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Pasquino (2004) - Cap. 5. Los Sistemas de Partido PDF

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Capitulo 5

Los sistemas de partido


El capítulo cuarto se abrió con una cita del famoso politólogo francés
Maurice Duverger que pone el acento en la importancia del conocimien-
to de las tareas desarrolladas por los partidos con el fin de comprender
cuidadosamente el funcionamiento efectivo de los sistemas políticos. Este
capítulo, justamente, pretende profundizar en el análisis de los sistemas
políticos apuntando no tanto a los partidos considerados individual-
mente y a la pluralidad de tareas que cada uno desempeña -las llama-
das funciones de los partidos- sino, más bien, a los sistemas de partido,
o bien a las interacciones entre los partidos en cada uno de los cinco
sistemas políticos que son el objeto de este libro y a su comparación.
Naturalmente estamos interesados en los sistemas de partido no en sí
mismos, problemática sin duda de mucha relevancia, sino en sus co-
nexiones y su incidencia en la estructuración del sistema político y en el
funcionamiento del sistema institucional, y, especialmente, del sistema
de gobierno . Lo que aquí se propondrá no es, por consiguiente, un aná-
lisis ni genético, ni funcional, ni organizativo de los partidos, sino un
análisis específicamente "sistémico". Además, la perspectiva utilizada que
prevalecerá será, aunque no exclusivamente, sincrónica, vale decir que
se concentrará en cada sistema de partido tal como está configurado ac-
tualmente y tal como ha funcionado hasta aproximadamente la última
década, período que en las democracias occidentales ha sufrido intere-
santes cambios.
Para una mejor comprensión, estos cambios serán confrontados selec-
tivamente con los que tuvieron lugar durante la segunda posguerra, te-
niendo en cuenta, caso por caso , las peculiaridades de cada sistema,
pero iluminándolos con la comparación. Con este fin tendré muy en
cuenta tanto todas las recientes variaciones como las condiciones que
han determinado las respectivas variaciones: por ejemplo, y siguiendo el
orden, para Francia el pasaje en 1958 de la Cuarta a la Quinta República;
para Alemania la reunificación de 1990; para Italia la reforma electoral

159
--
Gianfranco Pasquino

de 1993. En suma, no pretendo limitarme a sacar una fotografía de los


sistemas de partido existentes. Deseo , en cambio, hacer un cortometraje
que suministre información suficiente para entender cuáles son los tipos
de sistemas de partido que se encuentran en los cinco sistemas políticos
analizados, cuál ha sido su contribución al funcionamiento de los res-
pectivos sistemas institucionales y qué problemas y tendencias pueden
ser individualizadas para el próximo futuro.
Por muchas de las buenas razones que han presidido la selección por
mi efectuada, en los cinco sistemas políticos examinados encontramos
representadas las tres principales variantes de los sistemas electorales,
mayoritario a primera vuelta en colegios uninominales (Gran Bretaña y
Estados Unidos), mayoritario a única vuelta en colegios uninominales (la
Francia de la Quinta República), proporcional con cláusulas de acceso
(Alemania), además del sistema tres cuartos mayoritario aplicado en co-
legios uninominales y un cuarto proporcional para listas de partido blo-
queadas adoptado en Italia a partir de las elecciones de 1994 (pero cons-
tantemente criticado, por lo tanto "en riesgo" de contrarreforma, o bien
de regresión "a la proporcional", presumiblemente a aquella utilizada
hasta las elecciones políticas de 1992, Pasquino 2002a). Sabemos que los
sistemas electorales influyen de manera significativa en la formación y el
funcionamiento de los sistemas de partido (Fisichella 2003 y Sartori 2004),
pero es un tema en el que, teniendo bajo la mira a los sistemas de partido
tal como están actualmente estructurados, no profundizaré. Deberían ser
suficientes las alusiones contenidas en el capítulo segundo . Por lo tanto
los sistemas de partido serán analizados en tanto que tales, como actual-
mente los podemos observar en su dinámica interactiva y competitiva,
haciendo constante referencia a la tipología más importante, que hasta
ahora no fue superada, formulada por Giovanni Sartori (1976).

Contar los partidos que importan


Hasta la publicación del fundamental volumen de Sartori los sistemas
de partido eran diferenciados y clasificados haciendo exclusivamente
referencia al número de partidos (véase en particular el pionero y clásico
análisis de Duverger 1951 ; entre los pocos críticos, Eckstein 1968 expre-
sa insatisfacción, pero no llega a ofrecer alternativas), es decir, de manera
simplista: uno, dos, muchos partidos y, por consiguiente, sistemas mo-
nopartidistas, bipartidistas, multipartidistas. Hoy sabemos más y es mu-
cho más fácil subrayar que el criterio numérico, si se utiliza solo, es muy
tosco y, a menudo, hace errar el camino. Y sin embargo, el único intento
de clasificación alternativa a la elaborada por Sartori ha recurrido al con-
160
Sistemas políticos comparados

teo del número de partidos, aun cuando haya sido llevado a cabo no
haciendo referencia exclusiva al número de partidos existentes, sino tam-
bién a una valorización de su consistencia electoral (Laakso y Taagepera
1979). Pero cuando examinando las medidas propuestas por algunos
autores, se afirme que los partidos "efectivos", según su definición, son
menos de tres en Gran Bretaña y apenas más de tres en Alemania, sabien-
do también, superficialmente, que la dinámica de los dos sistemas es,
como ya veremos, extraordinariamente diferente, no podremos dejar de
preguntarnos si el criterio numérico, incluso después de intentar refinar-
lo, no resulta insuficiente o no requiere, preliminarmente, de una for-
mulación teórica. Si miramos los resultados obtenidos por los dos auto-
res citados más arriba debemos forzosamente poner en evidencia que,
por sí solo, el criterio numérico resulta poco claro e incluso equívoco, y
mucho. No por casualidad el criterio sugerido por Laakso y Taagepera es
hoy muy raramente utilizado, con mucha cautela, mientras que la mayor
parte de los estudiosos nos enseña a encontrar alguna combinación entre
criterios cuantitativos y cualitativos (por ejemplo, aunque inadecuado,
pero con principios útiles, Ware 1996).
En lo que respecta a los sistemas políticos analizados en este libro,
sólo el sistema de partidos de los Estados Unidos es con toda seguridad
bipartidista. Recordemos que, según Sartori (1982, p . 76), los criterios
cruciales que caracterizan a un sistema bipartidista son los siguientes:
1) dos partidos están en posición de competir por la mayoría absoluta
de las bancas;
2) al menos uno de los dos partidos conquista una mayoría suficiente;
3) dicho partido está dispuesto a gobernar solo;
4) la rotación del poder sigue siendo una expectativa creíble.
En la gran mayoría de las vueltas electorales estadounidenses para los
cargos federales compiten casi exclusivamente candidatos Demócratas y
Republicanos, pero, y esto es lo que importa, al Congreso, salvo rarísimas
excepciones, sólo llegan los Representantes y Senadores que hacen refe-
rencia a los Demócratas y a los Republicanos. Es import::mte subrayar que
ningún candidato de un partido distinto al Demócrata y al Republicano
ha conquistado la Presidencia en la segunda posguerra, pero, en verdad,
tampoco antes, aunque no han faltado, en al menos cinco ocasiones,
desafiantes de este tipo (Campus y Pasquino 2003), y que, finalmente, al
nivel de la Presidencia, la rotación el cargo se ha producido, efectiva-
mente, con satisfactoria periodicidad. La tabla 5.1 pone en evidencia la
sucesión de presidencias demócratas y republicanas. Por lo tanto, en
161
q

Gianfranca Pasquina

palabras de Sartori, tanto la forma, vale decir el número de partidos ,


como la mecánica, vale decir las modalidades de competencia, del sistema
de partidos de los Estados Unidos, a nivel federal, son de tipo bipartidis-
ta y parecen absolutamente consolidadas. Garantizan la alternancia, pero
cuando se afirma el gobierno dividido, crean algunos inconvenientes de
funcionamiento (ver cap. cuarto).

Tabla 5.1 El blpartidismo puesto a prueba en las elecciones


presidenciales de los Estados Unidos.

