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Oracion para La Hora de La Muerte Al Señor Del Sacromonte

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Señor mío del Sacro-Monte, acoge benigno la súplica que hoy te hago para la hora

de mi muerte, si para entonces, debilitadas mis facultades, me fuera imposible hacerla.


Por lo tanto, ¡oh, Jesús mío, cuando mis ojos lánguidos y moribundos no puedan ya
mirarte, acuérdate de esta mirada amorosa que en este momento te dirijo, y ten piedad
de mí. Cuando mis labios secos y lívidos no puedan ya besar tus santísimas llagas,
acuérdate de los ósculos que en este día te doy, y ten piedad de mí. Cuando mis manos
rígidas y frías no puedan estrechar tu Cruz, acuérdate del afecto tiernísimo con que en
este momento lo hago y ten piedad de mí. Finalmente, cuando mi lengua entorpecida y
paralizada no pueda articular palabra alguna, acuérdate de mi invocación de ahora, y
cuando mi alma salga de mi cuerpo y me presente ante tu Augusta Majestad, acuérdate
de que por amor nuestro bajaste del cielo a la tierra y que revestido de nuestra pobre
carne mortal, sufriendo todas las penalidades de esta vida y muriendo clavado en la
Cruz, derramaste por nosotros hasta la última gota de tu sangre. Entonces, Señor mío,
Crucificado, ten piedad de nosotros. Amén.
El Señor del Sacromonte es una Imagen que data del Siglo XVI, la época de la
Evangelización, mandada hacer por los Frailes Franciscanos para apoyarse en la tarea
de evangelización en el estado de San Luis Potosí.
La imagen fue hecha por un artista español llegado a la Nueva España, en su
taller de Michoacán. La imagen está hecha con una técnica que fue utilizada por mucho
tiempo por los indígenas tarascos de Michoacán. Esta técnica es conocida como "pasta
de caña de maíz", fue utilizada para hacer muchas imágenes como la Virgen de
Zapopan y otras más.
Algunos Cronistas dicen que este Cristo era utilizado para las celebraciones de la
Crucifixión, descendimiento de la Cruz y Santo entierro en Semana Santa.
Durante muchos años, el Señor del Sacromonte estuvo clavado en la cruz del
Convento Franciscano de San Luis Potosí, sin embargo, durante el mandato del Álvaro
Obregón y la ya pronta Revolución Cristera, puso en peligro de la vida del convento
franciscano. Las autoridades planeaban saquear y desalojar el convento con la
intención de llevarse las obras de arte.
Los frailes fueron puestos sobre aviso y decidieron llevarse muchas de estas
piezas fuera del convento, entre ellas nuestro Señor del Sacromonte.
En 1922 llego el Señor del Sacromonte al Convento Franciscano de Zapopan, y
viendo lo maltratado que estaba se decidió restaurarlo. Tiempo después, fue puesto
crucificado en el Camarín de la Virgen, más tarde fue trasladado a las escaleras del
refectorio del convento. Al iniciarse los ejercicios espirituales de semana santa en el
convento el Cristo fue puesto en el refectorio del convento donde se celebraban los
ejercicios antes de pasar a la casa del Valle de la Misericordia.
Sin embargo fue necesaria una segunda restauración, se pensaba quemar al
Cristo por lo dañado que estaba pero gracias a la intervención de Fray Maseo Salcedo
OFM. se dio la restauración. El Cristo es desprendido de la Cruz para esta noble tarea.
Al terminar esta restauración el padre guardín acompañado de Fray Maseo y de
Fray José María Bernal, sucedió que Fray José María quedo boquiabierto y admirado
de lo hermoso que había quedado y exclamo: "¡Que hermoso quedo, se parece al Señor
Jesús del Sacromonte de Amecameca del Estado de México!", entonces el padre
Guardián expreso: "desde hoy le llamaremos Señor del Sacromonte de Zapopan".
Inmediatamente nació la idea de exponerlo a la veneración pública y se mandó
hacer una urna de cedro y cristal.
Meses después Fr. Manuel Romero bendijo la imagen y lo coloco en la urna y lo
mano exponer a la veneración publica el 6 de agosto de 1961. El Cristo fue puesto en
la capilla del Calvario (nave lateral) de la Basílica de Zapopan. La imagen fue puesta en
un nicho en la pared debajo de la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad. El Cristo esta
recostado como si estuviese ya en el sepulcro.
La fiesta de este Cristo se celebraba anteriormente el 1 de julio, sin embargo el
Concilio Vaticano II promovió la renovación de la liturgia y desapareció la Fiesta de la
Preciosísima Sangre para unirla a la de Corpus Christi. En 1970, la celebración se
cambió al 6 de agosto, fiesta de la transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo.
Muchos han sido sus fieles devotos a lo largo de los años, entre ellos fieles, frailes
de la Basílica y de la Provincia.
En el 2007, al celebrar los 50 años de vida sacerdotal del Sr. Cardenal D. Juan
Sandoval Iñiguez, se realizó histórica exposición de Cristo de pasta de Caña de maíz,
entre ellos nuestro amadísimo Señor del Sacromonte y la imagen de Nuestra Señora
de la Soledad.

Del libro: "La verdadera Historia de un Cristo Franciscano Señor del Sacromonte
de la Basílica de Zapopan" escrito por el Rev. P. Fray Oscar G. Villalobos Avendaño,
O.F.M.
La verdadera historia de un Cristo franciscano: El Señor del Sacromonte de
la Basílica de Zapopan (La vera storia di un Cristo Francescano: Il Signore del Sacro
monte della Basilica di Zapopan), de Fr. Oscar G. Villalobos Avendaño, Ed.
Publicaciones Franciscanas, Zapopan (México), 2009, pp. 72.

En esta Obra, Fr. Oscar Villalobos presenta argumentos contundentes por los cuales el
Cristo mexicano, llamado Señor del Sacromonte (Signore del Sacro monte), es una obra de
incalculable valor religioso, artístico e histórico, así como lo demuestra el itinerario que Fr. Oscar
describe, con erudición y lujo de detalles, desde su elaboración en el contexto de la
evangelización realizada por los franciscanos de la observancia en el siglo XVI, hasta el día de
hoy. Este precioso Cristo mide 2,20m y posee siete goznes de piel (cuello, hombros, codos y
rodillas); originalmente estaba crucificado en una impresionante cruz de madera, no obstante,
desde hace cincuenta años, yace en una bella urna de encino y cristal en donde es muy venerado
por los fieles en la Basílica de Zapopan, donde se encuentra desde 1922. La escultura fue
elaborada con pasta de caña de maíz por indígenas tarascos del estado de Michoacán (México),
bajo le dirección del célebre maestro Matías de la Cerda.
El libro está constituido por una introducción y cuatro capítulos: I. Los Franciscanos y la
evangelización del “Nuevo Mundo” en el siglo XVI. II. La verdadera historia del Señor del
Sacromonte. III. Descripción del cuerpo y significado del Señor del Sacromonte. IV. Meditación
del autor frente al Señor del Sacromonte.

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