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Bautismo Del Señor Fiesta MT 3, 13-17 - Is 42, 1-4.6-7 - HCH 10, 34-38

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Domingo siguiente a la Epifanía, Ciclo A, Impar (Is 42, 1-4.

6-7; Hch 10, 34-38; Mt 3, 13-


17)
Bautismo del Señor, fiesta.
INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: GRACIAS POR BAUTIZARME CATÓLICO”
 «Betania, rio Jordán. Jesús se dirigió a Juan para que lo bautizara»
 «Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: -Soy yo el que necesito que
tú me bautices, y ¿eres tú el que vienes a mí?».
 «Nada más ser bautizado, Jesús salió del agua y se abrieron los cielos y
vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él».
 «Y una voz del cielo decía: -Éste es mi Hijo amado, en quien me
complazco».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Mt 3, 16-17

Apenas se bautizó el Señor, se abrieron los cielos, y el Espíritu se posó sobre él como una
paloma, y se oyó la voz del Padre que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco».
Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús se manifiesta como el siervo de
Dios, ungido por el Espíritu Santo, el Mesías, proclamado Hijo suyo por el Padre, para
manifestar a todas las gentes la Buena Noticia de la salvación.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa de la Fiesta: Bautismo del Señor, fiesta, ciclo A. 12 de Enero 2020


• Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, en el que maravillosamente es
proclamado como Hijo amado de Dios, las aguas son santificadas, el hombre es purificado
y se alegra toda la tierra (elog. del Martirologio Romano).
• El Padre, en el bautismo de Cristo en el Jordán, quiso revelar solemnemente que él era
su Hijo amado, su predilecto (cf. orac. colecta y Ev.). En Él se cumple la profecía de Isaías:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo». Él es el ungido por el Espíritu Santo, el Mesías que
«pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo» (2 lect.). Acercándose al
bautismo como si fuera un pecador más, anuncia que cargará en la cruz con peso de
nuestros pecados y así nos salvará.
Directorio sobre la piedad popular y la liturgia
La fiesta del Bautismo del Señor
119. Los misterios del Bautismo del Señor y de su manifestación en las bodas de Caná
están estrechamente ligados con el acontecimiento salvífico de la Epifanía.
La fiesta del Bautismo del Señor concluye el Tiempo de navidad. Esta fiesta, revalorizada
en nuestros días, no ha dado origen a especiales manifestaciones de la piedad popular.
Sin embargo, para que los fieles sean sensibles a lo referente al Bautismo y a la memoria
de su nacimiento como hijos de Dios, esta fiesta puede constituir un momento oportuno
para iniciativas eficaces, como: el uso del Rito de la aspersión dominical con el agua
bendita en todas las misas que se celebran con asistencia del pueblo; centrar la homilía y
la catequesis en los temas y símbolos bautismales.
• Hoy Jesús se bautiza en el río Jordán; el Padre le reconoce como a su Hijo querido; y el
Espíritu Santo le prepara para su misión de servicio. Que el Espíritu de filiación y servicio
de Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Otro día que me regalas, Señor. Otro día en el que Tú estás conmigo. Otro día en el
que me das la gracia de encontrarme contigo… gracias, Señor.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

Bautismo del Señor. Hoy, Jesús, en el día de su bautismo, aunque no tenía pecado, se
hizo uno con los pecadores, con los marginados, con los pobres de cualquier clase, para
llevarles el perdón y la vida de Dios. Él aceptó gozosamente esa difícil misión. – Nosotros,
por nuestra parte, en nuestro bautismo nos hemos hecho uno con él. ¿Aceptamos
también, como él, nuestra misión de ser buenos siervos de Dios y de los hermanos, aun
cuando sea ésta una tarea difícil? Después de todo, somos discípulos de Jesús.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Nosotros somos también hijos e hijas queridos de Dios desde el día de nuestro bautismo.
¿Hemos respondido al amor de Dios? Pidamos humildemente al Señor que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, siervo de Dios, tú nos enseñaste a servir.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, Hijo amado del Padre, por medio de Tí llegamos a ser sus hijos e hijas.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú te hiciste uno y te identificaste con todos los débiles y con los pecadores.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de las
misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a nuestros
hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una verdadera
contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en el nombre
de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él, caminar por
Él y gozar en Él. Amén.
Ten misericordia de nosotros, Señor, y elimina todos nuestros pecados. Haz que vivamos
como pueblo querido por Dios y llévanos a la vida eterna.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor
Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios,
Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo, solo
Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, al enviar sobre él


tu Espíritu Santo, quisiste revelar solemnemente a tu Hijo amado, concede a tus hijos de
adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oh, Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne, haz que
merezcamos ser transformados interiormente por aquel que hemos conocido semejante a
nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oremos para que con Jesús seamos siervos fieles de Dios y de los hermanos. (Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro: En esta Fiesta del bautismo de Jesús tú nos llamas a ser hijas e
hijos queridos tuyos y por él, nos das en nuestro bautismo la misión de ser siervos
humildes y entregados. Danos la gracia de no quebrar totalmente a los abatidos por el
pecado y el dolor. Ayúdanos a servir siempre a la causa de lo justo y recto, a ser ojos para
los ciegos, y voz para los silenciados y oprimidos. Que como bautizados te agrademos en
todo lo que hacemos. Te lo pedimos en nombre de Jesús el Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Isaías 42,1-4.6-7

El profeta Isaías anuncia que el Espíritu de Dios guiará a su siervo fiel a traer al
mundo justicia y amor compasivo y respetuoso. Esta profecía se cumple en Jesús.
Su misión es también nuestra misión.
Así dice el Señor:
1 Éste es mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto sobre
Él mi espíritu, para que traiga la salvación a las naciones.
2 No gritará, no alzará la voz, no voceará por las calles;
3 no romperá la caña cascada ni apagará la mecha que se extingue. Proclamará fielmente
la salvación,
4 y no desfallecerá ni desmayará hasta implantarla en la tierra. Los pueblos lejanos
anhelan su enseñanza.
6 Yo, el Señor, te llamé según mi plan salvador; te tomé de la mano, te formé e hice de
ti alianza del pueblo y luz de las naciones,
7 para abrir los ojos de los ciegos, sacar de la cárcel a los cautivos, y del calabozo a los
que habitan las tinieblas.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
www.evangelizacion.org.mx

Meditatio
En este pasaje de Isaías vemos la fidelidad de Dios que cumple sus promesas y nos envía
al Salvador. Isaías profetiza lo que realizará Jesús en su vida pública. Al Igual que en
Jesús, nosotros, los que por el Bautismo somos parte de su cuerpo y sus discípulos, somos
también los elegidos y también en nosotros Dios pone como a Jesús complacencias. Esta
elección no es simplemente para ser sus hijos, sino particularmente para la misión.
Jesús ha sido llamado y elegido por el Padre para ser el redentor del mundo, y nos dice el
texto de Isaías, que Dios ha puesto en él su Espíritu para que haga brillar la justicia. Esto
debemos entenderlo bajo los dos aspectos que entiende la Sagrada Escritura: por un lado,
la justicia en la línea de darle a cada uno lo que le toca; pero por otro, y especialmente
en el sentido de la Santidad. Esta misión es ahora también la nuestra. Es por ello que
tenemos que ir desarrollando ambientes y espacios en los que puedan florecer tanto la
justicia (en nuestras casas y centros de trabajo, así como en toda la sociedad), como la
Santidad, especialmente mediante un testimonio coherente de nuestro cristianismo.
El cristianismo no se continúa expandiendo porque una gran cantidad de hermanos no
trabaja en ninguna de estas dos áreas en su vida y en su entorno. Vemos que estas
acciones deben ser hechas con discreción, pero con firmeza. Será, pues, necesario que
hoy al meditar esta palabra, veamos si nuestra vida está dando este testimonio coherente
de santidad y si estamos promoviendo una vida en la que resplandezca la justicia,
especialmente para con los que no tienen voz.
Oratio
Señor Dios, danos tu Espíritu para que oriente nuestras vidas, cumplamos en todo tu
voluntad y pongamos en práctica la justicia a favor de nuestros hermanos, sobre todo, de
los más débiles, y vivamos con un ardiente deseo de ser santos en cada acción que
diariamente realicemos. Amén.
Actio
Trabajaré por ser justo en cada acción que realice para no cometer injusticias con mis
hermanos, amigos, conocidos y familiares.
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• El primero de los cuatro cánticos del "Siervo doliente" (cf. Is 42,1-7; 49,1-6; 50,4-9a;
52,13-53,12) es obra de un discípulo del Segundo Isaías, cuya descripción nos reporta a
los tiempos del exilio o inmediatamente después. Se nos presenta, en efecto, un personaje
misterioso, el Ungido del Señor, que por sus rasgos encarna al pueblo elegido, o bien a
algunos personajes históricos de Israel. El Nuevo Testamento verá en las características
de este personaje la historia y los acontecimientos trágicos de Jesús de Nazaret.
Aquí el Siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, esto es, de restaurar la
alianza con Dios y de reportar al pueblo del exilio a su patria. Por esto tal personaje ha
sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu, para llevar a
todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios (v. 1). Se presentará con una actitud
llena de humildad y de benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien; tendrá coraje
en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltarán, y sus armas serán las de la paz
(w. 2-4). Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a
proclamar «el derecho con firmeza» y a establecer la «justicia», es decir, a realizar la
salvación que viene de Dios (v. 6a). Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose
«alianza del pueblo», y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será «luz de las
naciones» (v. 6b; cf. Le 1,79; 2,29-32; Jn 8,12).
Su misión, animada por el Espíritu, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al
hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en las tinieblas, entonces, recuperarán
la vista para reemprender el justo camino hacia la verdadera vida. Los prisioneros
recobrarán su libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados (v. 7).
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1. Cristo, el Siervo de Dios


1.1 Es necesario y saludable insistir, como se hace en la Iglesia Católica, en una verdad
fundamental: Cristo es el Hijo de Dios. Mas esa afirmación central no anula otras que son
posibles, que vienen de la Escritura y que hacen mucho bien a nuestro entendimiento del
misterio de Jesucristo; entre estos otros enunciados hoy vamos a centrarnos en Cristo
como "Siervo" de Dios.
1.2 Partamos de una base: proclamar el señorío de Dios es proclamar nuestra servidumbre
hacia Dios. ¿Qué es, en efecto, un señor sin siervos? ¿Hay algo más ridículo que un señor
que no tiene quién atienda a sus órdenes ni quién quiera agradarle con sus acciones? Si
tomamos en serio que Dios es Señor hemos de tomar en serio que nosotros somos siervos
suyos. Y tal es el mensaje de Cristo: mostrándose en obras y palabras como verdadero
Siervo de Dios mostró con sus palabras y con sus obras que Dios es el Señor, es decir,
mostró que Dios reina; nos dejó ver el Reino de Dios.
1.3 Isaías, en la primera lectura de hoy, nos presenta un perfil de un siervo de Dios. De
todas las características que él menciona, detengámonos en una, o mejor en la
combinación de dos de ellas: compasivo y fuerte. No rompe la caña resquebrajada y a la
vez manifiesta firmemente el derecho. Entiende al cansado pero no se cansa; acoge al
caído mientras conserva su propio lugar y su propia misión. ¡Admirable virtud, que bien
vemos brillar en Jesucristo!
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Dios se complace en su servidor, quien instaurará el derecho y traerá la salvación para


los oprimidos: ciegos, prisioneros, aquellos que sufren la injusticia. Antes de iniciar su
misión pública, con la cual cumplirá este anhelo de liberación que Dios tiene para todo el
pueblo, Jesús será reconocido en el bautismo como este servidor.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos
ante el Señor en el atrio sagrado.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del
Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
V/. El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: « ¡Gloria!» El Señor
se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.
R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Hechos 10, 34-38

El apóstol Pedro nos dice que el Espíritu de Dios moraba en el Señor Jesús, y que
su Buena Noticia de Salvación se destina a todos.
34 Pedro tomó entonces la palabra y dijo: -Verdaderamente ahora comprendo que Dios
no hace acepción de personas,
35 sino que, en cualquier nación, el que respeta a Dios y obra rectamente le es grato.
36 Él envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la buena noticia de la paz por
medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
37 Ya conocéis lo que ha ocurrido en el país de los judíos, comenzando por Galilea,
después del bautismo predicado por Juan.
38 Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder. Él pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con Él.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Es la introducción del discurso de Pedro en Cesarea, en casa de Cornelio, que prepara


el bautismo del Centurión, ejemplo del universalismo del evangelio. Pedro ha sido enviado
por el Espíritu a Cesárea para dar inicio a la conversión de los paganos, comenzando por
el hombre romano, piadoso y temeroso de Dios. La palabra de Pedro es introducida por
una idea clara: «Dios no hace acepción de personas» (v. 34); ante Dios no existen
preferencias de razas ni de posición social: todos son igualmente hijos amados e iguales
en la dignidad, sean judíos que paganos, porque Jesús los ha unificado a todos en un solo
pueblo de Dios, sin exclusión alguna (cf. Hch 15,7-9; Dt 10,7; Rom 2,11). Cristo ha traído
la paz a la tierra por medio de su "alegre nueva". A cuantos se adhieren a su Palabra y lo
reconocen Hijo de Dios les son perdonados sus pecados.
Su predicación, en efecto, desde el bautismo recibido en el Jordán y confirmado por la
Palabra del Padre que lo ha reconocido «Hijo predilecto» (Lc 3,22), hasta el momento de
su retorno al Padre con su muerte y resurrección, ha sido un anuncio de salvación para la
humanidad entera. Toda la vida de Jesús, marcada por la unción del Espíritu de Dios, ha
sido un paso entre los hombres para comunicarles el amor del Padre, hasta el don de su
vida, para el perdón de los pecados y para la salvación de todos, incluidos los paganos,
sobre los que se manifiesta el Espíritu con poder, como en la casa del centurión Cornelio.
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Los creyentes reconocen en Jesús al servidor ungido por Dios para traer la liberación. El
realizó la liberación prometida en Isaías. Y Dios lo reconoció no sólo como servidor, sino
como Hijo, en la resurrección.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Cf. Mc 9, 7
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Se abrieron los cielos y se oyó la voz del Padre: «Este es mi Hijo, el amado;
escuchadlo».
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Mateo 3, 13-17

El bautismo de Jesús en el río Jordán es la ocasión para darse a conocer como el


Salvador prometido: el Padre le llama su Hijo querido; el Espíritu Santo le guiará.
13 Entonces llegó Jesús desde Galilea al Jordán y se dirigió a Juan para que lo bautizara.
14 Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: -Soy yo el que necesito que tú me bautices,
y ¿eres tú el que vienes a mí?
15 Jesús le respondió: -Deja eso ahora; pues conviene que cumplamos lo que Dios ha
dispuesto. Entonces Juan accedió.
16 Nada más ser bautizado, Jesús salió del agua y, mientras salía, se abrieron los cielos
y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él.
17 Y una voz del cielo decía: -Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Reflexiona con las siguientes palabras:


