CPEESM InformeAcogimientoWEB
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(A/RES/64/142) [http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/64/142].
2
El Código Civil fue aprobado por Real Decreto de 24 de julio de 1889, BOE número 206 de 25 de julio de 1889. Se ha consultado para este
trabajo su texto consolidado a 14.11.2012 (https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1889-4763).
3
Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuicia-
miento Civil, BOE núm. 15, de 17 de enero de 1996.
4
Ley 6/1995, de 28 de marzo, de Garantías de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia de la Comunidad de Madrid. BOCM 7 de abril
de 1995. Se ha consultado para este trabajo su texto consolidado a 2 de julio de 2012
[http://www.madrid.org/wleg/servlet/Servidor?opcion=VerHtml&idnorma=484&word=S&wordperfect=N&pdf=S].
5
En este caso, los padres o tutores la legislación de la Comunidad de Madrid establece que deben contribuir al sostenimiento de las cargas
económicas que se deriven de su cuidado y atención (artículo 64).
6
Decreto 88/1998, de 21 de mayo. Estatuto de las Residencias de Atención a la Infancia y la Adolescencia.
http://www.madrid.org/cs/Satellite?blobtable=MungoBlobs&blobcol=urldata&blobkey=id&blobheadervalue1=filename%3Destatuto_re
sidencias.pdf&blobwhere=1119134389814&blobheadername1=Content-Disposition&ssbinary=true&blobheader=application%2Fpdf
Las tres características fundamentales del acogimiento residencial (página 25) serían:
Su carácter educativo, en su sentido más integral.
Su carácter instrumental, ya que está al servicio de un Plan de Caso que debe con-
templar una finalidad estable y normalizada.
La temporalidad, en cuanto que los niños que requieran un hogar de sustitución por
tiempo indefinido o muy larga estancia deben orientarse hacia el acogimiento fami-
liar. El acogimiento residencial es una solución temporal, al servicio de un Plan de Ca-
so cuya finalidad es la inserción definitiva y estable en un ambiente familiar.
Las razones para el ingreso eran muy variadas (desde casos de verdadero maltrato hasta
carencia económica familiar).
El modelo familiar surge como respuesta a las críticas que comenzó a recibir el modelo insti-
tucionalizador a finales de los setenta. Su eje central era la afirmación de que “los niños que
no tienen hogar no deben estar en macroinstituciones sino en hogares de tipo familiar y con
personas cercanas de referencia educativa” (Fernández del Valle, 2009, p. 13).
La concepción del acogimiento residencial como estrategia de sustitución (rescate) acaba
calando a finales de los ochenta en las grandes instituciones, que se reducen en número y en
capacidad. Muchas de ellas transforman su estructura generando en su interior espacios
diferenciados entendidos como hogares con no más de ocho a diez niños y niñas y con edu-
cadores/as de referencia. Este modelo, denominado de unidades residenciales, convive hoy
en día con los hogares familiares (pisos o viviendas unifamiliares). Además no suelen contar
con más de 30 a 35 niños y niñas organizados en tres o cuatro unidades residenciales.
“Las instituciones para menores quedaron limitadas al ámbito de la protección, se hicieron
cada vez más pequeñas y menos autárticas, de manera que, por ejemplo, los niños y niñas
que en ellas residían, estaban escolarizados en centros de la zona a los que asistían los niños
y niñas que en su cercanía vivía, lo que es una muestra de los intentos por normalizar la vida
cotidiana de los tutelados por la entidad pública” (Palacios, 2010, p. 16)
El cambio de modelo trajo consigo una clara ventaja: “los niños para recibir una adecuada
educación requieren espacios familiares, confortables y cálidos, donde adultos de referencia
y estables puedan establecer relaciones afectivas significativas” (Fernández del Valle, 2009,
p. 13-14). Sin embargo se planteaba como una medida a largo plazo: se preparaba un espa-
cio sustitutivo del hogar familiar para el tiempo que fuese necesario.
Esta orientación se desecha tanto en la Ley de Acogimiento y Adopción de 1987 como en la
Ley Orgánica de 1996, las cuales priorizan la crianza del niño en un entorno familiar. La pri-
mera opción es el retorno a su hogar, para lo que es necesario prestar apoyo tanto al niño
como a la familia para que esto sea posible. Si no lo fuera, la siguiente opción es el acogi-
miento familiar o la adopción. Por tanto, “el acogimiento residencial dejó de ser una medida
para criar niños sin hogar y pasó a ser una medida temporal de atención al servicio de la so-
lución definitiva de integración familiar” (Fernández del Valle, 2009, p. 14).
El concepto de permanency planning desarrollado en Estados Unidos en los años 70 y plas-
mado en la legislación estadounidense a principios de los 80 acabó teniendo una importante
influencia en Europa en la superación de la concepción del acogimiento residencial como
medida sustitutiva (Fernández del Valle, 2009, p. 14). Este concepto se basa en la idea de
que cuando los niños y niñas no pueden ser protegidos por su familia y son alejados de ella
lo mejor es intervenir con ésta para transformar la situación de manera que los menores
puedan volver a casa. Si esto no es posible, se deben buscar cuanto antes otras opciones con
carácter estable: acogidas permanentes por parte de otros familiares o familias de acogida y
la adopción (Fein & Maluccio, 1992)
Así, el concepto de permanency planning puede definirse como el proceso a través del cual
se consigue que los menores puedan convivir con familias con perspectiva de largo plazo de
manera que puedan desarrollar relaciones duraderas y un sentido de pertenencia. Los con-
ceptos clave que subyacen a este planteamiento son: estabilidad, seguridad, formación de la
identidad, vínculo y desarrollo. Las implicaciones prácticas son: la toma de decisiones indivi-
dualizadas; la facilitación de contactos significativos y de alta calidad con la familia; los víncu-
los de cuidado positivos; y la facilitación de la continuidad y estabilidad del menor a través
de vías como la escuela, la familia extensa, sus intereses recreativos, y los lazos vecinales y
culturales (Tilbury y Osmond, 2006).
“La investigación tanto nacional como internacional tiene suficientemente demostrado que
las instituciones, los centros de protección, los hogares de acogida o como se prefiera llamar
a estos dispositivos residenciales, no son lugares adecuados para el buen desarrollo infantil.
Está más que comprobado que éste se produce en entornos en los que se da una relación
privilegiada entre el niño o la niña y quienes de él o de ella cuidan de forma estable, conti-
nuada, individualizada, dedicada, sensible, comprometida y cargada de afecto incondicional.
Mejor que en ningún otro sitio, esas circunstancias se dan en el contexto familiar. A ser posi-
ble, si en ella se dan adecuadas condiciones, el de la familia a la que el niño o la niña perte-
necen por nacimiento. Si eso no es posible, en otra familia que haga las mismas funciones.
Las afirmaciones anteriores son válidas para cualquier niño, niña o adolescente. Pero son
crucialmente verdaderas cuando quienes están implicados son niños y niñas de menor edad,
pues cuanto más pequeños son, más necesitados están de los cuidados, la protección, el
afecto, la estimulación y el compromiso que ofrece el entorno familiar. Y son especialmente
verdaderas para aquellos niños y niñas que tienen necesidad de experiencias familiares te-
rapéuticas, reparadoras del daño causado previamente en su contexto familiar de origen.
