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Enfoque Tridimensional Del Poder

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IX Jornadas de Sociología.

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos


Aires, Buenos Aires, 2011.

La sociología y el enfoque
tridimensional del poder. .

Luis Ernesto Blacha.

Cita:
Luis Ernesto Blacha (2011). La sociología y el enfoque tridimensional del
poder. IX Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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IX Jornadas de Sociología
Capitalismo del siglo XXI, crisis y reconfiguraciones
Luces y sombras en América Latina
8 al 12 de agosto de 2011

Sociología y relaciones de poder.


El enfoque tridimensional del poder.

Autor: Luis Ernesto Blacha


(CEAR  /UNQ-CONICET)
email: luisblacha@gmail.com

Resumen
La sociología puede ser definida, sintéticamente, como el estudio de la
interrelación: individuos (biografía), sociedad (historia) y relaciones de poder.
Esta ponencia parte de un enfoque tridimensional del poder (Lukes) para
destacar la mutua relación existente entre biografía e historia como procesos
que se influyen y no están previamente determinados.
Esta perspectiva supera el alcance de las teorías pluralistas de carácter
behaviorista y de sus críticos, quienes hacen depender al poder de los valores.
La propuesta de Steve Lukes, lo entiende como la capacidad de realizar
cambios (o resistirse a ellos). Esta capacidad no tiene que ser necesariamente
ejercida.
El poder supone una internalización de ciertos esquemas de pensamiento. La
cultura entendida en el sentido amplio que plantea Freud en El malestar en la
cultura, no sólo promueve dichos esquemas sino que es imprescindible para
concebir al poder como capacidad.
Los procesos complementarios de psico y sociogénesis (Norbert Elias),
permitirán analizar esas relaciones de poder y captar estos “avances”,
“retrocesos” y “desvíos” en el camino de la civilización, desde una perspectiva
sociológica. El enfoque tridimensional del poder permite entonces resaltar el
carácter dinámico (pero no necesariamente “evolutivo”) de las sociedades.
Esta ponencia propone una lectura sociológica de El malestar en la cultura
(Freud) a la luz del enfoque tridimensional del poder (Lukes). Los conceptos de
socio y psicogénesis (Elias) servirán de guía en este estudio cuyo objeto último
es analizar la relación entre individuo y sociedad en el contexto de las
relaciones de poder, vinculando teoría sociológica y teoría social.
  2  

Palabras clave:
PODER – FREUD – LUKES – SOCIOGÉNESIS – CULTURA

1.- INTRODUCCIÓN
La sociología puede ser definida, sintéticamente, como el estudio de la
interrelación: individuos (biografía), sociedad (historia) y relaciones de poder.
Esta ponencia toma en cuenta al enfoque tridimensional del poder (Lukes) para
destacar la mutua relación existente entre biografía e historia como procesos
que se influyen y no están previamente determinados.
Esta perspectiva supera el alcance de las teorías pluralistas de carácter
behaviorista y de sus críticos, quienes hacen depender al poder de los valores.
La propuesta de Steven Lukes, lo entiende como la capacidad de realizar
cambios o resistirse a ellos. Esta capacidad no tiene porque ser
necesariamente ejercida y existe, también, la posibilidad que los gobernados
finjan su apoyo a los gobernantes.
El poder supone una internalización de ciertos esquemas de pensamiento y
cosmovisiones, los cuales pueden ser sólo compartidos “en parte” en tanto
existe la chance de actuar “simulando” la aceptación de ciertas pautas sociales.
La cultura, entendida en el sentido amplio que plantea Sigmund Freud en El
malestar en la cultura, no sólo promueve dichos esquemas sino que es
imprescindible para concebir al poder como capacidad. Cultura y poder son,
por lo tanto, dos conceptos omnipresentes en lo social que delinean, orientan y
acompañan las biografías de los individiuos situados en un contexto histórico
determinado y delimitado.
Los procesos complementarios de psico y sociogénesis (Norbert Elias),
permitirán analizar esas relaciones de poder y captar estos “avances”,
“retrocesos” y “desvíos” en el camino de la civilización, desde una perspectiva
sociológica. El enfoque tridimensional del poder permite, así, resaltar el
carácter dinámico (pero no necesariamente “evolutivo”) de las sociedades. La
socio y la psicogénesis también destacan las limitaciones que tanto el poder
como la cultura conllevan. Existiría, entonces, la posibilidad de un “afuera” del
poder y la cultura, pero el camino para salirse de ellos está –cuanto menos-
delineado por las relaciones de poder y la internalización de pautas sociales
que constituyen la cultura.
Esta ponencia propone una lectura sociológica de El malestar en la cultura
(Freud, 1930) a la luz del enfoque tridimensional del poder (Lukes). Se analizan
intersecciones y distanciamientos entre la seguridad que propone la
concepción de justicia freudiana a través de la cultura con la idea del poder
como capacidad latente de Lukes. Para conducir estos objetivos, los conceptos
de socio y psicogénesis (Elias) servirán en este estudio para analizar la
relación entre individuo y sociedad en el contexto de las relaciones de poder.
  3  