Llama la atención la humildad de Juan Bautista. En diversos pasajes del Evangelio, el
Bautista se presenta como una llama de fuego ardiente en su denuncia de la hipocresía
de los fariseos así como en su predicación de la necesidad de la conversión. Ante Jesús,
se allana totalmente. Y seguramente no por complejo ni por debilidad. ¿De dónde procede
su capacidad para reconocer a Jesús y para conocer cuál es su lugar? De su apertura al
Espíritu y de su humildad. Sabe quién es y cuál su misión. Por eso, no duda en señalar:
«soy yo el que necesita ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?».
Juan no hizo milagros ni signo alguno que lo pudiera identificar como el Mesías. Hizo lo
que tenía que hacer: preparar el camino al Señor. Esa preparación llegó a un punto
culminante cuando Jesús se puso en la fila de los que esperaban ser bautizados por él.
¡Qué lección de humildad que es andar en verdad!
El pasaje del Evangelio de Mateo nos plantea una pregunta fundamental: ¿por qué se
bautiza Jesús? ¿Cómo es que Él, Dios y hombre verdadero, el Mesías, se somete al
Bautismo de Juan? ¿Acaso el todo puro necesitaba ser purificado? Ciertamente no. «Fue
bautizado el Señor —responde San Ambrosio— no para purificarse sino para purificar las
aguas, a fin de que, purificadas por la carne de Jesucristo, que no conoció el pecado,
tuviesen la fuerza para bautizar a los demás». El poder de purificación le es dado a las
aguas del Bautismo por Cristo mismo. Juan preparó el camino que el Señor Jesús lleva a
su plenitud. Esa plenitud se alcanza en su Pasión y Resurrección. Muriendo y resucitando
nos ha obtenido el don de la vida verdadera. A partir de entonces, cada vez que una
persona es bautizada, se sumerge ya no en unas aguas que simbolizan la purificación sino
en Cristo mismo que realmente es capaz de purificar el corazón humano. En el Bautismo
nos sumergimos en la Muerte de Cristo, para morir a todo lo que es muerte, y así renacer
con Él a la vida verdadera del Espíritu.
Si alguien nos preguntara qué significa que a partir del Bautismo somos hijos de Dios,
¿cómo se lo explicaríamos? ¿Qué le diríamos si nos pregunta qué queremos decir cuando
afirmamos que en el Bautismo renacemos a una vida nueva o que somos incorporados al
Cuerpo de Cristo que es la Iglesia?
¿Nos faltan palabras para explicarlo? Es una experiencia común. Y es que muchas veces
los católicos conocemos muy poco nuestra fe y nuestra identidad. Quizá ésta sea una
buena ocasión para cultivar nuestra fe en la mente. Profundizar en lo que nos enseña el
Catecismo de la Iglesia Católica sobre el sacramento bautismal sería un primer paso que
seguramente enriquecería nuestro compromiso cristiano. Otro medio muy sencillo: la
próxima vez que participemos en la celebración de un bautizo, prestemos atención a las
partes y los símbolos del rito. Si no conocemos su significado, procuremos informarnos.
Ahora bien, es importante que consideremos que aun si no somos capaces de explicarlo,
el Bautismo es un Sacramento que ha marcado lo más profundo de nuestro ser y lo vivimos
desde el día en que fuimos bautizados. Ese día se imprimió, como una huella indeleble,
nuestro ser de Cristo. Tal vez lo primero entonces sea dar gracias a Dios por haber recibido
ese don precioso y renovar nuestro compromiso por vivir acorde a ese don.
El Papa Benedicto XVI, reflexionando sobre el Bautismo, decía: «Nadie puede hacerse
cristiano sólo por su propia voluntad; también el ser cristiano es un don que precede a
nuestro hacer: debemos renacer con un nuevo nacimiento». Ese nuevo nacimiento ocurrió
el día en que fuimos bautizados.
Ese día comenzó para cada uno el camino de su vida cristiana. En este camino se hace
fundamental nuestra respuesta al don recibido. El bautismo —como hemos visto— es un
don que nos hace nacer a la vida verdadera. Como todo don debe ser acogido, y sobre
todo debe ser vivido. El Papa Francisco, invitándonos a conocer y celebrar la fecha de
nuestro Bautismo, decía: «El riesgo de no conocerla es perder la memoria de lo que el
Señor ha hecho con nosotros; la memoria del don que hemos recibido. Entonces acabamos
por considerarlo sólo como un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado —y ni siquiera
por voluntad nuestra, sino de nuestros padres—, por lo cual no tiene ya ninguna incidencia
en el presente. Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo. Estamos llamados a
vivir cada día nuestro Bautismo, como realidad actual en nuestra existencia».
Celebrar la fiesta del Bautismo del Señor es una gran oportunidad que se nos ofrece para
renovar nuestra vivencia bautismal. Digámosle sí a Jesús que una vez más viene a nuestro
encuentro y nos invita a ser totalmente suyos.

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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El bautismo de Jesús (3,13-17). El bautismo de Jesús por el Bautista en el Jordán es


tan importante teológicamente que lo narran los cuatro evangelistas, pero cada uno a su
manera. Marcos presenta un relato sucinto (1,9-11), teológicamente ingenuo y sin
complicaciones. Pero, tras su redacción, el relato se hizo rápidamente problemático para
la Iglesia primitiva, pues se pensaba que no era muy correcto que el impecable Jesús
fuera bautizado por sus pecados. Por esto, Mateo omite la referencia de Mc 1,4 al perdón
de los pecados y añade los w. 14 y 15.
Mateo depende de Mc, pero ha añadido 3,14-15 por ser necesario para explicar cómo
Jesús pudo someterse a un rito de arrepentimiento y confesión de los pecados.
15. deja eso ahora: Este versículo expresa una limitación temporal, implicando un
cambio tras la cruz y la resurrección o tras la muerte del Bautista.
Justicia: «Justicia» y «rectitud» son dos traducciones de la misma palabra griega
dikaiosyne. La justicia es el segundo gran tema teológico de Mateo, tras el reino de Dios,
con el que está estrechamente relacionado (6,33). En este versículo, como en otras partes
del evangelio, se refiere a la justicia ética o la rectitud de vida.
Llevar a cabo toda justificación: Expresión oscura; muy probablemente se refiere a
que Jesús se identifica, al acudir a ser bautizado, como un devoto judío que observa la
Ley y las prácticas asociadas a un recto estilo de vida judío. El diálogo adicional introduce
una confesión de la dignidad de Jesús por Juan que no aparece ni en Mc ni en Lc.
Cumplir toda justicia: Significa hacer perfectamente todo lo que es justo y hace justo,
porque se es obediente a la voluntad de Dios. El cumplimiento o la plenitud es también
un énfasis propio de Mateo. (Aquí, como en otras partes, Jesús se identifica con la gente,
al igual que en las comidas con pecadores muestra su solidaridad con ellos.) Lc 3,21-22
desplaza el bautismo a una oración subordinada, añade su plegaria característica y coloca
en el centro el descenso del Espíritu Santo; el acontecimiento se convierte en un pequeño
pentecostés. Jn 1,29-34 siente que el bautismo constituye un problema tan embarazoso
que no llega a mencionarlo.
En su lugar, el Bautista saluda a Jesús como el Cordero de Dios. La obvia conclusión de
esta historia de la tradición es que Jesús fue ciertamente bautizado por Juan en el Jordán.
La Iglesia primitiva preservó el episodio aunque le resultaba problemático. Pero la parte
siguiente del texto, w. 16 y 17, presenta un elemento más sobrenatural, que la antigua
crítica de las formas clasificaba como mito. Sin embargo, ahora parece más correcto
considerarlo como una visión interpretativa (Deutevision), tal como encontramos en los
targumes de Gn 22,10; 28,12 (así opina Lentzen-Deis), que comenta el significado del
acontecimiento.
16. habiendo sido bautizado Jesús: Mateo menciona el bautismo en participio y relata
la apertura de los cielos y el mensaje de la voz celestial de forma pública, objetiva, aunque
el descenso del Espíritu de Dios (expresión veterotestamentaria) se describe como una
experiencia privada que tuvo el mismo Jesús («Él vio»), al igual que Marcos (cf. Lc).
Vio al Espíritu de Dios bajar: En Mt y Mc, Jesús contempla este acontecimiento cuando
se abren los cielos, pero en Lc y Jn 1,32-33 la visión se extiende también a Juan (por lo
menos).
Una paloma: Véase Gn 1,2. El descenso del Espíritu significa que Jesús es ungido como
Mesías (Hch 10,37-38), es decir, que ha recibido el poder, la sabiduría y la santidad para
desempeñar esta función.
Aquí es únicamente símbolo del Espíritu; en el AT, la paloma representa un símbolo del
amor.
17. una voz: Esto es lo que los rabinos llamaban una bat-gol (lit., «la hija de la voz», es
decir, una vocecilla o susurro); para algunos, un agente de revelación, pero para los
rabinos posteriores no era considerada válida en asuntos legales (bPesah 11 14a; bEbam
1024. Cf. Mt 17,5.
Este es mi hijo amado: Estas palabras son una alusión a 1s 42,1, pero con alguna
referencia a Gn 22,2 y Sal 2,7. Significan que Jesús tiene que ser el Siervo sufriente de
Dios y, sólo en este sentido humilde, el Mesías. El siervo es una figura misteriosa que,
aunque es inocente, sufre por su pueblo. Él es el sujeto de los cuatro cánticos del Dt-1s
(42,1-4; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12). El hebreo lee «siervo», no «hijo». El
desplazamiento se hizo posible filológicamente por la palabra griega pais, que los LXX
utilizan algunas veces para traducir el término hebreo 'ebed, «siervo», pero que también
tenía el significado de «chico», «niño». Desde este sentido hasta hijo había solamente un
pequeño paso. No obstante, el cambio pudo hacerse deliberadamente, debido a la
comprensión de la filiación única de Jesús como servidumbre. M. D. Hooker objeta que en
esta época no se entendía que el siervo fuera una determinada persona, pero esta objeción
no es determinante, pues había una continua reinterpretación, fusión y transformación de
las ideas mesiánicas del AT y judías que prosiguió en el NT. Jesús se convierte en un imán
de los títulos salvíficos.
En la tradición cristiana posterior, el bautismo fue considerado como la primera revelación
neotestamentaria de la Trinidad económica, puesto que el Padre, Hijo y Espíritu Santo,
aparecen conjuntamente en esta escena (Jerónimo), y el bautismo de Jesús se convirtió
en el modelo del bautismo cristiano.
• El amor se expresa mediante una frase formada a base de Is 42,1 (siguiendo a Mc). El
empleo de esta fórmula identifica a Jesús como el Siervo del Señor. La visión define el
carácter de la mesianidad de Jesús; no es el Mesías regio, conquistador, sino el Siervo
que proclama y sufre. La «voz de los cielos» refleja la creencia judía en la bat qól (hija de
una voz), frecuentemente mencionada en la literatura rabínica como medio de revelación
después de que la profecía ha cesado (Str-B 1, 125-34).
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• El pasaje narra el bautismo de Jesús en el Jordán por obra del Bautista. Tal gesto ritual
de penitencia para la remisión de los pecados suscitó una viva polémica entre los primeros
cristianos, que pensaban que Jesús no tenía necesidad de semejante bautismo y además
podía parecer que Juan Bautista fuese superior a Jesús. Pero el plan de Dios preveía
también esto, y Jesús, Hijo obediente, se somete dócilmente a la voluntad del Padre,
haciéndose solidario con los hombres y cargando con sus pecados (v. 15; cf. Mt 26,42; Jn
1,29; 2 Cor 5,21).
Al mismo tiempo, en el gesto de recibir el bautismo, Cristo se revela "Siervo" manso y
humilde, que se entrega en adhesión total a la condición de debilidad humana, sin reservas
ni privilegios de clase (cf. Is 42,1-3). La teofanía del bautismo, además, evidencia algunos
rasgos característicos de la misión de Jesús: la participación celeste en el mundo humano,
la bajada del Espíritu sobre Jesús en forma de «paloma» y la proclamación del Padre, que
se complace en el Hijo y lo inviste como Mesías (w. 16-17). La imagen de la paloma,
símbolo de Israel, se convierte también en símbolo de la generación del nuevo pueblo de
Dios, al que Jesús da comienzo y que constituye el fruto maduro de la venida del Espíritu
a los hombres. Con Jesús se inicia la época de la purificación, del verdadero conocimiento
de Dios por el Espíritu Santo, de la definitiva unión entre Dios y el hombre.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

«En aquellos días...»: esta expresión -que Mateo sólo emplea aquí- indicaba en el lenguaje
profético el comienzo del tiempo escatológico. En consecuencia, Juan es el profeta
esperado, el que debía preceder al Mesías; sus vestidos (cf. 2 Re 1,8ss; Zac 13,4) y, sobre
todo, su predicación le identifican como tal. El Juez escatológico, cuya venida es
inminente, tendrá los caracteres del Hijo del hombre de los apocalipsis: cribará a todos
(v. 12) y llevará el Espíritu como fuego y viento para discernir lo hecho por cada uno. El
bautismo de Juan prepara el acontecimiento final y sanciona el compromiso de una vida
nueva, pero no puede perdonar los pecados: Mateo reserva semejante prerrogativa a la
muerte salvífica de Jesús (26,28).
El hecho de que quiso recibir el bautismo de Juan es, indudablemente, histórico: lo
refieren, en efecto, los evangelistas, a pesar de que planteara dificultades en la primera
comunidad cristiana: ¿acaso no era Jesús el Inocente?, entonces ¿por qué quiso recibir el
bautismo? La reflexión posterior encontrará respuesta en la solidaridad de Jesús, que,
como Siervo de Yahvé, «fue contado entre los malhechores» (cf. Is 53,12; Lc 22,37). El
sentido original del fragmento hemos de buscarlo, sin embargo, en las primeras palabras
pronunciadas por Jesús en el evangelio. El término «justicia» significa, según Mateo, lo
que Dios pide a los hombres: en consecuencia, Jesús viene al bautismo para cumplir
perfectamente lo que siempre permanecía desatendido y pedía conversión y
cumplimiento. La teofanía que sigue viene a confirmar el carácter definitivo de la misión
de Jesús: se abren los cielos como en los apocalipsis y desciende sobre él el Espíritu, que
obra como en una nueva creación (cf. Gn 1,2). La voz del cielo presenta solemnemente a
Jesús no sólo como el Siervo de Yhwh (cf. Is 42,1), sino como el Hijo de Dios (cf. la
elección de huiós, «hijo», en vez de páis, «siervo/hijo»). La expresión no tiene sólo el
sentido mesiánico de consagración para la misión de Cristo: aquellos a quienes se dirige
el Evangelio, dado que ya conocen los orígenes de Jesús (capítulos 1-2), comprenden su
significado profundo.
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Mateo 3-7, 28: El contexto


Capítulo 3 abre con Juan Bautista predicando arrepentimiento y bautizando en el desierto
de Judea (3:1-12). Rechaza a los Fariseos y Saduceos que vienen para bautizarse por no
merecerlo (3:7-10), e intenta rechazar a Jesús por merecerlo demasiado (v. 14).
Un profeta altísimo en vv. 1-12, Juan el Bautista es reducido a una figura subordinada en
la presencia de Jesús.
Este relato del bautizo de Jesús es seguido por su tentación en el desierto (4:1-11), el
comienzo de su ministerio, y la llamada de sus primeros discípulos (4:12-25). Su bautizo,
entonces, es la preparación para lo que viene – “no un seguro contra conflicto, sino que
un arma para enfrentarlo y amaestrarlo” (Lueking, 19).
En este Evangelio, el ministerio de Jesús empieza con su bautizo y termina con la comisión
de sus discípulos para bautizar todas las naciones (28:19). Al moldear su Evangelio de
esta manera, Mateo revela la importancia del bautizo para él mismo y para la temprana
iglesia.
Mateo 3:13-17: El bautizo de Jesús
Mateo usa el Evangelio de Marcos como una de sus fuentes, añadiendo materia de otras
fuentes también. Mateo añade dos puntos importantes al breve relato de Marcos del
bautizo de Jesús:
– Primero, anota, “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de
él (vs. 13), haciendo claro que Jesús tiene la iniciativa.
– Segundo, “Mas Juan lo resistía mucho,” pero Jesús insiste en ser bautizado “así nos
conviene cumplir toda justicia” (vv. 14-15).
Juan no fue el primero en bautizar gente. Judíos bautizaban prosélitos a su fe, pero no
bautizaban otros judíos. “Ningún judío hubiera concebido que él, miembro de la gente
elegida, hijo de Abraham, asegurado de la salvación de Dios, necesitara del bautizo”
(Barclay, 52-53).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Mateo 3:13-15: Cumplir toda justicia


