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Joseph El Hesicasta

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El élder Joseph the Hesychast era un monje y un anciano en el monte

Athos . Reposó en 1959, y tiene una gran aclamación por ser el padre
espiritual o abuelo de los ancianos Ephrem de Philotheou , Joseph de
Vatopedi , Charalampus de Dionysiou y otros, a quienes se les atribuye
directamente la revitalización de seis de los veinte monasterios en el Monte
Athos.

Vida temprana
Francis Kottis nació en la isla de Paros de George y Maria el 12 de febrero de
1897 [1] (en otras fuentes: en 1898). En su adolescencia, se fue a trabajar al
Pireo. A los veintitrés años comenzó a leer la vida de los Padres, un punto de
inflexión espiritual para él. Estas vidas, particularmente las de los estrictos
ascetas, y un sueño que tuvo, le dieron el deseo de entrar en el monacato . Él
respondió a este deseo ayunando y rezando en el campo cercano, que
estaba deshabitado, y luego yendo al Monte Athos.
Monte Athos
El futuro élder anhelaba rezar sin cesar, pero tenía grandes problemas: no
podía encontrar un padre espiritual y la indiferencia de
muchos monjes hacia la oración incesante.
Estaba inconsolable porque ansiaba ardientemente encontrar lo que
había emprendido en busca de Dios; y no solo no lo estaba
encontrando, sino que la gente ni siquiera me ayudaba.
En medio de esta experiencia, sin embargo, se le concedió una visión de
la luz no creada , y se le dio el don de la oración incesante.
De inmediato me cambié por completo y me olvidé. Estaba lleno de luz
en mi corazón y afuera y en todas partes, sin darme cuenta de que
incluso tenía un cuerpo. La oración comenzó a decirse dentro de mí ...
Durante este tiempo, pasó tiempo en lugares remotos para recitar
la oración de Jesús . Eventualmente conoció al Padre Arsenios, quien
se convertiría en su compañero de lucha, y descubrió que compartían
un deseo común de vacilación, y decidió encontrar un anciano
experimentado. Encontraron al élder Ephraim the Barrel-Maker, y
organizaron sus vidas para proporcionar el máximo silencio para rezar
la oración de Jesús. Además de su trabajo y su regla de oración, el P.
Joseph fue a una cueva al atardecer para recitar la oración de Jesús
durante seis horas.
Después del reposo del élder Ephraim the Barrel-Maker, los padres
Joseph y Arsenios pasaron los veranos moviéndose de un lugar a otro
alrededor de la cima del Monte Athos, para ser desconocido y
encontrar y aprender de los monjes espirituales. En invierno, sin
embargo, regresaron a su choza en el desierto de San Basilio. Solo
poseían sus prendas monásticas hechas jirones, y el P. Joseph comía
tres onzas de bizcochos (pan seco) al día, a veces con una cantidad de
verduras silvestres hervidas. Hablaron poco para poder rezar más. El
padre Joseph fue asaltado por el demonio de la fornicación en esta
época, y combatió esta gran tentación durante ocho años, usando
como armas vigilias extendidas y usando, en lugar de una cama, una
silla para dormir. Finalmente, los padres Joseph y Arsenios
descubrieron un padre asceta y espiritual experimentado, el élder
Daniel.
Little St Anne's
El tiempo pasó y la fama del élder Joseph comenzó a
extenderse. Después de que el P. Arsenios cedió el anciano que era
su derecho por mucho tiempo en el monacato, el élder Joseph aceptó
a tres hermanos para vivir con ellos, y otros vivieron con ellos por
cortos períodos de tiempo. En 1938, buscando la soledad del
creciente número de monjes que buscaban su consejo, fue a una
cueva en Little St Anne's, donde la hermandad creció a siete monjes.
Después de aproximadamente 13 años, la gran cantidad de trabajo
físico requerido para vivir allí se volvió demasiado, enfermando a la
mayoría de los padres. El élder Joseph trasladó a la comunidad más
abajo de la montaña, más cerca del mar, a New Skete.
El élder Joseph reposó el 15 de agosto de 1959.
Canonización
En octubre de 2019, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla
reconoció oficialmente al élder Joseph y a otros cuatro monjes
santos, el élder Hieronymus de Simonopetra, el élder Daniel y Efraín
de Katounakia, y el élder Sophrony de Essex, como santos de la Santa
Iglesia Ortodoxa.

