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Notas Sobre La Revolución de Octubre y Lenin

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Notas sobre la Revolución de Octubre y Lenin

Por Juan Guillermo Gómez García

Para la Cátedra Tomás Carrasquilla, con ocasión de los 100 años de la Revolución Rusa

A Santiago García

1. Una crisis universal de valores

La Revolución de Octubre de 1917 se desarrolla en medio y como parte de la conmoción de la


Primera Guerra Mundial1. La convergencia de actores y acontecimientos, internos y externos, que
precipitan el eclipse y muerte de la dinastía de los Romanov y el acceso y conservación del poder
por primera vez en la historia de una organización revolucionaria de origen proletario, define en
adelante las líneas generales de la historia del siglo XX. Solo comparable por su significación
universal a la Revolución francesa de 1789, la Revolución rusa marca el destino y modifica las
posiciones en el tablero de la geopolítica planetaria y redefine sustancialmente las corrientes
ideológicas e intelectuales en las luchas por el poder político.

Tal vez convenga agregar, por adelantado, que la Revolución rusa no fue solo faro, monumento o
símbolo de un cambio universal, que se vivió con una pasión de inusitada violencia, en el curso de
las décadas siguientes en los más apartados rincones de la tierra. Fue también la marca indeleble
de una transformación decisiva del rumbo de la historia europea, y ocasión de una modificación
radical de su confiada filosofía de la historia que reclamaba para el viejo continente el lugar
privilegiado de guía y paradigma de indisputable importancia. Con la Revolución rusa de 1917, que
cumplía con los pronósticos inapelables de una revolución universal de tipo proletario, anunciados
por Marx desde su Manifiesto comunista (1848), se daba comienzo a una nueva concepción

1
La Primera Guerra mundial estalla como consecuencia del asesinato en Sarajevo el 28 de junio de 1914 del
heredero del imperio austro-húngaro, Francisco Fernando y su esposa Sofía, a manos de nacionalistas
serbios, por la organización “Mano Negra” (su jefe se apodaba Apis, aunque fue realizado por Gavrilo
Princip). El ultimátum de Austria (alentado por el emperador alemán Guillermo II) al gobierno Serbio, para
entregar a los culpables, fue desatendido. Serbia, que había visto comprometido el dominio de la región
balcánica en vista de la anexión en 1908 de Bosnia-Herzegovina a Austria, motivó que Austria declarara la
guerra a Serbia (28 de julio). Como reacción, su aliada Rusia adelanta tropas que obligan a Alemania declarar
la guerra a Nicolás II el primero de agosto. Dos días después, Alemania declara la guerra a Francia, Inglaterra
a Alemania el 4 de agosto y el Imperio Austro-Húngaro a Rusia el 6 de agosto.
histórica, que definitivamente desplazaba a la vieja Europa de su papel protagónico, y alentaba un
viejo sueño de liberación de la esclavitud colonialista y cultural de lo que solo más tarde se llamó
Tercer Mundo.

No era en la Europa desarrollada -Inglaterra, Francia o Alemania- sino en la periferia de un


inmenso imperio rezagado, a medio camino entre Occidente y Asia, en Rusia, el lugar inusitado en
que se experimentaba la más grande y honda transformación de las estructuras de poder y se
modificaba los componentes de la vida económica y social a favor de un comunismo radical,
alimentado por las fuentes del muy europeo pensador alemán, Karl Marx2, y como parte de una
tradición de luchas marcadas por el proletariado europeo, pero definitivamente coloreado por los
elementos de una extraña autenticidad alejados de sus orígenes ortodoxos. La Revolución rusa era
pues la prueba de fuego de un nuevo orden inédito en la historia universal que contradecía, no en
poco, la inspiración filosófico-intelectual de pensador de Tréveris, y una exposición desafiante y sin
titubeos que violentaba todas las barreras que la imaginación política se pudiera trazar.

La Revolución rusa profundizaba y daba un nuevo contenido radical a la crisis de occidente, que no
era otra cosa que la incapacidad de las viejas elites para comprender y seguir dirigiendo de modo
convencional la vida de Europa. La Revolución rusa aceleraba, como parte de la crisis radical
desatada por el Primera Guerra mundial, la hecatombe civilizatoria, la pérdida de sentido y valor
de aquellos principios directrices, procedentes de la Ilustración (su confianza en la razón para regir
la conducta humana individual y la colectiva), que se veían hecho trizas en ese momento crucial de
la historia universal europea. La crisis civilizatoria que desató pues el doble acontecimiento
entrelazado, de la Primera Guerra mundial y la Revolución rusa, era la crisis de los fundamentos
filosóficos doctrinarios, morales, políticos, sociales y científicos, que revelaba por una vez de un
modo tan visible la impotencia del arsenal de ideas que habían conducido el mundo moderno, al
menos desde los últimos dos siglos anteriores.

La Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa no eran así solo acontecimientos entrelazados,
fatales o fatídicos, sino la esencia de una conmoción que obligaba virar la historia del siglo XX, bajo

2
El marxismo fue recibido desde el primer momento como un potente haz de luz por la intelectualidad
revolucionaria rusa. La primera edición en lengua rusa de El Capital tuvo un éxito inesperado, superando la
edición de Hamburgo. La proyectada traducción al ruso que había emprendido (o al menos de la que había
recibido dineros) Bakunin, se frustró y fue motivo de la agria confrontación entre los dos grandes dirigentes
comunistas que disolvió la I Internacional. Para 1883 era la doctrina oficial de la organización marxista La
emancipación del trabajo del teórico Greogi Plejanov.
los signos de las tensiones irresueltas y los choques más brutales entre concepciones
irreconciliables de visiones del mundo, tensiones que se radicalizaban cada vez más, y que incluso
hacían ver las luchas del siglo anterior, como casi juego de niños. Si se mide la magnitud de la
batalla de Sedán en la Guerra franco-prusiana de 1870 (hubo en total 180.000) con la batalla del
Somme en la Primera Guerra mundial, o la Comuna de París con el asalto del Palacio de invierno,
creeríamos que no se trata de acontecimientos que los separan medio siglo, sino episodios que
corresponden a diferentes y distantes eras glaciales. Todo en el siglo XX, tiene dimensiones
monstruosamente enormes, de incomparable brutalidad y de sobrecogedor impacto, con
significaciones exponencialmente superiores. Era pasar, de un salto, para permitírseme un símil
fácil, de la era de Newton a la era de Einstein.

En una palabra, con y tras la Primera Guerra mundial, Europa entró en una crisis múltiple sin
antecedentes que desembocó en la más furiosa carnicería que se tenga memoria en la historia de
la humanidad. El siglo XX fue el siglo de la inhumanidad y del irracionalismo desaforado. La
intensificación de todos los conflictos del siglo anterior (el dorado “mundo de ayer” de Stefan
Zweig) tomó una escala multiplicadora: la lucha de clases logró su ápice, los odios nacionalista-
éticos tocaron techo, la crisis económica sumió a millones en el hambre y a la desaparición física,
la cultura civilizatoria europea (el legado renacentista, reformista, ilustrado, romántico y
positivista) cayó en la cañería de la historia.

Su expresión más gráfica la debemos a la tétrica “Civilización ¡a tu salud!” del grabador pacifista
neerlandés Louis Raemaekers. Se trata de un sediento esqueleto revestido de traje de dominico,
que bebe de una inmensa copa colmada de sangre, y deja escurrir grandes coágulos
sanguinolentos hasta el piso. Esta imagen repelente es la imagen del fin trágico de toda una
civilización.

:::::::::::

La Revolución marxista desde la periferia, la Revolución rusa, era una noción que definitivamente
reñía con el esquema de una historia de la filosofía elaborado por la concepción centrípeta del
marxismo, por la universalidad indisputada del eurocentrismo. Se acompañó esta
descentralización, con la expresión de un salto cualitativo, una aceleración inusitada del tempo
histórico, en una dirección inédita. No solo Rusia tomaba la delantera, sino imponía una
concepción de revolución permanente, que rompía el esquema lineal y de pasos dialécticos
acompasados con una concepción histórica y revolucionaria por fases premeditadas. No solo Rusia
imponía un nuevo juego, sino que desmentía y desestimaba las concepciones rivales de la
revolución procedentes del centro de Europa. La cronología y sobre todo la periodización histórica
admitida hasta ese momento, se hacía añicos; lo pasado, lo presente y lo futuro se sobreponía
abruptamente. A este fenómeno inusitado la sociología llamó poco después “la simultaneidad de
lo no simultáneo” (Ernst Bloch).

El esquema marxista autorizado por Karl Kaustky (el teórico de la SPD), de las dos fases
revolucionarias, primero la burguesía y luego la socialista, se hizo pues añicos. La Revolución de
febrero de 1917 autorizaba pasar de un salto de pocos meses de la revolución burguesa a una
revolución comunista radical, la Revolución de Octubre, realizada por la vanguardia de
revolucionarios profesionales, de los bolcheviques, mediante la técnica de un putsh
meticulosamente organizado y ejecutado con una audacia deslumbrante. En este punto se puede
aseverar que esta voluntad revolucionaria era un novum, un pensamiento histórico-filosófico que
debería llegar a desarrollarse hacia adelante, en un punto de madurez que no admitía un atrás,
una duda, una parálisis. El novum era una emergencia inédita, que despedía la vieja concepción
de historia magistra vitae.

La Revolución en Rusia, era, como se expresó Lenin en las “Tesis de Abril”, una revolución
imperativa, total, inmediata, violenta y universal, sin transiciones. La dirección de esta Revolución
solo podría ser conducida exclusivamente por los bolcheviques. Las “Tesis de Abril” eran así un
compendio de la concepción revolucionaria de Lenin, que acababa de regresar del exilio de casi
dos décadas (se encontraba en Zúrich, y fue conducido a Estocolmo en tren por el comando mayor
alemán, apoyado por el Ministro de Relaciones Exteriores Richard von Kühlmann, con el fin de dar
fin a la guerra), y marcaba el derrotero táctico para llevarlo al poder: culminar la guerra, negar el
Gobierno provisional, conferir todo el poder a los Soviets, confiscar la banca, asaltar la propiedad
privada agraria, reemplazar el ejército y crear una nueva Internacional.

La audacia de Lenin consistió en realidad en romper el tabú de la ortodoxia marxista que insistía
en la necesidad de fortalecer primero el capitalismo industrial, para desarrollarse un proletariado
activo y sólido, y de este modo lograr la madurez necesaria para conducir a la revolución
socialista3. La línea neta que separaba a Lenin de los mencheviques, tan marxistas como él, era el
no aplazar indefinidamente la revolución, y la línea relativa que lo unía con los socialista-
revolucionarios de izquierda, era repartir la tierra a los campesinos, difiriendo en el método de
hacer la colectivización de la tierra. Lenin confió en la capacidad de su partido vanguardista y
ultradisciplinado para conducir la marejada revolucionaria, precipitar las consecuencias hasta el
extremo, dar tierra, firmar la paz, confiscar la banca, esperar que fuera la vida histórica-social la
que hable.4 El inverosímil proyecto arquitectónico de Vladimir Tatlin (1920), para la sede la Tercera
Internacional, simbolizaba el poderío y orgullo bolchevique, la idea de que el eje de la historia (el
Ángel nuevo) pasaba de París a Moscú.

La Revolución Rusa rompió, en el imaginario revolucionario, la historia de la humanidad en dos: el


pasado que era preparatorio y el futuro glorioso que se ponía a sus pies. Esta ruptura en dos
persistió, casi incólume, hasta la caída final del telón en 1991. Los setenta y cinco años de
existencia de la Revolución eran la muestra fehaciente de un logro inconmensurable, la idea que la
Revolución fue inspirada por un principio superior humano, una gesta que resumía heroísmo
popular, justicia social comunista y antiimperialismo implacable. Esta imagen utópica, también la
había esgrimido Condorcet, más de un siglo antes de Lenin. Pero el contiuum que va de Lenin,
pasado por Stalin, hasta Gorbachov, es sorprendente. El ideal comunista, nublado por la pérdida
de los derechos individuales y la brutalidad estalinista, no resta el valor de haberse realizado un

3
A diferencia de la Revolución francesa, la Revolución rusa está atada indudablemente a un nombre, Lenin.
En Francia, los nombres corresponden más bien a facciones de la burguesía, a Sieyés, Mournier, La Fayette,
Barnave, Brissot, hasta los más preclaros de Robespierre y Dantón. Solo con el cesarismo decidido y su
arrogante magnetismo carismático, el nombre de Napoleón logra una perpetuación de significado
perdurable universal. La comparación entre Napoleón y Lenin, por lo demás carece de otro sentido, pues
como escribe Georges Lefebvre “es inútil investigar la finalidad” de la política de Napoleón, “pues no existe”.
Con Robespierre la afinidad descansa, en que Lenin, como el líder jacobino, al decir de Mirabeau, “cree todo
lo que dice”.
4
Si tomamos como referencia el clásico análisis de Karl Kautsky, el teórico indiscutible de la II Internacional
socialista, “¿Qué es una revolución social?” (1902), la audacia de Lenin se puede tomar como una
heterodoxia inaudita. Kautsky, que hace constantes referencias a la teoría evolucionista, insiste en que la
revolución opera de un salto como el feto al nacer. En el momento adecuado, este se desprende de la
madre. “Lo mismo vemos en la sociedad. Aquí también las revoluciones son el resultado de un desarrollo
lento y gradual (la evolución).” Para que el bebé sobreviva al parto, deben estar sus previas condiciones
orgánicas desarrolladas convenientemente. Para que se efectúe una revolución proletaria, se presupone,
para Kautsky, no solo una lucha de clases vigorosa, sino un gran Estado nacional, poderoso en lo militar y
burocrático, una ciencia de la economía política y un acelerado crecimiento económico de tipo capitalista.
Ninguna o muchas de estos prepuestos, al menos en las condiciones esperadas por Kautsky, se cumplían en
la Rusia zarista. Kautsky, debemos recordar, fue muy admirado por Lenin por su polémica contra Bernstein,
pero luego fue señalado como un traidor a la causa marxista.
ideal filosófico humanista, que inspiró a millones de hombres, a pueblos enteros, y en sus aspectos
doctrinales centrales, fue fiel asimismo.5

Sinteticemos brevemente: la Revolución rusa, como parte de la misma Gran Guerra, disolvió o
contribuyó decididamente a disolver tres mundos históricos yuxtapuestos. Con la toma del Palacio
de Invierno se culminó la destrucción del viejo y centenario tronco imperial de los Romanov, con
todos sus vicios feudales, con todas sus crueldades y arbitrariedades, su arrogancia y atraso
ofensivo; con la Revolución rusa se puso en jaque por primera vez decisivamente el orden
capitalista, la sociedad burguesa y los valores inherentes a su filosofía del progreso y humanismo
individualista, que habían tenido su ápice con la Revolución francesa (1789); y con los
bolcheviques dirigidos por Lenin se descartó la interpretación marxista ortodoxa que ostentaba
hegemónicamente la Socialdemocracia alemana, desde los años del Programa de Gotha (1875), y
se sentó un criterio diferenciador para el futuro de la internacionalización de la revolución
proletaria.

Diez días que estremecieron el mundo (que se convertiría en manual escolar en Rusia) del
periodista norteamericano John Reed, es un vibrante relato, fiel en su pasión por la Rusia
soviética, escrito en caliente, al hilo pues de los acontecimientos que presenció. Pocos días antes
del golpe del 6 de noviembre, que sella el triunfo de la Revolución bolchevique, la ciudad de
Petrogrado lucía así. Es el preludio, al terremoto social:

“Petrogrado ofrecía por entonces un curioso espectáculo. En las fábricas estaban repletas de
fusiles las salas de los comités; iban y venían correos; la guardia roja aprendía la instrucción. En
todos los carteles se celebraban mítines cada noche, y los días trascurrían en medio de
apasionadas e interminables discusiones. En las calles, la multitud se condensaba a la caída de la
tarde y se esparcía en lentas olas por la perspectiva Nevski, disputándose los periódicos… Los
atracos a los transeúntes se sucedían con tanta frecuencia que era peligroso aventurarse por la
calles trasversales. En la Savodaia vi en plena tarde a una muchedumbre de centenares de
personas pegando y pisoteando a un soldado, a quien habían sorprendido robando… Misteriosos
individuos merodeaban entre las ateridas mujeres de las colas del pan y de la leche,
cuchicheándoles que los judíos habían acaparado los stocks de víveres y que los miembros de los
Soviets vivían en la opulencia, mientras el pueblo se moría de hambre…

5
Un balance histórico discreto sobre la Revolución rusa se pueden leer en Alland Tod Las revoluciones,
1789-1917 y Charles Tilly Los movimientos sociales, 1768-2008.
“A la puerta del Smolny, en la verja exterior, la guardia exigía y examinaba minuciosamente los
permisos de entrada. En las salas de reunión había, día y noche, un zumbido constante;
centenares de soldados y obreros dormían incluso en el suelo, como podían. En el primer piso, en
el salón de sesiones, se apretujaba un millar de personas durante las tumultuosas deliberaciones
del Soviet de Petrogrado.

“En los clubs se jugaba febrilmente del anochecer al alba; corría en champán a raudales; las
apuestas alcanzaban altas cifras, hasta veinte mil rubros. Las calles y los cafés del centro
rebozaban de prostitutas, cubiertas de joyas y lujosas pieles.

“Complots monárquicos, espías alemanes, contrabandistas fraguando planes…

“Entre la lluvia y el frío, bajo el cielo gris, la gran ciudad, palpitante, aceleraba su carrera… ¿Hacia
dónde?”

¿Hacia dónde? Hacia la revolución proletaria mundial. Allí trataremos de llegar en las páginas
siguientes.

2. La Revolución rusa

“La Revolución de Octubre rasgó repentinamente las nubes, sus


llamas se extendieron a los rincones más remotos de la tierra, llevando el
mensaje del cumplimiento de la suprema promesa que la Revolución de
Febrero había hecho.”

Emma Goldman

El inmenso imperio ruso toca el fin del siglo XIX, con una monarquía zarista absolutista, ilimitada,
autocrática y semi-patrimonialista, en cuya cabeza de encuentra Nicolás II. Inmune a todos los
cambios insinuados de modernización política, Nicolás II seguía una línea heredada de
intransigencia monárquica y con la voluntad férrea de ser él el representante divino para todas las
Rusias. Nicolás II, presa de indecisiones y sin ambiciones precisas, era solo un instrumento de su
mujer Alexandra (nieta de la reina Victoria y nacida en Alemania), y se apoyaba en las viejas
instituciones, de la Iglesia ortodoxa, el ejército, la policía y la alta burocracia y alta nobleza. Solo lo
alteraba para los años anteriores a la Revolución de 1905, el asesinato de su jefe de policía y
ministro del interior Vyacheslav von Plehve, que concitaba odios en todos los sectores de la
población. Le repugnaba al zar la palabra de intelectual como al hablar de sífilis. Confesaba solo
haber amado a una bailarina, a la que llamaba “mi canario”, y regalaba joyas de un cuarto de
millón de rublos.

