Boersner
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Boersner
(revisada y actualizada)
a Norma
Im preso en Venezuela
ISB N 980-317-092-9
Prólogo
Heinz R. Sonntag
Caracas, 8 de julio de 1996.
Introducción a la segunda edición
partir de esa fecha se inician las inversiones y aumentan los prestamos europeos a
los países de América Latina. Se comienza a desarrollar en Europa y Norteamérica
la segunda revolución industrial, y veinte años después — a partir de 1870—
surgirán con fuerza los fenómenos del monopolismo y la evolución hacia el
imperialismo Financiero, que llegará a su plenitud en 1890.
JDe 1889 hasta 1932, América Latina será objeto de la erecientedomi nación del
imperialismo ómadóunidcnse. hste logro sustituir al imperialismo británico'como
fuerza hegemónica fundamental, por lo menos en la parte septentrional del ámbito
latinoamericano. Mediante una política de intervencionismo rudo y directo*£si£-
dos Unidos pondrá baio su control el área_del Caribe, la América Central y la p_arte
riorte de Sudamérica. Al mismo tiempo se incrementará la inversión de capitales y
la explotación de los recursos naturales del continente. Todo ello, junto con la
Primera Guerra Mundial y la revolución rusa, estimulará el despertar nacionalista
y antiimperialista de los pueblos latinoamericanos. Pero ese despertar ya había:
comenzado antes de la Primera Guerra Mundial en los países del Cono Sur y sobre
todo en México.
r*' Los años 1933 y 1945^encuadran el período de la “política del buen vecino”,
coincidente con el procesod^l fH -far.cir.mo. laT eg u ndaTjüéfrá Muría ial
v la derrota de Hitler y de Japón. Durante ese lapso la hegemonía estadounidense
sobre América Latina luc'mócferada y civilizada: la gran recesión había debilitado
a los consorcios capitalistas_v fortaleód a ^ ^ ir m isrno estatal apoyado por fuerzas
populares y ejercido por el demócrata Franklin Roosevelt.
T?é l9 4 ó a 1957 el mundo v América Latina atravesaron el periodo de la guerra
fría. A los dos años de deterioro de la Cfran Alianza antifascista (1946-1947) les
siguieron cinco años de guerra fría ascendente ( l9 ? 8"19:rzjy o fib s cirico"años de
guerra fría “institucionalizada”. En América Latina ese proceso se expresó a través
deún tránsito, desde Iaetapade auge democrático y nacionalista ( 19.46- 1947) hacia
posible romper con ei esquema de alianza táctica con el adversario del dominador.
Nos dirá, así mismo, en qué medida un proceso de liberación latinoamericano podrá
contar eventualmente con el apoyo de fuerzas críticas e inconformes en el propio
seno del centro dominante.
¿ Auge del imperialismo norteamericano
y resistencias en América Latina (1883-1933)
C uadro 2
A ño E x p o rta c io n e s Im p o rta c io n e s
Torrado de Thomas A. Bailey,/* Diplomatic History o f the American People. 1959, p. 459.
C uadro 3
Inversiones privadas
(En millones de dólares)
guerras contra los indios y la destrucción de los bisontes durante el decenio 1865-
1875 abrieron el camino a los ferrocarriles, los bancos, los hatos ganaderos de tipo
capitalista y los especuladores en terrenos. En muchos casos, los agricultores y
pastores pequeños resistieron con las armas a la invasión del capitalismo y al
proceso de expropiación de sus tierras por bancos y compañías financieras. Sus
revueltas fueron reprimidas de manera sangrienta.
Simultáneamente con la expansión de los ferrocarriles, que pronto unieron la
costa del Atlántico con la del Pacífico, se desarrolló la explotación de minas de la
más diversa índole. Desde 1880 en adelante aparecen colosales “imperios” banca-
nos, ferroviarios, mineros y siderúrgicos. Bastaría otra década más para que el
iniperio petrolero del viejo John D. Rockefeller se extendiera por todo el país.
j El vertiginoso crecimiento del capitalismo norteamericano — rudo, de lucha a
muerte entre em presarios— produjo la exaltación de impulsos agresivos. Los
hombres de presa que dirigían el desarrollo económico se sintieron dirigentes de un
pueblo elegido, portadores y ejecutores del “Destino M anifiesto” que impulsaba a
Estados Unidos hacia la jefatura de las naciones. La embriaguez del éxito material,
conquistado en implacable lucha contra los competidores capitalistas, se tradujo en
em briaguez imperialista. La conquista del Oeste no terminó en el litoral del
Pacífico, California y Oregón. Continuó más allá, a través del océano, hacia Japón
y China. Del sudoeste la marcha siguió hacia México, Centroam érica y toda la
América Latina. Los monopolistas triunfantes miraron más allá de las fronteras de
su propio país, y sus ideas expansionistas influyeron en la política de Washington
y en el pensamiento de las masas, educadas en el espíritu del Destino M anifiesto y
de la D octrina de Monroe, interpretada ésta como un llamado para que Estados
Unidos asumiera la protección y el control de las naciones más débiles.
Desde 1880 el capital financiero norteamericano buscó campos de inversión en
el exterior, en regiones subdesarrolladas y carentes de recursos financieros propios,
donde la inversión arrojara ganancias superiores a las que se lograban en los centros
desarrollados. Al mismo tiempo, la corriente general de! espíritu nacional estado
unidense se inclinaba hacia una política imperialista.
Uno de los síntomas del espíritu imperialista, producto de una nueva etapa del
capitalismo norteamericano, lo constituyó el deseo de participar activamente en los
asuntos políticos de Lati noamérica y de asumir en forma decidida el papel de árbitro
en las relaciones internacionales americanas. El concepto de una organización
multilateral de Estados americanos fue acogido por los dirigentes políticos y
empresariales yanquis como posible instrumento de su hegemonía sobre el hem is
ferio; en lugar del esquema bolivariano (una Confederación Latinoamericana que
como participante secundario invitaría a su mesa a Estados Unidos), para 1880, este
país desarrolló el concepto de un sistema panamericano dirigido por el gobierno de
W ashington, con los países latinoamericanos en calidad de protegidos del poderoso
Tío Sam. M ediante la creación de una unión panamericana se aspiraba alcanzar dos
propósitos fundamentales, de índole económica uno, y política el otro. En lo
económico, se buscaría la creación de una unión aduanera americana, por la cual
140 □ Relaciones internacionales dé América Latina
Gran Bretaña y los demás países europeos serían excluidos de sus posiciones
comerciales y financieras en el hem isferio occidental, mientras que Estados Unidos
asumiría el papel de gran abastecedor y financiador de la A mérica morena. En el
plano político, se trataría de implantar un sistema de arbitraje obligatorio, a través
del cual Estados Unidos asumiría el puesto de gran juez y árbitro de las Américas,
anteriormente ocupado por los ingleses. La unión aduanera y el arbitraje obligatorio
significarían conjuntamente la implantación de la “Pax Am ericana” sobre el Nuevo
Mundo.
En lo concerniente al problema del papel m ediador de Estados Unidos en
A mérica Latina* los dirigentes de W ashington actuaron impulsados por los aconte
cimientos del Pacífico sudamericano. El gran conflicto entre Chile, Perú y Bolivia,
beneficioso para el capital británico, incitó a W ashington — com o ya lo señalamos
en el capítulo anterior— a ofrecer sus buenos oficios y una eventual mediación.
Chile, triunfador, rechazó el ofrecimiento, pero el Congreso y el gobierno norte
americanos quedaron dispuestos a no dejarse exem ir — en futuras ocasiones— de
una participación en el arreglo pacífico de problemas latinoamericanos.
E n mayo de 1880 el Congreso de Estados Unidos autorizó al Presidente para
que tratase de organizar una conferencia interamericana “con el objeto de discutir
y recom endar a los respectivos gobiernos la adopción de un plan de arbitraje para
el arreglo de desacuerdos y problemas que pudieran en el futuro surgir entre ellos” .
Claramente, era el espectáculo de la Segunda Guerra del Pacífico el que provocó esa
iniciativa del Congreso de W ashington. Por otra parte, éste agregó que igualmente
deberían estudiarse, en la eventual conferencia panamericana, “medidas encam ina
das a la formación de una unión aduanera americana” y tendientes a “fomentar
aquellas relaciones comerciales recíprocas que sean provechosas para todos, y
asegurar mercados más amplios para los productores de cada uno de los referidos
países” .
En 188 L bajo la presidencia de James Garfield, el secretario de Estado James
Blaine, en conformidad con lo recomendado por el Congreso, emitió invitaciones
para que los países de América acudieran a una conferencia destinada sobre todo a
estudiar la creación de un sistema de arbitraje. Pero casi en seguida, después de esta
iniciativa el presidente Garfield fue asesinado, y su sucesor, el vicepresidente
Chester Arthur, destituyó a Blaine y anuló la convocatoria a la conferencia
panamericana.
En 1885 asumió la presidencia de Estados Unidos Grover Cleveland, dem ócra
ta, quien acogió la idea de la conferencia panamericana. De común acuerdo con el
Congreso, ordenó al secretario de Estado Bayard que form ulara nuevas invitaciones
para 1888. A fines de ese año, los republicanos triunfaron en las elecciones
presidenciales, llevando a Benjamín Harrison a la primera magistratura a co
mienzos de 1889. James Blaine fue designado secretario de Estado nuevamente;
de modo que fue el mismo hombre que había dado el prim er impulso práctico a la
conferencia ocho años antes, el que representó a Estados Unidos cuando finalmente
la reunión se efectuó.
Antes de iniciarse las deliberaciones de la conferencia en septiembre de 1889,
los delegados latinoamericanos fueron llevados de gira para visitar los centros
industriales de Estados Unidos, con la idea de que una impresión favorable del
adelanto técnico y manufacturero del país los alentara a considerar de manera
Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina (1883-1933) □ 141
positiva el proyecto de una unión aduanera dentro de la cual Estados Unidos jugaría
el papel de gran abastecedor industrial.
L a Prim era Conferencia Internacional de Estados Americanos inició sus
sesiones en W ashington el día 2 de octubre de 1889- Los países asistentes fueron
Argentina, B olivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador,
Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, M éxico, Nicaragua, Paraguay, Perú,
Uruguay y Venezuela. James Blaine fue electo presidente de la Conferencia, y los
representantes de Perú y de M éxico desempeñaron las vicepresidencias.
N inguna de las dos ideas maestras de la diplomacia norteamericana —el
arbitraje obligatorio y la unión aduanera— fueron aprobadas en la reunión. Los
delegados latinoamericanos estaban conscientes de que la primera de esas iniciati-
\¿ s afectaría la soberanía política de sus países y los colocaría bajo la tutela arbitral
de la.nación más fuerte del hemisferio. En cuanto a la segunda idea, veían
claramente que ella traería beneficios económicos casi exclusivamente para la
potencia industrial del Norte, y que para los países débiles y subdesarrollados del
Nuevo M undo sin duda era preferible conservar su libertad de comercio y tratar de
mantener un equilibrio en el intercambio con Estados Unidos y con Europa.
El principal resultado concreto de la conferencia — que finalizó el 19 de abril
de 1890— fue la creación de una Unión Internacional de las Repúblicas A m erica
nas, con su secretaría permanente establecida en la capital norteamericana. La
función principal de la secretaria sería la de recibir y divulgar información
económica y técnica sobre los países miembros de la unión. Se adoptaron resolu
ciones en favor del incremento del intercambio comercial, técnico y cultural entre
los países miembros, así como de la cooperación en materia sanitaria. Se recomendó
la adopción del sistema métrico decimal para facilitar el intercambio. Igualmente,
hubo pronunciamientos favorables a la unificación de normas jurídicas de los
diversos Estados, y su adhesión a tratados de derecho internacional aprobados en el
congreso celebrado en Montevideo en 1888. En el ámbito político, se recomendó
la utilización de medios pacíficos para solucionar las diferencias entre países de
América, y se expresó la esperanza de que en el futuro pudiera crearse un sistema
eficaz de arbitraje.
De esta manera Estados Unidos, llegado a la etapa imperialista y hegernónica,
se apropió la idea de la organización internacional americana, anteriormente
manejada sólo por los latinoamericanos, y dio un primer paso para establecer su
liderazgo sobre una unión de repúblicas.
administrativa y política para Cuba y Puerto Rico dentro del mantenimiento de los
vínculos con la m adre patria. Ya era muy tarde. Unos años antes, la autonomía
habría constituido una concesión importante; ahora, los patriotas exigían la inde
pendencia completa.
