Catecismo 971-972
Catecismo 971-972
Catecismo 971-972
Un cordial saludo a todos los oyentes de Radio María. Un dia más, con la gracia del Señor,
proseguimos el comentario del catecismo de nuestra madre la Iglesia.
Punto 971:
"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de
la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano"
(MC 56). La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto
especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la
Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se
acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este culto
[...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración
que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero
lo favorece muy poderosamente" (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas
litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana,
como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (MC 42).
Es imprescindible, para todo cristiano, para todo seguidor de Jesucristo, es imprescindible la veneración:
dar culto a María.
La devoción es una actitud interior de veneración hacia María. Podemos llegar a decir: "que no se puede
ser católico, sin tener esa devoción hacia la Virgen María; y tampoco no se puede tener ese amor a
Jesucristo sin tener esa devoción hacia su Madre."
Tenemos que distinguir entre la "devoción a la Virgen María" y las "devociones a la Virgen María.
La devoción a la Virgen María es una, y las devociones son muchas, son caminos concretos a través de
los cuales poder llegar a María; son formas concretas de expresión de esa "única devoción".
La devoción a María es "del todo necesaria para nosotros". Si no tenemos devoción a María, eso es
señal de un cristianismo enfermo. Es una vivencia del evangelio, poco equilibrada, le falta algo.
1 h.c. ene.-17
Catecismo 971 - 972 MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA El culto a la Santísima Virgen
A veces se peca de hacer imágenes del cristianismo muy abstractas, con elucubraciones y distinciones
muy conceptuales, como si el cristianismo fuese cuestión de disquisiciones y de criterios intelectuales. A
eso le falta un "rostro materno".
Otras veces se peca de hacer del cristianismo una imagen, casi reducida a un "humanismo", a una
determinada función social; como si el cristianismo fuese una ONG, y también en eso le falta un "rostro
materno".
Volviendo a lo de "devoción y devociones"; la devoción es imprescindible para todos los cristianos, pero
las devociones, pueden formar parte de sensibilidades particulares de cada uno.
Pero al final no se puede tener "devoción" a María sin tener "devociones". No se puede tener una unión
de corazón con María que no se exprese de una forma concreta. Seria irreal.
Necesitamos expresar el amor de una forma concreta a María.
Es cierto que las "devociones" son necesarias, pero no todas tienen el mismo valor; algunas de ellas han
sido especialmente recomendadas por la Iglesia.
La devoción litúrgica
, que es la fundamental. De la que no debemos de prescindir ninguno de nosotros.
A través del calendario litúrgico de todo el año, se nos enseña a participar de los sentimientos de Cristo;
además se nos enseña a encuadrar la imagen de María en el misterio de Jesucristo.
Es como cuando se nos enseña una joya, pero no en el escaparate de la joyería, sino en la mano de la
persona que lo luzca. Así es María, cuando es celebrada litúrgicamente, es como una joya puesto en la
mano de Jesucristo.
San Anselmo: "Oh Jesús, concédeme amar a María como tú deseas que la ame, como Tú la amas"
Nuestra devoción a María la inserta en el plan de Dios como criatura; pero también nos recuerda que
Dios ha querido que la amemos. Es voluntad de Jesucristo que nosotros seamos imitadores de Cristo
en su amor a María.
Si somos imitadores de Cristo, también lo somos en los sentimientos de Cristo.
Lo que dice en la Carta a los Filipenses:
"Sed imitadores de los sentimientos de Cristo".
Como decía Juan Pablo II: "Por razones Cristológicas somos marianos"
San Estanislao: "La madre de Dios es mi Madre, y como madre de Dios, su intercesión es eficaz, y como
madre mía su intercesión es segura".
2 h.c. ene.-17
Catecismo 971 - 972 MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA El culto a la Santísima Virgen
Santo Rosario
Otra devoción mariana muy recomendada por la Iglesia es la del Santo Rosario. Que fue San Pio V, en el
siglo XVI, lo formulo, más o menos como nosotros lo formulamos ahora.
