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La Teoría General Del Proceso en El Sistema Del Derecho Procesal Social - Santos Azuela - Boletín Mexicano de Derecho Comparado

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Santos Azuela

LA TEORÍA GENERAL DEL PROCESO EN EL SISTEMA DEL


DERECHO PROCESAL SOCIAL

Héctor SANTOS AZUELA *

SUMARIO: I. Noción jurídica y delimitación del derecho procesal. II.


Unidad esencial del derecho procesal. III. Autonomía científica del
derecho procesal. IV. La teoría general del proceso. V. Trilogía
estructural del proceso. VI. Tipología y caracteres del derecho
procesal.

I. NOCIÓN JURÍDICA Y DELIMITACIÓN DEL DERECHO PROCESAL

La necesidad de armonizar los intereses y vínculos de la comunidad


políticamente organizada, para asegurar el orden, el bienestar general
y la justicia, hizo florecer en contacto con la vida del Estado, el
derecho procesal. Un sistema jurídico integrado que al organizar el
aparato jurisdiccional, consiguiera promover también el derecho de los
gobernados a la solución jurídica, pronta, expedita y gratuita de sus
numerosos conflictos de intereses. Al superarse la etapa de la
venganza privada o era de la autojusticia, evolucionó y cobró
importancia la figura del proceso, dando lugar al estudio del derecho
procesal.

Se vertebró así una ciencia cuyo enfoque se centró en la


reglamentación de la vida del proceso, la organización jurisdiccional
del Estado y la impartición de la justicia. En un sistema conjunto,
omnicomprensivo e integrado se estudiaron, con sentido práctico, el
interés procesal, la necesidad de escuchar al demandado, así como la
comprobación de los hechos y razones que le asisten; todo como
esencia y marco del llamado enjuiciamiento.1

En cuanto conjunto de normas que regulan la función jurisdiccional, el


derecho procesal se ocupa de la construcción y actividades de los
organismos estatales encargados de impartir justicia, de las
condiciones y procedimientos para la tutela y eficacia del derecho
positivo, así como de las formas y aplicabilidad de los actos y hechos
procesales. Como se detallará posteriormente, al independizarse del
estudio del derecho sustantivo, del que hasta el siglo pasado se
explicó como un apéndice, el derecho procesal fue repuntando como
un ordenamiento destinado a procurar la actuación y salvaguarda del
derecho positivo.

Dentro de este orden de cosas, el derecho procesal se explicó


entonces, como ciencia y como ordenamiento positivo. Como
disciplina científica, entendido como un sistema de ideas,
conocimientos, categorías y conceptos; como ordenamiento positivo,
integrado como un cuerpo de principios, instituciones y normas. Mas
de manera integral esta disciplina se define como la ciencia que
estudia y regula la actividad coordinada del juzgador y las partes con
el fin de resolver los conflictos jurídicos entre ellos, mediante la
aplicación vinculatoria de las normas de derecho. Difundido es el
criterio de que nuestra disciplina es un derecho, en rigor, para el
derecho, pues pretende lograr la aplicación del derecho sustantivo, de
cara al efecto del conflicto. Mas el derecho procesal sistematiza un
conjunto de principios y reglas comunes a todos los derechos
sustantivos cuya aplicación procura, aplicándose con mayor o menor
intensidad en todas las disciplinas: penal, civil, laboral, administrativo o
mercantil.2
A juicio de Fazzalari,3 el derecho procesal se significa como una
disciplina positiva común a todos los procesos en particu-lar, así como
al cúmulo de los procedimientos jurisdiccionales. Couture4 lo define
por su parte, como la rama de la ciencia jurídica que estudia la
naturaleza, desenvolvimiento y eficacia del proceso.

II. UNIDAD ESENCIAL DEL DERECHO PROCESAL

Añeja y apasionada, sigue causando polémica la elucidación acerca de


si el derecho procesal es una ciencia unitaria, con un contenido
integral y homogéneo, o bien un cuerpo disperso que se desparrama
en diversas disciplinas. La discusión se ha concentrado entre autores
civilistas y penalistas como Eugenio Florian, Vicenzo Manzini o Vèlez
Mariconde, más crece la convicción de que los nuevos estudios la han
rebasado ampliamente.

Para alguna corriente de opinión, la unidad del proceso se expresa en


tres vertientes: doctrinal, legislativa y jurisprudencial. Unidad teórica,
en cuanto que constituye un sistema orgánico de conocimientos
referentes a la naturaleza, desarrollo y eficacia del proceso. Unidad
legislativa en cuanto que integra un cuerpo de normas, principios e
instituciones que regulan la vida del proceso, y también hegemonía o
unidad jurisdiccional, en virtud de que amalgama todo un cuerpo de
organismos dedicado sustancial y profesionalmente, a la impartición
de la justicia.5

En su cátedra de teoría del proceso laboral, Fix-Zamudio ha sostenido


que en Italia y en España desde mucho tiempo atrás, hacia la tradición
decimonónica, geniales procesalistas han cultivado con igual maestría
el estudio del derecho procesal civil y del procesal penal. Más con
vehemencia y gran fuerza sugestiva, los autores de derecho procesal
social rechazan este esfuerzo de abstracción, defendiendo la
especialidad de derecho instrumental en materias revolucionarias
como aquélla del derecho procesal asistencial, el procesal del trabajo
y el procesal, aún muy discutible, de la seguridad social.

