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1989
Rodolfo Cerrón-Palomino
* El presente artículo es una versión revisada del que, con el título de "Quechuismos
en el mochica", apareció en el Boletín de Lima, 58, pp. 41-48. Debemos aclarar
que en esta versión no sólo hemos introducido algunas ampliaciones sino también
pudimos restituir pasajes, notas de pie de página y referencias bibliográficas omiti-
das en la primera publicación, amén de "recuperar" nuestro propio estilo de redac-
ción, extrañamente alterado en la misma. Por lo demás, dejamos constancia que el
texto básico del artículo fue expuesto por el autor en el Forum "La lengua mochica
en los valles de la Costa Norte", organizado por el CONCYTEC y el Centro de Estu-
dios Arqueológicos de Lambayeque (Chiclayo, 18-20 de agosto de 1988).
l. La frontera sureña aún no está bien defmida. Calancha ([1638] 1977: Cap. II,
1235) señala Parmunca como el límite austral; pero, por lo menos lingüísticamen-
te, hay indicios, gracias a Cobo ([1653] 1956: Cap. vn, 301), que el reino podía
haber abarcado hasta la cuenca del río Chillón (Lima).
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mente a su expansión territorial, se habría logrado la difusión de su lengua,
que, al decir de de la Calancha ([1638] 1977: Cap. II, 1235), sería la
quingnam. Dado el corto tiempo de duración del reino, sin embargo, dicha len-
gua no habría llegado a imponerse sobre otras, especialmente las habladas al
norte de Pacasmayo, entre las que destacaba el mochica, y que la investigación
contemporánea trata de deslindar (cf. Torero 1986). Dichas lenguas, a estar por
los datos -siempre escasos y por veces contradictorios-, integraban familias
lingüísticas diferentes, contrariamente a lo sugerido por Ravines (1980), a par-
tir de una interpretación ligera de la documentación escrita.
Ahora bien, aun cuando el reino de Chimor fuera una civilización políti-
co-culturalmente superior a todas cuantas habían sido sometidas por los incas,
la relación de dominación en la que se vio involucrado determinó, con seguri-
dad, la subordinación de su (o sus) lengua(s) respecto de la general, llamada
también "del Inca". Esta relación asimétrica, como ocurre en tales ca~os, se re-
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flejaría, por ejemplo, en un mayor flujo de préstamos del quechua al mochica
que a la inversa. Es más, la impronta léxica mochica en el quechua -de haber-
se dado- correspondería básicamente a campos semánticos relativos a la cul-
tura material local. No así en los préstamos del quechua al mochica: éstos cu-
brirían aspectos pertenecientes tanto a la esfera superestructura! como a la de
base. Creemos que esta situación se refleja a través del escaso material léxico
con que contamos para el mochica.
3. Aguardamos con sumo interés la consulta del Vocabulario preparado por el profesor
Richard Shaedel sobre la base de las recopilaciones hechas por Heinrich Briining.
Como se sabe, la obra viene siendo anunciada desde hace por lo menos seis años.
En el entretanto, el mencionado profesor (cf. Schaedel 1988) acaba de brindamos
un estudio etnográfico mochica basado en las fotografías tomadas entre 1886 y
1925 por el propio Brüning. Entre las notas de este inquieto observador proliferan
una serie de quechuismos, muchos de los cuales pertenecen sin embargo al castella-
no regional y/o general del Perú.
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es tanto más significativo cuanto la conquista de Chile se hizo poco después
que la del reino de Chimor, y bajo el mando del mismo inca,conquistador, es
decir Túpac Yupanqui. Pues bien, no obstante la escasa dominación incaica
del pais austral, el Vocabulario mapuche de Valdivia ([1606] 1887) contiene
un significativo número de términos provenientes del quechua, referidos en su
mayor parte al campo institucional y tecnológico, probando de este modo el
estatuto de "lengua de civilización" de que disfrutaba aquél.
4. Una lectura cuidadosa de Middendorf nos permite, según creemos, dar con la clave
para la interpretación del dígrafo <cq>, inventado por de la Carrera, como un seg-
mento prepalatal africado sordo, es decir /tY/, pues el recordado viajero nos dice que
ella suena como "en alemán tj", donde el punto articulatorio del primer elemento es
determinante. En tal sentido, discrepamos de la interpretación de Torero (1986),
quien postula fkY/, al paso, sin aportar mayores pruebas, excepto la invocación a
cierta supuesta simetría.
