Teoricos 1y2 Percia
Teoricos 1y2 Percia
Teoricos 1y2 Percia
Marcelo Percia
(Un comentario entre paréntesis antes de leer la clase: el anuncio de las definiciones
es una simulación. Va acompañado de un tono urgido y nervioso, de una actitud que
finge decir: “no te pierdas lo que viene que seguro es pregunta del parcial”. Se trata
de una intervención retórica para exagerar el automatismo de alumnas y alumnos que
viven pendientes de registrar lo que les van a tomar en sus cuadernos.
La conjetura es que a medida (en cada teórico que transcurra) que se perciba que las
preposiciones conclusivas sobre lo grupal son casi infinitas, no tendrá sentido
aprenderse de memoria una, dos, cien definiciones; habrá que preguntarse sobre el
sentido que habita en cada una de ellas. El sentido es una idea que no se siente
conforme en ninguna proposición: es el deseo de pensar que atraviesa las definiciones
porque persigue algo que no se deja capturar. Tal vez, algunos no entiendan el matiz
irónico de esas definiciones o quizás otros confundan el necesario vagabundeo de las
ideas con la vaguedad).
Definición de grupos:
Podría ser un espacio físico o virtual. ¿Puede haber algo que sea grupo, sin espacio?
Ustedes están obligados a venir al teórico. ¿Este es un espacio convocante del deseo o
de cumplimiento de una obligación?
Definición de grupos:
"La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas" Oliverio Girondo.
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Definición de grupos:
¿De qué manera esos espacios que proponemos para pensar destejen telarañas de la
costumbre para que en las pupilas puedan reflejarse otras cosas?
Definición de grupos:
¿Es posible que los espacios de grupos pensados por la psicología, inventen lugares
dónde se destejan las telarañas de la costumbre que nos impiden pensar.
Creo que tiene sentido, un día después del 33 aniversario del Golpe de Estado,
preguntarnos cómo volver a convocar el deseo de pensar de otra forma.
Las dos fechas (24 de marzo y 2 de abril) tienen que ver con la tragedia en la
Argentina del terrorismo de Estado.
Quiero trabajar una experiencia de grupos para introducir "El problema de lo grupal".
La experiencia de grupos que les voy a relatar tiene que ver con esa tragedia del
terror de Estado en la Argentina, pero también tiene que ver con una experiencia de
grupo que rara vez se identifica como experiencia de grupo.
Instalación estética: instalar una situación, intervenir un espacio. La estética tiene una
función cultural, histórica, trata de que pensemos aquello que está en nosotros sin ser
escuchado, sin ser visto, trata de iluminar aquellas zonas sombrías de nosotros
mismos. La telaraña en las pupilas. La costumbre hace que veamos sin ver.
Una instalación estética es un espacio para pensar, para sentir aquello que no
podíamos pensar ni sentir sin la potencia posibilitadora de ese espacio. Una obra de
arte que impacta en nuestro conocimiento, en nuestra sensibilidad.
Definición de grupo:
Espacio en el que se convoca al deseo y que, tal vez, pueda producir una experiencia
en la que podamos pensar algo de nosotros mismos que estaba allí sin ser pensado.
Leandro Nuñez inventa una situación. Una instalación estética. Instala rostros.
Imaginemos un salón en penumbras donde hay varias pantallas de televisión ubicadas
en las paredes, supongamos doce pantallas que están a la altura de la línea de visión
de alguien que está parado frente al monitor1. Todas están prendidas
simultáneamente. Imaginemos que, en cada una de esas pantallas, se van pasando –
sucesivamente- un conjunto de fotografías en blanco y negro. Imaginemos que
estamos viendo esas fotografías: Imaginemos que la gente camina alrededor de la
sala. Imaginemos que, cada uno de los presentes, empieza a mirar a los que están en
esas fotos y, que algunos, comienzan a preguntarse quienes son. Imaginemos que
parecen retratos de otra época, de treinta años atrás. Imaginemos que esas fotos
fueron sacadas en los años 70. Imaginemos que son en blanco y negro: Imaginemos
que, en algún momento, reconocemos que esas fotos son rostros de miles de
desaparecidos en la Argentina: Imaginemos que seguimos caminando. Imaginemos
que también nos miramos con las otras personas que están en la sala. Imaginemos las
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Aunque en la instalación de Leandro Nuñez hay solamente una pantalla, me permito en esta versión aumentar el
número y construir un relato a partir de esa experiencia.
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diferentes reacciones: algunos serios, entristecidos; otros amables y confiados.
Imaginemos que de pronto ocurre algo en la pantalla que no teníamos previsto: se
incorporan imágenes fotográficas procesadas de los que estamos presentes en la
muestra y que nuestros rostros se filtran en los monitores entremezclados con los de
las otras fotografías que ya estábamos viendo. Imaginemos que, en un momento, nos
encontramos con una foto de alguien que vimos en la sala. Imaginemos que,
entonces, se empiezan a disolver las fronteras de los que estamos ahí y los
desaparecidos. Imaginemos que alguien piensa que hay una parte nuestra que está
desaparecida, que podría ser yo ese cuerpo y esa vida sustraída de la historia.
