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Resumen
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poder). Para aportar evidencias en tal sentido, el artículo procura combinar perspectivas
centradas en tres niveles de análisis: el estructural, a través del estudio de la relación
entre estructura del poder y conflictividad; el internacional, mediante el estudio de las
características centrales de los tratados, entendiendo a estos como mecanismos de
interacción entre las principales potencias; el estatal, dando cuenta de las principales
potencias que han determinado las características del texto del acuerdo.
Abstract
This article is part of a larger research project that through the study of multilateral
summits of great relevance -the Peace of Westphalia of 1648, the Vienna Congress of
1815, the Paris Peace Conference of 1919 and the San Francisco Conference of 1945-,
seeks to explore potential relations between power structure, conflict and the
construction of international orders. It specifically analyzes the Westphalia treaties that
inaugurate the construction of a new international order based on the interaction of
national states. It is argued that these treaties effectively discard the idea of a unitary
and monolithic Europe and, at the same time, inaugurate the principles of legal equality,
sovereignty and balance of power. As a consequence, a secular system of independent
States is enshrined (sovereignty), in which the political regime and the religious
orientation of its members is irrelevant (equality), generating a new international
structure based on States that coexist in the international system without a central
coactive power (balance of power). To provide evidence in this regard, the article seeks
to combine perspectives centered on three levels of analysis: structural, through the
study of the relationship between power structure and conflictivity; international,
through the study of the central characteristics of the treaties, understanding them as
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mechanisms of interaction between the main powers; national state, accounting for the
major powers that have determined the characteristics of the text of the agreement.
Introducción
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1. Problematización
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unidades básicas del sistema son las clases sociales. Teniendo en cuenta estas grandes
tradiciones, cabe señalar que este trabajo se sustenta en una visión estado-céntrica de las
relaciones internacionales. En tal sentido, se parte de la premisa de que los Estados son
las unidades de asociación política básica por la cual se han organizado las sociedades
en los últimos quinientos años.
La investigación científica sobre la relación entre estructura de poder y conflictividad en
el sistema internacional, ha sido uno de los problemas centrales de indagación en el
marco de las teorías estado-céntricas en las Relaciones Internacionales. Vale decir que
la gran mayoría de estas teorías se inscriben en la tradición de investigación realista, en
la cual es posible identificar sucesiones de teorías que aportan diferentes proposiciones
y explicaciones sobre los factores estructurales que condicionan la conflictividad del
sistema. En menor medida es posible identificar teorías estado-céntricas en el marco de
la tradición de investigación liberal, puntualmente la teoría de la paz democrática, se
sustenta en premisas estado-céntricas para aportar explicaciones sobre los factores que
pueden afectar la conflictividad en el sistema internacional.
A grandes rasgos, las teorías existentes en la tradición realista pueden ser clasificadas en
dos grandes grupos: las teorías del equilibrio de poder y las teorías de la hegemonía.
Entre las teorías del equilibrio de poder se encuentran el realismo clásico y la teoría
neorrealista con sus vertientes ofensivas y defensivas. Entre las teorías de la hegemonía
se encuentran la teoría de la estabilidad hegemónica, de la transición de poder y de los
largos ciclos de poder. Si bien de estas teorías es posible inferir diferentes hipótesis y
explicaciones sobre los factores que afectan a la conflictividad del sistema, todas ellas
comparten dos proposiciones centrales: 1. el sistema interestatal contemporáneo tiene su
nacimiento en los tratados de Westfalia; 2. los órdenes internacionales que se
construyeron en el sistema internacional contemporáneo, han sido funcionales a los
intereses de los Estados o del Estado predominante del sistema.
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En el marco de las teorías del equilibrio de poder, los teóricos del realismo clásico
plantean que el equilibrio de poder multipolar es la configuración estructural más
favorable a la paz (Morgenthau 1986 [1948]; Kissinger 1973). Las explicaciones
teóricas sobre esta proposición han estado centradas al menos en tres argumentos: 1. en
el marco de un equilibrio multipolar, éste se torna más flexible y fácil de romper, por
tanto, quienes conducen las relaciones externas de los Estados tienen una mayor
precaución, dado el estrecho margen de error; 2. es posible identificar Estados que
funcionan como “sostenedores de la balanza” favoreciendo el incremento de
capacidades de los Estados más débiles; 3. el multipolarismo favorece la inserción de
los Estados con menores capacidades.