La Rusia tardo-zarista, gobernada por el tronco Romanov (Holstein-Gottorp) durante tres siglos
consecutivos (Miguel I, inaugura la dinastía en 1613), es un enorme imperio de más de 130
millones de habitantes, el 80% de los cuales es campesino y el 80% de ellos vive en gran pobreza.
Es pues el imperio más grande mundo y sin duda de los más rezagados de toda Europa. Su
composición es muy compleja, multiétnica y dispersa, y apenas es concebible el haberse
mantenido como unidad política. La religión oficial es la religión ortodoxa rusa, sometida al
Santísmo Sínodo, bajo la administración del zar desde Pedro el Grande; siguen las religiones
católica (en Polonia) y la luterana (en el báltico), más o menos independientes y oprimidas; la
religión judía (en el sur, por la ciudad de Odessa), duramente perseguida (había más de 500
disposiciones discriminatorias) y que va a ser víctima de oleadas de pogroms, desde el asesinato
del zar Alejandro II en 18816; la religión musulmana (en las regiones trascaucásicas: Armenia,
Georgia, Azerbaján), que gozaba de autonomía. Se sumaba a esta diversidad, los complejos
problemas nacionales, cada uno con sus demandas propias: letones, polacos, tártaros, finlandeses,
georgianos, lituanos, estonios, bielorusos, ucranianos, cosacos del Don y Kubán, mongoles,
calmucos, saboyedos, etc. “Existen sesenta pueblos principales”, sostiene Henri Barbusse.

Los dos grandes centros urbanos rusos son Petrogrado y Moscú, con algo más de dos millones de
habitantes para 1917. Las otras ciudades importantes eran Kiev, Odessa, Bakú, Riga, Jarkov,
Arkángel en la Siberia, y Vladivostok en el Pacífico. Llamada Sankt Peterburg (cambia su nombre
entre 1914 y 1924), Petrogrado fue fundada por Pedro el Grande en 1703, como “ventana a

6
Ante los violentos pogroms contra los judíos, grupos de ellos emigran hacia Palestina, para refundar un
nuevo Israel, conforme los ideales expresado por el padre del sionismo, Theodor Herzl.
Occidente”, y siete años después fue erigida como capital del imperio en reemplazo de Moscú. En
su grandeza y monumentalidad, con sus astilleros, puentes imponentes, inmensos palacios,
amplias avenidas, catedrales (como la de Kazán), contribuyeron activamente arquitectos
franceses, alemanes e italianos. La ciudad creció en forma vertiginosa, una vez se liberan la
servidumbre hacia 1861, como residencia imperial y centro industrial y luego, al imprimirse a
finales del siglo XIX un acelerador a la industrialización, logró un gran desempeño de escala
mundial. Petrogrado pasó a llamarse Leningrado a la muerte de Lenin en enero de 1924 y retorna
a su nombre original, tras plebiscito en 1991.

Moscú, por su parte, fue para finales del siglo XI, un pequeño poblado habitado por tribus eslavas.
Para 1327 era la capital del Principado de Moscú, asediada constantemente por los mongoles (los
asedios se prolongan hasta la campaña de Napoleón en 1812). Deja de ser capital por decisión de
Pedro el Grande que la traslada a Sankt Peterburg. Los bolcheviques, en vista de la vulnerabilidad
del asalto de las tropas alemanes, deciden restaurar a Moscú como capital en marzo de 1918 hasta
el día de hoy. Ya desde el siglo XIV empieza la construcción del Kremlin, o conjunto de residencias
amuralladas y centro de residencia del príncipe, y desde el siglo XV centro de la cultura moscovita.
Murallas y catedrales, con cúpulas doradas en forma de bulbos fantásticos, van a dar identidad al
conjunto urbanístico. Lenin se traslada a vivir en el interior de sus edificaciones y en la época de
Stalin se reconstruyen sus edificios más representativos7.

::::::::::::

Habría que anotar, antes de ingresar a los acontecimientos puntuales que competen a esta
conferencia, que la aceleración del capitalismo en Rusia se hace por impulso de su primer ministro
el conde Witte, con afluencia de grandes capitales procedentes de Francia e Inglaterra. Este
ingreso de capitales (y por tanto dependencia político-diplomática) es favorecido por el rechazo de

7
Para los años siguientes a la Revolución de Octubre, Moscú ofrecía, a diferencia de Petrogrado, una
vitalidad emergente. Emma Goldman registra su mercado: “El mercado principal era el una vez famoso
Soujarevka, el cual ofrecía la imagen más sorprendente de incoherencia que había visto hasta ahora en
Rusia. Gente de todo tipo y posición se reunía allí, desnudos de sus atavíos de casta. El aristócrata y el
campesino, el culto y el vulgar, el burgués, el soldado y el trabajador se codeaban con el enemigo de ayer,
pregonando lastimosamente sus mercancías o comprando febrilmente. Las antiguas barreras habían
desaparecido, no gracias a la igualdad del comunismo, sino a la necesidad común de pan, pan, pan. Aquí se
podían encontrar iconos exquisitamente tallados y clavos oxidados, bellísimas joyas y vulgares baratijas,
chales de damasco y edredones de algodón descoloridos… Era verdaderamente un sobrecogedor
espectáculo de instintos primitivos, que se imponían sin restricción ni miedo.”
Alemania de ratificar sus pactos comerciales8. Esta industrialización por arriba aceleró el
crecimiento de los centros urbanos, de campesinos procedentes de las comunas rurales (mir u
obshinas), en industrias de gran escala, como el célebre complejo industrial Putilov de casi 20.000
obreros, hacia 1917. También generó en las masas de trabajadores una suspicacia redoblada y una
rebeldía mayor (un sentimiento de nacionalismo anticolonial) frente a los capitales extranjeros, la
sensación de ser víctimas del capitalismo internacional en expansión.

Esta modernización económica del imperio de los Romanov, no va, empero, de la mano con las
exigencias de una democratización política de corte liberal o moderado, que demanda la burguesía
(su cabeza, el exsocialdemócrata, Peter Struve). Justamente tras la Revolución de 1905, el
modernizador Stolopin combinaba la represión policíaca (a sus horcas las llaman “las corbatas de
Stolopin”) con una disolución de las comunas rurales. Esta modernización generaba, que esa
rápida migración del mujik del campo a la ciudad, alentara la añoranza por la tierra comunal, en un
momento en que, al tiempo, se producía una reforma agraria de corte liberal, vale decir, de
creación de una capa de propietarios individuales (estilo de farmer norteamericano9).

Una palabra sobre la corte imperial. La vida íntima de la corte zarista, en particular de los
desvaríos mentales de la zarina Alejandra Feodorovna, es retratada de modo excepcional por Ana
Virubova en su Diario íntimo (1909-1917). Ana Virubova era la confidente más cercana y quizá la
única amiga de la zarina, quien descargaba todos sus temores, odios, angustias y proyectos sobre
un ser cuyo celo y entrega durante estos años fue ejemplar. La corte era una densa telaraña de
intrigas, amenazas e incertidumbres tejida por mil hilos invisibles e indescifrables. La madre de
Nicolás II (la viuda de Alejandro III, llamada la Irascible) odiaba a la intrusa zarina (su origen es,
como anotamos, alemán); los príncipes de mayor poder traman con despedazar el imperio; los
políticos liberales quieren imponer una horrenda constitución; Guillermo II les desata una guerra
devastadora; los sufridos mujiks retuercen los puños de hambre; los revolucionarios son una
peste, que en cualquier momento estrangula la pareja real… La gran desconfianza recíproca, de
todos contra todos, es el personaje ubicuo en esta irrespirable atmósfera palaciega.

8
El distanciamiento con Austria, de su parte, se motivó por las pugnas en torno al control de Serbia. Al
iniciar la Primera Guerra mundial, el territorio del Imperio Austro-húngaro, aparte de sus propios reinos,
comprende al Tirol del Sur, Checoslovaquia, Galizia, Hungría, Rumanía (Transilvania) y Bosnia-Herzegovina.
9
Hay que recordar que también en Francia, en vísperas de la Revolución de 1789, se había experimentado
una creciente disolución de la comunidad rural, en favor de la aristocracia que se favoreció de ello, como
dice Albert Soboul.
Grigori Rasputín es de lejos el centro articulador de la vida de exaltación mística y veneración
supersticiosa de la zarina, a la que el monje siberiano (el santo Staretz) domina a su voluntad y a la
vez la zarina domina a capricho a su endeble marido Nicolás II (Nicky). La zarina ve por la niña de
los ojos del extravagante chamán, no solo uno más entre los múltiples magos, pitonisas (como la
tenebrosa Agripina), adivinos, curanderos y santos que se hospedaban en el palacio real y daban
un toque de extravagante asilo a estas singulares sombras humanas del pretérito. Rasputín es la
estrella que guía las tinieblas mentales de la zarina; hace gala de curar al zarévich de sus ataques
de hemofilia, y pone y depone ministros a capricho. Esta estrambótica presencia del poderoso
embaucador, expresa a cabalidad el grado de degradación e irracionalidad arbitraria que emana
de una de las potencias históricamente más importantes de Europa.

La descarada y grotesca manipulación de la zarina por Rasputín (el consejero enviado de Dios)
tiene el mayor interés en este Diario de Virubova10. El asesinato de este, visto como “el Cristo
crucificado por los enemigos” de la corte, ocupa un lugar irremplazable como documento psico-
histórico, gracias al cual nos podremos adentrar a las patéticas escenas de su defunción. Al llegar
el cuerpo del ilusionista, se lavó y se besaron piadosamente sus heridas. La zarina se quedó con la
camisa ensangrentada. La pérdida de Rasputín embargó en la mayor amargura a la emperatriz que
pasó por días terribles, que calificó el crimen de abominable. Todo en ella era dolor y angustia,
desolación sin consuelo. Rasputín no solo era el sostén psico-moral de la zarina, sino el mismo
sostén y garante futuro del imperio. Con el asesinato del monje, en ese funesto 16 de diciembre
de 1916, “su vida (la de la zarina) sobre la tierra ha concluido”, anota el Diario. Su santa Memoria
es protegida, al destinarle al cadáver embalsamado una capilla secreta en el parque imperial.
Naturalmente que después de muerto, sueña la zarina con el mártir, se le aparece en visiones
(“pálido y muy triste”) y le comunica dulces consejos.

:::::::::::::::

Rusia ingresa a la Guerra mundial, que estalla el 14 de agosto de 1914, como aliada militar de
Francia e Inglaterra (la Entente)11. La alianza de Rusia con Francia, databa desde 1897, por motivos

10
En un pasaje del Diario Secreto se reproducen palabras de la zarina sobre Rasputín: “Lo es entonces y lo es
ahora. Grigori es nuestro amigo, nuestro salvador, un hombre sencillo que no conoce ciencia ni astucia…
Pero se mostró más fuertes que ellos [los enemigos de la corte], porque está inspirado por el Espíritu Divino.
Ahora, desean alejarlo de nosotros para despejar el terreno en su provecho. Pero se equivocan”.
11
La triple Entente, o alianza (Inglaterra, Francia y Rusia), se consolida desde 1907, entre las potencias que
se oponen a las pretensiones de los imperios alemán y austro-húngaro. Entre estos dos bloque de las
de conveniencia ante el anhelo de Alemania de destrozarla y así quedarse con sus apetecidos e
inmensos recursos naturales. Alemania, a su vez contaba como aliada con el imperio austro-
húngaro, y con quien disputaba su dominio sobre los Balcanes. Por esta razón, el asesinato del
heredero de trono del imperio Austro-húngaro, Francisco Fernando, que al parecer se oponía a la
anexión de Serbia, dio pie para que Rusia se involucrara en la guerra de lleno confiada en sus
propias capacidades bélicas, enormes (pero ya anacrónicas o insuficientes) para una guerra que se
preveía, de corta duración, de meses o quizás semanas, conforme la experiencia antes acumulada.
Pero el Plan Schliffen, minuciosamente elaborado durante décadas por el comando mayor alemán,
de tomar París en menos de seis semanas y así hacer frente al torpe avance de la maquinaria rusa,
fracasó rotundamente. No fue por meses sino por años, que los frentes de guerra de Alemania, al
oeste en Bélgica y Francia, (y con menor rigor, al este con Rusia), se empantanaron en trincheras
práctica y desesperadamente inamovibles, con lodo hasta la coronilla, en medio de un fuego
cruzado de batería pesada nunca antes no soñado.

La Rusia imperial de Nicolás II entró a la guerra pues con sus propios recursos y con sus propias
miras. Rusia tenía un ejército activo de más de tres millones de hombres, y llegó a movilizar el
primer año hasta más de cinco millones entre activos y reservistas. Su comandante, el general
Vladimir A. Sujomlínov, acuñado a la antigua, confiaba solo en los viejos métodos preindustriales
de avanzar con tropas de campesinos dispuestos al sacrificio y que no se arredraban ante ningún
obstáculo. El fracaso de sus técnicas bélicas anticuadas se puso en evidencia poco después. Sin
armamentos suficientes, sin munición llegada a tiempo, sin transportes adecuados para movilizar
tropas y víveres, la roñosa Rusia, evidenciaba en la guerra toda la carcoma de un sistema
tardoimperial que caería irremediablemente tres años más tarde.

Si en los primeros meses de la guerra el fracaso en el frente contra Prusia Oriental se compensó
con el triunfo sobre las tropas austro-húngaras en Galitzia, luego de un año el desastre militar era
casi total, y si no se llegó a capitular, fue por haberse considerado un desastre de consecuencias
incalculables. La anterior derrota de Rusia por Japón había sido no solo humillante sino había
alentado una Revolución que, si se frustró, era una amenaza inminente. Guerra perdida y

grandes potencias europeas se libra la Primera Guerra mundial. Japón entra a la guerra el 23 de agosto de
1914 y Estados Unidos ingresa, más tarde, en abril de 1917 (por el hundimiento indiscriminados de barcos
por parte de los alemanes) en apoyo a la Entente. Para el estallido de la Guerra mundial, Rusia cuenta con
un ejército de tres millones y medio de soldados, Alemania algo más de dos, Francia un millón ochocientos
mil y Austria-Hungría con millón trescientos mil. Inglaterra, propiamente sin ejército, se vale de su poderosa
flota naval.
revolución social se podrían tener como gemelos indeseables. El zar, por lo demás, contaba
todavía con reservas en hombres y territorios que todavía podían recomponer la situación (en los
primeros meses perdieron unos dos millones de hombres). El endeudamiento era abrumador (40
millones diarios costaba la guerra) y casi la mitad de la población masculina se vio envuelta en el
conflicto, lo que deterioraba todos los términos de las actividades económicas, principalmente las
agrarias.

Un año después (verano de 1915) el ejército ruso se rehabilita, en forma sorprendente, bajo el
mando del General Alexis Polivánov12, mientras Nicolás toma la insensata decisión de ponerse él
mismo al frente de guerra (su presencia era más bien ornamental y simbólica) y dejar la dirección
política del imperio a la cabeza de la zarina Alejandra Fiodorovna (príncesa de Hesse, es decir, de
origen alemán) y su confidente el disoluto “monje loco” Gregori Rasputín. Rasputín ejercía, como
ya vimos, una influencia inmoderada y perversa en la corte, al controlar, por hipnosis, la hemofilia
del heredero de la monarquía, el zarévich Alexie, y por su impudicia astuta para tomar decisiones
de alta incumbencia. Así la terca y colérica zarina ponía y quitaba ministros, solo con el criterio de
la lealtad y sumisión a su camarilla cortesana. El pánico de perder el trono, de hundir en el fango la
dinastía de los Romanov, justificaban todas las descocadas acciones de la zarina.

Entre tanto, la guerra va labrando la tumba del zar, al agudizarse el hambre, el desabastecimiento,
la carestía en las ciudades (los campesinos rechazan el envío de cereales a las centros urbanos), y
al irse socavando la confianza de las elites, aun las más conservadoras, por la figura imperial. El
precio internacional del rublo está en el piso. En la Duma (este órgano medio-parlamentario
proveniente de 1905) los más diversos partidos, como el Bloque Progresista, se alinean contra el
zar. El escabroso asesinato de Rasputín, perpetrado la noche del 16-17 de diciembre de 1916, por
Félix Yusúpov, multimillonario pariente cercado al zar, ensombreció la vida íntima de la pareja real
y fue como una advertencia del tenebroso fin próximo de la dinastía. En estas condiciones, la fuga
en el yate Standard de la familia imperial, consumía las energías a los más íntimos a mediados de
febrero de 1916. Todo indicaba el colapso de Nicolás II.

El dilema para esta elite parlamentaria ya para esa fecha de 1916 no era propiamente si dar el
golpe al zar sino cuál era el momento más propicio, antes de que el estallido popular tomara un

12
Tal vez la batalla más brillante del ejército ruso en la Primera Guerra mundial la dirigió el general Alexey
Brusilov el 4 de junio de 1916, que humilló a los ejércitos austro-húngaros, pero con una pérdida de un
millón de hombres. A comienzos de 1917 los ejércitos alemanes ocuparon Bucarest y los yacimientos
petrolíferos de Ploesti.
rumbo insospechado. En medio de esa crisis, emerge la furia retórica de Alexander Kérenski, jefe
de los Kadetes de izquierda, para denunciar en un discurso incendiario (1 de noviembre de 1916)
al gobierno por alta traición y a la incompetencia de los ministros del zar como los verdaderos
enemigos de Rusia. Lo secundan otras voces, como el discurso de Pavel Miliukov contra el ministro
de exteriores, Borís Stürmer, que se reprodujo en hojas clandestinas por millones y llegó a tener
una influencia decisiva.

:::::::::::::::

Si el fin de 1916 era sombrío, principios de 1917 da la puntillada mortal a la dinastía. La fecha del
domingo 26 de febrero de 1917 marca el comienzo del fin no solo para la dinastía imperial, sino
para toda la vieja estructura social rusa. Se reiteraban los sucesos de 1905, pero ya en una escala
irreversible. Ese día las masas de Petrogrado salieron airadas a la calle a protestar contra el
hambre, la represión y la guerra. En la Plaza Znamenski fueron acribilladas por el regimiento
Volinski de la Guardia de palacio.

