Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

¿Es Ética La Manipulación y El Diseño Genético en El Hombre?

Descargar como rtf, pdf o txt
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1de 15

¿Es ética la manipulación y el diseño genético en el

hombre?
Nicolás Jouve de la Barreda
XVIII Congreso Internacional Ciencia y Vida. “Ciencia, humanismos y
posthumanismos” – Universidad San Pablo CEU, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Comunicación - 22 a 24 de Julio de 2013, Madrid
Martes 23 de Julio, 10:00 Conferencia Inaugural

La Genética es una ciencia joven que apenas tiene un siglo de existencia,


pues nació exactamente en 1900 tras el descubrimiento y valoración de los
trabajos que había llevado a cabo el monje agustino Gregor Johan Mendel en
el huerto de su convento 35 años antes. Desde su aparición esta rama de la
Biología no ha dejado de interesar a científicos y a la sociedad en general, tal
vez por estar en el centro de la Biología, dando respuesta a muchas de las
cuestiones básicas que nos interesan: ¿cómo se heredan los caracteres?,
¿dónde se almacena la información de los genes?, ¿cómo se desarrollan los
seres vivos a partir de dicha información?, ¿cómo se expresan los
caracteres?, ¿cómo se producen las mutaciones?, etc. Las respuestas a todas
estas preguntas han venido llenando de contenido las páginas más brillantes
de la Biología a lo largo de las últimas décadas de modo que en poco más de
100 años hemos pasado de ignorar donde se encuentran, de qué naturaleza
bioquímica están constituidos y cómo se transmiten los genes, a haber
cartografiado por completo el genoma de muchas especies, empezando por el
humano. Los genes consisten en piezas de ADN que se ubican en los
cromosomas y que se transmiten a los descendientes por medio de los
gametos. Nuestro genoma posee 23 pares de cromosomas -la mitad
procedente de cada parental- que se reúnen en el momento de la concepción
y aportan 21.000 pares de genes, cuya información constituye el programa
de desarrollo que se pone en marcha inmediatamente que se termina el
proceso de la fecundación.
Al tiempo que se iba completando el conocimiento del fenómeno
hereditario se iban planteando una serie de preguntas en relación con las
aplicaciones tecnológicas de este conocimiento. El gran avance de la
Genética y, particularmente, el desciframiento del genoma humano,
combinado con el avance en paralelo de otras ramas de la biología han traído
a la discusión pública la posibilidad concreta de manipular genéticamente a
los seres humanos. Si sabemos cuáles son los determinantes genéticos de los
caracteres y tenemos herramientas para manejar la información ¿podemos
influir en la misma con el fin de «mejorar» las características físicas de los
seres humanos?, ¿es correcto el perfeccionamiento genético de los seres
humanos?, ¿no sería esto eugenesia?, ¿es éticamente aceptable la

NicolásJouve de la Barreda es Dr. en Biología, Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá, consultor del
Pontificio Consejo de la Familia, Presidente de CiViCa y miembro del Comité de Bioética de España

1
eugenesia?, ¿es un derecho el utilizar la biotecnología para cambiar las
características genéticas de los seres vivos? ¿lo es para cambiar las
características genéticas de los seres humanos?.
Muchas de estas preguntas han saltado a la vida pública provocando un
acelerado debate por encima de una sosegada reflexión, no sobre lo que se
puede hacer, sino sobre lo que se debe o no hacer. Naturalmente que este
debate enfrenta a quienes participan en él de acuerdo con el concepto que
cada uno tenga del ser humano.
Por ello, de entrada me parece importante situarnos en el concepto de
persona y aunque la cuestión puede ser compleja la vamos a simplificar en
las dos posiciones habituales de los debates. Quienes consideran al ser
humano como un ser más de la naturaleza, regido por los mismos parámetros
moleculares, fisiológicos o biológicos que las restantes criaturas, o por las de
su entorno animal más pr ximo… Y quienes consideran al ser humano como
un ser singular, un ser que vive su vida de forma consciente y personal en el
que conviven dos dimensiones de distinta naturaleza, una material y otra
espiritual. Estas posturas contrapuestas se traducen en dos formas de ver al
hombre totalmente antagónicas: como una máquina o objeto de consumo o
como un ser personal y por tanto un fin en sí mismo.
Para quien ve el organismo humano como un ingenio más o menos
complejo, sustituir, manipular o añadir algunas piezas a la máquina para
potenciar o mejorar algunas de sus propiedades no ha de plantear problemas
éticos especialmente si se considera como una extensión o prolongación de la
práctica médica. Ya veremos más adelante que lo que se pretende, con la
corriente de los transhumanistas no tiene que ver con curar a un paciente. El
límite lo debería marcar el coste de la operación para la propia vida del ser
manipulado, tanto en términos materiales como con relación al posible efecto
negativo para terceras personas.
Para quien posee una visión antropológica respetuosa con la naturaleza
corpóreo- espiritual del ser humano y por tanto con su carácter personal,
priman una serie de principios éticos y morales basados en la dignidad y el
derecho a la vida, tanto la del sujeto a quien se manipula como de terceras
personas posibles afectadas. Cada vida es única y es alguien a quien se debe
respetar y considerar como un fin y nunca como un medio.
Tras la fascinación por el descubrimiento del ADN a mitad del siglo XX,
seguido del desarrollo de la biología molecular y de la ingeniería genética y
tras del descifrado de la información del genoma humano, a principios del
XXI, nos encontramos en este momento en una fase de fascinación por la
biotecnología, que junto al desarrollo de otras vertientes aplicadas de la
biofísica, neurobiología y las ciencias del conocimiento han abierto una serie
de expectativas de riesgo para el ser humano, considerado desde la
perspectiva personalista. Veamos por tanto qué es lo que se puede hacer, qué
es lo que se intenta hacer, cuáles son los fundamentos científicos y
tecnológicos de estas manipulaciones y cuáles serían los límites o las líneas
rojas de lo que no se debe hacer.

