Ensayo Sobre Procedimientos Sancionatorios
Ensayo Sobre Procedimientos Sancionatorios
Ensayo Sobre Procedimientos Sancionatorios
jurídico venezolano.
procedimiento.
respecto.
planteado),
3. Principio de culpabilidad.
5. Principio de prescripción.
BIBLIOGRAFÍA
Las leyes que conforman el ordenamiento administrativo del Estado permiten, cada
vez con mayor frecuencia, que órganos de la Administración Pública apliquen a los
administrados aflicciones por la realización de alguna conducta tipificada legal y
previamente. En esos casos, nos encontramos en el campo de las sanciones
administrativas.
“...el criterio sostenido por la jurisprudencia patria asume la tesis de la dualidad del
ejercicio del ius puniendi del Estado, estableciendo como elemento diferenciador el
telos perseguido por una u otra manifestación de la potestad punitiva.
Así las cosas, observa esta Sala que según el criterio establecido, la potestad
punitiva del Estado corresponde al campo de estudio y aplicación del Derecho
Penal, cuando la conducta antijurídica haya sido catalogada como tal, siendo
necesario castigar dichas conductas a los efectos de mantener la paz social, como
única herramienta para la consecución del bien común. Es justamente por esta
razón que el castigo tradicionalmente y generalmente aplicado es la pena de
privación de libertad.
Consideramos, sin embargo, que la cuestión no es tan clara como parece haberla
advertido el Máximo Tribunal, ya que de aceptarse, sin más, la tesis de las
diferencias cualitativas o teleológicas entre el ilicito penal y el administrativo, habría
que concluir que el legislador no tiene posibilidad de transformar, como
efectivamente lo ha hecho mediante modificaciones legislativa, ilícitos penales en
meras infracciones administrativas, y viceversa[2].
Así como no se concibe una sentencia penal sin juicio, tampoco es legítima la
imposición de una sanción administrativa sin la previa sustanciación de un
procedimiento administrativo. Toda sanción administrativa se formaliza mediante un
acto administrativo, para cuya formación es necesaria la sustanciación previa de un
procedimiento sancionatorio.
Hay que añadir, sin embargo, que cuando una autoridad pública actúa con la doble
condición de funcionario instructor del proceso penal y de funcionario con potestad
para aplicar sanciones administrativas, debe escindirse con claridad los actos de
instrucción penal, y los cumplidos en ejercicio de las potestades sancionatorias-
administrativas, ya que en la emisión de estos últimos son plenamente aplicables
los principios generales del procedimiento administrativo sancionador.
3. Toda persona tiene derecho a ser oída en toda clase de proceso, con las debidas
garantías y dentro del plazo razonable determinado legalmente, por un juez o
tribunal competente, independiente e imparcial establecido con anterioridad. Quien
no hable castellano o no pueda comunicarse de manera verbal, tiene derecho a un
intérprete.
4. Toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales en las
jurisdicciones ordinarias, o especiales, con las garantías establecidas en esta
Constitución y en la ley. Ninguna persona podrá ser sometida a juicio sin conocer la
identidad de quien le juzga, ni podrá ser procesada por tribunales de excepción o
por comisiones creadas para tal efecto.
6. Ninguna persona podrá ser sancionada por actos u omisiones que no fueren
previstos como delito, faltas o infracciones en leyes preexistentes.
7. Ninguna persona podrá ser sometida a juicio por los mismos hechos en virtud de
los cuales hubiese sido juzgado anteriormente.
La Constitución de 1961, trataba por separado ambos aspectos del principio. Así,
en el artículo 60, ordinal 2, establecía el principio de legalidad de la infracción,
cuando disponía que “nadie podrá ser privado de su libertad por obligaciones cuyo
incumplimiento no haya sido definido por la ley como delito o falta”; y en el artículo
69 consagraba el principio de legalidad de las sanciones, conforme al cual “Nadie
podrá ser ... condenado a sufrir pena que no esté establecida en ley preexistente”.
De esa manera, tanto la infracción (hecho constitutivo del ilícito) como la sanción
(consecuencia aplicable a quienes incurrieran en el ilícito), debían estar tipificados
previamente por la Ley.