Hasta ahora, sin embargo, dentro de nuestra tradición procesalista


predomina la corriente de que en un esfuerzo de síntesis práctico, el
derecho procesal puede reducirse a dos disciplinas, paradigma que
ilustran el esquema estructural del resto de las ramas procesales: el
derecho procesal civil y el derecho procesal penal.

Dentro de este orden de ideas, son consideradas disciplinas derivadas


o particulares del derecho procesal civil: el derecho procesal del
trabajo, el procesal agrario, el procesal administrativo y el derecho
procesal fiscal.6 Así, en tanto que se regulan como ramas
dependientes de aquélla ciencia troncal, todas estas disciplinas
carecen de independencia contando, para su estudio, con autonomía
didáctica para su estudio especial. En mérito a la unidad, Alcalá
Zamora7 apunta que "nadie pretende sostener que el derecho
procesal penal sea, se confunda o se absorba en el Derecho procesal
civil, sino sencillamente... que el Derecho procesal penal, como el civil,
es ante todo y sobre todo, Derecho procesal".

Sobre la base de la dicotomía derecho procesal civil y derecho


procesal penal se articuló un estudio sistemático del proceso,
cimentado en el principio de autonomía de la voluntad, la paridad
procesal, la imparcialidad de juzgador o igualdad ante la ley. Sin
embargo y merced a la preponderancia de las inclinaciones
individualista-liberales, el tradicionalismo procesal pasó por alto las
diferencias que existen entre el rico y el pobre, el obrero y el patrón, el
marido y la mujer, el padre y el hijo, el súbdito y el Estado.
Así apareció la nueva ciencia, la teoría del derecho procesal social,
como una disciplina autónoma orientada a la tutela concreta de los
intereses procesales protegidos en abstracto por el derecho
sustantivo.8 Dejó de significarse, por lo mismo, como el arte del
tejemaneje del proceso, la simplista rutina del foro o la descripción
pragmática de la vida en el proceso. Se integró, por consiguiente,
como algo más que un mero arte, como un complejo sistema de
principios, instituciones y doctrinas que pasó y se proyectó a otros
terrenos procesales.

Se logró de esta manera una compenetración científica recíproca


entre las diversas ramas del derecho procesal social, que como una
diáspora se forma con el derecho procesal del trabajo, el derecho
procesal agrario y el derecho procesal asistencial.

Se estima en este sentido, que el estudio integral del derecho procesal


moderno se articula y desarrolla a través de la teoría general del
proceso (de corte tradicional) y la teoría general del proceso social.
Más cabe considerar, que vista su complejidad y fehaciente desarrollo,
Alcalá Zamora9 estima que "la Teoría general del proceso como
disciplina autónoma, representa todavía más una aspiración que una
realidad".

Dentro de este orden de cosas, contemplada en su conjunto, se


sostiene que el carácter público del derecho procesal salta a la vista,
en virtud de que la función jurisdiccional es una actividad esencial del
Estado. Así sustenta un sector, que la teoría general del proceso no se
dispersa estudiando ramas del derecho público y del derecho privado,
resultando inconsecuente especular sobre la existencia de un derecho
procesal social promotor y subsidiario de una justicia parcial.
Más con elocuencia y vigor se ha replicado con prodigalidad de
razones humanistas, que dignificar y tutelar, cuando no reivindicar,
dentro del derecho procesal, la pobreza laborante, es prestigiar el
derecho y ennoblecer la verdad.

III. AUTONOMÍA CIENTÍFICA DEL DERECHO PROCESAL

Dentro de una interesante perspectiva teórica, Ovalle Favela10 estima


que el proceso jurisdiccional es estudiado como un método de debate,
de exposición de argumentos. Por lo mismo, la adopción y desarrollo
de un conflicto y un método de estudio propio, así como el manejo de
un sistema de principios, conceptos e instituciones explican y
justifican la autonomía científica y didáctica del derecho procesal.

Sus características y contenido legislativo, jurisprudencial y técnico,


han determinado y ahora exigen un estudio académico ligado en los
programas curriculares de las cátedras jurídicas, ya en las
universidades y las facultades de derecho. La complejidad de su
estructura, así como el contenido de sus figuras y normas, explican y
consolidan su llamada cientificidad dogmática.11 Amén del
conocimiento de los actos procesales, endeble soporte de esta
disciplina, que articula el estudio de la demanda, la prueba, la
aplicación, la ejecución y los términos, el derecho procesal sistematiza

el análisis de las reglas técnicas para la aplicación de la justicia. En tal


sentido articula una ciencia de conocimiento de la realidad y la
experiencia procesal con valor y eficacia universal. Así construyó
Couture12 una verdadera ciencia y técnica del proceso.