2
En cualquier caso, me parece necesario recordar el artículo 10 de La
Declaración Universal sobre el Genoma y Derechos Humanos, en el se dice
que: «Ninguna investigación relativa al genoma humano ni sus aplicaciones,
en particular en las esferas de la biología, la genética y la medicina, podrán
prevalecer sobre el respeto de los derechos humanos, de las libertades
fundamentales y de la dignidad humana de los individuos o, si procede, de los
grupos humanos».

El primer desafío: La eugenesia


Un primer capítulo de la manipulación y el diseño del ser humano entra
dentro del intento de mejorar a la especie -o a poblaciones concretas de la
especie humana- sin incidir directamente en la información genética. Bastaría
simplemente con ejercer una selección y eliminación de los seres humanos en
función de las características genéticas que tuviesen, o de influir en la
posibilidad de procrear de las personas en función de los genes de que se
fuesen portadoras. El primer reto de esta manipulación genética social sería el
de la clasificación de las personas como mejores o peores en función de los
genes «buenos» o «malos» que tuviesen. Esta forma de pensar es lo que
llamamos «eugenesia», que ha pasado por dos etapas. La primera tuvo su
auge a principios del siglo pasado, y no se conformó con la idea de una
mejora de las características físicas o biológicas de los seres humanos –
dirigida a excluir la transmisión de enfermedades genéticas- sino que se
propuso con la idea de eliminar determinadas conductas, con la descabellada
idea de que todo en lo físico y en el comportamiento humano está
determinado genéticamente.
El pionero de las ideas eugenésicas fue el inglés Francis Galton (1822-
1911), primo de Charles Darwin que definió la eugenesia como «la ciencia
que trata todos los factores que mejoran las cualidades propias de la raza,
incluidas las que se desarrollan de forma óptima». En uno de sus numerosos
escritos señalaba que «lo que la naturaleza hace a ciegas, lentamente y de
manera ruda, el hombre lo puede realizar con un objetivo, rápida y
delicadamente. Desde el momento en que tiene poder para ello, ese fin se
convierte en obligación, así como es deber suyo socorrer al prójimo que sufre.
La mejora de nuestro acervo me parece una de las más elevadas metas que
podemos alcanzar».
No desearía extenderme sobre este tipo de manipulación de las
poblaciones, pero si dejar constancia de su falta de ética y peligrosidad baste
recordar los consejos de Hermann Muller (1890-1967), un biólogo y genetista
-Premio Nobel de Medicina de 1946 por sus trabajos sobre mutaciones
causadas por rayos X-, que en 1922 señaló que: «La forma de eliminar a un
inepto es impedirle que nazca. No sólo deberíamos controlar la degeneración;
también deberíamos contribuir positivamente a la evolución mediante la
inseminación artificial. Debemos trabajar con el fin de generar una raza de
seres cada vez más nobles...».

3
La corriente eugenésica arraigó fuertemente en la Alemania de los años
treinta, bajo la influencia del psiquiatra suizo Ernst Rüdin (1874-1952), padre
de la llamada «higiene racial». Sobre las tremendas consecuencias de dicho
período son testimonio la persecución y el holocausto de determinadas capas
sociales, desencadenante de la Segunda Guerra Mundial. En el transcurso del
programa eugenésico Action T4, para la eliminación de los discapacitados
físicos y mentales, se cometieron múltiples acciones inhumanas:
mutilaciones, esterilizaciones, actos de violencia, homicidios, torturas, etc.
Las denuncias de los familiares de las víctimas y las enérgicas protestas de
varios miembros del clero alemán hicieron que Hitler detuviera la operación.
Para entonces habían sido sacrificadas unas 275.000 personas.
Es evidente que el intento de manipulación de las características de la
población en búsqueda de una «mejora genética» de la especie o de la raza
humana va en contra de la moral y de la dignidad de los seres humanos,
como bien puso de manifiesto el juicio de Nüremberg (Alemania) a finales de
1946, que constituyó un punto de inflexión en el respeto a la vida y la base
de lo que luego supondría la Declaración de los Derechos Humanos de 1949.
Pero además, desde la perspectiva científica hay que señalar que esta
eugenesia darwiniana o social, es absurda e ineficaz, tanto para la
erradicación de las enfermedades, físicas o mentales, como para mejorar el
comportamiento humano dado que no hay un fundamento del determinismo
genético de muchos caracteres no deseados, como la agresividad,
delincuencia, homosexualidad, alcoholismo, drogadicción u otros. El pensar
que todas las características biológicas de un ser humano radican en sus
genes es un «reduccionismo genético» absurdo. Es, por otra parte, pensar
solo en el aspecto material del ser humano olvidándonos de que no somos
máquinas que obedecemos exclusivamente al dictado de nuestros genes.
En relación con los caracteres de la conducta humana debemos tener en
cuenta que no obedecemos al dictado de nuestros genes, sino al de nuestra
capacidad de reflexión y voluntad. Son los influjos positivos o negativos
recibidos en las relaciones sociales durante la educación, y en particular
desde el nacimiento durante las etapas críticas de desarrollo de la
personalidad y de la madurez sexual, lo que moldeará nuestra forma de
actuar. El aprendizaje y en mayor medida la inteligencia son fenómenos
humanos determinantes del análisis racional de los estímulos o situaciones
que plantea el mundo exterior de cada persona. En el comportamiento
humano las acciones razonadas predominan frente a las instintivas y reflejas,
y la inteligencia domina a los genes, no al revés.
Por otra parte, ¿quién tiene derecho a señalar cuáles son los genes
deseados o los indeseados?, ¿qué debe entenderse por mejor o peor? ó ¿qué
se considera deterioro genético? Los criterios para considerar la bondad o
maldad de los genes son extraordinariamente subjetivos y arbitrarios.
Además, ¿quién puede arrogarse la atribución de decidir sobre el futuro de
otros seres humanos?

