TF Persona y Cerebro Trad
TF Persona y Cerebro Trad
TF Persona y Cerebro Trad
Thomas Fuchs2
“Ellos”, sus alegrías y tristezas, sus recuerdos, sus metas, el sentido para la
su propia identidad y libertad de voluntad –para todo ello, se trata en realidad solo
del comportamiento de un montón de células nerviosas y sus moléculas
correspondientes. Como en Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll,
podría haber sido quizá dicho algo como esto: “Ellos son nada más que un montón
de neuronas” (Crick 1994: 17).
1
FUCHS, Thomas 2013 „Person und Gehirn“. En BARTRAM, C. R., BOBBERT, M., DÖLLING, D.,
FUCHS, T. SCHWARZKOPF, G., TANNER, K. (editores). Der (un)durchsuchtige Mensch. Wie weit
reicht der Blick in die Person?. Heidelberg: Winter, pp. 33-45. Traducción de Juan Francisco Osores
Pinillos.
2 Thomas Fuchs (1958) es Ph. D. en Filosofía y M. D. en Historia de la Medicina. Es profesor en la
3
„This simple fact makes it clear that you are your brain. The neurons interconnecting in its vast network,
discharging in certain patterns modulated by certain chemicals, controlled by thousands of feedback net-
works--that is you. And in order to be you, all of those systems have to work properly“ (Gazzaniga 2005,
31).
4
Locke definiert in seinem Essay Concerning Human Understanding (1694) die Person als “a thinking
intelligent Being, that has reason and reflection, and can consider it self as it self, the same thinking thing,
in different times and places” (Locke 1979, § 9, S. 335). Personale Identität besteht folglich in der Konti-
nuität von Gedächtnis und Selbstbewusstsein, nämlich in “…the sameness of a rational Being: and as far
puedo acordarme de mis estados previos y estos se me atribuyen; de otra
manera, mi identidad no sería nada. Esta psicologización de la conciencia
significó un abandono fundamental de la posición cristiana y aristotélica,
según la cual las personas estaban vivas y equipadas en su esencia con un
cuerpo físico. Que el cerebro progresivamente tomó el lugar de la memoria
y de la consciencia implicó una reinterpretación de Locke, y una reducción
de la personalidad en el cerebro (Vidal 2011). Actualmente, autores como
Derek Parfit (1984), Peter Singer (1979) y otros filósofos analíticos (vgl.
Siep 1983) defienden un concepto de la persona sujeto a la racionalidad y al
reconocimiento de uno mismo. Bajo esta suposición se pone, sobre todo, en
cuestión, por ejemplo, la identidad de la persona en casos de la enfermedad
de demencia, pues no es capaz de recordar sus estados pasados e, incluso, a
veces, una persona puede no acordarse de su propio nombre. En
consecuencia, propone el filósofo estadounidense Jeff McMahan que las
personas con la demencia desarrollada sean vistos como “pospersonas”
(McMahan 2003: 46, 55).
a) Subjetividad e intencionalidad
¿Encontramos a la persona en el cerebro? – Empecemos con la famosa
comparación que hace Leibniz en su “Monadología”:
as this consciousness can be extended backwards to any past Action or thought, so far reaches the identity
of that person” (ebd.).
“Piénsese en una máquina cuyo equipo estuviera en una condición tal, que
pudiera pensar, sentir y percibir, se la podrá concebir de gran tamaño,
conservando las mismas proporciones, hasta poder entrar en ella como en
un molino. [Hecho esto], sólo se hallará visitándola, las diversas piezas que
se posarán unas sobre otras, pero nada que explique una percepción”
(Monadología 1889, 13).
Esto siempre ha sido así: Quien investiga el cerebro va a encontrar células
nerviosas y procesos electroquímicos, pero nunca encontrará miedo o dolor,
sensaciones o pensamientos – tampoco encontrará una persona, claro está.
