La humildad se define como reconocer las propias capacidades y usarlas para ayudar a los demás sin necesidad de alardear. Una persona humilde es digna de confianza, flexible y encuentra la grandeza sirviendo a los demás. La humildad no es lo mismo que la humillación y Jesús es el mejor ejemplo al servir a los demás a pesar de su estatus. La humildad también significa aceptar las propias limitaciones y actuar con sabiduría.
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La humildad se define como reconocer las propias capacidades y usarlas para ayudar a los demás sin necesidad de alardear. Una persona humilde es digna de confianza, flexible y encuentra la grandeza sirviendo a los demás. La humildad no es lo mismo que la humillación y Jesús es el mejor ejemplo al servir a los demás a pesar de su estatus. La humildad también significa aceptar las propias limitaciones y actuar con sabiduría.
La humildad se define como reconocer las propias capacidades y usarlas para ayudar a los demás sin necesidad de alardear. Una persona humilde es digna de confianza, flexible y encuentra la grandeza sirviendo a los demás. La humildad no es lo mismo que la humillación y Jesús es el mejor ejemplo al servir a los demás a pesar de su estatus. La humildad también significa aceptar las propias limitaciones y actuar con sabiduría.
La humildad se define como reconocer las propias capacidades y usarlas para ayudar a los demás sin necesidad de alardear. Una persona humilde es digna de confianza, flexible y encuentra la grandeza sirviendo a los demás. La humildad no es lo mismo que la humillación y Jesús es el mejor ejemplo al servir a los demás a pesar de su estatus. La humildad también significa aceptar las propias limitaciones y actuar con sabiduría.
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La humildad es una virtud moral contraria a la soberbia, que posee el ser humano en
reconocer sus habilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas para obrar en bien
de los demás, sin decirlo. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable, en la medida en que uno se vuelve humilde adquiere grandeza en el corazón de las demás personas. La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. Una persona humilde generalmente ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. El concepto de la humildad en varias concepciones es a menudo mucho más exacto y extenso. La humildad no debe ser confundida con la humillación, que es el acto de hacer experimentar en algún otro o en uno mismo una avergonzaste sensación, y que es algo totalmente diferente. Para el cristianismo la mayor persona humilde fue Jesús que siendo el más rico de todos se hizo pobre y nació en un pesebre y siendo el más importante murió en una cruz (Filipenses 2:6-8), (Mateo 11:29). Desde la perspectiva de la evolución espiritual, la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. La humildad en las personas se considera que es toda aquella cualidad que revela el completo concepto de lo que es el ser humano. No siempre se gana, pero tampoco se pierde siempre. Hay que practicar el equilibrio y la modestia. Los éxitos traen alegrías, pero no tienen por qué traducirse en arrogancia. Y las derrotas a veces puedan resultar frustrantes, pero no por ello debemos dejarnos llevar por la rabia. Ambas situaciones nos enseñan el valor de la humildad: respetar al adversario y valorar nuestro esfuerzo y el del otro. 1. LE OTORGAN VALOR AL TRABAJO DURO Las personas humildes están mentalizadas de que la mayoría de situaciones de la vida, a no ser que se forme parte de una minoría privilegiada, requieren de trabajo duro para poder vivir dignamente y ayudar a que los demás también lo hagan. Por eso, valoran muy positivamente el valor del esfuerzo y del trabajo duro, y desde luego no se burlan de quien decide sacrificar varios aspectos de su día a día para impulsar proyectos ambiciosos y difíciles (una carrera universitaria complicada, una trayectoria profesional muy especializada y en la que compiten muchas personas, etc.).
2. NO ENCUENTRAN PLACER EN SUPERAR A LOS DEMÁS
Una persona humilde no tiene por qué rechazar por completo situaciones en las que se participe en una dinámica de competición, como por ejemplo en unas oposiciones o en un concurso de proyectos para recibir una beca. Sin embargo, tampoco experimenta placer ante la experiencia de superar en algo a una persona o grupo, dado que su autoestima no depende de las comparaciones obsesivas con los demás. Es decir, no se involucran emocionalmente en la competición en sí, sino en el desarrollo del producto de calidad que como consecuencia les puede ayudar a destacar en una competición.
3. PUEDEN TOLERAR MEJOR LA FALTA DE ATENCIÓN
Las personas humildes pueden ser tanto introvertidas como extravertidas, pero en cualquier caso se resienten menos ante la experiencia de no recibir mucha atención por parte de los demás. Esto es algo relativo, dado que todo el mundo requiere de ser reconocida por sus iguales, pero como este tipo de personas no siente la necesidad de ir recibiendo validación por parte de terceros de manera constante, una cierta soledad en este aspecto no les genera tanto malestar.