Bautismo Del Señor Fiesta MT 3, 13-17 - Is 42, 1-4.6-7 - HCH 10, 34-38
Bautismo Del Señor Fiesta MT 3, 13-17 - Is 42, 1-4.6-7 - HCH 10, 34-38
Bautismo Del Señor Fiesta MT 3, 13-17 - Is 42, 1-4.6-7 - HCH 10, 34-38
✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: GRACIAS POR BAUTIZARME CATÓLICO”
«Betania, rio Jordán. Jesús se dirigió a Juan para que lo bautizara»
«Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: -Soy yo el que necesito que
tú me bautices, y ¿eres tú el que vienes a mí?».
«Nada más ser bautizado, Jesús salió del agua y se abrieron los cielos y
vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él».
«Y una voz del cielo decía: -Éste es mi Hijo amado, en quien me
complazco».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Mt 3, 16-17
Apenas se bautizó el Señor, se abrieron los cielos, y el Espíritu se posó sobre él como una
paloma, y se oyó la voz del Padre que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco».
Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús se manifiesta como el siervo de
Dios, ungido por el Espíritu Santo, el Mesías, proclamado Hijo suyo por el Padre, para
manifestar a todas las gentes la Buena Noticia de la salvación.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
• Otro día que me regalas, Señor. Otro día en el que Tú estás conmigo. Otro día en el
que me das la gracia de encontrarme contigo… gracias, Señor.
Bautismo del Señor. Hoy, Jesús, en el día de su bautismo, aunque no tenía pecado, se
hizo uno con los pecadores, con los marginados, con los pobres de cualquier clase, para
llevarles el perdón y la vida de Dios. Él aceptó gozosamente esa difícil misión. – Nosotros,
por nuestra parte, en nuestro bautismo nos hemos hecho uno con él. ¿Aceptamos
también, como él, nuestra misión de ser buenos siervos de Dios y de los hermanos, aun
cuando sea ésta una tarea difícil? Después de todo, somos discípulos de Jesús.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Nosotros somos también hijos e hijas queridos de Dios desde el día de nuestro bautismo.
¿Hemos respondido al amor de Dios? Pidamos humildemente al Señor que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, siervo de Dios, tú nos enseñaste a servir.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, Hijo amado del Padre, por medio de Tí llegamos a ser sus hijos e hijas.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú te hiciste uno y te identificaste con todos los débiles y con los pecadores.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de las
misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a nuestros
hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una verdadera
contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en el nombre
de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él, caminar por
Él y gozar en Él. Amén.
Ten misericordia de nosotros, Señor, y elimina todos nuestros pecados. Haz que vivamos
como pueblo querido por Dios y llévanos a la vida eterna.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor
Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios,
Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo, solo
Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Isaías 42,1-4.6-7
El profeta Isaías anuncia que el Espíritu de Dios guiará a su siervo fiel a traer al
mundo justicia y amor compasivo y respetuoso. Esta profecía se cumple en Jesús.
Su misión es también nuestra misión.
Así dice el Señor:
1 Éste es mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto sobre
Él mi espíritu, para que traiga la salvación a las naciones.
2 No gritará, no alzará la voz, no voceará por las calles;
3 no romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue. Proclamará fielmente
la salvación,
4 y no desfallecerá ni desmayará hasta implantarla en la tierra. Los pueblos lejanos
anhelan su enseñanza.
6 Yo, el Señor, te llamé según mi plan salvador; te tomé de la mano, te formé e hice de
ti alianza del pueblo y luz de las naciones,
7 para abrir los ojos de los ciegos, sacar de la cárcel a los cautivos, y del calabozo a los
que habitan las tinieblas.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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Meditatio
En este pasaje de Isaías vemos la fidelidad de Dios que cumple sus promesas y nos envía
al Salvador. Isaías profetiza lo que realizará Jesús en su vida pública. Al Igual que en
Jesús, nosotros, los que por el Bautismo somos parte de su cuerpo y sus discípulos, somos
también los elegidos y también en nosotros Dios pone como a Jesús complacencias. Esta
elección no es simplemente para ser sus hijos, sino particularmente para la misión.
Jesús ha sido llamado y elegido por el Padre para ser el redentor del mundo, y nos dice el
texto de Isaías, que Dios ha puesto en él su Espíritu para que haga brillar la justicia. Esto
debemos entenderlo bajo los dos aspectos que entiende la Sagrada Escritura: por un lado,
la justicia en la línea de darle a cada uno lo que le toca; pero por otro, y especialmente
en el sentido de la Santidad. Esta misión es ahora también la nuestra. Es por ello que
tenemos que ir desarrollando ambientes y espacios en los que puedan florecer tanto la
justicia (en nuestras casas y centros de trabajo, así como en toda la sociedad), como la
Santidad, especialmente mediante un testimonio coherente de nuestro cristianismo.
El cristianismo no se continúa expandiendo porque una gran cantidad de hermanos no
trabaja en ninguna de estas dos áreas en su vida y en su entorno. Vemos que estas
acciones deben ser hechas con discreción, pero con firmeza. Será, pues, necesario que
hoy al meditar esta palabra, veamos si nuestra vida está dando este testimonio coherente
de santidad y si estamos promoviendo una vida en la que resplandezca la justicia,
especialmente para con los que no tienen voz.
Oratio
Señor Dios, danos tu Espíritu para que oriente nuestras vidas, cumplamos en todo tu
voluntad y pongamos en práctica la justicia a favor de nuestros hermanos, sobre todo, de
los más débiles, y vivamos con un ardiente deseo de ser santos en cada acción que
diariamente realicemos. Amén.
Actio
Trabajaré por ser justo en cada acción que realice para no cometer injusticias con mis
hermanos, amigos, conocidos y familiares.
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• El primero de los cuatro cánticos del "Siervo doliente" (cf. Is 42,1-7; 49,1-6; 50,4-9a;
52,13-53,12) es obra de un discípulo del Segundo Isaías, cuya descripción nos reporta a
los tiempos del exilio o inmediatamente después. Se nos presenta, en efecto, un personaje
misterioso, el Ungido del Señor, que por sus rasgos encarna al pueblo elegido, o bien a
algunos personajes históricos de Israel. El Nuevo Testamento verá en las características
de este personaje la historia y los acontecimientos trágicos de Jesús de Nazaret.
Aquí el Siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, esto es, de restaurar la
alianza con Dios y de reportar al pueblo del exilio a su patria. Por esto tal personaje ha
sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu, para llevar a
todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios (v. 1). Se presentará con una actitud
llena de humildad y de benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien; tendrá coraje
en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltarán, y sus armas serán las de la paz
(w. 2-4). Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a
proclamar «el derecho con firmeza» y a establecer la «justicia», es decir, a realizar la
salvación que viene de Dios (v. 6a). Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose
«alianza del pueblo», y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será «luz de las
naciones» (v. 6b; cf. Le 1,79; 2,29-32; Jn 8,12).