Parece, pues, claro que la “primacía del interés del menor” se reconoce de manera efectiva
cuando es situado en un contexto que garantiza al máximo su buen desarrollo, así como
cuando se evita su internamiento en centros colectivos en los que se dan algunas de las con-
diciones antes aludidas (protección, cuidados), pero en las que muy difícilmente pueden
darse todas” (Palacios, 2010, p. 17).
es la familia, y cualquier intervención protectora velará porque esta necesidad de ser educa-
do en un espacio familiar sea cubierta” (Fernández del Valle, 2009, p. 17).
¿Qué ocurre entonces con el acogimiento residencial? La priorización de medidas de tipo
familiar para todos los menores, pero muy especialmente para los de menor edad, tuvo co-
mo consecuencia un aumento en la edad de los menores en esta modalidad de acogimiento
siendo los adolescentes (aproximadamente un 70% mayores de 13 años) el perfil predomi-
nante, tal y como ha sucedido en otros países. El acogimiento residencial “pasa a ser una
medida de atención a niños mayores y adolescentes con todo lo que ello conlleva”
(Fernández del Valle, 2009, p. 14-15).
Además aparecen nuevas situaciones como la llegada de menores extranjeros no acompa-
ñados o menores denunciados por maltrato a su familia, lo que supone un reto para la capa-
cidad de intervención de los recursos de acogimiento residencial. También se percibe la ne-
cesidad de adoptar un enfoque más terapéutico para dar respuesta a las necesidades de los
menores con problemas de salud mental (Bravo y Fernández del Valle, 2009).
“Sea por necesidades de proceso de la intervención, sea porque van apareciendo perfiles de
niños que deben tener una respuesta ajustada y optimizada, hoy día la tendencia es que no
exista nada parecido a los centros de menores diseñados como un servicio general e indis-
criminado para cualquier menor en desamparo” (Fernández del Valle, 2009, p. 15).
Así, actualmente nos encontramos con diferentes tipos de recursos como los Hogares de
Acogida hasta tres años, Hogares de Primera acogida y Emergencia, Hogares de Convivencia
Familiar, Hogares de Preparación para la Independencia de Adolescentes, Hogares para Ado-
lescentes con Problemas Emocionales o Conductuales y Hogares para Menores Extranjeros
No Acompañados. El anexo 1 de este informe, que recoge los recursos de acogimiento resi-
dencial en la Comunidad de Madrid, es un fiel reflejo de esta diversificación.
Síntesis
La siguiente tabla, tomada de Fernández del Valle (2009), permite ver los componentes prin-
cipales de cada uno de los tres modelos:
Además, el mismo autor explicita que “algunos miles de niños y niñas entran cada año en el
sistema de cuidados residenciales, institucionales, grupales o como queramos denominarlos,
permaneciendo en él seguramente muchos años. Cuanto más tiempo permanecen, menos
probable resulta que salgan” (p. 19). En comparación con otros países de nuestro entorno,
“solamente España y Bélgica muestran niveles que multiplican por diez o por quince lo que
ocurre en la mayor parte de los países de nuestro entorno, con la diferencia de que en Bélgi-
ca, ni con mucho, se hacen tantas adopciones internacionales como se hacen entre noso-
tros” (p. 20).
A partir de datos de la Dirección General de Política Social (2009), Campos et al. (2011) expli-
can que “en el año 2008 en España había en acogimiento residencial 10.844 menores (550
más que en 2007, en comparación con los 2.224 que se encontraban en acogimiento resi-
dencial, 1.213 menos que el año anterior” (p. 60).
Según Palacios (2010) existen varias razones que explican el persistente mantenimiento del
acogimiento residencial como opción ampliamente utilizada:
a) Es la opción más cómoda para el sistema. “Frente a la complejidad de las alternativas fa-
miliares (captación, formación, valoración, seguimiento, apoyo, atención a sus necesidades),
las institucionales son mucho más simples de gestionar y mantener. Un centro que atiende a
veinticinco menores plantea muchos menos quebraderos de cabeza que veinticinco familias.
Entre otras cosas porque los centros son auto-suficientes (allí están los profesionales a los
que se contrata para que todo funcione bien), pero las familias tienden a necesitar ayuda y
apoyos” (p. 19). Aun así, el coste que supone para la administración es mucho mayor en el
caso del acogimiento residencial que en otras alternativas familiares.
b) La invisibilidad de alternativas como el acogimiento familiar en familia extensa o ajena, y
la adopción nacional en contraste con lo que el autor denomina como el “tsunami de la
adopción internacional”. La justificación de las decisiones favorables al acogimiento residen-
cial porque “no hay familias” en paralelo a una actitud poco proactiva para fomentar el aco-
gimiento familiar, tanto desde los profesionales como desde las instituciones. En palabras de
Palacios, “aquí estamos, esperando en nuestras oficinas, y no viene nadie a ofrecerse para
comprometerse a sacar adelante historias complicadas” (p. 28).
c) Se mantiene cierta tendencia errónea a entender que los recursos de acogimiento resi-
dencial, incluyendo su dimensión terapéutica, ofrecen una buena alternativa en cuanto al
reforzamiento de las relaciones de apego frente a las opciones de acogimiento familiar; o
bien a minusvalorar la importancia que tienen estas relaciones para el desarrollo de los ni-
ños y niñas: “lo que se necesita no son lamentos por la supuesta falta de familias, sino un
decidido compromiso institucional y profesional por medidas de protección que no sitúen a
los menores de edad en supuestos limbos en los que el apego no hace falta” (p. 28).
d) El énfasis en la preservación familiar que existe en la actualidad frente a un pasado insti-
tucionalizador ha sido un logro en la evolución del sistema. Sin embargo, es necesario que
este movimiento pendular no se vuelva en contra: si se intenta a toda costa la reunificación
familiar cuando esta no es posible y esta situación se alarga en el tiempo se reducen las po-
sibilidades de que el menor pueda ser acogido por otra familia teniendo como consecuencia
su institucionalización. “No cabe duda de que al sistema le resulta doloroso tomar decisiones
de separación, y es lógico que así sea. Lo que no resulta tan lógico es que decidir a continua-
ción el internamiento en un centro, a veces con muy escasas perspectivas de salida, no le
produzca al sistema un desasosiego similar” (p. 29).
La superación de estas dificultades pasa por establecer unos objetivos claros: “para aquellos
casos en los que la preservación familiar no es una opción, acabar con la inaceptable institu-
cionalización de la infancia española, fomentando el acogimiento familiar y la adopción, e
incrementando los apoyos que las familias acogedoras y adoptivas reciben de cara a hacer
frente con las mayores garantías de éxito a los retos que les puedan surgir” (p. 29).
(1999), Fernández del Valle y Fuertes (2000) o Fernández del Valle (2003) estarían vinculados
a este planteamiento.
Por su parte, Cruz (2011) expone una serie de argumentos que podrían justificar el acogi-
miento residencial como medida válida: que pueden tener funciones diferentes para adap-
tarse a la diversidad de necesidades y circunstancias de cada caso (por ejemplo, cuando es
necesaria cierta preparación para otras medidas de tipo familiar); que el grupo puede ser un
buen espacio para trabajar ciertas intervenciones; que el acogimiento residencial puede evi-
tar experiencias dolorosas para los menores con alto riesgo de fracaso en acogimiento fami-
liar; que evita la competencia afectiva entre familias; y que facilita atender a grupos de her-
manos cuando es conveniente que sigan viviendo juntos.
Para esta autora la desinstitucionalización ha de ser vista con cierto cuidado, puesto que,
apoyándose en Casas (1988) “solo tiene razón de ser en el seno de programas globales debi-
damente sectorizados, de prevención, detección, atención y seguimiento, a todos los nive-
les, de todas las situaciones individuales o colectivas de riesgo social para los mismos” (p.