En Estados Unidos, la opinión pública seguía las peripecias cubanas con el más
vivo interés. Com o ya lo señalamos anteriormente, Estados Unidos — desde la
época de Jefferson— se mostró deseoso de anexar la isla de Cuba. John Quincy
Adams declaró en 1823 que algún día Cuba caería en manos de Jos yanquis como
una manzana madura, y en 1825-1826 impidió que la Gran Colom bia libertara a la
antilla. De 1845 a 1861 hubo diversos ofrecimientos de compra, hechos por Estados
Unidos a España. Desde 1880, el auge del imperialismo financiero norteamericano
fortaleció los sentimientos anexionistas hacia Cuba. El anexionismo buscó una
excusa moral, y la encontró en la condena al colonialismo español y en la aparente
simpatía hacia el bravo pueblo cubano en su lucha por emanciparse de España. El
imperialismo, para apoderarse de Cuba, necesitaba el apoyo del pueblo norteame
ricano, fundamentalm ente generoso y democrático, que respondería a los llamados
de solidaridad contra el factor colonialista clásico, es decir, el gobierno de Madrid
y sus agentes de represión.
William Randolph Hearst, rey de la prensa norteamericana, fundador y dueño
de la prim era gigantesca cadena de periódicos, fue el hombre que objetivamente
sirvió como agente de enlace entre los intereses imperialistas y el pueblo norteam e
ricano. Sistemáticamente, por una propaganda periodística en contra del poder
español y a favor de la liberación de Cuba, Hearst fue formando la opinión pública
necesaria para provocar y sostener una guerra norteamericana contra España. Lo
hizo para probar su fuerza y aumentar el tiraje de sus publicaciones, así como por
simpatía hacia los sectores capitalistas expansionistas y los grupos militares y
navales que pensaban en Cuba en términos de seguridad estratégica. Al ocurrir el
desenlace bélico, Hearst se jactó de que la guerra hispano-norteamericana era
exclusiva obra suya. Día tras día, sus diarios habían denunciado la represión
colonial española, detallando las severas medidas de Weyler, presentando a éste
com o un monstruo, y exagerando los horrores de la reconcentración.
Para comienzos de 1898, la opinión pública norteamericana, estimulada por
Hearst y por los factores imperialistas, se encontraba en un verdadero frenesí
procubano y antiespañol. En ese momento, corno detonante final, ocurrió el
incidente del acorazado Maine, barco de guerra norteamericano, anclado en la bahía
de La Habana, en visita a Cuba, que sufrió una poderosa explosión en la que murió
la mayor parte de su tripulación, en el mes de febrero de 1898.
De inmediato, Hearst y la opinión norteamericana belicista achacaron a los
españoles la culpa del estallido. En realidad, España, am enazada por Estados
Unidos, era la menos interesada en provocar un incidente. Tampoco es probable la
tesis de algunos defensores del punto de vista español, de que los propios im peria
listas norteamericanos hayan hecho estallar el barco, a fin de provocar la guerra. Un
frió “maquiavelismo” , capaz de matar a nacionales de Estados Unidos, no parece
propio d e los métodos empleados por ese país en aquella época. Existen dos
explicaciones plausibles del hecho. La prim era es que se trató de un accidente; el
estallido de una caldera del barco ocurrido por mera casualidad en un momento de
gran tensión política internacional. La otra posible explicación sería la de que el
144 □ Relaciones internacionales de América Latina
cia que los norteamericanos le habían formulado, empuñó las armas contra sus
antiguos aliados, y durante varios años prosiguió su lucha contra el nuevo colonia
lismo.
Cuba, pese a las presiones de imperialistas extremos, recibió la independencia
formal. Pero se trataría de una independencia incompleta, mediatizada. Estados
Unidos ocupó la isla hasta 1903, y retiró sus tropas a cambio de un tratado que le
concedía el derecho de intervenir en los asuntos internos de la república antillana
cada vez que unilateralmente lo estimase necesario para preservar “el orden” y “la
independencia” de la isla. El principio del derecho a la intervención estuvo con
tenido en la Enm ienda Platt, presentada por el senador norteamericano Orvillc Platt
ante el congreso de su país. Posteriormente, dicho principio quedó incorporado al
tratado cubano-estadounidense y a la propia Constitución Nacional de Cuba.
Además del derecho a la intervención, el tratado de 1903 dio a Estados Unidos la
base m ilitar de Guantánamo y una base naval en Bahía Honda.
A ceptada así la legalización de la intervención extranjera, y reducida Cuba a la
situación de protectorado de Estados Unidos, las tropas norteamericanas fueron
retiradas, y Tomás Estrada Palm a asumió la presidencia del país.
Congreso para el mes de junio. La segunda com pañía francesa vendió sus propie
dades al gobierno norteamericano en ese mismo año.
El secretario de Estado de Estados Unidos y el encargado de negocios de
Colombia en W ashington firmaron en enero de 1903 el Tratado Hay-Herrán. Por
parte del colom biano era un acto precipitado: la oposición política y la opinión
publicas colombianas rechazaron la idea de enajenar partes del territorio nacional
a manos de un Estado extranjero. En efecto, el Tratado preveía la concesión a
perpetuidad de una zona del Canal para uso de Estados Unidos* a cambio de un pago
inicial de 10 millones de dólares y una suma anual de 250.000. En agosto de 1903
el Congreso Nacional colombiano rechazó el Tratado, por considerarlo violatorio
de ja Constitución y la soberanía del país.
i Teodoro Roosevelt no estaba dispuesto a aceptar una negativa, tampoco a
admitir que las negociaciones pudieran prolongarse. En 1904 se realizarían las
elecciones presidenciales en Estados Unidos y Roosevelt estaba empeñado en
obtener la zona del Canal antes de ese proceso para capitalizarla políticamente. Por
ello, el presidente norteamericano reaccionó violentamente ante el rechazo al
Tratado Hay-Herrán, y tom ó la firme decisión de proceder por la fuerza.
En estrecha colaboración con Bunau-Varilla, el gobierno de Estados Unidos
trabajó en la preparación de la secesión panameña. Existían condiciones objetivas
favorables a la separación de Panamá de la República de Colombia. Panamá se
diferenciaba de todas las demás provincias colombianas por su localización
geográfica, su carácter étnico y cultural, y sus relaciones económicas. Separada del
resto del país por el inhóspito istmo de Darién, desarrolló su vida aparte. Durante
el siglo XIX más de 50 levantamientos secesionistas habían ocurrido en tierra
panameña. Ahora, a los descontentos anteriores se añadía ía decepción de la
oligarquía terrateniente de Panamá por el rechazo colombiano al proyecto de venta
de la zona del Canal.
Con la com plicidad de las autoridades norteamericanas, Bunau-Varilla, desde
la suite número l . 162 del Hotel W aldorf A storiade Nueva York, preparó la rebelión
secesionista, reuniendo a conspiradores y contratando a unos quinientos mercena
rios. Roosevelt prometió secretamente a Bunau-Varilla que Estados Unidos no
perm itiría que la rebelión fracasara. El barco de guerra norteamericano Nashvilíe
llegaría al puerto de Colón el día 2 de noviembre de 1903 en visita de “cortesía’*.
La insurrección separatista estalló el 3 de noviembre. El Nashví Ile y sus i nfantes
de marina impidieron el desembarco de tropas gubernamentales colombianas. El 4
de noviembre la República de Panamá proclamó su independencia. Dos días
después, el gobierno de Washington reconoció el nuevo Estado. El día 13 de
noviembre Bunau-Varilla presentó sus credenciales como enviado extraordinario
y plenipotenciario de Panamá. El 18 de noviembre fue firmado el Tratado Hay-
Bunau-Varilla: Panamá cedió a Estados Unidos, a perpetuidad, el uso de una franja
de territorio de diez millas de ancho, de la costa del Pacífico hasta la del Caribe, por
la suma de 10 millones de dólares y un pago anual de 250.000. En febrero de 1904
el Tratado quedó ratificado por ambos Estados.
Roosevelt, com o imperialista franco, jamás negó que la separación de Panamá
de Colombia y la cesión del Canal fueran producto de una política de fuerza.
Justificó la intervención indirecta de Estados Unidos en los asuntos colombiano-
panameños, con el alegato de que era necesaria para asegurar “el progreso y la
148 □ Relaciones internacionales de América Latina
civilización”. En 1911 explicó con toda claridad: “Ito o k Panamo, and let Congress
debate ” (‘T om é Panamá y dejé que el Congreso discutiera”).
L a construcción de la vía interoceánica comenzó en seguida, con todo el vigor
y la rapidez que Teodoro Roosevelt sabía imprimir a sus iniciativas. El Canal
com enzó a funcionar en 1914,
Colombia se sintió grandemente ofendida por la intervención norteamericana
en Panam á y la abierta ayuda de Teodoro Roosevelt a la secesión de ese país. En
1914, el presidente Wilson tomó la iniciativa de negociar un convenio con
Colombia, por el cual Estados Unidos expresaba su pesar por lo ocurrido y ofrecía
una indemnización de 25 millones de dólares. Ese convenio fue rechazado por el
Congreso» encabezando Teodoro Roosevelt la batalla política contra la ratificación
del instrumento. Roosevelt alegaba que Estados Unidos no debía “pedir perdón” ni
lam entar los hechos de 1903.
Fue sólo en 1921 cuando Estados Unidos negoció con Colom bia un tratado que
entró en vigencia y otorgó al país sudamericano la indemnización de 25 millones.
Para este momento los norteamericanos estaban interesados en obtener concesiones
petroleras en tierra colombiana.
por fuerzas mexicanas dependientes del gobierno de Huerta. W ilson exigió discul
pas y un saludo de 21 cañonazos a la bandera norteamericana. Huerta aceptó pedir
disculpas, pero no el homenaje de los 21 cañonazos. En el mes de abril tropas de
infantería de m arina norteamericana desembarcaron en el puerto de Veracruz. Esta
intervención provocó una tregua y una momentánea unidad de acción entre todos
los bandos mexicanos, incluido el de Huerta, Este, así com o Carranza, Zapata y
Villa» fueron unánimes en condenar la intervención y en exigir la salida de los
yanquis del territorio mexicano. Se rompieron las relaciones entre Estados Unidos
y México.
En ese momento se produjo una gestión diplom ática de las potencias “ABC”
(Argentina, Brasil y Chile), que ofrecieron su mediación entre M éxico y Estados
Unidos. Por efecto de los buenos oficios de los ABC, se realizó una conferencia en
Niagara Falls, en la cual participaron esos tres países además de M éxico y Estados
Unidos. Se llegó a un acuerdo de reconciliación y retiro de las tropas norteam eri
canas de M éxico. Poco después, el general Huerta, asediado por las fuerzas
revolucionarias, presentó su renuncia y salió al exterior. Venustiano Carranza
asumió la presidencia del país.
Aunque había contado con el apoyo de Zapata y Pancho Villa en el combate
contra la reacción huertista, Carranza pronto fue abandonado por esos revoluciona
rios radicales. Zapata insistía en una reforma agraria inmediata y profunda, que
quebrara el latifundio y estableciera cooperativas campesinas en todo el país.
Además, él y Villa miraban con desconfianza la relativa moderación del naciona
lismo de Carranza y su disposición a mantener contactos con el gobierno de Wilson.
En 1915, los dos líderes populares, el uno en el centro-sur y el otro en el norte de
México, recom enzaron la guerra revolucionaria, esta vez contraCarranza. En cierto
modo fue la lucha del campo contra la ciudad. La clase media urbana y también los
sindicatos obreros apoyaban a Carranza, mientras que a Zapata le seguía la clase
más pobre, oprimida y numerosa: el campesinado, indígena en su mayoría. Pancho
Vill a, de criterio pol ítico y conciencia social menos formados que Zapata, encabezó
tropas campesinas en el Norte, en la zona limítrofe con Estados Unidos.
Ante la hostilidad que Estados Unidos mostraba hacia la Revolución M exica
na, durante 1916-1917 Pancho Villa invade el territorio de ese país y da muerte a
35 ciudadanos. Presionado por una opinión pública condicionada desde hace
tiempo por la incesante propaganda antimexicana de los grupos capitalistas, Wilson
presentó un u Itimátum al gobierno de México: si éste no lograba domi nar y controlar
a Pancho Villa, los norteamericanos intervendrían por la fuerza para acabar con las
andanzas de ese caudillo. Como Carranza tuvo que admitir su incapacidad para
controlar a Villa, el gobierno norteamericano envió a! general Pershing, con una
columna de caballería, a penetrar en territorio mexicano y perseguir a los guerrille
ros villistas. E sa intervención táctica, con un número reducido de tropas, era
insignificante en comparación con lo que pedían los consorcios capitalistas: nada
menos que la guerra en gran escala y la ocupación de todo México.
Pershing obligó a V illa a replegarse hacia el Sur, aunque no logró infligirle
daños serios. En vísta de que se agravaba la situación internacional y que Estados
Unidos se disponía a entrar en la Primera Guerra M undial, Wilson ordenó a Pershing
que se retirara de México al cabo de pocos meses.
En ese mism o año (1917) se consolidó el poder del gobierno del general
Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( / 883'1933) □ 157
Tabla cronológica VI
□ Relaciones
S u d a m é ric a EEUU y
M éxico C e n tro a m é ric a
A ño hem isferio
y el C a rib e
1883
1890
C aída de Balm aceda.
