Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Manson PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 38

6

LA TIRANÍA CRIMINAL
LA DECADENCIA

Entre el helicóptero que se llevó a Isabel Perón y la caída de Fernando de la Rúa, se produjo el
desmantelamiento de la Argentina industrial que había desarrollado una sociedad de inclusión,
más justa y sotialmente más participativa que cualquiera de las contemporáneas de América
Latina. Esta no había podido superar el conflicto social que la dividía. Entre 1955 y 1973, vivió
una guerra larvada. Los enemigos del peronismo se propusieron terminar hasta con el recuerdo
de su época, pero la resistencia popular les hacía imposible gobernar.
La aparición de la guerrilla agravó el conflicto. Sin embargo, ésta estaba derrotada cuando se la
usó como pretexto para terminar con el conflicto social por eliminación de los obreros indus­
triales. Para ello había que terminar con la industria. La masacre de decenas de miles, entre los
que había guerrilleros, pero también militantes políticos y sociales, sacerdotes, intelectuales y
familiares de desaparecidos, fue un instrumento para evitar resistencias.
La dictadura dejó el campo arrasado. Los gobiernos que la siguieron, se encontraron enorme­
mente condicionados. Raúl Alfonsín, tras algunas medidas audaces, se vio presionado por los
uniformados y por los grandes grupos económicos. Carlos Menem se asumió como continua­
dor de la política económica del proceso. En 1999, el desgaste menemista llevó al gobierno a una
Alianza que ni siquiera cumplió con el compromiso de terminar con la corrupción. Al poco
tiempo se supo que el Ejecutivo coimeaba senadores para obtener leyes exigidas por acreedores
y empresarios.
A fines de 2001, la descomposición social llegó a su extremo. Mientras algunos fugaban sus dó­
lares al exterior, los excluidos saqueaban supermercados y los pequeños ahorristas reclamaban,
golpeando cacerolas por las calles porteñas.
El presidente Fernando De la Rúa, se alejó en helicóptero, de la Casa de Gobierno.

LA INSTALACIÓN DEL PROCESO™


Con la muerte de Perón se había iniciado la conspiración. En julio de 1975, Jorge Videla fue de­
signado jefe del Estado Mayor Conjunto, y en agosto llegó, como vimos, a la jefatura del ejército.
Desde enero los Comandantes prepararon el golpe. No faltaban civiles: sectores empresarios
opuestos a la CGE y disgustados con los “privilegios” que la Ley de Contratos de Trabajo daba
a sus trabajadores.
Los militares anunciaron veladamente la cuenta regresiva en diciembre. El general Albano Har-
guindeguy pasó a dirigir la Policía Federal. En esos días se entrevistó con el jefe montonero
Roberto Perdía, y le advirtió que la dictadura que se avecinaba no iba a ser moderada como la
de Lanusse. Eduardo Massera, jefe de la armada, exigía que cada arma controlara el 33% de los
cargos, rompiendo la tradición de predominio del ejército. Los marinos aceptaron que Videla183
183. Los nuevos amos del poder bautizaron a su tiranía como proceso de reorganización nacional
113
ENRIQUE M A NSO N

conservase el cargo de comandante a la vez que la presidencia. Los uniformados harían el tra­
bajo sucio. El ministro de Economía, fosé Martínez de Hoz se encargaría de la transformáción
económico social argentina.
La noche del 23 de marzo, mientras el gobierno y los dirigentes sindicales actuaban como si no
existiera peligro de golpe, las tropas comenzaron a tomar posiciones y se produjeron los prime­
ros homicidios. A las 19 de este último día, los comandantes iniciaron la última reunión con
el ministro de Defensa. Mientras se desarrollaba, La Razón tributaria del ejército, titulaba con
tamaño catástrofe: ES INMINENTE EL FINAL. TODO ESTÁ DICHO. Al terminar la reunión,
Videla pidió al ministro una reunión con generales para el día siguiente. Era mentira. La presi­
dente fue derrocada esa misma noche.
Los golpistas eliminaron sin resistencia los poderes constitucionales y fijaron las normas para la
etapa. Se suspendían las actividades políticas o sindicales. Los comandantes Videla, Massera y
Agosti se constituyeron en Junta Militar. Subordinado a ella quedaría “el oficial superior de las
fuerzas armadas que ocupara el cargo de presidente”. El 29 asumió Videla, hasta marzo de 1981.
La ex presidente fue enviada detenida a Neuquén. Fueron intervenidas la CGT y la CGE y se sus­
pendió el derecho de huelga. Varios partidos “extremistas” fueron prohibidos. El partido Comu­
nista Argentino, sólo suspendido como los partidos “democráticos”. En la opinión pública había
sectores felices y, en algunos casos, comprometidos con el golpe. La desintegración del gobierno
derrocado había sido acompañada por la acción psicológica. Los empresarios, que habían pro­
vocado un lock outm en febrero estaban eufóricos. La Sociedad Rural, CARBAP (Confederación
de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa) y el gran capital industrial y financiero
apoyaron el golpe. En la Bolsa de Comercio, las acciones subieron un 284% el 25 de marzo.
El Poder Judicial se subordinó a la nueva “legalidad”, y no faltaron prestigiosos juristas que
apoyaron al proceso, al mismo tiempo que veneraban al texto de 1853. Los políticos eligieron
el silencio, coherente con el apoyo de muchos durante la conspiración. Los medios de comuni­
cación fueron sometidos a un rígido control. Sin embargo, la auto censura, y la plena adhesión
no lo hacían necesario.
Washington conocía los preparativos y no vio mal el golpe. Kissinger envió un telegrama al
presidente Ford: “Habrá un fuerte énfasis en la ley y el orden, asignando máxima prioridad al
esfuerzo antiterrorista. Un operativo limpieza contra figuras políticas y sindicalistas presunta­
mente corruptos,... Evitar una postura rabiosamente antiperonista o antisindical y tratar de
trabajar con sectores receptivos del poderoso movimiento sindical. La implementación de un
programa de... menor participación del Estado en la economía,... promoción de exportaciones,
atención favorable al sector agropecuario... actitud positiva hacia las inversiones extranjeras.”185
“En... los derechos humanos se pueden presentar aspectos problemáticos.”186

LAS DOS CARAS DE JANO


Jano era el dios de dos caras. La divinidad de las puertas y de los finales. Para los guerreros era
de los suyos. También se le atribuían aptitudes para la economía, y había inventado el dinero.
La dictadura tenía, como el dios, dos caras: una económica y una militar: la liquidación de la
Argentina del Bienestar peronista y la represión de los que se opusieran.
Al presentar su plan económico, Martínez de Hoz anunció que “la economía argentina” no tenía
184. Huelga de la patronal
185. Seoane, María y Muleiro, Vicente, ob. Cit., pag. 218 Kissinger a Ford 24/3/76, telegrama confidencial
071677:
186. Andersen, Martín, ob. Cit., pag. 265
114
TE LA HAGO CORTA

“ningún mal básico ni irreparable.” Había que terminar con los obstáculos producidos por el
estatismo desde la posguerra con medidas excepcionales. Guillermo Klein, vice ministro de
Economía, decía que el nuevo sistema, que redujo los salarios a la mitad, en 10 meses, era "solo
aplicable si lo respalda un gobierno de facto.”187 Para Videla, el proceso no venía a derrocar un
gobierno, sino a terminar con una Era histórica.
El mundo capitalista sufría cambios que repercutieron en la Argentina. La internacionalización
dé las economías regionales y nacionales se daba “en un marco de crisis con la exacerbación de
prácticas especulativas en los mercados financieros” en los que imponían las “políticas liberales
y aperturistas.188” Esto favorecía una “puja desde los grandes centros de la economía mundial y
los organismos internacionales para lograr la inserción de los países en desarrollo a los nuevos
círculos financieros.”189
Martínez de Hoz acabó con el modelo industrial e impuso uno “basado en la valorización finan­
ciera.” Algunas de cuyas características habían integrado los programas iniciados en 1955, como
la caída de salarios. Lo nuevo eran los métodos represivos inéditos, acompañados de durísimas
condiciones para la clase trabajadora, el pánico a la desocupación y el endurecimiento de las
condiciones de trabajo.
Los uniformados aniquilaron toda resistencia; Martínez de Hoz debilitó el poder adquisitivo,
destruyó el modelo industrial y eliminó al Estado como fuente de empleo y como distribuidor
de recursos. Había total coherencia entre una y otra. La lucha contra la subversión, justificaba la
dureza de las medidas.

LA CACERÍA
Desde la caída de Perón, las fuerzas armadas se formaron para combatir al enemigo interno.
Cuando la Revolución Cubana trajo la. guerra fría al hemisferio, se instaló la doctrina de la Se­
guridad Nacional, con fronteras ideológicas. Ya había misiones militares de los Estados Unidos y
de Francia, que contribuían en la formación de cuadros para la lucha contrainsurgente, prioridad
desde la resistencia peronista.
Frente a la amenaza comunista, miles de oficiales latinoamericanos pasaron por las escuelas
militares de los Estados Unidos y la Zona del Canal de Panamá. Entre ellos los jerarcas de la dic­
tadura del 24 de marzo. Sin embargo, resultaba superior la instrucción que daban los franceses
que, en Vietnam y en Argelia habían aplicado hábiles interrogatorios a sus prisioneros, mediante
la tortura. En Argelia, los galos hicieron desaparecer 3024 personas. Sus discípulos argentinos
desaparecieron 30.000. “No sé”, decía el ex general Albano Harguindeguy, “si los oficiales que
estuvieron en la Escuela de las Américas... recibieron enseñanza específica sobre la tortura, pero
sobre la forma de interrogar, sí.”190
Las organizaciones enfrentaban un enemigo muy poderoso, preparado en la doctrina de la pa­
tota, el secuestro, la desaparición, la tortura y la muerte. Como habían perdido apoyo popular,
les faltaba lo principal de una guerrilla. Igualmente, creían que el golpe los acercaba al triunfo.
187. Más adelante, el gobierno de Carlos Menem se encargó de demostrar que también era posible en
democracia.
188. Rapoport, Mario y otros, Historia económica, política y social argentina (1880-2000), pag. 788
189. Ibídem
190. Declaraciones a la periodista Marie-Monique Robin, publicadas en Página 12 del 31 de agosto, 1 y 2 de
septiembre de 2003. El general Díaz Bessone declaró “acá fue distinto, operó todo el Ejército sin excepciones.
Todos los hombres en actividad actuaron en la guerra contra la subversión... Con mucha eficacia, en no más
de tres años fue aniquilada la subversión.”
11s
EN RIQ UE M A N SO N

Los militares empezaron una cacería de guerrilleros, de militantes, de simpatizantes y de hom­


bres y mujeres de izquierda ajenos a las organizaciones. Videla decía en 1998: “No, no se podía
fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina no se hubiera ban-
cado los fusilamientos... ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba,... hasta cinco mil. No
había otra manera. Todos estuvimos de acuerdo en esto .... ¿Dar a conocer donde están los
restos? ¿Pero, qué es lo que podemos señalar? ¿El mar, el río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó
en ..., dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las
preguntas que no se pueden responder: quién mató, donde, como.”191
El asilo político era una tradición en Sudamérica. En 1976 estaba en pleno auge. Pinochet pro­
puso que las dictaduras facilitaran el tránsito de bandas sin límite de fronteras, para ejecutar
guerrilleros asilados, o políticos molestos. En mayo de 1976 fueron secuestrados y asesinados
en Buenos Aires los uruguayos Zelmar Michellini y Héctor Gutiérrez Ruiz. También mataron en
Buenos Aires al ex presidente de Bolivia, general Juan José Torres.
El teniente coronel Alberte delegado de Perón en las etapas duras del exilio, era hombre del
peronismo y del ejército, y escribió una carta a Videla, su comandante, el 23 de marzo. En ella
apelaba a la “experiencia acumulada”, que mostraba a las fuerzas armadas reprimiendo a los
trabajadores. No sólo lo angustiaba el precio que pagarían los perseguidos. También que los
militares terminaran de enemistarse con el pueblo. El 24, de marzo, un comando entró a su
departamento, y lo arrojó por la ventana a la calle.
Los diarios informaban de la muerte “en combate” de “delincuentes subversivos”. En tales com­
bates siempre ganaban los buenos. Frente a 210 “delincuentes” abatidos, sólo hubo 43 caídos
entre las fuerzas del orden. Los crímenes alcanzaron a miembros de la Iglesia, cuya jerarquía
acompañaba el plan. Tres sacerdotes y dos seminaristas fueron asesinados en Belgrano R. Segu­
ramente sus sermones no caían bien a feligreses que habrán avisado a los uniformados. La Co­
misión Ejecutiva Episcopal, escribió el 7 de julio a la Junta Militar. Denunciaba el “incalificable
asesinato de una comunidad religiosa”, pero no fue más allá. Era obispo de La Rioja monseñor
Enrique Angelelli, un sacerdote comprometido con los más pobres. Su figura era adorada por
unos y detestada por otros. A comienzos de 1976 monseñor Bonamín dijo en la provincia que
“el pueblo argentino había cometido pecados que sólo se podían redimir con sangre”192 Era la
bendición para que los centuriones comenzaran a purificar la Iglesia de La Rioja.193
El 18 de julio fueron secuestrados dos sacerdotes y sus cuerpos aparecieron muertos con signos
de tortura. El 22 Angelelli presidió el sepelio, al que no asistió ningún otro obispo, y pronunció
una emocionante oración. El 4 de agosto lo mataron en un falso accidente.194
Es inevitable preguntarse que sentían los príncipes de la Iglesia que callaban por prudencia y qué
pensaban aquellos que decían que lo de Angelelli había sido accidental. Y qué Bonamín, y los
capellanes como Christian Von Vernich, que aprobaban abiertamente los crímenes, cuando no
colaboraban con ellos.
Con los prisioneros judíos hubo un trato especial. Muchos fanáticos creían en un plan sionista
para dominar el mundo. A las razones de estos cruzados, se sumaron intereses. Como “los judíos
tienen todo el oro”, algunos unieron lo útil a lo agradable y trataron de apoderarse de sus bienes,
como en el caso del ex ministro y empresario José Ber Gelbard, el del periodista, Jacobo Timer-
man, y el banquero David Graiver, a cuyos herederos despojaron, con secuestros y torturas, de
la empresa Papel Prensa
191. Seoane, María y Muleiro, Vicente, ob. Cit., pag. 215
192. Mignone, Emilio, ob. Cit. Pag. 200
193. Ibídem
194. Nunca más, pag. 357
116
TE LA HAGO CORTA