44). En síntesis, para Cruz (2011) “lo que los poderes públicos deben garantizar no es la no-
institucionalización, sino la existencia de un sistema de protección comprensivo en el que se
integren todos aquellos servicios que permitan responder a las diferentes necesidades de la
infancia que requiere protección; la existencia real de alternativas posibles para los niños,
niñas y adolescentes que se encuentran en situación de dificultad social, y que la elección de
la mejor opción se fundamenta en una evaluación rigurosa de cada caso, en la que se debe
dar cabida a la participación de las familias y de la propia infancia” (p. 78).
Se opine lo que se opine respecto a esta cuestión, lo que parece razonable es que si el aco-
gimiento residencial es un recurso que existe y es ampliamente utilizado, aunque en el dis-
curso pueda estar presente la necesidad de trabajar para su extinción, mientras exista, debe
hacer bien su trabajo. En este sentido merece la pena destacar el trabajo de Fernández del
Valle, Bravo, Martínez Hernández y Santos (2012a y 2012b) en la elaboración de estándares
de calidad bien fundamentados para los recursos residenciales.
Además de esta vía de apuntalamiento de la calidad, en el marco de este debate la investi-
gación también se ha centrado en los efectos que produce en los menores las largas estan-
cias en recursos residenciales. Un ejemplo válido puede ser la investigación de Martín,
Rodríguez y Torbay (2007) en la que obtienen como conclusión optimista que “los programas
de acogimiento residencial tienen efectos positivos en un alto porcentaje de los menores,
desmintiendo así la idea de que son negativos para todos” (p. 411).
Pero la escenificación más clara de esta polémica en el ámbito de la investigación sobre los
efectos del acogimiento residencial parece ser el debate mantenido en dos números de la
revista Infancia y Aprendizaje7 basado en la exposición de una investigación sobre efectos
expuesta por Fernández del Valle et al. (2003), la réplica de Palacios (2003) y la contrarrépli-
ca de Fernández del Valle (2003).
7
Una de las revistas españolas incluidas en el ranking Journal Citation Report en Psicología Educativa (cuartil 4, 2012)
Fernández del Valle et al. (2003) llevaron a cabo una investigación que buscaba “averiguar el
grado de integración social y estabilidad de los jóvenes que habían permanecido acogidos en
residencias” (p. 238). Se analizaron 272 casos con una media de estancia de 6,5 años a través
de entrevistas. En las conclusiones de su trabajo estos autores y autoras concluyeron que “a
pesar de haberse criado en instituciones durante muchos años y probablemente en no muy
buenas condiciones, el desenvolvimiento de la mayoría de estos chicos y chicas al hacerse
adultos es bastante bueno (…). Los problemas anunciados de desviación y marginación social
afectan a un grupo relativamente pequeño de casos (en torno al 15%) y lo que sí parece más
preocupante es que una cuarta parte depende aún de los apoyos de los servicios sociales”
(p. 246-247). “Tratamos de situar el problema en su justa medida y con datos que indican
que, a pesar de todo, los resultados no son tan terribles como se vaticinaban. Por ejemplo,
no es lo mismo decir que los niños institucionalizados acaban con problemas de desviación
social, delincuencia y toxicomanías, que decir que urge revisar los apoyos que reciben a la
salida desde el propio sistema de servicios sociales” (p. 247).
Palacios (2003), en su réplica, critica algunos aspectos metodológicos de la investigación de
Fernández del Valle y colaboradores, y alude a varias investigaciones realizadas en otros paí-
ses (Hodges y Tizard, 1989; Roy, Rutter, & Pickles, 2000; Rutter et al., 2000; Tizard y Rees,
1975; Vorria, Rutter, Pickles, Wolkind, & Hobsbaum, 1998) y en España (Palacios, Sánchez
Sandoval y Sanchez Espinosa, 1997; Sánchez Sandoval, 2002), muchas de ellas comparativas
con otros menores adoptados o que habían vivido con su familia de origen. Apoyándose en
ellas, Palacios defiende que en una amplia diversidad de dimensiones, los menores proce-
dentes del acogimiento residencial siempre se llevaban la peor parte. Por ello afirma que los
datos de Fernández del Valle et al. (2003) “no pueden tomarse como prueba de que la insti-
tucionalización es una alternativa no tan mala” (p. 363). No se trata de “demonizar las insti-
tuciones, ni, desde luego, de declarar culpables a los profesionales que en ellas trabajan,
sino de reconocer que el problema radica en la situación misma de institucionalización (so-
bre todo cuando se prolonga) y en su insuficiente cobertura de las necesidades referidas al
pasado y al futuro de los acogidos en instituciones, y muy particularmente de las necesida-
des emocionales” (p. 361).
En su contrarréplica, Fernández del Valle (2003) realiza varias precisiones metodológicas
sobre su propia investigación y sobre las otras investigaciones esgrimidas por Palacios para
acabar planteando que “en algunos momentos se corre el riesgo de que el lector piense que
lo que se está debatiendo es si es mejor que un niño esté institucionalizado o en una familia
que lo va a querer como un hijo. Si los términos del debate tuvieran algún parecido con ese
planteamiento la discusión se podría dar por zanjada” (p. 370). El autor matiza el concepto
de institucionalización utilizado por Palacios para dar a entender que la diversidad de recur-
sos de acogimiento residencial es tan amplia que difícilmente se pueden meter todas las
posibilidades en un mismo saco conceptual: “hoy día el acogimiento residencial es un con-
junto muy heterogéneo de recursos sociales al servicio de las actuaciones protectoras de la
infancia, en el que se ha desarrollado en un corto espacio de tiempo una transición muy im-
portante desde las grandes instituciones (esas sí) de la beneficencia que todavía predomina-
ban a mediados de los ochenta en nuestro país” (p. 371).
Entre las conclusiones a las que llega el autor, merece la pena destacar dos: “el acogimiento
residencial está constituyéndose en un amplio rango de posibilidades de servicios que tratan
de responder a la variedad de situaciones existentes. El paso de instituciones a programas de
acogimiento residencial se ha propuesto como una pieza clave para su actualización” y “des-
graciadamente, las medidas que harían descender drásticamente los casos de acogimiento
residencial no se están desarrollando con el impulso y la decisión esperada” (p. 378-379).
Tendencia a la especialización
Centrando su atención en el proceso de especialización del acogimiento residencial, Bravo y
Fernández del Valle (2009) plantean los siguientes retos de futuro:
a) La opción por los hogares de acogida “puede deberse a la necesidad de implementar in-
tervenciones más especializadas y de corte terapéutico, que difícilmente podrían desarro-
llarse dentro del ámbito familiar (salvando la excepción de los acogimientos familiares profe-
sionalizados o terapéuticos, apenas implantados en nuestro país)” (p. 50). Para fortalecer
esta vía de intervención sería necesario “el refuerzo del personal cualificado (ratios más pe-
queñas), la formación de los educadores en el ejercicio de funciones como la evaluación,
programación y aplicación de técnicas más terapéuticas, la incorporación de una adecuada
atención clínica (no necesariamente como estructura interna de los centros u hogares) para
reforzar la tarea educativa, la coordinación con otras instituciones (salud mental, justicia,
educación, inmigración), la creación de nuevos modelos de intervención y el diseño de espa-
cios más adecuados” (p. 50).
b) Evitar la utilización de los centros de primera acogida para integrar a “aquellos jóvenes
que requieren intervenciones especializadas por no contar con unidades adecuadas” (p. 50).