Demócratas Republicanos

Truman 1945·1952 Eisenhower 1953-1960

Kennedy 1961-1963
Johnson 1963·1968 Nixon 1969· 1974
Ford 1974-1976

Carter 1977-1980 Reagan 1981·1988


B ush, Sr. 1989-1992
Clinton 1993·2000
Bush Jr. 2001 ·2004

También estamos habituados a considerar al sistema de partidos in-


glés como bipartidista; incluso como el prototipo del bipartidismo. Sin
embargo, si nos limitásemos a contar los partidos en las elecciones, o
bien en el Parlamento, entonces el sistema de partidos inglés no podria
considerarse bipartidista ni en un caso -es decir contando los partidos
que presentan candidatos a las elecciones en las circunscripciones uni-
nominales- ni en el otro -donde siempre obtienen una consistente
representación al menos tres partidos: el Laborista, el Conservador y el
Liberal-, pero después de las elecciones de 2001 son seis (agregando a
los tres mayores al Nacionalista Escocés, el Galés y al Irlandés de Ulster,
pero hay también un parlamentario Independiente sin ninguna afilia-
ción partidaria) . Lo que cuenta no es el formato, vale decir el simple
número de los partidos representados en la Cámara de los Comunes,
sino la mecánica, es decir las modalidades de la competencia entre ellos.
Entonces, como veremos más adelante, el sistema de partidos inglés, in-
dudable y efectivamente, es bipartidista, o sea que regularmente uno de
los dos partidos mayores obtuvo la mayoria absoluta de las bancas y, por

162
Sistemas pollticos comparados

consiguiente, gobernó solo, y la alternancia se produjo con cierta perio-


dicidad, más visible teniendo en cuenta largos períodos.
Si la existencia de un número de partidos superior a dos configura
desde el punto de vista del conteo .un sistema definible en su conjunto
como multipartidista, se pierden t'odas las diferencias que median, in-
cluso sólo intuitivamente, y que pueden ser notables, entre un sistema
con tres partidos -por ejemplo Democristiano, Socialdemócrata y Libe-
ral, como fue el de la República Federal Alemana de 1949 a 1987- y
sistemas como el italiano o el francés, que siempre tuvieron un número
más elevado de partidos, a menudo no menos de siete. Por lo tanto,
como apropiadamente ha sostenido Sartori, si se quieren clasificar co-
rrectamente los sistemas de partido hay que saber "contar los partidos
que importan", vale decir que es indispensable no solamente contar con
un criterio numérico, sino individualizar también un criterio de relevan-
cia. En la práctica, según Sartori, los criterios de relevancia son dos, am-
bos esencialmente cualitativos, pero no por esto ni menos claros y preci-
sos ni menos confiables y convincentes: primero, la capacidad de formar
parte de las coaliciones de gobierno, cosa que es fácilmente mensurable
basándose en el número de las coaliciones de gobierno, de las que los
distintos partidos han formado parte, y en la frecuencia con la que han
participado en el gobierno; segundo, el poder de intimidación, o bien
técnicamente, el poder. de "chantaje", es decir la capacidad de incidir
tanto en la formación de las coaliciones de gobierno como en la formula-
ción y la implementación de las políticas de gobierno. Este segundo cri-
terio se presta con mayor dificultad a un eventual juicio que, en todo
caso, debería proceder del análisis profundo del "discurso" político y de
las modificaciones parlamentarias a las propuestas gubernativas. Aun cuan-
do todas sean operaciones complejas, todas resultan seguramente factibles y
enriquecerán el saber sobre el funcionamiento efectivo de los sistemas de
partido.
Como ya se ha dicho, como alternativa a los criterios propuestos por
Sartori, pero especialmente para dar mayor solidez a sus conteos, algu-
nos autores han propuesto como criterio esencial de relevancia el por-
centaje de los votos y el número de las bancas obtenidas por los partidos.
Sólo en apariencia este es un criterio más científico y convincente. Es
suficiente confrontar el caso y el rol de los Liberales ingleses con el caso
y el rol de los Liberales alemanes. Los primeros tuvieron a menudo mu-
chos más votos que los segundos, pero desde 1945 hasta hoy nunca for-
maron parte de ningún gobierno, ni siquiera en 1983, cuando en alianza
con los Socialdemócratas, salidos del Partido Laborista, consiguieron el

163
Gianfranco Pasquino

25,4 por ciento de los votos, pero sólo 23 bancas, y tampoco en 2001,
cuando habiéndose presentado solos obtuvieron el más alto número de
bancas, 4 7, con un notable porcentaje de votos, 18,3 por ciento, que
sigue siendo muy superior al alcanzado jamás por los Liberales alemanes.
En ninguna ocasión los Liberales alemanes obtuvieron más del 13 por
ciento de los votos, por lo general oscilando entre el seis y el 1O por
ciento, pero gracias a la distribución proporcional de las bancas conquis-
taron regularmente de 30 a 60 bancas en el Bundestag. Sin embargo,
desde el punto de vista del sistema de partidos, el aspecto más importan-
te que debe subrayarse es que los Liberales alemanes han formado parte
de todos los gobiernos de 1949 a 1966, y de 1966 a 1998. Más aún,
fueron decisivos para permitir la primera alternancia, entrando a formar
parte del gobierno con los socialdemócratas en 1969 hasta 1982. Después
de lo cual volvieron a ser decisivos en septiembre-octubre de 1982, subs-
cribiendo, junto a los democristianos, y produciendo junto a ellos a
través del voto de desconfianza constructivo, usado de la manera más com-
pleta, la pérdida de la mayoría parlamentaria que llevó a la sustitución del
Canciller socialdemócrata Helmut Schmidt por el democristiano Helmut Kohl.
A la luz de estas consideraciones es claro, por un lado, que el sistema
de partidos inglés es concreta y verdaderamente bipartidista. Por otro
lado, resulta efectivamente incomprensible que algunos autores hayan
podido definir al sistema de partidos alemán como un sistema de dos
partidos y medio. El llamado "medio partido" ha desarrollado un papel
absolutamente relevante e incomparablemente mayor que el de los Libe-
rales ingleses, resultando no sólo un partido "entero" sino también "deci-
sivo". La Tabla 5.2 presenta los datos relativos a la participación de los
partidos en los gobiernos alemanes, poniendo en evidencia al mismo
tiempo el papel decididamente importante de los Liberales y la transfor-
mación del sistema de partidos, iniciada ya en 1987 y luego definitiva-
mente registrada con la formación del primer gobierno entre el SPD y los
Verdes en 1998.

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Sistemas políticos comparados

Tabla 5.1 El bipartldismo puesto a prueba en las elecciones


presidenciales de los Estados Unidos.

Demócratas Republicanos

Truman 1945-1952 Eisenhower 1953-1960


Kennedy 1961-1963
Johnson 1963-1968 Nixon 1969-1974
Ford 1974-1976
Carter 1977-1980 Reagan 1981-1988
Bush, Sr. 1989-1992
Clinton 1993-2000
Bush Jr. 2001-2004

Por lo tanto, en el sistema de partidos inglés:


a) sólo dos partidos ganaron las elecciones y obtuvieron la mayoría abso-
luta de bancas para gobernar;
b) gobernaron solos; y
c) hubo una alternancia más o menos frecuente -es un pu.nto que pro-
fundizaré más adelante- en el gobierno ..
la Tabla 5.3 pone en evidencia la periodicidad de la alternancia entre
partidos en Gran Bretaña en la segunda posguerra. El partido liberal
inglés ha sido sustancialmente irrelevante en la formación de los gobier-
nos y en la producción de políticas. No tuvo ni la posibilidad de
entrar a formar parte de eventuales coaliciones de gobierno ni el po-
der de ejercer cierta influencia/chantaje en los gobiernos y en sus
políticas. En cierto sentido el partido liberal alemán se ha encontrado
ampliamente en el extremo opuesto de su compatriota inglés: gran
capacidad de entrar en las coaliciones de gobiernos y gran poder para
influenciar la dinámica de formación de los gobiernos y sus políticas.
Con el fin de una mejor comprensión de la mecánica del sistema de
partidos, tal vez preferible, como ha hecho Sartori, "contando" al sis-
tema liberal alemán -en tanto que decididamente relevante para la
dinámica del sistema de partidos alemán- entre los sistemas multi-'
partidistas moderados, ha resultado claro con el paso del tiempo . A la
luz de la deformidad de las dos dinámicas partidistas y sistémicas
resulta absolutamente ab~urdo adoptar métodos de conteo que no "cap-
turen" esta fundamental deformidad que, entre otras cosas, tiene no-

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Gianfranco Pasquino

tables efectos en los electores y en los gobiernos, en la identificabili-


dad de las elecciones disponibles y en la accountability (como se argu-
mentará en el capítulo sexto).

Tabla 5.3 La alternancia entre partidos en Gran Bretaña en el cargo de


Primer ministro.

Laboristas Conservadores

Atllee 1945-1951
Churchill 1951 -1955

Eden 1955-1957

Macmillan 1957-1963

Home 1963-1964

Wilson 1964-1970

Heath 1970-1974
Wilson 1974-1976

Callaghan 1976-1979

Thatcher 1979-1990

Major 1990-1997

Blair 1997-2006

Nota: En total, los. Laboristas gobernaron durante 27 años; los Conservadores


durante 35 años. Como ya he subrayado, cinco Primeros ministros ingleses sobre
un total de doce asumieron sus cargos sin haber ganado ninguna elección .

Lejos de desenvolverse en una dirección bipartidista, el sistema de


partidos alemán se perfiló ulteriormente como sistema multipartidista
moderado, con actualmente cuatro partidos importantes, y con una me-
cánica competitiva bipolar. Hay que agregar que los ex comunistas de Ale-
mania oriental, transformados en el Partei des Demokratische Sozialis-
mus, después de haber obtenido el acceso al Bundestag, antes, en 1994,
gracias a la conquista de cuatro bancas mayoritarias, después, en 1998,
con la superación del umbral del cinco por ciento, en las elecciones de
2002 fracasaron en ambos objetivos, o bien no superaron ninguna de las
cláusulas que permiten el acceso a la representación parlamentaria en el
Bundestag. Solamente dos diputadas, un número insuficiente para per-
mitir la representación parlamentaria al partido en tanto que tal, ganaron