1891
C leveland, presidente.
1893
_____________________________________________ ____
2a. C om pañía de Panamá.
1896
Inglaterra acepta arbitraje de M e Kinley, presidente.
1897
lím ites con Venezuela.
------Tabla 6 (cont.)
1900
nos Aires).
1911 M adero, presidente. Za*
pata contra M adero.
164
------T abla 6 (co n t.)---------------------------
Tabla cronológica VI
□ Relaciones
C e n tro a m é ric a S u d a m é ric a EEUU y
A ño M éxico
y el C a rib e hem isferio
________________________________________________
1917 2a. intervención n o rte
am ericana C onstitución
M exicana.
1922
------Tabla 6 (cont.)
y Tabla cronológica VI
1926
1927 R ebelión de los cristeros. N ueva intervención en N icaragua. R e Ibáñez, presidente de Chile.
belión de Sandino.
1929 Solución del problem a Tacna-Arica. Hoover, presidente. Com ienza la gran
crisis económ ica m undial.
Conflicto de Leticia.
1932 Conflicto en el Chaco.
Revolución en Chile.
__ Im
166 G Relaciones internacionales de América Lalina
za y proclamó una ' ‘República Socialista”, pero ésta sólo se mantuvo durante unos
pocos meses.
Resumen
Se puede afirmar de manera global que entre 1920 y 1932 Estados Unidos
m antuvo su hegem onía sobre A m érica L atina, continuando una política
intervencionista. Aparte de México, donde la oligarquía semifeudal fue desplazada
completamente por una clase media respaldada por obreros y campesinos, los países
latinoamericanos conservaron sus estructuras sociales caracterizadas por la con
centración de la riqueza y el poder económico y político en manos de élites
inclinadas a aceptar la hegemonía norteamericana.
Los métodos de dominación norteamericanos tuvieron un carácter militar y
brutal desde el comienzo del siglo hasta 1917. De esa fecha en adelante comenzaron
a prevalecer las presiones un poco menos violentas y más indirectas.
A partir de 1897 Estados Unidos comenzó a desplazar la influencia inglesa del
área del Caribe y del norte de Sudamérica. En 1901 se efectuó un tácito reparto de
esferas de influencia: hegemonía estadounidense al norte del Amazonas y predomi
nio inglés más al sur de la región amazónica.
Aparte de la Revolución Mexicana, surgieron otras diversas reacciones y
rebeliones latinoamericanas en contra de la dependencia semicolonial existente.
Por el momento, esos movimientos permanecieron en una etapa defensiva y a veces
sólo incipiente.
La época de la “política del buen vecino”
(1933-1945)
L a guerra del Chaco entre Bolivía y Paraguay estalló en 1932. Se debió, como
ya lo señalamos antes, a la existencia de viejas controversias territoriales, agravadas
por la codicia de intereses petroleros. La Esso influía sobre Bolivia y la Shell sobre
Paraguay, y el conflicto armado entre los dos países — conflicto extremadamente
sangriento y costoso en vidas hermanas— era en parte producto de ia ri validad entre
dos poderosos consorcios transnacionales.
Paraguay llevó la mejor parte en este conflicto al impedir que Bolivia se
apoderara de! territorio que consideraba suyo. Después de reiterados esfuerzos de
mediación, realizados por la Sociedad de las Naciones y por Estados Unidos, los dos
Estados beligerantes firmaron la paz en 1935, en Buenos Aires. Ambos ratificaron
el tratado de paz en 1938-
Tanlo en Paraguay como en Bolivia la guerra del Chaco fortaleció extraordina
riamente la influencia de los militares. Los hombres que habían tenido mando
militar durante la guerra se sintieron con autoridad para mandar también en tiempo
de paz. En Paraguay las fuerzas armadas tomaron el poder y proclamaron en 1936
¡m época de la "política del buen vecino” (1933-1945) G 171
el Acta Plebiscitaria que dice que “la soberanía del pueblo reside en las fuerzas
arm adas” . Los veteranos de la guerra del Chaco siguieron gobernando en Paraguay
con una política de tipo derechista, defensora de las estructuras sociales existentes
y de los intereses de los grupos económicos dominantes, nacionales y extranjeros.
En Bolivia, debido a la derrota sufrida, subieron al poder militares de actitud
crítica ante el sistema social y político existente. En 1936 el coronel David Toro
asumió el m ando del país con un programa de gobierno nacionalista y de reformas
sociales. Fue seguido en el poder por el teniente-coronel Germán Busch, hijo de un
médico alemán casado con una boliviana. Como nacionalistas identificados con los
intereses de las capas populares en contra de la oligarquía y los grupos financieros
foráneos, Toro y Busch estaban decididos a realizar importantes transformaciones
estructurales mediante métodos autoritarios. En resguardo de la soberanía nacional
boliviana, y tomando en cuenta la participación de los consorcios petroleros en la
guerra del Chaco, Toro decretó la nacionalización de las instalaciones de la Standard
Oil de Nueva Jersey (Esso) en Bolivia. El acto nacionalista provocó una protesta de
Estados Unidos, y gritos de ira y de alarma de las compañías petroleras. Después de
haber golpeado de ese modo al imperialismo económico, Busch se preparó para
atacar a la oligarquía latifundista y minera. Sus planes para el futuro incluían una
reforma agraria y la nacionalización de las minas de estaño. Pero ese militar
revolucionario murió antes de poder cumplir sus propósitos. Su muerte violenta
— por un balazo en el cerebro— aparentemente se debió a un impulso suicida
inducido por maniobras insidiosas y subversivas de la oligarquía.
Durante la década de los años treinta Brasil vivió una experiencia importante
bajo el gobierno del presidente Getulio Vargas, caudillo reformista y centralizador.
La crisis económica de 1930 golpeó duramente Brasil y sus tensiones políticas
internas se agravaron. Por un lado, los comunistas dirigidos por Luis Carlos Prestes
desarrollaban una fuerte agitación, y por el otro, actuaba un fuerte partido fascista:
los integralistas, encabezados por Plinio Salgado. Vargas creó el movimiento
laborista que surgió com o tercera fuerza entre estos extremos, y tomó el poder por
un golpe de Estado. Posteriormente quedó ratificado por elecciones. Admirador de
Mussolini, aunque ubicado en una posición mucho más liberal, en 1936 cam bió la
Constitución brasileña y proclamó el “Estado Novo” , autoritario y con tendencias
coiporatistas. Sin embargo, el Estado Novo jam ás llegó a ser fascista: más bien la
política social de Vargas promovió el ascenso de las clases trabajadoras mediante
el estímulo al sindicalismo. Se adoptó una legislación social que trajo beneficios a
las mayorías populares, olvidadas antes de que Vargas llegara al poder. La
oligarquía rural y bancaria miraba al caudillo con desconfianza, debido a sus
pronunciamientos radicales, aunque de hecho sus privilegios apenas fueron afecta
dos. En su política exterior y económica Vargas pregonó el nacionalismo y mostró
el empeño en desarrollar Brasil de manera autónoma, con creciente independencia
frente al capital extranjero.
El inussolinism o de Vargas inquietó a Roosevelt, quien temía que el caudillo
brasileño llevaría a su país a un acercamiento con las potencias del Eje. Sin embar
go, después de haber obtenido ventajas económicas por parte de Estados Unidos,
Getulio Vargas se mostró partidario de !a política antinazi de Estados Unidos y,
durante la Segunda Guerra M undial, Brasil fue el único país latinoamericano que
participó activamente en los combates. Aparte de lapersuasión que Estados Unidos
172 □ Relaciones internacionales de América Ixitina
pudo ejercer sobre Brasil, Getulio Vargas era realmente más demócrata que fascista;
así mismo, la tradición diplomática brasileña, establecida desde la época de Rio
Branco, recomendaba el mantenimiento de relaciones armoniosas con la principal
potencia hegemóníca del hemisferio.
La evolución política argentina traería mayores problemas para Estados Uni
dos. D esde el golpe de Uriburu contra Irigoyen en 1930, Argentina quedó bajo el
gobierno de las clases capitalistas y terratenientes. Se restableció la democracia
representati va pero ésta adquirió un carácter formalista, sin contenido social para las
masas del país. Tanto en la oligarquía como en el seno de las capas medias y
populares se desarrollaron corrientes antidemocráticas y antiliberales. Incluso para
algunos oligarcas la democracia formalista y plutocratizada no garantizaba sufi
cientemente la defensa de sus privilegios, motivo por el cual esa ultraderecha se
inclinaba hacia el fascismo y hacia el Eje. Por otra parte, existían sectores de la
burguesía argentina que tenían vínculos comerciales y financieros con empresas
alemanas, y por ese motivo eran partidarios de la causa de Hitler. Las caudalosas £
influyentes colonias de inmigrantes italianos .y. alemanes creaban un ambiente
favorable a las potencias del Eje. Por último, entre algunos intelectuales y en la
oficialidad de las fuerzas armadas había una forma de nacionalismo antiimperialista
y antioligárquico que simpatizaba con el nazismo y el fascismo. Estos pronazis
“sociales” identificaban la democracia liberal con el imperialismo anglonorteame
ricano y con la oligarquía que manipulaba el sistema político entre bastidores y lo
ponía al servicio de sus intereses. Razonando simplistamcnte con el argumento de
que “el enem igo de mi enemigo debe ser mi amigo”, y creyendo ingenuamente en
la propaganda nazi que les presentaba el sistema hitleriano como un presunto
“socialismo nacional”, estos radicales autoritarios constituían un importante grupo
de presión a favor de una política exterior de neutralidad entre la alianza
anglonorteamericana y el Eje, con velada simpatía hacia este último. Bajo la presión
directa o indirecta de esos diversos sectores proalemanes y antiingleses, la Repúbli
ca A rgentina se mostró reacia a acompañar a Roosevelt en su campaña contra el
peligro de la infiltración nazi-fascista en América Latina.
Finalmente, la etapa 1933-1941 estuvo marcada por un feroz enfrentamiento
entre Perú y Ecuador, similar al de la guerra del Chaco. Las hostilidades estallaron
en 1941 y se saldaron con un triunfo peruano y la anexión por ese país de 200.000
kilómetros cuadrados de selva, cuyo subsuelo contiene petróleo. A consecuencia de
esc conflicto Ecuador perdió sus derechos históricos sobre el Amazonas. Como en
la guerra del Chaco, estuvieron involucrados intereses petroleros. Esta vez la
Standard O il, que tenía concesiones en Perú y apoyaba a ese país, triunfó sobre la
Shell, que respaldaba a Ecuador. Estados Unidos interpuso su mediación, favorable
a Perú. El asunto fue discutido en Río de Janeiro, en la III Reunión de Consulta de
Cancilleres Americanos, en 1942, y se suscribió el protocolo de Río, por el cual
quedó formalizada la derrota de Ecuador.
Reuniones interamcricanas.
La diplomacia antinazi"de Roosevelt hasta 1940
una corriente pro Eje de considerable fuerza en Argentina. Las colonias alemana e
italiana residentes en el país eran grandes y en su seno existían quintas columnas
activas e influyentes. El volumen de comercio argentino con Alemania era consi
derable. La dominación económica que el capitalismo inglés — más aún que el
norteamericano— ejercía sobre el país había causado resentimientos y reacciones
antiimperialistas. Eran pronazis y profascistas no sólo los agentes de las empresas
germanas e italianas, y algunos sectores oligárquicos partidarios de un régimen
autoritario de extrema derecha para defender sus privilegios de clase, sino también
muchos nacionalistas de clase media — víctimas de la confusión ideológica— que
opinaban que el presunto “socialismo nacional” de Hitler podía ser un aliado contra
el imperialismo anglonorteamericano. En 1943, elementos de las fuerzas armadas
dieron un golpe de Estado y tomaron el poder. La “Revolución M ilitar” de 1943
contenía elementos contradictorios. Entre los miembros de los grupos militares que
dirigieron la revolución existían auténticos nazi-fascistas, nacionalistas pero reac
cionarios en lo social, al lado de elementos nacionalistas reformistas de orientación
favorable a los trabajadores y a las capas medias humildes. Entre estos últimos,
pronto comenzó a descollar el coronel Juan Domingo Perón, quien se encargó del
M inisterio del Trabajo y desde allí puso en práctica un exitoso programa de
transformaciones para los obreros y la masa “descam isada”. Perón fue el virtual
creador de la Confederación General de Trabajadores, y con el apoyo del proleta
riado se esforzó por torcer el rumbo de la revolución militar hacia el populismo y
la neutralización de los sectores verdaderamente nazis, fascistas y antisemitas en su
seno.