Varias son las cuestiones que plantea el principio constitucional de legalidad de las
infracciones y sanciones, en relación con cada una de las garantías –material y
formal- antes enunciadas:
b. De otra parte, conviene analizar los requisitos mínimos de certeza que debe
cumplir una norma sancionadora en la labor de tipificación de conductas ilícitas,
cuestión que nos enfrenta necesariamente al estudio de las disposiciones
sancionatorias en blanco y el empleo de conceptos jurídicos indeterminados.
Veamos:
a. Exigencia de Ley previa y retroactividad de las normas sancionatorias más
favorables.
- Que “... la garantía que exige la ley preexistente para la sanción necesariamente
se extiende a la falta. La falta debe estar definida también por ley preexistente, de
lo contrario no podría siquiera hablarse de la posibilidad de la existencia de un
verdadero Estado de Derecho ....” (Sentencia de la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo de fechas 25 de julio de 1996 (caso: Tesalio Cadenas) y 21 de agosto
de 1996 (caso: Luis Carlos Palacios Juliac); y
En todo caso, la ley aplicable debe ser preexistente al ilícito, como lo hemos
señalado anteriormente, y será esa ley la aplicable de manera principal cuando se
juzgue el presunto hecho irregular.
Cabe advertir, finalmente, que la doctrina y jurisprudencia foránea han aclarado que
el juicio de benignidad de la nueva ley debe efectuarse de manera integral, sin
fraccionamientos, de modo que en aquellos casos en que el nuevo régimen
legislativo contenga partes favorables y partes desfavorables, lo correcto será
determinar si, en bloque, se trata realmente de una regulación más benigna. Como
lo afirmó el Tribunal Supremo Español en la sentencia del 28 de mayo de 1990,
cuyos términos han sido enteramente suscritos por González Navarro, “No se puede
aplicar a retazos una y otra ley (la anterior y la posterior) debiéndose de aplicar la
nueva cuando sea más favorable al reo, en bloque, no fragmentariamente, porque
si se procediera a seleccionar la normativa precedente y la que modifica lo más
beneficioso de una y otra, se estarían usurpando tareas legislativas que no
corresponden a los Tribunales como sería la creación de una norma artificiosa e
indebidamente elaborada a partir de lo entresacado de la antigüa y la nueva”[14].
En esa oportunidad, la Corte no anuló la norma impugnada, sino que acudió a una
“interpretación constitucional”[16] con el objeto de hacer compatible su aplicación
con el principio de legalidad de las infracciones y faltas. En este sentido, sostuvo la
Corte lo siguiente:
“... cuando la norma bajo examen señala que debe tratarse de una acción u omisión
que está tipificada en la ley, y que es imputable personalmente al funcionario como
consecuencia de la ejecución de la conducta prohibida que es causa directa del
incumplimiento de las finalidades previstas en las leyes o de la normativa de que se
trate, quiere decir que se excluye cualquier valoración del ente contralor que no esté
en relación directa con los instrumentos normativos y procedimentales que regulan
su gestión. En efecto, la valoración que haga dicho ente debe estar en relación con
los límites generales que regulan su actividad, sin que le esté permitido entrar a
interpretar la finalidad de la ley en términos tan amplios al punto que se constituya
en valoración del mérito y la oportunidad de la decisión administrativa. Ello es así
por cuanto el control de gestión, en los términos establecidos en la Ley Orgánica de
la Contraloría General de la República, en concordancia con sus atribuciones
constitucionales y con la protección de los derechos individuales, exige la existencia
de una conducta tipificada en la ley, que sea antijurídica e imputable.
La última parte del tantas veces citado numeral 15 del artículo 113 de la Ley
Orgánica de la Contraloría General de la República, permite a este organismo,
establecer la sanción de declaratoria de responsabilidad administrativa en los casos
de incumplimiento de las finalidades previstas en las leyes o en la normativa de que
se trate, es decir, cuando el incumplimiento es consecuencia directa de una
conducta, imputable al funcionario público de que se trate, que se encuentre
tipificada en las leyes.
(...)
No se trata por tanto de una formulación genérica que deja al órgano administrativo
la determinación de lo ilícito; en tal sentido, cabría la consideración de que la
disposición in comento, no abandona al arbitrio o discreción de la Contraloría, la
fijación del hecho que genera la responsabilidad administrativa, sino que tal norma
prevé una remisión normativa en orden a establecer las finalidades de las leyes o
de la “normativa de que se trate”“.