“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él” (v.
13). Mateo no nos dice nada de Juan antes de su bautizo (por arrepentimiento) en este
capítulo, pero Lucas nos cuenta de la anunciación de Zacarías, el padre de Juan (Lucas
1:5-24) que se paralela a la anunciación de María (Lucas 1:26-38). Nos cuenta de la visita
de María, ya embarazada, a Isabel, también embarazada (Lucas 1:39-45), que es su
pariente (Lucas 1:36). También nos cuenta de Isabel, llena del Espíritu, hablando de
María, más joven que ella y de más bajo nivel, como “la madre de mi Señor,” y
reconociendo que “como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre” (Lucas 1:43-44). Sabemos, por lo tanto, que Isabel y Juan sabían
desde el principio que Jesús disfrutaba de un estatus especial ante Dios. Mientras que las
escrituras no nos dicen nada de la relación entre Jesús y Juan de niños, podemos suponer
que se conocían bien antes de que Jesús apareciera ante Juan para bautizarse.
Al escribir Mateo, los discípulos de Juan todavía están presentes y a veces en conflicto con
los discípulos de Jesús. Mateo pronto establece que Jesús es mayor y que Juan es menor.
Encontramos el mismo énfasis en los cuatro Evangelios (Marcos 1:7; Lucas 3:16; Juan
1:6-9; 15, 19ff.)
“Mas Juan lo resistía mucho” (v. 14). “¿Por qué uno que bautiza con el Espíritu Santo
y fuego ha de someterse a otro que solamente bautiza con agua? ¿No debería ser de la
otra manera?” (Gardner).
Nos sorprende tanto como a Juan que Jesús se presente para ser bautizado. Juan
proclamaba un bautizo de arrepentimiento (3:2), y ellos que se bautizaban confesaban
sus pecados (3:6). Jesús no tiene nada de que arrepentirse ni nada que confesar.
“Deja ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia” (v. 15). Éstas son las primeras
palabras de Jesús en este Evangelio, que elevan su importancia.
El bien y lo justo son temas principales en este Evangelio:
– “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (5:6).
– “Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los
Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20).
– “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (6:33).
– “Vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis” (21:32).
“Así nos conviene” (v. 15). Anota la palabra “nosotros”. Es correcto, no solo que Jesús
cumpla con el bien, sino que Juan también lo haga. En el bautizo de Jesús, ambos prestan
honor a la voluntad de Dios.
¿Qué quiere decir Jesús con “cumplir todo el bien y lo justo”? En este Evangelio, lo justo
es cumplir la voluntad de Dios. Aunque eso significa observar la ley del Tora, Jesús deja
claro con el Sermón del Monte que justicia verdadera incluye más que su simple
observación. Requiere ir más allá de la letra de la ley para honrar al espíritu que se
encuentra detrás de ella (5:21-48).
En este Evangelio, Jesús habla a menudo de “la ley y los profetas” (5:17; 7:12; 11:13;
22:40) y de profetas en general (5:12; 13:17, 57; 23:29-37; 26:56). El trabajo de los
profetas era ayudar a la gente a ir más allá de la letra de la ley hasta descubrir el espíritu
detrás de ella – y, por lo tanto, llegar al bien verdadero.
Jesús cumple lealmente todo bien a través de la obediencia que demuestra al papel que
Dios le ha dado en el plan de salvación:
– La fase inicial de ese plan requería que Jesús se vaciara de toda su majestad real para
nacer de apariencia humana (Phil. 2:7).
– Esta fase requiere que Jesús se someta a un bautizo de pecadores arrepentidos. Tal
bautizo no sería apropiado para Jesús, pero con este bautizo Jesús establece su identidad
con los pecadores que ha venido a salvar.
– La parte final del plan de Dios incluirá a Jesús “obedeciendo hasta su muerte – hasta
una muerte en la cruz” (Phil. 2:8).
– Pero en este momento – el momento en que Jesús empieza su ministerio publico – el
plan requiere que Jesús se someta a Juan para ser bautizado y para ser untado con el
Espíritu Santo y las palabras de Dios desde lo alto, que anuncian a Jesús como su hijo
especial. Dado que Jesús es el superior de Juan, esto requiere que Jesús adquiera una
posición de humildad – igual que hizo en la Encarnación e igual que hará en la cruz.
“Entonces (Juan) le dejó” (v. 15). Como se anota en v. 14, Juan está incómodo con
este cambio de posiciones, pero su parte en “cumplir con lo justo” es hacer lo que le pida
Jesús – y lo hace. En este Evangelio, las palabras de Jesús tienen poder. Llama a Juan
para que le bautice, y Juan lo hace. Manda a Satanás que se vaya, y Satanás se va (4:10-
11). Llama a los pescadores que le sigan, y lo hacen (4:19-22) (Bruner, 86).
“El bautizo de Jesús fue el primer acto de su ministerio, el primer paso en el plan de
redención que vino a cumplir. Él, que no tenía pecado, tomó su lugar entre aquéllos que
no tenían justicia. Él, que estaba sin pecado, se sometió a un bautizo para pecadores. Con
este acto el Salvador del mundo tomó su lugar entre los pecadores del mundo”
(MacArthur).
Mateo 3:16-17: Este es mi Hijo amado
“Y Jesús, después que fue bautizado” (v. 16). Mateo no describe tanto el bautizo
como las señales escatológicas que lo siguieron (los cielos se abrieron y el Espíritu
descendió).
“Vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él” (v. 16). En
uno de los varios cambios de dirección en los Evangelios, Jesús se mete en el agua
(implicado en v. 16 en el que sale del agua), y el Espíritu Santo desciende sobre él. Jesús
empezó su vida vaciándose de su gloria celestial para nacer de forma humana (Phil. 2:7).
Ahora, el Espíritu Santo desciende para encontrarse con Jesús en su hogar terrenal.
En la tentación que inmediatamente sigue el bautizo de Jesús (3:13-17), Satanás le llevará
a Jesús hasta el pináculo del templo y a una alta montaña, allí tentará a Jesús con
promesas de grandeza. Sin embargo, mientras que Satanás valora el servicio propio y el
orgullo, Dios valora la humildad y el servir a los demás. La manera de Dios no es fácil. En
este Evangelio, Jesús nos llamará hacia la puerta estrecha y el camino difícil que lleva a
la vida, y nos avisa que la puerta ancha y el camino fácil llevan a la destrucción (7:13-
14). Él nos dirá que el primero será el último y el último será el primero (19:30).
“Varios textos hablan del Espíritu que desciende sobre el sirviente elegido de Dios para
untarle y equiparle para lo que ha sido llamado (cf. Isaías 11:2; 42:1; 61:1…). Cuando el
Espíritu desciende sobre Jesús, por lo tanto, sabemos que está listo para su ministerio
mesiánico” (Gardner).
Los cuatro Evangelios relatan el descenso del Espíritu que autorizará a Jesús a lo largo de
su ministerio. La historia de Noé (Gen. 8:8-12) estableció la paloma como símbolo de paz
– de Shalom – no de poder. Sin embargo, será con el poder de este gentil Espíritu que
Jesús atacará las fuerzas de Satanás (Hare, 22).
“En una cultura mediterránea tradicional donde la sociedad valora el honor y la
vergüenza,… Jesús renuncia su merecido honor para abrazar la vergüenza de los demás”
(Keener, 84). La humildad del bautizo de Jesús es “un anuncio de la gran absurdidad que
viene – mayormente, que el Hijo de Dios sufrirá y morirá una muerte innoble en una cruz
para cumplir con la salvación de la humanidad” (Soards).
“Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento” (v. 17). Estas palabras
vienen del Salmo 2:7 (“Tú eres mi hijo; hoy te he engendrado”) e Isaías 42:1 (“He aquí
mi siervo…..en quien mi alma toma contentamiento”). Valoran la persona de Jesús y el
ministerio que comienza con su bautizo. Cualquier padre o madre cuyo hijo o hija le haya
hecho sentir orgulloso se puede identificar con el orgullo del Padre por su Hijo. Cualquier
hijo o hija que haya recibido alabanzas de sus padres sabe el poder de tales elogios.
Marcos describe la voz hablándole a Jesús, diciéndole, “Tú eres mi Hijo.” Las palabras de
Mateo, “Éste es mi Hijo,” sugieren una proclamación pública, oída por Juan y, se supone,
que por otros también. La voz deja claro que Jesús es el que fue prometido. Este Hijo de
David (1:23; 2:15) también es el Hijo de Dios.
En la transfiguración, la única otra ocasión de los Evangelios sinópicos donde Dios le habla
directamente a la gente, Dios dice palabras similares, “Éste es mi Hijo amado, en el cual
tomo contentamiento: a él oíd” (17:5). Una valoración similar tomó lugar al nacer Jesús,
cuando el ángel les dijo a los pastores, “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11).
“Al igual que los discípulos han de ser bautizados en el nombre de la Trinidad (28:19),
también el Padre, Hijo y Espíritu Santo están presentes en el bautizo de Jesús… Igual que
los Cristianos se declaran ser hijos de Dios a través del bautizo, Jesús fue declarado Hijo
de Dios al ser bautizado” (Boring, 161).
www.ocarm.org

1. Oración inicial
“Te alabamos, Padre invisible, dador de inmortalidad: Tú eres la fuente de la vida, la
fuente de la luz, la fuente de toda gracia y de toda verdad, amante de los hombres y
amante de los pobres, que con todos te reconcilias y a todos atraes hacia Ti por medio de
la venida de tu Hijo amado. Haz de nosotros hombres vivos, danos el Espíritu de Luz, para
que te conozcamos, el Verdadero, y a Aquél que enviaste Jesucristo” (Anáfora de
Serapión)
2. Lectura
a) Introducción:
Este fragmento evangélico (Mt 3,13-17) forma parte de la sección narrativa del
evangelista Mateo, la que introduce a la vida pública de Jesús. Después de la huida a
Egipto, Jesús vive en Nazareth. Ya adulto, lo encontramos aquí, a las orillas del río Jordán.
Se trata de la parte conclusiva del pasaje dedicado a Juan Bautista, el encuentro de los
dos. Quien quisiese profundizar todavía en la personalidad de Juan y su mensaje (Mt 3,1-
12 que ha sido ya propuesto en la liturgia del segundo domingo de adviento), debe tener
en cuenta todo el capítulo 3º de Mateo. Nuestro pasaje está centrado en particular sobre
el reconocimiento de la divinidad de Cristo en el momento de su bautismo. Dios Padre
revela quien es Jesús.
b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:
Mateo: 3,13: ambientación
Mateo: 3,14-15: diálogo Juan – Jesús
Mateo: 3, 16-17: epifanía /teofanía
c) El texto: Mateo 3,13-17
3. Un momento de silencio orante para que la palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y oración.
a) ¿Por qué Jesús “sale al descubierto” después de la vida oculta en Nazareth?
b) ¿Cómo madura su conciencia de su identidad y misión?
c) ¿Me ha sucedido, en cierto momento, el comenzar algo nuevo en mi vida?
d) ¿Quién o cuál experiencia me ha revelado más plenamente mi identidad, vocación y
misión?
e) ¿Qué sentido tiene para mí el recuerdo de mi bautismo?
5. Meditación
a) Una clave de lectura:
Junto a una lectura histórica-cronológica en la que se pone de realce el episodio del
bautismo de Jesús, el encuentro con Juan, antes del comienzo de su vida pública, se puede
tener presente una lectura simbólica, ayudado por los Padres orientales, en la que se
encuadra mayormente el tiempo litúrgico, el de la navidad, que se concluye con la plena
manifestación de Dios como hombre. Una síntesis de la manifestación – epifanía del Hijo
de Dios en la carne.
b) Comentario del texto:
Mateo 13,13: Jesús adulto
Después de la “desaparición” de Juan de la escena (13,1), Jesús, desde Nazareth, donde
había pasado su infancia y la primera juventud (Mt 12,23), se dirige al río Jordán. Como
buen israelita está atento a los movimientos religiosos auténticos que surgen entre el
pueblo. Muestra aprobar la obra de Juan y decide recibir el bautismo con agua, no
ciertamente para ser perdonado de los pecados, sino para unirse y compartir plenamente
las esperanzas y expectativas de todos los hombres y mujeres. No es la humanidad la que
va a Él, sino que es Él el que va hacia ella, según la lógica de la encarnación.
Mateo 13,14-15: diálogo de Juan con Jesús
El intento de Juan de impedir el bautismo de Jesús es el reconocimiento de la diversidad
entre los dos y el conocimiento del nuevo (la Nueva Alianza) que entra en escena. “Aquél
que viene después de mí...os bautizará en Espíritu santo y fuego...tiene en la mano el
bieldo...limpiará...recogerá...quemará...” (vv.11-12). El comportamiento de Jesús es el
de someterse al plan salvífico de Dios (así cumplimos toda justicia), respetando el modo
(en la humildad – kenosis) y los tiempos (la hora – kairos). La diversidad de los dos se
colige también por las familias de proveniencia (sacerdotal la de Juan), del lugar
(Jerusalén para Juan, Nazaret de Galilea para Jesús), en la modalidad de su concepción
(anuncio al padre, Zacarías, según el modelo antiguo; anuncio a la madre, María), la edad
de los padres (ancianos los de Juan). Todo está manifestando el pasaje entre el antiguo y
el nuevo Testamento. Mateo prepara a los lectores a la novedad del Cristo: “habéis oído
que fue dicho, pero yo os digo” (Mt 5).
Mateo 13,16-17: la presentación de Dios Padre y el Espíritu Santo
En el evangelio de Mateo tenemos la solemne “adoración de los Magos” como
reconocimiento de la realeza-divinidad de Jesús. Lucas añade también el reconocimiento
de Isabel (Lc 1,42-43), de los ángeles (Lc 2,13-14), de los pastores (Lc 2,20), de los
ancianos Simeón y Ana (Lc 2,30; 28). En todos los evangelistas, pues, se evoca la
proclamación de la identidad divina de Jesús por parte de Dios Padre y del Espíritu Santo
presente bajo la forma de paloma. Mateo dice precisamente: “Éste es” y no “tú eres” mi
Hijo amado. Jesús es de naturaleza divina y al mismo tiempo el nuevo Adán, principio de
una humanidad nueva reconciliada con Dios junto a la naturaleza reconciliada también
ella con Dios, a través de la inmersión de Cristo en las aguas. Se reabren los cielos después
que han estado cerrados tanto tiempo por causa del pecado y la tierra queda bendecida.
La entrada de Jesús en las aguas prefigura su bajada a los infiernos y se realiza la palabra
del salmista (Sal 74, 13-14), Él aplasta la cabeza del enemigo. El Bautismo no sólo
prefigura, sino que inaugura y anticipa la derrota de Satanás y la liberación de Adán.
No será fácil por tanto reconocer al Mesías en la dimensión de debilidad, el mismo Juan
tiene alguna duda cuando está en la cárcel y le manda decir por medio de sus discípulos:
“¿Eres tú aquél que debe venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3).
6. Para el que quiera profundizar la perspectiva litúrgica y ecuménica
En la tradición de la Iglesia griega, el Bautismo de Jesús es la fiesta más importante en
las celebraciones navideñas. El 6 de enero se festeja en conjunto: Bautismo, nacimiento,
visita de los Magos, bodas de Caná como una sola realidad. Más que del desarrollo histórico
de la vida de Jesús se tiene en cuenta su revelancia teológica–salvífica. El interés no se
centra en el aspecto sentimental, sino en la manifestación histórica de Dios y su ser
reconocido como Señor.
Cirilo de Jerusalén afirma que Jesús confiere a las aguas del Bautismo el “color de su
divinidad” (III catequesis mistagógica, 1).
Gregorio de Nissa escribe que la creación de este mundo y la creación espiritual, un tiempo
enemigas, se reúnen en la amistad, y nosotros humanos, hacemos un solo coro con los
ángeles, participamos en sus alabanzas (PG 46,599).
A la bajada a las aguas corresponde la bajada en las entrañas de la tierra simbolizada en
el nacimiento en la cueva. Las aguas destructoras se convierten en aguas de salvación
para los justos.
La lecturas vetero testamentarias en la liturgia de las Vísperas recuerdan las aguas que
salvan: el Espíritu aletea sobre las aguas en la creación (Gén 1), las aguas del Nilo salvan
a Moisés (Éx 2), las aguas se abren al paso del pueblo de Israel (Éx 14), las aguas de
Mara se convierten en dulces (Éx 15), las aguas del Jordán se abren delante del Arca (Jos
3), las aguas del Jordán curan a Naamán el leproso (2Re 5), etc. Jesús, pues, transforma
el agua en las bodas de Caná en vino (Jn 2) como señal de que la salvación ha llegado.
En esta fiesta, en la liturgia oriental, existe la tradición de bendecir el agua sumergiendo
por tres veces la cruz (la triple inmersión bautismal) en un pozo o en un río. Se evoca al
profeta Isaías: Alégrese el desierto y la tierra seca (Is 35,1-10), vosotros todos los
sedientos venid a las aguas (Is 55,1- 13), recoged agua con gozo (Is 12,3-6).
7. Oración - Salmo 114 (113) ¡Aleluya!
Al salir Israel de Egipto, Jacob de un pueblo extranjero, Judá fue su santuario, Israel fue
su dominio. El mar lo vio y huyó, el Jordán retrocedió, los montes brincaron como
carneros, las colinas igual que corderos. Mar, ¿qué te pasa que huyes, y tú, Jordán, que
retrocedes, montes, que brincáis como carneros, colinas igual que corderos? La tierra
tiembla en presencia del Dueño, en presencia del Dios de Jacob, el que cambia la peña en
estanque y hace del pedernal una fuente.
8. Oración final
Jesús, fuente de la vida, que vienes a cancelar la condena de Adán, en el Jordán has
acabado con el odio, concédenos la paz que supera toda inteligencia. Verbo esplendente
enviado por el Padre, después de borrar las culpas de los mortales, ven a disipar las largas
y tristes horas de la noche y mediante tu bautismo, haz salir resplandeciente a tus hijos
de las olas del Jordán. Que se vista de blanco la raza humana, salga de las aguas como
hijos de Dios y transforma la creación a imagen del Creador. (De los “cantos” litúrgicos
orientales).
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¿Cuál es la diferencia entre el bautismo de Jesús y nuestro bautismo? El bautismo recibido