Como rama de la enciclopedia jurídica, el derecho procesal ha de


entenderse como la disciplina que estudia las instituciones procesales
con propósitos y métodos científicos.13 Se trata, como se advierte, de
un derecho procesal omnicomprensivo y totalizador, de un derecho
procesal tout court.14

Con la intención de articular un estudio sistemático de los conceptos


torales del derecho procesal se diferenció, con claridad, el proceso del
procedimiento. El proceso se explicó como la sucesión de actos
jurídicos del juzgador y las partes orientadas a obtener la emisión de
una sentencia. El procedimiento, en cambio, se concibió como el rito o
la manifestación externa del desarrollo integral del proceso; o sea
como la exposición exterior de la relación jurídica-procesal.

Con el estudio científico, unitario y homogéneo del derecho procesal,


su perspectiva de análisis comprende dos dimensiones:

a) La parte general del derecho procesal, mejor conocida como teoría


general del proceso.

b) El derecho procesal particular o parte esencial del derecho


procesal.

IV. LA TEORÍA GENERAL DEL PROCESO

Con el procesalismo científico se inició la sistematización de los


elementos comunes a las diferentes disciplinas del derecho procesal.
Se evitó el casuismo extremo de la exégesis del siglo XIX y la obsesión
de aplicar la metodología de las ciencias exactas a la problemática y
sistema que definen las ciencias humanas, como es el caso del
derecho. En esta virtud, como bien explica en cátedra Fix-Zamudio,
considera que se procedió a realizar el estudio científico y general de
los elementos comunes del proceso, respetando las diferencias
peculiares de cada derecho procesal en especial. Se realizó, por lo
mismo, un estudio sistemático y totalizador del derecho procesal sin
perderse en la particularización que manejaba al proceso como una
expresión o apéndice del derecho sustantivo. La teoría general del
proceso no propende a estudiar ni acogerse a la teoría particular del
proceso civil, del penal, del laboral, etcétera, sino a analizar los
conceptos y tesis, principios e instituciones comunes a todos ellos, en
una forma integral.15

Ciertamente, la teoría general del proceso surgió de las reflexiones de


los tratadistas de derecho procesal civil para luego proyectarse en el
estudio de las otras disciplinas procesales. Sin embargo, reitera Fix-
Zamudio, la identidad de los principios, instituciones y categorías
comunes no significa que la teoría general del proceso imponga una
absorción que discrimine las particularidades de las diferentes
disciplinas del proceso. Se amalgamó, de esta suerte, la metáfora
carneluttiana de considerar a la teoría general del proceso como el
tronco de un árbol frondoso del que se desprenden diferentes ramas
con sus propias peculiaridades, pero todo alimentado de una misma y
fructífera savia.

Cabe recordar entonces, que a través de su célebre estudio sobre la


teoría de las excepciones dilatorias y los presupuestos procesales,
Oscar Büllow ponderó la autonomía de la acción, dando inicio al
estudio científico del derecho procesal. Mucho enriqueció este
esfuerzo "la acción en el sistema de derechos" de Guiseppe
Chiovenda para proyectar toda una escuela en el pensamiento jurídico
hispanoamericano.

Al universalizarse así el estudio integrado del derecho procesal, fue


superado el prejuicio de considerarlo como el conocimiento rutinario
de la práctica forense; del simple procedimiento como un conjunto de
trámites para la realización mecánica del derecho material. Se
consideró que en otro tiempo bajo el procedimiento se ocultaba la
existencia del derecho procesal, reducido estrictamente al dominio de
las reglas, formalidades y ritos de observancia en los litigios. Por lo
mismo, se apuntaba un desdén por el estudio del derecho procesal así
abismado en su aspecto rutinario, como arte empírico, ignorándose su
contenido jurídico, científico y filosófico. En tal sentido se ha dicho que
el derecho procesal se confundía con la práctica forense y los
procedimientos judiciales, hasta en tanto la jurisprudencia técnica
arrancaba territorios importantes al estudio del derecho procesal civil
como la acción, la jurisdicción o la valoración de las pruebas.

Al conjuro de los tiempos nuevos la autonomía del derecho procesal


se fue gestando y logró enriquecer sus contenidos en la práctica
tribunalicia, en la doctrina y en la legislación positiva; por lo que a
partir del desarrollo de la teoría de la acción, la teoría general del
proceso comenzó a consolidarse, desde los inicios del siglo XX,
ciertamente dentro del esquema del derecho procesal tradicional.

En los marcos de esta impronta para la dogmática que estudia la teoría


general del proceso, el derecho procesal civil y el derecho procesal
penal desarrollan y amalgaman los principios esenciales de esta
ciencia que integra y sistematiza las ramas de enjuiciamiento.16 Más la
obsesión autonómica de determinadas disciplinas, como el derecho
social, es considerado por una importante corriente de opinión como
una concepción ficticia, artificial y confusa que no sólo obstaculiza un
estudio unitario del proceso sino que puede alterar la impartición de
justicia.