“...esta Corte observa que el artículo 33, numeral 2 de los Estatutos de la Fundación
IDEA, único fundamento normativo del acto impugnado, establece que un Profesor
Titular de la misma podrá ser removido por “violación grave a los Estatutos,
Reglamentos y demás normas que regulen las actividades de la Fundación”.
El numeral transcrito es, a juicio de esta Corte, violatorio del principio de tipicidad
antes enunciado, desde que constituye una cláusula abierta y genérica. En efecto,
el eventual sujeto pasivo de la conducta a que se contrae la referida norma (Profesor
Universitario), tendría que conocer la totalidad de los Estatutos, Reglamentos y
demás normas que regulan las actividades de la Fundación, para poder saber qué
actos o hechos son suceptibles de encuadrar en la disposición aplicada.
Por lo tanto, considera esta Corte que el artículo 33, numeral 2 de los Estatutos de
la Fundación IDEA viola el principio de tipicidad por ser una cláusula abierta, y por
ende debe desaplicar dicho precepto tal como lo permite el artículo 334 de la
Constitución, en concordancia con el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil;
y así se decide”.
Es por ello –agregó la sentencia del Tribunal Supremo- “...que el Código de Policía
del Estado Bolívar, no podía regular sino las áreas que la ley le permite de modo
que no puede suplirla allí donde la norma legal es necesaria para producir
determinado efecto o regular un cierto contenido. Este cierto contenido la norma
constitucional lo reservó para el Poder Legislativo Nacional y a éste pertenece la
determinación de conductas infractoras y de las sanciones que las castigan. Es la
ley la que puede definir el delito o falta sin que pueda señalar infracciones genéricas
a ser tipificadas y complementadas tal como lo hace el Código impugnado”.
(...)
Uno de los reglamentos que debe dictar el Ejecutivo Nacional es el relativo a las
concentraciones económicas, que defina y establezca un régimen que regule la
evaluación de dichas operaciones, respetando el espiritu del legislador. Asimismo,
le corresponde a la Superintendencia para la Promoción y la Protección de la Libre
Competencia, ir definiendo los mecanismos técnicos que permitan medir los efectos
anticompetitivos de las operaciones de concentración, responsabilidad de mayor
grado en los actuales momentos cuando todavía no se ha dictado el referido
reglamento de concentraciones económicas.
“Aunque es cierto que la Ley venezolana no hace definiciones sobre lo que debe
entenderse por operaciones de concentración económica, la jurisprudencia y la
doctrina –y por supuesto, en esta última cabe incluir a la doctrina del propio órgano
de la Administración Pública venezolana competente en la materia- pueden aclarar
el concepto a través de la interpretación y aplicación de la ley en cada caso (...).
El respeto de esos principios exige que los órganos administrativos decidan los
asuntos que se llevan a su conocimiento, sin ningún tipo de consideraciones
extrañas al interés general. Se infringe, en consecuencia tal principio, y por lo tanto
se contraviene el ordenamiento jurídico-administrativo, cuando el funcionario que
encarna a un órgano de la Administración, participa en la solución de un asunto en
el cual tiene algún interés personal, sea de carácter pasional,
familiar, ideológico, político, económico o de cualquier otra especie (imparcialidad
objetiva).
Esta regla, que no es más que una medida legislativa destinada a asegurar la
imparcialidad y objetividad de la Administración, se encuentra consagrada con
carácter preceptivo en España, cuya Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común, dispone que “Los procedimientos que regulen el ejercicio de la potestad
sancionadora deberán establecer la debida separación entre la fase instructora y la
sancionadora, encomendándolas a órganos distintos”.
No existe en nuestro régimen una disposición similar, que obligue a colocar en dos
órganos distintos las actividades instructoras y decisoras en los procedimientos de
carácter sancionatorio. Sin embargo, la tendencia del legislador venezolano ha
sido la de acudir a tal separación, y con ello se persigue -evidentemente- que la
autoridad a quien corresponde decidir el asunto no se vea influenciada en tomar
una decisión en un determinado sentido, como consecuencia de su participación
inquisitiva en la obtención de pruebas y la demostración de los hechos que se
pretenden sancionar[24].
