Técnicas
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Técnicas
Lic. Psicología
“Técnicas terapéuticas”
Ésta es una de las técnicas por excelencia de la terapia gestáltica. Consiste en hacer dialogar
a las distintas partes que se oponen en el individuo, y en poner en contacto aquéllas otras que
negamos o rechazamos. De este concepto de los opuestos ya se habló anteriormente.
Esta visión de los opuestos procede de las tradiciones y de las religiones orientales. No
obstante, fue Jung (1977) el primero en darse cuenta de la polaridad de la conducta, de los
opuestos, que se dan, incluso, en la naturaleza, y de cómo, cuando una de las características
de esta polaridad se vuelve muy marcada, suele hacerlo en detrimento de la otra. Como
ejemplo de polaridades podemos citar: "el pasivo y el activo", "el bondadoso y el malvado",
"el opresor y el oprimido", "el triste y el alegre", entre otras muchas. Esta aplicación a la
conducta y a la personalidad abrió un amplio campo para explorar la psicología de los
opuestos y la compensación de ambos. Si uno ocupa mucho espacio, irremediablemente el
otro disminuye su presencia.
Esta misma polaridad también se expresa con distintas partes del cuerpo, como por ejemplo
con "la mano derecha y la mano izquierda", o en el espacio con "arriba y abajo" o en el tiempo
con "antes y después", etc. Con la técnica de la silla caliente el sujeto va entablando diálogos
entre las dos partes hasta que las integra y las hace suyas, reincorporándolas a su
personalidad, en especial aquellas partes de sí mismo alienadas y proyectadas.
También puede desarrollarse el diálogo entre el paciente y alguna persona significativa para
él. Por medio de este juego, el paciente va adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar
partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del
otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión nueva que puede
ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo
nueva y más creativa.
Hacer la ronda
Este juego es bastante flexible, por lo cual no es preciso limitarlo a una acción verbal, ya que
puede incluir otras conductas tales como: acercarse, alejarse, acariciar, asustar, pelear, etc.
Asuntos pendientes
Los asuntos pendientes son todos aquellos sentimientos y emociones no resueltos, que no
han podido ser expresados porque la persona no se ha atrevido o no ha tenido oportunidad de
expresarlos en el momento en que surgieron o tomó conciencia de ellos.
Todo el mundo tiene gran cantidad de asuntos pendientes con sus padres, amigos, hijos,
parejas o hermanos. Durante la psicoterapia, cada vez que se logra identificar uno de estos
asuntos pendientes, el terapeuta le pide al paciente que trate de completarlo. Esto puede
hacerse a través de un encuentro con dicha persona (para lo que utilizamos la técnica de la
silla caliente); en cualquier caso debe expresarle abiertamente aquellos sentimientos que no
se atrevió a expresar en otro tiempo.
Hay muchas personas que eluden concluir asuntos, ya que están tratando de evitar
precisamente terminar una relación y despedirse. Esta evitación se da a menudo porque el no
despedirse proporciona una serie de beneficios. Así, la persona sola, que vive apegada al
recuerdo de algún ser querido, evita sentirse sola o comprometerse con otra. Y queda aferrada
al recuerdo permanente sin soltarse del ausente, porque esto le procura compañía y le evita
nuevos compromisos con la vida y con las personas que pudieran aparecer en el futuro.
Otra de las causas que dificultan la despedida es el miedo a sentir dolor: dolor a la separación,
al vacío o a la soledad.
Una de las consecuencias de mantenerse agarrado o apegado son los síntomas físicos.
Algunas personas identifican partes de su cuerpo con personas que se han ido o han
desaparecido. Otras se identifican totalmente con personas que han fallecido y tienen así
aspecto de cadáver, con las manos más o menos frías, los rostros pálidos, las voces
inexpresivas o los movimientos lentos.
Una tercera consecuencia estriba en la dificultad para establecer relaciones más cercanas e
íntimas con otras personas, pues su continuo enganche y su constante rumiar acerca de esa
persona desaparecida le impide establecer lazos con otras personas próximas. Las energías
que tendrían que estar dirigiendo hacia el exterior se dirigen hacia dentro, y la vida queda
bloqueada y detenida en una especie de estado de espera de no se sabe qué, porque nunca
llegara encuentro fantaseado.