166
Sistemas políticos comparados

las bancas gracias al voto mayoritario en los colegios uninominales. De


modo que el PDS se transformó "técnicamente" en un partido irrelevan-
te: no tiene potencial de coalición ni tiene potencial de intimidación. No
tiene potencial de coalición porqu!! ningún otro partido quiere aliarse
con él y no sólo porque tiene pocas bancas. Precisamente porque tiene
pocas bancas, no puede poner en riesgo el ejercicio de ningún potencial
de intimidación, ni sobre la formación de gobiernos de su desagrado, ni
sobre la implementación de políticas. Por lo tanto, políticamente no cuenta
más en forma sustancial, al ser incapaz de incidir, de algún modo, sobre
la dinámica global del sistema de partidos y de gobierno. Por consiguien-
te, el sistema de partidos alemán, compuesto por cuatro partidos rele-
vantes (SPD, Verdes, FDP, CDU/CSU), que forman parte de las coalicio-
nes y dan vida a los gobiernos, se configura, técnicamente, como un
sistema bipartidista, de pluralismo limitado desde el punto de vista nu-
mérico y de pluralismo moderado desde el punto de vista del funciona-
miento.
Desde el punto de vista numérico, o bien según el formato respecti-
vo, tanto los sistemas de partido de Francia como los sistemas de partido
de Italia fueron y siguen siendo, según la terminología de Sartori, multi-
partidistas "extremos". Curiosamente, por su parte, Laakso y Taagepera
(1979, p . 24) descubren en cambio que la Francia de la Quinta Repúbli-
ca ·tendría más de cinco partidos "efectivos", mientras que la Italia ante-
rior a 1993 habría tenido sólo de tres a cinco (de todos modos, la oscila-
ción no parece marginal y merecería mayor atención; casualmente, dos
autores cuentan los partidos "efectivos" en Italia antes del advenimiento
del penta-partido), pero no dicen nada -y con ese planteo no podrían
hacerlo- sobre la dinámica competitiva de dos sistemas de partido. Es-
cribo sistemas de partido en plural porque, siempre haciendo referencia
específica al número de partidos, no existieron variaciones relevantes ni
en la Quinta República francesa -respecto a la Cuarta~, ni en la Italia
posterior a la reforma electoral de 1993 respecto a la larga fase preceden-
te. A causa de las características sociales y culturales de los dos sistemas
políticos, ambos sistemas fueron, no sorprendentemente, muy parecidos
también en el tipo específico de los partidos políticos existentes. Tanto
Francia como Italia presentaban partidos de extrema derecha y partidos
comunistas que, aunque no tuvieron ninguna capacidad de coalición
(las distintas derechas, jamás; los comunistas, ninguna capacidad desde
194 7 en adelante, con una pequeña excepción para el PCI en la fase de
solidaridad nacional 1976-1979, pero sin ser aceptado por el gobierno),
merecían ser tenidos en cuenta ya que incidían en la' formación de las

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Gianfranco Pasquino

coaliciones de gobierno, haciendo sustancialmente obligatorios gobier-


nos fundados en el centro, y en la elaboración, aprobación e implemen-
tación de políticas públicas (que fue, con más razón, el caso de PCI entre
1976 y 1979).
Para contener y reducir el número de partidos relevantes -según
algunos un objetivo digno de ser perseguido a fin de simplificar y exaltar
la competencia política- no fueron suficientes las reformas institucio-
nales y electorales, ni en Francia ni, mucho menos, en Italia, prescin-
diendo de su importancia y calidad diferentes. En Francia, la Quinta
República se configuró como un verdadero cambio de régimen delibera-
damente deseado, en palabras del Gral. De Gaulle, contra "el régimen de
los partidos". Los dos sistemas de partidos quedaron multipartidistas,
con un número de partidos relevantes que de todos modos no es inferior
a seis/siete (para el caso francés véase la utilísima panorámica de Bréchon
2003, pero también el análisis de Reif 1987). No habiendo cambiado
sustancialmente y seguramente no habiendo disminuido el número de
los partidos relevantes, lo que verdadera y significativamente cambió es la
mecánica de los dos sistemas de partido. Por lo tanto ha llegado el momen-
to de dedicarle una atención específica a las modalidades de competencia de
los distintos sistemas de partido y a sus consecuencias para el funcionamien-
to del sistema de partidos y d~l sistema político en su conjunto.

Las modalidades de competencia


Según Sartori el elemento crucial en el funcionamiento de los siste-
mas de partidos debe investigarse en las modalidades de la competencia
electoral y, en sentido más amplio, política. Todas las veces que los siste-
mas de partidos son bipartidistas, como el sistema inglés y el estadouni-
dense, o bien multipartidistas moderados, como el sistema alemán, la
dirección de la competencia es centrípeta, vale decir que los partidos
buscan el consenso moviéndose, dentro de ciertos límites, hacia el cen-
tro, a la conquista de los electores que se encuentran en ese espacio
político. Comprensiblemente, estos movimientos influenciarán también
en las alternativas practicables por los distintos partidos en términos de
formación de las coaliciones de gobierno. Lamentablemente esta pre-de-
finicíón de las alternativas de coalición es un fenómeno ampliamente
subestimado por algunos estudiosos de las coaliciones de gobierno, pero
no es éste el lugar donde profundizar la crítica. A su vez, las coaliciones
de gobierno que se han formado luego de determinadas modalidades de
la competición partidaria ejercerán su influencia en las competencias

168
Sistemas pollticos comparados

electorales sucesivas, es deeir, confirmando la solidaridad político-gu-


bernativa o bien tomando distancia recíprocamente. Este es un fenóme-
no que hemos discutido en el capítulo segundo y que reaparecerá en el
capítulo sexto. En los sistemas oipartidistas, salvo en los no muchos ca-
sos de ejercicio del voto estratégico, que tienen lugar en un número limi-
tado de circunscripciones uninominales, cada partido "corre" solo. En
los sistemas multipartidistas moderados, las diferencias en las modalida-
des disponibles en los partidos relativas a cómo afrontar el juicio del
electorado están condicionadas: 1) por el tipo de sistema electoral utili-
zado; y, más aún, 2) por la formación -o no- de coaliciones de parti-
dos preelectorales. Más adelante, en este mismo capítulo, veremos mejor
este aspecto.
En cierto sentido la competencia de partidos en los sistemas biparti-
distas no crea ningún problema analítico específico. Los dos mayores
partidos, los únicos que pueden alternarse en el gobierno, deben alcan-
zar al electorado indeciso y fluctuante, que la mayor parte de los estudio-
sos considera también un electorado moderado y potencial, o bien esen-
cialmente ubicado en el centro de la distribución de las preferencias
políticas en un sistema político. Pero deben hacerlo sin descontentar con
su movimiento en el espacio político y con sus propuestas programáticas
al electorado que ya los apoya. Efectivamente, si este electorado, ubicado
en los dos polos dei sistema, se sintiese insatisfecho o desilusionado,
podría refugiarse en el abstencionismo, fenómeno a menudo bastante
más frecuente que la conversión del voto a favor del partido adversario.
Se ha sugerido muchas veces que tanto en los Estados Unidos como en
Gran Bretaña el fenómeno más significativo de los últimos veinte/treinta
años, que habría incidido de manera conspicua en los resultados electo-
rales de los dos partidos mayores, está constituido por la disminución
del porcentaje de aquellos que se identifican con un partido y que, por
consiguiente, al menos hipotéticamente, "fluctúan" de un partido a otro,
de un candidato a otro, de una consulta a otra. En realidad los datos no
parecen confirmar esta afirmación, ni para el electorado de Gran Breta-
ña, donde los "identificados" siguen constituyendo el 86 por ciento del
electorado (Webb 2002, p. 20), ni para el de Estados Unidos, donde los
"identificados", fuertes y débiles, llegan a alcanzar, aunque en una esti-
mación más bien generosa, el 90 por ciento (Green 2002, p . 318). De
modo que es probablemente lícito considerar que el resultado de las
competencias electorales está determinado en medida muy distinta tanto
por los electores "independientes", que declaran no sentirse identifica-
dos por ninguno de los dos mayores partidos, como por los electores que

169
Gianfranco Pasquino

deciden elegir, de vez en vez en cada elección, aunque sólo por esa oca-
sión, ,un partido distinto al precedente. Esa es la razón por la que los
partidos no tienen nunca una total libertad de movimiento que les per-
mita ocupar el espacio politico de sus opositores, corriendo el riesgo de
que una parte de su electorado no los siga (véase tanto Downs 1957, trad.
it. 1988, como la crítica de Sartori 1976, cap. 10).
En los sistemas de multipartidismo extremo, vale decir el caracteriza-
do por un alto número de partidos -nunca menos de seis o siete-, la
competencia centrípeta no es alentada por la estructura misma del siste-
ma. Cada partido cuidará a su propio electorado específico, incluso tra-
tará de encapsularlo, volviéndolo indisponible a las eventuales, pero no
improbables, incursiones de los otros partidos, consciente de que es muy
difícil arrancarle electores a otro partido que se comporta del mismo
modo, o bien de manera defensiva. De esta estrategia de minimización de
losTiesgos resulta, obviamente, que los desplazamientos del voto en siste-
mas multipartidistas extremos, en los que se usa el sistema proporcional,
se miden siempre en porcentajes muy bajos. Por otra parte, dada la abun-
dante oferta de partidos, es más fácil para los electores encontrar un
referente partidafio que lo satisfaga. Si el pluralismo no es sólo extremo,
en cuanto al número de partidos, sino polarizado, vale decir que existen
tres polos: uno al centro, otro a la derecha y otro a la izquierda, y el polo
de derecha y el de izquierda son anti-sistema (término que, técnicamen-
te, significa que, si pudieran, tratarían de cambiar el sistema, especial-
mente su régimen, que consiste en las reglas, en los procedimientos y en
las instituciones, de manera tal que pudieran consolidar y blindar defi-
nitivamente el propio poder político), y las distancias ideológico-políti-
cas, .entre los polos son grandes, entonces la competencia podrá asumir
características centrífugas con los dos polos extremos que intentarán va-
ciar el centro atrayendo hacia ellos sectores del electorado de centro, de
centro-derecha y de centro-izquierda. Es una operación difícil, pero no
impracticable.
Según Sartori (1976, pero también 1982, cap. 1), tanto la Cuarta Re-
pública francesa (1946-1958) como Italia (de 1947 a 1993) han consti-
tuido ejemplos significativos de sistemas de partido con pluralismo pola-
rizado. En la formulación que hace el mismo Sartori (1982, pp. 83-89),
en ambos casos se presentaron claramente las ocho siguientes caracterís-
ticas:
1) presencia de partidos anti-sistema;
2) existencia de oposiciones bilaterales;