4
Sin embargo, estas ideas que parecían olvidadas o relegadas a la
primera mitad del siglo XX han proseguido de forma larvada en las sociedades
más avanzadas. Todavía no hace mucho tiempo un filósofo respetado de la
escuela de Frankfurt llamado Peter Sloterdijk, declaró que el ser humano
debía «de ser mejorado con la ingeniería genética». A lo que otro importante
filósofo, Jürgen Habermas, respondió diciéndole que su antropología era «de
los años 40», lo cual no era más que una forma elegante de llamarle nazi.
Son recientes las manifestaciones de James Watson -Premio Nobel de
Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura de la
doble hélice del ADN-, que tan solo hace cinco años decía: «porque todas
nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que la inteligencia de
los negros es la misma que la nuestra Sin embargo, la gente que tiene que
tratar con empleados negros sabe que eso no es así». Estas palabras fueron
fuertemente contestadas entre otros por Sydney Brenner, un importante
biólogo molecular sudafricano, también laureado con el premio Nobel de
Medicina en 2002, que dirigió una carta a Crick en la que le señalaba que:
«los intentos actuales de mejorar a la especie humana mediante la
manipulación genética no son peligrosos, sino ridículos», y añadía
«Supongamos que queremos un hombre más inteligente. El problema es que
no sabemos con exactitud qué genes manipular «Solo hay un instrumento
para transformar a la humanidad de modo duradero y es la cultura».
En el fondo lo que todo esto refleja es la primacía de los prejuicios e
intereses de una parte de la sociedad sobre el resto de la sociedad. La
eugenesia social no responde tanto al romántico, delicado y discutible fin de
mejorar a la humanidad, como a razones ideológicas y de mantenimiento del
poder.

El segundo desafío: La neoeugenesia


La eugenesia ha rebrotado con una nueva fórmula en los comienzos del siglo
XXI. No otra cosa es lo que está ocurriendo con la capacidad de seleccionar
embriones derivados de la tecnología de la reproducción asistida y también de
ejercer un control negativo sobre la natalidad tras unos cribados y análisis
genéticos durante la etapa fetal. El conocimiento del genoma humano y los
avances científicos y tecnológicos de la Biología Celular, la Genética y la
Biología Molecular permiten llevar a cabo el llamado diagnóstico genético
preimplantatorio o prenatal, lo que ha derivado en las prácticas de la
selección y eliminación de embriones o fetos antes de nacer. Este nuevo
marco en el que nos encontramos, rendido a la tecnología, es lo que se ha
dado en llamar «neoeugenesia», «eugenesia liberal» o «eugenesia del estado
del bienestar», según se argumenten deseos de los individuos o de la
sociedad.
Pero pensar que mediante este tipo de acciones se logrará una mejora de
la condición humana es olvidar de nuevo muchos principios básicos resueltos
por la ciencia. Sí, bien es cierto que sabemos diagnosticar una fibrosis
quística, una neurofibromatosis o un síndrome de Down en los embriones o

5
en los fetos, su eliminación, aparte de no curar nada, no nos librará de la
incidencia de nuevas mutaciones determinantes de nuevos embriones o fetos
portadores de estas u otras enfermedades. Simplemente las mutaciones son
recurrentes e impredecibles. Es como intentar vaciar un océano sacando agua
con una cuchara. No se puede luchar contra la naturaleza en esta materia.
Pero además y sobre todo la eliminación de una vida humana, defectuosa o
no, no deja de ir contra los más elementales principios éticos.
A pesar de todo, la neoeugenesia tiene sus defensores, como el filósofo
británico Philip Kitcher1, para quien, una vez que hemos perdido la inocencia
genética, estamos comprometidos inevitablemente a alguna forma de
eugenesia. Este autor defiende la libertad reproductiva de cada individuo, en
cuanto a que cada persona tiene derecho a decidir por sí misma cuales son
los rasgos que desea promover y cuáles evitar, en sus descendientes.
Precisamente el problema que plantea, es la decisión sobre cómo debe ser
otro ser de nuestra especie. A este respecto señala la socióloga americana
Barbara Katz Rothman2: «La historia nos ha enseñado qué ocurre cuando la
gente se clasifica en mejor o peor, superior o inferior, digna de vivir o no.
¿Qué puede ocurrir si la tecnología utilizada para defender el concepto
genético no es la brutal tecnología de grilletes, barcos de esclavos, gas letal o
crematorios, o ni siquiera la esterilización quirúrgica, sino la magnífica y
extraordinaria tecnología de la nueva genética?», y se lamenta al a adir…
«Mis hijos no conocerán la tecnología genética con cadenas y grilletes... se la
pondrán en bandeja».
Volviendo al capítulo de los principios éticos, conviene recordar el artículo
6º de la Declaración Universal sobre el Genoma y los Derechos Humanos que
dice lo siguiente: «Nadie podrá ser objeto de discriminaciones fundadas en
sus características genéticas, cuyo objeto o efecto sería atentar contra sus
derechos y libertades fundamentales y el reconocimiento de su dignidad».
Las ideas del reduccionismo en relación con la importancia de los genes
en el comportamiento humano han dado lugar a una desafortunada rama de
la genética denominada «sociobiología». Para Edward Wilson, su fundador se
trata de descubrir las bases biológicas del comportamiento social humano:
«los científicos y humanistas deberían considerar juntos la posibilidad de que
ha llegado el momento de que la ética sea arrebatada temporalmente de las
manos de los filósofos y sea biologizada»3. Sin embargo, los sociobiólogos
caen de nuevo en el error de basar el comportamiento humano en un
determinismo genético inevitable y de teorizar sobre el hecho hipotético de
que las características de la sociedad son la consecuencia necesaria de la
naturaleza biológica de la especie humana. El peligro de la sociobiología es
convertir el ADN y los genes en la excusa de un determinismo evolutivo
imperativo que convertiría en ineludibles los comportamientos humanos más
antisociales, la agresividad, la competitividad, el abandono a la infancia y la
maternidad, la desigualdad entre hombre y mujer, el racismo, la lucha de