por Jesús en el Jordán es un rito de penitencia para la remisión de los pecados y, en
cuanto tal, Jesús no tenía propiamente necesidad de él. La manifestación del Padre con la
bajada del Espíritu Santo, durante la cual es proclamado «Hijo predilecto» (cf. Mt 3,27) y
es investido de la misión profética, real y sacerdotal, es la que lo lleva a tomar sobre sí
nuestros pecados y los del mundo entero. Es el inicio del bautismo de la Iglesia, del nuevo
pueblo de Dios que, con Jesús, sale del agua, sale de la esclavitud del pecado para entrar
en la libertad de la vida del Espíritu.
Por su parte el bautismo que nosotros hemos recibido de niños en el nombre de Cristo es
la revelación en nosotros del amor de la Trinidad, es el éxodo del pecado a la nueva vida
divina, es entrar a formar parte de la comunidad de la Iglesia, cuerpo de Cristo, y así
convertirnos en hijos de Dios a todos los efectos.
Todo bautizado es el hijo esperado sobre el que se posa el Espíritu del Señor. Y así nosotros
creyentes somos llamados, como la primera comunidad cristiana, a dar testimonio del
camino recorrido por Jesús, que es el único que salva al hombre y lo conduce a la comunión
con Dios. Se trata de vivir un nuevo estilo de vida, que es identificación con una vida en
Cristo y en el Espíritu, a la que se accede en la fe, que se experimenta en el amor y llena
de esperanza, se hace visible en la cotidianidad de la vida eclesial. Por tanto, una vida de
auténtica conversión a Dios y a los hermanos, que nos lleva a vivir una existencia guiada
por el Espíritu Santo.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexión.
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2. El Ungido
2.1 ¿Qué es lo peculiar de Cristo? Nuestra cultura, marcada por las nuevas mitologías de
James Bond, Rambo o Superman, busca las claves del éxito en fortalezas singulares: una
gran astucia, una ingeniería impresionante, una energía sobrehumana, un valor
incomparable. ¿Es así en Cristo? ¿Cristo es Cristo porque tiene una técnica mental, una
tecnología única, un saber esotérico o por qué? Esta fiesta del bautismo del Señor nos
conduce al corazón de la respuesta: lo propio de Jesús es la Unción que ha recibido. Un
enunciado muy sencillo, que sin embargo tiene consecuencias inmensas.
2.2 Si lo peculiar de Cristo fuera una técnica mental entonces ser cristiano significaría ser
mentalista. Si lo peculiar de Cristo fuera una energía sobrehumana entonces no habría
diferencia entre ser cristiano y ser un griego pagano, de aquellos que cantaban las gestas
de Aquiles o el ingenio de Ulises. Si lo peculiar de Cristo fuera un saber escondido,
esotérico, como lo plantean autores como J. J. Benítez en nuestros días, entonces ser
cristiano es instruirse en unos misterios que, como no han sido enseñados por la Iglesia,
implican que la Iglesia es una gigantesca farsa.
2.3 En sentido contrario: si lo peculiar de Cristo es la unción del Espíritu Santo, y ese
Espíritu viene a habitar en nosotros, entonces ser cristiano es básicamente participar del
Espíritu de Jesús, cosa que no suena nada discorde de lo que enseña Pablo: "porque todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios" (Rom 8,14). ¡Dios
Santo! Todo está en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y el primero, y quien ha
inaugurado ese camino para nosotros, es Jesucristo.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Conversando con el amor


Señor, quiero que mi voluntad esté guiada por tu instrucción de vida para transformar
algunas acciones que no me están haciendo bien. Lléname con la fuerza de tu amor, para
que tenga la valentía de ser diferente. Amén
Evangelio del día. Déjate invadir por el amor de Dios en tu bautismo.
Reflexión del Papa Francisco
Sobre el Evangelio de hoy - La página del Evangelio de hoy enfatiza que, cuando Jesús
recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, se abrieron los cielos para él. Esto cumple las
profecías. De hecho, hay una invocación que la liturgia nos hace repetir durante el tiempo
de Adviento: "Oh, sí rasgaras los cielos y bajaras" (Isaías 64,1).
Si los cielos permanecen cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro y sin
esperanza. En cambio, al celebrar la Navidad, una vez más la fe nos ha dado la certeza
de que los cielos se han rasgado con la venida de Cristo.
Y el día del bautismo de Cristo seguimos contemplando los cielos abiertos. La
manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de
misericordia, después de que el pecado haya cerrado los cielos, levantándose como una
barrera entre el ser humano y su Creador.
¡Con el nacimiento de Jesús se abren los cielos! Dios nos da en Cristo la garantía de un
amor indestructible. Desde el momento en que el Verbo se hizo carne es posible ver los
cielos abiertos. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el
Bautista, para los Apóstoles de Jesús y para san Esteban, el primer mártir, que exclamó:
"¡He aquí que veo los cielos abiertos!" (Hechos 7,56).
Y es posible para cada uno de nosotros, si nos dejamos impregnar por el amor de Dios,
que se nos da por primera vez en el Bautismo por medio del Espíritu Santo.
Déjate invadir por el amor de Dios.
Dejémonos invadir por el amor de Dios. Este es el gran tiempo de la misericordia. No lo
olvidéis: este es el gran tiempo de la Misericordia.
Cuando Jesús recibió el bautismo de arrepentimiento de Juan el Bautista, solidarizándose
con el pueblo arrepentido (Él sin pecado y sin necesidad de conversión) Dios Padre hizo
oír su voz desde el cielo: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco" (v. 17).
Jesús recibe la aprobación del Padre celestial, que lo envió precisamente para que aceptara
compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el verdadero camino del amor.
Jesús no se disocia de nosotros, nos considera hermanos y hermanas y comparte con
nosotros. Por eso nos hace hijos e hijas, junto con él, de Dios Padre. Esta es la revelación
y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia.
[...] Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en el compromiso de
seguir a Cristo por el camino de la fe y de la caridad, camino trazado por nuestro Bautismo.
(Homilía en la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor. 12 de enero de 2014)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor, Tú eres la luz de mi vida, quien me invitó a su dulce encuentro a través del precioso
regalo de mi bautismo. Me diste vida y dibujaste nuevas esperanzas en donde antes
habitaba el desconsuelo.
Cada día que me regalas ahora lo veo como una oportunidad para vivir el amor y correr
un poco más hacia la salvación. Quiero ganarme el Cielo en base a mi esfuerzo sencillo
pero honesto, extendiendo tu Palabra a todos los rincones quienes necesiten de una vida
nueva en Ti.
No quiero vivir atemorizado por mis acciones como si fueses un Dios omnipotente vigilante
y presto para condenarme en todo lo que hago; por el contrario, Tú me acompañas y me
ayudas a levantarme cuando estoy caído.
Quiero vivir y actuar sabiendo que Tú me corriges con amor y me haces crecer en sabiduría
para que en un futuro pueda tomar mejores decisiones de vida y no perderme en
extravagancias.
Dios mío, sé generoso en tus dones conmigo para así vivir obrando de forma sabia y al
mismo tiempo con gran caridad y desprendimiento para con todos, especialmente para
los míos.
Te confieso como mi Dios y mi Salvador, el hijo de aquel silencioso carpintero, de quien
seguramente aprendiste a ser dedicado en el trabajo y hacerlo con honestidad y
dedicación.
Quiero que mi corazón se abra a la luz de tu palabra diaria, para apreciar las bondades
con las que has obrado en mí llevándome por un camino seguro hacia mi libertad.
Gracias por abrirme un espacio en tu Reino a través del don de mi bautismo. Confío en tu
presencia que me da la seguridad de que, aunque en mi propia familia yo sea rechazado
por proclamarte, siempre pueda mantener la firmeza de dar un testimonio coherente de
tus obras, para que así ellos también crean.
Te amo Señor, te confío a mi familia y a todos los míos, te confío mis bienes y mi vida
misma. Amén.
Propósito para hoy
Elevar una súplica a Dios (un Padrenuestro) por la sanación de muchos matrimonios rotos
y heridos por tanta indiferencia.
Frase de reflexión
"Al adorar le damos al Señor la posibilidad de transformarnos con su amor, de iluminar
nuestras tinieblas, de darnos fuerza en la debilidad y valor en las pruebas". Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

No hay Oracion en Familia.


• El bautismo de Jesús marca para Él, el inicio de su vida pública. Vida en la que se
manifestaría como el Hijo de Dios, revestido de gracia y de poder. Ciertamente esto no
ocurrió en él por el hecho de ser bautizado por Juan, ya que Él es el Hijo de Dios y lo que
era antes del bautismo continuó siéndolo después. Sin embargo, esto no ocurre en nuestro
bautismo en el cual, nuestra naturaleza humana verdaderamente se ve revestida de gracia
y de poder; dejamos de ser creaturas para convertirnos en hijos gracias a que el Espíritu
Santo, a partir de ese momento, empieza a habitar en nosotros como si fuera su propia
casa. Esto, obviamente, cambia todo en nuestra vida.
Sin embargo, para que se manifieste este cambio es necesario alimentar la gracia recibida.
En el momento de nuestro bautismo, aunque nosotros no lo oigamos, resuenan también
para cada uno las mismas palabras, no como una presentación, como es el caso de Jesús,
sino como una información para todos. Nosotros, sí, cada uno de nosotros, es un hijo de
Dios por lo que hemos sido enviados, igual que Jesús, para llevar la Buena Nueva a los
pobres y para liberar a los cautivos. Somos desde nuestro bautismo una continuación del
ministerio de Cristo sobre la tierra.
Debemos por lo tanto, tomar conciencia de ello y revisar si efectivamente estamos siendo
una imagen clara de Jesús. Si nuestra vida, como la de él, se orienta claramente a este
doble ministerio. Esto no supone que tengamos que dejar nuestra vida actual para ser
como Jesús. Cada uno ha sido llamado por Dios para realizar estos ministerios desde
diferentes estados de vida: unos casados, otros soleros, incluso, esto no tiene, como en
Jesús, una edad para manifestarse, sino que en nosotros la acción del Espíritu puede
empezar desde pequeños, basta con que le demos espacio en nuestra vida y alimentemos
nuestro corazón con una vida intensa de oración y en comunión con la Iglesia. Si hoy
tenemos tanta gente que no conoce el amor de Dios y gente que vive atada a sus vicios
y debilidades, es porque una importante parte de los bautizados no se han hecho
conscientes de ser hijos de Dios, sus elegidos y por ello no han asumido su papel en la
vida evangélica. Hazte, pues, consciente de esta realidad, y vive y actúa como un
auténtico hijo amado de Dios.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

Este evangelio viene a sacudir hoy nuestra conciencia con la fuerte voz del Bautista. Es
una invitación a la claridad y a la decisión franca: ¿qué objeto tiene nuestra vida? ¿A
dónde se dirigen nuestros caminos? Debemos reconocer que tenemos muchos fines sin
una jerarquía de valores; debemos tomar conciencia de que nuestros caminos son con
frecuencia; tortuosos, múltiples, contradictorios y, en consecuencia, que nos falta la paz
del corazón. Se dijo a propósito de Elías, con quien se compara a Juan, que «su palabra
quemaba como antorcha» (Eco 48,1), puesto que la antorcha, al arder, ilumina. Dejemos,
pues, que la Palabra de Dios se acerque también hoy como fuego a nuestro corazón y lo
ilumine, precisamente mientras destruye la escoria que se le ha adherido, el cascabillo de
tantos objetivos ambiguos, de perspectivas de realización exclusivamente mundanas,
espejismos de una felicidad que equivale a la satisfacción de nuestro egoísmo. Bajo esta
luz incandescente podremos ver nuestro pecado y el bien que debemos hacer.
Ahora bien, ¿tendremos la fuerza necesaria para realizarlo, para volver a empezar a
combatir siempre de nuevo contra nuestras miserias reconocidas? He aquí una vez más
la respuesta consoladora de la Palabra: el Senor Jesus viene a visitarnos en nuestra
condición de extrema debilidad. El, enviado por el Padre para «cumplir toda justicia» (v.
15), puede darnos las fuerzas necesarias para cumplir la voluntad de Dios allí donde no
lo consigamos y no sepamos cómo proceder. Viene no con el fuego inextinguible del juicio,
sino con el fuego del Espíritu Santo, a fin de que también nuestra debilidad se transforme
en instrumento de la gracia divina y de «frutos que prueben vuestra conversión» (v. 8)
para gloria del Padre, por medio de su Hijo amado, en el Espíritu de amor que hace de
nosotros una creación nueva.
www.catholic

Hijo de Dios. Treinta años en silencio… oculto…; sin decir nada. Estabas en el mundo y
el mundo no se dio cuenta. Te hiciste hombre y como hombre quisiste vivir. Treinta y tres
años en los que a los ojos de los hombres, no hiciste nada impresionante. Sin embargo el
Padre observaba…; contemplaba… pero también callaba; hasta que no pudo más y del
cielo salió una voz diciendo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto…»
Con este silencio, Jesús, me revelas que Dios me ama por el simple hecho de ser su hijo.
Eso es lo único que se es… eso es lo único que define…es lo único que soy…soy hijo de
Dios.
No es lo que hago o lo que tengo lo que me hace lo que soy… aquello se puede acabar,
aquello es finito y mi corazón desea algo más, algo que no acabe, que perdure; que sea
para siempre. He descubierto que ese algo, Señor, eres Tú.
Dame la gracia, Jesús, de sentirme amado de sentirme mirado por Ti. Ayúdame a desechar
las máscaras, los disfraces que no permiten, ni siquiera a mí, saber quién soy… Ayúdame,
Señor, a sólo revestirme de tu mirada.
• «Los hombres de hoy, demasiado acostumbrados a una cultura de la indiferencia,
necesitan trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro
fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de
Dios, la dignidad de viviente. Estamos acostumbrados a esta indiferencia, cuando vemos
las calamidades de este mundo nos limitamos a decir: pero, qué pena, pobre gente, cuánto
sufren… para seguir todo recto después. No es suficiente ver, si yo no me paro, si yo no
miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a
hacer una cultura del encuentro.» (Homilía de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2016,
en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que
es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar un misterio del rosario pidiéndole a María la gracia de sentirme verdaderamente
hijo de Dios que vive la cultura del encuentro con los demás.
www.BibliaStraubinger