MARTÍNEZ DE HOZ
El “Plan económico de las fuerzas armadas” 195 era de la pieza fundamental para term inar con
el Estado de Bienestar. Había que “revertir la situación actual en el menor plazo posible”, y para
ello “todos los argentinos sin distinción deberán poner su esfuerzo y realizar su contribución.
Ningún sector debe quedar al margen de esa tarea. Habrá sin duda sacrificios a realizar, pero
cuando los mismos se reparten equitativamente y con la conciencia de que son necesarios para
alcanzar la meta fijada, aceptada y deseada por todos, tales sacrificios pueden ser llevaderos.”196
El plan, sufrido especialmente por los trabajadores, tuvo el apoyo de sectores de la clase media.
La sensación de que había vuelto el orden con la llegada de los militares, las medidas represivas
y sobre todo la propaganda de la prensa les llevaban tranquilidad.197
Con el apoyo de la finanza internacional y del empresariado, se superó la crisis de coyuntura.
Luego llegaron las reformas que consistían en un fuerte ajuste que seguía la orientación de la
escuela económica de Chicago. El equipo de Martínez de Hoz adhería al neoliberalismo del
austríaco Von Hayek y el norteamericano Friedman, por lo que se los apodó Chicago Boys. Ins­
trumentos fundamentales fueron la reforma financiera y la apertura externa. La industria dejó
de ser la impulsora del crecimiento, y el lugar central lo ocuparon las finanzas, hasta el punto de
abandonar la prioridad de la industria pesada. Para los conductores de la economía era lo mismo
producir acero que caramelos.
Los bancos trabajaban con tasas negativas para subsidiar las actividades productivas. En febrero
de 1977 se liberaron las tasas de interés, que saltaron hasta alcanzar importantes valores posi­
tivos.198 Se liberó la creación de bancos y financieras, y se multiplicaron sucursales de unos y
otras, muchos de capital externo y de dudosa solvencia. Sin embargo, los resultados produjeron
un clima especulativo, estimulado por la competencia. La oferta de títulos y valores oficiales
indexables, y la tentadora inversión en depósitos a plazo fijo atrajo a los pequeños y medianos
ahorristas por los suculentos intereses y por la garantía estatal que se mantenía aún para inver­
siones en entidades privadas. Así, las finanzas se transformaron en factor fundamental de la eco­
nomía, y se incentivó “la valorización especulativa produciendo la hipertrofia del sector: entre
1978 y 1979 se autorizó la apertura de 1197 sucursales financieras, mientras el PBI per cápita se
encontraba virtualmente estancado.”199
Al mismo tiempo se inició la apertura de la economía. Se decía que el mercado era víctima de
los abusos de los productores nacionales que lo tenían cautivo. Abrir la economía introduciría la
competencia, y de ella llegaría mejor calidad y bajos precios. Entre los productores argentinos,
sobrevivirían los más emprendedores, que comprarían equipos y maquinarias modernas. Se
eliminaron subsidios a la exportación, y se aplicaron reducciones de aranceles de importación.
Las vidrieras se llenaron de productos importados, cuyos precios eran baratos por que el peso
195. “El programa económico que enuncié el 2 de abril de 1976 tuvo la aprobación previa y el consenso de
las fuerzas Armadas que asumieron la responsabilidad del gobierno en medio del caos político, económico
y social imperante.” Marlincz de Hoz, José Alfredo, Bases para una Argentina moderna, 1976-1980, pag. 9
196. El Plan de Martínez de Hoz habla tenido un invalorable antecedente en el ministerio de Celestino
Rodrigo, durante el gobierno de Isabel.
197. Aunque no fueron pocos los que, ante lo evidente, prefirieron cerrar los ojos diciendo: “por algo será”.
198. “Los bancos debieron tener un encaje del 45 y luego del 15% lo que obligaba a mantener inmovilizada
una parte importante de los depósitos. Para compensarlo, aumentaron la brecha entre las tasas activas y las
pasivas, encareciendo los créditos.... Entre junio de 1977 y mayo de 1982 la emisión para tales efectos fue de
casi 62 billones, algo más que el 5% del PBI.” Rapoport, Mario, ob. Cit., pag. 792
199. Rapoport, Mario, ob. Cit. Pag. 792
117
EN RIQ UE M A N SO N

estaba sobrevalorado. Las PYMES empezaron a quebrar, y las fábricas a convertirse en galpones
para almacenar productos importados. Rapoport dice: “Luego de un breve período de creci­
miento, la recesión... se manifestó con crudeza, dejando... una economía estancada,...el PBI
sólo creció un 23% entre 1975 y 1983.”200
La industria cayó un 12,4%. entre 1975 y 1983 La reforma: “provocó un gran impacto negativo
sobre las actividades productivas, mientras que sus resultados en materia de control de la infla­
ción resultaron altamente cuestionables.” 201 Lo que se ahorraba por bajos salarios aumentó en
costo financiero. En ese momento se produjo la diferenciación entre los industriales grandes y
los medianos y chicos. Los primeros, con reservas y vínculos en el exterior, tomaron préstamos
externos baratos. Los medianos y pequeños debían pagar las tasas usurarias del mercado local
reformado.
La reducción de aranceles afectó a la industria. Muchos establecimientos cerraron. Crecieron
conglomerados que diversificaron sus servicios, dejando la industria y convirtiéndose en im ­
portadores o especuladores financieros. Esto facilitó la concentración en los grandes grupos
económicos y en las empresas transnacionales, y la asociación de unos y otros. El salario cayó
del 45 % del ingreso en 1974 al 26% en 1983202, y la desocupación alcanzó cifras inéditas.
Años después, Martínez de Hoz se vanagloriaba: "La creciente confianza internacional que
despertó el mismo le permitió (a la Argentina) acceder en las mejores condiciones de plazo
e interés”203 Así creció la deuda externa, pero “el endeudamiento externo no es...condenable
en sí mismo, sino por el contrario, indispensable si se quiere lograr el crecimiento de países en
desarrollo que normalmente presentan una escasez de capital y crédito local.”204 En marzo de
1976 había una deuda de 9.738 millones de dólares. Siete años después, llegaba a 45.087 millo­
nes. Esto alimentó la especulación. Las tasas internacionales eran más bajas que las internas y
se tomaba deuda en el exterior para prestar en el mercado interno. El déficit aumentó por las
importaciones, los viajes turísticos al exterior, la fuga de capitales, y la compra de armamentos.
Todo sostenido por el Estado que se obligaba a crecientes pagos de intereses. Dice Rapoport205
que “la Argentina se endeudó para destruir su aparato productivo, hipotecando su economía y
arrasando la base productiva que podía contribuir a levantar posteriormente esa hipoteca.” 206
El crecimiento del campo continuó a pesar del plan y a que los productores se quejaban, como
siempre, del trato que recibían del Estado. La exportación de cereales pasó de 1.067 a 2.894
millones de dólares. La de carne aumentó de 172 a 430 millones. Las nuevas tecnologías, la
mecanización y el desarrollo de semillas híbridas, recibieron, el impulso de la producción de
soja.207 No dejaba de ser paradójico que los alimentos argentinos se destinaban a las proletarias
mesas de la Unión Soviética, y el gobierno que atropellaba los derechos humanos para ganar la
Tercera Guerra Mundial se financiaba con el oro de Moscú. Las exportaciones de carnes al blo-
que soviétirn de 11.000 toneladas en 1976, llegaron a 415,3 millones en 1979,y3485en 1981...208
200. Rapoport, Mario, Op. Cit., pag. 800
201. Rapoport, Mario, ob. Cit., pag. 795
202. Señala Rapoport que en los ajustes tradicionales, el salario resultaba impactado inicialmente, pero en
un segundo momento recuperaba posiciones. Esto no ocurrió con la nueva política económica. Ob. Cit.,
pag 822
203. Martínez de Hoz, José A., 15 años después, pag. 179
204. Ibídem, pag. 175
205. Ob. Cit., pag. 812
206. Ibídem, pag. 813
207. La superficie cultivada de soja pasó de 169.440 Ha. en 1972/73 a 1.800.000 en 1979/80. En maíz en
cambio se redujo de 4.993.000 en 1970/71 a 3.600.000 en 1980/81
208. Según datos de la Cámara de Comercio Argentino-Soviética, publicados en Gilbert, Isidoro, El oro de
Moscú, pag. 359
118
TE LA HAGO CORTA

La balanza comercial era netamente favorable,209 pero Moscú poco tenía para ofrecer al mer­
cado argentino y su ineficiencia en producción de alimentos hacía imprescindible la compra de
cereales y carnes de las pampas, y llegó a comprar el 66% de las exportaciones de trigo y el 30%
de las de maíz.
En 1980 la URSS invadió Afganistán, y Washington tomó represalias a las que quiso sumar a la
Argentina. No tuvo éxito. La dictadura “se negaba a tomar parte en decisiones punitivas adopta­
das sin nuestra previa participación o que fueran tomadas en centros de decisión fuera del país.”
Esas patrióticas palabras se debían a lo que aconsejaban las entidades agropecuarias a Martínez
de Hoz, que subordinaron el odio al comunismo a la sagrada libertad de comercio. Además la
URSS pagaba una prima de embargo de más de 1.000 millones sobre el precio, y Moscú com­
praba el 80% de las exportaciones.
Ante las nuevas condiciones de especulación, aparecieron pequeños ahorristas que apostaron
a ella. Un modelo fue el seguro de cambio que creó Domingo Cavallo en junio de 1981 por el
que se cubrían créditos privados con el exterior, y el Estado se hacía cargo de la deuda externa
privada. La destrucción de las fábricas produjo la aparición de un nuevo personaje: el cuenta-
propista. Con la indemnización del despido, compraban un kiosco o un taxi. Transformarse en
patrón de su propio negocio era vivido como un logro. En poco tiempo la saturación de kioscos
y de taxis los arruinó.
Desde el primer peronismo, grupos, como los Macri y los Rocca, habían crecido con las obras
públicas. La batalla del petróleo de Frondizi ayudó a Pérez Companc, y Bridas. Las obras pú­
blicas impulsaron a la cementerà Loma Negra, de Alfredo Fortabat y luego de su viuda Amalia
Lacroze. Todos contratistas del Estado, con amigos que ayudaban a ganar las licitaciones. Los
tiempos de Martínez de Hoz los convirtieron en socios vivos de un Estado bobo. Fueron la
Patria Contratista.
Había que ayudar al Estado ineficiente porque “achicar el Estado es agrandar el país”, y para
ello había que entregar todo lo posible a estos contratistas. Estos todavía no serían dueños de
las empresas que eran el patrimonio histórico de los argentinos, sino que realizarían parte de
sus tareas, a buen precio. Todos compraron o crearon bancos o compañías financieras, para
su propia financiación, al tiempo que les permitían entrar en el juego que más gustaba. De ese
modo se pusieron a la cabeza de la deuda privada, que habría de pagar el Estado por la reforma
de Cavallo.

EL OPERATIVO CLARIDAD
“La única guerra total, integral, es la guerra cultural”, decía el fundador del prim er campo de
concentración, general Acdel Vilas,210El enemigo combatía sobre todo en el campo de las ideas.
“No enfrentamos a un oponente que batalla por defender una bandera, una nación o sus fron­
teras. Quien nos ataca no tiene nada de eso. Es sencillamente, parte de un ejército de ideólogos,
cuyo cuartel puede estar en Europa, América o Asia, Carece de identidad nacional. Es el produc­
to de una contracultura con un objetivo bien definido: destruir los cimientos de la civilización
209. Los saldos entre 1980 y 1982 pasaron de 1.599,5 a 2,985 millones, con un pico de más de 3.400 en 1981,
siempre favorables a la Argentina.
210. Manuscrito inédito de Vilas en Andersen, Martín, ob. Cit., pag. 232. Vilas estaba convencido de que
estaba librando una cruzada contra un enemigo demoníaco, y no vaciló en poner por escrito la historia de
su lucha contra la subversión. Por eso escribió sus memorias acerca de la guerra sucia. Pero los mandos
del Ejército le ordenaron esconder lo que había escrito. No obstante, el manuscrito fue conocido, y existen
copias de él.
EN RIQ UE M A N SO N

occidental de la que naturalmente, los argentinos formamos parte... Lo que formamos en el in­
dividuo es su mente... No se trata de conquistar terreno, físicamente, sino de conquistar mentes.
No de tomar plazas fuertes, sino de moldear las estructuras mentales a su favor”211 La batalla
no estaba en el monte tucumano ni en las ciudades donde actuaban los montoneros. “... En la
Argentina tenemos más de 30 universidades nacionales,... (dedicadas a la) infiltración marxista.
Las nuevas, universidades fueron creadas para cubrir todo el territorio nacional.”
En esto se basó el Operativo Claridad. La guerra cultural se libraba en todo el mundo, y sobre
todo en las decadentes potencias de occidente. “Se establecieron cabeceras de puente marxistas
en algunos centros universitarios famosos de países que, como Francia y Estados Unidos, mani­
fiestan una cultura a la que nosotros somos muy permeables y receptivos. Estos se convirtieron
en centros para el ‘lavado de cerebro’ de jóvenes becarios e intelectuales argentinos... al retornar
al país... se convierten en quinta columna de la guerra cultural en su propia nación.”212
Massera tenía objetivos más pragmáticos, pero a veces vestía el hábito del cruzado. En febrero de
1978 en la Universidad del Salvador213, sostuvo que la crisis de occidente se había iniciado con Car­
los Marx, que cuestionó la propiedad privada, Sigmund Freud, que atacó “el sagrado ser interno
de la persona humana” y Albert Einstein, quien cuestionó los criterios sobre tiempo y espacio.214
En agosto de 1980, la policía bonaerense, quemó un millón y medio de libros del Centro Editor
de América Latina. Cincuenta escritores fueron muertos o desaparecidos. La CONADEP afir­
mó, en los ’80, que sobre 10.000 desapariciones comprobadas, hubo un 21% de estudiantes, un
5,7 de docentes, 1,6 de periodistas y 1,3 de actores y artistas.215
En julio de 1976, el ministerio de Educación informó el resultado de su gestión. No pasaba por
una disminución del analfabetismo, sino por la eliminación de 3000 docentes y administrativos
de colegios nacionales.216 Paralelamente, Videla almorzaba con hombres de la ciencia y la cultu­
ra. El 5 con Federico Leloir, René Favaloro, Julio H. Olivera, Alfredo Lanari y Roque Carranza.
El 19 con Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Leonardo Castellani y Horacio Ratti. El primero
agradeció “el golpe del 24 de marzo, que salvó al país de la ignominia.”217 El autor de El Túnel
afirmó: “El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto
e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente.”218 Castellani dijo
que había pedido por el escritor Haroldo Conti, que acababa de ser desaparecido. No tuvo éxito.
Tres días después, un grupo de estudiantes secundarios fue secuestrado en La Plata, era La no­
che de los lápices. Querían obtener el boleto gratuito para los estudiantes. La policía de Camps y
Etchecolatz los detuvieron, los vejaron y torturaron y asesinaron a seis de ellos.
La jerarquía de la Iglesia colaboraba en la represión, pero directivos de colegios católicos re­
sistieron a la supervisión policial o militar, y muchos arriesgaron el pellejo por cubrir algún
perseguido.
211. Vilas, Acdel, manuscrito inédito.
212. Ibidem
213. Hernán Brienza, 3 puntos N° 287 del 26 de diciembre de 2002, señala que la invitación a Massera a las
aulas tuvo que ver con una negociación por la vida de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jaiics. En
1974, la USAL pasó a ser administrada por laicos. Un testigo identificado informó a Brienza: “A los dos
sacerdotes los liberaron a pedido de Bergoglio. Nosotros fuimos los negociadores. Massera no quería pero
finalmente accedió. Como contrapartida, hubo algún tipo de acuerdo político y el nombramiento de ‘doctor
honoris causa’ del marino en El Salvador”
214. La Opinión, 7/2/78
215. Nunca Más, pag. 296
216. Andersen, Martín, ob. Cit., Pag. 233
217. Anguita, Eduardo y Caparros, Martín, ob. C it tomo III, pag. 72
218. Anguita, Eduardo y Caparros, Martín, ob. C it tomo III, pag. 73
120
TE IA HAGO CORTA

“Las universidades (eran) ‘criaderos’ de subversivos... En las entradas a los pabellones colgaban
carteles en los cuales entre otras cosas se prescribía la longitud máxima del cabello del hombre,
se prohibía el uso de barba y se exigía ropa limpia y aliñada.”219
Se descentralizaron los servicios educativos de nivel preprimario y primario. Con el pretexto del
federalismo, se derivaba el gasto a las provincias.
El ministro Juan Llerena Amadeo estableció en marzo de 1979 los contenidos de la asignatura
Formación Moral y Cívica. También fueron aprobados los contenidos de Historia, a los que se
había agregado lo referente a la subversión y el terrorismo y los méritos de la represión militar.
Se prohibió el manual escrito por Manuel Bustinza220, y se combatió la matemática moderna.
Para mejorar el nivel, se elevó el puntaje para la eximición de exámenes en la enseñanza media.
Tal vez la mayor hazaña de la gestión haya sido el cierre de la Universidad Nacional de Luján.
El ministro había quedado muy mal impresionado por la arquitectura atípica de los módulos
donde se estudiaba.
La dictadura había tomado el poder después de una etapa de renacimiento artístico, entre 1972 y
1974. Desde 1976, la venta de novelas cayó un 70 por ciento, la de biografías y ensayos un 90 por
ciento, la de discos a la mitad y las revistas un 30 por ciento. La producción cinematográfica se
mantuvo en los números de los años anteriores, pero la temática había cambiado. De “La Pata-
gonia rebelde” u “Operación masacre”, se pasó a “Los chiflados dan el golpe”, protagonizada por
el actor Albino Rojas -el Soldado Chamamé- o “Patolandia nuclear”. El cantor Ramón “Palito”
Ortega se destacó con siete películas entre 1976 y 1980, entre ellas “Amigos para la aventura”
o “El tío disparate”.221 En el Instituto de Cinematografía, el implacable Manuel Paulino Tato, se
jactaba de haber batido records de prohibición de películas entre 1976 y 1978.
Los gobernantes procuraban mejorar la imagen de las fuerzas armadas. Así proliferaron las pe­
lículas que mostraban a Alberto Olmedo y Jorge Porcel como simpáticos colimbas -algo exce­
didos en años- haciendo travesuras en los cuarteles. El ídolo Carlitas Balá sirvió en la ficción en
la fuerza aérea, a órdenes de Ortega.222
Muchos fueron los artistas, escritores y periodistas desaparecidos -la CONADEP estima un 3%
del total-223, y no menos los que tuvieron que buscar refugio en otras tierras.