1 Kitcher, Ph. (1997) The Lives to Come: The Genetic Revolution and Human Possibilities, Penguin, London
2 Rothman, B.K. (1989) Recreating Motherhood. Norton, New York.
3 Wilson. E.O. (1975) Sociobiology: the new synthesis. The Belknap Press of Harvard Univ. Press, Cambridge.

6
clases, el egoísmo, etc. Paradójicamente, las propuestas de la sociobiología, a
pesar de la pretendida biologización de la ética, suponen una corriente de
pensamiento de escaso fundamento biológico y una vuelta atrás sobre los
postulados de mitad del siglo XIX, que justificarían la «lucha de clases», la
«supervivencia del más apto» y el llamado «darwinismo social» que ha
servido de pretexto para justificar la eugenesia, el aborto, la eutanasia y otra
serie de prácticas antihumanas.

El tercer desafío. De la ingeniería genética a la biología sintética


La llamada «ingeniería genética», compendia una serie de técnicas derivadas
de los conocimientos de la Genética Molecular, relacionadas con el
aislamiento y manejo de las secuencias de genes, ADN u otros ácidos
nucléicos. De lo que se trata es de la transferencia de genes de una especie a
otra de forma artificial, con el fin de conseguir la transformación de la especie
receptora, mediante la adquisición de un rasgo del que carece y que es
aportado por un donante. Al organismo modificado de esta forma se le
denomina «transgénico». Las aplicaciones en microorganismos, animales
domésticos y plantas cultivadas permiten obtener fármacos en bacterias,
mejorar la calidad o la producción de las razas de animales domésticos o las
variedades de plantas cultivadas de utilidad para el hombre. Son por tanto
una fuente de beneficios en los que no debemos encontrar más trabas éticas
que aquellas que apuntasen a un efecto negativo o tuviese consecuencias
perjudiciales para el medio ambiente.
Es cierto que se ha cuestionado si es ético transferir genes entre
organismos que no son de la misma especie y alterar de este modo el
contenido genético resultante del proceso de la evolución por selección
natural. Algunos se plantean si ¿no es esto jugar a dios? Sin embargo,
plantearse así las cosas es cuando menos exagerado. No parece posible crear
algo nuevo, sino todo lo más modificar lo que ya existe y esto es algo que el
hombre ha venido haciendo desde hace miles de años con la domesticación
de plantas y animales.
Todo el acopio de conocimientos sobre los fenómenos naturales, desde
la propia contemplación de la naturaleza unido a la capacidad tecnológica es
lo que nos permite «modificar» la información genética de los seres vivos, y
como mucho «recrear», difícilmente crear, nuevos organismos, mediante la
repetición de los mecanismos que les dieron origen.
Mención aparte merece la llamada «terapia génica», una tecnología
basada en la ingeniería genética en este caso aplicada en la dirección de la
corrección de enfermedades de base genética en el hombre. Es el fruto del
progresivo avance en el conocimiento del genoma humano, las técnicas de
aislamiento y caracterización de genes, la ingeniería genética para obtención
de ADN recombinante, el cultivo de células in vitro, etc. La terapia génica
consiste en la restauración del gen defectuoso en un individuo afectado por
una enfermedad hereditaria, bien sea por inserción del gen correcto en el
genoma, o por la anulación o modificación del nivel de expresión del gen
alterado.

