Manual de Instituciones de Derecho Público PDF
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Negri
Director
Marcela S. Rama
Coordinadora
Manual de
Instituciones
de Derecho
Público
Instituciones de derecho público / Carlos María Negri ... [et al.] ; coordinación
general de Marcela Silvia Rama ; dirigido por Carlos María Negri. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Erreius, 2016.
456 p. ; 24 x 17 cm.
ISBN 978-987-3953-38-5
1. Derecho Público. I. Negri, Carlos María II. Rama, Marcela Silvia, coord. III.
Negri, Carlos María, dir.
CDD 342
1ª edición
ERREIUS
Paraná 725 (1017) - Buenos Aires - República Argentina
Tel.: 4370-2002
Internet: www.erreius.com
E-mail: clientes@erreius.com
ISBN: 978-987-3953-38-5
© 2016 ERREIUS
Los seleccionados: los mejores; los que creen en el esfuerzo y el mérito; los profesores
que concursan para sus cargos.
Varios de los autores de esta obra fueron designados profesores por concurso de an-
tecedentes y oposición en la Universidad de Buenos Aires. Conjugan idoneidad, vocación
docente y constancia. Una maravilla.
Me ha tocado introducir en los meandros de la Facultad de Ciencias Económicas a los
profesores regulares adjuntos Gabriela Marta Alonsoperez, el doctor Javier Indalecio Barra-
za, Andrés Adolfo Diehl, Alfredo Silverio Gusman, German Krivocapich, Alberto Agustín
Lugones, Marcela Silvia Rama, Andrea Mercedes Pérez y Manuel Rufino Trueba.
Un honor y un orgullo.
De las reuniones de cátedra, esa interacción entre maestros, surgían opiniones y pun-
tos de vista diversos; discusiones que tensaban y exigían el intelecto. La mejor forma que
conozco de extender el conocimiento.
En ellas colaboraron otros profesores de trayectoria en esta casa, como Jorge Aquiles
Sereni, Alejandro Spessot y docentes colaboradores de las cátedras como Agustín Pesce,
Carlos Cassini y Federico Addati.
Un lujo. La universidad pública en su plenitud.
En ese devenir, un programa nuevo de la materia “Instituciones de Derecho Público”
se integraba con los demás del Departamento de Derecho –adecuados a las reformas del
Código Civil y Comercial unificado–.
Surgió la necesidad de transformar la efímera palabra oral en un texto que sirviera
para los educandos que, incorporados a la universidad, desandan sus primeros pasos en
cuestiones basales del Derecho Público, esas que los van a introducir en su rol de ciudadanos
responsables.
Estado de derecho. Seguridad jurídica. Inversiones. Instituciones. Autoridad. Auto-
ritarismo. Democracia. División de poderes. Derecho y economía. Derechos y deberes.
Argentina en el mundo, ejes que hacen a la idiosincrasia y formación ciudadana.
Su pleno conocimiento resulta indispensable para todos los habitantes del país. Mu-
cho más para los estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas.
La obra es un compendio de saberes que se complementan. Su utilidad es fantástica.
Estoy seguro de que tendrá larga vida y, como esos buenos vinos, mejorará con el tiempo.
V
Manual de Instituciones de Derecho Público
A todos los autores, mi agradecimiento no solo por haberme permitido participar, sino
por brindarse, como lo hacen, a construir personas útiles para sí y para nuestro país.
Un especial reconocimiento a Marcela Rama, coordinadora y alma mater del libro, sin
cuya constancia y dedicación muy difícilmente se hubiera podido concretar.
VI
Palabras de la coordinadora
La mayoría de quienes hicimos esta obra somos, desde hace muchos años, profesores
o profesoras de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y sa-
bemos las dificultades que entraña el estudio de las disciplinas jurídicas para quienes cursan
las carreras de contador público, licenciatura en administración, actuario y licenciatura en
sistemas de información de las organizaciones.
La asignatura “Instituciones de Derecho Público” tiene su columna vertebral en el de-
recho constitucional, pero también comprende el estudio de institutos de diversas ramas de
la ciencia jurídica, a saber, Derecho Procesal Constitucional, Derecho Político o Teoría del
Estado, Derecho Tributario y Financiero, Derecho Administrativo, Derecho Económico,
Derecho Internacional de los Derechos Humanos y Derecho de la Integración.
La vastedad de su contenido y la circunstancia de ser la primera materia jurídica de las
carreras indicadas exigen al docente un gran esfuerzo para incentivar un estudio profundo
y, a la vez, comprensivo de toda la materia.
A partir de la reforma al programa de esta asignatura mediante la resolución 1991/2015
del Consejo Directivo de la Facultad, se incorporaron nuevos contenidos y se reformularon
otros. Ello derivó en la necesidad de elaborar un texto que los abarcara y fuese una he-
rramienta complementaria de los servicios digitales que, aceleradamente, viene ampliando
nuestra Facultad.
La participación del director Carlos María Negri; de un brillante jurista como el doc-
tor Javier Indalecio Barraza; de autores de destacadas obras como Alfredo Silverio Gusman,
entre otros, dan prestigio a este manual.
Entre los autores hay una gran diversidad: mujeres y hombres; jóvenes y no tanto; con
distintas posturas doctrinarias e ideológicas; con diferentes estilos de redacción y desarrollo
de los temas objeto de cada capítulo. No era posible evitarla porque somos muchos los au-
tores, pero, fundamentalmente, porque no era lo que deseábamos.
La diversidad y la pluralidad son valores de las sociedades democráticas y, para preser-
varlos, es necesaria la confrontación respetuosa de las ideas y propuestas. Es nuestra Univer-
sidad, que en pocos años festejará su bicentenario, su ámbito natural.
Consideramos que el derecho no admite miradas unívocas precisamente porque es
parte de la cultura de un pueblo; no solo la refleja sino que dialécticamente debe receptar
y contemplar las diversidades de la sociedad a la cual está destinado. En el siglo XXI, este
proceso se ha vuelto más veloz y complejo.
VII
Manual de Instituciones de Derecho Público
Marcela S. Rama
VIII
Índice
Capítulo I
Historia del constitucionalismo
Andrés Adolfo Diehl
1.1. Introducción.................................................................................................... 1
1.2. Reseña histórica................................................................................................ 2
1.2.1. Orígenes de las revoluciones liberales....................................................... 2
1.2.2. Las revoluciones liberales.......................................................................... 5
1.2.2.1. La Gloriosa Revolución.................................................................... 5
1.2.2.2. La revolución norteamericana. Sanción de la primera constitución
codificada................................................................................................ 6
1.2.2.3. La Revolución Francesa.................................................................... 7
1.2.2.3.1. Principales causas de la Revolución Francesa............................ 7
1.2.2.3.2. El estallido revolucionario........................................................ 8
1.2.2.3.3. Desarrollo de la revolución. Los enfrentamientos internos....... 9
1.2.2.3.4. La Constitución de 1791......................................................... 9
1.2.2.3.5. El rechazo a la Constitución de 1791....................................... 10
1.2.2.3.6. La Constitución de 1793......................................................... 11
1.2.2.3.7. La Constitución de 1795......................................................... 11
1.2.2.3.8. Influencia posterior de la Revolución Francesa......................... 12
1.3. Difusión y evolución del constitucionalismo.................................................... 12
1.3.1. Introducción............................................................................................ 12
1.3.2. Constitucionalismo clásico o liberal......................................................... 13
1.3.2.1. Concepto......................................................................................... 13
1.3.2.2. Bases ideológicas y doctrinarias........................................................ 13
1.3.2.2.1. Liberalismo político................................................................. 13
1.3.2.2.2. Liberalismo económico............................................................ 16
1.3.2.2.3. Liberalismo filosófico............................................................... 17
1.3.2.2.4. La democracia moderna........................................................... 18
1.3.2.3 Derechos de primera generación. Rol del estado.......................... 19
1.3.3. Constitucionalismo social......................................................................... 21
1.3.3.1. Concepto......................................................................................... 21
IX
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo II
El estado. El estado de derecho. Derecho constitucional
Carlos Alberto Cassini
2.1. El estado como fenómeno político y jurídico.................................................... 39
2.1.1. Concepto de estado.................................................................................. 39
2.1.2. Origen y evolución del estado.................................................................. 40
2.1.3. Fenómeno político y jurídico................................................................... 41
2.2. El estado de derecho......................................................................................... 44
2.2.1. Concepto de derecho............................................................................... 44
2.2.2. Introducción al estado de derecho............................................................ 45
2.2.3. Derecho objetivo y subjetivo.................................................................... 48
2.3. Derecho natural y derecho positivo.................................................................. 49
2.3.1. Concepto de derecho natural................................................................... 49
2.3.2. Concepto de derecho positivo.................................................................. 50
2.3.3. Diferencias entre derecho natural y positivo............................................. 51
2.3.4. Ramas del derecho positivo...................................................................... 52
2.4. Derecho público y privado............................................................................... 53
X
Índice
Capítulo III
Teoría constitucional
Manuel Rufino Trueba
3.1. Introducción.................................................................................................... 67
3.2. Conceptos político y jurídico, y fuerza normativa de la Constitución............... 67
3.3. Tipos y clases de constitución........................................................................... 72
3.3.1. Finalidad de la clasificación...................................................................... 72
3.3.2. Tipos de constitución............................................................................... 72
3.3.3. Clases de constitución.............................................................................. 74
3.4. Contenido de las constituciones y clasificación de las normas constitucionales.... 76
3.5. El poder constituyente. Concepto. Clases. Diferencia con los poderes
constituidos........................................................................................................ 79