170
Sistemas políticos comparados

3) sistema clavado en el centro;


4) polarización, o bien fuerte distancia ideológica;
S) probable prevalencia de impulsos centrífugos en la atracción centrí-

peta;
6) congénita configuración ideológica;
7) desarrollo de oposiciones irresponsables;
8) política de superoferta o sea, de asumir una posición más avanzada en
determinada dirección respecto a los otros.
En esta síntesis, obra del mismo Sartori, estas características quedan
reducidas a tres:
i) multipolaridad;
ii) competencia centrifuga;
iii) política inmoderada o extrema.
Inmediatamente después Sartori agrega que "frente al pluralismo mo-
derado se puede decir que un sistema de pluralismo polarizado es no-
bipolar, no-centrípeto y no-moderado". En la Cuarta República francesa
una oposición de derecha, bajo varias etiquetas políticas, en parte tam-
bién "fascistas", y una oposición de izquierda, claramente comunista, el
PCF, trataron de vaciar un centro relativamente débil, el Mouvement Ré-
publicain Populaire (MRP), a fin de cuentas mucho más débil que la
Democrazia Cristiana italiana, que, por su parte, supo, en cambio, prote-
ger con éxito, mucho más eficazmente y por mucho más tiempo, el cen-
tro de la formación política-partidaria italiana. Dejando en claro que las
derechas fascistas y la izquierda comunista son para Sartori igualmente
considerados partidos "anti-sistema", es interesante notar que según los
criterios sugeridos por él también los gaullistas fueron, prácticamente
durante toda la Cuarta República, un partido anti-sistema: no dispuestos
a coalicionar, por voluntad propia y por voluntad de los actores partidis-
tas, "pertenecientes a un sistema de creencias que no comparte los valo-
res del ordenamiento político en el que opera"; ideológicamente distan-
tes de todos los demás partidos. Como prueba de su carácter anti-sisté-
mico, apenas tuvieron la posibilidad, los gaullistas cambiaron el régi-
men, sustituyendo la Cuarta República, parlamentaria tradicional, a la
siempre y, si se quiere, coherentemente, se habían opuesto, por la Quinta
República, semi-presidencial original.

171
Gianfranco Pasquino

En el caso italiano no tenemos una prueba tan neta y convincente del


carácter anti-sistémico de los neo-fascistas y de los comunistas, aunque
los comportamientos de rechazo de esas alternativas por parte de la gran
mayoría de los electores italianos constituyen un claro signo de la no
aceptabilidad de cualquier eventual participación de esos partidos en
una alianza de gobierno . Además podemos destacar que ambas oposicio-
nes italianas anti-sistema estuvieron obligadas, en tiempos apenas dife-
rentes, pero sustancialmente por la misma razón, vale decir, con el fin de
sobrevivir y adquirir un rol en las nuevas condiciones institucionales, a
cambiar de nombre (de Partito Comunista Italiano a Partito Democratico
di Sinistra; de Movimento Sociale Italiano a Alianza Nazionale) y, funda-
mentalmente, de posición política, volviéndose disponibles para la for-
mación de coaliciones electorales y de gobierno. El electorado percibió la
reducción de la distancia ideológica del Partito Democratico di Sinistra y
de la Alianza Nacionale del centro de la formación, o bien de sus prefe-
rencias políticas, y consideró positiva la propensión de ambos partidos a
entrar en coaliciones. Este fenómeno, por lo tanto, pudo puntualmente
suceder. De hecho, gracias también a la reforma del sistema electoral, se
afirmó en Italia una dinámica competitiva bipolar que incluso condujo a
una alternancia entre el gobierno del Olivo y el gobierno de las Casa delle
Liberta (Pasquino 2002b), englobando en la nueva coalición ganadora
un pa.rtido como la Lega, que, por sus declaraciones y sus propensiones
secesionistas, merece la calificación de "anti-sistema". Pero del fenómeno
concerniente al cambio de modalidades de competencia política diremos
más analizando las transformaciones de los sistemas de partido.
Para concluir con una evaluación general es legítimo sostener que los
sistemas de pluralismo polarizado, cuando no se derrumban, como, si-
guiendo con los dos casos analizados, sucedió con claridad en el caso de
la Cuarta República francesa, tienen dos problemas. El primero es que
funcionan con bajo nivel de rendimiento, debiendo elegir y llevar a cabo
políticas fuertemente combatidas en sus mismos principios inspiradores.
A propósito, Sartori ha usado la metáfora de un triciclo que, inevitable-
mente, no puede andar tan rápido como unan bicicleta, metáfora que
indica el dinamismo de un sistema bipartidista, o bien como un tándem,
metáfora acuñada por mí para indicar sistemas multipartidistas con com-
petencia bipolar, como la que puede observarse tanto en el caso alemán
como en el francés, definido por Duverger "cuadrilla bipolar", fenómeno
que ha caracterizado casi treinta años la Quinta República. El segundo
problema es que los sistemas de pluralismo polarizado, al no poder recu-
rrir a personal, energías e ideas que una parte del electorado premia,

172
Sistemas políticos comparados

pero que son percibidas como anti-sistema por todo el resto del electora-
do, tienen graves problemas de circulación de las elites y de renovación
de las políticas y corren riesgo de asfixia.

Las transformaciones de los sistemas de partido


El primero que se ocupó de las transformaciones de los sistemas de
partido fue -aventurero e inteligente pionero también en esta proble-
mática- Maurice Duverger. Según el autorizado estudioso francés (1961,
p. 355) es posible individualizar cuatro tipos generales de evolución:
alternancia, división estable, predominio e izquierdismo. Sus señaliza-
ciones no han sido tenidas en cuenta y no conozco estudios que hayan
intentado un reconocimiento de ellas, pero lo que importa subrayar aquí
es que los cuatro tipos posibles de evolución seguramente dan cuenta de
algo importante que se encuentra en las "situaciones" de los distintos
sistemas de partidos de los que estamos discutiendo. Obviamente, un
sistema bipartidista es y sigue siendo tal mientras la alternancia efectiva-
mente constituye una posibilidad de evolución periódicamente satisfe-
cha. Por ejemplo, en Gran Bretaña incluso se había temido que el largo e
ininterrumpido gobierno de los conservadores de 1979 a 1997, diecio-
cho años, configurara el advenimiento de un sistema de partido predo-
minante. Hoy, aunque bastante prematuro, un temor similar vuelve a
asomar a causa de la duración actual y previsible de los gobiernos labo-
ristas. Pero si tomamos como perspectiva temporal todo el período de la
segunda posguerra, es fácil ver que generalmente los Conservadores estu-
vieron en el gobierno durante treinta años y, por su lado, los Laboristas,
si cumplen los tiempos de su segundo mandato, habrían estado en el
gobierno durante veinticuatro años. No muy distinta es la situación para
la alternancia a la presidencia de Estados Unidos entre los Demócratas,
que la tuvieron durante veintisiete años, y los Republicanos, que hasta
ahora estuvieron en la Casa Blarica durante treinta y dos años.
La alternancia es el fenómeno caracterizador de los sistemas biparti-
distas que, si no experimentasen alternancia, se volverían inexorable-
mente sistemas de partido predominante en los que el partido obtiene
repetidamente un número de bancas suficientes como para gobernar solo,
y lo hace ininterrumpidamente durante un número considerable de años.
Sin embargo también es lícito hablar de alternancia entre coaliciones de
sistemas multipartidistas limitados y moderados. En gran medida, en este
período, esta es la situación alemana con dos formaciones que se confrontan:
por un lado el SPD y los Verdes; por el otro, el CDU/CSU y el FDP.

173
Gianfranco Pasquino

La división estable que también puede caracterizar a los sistemas multi-


partidistas limitados y moderados, no es incompatible con los sistemas
multipartidistas extremos y polarizados. Todo lo contrario. En lo que
respecta tanto al caso italiano como al francés, la distribución de votos
para el centro y la izquierda, con variaciones, interesantes y conspicuas,
de 1946 a 1992 para Italia y de 1946 a 1958 para Francia, no ha sufrido
cambios sustanciales. Definido como "centro" no un partido sino los
partidos que convergian y se reagrupaban en ese espacio de formación
política, el centro italiano, por lo general, se ha afirmado en torno al 60
por ciento de votos y bancas, y las izquierdas en torno al 35 por ciento.
En la Francia de la Cuarta República, el centro, bastante más fragmenta-
do, alcanzaba porcentajes similares y a veces superiores a los italianos,
gracias también a la convergencia de los socialistas de la Section Franc;ai-
se de l.'.International Ouvriere (SFIO), con el PCF por encima del 25 por
ciento de los votos. Naturalmente, la composición del centro, un partido
solo, muchos partidos, a lo mejor fragmentados en su interior, hace una
diferencia. La división general puede permanecer estable, pero los cam-
bios internos, en el ámbito de los partidos del centro, como sucedió en
Francia, puede tener consecuencias desestabilizadoras.
Si se usa en sentido técnico, el término predominio significa que un
partido mantiene un alto consenso electoral y un alto número de bancas
para un período de tiempo .razonablemente largo, pero también que es lo
suficientemente fuerte como para dictar las coaliciones y controlar la
mayoría de los cargos de gobierno. Podemos decir que la DC ha gozado
de este predominio de 1947 a 1992, del mismo modo que han gozado de
él los gaullistas en la Quinta República. En cambio, si el término predo-
minio pretende referirse no a un partido sino a un sistema de partidos,
donde lo que importa es la dinámica competitiva entre una pluralidad
de partidos, se corre el riesgo de errar el camino. Más correctamente,
Sartori especifica que un sistema "de partido predominante" es un siste-
ma multipartidista competitivo, vale decir, con elecciones libres que pro-
ducen consecuencias, en el que:
a) un partido obtiene un porcentaje de las bancas mucho más elevado
que cualquier otro partido, a menudo la mayoría absoluta;
b) mantiene este porcentaje durante bastante tiempo y por un período
ininterrumpido; y
c) gobierna solo.