2.- EL MALESTAR EN LA CULTURA


El Malestar en la cultura es la obra de perfil más sociológico del padre del
psicoanálisis Sigmund Freud. Su fundamento se basa en que no se puede
estudiar al individuo por fuera de la comunidad de la cual forma parte, debido a
la relación existente entre ambos y en que “son partes solidarias de una misma
estructura.” 1
Esta obra representa, según Mariano Rodríguez González, “el gran resumen
de todo el pensamiento freudiano, desde los años incluso anteriores a la
fundación del psicoanálisis en La interpretación de los sueños hasta su
consolidación definitiva a finales de la década de los años 20.”2 (Freud, S.
(1999), p.18) Coloca el acento en la agresión y la culpabilidad como problemas
tanto psicológicos como sociológicos, sin dejar de tener en cuenta los aspectos
políticos. En este último caso puede inscribirse a Freud dentro de la tradición
hobbesiana.
La cultura se vuelve el elemento “sociológico” central en el pensamiento del
psicoanalista alemán y tiene influencias no sólo en las biografías de los
individuos (consecuencias psicológicas) sino que influye, a la vez que sirve de
transfondo, de un delimitado período histórico (consecuencias sociales). Freud
define la cultura como “la suma de las producciones e instituciones que
distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a
dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de
los hombres entre sí.”3 (Freud, 1999, p.83)
Lo amplio de este concepto, lleva a una internalización de la cultura, en la cual
para protegernos “individualmente” de ella, necesitamos de los recursos que
proceden y forman parte de esa misma cultura. El hombre no puede intuir de
manera directa su relación con el mundo sino que debe llevarlo a cabo a través
de la mediación que supone la cultura, que forma parte –además- de ese
mundo “exterior” al individuo. Esa misma mediación, se encuentra bajo la
influencia de las relaciones de poder existentes en una sociedad determinada,
a las cuales la misma cultura colaboró a dar forma.
Para Freud, la cultura se relaciona con una sustitución “del poderío individual
por el de la comunidad.”4 Los individuos deben restringir sus posibilidades de
satisfacción en pos de la seguridad. En este sentido es vital para el autor
alemán el requisito cultural de la “justicia” en tanto un “orden jurídico, una vez
establecido, ya no será violado a favor de un individuo, sin que esto implique
un pronunciamiento sobre el valor ético de semejante derecho.”5 Este ideal de
justicia es, en un primer momento de la organización social, expresión de la
voluntad de un grupo reducido y progresivamente se transforma en un bien al
que todo miembro de la sociedad tiene derecho y que les evita quedar a
merced de la “fuerza bruta”. Gradualmente se transforma en el telón de fondo
donde se enmarcan las acciones de los individuos y a las cuales convierte en
“sociales”. La justicia, también, promueve un marco de certeza donde las
acciones de los otros integrantes de la sociedad se vuelven, dentro de ciertos
límites, más predecibles.
  4  

Freud destaca la seguridad, que propone la “justicia”, como un momento


fundante de la cultura pero también subraya que la libertad individual “no es un
bien de la cultura, pues era máxima antes de toda cultura, aunque entonces
carecía de valor porque el individuo apenas era capaz de defenderla.”6 Las
restricciones culturales que impone la cultura a esa libertad individual y a la
satisfacción de deseos, hace que ningún sujeto dentro de una sociedad
determinada pueda escapar a la “justicia” que promueve la cultura.
A pesar de esta tensión entre “la felicidad” y “la seguridad del sujeto”, el
hombre “civilizado” siempre opta por esta última. En este sentido, la cultura
está “obligada a realizar múltiples esfuerzos, para dominar barreras a las
tendencias agresivas del hombre, para dominar sus manifestaciones mediante
formaciones reactivas psíquicas.”7
Para Freud, debido a la cultura esta agresión contra el prójimo es introyectada,
volviéndose “contra el propio yo, incorporándose a una parte de éste, que en
calidad de super-yo se opone a la parte restante.”8 Es una “conciencia moral”
que transforma la agresión hacia el otro en un sentimiento de culpa que
necesita ser castigado. El establecimiento de este super-yo demuestra que la
“autoridad” se ha internalizado.
El super-yo se convierte así en el verdadero fundamento del poder en la teoría
freudiana. Sus consecuencias se registran tanto a nivel individual como social.
Ninguna acción podría ser concebida como social sin un grado –por mínimo
que sea- de autolimitación y de “propia vigilancia” que instaura la cultura en el
individuo a través del-yo.
La cultura promueve entonces, un “marco de certeza” en el cual se insertan las
acciones sociales de los individuos. Aumenta, entonces, la predictibilidad sobre
las acciones que llevan a cabo los sujetos, gracias a la internalización de la
cultura. En el caso de la vida sexual “idéntica para todos” que refiere Freud
surgen prohibiciones que priva a muchos sujetos “de todo goce sexual y
convirtiéndose así en fuente de una grave injusticia.”9 Por este motivo, y en pos
de la “justicia” que promueve la cultura y fundamenta el orden social, es que “la
sociedad civilizada se ha visto en la obligación de cerrar los ojos ante muchas
transgresiones que, de acuerdo con sus propios estatutos, debería haber
perseguido. “10
Raulet Gérard critica El Malestar en la cultura, por haber expandido a la esfera
cultural, la hipótesis “especulativa de la pulsión de muerte”.11 Es un intento de
analizar la sociedad con categorías nacidas en el cuño del psicoanálisis.
Jacques Le Rider, por su parte, subraya la dificultad del sujeto por aceptar la
fuente de displacer que genera la incapacidad del hombre por gobernar las
instituciones sociales que el mismo ha contribuido a crear. La incertidumbre,
como posibilidad real, también se encuentra presente en la obra de Freud y es
la contratara siempre “latente” de la seguridad que la propia cultura instaura en
el super-yo y en el ideal de justicia. Le Rider también cuestiona la posición
freudiana con respecto a las creaciones humanas y reflexiona si acaso“¿no
deberían ser con mayor frecuencia más francamente bienhechoras?.”12
  5  