Se necesita un alto nivel de coordinación entre recursos y medidas para garantizar “la pronta
reunificación de los niños y niñas acogidos temporalmente en hogares” (p. 51).
c) Evitar la intervención protectora en acogimiento residencial para menores de doce años
“salvo causas muy justificadas y siendo la permanencia muy breve. Además, si hablamos de
niños menores de tres años, deberían estar en acogimiento familiar siempre” (p. 50).
d) Reforzar los programas destinados al proceso de emancipación de adolescentes y jóvenes
extutelados mayores de edad, tanto en términos de pisos específicos como programas de
seguimiento y apoyo comunitarios (inserción laboral, educadores de calle, ayudas para el
alquiler, etc.).
e) Reforzar la capacidad de los profesionales para trabajar adecuadamente con perfiles
emergentes tales como los menores extranjeros no acompañados o con violencia hacia sus
familiares.
En definitiva, para estos autores “la función del acogimiento residencial, cada vez más, debe
orientarse a la rehabilitación, al trabajo terapéutico, a la preparación para la independencia
y, en general, a la cobertura de necesidades muy específicas difícilmente cubiertas por otros
recursos. Su función al servicio de un plan de reunificación, o bien de acoplamiento a una
nueva familia, debe ejercerse de forma rápida, potenciando la recuperación y preparación a
esa nueva transición” (p. 51).
res que han sufrido abusos de distinta índole, menores que han cometido abusos, menores
denunciados por malos tratos por sus padres, menores con trastornos de alimentación, me-
nores no acompañados procedentes de culturas diversas y que apenas hablan castellano y
un larguísimo etcétera. No olvidemos que estos rasgos no son excluyentes entre sí” (Artículo
Colectivo, 2010, p. 127).
c) Un entramado complejo. “La delimitación y concreción de este contexto resulta difícil ya
que aparece inserto en un complicado entramado de dependencias administrativas, de
agentes sociales, de figuras profesionales y de tipologías de los sujetos con los que se actúa.
Así, la atención a la infancia desprotegida se garantiza desde cuerpos legislativos estatales y
autonómicos materializándose a través de las administraciones, territoriales y municipales;
se activa desde una extensa y compleja red de atención y servicios, con dotaciones de carác-
ter público y privado; y, en su ámbito de intervención confluyen funciones que interactúan y
se pueden presentar como excluyentes o parcializadas con relación a lo asistencial, lo educa-
tivo, y/o lo terapéutico. Representa, por tanto, una realidad multifacética, compleja y de
dificultosa apreciación” (Grupo Haurbabesa Lanbide, 2009, p. 217)
d) Una gran responsabilidad en condiciones difíciles. “El trabajo en acogimiento residencial
es complejo y de una enorme responsabilidad ya que se delega la educación y la protección
de un menor de edad en unos profesionales y un servicio concreto” (Fernández del Valle et
al., 2012a, p. 21).
Sin embargo, esta gran responsabilidad no siempre va acompañada de los elementos que
permiten ejercerla adecuadamente. “Las condiciones de trabajo de los profesionales de la
protección suelen facilitar muy poco un buen ejercicio profesional. La inestabilidad profesio-
nal es tan endémica en este ámbito como la ausencia de formación y de buenos modelos y
protocolos para la práctica profesional. Además, el muy elevado número de casos asignados
a cada técnico es con muchísima frecuencia un serio obstáculo para la realización de un ade-
cuado quehacer profesional. Muchas veces, a todo lo anterior se une la ausencia de una
adecuada supervisión y apoyo a los profesionales en sus difíciles tomas de decisión o en la
realización cotidiana de su labor. Si a todo ello se le suma la dificultad objetiva del trabajo
que se realiza, con decisiones e intervenciones tan complejas como difíciles, se entiende que
el trabajo en protección de menores requiera altas dosis de motivación que ayuden a los
profesionales a no verse desbordados por tantos inconvenientes” (Palacios, 2010, p. 28).
e) Escaso reconocimiento profesional y escasa estabilidad de los profesionales. Parece cla-
ro que el aumento en la cualificación y formación de los y las profesionales del acogimiento
residencial es esencial para garantizar la calidad de estos recursos. En otras palabras, no
considerar importante la profesionalidad de estos trabajadores equivale a devaluar la impor-
tancia de la calidad de los servicios en acogimiento residencial (Williams & Lalor, 2001).
Para Fernández del Valle et al. (2012a), “la calidad humana del equipo de trabajadores del
hogar ha demostrado en diversas investigaciones ser un factor esencial de la calidad de la
atención residencial. Por otro lado, las dificultades objetivas en las que se desarrolla esta
actividad laboral, debido a los problemas crecientes que presentan los niños y en particular
los adolescentes, unidas a la diversidad de perfiles profesionales, la falta de un claro recono-
cimiento social de esta actividad y las dificultades para lograr una adecuada remuneración,
están llevando a que exista una rotación laboral muy elevada y una escasa estabilidad en el
trabajo. Teniendo en cuenta que esta estabilidad en la relaciones es una de las necesidades
más importantes que plantean los niños acogidos, la cuestión de los recursos humanos se
convierte en una de las mayores prioridades en el acogimiento residencial” (p. 32).
En una línea similar se expresan Barford y Whelton (2010) en relación con los profesionales
de la protección de menores en Canadá cuando afirman que existe cierto estigma hacia es-
tos trabajadores y trabajadoras, que junto con los frecuentes bajos salarios, las malas condi-
ciones de trabajo, la falta de formación adecuada y supervisión, y un contexto de trabajo
complejo dificultan la atracción de profesionales cualificados.
Por su parte, la European Association for Research into Residential Childcare, que integra a
profesionales e investigadores/as de Finlandia, Irlanda, Escocia y España, plantea que en
cada uno de los países debería haber un reconocimiento el crucial papel que juegan los pro-
fesionales en el acogimiento residencial, y recomienda que se tomen medidas para garanti-
zarlo, entre otras razones para aumentar el interés de los profesionales de lo social hacia
este ámbito (European Association for Research into Residential Child Care, 1998).
f) Contexto propicio para el estrés y el síndrome de burn out. La dedicación profesional al
ámbito de la protección al menor está considerada como una de las profesiones más agota-
doras emocionalmente de entre todas las profesiones de tipo social (Barford & Whelton,
2010). En su investigación sobre profesionales del acogimiento residencial, Fernández del
Valle, López y Bravo (2007) también detectan altos índices de estrés y burn out entre ellos y
ellas y recogen como sus principales causas las siguientes problemáticas:
Una excesiva responsabilidad dada la presión que ejerce el trabajo con grupos de niños y
niñas y las repercusiones de posibles errores en este contexto. Especialmente cuando los
profesionales no tienen la formación necesaria o adecuada.
La falta de apoyos en el trabajo, ya sea por parte de otros profesionales, gestores o ad-
ministrativos.
Calendarios y horarios de trabajo exigentes y cambiantes.
La falta de objetivos bien definidos por parte de los programas residenciales.
La inestabilidad laboral presente en el sector.
A este último punto cabría añadir las diferencias en las condiciones laborales de unos traba-
jadores y trabajadoras a otras en función de quién es la entidad que las contrata (Beloki,
2011).
8
Lo mismo acurre en el resto de comunidades autónomas.
lación.
e. Son profesionales capaces de gestionar de forma eficiente las conse-
cuencias educativas que es preciso utilizar en espacios educativos de
convivencia como los dispositivos de acogimiento residencial.