174
Sistemas políticos comparados

Ésta última es una cláusula dirimente. Si no se observa, no estamos


frente a un sistema de partido predominante.
Aplicando estos criterios, ni la Democrazia Cristiana ni los Gaullistas,
en tanto, en cierto sentido, son partidos "dominantes'', han configurado
un sistema de partido predominanté. Efectivamente, casi nunca tuvieron
la mayoría absoluta de las bancas en el parlamento y nunca han goberna-
do solos. Entre las democracias de Europa occidental, prácticamente sólo
los soeialdemócratas suecos (y durante un período tal vez demasiado
breve los Laboristas noruegos) han dado vida a un sistema de partido
predominante ganando repetidamente elecciones consecutivas y gober-
nando solos.
El último tipo de evolución individualizado por Duverger es el iz-
quierdismo. El ejemplo al que alude el estudioso francés que, recordamos,
escribía a fines de los años cuarenta, y, por consiguiente, no disponía de
la enorme cantidad de datos que disponemos hoy, es el de los partidos de
la Tercera República francesa. El crecimiento gradual, pero muy consis-
tente, de la fuerza electoral del Partito Comunista italiano de 1946 (18,9
por ciento de los votos) a 1976 (34.4 por ciento) podría configurar un
ejemplo de izquierdismo. Pero, como se ha sugerido más arriba, si se
cuentan juntos los porcentajes del PSI y el PCI, entonces el izquierdismo
italiano resulta bastante dimensionado: del 39,6 al 43,6. En el contexto
francés de la Quinta República, el crecimiento de los votos para la iz-
quierda, lenta y no conspicua, llevó, gracias al reequilibrio de los votos
entre el nuevo Partí Socialiste, construido por Fran\'.ois Mitterrand en
1971 , y el viejo PCF, no al izquierdismo, sino a la posibilidad de alter-
nancia que concretamente se produjo, primero en la elección presiden-
cial de 1981 e inmediatamente después en las elecciones legislativas.
Después de las elecciones presidenciales y legislativas de la primavera
de 2002 se tiene la tentación de ver en Francia la afirmación de una
suerte de división estable, pero que premia al centro-derecha, mientras
que la extrema derecha permanece consolidada en su 10-12 por ciento
de sufragios. Sin embargo son las distintas organizaciones de partido las
que no resultan lo suficientemente estables, de modo que probablemente
es arriesgado hablar de división estable de las formaciones francesas. Dado
que resulta igualmente azaroso individualizar un verdadero "realinea-
miento" de las preferencias electorales que premie, por un período bas-
tante largo, a una formación específica, en este caso, el centro-derecha,
debemos sugerir que la división actual contiene elementos de inestabili-
dad que el sistema electoral a segunda vuelta eventual y periódicamente
puede exaltar.

175
Gianfranco Pasquino
l
En el contexto italiano post-1993 es difícil individualizar una ten-
dencia específica y continuada, porque poco más de diez años y tres
elecciones generales no son factores suficientes para delinear cualquier
evolución con características dotadas de la capacidad de durar. Sin em-
bargo parece que las dos mayores formaciones (Casa de lle Liberta y El
Olivo) pretender durar en el tiempo, pero muchos elementos, como el
liderazgo de centro-derecha y la persistente fragmentación de la centro-
izquierda (y sus fracasados intentos de unión), sugieren también la posi-
bilidad de que se quiebren y· sean sustituidos en la misma área política.
También en este caso, a condición de que se siga utilizando el sistema
electoral mayoritario, podremos concluir que en Italia la división es pro-
bablemente estable, en tomo a dos polos, pero la composición de las dos
coaliciones está destinada a sufrir rio pocas redefiniciones de los actores
y del respectivo séquito electoral.
Aun cuando resulte interesante, la individualización de los tipos de
evolución en un sistema de partidos efectuada por Duverger parece dar
cuenta, sustancialmente, de la evolución del electorado y, a lo sumo, de
cómo esta evolución se refleja en los partidos y en sus relaciones de
fuerza, más que en la transformación de los sistemas de partido . Cuando
podamos sostener, convincentemente, que, por ejemplo, las repetidas
victorias de un partido y, por consiguiente, la serie inint~rrumpida de
gobiernos compuestos por ese solo partido en un sistema bipartidista
terminan configurando la transformación en un caso de predominio, o
bien de sistema de partido predominante, habremos encontrado la clave
de la transformación exclusivamente en los cambios de las preferencias
electorales. A pesar del largo y desde muchos puntos de vista excepcio-
nal predominio de los Conservadores en Gran Bretaña, caracterizado por
cuatro victorias electorales consecutivas (1979, 1983, 1987, 1992) y una
experiencia de gobierno con dieciocho años de duración, no sólo este
fenómeno se configura como excepcional en el panorama de los sistemas
bipartidistas, sino que, como ya sabemos, la alternancia ha vuelto a fun-
cionar en el sistema británico a partir de 1997.
Agrego que probablemente debemos tener en cuenta no sólo la efecti-
va alternancia sino, especialmente, la legítima expectativa de alternancia. Con
esta expresión me refiero tanto al hecho de que electores y dirigentes de
un partido sigan comportándose como si la altemáncia pudiese tener
lugar en cualquier elección, como el hecho de que no se cambia ninguna
norma electoral e institucional que pueda incidir negativamente en las
posibilidades de alternancia. Finalmente, división estable, izquierdismo
e, incluso, predominio, no parecen sugerir de manera probatoria de qué

176
Sistemas políticos comparados

modo y en qué dirección los sistemas de partido cambian en el curso del


tiempo. La pregunta a la que dar respuestas convincentes es doble: no
sólo de qué sistema de partidos a qué otro sistema de partidos, sino,
inmediatamente después de la aparición de qué elementos condicionan-
tes o determinantes se produce una transformación significativa.
La propuesta operativa de Sartori (1976, p . 291) sugiere considerar a
las tres variables que intervienen, ofreciendo cada una de ellas su contri-
bución en la transformación de los sistemas de partido:
i) el sistema electoral;
ii) la estructura constitucional; y
iii) el grado de autonomía internacional.
En total coherencia con su perspectiva politológica, que apunta -es
muy importante destacarlo- a explicar la política con la política, las tres
variables individualizadas son precisa y específicamente políticas e insti-
tucionales y, como se puede ver, dejan un espacio autónomo limitado al
cambio de las preferencias de los electorados que, a lo sumo, interactúan
con las "ofertas" hechas por los partidos y, en gran medida, son conduci-
das, plasmadas e incluso impuestas por los cambios en el sistema electo-
ral y en la estructura constitucional, y por los cambios en el marco de las
relaciones internacionales. Es clara aquí la referencia a los sistemas de
partido, único o hegemónico, impuestos por la Unión Soviética a los
países satélites de Europa centro-oriental y, por lo tanto -un punto que
debe remarcarse- a la posible evolución de esos sistemas de partido una
vez que los respectivos sistemas políticos hubiesen readquirido plena
autonomía política, o bien la soberanía política, constitucional y partida-
ria-electoral.
Curiosamente, la validez de la perspectiva analítica delineada por
Sartori puede confirmarse, especialmente, a través de un simple procedi-
miento mental contra-intuitivo. Los dos sistemas de partido que queda-
ron, en tanto que sistemas, vale decir como número de partidos relevan-
tes y como modalidades de competencia, sustancialmente inmutables,
son los de Gran Bretaña y Estados Unidos: bipartidistas desde los lejanos
tiempos de sus orígenes, bipartidistas después de doscientos años. Am-
bos constituyen la prueba de una tesis también sartoriana, que dice que,
si son sólidas, las organizaciones de partido pueden no sólo crear un
electorado -que, entonces, nunca es un mero "producto" sociológico,
como quisieran muchas tesis más o menos marxistas-, sino encapsular-
lo. Téngase en cuenta que en el curso del tiempo cambiaron, a menudo