Reliquias
El élder Joseph ha sido canonizado 'localmente' en varios lugares,
incluida la Montaña Sagrada, Grecia y Rumania. Sin embargo, esta no
es la canonización oficial del Patriarcado Ecuménico. Este
reconocimiento 'local' de ser un santo es el preludio de la plena
canonización. La archimandrita Sophrony (+1993) conocía bien al
élder Joseph y en su libro sobre San Silouan el Athonita , el élder
Joseph es uno de los monjes mencionados a quien se le otorgó el
regalo de la "Luz no creada".
La reliquia de la cabeza del Anciano se guarda en el monasterio de
San Antonio, en Arizona (EE. UU.), Mientras que el resto o sus
reliquias se guardan en el monasterio de Vatopedi . Muchos
visitantes de Athos informan que sus reliquias emiten una fragancia
divina. El abad del monasterio Vatopedi, el p. Efraín, habló
públicamente en Atenas sobre los milagros realizados por la
intercesión del élder Joseph the Hesychast, e incluso sobre las
apariciones milagrosas de él.

La caridad hacia Dios y hacia el prójimo


Nada puede dulcificar la cólera y las otras pasiones mejor que la caridad
hacia Dios y hacia el prójimo. La victoria es más fácil de conquistar por ella
que por todos los combates ascéticos.

Aun cuando se lucha, si el amor reina en el espíritu, los sufrimientos parecen


leves. Si el amor no desaparece nunca (1 Cor 13,8) es porque el timón del
alma puso la dirección continuamente hacia Él. Ocurra lo que ocurra, repites
la consigna: «A causa de tu amor, Jesús mío, dulce amor mío, soporto las
injurias, la vergüenza, las penas, todas las aflicciones; en una palabra, todo
lo que me ocurra». Y, pensando así, el fardo de la pena se alivia en un abrir
y cerrar de ojos, y la amargura del demonio se va.

Cree lo que te voy a contar: Un día, a causa de mis sucesivas y terribles


tentaciones, fui preso de tristeza y desaliento, a tal punto que me sentí
injustamente juzgado ante Dios por haber sido entregado a tantas pruebas.
Mientras sentía esta amargura, oí en mi interior una voz muy dulce que me
decía con mucha compasión: «¿No soportas todo por mi amor?». Al oírla,
mis ojos empezaron a derramar abundantes lágrimas y me arrepentí del
desaliento que se había apoderado de mí.

No olvido nunca esta voz tan dulce, que súbitamente desvaneció la tentación
y el desaliento apenas se dejó oír.
—¿No soportas todo por mi amor?

—¡Oh amor dulce y verdadero! Por tu amor estamos crucificados y


soportamos todo.

Un hermano me contó un día que estaba triste por otro hermano que le
había desobedecido. Mientras oraba, fue arrebatado en éxtasis. Vio al Cristo
clavado en la cruz e inundado de luz. Habiendo levantado la cabeza hacia él,
el Cristo le dijo: «¡Mira todo lo que sufrí por amor de ti! Y tú, ¿qué sufriste?».
Apenas fueron pronunciadas estas palabras, la pena se desvaneció y el
hermano quedó lleno de gozo y de paz, sin poder retener sus lágrimas.
Desde entonces, vive siempre maravillado por la condescendencia del Señor.
Pues el Señor hace desaparecer las penas, y cuando ve que no nos
descorazonamos, nos consuela.

Por lo tanto, no te desalientes; no te entristezcas tampoco cuando vengan


aflicciones y tentaciones. Pero apóyate en el amor de nuestro Jesús, que
alivia la cólera y el desaliento.

Date aliento, diciendo: «Oh alma mía, ¡no te descorazones! Si soportas esta
ligera aflicción, quedarás curada de una enfermedad crónica; todavía un
poco y la aflicción desaparecerá». Porque ésa es la verdad.

Cuanto más corta es la paciencia, más grandes parecen las tentaciones.


Cuando el hombre se acostumbra a soportarlas, terminan por parecerle
menos largas, y las soporta sin esfuerzo. Se hace firme como la roca.

¡Entonces, paciencia! Las cosas que ahora te parecen difíciles de alcanzar,


después de varios años podrás poseerlas como si fueran tuyas, sin entender
cómo te ocurrió esto.

Ponte a trabajar mientras eres todavía joven, sin preguntarte «por qué», y
no te desalientes. Cuando seas viejo, recogerás los racimos de la
impasibilidad (apatheia). Te preguntarás cómo crecieron tan hermosas
espigas, si nunca sembraste. ¡Te hiciste rico, cuando no eres digno de nada!
Tus quejas, tus desobediencias, tus desalientos han dado hermosos frutos y
flores perfumadas.
Por lo tanto, violéntate a ti mismo.