219. Spitta, Arnold, El proceso de Reorganización Nacional de 1976 a 1981, pag. 93


220. Esta medida fue tomada tras una fuerte campaña de los medios de la editorial Atlántida, que intentaban
demostrar el carácter subversivo del libro.
221. dencia de los gustos del público, que parecía preferir las películas narcotizantes. En más de una oportu­
nidad, las cintas de Ortega llegaron a superar el millón de espectadores.
222. El cantautor tucumano había sabido cambiar. En los tiempos en que se acercaba el retorno definitivo
de Perón, y los jóvenes rebeldes llenaban las calles, palito dio a conocer la pegadiza canción “Yo tengo fe”
que preanunciaba los “tiempos de justicia” que se avecinaban. A la hora en que los militares reprimían
salvajemente a esa misma juventud, El Rey pasó a repudiar a aquellos que no apreciaban “la sonrisa de los
niños”, y los invitaba a que se tiraran “al río, en su parte más profunda”, tal vez para ahorrar trabajo a los
desaparecedores.
223. Nunca Más, pag. 296
121
EN RIQ UE M A N SO N

LIBERTAD DE (PAPEL) PRENSA


Los canales de televisión se repartieron entre las tres armas. El Canal 7 quedó a cargo del PEN.
Los medios gráficos privados, se adaptaron rápidamente. No por miedo. Estaban de acuerdo
con la aniquilación de los irregulares y sus simpatizantes, y no hizo falta la censura formal. Des­
aparecieron las publicaciones de humor relativamente corrosivo, como Chaupinela, Mengano y
Satiricón.
Los montoneros publicaban clandestinamente Evita montonera. En agosto de 1976, Rodolfo
Walsh creó ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias, que se manejaba críticamente frente a la
conducción montonera. Informaba sobre la represión, los conflictos laborales y la marcha de la
economía. La agencia denunció el crimen de monseñor Angelelli. También el conflicto de Luz y
Fuerza y los de las automotrices. En septiembre divulgó la aparición de cadáveres maniatados y
mutilados en la costa uruguaya y recordó que Videla había dicho que “en la Argentina deberán
m orir todas las personas que sea necesario para que vuelva a reinar la paz.”224
La Opinión, cuyo director Jacobo Timerman había apoyado el golpe y terminó en un campo
de concentración, se tomó algunas libertades. En enero de 1977, publicó un artículo titulado
“Los derechos humanos en el presente contexto político-social de la Argentina”. El diario fue
suspendido.
La Sociedad Americana de Prensa envió dos periodistas a Buenos Aires. Estos informaron sobre
diarios intervenidos. Un directivo les dijo: “Si publico los datos de ese caso que conozco, el que
desaparece soy yo.” Los diarios “justificaban la censura porque se declaraban de acuerdo con la
dictadura.” Además “... se negaban a informar sobre la desaparición de personas y... se benefi­
ciaban de aquel comportamiento al asociarse al Estado para la producción de papel.” En efecto,
los diarios La Nación, La Razón y Clarín apoyaban y encubrían la represión salvaje. También
recogían beneficios materiales. El precio del papel para diarios era exorbitante, y los tres medios
se distribuyeron las acciones que el subversivo David Graiver poseía en sociedad con el Estado
en la empresa Papel Prensa.
La empresa monopolizaba la producción de papel de diario. Acusado de administrar fondos de
los montoneros, Graiver se fue del país y murió en un accidente sospechoso. Su viuda, Lidia Pa­
paleo, y otros miembros de su familia, fueron secuestrados y torturados. Se los obligó a vender
sus acciones a La Nación, Clarín y La Razón.
La Razón quebró, y los directivos de Clarín manejaron a su antojo el precio del papel. La Nación,
ocupó un lugar secundario. El dominio de Papel Prensa permitió que el Gran diario argentino,
desplazara al popular Crónica del dominio del mercado.225
El centenario La Prensa, coherente con su liberalismo, publicó solicitadas que reclamaban por
violaciones de derechos humanos. No por oposición. En 1978 calificó como “lamentable” la
invitación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos226, y afirmó que el Mundial
había servido para que “miles y miles de extranjeros hayan comprobado que aquí no se fusila,
ni se persigue o reprime a los ciudadanos pacíficos.” En mayo publicó una lista de 2500 desapa­
recidos, y el 18 de julio, una solicitada de la mujer y los hijos del ex embajador desaparecido
Hidalgo Solá.
224. XI Conferencia de Ejércitos Americanos.
225. La dueña de Clarín, Ernestina Herrera, viuda del fundador Roberto Noble, resultó involucrada en una
lospcchosa adopción irregular de niños, presuntamente hijos de desaparecidos. Cuando esto se escribe, la
causa judicial ha cumplido diez años sin que se aclarara la identidad de los hijos.
226. Blaustein, Eduardo, Zubieta, Martín, Decíamos ayer, pag. 264
122
TE LA HAGO CORTA

Más audaz fue el Buenos Aires Herald, de lengua inglesa. Su director, Roberto Cox, en un re­
portaje de la revista Somos127, sostuvo que “-Para entender la política editorial del BAH hay que
conocer el liberalismo europeo que nos caracteriza desde el nacimiento del diario hace más de
100 años.” Era un disparate la pregunta del periodista de Atlántida: “¿Entonces son de centro
izquierda?” El Herald soportó un atentado, y Cox fue arrestado por 24 horas. Más adelante se
iría al exilio.
En 1979, Crónica informó sobre la visita de la CIDH. Glosaba declaraciones de Isabel Perón: “El
pueblo debe participar libremente en la vida social y política para decidir su destino. Cuando se
encuentra impedido de hacerlo, las violaciones a sus derechos humanos ocurren por añadidura.”
También mencionó la declaración firmada por Deolindo Bittel y Herminio Iglesias en nombre
del PJ: “No podemos aceptar que la lucha contra una minoría terrorista, de la que también
hemos sido víctimas, se la quiera transformar en una excusa para implantar el terrorismo de
Estado.”
El presidente de ADEPA, Claudio Escribano, dijo alguna vez: “no fuimos recios en la crítica
contra los hombres que se excedieron en el ejercicio del poder.” Para el periodista de La Nación,
“Debemos lamentar no haber alzado más la voz, porque hubiéramos contribuido a la salud de la
República.”227228 El más no deja de ser una exageración, ya que mantuvieron un silencio cómplice
frente a las atrocidades.
En línea con estos medios amigos actuaron las publicaciones de Editorial Atlántida, Gente, So­
mos y Para Ti, y “formadores de opinión” de tradición golpista, como Bernardo Neustadt o Ma­
riano Grondona. El primero escribía en Extra: “Videla no es Pinochet”. El dictador sería la línea
blanda frente a los energúmenos Menéndez o Suárez Masón, afines al chileno.
Para Ti inventó el reportaje a la madre de un delincuente subversivo en una confitería. La mujer
habría declarado que fue manipulada por la guerrilla. Más tarde “comprendió su error”, se resig­
nó a la muerte del hijo que ella no había sabido educar, y decidió contar su historia a la revista.
En realidad estaba secuestrada, había sido peinada, maquillada y vestida, y hablaba vigilada por
los esbirros desde una mesa cercana. Los periodistas de Atlántida, con Samuel Chiche Gelblung
y Reneé Salas a la cabeza, no tenían límites en su adhesión incondicional.
Con el tiempo, algunos diarios se tomaron libertades. Clarín, fiel a la tradición desarrollista,
criticaba a Martínez de Hoz. En agosto de 1979 publicó un artículo en que María Elena Walsh
atacaba la censura, que trataba a los argentinos como pupilos de un jardín de infantes. Sin em­
bargo, el satánico censor no era, según la autora, creación del proceso. En julio de 1980, el m i­
nistro Harguindeguy se reunió con 18 mujeres periodistas, Magdalena Ruiz Guiñazú y Mónica
Cahen DAnvers, entre ellas.
En junio de 1978 apareció la revista Humor”. Desde el campo humorístico, filtraba críticas hacia
lo que estaba ocurriendo. Al principio se limitaron al Mundial de fútbol, al seleccionado y a
Menotti, con algo para la política económica. En la tapa apareció una caricatura en la que mez­
claban los rasgos del entrenador y los del ministro de Economía.
En junio de 1980 comenzó a publicarse Línea, dirigida por José María Rosa, que criticaba a la
dictadura, desde el peronismo. Fue clausurada por primera vez en mayo de 1981 a raíz de una
tapa ilustrada por el rostro vendado y amordazado de un hombre joven. Más adelante, se atrevió
a publicar una foto de tapa con Videla, Massera y Agosti, con el título de Subversivos y corruptos.
En octubre de 1982 sufrió la clausura definitiva.229
Fermín Chávez, llevó adelante otro proyecto: entre mayo de 1980 y mayo de 1981 salieron los
227. Revista Somos N° 36, del 27 de mayo de 1977
228. Citado por Verbitsky, Horacio, en Página 12, 7/6/98
229. Tomado de revistalineaxom.ar, versión on line de la revista.
123
ENRIQUE M A NSO N

seis números de Pueblo Entero. De edición precaria y distribución mano a mano, la revista tenía
un contenido que no evitaba los temas polémicos y las críticas a la dictadura.

LA CRISIS DEL BEAGLE


El 2 de mayo de 1977 se conoció el fallo de la Corte Arbitral sobre las islas del Canal Beagle.
Picton, Lennox y Nueva serían chilenas, y se trataba de compensar a la Argentina con “aguas
propias navegables”. Alejandro Lanusse había solicitado la resolución del problema por un laudo
de la Corona Británica.
Durante el primer trimestre de 1976, la Argentina estuvo a punto de denunciar el acuerdo. En
marzo, Luder presidente del Senado, convocó a una reunión secreta para tratar el tema. Esta no
llegó a realizarse por la caída de Isabel Perón.
El 31 de diciembre de 1976, la Corte produjo la resolución. En abril, la reina Isabel II la ratificó
y el 2 de mayo, el Foreing Office entregó el texto a los embajadores. El gobierno chileno lo acep­
tó, pero el canciller César Guzzetti, manifestó reservas: “ningún compromiso obliga a cumplir
aquello que afecte intereses vitales de la Nación o que perjudique derechos de soberanía.”230 Los
nubarrones aparecieron a ambos lados de los Andes.
El ejército y la armada querían rechazar el fallo. Más moderadas eran la fuerza aérea y la can­
cillería, que querían rechazar los fundamentos pero aceptar la parte dispositiva.231 La cuestión
dejaba al descubierto tanto la interna militar, como la mentalidad de los sectores duros, que
creían que la victoria contra los restos de una guerrilla desorganizada y sin base popular los
convertía en guerreros invictos. Santiago nombró “alcaldes de mar” en las islas para asegurar
su soberanía. Chile tenía unidad de decisión. En Buenos Aires, cada paso era discutido por el
triunvirato gobernante, cuyos miembros no actuaban con buena fe entre ellos. Massera, a cada
paso vacilante de Videla, lo maltrataba a gritos en las reuniones de la Junta.
1978 transcurrió entre encuentros que poco aportaron. En febrero, los presidentes se reunieron
en Puerto Montt. Pinochet sorprendió a Videla diciendo: “Señor presidente: Nuestra princi­
pal divergencia ya fue expresada en las cartas que intercambiamos en mayo de 1977... allí ha
quedado establecido que las negociaciones no configuran modificación alguna... Chile... ha
de cumplir cabalmente la responsabilidad de defender el patrimonio que le corresponde por
derecho.”232 El argentino respondió con el discurso que llevaba y no contestó las amenazas. Al
regresar, debió soportar a Massera, que aprovechó para humillarlo. Días después, el almirante
dijo en Tierra del Fuego: “Se acabó el tiempo de las palabras.”
Los belicistas preparaban planes de invasión. Suponían que Chile haría una resistencia simbó­
lica, pero los chilenos también se alistaban. Además de las acciones navales, intentarían cruzar
hacia los yacimientos petrolíferos patagónicos. Apostaban a la globalización del conflicto. Perú,
Bolivia y Ecuador tenían intereses y revanchas pendientes. Brasil no miraría con indiferencia
una invasión argentina a Chile. Con la guerra inminente, Videla consultó al Nuncio Pío Laghi
sobre la disposición del Papa a intervenir, y este le respondió que Juan Pablo II no se quedaría
“de brazos cruzados, hará todo lo que esté a su alcance para preservar la paz de 40 millones de
católicos.”
Así se inició una gestión que tomaría cuerpo con la llegada del Cardenal Antonio Samoré, quien,
230. Dromi, María Laura San Martino de, Historia Política Argentina, tomo II, pag. 261
231. Lanús, Archibaldo, De Chapultepec al Beagle, pag. 261
232. Según Seoane y Muleiro, ob. Cit., pag. 348, Villarreal les dijo que ante el discurso del dictador chileno,
"parte de la delegación argentina planteó irse de Puerto Montt, pero que en el almuerzo posterior a la lectura
de los discursos, Pinochet pidió que comprendieran sus palabras pronunciadas sólo por razones internas.”
TE IA HAGO CORTA

como representante del Papa, logró detener la guerra en los días de Navidad, cuando las avanza
das argentinas y chilenas estaban a punto de abrir el fuego.

25 MILLONES DE ARGENTINOS
Una de las canciones con las que la dictadura promocionaba el campeonato Mundial de fútbol
decía que todos los argentinos -25 millones- lo íbamos a jugar. El gobierno constitucional había
aceptado la organización, designó a Cesar Menotti entrenador, y le dio las facilidades para orga­
nizar un equipo competitivo. La dictadura se adueñó del proyecto. Cuando sus crímenes empe­
zaron a difundirse en el exterior las autoridades denunciaron la existencia de una “campaña anti
argentina" ¿Que mejor manera de contrarrestarla que la realización de un campeonato mundial
de fútbol, ai que asistiría multitud de visitantes y periodistas? En 1978 habría terminado la cace­
ría de y se podría ocultar las secuelas para que no fueran vistas por ojos inconvenientes.
Se sumaba la posibilidad de hacer buenos negocios privados, con la construcción de aeropuer­
tos, estadios e infraestructura Militares y marinos disputaron el control de fondos. El general
Omar Actis, presidente del ente organizador, fue asesinado presuntamente por los montoneros,
Desde ese momento, el responsable de la organización fue el almirante Carlos Alberto Lacoste,
que incrementó su fortuna de una manera poco acorde con su sueldo de marino.233
En Europa se lanzó una campaña contra el campeonato. En los Estados Unidos, El New York
Times, se sumó a la propaganda a favor de la dictadura: “Sus fuerzas armadas están librando una
lucha contra la subversión, pero esto de ninguna manera afecta al turista; al contrario, convierte
a Buenos Aires en una ciudad más segura que Nueva York, especialmente de noche”234
Es cierto que si Menotti creyó que podía dejar de lado lo político para concretar un viejo obje­
tivo futbolístico, seguramente los jugadores, más jóvenes, ni pensaron en el asunto. Es cosa de
preguntarse como habrán recibido la arenga en que Videla les exigió ganar o ganar: “Señores,
así como el comandante arenga a su tropa, así como el Presidente saluda y despide embajadores,
así quiero exhortarlos a que se sientan y sean ganadores, ganadores del torneo, ganadores de la
amistad, ganadores de la hidalguía y demuestren la calidad humana del hombre argentino.”235
Un grupo de argentinos exiliados y franceses formó en París el Comité pour le Boycott de
l’Organizatión par FArgentine de la Coupe du Monde de Football, que entre otros integraba Ca­
cho El Kadri. Esta posición no era compartida por los montoneros. Estos no producirían “nin­
guna operación que pueda poner en peligro a los jugadores y a los periodistas.” De todos modos,
provocaron acciones que impactaran por su espectacularidad. Además, la organización filtró un
grupo que realizó conferencias de prensa para periodistas extranjeros en las que denunciaban
la situación argentina, y se elaboraron volantes que, junto a una imagen tomada del logo oficial
del campeonato, llevaban ingenuos pareados entre los que se destacaba la consigna: “¡Argentina
campeón! ¡Videla al paredón!” Un equipo llegó a Buenos Aires para interceptar emisiones de
televisión de los partidos y atacar objetivos militares mediante lanzacohetes que impactaron
entre otros objetivos, en la Casa de Gobierno, la Escuela de Mecánica de la Armada, y la Escuela
Superior de Guerra. Todos blancos alejados de los estadios y de los lugares donde podían afectar
a las delegaciones. No obstante, no se logró difusión mediática de la presencia montonera. Los
diarios la silenciaron y no existieron las adhesiones que los guerrilleros esperaban.236
233. Demás está decir que mucha gente mal pensada supuso que habían sido los hombres de mar los que
terminaron con Actis.
234. Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín, pag. 414
235. Seoane, María y Muleiro, Vicente, ob. Cit., pag. 361
236. La Conducción montonera seguía imaginando un escenario político que sólo existía en su imaginación.
EN RIQ UE M A N SO N

El día de la inauguración, un emocionado Videla, vestido de civil, pronunció el discurso: y


es justamente la confrontación en el campo deportivo y la amistad en el campo de las relaciones
humanas que nos permiten afirmar que es posible, aún hoy, en nuestros días, la convivencia
en unidad y en la diversidad, única forma para construir la paz. Por ello pido a Dios nuestro
señor que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz. Esa paz que todos
deseamos....”237
El campeonato se desarrolló. El equipo argentino lo ganó, pero dejando dudas acerca del parti­
do clave en que se derrotó a Perú por seis a cero, un par de goles más de los que se necesitaban
para clasificarse a la final. En medio de la euforia, pasó inadvertida la actitud de los holandeses
que no quisieron recibir las medallas de las manos del dictador. “Con este triunfo ganamos
todos los argentinos, con fe y con coraje, y esperamos que esta victoria se traslade a otros cam­
pos para construir la Argentina grande que todos anhelamos.”238 Gillespie239 dice que ante el
triunfo de la dictadura que habia logrado sus objetivos, “el único consuelo... (que les quedaba
a los argentinos) fue el espectáculo de las contracciones nerviosas del general Videla mientras,
durante la ceremonia de presentación final, los retrasos provocaban fuertes silbidos de todos los
espectadores.” La noche del triunfo, las calles de Buenos Aires se llenaron de hinchas del equipo
vencedor. Entre ellos se contaban las esclavas de la ESMA, que debieron pintarse para salir a
festejar el triunfo con los integrantes del Grupo de Tareas. En el baño de una parrilla, Graciela
Daleo se atrevió a pintar con su lápiz de labios: “Milicos asesinos. Massera asesino. Viva Perón.
Vivan los Montoneros.”
La Argentina parecía haber llegado al pináculo del éxito. El 16 de noviembre, la cordobesa Silva­
na Suárez imponía su belleza en la elección de Miss Mundo. Al año siguiente, nuevamente con
la conducción de Menotti, el seleccionado juvenil, encabezado por Diego Maradona, ganó en
Japón el campeonato Mundial de su categoría.

