Dios, por lo que le pide
que le enseñe (A) no sólo a través de la aflicción (vv. 67, 71), sino (B) concediéndole buen
discernimiento (lit. bondad de gusto —como cuando decimos de una persona de buen
sentido: «¡Qué buen gusto tiene!») y conocimiento (hebreo, dáath), en sentido de
penetración cordial, experimental, como siempre en las Escrituras (v. 66). No todo el que
tiene buen conocimiento tiene buen gusto y viceversa. Poseer ambas cosas es un gran favor
de Dios: buen corazón con buena cabeza. (C) De nuevo (v. 68b): «Enséñame tus estatutos».
Puesto que en sus palabras revela Dios su bondad, el salmista está deseoso de que Dios le
instruya en sus preceptos.
10. YOD (versículos 73-80)
Aunque Yates titula esta sección: «La justicia de la retribución», le iría mejor el título: «La
voz del deseo», pues la necesidad de encabezar los versículos con la letra yod lleva al
salmista a emplear con mucha frecuencia los imperfectos llamados «yusivos» u optativos,
que comienzan por dicha letra.
1. Empieza por una confesión de que le debe a Dios el ser (comp. con Job 10:8; Sal. 139:15,
16): «Tus manos me hicieron y me dieron forma (lit.)», por lo cual precisamente necesita
saber cuál es el objetivo que Dios se ha propuesto al crearlo y cuál es su deber para con Dios
(v. 73). Se repite así la petición de los versículos 12, 19, 27, 33, 34, 64, 66, 68.
2. Renueva también su reconocimiento del bien que le ha hecho la aflicción (v. 75, comp.
con v. 71), pues en ella ha mostrado Dios, no sólo su justicia en castigar el pecado, sino
también su fidelidad al modo de corregir a su pueblo (comp. con He. 12:10, 11).
3. Apela al consuelo, al favor y al amor misericordioso de Dios (vv. 76, 77), puesto que en la
palabra de Dios tiene puesta su esperanza (v. 74b), su delicia (v. 77b) y su meditación (v.
78b). Con ese favor de Dios, (A) Él no quedará avergonzado (v. 80b), mientras caerá la
vergüenza sobre los orgullosos que le han calumniado (v. 78, comp. con vv. 69, 70); (B) Los
que temen a Dios, como él, se alegrarán al verle, se animarán más y más a cumplir la Ley (v.
74) y se volverán a él (v. 79), es decir, seguirán su ejemplo de constancia y fidelidad a Dios y
a su Ley, cuando su fe se tambalee como resultado de las actividades de los soberbios.
11. CAP (versículos 81-88)
Esta sección puede llevar el título de « Un rayo de esperanza en medio de las tinieblas ». El
salmista se siente deprimido ante la gran tribulación que le aflige. Las imágenes son muy
expresivas.
1. Se siente desfallecer a lo largo de toda esta estrofa. (A) Su alma, su persona, se consume
de ansias por verse a salvo de la presente aflicción; éste es el sentido del versículo 81, con
una nota de esperanza. (B) El mismo verbo («consumirse, desfallecer, morirse de ansias
de...») ocurre en el versículo 82 (comp. con v. 123): Su vista desfallece de tanto esperar un
alivio que tarda en llegar: «... ¿cuándo me consolarás?». (C) Se siente arrugado y encogido,
como un odre ahumado (v. 83). Dice Cohén: «En el Oriente, los recipientes se hacen de piel
y, cuando no se usan, se cuelgan en la habitación que no tiene chimenea para el escape del
humo, con lo que se encogen.» Comenta Arconada que, de este modo, «el vino mejoraba y
tomaba sabor», pero el salmista sólo piensa en el daño que le produce la aflicción, la cual
parece seguir implacable.
2. En efecto, sus enemigos (A) le han cavado fosas, lo cual es contra la ley (v. 85, comp. con
Ex. 21:33, 34), a fin de hacerle caer; (B) le persiguen sin causa (v. 86, comp. con v. 78); y
(C) Han estado a punto de extirparle (lit. consumirle —el mismo verbo de los versículos 81 y
82) de la tierra. (D) De tal forma le afligen que pregunta a Dios (v. 84): «¿Cuántos son los
días de tu siervo?.» La respuesta se adivina a la vista de la 2. a parte del versículo. Es como si
dijera: «Puesto que mis días son tan pocos, date prisa, Señor, a ayudarme y vindicarme; de
lo contrario, vas a llegar demasiado tarde.» (E) En esto, apela a la fidelidad (lit.) de Dios,
que resplandece en sus ordenanzas (v. 86); en otras palabras, en contraste con la falsedad
de los que no proceden según la Ley de Dios (v. 85b), el salmista recurre al Dios que ha dado
mandamientos basados en la verdad y en la fidelidad.
3. En medio de su aflicción y desconsuelo, junto a la nota de esperanza (vv. 81, 88), se
advierte una y otra vez la resolución del salmista de observar los mandamientos de Dios, a
pesar de todo (vv. 83b, 87b, 88b). En realidad, el objetivo primordial de su permanencia en
este mundo lo cifra el salmista en cumplir la voluntad de Dios, y por eso le pide que le
vivifique, conforme a su amor misericordioso, para observar (es la interpretación más
probable) /os testimonios de la boca de Dios (v. 88).
12. LAMED (versículos 89-96)
Esta estrofa, donde el optimismo contrasta con la depresión de la sección anterior, podría
llevar por título: «El triunfo de la fe.»
1. Comienza el salmista con un entusiasta reconocimiento de la fidelidad de Dios (vv. 89-
91), la cual tiene los caracteres de (A) celestial (v. 89) y, por tanto, inmutable como los
cielos; (B) eterna: de generación en generación, a perpetuidad, como la tierra cuyo
fundamento ha sido puesto por Dios (v. 90); (C) soberana, pues los cielos y la tierra, con todo
lo que contienen, así como las vicisitudes de la historia, todo ello sirve a los propósitos de la
voluntad de Dios (v. 91). La fidelidad es la verdad de Dios (ambos vocablos tienen en hebreo
la misma raíz: aman, estar seguro), y Dios no puede mentir ni contradecirse a sí mismo: Dios
es la verdad (comp. con Jn. 14:6). Y la palabra de Dios: sus promesas y sus normas,
participan de las cualidades divinas. Todo lo creado, por perfecto que sea, tiene un límite; la
palabra de Dios no lo tiene (v. 96)
2. La Biblia es un buen compañero en todo tiempo. El salmista reconoce que, si la ley de
Dios no hubiese sido su delicia, habría perecido en su desdicha (v. 92) pues habría carecido
de fuerzas para continuar en la brecha, mientras que los mandamientos de Dios le dan la
vida (v. 93). Aquí vemos que el mejor remedio contra el mal recuerdo es el buen afecto.
3. El mismo remedio halla el salmista al recordar los muchos males que contra él han
tramado los malvados (v. 95): el prestar constante atención a los testimonios de Dios es el
mejor medio de escapar del peligro en que sus arrogantes enemigos querían hacerle caer.
13. MEM (versículos 97-104)
Esta estrofa podría llevar por titulo: La Ley, fuente de sabiduría. Dos detalles destacan
aquí: (A) Esta es la primera estrofa que no contiene ninguna petición; (B) Tampoco se halla
en ella ninguna queja.
1. Comienza el salmista expresando enfáticamente su amor a la ley de Dios. No sólo medita
en ella todo el día (v. 97), sino que la paladea como un manjar, y le sabe mejor que la miel
(v. 103). Cada uno piensa constantemente en aquello que ama; por eso, la constante
meditación de la ley era una prueba clara de que el salmista amaba verdaderamente la Ley,
y la ley le resultaba a su paladar espiritual más dulce que la miel. En efecto, el manjar
corporal llega a saciar, y con la hartura viene la repugnancia, pero el manjar espiritual nunca
harta, sino que cuanto más se alimenta uno de él, tanto mayor es el apetito que de él tiene;
así que no es de extrañar que ocupe su atención continuamente.
2. La razón principal de su amor a la Ley, según la expresa aquí el salmista, es que la ley
(en sus múltiples sinónimos) le hace más sabio que sus enemigos (v. 98), y por eso, tiene
mayor discernimiento que sus maestros (v. 99), y más sensatez que los ancianos (y.100),
puesto que éstos extraen su cordura de la experiencia que la vida les ha proporcionado,
mientras que el salmista debe su sabiduría a la obediencia a la voluntad de Dios (w. 98, 99b,
100b, 104 y, especialmente, 102b). Se cumple aquí lo que dijo el Señor Jesús (Jn. 7:17); «El
que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá, etc.» (V. en el volumen correspondiente el
comentario a este versículo.) El amor a la verdad prepara el camino para la luz de la mente:
«los corazón limpio verán a Dios» (Mt. 5:8). No se hace ninguna injuria a los maestros cuando
se les llega a sobrepasar en sabiduría, pues todo buen maestro se alegra de los progresos de
sus discípulos y, por otra parte, se les enseña a los maestros mismos que la fuente de la
verdadera sabiduría se halla en la observancia de los mandamientos más bien que en el
conocimiento intelectual de las Escrituras.
14. NUN (versículos 105-112)
El versículo 105 parece empalmar con la sección anterior y nos permite titular la presente:
La luz de la vida. Siguen quejas y peticiones, con un final parecido al de la estrofa anterior.
1. El salmista comienza con una afirmación que hace del versículo 105 uno de los más
conocidos de toda la Biblia: «Lámpara (es) para mis pies tu palabra, y luz para mi senda»
(lit.). Comp. con Pr. 6:23. Por aquí vemos la naturaleza de la palabra de Dios: lámpara y luz.
Nos descubre, con respecto a Dios y a nosotros mismos, lo que de otro modo no habríamos
podido llegar a conocer. El mandamiento es una lámpara que luce y arde con el aceite del
Espíritu Santo; es como las lámparas del santuario y la columna de fuego en el desierto
(comp. con 2 P. 1:19). No sólo ha de ser luz para nuestros ojos, a fin de que disfruten de un
bello panorama, sino para nuestros pies, a fin de que sepamos donde los hemos de poner, y
para nuestra senda, a fin de que no nos extraviemos.
2. Con la luz por guía, el salmista promete no desviarse de la senda que la Ley le muestra
(vv. 106, 109b, 100, 111, 112), pues es esa Ley precisamente la que le sostiene en medio de
su aflicción (vv. 107, 109, 110). Tres detalles merecen nuestra consideración: (A) La frase
del versículo 109: «Mi alma (mi vida) está continuamente en mi mano» (lit.), es decir, en
peligro de muerte, nos recuerda frases similares en Jue. 12:3 y 1 S. 19:5. (B) El versículo 111
nos recuerda Dt. 33:4 y da claramente a entender que este piadoso israelita estimaba la
incorruptible heredad de la Ley de Dios mucho más que la tierra de Canaán, que ahora se
hallaba en poder de extraños. (C) El versículo 112 acaba, como el versículo 33, con el
vocablo hebreo équeb; por lo que admite, igual que allí, una doble versión: (a) hasta el fin;
o: (b) como una recompensa.
15. SÁMEC (versículos 113-120)
Esta sección puede llevar por título: El estímulo de la lealtad. 1. La lealtad del salmista se
echa de ver (A) En el santo odio que abriga contra los de doblez de mente (v. 113, lit. Comp.
con 1 R. 18:21, donde se halla la misma raíz hebrea en la pregunta que Elías hace al pueblo).
Aunque no sabemos a quiénes se refiere, la expresión indica personas que estaban indecisas
en su culto y servicio al verdadero Dios; (B)en su deseo (v. 115, comp. con 6:8) de estar
alejado, cuanto más mejor, de los malvados. Sabía muy bien que las malas compañías
corrompen las buenas costumbres (1 Co. 15:33) y quería verse alejado del contagio; (C)
especialmente, en su decisión firme, valiente, de observar la Ley. (V. especialmente el v.
115b). Nótese la frase: «Y guardaré (lit.) /os mandamientos de mi Dios.» Como un buen
soldado o, mejor, como un valiente santo, pues la verdadera bravura consiste en la firme
resolución de obedecer la voluntad de Dios y evitar el pecado.
2. El estímulo para esa lealtad lo halla el salmista (A) En Dios mismo, quien en su refugio y
escudo (v. 114), su sostén y apoyo (vv. 116, 117) y su vindicador (vv. 118,119), pues él
rechaza (mejor que «deshace» (v. 118) y hace cesar (v. 119. Lit.) a los malvados como quien
separa la escoria del metal para refinarlo. Eso es lo que Dios hace con los malvados y,
comoquiera que el salmista no desea correr la suerte de ellos, ama los testimonios de Dios
(v. 119b). ¿Tenía ante sí la profecía de Ez. 22:17-22 ? En todo caso, la imagen de la escoria
es la misma. (B) En la palabra de Dios, la cual es su esperanza (v. 114b, comp. con v. 74); en
esa palabra confía, para no verse avergonzado de su esperanza (v. 116); (C) finalmente, en
el castigo que sufren los desobedientes (vv. 118-120), lo cual se palpa especialmente en el v.
120, que cierra la sección: «Mi carne se estremece por temor de ti, y de tus juicios tengo
miedo.» El salmista se estremecía al contemplar el castigo de los malvados y abrigaba un
santo temor de los juicios de Dios, ya se trate de las «sentencias» contra los malvados o de
las «leyes» conforme a las cuales son juzgados. Dice Kirkpatrick: «El temor reverente es el
correcto complemento del santo amor.»
16. AYIN (versículos 121-128)
El título de esta sección podría ser: Es tiempo de intervenir.
1. En efecto, el salmista lo dice expresamente (v. 126): «Es hora de actuar, Yahweh.» La
misma nota de urgencia se advierte en los versículos 121-124, donde se apela: (A) A la
conducta que él mismo viene observando sin desmayo: «Juicio y justicia he practicado» (v.
121), las cualidades que Dios ama (33:5) y que son el cimiento del trono de Dios (89:14), por
lo que bien puede apelar a su integridad, a fin de que Dios ejercite esas mismas perfecciones
que son el fundamento de su trono y le saque del aprieto en que se halla; (B) a la promesa
divina (v. l23):«Mis ojos desfallecen (el mismo verbo del v. 82) por (o, para, es decir, en
anhelos de) tu salvación y tu dicho (lit.) justo» = la promesa de Dios garantizada por la
justicia de Dios. De ahí que interponga su condición de «siervo» de Yahweh (vv. 122, 124,
125); (C) al amor misericordioso de Dios, ya que se reconoce indigno de alcanzar la salvación
por sí mismo, mientras pide mayor instrucción a fin de que su conducta merezca, de algún
modo, la aprobación de Dios (vv. 124, 125).
2. En toda la sección se nota el mismo tono de apuro de algunas de las estrofas anteriores.
Acecha el peligro de que /os soberbios le opriman (v. 122b). Pero lo que más le estimula a
urgir a Dios a actuar es ver que esos soberbios violan, quebrantan con descaro, la Ley (v.
126).
3. Una vez más, expresa su amor a los mandamientos divinos («más que el oro fino»), su
docilidad para dejarse guiar rectamente por todos los preceptos divinos, en lo concerniente
a todas las cosas (lit., según la versión más probable de la concisa frase hebrea); y, como
todo el que se adhiere firmemente a la verdad, aborrece todo camino falso, engañoso (v.
128). Es de advertir que la conjunción causal hebrea alkén = «por eso», no tiene aquí (vv.
127, 128) precisamente un sentido causal o consecutivo, sino que la emplea el salmista
porque le viene bien para el acróstico, ya que comienza por la letra ayin, que domina toda la
sección.
17. PE (versículos 129-136)
Esta sección puede titularse: La Maravilla de la Iluminación, según la bella imagen del
versículo 130, en cuanto a la palabra de Dios, y la petición del versículo 135, en cuanto al
rostro de Dios.
1. Como en el versículo 18, el salmista queda encantado de lo maravillosos que son los
testimonios de Dios (v. 129); por eso, tos guarda, como quien custodia y asegura un tesoro.
Esos testimonios son tan luminosos que hacen sabio al sencillo (v. 130b, comp. con 19:7), es
decir, al «ingenuo», sin experiencia, que se deja influir de toda clase de opiniones y
doctrinas. Esa iluminación se debe a que «el portal de tus palabras (lit.) da luz» (lit.), dice el
salmista. Comenta W.T. Davies: «En Palestina, las casas, en su mayoría, carecen de
ventanas, entrando la luz por el portal. Entra luz por la palabra de Dios del mismo modo que
la luz del sol entra por un portal oriental.» Hay otra luz que el salmista desea para disipar las
tinieblas de la opresión: la del rostro de Dios (v. 135, comp. con 80:3 y Nm. 6:25), que
proporciona salvación.
2. A la petición que acabamos de comentar, añade otra («y enséñame tus estatutos» —v.
135b), con lo que da a entender una vez más el amor que abriga hacia la ley de Dios. Véase
la bella imagen con que lo expresa en el versículo 131: «Mi boca abrí de par en par y aspiré
con afán» (no es el mismo verbo de 42:1). ¿Para qué? Para sorber el alimento espiritual que
la Ley de Dios proporciona: «Porque anhelaba tus mandamientos. »
3. Como en otras secciones, el salmista, además de luz, pide protección (v. 132): «Vuélvete
hacia mí y concédeme tu favor» (lit., comp. con 25:16; 86:16). Implora el favor de Dios,
sabiendo que con sólo que Dios vuelva hacia él su rostro, será librado. Apela a la ley que Dios
mismo se ha impuesto a sí mismo de socorrer a los que le aman (v. 132b). Lo hace
explícitamente en el versículo 134, donde habla de la «opresión» de los hombres, que podría
resultarle un obstáculo para la observancia de los mandamientos de Dios. La misma
protección demanda en el versículo 133: «Afianza mis pasos con tu palabra» (lit. con tu
dicho). El verbo podría traducirse mejor por: «ordena» o «guía». La idea no cambia: Ya que
Dios le ha puesto en la senda recta con su palabra, pide que le siga guiando, con su palabra y
con su gracia, por esa misma senda. De esa manera, ninguna iniquidad (hebreo, aven), es
decir, ninguna infracción de la ley, se enseñoreará de él, prevalecerá sobre él con los
halagos de la tentación. Lo que más le duele, como ya ha insinuado en otros lugares (v. por
ej. vv. 85 y 126), es la violación de la ley divina por parte de los malvados; tanto que de sus
ojos han descendido ríos de agua (hebreo, palguey máyim, la misma frase de Pr. 21:1. V. el
comentario a dicho versículo), es decir, de lágrimas, por los que no guardan la ley de Dios (v.
136). Comp. con versículo 139 y, en especial, con Lam. 3:48. No llora por la opresión que
sobre él ejercen los malvados, sino por la iniquidad de esos malvados.
18. TSADE (versículos 137-144)
Yates titula esta sección: El reto de la justicia. En efecto,
1. El salmista, en contraste con los inicuos, con los quebrantadores de la ley, de quienes
acaba de hablar en el versículo 136, resalta el carácter de Dios como un Dios justo y, por
eso, son justos, rectos, fieles, sus juicios y sus testimonios; y lo son eternamente (vv. 137,
138, 142 y 144). Es muy notable el singular hebreo yashar, recto, siendo plural el sustantivo
mishpatey = juicios, lo que significa que cada uno de sus juicios, según Ibn Ezra, o el
conjunto compacto de esos juicios, es recto. Hay aquí una ecuación de palabra de Dios y
justicia, a la que sigue otra ecuación de palabra y verdad (v. 142b), que ya vimos en 19:9, y
se repite en los versículos 151 y 160 de este salmo, y llega hasta Jn. 17:17. Aquí tenemos un
gran principio de conducta: La palabra de Dios, al ser verdad, ha de gobernar los
pensamientos y dirigir los movimientos todos de la persona; y, para que la autoridad de esa
verdad no resulte ineficaz ante la debilidad de la carne, queda reforzada por una ley que ata
la voluntad y la lleva a sumisión.
2. El salmista expresa un segundo contraste entre su propia pequeñez y miseria —sobre
todo, por el desprecio que hacia él muestran sus semejantes— (v. 141) y la palabra
acrisolada, es decir, libre de toda escoria, de Dios. A pesar de esta desproporción, el
salmista asegura que no se olvida de los preceptos (lit.) divinos; (v. 141b); más aún, como ya
ha expresado otras veces, los mandamientos de Dios son sus delicias, aun en medio de la
aflicción y de la angustia que se habían apoderado de él (v. 143). Este mismo era el consuelo
con que el Apóstol se sentía confortado para consolar a otros en medio de la tribulación (2
Co. 1:3-11).
3. Como en otros lugares, declara también su amor a la palabra de Dios (v. 140b: «la ama tu
siervo»); por ello, también una vez más, pide entendimiento (no revelación, pues tiene
suficiente), para vivir (v. 144b) cumpliendo los preceptos de la Ley, pues Lv. 18:5 (citado en
Ro. 10:5) dice de parte de Dios: «Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los
cuales haciendo el hombre, vivirá por ellos.» En el cumplimiento de la ley hay vida. Si el
hombre no se salva por la ley, es porque ninguno la cumple; y como la ley, de suyo, no da
fuerza para luchar contra el pecado, sino que se reduce a darlo a conocer y a diagnosticarlo,
necesitamos la gracia y el poder del Espíritu que se dan a los creyentes (V. Ro. 3:9-31; Ef.
2:1-10, entre otros lugares).
4. El amor a la ley de Dios le lleva, como siempre, a una tremenda tristeza por el
quebrantamiento que de la ley hacen los malvados (v. 139): «Mi celo me ha consumido
(comp. con 69:9; Jn. 2:17), porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.» Es la primera
vez que en este salmo los llama «mis adversarios» (lit. Hebreo, tsaray), aunque en el
versículo 98 los había llamado «mis enemigos» (hebreo, oybay). Enemigos y adversarios suyos
eran, más por ser enemigos de Dios y de su ley que por la dura aflicción con que a él le
oprimían.
19. COF (más exacto, QOF). Versículos 145-152.
No es fácil poner título a esta sección. Yates la titula: Seguridad que procede de la oración.
Lo cierto es que la oración o, mejor, el clamor de la oración, domina toda la estrofa.
1. «Clamo con todo el corazón (lit.); respóndeme, Yahweh; guardaré tus estatutos», dice el
salmista (v. 145). Y añade (v. 146): «A ti clamo; sálvame, y guardaré tus testimonios.» Es de
observar aquí: (A) Que el sentido de la última frase no es: «Si me salvas, guardaré tus
testimonios», sino: «sálvame para guardar tus testimonios». Lo mismo ha de decirse del
versículo 145b, donde la conjunción «y» falta en el hebreo, y en versículo 148b, donde está
expresa la partícula le, para (conjunción final). (B) La gran urgencia con que el salmista ora
a Dios, como se echa de ver, no sólo por los versículos 145 y 146, ya citados, sino también
por el comienzo de los versículos 147, 148 y 149. La frase «me anticipo, etc.» significa que
madrugaba para orar y, además, interrumpía el sueño de la noche para clamar a Dios (comp.
con 63:6) y meditar en su ley. Ello nos indica que las cosas de Dios le ocupaban totalmente el
pensamiento y que lo primero que hacía, al levantarse, antes de dedicarse a cualquier otro
asunto, era orar ¡Buen ejemplo para nosotros, los cristianos!
2. En medio de este clamor de la oración, se advierte la nota de esperanza: «Espero en tus
palabras» (v. 147b). Así dice el texto, aunque el circulito blanco da a entender que los judíos
lo leen en singular, en el sentido de «promesa» de salvar a quienes invocan a Yahweh.
Aunque la respuesta de Dios no venía de inmediato, su esperanza le estimulaba para seguir
orando. En la misma palabra de Dios se apoya para pedirle que le vivifique (v. 149b, comp.
con vv. 25, 37, etc.). El mismo tono se advierte en los versículos 151, 152: «Cercano estás
tú, Yahweh, para salvarme, como mis enemigos están cercanos (v. 150) para atacarme, pero
no tengo miedo, porque ellos están alejados de tu ley (v. 150b), mientras que yo amo tu ley
(v. 140, entre otros); ella es mi delicia (v. 143, entre otros). Yo llevo las de ganar, pues ellos
se apoyan en la falsedad (v. 118b), pero yo me apoyo en la verdad (v. 151b), porque desde
antiguo conozco por tus testimonios que los estableciste para siempre (v. 152. Lit.).
Comenta Cohén: «Tras larga reflexión sobre los testimonios de Dios, se ha convencido de
que son eternamente válidos y por eso confía en ellos cuando se halla en peligro.»
20. RESH (versículos 153-160)
Esta sección puede titularse: La insistencia en la oración. Está dominada por los verbos
mirar y ver, que en hebreo son un mismo verbo y comienza por la letra resh, exigida por el
acróstico.
1. El salmista fija su mirada en su propia aflicción (v. 153) y apela a la compasión de Dios;
fija su mirada en el poder de Dios y le pide confiado: «líbrame»; fija su mirada en la justicia
de Dios y suplica (v. 154): «Defiende mi causa», como diciendo: «Tú eres no sólo mi Juez,
sino también mi Abogado, tómame por cliente y defiende mi caso contra los que me
persiguen (comp. con 35:1; 43:1), ellos no pueden esperar la salvación, porque están tan
lejos de la salvación (v. 155), como de tu ley» (v. 150b); finalmente, fija su mirada en la
gracia de Dios y pide, por tres veces (vv. 154, 156, 159): «Vivifícame, es decir, dame vida,
consuelo y, especialmente, liberación, para seguir haciendo tu voluntad, porque, mira,
Yahweh, cómo amo tus preceptos» (v. 159. Lit.).
2. Este amor a la ley de Dios le sirve al salmista para urgir a Dios a que acuda en socorro
suyo. Porque la ama (vv. 140,159), no se olvida de ella (v. 153b), ni se aparta de ella (v.
157b). Le disgustan los prevaricadores (lit. los sin fe), porque no guardan, no obedecen, el
dicho de Dios, lo que Dios manda (en este contexto, este es el sentido de imrah; nótese
también que, en el original, está en singular). Pero su apelación no se basa primordialmente
en ese amor suyo a la ley, sino en la misericordia, en la fidelidad y en la justicia de Dios, que
es para siempre (vv. 156, 159b y 160). «Lo capital (lit. la cabeza) de tu palabra —dice (v.
160)— es la verdad.» «La totalidad de tu palabra es verdad» (éste parece ser el verdadero
sentido) ¡Bien fundada está, y para siempre! (V. la segunda parte del versículo).
3. Dos detalles merecen consideración: (A) Hemos dicho que el amor a la ley le sirve al
salmista para urgir a Dios, pero nótese que no dice: «¡Mira cómo cumplo tus preceptos!»,
sino ¡Mira cómo amo tus preceptos!». Sabia que no los cumplía a la perfección, pero era
consciente de que los amaba. Nuestra obediencia es agradable a Dios únicamente cuando
procede del amor; no se ama por obediencia, sino que se obedece por amor. Ese amor, esa
búsqueda (v. 155), es nodriza de la esperanza, porque ¿cómo pueden esperar obtener el
favor de Dios en la adversidad quienes nunca le buscaron cuando estaban en prosperidad? (B)
Especialmente notable es el contraste entre las frases: «Muchas son tus misericordias» (lit.
compasiones) del versículo 156, y «Muchos son mis perseguidores» del versículo 157. Esta
debe ser la mentalidad de todo verdadero creyente, quien, siendo realista («Muchos son mis
enemigos»), puede ser optimista («Muchas son tus misericordias»), con tal que el
pensamiento de la compasión de Dios hacia los que le aman preceda al del peligro que pueda
acechar, pues no hay peligro que pueda oponerse al infinito poder de Dios para salvar. El
volumen del mal cercano (v. 150) será así pequeño frente al Dios cercano (v. 151).
21. SIN o SHIN (versículos 161-168)
Esta letra hebrea, semejante a una m (minúscula) cabeza abajo, se pronuncia de distinta
forma según tenga el puntito sobre la patita primera (shin) o sobre la patita tercera (sin),
pero, al ser la forma de la letra la misma en ambos casos, caben aquí palabras que
comiencen por shin o por sin. Recuérdese que el haber olvidado la diferencia de
pronunciación resultante de la diferente colocación del puntito ocasionó la matanza que se
nos refiere en Jue. 12:6. La sección puede titularse: La paz en el amor, teniendo por clave el
versículo 165. Como en la sección 13 (MEM), tampoco aquí se halla ninguna petición.
1. Una sola vez alude en esta sección a los magnates (ya aludidos en el versículo 23) que le
persiguen sin causa (v. 161, comp. con vv. 78, 86). Esta ha sido siempre la suerte que ha
cabido a los buenos; pero el caso es mucho más grave cuando, como aquí, los perseguidores
son los que gobiernan o tienen gran influencia sobre los que gobiernan, pues no sólo llevan la
espada al costado, sino también la ley, por lo que pueden perseguir a los buenos bajo
cualquier pretexto de apariencia legal, como suele ser el de subversión (V. Hch. 16:20;
17:6).
2. Como los dos polos de un mismo eje, aparecen aquí contrapuestos el amor a la ley de
Dios (v. toda la sección) y el odio a la mentira (v. 163), entendida aquí como la oposición
directa a la verdad que la Ley representa. El alma humana se mueve, en principio, por esos
sentimientos, hasta tal punto que en torno a ellos gira la vida del hombre y aun la historia de
la humanidad. Dice Agustín de Hipona (La Ciudad de Dios, libro 14, cap. 28): «Dos amores
fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el
amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial.» Por eso, no hay medio, no cabe
neutralidad (Mt. 12:30 y paral.; Jn. 8:47 y a cada paso en ese Evangelio). El amor que el
salmista tiene a la ley se traduce: (A) En temor (lit. pavor reverencial), índice de su
fidelidad, a la palabra de Dios (v. 16 Ib); (B) En regocijo en esa misma palabra (aquí, imrah ,
dicho), como el que halla un gran botín (v. 162). Así como el guerrero se goza cuando
alcanza un gran botín en el campo de batalla, el botín del salmista es el gozo y la felicidad
que el cumplimiento de la ley de Dios le proporciona. (C) En alabanza (v. 164): «Siete veces
(es decir, con mucha frecuencia. El siete es número de perfección, de algo completo) al día
te alabo, etc.» Hay quienes piensan que basta un día, el domingo, para alabar a Dios, darle
gracias y escuchar su palabra; pero el salmista no pensaba así: con mayor frecuencia que el
alimento que tomaba, alababa a Dios por sus justos justicias. (D) En obediencia (vv. 166b,
167 y 168). Nótese la última frase de la sección (v. 168b): «Todos los caminos están delante
de ti.» Comenta Cohén: «Su vida es un libro abierto que confiadamente presenta a la
inspección de Dios, por cuanto había observado los preceptos.» Quizá no está de más
comparar esta frase con He. 4:12.
3. Pero especialmente se traduce, y esto merece punto aparte, enpaz (v. 165): «Mucha paz
tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.» Del amor a la ley, y de meditar en
ella, se le sigue al creyente una paz que ninguna cosa del mundo puede alterar. Ese amor
proporciona una santa serenidad; en medio de las tentaciones y de las tribulaciones, pueden
gozar de gran paz en su interior, del mismo modo que el fondo del océano está inmunizado
contra las violentas tempestades que los huracanes puedan provocar en la superficie de los
mares. Leemos en Is. 32:17: «Y el resultado de la justicia será la paz.; y el producto de la
rectitud, tranquilidad y seguridad para siempre.» Los que aman la ley, no hallan tropiezo (v.
165b) porque, con la paz, tienen luz interior en abundancia; y, con la luz, esperanza segura
de salvación (v. 166), es decir, de preservación del peligro (comp. con Gn. 49:18, donde
aparece la misma frase, aunque el verbo es distinto aquí por exigirlo el acróstico). Todo lo
contrario les ocurre a los quebrantadores de la ley, pues «No hay paz para los malvados, dice
Yahweh» (Is. 48:22).
22. TAU (versículos 169-176)
Yates titula esta última sección del salmo: Resolución de firmeza, con base en el versículo
173b. Sin embargo, el compendio de la sección, y de todo el salmo, se halla en el versículo
176, singular—como advierte Arconada— pues «es trimembre y apenas contiene petición». Su
interpretación depende del sentido que se dé al perfecto hebreo thaiti que encabeza el
versículo, como veremos luego. Se mezclan peticiones y alabanzas.
1. Domina la estrofa una urgente petición de socorro. Ya el versículo 169 se encabeza con
un clamor de angustia: «Llegue mi clamor delante de ti, etc.» (comp. 17:1); este clamor va
acompañado de una petición de entendimiento o, mejor, discernimiento a fin de saber cómo
debe obrar, pues es promesa de Dios («conforme a tu palabra»). Pide luego que le libre
«conforme a tu dicho» (v. 170), en paralelismo con la frase del versículo 169b; aquí el
vocablo para «oración» significa «petición de favor o de gracia», ya que Dios salva por pura
misericordia, sin mérito de nuestra parte. La misma urgencia se advierte en el versículo 173:
«Esté tu mano pronta para socorrerme.» Alega para ello las tres razones que aparecen a lo
largo del salmo: (A) Porque ha resuelto decidida y seriamente obedecer los preceptos divinos
(v. 173b, comp. con v. 30); (B) Porque ha estado por largo tiempo anhelando la salvación (v.
174a), es decir, la liberación de los obstáculos que le impedían una obediencia más fiel
(comp. con vv. 40,166); (C) Porque en sus devociones ha hallado, no una atadura, sino una
delicia (v. 174b, comp. con v. 24 y muchos otros).
2. Entreveradas con las peticiones de socorro hallamos alabanzas. Los verbos que encabezan
los versículos 171,172 y 175 se traducen mejor por optativo: «Prorrumpan... Cante... Viva...»
Este tono de alegría en la alabanza de Dios y de sus mandamientos es típicamente hebreo, y
(con mayor razón) debería ser cristiano. Nótese, en el versículo 175, cuál es el fin primordial
de la vida del hombre: alabar, glorificar, a Dios (comp. con 115:17,18; 146:1,2). Este
objetivo es el que impulsa al salmista a desear ardientemente vivir: que Dios le salve la vida
y le reanime, a fin de poder alabarle. Y, para que su vida sea una alabanza continua, ruega a
Dios que sus juicios (u ordenanzas), como principios que regulan la conducta moral humana,
le ayuden para ese fin último (v. 175b).
3. El último versículo de la sección y del salmo (v. 176) admite dos interpretaciones
diferentes: (A) El salmista confiesa su extravío en el pasado, extravío grave, no un pecadillo,
como lo muestra el verbo hebreo, que es el mismo del versículo 110, y también aparece en
58:3; 95:10; Is. 53:6. «Busca a tu siervo», continúa el salmista, como busca el buen pastor a
una oveja extraviada. Termina apelando a que, aun en medio de ese extravío, no se ha
olvidado de los mandamientos divinos. « El salmista —dice Arconada—, enamorado de la Ley,
se firma no ángel, sino hombre.» Sin embargo, ni la acentuación del verso, ni la contextura
de todo el versículo (¿qué sentido tiene, en un miembro «extra», ese «busca a tu siervo»?),
ni el contexto entero del salmo, favorecen esta interpretación. (B) Según Cohén, y teniendo
en cuenta las razones aquí apuntadas, la traducción del versículo habría de ser como sigue:
«Si me extraviase, como una oveja perdida, busca a tu siervo, porque, etc.» Continúa Cohén
comentando: «El salmista podría aludir a la fragilidad que forma parte de la naturaleza
humana, y ruega que, si sucumbiese a su debilidad y se extraviase. Dios se apresure a traerlo
al redil.» La única (pequeña) objeción del traductor a esta solución de Cohén es la falta de la
conjunción hebrea im, si, al comienzo del versículo. Una tercera solución es la de
Kirkpatrick, «que entiende el extravío en el sentido de meros peligros o de desvíos
voluntarios», según referencia de Arconada. Como ya hemos dicho, el verbo hebreo se opone
de forma tajante a esta solución.
3. Para terminar el comentario de este bellísimo salmo, viene bien la observación de
Oesterley a la última frase («no me he olvidado de tus mandamientos»): «Es perfectamente
verdadero —dice— que el objetivo principal del salmista es la glorificación de la Ley, y la
expresión del gozo que, como hombre verdaderamente piadoso, experimenta en la
observancia de sus preceptos; pero, como él mismo pone constantemente de relieve, la Ley
es la expresión de la voluntad de Dios. No es la Ley, per se, lo que ama; ama la Ley porque
ella declara la voluntad de Dios; y la ama porque ama a Dios primeramente».

