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San Anselmo de Canterbury O.S.B. (1033-1109) Datos

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Anselmo de Canterbury.

San Anselmo de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033-Canterbury, 1109). Se le


conoce también como Anselmo de Aosta, por el lugar donde nació, o Anselmo
de Bec, si se atiende a la población donde estaba enclavado el monasterio del
cual llegó a ser prior. Fue un monje benedictino que fungió como arzobispo de
Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo y filósofo
escolástico. Doctor de la Iglesia.

Como teólogo, fue un gran defensor de la Inmaculada Concepción de María y


como filósofo se le recuerda, además de por su célebre argumento ontológico,
por ser padre de la escolástica. .

Biografía.
Su vida nos es conocida, al menos en parte, gracias al trabajo de Eadmero, un
discípulo directo de Anselmo. Aunque este texto es un claro ejemplo de la
hagiografía de su tiempo y, por ello, salpicada de las exageraciones e
interpretaciones propias de la época que tenían como finalidad exaltar a un
candidato a la santidad, nos presenta un retrato aproximado de lo que fue el
itinerario del santo.

Nace en Aosta ciudad de la Longobardia en 1033, heredero de un linaje noble


del Piamonte. Era hijo de Gondulfo, noble longobardo, y Ermenberga,
pariente de Otón I de Saboya. Como en muchas de las biografías de los santos
de aquella época, se nos presenta una antítesis entre los caracteres de ambos
progenitores: Un padre pródigo y disipado y una madre profundamente
religiosa. Aun siendo esto verdad, no representaría un caso excepcional,
considerando el comportamiento común en el medievo de hombres y mujeres.
Con todo, se puede asegurar que la primera infancia de Anselmo transcurriría
en completa normalidad. El hecho de que desde muy pequeño mostrara
inquietudes religiosas se debería en gran parte al trato continuo con su madre,
quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Por otro lado, no
era raro que hijos de nobles vieran la vida monástica como una vía solicitada
para perpetuar el renombre de la familia.

Lo cierto es que Anselmo deseaba el ingreso al monacato benedictino desde


los quince años, época en la que se le describe como piadoso y estudioso. A
esta idílica etapa de su vida sucede una juventud disipada que lo conduce a un
conflicto con su padre, lo cual provoca el abandono de su hogar.
Después de algunos estudios preliminares sobre retórica y latín realizados en
las ciudades de Borgoña, Avranches y finalmente en Bec, la fama de
Lanfranco lo atrae a la Orden Benedictina, aunque al principio, según
confesión propia, se sintiera indeciso ante el renombre de este monje al que
Anselmo consideraba como un obstáculo en el desarrollo de sus propias
posibilidades para hacerse de una carrera eclesiástica. Corría el año 1060
cuando, una vez aclaradas sus motivaciones, ingresa al monasterio. Pese a sus
temores iniciales, la carrera de Anselmo ganó fama de manera vertiginosa,
pues en 1063 sucede a Lanfranco en el priorato de Bec, al ser éste elegido
abad. Esta será la tónica de toda su vida: posteriormente le sucede como abad
(1078) y finalmente como arzobispo de Canterbury (1093), donde finalmente
muere en 1109.

Es en Inglaterra donde Anselmo, además de filósofo y teólogo, muestra dotes


de político apologeta. La Iglesia vive el momento más cruento del conflicto de
las investiduras y él debe defender desde la cátedra arzobispal el derecho que
ella "tiene a la libertad" e impedir tendencias cismáticas que amenazaban a su
grey. Los monarcas británicos Guillermo el Rojo y Enrique I no harán fácil
esta tarea que se había impuesto a sí mismo; pero gracias a esta oposición, se
reconoce otra faceta en los escritos de Anselmo. .

Pensamiento.
Fides quaerens Intellectum. La relación entre Fe y Razón.

Anselmo inaugura en filosofía lo que se llamará la escolástica, periodo que


fructificará en las Summae y en hombres como Buenaventura, Tomás de
Aquino y Juan Duns Scoto.

Su formación agustiniana, común en el medioevo, le acercará a su intuición


filosófica más característica: la búsqueda del entendimiento racional de
aquello que, por la fe, ha sido revelado. En el sentir de Anselmo, no se trata de
remover el misterio de los dogmas, ni de desacralizarlos; tampoco significa un
vano intento de comprenderlos en su profundidad, sino tratar de entenderlos,
en la medida en que esto es posible al ser humano. (Proslogio, capítulo 1).
Esta actitud del "creyente que pregunta a la razón" provoca que en varios de
sus textos las preguntas fundamentales queden sin respuestas. La fe ya será la
encargada de dárselas. Por ello, se debe decir que no logra hacer una clara
distinción entre los campos de la teología y de la filosofía; sin embargo, cabe
aclarar, que ello no formaba parte de sus pretensiones y que no era el
momento histórico-cultural para siquiera intentarlo. Por todo ello, es inútil y
contradictorio al pensamiento de Anselmo buscar una teoría del conocimiento
tal cual dentro de sus obras. El dato primario del entendimiento humano, al
menos para el tipo de verdades más sublimes, es el dato de la fe.

Anselmo encuentra este método epistemológico del fides quaerens intellectum


obligado por las circunstancias. Él mismo comenta que algunos hermanos le
habían suplicado frecuentemente que les escribiera en forma argumentativa
racional lo referente a los misterios que a diario meditaban sin recurrir, para
ellos, a la autoridad de la Sagrada Escritura. Es por este intento de satisfacer
las necesidades de sus correligionarios por lo que se decide a empezar un
camino sin atender por completo a la dificultad del tema. Esto le ocasionará
algunos problemas al principio. Lanfranco, por ejemplo, considerará este
método algo peligroso a la ortodoxia católica. Sin embargo, es el inicio de una
metodología que reinará por lo menos tres siglos más y que sigue presente en
la corriente neoescolástica. .