Dentro de este orden de ideas, la teoría general del proceso tiene


autonomía científica a diferencia de las otras disciplinas procesales
que tan solo cuentan con autonomía didáctica para fines de estudio y
academia. Se pondera, de igual forma, que la función esencial del
derecho procesal es no tan sólo servir sino el hacer eficaz el derecho
material. Se trata de una autonomía similar a la del derecho probatorio
o la teoría de la acción que no integran, sin embargo, un derecho
procesal independiente.

En una impronta distinta se sostiene que el derecho procesal social ha


generado por fuerza su propia teoría científica, emanada de la realidad
y la injusticia reinante, misma que, por otra parte, resuelta antagónica
e irreconciliable con el derecho procesal burgués. Se trata de una
disciplina revolucionaria, inspirada en la tutela y reivindicación de
quienes laboran en la ciudad y en el campo, así como de los grupos
humanos homogéneos económicamente desvalidos.

Se habla de un derecho procesal general de nuevo cuño, inspirado y


surgido de las guildas, las cofradías, los colegios, las corporaciones y
los gremios, cuando no de los propios consejos de prudentes. Vistos
los nuevos reclamos y el imperativo de alcanzar la justicia social, su
finalidad propende a la tutela y la reivindicación de la población
trabajadora.

Se trata de la nueva ciencia del proceso que trastoca y revoluciona,


considera Trueba Urbina,17 los tabúes tradicionales de la prueba, la
sentencia, la imparcialidad formal del juzgador, la equidad procesal y
la cosa juzgada. Propendiente, en todo caso, a la jurisdicción
colegiada y social, así como a la justicia por compensación, su
autonomía científica rompe con la unidad tradicionalista y la esencia
formalista de la justicia de las conmutaciones.

Se afirma que fatalmente, para la nueva dogmática del derecho


procesal contemporáneo, sustentada en la trilogía fundamental:
acción, jurisdicción y proceso, esta disciplina implica dos grandes
sectores doctrinales: la teoría general del proceso y la teoría general
del proceso social. La parte general del derecho procesal social se
desdobla y clasifica en derecho procesal del trabajo, derecho procesal
agrario y derecho procesal de la seguridad social.18

La autonomía del derecho procesal social es consecuencia de la


evolución de sus instituciones en contacto con sus propias realidades,
de tal suerte que sus ramas no se entienden expropiadas del derecho
procesal tradicional. Por lo mismo, ha de entenderse que la
originalidad de sus normas, técnica y procedimiento son no sólo
incompatibles sino sustancialmente diversos de los del derecho
procesal burgués, según el sentir apasionado de Alberto Trueba
Urbina.19 De esta suerte, respetando la bilateralidad e igualdad
procesal de las partes, así como restringiendo sus alcances a la tutela
y compensación de los intereses sociales, el derecho procesal social
no puede cumplir su contenido y perdería su sustancia asimilándose al
derecho procesal de antiguo cuño.

Así, para una importante corriente de opinión nuestro sistema


constitucional conjuga en el texto de la carta magna, la coexistencia
dinámica de las bases de la constitución tradicional con aquéllas de la
jurisdicción social, las que corren en líneas paralelas hasta unirse en
un futuro, dentro de la esencia y perspectivas de la revolución social
en desarrollo. De esta suerte, se fusionarán, al conjuro de la justicia
proletaria, cuando se transformen, de manera inevitable, las
estructuras económico-políticas.

Por nuestra parte, compartimos el criterio tantas veces vertido en la


cátedra por el doctor Fix-Zamudio, respecto a que la teoría general del
proceso, propendiente a procurar la unidad esencial y sistemática de
la ciencia procesal, no implica absorción, negativa o supresión de los
principios torales del derecho procesal social. Estimamos que más
bien coadyuva al estudio comparado, contrastante y orgánico de las
instituciones capitales del derecho adjetivo social, para mejorar,
extender y proyectar sus figuras prototípicas, cuyas bondades se
reflejan y enriquecen las restantes disciplinas del derecho procesal.

V. TRILOGÍA ESTRUCTURAL DEL PROCESO

Gran aportación para el estudio de esta nueva disciplina fue la trilogía


estructural del proceso: acción, jurisdicción y proceso, obra de Ramiro
J. Podetti, quien la refirió primero al derecho procesal civil, pero que se
ha hecho extensiva a todas las ramas procesales. Por tal motivo, la
acción se estudió como una figura común a todas las ramas de
enjuiciamiento, entendida como el derecho abstracto de obrar en
juicio, cuya naturaleza corresponde al derecho constitucional de
petición; en la especie, de administración de la justicia. Concretado en
la pretensión procesal que es la afirmación del actor de merecer la
tutela del derecho, esta potestad puede invocarse en todos los
campos del proceso: civil, penal, mercantil, administrativo, agrario,
laboral o constitucional.

Como presupuesto de la jurisdicción y derecho fundamental de la


persona para adquirir la impartición de justicia, la acción constituye
uno de los elementos capitales dentro de la estructura del proceso.20
La acción es considerada, dentro de esta perspectiva, como el
elemento dinámico del proceso, por lo que Alcalá Zamora21 afirma que
"la energía o principio anímico de la actividad procesal realizada por
las partes, proviene de la acción, que únicamente así, y no recluida en
la demanda, alcanza su pleno desarrollo y se erige, por su
trascendencia, en uno de los conceptos fundamentales de nuestra
disciplina".