Esto es porque ni las neuronas ni los centros cerebrales ni el cerebro mismo
son los sujetos de una experiencia. La corteza visual es sin duda necesaria
para la visión, pero ella misma no ve nada puramente, pues ver, percibir,
sentir son tareas del estar vivo. Un investigador del cerebro podría
argumente que al menos la conciencia sí está sin duda localizada en el
cerebro. Pero incluso esta afirmación aparentemente correcta no tiene
sentido. La experiencia consciente no es en absoluto algo que pueda ser
localizado y que pueda señalar – como una piedra o una manzana, pues se
pasa continuamente a hablar de eso que no es. La conciencia significa una
continua toma de referencia a hacia algo, un percibir de…, un hablar con…,
un acordarse de…, un desear que… - en corto: es un proceso dirigido que
abre un mundo. Esta relación intencional entre sujeto y mundo no se cosifica
ni queda limitada simplemente al cráneo. “¿Dónde está entonces la
conciencia, la percepción, el pensamiento?” – quien así pregunta es quien ha
perdido frente a un error categórico. La pregunta, relacionada al espacio
físico, ha sido simplemente mal formulada – tal como lo demostró la
comparación de Leibniz.
Una segunda objeción básica: ¿Se puede objetivar la experiencia subjetiva?
¿Puede ser descrita en términos, por ejemplo, neurobiológicos? – El filósofo
estadounidense Thomas Nagel (1974) ha demostrado que cada experiencia
subjetiva está tan relacionada a una perspectiva centrada que nunca más
puede ser reconstruida en forma de una descripción objetiva y física. ¿Cómo
se siente tener tales dolores o experimentar tales miedos? ¿Puedo describir,
sin perder detalles, las circunstancias en las que me encuentro cuando siento
dolores como cierto patrón de actividad neuronal? No, pues la reformulación
misma “Thomas Fuchs siente dolores ahora” no pone de manifiesto el hecho
de que ese es mi dolor y que yo mismo soy quien de este sufre.5 Aun cuando
5
Dies hat Hermann Schmitz ausführlich gezeigt, dessen grundlegender Analyse subjektiver Tatsachen
bzw. Sachverhalte ich hier folge: „Ein Sachverhalt … ist subjektiv, wenn höchstens einer, und zwar nur
im eigenen Namen, ihn aussagen kann, während die Anderen zwar mit eindeutiger Kennzeichnung dar-
über sprechen, aber nie und nimmer das Gemeinte aussagen können (Schmitz 1995, 6).
esta afirmación de una perspectiva surgida por una tercera persona fuera
verdad y fidedigna (quizá sobre el fundamento de una observación
simultánea de mis procesos mentales), le falta el rasgo decisivo de la
subjetividad, es decir, que yo mismo soy ese Thomas Fuchs del cual fue
hecha esta afirmación. En principio, esto valdría como una descripción
exacta de todos los procesos físicos en el cerebro de Thomas Fuchs – en
ningún lugar dentro de ahí podríamos encontrar el perjurio de tal dolor. Entre
estas dos afirmaciones hay un salto ontológico: la realidad de mi dolor es de
un tipo fundamentalmente distinto al de la realidad de los hechos fisiológicos
objetivos – y en cierto sentido incluso es aquel “más real” que este.6
b) Corporalidad
6
Subjektive Tatsachen sind sozusagen in höherem Maß als objektive Tatsachen tatsächlich; sie haben die
Lebendigkeit des blutvoll und dringlich Wirklichen, während die bloß objektive, allein durch objektive
Tatsachen konstituierte Welt so etwas wie ein Präparat ist, abgeblasst und zurechtgemacht für Er-
zählungen in der dritten grammatischen Person …“ (Schmitz 1995, 7).
adaptados al entorno sin que yo tenga en cierto modo que manejarlos desde
afuera.
De hecho, las disposiciones neuronales adquiridas y, con esto, el patrón de
los probables procesos de movimiento en la corteza motora son necesarios.