Postura ante el problema de los universales.


La postura de Anselmo ante el problema de los universales intenta resolver un
viejo dilema presente en el pensamiento medieval, sobre todo, en los
comentarios que Porfirio y Boecio hacían de la Lógica Aristotélica. Dicho
problema llevaría a discusiones, no siempre pacíficas entre los teólogos y
filósofos de aquella época. Se podría resumir así: se debe dilucidar si en
realidad nuestras ideas tienen un valor objetivo en la realidad o sólo son puros
conceptos o nominaciones convencionales. Dependiendo de la solución que se
dé al problema, las consecuencias teológicas y ontológicas son diversas. Así,
por ejemplo, el nominalismo defendido en el siglo XI por Roscelino conduce a
negar la unidad de la naturaleza en las tres personas de la Santísima Trinidad,
ya que si los universales no existieran en la realidad, la esencia divina no
podría ser común a las tres personas lo que, a la larga, conduciría a negar la
suprema unidad de Dios.

Frente a esto, Anselmo sostiene una teoría, que podríamos llamar realismo
exagerado, presente ya en sus meditaciones sobre la existencia de Dios, tanto
en el Monologio, como en el Proslogio. Así por ejemplo, podemos leer en su
obra: "Todas las cosas buenas se dicen buenas por un único bien, todas las
verdaderas por una única verdad".[Monol. c.7]. Es decir, al existir la fuente de
esas perfecciones, se le otorga status ontológico al concepto universal que
concebimos en la mente. Este realismo exagerado es fruto del tiempo y de la
formación recibida en sus estudios. Recuérdese que la filosofía imperante en
esa época es agustiniana, la cual, como se sabe, hunde sus raíces en el
platonismo y neoplatonismo. .

Teología Natural.
Una de sus preocupaciones principales fue la comprensión de aquello que la fe
le proponía, por eso, en sus dos obras principales intenta demostrar la
existencia de Dios. En el Monologio (1076) expuso diversos argumentos a
posteriori, es decir, de los efectos a la causa, de las criaturas a Dios. La prueba
tiene tres vías o momentos que, siendo fieles a Anselmo, no deberían
confundirse como si tratase de tres pruebas diferentes. La primera vía se funda
en la comunicación que con el Bien Supremo tienen las criaturas. Inspirada en
la teoría platónica supone que todas las cosas en las que distinguimos el
atributo de bondad participan de una única fuente de esa perfección; porque,
siguiendo la misma lógica, si hubiera varias fuentes se requeriría de otra que
les participase la bondad y, suponer esto, exigiría un remontarse al infinito de
fuentes por lo que no existiría, en realidad, la perfección de la que se hablase,
en este caso, la bondad. Por ello, se concluye la existencia de la Fuente
Suprema de la Bondad, es decir Dios. El mismo esquema mental debe seguirse
en otro tipo de perfecciones "las cuales son mejor tenerlas que no tenerlas".
De entre ellas, escoge la grandeza o vía de la participación en el ser soberano,
y la existencia o vía del ser, en las cuales se siguen aplicando los grados de
perfección.

Para quien se enfrenta por primera vez a este autor, pudiera parecer un sin
sentido el hecho de que se comience a demostrar el origen supremo de la
bondad, en vez de empezar a hacerlo por el origen del ser. Pero, para el
pensamiento de Anselmo esto era imprescindible, pues, dentro de la propuesta
platónica, en la que, en última instancia hunde sus raíces la filosofía
anselmiana, la bondad es la idea suprema. En otras palabras, todo cuanto
existe, surge como una participación de la bondad.

A partir de esta fuente suprema y primigenia de bondad, grandeza y ser, se


concatenan una serie de razonamientos que describen poco a poco la
naturaleza y atributos divinos, guiando a la conclusión de que Dios no puede
carecer de alguna perfección, porque si no no sería Dios.

Nuevamente, una petición de sus hermanos, le otorga a Anselmo la


oportunidad de cerrar el ciclo abierto en el Monologio. Aunque había
satisfecho el reclamo de que toda esta disquisición se hiciera sin recurso a los
datos de la fe, el texto resultó demasiado complicado para las mentes de los
monjes del monasterio de Bec. Por ello le piden una nueva prueba de la
existencia de Dios más sencilla. Lo cual desembocó en la composición del
Proslogio (1078).

En el capítulo II formuló otro argumento (esta vez a priori), el cual es


conocido desde Kant como Argumento ontológico. Si en el Monologio se
había elevado de las criaturas a Dios, en el Proslogio desciende de Dios a las
criaturas. Esta intención se muestra incluso en el estilo en que está escrito este
último. Ya no es una meditación en solitario, como en el Monologio,sino la
elevación del alma al Dios en que se cree. Por eso no es de extrañar que la
premisa de la que parte el argumento sea precisamente el concepto de Dios
que se obtuvo al final del Monologio: Dios es aliquid quo nihil majus cogitari
possit: algo que no puede ser pensado mayor (el ser mayor el cual no cabe
pensar otro). El argumento, en forma resumida quedaría expresado así:

Todo ser humano tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro
ser mayor que él que pueda ser pensado (aliquid quo nihil majus cogitari
possit).

Pero lo que existe en la realidad, es mayor que lo que existe sólo en el


pensamiento, porque la existencia en lo real supone una perfección más que la
mera existencia intra - mental.

Si ese ser tal que nada mayor que él puede concebirse existiera sólo en la
inteligencia, este mismo ser del que nada mayor puede ser concebido sería tal
que algo mayor que él podría ser concebido, pero ello es contradictorio. .