Si el justo cae millones de veces, no pierde su libertad (parhissia); sino que


se levanta, concentra sus fuerzas y el Señor le otorga victorias. Le oculta lo
que gana para que no se hinche [de vanidad], pero le pone ante los ojos sus
derrotas, para que al verlas sufra y se humille.

Pero cuando haya conquistado el campo del enemigo y haya conquistado


victorias sin darse cuenta, el Señor le hará entrever poco a poco que es
vencedor, y que sus manos tocan ahora las cosas que hasta entonces le eran
inaccesibles cuando las pedía. De este modo es arrastrado, probado,
perfeccionado en la medida en que su naturaleza, su pensamiento, su
espíritu, el vaso de su alma se lo permiten.

Hazte fuerte y potente en el Señor. No disminuyas tu ardor. Pero pide, clama


sin cesar, recibas o no.

Sobre la paciencia y la resistencia


Dios siempre ayuda. Él siempre llega a tiempo, pero es necesaria la
paciencia.

Ven, mi querida y amada hermana. Ven y consolaré tu dolor una vez más.
Ven y bendeciremos a Dios con la dulce voz de nuestro corazón, entonada
con nuestra boca, y resonando en nuestro “nous”, diciendo: «Bendice al
Señor, alma mía, y todo cuanto hay en mí, bendiga su santo nombre» (Salmos
102,1).
¿Ves cuánto nos ama el Señor? ¿Ves cuán afortunados somos, tan ingratos
como somos, por todo lo que su bondad nos concede cada día? Pero el
tiempo de la verdadera cosecha aún nos espera, aquel bendito momento en
el que lo dejaremos aquí todo y partiremos hacia la otra patria, la verdadera,
la vida bendita, el gozo verdadero, para que cada uno de nosotros reciba la
porción que el munificente y dulce Jesús le dé.

¡Oh, gozo! ¡Oh gratitud! ¡Oh amor del padre celestial! Nos limpia de toda
contaminación, nos honra, nos enriquece, concediéndonos sus riquezas! Allí,
mi querida hermana, no hay gente astuta que nos perjudique. La envidia y
los celos habrán desaparecido. Allí no hay pasiones en absoluto; los que las
tienen han permanecido en el otro lado del puente. Pues se ha dispuesto un
gran abismo entre aquí y allí. (cf. Lucas 16,26).
Pero, ¡oh dulce amor de Cristo!, ¿qué bien viste en nosotros para que nos
condujeras hacia tu divino camino?

Así que regocíjate y exulta de gozo, mi amada hermana. Da gracias y glorifica


a Dios, y observa, pues el tiempo se acerca. El tiempo vendrá pronto para
nosotros, cuando escuchemos la bendita voz: «Venid a Mí» (Mateo 11,28).
Tan pronto se cierren estos ojos corporales, los ojos noéticos del alma se
abrirán. Entonces, como de un sueño, despertaremos a la otra vida.
Entonces verás a tus padres, hermanos, familiares. Entonces verás a los
ángeles, los santos, y la bendita Madre de todos, la purísima Theotokos, a
quien hemos llamado en todo momento, y a quién, después de Dios, se lo
debemos todo. Entonces, ¿con quién hablaremos primero, quién nos besará
primero, a quién besaremos? Con toda pureza, con toda modestia, con toda
santidad, podremos hacerlo con todos. Así que, esperando tales
bendiciones, ¿no resistiremos aquí todo el dolor de esta vida presente?
Por lo tanto, mi amada hermana, haz una revisión de tu vida. Examina cómo
has pasado tu vida. Recuerda los innumerables beneficios de nuestro
Salvador Jesucristo y a su dulce Madre, y se paciente en las tentaciones que
vienen.

Dios nos ayuda siempre. Él siempre llega a tiempo, pero es necesaria la


paciencia. Nos escucha inmediatamente cuando le clamamos, pero no según
nuestra forma de pensar.