Su misión, animada por el Espíritu, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al
hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en las tinieblas, entonces, recuperarán
la vista para reemprender el justo camino hacia la verdadera vida. Los prisioneros
recobrarán su libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados (v. 7).
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✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos
ante el Señor en el atrio sagrado.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del
Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: « ¡Gloria!» El Señor
se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
El apóstol Pedro nos dice que el Espíritu de Dios moraba en el Señor Jesús, y que
su Buena Noticia de Salvación se destina a todos.
34 Pedro tomó entonces la palabra y dijo: -Verdaderamente ahora comprendo que Dios
no hace acepción de personas,
35 sino que, en cualquier nación, el que respeta a Dios y obra rectamente le es grato.
36 Él envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la buena noticia de la paz por
medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
37 Ya conocéis lo que ha ocurrido en el país de los judíos, comenzando por Galilea,
después del bautismo predicado por Juan.
38 Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder. Él pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con Él.
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Los creyentes reconocen en Jesús al servidor ungido por Dios para traer la liberación. El
realizó la liberación prometida en Isaías. Y Dios lo reconoció no sólo como servidor, sino
como Hijo, en la resurrección.
✞ ✞ ✞ Aleluya:
Aleluya Cf. Mc 9, 7
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Se abrieron los cielos y se oyó la voz del Padre: «Este es mi Hijo, el amado;
escuchadlo».
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
• El pasaje narra el bautismo de Jesús en el Jordán por obra del Bautista. Tal gesto ritual
de penitencia para la remisión de los pecados suscitó una viva polémica entre los primeros
cristianos, que pensaban que Jesús no tenía necesidad de semejante bautismo y además
podía parecer que Juan Bautista fuese superior a Jesús. Pero el plan de Dios preveía
también esto, y Jesús, Hijo obediente, se somete dócilmente a la voluntad del Padre,
haciéndose solidario con los hombres y cargando con sus pecados (v. 15; cf. Mt 26,42; Jn
1,29; 2 Cor 5,21).
Al mismo tiempo, en el gesto de recibir el bautismo, Cristo se revela "Siervo" manso y
humilde, que se entrega en adhesión total a la condición de debilidad humana, sin reservas
ni privilegios de clase (cf. Is 42,1-3). La teofanía del bautismo, además, evidencia algunos
rasgos característicos de la misión de Jesús: la participación celeste en el mundo humano,
la bajada del Espíritu sobre Jesús en forma de «paloma» y la proclamación del Padre, que
se complace en el Hijo y lo inviste como Mesías (w. 16-17). La imagen de la paloma,
símbolo de Israel, se convierte también en símbolo de la generación del nuevo pueblo de
Dios, al que Jesús da comienzo y que constituye el fruto maduro de la venida del Espíritu
a los hombres. Con Jesús se inicia la época de la purificación, del verdadero conocimiento
de Dios por el Espíritu Santo, de la definitiva unión entre Dios y el hombre.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
«En aquellos días...»: esta expresión -que Mateo sólo emplea aquí- indicaba en el lenguaje
profético el comienzo del tiempo escatológico. En consecuencia, Juan es el profeta
esperado, el que debía preceder al Mesías; sus vestidos (cf. 2 Re 1,8ss; Zac 13,4) y, sobre
todo, su predicación le identifican como tal. El Juez escatológico, cuya venida es
inminente, tendrá los caracteres del Hijo del hombre de los apocalipsis: cribará a todos
(v. 12) y llevará el Espíritu como fuego y viento para discernir lo hecho por cada uno. El
bautismo de Juan prepara el acontecimiento final y sanciona el compromiso de una vida
nueva, pero no puede perdonar los pecados: Mateo reserva semejante prerrogativa a la
muerte salvífica de Jesús (26,28).
El hecho de que quiso recibir el bautismo de Juan es, indudablemente, histórico: lo
refieren, en efecto, los evangelistas, a pesar de que planteara dificultades en la primera
comunidad cristiana: ¿acaso no era Jesús el Inocente?, entonces ¿por qué quiso recibir el
bautismo? La reflexión posterior encontrará respuesta en la solidaridad de Jesús, que,
como Siervo de Yahvé, «fue contado entre los malhechores» (cf. Is 53,12; Lc 22,37). El
sentido original del fragmento hemos de buscarlo, sin embargo, en las primeras palabras
pronunciadas por Jesús en el evangelio. El término «justicia» significa, según Mateo, lo
que Dios pide a los hombres: en consecuencia, Jesús viene al bautismo para cumplir
perfectamente lo que siempre permanecía desatendido y pedía conversión y
cumplimiento. La teofanía que sigue viene a confirmar el carácter definitivo de la misión
de Jesús: se abren los cielos como en los apocalipsis y desciende sobre él el Espíritu, que
obra como en una nueva creación (cf. Gn 1,2). La voz del cielo presenta solemnemente a
Jesús no sólo como el Siervo de Yhwh (cf. Is 42,1), sino como el Hijo de Dios (cf. la
elección de huiós, «hijo», en vez de páis, «siervo/hijo»). La expresión no tiene sólo el
sentido mesiánico de consagración para la misión de Cristo: aquellos a quienes se dirige
el Evangelio, dado que ya conocen los orígenes de Jesús (capítulos 1-2), comprenden su
significado profundo.
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1. Oración inicial
“Te alabamos, Padre invisible, dador de inmortalidad: Tú eres la fuente de la vida, la
fuente de la luz, la fuente de toda gracia y de toda verdad, amante de los hombres y
amante de los pobres, que con todos te reconcilias y a todos atraes hacia Ti por medio de
la venida de tu Hijo amado. Haz de nosotros hombres vivos, danos el Espíritu de Luz, para
que te conozcamos, el Verdadero, y a Aquél que enviaste Jesucristo” (Anáfora de
Serapión)
2. Lectura
a) Introducción:
Este fragmento evangélico (Mt 3,13-17) forma parte de la sección narrativa del
evangelista Mateo, la que introduce a la vida pública de Jesús. Después de la huida a
Egipto, Jesús vive en Nazareth. Ya adulto, lo encontramos aquí, a las orillas del río Jordán.
Se trata de la parte conclusiva del pasaje dedicado a Juan Bautista, el encuentro de los
dos. Quien quisiese profundizar todavía en la personalidad de Juan y su mensaje (Mt 3,1-
12 que ha sido ya propuesto en la liturgia del segundo domingo de adviento), debe tener
en cuenta todo el capítulo 3º de Mateo. Nuestro pasaje está centrado en particular sobre
el reconocimiento de la divinidad de Cristo en el momento de su bautismo. Dios Padre
revela quien es Jesús.
b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:
Mateo: 3,13: ambientación
Mateo: 3,14-15: diálogo Juan – Jesús
Mateo: 3, 16-17: epifanía /teofanía
c) El texto: Mateo 3,13-17
3. Un momento de silencio orante para que la palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y oración.
a) ¿Por qué Jesús “sale al descubierto” después de la vida oculta en Nazareth?
b) ¿Cómo madura su conciencia de su identidad y misión?
c) ¿Me ha sucedido, en cierto momento, el comenzar algo nuevo en mi vida?
d) ¿Quién o cuál experiencia me ha revelado más plenamente mi identidad, vocación y
misión?
e) ¿Qué sentido tiene para mí el recuerdo de mi bautismo?