Pero estos no “conducen” o “determinan” a mis miembros, como si fueran
estos meros órganos ejecutivos. Más bien, las redes neuronales están
integradas, por su parte, en una relación circular permanente de (1)
movimiento propio, (2) retroactividad y resistencia al entorno y (3) una
percepción kinestésica, táctil y visual. El cuerpo, con sus movimientos
experimentados, con sus sensores y con sus efectores, es el verdadero
“jugador en la cancha”, mientras que el cerebro funge más como un
mediador que proporciona interacciones retroactivas que, consecutivamente,
modifica. El cerebro es solo un órgano del movimiento: Yo bailo y me
muevo como un ser vivo y corpóreo, mediante mi cerebro – pero no pongo
en funcionamiento a mis miembros desde este.
Por esta razón, mi corporalidad caracteriza también fundamentalmente el
modo personal por el cual estoy en el mundo. Encontrarme como este cuerpo,
tener este aspecto y constitución, niño o adulto, hombre o mujer, pequeño o
grande, estar sano o discapacitado, es el punto de partida fundamental e
inevitable de cualquier experiencia personal y con el mundo. El desarrollo
individual no repercute solo en un carácter o una estructura de la
personalidad “interna”. El cuerpo es más que el portador y la expresión de la
biografía individual; tiene su propia historia que además se encuentra en
registrada en la memoria del cuerpo. Desde el nacimiento se sedimentan las
experiencias que el niño adquiere con el resto de personas y cosas como
maneras de actuar, habilidades y convenciones sociales en su memoria
corporal (Fuchs 2008: S. 37ff.). Esta memoria inconsciente y eficaz
constituye la manera personal con la cual uno vive en el mundo y se relaciona
con otros. Así, el cuerpo no es una funda detrás de la cual la persona se
esconde y solo da avisos simbólicos de ella misma. Mejor dicho, sus
actitudes, maneras de comportarse y costumbres son siempre a la vez
comportamientos, patrones de movimiento y disposiciones de su cuerpo –
hasta en estilo característico de su forma de andar, de sus gestos y de su
mímica, su articulación y su prosodia. Nosotros reconocemos a alguien por
sus actitudes y su comportamiento. Su corporalidad es una parte de su
personalidad y de su identidad. No solo las propiedades “internas”, psíquicas
y mentales constituyen a la persona, sino también lo hace el cuerpo
individual y característico.
Las personas corpóreas estamos también para las otras. Nosotros no
percibimos al otro como un cuerpo puramente cosificado, de cuyos
movimientos externos nosotros deducimos por analogía que tiene algún tipo
de “habitante” en el cerebro como en una cápsula. El cuerpo se vuelve así
más bien una apariencia viva de la persona, en este se representa la persona
y se nos personifica. Con la vista de mis ojos, puedo ver directamente al otro
mismo; con coger su mano en el saludo, le doy a él la mano y en sus palabras
puedo percibirlo. Si la persona estuviera en cualquier sitio dentro del cuerpo,
entonces solo veríamos miradas vacías y, en vez de palabras, solo
escucharíamos tonos en los que nadie se expresaría y en los que solo
podríamos interpretar señales impenetrables del fuero interno del cuerpo. Las
personas son, no obstante, son el fenómeno original (Ur-Phänomen): eso que
se muestra es lo que está presente en la apariencia misma.
c) Interpersonalidad
7
Platon, Sophistes 263 E.
8
Vgl. zum „Selbstmodul“ etwa Blakeslee 1996, zum „Selbstmodell“ Metzinger 1999. Die inhärenten
Grenzen der Modellierung von Selbstbewusstsein durch die Hirnforschung thematisiert Lindemann
(2007, S. 407ff.).