De manera alternativa, los teóricos neorrealistas han planteado como proposición que el
equilibrio bipolar es el más favorable a la paz del sistema político internacional (Waltz
1988, 2003; Mearsheimer 2001). Si este equilibrio de poder es reforzado con la
existencia de armas nucleares, el sistema adquiere mayor estabilidad que en el marco de
otro tipo de equilibrio (Jervis 1989; Waltz 2003). Las explicaciones teóricas han sido las
siguientes: 1. la bipolaridad supone un menor número de Estados importantes, por lo
cual se reducen las incertidumbres; 2. la bipolaridad supone mayor desigualdad entre
Estados y el efecto positivo de ello es que los Estados más débiles tienen menor
capacidad de desestabilizar el sistema; 3. si los miembros de la bipolaridad poseen
armas nucleares, se refuerza el mecanismo de disuasión generándose una suerte de
“equilibrio de terror” favorable a la paz.
Por su parte, en el marco de las teorías de la hegemonía, tanto Robert Gilplin (1981)
como Paul Kennedy (2003 [1994]) han coincidido en la siguiente proposición: el
sistema internacional tenderá a una mayor inestabilidad cuando para una gran potencia
en expansión, el beneficio de cambiar el orden internacional supere a los costos. En el
marco de las teorías de la hegemonía, puntualmente en la teoría de la transición de
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Hernán Olmedo González
poder, se enuncia como proposición que cuando la estructura hegemónica del sistema se
encuentra en una fase de transición –lo cual supone declive de la potencia hegemónica,
ascenso de una potencia desafiante y cuestionamientos al orden internacional por la
potencia desafiante–, el sistema internacional se torna más conflictivo (Organski y
Kugler 1980; Tammen 2000; Lemke 2002). Las explicaciones teóricas sobre la
proposición postulan que la combinación de paridad de capacidades materiales y la
insatisfacción con el orden internacional por parte de un poder desafiante, son las
fuentes de conflicto internacional.
Asimismo, en el marco de las teorías de la hegemonía, se encuentran la teoría de los
largos ciclos de poder (Modelski 1987; Goldstein 1988), y de los ciclos de poder (Doran
1991). Partiendo del supuesto que la estructura del sistema se caracteriza por ser
hegemónica, la teoría de los largos ciclos de poder enuncia como proposición que los
períodos de mayor conflictividad se caracterizan por el desencadenamiento de guerras
globales entre potencias, de una duración entre veinte y treinta años. Estas guerras han
sido el mecanismo fundamental por el cual se han consolidado nuevos liderazgos entre
las potencias mundiales del sistema político internacional. Por su parte, la teoría de los
ciclos de poder enuncia como proposición que cuando más de una gran potencia
mundial se sitúa en alguno de sus puntos críticos de ascenso y declive en su proceso
evolutivo, se acrecientan las probabilidades de guerras sistémicas y transformaciones
estructurales abruptas. En tales puntos críticos, las incertidumbres entre las grandes
potencias se acrecientan y los gobiernos no tienen la habilidad suficiente para adaptarse
rápidamente a los cambios estructurales del sistema internacional (Doran 1991).
Por su parte, en el marco de la tradición de investigación liberal, la teoría de la paz
democrática es la que se asienta en una perspectiva estado-céntrica. Esta teoría postula
las siguientes tres premisas: 1. las democracias son más pacíficas que las autocracias; 2.
las relaciones entre democracias son más pacíficas que las relaciones entre democracias
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Polity IV, el período en que las democracias han alcanzado el 40% de prevalencia ha
sido en la Post-Guerra Fría. Dicho esto, lo que se propone a continuación es presentar
algunas aproximaciones empíricas parciales sobre la relación entre estructura del poder
y conflictividad en el sistema.
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Hernán Olmedo González
distintas dimensiones de las guerras entre grandes potencias. Entre estas dimensiones se
encuentran la frecuencia, magnitud, severidad (Levy 1983).
En este trabajo no se propone una definición de conflictividad; lo que sí se propone es
abordar la misma a partir de una serie de propiedades básicas: 1. Estados participantes
de conflictos bélicos; 2. muertes por conflictos bélicos; 3. duración de los conflictos
bélicos. Desde esta perspectiva tridimensional, la conflictividad se torna en un indicador
que, o bien puede ser aplicado para el estudio comparado de conflictos, al igual que
otras dimensiones tales como la severidad, la magnitud y el alcance, o bien para estudiar
su nivel en el sistema internacional desde una perspectiva longitudinal.
