Psicoterapias Planificadas, Criterios Que Orientan Nuestra Labor. (Pedro Menedez)
Psicoterapias Planificadas, Criterios Que Orientan Nuestra Labor. (Pedro Menedez)
Psicoterapias Planificadas, Criterios Que Orientan Nuestra Labor. (Pedro Menedez)
AS:
CRITERIOS QUE ORIENTAN NUESTRALABOR
Otro punto, aparte del concepto de consulta, que creo que en alguna medida nos
puede desilusionar pero que es crudamente la realidad, es el siguiente: la vigencia de la
nosografía que nosotros empleamos. ¿Por qué triunfó Kräpelin y no Freud en la
nosografía? ¿Por qué todo el mundo, no sólo en la psiquiatría forense, sino en el léxico
habitual sabe que hay enfermedades psicosomáticas, neurosis, psicosis, perversiones,
hay delirios crónicos? En psicoanálisis y en psicología en general se dio un fenómeno
que en otras disciplinas se dio en forma mucho más paulatina. Por ejemplo, en biología
desde el gran clasificador que fue Linneo, al gran ordenador y que dio una
comprensión integral de la disciplina, que fue Darwin, transcurrieron cincuenta años.
la Otro criterio que quería referir, es que nosotros concebimos una jerarquía que
tiene como punto de partida clínica, luego la teoría y por último la técnica. Lo que se
observa regularmente es que, a priori, se instaura un modelo teórico, y se trata de
constatar todo lo observable a ese presupuesto. O bien se instaura una modalidad de
asistencia independientemente de las condiciones singulares de la situación clínica en
curso. Quiere decir que se tratan de la misma manera, con el mismo plan, todas las
situaciones planteadas. En realidad, nuestra disciplina que fue la última en
diferenciarse de la filosofía, tiene trasladado a su seno lo que ha sido una discrepancia
secular dentro de la filosofía en el campo específico de la gnoseología que es el
procesamiento de la experiencia, esto es: qué validación se le da al observable.
Siguiendo la metáfora que emplea Platón en el diálogo del Timeo, ¿la realidad son las
sombras que están en el fondo de la caverna proyectadas, o la luz que está fuera de la
caverna? En nuestro caso el fenómeno, que en griego quiere decir "lo que aparece", el
motivo de consulta, ¿es genuinamente la enfermedad, o la enfermedad es algo que se
manifiesta a través de esos epifenómenos? Dicho de otra manera, la atenuación o el
borramiento del motivo de consulta, de lo que aparece de los fenómenos, ¿asegura la
curación? O bien esta se logra por vía indirecta, esto es remitiéndose a otra realidad no
accesible directamente por la empiria, inferible, y por vía indirecta operable. Esto da
lugar a las dos perspectivas señeras dentro de nuestro ámbito, que son la perspectiva
fenomenológica, tributaria de la cual es también toda la perspectiva
psicofarmacológica, toda la terapia de continencia o de soporte, y por otro lado toda la
terapia del insight que concibe una realidad, en el caso de la metáfora platónica, la luz fuera
de la caverna, no accesible directamente. Estas dos perspectivas son clínicas ("cliné"
quiere decir cama) es decir son de estar al lado del paciente y examinar lo que le pasa.
Nuestra disciplina es primordialmente empírica, otra cosa es que luego uno trate de
hacer inferencias y de teorizar, pero es práctica, por eso además se aprende con la
experiencia, y por eso además es inductiva, es decir, se parte de la observación de muchos
casos singulares para establecer no leyes, sino criterios de carácter general. La jerarquía,
reitero, es que hay una situación clínica y diversas modalidades o aproximaciones
teóricas, y no a la inversa, una teoría a la cual se deba subordinar toda la experiencia. En
general, lo que se observa en ateneos o en comentarios es que nada queda por resolver, está
todo explicado. Así, cada observación que hace este supuesto clínico, es una confirmación,
una constatación del modelo teórico. Por otro lado, desde el punto de vista técnico la
aplicación a ciegas, apriorística, de un modelo técnico cuando más es un esfuerzo
loable unilateral, de alguien que ha establecido una forma de trabajo pero no una
planificación acordada. En relación a esto quiero referir que para nosotros la situación
clínica es singular, es única, tiene analogía con otras, es equiparable; por algo es que
nos remitimos al diagnóstico, porque hay un perfil, porque hay cierta regularidad de
aparición. Pero las dificultades y las potencialidades en cada situación son patrimonio
exclusivo de esa. Que está determinada por la concurrencia de las aptitudes del
terapeuta y el aporte del consultante, que cualquier perspectiva teórica no la abarca en su
totalidad ni la agota. Por eso mismo es que no hay leyes inexorables, esto es, no hay
determinaciones seguras, es probabilística la inferencia que uno hace.