A1. Se afirma que son recursos educativos y se les otorga una función o un
carácter educativo
En Aragón, por ejemplo, la web oficial dedicada por el gobierno autonómico al acogimiento
residencial9 especifica que “los centros de internamiento son recursos residenciales educati-
9
http://iass.aragon.es/menores/menores_residencial.htm
vos organizados para favorecer las condiciones normalizadas de vida procurando a los meno-
res la debida atención educativa desde un punto de vista integral en espera de la realización
de la alternativa más adecuada a su situación”. La descripción de cada uno de los tipos de
centros insiste explícitamente en que son “recursos residenciales educativos”.
Además, tres de las cuatro características que se les atribuyen incluyen alusiones al carácter
educativo del recurso:
“Deberán proporcionar una educación integral, compensadora y normalizada que
responda a las necesidades y carencias de los menores.
Asume las tareas de guarda, educación y cuidado de los menores procurando todas
las atenciones necesarias para su correcto desarrollo y evolución.
Toda su actividad educativa debe estar dirigida a la preparación del menor para la
consecución de la alternativa de futuro decidida.”
Y lo mismo ocurre con sus objetivos, tanto el general –“acoger, cuidar y educar a los meno-
res que por motivos de protección deban ser separados temporal o definitivamente de su
núcleo familiar o entorno social con la finalidad de favorecer y conseguir su integración fami-
liar y social”– como tres de los específicos:
o “La intervención educativa dirigida a la integración del menor en su propia
familia.
o La intervención educativa dirigida a la integración del menor en una familia
acogedora.
o La intervención educativa dirigida a la consecución de la autonomía personal
e integración social del menor.”
En Asturias, el Decreto 48/200310, señala en su exposición de motivos que “toda la organi-
zación de los centros de alojamiento de menores tiene por fin hacer viable la intervención
educativa dirigida a la autonomía personal e inserción social y familiar de los menores”.
En Cataluña, la Ley 14/201011 establece que “el acogimiento en centro consiste en ingresar
al niño o al adolescente en un centro público o concertado adecuado a sus características,
para que reciba la atención y la educación necesarias”.
En Mallorca12, el Reglamento de los centros de acogimiento residencial establece que estos
centros son recursos de protección y socioeducativos (artículo 21), en los que se ofrece un
servicio de carácter asistencial y educativo (artículo 27) y entre cuyos objetivos generales se
encuentra el de ofrecer a las familias un contexto que sea modelo de intervención educativa
con sus propios hijos e hijas (artículo 3).
10
Decreto 48/2003, de 5 de junio, por el que se aprueba el Reglamento sobre normas de régimen interior de centros de alojamiento de
menores.
11
Ley 14/2010, de 27 de mayo, de los derechos y las oportunidades en la infancia y la adolescencia.
12
En las Islas Baleares las competencias en materia de protección están transferidas a los consejos insulares. El Reglamento que establece
el régimen jurídico de los centros de acogimiento residencial de personas menores de edad en Mallorca está publicado en el BOIB de 13
de mayo de 2010.
13
Decreto 329/2005, que regula los centros de menores y los centros de atención a la infancia.
14
Decreto 355/2003, del Acogimiento Residencial de Menores.
15
http://www.gobex.es/ddgg005/23.
16
Decreto 131/2008, de 8 de julio, regulador de los recursos de acogimiento residencial para la infancia y la adolescencia en situación de
desprotección social.
17
Ley 8/2010, de garantía de derechos y atención a la infancia y la adolescencia.
nen como finalidad esencial el ejercicio de la acción educativa y socializadora que todo me-
nor tiene derecho a recibir y que normativamente se desarrolla en un contexto familiar” (pá-
gina 18) y –adelantándose al trabajo realizado en 2012 por el Gobierno de España– establece
unos estándares de calidad en la intervención en el acogimiento residencial, que se dividen
en: estándares en la atención socieducativa y estándares en la estructura y funcionamiento
de los hogares (páginas 63 a 65).
En la Comunidad Valenciana la Orden que regula el funcionamiento de los Centros de Pro-
tección Menores18 no hace ninguna alusión a la función educativa en su exposición de moti-
vos, aunque luego al delimitar la organización de los centros centro se basa en una 25étodo-
logía de grupos educativos de un número reducido de menores –seis– (artículo 15) y esta-
blece que el programa de intervención individualizado contendrá el diseño del proceso edu-
cativo del menor (artículo 60).
En la Comunidad de Madrid, la Ley 6/1995 de Garantías de los Derechos de la Infancia y la
Adolescencia, hace una alusión indirecta al carácter educativo de los Centros Residenciales
en su artículo 66: al enunciar los derechos y obligaciones de los menores residentes alude al
“contexto educativo que debe regir en el Centro”. Más explícito es el Decreto 88/199819 por
el que se aprobó el Estatuto de las Residencias de Atención a la Infancia y Adolescencia, que:
califica como “principios educativos” los principios a los que deben ajustarse dichas
Residencias (Artículo 4);
reconoce dichas Residencias como “instituciones que asumen temporalmente el cui-
dado y la educación de niños y niñas que carecen de un entorno que pueda satisfacer
sus necesidades biológicas, afectivas y sociales” (Artículo 5);
les atribuye “tres funciones generales: la educación de los niños, su integración so-
ciofamiliar, el cuidado y promoción de su salud” (Artículo 5);
dedica el Artículo 6 a describir las principales actuaciones del área educativa de los
Residencias.
18
Orden de 19 de junio de 2003, de la Conselleria de Bienestar Social, por la que se regula la tipología y condiciones materiales y de fun-
cionamiento de los Centros de Protección de Menores.
19
Esta regulación legal del acogimiento residencial de menores es la más antigua de las que regulaciones vigentes que hemos podido
consultar.
20
Decreto 355/2003, del Acogimiento Residencial de Menores.
una Orden que aprobaba el Proyecto Educativo Marco para los centros de protección de
menores21.
En Castilla – La Mancha, por su parte, el Decreto 4/201022 determina que “todos los hogares
de atención a menores contarán con un proyecto educativo general y un reglamento de ré-
gimen interno o normas básicas de convivencia según proceda […] que deberán adaptar el
proyecto educativo marco y las normas básicas de convivencia marco que serán aprobadas
mediante orden de la Consejería competente en materia de protección de menores” (artículo
31).
En Galicia, la Ley 3-201123, en su artículo 98, exige a todos los centros de atención a la infan-
cia y la adolescencia (entre los que se encuentran los dedicados al acogimiento residencial)
un proyecto socioeducativo de carácter general, para el que ya existía un modelo desde
199624.
En el País Vasco, el Decreto 131/200825 establece que los recursos de acogimiento residen-
cial deberán “disponer […] de un proyecto educativo del recurso que debe definir su modelo
educativo y sus líneas metodológicas” (artículo 87).
En la Comunidad de Madrid, el Proyecto de Centro al que se refiere el artículo 3 del Decreto
88/199826 no recibe el calificativo de educativo, ni al describirlo se hace referencia alguna a
su posible carácter educativo: “Cada una de las Residencias contará con un Proyecto de Cen-
tro en el que se recojan las notas de identidad que la caracterizan y distinguen, su formula-
ción de objetivos generales y la estructura organizativa que adopta”.
A3. Se exige que cada menor en acogimiento residencial cuente con su pro-
pio proyecto de intervención educativa individualizado
En Andalucía, es el artículo 37 de la Ley 1/199827 el que establece que “cada menor residen-
te deberá contar con un proyecto socio-educativo que persiga su pleno desarrollo físico, psi-
cológico y social”. Posteriormente, el Decreto 355/200328 dedicaba el Capítulo II de su Título
V a los instrumentos para la acción educativa individualizada, entre los que se encuentra el
Proyecto Educativo Individualizado (artículo 57).