5. Meditación
a) Una clave de lectura:
Junto a una lectura histórica-cronológica en la que se pone de realce el episodio del
bautismo de Jesús, el encuentro con Juan, antes del comienzo de su vida pública, se puede
tener presente una lectura simbólica, ayudado por los Padres orientales, en la que se
encuadra mayormente el tiempo litúrgico, el de la navidad, que se concluye con la plena
manifestación de Dios como hombre. Una síntesis de la manifestación – epifanía del Hijo
de Dios en la carne.
b) Comentario del texto:
Mateo 13,13: Jesús adulto
Después de la “desaparición” de Juan de la escena (13,1), Jesús, desde Nazareth, donde
había pasado su infancia y la primera juventud (Mt 12,23), se dirige al río Jordán. Como
buen israelita está atento a los movimientos religiosos auténticos que surgen entre el
pueblo. Muestra aprobar la obra de Juan y decide recibir el bautismo con agua, no
ciertamente para ser perdonado de los pecados, sino para unirse y compartir plenamente
las esperanzas y expectativas de todos los hombres y mujeres. No es la humanidad la que
va a Él, sino que es Él el que va hacia ella, según la lógica de la encarnación.
Mateo 13,14-15: diálogo de Juan con Jesús
El intento de Juan de impedir el bautismo de Jesús es el reconocimiento de la diversidad
entre los dos y el conocimiento del nuevo (la Nueva Alianza) que entra en escena. “Aquél
que viene después de mí...os bautizará en Espíritu santo y fuego...tiene en la mano el
bieldo...limpiará...recogerá...quemará...” (vv.11-12). El comportamiento de Jesús es el
de someterse al plan salvífico de Dios (así cumplimos toda justicia), respetando el modo
(en la humildad – kenosis) y los tiempos (la hora – kairos). La diversidad de los dos se
colige también por las familias de proveniencia (sacerdotal la de Juan), del lugar
(Jerusalén para Juan, Nazaret de Galilea para Jesús), en la modalidad de su concepción
(anuncio al padre, Zacarías, según el modelo antiguo; anuncio a la madre, María), la edad
de los padres (ancianos los de Juan). Todo está manifestando el pasaje entre el antiguo y
el nuevo Testamento. Mateo prepara a los lectores a la novedad del Cristo: “habéis oído
que fue dicho, pero yo os digo” (Mt 5).
Mateo 13,16-17: la presentación de Dios Padre y el Espíritu Santo
En el evangelio de Mateo tenemos la solemne “adoración de los Magos” como
reconocimiento de la realeza-divinidad de Jesús. Lucas añade también el reconocimiento
de Isabel (Lc 1,42-43), de los ángeles (Lc 2,13-14), de los pastores (Lc 2,20), de los
ancianos Simeón y Ana (Lc 2,30; 28). En todos los evangelistas, pues, se evoca la
proclamación de la identidad divina de Jesús por parte de Dios Padre y del Espíritu Santo
presente bajo la forma de paloma. Mateo dice precisamente: “Éste es” y no “tú eres” mi
Hijo amado. Jesús es de naturaleza divina y al mismo tiempo el nuevo Adán, principio de
una humanidad nueva reconciliada con Dios junto a la naturaleza reconciliada también
ella con Dios, a través de la inmersión de Cristo en las aguas. Se reabren los cielos después
que han estado cerrados tanto tiempo por causa del pecado y la tierra queda bendecida.
La entrada de Jesús en las aguas prefigura su bajada a los infiernos y se realiza la palabra
del salmista (Sal 74, 13-14), Él aplasta la cabeza del enemigo. El Bautismo no sólo
prefigura, sino que inaugura y anticipa la derrota de Satanás y la liberación de Adán.
No será fácil por tanto reconocer al Mesías en la dimensión de debilidad, el mismo Juan
tiene alguna duda cuando está en la cárcel y le manda decir por medio de sus discípulos:
“¿Eres tú aquél que debe venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3).
6. Para el que quiera profundizar la perspectiva litúrgica y ecuménica
En la tradición de la Iglesia griega, el Bautismo de Jesús es la fiesta más importante en
las celebraciones navideñas. El 6 de enero se festeja en conjunto: Bautismo, nacimiento,
visita de los Magos, bodas de Caná como una sola realidad. Más que del desarrollo histórico
de la vida de Jesús se tiene en cuenta su revelancia teológica–salvífica. El interés no se
centra en el aspecto sentimental, sino en la manifestación histórica de Dios y su ser
reconocido como Señor.
Cirilo de Jerusalén afirma que Jesús confiere a las aguas del Bautismo el “color de su
divinidad” (III catequesis mistagógica, 1).
Gregorio de Nissa escribe que la creación de este mundo y la creación espiritual, un tiempo
enemigas, se reúnen en la amistad, y nosotros humanos, hacemos un solo coro con los
ángeles, participamos en sus alabanzas (PG 46,599).
A la bajada a las aguas corresponde la bajada en las entrañas de la tierra simbolizada en
el nacimiento en la cueva. Las aguas destructoras se convierten en aguas de salvación
para los justos.
La lecturas vetero testamentarias en la liturgia de las Vísperas recuerdan las aguas que
salvan: el Espíritu aletea sobre las aguas en la creación (Gén 1), las aguas del Nilo salvan
a Moisés (Éx 2), las aguas se abren al paso del pueblo de Israel (Éx 14), las aguas de
Mara se convierten en dulces (Éx 15), las aguas del Jordán se abren delante del Arca (Jos
3), las aguas del Jordán curan a Naamán el leproso (2Re 5), etc. Jesús, pues, transforma
el agua en las bodas de Caná en vino (Jn 2) como señal de que la salvación ha llegado.
En esta fiesta, en la liturgia oriental, existe la tradición de bendecir el agua sumergiendo
por tres veces la cruz (la triple inmersión bautismal) en un pozo o en un río. Se evoca al
profeta Isaías: Alégrese el desierto y la tierra seca (Is 35,1-10), vosotros todos los
sedientos venid a las aguas (Is 55,1- 13), recoged agua con gozo (Is 12,3-6).
7. Oración - Salmo 114 (113) ¡Aleluya!
Al salir Israel de Egipto, Jacob de un pueblo extranjero, Judá fue su santuario, Israel fue
su dominio. El mar lo vio y huyó, el Jordán retrocedió, los montes brincaron como
carneros, las colinas igual que corderos. Mar, ¿qué te pasa que huyes, y tú, Jordán, que
retrocedes, montes, que brincáis como carneros, colinas igual que corderos? La tierra
tiembla en presencia del Dueño, en presencia del Dios de Jacob, el que cambia la peña en
estanque y hace del pedernal una fuente.