177
Gianfranco Pasquino

incluso de manera significativa, los dos actores partidarios dominantes


l
(para el caso inglés véase el análisis de cómo los Liberales no consiguie-
ron mantener su papel de segundo partido relevante en McLean 2001,
cap. sexto; en los Estados Unidos, la literatura sobre los "realineamien-
tos" es muy extensa, pero para una profunda y eficaz reconstrucción
general véase el volumen curado por Chambers y Bumham 1975).
Sin embargo, al menos desde hace medio siglo, cualquier ulterior
cambio parece sustancialmente improbable, salvo que, en el caso inglés,
se operase en el sistema electoral, y en el caso estadounidense, se proce-
diese a alguna reforma de la estructura constitucional, como ha sido
bizarramente sugerido por algunos estudiosos, en sentido parlamentario.
Sería muy probable una transformación de ambos sistemas de partido
que no consiguieran mantener su característica bipartidista, pero se diri-
girían en la inevitable dirección de dar vida a sistemas de multipartidis-
mo moderado, y, en el caso de Estados Unidos, potencialmente extremo
también. Naturalmente, como están las cosas, esta reflexión es de natura-
leza esencialmente hipotética y cautelar. Pero no se olvide que de la in-
troducción de algún ajuste de tipo proporcional, por ejemplo, del lla-
mado additional member system -que potenciaría la representación parla-
mentaria de los Liberales y cambiaría de manera absolutamente significa-
tiva tanto la competencia electoral como la formación de los gobiemos-
se discute en Gran Bretaña desde hace algún tiempo, y que un sistema de
tres partidos ha sido sugerido como solución también a los problemas
del gobierno dividido en los Estados Unidos (Lowi 1985).
De los cinco casos analizados aquí disponemos ya de dos sistemas de
partido que efectivamente han sido investidos, respectivamente, de una
reforma de la estructura constitucional y de una reforma del sistema elec-
toral. Son la Quinta República francesa y la Italia posterior al referéndum
electoral de 1993 y la sucesiva aprobación del Mattarellum, vale decir, es
útil repetirlo, una ley electoral con asignación de tres cuartos de las ban-
cas con el sistema mayoritario simple en colegios uninominales y un
cuarto con un sistema proporcional a las listas de partido que hayan
.superado el cuatro por ciento a escala nacional, puesto en funciona-
. miento a partir de las elecciones de marzo de 1994. En ambos casos las
dos reformas produjeron como resultado reestructuración y transforma-
ción de ios dos sistemas de partido que son difíciles de subestimar y que
.sería grave minimizar. En ambos casos, aunque con pocas diferencias, los
sistemas de partido salieron del pluralismo polarizado y se volvieron
sistemas con grados y formas distintas de multipartidismo numéricamen-
te extremo. Veamos algunos aspectos salientes, que son cuidadosamente

178
Sistemas políticos comparados

puestos en evidencia en la Tabla 5.4, teniendo en cuenta las característi-


cas del pluralismo polarizado.

Tabla 5.4 La transformación de los pluralismos polarizados en Francia


y en Italia.

Francia Italia

Cuarta Quinta Pre·1993 Post-1993

Partidos relevantes más de siete más di siete

Oposiciones anti· 2 1· 2 1º
sistema

e om petencia tripolar bipolar tripolar bipolar

Distancia 7,7 8,3


ideológicaº•

Formación coalición post-electorales pre-electorales post·electorales pre·


electorales

Alternancia ninguna sí ninguna sí

•El Front National.


.. La Lega Nord per l'lndipendenza della Padania .
... La medición de la distancia ideológica ha sido efectuada en base al parecer de
expertos de cada país por Huber e lnglehart (1995). En la Quinta República
francesa la alternancia puede ser medida en referencia a la Presidencia, o bien en
referencia a la mayoría parlamentaria. En la Italia post·1993 se ha verificado hasta
ahora una sola alternancia efectiva: en las elecciones del 2001.

En ambos sistemas de partido existen partidos que técnicamente son


-destaco este adverbio porque no pretendo de ningún modo emitir un
juicio de valor, sino exclusivamente un juicio de hecho- "anti-sistema".
Lo es en Francia el Front National (FN) de jean-Marie Le Pen, y segura-
mente lo es en Italia la Lega Nord per la Independenza della Padania. Si
pudiesen, ambos partidos cambiarían el sistema, aunque con modalida-
des y teniendo objetivos en parte diferentes. La característica dirimente
es que en Francia la "disciplina republicana" excluye, especialmente por
obra de los gaullistas, que Le Pen pueda formar parte de cualquier mayo-
ría de gobierno .nacional, e incluso de cualquier acuerdo de desistencia
electoral (cuyo rechazo, en las elecciones legislativas de 1997, le costó la
mayoría parlamentaria al centro-derecha). En el caso italiano, en cam-
bio, no sólo la Lega es uno de los componentes, para nada marginal o

179
Gianfranco Pasquino

marginada, de la coalición Casa delle Liberta, sino que tiene tres minis-
tros en el gobierno de Berlusconi. En cuanto a los comunistas, también
partido anti-sistema, entraron a formar parte del gobierno, en Francia,
desde la primera presidencia de Franc;ois Mitterrand, en el período 1981-
1984; en Italia, limitándonos a considerar "comunistas" a los dirigentes y
los parlamentarios de Rifundazione Comunista, entraron en el juego de
las coaliciones apoyando desde afuera al gobierno de Prodi (1996-1998).
En segundo lugar los dos sistemas de partido se reestructuraron de tal
manera que es posible sostener que no sólo no existen ya oposiciones
bilaterales, sino que al no estar ya el sistema clavado en el centro, la
competencia política, de tripolar pasó a ser bipolar.
Ésta, con toda la probabilidad, es la transformación más significativa
y cualitativamente más relevante, ya que ha permitido la alternancia, que
siempre había ilusionado a los dos sistemas políticos en la segunda pos-
guerra, habiendo estado, hasta entonces, bloqueada la competencia en el
centro, con la consecuencia de que el recambio en el gobierno no fue
nunca más allá de la simple rotación semi-periférica, limitada, como
escribió Sartori (1982, p. 87) a las medias tintas, es decir, a partidos de
centro-izquierda y de centro-derecha. De modo que ninguna de las opo-
siciones, salvo, en el caso francés, la representada por le Pen, puede
permitirse una política irresponsable de puenteo y de elusión de cargas
políticas, ya que podría ser llamada a dar cuenta de sus premisas progra-
máticas. Por consiguiente, en ambos sistemas de partido los impulsos
centrípetos tienden a prevalecer sobre los impulsos centrífugos. También
por razones extra-sistémicas, vale decir, la caída del muro de Berlín, la
configuración ideológica de los dos sistemas se atenuó en gran medida,
pero, lo que más cuenta, la polarización, ,vale decir la distancia ideológi-
ca, ha disminuido tanto -aunque no muy consistentemente-, que, en
la práctica, todos los partidos son pasibles de entrar en coalición.
A pesar de que el número de partidos relevantes, tanto en Italia des-
pués de 1993 como en la Quinta República francesa, se ha vuelto, o, tal
vez sea mejor decir ha quedado, muy elevado, prácticamente todos los
partidos, con muy pocas excepciones, la más evidente de las cuales está
representada por el Front National, en ambas formaciones tienen un
notable potencial de coalición, periódicamente satisfecho. Hay cuatro
partidos relevantes en la Casa delle Liberta (por orden, Forza Italia, Alianza
Nazionale, lega Nord y UDC); al menos seis partidos relevantes en El
Olivo (por orden nuevamente, Demacratici di Sinistra, la Margherita,
SDI, Verdes, Comunisti Italiani y Alianza Populare). He escrito por qué,
por un lado, la Margherita consiste a su vez en la unión de cuatro partí-

180
Sistemas políticos comparados

dos, y por qué Lltalia dei Valori de Antonio Di Pietro es importante para
El Olivo y presiona para entrar en la coalición relevante, aunque más no
sea bajo el perfil de su poder intimidatorio, es decir de infligir daño
político-electoral a la coalición y a u~ eventual gobierno del Olivo, sigue
siendo Refundazione Comunista. Curiosamente, en Francia también el
centro-derecha está menos unido que la izquierda. Después de haber
creado como soporte de su elección presidencial de 2002 una organiza-
ción de protección llamada Union pour la Majorité Présidentielle (UPM),
el Presidente gaullista Jacques Chirac alentó su transformación en Union
pour un Mouvement Populaire (UPM), compuesta por dos partidos {in-
dico entre paréntesis, para dar una idea de las dimensiones de los parti-
dos, los porcentajes de votos y las bancas obtenidas en las elecciones
legislativas del 9 y el 16 de junio de 2002): Rassemblement Pour la Répu-
blique (RPR = 33,4 por ciento, 355 bancas) y Démocratie Libérale (DL =
0,5 por ciento, dos bancas), pero apoyada en el Parlamento por la Union
pour la Démocratie Franc;aise (UDF = 4,8 por ciento, 29 bancas) . De un
modo no muy diferente a la situación italiana, la izquierda francesa re-
sulta bastante fragmentada: Partido Socialista (24, 1 por ciento, 140 ban-
cas), Partido Comunista (4,9 por ciento, 21 bancas), Ecologistas (4,4 por
ciento, tres bancas), Partido Radical de Izquierda (1,5 por ciento, 7 ban~
cas) tienen representación parlamentaria en la Asamblea Nacional (577
bancas en total) electa en junio de 2002, pero, naturalmente, hay que
tener en cuenta el potencial de intimidación, ya clamorosamente ejerci-
do en las elecciones presidenciales, de los tres grupos trotskistas (grandes
responsables del fracasado pasaje a la segunda vuelta del candidato so-
cialista Lionel jospin). Finalmente, en la extrema derecha se ubican el
Front National de Le Pen (11 ,3 por ciento) y el Mo'uvement National
Républican (MNR = 1,1 por ciento) que, excluidos de cualquier alianza
electoral, quedan privados de bancas en el Parlamento. Como es fácil
notar, desde el punto de vista del número de los partidos relevantes,
ambos sistemas partidarios en Francia e Italia se configuran aún hoy como
multipartidismos extremos.
Tal vez se podría discutir si estos multipartidismos contemporáneos
se merecen también la calificación de "despolarizados", ya que la distan-
cia ideológica entre los partidos parece haber disminuido, aunque no
mucho. Teniendo en cuenta la presencia y el papel del Front National y
de Refundazione Comunista, creo que efectivamente los multipartidistas
italiano y francés deben considerarse lo suficientemente despolarizados
(en términos ideológicos, no necesariamente en términos políticos), como
para permitir, y esto es lo que cuenta, el ingreso de casi todos los partidos

