Las Catacumbas
Las Catacumbas
Las Catacumbas
En aquel tiempo también había cementerios al aire libre en Roma, pero los cristianos,
por diferentes razones, prefirieron los subterráneos. Ante todo, los cristianos rechazaban
la costumbre pagana de la incineración de los cuerpos. Siguiendo el ejemplo de la
sepultura de Jesús, preferían la inhumación, por un sentido de respeto hacia el cuerpo
destinado un día a la resurrección de los muertos.
De acuerdo con la ley romana, que prohibía la sepultura de los difuntos dentro de los muros de
la ciudad, todas las catacumbas están situadas a lo largo de las grandes vías consulares y,
generalmente, en las zonas de los suburbios de aquel tiempo.
2. Historia de las catacumbas
Durante el primer siglo, los cristianos de Roma no tuvieron cementerios propios. Si poseían
terrenos, enterraban en ellos a sus muertos. Si no, recurrían a los cementerios comunes que
usaban también los paganos. Por este motivo, San Pedro fue enterrado en la "necrópolis"
(ciudad de los muertos) de la Colina Vaticana,
abierta a todos; del mismo modo, San Pablo fue
sepultado en una necrópolis de la Vía Ostiense.
Con el edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del
año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente,
construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad y comprar lotes
de tierra sin peligro de que se les confiscasen. Sin embargo, las catacumbas siguieron
funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia
volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires
importantes.
La exploración y el estudio científico de las catacumbas empezaron, siglos más tarde, con
Antonio Bosio (1575-1629), llamado el "Colón de la Roma subterránea". Y en el siglo pasado,
Juan Bautista de Rossi (1822-1894), considerado el fundador y padre de la Arqueología
Cristiana, realizó la exploración sistemática de las catacumbas, especialmente de las de San
Calixto.
Por su colocación en filas superpuestas, las tumbas daban la idea de un gran dormitorio,
llamado cementerio, término de origen griego que significa "lugar de descanso". De este
modo, los cristianos querían afirmar su fe en la resurrección de los cuerpos. Además de los
lóculos, había otras clases de tumbas: el arcosolio, el sarcófago, la forma, el cubículo y la
cripta.
Los cubículos (el término significa "cuartos de dormir") eran pequeñas piezas, verdaderas
tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos. El uso de una tumba de familia no era un
privilegio reservado a los ricos. Los cubículos y los arcosolios estaban con frecuencia
decorados con frescos que tomaban escenas bíblicas y reproducían los temas del Bautismo, la
Eucaristía y la Resurrección, simbolizada con el ciclo de Jonás.
La cripta es una pieza más grande. En tiempos del papa San Dámaso, muchas tumbas de
mártires se transformaron en criptas, es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas
con pinturas, mosaicos y otros tipos de decoración.
Las catacumbas, por la importancia que encierran, reciben hoy la visita de miles de
peregrinos de todas las partes del mundo. Por su precioso patrimonio de pinturas,
inscripciones, esculturas, etc., son consideradas auténticos archivos de la Iglesia
primitiva, que documentan los usos y costumbres, los ritos y la doctrina cristiana como
se entendía, se enseñaba y se practicaba entonces.
Los primeros cristianos no sepultaron
su fe y su vida bajo tierra, sino que
vivieron la vida común del pueblo en la
familia, en la sociedad, en todos los
trabajos, empleos y profesiones. Dieron
testimonio de su fe en todas partes, pero
fue en las catacumbas donde aquellos
heroicos cristianos encontraron la
fuerza y el apoyo para afrontar las
pruebas y las persecuciones, mientras
oraban al Señor e invocaban la
intercesión de los mártires.