8. Oración final
Jesús, fuente de la vida, que vienes a cancelar la condena de Adán, en el Jordán has
acabado con el odio, concédenos la paz que supera toda inteligencia. Verbo esplendente
enviado por el Padre, después de borrar las culpas de los mortales, ven a disipar las largas
y tristes horas de la noche y mediante tu bautismo, haz salir resplandeciente a tus hijos
de las olas del Jordán. Que se vista de blanco la raza humana, salga de las aguas como
hijos de Dios y transforma la creación a imagen del Creador. (De los “cantos” litúrgicos
orientales).
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2. El Ungido
2.1 ¿Qué es lo peculiar de Cristo? Nuestra cultura, marcada por las nuevas mitologías de
James Bond, Rambo o Superman, busca las claves del éxito en fortalezas singulares: una
gran astucia, una ingeniería impresionante, una energía sobrehumana, un valor
incomparable. ¿Es así en Cristo? ¿Cristo es Cristo porque tiene una técnica mental, una
tecnología única, un saber esotérico o por qué? Esta fiesta del bautismo del Señor nos
conduce al corazón de la respuesta: lo propio de Jesús es la Unción que ha recibido. Un
enunciado muy sencillo, que sin embargo tiene consecuencias inmensas.
2.2 Si lo peculiar de Cristo fuera una técnica mental entonces ser cristiano significaría ser
mentalista. Si lo peculiar de Cristo fuera una energía sobrehumana entonces no habría
diferencia entre ser cristiano y ser un griego pagano, de aquellos que cantaban las gestas
de Aquiles o el ingenio de Ulises. Si lo peculiar de Cristo fuera un saber escondido,
esotérico, como lo plantean autores como J. J. Benítez en nuestros días, entonces ser
cristiano es instruirse en unos misterios que, como no han sido enseñados por la Iglesia,
implican que la Iglesia es una gigantesca farsa.
2.3 En sentido contrario: si lo peculiar de Cristo es la unción del Espíritu Santo, y ese
Espíritu viene a habitar en nosotros, entonces ser cristiano es básicamente participar del
Espíritu de Jesús, cosa que no suena nada discorde de lo que enseña Pablo: "porque todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios" (Rom 8,14). ¡Dios
Santo! Todo está en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y el primero, y quien ha
inaugurado ese camino para nosotros, es Jesucristo.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net
Este evangelio viene a sacudir hoy nuestra conciencia con la fuerte voz del Bautista. Es
una invitación a la claridad y a la decisión franca: ¿qué objeto tiene nuestra vida? ¿A
dónde se dirigen nuestros caminos? Debemos reconocer que tenemos muchos fines sin
una jerarquía de valores; debemos tomar conciencia de que nuestros caminos son con
frecuencia; tortuosos, múltiples, contradictorios y, en consecuencia, que nos falta la paz
del corazón. Se dijo a propósito de Elías, con quien se compara a Juan, que «su palabra
quemaba como antorcha» (Eco 48,1), puesto que la antorcha, al arder, ilumina. Dejemos,
pues, que la Palabra de Dios se acerque también hoy como fuego a nuestro corazón y lo
ilumine, precisamente mientras destruye la escoria que se le ha adherido, el cascabillo de
tantos objetivos ambiguos, de perspectivas de realización exclusivamente mundanas,
espejismos de una felicidad que equivale a la satisfacción de nuestro egoísmo. Bajo esta
luz incandescente podremos ver nuestro pecado y el bien que debemos hacer.
Ahora bien, ¿tendremos la fuerza necesaria para realizarlo, para volver a empezar a
combatir siempre de nuevo contra nuestras miserias reconocidas? He aquí una vez más
la respuesta consoladora de la Palabra: el Senor Jesus viene a visitarnos en nuestra
condición de extrema debilidad. El, enviado por el Padre para «cumplir toda justicia» (v.
15), puede darnos las fuerzas necesarias para cumplir la voluntad de Dios allí donde no
lo consigamos y no sepamos cómo proceder. Viene no con el fuego inextinguible del juicio,
sino con el fuego del Espíritu Santo, a fin de que también nuestra debilidad se transforme
en instrumento de la gracia divina y de «frutos que prueben vuestra conversión» (v. 8)
para gloria del Padre, por medio de su Hijo amado, en el Espíritu de amor que hace de
nosotros una creación nueva.
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Hijo de Dios. Treinta años en silencio… oculto…; sin decir nada. Estabas en el mundo y
el mundo no se dio cuenta. Te hiciste hombre y como hombre quisiste vivir. Treinta y tres
años en los que a los ojos de los hombres, no hiciste nada impresionante. Sin embargo el
Padre observaba…; contemplaba… pero también callaba; hasta que no pudo más y del
cielo salió una voz diciendo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto…»
Con este silencio, Jesús, me revelas que Dios me ama por el simple hecho de ser su hijo.
Eso es lo único que se es… eso es lo único que define…es lo único que soy…soy hijo de
Dios.
No es lo que hago o lo que tengo lo que me hace lo que soy… aquello se puede acabar,
aquello es finito y mi corazón desea algo más, algo que no acabe, que perdure; que sea
para siempre. He descubierto que ese algo, Señor, eres Tú.
Dame la gracia, Jesús, de sentirme amado de sentirme mirado por Ti. Ayúdame a desechar
las máscaras, los disfraces que no permiten, ni siquiera a mí, saber quién soy… Ayúdame,
Señor, a sólo revestirme de tu mirada.
• «Los hombres de hoy, demasiado acostumbrados a una cultura de la indiferencia,
necesitan trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro
fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de
Dios, la dignidad de viviente. Estamos acostumbrados a esta indiferencia, cuando vemos
las calamidades de este mundo nos limitamos a decir: pero, qué pena, pobre gente, cuánto
sufren… para seguir todo recto después. No es suficiente ver, si yo no me paro, si yo no
miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a
hacer una cultura del encuentro.» (Homilía de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2016,
en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que
es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar un misterio del rosario pidiéndole a María la gracia de sentirme verdaderamente
hijo de Dios que vive la cultura del encuentro con los demás.
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14. Jesús no necesitaba del bautismo, pero queriendo cumplir toda justicia (v. 15), es
decir, guardar puntualmente todas las leyes y costumbres de su pueblo, se sometió al
bautismo como se había sometido a la circuncisión y demás ritos judíos.
16. En el bautismo de Jesús se manifiesta la Ssma. Trinidad: el Padre que habla del cielo,
el Hijo que está en forma de hombre arrodillado a la orilla del Jordán, y el Espíritu Santo
que se hace visible en forma de paloma. Cf. Lc. 3, 22; Jn. 1, 32 ss. y nota.