Aunque con matices particulares en cada rama de enjuiciamiento,


otros aspectos comunes del proceso22 son, desde luego, la relación
jurídica procesal, las partes, los actos procesales, las pruebas, la
sentencia y la ejecución. Sin embargo como otra de las piezas
puntales del proceso, la jurisdicción propende a la solución de los
litigios, dando cuerpo y cumplimiento a la función esencial del Estado
que es la administración efectiva de justicia. Su importancia, como
otro elemento esencial dentro de la estructura del proceso, resalta
ante la misión de garantizar, con eficacia, la observancia práctica del
derecho objetivo.23 Por lo anterior, apuntó Couture24 que la función de
esta figura es asegurar con la justicia, la subsistencia pacífica, así
como los más altos valores jurídicos "mediante la aplicación,
mentalmente coercible del derecho".

Como concepto esencial, el proceso se entiende también, como otra


institución común a todas las ramas del derecho procesal en las
cuales siempre cuenta con las mismas características esenciales. Se
le explica de esta suerte, como la sucesión de actos jurídicos
encaminados a obtener la solución del litigio mediante la intervención
de un órgano jurisdiccional, imparcial y superior a las partes.

El proceso constituye así, la vía jurídica más desarrollada para dar


solución institucional a los litigios, mediante la aplicación de la
voluntad autárquicamente vinculatoria de la ley, al caso controvertido,
por obra del juzgador.25 Por lo mismo, como cauce de las
pretensiones de las partes, el proceso constituye un instrumento
importante para la realización de la justicia y de esta suerte un
baluarte del Estado de derecho.
Ha de ponderarse, en fin, que son cuestiones basilares de la teoría
general del proceso el estudio del litigio, de la acción, la pretensión, de
los tipos de proceso y las formas de procedimiento, así como el
procurar las orientaciones metodológicas y didácticas para el estudio
del derecho procesal.26 Constituye, por lo mismo, la exposición
científica de los conceptos, principios e instituciones comunes, en su
dinámica, a las diferentes disciplinas procesales o ramas de
enjuiciamiento.27 Así, con este estudio homogéneo se pretende
analizar y sistematizar con rigor cada proceso en particular,
encontrando los conceptos generales y logrando articular una viva
retroalimentación entre la teoría general del proceso y las peculiares
disciplinas procesales.

Cabe meditar, en suma, como lo ha apuntado en cátedra Héctor Fix-


Zamudio, que en las experiencias prácticas se ha intentado unificar y
promulgar un código de procedimientos civiles y penales, como el
Código Judicial de Colombia (1931) o los códigos de procedimientos
de Honduras (1916) Dinamarca (1916) y Suecia (1942).

VI. TIPOLOGÍA Y CARACTERES DEL DERECHO PROCESAL

Como cuatro preceptos fundamentales del derecho procesal en


nuestra Constitución tenemos: El artículo 17 constitucional que
proscribe la autodefensa, expresamente, disponiendo la obligación de
los tribunales de administración de justicia de manera pronta, expedita
y sin costo, conforme a la ley. El artículo 14 de la carta magna que
reconoce la llamada garantía de audiencia, o el derecho de defensa de
toda persona para ser oído y vencido en juicio. Es decir, su garantía o
derecho universal de no poder ser afectado en sus derechos sino a
través de un proceso ante los tribunales previamente establecidos, de
acuerdo con las formalidades esenciales del procedimiento y las leyes
expedidas previamente al hecho que se juzga.

El artículo 13 constitucional que proscribe la creación de tribunales


extraordinarios, llamados también privados o tribunales de excepción,
y finalmente, el artículo 16 constitucional que señala el deber
ineludible de todos los órganos de autoridad, que incluye a los
juzgadores, de fundar y motivar todos sus actos. Agréguese, como
marco, la parte orgánica de la Constitución que dispone la estructura y
funcionamiento de los órganos jurisdiccionales de la Federación, del
Distrito Federal y del Ministerio Público.28

De acuerdo con la proporción y forma en que inciden los principios


formativos sobre los procesos, el estudio del derecho procesal se
puede clasificar en tres sectores:

a) El derecho procesal dispositivo.

b) El derecho procesal inquisitorio.

c) El derecho procesal social.

1. El derecho procesal dispositivo

Entendido en la dogmática como una pieza maestra, el derecho


procesal dispositivo, caracterizado porque la dinámica, destino e
inercia del proceso depende de las partes, de su voluntad e iniciativa,
se subclasifica en dos disciplinas:

a) El derecho procesal civil.

b) El derecho procesal mercantil.

Dentro de esta disciplina y como contrapartida del derecho procesal


inquisitorio, son paradigmáticos y relevantes los principios de
disponibilidad de la iniciativa, impulso y renuncia de los actos
procesales, por las partes en el juicio.

