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Si bien es cierto que durante el largo mandato presidencial del general Díaz,
consecuencia de sus sucesivas reelecciones, México logró un importante
desarrollo económico, el beneficio fue sólo para unos cuantos, en su mayoría
empresarios extranjeros y familias acomodadas simpatizantes de las ideas
políticas del gobierno de Díaz.
La clase trabajadora, a pesar del auge económico, nunca vio una mejora en su
calidad de vida, muy al contrario, fueron explotados en los trabajos que
realizaban en fábricas o haciendas, y remunerados con sueldos
extremadamente bajos, que no satisfacían ni siquiera las necesidades más
esenciales para vivir.
Los indígenas serían otro sector poblacional que durante el porfiriato vería
afectados sus derechos, siendo despojados de tierras comunales mediante
decretos que beneficiaban el latifundismo. Así los capitales nacionales y
extranjeros se hicieron de grandes extensiones de tierra en las que
irónicamente muchos indígenas trabajaban.
Cuando Porfirio Díaz asumió su primer periodo presidencial, las finanzas del
país estaban quebradas, y fue durante su segundo mandato que México
comenzó a despegar económicamente gracias a una seria de leyes que
beneficiaban la entrada de inversión extranjera y la inversión de capital privado
mexicano.
Otro motor del crecimiento fue la ampliación de la red ferroviaria que comunicó
a poblaciones muy importantes por su producción minera y agropecuaria.
Las principales naciones que invirtieron en México durante el gobierno de
Porfirio Díaz fueron Inglaterra, Francia y los Estados Unidos de América. Todo
este progreso se vio frenado por la recesión económica que afectó al mundo
entre 1907 y 1908, provocando un aumento en el ya existente descontento
social.