3.- EL ENFOQUE TRIDIMENSIONAL DEL PODER


Steven Lukes entiende que el poder “es una capacidad, no el ejercicio de esa
capacidad.”13 Ésta puede,de hecho, no ejercerse nunca. En este sentido, hay
que considerar al poder como dominación como solamente una mera clase de
poder.
El autor considera que existen “tres enfoques del poder, a saber el de los
pluralistas (al que llamaré unidimensional), el de sus críticos (al que llamare
bidimensional) y un tercer enfoque del poder (al que llamaré tridimensional).”14
Se pasará revista a las dos primeras dimensiones bajo las cuales Lukes
engloba las concepciones anteriores sobre el poder. Luego se focalizará en la
tridimensionalidad del poder y en las observaciones que el propio Lukes realiza
de su teorización.
El enfoque unidimensional de los pluralistas puede ser ejemplificado con la
figura de los autores Robert Dahl y Nelson Polsby. Éste focaliza su atención
en el comportamiento observable del actor, al estudiar “la adopción de
decisiones como tema central.”15 El conflicto aparece como un aspecto crucial
en esta verificación experimental del ejercicio del poder ya que sin una
situación conflictiva el poder no cobrará visiblidad. Los pluralistas rechazan la
existencia de intereses de poder inobservables y niegan factibilidad a la
posibilidad de que un actor no sea consciente de sus propias preferencias.
Para Polsby “se puede entender el “poder” –“influencia” y “control” son
sinónimos útiles- como la capacidad de un actor de hacer algo que afecte a
otro actor y que modifique la configuración probable de sucesos futuros
especificados.”16
El carácter behaviorista de los pluralistas es criticado matizadamente por
aquellos autores a los que Lukes engloba dentro del enfoque bidimensional del
poder. Este nuevo conjunto de autores considera que la no adopción de
decisiones, es una forma de tomarlas a la vez que permite vislumbrar las
formas del poder que impiden a ciertos actores adoptar decisiones sobre
problemas potenciales con conflictos observables de intereses.
Críticos de los pluralistas como Peter Bacharach y Morton Baratz, sostienen
que el poder tiene dos aspectos. El primero es aquel en donde se encarna
totalmente el poder en decisiones concretas que se llevan a cabo. El segundo,
se da “en la medida en que una persona o un grupo, conciente o
inconcientemente, crean o refuerzan barreras para el tratamiento público de
conflictos en materia de cursos de acción”, recurriendo a “no tomar decisiones”,
es decir, tomando decisiones que “tienen por resultado la sofocación o
coartación de un cuestionamiento latente o manifiesto a los valores o intereses
del que toma las decisiones.”17
Con las perspectivas uni y bidimensionales como transfondo y luego de
explicitar sus limitaciones, Lukes propone un enfoque superador al que
denomina tridimensional. Éste supone un análisis profundo de las relaciones de
poder con valor empírico y teórico. El autor lo define como “una aptitud o
capacidad de un agente o agentes, que puede ejercerse o no.”18 Cobra,
  6  

entonces, una gran cantidad de “formas” o “modos” en los cuales es posible


concebirlo, algunos de los cuales son indirectos y aparecen como “ocultos”.
La eficacia del poder es mayor cuando “es mínimamente accesible a la
observación, tanto para los actores como para los observadores.”19 Esta
afirmación supone una superación del aspecto meramente visible que
promueve la concepción unidimensional del poder y su foco en el conflicto.
Lukes redobla la apuesta cuando sostiene que “el poder es una potencialidad,
no una realidad.”20
El poder como potencialidad, puede rastrearse hasta el Tractatus politicus de
Spinoza quien diferencia entre las palabras latinas “potentia” y “potestas”. La
primera refiere al “poder de las cosas en la naturaleza, incluidas las personas,
“de existir y actuar”.”21 Mientras que la “potestas” se utiliza para hablar “de un
ser en poder de otro”22, es decir, como una capacidad para conseguir una
determinada serie de resultados a causa del “poder sobre”.
El enfoque tridimensional del poder considera que los “poderosos” pueden, al
menos en cuanto posibilidad real, favorecen los intereses de otros. Todos
pueden beneficiarse con ciertas decisiones de poder, aunque en distinta
medida. El mismo carácter potencial del poder no conlleva una dirección
delimitada previamente en la relación entre gobernantes y gobernados. De
hecho, la tridimensionalidad considera a la dominación como una parte más del
poder pero no como la única. La propia “omnipresencia”, que por momentos se
vuelve “invisibilidad” del poder, es contradictoria con los resultados
predeterminados de la dominación. Siempre existe la posibilidad que el poder
no se “presente” y que los gobernantes no lo “usen”.
La concepción formulada por Lukes denota contrariedades con la teorizada por
Michel Foucault en relación al biopoder. Para el autor francés hay una profunda
conexión entre el poder y el conocimiento de las ciencias sociales, las cuales
potencian la eficacia de éste gracias al “impacto formador que tienen sobre la
gente las pretensiones de conocimiento de los expertos.”23 El poder actúa “a
través” de los individuos y no contra ellos, constituyéndolos y siendo, a la vez,
su vehículo. Donde hay poder hay resistencia, aunque ésta “no se encuentra
nunca en situación de exterioridad con relación al poder.”24
Una situación similar ocurre con las “prácticas del yo” que utiliza el sujeto para
auto-constituirse y que son impuestas por la sociedad y el grupo social de
pertenencia. Para Foucault no existirá nada que quede por fuera del poder y su
capacidad. Lukes, por su parte, critica esta afirmación por considerarla “una
llamativa exageración utilizada en sus descripciones puramente típico- ideales
del poder disciplinario y del biopoder, y no un análisis de la medida en la que
las diversas formas modernas de poder que él identifica tienen realmente éxito,
o no, en asegurar la obediencia de quienes están sujetos a ese poder.”25
A diferencia de la posición foucaultiana, para Lukes existe un la posibilidad de
un “afuera” en relación al poder en tanto que “las victimas de la dominación
deben ser vistas como actores que, de manera táctica y estratégica, fingen
para sobrevivir.”26 El poder como dominación sugiere un constreñimiento sobre
los propios deseos del actor pero dicha “frustración” nunca es total y, también,
existen intereses que son atribuidos a los actores pero no reconocidos por
  7  