Ergo, dicho ser existe.


Claro está que todo el argumento descansa en un presupuesto implícito: que la
existencia es un atributo de perfección. Es decir, cualquier cosa que exista en
la realidad es más perfecta que aquellas cosas que sólo existen en el
pensamiento. Este supuesto y la definición de Dios, expuesta en la primera
premisa, han sido el aspecto más criticado por filósofos posteriores (Tomás de
Aquino, Inmanuel Kant), aunque también existe línea filosófica de renombre
que lo acepta y defiende: (Buenaventura, Juan Duns Scoto, René Descartes,
por ejemplo).

Filosofía del Lenguaje.


Las incipientes reflexiones que sobre el lenguaje Anselmo hace, parten de la
distinción dada por Aristóteles. Así, se puede descubrir en su pensamiento dos
tipos de lenguaje: uno interior, referente a la especie que la mente utiliza para
pensar, y otro, el término, es decir el signo lingüístico que usa el hombre para
comunicarse. Este último tiene como referencia al primero. Aunado a lo
anterior se distinguen en el propio lenguaje, una acepción material y otra
formal. La primera se refiere a lo que expresa la palabra en cuanto tal. En
cambio, la acepción formal considera a la palabra en cuanto tal, no a lo que
expresa. Estos términos medievales estarían expresando la actual distinción
entre lenguaje y metalenguaje. Significatio y apellatio son otras dos nociones
en su reflexiones lingüísticas. La significatio o connotación es, en palabras de
Mauricio Beuchot (Filosofía del lenguaje;1991), "la relación del término con
la cosa como contenido conceptual"; por su parte, la apellatio o denotación es
"la relación del término con una cosa existente".

Conexo a este tema realiza un estudio sobre el símbolo en una obra de la cual
sólo se conserva una recopilación hecha por sus discípulos, por lo que no es
claro distinguir entre lo verdaderamente dicho por Anselmo y aquello que se
debe a las reflexiones de ellos. .

Obras del autor.


Monologio.
Proslogio y la respuesta que el mismo Anselmo hiciera a las objeciones de
Gaunilo Lo que a esto responda el autor del mismo libro.
De Grammatico.
De veritate.
De De libertate arbitrii.
De casu diaboli.
Epístola sobre la encarnación del verbo.
Cur Deus Homo.
Sobre la concepción virginal y el pecado original.
De procesione spiritis sancti
Las epístolas sobre el sacrficio de los ázimos y fermentados.
Sobre la concordia de la presciencia divina y la predestinación y de la gracia
de Dios con el libre albedrío.

Además de estas obras se conservan 19 oraciones, 3 meditaciones y 472 cartas


personales. De toda esta vasta producción, sólo el De Grammatico es un libro
en su totalidad dedicado a temas profanos, en este caso, se trata de un ejercicio
dialético. Todas sus demás obras conservadas tienen una motivación
teológica.
Se ha retirado de la lista el De similitudinibus a veces atribuido erróneamente
a Anselmo, pero seguramente redactado por Eadmero como apuntes de las
lecciones dictadas recibidas de su maestro. .

Reconocimientos.
Fue canonizado en 1494 y proclamado Doctor de la Iglesia en 1720.
Su nombre figura en el Calendario de Santos Luterano.

Bibliografía sobre el tema.


San, Anselmo (1952). Obras Completas. Madrid: BAC.
Rovira, Rogelio (1991). La fuga del no ser. El argumento ontológico de la
existencia de Dios y los problemas de la metafísica. Madrid: Ediciones
Encuentro.
Beuchot, Mauricio (1991). La Filosofía del Lenguaje en la Edad Media.
México: UNAM.
Cicchetti, Armando (1951). L'Agostinismo nel pensiero di Anselmo di Aosta.
Roma: Arte e Storia.
Pérez de Laborda, Miguel (1995). La Razón frente al insensato. Dialéctica y fe
en el argumento del "Proslogion" de San Anselmo. Pamplona: EUNSA.

Enlaces externos.
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Anselmo de
Canterbury.
Benedicto XVI presenta al buscador de Dios: san Anselmo.
Texto español en el sitio Zenit.
Benedicto XVI: San Anselmo: teólogo, maestro y pastor valiente.
Texto inglés en el sitio del Vaticano.
Anselmo de Canterbury: Proslogio.
Texto español en el sitio Multimedios.
Texto bilingüe latín - francés, con anotaciones en este idioma, en el sitio de
Philippe Remacle (1944 - 2011): ed. de 1842, en París.
Texto latino en Wikisource.
Otra biografía de Anselmo que presenta los argumentos sobre la existencia de
Dios.
Textos de San Anselmo en latín y en inglés en el sitio Forum Romanum. . .

...
San Anselmo.

Arzobispo de Canterbury, Doctor de la iglesia, nacido en Aosta, una ciudad de


Borgoña en los confines de Lombardía y muerto el 21 de abril de 1109.