3.6. Ejercicio del poder constituyente derivado en la República Argentina.
Análisis del art. 30, CN. La reforma de la Constitución argentina...................... 83
3.6.1. Las dos etapas del procedimiento de reforma............................................ 83
3.6.2. La etapa preconstituyente......................................................................... 84
3.6.3. La etapa constituyente.............................................................................. 85
3.6.4. Control de la reforma. El poder de reforma como poder constituido........ 87
XI
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo IV
Supremacía y control constitucional
Marcela Silvia Rama
4.1. Introducción.................................................................................................... 95
4.2. Régimen de los tratados internacionales .......................................................... 96
4.2.1. Introducción............................................................................................ 96
4.2.2. Relación entre el Derecho Internacional y el Derecho Interno.................. 96
4.2.3. Tratados especiales.................................................................................... 97
4.2.3.1. Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos.......................... 97
4.2.3.2. Tratados internacionales de integración............................................ 98
4.2.3.3. Aspectos comunes............................................................................ 99
4.2.4. Procedimiento para la vigencia y denuncia de un tratado internacional en
nuestro país....................................................................................................... 99
4.2.4.1. Procedimiento para todos los tratados internacionales...................... 99
4.2.4.1.1. Vigencia................................................................................... 99
4.2.4.1.2. Denuncia................................................................................. 101
4.2.4.2. Casos especiales................................................................................ 101
4.2.4.2.1. Tratados sobre derechos humanos de jerarquía constitucional..... 101
4.2.4.2.2. Tratados de integración ........................................................... 102
4.3. Supremacía constitucional................................................................................ 103
4.3.1. Concepto................................................................................................. 103
4.3.2. Representación gráfica de la jerarquía normativa...................................... 105
4.4. Control de constitucionalidad.......................................................................... 107
4.4.1. Concepto................................................................................................. 107
4.4.2. Sistemas de control en el derecho comparado........................................... 107
4.4.2.1. Sistema de control judicial difuso . .................................................. 107
4.4.2.2. Sistemas de control concentrado ..................................................... 108
4.4.3. Sistemas de control argentino (a nivel federal).......................................... 108
4.4.3.1. Caracterización del sistema.............................................................. 108
4.4.3.2. Requisitos para que pueda efectuarse el control de
constitucionalidad.................................................................................... 110
4.4.3.3. Aclaración final................................................................................ 111
XII
Índice
Capítulo V
Formas políticas
Agustín Pesce
5.1. Formas de gobierno y de estado . ..................................................................... 113
5.2. Formas de estado.............................................................................................. 113
5.3. Formas de gobierno.......................................................................................... 115
5.3.1. Clasificaciones clásicas.............................................................................. 115
5.3.2. Clasificaciones modernas.......................................................................... 116
5.3.3. Democracia y autocracia ......................................................................... 117
5.3.4. Parlamentarismo y presidencialismo......................................................... 118
5.3.5. La representación política......................................................................... 120
5.3.6. El sufragio................................................................................................ 121
5.3.7. Sistemas electorales................................................................................... 121
5.3.8. Partidos políticos . ................................................................................... 122
5.4. Forma de gobierno y de estado en la República Argentina................................ 123
5.4.1. Introducción............................................................................................ 123
5.4.2. Gobierno representativo........................................................................... 125
5.4.3. Mecanismos de participación popular...................................................... 127
5.4.4. Gobierno republicano.............................................................................. 129
5.4.5. Presidencialismo....................................................................................... 132
5.5. Gobierno federal.............................................................................................. 133
5.5.1. Distribución territorial del poder político. Forma de estado..................... 133
5.5.2. Situación de la Ciudad de Buenos Aires................................................... 135
Capítulo VI
La constitución económica. Poder tributario del estado
Jorge Aquiles Sereni y Exequiel Alberto Juárez
6.1. Introducción.................................................................................................... 137
6.2. Poder tributario del estado................................................................................ 137
6.2.1. Concepto................................................................................................. 137
6.2.2. Principios y límites del poder tributario del estado................................... 138
6.2.2.1. Principio de legalidad....................................................................... 138
6.2.2.2. Principio de igualdad ...................................................................... 138
6.2.2.3. Principio de no confiscatoriedad ..................................................... 139
6.2.2.4. Principio de proporcionalidad.......................................................... 139
6.2.2.5. Principio de generalidad................................................................... 139
6.3. Tributos............................................................................................................ 139
6.3.1. Concepto................................................................................................. 139
6.3.2. Distintos modelos tributarios .................................................................. 141
6.3.2.1. MCTAL. OEA-BID........................................................................ 141
XIII
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo VII
La constitución económica. Distribución de potestades tributarias
German Krivocapich
7.1. Distribución de potestades tributarias entre la Nación, las provincias y
la Ciudad de Buenos Aires. Poder tributario municipal...................................... 155
7.1.1. Principios generales de distribución de la renta pública en la
Constitución. Normas de distribución específicamente tributarias................ 155
7.1.1.1. La autonomía municipal en la Constitución reformada.................... 157
7.1.1.1.1. Implicancias de la autonomía en materia financiera y tributaria.... 159
7.1.1.2. Limitaciones al poder tributario municipal....................................... 159
7.1.1.3. Potestad tributaria y tributos municipales ....................................... 160
7.2. La cláusula comercial, cláusula del progreso, establecimientos de utilidad
nacional y poderes implícitos del Congreso Nacional......................................... 161
7.2.1. Cláusulas constitucionales de contenido tributario implícito.................... 161
7.2.1.1. Cláusula del derecho común............................................................ 161
7.2.1.2. La doctrina de la Corte relativa a la prescripción de la obligación
tributaria.................................................................................................. 163
7.2.2. Cláusula comercial................................................................................... 164
XIV
Índice
Capítulo VIII
El Derecho de la Integración. Mercados, economía y poder
Carlos María Negri
8.1. Derecho de la Integración................................................................................. 186
8.1.1. Introducción............................................................................................ 186
8.1.2. Concepto................................................................................................. 186
8.1.3. Nuevas realidades geopolíticas. Los Estados nación y el concepto de
soberanía. Interdependencia global................................................................ 187
8.1.4. Globalización........................................................................................... 189
XV
Manual de Instituciones de Derecho Público
XVI
Índice
XVII
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo IX
Los derechos fundamentales
Alfredo Silverio Gusman
9.1. Teoría general de los derechos fundamentales................................................... 235
9.1.1. Introducción ........................................................................................... 235
9.1.2. Distintas clasificaciones............................................................................ 236
9.2. Derechos civiles o de autonomía personal. Derechos políticos o
participación ciudadana
Por Yari Serur................................................................................................. 238
9.2.1. Concepto de derechos civiles.................................................................... 238
9.2.2. Derechos implícitos e incorporación de tratados y convenciones sobre
derechos humanos......................................................................................... 240
9.2.3. Concepto de derechos políticos................................................................ 241
9.3. Derechos económicos, sociales y culturales
Por María Alejandra D’Amico....................................................................... 242