León XIII, llego a escribir una encíclica al año hablando del culto a María, y especialmente aconsejando el
rezo del Santo Rosario.
Varios papa escribieron encíclicas del culto a María.
El papa Juan Pablo II escribió una reflexión sobre el rosario, introduciendo una reforma, introduciendo
los "misterios luminosos", completando los que ya estaban: "gozosos, gloriosos y dolorosos".
De esta manera, la Iglesia recomienda insistentemente el santo rosario; acordándose que Jesús nos dijo:
"que orásemos sin desfallecer": Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá.
La tradición occidental ha expresado en el rosario ese mandato de Jesús de orar sin desfallecer; igual
que en la tradición oriental ortodoxos ha primado más la oración litanica, tal y como expresa el libro del
peregrino ruso, o tantos otros padres, que recomiendan este tipo de oración litanica: con expresiones:
"Jesús misericordia". Dejándose empapar por esta repetición litanica.
Así también, cada vez que nosotros rezamos el Santo Rosario, también estamos repitiendo: "Jesús
misericordia".
Como decía el Santo Cura de Ars: "El hombre es un mendigo, y ¿Qué otra cosa puede hacer , sino ser
mendigos de la Gracia?.
3 h.c. ene.-17
Catecismo 971 - 972 MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA El culto a la Santísima Virgen
En cuanto a esto de "consagrase a la Virgen María, hay que decir una cosa: Nosotros somos de Dios,
somos criaturas suyas y somos posesión suya.
De lo que no es nuestro (no nos poseemos), no podemos disponer, de no ser que sea con el
consentimiento del Dueño. Con el consentimiento de nuestro Padre Dios.
Resulta que Dios ha querido que seamos posesión de María: somos de María, incluso antes de que nos
consagremos a ella. Ella ya cuidaba de nosotros como "Madre nuestra".
Por tanto, consagrase a María, no es más que "hacer un reconocimiento explícito de que estamos
encomendados por Dios a María".
Esta consagración se hace "no para que empiece a ser", sino para que comience a sernos consciente de
que María cuidad e nosotros.
El Ángelus
El papa Pablo VI, recomendó especialmente en su exhortación "Marianis cultus".
De salpicar el dia, de consagrar el dia en presencia de María. Es como la liturgia de las horas .
Esta devoción del Ángelus nos enseña a vivir en presencia de María por medio del misterio de la
Encarnación.
Lo mismo que María, cuando recibe la visita del Ángel, está en plena presencia de Dios; de la misma
manera, nosotros , al rezar el Ángelus, nos ponemos en presencia de Dios, igual que estaba María en la
Anunciación.
La medalla Milagrosa
Y tantas otras devociones que pueden ayudar a cada uno. Pero lo importante es que a través de las
"devociones" expresemos la "devoción" a María.
Otra cosa: Hay que agarrase a las devociones como medio y no como fin.
El fin es el amor a Cristo a través de María.
Conviene recurrir a las devociones con una "libertad de corazón".
Porque mientras nuestra madre de la tierra está llamada a "darnos a luz" y a educarnos, pero esa
educación poco a poco se va independizando, y los hijos van tomando sus propios caminos.
4 h.c. ene.-17
Catecismo 971 - 972 MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA El culto a la Santísima Virgen
Pero la "maternidad con María" es mucho más intensa que nuestra maternidad carnal de esta vida. Con
nuestra Madre del cielo pasa al revés: Según va avanzando nuestra vida cristiana, cada vez estamos
más, bajo el influjo y más en intimidad con nuestra Madre del cielo.
María, nuestra madre, es cada vez más "madre", según va avanzado nuestra vida.
En el caso de María, algunos teólogos hacen la distinción de que no se trata de una imitación
"extrínseca", sino que es una imitación "intrínseca": "que Ella misma nos da la Gracia o el don de poder
imitarla, y poder recibir a través de ella el don de Cristo.
Hay algunos errores, que tenemos que estar atentos frente a ellos:
Algunos dicen: "Me basta Jesucristo, no necesito de María". Este es un error de influjo protestante.