Imaginemos que algunos de los de la sala, cuando se encuentran con la mirada,
sonríen. Imaginemos, entonces, que esas personas que no se conocían, empiezan a
mirarse a los ojos y a reconocerse con cierta algarabía por estar vivos. Recordemos
que, cinco minutos antes, no nos importaba quienes estaban ahí. Imaginemos que, de
pronto, nos sentimos tocados, conmocionados, viendo caer la telaraña de nuestras
pupilas.
El grupo puede ser un espacio de reconocimiento de los otros que están allí ajenos y
desconocidos.
El grupo puede ser un espacio para la vivencia de la algarabía de estar juntos y vivos.
¿Tiene sentido que en la Facultad de Psicología pensemos los espacios grupales como
potencia posible para pensar?
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La semana pasada presenté una experiencia que se llama Rostros: una intervención
estética, una propuesta en la que el espectador interacciona, participa de la obra. Una
instalación en la que se desencadena un estado de grupo entre participantes que (sin
tener previsto un encuentro) comienzan a reconocerse y compartir el destino de verse
entremezclados entre las imágenes proyectadas en el monitor. Un estado de grupo es
un espacio de pensamiento en el que un colectivo humano, de pronto, se hace una
pregunta que admite diferentes respuestas. En el caso de Rostros: nosotros, los que
estamos vivos, ¿estamos también desaparecidos? La desaparición de personas en la
Argentina, ¿fue un avatar personal, desgracia de algunos o es una tragedia histórica
que afecta nuestros cuerpos lo sepamos o no?
Tenía mucho interés, en esa primera clase, sugerir que en el campo de la estética y de
las prácticas artísticas, de estos tiempos, habían propuestas que propiciaban
experiencias colectivas de interacción y pensamiento, para desprendernos de la idea
reducida de que los grupos son sólo recursos técnicos pensados en propuestas
educativas o clínicas.
En Rostros, el espectador llega desprevenido, tal vez curioso por ver si reconoce a
alguien entre esas fotografías de miles de extraños. Lo que está pasando ahí sólo lo
concierne como espectador.
Espectador: persona que mira y escucha lo que le ofrecen, alguien que transita
tranquilo entre el horror, protegido de una ilusión de exterioridad.
La conciencia del espectador exclama “¡Qué barbaridad las cosas que pasan en el
mundo, pero por suerte esto a mí no me toca!”.
Voy a retomar la idea de Oliverio Girondo que presenté la clase anterior, dice: “La
costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas”.
No se trata de una frase bonita y ocurrente, representa la proposición misma del deseo
de pensar.
Entonces, “La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas”,
representa la proposición misma del deseo de pensar. Se trata de imaginar
intervenciones, en el campo de la psicología, capaces de destejer la telaraña en
nuestras pupilas o la telaraña en nuestros oídos o la telaraña en nuestros
pensamientos.2
El alumno que aprende una fórmula y la repite y el profesor que enseña una fórmula
y la repite, ambos actores de esta institución, estamos envueltos en una telaraña y, así,
capturados, aguardamos a que la costumbre nos devore lentamente. La costumbre es
como esas boas que llegan a medir más de diez metros de longitud y que viven en
Chaco y en Misiones: serpientes que no son venenosas, sino que matan a sus presas
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En el cuatrimestre anterior, trabajamos -a propósito de esta idea- alrededor de una obre de teatro de Eduardo
Pavlovsky que se llama “Telarañas”, allí se presenta la paradoja del grupo familiar como telarañas de amor y violencia,
como espacio de protección y como trampa.
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con paciencia comprimiéndolas con los anillos de sus cuerpos.
Costumbre: (1) rutina que adormece la imaginación, (2) asfixia del pensamiento.
Si los grupos pueden ser una enfermedad de la costumbre (alcanza con ver las
innumerables aulas en las que se reiteran rituales de meras asistencias), lo grupal nos
interesa como la oportunidad de un juego en el que una silla, de pronto, se podría
transformar en un gran barco que nos lleve a todos.
Interesa lo grupal como potencia de lo que irrumpe abriéndose lugar, más que como
aplicación de una técnica de grupos. Quizás, por eso, esta intención se sienta más a
gusto próxima de la estética, el arte y el teatro.
Una curiosidad: entre nosotros se suele llamar regular a la alumna o al alumno que ha
cumplido, correctamente, con lo requerido y libres a quienes cayeron en desgracia
por inasistencias o no haber aprobado los parciales o a los indeseables que se
presentan a dar el examen final sin haber cursado la materia.