La promulgación del derecho procesal civil se encomienda tanto al


Congreso de la Unión como a las legislaturas estatales, para dar
solución a los litigios sobre propiedad privada, derechos reales,
nulidades, cumplimiento o rescisión de los contratos civiles, así como
de las obligaciones de este tipo, amén de las sucesiones, concursos o
liquidaciones patrimoniales de las personas que no son
comerciantes.29

La legislación procesal en materia civil se encuentra formada por el


Código Federal de Procedimientos Civiles, así como por los códigos
de Procedimientos Civiles de los Estados y del Distrito Federal. Según
esta distribución de competencias, el derecho positivo, en materia
procesal civil, es concurrente entre los estados y la Federación.

En materia mercantil, en cambio, la regulación procesal tiene carácter


exclusivamente federal. El Congreso de la Unión expide la legislación
procesal en materia mercantil, que actualmente se encuentra dispersa
en varios ordenamientos como en algunos preceptos del Código de
Comercio, de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito o la
Ley de Quiebra y Suspensión de Pagos.30

2. El derecho procesal social

Intermedio entre el derecho procesal dispositivo y el inquisitorio,


encontramos el derecho procesal social que se caracteriza por el
equilibrio entre la gestión voluntaria de las partes y la intervención
oficiosa de la autoridad, en el desarrollo del proceso.
El derecho procesal social se subclasifica en tres vertientes:

a) El derecho procesal del trabajo.

b) El derecho procesal agrario.

c) El derecho procesal asistencial.

Frente al problema de caracterizar al proceso social, de manera que se


pueda distinguir de las ramas de enjuiciamiento restantes, el doctor
Fix-Zamudio resaltaba en cátedra el principio de igualdad por
compensación, ampliamente ponderado por Couture. Aplicado en
materia procesal social, explica el sistema tutelar de conferir un
tratamiento preferente y equilibrador para aquellas partes
económicamente desvalidas, que materialice y dé eficacia a su
verdadera paridad.

Así, se regulan privilegios procesales como la inversión de la carga de


la prueba, en diferentes supuestos; la suplencia de la defi-ciencia
procesal, o la flexibilidad más amplia para el tratamiento y la valoración
de las pruebas en el juicio: instrumentos protectores técnicos que
lejos de traducir parcialidad o prejuicio en el desarrollo del
procedimiento, robustecen y confirman la verdadera igualdad
procesal.

Con este mismo criterio en materia procesal, tanto agraria como


laboral, se asumen como esenciales: la rotunda simplificación de las
formalidades; el principio de oralidad, articulado al de economía e
inmediatez procesal, o la creación y estructura de jurisdicciones
especiales, que no de excepción. De esta suerte y con esta
orientación científica, Fix-Zamudio detalla en sus clases doctorales las
instituciones y normas puntales, los sistemas y la aplicación de las
materias que integran el derecho procesal social.

A. El derecho procesal del trabajo

Para la dogmática jurídica, el derecho procesal del trabajo regula los


litigios derivados de las relaciones individuales y colectivas de trabajo:
su contenido comprende dos tipos de procesos: el que soluciona los
litigios del llamado trabajo en general, y aquél que resuelve, en
cambio, los litigios generados en las relaciones de trabajo entre los
órganos de la administración pública federal y sus trabajadores.

Su reglamentación procesal se encuentra comprendida en la Ley


Federal del Trabajo y en la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio
del Estado, mismas que fueron expedidas por el Congreso de la Unión
y que cuentan con vigencia a lo largo de todo el territorio nacional.31
Dentro de nuestro sistema, la reglamentación procesal de la materia
se encuentra comprendida en una parte o sección de la Ley Federal
de Trabajo (títulos catorce y quince, artículos 685 a 991).

A juicio de Fix-Zamudio, en su reflexión en cátedra, el derecho


procesal burocrático regula y promueve la solución de los conflictos
laborales generados entre los empleados y los funcionarios públicos
con las entidades de gobierno, ya centralizadas o descentralizadas.
Restringida, inicialmente, al marco restricto del Estado Federal, esta
disciplina regula el régimen procesal de los conflictos respecto de las
relaciones individuales y colectivas de trabajo. Mas pronto logró
expanderse para regular, también, las relaciones laborales entre las
entidades federativas y el personal a su servicio, mediante las leyes
expedidas por las legislaturas locales, de acuerdo con las bases
constitucionales del artículo 123.
B. El derecho procesal agrario

Floreciente y en pleno desarrollo, el derecho procesal agrario regula


los litigios vinculados con la propiedad, posesión y utilización de los
terrenos rurales, particularmente cuando afecten los derechos de los
medios de población comunales y ejidales. Con tal finalidad, un cuerpo
de tribunales especializados sobre la materia cuentan con la
competencia para conocer y resolver los diversos procesos agrarios.32

Consecuencia de la revolución y la lucha social, desde la célebre Ley


de 6 de enero de 1915, hasta la reforma cardenista al artículo 27
constitucional en 1934, el derecho agrario en México reconoció y
promovió la política de dotación y restitución de tierras y aguas a los
campesinos. Más con las reformas de 1992, la misma se suprimió,
pretendiendo derogar verticalmente, a través de la voz presidencial, la
dotación territorial a los ejidos, decretándose, desde la cúspide, su
privatización.