Ocurre, sin embargo, que en ausencia de un precepto general que obligue a separar
la actividad instructora y decisoria, en algunos procedimientos sancionatorios,
ambas funciones quedan en manos de un mismo órgano. Así ocurre, por ejemplo,
en las averiguaciones administrativas que sigue la Contraloría General de la
República, para determinar si ha ocurrido alguna falta que pueda dar lugar a una
declaratoria de responsabilidad administrativa. En efecto, la facultad de sustanciar
y decidir -en primer grado- estos procedimientos se encuentra atribuida al Director
de Averiguaciones Administrativas.
3. Principio de culpabilidad.
Así, el Juzgado Superior Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo, de Menores y de
lo Contencioso Administrativo del Segundo Circuito de la Circunscripción Judicial
del Estado Bolívar, en decisión de fecha 8 de diciembre de 1999, sostuvo al respecto
lo siguiente:
Es claro que mediante una simple “inspección” practicada por un fiscal, no podría
concluirse que las emisiones atmosféricas generadas por la planta industrial
propiedad de la querellante tenían carácter contaminante, pues ese hecho escapa
de lo que puede ser percibido directamente por los sentidos y su demostración
requiere, por el contrario, la realización de un conjunto de pruebas técnicas que no
han sido practicadas en el caso presente por la Administración.
Considera este tribunal, que otorgarle mérito probatorio a las actas de inspección,
respecto de hechos que no pueden ser precibidos en forma directa por el
funcionario, como lo es el carácter contaminante y el grado de contaminación de las
emisiones atmosféricas desprendidas por una planta industrial, significaría burlar el
principio de presunción de inocencia, pues bastaría levantar un Acta de Inspección
y dejar constancia en ella de hechos sumamente complejos, no perceptibles por los
sentidos en forma directa, para invertir la carga de la prueba y colocar al investigado
en la posición de tener que demostrar su inocencia, infringiendo así el principio
fundamental conforme al cual dicha inocencia debe presumirse”.
En definitiva, queda claro que por virtud del derecho constitucional a la presunción
de inocencia, toda condena administrativa deba ir precedida de una actividad
probatoria; y la carga de la actividad probatoria debe estar a cargo de la
Administración, de modo que no existe nunca la carga del imputado sobre la prueba
de su inocencia o participación en los hechos
5. Principio de prescripción.
Otro de los principios que rige tanto en el área Penal stricto sensu, como en el
procedimiento administrativo sancionatorio es el de prescripción de la acción
sancionatoria.
“...uno de los principios que gobiernan la actividad punitiva del estado, aplicable por
tanto al proceso penal stricto sensu, y al procedimiento administrativo sancionador,
es el de la prescripción de la acción sancionatoria.
“Resulta evidente entonces para esta Sala, que el primer acto susceptible de
interrumpir la prescripción (levantamiento del Acta de Formulación de Cargos) tuvo
lugar, respecto de los accionantes, luego que se encontraba prescrita la acción
administrativa sancionatoria, de allí que la Contraloría General de la República ha
debido acordar el sobreseimiento del procedimiento administrativo abierto, pues al
haber operado la prescripción de la acción, había perdido competencia el organismo
contralor para imponer la sanción contenida en el acto recurrido”.
Ahora bien, debe la Sala analizar si ante la verificación de los lapsos transcurridos,
que obviamente superan los plazos previstos en el ordinal 6 del artículo 108 del
Código Penal y 110 eiusdem, invocados por la recurrente, es posible aplicar estas
disposiciones, "....máxime cuando el artículo 66 de la Ley Orgánica del Consejo de
la Judicatura, sancionada el 24-8-88, vigente para cuando se dictó el acto
impugnado, establece que en lo previsto en el procedimiento disciplinario, son
aplicables, entre otras, las normas del Código de Enjuiciamiento Criminal, que en
su artículo 312, ordinal 7, prevé precisamente que la prescripción de la acción es
motivo de sobreseimiento de la causa.
Ello lleva, en primer lugar, el análisis de la aplicación subsidiaria o supletoria de las
disposiciones penales al procedimiento sancionatorio de carácter administrativo.
Al efecto, esta Sala ha establecido (caso Jesús Dávila Cárdenas vs. Contraloría
General de la República, Exp. 5.333, sentencia del 22-2-90), que:
Precisamente, dentro del Libro Primero del Código Penal, se encuentran los
artículos 108 y 110 invocados por la recurrente. Así el primero de ellos pauta en el
ordinal 6º.