En todo caso, la actitud de los dirigentes del gobierno militar era favorable a
Alem ania y Japón y, aunque las circunstancias no les permitió adoptar una línea
totalmente inclinada hacia esas potencias, opusieron resistencia a las presiones de
Estados Unidos — los norteamericanos querían que Argentina rompiera sus relacio
nes económicas y diplomáticas con Berlín y Tokio— , continuaron su intercambio
comercial con Alemania, y toleraron las actividades propagandísticas de la quinta
colum na nazi. Prohibieron películas y libros antifascistas y censuraron la prensa en
el mismo sentido. El primer gobernante militar, el general Ramírez, retrocedió
ligeramente ante Estados Unidos en enero de 1944 y rompió las relaciones
diplomáticas con Alemania y Japón. Los militares más antialiados lo destituyeron
y llevaron a la silla presidencial al general Farrell. Las relaciones argentino-
estadounidenses empeoraron rápidamente. En junio de 1944, Estados Unidos llamó
a su em bajador y dejó su misión en Buenos Aires en manos de un encargado de
negocios. Los antifascistas estadounidenses más vehementes pidieron la adopción
de medidas coercitivas — posiblemente hasta el uso de las armas— contra una
Argentina que en aquel momento parecía cerca de ser un Estado vasallo de Hitler.
Algunas medidas fueron adoptadas efectivamente. En agosto y septiembre de 1944
el gobierno norteamericano congeló las reservas argentinas de oro y prohibió a
barcos mercantes estadounidenses transportar cargas argentinas. El régimen de
Farrell, desafiante, pidió una reunión de consulta de cancilleres para enjuiciar las
m edidas de presión económick ápFibadas contra él por Estados Unidos. La coñvo-
catoria no prosperó, debido a que las demás repúblicas latinoamericanas, partidarias
de ia posición de Estados Unidos, miraban con antipatía la actitud argentina y se
negaron a acceder a la solicitud de reunir a los cancilleres.
La época de la "política del buen vecino ” (I933 J945) □ 179
R esum en
T ab la 7
A ños E E U U , M éx ico A m é r ic a d e l S u r R e la c io n e s
y e l C a rib e I n te r a m e r ic a n a s
i 933 R etiro norteam ericano (le G uerra del C haco desde 1932. VII C onferencia Interam ericana en
Haití. Caída d e Gerardo M ontevideo.
M achado.
1938 N acionalización Ratificado tratado de paz Bolivia- VIH C onferencia Interam ericana,
del petróleo mexicano. Paraguay. Lima.
El mundo de la posguerra
Coniinform. Las dos Alemanias se separaron de manera definitiva con sus respec
tivos gobiernos: uno basado en el capitalismo, y otro en el socialismo centralista. En
China, M aoTse-Tung inició la gran ofensivaqueen 1949 culminaría con un triunfo
completo. Ese mismo año ocurrió el bloqueo de Berlín, y de 1950 a 1952 la guerra
fría alcanzó su etapa más tensa y peligrosa con el conflicto de Corea.
En 1953, la muerte de Stalin, la tregua en Corea y el equilibrio nuclear
determinaron el inicio de una nueva fase, la de estabilización o “institucionaliza-
ción” de la guerra fría, con un comienzo de distensión y el surgimiento de fuerzas
no alineadas. Pero hasta 1957 se mantuvo firme la división bipolar del mundo.
En ese ambiente mundial, obviamente la potencia norteamericana procuró
incluir a América Latina en su sistema estratégico para la lucha contra el “com unis
mo internacional” impulsado por los gobernantes de M oscú. En la etapa 1946-1947
todavía fueron leves y vacilantes las presiones ejercidas por W ashington para
enmarcar a Latinoamérica firmemente en el bloque occidental. A partir de 1948
dichas presiones se tornaron decididas y fuertes. Estados Unidos comenzó a apoyar
las tendencias dictatoriales de derecha para acabar violentamente con movimientos
latinoamericanos de liberación nacional y social surgidos a partir de 1943.
confrontación cada día más neta con la Unión Soviética, y el peligro de que la guerra
fría se convirtiera en caliente, los estrategas de W ashington dejaron de pensar en
términos de difusión de sus ideas por la vía reformista, y comenzaron a alentar el
establecim iento de regímenes de fuerza procapitalistas y antiizquierdistas en los
países subdesarrollados. El presidente Harry Truman, hasta el fin de su segundo
m andato en 1953, siguió simpatizando con las fuerzas democráticas exteriores pero
no impidió que sus servicios de inteligencia militar conspiraran contra gobiernos
constitucionales y apoyaran golpes de derecha. El ascenso en 1953 del presidente
Dwight D. Eisenhower y de su canciller John Foster Dulles inclinó la balanza
totalmente hacia el prodictatoríalismo.
En su política conservadora y represiva hacia A m érica Latina, Estados Unidos
trató de valerse de dos instrumentos y mecanismos adoptados por la comunidad
interam ericana en los años 1947 y 1948: el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (TIAR) y la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El TIA R había sido suscrito en Río de Janeiro durante la Conferencia
Interamericana para el M antenimiento de la Paz y la Seguridad Continentales,
celebrada entre el 15 de agosto y el 2 de septiembre de 1947. En esa reunión se había
discutido la aplicación de los principios de Chapultepec, que preveían la creación
de un mecanismo multilateral de defensa contra agresiones extra e intracontinentales
que sustituyese la Doctrina Monroe. Los Estados latinoamericanos esperaban que
ese Tratado sirviese de garantía contra eventuales ataques de sus vecinos y hasta
contra intentos intervencionistas de la potencia del Norte. Esta, por su parte, lo
m iraba como parte de su aparato estratégico anticomunista: lo que sería la OTAN
para unir a Norteamérica y Europa occidental contra el campo soviético, el TIAR
io sería — según Estados Unidos— para el hemisferio occidental.
Durante la discusión del proyecto del Tratado, Estados Unidos había propuesto
que el TIAR tuviese efectos no sólo en caso de un ataque directo contra un país
americano, sino hasta cuando fuere agredida una “base” de tal país fuera del ámbito
hemisférico. Esa idea fue rechazada por los latinoamericanos, y se resolvió que sólo
en caso de agresión directa contra el territorio de un país entrarían a funcionar de
inmediato los mecanismos de acción conjunta; cuando el ataque se dirigiera contra
una base extracontinental, sólo se procedería a reunir el órgano de consulta. Tres
países que en aquel m omento poseían gobiernos dem ocráticos reform istas
— Guatemala, Uruguay y Venezuela— habían propuesto que el TIAR previese la
acción solidaria contra violaciones a los derechos humanos en el seno de los Estados
americanos. Pese a las buenas intenciones, tal cláusula era susceptible de conver
tirse en instrumento intervencionista, y por el lo M éxico y otros países democráticos
se opusieron a ella, como lo hicieron también, por motivos menos honorables, las
dictaduras.
E n 1948 se reunió en Bogotá la IX Conferencia Internacional Americana. Los
países latinoamericanos democráticos y reformistas deseaban que se adoptara una
Carta que echara las bases jurídicas para crear una comunidad americana sin
hegemonías. Opinaban que al institucionalizarse el sistema interamericano como
organización regional de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas se hacía
posible el manejo de dicho sistema por sus miembros latinoamericanos, obligándo
se al socio mayor a que acatase la voluntad de la mayoría y dejase de jugar un papel
prepotente c intervencionista. El gobierno norteamericano, a su vez, temía inicial
Guerra fría y defensa del stalu quo (1946-1957) □ 187
Washington en los meses de marzo y abril de 1951, y se adoptó una resolución para
que cada país tomara medidas de prevención anticomunista. Ello significó, de
hecho, dar luz verde a todas las dictaduras y gobiernos derechistas para que
adoptaran el macartismo y desencadenaran una intensa y cruel represión contra sus
“com unistas” que, las más de las veces, no eran tales, sino demócratas de izquierda
partidarios de las reformas sociales y de una m ayor independencia económica
nacional.
En Guatemala, Estados Unidos mantuvo una línea de cicga identificación con
los intereses de la United Fruit Company cuando el gobierno de Arbenz trató de
m odificar el convenio existente con la empresa, a fin de reducir un poco los
exorbitantes privilegios que el dictador Jorge Ubico le había otorgado. La actitud
de los representantes norteamericanos en Guatemala fue tipificada primero por el
em bajador Pattcrson, quien en 1950 había dicho a Arévalo, según The New York
Times: “Haré lo posible para que usted no reciba de mi gobierno ni un par de botas,
ni un centavo, hasta tanto deje de perseguir a compañías norteamericanas” ; y luego
por el embajador Peurifoy, quien participó,.revólver en mano, en el derrocamiento
de Arbenz.
A principios de 1954 la ley guatemalteca de reform a agraria fue aprobada por
el Congreso. Bajo la presión de los campesinos ya se había comenzado a repartir
tierras en algunas regiones del país. Pero, en general, se trataba de una reform a
agraria moderada, sumamente legalista y prudente, que preveía un procedimiento
de expropiación lento y complicado, y garantizaba el pago de aceptables indem ni
zaciones a los propietarios afectados. Sin embargo, esa ley, además de la presunta
participación de comunistas en el gobierno de Arbenz, impulsó a Estados Unidos
a dar su pleno apoyo a los esfuerzos de los contrarrevolucionarios guatemaltecos
para derrocar al gobierno constitucional. Los servicios secretos norteamericanos y
el Pentágono comenzaron activamente a entrenar las tropas del coronel Carlos
Castillo Armas, guatemalteco de extrema derecha, exiliado en Honduras junto con
otros contrarrevolucionarios.
Para tener una base jurídica en la cual apoyar su intervención en Guatemala,
Estados Unidos insistió en que la X Conferencia Interamericana (Caracas, a
comienzos de 1954) adoptara una resolución anticomunista que, aunque no m encio
nara directamente al país centroamericano, no dejara duda alguna en cuanto a la
intención. John Foster Dulles llegó a Caracas y se negó a hablar de cualquier tema
que no fuese el comunismo: los urgentes planeamientos económicos de los países
latinoamericanos serían atendidos por sus adjuntos.
De manera general, la X Conferencia se realizaba bajo condiciones negativas.
Caracas era en esos momentos la capital de una de las dictaduras más opresivas del
continente, la de Marcos Pérez Jiménez, y lospaíses'democráticos de Latinoamérica
habían criticado la elección de la capital venezolana como sede. Costa Rica se negó
a asistir a la reunión, por rechazo a Pérez Jiménez y solidaridad con los demócratas
perseguidos.
El canciller de Guatemala, Guillermo Toriello, tomó la palabra para explicar la
política de su país y pedir el rechazo de la resolución anticomunista que iba dirigida
contra la soberanía guatemalteca. El discurso elocuente y digno de Toriello mereció
grandes aplausos pero, a la hora de votar, la aplastante mayoría de los latinoam e
ricanos siguió a Estados Unidos. Sólo México y Argentina se abstuvieron, en
Guerra fría y defensa del statu quo ( i 946-1957) □ 193
misma m edida los gastos para el fomento de la producción. Los sectores populares
también se sentían defraudados por la incontenible inflación.
El Io de mayo de 1954, el presidente Vargas atacó con vehemencia a la alta
burguesía brasileña y al capitalism o transnacional, a la vez que anunció el aumento
de los salarios m ínimos en un 100%. Las clases ricas y los grandes empresarios
reaccionaron con gritos de ira y de alarma. El periodista Carlos Lacerda, ex
comunista pasado al bando opuesto, intensificó la ponzoña de sus ataques contra el
Presidente.
El día 5 de agosto elementos de la guardia presidencial atentaron contra La
cérela. Este escapó con heridas leves, pero un mayor de la fuerza aérea que lo
acompañaba resultó muerto. Una ola de indignación se levantó en el país, estim u
lada por todos los elementos antivarguistas, tanto reaccionarios com o liberales. A
este propósito, no debe olvidarse que Vargas, caudillo y demagogo, no sólo era
combatido por oligarcas que le temían por sus medidas populistas, sino también por
demócratas de buena fe y de orientación social progresista.
Desde el discurso del I o de mayo, elementos militares derechistas conspiraban
contra el presidente Vargas. El atentado contra Lacerda sirvió para estim ular y
acelerar los preparativos golpistas. El 24 de agosto Getulio Vargas, acosado por sus
enemigos, se suicidó. Dejó un testamento político en el cual declaró que su fatídica
decisión se debía a la insoportable conspiración de fuerzas oscuras, apoyadas por
las clases ricas del país y del exterior, contra un hombre que había dedicado su vida
a luchar por el pueblo humilde. “Os di mi vida (...) Me sacrifico por vosotros (...)
Doy el paso hacia la eternidad y os dejo mi vida, para entrar a la historia” .
