Arte y Biblia Francis Schaeffer
Arte y Biblia Francis Schaeffer
Arte y Biblia Francis Schaeffer
Schaeffer
ARTE Y BIBLIA
“Dos ensayos sobre la perspectiva del arte”
1
ÍNDICE
1. ARTE EN LA BIBLIA
PÓRTICO .....................................................................................................5
I. El señorío de Cristo ..................................................................................6
II. No te harás imagen ................................................................................ 10
III. El templo .............................................................................................. 16
IV. Arte con fines seculares ..................................................................... 21
V. El uso que Jesús hizo del arte .............................................................. 23
VI. La poesía ............................................................................................... 25
VII. La música .............................................................................................. 30
VIII. El drama y la danza ............................................................................. 33
IX. El arte y el cielo ................................................................................... 36
PÓRTICO .................................................................................................. 39
I. La obra de arte como obra de arte ...................................................... 40
II. Las formas artísticas dan relieve a la cosmovisión del artista ......... 45
III. Lo artístico y lo sagrado ..................................................................... 48
IV. Las modernas formas del arte y el mensaje cristiano .................... 59
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«Grupo de 3 hombres», escultura de bronce de Alberto Giacometti.
«El sentimiento de las relaciones espaciales entre los seres humanos», hecho real por medio del
fenómeno de las distancias, condujo a Giacometti, entre 1948 y 1950, a realizar figuras estáticas
o en movimiento pero siempre incomunicadas. En sus obras, la gente pasa sin conocerse»
extraños unos para otros, acostumbrado cada uno a su propia soledad, encarcelado en su
propia situación. Pero todavía más que la colocación de las figuras, determinada aunque no
calculada, es su naturaleza lo que les impide encontrarse nunca. » — Raoul-Jean Moulin,
Giacometti: Sculptures (New York: Tudor Publishing Company, 1964).
«Alberto Giacometti (Stampa, 1901; Coira, 1966) llegó a la escultura después de cultivar el
dibujo y la pintura. Si la pugna entre realidad y surrealismo, formas y espacios, ha fraguado la
personalidad del maestro, son las búsquedas de nuevos medios de expresión y calidades las que
han sido las sugestiones estimulantes de su arte, que lo llevarán a cristalizar en la verticalidad de
sus despojadas, delgadísimas figuras —al límite de todas posibilidades— su íntima y angustiosa
soledad. Culmina el mensaje de arte que ha legado Giacometti... donde el espacio no está
definido, pero se presiente en las figuras, estructuradas con imprecisos coágulos de materia y
de oquedades, que, a pesar de la libertad del espacio, siguen llevando el tormento de su
incomunicabilidad.» — Marianna Minola de Galloti, Alberto Giacometti en Lugano, artículo en «La
Vanguardias», Barcelona 30-8-73.
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1. ARTE EN LA BIBLIA
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PÓRTICO
¿Qué lugar debe ocupar el arte en la vida cristiana? ¿Hemos de considerar el arte —
especialmente las bellas artes como la pintura y la música— simplemente como una manera de
introducir la mundanalidad por la puerta trasera? Sabemos que la poesía, por ejemplo, puede
ser usada para alabar a Dios; esto es evidente en los Salmos y acaso también en los himnos,
incluso en los modernos. Pero ¿qué diremos cuando se trata del arte escultórico o dramático?
¿Tienen esta clase de artes algún lugar en la vida cristiana? ¿No debería más bien el creyente
concentrar su mirada en las cosas religiosas» solamente, olvidando completamente todo lo que
tiene que ver con el arte y la cultura en general?
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I. El señorío de Cristo
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incluyendo su intelecto y su creatividad. El cristianismo no es solamente
«dogmáticamente» verdadero o «doctrinalmente» cierto. Más bien es verdadero,
es cierto, para la totalidad de lo que es real, auténtico, lo que está ahí; el
cristianismo es verdad en toda el área donde se desenvuelve la totalidad de la
existencia de todo el hombre.
Los antiguos tenían miedo de ir a los extremos conocidos de la tierra, por creer
que si traspasaban los límites serían devorados por un dragón. Mas una vez
comprendemos que el cristianismo es verdad y que en él tenemos la explicación
de lo que está ahí, de la realidad, del entorno último —el Dios infinito y personal
que verdaderamente está ahí— entonces nuestras mentes son liberadas. Podemos
plantearnos cualquier cuestión y podemos estar seguros de que nunca
traspasaremos los límites ni caeremos en el abismo detrás de ellos en donde
espera el dragón. Nada es ajeno a la soberanía de Dios; Cristo es Señor. Por
consiguiente, toda actitud que ponga márgenes a dicho señorío empobrece al
cristiano y limita a Dios. Si, por el contrario, nos dejamos guiar por la soberanía
divina en todas las esferas de la existencia, nuestro cristianismo será fortalecido y
adquirirá una madurez que a menudo, no parece tener en nuestra época.
Pero queda todavía otro aspecto del señorío de Cristo que incluye toda la cultura:
comporta el área de la creatividad. De nuevo, tengo que decir que en los últimos
tiempos los cristianos evangélicos (que blasonamos de bíblicos) no hemos sido
muy bíblicos en este punto, en donde hemos manifestado debilidad. Todo lo que
hemos sabido producir no va más allá de un arte escolar, muy romántico, para la
Escuela Dominical. No parecemos comprender que las artes también deben estar
sujetas al señorío de Cristo.
Suelo citar frecuentemente unas palabras de Francis Bacon, uno de los primeros
científicos modernos, quien creía en la uniformidad de las causas naturales en un
sistema abierto a la providencia, y quien, juntamente con otros hombres como
Copérnico y Galileo, creía que, dado que el mundo había sido creado por un
Dios razonable, ellos, los científicos, podían proseguir estudiando la verdad del
universo mediante la razón, Habrá cosas, desde luego, en las que no estoy de
acuerdo con Francis Bacon, mas una de las afirmaciones suyas que me gusta citar
es la siguiente :
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«Por la caída, el hombre cayó al mismo tiempo de su estado de inocencia y
del dominio que le fue dado sobre la naturaleza. Ambas pérdidas, sin
embargo, pueden incluso en esta vida ser reparadas en parte; la primera
mediante la religión y la fe, la segunda mediante las artes y las ciencias.»
¡Cómo hubiese deseado que en los últimos cincuenta años los cristianos
evangélicos de Gran Bretaña y Estados Unidos, y de todo el mundo, hubieran
tenido esta visión de Bacon!
Las artes y las ciencias tienen un lugar en la vida cristiana: no son periféricas. Para
un cristiano, redimido por la obra de Cristo y viviendo de acuerdo con las
normas de la Escritura, bajo la dirección del Espíritu Santo, y el señorío de
Cristo, para un cristiano esta soberanía del Señor debería incluir un cierto interés
en las artes. El cristiano debiera usar estas artes para la gloria de Dios, no
simplemente como folletos, no solamente como algo práctico y utilitario en un
momento dado, sino como cosas bellas que por su misma belleza glorifican a
Dios. Una obra de arte puede ser una doxología por ella misma.
No obstante, aunque el concepto de la soberanía de Cristo sobre todo el mundo
parece que implica la esfera artística también, muchos cristianos responderán que
a pesar de todo la Biblia tiene muy poco que decir sobre las artes. Más
concretamente, algunos dirán que los judíos no sintieron nunca interés por el arte
debido a lo que la Escritura enseña en los Diez Mandamientos. Pero esto es
precisamente lo que no podemos decir si leemos la Biblia con cuidado. Al haber
un cierto número de creyentes que sostienen dicha posición, es menester que
consideremos y examinemos su punto de vista con cierto detalle para ver qué es
lo que la Biblia enseña realmente.
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II. No te harás imagen
Los que piensan que el arte se halla prohibido en las Sagradas Escrituras señalan,
en primer lugar, el texto que encontramos en Éxodo 20:4-5:
«No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.»
«No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios,
fuerte, celoso.»
¿No está claro? Se afirma explícitamente que le está prohibido al hombre el hacer
ninguna semejanza de cualquier cosa que sea, no sólo de Dios, sino de cualquier
cosa que se encuentre en el cielo o en la tierra. ¿No está suficientemente claro?
Este texto no deja sitio para el arte en la vida del creyente.
Mas, antes de aceptar estas conclusiones, dirigiremos nuestra atención a otro
pasaje de la Escritura que nos ayudará a comprender lo que realmente significa el
mandamiento dado en Éxodo y su verdadero alcance:
«No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni
pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo
soy Jehová vuestro Dios. Guardad mis días de reposo y tened en
reverencia mi santuario. Yo Jehová» (Levítico 26:1).
Este pasaje nos enseña claramente que la Escritura no prohíbe el hacer arte
representando cosas o personas, sino más bien la adoración de estas cosas o
personas. Solamente Dios debe ser adorado.
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El arte en el Tabernáculo
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«Así lo haréis: conforme al modelo»; «Hazlo conforme al diseño...». Dios enseñó
a Moisés cómo debía construir el Tabernáculo en todos sus detalles. Se trataba de
mandamientos también en este caso, mandamientos que venían de Dios, del
Señor mismo que promulgó los Diez Mandamientos.
¿Qué detalles, qué instrucciones dejó Dios a Moisés? Muchas, desde luego. Pero
nosotros vamos a detenernos en las que más directamente se relacionan con las
artes en el Tabernáculo, el lugar mismo de adoración. Veamos:
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«Bien, pero todo esto es muy especial, muy excepcional, ya que se trata de
ángeles que hay que hacer. Es un tema religioso, no equivale a la ordinaria
representación artística de cosas terrenas.»
Es cierto. Pero justo a la salida del Lugar Santísimo topamos con un candelero de
oro.
b. El candelero de oro.