Piensas que tu voz no llega inmediatamente a los santos, a nuestra Panagia,


y a Cristo. Por el contrario, incluso antes de que clamaras, los santos
acudieron en tu ayuda, sabiendo que les clamarías y que buscarías su divina
protección. Sin embargo, puesto que no ves más allá de lo que es aparente
y no conoces cómo gobierna Dios el mundo, quieres que tu petición sea
cumplida como un rayo. Pero así no son las cosas. El Señor quiere paciencia.
Quiere que muestres tu fe. No puedes rezar como un loro. También es
necesario ser paciente con aquello que se pide, y entonces aprender a
esperar. Ves que lo que anhelaste en el pasado finalmente sucedió. Sin
embargo, te afectaste porque no tuviste la paciencia para esperar, en cuyo
caso habrías obtenido lo uno y lo otro: tanto lo temporal como lo eterno.

Ahora estás enfadada, temerosa y triste, pensando que el Padre celestial es


lento en responder. Pero te digo que esto también sucederá como deseas
(sucederá definitivamente) pero primero se necesita la oración con toda tu
alma, y entonces deberás esperar. Y cuando olvides tu petición y dejes de
pedir por esto, te vendrá como recompensa a tu paciencia y resistencia.
Cuando llegues al borde de la desesperación mientras estés rezando y
buscando, entonces estará cerca el cumplimiento de tu petición. Cristo
quiere sanar las pasiones que se escondan en ti, y por eso retrasa el
concederte tu petición. Si lo obtienes pronto, cuando lo pides, tus pasiones
permanecen sin curar en tu interior. Si esperas, obtendrás su petición y la
curación de las pasiones. Y entonces te regocijarás sobremanera y
cálidamente darás gracias a Dios que lo dispone todo con sabiduría y lo hace
todo para nuestro beneficio.

Así pues, no hay pérdida en el corazón, ni lugar para enojos, ni quejas. Debes
cerrar tu boca. Que nadie perciba que estás perturbada. No te enfurezcas
con ira, agotando así tu cuerpo, sino cálmate. Abrasa al maligno mediante la
paciencia y la tolerancia.

El Señor, que destruye a todo el que dice mentiras, es testigo de que me he


beneficiado grandemente por el consejo que te estoy dando. Las tentaciones
que tuve fueron suficientemente fuertes como para hacer que pienses que
tu alma parta a causa de la pena, como de un horno llameante. Sin embargo,
una vez que la prueba ha terminado, viene tanto consuelo que sientes como
si estuvieras en el paraíso sin un cuerpo. Entonces Cristo te ama, nuestra
Panagia te ama, los santos te alaban, y los ángeles te admiran.

¿Ves cuántas cosas buenas causan las tentaciones y las aflicciones? Por eso,
si también quieres ver, y probar el amor de Dios, soporta lo que venga sobre
ti, no aquello que te guste, sino aquello con lo que el Señor quiere probarte.
Lo que soportamos no es nada absolutamente en comparación con las
pruebas que el Señor nos envía contra nuestra voluntad. El hostil maligno
lucha contra nosotros, hueso contra hueso y sangre por sangre, tanto como
Dios lo permite. Lucha tanto que se funde y fluye como la cera ante el fuego
(cf. Salmos 67,2). Pero cuando pasa la prueba, estás totalmente lleno de
gozo. Te rodeas con la extraordinaria luz divina y contemplas misterios que
la lengua humana es incapaz de expresar. Y en adelante tienes sed de más
tentaciones, cuando hayan de venir, pues ya has aprendido cuán saludables
son.

Este es verdaderamente el camino, hermana, y el único escrito que te da


testimonio de la verdad por su propia experiencia. Por eso, sé valiente y
fuerte en el Señor, resistiendo todo lo que te suceda, esperando, junto con
la tristeza, la paz y la gracia de Dios. Sé fuerte y da valor a tu alma,
considerando que los débiles y los incapaces no entran en estas buenas
cosas. Cristo permite las tentaciones para que podamos ser purificados de
nuestras predisposiciones. Las tentaciones son como el jabón y una maza,
que nos limpia y nos golpea. Toda la ropa que esté limpia, será útil para el
Novio. Y los que no sufren por la maza son desgarrados y lanzados a la
basura.

Así, ejercitémonos aquí un poco, porque el tiempo está cerca. Guarda las
cartas que te envío, para que las tengas cuando las aflicciones te turben, ya
que me parece que pronto te dejaré. Cuanto más pasa el tiempo, más
seriamente enfermo estoy. Ahora soy como un paralítico.

