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No Murmureis Los Unos A Los Otros

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SEMILA

SEMINARIO INTERCULTURAL LATINOAMERICANO

TEMA:
NO MURMURÉIS LOS UNOS DE LOS OTROS.
SERMÓN
SANTIAGO 4:11-12

Nombre de alumno:
Baltazar Condorcaña

Materia que cursa:


CONSEJERIA MINISTERIAL

Nombre del profesor:


Lic. Jhon Tenesaca

Fecha de entrega: Sábado, 07/12/2019


SERMÓN
SANTIAGO 4:11-12 NO MURMURÉIS CONTRA TU HERMANO
Los unos a los otros

V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.” El énfasis del pasaje lo es el


mandamiento “no murmuréis los unos de los otros”, lo sabemos porque es lo primero que
aparece en el original griego. Una traducción literal sería: “Dejen de seguir murmurando los
unos de los otros”. Es decir, paren esa práctica, esa mala costumbre de estar murmurando
los uno de los otros. Así que aparentemente ésta era una práctica común en la iglesia a la
cual Santiago les escribe. “Ustedes son dados a quemarse los unos a los otros. Ustedes
tienen esa mala costumbre de murmurar unos contra otros”, esto tiene que para ahora
mismo, les dice Santiago.

Ahora bien, qué significa murmurar. La palabra murmurar en el griego es


“Katalaleite” la cual significa “hablar en contra de”. Por eso la RV2015 traduce: “no hablen
mal los unos de los otros”. Y el DRAE define murmurar como: “Conversar en perjuicio de un
ausente, censurando sus acciones.” ¿Qué es lo que estaba sucediendo allí? Los hermanos
estaban criticándose unos a otros. Hablaban mal los unos de los otros a sus espaldas. Pero
¿qué es lo que les llevó a esto? ¿Cuál es la causa de esto? El pasaje no nos dice solo podemos
especular. Posiblemente porque en medio de esa transición entre el AT y el NT, unos
hermanos seguían observando las leyes ceremoniales o dietéticas del AT y otros no, y esto
dio paso a críticas fuertes de parte y parte. A lo cual Santiago les dice: no murmuréis los
unos de los otros. No hablen mal ni en contra los uno de los otros.

Claro está, hay un momento cuando hablar en contra tu prójimo es necesario. Por
ejemplo, en Levíticos 5:1 “Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere
testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado.” Aquí se le considera
pecador a aquel que cuando fuere llamado a testificar de lo que vio o supo no lo denunciare,
es decir, no dijera lo que vio o supo. No testificó, se quedó callado. No es pecado testificar
en contra mi prójimo cuando he sido llamado a ello. Otro ejemplo, 1 Corintios 1:11 “Porque
he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre
vosotros contiendas.” Aquí la familia de Cloé puso al tanto a Pablo de los problemas que
había en la iglesia de Corinto. Pero fíjate que aquí el propósito no es llevar chismes sino la
de informar a Pablo para que ayude en ese problema, de las peleas y contiendas que había
en la iglesia de Corinto. Y el pasaje clásico en Mateo 18:15 “Por tanto, si tu hermano peca
contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” ¿Qué
debo hacer cuando mi hermano peca contra mí? ¿Ir y llevar el chisme a los demás para que
piensen mal de mi hermano y bien de mí? Jesús nos dice que no. Ve a solas, nadie se tiene
que enterarse, y repréndele, amonéstale en amor. No lo dejes pasar por alto. ¿Con qué fin?
Para ganar a tu hermano, para que haya reconciliación.

Así que hay momentos cuando es lícito, es correcto hablar contra nuestro prójimo:
cuando somos llamados a testificar, cuando somos llamados a informar para resolver un
problema, cuando pecan contra nosotros, entre otros.

Pero aquí Santiago nos informa que los hermanos estaban hablando uno en contra
de los otros. No había intención de ayudar al hermano, no se menciona que lo que estaban
criticando era que alguien había violado la ley de Dios. Estaban criticando lo que hacían los
hermanos, criticando sus actos, sus motivos e intenciones.

¿Cuál es el principio? El principio es que no debemos hablar en contra los unos de los
otros. No debemos ser chismosos. No debemos estar hablando de espaldas a nuestros
hermanos. O como lo dijo Jesús en Mateo 7:1 “No juzguéis, para que no seáis juzgados.”
¿Qué quiso decir Jesús? El no eliminó todo juicio, sino todo juicio sin misericordia. Todo
juicio que se olvida que nosotros también somos pecadores como los demás. Todo juicio
que es de una sola dirección. Todo juicio apresurado. Todo juicio que busca exaltarse sobre
los demás y decir: yo no soy como esa persona: mira la paja de su ojo, yo no tengo pajas en
mis ojos. Tienes toda la razón no tienes pajas sino un tronco en tus ojos.