El destino de Nicolás II, que se encontraba por fuera de la capital, en Moguilev, estaba sellado
definitivamente. El descontrol fue total cuando al día siguiente, los soldados de palacio se
amotinaron contra el zar, más de la mitad de los 160.000 acuartelados13. En seguida, los obreros
empuñaron los fusiles. Se abrieron, en consecuencia, las cárceles. Este explosivo y sorprendente
levantamiento de soldados (campesinos recientemente incorporados como reservas para la
guerra), se alimentó de las protestas masivas de obreros que impusieron su ley en el Distrito de
Víborg. Las palabras ciudadano (grazhdanka) y camarada (tovarich) se generalizaron entre la
población. La hoz y el martillo emergieron, con el rojo de la bandera que ondeaba aquí y allá,
como símbolos del trabajo manual y colectivo y de la revuelta social.

La consecuencia política fue inmediata y sorprendente. El zar declara anulada la Duma (especie de
parlamento que funcionaba a medias desde 1905), y la Duma duda en hacerse con todo el poder y
desconocer al zar. Entre tanto se levanta el primer Soviet de Petrogrado (sesiona en el Palacio del

13
Las deserciones empezaron a menudear a partir de 1916, pues los ejércitos rusos, a diferencia de
franceses, ingleses o alemanes, no comprendían la razón de la lucha. Muchos campesinos de origen (para
quien solo existía su terruño y el zar), no habían oído antes de la existencia de Alemania. Los
amotinamientos no fueron solo de soldados rusos. Cuarenta mil soldados franceses también se rebelaron
contra el general Nivelle a finales de 1917. Los ejércitos italianos y otomanos se caracterizaron por
deserciones y el espíritu poco confiado en la victoria final de sus tropas. En el alemán se derrumbó la moral
solo hasta los meses finales de la contienda.
Táuride, a lado de la Duma), que encarna la legitimidad del movimiento revolucionario, disputa
con la Duma la autoridad del poder y por supuesto da por un hecho la caída del zar. La Duma
duda, pero se reúne y se aviene a tomar medidas de urgencia para contener los desórdenes (se
autodenomina “Comité Provisional de los Miembros de la Duma para el Restablecimiento del
Orden en la Capital y el Establecimiento de Relaciones con Individuos e Instituciones”), y el Soviet,
compuesto por unos 3.000 delegados (2.000 soldados y 1.000 obreros), tiene sus propios objetivos
radicales. Nace el poder dual: Duma y Soviet.

El Soviet es el pueblo en acción; una organización popular espontánea muy activa y decidida,
elegida por las bases de soldados, campesinos y obreros. El Soviet expresa el descontento
dispuesto a no negociar con las carcomidas instituciones establecidas; el Soviet aborrece al zar, a
la delincuencia organizada de las elites imperiales y tiene una sospecha, cada vez más creciente,
por los políticos profesionales (los políticos liberales). La guerra le horroriza, anhela la paz, reclama
la tierra perdida y protesta contra el hambre, las enfermedades, los sufrimientos. Es consciente el
Soviet de su poder popular, de la genuina autonomía de su consejo auto-gestionado.

Si el Soviet es expresión del hondo descontento de las masas y la auto-conciencia de sus intereses
de clase, es también una institución dirigida por un órgano directriz (Ispolkom), compuesto por
dos docenas de intelectuales representantes de los partidos socialistas radicales (bolcheviques,
mencheviques, socialistas revolucionarios), que buscan justamente profundizar y llevar hasta sus
últimas consecuencias la revolución ya desatada. Esta dualidad de poderes, entre la Duma y el
Soviet, seguirá hasta octubre y se constituye en la clave de la Revolución rusa.14

El Soviet de Petrogrado tiene una vida muy activa; es foro de discusión y también radio de
publicación decidido, de modo que da vida a periódicos como Izvestia y Golos Soldata15. Este

14
Esta dualidad de clases expresaba dos propósitos contrapuesto inminentes: por ejemplo, mientras el
ministro de relaciones exteriores, el historiador Miliukov, declaraba la intención continuar la guerra, el
Soviet se oponía a favor de la paz. Los Soviets se constituye como la experiencia propia de organización
espontánea popular, ante la ilegalidad de los partidos políticos de oposición de izquierda y la inexistencia de
sindicatos obreros.
15
Para el 28 de febrero, el primer número de Izvetia, publica el Manifiesto programático: “Para llevar la
lucha por los intereses de la democracia a buen fin, el pueblo tiene que crear su propia organización de
masas. Ayer, 27 de febrero, se ha fundado en la capital el Soviet de diputados obreros, formado por
representantes elegidos de las fábricas, de las tropas sublevadas así como de los partidos y grupos
democráticos y socialistas. El Soviet de diputados obreros… considera su tarea fundamental: la organización
de las fuerzas populares y de lucha por el definitivo aseguramiento de la libertad política y de la soberanía
popular en Rusia.” Para marzo, el dominio lo poseen los socialista-revolucionarios y mencheviques. Su
presidente es Czheide, y sus dos sustitutos Skobelev y Kerenski. Luego se forma un Politburo de 7 miembros
incremento explosivo de una opinión pública por primera vez libre, sin restricciones de censura y
persecución policiaca, es el resorte de una inusitada oleda de publicaciones, conferencias,
encuentros, mitines y congresos que caracterizaron los meses de febrero a octubre de 1917. Esta
oleada de discusiones, hacía que en todas partes “brotara de improviso la discusión”, como
observa John Reed.16

Sucede pues lo temido, lo esperado y más que deseado. Casi al filo de la media noche del dos de
marzo de 1917 en la población de Pskov, Nicolás II abdica de la corona de los Romanov a favor de
su hermano Miguel Alexandrovich, siendo la primera de las tres grandes dinastías que caerán
como consecuencia de la Primer Guerra mundial (las otras serán los Hohenzollern, al abdicar
Guillermo II como Emperador de Alemania el 9 de noviembre de 1918 y los Habsburgo, al abdicar
Carlos I como Emperador de Austria casi simultáneamente el 13 de noviembre de 1918, sin contar
la disolución del imperio otomano, al ser destronado Mehmed VI el primero de noviembre de
1922)17. La abdicación misma de Nicolás II no resolvía nada de fondo, pues el congratulado, Miguel
(un marginado de la familia por haber contraído matrimonio con una plebeya separada), se
sorprendió con el nombramiento y decidió con gran cordura renunciar a esta designación.

Ante el vacío de poder legítimo la Duma se encargó de asumir el gobierno sin la experiencia ni la
legitimidad adecuadas y exigidas en esta crisis sin antecedentes.18 La Duma, como cuerpo del

que se amplifica a 24. Actúa activamente, como miembro del Comité ejecutivo, la bolchevique Alexandra
Kollontai. Solo hasta septiembre los bolcheviques (que tienen fuerza en los Soviets barriales) logran el
dominio del Soviet central. El número de Soviets durante el curso del año en toda Rusia se podría calcular en
400 en mayo, 600 en agosto y 900 en octubre.
16
Por esos meses se publicó nuevamente por millares y se leyeron con fervor a Gogol, Tolstoi, Gorki. Se
representó al austríaco Schnitzler. También en la Revolución francesa la prensa y múltiples formas de
escritos como canciones y cuartillas invaden las calles, se discuten los temas del día, las ideas más
apasionadas en plazas y en los clubes de agitación política.
17
La líder anarquista ruso-norteamericana Emma Goldman, registra en sus memorias el glorioso suceso:
“Los odiados Romanov fueron por fin arrojados del trono, el zar y su secuaces despojados del poder. No era
el resultado de un golpe de Estado; el gran logro fue alcanzado por la rebelión del pueblo entero. Hasta ayer
estaban inarticuladas, aplastadas, como lo habían estado durante siglos, bajo la bota del absolutismo más
cruel, insultadas y degradadas, las masas rusas se habían alzado a exigir su herencia y proclamar al mundo
entero que la autocracia y la tiranía habían terminado para siempre en su país. Estas noticias gloriosas eran
el primer signo de vida en el vasto cementerio de guerra y destrucción que era Europa. Inspiraron a todas las
personas amantes de la libertad una esperanza y un entusiasmo nuevos; no obstante, nadie sentía el
espíritu de la Revolución como los nativos de Rusia desperdigados por todo el globo. Veían a su amada
Matushka Rossi ya hacerles una promesa de hombría y aspiraciones.”
18
Se podría tomar como referencia lejana la abdicación de Carlos IV y Fernando VII en Bayona a favor de
emperador Napoléon en mayo de 1808, que dejó la dinastía española acéfala. Se inició así el movimiento
juntero que, a la postre, contribuiría a dar lugar a la Independencia hispanoamericana. De este modo una
guerra internacional se convierte en una guerra civil de independencia.
Gobierno provisional, desconfiaba de su precaria autoridad de transición, se sentía dividida por
fuerzas dispersas; temblaba en el fondo por la carencia de un proyecto concreto de nación. Con la
abrupta caída de Nicolás II, se cerraba el dominio de un zar destinado a la desgracia, desde el
primer día de su reinado, en que por un accidente murieron aplastadas unas dos mil personas en
una fiesta popular en la población de Jodinskoie Polie. La coronación del zar en mayo de 1896 se
abría con un desastre de proporciones desastrosas y se cerraba veinte años después con un torpe
acto de abdicación, como un cheque sin fondos para cubrir una deuda histórica impagable.

:::::::::::::::::::::

De marzo a noviembre de 1917, en resumen, las crisis se sucedieron por oleadas más o menos
regulares. En los primeros tres meses se sostuvo el primer gobierno provisional, al decidirse
proseguir la guerra; este fue reemplazado por el gobierno de Kerensky, con apoyo de socialista-
revolucionarios y mencheviques, todos los cuales se desprestigiaron de a poco de tres meses, al
aplazar las exigencias populares más sentidas; los tres meses de crisis posteriores en que se
persiguió en forma implacable a los jefes bolcheviques y se presentó la intentona de golpe militar
del general Lavr Kornilov19. Miremos de cerca estos intricados acontecimientos, que despejaron el
camino de Lenin al poder, al reconocérsele cada vez más autoridad por los Soviets, a medida que
eran sus consignas más claras (“paz, pan y tierra”), su audacia más efectiva y el descrédito de sus
oponentes cada vez mayor.

El primer Gobierno provisional, en cuya cabeza estaba el Príncipe Gregori E. Lvov, trató de hacer
frente a un sinnúmero de problemas, casi todo irresolubles en estas circunstancias: reforma
agraria, constituyente y paz. Así que para el momento en que renuncia Nicolás II (una renuncia
muy tardía), la situación es un inmenso imperio en guerra, sin una cabeza visible o símbolo de
poder tradicional reconocible; una Duma indecisa de escasa legitimidad pública y con los
miembros divididos en diversos bandos políticos, generalmente tímidos o sin experiencia, cuyo
pecado capital de origen fue no convocar inmediatamente la Asamblea constituyente; y un Soviet
que nace de la nada, solo con el antecedente de 1905, una especie de parlamento obrero,
decidido a radicalizar sus posiciones, en que estaban presentes delegados de cada uno de los

19
El general Kornilov en septiembre tenía la idea de aplastar a los Soviets, como cabeza de la revolución,
para lo cual exigía reunir todos los poderes para comandar el ejército, terminar con las deliberaciones en el
seno de las filas militares, crear nuevos cuadros de jefes y restablecer la pena de muerte en el frente por
deserción o sabotaje. Contaba con el apoyo de los Caballeros de la Cruz de San Jorge, las Uniones de Deber
militar y el Honor a la patria, la División voluntaria, entre otros.
regimientos, el Volinski, el Pavlovski, el Litovski, el Filanski, y muy significativamente el
Semionovski, que era la unidad que había sofocado en sangre el levantamiento de 1905.

El impacto de estos sucesos en la provincia se hizo en modo gradual y sin alteraciones. Los
campesinos demandaban la Repartición Negra y los obreros condiciones mejores de trabajo. El
desgaste del Gobierno provisional fue rápido y ya en abril, a dos meses de instalado, tuvo que
afrontar las primeras oleadas de protesta que lo desprestigiaron irremediablemente. Los mítines
de abril obligaron a dimitir al ministro de Guerra, Alexander Guchkov (uno de los más decididos
enemigos de Nicolás) y al ministro de Relaciones exteriores Miliukov20. Guchkov fue sustituido por
Kerenski que se la jugó toda a reanimar al ejército, gracias a sus super-emotivos discursos, que no
pudieron tapar con un dedo la realidad de más de las escalofriantes cifras de casi dos millones de
muertes, cinco millones de heridos y tres de prisioneros en los frentes de guerra. La Ofensiva
Kerenski en los frentes de Galicia y Bukovina, fue un fracaso21. Al inicio de julio siguiente (el 6 de
julio), se volvieron a presentar serios disturbios, esta vez instigados por los bolcheviques -Zinóviev,
Kámenev y Trotski, que operaban desde la lujosa residencia de la bailarina Kshesinkaya. Pero esta
vez hubo indecisión, improvisación y carencia de órdenes precisas para tomar las estaciones de
trenes, bancos, comunicaciones, las municiones y centro de abastos…

La lucha se libraba no solo entre la Duma y el Soviet de cara a la opinión pública. Había,
simultánea, una guerra subrepticia enconada. Durante estos casi nueve meses, entre febrero y
noviembre de 1917, seguía operando con comparativa sevicia la Orjana, o antigua policía secreta
zarista, que perseguía los enemigos del régimen. También se organizaron las “Centurias Negras”,
bandas de paramilitares con vocación abiertamente contrarevolucionaria. La opinión pública de la
clase alta clamaba por un “Napoleón ruso”, que los salvase, o que las tropas alemanas entraran a
Rusia y pusieran orden a todo esta anarquía. Preferían las elites (la nobleza, los banqueros, los
terratenientes) entregarse a los súbditos de Guillermo II que seguir envueltos en estas densa
atmósfera de incertidumbre y rebelión, por lo que la paz inmediata, a cualquier condición, con

20
El apoyo de Tseretelli a Miliukov, y luego Martov a Kerensky selló el destino de los mencheviques ante las
masas. Se mostró como una fracción marxista al servicio de una burguesía débil y de un liberalismo incapaz
de satisfacer las demandas políticas más apremiantes de campesinos, obreros y soldados: “paz, pan, tierra”.
También la popularidad de Chernov, dirigente máximo del partido socialista-revolucionario, se resquebraja
definitivamente en el marco del Congreso Campesino, celebrado a finales del noviembre de 1917, al
oponerse a la solución expedita de los bolcheviques a la cuestión agraria. Al cierre de ese Congreso, por el
contrario, la socialista-revolucionaria de izquierda Maria Spiridonova fue aclamada y reconocida como la
mujer más carismática y prestante de toda Rusia, conforme John Reed.
21
El ejército alemán repelió el ataque y se lanzó sobre Riga, ocupándola, en septiembre de 1917.
Alemania garantizaría de paso el aplastamiento revolucionario (también esa era idea de Rasputín).
Un industrial de apellido Riabusinski exaltó más los ánimos al decir que el hambre era una buena
disciplina para las masas.

Pero hubo muchas más torpezas más en estos meses para dar combustión a la caldera de odio de
clases. El bombardeo por cosacos del Soviet de Jarkov (anarco-futurista), en la zona huella de
Donetz, ahondó la irritación de las masas del país contra el Gobierno. La inconformidad era
enorme, la nación se encontraba sacudía hasta las entrañas. A la abdicación del zar, que se había
sido sentido como un primer paso a la solución de los problemas acuciantes, siguió el desengaño
en aumento. En consecuencia, los campesinos se llegaron a organizar en asambleas locales (242
en todo el territorio), que se expresaban en acciones más decididas y en demandas cada vez más
radicales. El hambre, la escasez de toda mercancía (la industria solo producía para la guerra), el
desorden y la inseguridad generalizado eran las notas del día a día. A mediados del año, toda
decisión del gobierno era mal recibida, la inacción o duda, peor juzgada.

Parecían así dadas la condiciones para el asalto final. Como vimos, la agitación de verano (16 y 18
de julio en el viejo calendario) fracasó, y mientras a Lenin se le acusaba de alta traición (quien
huyó de la capital en compañía de Zinoviev), se llevaron a los principales jefes bolcheviques a las
cárceles22. Había que armarse de paciencia y volver a encontrar la ocasión adecuada, que no
estaría demasiado lejos. Entre tanto, Kerenski se acomodaba en la cama de Alejandro III en el
Palacio de Invierno, a esperar el curso de los sucesos. Si a principios de julio los ánimos estaban
agitados, en agosto se presenta el espectáculo de la confrontación, entre el jefe de gobierno
Kerensky, y el comandante del ejército, Larv Kornalov, un individuo oscuro y hasta baladí (apoyado
por la “División salvaje” de tribus musulmanas del Asía central). Era el pulso por el poder entre dos
figuras cimeras del Gobierno provisional, cada uno con la miopía y debilidad que generan la
ambición personalista y la estrategia errada.

Konilov se vio prontamente neutralizado, por Kerensky, no sin altos costos para el Gobierno. La
acusación pública de traición y destitución de Kornílov, fue un golpe fatal para el prestigio de
Kerenski, que ahondó el desprecio que sentían por él conservadores y liberales moderados, sin
ganar el aprecio de socialistas y bolcheviques. De este modo, el gobierno perdió un sólido
respaldo, y no obtuvo un apoyo de ningún sector, mientras los bolcheviques, que se hallaban

22
Los levantamientos de agosto de 1917 dan lugar a la persecución a los bolcheviques, y son encarcelados
Trotski, Kamenev y Alejandra Kollontai. Lenin huye con Zinoviev a los bosques finlandeses.
distantes tanto del gobierno como del Soviet de Petrogrado, iban creciendo en popularidad. Para
septiembre y octubre, cuando el gobierno liberó, por falta de pruebas a los líderes bolcheviques, el
vacío de poder se sentía en todo el ambiente. Kerenski, sin embargo, desestimó el poder de los
bolcheviques y confió plenamente en aplastarlos en el momento decisivo.

El punto inflexión más crítico se presentó cuando el gobierno de Kerenski toma la decisión de
enviar la guarnición de Petrogrado al frente de batalla, y con ello pretender desarticular el poder
del Soviet de la ciudad, abiertamente hostil a su gobierno. No sirvió la medida. Desesperado, el
gobierno, mandó clausurar los periódicos de oposición (Novaia Russ, Shevoie Slovo, Rabotchi Put y
Soldat), arrestar a los líderes del Soviet de Petrogrado, obstaculizar el Congreso Panruso de
Soviets. Todo en vano.

Para la tarde del martes 24 de octubre (6 de noviembre, en el calendario gregoriano), Lenin y sus
colaboradores habían dispuesto de todo un esquema de asalto al poder, cuyo corazón estaba en el
Palacio de Invierno. La detención de los ministros del Gobierno Provisional era la joya de la corona
de un movimiento militar de masas, que comandaba el Comité Militar Revolucionario (en cabeza
de Trotsky), a nombre del Soviet, en que se combinaba tanto el sigilo y la audacia, los golpes a los
puntos neurálgicos del régimen y la movilización popular masiva. No siendo de lejos los
bolcheviques una mayoría en los cuerpos representativos de los Soviets de campesinos, obreros y
soldados, se mostraron, sin embargo, como los más decididos, con una disciplina de partido férrea
y una visión estratégica que se tradujo en el famoso asalto al Palacio de los zares (entre tanto,
Kerenski había trasladado a los monarcas a Siberia, para evitar una contrarrevolución), del 25 de
octubre/ 7 de noviembre de 1917.