No cabe duda que las fuerzas más conservadoras de Brasil y de todo el
hemisferio occidental respiraron con alivio al conocer la noticia de la muerte de
Vargas. Lacerda y los elementos más derechistas del país trataron de impedir que
las corrientes políticas herederas del getulismo llegarán al poder en las elecciones
de 1955. Cuando Juscelino Kubitschek, candidato del Partido Social Demócrata
con apoyo del Partido Trabalhista triunfó con el 36% de los votos, los sectores
militares de extrema derecha, junto con Lacerda y con el apoyo de la gran oligarquía
financiera, lanzaron un movim iento golpista contra el reconocimiento de su triunfo.
Pero el mariscal Teixeira Lott, dem ócrata y constitucionalista, se opuso con la
mayoría de las fuerzas armadas a la conspiración derechista, y garantizó la toma de
posesión de Kubitschek, a comienzos de 1956. Asistido por el vicepresidente Joáo
Goulart, trabalhista, el presidente Kubitschek inició una acción gubernamental que
reflejaba los intereses de los nuevos sectores empresariales, manufactureros,
inicialmente independientes de las compañías transnacionales, aunque luego llega
ron a asociarse con ellas. Kubitschek comenzó con una reputación de nacionalista
y de adversario de Estados Unidos, pero desde el poder comenzó a buscar la
colaboración y la amistad del país del Norte.
La caída de Juan Domingo Perón en Argentina, en 1955, fue el producto de una
conspiración conjunta de fuerzas conservadoras y oligárquicas con elementos
democráticos antidictatorialcs. Como Getulio Vargas en Brasil, Perón fue un
caudillo dem agogo y contradictorio, pero cuya acción, en su conjunto, se dirigía
hacia el mejoramiento de la suerte de las mayorías populares y en contra de los
grupos privilegiados. Al mismo tiempo, su gestión fue nacionalista y contraria a la
hegemonía económ ica y política de las potencias anglosajonas, aunque en ese plano
196 □ Relaciones internacionales de América latina
escuelas públicas. Se elaboró un proyecto de ley para terminar con los subsidios a
las escuelas confesionales. En mayo comenzaron los preparativos para elegir una
asamblea constituyente que redactaría una nueva carta fundamental, que incluiría
entre sus principios la separación entre la Iglesia y el Estado.
M ientras el país estaba en convulsión, desgarrado entre peronistas y clcricalcs,
con choques violentos en las calles, Perón presentó calladamente al Congreso su
proyecto de ley para otorgar concesiones a la Standard [por un lapso de nada menos
que cuarenta años!
El día de Corpus Christi se desató gran violencia entre católicos practicantes
y bandas peronistas. Varios templos fueron atacados. La jerarquía protestó con
vehemencia y Perón replicó expulsando del país a dos obispos. El 16 de junio el
Papa Pío XII dictó sentencia de excomunión contra Juan Domingo Perón. El mismo
día, varias unidades de las fuerzas armadas argentinas se alzaron contra el caudillo
nacional, fracasando en su empeño.
Durante los meses de julio y agosto, Perón intentó una reconciliación con sus
enemigos, ofreciendo indemnizaciones a la Iglesia y mayor libertad tanto a la
oposición política como al capital privado. Pero estos gestos no le valieron de nada,
pues fueron interpretados como meras muestras de debilidad por un conjunto de
fuerzas — oligárquicas unas, y democráticas otras— decididas a acabar con el
régimen justicialista. El 28 de julio Arturo Frondizi lanzó un violento ataque por
radio contra Perón y fue arrestado al día siguiente. El 31 de agosto Perón se dio
cuenta de que nada le valía retroceder ante sus enemigos. Abandonando las
vacilaciones, decidió dar la batalla de frente, a través de un viraje a la izquierda.
Llamó al combate a sus descamisados, contra la oligarquía y todos los enemigos
internos y externos. El 7 de septiembre, la CGT pidió la creación de milicias obre
ras. Las fuerzas armadas reaccionaron contra tal eventualidad. El 16 de septiembre
se produjo un levantamiento militar decisivo, bajo la jefatura del general Lonardi.
Después de duras batallas, el gobierno cayó, y Perón buscó refugio a bordo de una
cañonera paraguaya, como lo había hecho 103 años antes, en un barco inglés, su
predecesor Juan Manuel Rosas.
Se estableció en Argentina un gobierno provisional presidido por el general
Aramburu. Fue el fin de un régimen personalista y demagógico, pero orientado en
sus líneas generales hacia el nacionalismo económico y a un mayor grado de ju sti
cia social.
Resumen
Tabla 8 -----------------------------------------------------------
excepcional, tuvo lugar una auténtica revolución en 1952. Sin embargo, esa
revolución no pudo resistir a dificultades y presiones, y se transformó gradualmente
en un proceso reformista con participación norteamericana.
A partir de 1953, con el ascenso en Estados Unidos de una corriente política más
derechista que la anterior, se intensificó el apoyo norteamericano al dictadurismo
reaccionario en A m érica Latina. El régimen audazmente reform ista y popular de
Guatemala fue aplastado por Estados Unidos y la oligarquía centroamericana en
nombre de la “defensa contra el com unism o”. Los caudillos nacionalistas de Brasil
y de Argentina, que en diversas oportunidades habían manifestado su independen
cia frente a los dictados de los dirigentes del “mundo libre”, cayeron en 1954 y 1955.
Para 1957 el hem isferio se encontraba mayoritariamente dominado por las fuerzas
del conform ism o “occidentalista” y de la represión antipopular. Sin embargo, ese
mismo año aparecieron los primeros síntomas de cambios liberadores.
La polarización Cuba-OEA
(1958-1967)
trabajadores, jóvenes e intelectuales voceaban las protestas del pueblo contra las
injusticias sociales y el despotismo de oligarcas y de imperialistas.
Ese fue el momento que escogió el gobierno de Estados Unidos para enviar a
su vicepresidente, Richard Nixon, en gira de buena voluntad por los países de
América Latina.
B1 presidente Dwight Eisenhow er estaba informado de la existencia de senti
mientos antiyanquis en Latinoamérica, y de común acuerdo con el secretario de
Estado, Christian Herter, había decidido enviar a Nixon en misión especial. Pero los
dirigentes de la diplomacia norteamericana ignoraban la amplitud y la intensidad
del furor antiimperialista en la A m érica Latina, y de ningún modo esperaban lo que
realmente ocurrió.
En los países dictatoriales, el vicepresidente Nixon y su esposa fueron acogidos
y tratados de manera correcta pues el pueblo no podía manifestar sus sentimientos.
Pero en aquellas naciones donde existían gobiernos democráticos, y sobre todo allá
donde los dictadores habían caído hacía poco, la situación fue distinta. M uchedum
bres enardecidas marcharon contra el estadista norteamericano y le gritaron a la cara
su rabia antiimperialista y antioligárquica.
Las escenas más violentas se desarrollaron en Caracas, donde todo el año 1958
se caracterizó por una situación de auge de masas. De no haber sido por la prédica
moderadora de los propios grupos políticos de izquierda, partidarios de la “unidad
nacional”, los obreros y marginados de la capital venezolana habrían intentado
impulsar el proceso político del país más allá de la democracia formal y hacia la
ruptura del orden social existente.
En la avenida Sucre (que comunica la entrada a Caracas desde el aeropuerto
con el centro de la ciudad, y que bordea barrios populares y pobres) el vicepresidente
Nixon y su esposa fueron rodeados por una muchedumbre furiosa y amenazante.
Los manifestantes golpearon el automóvil en el que los Nixon viajaban y escupieron
sobre sus vidrios. A duras penas los responsables del orden lograron sacar a los
visitantes de su inquietante situación.
El gobierno de Estados Unidos protestó por la falta de precauciones del régimen
provisional del contralmirante W olfgang Larrazábal y envió barcos de guerra
cargados de infantes de marina hasta los límites de las aguas territoriales venezo
lanas.
Posteriormente, la experiencia de Nixon en Caracas sirvió para un análisis
autocrítico de la política latinoamericana por parte del Departamento de Estado.
Christian Herter y sus adjuntos llegaron a la conclusión, acogida por Eisenhower,
de que la política de apoyo a los dictadores había sido un error. La defensa del
“mundo libre” debía hacerse con base en ciertas reformas democráticas más que con
actos represivos.
Se trataba de una autocrítica de buena fe, pero que desconoció los factores
básicos e históricos que habían provocado las reacciones antinorteamericanas en
América Latina.
Sobre todo, a los dirigentes estadounidenses no se les ocurrió buscar la fuente
del mal en la estructura del orden económico internacional, caracterizado por la
concentración del poder en manos de consorcios m onopólicos y por la explotación
délos países subdesarrollados por los centros industriales y financieros dominantes.
La polarización Cuba-OEA (¡958- i 967) □ 205
Desde la segunda mitad de 1959, las relaciones entre Cuba y las fuerzas
defensoras del “Sistema interamericano” establecido comenzaron a deteriorarse
seriamente. Las implacables pero generalmente justas ejecuciones de verdugos y
esbirros “batisteros” por el gobierno de Castro provocaron la indignación de
muchos derechistas — que jam ás habían protestado cuando Batista, Trujillo o Pérez
Jiménez asesinaban y torturaban— dentro y fuera del país. La decisión de Castro de
aplazar indefinidamente la celebración de elecciones y de continuar su mando
revolucionario provisional significó la ruptura entre, por un lado, el 26 de Julio y los
comunistas, y por el otro, los viejos partidos democráticos Auténtico y Ortodoxo,
así como otras agrupaciones liberales afines. Renunció el presidente provisional
Urrutia y asumió la primera magistratura Osvaldo Dorticós, de orientación marxis-
ta. Castro se vio reforzado en la jefatura del gobierno, con el respaldo del pueblo
expresado en gigantescas concentraciones en plazas públicas. En la misma etapa
comenzó a ponerse en práctica la reforma agraria, basada en una ley promulgada en
la Sierra M aestra en mayo de 1959. Contrariamente a la opinión de los moderados
del 26 de Julio, y de los propios comunistas del PSP, que no querían que la
revolución pasase más allá de la etapa democrática y nacional, C astroinsistióenque
la reforma agraria debía apuntar desde el comienzo hacia el cooperativismo o
estatismo agrarios. Al mismo tiempo, se llevó a cabo una extensa confiscación y
estatización de empresas urbanas y rurales pertenecientes a partidarios y cómplices
de la dictadura batisfera. En vista de la estrecha asociación del capital cubano con
el norteamericano, y la frecuente utilización de cubanos com o testaferros de
intereses yanquis, las confiscaciones de propiedades batisteras afectaron directa
mente a muchos inversionistas extranjeros.
Los comunistas del viejo Partido Socialista Popular comenzaron a participar
cada vez más directamente en el gobierno del país. Esto causó protestas y
disidencias por parte de diversos colaboradores de Castro: por un lado, hombres de
tendencia moderada, como Díaz Lanz — quien huyó a Estados Unidos y tomó las
armas contra la revolución cubana— y, por otro lado, elementos de orientación
revolucionaria pero contrarios al autoritarismo leninista. Entre estos últimos
figuraban David Salvador y Huber Matos.
En sus discursos, el jefe de la revolución cubana atacó en forma cada vez más
directa y severa a Estados Unidos. Su actitud hacia ese país se había vuelto más
adversa a partir del viaje que efectuó a Washington y Nueva York en abril de 1959.
208 □ Relaciones internacionales de América Latina
En 1962 se reunieron una vez más, en Punta del Este, los cancilleres america
nos. A petición de Colombia, examinaron la cuestión de la alianza de Cuba con el
“comunismo internacional”, y decidieron que era incompatible con la participación
en el “sistema intcram cricano” por el hecho de tener un gobierno marxista-leninista.
En consecuencia, se resolvió excluir a Cuba de dicho sistema.
Para convencer a los países de gobierno liberal a que apoyaran la medida,
Estados Unidos afirmó que su propia posición no era la de condenar el sistema
socialista cubano sino la utilización de Cuba por potencias extracontinentales
hostiles al sistema interamcricano. También se usaron otros medios de persuasión:
la dictadura haitiana de François Duvalier abandonó el campo de los países opues
tos a la expulsión de Cuba, al recibir un préstamo de Estados Unidos de 13 millones
de dólares.
La votación final versó sobre dos puntos. Se declaró la “incompatibilidad” del
régimen cubano con el “sistema interamericano” (contrariamente a la pretensión
liberal de que no era el socialismo el que se condenaba sino la injerencia
extracontinental). Además, se resolvió suspender y prohibir el envío de armas a
Cuba y crear un comité consultivo especial para velar por el cumplimiento de esas
resoluciones. La votación sobre el primer punto fue de 14 a favor, 1 en contra (Cuba)
y 6 abstenciones. En relación con la suspensión del envío de armas el resultado fue
de 16-1-4.
Fue a fines del mismo año 1962 cuando se planteó la crisis de los cohetes entre
Estados Unidos y la Unión Soviética, convirtiéndose Cuba por un momento en el
foco de la atención mundial yen el detonante quecasi hizo estallar una tercera guerra
mundial.