Así como se llama uniforme al traje que se ponen los militares o el que usan en
algunos colegios o el que le hacen vestir a algunos encargados de edificios o
empleados de cadenas de hamburguesas o mujeres que trabajan limpiando casas, la
uniformidad del pensamiento se percibe porque (al final de esta carrera) todos
hablamos con las mismas fórmulas y repetimos las mismas cincuenta palabras como
universo técnico de distinción.
Sabemos que es posible formatear cabezas para que almacenen información y que
para ello es conveniente seguir procedimientos eficaces ya probados. Pero sabemos,
también, que pensar es destejer las fijezas de lo ya formateado.
María Galindo advierte que ya es un lugar común, en nuestra cultura, que todos
repitan que hay que respetar las diferencias, pero la idea misma de la diferencia (que
se confunde con variedad) está cada vez más banalizada.
Sentido común: banalidad que siempre está al tanto de lo que se debe decir para estar
uniformado con la mayoría.
Se verá en el texto de Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo”, cómo el
ejército y la iglesia son espacios en los que se celebra la uniformidad. Así, cómo en la
formación de masa (igual que en el enamoramiento) nos inclinamos hacia la
uniformidad como ilusión protectora o ideal amparador.
Acaba de morir Alfonsín: ganó en 1983 las primeras elecciones de la post dictadura
con un discurso republicano de la diferencia, de la no uniformidad. Alfonsín ganó
entonces, entre otras cosas, porque era el candidato que había prometido enjuiciar a
los uniformados.
El sábado jugó Argentina con Venezuela y ganó 4 a 0. Muchos sentimos que ese
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El artículo de María Galindo se llama “Así como tú me quieres, yo no quiero ser de ti”.
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equipo nos representaba como si fuera nuestro propio cuerpo: de la mano de
Maradona (la mano de Dios) y confiados en la gambeta rápida de Messi íbamos
camino de la felicidad. El fantasma del equipo ideal es una de las representaciones
que más obsesionan al público futbolero. Hoy Argentina perdió 6 a 1 contra Bolivia.
Un golpe a la uniformidad y un golpe al narcisismo.
Narcisismo: celebración de una forma única en la que ilusiono encontrar todo lo que
busco.
La uniformidad es una gran tentación: a veces, envueltos de esa ilusión, nos sentimos
protegidos y amparados, poderosos e invencibles. Lo mismo sucede con el abrazo
amoroso: por momentos, confundidos en una misma forma o en un mismo cuerpo,
nos sentimos maravillosos.
Voy a relatar una experiencia de grupo: el grupo mano o la mano como grupo.
Se podría decir que abrazar con deseo es narcisizar el cuerpo del otro: envolver en
plenitud de sí, arroparlo en ilusión de ser destinatario de todo el amor del mundo.4
Hay un juego canción que se realiza también con la mano del bebé que dice así:
“Que linda manito que tengo yo, que linda manito que Dios me dio”.
Este juego canción que se hace con la niña en brazos para que imite el movimiento de
la mano del adulto, es una experiencia de envoltura narcisista.
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Narcisizar es tratar a otro como si fuera un ser divino, como si dijéramos adorar o enaltecer a la criatura que acaba de
nacer. En la palabra narcisizar el sustantivo narcisismo se vuelve acción amorosa.
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Narcisismo: sentirse deseado por Dios.
La mano espacio de reunión. Cinco historias con nombre propio (anular, pulgar,
índice, medio, meñique). Señas particulares, posiciones, vecindades, contactos. El
grueso que se opone a los otros a la hora de agarrar. El delgado, pequeño, corto, que
habita en los extremos. El que carga con la responsabilidad de las alianzas. El que
indica, marca, dispara. El que humilla al adversario. Proximidades que, a veces,
hacen máquina. La mano máquina de dar, pedir, golpear, llamar, acariciar, señalar,
imitar, despedir. La mano grupo.
La conclusión misma que señala Calmels (“...vemos que en el fin del relato, la mano
del adulto realiza un cierre, una finalización (‘colorín colorado’)...cuando un
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La referencia pertenece a un libro de Daniel Calmels que está por ser reeditado que se llama “El cuerpo cuenta”. En el
prólogo, del que soy autor, desarrollo más extensamente la cuestión
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cosquilleo en la palma de la mano del niño, le hace cerrarla al flexionar los dedos”),
puede pensarse ¿como máxima moral?, ¿como anuncio de una frontera dudosa entre
el amor y la reprimenda?
Una curiosidad: Una mamá (no queda claro si por distraída o por tener ideas de
izquierda) me cuenta que ella le relataba a sus hijos el cuento en forma invertida, de
modo que el que se comía el huevito al final era el dedo meñique, el más chiquito y
flaquito. ¿Un intento de redistribución de la riqueza?
Ella le contaba a su hijo el cuento así “Este dedito compró un huevito, este lo cocinó,
este le puso sal, este lo sirvió y este flaquito y debilucho se lo comió”. ¿Un intento de
instalar la idea de justicia social en la mano de su hijo? El flaquito, el de la punta, que
ya se esta cayendo del sistema, el excluido, el que tiene hambre se lo comió.
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