Cambio Climático
Cambio Climático
Cambio Climático
FACULTAD DE INGENIERÍA
DEPARTAMENTO DE MECÁNICA
APLICACIONES TÉRMICAS
CICLO 02-19
CAMBIO CLIMÁTICO
Estudiante:
Miguel Antonio Carmona Interiano CI100810
Catedratico:
Ing. Salomón Torres
Grupo:
01T
Fecha de entrega:
Viernes 30 de agosto de 2019
Introducción
Los gases de efecto invernadero (GEI) se producen de manera natural y son esenciales para
la supervivencia de los seres humanos y de millones de otros seres vivos ya que, al impedir
que parte del calor del sol se propague hacia el espacio, hacen la Tierra habitable. Pero
después de más de un siglo y medio de industrialización, deforestación y agricultura a gran
escala, las cantidades de gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado en
niveles nunca antes vistos en tres millones de años. A medida que la población, las economías
y el nivel de vida crecen, también lo hace el nivel acumulado de emisiones de ese tipo de
gases.
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Esta concentración ha ido aumentando progresivamente desde la Revolución
Industrial y, con ella, la temperatura mundial;
El GEI más abundante y que representa alrededor de dos tercios de todos los tipos de
GEI, es el dióxido de carbono (CO2), resultado de la quema de combustibles fósiles.
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y encontró así la posibilidad de encausar su proyecto nuclear. Le encargó a Sir Crispin
Tickell, embajador del Reino Unido en la Organización de las Naciones Unidas, una asesoría
sobre la relación entre cambio climático, política y economía (Caparrós, 2010). Como
respuesta se creó el Panel Intergubernamental deExpertos sobre el Cambio Climático que en
1990 produjo su primer informe.Esta reconstrucción produjo grandes controversias en el
ambiente científico. La pregunta clave era: ¿el calentamiento del siglo XX es inusual o ya
ocurrieron en el pasado episodios similares? Durante el llamado Período Cálido Medieval
.los Vikingos se expandieron a Islandia, Groenlandia y el norte de Norteamérica como lo
indican los asentamientos arqueológicos. ¿Durante ese período las temperaturas fueron
inferiores al promedio 1961-90 como lo sugeriría el “palo de hockey”?
¿Tienen los niveles de temperatura del siglo veinte precedentes históricos por causas
naturales? Mientras la mayoría científica producía otras reconstrucciones similares al “palo
de hockey” y resultados afines, otro grupo los refutaba, criticaba los datos empleados y la
metodología usada en esa reconstrucción generándose así una gran controversia. A fines del
2006 Paramount Home Entertainment publicó el DVD de la ampliamente difundida película
-Una verdad incómoda- de Al Gore, que a comienzos de 2007 fue seguida por el cuarto
informe del IPCC (2007). El Premio Nobel otorgado a ambos exacerbó al periodismo
agudizando la opinión pública sobre el efecto nocivo que el aumento del CO2 producido por
el hombre está causando al planeta. Durante ese año 2007 las controversias se incrementaron
cuando apareció la película de la BBC de Londres “El Gran Fraude del Calentamiento
Global” que, polémicamente, presenta al Cambio Climático como un efecto natural de la
variación de la actividad del Sol y los rayos cósmicos galácticos. A la vez, el “trailer” de
ficción-científica “El día después de mañana” y la película “La última hora” continuaban con
el efecto alarma.Es interesante considerar que ya en 2007 los pronósticos del informe IPCC
estaban lejos de cumplirse. La temperatura media global dejó de ascender desde principios
del siglo XXI y según la información de algunas bases de datos, incluso mostró un leve
descenso, a pesar del continuado incremento del CO2. El famoso “Climategate” de 2009
podría ser considerado la cúspide del enfrentamiento ocurrido cuando se violaron las cuentas
de correo electrónico del Climatic Research Unit que es la Unidad de Investigación
Climática de la Universidad de East Anglia , de la cual era director Phil Jones, científico líder
del IPCC, y se hacen públicos sus contenidos en un intento de sabotear la Conferencia sobre
el Cambio Climático de la ONU 2009 en Copenhague. Uno de los correos más discutidos fue
el intercambio realizado entre Phil Jones y Kevin Trenberth, del Centro Nacional de
Investigación Atmosférica (NCAR) de los Estados Unidos, donde ellos discuten el
inesperado cambio en la tendencia de temperaturas hacia una meseta durante la última
década. Otro correo se referiría al intento de Mann de “enmascarar” el Calentamiento Cálido
Medieval para que no resalte como un período cálido por causas naturales.Después del
informe de 2001 del IPCC, las revistas especializadas empezaron a publicar otras
reconstrucciones de temperatura de los últimos 1000 y hasta 2000 años que difieren
notoriamente del “palo de jockey” .Un ejemplo es la reconstrucción reciente producida por
Ljungqvist ,que muestra temperaturas similares a las del calentamiento actual en los dos
primeros siglos de la era cristiana y en la época de expansión de los imperios vikingos entre
los años 1000- 1200. La actividad solar parecería ser un responsable importante de estos
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cambios, ya que durante el período frío conocido como la “Pequeña Edad de Hielo” entre el
1300 y 1820, ocurrieron mínimos en el número de manchas solares (Tobias y Weiss, 2000).