Postdata: No tengo tiempo de escribirte sobre el milagro que el Señor me


mostró para corregir un error que estaba cometiendo por ignorancia, como
sabes. Así, ¿ves la gran bondad de nuestro Señor? ¿Ves que incluso obra
milagros cuando su divina providencia lo considera adecuado? Muchas
veces, una persona es engañada, o por ignorancia, o porque otros le
engañan. Pero cuando tiene un alma recta y buenas intenciones, el Señor no
le abandona, sino que le concede la iluminación de formas diferentes. Esto
me hace sentir como una basura, como cenizas, un gusano de tierra.

Verdaderamente, la misericordia del Señor es grande. El salmista dice


justamente: «No está siempre acusando, ni guarda rencor para siempre»
(Salmos 102,9).
Así que, ¿por qué no darle gracias a Dios? ¿Por qué quejarse? Si tuviera que
escribirte las tentaciones a las que me someto, no sería capaz de soportarlo.
Sin embargo, la gracia de Cristo y nuestra Panagia las disipa todas. Ten
paciencia, pues la Theotokos, la Reina y señora de todo, no nos abandona.
Ella reza por nosotros.

Por el geronta José de Vatopedi (hijo espiritual del geronta José el Hesicasta)

Siempre nos hacemos la siguiente pregunta: “¿Es posible para los que viven
en el mundo ocuparse en la oración noética (1)?”. Para aquellos que
preguntan respondemos muy afirmativamente: “Sí”. Para hacer esta
exhortación nuestra, comprensible a los interesados, pero al mismo tiempo
hacer conscientes a los que son inconscientes, explicaremos esto
brevemente, para que nadie quede en un dilema a causa de las diferentes
interpretaciones y definiciones que existen de la oración noética.

Hablando de forma general, la oración es la única ocupación indispensable y


obligatoria, y la única virtud para todos los seres racionales, tanto sensibles
como pensantes, humanos y angélicos. Por esta razón, estamos obligados a
la práctica incesante de la oración (2).

La oración no está dividida dogmáticamente en tipos y métodos, sino que,


según nuestros padres, cada tipo y método de oración es beneficiosa,
siempre y cuando no se trate del engaño y la influencia diabólica. El fin de
esta virtuosa labor es volver y mantener la mente del hombre sobre Dios.
Para este propósito, nuestros padres idearon métodos muy fáciles y
simplificaron la oración, para que la mente pudiera, más fácilmente y más
firmemente, volverse y permanecer en Dios. Con el resto de las virtudes,
entran en juego otras partes del cuerpo del hombre y los sentidos, mientras
que en la oración bendita sólo la mente está completamente activa; así, es
necesario mucho esfuerzo para incitar la mente y refrenarla, con el fin de
que la oración sea fructífera y aceptable. Nuestros santos padres, que
amaron a Dios en plenitud, tuvieron como su estudio primordial unirse a Dios
y permanecer continuamente en Él; así, pusieron todos sus esfuerzos en
rezar, como el medio más eficiente para este fin.

Hay otras formas de oración que son conocidas y comunes a casi todos los
cristianos, de las que no hablaremos ahora; por el contrario, nos limitaremos
a la que se llama “oración noética”, de la que siempre estamos preguntando.
Es un tema que involucra a la multitud de los fieles, ya que no se sabe casi
nada de ella, y a menudo es malinterpretada y descrita casi fantásticamente.
La forma precisa de ponerla en práctica, así como los resultados de su virtud
deificante, que conduce desde la purificación a la santificación, la
tomaremos de los dichos de los padres. Nosotros, pobres, sólo
mencionaremos estas cosas que son suficientes para clarificar el asunto y
para convencer a nuestros hermanos que viven en el mundo de que
necesitan ocuparse en la oración.

Los padres la llaman “noética”, porque se realiza con la mente, el “nous”,


pero también la llaman “sobria vigilancia” (3), que significa casi lo mismo.
Nuestros padres describen la mente como un ser libre e inquisitivo que no
tolera el confinamiento y no se persuade por lo que no puede concebir por
sí misma. Primeramente, por esta razón, seleccionaron unas pocas palabras
en una oración simple y sencilla: “Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten piedad
de mí”, para que la mente no necesitara un gran esfuerzo con el fin de
aferrarse a una oración larga y prolongada. En segundo lugar, se volvieron
hacia la mente interior, al centro de nuestra razón, donde reside inmóvil con
el sentido de la divina invocación al dulcísimo Nombre de nuestro Señor
Jesús, para experimentar tan pronto como fuera posible, el divino consuelo.
Es imposible, según los padres, para nuestro bondadoso Maestro, ser
llamado constantemente y no escucharnos, pues desea grandemente la
salvación de los hombres.