9.3.1. Introducción............................................................................................ 242
9.3.1.1. Derecho a la educación ................................................................... 242
9.3.1.2. Derecho a la seguridad social............................................................ 243
9.3.1.3. Derecho al trabajo............................................................................ 243
9.3.1.4. El derecho a una vivienda adecuada................................................. 244
9.3.1.5. Derecho a la salud . ......................................................................... 244
9.3.1.6. Derecho al agua............................................................................... 245
9.3.1.7. El derecho a la alimentación adecuada............................................. 246
9.3.2. Judiciabilidad de los derechos económicos, sociales y culturales................ 246
9.4. Los nuevos derechos: derechos del ambiente y del usuario y del consumidor....
Por Federico Fernández................................................................................. 247
9.4.1. El derecho a un medio ambiente sano...................................................... 248
9.4.2. Los derechos de los consumidores y usuarios............................................ 249
9.5. Derecho a la identidad. El género y los derechos
Por Micaela Kreimer...................................................................................... 251
9.5.1. Introducción. Derecho a la identidad....................................................... 251
XVIII
Índice
Capítulo X
El Poder Legislativo
Por Alejandro Hernán Spessot
10.1. El órgano Congreso........................................................................................ 263
10.2. Bicamarismo.................................................................................................. 264
10.3. Elección......................................................................................................... 265
10.3.1. Diputados nacionales............................................................................. 265
10.3.2. Senadores nacionales.............................................................................. 266
10.4. Competencias del Congreso........................................................................... 266
10.4.1. Potestades específicas de cada cámara..................................................... 267
10.4.2. Competencias legislativas del Congreso.................................................. 268
10.4.2.1. Materia económica y financiera...................................................... 268
10.4.2.2. Otras materias................................................................................ 272
10.4.2.3. Administración.............................................................................. 273
10.4.2.4. Progreso, desarrollo y cultura......................................................... 273
10.4.2.5. Facultades compartidas.................................................................. 274
10.4.3. Emergencias........................................................................................... 275
10.4.4. Designaciones........................................................................................ 277
10.4.5. Delegación al Poder Ejecutivo................................................................ 277
10.5. La ley............................................................................................................. 278
10.5.1. Concepto............................................................................................... 278
10.5.2. Caracterización ..................................................................................... 278
XIX
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo XI
El Poder Ejecutivo en la Constitución
Federico Ángel Addati
11.1. Introducción.................................................................................................. 295
11.1.1. Composición y naturaleza del Poder Ejecutivo....................................... 296
11.1.2. Duración en el mandato. Reelección...................................................... 296
11.1.3. Sueldo e incompatibilidades................................................................... 297
11.1.4. Elección................................................................................................. 297
11.1.4.1. Requisitos y condiciones para ser elegido presidente....................... 297
11.1.4.2. Momento en que deben reunirse los requisitos............................... 298
11.1.4.3. Procedimiento de elección.............................................................. 298
11.1.4.4. El juramento.................................................................................. 299
11.1.5. Jefaturas presidenciales........................................................................... 299
11.1.6. Acefalía del Poder Ejecutivo. La vicepresidencia. Otros supuestos........... 300
11.1.6.1. La acefalía del presidente de la Nación. Causales............................ 300
11.1.6.2. El vicepresidente............................................................................ 301
11.1.6.3. Otros supuestos.............................................................................. 301
11.1.6.3.1. La doble acefalía.................................................................... 301
11.1.6.3.2. La ley 20972 de acefalía......................................................... 302
11.1.6.3.3. Vacancia de la vicepresidencia................................................ 302
11.2. Ministerios..................................................................................................... 303
11.2.1. Designación de los ministros.................................................................. 303
11.2.2. El jefe de gabinete de ministros.............................................................. 303
11.2.2.1. Las funciones constitucionales del jefe de gabinete......................... 303
11.2.2.2. Relación entre el presidente y el jefe de gabinete............................ 304
11.2.2.3. Relación del jefe de gabinete con los demás ministros.................... 305
11.3. Reglamentos................................................................................................... 305
11.3.1. Reglamentos de ejecución...................................................................... 306
11.3.2. Reglamentos autónomos........................................................................ 306
11.3.3. Reglamentos de necesidad y urgencia..................................................... 307
XX
Índice
Capítulo XII
El Poder Judicial en la Constitución
Alberto Agustín Lugones
12.1. Introducción.................................................................................................. 317
12.2. La Corte Suprema de Justicia de la Nación..................................................... 318
12.2.1. Creación................................................................................................ 318
12.2.2. Designación de sus integrantes............................................................... 318
12.2.3. Juramento.............................................................................................. 319
12.2.4. El presidente de la Corte Suprema. Su nombramiento............................ 319
12.2.5. Requisitos para ser juez de la Corte Suprema.......................................... 319
12.2.6. La “supremacía” de la Corte “Suprema” . ............................................... 319
12.3. Los tribunales inferiores.................................................................................. 320
12.3.1. Los jueces de la Capital Federal. La situación antes y después de la
reforma constitucional de 1994. Art. 129, CN.............................................. 321
12.4. El juez............................................................................................................ 321
12.4.1. Garantías de independencia y eficacia..................................................... 321
12.4.2. El juez en la justicia nacional. Funciones y garantías............................... 322
12.4.2.1. La independencia de los jueces....................................................... 323
12.4.2.2. La inamovilidad............................................................................. 324
12.4.2.2.1. Los traslados.......................................................................... 324
12.4.2.3. La intangibilidad de las remuneraciones......................................... 325
12.4.2.4. La situación de jueces provisorios –subrogantes–............................ 325
12.5. Competencias de la justicia federal y provincial ............................................. 327
12.5.1. La jurisdicción federal y la jurisdicción provincial.................................. 327
XXI
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo XIII
El Ministerio Público
Javier Indalecio Barraza
13.1. Introducción.................................................................................................. 345
13.2. Ubicación institucional.................................................................................. 346
13.3. Características................................................................................................ 346
13.3.1. Precisión de conceptos........................................................................... 346
13.3.2. Diferencia entre ente y órgano................................................................ 347
13.4. Los miembros................................................................................................. 348
13.5. Funciones....................................................................................................... 348
13.5.1. “En defensa de la legalidad” .................................................................. 349
13.5.2. Defensa de los intereses generales de la sociedad..................................... 349
Capítulo XIV
El control
Javier Indalecio Barraza
14.1. Introducción.................................................................................................. 351
14.1.1. Evolución histórica................................................................................. 351
14.1.2. Clasificación........................................................................................... 352
14.1.3. Modelos................................................................................................. 352
14.2. La ley 24156.................................................................................................. 353
14.2.1. Las reformas en la materia...................................................................... 353
14.2.1.1. De la creación de una comisión bicameral...................................... 353
14.2.2. La teoría sistémica.................................................................................. 353
14.2.2.1. Importancia de la teoría................................................................. 354
14.2.2.1.1. La interrelación de sistemas.................................................... 354
14.2.2.1.2. Centralización normativa . .................................................... 354
14.2.2.1.3. Descentralización operativa.................................................... 354
14.2.3. Teoría de los sistemas.............................................................................. 355
14.2.4. Coordinación y órganos rectores............................................................ 355
14.2.5. Control interno y externo...................................................................... 355
14.2.6. Ámbito de aplicación............................................................................. 355
14.2.7. Sujetos pasivos del control interno......................................................... 356