También el enfriamiento que alarmó a la humanidad durante los ‘70 fue precedido y
coincidente con la disminución de la irradiancia solar (Krivova y Solanki, 2003).
Investigadores del InstitutoMax Planck presentaron resultados que indicarían como
inusualmente elevada la actividad solar del siglo veinte y que tendría precedentes similares
sólo 8000 años antes del presente. La reciente reconstrucción de temperaturas de Mann et al,
a diferencia del “palo de hockey”, presenta anomalías positivas de temperatura para el
Período cálido Medieval aunque estas aparecen notoriamente inferiores a las del siglo XX.
Los resultados fueron rápidamente criticado por Mc Intyre en la nota del 27 de noviembre de
su “blog” Climate Audit y por la editorial de CO2 Science.
En los últimos años la sociedad parece haberse dividido en creyente y escépticos. ¿Sería
deslealtad para con el futuro de la humanidad mostrar resultados científicos que
potencialmente puedan debilitar la teoría que sostiene al incremento del CO2antropogénico
como causa casi exclusiva del aumento de la temperatura global, la cual estaría condenada a
aumentar indefinidamente de no revertirse las concentraciones de CO2? Los más radicales
sostienen que aún suspendiendo totalmente las emisiones, el efecto tardaría bastante en
revertirse por la permanencia de los gases en la atmósfera.Es científicamente indiscutible,
dentro de la teoría del Cambio Climático, que la quema de combustibles fósiles inyecta CO2
a la atmósfera incrementando los niveles naturales de la concentración del gas. El CO2 forma
parte de los gases invernadero que, dentro de la composición de la atmósfera son los que
permiten sostener niveles de temperatura del planeta apta para la vida que conocemos ya que
sin su presencia, la temperatura media global sería unos 33 ºC menor que la actual.
En Vostok se ha podido determinar la temperatura y las concentraciones de CO2 de los
últimos 400.000 años a partir de los testigos de hielo. Esta información nos enseña que el
planeta estuvo dominado por sucesivos períodos glaciares con clima muy frío interrumpidos
aproximadamente cada 100.000 años por períodos interglaciares con un clima similar al
actual. Estas marcadas oscilaciones de la temperatura son, en su mayoría, debidas a cambios
cíclicos que tiene el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. También fue posible
establecer que siempre que aumentó la temperatura se incrementaron los niveles de CO2 en
la atmósfera, pero es muy importante aclarar que el cambio del CO2 ocurrió posteriormente
al de temperatura, y en algunos casos hasta con un par de miles de años de atraso. También
es cierto que por primera vez en la historia se incrementó el CO2 de la atmósfera en forma
artificial y eso lleva a suponer que este aumento es el responsable del “inusual” ascenso de
la temperatura durante el siglo veinte. En la actualidad el Calentamiento Global dejó de
discutirse y es aceptado ampliamente, pero como vemos aún queda bajo discusión las causas
del mismo.Los medios que generalmente utilizan los científicos para determinar la influencia
del incremento del CO2 antropogénico y de los factores naturales son las simulaciones del
clima mediante modelos numéricos. Estos modelos son cada vez más complejos y los
actuales simulan el clima con más precisión que los usados a comienzos del IPCC. Pero, de
acuerdo con Lorenz, el padre de la teoría del caos, las reales ecuaciones que rigen el clima
carecen de resolución analítica por lo cual jamás podrán modelarse con precisión absoluta.
