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La Acción Oculta de Los Disruptores Endocrinos

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La acción oculta de los disruptores endocrinos

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711/la-accin-oculta-de-los-disruptores-endocrinos-15493
Omnipresentes en nuestro entorno, estos contaminantes químicos interfieren en
la acción de las hormonas y perjudican nuestra salud. Pero describir con detalle
su efecto para poder legislar su uso plantea un reto enorme.

 Esther Fuentes

 Ángel Nadal

El plástico empleado para fabricar numerosos tipos de envases contiene cantidades muy
pequeñas de ciertas sustancias, como ftalatos y bisfenol A, que alteran el funcionamiento
de nuestras hormonas. [© FOTOGRAFIABASICA/ISTOCKPHOTO]

EN SÍNTESIS

Como consecuencia de nuestra exposición a los compuestos presentes en objetos de


uso cotidiano, como los cosméticos, los productos de limpieza o los envases
alimentarios, nuestro organismo presenta niveles variables de contaminantes.

Algunos de esos compuestos alteran la acción de nuestras hormonas, por lo que se


los denomina disruptores endocrinos. Actúan a dosis bajas en las diferentes etapas
de nuestra vida, en especial durante el desarrollo fetal y la infancia. Debido a que
modifican la expresión de genes a través de marcas epigenéticas, pueden perdurar
de una generación a la siguiente.

Su acción podría contribuir al aumento de patologías como la diabetes mellitus, la


obesidad, la infertilidad y el cáncer. A pesar de que la ciencia ha demostrado sus
efectos negativos sobre la salud y el ambiente, las autoridades reguladoras todavía
no han definido los criterios para su identificación.
Alo largo de nuestra vida, las interacciones entre nuestros genes y el ambiente
pueden causarnos enfermedades crónicas no transmisibles, tales como la
obesidad, la diabetes mellitus, los cánceres hormonodependientes, el autismo o el
síndrome de atención e hiperactividad. Los factores ambientales que afectan a las
células de nuestro organismo son múltiples y complejos, y abarcan desde el tipo
de alimentación, el estrés, las infecciones y la microbiota (la rica comunidad
microbiana que vive asociada a nuestro organismo), hasta los contaminantes
químicos.

En la actualidad, la opinión que la palabra química despierta entre la población se


halla polarizada entre quienes únicamente ven los beneficios que esta ciencia nos
ha aportado, sin encontrarle ningún perjuicio, y quienes sienten miedo e intentan
evitar todo lo relativo a ella, ya que consideran que lo ajeno a la naturaleza (para
ellos química es sinónimo de artificial o sintético) es nocivo para la salud. Por
supuesto, pensamos que ninguna de estas dos perspectivas es correcta. La
química es una ciencia muy extensa que estudia la composición, la estructura y el
comportamiento de la materia. No hay ninguna duda de las enormes ventajas que
nos ofrece. Solo hay que pensar en los avances revolucionarios que han
experimentado, gracias a ella, campos como la medicina, la agricultura y la
industria de la alimentación. Estos y otros logros asociados a la química han
contribuido a que nuestra esperanza de vida haya aumentado en el último siglo
unos veinte años, además de a mejorar nuestra calidad de vida.

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Dicho esto, debemos considerar también los costes que han conllevado tales
beneficios. Cualquier químico sabe que el peaje que tenemos que pagar por estos
desarrollos es la contaminación. La fabricación de ciertas sustancias, así como su
uso y eliminación, acaban afectando a nuestro ambiente y a nuestra salud.
Debemos, por tanto, ser conscientes de ello e intentar minimizar en lo posible ese
peaje.

En la actualidad existen más de 80.000 compuestos químicos en el mercado, la


mayoría de los cuales no ha pasado ninguna prueba antes de ser introducido en
él. Aun así, sabemos que un porcentaje de ellos han resultado tóxicos para los
humanos y para la fauna silvestre. Los que deben su toxicidad a la alteración que
producen en la función de las hormonas se denominan disruptores, o alteradores,
endocrinos.

Se ha comprobado que, además de perjudicar nuestra salud, los disruptores


endocrinos podrían afectar también a la de nuestros descendientes a lo largo de
más de una generación. No obstante, resulta muy difícil establecer una relación
de causa-efecto respecto a estas sustancias, debido a que pueden actuar a muy
bajas concentraciones y a que el efecto no suele producirse en el mismo momento
de la exposición. Todo ello hace que la definición y legislación de los disruptores
endocrinos planteen un enorme reto.

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