Tenemos aquí un trabajo artístico que tiene que ver con cosas terrenas:
«Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el
candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores serán de lo
mismo, Y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un
lado, y tres brazos al otro lado. Tres copas en forma de flor de almendro
en un brazo, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salen del
candelero, y en la caña central del candelero cuatro copas en forma de flor
de almendro, sus manzanas y sus flores. Habrá una manzana debajo de dos
brazos del mismo, otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y
otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, así para los seis
brazos que salen del candelero. Sus manzanas y sus brazos serán de una
misma pieza, todo ello una pieza labrada a martillo, de oro puro, Y le harás
siete lamparillas, las cuales encenderás para que alumbren hacia adelante.
También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro. De un talento de
oro fino lo harás, con todos estos utensilios- Mira y hazlos conforme al
modelo que te ha sido mostrado en el monte» (Éxodo 25:31-40).
He ahí otra obra de arte: un candelero. ¿Y cómo hay que decorarlo? No con
representación de ángeles, sino con representaciones tomadas de la naturaleza:
flores, manzanas, cosas de la belleza natural. Y habrá que colocarlas en el
Santuario, por orden expresa de Dios, en medio mismo del lugar de adoración.
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granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla del manto
alrededor, Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido
cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que
no muera. Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como
grabadura de sello: SANTIDAD A JEHOVA. Y la pondrás con un cordón
de azul, y estará sobre la mitra; por la parte delantera de la mitra estará… Y
bordarás una túnica de lino, y harás una mitra de lino; harás también un
cinto de obra de recamados Y para los hijos de Aarón harás túnicas;
también les harás cintos, y les harás tiaras para honra y hermosura» (Éxodo
28:33-40).
De modo que cuando el Sumo Sacerdote entraba en el Lugar Santísimo tenía que
tomar consigo unas vestiduras que llevaban adornos tomados de
representaciones naturales, de la belleza de la naturaleza, y dichas
representaciones entraban con él en la misma presencia de Dios, sin que ello le
molestara al Señor, antes al contrario: él mismo lo había mandado. Ciertamente,
en todo ello hemos de ver lo contrario de un mandamiento en contra de las obras
de arte. Constituye la antítesis de dicha eventual prohibición. Más bien
deducimos que Dios se agrada de estas representaciones artísticas.
Pero hemos de observar todavía algo más en estos textos. En la naturaleza, las
granadas son de color encarnado, pero las que aquí se citan y ordenan tienen que
ser de color azul, púrpura y carmesí. Púrpura y carmesí podrían interpretarse como
cambios naturales en el proceso de maduración de la granada. Pero no el color
azul. La implicación obvia es que tenemos libertad para hacer algo que puede
inspirarse en la naturaleza pero que puede ser distinto de ella, y que a pesar de
esta diferencia, cuando la obra de arte ha llegado a su término de realización, no
obstante, puede ser llevada hasta la presencia misma de Dios. En otras palabras,
el arte no tiene que ser necesariamente «fotográfico» ¡en el sentido pobre, vulgar,
que entendemos lo «fotográfico»! Nada tiene que ver nuestra expresión con la
fotografía como obra de arte también. Lo que queremos decir es que el artista
puede dar rienda suelta a su imaginación y fantasía y es aceptable delante de Dios.
Resulta tentador leer a veces la Biblia como un «libro santo» que ofreciera los
relatos históricos como si se tratara de narraciones que nada tienen que ver con la
realidad de este mundo a ras de suelo. Pero debemos comprender que cuando
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Dios mandó que fueran hechas estas obras de arte, tuvo que haber algún artista
para llevarlas a cabo. Y fueron realizadas aquí, en este mundo.
El fenómeno artístico implica dos cosas: la creación, por un lado, y los detalles
técnicos, por el otro. El arte es creador, sí; mas el arte conlleva igualmente una
técnica del cómo hay que hacer cada trabajo artístico. En Éxodo 37:7, el «libro
santo» desciende a los pormenores y nos cuenta algo de estos detalles técnicos:
«Hizo también los dos querubines de oro —explica la Biblia—, labrados a
martillo, en los dos extremos del propiciatorio.» El querubín del arca no apareció
repentinamente, como caído del cielo. Alguien tuvo que «ensuciarse las manos»
para darle forma, alguien tuvo que solucionar los problemas técnicos de su
realización. Exactamente como hoy los artistas tienen que resolver sus problemas
de toda índole.
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III. El templo
El templo, al igual que el Tabernáculo, no fue planeado por hombres. Una vez
más, la Escritura insiste en el hecho de que la idea, y todos sus detalles, vino de
Dios mismo, David —nos explica el cronista— dio a Salomón su hijo «el modelo
(el plano) del pórtico del templo y sus casas,.- Todas estas cosas, dijo David, me
fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del
diseño» (1,° Crónicas 28:11, 19), La experiencia que vivió David en todo lo
relativo al templo y su construcción no fue nada ambigua; tuvo que ver con
realidades terrenas y medios terrenos, con cosas de este mundo a ras de suelo,
aunque fuera para glorificar al Señor a través de todo ello. Parte de la experiencia
de David estribó en recibir una revelación preposicional, concreta, acerca de la
manera cómo el templo tenía que ser construido. Si David sabía exactamente
cómo había que levantar el templo a Jehová en Jerusalén, fue porque Dios mismo
se lo había dicho. De hecho, David afirmó que él sabía cómo construir el templo
porque el Señor se lo hizo comprender mediante su propio escrito («me fueron
trazadas por la mano de Jehová»), No sabemos concretamente por qué medios
este escrito —esta revelación proposicional— llegó hasta David; ignoramos de
qué se sirvió Dios pero se nos informa claramente de una cosa: David, por
inspiración de Dios, tuvo este escrito que le dio el plano del templo.
¿Qué cosas debían llenar el templo? Entre otras muchas, las obras de arte debían
ocupar un lugar prominente en el templo de Dios:
«Cubrió también la casa (de Dios) de piedras preciosas para ornamento; y
el oro era oro de Parvaim. Así que cubrió la casa, sus vigas, sus umbrales,
sus paredes y sus puertas con oro; y esculpió querubines en las paredes»
(2.a Crónicas 3:6-7).
Observemos bien lo que dice el texto: el templo debía ser adornado con piedras
preciosas para ornamento, es decir: como decoración, para embellecimiento de la casa
de Dios. No eran razones de índole práctica las que motivaron esta orden divina;
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nada pragmático inducía a cubrir el templo de piedras preciosas- No había
propósitos utilitarios en ello. Dios, simplemente, quería belleza en el templo.
Dios se interesa por la belleza y, por consiguiente, quiso que el lugar donde su
nombre era invocado y adorado fuera un lugar embellecido, un sitio hermoso.
Venid conmigo a los Alpes y contemplad allí las montañas cubiertas de nieve. No
hay duda: Dios, el Creador, se halla profundamente interesado en la belleza. Dios
hizo a las personas para que fueran bellas. Y la belleza tiene un lugar en la
adoración al Señor.
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Y colocó las columnas delante del templo, una a la mano derecha y otra a la izquierda;
y a la de la mano derecha llamó Joaquín, y a la de la izquierda, Boaz.»
He ahí dos columnas gratuitas, superfluas. No sostenían ningún peso arquitectónico y
no tenían ningún significado utilitario para la ingeniería. Estaban allí solamente porque
Dios lo había dicho; y lo había dicho simplemente para que adornaran su casa de
oración, para que la embellecieran. Y sobre los capiteles de las columnas hizo
colocar granadas, sostenidas por las cadenas. Obra de arte sobre obra de arte;
decoración sobre decoración; adorno sobre adorno; belleza sobre belleza. Si
comprendemos cabalmente lo que se lee en estos textos, si captamos su
profundo significado, nos quitará el aliento. Porque se trata de algo
abrumadoramente bello.
En 2° Crónicas 4 se nos informa cómo Salomón construyó un enorme altar de
bronce y asimismo «un mar de fundición» (una piscina o estanque de metal a
modo de lago), de diez codos de borde, enteramente redondo y de cinco codos
de alto; un cordón de treinta codos medía su contorno. Debajo del borde había
en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas
en dos órdenes, fundidas en una sola masa. Se apoyaba sobre doce bueyes; tres
mirando al norte, tres mirando hacia el oeste, tres mirando al sur y tres mirando
al este. Ei «mar de fundición», o de metal, estaba sobre ellos, quedando sus partes
traseras hacia el interior; su espesor era como de un palmo, y su borde como el
borde del cáliz de la flor de lirio. Cabían en él tres mil medidas. El codo antiguo
tenía 45 cms., y el de Ezequiel (c/, Ezequiel 40:5) tenía 52,5 cms. El palmo era la
mitad del codo; el antiguo tenía 22,5 centímetros, y el de Ezequiel la mitad de
52,5 cms. De nuevo, pues, se nos ofrece un proyecto artístico para el templo.
Si agrupamos todo el complejo artístico que Dios mandó colocar en el templo, el
balance será el siguiente: ángeles representados por los bajorrelieves en forma de
querubines, la naturaleza inanimada representada por las flores y las granadas, y la
naturaleza animada en forma de bueyes. Tenemos, pues, que temas no religiosos
son empleados en este arte realizado para ocupar un lugar central en el corazón
mismo del templo donde se adorará al Dios vivo. Así, lo que representa la
creación es traído al centro mismo del ámbito que sirve para la adoración.
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Hasta cierto punto, podría decirse que los bueyes (2 Crónicas 4:4) eran
funcionales, ya que sostenían el «mar de metal», Pero, decidme, ¿qué función
desempeñaba lo que se nos describe en el v. 5?
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igualmente en algo importante que no hemos considerado hasta este momento:
aquí los querubines, las palmeras y las flores son colocados todos juntos. En
otras palabras, tenemos arte representativo de las dos realidades: el mundo
invisible (los ángeles) y el visible (las palmeras y las flores). Ambas realidades
quedan así unidas para ilustrar la gran verdad de su existencia auténtica. No creo
que el vocablo «querubines» sea una figura de lenguaje; al contrario: el énfasis del
texto es darnos la enseñanza de que los querubines tienen forma y son reales. De
hecho, yo miro al futuro y espero poder verlos algún día. Y, sin embargo, ahora
podemos preguntarnos: « ¿Cómo es posible elaborar una representación de algo
perteneciente al mundo invisible?»