7
La terapia génica somática actúa sobre las células no germinales por lo
que no se transmite a la descendencia y las células germinales del sujeto al
que se interviene no se modifican genéticamente. Precisamente por no
trascender al resto de la población, ni a la descendencia, es por lo que este
tipo de terapia génica es la única aceptada por consenso general entre los
investigadores. En principio, la terapia génica somática no ha sido motivo de
reservas éticas, salvo las relacionadas con su posible aplicación a la ingeniería
genética de potenciación, es decir, toda manipulación genética cuyo objetivo
sea favorecer algún carácter no relacionado con una enfermedad. Por lo
demás se trata de una tecnología que entra dentro de lo que se ha
denominado «medicina personalizada» y que tardará años en verse en los
sistemas públicos de salud, por la laboriosidad, los riesgos de los ensayos
clínicos y la diversidad y complejidad de los tipos de patologías a las que se
desea aplicar. En el momento presente, ya hay varios protocolos clínicamente
controlados de terapia génica somática en seres humanos con limitado éxito,
como es el caso de los llamados «niños burbuja», que padecen una
deficiencia en la enzima ADN (desaminasa A) por mal funcionamiento del gen
responsable. Desde hace más de una década este problema se resuelve
mediante la inserción en el genoma de células de la médula ósea de estos
niños del gen corrector de la deficiencia
Un paso más reciente en el mundo de la tecnología genética es el de la
llamada «biología sintética». En Mayo de 2010 se divulgó una de esas noticias
que tanto gustan a los soñadores del mundo feliz de Huxley. Los
investigadores del John Craig Venter Institute, una organización sin fines de
lucro de investigación genómica con sedes en Maryland y California,
publicaron en la prestigiosa revista Science los resultados de unos
experimentos por los que se construía por primera vez una «célula sintética
bacteriana autoreplicante». Era el primer capítulo de la «biología sintética».
Antes de seguir, conviene señalar que La Royal Academy of Engineering del
Reino Unido, publicó un informe en 2009 en el que definía la Biología Sintética
como una «actividad que busca diseñar y obtener mediante ingeniería
productos con base biológica, instrumentos y sistemas nuevos, así como
rediseñar sistemas biológicos naturales ya existentes»4.
El equipo del Dr. Venter uno de los investigadores que lideraron el
Proyecto Genoma Humano, con la ayuda de unos sintetizadores de ADN, ha
conseguido ensamblar, base a base y pieza a pieza, un genoma sintético de
más de un millón de pares de bases nucleotídicas a imitación del genoma
natural de la bacteria Mycoplasma mycoides, cuya secuencia genómica
natural había sido desvelada años antes. El genoma de imitación fue
introducido en otra bacteria emparentada y de rápido crecimiento, M.
capricolum, cuyo genoma propio era previamente eliminado. La célula
receptora así manipulada adquirió las propiedades genéticas de la bacteria
natural M. mycoides y al mismo tiempo su capacidad de replicación.

4Royal Academy of Engineering: «Synthetic Biology: scope, applications and Implications». Report 2009:
www.raeng.org.uk/news/publications/list/reports/Synthetic_biology.pdf

8
Este experimento se considera un paradigma de lo que se puede
esperar con la biología sintética y es muy importante por constituir todo un
alarde tecnológico. Si tuviéramos que definir lo hecho en esta materia
deberíamos hablar de «big technology» más que de «big science». Mucha
tecnología, mucha secuenciación, mucho cortar, pegar, clonar y ensamblar
piezas de ADN, pero en el fondo poca imaginación. En realidad, lejos de crear
un ser vivo en el laboratorio, una especie de Frankenstein a escala
microbiana, lo que animó al grupo de Venter a lanzarse a la ventura de un
proyecto de 15 años de duración era profundizar en el conocimiento del
llamado genoma mínimo. Sin duda es un hito tecnológico pero hay que añadir
inmediatamente que el asunto se ha sacado de su contexto tecnológico que
tiene su vertiente aplicada en la utilización de los «microorganismos
sintéticos» que se obtuviesen para aplicaciones biotecnológicas.
Recrear un genoma a imitación de otro que ya existe en la naturaleza
no significa que el hombre sea capaz de «crear vida» en el laboratorio. Lo
hecho es como si hubiésemos desmontado pieza a pieza el panel de mandos
de un Airbus, y tras copiar todas estas piezas, las hubiésemos ensamblado y
se las hubiésemos colocado a un Jumbo (en sustitución de su propio panel de
mandos). ¿Sería tan asombroso que el jumbo artificial o de imitación
levantase el vuelo? Yo por si acaso no lo probaría. Pero salvando las
distancias, por muy importante que sea el panel de mandos de un jumbo, el
ADN un ser vivo es mucho más complejo y encierra muchísimas mas
instrucciones y de más complicada coordinación. 3.800 millones de años de
evolución no se improvisan en 15 años de experimentos.
El filósofo alemán Hans Jonas ha reflexionado sobre los límites de la
ciencia y ha denunciado el hecho de que la ciencia actual se caracteriza por
una capacidad creciente de abordar cualquier tema pero también por una
confusión sobre los fines de las investigaciones. El ser humano, señala Jonas,
ha aumentado su poder dominador de la naturaleza, pero no se ha
preocupado por crecer con la misma intensidad en el conocimiento de las
consecuencias de ese poder5. Algo que también señalaba el médico y
genetista francés Jerome Leujene (1926-1994), cuando denunciaba una
situación alarmante de nuestro tiempo al significar el «desequilibrio cada vez
más inquietante entre su poder que aumenta y su sabiduría, que
disminuye»6 .
La biología sintética acaba de empezar y por medio de ella se pueden
hacer modificaciones en los genomas más sencillos para dotarlos de
propiedades inéditas y de gran utilidad. Las bacterias capaces de crear
biocombustibles, vacunas, fármacos, etc., y las plantas y animales
transgénicos son una realidad desde hace años. En cualquier caso, dejando a
un lado las posibles aplicaciones de todos estos organismos modificados
genéticamente, en el contexto de la tradición cristiana, cualquier obra
humana que no afecte a la dignidad del ser humano ni altere el equilibrio de
la naturaleza, debe ser considerada lícita y una extensión de los planes de

5 Jonas, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Herder,
Barcelona
6 Lejeune J. (2002). Il messaggio della vitta. Cantagalli, Siena

9
Dios para el hombre. Desde antes de la Creación y como consecuencia de las
extraordinarias capacidades de razonamiento y libre albedrío de que está
dotada nuestra especie, el hombre estaba predestinado a dominar las
restantes formas de vida, según reza en el Génesis7: «Hagamos al hombre a
imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar,
en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas, y en toda sierpe
que serpea en la tierra». En esto mismo abunda el libro primero de los
Salmos: «le diste el señorío de la obra de tus manos, bajo sus pies todo lo
pusiste: ovejas y bueyes, todos juntos, y hasta las bestias del campo, las
aves del cielo y los peces del mar. Cuanto surca las sendas de las aguas»8.