éstos, así como deseos inconscientes de los sujetos. La identificación del


poder como mera dominación es, también, un planteo reduccionista en la
definición de ese mismo poder.
Lukes supone como erróneo suponer que la obediencia “voluntaria” e
“involuntaria” se excluyen mutuamente. El aspecto “fingido” de los gobernados
juega un papel central en la caracterización del poder como tridimensional y
permite que se produzcan cambios en las misma relaciones de poder, a la vez
que orienta ese cambio.
El poder es una capacidad que puede ejercerse, también, en “ausencia de
conflictos y agravios observables.”27 El enfoque tridimensional del poder de
Lukes plantea “el problema de determinar cómo y hasta dónde la aceptación
interna de reglas de razones autoritativas y de reglas de reconocimiento puede
ser impuesta por el superior subordinado.”28 La internalización de las normas
será el tema central del próximo apartado a la luz de la concepción del poder
planteada en este ítem.

4.- BIOGRAFÍA E HISTORIA: LAS RELACIONES DE PODER


Freud en El malestar en la cultura, según Henri Rey-Flaud, “reconstruye la
génesis de la civilización a partir de la ontogénesis del sujeto.”29 Sujeto y
civilización son indisociables pues uno no puede prescindir del otro, aunque
“necesitan estar juntos pero separados.”30 La civilización establece un estricto
dominio de las pulsiones a la vez que garantiza ese control a través del auto-
control que supone el super-yo.
Las implicancias sociales de la obra más sociológica de Freud puede medirse
por la importancia explicativa del concepto de super-yo. Biografía e historia se
encuentran mutuamente determinadas a la vez que guiadas por la
internalización subjetiva de las pautas sociales que supone la cultura. Tal como
afirma Gérard Raulet “la civilización necesita volver la agresividad contra el
individuo a fin de que éste no la ejerza sobre sus congéneres.”31
El Estado, por su parte, potencia la pulsión de muerte y la vuelve contra el
propio hombre obligádolo a vivir en comunidad. Se origina la idea de un
“enemigo” externo a esa comunidad y aparece en la concepción de Estado de
Freud, la diferenciación Schimttiana entre amigo-enemigo. Los alcances
sociológicos del super-yo no se reducen a un momento originario del Estado
sino que son habituales en la vida social. Su importancia es tal, que el propio
“conocimiento” de los valores sociales internalizados se lleva a cabo utilizando
esos mismos valores.
En esta situación se destaca un hombre inserto en la red de relaciones que
constituye lo social. Según la concepción de Norbert Elias, el hombre es parte
de una red de interdependencias que él no ha creado, ni puede modificar
radicalmente pero que le ha dado "forma a su carácter personal”. 32 Es un
orden interdependiente, es cual “determina la marcha del cambio histórico, es
el que se encuentra en el fundamento del proceso civilizatorio."33
  8  

Los individuos se vuelven más diferenciados, pero también más conocedores


de su entorno social. Los hombres comienzan a pensar “sociológicamente” al
influir en su vida cotidiana los conceptos acuñados en la ciencia social como
parte de la cultura que constituye a esos sujetos. Según Freud es ese mismo
modo de pensar “socialmente” lo que trae consigo las restricciones devenidas
en autocoacciones impuestas por el super-yo que fundamentan la seguridad
que brinda el ideal de justicia freudiano.
Así como el individuo se torna más dependiente de sus semejantes en su vida
cotidiana, el grupo de pertenencia necesita -en mayor o menor medida- de la
interdependencia con otros grupos; ya sea para el consenso o para el apoyo
formal y la coordinación para llevar a cabo políticas de amplio alcance. Esta
situación también es parte del proceso civilizatorio y supone que cuanto más
grande es el círculo social del que un individuo forma parte, mayor será la
libertad individual de la gozará. Al consolidarse un grupo social determinado,
éste relaja el control al que somete a sus miembros, especialmente,
relacionado con las fronteras con otros grupos. Esta distensión en el control,
presupone por parte de los miembros la internalización de ciertos parámetros
comunes al grupo de pertenencia; que motivan a los sujetos a actuar de cierto
modo sin lesionar esos intereses comunes.
El mayor autocontrol de las emociones por parte del individuo, produce una
diferenciación entre la conducta individual en su foro privado y aquella que la
persona tiene en su faceta social. Este “desarrollo” individual también posibilita
“puentes” entre los diferentes grupos en los que un hombre actúa. Es el primer
paso para la fidelización entre los individuos y las asociaciones de diferentes
grupos sociales. Los fueros internos de los sujetos “deben” corresponderse con
la configuración en la cual actúa socialmente. Es la esencia de lo que Norbert
Elias denomina psicogénesis.
En su obra El proceso de la civilización, Elias utiliza los conceptos de
psicogénesis y sociogénesis, para explicar el proceso de la civilización. Para el
autor este proceso34 resume todo aquello que la sociedad occidental, en los
últimos dos o tres siglos, cree llevarle de ventaja al resto de las sociedades.
Hace referencia a un proceso, como algo que está "siempre en movimiento."35
Hay dos direcciones principales en los cambios de la estructura social que este
proceso trae aparejado: una mayor diferenciación y una mayor integración
social. Una tercera dirección se da cuando, a la par, cambia la estructura
social.
El enfoque tridimensional del poder completa esta última dirección al destacar
que esos cambios en la estructura social se realizan utilizando los “materiales”
culturales disponibles en una sociedad determinada. La concepción de Lukes
va más allá de la idea marxista de que todo modo de producción tiene en su
seno la semilla de su propia destrucción; pues toma en cuenta aquellos
cambios más sutiles en las relaciones de poder así como la capacidad de
“fingir” interés por parte de los gobernados como un aspecto constitutivo de esa
misma relación de poder. Además, brinda mayor espacio a la incertidumbre de
las relaciones sociales, quitándole importancia explicativa al determinismo
marxista del cambio social. Lukes y Elias, plantean modificaciones más
  9  