17. He aquí la primera revelación del más grande de los misterios: el infinito amor del
Padre al Unigénito, en el cual reside toda su felicidad sin límites y por el cual, con el cual
y en el cual recibe eternamente toda su gloria, como lo expresa el Canon de la Misa. Cf.
sobre este amor 12, 18; 17, 5; Is. 42, 1; Jn. 3, 35; 12, 28; 2 Pe. 1, 17.
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2 Señor y Padre nuestro, te damos gracias por el bautismo de Jesús, que nos ha
manifestado la plenitud del Espíritu sobre él. Es durante la teofanía que tuvo lugar en el
bautismo donde fue reconocido como Mesías. Según una tradición rabínica, el Mesías debía
permanecer desconocido hasta que lo revelase un hecho extraordinario operado por ti (cf.
Mt 24,23-27). Este hecho extraordinario ha sido la obra del bautista. Así él ha podido
manifestar que Jesús es aquel que posee el Espíritu y puede hacer este don, prometido
para la era mesiánica, a todos los hombres.
Espíritu Santo, te damos gracias porque has consagrado a Jesús profeta y Mesías y te has
manifestado en él con plenitud, para que él pudiera derramar tus dones sobre nosotros.
Te pedimos nos hagas redescubrir el significado de nuestro bautismo como don tuyo y del
amor del Padre, para responder con coherencia de vida a los compromisos que hemos
asumido el día de nuestro renacer como hijos de Dios. Haznos capaces de ser auténticos
testimonios tuyos, sin manipulaciones y sin compromisos de ningún género, para anunciar
en nuestro mundo la liberación, la justicia y la salvación que tú nos has dado a manos
llenas. Haz que tu Iglesia sea en el mundo signo de tu presencia, y forme una verdadera
familia de hermanos, unidos en la fe y la caridad evangélicas, con una vida dedicada a tu
servicio y al de los más pobres y necesitados. www.santaclaradeestella.es
3 Jesús, fuente de la vida, que vienes a cancelar la condena de Adán, en el Jordán has
acabado con el odio, concédenos la paz que supera toda inteligencia. Verbo esplendente
enviado por el Padre, después de borrar las culpas de los mortales, ven a disipar las largas
y tristes horas de la noche y mediante tu bautismo, haz salir resplandeciente a tus hijos
de las olas del Jordán. Que se vista de blanco la raza humana, salga de las aguas como
hijos de Dios y transforma la creación a imagen del Creador. (De los “cantos” litúrgicos
orientales). www.ocarm.org
4 ¡Padre de Jesús y Padre nuestro! Gracias mi Dios porque por el sacramento del Bautismo
somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros
de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”. (Catecismo
de la Iglesia Católica (CCI 1213).
• 5 cosas que tal vez no sabías de este sacramento católico, puerta para los otros
sacramentos.
1. Se inició con los Apóstoles
“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En
efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y
que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de
vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)” (CCI 1226).
San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y
la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida
cristiana.
2. Tiene varios nombres
Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta
inmersión simboliza “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde
sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).
Este sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.
San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan
nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado
en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación,
porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque
lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.
3. Se renueva cada año
“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por
eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del
Bautismo. La preparación al Bautismo solo conduce al umbral de la vida nueva. El
Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana”
(CCI 1254).
4. Un no bautizado también puede bautizar
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo
el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1;
CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede
bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal
trinitaria”.
“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La
Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm
2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)” (CCI 1253).
5. Es un sello único y permanente
“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su
pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida
al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el
Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272). www.dario.res
5 Señor Jesus, Hijo predilecto de Dios, tú has venido con la plenitud del Espíritu Santo;
impulsado por el amor que se consume por el Padre y por nosotros, pecadores, tú, el
Inocente, quisiste acercarte al bautismo de penitencia para cumplir toda justicia. Ten
todavía piedad de nuestro vagar cada vez más alejado de la meta de la paz. Ven a traernos
la antorcha de la Palabra, luz para nuestro camino; ven a traernos la gracia de volver a
empezar cada dia de nuevo. Ven a injertarnos en ti, Vid verdadera, para que podamos dar
los frutos de conversión y de santidad que el Padre y los hermanos esperan de nosotros.
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Hermanos, la lectura del santo evangelio que acabamos de escuchar nos da un gran
ejemplo de perfecta humildad tanto en el Señor como en el siervo. En el Señor porque,
aun siendo Dios, se dignó hacerse bautizar por un siervo. Ahora bien, puesto que «el que
se humilla será exaltado. (Lc 14,11) -y el Senor apareció humilde con la forma de hombre
para instruir a los hombres-, Dios Padre demostró enseguida cuan superior era a los
hombres -más aun, incluso a los ángeles y a todo lo creado haciendo descender desde su
admirable gloria una voz dirigida a Él: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.
También Juan es un siervo fidelísimo y humildísimo: al preferir ser bautizado por el Señor
en vez de bautizarlo el, mereció que se le abrieran los ojos del alma de suerte que viera
al Espíritu descender sobre Él.
El Hijo de Dios fue bautizado por un hombre, no obligado por una angustiosa necesidad
de lavar sus propios pecados -«Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca» (1
Pe 2,22)-, sino con la misericordiosa intención de lavar toda mancha de nuestros pecados,
«puesto que todos hemos pecado en muchas cosas» y «si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros». (1 Jn 1,8).
Tras haber aprendido por la lectura del evangelio la humilde disposición del Señor,
consideremos también la humilde obediencia del siervo. Sigue, en efecto: «Juan trataba
de impedírselo diciendo: Soy yo el que necesito que Tú me bautices, y ¿eres tú el que
vienes a mí?» Con razón aquel hombre, nacido de mujer y, por consiguiente, no inmune
de la mancha del pecado, tenía miedo de bautizar al Dios que, nacido de una virgen, sabía
que no tenía ninguna mancha de pecado. Ahora bien, puesto que la verdadera humildad
es la que va acompañada por la obediencia, humildemente realizó el servicio del que antes
habia experimentado temor.
Hemos hecho, hermanos queridísimos, estas consideraciones sobre el bautismo de
nuestro Salvador según lo que el mismo nos ha concedido; volvamos ahora a nosotros
mismos y, puesto que hemos escuchado la humildad y la obediencia tanto del que bautiza
como del que ha sido bautizado, intentemos conservar con humilde obediencia el santo
bautismo que hemos recibido, purificándonos de toda contaminación de la carne y del
espíritu, y perfeccionando la santidad en el temor de Dios (Beda el Venerable, Omelie sui
vangeli, Cittá Nuova, Roma 1990, 133).
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6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto, en el
que me complazco» (Mt 3,17).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Éste es mi Hijo amado, en quien me
complazco» (Mt 3,17).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Fred, lo que quiero decirte es que eres amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar
estas palabras como te fueron dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede
darles. Mi único deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú
eres amado.
El máximo regalo que mi amistad pueda hacerte es el don de hacerte reconocer tu
condición de "ser amado". Puedo hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para
mí mismo. ¿No es ésta la amistad: darnos uno al otro el don de "ser amados"? Sí, es la
voz, la voz que habla desde lo alto y desde dentro de nuestros corazones, que susurra
dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en tí me complazco». No es
ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que gritan: «No
eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres nadie... y no puedes
demostrar lo contrario».