Creados los tribunales agrarios, a través de esta reforma, el derecho


procesal en este campo se ocupará de la solución de conflictos sobre:
dotación y ampliación de los ejidos, tramitados al entrar en vigor la
reforma de 1992; reconocimiento de bienes comunales; restitución de
tierras, bosques y aguas a los niveles de población ejidal o comunal,
límites de predios entre dos ó más núcleos de población ejidal o
comunal, o bien de éstos con particulares, así como de casos de
nulidad contra las resoluciones de las autoridades agrarias
respectivas.33 En un claro retorno hacia el latifundismo, en el ámbito
sustantivo y procesal, con la nueva Ley Agraria de 1992 quedó
derogada al fin la Ley de la Reforma Agraria de 1971.

C. El derecho procesal asistencial


De creciente importancia en la doctrina, esta disciplina reglamenta los
conflictos generados con motivo de la interpretación y aplicación de
las normas de seguridad social. Su desarrollo doctrinal y legislativo ha
sido bastante precario y su tramitación se ha realizado hasta ahora a
través de diversas disciplinas como el derecho procesal fiscal o el
derecho procesal del trabajo.34 Como bien apunta Ovalle,35 esta
disciplina en formación regula en fin, el proceso para resolver los
conflictos sobre el otorgamiento de las prestaciones de los
asegurados y sus familiares, así como de los derechohabientes, al
actualizarse los riesgos o las contingencias contempladas en la ley, los
contratos, las condiciones generales de trabajo y demás instrumentos
jurídicos que pudieran aplicarse.

3. El derecho procesal inquisitorio

Como último sector en este esquema, dentro del derecho procesal


inquisitorio se confieren a quien juzga amplias facultades para el
impulso y dirección del proceso. Asimismo cuenta con enorme influjo
para establecer el objeto del proceso. Se caracteriza entonces, porque
la dinámica y puesta en acción del juicio, depende de la gestión y
función oficiosa de las autoridades. Observado en su conjunto, el
derecho procesal inquisitorio comprende cuatro disciplinas del
derecho instrumental: el procesal, penal, administrativo, familiar y del
estado civil y el derecho procesal constitucional.

a) El derecho procesal penal regula la solución de los conflictos


referentes a la comisión de delitos y la aplicación de penas a los
infractores que resulten responsables. Es la disciplina que estudia y
regula las disposiciones relativas a la solución de los conflictos
generados con motivo de la comisión de delitos y la aplicación de las
sanciones a los responsables.36 Esta disciplina reglamenta tres tipos
de procesos: el proceso penal por delitos del orden común; el proceso
penal por delitos del orden militar, y el proceso penal por delitos
oficiales.

b) El derecho procesal administrativo es la disciplina que regula la


resolución de los litigios entre la administración pública y los
gobernados con motivo de la interpretación y cumplimiento de los
actos y contratos de tipo administrativo.

c) El derecho procesal familiar y del estado civil reglamenta el proceso


destinado a resolver los litigios vinculados con los diferentes
problemas de familia y el estado civil de las personas. Regulada en
dispersas codificaciones procesales de los estados y del Distrito
Federal, esta disciplina busca su tan cuestionada autonomía.

Independizado del derecho civil, el derecho procesal familiar y del


estado civil ha generado su particular estructura jurisdiccional,
contando en la actualidad para la solución de los litigios, con jueces y
tribunales especializados. En contraste con pasadas técnicas y
etapas, estas normas procesales apuntan al principio de oficiosidad y
confieren a quien juzga, la dirección del proceso.

d) El derecho procesal constitucional regula el proceso que resuelve


los conflictos sobre la interpretación y cumplimiento de las normas
constitucionales. Dentro de nuestro sistema destacan dos procesos
con esta naturaleza: el juicio de amparo y las controversias
constitucionales.

En su rica gama de posibilidades, el juicio de amparo comprende cinco


funciones torales:

La tutela constitucional de la libertad personal, de manera similar al


habeas corpus.

El combate a las leyes constitucionales.

Impugnar las sentencias judiciales, en forma parecida al llamado


recurso-casación.

Operar como proceso administrativo en los sitios o sectores donde no


haya procesos ni tribunales de orden administrativo.

Tutelar los derechos sociales de los campesinos protegidos al amparo


de la reforma agraria.37

Por su tradición jurídica y gran importancia práctica, el juicio de


amparo constituye la rama más señalada del sector procesal
inquisitorio.

Reguladas en el artículo 105 constitucional, nuestra carta política


regula cuatro tipos de controversias constitucionales:

Las que se presentan entre dos o más estados.

Las que se presentan entre los poderes de un mismo estado sobre la


constitucionalidad de sus actos.

Las existentes entre la Federación y uno ó varios estados.

Aquéllas en que la Federación figure como parte y que a juicio de la


Suprema Corte de Justicia pudieran ser trascendentes para el interés
de la nación.

