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Apelación de Auto Admisorio de La Demanda

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LA APELACIÓN DEL AUTO ADMISORIO

DE LA DEMANDA COMO UN CASO DE


ABUSO DEL DERECHO AL DOBLE
GRADO DE JURISDICCIÓN
4 enero, 2013 Alexander Rioja Bermudez 0 Comments abuso derecho, auto admisorio, calificacion demanda, doble
grado
“LA APELACIÓN DEL AUTO ADMISORIO DE LA DEMANDA COMO UN CASO DE
ABUSO DEL DERECHO AL DOBLE GRADO DE JURISDICCIÓN”
Publicado por JIM L. RAMIREZ FIGUEROA
http://jimramirezfigueroa.blogspot.com/2011/02/la-apelacion-del-auto-admisorio-de-la.html

1. Introducción

“Abuso significa hacer “mal uso” de algo o de alguien. O como dice Gelsi Bidart, abusar es
servirse de algo para un fin que no es el que corresponde, o hacerlo de un modo que no
corresponde, o ambos aspectos a la vez .

En este sentido, como dice Loutayf Ranea, “el abuso, por un lado, se refiere al “uso” que se hace
de algo o alguien, por lo que, […], se trata de una actuación, de una realización, de un servirse
de algo con una finalidad determinada. Y por otro lado, debe tenerse en cuenta también que el
objeto del abuso, es decir, aquello de lo que se puede abusar (“algo” o “alguien”), presenta, por
su carácter genérico, una amplia variedad” .

En nuestro ordenamiento la Constitución señala en su artículo 103° que “la Constitución no


ampara el abuso del derecho”, igualmente, en el artículo II del Título Preliminar del Código Civil
se precisa que ”la ley no ampara el ejercicio abusivo ni la omisión abusiva de un derecho”.

Para Marcial Rubio la prohibición del abuso del derecho sería un principio general del derecho
que tendría como contenido el deber genérico de no perjudicar el interés ajeno en el ámbito del
ejercicio o no uso de un derecho .

De allí que, la prohibición del ejercicio abusivo del derecho viene a ser el límite impuesto por el
ordenamiento al ejercicio irregular o a normal de un derecho por parte de su titular. Ahora, como
anota autorizada doctrina en el ámbito procesal, el abuso puede presentarse en el ejercicio del
derecho de acción, en la concesión de medidas cautelares, en el ejercicio del derecho de defensa,
así como en el ejercicio de la función jurisdiccional.

Conviene recalcar que “el abuso constituye una figura abierta, que integra la categoría de los
conceptos jurídicos indeterminados, de allí que para concluir en la existencia o no de abuso deben
analizarse cuidadosamente las circunstancias particulares de cada caso” .

Veamos a continuación algunos casos de abuso procesal:

La señora Carmen Rosa Jara Bedoya interpone demanda contenciosa administrativa contra el
Gerente Regional de Desarrollo Social del Gobierno Regional de Huánuco, a efectos de que
mediante sentencia se ordene la emisión de nueva resolución otorgándole la gratificación por
haber cumplido 20 años de servicios, equivalente a dos remuneraciones totales o íntegras;
admitida a trámite el A quo corre traslado de la misma a la entidad demandada, que a través de
su procurador interpone recurso de apelación contra el auto admisorio alegando entre otros, que
doña Carmen Rosa no agotó la vía administrativa .

María, heredera de Juana, interpone demanda de desalojo por ocupante precario contra Fermín,
a quien hace más de medio año ha venido solicitando el desalojo de la vivienda en la cual este
último a habitado debido a la caridad de su causante; admitida la demanda, el juez emplaza a
Fermín, quien lejos de contestar la demanda, decide impugnar el auto admisorio de la demanda
alegando que esta no debió de ser admitida, ya que María carece de legitimidad para obrar.

En nuestra opinión, y conforme lo demostraremos a lo largo del presente trabajo en los casos
reseñados nos encontramos ante supuestos en los cuales la apelación del auto admisorio de la
demanda devienen en casos de abuso del derecho al doble grado de jurisdicción.