Cuarto desafío. De la biología sintética al transhumanismo


Dicho todo lo anterior, el siguiente episodio lo marca una nueva tendencia en
la era de la todopoderosa biotecnología, en este caso más directamente
aplicada al ser humano. No hace mucho, en Enero pasado leíamos en Spiegel
Life International un artículo del Dr. George Church, un Profesor experto en
Biología Sintética de la Universidad de Harvard, que merece toda nuestra
atención y nos debe alertar sobre las corrientes materialistas y
transhumanistas que se avecinan. Church es uno de esos investigadores que
persiguen fantasías que ellos mismos se fabrican, que piensan que la ciencia
lo puede todo y que no se han de establecer límites al quehacer científico. En
su mente se fabulan una serie de ideas a cada cual más discutible, no solo
por lo que podría considerarse desatinado, poco ético o peligroso, sino por
algo más importante en la tarea de los investigadores, por no plantearse el
por qué, el para qué y las consecuencias de sus investigaciones.
George Church habla de muchas cosas en la entrevista aunque aquí
consideraremos solo algunas de ellas. De este modo, George Church, desvela
sus proyectos de crear ADN sintético, resucitar especies extinguidas, crear
especies y organismos nuevos en el laboratorio y producir seres humanos
longevos e inmunes a enfermedades. Respecto a esto último, el deseo de
inmortalidad es probablemente tan antiguo como la humanidad misma, o lo
que es lo mismo, que la conciencia de la muerte. Lo nuevo, lo que propone
Church y el resto de los llamados transhumanistas es la aplicación de todos
los recursos posibles para prolongar la vida y extender las capacidades físicas
e intelectuales de los seres humanos –aunque no precisamente todos-.
En una reunión sobre transhumanismo celebrada en New York el mes
pasado, la «Global Future 2045», se exhibían eslóganes tal como: «es un
derecho humano. La gente tiene derecho a vivir y a no morir». Uno de los
ponentes llegó a afirmar que: «la evolución inteligente autodirigida guiará la
metamorfosis de la humanidad en una metainteligencia planetaria inmortal».
Volviendo a las ideas de Church, una de ellas es clonar un Neanderthal.
Para ello piensa Church que dado que ya se pueden sintetizar genomas y
clonar mamíferos –ahí está Dolly y los cientos de clones animales que la han

7 Gn 1,26.
8 Sal 8,7-9.

10
sucedido- ¿por qué no recrear el genoma de nuestro pariente más próximo,
extinguido hace unos 30.000 años? Church pretende producir unos 10.000
fragmentos del genoma del Neanderthal, ensamblarlos, colocarlos en el orden
adecuado, introducirlos en una célula madre y producir un embrión para
implantarlo en el útero de una mujer voluntaria «extremadamente
aventurera», según sus propias palabras, para que el hipotético embarazo
llegue a término. Sin embargo, por mucho que se empeñe Church y por
muchos miles de dólares que se apliquen, hoy es técnicamente imposible
sintetizar el genoma completo de un Neanderthal. Se trata de un genoma de
unos 3.175 millones de bases nucleotídicas (tamaño semejante al humano),
mientras que a lo más que se ha llegado en síntesis de genomas es a recrear
el genoma del mencionado Mycoplasma, de tan solo 1 millón de bases
nucleotídicas.
Lo cierto, es que ética al margen, en este momento es técnicamente
irrealizable la síntesis de un cromosoma de un organismo superior, muchísimo
más complejo que el de una bacteria, ya que además de ADN un cromosoma
de una especie superior tiene muchas otras biomoléculas, entre las que se
encuentran en primer lugar las proteínas. No es posible ensamblar en el
orden adecuado los miles de fragmentos de ADN para reconstruir los
hipotéticos 46 cromosomas -supuesto fuesen 46- ni de ahí fabricar una célula
madre viable para la clonación que se pretende.
Pero además el simple propósito de recrear una vida Neanderthal se
saltaría todas las normas éticas habidas y por haber, entre ellas la prohibición
de la clonación humana. Church no se plantea la dignidad de la criatura
humana o del Neanderthal que de sus experimentos surgiese, ni la de la
hipotética madre de alquiler que se prestase a un embarazo tan exótico como
antinatural. Pero sobre todo, ¿por qué y para qué queremos un clon de
Neanderthal? Lo más curioso es la respuesta que Church da a esta pregunta
cuando explica que se trata de crear no uno solo, sino una cohorte de
Neandertales, simplemente por curiosidad, para aprender de ellos, para saber
cómo pensaban.
En el fondo lo que hay detrás de este proyecto es un materialismo
exacerbado al suponer que en el ADN está la clave para llegar a saber qué les
pasaba por la cabeza a unos seres extinguidos. Es como decir que un niño o
un adulto humano, hacen cosas o piensan como consecuencia de los genes
que tienen y solo por sus genes. Volvemos a lo mismo. No somos un paquete
de genes. Los genes que están en el origen de toda vida humana, son
importantes para que una persona desarrolle sus capacidades físicas e
intelectuales, pero es el aprendizaje, el esfuerzo personal, el estudio y las
influencias ambientales las que labrarán su personalidad, su forma de pensar
y el comportamiento y la forma de estar y proceder en la vida. Al menos en el
caso humano, es el ambiente el que hará que quien posea los mimbres
genéticos adecuados llegue a ser un buen matemático, un gran escritor o un
excelente artista, como resultado de un largo proceso de interacción del
genotipo y el ambiente. ¿Va a regalar Church a sus clones un ambiente