pequeñas en la estructura social como parte de la cotidianeidad de la sociedad


misma.
El proceso de civilización se pone y mantiene en movimiento por un cambio de
las relaciones humanas en una dirección determinada pero no determinable a
voluntad por grupos gobernantes. Se rige "por leyes propias de la red de
individuos humanos interdependientes."36 A lo largo de él las coacciones
sociales externas se van internalizando, a la par que la satisfacción de las
necesidades humanas pasa a realizarse, paulatinamente, "entre los bastidores
de la vida social y se carga de sentimientos de vergüenza."37 Crece el control
por parte de los hombres, de todo lo considerado como su naturaleza animal.
Estos procesos ocurren cuando se requiere previsión y reflexión continuas
sobre las acciones y las intenciones de los actores, producto de la
competencia, la división de funciones, la interdependencia y el monopolio de la
violencia física. Dichos cambios se observan a nivel colectivo -la
"sociogénesis"- como a nivel individual -la "psicogénesis"- dado que "cada
individuo debe recorrer, por su propia cuenta y de manera abreviada, el
proceso de civilización que la sociedad ha recorrido en su conjunto."38
La influencia de la obra de Freud en Elias es claramente rastreable en el
pasaje de la coacción social exterior a la autocoacción internalizada. Norbert
Elias va a focalizar su análisis en las consecuencias que este autocontrol tiene
en la organización de la vida en sociedad. El concepto amplio de cultura que
propone Freud, por su parte, abarca los esquemas mentales internalizados que
el sujeto utiliza para constituirse y dar inteligibilidad al mundo que lo rodea.
Éste tiene consecuencias sociales que el autor parece estudiar a través de
cierta satisfacción moral que se produce en el individuo.
La ley fundamental sociogenética es que "la historia de una sociedad se refleja
en la historia interna de cada individuo."39 La psicogénesis es un fenómeno
"perceptible a escala colectiva."40 A partir de ella, Elias reconstruye la historia
del proceso de civilización europeo. Con el aumento de la interdependencia
entre actores y la limitación de la violencia física, surge un aparato social en el
cual las coacciones que los hombres ejercen unos sobre otros "se transforman
en autocoacciones"; en función de una mayor previsión y reflexión permanente
por parte del individuo.41 La estabilidad de la autocoacción psíquica aparece en
“íntima relación con la estabilidad creciente de los órganos sociales
centrales."42 Es que el control del individuo se mantiene gracias a coacciones
permanentes y pacíficas, en función del dinero y el prestigio social. Las
oscilaciones en los sentimientos y el comportamiento se hacen moderadas. Los
procesos de psico y sociogénesis están íntimamente relacionados, afectándose
mutuamente.
No debe pensarse en un carácter evolutivo dentro de estos procesos de psico y
sociogénesis. El enfoque tridimensional del poder supone una “capacidad” que
no sólo no tiene por qué ser siempre ejercida sino que también permite un
“afuera” en relación a ese mismo poder, especialmente vinculadas con las
“tecnologías del yo” foucaultianas. El poder constituye –en parte- sujetos pero
internalizaciones de las normas pueden entenderse como la capacidad de los
gobernados por fingir esa aceptación tácita. Se produce, entonces, una tensión
entre lo aquello que promueve los procesos de psico y sociogénesis y sus
  10  