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En el libro Caos un nuevo paradigma de James Gleick consta una entrevista en la que Lorenz
manifestó la indudable influencia sobre el clima del incremento de CO2, pero también dijo
que el ser humano nunca sabrá cuál es realmente el efecto que está causando ya que los
modelos son incapaces de reproducir con certeza el clima que tendríamos sin estos niveles
de CO2. Las ecuaciones del clima son parcialmente simplificadas en los modelos que son
usados para encontrar los llamados diferentes “escenarios” futuros, principalmente para
cambios del CO2, de otros gases antropogénicos y, en algunos modelos, el cambio de la
actividad solar. Los escenarios presentados en el informe del IPCC sólo consideran los
cambios pronosticados por el incremento en las emisiones de los gases antropogénicos. Estos
modelos aún son incapaces de reproducir fielmente variabilidades entre décadas producidas
por El Niño/Oscilación Sur y la Oscilación Decadal del Pacífico Norte (siglas en ingles:
ENSO y PDO), fenómenos que influyen notoriamente en el clima y en particular en los
valores de temperatura media a escala global (IPCC, 2007). De hecho, durante la primera
década de este nuevo siglo se sucedieron inviernos muy crudos en el Hemisferio Norte y las
temperaturas globales continúan decreciendo levemente mientras los niveles de CO2 se
disparan a valores cada vez más altos. ¿Qué está ocurriendo?. Por una parte, hubieron
cambios en las condiciones del Océano Pacífico tropical; de eventos El Niño fuertes y
frecuentes se pasó, a principios del siglo XXI, a una situación opuesta con más frecuencias
de La Niña. Por otra parte, a partir del año 2000 en que ocurrió el número máximo de manchas
solares del ciclo 23, estas comenzaron a disminuir y, contra todo pronóstico, a partir de
mediados del 2007 se tiene un largo y profundo mínimo que aún se desconoce cuanto durará.
Según algunos geofísicos podría ser el preludio de un período de gran mínimo como el de
Dalton. Por todo lo anterior podemos concluir que en la actualidad coexisten dos predicciones
opuestas respecto al futuro del clima. Por un lado el IPCC pronostica aumentos de
temperatura entre 1,5 ºC y 3,5 ºC, mientras que por otro algunos científicos interpretan las
condiciones actuales como el comienzo de una nueva “Pequeña Edad de Hielo’’. [1]
Desde la década de los años 70, aunque a regañadientes, la conciencia sobre los problemas
medioambientales ha ido creciendo. Esta conciencia ambiental ha chocado durante muchos
años con los intereses económicos y de producción, ya que las empresas han visto durante
muchos años este tipo de medidas ambientales como trabas para el desarrollo. Pero con el
tiempo, la conciencia ambiental ha ido arraigando en la sociedad, y la sostenibilidad se está
convirtiendo poco a poco en uno de los pilares del propio mercado. Y esta tendencia también
llegó en su día a los refrigerantes, y sigue presente hoy en día. [2]
La mayoría de los refrigerantes han sido conocidos por ser nocivos para el medio ambiente,
ya sea porque contribuyen al calentamiento global o porque aceleran la destrucción de la capa
de ozono. El 16 de septiembre del año 1987 tuvo lugar el Protocolo de Montreal, en el cual
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se prohibía el uso de los gases que utilizaban compuestos CFC a partir del año 2010. Gracias
a esto, los refrigerantes actuales apenas afectan a la capa de ozono, pero siguen siendo muy
nocivos para el calentamiento global, potenciando el efecto invernadero. Por ello están
apareciendo nuevas normativas de cara a regular este tipo de refrigerantes, como la normativa
F-Gas.