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decir que, para el oído mochica, el fonema que más se avenía con la /e/ que-
chua era la prepalatal /tY/, representada por de la Carrera como <ctp. Sin em-
bargo, ¿cómo explicar el préstamo <mrecha>, que no cumple con la regla de
adaptación sugerida? Asunto igualmente problemático es el reajuste vocálico
en voces como <opa(izti)> y la misma <mrecha>, especialmente la última,
pues la /u/ quechua es interpretada como /0/,5 es decir como una media ante-
rior y redondeada, en discrepancia con el tratamiento del primer ejemplo, don-
de /o/ replica más cercanamente a /u/. Sobre el caso de la voz para 'adorar' vol-
veremos más abajo (cf. sección 5), pero obviamente es difícil, sobre la base
de tan pocos ejemplos, llegar a un esclarecimiento defmitivo de los problemas
mencionados.
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pondiera a la postvelar quechua. Nada de esto ocurre, sin embargo: sucede sim-
plemente que Middendorf representa con <k>el fonema mochica /k/. Nótese,
además, cómo el alófono vocálico [o] del quechua es replicado a través del fo-
nema /o/ del mochica. Por lo demás, los cuatro términos restantes de (2) de-
ben ser considerados como posibles quechuismos. El caso del último es intere-
sante, pues podría tratarse de un queehuismo de origen castellano. Nótese, en
este caso, que la /f/ de <fak> sólo puede explicarse a partir de una /w/, según
se dijo a propósito de la lista (1). De todos modos, lo que intriga tanto en esta
palabra, como en <koch koch>, es la supresión de la /a/ final. A este respec-
to, conviene recordar que si bien el mochica aceptaba irrestrictamente cualquier
consonante no sólo en posición final de sílaba interna sino incluso en fmal de
palabra, no creemos que haya manejado una regla de apócope que explique los
ejemplos mencionados. Además, ¿por qué <toko> y no *tok o *mok en
lugar de <mocko>? Con tan pocos ejemplos, por lo demás, es realmente aven-
turado invocar reglas de ajuste vocálico.
Para terminar con este punto, resta sel\alar que tanto la lista (1) como la
(2) contienen seguramente lexemas de procedencia quechua cuya fuente no fue
necesariamente la lengua general. Precisemos: es muy probable que algunos
de tales términos hayan ingresado al léxico mochica vía el castellano, tratándo-
se en tal sentido de tempranos quechuismos del castellano. Del mismo modo,
como vimos, postulábamos el castellanismo temprano de waka, como fuente
del mochica fak.
6. Adviértase, por lo demás, que tanto <guaxme> como <munao> (que de la Calancha
registra como <munau>) portan una semiconsonante /w/, es decir serían aproximada-
mente [warme] y [munaw], respectivamente. Este hecho constituiría una prueba adi-
cional de la procedencia ajena al mochica de tales voces. De paso, Guamán Poma
([1614] 1936: 273) consigna la forma <oachimi>, con una vocal epentética (cf.
con <quichiua>), pero dando pie como para que pueda restituirse un étimo *wacmi:
el cambio ~ >~ en fmal de sílaba es característico del quechua costeño y quizás aun
de la "lengua general" (cf. Cerrón-Palomino 1989).
Ahora bien, el étimo que se propone para dicha voz es la palabra <mre-
cha:", registrada por de la Carrera, con el significado especial de 'adorar ídolos'
(así, a partir del "Cuadernillo de los vocablos y verbos, adverbios y conjuncio-
nes de todo el Confesionario, que está después de este cuadernillo, para que me-
jor se entienda", pp. 68 y ss.). Pero, además, algo gratuitamente, aunque ex-
plicable por razones de asociación semántica, la autora comentada identifica di-
cha voz con otra que, en nuestra opinión, nada tiene que ver con ella: se trata
de la palabra conespondiente a 'ídolo'. En efecto, el mismo de la Carrera, en
su "cuadernillo" mencionado (y en adelante), trae la voz <mactt<rc>, seguida
de su forma genitivízada <macqcrero>,9 con el significado de 'el ídolo de gua-
ca' (cf. de la Carrera [1644] 1939: 68).