11
semejante al entorno en que vivieron sus ancestros para llegar a aprender
cómo pensaban y por qué se extinguieron?
Ante la insistencia del entrevistador sobre los inconvenientes de su idea y
la imposibilidad de llevarla a cabo por estar prohibida la clonación humana
reproductiva en todos los países desarrollados, Church dice que para evitar
los problemas legales habría que cambiar las leyes. Para mí que todo esto es
de una ingenuidad sorprendente.
Habla de los seres vivos como si se tratase de máquinas, objetos
mecánicos compuestos por piezas móviles que interactúan con la única
diferencia de que son increíblemente complicados y precisos. Se trata sin
duda de un enfoque reduccionista y radicalmente materialista. Pero además
infundado y utópico. El más simple de los seres vivos que nos rodean, como
por ejemplo una bacteria, tiene infinitamente más elementos materiales y
mayor complejidad de funcionamiento y de interacción entre sus
componentes que la máquina más perfecta y más compleja que haya creado
el hombre, como un Boeing 747, el colisionador de hadrones o el
superordenador más rápido del planeta. Aunque pudiéramos crear
información genética y diseñar un genoma hipotético que cubriese todas las
funciones que deseáramos reunir en un organismo vivo ¿qué hacemos con él?
Sería solo la información -los planos-, pero volveríamos a lo del
Neanderthal... ¿cómo crear una célula con esa información?
Otra de las ideas de Church es potenciar la eugenesia, convencido del
determinismo genético del ser humano al mejor estilo de Richard Dawkins, el
biólogo y divulgador científico británico que nos decía aquello de que no
somos más que máquinas transportadoras de genes en su conocido best
seller «El gen egoísta»9. Ahora Church sostiene que se pueden crear niños a
través de la tecnología de la clonación con el fin de crear mejores seres
humanos.
Church, en su idílica imaginación va más allá, habla de que se puede
cambiar el código genético y crear nuevas especies. Otra afirmación utópica y
sorprendente. Aunque sepamos mucho sobre la evolución y el código genético
¿cómo vamos a suplantar algo que ha pasado por todos los filtros de la
selección natural y que lleva existiendo 3.800 millones de años? Da la
impresión de que a este visionario lo que le sobra es imaginación y exceso de
fe en una ciencia sin límites. Por eso llega a afirmar que los científicos están
en mejor posición que nadie en el planeta, porque realmente pueden imaginar
todas las diferentes escalas y toda la complejidad de lo que nos rodea. En mi
opinión hay que ser más humilde.
Crear seres humanos inmunes frente a los virus es otra utopía que
Church cree posible por medio de la modificación de los genomas y la
ingeniería celular. Es verdad que la tecnología de la modificación genética de
las células es ya una posibilidad como lo demuestran las excelentes

9 Dawkins, R- (1979) El gen egoísta. Labor, Barcelona

12
investigaciones del último Nobel de Medicina, Shinya Yamanaka 10. La
reprogramación genética de las células con fines terapéuticos es una de las
vías más prometedoras de las investigaciones biomédicas aplicadas a la
medicina regenerativa. Mediante esta tecnología se podrán aumentar las
defensas o hacer terapia génica para solucionar una enfermedad determinada
en un individuo determinado, pero de ahí a pensar que se pueden crear seres
humanos inmunes al virus del SIDA o cualquier otra patología infecciosa es
ignorar que el genoma de los virus o de otros microorganismos patógenos es
capaz de mutar a un ritmo aun mayor del que nos daría tiempo a introducir
genes de resistencia en el genoma humano.
Además de todo lo anterior hay que insistir en los aspectos materialistas
y apearse de la falsa creencia del poder omnímodo de la ciencia. El problema
efectivamente es que en el mundo actual, heredero de la ilustración y del
modernismo, este tipo de mensajes arrastran a mucha gente y es ideal para
las ideologías dualistas que nos reducen a pura materia y nos igualan a
cualquier otra especie, aunque de forma contradictoria otorgan al hombre el
poder de jugar a Dios.
No es casualidad que la portada del último libro de este profesor de
Harvard, «Regénesis», presente una imagen «deconstruida» del génesis de la
capilla sixtina11. En el último capítulo de este libro afirma George Church que
la biología sintética y el transhumanismo constituyen el futuro cercano de la
humanidad.
Hemos hablado mucho de George Church, como un ejemplo de lo que
pretenden los transhumanistas pero poco de esta corriente de pensamiento
tecnológico. Es por tanto el momento de esbozar que es eso del
«transhumanismo» y cual su trascendencia para el futuro de la humanidad. El
transhumanismo se puede definir como la utilización de la tecnología para
mejorar radicalmente a los seres humanos, como individuos, como
sociedades, y como especie, así como pensar que hacerlo es bueno. A pesar
de que hoy en día los expertos ven posibles algunas actuaciones que pueden
hacer posible esta pretensión, existe un vivo debate sobre los aspectos éticos.
La ensoñación de los transhumanistas es lograr seres humanos que vivan
más años, incluso eternamente y con mejor salud. Las ideas en sí no tendrían
nada de objetables si no fuera por la visión materialista del ser humano que
trasfunde todo el esquema tecnológico que promueven los transhumanistas y
también por su imposibilidad de aplicación bajo el criterio de justicia, uno de
los principios éticos básicos de las aplicaciones médicas que sostiene la
Asociación Médica Mundial desde la Declaración de Helsinki de junio de 1964.
Los transhumanistas aspiran a mejorar la condición humana por medio
de un encadenamiento de tecnologías de lo que se ha dado en llamar «nano-
cogno-bio-info»: nanotecnología, neurociencia, biotecnología y tecnologías del
conocimiento o informáticas». No se trata, simplemente de mejorar la salud,