La llamada Guardia Roja, formada por obreros industriales, se encargó, bajo la dirección de
Vladimir Antonov-Ovseienko (un matemático), de la toma de puntos clave, al formar piquetes
entrenados (para tomar oficinas de correos, centrales telefónicas, estaciones ferroviarias, el Hotel
Militar), que se realizaron la noche del 6 de noviembre. Hacia el mediodía del miércoles 7, se cerró
el Consejo de la República. El asalto al Palacio, programado ese día y solo para ese día (Lenin fue
enfático en escoger la fecha), fue enmarcado por escenas contradictorias como una tempestuosa
sesión extraordinaria del Soviet de Petrogrado, en la que enfurecidos contrincantes se acusaban
mutuamente de criminales, y una marcha de notables que deseaban inmolarse, patéticamente, en
la antigua residencia del zar. Millares de volantes, repartidos por bolcheviques, anunciaban el fin
del gobierno y la llegada triunfal de la revolución de obreros, campesinos y soldados. Como la
toma de la Bastilla en la Revolución francesa, la del Palacio de Invierno era un símbolo indiscutible,
el quiebre de un régimen despótico, la caída del Ancien regime.

El asalto del Palacio se hizo, de modo sorprendente, casi sin resistencia y apenas derramamiento
de sangre, dadas las circunstancias. En esa mañana del día señalado, el Comité Militar había
emitido una proclama a “¡Soldados! ¡Obreros! ¡Ciudadanos!”, con exclamaciones enfáticas: “¡Ni
vacilaciones ni dudas! ¡Firmeza, disciplina, tenacidad, decisión!”, “¡Viva la revolución!”. La fuerza
incontenible de las masas, que apoyaba el levantamiento militar, hizo inútil una resistencia
decidida. Los defensores de la antigua residencia de los Romanov, entre los que estaba el famoso
Batallón femenino de la muerte, se paralizaron de temor. Al irrumpir en el salón en que se reunían
los miembros del Gobierno Provisional, no hubo oposición alguna. Como corderos, fueron
arrastrados los ministros, en calidad de reos, a la fortaleza de Pedro y Pablo, en medio de una
multitud enardecida. Se calcula que hubo pocos muertos, por balas perdidas. El famoso acorazado
Aurora, apenas tuvo que hacer fuego23. Como dijo Lenin: fue tan fácil como “levantar una
pluma”24. En los días siguientes la gente pudo circular por el Palacio, al que se sustrajo algunos
bienes de valor, pero las obras de arte se habían enviado, previamente, a Moscú.

Como el golpe al Palacio se había programado al momento en que se instalaba el II Congreso


Panruso de los Soviets, para sorpresa de todos, Lenin hizo presencia, a las ocho y cuarenta de la
noche del 8 de noviembre, se quitó la peluca y el pañuelo que le cubría el rostro. Traía su chaqueta
raída y los pantalones le quedaban grandes. En medio de la ovación empezó a decir: “¡Camaradas!
La revolución de los obreros y campesinos, cuya necesidad hemos proclamado tantas veces los
bolcheviques, acaba de producirse. ¿Qué significa esta revolución? Significa, en primer lugar, que
tendremos un gobierno de los Soviets, sin participación alguna de la burguesía. Las masas
oprimidas formarán su propio gobierno; la vieja maquinaria estatal va a ser aplastada y
pulverizada y, en su lugar, se creará una nueva maquinaria de gobierno por medio de las
organizaciones de los Soviets. Ahora se inicia una nueva página en la historia de Rusia, y esta
tercera revolución rusa llevará, por fin, al socialismo a la victoria… ¡Viva la revolución socialista

23
El “Aurora” era un acorazado adscrito a la base de Kronstadt, dispuesta a treinta kilómetros de
Petrogrado, con veinticinco mil marinos; esta base era un indiscutible bastión bolchevique. En marzo de
1921 se produjo una trágica rebelión en esta fortaleza naval, que expresaba el gran descontento popular por
la política económica de los bolcheviques, precedidas de alarmantes levantamientos campesinos. También
simboliza la desaparición del poder originario de los Soviets, frente a la dictadura del proletariado. Tras el
aplastamiento de la comuna rebelde, tuvo lugar la primera purga (chistka) del partido.
24
El épico asalto multitudinario que presenta Serguei Eisenstein en su famosa película “Octubre”, es una
pieza de ficción propagandística.
mundial!”. Se aceptó por unanimidad del Congreso la “Proclama a los pueblos y los gobiernos de
todos los países beligerantes”, que Lenin había leído. Se cantó la “Marcha fúnebre” en memoria de
los millones desaparecidos en la Guerra.

Al amanecer del día siguiente, se tomaron las tres primeras decisiones, luego de declarar por
extinto el antiguo régimen. Las tres primeras decisiones eran vitales y estaban a la orden del día, a
saber, los Decreto de paz, el de Tierras e incautación de la banca y el de la conformación del nuevo
gobierno. El Decreto de paz hacía un llamado a las potencias mundial a culminar la guerra sin
anexiones ni compensaciones; el Decreto de Tierras proclamaba la socialización de las tierras y la
entrega de ellas a las comunidades campesinas sin indemnización a los propietarios como la
estatización del sistema financiero25; y el Decreto sobre la conformación del nuevo gobierno
designaba a los altos funcionarios como Soviet de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), siendo su
presidente Lenin. Seguía las designaciones así: para Asuntos Internos, A. I. Rikov; Agricultura,
Miliutin; Guerra, Ovséienko; Exteriores, Trotsky; Instrucción Pública, Lunacharski;, para Asistencia
Pública, Alexandra Kollontai 26, y Nacionalidades, Stalin, entre otros.

Este era el primer paso en la conformación experimental de un gobierno surgido de la nada, y que
pronto iba a ver envuelto en una cadena interminable de resistencias y dificultades, de
oposiciones decididas y guerra sin cuartel27. Ante la ausencia del gobierno de Kerensky, la Duma
municipal, en cabeza del alcalde de Petrogrado, Grigori Schreider, aunó todos los esfuerzos para la
contrarevolución. De allí nació el Comité de Seguridad Pública antibolchevique que constituyó una
fuerza de la sociedad de elite. Los partidos antibolcheviques de todos los matices, con el apoyo de

25
La ley de tierras fue insatisfecha, en los años venideros, pues o ya el campesino la cultivaba como
aparcero, o no deseaba salir de territorios densamente poblados, o aumentó considerablemente la gente
que huía al campo por carecer las ciudades de actividades económicas rentables o, en fin, no había los
instrumentos o herramientas o inversiones básicas para cultivarla. Empero, el campesino se liberó de los
cánones de arrendamiento y de las deudas contraídas con el señor. El problema de la industria, fue más
complejo, si se quiere. Primero, los comités obreros de fábricas asumieron la dirección de la empresa, pero
el caos y la carencia de planificación, obligó a los bolcheviques a adoptar el “capitalismo de Estado” (el
modelo era el alemán de trusts público-privado), que a la vez llevó a un desentendimiento entre el gobierno
y los capitalistas, para adoptar al fin, para irritación de los inversionistas, la estatización del aparato
industrial. Al final de la Guerra civil, la producción industrial había descendido a su quinta parte. Luego se
introdujo la N.E.P. con base en la electrificación del país y un mercado relativamente más libre.
26
Alexandra Kollontai fue la primera mujer en la historia en ocupar una cartera ministerial y luego también,
la primera mujer embajadora en la historia, como representante diplomática de la Unión Soviética en
Noruega, Suecia y México.
27
Desde el primer instante la prensa europea se mostró, excepto el “Avanti” de Italia y “Politiken” de Suecia,
abiertamente hostil a los acontecimientos que se desataron tras la toma del Palacio de Invierno, y
redoblaron su propaganda contrarrevolucionaria.
los poderosos sindicatos de ferroviarios y telegrafistas, hicieron causa común28. Así funcionaron
dos entes gubernamentales opuestos, al mismo tiempo: el Comité Militar Revolucionario, desde el
Instituto Smoldy, y la Duma de Schreider.

No menos potente era la oposición militar a la existencia de la revolución germinal. El mismo


Kerenski que, había salido de la capital el mismo 7 de noviembre, conminó, con un batallón de
cosacos, junkers y Centurias Negras, a los bolcheviques a rendirse. Petrogrado amenazaba
sucumbir ante las tropas de la contrarevolución que, asentadas en Tsarkoye Selo (a veinte
kilómetros de Petrogrado), los asediaban peligrosamente. De este enfrentamiento pendía la
revolución. El teniente coronel Muraviov venció, en forma inusitada, el 12 de noviembre con sus
tropas improvisadas a Kerensky (dos días después huía hacia el exterior). Este fue el Valmy
bolchevique. La llama de la revolución se extendió inatajable por todos los rincones de Rusia; las
ciudades y las provincias acusaron de inmediato los efectos de estos acontecimientos que se
desarrollaban en la capital. Petrogrado daba el tono, las provincias se movilizaban a su son.

Desde Moscú también se presentan fuertes resistencias. Las fuerzas contrarrevolucionarias se


encastillaron en el Kremlin. Los bolcheviques, con Bujarin a la cabeza, doblegaron a la oposición,
con un costo altísimo. Bajo el polvo, después de seis días de una batalla furiosa, quedaron las joyas
de la arquitectura (se dijo que la Iglesia de Basilio el Bienaventurado había sido destruida) y las
obras artísticas más apreciadas de Rusia. Las pérdidas en hombres en ambos bandos eran
elevadas. Esta destrucción creó un estado de schock emocional en todos los habitantes, pues
Moscú era el corazón cultural de la nación rusa.

Solo pocos días después, el 20 de noviembre se presentó la rebelión del Comando del ejército en
Moguilev, ante la exigencia del Comité Central bolchevique para iniciar los primeros acuerdos de
armisticio con las tropas alemanes. Con gran astucia, Lenin pregonó su decisión de hacer la paz,
confraternizar con el enemigo y desconocer al general Nikolai Dujonin, quien se oponía a los
acuerdos de paz con la potencia alemana, por considerarlos una alta traición. Fue destituido
telegráficamente y calificado ante la opinión pública como de “provocador” y “general
contrarrevolucionario”. Para conjurar la rebelión se dirigió el general Krylenko a Moguilev,

28
A este Comité de Salvación Pública se unieron fuerzas nada desdeñables, como el Comité ejecutivo de los
Soviets, el antiguo Tsik, el Comité central del ejército, el Tsentroflot, los grupos mencheviques y socialista-
revolucionarios, la Unión campesina, las cooperativas, los zemstvos, la Unión de las Uniones, la Asociación
de comerciantes, los sindicatos de ferroviarios… Lo presidía Filippovski. Al fin de estas tensas semanas, se
disolvió el Comité de Salvación pública, no sin grandes protestas por los afectados.
acompañado de marinos adictos a Lenin. Krylenko, que apresó al general rebelde, conminó a las
tropas respetarle la vida para ser juzgado debidamente en Petrogrado. Impacientes, los marinos
mataron el 2 de diciembre a golpes al viejo general. Ese mismo día se firma el armisticio con
Alemania.

Simultáneos a estos conatos prematuros de oposición, se presentaron la huelga general de los


trabajadores del Estado y de propietarios de fábricas y los boicots de los grandes granjeros. Hubo
más. Al tratar de ingresar a las oficinas ministeriales, los Comisarios bolcheviques se encontraban
con las puertas trancadas, las llaves extraviadas, los empleados de brazos cruzados, los archivos
saqueados y los fondos en ceros. La resistencia tenaz de sus opositores políticos (los socialista-
revolucionarios y mencheviques) se multiplicaba en las sesiones de la Duma municipal. El Banco
central y la banca en general cerraron sus puertas al público. Los gobiernos de Ucrania y Finlandia
se declararon abiertamente antisoviéticos, y organizaron campañas militares para exterminar a
Lenin y sus secuaces. Las embajadas de los países aliados los desconocían, y esperaban su pronta
caída. Este era solo el bautizo de fuego a un régimen que tanto en Rusia como en la comunidad
internacional apostaban de pocos meses, quizás de semanas de vida. No es fácil hoy explicar,
cómo sobrevivieron tres días en el poder, que era el plazo conminatorio que sus enemigos a
muerte les habían concedido, entre chistes, burlas y encolerizados bufidos. La Revolución
bolchevique era, en ese momento, como escribió Lenin, “una fortaleza asediada”.

Las amenazas al régimen ruso, se intensificaron aun más, sin embargo, tras las negociaciones de
paz del Brest-Litovsk del 23 de febrero de 1918 (“paz vergonzosa”, la tildó Lenin mismo), al
sentirse los aliados traicionados y ver en el peligro comunista una amenaza al régimen capitalista
mundial. Así que Inglaterra, Estados Unidos y Japón atacaron flancos neurálgicos, para derrocar al
régimen de Moscú, y apoyaron a oficiales zaristas, como el almirante Kolchak (en los Urales), el
general Denikin (en Ucrania) y el general Yudenich (en el Báltico), para sepultar a Lenin y su odiado
régimen comunista. La resistencia del Ejército Rojo (cuya semilla había sido la Guardia Roja con
10.000 hombres), que ahora era un formidable y disciplinado ejército de más de cinco millones en
cabeza de Trotski, afrontó las consecuencias y derrotó a los “ejércitos blancos” para finales de
1920. Solo en ese momento se percataron las potencias mundiales que los bolcheviques habían
llegado al poder, contra todo pronóstico, para quedarse.
3. Breve historia de Lenin

Vladimir Ilich Ulianov (conocido como Lenin a partir de 1900) nació en una alejada ciudad del
centro de Rusia (a más de mil kilómetros de Moscú) en Simbirk (a orillas del río Volga), el 10 de
abril de 187029, en el seno de una familia culta y acomodada, que pertenecía a la nobleza de
servicio (dvorianstvo). Su padre de origen ruso-calmuca, Ilia Nikolaievich Ulianov, fue un
matemático y químico, que se desempeñaba como Inspector de Escuela, y como tal ingresa al
estatus de nobleza hereditaria; y su madre, Maria Alexandrovna Blank, es de origen judío sueco-
alemán, cuyo padre médico se había convertido a la ortodoxia, y se enriquece. Entre dos troncos
étnicos diversos y en ascenso social, la familia Ulianov-Blank vive con comodidad y goza de un
nivel cultural elevado. Lenin es el tercero de ocho hijos, del cual mueren dos en la infancia. En el
seno de esta estable familia de provincia se lee poesía y se cultiva la música clásica. Entre los
entretenimientos dominicales, la madre hace hablar a sus hijos el francés y el alemán entre sí.

La desgracia, sin embargo, ronda este núcleo familiar. Primero, el padre muere de infarto a
principios de 1886. Luego, su hermano mayor, Aleksander Ilich, idolatrado por el futuro Lenin, es
estudiante de química en San Peterburgo. Ingresa, como muchos jóvenes universitarios de su
generación, a una célula terrorista (la Narodnia Volia, Libertad del Pueblo)30, forma un plan para
atentar contra el zar Alejandro III. Es detenido, juzgado, condenado y finalmente ejecutado el 20
de marzo de 1887, sin que los ruegos de su madre al mismo zar hagan efecto alguno. Tenía
veintiún años el valiente y rebelde científico, que hizo recaer toda la responsabilidad del plan solo
en él ante el tribunal.31

29
Año de la Guerra franco-prusiana que va a desatar la Comuna de París al años siguiente; sin duda estos
son los acontecimientos más importantes de Europa entre la Revolución parisina de 1848 y la Revolución
rusa de 1905.
30
Esta organización había lanzado una bomba que quitó la vida al zar Alejandro II, el primero de marzo de
1881. Fueron ahorcados Nikolai Kibalchichk, Zheliabov, Risakov, Mijailov y Sofía Peróvskaia, quienes
abrazados, murieron en calma.
31
Algunos historiadores quieren edulcorar la represión zarista. Esta fue brutal como lo testimonia ese genio
de la actividad publicística que fue Alexander Herzen. A la juventud se le detenía y encarcelaba por años solo
por asistir a una cena y entonar canciones tan simpáticas como esta de Sokolovski: “El emperador de Rusia/
ha subido a los cielos./ Allí el cirujano empleado/ le abrió el vientre como un melón.// Solloza el gobierno en
pleno/ solloza entero el país./ Ahora nos van a mandar/ el pelele de Constantino.// Pero al Rey de los
Cielos,/ al todo poderoso Dios,/ nuestro zar de bendita memoria/ una petición le formuló.// Al leerla, al
Altísimo/ pena de nosotros le dio,/ y ahí nos mandó a Nicolás,/ ese cabrón, ese…”. En El pasado y las ideas.
El tipo de intelectual radical (populista: narodniki) de su hermano Alexander y la satrapía zarista de
los Romanov se complementaban; el terrorismo abnegado de uno era una hijuela de la
organización cruel y despótica de una dinastía que había hecho pesar todo su espíritu reaccionario
durante el siglo XIX. Casi sin interrupciones, desde Alejandro I, uno de los padres de la Santa
Alianza (reacción a la Revolución francesa) y de Nicolás I, que aplastó brutalmente a los nobles
constitucionalistas del movimiento “decembrista”, a su arribo al poder en 1825, la represión, la
censura, la persecución, las desapariciones, las deportaciones y encarcelamientos fueron en signo
distintivo del despotismo cortesano. Víctimas de él fueron múltiples; las mejores y más brillantes
mentes: “Riléiv, ahorcado por Nicolás; Pushkin, asesinado en un duelo a los treinta y ocho años;
Griboiedov, asesinado en Teherán; Lermontov, muerto en duelo en el Cáusaso a los treinta años;
Venevitinos, muerto por la sociedad a los veintidós años; Koltzov, asesinado por su familia a los
treinta y tres años; Belinski, muerto a los treinta y cinco años por el hambre y la miseria;
Polezhaiev, muerto en un hospital militar luego de habérsele forzado a servir como soldado en el
Cáucaso durante ocho años; Baratinski, muerto luego de un exilio de doce años; Bestuzhex¿v,
sucumbió en el Cáucaso…” (Herzen). Otros como Bakunin, Herzen, Kropokin, Plejanov, Lenin,
llevaron vidas acosadas; fueron encarcelados, desterrados. En ningún imperio de Europa, una
intelectualidad decidida había hecho gala de mayor audacia, resistencia creativa y valor moral,
pero ni ninguna había sido más apostrofada y degrada al exilio, la cárcel, la tortura y la ejecución
por un servicio policiaco implacable y una judicatura sumisa y corrupta como en la Rusia zarista.
De forma excepcional por eso las obras de Pushkin, Turgeniev, Tolstoi, Gogol, Dostoievski, Gorki
generaban un entusiasmo en sus devotos lectores que llegaba al éxtasis.