Con los CFCs retirados del mercado, y el problema del agujero encaminado hacia su
solución, el mercado de los refrigerantes se enfrenta en la actualidad a su siguiente reto
medioambiental. El efecto invernadero es un fenómeno producido por una serie de gases que
se acumulan en la atmósfera, y que causan que una parte de la radiación que emite la tierra
sea reflejada de nuevo hacia la superficie del planeta. Este efecto está derivando en un
aumento de las temperaturas de la superficie terrestre, conocido como calentamiento global.
Y, por último, este aumento de las temperaturas está afectando a la climatología de la tierra,
causando un cambio en el clima cuyos efectos podrían ser la desertización, el aumento de los
fenómenos meteorológicos extremos o el aumento del nivel del mar.
Según muestra un estudio de la Umwelt Bundes Amt, respaldado por la Agencia Federal del
Medio Ambiente alemana, las emisiones de gases fluorados de los refrigerantes podrían haber
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llegado a 4 GT equivalentes de CO2 para el año 2050. Explicado de otra forma, si en el año
2004 los gases fluorados eran responsables del 1,3% del calentamiento global, para el año
2050 su contribución podría haber ascendido al 7,9%. Por ello, la legislación al respecto sirve
para frenar este aumento progresivo y para convertir los refrigerantes en sostenibles. De
hecho, en el siguiente gráfico del mismo estudio se puede observar el importante aumento
previsto de los gases HFC de cara al futuro:
Para hacernos una idea también de las pérdidas reales de los circuitos de refrigeración, se van
a exponer datos referentes a las pérdidas por recargas y recuperación de gas de los
refrigerantes R-410A, R-134a y R-407-C, utilizados en aire acondicionado. Estos datos se
expresan para los casos más favorables y los más desfavorables:
Para finalizar, hay que mencionar que, gracias al reglamento F-Gas, se está prohibiendo el
uso de los refrigerantes de mayor PCA. Esto está trayendo consigo un importante movimiento
del mercado en busca de gases alternativos o sustitutos que mantengan el mercado
competitivo y seguro, mientras también se preocupan por la eficiencia energética y la
sostenibilidad. Una opción que también cobra fuerza dentro de los refrigerantes alternativos
son los naturales, gases biodegradables presentes en la naturaleza.
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El cambio climático y los acuerdos internacionales
El fenómeno del cambio climático. El cambio climático es uno de los principales problemas
ambientales al que debe enfrentarse la humanidad, con significativas y crecientes
repercusiones sociales y económicas. El origen del cambio climático se encuentra en la
emisión masiva a la atmósfera de los denominados gases de efecto invernadero (GEI). El
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU estima que es muy probable
que la principal causa de las variaciones climáticas observadas en las últimas décadas sea las
emisiones antropogénicas (es decir, causadas por las actividades humanas).
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radiación solar, impidiendo que se escape el calor al espacio exterior, aumentando, por tanto,
la temperatura media del planeta. Es decir, se evita que el calor del sol recibido en la Tierra
vuelva al espacio, produciendo a escala planetaria un efecto similar al observado en un
invernadero.
Figura 3 Los gases de efecto invernadero y las fuentes de contaminación que contribuyen al calentamiento global.
Protocolo de Kioto.
Debido a los efectos del cambio climático, durante el último tercio del siglo XX se tomó
conciencia a nivel internacional del peligro que suponía y de la necesidad de adoptar medidas
para evitar el calentamiento del planeta. En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental sobre
el Cambio Climático (IPCC). Dos años después, este grupo publicó su primera evaluación
basada en estudios de 400 científicos donde se advertía a la comunidad internacional de un
problema real que estaba modificando las condiciones de nuestro planeta, en él se apuntaba
la necesidad de reducir las emisiones GEI entre un 60-80% respecto de los niveles de 1990.
Gracias a este organismo, los gobiernos pusieron en marcha la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, punto de partida del conocido como Protocolo
de Kioto.
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conjunto, se comprometió a reducir las emisiones en un 8% para el 2012. El reparto entre los
Estados miembro de la UE se basó en criterios como el PIB y la población de cada Estado
miembro, quedando España comprometida a no aumentar sus emisiones por encima del 15%
respecto de los niveles de 1990 (Figura 3-2).
