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Twice (Terror 2do)

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Twice-told tale (Enrique Anderson Imbert)

Perseguido por la banda de terroristas Malcolm corrió y corrió por las calles de esa ciudad extraña. Eran casi las doce de la
noche. Ya sin aliento se metió en una casa abandonada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio, en un rincón, a un
muchacho todo asustado.
— ¿A usted también lo persiguen?
—Sí —dijo el muchacho.
—Venga. Están cerca. Vamos a escondernos. En esta maldita casa tiene que haber un desván... Venga.
Ambos avanzaron, subieron unas escaleras y entraron en un altillo.
—Espeluznante, ¿no? —murmuró el muchacho, y con un pie empujó la puerta. El cerrojo, al cerrarse sonó con un clic exacto,
limpio y vibrante.
— ¡Ay, no debió cerrarla! Ábrala otra vez. ¿Cómo vamos a oírlos si vienen?
El muchacho no se movió.
Malcolm, entonces, quiso abrir la puerta, pero no tenía picaporte. El cierre, por dentro, era hermético.
— ¡Dios mío! Nos hemos quedado encerrados.
— ¿Nos? —Dijo el muchacho—. Los dos, no; solamente uno.
Y Malcolm vio cómo el muchacho atravesaba la pared y desaparecía.

Twice-told tale (Enrique Anderson Imbert)

Perseguido por la banda de terroristas Malcolm corrió y corrió por las calles de esa ciudad extraña. Eran casi las doce de la
noche. Ya sin aliento se metió en una casa abandonada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio, en un rincón, a un
muchacho todo asustado.
— ¿A usted también lo persiguen?
—Sí —dijo el muchacho.
—Venga. Están cerca. Vamos a escondernos. En esta maldita casa tiene que haber un desván... Venga.
Ambos avanzaron, subieron unas escaleras y entraron en un altillo.
—Espeluznante, ¿no? —murmuró el muchacho, y con un pie empujó la puerta. El cerrojo, al cerrarse sonó con un clic exacto,
limpio y vibrante.
— ¡Ay, no debió cerrarla! Ábrala otra vez. ¿Cómo vamos a oírlos si vienen?
El muchacho no se movió.
Malcolm, entonces, quiso abrir la puerta, pero no tenía picaporte. El cierre, por dentro, era hermético.
— ¡Dios mío! Nos hemos quedado encerrados.
— ¿Nos? —Dijo el muchacho—. Los dos, no; solamente uno.
Y Malcolm vio cómo el muchacho atravesaba la pared y desaparecía.

Twice-told tale (Enrique Anderson Imbert)

Perseguido por la banda de terroristas Malcolm corrió y corrió por las calles de esa ciudad extraña. Eran casi las doce de la
noche. Ya sin aliento se metió en una casa abandonada. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio, en un rincón, a un
muchacho todo asustado.
— ¿A usted también lo persiguen?
—Sí —dijo el muchacho.
—Venga. Están cerca. Vamos a escondernos. En esta maldita casa tiene que haber un desván... Venga.
Ambos avanzaron, subieron unas escaleras y entraron en un altillo.
—Espeluznante, ¿no? —murmuró el muchacho, y con un pie empujó la puerta. El cerrojo, al cerrarse sonó con un clic exacto,
limpio y vibrante.
— ¡Ay, no debió cerrarla! Ábrala otra vez. ¿Cómo vamos a oírlos si vienen?
El muchacho no se movió.
Malcolm, entonces, quiso abrir la puerta, pero no tenía picaporte. El cierre, por dentro, era hermético.
— ¡Dios mío! Nos hemos quedado encerrados.
— ¿Nos? —Dijo el muchacho—. Los dos, no; solamente uno.
Y Malcolm vio cómo el muchacho atravesaba la pared y desaparecía.

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