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El Silencio Del Terapeuta

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El silencio del terapeuta.

El terapeuta debe dejar que sea el paciente quien inicie la sesión expresando libremente aquello
que desea, para ello, el terapeuta ha de guardar silencia al principio de la sesión, a fin de no
coartar la libre espontaneidad del paciente, y si es necesario que permanezca callado durante
muchos momentos de la sesión, para permitir que éste vaya desarrollando sus pensamientos. Y
debe romper este silencio tan solo para brindar intervenciones claras, concisas y concretas. El
terapeuta ha de captar, durante su silencio, el estímulo traumático, la respuesta adaptativa al
mismo, el funcionamiento del yo, los mecanismos de defensa, las fantasías inconscientes, etc. El
silencio del terapeuta es, por tanto, una premisa indispensable para el trabajo entre ambos
participantes.

Pero el silencio tiene otra connotación. Es, también, una forma de intervención, ya que con él
comunica algo al paciente. Le comunica su disponibilidad, su atención, su tolerancia, su atitud
exenta de crítica y su esfuerzo por comprender. Con el silencio transmite al paciente la necesidad
de que él, autónomamente, despliegue su pensamiento, intente observarse y comunique el fruto
de esta observación.

La utilización de los sueños en la psicoterapia psicoanalítica

Los sueños aportados en el curso de la p.p. deben ser comprendidos por el terapeuta desde la
perspectiva psicoanalítica, pero no deben ser interpretados psicoanalíticamente, y el terapeuta
debe guardar para si esta comprensión, a fin de realizar la aplicación correspondiente a las
características propias de la técnica psicoterapéutica. Lo que debe ser tenido en cuenta es que los
sueños y su comunicación son una expresión netamente transferencial.

Las respuestas del paciente a las intervenciones del terapeuta

-Las respuestas del paciente a las intervenciones de confirmación o de rechazo.


En un momento determinado, el terapeuta interviene y, de una u otra forma, el paciente responde
a la intervención del terapeuta. Las palabras del terapeuta han sido una variable introducida en
una situación determinada: el conflicto básico del paciente y su reacción ante el estimulo
traumático que desencadena un esfuerzo de adaptación. La introducción de la variable debe dar
lugar a una modificación de la situación. Esta modificación se expresa a través de la respuesta del
paciente. Ella, por tanto, nos da la clave para la validación de la intervención. La respuesta del
paciente es el único instrumento que poseemos para apreciar lo adecuado o inadecuado de la
intervención del terapeuta y el impacto que ha producido en aquel.

Deben distinguirse tres clases de respuestas confirmatorias inmediatas:

a) La directa manifestación del paciente de estar de acuerdo con lo que el terapeuta le ha


explicado. Aún cuando el terapeuta debe considerar atentamente este tipo de respuesta,
no ha de dar por supuesto que las cosas sean así.
b) Aparición de material que hasta el momento había permanecido reprimido. Puede
tratarse de fantasías, recuerdos infantiles o sueños con nuevos significados.
c) Verbalización de material que no se hallaba reprimido, pero que hasta el momento había
sido omitido. Aparecen asociaciones más frescas, puntos de vista nuevos, sentimientos no
expuestos hasta entonces, mayor espontaneidad en el fluir de las asociaciones,
acrecentando interés en la adquisición de la información.

-La reacción terapéutica negativa.

Según Freud, consiste, en esencia, en un empeoramiento del paciente cuando el analista le habla
de manera esperanzadora o manifiesta satisfacción por sus progresos. A efectos prácticos,
podemos referirnos a una reacción terapéutica negativa cuando, tras una intervención que
razonablemente pueda ser consideradacomo correcra y acertada, el paciente empeore en lugar de
mejorar.

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