¿Por qué no debemos murmurar los unos de los otros? Santiago no da tres razones.

I. PORQUE SOMOS HERMANOS

V. 11 “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano
y juzga a su hermano”. Tres veces Santiago usa la palabra hermanos en este versículo.
“Hermanos, del hermano, a su hermano”. ¿Por qué no debemos murmurar los unos de los
otros? No debemos hablar en contra los uno de los otros porque somos hermanos. Somos
una sola familia. Dios Padre es mi Padre, pero también es el Padre de mi hermano. Cristo
Jesús es hermano de ambos. Jesús derramó su sangre preciosa tanto por mí como por él. Él
es mi Señor como lo es de mi hermano. El mismo Espíritu Santo que me santifica mora
también en él. Esa misma idea la trae Pablo cuando habla de un tema similar en Romanos
14:15 “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al
amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.” Cristo murió
para salvar tanto al hermano fuerte como al hermano débil. Por tanto, cómo es posible que
hablemos mal contra nuestra propia familia.

II. PORQUE YO NO SOY JUEZ DE MI HERMANO

V. 11b-12 “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y
juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el
dador de la ley, que puede salvar y perder”. El que murmura de su hermano o juzga a su
hermano, la conjunción “y” no aparece en el original, se opone a la ley de Dios. El que hace
eso habla en contra de la ley y juzga a la ley. ¿A qué ley se refiere Santiago? El contexto de
la carta nos debe llevar a concluir que se refiere a la ley moral de Dios Santiago 2:8 “Si en
verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo,
bien hacéis”. ¿Qué significa murmurar de la ley y juzgar la ley? Significa dos cosas:

(1) hablamos mal de la ley y la juzgamos al decir con nuestros actos que la ley no me
aplica a mí. Yo estoy por encima de la ley. O la ley no es lo suficientemente estricta
como debe ser.
(2) Nos hacemos señores de la ley. Pero fue Dios quien dio la ley. El único legislador
lo es Dios. Y nosotros somos llamados a obedecer la ley, a cumplir la ley.

III. PORQUE YO SOY COMO MI HERMANO

V. 12b “pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” ¿Quiénes somos nosotros
para juzgar al hermano o juzgar al prójimo? Nosotros somos tan débiles como ellos.
También tenemos los mismos defectos que los demás en diferentes áreas de la vida, pero
tenemos faltas como los otros. Nadie tiene el derecho de exaltarse sobre los demás. Cuando
alguno murmura de su hermano o juzga al hermano se levanta por encima de él como
superior a él. Pero Dios nos llama tener la misma actitud de Cristo Jesús.

La humillación de Cristo es el modelo que debemos seguir en la iglesia. Cuando lo hacemos


así no habrá razones para murmurar al hermano o juzgarlo. ¿Quiénes somos nosotros para
hacerlo? No somos sus dueños, no somos señores de los hermanos. Solo Dios es el Señor
de todos nosotros. Eso mismo les dijo Pablo a los romanos en Romanos 14:4 “¿Tú quién
eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme,
porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.” ¿Quiénes somos nosotros para
juzgar a nuestro prójimo? Somos iguales a ellos, débiles, ignorantes, llenos de faltas como
los demás.
APLICACIÓN:

1. Hermanos, solo Dios es el Señor de la conciencia. Y Dios ha dejado libre a nuestra


conciencia de toda doctrina y mandamiento humano que sea contrario a la Biblia o esté al
margen de la misma. ¿Qué significa? Significa que tenemos a prender a aceptar que los
demás hermanos tienen la libertad de vivir sus vidas de una manera diferente a las nuestras.
Siempre y cuando no violen la ley de Dios, tienen libertad en Cristo de vivir de formas
diferentes a las nuestras. Nadie tiene el derecho de decidir cómo los demás hermanos
tienen que gastar su dinero, escoger la escuela de sus hijos, cuántas veces deben bañarlos,
criarlos, qué marca de ropa deben vestir, qué deben hacer con su tiempo libre, cómo deben
alimentar a sus hijos, cuántos viajes darán al año, cómo deben combinar los colores de su
ropa (si cuadros con líneas, etc.). Nadie tiene la autoridad de imponer sus criterios
personales o gustos personales sobre los demás.

¿Por qué no debemos murmurar del hermano? No debemos hacerlo porque es mi


hermano, hueso de mis huesos y carne de mi carne en el Espíritu, porque yo no soy su juez,
solo Dios lo es. Y porque yo soy como él: débil, frágil, lleno de miles defectos y virtudes.
Pero, sobre todo: tenemos el mismo Padre, Cristo Jesús murió tanto por él como por mí. Y
a ambos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Somos uno en Cristo, somos uno. Amén.

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