Intervencion Urbana
Intervencion Urbana
Intervencion Urbana
1. ¿Qué son?
3. Tipos de intervenciones
a) Acciones ciudadanas:
c) Transformaciones en el diseño:
3.1 Parklets
3.5. Paraderos
Las ciclovías piloto son rutas ciclistas físicamente segregadas con infraestructura
provisional ligera, movible y temporal. Tienen por objetivo ensayar, con usuarios
reales, los comportamientos en la vía; identificar los principales problemas
relacionados con los desplazamientos, la seguridad y la configuración de la
ciclovía, y conocer los posibles efectos de una futura infraestructura permanente
en la dinámica del tráfico y en la zona de influencia.
Los huertos urbanos son espacios creados dentro de las ciudades para la
producción de alimentos. Sus dimensiones varían, pero pueden crearse en
espacios relativamente pequeños. Si bien las azoteas y los jardines dentro del
hogar son una buena opción para implementarlos, los espacios públicos, como
los parques, también ofrecen una oportunidad para desarrollarlos con
participación de la comunidad.
3.9. Picnics
¿Por qué no volver nuestras calles más coloridas y alegres? ¿Por qué no
expresar nuestros sentimientos, pensamientos y posturas políticas a partir de la
transformación de nuestro entorno? Una gran variedad de intervenciones
urbanas responde a estas preguntas, usando el arte como medio para
expresarse. Entre ellas destacan los murales, las esculturas y el uso de tejidos
para adornar elementos del espacio urbano (llamado yarn bombing en el habla
inglesa).
Douglas Farr.
La movilidad urbana sostenible debe ser una apuesta estratégica clave para el
siglo XXI y en consecuencia ayudará a mejorar la calidad de vida de los
residentes. Teniendo en cuenta estos aspectos es necesario encontrar
soluciones que satisfagan las necesidades de las personas desplazadas en las
zonas urbanas (ajustar la oferta a la demanda de transporte), y fomentar y
fortalecer los vínculos sin problemas entre los diferentes modos de transporte
(peatonal, ciclístico, el transporte público y el transporte privado).
La tasa de crecimiento urbano exponencial del parque automotor en la segunda
mitad del siglo XX, asociado con la creciente urbanización de la población
europea y el crecimiento urbano difuso y fragmentado los grandes centros
urbanos, han dado como resultado el desarrollo de una movilidad cada vez más
dependiente del automóvil (CE/UE, 2007).
Lejos de ser excluyentes, las dos maneras de hacer ciudad (una desde arriba y
otra desde abajo) se combinan en lo cotidiano. Es así que la mezcla de ambas
una vista como “formal” y la otra como “informal” ha dado lugar a las
configuraciones urbanas que hoy tenemos en las ciudades latinoamericanas. Y
aunque es posible encontrar en ambas formas elementos útiles para imaginar un
futuro diferente y mejor de lo urbano, lo cierto es que muchas de sus prácticas
han golpeado duramente al espacio público, deteriorándolo, reduciéndolo, e
incluso, eliminándolo.
De la primera forma de hacer ciudad, tenemos principalmente el sacrificio de la
ciudad para los peatones en favor de la ciudad para los vehículos. Por
consiguiente, se canalizan los recursos públicos hacia grandes proyectos viales
en favor de los automotores privados, por sobre aquellos orientados al encuentro
de los habitantes, la caminata y el uso de los modos de transporte más
accesibles y sostenibles, como la bicicleta y el transporte público. De la segunda
forma de hacer ciudad, tenemos la apropiación ilegal del espacio de la
colectividad, convertido comúnmente en propiedad privada, obedeciendo a
intereses particulares en desmedro de los intereses de la comunidad. Ahora bien,
en cada ciudad latinoamericana, esta situación se plasma en realidades muy
particulares, coherentes con la cultura local. A continuación, veremos algunos
aspectos comunes en diversas ciudades latinoamericanas que dan cuenta de la
crisis de los espacios públicos.
Es habitual que tanto los gobiernos locales que administran ciudades como
aquellos que administran jurisdicciones de menor escala den prioridad a
proyectos orientados a los vehículos motorizados, en especial al automóvil
particular, por sobre aquellos dirigidos a los peatones y usuarios de medios de
transporte no motorizado. Por consiguiente, abundan propuestas y obras de
pavimentación de pistas, ensanchamientos de vías, estacionamientos para
automóviles, pasos a desnivel, vías elevadas (como los viaductos y segundos
pisos), puentes, túneles y vías expresas. En otras palabras, vías y más vías. En
contraposición, son escasos los programas o proyectos para mejorar la
accesibilidad peatonal y ciclista, crear parques, plazas, alamedas, paseos
peatonales, rutas para ciclistas y estacionamientos para bicicletas. Para tener
una idea de este desbalance, en el año 2013, mientras que la red vial de Lima
orientada a los vehículos motorizados tenía una extensión de aproximadamente
7 000 kilómetros, la red de vías orientadas a los usuarios de bicicletas superaba
ligeramente los 100 kilómetros. Visto de otra manera, por cada kilómetro
orientado al uso de la bicicleta, había 70 kilómetros orientados a vehículos
motorizados.