Su padre, Galdulf era un lombardo que se había hecho ciudadano de Aosta y


su madre, Ermenberga, provenía de una familia borgoñona. Como muchos
otros santos, Anselmo aprendió de su madre las primeras lecciones sobre la
piedad, y desde muy joven tenía la pasión por aprender. Años después
disfrutaba de los recuerdos infantiles, y su biógrafo Eadmer, ha conservado
algunos episodios que oyó de los labios del propio santo. El niño había oído a
su madre hablar de Dios que habitaba en lo alto gobernando todas las cosas.
Viviendo en las montañas, pensó que el cielo debía estar en sus amplias cimas.
“Y mientras daba vueltas a estas cosas con frecuencia en su cabeza, sucedió
que un día vio en una visión que debía ir a la coma de la montaña y
apresurarse ante la corte del Dios, el gran rey. Pero antes de comenzar la
ascensión a la montaña, vio en el llano por el que había pasado a pie, que unas
mujeres, sirvientes del rey, recogiendo el grano, lo hacían negligente e
indolentemente. Triste por esa indolencia y echándoselo en cara, pensó que
debía acusarlas ante su señor y rey. Después de haber ascendido la montaña,
entró en la corte del rey, donde encontró al rey a solas con su copero, porque
al parecer, siendo otoño, el rey había enviado a toda la servidumbre a recoger
la cosecha. Al entrar el muchacho, fue llamado por el maestro y acercándose
se sentó a sus pies. Le preguntaron amablemente quién era y qué buscaba. A
lo que contestó lo mejor que pudo. Entonces, por indicador del maestro, el
copero le dio un trozo de pan empapado de vino pasó un buen rato allí. A la
mañana siguiente, recordando las cosas que había visto, como simple e
inocente niño creía que había comido en el cielo con el pan del Señor y así lo
dijo públicamente en presencia de otros” (Eadmer, Life of St. Anselm, I, i.)
Eadmer añade que todos querían al niño y que progresó rápidamente en el
estudio. Antes de los quince años pidió ser admitido en un monasterio, pero el
abad, temiendo que al padre no le gustara, rehusó admitirlo.

Entonces el niño hizo una extraña oración. Pidió que le viniera la enfermedad,
pensando que los monjes le admitirían, conmovidos. La enfermedad llegó pero
no la admisión en el monasterio. Entonces se propuso lograrlo más adelante,
pero pronto fue arrastrado por los placeres de la juventud y perdió el deseo y
amor del estudio. De alguna manera, su amor hacia su madre, le contuvo, pero
tras su muerte se sintió como un barco sin ancla a merced de las olas.
En estos momentos su padre le trataba con sequedad, tanta, que decidió
abandonar su casa. Junto con un compañero, empezó a cruzar a pie el monte
Cenis. En el momento en que estaba desfallecido de hambre y estaba a punto
de comer nieve, el sirviente encontró algunos trozos de pan que aun quedaban
en el equipaje, recobrando las fuerzas para seguir el viaje. Después de pasar
casi tres años en Borgoña y Francia fue a Normandía quedándose algún
tiempo en Avranches antes de encontrar su casa en la abadía de Bec, ilustre en
aquel tiempo por la fama de sabio de Lanfranc. Anselmo aprovechó tanto las
lecciones de su maestro que se convirtió en su mejor alumno compartiendo la
labor de enseñanza, labor en la que pasó algún tiempo comenzando a pensar
que su trabajo tendría más mérito si tomaba el hábito monástico.

Al principio fue reticente en entrar en la abadía de Bec, donde quedaría


anulado por la fama de Lanfranc, pero después pensó que le convendría estar
donde podía ser superado por otros. Su padre había muerto, terminando sus
días con un hábito monástico. Anselmo pensó en vivir de su patrimonio,
aliviando a los necesitados. También pensó en hacerse ermitaño. Pero
queriendo ser prudente, siguió los consejos de Lanfranc, presentando el asunto
al arzobispo de Ruán, que decidió por la vida monástica, entrando Anselmo a
la abadía de Bec como monje, en el año 1060. Su vida como simple monje
duró tres años, ya que en 1064 Lanfranc fue nombrado abad de Caen y
Anselmo fue elegido para sucederle como prior. Hay dudas sobre la fecha de
su nombramiento. Canon Poree señala que Anselmo, escribiendo en la fecha
de su elección como arzobispo (1093) dice que había vivido treinta años como
monje , quince como prior y quince como abad (Cartas de Anselmo, III, vii).
Esto queda confirmado por una entrada en la crónica de la abadía de Bec, que
fue compilada no después de 1136, en la que se anota que Anselmo murió en
1109, en el año 45 de su vida monástica y a los 75 de edad, habiendo sido por
tres años un simple monje: quince como prior, quince como abad y dieciséis
como arzobispo (Poree, Histoire de l'abbaye de Bec, III, 173).

Al principio su promoción al puesto de Lanfranc pareció ofensiva a algunos


monjes que consideraban tener mejores títulos que el joven extranjero.
Anselmo superó su oposición con su amabilidad y pronto ganó su afecto y
obediencia. A las obligaciones del prior añadió las del maestro. Durante este
período, probablemente, compuso algunas de sus obre filosóficas y teológicas,
como el "Monologium" y el "Proslogium". Además de los buenos consejos a
los monjes a su cuidado encontró tiempo para confortar a otros con sus cartas.
Recordando su atracción hacia la soledad del ermitaño no nos puede extrañar
que se sintiera oprimido en esta vida de actividad y deseara dejar su oficio
para entregarse a la contemplación. Pero el arzobispo de Ruán le ordeno que
siguiera en su lugar y se prepara para mayores responsabilidades. Resultó
profético, ya que el 1078, a la muerte de Herluin, fundador de la primera
abadía de Bec, Anselmo fue elegido para sucederle, Con dificultades lograron
los monjes superar su rechazo a aceptar el puesto. Gadamer nos trasmite una
imagen de la extraña escena. El abad electo cayó postrado ante sus hermanos y
con lágrimas les suplicó que no pusieran esa carga sobre sus hombros,
mientras ellos también se arrodillaban y le suplicaban que lo aceptara. Su
elección puso inmediatamente a Anselmo en relación con Inglaterra, donde la
abadía normada tenía algunas posesiones. El primar año de su puesto visitó
Canterbury, donde fue bienvenido por Lanfranc. El encuentro entre Lanfranc y
Anselmo, dice el profesor Freeman," nos presenta a un notable y memorable
par. El abogado, el sabio secular se encontró con el teólogo y el filosofo; el
estatista eclesiástico cara a cara con el santo. La sabiduría, meticulosa sin duda
pero aún dura y mundana que podía guiar a la iglesia y al reino en tiempo
revueltos se encontró con el amor sin barreras que incluía a todas las criaturas
de Dios de cualquier raza y especie” (History of the Norman Conquest, IV,
442).

