Cese Colectivo
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colectivo
“¡Bajen la palanca!”
Desde hace 15 años Máximo sale muy de madruga de su casa ubicada en uno de los barrios
de San Juan de Lurigancho, y luego de desayunar en las afueras de la fábrica ingresa a la
misma para marcar su tarjeta antes de las 7.00 am. El miércoles 5 de junio parecía un día más
de este trajín diario en su vida, cuando, junto a sus compañeros de turno que debían ingresar
a la fábrica con él, encontraron la puerta cerrada y sin aviso. Fueron entonces a la Comisaria
para que se realice una constatación policial, y ahí les dijeron: “no hay luz” porque el gerente
ordenó “bajar la palanca” del suministro eléctrico. Por la tarde, con el otro turno hicieron el
mismo periplo. Esta vez divisaron un papel pegado en la puerta con los nombres de 190
trabajadores. Así se enteraría, él y sus compañeros, que habían sido despedidos.
Máximo Gutiérrez es secretario general de su sindicato y un reconocido líder del gremio
textil, por lo que su vasta experiencia le indica que debe actuar. Pone manos a la obra y allí
mismo, en la calle, organiza a sus compañeros. Mientras consulta con su abogado y se apresta
a recorrer los pasillos del Ministerio, se moviliza con sus compañeros por los alrededores de
la fábrica, pone en pie una Olla Común, el tercer día se concentran en el frontis del Ministerio
de Trabajo y en horas de la tarde se desplaza con un grupo hasta el otro extremo de la ciudad,
al puerto del Callao, para juntarse con los obreros de Cogorno que realizan otro plantón
contra el cese colectivo en su empresa. Máximo aún no sabe a qué se enfrenta, porque estos
procesos siempre se saben cuándo se inician pero no se sabe cuándo acaban. Lo único que
sabe que es que tendrá que apelar a todas sus fuerzas y a su experiencia para encarar este
nuevo y difícil desafío.
El "milagro" de la fortuna de los Abusada
Hialpesa es el prototipo de empresas fabriles es las que pareciera que el mismo demonio es
el que gobierna. Fue fundada en los años 80 por Roberto Abusada Salah, que fue
viceministro de Fujimori y ha ostentado --y ostenta-- el aura de ser uno de los ideólogos del
modelo económico neoliberal que se aplica y que se nos presenta como la panacea que nos
llevará al progreso. No es necesario que debatamos la validez o no de sus postulados, basta
ver la realidad de los obreros de Hialpesa para saber lo que eso significa. Su hijo, Jaime
Abusada Salah, que muestra una vida licenciosa exhibiéndose de vacaciones con la
congresista Luciana León, funge de actual gerente de la empresa. Es el que dijo: “¡Bajen la
palanca!”.
Gracias al modelo que defiende el padre y que ejecuta el hijo, Hialpesa se expandió en pocos
años. Adquirió manzanas y manzanas en las Lomas de Zárate, donde instaló fábricas de
hilandería, tejeduría y confecciones, llegando a emplear a más de 5 mil obreros. Construyó
otra planta en Mala, y, como hay mucha plata, se fue hasta Nicaragua donde instaló otra
fábrica. ¿Milagro? No. “Todo eso es gracias a nuestro esfuerzo, a nuestro trabajo de todos
los días y de todos los años, y de derechos burlados”, dice Máximo.
Máximo perciben un salario apenas superior a los mil soles, cuando en Lima la canasta básica
familiar (que parece un sueño inalcanzable para cualquier obrero), se aproxima al triple de
ese monto. ¿Cómo haces?, preguntamos. “Hacemos magia”, dice. En realidad sobrevive
como sus compañeros, y eso que debe trabajar hasta 12 hrs. diarias para completar el salario.
Y ni hablar de la situación de los contratados que son la absoluta mayoría.
