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SAN SALVADOR - Conocemos muy poco a esa gran salvadoreñita, casada con Antonie Saint Exupery, el autor de El
Principito. Algunos apenas han oído hablar de ella, pero se trata de la nacional con más presencia en el gran mundo de
la cultura y la intelectualidad europea. Y lo mejor, nunca olvidó que era de El Salvador, nunca se desligó de Armenia, que
visitó en 1952, 62 y 72. (Muere en 1979, Francia).
Una mujer que se sublevó a los tiempos y a la tradición patriarcal y conservadora. Hija de un general dueño de pequeñas
fincas de café, que se había distinguido reprimiendo a los campesinos que se levantaron en la zona occidental de El
Salvador en 1932, año que se conoce como de la masacre o La Matanza, como lo nomina en su libro sobre El Salvador
un escritor norteamericano, (Thomas Anderson, EDUCA, 1986).Â
Consuelo Suncín, se va de Armenia a los dieciocho años (1919) a estudiar inglés a los Estados Unidos, con una beca
que le consigue su padre. Se Casa con un militar mexicano, aunque según me confesó su sobrina la Dra. Mireille
Escalante, solo era un sencillo agente vendedor de pintura casera.
Tal como dice el abogado salvadoreño, Edgardo Quintanilla, estudioso de la Suncín, residente en EUA: Si la diáspora
de un pueblo fuera religión, Consuelo debe ser una de nuestras sacerdotisas, como lo es ahora Frida Khalo pese a que
esta nunca estuvo en la diáspora.Â
Llega a México con una carta de recomendación para el Ministro de Educación, José Vasconcelos (el creador de la frase
“Por mi raza hablará el espíritu”, de la Universidad Nacional Autónoma de México), este la hace esperar más de dos
horas y la desprecia en la cita, –con todo el respeto que merece el educador y político mexicano-, le dice que una mujer
bonita y joven, además viuda, no necesita empleo, puede ganarse la vida con sus encantos.
Aquí vienen las paradojas: ella insistió y Vasconcelos volvió a recibirla y todo termina en una novela rosa con dejos
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ContraPunto-El Salvador
trágicos: se enamoró locamente de ella. Hablar de la relación entre Consuelo Suncín y José Vasconcelos ameritaría
escribir un libro, sólo hago el enunciado.
Aquí comienza el mito de mujer fatal, un invento de la época que creía en la mujer objeto, aun bajo la luz sabia de un
intelectual como Vasconcelos, encumbrado escritor y Ministro de Educación por antonomasia de la Revolución Mexicana.
¿Qué talentos escondía esta joven de cuerpo pequeño y mirada ensoñadora para "embrujar a los hombres?", se
pregunta el maestro mexicano quien despechado por haberlo abandonado para casarse con el “príncipe de los cronistas”
Gómez Carrillo. Con todo, Vasconcelos declara en sus memorias admiración y amor por la salvadoreña, aunque esa unión
con “el príncipe de los cronistas”, lo atribuye a una vocación puteril de la mujer amada.
En el caso de Europa, la defenestración de la salvadoreña proviene más que todo por ser la extranjera que llegaba de
“no se sabe dónde”. No le perdonaban que la aborigen de sangre indígena ganase el corazón del escritor moderno más
connotado de Francia. Llegó a parecerles un acto de satanismo femenino.
Una novela gótica, en este caso, si no fuera porque Consuelo Suncín fue víctima del prejuicio, de la intolerancia, de la
discriminación. “Casarse con una extranjera era casi como casarse con una judía”, lo peor que le podía pasar a un miembro
de la aristocracia francesa, dice un escritor que estuvo en una celebración organizada por Consuelo para celebrar un
aniversario de la muerte de Antoine Exupery. A la fiesta no llegó ningún intelectual francés, para “castigar” a Consuelo. A
la vez, no perdonaban al autor de El Principito por casarse con “una simiente venida de no se sabe dónde”.
Pero la discriminación no era de los sectores populares, provenía de grandes intelectuales europeos, incluyendo André
Gide que la detesta, “desentona en las veladas literarias de la Nouvelle Revue Francaise” (Alain Vicondelet, prologuista
de “Memorias de la rosa”, libro publicado en el año 2000, veintiún años después de muerta la salvadoreña). Se trata
de un prejuicio anti femenino, racial y anti extranjero, pues como señala Vocindolet, a esas veladas literarias asisten
“mujeres mucho más emancipadas, ricas, intelectuales y de negocios, inclusive libertinas”.
