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Guillermo Tell

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GUILLERMO TELL

Guillermo Tell es uno de esos personajes que navegan entre la historia y la


leyenda; no hay prueba alguna de que haya existido realmente, sin embargo
sus hazañas siguen inspirando hoy en día la leyenda. En Suiza es una
especie de héroe, ya os contaremos por qué. Pero en todo el mundo
conocemos la historia de la flecha y la manzana ¿verdad?
Vamos a leer juntos su leyenda, y también os contaremos cuál es su raíz
histórica. Además, os dejamos un audiocuento de Guillermo Tell para
niños.

La leyenda de Guillermo Tell


Guillermo Tell era un hombre muy querido entre los habitantes de su ciudad,
un pueblo de Suiza. Era famoso por su gran habilidad como arquero, tanto
que se había convertido en un héroe a los ojos de sus paisanos. También
era un gran navegante, el mejor que se hubiera visto en el lago de Lucerna.
Por eso el cruel duque Gessler, que gobernaba la región enviado por un
país extranjero invasor, le odiaba y le temía.

Guillermo era además un hombre prudente, por lo que para evitar


problemas con el duque, se había ido a vivir a las montañas con su hijo, que
era la luz de sus ojos.

El sombrero
En ocasiones debía bajar al pueblo en busca de provisiones, y en una de
esas visitas, Guillermo quedó sorprendido al ver cómo todas las personas
que pasaban por la plaza se inclinaban ante un palo alto que tenía un
sombrero colgado en la punta.

–¿Por qué os inclináis ante un sombrero? – preguntó.


-El duque nos ha ordenado que cada vez que pasemos delante de este palo
le hagamos una reverencia- le respondieron.
-¡Qué ridiculez!- exclamó Guillermo- ¡No le haré reverencias a un sombrero!

Y dicho esto atravesó la plaza acompañado por su hijo.

-¡Deténte de inmediato!- le gritaron unos soldados, y lo detuvieron.

Con los brazos atados, lo condujeron junto a su hijo a la corte del duque. Al
verlo, Gressler hizo una mueca de satisfacción y le dijo:

-Guillermo Tell, ¡por tu insolencia podría enviarte a las mazmorras del


castillo de Kussnacht de por vida!

Pero Guillermo no se inmutó; siguió mirando al duque con calma, sin


mostrar ningún signo de nerviosismo. A Gressler esta actitud le hizo
enfurecerse todavía más; no soportaba a aquel hombre orgulloso y pacífico.
Quería verle desesperarse y rogarle clemencia, ¿qué podía hacer para
desmoralizar a aquel hombre? De repente tuvo una idea…
-He oído decir que eres el mejor arquero de Suiza- le dijo aparentando
calma.
-¡Sí, es cierto!- exclamó orgulloso el hijo de Tell.
-Pues en ese caso, sería una verdadera pena que te pudrieras en la cárcel.
Voy a hacerte una oferta: si eres capaz de clavar una flecha en una
manzana a una distancia de 100 pasos, te dejaré libre.

La manzana
Guillermo Tell lo pensó un poco pues no confiaba en aquel hombre. Aunque
el tiro era difícil, estaba seguro de poder lograrlo, así que al final accedió.
Así que el duque, los cortesanos y los soldados con Guillermo y su hijo
detenidos, se dirigieron a un campo cercano al castillo, en donde crecía un
roble. Al llegar, el conde entre risas ordenó:

-¡Atad al chico al árbol y poned una manzana sobre su cabeza! Estoy


seguro de que vas a esmerarte mucho para no errar el tiro, ¿verdad
Tell?- soltó entre carcajadas.

Finalmente Gressler lograba su cometido: Tell empalideció y hasta pareció


trastabillar… ¡había encontrado su punto débil! ¿Qué haría el arquero?
¿Suplicaría que lo llevaran a la cárcel antes que poner en peligro a su
querido hijo?