La respuesta es simple: resulta fácil si es Dios mismo quien nos dice cómo
debemos hacerlo y nos suministra los datos. La realización de los querubines es
algo parecido a la revelación verbal, en proposiciones concretas, que Dios hace
de sí mismo en la escritura. Ezequiel, por ejemplo, vio querubines un par de
veces (Ezequiel 1:4-25; 3:12-13), No hay nada problemático, en absoluto. Nada
de enigmas si Dios muestra cómo son estos seres al menos de alguna manera que
nos permita su representación artística.
Hemos visto cómo en relación con el Tabernáculo de Dios —el templo— Dios
llamó a los artistas y cómo les instó a que solucionaran ciertos problemas
técnicos inherentes a su labor. Tanto en el Tabernáculo como en el templo luego,
Dios dio instrucciones sobre el lugar que el arte debía desempeñar en su
santuario:
«Los fundió el rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y
Seredata. Y Salomón hizo todos estos enseres en número tan grande, que
no pudo saberse el peso del bronce. Así hizo Salomón todos los utensilios
para la casa de Dios y el altar, y las mesas...; asimismo los candeleros..., las
flores, lamparillas...» (2° Crónicas 4:17-22),
Así como Miguel Ángel trabajó con sus manos el mármol de las grandes canteras
italianas, así el artista hebreo trabajó el bronce en un lugar geográfico particular
entre Sucot y Seredata, un lugar adecuado en donde había abundancia de arcilla
para hacer buenas formas para sus modelos. Estos artistas hebreos no eran
diferentes de los hombres de hoy; ambos viven en el mismo mundo y tienen que
tratar cuestiones técnicas que se les plantean al realizar sus varias obras de arte.
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IV. Arte con fines seculares
Hasta aquí nos hemos ocupado del arte empleado, específicamente, para adornar
los lugares en donde Dios recibía la adoración; arte que tanto podía tener como
tema los ángeles como la naturaleza-Todo este arte era considerado un don de
Dios, además de tener su origen en el mandamiento de Dios; pero de ello no se
sigue que tan sólo los temas religiosos sean dignos del arte. Al contrario, el
empleo de figuras relativas al mundo visible, natural, como son los animales,
enseña que para el arte no siempre es necesario que los temas sean religiosos. El
factor que constituye en cristiana una obra de arte no es que trate necesariamente
de un tema religioso,
En 1° Reyes 10 aprendemos algo también sobre el arte secular en días de
Salomón. Se nos describe el trono de Salomón. Algo impresionante:
«Hizo también el rey un gran trono de marfil, el cual cubrió de oro
purísimo. Seis gradas tenía el trono, y la parte alta era redonda por el
respaldo; y a uno y otro lado tenía brazos cerca del asiento, junto a los
cuales estaban colocados dos leones.
Estaban también doce leones puestos allí sobre las seis gradas, de un lado y
de otro; en ningún otro reino se había hecho trono semejante» (1° Reyes
10:18-20).
Me intriga esta descripción; cada vez que la leo siento curiosidad y hago un
esfuerzo para imaginar lo que sería aquel gran trono de marfil. Me gustaría haber
podido ver esa magnífica obra de arte: «un gran trono de marfil, cubierto de oro
purísimo», guardado por dos leones, y luego, sobre las gradas, de un lado y de
otro, doce leones.
Los eruditos bíblicos se preguntan por qué los dos leones primero y después los
doce son mencionados por separado; algunos sugieren que acaso los dos leones
del trono eran animales vivos y los otros doce sobre las seis gradas formaban un
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grupo escultórico. No podemos estar seguros sobre el particular; no podemos
afirmar sí era así o no, pero imaginad por un momento aquello: ¡Imaginad a
Salomón, sentado en medio de dos leones —que, si bien estarían encadenados
para mayor medida de seguridad, no dejarían de rugir al ver a personas extrañas,
o visitantes—, y allí la magnificencia del trono de marfil sería todavía más
deslumbrante y más espectacular! ¡Qué trono el de Salomón! ¡Y qué obra de arte,
de arte secular!
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V. El uso que Jesús hizo del arte
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Mas es posible, tal vez, que alguien objete: «Sí, claro, pero luego los judíos
tuvieron que romper aquella obra de arte en pedazos. El piadoso rey Ezequías
dio la orden, según lo tenemos narrado en 2° Reyes 18:4.»
¡Es verdad! Y todavía más: Dios se complació de aquel acto del rey Ezequías.
Pero no es ésta la cuestión: Mas bien hemos de preguntarnos: ¿Por qué rompió
Ezequías la serpiente de bronce? La respuesta la encontramos en el mismo texto
sagrado:
«... e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque
hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó
Nehustán ("cosa de bronce").»
¿La destruyó Ezequías porque era una obra de arte?
Desde luego que no; Dios mismo, en última instancia, era el responsable de su
existencia, pues él mismo había dado las órdenes a Moisés para que fuera
construida.
Ezequías hizo pedazos la serpiente —aquella representación artística— porque
los hombres la habían convertido en un ídolo. Lo que resulta malo en cualquier
representación artística no es su existencia, en tanto que obra de arte, sino el mal
uso que pueda darse a la misma.
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VI. La poesía
Hasta aquí nos hemos ocupado de las artes suntuarias, el arte representativo, pero
la Biblia se ocupa también de otras formas de arte igualmente. El más obvio es el
arte de la poesía, de la que están tan repletas las páginas de la Escritura. Cuando
pensamos en la poesía bíblica, inmediatamente nuestros pensamientos van
dirigidos a los Salmos. Pero hay poesía en otras porciones bíblicas; y no sólo esto,
los judíos aprendieron a usar la poesía incluso para fines profanos luego que la
pauta les había sido dictada por la misma Escritura, En la Biblia encontramos
temas seculares expresados de modo poético. Por ejemplo, 2° Samuel 1:19-27
resulta ser una oda secular, un poema escrito por David para alabar a Saúl y
Jonatán como héroes nacionales.
Más adelante, en 2° Samuel se nos dice que David escribió sus Salmos bajo la
inspiración y la dirección del Espíritu Santo:
«Sí, yo fui poeta, pero más que esto: yo era, sobre todo, un profeta del
Dios viviente. Fui profeta; vocero de Dios, portavoz de la palabra divina.
¿Y cómo escribí? Bien, mi respuesta es clara y contundente: escribí bajo la
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inspiración del Espíritu Santo. Dios dirigió mi tarea como escritor
sagrado.»
No podemos pensar que David escribió guiado por Dios solamente cuando
empleó la prosa, por cuanto su poesía fue igualmente inspirada. David era,
básicamente, un profeta tanto cuando escribía poesía como cuando se servía de la
prosa. ¿Quién, pues, se atreverá ahora a afirmar que Dios desprecia la poesía?
¿Cómo puede alguien sentir la más leve inclinación a proferir semejantes dislates,
de que Dios detesta el arte, si la poesía es arte y si Dios se sirvió de ella para
comunicarnos su mensaje inspirado?
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y me toma de entre las ovejas de mi padre.
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trono de Salomón; pero en otro sentido resulta más significativo todavía porque
este poema ha sido puesto en la Escritura como Escritura misma.
¡Cuán a menudo los cristianos piensan en lo sexual como si fuera algo de segunda
categoría! Pero qué equivocados estamos. Nunca, nunca, nunca debiéramos
haber caído en este malentendido de acuerdo con la Palabra de Dios. Es todo el
hombre el que Dios creó para que le amara; y cada aspecto de la naturaleza
humana merece recibir la adecuada consideración y así su exacto lugar dentro de
los propósitos de Dios. Entre estos propósitos se halla la vida sexual, que es don
de Dios. También este aspecto de la naturaleza humana debe recibir luz de la
Palabra y ser tenido, y apreciado, dentro de la perspectiva bíblica. Dios hace
todas las cosas bien; y esto incluye la relación sexual entre una mujer y un
hombre; una tremenda y maravillosa relación creada por Dios. En el principio
mismo de la Humanidad, el Creador entregó a Adán una compañera: Eva. De
aquí que la relación hombre - mujer pueda ser digna de un poema; es algo
hermoso, querido por el Señor. Y, así, un poema de amor puede resultar
maravillosamente bello. De modo que si tú eres un joven, o una muchacha, y si
tú amas a una chica, o a un chico, no me extrañaría que desearas expresar tus
sentimientos por medio de la poesía; tú puedes escribir poesía amorosa y crear
algo bello. No temas; esto puede ser también una alabanza a Dios. Cuando los
dos amantes —él y ella— son cristianos, esta alabanza puede convertirse en una
doxología consciente.
Antes de pasar a las otras formas de arte, desearía simplemente volver a llamar la
atención al hecho de que, aunque utilice técnicas poéticas distintas de las que usa
el inglés o el castellano, la poesía hebrea desmanda estricta disciplina literaria. De
hecho, la poesía hebrea es probablemente más difícil de escrito que la española o
la francesa, pongo por caso. Mucho más que la poesía anglosajona también. Y así
como un artesano era consciente de que se le pedía --rebajar con precisión a
medida que moldeaba las tatúas de bronce, o vaciaba los bloques de piedra, o
diseñaba los bajorrelieves sobre los muros del templo, así también el poeta
hebreo tenía que tener cui-dado con los aspectos técnicos de su poesía y debía
luchar por conseguir la excelencia técnica. En esta pugna por alcanzar la
perfección artesana y artística hay lugar para la alabanza a Dios también.