9. Aquí también es de señalarse que tanto los vemos como los nombres registrados
por de la Carrera aparecen en forma conjugada, en el primer caso, y declinada en el
segundo. Así, la segunda forma ofrecida proviene de otra, subyacente, mar (Jk-(Jro:
(donde - (Jro: es una de las tres marcas de genitivo empleadas por el mochica), la
misma que sufre un proceso regular de elisión en virtud del cual cae la segunda vo-
cal temática, dando mark-(Jro: (cf. me'éerpk 'mujer', me'l!el'k-(Jro: 'de la mujer'). Nóte-
se, de paso, la inconsistencia en la representación de la vocal larga del genitivo,
que, según la convención anunciada por de la Carrera, debía llevar un acento circun-
flejo, es decir < macqa:e<erá>. Lo dicho de la forma genitivizada debe tenerse tam-
bién en cuenta en la cita que hace la doctora Rostworowski (1988: 225) de yana, se-
guida de yanaJUJ, con errata por yarúlngo, que seguramente se pronunciaba [yana:-
r¡o:], con la segunda marca de genitivo ..
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descarte toda posibilidad de entronque entre ambas raíces. Ello porque tales di-
ferencia..;;, lejos de ser "meros reveses ortográficos" (para emplear una frase ca-
ra a Porras Barrenechea), responden a realidades fonológicas precisas, aun cuan-
do, en otras ocasiones, de la Carrera peca de asistematicidad (cf. nota 9). Des-
pués de todo, el filólogo entrenado sabe distinguir cuándo se está frente a dife-
rencias sistemáticas y cuándo ante simples inconsistencias ortográficas (por
descuido del autor o por errata de impresión). De otro lado, semánticamente,
como lo adelantamos, la igualación de términos resulta asimismo gratuita. Ha-
ciendo asociaciones ad libitum, nada impedía que tales raíces se enlazaran con
la palabra <max:qa> 'mano' (cf. de la Carrera [1644] 1939: 80 y passim), pues
las manos se emplean en el acto de la reverencia forwsamente. En fin, morro-
lógicamente, el entronque entre una y otra raíz supone un proceso de deriva-
ción, ya sea deverbativa o denominativa. Que sepamos, y pasando por alto las
diferencias fonológicas, no hay tal proceso involucrado: ni <mrecha> deriva de
<macqrec> ni al revés. Adviértase, asimismo, que <mrecha> jamás aparece co-
mo equivalente de 'adorar' sino siempre en forma nominal, en construcción pe-
rifrástica con el verbo derivado <licaprec-> 'soler hacer' (proveniente de lik JO
'hacer' y -ap(bk, derivador que expresaba habitualidad).
1O. Nótese que, a diferencia de lo que ocurre en las lenguas andinas serranas, el verbo
mochica es una forma libre, es decir tiene una manifestación autónoma en el discur-
so, al igual que cualquier nombre o partícula. Así, una forma como mnn 'comer, be-
ber' podía conjugarse en el aoristo bien como mnn eiñ 'yo como, bebo' o como
oiñ man, con la misma significación. Esto último prueba, de paso, que las marcas
actanciales del verbo mochica, en sí mismas un "eco" de sus formas pronominales
respectivas, no constituían aún sufijos plenos.
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y no se trata por tanto de un recurso ad hoc para marcar una voz de procedencia
extraña.
Como se ve, por las razones mencionadas hasta aquí, el origen mochica
del verbo quechua mucha- resulta, formalmente, desprovisto de todo funda-
mento. Si en líneas anteriores nuestra argumentación en contra estuvo basada
principalmente en el examen interno de los posibies étimos mochicas, quisié-
ramos esta vez retomar el debate partiendo del lado quechua. Al respecto, tene-
mos que señalar que la raíz mucha- es de factura eminentemente nativa a la
lengua, y por lo tanto, atribuible al protoquechua. No sólo ella está presente
en todos los dialectos de la gran familia lingüística, en algunos de ellos con
· las modificaciones históricas perfectamente explicables (así, la glotalización
de la /e/ en el cuzqueño acusa influencia aimara), sino que, en términos proto-
históricos, ía misma voz mucha- fue el resultado de la fusión de la raíz pa-
leontológica *mu- seguida del derivador factivo -cha, y emparentable con mu-
na- 'querer', a su vez descomponible en *mu- y -na 'desiderativo'. Si bien no
es fácil extraer el significado originario común de *mu- en ambos casos, a es-
tar por la existencia del sufijo -mu 'aproximativo', todo parece indicar que el
mencionado protomorfema radical tenía un significado direccional. Después de
todo, tanto mucha- 'besar' como muna- 'querer' implican también una 'aproxi-
mación'. Por las razones expuestas, tanto de naturaleza dialectal como proto-
histórica, creemos que la palabra <mrecha> del mochica, que nada tenía que
ver con <macqrec> 'ídolo', fue más bien un quechuismo dentro de aquella len-
gua, y no al revés. Esto explica por qué ella fue listada como un quechuismo
en (1) (ver sección 3).
