Osvaldo Delgado
Osvaldo Delgado
Osvaldo Delgado
Teórico 1.
Carta 125
Quizás haya logrado, no hace mucho, una primera visión de una cosa nueva. Se me enfrenta como problema el de
la «elección de neurosis». ¿Cuándo un ser humano se vuelve histérico en lugar de paranoico? Un primer y burdo
intento, de la época en que yo quería conquistar la ciudadela por la fuerza, rezaba: Ello depende de la edad en que
ocurrieron los traumas sexuales, de la edad que se tenía al vivenciar. Hace tiempo he abandonado esto, y luego
permanecí sin vislumbre alguna hasta hace pocos días, cuando se me reveló un nexo con la teoría sexual. Entre los
estratos de lo sexual, el inferior es el autoerotismo, que renuncia a una meta psicosexual y sólo reclama la sensación
localmente satisfactoria. Es relevado luego por el aloerotismo (homo y heteroerotismo), pero por cierto que persiste
como una corriente particular.
La histeria (y su variedad, la neurosis obsesiva) es aloerótica, su vía principal es la identificación con la persona
amada. La paranoia vuelve a disolver la identificación, restablece a todas las personas amadas de la infancia que
habían sido abandonadas (véanse mis elucidaciones sobre los sueños de exhibición) y resuelve al yo mismo en
unas personas ajenas. Así, he dado en considerar la paranoia como un asalto de la corriente autoerótica, como un
retroceso al punto de vista de entonces. La perversión que le corresponde sería la llamada «insanía idiopática». Los
particulares vínculos del autoerotismo con el «yo» originario iluminarían bien el carácter de esta neurosis. En este
punto vuelven a perderse los hilos.
Freud habla hasta de la responsabilidad moral por el contenido de los sueños.
En su dimensión ética el encuentro con el psicoanálisis es una conmoción de
todos los efectos del malestar en la cultura de la actualidad. Sitúa al sujeto más
allá de los ideales propios, el imperativo de goce, el imperativo de consumo,
etcétera.