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VII. La música
La música es otro arte que la Biblia no ignora. Una de las más fantásticas piezas
del arte musical debió haber sido el cántico que los hebreos entonaron luego de
haber sido liberados del ejército del Faraón. En Éxodo 15 encontramos este bello
cántico. Piensa en esta muchedumbre de israelitas —centenares de miles—
agrupados en una de las orillas del mar Rojo y cantando este himno antifonal; era
también una obra de arte:
«Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las
mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas,
Y María les respondía:
(Éxodo 15:20-21)
Tenemos aquí a los hombres entonando el himno, o «stanza» (que se nos da en
Éxodo 15:1-18), y a las mujeres conducidas por Miriam cantando a coro en una
respuesta antifonal. Pensad en el gozo de la libertad recién obtenida, en la alegría
de haber dejado atrás la opresión de Egipto, y pensad también qué escena debió
ser aquélla. Pues bien, para conseguirla, hubo que componer música y hubo que
escribir poesía, ¡Y qué resultado tan maravilloso!
Pero también en el templo había música. Se nos dice en 1° Crónicas 23:5 que:
«... cuatro mil para alabar a Jehová, dijo David, con los instrumentos que
he hecho para tributar alabanzas».
¡Cuatro mil! Un cántico entonado por cuatro mil voces a la vez, Y el cronista
añade:
30
«Y los repartió David en grupos conforme a los hijos de Leví: Gersón,
Coat y Merari»
En otras palabras, David dividió a los cantores en secciones haciendo lo que
nosotros hoy llamaríamos un coro, Y el arte musical irrumpe con todo su
esplendor, con toda su belleza, con toda su fuerza, con todo su poder de
comunicación y toda su gloria.
En los tiempos del rey Ezequías tuvo lugar un incidente que suelo recordar al
pensar en estas cosas. La Escritura nos traza la escena, una escena que a mí me
gusta rememorar. Una vez el piadoso monarca hubo limpiado el templo y el culto
había sido reformado de acuerdo con la Palabra de Dios que por tanto tiempo
había sido olvidada, y mientras eran ofrecidos los sacrificios rituales, Ezequías
«puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios y arpas,
conforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta
Natán, porque aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus
profetas. Y los levitas estaban con los instrumentos de David y los
sacerdotes con trompetas».
32
VIII. El drama y la danza
El drama
34
Mical podía pensar lo que quisiera. A Dios le gustó este arrebato de David, esta
danza de su siervo, y la mujer de David fue reprendida por haber reprendido a su
esposo:
35
IX. El arte y el cielo
36
varias formas del quehacer artístico: la arquitectura, la música, etc. Y, a medida
que suben la escalera, llevan estas artes arriba, alejándose cada vez más del
dragón, para presentarlas a Cristo, Y Cristo desciende para aceptarlas. Paul
Robert comprendió la Escritura mucho mejor que algunos de nosotros. Vio que
la segunda venida de Cristo significará la realización del señorío del Salvador; en
su segunda venida, Cristo será soberano sobre todas las cosas y su señorío lo
incluirá todo.
Pero comprendió también que si estas cosas tienen que ser presentadas al Señor
para su gloría y alabanza y para que queden sometidas al señorío de Cristo en su
segunda venida, entonces ya ahora debiéramos ofrecérselas a Dios. Como he
señalado, en el mismo mural representó la ciudad de Neuchátel, el hermoso lago
y el museo mismo. La intención era obvia: El museo de arte de Neuchátel y sus
obras artísticas debieran ser para la alabanza de Cristo ahora. ¡La realidad del
futuro tiene significado para el presente!
¿Comprendemos la libertad que tenemos bajo el señorío de Cristo y las normas
de la Escritura? ¿Está consagrada a Cristo la parte creativa de nuestra vida? Cristo
es Señor de toda nuestra existencia y la vida cristiana debiera producir no sólo
verdad —verdad llameante— sino también belleza.
37
2.ALGUNAS PERSPECTIVAS
SOBRE ARTE
38
PÓRTICO
Todos nosotros, diariamente, tenemos alguna relación, por ligera que sea, con el arte, aunque no
seamos ni profesionales ni artistas aficionados. Leemos libros, escuchamos música, miramos los
«posters», admiramos un jarro de flores bien dispuesto.
El Arte, tal como empleo ahora la palabra, no incluye solamente «obras maestras», o «arte de
cierta envergadura», es decir: pintura, escultura, poesía, música clásica, sino también sus
expresiones más populares: la novela, el teatro, el cinema, la música popular y «rock». De
hecho, en un sentido muy real podríamos —deberíamos— decir que la vida cristiana tendría
que ser nuestra obra de arte maestra. Incluso para el más grande artista, la obra crucial de su
existencia es su propia vida.
En las páginas que siguen quiero desarrollar una perspectiva cristiana sobre el arte en general.
¿Cómo tenemos, en tanto que dotados de creatividad y de la capacidad de gozar de la belleza,
cómo tenemos que comprenderla y evaluarla? Existen, creo yo, por lo menos once perspectivas
distintas desde las que un cristiano puede considerar y emitir juicios de valor sobre el arte. Estas
perspectivas no pretenden ser exhaustivas y agotar los varios aspectos que entraña el arte. Lo
estético es un campo demasiado rico y complejo para que ello fuera posible. Pero estas once
perspectivas cubren una porción significativa de lo que debiera ser una comprensión cristiana de
esta área.
39
I. La obra de arte como obra de arte
40
sino que también tiene capacidad para crear. Estando hecho a imagen del
Creador, todo ser humano es llamado a alguna clase de creatividad. De hecho,
forma parte de la imagen de Dios el que el hombre sea creador. Jamás
encontramos, ni hallaremos nunca, a ningún animal —a ningún ser no hombre—
realizando una obra de arte. Y, por otro lado, tampoco se da ninguna cultura,'
ningún grupo de hombres, en ningún lugar de la tierra, que no haya producido
alguna obra de arte. El arte es consustancial con la condición humana. La
creatividad constituye un aspecto de la distinción entre lo humano y lo no
humano. Todas las personas, en algún grado, son creadoras; potencialmente, la
creatividad anida en el fondo de su ser y existir como humanos. La creatividad es
intrínseca a nuestra condición humana.
Pero hemos de tener cuidado para no caer en un error, invirtiendo las categorías
expuestas más arriba. No toda obra de arte es grande; es decir: no toda
creatividad produce grandes obras de arte. No podemos afirmar de cualquier
creación que sea arte de calidad. No todo lo que hace el hombre es
necesariamente bueno, ni en la vertiente intelectual ni en la moral. Así, mientras
que la creatividad es algo bueno en sí mismo, ello no significa que todo lo que
surge como producto del acto creador del ser humano sea bueno. Porque si bien
es verdad que el hombre fue hecho a semejanza de Dios, también lo es que cayó
y que, hoy, es un ser caído. Todavía más: dado que el hombre tiene varios dones
y talentos pero no los reúne todos, tampoco puede ejercitarse en todos con igual
perfección. El Creador ha repartido estos talentos y habilidades entre todos los
seres humanos, dando a unos ciertos dotes de creatividad que no ha dado a otros,
reservando para éstos diferentes ingenios; por consiguiente, no podemos afirmar
que cualquiera puede crear cualquier cosa igualmente bien. Sin embargo, el punto
más importante que quiero destacar aquí radica en el hecho de que la creatividad
en tanto que creatividad es una cosa buena.
Cuando yo era más joven, pensaba que era equivocado hablar de crear —utilizar
el vocablo crear— referido a las obras de arte. Opinaba que sólo podía ser
empleada esta palabra en relación con las obras de Dios. Más tarde, comprendí
que estaba totalmente equivocado; estoy convencido de que es importante
comprender que tanto Dios como el hombre son creadores. Ambos crean.
Ambos hacen algo. La distinción estriba en lo siguiente: Dios, porque es infinito,
puede crear de la nada por medio de su palabra. Nosotros, porque somos finitos,
41
tenemos que crear a partir de algo existente, algo que ya haya sido creado. Sin
embargo, la palabra crear también es apropiada para nosotros, dado que sugiere
que lo que el hombre hace con lo que ya está ahí es transformarlo para sacar algo
nuevo. Algo que no estaba ahí antes, algo que comenzó como una simple parte
de la realidad y que luego, por la acción del hombre sobre ella, deviene una cosa
nueva, transformada por el ser humano y que ahora refleja esa humanidad en su
misma existencia remodelada y rehecha.
Estoy convencido de que una de las razones por las que se gastan millones en la
construcción de museos de arte, no es porque allí va a reunirse un conjunto de
cosas «estéticas», no se trata simplemente por estética que se hacen tales
desembolsos, sino porque las obras de arte que se coleccionen constituyen una
expresión de la humanidad del hombre. Cuando contemplo la plata
precolombina, o las máscaras africanas, o los bronces labrados de la antigua
China, no sólo las veo como obras de arte, sino que las considero como
expresiones de la naturaleza y el carácter de la Humanidad. Como hombre, en
cierta manera, estas obras son expresión de mí mismo. Puedo descubrir en ellas
los logros de la creatividad que es inherente a la naturaleza del hombre.
Muchos artistas modernos me parece que han olvidado el valor que el arte
encierra en sí mismo. Demasiado del arte moderno es excesivamente
intelectualizante para ser arte grande. Pienso, por ejemplo, en artistas como
Jasper Johns. Muchos artistas modernos dan la impresión de no saber distinguir
entre lo humano y lo infrahumano. Forma parte del extravío del hombre
moderno —de su condición de ser perdido— el que no discierna ya ningún
valor, o muy escaso, en la obra de arte como obra de arte.
Me temo que, no obstante, nosotros los evangélicos acabamos de cometer el
mismo error. Demasiado a menudo pensamos que una obra de arte tiene valor
solamente si sirve para ilustrar un folleto. Esto también es ver el arte como
mensaje tan sólo para el intelecto. Existen, creo, tres posibilidades básicas sobre
la naturaleza de una obra de arte:
1) La primera teoría es relativamente reciente; se trata del arte por amor al arte.