"Salvo el caso en que la Ley disponga otra cosa, la acción penal prescribe así:
6º. Por un año, si el hecho punible sólo acarreare arresto por tiempo de uno a seis
meses o multa mayor de ciento cincuenta bolívares o suspensión del ejercicio de
profesión, industria o arte"
Y el segundo dispone:
"Las penas prescriben así:
No obstante lo anterior, debe reiterarse que existe una remisión expresa en esta
materia al Código de Enjuiciamiento Criminal, el cual prevé la prescripción de la
acción como causa de extinción del proceso (artículo 312, ordinal 7).
Por otra parte, tal como lo sostiene la representación del Ministerio Público y ha sido
reiterado por esta Sala en los fallos citados, el artículo 7 del Código Penal permite
la aplicación de sus disposiciones generales en materia de penas especiales, dentro
de las cuales se encuentran las relativas a la prescripción de la acción (artículo 108),
es por ello que no existe impedimento alguno para aplicar la prescripción de un año
prevista en el ordinal 6 del artículo antes referido a la acción administrativa
sancionatoria de destitución, y así se declara”.
En todo caso, hay que tener presente que en la selección de la norma jurídica que
se utilizará para llenar el vacío de una determinada legislación sectorial sobre el
lapso de prescripción, la autoridad competente debe actuar orientada por el principio
de racionalidad, escogiendo la que resulte más compatible con la naturaleza del
caso, el cual no siempre es el más largo. Ello se desprende del fallo de la Sala
Político-Administrativa que ya hemos citado con anterioridad (de fecha 25 de
noviembre de 1999; expediente No. 5.840, sentencia No. 1622), en el cual el
Máximo Tribunal resolvió:
“En el caso de autos ambas partes –tanto los recurrentes, como la autoridad
administrativa autora del acto recurrido- están contestes en que la acción para
declarar la responsabilidad administrativa puede extinguirse por el transcurso del
tiempo, es decir, por prescripción; de modo que la controversia se centra en
determinar cuál es el lapso que resulta aplicable para que se verifique ese modo
anormal de terminación de la acción administrativa.
Así, a juicio de los recurrentes, el lapso de prescripción es de un (1) año, por virtud
de lo dispuesto en el artículo 20 de la Ley Estadal de Responsabilidad de los
Empleados y Funcionarios de los Poderes Públicos del Estado Zulia, cuyo contenido
ha sido transcrito precedentemente; mientras que la autoridad contralora estima que
el plazo de prescripción aplicable es de cinco (5) años, por aplicación analógica de
lo previsto en el artículo 314 de la Ley Orgánica de Hacienda Pública Nacional.
Ahora bien, observa la Sala que la aplicación analógica del artículo 314 antes
transcrito, a la acción para declarar la responsabilidad administrativa de
funcionarios, se justificaba, en el ámbito nacional, por la inexistencia de regulación
especial sobre la materia.
Distinta era sin embargo la situación, respecto de los funcionarios de los Estados
en los cuales -como en el caso del Estado Zulia- existían leyes especiales que
regulaban de manera expresa el lapso de prescripción aplicable para la declaratoria
de responsabilidad administrativa. En estos supuestos, razones jurídicas y lógicas
imponían la aplicación preferente de esas leyes especiales dictadas por los Estados,
respecto de la Ley Orgánica de Hacienda Pública.
En efecto, en primer lugar, el propio artículo 314 de la Ley Orgánica de Hacienda
Pública deja clara su naturaleza de norma supletoria, cuando señala que el lapso
de prescripción allí regulado se aplica “salvo disposición especial”. Siendo ello así,
ante la existencia de una disposición especial –como lo es, en el ámbito del Estado
Zulia, el artículo 20 de la Ley Estadal de Responsabilidad de los Empleados y
Funcionarios de los Poderes Públicos- debía darse preferencia al lapso de
prescripción regulado en dicha normativa.
En segundo lugar, resultaría contrario a la lógica que los mismos hechos en que
hubieren incurrido funcionarios estadales, pudieran ser investigados y sancionados
por la Contraloría General de la República, pero no pudieran ser perseguidos por
los órganos de control estadales, que son los naturalmente competentes para
perseguir las infracciones que hubieren cometido los funcionarios y empleados de
la Administración Estadal. Eso precisamente ocurriría, si se admitiera que el lapso
de prescripción contenido en la Ley estadal se aplica únicamente respecto de los
procedimientos que sustancian los órganos de control existentes en los Estados.