Es digno de mencionar que los asuntos discutidos en esta ocasión trataban del
arzobispo anglosajón, Elphage, muerto a manos danesas cuando se negó a
pagar el rescate que empobrecería a su gente, Lanfranc dudaba de su derecho a
reclamar los honores del mártir puesto que no murió por la fe. Anselmo
resolvió la dificultad diciendo que el que moría por razones menos
importantes hubiera esta mucho más dispuesto a morir por la fe. Más aún,
Cristo es justicia y verdad y el que muere por la verdad y la justicia muere por
Cristo.

Esta fue la primera ocasión en que Anselmo conoció a Eadmer, que era
entonces un joven monje de Canterbury. Al mismo tiempo, el santo, que en su
juventud era amado por todos los que le conocían y que, como prior de Bec se
había ganando el afecto de los que se resistían a su autoridad, estaba ya
ganándose los corazones de los ingleses. Su fama se había extendido lo ancho
y a lo largo y muchos grandes hombres de su tiempo apreciaban su amistad y
buscaban sus consejos. Entre ellos estaba Guillermo el Conquistador que
deseaba que Anselmo viniera a darle consuelo en su lecho de muerte.
Cuando murió Lanfranc, Guillermo Rufus mantuvo vacante la sede de
Canterbury durante cuatro años, se apoderó de sus rentas y mantuvo a la
iglesia de Inglaterra en un estado de anarquía.

Para muchos, el abad de Bec era el hombre óptimo para el arzobispado. El


deseo general era tan evidente que Anselmo no quería visitar Inglaterra para
que no pareciera que estaba interesado en el puesto. Por fin cedió a la llamada
de Hugh, conde de Chichester en viajó a Inglaterra en 1092. Al llegar a
Canterbury la víspera de la Natividad de la Virgen María, era saludado por el
pueblo como su futuro arzobispo, pero el se alejó rápidamente y no quiso
quedarse al festival. En una entrevista privada con el rey, que le recibió
amablemente, le hablo libremente de los males que asolaban la tierra. Los
asuntos propios de Anselmo le mantuvieron en Inglaterra varios meses pero
cuando quiso volver a Bec el rey se opuso. Mientras tanto la gente
manifestaba sus deseos y con el permiso del rey se elevaron plegarias en todas
las iglesias para que Dios conmoviera al rey a entregar la iglesia de
Canterbury nombrando a un pastor y a petición de los obispos, Anselmo
redactó una oración. El rey cayó enfermo a principios de año (1093) y en su
cama de enfermo se arrepintió. Los barones y prelados le urgían sobre al
necesidad de elegir un arzobispo y cediendo al manifiesto deseo de todos
nombró a Anselmo, alegrándose todos de la elección.

Pero Anselmo rehusó firmemente el honor, por lo que entonces tuvo lugar una
escena aún más extraña que la de su elección como abad. Fue llevado a al
fuerza junto a la cama del rey y se le obligó a coger el báculo empujándolo a
su mano cerrada. Entonces fue arrastrado hacia el altar y se cantó un Te
Deum”. No hay razón para sospechar en la sinceridad de su resistencia. Por su
tendencia natural a la contemplación, no era de agrado un oficio como ese, ni
en tiempos de paz y menos aún en esos días tormentosos. Sabía muy bien lo
que le esperaba. El arrepentimiento del rey desapareció cuando se curó y
Anselmo enseguida notó los signos de las dificultades.

El primer problema surgió cuando se negó a consentir en la alineación de las


tierras de la iglesia que el rey había prometido a sus seguidores. El rey
necesitaba dinero y aunque su iglesia estaba arruinada por la rapacidad del
rey, se esperaba que el arzobispo hiciera libremente una un regalo a su
majestad; cuando ofreció quinientos marcos fueron rechazados con burlas
como insuficientes. Por si esto no bastaba, Anselmo tuvo que oír los reproches
de los monjes de Bec que no querían que se fuera. Y en sus cartas apenas se ve
en dificultades para convencerles de que no quería el arzobispado.
Por fin fue consagrado arzobispo de Canterbury el 4 de diciembre de 1093.
Quedaba aún ir a Roma para obtener pallium. Pero eso fue otra ocasión
problemática ya que el antipapa Clemente disputaba la autoridad a Urbano II,
reconocido por Francia y Normandía: no parece que le rey inglés fuera
partidario del antipapa, pero quiso reforzar su posición propia afirmando su
derecho a decidir entre los dos. Así que cuando Anselmo pidió autorización
para ir al papa, el rey le dijo que en Inglaterra nadie debía reconocería ninguno
hasta que el rey se hubiera pronunciado. El arzobispo insistió en ir alpaca
Urbano, cuya autoridad ya había reconocido y, le recordó al rey, esta era una
de las condiciones para aceptar el arzobispado. Este grave asunto se presentó
al consejo del reino reunido en asunto Rockingham en marzo de 1095, donde
Anselmo defendió sin miedo la autoridad de Urbano. Su discurso es un
testimonio memorable sobre la doctrina de la supremacía papal. Y es
significativo que ninguno de los obispos lo cuestionase (Eadmer, Historia
Novorum, lib. I).