Salmos 120 (RV60) -Plegaria ante el peligro de la lengua engañosa.


Cántico gradual.
1 A Jehová clamé estando en angustia,
Y él me respondió.
2 Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso,
Y de la lengua fraudulenta.
3 ¿Qué te dará, o qué te aprovechará,
Oh lengua engañosa?
4 Agudas saetas de valiente,
Con brasas de enebro.
5 ¡Ay de mí, que moro en Mesec,
Y habito entre las tiendas de Cedar!
6 Mucho tiempo ha morado mi alma
Con los que aborrecen la paz.
7 Yo soy pacífico;
Mas ellos, así que hablo, me hacen guerra.
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Comentario al Salmo 120
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es el primero de los salmos llamados «graduales» (lit. de las subidas). Resulta punto
menos que imposible hallar el motivo de que se llamase así a estos quince salmos (120-134).
El doctor Cohén, después de analizar otras soluciones, propone la siguiente: «Queda la
explicación ordinariamente adoptada hoy, la cual se basa en el uso común de subir para
denotar el viaje de peregrinación a Jerusalén en las tres grandes festividades del año.
Conforme subían los peregrinos al Monte Sión, estaban en sus labios estos cánticos (v. por
ej. 121:1; 122:1 y ss.; 132:13 y ss.).» Pero termina diciendo: «Hay que admitir que ninguna
explicación satisfactoria se ha dado que halle en este grupo de salmos un detalle común a
todos ellos, la cual dé razón de este título especial. Se ha sugerido que la ocasión que
motivó la redacción del presente salmo pudo ser las falsas alegaciones de los samaritanos
(Esd. 4:1 y ss.) o las intrigas de Sanbalat y Tobías para detener la construcción de las
murallas de Jerusalén (Neh. 4:1 y ss.). Fuese cual fuese la ocasión, así como el autor del
salmo, vemos que el salmista, I. Ora a Dios para que le libre del mal que traman contra él
las malas lenguas (vv. 1, 2). II. Amenaza con los juicios de Dios a los que así le tratan (vv. 3,
4). III. Se queja de sus malvados vecinos (vv. 5-7).
Versículos 1-4
El salmista se ve en apuros por causa del labio mentiroso (lit.) y de la lengua engañosa (v.
2). Había quienes buscaban su ruina, y casi la habían conseguido. Le lisonjeaban a fin de
poder llevar adelante sin sospechas sus tramas. Le sonreían y besaban cuando buscaban la
oportunidad de herirle por debajo de la quinta costilla. También al Señor le hicieron blanco
de falsas acusaciones y le dieron beso de traición. El salmista, sin defensa propia contra las
malas lenguas, apela al que tiene en su mano el corazón de los hombres y puede atarles la
lengua cuando le place: «Libra mi alma», dice a Dios, y está seguro de que le va a oír.
Aunque el versículo 3 está en forma de pregunta, puede deducirse de la fraseología misma:
«... te dará... te añadirá» (comp. con 1 S. 3:17) una respuesta afirmativa, expresa en el
versículo 4, donde declara el castigo que Dios va a propinar a sus enemigos: «Agudas saetas
de valientes, afiladas con brasas de retama», arbusto cuyas raíces son un excelente
combustible. El castigo corresponderá al pecado de ellos: Han disparado contra el salmista
«saetas» verbales para difamarle (comp. con Jer. 9:7) y han encendido contienda. Dios
disparará contra ellos saetas de veras, y les consumirá con las ascuas de su furor (140:10).
Versículos 5-7
Aquí se queja el salmista de la mala vecindad en que se halla. Aunque menciona a Mésec,
hijo de Jafet (Gn. 10:2) y a Quedar (v. 5), hijo de Ismael (Gn. 25:13), no quiere decir que
viva entre los descendientes de ellos, sino entre gentiles cuyas costumbres crueles son
semejantes a las de los pueblos que cita. Hay quienes ven en lo de «tiendas» una alusión a
la vida nómada de tales tribus, pero quizá no signifique otra cosa que un término poético
para designar la morada (118:15; 132:3). El salmista está ya cansado de tales vecinos (v. 6),
que aborrecen la paz, que siempre están tramando querellas y contiendas, cuando él es
hombre de paz (v. 7. Lit. «yo (soy) paz», comp. con 109:4 «pero yo (soy) oración»). Aunque
él sólo piensa en la paz y habla pacíficamente, sus adversarios sólo piensan en la guerra (v.
7). Dice Maclaren: «El salmo termina como con un largo suspiro. Invierte el orden corriente
de salmos similares, en los que la descripción de la necesidad precede a la petición de
liberación. Así pone de relieve de la forma más patética el sentido de discordancia entre
una persona y su ambiente, lo que urge al alma a buscar una morada mejor. Así, este es un
verdadero salmo de peregrino.»

Salmos 121 (RV60) -Jehová es tu guardador.


Cántico gradual.
1 Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
3 No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
5 Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
6 El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7 Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
8 Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre.
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Comentario al Salmo 121
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este es, dicen Cohén, «uno de los más populares salmos del Salterio, perfecta expresión de
la confianza en Dios, y ha estado constantemente en labios de innumerables hombres y
mujeres a lo largo de las generaciones, cuando han sentido la necesidad de un socorro que
los mortales no les podían ofrecer». Así este salmo nos estimula a reposar en Dios y poner
toda nuestra confianza en Él.
Versículos 1-8
1. Comienza el salmista declarando (vv. 1, 2) que el verdadero socorro procede de Dios.
«Los montes» (v. 1) son los que los peregrinos divisaban al acercarse a la ciudad santa;
sobre ellos estaba edificada Jerusalén (87:1; 125:2; 133:3). La pregunta que sigue sólo está
puesta para dar mayor relieve a la respuesta del versículo 2: El socorro verdadero sólo
puede venir de Aquél que hizo los cielos y la tierra y. por tanto, tiene poder suficiente para
socorrer.
2. El mismo salmista, u otros del mismo grupo, responden con algo que añade seguridad
(vv. 3, 4): El Guardián de Israel (comp. con 1 P. 2:25) está siempre en vela a favor de su
pueblo: No se duerme (comp. con las frases burlonas de Elías a los profetas de Baal —1 R.
18:27). El Guardián del rebaño tiene cuidado de todas y cada una de las ovejas, lo cual nos
sirve de gran estímulo, pues sólo un protector personal (de cada persona) nos inspira
confianza.
3. Esa protección se especifica a continuación en tres formas, bajo el título general de
Guardián; (A) La sombra (comp. 91:1) indica la protección de «refrigerio», tan ansiado por
los expuestos al ardor implacable del sol de Palestina (v. 6). «La mano derecha» es aquí la
posición en que se coloca el defensor (comp. con 109:31). La mención de la luna se debe,
dice Cohén, «a la antigua creencia de que la luna tenía el poder de trastornar el juicio», de
donde procede el vocablo «lunático». (B) El mal (todo mal) del versículo 7 indica toda
desgracia proveniente del exterior, ya que la vida humana está expuesta a una gran
variedad de accidentes ¡Gran consuelo es saber que los hijos de Dios están bajo la
protección de su Padre Omnipotente en toda clase de circunstancias!
(C) La salida y la entrada del versículo 8 indican las actividades ordinarias de cada día. La
persona sale de casa para dedicarse a su trabajo:
entra en casa para descansar o para dedicarse a las faenas domésticas. De modo especial,
estos términos designan los viajes, en los que se necesita especial protección. El final del
salmo (v. 8b) nos asegura que esta protección divina es continua y perpetua: «desde ahora y
para siempre».

Salmos 122 (RV60) -Oración por la paz de Jerusalén


Cántico gradual; de David.

1 Yo me alegré con los que me decían:


A la casa de Jehová iremos.
2 Nuestros pies estuvieron
Dentro de tus puertas, oh Jerusalén.
3 Jerusalén, que se ha edificado
Como una ciudad que está bien unida entre sí.
4 Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH,
Conforme al testimonio dado a Israel,
Para alabar el nombre de Jehová.
5 Porque allá están las sillas del juicio,
Los tronos de la casa de David.
6 Pedid por la paz de Jerusalén;
Sean prosperados los que te aman.
7 Sea la paz dentro de tus muros,
Y el descanso dentro de tus palacios.
8 Por amor de mis hermanos y mis compañeros
Diré yo: La paz sea contigo.
9 Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios
Buscaré tu bien.
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Comentario al Salmo 122
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Según la opinión más probable, este salmo describe —según Cohén— «las sensaciones del
peregrino mientras está dentro del recinto del templo». El nombre de David en el título se
debe a una inserción tardía, debida seguramente a su mención en el versículo 5. El salmo
describe, I. El gozo de los que suben a Jerusalén (vv. 1,2); II. La gran estima en que tenían a
la ciudad santa (vv. 3-5), y III. La preocupación que tenían por la ciudad, y los deseos de
todo bien para Jerusalén y para sus habitantes (vv. 6-9).
Versículos 1-5
Es cierto que hemos de adorar a Dios en nuestras casas y en todo lugar: en espíritu y en
verdad (Jn. 4:24), pero también hemos de ir a la casa de Yahweh (v. 1); es decir, donde nos
reunimos en asamblea (He. 10:25). Quienes se regocijan en Dios, se regocijan también en
todas las oportunidades de servirle. Los que venían a Jerusalén, si hallaban aburrido el
viaje, se consolaban con el pensamiento de que pronto estarían en la ciudad, y eso les
aliviaba de todas las fatigas del viaje. El versículo 1 está en pasado, pero el salmista sé ve
ya (v. 2) con los pies dentro de la ciudad y extasiado ante la magnificencia de la urbe, no
sólo hermosa por su situación (48:2), sino también por sus edificios, formando un conjunto
perfecto o compacto, vocablo que se usa en hebreo para designar asociación de personas,
por cuanto era el centro que mantenía unidas en una corporación las tribus dispersas. A eso
se refiere el versículo 4, recordando glorias del pasado, cuando las tribus acudían a
Jerusalén en las tres grandes festividades conforme al testimonio dado a Israel (v. Ex.
23:17; Dt. 16:16). Los tronos a los que se refiere por dos veces (el mismo vocablo) el
versículo 5, hacen referencia a los días en que la dinastía davídica ejercía sus funciones en
la ciudad, aunque el vocablo hebreo khisot (¿plural de excelencia?) designa más bien las
sillas o asientos de los tribunales de justicia, la cual siguió administrándose en Jerusalén
aun después de la extinción de la monarquía en la persona del rey Joaquín.
Versículos 6-9
A continuación el salmista invita a otros a orar por la paz (toda clase de bienes) de
Jerusalén y la prosperidad de los que la aman (v. 6), en un curioso juego de palabras:
«shaalu shelom Yerushaláyim, yishlayu oha-baikha» (nótese la acumulación de la letra
shin), por lo que es un v. favorito de los judíos, especialmente en nuestros días. Los
versículos 7-9 vienen a ser una explanación del versículo 6 bajo los sinónimos de paz,
sosiego o seguridad (hebreo, shalvah) y bien. Campea en toda la sección la nota de
compañerismo típicamente israelita, especialmente en el interés que los peregrinos
muestran por los habitantes de Jerusalén, cuya suerte está ligada a la de la ciudad, siendo
el motivo primordial el amor (v. 9) al templo («en atención a la casa de Yahweh nuestro
Dios»), que es lo que daba a Jerusalén su carácter distintivo y sagrado. Nuestro interés por
el bien público es correcto cuando es efecto del amor que tenemos a Dios, a lo que Él ha
instituido y a sus fieles adoradores.