Para terminar con este punto del nativismo quechua de mucha-, resta que
nos refiramos a otro argumento que esgrime la patrocinadora del mochiquismo
de dicha palabra. Así, en la medida en que el Vocabvlario de González Holguín
trae el derivado <muchhaycu-> como sinónimo de <vpaycu-> 'adorar, rogar,
reverenciar, honrar, venerar, o bessar las manos' (cf. González Holguín [1608]
1952: 246), y otros más, la doctora Rostworowski sugiere que "el sinónimo
upaycuni (sic) podría indicar la antigua palabra quechua suplantada por el
préstamo lingüístico usado después de la conquista del Chimor". Al respecto,
diremos que tampoco hay base para tal suposición. De hecho el lexema <vpay-
CU> se analiza como upa 'sin razón' (dicho no sólo del que la pierde sino tam-
bién del que aún no la tiene: el niño), verbalizado por medio del deverbalizador
ambivalente -yku 'adquirir la condición de aquello mentado por la raíz' (cf. Ce-
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rrón-Palomino 1987b : Cap. IX, sección 9.2.37.2). De manera que upa-yku-
es un lexema derivado y no primitivo, diferente morfológicamente de mucha-.
Su empleo como sinónimo de esta raíz sólo se daba, metafóricamente, como
significando 'humillarse, tomarse sumiso, desdibujarse del yo', o, como Gon-
zález Holguín lo traduce, aunque agregándole el benefactivo -pu (es decir
<vpaycupu->): "tomarse a sujetar, a dar la obediencia el reñido o al~ado, o, pe-
dir perdon al mayor, o reconciliarse con su mayor, o con Dios". Por lo demás,
los derivados upa-yku- o upa-yku-pu- (cf. también la forma <vpapaya->, con
el repetitivo ambivalente -paya, significando 'rogar mucho' hasta importunar)
no aparecen jamás en la sección quechua del Vocabvlario, haciéndolo sólo para-
sitariamente al lado de muchha- y derivados. Lo que encontramos en dicha sec-
ción es, en cambio, la raíz <vpa> 'tonto, necio, bobo, medio sordo mudo, ru-
do para saber', de donde deriva también <vpa-lla-> 'callar, no hablar' (cf. Gon-
zález Holguín [1608] 1952: 356). Ya vimos cómo esta palabra ingresó más
bien al mochica, tal como la presentamos en la lista (1). ¿Diremos también
que el quechua upa e...;; un mochiquismo? Por las razones señaladas creemos
que resulta infundada la sugerencia de que upa-yku- pudiera harer sido una for-
ma desplazada por much'a-yku-. ¿Significaba esto que los quechuas antes de la
conquista de los mochicas no sabían en qué consistía el beso? Sobran los co-
mentarios.
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pia práctica religiosa altamente elaborada, como parece probarlo Hocqueng-
hem (1987).
11. De paso, la raíz <muchha-> 'besar' no debe confundirse con otra <muchha->, que
significa 'desgranar maíz'. Tenemos aquí una ilustración de la ambigüedad en la no-
tación empleada por el jesuita cacereño, quien no diferencia ortográficamente entre
una consonante glotalizada y otra aspirada. En el presente caso, la segunda raíz
conlleva una M"! aspirada, a diferencia de la /'t 1 glotalizada de 'besar' y derivados.
12. Incidentalmente, en los textos mochicas (los más antiguos hasta la fecha) publica-
dos por Jerónimo de Oré (1607) se registra má& bien la forma mue}¡¡;¡, pero debe ad-
vertirse asimismo que su autor ---el P. Alonso de Barzana- no parece haberse he-
cho muchos problemas con la representación de la vocal (J. Citamos por la edición
de Rivet (1949: 14-23).