REPRESIÓN Y DERECHOS HUMANOS


En una conferencia de prensa, le preguntaron a Videla si en su reciente visita al papa había
hablado “de los desaparecidos y los detenidos, sin causa, sin proceso.” Después de refirmar su
coincidencia con las inquietudes del pontífice, el dictador agregó: “los argentinos no tenemos
nada que ocultar ni nada de que avergonzarnos en ese sentido, porque justamente eso ocurrió
en defensa de los derechos hum anos... amenazados por... el terrorismo subversivo que preten­
día cambiar nuestro sistema de vida... Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una
incógnita, es un desaparecido__ no puede tener ningún tratamiento especial, no tiene entidad,
no está. Ni muerto, ni vivo, está desaparecido.”
La dictadura agregó al estado de sitio la suspensión de la opción para salir del país, y estableció la
pena de muerte, que nunca se aplicó legalmente. El Poder Judicial, teóricamente independiente,
Suponían que los atentados impulsarían una resistencia centrada en la clase obrera que, según pensaban,
"simpatiza con nuestra política, que el tiempo demostró acertada.” En la actualidad “el Peronismo Monton­
ero es mayoría dentro del peronismo.” También suponían que eran “el alma de esta (¿) Resistencia.” Gillespie,
Richard, ob. Cit. pag. 313. El movimiento obrero no tenía ningún interés en sumarse a la acción de la guer­
rilla, de la que desconfiaban y que sólo podía llevarlos a una mayor represión.
237, Anguita, Eduardo y Caparros, Martín, ob. Cit. pag. 453
238. En la hora de la victoria, un eufórico Massera exclamó: “¡Ahora haremos la Biblioteca Nacional!” El ase­
sor Yofre, recibió la consulta de un coronel. ¿Cómo se podría aprovechar políticamente la euforia popular? El
iodo políüco del general Villarreal dijo que era el momento de iniciar la apertura política. No le hirieron caso.
2.3V Gillespie, Richard, ob. Cit., pag. 313
126
TE LA HAGO CORTA

fue cómplice de las atrocidades. Los jueces rechazaban por miles los recursos de habeas Corpus.
La ex presidente fue detenida en una residencia de Neuquén, luego en una base naval, y por fin,
en prisión domiciliaria, en la quinta que había sido de Perón en San Vicente. Siempre vivió en
absoluta soledad y sufrió todo tipo de humillaciones. En 1981, fue sentenciada a 7 años y once
meses de prisión, pero en julio se la autorizó a viajar al exterior. Fijaría su residencia en Madrid.
Muchos dirigentes políticos y sindicales fueron detenidos en el buque 33 Orientales. Eran dete­
nidos no sospechados de subversivos, como Carlos Menem, Antonio Cafiero, Miguel Unamuno,
Jorge Taiana, y los sindicalistas Lorenzo Miguel, Diego Ibáñez y Jorge Triaca, entre otros. El ex
gobernador de La Rioja había anunciado que, si había golpe, iba a ser un tenaz defensor de la
presidente. No cumplió.
Los prisioneros no sufrían torturas físicas, aunque no faltaban las morales. Fue Lorenzo Miguel
el que contó que Menem se ofrecía para hacer de monaguillo en las misas de los capellanes.
Luego fueron trasladados al penal de Magdalena. Cuando murió la madre de Menem, no le
permitieron asistir al velorio. Indignado, dijo que Videla iba a “pudrirse en la cárcel”. Con los
años, procuraría evitarlo.
Terrible fue el caso del ex presidente Cámpora, su hijo Héctor y Juan Manuel Abal Medina. El
Tío supo que su nombre encabezaba las listas. “Si me agarran”, decía, “no voy a ir preso.” Pudo
asilarse a la embajada de México en un descuido de la custodia. Suponía que en un par de días le
permitirían viajar a territorio mexicano. Pero para la dictadura, era el principal responsable de la
subversión apatrida. El encierro en la embajada se prolongaría hasta noviembre de 1979, cuando
se le detectó un cáncer. Se lo obligó a aceptar ser revisado en un hospital de Buenos Aires. La
Nación, a través de Claudio Escribano, evaluó las posibilidades: “a) Si la biopsia revelase que el
tum or que afecta a Cámpora es benigno no habría salvoconducto para él, b) Si se comprobase
que el tum or es maligno y la expectativa de vida del ex presidente es de varios años el salvo­
conducto no le sería concedido inmediatamente, c) Sólo obtendría el salvoconducto de manera
inmediata si las expectativas de vida fueran escasas.” Después partió para México, donde murió
en diciembre de 1980. Su hijo Héctor, también asilado en la embajada, fue autorizado a viajar
para el entierro. Juan Manuel Abal Medina compartía el refugio. No había militado en la gue­
rrilla, pero era culpable de portación de apellido. Después de la derrota de Malvinas pudo irse.
La situación de los prisioneros de las cárceles legales, sin llegar a los extremos de los chupaderos
clandestinos, era sumamente dura. Además, la fluidez de los vasos comunicantes entre unas y
otros hacía que se corriera el riesgo salir de la legalidad.
En diciembre de 1976 se supo de la aplicación de la Ley de Fugas a diez detenidos de Resistencia,
Chaco. Fueron masacrados en Margarita Belén. “Un grupo de delincuentes subversivos” había
interceptado a los custodios que los trasladaban para “liberar o eliminar a los presos.”240 Todos
los detenidos fueron muertos a tiros. No hubo caídos entre los que “intentaron salvarlos” ni
entre los uniformados.
Los sobrevivientes que permanecieron siete años o más, en prisión, no vivieron en un lecho de
rosas. Eran habituales las torturas, los interrogatorios violentos, los simulacros de fusilamientos
y permanente la incertidumbre sobre el destino final de cada uno.
Años después se demostró que la masacre había seguido un plan sistemático. Los desapareci­
dos, al menos unos 9.000 según los archivos de la CONADEP, fueron guerrilleros, simpatizan­
tes, intelectuales, sacerdotes, gremialistas, políticos, periodistas, estudiantes, y todo aquel que
tuviera la desgracia de que su nombre estuviera en una agenda inconveniente o que atinara a
240. Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín, La Voluntad, tomo III, pag.
249. Era jefe de la brigada Cristino Nicolaides. Cumplía fundones políticas Ricardo Brinzone, luego jefe
del Ejército con De la Rúa y Duhalde.
127
EN RIQ UE M A N SO N

pasar o estar en el lugar y el momento equivocado. Rara vez se los capturó en un enfrentamiento
armado. Además, las patotas contaban con la liberación policial de la zona donde operar.
Al llegar a los campos241 eran torturados. El adiestramiento recibido de franceses o norteame­
ricanos complementaba el saber empirico de muchos policías, habituados a interrogar de ese
modo a los delincuentes comunes.
A medida que se incrementaba la represión, aparecieron centros de mayor capacidad y sofisti­
cación Declaró el ex gendarme Antonio Cruz, “los presos eran traídos... en coches particulares
ya sea dentro del baúl, en el asiento trasero o recostados .en el piso. De la misma forma eran
sacados, y por lo poco que se sabía, cuando ello ocurría, la mayoría iban a ser ejecutados. Si
algún detenido moría, se esperaba la llegada de la noche y luego de envolverlo en una manta del
ejército se lo introducía en uno de los coches particulares que partía con rumbo desconocido.”
Entre los campos estaban “Automotores Orletti”, “El Olimpo”, y el “Club Atlético” en la Capital
Federal, ““La Perla” en Córdoba, la Guarnición de Campo de Mayo, la “Mansión Seré”, “El Ban­
co”, la Base Naval de Mar del Plata, el “Pozo de Banfield” “C.O.T. I Martínez”, y “La Cacha” en
Buenos Aires, “La Escuelita” en Neuquén, el “Batallón 121”, en Santa Fe, la “Quinta de Funes”, en
Rosario. En la Marina, la Escuela de Mecánica de la Armada.
Hubo también maternidades clandestinas. Cuando empezaron a llegar las primeras prisioneras
embarazadas, se las atendía hasta el parto. Los bebés eran arrancados a sus madres a poco de
nacer, pese a que se aseguraba que se los entregaría a sus familiares.242 Si no faltaban familias
de militares que no tenían hijos y encontraron esta forma particular de adopción, también era
cierto que, en la locura dominante, pensaban que adueñarse de los hijos de los subversivos era
evitar que se contaminaran por las ideologías apatridas y anticristianas que habían llevado a sus
padres al mal.
El saqueo de propiedades de los “subversivos” fue lo habitual. El contador Horacio Palma fue
secuestrado junto con el abogado Conrado Gómez y el industrial vitivinícola Victorio Cerruti.
Llevados a la ESMA se produjo una venta ficticia de campos en Chacras de Coria, Mendoza, a
favor de una empresa de Massera. El negocio incluía pinacotecas, caballos de carrera, cuentas
bancarias y autos de desaparecidos.243
El exilio se hizo una salida común. Hubo una primera etapa, antes del 24 de marzo, cuando los
sicarios de López Rega empezaron a firmar sus crímenes como Alianza Anticomunista Argenti­
na. En esa etapa, cayeron Rodolfo Ortega Peña, Atilio López, Silvio Frondizi o Julio Troxler.244
La banda dio a conocer la lista de sus futuras víctimas, entre las que figuraban Víctor Heredia y
Mercedes Sosa, pero también María Elena Walsh, Luis Brandoni, Facundo Cabral, Juan Carlos
Mareco, y los peronistas Marilina Ross -viajera del charter de Perón- Leonardo Favio y Carlos
Carella. La mayoría se fue del país.
La salida de los dirigentes de las organizaciones armadas contó con el apoyo de sus estructuras.
Más complicada fue la situación de quienes no estaban encuadrados y los que abandonaban
alguna organización. Considerados desertores, corrían el riesgo de ser muertos por sus ex com­
pañeros.
241. LRD: Lugares de reunión de detenidos, en el lenguaje de la dictadura.
242. La aberración llegaba al extremo de cuidar especialmente a las futuras madres, a las que se llamaba
“envases de criaturas inocentes”, que se destacaban por su belleza o por ser blancas y rubias, porque sus hijos
estarían dentro de los parámetros predilectos por los futuros apropiadores.
243. Seoane, María y Muleiro, Vicente, El Dictador, pag. 263
244. Ortega Peña habia sido, junto con Eduardo Luis Duhalde, la gran promesa de la renovación genera­
cional en la historiografía revisionista, López, el colectivero del Cordobazó había sido vicegobernador de
la docta, Frondizi, hermano del ex presidente, un respetado ideólogo marxista y Troxler, sobreviviente em­
blemático del basural de José León Suárez.
128
TE LA HAGO CORTA

Algunos se sentían culpables de no volver. Cacho El Kadri no era montonero. No podía regresar,
pero no aceptaba su condición de exiliado: “eso sería como aceptar que ya estamos estacionados
acá para siempre, que nos ganaron”. Lo expulsaron de España, y en París se cuestionaba: “... se­
guir acá tranquilos, mientras los milicos allá están haciendo una carnicería... ¿No será que nos
aburguesamos, che, que nos cagamos?’’245
Otro tema del exilio fue la antigua incomprensión acerca del peronismo. Los militantes de iz­
quierda encontraban partidos hermanos, y en Francia o en Suecia, la socialdemocracia teñía
una gran parte de la población. El drama argentino no era visto con la misma claridad que el
chileno. Si bien Pinochet cometió muchos menos crímenes que los militares de Buenos Aires,
los europeos creían ver las cosas más claras en Chile: un gobierno socialista, derrocado por una
dictadura militar... Pero ¿qué había ocurrido en la inexplicable Argentina? El peronismo era,
para ellos, fascista. Los montoneros eran la izquierda que se había peleado con Perón, pero a
los peronistas históricos, como El Kadri, no los entendían. En alguna oportunidad debieron
escuchar que les dijeran que los golpistas “... derribaron el gobierno de derecha de la señora
de Perón. ¿No? La señora de Perón era fascista como su marido, y estos militares la derrocaron
para hacer un gobierno más progresista, que va a tratar de acabar con el peronismo para que
la Argentina pueda...”246 Esto era apoyado por el PC pro moscovita que defendía a las palomas
democráticas de Videla, frente a un posible golpe de los halcones pinochetistas: Menéndez y
Suárez Masón.
Fue la solidaridad de los movimientos de derechos humanos, el ejemplo de las Madres de Plaza
de Mayo, y la adhesión espontánea de mucha gente lo que permitió revertir la tendencia. La
denuncia de las atrocidades del régimen provocó movilizaciones en los centros del exilio con
creciente apoyo de la opinión pública europea.

LA IGLESIA JERÁRQUICA
La Iglesia colaboraba, a través de la mayor parte de su jerarquía en la represión, pero no faltaron
sacerdotes, monjas y laicos que ayudaban a los perseguidos.
Un sector apoyó sin vacilar a la dictadura. Convencidos de estar viviendo una guerra en la que el
enemigo era un agente del demonio, hombres como Victorio Bonamín y los capellanes militares
o policiales, como Chistian Von Wernich, estuvieron al lado de los torturadores cuando estos
aplicaban la picana, los cardenales Aramburu y Primatesta, y el vicario militar, monseñor Tórto­
lo247, no Cegaban al fanatismo de Bonamín, pero apoyaban, sin importar formas, la erradicación
del marxismo.
Algunos obispos, Zaspe, Kemerer, Laguna, atendieron familiares de desaparecidos y manifesta­
ron su disidencia en las asambleas episcopales, aunque no denunciaron los crímenes. La excep­
ción fueron Angelelli, Ponce de León, de Nevares, Hesayne y Novak, los dos primeros asesina­
dos. Hicieron públicas sus críticas y se sumaron a las entidades de derechos humanos.
En mayo de 1976, los obispos publicaron una Carta Pastoral que hablaba de la represión ilegal:
245. Anguita, Eduardo y Caparros, Martín, ob. Cit., pag. 57
246. Ibidem. pag. 164
247. En abril de 1976, Tortolo había concedido un reportaje a la revista oficialista Gente. En él había dicho,
con aparente ingenuidad, que “En base a unos datos, que no me los han confirmado pero que yo pienso
que son altamente fidedignos, tengo entendido que la mayor parte de los guerrilleros son hijos de hogares
rotos, hogares desavenidos o también fracasados universitarios”. Más adelante agregaba: “.i 'la violencia no
es evangélicaen todo caso es un anti-valor evangélico. Pero esto tampoco impide que el Estado tome las
medidas necesarias para su defensa legítima, especialmente frente a la subversión.”
129
EN RIQ UE M A N SO N

“Hay hechos que son más que un error: son un pecado, los condenamos sin matices, sea quien
fuere su autor (...) es el asesinar -con secuestro previo o sin él- y cualquiera sea el bando del ase­
sinado (...) Pero hay que recordar que sería fácil errar con buena voluntad contra el bien común
si se pretendía..., que los organismos de seguridad actuaran con pureza química de tiempo de
paz, mientras corre sangre cada día; que se arreglarán desórdenes, cuya profundidad todos co­
nocemos, sin aceptar los cortes drásticos que la situación exige; o no aceptar el sacrificio, en aras
del bien común, de aquella cuota de libertad que la coyuntura pide; o que se buscara con preten­
didas razones evangélicas implantar soluciones marxistas.”248Mignone señala que no ignoraban
lo que pasaba, y critica la ambigüedad para evitar choques con los militares. Sin embargo, el
“documento provocó malestar en algunos sectores de las fuerzas armadas, lo que llevó a que...la
Comisión Ejecutiva del Episcopado mantuviera una reunión con... Videla”.249
El crimen de los palotinos de San Patricio, provocó una reclamación de la Comisión Ejecutiva:
Primatesta, Aramburu y Zaspe “...por el incalificable asesinato de una comunidad religiosa en la
parroquia de San Patricio en Buenos Aires.” Pero no era culpa del gobierno: “Sabemos por la pa­
labra del señor ministro del Interior y por la presencia en las exequias del señor ministro de Rela­
ciones Exteriores y Culto..., cómo el gobierno de las fuerzas armadas participa de nuestro dolor.”
No queda clara la posición del Nuncio Pió Laghi, que dijo alguna vez al embajador de Estados
Unidos que había temido por su propia vida.250
Algunos prelados extranjeros tuvieron otra actitud. El arzobispo de París llegó a no autorizar
una ceremonia recordatoria de San Martín, porque la dictadura desaparecía gente. En septiem­
bre de 1976, presentó sus credenciales en la Santa Sede el nuevo embajador argentino, el radical
Eugenio Blanco. Paulo VI evitó saludar al gobierno de facto, y lo hizo en cambio al pueblo argen­
tino, y agregó que “las desapariciones de personas esperaban todavía una explicación adecuada.”
La llegada de Karol Wojtila, renovó el anticomunismo de Roma. El nuevo pontífice no prestó
atención a los reclamos de las Madres de Plaza de Mayo. De todas maneras, en enero de 1980
reclamó que se aclarara lo ocurrido con las desapariciones, y en marzo de 1983 criticó la au-
toamnistía de los militares.