181
Gianfranco Pasquino

en las coaliciones que se presentan para conducir el gobierno. Se percibe


el riesgo de que los sistemas de partido en Italia y Francia se vuelvan
multipartidistas no sólo despolarizados, sino también desestructurados,
en los que las organizaciones de partidos débiles experimenten frecuen-
tes cambios a través de prolongadas fases de uniones y desuniones recí-
procas.
La transformación más significativa, facilitada, o mejor, impuesta por
el sistema electoral y, en Francia, ulteriormente incentivada por la elec-
ción popular directa del Presidente de la República, que de por sí impli-
ca imperativos sistémicos "bipolarizadores" está seguramente constituida
por modalidades de competencia. No parece haber allí posibilidades de
duda. En ambos sistemas la competencia ha asumido modalidades clara-
mente bipolares y se desarrolla entre coaliciones sustancialmente pre-
electorales. La formación de coaliciones pre-electorales, que permiten la
instauración de una seria relación de accountability entre, por un lado, el
electorado, y, por el otro, los representantes y los gobernantes, de algún
modo es un imperativo que surge del sistema electoral y que, natural-
mente, también modifica, tanto en Francia como en Italia, la formación
de los gobiernos. Como prueba de que el imperativo coalicionista es po-
deroso bastará recordar que cuando en 1993 los Ecologistas franceses
rechazaron acuerdos preventivos con los Socialistas en muchas circuns-
cripciones uninominales, la consecuenciá fue una verdadera débdcle para
la izquierda (y a la prematura e inmediata disolución de la Asamblea
Nacional por obra del Presidente Chirac), la izquierda consiguió ganar
sorprendentemente las elecciones legislativas de 1997. En lo que se refie-
re a Italia, sin acuerdos con la Lega, mientras El Olivo había alcanzado
un inteligente, además de táctico, pacto de desistencia con Refundazione
Comunista, la Casa delle Liberta fue derrotada en 1996. En la situación
contraria, vale decir con la Lega que había entrado en la Casa delle Liber-
ta y con Refundazione que se había ido del Olivo, la Casa delle Liberta
ganó las elecciones del 2001 y el Olivo sufrió una gran derrota, mientras,
por su parte, Refundazione salió seriamente redimensionada en la repre-
sentación parlamentaria y en la eficacia de la acción política.
En cierto sentido, en lo que respecta a su transformación en el curso
del tiempo, el sistema de partidos alemán se coloca a mitad de camino
entre los sólidos sistemas bipartidistas anglo-americanos y los cambiantes
sistemas multipartidistas franco-italianos. Sin embargo, justamente por
su ubicación, el sistema alemán de multipartidismo, limitado, desde el
punto de vista de la formulación numérica, y moderado, desde el punto
de vista de la mecánica de la competencia, merece particular atención.

182
Sistemas políticos comparados

En primer lugar, su transformación también desmiente categóricamente a


todos aquellos que durante mucho tiempo lo han considerado un siste-
ma de dos partidos y medio, como si el llamado "medio" partido liberal
estuviese destinado, antes o después, a ser absorbido/fagocitado, y el sis-
tema tuviese que evolucionar en la dirección de un simple bipartidismo.
También en el caso alemán el experimento mental de cambio del sistema
electoral, por ejemplo, aboliendo las cláusulas de acceso al Bundestag,
conduciría a hipotetizar la aparición de un sistema multipartidista que
seguramente terminaría conteniendo en su ámbito un partido de extre-
ma derecha probablemente anti-sistema. La cláusula del cinco por ciento
se ha demostrado providencial. Por lo tanto, todos aquellos que en Italia
sugieren la importación de la proporcional alemana mutilada de esa cláu-
sula están tratando de manipular, más o menos deliberada y consciente-
mente, a la opinión pública. Curiosamente, también la otra cláusula del
sistema electoral, vale decir la elección de al menos tres parlamentarios
en los colegios uninominales, se ha revelado importante, permitiéndose-
le a los ex comunistas del PDS, como ya he dicho, el acceso al Bundestag
y, por lo tanto, habiendo contribuido a diluir eventuales tensiones polí-
ticas derivadas de un déficit de representación en la primera difícil déca-
da que siguió a la reunificación.
Sin embargo, aun cuando en parte estuviera protegido y en parte so-
lidificado por dos importantes cláusulas electorales, el sistema de parti-
dos alemán ha cambiado al menos bajo dos aspectos de notable impor-
tancia. El primero es la aparición de un partido nuevo: los Verdes, que
con la aplicación de un sistema electoral mayoritario nunca hubiera po-
dido afirmarse y consolidarse. El segundo aspecto, incluso el más impor-
tante, está constituido por las nuevas modalidades de competición. Con
el agregado de los Verdes a un sistema que se caracterizaba por su multi-
partidismo moderado, los partidos alemanes relevantes se convirtieron
en cuatro. Pero esta pequeña modificación numérica tuvo un impacto
cualitativo muy grande. Mientras los partidos relevantes eran sólo tres,
los Liberales gozaron de la prometedora posibilidad de aprovechar lo
que efectivamente era un rédito de posición, y lo hicieron.
Como ya ha sido dicho, en el período que va de 1949 a 1998 los
Liberales estuvieron siempre en el gobierno, salvo en la breve fase trienal
de "Gran Coalición" (1966-1969). Adquirieron en muchos Llnders (en
los cuales opera la cláusula de exclusión del cinco por ciento) la posibi-
lidad de formar parte . de los gobiernos regionales y, por consiguiente,
pudieron enviar a sus representantes al Bundesrat, ejerciendo así no poco
poder en esa cámara. En definitiva, las modalidades de cambio de los

1.83
Gianfranco Pasquino

gobiernos alemanes, nacionales y regionales, por una fase que duró casi
cincuenta años, deben ser correctamente definidas de semi-rotación, 0
bien de semi-alternancia. A partir de la segunda mitad de los años ochenta,
pero sobre todo con el advenimiento y la consolidación de los Verdes
como potencial partido de gobierno, los Liberales alemanes tienen sola-
mente una única posibilidad para coalicionar: el acuerdo con la CDU/
CSU. la consecuencia de la nueva situación es que la competencia elec-
toral se ha estructurado alrededor de dos coaliciones estables, cada una
de ellas compuesta por dos partidos. Además, las dos coaliciones son
pre-electorales, es decir que se forman antes del voto, y para anticipar
apenas el discurso de la accountability, que será presentada de manera más
extensa en el capítulo sucesivo, deben respetar los compromisos hechos
para con los electores -de modo que el recurso al voto de desconfianza
constructivo, que sigue constituyendo un disuasivo contra quien, en la
mayoría, quisiese dar origen a una crisis a ciegas, resulta absolutamente
improbable-, la competencia ha asumido características absolutamente
bipolares, y cualquier futura alianza significará la sustitución completa
de una coalición operada por la otra, y ya no -o ·mucho menos- una
simple rotación alrededor de un partido-pivote, como sucedió con el
cambio de mayoría de 1982.

Cómo manipular a los sistemas de partido para mejorar el


sistema político
Ni siquiera un observador superficial y no particularmente experto
en ciencia política puede dejar de notar que, en su conjunto, los siste-
mas de partido examinados han quedado esencialmente sin variaciones
(salvo por la distancia ideológica) en dos casos de sistemas políticos (Es-
tados Unidos y Gran Bretaña), que se adaptaron de manera flexible a un
sistema político (Alemania), que, igualmente, ha pasado a través de un
complejo proceso de reunificación, y que cambiaron de manera muy
significativa en dos sistemas políticos (Francia e Italia). Cuando hubo
cambios en los sistemas de partido, éstos estuvieron sustancialmente de-
terminados por las variables que intervinieron individualizadas por Sar-
tori: el sistema electoral, la estructura cons~itucional y la autonomía in-
ternacional del sistema político. Naturalmente, quien posee los instru-
mentos para "leer" correctamente estas transformaciones, también está
capacitado para preguntarse si las "manipulaciones" específicas de las
tres variables más importantes (pero, en efecto, sólo de dos de esas varia-
bles, ya que la variable internacional es mucho menos susceptible de