60
*mf/;ra ? Si aceptamos que fakr a fue un ténnino directamente asimilado del
quechua, deberíamos esperar que mf/;cha conllevara el mismo segmento africa-
do, es decir /r/ y no /e/. Aun cuando, como se dijo, los datos son demasiado
escasos como para poder inferir, a partir de ellos, reglas de acomodación en el
proceso prestaticio, nos parece que la idea puede ser tomada como un argumen-
to en favor del origen indirecto del quechuismo <mrecha>. Más decisivo que
esto es, sin embargo, el hecho adelantado en líneas precedentes en el sentido
de que dicha palabra no se da en los textos de de la Carrera como un verbo
autónomo, empleándoselo siempre en perífrasis con el verbo 'hacer'. Nótese,
además, que el mochica poseía su propio verbo para 'adorar': se trata de la raíz
llik, si bien fuera empleada también para traducir la noción de 'creer'. Y aun-
que Middendorf nos proporcione en su lista de verbos simples la fonna conju-
gada müch- eiñ 'yo adoro', etc., llama la atención el uso exclusivamente peri-
frástico de <mrecha>. Este hecho traduce evidentemente la expresión común
castellana, en los textos de la colonia, de "hacer la mocha ", fonna mucho
más empleada que mochar o (entrar) mochando, que también se usaban. Di-
cho quechuismo, a medida que cobraba éxito la catequización al calor de la "ex-
tirpación de idolatrías", fue tomándose obsoleto hasta desaparecer del castella-
no peruano. De igual modo quedarían sepultados en las viejas crónicas y jui-
cios de idolatrías quechuismos como arpa- 'hacer sacrificio con carne y sangre'
y aspa- 'hacer sacrificio con carne y sin sangre' (cf. Anónimo [1594] 1968:
166]), del primero de los cuales deriva Santa Cruz Pachacuti ([1613]) 1968:
292) no solamente el verbo arpar sino incluso el llamativo arpamiento.
Ahora bien, abstraer las fonnas sustantivadas mucha, arpa y aspa, sin al
menos el infinitivizador -y propio del quechua, sólo puede ser producto de una
elemental reflexión metalingüística hecha por los quechuistas de la colonia
(Santa Cruz Pachacuti mismo emplea tales términos en su fonna castellaniza-
da, seguramente siguiendo la práctica de sus coetáneos). De manera que la for-
ma mocha, abstraída a partir de una expresión jamás realizada independiente-
mente, fue acomodada al mochica, así como lo había sido también al mapu-
che. Si la palabra <mrecha> proviniera directamente del quechua, no hay có-
mo explicar, en primer lugar, su empleo restringido; y, en segundo lugar, su
fonna abstraída, a partir de una fuente que presentaría por lo menos el derivado
mucha-y o una fonna flexionada como mucha-sqa, etc., pero jamás desprovis-
ta de un sufijo sea nominal o verbal. Insistamos: inferir <mrecha> a partir de
tales expresiones ya supone cierto análisis mental, cosa que no se da normal-
mente en los casos de préstamos espontáneos. Por todas las razones expuestas
61
concluimos con este punto señalando que si bien <mrecha> es un quechuismo
en el mochica, lo es indirectamente, es decir vía adaptación previa al castella-
no.
13. Hemos revisado cuidadosamente el libro de Villarreal (1921), y no nos fue posible
encontrar en ninguna parte la hipótesis mencionada. Es probable que ella haya sido
formulada en otro trabajo, el mismo que desconocemos. De paso, agradecemos a En-
rique Carrión por habemos facilitado la consulta del libro del autor mencionado.
14. La edición del Arte de de la Carrera, preparada por Altieri, reproduce, a causa de una
mala lectura, la forma <ümrenffrefrec>, con doble efe allí donde debía haberse leído
doble <ss>, segurainente de carácter ornamental (que los no iniciados suelen inter-
pretar como <f> ). De otra manera no se podría explicar la pronunciación moderna
del topónimo en cuestión : Monsefú.
62
que se advierte también otra solución, a la portuguesa, es decir mediante la
- ~
adición de una vocal paragógica: así, de <Nampaxllax> (es decir /ñanpaxl(¡)k/)
y de <Motup> se tienen Lambaycque y Motupe; en ambos casos la vocal aña-
dida hace que la consonante se mantenga. De manera que el posible étimo
<mactt<rc> pudo haber servido de base tanto para Moche como para el gentili-
cio mochica. De otro modo, si mochica proviniese de moche, no habría cómo
explicar el surgimiento de la <e>, es decir de /k/.
63
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