UNAS LOCAS QUE CAMINAN


Los familiares se movilizaron desde el primer día recorriendo comisarías, cuarteles, juzgados
y embajadas extranjeras. Visitaban al sacerdote Teodoro Gracelli, en la capilla del edificio Li­
bertad.251 El religioso -d e quien decían que sólo faltaba que se le asomaran las botas bajo la
sotana-252 entretenía a los denunciantes sin dar soluciones concretas. El ministerio del Interior
248. Mignone, Emilio. Iglesia y dictadura, pag. 44
249. Clarín 19-5-76
250. Con respecto a la actitud del Nuncio durante el proceso hay posiciones muy diferentes. Solía jugar al
tenis con Massera, decía, para lograr información y salvar vidas. De hecho, intervino en la recuperación
de prisioneros que pudieron viajar al exterior. Un detenido dijo haberlo visto visitando un campo de con­
centración en Tucumán, pero Mignone llegó a la conclusión de que se habría tratado de una confusión del
testigo. Muchos hombres de la Iglesia lo defienden, y entre ellos figura un hombre de la veracidad de Jaime
De Nevares, obispo de Neuquén. Para Mignone, tuvo actitudes contradictorias, en lo que se puede tener en
cuenta tanto la poca simpatía por los guerrilleros izquierdistas como el temor personal que Laghi no vaciló
en mencionar a su interlocutor americano.
251. Sede del Comando en Jefe de la Armada
252. Goñi, Uki, Judas pag. 30. Muchos familiares están seguros de que Gracelli aprovechaba las visitas
para obtener información. Existen motivos para vincularlo con desapariciones definitivas (“traslados”) de
130
TE LA HAGO CORTA

otorgaba diez números por día para los familiares, que debían pasar la noche en la Plaza de
Mayo, por lo que se reunía una multitud.
Fue Azucena Villaflor de Vincenti quien dijo a las madres: “Todo esto que hacemos, venir acá,
los habeas corpus, las entrevistas, las idas a la policía y a los regimientos, todo es inútil,... Nada
de esto nos va a llevar a nada. Lo que tenemos que hacer es ir a la Plaza de Mayo... y cuando
seamos bastantes, porque desgraciadamente vamos a ser enseguida bastantes,... vamos a atra­
vesar la Plaza, vamos a cruzar la calle, nos vamos a meter en Casa de Gobierno, no nos vamos a
dejar rajar por nadie, y vamos a llegar a Videla. Porque Videla no debe saber el alcance que está
tomando esta terrible represión.”253254
El sábado 30 de abril de 1977, catorce mujeres se encontraron en la Plaza, “desierta, además justo
en ese tiempo estaban poniendo veneno para ahuyentar a las palomas, así que ni palomas había.”
254. El sábado no era el mejor día, y la cita siguiente se hizo para el viernes próximo. Luego se
pasó a los jueves porque los viernes eran días de brujas y traerían mala suerte.255 Se sentaban en
los bancos, pero la policía “nos hacían caminar por afuera de la plaza, mientras nosotras inten­
tábamos por todos los medios caminar por dentro, para que la gente nos viera. Así fue como,
tomadas del brazo y de a dos, hacíamos la ronda.”256
El grupo, creció, y aprovechó las visitas de Terence Todman y Ciras Vanee257 para hacerse oír
a los gritos. Luego se reunieron en las iglesias de Betania, y de la Santa Cruz. En esta última se
celebró una misa a la que fue una multitud. De ella participó “una mujer de 39 años, alta, flaca,
que hablaba con un casi imperceptible acento que podía parecer extranjero pero que muchos
confundían como del interior.... Vestía de civil, pero era monja. Había llegado a la Argentina en
1965. Se llamaba Alice Domon.”258También un joven rubio, que decía tener un hermano desapa­
recido. Se trataba de Alfredo Astiz, oficial de la Escuela de Mecánica de la Armada.
En agosto detuvieron a dos periodistas que acompañaban a las madres. El Buenos Aires Herald
informó el hecho, y utilizó el nombre que los transeúntes les daban, aunque en inglés: The mad
women (las mujeres locas). En una peregrinación a Luján nacieron los pañuelos blancos con que
se las identificaría.259
En octubre se publicó una solicitada en La Prensa: “No pedimos más que la verdad”. Llevaba 237
firmas, e incluía una frase de Videla: “Quienes digan la verdad no sufrirán represalias.” Una mar­
cha en la Plaza del Congreso fue reprimida por la policía con gases lacrimógenos “y nos llevaron
a todas presas: más de 300 madres, junto a las monjas francesas y a periodistas. Nos ficharon y
nos identificaron. En ese momento estábamos juntando dinero para una solicitada con el nom ­
bre de las Madres porque la de nuestros hijos no la querían publicar.”260 Clarín informó de una
manifestación de “familiares de personas cuyo paradero se desconoce... versiones posteriores
indican que fueron detenidas algunas personas.” Fue la oportunidad para que Astiz consolidara
la confianza ganada. La “Policía Federal intervino y perturbó el desarrollo normal de la marcha,
a raíz de lo cual Astiz se enfrenta con la policía en defensa de las Madres. El suceso sirvió para
hacerse conocer entre los familiares que asistían a la Plaza.” 261
prisioneros que creían estar recuperando su libertad.
253. Goñi, Uki, ob. Cit, pag. 31
254. Ibidem, pag. 28
255. Declaraciones de Hebe Bonaffini, en Kimel, Eduardo 30 Años de Historia Argentina, pag. 292
256. Ibidem
257. Ambos pertenecientes a la administración Cárter, crítica de la dictadura.
258. Goñi, Uki, ob. Cit., pag. 40
259. Aunque en esta oportunidad se trataba de pañales, que simbolizaban los de sus hijos desaparecidos.
260. Declaraciones de Hebe Bonaffini, en Kimel, Eduardo 30 Años de Historia Argentina, pag. 292
261. Silvina Labayru ante la CONADEP, en Massera, el genocida, pag. 68
L .I N K .I'o íU C / W A I N O ^ J I N

En noviembre, el número de madres había crecido, y los periodistas extranjeros se encargaban


de que su lucha se conociera en el exterior. Por esos días se publicó la entrevista que el corres­
ponsal de France-Press, Jean-Pierre Bousquet había hecho a la hermana Alice: “Yo no juego
ningún rol. No soy más que una simple religiosa de las Misiones Extranjeras que ha hecho el
voto de llevar asistencia a los habitantes más desesperados de su parroquia.” Se decidió publicar
una nueva solicitada el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos. La Nación demoraba la
aprobación, hasta que por fin se permitió. Mientras se recaudaban fondos para pagarla.
Por la tarde del 8, en la Santa Cruz, se reunió un grupo que se sorprendió con el gentío que asis­
tía al templo. Era el día de la Virgen. Astiz se presentó y preguntó por Azucena Villaflor. “Estaba
realmente muy decepcionado de no haberla encontrado.”262 Luego se acercó para entregar su
contribución haciendo extraños movimientos con los billetes en la mano. “Me llamó la atención
que cuando me los daba los levantaba”, señala un testigo. “Me estaba señalando. Ahí me marcó”.
Después, policías de civil detuvieron más de diez personas entre madres y allegados. Entre ellos
la hermana Alice. También el dinero recaudado.
Pese a lo ocurrido Azucena Villaflor, María Adela Antokoletz, Nora Cortiñas y un grupo se reu­
nieron frente a La Nación. Tras larga discusión la solicitada fue aceptaba. El sábado 10, cuando
fue a comprar el diario para verla Azucena fue secuestrada. El mismo día fue llevada con en­
gaños la hermana Léoni Duquet, cuyo contacto con las madres había sido insignificante. Todas
fueron a la Escuela de Mecánica de la Armada y nunca aparecieron.
El Herald publicó el sábado el titular 15 personas secuestradas. El domingo se publicó la noticia
del secuestro de Azucena: Otra “madre loca" secuestrada. La Opinión informaba que “el Go­
bierno había expresado su ‘vivo y categórico repudio a todo intento perturbador de la paz y la
tranquilidad.,, la desaparición de ‘un grupo de personas, entre ellas dos religiosas’ ocurría...
(cuando) ‘pueblo y gobierno buscan... soluciones que les permitan arribar a una paz digna y
duradera’, ...‘la subversión..., insiste con sus métodos de odio y destrucción.’” El intervenido
diario de Timerman, La Nación y Clarín difundieron información oficial que informaba que
los montoneros se habían hecho responsables del secuestro de las monjas y ponían condiciones
para liberarlas.263
Con el antecedente de las Madres, se formó Abuelas de Plaza de Mayo, en 1977 por la evidencia
de que se producían muchos nacimientos en cautiverio. Sin embargo, la abominable práctica de
los secuestros de hijos se agravaba por el robo de la identidad de aquellos y, muchas veces, por
la formación de lazos afectivos con sus apropiadores.
En diciembre de 1975, tres meses antes del golpe pero en pleno funcionamiento de la Triple A,
fue creada la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, donde militaron Oscar Alende,
Raúl Alfonsín, el luego premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y el obispo de Neuquén Jaime de
Nevares.-Hombres de confesiones diversas integraron el Movimiento Ecuménico de Derechos
Humanos, entre ellos el obispo metodista Federico Pagura, Jorge Novack, obispo de Quilmes, y
dignatarios judíos, católicos y protestantes. Con la inspiración de Emilio Mignone se formó el
Centro de Estudios Legales y Sociales. La entidad contaba con un cuerpo de abogados entre los
que se contaban Luis Zamora, Jorge Baños y el mismo Mignone.
El gobierno norteamericano envió en visita a Terence Todman y Patricia Derian, que se entre­
vistaron con dirigentes políticos. Luego lo hicieron con Videla.. Mientras estaban reunidos, 30
o 40 madres se concentraron en la Plaza de Mayo para ver al visitante. La policía intentó desalo­
jarlas asegurando que Videla las iba a recibir. Luego intentaron reprimirlas, pero había muchos
262. Testimonio de Cecilia Vázquez, en Goñi, Uki, ob. Cit., pag. 85
263. Curiosamente, los guerrilleros llamaban de ese modo a sus compañeros detenidos. Anguita, Eduardo y
Cnpnrrós, Martín, ob. Cit., tomo III, pag. 388
TE LA HAGO CORTA

periodistas que cubrían la visita. Al salir de la entrevista, Todman y Derian, hablaron con ellas.
Fue Derian la que, además de disfrutar de la compañía del terrible COARA264 en sus propias
mazmorras, se entrevistó formalmente, con miembros de las entidades.
Entre los esbirros de Massera, se destacaba el capitán de Navio Jorge Tigre Acosta, responsable
directo de los tormentos y dueño de vidas y muertes en la Escuela de Mecánica: “-Yo hablo
todos los días con Jesusito... Si Jesusito quiere que vivas, vas a vivir. Si no quiere, te doy un Pen-
tonaval y te vas para arriba.” Hombre de confianza del comandante, pasaba por encima de sus
jefes directos. El jefe de operaciones era el capitán de Infantería de Marina Jorge Perrén265 que
se jactaba de que ninguno de sus hombres hubiera sido abatido por el enemigo, y proclamaba
que “en la forma en que caían de noche sobre sus blancos, disfrazados de civiles, los hombres de
Operaciones demostraban mucho más ingenio y osadía que el propio Acosta”266. A este grupo
se sumaban militares retirados y policías federales. El grupo de tareas era la niña mimada del
COARA. Massera se había involucrado personalmente con la ESMA. Cuando el grupo se formó,
pronunció una conferencia en la que instó a “responder al enemigo con la máxima violencia, sin
trepidar en los medios.”267 En más de una oportunidad se calzó el uniforme de combate y par­
ticipó en los operativos con los nombres de Cero o Negro, y no vaciló en utilizar la picana para
demostrar que no ordenaba nada que no fuera capaz de hacer personalmente.268

EL FIN DE LA LUCHA ARMADA


Las organizaciones armadas estaban en vías de extinción. Habían creído que el golpe iba a agu­
dizar las contradicciones. Pero ni el proletariado se alineó detrás de Santucho, ni el pueblo pero­
nista lo hizo detrás Firmenich.
Al líder del ERP lo mató el 19 de julio un comando del ejército. Los restos de la organización
fueron desapareciendo rápidamente.
La cúpula montonera salió del país a fines de 1976. Creyendo que el peronismo había quedado
atrás, crearon estructuras fantasmales suponiendo que el pueblo los seguiría. Firmenich era
comandante del ejército y secretario general del partido. Tampoco comprendían la capacidad
de represión de las fuerzas armadas. No es extraño que elaboraran conclusiones ingenuamente
optimistas.
Rodolfo Walsh escribió en enero de 1977 un documento crítico titulado “Reflexiones sobre la
situación partidaria” En él señalaba lo erróneo de la visión que suponía que la Junta Militar
perdía espacio, y que “sólo la apoya la alta burguesía, la oligarquía y los monopolios...ni siquiera
la Iglesia....y los montoneros no tardarán en encabezar el contragolpe de las fuerzas populares.”
“Hay dos fallas”, decía, “del pensamiento de izquierda en... el pensamiento montonero. Una,
privilegia las lecciones de la historia en que la clase obrera toma el poder y desdeña aquellas
otras en que el poder es tomado por la aristocracia, o por la burguesía. Ni Marx ni Lenin proce­
dieron así. Ambos dieron a la toma del poder por otras clases un carácter ejemplar. La segunda
falla deriva de la primera... Puesto que las lecciones de la historia en que la dase obrera toma
el poder se dan solamente a partir de 1917 y solamente en otros países, ése es el nivel donde
empieza nuestro anáfisis. Un oficial montonero conoce... cómo Lenin y Trotsky se adueñan de
264. Comandante de la Armada, en el curioso idioma de siglas del gusto de los uniformados.
265. Perrén seguía la tradición de su padre, almirante que había combatido contra Perón en los años ’50.
266. Massera, el genocida, pag. 79
267. Legajo N° 6974
268.Las tareas sucias no sólo estaban a cargo de los cuadros destinados a la ESMA, sino que habla una ro­
tación que pretendía que todos tuvieran sangre en las manos.
t IN K I U U t M A IN b U IN

San Petersburgo en 1917, pero ignora como Martín Rodríguez y Rosas se apoderaron de Buenos
Aires en 1821... La toma del poder en la Argentina debería ser, sin embargo, nuestro principal
objeto de estudio, como lo fue de aquellas clases y aquellos hombres que efectivamente lo toma­
ron. Perón desconocía a Marx y Letón pero conocía bien a Irigoyen, Roca y Rosas, cada uno de
los cuales estudió a fondo a sus predecesores.”269
“En nuestro país es el Movimiento el que genera la Vanguardia y no a la inversa,... si la Van­
guardia niega al Movimiento, desconoce su propia historia.
... Hasta el 24 de marzo del 76, cuando las condiciones eran inmejorables para esa lucha (política
EM), desistimos de ella y en vez de hacer política,..., en... nombre del peronismo, decidimos
que las armas principales... eran militares.”
Al cumplirse un año del 24 de marzo, difundió una carta de denuncia a la dictadura. Al día
siguiente fue sorprendido por la patota de la ESMA y se resistió hasta la muerte, con lo que evitó
que lo capturaran.
A fines de 1978, los montoneros intentaron reaparecer en la Argentina. Creían que se entraba
en el final de la dictadura, tras la primera huelga general de abril de 1979. Consideraban que el
pueblo estaba reaccionando, y la dictadura sufría el desgaste final.
La realidad era otra. Los trabajadores empezaban a movilizarse, pero no habían consolidado una
resistencia que fuera más lejos que las reivindicaciones laborales. La unidad gremial era endeble
y, sobre todo, los sindicatos no estaban dispuestos a sumarse a la estrategia de la guerrilla para
arriesgar seriamente el pellejo sin perspectivas de triunfo. Además, las relaciones entre irregu­
lares y burócratas no habían sido un modelo. Era utópico unir a montoneros y trabajadores en
una lucha común.
También comenzaron las disidencias. En 1979 se lanzó la contraofensiva que produjo un 75% de
bajas, muchos de ellos muy jóvenes capturados al cruzar la frontera. Entre los caídos hubo ocho
dirigentes importantes. Ante la irrealidad de la cúpula, un grupo oficiales encabezó la segunda
y definitiva escisión.