La solidez de este pacto se vio mermada debido a la retirada de Estados Unidos de los países
firmantes. En 2001, tras haber firmado en un primer momento, EEUU argumentó no estar de
acuerdo con ciertas condiciones del Protocolo de Kioto acerca de las emisiones de países en
desarrollo, y dejó el tratado sin el mayor emisor de GEI del mundo, lo cual comprometió
seriamente la confianza en el pacto.
Un país, que tenga dificultades para cumplir con el objetivo de emisiones a través de
actuaciones propias, puede recurrir a los mecanismos de flexibilidad incluidos en el Protocolo
de Kioto. Estos mecanismos son los siguientes:
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incluidos en el Anexo I del Protocolo de Kioto [80], reparten derechos de
emisión entre los sectores y empresas afectados por las emisiones de
CO2 según sus objetivos de reducción de emisiones (ver El esquema “cap and
trade” en Europa y los incentivos a reducir emisiones). El comercio de
derechos de emisión es el mecanismo por el cual los agentes afectados pueden
comprar y vender derechos de emisión con la finalidad de cumplir sus
compromisos de emisiones en el periodo estipulado. Puede realizarse a nivel
doméstico o a nivel regional (conjunto de países participantes en el Protocolo
de Kioto).
Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Permite obtener reducciones
certificadas de emisiones (RCE), equivalentes a obtener derechos de emisión,
a cambio de realizar inversiones en proyectos que rebajen el nivel de
emisiones en países en vías de desarrollo. Estos proyectos pueden ser
inversiones en tecnologías limpias o en sumideros (bosques y tierras de
cultivo que absorben el CO2). La adquisición de RCE, al igual que de
derechos de emisión, permiten cumplir el objetivo de reducción de
emisiones [81].
Acción conjunta (AC). Este mecanismo es similar al anterior. Permite a un
país industrializado invertir en otro país también industrializado en la
ejecución de un proyecto encaminado a reducir las emisiones de GEI o a
incrementar la absorción por los sumideros. Las certificaciones obtenidas a
través de inversiones en proyectos de Acción Conjunta, denominadas
unidades de reducción de emisiones (URE), también permiten cumplir con los
compromisos de emisiones como si de un derecho de emisión de CO2 se
tratase.
Fondo de adaptación. El objetivo del Protocolo de Kioto, al igual que el de la
Convención de Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, es
ayudar a los países a adaptarse a los efectos del cambio climático. Por tanto,
se busca ayudar a los países en la creación de modelos que ayuden a aumentar
la recuperación tras posibles impactos derivados del cambio climático.
Buscando este fin, se estableció un fondo de adaptación en el Protocolo de
Kioto que buscaba financiar proyectos o programas de esta índole a los países
firmantes, haciendo uso de los ingresos resultantes de las actividades del
Mecanismo para un Desarrollo Limpio y de otros ingresos generados.
La vigencia del Protocolo de Kioto finalizó en 2012, por lo que desde la 13ª Conferencia de
las Partes (COP 13) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático celebrada en Bali en 2007, se ha estado trabajando para alcanzar un acuerdo
internacional que fijara un marco que lo sustituyera. Utilizando la hoja de ruta fijada en Bali,
se negoció intensamente durante dos años con el objetivo de alcanzar en diciembre de 2009,
en la decimoquinta (COP 15) celebrada en Copenhague, un ambicioso acuerdo internacional
de lucha contra el cambio climático. A pesar de las altísimas expectativas generadas, el
documento que surgió de la reunión de alto nivel no recibió una valoración muy positiva, ya
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que no permitió alcanzar un acuerdo legalmente vinculante de reducción de emisiones para
después de los objetivos establecidos para 2012 [82] (Figura 3-3).
Además, cabe destacar que se suscribieron al Acuerdo gran parte de los países, representando
el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales, y que los países en vías de
desarrollo adoptaron un papel activo en las negociaciones adquiriendo compromisos, aunque
modestos, en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
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El Acuerdo de Copenhague fijó enero de 2010 como fecha límite para que los países que se
adhirieron enviaran sus objetivos de reducción de emisiones a la Convención Marco de
Naciones sobre el Cambio Climático. Algunos de los principales objetivos que se anunciaron
se resumen en la Tabla 3-2.