Perls decía que los resentimientos son los asuntos pendientes más comunes e importantes, y
los que más impiden terminar con una situación o relación. Así mismo, los sentimientos de
culpa suelen ser habitualmente resentimientos no expresados. En las relaciones íntimas lo
que ocurre es que después de cierto tiempo se van acumulando los resentimientos y los
desengaños no expresados. Así, llega un momento en que no pueden verse, ni oírse, ni
sentirse el uno al otro. Lo que ha ido ocurriendo es que la relación se ha ido cargando de
estos sentimientos no expresados. Las personas que son capaces de expresar en cada
momento lo que están sintiendo (no de forma obsesiva), y van solucionando asuntos
pendientes según se van originando, tienen una mayor capacidad de despedirse y pueden
soportar mejor el dolor de la separación. Para trabajar los asuntos pendientes hacemos una
especie de encuentro con la persona con la que el paciente se encuentra enganchado. Para
ello le pedimos que exprese los sentimientos que guarda hacia esa persona y que no pudo
expresar todavía: rabia, dolor, resentimiento, amor, etc. Una vez que la persona siente: que
ya no tiene más cosas que expresarle, le preguntamos si se siente preparado para despedirse.
Si es así, comienza el proceso de despedida. Por el tono de voz, por la postura y por lo
convincente de sus palabras podemos ver si realmente puede decirle adiós o si todavía no
está preparado. A veces, esto último sucede porque todavía quedan asuntos pendientes y
resentimientos no expresados.
En general, los efectos beneficiosos de estas despedidas suelen ser duraderos, y la persona
va adquiriendo mayor interés por la vida y por las personas que la rodean. La energía
desbloqueada con la expresión de los asuntos pendientes inunda a la persona, que reaparece
con una vitalidad nueva y más creativa. A menudo, podemos observarlo rápidamente en el
color de sus mejillas, en la expresión de sus gestos y en la forma de encarar la vida y las
relaciones con el mundo. La vida se hace más liviana y aumenta el interés y las conductas
positivas hacia la misma y hacia el mundo.
Me hago responsable
Aunque a simple vista parece mecánico, se ve enseguida que tiene una gran importancia.
Sirve para que la persona se responsabilice de sus percepciones y actos, y para evitar que
vaya por la vida echando la culpa de todo lo que le pasa a los demás.
Le permite darse cuenta de cuáles son sus necesidades y, como consecuencia, satisfacerlas,
y si no logra satisfacerlas, responsabilizarse de ello y no responsabilizar al mundo, donde
coloca la culpa y el poder. Este juego le permite ser más activo en el cambio de su conducta
y asumir el poder que esto le proporciona. A partir de esta experiencia tendrá que aceptar
que lo que le ocurre es porque hace o deja de hacer algo, y el resultado es el producto de sus
acciones u omisiones.
Ocurre muchas veces que, percepciones que consideramos realmente como tales, no son más
que proyecciones. Así, un paciente le dice al terapeuta: "No puedo confiar en usted, usted no
me da confianza". Entonces se le pide que represente a una persona poco digna de confianza.
Esto sirve para descubrir su conflicto interno en este ámbito. A otra persona que dice: "Usted
hace esto sólo por dinero. No está verdaderamente interesado por mí", se le dirá que haga y
actúe como una persona de estas características: interesada, egoísta y no interesada por el
otro. Tras esto, se le puede preguntar si él no tiene también esos rasgos, y si ha podido ver
algo suyo reflejado en esa persona imitada.
Una de las mayores dificultades con que tropieza el terapeuta para ayudar a su paciente a ver
y tomar conciencia de lo que le ocurre es que, a menudo, la conducta manifiesta suele ser una
antítesis de los impulsos subyacentes o latentes. Esto suele tratarse en la terapia gestáltica a
través del juego de la antítesis. Para ello se le dice al paciente, que dice tener timidez o
inhibiciones, que juegue el papel de exhibicionista. Si se trata de una persona que no hace
valer sus derechos y que es delicada en exceso con la gente, se le pedirá que haga el papel de
una persona egoísta y malvada. Con este juego tratamos de desarrollar la polaridad inhibida,
y así liberar la energía contenida en ella, ampliando y mejorando sus recursos.