DICTADURA Y SINDICATOS
Para la dictadura la burocracia sindical era una molestia poco importante. No pasaba lo mismo
con las comisiones internas. El 24 de marzo fueron ocupados quince sindicatos, que llegaron a
centenares en semanas.
La Embajada informó sobre 750 a 1000 “activistas sindicales detenidos... sin asociación alguna
con grupos subversivos”270500 de éstos están muertos. Otros 3.000 o 4.000 estarían presos.271 En
Pacheco: “Rodearon Ford con camiones y jeeps, armados hasta los dientes, nos registraron uno
por uno y llevaron muchos compañeros detenidos... se llevaron a los delegados, subdelegados y
activistas.... hubo unos cien desaparecidos.”272
Los militares veían a los gremialistas como una banda de delincuentes que manejaban a los
trabajadores, sin ocuparse de sus intereses. Convocaron a una reafiliación, con la idea de que la
mayoría dejaría los gremios. Casi todos se reafiliaron.273
Después del primer momento, algunas organizaciones constituyeron una agrupación modera-

269. Gasparini, Juan, Montoneros. Final de cuentas, pag. 125


270. Andcrscn, Martín. Ob. Cit., Pag. 213
271. Ibídcm
272. Aboa, Alvaro, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), p. 12
7 / Vl Irbullo*, ió tiesto, Historia política del movimiento obrero, pag. 371.
TE LA HAGO CORTA

damente crítica: las 25 Organizaciones, que reconocían como “únicas autoridades sindicales" a
las elegidos antes del golpe.
A fines de 1977 hubo algunas huelgas. En un momento miles de obreros estaban en paro. Se
concedieron aumentos para bajar los conflictos. Los sindicalistas mansos crearon la Comisión
de Gestión y Trabajo, con apoyo oficial. Las 25 crearon el Movimiento Sindical Peronista, y sus
dirigentes fueron detenidos.
1978 fue el momento de éxito de la dictadura. La guerrilla liquidada, los políticos en silencio, y el
movimiento obrero domesticado, fuera de los moderados desplantes de los 25. Con el éxito del
Mundial, Videla fue vitoreado en el balcón. El conflicto con Chile fomentó un nacionalismo de
cortas miras, y muchos postergaron reclamos ante la guerra. Cuando el Papa evitó el conflicto
pareció completarse el año positivo.
Pero crecía el desempleo, caía el salario, se ignoraban las más elementales conquistas labora­
les, continuaban los uniformados en las fábricas, y prohibidas las comisiones internas. “Eran
frecuentes las falsas acusaciones de hurto como medio de zanjar las diferencias laborales. Al
trabajador en conflicto no le quedaba más remedio que retroceder ante cualquier avasallamien­
to patronal.... la detención (aún transitoria) suponía sufrir castigos corporales, en ocasiones
severísimos.”274
A fines de 1978, los 25 organizaron una cena a la que asistieron agregados laborales de Estados
Unidos y Alemania Federal, y representantes de la ORIT. Saúl Ubaldini leyó un documento que
exigía ei restablecimiento de la Ley de Asociaciones Profesionales. Atacaba la política econó­
mica, reclamaba por los salarios y las obras sociales y por el restablecimiento de la democracia,
con justicia social.
En 1979, las 25 convocaron a un paro general para el 27 de abril: por la “restitución del poder
adquisitivo del salario y la vigencia de las convenciones colectivas de trabajo... normalización
y libertad sindical.”275
El gobierno citó a los dirigentes al Ministerio de Trabajo, y la policía los fue capturando cuando
salían. Las organizaciones internacionales reclamaron ia libertad, y lo mismo hicieron el partido
Justicialista y la UCR. Dirigido por un comité clandestino, el paro afectó a la industria y los fe­
rrocarriles. No existió en el comercio ni entre los empleados públicos.276 Los detenidos saheron
libres en julio.
Por la nueva ley sindical de la dictadura, los dirigentes no debían tener antecedentes penales, lo
que excluía casi a la totalidad. La ley “pretendía instaurar un verdadero sindicalismo amarillo,
de colaboración con el régimen”277, y fue repudiado por la ORIT, ya que violaba normas interna­
cionales, lo que fortaleció la posición dura de los 25.
En claro desafío, se refundaron las 62 Organizaciones. Lorenzo Miguel, aún preso, fue reco­
nocido como líder. En noviembre, los duros reconstituyeron la ilegal Confederación General
del Trabajo, con sede en Brasil al 1400. El secretario general era una figura nueva: el cervecero
Saúl Ubaldini, de 42 años, con estudios secundarios, católico practicante, y había mamado el
peronismo desde la cuna.278 Consideraba que la CGT era la casa de todos los trabajadores, sin
274. Abos, Alvaro, ob. Cit., pag. 44
275. Ibídem
276. Caleño y Parcero opinan que “después de casi veinte años de producidas las acciones de la resistencia
peronista, emprendida contra la dictadura oligárquica que volteara a Perón en el 55, los trabajadores iniciar­
on una nueva etapa de resistencia; esta vez contra un poder tanto o más temible que aquél.” Ob. Cit, pag. 178
277. Godio, Julio, ob. Cit., pag. 341
278. En un reportaje de la revista Humor* de enero de 1983, contaba: “Mi padre (que era mozo) tuvo la su­
erte de cambiar de trabajo. Entró en el Frigorífico Lisandro de la Torre y así comenzamos a conocer la sidra,
el pan dulce y el hecho de que no hubiese amargura los seis de enero; yo también tenía juguetes... A los doce
135
EN RIQ UE M A N SO N

renegar de su propia identidad peronista. Una novedad fue la buena relación con la Iglesia, que
estaba dando un mayor espacio a los obispos más críticos.279 Otra fue que Ubaldini se abrazó
con Hebe de Bonafini, dirigente de Madres de Plaza de Mayo. Hasta ese momento, sindicalistas
y Madres se desconfiaban mutuamente.
Los dialoguistas, recibieron el edificio de la CGT en la calle Azopardo, pero Ubaldini se le­
gitimaba por su creciente prestigio popular. Después de varias acciones de fuerza, la ofensiva
continuó por otros medios. El 7 de noviembre la CGT convocó a una marcha hacia el santuario
de San Cayetano en Liniers donde se reunieron más de 10.000 personas bajo la consigna de Paz,
Pan y Trabajo. Por primera vez se escuchó el grito: ¡Se va a acabar! ¡Se va a acabar! ¡La dictadura
militar!

LA INTERNA MILITAR
En julio de 1976, la Embajada informó que “después de cuatro meses en el poder, los resultados
de los esfuerzos del gobierno son confusos”280. La gestión de Martínez de Hoz parecía vencer a
la inflación y tenía “la confianza de los sectores externos, pero a costa de una disminución de la
demanda y de los salarios reales que podría producir un grave problema laboral en los próximos
meses (negrita en Zona, suplemento de Clarín).” 281
La lucha antisubversiva estaba terminando, pero “el tipo de contra violencia a la que recurrió
podría a la larga crear más problemas de los que resuelve. Ya muchos de los que antes apoyaban
al gobierno se alejaron debido a su tolerancia con los excesos por parte de las fuerzas de seguri­
dad, que en muchos casos involucran personas inocentes”282
A los diplomáticos les preocupaba la interna militar. Massera “maniobra para ser presidente
en detrimento de Videla”. El almirante debió soportar que el presidente fuera un general. Los
generales duros desconfiaban de Videla y su amigo el jefe de Estado Mayor Viola, pero nunca
aceptarían un presidente marino, y Massera se conformó con el “imbécil de Videla”.
El almirante atacaba las relaciones con políticos corruptos, a los que se designaba embajadores
o funcionarios. Eran críticas falaces. Él no vacilaba en usar de asesores a sus prisioneros de la
Escuela de Mecánica de la Armada, o en procurar entrevistas con líderes montoneros.283 Más
adelante atacó a Martínez de Hoz, también criticado por los duros desde cierto “nacionalismo”.
Los generales creían librar una Guerra Mundial. La Embajada informaba: “...muchos militares,
probablemente también Videla, están convencidos de que la lucha antiterrorista aquí representa
una batalla importante en la ‘Tercera Guerra Mundial’ y que Argentina fue elegida por el ‘Co-
munismo internacional’ como campo de prueba en su campaña por conquistar el m u nd o....
años... me eligieron como el mejor alumno del Consejo Escolar N° 20 y me entregaron una medalla en el
Teatro Colón, al que nunca había imaginado que iba a conocer por dentro. El premio era un viaje a Mar del
Plata acompañado por mi madre. Nos vistieron y nos alojaron en el hotel Nogaró... No comía el durazno
que me servían de postre porque no lo sabia pelar con tenedor y cuchillo pero, ¡cómo no voy a tener agra­
decimiento por las obras que se hacían en esos días!”
279. La Conferencia Episcopal Argentina tomó distancia de la ley de Asociaciones Profesionales. El Equipo
de Pastoral Social del Episcopado redactó un documento que defendía el derecho de agremiación. A fines
de 1980 Monseñor Hesayne declaró que la política de la dictadura estaba en pecado.
280. Maxwell Chaplin 23/7/76, BUENOS 04852, calificado Secret con carácter de Prority
281. Ibídem
282. Ibídem
283. Muchos han afirmado que existió una entrevista Firmenich-Massera en París. No parece haber sido
cierto. El Negro se entrevistó con Villalón quien, de acuerdo a sus ambiguos antecedentes, parece haber
prometido conseguir la reunión, pero no cumplió o no pudo cumplir.
136
TE IA HAGO CORTA

Sin duda el ERP es trotskista y los Montoneros son ahora vagamente marxistas (aunque empe­
zaron como nacionalistas católicos de extrema derecha)... pero no hay pruebas que indiquen
que Cuba está involucrado (sic).... Tampoco hay evidencias que indiquen que Moscú o Pekín
participen.”
Al pasar a retiro, en 1978, Massera inició su carrera de político civil, con el apoyo de su Arma.
Creó un partido de la Democracia Social, fundó un diario, Convicción, y puso a trabajar mano
de obra esclava de las mazmorras.
En mayo de 1976, la revista Carta Política inspirada por Mariano Grondona hablaba de “Las
monarquías fundentes” y sostenía que en la historia, la democracia es hija de la autocracia.
“Durante siglos las autocracias hereditarias impusieron al pueblo el hábito de la obediencia a la
ley.......Sólo cuando hayamos aprendido a obedecer la ley mereceremos hacerla.”284
Clave fue la elección del sucesor de Videla. Massera maniobró de mil modos, pero se impuso el
poder del ejército. El almirante pidió una terna, Viola respondió: “la terna es Videla, Videla y
Videla”. Desde ese momento, los lobos de mar juraron venganza. Esta pareció posible en 1980,
al elegirse al presidente del tercer período. La jefatura del ejército había pasado a manos de un
hombre de confianza de Viola; Leopoldo Fortunato Galtieri, un simple, que se reconocía incapaz
para la política. Había cursado en la escuela para militares nativos de los yanquis en el Canal
de Panamá y había alcanzado un record: no había aprobado los exámenes. Su lealtad empezó a
deteriorarse cuando los marinos le soplaron al oído que el próximo presidente, en vez de Viola
podía ser otro general. Un tal Galtieri.
Después de una inexplicable tardanza, se logró la unanimidad, y Viola fue designado. Cuando
asumió corrió el rum or de que habría una salida electoral. Varios políticos presentables ocupa­
ron ministerios y gobernaciones provinciales. Pero cuando los peronistas, los radicales, y los
militantes de los restantes partidos empezaron a prepararse para la contienda, el comandante
Galtieri -sin consultar a Viola- lanzó una frase contundente: “Las urnas están bien guardadas”.
Rápido de reflejos, el radical Raúl Alfonsín respondió: “que las empiecen a desempolvar, porque
vamos a llenarlas de votos.” La respuesta ponía en evidencia quien iba a ser protagonista de
próximos capítulos. Pero sería del segundo. El primero era para el general que mantenía las
urnas a buen recaudo.
En medio de un clima de debilidad del presidente, éste sufrió un episodio cardíaco que lo obligó
a pedir licencia. Galtieri había sido exaltado en Estados Unidos, donde se había hablado de su
personalidad majestuosa, mientras los marinos lo alentaban a sacarse de encima a su ex mentor.
Aprovechando el pretexto de la salud del presidente, Galtieri le anunció, en una patética entre­
vista, que la Junta lo echaba. Lo que no se conoció entonces fue el precio que había puesto el
comandante naval Anaya para colaborar en el desplazamiento: el compromiso de apoyarlo en la
recuperación de las islas Malvinas.

284. La idea de la convergencia cívico militar no era exclusiva de los uniformados. En realidad parece más
propia de civiles preocupados por tener algún tipo de participación por concesión militar, y que actuaban
dentro o fuera del régimen. Yofre, el socio político de Villarreal, representa el primer caso. Luego veremos
los planes que desde afuera parece haber propuesto Raúl Alfonsín.
137
7

DEMOCRACIA CONDICIONADA
LOS CAMBIOS ESTRUCTURALES
QUE DEJÓ LA DICTADURA

La crisis en que terminó la economía de la dictadura no modificó los cambios de fondo que se
habían producido en las estructuras económicas sociales. Dice Eduardo Basualdo que “la inte­
rrupción de la sustitución de importaciones trajo aparejados cambios estructurales que modifi­
caron drásticamente el funcionamiento económico y social de nuestro país... la industria dejó
de ser el eje ordenador de la actividad económica
Sin duda, el endeudamiento externo fue un factor decisivo debido a su incidencia tanto en la
salida de recursos... como en la redistribución del ingreso hacia el capital concentrado y la
inédita fuga de capitales que se registró... el endeudamiento externo operaba como una masa
de capital líquido que se valorizaba... debido a las... diferencias” entre las tasas que se pagaban
internamente y las más reducidas del mercado externo. Esto producía “una fiesta financiera”
cuyos beneficiarios exportaban sus ganancias al exterior.
. desde 1979 en adelante cuando... confluyen la Reforma Financiera con la apertura exter­
na... el grueso del endeudamiento... se destinó... a... la realización de colocaciones financieras
en el mercado nacional e internacional. De esta manera, el capital concentrado obtuvo rentas ex­
traordinarias que se orientaron hacia el exterior, desvinculándose del proceso económico local.”
Paralelamente, el Estado se endeudaba en el mercado interno, a tasas muy superiores a las que
pagaban en el exterior sus nuevos acreedores. De ese modo se facilitaba la entrada de “divisas
que los grupos económicos y los capitales extranjeros adquirían en el mercado cambiario y
luego remitían al exterior. Posteriormente, la importancia del Estado siguió siendo decisiva por­
que mediante los regímenes de seguros de cambio se hizo cargo de la mayor parte de la deuda
externa...” Todo facilitado por la caída generalizada de salarios
“De esta manera, el dominio ejercido por el capital transnacional aparecía como el obstáculo
fundamental para concretar un acelerado desarrollo nacional, que era la m eta buscada por los
diversos sectores sociales que (habían conformado)... la alianza policlasista.
A partir de la dictadura militar, la situación anterior se replanteó drásticamente... el capital con­
centrado interno -constituido... por una fracción del capital extranjero y los grupos económi­
cos locales- pasó a controlar el proceso económico en base a la explotación de los trabajadores
y la subordinación del Estado a sus intereses particulares. El proceso de acumulación ya no está
liderado por el consumo de los sectores populares”285

LA GUERRA DEL ATLÁNTICO SUR


El 2 de abril de 1982 la Junta, presidida por Galtieri ocupó las islas Malvinas. Era una vieja aspi­
ración nacional, nacida en 1833, cuando fueron usurpadas por los ingleses.286
285. Basualdo, Eduardo, Acerca de la naturaleza de la deuda externa y la definición de una estrategia
política, pag 30
286. El tema está ampliamente desarrollado en el libro Tras su manto de neblina del autor
139
ENRIQUE M A N SO N