Esta noción defiende la idea de que el arte está ahí, y ya tiene valor en sí mismo;
está ahí y basta. No se puede hablar acerca de él, no puede ser analizado, no dice
nada. Este punto de vista sufre una desorientación tremenda. Digamos
42
únicamente que ningún gran artista ha trabajado al nivel del arte por amor al arte,
por el arte mismo solamente. Pensemos, por ejemplo, en el Renacimiento,
primero, comenzando por Cima-bue (1240-1302) y pasando por Giotto (1267-
1337), Masaccio (1401-1428), llegamos hasta Miguel Ángel (1475-1564) y
Leonardo da Vinci (1452-1519). Cada uno de estos artistas trabajó a partir de
unas perspectivas dadas, a partir de uno o dos puntos de vista y, a veces, hubo
confusión entre estos dos horizontes desde los que realizaron sus grandes obras
de arte. Su labor fue hecha, o bien a partir de la noción de Cristiandad (noción
que a nosotros, desde un punto de vista bíblico, nos parece fue a menudo
deficiente), o bien desde la perspectiva del humanismo renacentista. Florencia,
por ejemplo, en donde tantas obras de arte excelentes se produjeron, fue
asimismo un centro importante para el estudio del neoplatonismo. Algunos de
los artistas estudiaron bajo Ficino (1433¬1499), quizás el más convencido de los
neoplatónicos y el que más influencia ejerció sobre toda Europa.
Es también cierto que los grandes artistas modernos, como Picasso, nunca
trabajaron por el arte solamente, por amor al arte en sí mismo. Picasso tenía una
filosofía subyacente en toda su obra y que fue mostrando a través de sus pinturas.
Es verdad que algunos artistas menores, hoy, trabajan, o intentan trabajar, en un
medio donde se dice amar el arte por el arte, pero los grandes maestros no
forjaron de esta manera sus obras.
2) En segundo lugar: el arte es solamente la encarnación de un mensaje, un
vehículo para la propagación de un mensaje particular sobre el mundo, sobre los
hombres, sobre el arte o sobre cualquier otra cosa. Este punto de vista ha sido
sostenido tanto por cristianos como por no creyentes; la única diferencia entre las
dos versiones se encuentra en la naturaleza del mensaje que el arte encarna. Pero,
como ya he afirmado antes, este punto de vista reduce el arte a una afirmación
intelectual y la obra de arte en tanto que obra de arte desaparece.
43
medida que iban produciendo sus creaciones, que éstas reflejaron sus conceptos
sobre la vida y el mundo. Mas cuando hablo del punto de vista de un artista sobre
el mundo y la existencia, me estoy refiriendo a la totalidad de su obra, ya que
resulta imposible reflejar la visión que de la realidad tiene un artista simplemente
a través de una sola pintura, o sinfonía u obra de arte individualizada, Pero
cuando examinemos la colección de pinturas de un artista, o la serie de poemas
de algún poeta, o cierto número de novelas de un escritor, tanto el bosquejo
como algunos de los detalles de la obra en su conjunto, reflejan invariablemente
el concepto que de la vida tiene el autor,
¿Cómo, pues, debería comenzar un artista su trabajo? Yo insistiría en que
empezara disponiéndose simplemente a realizar una obra de arte. Debería decirse a
sí mismo: «Voy a crear una obra de arte.»
La perspectiva número uno es que la obra de arte debe ser, ante todo, una obra
de arte.
44
II. Las formas artísticas dan relieve a la cosmovisión
del artista
Existe un paralelo en literatura. La buena prosa, como arte, tiene algo indefinible
que no posee la mala prosa. Más aún, la poesía encierra un encanto especial que
ni siquiera la buena prosa puede conseguir. Podríamos sostener largas discusiones
sobre lo que es este «algo», este «encanto», que hace mejor una cosa que otra; o,
si no mejor, al menos distinto y con diferentes atractivos, pero el hecho está ahí,
es evidente. Incluso en la Biblia, la poesía añade una dimensión que falta en la
prosa. De hecho, el impacto de cualquier proposición —verdadera o falsa-puede
ser aumentado si se expresa en poesía o mediante una prosa bien elaborada; en
cambio, no produce ningún efecto si se transmite con meras fórmulas o en estilo
descuidado.
Pasemos ahora a la tercera observación que deseo hacer:
45
3. En todas las formas de escritura, tanto en poesía como en prosa, se consiguen resultados
tremendamente distintos si se da, o no se da, una continuidad con las definiciones normales de
las palabras en la sintaxis corriente.
46
Cuando, pues, no hay en el artista intención de usar este vocabulario simbólico
en absoluto, la comunicación resulta imposible. No hay manera, para nadie, de
interpretar lo que el artista dice. No afirmo que al trabajar en esta clase de arte el
artista sea inmoral o anticristiano; simplemente, que se ha perdido una dimensión
artística muy importante.
El arte totalmente abstracto establece una relación indefinida con quien lo
contempla. El espectador se halla más o menos alienado del artista. Es lo que
sucede con muchos pintores modernos: no consiguen establecer ninguna relación
con el público; éste se encuentra totalmente alienado del artista. Se ha levantado
un espeso muro entre ambos. El pintor y el espectador están separados el uno del
otro en alienación total, una alienación superior que la que Giacometti pudo
jamás mostrar en sus alienadas figuras.
Cuando Giacometti pinta la terrible alienación del hombre, crea figuras alienadas,
pero él en tanto que pintor sigue viviendo en el mundo de Dios y todavía utiliza
las formas simbólicas comunes, tomadas del entorno, independientemente de la
distorsión que les hace sufrir. Juega con el vocabulario, pero el vocabulario sigue
allí y todo el mundo lo comprende. Así, existe comunicación entre Giacometti y
el espectador, una comunicación titánica. Yo puedo entender lo que está diciendo
y, como resultado, lloro.
En contraste con esto, se da una limitación concreta, evidente, cuando pasamos a
considerar el arte totalmente abstracto. Es lo que sucede también con la prosa o
la poesía que han roto con la sintaxis normal y con la definición corriente de los
vocablos. Lo que se plantea en semejante tipo de arte es un dilema, o mejor
dicho: un enigma, ante el cual a veces sólo sentimos emociones personales, vagas,
y no sabemos ir más allá.
47
III. Lo artístico y lo sagrado
______________________
(*) Piso de arriba, o estrato superior: términos usados por el autor en sus libros para designar lo
que, en el pensamiento moderno, se refiere a lo que suponemos significativo, con algún valor o
sentido, pero que sin embargo no se halla abierto a la comprobación del mundo de los hechos,
el cual constituye “el piso de abajo”, o “estrato inferior”.
48
Pasemos al quinto punto:
5. ¿Qué clase de juicio aplicaremos, pues, a una obra de arte? ¿Sobre qué presupuestos
emitiremos nuestra opinión?
Creo que hay cuatro normas básicas:
1) excelencia técnica;
2) validez;
49
allí donde se encuentre, tiene que ser reconocida. Es un criterio importante, en el
momento de enjuiciar una obra de arte.
La validez es el segundo criterio. Por validez entiendo la actitud del artista que es
honesto consigo mismo y con su filosofía de la vida y sus tesis artísticas, a
diferencia del que hace arte sólo por dinero o por buscar el aplauso. Si un artista
hace obra de arte únicamente para satisfacer a un patrón —tanto si este patrón es
el noble antiguo, o la moderna galería de arte a la que busca tener acceso, o el
mundo de los críticos del momento— ello restará validez a su realización
artística. Las modernas formas de «el patrón» son más destructivas que las del
antiguo mecenas.
Para hacer inteligible todo esto a nuestros lectores evangélicos, pondré un
ejemplo tomado de nuestros círculos. Veamos qué sucede con las formas de
predicación. Hay muchos pastores cuya predicación es deficiente en lo que atañe
a validez. Unos predican para agradar a su congregación, bien sea porque les
gusta el halago o bien porque se trata de quienes les sostienen materialmente.
Otros buscan la conformidad con el mundo. Es fácil jugar con el público, con la
asamblea, y arreglar lo que uno dice, o la manera como lo dice, de tal modo que
produzca la clase de efecto deseado, que será, en último término, de provecho
para el predicador. Cuando considera todo esto y lo relaciona con el Evangelio, la
deshonestidad se hace obvia. Estos predicadores deberían repasar el modelo de
Jeremías.
Podemos pensar en los modernos autores teatrales, cuyo futuro se halla en
manos de los críticos del momento. En drama, música, arte y cinema, tenemos
toda una serie de críticos —bien sea en Nueva York, en Londres y en cualquier
ciudad importante— que se encargan o de hacer o de destruir al artista según su
antojo. Cuan fácil resulta jugar con la crítica y desestimar la seriedad del propio
arte como expresión de lo que el artista mismo pudiera comunicar.
El tercer criterio para analizar una obra de arte es el contenido, lo que refleja la
cosmovisión del artista. Por lo que se refiere al cristiano, la filosofía de la vida
que se muestra en las obras de arte debe ser, en último término, juzgada por la
Escritura, La cosmovisión del artista no se halla libre del juicio de Dios y de su
Palabra. En esto, el artista es como el científico. El científico puede vestir con
cuello blanco y ser tenido por una «autoridad» en la sociedad, pero allí donde sus
50
afirmaciones contradicen lo que Dios ha declarado en la Escritura, también él, el
científico, cae bajo la última y suprema autoridad de la Palabra de Dios. Un
artista puede adquirir mucha fama y hasta puede cubrirse de cierta aureola de
santón, pero allí donde su obra demuestra su concepto del mundo y de la vida,
allí debe ser juzgado por su relación con la cosmovisión bíblica.
Pienso que podemos ver, ahora, cómo resulta factible hacer tales juicios sobre la
obra de arte. Si, como cristianos, nos paramos delante de una tela y reconocemos
que en la misma se ha expresado un gran artista por su excelencia técnica y su
validez, hemos de confesarlo: se trata de una buena obra de arte y de un gran
artista como autor. Entonces, podremos pasar a decir que, no obstante,
consideramos equivocada su cosmovisión. Hemos emitido nuestra opinión sobre
la obra de arte por su excelencia técnica y por su auténtica validez como a tal. Por
lo que atañe a su filosofía de la vida, hemos de juzgarla como juzgaríamos la de
cualquier otro hombre, filósofo, albañil, campesino, administrador, etc.