14. Jesús no necesitaba del bautismo, pero queriendo cumplir toda justicia (v. 15), es
decir, guardar puntualmente todas las leyes y costumbres de su pueblo, se sometió al
bautismo como se había sometido a la circuncisión y demás ritos judíos.
16. En el bautismo de Jesús se manifiesta la Ssma. Trinidad: el Padre que habla del cielo,
el Hijo que está en forma de hombre arrodillado a la orilla del Jordán, y el Espíritu Santo
que se hace visible en forma de paloma. Cf. Lc. 3, 22; Jn. 1, 32 ss. y nota.
17. He aquí la primera revelación del más grande de los misterios: el infinito amor del
Padre al Unigénito, en el cual reside toda su felicidad sin límites y por el cual, con el cual
y en el cual recibe eternamente toda su gloria, como lo expresa el Canon de la Misa. Cf.
sobre este amor 12, 18; 17, 5; Is. 42, 1; Jn. 3, 35; 12, 28; 2 Pe. 1, 17.
http://www.ciudadredonda.org

¡Descubramos nuestro Bautismo! Hoy entendemos el Bautismo como un sacramento,


un rito que hay que cumplir para entrar a formar parte de la comunidad católica. Pero la
fiesta de hoy nos recuerda que el Bautismo es algo mucho más profundo. Y que sería
bueno que recuperásemos ese significado en nuestra vida cristiana.
Lo que hoy es apenas en la mayor parte de las parroquias un echar un poco de agua sobre
la cabeza del recién nacido, era al principio de la historia del cristianismo y lo es todavía
en algunas parroquias, un sumergirse completamente en el agua. El agua es principio de
muerte (en el agua nos ahogamos, no podemos respirar, lo que se echa al agua se
disuelve, se deshace, deja de existir) pero también es principio de vida (científicamente
se puede afirmar que la vida comenzó en el agua, el feto está envuelto en líquido, del
agua se resurge limpio y puro). El Bautismo tiene pues un significado básico: expresa la
muerte y la resurrección de una persona. El que se bautiza muere a una vida y al salir del
agua comienza una nueva vida. Por eso la tradición cristiana hizo que en el Bautismo se
impusiera un nuevo nombre a la persona. La nueva vida requería un nuevo nombre.
Todo es un signo. Nadie muere de verdad ni resucita de verdad. Pero hay momentos en
la vida en que se requiere un signo de ese tipo que rubrique un cambio real de vida en la
persona. A veces, aunque no se produzca una muerte física, se dan cambios en la vida de
una persona que traen ciertamente un nuevo estilo y una nueva orientación.
Con ese sentido tan profundo se bautizó Jesús. Hasta entonces había vivido como uno
más. Quizá se había retirado al desierto y allí había estado con el grupo de Juan Bautista
o con otros grupos. Fue allí donde maduró su decisión, donde reconoció su llamada a
anunciar la buena nueva del Reino. Por eso se bautizó. Fue una forma de refrendar
públicamente su nuevo estilo de vida. El Bautismo de Jesús marca una frontera entre su
vida anterior y posterior. Fue de verdad el comienzo de una nueva vida al servicio del
Reino de Dios.
Para nosotros el bautismo no tiene ese sentido. La mayoría fuimos bautizados de recién
nacidos. No recordamos nada de aquella celebración. No significó un antes y un después
en nuestra vida. Más bien nos sentimos inmersos desde el principio en la tradición
cristiana. Desde el principio de nuestra vida somos cristianos. Ahora se trata de llevar a
la práctica diaria lo que nuestro bautismo celebró y significó. Como Jesús, estamos
comprometidos a vivir de acuerdo con el Evangelio. A ser portadores de la buena nueva
para todo el mundo.
Para la reflexión. ¿Ha habido algún momento de mi vida en que me haya dado cuenta
de verdad de lo que significa ser cristiano y seguir a Jesús? ¿Qué debería hacer para vivir
mi bautismo con mayor fidelidad? ¿Trato de vivir como cristiano a lo largo de todo el día
y con aquellos con los que me encuentro?
http://www.aqplink.com/roguemos

Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco. Reflexión: Mt 3,13-17


Si queremos seguir a Cristo, hemos de mirar el mundo con sus ojos. Y esto es
prácticamente imposible para quien no le conoce. Por ello debemos reparar en cada uno
de los evangelios y los sucesos que nos van presentando, donde Jesús se nos va revelando
y junto con Él al Padre y el Misterio de la Salvación. En el razonamiento que nos es propio,
lo correcto hubiera sido que si tenía que haber un ritual de iniciación, como es el Bautismo,
fuera Jesús quien lo instituyera y dijera cómo debía ser de aquí en adelante. Al menos eso
es lo primero que se nos viene a la cabeza y la primera pregunta que surge en nuestro
interior: ¿Por qué Jesús acude a Juan para ser bautizado? ¿Por qué necesita de él? Si yo
estoy iniciando mi movimiento, mi partido, mi corriente filosófica, más aún, siendo Hijo
de Dios, ¿no es lógico que diga cómo serán las cosas de aquí en adelante? Estamos
acostumbrados a que venga una nueva autoridad, un nuevo gobernador, un nuevo
presidente y tire por tierra todo lo anterior, para empezar a hacer las cosas como a él le
parece, basado en su poder, casi siempre acompañado de una gran dosis de soberbia
mesiánica. Siendo Jesús el Mesías, ¿No tendría mayor razón para actuar como el mesías
al que invocamos? ¡Qué más clara evidencia de lo distante que está Jesús de nuestros
conceptos, de nuestro modo de razonar! Esta confusión acompañará a muchos de los que
le siguen incluyendo a varios de sus discípulos, y es que nosotros mantenemos una idea
de cómo debía ser nuestro salvador y qué debía hacer para salvarnos y nos cuesta
desprendernos de ella de forma íntima, auténtica y profunda, por lo que aunque decimos
creer en Cristo, en realidad creemos en lo que nosotros queremos que sea Cristo, en la
imagen que nos hemos forjado de Él, que pocas veces coincide con la verdadera imagen
de Jesús.
Obviamente Dios Padre sabe quién es Jesús, y no puede evitar manifestarse con una
emoción profunda e íntima de regocijo, de orgullo, de complacencia. Como cuando un
padre presenciando una obra ejemplar, notable, desarrollada por su hijo, saliera a recibirlo
públicamente no sin mostrar su alegría, su satisfacción, su orgullo y complacencia por lo
que su hijo ha hecho. La emotiva exclamación que nosotros podríamos proferir sería:
¡Carajo, ese es mi hijo!…La de Dios suena posiblemente más templada, porque es mucho
más trascendente y profunda, porque denota mucho más que el orgullo pasajero. Se trata
de una Comunión de sentimientos, objetivos y pareceres. Y es que Dios Padre sabe y está
asintiendo que Jesús –Su Hijo- ha entendido cuál es Su Voluntad y la está llevando a cabo
conforme a Su Plan. No se trata de hacer borrón y cuenta nueva, sino de asumir la historia
del hombre, desde adentro, como un hombre más. No se trata de abolir, sino de dar
cumplimiento. El hombre ha sido creado por Dios y desde que es hombre lleva Su
impronta, lo que le hace distinguir el Bien del Mal, lo Bueno de lo Malo y es rescatando
esa capacidad sobre la cual se funda la Salvación que nos ha traído Cristo. No se trata
pues de negar al hombre, sino por el contrario reconocer su capacidad y dejar de negar
la posibilidad que tiene de alcanzar la Vida Eterna, porque esa es la Voluntad de Dios,
porque esto ha sido lo que Dios ha querido para nosotros siempre, y lo ha dejado instalado
en nuestras conciencias –en algo que está más allá de nuestros genes o de nuestro ADN
si se quiere- y es esa capacidad de aspirar al Bien Supremo, aun a costa de sacrificios y
de la propia vida. Jesús viene a enseñarnos que efectivamente eso es posible, que ese es
el Camino, que tenemos que aprender a descubrir, ver y aquilatar. Para que no nos quepa
duda, Jesús acude a Juan para hacerse bautizar como todos y este gesto es compartido y
apreciado con beneplácito por nuestro mismísimo Dios Padre.
Se trata de un momento muy especial, en el que la Divinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo-
se manifiestan como una sola unidad, como la perfecta comunión de voluntades,
comunicándonos con gran amor, respeto y consideración, cómo habrá de ser su
intervención en nuestra historia, la que Dios valora es sus más notables manifestaciones,
como la presencia de Juan y toda la herencia que él representa. Porque Juan mismo no
es un místico más como tantos que aparecieron en alguna época y algunos lugares del
planeta, Juan es la “Voz que clama en el desierto: Preparen el camino al Señor; enderecen
la calzada…” de la que habló Isaías casi 800 años antes. El Bautizo de Jesús está
relacionado con toda esa historia; es parte de esa historia, en la que nada ocurre por
casualidad, sino como uno de los capítulos centrales en El Plan de Dios. Jesús tenía que
nacer en un pesebre en Belén, siendo sus padres terrenales San José y la Virgen María.
Viviría en un hogar modesto y sencillo y llegado el tiempo, saldría a predicar el Reino de
los Cielos, curando y sanando, revelando la identidad de Aquél por cuya Voluntad se hizo
uno como nosotros. Enseñándonos que no ha venido a abolir, sino a dar cumplimiento y
que toda la sabiduría y los profetas pueden resumirse en estos dos mandamientos: Ama
a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Que Él no ha venido a
juzgarnos, sino a salvarnos y que la salvación está en creer en Él y en quien lo ha enviado.
Lo que en buena cuenta nos conduce a oírle y hacer lo que nos dice.
No es una figura notable y poderosa según los criterios mundanos. No tiene ejércitos, ni
tiene posesiones, ni tiene riqueza, ni lo sigue un séquito, sin embargo es el Rey de
Universo. No ha venido a dirigir una rebelión contra los poderosos, a despojarlos para
repartirlo entre los pobres, ni a castigar a los que hacen daño y abusan de sus hermanos.
Siente misericordia por todos los que sufren y por eso procura mitigar su sufrimiento, pero
no eliminará a nuestros enemigos, como no lo hizo con los que le crucificaron y tampoco
eliminará la injusticia, la pobreza, el sufrimiento y el dolor, porque para todo eso estamos
nosotros. Somos nosotros, comprendiendo que somos hermanos y que por lo tanto
debemos unirnos, velando los unos por los otros, a los que nos toca resolver todos estos
apremios, poniendo todo lo que está a nuestro alcance, haciendo del dar y el compartir
nuestra consigna, en vez de acumular y atesorar. Porque no se puede servir a Dios y al
dinero. Por eso Jesús nos invitaba a nosotros a superar todas estas dificultades con aquella
consigna: Denles ustedes de comer. Creer en Dios no consiste entonces en evadirnos de
nuestras responsabilidades y dejárselas en sus manos, para que Él las resuelva de un
modo mágico. Eso no es lo que Jesús nos enseña. Lo que tenemos que hacer es ponernos
en marcha responsablemente, siguiendo su mandato y confiando plenamente en Él, que
llegado el momento sabrá multiplicar con creces nuestros esfuerzos para mayor Gloria de
Dios.
Jesús se hizo hombre como nosotros, igual en todo menos en el pecado. Es decir que Él
tenía el poder suficiente para no dejarse seducir por el camino errado, por el camino del
egoísmo y la perdición. Siendo justo y bueno, habiendo nacido como el más humilde de
los mortales, a pesar de ser Hijo de Dios, fue crucificado entre ladrones, tras una muerte
cruel y luego de tres días resucitó y se presentó a sus discípulos, finalmente subió al Cielo
y allí permanece a la diestra de Dios Padre. Este es nuestro Salvador. Es a Él que tenemos
que escuchar; de Él que tenemos que aprender. Esto es lo que nos dice Dios, con palabras
que tendrían que relevarnos de toda explicación, sobre las que sin embargo hemos querido
meditar.
Oremos: Padre Santo, gracias por enviarnos a Tu Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor y
Salvador. Danos sabiduría y docilidad para seguirlo…Te lo pedimos por Cristo nuestro
Señor…Amén. Roguemos al Señor… Te lo pedimos Señor.
http://www.caminando-con-jesus.org