Ovalle Favela38 agrega a dichos procesos constitucionales, las


acciones de inconstitucionalidad y el juicio político, de acuerdo con la
evolución y las reformas procesales operadas hacia los tiempos
actuales.

Las acciones de inconstitucionalidad pretenden impugnar ante la


Suprema Corte de la Nación la contradicción entre las leyes y los
tratados, con la Constitución federal.39

El juicio político se sigue, en cambio, ante un órgano estatal con la


misión de juzgar el actuar de un funcionario responsable, en virtud de
la adopción de decisiones políticas por actos u omisiones que
redunden contra los intereses públicos fundamentales.40

e) Marco procesal para la solución de controversias internacionales.


Como ámbitos procesales para regular la observancia y la defensa de
los derechos humanos, estudia Ovalle Favela41 la Convención Europea
de los Derechos Humanos y la Convención Americana de los Derechos
Humanos. Al describir su estructura y canales de actuación, en cuanto
a la primera, analiza la integración y funciones de la Comisión Europea
de los Derechos Humanos y de la Corte Europea de los Derechos
Humanos. Asimismo, dentro de la Convención Americana, se analizan
la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos.42

La experiencia procesal del orden jurídico comunitario hace meditar


también en la necesidad de regular el crecimiento y la solución de las
controversias internacionales, reparándose en la integración de la
Corte Interamericana de Justicia (para asuntos de la ONU) y la Corte
de Justicia de la Unión Europea (para la Comunidad Económica
Europea)43. De esta suerte, para una importante corriente doctrinal,
cada vez más nutrida y sugestiva, es inevitable comprender dentro de
este marco estructural, el estudio y perspectivas de un derecho
procesal internacional: disciplina jurídica de vanguardia que responde
a los reclamos de una sociedad global con serias repercusiones no tan
sólo en el campo financiero o económico internacional, sino de
profundo impacto en los derechos humanos y en la justicia social.

*Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Notas:
1 Cfr. Blasco, Benjamín y Alcázar, L. Rafael, Derecho procesal laboral,
Zaragoza, Librería General, 1974, p. 2.
2 Cfr. ibidem, p. 3.
3 Fazzalari, Elio, Istituzioni di diritto processuale, Padua, Cedam, 1975,
p. 114.
4 Couture, Eduardo J., Fundamentos de derecho procesal civil,
Buenos Aires, Depalma, 1993, p. 3.
5 Cfr. Gómez Lara, Cipriano, Teoría general del proceso, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1976, pp. 40 y ss.
6 Pina, Rafael de, Curso de derecho procesal del trabajo, México,
Botas, 1952, pp. 7 y ss.
7 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, Estudios de teoría general e historia
del proceso (1945-1972), México, Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1974, t. I, p. 515.
8 Cfr. Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal del trabajo,
México, Porrúa, 1971, pp. 49 y ss.
9 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, op. cit., nota 7, p. 513.
10 Ovalle Favela, José, Teoría general del proceso, México, Harla,
1996, p. 51.
11 Cfr. Couture, Eduardo J., op. cit., nota 4, p. 3.
12 Ibidem, p. 483.
13 Cfr. Pina, Rafael de, op. cit., nota 6, p. 8.
14 Cfr. Fazzalari, Elio, op. cit., nota 3, p. 21.
15 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, op. cit., nota 7, p. 511.
16 Cfr. Pina, Rafael de, op. cit., nota 6, pp. 7 y ss.
17 Trueba Urbina, Alberto, op. cit., nota 8, p. 49.
18 Cfr. ibidem, pp. 49 y ss.
19 Ibidem, pp. 50 y ss.
20 Cfr. Pina, Rafael de, op. cit., nota 6, pp. 76 y ss.
21 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, op. cit., nota 7, p. 350.
22 Al referirse en conjunto a esta trilogía, Couture integra el estudio de
la constitución del proceso. Cfr. Couture, Eduardo J., op. cit., nota 4,
pp. 25 y ss.
23 Cfr. Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, op. cit., nota 7, p. 50.
24 Couture, Eduardo J., op. cit., nota 4, p. 34.
25 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, op. cit., nota 7, p. 419.
26 Cfr. ibidem, pp. 517 y ss.
27 Cfr. ibidem, p. 533.
28 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor y Ovalle Favela, José, Derecho procesal,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, p. 12.
29 Cfr. ibidem, p. 13.
30 Cfr. ibidem, p. 16.
31 Cfr. ibidem, p. 17.
32 Cfr. ibidem, p. 18.
33 Cfr. García Ramírez, Sergio, Elementos de derecho procesal
agrario, México, Porrúa, 1993, pp. 215 y ss.
34 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor y Ovalle Favela, José, op. cit., nota 28, p.
20.
35 Ovalle Favela, José, op. cit., nota 10, p. 70.
36 Cfr. ibidem, p. 73.
37 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor y Ovalle Favela, José, op. cit., nota 28, p.
25.
38 Cfr. Ovalle Favela, José, op. cit., nota 10, p. 84.
39 Idem.
40 Cfr. ibidem, p. 85.
41 Ibidem, pp. 96 y ss.
42 Idem.
43 Cfr. ibidem, p. 99.

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