Al meterse en estos papeles tan llenos de angustia para él, toma contacto con una parte de si
mismo que había permanecido reprimida y oculta durante mucho tiempo, pero que suele ser
portadora de una potente energía que hasta ese momento estaba bloqueada.
La fuerza que tiene este recurso para permitirle al paciente entrar en contacto con la energía
bloqueada, nos invita a menudo, a utilizarlo tanto en grupos como individualmente. Aunque,
evidentemente, su uso en los grupos produce cambios más espectaculares.
El ritmo contacto-retirada
El gran interés que tiene la terapia gestáltica por los procesos vitales, le lleva a hacer hincapié
en la índole polar de la conducta7. Esta polaridad en la conducta llega a unos extremos tales
que la capacidad de amar se ve obstaculizada por la incapacidad de resistir la ira. El descanso
es necesario para restaurar energías. A la actividad le sigue el descanso, o al día le sigue la
noche.
Este mecanismo suele servir a menudo para recuperar la energía que se va apagando con el
tiempo o el aburrimiento. Aunque sabemos que el aburrimiento lleva implícita cierta dosis
de agresividad no expresada, al igual que la crítica es una forma de retirarse de la experiencia
y evitar el compromiso del contacto y la implicación que conlleva a nivel emocional y
afectivo.
Estas dos formas de retirada indican una carencia de recursos para vivir y experimentar las
vivencias que esas situaciones provocarían en el paciente. Se podría poner de manifiesto
una debilidad que el sujeto no quiere asumir o mostrar. Si quiere mostrarse fuerte, poderoso
y por encima de los demás, la crítica es el mecanismo más potente para conseguirlo, ya que
lo aleja de los demás y no tiene que arriesgarse a que vean sus carencias y deficiencias.
La crítica puede ser un buen mecanismo para las personas confluyentes, pero siempre y
cuando no tenga la finalidad de evitar que conectemos con nuestros sentimientos y
necesidades, sino más bien todo lo contrario, de vivirlos y diferenciarlos de las personas
con las que se entra en confluencia.
Por lo general, con esta técnica se suministra material nuevo, ya que la retirada le ha
permitido al paciente recuperar energías y observar hacia donde le llevó su fantasía. Cuando
el paciente siente demasiada angustia por lo que le está sucediendo, se le dice que trate de
permanecer con esa sensación y trate de ir viendo y dándose cuenta de lo que le va ocurriendo
en el campo físico, así como que tome conciencia de las imágenes que le acompañan.
Siguiendo a Perls, el ensayo teatral es, en gran medida, la preparación interna de los roles
que habitualmente tenemos que representar socialmente para mantener a salvo nuestra
imagen y estatus social. La experiencia de miedo al público no es más que el temor de que
no haremos un buen papel. En el fondo está el miedo a ser rechazado, a no hacerlo bien desde
nuestro punto de vista.
Los integrantes del grupo tratan de compartir sus respectivos ensayos, con lo que toman
conciencia de los preparativos a que recurren para apuntalar sus roles sociales, y con ellos su
fachada o máscara.
Exageración
Este juego también está vinculado al principio del continuo de conciencia. En numerosas
ocasiones, los movimientos o ademanes involuntarios parecen tener un significado, pero
tales movimientos pueden ser incompletos y no alcanzar un desarrollo total, con lo cual
entran dentro del campo de la inconsciencia.
Entonces se le pedirá al individuo que realice ese movimiento y que lo exagere, si es preciso,
tratando de que se ponga de manifiesto el significado interno que dicho ademán puede tener.
Esto se utiliza también para la conducta puramente verbal, en lo que suele llamarse 'juego de
la repetición". Así, si un paciente dice algo que consideramos importante, y él lo pasa rápida
y desapercibidamente, se le pedirá que repita varias veces dicha frase, y si vemos que es
necesario, le pediremos que la diga cada vez más fuerte, aumentando el tono de voz cada vez
que la repite.
Pronto empezará a escucharse a sí mismo en lugar de emitir palabras simplemente. Sucede a
veces que, cuando le decimos que exagere un ademán o movimiento, se van asociando a él
determinadas frases o emociones, haciéndose consciente algo que no pudo ser totalmente
inhibido por la censura. Derribamos la inhibición de la conciencia y facilitamos la apertura a
los sentimientos asociados a esos gestos y ademanes.
Referencias