Respecto a las convicciones de Anselmo en esta cuestión , podemos citar las


francas palabras Dean Hook: “Anselmo era simplemente un papista” – creía
que S. Pedro era el Príncipe de los Apóstoles – y como tal era la fuente de toda
la autoridad y poder eclesiástico; que el papa era su sucesor y por consiguiente
se debía al papa, por parte de obispos y metropolitanos así como por el resto
de la humanidad, la obediencia que un soberano espiritual tiene derecho de
esperar de sus vasallos” [Lives of the Archbishops of Canterbury (Londres,
18(i0-75), II, 183].

Guillermo envió gente a Roma a conseguir el pallium. Cuando llegaron


encontraron a Urbano en posesión de la sede y le reconocieron. Walter, obispo
de Albano volvió con ellos como legado, llevando el pallium. El rey reconoció
públicamente a autoridad de Urbano e intentó que el legado depusiera a
Anselmo. Pero con el tiempo hubo reconciliación por las dificultades del rey
en Gales y en el norte. El rey y el arzobispo se reunieron pacíficamente.
Anselmo no quería aceptar el pallium de manos del rey, pero en un servicio
solemne en Canterbury, el 10 de junio de 1095, el legado lo puso sobre el altar
y Anselmo lo recogió.

El primer problema surgió en 1097. El rey, al volver de su poco efectiva


campaña, acusó a Anselmo respecto al contingente que había proporcionado y
le requirió ante el tribunal real. Anselmo declinó y pidió permiso para ir a
Roma, lo que le fue negado, aunque después de una reunión en Winchester se
le dijo a Anselmo que estuviera listo para zarpar en diez días. Al partir
Anselmo dio la bendición al rey, que la recibió con la cabeza inclinada. En St.
Omer Anselmo confirmó a una multitud de personas.

Pasó las navidades en Cluny y el resto del invierno en Lyon, continuando el


viaje en primavera, cruzando el monte Cenis con dos compañeros, todos
viajando como simples monjes. En los monasterios por los que pasaban les
preguntaban con frecuencia por Anselmo. Al llegar a Roma fue tratado con
gran honor por el papa. Se consideró su caso y se presentó ante el consejo,
pero nada podía hacerse aparte de enviar una carta de protesta a Guillermo.

Durante su estancia en Italia Anselmo gozó de la hospitalidad del abad de


Telese y pasó el verano en un pueblo de montaña que pertenecía al
monasterio. Allí terminó su obra, "Cur Deus Homo", que había comenzado en
Inglaterra. En octubre de 1098 Urbano celebró un concilio en Bari para tratar
de las dificultades planteadas por los griegos sobre la procesión del Espíritu
Santo. Anselmo fue llamado por el papa a un puesto de honor y se le ordenó
que se encargara de la parte principal de la discusión. Sus argumentos fueron
después puestos por escritos en su tratado sobre el tema. También se presentó
su caso ante el concilio, que estuvo a punto de excomulgar a Guillermo si no
hubiera intercedido Anselmo. Tanto el como sus compañeros deseaban volver
a Lyon, pero hubieron de esperar hasta que se celebrara otro concilio en el
Laterano, en Pascua. Aquí oyó Anselmo los cánones aprobados contra las
investiduras y el decreto de excomunión contra los transgresores. Este
incidente tuvo una gran influencia en su carrera en Inglaterra.

Estando cerca de Lyon, Anselmo se enteró de la trágica muerte de Guillermo.


Pronto le llegaron mensajes del nuevo rey y de los principales hombre
reclamando su presencia en Inglaterra. Desembarcó en Dover y se apresuró a
encontrarse con el rey en Salisbury. Fue recibido con amabilidad pero la
cuestión de las investiduras se presentó inmediatamente de forma tensa.
Enrique requirió que el arzobispo recibiera duna nueva investidura Anselmo
alegó los decretos del reciente concilio en Roma y declaró que no tenía
elección en el asunto. El asunto se pospuso, puesto que el rey decisión enviar
gente a Roma a pedir exenciones especiales. Mientras tanto Anselmo tuvo
para con el rey dos gestos le ayudó a quitar los impedimentos en el
matrimonio con Edith, heredera de los reyes sajones. La hija de Santa
margarita había pedido refugio en un convento, donde llevaba el velo, aunque
no había pronunciado los votos. Algunos pensaban que era un impedimento
para el matrimonio paro Anselmo consideró el asunto en un concilio en u
concilio en donde se estableció completamente la libertad de la real joven y el
mismo arzobispo bendijo el matrimonio.

Más aún, cuando Roberto desembarcó en Portsmouth y muchos de los nobles


normandos requerían su alianza, fue Anselmo el que dirigió la opinión a favor
de Enrique. Mientras tanto, el papa Pascual había rehusado ceder a las
peticiones de exenciones del sínodo de Letrán por parte de Enrique. Pero éste
insistió en su propósito de obligar a Anselmo a aceptar la investidura de sus
manos.

La revuelta de Roberto de Bellesme pospuso la amenaza de ruptura. Para


ganar tiempo, el rey envío otra embajada a Roma. A su vuelta se exigió de
nuevo a Anselmo que recibiera la investidura. La carta papal no se hizo
pública, pero se informó que era del mismo tenor que la anterior. Los enviados
dijeron que empapa había dado su consentimiento verbal a las peticiones del
rey pero no lo había puesto por escrito por miedo de ofender a otros
soberanos. Amigos de Anselmo que habían estado en Roma, negaron estas
afirmaciones. Ante esta crisis se acordó volver a enviar gente a Roma de
nuevo y mientras el rey continuaría invistiendo a obispos y abades, pero no se
obligaría a Anselmo a consagrarlos.