En muchas ciudades en donde los espacios públicos son escasos, en los pocos
lugares orientados a los peatones, como parques y plazas, la vegetación es
colocada como un elemento ornamental, priorizando la apreciación estética por
sobre el uso de los espacios. Es así que pisar el pasto o sentarse sobre él es
casi un delito, lo que se suele advertir con carteles: “Prohibido pisar el césped” o
“Prohibido jugar pelota”. Para muchos, se trata de un atentado a los “buenos
modales” que deben ser mostrados en el espacio público. Por lo que hacer un
picnic, reunirse para conversar, jugar, bailar o hacer ejercicios en las áreas
verdes son actividades prohibidas.
Pero la censura no queda ahí. Además de rechazarse un gran abanico de
actividades, a ciertos grupos se les niega el poder manifestarse en público. Tal
es el caso de las personas cuyos géneros, orientación sexual, comportamientos
y/o costumbres no encajan con lo esperado por ciertas personas y/o grupos
sociales con peso significativo en las decisiones colectivas sobre aquello que
debe y no debe ser permitido en los espacios públicos. Muchas veces estas
personas son agredidas en los espacios públicos y expulsadas de estos. La
discriminación y exclusión de ciertos grupos también puede ocurrir por su lugar
de procedencia o apariencia física. No es extraño escuchar a vecinos de los
barrios más acomodados de una ciudad protestando públicamente porque gente
de otras partes llegan a sus barrios para reproducir sus malas costumbres.
Dependiendo de cada ciudad, la discriminación se extiende a un universo amplio
de personas que puede incluir a niños, trabajadores domésticos, ciclistas,
mujeres, entre tantos otros grupos.
La desigualdad en el acceso, el uso, la distribución y la calidad de los espacios
públicos es un asunto común en las ciudades de América Latina. De esta
manera, es habitual la concentración de más y mejores espacios públicos en las
zonas de mayores ingresos frente a los lugares urbanos más marginados, como
sucede en Ciudad de México (Ramírez, 2015). La prioridad de los coches frente
a los peatones es otra manifestación de la desigual distribución del espacio
público, situación cotidiana en la ciudad de Lima, Perú (Vega Centeno, 2017).
De otro lado, las mujeres no se hallan en la misma posición que los hombres
para acceder al espacio público en las ciudades de América Latina; estos últimos
no solamente dominan la definición de los usos cotidianos, sino que, además,
ponen en situación de inseguridad constante a las primeras, como tiene lugar en
la ciudad de Barranquilla, Colombia (Gómez, 2005). Otros grupos, sin necesidad
de ser explícitamente excluidos a través de anuncios o frases ofensivas, son
privados de gozar de los espacios de la ciudad debido a que el diseño de los
mismos los excluye. Tal es el caso de los niños, los adultos mayores y las
personas con movilidad reducida. El diseño de los espacios no toma en cuenta
medidas de accesibilidad universal, ni tampoco involucra a los futuros usuarios
en el proceso para definir sus características físicas y funcionales. Estos usuarios
ni son entendidos por quienes diseñan ni son participantes del proceso. Pero los
problemas de diseño urbano no solamente giran en torno al desconocimiento de
las características de los usuarios, sino que se relacionan con el uso inadecuado
de materiales y elementos naturales, así como con la arbitrariedad de sus formas
y gustos.
Debido a los cambios de uso del suelo (por ejemplo, si una zona pasa de ser
comercial a residencial) y a la natural evolución de la ciudad, en ocasiones
ciertos espacios quedan en desuso, sean de dominio público o privado. En otras
ocasiones, se identifican zonas baldías, en especial en las partes de
urbanización más reciente. Estos espacios suelen ser vistos como un activo que
puede ser entregado al privado para que desarrolle viviendas, oficinas, centros
comerciales u otros equipamientos que distan mucho de ser espacios de libre
acceso y uso para los habitantes de la ciudad. De esta forma, se pierden o
desperdician oportunidades para crear espacios públicos de los que muchas
ciudades carecen.
Las últimas dos décadas han mostrado cómo los habitantes de las ciudades
latinoamericanas han ido encontrando en los centros comerciales una especie
de sustituto de los espacios públicos. No ocurre porque estos últimos no sean
atractivos, sino porque son escasos y muchos carecen de lo que la gente busca:
distracción, oferta de actividades, seguridad, entre otras cualidades de un buen
espacio público. Aunque vistas con cierto recelo, varias prácticas cotidianas
demuestran la capacidad de la gente para crear formas alternativas de espacio
público en la ciudad. Las piscinas en las calles, y las fiestas y carnavales en el
barrio son tan solo una manifestación de la gran necesidad de contar con más y
mejores espacios para el encuentro de la comunidad. Hasta cierto punto, varias
de estas costumbres presentes en ciudades latinoamericanas son las
actualmente buscadas por los grupos de ciudadanos en ciudades
norteamericanas y de la Europa moderna, poco a poco más preocupados por
activar sus barrios y mejorar la calidad de la vida pública. Afortunadamente, ya
sea en respuesta a esta demanda o como imitación de lo que acontece en otros
lugares, algunos gobiernos locales comienzan a intervenir las vías, calles y
plazas de la ciudad para colocar rutas para ciclistas y estacionamientos para
bicicletas, aumentar la vegetación, incluir juegos para niños en los parques,
organizar actividades dirigidas a los adultos mayores, así como maratones, ferias
de productos agrícolas y cine al aire libre. Esto hace ver que el panorama está
cambiando y que es posible crear una mejor ciudad a través de intervenciones
concretas en el espacio urbano.
Accesibilidad universal