El documento habla sobre los peligros de perder la esperanza y caer en la desesperanza. La desesperanza destruye la fe en Dios, estimula conflictos y amargura, y hace que la victoria parezca derrota al ver todo de forma negativa. Se usa el ejemplo del profeta Habacuc, quien cayó en desesperanza al no entender el silencio de Dios ante las injusticias.
El documento habla sobre los peligros de perder la esperanza y caer en la desesperanza. La desesperanza destruye la fe en Dios, estimula conflictos y amargura, y hace que la victoria parezca derrota al ver todo de forma negativa. Se usa el ejemplo del profeta Habacuc, quien cayó en desesperanza al no entender el silencio de Dios ante las injusticias.
El documento habla sobre los peligros de perder la esperanza y caer en la desesperanza. La desesperanza destruye la fe en Dios, estimula conflictos y amargura, y hace que la victoria parezca derrota al ver todo de forma negativa. Se usa el ejemplo del profeta Habacuc, quien cayó en desesperanza al no entender el silencio de Dios ante las injusticias.
El documento habla sobre los peligros de perder la esperanza y caer en la desesperanza. La desesperanza destruye la fe en Dios, estimula conflictos y amargura, y hace que la victoria parezca derrota al ver todo de forma negativa. Se usa el ejemplo del profeta Habacuc, quien cayó en desesperanza al no entender el silencio de Dios ante las injusticias.
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EL PELIGRO DE PERDER LA ESPERANZA -(HABACUC 1:2-4)
¿Quién no ha perdido alguna vez la esperanza? Por desgracia estamos
viviendo una época en la que es fácil perder la esperanza. La crisis económica y la crisis de valores no están golpeando sin misericordia alguna y a veces por muy fuertes que nos sintamos cristianos la desesperanza se adueña de nosotros. Y le sumamos el virus También la enfermedad nos ataca y le pedimos a Dios salud y su aparente silencio muchas veces nos sumerge en la desesperanza. Pero a pesar de todo ello cuando entendemos lo que la desesperanza significa reconocemos que no hay causa justificada para la presencia de ella en la vida cristiana. Desesperanza significa literalmente “estar sin salida; estar completamente perdido y sin recursos” Se refiere a estar en un estado mental tal en el que uno cree que no hay esperanza alguna para su situación sea esta la que sea. La desesperanza deshonra a Dios. Degrada a Dios, al Todopoderoso, a una fuerza impotente, que insinúa no solamente que Él no puede sino que además incumple sus promesas. La desesperanza en la práctica muestra un rechazo de las Escrituras como Palabra de Dios. Los que están desesperanzados en última instancia significa que han perdido la fe, la cual es como sabemos esencial para la vida cristiana. Los que han caído en desesperanza ponen su mirada en los recursos del mundo, en lugar de confiar en la capacidad de Dios. Los que han perdidos la esperanza como dice Hebreos 12:3 se “cansan” hasta “desmayar”. A pesar de lo trágica que es la desesperanza, ella no es algo desconocida para los cristianos, muchas más veces de lo que deseamos esta presente en nuestras vidas. Esta es la razón por la que Cristo nos insta a todos a “orar siempre, y no desmayar”. El mismo Pablo tuvo problemas con la desesperanza y venció. Pablo les confeso a los corintios que casi “perdió la esperanza de conservar la vida”, pero venció esta sensación por medio de confiar en Dios: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas,….” (2ª Corintios 1. 8-10). El profeta Habacuc también confesó ser sensible a la desesperanza: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, ¿y no salvarás?... (Habacuc 1. 2-4). La vulnerabilidad de este profeta a las tentaciones de la desesperanza constituye una gran lección para nosotros. En este texto se dice del profeta que incluso “da voces a Dios”. La frase significa literalmente “gritar o rugir” de dolor. ¡Habacuc deseaba literalmente pegar gritos! Había estado durante mucho tiempo protestando por las injusticias que veía a su alrededor y nada hacia parecer que Dios las tuviera en cuenta. Es más del texto que hemos leído parece incluso deducirse que ni siquiera el gritar a Dios valía para algo. La desesperanza se había apoderado de él. Al igual que este desconcertado profeta nosotros también forcejeamos con problemas. Oramos a Dios insistentemente pidiéndole ayuda pero solo obtenemos silencio sin entender que a veces también el silencio es una respuesta de Dios y caemos en la desesperanza. Y este sentimiento es muy peligroso y traicionero porque sin darnos cuenta la desesperanza destruye varias cosas en nuestra vida y nos da una visión negativa de la soberanía de Dios.