Para aportar evidencias sobre las tendencias de la estructura de poder y los niveles de
conflictividad en el sistema internacional, lo primero que se realiza es la fragmentación
del sistema internacional en veinte períodos de veinticinco años cada uno,
representativos del período 1500-2000. Operativamente, los valores constatados en la
variable estructura del sistema internacional en el período 1500-1950, fueron extraídos
del estudio de Jack Levy (1983). Entre 1950-2000, fueron de elaboración propia sobre
la base de datos contenida en el Índice de Capacidades Materiales 4.0 del proyecto de
Correlatos de Guerra. Por su parte, para identificar las tendencias de la conflictividad se
propone la elaboración de un índice de conflictividad a partir de la agregación de tres
variables: alcance promedio de grandes potencias en guerra entre sí por período;
duración promedio de guerras entre potencias por período; severidad promedio de las
guerras entre grandes potencias por período.2 Para normalizar estas variables, se aplicó
2Sobre la base de datos sistematizados por Levy, el alcance promedio por período fue calculado de la
siguiente forma: sumatoria del número de potencias en guerra entre sí por período, dividido la sumatoria
de inicios de guerras entre potencias por período. La duración promedio por período responde al siguiente
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Hernán Olmedo González
zApt∗zDpt∗zSpt
Cpt=
3
Cpt=Conflictividad promedio en tiempot
zApt=Puntuaci ó n z del alcance promedio de guerras entre potencias en tiempo t
zDpt =P u ntuaci ó n z de la duraci ó n promedio de guerras entre potencias en tiempo t
zSpt=Puntuaci ó n z de laseveridad promediode guerras entre potenc i as en tiempo t
3=N ú mero de variables
cálculo: sumatoria de años de cada guerra entre potencias por período, dividido la sumatoria de inicios de
guerra entre potencias por período. Por su parte, la severidad promedio fue calculada de la siguiente
manera: sumatoria de muertes por conflictos activos por período, dividido el número de conflictos activos
por período. El Polemograma del sistema internacional que se encuentra en el anexo, presenta los datos
correspondiente a cada una de estas variables.
3Para generar los datos correspondientes a cada uno de estas variables implicadas en el Índice de
Conflictividad, se han utilizado como fuentes de datos la obra de Levy (1983) y el estudio de Sarkees y
Wayman (2010) en el marco del proyecto de Correlatos de Guerra.
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Según las tendencias generales que aportan los gráficos en el período 1500-2000, en el
sistema internacional ha predominado un tipo de estructura multipolar, con más de
cuatro grandes potencias y, más específicamente, multipolar alta. Únicamente en los
períodos 19 y 20 (1950-2000), se puede identificar que la estructura del sistema
internacional ha registrado una bipolaridad y, en el último período 1975-2000, una
estructura multipolar moderada muy incipiente. Por su parte, en lo que respecta a la
conflictividad, claramente es posible visualizar que el período 6 (1625-1650), en el que
se desarrolló la Guerra de los Treinta Años, que finaliza con la Paz de Westfalia,
registra mayores niveles, seguido de los períodos 17 y 18 (1900-1950), en los que se
produjeron las dos guerras mundiales. Seguido a ellos, se encuentra el período 13
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participantes no eran esencialmente religiosos –lo cual no implica que sus participantes
no fueran esencialmente religiosos–, otros propósitos resultan más difíciles de
diferenciar.
Las negociaciones debieron también superar un obstáculo adicional: la falta de
reconocimiento político y jurídico entre los actores intervinientes, en un
cuestionamiento recíproco a la legitimidad de las partes. En efecto, el acuerdo es, en
realidad, la suma de dos tratados concretados en Osnabrück, donde negocian los
principados y Estados católicos presididos por Francia y con la mediación del Nuncio
de la Santa Sede, y en Münster, donde negociaron los protestantes con representantes
imperiales, bajo la presidencia de Suecia. La solución a este conflicto ya marca un
precedente para el futuro de las relaciones internacionales en general y de las relaciones
diplomáticas en particular, ya que ambas ciudades alemanas y los negociadores de los
respectivos acuerdos, gozaron de un estatuto de inviolabilidad, lo que abona al atisbo o
a la consagración del principio de igualdad.