Salmos 123 (RV60) -Plegaria pidiendo misericordia


1 A ti alcé mis ojos,
A ti que habitas en los cielos.
2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores,
Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora,
Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios,
Hasta que tenga misericordia de nosotros.
3 Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros,
Porque estamos muy hastiados de menosprecio.
4 Hastiada está nuestra alma
Del escarnio de los que están en holgura,
Y del menosprecio de los soberbios.
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Comentario al Salmo 123
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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No conocemos al autor del salmo ni la ocasión en que se redactó. Lo cierto es que se
compuso en tiempos de apuro, probablemente los de Nehemías, como en salmos anteriores.
El salmista comienza en primera persona del singular (v. 1), pero pronto pasa al plural (vv.
2-4). I. Esperanza en el favor de Dios (vv. 1, 2). II. Petición de favor (vv. 3,4).
Versículos 1-4
1. El salmista comienza con la misma frase de 121:1, pero ahora no levanta los ojos a los
montes, sino al Dios que habita en los cielos, entronizado allí para dirigir y juzgar. Los
cielos son aquí símbolo de poder y protección, más bien que de gloria y majestad. También
el Señor Jesús levantó los ojos así (Jn. 17:1) al comenzar su gran oración sacerdotal. La
comparación (v. 2) con la mirada de los esclavos y esclavas a las manos de los amos tiene un
doble significado: (A) Atención constante a las órdenes de sus señores, los cuales pueden
indicar su voluntad con un simple movimiento de la mano, bien conocido por la
servidumbre;
(B) Expectación para recibir de esas manos el alimento diario (comp. Pr. 31:15). De las dos
maneras hemos de mirar a las manos de nuestro Padre: para cumplir con diligencia y
prontitud su voluntad, y para esperar de Él gracia y poder.
2. A la expectación sigue la petición, ya insinuada al final del versículo 2. Ahora (versículo
3) piden repetidamente el favor (lit.) de Dios, es decir, que se compadezca de ellos, pues
están hartos del menosprecio y de las burlas (v. 4, comp. con Neh. 2:19; 3:33) con que los
escarnecen quienes no carecen de nada (lit. están tranquilos, sin preocupación por el pan
de cada día), mientras ellos están necesitados y expuestos a los peligros. Los soberbios
escarnecedores se comportaban con altivez y se jactaban de pasarlo bien, con menosprecio
de los «débiles judíos» (Neh. 4:2). Estos epicuros maltrataban al pueblo de Dios, pensando
que se engrandecían menospreciando a los pobres y humildes.

Salmos 124 (RV60) -Alabanza por haber sido librado de los enemigos
1 A no haber estado Jehová por nosotros,
Diga ahora Israel;
2 A no haber estado Jehová por nosotros,
Cuando se levantaron contra nosotros los hombres,
3 Vivos nos habrían tragado entonces,
Cuando se encendió su furor contra nosotros.
4 Entonces nos habrían inundado las aguas;
Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente;
5 Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas.
6 Bendito sea Jehová,
Que no nos dio por presa a los dientes de ellos.
7 Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores;
Se rompió el lazo, y escapamos nosotros.
8 Nuestro socorro está en el nombre de Jehová,
Que hizo el cielo y la tierra.
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Comentario al Salmo 124
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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El salmo parece representar una situación parecida a la de los anteriores, es decir, en el
contexto del libro de Nehemías. El nombre de David en el título no puede representar al
autor, aunque, a diferencia del salmo 122, está mejor atestiguada su inserción original. I. El
salmista hace ver la gravedad del peligro en que se veían (vv. 1-5). II. Da a Dios la gloria por
el escape que han conseguido (vv. 6, 7, comp. con vv. 1, 2). III. De ahí toma ánimos para
confiar en Dios (v. 8).
Versículos 1-5
El pueblo de Dios se hallaba a punto de ser destruido. Pero, cuanto más grave es la
enfermedad, mejor se echa de ver la pericia del médico que la cura. «Se levantaron contra
nosotros los hombres (v. 2b), criaturas de nuestra misma especie y, aun así, por poco
acaban con nosotros, si Yahweh no hubiera estado de nuestra parte »(vv. 1,2). Lo repite
para poner de relieve el poder del Dios de Israel. El «furor» del versículo 3b se refiere
probablemente al de Sanbalat en Neh. 3:33; 4:1. ¡ Dichoso el pueblo cuyo Dios es el
Todosuficiente!
Versículos 6-8
El salmista pone ahora de relieve la gran liberación que llevó a cabo Dios a favor de ellos.
Abandona ahora la imagen de la inundación (vv. 4, 5), metáfora frecuente de tribulación, y
habla del lazo de los cazadores (vv. 6, 7), cual avecilla (hebreo, tsipor; probablemente,
gorrión) que escapa, no por su propia fuerza, sino por alguien que rompe el lazo, sin que el
ave misma se aperciba del Libertador. Pero, ¿quién sino Yahweh puede ser ese Libertador?
Claramente lo expresa el versículo 8: "¡Nuestro socorro está en el nombre de Yahweh, que
hizo el cielo y la tierra, es decir, en la protección del Dios Todopoderoso» (comp. con
121:2).

Salmos 125 (RV60) - Dios protege a su pueblo


1 Los que confían en Jehová son como el monte de Sion,
Que no se mueve, sino que permanece para siempre.
2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella,
Así Jehová está alrededor de su pueblo
Desde ahora y para siempre.
3 Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos;
No sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad.
4 Haz bien, oh Jehová, a los buenos,
Y a los que son rectos en su corazón.
5 Mas a los que se apartan tras sus perversidades,
Jehová los llevará con los que hacen iniquidad;
Paz sea sobre Israel..
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Comentario al Salmo 125
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo podría resumirse en aquellas palabras de Is. 3:10, 11: «Decid al justo que le irá
bien... ¡Ay del impío! Mal le irá.» Kirkpatrick sugiere que «todo el capítulo 6 de Nehemías
debería estudiarse en conexión con este salmo». I. Ciertamente le va bien al pueblo de Dios,
pues, 1. Tienen promesa de un buen Dios de que estarán seguros (vv. 1-3); y 2. Tienen la
oración de un buen hombre, que será escuchada a favor de ellos (v. 4).II Ciertamente les irá
mal a los impíos, especialmente a los apóstatas (v. 5)
Versículos 1-3
Hay aquí muy preciosas promesas hechas al pueblo de Dios. Veamos: 1. Las características
del pueblo de Dios, al que pertenecen dichas promesas: (A) Son justos, no por su justicia
propia, sino por ser la heredad que Dios ha escogido, el país de Israel (comp. con Nm. 23:10,
21); (B) Confían en Yahweh (v. 1), de quien dependen y en quien se refugian. Cuanto mayor
es nuestra confianza en Dios, mayor es la esperanza que abrigamos de que vendrá en auxilio
nuestro.
2. Las promesas que les hace Dios: (A) Que disfrutarán de seguridad inamovible, como el
Monte de Sión, que para los residentes en Jerusalén era símbolo de permanencia. (B) Que
esa seguridad se deberá al cuidado y a la protección de Dios, tipificada en las montañas que
rodeaban a Jerusalén (v. 2); (C) Que no permitirá que los avasalle el cetro de impiedad (v. 3.
Lit.), es decir, la dominación extranjera caracterizada por la injusticia, «para que no
extiendan los justos (los israelitas) sus manos a la iniquidad» (v. 3b); es decir, para impedir
que los israelitas, tras continuar por largo tiempo bajo el dominio de gobernantes
extranjeros, sean tentados a adoptar las costumbres de éstos y abandonar su religión de
tantos siglos. En esta tentación, Dios les dará una vía de escape (1 Co. 10:13).
Versículos 4-5
Oración del salmista para que Dios dé bienes a los buenos (v. 4), es decir, muestre su favor
hacia ellos garantizándoles la seguridad y la independencia que necesitan. Añade: «y a los
rectos de corazón» (v. 4b). Esto ya dice más que el vocablo «justos» del v. 3. Se contraponen
así a los que se desvían (v. 5), es decir, «a los renegados que abandonan el camino recto del
deber a su Dios y a su patria», como dice Kirkpatrick. De estos dice el salmista que Yahweh
los hará ir (o, los haga ir) con los que hacen iniquidad (v. 5), esto es, les hará correr la
misma suerte de los opresores del v. 3, es decir, la condenación. La frase final: «¡Paz sobre
Israel!» es una breve plegaria, en la que culmina la oración del salmista (comp. con 122:6 y
ss.). Dice Delitzsch: «La paz es el final de la tiranía, de la hostilidad, de la división, de la
intranquilidad, de la alarma; la paz es libertad, armonía, seguridad y bendición».

Salmos 126 (RV60) - Oración por la restauración


Cántico gradual.
1 Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion,
Seremos como los que sueñan.
2 Entonces nuestra boca se llenará de risa,
Y nuestra lengua de alabanza;
Entonces dirán entre las naciones:
Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
3 Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros;
Estaremos alegres.
4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová,
Como los arroyos del Neguev.
5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
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Comentario al Salmo 126
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Corre por este salmo un sentimiento de frustración. Parece referirse el salmista a la
expectación suscitada por el edicto de Ciro, que se ha convertido en desilusión ante el
pequeño número de los que vuelven del destierro. No se conoce el autor. Dice M. Henry —
nota del traductor—: «Probablemente fue redactado por Esdras o alguno de los profetas que
llegaron con los primeros.» I. Se exhorta a los que han vuelto de la cautividad a que sean
agradecidos (vv. 1 -3). II. Se ora por los que todavía quedan en cautividad (v. 4) y se les da
ánimos (vv. 5, 6).
Versículos 1-3
Cuando los israelitas estaban cautivos en Babilonia, sus arpas colgaban de los sauces, pero
ahora que Yahweh ha cambiado la suerte (lit. ha vuelto la vuelta) de Sión (v. 1), vuelven a
tomar sus arpas. La Providencia toca para ellos, y bailan. El deseo prolongado del favor de
Dios endulza grandemente su regreso. Les parece un sueño (v. 1b), algo irreal,
extraordinario, no esperado. Ciro, por razones de estado, proclamó libertad a los cautivos de
Dios, pero fue Yahweh quien hizo grandes cosas con ellos (vv. 2, 3). Están alegres (v. 3b);
más aún, su boca está llena de risa (comp. con Job 8:21), y su lengua está llena de cánticos
(lit.) de alabanza a Dios por la salvación que ha llevado a cabo para ellos. Toma nota el
salmista de la impresión que este suceso produjo entre las naciones (v. 2c): «Yahweh, el Dios
de Israel, ha hecho grandes cosas con éstos» (v. 2d), afirmación que los propios israelitas
repiten (v. 3). Los gentiles eran espectadores y hablaban de ello como se habla de las
noticias de última hora, pues no tomaban parte en el asunto; pero el pueblo de Dios hablaba
como actores que participan en él. Así de consolador resulta para nosotros hablar de la
redención que Cristo llevó a cabo por nosotros, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí (Gá. 2:20).
Versículos 4-6
Estos versículos miran hacia delante, a los favores que todavía necesitaban. Los que habían
vuelto del cautiverio estaban todavía en apuros, en su propio país (Neh. 1:3), y quedaban
aún muchos en Babilonia: «Restaura nuestra suerte (lit. vuelve nuestra cautividad)», dicen
(v. 4). Como diciendo: «Haz que quienes han regresado a su país se vean libres de las cargas
que todavía pesan sobre ellos, y haz que quienes quedan aún en Babilonia se sientan
estimulados, como nosotros, a aprovecharse del beneficio de la libertad que se nos ha
concedido.» Los favores primeros nos animan a orar para que se complete la obra
comenzada. Todos los hijos de Dios deben consolarse con esta confianza:
Que sus lágrimas terminarán ciertamente en una cosecha de gozo (vv. 5, 6). El llanto no ha
de impedir la siembra; hemos de esmerarnos en obrar bien, incluso cuando lo estamos
pasando mal. Así como el terreno es preparado por la lluvia para recibir la semilla, así se
prepara muchas veces el alma por medio de lágrimas para recibir bendiciones. Hay lágrimas
que son semillas que nosotros mismos debemos sembrar: Las lágrimas de dolor por el pecado,
propio y ajeno; las lágrimas de simpatía por los hermanos que están afligidos o perseguidos;
las de ternura en la oración y en la meditación de la palabra de Dios. Job, José, David, y
muchos otros, tuvieron cosecha de gozo tras la siembra de lágrimas. Quienes siembran con
lágrimas de santa contrición, cosecharán con el gozo de un perdón completo y de una paz
asegurada.

Salmos 127 (RV60) -La prosperidad viene de Jehová


Cántico gradual; para Salomón.
1 Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia.
2 Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar,
Y que comáis pan de dolores;
Pues que a su amado dará Dios el sueño.
3 He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.
4 Como saetas en mano del valiente,
Así son los hijos habidos en la juventud.
5 Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos;
No será avergonzado
Cuando hablare con los enemigos en la puerta.
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Comentario al Salmo 127
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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La mención de los edificadores y de los vigilantes lleva a muchos comentaristas, como
Cohén, a ver en este salmo una alusión al período de reconstrucción en tiempos de
Nehemías. Para Arconada, «es una meditación sapiencial sobre Yahweh». En todo caso, el
título de (o, para) Salomón no significa que fuese Salomón el autor del salmo, sino que
puede explicarse por una de estas tres razones: (a) Por el carácter sapiencial del salmo
(«algunos, dice M. Henry, lo comparan con el Eclesiastés»). (b) Por haber sido Salomón el
que construyó el Templo. (c) Por la alusión al amado o escogido (v. 2c. Hebreo, yedid), pues
Dios, por medio de Natán, le puso a Salomón el nombre de Yedidyah, el amado (mejor,
escogido) de Yah. El objetivo del salmista es hacernos ver en quién debemos confiar, esperar
y depender: I. Para los bienes de este mundo (vv. 1, 2). II. Para los herederos a quienes
hemos de dejar tales bienes (vv. 3-5).
Versículos 1-5
1. Debemos depender de la bendición de Dios, y no de nuestros esfuerzos para levantar una
casa; de lo contrario, nos esforzaremos hasta quedar exhaustos, como indica el verbo
hebreo, en vano. En particular, el salmista se refiere a los albañiles y a los centinelas (v. 1).
No alude directamente a los que edifican sobre violencia e injusticia (Hab. 2:11, 12), sino a
los que se afanan, aun honestamente, por construir y por velar. Sin la ayuda y la bendición
de Yahweh, en vano construyen los unos y velan los otros. De ahí que el salmista presente a
Yahweh como al albañil de la casa y al guardián de la ciudad.
2. De esos quehaceres cívicos, pasa el salmista a referirse a los quehaceres ordinarios de los
ciudadanos, para asegurar que también se fatigan en vano los que le roban a la noche las
primeras y las últimas horas del día, madrugando y trasnochando para sacar mayores
beneficios de su trabajo, siendo así que Dios los da a sus amados (lit. a su amado) durante el
sueño (más probable que «el sueño»), es decir, mientras duermen (comp. con Mr. 4:26-29;
en relación al crecimiento espiritual).
3. El v. 3 declara explícitamente que los hijos son un don de Dios. Según un dicho rabínico,
un niño tiene tres padres: su padre, su madre y Dios. La conexión con el v. 4 demuestra que
el salmista se refiere a los hijos varones de modo especial, pero el paralelismo con el fruto
del vientre muestra que no hay por qué excluir a las niñas. La familia que tiene hijos
abundantes dispone de un buen arsenal de saetas, es decir, de protección contra quienes les
puedan atacar; don especial son los hijos habidos en la juventud (v. 4), nacidos cuando el
padre era aún joven (comp. Gn. 49:3), pues podrán defender por muchos años los intereses
de la familia en vida de sus padres. La aljaba continúa el símil de las saetas. Los muchos
hijos ayudarán a que su padre no quede avergonzado cuando la familia sostenga algún litigio
en la puerta donde se ventilaban los casos ante el tribunal, ya que su presencia puede causar
a los jueces la suficiente impresión para que no cometan ninguna injusticia.

Salmos 128 (RV60) -La bienaventuranza del que teme a Jehová


Cántico gradual.
1 Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová,
Que anda en sus caminos.
2 Cuando comieres el trabajo de tus manos,
Bienaventurado serás, y te irá bien.
3 Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
4 He aquí que así será bendecido el hombre
Que teme a Jehová.
5 Bendígate Jehová desde Sion,
Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
6 Y veas a los hijos de tus hijos.
Paz sea sobre Israel.
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Comentario al Salmo 128
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Este salmo podría titularse: La dicha de los que temen a Dios. Los que así obran, en general,
serán bendecidos (vv. 1, 2, 4). En particular:
I. Prosperarán y tendrán éxito en sus trabajos y negocios (v. 2). II. Sus familiares
contribuirán a la dicha y la prosperidad de la casa (v. 3). III. Vivirán para ver el crecimiento
de la familia (v. 6). IV. Tendrán la satisfacción de ver la prosperidad de Jerusalén (vv. 5, 6).
Versículos 1-6
La piedad tiene promesa para la vida actual y para la venidera (v. 1 Ti. 4:8). Dondequiera
reina el temor de Dios, hay bendición (v. 1). Hay suficiente para comer y, cualesquiera sean
las circunstancias, prósperas o adversas, puede decirse que todo va bien (v. 2, comp. con Ro.
8:28). La promesa, pues, es doble: 1. Que tendrán quehacer (una vida perezosa o en
desempleo es algo miserable), capacidad para llevarlo a cabo, y fruto suficiente, de forma
que no tengan que depender de otros para su sustento. 2. Que tendrán éxito en sus negocios.
La mujer y los hijos, que dependen ordinariamente del trabajo del padre de familia,
contribuirán al bienestar y a la prosperidad de la familia (comp. con Pr. 31:10 y ss.). En el v.
3, la imagen de la vid simboliza el fruto del vientre: los numerosos hijos como racimos
abundantes; la imagen de los renuevos de olivo simboliza la juventud y el vigor de los hijos,
congregados en tomo a la mesa. La mujer, como la viña, es una planta tierna que exige
cuidados, pero rinde frutos. Los hijos en torno a la mesa son una bendición y reciben
bendición de la compañía y buenas conversaciones de unos padres temerosos de Dios. No va
bien una casa en la que los hijos anhelan estar fuera, lejos del hogar. La frase (v. 3) «en la
intimidad de tu casa» significa que, en los países orientales, la habitación de las mujeres
estaba siempre alejada, lo más posible, de la entrada de la casa. Ver los hijos de los hijos
(v. 6), cuando son buenos, es la corona de los viejos (Pr. 17:6), pues los abuelos suelen tener
extraordinario afecto a sus nietos. Finalmente, ver la prosperidad de Jerusalén (v. 5b) es un
deseo común a todo buen israelita, cuyo bienestar estaba ligado al de la ciudad santa.

Salmos 129 (RV60) -Plegaria pidiendo la destrucción de los enemigos de Sion


Cántico gradual.
1 Mucho me han angustiado desde mi juventud,
Puede decir ahora Israel;
2 Mucho me han angustiado desde mi juventud;
Mas no prevalecieron contra mí.
3 Sobre mis espaldas araron los aradores;
Hicieron largos surcos.
4 Jehová es justo;
Cortó las coyundas de los impíos.
5 Serán avergonzados y vueltos atrás
Todos los que aborrecen a Sion.
6 Serán como la hierba de los tejados,
Que se seca antes que crezca;
7 De la cual no llenó el segador su mano,
Ni sus brazos el que hace gavillas.
8 Ni dijeron los que pasaban:
Bendición de Jehová sea sobre vosotros;
Os bendecimos en el nombre de Jehová.
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Comentario al Salmo 129
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Las afinidades de este salmo con el 124 hacen pensar en un contexto y una ocasión también
afines. Israel: I. Mira hacia atrás, con gratitud por las liberaciones anteriores (vv. 1 -4). II.
Mira hacia delante con oración esperanzada para que sean destruidos los enemigos de Sión
(vv. 5-8).
Versículos 1-4
1. Expresa el salmista la voz del pueblo, quejándose de las penas y angustias sufridas desde
su juventud (vv. 1-2), es decir, desde su esclavitud en Egipto. De la misma manera que los
arados forman en los campos largos surcos, así también los látigos de los capataces habían
producido muchos y largos cortes en las espaldas de los israelitas. Muchas veces, Dios
permite estos surcos para bien de los suyos, pues en ellos siembra las semillas de su gracia,
que después dan fruto apacible de justicia (He. 12:11); pero los enemigos no intentaban tal
beneficio, sino acabar con el pueblo de Dios; ésa es también la intención del diablo, como
vemos en el libro de Job. No debe faltar aquí el recuerdo del Señor, quien dio su espalda a
los que le golpeaban (Is. 50:6), aunque, por nuestros pecados, fue Dios quien dirigió tal
azotaina (Is. 53:5, 10).
2. Ya desde el principio del Salmo, el salmista reconoce que Dios les ha protegido: Sus
enemigos no prevalecieron contra Israel (v. 2b), pues Yahweh, justo, fiel a su promesa,
cortó los cordeles (lit.) con que los impíos enemigos les tenían esclavizados (v. 4). En Job
39:10, el vocablo hebreo usado para «cordeles» indica la soga que ataba al buey al arado.
Versículos 5-8
Estos versículos han de traducirse en optativo: «Sean... retrocedan... Sean», en forma
parecida a como termina Débora su cántico: «Así perezcan todos tus enemigos, oh Yahweh»
(Jue. 5:31). La vergüenza que el salmista predice para los enemigos de Israel es ilustrada con
el símil de la hierba de las azoteas (quizá citado de Is. 37:27). Dice Cohén: «El viento
arrastra semillas del campo que, a veces, caen sobre un terrado. Pueden comenzar a crecer,
pero no teniendo profundidad de suelo, pronto se agostan bajo el ardor del sol.» Y, cuanto
más alto es el lugar en que brota, tanto más expuesta está a los ardores del sol. Ni los
propietarios de la casa obtienen beneficio alguno de tan insólita siembra (v. 7), ni los que
pasan hallan motivo para felicitar a quienes recogen tan ridícula cosecha (v. 8). Por Rut 2:4,
vemos que era costumbre intercambiar saludos con los segadores, tales como: «Yahweh te
bendiga.»