21
Orden de 13 de julio de 2005, por la que se aprueba el Proyecto Educativo Marco para los centros de protección de menores en el ámbi-
to de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
22
Decreto 4/2010, de protección social y jurídica de los menores.
23
Ley 3/2011, de 30 de junio, de apoyo a la familia y a la convivencia de Galicia.
24
Incluido en la Orden de 1 de agosto de 1996, por el que se regulan los contenidos mínimos del Reglamento de régimen interior y el
proyecto educativo de los centros de atención a menores.
25
Decreto 131/2008, de 8 de julio, regulador de los recursos de acogimiento residencial para la infancia y la adolescencia en situación de
desprotección social.
26
Esta regulación legal del acogimiento residencial de menores es la más antigua de las que regulaciones vigentes que hemos podido
consultar.
27
Ley 1/1998 de 20 de abril, de los derechos y la atención al menor.
28
Decreto 355/2003, del Acogimiento Residencial de Menores.
En Aragón, el artículo 66 del Decreto 190/200829 establece que cada menor residente debe-
rá contar con un proyecto socioeducativo que persiga su pleno desarrollo físico, psicológico
y social.
En Castilla – La Mancha, el Protocolo de acogimiento residencial publicado en 2010 estable-
ce que “cada menor deberá tener un Proyecto Educativo Individualizado” (página 61).
En Extremadura, el Decreto 139/200230 se refiere también habla del Programa Educativo
Individual, cuya finalidad es la de “organizar de forma secuencial la programación y evalua-
ción que realizan los Equipos Educativos” (artículo 78).
En Galicia, la Ley 3-201131 exige a todos los centros de atención a la infancia y la adolescen-
cia (entre los que se encuentran los dedicados al acogimiento residencial) que dispongan de
un proyecto socioeducativo individualizado para cada menor (artículo 98).
En País Vasco, el Decreto 131/200832 reconoce a los niños, niñas y adolescentes en acogi-
miento residencial el derecho a “disponer de un plan de intervención individualizada o plan
educativo individualizado” (artículo 19).
En Mallorca, el Reglamento de los centros de acogimiento residencial33 establece que “la
atención residencial se adaptará a las necesidades individuales de cada menor, llevando a
cabo un Proyecto Educativo Individualizado” (artículo 4).
En la Comunidad de Madrid el artículo 4 del Decreto 88/199834 señala como uno de los
principios educativos a los que deben ajustarse las Residencia la “individualización de la
atención educativa en función de las necesidades y características de cada uno”, y aunque
no define de forma explícita a qué se refiere con ello, alude de forma reiterada al Proyecto
Individual, al que no califica como educativo. Por ejemplo:
el artículo 17 especifica como primera función de la Comisión de Orientación “elabo-
rar el Proyecto individual para cada niño”; y
el artículo 21.a.12 reconoce que “la condición de guardado en las Residencias” (sic)
conlleva, entre otros, el derecho a “ser partícipes de su Proyecto Individual”.
29
Decreto 190/2008, de 7 de octubre, del Gobierno de Aragón, por el que se aprueba el Reglamento de medidas de protección de menores
en situación de riesgo o desamparo.
30
Decreto 139/2002, por el que se regula la organización y funcionamiento de los Centros de Acogida de Menores.
31
Ley 3/2011, de 30 de junio, de apoyo a la familia y a la convivencia de Galicia.
32
Decreto 131/2008, de 8 de julio, regulador de los recursos de acogimiento residencial para la infancia y la adolescencia en situación de
desprotección social.
33
Reglamento que establece el régimen jurídico de los centros de acogimiento residencial de personas menores de edad en Mallorca.
Publicado en el BOIB de 13 de mayo de 2010.
34
Decreto 88/1998 por el que se aprobó el Estatuto de las Residencias de Atención a la Infancia y Adolescencia.
35
Decreto 131/2008, de 8 de julio, regulador de los recursos de acogimiento residencial para la infancia y la adolescencia en situación de
desprotección social.
36
Decreto 355/2003, del Acogimiento Residencial de Menores.
37
Orden de 19 de junio de 2003, de la Conselleria de Bienestar Social, por la que se regula la tipología y condiciones materiales y de fun-
cionamiento de los Centros de Protección de Menores.
38
Reglamento publicado en BOIB de 13 de mayo de 2010.
39
Ley 3/99, del menor de Castilla – La Mancha.
40
Decreto 4/2010, de protección social y jurídica de los menores.
41
Decreto 329/2005, por el que se regulan los centros de menores y los centros de atención a la infancia.
42
Ley 11/2003 de Servicios Sociales.
43
Decreto 88/1998. Estatuto de las Residencias de Atención a la Infancia y Adolescencia.
cial sigue siendo un asunto preocupante y ampliamente debatido. Se debe sacar el máximo
provecho de esta realidad española que ha avanzado notablemente en la definición del aco-
gimiento residencial como un campo de trabajo profesionalizado y en el que los educadores
sociales son la figura de referencia.” (páginas 21 y 22)
El segundo estándar de calidad se refiere a los recursos humanos, que deben integrarse me-
diante un adecuado proceso de selección, en función de su cualificación y experiencia. El
personal de atención educativa debe tener la “cualificación superior o universitaria que le
capacita para esta tarea (o estar habilitado por un colegio profesional de educadores socia-
les). La figura de referencia es el educador social y constituye la mayor parte del equipo”.
(páginas 31 y 32)
D1. Las personas que trabajan en acogimiento residencial han de ser profe-
sionales
A la luz de lo expuesto en el apartado 2 podemos extraer una serie de conclusiones genera-
les que nos permiten defender que el trabajo en recursos de acogimiento residencial tiene
que contar con un alto grado de profesionalidad:
a) La literatura científica defiende que la profesionalización de los servicios en acogimiento
residencial es un componente esencial del proceso de modernización, desinstitucionaliza-
ción y aumento en la calidad de este tipo de recursos.
b) De momento, a pesar de la promoción de las alternativas familiares al acogimiento resi-
dencial, éste sigue siente un recurso ampliamente utilizado. A pesar de que existen diferen-
tes perspectivas sobre los beneficios que pueden aportar este tipo de recursos para los me-
nores, los diferentes autores y autoras coinciden en que es necesario garantizar la calidad de
los servicios así como seguir dando pasos para su mejora, y esto incluye el aumento en el
nivel de cualificación y competencias de los y las profesionales.
c) Poner el énfasis en la intervención con la familia, en la toma de decisiones conjuntas con
la familia y el menor, y en el necesario contacto con la familia y la comunidad en el caso de
que los menores estén en recursos residenciales aumenta el nivel de complejidad del trabajo
en esos recursos.
d) El papel de los recursos residenciales en la preparación para el acogimiento en otras fami-
lias aumenta el nivel de complejidad de la tarea educativa en estos recursos.
e) La toma de decisiones sobre el tipo de medidas a adoptar parece depender de un análisis
riguroso de cada caso teniendo en cuenta que existe un amplio abanico de posibilidades y
que las decisiones suelen caracterizarse por escoger “la menos mala”. También aumenta el
nivel de complejidad y responsabilidad en la toma de decisiones.
f) Aunque la opción del acogimiento residencial parece en general la menos adecuada, hay
indicios de que se puede desarrollar un trabajo beneficioso para los niños, niñas y adoles-
centes. Estos efectos positivos dependen en gran medida del grado de profesionalidad de las
personas que trabajan en ese recurso.