capacidades para dar cuenta de lo social. Esta no es una tensión inherente a la


relación conflictiva entre individuo y cultural, sino que –tal como lo remarca
Freud- son las mismas capacidades culturales de lo social las que se utilizan
para crear y recrear lo social; así como para dar cuenta de esa recreación.
La capacidad explicativa del poder para dar cuenta de la realidad social es
mediada a través de la cultura. Una concepción no evolucionista permite dar
cuenta que a medida que aumenta el marco de certezas en el que se insertan
las acciones individuales, está siempre latente la posibilidad que una acción no
se encuadre dentro de éste y aumente, entonces, el grado de incertidumbre.
En la relación entre el conocimiento social y su influencia en las formas en que
los hombres ven el mundo, merece destacarse que el ser humano es el único
ser viviente que sabe que conoce. El hombre piensa, pero a la vez su
pensamiento es conciente de esa misma actividad reflexiva. La reflexividad es
sencillamente el acto por el cual los hombres son concientes de que piensan
sus acciones, permitiéndoles adaptarse más rápidamente al contexto que les
toca vivir. Pueden modificar sus acciones mientras las llevan a cabo y,
especialmente en el largo plazo, pueden incorporar pensamientos anteriores
que ellos mismos tuvieron cuando realizaron acciones similares en el pasado.
La reflexividad es una influencia más del contexto sobre el individuo y se
encuentra en él mismo.43 El ideal de justicia que menciona Freud aparece
como un marco de certeza sobre el cual se asientan las acciones de los sujetos
y que posibilitan la reflexividad. La tridimensionalidad del poder también toma
en cuenta estas modificaciones que en el trancurso de la propia acción puede
introducir el actor. El poder continúa guiando la acción modificada a través de
la mediación que supone la cultura y, de hecho, posibilita esa “desviación”.
La idea de movimiento destaca el dinamismo de la situación aquí enunciada en
el proceso civilizatorio e involucra tanto los cambios producidos en el conjunto
de individuos, como aquellos que se desarrollan en el interior de los hombres.
La sociogénesis se relaciona con una sociedad menos violenta; es decir, la
violencia encuentra canales de legitimación para poder desarrollarse que
promuevan el ideal de seguridad propuesto por Freud a través de la justicia. La
sociogénesis supone ciertos cambios al interior de los individuos, que intentan
canalizar la violencia a través de actividades pautadas.
Norbert Elias, investiga algunas actividades propias del hombre civilizado, tales
como los deportes reglados, los modales en la mesa, las modas, etc., como
canales no violentos que permiten expresar sentimientos que podrían devenir
en violentos. En este contexto, las muestras esporádicas de sucesos violentos
se vuelven más determinantes, no sólo porque son menos regulares sino
porque resaltan del contexto en el que se producen. En este sentido, llega un
determinado punto extremo en los sucesos violentos, no cotidianos, que
podrían quitarle la humanidad al individuo que es víctima del ataque. La
violencia se limita pero principalmente se dirige al interior del propio individuo y
la autocoacción deviene en super-yo.
En la concepción de Norbert Elias, los procesos de socio y psicogénesis
muestran –aplicados a análisis concretos- la mutua influencia que tienen los
cambios al interior del individuo respecto de aquellos de carácter social; en
especial el surgimiento del Estado que fundamenta institucionalmente la
  11  

seguridad que promueve la justicia. La imbricación del individuo en lo social,


ejemplificada con la individualización que sólo es posible en una sociedad con
gran división del trabajo y un alto grado de interdependencia, contrasta con la
imbricación de lo social en el individuo; ejemplificado con las coacciones
sociales que se internalizan en el sujeto, generando, entre otras tantas
consecuencias, sentimientos de vergüenza y pudor.
El sujeto siempre puede transgredir los límites que la sociedad le impone, pero
por lo general este ir más allá de lo socialmente aceptado como correcto,
generará en él un sentimiento de culpa. La violencia dirigida hacia si mismo
puede volverse contra otros, pero los sentimientos de insatisfacción y
desagrado por la propia acción se harían presentes. La imbricación de la psico
y la sociogénesis posibilita tanto la trasgresión de la norma como la
insatisfacción y el poder tridimensional permite concebir una capacidad –social-
que puede o no ejercerse pero que esta siempre latente y por lo tanto es
omnipresente, aún en aquellos casos en que los individuos finjan cierto grado
de internalización de la norma social.
Para Norbert Elias, la maleabilidad que posee el ser humano es de tal
envergadura, que el individuo necesita que "su autodirección sea modelada
durante años por otras personas, por una sociedad, para que avance de forma
más o menos regulada en relación con otras personas"44, asumiendo así, una
forma diferenciada, individual y específicamente humana, como se advierte en
la socialización y educación común. Es ésta la necesidad que tiene el hombre
por la cultura; una necesidad propia del ser humano que debe ser satisfecha y
también es generada por la propia cultura. En el camino de esta transformación
del hombre, la cultura se independiza de su ser creador y es aprendida por
éste como un objeto exterior a él y al abstraerse de sus creadores tiene mayor
influencia social. Esta independencia de la cultura conlleva una liberación del
poder que éste tiene sobre el individuo. Los procesos de psico y sociogénesis,
con su carácter dinámico, permiten al hombre fingir la internalización y jugar
con ella; modificándola gracias a la reflexividad que se genera en el marco de
certeza y seguridad que esa misma cultura promueve y que en su propio
dinamismo orienta a la vez que acompaña al sujeto moderno y sus acciones
sociales.
A medida que aumenta la interdependencia entre los hombres, más necesario
se hace el autocontrol de las emociones. El super-yo freudiano adquiere
consecuencias sociales tanto en la cultura como en la propia imbricación entre
biografía e historia que la relación entre psico y sociogénesis sugiere. Es
posible “un poder” omnipresente, pero no “vigilante”, a la manera foucaultiana
sino como parte del contexto histórico y a la vez “personal”. La posibilidad de
actuar de manera distinta a lo culturamente aceptado, aún en le trancurso
mismo de la propia acción, está siempre latente. Los límites que suponen las
pautas internalizadas serán siempre un marco de referencia con el cual
cuantificar la realidad social y la propia biografía. Una situación que también es
aplicable a los caos en los cuales el individuo actúa “simulando” su
conformidad y aprobación.
La sociedad consta de seres que por un lado sienten su existencia plenamente
social y por el otro su existencia personal, sin cambiar por esa condición de
  12  