Salmos 130 (RV60)- Esperanza en que Jehová dará redención


Cántico gradual.

1 De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.


2 Señor, oye mi voz;
Estén atentos tus oídos
A la voz de mi súplica.
3 JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?
4 Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado.
5 Esperé yo a Jehová, esperó mi alma;
En su palabra he esperado.
6 Mi alma espera a Jehová
Más que los centinelas a la mañana,
Más que los vigilantes a la mañana.
7 Espere Israel a Jehová,
Porque en Jehová hay misericordia,
Y abundante redención con él;
8 Y él redimirá a Israel
De todos sus pecados.
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Comentario al Salmo 130
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Este cántico gradual es reconocido como el principal de los salmos penitenciales, por lo
que, a lo largo de los siglos, ha sido muy usado por la Iglesia y conocido por el título con que
la Vulgata Latina traduce el primer vocablo del salmo: De profanáis. El salmista expresa
aquí: I. Su clamor de penitente (vv. 1,2). II. Su confianza en el perdón de Dios (vv. 3, 4). III.
Su esperanza en la liberación divina (vv. 5,6). IV. Su exhortación al pueblo, para que
compartan sus convicciones y sentimientos (vv. 7,8).
Versículos 1-4
Aun los mejores hombres se hallan a veces en lo profundo del mar, metáfora corriente para
designar un grave aprieto (comp. con 124:4, 5). Pero, aun desde lo más profundo, es nuestro
privilegio poder clamar a Dios, el cual puede impedir que caigamos más hondo, así como
hacer que salgamos del pozo profundo y encenagado (comp. con 40:2). Según indica el
contexto, la aflicción del salmista no se debe a una persecución u opresión proveniente del
exterior, sino a la propia conciencia de sus culpas personales (vv. 3,4). El llamar a Dios dos
veces Yahweh y Adonay en tan breve espacio indica la urgencia de su clamor ante el
sentimiento de pavor por la majestuosa santidad de Dios y de su ira contra el pecado. Ante
el tribunal de Dios, nadie puede mantenerse en pie (v. 3b) para justificarse; sólo a la
clemencia de Dios se puede apelar para el perdón del pecado. El salmista expresa su
confianza en que Dios es, por su propia naturaleza, perdonador (comp. con Ex. 34:6, 7 y, en
especial. Dan. 9:7, 9). «Contigo (está) el perdón» (v. 4. lit.), dice. Comenta Cheyne:
«Contigo, como tu compañero inseparable.» Y, cuando se recibe el perdón, brota
espontáneamente un temor reverencial, filial, amoroso, en correspondencia a la maravillosa
bondad de ese Dios perdonador (v. 4b).
Versículos 5-8
Como consecuencia de la oración y del reconocimiento anterior, el salmista expresa ahora
su esperanza en Yahweh y en su palabra (v. 5), es decir, en su promesa de perdonar los
pecados y librar de los apuros. El v. 6 comienza literalmente así: «Mi alma al Señor.» Hay
que suplir el verbo, lo que suele hacerse con el verbo «aguarda» o «espera». Pero Maclaren
prefiere traducir: «Mi alma (está) hacia el Señor» y, a la vista del contexto posterior, dice
que tal versión «expresa con mayor énfasis la vuelta completa de todo el ser hacia Dios. La
conciencia de pecado era una oscura noche; el perdón iluminó el firmamento oriental con
crepúsculo profetice. Por eso, el salmista aguarda la luz, y su alma es una aspiración entera
hacia Dios». Es muy expresiva la comparación con los centinelas, quienes esperan con
ansiedad a que alboree el día para ser relevados de su función. El salmo termina con una
exhortación al pueblo a que espere en Yahweh (vv. 7, 8), porque con (comp. con v. 4)
Yahweh (está) el amor (lit. comp. con 1 Jn.4:8,19) y abundante redención, es decir, un
poder ilimitado para redimir y salvar; y es seguro, como consecuencia del amor perdonador
de Dios, que redimirá a Israel de todos sus pecados (comp. con 25:22; 103: 3, 4; Mt. 1:21).

Salmos 131 - Confiando en Dios como un niño


Cántico gradual; de David.

1 Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron;


Ni anduve en grandezas,
Ni en cosas demasiado sublimes para mí.
2 En verdad que me he comportado y he acallado mi alma
Como un niño destetado de su madre;
Como un niño destetado está mi alma.
3 Espera, oh Israel, en Jehová,
Desde ahora y para siempre.
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Comentario al Salmo 131
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Aunque el título, como en otros salmos, no indica necesariamente que el autor del salmo
sea David, sin embargo puede apreciarse en él cierto tono davídico, parecido a las
expresiones de 2 S. 6:21, 22. Al menos, así lo entendió el pueblo al atribuirlo a David. El
salmista apela a Dios y da testimonio de que: I. No aspira a grandezas (v. 1). II. Se contenta
con la condición que Dios le ha asignado (v. 2) y, por consiguiente: III. Anima a todos los
buenos a confiar en Dios, como él ha hecho y hace (v.3).
Versículos 1-3
Sin jactancia, pero con toda verdad, confiesa el salmista que su corazón no está envanecido
ni busca posiciones más altas (v. 1), sino que camina humildemente delante de su Dios (Miq.
6:8). Si el autor es realmente David, recuérdese con qué humildad y mansedumbre respondió
cuando su hermano mayor le acusó falsamente de orgullo (1 S. 17:28). Lejos de tal orgullo y
ambición, goza de serenidad de alma y contentamiento de corazón (v. 2). El símil del niño
destetado es bello y sumamente expresivo: De la misma manera que un niño destetado sigue
todavía adherido a su madre, así también el salmista se siente contento en los brazos de Dios
después de «destetarse» a sí mismo de la ambición. Esta humildad y este contentamiento
infantil es lo que el Señor recomendó como condición indispensable para entrar en el reino
de los cielos (Mt. 18:3).

Salmos 132 (RV60) - Plegaria por bendición sobre el santuario


Cántico gradual.

1 Acuérdate, oh Jehová, de David,


Y de toda su aflicción;
2 De cómo juró a Jehová,
Y prometió al Fuerte de Jacob:
3 No entraré en la morada de mi casa,
Ni subiré sobre el lecho de mi estrado;
4 No daré sueño a mis ojos,
Ni a mis párpados adormecimiento,
5 Hasta que halle lugar para Jehová,
Morada para el Fuerte de Jacob.
6 He aquí en Efrata lo oímos;
Lo hallamos en los campos del bosque.
7 Entraremos en su tabernáculo;
Nos postraremos ante el estrado de sus pies.
8 Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo,
Tú y el arca de tu poder.
9 Tus sacerdotes se vistan de justicia,
Y se regocijen tus santos.
10 Por amor de David tu siervo
No vuelvas de tu ungido el rostro.
11 En verdad juró Jehová a David,
Y no se retractará de ello:
De tu descendencia pondré sobre tu trono.
12 Si tus hijos guardaren mi pacto,
Y mi testimonio que yo les enseñaré,
Sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre.
13 Porque Jehová ha elegido a Sion;
La quiso por habitación para sí.
14 Este es para siempre el lugar de mi reposo;
Aquí habitaré, porque la he querido.
15 Bendeciré abundantemente su provisión;
A sus pobres saciaré de pan.
16 Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes,
Y sus santos darán voces de júbilo.
17 Allí haré retoñar el poder de David;
He dispuesto lámpara a mi ungido.
18 A sus enemigos vestiré de confusión,
Mas sobre él florecerá su corona.
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Comentario al Salmo 132
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Hay quienes piensan que este salmo fue compuesto por Salomón. Se basan en que los vv. 8-
10 aparecen en la oración de Salomón (2 Cr. 6:41, 42), pero, como advierte Cohén: «Sin
duda, el cronista lo tomó prestado del salmo y no viceversa, puesto que el pasaje no se
incluye en la versión de 1 Reyes.» Aquí vemos: I. El deseo de David de edificar un templo a
Yahweh (vv. 1-5). II. El traslado del arca (vv. 6,7). III. Las oraciones en conexión con el
santuario (vv. 8-10). IV. Respuesta de Dios a las oraciones (vv. 11-18).
Versículos 1-10
1. Comienza el salmista pidiendo a Dios que tenga en cuenta todos los desvelos (lit. toda su
aflicción) de David a su favor; es decir, todas las pruebas y dificultades que hubo de superar
para capturar Jerusalén, asegurarla contra los ataques del enemigo y prepararla para ser una
sede digna del santuario de Dios (comp. v. 1 con 1 Cr. 22:14).
2. Se refiere luego (vv. 2-5) al voto que David hizo (2 S. 7) de erigir un templo a Yahweh, al
Fuerte de Jacob (v. 5, comp. con Gn. 49:24). Este título ocurre dos veces en este salmo,
además del citado lugar del Génesis, y otras dos en Isaías (Is. 49:26; 60:16). La idea es que
David atribuía todas sus victorias (v. 2 S. 7:1) al Dios que había protegido al patriarca de la
nación. La forma en que el salmista describe el «voto» de David es, en realidad, una
elaboración poética que el salmista mismo pone en boca de David.
3. La segunda parte de esta sección (vv. 6-10) comienza con la usual llamada de atención:
«He aquí», y los peregrinos (no se olvide que es uno de los salmos graduales) expresan el
mismo gozo que experimentaron los israelitas cuando David organizó el traslado del arca a
Jerusalén. Se menciona a Efrata (v. 6), pero el dístico siguiente («la hallamos en los Campos
de Yaar». Lit.), nos declara que se trata de Quiryat-Yearim, cuya abreviatura es
precisamente Yaar. El v. 7 designa probablemente la veneración del arca antes de
emprender la marcha, como se aprecia por el v. 8, que comienza con la frase «Levántate,
Yahweh, etc.», con que se iniciaba siempre el traslado del arca (v. Nm. 10:35). El lugar del
reposo de
Dios era su morada (shekinah) en el santuario, entre los querubines. «£/ arca de tu poder»
alude a las victorias obtenidas en el campo de batalla mientras el arca era transportada por
los sacerdotes. Las vestiduras de los sacerdotes son llamadas vestiduras de justicia (v. 9) por
su blancura, símbolo de pureza, indicando las virtudes interiores de que habían de estar
revestidos interiormente los que tan de cerca ministraban al Señor (comp. con Ap. 19:8). El
v. 10 es una oración a favor del rey; aquí, es por la restauración de la monarquía.
Versículos 11-18
En esta sección. Dios responde a las oraciones de su pueblo con dos promesas.
1. La primera se refiere al establecimiento de la monarquía en la persona de David y de sus
descendientes. Dios escogió por rey a David (a Saúl lo escogió el pueblo) y confirmó la
elección con un juramento que, como el de David a Dios, es una elaboración poética del
salmista (comp. con 89:3). Pero la promesa, en cuanto a los sucesores de David, es
condicionada (v. 12): «Si tus hijos guardan mi pacto, etc.» La condición no se cumplió y el
cetro llegó a desaparecer de la casa de Judá, hasta que vino el Hijo de David a recibir el
trono de su padre David (v. Le. 1:32, 33). El apóstol Pedro lo aplica así a Cristo, y hasta
asegura que así lo entendió el propio David (Hch. 2:30).
2. La segunda se refiere a la elección de Sión (vv. 13-18) para ser sede del santuario y, por
tanto, centro del culto israelita. Éste había de ser el lugar de su reposo, como hemos visto
en el v. 8. Desde el v. 14 en adelante, es Dios mismo el que toma la palabra ampliando las
ideas de los vv. 8-10: (A) Ése es el lugar que ha deseado (v. 14b. Lit.), es decir, que ha
preferido a los demás. (B) Promete abundante provisión para los habitantes de Sión, donde
hasta los pobres estarán saciados (v. 15). (C) Promete también a los sacerdotes el vestido de
salvación (v. 16), en respuesta a la petición del v. 9, y a los santos es decir, a los piadosos de
la ciudad el júbilo también deseado en el v. 9b. (D) Promete que hará retoñar el poder (lit.
el cuerno) de David (v. 17, comp. con Le. 1:69), idea que recoge Etán en el Salmo 89:24, y
dispondrá lámpara, imagen asimismo familiar (v. 1 R. 11:36; 15:4), para su ungido David, de
modo que se preserve a perpetuidad la dinastía. Sobre él (v. 18) florecerá la corona,
aumentando progresivamente en honor y en prosperidad, mientras sus enemigos son vestidos
de vergüenza, lo que contrasta con los vestidos de salvación de los vv. 9 y 16.

Salmos 133 (RV60) -La bienaventuranza del amor fraternal


Cántico gradual; de David.

1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es


Habitar los hermanos juntos en armonía!
2 Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;
3 Como el rocío de Hermón,
Que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición,
Y vida eterna.
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Comentario al Salmo 133
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo es un breve encomio de la unidad y el amor fraternal. Parece aludir al efecto de
la unificación producida cuando los peregrinos se veían reunidos en el mismo acto de
adoración al Señor. Vemos: I. La dicha que produce el amor fraternal (v. 1). II. Dos símiles
que ilustran esta enseñanza (vv. 2, 3). III. El buen motivo que se da para tal hecho (v. 3). El
título no indica necesariamente la autoría de David.
Versículos 1-3
Aunque hay ocasiones en que es conveniente que los hermanos vivan distanciados (v. Gn.
13:9), la regla general es que es bueno y delicioso habitar los hermanos en unidad (v. 1.
Lit.). Si el salmo fuese de David, se adaptaría al tiempo en que fue reconocido como rey por
todas las tribus en Hebrón y, después de capturar Jerusalén, hizo de ella (de Sión) la capital
del reino. Es, sin embargo, más probable que aluda, o a la unidad circunstancial de los
peregrinos en el acto del culto o al esfuerzo de Nehemías por aumentar la población de
Jerusalén (Neh. 11:1 y ss.). En cualquier caso, la doctrina y las ilustraciones son relevantes
para todos los tiempos.
1. En cuanto a la enseñanza, el salmista pone de relieve cuan bueno, es decir, cuan
provechoso, es que los «hermanos», no los unidos por los vínculos de la carne, pues no
cuadra con el contexto, sino los israelíes pertenecientes a las distintas tribus, unidad de
pueblo escogido por Dios, se mantengan estrechamente unidos por los mismos vínculos
religiosos y políticos, cuyo símbolo e incentivo era la centralidad de Jerusalén, donde
estaban el trono y el altar. No sólo era bueno, provechoso, sino delicioso, agradable,
hermoso. En especial lo era para los habitantes mismos de la capital; de ahí el esfuerzo de
Nehemías. Y, cuanto más cerca de Sión, mejor. Este versículo suele aplicarse para designar
las ventajas de la unidad de los creyentes, pero el calificativo de «hermanos» (v. 1) tenía en
Israel el significado primordial de miembros de la misma nación israelita (v. Hch. 2:7, donde
el «hermanos» contrasta con el «señores» de Hch. 16:30), no precisamente en sentido
religioso.
2. Las ilustraciones (vv. 2, 3) son típicamente orientales: (A) El aceite de la unción era
derramado sobre la cabeza del sumo sacerdote (Ex. 29:7) y bajaba por las patillas hasta la
barba, la luenga barba que era una señal de gran dignidad en el Oriente. Como esta barba
llegaba hasta la escotadura de sus vestiduras sacerdotales, el óleo llegaba, por la barba,
hasta las doce piedras, símbolo de las doce tribus de Israel, del pectoral. De manera
semejante, las bendiciones de toda clase, resultantes de la centralidad de Sión como morada
especial de Yahweh, sólo podían extenderse a quienes viviesen en unidad y armonía
fraternas (comp. con He. 13:1). Siendo el aceite símbolo del Espíritu Santo, quienes tienen el
Espíritu han de manifestarlo mediante ese amor fraternal, sin el cual no servimos para nada
(1 Co. 13:1, 2). (B) La segunda comparación es con el rocío de Hermán. Dice Arconada: «En
la mente popular, por bajar del cielo sin ruido alguno, el rocío es emblema de bendiciones
divinas. Aquí, el pueblo de Israel, venido de todas las tribus y reunido densamente en torno
al templo de Sión, es como las innumerables gotas de rocío que cubre los montes, y su
concordia en la multiforme cantidad es condición y causa de prosperidades materiales,
^nacionales y religiosas, como don del cielo.» El Hermón se halla a unos •300 kms de
Jerusalén, por lo que el descenso de su rocío sobre las alturas de Sión es una imagen poética
para designar los beneficios del rocío sobre el suelo de Palestina, cuyo centro es Sión y cuya
centralidad «unificante» es lo único que le interesa al salmista.
3. La segunda parte del v. 3 dice literalmente: «Porque allí manda (es decir, ordena, no
"envía") Yahweh la bendición (por antonomasia), es decir, vida para la nación de Israel,
hasta la eternidad.» Advierte Cohén que «hasta la eternidad» debe conectarse con
«manda», no con «vida». «En Sión, dice, está su morada eterna y desde ese centro irradiará
siempre su bendición.» Nota del traductor: A la vista de lugares como Sal. 13 2:13-18y
muchos otros, esa «vida para siempre» se refiere a la vida constantemente renovada de la
nación.

Salmos 134 (RV60) -Exhortación a los guardas del templo


Cántico gradual.

1 Mirad, bendecid a Jehová,


Vosotros todos los siervos de Jehová,
Los que en la casa de Jehová estáis por las noches.
2 Alzad vuestras manos al santuario,
Y bendecid a Jehová.
3 Desde Sion te bendiga Jehová,
El cual ha hecho los cielos y la tierra.
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Comentario al Salmo 134
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Éste es el último y más breve de los salmos graduales y, si eran cantados en el templo, era
muy apropiado para concluir el servicio en una especie de despedida litúrgica: I. Del pueblo
a los levitas (vv. 1, 2). II. De los sacerdotes al pueblo (v. 3).
Versículos 1-3
1. Alguien, en nombre de la congregación (v. 1), pide a los levitas principales, a los que
ministran al Señor (Dt. 10:8) día y noche (1 Cr. 9:33), que bendigan a Yahweh. Se mencionan
específicamente los que cumplen sus servicios por las noches. «Alzar las manos» es actitud
de oración (comp. con 28:2; 141:2). Dice Maclaren: «Se les exhorta a que llenen la noche con
oraciones y con su vigilancia y a que eleven el corazón en bendiciones a Dios. La voz de la
alabanza enviaría su eco en la noche silenciosa y notaría sobre la ciudad durmiente.» «Al
santuario» significa en dirección al Lugar Santísimo.
2. Responden (v. 3) los ministros oficiantes (comp. con 128:5) con un «Desde Sión (como
centro religioso) te bendiga (singular colectivo, es decir, a cada uno de vosotros) el Hacedor
(lit.) de cielos y tierra» (comp. con 115:15). No necesitamos más para ser dichosos que
recibir esa bendición del Dios Omnipotente, porque los que Él bendice son de veras
bendecidos.

Salmos 135 (RV60) -La grandeza del Señor y la vanidad de los ídolos
Aleluya.

1 Alabad el nombre de Jehová;


Alabadle, siervos de Jehová;
2 Los que estáis en la casa de Jehová,
En los atrios de la casa de nuestro Dios.
3 Alabad a JAH, porque él es bueno;
Cantad salmos a su nombre, porque él es benigno.
4 Porque JAH ha escogido a Jacob para sí,
A Israel por posesión suya.
5 Porque yo sé que Jehová es grande,
Y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.
6 Todo lo que Jehová quiere, lo hace,
En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.
7 Hace subir las nubes de los extremos de la tierra;
Hace los relámpagos para la lluvia;
Saca de sus depósitos los vientos.
8 El es quien hizo morir a los primogénitos de Egipto,
Desde el hombre hasta la bestia.
9 Envió señales y prodigios en medio de ti, oh Egipto,
Contra Faraón, y contra todos sus siervos.
10 Destruyó a muchas naciones,
Y mató a reyes poderosos;
11 A Sehón rey amorreo,
A Og rey de Basán,
Y a todos los reyes de Canaán.
12 Y dio la tierra de ellos en heredad,
En heredad a Israel su pueblo.
13 Oh Jehová, eterno es tu nombre;
Tu memoria, oh Jehová, de generación en generación.
14 Porque Jehová juzgará a su pueblo,
Y se compadecerá de sus siervos.
15 Los ídolos de las naciones son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
16 Tienen boca, y no hablan;
Tienen ojos, y no ven;
17 Tienen orejas, y no oyen;
Tampoco hay aliento en sus bocas.
18 Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y todos los que en ellos confían.
19 Casa de Israel, bendecid a Jehová;
Casa de Aarón, bendecid a Jehová;
20 Casa de Leví, bendecid a Jehová;
Los que teméis a Jehová, bendecid a Jehová.
21 Desde Sion sea bendecido Jehová,
Quien mora en Jerusalén.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 135
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Éste es uno de los salmos que comienzan y terminan con un «aleluya» y es una especie de
himno compuesto, en su mayor parte, de citas de otros salmos. No conocemos el autor ni la
ocasión. I. Comienza con una exhortación a alabar a Dios (vv. 1-3). II. Continúa ofreciendo
materia de alabanza. Dios ha de ser alabado: 1.Como el Dios de Jacob (v. 4). 2. Como el Dios
de los dioses (v. 5). 3. Como el Dios de todo el Universo (vv. 6,7). 4. Como el Dios terrible
para los enemigos de Israel (vv. 8-11). 5. Como el Dios benévolo para Israel (vv. 12-14). 6.
Como el único Dios * viviente, pues todos los otros dioses son vanidad y mentira (vv. 15-18).
III. Concluye con otra exhortación a alabar a Dios (vv. 19-21).
Versículos 1-4
Vemos aquí: 1. El deber al que se nos llama: Alabara Yahweh, alabar su nombre; una y otra
vez se nos exhorta a ello. No sólo hemos de darle gracias por lo que ha hecho por nosotros,
sino también alabarle por lo que es en sí y lo que ha hecho por otros. 2. Las personas a las
que se exhorta aquí a alabar a Dios son no sólo los levitas que están en la casa de Yahweh,
en el santuario, sino también los israelitas piadosos que están en los atrios de la casa. 3. El
motivo por el que hemos de alabarle es porque es bueno (Dios y su nombre), conforme a 54:
6, o, más probable, porque es bueno cantar salmos a su nombre (comp. con 147:1).
Versículos 5-14
Después de indicarnos que la bondad de Dios es el motivo para que le alabemos con gozo, el
salmista nos indica que la grandeza de Dios es el motivo para que le alabemos con respeto.
1. Afirma la doctrina de la grandeza de Dios (v. 5): Yahweh es grande. Asegura que él (el
pronombre está explícito, enfático, en el original), como piadoso israelita, lo conoce (lit.),
tiene experiencia íntima y personal de esa verdad.
2. Prueba esa grandeza con un ejemplo de carácter general: Su poder es absoluto: Hace
cuanto quiere (v. 6, comp. con 115:3) en todos los lugares: cielos, tierra, mares y abismos.
3. Pone ejemplos, en particular: (A) Del reino de la naturaleza (v. 7), especialmente de los
fenómenos metereológicos donde se muestra, de modo especial, su poder (comp. con Job
38:22; Sal. 33:7; Jer. 10:13; 51:6). La cadena de las causas naturales, no sólo fue establecida
por Dios, sino que es continuamente preservada por Él. (B) Del reino de la humanidad.
Obsérvese el dominio soberano y el poder irresistible de Dios: (a) En sacar a Israel de Egipto,
humillando a Faraón con tantas plagas y forzándole a dejarles partir (vv. 8, 9, comp. con Ex.
7:3). (b) En la destrucción de los reinos de Canaán delante de ellos (v. 10, comp. con Dt.
7:1). (c) En el asentamiento de Israel en Canaán (vv. 11, 12, comp. con Nm. 21:21 y ss., 33 y
ss.).
4. Tras recordar todos estos prodigios, el salmista proclama la perpetuidad de la gloria y de
la gracia de Dios (v. 13): «Yahweh, eterno es tu nombre; tu memorial, etc.» Claramente
alude a Ex. 3:15, comp. con Sal. 102:12. «Porque Yahweh (v. \4) juzga, es decir, vindica, a
su pueblo (v. Dt. 32:36) y se arrepiente (v. Ex. 32:14) a favor de sus siervos. (Tanto aquí,
como en 90:13, el significado de «arrepentirse» cuadra con el a. contexto y con las formas
gramaticales del verbo —Hifil, Hitpael— mejor que el de «compadecerse».)
Versículos 15-21
Estos versículos tienen por objeto: 1. Armar al pueblo de Dios contra la idolatría y todos los
cultos falsos, mostrando qué clase de dioses eran los que los gentiles adoraban, como ya lo
vimos en 115:4-8. Eran dioses hechos de mano de hombres, por lo que no tenían otro poder
que el que les habían dado los que los fabricaron. Sus adoradores eran, por consiguiente, tan
estúpidos y sin sentido como ellos (vv. 15-18). 2. Incitar al pueblo de Dios a la verdadera
devoción en el culto al Dios verdadero. Puede verse lo dicho en 115:9-11, pasaje con el que
concuerdan los vv. 19-21 del presente salmo, con la variante de la adición aquí de «Casa de
Levi, bendecid a Yahweh» (v. 20), que no figuraba en el 115. El «Bendito (sea) Yahweh
desde Sión» (lit.) del v. 21 (comp. con 134:6), frase que podría parecer extraña, quizá se
explique por analogía con 134:3. Dice Cohén: «Aquí bendito significa lo mismo que
alabado... Así como Dios envía sus bendiciones desde Sion (134:3), así también desde el
centro de su adoración debería oírse, por todo lo largo y por todo lo ancho, el eco de su
alabanza.»