Solidaridad
¿Y cómo hace la empresa para cubrir su producción? Simple: terceriza, llevando la
producción a talleres informales donde se trabaja a destajo y en condiciones más que
infrahumanas. Un acto que, incluso desde el punto de vista del DL 22342, es improcedente
porque los pedidos que debe atender hasta el mes de agosto los debe cubrir con los actuales
trabajadores.
Además de organizar y movilizar a sus compañeros Máximo hace esfuerzos por unirse a otras
bases como Cogorno, afectadas por la misma medida, para coordinar acciones que conduzcan
a la derrota de estos intentos que amenazan con extenderse a otras empresas. Al mismo
tiempo impulsa la aprobación de una norma por el Congreso para que modifique el DL 728
que faculta estos abusos. El hecho ha despertado la indignación de los trabajadores que en
varias fábricas que se organizan para llevar solidaridad a Hialpesa, como el Sindicato de
Celima que ha iniciado una colecta en puerta de fábrica para llevar apoyo a la olla Común.
Por Fredy Salazar*
Dura pero ejemplar lucha
Dos meses cumplieron en la calle los obreros de Hialpesa luego que su patrón, Jaime Abusada
Salah, decidiera despedirlos de forma imprevista y prepotente, el pasado 16 de junio. Ese día, a 190
obreros se les impidió el ingreso a la fábrica: a través de una hoja pegada en la puerta de ingreso se
enteraron que habían sido declarados en “cese colectivo”. Desde entonces, los “cesados” viven un
drama terrible: formalmente no están despedidos y por tanto no pueden buscarse otro trabajo ni
iniciar un reclamo de reposición, ni tampoco son trabajadores porque no perciben salario. Se
encuentran –dice la norma—“con vínculo laboral suspendido”.
Una suspensión de labores para el empresario equivale a tomarse unas vacaciones en Miami. Para
el obrero que vive de su salario es condenarlo a morir. Pero los Abusada Salah no solo les han
quitado el salario sino mostrando su vena sádica les niegan su propia plata: sus vacaciones (muchas
vencidas desde 6, 8, 10 meses y hasta 2 años), las gratificaciones de medio año, etc. demandados
ante el Sunafil, han sido inspeccionados y se encuentran en proceso, pero aun así la empresa los
mantiene en la calle, como si el trabajador, su esposa y sus mismos hijos pudieran decirles a sus
estómagos: “espera hasta que califique el cese”.
El día que los 190 obreros fueron “cesados” la empresa presentó ante la autoridad una solicitud junto
con una declaratoria de “suspensión perfecta de labores”. Esta suspensión perfecta de labores hace
que los trabajadores este en el limbo, porque es de aprobación automático: “presentas la solicitud
de cese, cierras la puerta y no pagas”, de acuerdo a las facultades que le otorga el DL 728. Sí, eso
dice la ley: por esta bendita norma las empresas tienen el poder de echar a la calle a los trabajadores
que se les antoje, mientras tramitan su solicitud. Este trámite puede durar 14 meses, como en BSH,
y puede extenderse años cuando la empresa lo judicializa, como sucede en Papelera Atlas (4 años).
50 días después de presentada la solicitud el MT la rechazó por falta de sustentaciones, por tanto,
en este tramo no procede la “suspensión del vínculo laboral”. Sin embargo la empresa, pretextando
que el "cese" está en trámite, también se niega a pagar los salarios que les corresponde a los obreros
por este periodo.
Es obvio que el trabajador y el empresario no somos iguales. Pero al dejar vulnerable al primero con
el cese, muchos son obligados a retirarse y renuncian a ejercer su derecho, lo que en muchos casos
representa cuantioso dinero que se apropia el patrón. Es más, cuando al final --como ocurre en
muchos casos--, el cese es declarado “improcedente”, la empresa es obligada a reincorporar a los
trabajadores, pero no existe ninguna reparación por el daño que les infligió ni se le aplica ninguna
multa, por lo que queda impune para seguir cometiendo otros atropellos iguales o peores. Así, los
ceses se producen bajo una norma que permite y legaliza el atropello. Lo peor es que en lugar de
ser enmendado se pretende hacerla más abusiva, a tono con la CONFIEP que ha pedido más
flexibilidad para producir más ceses.