Más allá de las disposiciones específicas de los tratados de Westfalia, cabe reflexionar
sobre tres principios sustanciales y fundamentales en las relaciones internacionales. Dos
desde la intersección del Derecho Internacional y la política internacional: el principio
de la soberanía y el principio de la igualdad. El tercero, de corte politológico, conocido
como principio de equilibrio o, en una denominación contemporánea, simplemente
como equilibrio de poder.
El jurista uruguayo Felipe Paolillo (1993, 170-171), antes de analizar los resultados de
Westfalia, advierte que ya desde antes de la celebración del Congreso, en Europa
Occidental se actuaba en base al reconocimiento de una pluralidad de soberanías
estatales. España después de la unión de Castilla y Aragón (1469); Inglaterra después de
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Hernán Olmedo González
la Guerra de las Dos Rosas (1485) y Francia después de la Guerra de los Cien Años
(1453), se habían constituido como Estados soberanos centralizados con regímenes
absolutos. La soberanía era entendida como poder supremo en lo interior, donde solo se
responde al derecho divino, e independencia en el espacio externo, donde se responde
en forma precaria ante las reglas del Derecho Internacional en tanto sistema peculiar en
el cual el obligado siempre contribuye con otros iguales a la creación de las normas.
Pero es en Westfalia donde la soberanía recibe un reconocimiento internacional y donde
se limita el modo a ser ejercida en los siglos posteriores. La pluralidad de Estados
negociadores y su intención de representar a la voluntad soberana deriva en un concepto
modificado de soberanía. Este concepto mantiene su valor absoluto y total al interior de
las fronteras, pero en lo exterior se ve limitado por otras soberanías, y luego por las
normas de Derecho Internacional.
No obstante, el también jurista uruguayo Alberto Domínguez Cámpora (1947, 25-26)
matizaba el alcance de ese nuevo concepto de soberanía, al aclarar que perdura la
concepción patrimonial de dicho atributo. La soberanía es considerada en sus caracteres
clásicos: originaria, absoluta e ilimitada. Incluso esta concepción, al no admitir ningún
poder por encima del de los Estados, constituía para los recién surgidos un arma
doctrinariamente eficaz de defensa de su integridad e independencia. Sin embargo, los
monarcas consideraban a los Estados como su patrimonio particular. Hay un
reconocimiento muy relativo sobre la libertad de conciencia, ya que se consagra en tanto
libertad del príncipe de elegir la religión de los súbditos y obligación de los súbditos de
seguir la religión de aquél –Cujus regio, ejus religio–, quedándoles a salvo el derecho
de emigrar a las tierras de otro príncipe que profese la religión por ellos practicada. En
esa misma línea, Munck (1990, 52-53) observa que los dos tratados de Westfalia
confirmaron que el Sacro Imperio, en su conjunto, no se sometería a una centralización
semejante a la que experimentaban otros Estados europeos. Pero, por el contrario, se
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Wilson Ferrnández
Hernán Olmedo González
creó una base legal para establecer un absolutismo principesco y territorial indiscutible,
según el cual se revestía a cada príncipe con su soberanía territorial.
Los tratados suponen, pues, la postergación de dos reivindicaciones de jurisdicción
territorial: las relativas a inspiraciones patrimonialistas, ya sean feudales o hereditarias,
y las derivadas de una legitimación del precepto de la universalidad cristiana, por la que
el emperador o el papa podían intervenir en asuntos que consideraran atinentes a la
cristiandad en cualquiera de los Estados. Asimismo, se proclama un primer esbozo del
principio de no intervención, en tanto la no injerencia de poderes –sean temporales o
divinos– en los asuntos internos del Estado nacional. Y desde esta tradicional
imputación de los tres elementos constitutivos de un Estado, territorio, población y
gobierno, la jurisdicción soberana marca la capacidad de ese gobierno para definir la
religión en su dominio.
En adelante, la soberanía queda confirmada desde dos dimensiones. Una externa, como
sinónimo de independencia e igualdad jurídica, a partir de una originariedad que
distingue a cada Estado de los demás ordenamientos derivados domésticos,
proyectándose hacia el sistema internacional como único interlocutor válido. Y una
dimensión interna, como sinónimo de supremacía sobre esos ordenamientos derivados
domésticos, de poder exclusivo y excluyente, desde la que opera una atribución de
funciones y poderes con el objetivo de cumplir con los fines nacionales.