Salmos 136 (RV60) -Alabanza por la misericordia eterna de Jehová

1 Alabad a Jehová, porque él es bueno,


Porque para siempre es su misericordia.
2 Alabad al Dios de los dioses,
Porque para siempre es su misericordia.
3 Alabad al Señor de los señores,
Porque para siempre es su misericordia.
4 Al único que hace grandes maravillas,
Porque para siempre es su misericordia.
5 Al que hizo los cielos con entendimiento,
Porque para siempre es su misericordia.
6 Al que extendió la tierra sobre las aguas,
Porque para siempre es su misericordia.
7 Al que hizo las grandes lumbreras,
Porque para siempre es su misericordia.
8 El sol para que señorease en el día,
Porque para siempre es su misericordia.
9 La luna y las estrellas para que señoreasen en la noche,
Porque para siempre es su misericordia.
10 Al que hirió a Egipto en sus primogénitos,
Porque para siempre es su misericordia.
11 Al que sacó a Israel de en medio de ellos,
Porque para siempre es su misericordia.
12 Con mano fuerte, y brazo extendido,
Porque para siempre es su misericordia.
13 Al que dividió el Mar Rojo en partes,
Porque para siempre es su misericordia;
14 E hizo pasar a Israel por en medio de él,
Porque para siempre es su misericordia;
15 Y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo,
Porque para siempre es su misericordia.
16 Al que pastoreó a su pueblo por el desierto,
Porque para siempre es su misericordia.
17 Al que hirió a grandes reyes,
Porque para siempre es su misericordia;
18 Y mató a reyes poderosos,
Porque para siempre es su misericordia;
19 A Sehón rey amorreo,
Porque para siempre es su misericordia;
20 Y a Og rey de Basán,
Porque para siempre es su misericordia;
21 Y dio la tierra de ellos en heredad,
Porque para siempre es su misericordia;
22 En heredad a Israel su siervo,
Porque para siempre es su misericordia.
23 El es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros,
Porque para siempre es su misericordia;
24 Y nos rescató de nuestros enemigos,
Porque para siempre es su misericordia.
25 El que da alimento a todo ser viviente,
Porque para siempre es su misericordia.
26 Alabad al Dios de los cielos,
Porque para siempre es su misericordia.
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Comentario al Salmo 136
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Este salmo, llamado el Gran Hallel por su estribillo repetido en cada versículo, es cantado
todos los sábados en las sinagogas judías. Según el Talmud, las 26 veces que se repite el
estribillo corresponden al valor numérico de las letras del tetragrámaton o nombre inefable
de Dios: YHWH (10+5+6+5= 26). Se divide en tres secciones: I. Alabanzas a Dios por lo que es
en sí y como Creador del mundo (vv. 1-9). II. Como obrador de grandes maravillas a favor de
Israel (vv. 10-22). III. Como Salvador y Redentor Universal, concluyendo con una alabanza
general (vv.23-26).
Versículos 1-9
El deber al que una y otra vez se nos exhorta aquí es dar gracias (lit.) a Dios, esto es, a
ofrecerle, no los frutos del suelo ni del ganado, sino de labios que confiesan su nombre (He.
13:15). Hemos de dar gracias a Yahweh, el Dios de Israel (v. 1), al Dios de los dioses, a quien
adoran los ángeles (v. 2), al Señor de los señores, es decir. Soberano de todos los soberanos
(v. 3). Hemos de darle gracias por su amor perpetuo, como repite el estribillo, así como por
su poder y sabiduría, cuyos efectos se expresan en los vv. 4-9. Nótese que su amor perdura
eternamente, infinitamente más allá de la duración de los cielos y la tierra. Los vv. 7-9 nos
recuerdan Gn. 1:14-16 y que Dios creó para utilidad y servicio del hombre.
Versículos 10-22
Las grandes cosas que hizo Dios por Israel, cuando lo formó como pueblo y nación, y puso
entre ellos su reino, son mencionadas aquí como ejemplos de su poder y de su amor a Israel,
como ocurre con mucha frecuencia en los Salmos. Toda la sección es análoga a 135:8-12. Los
sacó de Egipto (vv. 10-12) abriendo una avenida seca por en medio del mar Rojo. No sólo
dividió las aguas, sino que dio coraje al pueblo para pasar, mostrando así que tiene sobre el
corazón humano el mismo poder que sobre las aguas. Los condujo a través de un vasto
desierto (v. 16) donde también los alimentó. Destruyó reyes delante de ellos a fin de hacer
sitio para ellos (vv. 17, 18). Bueno es entrar en los detalles del favor de Dios y no
contemplarlos únicamente a bulto, y observar en cada detalle, con gratitud y
reconocimiento, el perpetuo amor de Dios. Les puso asimismo en posesión de una buena
tierra (vv. 21, 22). Así como les dijo a los egipcios: «Dejad salir a mi pueblo», así dijo a los
cananeos: «Dejad entrar a mi pueblo.»
Versículos 23-26
El eterno amor de Dios es celebrado aquí en la redención de su pueblo (vv. 23, 24). En los
muchos rescates de los israelitas de manos de sus opresores, pero especialmente en la gran
redención llevada a cabo en el Calvario, de la que aquellos eran tipo, tenemos grandes
motivos para decir: «En nuestro abatimiento se acordó de nosotros (v. 23): Envió a su Hijo
(Jn. 3:16) a redimimos del pecado, de la muerte y del Infierno porque para siempre es su
amor misericordioso.» Un ejemplo del favor de su Providencia es que, dondequiera da vida,
da también alimento a todo ser viviente. La alabanza final «al Dios de los cielos», título que
sólo aparece aquí en todo el Salterio (y en 2 Cr. 36:23; Esd. 1:2; Neh. 1:4, 5; 2:4, 20; Dan.
2:18 y Jon. 1:9), es un buen resumen de todo el salmo.

Salmos 137 (RV60)


1 Junto a los ríos de Babilonia,
Allí nos sentábamos, y aun llorábamos,
Acordándonos de Sion.
2 Sobre los sauces en medio de ella
Colgamos nuestras arpas.
3 Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,
Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
Cantadnos algunos de los cánticos de Sion.
4 ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová
En tierra de extraños?
5 Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,
Pierda mi diestra su destreza.
6 Mi lengua se pegue a mi paladar,
Si de ti no me acordare;
Si no enalteciere a Jerusalén
Como preferente asunto de mi alegría.
7 Oh Jehová, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén,
Cuando decían: Arrasadla, arrasadla
Hasta los cimientos.
8 Hija de Babilonia la desolada,
Bienaventurado el que te diere el pago
De lo que tú nos hiciste.
9 Dichoso el que tomare y estrellare tus niños
Contra la peña.
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Comentario al Salmo 137
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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De gran belleza literaria, este salmo es una lamentación nostálgica, mezclada con
imprecaciones llenas de indignación contra los opresores de Israel. I. Nostalgia de los
exiliados (vv. 1, 2). II. Rehúsan ofrecer entretenimiento a sus opresores (vv. 3,4). III. No
pueden olvidar a Jerusalén (vv. 5,6). IV. No pueden perdonar a Edom ni a Babilonia (vv. 7-9).
Versículos 1-6
1. Vemos primero al pueblo de Dios sembrando con lágrimas. Sentados en actitud de duelo
(Is. 47:1) junto a los ríos, es decir, los canales del Eufrates (Jer. 51:13), lloran los exiliados
recordando a Sión (v. 1), el santo monte sobre el que estaba antaño el templo. El afecto a la
casa de Dios les quitaba el interés por cobijarse en sus propias casas. «En los sauces...
colgamos nuestras arpas» (v. 2). No las habían escondido entre los arbustos ni en las
hendiduras de las rocas, sino que las habían colgado en los sauces, para que su misma vista
les trajese constantemente a la memoria el deplorable cambio de situación. Es probable que
las usasen cuando estaban solos, pero las retiraban de sí cuando sus opresores les pedían
entretenimiento.
2. Los que los habían llevado cautivos y los atormentadores (lit. Quizás en el sentido de
«escarnecedores» o «burladores») les pedían cánticos alegres (v. 3), lo cual era realmente
una burla hacia quienes estaban llorando su cautividad y su ausencia de la patria. El cantar
a estos opresores cánticos de Sión era parecido a beber el vino de Babilonia, como hizo
después el rey Belsasar (Dan. 5:3,4), en los vasos sagrados del templo de Jerusalén.
3. La mansedumbre con que aguantaron ellos estos abusos (v. 4). No podían dar gusto a
estos burladores, pero respondieron con paciencia y con piedad: «¿Cómo habíamos de cantar
el cántico de Yahweh en tierra extranjera?» Como diciendo: «Es el cántico de Yahweh; es
cosa sagrada, apropiada para el templo y el culto del verdadero Dios; por tanto, no osamos
cantarlo en tierra extranjera y entre idólatras.»
4. El constante afecto que guardaban hacia Jerusalén, la ciudad de sus solemnidades,
incluso ahora que se hallaban en Babilonia. Siempre la tenían en la mente, aunque muchos
de ellos nunca la habían visto. En sus oraciones diarias, abrían las ventanas en dirección a
Jerusalén:
¿Cómo podían olvidarla? Los vv. 5 y 6 son de una belleza extraordinaria:
«Si me olvido de ti, oh Jerusalén (v. 5), es decir, si no te guardo el respeto que tu memoria
merece, que mi diestra olvide su arte (falta en el original, pero no cabe duda de que es así
como debe suplirse).» Y sigue diciendo (v. 6): «Que mi lengua se pegue a mi paladar, es
decir, que pierda la facultad de hablar y cantar, si de ti no me acuerdo con amor y respeto;
si no enaltezco a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría, esto es, como mi motivo
principal de gozo y felicidad.»
Versículos 7-9
Los piadosos judíos residentes en Babilonia, después de afligirse con el recuerdo de las
ruinas de Jerusalén, se alegran ahora con la perspectiva de la ruina de sus implacables
enemigos. Recordemos que nos hallamos en tiempos en que regía la ley del talión. Piden que
sus enemigos sufran el mismo castigo que les han infligido a ellos. Nombran primero (v. 7) a
Edom, a los descendientes de Esaú, los cuales, en lugar de entristecerse por su parentesco
con el pueblo de Israel, todavía llevaban en el pecho el rencor de Esaú contra su hermano
que le había quitado la primogenitura y les gritaban a los babilonios con respecto a
Jerusalén:
«¡Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos!» Apostrofan luego a Babilonia con el epíteto
insultante de «la devastadora» (v. 8), aunque el término hebreo es claramente un participio
pasivo, por lo que la única traducción correcta es: «la devastada» (usado como pretérito
profetice), esto es, «la destinada a ser destruida»; por supuesto, en pago de la destrucción
que ella misma ha causado, como da a entender el contexto. La imprecación del v. 9 es
realmente terrible, pero, aparte de lo dicho arriba, han de tenerse en cuenta dos factores:
1. Tal barbaridad había sido cometida con frecuencia contra Israel (2 R. 8:12; Os. 10:14) y
los babilonios eran culpables de esa atrocidad (v. Jer. 51:24, comp. con Is. 13:16). 2. Dice
Maclaren: «Quizá, si algunos de los modernos críticos hubiesen estado bajo el yugo del que el
salmista había sido libertado, habrían entendido un poco mejor cómo un buen hombre de esa
época podía regocijarse de que Babilonia quedase devastada y toda su raza extirpada».

Salmos 138 (RV60) -Acción de gracias por el favor de Jehová


Salmo de David.
1 Te alabaré con todo mi corazón;
Delante de los dioses te cantaré salmos.
2 Me postraré hacia tu santo templo,
Y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad;
Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.
3 El día que clamé, me respondiste;
Me fortaleciste con vigor en mi alma.
4 Te alabarán, oh Jehová, todos los reyes de la tierra,
Porque han oído los dichos de tu boca.
5 Y cantarán de los caminos de Jehová,
Porque la gloria de Jehová es grande.
6 Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde,
Mas al altivo mira de lejos.
7 Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás;
Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano,
Y me salvará tu diestra.
8 Jehová cumplirá su propósito en mí;
Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;
No desampares la obra de tus manos.
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Comentario al Salmo 138
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo lleva el título de «Salmo de David». Los LXX añadieron: «y de Hageo y de
Zacarías», lo que, como dice Arconada, «desvirtúa su origen davídico». Cohén resuelve la
dificultad haciendo notar que fue «quizás originalmente un salmo davídico, y fue reeditado
para el uso litúrgico después de la Restauración». El salmista: I. Mira hacia atrás con
agradecimiento por las experiencias que había tenido de la bondad de Dios hacia él (vv. 1-3).
II. Mira hacia delante esperanzado: 1. De que otras personas alabarán a Dios como él (vv. 4,
5). 2. De que Dios continuará dispensándole sus favores (vv. 6-8).
Versículos 1-5
1. El salmista alaba a Dios con sinceridad y fervor (v. 1): «Te daré gracias (lit.) con todo mi
corazón.» La frase siguiente: «Delante de los dioses te cantaré salmos» suena extraña y se
ha interpretado de muchas maneras. Teniendo en cuenta que nos hallamos en el templo, no
cabe interpretarlo como «jueces»; la Septuaginta traduce «ángeles». Arco-nada propone la
alternativa de «magistrados religiosos», es decir, los sacerdotes. El doctor Cohén prefiere
retener el sentido literal de «dioses», a la vista del v. 4, añadiendo que «Los reyes de la
tierra tienen varias deidades a las que rinden homenaje. Él (el salmista) les reta
enalteciendo al verdadero Dios en su propia casa, dando testimonio de su poder frente a la
impotencia de ellas» (las deidades). «Hacia tu santo templo» (v. 2) indica la postura de todo
israelita orante: mirando hacia el templo de Jerusalén. También nosotros debemos elevar los
ojos a los Cielos, cuando oramos a nuestro Padre, pues allí está su presencia de una manera
especial.
2. El salmista, después de dar gracias (lit.) a Dios por lo que Él es en sí y para otros (v. 2),
profesa su gratitud, en particular, por haberle respondido y animado. El binomio
«misericordia y verdad» es bien conocido, especialmente en el Salterio (25:10; 57:3; 61:7,
etc.). «Has engrandecido tu nombre», continúa diciendo, es decir, las perfecciones divinas
(amor y fidelidad) que resplandecen en su «palabra», esto es, en su promesa, puesto que
responde cuando se le invoca (v. 3) y, con esa respuesta a la oración, fortalece el vigor del
alma. Comenta Cohén:
«Mediante la respuesta de Dios a su oración, tomó conciencia de un poder dentro de sí, del
que no se había percatado antes, y este poder le infundió la certeza de que había de salir
victorioso un día.» Si Dios nos da vigor para soportar las cargas, resistir las tentaciones y
cumplir con nuestro deber en medio de las aflicciones, si Él nos fortalece para confiar en Él,
mantener la paz de nuestra mente y aguardar con paciencia el resultado, habremos de
reconocer que nos ha respondido y estaremos obligados a ser agradecidos.
3. David era rey y, por eso, quizás esperaba que otros reyes allí presentes (v. 4) habrían de
abrazar la verdadera religión al oír los oráculos de Yahweh, las promesas hechas a su pueblo
y cumplidas con divina fidelidad. Esto podría referirse a reyes circunvecinos como Hiram y
otros. Cuando visitaron a David y, después de su muerte, a Salomón (v. 2 Cr. 9:23), no
tuvieron empacho en adorar al Dios de Israel. Podría aplicarse proféticamente al Mesías (v.
72:11), en su reino futuro, ya que entonces «todos los reyes de la tierra se postrarán ante
Él». Es entonces « cuando verdaderamente (v. 5) «cantarán acerca de los caminos de
Yahweh», es decir, de los modos maravillosos con que su Providencia dirige los
acontecimientos de los hombres (comp. con 103:7).
Versículos 6-8
David se consuela aquí con tres cosas: 1. El favor que Dios dispensa a los humildes (concepto
explanado en 113:4 y ss.), mientras trata a distancia, como quien los quiere ver lejos de si
(comp. con Mt. 25:41), a los altivos (v. 6), pues no tienen comunión con Él; los conoce bien,
pero no los reconoce por suyos (comp. con Mt. 7:23; 25:12). 2. El interés y la protección que
da a los suyos cuando están en apuros (v. 7): los reanima o vivifica, extiende su mano para
inutilizar las armas que los enemigos, en su furor, emplean contra ellos, y los salva con su
diestra (comp. con 17:7). 3. La obra perfecta de Dios (v. 8), quien siempre completa, lleva a
feliz término, lo que ha emprendido. Todo buen hijo de Dios tiene interés en su deber hacia
Dios y en su felicidad en Dios, para que el primero sea fielmente cumplido y la segunda
efectivamente asegurada; y si estas dos cosas las llevamos de veras en el corazón, es buena
obra la que ha comenzado en nosotros, y el que la comenzó, la perfeccionará (Fil. 1:6).
Nuestra esperanza de perseverar ha de estar fundada, no en nuestra fuerza, la cual puede
fracasar, sino en la gracia de Dios, que no puede fracasar: Tu misericordia, Yahweh, es para
siempre. Y concluye haciendo oración de su expectación: «No desampares la obra de tus
manos.» Como diciendo: «Soy hechura tuya; no retires de mí tu actividad y tu favor hasta
que hayas dado cima a la obra que en mí comenzaste».