2. El derecho al doble grado de jurisdicción: ¿un derecho fundamental?

Al decir de Jaume Solé “la existencia de un sistema de recursos en el proceso civil, entendida en
el sentido de volver a conocer de la materia discutida para comprobar si el resultado es el mismo
u otro distinto, nace a partir de una doble realidad: la comprobación de la falibilidad humana, que
en ámbito judicial, […], nace en la persona del juzgador, y el hecho, consustancial a la pretensión
de las partes, de no aceptar la resolución que sea desfavorable a sus propios intereses”.

Por ello, los recursos vendrían ser “los medios que la ley concede a las partes para obtener que
una providencia judicial sea modificada o dejada sin efecto” ; es decir, el fundamento de los
recurso [entiéndase de los medios impugnatorios] “reside en una aspiración de justicia, porque el
principio de inmutabilidad de la sentencia, que constituye a su vez el fundamento de la cosa
juzgada, derivado de la necesidad de certeza para la estabilidad de las relaciones jurídicas, cede
ante la posibilidad de una sentencia injusta” , por ello los recursos vienen a ser –en palabras de
Carnelutti- el modo de fiscalizar la justicia de lo resuelto.

De este modo, el derecho al doble grado de jurisdicción se constituiría en una garantía para los
justiciables habida cuenta que un reexamen de la decisión judicial o del proceso permite la
superación de los errores del inferior, en caso de haberse producido. Así, dice la profesora
Eugenia Ariano, el paso de una instancia a otra no se produce de manera espontánea, sino por un
acto de parte, esto es, a través de los medios impugnatorios, de manera tal que resulta inevitable
que por derecho a la pluralidad de instancias se termine entendiendo al derecho a los recursos .

Ahora bien, las opiniones vertidas por la doctrina acerca del derecho al doble grado y por ende
al recurso, como acertadamente anota el profesor Giovanni Priori , han sido hechas desde el
proceso y para el proceso. Olvidando con ello que la razón de ser del proceso es que se arribe de
manera oportuna a la tutela de la situación jurídica de quien la ha promovido. Así, la creencia en
que la impugnación es el remedio adecuado para evitar que se incurra en errores o en que a través
de él se configurara un proceso más garantista no asume que muchas veces la impugnación genera
grandes injusticias.

3. El acceso a la jurisdicción como un derecho fundamental y el derecho a una tutela


jurisdiccional oportuna.
La tutela es la protección que se brinda a un determinado interés ante una situación en la cual la
misma [situación jurídica] ha sido lesionada o insatisfecha; ante dicha eventualidad el
ordenamiento jurídico ha establecido una serie de mecanismos para la tutela de nuestras
situaciones jurídicas, siendo la forma de tutela por excelencia la tutela jurisdiccional . Por ello,
se dice que, el derecho a la tutela jurisdiccional es un atributo subjetivo que comprende una serie
de derechos, entre los que destaca el acceso a la justicia; es decir, el derecho por el cual cualquier
persona puede promover la actividad jurisdiccional del estado, sin que se le obstruya, impida o
disuada irrazonablemente. Pues, el proceso es aquel medio [de tutela] que el Estado –en
compensación por prohibirnos hacernos justicia por mano propia-, nos ofrece para que por él y
en él obtengamos, todo aquello y precisamente aquello que tenemos derecho a conseguir .

De lo señalado se colige, que si bien el derecho a la tutela jurisdiccional implica el acceso a la


jurisdicción a efectos de peticionar la tutela de nuestras situaciones jurídicas, más ello no significa
que el derecho a la tutela efectiva comprenda el derecho a obtener una decisión judicial acorde
con las pretensiones que se formulen, sino el derecho a que se dicte una resolución en derecho.