14.2.8. Sujetos alcanzados por el control externo................................................ 357
14.3. Sindicatura General de la Nación................................................................... 357
14.3.1. De los bienes.......................................................................................... 357
14.3.2. Responsabilidad..................................................................................... 358
14.3.3. Facultades.............................................................................................. 358
14.3.4. Pautas para el caso de faltante de bienes.................................................. 359
14.3.5. Misiones................................................................................................ 359
XXIII
Manual de Instituciones de Derecho Público
XXIV
Índice
Capítulo XV
La protección interna de los derechos y libertades
Andrea Mercedes Pérez
15.1. Derecho Procesal Constitucional.................................................................... 393
15.2. Las garantías procesales ................................................................................. 393
15.3. Amparo, hábeas corpus y hábeas data............................................................. 394
15.4. Amparo clásico o individual........................................................................... 395
15.4.1. Génesis.................................................................................................. 395
15.4.2. Normativa.............................................................................................. 396
15.5. Amparo colectivo........................................................................................... 398
15.6. Hábeas corpus................................................................................................ 399
XXV
Manual de Instituciones de Derecho Público
Capítulo XVI
La protección internacional de los derechos y libertades
Gabriela Marta Alonsoperez
16.1. Procedimientos ante organismos internacionales: Comisión Interamericana
de Derechos Humanos y Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH)............................................................................................................. 412
16.1.1. Los derechos humanos........................................................................... 412
16.1.2. Sistema Interamericano de Derechos Humanos...................................... 413
16.1.2.1. Comisión Interamericana de Derechos Humanos.......................... 413
16.1.2.1.1. Funciones y atribuciones........................................................ 414
16.1.2.1.2. Legitimación.......................................................................... 415
16.1.2.1.3. Procedimiento....................................................................... 415
16.1.2.2. Corte Interamericana de Derechos Humanos................................. 417
16.1.2.2.1. Integración............................................................................ 417
16.1.2.2.2. Mandato y quórum................................................................ 418
16.1.2.2.3. Funciones.............................................................................. 418
16.1.2.2.4. Legitimación.......................................................................... 418
16.1.2.2.5. Procedimiento....................................................................... 419
16.1.2.2.6. Sentencia y cumplimiento...................................................... 421
16.1.2.2.7. Función consultiva................................................................. 421
16.2. La Organización Internacional del Trabajo..................................................... 422
16.2.1. Finalidad y funciones. Procedimiento de los derechos del trabajo........... 422
16.2.1.2. Misión........................................................................................... 423
16.2.1.3. Órganos......................................................................................... 423
16.2.1.3.1. Conferencia Internacional del Trabajo.................................... 424
16.2.1.3.2. Consejo de Administración.................................................... 424
16.2.1.3.3. Oficina Internacional del Trabajo........................................... 424
16.2.1.4. Convenios...................................................................................... 425
16.2.1.5. Recomendaciones........................................................................... 426
16.2.1.6. Aplicación en los estados firmantes................................................. 426
16.2.2. Seguridad social...................................................................................... 427
16.2.2.1. Organismos.................................................................................... 428
16.3. Conclusión final................................................................................... 428
XXVI
Capítulo I
1.1. Introducción
Cuando los seres humanos se asentaron territorialmente, se volvió necesario organizar
la convivencia. Durante el período neolítico, el cual se extendió aproximadamente desde el
10.000 al 3.000 a.C., la especia humana, en Europa, Asia y América, pasó de ser cazadora
y nómada a agricultora, sedentaria y domesticadora de animales. Esta existencia estable
del ser humano derivó necesariamente en el surgimiento de instituciones. Como afirma
McNall Burns: “la característica más importante de la cultura neolítica desde el punto de
vista histórico fue, quizás, la aparición de las instituciones. Una institución puede definirse
como una combinación de creencias y actividades de grupo, organizadas en una forma rela-
tivamente permanente con el propósito de cumplimentar alguna necesidad del grupo. Ge-
neralmente incluye un conjunto de costumbres y tradiciones, un código de reglas y normas
y agregados materiales como edificios, dispositivos de castigo y medios de comunicación y
adoctrinamiento”2.
Una de esas grandes instituciones es el estado. Si bien existen numerosas teorías que
explican la naturaleza del estado, tomamos del jurista y sociólogo francés Maurice Hauriou
su teoría sobre la institución que explica un aspecto de su existencia.
1 El presente capítulo se realiza en base a textos de Andrés A. Diehl, abogado (UBA), asesor de la Conven-
ción Constituyente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, profesor regular adjunto de “Instituciones
de Derecho Público” de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA), fallecido el 30/7/2014. Los textos
fueron ordenados por Marcela Rama en su memoria y en reconocimiento a su dedicación docente y calidad
humana.
2 McNall Burns, Edward, Civilizaciones de occidente. Su historia y su cultura, t. I, 13ª ed., Siglo XX, Buenos
Aires, 1980, pág. 24.
1
Manual de Instituciones de Derecho Público
Afirma Germán Bidart Campos que “lo que importa retener de este enfoque es que,
siendo el Estado una institución (pero no la única), su realidad o naturaleza no son ficciones
del derecho, sino fenómenos sociales [...] se caracteriza por organizarse territorialmente,
o sea, dentro de un marco o espacio geográfico, y por abarcar no un ámbito limitado de
personas y de relaciones humanas, sino la totalidad que se da en aquel marco territorial”3.
Las maneras en que las comunidades –o estados en sentido genérico o amplio– han
organizado y distribuido el ejercicio del poder político entre sus integrantes han sido muy
variadas y disímiles a lo largo de la historia. Si bien todas han tenido su constitución material,
vale decir, su peculiar y propia manera de constituirse como comunidad política, lo cierto
es que suele reservarse el término constitución para aludir al instrumento o documento que
plasma una forma especial de organización política y jurídica surgida a partir de las revolu-
ciones liberales de la segunda mitad del siglo XVIII, organización esta denominada “estado
constitucional”.
El constitucionalismo es un proceso histórico. Como tal, tiene sus raíces en aconteci-
mientos anteriores a sus primeras concreciones y ha sufrido avances y retrocesos. El consti-
tucionalismo de nuestra época –siglo XXI– tiene características especiales.
Por ello, es necesario hacer un breve análisis de ciertos acontecimientos históricos
previos a la consagración del estado constitucional para comprender la historia del consti-
tucionalismo.
Por otra parte, es el constitucionalismo el que “hará nacer el derecho constitucional,
rama del derecho y asignatura jurídica que será la versión académica y universitaria de
aquel”4.
3 Bidart Campos, Germán, Lecciones elementales de política, 5ª ed., EDIAR, Buenos Aires, 1999, pág. 115.
4 Sagüés, Néstor P., Elementos de Derecho Constitucional, t. I, 2ª ed., Astrea, Buenos Aires, 1997, pág. 2.
5 En el año 27 d.C. fue designado dictador Octavio Augusto, quien disolvió el senado y se proclamó em-
perador. Comenzó así el Imperio romano. Durante esta etapa, Roma extendió su territorio como nunca
antes. Sin embargo, los romanos no pudieron mantener todas sus conquistas, ya que sufrieron ataques de
numerosos pueblos desde los primeros siglos de nuestra era. Estas invasiones determinarían la caída del
Imperio romano de Occidente en el año 476 d.C.
2
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
titulares se multiplicaron por cientos y aun por miles. Las guerras y la falta de un poder
centralizado obligaron a gran parte de los habitantes a buscar alguna fuente de estabilidad y
refugio. La hallaron en los nobles, grandes terratenientes con quienes celebraban acuerdos
por los cuales estos permitían a la gente vivir en sus feudos y trabajar su tierra a cambio de
protección, sumisiones personales y tributos que consistían en buena parte de lo obtenido
de sus labores. De ese modo quedaban reducidos a la condición de siervos; adscriptos a la
tierra como si formaran parte del suelo.
En consecuencia, cada feudo constituía una organización económica y política en la
que el poder del señor era prácticamente absoluto. El rey era solo uno más, un primus inter
partes, cuyo poder era meramente nominal, no efectivo.
Por lo tanto, suele afirmarse que el sistema político feudal fue una poliarquía: el poder
político se encontraba atomizado en numerosos señores feudales y, también, en poderes
eclesiásticos, todos los cuales debilitaban permanentemente la autoridad de los reyes.
El régimen feudal comenzó a decaer hacia el siglo XIII y finalmente terminó por
desaparecer como consecuencia de un proceso en el cual jugaron un papel fundamental los
avances producidos en ciertas ciudades europeas.
En efecto, durante el medioevo no todos eran campesinos. Existían ciudades -en sus
comienzos pequeñas aldeas- que solo estaban sometidas al dominio de los reyes. Muchas de
ellas crecieron y prosperaron gracias al incremento del comercio con otras ciudades euro-
peas y, también, con el Cercano Oriente. En estas ciudades, fueron surgiendo clases adine-
radas vinculadas al gran comercio, a las actividades financieras y a la navegación, vale decir,
la burguesía, la clase social surgida de los burgos o ciudades. Estas urbes prósperas surgieron
en el norte de España, Francia, Flandes (Bélgica y Holanda), sur de Alemania y, sobre todo,
en el norte y centro de Italia. Como afirma McNall Burns, “a esta serie de cambios que se-
ñalan la transición de la economía semiestática, localizada y no lucrativa de la última Edad
Media al régimen capitalista, dinámico y universal de los siglos XV y siguientes, se la llama
Revolución Comercial”6.
Los reyes, cuyo objetivo era limitar el poder de los señores feudales y de la Iglesia –que
por entonces pretendía compartir el poder terrenal– tejieron alianzas con estas ciudades, a
cuyos habitantes solían otorgarles ciertos privilegios o ventajas consagrados en instrumentos
denominados cartas o fueros.