Figura 6 Principales objetivos notificados por países que han participado en el Acuerdo de Copenhague.
Otra faceta destacable del Acuerdo de Copenhague fue el hecho de que el acuerdo político
se alcanzó entre líderes mundiales clave (Estados Unidos, China, India, Brasil y Sudáfrica,
especialmente los dos primeros) con una disminución del liderazgo de la Unión Europea.
Asimismo, se cuestionó la capacidad de la Convención Marco de Naciones Unidas para el
Cambio Climático para liderar un proceso de negociaciones de esta magnitud, debido al
elevado número de participantes e intereses de los agentes.
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financieros y tecnológicos para ayudar a la creación de la capacidad de adaptación al cambio
climático de estos países, y para adoptar vías sostenibles para las economías de bajas
emisiones que también podrían resistir los impactos negativos del cambio climático.
En 2011 la reunión tuvo lugar en Durban, Sudáfrica. Las conclusiones que se obtuvieron
entonces fueron más encaminadas a determinar un plan de actuación para los próximos años.
Se firmó el compromiso de extender el Protocolo de Kioto, la creación de nuevas plataformas
de negociación a fin de determinar reglamentaciones que promovieran acciones concretas
encaminadas a frenar el Cambio Climático y la revisión global del problema, verificando
datos científicos con la intención de reafirmar los objetivos de no superar los 2ºC y que la
acción colectiva es el mejor camino para lograr el fin buscado.
A finales de 2012 en Doha, Catar, se llevó a cabo la COP18. Se acordó retrasar hasta 2015
la propuesta de un calendario para la creación definitiva de un acuerdo global en torno al
Cambio Climático, que se pondría en marcha en 2020. Se enfatizó en la idea de promover la
ambición para resolver el problema de las emisiones y para ayudar a los países más
desfavorecidos a cumplir con los objetivos. También se hicieron progresos en el
establecimiento de ayudas tecnológicas y financieras para inversiones en energías limpias y
de crecimiento sostenible en los países de desarrollo, donde más complicado tienen cumplir
los objetivos. Aun así, el problema de fijar acuerdos sigue presente.
Los países más desarrollados no quieren tomar medidas que afecten a sus economías y los
menos desarrollados no quieren dejar a un lado la producción de energías con carbón u otros
combustibles altamente contaminantes. Además, la situación actual respecto a los derechos
de emisiones de CO2 es diferente a la que se presumía por la irrupción de nuevas energías y
la crisis económica que ha reducido las emisiones del sector industrial. El precio ha caído y
ya no es tan rentable reducir las emisiones: actualmente la cotización de los derechos de
emisión de CO2 en el mercado europeo está en torno a los 5 €/t.
Estas tres últimas conferencias no han sido determinantes, con acuerdos flexibles y sin la
aparente solidez necesaria. Han consistido en reafirmar las intenciones respecto a los
objetivos a seguir, reafirmando la idea de no superar los 2ºC de aumento de temperatura
global e intentar favorecer a los países menos favorecidos. Cada vez más países se caen de
los compromisos, como Canadá, Japón y Rusia, que abandonaron en la última convención
en Doha.
Entre el 11 y el 23 de noviembre de 2013 tuvo lugar la Cumbre del Clima de, entre los
resultados de esta cumbre destaca un borrador del acuerdo universal sobre el que se trabajó
en la Cumbre de París de 2015.Dentro de este proceso, los países tienen de plazo hasta el
primer trimestre de 2015 para presentar las contribuciones que estaban dispuestos a hacer en
materia de mitigación del cambio climático.
Entre el 30 de noviembre y 12 de diciembre de 2015 tuvo lugar en París la Cumbre del Clima
de París (COP 21) así como la undécima sesión de la Conferencia de las Partes en calidad de
reunión de las Partes del Protocolo de Kioto (COP-MOP11). La COP 21 finalizó con la
adopción del Acuerdo de París, que establece el marco global de lucha contra el cambio
climático a partir de 2020 promoviendo una transición hacia una economía baja en emisiones
y resiliente al cambio climático.