De la primera juventud de Lenin, nos regala Trotski una impresión certera, que desdice la supuesta
crueldad del joven, incluso su fama de mata-gatos: “Una fotografía de 1890 nos presenta un rostro
fresco de joven, cuya calma permite adivinar cierta reserva. La frente terca y vigorosa aun no está
acentuada por la calvicie. Los ojillos tienen una mirada viva, bajo sus párpados asiáticos. Los
pómulos también recuerdan ligeramente al Asia. Los labios firmes, bajo la nariz grande, y el
mentón sólido se ven cubiertos por un ligero bello que aún no ha conocido ni tijera ni navaja.
Indudablemente, este rostro no es hermoso. Pero, en estos rasgos simples, no finos, brilla
demasiado poderosamente la elevada disciplina del espíritu para que se pueda admitir siquiera la
idea de bestialidad. Las manos de Vladimir eran secas, de forma plebeya, con dedos cortos, pero
eran cálidas y viriles. En cuanto a los gatitos, como a todos los débiles y sin defensa, los amaban
con el afecto indulgente del hombre fuerte.”

Ingresa Lenin a estudiar derecho a Kazán, centro universitario tan agitado como el de la capital. La
sola asistencia a algunas reuniones secretas determina su expulsión. Como alumno libre, logra
graduarse en 1892 en San Peterburgo y ejerce efímeramente la abogacía en Samara, sin mayor
convicción. Se traslada a la capital nuevamente. Allí va a consagrarse de lleno, irremisiblemente, a
la actividad política radical. Conoce a Nadezha Kruspkaia, pedagoga (especialista en historia de la
educación, que militaba con otras tres mujeres en una agrupación encabezada por Stepan
Radchenko)32 también de origen nobiliario, aunque pobre, quien será su esposa y compañera
política de toda la vida.

Lenin viaja a Suiza en 1895 en donde entra por primera vez en contacto con los líderes marxista
rusos, Gregori Plejanov, Pavel Axelrod y Vera Zassulich (de origen aristocrático, funda el
movimiento terrorista Zemlia y Volia), quienes lo alientan a regresar y fundar un periódico, en
cuya confección Lenin es detenido y enviado a Siberia (Chuchenskoie) durante tres años. Sin
perder mucho tiempo, sale de Rusia, con su esposa, en donde vivirá, con un breve intervalo, en
exilio hasta la Revolución de 1917. Esta detención durante años en las estepas ha sido objeto de
controversias, pero el simple sentido común reacciona a la brutalidad del aislamiento y la
perspectiva de ver solo una interminable estepa de nieve como horizonte. Allí elabora su
magnífico libro, El desarrollo del capitalismo en Rusia (fue editado en nuestro país en Editorial
Oveja Negra, Medellín, 1974).

En 1900 Vladimir Ulianov cambia su nombre a Lenin (nombre viene del río Lena), e inicia la etapa
de consolidación de su propia trayectoria política como bolchevique. Esta etapa está determinada,
tanto por su experiencia personal de revolucionario, como por sus lecturas y las condiciones de
cambio que experimenta Rusia. Se considera que, al lado, de la lectura de los clásicos del
marxismo, dos personalidades intelectuales de un genio muy diverso influyeron los primeros años
de formación como materialista en Lenin. Estos fueron a Nikolai Chernishevski, economista,

32
La líder socialdemócrata alemana Clara Zetkin la retrata, en su visita a Moscú de 1920, como una mujer
que conservaba toda su sencillez, sin adornos, como una mujer obrera. “Era la ‘mano derecha de Lenin’, su
suprema y mejor secretaria, su camarada más firme en ideas, la intérprete y mediadora más fiel de sus
opiniones, igualmente incansable en la obra de reclutar, enérgicamente y con habilidad, amigos y partidarios
para el maestro genial, en su labor de propaganda entre las masas obreras. Además de todo esto, tenía su
radio propio y personal de acción, al que se consagra con toda su alma: la cultura y la enseñanza de las
masas populares.”
traductor de J. S. Mill y autor de la novela doctrinaria ¿Qué hacer? (Lenin aseguró haber leído la
novela cinco veces en un verano)33, y Piotr Tkachev, inspirador de una dictadura revolucionaria de
minorías (una especie de Blanqui ruso). El siglo XX ruso se abre, con todo, a otras realidades.

En este punto se considera, en efecto, que los ricos debates del siglo XIX vienen quedando atrás.
Rusia se industrializa, y de este modo el camino al socialismo de corte marxista puede prescindir
de la especificidad rusa como nación atrasada. De este modo, los grandes motivos intelectuales
del populismo de Herzen y los populistas (sus herederos son los socialista-revolucionarios), que
exaltaban la comuna rural (obshina) y al mujik como únicos, se disuelven, ante la perpleja
trasformación acelerada de Rusia que no solo acusa los efectos de la migración de masas a los
centros industriales urbanos (impulsados por la inversión extranjera, y la aparición de ferrocarriles,
puertos, créditos, minería, petróleo y clase obrera)34, sino por la disolución de la propiedad agraria
comunal, bajo las políticas agrarias de Stolopin, a favor de la gran y mediana propiedad agraria
individual (el modelo era el del farmer gringo, como ya habíamos observado). Es este marco de
transformaciones materiales, queremos reiterar, la guía de la concepción de partido marxista de
Lenin.

Una vez toca tierra alemana, Lenin decide publicar, en conjunto con Plejanov, Vera Zassulich,
Martov (Iuli Zederbaum), Potressov, y con el apoyo decidido de la socialdemócrata alemana Clara
Zetkin, el anhelado periódico Iskra (La antorcha). Sale el primer número el 21 de diciembre de
1900. La sede nómada es primero Leipzig, luego Munich, Londres y finalmente Ginebra. Este
órgano rezumaba los ideales revolucionarios de Lenin; el trabajo era arduo, el celo en su redacción
extremo, sin pausa. Los Lenin dormían en la misma dependencia de la redacción. Solo los
domingos se daban alguna tregua, para sus paseos en los alrededores campestres. El periódico se
publica en ligeras hojas de papel cebolla y letra pequeña, para facilitar su distribución clandestina
a Rusia, y servía de sensible antena emisora y receptora de todo el movimiento clandestino
marxista. Subrepticiamente, sus páginas se pegaban en las paredes de los barrios obreros. Con el
Iskra, Lenin se ganó una merecida reputación en los círculos revolucionarios de su patria.

33
La novela de Chernishevski, de enorme resonancia entre la juventud rusa, pertenece al utopismo
socialista, que encarna la pareja Vera Plavlovna y Lopujov. Hay un austero intelectual revolucionario,
Rajmetov. En la novela se rechaza el patriarcalismo familiar y se exalta la convivencia feliz en una sociedad
de trabajo, en un fantasioso Palacio de cristal, en que las máquinas prácticamente hacen todo el trabajo,
mientras la juventud disfruta de placeres refinados. ¿Qué hacer? se satiriza en Memorias del subsuelo de
Dostoievski.
34
Fueron primero el conde Witte y luego Stolipin las cabezas de la modernización desde arriba de Rusia.
Solo los empleados de los ferrocarriles para 1905, alcanzaba la cifra de 667.000 hombres.
En 1902 Lenin da a luz su famoso folleto ¿Qué hacer? en que traza sus líneas directrices contra el
“desviacionismo” revisionista del socialdemócrata alemán Eduard Bernstein y decide tajante sobre
la férrea organización partidista. Lenin sienta el criterio de que el partido es el órgano
indispensable de la lucha revolucionaria, compuesto por profesionales decididos a guiar al
proletariado a su meta de la conquista del poder político. El partido debe operar de modo
jerárquico, sin improvisaciones, disciplinado, con unidad de voluntad. Solo una vanguardia
orgánicamente estructurada de intelectuales revolucionarios, conscientes de sus tareas, puede dar
luz al ciego y espontáneo movimiento de las masas: “De ahí que nuestra misión como
socialdemócratas sea impedir que ese crecimiento, ese desarrollo, sea ciego e irreflexivo…”. De
este modo el partido se convertía en la magnitud política primordial para Lenin, por encima del
movimiento de masas, y luego por encima de la estructura burocrática del Estado, una vez
realizada la revolución35. El ¿Qué hacer? era la respuesta a la existencia del Partido, como escribe
Nadia Krupskaia, “no de modo nominal, sino efectivo.”

La tesis del ¿Qué hacer? de Lenin, que se convertirá en el evangelio de los bolcheviques, suscitó
diversas reacciones, antes del Congreso no menos decisivo de la refundación del partido
socialdemócrata ruso (el nombre comunista se impone luego de la Revolución rusa) que se realiza
en el año siguiente, entre las ciudades de Bruselas y Londres. En este Congreso, que se celebra en
una “Fraternity Church”, hay representantes de 25 organizaciones (representan 51 votos). Todos
las grandes personalidades estaban presentes, Plejanov, Axelrod, Deutsch, Martov, Trotski,
Tseretelli, Lenin, Zinoviev, Rosa Luxemburgo y el afamado novelista Máximo Gorki, que atrae la
opinión pública inglesa. Las intervenciones son interminables, agudas, muy estudiadas.

Se concuerda con la importancia del partido, con algunas resistencias, como conductor de masas,
pero se abre una honda fisura (que ya no se repondrá en el futuro) sobre el problema de la
militancia. Para Martov (de origen judío, desde hace años estrecho amigo de Lenin) basta con
aceptar los principios del partido, mientras para Lenin es determinante consagrarse en forma

35
Sobre este denso problema de la relación partido, movimiento y Estado, cito a Franz Neumann: “Los
estados de un solo partido presenta tres tipos de relación entre el partido y el estado. En Italia, el partido
está ‘incorporado al estado’; el partido es un órgano del estado, un ‘partido de estado’. La Rusia soviética da
al partido pleno dominio sobre el estado y las purgas periódicas aspiran, en gran parte, a impedir la
acumulación de poder político autónomo en manos de la burocracia estatal. El tipo alemán [de Hitler] se
encuentra en cierto modo entre los dos y es difícil de analizar”.
decidida, organizativa y activa a él. La idea de “pocos pero buenos” resulta para él incanjeable.36
Llevado el asunto a votación, en medio de agrias discusiones, Lenin es derrotado por cinco votos.
El otro punto decisivo, lo trae el Bund judío, reclamando una autonomía federativa en el partido,
posición que Martov apoya. En esta ocasión se vota en contra y los delegados del Bund,
indignados se retiran, dejando en minoría a Martov. De allí viene los nombres de “bolcheviques”
(mayoría: bol’shinstvo), para los partidarios de Martov, y mencheviques (minoría: menshinstvo)
para sus opositores. Al cierre del Congreso, se le concede la dirección del Iskra a Lenin, pero poco
después le es arrebatada por Plejanov, Martov y Trotski.

Los dos años siguientes, son de lucha por conservar un lugar en medio de la feroz lucha intestina
de los socialdemócratas rusos (funda el periódico Vperiod y se adhieren personajes como
Lunacharski, Bonch-Bruyevich y Bogdanov)37, hasta que estalla la revolución de 1905 en Rusia. Los
años de migración son años de intenso aprendizaje; en ellos la experiencia en Londres es locuaz.
Lo rememora con gran calor humano, su mujer Nadia. La llegada a la capital del imperio británico,
les reserva la sorpresa a la pareja que el inglés que habían bebido en libros no se parecía en nada
al que hablaba la gente. Lenin se dio a la tarea de ir al Hyde Park y oír toda clase de disparates de
los oradores ocasionales. Había ateos que negaba la existencia de Dios; a un miembro de la Legión
de Salvación pregonando a gritos la existencia de Dios… Lenin se dejaba atraer por las oleadas de
transeúntes hasta los barrios obreros. También frecuentaba las salas de lectura y se maravillaba en
los cafés en que la gente leía de pie en mesas altas los periódicos, y los dejaba para que otros lo
siguieran leyendo. Visitaba los restaurantes populares y las iglesias; tuvo contacto con la inmensa
trivialidad de la vida pequeño-burguesa inglesa. Iba con Nadia los domingos al Prime Rose Hill,
cerca del cementerio en donde yacía Marx.

El siglo XIX cierra para el imperio ruso de los Romanov, hay que recordarlo, en medio de tensiones
difusas, como la huelga estudiantil iniciada por motivos casi pueriles en 1899 y que se prolongó
espasmódicamente en los años siguientes. Los años 1904 y 1905, sin embargo, van a conocer una
escalada sin precedentes del malestar social, que tiene su detonante por la expulsión de algunos
obreros de la gigantesca fábrica Putilov (con más de 20.000 trabajadores, construye locomotoras,

36
Para Lunacharsky, fiel a la doctrina leninista del partido, hasta el crítico literario marxista no solo explica
las leyes que rigen la obra literaria, grande o pequeña, sino es un luchador y un constructor, un miembro
activo de la organización partidista.
37
La redacción de VPeriod (Adelante) estaba en la famosa Rue Carouge, cerca del río Arve. Krupskaia
recuerda: “Casi todas las noches los bolcheviques se reunían en el café Landold, y ante un vaso de cerveza,
discutían horas enteras sobre los acontecimientos de Rusia y trazaban planes”.
destructores y cañones navales). Las manifestaciones obreras encabezadas por el pope Gueorgui
Gapón (un hijo de un campesino ucraniano acomodado), desembocan en el llamado Domingo
Sangriento del 9 de enero de 1905 en San Petersburgo38. A esta masacre se sucederán otras en
Riga, Varsovia, Odessa, Lodz, bajo cuya presión se instaura lo que se llamará el Soviet de Diputados
Obreros de San Petersburgo. Fueron más de cien ciudades las conmocionadas, según Trotski.

Estos sucesos marcan un declive de la autoridad del zar, a la que se va a sumar el desastre militar
en la guerra contra Japón. Este se inicia con la batalla de Port Arthur (Lüshunkou) de febrero de
1905, ganada por los japoneses. El 27 de mayo de 1905 la inmensa derrota naval en Tsushima (la
primera derrota de una potencia europea por una asiática), debilita aún más el zarismo, al que se
le obliga a transar una especie de reforma constitucional. Los deplorables sucesos contra el
absolutismo zarista se acumulan; la prensa se expresa con relativa libertad por vez primera;
profesores, académicos e incluso comerciantes se ponen de lado de los manifestantes obreros. Se
funda del sindicato ferroviario, mientras se produce el motín del acorazado Potemkin.

Los puntos de este Manifiesto de Octubre, sacado casi a la fuerza de las circunstancias a Nicolás II,
resumía los principios liberales de las libertades públicas, el parlamentarismo y la división de
poderes. La palabra constitución no se osó pronunciar en esa ocasión; los trabajadores oprimidos
y agobiados solo pedían “justicia y protección”, denunciaban las condiciones insoportables de las
heladas fábricas y reclamaban con humildad amnistía y salario adecuado. Se les respondió con
descargas de fusil, ese Domingo sangriento (en la manifestación los obreros portaban iconos y
cantaban himnos religiosos). En los meses siguientes, las oleadas colosales de masas paralizaron
todo, fábricas, bolsa, banca, líneas férreas, tribunales, hospitales; los estudiantes se sumaron, a
ellas. El Soviet (Consejo de auto-gobierno) de diputados, creación singularísima rusa (el primero, el
de Ivanovo-Voznessensk), fue la médula espinal y nervio motriz de la revolución en marcha.

¿Qué es un Soviet? Trostky, quien fue su primer vicepresidente y luego su segundo presidente en
esos años agitacionales, lo resume así: “El Soviet nació como respuesta a una necesidad objetiva, a
una necesidad originada en el curso de los acontecimientos. Se trataba de una organización que

38
En 1905 en Ginebra, Lenin tiene una entrevista con Gapón. Contó sus impresiones a su mujer Nadia:
“Gapón se halla todavía envuelto por el aliento de la revolución. Al hablar de los obreros peterburgueses, se
inflamaba, hervía de indignación contra el zar y sus adictos. En esa indignación había no poca ingenuidad,
pero precisamente por ello era más directa. Esa indignación era un eco de la de las masas obreras”. Lenin le
ayudó a conseguir armas destinadas a las masas obreras, y enviarlas en el navío Grafton, que encalló. Gapón
fue ahorcado en 1906 como sospechoso de agente provocador del régimen zarista.
tenía autoridad y, sin embargo carecía de tradiciones; que pudo implicar una masa dispersa de
cientos de miles de personas, aunque no contaba, virtualmente, con una maquinaria
organizadora; que unificó a las corrientes revolucionarias en el interior del proletariado; que fue
capaz de iniciativa y autocontrol espontáneo y, lo más importante, que pueda salir de la
clandestinidad en veinticuatro horas.”39

Los Soviets (el de San Petersburgo con 562 delegados y su presidente, Jrustalov-Nosar) fungieron
además como nucleador de las fracciones de izquierda, de cooperación forzosa entre los
socialdemócratas divididos, entre bolcheviques leninistas y mencheviques, y sobre todo de
laboratorio de comunicación entre la vanguardia de profesionales revolucionarios y las masas en
rebelión. El zar cedió ante este inusitado empuje y produjo el “Manifiesto de Octubre” en que se
convocaba a una Duma (especie de parlamento). También fue el marco en que surgió espontánea
la Guardia roja. Fue esta gran revolución de 1905, como anotó Lenin, “un ensayo general” de la del
1740.

Es en esta marco de tensiones inesperadas (y que respondía a la inmensa agitación que también
sacude en esos años a viejos imperios como el persa, chino, otomano, y a naciones como
Marruecos y México)41, que retorna Lenin a Rusia a finales de 1905. Era la oportunidad esperada.
Pero la revolución se enfría rápidamente, las tropas del zar acribillan nuevamente la población en
Moscú (distrito de Presnia), sin mayores consecuencias. Lenin se mantiene más bien distante, a la
expectativa, aunque combatiente. Lenin creía en un levantamiento campesino pronto, quizá para
la primavera de 1906.