Bautismo del Señor. Ceder a Cristo Mt 3,13-17


“Juan trataba de impedírselo”. Con toda su buena voluntad, Juan intenta evitar que el Hijo
de Dios pase a los ojos de los hombres como un pecador. Él tenía su lógica, pero según
unos criterios que no coincidían con los de Dios. Si hubiera logrado impedírselo, nos
habríamos quedado sin esta grandiosa revelación que el evangelio de hoy nos ofrece, no
se habrían abierto los cielos y en definitiva habría impedido a Jesús manifestarse como
Hijo del Padre y Ungido por el Espíritu Santo.
Del mismo modo, también nosotros ¡cuántas veces entorpecemos los planes de Dios
porque no se ajustan a nuestras ideas! Olvidamos que los pensamientos de Dios no
coinciden con los nuestros y que sus planes superan infinitamente los nuestros (Is 55, 8-
9). Deberíamos al menos tener la humildad de Juan para ceder a los deseos de Cristo
aunque no los entendamos, pues ellos le llevan a manifestar su gloria, mientras los
nuestros la oscurecen. Deberíamos hacer caso a la palabra de Dios: «Confía en el Señor
con toda el alma y no te fíes de tu propia inteligencia» (Prov 3,5).
“Conviene que cumplamos todo lo que Dios quiere”. Son las primeras palabras de Jesús
que el evangelio de san Mateo nos refiere. Ellas constituyen una consigna, un programa
de vida para el Hijo de Dios. Toda su vida va a estar marcada por esta decisión de
«cumplir», de llevar hasta el final lo que es justo a los ojos de Dios, lo que es voluntad
del Padre. Así comienza su vida pública junto al Jordán y así terminará en Getsemaní.
También para nosotros, nuestra realidad de hijos de Dios debe manifestarse en esta
adhesión incondicional a la voluntad de Dios. No como una carga que uno arrastra
pesadamente, con resignación, sino como la expresión infinitamente amorosa de lo que
Dios quiera para nuestro bien, que se abraza con gozo y se vive con entrega y fidelidad.
• Jesús dice que con su bautismo “se cumplirá toda justicia” En el vocabulario del evangelio
de Mateo, la palabra justicia corresponde al cumplimiento de la voluntad de Dios. Por
tanto, es voluntad de Dios que Jesús realice este rito de inmersión en agua que practicaba
Juan Bautista para llamar a la conversión. Y también es voluntad de Dios que Jesús realice
la misión anunciada en Isaías: instaurar el derecho y traer la liberación.
1. Jesús se presentó a Juan para ser bautizado por él”.
Este relato evangélico nos describe el bautismo de Jesús en el Jordán por obra de Juan
Bautista. Sabemos que la llamada vida oculta de Jesús, se desarrolló normalmente en
Galilea, y seguramente la mayor parte en Nazaret. Después que Jesús fue anunciado en
la predicación de su precursor, Él quiso manifestarse a los hombres ya que por tanto
tiempo había vivido en forma reservada. Deducimos esto del mismo Evangelio, porque
dice: "Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por
él”.
El sitio en que tuvo lugar el bautismo de Jesús, es señalado desde el siglo IV, por el
“Peregrino de Burdeos” y lo sitúa en la ribera occidental del Jordán, lo mismo que en el
siglo VI lo señala la Carta de Madaba. Corresponde al lugar que hoy se señala, cerca de
Jericó, no lejos del convento ortodoxo de San Juan Bautista, allí fácilmente se siente una
sensación térmica sobre los 40º C de temperatura.
2. Bautismo de conversión para perdón de los pecados
Es bautismo, como rito de penitencia para el perdón de los pecados causó polémica entre
los primeros cristianos, ellos pensaban que Jesús no tenía necesidad de semejante
bautismo. Por otra parte este hecho preocupaba que pareciera que Juan Bautista fuese
superior a Jesús. Sin embargo, el plan de Dios preveía también esto, y Jesús, Hijo
obediente, se somete dócilmente a la voluntad del Padre, haciéndose solidario con los
hombres y cargando con sus pecados
El bautismo de Jesús por Juan, es un hecho que tiene un gran misterio, los evangelistas
Marcos, Mateo y Lucas se refieren a este hecho, pero con diferentes matices, no obstante
dicen lo mismo, confesar y obtener perdón por los pecados. “Acudía a él gente de toda la
región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán,
confesando sus pecados”. (Marcos 1,5), Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y
toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus
pecados. (Mateo 3,5), Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo
de conversión para perdón de los pecados, (Lucas 3,3)
3. ¿Cómo es posible entonces que Jesús se acerque a este “bautismo”?
Una pregunta interesante es: ¿Cómo es posible que Jesús se acerque a este “bautismo”
que, aunque de suyo no perdonaba los pecados, y es lo que sugiere el mismo texto, al
decir que el Bautista sólo bautizaba con “agua” pero Jesús bautizaba “en Espíritu Santo y
fuego” (Mt 3:11) estaba encuadrado en un ambiente de arrepentimiento de pecados?
San Ignacio de Antioquía decía que lo hacía para “purificar el agua bautismal.” Si pudo
subir a la cruz, por los hombres pecadores, haciéndose “maldición por nosotros” (Gal
3:13), algo parecido podía hacer al comenzar su vida pública de Redentor, con valor
“vicario,” autorizando el bautismo de Juan, y conectando con su predicación
“preparatoria,” precisamente para que el pueblo recibiese al Mesías.
4. ¿Por qué Jesús quiso bautizarse?
¿Por qué Jesús quiso bautizarse?, este es otro de los misterios de este relato. Los padres
de la iglesia, nos resuelven este misterio de la siguiente forma:
Pseudo-Crisóstomo comenta: "Para que fuese bautizado por él". No para que él mismo
recibiese el perdón de sus pecados por medio del bautismo, sino para dejar santificadas
las aguas a los que se bautizasen después”.
San Agustín: “El Salvador quiso bautizarse no para adquirir limpieza para sí, sino para
dejarnos una fuente de limpieza. Desde el momento en que bajó Cristo a las aguas, el
agua limpia los pecados de todos. Dicen a demás que quiso bautizarse, porque quiso hacer
lo que nos manda hacer, para que como buen maestro no sólo nos enseñase con su
doctrina, sino también con su ejemplo. Por esta razón quiso ser bautizado por San Juan:
para que sepan sus siervos con cuánta alegría deben correr al bautismo del Señor, al ver
como Él no ha desdeñado recibir el bautismo del siervo.”
5. “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por Tí, ¡y eres Tú el que viene
a mi encuentro!”.
San Juan Crisóstomo comenta: “Porque el bautismo de Juan era de arrepentimiento, y
llevaba consigo la confesión de las culpas, pero para que no hubiese alguien que creyese
que Cristo había venido a bautizarse por esta causa, el Bautista dijo al que venía: “Soy yo
el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!”.
Como si dijese: Está bien que tú me bautices, esta razón es idónea (para que yo también
sea justo, y me haga digno del cielo). Pero ¿qué razón hay para que yo te bautice? Todo
lo bueno baja del cielo a la tierra y no sube de la tierra al cielo.”
6. “Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es
justo”
San Hilario, señala; “Por último, el Señor no pudo ser bautizado por Juan como Dios, pero
enseña que debe bautizarse como hombre. De donde se sigue que respondiéndole Jesús,
le dice: “Ahora déjame hacer esto” y San Jerónimo hermosamente responde: "Déjame
ahora", para manifestar que Cristo debía ser bautizado por San Juan en el agua, y San
Juan ser bautizado por Cristo en espíritu. O de otro modo: "Déjame ahora", para que
quien ha tomado la forma de siervo, manifieste su humildad. Sé consciente de que tú
habrás de ser bautizado con mi bautismo en el día del juicio. O, "déjame ahora", dice el
Señor, porque tengo otro bautismo con el cual habré de ser bautizado. Tú me bautizas en
agua para que yo te bautice por mí en tu sangre.”
7. Se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. “En ese momento, se abrieron los cielos, y vio
al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.”
El Señor nos ha concedido el lavado del bautismo con la inmersión de su cuerpo, y en ello
nos ha demostrado que puede abrirnos las puertas del cielo cuando recibimos el bautismo,
y concedernos el Espíritu Santo.
El “se abrieron los cielos” es un elemento escenográfico para dar lugar, plásticamente, al
paso de la “paloma” y a la “voz” del Padre. Al abrirse los cielos, en el contexto penitencial
del Bautista, indica que Dios baja para iniciar el tiempo salvador prometido.
Como una paloma. Esta forma dé “como” aparece en los tres Evangelios sinópticos e
incluso en Jn (1:32). La paloma aparece en la literatura bíblica y extra-bíblica simbolizando
diversas cosas. Pero sugerido por el pasaje de Génesis en el que el Espíritu de Dios se
“cernía” sobre las aguas, la paloma vino a ser símbolo del Espíritu Santo.
8. Y se oyó una voz del cielo
La voz del Padre que baja del cielo para proclamar a Jesús, en Mt se dirige al “pueblo,” en
cambio, en san Marco y en san Lucas se dirige a él (Jesús), mientras que en Juan esta
voz no aparece ni se dirige a nadie; solamente se da el descenso de la “paloma” como
“contraseña” a Juan de que Jesús es el Mesías.
La voz del Padre. Esta proclama a Jesús “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta toda mi predilección”. La frase la traen los tres sinópticos. Se dice que ese Hijo es
“el Amado” por excelencia. “El Amado no indica que Jesús sea el primero entre los iguales,
sino que indica una ternura especial; en el Antiguo Testamento, se dice que no hay gran
diferencia entre “amado” y “único”. Es muy probable que aquí “el Amado” pueda ser
equivalente del “Único,” o mejor, del “Unigénito,” puesto que habla el Padre. En el Nuevo
Testamento, ese término se reserva al Mesías.
9. “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
“Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”, Es el gozo del
Padre en su Hijo encarnado, en su Mesías.
El misterio de la Santísima Trinidad se demuestra en el bautismo. Jesucristo (el Hijo), es
bautizado, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y se oye la voz del Padre, dando
testimonio del Hijo. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean una misma
naturaleza. El Padre, quien dijo, “Este es mi Hijo muy querido”, el Hijo, sobre quien se
oye la voz del Padre; y el Espíritu Santo, quien aparece en forma de paloma sobre el Hijo
bautizado.
Dice San Agustín: “Esta obra es la de toda la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
existen en una misma esencia, sin diferencias de tiempo ni de lugares. En estas palabras
se distinguen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y no puede decirse que se presenten en
una misma esencia. En cuanto a lo que se dice visiblemente en las sagradas letras,
aparecieron separadamente en cuanto a los espacios que cada persona ocupaba. Desde
luego se sabe que la Santísima Trinidad se conoce en sí misma inseparable, pero se puede
mostrar separadamente por medio de aspectos materiales. Que sea sólo la voz propia del
Padre, se demuestra por las palabras que dijo: Este es mi Hijo.”
El Padre, pues, ama al Hijo, como un buen padre, por eso dice; “en quien tengo puesta
toda mi predilección” Este es mi Hijo, para que se indicase especialmente a aquellos que
oían, que Aquél mismo era el Hijo de Dios.
10. Jesus se revela "siervo" manso y humilde
En el gesto de recibir el bautismo, Jesús se revela "Siervo" manso y humilde, que se
entrega en adhesión total a la condición de debilidad humana, sin reservas ni privilegios
de clase (cf. Is 42,1-3). La teofanía del bautismo, además, evidencia algunos rasgos
característicos de la misión de Jesús: la participación celeste en el mundo humano, la
bajada del Espíritu sobre Jesús en forma de “paloma” y la proclamación del Padre, que se
complace en el Hijo y lo inviste como Mesías.
La imagen de la paloma, símbolo de Israel, se convierte también en símbolo de la
generación del nuevo pueblo de Dios, al que Jesús da comienzo y que constituye el fruto
maduro de la venida del Espíritu a los hombres. Con Jesús se inicia la época de la
purificación, del verdadero conocimiento de Dios por el Espíritu Santo, de la definitiva
unión entre Dios y el hombre.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay reflexión. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Señor y Padre nuestro, te damos gracias por el bautismo de Jesús, que nos ha
manifestado la plenitud del Espíritu sobre él. Es durante la teofanía que tuvo lugar en el
bautismo donde fue reconocido como Mesías. Según una tradición rabínica, el Mesías debía
permanecer desconocido hasta que lo revelase un hecho extraordinario operado por ti (cf.
Mt 24,23-27). Este hecho extraordinario ha sido la obra del bautista. Así él ha podido
manifestar que Jesús es aquel que posee el Espíritu y puede hacer este don, prometido
para la era mesiánica, a todos los hombres.
Espíritu Santo, te damos gracias porque has consagrado a Jesús profeta y Mesías y te has
manifestado en él con plenitud, para que él pudiera derramar tus dones sobre nosotros.
Te pedimos nos hagas redescubrir el significado de nuestro bautismo como don tuyo y del
amor del Padre, para responder con coherencia de vida a los compromisos que hemos
asumido el día de nuestro renacer como hijos de Dios. Haznos capaces de ser auténticos
testimonios tuyos, sin manipulaciones y sin compromisos de ningún género, para anunciar
en nuestro mundo la liberación, la justicia y la salvación que tú nos has dado a manos
llenas. Haz que tu Iglesia sea en el mundo signo de tu presencia, y forme una verdadera
familia de hermanos, unidos en la fe y la caridad evangélicas, con una vida dedicada a tu
servicio y al de los más pobres y necesitados. www.santaclaradeestella.es
3 Jesús, fuente de la vida, que vienes a cancelar la condena de Adán, en el Jordán has
acabado con el odio, concédenos la paz que supera toda inteligencia. Verbo esplendente
enviado por el Padre, después de borrar las culpas de los mortales, ven a disipar las largas
y tristes horas de la noche y mediante tu bautismo, haz salir resplandeciente a tus hijos
de las olas del Jordán. Que se vista de blanco la raza humana, salga de las aguas como
hijos de Dios y transforma la creación a imagen del Creador. (De los “cantos” litúrgicos
orientales). www.ocarm.org
4 ¡Padre de Jesús y Padre nuestro! Gracias mi Dios porque por el sacramento del Bautismo
somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros
de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”. (Catecismo
de la Iglesia Católica (CCI 1213).
• 5 cosas que tal vez no sabías de este sacramento católico, puerta para los otros
sacramentos.
1. Se inició con los Apóstoles
“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En
efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y
que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de
vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)” (CCI 1226).
San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y
la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida
cristiana.
2. Tiene varios nombres
Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta
inmersión simboliza “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde
sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).
Este sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.
San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan
nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado
en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación,
porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque
lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.
3. Se renueva cada año
“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por
eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del
Bautismo. La preparación al Bautismo solo conduce al umbral de la vida nueva. El
Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana”
(CCI 1254).
4. Un no bautizado también puede bautizar
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo
el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1;
CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede
bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal
trinitaria”.
“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La
Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm
2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)” (CCI 1253).
5. Es un sello único y permanente
“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su
pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida
al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el
Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272). www.dario.res
5 Señor Jesus, Hijo predilecto de Dios, tú has venido con la plenitud del Espíritu Santo;
impulsado por el amor que se consume por el Padre y por nosotros, pecadores, tú, el
Inocente, quisiste acercarte al bautismo de penitencia para cumplir toda justicia. Ten
todavía piedad de nuestro vagar cada vez más alejado de la meta de la paz. Ven a traernos
la antorcha de la Palabra, luz para nuestro camino; ven a traernos la gracia de volver a
empezar cada dia de nuevo. Ven a injertarnos en ti, Vid verdadera, para que podamos dar
los frutos de conversión y de santidad que el Padre y los hermanos esperan de nosotros.
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5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el