Durante 1961-1962 las relaciones cubano-soviéticas se habían hecho cada vez
más íntimas, y el primer ministro soviético, Nikita S. Kruschev, concibió la
peligrosa idea de instalar bases de proyectiles balísticos en la isla. En esa época,
Estados Unidos gozaba de una superioridad de 5 a 1 sobre la URSS en materia
balística, y el gobierno soviético se sentía preocupado por el cinturón de estaciones
lanzacohetes norteamericanos que rodeaba su territorio en Europa y Asia, Su
intención parece haber sido la de usar los cohetes en Cuba como medio de presión
y elemento de negociación con Estados Unidos, para que éste retirase sus propias
armas balísticas de Turquía u otras zonas cercanas a la URSS. A sí mismo, con los
cohetes, Kruschev deseaba demostrar la firme voluntad soviética de defender a
Cuba contra cualquier nueva invasión como la ocurrida en Playa Girón.
Pero el jefe del gobierno soviético y sus colegas y asesores subestimaron la
reacción norteamericana. Tan pronto como las instalaciones — todavía sin cohe
tes— fueron descubiertas desde la estratosfera por aviones de observación U~2 de
Estados Unidos, en el mes de octubre, el presidente John F. Kennedy presentó una
enérgica protesta a la Unión Soviéticae insistió en que las instalaciones lanzacohetes
fuesen desmanteladas en el acto. El jefe de Estado norteamericano no dejó ninguna
duda en cuanto a su determinación de elim inar la amenaza balística que amenazaba
a su país si los soviéticos no acataban la exigencia de W ashington. A la afirmación
soviética de que se trataba de bases de proyectiles puramente defensivos, los
norteamericanos replicaron, con fotografías aereas en mano, que no era verdad, que
se trataba de instalaciones ofensivas a partir de las cuales se podría atacar y destruir
las ciudades de Estados Unidos. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
214 □ Relaciones internacionales de América Latina
Resumen
i acia V — —
Tabla cronológica IX
1962 C uba es expulsada del “S is Acción guerrillera en V ene V III R eunión de C onsulta de
tem a Interam ericano” . C ri zuela, G uatem ala y otros paí Punía del Este.
sis de los cohetes. ses. A rosem ena, presidente
del Ecuador; es derrocado.
entre el dólar y el oro. Se inició así la devaluación del dólar, que dejó de ser el signo
monetario “im perial” para convertirse simplemente en una moneda entre muchas,
flotante y vulnerable. Con ello llegó a su fin la jefatura económica de Estados
Unidos sobre los demás países del sistema capitalista.
Al mismo tiempo, Norteamérica tuvo que admitir, en el plano político, que su
poder tenía límites y que por prim era vez en su historia había perdido una guerra.
La heroica lucha de) pueblo de Vietnam por su liberación nacional y social encontró
apoyo parcial en el seno del pueblo de Estados Unidos: cada vez más la opinión
pública norteamericana protestó contra una guerra que consideraba injusta e
injustificada. A partir de 1969, el presidente Nixon, a través de su brillante asesor
Henry Kissinger, inició la búsqueda de un arreglo que permitiese a Estados Unidos
una retirada “honorable” de Asia del Sureste. En primer término, se enunció la
Doctrina Nixon sobre las responsabilidades compartidas: en lugar de ser gendarme
del mundo, el imperio norteamericano delegaría el m antenimiento del orden a sus
aliados de confianza en las diversas regiones del mundo. Al quedar claro — en el
caso de Indochina— que el régimen antipopular y corrupto de Saigón era incapaz
de desem peñar ese papel de guardián regional, Nixon y Kissinger se resignaron a
negociar con los dirigentes de la revolución vietnamita. Para 1973 el acuerdo estaba
listo. Los norteamericanos se retiraron de Vietnam y los patriotas revolucionarios
izaron su pabellón rojo sobre Saigón.
Cabe señalar, sin embargo, que la gran retirada estratégica norteamericana no
fue unilateral con respecto al equilibrio de fuerzas en el mundo. También la otra
“superpotencia”, la Unión Soviética, sufrió durante el mismo lapso grandes reveses
que la obligaron a moderar el alcance de sus objetivos nacionales.
La URSS y los demás países socialistas fueron afectados por la crisis econó
mica del mundo capitalista, debido a los vínculos de intercambio existentes, así
como también por razones intrínsecas al propio sistema socialista-burocrático. El
progreso dinámico que caracterizó la econom ía soviética a principios de 1960 se
detuvo en 1970. Debido a deficiencias estructurales — excesivo centralismo del
aparato económico; atraso en los campos de la cibernética y la “inform ática”, con
los consiguientes errores en la planificación; notable deficiencia de la agricultura
por motivos naturales y sociales; bajo nivel de rendimiento del trabajo por razones
ideológicas y psicológicas— , su ritmo de producción bajó, aparecieron alarmantes
síntomas de escasez en algunos renglones, y quedó claro que Kruschev había sido
excesivamente optimista cuando predijo que p arala década 1970-1980 la URSS se
adelantaría a Estados Unidos en todos los órdenes.
Aparte de sus fallas económicas, en 1968 la URSS fue objeto de una hostilidad
cada vez mayor por parte de China y tuvo que desplegar grandes contingentes
militares a lo largo de su extensa frontera con ese gran país asiático. Al mismo
tiempo, tuvo problemas con los comunistas checoslovacos que, bajo la jefatura de
Dubcek, Smrkowsky, Cisar, Swoboda y Husak, se enrumbaron por la vía del
“socialismo con rostro humano” y por una mayor autonomía frente a la URSS y el
Pacto de Varsovia. El ejemplo checoslovaco afectó a los países vecinos, Hungría,
Polonia, República Democrática Alemana, e incluso a la misma URSS: en Ucrania
estallaron brotes de regionalismo combinados con el llamamiento a la dem ocrati
zación del socialismo. L a Yugoslavia del mariscal Tito miró con buenos ojos — y
alentó— ese proceso de creciente descentralización del campo socialista. A sí
De los anos sesenta a los óchenla (1968-1980) □ 229
M ovida, por una parte, por el interés regional de Europa occidental y los
intereses nacionales de sus países integrantes — interés en ganar influencia en
Latinoamérica a la vez que en Africa y en Asia, con miras a la obtención de
mercados, y al acceso a materias primas, sobre todo energéticas— y, por otra parte,
por los mencionados impulsos de solidaridad internacional antimonopolista, la
socialdemocracia europea abrió las puertas de la IS a los partidos populares,
socialdemócratas o socialistas latinoamericanos, así como a algunos de Africa.
Estos partidos comenzaron a ejercer alguna influencia en el seno de la IS, y la
em pujaron hacia posiciones más radicales y orientadas hacia la búsqueda de
cambios estructurales importantes. El ascenso del dirigente socialdemócrata ale
mán W illy Brandt a la presidencia de la IS contribuyó, a su vez, a acelerar el
acercamiento de la organización al Tercer M undo y a sus luchas de liberación: ese
hombre excepcional — auténtico hijo del proletariado, resistente y guerrillero
contra las fuerzas de ocupación nazis en Noruega, posteriormente defensor de la
dem ocracia contra la amenaza stalinista en Berlín, crítico tenaz del “milagro
económico’' en beneficio de los consorcios transnacionales, canciller federal que
devolvió a Alemania una política exterior independiente de reconciliación y
convivencia con los países del Este, y siempre luchador consecuente por la causa
de la marcha hacia el socialismo democrático— comenzó a servir desde 1976 para
lograr la apertura de la Internacional Socialista hacia el tercer mundo. Así, Brandt
sirvió de lazo de unión y mediación entre las fuerzas laborales de los países
industrializados y las corrientes populares y nacionalistas de la periferia afroasiática
y latinoamericana. Al mismo tiempo, a las motivaciones un tanto neocolonialistas
de ciertos socialdemócratas europeos cercanos al sistema establecido les agregó un
auténtico ingrediente de solidaridad con los pueblos oprimidos. Si la socialdemo
cracia europea coincidía con los sectores capitalistas y conservadores de su
continente en buscar una mayor “presencia” en Latinoamérica, divergía radical
mente de los conservadores con respecto al contenido que anhelaba darle a dicha
presencia del viejo mundo: no explotadora sino liberadora y de cooperación en un
plano de igualdad.
Fue esa creciente actividad de la IS en América Latina un elemento que molestó
sobremanera a la democracia cristiana internacional y la impulsó a adoptar una línea
de acción intensiva para ampliar su propia área de influencia. En vista de que la
Internacional Socialista apoyaba resueltam ente a movimientos de liberación de
carácLer radical como los de Centroamérica, la democracia cristiana se volcó hacia
el lado contrario. En 1980, en una reunión efectuada en Estados Unidos, los
principales dirigentes demócrata-cristianos de América Latina acordaron una
virtual alianza táctica con el e sta b lish m en t norteamericano. La DC participaría en
la lucha contra movimientos izquierdistas en el continente, tendría opción, con
apoyo estadounidense, a ejercer el poder de orientación centrodercchista en forma
democrática, como alternativa liberal y humanitaria a la desacreditada fórmula de
las dictaduras militares derechistas.
Obviamente no todos los demócratas cristianos o socialcristianos de América
Latina compartieron ni comparten esa táctica. En la base y la dirigencia media de
todos los partidos demócrata-cristianos existen hombres y mujeres de tendencia
progresista, inspirados por las enseñanzas liberadoras c igualitarias del Evangelio
y de la Teología de la Liberación. Esas tendencias reciben aliento de sacerdotes y
De tos anos sesenta a los ochenta (1968- J980) □ 251
Tabla 10
Tabla cronológica X
1968 Prim eros síntom as de crisis económ ica. Re N ueva “línea” cubana. R evolución m ilitaren
beliones estudiantiles. Rechazo popular nor Perú. Revolución m ilitaren Panam á. Elección
team ericano a la guerra de Vietnam de Rafael C aldera en Venezuela.
“ Prim avera" c intervención soviética en C he
coslovaquia
1969 R ealism o político de K issinger; autolim ita- A cuerdo de Cartagena (Pacto Andino). C rea
ción de E stados Unidos. Fortalecim iento de ción de la zona de libre com ercio del Caribe
la actividad del M ovim iento de Países No (Carifta). A cuerdo d e la C uenca del Río de la
A lineados Plata. Consenso de Viña del M ar y fortaleci
m iento de la C EC LA . R evolución m ilitar en
B olivia. Ferm entación social en U ruguay.
A cercam iento y cooperación EEU U -B rasil.
1972 Progresos hacia la paz en Vietnam . Avances 11 A sam blea de la O EA . R eclam ación pan a
de la distensión EEU U -U R SS. Reelección m eña del C anal. D ebates en CECO N . C rea
de Nixon. ción del Frente A m plio en U ruguay. D em o
cratización en Argentina.
1973 Paz en V ietnam . C om ienzo de la crisis ener Reunión del C onsejo de Seguridad en P ana
gética. ÏV C onferencia de Países No A linea m á. III A sam blea de la OEA. C ám pora Presi
dos en Argel. G uerra árabe-israelí. dente de A rgentina; luego Perón. D icladuraen
Uruguay. D errocam iento de A llende en Chile.
C arlos A ndrés Pérez electo presidente de
Venezuela.
1974 Se profundiza la crisis energética y con ello, Políticas tercerm undistas de M éxico, Perú,
la “estanflación” m undial. Panam á y'V enezuela; presencia venezolana
en el C aribe y Sudam érica.
De los años sesenta a los ochenta (1968-1980) □ 2 5 3
Tabla 10 (cont.)
Tabla cronológica X
1975 R enuncia de Nixon y ascenso de Ford. Pro* C o operación M éx ico -V en ezu ela-Jam aica.
sigue distensión EEUU -U R SS, y acercam ien D esplazam iento de V elasco A lvarado por
to EEU U -C hina. M orales Berm údez; viraje en el Perú.
1977 C om ienzo de la presidencia de Cárter. L a Política norteam ericana de derechos hum anos
“carta china” contra la URSS; cam paña de y prom oción de la dem ocracia en Am érica
“derechos hum anos” contra la URSS. Latina. Acercam iento del gobierno de Carter
a V enezuela y alejam iento de B rasil, A rgenti
na y Chile. A uge de resistencia dem ocrática
contra Som oza. Acuerdos con Panam á sobre
el Canal.
19 /8 Se intensifica ia crisis económ ica m undial. Estalla la lucha arm ada revolucionaria contra
Segundo "shock energético”. Armamentismo Som oza, M éxico inicia fuerte exportación
o ccidental. Intervención de V ietnam en petrolera.
Carnboya.
1979 C aída del Sha. Revolución islám ica en Irán. Revolución en Grenada. Caula <ie Som oza y
C aptura de rehenes norteam ericanos. VI triunfo de la revolución nicaragüense. Presi
C onferenctadePaíses No A lineadosen Cuba. dencia de I a ú s H errera C am pins en V enezuela
Intervención soviética en Afganistán. y fortaleciim ento de la D em ocracia C ristiana
latinoam ericana. VI Reunión C um bre d e Paí
ses No A lineados en La Habana. Proceso de
liberalización en el Brasil.