Finalmente, advierte la Sala que el hecho (realización de pagos ilegales) que dio
lugar a la declaratoria de responsabilidad administrativa, se encontraba tipificado
como generador de esa especie de responsabilidad en el artículo 2, ordinal 3, de la
Ley de Responsabilidad de los Empleados y Funcionarios de los Poderes Públicos
del Estado, circunstancia que contribuye a ratificar el carácter especial de esa
normativa.
Por todo lo anterior, es claro para esta Sala, que en el caso de autos, el lapso de
prescripción aplicable ratione temporis a la acción sancionatoria, era el de un año
contado a partir de la perpetración de los hechos, conforme a lo previsto en el
artículo 20 de la Ley Estadal de Responsabilidad de los Empleados y Funcionarios
de los Poderes Públicos del Estado Zulia”.
Especialmente pedagógicas son las palabras del autor Aguado I Cudola, quien
sobre este particular sostiene:
“.... al estarse en un terreno punitivo, las sanciones, las infracciones y los plazos de
su prescripción no pueden dejarse a la regulación y establecimiento de un simple
decreto, simplemente ejecutor de una ley que no establezca nada al respecto, por
lo que, es incuestionable que el decreto cuestionado rebasa los límites y su razón
de ser, el de ejecutar y desarrollar la ley de la que trae causa, ley que nada dice al
respecto, estableciendo aquél unos plazos que rebasan los límites del mayor de los
ilícitos, el penal, incurriendo en la conculcación del principio de legalidad, elevado a
rango constitucional, y que exige que, no sólo las infracciones estén tipificadas, sino
que también lo esté todo el tratamiento normativo de dicho ilícito (dentro del cual,
indudablemente, ha de estarlo el instituto de la prescripción), por todo lo cual, este
precepto no es conforme a Derecho y debe ser anulado.”
El principio non bis in idem (o ne bis in idem como denomina un sector de la doctrina)
constituye uno de los elementos o corolarios del principio general de legalidad que
domina el Derecho Administrativo Sancionador en todas sus formas. Este principio
se vincula al principio de proporcionalidad, al menos por su finalidad. En efecto, una
acumulación de sanciones administrativas o penales es desproporcionada en
relación de los hechos o a los comportamientos que la justifica.
Antes de la entrada en vigor de la Constitución de 1999, se consideraba compatible
la coexistencia de sanciones administrativas y penales respecto de un miemo
hecho. Sin embargo, consideramos que la promulgación de la Constitución supuso
un giro total respecto de este punto, ya que el artículo 49 ejusdem, consagra el
derecho al debido proceso en todas las actuaciones “judiciales y administrativas”,
una de cuyas manifestaciones es, precisamente, la garantía que asegura que
“Ninguna persona podrá ser sometida a juicio (entiéndase, en vía judicial o
administrativa) por los mismos hechos en virtud de los cuales hubiese sido juzgado
anteriormente (precísese nuevamente, en vía penal o administrativa)” (Paréntesis
nuestros).
Es por lo tanto aplicable a nuestro régimen, la tesis expuesta por García de Enterría,
entre otros, y, posteriormente recogida en España por el Tribunal Constitucional (S
30 de enero de 1981), según la cual el principio non bis in idem supone “que no
recaiga duplicidad de sanciones administrativa y penal en los casos en que se
aprecie la identidad de sujeto, hecho y fundamento sin existencia de una relación
de supremacía especial de la Administración relación de funcionario, servicio
público, concesionario, etc. que justificase el ius punendi por los Tribunales”.
Es así, como de manera concreta se puede precisar que la violación al principio non
bis in ídem, se configura cuando dos tipos distintos de autoridades -autoridades
administrativas que sancionan infracciones tipificadas en la legislación
administrativa, y jueces que ejecutan el “ius puniendi” de conformidad con los delitos
y faltas tipificadas en el Código Penal- a través de procedimientos distintos,
sancionan repetidamente una misma conducta. Lo que significa de violentarse dicho
principio, que se estaría aplicando el poder de la misma manera y doblemente, una
infracción tipificada en la legislación administrativa y un ilícito tipificado en el Código
penal. Situación que debe ser censurada y evitada en lo posible ya que el poder
punitivo del Estado es único con base a un único ordenamiento jurídico, presidido
por los principios Constitucionales, pudiendo sin embargo, estar atribuidas las
conductas ilícitas al Derecho Administrativo o al Derecho Penal.”