Así como a una virtud natural a la que se aspira, sólo puede ser alcanzada
por medios conducentes, así también esta santa labor requiere algunos
rudimentos casi indispensables: un grado de quietud, libertad de las
preocupaciones, evitar conocer y divulgar las “noticias” de las cosas que
suceden, el “dar y tomar” como lo disponen los padres, la autodisciplina en
todas las cosas, y por encima de todo, un silencio general que se deriva de
todas estas cosas. Por otra parte, no creo que esta persistencia y hábito sea
inalcanzable para la gente devota que toma interés en esta santa actividad.
El buen hábito de un tiempo regulador de oración, por la mañana y por la
noche, siempre a la misma hora, sería un buen comienzo.

Con seguridad, hemos insistido en la perseverancia como el elemento más


indispensable en la oración. Es justamente remarcada por San
Pablo: “Perseverad en la oración” (Colosenses 4:2). En contraste con el resto
de las virtudes, la oración requiere esfuerzo a lo largo de toda nuestra vida,
y por esta razón repito, a los que están haciendo el intento, que no se sientan
sobrecargados, ni consideren lo necesario para soportarla como un fracaso
en esta soberbia labor.

Para empezar es necesario decir la oración en voz baja, o incluso más fuerte
cuando se enfrente a la coacción y la resistencia interior. Cuando se alcance
este buen hábito, hasta el punto de que la oración pueda ser mantenida y
dicha con facilidad, entonces podemos volvernos hacia el interior con un
silencio exterior completo. En la primera parte del librito “El peregrino ruso”,
se da un buen ejemplo de la iniciación en la oración. La profunda persistencia
y esfuerzo, siempre con las mismas palabras de la oración, sin ser alteradas
frecuentemente, dará lugar a un buen hábito. Esto dará control a la mente,
momento en el que se manifestará la presencia de la Gracia.

Así como toda virtud tiene un resultado correspondiente, así también la


oración tiene como resultado la purificación de la mente y la iluminación.
Llega al mayor y perfecto bien, la unión con Dios, es decir, la divinización real
(zeosis). Sin embargo, los padres también dicen esto: que el hombre que
busca y persiste entrar en el camino que conduce a la ciudad, y si por
casualidad no llega al final, no manteniendo el ritmo por cualquier razón,
Dios lo contará entre los que terminaron. Para explicarme mejor,
especialmente sobre el tema de la oración, explicaré cómo debemos
esforzarnos todos los cristianos en la oración, particularmente en la que es
llamada monológica (4) u oración noética. Si llegamos a tal oración
encontraremos mucho provecho.

Por la presencia de la Oración de Jesús, el hombre no se entrega a la


tentación que espera, porque su presencia es la vigilancia sobria y su esencia
es oración; por tanto “velad y orad para que no entréis en tentación” (Mateo
26:41). Además, no se entrega a la oscuridad de la mente para ser irracional
y errar en sus juicios y decisiones. No cae en la indolencia y la negligencia,
que son la base de muchos males. Por otra parte, no es superada por las
pasiones e indulgencias donde es débil, y particularmente cuando las causas
de los pecados están cerca. Por el contrario, su celo y devoción crece. Se
vuelve ávido por las buenas obras. Se vuelve humilde y perdonador. Crece
día tras día en su fe y amor por Cristo y esto lo enardece en todas las virtudes.
Tenemos muchos ejemplos de gente en nuestros días, y particularmente de
gente joven, que con el buen hábito de hacer oración, han sido salvados de
espantosos peligros, de caídas en grandes males, o de síntomas que
conducen a la muerte espiritual.

En consecuencia, la oración es un deber para cada uno de los fieles, de toda


edad, nacionalidad y estatus, sin tener en cuenta el lugar, el tiempo o la
forma. Con la oración, la Gracia divina se hace activa y provee soluciones a
los problemas y pruebas que perturban a los fieles, para que, según las
Escrituras: “Todo el que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos
2:21).