184
Sistemas políticos comparados

manipulación por parte de los actores políticos) no pueden permitir


corno efecto de mejoramiento de la estructuración y de las modalidades
de funcionamiento de los sistemas de partidos existentes. En los casos
inglés y estadounidense el problema no se plantea, ya que, en todo caso,
la aparición del gobierno dividido, si !._y cuando- es considerado un
resultado no deseado, es atribuida no tanto al sistema de partidos en
tanto que tal sino a las modalidades de la competencia como delineada
por la estructura constitucional. En el caso alemán el problema que deri-
va de la variante del gobierno dividido, vale decir mayorías políticas al
Bundesrat que no coinciden con la mayorfa de gobierno en el Bundestag,
no podría resolverse actuando sobre el sistema de partidos. De modo que
sólo con reíerencia a Francia e Italia es que resulta lícito y fructífero
plantearse el problema de si todavía no es auspicioso y posible intervenir
en el sistema de partidos para reestructurarlo y perfeccionarlo, reforman-
do el sistema electoral.
Dejando de lado que, justamente con el objeto de evitar la cohabita-
ción, el Presidente Chirac impuso la reducción de la duración del man-
dato presidencial a cinco años con la convicción de que, acercando las
elecciones presidenciales y las elecciones parlamentarías, los electores no
convergerían en coaliciones distintas, sabemos que en Francia el sistema
electoral ha sido frecuentemente manipulado con fines particularistas.
Por ejemplo, para defender su mayoría parlamentaria· contra el ascenso
del centro-derecha, en 1986 el Presidente Mitterrand (re)introdujo el
sistema proporcional. Mitterrand perdió el control de la Asamblea Na-
cional, debiendo rendir cuentas con la primera cohabitación de la Quin-
ta República, y el único partido que extrajo ventaja de la reforma .propor-
cional fue el Front National, que obtuvo el 9,7 por ciento de los votos y
35 bancas. Por otra parte este óptimo resultado no fue el mejor en la
historia del Front National, que obtuvo más, en porcentaje, en 1997:
14 ,9 por ciento, pero, como consecuencia de la segunda vuelta y de su
incapacidad de encontrar aliados no obtuvo siquiera una banca parla-
mentaría (por las mismas razones la secuencia sigue inexorable: 11,3 por
ciento en 2002 y ninguna banca) . A fin de cuentas el sistema electoral no
parece en discusión en la Quinta República y los cambios, no margina-
les, en la consistencia de los partidos dependen esencialmente de los
cambios de preferencias de los electores y de la variada oferta de parti-
dos. Pero en conjunto asistimos a cambios internos en las dos mayores
formaciones, que no parecen poner en discusión las características fun-
damentales del sistema de partidos.

185
Gianfranco Pasquino

En Italia, el sistema electoral tres cuartos mayoritario y un cuarto pro-


porcional impuesto, en líneas generales, por el referéndum popular de
1993, nunca dejó de ser criticado, fundada e infundadamente. Son fun-
dadas las críticas que subrayan que las modalidades de asignación de las
bancas permiten a los partidos pequeños ejercer un notable poder de
chantaje hacia los partidos grandes y, más en general, de influenciar no
sólo la formación de las dos coaliciones, sino de sus mismas posibilida-
des de victoria. Son i:nfundadas, en cambio, las críticas al sistema mayo-
ritario en tanto que tal, es decir, en teoría, como modalidad de traduc-
ción de votos en bancas. De las críticas del primer tipo proviene la pro-
puesta de mejorar el mayoritario; también, posiblemente, pero eri una
posición minoritaria, moviéndose en la dirección de la segunda vuelta
francesa, o bien corrigiendo de manera eficaz las modalidades de recu-
peración proporcional -como trataron de conseguirlo dos referéndum
populares en 1999 y en 2000, que fracasaron por falta de quórum, es
decir porque votaron menos del 50 por ciento de los electores inscrip-
tos- con la esperanza, probablemente mal encauzada, de contener/re-
ducir/eliminar el poder de chantaje de los pequeños partidos. De las
críticas al mayoritario en sí provienen, en cambio, peligrosas propuestas
de determinado entorno a un indefinido sistema electoral proporcional
que por cierto permitiría a los partidos contarse y contar con mayor pre-
cisión el número de sus electores, pero, al mismo tiempo, haría correr el
riesgo al sistema de partidos de volver a clavarse en un centro político
manipulador que haría difícil, improbable, tal vez imposible, cualquier
alternancia de gobierno. Como máximo volverían las ya conocidas moda-
lidades de semi-rotación alrededor del centro acompañadas de igual-
mente conocidas modalidades de clientelismo a las que ninguna coali-
ción de gobierno renunciaría para apuntalar su poder ligado a mayorías
a menudo carentes de votos y con parlamentarios a menudo refractarios
a cualquier disciplina de voto.
De modo que el sistema de partidos italiano se convertiría, o bien,
volvería a ser un caso de multipartidismo extremo, como formato parti-
dario, y, aunque no hiciese su aparición ninguna polarización ideológi-
ca, terminarfa bloqueándose en el centro y encontrándose privado de la
posibilidad de alternancias reales al gobierno. Finalmente, coherente-
mente con cuanto ha sido dicho en los capítulos precedentes y con lo
que diré en el capítulo sucesivo, los verdaderos inconvenientes de la
reaparición de un sistema multipartidista extremo imposibilitado para
producir alternancia me parecen sustancialmente dos: primero, por un
lado, el sistema de partidos funcionaría a bajo rendimiento, recurriendo

186
Sistemas políticos comparados

ampliamente a tácticas de puentes y elusión de cargas políticas; segundo,


se volvería muy difícil para los electores identificar a los responsables del
gobierno, del sub gobierno y del mal gobierno, y llamarlos a responder
volviéndolos plenamente accountable .. Sabemos que en las democracias
contemporáneas son los sistemas de partido los que plasman los procedi-
mientos de accountability que van de los electores a los electos y, en cierta
medida, de los gobiernos -tanto más si son "gobiernos de partido"- a
las nóminas y a las políticas. Prestando atención a los sistemas de parti-
do, parece plausible (y esto ha sido argumentado por Str0m, Müller y
Bergman 2003) que los sistemas bipartidistas y los sistemas con dinámica
bipolar garanticen una mejor accountability. Naturalmente, las diferencias
entre caso y caso deberán ser individualizadas y explicadas teniendo en
cuenta tanto la forma de gobierno -parlamentaria, presidencial, semi-
presidencial-, como la compactibilidad de cada uno de los partidos y
de la solidez de las coaliciones. Por el momento, la Tabla 5.5 sintetiza las
características de más relevancia de los sistemas de partido de los países
analizados aqui.

Tabla 5.5 Síntesis de algunas características de los sistemas de partido.

Formato distancia Ideológica naturaleza de la


competencia
muy alta media baja bipolar multipolar

Blpartldista GB 1979·1922 GB 1997 GB


USA 1992·2004 USA 1976-1992 USA

Multipartidario

limitado Alemania AL*1998·

extremo FRA 2002·· FRA 1988·2002 FRA V


ITA 1994·

polarizado FRA IV FRA IV


ITA 1947·1989 ITA 1947-92

•De 1949 a 1998 la competencia en Alemania puede ser definida como de "semi·
rotación"

Por lo tanto, quien desee individualizar correctamente las modalida-


des de expresión de la accountability debe volver a profundizar el tema de
los sistemas de partido y, en cualquier caso, debe mantener un comporta-

187
Gianfranco Pasquino

miento muy cauto al atribuir mejores prestaciones a los sistemas electora-


les proporcionales respecto a los mayoritarios, ya que no parece haber
dudas acerca de que los sistemas mayoritarios confieren, a través de los
sistemas de partido que ellos mismos contribuyen a plasmar, una delega-
ción de gobierno explícita que se puede hacer valer, explícitamente tam-
bién, cuando los electores evaluarán la específica accountability de los
gobiernos. En todo caso, el discurso debería profundizarse haciendo re-
ferencia específica a la probabilidad que en el sistema político se tengan
competición bipolar y posibilidades de alternancia. Estas son las caracte-
rísticas para la aparición y la persistencia de las que un determinado
formato del sistema de partidos es incluso más importante que el sistema
electoral, tan distintos como Suecia, el sistema multipartidista moderado
y España, sistema y funcionamiento bipartidista, ambos coexistentes con
sistemas electorales proporcionales, demuestran ad abundantiam, es decir,
con abundancia de elementos.

Reflexión conclusiva
A este punto, a modo de conclusión, no queda más que poner en
clara evidencia que no es posible comprender plenamente el funciona-
miento de los sistemas políticos contemporáneos, y no sólo de los cinco
sistemas políticos analizados en este ·volumen, sin conocer profunda-
mente el formato y la mecánica de los respectivos sistemas de partido. La
enseñanza crucial sigue siendo la de Sartori, que sintetizo con el impera-
tivo: "contar los partidos que importan". Para conseguir este objetivo,
contrariamente a una escuela de pensamiento "matematizadora", que se
empeña en la presentación de abstrusas fórmulas de conteo sin conocer
nada de los partidos reales o efectivos, es indispensable poseer cuidado-
sos criterios cualitativos, como la disponibilidad y aceptabilidad de los
partidos a entrar en las coaliciones de gobierno y su poder de intimida-
ción y de chantaje sobre las coaliciones que se forman sin su participa-
ción, como la distancia ideológica y la anti-sistemicidad. Finalmente,
gracias al recurso a estos criterios cualitativos que, en determinadas con-
diciones, también pueden ser operacionalizados en clave cuantitativa, se
vuelve posible sugerir las lineas de eventuales transformaciones. Esto es
lo que he intentado poner de manifiesto, espero que convincentemente,
en este capítulo.
En el próximo capítulo haré las sumas referidas a la calidad de la
democracia que cada sistema político produce y garantiza en la plena
conciencia de que la calidad de la democracia depende en gran medida

188
Sistemas políticos comparados

de los órdenes institucionales. Sin embargo, ya que las democracias con-


temporáneas son inconcebibles sin partidos, la calidad de las democra-
cias depende también de los sistemas partidarios que son, a su vez, res-
ponsables de la selección y la circulación de la clase política. Y si, como
a menudo se afirma, tout se tient, que es lo que "sistémicamente" espera-
mos, será oportuno que las conexiones efectuadas entre las instituciones,
los sistemas de partido y las preferencias de los ciudadanos sean más que
satisfactorias.

189
Gianfranco Pasquino

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