Esto intenta examinar el alcance de los principios postulados, cosa que en nuestra
disciplina muchas veces no se tiene en cuenta. Dado que es relativamente reciente, tanto
la verificación de lo propuesto como la ampliación de lo establecido, el
demarcamiento de los límites y el examen de los alcances de lo postulado es algo que
muchas veces no se hace, y se da como hallazgo algo que necesariamente se sigue de lo que
se había planeado.
Lo que uno supone inconciente a develar no debe tener las características que
luego tuvo la metapsicología en Freud de libre desplazamiento y condensación, sino que
debe tener las características que tuvo en la época de la terapia de los complejos, esto es,
discreta, no un continuo, no algo homogéneo, sino con ámbitos de prevalencia de las
representaciones y prevalencia de los representantes afectivos que vinculen esas
representaciones. El complejo de Edipo y la angustia de castración dan un marco general a
las operaciones inconcientes en el proceso neurótico, sin modelizar sobre el proceso
terapéutico. Supone también desde el punto de vista teórico un modelo evolutivo del
aparato mental. Sea evolutivo por agregación en el sentido cuantitativo de adquisición
incrementada de diversas funciones, o sea evolutivo desde el punto de vista de un salto
cualitativo como a la manera de los niveles de integración, de niveles evolutivos. También
desde el punto de vista teórico suponer un proceso planificable implica de alguna
manera tener en cuenta el tiempo físico, el tiempo físico como variable aunque no
pueda acotarse, porque planificar es ejercitar una labor durante un lapso, lo cual no quiere
decir que sea previsible ese lapso. Al planificar se establece un correlato implícito o explícito
entre el desarrollo del proceso terapéutico y el tiempo real de tratamiento. Por otro
lado, planificar limita la aplicación de conceptos universales, es decir que implica
adecuar modelos teóricos a una determinada situación. Universalizar es
homogeneizar, si nosotros partimos de que la situación clínica es singular y es primordial,
todos los objetos teóricos quedan subordinados a su posibilidad más adecuada de
aplicación o no. Quiere decir que cada uno se valdrá con la teoría que en cada situación
crea más pertinente o con el aspecto de esa teoría que crea más adecuado. En mi
experiencia, es decir, en la personal y en lo que yo observo en otros colegas, habitualmente
uno opta por la teoría que está vinculada con lo que ha sido su tratamiento personal, las
más de las veces esto ocurre así. En segundo lugar opta por aquello que cree que sabe más,
que cree que de esa manera entiende mejor, y por último por aquella disciplina teórica o
por aquel punto de vista teórico cuya concepción del sujeto y de la persona desde el
punto de vista filosófico e ideológico al que es más afín, a lo que uno tiene por bueno
desde el punto de vista filosófico e ideológico. Planificar implica optar entre más de una
línea teórica o entre más de una teoría. Además, implica postular diversidad de mecanismos
de cambio o, por lo menos, la concurrencia de más de un factor de cambio. Por otro lado,
si se supone que hay una eficacia dirigida, esto es que la gestión o la actividad del
terapeuta obra, jerarquiza los factores externos y, en este sentido, requiere un modelo
intrapsíquico abierto. En alusión a esto creo que todavía está por describirse más
minuciosamente la secuencia del proceso terapéutico que dé cuenta de aquello que en
teoría se llama beneficio secundario, pero que para nada es secundario desde el punto
de vista clínico. Freud denominó beneficio secundario a la organización que la
enfermedad impone al
conjunto de relaciones externas con los objetos, denominando beneficio primario, en
cambio, a la satisfacción de la descarga, es decir, a la tramitación de la descarga. Esto en
teoría, pero en clínica lo que uno observa es que el beneficio secundario
frecuentemente es el hueso más duro de roer en el curso del proceso terapéutico.
Entre hacer conciente lo inconciente y el cambio de la función o una alteración
caracterológica o de la conducta se reclama de un tiempo, en realidad, este tiempo no es
solamente una cuestión elaborativa translaborativa, como habitualmente se dice, sino
que es posibilitar el ejercicio de esa adquisición merced a un cambio en el afuera. Porque
la neurosis se organiza y sustenta afuera, nosotros tenemos una teoría
endopsíquica y sujetocéntrica, la neurosis es relacional y se construye en las
relaciones. Poder resolver el conflicto de forma intrapsíquica no asegura el cambio
psicológico, falta todavía ocupar el ámbito externo que es dar un curso distinto a estas
relaciones. Así, desde el punto de vista clínico, el beneficio secundario requiere con
frecuencia del proceso terapéutico mucho más tratamiento que la resolución del
conflicto en cuanto a su intelección y hallazgo intrapsíquico. Por último, desde el punto de
vista teórico, la planificación exige una conceptualización del objeto y de la relación con éste
y no solamente del sujeto.