Lo de Gide resulta paradójico pues su marido Exupery le reproche a Consuelo hacer ostentación de sus devociones
religiosas, “se confiesa, asiste a la iglesia” y reza por él cuando va a alguna misión como aviador, (Vicondolet). Consuelo
tuvo una educación en colegio católico de pueblo y si se le atribuyeron condiciones de mujer fatal fue producto del
patriarcalismo y prejuicio de género, porque ninguno de sus detractores le niega su talento y belleza.
Como dice el escritor y empresario guatemalteco Francisco Pérez de Anton: esa Europa insigne que se congratula de
que un Mahler tuvo por esposa a una Alma, grande y civilizada, no puede admitir, en cambio, que un Saint-Exupéry
haya tenido un alma pequeña y salvaje… nativa de otros mundos, la hubieran aceptado como objeto de decoración o
misericordia, mas no como ser inteligente que influyera en un intelectual de la “grandeur” francesa.
Claudia Lars, también de Armenia, con quien fueron amigas desde niñas, reconoce desde edad temprana un talento
inusual en la Suncin, al jugar de pedir deseos al ser mayores. Consuelo Suncín dice que será una reina de un país
lejano (Crónicas de Infancia). Y así, la condesa departió con el Presidente de Argentina Hipólito Irigoyen en Argentina, amiga
de Gabriel D´Ànunzio, de Maeterlinck, frecuentó a Dali, Picasso, Salomón de la Selva y los mismos amigos y familia
aristócrata de los Exupery, pues con la madre del Conde había una relación con la extranjera, si su hijo la amaba, ella la
aceptaba.
Para el europeo medio de la época, hablamos de 1930, era inexplicable que una personalidad intelectual como Saint-
Ex, que podía hacer pareja con cualquier mujer de la nobleza, se fijara en una mujercita que era de estatura pequeña,
que hablaba un francés con acento, un pecado en ese país. Además divorciada y viuda.
Cuando Saint-Ex la conoce en Argentina, está rodeado de bellas admiradoras, sin embargo es flechado de inmediato
por la salvadoreña. Apenas unos minutos de conocerla la invita a volar sobre Buenos Aires, ella se niega porque nunca
ha subido a un avión y le dice que acepta si la acompañan sus amigos. Exupery accede pero sienta a la salvadoreña en
la sección del copiloto. Veamos lo que dice la autora de ”Memorias de la rosa”: Durante el vuelo, Saint-Exupéry apagó el
motor varias veces, haciendo picadas, y se divirtió exigiendo que le diera un beso: "O me besa o nos vamos al agua" y,
seguidamente, la insta a casarse con él: "Amo sus manos. Quiero tenerlas para mi solo...Ya verá como se casa
conmigo". Añade Consuelo: "Estaba tan enfadada que mordía mi pañuelo. ¿Por qué tenía que besar a ese hombre al
que acababa de conocer? Lo consideraba una broma de mal gusto. -¿Es así como consigue que le besen las mujeres? -
le pregunté-. Pues conmigo ese sistema no funciona. Estoy harta de este vuelo. Aterrice, por favor. Acabo de perder a
mi marido y estoy triste". Se refiere a su reciente viudez del guatemalteco Gómez Carrillo.
Pero no todo es negativo, la condesa salvadoreña renace a partir de haberse encontrado en 1999 un original que lleva
el nombre de ”Memorias de la rosa” (2000), donde el mito de un héroe es aclarado dándose a conocer sus debilidades
humanas, sus dramas y actitudes de joven mimado por la madre y sus hermanas, confundió por la admiración que
despertaba en las mujeres. Aunque tarde, los franceses comienzan a “resucitar”, al ángel salvadoreño que acompañó a
su escritor admirado. El ocultamiento que se hizo a la salvadoreña, llegó hasta nosotros, que la conocemos nada más
como mujer amante. Esto terminó para la intelectualidad francesa. El principito no se hubiera escrito sin la influencia
positiva de Consuelo Suncín Sandoval Zeceña.
“Escríbeme, escríbeme, -dijo una semana antes de morir, derribado su avión por los nazis-, que el correo traiga la
primavera a mi corazón…estás en mí como la vegetación sobre la tierra”. “Cuando estoy cerca de las estrellas –por su oficio de
aviador- veo una luz a lo lejos… que me hace señales desde la tierra, y me digo, es mi pequeña Consuelo, y me dirijo a
ese punto de la luz”.
(*) Escritor. Su novela Un día en la Vida, según encuesta realizada en Nueva York, está considerada una de los diez
libros, en lengua española, más importantes del siglo XX. Experto Iberoamericano de Lectura por la Organización de
Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (O.E.I), Madrid, España. Presidente de la Fundación
Innovaciones Educativas Centroamericanas (FIECA). Condecorado por el gobierno del Reino de España con la Orden
del Mérito Civil, Grado de Encomienda.