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Felicidad Aplazada

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Felicidad aplazada: ya seré feliz cuando…

Hay quien posterga su felicidad a ese día en que por fin logre un trabajo mejor,
a ese en que logre un cuerpo 10 al bajar de peso. Sin embargo, quien pone en
pausa su vida soñando con un mañana ideal es como quien corre detrás de una
zanahoria que siempre va por delante.

La felicidad aplazada define un tipo de enfoque mental al que muchos


nos adscribimos. Son esas situaciones en que nos decimos a nosotros mismos
aquello de «mi vida irá mucho mejor cuando por fin cambie de trabajo», «ya
me permitiré esas cosas que tanto me gustan cuando lleguen las vacaciones»,
«cuando apruebe ese examen quedaré con esa persona que tanto echo de
menos».

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué razón nuestro cerebro fabula con la idea de que
todo irá mejor cuando hagamos o consigamos ciertas cosas? Más aún, ¿cuál es
el mecanismo por el que nos autoimponemos retrasar bienestares y placeres
anteponiendo antes otras dimensiones? Muchos dirán que es autoexigencia
pura y dura, otros que todos estos comportamientos definen un modo muy
eficaz de autosabotaje.

Poner el pause a nuestra felicidad, pensando que el futuro traerá cosas mágicas
y perfectas es una forma de fabulación. Es opacar nuestro presente mientras
nos ciega el espejismo de un mañana ideal.

El si tuviera más dinero sería feliz o hasta que no adelgace no iré a la playa erige
unas alambradas invisibles donde distorsionamos por completo el auténtico
significado de la palabra «felicidad».

Felicidad aplazada, un error de cálculo que nos hace perder la salud

Vivimos en ese tiempo verbal en el que una parte de nuestros pensamientos y


deseos vienen precedidos por la palabra «si». Si tuviera más dinero todo iría
mejor, si lograra ese ascenso tendría más estatus y demostraría de lo que soy
capaz, si fuera más atractivo encontraría pareja… Cada una de las frases que
construimos con este tipo de conjugación es una forma inútil de sufrimiento,
una donde arrancar las raíces del bienestar.
La psicología define esta realidad como el síndrome de la felicidad aplazada. Este
término explica un comportamiento en el que el ser humano está siempre a la
espera de la aparición de una circunstancia concreta. Queda claro que, en
ocasiones, esa espera está justificada, sobre todo cuando invertimos tiempo y
esfuerzo con el fin de obtener algo concreto –>yo ahora limito mi vida social a
favor del estudio porque mi meta es aprobar una oposición.

En estos últimos casos, postergar ciertas cosas tiene una explicación y un fin
razonable. No obstante, el síndrome de la felicidad aplazada se da cuando la
finalidad no es ni razonable ni lógica. Son esas argumentaciones las que van en
contra de uno mismo y donde además, se tiende con ellas a alimentar el
malestar y el sufrimiento. Un ejemplo de ello es empezar el lunes pensando ya
en el fin de semana. Otro, el de quien piensa que todo le irá mejor cuando pierda
peso, cuando haga un cambio determinado en su aspecto físico.

Quien aplaza y quien posterga es porque no acepta o no es feliz con el momento


presente, porque no atiende ni sabe sacar potencial de ese aquí y ahora donde
se inscribe su persona, su maravilloso ser.

¿Por qué postergamos nuestra felicidad?

A pesar de lo difuso que puede ser el término felicidad, desde un punto de vista
psicológico es muy fácil de definir. Es aceptarse, quererse, estar bien con uno
mismo y con lo que se tiene. Es tener una vida con significado, con una buena
red de apoyo social y eficaces recursos mentales para hacer frente a las
dificultades. Nada más y nada menos.

Ahora bien, la felicidad aplazada esconde en realidad una serie de dimensiones


muy concretas:

 Es insatisfacción con lo que se es y lo que se tiene. La persona ansía de


forma constante algo de lo que carece, algo que considera mejor.
 Tras esa necesidad por poner en pausa la felicidad pensando que vendrá
algo mejor, hay miedo. Es temor a no afrontar lo que duele en este mismo
instante es inseguridad por no atreverme a cambiar lo que me desagrada
. Todo ello es algo que debe resolverse aquí y ahora, con responsabilidad
y valor.

Felicidad aplazada, correr detrás de una zanahoria que nunca se alcanza


Clive Hamilton, profesor de filosofía de la Universidad Charles Sturt de
Australia, escribió un estudio titulado “The deferred happiness syndrome”
(síndrome de la felicidad diferida) donde nos explicaba algo muy interesante.
Según este profesor, es la propia sociedad actual la que nos convierte en esa
especie de asno que va detrás de una zanahoria que nunca alcanza.

Siempre vamos corriendo detrás de algo intangible que rara vez se logra, pero
que siempre anhelamos. Y lo anhelamos porque no somos felices. La causa de
ese malestar es el trabajo, son las condiciones en las que vivimos, es la sociedad
de consumo haciéndonos creer sin descanso que necesitamos determinadas
cosas para sentirnos bien (un mejor teléfono, una pieza de ropa de una marca
determinada, un coche nuevo, etc).

Otro factor es el escaso tiempo que nos queda para ser y estar. Para
reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestras aficiones, con las personas
que amamos… Según el doctor Hamilton, deberíamos ser un poco más osados,
atrevernos a tomar nuevas decisiones para alcanzar el bienestary llevar una vida
más acorde con nuestros gustos y necesidades. Hay que dejar de correr y pensar
en el mañana, para detenernos y buscarnos a nosotros mismos en el presente…

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