No hay artículos en los tratados que refieran a la soberanía de los Estados, lo cual
hubiera sido lógico. En primer lugar, porque se le daba a Europa una nueva estructura,
basada en la pluralidad de Estados soberanos. En segundo lugar, porque la forma en que
se reordenaba al Sacro Imperio hubiera requerido el señalamiento del principio
soberano de los Estados que lo integraban. No obstante, el principio de la soberanía
campea a lo largo de todos los artículos, en forma de presupuesto y de base lógica, sobre
las que se fundamentan el resto de las disposiciones. Ejemplo de ello, los artículos que
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Hernán Olmedo González
Como se adelantara, muchos autores sostienen que los tratados de Westfalia suponen
solo un atisbo, una inspiración del principio de igualdad. No obstante, el Congreso
reúne por primera vez un número considerable de unidades europeas con cierto grado de
autonomía, desde pequeños Estados alemanes –algunos de ellos constituidos por un
feudo– hasta países como Francia, Suecia, España o el propio Sacro Imperio Romano
Germánico. Por otra parte, los acuerdos comprenden a católicos y protestantes,
repúblicas y monarquías absolutas, logro que, hasta la cumbre, hubiera sido imposible.
En definitiva, ¿qué se quiere decir cuando se afirma o se niega que en Westfalia se
consagró la igualdad de los Estados?
Mientras Domínguez Cámpora (1947, 25-26) aseguraba que desde el punto de vista
práctico, los Estados que intervinieron en dichos tratados, obraron todos en pie de
igualdad y disfrutando de iguales derechos, Paolillo (1993, 171-172) aprovecha la
oportunidad para diferenciar tres dimensiones de la igualdad entre Estados: la real, la
jurídica o ante el derecho y la funcional.
Evidentemente, ni en Westfalia ni en ningún congreso del mundo se ha consagrado la
igualdad real o absoluta de Estados, por la sencilla razón que las capacidades estatales
hacen que los países partan de realidades completamente distintas; así se puedan
identificar un número de potencias en diferentes períodos, como se muestra en gráfico 1
y en el Poligrama. Se trata siempre de una igualdad jurídica, es decir, la igualdad que
tienen los Estados frente al derecho; la facultad de reclamar la misma protección de la
norma jurídica, se trate de una unidad pequeña o de una potencia. Por ejemplo, es la
igualdad consagrada en la Carta de las Naciones Unidas la que supone la igual
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Wilson Ferrnández
Hernán Olmedo González
Cualquier lectura de los tratados de Westfalia muestra que los negociadores, lejos de
atribuir significados utópicos ni imaginar un sistema internacional cooperativo,
reconocieron que la consagración de la igualdad jurídica no disimularía diferencias de
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Wilson Ferrnández
Hernán Olmedo González
4François Fénelon (1671-1715) sacerdote y teólogo francés y consejero político del Duque de Borgoña,
que explica su idea de equilibrio de capacidades entre Estados vecinos en Europa en su obra Examen de
conciencia sobre los deberes de la dignidad real.
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Hernán Olmedo González
vez basado en Le Fur5, diferencia el alcance de esta idea del equilibrio según se analice
desde la dimensión política o desde la dimensión jurídica. En la dimensión política,
constituye un sistema asertivo, pues todo equilibrio de fuerzas hace aleatorio el
resultado de la guerra. Esa incertidumbre es una de las mejores garantías para el
mantenimiento de la paz. Pero en la dimensión jurídica, la ausencia de una norma
superior convierte al equilibrio en un fin, y su medio es la aplicación de la ley del más
fuerte, obviamente en detrimento del Estado más débil. El ejemplo claro es el
desmembramiento de Polonia en 1772, 1793 y 1795, entre Rusia, Austria y Prusia, ya
que la teoría del equilibrio indicaba que si un Estado se engrandecía o extendía, era
necesario que los otros dos hicieran lo mismo. En consecuencia con su pensamiento, las
cláusulas de Westfalia que Domínguez Cámpora (1947, 27-28) rescata para mostrar la
idea del equilibrio de poder, refieren a la independencia de los Países Bajos y de los
Cantones Suizos, y a algunas disposiciones favorables a Francia y Suecia, que cobran de
esa manera el precio de la victoria.