La COP 22, que tuvo lugar en entre el 7 y el 18 de noviembre Marrakech, concluyó siendo
muy exitosa pues en ella se discutieron los pasos necesarios para llevar a cabo la
implementación de lo aprobado en la Cumbre de París.
La COP 23, que tuvo lugar entre el 6 y el 17 de noviembre en Bonn, Alemania, supusoondrá
la oportunidad para avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos globales sobre cambio
climático tratados en el Acuerdo de París.
El Acuerdo de París
El cambio climático es un fenómeno mundial, tanto por sus causas como por sus efectos, que
requiere de una acción decida e inmediata de todos los países. Durante décadas, se han hecho
esfuerzos encaminados a combatir esta amenaza.
El Protocolo de Kioto, adoptado en 1997, fue el primer acuerdo vinculante sobre la lucha
contra el cambio climático, en el que se establecieron objetivos jurídicamente vinculantes de
reducción de emisiones. En él, 37 países industrializados adoptaron el compromiso de
reducir, antes de 2012, las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2% respecto a
los niveles de 1990. Los países en desarrollo, por su parte, realizarían un inventario de todas
sus emisiones de GEI. Sin embargo, en el último momento, EEUU decidió no ratificar el
acuerdo, debilitando la confianza en el pacto.
En los últimos años se han intensificado las negociaciones internacionales para avanzar en
un nuevo acuerdo global. En 2009, en Copenhague, los gobiernos se pusieron de acuerdo en
la necesidad de limitar el calentamiento global en 2ºC respecto a los niveles preindustriales,
si bien no se concretó un acuerdo global para el periodo post-Kioto. Dos años después, en la
COP de Durban, se constituyó el grupo de trabajo encargado de desarrollar el texto del
acuerdo global; que sirvió de base del finalmente firmado en la cumbre de París.
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Así, en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se celebró en
diciembre de 2015 en París, los 195 países de la Convención Marco de Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático adoptaron el “Acuerdo de París”.
Este Acuerdo establece el objetivo de mantener la temperatura media mundial en este siglo
“muy por debajo” de 2ºC respecto a niveles preindustriales, comprometiéndose a realizar
todos los esfuerzos necesarios para limitar ese aumento a los 1,5ºC. Las principales
características del Acuerdo de París son las siguientes:
El periodo para firmar el Acuerdo dio comienzo de manera oficial en la ceremonia celebrada
en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York el 22 de abril de 2016, en la que 175 Partes
(174 países y la Unión Europea) decidieron suscribirlo. El próximo paso para su entrada en
vigor es su ratificación a nivel nacional, siendo necesario que al menos 55 Partes que
representen el 55% de las emisiones mundiales, depositen sus instrumentos de ratificación,
aceptación, aprobación o adhesión ante el Secretario General de la ONU.
Entre las 87 Partes que han ratificado el Acuerdo durante el año 2016, entre las cuales se
encuentra España que firmó nueves meses después de la ceremonia celebrada en Nueva York,
se encuentran tanto grandes como pequeños países emisores, en diferentes niveles de
desarrollo industrial. Cabe destacar la ratificación del Acuerdo por parte de China que se fijó
como objetivo reducir las emisiones de carbono por unidad de PIB en un 60 – 65% frente a
niveles de 2005.
Por otro lado la Unión Europea (que supone el 12% de las emisiones mundiales, pero al haber
ratificado nacionalmente solamente 7 Estados miembro, contabiliza por 4,57% de las
emisiones globales) ha ratificado el Acuerdo presentando como objetivo reducir las
emisiones de GEI en un 40% para 2030 en comparación con los niveles de 1990.
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Este objetivo global de reducción de emisiones se divide entre los sectores sometidos al
comercio de emisiones (sectores industriales y energéticos), que deberán reducir sus
emisiones en un 21% a nivel europeo en 2020 frente a las de 2005, y los sectores difusos
(principalmente residencial y transporte), con un objetivo global de reducción del 10% para
la UE frente a 2005, repartido por países teniendo en cuenta consideraciones de renta.