Salmos 139 (RV60) -Omnipresencia y omnisciencia de Dios


Al músico principal. Salmo de David.
1 Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
2 Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
3 Has escudriñado mi andar y mi reposo,
Y todos mis caminos te son conocidos.
4 Pues aún no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
5 Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
6 Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo comprender.
7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
8 Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar,
10 Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
12 Aun las tinieblas no encubren de ti,
Y la noche resplandece como el día;
Lo mismo te son las tinieblas que la luz.
13 Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
15 No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
16 Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.
17 ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!
18 Si los enumero, se multiplican más que la arena;
Despierto, y aún estoy contigo.
19 De cierto, oh Dios, harás morir al impío;
Apartaos, pues, de mí, hombres sanguinarios.
20 Porque blasfemias dicen ellos contra ti;
Tus enemigos toman en vano tu nombre.
21 ¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen,
Y me enardezco contra tus enemigos?
22 Los aborrezco por completo;
Los tengo por enemigos.
23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
24 Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.
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Comentario al Salmo 139
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este magnífico salmo, sin par en los temas de la omnisciencia, la omnipresencia y la
omnieficiencia de Dios, lleva el título de «Salmo de David», pero aun Delitzsch, exegeta
conservador, concluye que «fue compuesto conforme a un modelo davídico, con resonancias
de salmos como el 19 y otros salmos didácticos davídicos». Las ideas, sin embargo, y el
lenguaje mismo, son de tono aramaico, por lo que es más que probable que fue compuesto
después del exilio. Se divide en cuatro partes, como suele indicarse en nuestras versiones: I.
Omnisciencia de Dios (vv. 1-6). II. Omnipresencia de Dios (vv. 7-12). III. Omnipotencia de
Dios (vv. 13-16). IV. El salmista prorrumpe a continuación: 1. En expresiones de admiración
de Dios (vv. 17, 18). 2. De indignación contra los impíos (vv. 19-22). 3. De confesión de su
propia integridad (vv. 23, 24).
Versículos 1-6
El Dios con quien nos las habemos tiene un perfecto conocimiento de nosotros, y todos
nuestros actos, tanto interiores como exteriores, están abiertos, patentes, en su presencia.
1. El salmista expone esta doctrina con respecto a sí mismo (v. 1): «Oh Yahweh, tú me has
escrutado y (me) conoces» (lit.), especialmente el corazón (v. 23, comp. con Jer. 17:10). El
corazón de los reyes es inescrutable para sus súbditos (Pr. 25:3), pero no para Dios.
2. Desciende luego a detalles particulares: (A) «Tú (explícito en el hebreo, como diciendo:
"Sólo tú...") conoces mi sentarme y mi levantarme» (v. 2), es decir, todas las actividades de
la vida diaria (Ver Dt. 6:7). El vocablo para «pensamiento», aquí como en el v. 17, es
arameo, no hebreo, e indica inclinación o deseo. (B). «Escudriñas mi andar y mi reposo» (v.
3), lo cual es otra manera de expresar todas las actividades de la vida diaria. (C) De tal
manera conoce Dios todos nuestros caminos que le son familiares nuestros pensamientos aun
antes de expresarlos en palabras (v. 4), aunque también podría significar, según Cohén, que
«Dios conoce la intención que hay detrás de una palabra, cuando es usada para ocultar el
pensamiento». (D) El sentido del v. 5 es que Dios le tiene cercado como cuando se pone sitio
a una ciudad de forma que no hay escape posible. Este cerco se ha estrechado hasta lo sumo,
pues Dios tiene puesta su mano sobre él, es decir, ya no puede desasirse de Dios. Este
conocimiento tan exhaustivo (v. 6) le resulta al salmista demasiado alto, como una fortaleza
inaccesible e inexpugnable.
Versículos 7-12
¿Podrá el salmista escapar al escrutinio de Dios alejándose de su presencia? ¡No, por cierto!
(v. 7). Puesto que:
1. A cualquier lugar que nos volvamos, allí está Dios (vv. 7-10). (A) «Si subo a los cielos, allí
estás tú» (v. 8, comp. con Am. 9:2-4). «Y si del Seol hago mi lecho (lit., comp. con Job
26:6), he aquí (dice con admiración), allí estás tú». (B) Después de los extremos en vertical,
los extremos en horizontal (vv. 9, 10): «Si tomara las alas del alba y emigrara hasta el
confín del mar, es decir, hasta donde las alas del alba pueden conducir, aun allí me
alcanzaría tu mano, etc., en todo lugar me hallaría bajo tu poder y tu control, como
agarrado por tu diestra». Comenta Witton Davies: «Para los antiguos (semitas, griegos,
romanos, etc.), la diosa de la aurora tenía alas con las que se alzaba del océano oriental y,
en el curso del día, cubría todo el firmamento. El salmista hace uso de esta imaginería, sin
comprometer en lo mínimo su monoteísmo». Una imagen semejante aparece en Mal. 4:2.
2. No hay velo que pueda ocultamos de la vista de Dios (vv. 11-12). «Sí dijese: Al menos las
tinieblas me cubrirán, etc.», me engañaría miserablemente, pues las cortinas de la noche no
pueden defenderme más que las alas del alba. Para el Dios que es luz (1 Jn. 1:5), no hay
oscuridad impenetrable a su mirada. Y, así como no hay tinieblas que encubran de Él (v. 12),
tampoco hay máscara de hipocresía, por muy elaborado que sea el disimulo, que sea
impermeable al escrutinio de Dios. ¿Quién intentará mentirle a Dios?
Versículos 13-16
¿Cómo no nos va a conocer perfectamente el que nos ha formado? El salmista pasa aquí a
contemplarse a sí mismo como una maravilla salida de las manos de Dios, con lo que declara
la omnipotencia divina. El que ha fabricado la máquina, conoce bien cómo funciona (v. 13):
«Tú (enfático aquí, como en el v. 2) creaste mis riñones» (lit., como en 7:9, última palabra).
Los «riñones» representan en la Biblia la sede íntima de lo afectivo-emotivo, así como de los
impulsos instintivos: lo que le pasa desapercibido a la propia persona. El verbo que hemos
vertido por «creaste» —nota del traductor— es efectivamente el mismo que aparece en Gn.
14:19 y Dt. 32:6. El salmista, a pesar de sus rudimentarios conocimientos de anatomía,
queda asombrado. El v. 14 es difícil de traducir. Dice textualmente: «Te daré gracias porque
temibles cosas fui hecho prodigio (es decir, fui hecho formidable y prodigiosamente);
prodigiosas (son) tus obras, y mi alma (es decir, yo) conoce (eso) muy bien». En el v. 15,
«huesos» designa la contextura general de la persona, bajo la imagen de la parte más
resistente del cuerpo: el esqueleto. «Lo más profundo de la tierra» es una descripción
poética del vientre materno (comp. con v. 13b). El v. 16b asegura que los ojos de Dios no
sólo veían «la sustancia informe» (lit.), es decir, el embrión, del salmista, sino también
todos los días, es decir, todas sus acciones futuras, que estaban escritas en el registro de
Dios. La última frase del versículo dice, según está escrita: «y no (existía) ninguno de ellos»
(de los días). Pero el alef del vocablo hebreo lo lleva un circulito encima, por lo que (según
afirma el doctor Cohén) debe leerse como si fuera vau, con lo que significa: «y para él
(había) uno de ellos»; esto es, entre los días registrados en el libro de Dios había uno para el
día en que el embrión había de ser dado a luz.
Versículos 17-24
Aquí el salmista hace aplicación de la doctrina de la omnisciencia de Dios:
1. Reconoce, con asombro y gratitud, el interés que Dios ha puesto en él (vv. 17, 18). Dios
pensaba en él con pensamientos de amor. La Providencia ha previsto y provisto todas las
circunstancias en que nos habíamos de hallar y ha ordenado las cosas para nuestro bien. No
podemos alcanzar a comprender las compasiones (lit.) de Dios hacia nosotros, pues son
nuevas cada mañana (Lam. 3:22,23). El salmista se ve incapaz de contar las sumas (lit.), es
decir, el número enorme de los planes amorosos de Dios hacia él (v. 17b). Aunque estuviese
todo el día y toda’ la noche ocupado en la tarea de enumerarlos, todavía estaría con Dios al
despertarse, enumerándolos, sin poder terminar la tarea.
2. Concluye de esta doctrina que los pecadores acabarán en la ruina, pues Dios conoce toda
la maldad de los impíos y, por tanto, les pedirá cuentas de sus actos. Tendrán un severo
castigo, pues además de ser violentos («sanguinarios»), son blasfemos y rebeldes,
desafiantes: «Hablan de ti engañosamente... se rebelan contra ti» (v. 20). El salmista se
identifica con la causa de Dios: Los enemigos de Dios son sus enemigos (vv. 21, 22): «Señor,
tú conoces el corazón y puedes dar testimonio de lo que siento en el mío. ¿No odio a los que
te aborrecen? Los odio porque te amo a ti y me repugna ver tales indignidades hechas a tu
santo nombre.» En su odio contra el pecado y contra el daño que los malvados hacen, desea
que Dios los mate (v. 19, comp. con 104:35).
3. Termina el salmo apelando a su sinceridad ante Dios (vv. 23,24). El odio que siente hacia
los malvados le induce a rogar a Dios que le escudriñe el corazón y, si halla en él alguna
desviación, desconocida para el propio salmista, del buen camino, que se la haga saber y le
guíe por el camino eterno. En este estadio de la revelación, no puede suponerse que el
salmista se refiera a la eternidad de ultratumba, sino que pide a Dios que le guíe por el
camino recto que conduce a una vida prolongada, en contraste con el mal camino de los
impíos, el cual lleva a la perdición (comp. con 1:6).
Salmos 140 (RV60) -Súplica de protección contra los perseguidores
Al músico principal. Salmo de David.

1 Líbrame, oh Jehová, del hombre malo;


Guárdame de hombres violentos,
2 Los cuales maquinan males en el corazón,
Cada día urden contiendas.
3 Aguzaron su lengua como la serpiente;
Veneno de áspid hay debajo de sus labios. Selah
4 Guárdame, oh Jehová, de manos del impío;
Líbrame de hombres injuriosos,
Que han pensado trastornar mis pasos.
5 Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios;
Han tendido red junto a la senda;
Me han puesto lazos. Selah
6 He dicho a Jehová: Dios mío eres tú;
Escucha, oh Jehová, la voz de mis ruegos.
7 Jehová Señor, potente salvador mío,
Tú pusiste a cubierto mi cabeza en el día de batalla.
8 No concedas, oh Jehová, al impío sus deseos;
No saques adelante su pensamiento, para que no se ensoberbezca. Selah
9 En cuanto a los que por todas partes me rodean,
La maldad de sus propios labios cubrirá su cabeza.
10 Caerán sobre ellos brasas;
Serán echados en el fuego,
En abismos profundos de donde no salgan.
11 El hombre deslenguado no será firme en la tierra;
El mal cazará al hombre injusto para derribarle.
12 Yo sé que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido,
Y el derecho de los necesitados.
13 Ciertamente los justos alabarán tu nombre;
Los rectos morarán en tu presencia.
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Comentario al Salmo 140
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Este salmo, con los tres que le siguen, forma grupo distinto de los demás. Se atribuyen a
David, quizá porque su contenido se parece mucho al de los salmos davídicos, pero no se
conoce el autor, la época ni la ocasión de su composición. Aquí el salmista: I. Se queja de la
mala voluntad de sus enemigos y pide a Dios que le preserve de la violencia de ellos (vv. 1-
5). II. Cobra ánimos al considerar a Dios como Dios suyo (vv. 6-7). III. Ora por la destrucción
de sus perseguidores y la profetiza (vv. 8-11). IV. Asegura a todos los hijos de Dios que se
hallan afligidos que sus aflicciones terminarán bien a su debido tiempo (vv. 12, 13).
Versículos 1-7
1. El salmista describe primero el carácter de sus enemigos. Los singulares: «hombre
malo... hombre violento» (v. 1) son colectivos (lo mismo en el v. 4). Estos enemigos
maquinan maldades y cada día, esto es, constantemente, provocan guerras (lit.), es decir,
contiendas brutales (v. 2). A continuación (v. 3) combina dos metáforas: «aguzaron», como
una espada, y «serpiente», por el veneno que esconden, para designar la astucia y la
hipocresía con que traman tanto sus difamaciones como sus lisonjas. Esas metáforas y las
del v. 5 son las mismas que usa David en muchos de sus salmos (Ver por ej., los salmos 9,
10, 31, 52, 57, 58, 64 y 69). Ro. 3:13 cita el v. 3b.
2. Ruega a Dios que le proteja (vv. 1-4): «Líbrame... Guárdame... Guárdame...
Líbrame...» Como si dijera: «Señor, no permitas que prevalezcan para quitarme la
reputación y la vida misma. Guárdame de ellos y de obrar como ellos obran o como
maquinan».
3. Confía en Dios, esperando de Él con certeza el triunfo sobre sus enemigos: «He dicho a
Yahweh: Tú eres mi Dios (v. 6); y, si eres mi Dios, también eres mi escudo y refugio, mi
defensor y protector». Y añade (v. 7): « Yahweh Señor; como "Yahweh", el autoexistente y
autosuficiente; como "Adonay", mi Señor Soberano, que me gobierna y me sostiene y, por
tanto, la fuerza de mi salvación (lit.), que ha cubierto (lit.), como con un yelmo (comp. con
Ef. 6:17), mi cabeza en el día de la batalla». Son figuras muy apropiadas para designar la
protección de Dios contra las espadas que sus enemigos aguzan (sus lenguas) en las guerras
que provocan (vv.2,3).
Versículos 8-13
El salmista (¿David?) pide ahora a Dios que no permita que sus enemigos lleven a cabo con
éxito sus planes criminales (v. 8) ni que se enaltezcan. La negación no existe en el original
en este último miembro, pero es probable que vaya regido por el no precedente, a no ser
que se traduzca: «No dejes... de forma que se enaltezcan». Después (vv. 9-11), profetiza la
ruina de sus enemigos: «...Ahóguelos la malicia de sus propios labios, etc. (v. 9): El mal que
han tramado contra mí caerá sobre ellos, sus maldiciones se volverán contra su rostro, y
todo lo que han planeado contra mí resultará en ruina de ellos» (7:15, 16). Los juicios de
Dios caerán sobre ellos (v. 10) como ascuas encendidas (comp. con Gn. 19:24; Sal. 11:6). Los
deslenguados no pueden esperar afianzarse en la tierra (v. 11). Lo que se ha obtenido
mediante fraude y falsedad, calumnias y acusaciones falsas, no prosperará. «Yo sé (v. 12)
que Yahweh tomará a su cargo la causa del afligido (singular colectivo) y no permitirá que
la fuerza prevalezca siempre contra el derecho, aun cuando sea el derecho de los
necesitados». La frase final (v. 13b): «Ciertamente... los rectos morarán en tu presencia»
indica un estado de seguridad y de tranquilidad mental (comp. con 102:28).

Salmos 141 (RV60) -Oración a fin de ser guardado del mal


Salmo de David.

1 Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí;


Escucha mi voz cuando te invocare.
2 Suba mi oración delante de ti como el incienso,
El don de mis manos como la ofrenda de la tarde.
3 Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios.
4 No dejes que se incline mi corazón a cosa mala,
A hacer obras impías
Con los que hacen iniquidad;
Y no coma yo de sus deleites.
5 Que el justo me castigue, será un favor,
Y que me reprenda será un excelente bálsamo
Que no me herirá la cabeza;
Pero mi oración será continuamente contra las maldades de aquéllos.
6 Serán despeñados sus jueces,
Y oirán mis palabras, que son verdaderas.
7 Como quien hiende y rompe la tierra,
Son esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol.
8 Por tanto, a ti, oh Jehová, Señor, miran mis ojos;
En ti he confiado; no desampares mi alma.
9 Guárdame de los lazos que me han tendido,
Y de las trampas de los que hacen iniquidad.
10 Caigan los impíos a una en sus redes,
Mientras yo pasaré adelante.
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Comentario al Salmo 141
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Las observaciones hechas en la introducción al salmo precedente valen también para éste.
I. El salmista ruega a Dios que le escuche y le socorra (vv. 1-4). II. Pide también que otros
sean instrumentos de Dios para hacerle bien a él (vv. 5, 6). III. Y que, hallándose él y sus
amigos ahora «en las últimas», se digne Dios acudir en ayuda y socorro de ellos (vv. 7-10).
Versículos 1-4
1. El salmista pide a Dios que escuche sus oraciones y las responda favorablemente (vv.
1,2): Yahweh, a ti he clamado; apresúrate a venir a mí. Escucha mi voz, etc.». Su
insistencia y urgencia muestra el fervor de su oración. Quienes claman en sus oraciones
pueden esperar ser escuchados, no por su clamor, sino por su fervor. «Apresúrate», dice
(comp. con 70:5). El que cree no se apresura, pero el que ora en angustia puede pedir a
Dios que se apresure. El incienso (comp. con 66:15; Le. 1:10; Ap. 5:8; 8:3,4) es símbolo de
la oración acompañada de sacrificio. El salmista no puede ahora presentar a Dios ofrenda de
suave olor, pero sabe que la oración es un sustituto eficaz (comp. con Os. 14:3). Así como el
incienso no da suave olor sin el fuego que lo quema, así tampoco la oración tiene eficacia
sin el fervor.
2. El salmista ruega a continuación que Dios le guarde de los pecados de la lengua (v. 3),
pues no quiere imitar la conducta de sus enemigos: «Guarda la puerta de mis labios; ya que
la naturaleza ha puesto en los labios una puerta por donde salen las palabras, haz que la
gracia vigile esa puerta, a fin de que no salga por ella ninguna palabra que pueda contribuir
al deshonor de Dios o al daño del prójimo. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala
(v. 4); no quiero ser semejante a los malhechores que me persiguen, aunque con ello
pudiese hallar algún alivio a mi situación; cualquier inclinación que brote de mi corazón en
dirección al mal, que tu gracia no sólo la frene, sino que la mortifique». Mientras vivimos en
este mundo, y la inclinación al mal se halla en el fondo de nuestro corazón, tenemos
necesidad de orar para que no seamos arrastrados al pecado por la seducción o por la
provocación. «No coma yo de sus manjares deliciosos», añade (v. 4d), aludiendo a las
comodidades y a la buena mesa que los impíos se habían procurado mediante sus actos de
violencia. Las buenas personas han de orar incluso contra las dulzuras del pecado.
Versículos 5-10
1. El salmista desea ahora que le corrijan sus defectos, pero que lo haga una persona
buena y con amor. El v. 5 es sumamente difícil. La traducción más aceptable —en opinión
del traductor— es la que ofrece Kirkpatrick, muy afín a la de la Reina-Valera 1977: «Que me
hiera el justo (será) un favor. Y que me reprenda, será como aceite para mi cabeza; no lo
rehúse mi cabeza; pero todavía (sea) mi oración contra sus maldades». El sentido está
claro, a pesar de las dificultades gramaticales que presenta el original. Vemos aquí un eco
de Pr. 27:6: «Fieles son las heridas del que ama». El aceite ilumina y refrigera el rostro
(104:15) y sirve para curar esas mismas heridas que el amor produce. Es el pecado, no la
corrección, lo que quebranta los huesos (51:8).
2. El salmista abriga la esperanza de que sus perseguidores llegarán a comprender un día
(vv. 6,7) que lo que él decía era para su bien. El salmista menciona «jueces» porque entre
sus perseguidores había magistrados perversos. Cohén sugiere la siguiente traducción del v.
6:
«Cuando sus jueces sean despeñados (comp. con 2 Cr. 25:12), oirán (es decir,
comprenderán) mis palabras, que son suaves», esto es, dichas con sinceridad y amor. El v. 7
le resulta «enigmático» al doctor Cohén —nota del traductor— y carece ciertamente de
sentido en la mayoría de las versiones, por no prestar atención a la observación de Bullinger
de que aquí nos hallamos ante uno de los muchos casos de elipsis. Al final del v. 6 es
menester suplir el verbo «Dirán», con lo que el v. 7 refiere palabras de los que están a
punto de ser despeñados. Con ese verbo por delante, el v. 7 dice así literalmente: «Como
quien surca y hiende en la tierra, son esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol», es
decir, del sepulcro.
3. El salmista renueva su oración de petición de auxilio (vv. 8-10). Sus ojos están fijos en
Dios (comp. con 25:15), pues de Él espera el alivio, ya que en Él ha puesto su confianza, y
añade: «No derrames (lit.) mi alma, esto es, no quites de mi cuerpo la vida que está en la
sangre» (Lv. 17:11). Concluye pidiendo que le guarde de las trampas que le han tendido sus
enemigos y que caigan ellos mismos en esas trampas, mientras él escapa (lit. pasa) a salvo y
con seguridad.

Salmos 142 (RV60)


1 Con mi voz clamaré a Jehová;
Con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2 Delante de él expondré mi queja;
Delante de él manifestaré mi angustia.
3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda.
En el camino en que andaba, me escondieron lazo.
4 Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.
5 Clamé a ti, oh Jehová;
Dije: Tú eres mi esperanza,
Y mi porción en la tierra de los vivientes.
6 Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido.
Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
7 Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre;
Me rodearán los justos,
Porque tú me serás propicio.
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Comentario al Salmo 142
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El título de este salmo registra no sólo el género del salmo (un masquil, probablemente,
alusión a una tonada especial, según 57:7), sino también el autor (David) y la ocasión
(cuando estaba en la cueva). Puesto que la composición literaria tiene señales de una época
posterior, para que el salmo pueda atribuirse a David basta con el patético tono del salmo,
que refleja estupendamente los sentimientos de David en aquella ocasión. Mientras el salmo
57 se refiere a la cueva de En-gadi, el 142 se refiere, con la mayor probabilidad, a la cueva
de Adulam (1 S. 22). El salmista: I. Expone sus quejas (vv. 1-4). II. Hace su petición (Bb. 5-
7).
Versículos 1-4
1. Véase como se queja David ante Dios (vv. 1, 2). No quiere extender sus manos contra el
rey Saúl, pero las extiende hacia Dios en oración: A Él clama, a Él suplíca, ante Él expone su
queja, ante Él manifiesta su angustia. Nosotros estamos inclinados a guardar en el pecho,
por demasiado tiempo, nuestra aflicción. agravándola con nuestra depresión y nuestros
temores, mientras que, exponiéndola delante de Dios, podríamos echar toda nuestra
ansiedad ante El, porque El tiene cuidado de nosotros (1 P. 5:7). Y, en medio de su queja,
como quien sabe que Dios no necesita su información, aunque su corazón se alivia al
exponerla, dice: «pero tu (enfático en el original) conoces mi senda».
2. A continuación expone el motivo de su queja (vv. 3b-4): Le han tendido un lazo en el
camino (comp. con 140:5; 141:9). «Mira a mi diestra, etc.», añade, es decir, al lugar en que
debería estar algún protector para defenderle (comp. con 109:3 l), pero no hay quien quiera
reconocerle (lit.) como un amigo a quien se protege y defiende (comp. con 69:20). También
el Hijo de David hubo de sufrir congojas y muerte sin que nadie le amparase (v. Mt. 26:37 y
ss.; 26:56 y 27:46).
Versículos 5-7
Con renovada intensidad, el salmista vuelve a clamar a Dios en oración con frases
frecuentes en otros salmos (comp. vv. 5 y 6 con 7:1; 16:5; 17:1; 18:17; 27:13; 31:15; 73:26;
79:8c; 91:2). «Saca mi alma de la cárcel», añade, no porque estuviese literalmente en una
cárcel, sino porque su situación en la cueva era semejante a la de una prisión (v. Is. 42:7,
donde equivale a «lugar de cautiverio»). Lo dice especialmente para que así pueda dar
gracias (lit.) al nombre de Dios por su liberación. La 2a frase del v. 7 admite, como la más
probable, la siguiente traducción: «Por mí (a causa del favor que me habrás dispensado) se
adornarán con coronas (símbolo de regocijo, que comparten con el salmista) los justos.

Salmos 143 (RV60) - Súplica de liberación y dirección


Salmo de David.