1º) En primer lugar la desesperanza DESTRUYE LA FE EN DIOS.
Habacuc se dirigió a Dios como “Jehová”, Señor, literalmente le dijo que Él era “el Dios de Pactos con Israel” y por tanto se esperaba de Él que sustentará y protegiera a aquellos con quien Él había firmado los pactos. Habacuc estaba insinuando que Dios estaba descuidando a Su pueblo, ya que no estaba cumpliendo los pactos que habían establecido, es decir que el cuidado prometido estaba faltando. La acusación de Habacuc suena casi blasfema; pero antes de juzgarle debemos pensar como reaccionamos nosotros cuando estamos en circunstancias difíciles. Nuestra fe puede que sea lo primero que muere cuando la desesperanza nos ataca. Cuando nos vemos rodeados de problemas, tendemos a olvidar las promesas y el poder de Dios y nos parecemos al salmista diciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo” (Salmo 22. 1-2). El rey Saúl constituye un ejemplo de lo mortal que puede ser la desesperanza para la fe de uno. Y así la derrota que sufrió en el monte Gilboa, no se debió a la fuerza de los filisteos, sino a la desesperanza en la que cayo Saúl que destruyo la seguridad y la confianza en el poder de Dios. La fe de Saúl fracasó, su espíritu se deprimió, y su ánimo se destruyó. Se dejó vencer por la desesperanza. Sin fe sus tropas tenían poca posibilidad de vencer en la batalla que iban a librar al día siguiente. La angustia de Saúl había sido causada por la ausencia de Dios en su vida (leer 1ª Samuel 28:15-20). Habacuc estaba cerca de esta misma derrota cuando grito las palabras que hemos leído en 1:2-4. Ni Habacuc ni nosotros dejamos de creer que Dios puede corregir los males de esta sociedad o solucionar los problemas que nos agobian, o las enfermedades que nos debilitan, sino que muchas veces lo que nos preguntamos es si a Dios realmente le importan o si nos ha olvidado. Al igual que Habacuc sentimos la tentación de gritar a Dios para que se fije en nosotros, para lograr Su atención. No entendemos el aparente éxito de los malos y el fracaso de los buenos. Vemos la inmoralidad que nos rodea de los políticos y de la sociedad en general, la violencia, las catástrofes naturales, el sufrimiento de los pobres, la ruptura de las familias, y nos preguntamos ¿Dónde esta Dios? ¿Cómo puede permitir Él que sucedan estas cosas tan horribles? Todas estas preguntas pueden hacer tambalear nuestra fe sino entendemos que la respuesta esta en primer lugar en lo que dice Lucas 18:1 de “orar siempre y no desmayar” y en segundo lugar entender, como Habacuc lo entendió, que el silencio de Dios no significa que Él nos ha abandonado. Cuando los problemas de este mundo se agolpan sobre nuestras vidas, nosotros los cristianos debemos más que nunca fortalecer nuestra fe en la Soberanía permanente y perpetua de Dios. No sobreviremos a los peligros de este mundo hostil en el que vivimos, lleno de mentiras y engaños, sin una fe en Dios que confía y es absoluta. Cuando permitimos que la desesperanza destruya nuestra fe en Dios entonces es cuando nosotros perdemos toda esperanza.
2º) la desesperanza estimula los conflictos, los pleitos y la amargura (1.3b)
Cuando los que están atrapados en la desesperanza, confían en su propia sabiduría, para resolver sus problemas, la situación sencillamente empeora. Los que pasan por alto la Palabra de Dios, se distinguen por estar siempre preparados para culpar a otros por sus problemas. Llegan a ser expertos en criticar y guardan rencor a todos los que no están de acuerdo con la “sabiduría” de ellos. Y así dice Habacuc 1.3b: “Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.” El profeta no veía salida, sólo veía más conflictos: “destrucción, violencia, pleito y contienda”. La perdida de la fe por la desesperanza le hacía sentirse amargado.
