Las Piñatas y Su Vuelta Al Mundo
Las Piñatas y Su Vuelta Al Mundo
Las Piñatas y Su Vuelta Al Mundo
Diciembre es uno de los meses más esperados por las festividades coloridas de
origen judeocristiano que, si bien no todos son creyentes religiosos, se ha adoptado
la Navidad como una tradición, independientemente del contexto. Esta época da
inicio con las posadas, en las cuales nunca debe faltar una piñata de estrellas o
picos. Yo creo que todos hemos rota alguna, o al menos pegado, en nuestra vida,
¿pero qué tanto sabemos de ellas?
El origen de la piñata se da en varias vías. La primera nos remite a los años en que
Marco Polo viajaba a China. En su estancia durante la celebración del Año Nuevo,
observó una figura cubierta de papeles de colores con forma de buey, y rellena de
semillas. Con un palo de madera se rompía, los restos eran quemados y las cenizas
repartidas y conservadas. Este rito era para atraer la buena suerte en el campo y
que sus cosechas fueran vastas en el año que comenzaba.
Marco Polo, al regresar a Italia, contó sus
experiencias y fueron los italianos quienes acuñaron el nombre pignata a ese
objeto, ya que les recordaba a los piñones y, como las hacían de cerámica, eran
frágiles y, por tanto, fáciles de romper. Los italianos adaptaron su significado a las
necesidades religiosas, sobre todo cuando la piñata llegó a España y la trajeron a
América en 1586, donde adquirió mayor poder evangelizador.
A los indígenas se les enseñó la piñata y relacionaron sus siete picos con los siete
pecados capitales, así como el vendar los ojos al momento de pegarle, puesto que
ello denota la fe ciega de los creyentes que afrontan los pecados que el Diablo (la
piñata) pone sobre su camino. La fruta de su interior representan las riquezas que
se obtienen al seguir el camino de Dios.
Se supone que en parte fue fácil convertir a los indígenas porque, en la región maya
del país, había algo parecido. Dentro de una olla de barro ponían cacao. Ésta la
sujetaban e intentaban romperla con los ojos cerrados.
Así como Marco Polo se llevó consigo lo que vio en China, algo similar pasó en
Japón, aunque de manera un poco distinta. Durante la Era Heian (794-1185), Japón
absorbió muchos rasgos culturales de China, entre ellos, algo que después
llamarían kusudama, un estilo de origami.
Con el paso de los siglos esto se fue expandiendo al resto de las clases sociales y,
en vez de ser bolsas pequeñas, se empezaron a hacer un poco más grandes,
rellenos de confeti y de un largo pergamino se desenrolla al jalar los hilos de
colores.
Es fantástico el darnos cuenta de las similitudes que ambos países tienen y cómo
nos unen de manera invisible. Así que, en estas fechas, desquitemos la mala vibra
que cargamos de este año al pegarle duro a una piñata.