Takahashi, K., Yamanaka, S. «Induction of Pluripotent Stem Cells from Mouse Embryonic and Adult Fibroblast
10
Cultures by Defined Factors», en Cell 126 (2006), pp. 1-14.
11 Church G. y Regis, E. (2012). «Regenesis. How Synthetic Biology Will Reinvent Nature and Ourselves». Basic
Books. Town Hall Seattle
13
eliminar las discapacidades o curar las enfermedades, sino de producir seres
humanos más fuertes, más rápidos y atléticos, más inteligentes, modelando
los cerebros para que retengan más información y se comuniquen
directamente con las computadoras. Se incluyen en este conjunto de ideas la
creación de miembros artificiales o incluso cerebros. Un ejemplo de esto lo
ofrece el creación artificial de neuronas, aprobado por la Food and Drug
Administration, de los EE.UU. para usos clínicos por medio del
reemplazamiento de neuronas dañadas por el mal de Parkinson. El dispositivo
permite descargar programas directamente de un ordenador ex vivo al
implante de células o dispositivos en el cuerpo. Por ahora, estos mecanismos
se reservan para enfermos de Parkinson, pero en el futuro será más difícil
distinguir entre lo que constituye una enfermedad y lo que es meramente una
disminución de salud, o entre lo que es terapia y lo que se hiciera para
potenciar una capacidad física o mental.
Esto es lo que ha dado paso al llamado «Proyecto Cyborg», creado por
Kevin Warwick, un profesor de la universidad británica de Reading.
Básicamente se trata de crear e implantar unos dispositivos en el sistema
nervioso que funcionan en conjunto con un interfaz externo, a modo de
control remoto. La idea de Warwick es llegar a convertir a un individuo en un
telépata o peor aun en un autómata. Mediante las conexiones de electrodos al
sistema nervioso se podría lograr transferir las señales del organismo a
mecanismos externos, como un brazo robótico u otros artilugios. Mediante
este tipo de experimentos se trata de expandir los sentidos humanos, de
modo que las personas sean capaces de potenciar sus capacidades auditivas,
visuales o incluso mentales… Ya se piensa en la creaci n de criaturas mitad
humanas y mitad máquinas, que es a lo que alude el término cyborg y que
también define lo que se ha dado en llamar el «proyecto avatar». Una de las
ideas de este proyecto es trasladar la mente, la personalidad y la memoria de
un ser humano a un robot, un androide o a un ordenador. Se trata de crear
un modelo informático de la conciencia humana que permita transferir la
consciencia de un individuo a un soporte informático. El propio George
Church, junto a otro biólogo Ed Boyden del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, son los impulsores del proyecto BRAIN una de las iniciativas
favoritas del Presidente Barack Obama, financiada con 100 millones de
dólares. Nada que opinar a la investigación sobre el cerebro humano, sus
capacidades, su funcionamiento, etc. pero ¿para qué queremos trasladar
nuestra mente a una máquina? Se nos dirá como es costumbre en estos
temas frontera de la ciencia y la tecnología que para resolver problemas de
salud… Pero, ¿qué problemas de salud de una mente enferma se pueden
resolver fuera del ser natural en el que se aloja? ¿No es rigurosamente
reduccionista pensar que nuestro cerebro se resume en un inmenso y
complejo sistema de neuronas y señales eléctricas? ¿Cómo separar mente y
cerebro, estando indisolublemente unidos como el cuerpo y el espíritu?
Aparte del reduccionismo y materialismo de todas estas iniciativas, lo
que todo esto revela es una mercantilización del cuerpo humano. El
transhumanismo supone una deshumanización que hará que por medio de la
tecnología se capacite a unos cuantos, en detrimento del resto de la

14
humanidad, lo que en el fondo es otro modo de crear castas que separen a
unos seres humanos de otros.
Permítanme para terminar que lance una crítica a la falta de ética de
todas estas ideas, que demuestran directamente una carencia de escrúpulos y
respeto a la dignidad de las personas, y que señale mi total escepticismo con
relación a las mismas. Aspirar a que mediante una combinación de estas
tecnologías se lograran superar las capacidades humanas actuales y surgirán
seres humanos más longevos, resistentes a todo tipo de enfermedades y más
inteligentes es una utopía irrealizable. Se quiera o no somos seres con fecha
de caducidad. Una caducidad que no es fruto solo del desgaste funcional por
el deterioro celular, la acumulación de mutaciones o la modificación de la
expresión génica u otras moléculas relacionadas con su actividad, sino de un
ajuste fino e interactivo de miles de elementos que han seguido un proceso
dinámico de selección natural a lo largo de 3.800 millones de años de
evolución por lo que, si bien a nivel individual se podrán lograr ciertas
mejoras, alargar la vida, lo que no es creíble es lograr la inmortalidad ni crear
una nueva especie.
Donna Haraway es una de las fundadoras del transhumanismo, autora
del manifiesto «cyborg», mediante el que se trata de recrear una conciencia
para cambiar hacia una ideología determinada, mediante la utilización de la
interacción entre la mente y la máquina que ofrece como perspectiva los
híbridos hombre-máquina, o sea los cyborgs. Haraway ha propuesto su
utilización como una estrategia política en favor de los intereses del
socialismo, el materialismo y el feminismo radical12. Haraway, Church,
Warwick, Boyden y otros dicen que el futuro de la humanidad serán los
cyborgs. Sólo pensarlo produce escalofríos.

12 Haraway, D. (2007). "A Cyborg Manifesto: Science, Technology, and Socialist-Feminism in the Late Twentieth
Century".

15

También podría gustarte