Durante este intervalo Anselmo celebró un concilio en Westminster donde se


aprobaron duros cánones contra los males de aquel tiempo. A pesar del
compromiso de las investiduras se pidió a Anselmo que consagrara a obispos
investidos por el rey, a los que rehusó firmemente y pronto se vio que su
firmeza iba haciendo efecto. Los obispos devolvían el báculo que habían
recibido de manos del rey o se oponían a ser consagrados por otro que no
obedeciera a Anselmo. Cuando llegó la contestación del papa repudiando la
historia de los enviados, el rey pidió a Anselmo que fuera él mismo a Roma.
Aunque no podía apoyar las peticiones reales, quería presentar los hachos ante
el papa y en este entendimiento partió hacia Roma. Las peticiones reales
fueron rechazadas de nuevo pero no se excomulgó a Enrique. Entendiendo que
Enrique no quería que volver a Inglaterra, Anselmo se quedó en Lyon, donde
recibió una carta del papa informándole de la excomunión de los consejeros
que habían dicho al rey que insistiera en las investiduras, pero no decretaba
nada respecto al rey.

Anselmo reemprendió el viaje y por el camino se enteró de la enfermedad de


la hermana de Enrique, Adela de Blois. Se desvió para visitarla y cuando se
recuperó le informó que volvía a Inglaterra para excomulgar a su hermano.
Enseguida se preocupó ella de conseguir una reunión entre Anselmo y el rey,
en julio de 1105. Se logró una reconciliación y se urgió a Anselmo que
volviera a Inglaterra, pero sin abandonar la reclamación del derecho a investir,
poniendo otro recurso a Roma. Una carta papal que autorizaba a Anselmo a
absolver de las censuras en las que incurría por faltar a las leyes de las
investiduras curó ofensas pasadas pero no resolvió el futuro. Por fin en un
concilio en Londres, 1107, la cuestión se solucionó de la siguiente manera: el
rey renunciaba a la reclamación de investir a los obispos y abades y la Iglesia
permitía a los prelados prestar homenaje por sus posesiones temporales.
Lingard y otros consideran que esto es un triunfo del rey, diciendo que había
conseguido lo sustancial y abandonado una simple forma. Pero no era una
simple forma de lo que se trataba. El rito utilizado en la investidura era el
símbolo del poder real reclamado por los reyes ingleses, y ahora se
abandonaba por fin. La victoria era del arzobispo y como dice Schwane
(Kirchenlexicon,) preparó el camino par ala solución posterior de la misma
controversia en Alemania Anselmo pudo terminar sus días en paz. En los años
que le quedaban continuo su labor pastoral componiendo, y sus últimos
escritos. Eadmer, el fiel cronista describe su pacífica muerte. El sueño de su
juventud se había convertido en realidad, iba a escalar la montaña y saborear
el pan del cielo.

Su actividad como pastor y decidido campeón de la Iglesia hace de él una de


las principales figuras de la historia religiosa. La dulce influencia de sus
enseñanzas espirituales se extendió por todas partes, viéndose los frutos en
muchas tierras. Su defensa de la libertad de la Iglesia en una crisis de la
historia medieval tuvo efectos de largo alcance mucho después de su tiempo.
Como escritor y pensador tiene derecho a estar entre los más elevados y su
influencia en el curso de la filosofía y de la teología católica es aún más
profunda y duradera si se le considera junto con Gregorio VII, Inocencio III y
Tomás Becket. Por otra parte puede reclamar un puesto entre Atanasio,
Agustín y Tomas de Aquino.

Sus méritos en el campo de la teología han recibido reconocimiento oficial


cuando Clemente XI le declaró Doctor de la Iglesia en 1720. En el oficio que
se lee en su día de fiesta (21 abril) se dice que sus obras son un modelo para
todos los teólogos. Pero se puede dudar si su posición es apreciada por todos
los estudiantes de teología. Sus libros no han sido adoptados, como los de
Pedro Lombardo y Sto. Tomás, como texto común de los comentadores y
profesores de teología, ni se le ha citado constantemente como autoridad,
como S. Agustín. Y esto era natural, puesto que en el se siglo siguiente se
impusieron nuevos métodos con el surgimiento de la filosofía árabe y
aristotélica. Los “Libros de las Sentencias” eran de alguna manera más
apropiados para una lectura teológica regular. Anselmo estaba muy cerca para
tener la venerable autoridad de los Padres. Por todo ello se puede decir que sus
escritos no fueron apropiadamente apreciados hasta que el tiempo trajo otros
cambios en las escuelas y los hombres comenzaron a estudiar la historia de la
teología. Y aunque sus obras no están presentadas en la forma tradicional de
una “Summa”, como la de Sto. Tomás sin embargo cubren toda la doctrina
católica. Hay pocas páginas de la teología que no hayan sido ilustradas por los
trabajos de Anselmo. Su tratado sobre la procesión de Espíritu Santo ha
ayudado a guiar la especulación escolástica sobre la Trinidad; su "Cur Deus
Homo" arroja un torrente de luz sobre la teología de la redención, de la
reconciliación entre Dios y el hombre y una de sus obras anticipa mocho de
las controversias posteriores sobre la Libertad de la Voluntad y la
Predestinación. En el siglo diecisiete un benedictino español, el cardenal
Aguirre, quiso hacer con los libros de Anselmo un curso de teología, "S.
Anselmi Theologia" (Salamanca, 1678-81). Lamentablemente nunca pasó de
los tres primeros volúmenes que contenían comentarios al "Monologium". En
tiempos más recientes Dom Anselm Öcsényi, O.S.B. emprendió l tarea a una
escala más modesta en un pequeño volumen en latín sobre la teología de S.
Anselmo "De Theologia S. Anselmi" (Brünn, 1884).