Seamos más específicos. La noción conocida como «vida de Bohemia», que Jean-
Jacques Rousseau promulgó y que tanta aceptación tiene en la sociedad moderna,
no tiene cabida en el pensamiento cristiano, Rousseau buscaba una clase de
libertad autónoma que justificara la actitud de un grupo de «superhombres» cuyas
existencias pudieran desenvolverse por encima de las normas de la razón y de la
sociedad. Durante mucho tiempo, la libertad, o vida bohemia, era considerada
como el ideal del artista, y en las últimas décadas ha pasado a ser la norma para
mucha gente que nada tiene que ver con el arte. Desde un punto de vista
cristiano, sin embargo, esta clase de vida no está permitida, La Palabra de Dios
obliga tanto al gran hombre como al pequeño, al científico y al hombre vulgar, al
rey y al artista.
Algunos artistas ni siquiera saben que están ofreciendo una cosmovisión desde
sus obras. Sin embargo, así es aunque ello ocurra inconscientemente. Incluso
aquellas realizaciones que se produjeron bajo el principio del arte por amor al
arte, independientemente de toda otra consideración, incluso estas obras implican
una cosmovisión. Porque hasta la filosofía de la vida que afirma no haber
significado para la existencia comunica un mensaje. En cualquier caso, tanto si el
artista es consciente de la cosmovisión como si no lo es, en la medida en que ésta
se exprese en sus obras cae bajo el juicio de la Palabra de Dios.
51
Tenemos que añadir algo a este tercer criterio. Debiéramos darnos cuenta de que
si en una gran obra de arte aparece alguna inmoralidad, o algún ataque a la
verdad, lo inmoral y lo engañoso serán más destructivos y devastadores que si
fueran expresados a través de arte mediocre o afirmaciones prosaicas- Mucho del
arte más crudo, esos productos comunes de las comunidades «hippies» y de la
contracultura, viene empapado de mensajes destructivos, pero el arte en que se
hallan envueltos es tan pobre que no alcanza mucho impacto. Carece de fuerza.
Cuanto mayor sea la excelencia de la expresión artística mayor y más importante
serán las consecuencias para la sociedad; mayor también el juicio que la Palabra
de Dios pasará sobre esta obra de arte.
La reacción más corriente entre muchos actualmente es, sin embargo, la opuesta-
Por regla general, se siente la impresión de que cuanto mayor es la calidad
artística de una obra, menos críticos debiéramos ser de su filosofía de la vida.
Pero nosotros debemos asumir una actitud que es justamente la contraria.
Un ejemplo del efecto devastador de lo que puede conseguir el arte bien
realizado con los no cristianos lo tenemos en el Zen. Esta filosofía neobudista
sostiene que el mundo es nada, el hombre es nada, cualquier cosa que podáis
mostrarme es nada. Pero la poesía Zen lo afirma tan bellamente, que consigue un
impacto más eficaz que el de la prensa «underground» de la contracultura. Esta
clase de prensa también afirma en titulares de dos o tres frases, y en palabras de
dos o tres letras, que el hombre no es nada, que el mundo no es nada, que nada
es nada. Mas si acertaran a expresarlo con algo de belleza, creeríamos que, a pesar
de todo, hay algo, algo hermoso. Es lo que hace la filosofía Zen, que se presenta
como arte de calidad y da el mensaje en un recipiente bello. Mas el resultado es
que la herida que nos infringe este neobudismo es más mortal, precisamente por
el atractivo de sus formas artísticas.
Al llegar aquí nos formulamos una pregunta: ¿Es posible para una persona no
cristiana —un escritor, un pintor— escribir, o pintar, de acuerdo con la
cosmovisión bíblica, aun a sabiendas de que dicha persona no es cristiana? Para
encontrar la respuesta adecuada hemos de saber distinguir entre los dos
significados de la palabra cristiano. El significado primero, y esencial, es que
cristiano es el hombre que ha aceptado a Cristo como su Salvador y que ha
pasado de muerte a vida, del reino de las tinieblas al reino de Dios, por el nuevo
nacimiento, Pero si un número de personas son realmente cristianas, presentan
52
un consenso que, sociológicamente y con el tiempo, ejerce una influencia casi
imperceptible: crean un ambiente, una atmósfera, un entorno. A veces, los no
cristianos pintan y escriben dentro de este consenso y se sirven del fondo del
mismo y de sus puntos de referencia, aunque dichos artistas, en tanto que
individuos, no son cristianos.
Hay, pues, cuatro clases de personas en el mundo del arte. El primer grupo lo
constituyen los nacidos de nuevo, estos artistas cristianos que escriben o pintan,
o realizan cualquier obra de arte, dentro de la total cosmovisión bíblica. En
segundo lugar, tenemos al no creyente que expresa su propia filosofía de la vida
no cristiana. El tercero es el artista que, personalmente, no se ha adherido al
Evangelio pero que, sin embargo, ejecuta sus obras de arte sobre la base del
consenso cristiano por el que ha sido influido. Tomemos como ejemplos, aunque
dentro de otras áreas, a Benjamín Franklin o Thomas Jefferson, quienes, por
todo lo que sabemos de ellos y según sus propias palabras, no eran cristianos. Sin
embargo, produjeron algo que tenía en su base cierta referencia cristiana dado
que lo realizaron dentro del contexto y del consenso cristiano; se dejaron guiar
por los principios del Lex Rex de Samuel Rutherford. Así, dentro del marco
creyente, Jefferson y Franklin, sin ser creyentes, fueron capaces de escribir que
los hombres, todos los hombres, tienen ciertos derechos inalienables, un
concepto derivado de la cosmovisión cristiana.
La cuarta persona es aquella que ha nacido de nuevo pero que no tiene ideas
claras sobre la cosmovisión bíblica y así produce obras de arte que implican un
concepto del universo y de la vida no cristianos. Lamentable, pero posible. Así
como es factible que un no creyente sea inconsistente y describa el mundo de
Dios a pesar de su filosofía personal, así también es posible que un cristiano sea
in-consistente y transmita en sus obras una cosmovisión no bíblica. Este es el
caso más triste.
Un cuarto criterio para juzgar una obra de arte entraña la cuestión de ver cuán
hábil ha sido el artista para acoplar el vehículo —la forma— al mensaje —el
fondea Todas las grandes realizaciones muestran una estrecha correlación entre el
estilo y el contenido. El más grande arte producido por el hombre armoniza la
estructura usada con el mensaje que se quiere comunicar.
53
Un ejemplo reciente nos lo ofrece T. S. Elliot en The Waste Land. Cuando Elliot
publicó este poema en 1922, se convirtió en el héroe de los poetas modernos,
porque por primera vez se había atrevido a construir la forma de su poesía de
acuerdo con la naturaleza del mundo tal como él lo veía en aquel entonces, es
decir: roto, dividido, absurdo. ¿En qué consistía la forma? Una colección de
fragmentos dispersos de lenguaje y de imágenes, con alusiones sacadas
aparentemente por azar de toda clase de fuentes literarias, de toda suerte de
filosofías y de escritos religiosos, tanto de los antiguos como de los modernos.
Los poetas modernos se sintieron satisfechos, porque habían encontrado una
forma poética que encajaba, y se adaptaba, a la cosmovisión del hombre
contemporáneo.
Esta revolución, en el ámbito de la pintura, fue llevada a cabo por Picasso con su
cuadro Demoiselles d'Avignon (1907), un cuadro que toma su nombre («Las
señoritas de Avignon») de una casa de prostitución de la Barcelona de comienzos
de siglo. Picasso comenzó esta obra en la vena de otras obras de aquel mismo
período, pero, como lo describe un crítico, la acabó acornó una composición
semiabstracta en la que las formas de los desnudos y sus accesorios se hallan
quebradas, rotas y aplastadas contra un espacio vacíos. Más específicamente,
Picasso comenzó por la izquierda pintando las formas con bastante naturalidad;
al llegar a la mitad, pintó como los primitivos pintores españoles, y finalmente, a
la derecha, al acabar el lienzo, pintó a las mujeres sólo como formas abstractas y
símbolos o máscaras. Consiguió convertir en monstruos sus sujetos humanos.
Picasso sabía lo que estaba haciendo. Por un momento el mundo permaneció en
«suspense»- Se trataba de una expresión tan fuerte que por un cierto tiempo
incluso sus amigos no aceptaron las nuevas formas de expresión. Ni siquiera
querían contemplar aquel cuadro. La verdad es que, al pintar aquellas
desgraciadas mujeres, Picasso describió la naturaleza fragmentada del hombre
moderno. Lo que T. S, Elliot hizo en su poesía, Picasso ya lo había hecho en la
pintura. Ambos hombres merecen todos los elogios por haber sabido adaptar el
vehículo al mensaje.
Ningún arte debiera ser juzgado sobre la base de este criterio solamente. Hay
otros valores que deben también ser tenidos en cuenta al evaluar una obra de
arte: su técnica, su validez (u honradez artística), su cosmovisión y también, claro
está, su habilidad para compaginar la forma con el contenido.
54
Y llegamos a la sexta consideración:
6. Las formas artísticas pueden ser usadas por cualquier clase de mensaje, desde la pura
fantasía hasta los pormenores históricos.
El que una obra de arte sea dada en forma de fantasía, o de épica, o en pintura,
no significa que no sea portadora de un contenido, de unas proposiciones
concretas. Exactamente como podemos tener afirmaciones proposicionales en
prosa, pueden hallarse afirmaciones y propósitos ideológicos bien definidos en la
poesía, en la pintura, y en cualquier otra clase de modalidad artística.