Ahora, como hemos señalado en otro lugar, el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional no
implica el simple acceso a la justicia o el que al final del proceso se emita una decisión fundada
en derecho, sino que se requiere que dicha tutela sea otorgada de manera oportuna, esto es, que
el tiempo que demore el proceso sea razonable y no convierta al proceso en una mala alternativa
para obtener la tutela de nuestras situaciones jurídicas . De allí que, como apunta Marinoni, no
puede ignorarse que el derecho a la tutela jurisdiccional se encuentra estrechamente ligado a la
duración del proceso, de manera tal que en la tramitación del proceso debe de buscarse un uso
racional del tiempo, ya sea por parte del demandado o por el juez .

La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en su artículo XVIII señala
que: “Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus derechos. Asimismo debe
disponer de un procedimiento sencillo y breve por el cual la justicia lo ampare contra actos de la
autoridad que violen, en perjuicio suyo, alguno de los derechos fundamentales consagrados
constitucionalmente”. De igual manera, la Convención Americana sobre Derechos Humanos
prescribe en el inciso 1 de su artículo 25° [Protección Judicial]: “Toda persona tiene derecho a
un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por
la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por
personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”.

Bajo la misma perspectiva, la Constitución de 1993 en su artículo 139° inciso “3” consagra el
derechos constitucional a la tutela jurisdiccional, así el derecho de acción viene a ser aquel
derechos constitucional en virtud del cual se puede acudir ante el órgano jurisdiccional
solicitando la tutela procesal de nuestras situaciones jurídicas. Por ello, el derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva, como todo derecho [fundamental] inherente a la persona humana, implica
que las normas procesales han de ser elaboradas, interpretadas y aplicadas de conformidad con
el contenido esencial de este derecho fundamental.

4. Notas distintivas que configuran a la apelación del auto admisorio como un caso de abuso
procesal: delimitación del contenido y de los criterios para su identificación.

Nuestra Constitución recoge como una garantía y derecho de la función jurisdiccional a “la
pluralidad de la instancia” [artículo 139° inciso “6”]. Como ha señalado autorizada doctrina el
medio a través del cual los justiciables acceden al doble grado es el recurso de apelación, así reza
el Código Procesal Civil en su artículo 364° que “el recurso de apelación tiene por objeto que el
órgano jurisdiccional superior examine, a solicitud de parte… la resolución que les produzca
agravio”. De modo que, la apelación según el artículo 365° del mismo cuerpo legal procederá
contra las sentencias y contra los autos, entre los cuales se encontraría el “auto admisorio”.

Para apelar, se dice que, se tiene que estar legitimado, esto es, la resolución que se cuestiona nos
ha de causar un agravio, si ello es así cabe preguntarnos: ¿causa el auto admisorio algún agravio
al demandado?

Por otro lado, como enseña el profesor Giovanni Priori, hoy se concibe a la legitimidad para obrar
como la posición habilitante para ser parte de un proceso en relación con la pretensión que ha
sido planteada en el proceso. Es decir, la legitimidad para obrar es la afirmación que realiza el
demandante de la titularidad de las situaciones jurídicas materiales respecto de las cuales se
discute en el proceso.

Lo que quiere decir, que si se afirma ser titular de una situación jurídica es lógico que se permita
al sujeto que efectúa dicha afirmación el poder promover un proceso tendiente a su tutela. Acorde
con esta connotación el legislador ha constreñido la interposición de la demanda al cumplimiento
de los requisitos previstos en los artículos 424° y 425° del Código Procesal Civil, cuya
comprobación por el Juez no implica una decisión definitiva, puesto que si se ha omitido alguno
de los requisitos establecidos en dichas normas [y en otras según la vía procedimental], el
ordenamiento ha otorgado al demandado la oportunidad de denunciar dichas omisiones a través
de las excepciones, las nulidades, etc., asimismo se ha otorgado al juez amplios poderes para
corregir las deficiencias en las que se podría haber incurrido.