“...observa este Tribunal que cursan en autos (folios 114 a 123), sentencias de
fecha 18 de abril de 1997 y 9 de octubre de 1997, por medio de las cuales el Juzgado
Segundo de Primera Instancia en lo Penal y de Salvaguarda del Patrimonio Público
de esta Circunscripción, por una parte, y el Tribunal Superior de Salvaguarda del
Patrimonio Público, por la otra, declararon TERMINADA LA AVERIGUACIÓN penal
seguida por los mismos hechos que fueron objeto de averiguación en sede
administrativa.
1.- Que “En razón de las fallas no solo técnicas, sino de contenido, la Alcaldía, bajo
la administración del ciudadano Aristobulo Isturiz, decide no distribuir los libros por
la inminente deformación instruccional que sufrirían los estudiantes, los libros de
tercer y cuarto grado (ya editados) permanecían depositados en la Empresa
COORPORACION MARCA S,A., y se acordó dejar sin efecto los libros de quinto y
sexto grado”.
2.- Que “Se ordenó el depósito de los libros en los espacios de la Cota 905, mientras
se gestionaba por la Hacienda Municipal y otros organismos, el destino de los
textos, cuando personas desconocidas irrumpieron en las instalaciones de los
depósitos y se llevaron cierta cantidad de textos”.
3.- Que “En virtud de que los textos no reunían lo requisitos indispensables para ser
distribuidos entre la población escolar, la Alcaldía acordó dejar sin efecto las
ediciones de 5to. y 6to. grado y se ordenó el deposito de los ya editados en los
espacios de la Cota 905, correspondiente a este Despacho, y ya que parte de los
libros fueron hurtados, tal hecho se hizo del conocimiento de las autoridades
policiales correspondientes”.
En este sentido, la doctrina más autorizada (NIETO; Ob. Cit.; pág. 432), invocando
la doctrina del Tribunal Constitucional Español, enseña que “El principio non bisn in
idem determina una interdicción de la duplicidad de sanciones administrativas y
penales respecto a unos mismos hechos, pero conduce también a la imposibilidad
de que, cuando el ordenamiento permite una dualidad de procedimientos, y en cada
uno de ellos ha de producirse un enjuiciamiento y una calificación de unos mismos
hechos, el enjuiciamiento y la calificación que en el plano jurídico puedan
producirse, se hagan con independencia, si resultan de la aplicación de normativas
diferentes, pero no puede ocurrir lo mismo en lo que se refiere a la apreciación de
los hechos, pues es claro que unos mismos hechos no pueden existir y dejar de
existir para los órganos del Estado”. (Subrayado y resaltado del Tribunal).
En tal virtud, al haber la sentencia penal declarado como probado que en los hechos
investigados (presunto daño al Patrimonio Público por deterioro de los textos
escolares) no hubo participación de los investigados –sino que por el contrario, las
autoridades del Municipio Libertador ordenaron, por razones de fallas técnicas, “el
depósito de los libros en los espacios de la Cota 905, mientras se gestionaba por la
Hacienda Municipal y otros organismos, el destino de los textos, cuando personas
desconocidas irrumpieron en las instalaciones de los depósitos y se llevaron cierta
cantidad de textos” – tal planteamiento fáctico era totalmente vinculante para la
autoridad administrativa y, en consecuencia, no podía ser desconocido por la
Contraloría del Municipio Libertador, actuando como órgano administrativo
investido de potestad sancionadora, so pena de incurrir en violación de la garantía
fundamental conocida como “non bis in idem”. En efecto, resulta contrario a esa
garantía constitucional y a elementales criterios de razonamiento jurídico, que la
Administración –como ocurrió en el presente caso- imponga una sanción con
fundamento en unos hechos que, previamente, la autoridad penal ha considerado
inexistentes. Así se declara”.