Estrechamente vigilado por la policía, el líder bolchevique se desplaza a Estocolmo, donde se


realiza el tercer Congreso del partido. A su retorno a Peterburgo habla, por primera vez, en público
en un mitín obrero. Huye nuevamente a Finlandia, donde la policía lo acosa peligrosamente, hasta

39
El Soviet de Petrogrado, es, como el Club de los Jacobinos, que se reunía en el convento de los jacobinos y
era llamado Sociedad de amigos de la Constitución en la Revolución francesa, el símbolo por antonomasia
de la asamblea popular de participación democrática primaria, el soberano en las calles.
40
Para 1905 se conocen Soviets, aparte de los de Petrogrado y Moscú, en Odessa, Bakú, Novorossijsk,
Kostroma, Taganrog. El ápice del movimiento, se llega con el “Manifiesto de Octubre”, concedido a
regañadientes por el zar. Con la detención el 3 de diciembre de 1905 de su presidente Nosar, primero, y
luego con la del comité ejecutivo y doscientos diputados, se cierra el primer ciclo revolucionario de los
Soviets. Por su parte, un príncipe como Volonski opinaba con acierto que los Soviets “…representaban la
quintaesencia del veneno con que Rusia está infectada. Son polvorines. Y no se puede tocarlos, volaríamos
en astillas con ellos.”
41
Una apretada síntesis de estas revoluciones de la periferia europea, la proporciona La era del imperio
(1875-1914) del historiador E.J. Hobsbawn.
que decide, parar, contra su voluntad, nuevamente a Suiza a finales de 1907. En su huida,
acompañado de dos campesinos embriagados, camina sobre una amplia superficie de hielo, que
se hunde a sus pies y solo, con grandes trabajos, logra sobrevivir.

Entre tanto en Rusia la Duma es disuelta una y otra vez, en busca del dominio por parte de las
fuerzas conservadoras a favor del orden zarista, es decir, se convierte esta institución venerable
del constitucionalismo burgués en un fantasma. Lenin se mantiene ambivalente sobre la presencia
de los bolcheviques en la Duma, a lo que calificó de “cretinismo parlamentario”, y permanece en la
clandestinidad en el exterior. Quizá la lección más determinante de los sucesos de 1905 para Lenin
fue la reafirmación de que los sucesos históricos se pueden acelerar e ir por una ruta propia, ajena
a los esquemas de la teoría marxista convencional. Escribe: “ Ahora ¿qué hacer? Hay que mirar la
realidad cara a cara. Ahora hay que realizar una nueva labor para asimilar las experiencias de las
últimas formas de lucha, hay que trabajar en la preparación de las fuerzas en los centros más
importantes del movimiento”.

Los partidos socialistas o socialdemócratas quedan reducidos considerablemente, y los debates


intestinos, para definir posiciones teóricas y tácticas, consumen la mayoría de sus energías. Entre
los mismos bolcheviques se desatan posiciones inconciliables, que favorece el exilio, el
aislamiento, el doctrinarismo sectario propio de los grupos intelectuales de izquierda, desde la
época de Saint-Simon y Fourier.42 Serán otros diez años fuera de Rusia, nuevamente destinados a
la organización del partido, a las inacabables discusiones con sus adversarios, el itinerante ingrato
de ir de aquí para allá, la expectativa, la espera, la impaciencia…

42
Los leninistas o bolcheviques no constituyen un grupo cerrado y homogéneo. Sus luchas tienen, al menos,
estos matices: “1) bolcheviques y centristas en contra de los ‘liquidadores’, es decir, de aquellos
mencheviques y otros grupos de derecha que deseaban liquidar las organizaciones clandestinas y dedicarse
sobre todo a la propaganda legal; 2) leninistas en contra de ‘desviacionismos de izquierda’, dividiso en
‘otzovistas’ y ‘ultimatumistas’, que desean que los socialdemócratas se retirarse de la Duma y se dedicasen
principalmente a actividades clandestinas y no a las legales; 3) leninistas en contra de los ‘empirico-
criticistas’ y ‘empirio-monists’, que deseaban revisar las bases filosóficas del marxismo en un sentido ‘neo-
kantianao’; 4) leninistas en contra del grupo de Lunacharsky, que trataba de elaborar una doctrina revisada
acerca de las relaciones entre el socialismo y la religión; 5) los leninsitas y el ala derecha de los
mencheviques en contra del grupo central de Trotsky, generalmente conocido con el nombre de
conciliadores, los cuales eran partidarios de un partido amplio que aceptase diferencias de opinión como
legítimas sin imponer una disciplina rígida, pero que también se negaban de prescindir de la ‘insurreción’ o
de la labor clandestina; 6) la mayoría de los bolqueviques en contra del nacionalismo cultural, el cual tenía
su principal baluarte en el Bund judío, pero que también estaba representado por los georgianos y otras
minorías nacionales en el imperio ruso; 7) la mayoría de los bolcheviques en favor de la autonomía nacional
en contra de Rosa Luxemburgo y de la mayoría de los social-demócratas polacos, que también tenían
algunos partidarios en los Estados bálticos.” G.D.H. Cole. Historia del pensamiento socialista. Tomo III.
::::::::::::

Esta segunda fase del exilio va a ser larga y penosa; va a durar diez fatigosos años, al punto que a
finales de 1916, prácticamente, Lenin se siente liquidado. Los encuentros o congresos del partido
en Estocolmo, Londres, Praga (en 1912 se consolida definitivamente la ruptura) repiten en diversa
intensidad las desavenencias entre las fracciones. En estas sobre salen ya figuras emergentes
como Stalin (Koba), Zinoviev, Kamenev, Krassin, por un lado, y por otro Martov, Dan, Tsereteli.
También entran en acción hombres intrépidos, como “el extraordinario terrorista Kamo43, el
intelectual Krassin, creador de laboratorios, el hombre de acción Tsintsadzé, el correo Litvinov, el
hábil y oscuro Koba (que pronto se haría llamar Stalin)”, evocados por Victor Serge en sus
Memorias de un revolucionario. Los extremistas bolcheviques estaban dispuestos a fortalecer
financieramente la organización a cualquier costo. Por fuentes caídas del cielo estos fondos suman
contribuciones de millonarios afectos a la causa socialista y alguna herencia, como a de Nikolai P.
Schmidt, no fácil de ser efectiva.

También entra en escena en la vida de Lenin una rica y misteriosa dama, Elizabeth K., pero sobre
todas, Inessa Armand. Casada con un rico empresario, Innesa Armand había conocido a Lenin en
París y reencontrado en Suiza. Era bella, elegante y culta (música). Había sido, como Lenin,
impresionado por la lectura del ¿Qué hacer? de Chernichevski, y llegó a estrechar con la pareja.
Kruskaia recuerda: “Había en ella un ardor y una alegría de vivir extraordinarios. La habíamos
conocido en París, pero allí eran muchos los refugiados rusos; en Cracovia por el contrario,
constituíamos un círculo muy reducido e íntimo de camaradas. Innesa alquiló una habitación en el
mismo en que vivía Kamenev… Ilich, Inessa y yo solíamos pasear juntos. Zinoviev y Kamenev nos
apodaron el partido de los ‘andarines´”.

Inessa Armand representará a Lenin en algunas ocasiones (Lenin la envía a un encuentro de Viena
en el verano de 1914, pero estalla la Guerra) y luego tendrá cargos prominentes, a favor de los
derechos de las mujeres, una vez triunfe la Revolución bolchevique, hasta la fecha de su muerte en
septiembre de 1920, en cuyo funeral se le vio a Lenin verdaderamente destrozado.

43
Kamo fue detenido en 1907, simuló demencia y fue trasladado a la penitenciaria psiquiátrica. “Durante
cuatro meses”, escribe David Shub, “permaneció en ella constantemente en pie, negándose a acostarse en
ningún momento del día o de la noche. Para descansar se ponía de cara a la pared en una esquina de la
celda, levantando alternativamente una y otra pierna… Todas sus representaciones alcanzaron tal
perfección que nadie sospechó jamás que fueran meras simulaciones.” Según cálculos, las acciones
terroristas antes de 1917, pudieron ascender a 17.000 muertes a funcionarios zaristas.
La vida de exilio de Lenin, en estos años se caracteriza por la soledad, la lejanía y el anhelo de
retornar a su patria. También tiene el matiz casi universal de la vida del exiliado, como la vivió y
dejó consignado en su autobiografía la gran rebelde Angélica Balabanov: “En el exilio, la lucha
personal se desorbita, las diferencias maduran con mayor facilidad hasta convertirse en
divergencias y los intelectuales juegan un papel mucho más dominante. La vida de los exiliados
rusos en este período, como la de los emigrados europeos en Londres después de 1848 y la de los
italianos y alemanes exilados hoy (hacia 1938), era crispada y borrascosa, caracterizada por
controversias políticas y contiendas para conseguir apoyo moral y financiero”44.

Memorias de un bolchevique de O. Piatnitzki registra de un modo representativo la vida cotidiana


de un profesional de la revolución (miremos solo su primer capítulo y su agitación como iskrista).45
Nacido en el pueblo de Vilkomir, ingresó como obrero carpintero a los círculos de lectura,
discusión y activismo desde su primera juventud en 1896. En estas veladas de autodidactas, solía
haber discursos que se resumían en las consignas: “¡Abajo el capitalismo! ¡Viva el socialismo!”. Se
leía La razón de vivir de Dickchtein y El derecho a la pereza de Lafargue. Se estudiaba economía
política, historia de los partidos obreros y colonialismo. La Comunne de París constituía un
referente obligatorio. Circula “Iskra”. La solidaridad en las huelgas entre los gremios era norma y la
persecución a los esquiroles incesante. Los presos eran atendidos con plena veneración; las
maldiciones al régimen zarista eran abundantes; el entrenamiento para no delatar a compañeros
en los brutales interrogatorios policíacos, prácticas conscientes. Había mitines y fiestas
clandestinos en bosques circundantes y retornaban con cánticos subversivos y banderas rojas. El
primero de mayo daba lugar a manifestaciones duramente reprimidas; el aniversario del
nacimiento de Gutenberg proporcionaba cohesión y solidaridad.

44
Además de la Balabanov, en la Segunda Internacional se destacaron mujeres como la polaca Rosa
Luxemburgo, las inglesas Marian Philips y Margaret Bondfield, la francesa Louise Saumonneu.
45
Las Memorias las empieza a escribir en 1921, cuando todos los bolcheviques se ven obligados a redactar
su autobiografía como revolucionarios en el proceso de depuración del partido. En el Capítulo IV se ofrece
detalles de la estructura organizacional del partido desde las células, comités de sector, comités de ciudad,
hasta el Comité central. Sus reuniones eran regulares, al menos una vez por semana, en casas particulares o
cafés, se trazaban las líneas de agitación y propaganda, se publicaban manifiesto y se enviaban oradores. En
el Capítulo V se ofrece la vibrante vida de la imprenta clandestina de Moscú, que en breves meses publicó
“cerca de millón y medio de ejemplares de diversos manifiestos” y que fue allanada por la acechante policía
zarista.
En Vilma, Piatnitzki se vuelve iskrista, cuyas tareas se concentran en distribución del material
clandestino y en facilitar la migración ilegal de compañeros al exterior. Pianitzki, con un alto
riesgo, lograba colar paquetes del periódico y folletos como La lucha de clases de Francia de Marx,
como contrabando, sobornando a guardias en la noche invernal de 1901. En alguna desgraciada
ocasión, fue capturado con un paquete un compañero de nombre Salomón Rogout, quien fue en
seguida molido a palos y enviado a prisión, donde luego fue encontrado ahorcado. “La muerte de
este camarada”, escribe Piatnizki, “de que me hacía responsable, me causó profunda impresión.
Resolví firmemente que a partir de ese momento mi vida sólo pertenecía a la revolución”.

“Hoy, después de la lucha titánica que la clase obrera sostuvo con el capitalismo, y después de
todos los sacrificios que el proletariado ha tenido que sufrir, esta manera de reaccionar ante la
pérdida de un camarada puede parecer extraña; pero en aquella época la idea de que yo había
causado la muerte de un camarada me impresionaba profundamente”.

En 1902 Piatnitzki es detenido y conducido por las autoridades a Kiev. “La prisión fue mi
universidad”: allí conoce sistemáticamente la literatura revolucionaria marxista. Escapado de la
celda con otros once camaradas, huye por la frontera austro-alemana a Berlín y de allí pasa a
Londres, donde conoce a Plejanov, Zasoulich, Lenin. Retorna a Alemania en 1903, donde se
encarga de la distribución de la literatura revolucionaria con destino a Rusia. Desde Berlín arma
paquetes iguales que contenían los números de “Iskra”, la revista “Zaria” y folletos semejantes,
(camuflados como literatura religiosa) de modo que “pudiesen ser embalados y expedidos a todas
las direcciones, sin necesidad de hacer una nueva separación y un nuevo embalaje” al llegar a su
primer destino. Se inventaron maletas de doble fondo, chalecos masculinos, corsé y faldas para
transportar la mercancía doctrinaria. También se enviaban matrices del periódico para ser
reeditado en Odessa, Bakú y Moscú. La estrecha red de relaciones con emigrantes rusos en Francia
y Suiza, garantiza el éxito de las operaciones. La ayuda del “Vorwaerts” de la Socialdemocracia
alemana fue efectiva, hasta que arrecían denuncias contra los rusos. Las agrias disputas entre
bolcheviques y mencheviques en el Segundo Congreso de 1906, entre Lenin y Plejanov, disolvió la
unidad y los días gloriosos del “Iskra”. Por iniciativa de Rogan, recién llegado de Rusia a Ginebra, se
acuerda publicar “Vpériod”, cuyo primer ejemplar sale el 22 de diciembre de 1904.

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Lenin es sorprendido en Galitzia (Cracovia, del Imperio austro-húngaro), cuando estalla la Primera
Guerra mundial en agosto de 1914. Como medida cautelar, gracias a la mediación de Hanestski y
Viktor Adler, es traslado a Berna, donde permanecerá hasta permitírsele el traslado, vía férrea, a
su patria a finales de marzo de 1917.

Al estallar la Guerra en agosto de 1914, Lenin entra en suma indignación al comprobar que los
diputados socialistas del Reichstag alemán han votado los créditos de guerra (4 de agosto) a favor
del emperador. Llama a convertir la guerra internacional en guerra civil, y escribe su folleto La
bancarrota de la II Internacional. “La II Internacional está muerta”, sentencia. Para Lenin los social-
chovinistas Kautsky & Co. se han puesto al reguardo de la policía de la “Entente”, mientras
confirma con indignación cómo Franz Mehring y Rosa Luxemburgo son vilipendiados. De este
modo los traidores social-demócratas presentan esta guerra de rapiña como una causa del pueblo,
con argumentos de “inaudito jesuitismo”, contrariado los argumentos sentados en el Congreso de
Basilea de 191246.

La quiebra de la Internacional va aparejada con la traición a los principios del proletariado


socialista, pues la Guerra es mirada como producto de la crisis del sistema imperialista, que es un
crimen en beneficio de los capitalistas, que debe ser aprovechada por los socialistas para
precipitar el hundimiento de este sistema, que esta guerra recuerda la Comuna de París, la
Revolución de 1905 en Rusia, todo lo que subyace a una tendencia general histórica. De este modo
el descontento y la indignación agudizan la crisis y hacen posible el intensificar la acción
revolucionaria por masas organizadas dispuestas a revertir su situación de clases explotadas.

Al año siguiente Lenin escribe su famoso estudio El imperialismo, fase superior del capitalismo,
valiéndose de una extensa bibliografía especializada. En este libro, pieza medular del
anticolonialismo nacionalista, Lenin resume los rasgos centrales de esta etapa del capitalismo
monopólico e imperialista, que se ha fraguado irreversiblemente en las últimas tres o cuatro
décadas, en pugnas sin cuartel entre Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Alemania, Japón, Bélgica.
La lucha contra la burguesía es la lucha a la par contra el sistema colonialista.

46
Ya desde el VI Congreso de la Segunda Internacional, celebrado en Stuttgart en 1907, se percibía con
claridad la guerra mundial. Para 1912, en la reunión multitudinaria de la Internacional celebrada
simbólicamente en la catedral de Basilea, las guerras de Trípoli y de los Balcanes hacían más inminente el
desencadenamiento del conflicto. Bebel y Jaurés fueron las figuras más prominentes de este Congreso.
Lenin llega al final a estas conclusiones: “1) La concentración de la producción y el capital se ha
desarrollado hasta un grado tal que ha creado monopolios, que desempeñan un papel decisivo en
la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre la
base de este capital ‘financiero’, de una oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a
diferencia de la explotación de mercancías, adquiere excepcional importancia; 4) la formación de
asociaciones capitalistas monopolistas internacionales que se reparten el mundo; 5) ha culminado
el reparto territorial de todo el mundo entre las grandes potencias capitalistas”.

Estos intensos debates teóricos se realizan en medio de los encuentros que los socialistas
europeos organizan para salvar la II Internacional del debacle por la Guerra mundial. Hay dos
encuentros decisivos, en Zimmerwald y Kientahl (Suiza)47, en los que Lenin tiene la oportunidad de
exponer sus puntos de vista radicales (en Zimmerwald participa Alexandra Kollontai). La postura
de Lenin es invocación de una III Internacional y la consigna a los proletarios de dirigir los fusiles
contra la burguesía y los oficiales que la representan en el frente de guerra. Era un extremista. No
logra del todo ni convincentemente imponerse, pero deja en claro su posición que luego, acaso
más pronto de lo presentido, guía su acción revolucionaria en Rusia.

El retorno de Lenin a Rusia ha motivado una montaña de escritos y un número incalculable de


especulaciones. ¿Fue Lenin un vendido al káiser alemán? Sin duda, Lenin obtiene ayuda del
comando militar alemán, vivamente interesado por obtener una paz unilateral con Rusia, y el líder
soviético, un campeón del derrotismo militar, conviene a este propósito. En estas condiciones se
haría imposible su retorno por países de la Entente. Lenin por simple lógica, entiende la
oportunidad única de salir de Suiza, vía Berlín, llegar a Suecia y de allí pasar a Petrogrado, en
donde desde principios del año una agitación popular había obligado abdicar al zar Nicolás II (la
agitación que se inicia el 23 de enero, día de la mujer, y eclosiona tres días después), y dirigir un
golpe certero al Gobierno provisional. El traslado se hizo efectivo en un tren (que al parecer no
estaba precintado o blindado), pero que cumplió el destino trazado.

Lenin sale, luego de intrincadas negociaciones con las altas esferas del poder germano
(embajadores, ministros, generales) y con intermediación de socialistas muy reputados (ante todo

47
Desde los acuerdos de paz de Metternich (1815), Suiza conserva, conforme el Derecho de Gentes
europeo, su estatus de neutralidad, que se ratifican en el Tratado de Versalles de 1919.
Robert Grimm, Fritz Platten y Alexandr Helphand, Parvus)48, de en la estación de tren el 27 de
marzo de 1917. Lenin había solicitado al líder pacifista Romain Rolland (autor de Más allá de la
contienda) acompañarlo, pero este rehusó y expresó su opinión del grave daño que haría a la
causa pacifista una trama urdida por el ejército alemán. Se especula que rodaron millones de
marcos en esta transacción. En la estación de Zurich, en cuya ciudad había más de doscientos
emigrados rusos, se enfrentaron dos bandos socialistas, como es de suponer, uno apoyando a
Lenin (Inessa Armand o Radek), que se embarcaba con 23 de sus conmilitones en un vagón
especial, y el otro bando espetando: “¡Espías! ¡Espías alemanes!”.