No hay peligro de engaño, como si fuera balbuceada por unas pocas


personas desconocidas, siempre y cuando la oración se diga de forma simple
y humilde. Es de gran importancia que, cuando se diga la oración, no se
represente ninguna imagen en la mente, ni la de nuestro Señor Jesús Cristo
en ninguna forma, ni la de la Santísima Theotokos, ni de ninguna persona o
representación. Por medio de la imagen, la mente se disipa. Del mismo
modo, por medio de imágenes, se crea la entrada para los pensamientos y
los engaños. La mente debería permanecer en el sentido de las palabras, y
con mucha humildad, la persona debería esperar la misericordia divina. Las
imaginaciones al azar, las luces, o los movimientos, así como los ruidos y las
distracciones son inaceptables, pues son maquinaciones diabólicas que
conducen a la obstrucción y el engaño. La forma en la que la Gracia se
manifiesta a los iniciados es por medio del gozo espiritual, por la quietud y
por las lágrimas que producen gozo, o por un pacífico e imponente temor a
causa del recuerdo de los pecados, que conduce así a un crecimiento de la
tristeza y el lamento.

Gradualmente, la Gracia se convierte en el sentido del amor de Cristo, en


cuyo momento, el errar de la mente cesa completamente y el corazón se
vuelve tan ardiente a causa del amor de Cristo que piensa que ya no puede
soportarlo más. Sin embargo, en otras ocasiones pensamos y deseamos
permanecer para siempre exactamente como nos encontramos, no
buscando ver o escuchar nada más. Todas estas cosas, así como otras
diversas formas de ayuda y consuelo, se encuentran en las etapas iniciales
de tanto como se intenta decir y mantener sobre la oración, a medida en
que dependa de ellas, y si es posible. Hasta esta etapa, que es tan simple,
creo que toda alma que ha sido bautizada y vive de forma ortodoxa, debería
ser capaz de poner esto en práctica y permanecer en este gozo y alegría
espiritual, teniendo al mismo tiempo la divina protección y ayuda en todas
sus acciones y actividades.

Repito una vez más mi exhortación a todos los que aman a Dios y su
salvación, para que no se desanimen practicando esta buena labor y práctica
por la gracia y la misericordia que concederá a todos los que se esfuercen un
poco en esta tarea. Les digo esto para alentarlos, para que no duden o sean
débiles a causa de la poca resistencia o el cansancio al que se enfrentarán.
Los gerontas contemporáneos que hemos conocido tuvieron muchos
discípulos que viven en el mundo, hombres y mujeres, casados y solteros,
que no sólo llegaron al estado inicial sino que se elevaron a los niveles más
altos por medio de la gracia y la compasión de nuestro Cristo. “Porque fácil
es a Dios el enriquecer en un momento al pobre” (Eclesiástico 11:23). Creo
que en el caos de hoy en día y en tal agitación, negación e incredulidad, no
existe una práctica espiritual más simple y más fácil que sea factible para casi
todo el mundo, con tal multitud de beneficios y oportunidades para el éxito,
que esta pequeña oración.

Cada vez que estemos sentados, en movimiento, o trabajando, y si


necesitamos estar incluso en la cama, y generalmente en cualquier lugar o
donde nos encontremos, podemos decir esta pequeña oración que contiene
en sí misma fe, confesión, invocación y esperanza. Con esta pequeña labor e
insignificante esfuerzo, se cumple a la perfección el mandamiento universal
“Orad sin cesar” (1ª Tesalonicenses 5:17). Cualquier palabra de nuestros
Padres a la que nos pudiéramos dirigir, o incluso a sus maravillosas vidas, allí
no encontraremos casi ninguna otra virtud a la que se dé más elogio o se
aplique con más celo y persistencia, pues esta sola constituye el medio más
poderoso para nuestro éxito en Cristo. No es nuestra intención cantar las
alabanzas de esta reina de las virtudes, o describirla, porque cualquier cosa
que pudiéramos decir podría más bien disminuirla. Nuestra intención es
exhortar y alentar a todo creyente en la labor de la oración. Tras esto, cada
persona aprenderá por su propia experiencia lo que hemos dicho tan
pobremente.

Continuad adelante, los que dudáis, los que estáis desanimados, los que
tenéis dificultades, los que estáis en la ignorancia, hombres de poca fe, y los
que sufrís pruebas de diferentes clases; adelante hacia el consuelo y la
solución a vuestros problemas. Nuestro dulcísimo Jesús Cristo, nuestra Vida,
nos ha proclamado: “Separados de Mi, no podéis hacer nada” (Juan 15:5).
Así, ved que, clamándole continuamente, no estamos solos, y en
consecuencia: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4:13).
Ved el correcto sentido y la aplicación del significativo dicho de la Escritura:
“Entonces sí, invócame en el día de la angustia; Yo te libraré y tú me darás
gloria” (Salmos 49:15). Clamemos a Su Santo Nombre no sólo en “el día de
la angustia”, sino continuamente, para que nuestras mentes puedan ser
iluminadas, para que no sucumbamos en la prueba. Si alguien desea llegar
incluso a lo más alto, donde le guiará la santa Gracia, deberá pasar primero
por este punto inicial, y “hablará” (5) contemplándolo, cuando llegue allí.