contenido. Ambos son influidos por lo social aunque en diferente grado. Es una
internalización de lo social, que permite no sólo predecir comportamientos,
reforzando las relaciones de poder, sino que los hombres logren relacionarse
con sus pares en su fuero íntimo, estableciendo fidelizaciones. Por fuera, las
acciones se vuelven predecibles ya que los hombres no ponen parte de su
fuero interno en ellas. Esta acción resguarda al individuo al no exponerse
totalmente en una relación social –posibilitando fingir- y brinda a las acciones
que los hombres establecen con otros, un bajo nivel de incertidumbre. De todas
formas los procesos de psico y sociogénesis relacionan ese aspecto interior del
hombre con su entorno social, aunque a medida que la sociedad avanza
parece crearse un espacio propio para el fuero interno del hombre, aumentan
la certeza y la incertidumbre aunque en proporciones diferentes.
Las predictibilidad que se genera externamente, en la interacción social, tiene
escasos componentes violentos debido a los procesos de sociogénesis. En su
fuero interno estas pulsiones podrían estar presentes, aunque los procesos de
psicogenésis van en el mismo sentido que sus pares sociales. La violencia
parece quedar relegada al ámbito estatal, dada su legitimidad. Es la seguridad
de la cutlura que, según Freud, se fundamenta en la justicia. Esta limitación de
la violencia en el ámbito social no significa su desaparición sino que es
reencaminada hacia el propio individuo. La importancia de la influencia del
super-yo en las decisiones que conforman y moldean la biografía da cuenta de
esta situación.
La “configuración”, por su parte, es un “sistema de interacciones”.45 Las
mismas, están "prácticamente siempre en movimiento, ya que son, pues,
procesos."46 Permiten escapar al dualismo sujeto/objeto, que según Elias,
impide un pensamiento claro sobre la realidad social, ya que sujeto y objeto se
influencian mutuamente, modificándose y variando constantemente. También
brindan un carácter dinámico a la manera en que se piensa la sociedad,
entendida como un proceso en permanente construcción y reconstrucción
dentro de ciertas probabilidades.
La “configuración” es un modelo cambiante en el cual los individuos, a la
manera de jugadores, con sus acciones y entendimiento, actúan como parte de
un tejido de tensiones, formado por la interdependencia de aquéllas. La
importancia del “contexto” o configuración no debe ser desestimada, porque el
accionar y el “sentir” de los individuos está frecuentemente determinado por
esos factores, ya sea como socialización previa o como limitación. La
configuración en las sociedades modernas se encuentra íntimamente
relacionada con los procesos de psico y sociogénesis. Este concepto incluye
como parte de un contexto dinámico tanto a las interacciones de los individuos,
su tiempo histórico y el espacio en donde éstas tienen lugar, como a los
individuos que las llevan a cabo y la reflexividad que tienen.
Es en la configuración donde la relación entre biografía e historia se lleva a
cabo. Donde cultura y poder demuestran su influencia e indeterminabilidad. El
“lugar” en el cual los sujetos constituyen su super-yo y la seguridad se vuelve
posible a causa de la justicia. Es el telón de fondo en el cual toda acción se
transforma en social, producto de la satisfacción de necesidades culturalmente
moldeadas. Es posible, entonces, un marco de certezas que potencie la
  13  

reflexividad de los individuos, aún teniendo en cuenta, que muchos de ellos


fingen ser parte de esas mismas regularidades.

5.- CONCLUSIONES
La cultura en Sigmund Freud, el enfoque tridimensional del poder de Steven
Lukes y los conceptos mutuamente determinados de psico y sociogénesis de
Norbert Elias, promueven un marco de referencia común a todos los individuos
que viven organizados en sociedad. Se internalizan pautas sociales y se
vuelven, entonces, comunes.
Los valores compartidos devienen un marco de certeza que promueve la
seguridad individual y social. El concepto amplio de cultura que utiliza Freud
posibilita la emergencia de esa seguridad sin limitar las chances del cambio
social. La cultura, a la manera freudiana, se vuelve tal vez demasiada amplia
pues nada escapa a ella. No sólo supera una –supuesta- tensión entre la
constitución del super-yo y la justicia, sino que todo lo engloba.
La fundamentación de la importancia de la cultura en ideales de justicia se
vuelve insuficiente para teorizar sobre un concepto de poder con alcance
sociológico. La cultura se vuelve onmipresente, pero a la vez tiene que estar
siempre “expectante”, ya sea en la internalización del super-yo como
vergüenza generada ante el incumplimiento de una pauta social.
La idea del poder como “capacidad”, independiente de su utilización, que
propone la tridimensionalidad de Lukes subsana este carácter “expectante” que
Freud atribuye a la cultura. Un poder “latente” permite conceptualizar sus
aspectos visibles como aquellos que no pueden observarse fácilmente pero
que no son menos “efectivos” . De hecho, los costes del poder suelen ser más
bajos cuanto menos observable sea la utilización de ese poder.
Tanto el poder como la cultura aparecen como elementos constituyentes de lo
social que actúan, a la vez, como un transfondo que hace “sociales” las
acciones de los individuos. Este doble carácter de constituyente-posibilitador
que tienen ambos conceptos, promueven la idea de un afuera. Esta
exterioridad es particularmente notoria en el caso del poder tridimensional pero
cabe destacar que ambos conceptos brindan las herramientas para salirse de
ellos mismos.
El concepto de configuración de Norbert Elias –por último- permite dar cuenta
del dinamismo entre el marco de certezas que sirve de telón de fondo de la
acción, y la posibilidad de un cambio. El super-yo y el poder como capacidad
hacen crecer las certezas con las que cuentan los individuos sobre sus
acciones. Control de la acción social y autocontrol, son dos caras de un mismo
proceso que promueve la reflexividad del sujeto sobre su propia acción.
La capacidad reflexiva del individuo para modificar la propia acción, al
momento mismo de realizarla, sólo es posible dentro de las certezas que
provee la cultura. La posibilidad de cambio es inherente a esa reflexividad, con
lo cual un mayor grado de certeza conlleva, también, a la incertidumbre.
  14  