1 Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos;


Respóndeme por tu verdad, por tu justicia.
2 Y no entres en juicio con tu siervo;
Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.
3 Porque ha perseguido el enemigo mi alma;
Ha postrado en tierra mi vida;
Me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos.
4 Y mi espíritu se angustió dentro de mí;
Está desolado mi corazón.
5 Me acordé de los días antiguos;
Meditaba en todas tus obras;
Reflexionaba en las obras de tus manos.
6 Extendí mis manos a ti,
Mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah
7 Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu;
No escondas de mí tu rostro,
No venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura.
8 Hazme oír por la mañana tu misericordia,
Porque en ti he confiado;
Hazme saber el camino por donde ande,
Porque a ti he elevado mi alma.
9 Líbrame de mis enemigos, oh Jehová;
En ti me refugio.
10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;
Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
11 Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás;
Por tu justicia sacarás mi alma de angustia.
12 Y por tu misericordia disiparás a mis enemigos,
Y destruirás a todos los adversarios de mi alma,
Porque yo soy tu siervo.
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Comentario al Salmo 143
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Este salmo guarda gran parecido con el anterior. En él, el salmista: I. Suplica el favor de
Dios (vv. 1, 2), expone sus quejas (vv. 3, 4) y el recuerdo de los favores que recibió de Dios
en días pasados (vv. 5, 6).II. Suplica a Dios que escuche su oración (vv. 7, 8) y le libre (vv. 9,
10), confiando en que Dios le va a responder favorablemente (vv. 11, 12).
Versículos 1-6
1. David suplica aquí a su Dios, apela a él contra sus perseguidores y pide a Dios que, como
Justo Juez, le libre y le salve. No podemos apelar a nuestra propia justicia, pues carecemos
de ella, sino a la de Dios (v. 1 b), no en el sentido de estricta equidad, pues estaríamos
perdidos, sino, como David, en el sentido del carácter perdonador de Dios (comp. con Dan.
9:7 y ss.).
2. Ruega humildemente a Dios diciendo: «No entres en juicio con tu siervo»; como
diciendo: «No me trates conforme a lo que mi conducta merece, porque nadie puede
justificarse, es decir, confesarse inocente, delante de ti» (v. 2, comp. con Ex. 34:7; Job
9:2; 25:4; Sal. 130:3; Ro. 3:20; Ga. 2:16). Antes de pedir a Dios que le libre de la angustia,
David pide que le perdone los pecados, dependiendo para ello únicamente del favor de Dios.
3. Se queja a continuación (v. 3) de la persecución de que le hacen objeto sus enemigos,
quienes le han puesto en postración y en tinieblas, no las de la cueva en que se hallaba a la
sazón, sino, como en 88:6, las del Seol (como símbolo de confinamiento), como los muertos
de hace tiempo, es decir, completamente olvidados ya.
4. Esta situación le causa (v. 4) desfallecimiento de espíritu, esto es, depresión de ánimo,
y espanto de coraz6n, pues la angustia que sufre impide que el corazón le funcione con
normalidad.
5. En estas circunstancias echa mano de los remedios apropiados para aliviar su estado de
ánimo y recobrar la paz de su mente. (A) Mira atrás (v. 5) y recuerda los días de antaño, es
decir, las intervenciones de Dios a favor de su pueblo. (B) Mira en torno suyo y contempla
las obras de Dios, no solo las antiguas, sino todas; es decir, incluidas las que ha llevado a
cabo recientemente a favor de él. Cuanto más contemplamos las obras de Dios, menos
temor nos dan las obras de los hombres (comp. con Is. 51:12,13). (C) Mira hacia arriba y
expresa sus anhelos de Dios y de sus beneficios (v. 6): «Extiendo mis manos hacia ti,
apelando a ti; mi alma a ti (lit.), tiene sed de ti, como tierra seca» (comp. con 42:4; 63:1).
Versículos 7-12
Por tres cosas ora aquí David:
1. Las manifestaciones del favor de Dios hacia él. Tiene miedo al ceno fruncido de Dios:
«No escondas de mí tu rostro» (v. 7b, comp. con 102:2). Los santos desconsolados claman, a
veces, aterrados ante la ira de Dios, como si fuesen pecadores condenados (Job 6:6; Sal.
88:6). Pide con anhelo el favor de Dios (v. 8): Hazme sentir por la mañana tu amor
misericordioso» (comp. con 90:14).
2. Las operaciones de la gracia en él (v. 8c): «Hazme saber el camino por donde debo
andar.» Un buen hijo de Dios no pregunta cual es el camino más fácil, más seguro o más
placentero, sino el camino del deber, el que Dios quiere. Esto es lo que pide aquí David y
añade, como en 25:1, 4): «Hacia ti elevo mi alma.» Este deseo de hacer la voluntad de Dios
aparece más explícito en el v. 10, y pide que el buen espíritu de Dios, es decir, su
benignidad hacia las criaturas, le guíe por terreno llano, esto es, nivelado y sin
obstrucciones (Dt. 4:3), figura de unas condiciones libres de peligro y dificultad (comp. con
26:12, donde dice literalmente: «en llano»).
3. La manifestación de la Providencia de Dios a favor de él (v. 9):
«Líbrame de mis enemigos, Yahweh, a fin de que no puedan hacerme ningún mal, pues en
ti me refugio» (comp. con 59:1). La ultima frase:
«Porque yo soy tu siervo» admite dos explicaciones, según nota Cohen:
«Yo te sirvo y merezco un destino diferente del de los malvados». 0: «Yo estoy dedicado a
tu causa, y si sucumbiese a manos de esos malvados, esa causa podría verse comprometida
a los ojos de mis contemporáneos».
Salmos 144 (RV60) -Oración pidiendo socorro y prosperidad
Salmo de David.
1 Bendito sea Jehová, mi roca,
Quien adiestra mis manos para la batalla,
Y mis dedos para la guerra;
2 Misericordia mía y mi castillo,
Fortaleza mía y mi libertador,
Escudo mío, en quien he confiado;
El que sujeta a mi pueblo debajo de mí.
3 Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses,
O el hijo de hombre, para que lo estimes?
4 El hombre es semejante a la vanidad;
Sus días son como la sombra que pasa.
5 Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende;
Toca los montes, y humeen.
6 Despide relámpagos y disípalos,
Envía tus saetas y túrbalos.
7 Envía tu mano desde lo alto;
Redímeme, y sácame de las muchas aguas,
De la mano de los hombres extraños,
8 Cuya boca habla vanidad,
Y cuya diestra es diestra de mentira.
9 Oh Dios, a ti cantaré cántico nuevo;
Con salterio, con decacordio cantaré a ti.
10 Tú, el que da victoria a los reyes,
El que rescata de maligna espada a David su siervo.
11 Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres extraños,
Cuya boca habla vanidad,
Y cuya diestra es diestra de mentira.
12 Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud,
Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio;
13 Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano;
Nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros
campos;
14 Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo;
No tengamos asalto, ni que hacer salida,
Ni grito de alarma en nuestras plazas.
15 Bienaventurado el pueblo que tiene esto;
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová.
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Comentario al Salmo 144
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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El doctor Cohen describe el presente salmo del modo siguiente: «Este gozoso himno es, en
gran parte, un mosaico de citas de otros salmos. Al título de David añaden los LXX "contra
Goliat", y el Targum ve en el v. 10 una referencia a la "maligna espada" del gigante filisteo;
pero el carácter compuesto del salmo, el uso de aramaísmos y la mención de David como
una persona distinta del escritor, todo sugiere que la inscripción ha de entenderse como en
el estilo davídico o la escuela davídica de salmistas». El salmista declara aquí: I. Su
reconocimiento del favor de Dios en todas sus victorias (vv. 1, 2). II. La insignificancia del
hombre (vv. 3, 4). III. La necesidad que telen de que Dios le libre de sus enemigos (vv. 5-8).
IV. La confianza en que Dios le dará el triunfo (vv. 9-11). V. Los beneficios que el pueblo
obtendrá de la protección de Dios (vv. 12-15).
Versículos 1-8
1. El salmista reconoce su dependencia de Dios y las obligaciones que tienen hacia El (vv.
1, 2): «Bendito sea Yahweh, mi roca (comp. con 18:46)... mi castillo, alcázar... libertador,
escudo.» Multiplica epítetos para expresar su satisfacción en Dios, que muestra su amor
misericordioso (hebreo, jasdí, mi amor) a su siervo. David (si de él hace mención el
salmista) se había refugiado en los lugares fuertes de En-gadi (IS. 23:29). Después se había
adueñado de la fortaleza de Sión, y allí moró (2 S. 5:7,9), pero no dependía de tales
fortines, sino de Dios. En cualquier parte se halle un hijo de Dios, lleva consigo la
protección de su Padre Celestial. David había sido pastor, pero Dios lo hizo soldado. Sus
dedos estaban hechos al arpa, sus manos manejaban el cayado, pero Dios le adiestró las
manos para la batalla, y los dedos para la guerra (v. 1. comp. con 18:34), porque le había
destinado a ser el rey y el capitán de su pueblo, hábil para blandir el cetro lo mismo que la
espada.
2. Admira después la condescendencia de Dios para con el hombre; en particular, con él
mismo (v. 4, comp. con Job 7:17; Sal. 8:4; He. 2:6). Con esta misma humildad se había
expresado David en ocasión solemne (2 S. 7:18). Esa condescendencia de Dios sube de punto
cuando se percibe cuan poca cosa es el hombre, en cuanto a la fragilidad de su vida, a pesar
de su dignidad. Pascal asemejaba al hombre a «una cana que piensa», pero el salmista lo
asemeja a «un soplo» (v. 4, comp. con 39:5, 11; 62:9) y a una sombra que pasa (v. 4b,
comp. con Job 8:9; Sal. 102:11). Dicen los rabinos: «¡Ojalá fuese la vida como la sombra que
proyecta una pared o un árbol, pero es como la sombra de un pájaro que vuela!»
3. Pide a Dios que le conceda éxito contra los enemigos que le atacan (vv. 5-8). No
especifica quienes son, pero dice de ellos que son extranjeros (v. 7), que hablan falsedades
(lit. vanidad) —v. 8, comp. con 12:2— y que levantan la diestra para jurar en falso (eso es
lo que significa la 2." parte del versículo). Para que Dios Le redima. Le rescate de las
muchas aguas (símbolo de grave aflicción), el salmista emplea citas de otros salmos, con las
que forma frases de ricas imágenes (vv. 5-7): «Inclina tus cielos y desciende" (comp. con
18:9 e Is. 64:1), frase cuyo significado ya conocemos: s-Toca los montes, etc.» (comp. con
104:32). «Fulmina tus rayos, etc.» (v. 6, comp. con 18:13,14).
Versículos 9-15
En esta segunda parte del salmo, lo mismo que en la primera, David glorifica primero a
Dios antes de hacerle sus peticiones.
1. Alaba a Dios por las experiencias que ha tenido de su bondad hacia el (vv. 9, 10). En
medio de sus quejas acerca del poder y de la maldad de sus enemigos, hay aquí una santa
exaltación en su Dios: «¡0h Dios, te cantaré un cántico nuevo!», esto es, un cántico de
alabanza por los nuevos favores. Y dice algo de este nuevo cántico: «El que da (lit.) la
victoria a los reyes.» Los reyes son los protectores del pueblo, pero Dios es el verdadero
protector de reyes y pueblos. A Dios, pues, han de servir con todo su poder, ya que El es el
autor de todas sus victorias. En particular, protege a David (v. Job), al rey que El ha
escogido para gobernar a su pueblo Israel.
2. A continuación, ora para que continúe el favor de Dios: (A) A fin de verse libre de sus
enemigos (v. 11), repitiendo la oración de los vv. 7,8. (B) A fin de ver la paz y la
prosperidad del pueblo. Las imágenes son muy expresivas: Los «hijos» son comparados a
lozanas plantas, que prometen convertirse en árboles fructíferos (v. 12); las «hijas», de
graciosa figura, como las figuras femeninas que adornaban las columnas de los palacios (v.
12b); los graneros, llenos; el ganado, proliferando abundantemente (v. 13); en fin, toda
clase de prosperidad y seguridad (v. 14). El salmista concluye (v. 15) llamando dichoso al
pueblo a pulen así Le va (lit.), pues estas bendiciones son evidencia del favor de Dios (v.
15b, comp. con 33:11). Opina Bullinger que aquí tenemos uno de los casos de elipsis,
supliendo: «que dicen» al final del v. 11, y que, suponiendo en boca de los enemigos
«mundanos» todo lo que se desea en los vv. 12-15a, el salmista rectifica esa falsa escala de
valores, con un implícito «¡No!» al comienzo de 15b, seguido de la afirmación: «Dichoso es,
en realidad, el pueblo cuyo Dios es Yahweh.» Esta opinión de Bullinger —nota del traductor
— es seguida por buenos comentaristas, y cobra mayor fuerza cuando el texto masorético
hebreo se compara con el de los LXX, donde el v. 15 ofrece un paralelismo antitético: La
primera parte —dice Arconada— «se refiere a los impíos, que se creen felices en el goce de
sus bienes materiales; y 15b, por el contrario, a los israelitas, felices de ser el pueblo de
Yahweh».

Salmos 145 (RV60) -Alabanza por la bondad y el poder de Dios


Salmo de alabanza; de David.
1 Te exaltaré, mi Dios, mi Rey,
Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.
2 Cada día te bendeciré,
Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.
3 Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;
Y su grandeza es inescrutable.
4 Generación a generación celebrará tus obras,
Y anunciará tus poderosos hechos.
5 En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,
Y en tus hechos maravillosos meditaré.
6 Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres,
Y yo publicaré tu grandeza.
7 Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad,
Y cantarán tu justicia.
8 Clemente y misericordioso es Jehová,
Lento para la ira, y grande en misericordia.
9 Bueno es Jehová para con todos,
Y sus misericordias sobre todas sus obras.
10 Te alaben, oh Jehová, todas tus obras,
Y tus santos te bendigan.
11 La gloria de tu reino digan,
Y hablen de tu poder,
12 Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos,
Y la gloria de la magnificencia de su reino.
13 Tu reino es reino de todos los siglos,
Y tu señorío en todas las generaciones.
14 Sostiene Jehová a todos los que caen,
Y levanta a todos los oprimidos.
15 Los ojos de todos esperan en ti,
Y tú les das su comida a su tiempo.
16 Abres tu mano,
Y colmas de bendición a todo ser viviente.
17 Justo es Jehová en todos sus caminos,
Y misericordioso en todas sus obras.
18 Cercano está Jehová a todos los que le invocan,
A todos los que le invocan de veras.
19 Cumplirá el deseo de los que le temen;
Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.
20 Jehová guarda a todos los que le aman,
Mas destruirá a todos los impíos.
21 La alabanza de Jehová proclamará mi boca;
Y todos bendigan su santo nombre eternamente y para siempre.
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Comentario al Salmo 145
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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Tenemos aquí un himno grandioso, triunfal, redactado en acróstico, donde cada versículo
comienza por una letra distinta, con excepción de la letra nun. En opinión de cierto antiguo
rabino, dicha letra fue omitida deliberadamente porque habría indicado mala suerte, pues
habría dicho probablemente: »Caída (hebreo, nafelah) está la virgen de Israel y no podrá
levantarse más» (Am. 5:2). Los cinco salmos anteriores estaban llenos de oraciones; este
salmo, y los cinco siguientes están llenos de alabanzas, alcanzando su clímax en el soberbio
Aleluya del Sal. 150. A la citada superstición, ya citada, acerca de la omisión de la letra
nun, añaden algunos rabinos otra, diciendo que quien cante tres veces al día, cada día, este
salmo, puede estar seguro de que es un «hijo del Mundo Venidero". Es el ultimo salmo que
lleva en el titulo la inscripción «De David», aunque el lenguaje es bastante aramaico y las
citas de otros salmos indican una composición tardía. I. El salmista ensalza a Dios por sus
hechos estupendos (vv. 1 -9). II. Desea que todos tributen esas alabanzas a Dios (vv. 10-20).
III. Concluye con una resolución de continuar alabando a Dios (v. 21).
Versículos 1-9
1. El salmista expresa primero las personas que deben ocuparse en glorificar a Dios. Hagan
otros lo que hagan, el resuelve hacerlo cada día (v. 2). Ni un solo día debe pasar, por
muchas que sean las ocupaciones, y aun las aflicciones, sin alabar a Dios. Dios nos bendice
cada día, por lo que cada día hay abundantes motivos para alabarle. El salmista no duda de
que «una generación encomiará las obras de Dios a otra generación» (v. 4).
2. Por que hemos de glorificar a Dios: Por la grandeza de su gloria, por el poder de sus
hechos estupendos y por su bondad sin limites (vv. 5-9): Es «inmensa» esta bondad (v. 7,
comp. con 31:19), conforme al carácter de Dios (v. 8, comp. con Ex. 34:6; Sal. 86:5, 15), y
se extiende a todos (v. 9, comp. con 100:5). Dios tiene sus escogidos, preferidos, pero su
amor benéfico se extiende a todo lo que El ha creado. En verdad, su bondad es su gloria (v.
Ex. 33:19).
Versículos 10-21
La grandeza y la bondad de Dios han sido celebradas en la primera parte del salmo. En
estos otros versículos, se nos enseña a darle la gloria de su reino, en la administración del
cual brillan tan claramente la grandeza y la gloria de Dios. Todas sus obras le deben alabar
(v. 10), como un hermoso edificio es la alabanza del arquitecto y un bello cuadro es la
alabanza del pintor; pero sus santos han de bendecirle (v. Job, comp. con 50:5), como los
buenos hijos que se levantan para llamar dichosos a sus buenos padres (Pr. 31:28).
1. Ciertamente grande es el reino de Dios, pues es un reino glorioso (vv. 11, 12) y
perpetuo (v. 13, citado en arameo en Dan. 3:33; 4:31). La corte de Salomón y la de Asuero
eran magnificas, pero comparadas con la gloriosa majestad del reino de Dios, no eran otra
cosa que luciérnagas en comparación del sol. Al hablar de la gloria de este reino, es
menester hablar de su poder (v. 1 1b), el cual se muestra en sus poderosos hechos (v.12).
2. El estilo y talante de este reino muestran también su gloria:
(A) Sostiene a los débiles (v. 14, comp.con 37:17,24; 146:8). (B) Alimenta a los necesitados
(vv. 15, 16, comp. con 104:27, 28). (C) Hace justicia a todos (v. 17, comp. con 103:6;
116:5). (D) Favorece de manera especial a los que invocan y temen a Dios (vv. 18-20). En
esto se echa de ver, sobre todo, la gracia de su reino, en que sus súbditos no solo tienen
libertad de acceso al trono, sino que también se les anima a acercarse con sus peticiones.
Escucha y responde a quienes le adoran y sirven con un santo temor. Dice Kirkpatrick: «E1
temor y el amor son los elementos inseparables de la verdadera religión. El temor impide
que el amor degenere en presuntuosa familiaridad; el amor impide que el temor se
convierta en miedo servil.»
3. El salmista concluye (v. 21): «Proclame mi boca la alabanza de Yahweh.» Después de
decir lo que podemos expresar en alabanza de Dios, todavía queda muchísimo que decir. Así
como el término de un favor es el comienzo de otro, así también el final de una acción de
gracias debería ser el comienzo de otra. Mientras tengamos aliento, exprese nuestra boca
las alabanzas de Dios. «Y toda carne (lit. correspondiendo a "todo lo que respira" de 150:6)
bendiga su santo nombre por siempre y perpetuamente.» Estos dos adverbios, una
añadidura desde el punto de vista poético, son, como dice Arconada, «un desahogo final del
corazón no atado a limites artísticos».
Salmos 146 (RV60) Alabanza por la justicia de Dios
Aleluya.

1 Alaba, oh alma mía, a Jehová.


2 Alabaré a Jehová en mi vida;
Cantaré salmos a mi Dios mientras viva.
3 No confiéis en los príncipes,
Ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.
4 Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra;
En ese mismo día perecen sus pensamientos.
5 Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob,
Cuya esperanza está en Jehová su Dios,
6 El cual hizo los cielos y la tierra,
El mar, y todo lo que en ellos hay;
Que guarda verdad para siempre,
7 Que hace justicia a los agraviados,
Que da pan a los hambrientos.
Jehová liberta a los cautivos;
8 Jehová abre los ojos a los ciegos;
Jehová levanta a los caídos;
Jehová ama a los justos.
9 Jehová guarda a los extranjeros;
Al huérfano y a la viuda sostiene,
Y el camino de los impíos trastorna.
10 Reinará Jehová para siempre;
Tu Dios, oh Sion, de generación en generación.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 146
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Éste y el resto de los salmos que quedan comienzan y acaban con Aleluya, palabra que, en
poco espacio, pone mucha alabanza. I. El salmista se urge a sí mismo a alabar a Dios (vv. 1,
2). II. Urge a otros a confiar en Dios, lo cual es una forma de alabarle: 1. Muestra por qué no
hemos de confiar en los hombres (vv. 3,4). 2. Muestra por qué hemos de confiar en Dios (v.
5), por su poder en el reino de la naturaleza (v. 6), por su dominio en el reino de la
providencia (v. 7) y por su gracia en el reino del Mesías (vv. 8, 9), aquel reino perpetuo (v.
10), al que muchos escritores judíos refieren este salmo.
Versículos 1-4
El salmista se anima a sí mismo a alabar a Yahweh, y decide hacerlo mientras viva (vv.
1,2). Las frases nos recuerdan otras similares de 103:1; 104:1, 33; 145:2. A continuación,
con frases semejantes a las de 118:8, 9, exhorta a sus oyentes y lectores a no confiar en
príncipes, ya que: (A) No tienen poder para salvar (v. 3, comp. con Jer. 17:5 y ss.) y (B) su
existencia misma es en extremo precaria (v. 4): «Expira... y en ese mismo día perecen sus
proyectos», ya sean favorables o dañosos para el pueblo.
Versículos 5-10
Por contraste, el salmista anima a otros a confiar en Dios (v. 5, comp. con 144:15). Y pasa
a enumerar los motivos:
1. Dios es Todopoderoso y Veraz, en contraste con la impotencia y versatilidad de los
hombres (v. 6). Dice Cohén: «En conformidad con el espíritu hebreo, el salmista no funda su
confianza en Dios meramente por su poder; una razón todavía más poderosa es su
providencia con respecto a sus criaturas, de acuerdo con sus atributos revelados.»
2. El poder de Dios está al servicio de su amor, pues favorece a todos: (A) Hace justicia a
los oprimidos (lit. v. 7a, comp. con 103:6). La opresión se debe al abuso de la libertad con
que Dios ha dotado al hombre, pero ese mismo abuso da ocasión a que el mismo Dios
despliegue su justicia y su bondad. (B) Da pan a los hambrientos (v. 7b, comp. con 107:9),
especialmente mediante las condiciones del suelo y los fenómenos atmosféricos (Hch.
14:17). (C) Liberta a los cautivos, etc. (vv. 7c, 8), detalles que expresan las características
que marcan la venida del Mesías (comp. con Is. 61:1; Mt. 11:5, 6). (D) Especial
consideración le merecen los destituidos: (a) de hogar propio: «los extranjeros o
huéspedes» (v. 9, comp. con 39:12, conforme a los preceptos de Ex. 22:21, 22); (b) de
padres: «el huérfano»; (c) de marido: «la viuda».
3. El reino de Dios, en contraste con lo efímero de los reyes de este mundo (vv. 3, 4), es
para siempre (v. 10, comp. con Ex. 15:18). Esto nos debe servir de gran consuelo,
especialmente cuando vemos cómo caen los imperios humanos, cómo surgen revoluciones
que acaban con el anterior estado de cosas, cómo la carrera armamentista constituye una
amenaza terrible para la humanidad entera, etc. El Dios del Universo y de Sión, reinará
para siempre. ¡Aleluya!