Además de ser uno de los padres de la teología escolástica, Anselmo ocupa un


lugar importante en el campo de las especulaciones filosóficas. En la primera
fase de la controversia de los Universales, se enfrentó al extremo nominalismo
de Roscelin; en arte por ello y por su platonismo personal su Realismo tomó lo
que puede ser considerado cono una forma extrema. Era demasiado pronto
para hallar el “media aurea” del realismo moderado aceptado por los filósofos
posteriores. Su postura era una etapa del proceso y es significativo que uno de
su biógrafos, Juan de Salisbury, fue uno de los primeros en hallar la verdadera
solución.

El éxito principal de Anselmo en filosofía fue el argumento antológico para


probar la existencia de Dios que viene en el "Proslogium". Comenzando desde
la noción de Dios (Deus enim est id quod maius cogitari non potest. Dios es
aquello de lo que no se puede pensar nada mayor. Dice que lo que existe en la
realidad es mayor que lo que solo existe en la mente, por consiguiente puesto
que Dios es aquello de lo que nada mayor se puede pensar, luego existe en la
realidad. La validez de este argumento fue discutida desde el principio por un
monje llamado Gaunilo, que escribió un acrítica a la que respondió Anselmo.
Eadmer cuenta una curiosa anécdota sobre la ansiedad de S. Anselmo mientra
estaba tratando de desarrollar este argumento. No podía pensar en nadad más
durante días y cuando por fin lo vio claramente, se llenó de alegría
apresurándose a ponerlo por escrito. Las tablillas de cera se le dieron a un
monje para que las custodiara pero cuando las necesitaron, no estaban. Se
volvió a escribir en tablillas nuevas y se dio a otro para que las guardara.
Cuando las necesitaron estaban rotas en muchos pedazos Anselmo junto los
fragmentos con mucho cuidado y lo copio todo en un pergamino para mayor
seguridad. La anécdota es como una alegoría del destino que le esperaba al
famoso argumento, perdido y encontrado de nuevo, hecho añicos y restaurado
en el curso de la controversia.

Sto. Tomás y sus seguidores lo rechazaron, fue revivido de otra manera por
Descartes y después de ser atacado por Kant, fue defendido por Hegel, a quien
le fascinaba especialmente y recurre a él en muchas partes de sus escritos. En
un lugar dice que es generalmente utilizado por los filósofos contemporáneos
“pero siempre junto con otras pruebas, aunque sólo él es el verdadero”
(German Works, XII, 547). . Los que atacan este argumento deberían pensar
que no todas las mentes están forjadas con el mismo molde y es fácil de
entender cómo unos sienten la fuerza del argumento y otros no. Pero si esta
prueba fuera, como piensan algunos, una falacia absurda, ¿cómo se explica la
atracción que causa a mentes como las de Anselmo, Descartes y Hegel? Hay
que añadir que el argumento no fue rechazado por todos los grandes
escolásticos, fue aceptado por Alejandro de Hales (Summa, Pt. I, Q. iii, memb.
1, 2), Escoto. (In I, Dist. ii, Q. ii.) más tarde por Möhler, que cita con
aprobación la defensa de Hegel.

No suelen ocurrir que un santo católico gane la admiración de filósofos


alemanes e historiadores ingleses pero Anselmo tiene esta distinción singular
del aprecio de Hegel por su poder mental y Freeman tiene cálidas palabras
para el arzobispo de Canterbury “Aunque era extranjero, ha conseguido su
lugar entre los más nobles de nuestra isla. Ya era algo ser el modelo de toda
perfección eclesiástica; algo era ser el creador de la teología de la Cristiandad;
pero aún era más ser la encarnación de la rectitud y la misericordia, que ha de
pasara a los anales de la humanidad como el hombre que salvó a los
perseguidos y se elevó hacia la santidad” (History of the Norman Conquest,
IV, 444).

La colección de las obras de Anselmo fue editada poco después de la


invención de la imprenta. Ocsenyi menciona nueve, antes del siglo dieciséis.
El primer intento de una edición crítica fue el de Th. Raynaud, S..* (Lyon,
1630), que rechaza muchas obras falsas es decir, los Comentarios a S. Pablo.
La mejores ediciones son las de Dom Gerberon, O.S.B. (Paris, 1675, 1721;
Veneciae 1744, Migne, 1845). La mayoría de las obras más importantes han
sido impresas separadamente – así, el "Monologium" está incluido en los
"Opuscula SS. Patrum" de Hurter publicados con el "Proslogium" por Haas
(Tübingen). Hay ediciones separadas muy numerosas del "Cur Deus Homo" y
de "Oraciones y meditaciones", traducidas al inglés por el arzobispo Laud
(1638); hay ediciones francesas y alemanas de las "meditationes" y el
"Monologium". "Cur Deus Homo" también se ha traducido del ingles al
alemán – ver las traducciones de Deane (Chicago, 1903). Respecto a sus
opiniones sobre la educación, ver ABADIA DE BEC

Fuentes
Las principales Fuentes para la vida de Anselmo son sus propias cartas y la
dos obras biográficas de su amigo, discípulo y secretario Eadmer, monje de
Canterbury y obispo electo de St. Andrews. La obra Historia Nonorum puede
ser llamada “Vida y tiempos de D. Anselmo”; su S. Anselmi relata la vida
interior del santo. Hay además un breve relato, atribuido a Eadmer, aunque su
autoria es dudosa, de los milagros de S. Anselmo. Otros que escribieron
pronto sobre S, Anselmo como Juan de Salisbury añades nuevos detalles, pero
en general todos se nutren de Eadmer.

Kent, William. (1907).

Transcrito por Tomas Hancil y Joseph P. Thomas.

Traducido por Pedro Royo

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