Estas voces negativas son tan fuertes y tan insistentes que es fácil creerlas. Ésta es la
gran trampa. Es la trampa del rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he
llegado a darme cuenta de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad
o el poder, sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o
el poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a menudo
del hecho de que forman parte de una tentación mayor, la del rechazo de nosotros
mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y no amables,
entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente percibidos como soluciones
atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el rechazo de nosotros mismos (H. J. M.
Nouwen, Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular, Madrid s.f.).
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Ante este evangelio difícil me encuentro como Juan, que no comprende y repite a Jesús:
Soy yo quien necesita ser bautizado y eres tú, sin embargo, el que viene como alguien
que tiene necesidad. ¿De qué te sirve a ti el bautismo? Y Dios, en la fila con los pecadores,
repite: es justo. Justicia es lo que Dios quiere, y quiere un Hijo que se haga hermano,
Cordero que lleve sobre sí el pecado del mundo, que se sumerja en nuestro mal, para salir
juntos a la superficie, para un cielo que se abre, para una voz que te llama hijo, para una
paloma que aletea sobre tu caos, sobre tu cosmos.
Soy como Juan y quisiera impedirlo, porque me espero un Dios diferente. Jesús, Dios-con-
nosotros, aparece donde nunca le habríamos esperado, mezclado con los pecadores para
recibir un bautismo de penitencia y de conversión.
Jesús recibe sobre sí no tanto el agua del Jordán como nuestra humanidad: eso es el
bautismo. Y se sumergirá en la muerte, como nosotros.
Se sumerge ahora en nuestro límite, Dios-con-nosotros, y va lejos, va al interior de la
fragilidad de la caña que es el hombre; van tan al interior y tan lejos para que nadie se
sienta tan solo que no pueda ser alcanzado por el cielo desgarrado, por una voz de Padre,
por un agua que es nueva génesis, por una paloma que expresa amor. Aparece la
revelación de quién es el hombre, 'porque en Cristo cada hermano se convierte en hijo. Y
las palabras «éste es mi Hijo amado» están dirigidas a mí, me revelan a mí mismo. Cada
uno es hijo amado de Dios, Dios ama a cada uno. Le repite a cada uno: «Tienes todo mi
amor. Tú eres mi hijo». Soy hijo porque vivo de mis fuentes. Ahora bien, ¿es Dios
verdaderamente la fuente de mis palabras, de mis opciones? Si es así, toda vida humana
se vuelve en cierto modo relato de Dios; toda vida es teología, habla de Dios, revela algo
de Cristo. Cada uno de nosotros es un Cristo incipiente, un hijo inacabado.
Jesús comprende en el Jordán que su vocación es ser hijo, es decir, asemejarse a Dios,
mostrar cómo actúa Dios. Y nuestra vocación es la misma: actuar en el mundo como actúa
el Padre: «Sed perfectos como el Padre», «Sed misericordiosos como el Padre», el Dios
cuya perfección consiste en la misericordia. Bendigamos esos momentos de gracia
estupenda, en los que nos parece escuchar dirigidas a nosotros estas palabras: «Tú eres
mi hijo, eres mi predilecto, en ti he puesto todo mi amor» (E. M. Ronchi, Dietro i mormorii
dell'arpa, Sollo il Monte — Bérgamo 1999, 62s, passím). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Monición al Credo
Confesamos nuestra fe, recordando las intervenciones maravillosas de Dios en la historia
de la salvación: la creación, la encarnación, la Pascua, la venida del Espíritu Santo sobre
la Iglesia y la promesa de la vida eterna.
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Oremos a Dios Padre, que en el bautismo nos reconoció como hijos amados suyos.
- Para que en nuestras parroquias se cuide cada vez más la iniciación cristiana en todas
sus dimensiones de modo que de verdad conduzca a una vivencia de la fe en la comunidad
de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que los padres cristianos, al presentar a sus hijos para el bautismo, sean
conscientes de su responsabilidad de educarlos en la fe de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que cuantos se sienten oprimidos y habitan en las tinieblas abran las puertas a
Cristo, luz de las naciones. Roguemos al Señor.
- Para que todos los bautizados en Cristo, amados y elegidos de Dios, ungidos por el
Espíritu Santo, pasemos, como Cristo, haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
mal. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, en la persona de tu Hijo amado nos has revelado a tu servidor,
enviado tuyo al mundo para liberarnos e iluminarnos; escucha las súplicas de tus hijos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
• Oremos hoy a nuestro Padre del cielo, que envió a su Hijo entre nosotros como un siervo
para liberarnos y para renovarnos. Y digámosle: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por la Iglesia y sus líderes, para que ellos y también nosotros no busquemos transigencias
y componendas con la riqueza y el poder, sino que sirvamos y ayudemos a todos,
roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por todos los que no conocen a Cristo, o que se han alejado de la Iglesia, para que
descubran y experimenten el amor del Señor por medio de nosotros por la forma cómo
vivimos el evangelio., roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por nosotros cristianos y por todos los hombres, para que el Espíritu Santo nos guíe a
respetar a los pequeños e indefensos; para que no los oprimamos, sino que les demos
justicia con amor, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por todos los bautizados, para que sigamos más radicalmente a Cristo y para que como
él aprendamos a servir más que a ser servidos, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a
tu pueblo.
Por todos nosotros y por nuestras comunidades cristianas, para que la eucaristía fortalezca
en nosotros los dones del Espíritu Santo y nos haga cada vez más fieles a nuestra vocación
como hijos queridos de Dios, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Señor Dios nuestro, cuando nos bautizamos, tú nos convocaste a hacernos hombres y
mujeres nuevos. Perdona nuestra cobardía y sigue renovándonos por medio de tu Espíritu,
para que tengamos el valor de seguir a Cristo hasta el fin, porque él es Hijo tuyo y Señor
nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
Recibe, Señor, los dones en este día en que manifestaste a tu Hijo predilecto, y haz que
esta ofrenda de tu pueblo se convierta en el sacrificio de aquel que quiso borrar los
pecados del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Estos dones de pan y vino se convertirán en el cuerpo y sangre
de tu querido Hijo Jesús en quien te complaces. Fortalécenos con este alimento y esta
bebida y deja que el Espíritu Santo nos renueve como pueblo que vive sin componendas
el mensaje de justicia y amor y la vida misma de tu Hijo. Que de este modo, seamos
verdaderamente tus hijos queridos en quienes te complaces, ahora y por los siglos de los
siglos.
• Demos sinceras gracias al Padre por habernos hecho, por el bautismo, sus hijas e hijos
queridos junto con Jesús, nuestro Señor.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio. El Bautismo del Señor
En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque estableciste un nuevo bautismo con señales admirables en el Jordán, para que
mediante la voz venida del cielo, se creyera que tu Verbo habitaba entre los hombres; y,
por el Espíritu que descendió en forma de paloma, fuese reconocido Cristo, tu Siervo,
ungido con óleo de alegría, y enviado a evangelizar a los pobres.
• Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar cada
vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la fortaleza
para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu Santo
Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra alabando tu
gloria sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las Misas
celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del Purgatorio. Y
Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.
• Bautizados en el Espíritu Santo e hijos del Padre por medio de Jesús, su Hijo predilecto,
recitemos con toda confianza la propia oración de Jesús.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente
la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos tu paz en nuestros días. Reaviva en
nosotros la gracia del bautismo y condúcenos por tu Santo Espíritu, para que seamos
fieles a nuestra misión de vivir la vida de Jesús en este mundo, mientras esperamos con
gozosa esperanza la venida gloriosa de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 1, 32. 34
Este es de quien decía Juan: «Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo
de Dios».
Señor, alimentados con estos dones sagrados, imploramos de tu bondad, que, escuchando
fielmente a tu Unigénito, de verdad nos llamemos y seamos hijos tuyos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Tú nos has abierto el cielo para fortalecernos con el Pan de vida
y para colmarnos con el Espíritu Santo. Renuévanos y llámanos a alejarnos de nuestras
certezas y apegos humanos. Envíanos a avanzar sin miedo por la ruta de la justicia y la
paz, para que seamos hijos tuyos queridos junto con tu Hijo fiel, Jesucristo nuestro Señor.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa
y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: En el bautismo en el río Jordán Jesús fue investido con su misión de llevar el
amor liberador de Dios a los hombres. El Espíritu le guió para llevar a cabo su misión en
una fidelidad inquebrantable.
En nuestro bautismo con agua y el Espíritu hemos recibido la misión de vivir como Jesús,
de continuar haciendo el bien como Él, de ser fieles y justos para con Dios y con los
hermanos. Que el Dios en cuyo nombre hemos recibido el bautismo nos proteja, nos guíe
y nos bendiga por esta hermosa tarea.
Y así que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Tiempo ordinario, IV
Dios, fuente de todo consuelo, disponga vuestros días en su paz y os otorgue el don de
su bendición.
R. Amén.
Que él os libre de toda perturbación y afiance vuestros corazones en su amor.
R. Amén.
Para que, enriquecidos por los dones de la fe, la esperanza y la caridad, abundéis en esta
vida en buenas obras y alcancéis sus frutos en la eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
Papa Francisco
ÁNGELUS, Fiesta del Bautismo del Señor, Domingo 8 de enero de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, el Evangelio (Mt 3, 13-17) nos presenta la episodio
ocurrido a orillas del río Jordán: en medio de la muchedumbre penitente que avanza hacia
Juan Bautista para recibir el Bautismo también se encuentra Jesús –hacía fila–. Juan
querría impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti» (Mt 3, 14). En
efecto, el Bautista es consciente de la gran distancia que hay entre él y Jesús. Pero Jesús
vino precisamente para colmar la distancia entre el hombre y Dios: si Él está
completamente de parte de Dios también está completamente de parte del hombre, y
reúne aquello que estaba dividido. Por eso pide a Juan que le bautice, para que se cumpla
toda justicia (cf. Mt 3, 15), es decir, se realice el proyecto del Padre, que pasa a través
de la vía de la obediencia y de la solidaridad con el hombre frágil y pecador, la vía de la
humildad y de la plena cercanía de Dios a sus hijos. ¡Porque Dios está muy cerca de
nosotros, mucho!
En el momento en el que Jesús, bautizado por Juan, sale de las aguas del río Jordán, la
voz de Dios Padre se hace oír desde lo alto: «Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco» (Mt 3, 17). Y al mismo tiempo el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa
sobre Jesús, que da públicamente inicio a su misión de salvación; misión caracterizada
por un estilo, el estilo del siervo humilde y dócil, dotado sólo de la fuerza de la verdad,
como había profetizado Isaías: «no vociferará ni alzará el tono, […] la caña quebrada no
partirá, y la mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia» (Is 42, 2-3). Siervo
humilde y manso, he aquí el estilo de Jesús, y también el estilo misionero de los discípulos
de Cristo: anunciar el Evangelio con docilidad y firmeza, sin gritar, sin regañar a alguien,
sino con docilidad y firmeza, sin arrogancia o imposición. La verdadera misión nunca es
proselitismo sino atracción a Cristo. ¿Pero cómo? ¿Cómo se hace esta atracción a Cristo?
Con el propio testimonio, a partir de la fuerte unión con Él en la oración, en la adoración
y en la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los
hermanos. Imitando a Jesús, pastor bueno y misericordioso, y animados por su gracia,
estamos llamados a hacer de nuestra vida un testimonio alegre que ilumina el camino,
que lleva esperanza y amor.
Esta fiesta nos hace redescubrir el don y la belleza de ser un pueblo de bautizados, es
decir, de pecadores –todos lo somos– de pecadores salvados por la gracia de Cristo,
inseridos realmente, por obra del Espíritu Santo, en la relación filial de Jesús con el Padre,
acogidos en el seno de la madre Iglesia, hechos capaces de una fraternidad que no conoce
confines ni barreras.
Que la Virgen María nos ayude a todos nosotros cristianos a conservar una conciencia
siempre viva y agradecida de nuestro Bautismo y a recorrer con fidelidad el camino
inaugurado por este Sacramento de nuestro renacimiento. Y siempre humildad, docilidad
y firmeza.
ÁNGELUS, Fiesta del Bautismo del Señor, Plaza de San Pedro, Domingo 12 de
enero de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he bautizado a treinta y dos recién
nacidos. Doy gracias con vosotros al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. A
mí me gusta bautizar a los niños. ¡Me gusta mucho! Cada niño que nace es un don de
alegría y de esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta
para la familia de Dios.
La página del Evangelio de hoy subraya que, cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en
el río Jordán, «se abrieron los cielos» (Mt 3, 16). Esto realiza las profecías. En efecto, hay
una invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: «Ojalá rasgases
el cielo y descendieses!» (Is 63, 19). Si el cielo permanece cerrado, nuestro horizonte en
esta vida terrena es sombrío, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe una
vez más nos ha dado la certeza de que el cielo se rasgó con la venida de Jesús. Y en el
día del bautismo de Cristo contemplamos aún el cielo abierto. La manifestación del Hijo
de Dios en la tierra marca el inicio del gran tiempo de la misericordia, después de que el
pecado había cerrado el cielo, elevando como una barrera entre el ser humano y su
Creador. Con el nacimiento de Jesús, el cielo se abre. Dios nos da en Cristo la garantía de
un amor indestructible. Desde que el Verbo se hizo carne es, por lo tanto, posible ver el
cielo abierto. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el
Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para san Esteban, el primer mártir, que exclamó:
«Veo los cielos abiertos» (Hch 7, 56). Y es posible también para cada uno de nosotros, si
nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el
Bautismo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Éste es el gran tiempo de la
misericordia! No lo olvidéis: ¡éste es el gran tiempo de la misericordia!
Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizándose con
el pueblo penitente —Él sin pecado y sin necesidad de conversión—, Dios Padre hizo oír
su voz desde el cielo: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco» (v. 17). Jesús
recibió la aprobación del Padre celestial, que lo envió precisamente para que aceptara
compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el auténtico modo de amar.
Jesús no se disocia de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Así,
nos hace hijos, juntamente con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del
amor auténtico. Y, ¡este es el gran tiempo de la misericordia!
¿No os parece que en nuestro tiempo se necesita un suplemento de fraternidad y de amor?
¿No os parece que todos necesitamos un suplemento de caridad? No esa caridad que se
conforma con la ayuda improvisada que no nos involucra, no nos pone en juego, sino la
caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano.
¡Qué buen sabor adquiere la vida cuando dejamos que la inunde el amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso
de seguir a Cristo por el camino de la fe y de la caridad, la senda trazada por nuestro
Bautismo.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Fiesta del Bautismo del Señor
131. Con la Fiesta del Bautismo del Señor, prolongación de la Epifanía, concluye el tiempo
de la Navidad y se inicia el Tiempo Ordinario. Mientras Juan bautiza a Jesús a orillas del
Jordán sucede algo grandioso: los cielos se abren, se oye la voz del Padre y el Espíritu
Santo desciende en forma visible sobre Jesús. Se trata de una manifestación del misterio
de la Santísima Trinidad. Pero ¿por qué se produce esta visión en el momento en el que
Jesús es bautizado? El homileta debe responder a esta pregunta.
132. La explicación está en la finalidad por la que Jesús va a Juan para que le bautice.
Juan está predicando un bautismo de penitencia. Jesús recibe este signo de
arrepentimiento junto a muchos otros que corren hacia Juan. En un primer momento,
Juan intenta impedírselo pero Jesús insiste. Y esta insistencia manifiesta su intención: ser
solidario con los pecadores. Quiere estar donde están ellos. Lo mismo expresa el apóstol
Pablo, pero con un tipo de lenguaje diferente: «Al que no había pecado, Dios le hizo expiar
por nuestros pecados» (2 Co 5, 21).
133. Y es, justamente, en este momento de intensa solidaridad con los pecadores, cuando
tiene lugar la grandiosa epifanía trinitaria. La voz del Padre tronó desde el cielo,
anunciando: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto». Tenemos que comprender que lo
que le agrada al Padre, reside en la voluntad del Hijo de ser solidario con los pecadores.
De este modo se manifiesta como Hijo de este Padre, es decir, el Padre que «tanto amó
al mundo que entregó a su Hijo único» (Jn 3, 16). En aquel preciso instante, el Espíritu
aparece como una paloma, desciende sobre el Hijo, imprimiendo una especie de
aprobación y de autorización a toda la escena inesperada.
134. El Espíritu que ha plasmado esta escena preparándola a lo largo de los siglos de la
Historia de Israel («que habló por los profetas», como profesamos en el Credo), está
presente en el homileta y en sus oyentes: abre sus mentes a una comprensión todavía
más profunda de lo sucedido. El mismo Espíritu acompañó a Jesús en cada instante de su
existencia terrenal, caracterizando todas sus acciones para que fueran revelación del
Padre. Por tanto, podemos escuchar el texto del profeta Isaías de este día como una
prolongación de las palabras del Padre en el corazón de Jesús: «Tú eres mi Hijo, el
amado». Su diálogo de amor continúa: «mi elegido, a quien prefiero. Sobre Él he puesto
mi espíritu. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he
formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones».
135. En el salmo responsorial de esta fiesta se escuchan las palabras del Salmo 28: «La
voz del Señor está sobre las aguas». La Iglesia canta este salmo como celebración de las
palabras del Padre que tenemos el privilegio de escuchar y cuya escucha marca nuestra
fiesta. «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto» - esta es la «voz del Señor sobre las
aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor
es magnífica» (Sal 28, 3-4).
136. Después del Bautismo, el Espíritu conduce a Jesús al desierto para ser tentado por
Satanás. Sucesivamente y conducido siempre por el Espíritu, Jesús va a Galilea donde
proclama el Reino de Dios. Durante su maravillosa predicación, marcada por milagros
prodigiosos, Jesús afirma en una ocasión: «Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12, 50). Con estas palabras se refería a su próxima
muerte en Jerusalén. De este modo comprendemos cómo el Bautismo de Jesús por parte
de Juan Bautista no fue el definitivo sino una acción simbólica de lo que se habría cumplir
en el Bautismo de su agonía y muerte en la Cruz. Porque es en la Cruz donde Jesús se
revela a sí mismo, no en términos simbólicos, sino concretamente y en completa
solidaridad con los pecadores. Es en la Cruz donde «Dios lo hizo expiar por nuestros
pecados» (2Co 5, 21) y donde «nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por
nosotros un maldito» (Ga 3, 13). Es allí donde desciende al caos de las aguas de
ultratumba, y lava para siempre nuestros pecados. Pero por la Cruz y la Muerte, Jesús es
también liberado de las aguas, llamado a la Resurrección por la voz del Padre que dice:
«Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado. Yo seré para él un padre y el será para mí un
hijo» (Hb 1, 5). Esta escena de muerte y resurrección es una obra de arte escrita y dirigida
por el Espíritu. La voz del Señor sobre las grandes aguas de la muerte, con fuerza y poder,
saca a su Hijo de la muerte. «La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica».
137. El Bautismo de Jesús es modelo también para el nuestro. En el Bautismo
descendemos con Cristo a las aguas de la muerte, donde son lavados nuestros pecados.
Y después de habernos sumergido con Él, con Él salimos de las aguas y oímos, fuerte y
potente, la voz del Padre que, dirigida también a nosotros en lo profundo de nuestros
corazones, pronuncia un nombre nuevo para cada uno de nosotros: «¡Amado! Mi
predilecto». Sentimos este nombre como nuestro, no en virtud de las buenas obras que
hemos realizado, sino porque Cristo, en su amor sin límites, ha deseado intensamente
compartir con nosotros su relación con el Padre.
138. La Eucaristía celebrada en esta Fiesta propone de nuevo, en cierto modo, los mismos
acontecimientos. El Espíritu desciende sobre los dones del pan y del vino ofrecido por los
fieles. Las palabras de Jesús: «Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre», anuncian su
intención de recibir el Bautismo de muerte para nuestra Salvación. Y la asamblea reza, el
«Padre nuestro» junto con el Hijo, porque con Él siente dirigida a sí misma la voz del Padre
que llama «amado» al Hijo.
139. En una ocasión, a lo largo de su ministerio, Jesús dijo: «el que cree en mí, como dice
la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva"». Aquellas aguas vivas han
comenzado a brotar en nosotros con el Bautismo, y se transforman en un río siempre más
caudaloso en cada celebración de la Eucaristía.