Fueron estas alianzas las que permitieron a los reyes derrotar el poder feudal, centra-
lizar el poder, unificar territorios y consolidar los primeros estados nacionales: Inglaterra,
Francia, España, etc. Comenzó así a delimitarse y consolidarse el estado moderno como
organización política de las comunidades. Este se caracterizará por la formación de un terri-
torio unificado, un solo centro que ejerce el poder por sobre todas las personas que habitan
ese territorio, y un único ejército, el cual garantiza a la máxima autoridad, el rey, el mono-
polio en el ejercicio de la fuerza.
Dentro del territorio del estado, el poder político y la capacidad de mando sobre todos
los habitantes se concentran en manos del rey. El estado se personifica en el rey o “es” el rey,
tal como lo expresara Luis XIV en Francia: “el estado soy yo”.
Esta forma de gobierno es denominada absolutismo monárquico o monarquía absolutis-
ta, y, en ella, el poder político es ejercido de manera absoluta, sin restricciones, por el rey.
Fue el régimen político imperante en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
El absolutismo monárquico desarrolló su propia ideología, a la cual contribuyeron
muchos intelectuales de la época. Entre ellos, Nicolás Maquiavelo, quien, en la península
itálica, a comienzos del siglo XVI, empleó por primera vez la palabra “estado” con un signi-
ficado cercano al actual y aconsejó al príncipe acerca de cómo unificar territorios y gobernar
con su sola voluntad a todos sus habitantes; Jean Bodin, quien desarrolló en Francia, en la
segunda mitad del siglo XVI, la idea de “soberanía” como cualidad que debía ostentar el
estado personificado por el rey a fin de excluir de su territorio el poder de la Iglesia y de los
señores feudales, y Thomas Hobbes, quien desarrolló en el siglo XVII, en Inglaterra, su par-
ticular teoría contractualista a fin de que, en base a la naturaleza malvada del ser humano,
se justificara la concentración y falta de limitaciones al poder real.
Las características más destacadas del absolutismo monárquico son:
a) Las distintas funciones del estado se concentran en última instancia en manos
del monarca. Para llevarlas a cabo, el rey se vale de un aparato burocrático de-
signado y dirigido por él mismo.
b) El rey o monarca es designado en función de leyes hereditarias y no por volun-
tad del pueblo.
c) El rey crea normas jurídicas que resultan obligatorias para los súbditos pero no
para él. Vale decir que el monarca no está sometido al derecho.
d) En consecuencia, los súbditos poseen derechos subjetivos frente a otros súbdi-
tos pero no frente a la autoridad política.
La ideología del absolutismo monárquico fue cuestionada por diversos sectores de la
sociedad –fundamentalmente la burguesía europea– que en su momento había apoyado a
los reyes en su enfrentamiento con el clero y la nobleza.
Durante los siglos XVII y XVIII, comenzó a reclamarse que el poder político fuera
ejercido dentro de ciertos límites y controles. No se rechazaba la existencia del estado; no se
criticaba su propia esencia, sino el modo de ejercer el poder dentro de él. Nació así el libera-
lismo político, el cual sostiene que existen derechos subjetivos naturales –tales como la vida,
la libertad y la propiedad– otorgados por la propia naturaleza, los cuales resultan anteriores
y superiores al propio estado y que, por lo tanto, este debe necesariamente respetar; que en
la vida de toda persona debe existir un ámbito dentro del cual ninguna autoridad política
puede decidir, y que el poder debe dividirse o repartirse entre distintos órganos para que no
pueda ejercerse de manera abusiva.
Estas concepciones liberales sentarán las bases del estado constitucional o régimen cons-
titucional que pretende someter el ejercicio del poder político a normas jurídicas que deben
estar por encima de todos, aun de quienes gobiernan. Las reglas básicas de ese régimen po-
lítico quedarán plasmadas en un instrumento que recibirá el nombre de constitución.
4
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
7 El Parlamento fue constituido como órgano consultivo del rey y recibió esta denominación en el año
1216, un año después de la famosa Carta Magna de 1215. En 1265, el rey Enrique III decidió ampliar la
integración del Parlamento (con el objeto de diluir el poder de la nobleza en dicho órgano) y dar cabida
en él a dos representantes de cada una de las ciudades más importantes. A pesar de que no tenía un poder
formal, que solo se reunía a convocatoria del monarca y que fue disuelto por este en algunos períodos, jugó
un papel central, a lo largo de los siglos siguientes, en el derrocamiento de la monarquía.
5
Manual de Instituciones de Derecho Público
cual el rey es quien ejerce las funciones ejecutivas mientras que la función de legislar queda
en manos del Parlamento, órgano con representación ciudadana, y en el que se reconocen
normas superiores que el poder político está obligado a respetar.
Sin embargo, esas normas superiores o supremas nunca llegaron a sistematizarse ni
codificarse –como ocurriría luego en Estados Unidos y Francia–. Por ello, el Reino Unido
de Gran Bretaña es, hasta nuestros días, uno de los pocos estados con constitución dispersa.
Pese a ello, la Gloriosa Revolución contribuyó mucho a que se produjeran las revolu-
ciones norteamericana y francesa a fines del siglo XVIII. “El ejemplo dado por los ingleses
al destronar a un monarca absoluto constituyó un estímulo poderoso para los adversarios
del despotismo en todas partes [...] Y gran parte de la Declaración de Derechos inglesa fue
incorporada a la Declaración de los Derechos del Hombre promulgada en Francia en 1789
y a las diez primeras enmiendas de la constitución norteamericana”8.
Una vez obtenido el reconocimiento de la independencia por parte del gobierno bri-
tánico con la firma del tratado de París en 1783, los partidarios del federalismo presionaron
para reformar los Artículos y organizar un gobierno más poderoso.
Fue producto de esa presión que el Congreso de Filadelfia volvió a abordar el tema
en el año 1787. Para entonces, los trece estados independientes ya habían sancionado sus
propias constituciones. La primera de ellas y, tal vez, la más completa y avanzada fue la del
estado de Virginia, sancionada el 12 de junio de 1776. Esta incluyó en su primera parte
una declaración de derechos –Bill of Rights– que transformó en normas de derecho positivo
ciertas libertades y garantías para las personas. Además, organizó su gobierno bajo la forma
republicana, la cual incluía la separación tripartita de poderes.
Esta constitución estadual sirvió de modelo para que el Congreso sancionara la cons-
titución de los Estados Unidos de América en septiembre de 1787.
A través de ella, se reemplazó la Confederación de Estados por un estado único, que
tomó la forma de gobierno republicana, representativa y presidencialista, y adoptó el fede-
ralismo por primera vez en la historia. Frente a la resistencia a integrarse de los estados más
pequeños, se tomó una solución intermedia a los intereses en pugna, a través de la creación
de un Poder Legislativo bicameral compuesto por una cámara de representantes integrada
por miembros en una cantidad proporcional a la población de cada estado, y una cámara de
senadores con representación igualitaria para todos ellos.
Esta solución intermedia entre los intereses de federales y confederados fue ideada por
Madison, uno de los principales inspiradores de la constitución.
En el año 1791 se incorporaron las diez primeras enmiendas, entre las cuales se en-
cuentra la denominada parte dogmática: derechos y garantías a favor de los habitantes.
Esta constitución adquirió enorme trascendencia histórica, ya que fue un modelo a
seguir para muchos estados, en particular para los de América. En Argentina, Juan Bautista
Alberdi, profundo estudioso de ella, la introdujo como una de las fuentes principales de
nuestra Constitución.
7
Manual de Instituciones de Derecho Público
10 En este período existieron relativamente pocos hechos de violencia. Tal vez, el más grave de ellos fue la
famosa toma de la Bastilla ocurrida el 14 de julio de 1789.
11 En 2003, la UNESCO la incluyó entre los documentos que integran Memory of the World Programme, el
Programa Memoria del Mundo.
9
Manual de Instituciones de Derecho Público
censo y, por otro, las doctrinas del pensamiento político liberal predominante por entonces
en ese sector social, sobre todo las ideas de Locke, Voltaire y Montesquieu.
Francia quedaba organizada como una monarquía constitucional y aristocrática, y no
como una república democrática, tal como habían pretendido muchos de los revoluciona-
rios en los inicios del movimiento.