corazón de los Padres.
Vuelve mi Jesús y vuelve el misterio, un misterio sublime y divino. En los días pasados
hemos celebrado, como convenía, el nacimiento de Cristo; lo hemos glorificado junto con
los ángeles: lo hemos tenido en nuestros brazos con Simeón y lo hemos confesado con
Ana.
Ahora, sin embargo, hay otra acción de Cristo y otro misterio: Cristo es iluminado, Cristo
es bautizado. Meditemos un poco sobre las distintas formas de bautismo. Bautiza Juan
con el propósito de suscitar la penitencia; bautiza también Jesús y Él, sí, bautiza en el
Espíritu. Éste es el bautismo perfecto. Conozco también otro bautismo, el del testimonio
de sangre, que fue impartido también a Cristo mismo y es un bautismo mucho más
venerable que los otros, porque después no será ensuciado por otras manchas. Conozco
aún otro que es el de las lágrimas: pero éste es un bautismo más arduo: es el del enfermo,
es el bautismo del que pronuncia las palabras del publicano en el templo (...). Al hombre
ha sido dada toda palabra y para él se ha instituido todo misterio, a fin de que vosotros
lleguéis a ser como lámparas en el mundo, potencia vivificadora para los demás hombres
(Gregorio Nacianceno, Homilías sobre la natividad, discurso 39, Madrid 21992).
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Hermanos, la lectura del santo evangelio que acabamos de escuchar nos da un gran
ejemplo de perfecta humildad tanto en el Señor como en el siervo. En el Señor porque,
aun siendo Dios, se dignó hacerse bautizar por un siervo. Ahora bien, puesto que «el que
se humilla será exaltado. (Lc 14,11) -y el Senor apareció humilde con la forma de hombre
para instruir a los hombres-, Dios Padre demostró enseguida cuan superior era a los
hombres -más aun, incluso a los ángeles y a todo lo creado haciendo descender desde su
admirable gloria una voz dirigida a Él: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.
También Juan es un siervo fidelísimo y humildísimo: al preferir ser bautizado por el Señor
en vez de bautizarlo el, mereció que se le abrieran los ojos del alma de suerte que viera
al Espíritu descender sobre Él.
El Hijo de Dios fue bautizado por un hombre, no obligado por una angustiosa necesidad
de lavar sus propios pecados -«Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca» (1
Pe 2,22)-, sino con la misericordiosa intención de lavar toda mancha de nuestros pecados,
«puesto que todos hemos pecado en muchas cosas» y «si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros». (1 Jn 1,8).
Tras haber aprendido por la lectura del evangelio la humilde disposición del Señor,
consideremos también la humilde obediencia del siervo. Sigue, en efecto: «Juan trataba
de impedírselo diciendo: Soy yo el que necesito que Tú me bautices, y ¿eres tú el que
vienes a mí?» Con razón aquel hombre, nacido de mujer y, por consiguiente, no inmune
de la mancha del pecado, tenía miedo de bautizar al Dios que, nacido de una virgen, sabía
que no tenía ninguna mancha de pecado. Ahora bien, puesto que la verdadera humildad
es la que va acompañada por la obediencia, humildemente realizó el servicio del que antes
habia experimentado temor.
Hemos hecho, hermanos queridísimos, estas consideraciones sobre el bautismo de
nuestro Salvador según lo que el mismo nos ha concedido; volvamos ahora a nosotros
mismos y, puesto que hemos escuchado la humildad y la obediencia tanto del que bautiza
como del que ha sido bautizado, intentemos conservar con humilde obediencia el santo
bautismo que hemos recibido, purificándonos de toda contaminación de la carne y del
espíritu, y perfeccionando la santidad en el temor de Dios (Beda el Venerable, Omelie sui
vangeli, Cittá Nuova, Roma 1990, 133).
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6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto, en el
que me complazco» (Mt 3,17).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Éste es mi Hijo amado, en quien me
complazco» (Mt 3,17).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Fred, lo que quiero decirte es que eres amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar
estas palabras como te fueron dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede
darles. Mi único deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú
eres amado.
El máximo regalo que mi amistad pueda hacerte es el don de hacerte reconocer tu
condición de "ser amado". Puedo hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para
mí mismo. ¿No es ésta la amistad: darnos uno al otro el don de "ser amados"? Sí, es la
voz, la voz que habla desde lo alto y desde dentro de nuestros corazones, que susurra
dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en tí me complazco». No es
ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que gritan: «No
eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres nadie... y no puedes
demostrar lo contrario».
Estas voces negativas son tan fuertes y tan insistentes que es fácil creerlas. Ésta es la
gran trampa. Es la trampa del rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he
llegado a darme cuenta de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad
o el poder, sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o
el poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a menudo
del hecho de que forman parte de una tentación mayor, la del rechazo de nosotros
mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y no amables,
entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente percibidos como soluciones
atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el rechazo de nosotros mismos (H. J. M.
Nouwen, Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular, Madrid s.f.).
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Ante este evangelio difícil me encuentro como Juan, que no comprende y repite a Jesús:
Soy yo quien necesita ser bautizado y eres tú, sin embargo, el que viene como alguien
que tiene necesidad. ¿De qué te sirve a ti el bautismo? Y Dios, en la fila con los pecadores,
repite: es justo. Justicia es lo que Dios quiere, y quiere un Hijo que se haga hermano,
Cordero que lleve sobre sí el pecado del mundo, que se sumerja en nuestro mal, para salir
juntos a la superficie, para un cielo que se abre, para una voz que te llama hijo, para una
paloma que aletea sobre tu caos, sobre tu cosmos.
Soy como Juan y quisiera impedirlo, porque me espero un Dios diferente. Jesús, Dios-con-
nosotros, aparece donde nunca le habríamos esperado, mezclado con los pecadores para
recibir un bautismo de penitencia y de conversión.
Jesús recibe sobre sí no tanto el agua del Jordán como nuestra humanidad: eso es el
bautismo. Y se sumergirá en la muerte, como nosotros.
Se sumerge ahora en nuestro límite, Dios-con-nosotros, y va lejos, va al interior de la
fragilidad de la caña que es el hombre; van tan al interior y tan lejos para que nadie se
sienta tan solo que no pueda ser alcanzado por el cielo desgarrado, por una voz de Padre,
por un agua que es nueva génesis, por una paloma que expresa amor. Aparece la
revelación de quién es el hombre, 'porque en Cristo cada hermano se convierte en hijo. Y
las palabras «éste es mi Hijo amado» están dirigidas a mí, me revelan a mí mismo. Cada
uno es hijo amado de Dios, Dios ama a cada uno. Le repite a cada uno: «Tienes todo mi
amor. Tú eres mi hijo». Soy hijo porque vivo de mis fuentes. Ahora bien, ¿es Dios
verdaderamente la fuente de mis palabras, de mis opciones? Si es así, toda vida humana
se vuelve en cierto modo relato de Dios; toda vida es teología, habla de Dios, revela algo
de Cristo. Cada uno de nosotros es un Cristo incipiente, un hijo inacabado.
Jesús comprende en el Jordán que su vocación es ser hijo, es decir, asemejarse a Dios,
mostrar cómo actúa Dios. Y nuestra vocación es la misma: actuar en el mundo como actúa
el Padre: «Sed perfectos como el Padre», «Sed misericordiosos como el Padre», el Dios
cuya perfección consiste en la misericordia. Bendigamos esos momentos de gracia
estupenda, en los que nos parece escuchar dirigidas a nosotros estas palabras: «Tú eres
mi hijo, eres mi predilecto, en ti he puesto todo mi amor» (E. M. Ronchi, Dietro i mormorii
dell'arpa, Sollo il Monte — Bérgamo 1999, 62s, passím). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Monición al Credo
Confesamos nuestra fe, recordando las intervenciones maravillosas de Dios en la historia
de la salvación: la creación, la encarnación, la Pascua, la venida del Espíritu Santo sobre
la Iglesia y la promesa de la vida eterna.
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos a Dios Padre, que en el bautismo nos reconoció como hijos amados suyos.
- Para que en nuestras parroquias se cuide cada vez más la iniciación cristiana en todas
sus dimensiones de modo que de verdad conduzca a una vivencia de la fe en la comunidad
de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que los padres cristianos, al presentar a sus hijos para el bautismo, sean
conscientes de su responsabilidad de educarlos en la fe de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que cuantos se sienten oprimidos y habitan en las tinieblas abran las puertas a
Cristo, luz de las naciones. Roguemos al Señor.
- Para que todos los bautizados en Cristo, amados y elegidos de Dios, ungidos por el
Espíritu Santo, pasemos, como Cristo, haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
mal. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, en la persona de tu Hijo amado nos has revelado a tu servidor,
enviado tuyo al mundo para liberarnos e iluminarnos; escucha las súplicas de tus hijos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
• Oremos hoy a nuestro Padre del cielo, que envió a su Hijo entre nosotros como un siervo
para liberarnos y para renovarnos. Y digámosle: R/ Señor, escucha a tu pueblo.

Por la Iglesia y sus líderes, para que ellos y también nosotros no busquemos transigencias
y componendas con la riqueza y el poder, sino que sirvamos y ayudemos a todos,
roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por todos los que no conocen a Cristo, o que se han alejado de la Iglesia, para que
descubran y experimenten el amor del Señor por medio de nosotros por la forma cómo
vivimos el evangelio., roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por nosotros cristianos y por todos los hombres, para que el Espíritu Santo nos guíe a
respetar a los pequeños e indefensos; para que no los oprimamos, sino que les demos
justicia con amor, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Por todos los bautizados, para que sigamos más radicalmente a Cristo y para que como
él aprendamos a servir más que a ser servidos, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a
tu pueblo.
Por todos nosotros y por nuestras comunidades cristianas, para que la eucaristía fortalezca
en nosotros los dones del Espíritu Santo y nos haga cada vez más fieles a nuestra vocación
como hijos queridos de Dios, roguemos al Señor: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
Señor Dios nuestro, cuando nos bautizamos, tú nos convocaste a hacernos hombres y
mujeres nuevos. Perdona nuestra cobardía y sigue renovándonos por medio de tu Espíritu,
para que tengamos el valor de seguir a Cristo hasta el fin, porque él es Hijo tuyo y Señor
nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas


*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Recibe, Señor, los dones en este día en que manifestaste a tu Hijo predilecto, y haz que
esta ofrenda de tu pueblo se convierta en el sacrificio de aquel que quiso borrar los
pecados del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Estos dones de pan y vino se convertirán en el cuerpo y sangre
de tu querido Hijo Jesús en quien te complaces. Fortalécenos con este alimento y esta
bebida y deja que el Espíritu Santo nos renueve como pueblo que vive sin componendas
el mensaje de justicia y amor y la vida misma de tu Hijo. Que de este modo, seamos
verdaderamente tus hijos queridos en quienes te complaces, ahora y por los siglos de los
siglos.

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido
de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas
de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Demos sinceras gracias al Padre por habernos hecho, por el bautismo, sus hijas e hijos
queridos junto con Jesús, nuestro Señor.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio. El Bautismo del Señor
En verdad es justo y necesario, nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque estableciste un nuevo bautismo con señales admirables en el Jordán, para que
mediante la voz venida del cielo, se creyera que tu Verbo habitaba entre los hombres; y,
por el Espíritu que descendió en forma de paloma, fuese reconocido Cristo, tu Siervo,
ungido con óleo de alegría, y enviado a evangelizar a los pobres.
• Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar cada
vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la fortaleza
para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu Santo
Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra alabando tu
gloria sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo
entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor,
el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo
el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las Misas
celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del Purgatorio. Y
Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.

• Bautizados en el Espíritu Santo e hijos del Padre por medio de Jesús, su Hijo predilecto,
recitemos con toda confianza la propia oración de Jesús.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente
la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos tu paz en nuestros días. Reaviva en
nosotros la gracia del bautismo y condúcenos por tu Santo Espíritu, para que seamos
fieles a nuestra misión de vivir la vida de Jesús en este mundo, mientras esperamos con
gozosa esperanza la venida gloriosa de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


• Señor Jesucristo: tú dijiste a tus apóstoles: “La paz o dejo, mi paz os doy; no se
preocupen de lo que tengan que decir en su defensa; ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá”. Ante acontecimientos y adversidades terribles, ayúdanos a no tener pánico, a
mantener nuestra serenidad interior y a encontrar y guardar la paz de tu reino eterno
donde tú vives y reinas por los siglos de los siglos.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas
en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele
la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
• Éste es Jesucristo nuestro Señor, el Hijo amado del Padre, en quien Dios se complace.
Dichosos nosotros invitados a participar en su mesa santa y a vivir su vida.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 1, 32. 34
Este es de quien decía Juan: «Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo
de Dios».

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Señor, alimentados con estos dones sagrados, imploramos de tu bondad, que, escuchando
fielmente a tu Unigénito, de verdad nos llamemos y seamos hijos tuyos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Tú nos has abierto el cielo para fortalecernos con el Pan de vida
y para colmarnos con el Espíritu Santo. Renuévanos y llámanos a alejarnos de nuestras
certezas y apegos humanos. Envíanos a avanzar sin miedo por la ruta de la justicia y la
paz, para que seamos hijos tuyos queridos junto con tu Hijo fiel, Jesucristo nuestro Señor.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa
y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y
acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Hermanos: En el bautismo en el río Jordán Jesús fue investido con su misión de llevar el
amor liberador de Dios a los hombres. El Espíritu le guió para llevar a cabo su misión en
una fidelidad inquebrantable.
En nuestro bautismo con agua y el Espíritu hemos recibido la misión de vivir como Jesús,
de continuar haciendo el bien como Él, de ser fieles y justos para con Dios y con los
hermanos. Que el Dios en cuyo nombre hemos recibido el bautismo nos proteja, nos guíe
y nos bendiga por esta hermosa tarea.
Y así que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Tiempo ordinario, IV
Dios, fuente de todo consuelo, disponga vuestros días en su paz y os otorgue el don de
su bendición.
R. Amén.
Que él os libre de toda perturbación y afiance vuestros corazones en su amor.
R. Amén.
Para que, enriquecidos por los dones de la fe, la esperanza y la caridad, abundéis en esta
vida en buenas obras y alcancéis sus frutos en la eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Papa Francisco
ÁNGELUS, Fiesta del Bautismo del Señor, Domingo 8 de enero de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, el Evangelio (Mt 3, 13-17) nos presenta la episodio
ocurrido a orillas del río Jordán: en medio de la muchedumbre penitente que avanza hacia
Juan Bautista para recibir el Bautismo también se encuentra Jesús –hacía fila–. Juan
querría impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti» (Mt 3, 14). En
efecto, el Bautista es consciente de la gran distancia que hay entre él y Jesús. Pero Jesús
vino precisamente para colmar la distancia entre el hombre y Dios: si Él está
completamente de parte de Dios también está completamente de parte del hombre, y
reúne aquello que estaba dividido. Por eso pide a Juan que le bautice, para que se cumpla
toda justicia (cf. Mt 3, 15), es decir, se realice el proyecto del Padre, que pasa a través
de la vía de la obediencia y de la solidaridad con el hombre frágil y pecador, la vía de la
humildad y de la plena cercanía de Dios a sus hijos. ¡Porque Dios está muy cerca de
nosotros, mucho!
En el momento en el que Jesús, bautizado por Juan, sale de las aguas del río Jordán, la
voz de Dios Padre se hace oír desde lo alto: «Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco» (Mt 3, 17). Y al mismo tiempo el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa
sobre Jesús, que da públicamente inicio a su misión de salvación; misión caracterizada
por un estilo, el estilo del siervo humilde y dócil, dotado sólo de la fuerza de la verdad,
como había profetizado Isaías: «no vociferará ni alzará el tono, […] la caña quebrada no
partirá, y la mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia» (Is 42, 2-3). Siervo
humilde y manso, he aquí el estilo de Jesús, y también el estilo misionero de los discípulos
de Cristo: anunciar el Evangelio con docilidad y firmeza, sin gritar, sin regañar a alguien,
sino con docilidad y firmeza, sin arrogancia o imposición. La verdadera misión nunca es
proselitismo sino atracción a Cristo. ¿Pero cómo? ¿Cómo se hace esta atracción a Cristo?
Con el propio testimonio, a partir de la fuerte unión con Él en la oración, en la adoración
y en la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los
hermanos. Imitando a Jesús, pastor bueno y misericordioso, y animados por su gracia,
estamos llamados a hacer de nuestra vida un testimonio alegre que ilumina el camino,
que lleva esperanza y amor.
Esta fiesta nos hace redescubrir el don y la belleza de ser un pueblo de bautizados, es
decir, de pecadores –todos lo somos– de pecadores salvados por la gracia de Cristo,
inseridos realmente, por obra del Espíritu Santo, en la relación filial de Jesús con el Padre,
acogidos en el seno de la madre Iglesia, hechos capaces de una fraternidad que no conoce
confines ni barreras.
Que la Virgen María nos ayude a todos nosotros cristianos a conservar una conciencia
siempre viva y agradecida de nuestro Bautismo y a recorrer con fidelidad el camino
inaugurado por este Sacramento de nuestro renacimiento. Y siempre humildad, docilidad
y firmeza.
ÁNGELUS, Fiesta del Bautismo del Señor, Plaza de San Pedro, Domingo 12 de
enero de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he bautizado a treinta y dos recién
nacidos. Doy gracias con vosotros al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. A
mí me gusta bautizar a los niños. ¡Me gusta mucho! Cada niño que nace es un don de
alegría y de esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta
para la familia de Dios.
La página del Evangelio de hoy subraya que, cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en
el río Jordán, «se abrieron los cielos» (Mt 3, 16). Esto realiza las profecías. En efecto, hay
una invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: «Ojalá rasgases
el cielo y descendieses!» (Is 63, 19). Si el cielo permanece cerrado, nuestro horizonte en
esta vida terrena es sombrío, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe una
vez más nos ha dado la certeza de que el cielo se rasgó con la venida de Jesús. Y en el
día del bautismo de Cristo contemplamos aún el cielo abierto. La manifestación del Hijo
de Dios en la tierra marca el inicio del gran tiempo de la misericordia, después de que el
pecado había cerrado el cielo, elevando como una barrera entre el ser humano y su
Creador. Con el nacimiento de Jesús, el cielo se abre. Dios nos da en Cristo la garantía de
un amor indestructible. Desde que el Verbo se hizo carne es, por lo tanto, posible ver el
cielo abierto. Fue posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el
Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para san Esteban, el primer mártir, que exclamó:
«Veo los cielos abiertos» (Hch 7, 56). Y es posible también para cada uno de nosotros, si
nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el
Bautismo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Éste es el gran tiempo de la
misericordia! No lo olvidéis: ¡éste es el gran tiempo de la misericordia!
Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizándose con
el pueblo penitente —Él sin pecado y sin necesidad de conversión—, Dios Padre hizo oír
su voz desde el cielo: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco» (v. 17). Jesús
recibió la aprobación del Padre celestial, que lo envió precisamente para que aceptara
compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el auténtico modo de amar.
Jesús no se disocia de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Así,
nos hace hijos, juntamente con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del
amor auténtico. Y, ¡este es el gran tiempo de la misericordia!
¿No os parece que en nuestro tiempo se necesita un suplemento de fraternidad y de amor?
¿No os parece que todos necesitamos un suplemento de caridad? No esa caridad que se
conforma con la ayuda improvisada que no nos involucra, no nos pone en juego, sino la
caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano.
¡Qué buen sabor adquiere la vida cuando dejamos que la inunde el amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso
de seguir a Cristo por el camino de la fe y de la caridad, la senda trazada por nuestro
Bautismo.