En ese sentido, Paolillo (1993, 173-174) va a coincidir con estas ideas sobre equilibrio
de poder. Para el jurista, las disposiciones que contiene la Paz de Westfalia tienden a
garantizar el panorama político, y todo para evitar que se desencadene otro conflicto
bélico. Es un acuerdo con aspiraciones definitivas, mediante un compromiso recíproco
de cada una de las potencias con las demás, redactado de tal forma que dificulta la
ruptura de la paz establecida. Cada una de las potencias se comprometió de tal modo,
que la modificación de la situación de una iba a repercutir en la situación de todas. En
conclusión, si algunos de los Estados partes quebrantaban la paz, se derrumbaba todo el
edificio político continental.
En definitiva, se había establecido por primera vez en la historia, una fórmula de
equilibrio político que abarcaba toda Europa. Y ambos autores coinciden en representar
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ese equilibrio con las disposiciones referidas al espacio del Sacro Imperio Romano
Germánico. Para Domínguez Cámpora (1947, 25-26) el equilibrio parte de principio
asociado de la seguridad colectiva, al establecer que, en caso de agresión de un Estado
de la Confederación Germánica por otro, el agredido sería defendido no solo por los
demás Estados de la Confederación, sino también por los demás países signatarios de
los tratados; éstos, al consagrarse garantes del estatuto internacional creado, evitaban y
prevenían la posibilidad de que alguno de los Estados germánicos quisiese realizar la
unidad germánica en su provecho, adquiriendo fuerzas que fuesen un peligro para la paz
europea.
En esa línea, Paolillo (1993, 173) concluye que, en rigor, y atendiendo al texto, los
tratados establecen una “paz alemana”, ya que no hay nada en ellos que no refiera
directa o indirectamente al Sacro Imperio.6 No obstante, agrega que por las
consecuencias que tuvo, por las garantías internacionales establecidas en favor de
grandes potencias –Francia y Suecia– y hasta por algunas cláusulas de alcance general,
como la proclamación de la libertad comercial sobre ciertos ríos, se considera como el
documento que establece una “paz europea”. Esta paz fue pensada de un modo distinto.
Hasta ese momento, una guerra terminaba por éxito de una de las partes, cansancio de
ambas o por una solución satisfactoria aunque fuera transitoria. En otras palabras, se
trataba de treguas, de paréntesis para la preparación de un nuevo conflicto que,
generalmente, no tardaba en estallar. En definitiva, el objetivo final responde al
equilibrio continental entre los máximos protagonistas, España, Francia, Suecia y el
Sacro Imperio. La finalidad era tratar de impedir que el que aparece más fuerte siga
acrecentando poder. Así, el que aparecía más fuerte, sobre todo en la mitad de la guerra,
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cuando las fuerzas suecas se estaban batiendo en retirada, era el Sacro Imperio, y
Francia se esforzó en limitarlo.
3. Conclusiones
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1550 4 7 9 15 2 40 6 236000 26222 107029
1550 -
1575 5 9 9 19 2 35 4 259800 28867 78997
1575 -
1600 5 4 5 6 2 43 11 184400 36880 198230
1600 -
1625 6 3 5 14 5 22 7 366540 73308 836254
1625 -
1650 7 1 2 17 17 25 25 1875000 937500 132812500
1650 -
1675 7 7 8 23 3 34 5 369000 46125 245372
1675 -
1700 7 3 4 15 5 30 10 1240000 310000 5166667
1700 -
1725 6 3 3 11 4 35 12 1340000 446667 6369136
1725 -
1750 5 3 3 12 4 17 6 462000 154000 1163556
1750 -
1775 6 1 1 6 6 8 8 992000 992000 15872000
1775 -
1800 6 2 3 11 6 15 8 697300 232433 3195958
1800 -
1825 5 1 2 6 6 12 12 1869000 934500 22428000
1825 -
1850 5 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1850 -
1875 6 4 4 10 3 3 1 451000 112750 77516
1875 -
1900 6 0 0 0 0 0 0 0 0 0
1900 -
1925 8 2 2 13 7 7 4 7739300 3869650 30602482
1925 -
1950 7 2 2 9 5 6 3 12964300 6482150 31114320
1950 -
1975 2 1 1 4 4 3 3 954960 954960 39471
1975 -
2000 3 0 0 0 0 0 0 0 0 0
75