Hace algunos años un teólogo de Princeton (Estados Unidos) comentaba que él
no tenía ningún reparo en recitar los credos con tal de que pudiera hacerlo
cantando. Lo que quería decir, en realidad, era que mientras pudiera hacer de los
credos obras de arte no tenía por qué preocuparse de su contenido. Pero tal
actitud revela una teología pobre tanto como una pobre estética. Lo épico puede
ser tan enfáticamente —y tan certeramente histórico— como una sobria
composición en prosa. La gran obra de Milton El Paraíso perdido, por ejemplo,
encierra muchas afirmaciones que, aunque estén artísticamente expresadas, son
casi teología pura. Que algo, pues, pase a ser una obra de arte no impide, en
absoluto, para que sea igualmente veraz y exacto.
55
este libro también escribe inglés. Pero, por cierto, que hay una diferencia enorme
entre los dos modos de escribir inglés. ¿Está equivocado Schaeffer por escribir
un inglés distinto del que escribió Chaucer en los albores de la lengua inglesa en
la Edad Media? ¿Quién nos leería hoy si siguiéramos empleando las viejas formas
medievales?
En realidad, el cambio es lo que establece la diferencia entre la vida y la muerte.
No hay idioma vivo que no sufra un cambio constante. Las lenguas que no
cambian —el latín, por ejemplo— son las lenguas muertas. En tanto que
tengamos alguna forma de arte, estará expuesto al cambio. Las formas de arte del
pasado no son necesariamente las adecuadas para hoy o para mañana. Pedir las
formas de arte del pasado, en arte como en cualquier otra actividad, es un fracaso
burgués, No podemos pensar que si un pintor se hace «más cristiano» asumirá
necesariamente más y más de Rembrandt, por ejemplo. Esto sería como afirmar
que el predicador será tanto más bueno cuanto más se acerque a las formas
homiléticas del pasado; pobres de nosotros, ¿qué oiríamos…?
56
No solamente habrá cambios en el idioma, en las formas y estilos de las
diferentes artes, sino que también habrá diferencias en las formas artísticas
surgidas de varias localidades geográficas distintas, así como de diversas culturas.
Tomemos por ejemplo la poesía hebrea. No utiliza la rima, pero en cambio se
sirve constantemente del paralelismo. ¿Significa esto que no es poesía? ¿O
significa, acaso, que casi toda la poesía escrita en los idiomas modernos no es
poesía porque rima y no tiene las características de la poesía hebrea? ¿Es que
estamos obligados a verter todos los poemas en moldes hebreos? Más bien, cada
forma artística, en cada cultura y en cada época, debe encontrar su propia
relación entre la cosmovisión y el estilo.
Puedo entrar en un museo en el que nunca antes haya estado y sin leer la placa en
la entrada que le identifica. Ante las obras allí expuestas, exclamo: «Ah, esto es
arte japonés» ¿Cómo lo sé? Por el estilo. La cuestión crucial es, desde luego;
¿muestra dicha realización artística el carácter japonés? ¿Debiera ser todo el arte
según el estilo japonés, el hebreo? Obviamente, tenemos que contestar con un no
rotundo.
Entonces, ¿qué decir del arte cristiano, o mejor dicho: del arte realizado por
cristianos?
1) El arte cristiano, hoy, debiera ser arte del siglo xx. El arte cambia.
Los idiomas cambian. La predicación del predicador moderno debe utilizar el
lenguaje del siglo xx, o de lo contrario encontrará obstáculos para su
comprensión. Del mismo modo, si el arte que realiza un cristiano hoy no es arte
del siglo xx, ello supondrá un obstáculo para su aceptación. Este obstáculo hace
dicha clase de arte diferente y difícil en cosas y por razones en que no hay
necesidad que lo fuera. Un cristiano, al pintar, no tiene por qué estar copiando a
Rembrandt o a Browning.
2) El arte cristiano debe diferir de un país a otro. ¿Por qué se nos ocurrió obligar
a los africanos a que usaran la arquitectura gótica? Ejercicio sin sentido. Todo lo
que se consiguió fue convertir el cristianismo en algo más y más extraño para los
africanos. Si un artista cristiano es japonés, sus pinturas debieran ser japonesas; si
es filipino, filipinas.
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3) El conjunto de la obra de un artista cristiano debiera reflejar la cosmovisión
cristiana. En otras palabras, si tú eres un joven artista cristiano debes esforzarte
en trabajar según las formas del siglo xx, mostrando las huellas de la cultura de
donde procedes, reflejando tu propio país y la problemática actual del mismo;
además, en tu obra debes incorporar algo de la naturaleza del mundo tal como
éste es visto desde una perspectiva cristiana.
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IV. Las modernas formas del arte y el mensaje
cristiano
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Existe un paralelo con el idioma mismo. Me dicen que el sánscrito se desarrolló
como vehículo perfecto para la filosofía hindú- De hecho, he oído a algunos
eruditos del sánscrito afirmar que el cristianismo no podría ni siquiera ser
predicado en sánscrito. Es interesante que la mayoría de modernos idiomas
europeos —como el castellano, el inglés y el francés, o el alemán, etc. — fueran
codificados en sus modernas formas alrededor del mensaje cristiano. El idioma
alemán es típico al respecto. Fue formándose a partir de varías zonas dialectales,
cuando Lutero tradujo la Biblia. A partir de esta traducción la lengua germánica
cobró forma estructurada y así permaneció. El alemán de Lutero se convirtió en
el alemán literario. En Inglaterra, las primeras traducciones de la Biblia, reunidas
en la versión King James, hicieron algo parecido en favor del inglés moderno.
Esto significó que el cristianismo pudo ser más fácilmente enseñado a medida
que el significado generalmente aceptado de las palabras era el significado
cristiano de estas palabras.
En el Japón, por otro lado, es muy difícil explicar la palabra culpa sin una larga
explicación, porque en el Japón el vocablo culpa se desarrolló como vehículo del
concepto de impureza ceremonial. Si disponemos de una palabra para significar
la impureza ceremonial como vehículo y tratamos de explicar la verdadera culpa
moral en la presencia del Dios santo, personal, tenemos delante de nosotros una
tarea seria. Al usar el vocablo hemos de volver a reinterpretarlo, a rehacer su
sentido, hasta asegurarnos de que la gente a quien hablamos entiende
exactamente lo que queremos decirle y cómo usamos la palabra culpa en sentido
bíblico. Debe significar algo totalmente distinto de lo que significaba en el
sistema del cual surgió el vocablo japonés.
El mismo dilema se plantea a los artistas en lo que concierne al estilo y a las
formas de su arte. Pensemos, por ejemplo, en T. S. Elliot y en su forma poética
para The Waste Land. Su estilo fragmentado transmite la visión del hombre
fragmentado. Pero nos da que pensar el hecho de que después que Elliot se
convirtió a Jesús, al escribir como lo hizo, por ejemplo, en su poema The Journey of
the Magi ya no empleó aquel estilo fragmentado de The Waste Land. El estilo tenía
que adaptarse ahora al mensaje nuevo que quería transmitir: un mensaje de
naturaleza cristiana. Pero no por eso dejó completamente aquella fragmentada
forma de escribir; le sirvió en algunos poemas también. No regresó totalmente al
pasado, no volvió a Tennyson. Más bien adaptó la forma de The Waste Land y
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trató de hacerla encajar en el mensaje que a partir de entonces comunicó a sus
obras. En resumen, T. S. Elliot, el cristiano, escribió un poco de manera diferente
del T. S. Elliot «hombre moderno» simplemente.
Por consiguiente, si bien hemos de usar estilos siglo xx, no tenemos que hacerlo
de tal manera que nos sintamos dominados por la filosofía de la vida que les ha
dado el nacimiento. El cristianismo tiene un mensaje con contenido específico,
concreto; no se trata de una colección de «cosas religiosas» que sólo tiene valor
en el piso o estamento de arriba. El mensaje de Cristo va dirigido a todo el
hombre, y ello incluye su mente tanto como sus emociones y su sensibilidad
estética. Así pues, cualquier forma artística, o estilo, que no sea ya capaz de
comunicar contenidos objetivos y concretos no puede ser utilizada para
transmitir el mensaje cristiano. No estoy afirmando que el estilo sea en sí mismo
malo, sino que digo que tiene sus limitaciones que le hacen inadecuado para la
proclamación del Evangelio. Una prosa totalmente fracturada o una poesía
completamente nihilista no pueden ser usadas para dar el mensaje cristiano, por
la simple razón de que son incapaces de llevar o soportar ningún contenido
intelectual. Y es imposible proclamar el cristianismo sin ningún contenido. El
mensaje bíblico, la buena nueva, es buena nueva con contenido.
Es aquí donde el fondo, el contexto, es importante en relación con el estilo que el
artista escoge. Digamos, por ejemplo, que tú tocas un instrumento en un grupo
cristiano de música «rock». Intentas hacer una forma de arte del «rock», Y
pretendes, además, comunicar el mensaje evangélico. Te supongo en uno de
estos grupos que van a los «coffee-Bar» o «coffe-houses» y usan el «rock» como
un puente para predicar el mensaje cristiano. Estupendo, Pero justamente ahí es
cuando tienes que ir con cuidado. Acabas de tocar una pieza y tienes que
preguntarte si la gente que te ha escuchado ha comprendido verdaderamente tu
intención. ¿Han oído tu mensaje claramente porque tú usabas su lenguaje actual o
han escuchado simplemente de nuevo lo que están acostumbrados a oír, con la
sola diferencia de que ahora el «envoltorio» tenía un matiz cristiano? A veces,
nuestra intención tiene éxito. A través de la música «rock», o de cualquier otro
estilo, conseguimos hacernos oír. Pero en ocasiones la gente no entiende nada
porque identifica nuestras palabras y nuestro mensaje con la filosofía sincretista
que suele ser el acompañante de esta clase de música y estilos. No todas las
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situaciones son idénticas, cada caso requiere una inteligente comprensión del
entorno y de lo que intentamos verdaderamente hacer.