Esto ocurre nada menos que contra obreros que prácticamente dejan la vida en la empresa a cambio
de miserias. En el caso de Hilandería de Algodón Peruano S.A. se trata de obreros con 25, 30 y 39
años de servicios, con 60, 63, 65 años de edad, con un salario de 35 soles cercano al mínimo oficial;
obreros que son contratados por siempre (DL 22342), que no les pagan la asignación familiar de
acuerdo a ley y cuyos derechos se pisotean a diario. Cuando ellos empezaron a trabajar la empresa
apenas contaba con una plantita en Zárate. Hoy ella se ha extendido a varias manzanas en el mismo
Zárate donde trabajan más de 2,300 obreros, tiene una fábrica en Chincha, otra en Nicaragua y una
infinidad de propiedades. Los obreros, en cambio, siguen tan pobres como cuando ingresaron a la
fábrica. Para hacer multimillonario no hay misterios: hay que explotar y abusar de los obreros como
hacen los Abussada en Hialpesa, y como hace todo capitalista.
Ante esto, indignados y con rabia, los obreros sacan fuerza de sus flaquezas y pelean por lo que les
pertenece. Es el pan de sus hijos. Es el esfuerzo de toda su vida. Buscando para el pasaje entre sus
familiares y haciendo lo que sea para sostener sus hogares, los “suspendidos” se reúnen todos los
días en el frontis de la empresa para protestar por las inmediaciones o para movilizarse hasta el MT.
Para aguantar han puesto en pie una Olla Común y cada uno lleva en su mochila un taper con un
cubierto para poder alimentarse haciendo un alto donde lo encuentre la lucha, agachaditos nomás.
Cuando hay hambre no hay pan duro: el mismo Máximo Gutiérrez, el secretario general, obtiene
aquí los alimentos que le permiten seguir en pie porque para él, como dirigente, la jornada no tiene
fin. Además, cada uno debe abonar una cuota para “pagar” a la asesoría legal.
Resisten sí, siguen los 95 afiliados firmes pero sus fuerzas no son infinitas. Los obreros de Hialpesa
necesitan apoyo y solidaridad de toda la clase obrera para resistir y ganar porque su causa es justa,
porque se trata de vencer la voracidad capitalista que arrasa con derechos elementales y hasta la
propia dignidad. Algunos sindicatos como Celima, Cogorno y Molitalia han llevado modesto apoyo,
y el 6 de julio se realizó una Pollada con la presencia de centenares de trabajadores de diversas
fábricas. Pero NO ES SUFICIENTE: SE NECESITA APOYO HASTA LA VICTORIA. Mañana te
puede tocar a ti, más porque enfrentamos una ofensiva general dirigida a recortar derechos y
reivindicaciones y que amenaza seguir creciendo. Hay que pararles la mano YA a los explotadores.
Hay que pararle la mano YA a Vizcarra. No paremos hasta que todos los cesados vuelvan al trabajo
y hasta colocarle un cerrojo a los malditos ceses. Y esto solo puede hacerse movilizando a toda la
clase obrera, unida, para reclamarle a Vizcarra que dialogue con los cesados, que practique con
ellos el mismo “dialogo” que hoy les pide a los pobladores del Tambo en huelga, y le solución
inmediata. Por nuestra parte, no vamos a parar ni cejaremos un minuto en esta batalla, junto con
todos los verdaderos luchadores, hasta lograrlo.
¡Viva la clase obrera unida y luchadora!
¡Los ceses colectivos” no pasarán!
¡Abajo la CONFIEP cueva de explotadores!
¡Apoyo al Tambo y a las luchas populares!