Por generaciones, los niños argentinos se criaron -nos criamos- soñando con la recuperación
del archipiélago usurpado. No era de extrañar la alegría que hizo que se llenara la Plaza de donde
la dictadura nos había echado a palos y gases lacrimógenos dos días antes.
La guerra fue, al fin, una gran frustración. Desde el principio sospechamos de las razones de los
dictadores en retirada. Luego supimos del heroísmo de muchos y el padecer de muchos otros
en los cielos, los mares y las trincheras. Por fin, la derrota de una guerra mal calculada y peor
conducida, terminó con la rendición del 14 de junio, que el dictador de Buenos Aires sentenció
diciendo que la batalla de Puerto Argentino habla terminado.
Cuando el canciller Costa Méndez y su comitiva visitaron La Habana en las postrimerías de
la guerra, Fidel Castro la definió como una guerra de liberación nacional, y agregó ante sus
desorientados visitantes: "... ninguna guerra de liberación nacional se pierde. Siempre que se
esté dispuesto a pelearla.”287 Seguramente el ministro entendió de qué estaba hablando el líder
cubano, aunque su rol de intérprete de una nación en lucha contra el imperialismo fuera el
último papel que hubiera imaginado para culminar su carrera diplomática. Otros miembros de
la delegación, como el general Iglesias, seguramente tratarían en vano de aproximarse al signi­
ficado de esas palabras.
Es que la dictadura encabezada por Galtieri, se había lanzado sin saberlo a una típica guerra
colonial o, como la llamaba Castro, de liberación. Estas guerras se diferencian de aquellas que se
libran entre potencias que dirimen supremacías -como las Guerras Púnicas o las Guerras Mun­
diales del siglo XX- de las que son causadas por razones de límites territoriales -como la Guerra
del Chaco en la década de 1930- y de las que reconocen odios ancestrales como el interminable
conflicto árabe-israelí o las matanzas entre etnias luego de la formal independencia de las co­
lonias europeas que alcanzó el África negra.288 Las guerras coloniales o de liberación enfrentan
básicamente a un imperio con una colonia o con un país pequeño -en cuanto a su poderío-, y
no son movidas por odios o rivalidades nacionales, más allá de los que se despierten y alimenten
por la guerra misma. El imperio agresor busca una ganancia. Esta puede ser económica, cuando
se trata de dominar un territorio con una riqueza determinada o del control de tal riqueza. Tam­
bién puede moverlo el interés de apropiarse de un punto geográfico de importancia estratégica,
y no faltan los casos en que se busca la fácil conquista de prestigio,
Siempre se trata de una inversión en dinero, en sangre, en materiales y armamento, cuyo costo
no debe superar el beneficio esperado. Por eso, los franceses firmaron un tratado con el gobierno
de Rosas en 1840 y retiraron sus fuerzas, dejando solos a sus colaboradores nativos, y por eso la
primera potencia del mundo abandonó Vietnam no muy elegantemente, en la década de 1970.
En ambos casos, la resistencia de pueblos dispuestos a luchar hasta sus últimos esfuerzos -como
decía Fidel a sus visitantes argentinos- terminaron por quebrar la voluntad de los imperios, que
estaban gastando demasiado, en armas, en dinero, en sangre propia, con relación al botín que
podían obtener.
Galtieri, Anaya y Lami Dozo, y sus colaboradores uniformados, iniciaron lo que luego llama­
rían la Gesta de Malvinas, soñando que Londres se resignaría a la pérdida, después de algunos
cansados rugidos, y que si no, el Gran Hermano del Norte, impediría que los ingleses atacaran
al gobierno que tan bien colaboraba con la defensa de la seguridad hemisférica en la guerra sucia
centroamericana. Cuando se vieron en plena guerra, comenzaron las compadradas verbales y
las torpezas políticas y militares. Galtieri no entendió, una vez más, de que le estaban hablan­
do cuando desde el balcón escuchaba reclamar a la Plaza “Ya echamos al inglés, echemos al
287. Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, ob. Cit., pag. 271
288. Naturalmente, éstas tampoco se dan en estado puro, y a los odios, las rivalidades o las disputas de fron­
teras se unen causas de otro tipo, como la cuestión del petróleo en algunas de las nombradas.
140
TE LA HAGO CORTA

Alemann” en referencia a su ministro de Economía, representante de capitales europeos en la


Argentina.
Era muy difícil, por la naturaleza de la dictadura, que ésta se transformara -mediante una guerra
de liberación nacional- en un proceso revolucionario diferente. Sin embargo, la historia reciente
mostraba alguna excepción. El general Velazco Alvarado, en el Perú, se convirtió en la cabeza de
una revolución antiimperialista con contenido social después de su experiencia de militar que
había combatido contra la guerrilla autóctona. Y hay otros casos en la historia. Pero el general
majestuoso, y quienes lo acompañaban, no eran de la misma madera que el cholo que, en 1968,
había entrado en los yacimientos petrolíferos con los tanques del ejército.
La dictadura afrontaba una guerra “no deseada”, como se había dicho tantas veces del enfrenta­
miento interno, con una manifiesta inferioridad de recursos materiales respecto de los ingleses.
La Marina no tenía submarinos nucleares, los aviones de la fuerza aérea eran obsoletos frente
a la ultramodernidad de los Sea Harrier que despegaban verticalmente y podían, prácticamen­
te, detenerse en el aire, y los conscriptos de 18 años no tenían la instrucción necesaria para
enfrentarse con un ejército profesional de la NATO. Pero sobre todo, era imposible que unas
fuerzas armadas formadas en la doctrina militar de la “guerra sucia”, de la patota, el secuestro
y la tortura, y conducidas por los Señores de la Guerra que se habían formado en tales batallas,
tuvieran la convicción necesaria para enfrentar una guerra de liberación. Además, una guerra de
liberación supone como condición principal contar con la adhesión popular y apoyarse en ella,
y mal podía buscarla la dictadura que durante seis años había martirizado al pueblo argentino,
arrasando con buena parte de la militancia obrera, política, estudiantil y social más comprome­
tida, y degradando las condiciones de vida de las grandes mayorías con su política económica.
El divorcio entre los uniformados que usurpaban el poder y el pueblo que los soportaba no se
podría corregir con la apelación hipócrita a la recuperación de los territorios irredentos, ni con
la propaganda mediática que deformaba la realidad. Ya en sus primeras apariciones en el bal­
cón histórico, Galtieri se desconcertaba con la aparente incoherencia de la voz de la Plaza que
aplaudía cuando se mencionaba a las Malvinas y abucheaba cada vez que se recordaba al proceso.
Claro que si el gobierno dictatorial estuvo lejos de encabezar una guerra de liberación, que si
muchos jefes de las fuerzas armadas no estuvieron a la altura de las circunstancias, hubo también
aviadores cuyo heroísmo y destreza asombró a los propios enemigos, oficiales que estuvieron al
frente de sus tropas y soldados que, con más coraje y patriotismo que pericia, superaron las li­
mitaciones de su escasa instrucción, de sus limitados medios y de conductores incapaces. Detrás
de ellos hubo también el compromiso y el esfuerzo de quienes, desde el continente entregaron su
tiempo y sus bienes a lo que creían una gesta liberadora, pese a la absurda propaganda engañosa
de los medios oficiales que hasta horas antes de la rendición bramaban ¡Estamos ganando!
Esa vez, el clarín de la Patria sonaba desafinado al ser tocado por los lacayos del Imperio. Y la
ilusión de muchos se perdió en las compadradas inconsistentes de quien pedía “que venga el
principito”, o en las del almirante Anaya, que decía que estaba orgulloso de que su hijo piloteara
un helicóptero en Malvinas, y luego pedía al enemigo un trato preferencial para ese mismo hijo,
prisionero de guerra.

GRUPOS ECONÓMICOS Y PARTIDOS POPULARES


Tras la derrota en la guerra, los partidos políticos mayoritarios se aprestaban a la vuelta a la
democracia con optimismo. Eran conscientes de lo difícil de la situación, pero se suponía que
un accionar adecuado permitiría superarla. Los antecedentes, de los que el más cercano era el
de 1973, les hacían pensar que en lo político se trataba de enfrentar, neutralizar o encausar a las
141
ENRIQUE M A NSO N

debilitadas fuerzas armadas. Sin embargo, las transformaciones estructurales habían cambiado
las relaciones de poder, y la nueva etapa era más vulnerable a la influencia de los acreedores
externos y a los grupos económicos nacionales o extranjeros instalados en el país.
Señala Basualdo que “la terminación de la dictadura plantea a los sectores dominantes un de­
safío... que consiste en la manera de llevar a cabo, ahora bajo un régimen constitucional, un
control político que posibilite el desarrollo del nuevo patrón de acumulación. Se trata de un
problema crucial para el afianzamiento de los sectores dominantes porque ya no podían recurrir
a la dictadura...
En este sentido,... agotada la represión e interrumpida la industrialización sustitutiva, la opción
de los sectores dominantes fue avanzar en la redefinición del sistema político y de la sociedad ci­
vil mediante una estrategia negativa que continúa la tarea dictatorial, pero a través de otros me­
dios. ... No pretende construir consenso sino impedir la organización de los grupos subalternos,
inhibiendo su capacidad de cuestionamiento__ Ya no se trata de hacerlo mediante la represión
y el aniquilamiento sino mediante un proceso de integración de las conducciones políticas y
sociales de los sectores populares. De esta manera, los sectores subalternos son inmovilizados
no pudiendo generar una alternativa política y social que cuestione las bases de sustentación del
nuevo patrón de acumulación.”239
El radicalismo pretendía representar a los sectores medios, y el peronismo reconocía a los tra­
bajadores como la “columna vertebral” del Movimiento. Utilizando la amenaza de desestabili­
zación y el fantasma del retorno militar, los poderes económicos fueron quebrando la voluntad
del gobierno alfonsinista. El manejo impiadoso de la economía creó la situación propicia para
imponer un programa que contrariaba los sueños del regreso del Estado de Bienestar.289290
Para Basualdo, “son cooptados cuadros políticos, dirigentes sindicales, etc., que conservan e
incluso en algunos casos fortalecen sus liderazgos debido al respaldo que encuentran en los sec­
tores de poder. Sin embargo, de allí en más, (su)... tarea central... consiste en la desmovilización
y la desestructuración de quienes supuestamente representan.
... los sectores dominantes excluyen todo compromiso con las clases subalternas, pero mantie­
nen la dominación (hoy llamada ‘gobernabilidad’) sobre la base de la integración de las conduc­
ciones de esas clases subalternas.”291
Si esto ocurrió con Álfonsín, el segundo turno constitucional comenzó con una crisis feroz,
Golpe de Mercado la bautizó algún medio. El peronismo, y su candidato Carlos Menem, parecían
en 1989 menos dóciles que sus moderados antecesores. Por eso se aplicó una presión mayor,
hasta poner a ambos de rodillas. Menem terminó siendo el mejor alumno del nuevo modelo. El
continuador de Martínez de Hoz292, y el liquidador de los restos del Estado que, con el pretexto
de que la administración privada es más eficiente, entregó a precio vil el patrimonio'acumulado
durante décadas.
La privatización y la apertura indiscriminada de la economía terminaron con la destrucción
de lo que quedaba de las actividades productivas. Se volvió a una Argentina preindustrial, con
289. Basualdo, Eduardo, Sistema político y modelo de acumulación, pag. 15
290. Es cierto, también, que los radicales cometieron errores producto de sus prejuicios de clase y de la
soberbia del triunfo, como arremeter contra el Movimiento Obrero, en lugar de buscarlo como aliado. Algo
similar harían los peronistas al asumir el gobierno en 1989. Y los dos en las campañas de denuestos que
caracterizaron a la propaganda electoral de cada elección.
291. Ibídem
292. Como lo reconocería el propio Joe en un reportaje de Felipe Pigna, publicado por la revista Noticias
en el número 1411 del 10 de enero de 2004: “es el espíritu que capta el presidente Menem cuando asume
con el ministro Cavallo. Ellos dieron la orientación económica correcta en las grandes líneas, que eran las
nuestras.”
142
TE LA HAGO CORTA

desocupación de la quinta parte de la fuerza de trabajo, y la pauperización de quienes seguían


trabajando.
De este modo, el proceso terminó en sus formas dictatoriales y en sus métodos de desaparición
y tortura, pero se consolidó por medio del vaciamiento ideológico de los partidos populares y
de los sindicatos que, ante la inexistencia de un partido propio de los sectores dominantes se
convirtieron en instrumentos de estos. Como señala Basualdo: “son los propios sectores domi­
nantes, específicamente la fracción del capital concentrado interno, los que asumen la tarea de
cooptar al partido político que accede al gobierno una vez agotada la dictadura militar, a distin­
tos integrantes del partido opositor y a diversas conducciones de organizaciones que conforman
la sociedad.”293

EL GOBIERNO DE ALFONSÍN
Frente a un desprestigiado peronismo, del que sólo parecía quedar el recuerdo de López Rega,
del caótico final del gobierno en 1976, y de los graves enfrentamientos internos, Raúl Alfonsín,
tras ganar la interna radical, se presentó como una puerta a la vida. Nada más oportuno después
de tanta muerte. Sobre todo, cuando los peronistas pretendían ganar con el recuerdo de Perón.
El radital ganó netamente las elecciones sobre un candidato anodino, Italo Luder.
El nuevo presidente había acertado con el diagnóstico, y aparecía como el iniciador de una
nueva etapa histórica. Controlaba la Cámara de Diputados, y el peronismo no parecía estar en
condiciones de trabar la marcha del gobierno, pese a gobernar doce provincias y tener mayoría
en el Senado. La opinión favorable al presidente estaba más arriba del 52% obtenido, y este creyó
que era posible concretar su proyecto de Tercer Movimiento Histórico, sintetizador del yrigoye-
nismo y el peronismo. Por primera vez se viviría en verdadera democracia desde 1930294. Y, se
sabía, con la democracia se comía, se educaba, se curaba...295
Pero las fuerzas armadas no estaban dispuestas a allanarse al poder civil, sobre todo porque no
habían logrado garantizar la impunidad de los crímenes del proceso. Alfonsín derogó la autoam-
nistía que se habían otorgado, aunque en otros aspectos se procedió con impericia. Reemplazó
a los comandantes y ordenó el procesamiento de los miembros tres primeras juntas.296 Pero
permitió desafíos como el ocurrido el día de la asunción del nuevo jefe del ejército, general Jorge
Arguindeguy El ministro Borras aguantó en silencio la presencia desafiante de Videla, invitado
al palco de honor.
Alfonsín creía en la teoría de los dos demonios297, y mandó procesar a unos y a otros. Para los
uniformados, se establecían tres categorías: los que dieron las órdenes, responsables plenos, los
que las cumplieron, eximidos de culpa, y los culpables de crímenes aberrantes.
En la campaña había denunciado un pacto sindical-militar, y trató de poner en caja a los gre­
mios. El ministro de Trabajo Mucci intentó la sanción de una ley que democratizara los sindi­
catos y pusiera límites a la burocracia. El peronismo sintió que se atacaba a la columna vertebral
del Movimiento, y las dos CGT se unificaron para resistir. La ley Mucci fue aprobada por Dipu-
293. Basualdo, Eduardo, ob. Cit., pag. 21
294. Para la interpretación oficial de la historia reciente, en los ’30 había primado el fraude, el peronismo
había sido una democracia con componentes autoritarios, entre 1955 y 1973 dominaba la proscripción y
los últimos años habían sido de una feroz tiranía.
295. Uno de los recursos de campaña había sido la afirmación de que con la democracia se lograban todos
los bienes de que carecía el pueblo.
296. Lo mismo que a los principales jefes de la guerrilla.
297. Se pidió al Brasil la extradición de Mario Firmenich, que había sido detenido en ese país.
143
BIBLIOGRAFÍA

Abos, Alvaro, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983)


Abos, Alvaro. La columna vertebral. Sindicatos y peronismo. Buenos Aires, 1983.
Alemán, Roberto. Breve historia de la política económica argentina. Buenos Aires, 1992.
Amorfa, José. Montoneros, la buena historia.
Andersen, Martín. Dossier Secreto. El mito de la guerra sucia. Buenos Aires, 1993.
Anguita, Eduardo y Caparros, Martín, La Voluntad, 1997.
Babini, Nicolás. Frondizi, de la oposición a/gobierno. Buenos Aires, 1984.
Ballester, Horacio. Conferencia de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas Americanas
En Estrategia N° 24. Buenos Aires, 1974.
Basualdo, Eduardo, Acerca de la naturaleza de la deuda externa y la definición
de una estrategia política.
Basualdo, Eduardo, Sistema político y modelo de acumulación.
Béliz, Gustavo, La CGT El cuarto poder, 1988.
Blaustein, Eduardo, Zubieta, Martín, Decíamos ayer
Bonasso, M iguel. El presidente que no fue. Buenos Aires, 1997.
Bonasso, Miguel, Diario de un clandestino, 2000.
Borroni, Otelo y Vaca, Roberto. La vida de Eva Perón. Buenos Aires, 1970.
Botana, Helvio. Memorias. Los dientes del perro. Buenos Aires, 1977.
Botana, Natalio, Braum, Rafael y Floria, Carlos. El régimen militar 1966-1973.
Buenos Aires, 1973.
Bra, Gerardo. El gobierno de Onganía. Buenos Aires, 1985.
Cafiero, Antonio, Cinco años después, Buenos Aires, 1960.
Calello, Osvaldo y Parcero, Daniel. De Vandor a Ubaldini. (2 tomos) Buenos Aires, 1984.
Campora, Héctor. El mandato de Perón. Buenos Aires, 1973.
Cantón, Darío, Moreno, J. L. y Ciña, Alberto. La democracia constitucional y su crisis.
Buenos Aires, 1986.
Cardozo, Oscar, Kishbaum, Ricardo y Van der Kooy, Eduardo, Malvinas.
La trama secreta, 1983.
Cárpena, Ricardo y Jaquelfa, Claudio, El Intocable, 1994.
Carulla, Juan E. Al filo del medio siglo. Buenos Aires, 1964.
CebaUos, Ernesto, Historia política del movimiento obrero.
Cerniti Costa, Luis. El sindicalismo, las masas y el poder. Buenos Aires, 1957.
Cerniti, Graciela, El Jefe.
Chávez, Fermín, Cantoni, Juan Carlos, Manson, Enrique y Sulé, Jorge.
Historia Argentina Contemporánea, Buenos Aires, 1993.
Chávez, Fermín, Perón y eljusticialismo. Buenos Aires, 1984.