El Poder Legislativo quedaba en manos de una Asamblea Legislativa elegida indirec-
tamente: solo podían votar los que pagaban un monto importante de dinero en concepto
de impuestos a las rentas o la propiedad y, para ser elegido funcionario público, había que
contar con cierta riqueza.
El Poder Ejecutivo estaría a cargo del rey, quien podía vetar las leyes, aunque la Asam-
blea, a su vez, podía rechazar su veto. Además creaba un Poder Judicial aparte de los otros
poderes del estado, conforme las ideas de Montesquieu.
10
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
Esta Convención, producto de la elección popular, contaba en su seno con dos secto-
res bien diferenciados:
– Los girondinos, de tendencia moderada, encabezados por Thomas Paine12 y el
marqués de Condorcet. Eran republicanos, pero no demócratas extremos y
contaban con el respaldo de los sectores rurales
– Los jacobinos, cuyos líderes eran Jean-Paul Marat, Georges-Jacques Danton y
Maximilien Robespierre. Ellos tenían su máximo apoyo en las clases medias
bajas y en los obreros urbanos, especialmente de París.
Finalmente, la Convención Nacional sancionó en junio de 1793 la segunda constitu-
ción de Francia.
12 McNall Burns, ob. cit., t. II, pág. 611: “Luego de realizar una labor brillante como folletista en la revolución
norteamericana, Paine se embarcó para Inglaterra […] acusado de traición huyó a Francia. En 1792 fue
elegido miembro de la Convención Nacional…”.
13 En el calendario francés adoptado por la Convención Nacional, el mes que transcurría de mediados de julio
a mediados de agosto era denominado “Termidor”.
11
Manual de Instituciones de Derecho Público
era indirecto, pues los ciudadanos solo podían votar electores, y para serlo se requería ser
propietario y acreditar una determinada renta anual mínima.
Los electores designaban a quienes integrarían la Asamblea Legislativa. El Poder Eje-
cutivo quedaba a cargo de un directorio integrado por cinco miembros designados por la
Asamblea Legislativa, y el Poder Judicial correspondía a tribunales a los que se investía de
gran solemnidad e independencia.
Esta Constitución entró en vigencia en octubre de 1795, pero las instituciones por
ella establecidas sufrieron un rápido desgaste por diversas causas, entre ellas: grave crisis
económica, levantamientos internos, derrotas militares sufridas por Francia y numerosos
actos de corrupción en que se vieron involucrados tanto miembros del Directorio como del
cuerpo legislativo.
Todo ello fue creando las condiciones para que se comenzara a reclamar la implan-
tación de un gobierno “de mano dura” o de un hombre fuerte. Ello facilitó un golpe de
estado en noviembre de 1799 encabezado por un militar de prestigio: Napoleón Bonaparte.
A partir de allí, los destinos de Francia comenzarían a labrarse, casi exclusivamente, sobre
su persona.
12
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
14 Ortiz, Tulio, Política y estado, 2ª ed., Editorial Estudio, Buenos Aires, 1996, pág. 140.
15 Pellet Lastra, Arturo, Teoría del estado, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1999, pág. 40.
13
Manual de Instituciones de Derecho Público
Quien introduce por primera vez en la historia del pensamiento político las ideas de
que existen unos derechos políticos individuales y la idea del contrato social fue Thomas
Hobbes (inglés, 1588-1679) en su obra Leviatán, publicada en 1651. Sin embargo, con ella
dio el fundamento para destruir la teoría de la monarquía de derecho divino pero haciendo
descansar en tal contrato social el despotismo y absolutismo del poder del monarca.
En cambio, quien es considerado el padre del liberalismo político es John Locke (in-
glés, 1632-1704). En su obra Ensayo sobre el gobierno civil, publicada en 1690, toma el razo-
namiento hobbesiano y lo cuestiona, sosteniendo que no es posible que ciudadanos que no
confíen entre sí, puedan entregarle el cuidado de sus libertades e intereses a un gobernante
todopoderoso que, en definitiva, es también otro ser humano.
Al igual que Hobbes, parte de la idea de que los seres humanos han vivido mucho
tiempo bajo un estado de naturaleza: “un estado de completa libertad para ordenar sus actos
y para disponer de sus propiedades y de sus personas como mejor les parezca, dentro de los
límites de la ley natural, sin necesidad de pedir permiso y sin depender de la voluntad de
otra persona…”16.
En consecuencia, la vida salvaje no implica para Locke vivir sin reglas. Por el contrario,
existen leyes naturales que le permiten ordenar sus actos y ejercer libremente sus derechos,
tales como disponer libremente de su persona, de su vida, de sus propiedades. Estos son,
para este pensador, derechos subjetivos naturales cuya existencia es anterior a la propia exis-
tencia del estado y, por lo tanto, ninguna autoridad puede desconocerlos o negarlos.
Pese a ello, y de acuerdo con su pensamiento, Locke sostiene que la vida en estado de
naturaleza generaba al ser humano una serie de inconvenientes como, por ejemplo, el hecho
de que siempre pudiesen existir individuos predispuestos a violar esas leyes naturales, o bien
que, al vivir desorganizadamente, una comunidad fuese más vulnerable a la agresión de
otra. Es para superar dichos inconvenientes que los seres humanos decidieron, mediante un
contrato, crear en primer término una sociedad independiente y, en segundo, una sociedad
política o gobierno.
Por lo tanto, la decisión de organizarse política y jurídicamente no implica por parte
de los ciudadanos la entrega al estado de todos sus derechos y libertades. Todo lo contrario,
el margen de actuación del estado debe ser mínimo para garantizar a todos el máximo po-
sible de libertad.
La obligación de cumplir las leyes del estado y de respetar a sus autoridades está con-
dicionada a que estas cumplan con los fines para los cuales se les ha otorgado poder: la pro-
tección de la vida, la libertad y la propiedad, derechos subjetivos que el ser humano posee
por naturaleza. Esto significa que todo gobierno se basa en el consentimiento del pueblo.
Es por eso que las normas jurídicas del estado se crean en base a la voluntad popular.
Es el pueblo quien, mediante sus representantes, sanciona las leyes. Sostiene Locke que estas
deben ser ejecutadas por un poder distinto al que las sanciona.
16 Lock, John, “Ensayo sobre el gobierno civil”, pág. 25, párr. 4, en Held, David, Modelos de democracia,
Alianza Editorial, México DF, 1992, pág. 70.
14
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
Por ello, Locke fue pionero en la doctrina de la división de poderes, aunque su con-
cepción es bipartita, ya que la función de resolver conflictos aplicando las leyes forma, para
él, parte de la ejecución de ellas.
Lo que este pensador no llega a definir con claridad es su concepción acerca de quiénes
componen el pueblo, aunque sí es claro que esta es sumamente restrictiva.
Comentando el pensamiento de Locke, afirma un destacado constitucionalista argen-
tino: “…como los hombres son libres, pueden vender su trabajo. Si esto pasa, el sirviente
adquiere el derecho al salario, pero carece de tiempo y de cultura para actuar políticamente:
no es correcto, entonces, concederle el sufragio. En definitiva, todos son inicialmente libres
e iguales, pero con el tiempo, los asalariados pierden sus derechos políticos”17.
Otra figura cumbre del liberalismo político fue Charles-Louis de Secondat, Barón de
Montesquieu (francés, 1689-1755). Su obra cumbre, Del espíritu de las leyes, fue publicada
por primera vez en 1748.
Era un gran admirador de la polis ateniense. Sin embargo, sostenía que las condiciones
que posibilitaron su funcionamiento habían desaparecido definitivamente, y por ello era un
gran defensor del sistema representativo.
“…puesto que en un estado libre todo hombre, considerado como poseedor de un
alma libre, debe gobernarse a sí mismo, sería preciso que el pueblo en cuerpo desempeñara
el poder legislativo. Pero como esto es imposible en los grandes estados y, como está sujeto
a mil inconvenientes en los pequeños, el pueblo deberá realizar por medio de representantes
lo que no puede hacer por sí mismo”18.
Al igual que Locke, Montesquieu sostenía la existencia de derechos subjetivos natu-
rales que ninguna autoridad podía desconocer, pero agregó al pensamiento liberal la siste-
matización institucional de la denominada “Doctrina de la división de poderes” como un
instrumento para garantizar el efectivo goce de ellos.