El reparto de los esfuerzos de reducción de emisiones entre los Estados se han establecido en
base al principio de solidaridad económica, teniendo en cuenta su posición relativa en
términos de PIB per cápita. Aquellos que actualmente tienen un PIB per cápita relativamente
bajo y, por lo tanto, mayores expectativas de crecimiento del PIB, quedan autorizados para
aumentar sus emisiones de GEI en comparación con 2005. Los Estados miembro cuyo PIB
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per cápita es relativamente elevado deberán reducir sus emisiones de gases de efecto
invernadero en comparación con 2005.
En el caso español, el objetivo de reducción de emisiones del 10%, a pesar de haberse visto
mitigado por el establecimiento de 2005 como año base, es muy exigente y requerirá
actuaciones y medidas en todos los sectores, con especial hincapié en transporte y
edificación. No obstante, la evolución de la economía española hasta el horizonte 2020
también será un factor importante a la hora de considerar los esfuerzos necesarios para
alcanzar el objetivo planteado.
Figura 9 Límites de emisiones de gases de efecto invernadero de los Estados miembro en los sectores no sometidos a la
Directiva de Comercio de Derechos de Emisión.
Además, con la vista puesta en la descarbonización del sector energético, los objetivos a
alcanzar para el año 2030 quedaron fijados en el Paquete de Energía Limpia para todos los
Europeos publicado por la Comisión Europea a finales de noviembre del 2016. Los objetivos
que persigue este paquete para el año 2030 son fundamentalmente tres:
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Reducir las emisiones de GEI en un 40% con respecto al año 1990
Elevar la cuota de renovables hasta un 27%
Mejorar en un 30% la eficiencia energética
En esta hoja de ruta, se advierte la necesidad de que se fijen estrategias concretas para después
del año 2020, ya que de otra manera y en caso de que se comenzaran a frenar las inversiones,
los objetivos de reducción y descarbonización se tornarían imposibles. Además las
soluciones para frenar las emisiones no son inmediatas y necesitan muchos años de
preparación y para que comiencen a dar sus frutos, por lo que si se retrasa la toma de
decisiones, el cumplimiento del objetivo peligraría considerablemente.
La Hoja de Ruta de la energía para 2050 (Energy Roadmap 2050) no puede predecir la
situación futura a tan largo plazo, pero sí se han modelizado hipótesis de posibles escenarios
que se podrán encontrar en esa fecha dependiendo de las medidas que hoy acometamos.
Todas las hipótesis parten de un cambio radical en la política ambiental, dando prioridad a la
descarbonización, y todos recogen cambios en el precio del CO2, de la tecnología y de las
redes, tal como asegura el documento. Según la Hoja de Ruta, la intención no es la de ofrecer
distintas soluciones, sino mostrar las oportunidades de cambio, los impactos que tendrían y
posibilidades de modernización del sistema.
Este documento resalta también la importancia de que todos los Estados miembro lleguen a
un consenso por el cual determinen unas reglas claras junto con el desarrollo de un marco de
neutralidad tecnológica europea a largo plazo y que haya un compromiso que pueda hacer
desaparecer las posibles incertidumbres que ahuyentan las inversiones en el sector.
Por otra parte, más general que la Hoja de Ruta de la Energía para 2050, se ha elaborado la
Hoja de Ruta para una Economía Baja en Carbono [89], la cual establece los elementos clave
para conseguir el objetivo de que toda la economía europea pueda ser hipocarbónica en el
año 2050, y cuáles son las pautas para conseguir llegar a ese objetivo. Este documento se
centra en las inversiones en energía, transporte e industria y en el fomento de la eficiencia
energética en estos sectores. Sus conclusiones dictan que para 2030 la reducción de las
emisiones debería ser del 40% en caso de querer cumplir con el objetivo de una reducción
del 80% en 2050, siempre teniendo de referencia las emisiones de 1990.
La Hoja de Ruta para una economía Baja en Carbono, fue elaborada como punto de partida
en el desarrollo de otros planes con el mismo objetivo como, por ejemplo, la Hoja de Ruta
de la Energía para 2050 o el Libro Blanco del Transporte.
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Referencias
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