COMENTARIOS
Coordinador: Vamos a abrir un poco el diálogo con respecto a estas cuestiones que
ha planteado Pedro, y como hay una serie de cuestiones, yo creo que el diálogo
puede empezar por cualquiera de ellas, es decir, se puede usar como disparador
cualquiera de los asuntos que son varios.
Dr. Menéndez: En realidad, lo que yo he referido tiene dos desarrollos: uno, una
caracterización acerca de nuestra actividad, y otro, una serie de corolarios obligados
y de consecuencias de organizar nuestra actividad en determinada forma, es decir,
planificando una serie de recursos. Algunas cuestiones, tal vez, parecen obvias; tratan de
señalar lo que es nuestro quehacer regular. Por ejemplo, yo he recibido hace un mes atrás
un paciente en consulta, a quien al cabo de la primera entrevista le pareció
notablemente asombroso que le respondiera acerca de qué me parecía a mí lo que le estaba
ocurriendo y qué perspectivas tendría él de corregir algo de lo que había planteado, y siendo
que esta persona es alguien que es un médico psiquiatra, es decir alguien que se dedica a
nuestra misma actividad, yo le pregunté por qué a él le parecía esto tan raro, a una
persona con cierta formación dentro de nuestra especialidad. Existía el antecedente
que él tenía una experiencia anterior de tratamiento donde habitualmente no había
obtenido ningún tipo de respuesta.
Lo que uno observa es que se tiende a concebir la actitud del paciente como
alguien que, luego de la consulta es alguien que sabotea permanentemente la
posibilidad de la relación; esto es que el terapeuta, y por eso es caricaturizado de esa
forma, está muy atado a su lugar, muy cauteloso de ser objeto de alguna distorsión de lo
que está planteando, y muy prevenido a que cualquier mentira del paciente sea una forma
distractiva, aberrante o en todo caso perversa de establecer ese vínculo. A mi criterio esto
obedece a que supone una relación inicialmente hostil del sujeto con su medio. Las
teorías psicológicas con las que nosotros contamos suponen una situación de hostilidad y
de tensión entre el medio ambiente y el sujeto. Recuerden esa diferencia de
potencial a la que aludía Freud en una época, y en general, todos los desarrollos
prevalentemente kleinianos, donde la primera actividad que hace el yo es sacarse de
encima lo malo, y luego vivir perseguido por la retaliación. Más allá de la crítica que uno
pueda hacer desde el punto de vista filosófico a esta concepción del sujeto, desde el
punto de vista clínico esto no da cuenta de la actitud que un sujeto puede tener para el
abordaje terapéutico, de la colaboración, del sostenimiento de la tarea, de la aptitud
evolutiva que tiene todo ser humano en el curso de su vida; inclusive no da cuenta de
los factores de cambio que operan en el curso del proceso terapéutico. A mí esto me
llamó especialmente la atención, porque la persona que
consultaba era alguien de nuestra actividad y además con bastante experiencia, y él se
mostró notablemente asombrado de que yo le respondiera. Después se carga a la
transferencia lo que es un defecto de técnica, es decir, la frustración, la abstinencia,
retornan en la relación terapéutica como hostilidad en el vínculo, y se supone que eso es un
indicio de la regresión y que claro, es que estamos llegando a un nivel un poco más
profundo, y que ahora se ve la verdadera cara o la verdadera esencia del conflicto.
Otra cuestión que también se observa es como lo que una teoría dentro del
psicoanálisis postula en términos del desarrollo del aparato mental, lo traslada luego al
desarrollo del proceso terapéutico. Aquéllos que suponen que hay un aparato mental
funcionando al nacer, suponen que existe la posibilidad de interpretar y de intervenir
desde el inicio del proceso terapéutico. Aquéllos, en cambio, que suponen que se
requiere un ámbito y un tiempo de organización de este aparato mental para luego
establecer relaciones objetales, esperan un tiempo de desarrollo de la transferencia y de
recolección de la transferencia, de instauración de la neurosis de transferencia, y luego
suponen apto al paciente para el inicio del proceso terapéutico en forma
interpretativa regularmente. Ejemplo clásico de esto son los kleinianos que suponen un yo
funcionando al nacer con capacidad de fantasía y con discriminación con el objeto, sin
una etapa narcisística previa y que interpretan desde el inicio del proceso terapéutico; en
cambio, los analistas más ligados a la corriente freudiana ortodoxa, Anna Freud,
suponen una etapa de recolección de la transferencia correlativa con esta etapa de
organización narcisista y después la posibilidad de instauración de un vínculo.