La idea no evolucionista que conllevan los procesos de psico y sociogénesis,


refieren esta situación de certezas e incertidumbres. Sólo es posible
caracterizar a un individuo imbricado dentro de la red de relaciones sociales
que constituye la sociedad, si se comprende a la cultura como una posibilidad
de existencia de lo social y también como proveedor de las herramientas
necesarias para producir un cambio en ese mismo “social”. La interrelación
entre biografía e historia bajo la influencia del poder como capacidad, el eje
central de esta ponencia, remite a los objetivos propuestos inicialmente y
sustentado en este diálogo entre autores y teorías del poder.

6.- BIBLIOGRAFÍA

- Elias, N. (1990). La sociedad de los individuos. Barcelona: Ediciones


Península
- Elias, N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones
sociogenéticas y psicogenéticas. Colombia: FCE
- Elias, N. (2002). Compromiso y distanciamiento. Barcelona: Ediciones
Península
- Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca
Nueva
- Giddens, A. (1998). La constitución de la sociedad: bases para la teoría
de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu
- Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente.
Buenos Aires: Nueva Visión
- Le Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El
malestar en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones
Nueva Visión
- Lukes, S. (2001). Poder y autoridad. En Bottomore, T. y Nisbet, R.
(compiladores), Historia del análisis sociológico. Buenos Aires:
Amorrortu
- Lukes, S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid:
Siglo XXI de España Editores

                                                                                                               
1  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar en
la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión p. 11  
2  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva
p. 18  
3  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva
p. 83  
  15  

                                                                                                               
4  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 88  
5  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 88  
6  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 88  
7  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 103  
8  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 114  
9  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 96  
10  Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva,
p. 96  
11  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar
en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión p. 74  
12  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar
en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión p. 107  
13  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. XXV  
14  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 3  
15  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores, p. 6  
16  Lukes,
S. (2001). Poder y autoridad. En Bottomore, T. y Nisbet, R.
(compiladores), Historia del análisis sociológico. Buenos Aires: Amorrortu p.
758  
17  Lukes,
S. (2001). Poder y autoridad. En Bottomore, T. y Nisbet, R.
(compiladores), Historia del análisis sociológico. Buenos Aires: Amorrortu p.
759  
18  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores pp. 67-8  
19  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 69  
20Lukes,S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 76  
  16  

                                                                                                               
21  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 81  
22  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 82  
23  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 105  
24  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 112  
25  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 116  
26  Lukes,
S. (2da edición) (2007). El poder. Un enfoque radical. Madrid: Siglo
XXI de España Editores p. 136  
27  Lukes,
S. (2001). Poder y autoridad. En Bottomore, T. y Nisbet, R.
(compiladores), Historia del análisis sociológico. Buenos Aires: Amorrortu p.
759  
28  Lukes,
S. (2001). Poder y autoridad. En Bottomore, T. y Nisbet, R.
(compiladores), Historia del análisis sociológico. Buenos Aires: Amorrortu p.
760  
29  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar
en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión p. 25  
30  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar
en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión p. 12  
31  Le
Rider, J., Plon, M.; Raulet, G. y Rey-Flaud, H. (2005). Sobre El malestar
en la cultura de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión pp. 76-
7  
32  Elias,
N. (1990). La sociedad de los individuos. Barcelona: Ediciones
Península p.29
33Elias,N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas
y psicogenéticas. Colombia: FCE p. 450  
34
El concepto de "civilización" tiene un sentido progresivo, mientras que el de
"cultura" designa "los productos finales -"obras de arte, libros, sistemas
religiosos o filosóficos reveladores de las particularidades de un pueblo."
Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Buenos
Aires: Nueva Visión p. 21
35
Elias,N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas
y psicogenéticas. Colombia: FCE p. 58
  17  

                                                                                                               
36
Elias, N. (1990). La sociedad de los individuos. Barcelona: Ediciones
Península, pp. 58-9
37
Elias,N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas
y psicogenéticas. Colombia: FCE p. 449
38
Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Buenos
Aires: Nueva Visión, p. 12
39
Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Buenos
Aires: Nueva Visión p. 12
40
Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Buenos
Aires: Nueva Visión, p. 13  
41
Elias,N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas
y psicogenéticas. Colombia: FCE p. 460
42
Elias,N. (1997). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas
y psicogenéticas. Colombia: FCE pp. 453-4  
43
Giddens, A. (1998). La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la
estructuración. Buenos Aires: Amorrortu
44
Elias, N. (1990). La sociedad de los individuos. Barcelona: Ediciones
Península p. 53
45
Heinich, N. (1999). Norbert Elias. Historia y cultura en Occidente. Buenos
Aires: Nueva Visión p. 102
46
Elias, N. (2002). Compromiso y distanciamiento. Barcelona: Ediciones
Península p.99

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