Es como si el niño dijese: "me basta la vida que he recibido de Dios, pero no necesito de mi madre, a
través de la que ha recibido esa vida".
Otros errores son de signo contrario; hay personas, que con "buena voluntad" que tiene expresiones de
devoción a María o de ensalzamiento de la devoción a María; que hay que tener cuidado.
En algunas predicaciones se habla de María, como que "María es el rostros de la Misericordia frente a
la justicia de Dios", como si María nos consiguiera el perdón frente a la ira de Dios.
Eso no es correcto.
La verdad es que María es el "rostro de la misericordia DE DIOS". De Dios nace la misericordia, y María
no es más que una participación de esa misma misericordia.
Además, cuando rezamos el santo Rosario, después de rezar las diez "avemarías" decimos GLORIA AL
PADRE, AL HIJO Y AL ESPIRITU SANTO.
María nos enseña a ser Glorificadores de Dios.
SE utiliza esta expresión en el título de este punto del catecismo: María "icono de la Iglesia".
5 h.c. ene.-17
Catecismo 971 - 972 MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA El culto a la Santísima Virgen
No evoca al arte de la Iglesia oriental con esas imágenes y esas pinturas, que está especialmente dirigido
y pretende, no tanto un arte en sí mismo, sin el hacer del icono una especie de espejo que nos abra a la
contemplación y meditación de algo invisible.
En los iconos, el artista ha querido que sea un "medio". El los cuadros orientales hay multitud de
detalles, donde le artista quiere expresar en el lienzo una belleza sobria, para que quien lo contemple
entre en lo que esta "escondido detrás "lo que no se ve".
En ese sentido se habla de María como icono. Es Icono de la belleza de Dios.
También se dice que "el cuerpo es icono del alma". El alma no se ve, pero se expresa, se transluce a
través del cuerpo. Algo así es la referencia del icono.
La tradición popular ha hecho referencia al Sol y la luna: La luna no brilla con luz propia, sino que refleja
la luz que recibe del Sol. Así es María: refleja la luz que recibe de Jesucristo.
Jesús dice: "Yo Soy la luz del mundo".
En nuestros momentos de oscuridad, donde a veces no llegamos a ver la luz, en "nuestras noches
oscuras"; es María la que aparece como el faro encendido en medio de la noche, para reflejar esa luz
que nos alumbra en el camino.
SE habla de que María es "icono escatológico": María es como las arras de lo que está por venir".
En María vemos la promesa realizada. Lo que Dios nos ha prometido, lo vemos realizado en María.
Cuando contemplamos en María como la "Inmaculada", podemos ver que Dios es capaz de ensalzar a
una criatura haciéndola santa y con corazón limpio.
Esto, en María se ha realizado por el camino de la inocencia; pero en nosotros esto se realiza por el
camino de la penitencia: son los dos caminos para llegar a Dios: el de la inocencia y el de la
penitencia.
Es una de las cosas que más nos cuesta de creer: Que Dios puede hacer de ti un santo.
Tantas desesperanzas en nuestros propios pecados, "siempre es lo mismo".
Ante esto se levanta la figura de María: Dios nos dice: "Lo he hecho en ella y lo hare en ti".
Mirando el icono de María: eso quiero hacer en ti.
Es verdad que en Ella ha sido por el camino de la inocencia, en ti por el camino de la penitencia, pero lo
hare, si tú me dejas.
Incluso los santos que están en el cielo también miran a María, y ven el ella lo que Dios hará con ellos en
la resurrección final: estar ante Dios en cuerpo y alma, junto con todo el cuerpo místico cuya cabeza es
Cristo.
También en esa imagen de María como icono, la vemos intercediendo continuamente ante Dios.
También estamos llamados a tener una vocación de intercesión maternal con nuestros hermanos.
Este icono de María, evoca a que la Iglesia sea Madre: a llevar a sus hijos a Dios.
Lo dejamos aquí.
6 h.c. ene.-17