Papa Benedicto XVI


HOMILÍA, Bautismo del Señor. Domingo 9 de enero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra daros una cordial bienvenida, en particular a vosotros, padres, padrinos y
madrinas de los 21 recién nacidos a los que, dentro de poco, tendré la alegría de
administrar el sacramento del Bautismo. Como ya es tradición, también este año este rito
tiene lugar en la santa Eucaristía con la que celebramos el Bautismo del Señor. Se trata
de la fiesta que, en el primer domingo después de la solemnidad de la Epifanía, cierra el
tiempo de Navidad con la manifestación del Señor en el Jordán.
Según el relato del evangelista san Mateo (Mt 3, 13-17), Jesús fue de Galilea al río Jordán
para que lo bautizara Juan; de hecho, acudían de toda Palestina para escuchar la
predicación de este gran profeta, el anuncio de la venida del reino de Dios, y para recibir
el bautismo, es decir, para someterse a ese signo de penitencia que invitaba a convertirse
del pecado. Aunque se llamara bautismo, no tenía el valor sacramental del rito que
celebramos hoy; como bien sabéis, con su muerte y resurrección Jesús instituye los
sacramentos y hace nacer la Iglesia. El que administraba Juan era un acto penitencial, un
gesto que invitaba a la humildad frente a Dios, invitaba a un nuevo inicio: al sumergirse
en el agua, el penitente reconocía que había pecado, imploraba de Dios la purificación de
sus culpas y se le enviaba a cambiar los comportamientos equivocados, casi como si
muriera en el agua y resucitara a una nueva vida.
Por esto, cuando Juan Bautista ve a Jesús que, en fila con los pecadores, va para que lo
bautice, se sorprende; al reconocer en él al Mesías, al Santo de Dios, a aquel que no tenía
pecado, Juan manifiesta su desconcierto: él mismo, el que bautizaba, habría querido
hacerse bautizar por Jesús. Pero Jesús lo exhorta a no oponer resistencia, a aceptar
realizar este acto, para hacer lo que es conveniente para "cumplir toda justicia". Con esta
expresión Jesús manifiesta que vino al mundo para hacer la voluntad de Aquel que lo
mandó, para realizar todo lo que el Padre le pide; aceptó hacerse hombre para obedecer
al Padre. Este gesto revela ante todo quién es Jesús: es el Hijo de Dios, verdadero Dios
como el Padre; es aquel que "se rebajó" para hacerse uno de nosotros, aquel que se hizo
hombre y aceptó humillarse hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2, 7). El bautismo de Jesús,
que hoy recordamos, se sitúa en esta lógica de la humildad y de la solidaridad: es el gesto
de quien quiere hacerse en todo uno de nosotros y se pone realmente en la fila con los
pecadores; él, que no tiene pecado, deja que lo traten como pecador (cf. 2 Co 5, 21),
para cargar sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, también de
nuestra culpa. Es el "siervo de Dios" del que nos habló el profeta Isaías en la primera
lectura (cf. Is 42, 1). Lo que dicta su humildad es el deseo de establecer una comunión
plena con la humanidad, el deseo de realizar una verdadera solidaridad con el hombre y
con su condición. El gesto de Jesús anticipa la cruz, la aceptación de la muerte por los
pecados del hombre. Este acto de anonadamiento, con el que Jesús quiere uniformarse
totalmente al designio de amor del Padre y asemejarse a nosotros, manifiesta la plena
sintonía de voluntad y de fines que existe entre las personas de la santísima Trinidad.
Para ese acto de amor, el Espíritu de Dios se manifiesta como paloma y baja sobre él, y
en aquel momento el amor que une a Jesús al Padre se testimonia a cuantos asisten al
bautismo, mediante una voz desde lo alto que todos oyen. El Padre manifiesta
abiertamente a los hombres –a nosotros– la comunión profunda que lo une al Hijo: la voz
que resuena desde lo alto atestigua que Jesús es obediente en todo al Padre y que esta
obediencia es expresión del amor que los une entre sí. Por eso, el Padre se complace en
Jesús, porque reconoce en las acciones del Hijo el deseo de seguir en todo su voluntad:
"Este es mi Hijo amado, en quien me complazco" (Mt 3, 17). Y esta palabra del Padre
alude también, anticipadamente, a la victoria de la resurrección y nos dice cómo debemos
vivir para complacer al Padre, comportándonos como Jesús.
Queridos padres, el Bautismo que hoy pedís para vuestros hijos los inserta en este
intercambio de amor recíproco que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo; por este gesto que voy a realizar, se derrama sobre ellos el amor de Dios, y los
inunda con sus dones. Mediante el lavatorio del agua, vuestros hijos son insertados en la
vida misma de Jesús, que murió en la cruz para librarnos del pecado y resucitando venció
a la muerte. Por eso, inmersos espiritualmente en su muerte y resurrección, son liberados
del pecado original e inicia en ellos la vida de la gracia, que es la vida misma de Jesús
resucitado. "Él se entregó por nosotros –afirma san Pablo– a fin de rescatarnos de toda
iniquidad y formar para sí un pueblo puro que fuese suyo, fervoroso en buenas obras" (Tt
2, 14).
Queridos amigos, al darnos la fe, el Señor nos ha dado lo más precioso que existe en la
vida, es decir, el motivo más verdadero y más bello por el cual vivir: por gracia hemos
creído en Dios, hemos conocido su amor, con el cual quiere salvarnos y librarnos del mal.
La fe es el gran don con el que nos da también la vida eterna, la verdadera vida. Ahora
vosotros, queridos padres, padrinos y madrinas, pedís a la Iglesia que acoja en su seno a
estos niños, que les dé el Bautismo; y esta petición la hacéis en razón del don de la fe que
vosotros mismos, a vuestra vez, habéis recibido. Todo cristiano puede repetir con el
profeta Isaías: "El Señor me plasmó desde el seno materno para siervo suyo" (cf. Is 49,
5); así, queridos padres, vuestros hijos son un don precioso del Señor, el cual se ha
reservado para sí su corazón, para poderlo colmar de su amor. Por el sacramento del
Bautismo hoy los consagra y los llama a seguir a Jesús, mediante la realización de su
vocación personal según el particular designio de amor que el Padre tiene pensado para
cada uno de ellos; meta de esta peregrinación terrena será la plena comunión con él en
la felicidad eterna.
Al recibir el Bautismo, estos niños obtienen como don un sello espiritual indeleble, el
"carácter", que marca interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los convierte
en miembros vivos de su Cuerpo místico, que es la Iglesia. Mientras entran a formar parte
del pueblo de Dios, para estos niños comienza hoy un camino que debería ser un camino
de santidad y de configuración con Jesús, una realidad que se deposita en ellos como la
semilla de un árbol espléndido, que es preciso ayudar a crecer. Por esto, al comprender
la grandeza de este don, desde los primeros siglos se ha tenido la solicitud de dar el
Bautismo a los niños recién nacidos. Ciertamente, luego será necesaria una adhesión libre
y consciente a esta vida de fe y de amor, y por esto es preciso que, tras el Bautismo, sean
educados en la fe, instruidos según la sabiduría de la Sagrada Escritura y las enseñanzas
de la Iglesia, a fin de que crezca en ellos este germen de la fe que hoy reciben y puedan
alcanzar la plena madurez cristiana. La Iglesia, que los acoge entre sus hijos, debe hacerse
cargo, juntamente con los padres y los padrinos, de acompañarlos en este camino de
crecimiento. La colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es más necesaria
que nunca en el contexto social actual, en el que la institución familiar se ve amenazada
desde varias partes y debe afrontar no pocas dificultades en su misión de educar en la fe.
La pérdida de referencias culturales estables y la rápida transformación a la cual está
continuamente sometida la sociedad, hacen que el compromiso educativo sea realmente
arduo. Por eso, es necesario que las parroquias se esfuercen cada vez más por sostener
a las familias, pequeñas iglesias domésticas, en su tarea de transmisión de la fe.
Queridos padres, junto con vosotros doy gracias al Señor por el don del Bautismo de estos
hijos vuestros; al elevar nuestra oración por ellos, invocamos el don abundante del Espíritu
Santo, que hoy los consagra a imagen de Cristo sacerdote, rey y profeta.
Encomendándolos a la intercesión materna de María santísima, pedimos para ellos vida y
salud, para que puedan crecer y madurar en la fe, y dar, con su vida, frutos de santidad
y de amor. Amén.
ÁNGELUS, Domingo 13 de enero de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, se concluye el tiempo litúrgico
de Navidad. El Niño, a quien los Magos de Oriente vinieron a adorar en Belén, ofreciéndole
sus dones simbólicos, lo encontramos ahora adulto, en el momento en que se hace
bautizar en el río Jordán por el gran profeta Juan (cf. Mt 3, 13). El Evangelio narra que
cuando Jesús, recibido el bautismo, salió del agua, se abrieron los cielos y bajó sobre él
el Espíritu Santo en forma de paloma (cf. Mt 3, 16). Se oyó entonces una voz del cielo
que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco" (Mt 3, 17). Esa fue su primera
manifestación pública, después de casi treinta años de vida oculta en Nazaret.
Testigos oculares de ese singular acontecimiento fueron, además del Bautista, sus
discípulos, algunos de los cuales se convirtieron desde entonces en seguidores de Cristo
(cf. Jn 1, 35-40). Se trató simultáneamente de cristofanía y teofanía: ante todo, Jesús se
manifestó como el Cristo, término griego para traducir el hebreo Mesías, que significa
"ungido". Jesús no fue ungido con óleo a la manera de los reyes y de los sumos sacerdotes
de Israel, sino con el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, junto con el Hijo de Dios
aparecieron los signos del Espíritu Santo y del Padre celestial.
¿Cuál es el significado de este acto, que Jesús quiso realizar -venciendo la resistencia del
Bautista- para obedecer a la voluntad del Padre? (cf. Mt 3, 14-15). Su sentido profundo
se manifestará sólo al final de la vida terrena de Cristo, es decir, en su muerte y
resurrección. Haciéndose bautizar por Juan juntamente con los pecadores, Jesús comenzó
a tomar sobre sí el peso de la culpa de toda la humanidad, como Cordero de Dios que
"quita" el pecado del mundo (cf. Jn 1, 29). Obra que consumó en la cruz, cuando recibió
también su "bautismo" (cf. Lc 12, 50). En efecto, al morir se "sumergió" en el amor del
Padre y derramó el Espíritu Santo, para que los creyentes en él pudieran renacer de aquel
manantial inagotable de vida nueva y eterna.
Toda la misión de Cristo se resume en esto: bautizarnos en el Espíritu Santo, para librarnos
de la esclavitud de la muerte y "abrirnos el cielo", es decir, el acceso a la vida verdadera
y plena, que será "sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que
estamos desbordados simplemente por la alegría" (Spe salvi, 12).
Es lo que sucedió también a los trece niños a los cuales administré el sacramento del
bautismo esta mañana en la capilla Sixtina. Invoquemos sobre ellos y sobre sus familiares
la protección materna de María santísima. Y oremos por todos los cristianos, para que
comprendan cada vez más el don del bautismo y se comprometan a vivirlo con coherencia,
testimoniando el amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Fiesta del Bautismo del Señor
131. Con la Fiesta del Bautismo del Señor, prolongación de la Epifanía, concluye el tiempo
de la Navidad y se inicia el Tiempo Ordinario. Mientras Juan bautiza a Jesús a orillas del
Jordán sucede algo grandioso: los cielos se abren, se oye la voz del Padre y el Espíritu
Santo desciende en forma visible sobre Jesús. Se trata de una manifestación del misterio
de la Santísima Trinidad. Pero ¿por qué se produce esta visión en el momento en el que
Jesús es bautizado? El homileta debe responder a esta pregunta.
132. La explicación está en la finalidad por la que Jesús va a Juan para que le bautice.
Juan está predicando un bautismo de penitencia. Jesús recibe este signo de
arrepentimiento junto a muchos otros que corren hacia Juan. En un primer momento,
Juan intenta impedírselo pero Jesús insiste. Y esta insistencia manifiesta su intención: ser
solidario con los pecadores. Quiere estar donde están ellos. Lo mismo expresa el apóstol
Pablo, pero con un tipo de lenguaje diferente: «Al que no había pecado, Dios le hizo expiar
por nuestros pecados» (2 Co 5, 21).
133. Y es, justamente, en este momento de intensa solidaridad con los pecadores, cuando
tiene lugar la grandiosa epifanía trinitaria. La voz del Padre tronó desde el cielo,
anunciando: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto». Tenemos que comprender que lo
que le agrada al Padre, reside en la voluntad del Hijo de ser solidario con los pecadores.
De este modo se manifiesta como Hijo de este Padre, es decir, el Padre que «tanto amó
al mundo que entregó a su Hijo único» (Jn 3, 16). En aquel preciso instante, el Espíritu
aparece como una paloma, desciende sobre el Hijo, imprimiendo una especie de
aprobación y de autorización a toda la escena inesperada.
134. El Espíritu que ha plasmado esta escena preparándola a lo largo de los siglos de la
Historia de Israel («que habló por los profetas», como profesamos en el Credo), está
presente en el homileta y en sus oyentes: abre sus mentes a una comprensión todavía
más profunda de lo sucedido. El mismo Espíritu acompañó a Jesús en cada instante de su
existencia terrenal, caracterizando todas sus acciones para que fueran revelación del
Padre. Por tanto, podemos escuchar el texto del profeta Isaías de este día como una
prolongación de las palabras del Padre en el corazón de Jesús: «Tú eres mi Hijo, el
amado». Su diálogo de amor continúa: «mi elegido, a quien prefiero. Sobre Él he puesto
mi espíritu. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he
formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones».
135. En el salmo responsorial de esta fiesta se escuchan las palabras del Salmo 28: «La
voz del Señor está sobre las aguas». La Iglesia canta este salmo como celebración de las
palabras del Padre que tenemos el privilegio de escuchar y cuya escucha marca nuestra
fiesta. «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto» - esta es la «voz del Señor sobre las
aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor
es magnífica» (Sal 28, 3-4).
136. Después del Bautismo, el Espíritu conduce a Jesús al desierto para ser tentado por
Satanás. Sucesivamente y conducido siempre por el Espíritu, Jesús va a Galilea donde
proclama el Reino de Dios. Durante su maravillosa predicación, marcada por milagros
prodigiosos, Jesús afirma en una ocasión: «Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12, 50). Con estas palabras se refería a su próxima
muerte en Jerusalén. De este modo comprendemos cómo el Bautismo de Jesús por parte
de Juan Bautista no fue el definitivo sino una acción simbólica de lo que se habría cumplir
en el Bautismo de su agonía y muerte en la Cruz. Porque es en la Cruz donde Jesús se
revela a sí mismo, no en términos simbólicos, sino concretamente y en completa
solidaridad con los pecadores. Es en la Cruz donde «Dios lo hizo expiar por nuestros
pecados» (2Co 5, 21) y donde «nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por
nosotros un maldito» (Ga 3, 13). Es allí donde desciende al caos de las aguas de
ultratumba, y lava para siempre nuestros pecados. Pero por la Cruz y la Muerte, Jesús es
también liberado de las aguas, llamado a la Resurrección por la voz del Padre que dice:
«Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado. Yo seré para él un padre y el será para mí un
hijo» (Hb 1, 5). Esta escena de muerte y resurrección es una obra de arte escrita y dirigida
por el Espíritu. La voz del Señor sobre las grandes aguas de la muerte, con fuerza y poder,
saca a su Hijo de la muerte. «La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica».
137. El Bautismo de Jesús es modelo también para el nuestro. En el Bautismo
descendemos con Cristo a las aguas de la muerte, donde son lavados nuestros pecados.
Y después de habernos sumergido con Él, con Él salimos de las aguas y oímos, fuerte y
potente, la voz del Padre que, dirigida también a nosotros en lo profundo de nuestros
corazones, pronuncia un nombre nuevo para cada uno de nosotros: «¡Amado! Mi
predilecto». Sentimos este nombre como nuestro, no en virtud de las buenas obras que
hemos realizado, sino porque Cristo, en su amor sin límites, ha deseado intensamente
compartir con nosotros su relación con el Padre.
138. La Eucaristía celebrada en esta Fiesta propone de nuevo, en cierto modo, los mismos
acontecimientos. El Espíritu desciende sobre los dones del pan y del vino ofrecido por los
fieles. Las palabras de Jesús: «Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre», anuncian su
intención de recibir el Bautismo de muerte para nuestra Salvación. Y la asamblea reza, el
«Padre nuestro» junto con el Hijo, porque con Él siente dirigida a sí misma la voz del Padre
que llama «amado» al Hijo.
139. En una ocasión, a lo largo de su ministerio, Jesús dijo: «el que cree en mí, como dice
la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva"». Aquellas aguas vivas han
comenzado a brotar en nosotros con el Bautismo, y se transforman en un río siempre más
caudaloso en cada celebración de la Eucaristía.

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