Las leyes debían ser sancionadas por un órgano en el cual la voluntad del pueblo se
encontrara representada. Su ejecución debía estar en manos de otro órgano, si era posible
a cargo de una sola persona por razones de mayor ejecutividad. Y, a diferencia de Locke,
Montesquieu sostenía la necesidad de establecer un poder judicial independiente, dado
que concebía a los jueces como principales protectores de los derechos subjetivos de los
individuos.
En cuanto a su concepción del pueblo, no difería esencialmente del pensamiento de
Locke y “daba por supuesto que muchas personas –entre otras, los trabajadores y aquellas
sin riqueza importante– ‘se encuentran en una situación tan inferior como para creer que
no tienen voluntad propia’…”19.
Es necesario aclarar que ambos pensadores eran partidarios de la monarquía consti-
tucional, tal como se había organizado en Inglaterra a partir de la Gloriosa Revolución ya
analizada.
toma al ser humano como una entidad dotada de razón y voluntad, como ser autónomo
cuyo valor supremo es la libertad individual. Cada ser humano aparece como único dueño
de su vida y de su destino, para su felicidad o infelicidad.
Este movimiento intelectual comenzó a desarrollarse en Europa a partir del Renaci-
miento y terminó por reemplazar la filosofía predominante en la última etapa del Medioevo
denominada “escolástica”. Resalta esencialmente la confianza en la razón, el optimismo en
las posibilidades humanas, el individualismo y revaloriza los placeres mundanos, concep-
ción que en su integralidad se denominara “Humanismo”.
Sin duda el crecimiento y el florecimiento económico de las ciudades europeas, la
mayor disponibilidad de bienes y servicios que el auge del comercio producía y los descubri-
mientos tecnológicos de la época contribuyeron en gran medida a este cambio de filosofía.
Fieles exponentes de las primeras épocas de esta concepción del ser humano fueron
Juan Boccaccio (1313-1375) en Italia, Desiderio Erasmo de Rotterdam (1466-1536) en los
Países Bajos y François Rabelais (1490-1553) en Francia.
Esta concepción individualista y liberal tendría su máxima expresión durante los siglos
XVI y XVII con la filosofía de la Ilustración, adoradora de la razón, el conocimiento y el
saber, y sus principales figuras serían Locke en Inglaterra y Voltaire en Francia. Este huma-
nismo individualista y liberal concibe al ser humano como un ente abstracto e ignora al que
se encuentra condicionado por las circunstancias bajo las cuales le ha tocado vivir.
21 Forma de gobierno en la cual los ciudadanos ejercían el poder político en forma directa, en especial en el
siglo V a.C. en Atenas. Solo eran ciudadanos los varones libres.
18
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
contrato social para recuperar su felicidad original. A través de tal contrato cada uno entregó
su libertad natural y su derecho a autorregularse a una voluntad general.
Al conformarse esta voluntad general con la participación de todos en el cuerpo legis-
lativo, Rousseau concluye que cada persona, al obedecerla, está obedeciéndose a sí misma y,
como la opinión de los ciudadanos puede diferir, la soberanía se expresa respetando la regla
de la mayoría, ya que entiende que la mayoría no atentaría contra sus propios intereses.
Al no haber transferencia de parte de la soberanía individual al estado, para Rousseau
no hay representación sino, en todo caso, delegación. Esta idea rompió las bases de la teoría
de la representación política clásica del gobierno representativo basado en el mandato libre
otorgado al gobernante.
Otra idea importante de Rousseau es su concepción de la libertad, ya que la verdade-
ra libertad no consiste en que cada uno haga lo que quiera sino en el respeto a lo decidido
por la voluntad general. Además, considera la libertad inescindible de la igualdad. Ahora
bien, no considera meramente la igualdad formal, sino una situación en la que cada uno
tenga plena libertad para formar sin injerencias ni presiones sus opiniones acerca del bien
público.
Si bien era un ferviente defensor de la propiedad privada, no admitía la acumulación
ilimitada de riqueza, sino de un nivel de propiedad que permitiera a cada persona satisfacer
sus necesidades de subsistencia y mantener total independencia de criterio para así poder
participar en igualdad de condiciones con los demás en la formación de la voluntad general.
El pensamiento de Rousseau fue antecesor de muchas corrientes ideológicas que sus-
tentaron el constitucionalismo social. Su análisis sobre la vinculación entre libertad e igual-
dad y su concepción acerca de la voluntad general han sido fundamentales para el concepto
moderno de democracia, entendida como gobierno de las mayorías y no de los notables, más
cercano al pensamiento de Locke o Montesquieu.
Pero también debemos destacar que, al conceptualizar la libertad como acatamiento
o respeto a lo decidido por la mayoría, no pone énfasis en las libertades individuales de las
minorías. Además, no se diferenciaba del resto de los pensadores de su época en su conside-
ración hacia la mujer. En el constitucionalismo clásico la mujer no formaba parte del pueblo
ni podía enfrentarse al reto de la política.
19
Manual de Instituciones de Derecho Público
Por ello, el constitucionalismo clásico organiza un régimen político y social que considera
exclusivamente la relación individuo-estado.
Lo expuesto hasta ahora puede ejemplificarse del siguiente modo: en las primeras
constituciones se adoptó la forma de gobierno representativa, pero no se garantizó expre-
samente el sufragio universal ni el derecho a organizar partidos políticos. Se consagró el
derecho a trabajar, pero no el derecho de los asalariados a formar sindicatos. Se estableció
el principio de igualdad ante la ley, mediante el cual, en teoría, todos se encontraban en
igualdad de condiciones para ejercer sus derechos, pero nada se dijo acerca de las obliga-
ciones que cabían a la sociedad o al estado para con aquellas personas que, por su situación
social y económica real, no se encontraran en condiciones de satisfacer las necesidades más
elementales o su subsistencia.
Los principales derechos de primera generación pueden clasificarse según su conteni-
do en:
– Derechos o libertades civiles o de autonomía personal: se denominan así los dere-
chos subjetivos que apuntan a impedir la injerencia del poder estatal sobre la
vida privada de los individuos y sobre el funcionamiento autónomo y armónico
de la sociedad.
Algunos son considerados derechos naturales, como el derecho a la vida, a la
libertad física o ambulatoria, a la no discriminación –igualdad ante la ley–, y
otros son considerados como una resultante necesaria de ellos, tales como el
derecho a la intimidad o privacidad, a la libertad de reunión, a la libertad de
asociación, a la libertad de pensamiento y de expresión, a enseñar y aprender,
entre otros.
– Derechos económicos: surgen de considerar el derecho a la propiedad privada
como derecho subjetivo natural y se regulan sus diferentes expresiones con el
objetivo de asegurar la libre circulación de la riqueza conforme las leyes del
mercado. De entre ellos podemos mencionar el derecho a comerciar, a ejercer
industria lícita, a navegar, trabajar, etc.
– Derechos políticos: basándose en la idea de la forma de gobierno representati-
va, se consagra como principal derecho político el derecho al sufragio activo
y pasivo. Sin embargo, en muchas constituciones este derecho tiene alcances
limitados –sufragio calificado o restringido–. Así, por ejemplo, la constitución
francesa de 1791 negó la condición de ciudadano activo al servidor asalariado o
doméstico. En la propia Constitución argentina de 1853-60, el sufragio no fue
mencionado expresamente, sino que se lo consideraba un derecho no enumera-
do, a tenor del art. 33, asimismo poseer una renta anual determinada para ser
elegido presidente o vicepresidente de la Nación, senador nacional o ministro
de la CSJN, en los arts. 55, 89 y 111.
En el marco de las doctrinas predominantes, el rol del estado es limitado ya que
es concebido por el liberalismo como un mal necesario que debía encargarse de
asegurar a los individuos aquellos servicios que estos, mediante la iniciativa pri-
vada, no estaban en condiciones de alcanzar, a saber, el manejo de las relaciones
20
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
21
Manual de Instituciones de Derecho Público
Por ello, son presupuestos doctrinarios del constitucionalismo social la igualdad real
de oportunidades para que todos los individuos puedan ejercer su libertad de manera efecti-
va, y la existencia de derechos sociales que deben anteponerse cuando el ejercicio de ciertos
derechos individuales resulte abusivo.
Así como el constitucionalismo clásico significó socialmente el triunfo de la burguesía
en ascenso durante el auge inicial del sistema capitalista, el constitucionalismo social represen-
ta la concreción de diversas luchas desarrolladas por sectores postergados o con expectativas
insatisfechas durante ese mismo período: los trabajadores asalariados y las clases medias bajas.