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En la frontera ruso-finlandesa, por el contrario, soldados y obreros, le dieron a la comitiva una
clamorosa bienvenida unánime, mientras entonaban “La Internacional” (que fue luego el himno
oficial de la URSS). Lenin expone en Petrogrado sus sintéticas “tesis de abril”49, desde los salones
de Kshesinskaya, campamento bolchevique, hasta la toma del Palacio de Invierno.
Era, para el hijo de Inspector ennoblecido Ilia Nikolaneiv Ulianov (que se trataba de eminencia), el
retorno de su última huida. En adelante, los bosques finlandeses, en cuyo refugio temporal escribe
su críptico y sugestivo El Estado y la revolución, serían el paso legendario. En este folleto, en el
propone una idea, más bien anarquista del poder estatal, que desaparecerá a favor de una auto-
gobierno espontáneo de la gente que hace inocua la maquinaria represiva estatal (hasta una
cocinera puede manejar la ligera máquina), sería humo ante lo que venía.
El paso siguiente es la toma, matemáticamente planeada, del Palacio de Invierno. Ya desde la
primera hora, la Revolución bolchevique tenía sus más enconados enemigos. La toma del Palacio
de Invierno el miércoles 7 de noviembre, había generado toda suerte de reacciones. Los enemigos
declarados de los bolcheviques encontraron la ocasión de unirse y hacer un frente común, en el
Comité de Salud Pública, que reunía todas las fuerzas organizadas, nada desdeñables, contra Lenin
y lo que calificaban de criminales abominables y traidores de la patria Rusia. Los motivos contra
ellos eran reales, fantásticos y generalmente inventados al paso. El rumor, la calumnia, la

48
Grimm, presidente de la socialdemocracia suiza, fue poco después envuelto en un enorme escándalo, al
interceptarse un telegrama enviado al Ministro de Relaciones Exteriores de su país, del que se infería (e
infirió la prensa de los países aliados) su papel de espía del ejército alemán. Esto deterioró enormemente
ante la opinión pública la llegada de Lenin y los emigrados rusos a Petrogrado.
49
Angélica Balabanov insiste que los mencheviques independientes, en cabeza de Martov, elevaron también
en abril la consigna: “Ha llegado la hora de iniciar la lucha resuelta contra el afán de rapiña de los gobiernos
de todos los países, haciendo que el pueblo tome en sus manos la cuestión de la paz y de la guerra”.
exageración alimentaron el odio sectario, el desdén y el desprecio infinito contra la audacia de un
inescrupuloso puñado decidido a despojarlos del poder político, las propiedades y los privilegios.
El desconcierto se tradujo en venganza y la sed de venganza en una prolongación de la guerra
mundial en guerra civil, no menos violenta, cruel y exterminadora. La guerra de la información y la
desinformación, de la verdad, la semiverdad y las mentiras más asquerosas se puso al orden del
día. El primer día de la revolución fue también el primer día de la contrarrevolución.

Pero retomemos el relato de los acontecimientos tras la toma del Palacio de Invierno el 7 de
noviembre de 1917. En adelante la vida de Lenin es la de la Revolución rusa y la del destino de este
gigantesco imperio en ebullición revolucionaria. Las enormes y diversas dificultades que tuvo que
sortear Lenin, como líder de los bolcheviques, eran gigantescas y de muy diverso orden. La
administración tenía un aspecto de la inconcebible improvisación caótica, en una inusitada
tramoya. Nadie se puede imaginar qué es hacer un Estado sin antecedentes, todos tratando de
descifrar en sentido del próximo paso, sin recursos humanos ni fiscales, pasando en un solo día de
la resistencia clandestina (en la tradición de revolucionarios profesionales que emerge de Babeuf y
Blanqui) a gobernar a la luz del día un país del que todo el mundo sospechaba o temía. Lenin y sus
estrechos actuaron sin equívocos, en la convicción férrea, de fracasar totalmente o de triunfar
contra todos de modo total. No había paradigmas a seguir, solo algunas lecciones librescas y vagos
referentes sacados de la Comuna de París, en caso extremo. El presente era un abismo… Todo era
improvisación extrema, un big-bang político.

Solo quince días después del asalto, en Petrogrado los bolcheviques sufren una tremenda derrota
en las elecciones a la Asamblea Constituyente. Esto era como recuerdan, un desastre. De los algo
más de cuarenta millones de votos, los partidarios de Lenin obtuvieron menos del 25%
(corresponde a 175 diputados de los 707), mientras sus oponentes más decididos, los socialistas
revolucionarios (los más destacados de ellos eran Kamkov y Maria Spiridinova), casi los doblaron
en votos y con 370 diputados (su mayoría se concentraba en el campo, por su tradición populista).
Los cadetes acaso con dos millones, los mencheviques, con un poco más de un millón y las
minorías étnicas y musulmanas, tres millones trescientos. Dada esta composición, que los
desfavorecía, Lenin dio la orden, el día que se congregaron el 18 de enero de 1918, de cerrar la
Asamblea. Fue una decisión negra; una decisión necesaria. Como la derrota a las fuerzas de
Kerenski, el asunto era de vida o muerte.
Si con el golpe del 7 noviembre, los bolcheviques sacaron del paso al Gobierno de Kerenski, con el
cierre de la Asamblea, daban el golpe definitivo contra las instituciones políticas de inspiración
burguesa, no sin antes haber ahogado en sangre una multitud que se acercaba al Palacio Táuride
(sede convenida de la Asamblea). Solo hubo una sesión, infernalmente escandalosa, en que se
eligió al socialista-revolucionario Chernov presidente; al día siguiente todas las puertas quedaron
bloqueadas, muerta, hasta el día de hoy. El camino a la consolidación de un Estado, bajo la
autoridad única de un partido gobernante, “la dictadura del proletariado”, se dio así paso
indeclinable.
A los ingentes problemas de orden interno, se sumaban los provenientes de las maltrechas
relaciones internacionales. Como vimos, al verse forzado a firmar la paz con Alemania por
separado (Brest-Litovks, el 3 de marzo de 1918), el gobierno bolchevique cayó en desgracia ante
los antiguos aliados de Rusia de la Entente50. Así, como Estado comunista y como traidor a la causa
de la Entente, (los triunfadores de la Primera Guerra mundial), Rusia fue la nación paria. Como
respuesta las grandes potencias apoyaron los “ejércitos blancos”. Esta nación paria (la otra era el
imperio de Guillermo II, declarado por el Tratado de Versalles de 1919 -artículo 227-, como
culpable único de la guerra mundial y por tanto criminal de lesa humanidad).51
La Revolución rusa, como registramos ya, fue sometida a muchas pruebas de fuego. La resistencia
fue tenaz, desconsidera. Lenin mismo sufrió un atentado a su vida, de manos de una mujer
anarquista de nombre Fannia Rotman (Dora Kaplan), el 30 de agosto de 1918, quien había
padecido un duro presidio por un atentado al gobernador de Kiev y liberada tras la Revolución de
febrero52. El líder bolchevique recibió dos disparos, uno en el hombro y otro en el pulmón

50
Troski, quien fue el negociador en Brest-Litovsk, tacha de “monstruosas” las exigencias de Kühlmann, el
ministro de Relaciones exteriores alemán. La delegación rusa fue recibida, por el príncipe Leopoldo de
Baviera y el General Hofmann de Prusia, en medio de una fina elegancia y una atmósfera de aparente
cordialidad, en que disonaban el campesino, el obrero y el soldado, que los bolcheviques habían llevado con
intención demostrativa. También Trotski, de modo inusitado, solictó ir a Austria hablar con el proletariado
de ese país las condiciones del tratado. “El 3 de marzo”, escribe Troski en Mi vida. “nuestra delegación
suscribió el tratado de paz sin leerlo… La paz de Brest-Litovsk… se parecía bastante a la soga del verdugo.”
Como escribió desde la cárcel el socialdemócrata Liebknecht, este era un tratado de “paz brutal de
imposición y avallasamiento”, urdido por “la rapiña, la falsedad, la perfidia y la hipocresía de Alemania”. En
suma, las pérdidas territoriales de Rusia tras la Primera Guerra mundial comprenden: Finlandia, Estonia,
Letonia, Lituania, Polonia y Besarabia.
51
Esto lo remarca amargamente el exnazi Carl Schmit en Nomos de la tierra, notable.
52
Dora Kaplan hacía parte de los grupos anarquistas que se rebelaron contra la represión de los
bolcheviques y la “dictadura del proletariado”. Con todo, otro sector anarquista se adhirió, pese a las
prevenciones tradicionales entre anarquistas y marxistas, a la causa bolchevique en el poder, entre quienes
se cuentan dirigentes como Shatov, Zhelezniakov, Ge, Novomírskii y los hermanos Gordin. Los anarquistas
son repudiados y perseguidos. Su máximo líder Piotr Kropotkin, una genuina leyenda mundial, languidece
izquierdo (en su convalecencia leyó El fuego de Barbusse). Kaplan fue ejecutada a los días
siguientes. También hubo conspiradores profesionales contrarrevolucionarios como Bruce
Lockhart, periodista, diplomático y espía británico, quien tramó un complot contra la vida de Lenin
y Trotsky. Condenado este diplomático a muerte, se canjeó por el bolchevique Litvinov, preso en
Inglaterra. Se asesinó al embajador alemán, el Conde von Mirbach, por el socialistas-
revolucionario Blumkin, lo que causó graves dolores de cabeza al régimen ruso (Lenin se vio
obligado a dar el pésame en persona en la embajada)53. Ante la creciente ola de terror y la
resistencia que amenazaba crecer día a día, se instituyó y fortaleció la Cheka (Comisión
Extraordinaria Panrusa para la lucha con la Contrarrevolución y el Sabotaje), la tenebrosa oficina
de policía secreta, a cargo de Felizk Dzerzhinsky, de impertérrita personalidad, que se instaló en la
calle Lubianka. Empezó a funcionar modestamente con 120 colaboradores y luego de un año tenía
la impresionante cifra de treinta mil funcionarios.54

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Hay dos aspectos complementarios de suma importancia en estos años, antes del fallecimiento de
Lenin, que deben ser atendidos obligatoriamente. El primero está asociado a la larga y destructiva
Guerra civil, que siguió a la toma del Palacio de invierno, y alentada por fuerzas reaccionarias rusas
y las potencias aliadas; y la segunda la creación de la Komitern, o Tercera Internacional Comunista.

La Guerra civil, entre las tropas del Ejército Rojo comandado por Trotsky y los “ejércitos blancos”,
fue, como anotamos, devastadora y dejó casi exhausto el gran país de los Soviets. Parece increíble
que tras esa catástrofe, se levantara una nación envuelta en ruinas, con hambre, enfermedades,
traumatizada de casi un década de guerras (contado la Primera guerra mundial), destruida su
industria y asolados sus campos. La Guerra civil empezó el mismo día de la toma del Palacio de los

lentamente en Dmitrov, cerca de Moscú, donde fallece el 21 de febrero de 1921. Su imponente entierro
(asisten más de cien mil personas que agitan banderas negras) constituye un acto de protesta multitudinario
contra la represión bolchevique y la despida pública de ese movimiento.
53
La importante dirigente socialista revolucionaria Maria Spiridonova, que en principio apoyó la rebelión
bolchevique, se vio involucrada en este atentado y apresada y luego liberada en noviembre de 1921, a
condición de cesar sus actividades partidistas.
54
Correspondió a la Cheka, dirida en la región de los Urales por Iakov Iuroski, la ejecución en julio de 1918
del zar Nicolás II, la zarina, el zarévich Alexei y sus cuatro hermanas, en su prisión de Ekaterinburg. Sus
cuerpos fueron incinerados y las cenizas esparcidas por grandes charchos. Al mismo tiempo se ajusticiaban a
otros miembros de la familia real en Perm y Alapaievski. Otra parte de la familia real, como la madre del zar
María Fiodorovna y el gran duque Nicolai Nikolaivich, fue evacuada de Crimea por la tropas británicas. La
Cheka extendió su poder enormemente en muchoas ámbitos de la vida política; persiguió a mencheviques,
socialista revolucionarios y anarquistas.
zares, y la primera victoria la obtuvo el teniente coronel Muraviov al derrotar a Kerensky, cerca de
Petrogrado, el 12 de noviembre, triunfo inusitado pero de un valor decisivo para ese instante55.

La Guerra civil se inicia propiamente cuando las potencias aliadas, para vengar el retiro de Rusia de
la Guerra y para recuperar las inversiones de sus industrias estatizadas, invaden extensos
territorios de gran riqueza agrícola, petrolera e industrial: Ucrania, el Volga, Siberia, el Turquestán,
el Cáusaso y la cuenca del Donetz56. La invasión territorial se completó con un bloqueo económico
drástico. Técnicamente esta pavorosa Guerra civil se inicia en mayo del 1918, a seis meses de la
toma del poder y empieza a declinar con la derrota de los “ejércitos blancos” en Siberia en enero
de 1920. Al tiempo que los bolcheviques experimentan la ocupación de grandes y poderosos
territorios, como Ucrania, el Volga, los Urales, el Don, que los dejan sin suministros, de trigo,
azúcar, petróleo, crece el Ejército rojo, con más de cinco millones de combatientes (75.000
oficiales exzaristas), y se reorganizan los ejércitos eximperiales en una dimensión, menor pero no
menos amenazadora.

El conflicto de las nacionalidades, anidado antes, estalla (los checos), que se ven apoyados por la
intervención extranjera. Siberia se ve invadida con respaldo francés, mientras en sur el general
Denikin recibe suministros británicos. Por los puertos del norte llegan tropas conjuntas de Francia
e Inglaterra (desembarcan en Murmansk, Península Kola), y por el oriente se disponen tropas
japonesas. Estados Unidos apoyó estas invasiones57. Todas estas enormes dificultades generaron
una política económica drástica que se llamó “comunismo de guerra” (implicaba los forzosos
métodos del taylorismo). El Ejército rojo, en estas condiciones, renuncia a su tradición de consejos

55
Muraviov es un socialista revolucionario de izquierda. Ingresa al Ejército rojo y participa en la batalla de
Kruty. Se rebela contra los bolcheviques, asalta Simbirsk (la revuelta de Muraviov) y es luego baleado (11 de
julio de 1918).
56
Por brutal y devastadora que resultó la Guerra civil en Rusia, no fue la única que se experimentó en
Europa por esos años. Hay que recordar la devastadora violencia de las bandas paramilitares británicas de
los Black and Tans para aplastar el “Alzamiento de Pascua” en Irlanda y la resistencia del IRA. La reconquista
de los turcos al puerto de Esmirna y la configuración del primer genocidio étnico que constituyó la expulsión
de más de un millón de griegos de Turquía y de más 350.000 turcos de Grecia.
57
El presidente norteamericano Wilson ocultó al Congreso estas invasiones a la Rusia soviética y reprimió,
en su país, violentamente a activistas como Bill Haywood y, a través del sistema judicial, lo condenó a
veinte años de prisión. Cientos más purgaron largas penas por haber denunciado esta agresión imperialista.
Las condiciones de las cárceles eran atroces, inhumanas, verdaderamente infernales. La histeria patriótica
wilsoniana no fue sino un nuevo capítulo del fanatismo inquisitorial. Todo el aparato policíaco, con el
pretexto de la defensa nacional, violentó a cientos de ciudadanos, los despojó de sus derechos civiles más
básicos. Detrás de las redadas estuvo el minsitro Mitchell Palmer.
de soldados, restablece la tradicional disciplina castrense, pero garantiza beneficios a sus
militantes y sus familias.

La Guerra civil ofrece aspectos aterradores y batallas memorables. La bestia contrarrevolucionaria


caía sobre la presa, “para desgarrarla miembro a miembro”, como gráficamente escribió Emma
Goldman. La recuperación de Kazán (el comandante del frente era Vazetis), al sur en el Volga, en el
verano de 1918 es un episodio que vuelve a dar respiro a un Revolución verdaderamente
moribunda58.

Acosados los bolcheviques por todos los flancos, el Ejército blanco, con apoyo de las potencias de
la Entente (proporcionaba oficiales, ametralladoras y munición, tanques, aeroplanos, acorazados),
ocupaba una inmensa extensión de territorio, por todos los puntos cardinales de la geografía rusa.
Prácticamente los bolcheviques dominaban solo el centro del país (no más de un veinte por ciento
del territorio) y su línea de conexión con Petrogrado59. Punto álgido fue la defensa desesperada de
Petrogrado, cercada por el general blanco Judenitch, al punto que se informó al mundo su caída a
finales de septiembre de 1919. La defensa, con soldados arapientos y con botas llenas de agujeros,
fue una hazaña de increíble resonancia, luego de mes y medio de combates continuos.

A finales de ese mismo año, el almirante Kolchak (tan apuesto el sujeto), jefe militar anti-
bolchevique, es derrotado en los Urales (su base de operaciones era Omsk) y en febrero del año
siguiente fusilado. Tras la defección del atamán cosaco del Don Krasnov, en marzo de 1920, fue
sucedido por el general Denikin definitivamente derrotado en octubre de 1919 en las afueras de
Orel. La última batalla de la guerra civil se libró en Crimea, siendo el barón Wrangler, de origen
germano-ruso, comandante del ejército blanco, el 27 de octubre de 1920. En esta derrota actuó el
Ejército Insurgente del líder agria anarquista Néstor Majnó.60

58
En la Guerra civil tuvo una participación destacada la inteligente, valiente y bella Larisa Riesner, de origen
polaco. Fue periodista para Gorki, trabajó con Lunacharski y recorrió Afganistán como enviada diplomática.
Murió de tifo a los treinta años.
59
El anarquista ruso-belga Victor Serge en sus vibrantes Memorias de un revolucionario, recuerda la imagen
triste de su primer contacto con Petrogrado a principios de 1919: “Era la capital del Frío, del Hambre, del
Odio y de la Tenacidad. De tres millones de habitantes aproximadamente, la población de Petrogrado
acababa de descender en un año a unas setecientas mil almas en pena.”
60
Néstor Ivanovich Majnó, nacido en 1889 en el pueblo de Guliái-Pole (Ucrania), fue un legendario líder
agrario (especie de Pacho Villa), quien desde su primera juventud se unió a un grupo anarco-comunista, que
asesinó un oficial de la policía en 1907. Condenado a la horca, se le conmutó la pena a cadena perpetua en
la prisión de Butyrki (Moscú), donde conoció a Piotr Arshínov, que lo introdujo en la doctrina de Bakunin y
Kropotkin. Fue liberado tras el indulto de 1917; regresó a su pueblo y en agosto inició asaltos para distribuir
La guerra civil ofrece cuadros, como dijimos, aterradores. Si el país está desgarrado, entre rojos y
blancos, las familias también se desagarran en esta guerra total. En la Caballería roja de Isaak
Babel, que relata (el cuento se titula “La carta”) los sucesos de la campaña de Polonia de 1920, un
padre cosaco, Timofei Kordiukov, que lucha del lado de los ejércitos blancos, toma prisionero a
uno de sus hijos, el bolchevique Fiodor, a quien da muerte cruelmente a sablazos durante horas,
mientras le grita “mala piel”, “perro rojo”. Sus hermanos, Vasili y Semión, luchadores
bolcheviques, toman a su vez prisionero a su padre, y el mayor de ellos lo ejecuta.61 El furor
vengativo dejaba detrás de sí una huella de sangre, dolor y lágrimas. La crueldad homicida, los
odios de clase, los rasgos de valor, la consagración a la causa se combinaban para crear un nuevo
Estado, una nueva sociedad, una nueva disciplinada cultura comunista.