3º) La desesperanza hace que la VICTORIA PAREZCA UNA DERROTA.
La desesperanza nos conduce a rendirnos a Satanás. El verlo todo negro nos hace perder la visión; creemos que no podemos ganar. El libro de Proverbios nos advierte acerca de esto con estas palabras: “Si fueres flojo en el día de la angustia, tu fuerza será reducida” (24.10). Los que se rinden a la desesperanza no pueden disfrutar la victoria que viene por confiar en Dios. Como cristianos que somos debemos tomar la decisión de que confiaremos en el poder de Dios cualquiera que sea la situación que pasemos y por muy insostenible que parezca. Debemos tener una confianza absoluta en lo que Dios puede hacer. Debemos estar preparados para los ataques de la desesperanza para no someter a derrota la victoria que es nuestra en Cristo Jesús: (Ro. 8. 31, 35, 37- 39) “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? … ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o …”
4.º) La desesperanza SIEMPRE VE LO NEGATIVO, NUCA LO
POSITIVO (1.4). Cuando Habacuc miraba a su alrededor, lo único que veía era como todo se había echado a perder. Estaba tan cegado por la desesperanza que era incapaz de ver nada positivo en lo que Dios estaba haciendo. Sus palabras describen una situación terrible: “Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.” En primer lugar afirmaba que la Palabra de Dios era vista con desprecio, esto es “debilitada”, estaba muerta, sin fuerzas paralizada. Para Habacuc la Palabra de Dios había llegado a ser ineficaz. En segundo lugar, afirmaba que la justicia no se veía, al no salir “según la verdad”, la justicia era según él injusticia. En tercer lugar, afirmaba que aquellos que defendían la justicia eran tratados con hostilidad, con amenazas y traición; y así dice que la justicia salía “torcida”. Todo lo que se relacionaba con la verdad, era maltratado, y parecía que no había nadie, ni siquiera Dios que corrigiera el asunto. Este negativismo de Habacuc se ve a menudo en cristianos atrapados por la desesperanza. Son incapaces de ver bien alguno y tampoco ven perspectiva alguna de que su situación puede llegar a cambiar. El Salmo 42.3 es un ejemplo de cómo la desesperanza puede llegar a impregnar de negativismo nuestra vida: “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, ..Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?”. Debemos seguir el ejemplo de Cristo para evitar el peligro de la desesperanza: El se vio incomprendido por los suyos, los apóstoles le abandonaron, uno de ellos le traiciono y otro le negó, pero Él tenía claro que todo túnel tiene un final, que siempre hay una luz y Él siguió a pesar de todo haciendo la obra que tenía que hacer. Debemos hacer la obra que tenemos por delante, no permitiendo que la desesperanza centre nuestra atención en lo negativo. De acuerdo que puede que haya delante de nosotros muchos aspectos negativos, como los hubo delante de Habacuc y de Jesús, pero no seamos ciegos a los aspectos positivos, que los hay. Busquemos aún en la oscuridad, la luz, también se encuentra dentro del túnel La desesperanza es un cruel peso que a menudo captura y destruye a los seguidores de Dios. Los cristianos debemos guardarnos de este mal y vencer la tentación de caer en ella. Los que sean capaces de superar la desesperanza hallaran grandes bendiciones. Durante la guerra de la independencia de los Estados Unidos contra los franceses, antes de ir a la guerra alguien diseño una bandera en la cual pusieron un lema: “No perdamos la esperanza, porque Cristo es nuestro líder”. Nosotros como soldados cristianos que somos estamos luchando contra las fuerzas de Satanás. Animémonos con el mensaje de esta bandera: “Jamás perdamos la esperanza porque Cristo es nuestro líder”. Seguro que en nuestra vida vamos a seguir encontrándonos con injusticias, con cosas que nos ocurren y no sabemos porque, ello hará que la tristeza nos invada y tendremos tentación de retirarnos de la batalla. Pero aún en esos momentos debemos tomar la determinación de que vamos a mantener la fidelidad a Dios y de que jamás tocaremos a retirada. Mostraremos paciencia y fe en todas las persecuciones y problemas que nos toque padecer. (2ª Tesalonicenses 1:4).