La crítica hecha hasta ahora al sujeto cerebral ha resultado en una así llamada
conclusión equivocada (mereológica), esto es, en un error categorial de la
identificación de una parte con el todo, en este caso, pues, del cerebro con la
persona (Bennett y Hacker 2003). ¿Pero qué es lo que vemos en las imágenes
coloridas del cerebro? ¿No representan, al menos, los correlatos materiales
de nuestros estados mentales? ¿Podemos nosotros, cuando la persona no
puede, equiparar así sus vivencias conscientes con procesos mentales?
Aquello que en las imágenes aparece realmente y aquello que pasa ahí en el
cerebro requieren una cuidadosa interpretación. De aquí que las fotografías
se den en los momentos de labor y que la relación de los procesos de la
conciencia con el contexto exterior se mantenga oculta en el curso temporal.
Estos aspectos – relacionalidad, intencionalidad y temporalidad – son rasgos
esenciales, pues, de la conciencia. Si se juntan todas estas limitaciones
metódicas, entonces los datos ligados a las actividades del metabolismo del
cerebro hasta cierto punto pueden mostrar su especialización funcional, pero
no pueden ya producir indicadores para procesos psíquicos. Dicho
ilustrativamente: Solo se puede ver el humo, no el fuego.
b) Holismo de la conciencia
c) Estimulación y localización
11
Vgl. Penfield u. Perot 1963. - Die Operationen dienten der Entfernung von Anfallsherden bei Patienten
mit therapieresistenten Epilepsien. Da das Gehirn schmerzunempfindlich ist, konnten die Patienten bei
Bewusstsein bleiben und während der Operation mit dem Chirurgen kommunizieren. Die Reizung er-
folgte mit feinen Elektroden, um die relevanten Gehirnareale zu identifizieren und so möglichst schonend
zu operieren.
condición suficiente para la existencia es siempre un hecho general o
sistémico, mas no solamente uno local y neuronal.
Pensar y sentir solo lo puede hacer un humano vivo. En las últimas dos
décadas, también, se ha desarrollado una corriente de oposición que acerca
estas relaciones a un primer plano, la “neurociencia corporal” o “embodied
cognitive neuroscience” (Varela eta al 1992, Clarke 1997, Thompson 2007).
Esta observa a la subjetividad como corpórea en el organismo en su conjunto
y como integrada en su conjunto. La conciencia no está en el cerebro, sino
que se extiende sobre todo el cuerpo sensorial y hasta el ambiente externo
relevante para nosotros.
¿Cómo podemos, entonces, representarnos esto? El fundamento de la
conciencia consiste en dos relaciones de cambio continuas, a saber, (a) la de
cerebro y cuerpo, y (b) la de cerebro, cuerpo y ambiente.
(a) Toda la experiencia consciente se basa en la interacción del cerebro
con el organismo restante, en las reacciones de los miembros,
músculos, entrañas y no, pues, en el ambiente bioquímico de sangre y
líquido cefalorraquídeo que fluye por el cerebro. Las reacciones de
todos estos sistemas periféricos son empleadas sin cesar en el tronco
encefálico, el diencéfalo y los centros cerebrales más desarrollados, y
así construyen la base para un fondo de vida corpóreo, que nos
acompaña permanentemente mientras percibimos, pensamos, o
hacemos algo (vgl. Damasio 1995). Sin esta auto-sensación corporal
fundamental, no puede haber conciencia. De la misma manera, estados
de ánimo o sentimientos como núcleo de nuestra experiencia subjetiva
están conectados la interacción permanente y circular de cabeza y
cuerpo. Estas engloban casi todos los sistemas del cuerpo: el sistema
nervioso autónomo, el sistema hormonal, el corazón, circulación,
respiración, entrañas y la musculatura externa. Cada sentimiento está
unido inseparablemente con transformaciones de esta parte del cuerpo
y, sin esta resonancia corporal, simplemente, no podríamos
experimentar ningún sentimiento (Damasio 2000, Fuchs 2010,
138ff.).