g) La tendencia a la especialización tiene como consecuencia el despliegue de funciones
educativas de muy diverso tipo en función del centro en cuestión. Esto exige un alto nivel de
flexibilidad y capacidad de adaptación de los profesionales a contextos de intervención muy
diferentes.
h) La presencia de centros en los que conviven menores con problemáticas muy distintas
entre sí exige un mayor nivel de capacidad para adaptarse a ellos y ellas tomando las deci-
siones adecuadas y aplicando las técnicas idóneas para cada caso. Además se requiere una
alta capacidad para gestionar las interacciones y la convivencia entre menores con proble-
máticas y necesidades distintas. En una línea similar, la aparición de nuevas problemáticas
entre los menores atendidos exige la capacidad de desarrollar con rapidez las competencias
necesarias para responder a necesidades muy diferentes entre sí.
i) El entramado de la protección a menores tiene un alto nivel de complejidad y cuenta con
muchos y diferentes agentes de intervención, normativas y enfoques de intervención. Los
profesionales han de tener la capacidad para comprender estas lógicas complejas y a menu-
do contradictorias para aprovechar las oportunidades que se presenten en aras de mejorar
constantemente la calidad de su intervención.
j) La tarea de la intervención en acogimiento residencial es altamente compleja y supone una
gran responsabilidad. Esto se combina con que no siempre se cuenta con los apoyos necesa-
rios ni están claros los objetivos y enfoques metodológicos así como los protocolos de actua-
ción. Esto exige a los profesionales una alta capacidad de autonomía e iniciativa así como de
conocimientos y destrezas para garantizar que, aun así, las condiciones de vida y el proceso
educativo de los niños, niñas y menores cuenten con el máximo nivel de calidad.
k) Los recursos de acogimiento residencial son contextos propicios para el estrés y el sín-
drome del burn out. Una formación y unas competencias adecuadas minimizan el efecto
perjudicial que tiene para el profesional enfrentarse a una tarea de alta responsabilidad, con
serias consecuencias si se cometen errores.
D2. Los y las educadoras sociales son los profesionales clave en los recursos
de acogimiento residencial
Se trabajarán los siguientes ejes:
La necesaria evolución de cuidadores/as a educadores/as.
La explicación del perfil del educador/a social poniendo el énfasis en su dimensión edu-
cativa.
La formación permanente de los educadores y educadoras sociales.
Se utilizarán los siguientes documentos:
(Fernández del Valle, 1998)
(European Association for Research into Residential Child Care, 1998)
(Bravo & Fernández del Valle, 2003)
(Council of Europe, 2005)
(Williams & Lalor, 2001)
(Bravo & Fernández del Valle, 2009a)
(Petrie et al., 2009)
(Marzo & Fajardo, 2012)
(Canalda, 2010)
(Maya, 2010)
44
Esta regulación legal del acogimiento residencial de menores es la más antigua de las que regulaciones vigentes que hemos podido
consultar.
45
Puede accederse a una versión actualizada del mismo a diciembre de 2013 en la página web:
http://www.madrid.org/wleg/servlet/Servidor?cdestado=P&nmnorma=2777&opcion=VerHtml, que no contiene ninguna modificación
relevante respecto al tema que nos ocupa.
46
Decreto 355/2003, del Acogimiento Residencial de Menores.
Cuidar y proteger a las personas menores de edad, tanto dentro como fuera
del recurso residencial.
Detectar las necesidades de ropa y calzado de las personas menores de edad y
acompañarles en la compra de los mismos.
Supervisar y acompañar en los aspectos sanitarios y de higiene de los/as per-
sonas menores de edad.
Proporcionar a las personas menores de edad de todo el material escolar y ex-
traescolar necesario para sus actividades.
c) Velar por que se cubran las necesidades básicas emocionales, estimulando y poten-
ciando el pleno desarrollo de las capacidades personales de los niños, niñas y adoles-
centes posibilitándoles modelos de referencia que faciliten una correcta identificación
en su proceso evolutivo.
Orientar la relación con las personas menores de edad como una intervención
educativa.
Fomentar la valoración personal y el autoconcepto positivo.
Promover la asunción de responsabilidades en la vida diaria.
Trabajar el desarrollo del autocontrol.
Potenciar la autoestima.
Ser figuras tranquilizadoras respecto a las personas menores de edad en todas
aquellas situaciones que les preocupen o inquieten y canalizar los impulsos.
Promover la autonomía.
Proporcionar a los y las adolescentes los recursos y habilidades necesarios pa-
ra una adecuada transición a la vida adulta y, en su caso, para iniciar una vida
autónoma.
Mantener una dinámica positiva que favorezca tanto el desarrollo personal
como interpersonal de las personas menores de edad.
Fomentar el respeto y aceptación de las diferencias personales, culturales y re-
ligiosas de las personas menores de edad.
d) Velar por el cumplimiento del régimen de visitas, según lo marcado en la Orden Foral:
Acompañando y despidiendo al niño, niña o adolescente cuando vaya con la
familia y recibiéndole cuando regrese.
Conversar de forma periódica con sus familiares sobre el comportamiento y
actitud del niño, niña o adolescente en las visitas.
Observar la respuesta de la persona menor de edad ante las visitas y cuando
regresa de ellas.
Ofrecer indicaciones y orientar a la familia y al niño, niña o adolescente.
47
Resolución de 13 de noviembre de 2012, de la Dirección General de Empleo, por la que se registra y publica el II Convenio colectivo
estatal de reforma juvenil y protección de menores. BOE 27 noviembre 2012.
48
Están excluidos explícitamente del ámbito de aplicación del convenio “el personal funcionario y laboral al servicio de la administración”
(artículo 5).
49
El Anexo I del informe es una relación detallada de todos los recursos de acogimiento residencial de titularidad de la Comunidad de
Madrid, con la indicación de si son gestionados directamente por la Comunidad de Madrid o por una entidad privada.
50
Orden 1734/1999, de 9 de junio de la Consejería de Hacienda, por la que se convocan pruebas selectivas de acceso a plazas de carácter
laboral de la categoría de Educador (Grupo III, Nivel 6, Área E), Especialidad Menores Protegidos, correspondientes a la Oferta de Empleo
Público de 1997.
51
El Ministerio de Educación y Ciencia incorporó oficialmente la titulación de Educador Social con el Real Decreto 1420/1991, de 30 de
agosto, por el cual se establece el Título Universitario Oficial de Diplomado en Educación Social
52
Resolución de 10 de noviembre de 2000, de la Dirección General de la Función Pública, por la que se aprueba y publica la composición
definitiva de integrantes de la Bolsa de Trabajo, a efectos de contratación temporal, en la categoría de Educador (Grupo III, Nivel 6, Área
E), Especialidad Menores Protegidos, de la Comunidad de Madrid.
53
Resolución de 10 de octubre de 2001, de la Dirección General de Trabajo de la Consejería de Trabajo, sobre registro, depósito y publica-
ción del Convenio Colectivo del Personal Laboral de la Comunidad de Madrid. (Código número 2804531)
54
Resolución de 7 de abril de 2005, de la Dirección General de Trabajo de la Consejería de Empleo y Mujer, sobre registro, depósito y
publicación del convenio colectivo del Personal Laboral de la Comunidad de Madrid (código número 2804531) .
55
Puede accederse a una versión actualizada del mismo a diciembre de 2013 en la página web:
http://www.madrid.org/wleg/servlet/Servidor?cdestado=P&nmnorma=2777&opcion=VerHtml, que no contiene ninguna modificación
relevante respecto al tema que nos ocupa.