1980 A m biente de nueva guerra fría. G uerra Irak* G uerra civil en El S alvador;‘E stados Unidos y
Irán. Elección de R onald Reagan. D em ocracia Cristiana contra fuerzas dem o
cráticas, soeialdeinócratas y m arxistas.
254 □ Relaciones internacionales de América Latina
ceda el paso a una serie de acuerdos entre Estados Unidos y América Latina basados
en un equilibrio de fuerzas o de presiones. Los factores de rebeldía nacional y social
en América Latina podrían ser lo suficientemente fuertes para neutralizar en parte
los impulsos represivos del gobierno conservador de Ronald Reagan. Si bien sería
irracional esperar cambios profundos a corto o mediano plazo, de ningún modo debe
excluirse la posibilidad de que los pueblos latinoamericanos logren nuevos avances
parciales en el camino hacia una m ayor libertad y una m ayor justicia.
T . El fin del siglo:
Latinoamérica en un mundo en transformación
Este capítulo fue redactado quince años después de haber escrito los textos
precedentes. Entre 1980 y 1995, en el mundo y en América Latina ocurrieron
cambios asombrosos e imprevisibles. Algunas de las interpretaciones y conclusio
nes que presentamos para 1980, aunque no hayan sido totalmente erróneas, deben
ser revisadas y matizadas a la luz de sucesos posteriores.
Con el afán de asumir los aspectos resaltantes de la historia de los tres lustros
comprendidos entre 1980 y 1995, y de indicar algunos de los retos y las opciones
que enfrenta nuestra región al acercarse al fin del milenio, se examinarán, sucesi
vamente el cambio global y el cambio latinoamericano, para arribar así al prudente
esbozo de unos posibles “escenarios” futuros.
Frente a esa visión unipolar del mundo futuro, otros teóricos tales como C. Fred
Bergsten y Lestcr Thurow señalan la división del poder económico — y de allí
también político— entre por lo menos tres grandes centros que controlan cada uno
aproximadamente un tercio del intercambio económico global: Norteamérica,
Europa occidental y Asia del Este (Japón). Mientras Bergsten opina que los tres
polos podrían conciliar sus intereses y constituir una tríada armónica, Thurow
formula predicciones más sombrías de acentuada rivalidad y conflicto.
De hecho, si bien es cierto que, para mediados de la década de los noventa, a
veces Estados Unidos, la Unión Europea y Japón actúan de común acuerdo cuando
se trata de m antener la paz internacional o reprimir desórdenes intolerables en las
áreas periféricas, también es evidente la persistencia y la intensidad de las rivalida
des que los dividen. En el plano político-militar, el polo norteamericano es aún
predominante, pero en el conjunto multiforme de los intereses regionales y
sectoriales se tienden a profundizar las divergencias y las luchas. El sistema
internacional actual no es unipolar puro, sino que oscilaentre la unipolaridad diluida
y una realidad multipolar. Apreciación que se fortalece si se toma en cuenta que,
además de la “tríada” ya mencionada, otros centros de poder están afirmando su
voluntad de jugar un papel soberano y enérgico en el escenario mundial. Tal es el
caso de China, gigante territorial y demográfico que paso a paso avanza en la vía de
un desarrollo basado en una combinación de la economía de mercado con un
dirigismo político de signo socialista. Y es el caso de Rusia que, luego del gran
repliegue efectuado en los años de la restauración capitalista, de nuevo m uestra una
indeclinable voluntad de ser tomada en cuenta como gran potencia eurasiàtica.
En todo caso, Estados Unidos — sujeto a tentaciones aislacionistas— , se ve
obligado a com partir la dirección del mundo, de rumbo todavía incierto, con por lo
menos otros cuatro importantes centros de poder económico, político y cultural. Y
tiene que com partirla además con una creciente multitud de factores transnaciona-
lcs, supranacionales y subnacionales no siempre controlables por la autoridad
estatal.
Las ETN y otras organizaciones trans nación al es, si bien tienen su origen en el
territorio de un solo país y durante un tiempo mantienen su sede en el mismo, en
algunos casos pueden liberarse en alto grado del control estatal y pueden convertirse
en actores soberanos en la palestra mundial. Ello se hace evidente en ámbilos como
los de la inform ática y las comunicaciones, los servicios financieros, las causas
culturales, ideológicas y morales, y las actividades delictivas.
Múltiples factores incontrolables se agregan a los mencionados y contribuyen
a su vez a debilitar el Estado nacional, ya sea “desde arriba” o “desde abajo”. A la
vez que su poder es desafiado por los factores trans o supranacionales, resurgen
anacrónicos movimientos de separatismo étnico o provincial: es como si fuerzas de
la Edad M edia, largamente adormecidas pero no superadas, se despertasen e
hiciesen su irrupción en una época que algunos quisieran “posmodema” cuando en
realidad no es más que otra fase de la interminable interacción entre la renovación
y la continuidad.
Del seno de la sociedad surgen por lo demás, en lodos ios países, factores
materiales y espirituales que cuestionan tanto al Estado como la política. En parte
por la arrolladora propaganda antiestatal y antipolítica de los ncoconservadores
pero también por la real degeneración de las organizaciones políticas desgastadas
262 □ Relaciones internacionales de América Latina
C uadro 4
deuda, la disposición a com partir los necesarios sacrificios entre países deudores y
acreedores y la vinculación del problema de la deuda con los del ñnanciam iento
externo y del comercio exterior. Las medidas concretas propuestas abarcan la
reducción de las tasas de interés, un financiamiento compensatorio de sus alzas, un
aplazamiento del pago de intereses, la fijación de plazos según la capacidad de
recuperación económica de los países deudores, una modificación de las normas
bancarias de los países acreedores, la complementación de la renegociación
económica con el diálogo político, reformas en el funcionamiento del FM I y el
Banco M undial, y un mejoramiento de las condiciones del comercio internacional
por medidas contra el proteccionismo de los centros industriales y contra el
deterioro de los términos de intercambio. En lo institucional, el Consenso contem
pla la creación de un mecanismo de seguimiento y consulta regional.
En un prim er momento, los países acreedores sintieron alivio y agrado por el
carácter pragmático y no retórico-ideológico de esas propuestas. Varios países
latinoamericanos tales como Argentina, Brasil, M éxico y Venezuela intentaron
renegociaciones de sus deudas en la segunda mitad de 1984 y lograron algunas
ligeras concesiones por parte de la banca acreedora.
Sin embargo, en 1985 volvió a empeorar la situación de los países deudores por
un nuevo endurecim iento de los centros financieros, y se profundizó el estanca
miento económico de América Latina. Ante ello, el presidente peruano Alan García
decidió no aceptar más las condiciones del FMI y no pagar para servicio y
amortización de su deuda externa más del 10% de los ingresos por exportaciones.
Fidel Castro, por su parte, convocó a una gran conferencia de políticos, técnicos e
intelectuales latinoamericanos, en La Habana, sobre el problema de la deuda. En esa
conferencia a la que asistieron personas de ideologías muy diversas, se llegó a la
conclusión por consenso de que “ la deuda es impagable”.
El secretario del Tesoro estadounidense, James Baker, en 1985 anunció un plan
que establecía ciertos criterios universales para el tratamiento del problema de la
deuda tercermundista, con la intención de que el peso de ésta no llegase hasta el
punto de im pedir “un crecimiento sostenido”. Según el Plan Baker, el Norte
aportaría a los países más endeudados del Sur una suma de 40.000 millones de
dólares para ayudarles a cum plir sus obligaciones y crecer económicamente al
mismo tiempo. Debía buscarse un equilibrio entre el crecimiento, las balanzas de
pago y la lucha contra la inflación. A sí mismo, se reconocía el carácter político a la
vez que financiero del problema de la deuda externa. Los presidentes del Consenso
de Cartagena, reunidos en M ontevideo a fines de ese año, reconocieron las buenas
intenciones y los aspectos positivos del Plan Baker. Sin embargo, los años 1986 y
1987 fueron desastrosos para los países deudores. Los alivios previstos en el Plan
Baker no se pusieron en práctica, y los países deudores por su parte dejaron de actuar
solidariamente. Un llamado a la acción concentrada y al diálogo global, lanzado en
1987 por el Grupo de los Ocho (México, Panamá, Colombia, Venezuela, Perú,
Argentina, Uruguay y Brasil) reunido en Acapulco, tuvo poco efecto.
En 1989, el Nicholas Brady, secretario del Tesoro de la administración del
presidente George Bush, propuso un plan que representó un paso de avance con
respecto al Plan Baker. Recogiendo algunas de las propuestas que los presidentes
de los países deudores habían formulado en Caracas en febrero de 1989, Brady
aceptó que:
266 □ Relaciones internacionales de Atnérica Latina
de la subrcgión, el más duradero y notable fue Anastasio Somoza Debayle, hijo del
fundador de esa formidable dinastía regidora de los destinos de Nicaragua.
Hn 1978, el asesinato del editor nicaragüense Pedro Joaquín Chamorro hizo
estallar una fuerte rebelión armada: por primera vez la burguesía nacional hizo
causa com ún con los radicales del Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN). A fines de 1979, otra situación revolucionaria se produjo en El Salvador:
luego del derrocamiento de la dictadura del general Carlos Humberto Romero,
surgió una división entre el gobierno de centro-derecha (Democracia Cristiana y
Fuerzas Armadas) presidido por José Napoleón Duarte, y una alianza de izquierda
integrada por fuerzas socialdemócratas, marxistas y cristianas progresistas, cven-
tualmente coaligadas en el Frente Democrático Revolucionario (FDR) y el Frente
Farabundo M artí de Liberación Nacional (FMLN). En Guatemala, durante la
misma época, estallaron fuertes luchas civiles entre el ejército oficial y organizacio
nes guerrilleras de izquierda que posteriormente se unieron en la Unión Revolucio
naria Nacional Guatemalteca (URNG).
Un hecho interesante y significativo es el de que en esta amplia guerra civil
centroamericana no se trataba de un choque de los bandos ideológicos de la guerra
fría — marxistas ve rsu s defensores del capitalismo— , sino que los factores deter
minantes eran de naturaleza endógena. La revolución del pueblo campesino, obrero
y de clase media contra las tiranías político-militares y oligárquicas era auténtica y
hondam ente sentida (en Guatemala, al ingrediente de lucha social se le agregaba el
de protesta étnica de los indígenas). En los. bandos revolucionarios reinaba la
diversidad ideológica: al lado de marxistas-leninistas vinculados a Cuba y al bloque
soviético, combatían socialistas democráticos afiliados a la IS (socialdemócrata) y
cristianos progresistas originalmente procedentes de la DC pero ganados por las
ideas de la Teología de la Liberación,
Cuba misma — mirada por los sectores marxistas com o meca revolucionaria
infalible— rechazaba esc papel e instaba a sus fieles a que colaborasen lealmente
con socialdemócratas y cristianos, se abstuviesen de dogmatismos intolerantes, y
orientasen su estrategia no hacia 1a construcción de “nuevas Cubas” imposibles sino
hacia sociedades democráticas pluralistas, basadas en economías mixtas (sector
privado/sector público).
Washington no creía en soluciones “terceristas” y miraba a las fuerzas revolu
cionarias cenlroamericanas como partes del bloque adverso. Cuando en Nicaragua
se constituyó el frente armado de los contrarrevolucionarios (“contras”) para luchar
contra el régimen sandinista implantado luego de la caída de Somoza, el gobierno
del presidente Reagan les suministró asistencia militar activa y la continuó clandes
tinamente hasta después de que el propio Congreso norteamericano la prohibiera.
Llevó su apoyo a la lucha antisandinista hasta el punto de colocar minas frente a los
puertos nicaragüenses. Como intento de justificación, alegaba que los sandinistas
a su vez estaban ayudando al FDR-FLM N contra el gobierno de Duarte y a la URNG
contra el régimen guatemalteco.
Alentados moralmente por ciertos factores políticos europeos, sobre todo
socialdemócratas, cuatro países latinoamericanos democráticos y autonomistas
— Colombia, M éxico, Panamá y Venezuela— acordaron unificar sus esfuerzos
para prom over la paz en Centroamérica y evitar una intervención armada de Estados
Unidos. Sus cancilleres tomaron la decisión pertinente en una reunión celebrada en
El fin del siglo: Latinoamérica en un mundo en transformación □ 271
la isla panam eña de Contadora en enero de 1983, razón por la cual a estos cuatro
países se íes dio el nombre de “Grupo de Contadora”.
Hntre 1983 y 1985, los presidentes y cancilleres de Contadora trabajaron
incansablemente con el fin de promover una paz dem ocrática en America Central.