Dicha formalidad de rango constitucional tiene por objeto permitir a las personas
señaladas como presuntas infractoras, conocer con precisión los hechos que se le
imputan y las disposiciones legales aplicables a los mismos. Lo que se busca
entonces con la aplicación de tal derecho fundamental en el ámbito del
procedimiento administrativo sancionatorio es evitar que en algún momento pueda
generarse indefensión para el administrado como consecuencia de una ilustración
defectuosa, incompleta o inoportuna de los términos de la imputación.
Debe tenerse en cuenta, en este punto, que la formulación de los cargos es un acto
personalísimo, que debe cumplirse respecto de todas y cada una de las personas
que podrían sufrir las eventuales consecuencias del acto sancionatorio, ya que en
esta materia rige el principio de personalidad de las infracciones. No se admiten,
por lo tanto, en el ámbito de las sanciones administrativas, figuras propias de la
responsabilidad civil, como la responsabilidad solidaria de los cónyuges casados en
comunidad de gananciales, por las actuaciones ejecutadas por alguno de ellos.
Este específico asunto, fue resuelto por el Juzgado Superior Tercero en lo Civil y
Contencioso Administrativo de la Región Capital, en sentencia de fecha 27 de julio
de 2000 (Caso: María Cristina Travieso de Uzcategui), al decidir la acción de
amparo incoada contra una providencia administrativa por medio de la cual la
Dirección de Ingeniería Municipal del Municipio Baruta del Estado Miranda había
ordenado la demolición de un inmueble propiedad de la accionante, medida ésta
que fue dictada en el curso de un procedimiento sancionatorio en el que se citó,
únicamente, al cónyuge de la recurrente.
Siendo ello así, resulta evidente que la ciudadana Maria Cristina Travieso de
Uzcategui, debía ser notificada personalmente del inicio del procedimiento
sancionatorio seguido por la supuesta ejecución de obras ilegales en el inmueble
de su propiedad, ya que ella sufriría directamente, en su patrimonio, las
consecuencias negativas del acto que se produciría en el curso de dicho
procedimiento.
Resulta concluyente entonces que por virtud del derecho constitucional a la defensa
y al debido proceso, en los procedimientos administrativos sancionatorios los
particulares que fungen como imputados tienen derecho a promover y evacuar las
pruebas que resulten pertinentes y conducentes en beneficio de sus descargos; y,
al mismo tiempo, tienen derecho a que tales pruebas sean debidamente valoradas
por la Administración,.
Por lo que efectivamente tal como lo alega la parte actora, existe una presunción de
violación de su derecho de probar durante el procedimiento administrativo, lo cual
no es desvirtuable con la sola afirmación de la parte recurrida de que se respetó el
derecho a ser oído y de probar con la sola presentación de los escritos de promoción
de pruebas por parte de la funcionaria, en fechas 21 y 24 de enero de 2000 en el
procedimiento administrativo, pues se trata de la posibilidad efectiva no sólo de
promover, sino de que las pruebas sean analizadas y valoradas por el órgano
administrativo. Este derecho de probar –como ya se asentó- constituye uno de los
elementos integrantes y fundamentales de un debido proceso, siendo que la prueba
per se es la institución que permite a los particulares, en casos como el presente
donde lo debatido es una determinada actuación que puede configurar una
conducta reprochable, defenderse y desvirtuar a través de la demostración de sus
afirmaciones que su conducta no configura la imputación efectuada”
Por lo tanto, son inconstitucionales, por violatorias de la garantía del Juez natural,
las normas que autorizan a órganos administrativos para aplicar sanciones de
arresto, prisión o cualquier otra forma de restricción de la libertad personal.
BIBLIOGRAFÍA
--------------------------------------------------------------------------------
[2] Cfr. Suay Rincón. Sanciones Administrativas. Real Colegio de España, Bolonia,
1989, pág. 36.
[3] En estos casos, la nulidad absoluta tiene una doble fundamentación. Por una
parte, se configura el vicio de ausencia total y absoluta del procedimiento legalmente
establecido (artículo 19, numeral 4 de la L.O.P.A); y de otro lado, se incurre también
en violación de un derecho o garantía constitucional (el derecho a la defensa y al
debido proceso), lo cual se traduce en un vicio de nulidad absoluta de acuerdo con
lo previsto en el artículo 19, numeral 1 de la L.O.P.A., en concordancia con el artículo
25 de la Constitución.
[4] Cfr. CSJ/SPA. Sentencia del 7-3-95. Caso: Concretera Martín, C.A.
[5] Ibid.