En la música «folk» se plantea este problema como en la música «rock». Joan
Báez canta maravillosamente aquello de «Vosotros podéis llamarle Jesús, pero yo le
llamo Salvador». Pero, por lo que se refiere tanto a Joan Báez como a la mayoría de
sus auditorios, cuando exclama: «yo le llamo Salvador», no se refiere a Jesús como el
Salvador a la manera como los cristianos le llamamos Salvador, Ella pudo haber
escogido otro tema para su «folk» sudista o campero, tanto como cualquier otro
texto lírico bien fuese hindú u occidental; lo mismo da. Así, cuando nuestros
jóvenes se presentan a sus compañeros y les dicen: «Nuestro propósito es cantar
"folk" porque deseamos ser comprendidos», hemos de indicarles que tienen que
encontrar también la manera de dejar bien sentado el hecho de que cuando
nosotros, los cristianos evangélicos, cantamos música «folk» —o cualquier otra—
estamos transmitiendo una filosofía de la vida, una cosmovisión, y no simple y
únicamente un mero entretenimiento amenizado por la música folk.
La forma como sea comunicada nuestra filosofía de la vida podrá debilitar o
fortalecer el mensaje, incluso cuando el lector, o el espectador, no lo analice en
detalle. En otras palabras, dependemos del vehículo que empleamos; algo puede
llegar al auditorio sin que éste, a veces, se dé cuenta y, sin embargo, le está
moviendo bien sea lejos o cerca de la cosmovisión que el vehículo ha
transmitido. Uno puede hablar largo tiempo con el espectador o el lector. Y, a
medida que el cristiano adopta varias técnicas contemporáneas, debe enfrentarse
con todo lo que se halla implicado en esta interacción forma -fondo. Deberemos
buscar la dirección del Espíritu Santo para saber cuándo hay que inventar,
cuándo conviene adaptarse y cuándo no resulta aconsejable emplear esta o
aquella técnica. He ahí cuestiones importantes con las que tiene que enfrentarse
todo artista cristiano a lo largo de toda su vida; no se trata de algo que soluciona
en un abrir y cerrar de ojos, ni una vez por todas.
En conclusión, diremos que al usar las formas del siglo xx —la técnica
multiforme de nuestra época— debemos tener cuidado, de tal modo que nuestro
empleo de las mismas no signifique debilitar —o borrar enteramente— la
cosmovisión que nos distingue como cristianos, la cosmovisión implícita en
nuestra fe. En un sentido los estilos son completamente neutrales. Pero en otro
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sentido no deben usarse de manera poco inteligente, ingenua, pues pueden llegar
a condicionar el mensaje.
De ahí la importancia de tener ideas claras acerca del punto de vista cristiano
sobre el mundo y el hombre, sobre la vida y la historia: la cosmovisión bíblica.
9. La cosmovisión cristiana puede ser dividida en dos partes: el tema mayor y el tema menor
(los términos mayor y menor los utilizo sin referencia a la música, por supuesto).
1) El tema menor.
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romántico. Dejadme decir, con pesar, que durante muchos años nuestra literatura
para la Escuela Dominical ha sido romántica en sus expresiones artísticas y ha
tenido muy poco que ver con el arte cristiano genuino. Los cristianos más
ancianos acaso se pregunten qué anda mal en estas expresiones artísticas de los
cuadernos de la Escuela Dominical; es posible, al mismo tiempo, que se
pregunten del porqué de la apostasía de muchos de sus hijos. ¿No ven una
relación entre ambas cosas? Puro romanticismo, apoyado en la noción de que el
cristianismo tiene sólo una nota optimista.
Por otro lado, es posible también que un creyente enfatice tanto el tema menor y
sólo hable del estado de perdición del hombre y de la anormalidad de un
universo que no armoniza con la voluntad del Creador, que a la larga su
presentación sea igualmente antibíblica por incompleta. No obstante, esta clase
de artistas cristianos que sólo ven lo negativo son excepción; la regla más general
es que el tema mayor sea el dominante, tan dominante que ahogue la realidad del
menor.
El arte moderno, desde luego, no hace el menor caso del consenso cristiano y
tiene la tendencia de enfatizar sólo el tema menor. Contemplamos los cuadros en
las galerías de arte modernas y nos sentimos impresionados por el análisis
pesimista del hombre contemporáneo que se desprende de ellos. Hay, claro está,
algunas obras de arte moderno que son optimistas. Pero la base para semejante
optimismo es insuficiente y, al igual que el arte cristiano que no tiene suficiente
lugar para el tema menor, tiende a ser puro romanticismo. La obra del artista, en
estos casos, aparece como deshonesta si se la enfrenta con los hechos de nuestro
mundo, aquí y ahora.
Finalmente, el artista cristiano debiera tener en mente constantemente la ley del
amor en un mundo abocado a la destrucción. El poeta o el pintor cristiano tiene
el deber de enfatizar ambas realidades: la representada por el tema menor y
también la del tema mayor. Mas nuestro mundo al final del siglo xx presencia
tanta destrucción sin que los artistas cristianos enfaticen el tema menor en la
totalidad de su obra que ello añade pobreza y destrucción a nuestra generación.
Un hombre de negocios que no opera sobre la base de la compasión no tiene
derecho a llamarse cristiano. Un hombre de negocios cristiano sabe que la
compasión tiene que ser un aspecto de su carácter, pues ella expresa una de las
normas bíblicas de la economía; asimismo, el artista cristiano que sólo se
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concentra en la anormalidad del mundo no vive plenamente la ley del amor que
obliga a la presentación del tema mayor.
Existe un paralelo en nuestras conversaciones con los hombres y mujeres que
nos rodean. Tenemos que presentarles tanto la ley como el Evangelio; no
podemos terminar con tan solo la presentación de la ley. Incluso en aquellos
casos en que sea necesario gastar casi todo el tiempo en la exposición del juicio a
que nos lleva la ley divina, el amor nos dicta que debemos en algún momento
ofrecer el Evangelio, Y me parece a mí que dentro del cuerpo total de la obra de
un artista debe haber suficiente lugar para el tema mayor.
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vestiduras de los sacerdotes. En la naturaleza no encontramos granadas azules.
Pero el Sumo Sacerdote entraba con vestimentas, sobre las que esta fantasía se
hallaba dibujada, en el Lugar Santísimo, Los artistas cristianos no tienen por qué
temer la imaginación, ya que tienen una base para saber la diferencia entre la
fantasía y el mundo real inmediato. Epistemológicamente, como he señalado en
mi libro Dios está presente y no está callado, el hombre cristiano tiene una apoyatura
para conocer la diferencia que media entre el sujeto y el objeto. El cristiano es el
hombre realmente libre: libre para tener imaginación. Este es también nuestro
privilegio; forma parte de la herencia cristiana. El creyente es aquel cuya
imaginación debería volar más allá de las estrellas.
Hay más, un artista cristiano no tiene por qué concentrarse sólo en temas
específicamente religiosos. Después de todo, hay muchos temas religiosos que
son anticristianos; en muchos casos, la religión se opone a la revelación. ¿Queréis
un ejemplo moderno de lo que acabo de afirmar? En algunos de estos periódicos
«underground» de la contracultura y del mundo de los «hippies» he podido ver
dibujos en los que Cristo y Krishna aparecen mezclados; arte religioso por
excelencia. Pero completamente anticristiano. Temas religiosos en las obras de
arte no constituyen ninguna garantía de que sean de inspiración cristiana, ni
tampoco de que su mensaje será el evangélico. Por otro lado, el arte de alguien
que acaso nunca se haya atrevido a pintar la cabeza de Jesús, o la tumba vacía,
puede ser un creador de arte genuinamente cristiano. Hay artistas que de suyo se
sienten inclinados por temas religiosos sin ser creyentes. El artista cristiano no
tiene por qué atormentarse si no se siente movido a pintar escenas bíblicas o
temas específicamente religiosos. Esta es la libertad que el artista tiene en Cristo:
poder escoger sus temas bajo la dirección del Espíritu Santo.
Consideremos, finalmente, una obra de arte aislada y la totalidad de la creación de
un artista:
11. Cada artista tiene el problema de crear obras individuales de arte y, al mismo tiempo,
realizar una obra total, un cuerpo general que represente toda su labor artística.
Ningún artista puede decir todo lo que desearía, o construir todo lo que podría
en una sola obra de arte. Es cierto que algunas formas artísticas, tales como la
épica y la novela, permiten más amplias concepciones y tratamientos más
complejos, pero incluso en estas esferas es imposible que el artista pueda hacer,
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de una vez por todas, todo lo que quiere realizar. Debemos, pues, juzgar la obra
de un artista, y la cosmovisión correspondiente, sobre la base de todo lo que
podamos conocer de dicho artista. Es la obligación de todo crítico y de todo
historiador de arte.
Tenemos aquí un paralelo con el sermón. Ningún sermón puede abarcar la
totalidad de lo que debe ser dicho. Y nadie debe atreverse a juzgar la teología de
un ministro del Evangelio, o el contenido de su fe, en base a un solo sermón
escuchado. De hecho, el pastor que trata de ponerlo todo dentro de un solo
sermón es verdaderamente un mal predicador. Incluso la Biblia es un conjunto de
libros —el libro de los libros—, y no admite ser leída como si en uno solo de sus
libros, o en uno solo de sus capítulos, se hallara incluido el todo; debe ser leída
desde el comienzo hasta el final. Y si esto es verdad de la Palabra de Dios,
¡cuánto más lo es de toda obra de arte humana!
Si tú eres un artista cristiano no debes desesperar si crees que hasta aquí no has
podido dar todavía aquello de lo que te sientes capaz. No temas de escribir un
poema de amor aunque no puedas poner dentro de él todo lo que quisieras. No
dudes en escribir, aunque no aciertes a comunicar la totalidad del mensaje
cristiano. Sin embargo, si un hombre está llamado a ser artista su objetivo debe
consistir en producir a lo largo de toda su vida un amplio y profundo cuerpo de
realizaciones.
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ella— y algo hermoso —debe encontrarse belleza en la misma—, en medio de un
mundo perdido sumido en la desesperación.
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