Conclusión
12
Vgl. Penfield u. Perot 1963. - Die Operationen dienten der Entfernung von Anfallsherden bei Patienten
mit therapieresistenten Epilepsien. Da das Gehirn schmerzunempfindlich ist, konnten die Patienten bei
Bewusstsein bleiben und während der Operation mit dem Chirurgen kommunizieren. Die Reizung er-
folgte mit feinen Elektroden, um die relevanten Gehirnareale zu identifizieren und so möglichst schonend
zu operieren.
No redes neuronales, no cerebros, sino personas sienten, piensan, perciben
y actúan. Es erróneo, relacionar al sujeto o a la persona con el cerebro y solo
buscar en este “lo personal”. Lo que una persona esencialmente constituye
es su ser-en-relaciones, y estas relaciones intencionales y sociales hacia el
mundo no se encuentran en el cerebro ni son producto de él. Las habilidades
de la persona y su realización como expresiones vitales conscientes están
ligadas en gran medida a funciones cerebrales. El cerebro es, en este sentido,
una condición central de posibilidad de la existencia personal en el mundo.
Pero la persona no es una parte del cuerpo, sino siempre la unidad alma-
cuerpo, el hombre vivo. Las personas tienen cerebros, no son cerebros.
Bibliografía
Nagel, T. (1994) Wie es ist, eine Fledermaus zu sein. In: M. Frank (Hrsg.) Analytische Theorien
des Selbstbewusstseins, S. 135-152. Suhrkamp, Frankfurt/M.
Noë, A., Thompson, E. (2004) Are there neural correlates of consciousness? Journal of Con-
sciousness Studies 11: 3–28.
Parfit, D. (1984) Reasons and persons. Clarendon Press, Oxford.
Penfield, W., Perot, P. (1963) The brain’s record of an auditory and visual experience. Brain 86:
595-696.
Putnam, H. (1981) Reason, Truth, and History. New York.
Schleim, S. (2008) Gedankenlesen. Pionierarbeit der Hirnforschung. Heise, Hannover.
Schmitz, H. (1995) Der unerschöpfliche Gegenstand. Grundzüge der Philosophie. 2. Aufl.,
Bouvier, Bonn.
Siep, L. (1983) Identität der Person. Aufsätze aus der nordamerikanischen Gegenwartsphiloso-
phie. Basel.
Singer, P. (1979) Practical Ethics. Cambridge University Press, Cambridge.
Spaemann, R. (1996) Personen. Versuche über den Unterschied zwischen 'etwas' und 'jemand'.
Klett-Cotta, Stuttgart.
Straus, E. (1956) Vom Sinn der Sinne. 2. Aufl. Springer, Berlin.
Thompson, E. (2007) Mind in life. Biology, phenomenology, and the sciences of mind. Harvard
University Press, Cambridge/Mass.
Tomasello, M. (2002) Die kulturelle Entwicklung des menschlichen Denkens. Zur Evolution der
Kognition. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt.
Tomasello, M. (2009) Die Ursprünge der menschlichen Kommunikation. Suhrkamp, Frankfurt /
M.
Trevarthen, C. (2001) The neurobiology of early communication: intersubjective regulations in
human brain development. In: Kalverboer, A. F., Gramsberg, A. (Hg.) Handbook of brain
and behaviour in human development. Dordrecht, Boston, London, S. 841-881.
Uexküll, J. v. (1973) Theoretische Biologie. Suhrkamp, Frankfurt/M.
Varela, F., Thompson, E., Rosch, E. (1992) Der mittlere Weg der Erkenntnis. Scherz, München.
Vidal, F. (2011) Von unserem eigenen Gehirn überlebt. In: C. M. Schmitz, L. Kesner (Hrsg.)
Images of the Mind. Bildwelten des Geistes aus Kunst und Wissenschaft, S. 41-48.
Wallstein Verlag, Dresden.