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Yatiris Sabios Andinos

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Yatiris sabios andinos

Yatiri puede definirse como un chamán aimara de género masculino, iniciado en


conocimientos extraordinarios que permiten proteger a las personas. En rigor, la
palabra yatiri puede entenderse como “el que cuida y protege al pueblo”. Por este
motivo, las tareas propias del yatiri se relacionan con la orientación espiritual y la
sanación de las personas. El yatiri es un sabio o conocedor de procedimientos
rituales y medicinales de carácter sincrético, que reúne elementos del mundo
andino precolombino y del mundo hispano asentado con la colonización. Parte de
sus labores consiste en diagnosticar la naturaleza y causa de los males, para lo
cual utiliza las hojas de coca como medio de visualización y adivinación. El yatiri
se encuentra presente en comunidades aimara de Bolivia, Perú y Chile y está
considerado dentro de la categoría de curanderos tradicionales propios de este
pueblo. Sin embargo, este curandero constituye un estatuto especial. Considerado
un “hermano de la medicina”, algunos nacen con facultades especiales que se
manifiesta en la niñez, las que son reconocidas por la gente. Pero en muchos
casos, estos conocimientos se heredan y aprenden por tradición familiar y se
traspasan entre generaciones a modo de oficio heredado. Esta modalidad deviene
de la compleja estructura de oficios que dominaba la organización social del
trabajo en el período Inca.

El mundo aymara está pobladode espíritus (ajayu) y los yatiris son los
especialistas en relacionarse con ellos.

De estos espíritus dependen la salud y la vida de los seres humanos. La mayor


parte de los espíritus --como pueden ser del rayo, la tierra, los lagos, los ríos o las
montañas-- se conciben como los espíritus, los ajayus, de los ancestros:
achachilas (abuelos) o awichas, o a veces awilitas (abuelas). Existen lugares
sagrados (wak’a) en el paisaje andino donde esos espíritus se concentran y donde
se les puede invocar y buscar su protección en prácticas rituales en las que se
hacen ofrecimientos de hojas de coca, alcohol, incienso, cigarrillos, o
ofrecimientos más complejos que se conocen como luqtas, waxt’as o misas. Hay
wak’as que son especiales para ciertas prácticas curativas; para llamar la lluvia;
para la fertilidad humana o agrícola y la prosperidad, la protección contra la helada
y el granizo y, la consagración de yatiris, etc.

Hablar de “espíritu” en el mundo aymara es hablar de ajayu.Ajayu es el


prerrequisito para el desarrollo de la vida y de todas las formas de existencia.
Donde hay ajayu hay vida y viceversa. Pero el ajayu no es el “espíritu dentro de la
máquina” en un sentido cartesiano; su relación con el cuerpo es algo más
complejo. Tampoco es un “alma” en el sentido de una esencia espiritual
permanente y estable. No es algo fijo que una persona tiene; sino una cualidad
dinámica que permea el ser viviente. La salud de una persona depende en gran
parte de la condición del ajayu.

El concepto de ajayu ha sido sujeto de indagación etnográfica. Los resultados son


heterogéneos y hasta contradictorios. Hay acuerdo en que ajayu incluye varias
cualidades o esencias que, en número, varían de tres a cinco; aunque la
nomenclatura varía. Bastien se refiere al “espíritu” como animo; Huanca habla de
ajayu, jañayu y animu; y Fernández indica que, según los yatiris y ch’amakanis de
la región de Omasuyus, existen “tres sombras”: ajayu, animu y kuraji. Orta se
refiere a ajayu, animu, kuraji y alwa; y Carter habla de cinco “almas”: ajayu, anima,
jañayu, q’amasa y coraje.

Aunque el ajayu de la persona no está ubicado en una parte específica del cuerpo,
está más inmediatamente relacionado con ciertas partes del cuerpo humano que
con otras. El corazón (lluqu) y los pulmones (chuyma) están relacionados con el
advenimiento y la proliferación de la vida y, consecuentemente, con el ajayu. Pero
los ajayus están por todas partes; no es solo una cuestión humana. Están
presentes en cada lugar del paisaje, en todos los seres, en el cuerpo y la mente.
Lo que generalmente se nombra como “deidades andinas” en la etnografía, no son
sino diferentes ajayus que permiten y supervisan el curso de la vida en todas sus
manifestaciones. Por eso se los conoce también como ajayus uywiris (“espíritus
protectores y generadores”).
Los ajayus se alimentan de los olores y del humo. Por eso, los rituales aymaras
están organizados para alimentar a los ajayus a través de la quema de elementos
vegetales, minerales y animales. Los olores y el humo son medios de
comunicación rituales, elementos que posibilitan el establecimiento y la
mantención de la relación con los ajayus, haciendo que la vida fluya, se
intercambie y se entremezcle. Los ajayus de los seres humanos son parte de este
flujo de la vida y de la cadena de la alimentación y también se nutren de los olores
y el humo.

En este sentido se piensa también que los malos olores y los humos tóxicos,
frecuentes en la vida urbana, cortan los lazos que comunican los ajayus de los
seres humanos con las redes de ajayus más amplias. Una crítica substancial a la
vida urbana moderna y a la contaminación y, por extensión, al colonialismo se
articula así en la intersección de la cosmología aymara, el pensamiento indianista-
katarista y el discurso ambientalista. Un yatiri en la ciudad de El Alto lo articula así:
“Por la contaminación (…), la gente de hoy, los que vivimos en la ciudad pareciera
que no tenemos ajayu. Es como si estaría la gente borracho o perdidos de su
ajayu.”

Cuando hablan en castellano, muchos yatiris dicen “estar conectados” con los
ajayus uywiris. Al comienzo, yo pensé que esa conexión significaba alguna clase
de relación entre dos o más entidades. Sin embargo, cuando me di cuenta de que
los yatiris usan términos como mayisthapita o mayachata con relación a esa
conexión que se establece, mi comprensión comenzó a cambiar. Siendo derivadas
de la palabra aymara maya, es decir “uno”, mayisthapita y mayachata sugieren
“ser uno”. Estar conectado a los ajayus uywiris, entonces, significa llegar a ser uno
con ellos.

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