El convoy en que por dos años y medio recorrió Rusia, llevando al Comisario de guerra, León
Trostski, se convirtió en un personaje legendario de la guerra civil. Con dos locomotoras y a una
velocidad de setenta kilómetros por hora, realizó interminables recorridos por las estepas rusas,
cruzando sus ciudades más emblemáticas: Samara, Tcheliabinsk, Wiatka, Petrogrado, Balshof,
Kiev, Smolensk, Rostov, Novotsherkask, Shimotir… El tren era un ministerio rodante, con su
imprenta, central de telégrafo y radiocomunicaciones, almacén de suministros (botas, uniformes,
medicinas, alimentos), garajes para carros, restaurante, baños, biblioteca. Contaba con una sala de
juntas, en la que, desde el comando militar al soldado raso, tomaban decisiones al calor de las
circunstancias. Todo había que aprenderlo, frente a tropas mejor entrenadas y mucho mejor
equipadas. Alguna vez sufrió un descarrilamiento sin consecuencias fatales. Publicaba un periódico

la tierra (recordaba a Stenka Razin y Pugachov). Huyó de Ucracia, con la ocupación alemana (por el tratado
de Brest-Litovsk). Se entrevistó luego con Krotopkin y Lenin. Lanzó nuevamente los destacamento con su
bandera negra y consigna “Libertad o muerte”, sembrando el terror entre la aristocracia terratenientes.
Roba armamento a las tropas de ocupación, que salen en 1919. Crea la comuna primitiva “Rosa
Luxemburgo”, que implanta una educación bajo los modelos de la Escuela Nueva de Francisco Ferrer. Lucha
contra el antisemitismo (su consigna de este proto-nazismo es: “¡Golpea a los judíos! ¡Salva a Rusia!”).
Inventa la tachanka, ligera carreta a la que instala una ametralladora. Pacta con el Ejército Rojo la
persecución a Denikin. Recibe de Trotski la orden de trasladarse a Polonia, y la incumple, creando una
tensión violenta entre ambos líderes. En noviembre, tras la derrota conjunta a Wrangel, el Ejército Rojo y la
Cheka capturan y ejecutan a sus máximos líderes, mientras Majnó cruza el Dniéster hacia Rumanía, y se
radica en Paris, en donde trabaja en la fábrica Renault. Murió allí el 25 de julio de 1934. “Así fue Majnó,
multiforme como la naturaleza”, escribe Babel en Caballería roja.
61
En el cuento “La muerte de Dolguchov”, tenemos la maestría del laconismo brutal, al recibir el soldado un
balazo: “Estaba sentado con la espalda apoyada en un árbol. Las puntas de las botas se erguían cada una por
su lado. Sin separar de mí sus ojos, levantó cuidadosamente la camisa. Tenía el vientre destrozado, los
intestinos se habían deslizado hasta las rodillas y podían observarse en ellos los latidos del corazón”.
“Na Strashe” (“Montando la guardia”) y fue objeto de algunos atentados. Obtuvo, cómo no, el tren
la condecoración de la Bandera roja.

“La guerra civil estalla por la cuestión del pan”, escribió Trotski. Pero estalla porque tampoco hay
trenes (las locomotoras están en ruinas, las vías rotas, el combustible escaso) para transportar
alimentos a las ciudades que van pereciendo irremisiblemente, sin que el poder dado a los
campesinos para requisar a los kulaks ejerza el efecto esperado. Se impone, ante el colapso
económico (escasez, inflación, devaluación de moneda, trueque forzado), la centralización de la
producción, la prohibición del comercio libre, la rigurosa distribución de alimentos y cuotas de
cereales por aldeas. Se da vía libre, en medio de grandes riñas, para que el campesino pobre
(kombedy) despoje al rico o más rico. Se jerarquiza la población en ocho categorías según su
importancia, desde el soldado al desocupado. Se impone la jornada de 10-11 horas, pero con todo
las cosechas, al no estimularse la transacción libre (muchas veces se reduce al auto-consumo),
desciende hasta un 60% en los años siguientes62.

La Tercera Internacional (Komitern) era una obstinada idea de Lenin, desde los días de
Zimmerwald. Para Lenin, al II Internacional socialista estaba muerta antes de la Guerra mundial, y
tratar de resucitarla, luego del triunfo bolchevique, era un despropósito político e histórico. Lenin
se sentía con todo el derecho de refundar las bases de un nuevo movimiento internacional. El
nombramiento de Ioffe, como primer embajador ruso en Alemania, era un paso a la estrategia de
la internacionalización de la Revolución de Octubre. Con la caída de Guillermo II de Hohenzollern,
la esperanza del levantamiento alemán, era inminente. “Por eso Lenin decide”, escribe Gerard
Walter (su biógrafo “oficial”), “inmediatamente proponer al pueblo alemán ayudarlo a sostener
una guerra revolucionaria contra el invasor…”. La Unión Espartaquista toma, para alegría de Lenin,
el nombre de Partido Comunista Alemán. Era la oportunidad de actuar, y así escribió: “La
existencia de una Tercera Internacional, verdaderamente proletaria, verdaderamente
internacional, verdaderamente revolucionaria y comunista, es ya un hecho”. Se semi-auto-
engañaba.

62
El cierre de la Guerra civil, que culmina en la desastrosa campaña contra el mariscal Jozef Pilduski, en
agosto de 1920, fue un fuerte revés para Lenin y el Ejército rojo. Con esta campaña adversa se disipa en
parte el sueño de la importación de la revolución a los países vecinos. Trotsky insiste en que, más que una
guerra de agresión, fue de defensa, pero los resultados fueron no menos dolorosos. Clara Zetkin confirma la
gran decepción de la campaña de Polonia para la revolución alemana.
La convocatoria a la constitución de esta nueva Internacional, se programó, para los meses
siguientes, al tiempo que se celebraba la Conferencia de Paz en París63. En principio, el Congreso
constitutivo de la Internacional contó con muchos factores en contra (como los bloqueos en las
fronteras de los países aliados), pero poco a poco la idea cuaja en forma conveniente y se impone.
El primer Congreso de la Internacional sesiona, con todo, como lo planeado, entre el 2 y el 5 de
marzo de ese año, con un total de 52 delegados, en la sala del Trono del Kremlin. Hubo
representantes de los países del ámbito ruso (Lituania, Estonia, Finlandia, Belio-Rusia, Ucrania),
una representación exigua de los países europeos (Alemania, Austria, Suecia, Noruega y Holanda),
y grupos diversos como los de la Conferencia de Zimmerwald. Los norteamericanos son
representados por John Reed. Hubo un chino y un coreano.

Lenin pide honrar la memoria de los recientemente asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo
y lee sus “Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”64. En ellas insiste
Lenin en que las formas democráticas burguesas están históricamente acabadas y solo se ponen al
servicio de su clase dominante contra el proletariado, mientras la democracia proletaria (la
dictadura del proletariado) es una nueva y definitiva modalidad democrática, para liberar a la clase
explotada de sus sufrimientos y esclavitud. Se desecha, como lo venía sosteniendo Lenin desde
1914, llevar asociada la Internacional el calificativo de socialista, pues es una mancha indeleble, de
traición y chovinismo (Rosa Luxemburgo se había opuesto a la designación comunista para la
Internacional).

El delegado alemán, Hugo Eberlein, en las primeras sesiones, se opuso a su constitución siguiendo
la línea de Rosa Luxemburgo. La súbita aparición del delegado austríaco, Steinhardt, quien informó
de los sucesos de Baviera, revierte la propuesta. El aliento final lo dieron los anunciados
levantamientos que se presentaban en Alemania (Berlín y Baviera) y Hungría (con la revolución de
Bela Kun)65. Estos anuncios suscitaron una enorme esperanza. Al final de la reunión se llega a un

63
Tras la Primera Guerra mundial, Alemania perdió territorios de Lorena-Alsacia, el corredor polaco de la
Prusia Oriental, y el sur de Dinamarca.
64
También fueron asesinados el socialdemócrata independiente Kurt Eisner (21 de febrero de 1919) y el
brillante anarquista Gustav Landauer (2 de mayo de 1919), en Baviera.
65
Bela Kun, un audaz periodista de origen judío, que gozó de la confianza y adepto de Lenin, proclamó el 21
de marzo de 1919 la república de los Soviets en Hungría, favorecido por la enorme confusión que crearon las
demandas de la Entente al presidente socialdemócrata Miguel Karolyi. Se nombró como presidente a
Alejandro Garbal, mientras Bela Kun se reservó el cargo de comisario de Relaciones exteriores. Georg
Lukács, hijo de un banquero de origen noble, hizo parte también de la cúpula gubernamental. En su primera
alocución Bela Kun aseveró: “¡Proletarios! Basta de palabras: ahora ha llegado la hora de actuar. El
acuerdo unánime, acompañado de un regocijo hijo de estas circunstancias. Su primer presidente
fue Zinoviev; el Comité ejecutivo quedó a cargo de Lenin, Trostki, Rakovsky y Platten; la secretaría
general se le adjudicó a Angélica Balabanova. La sede fue el antiguo edificio de la Embajada
alemana; publicó la revista “La Internacional Comunista” (con Victor Serge). En vida de Lenin se
celebran tres Congresos más.

Los siguientes Congresos de la Internacional sirvieron para sellar fuertes lazos entre la Rusia
soviética y los partidos comunistas. Fue la Internacional un foro con carácter mundial, tal como lo
concebía Marx con su Primera Internacional (tuvo que batallar duramente, primero, contra
Proudhon, y luego contra Bakunin), en que se debatirían los asuntos teóricos y estratégicos
prioritarios de la revolución proletaria mundial, con la diferencia que Lenin, como cabeza de la
Revolución rusa, era la autoridad máxima, indiscutida, guía y jefe de ese complejo entramado
centralizado, jerárquico, y coordinador de la máquina exportadora del maná revolucionario. A ella
acudían las cabezas más visibles del movimiento europeo, norteamericano y oriental, que
indiscutiblemente se sometía a su autoridad. Como sostuvo a Clara Zetkin: “Pero tenemos todavía
delante de nosotros la parte más difícil de nuestra tarea: la edificación.” La pérdida de Lenin en
1924 (su estado precario provenía de mediado de 1922) fue insustituible y su temprana
desaparición un camino adecuado para delirios megalómanos sin fin.66

:::::::::::

Lenin se destacó por su personalidad austera, de infatigable luchador y de perspicaz y consagrado


teórico. Fue un orador sin artilugios, directo, capaz no de entusiasmar líricamente sino convencer
o disuadir (o lo contrario) las masas con una argumentación tenaz y consecuente. Aspiró escribir
para obreros y campesinos, y si muchas de sus páginas son desbordantes de polémicas intricadas,
otras se caracterizan por el serio estudio, la documentación fidedigna y escrupulosamente
elaborada. Sabía escuchar con atención al interlocutor y le respondía con calma y concentración,

proletariado húngaro ha tomado en sus manos las riendas de su destino…”. La confrontación, confiscación
de las haciendas de la aristocracia magiar, se acompañó con los fusilamientos selectivos y estatalización de
la banca y otras medidas de poder. También se vio enfrentado el régimen soviético húngaro a ejércitos
rumanos y checos. El caos fue total. Para la primera semana de agosto la aventura de Bela Kun tocó a su fin.
66
A la muerte de Lenin en enero de 1924, se entabló la encarnizada lucha por el poder entre Trotski y Stalin,
quien, pese a la opinión adversa de Lenin a sucederlo, se supo apoyar en Zinoviev, Kamenev y Bujarin. Para
1925, Trotski tuvo que renunciar al cargo de Comisario de Guerra, luego fue expulsado del Politburó del
Partido y en 1928 se le ordenó el destierro. El febrero de 1929 se exilió en Turquía, en la primavera de ese
año vivió en la isla de Prinkipo, hasta 1933. De allí pasó a Francia, Noruega y finalmente a México, donde
sería asesinado por un agente de Stalin en agosto de 1940.
seguro de sí mismo. Rechazó homenajes y solemnidades ociosas. “Jamás he visto”, escribe el
filósofo Bertrand Russell quien lo visitó en un delegación oficial, “una persona tan poco dispuesta
a darse aires de importancia”. También adujo que “era un aristócrata intelectual”. Solo a su
muerte, logró llevar el corazón de la revolución el nombre de Leningrado. Como hijo de una familia
burguesa culta, no explotó de ella sino la fortuna de su primera excelente formación cosmopolita,
el sentido del honrado trabajo intelectual y organizativo. Amaba, por demás a los gatos.

Fue severo, implacable con sus contrincantes, y veló sobre todo por la eficiencia de su
organización política de profesionales revolucionarios. “Una voluntad férrea que doblegaba a
todos según su criterio…” testimonia Emma Goldman. Fue siempre puntual (significa disciplina, y
también respeto). Abandonó el ajedrez, que le apasionaba, por el tiempo que le restaba a sus
actividades partidistas. Rechazó el donjuanismo y a los beodos, por semejantes razones. Vivió
como jefe de Estado de uno de los países más poderosos del globo, como vivió siempre, conforme
a los principios comunistas que siempre predicó. En el Kremlin se alojó en un espacio modesto con
su familia; su comida era la corriente de una familia rusa y hasta la calefacción fue escasa. Clara
Zetkin narra que, ya como jefe de gobierno en 1920, lucía como la misma modesta chaqueta con
que le había conocido en 1907.

No contó Lenin con una gran sensibilidad estética y opinaba que la teoría freudiana era una gran
tontería. “Lo que hace falta”, predicó alguna vez, “es una energía furiosa, energía y energía”. Las
polémicas que han desatado la valoración de su personalidad y la significación de su papel
histórico-universal, son inmensas, necesariamente inacabables; la mitificación está de la mano con
las difamaciones y las calumnias; el juicio sereno y profundo, más bien escaso. Solo tal vez
Robespierre o Napoleón o Bolívar han conocido imágenes históricas más irreconciliables.
Compenetrarnos con sus hechos, su personalidad y su valoración, es parte de nuestro deber como
ciudadanos del mundo.

El historiador británico Christopher Hill (tiene una grandiosa obra sobre la revolución inglesa, El
mundo transtornado. El ideario popular extremista de la Revolución inglesa del siglo XVII), quien a
lo largo de su sintética semblanza de Lenin muestra una empatía reservada, poco común en los
historiadores profesionales, nos recuerda las imágenes múltiples de Lenin, en el mundo
multicultural que lo vio mistificarse.
Deseamos citar el pasaje completo: “Cada civilización ha de hacer con sus grades hombres lo que
puede, para incorporar sus ideas a su propio idioma. En Tadjik y Kazak, la leyenda de Lenin era tan
alta como los montes, como las nubes; en el folclore de Dungan, más brillante que el sol,
desconocedor eterno de la noche. Los oyruts dicen que tenía un rayo de sol en su mano derecha,
un rayo de luna en la izquierda; la tierra temblaba bajo sus pies. Para los uzbekos, Lenin era un
grande que podía sacudir la tierra y mover grandes rocas en busca de la fortuna que escondían sus
entrañas; era capaz de desentrañar el enigma más impenetrable. En la fábula kirguís, Lenin llevaba
un anillo mágico con la ayuda del cual prevalecía siempre sobre el mal y liberaba a los pobres de la
iniquidad y la injusticia. Se cuenta que llegó a Armenia montado en un caballo blanco, para
conducir al pueblo. En otra leyenda Lenin era un titán en lucha contra Asmodeo, amigo del rico y
el privilegiado, el peor enemigo de los pobres. Asmodeo intentó dar muerte a Lenin, pero la luz de
los ojos del héroe le puso en fuga. Lenin se subió entonces a un águila y voló a Daguestán, donde
encendió la guerra contra el rico, y por último regresó a las regiones frías para escribir libros de
verdad para el pueblo. Para los oitiaks del Norte, Lenin era un gran cazador de focas que sembraba
el pánico entre los ricos traficantes de pieles y cueros y daba su botín a los pobres; de igual
manera, los nentsy afirman que Lenin era el más experto marino, que venció a todos sus enemigos
en el combate, se apoderó de sus perros y renos y los repartió entre los pobres. Los cosacos de
Cholojov se imaginan a Lenin como un cosaco del Don.”

Breve bibliografía comendada

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del papel de los Soviets desde su constitución en 1905 hasta la dictadura del proletariado de Lenin).
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anarquista ruso desde sus orígenes hasta su desaparición bajo el régimen bolchevique).
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época, de una calidad literaria conmovedora).
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Balanova, Angélica. Mi vida de rebelde. Martínez Roca. Barcelona, 1974. (Autobiografía con estampas
interesantes sobre los orígenes de Mussolini, la vida de los exiliados rusos y de personalidades de la II
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Barbusse, Henri. Rusia. Editorial Cenit, 1931. S.c. (Relato de su experiencia en Rusia como delegado al VI
Congreso de la Comitern en 1928, de uno de los escritores más significativos de su época).
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constituyendo la más adecuada introducción a la Revolución rusa).
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aburrida).
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vivió la Revolución, obra publicada en 1932. Prácticamente el referente obligatorio del que casi todos los
historiadores beben –y saquean).
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primera consulta, moderada y altamente recomendable).

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derivados del proyecto de la Fischer Verlag de Fráncfort).

Goldman, Emma. Viviendo mi vida. Tomo II. Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid, 1995. (Documento
humano excepcional de una gran anarquista, de una valentía extrema, que descorre el velo de la carencia de
libertades norteamericanas, y exalta los logros de la Revolución de octubre, no sin poner la mirada en sus
llagas y enfermedades).

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(Un amplio y rico recorrido de la cultura comunista desde los días de Marx y Engels hasta Gorbachov).

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entre 1920 y su fecha de muerte; resulta de interés las reflexiones de Lenin sobre la sexualidad y el
feminismo).

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