Salmos 147 (RV60) Alabanza por el favor de Dios hacia Jerusalén


1 Alabad a JAH,
Porque es bueno cantar salmos a nuestro Dios;
Porque suave y hermosa es la alabanza.
2 Jehová edifica a Jerusalén;
A los desterrados de Israel recogerá.
3 El sana a los quebrantados de corazón,
Y venda sus heridas.
4 El cuenta el número de las estrellas;
A todas ellas llama por sus nombres.
5 Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder;
Y su entendimiento es infinito.
6 Jehová exalta a los humildes,
Y humilla a los impíos hasta la tierra.
7 Cantad a Jehová con alabanza,
Cantad con arpa a nuestro Dios.
8 El es quien cubre de nubes los cielos,
El que prepara la lluvia para la tierra,
El que hace a los montes producir hierba.
9 El da a la bestia su mantenimiento,
Y a los hijos de los cuervos que claman.
10 No se deleita en la fuerza del caballo,
Ni se complace en la agilidad del hombre.
11 Se complace Jehová en los que le temen,
Y en los que esperan en su misericordia.
12 Alaba a Jehová, Jerusalén;
Alaba a tu Dios, oh Sion.
13 Porque fortificó los cerrojos de tus puertas;
Bendijo a tus hijos dentro de ti.
14 El da en tu territorio la paz;
Te hará saciar con lo mejor del trigo.
15 El envía su palabra a la tierra;
Velozmente corre su palabra.
16 Da la nieve como lana,
Y derrama la escarcha como ceniza.
17 Echa su hielo como pedazos;
Ante su frío, ¿quién resistirá?
18 Enviará su palabra, y los derretirá;
Soplará su viento, y fluirán las aguas.
19 Ha manifestado sus palabras a Jacob,
Sus estatutos y sus juicios a Israel.
20 No ha hecho así con ninguna otra de las naciones;
Y en cuanto a sus juicios, no los conocieron.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 147
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
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Otro salmo de alabanza. El salmista aduce cuatro razones para alabar a Dios. I. Su interés
por Israel (vv. 1-3). II. Su gran poder, que se muestra en la abundante provisión para el
sostenimiento de sus criaturas (vv. 4-14), así como: III. En el dominio que ejerce sobre las
fuerzas de la naturaleza (vv. 15-18). IV. Su revelación a Israel (vv. 19, 20).
Versículos 1-11
1. Vemos primero la exhortación que se nos hace a cumplir con el deber de alabar a Dios.
Como en el salmo que precede y en los que le siguen, el salmo comienza con un Aleluya y
así debería figurar en todas las versiones. La conjunción ki, que le sigue, se traduciría mejor
por «Ciertamente», como sugiere Cohén. La 2.a parte del v. 1 da la razón general por la que
es bueno el canto (con arpa, salterio, etc.) a nuestro Dios: «Porque es agradable, hermosa,
la alabanza» (lit.).
2. A continuación, el salmista da una razón más específica para esta alabanza: «Yahweh
reedifica a Jerusalén y recoge a los dispersos de Israel» (v. 2), donde hallamos un eco de Is.
56:8. Apunta, pues, en primer término, a la obra de restauración que se llevó a cabo en
tiempo de Nehemías, aunque es fácil adivinar una «recogida» futura más extensa (Jn.
11:52). Estos «dispersos» son llamados (v. 3) «quebrantados de corazón», que cuadra bien
con el tono del Salmo 137, y es reminiscencia deis. 61:1.
3. De ahí pasa a ensalzar el poder de Dios (v. 4): «Cuenta el número de las estrellas, cosa
que sólo El puede hacer (Gn. 15:5), v las llama a todas por su nombre» (comp. con Is.
40:26), para que se presenten ante Él a cumplir el servicio que les ordene. No es de
extrañar, pues (v. 5), además de su poder, también es sin número su discernimiento (lit.),
frase similar a la última de Is. 40:28.
4. Su poder brilla también en su bondad con los humildes, así como en su justicia con los
altivos (v. 6, comp. con 146:8, 9).
5. Tras una nueva invitación a la alabanza (v. 7), semejante a la de 98:5, el salmista, con
típica mentalidad hebrea, atribuye a Dios, en vez de a las diversas deidades paganas, el
funcionamiento de toda la naturaleza (vv. 8,9), para sustento, no sólo del hombre, sino
también de las bestias, entre las que destaca a los hijos de los cuervos, esto es, a los
cuervos jóvenes. La razón por la que tan repetidamente se mencionan los cuervos en la
Biblia es precisamente por la dificultad con que tales aves hallan su sustento, pero ¡también
para ellas dispone Dios alimento!
6. Los dos últimos versículos de esta sección (10, 11) tienen por objeto mostrar que con
Dios no prevalece el que presume de contar con buenos caballos de guerra o con piernas
fuertes y ágiles (comp. con 33:16, 17), sino el que teme a Yahweh y en Él espera, pues ese
es el criterio de Yahweh para vencer las batallas de Dios: «No con la fuerza, ni con el
poder, sino sólo con mi Espíritu, dice Yahweh de las huestes» (Zac. 4:6b).
Versículos 12-20
1. Especial llamamiento a Jerusalén para alabar a Dios (v. 12), porque: (A) Él es quien da
fuerzas a los cerrojos de sus puertas (v. 13). Estas puertas tenían buenos cerrojos; pero de
nada les habrían servido si Dios no hubiese defendido la ciudad contra los ataques de los
enemigos. (B) Él es el que bendijo a los hijos de Sión (v. 13b), es decir, el que aumentó el
número de habitantes de la ciudad, con lo que añadió una nueva fuerza a los cerrojos. (C) El
es el que pone paz en las fronteras (v. 14), en los límites (lit. designa tu frontera paz),
impidiendo las contiendas y escaramuzas que los enemigos tramaban contra la ciudad. (D)
«Te hace saciar con lo mejor del trigo» (v. 14b). Canaán abundaba en trigo del mejor (Dt.
32:14) y lo exportaba a otros países, según se desprende de Ez. 27:17.
2. Siguen otros efectos del poder y de la bondad de Dios, los cuales, aunque de carácter
general, tenían aplicación especial a Israel: (A) La mención de la nieve (v. 16, comp. con
Job 37:6) ha hecho pensar a ciertos comentaristas que este salmo se compuso después de un
invierno excepcionalmente severo, puesto que las nevadas son poco corrientes en Palestina.
(B) Tras la mención de la nieve y la escarcha, el salmista menciona otros fenómenos de la
naturaleza (hielo, frío, viento), citados también en Job (p. ej., Job 37:9, 10; 38:22, 23), así
como en otras partes del Salterio (p. ej., 137:7), y que contribuyen al equilibrio de la
naturaleza y al consiguiente sustento de hombres y animales.
3. Pero, entre todos los beneficios de Dios a Israel, destaca la declaración de su palabra a
Jacob (paralelismo con «Israel» del segundo estico), con la que ha dado a conocer
claramente su voluntad, cosa que no hizo con ninguna otra nación (vv. 19, 20). Comenta
Maclaren: «El salmista no se regocija porque otras naciones no hayan recibido estas cosas,
sino porque Israel las ha recibido. Su privilegio es su responsabilidad. Las ha recibido para
obedecerlas y, después, para darlas a conocer.» Diga, pues, Israel (y nosotros también):
¡Aleluya!

Salmos 148 (RV60) -Exhortación a la creación, para que alabe a Jehová


Aleluya.

1 Alabad a Jehová desde los cielos;


Alabadle en las alturas.
2 Alabadle, vosotros todos sus ángeles;
Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.
3 Alabadle, sol y luna;
Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas.
4 Alabadle, cielos de los cielos,
Y las aguas que están sobre los cielos.
5 Alaben el nombre de Jehová;
Porque él mandó, y fueron creados.
6 Los hizo ser eternamente y para siempre;
Les puso ley que no será quebrantada.
7 Alabad a Jehová desde la tierra,
Los monstruos marinos y todos los abismos;
8 El fuego y el granizo, la nieve y el vapor,
El viento de tempestad que ejecuta su palabra;
9 Los montes y todos los collados,
El árbol de fruto y todos los cedros;
10 La bestia y todo animal,
Reptiles y volátiles;
11 Los reyes de la tierra y todos los pueblos,
Los príncipes y todos los jueces de la tierra;
12 Los jóvenes y también las doncellas,
Los ancianos y los niños.
13 Alaben el nombre de Jehová,
Porque sólo su nombre es enaltecido.
Su gloria es sobre tierra y cielos.
14 El ha exaltado el poderío de su pueblo;
Alábenle todos sus santos, los hijos de Israel,
El pueblo a él cercano.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 148
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Este salmo es un llamamiento solemnísimo y urgentísimo a todas las criaturas, según su
respectiva capacidad, a alabar a su Creador. I. El salmista convoca a las criaturas del mundo
superior a cumplir con este deber (vv. 1-6). II. Convoca después a las criaturas de este
mundo inferior, para que alaben también al Creador (vv. 7-13). III. Exhorta especialmente al
pueblo escogido de Dios, quienes tienen más y mayores motivos para alabar a Dios (v. 14).
Versículos 1-6
1. En este mundo nuestro de pecado y toda clase de males, es difícil hacerse idea de lo
que es el mundo de arriba, lleno de santidad, de luz y de bienes completos y eternos. Pero
sí sabemos que hay millones y millones de ángeles que alaban constantemente a Dios. En
estas huestes de ángeles tiene puesta el salmista su mirada (vv. 1, 2) cuando habla de los
cielos y de las alturas (comp. con 103:20, 21). Los cielos son alturas; por eso, hemos de
poner nuestra mira y nuestros afectos arriba (Col. 3:1-3). Cuando, al cantar este salmo,
invitamos a los ángeles a alabar a Dios, damos a entender que deseamos que Dios sea
alabado por las mejores lenguas y servido por las mejores manos, y que tenemos comunión
espiritual con los que moran en esa casa de arriba, que nos hemos acercado a la asamblea
festiva de infinidades de ángeles (He. 12:22).
2. Además de la asamblea festiva de infinidades de seres espirituales, hay también huestes
innumerables de cuerpos celestes, muchos de ellos muy brillantes, en los que resplandece
objetivamente la alabanza al Creador: El sol, la luna y las estrellas (vv. 3,4) se nos
presentan día y noche como unos espejos, en los que podemos vislumbrar, aunque
pobremente, la gloria del que es Padre de las luminarias (Stg. 1:17). Los cielos son de
Yahweh (115:16) y ni aun los cielos de los cielos le pueden contener (IR. 8:27). Para
entender el v. 4b, véase Gn. 1:7; Sal. 104:3. Dios creó esos cuerpos celestes, los estableció
en sus lugares y órbitas v les puso ley inviolablemente observada (vv. 5,6). Hace notar
Cohén que las «leyes de la Naturaleza» del científico eran para el salmista ordenanzas de
Dios.
Versículos 7-14
1. Pasa luego el salmista a invitar a las criaturas de este mundo a que alaben a Dios, y
comienza por las criaturas irracionales (vv. 7-10). Son convocados primero los monstruos
marinos, los grandes cetáceos (Gn. 1:21) y los abismos, las aguas profundas donde moran
(comp. con 104:25, 26). También los fenómenos atmosféricos (v. 8), en los que resplandece
de modo especial el poder de Dios, han de alabarle (v. 18:11-15). Son fenómenos, con
frecuencia, aterradores; sin embargo, obedecen al Creador, ejecutan su palabra. Están
luego /os montes, los árboles y los animales de toda especie (vv. 9,10). La sabiduría, el
poder y la bondad de Dios se manifiestan espléndidamente en la variedad y hermosura de
tantas especies en los reinos vegetal y animal, en las diversas capacidades y curiosos
instintos de tales criaturas, en la abundante provisión que Dios les concede y en el uso que
de ellas hace, tanto para el equilibrio de la ecología como para el servicio del hombre.
2. Siguiendo la secuencia de Gn. 1, el salmista llega ahora (vv. 11-13) a las criaturas
dotadas de razón, empezando por /os reyes, pues cuanto más alto es el rango, tanto mayor
es el deber de unirse al concierto de alabanzas. Nótense los cuatro grupos del v. 12, donde
Maclaren ve «La fuerte voz de barítono (o, bajo) del joven, la voz de soprano de la
doncella, el trémolo del anciano y la fresca voz de tiple del niño, mezclándose en el
cántico». Toda clase de personas han de alabar a Dios, no sólo con la boca, sino también
con sus diversos talentos y habilidades, puestos a su servicio y para la extensión de su reino.
Quienes están en puestos de mando y honor, han de honrar y alabar a Dios desde el puesto
en que el Señor les ha colocado, pero también las llamadas «masas» han de alabarle, pues
Cristo no menospreció los hosannas de la multitud. «Su gloria es sobre tierra y cielos» (v.
13c). Por tanto, por mucho que le alabemos, nunca pasaremos el límite.
3. Finalmente, el salmista exhorta al pueblo de Dios, a sus santos, tos hijos de Israel (v.
14) a alabar a Yahweh. Ellos son el pueblo a Él cercano (Dt. 4:7, comp. con Ef. 2:17), como
lo demostró al acudir a rescatarles de la esclavitud de Egipto, y al hacer de ellos un reino
de sacerdotes y una ración santa (Ex. 19:6, comp. con 1 P. 2:9). Esta bendición se extendió
después a los gentiles, pues los que estábamos lejos, hemos sido hechos cercanos por la
sangre de Cristo (Ef. 2:13).

Salmos 149 (RV60) -Exhortación a Israel, para que alabe a Jehová.


Aleluya.
1 Cantad a Jehová cántico nuevo;
Su alabanza sea en la congregación de los santos.
2 Alégrese Israel en su Hacedor;
Los hijos de Sion se gocen en su Rey.
3 Alaben su nombre con danza;
Con pandero y arpa a él canten.
4 Porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo;
Hermoseará a los humildes con la salvación.
5 Regocíjense los santos por su gloria,
Y canten aun sobre sus camas.
6 Exalten a Dios con sus gargantas,
Y espadas de dos filos en sus manos,
7 Para ejecutar venganza entre las naciones,
Y castigo entre los pueblos;
8 Para aprisionar a sus reyes con grillos,
Y a sus nobles con cadenas de hierro;
9 Para ejecutar en ellos el juicio decretado;
Gloria será esto para todos sus santos.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 149
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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El salmo anterior era un himno de alabanza al Creador; éste es un himno de alabanza al
Redentor (como lo son, respectivamente, los caps. 4 y 5 del Apocalipsis). Es un salmo de
victoria en el Dios de Israel y contra los enemigos de Israel. Parece ser que la ocasión fue el
triunfo de Nehemías contra los hostiles vecinos que querían impedir sus planes. Aquí vemos:
I. Abundancia de gozo para todo el pueblo de Dios (vv. 1-5). II. Abundancia de terror para
los más orgullosos de sus enemigos (vv. 6-9).
Versículos 1-5
1. Los llamamientos a Israel para que alaben a Dios. En el salmo anterior, todas las obras
de Dios eran convocadas para alabarle; pero aquí se convoca, de manera especial, a Israel
para que alabe a Yahweh con un cántico nuevo (v. 1, comp. con 96:1) en la congregación de
los devotos (hebreo, jasidim). El vocablo es el mismo de 148:14b, donde dice «sus devotos»
(jasidaiv). Esta alabanza ha de ir acompañada de gozo y alegría (v. 2), que han de
manifestarse al exterior con música y danzas (v. 3). Gran parte del poder de la piedad en el
corazón depende de poner en Dios la fuente de nuestro gozo y solaz. El apóstol nos exhorta
(Fil. 4:4): «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» El salmista exhorta
a los israelitas a que alaben a Dios y canten aun sobre sus camas (v. 5b), a las que pueden
ahora retirarse tranquilos, pues han sido vencidos sus enemigos.
2. El motivo que presenta para esta alabanza a Dios: Yahweh se complace en su pueblo (v.
4, comp. con 147:11), y lo ha demostrado al hacer que se acabase el exilio, pudiendo los
israelitas regresar a su país. «Hermosea a los humildes con la salvación» (v. 4b). Los que
habían sido humillados, oprimidos, degradados, como «afeados» por sus conquistadores,
quedan ahora como «embellecidos» por la liberación que Dios les ha proporcionado.
Versículos 6-9
1. Pero la alabanza de Dios ha de ir unida a la precaución (v. 6): «Haya alabanzas a Dios
en sus gargantas, y espadas de dos filos en sus manos», lo que nos recuerda la situación de
Neh. 4:10, cuando estaban ocupados en la reconstrucción del muro y, al mismo tiempo,
preparados para la defensa. Hace notar Cohén que «este versículo estaba en la mente de los
guerreros macabeos, descritos como "luchando con las manos, pero orando a Dios en su
corazón"» (2 Mac. 15:27) (apócrifo).
2. A continuación, el salmista usa un lenguaje escatológico, y aun apocalíptico. La
venganza a la que alude en el v. 7 es un eco de Is. 61:2; 63:4. Dice Maclaren: «En el salmo
precedente, la restauración de Israel estaba conectada con el reconocimiento de la gloria
de Dios por parte de todas las criaturas, especialmente de los reyes de la tierra y todos los
pueblos (148:11). Este salmo presenta la idea opuesta (o complementaria) de que el Israel
restaurado se convierte en ejecutor de los juicios contra aquellos que rehúsen unirse a la
alabanza que resuena en Israel para hallar eco en todos.» La fraseología de los vv. 8 y 9 trae
también a la memoria las profecías mesiánicas de Is. 45:14; 49:7, 23. Por supuesto, esta
venganza no ha de ejecutarse en la presente dispensación de la gracia, pues Cristo nunca
quiso que su evangelio se propagase por medio de la espada o del fuego. Cuando hay
alabanzas a Dios en nuestras gargantas, no hemos de tener en las manos espadas de dos
filos, sino ramas de olivo de paz. La espada del cristiano es la palabra de Dios (He. 4:12) y
del Espíritu Santo (Ef. 6:17). Con esa espada de dos filos, los primeros predicadores del
Evangelio obtuvieron gloriosas victorias sobre el poder de las tinieblas; fue ejecutada la
venganza sobre los dioses de los paganos por medio de la convicción y conversión de quienes
por largo tiempo habían sido sus adoradores. Las fortalezas de Satanás fueron derribadas y
destruidas (2 Co. 10:4, 5) y los grandes del mundo, como el gobernador Félix, se pusieron a
temblar. Sobre todo, con esta espada de dos filos, que es la palabra de Dios, los creyentes
luchan contra sus corrupciones y, con la gracia de Dios, las someten y mortifican; el «yo»,
ese gran rey, es sujetado con cadenas de oro —de amor— y llevado a someterse de buena
gana al yugo de Cristo. Este también es un honor para todos sus santos (v. 9b).

Salmos 150 (RV60) -Exhortación a alabar a Dios con instrumentos de música.


Aleluya.
1 Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.
2 Alabadle por sus proezas;
Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.
3 Alabadle a son de bocina;
Alabadle con salterio y arpa.
4 Alabadle con pandero y danza;
Alabadle con cuerdas y flautas.
5 Alabadle con címbalos resonantes;
Alabadle con címbalos de júbilo.
6 Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya.
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Comentario al Salmo 150
Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
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El primero y el último de los salmos son breves, pero memorables, aunque el objeto de
uno y otro es muy diferente: El primer salmo es una elaborada instrucción en nuestro deber
primordial, a fin de prepararnos para los consuelos de nuestra devoción; el último salmo es
todo él arrebato y transporte extático. De él dice Oesterley que es «la más grande sinfonía
de alabanzas a Dios que jamás haya sido compuesta en la tierra». El salmista había estado
lleno de alabanzas a Dios, y aquí quiere llenar de ellas el mundo entero con ese aleluya que
se repite trece veces en seis versículos (trece es número de suerte entre los judíos. Léase el
libro de Ester para hallar el porqué). El salmista nos dice aquí: I. Por qué ha de ser alabado
Dios (vv. 1,2). II. Cómo ha de ser alabado (vv. 3-5). III. Quiénes han de alabarle (v. 6).
Versículos 1-6
Si, como algunos suponen, este salmo fue compuesto en principio para uso de los levitas,
como cantores y músicos, hemos de tomarlo como dirigido también a nosotros, pues somos
sacerdotes espirituales para nuestro Dios.
1. Este tributo de alabanza procede: (A) De su santuario. Allí hay que alabarle. Su pueblo,
regio sacerdocio, ha de ministrar allí con sus alabanzas (He. 13:15). ¿Dónde se le habría de
alabar de modo especial, sino donde de manera especial manifiesta su gloria e imparte su
gracia? (B) Desde el firmamento (sinónimo de cielos; Gn. 1) de su poder, ya que la aparición
del firmamento fue uno de los grandes y primeros testigos del infinito poder de Dios. Por
eso comienza el salmo, no con un alabad a Yahweh, sino con un alabad a Dios (hebreo,
Aleluel), siendo él el epíteto que representa al Dios poderoso en la creación y organización
del Universo, así como en la dirección de los acontecimientos.
2. Por qué hay que alabar a Dios: (A) Por las obras de su poder (v. 2): «por sus proezas» en
el gobierno de la humanidad, las cuales son inefables (106:2). Proezas son las maravillas que
Dios ha llevado a cabo en el reino de la naturaleza, pero sobre todo las que ha hecho en el
reino de la gracia, por las que nos exhorta Pedro (1 P. 2:9b) a anunciarlas.
(B) Por la gloria y majestad de su propio Ser (v. 2b): «Alabadle conforme a la inmensidad
de su grandeza», inescrutable para el hombre (145:3). Siendo su grandeza la medida de
nuestra alabanza, podemos estar seguros de que, por mucho que le alabemos, nunca le
alabaremos suficiente, aun cuando Él se digne aceptar nuestras alabanzas.
3. De qué forma ha de ser pagado este tributo. Con toda clase de instrumentos, pues el
salmista menciona todos los que se usaban en el servicio del templo (vv. 3-5). En el servicio
de Dios no se han de escatimar costo ni esfuerzo. La mejor música para los oídos de Dios son
los afectos sinceros y devotos, no una cuerda melodiosa, sino un corazón melodioso: con fe,
amor, gozo, confianza y respeto; promoviendo los intereses del reino de su gracia y viviendo
en gozosa expectación del reino de su gloria. Lo importante es que, en la alabanza de Dios,
con las distintas voces, con diversos instrumentos, haya perfecta armonía, «con el mismo
ánimo y con una sola boca» (Ro. 15:6. Lit.). Mateo usa el verbo griego «symphoneuo» (de
donde procede «sinfonía») que, literalmente, significa «unir las voces», para expresar la
armonía concertada de los creyentes cuando oran juntos. De la misma manera que hay
promesa de respuesta divina a esa «armonía de oración», también es segura la aceptación
divina de la «armonía de alabanza».
4. Quiénes han de pagar este tributo (v. 6): «Todo aliento» (lit.). Esta frase denota (v. Dt.
20:16; Jos. 10:40) al ser humano. En efecto, el vocablo hebreo es el mismo que aparece en
Gn. 2:7: «... aliento de vida». Éste es el incienso y ésta es la ofrenda limpia que había de
ofrecerse a Dios en todo lugar (Mal. 1:11). En Lam. 3:56 la oración es llamada suspiro o
respiración. Que todo el que respira a Dios en su oración, le respire también en su alabanza.
Alabémosle mientras nos dure el aliento y, cuando la muerte nos lo arrebate, seremos
llevados a otro estado en el que podremos respirar las alabanzas de Dios en un aire mejor y
más libre. Comenta Cohén: «No se sabe de cierto si el salmista intentaba incluir los
animales como criaturas de Dios (como en 148:10); pero, en lo que se refiere a la raza
humana, la convocación a la alabanza incluye a todos.»
5. Finalmente, los tres primeros libros del Salterio concluyen con Amén y Amén, el cuarto
con Amén, Aleluya; pero el quinto y último concluye sólo con Aleluya, porque los últimos
seis salmos están completamente llenos de alabanzas a Dios y no se halla en ellos ni una
sola palabra de queja ni de petición. Deleitémonos con frecuencia pensando en lo que
hacen en el cielo los santos glorificados, qué hacen aquellos que hemos conocido en la
tierra y que nos han precedido en ir allá, y animémonos a cumplir en la tierra esta parte de
la voluntad de Dios como ellos la cumplen en el cielo.

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