A Guillermo le temblaban las manos, ¿cómo podría arriesgar la vida de su


hijo a cambio de su libertad?

Entonces su hijo dio un paso adelante y dijo:

-Padre, yo confío ciegamente en ti y sé que puedes lograrlo. No temas,


estaré tan quieto que ni siquiera se moverá uno de mis cabellos con el
viento.

Los soldados ataron al chico al árbol, y colocaron una manzana roja y


pequeña sobre su cabeza. Guillermo Tell respiró profundamente, y montó
una flecha en su ballesta.
El tiempo pareció detenerse: el chico vio cómo su padre apuntaba, vio la
punta de la flecha relucir al sol, cerró los ojos y contuvo la respiración. Se
oyó un silbido y la manzana cayó a los pies del niño, partida a la mitad. ¡Lo
había logrado!

Mientras el duque trataba de disimular su ira, otra flecha cayó al suelo


desde la chaqueta de Guillermo Tell.

-¿Por qué cogiste dos flechas?- preguntó el conde.


-Si con la primera flecha hubiera matado a mi hijo- le respondió
Guillermo- con la segunda te habría matado clavándola en tu corazón de
piedra.

El final
Gressler se volvió una furia y exclamó:

-¡Te condeno a muerte por traición! ¡Llevadle a las mazmorras del castillo
de Kussnacht al otro lado del lago y dejadlo allí sin comida ni agua!

Los soldados ataron a Guillermo Tell y lo condujeron hasta el barco que lo


llevaría hasta su destino final.

-¡Vete a casa, hijo! —gritó Tell—. ¡Vete a casa y espérame!

El niño obedeció a su padre y se marchó corriendo entre lágrimas. Cuando


la embarcación llegó a la parte más profunda del lago, se desató una
tormenta de viento que hizo alzar olas gigantescas. El barco estaba a punto
de hundirse, se balanceaba a merced de las olas como una cáscara de
nuez. Los soldados aterrados no sabían qué hacer, hasta que el capitán
exclamó:

-¡Sólo Guillermo Tell es capaz de dominar un barco con este


temporal! ¡Liberadle para que se haga cargo del timón!

Los soldados desataron a Tell y este tomó el timón: con gran esfuerzo hizo
girar la proa del barco hasta acercarse a la orilla, donde las rocas parecían
dientes afilados que sobresalían del agua. Viendo acercarse una ola
enorme, Guillermo dio un golpe de timón: la ola levantó el barco y lo dejó
caer de repente sobre las rocas: ¡partiéndolo en dos!

Con un movimiento rapidísimo, Guillermo tomó la ballesta de un soldado,


saltó sobre la proa, se aferró a las ramas de un árbol y de un salto alcanzó
la tierra firme. Mientras tanto la furia de las olas terminó por tragarse al
barco con los soldados, que desaparecieron en el lago.

Desde la otra orilla, Gressler vio horrorizado cómo sus mejores soldados
eran engullidos por la tormenta. Del otro lado, Guillermo apuntó la ballesta y
disparó… ¡la flecha se clavó en el corazón del duque!
Guillermo se encaminó hacia las montañas, hacia su casa, donde le
esperaba su hijo.

Algunos años pasaron y suiza finalmente se libró del invasor extranjero.


Pero todavía hoy, todos recuerdan la gran hazaña del legendario Guillermo
Tell.

Cuento Guillermo Tell en vídeo


La historia de la leyenda
Como hemos dicho, no existe evidencia histórica de la existencia real de
Guillermo Tell. Es un personaje legendario de la independencia suiza, del
siglo XIV. Ya en una serie de relatos legendarios de los siglos XV y XVI se
incluye la narración de sus gestas, pero es evidente que hay mucho de
imaginario en ellos. Lo más probable es que el personaje se haya inspirado
en algún combatiente (o combatientes) por la independencia suiza no
identificados de principios del siglo XIV, al cual la imaginación popular
habría dotado posteriormente de elementos legendarios.

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