56
Resolución 1298/2005, de 30 de junio, del Director Gerente del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, por la que se aprueban las
bases de convocatoria efectuada para la selección de personal en la categoría de Titulado Medio Educador, Especialidad Centros de Pro-
tección, a efectos de contratación laboral a tiempo cierto.
23). A esto se añadía que en el baremo de méritos se otorgaban puntos por los títulos de
“diplomado universitario en Magisterio, Educación Social, Trabajo Social o poseer el primer
ciclo de las licenciaturas de Psicología, Pedagogía, Psicopedagogía o Sociología, diferente al
que se haya presentado como requisito de participación” (página 24).
Como fruto de esta convocatoria se publicó el listado de los 2.628 aspirantes ordenada de
acuerdo con la puntuación obtenida, primero en el BOCM de 14 de junio de 200657 y luego,
modificada, el 4 de agosto58.
No hemos encontrado constancia documental de ninguna nueva convocatoria de contrata-
ción, ni de bolsa de empleo.
No hay ningún documento donde se recoja la ratio de educadores en las residencias infanti-
les, ni siquiera por tipología residencial. Para futuras investigaciones queda constatado que
sería necesario calcularlo en función del personal de que dispone cada residencia en propor-
ción a las plazas. Podría existir la posibilidad de remitir al IMFM (Instituto Madrileño de la
Familia y el Menor) un resumen de las necesidades informativas del Colegio (para realizar
una investigación) y que el IMFM tramitase la correspondiente autorización para facilitar al
equipo de investigación los datos e informes de donde pudiese extraerse la información ne-
cesaria59.
57
Resolución 557/2006, de 22 de mayo, del Director Gerente del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, por la que se hace pública la
lista ordenada por puntuación, correspondiente a la convocatoria efectuada para la selección de personal en la categoría de Titulado
Medio Educador, Especialidad Centros de Protección, a efectos de contratación laboral a tiempo cierto.
58
Resolución 1424/2006, de 24 de julio, del Director Gerente del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, por la que se modifica la lista
ordenada por puntuación, correspondiente a la convocatoria efectuada para la selección de personal en la categoría de Titulado Medio
Educador, especialidad Centros de Protección, a efectos de contratación laboral a tiempo cierto, aprobada por Resolución 557/2006, de
22 de mayo (BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID de 14 de junio), como consecuencia de los recursos de reposición inter-
puestos por los interesados.
59
Las posibles referencias de contacto serían el Área de Protección del Menor y el Área de Coordinación de Centros de Protección del
IMFM (Instituto Madrileño de la Familia y el Menor).
60
Resolución de 4 de septiembre de 2014, de la Directora-Gerente del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, BOCM de 11 de sep-
tiembre de 2014.
61
Resolución de 23 de diciembre de 2014, del Director-Gerente del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, BOCM del 23 de diciembre
de 2014.
62
Resolución de 23 de octubre de 2014, del Director-Gerente del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, BOCM del 30 de octubre de
2014.
63
Dejamos al margen aspectos sin duda relevantes, pero que desbordan el ámbito de este informe como el hecho de que en una de las
convocatorias de 2014 el peso en el baremo de contratación de los aspectos técnicos sea del 30% y en las otras dos tan sólo del 10%.
64
89 plazas a cubrir en inmuebles de no más de 20 plazas cada uno.
65
Las dos cualificaciones de ese nivel que mencionan como ocupación y puesto de trabajo “Auxiliar Técnico Educativo” son: SSC444_3 Atención al alumnado con necesidades educativas especiales en centros educa-
tivos. Esta no aporta ninguna competencia específica para trabajar con menores con "trastornos de comportamiento" y SSC090_3 Educación de habilidades de autonomía personal y social. Esta tiene una forma-
ción más adecuada.
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Anexo I.
Recursos de acogimiento residencial en la Comunidad de Madrid
Se presenta a continuación un listado exhaustivo de todos los recursos de acogimiento resi-
dencial de la Comunidad. El listado ha sido elaborado contrastando diferentes fuentes y es-
tamos en condiciones de asegurar que contiene una información altamente fiable.
Antes de presentar el listado, recordamos alguna información básica sobre los recursos de
acogimiento residencial de la Comunidad de Madrid:
Legalmente se denominan “Residencias de Atención a la Infancia y Adolescencia”66.
Dependen del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor.
Se clasifican según la siguiente tipología:
1. Residencias de primera acogida
2. Residencias de primera infancia (0-6)
3. Residencias infantiles (3-18) [En principio de carácter temporal]
4. Hogares o grupos familiares (3-18) [En principio para largas estancias]
5. Recursos de adolecentes (12-18) *En el word que nos mandaron: “Residencias y
pisos juveniles (14-18)]
6. Residencias específicas
No hay centros privados financiados a través de subvención. Sólo públicos de gestión
pública y públicos de gestión privada a través de contrato.
No está prevista la contratación de su gestión a través de la figura acuerdo marco67,
ya que esta fórmula de contratación podría dificultar el cumplimiento de los requisi-
tos que exige la función de protección legalmente regulada.
66
Decreto 88/1998. Estatuto de las Residencias de Atención a la Infancia y Adolescencia.
67
Fórmula de contratación regulada por el Capítulo II del Título II (artículos 196 a 198) del Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de no-
viembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Contratos del Sector Público y que está siendo utilizada, por ejemplo, para
la contratación de la gestión de residencias de personas con discapacidad en la Comunidad de Madrid.
De gestión pública
Acacias. Madrid - Carabanchel. 36 plazas
Alcalá de Henares. 18 plazas
Alcorcón. 16 plazas
Aranjuez.
Arce Rojo. Fuenlabrada. 20 plazas
Arganda. 32 plazas
Chamberí. Madrid – Chamberí. 52 plazas
El Encinar. Madrid - Ciudad Lineal. 38 plazas
Fernández de los Ríos. Madrid. 13 plazas
Isabel de Castilla. Madrid - Villa de Vallecas. 60 plazas
Las Rosas. Madrid - San Blas. 32 plazas
Leganés. 33 plazas
Martínez Bujanda III “Las Azaleas”. Colmenar Viejo. 18 plazas
Móstoles. 20 plazas
Nuestra Señora de Lourdes. Torrelodones. 46 plazas
Palomeras. Madrid - Puente de Vallecas. 20 plazas
Parla. 20 plazas
Torremocha. Torremocha del Jarama. 16 plazas
De gestión privada
A.F.A.S. Madrid – Fuencarral. 15 plazas
Aldeas SOS. San Lorenzo de El Escorial. 54 plazas
Calasanz. Pinto. 10 plazas
Ciudad Escuela de los Muchachos. Leganés. 18 plazas
Getafe. 12 plazas
San Mateo. Madrid – Usera. 10 plazas
Villa Paz. Pozuelo de Alarcón. 55 plazas
De gestión pública
Álvarez de Castro. Madrid. Chamberí. 6 plazas
Residencia ”Cacys Manzanares”. Madrid - Ciudad Lineal. 32 plazas
De gestión privada
Grupo Educativo Social. 4 pisos. 24 plazas
Mejorada del Campo. 2 pisos. 12 plazas
Paideia. 6 pisos. 36 plazas
Tomillo. 3 pisos. 21 plazas
Torremocha. Torremocha del Jarama. 2 pisos. 12 plazas
Anexo II.
Tipología de recursos de acogimiento residencial por comunidades
autónoma
Se adjunta un fichero Excel que contiene esta información.
Anexo III.
Publicaciones imprescindibles
Seleccionaremos cinco publicaciones clave con una descripción de cada una de ellas.