Como epílogo a lo que se ha escrito, repetimos nuestra exhortación, o más


bien nuestro aliento a todos los fieles, de que es posible y vital que se ocupen
en la oración “Señor Jesús Cristo, ten piedad de mi”, la llamada “oración
noética”, con una fe segura que se beneficiaran grandemente sin importar a
qué nivel puedan llegar. El recuerdo de la muerte y una actitud humilde,
junto con otras cosas útiles que hemos mencionado, garantizan el éxito
mediante la gracia de Cristo, cuya invocación será el objetivo de esta virtuosa
ocupación. Amén.

Notas

Como muchas de las palabras griegas usadas en este texto no tienen


equivalencias directas en castellano, ha sido necesario añadir un pequeño
glosario al final para ayudar al lector a entender con más precisión el sentido
del texto.
1. Noético: del “nous”, el intelecto, la mente. El intelecto en este caso
no es simplemente la facultad de razonamiento del hombre, sino la
facultad del corazón que es capaz de comprender las realidades
naturales y espirituales mediante la experiencia directa. Es la facultad
por la que se puede conocer a Dios mediante la oración. Así, la oración
noética es también llamada a menudo “oración del corazón”.
2. “La oración”: cuando se usa con el artículo “la”, dándole oposición a
un tipo general de oración, se refiere entonces a la oración de Jesús:
“Señor Jesús Cristo, ten piedad de mí”. La oración de Jesús está
enraizada en la antigua tradición monástica de la Iglesia, que han
tomado las palabras del Nuevo Testamento.
3. Sobria vigilancia (en gr., nipsis): a menudo traducida tanto como
“sobriedad” y como “vigilancia”, y de hecho incorpora ambas. Es una
seriedad no mórbida en la que el “nous”, el intelecto, mantiene un
estado de alerta y conciencia de su estado inmediato.
4. “Monológica”: En este caso se refiere al hecho de que cuando la
persona dice la oración, en el nivel de observancia humana aparece
como si sólo se dijera la oración, es decir, haciendo un monólogo. La
actividad de Dios normalmente permanece imperceptible,
especialmente para los que están en etapas iniciales.
5. “Hablará”: se refiere a los numerosos casos bíblicos en los que Dios
habla a los corazones y mentes de Sus justos, comunicándose
directamente a los que eran puros de corazón y lo buscaban por
medio de la oración.

La ciencia estudia la Oración de Jesús

¿Pueden siete palabras, “Señor Jesús Cristo, ten piedad de mí”, cambiar
vidas?

Puede parecer mucho esfuerzo para sólo siete palabras: buscar a 110
cristianos ortodoxos, dándoles una batería de preguntas que van desde la
psicología a la teología y al comportamiento médico, y repetir entonces las
preguntas 30 días después. Pero las siete palabras, “Señor Jesús Cristo, ten
piedad de mi”, (también conocida como “la Oración de Jesús”), son las más
perdurables en la historia. Lo que el psicólogo de la Universidad de Boston,
George Stavros, quería averiguar era si repetir la Oración de Jesús durante
diez minutos diarios durante 30 días afectaría la relación de la gente con
Dios, sus relaciones con otros, su madurez de fe y su “auto-cohesión”
(niveles de depresión, ansiedad, hostilidad, y la sensibilidad interpersonal).
En resumen, Stavros se preguntaba si la Oración de Jesús puede jugar un
papel especial en el “viaje al corazón” en una persona.

La respuesta (al menos en todas las escalas que mostraron cualquier efecto
significativo comparado al control de grupo), resultó ser un rotundo sí. La
repetición de la oración contemplativa profundizaba el compromiso de estos
cristianos en una relación con la realidad trascendente. No sólo eso, sino que
reducía la depresión, la ansiedad, la hostilidad y los sentimientos de
inferioridad con respecto a otros. Eran tan poderosos los efectos
psicológicos de la oración que Stavros instó a sus colegas a tenerla en su
mente como un intervención sanadora para los usuarios. Recomienda que
la oración sea usada junto con prácticas comunes para que las relaciones con
Dios y otros sea “sutil y continuamente guiada. En otras palabras, ir hacia el
interior para buscar a Dios no significa ir solo.

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