Bajo dichas premisas, creemos que impugnar el auto admisorio implica un abuso del derecho al
doble grado, ya que se desnaturaliza la finalidad del auto admisorio, así como la finalidad de la
apelación puesto que consideramos que no existe legitimación para impugnar dicha resolución,
es decir, no existe agravio alguno que justifique la interposición de un recurso de apelación. Es
más, que hubiera sucedido si el admisorio de la demanda fuera un mero decreto y no un auto,
cambiarían las cosas, para nosotros ello es irrelevante.

Después de todo, permitir la apelación del auto admisorio implicaría que si, por ejemplo, se
cuestiona a dicho acto por cuanto el demandante carece de legitimidad para obrar, rechazado
dicho argumento; nada impediría al demandado para que formule dicha carencia vía excepción
[aunque la misma vuelva a ser rechazada].

Contrariamente que sucederá si el juez que decide rechazar la apelación del auto admisorio
incurre en error, lo cual no es advertido por la partes y, resulta que efectivamente el demandante
carece de legitimidad para obrar, percatado de ello se formula la nulidad de lo actuado,
obviamente dicho remedio será rechazado, porque el artículo 454° del Código Procesal Civil
señala que “los hechos que configuran excepciones no podrán ser alegados como causal de
nulidad por el demandado que pudo proponerlas como excepción”.

5. Sigue: razones del por qué la apelación del auto admisorio es un caso de abuso del derecho al
doble grado de jurisdicción.

Conviene hacer hincapié en el hecho de que el abuso procesal es una figura abierta, que integra
la categoría de los conceptos jurídicos indeterminados, por lo que, para concluir en la existencia
o no de abuso deben analizarse cuidadosamente las circunstancias particulares de cada caso .
Igualmente, debe resaltarse que –como dice el profesor Giovanni Priori- los derechos
fundamentales sí pueden ser limitados, eso sí respetándose la cláusula del contenido esencial de
los derechos y la proporcionalidad.

De allí que, en un plano procesal, con Michelle Taruffo diremos que, “no parece del todo
infundado el temor de limitar indebidamente el desenvolvimiento pleno de las garantías, que no
han expresado todavía todo su potencial, en la tentación de establecer en qué casos su actuación
‘excesiva’ produce efectos no aceptables”.

En el caso de la señora Carmen Rosa Jara Bedoya, se tiene que es una constante la existencia de
demandas que tienen como fin el pago de las bonificaciones por haber cumplido años de servicio
al Estado, así como el subsidio por luto y gastos de sepelio; pretensiones que a pesar de estar
claramente tuteladas en las normas sustantivas no son acatadas por la Administración. Es decir,
se trata de procesos cuyo resultado se conoce de antemano, sin embargo, los procuradores y
abogados de las entidades públicas no escatiman esfuerzos e interpone cuanto recurso se les
ocurra, ello con el único propósito de dilatar el procesos, ¿no constituye ello un abuso?

Ahora, acaso la falta de agotamiento no podía haber sido plateada vía excepción, a pesar de que
sea rechazada la apelación este ya habrá prolongado el proceso en un estadio innecesario, ya que
el proceso se paralizara hasta cuando sea resuelto el recurso. Igualmente, en el caso de María, la
falta de legitimidad podría haber sido alegada vía excepción.

Creemos que las instituciones procesales tienen su razón de ser. Así para nosotros la razón de ser
el auto admisorio es precisamente admitir una demanda y allí agota su finalidad. Es decir, el
admisorio es la puerta que permite el acceso a la casa de la tutela jurisdiccional. Permitir el
cuestionamiento de dicho acto procesal implicaría restringir el acceso a la justicia únicamente
para quienes tienen manifiestamente la razón y no para todos conforme lo señala el artículo 139°
de la Constitución en su inciso “3”.

De esta manera un límite al derecho al doble grado es el derecho a la tutela jurisdiccional en su


modalidad de acceso a la justicia; siendo así, cualquier apelación al auto admisorio implica un
abuso en el ejercicio del derecho al doble grado o como prefieren otros a la pluralidad de
instancias.

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