Junto con los gobiernos del propio istmo, elaboraron un plan de paz en septiembre
de 1984. Con diversas revisiones y modificaciones, el contenido de ese plan sirvió
de base para la pacificación paulatina de Nicaragua.
M ecanismos similares fueron elaborados para su aplicación en El Salvador y
en Guatemala.
A partir de agosto de 1985, el Grupo de Contadora contó con el activo respaldo
diplomático de cuatro países sudamericanos recién liberados del autoritarismo
militar — Argentina, Brasil, Perú y Uruguay— que se reunieron en Lim a para
constituir el llamado Grupo de Apoyo. Por etapas, ios cuatro de Contadora y los
cuatro del Grupo de Apoyo lograron la pacificación centroamericana y luego,
conocidos yacom oel “Grupo de los Ocho” ampliaron sus consultas y conccrtaciones
para abarcar también otros temas de interés regional, hemisférico y m undial. Luego
de abrirse a la participación de otros países democráticos adicionales, en la década
de los noventa fueron conocidos como el “Grupo de Río”, principal órgano de
consulta y concertación política de América Latina.
Lamentablemente para la evolución autonómica de América Latina, las dem o
cracias de la región no pudieron evitar una intervención militar estadounidense en
la República de Panamá en 1989. En 1981 perdió la vida en un accidente de aviación
el gobernante Ornar Torrijos, insigne patriota y tribuno, y le sucedió en el mando
el general Manuel Noriega, de carácter controvertido. A la vez que parecía ser
continuador del nacionalismo y del sentido de equidad social de su precedesor, tenía
disposición a moverse en el oscuro mundo de la conspiración y el espionaje, y al
parecer fue infiel a compromisos contraídos con los servicios secretos de Estados
Unidos para volcarse hacia Cuba y otros factores adversos a la potencia norteam e
ricana. Al mismo tiempo, tuvo contactos con los carteles narcotraficantes, y la
fiscalía general estadounidense lo acusó de participación acti va y de enriquecim ien
to personal en el negocio de la droga.
Luego de dos años de intensas presiones para que Noriega renunciara (dirigen
tes democráticos de América Latina y de Europa trataron de convencerlo para que
así lo hiciera antes de que fuese demasiado tarde), Estados Unidos invadió Panamá
en diciem bre de 1989, a raíz de incidentes entre guardias panameños y militares
norteamericanos.
La ocupación militar de Panamá con las tropas del Norte requirió varios días de
intenso combate contra los “batallones de la dignidad” panameños y ocasionó la
muerte de más de mil civiles. El general Noriega se refugió en la Nunciatura
Apostólica, cuyo titular lo convenció de entregarse a las fuerzas norteamericanas.
Fue juzgado en el estado de Florida y condenado a cuarenta años de prisión.
El problema del narcotráfico sirvió de pretexto en este caso para una reorgani
zación profunda de Panamá en el sentido que convenía a los ocupantes: eliminación
de las instituciones del nacionalismo'torrijísta, incluida la Fuerza de Defensa que,
según los Tratados Torrijos-Carter, debía asumir en el futuro la defensa del Canal.
272 □ Relaciones internacionales de América Latina
en pocas manos y bajó el nivel de los salarios reales. En todos los países
latinoamericanos, con excepción de Brasil, el gasto p e r c a p ita en salud y educación
se redujo dramáticamente entre 1980 y 1988: la reducción regional media fue de
25% en los gastos de salud y 13% en los gastos de educación.
Desde 1980 en adelante, en I .atinoamérica ha tendido a concentrarse cada vez
más el control y disfrute de la riqueza. Según la CEPAL, en 1980 el 10% más rico
de la población poseía un volumen de ingresos 21 veces superior al ingreso del 40%
más pobre. Para 1990, el 10% más privilegiado absorbía un ingreso 27 veces mayor
al que recibía el 40% menos favorecido.
En cuanto a las cifras de pobreza (condición que no permite gastos más allá de
íla alimentación y otras necesidades- básicas) y la indigencia o pobreza extrema
¿ (situación de hambre y existencia subhumana), la evolución parece haber sido la que
muestra el cuadro 5.
El PNUD calcula que para el año 2000 Latinoamérica tendrá una población de
515 millones de habitantes, de los cuales 126 millones (cerca de un cuarto) se
encontrarán en situación de pobreza extrema.
Simultáneamente con la apertura o liberalización de las economías latinoame
ricanas, la integración económica regional y subregional recibió nuevos impulsos.
Las iniciativas de integración latinoamericana datan, como se sabe, de los años
sesenta de este siglo. En 1960 fue creada en Montevideo la Asociación Latinoame
ricana de Libre Comercio (ALALC) que posteriormente, en 1980, asumiría el
nombre de Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Se creó con el
propósito de impulsar la liberación comercial entre todos los países de la región y
servir de “paraguas” a los diversos programas de integración subregionales. El
primero de dichos programas subregionales fue el Mercado Común Centroameri
cano (MCCA), creado en 1960. En 1965 fue fundado por los países angloparlantes
del Caribe, recién independizados, un segundo esquema subregional: la Asociación
de Libre Com ercio del Caribe (CARIFTA), posteriormente ampliada y fortalecida
bajo el nombre de Comunidad del Caribe (CARICOM) a partir de 1973. En 1969,
el Acuerdo de Cartagena dio origen al llamado Pacto Andino integrado por
Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y (a partir de 1973) Venezuela. Por impulso de
la ALALC y de los esquemas subregionales, para 1980 el 14% del comercio
exterior global de Latinoamérica se realizaba dentro de la región.
A ño P o b re z a (% ) In d ig e n c ia (% )
1970 40 19
1980 35 15
1990 44 " 21
Fuente: CEPAL, citada por Alain Tourainc, 1988, p. 30. y Vlernhard Thibaut Liiteinanteiika ani L'ndtr ¡0.
Jahrhunderts. pp. 128 y 129.
274 O Relaciones internacionales de América Latina
una invitación a todos los jefes de Estado o de gobierno de las Américas (excepto
el de Cuba) para que asistiesen a una conferencia cumbre que se celebraría en Miami
en el mes de diciembre, A partir de marzo, el Grupo de R ío — ahora ampliado a doce
miembros fijos, además de dos representantes de Centroamérica y de la CARICOM,
respectivam ente— comenzó a pedir que la agenda y el proyecto de decisiones de la
cumbre hem isférica fuesen elaborados de común acuerdo entre Estados Unidos y
las demás naciones interesadas: de ningún modo podía aceptarse una agenda
impuesta unilateralmente por el Norte. Brasil, en su papel de secretario general del
Grupo de Río durante 1994, jugó un papel fundamental para lograr una posición de
firmeza y unidad de criterios latinoamericanos: el diálogo de las Américas debía ser
simétrico y girar en torno a propuestas tanto del Sur como del Norte.
La Cumbre de Miami se desenvolvió sin pena ni gloria con una serie de
resoluciones generosas de apertura e integración económica, y de lucha contra la
pobreza, el atraso, el narcotráfico y la corrupción. Sin embargo, el escepticismo fue
grande: poco antes de la cum bre hemisférica, el pueblo estadounidense eligió una
nueva mayoría parlamentaria republicana que resultó la más derechista, naciona
lista y aislacionista — con ribetes de xenofobia sobre todo ante la inmigración
latinoamericana— que el país haya tenido desde la década de los años veinte. En
Estados Unidos, al igual que en Europa, los factores de recesión estructural y de
inseguridad socioeconómica, junto con el desprestigio de las ideologías de progre
so y solidaridad, sobre todo en las capas medias y populares, condujeron hacia un
retom o del pasado y el rechazo al “extraño” rival y portador de “gérm enes” de
perturbación.
Durante el año de preparación de la cumbre hemisférica, com enzó a perfilarse
en A mérica Latina un debate geoestratégico fundamental. Las corrientes políticas
más conservadoras tendieron a acoger la propuesta norteamericana de que el TLC
sirviese de modelo y de puerta de entrada para el proyecto de la zona de libre
com ercio de A laska hasta Patagonia. Los países latinoamericanos y caribeños
acogerían las normas y exigencias del TLC y formarían cola para adherir al mismo
uno tras otro. Chile, por su alto grado de privatización y de apertura económica, sin
duda encabezaría la hilera de los aspirantes.
En contra de ese esquema, los sectores latinoamericanos más preocupados por
la defensa de su identidad y soberanía nacional-regional plantearon la idea de una
convergencia negociada de los diversos procesos de integración subregionales y
regionales para construir el gran proyecto hemisférico de conjunto. Los gobiernos
de Brasil y Venezuela defendían ese concepto a mediados de la década de los
noventa. Planteaban la conveniencia de que en Sudamérica se avanzase hacia una
fusión dei M ERCOSUR y el Pacto Andino en una sola Asociación de Libre
Comercio de América del Sur (ALCAS) que, acompañada de la CARICOM y el
M CCA, negociara en pie de igualdad con el TLC de América del Norte. En lugar
de asimetría de países pequeños y no desarrollados en conversación bilateral con
una gran potencia, existiría una simetría entre dos grandes socios soberanos.
El am biente triunfal para la causa neoconservadoray la tesis de la globalización
por obra y gracia de las fuerzas del mercado llegó a un brusco fin desde comienzos
de 1995. En México, país que durante el primer año del TLC había recibido
importantes beneficios y gran afluencia de inversiones extranjeras, de pronto surgió
una crisis de confianza, se produjo una vasta fuga de capitales especuladores y el
El fin del siglo: Latinoamérica en un mundo en transformación □ 277
— una presión diplomática decidida para que e! problema de las drogas, en todos
sus aspectos y dimensiones, sea tratado multilateralmente a escala mundial, en vez
de ser objeto de presiones unilaterales por gobiernos fuertes sobre gobiernos
débiles.
Otra materia de debate Norte-Sur para fines del siglo XX en el hemisferio
occidental es la protección al medio ambiente. Después de haber destruido sus
propios bosques y praderas, y de haber contaminado el medio ambiente mundial, los
europeos y norteamericanos descubrieron la gran verdad de los “límites del
crecim iento” dictados por la imperiosa necesidad de salvar nuestro planeta de un
desastre ecológico total. Nobles y sinceras agrupaciones para la defensa de la
naturaleza y el medio ambiente vieron la luz desde la década de los setenta y
realizaron una lucha mundial tenaz y efectiva para salvar la fauna y flora terrestre
y marítima aún existente y descontaminar el aire y las aguas ensuciadas por las más
diversas emanaciones químicas. En grado creciente, los gobiernos apoyan esa
lucha.
La selva amazónica es objeto de preocupaciones particulares por parte de los
gobiernos y entidades ecologistas del Norte. Ella constituye el principal “pulmón
planetario”: océano de vegetación, “paraíso verde” que sólo la maldad humana
siembra a veces de “infiernos verdes” ; zona generadora de oxígeno para todos los
seres vivientes de la Tierra. Hábitat, además, de la más maravillosa diversidad de
animales y plantas, y hogar de etnias indígenas cuyas culturas, sencillas y hermosas,
constituyen fuentes de enseñanzas para las civilizaciones desorientadas.
Ante una inconfundible presión del Norte — inmediatamente aprovechada por
empresas transnacionales nada altruistas— para que la Amazonia fuese puesta bajo
control internacional, reaccionó Brasil, centro de defensa de la soberanía sudame
ricana en esta etapa final del siglo XX. Acusado por el Norte de talar brutalmente
la selva amazónica y de contaminar sus ríos, Brasil comenzó a aplicar remedios a
abusos realmente existentes y alertó a los demás países amazónicos sobre la
necesidad de la soberanía nacional. América Latina no puede permitir que se le
obligue a renunciar al desarrollo y a la soberanía para com placer al mundo
industrializado y poderoso, autor original de todas las destrucciones del medio
ambiente universal.
Resultado del enfrentamiento fue la celebración de la Conferencia de Río de
Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1992. En ese evento realmente
significativo se llegó a una transacción entre las dos posiciones, con la adopción y
consagración del concepto de desarrollo sustentable. Latinoamérica acogió p lena
mente la preocupación de Europa, Norteamérica y el resto del mundo ante los
peligros que se ciernen sobre las selvas tropicales, y aceptó la responsabilidad de
actuar soberanamente para proteger y conservar esas zonas naturales con sus
recursos humanos, animales y vegetales. El mundo industrializado, por su parte,
reconoció el derecho que tienen los países latinoamericanos para hacer uso racional
y responsable de sus recursos naturales renovables y no renovables para impulsar
su indispensable desarrollo económico y social. Todo desarrollo socioeconómico,
de allí en adelante, en cualquier parte del mundo, debería ser “sustentable” o
“sostenibie” en términos de la conservación del equilibrio ecológico. Sin embargo,
Estados Unidos y Gran Bretaña no suscribieron el acta final de esta Conferencia.
El tercer gran tema que afecta e interesa por igual al Norte y al Sur es el de las
El fin del siglo: ÍMtinoamérica en un mundo en transformación □ 28 l