179
Chávez, Fermín, Perón y el peronismo en la historia contemporanea. (2 tomos)
Buenos Aires, 1975.
Chávez, Fermín. El peronismo visto por Víctor Frankl. Buenos Aires, 1999.
Chávez, Fermín. Eva Perón sin mitos. Buenos Aires, 1990.
Chávez, Fermín. Historia del país de los argentinos. Buenos Aires, 1988.
Chiessa, Carlos. Iglesia y justicialismo. ¿Anatema o reconciliación?, 1983.
Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Buenos Aires, 1992.
Ciña, Alberto y otros. La democracia constitucional y su crisis.
Ciria, Alberto. Política y cultura popular: la Argentina peronista, 1946-1955. Buenos Aires, 1983
Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora. A treinta años de la Revolución
Libertadora. Sucedió una vez y sucedió para siempre. Buenos Aires, 1985.
Conil Paz, A. y Ferrari Gustavo. Política exterior argentina, 1930-1962. Buenos Aires, 1964.
Connell Smith, Gordon. Los Estados Unidos y la América Latina. México, 1977.
Consejo Econrmico Nacional, Plan Económico 1952. Buenos Aires
Convención Reformadora de la Constitución Nacional. (1949) Diario de sesiones.
Corbiere, Emilio J„ Mamá me mima, Evita me ama. La educación argentina en la encrucijada.
Buenos Aires, 1999.
Crónica histórica argentina. Buenos Aires, Codex 1965.
Cuneo, Dardo, Comportamiento y crisis de la clase empresario, Buenos Aires, 1984.
D’A ndrea Mohr, José Luís, Obediencia devida, 1999.
De Frondizi a Alfonsín, la tradición política del radicalismo tomo 2 CEAL
Deheza, José, Quienes derrocaron a Isabel Perón.
Di Telia, Guido y Zimelman, Manuel. Las etapas del desarrollo argentino. Buenos Aires, 1967.
Di Telia, Guido. Perón-Perón 1963-1976. Buenos Aires, 1983.
Díaz Alejandro, Carlos. Ensayos sobre la historia económica argentina. Buenos Aires, 1990.
Díaz Araujo, Enrique. La conspiración del 43. El GOU: una experiencia militarista
en la Argentina. Buenos Aires, 1971.
Domínguez, Nelson. Conversaciones con Juan José Taccone. Buenos Aires, 1977.
Dorfman, Adolfo. Historia de la industria argentina. Buenos Aires, 1986.
Dromi, M aría Laura Sanmartino d e . Historia Política Argentina.1955-1988 Buenos Aires, 1988
Drosdoff, Daniel. El gobierno de las vacas. Buenos Aires, 1972.
El terrorismo en la Argentina, P.E.N, 1980.
Escudé, Carlos, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina (1942-1949).
Buenos Aires, 1983.
Fayt, Carlos y otros. La naturaleza del peronismo. Buenos Aires, 1967.
Feinmann, José Pablo, La sangre derramada, Buenos Aires, 1998.
Feria, Salvador. La tercera posición ideológica. Buenos Aires, 1973.
Feria, Salvador. Mártires y verdugos. Buenos Aires, 1966.
Ferrer, Aldo, Como se fabricó la deuda argentina. En M iniam, Isaac (comp.)
Transnacionalización y periferia semiindustrializada (México 1983)
Ferrer, Aldo. Crisis y alternativas de la política económica argentina. Buenos Aires, 1977.
Ferrer, Aldo. La economía argentina. Buenos Aires, 1979.
Fleytas O rtiz de Rozas, Abel. El peronismo y las Fuerzas Armadas. En Unidos, julio de 1983.
Floria, Carlos y García Belsunce, César. Historia de los argentinos. Buenos Aires, 1971.

180
Fraga, Rosendo. Argentina en las urnas.(1916-1989). Buenos Aires, 1989.
Fraga, Rosendo. Ejército, del escarnio al poder. Buenos Aires, 1988.
Frigerio, Rogelio. Síntesis de Historia Crítica de la Economía Argentina. Buenos Aires, 1979.
Frondizi, Arturo. Mensajes presidenciales 1958-1962. Buenos Aires, 1963.
Galbraith, John K. Historia de la Economía. Buenos Aires, 1993.
Galbraith, John K. Un viaje por la economía de nuestro tiempo. Buenos Aires, 1996.
Gambini, Hugo, La primera presidencia de Perón, Buenos Aires, 1985.
García Lupo, Rogeüo, Un muchacho peronista. EE. UU. consideraba a Fidel Castro
como un agitador del peronismo. En Clarín, 11/8/96.
García Lupo, Rogelio. Contra la ocupación extranjera. Buenos Aires, 1972.
García Lupo, Rogelio. Mercenarios y monopolios. Buenos Aires, 1994.
Gasparini, Juan, El crimen de Craiver.
Gasparini, Juan, Montoneros. Final de cuentas.
Germani, Gino y otros. Argentina. Sociedad de masas. Buenos Aires Eudebe, 1965.
Germani, Gino. Política y sociedad en una época de transición. Buenos Aires, 1968.
Giberti, Horacio. Historia económica de la ganadería argentina. Buenos Aires, 1961.
Gilbert, Isidoro. El oro de Moscú, Buenos Aires, 1994.
Gillespie, Richard. Soldados de Perón. Buenos Aires, 1988.
Godio, Julio, Historia del movimiento obrero argentino, 1989.
Godio, Julio, La caída de Perón, Buenos Aires, 1973.
Godio, Julio. Perón. Regreso, soledad y muerte. Buenos Aires, 1986.
González Arzac, Alberto, La Constitución de 1949. Buenos Aires, 1971.
Goñi, Uki, Judas, 1996.
Gorbato, Viviana, Montoneros, 1999.
Graham Yool, Andrew. De Perón a Videla. Buenos Aires, 1989.
Granovsky, Martín, Misión cumplida, 1992.
Halperin Donghi, Tùlio. Argentina en el callejón. Buenos Aires, 1995.
Halperin Donghi, Tùlio. Historia contemporánea de América Latina. Buenos Aires, 1992.
Hernán Brienza, 3 puntos N° 287 del 26 de diciembre de 2002, La Opinión, 7/2/78.
Hernández Arregui, Juan José Imperialismo y cultura. Buenos Aires, 1973
Hernández Arregui, Juan José. La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires, 1960.
Horowicz, Alejándro. IAPI auge y decadencia. Buenos Aires, 1986.
Ibarguren, Carlos. La Historia que he vivido. Buenos Aires, 1955.
Ibarguren, Federico. Orígenes del nacionalismo argentino. Buenos Aires, 1969.
Iconikoff, Moisés. De la cultura de renta a la economía de producción. Buenos Aires, 1989.
Imaz, José Luis de. Los que mandan. Buenos Aires, 1965.
INDEC, Relevamiento estadístico de la economía argentina, 1900-1980.
Irazusta, Julio y Rodolfo. La Argentina y el imperialismo británico. Buenos Aires, 1934.
Irazusta, Julio. Balance de siglo y medio. Buenos Aires, 1966.
James, Daniel,Resistencia e integración. Buenos Aires, 1990.
Jauretche, Arturo, El medio pelo en la sociedad argentina, Buenos Aires, 1993.
Jauretche, Arturo, El Plan Prebish. Retorno al coloniaje, Buenos Aires 1956.
Jauretche, Arturo. El paso de los libres. Buenos Aires, 1992.
Jauretche, Arturo. FORJA y la década infame. Buenos Aires, 1973.

181
Jauretche, Arturo. Los profetas del odio. Buenos Aires, 1957.
Jauretche, Ernesto, No dejés que te la cuenten-
Klich, Ignacio. Perón, Bradenyel antisemitismo. En Ciclos N° 2 Buenos Aires, 1992.
Lanùs, Archibaldo. De Chapultepec al Beagle. Buenos Aires, 1984.
Lanusse, Alejandro, Confesiones de un general.
Lanusse, Alejandro. M i testimonio.Buenos Aires, 1977.
Larraquy, Marcelo y Caballero, Roberto, Galimberti.
Libro Negro de la Secunda Tiranía. Buenos Aires, 1958.
Lonardi, Luis. Dios es justo. Buenos Aires, 1958.
Lonardi, Marta. M i padre y la revolución de 1955. Buenos Aires, 1980.
Lucero, Franklin, El predo de la lealtad. Buenos Aires, 1959.
Luna, Félix, director, Nuestro Siglo. Buenos Aires, 1984.
Luna, Félix, El 45. Buenos Aires, 1969.
Luna, Félix, Perón y su tiempo. Buenos Aires, 1990.
Luna, Félix. Ortiz. Reportaje a la Argentina opulenta. Buenos Aires.
Maceyra, Horacio, La segunda presidencia de Perón, Buenos Aires, 1984.
Maceyra, Horacio. Cámpora, Perón, Isabel.Buenos Aires, 1983.
Majul, Luis, Los dueños de la Argentina.
Malgesini, Graciela y Alvarez, Norberto (compiladores). El Estado y la economía, 1930-1955.
Buenos Aires, 1983.
Manson, Enrique, Argentina en el mundo del siglo XX.
Manson, Enrique, Proceso a los argentinos.
Manson, Enrique, Tras su manto de neblinas.
M artínez de Hoz, José A., 15 años después.
M artínez de Hoz, José Alfredo, Bases para una Argentina moderna, 1976-1980.
Mattini, Luis. Hombres y mujeres del PRT-ERP Buenos Aires, 1995.
Mercante, Alfredo Domingo. Mercante. El corazón de Perón. Buenos Aires, 1996.
Mignone, Emilio. Iglesia y dictadura.
Miguel Bonasso, Lo que sabía el 601.
Miguens, José E. y Turner, Frederick. Racionalidad del peronismo. Buenos Aires, 1983.
Nadal, Mercedes Muro de. 50 años de economía argentina. Buenos Aires, 1997.
Navarro, Marysa, Evita, Buenos Aires, 1994.
Newton Ronald, El cuarto lado del triángulo, Buenos Aires, 1997.
O’Donell, Guillermo. Contrapuntos. Buenos Aires, 1997.
Odena, Isidro. Libertadores y desarrollistas. Buenos Aires, 1977.
Oviedo, Luis, Una historia del movimiento piquetero.
Page, Joseph. Perón. Buenos Aires, 1984.
Palacio Deheza, Carlos, El plan de Martínez de Hoz y la economía argentina
Passarelli, Bruno, El delirio armado
Peña, Milcíades. El peronismo. Buenos Aires, 1972.
Perdía, Roberto Cirilo, La otra historia.
Perdía, Roberto Cirilo. La otra historia. Agora. Buenos Aires, 1997.
Perelman, Angel. Como hicimos el 17 de octubre. Buenos Aires, 1961.
Pereyra, Horacio, Algunas hipótesis para el análisis del peronismo, Buenos Aires, 1983.

182
Perón Eva, La razón de mi vida, Buenos Aires, 1952.
Perón Juán Domingo, La fuerza es el derecho de las bestias Buenos Aires, 1958,
Perón, Eva. M i mensaje. Buenos Aires, 1994.
Perón, Juan D. Cooke, John W. Correspondencia (2 tomos) Buenos Aires, 1984.
Perón, Juan Domingo, Obras completas.(28 tomos) Buenos Aires, 1987.
Peterson, Harold, La Argentina y los Estados Unidos 1914-1960. Buenos Aires, 1985.
Pigna, Felipe Programa Lo pasado, pensado,, en Canal 7 de televisión, 3 de septiembre de 2008
Pinedo, Federico. En tiempos de la República. Buenos Aires, 1946.
Potash, Robert. El Ejército y la política en la Argentina, 1928-1973. Buenos Aires, 1971/1994.
Potash, Robert. Perón y el GOU. Buenos Aires, 1984.
Puiggros, Rodolfo. El peronismo: sus causas. Buenos Aires, 1969.
Puiggros, Rodolfo. Historia crítica de los partidos políticos. Buenos Aires, 1986.
Quatrocci Woisson, Diana, Los males de la memoria. Buenos Aires, 1995.
Quijada, Mónica. El proyecto peronista de creación de un Zoillverein sudemericano 1946-1955.
En Ciclos N° 6. Buenos Aires, 1984.
Quiroga, Hugo, El tiempo del “proceso”. Conflictos y coincidencias entre militares y políticos.
1976-1983.
Ramos, Jorge Abelardo. La era del peronismo. Buenos Aires, 1981.
Ramos, Jorge Abelardo. Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Buenos Airés, 1972.
Rapoport, Mario y Splgel, Claudio. Estados Unidos y el peronismo. Buenos Aires, 1994.
Rapoport, Mario, ¿ Aliados o neutrales ? Buenos Aires, 1988.
Rapoport, Mario, El laberinto argentino, Buenos Aires, 1997.
Rapoport, Mario, CIran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas.
Buenos Aires, 1981.
Reyes, Cipriano. Yo hice el 17 de octubre. Buenos Aires, 1973.
Rock, David. La Argentina autoritaria. Buenos Aires, 1993
Rodolfo Terragno, Memorias del presente
Rojas, Isaac Francisco. Memorias del almirante Rojas. Buenos Aires, 1993.
Romero Carranza, Alberto. La presidencia deFrondizi. Buenos Aires, 1984.
Romero, Luis Alberto. Breve Historia Contemporanea de la Argentina. Buenos Aires, 1994.
Rosa, José Maria, El problema del Beagle.
Rosa, José María. Historia Argentina. Buenos Aires, 1964/1992.
Rosendo Fraga, Ejército, del escarnio al poder,
Roth, Roberto. Los años de Onganía. Buenos Aires, 1981.
Rouquie, Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina. Buenos Aires, 1983.
Sampay, Arturo. La Constitución Democrática. Buenos Aires, 1999.
Sanmartino de Dromi, M aría Laura, Historia Política Argentina.
Scalabrini Ortiz, Raúl, Los ferrocarriles deben ser argentinos.
Scalabrini Ortiz, Raúl. Política británica en el Río de la Plata. Buenos Aires, 1974.
Scenna, Miguel Ángel. FORJA, una aventura argentina, (de Yrigoyen a Perón)
Buenos Aires, 1972.
Scenna, Miguel Angel. Los militares. Buenos Aires, 1980.
Schvarzer, Jorge, La política económica de Martínez de Hoz
Schvarzer, Jorge. La industria que supimos conseguir. Buenos Aires, 1996.
Secretaría de Asuntos Económicos, Producto e ingreso en la Argentina, Buenos Aires
Senen González, Santiago, Diez años de sindicalismo argentino.
Senkman, Leonardo. El peronismo visto desde la legación israelí en Buenos Aires.
En Desmemoria N° 5 Buenos Aires, 1994.
Seoane, María y Muleiro, Vicente, El Dictador.
Seoane, Maria. Todo o nada. Buenos Aires, 1992.
Sguigliaa, Eduardo, El club de los poderosos, Buenos Aires, 1991.
Smith, Peter. Carne y política en la Argentina. Buenos Aires, 1968.
Spitta, Arnold, El proceso de Reorganización Nacional de 1976 a 1981.
Taiana, Jorge, El último Perón.
Torrado, Susana. Estructura social de la Argentina, 1945-1983. Buenos Aires, 1992.
Torre, Juan C. Los sindicatos en el gobierno 1973/1976. Buenos Aires, 1989.
Torres, José Luis. Algunas maneras de vender la Patria. Buenos Aires, 1940.
Torres, José Luis. La década infame. Buenos Aires, 1945.
Torres, José Luis. La oligarquía maléfica. Buenos Aires
Troncoso, Oscar, El Proceso de Reorganización nacional.
Turalo, Carlos. De Isabel a Videla. Buenos Aires, 1996.
Tusie, Diana y Federman, Andrés. El golpe de Menéndez. En Todo es historia N° 67.
Buenos Aires, 1972.
Ulanovslcy, Carlos, Seamos felices mientras estamos aquí.
Uñarte, Claudio, El almirante cero.
Urriza, Manuel, Atlas. Historia de una experiencia sindical latinoamericana, Buenos Aires, 1988
Vázquez, Enrique, PRN. La última.
Verbitsky, Horacio La educación presidencial.
Verbitsky, Horacio, La última batalla de la tercera Guerra Mundial.
Verbitsky, Horacio. Ezeiza. Buenos Aires, 1986.
Vilas, Acdel, manuscrito inédito.
Waldmann, Peter, El Peronismo, Buenos Aires.
Whitaker, Arthur. La Argentina y los Estados Unidos. Buenos Aires, 1956.
Wiskemann, Elizabeth. La Europa de los dictadores 1919-1945. Buenos Aires, 1983.

184

También podría gustarte