22
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
1.3.3.3.1. Socialismo
Si bien los trabajadores asalariados intentaron unirse en sindicatos para llevar adelante
sus reclamos, el primer movimiento ideológico doctrinario que se desarrolló para cuestionar
el estado de cosas fue el socialismo.
Este movimiento político y filosófico nació cuestionando de raíz el capitalismo como
sistema económico y social. Sus primeros pensadores surgieron a fines del siglo XVIII23. Sin
embargo, la mayor difusión internacional del socialismo se produjo a partir de mediados
del siglo XIX gracias a la obra y el accionar político de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich
Engels (1820-1895). La obra más importante de Marx fue El capital, cuyo primer volumen
fue publicado en 186724.
Hacia fines del siglo XIX, el pensamiento socialista se dividió en distintas corrientes.
Señalaremos dos:
– Marxistas ortodoxos o revolucionarios: a partir de cuyo pensamiento se plasmaron
diversas revoluciones socialistas. La primera de ellas fue la Revolución Rusa de
1917 y la posterior sanción, en 1918, de la constitución de la República Socia-
lista Federativa de los Soviets25. En base a estas, se crearon regímenes políticos
denominados “comunistas” o “del socialismo real”.
– Marxistas revisionistas o reformistas: dieron pie a la creación de partidos social-
demócratas o laboristas en distintos países del mundo. Entre los fundadores de
esta corriente mencionaremos al francés Jean Jaurès (1859-1914) y al alemán
Ferdinand Lasalle (1825-1864). Plantean llegar pacíficamente y en forma gradual
a una sociedad más igualitaria en base al triunfo en la competencia electoral con
partidos de otros signos ideológicos. Desde este lugar, han sido promotores prin-
cipales de los cambios que caracterizaron al constitucionalismo social.
1.3.3.3.2. Sindicalismo
Durante el siglo XIX, los obreros urbanos promovieron la formación de organiza-
ciones propias, en un comienzo conducidas por ellos mismos, con el fin de presionar a las
autoridades para que estas buscaran soluciones a la cuestión social.
Fue en Gran Bretaña –el estado más industrializado de la época– donde se inició y
desarrolló la práctica sindical. Las trade unions, asociaciones obreras locales o de distintas
fábricas formadas en función de los oficios que ejercían los trabajadores, existían desde co-
mienzos del siglo XIX, y fueron reconocidas legalmente en 1824. Diez años más tarde, se
formó la primera federación que comprendía todos los sindicatos de ese país, denominada
Grand National. Estas organizaciones desarrollaron en el Reino Unido un papel fundamen-
tal dentro del denominado movimiento cartista, que luchó por la célebre People’s Charter,
una carta que reconociera el sufragio masculino universal y secreto, la abolición del requisi-
to de ser propietario para integrar la Cámara de los Comunes y la celebración de elecciones
parlamentarias anuales, entre otros reclamos26.
El movimiento sindical no tuvo durante el siglo XIX un desarrollo uniforme en to-
dos los países. En algunos unieron sus luchas a la militancia socialista y en otras ocasiones
estuvieron claramente separados. Sin perjuicio de que este movimiento tuviera expresiones
muy radicalizadas, el movimiento obrero organizado impulsó cambios que dieron parte de
su impronta al constitucionalismo social.
25 Néstor Pedro Sagüés, prestigioso constitucionalista argentino, señala como etapa segunda del constitu-
cionalismo el constitucionalismo del estado social de derecho, y en ella analiza tres tipos de concreciones:
a) El constitucionalismo neoliberal-social; b) El constitucionalismo marxista, y c) El constitucionalismo
corporativo. Ver ob. cit. del autor, t. I, págs. 9-12.
Preferimos considerar los procesos b) y c) como parte del título “Crisis del constitucionalismo” que se
analizará más adelante.
26 McNall Burns, ob. cit., t. II, pág. 734.
24
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
27 Se considera al sacerdote, teólogo y político francés Félicité Robert de Lamennais (1782-1854) el fundador
de esta corriente dentro de la Iglesia Católica. Si bien fue condenado por la propia Iglesia, sus ideas alcan-
zaron gran difusión durante el siglo XIX y ganaron adeptos en muchos sectores eclesiásticos.
28 La expresión “justicia social” fue acuñada por el teólogo jesuita Luigi Taparelli en 1834.
25
Manual de Instituciones de Derecho Público
Sus ideas en el plano económico aportaron el sustento teórico29 para exigir al estado
que abandone su papel abstencionista y asuma un rol activo, no solo en materia económica,
a través de controles, regulaciones y planes de obras públicas, sino también mediante pro-
gramas de reformas sociales que mejoraran la vida de muchos sectores de la sociedad. En las
constituciones de esta segunda etapa la obligación de prestar servicios y asumir funciones
por parte del estado se sustentan también sobre estas teorías económicas30.
29 Confirmado en la práctica a través del plan económico conocido como New Deal, implementado luego de
la Gran Depresión de 1930 en los Estados Unidos de América por el presidente Franklin D. Roosevelt.
30 Néstor P. Sagüés denomina “neoliberalismo” esta base ideológica del constitucionalismo social. Si bien
con el nombre de “nuevo liberalismo” o “neoliberalismo” fueron denominadas en sus orígenes –década
de 1930– las teorías económicas que, dentro del capitalismo, buscaban dar respuesta a la cuestión social
–considerando que el liberalismo puro había fracasado–, preferimos no utilizar esa denominación ya que
puede generar confusiones. En efecto, desde la década de 1980, el término “neoliberalismo” se utilizó para
denominar la escuela económica que reaccionó a las crisis económicas mundiales de la década de 1970
atribuyendo sus causas a postulados del keynesianismo. Se considera neoliberalismo las teorías económicas
de raíz liberal más pura o clásica de Ludwing von Mises, Friedrich Hayek en principio y luego Milton
Friedman. Este último asesoró directamente en materia económica, junto con otros economistas de la Uni-
versidad de Chicago, al dictador Augusto Pinochet en Chile. El neoliberalismo propuso limitar el papel del
estado en la economía, privatización de empresas públicas, flexibilización o desregulación laboral y apertura
de las fronteras a mercancías, capitales y flujos financieros. Estos postulados económicos fueron centrales en
las políticas económicas del Reino Unido y los EE.UU., con Margaret Thatcher y Ronald Reagan, respec-
tivamente. Sin perjuicio de que sea un término controvertido, queda claro que con el correr de las décadas
del siglo XX su contenido se volvió opuesto al original y, por ello, no nos parece apropiado utilizarlo. Ver
Sagüés, Néstor P., Teoría de la constitución, Astrea, Buenos Aires, 2004, pág. 44.
26
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
31 Por ejemplo, la Revolución Rusa sancionó la constitución de la República Federativa de los Soviets en 1918.
32 Como ejemplo, Hitler fue designado canciller de Alemania por el parlamento alemán estando vigente la
constitución alemana de 1919, aunque previamente habían sido mutilados muchos de sus derechos funda-
mentales por el decreto legal de 1933, conocido como “decreto del incendio del Reichstag”.
28
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
– Integración regional
También viene desdibujándose el concepto clásico de soberanía estatal a partir del
fenómeno de la integración regional. Este consiste en la creación, por parte de estados in-
dependientes, de organismos supranacionales a los cuales delegan o transfieren parte de sus
competencias internas. La integración regional en estado más avanzado es la que constituye,
al año 2015, la Unión Europea.
Notamos que uno de los principales desafíos que los estados enfrentan es utilizar estos
instrumentos –tratados sobre derechos humanos y tratados de integración regional– para
lograr una mejor calidad de vida y mayor respeto para las personas, y no para profundizar
las desigualdades en función del mayor o menor poderío de los estados.
30
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
– Pluralismo e interculturalidad
Caracterizan también al constitucionalismo actual la defensa del pluralismo como
bien social digno de protección, vale decir, el derecho humano de cada individuo y de cada
comunidad a forjar su propia cosmovisión y a defender los rasgos que la caracterizan. Se en-
marcan en ello la protección de los bienes y tradiciones culturales de los pueblos indígenas
y el derecho y la protección de la identidad de género de las personas.
En las sociedades del siglo XXI, conviven en un mismo espacio y tiempo histórico
personas que participan de los valores de diversas culturas. Dicha convivencia requiere de
las sociedades suma tolerancia y, a la vez, un trato igualitario desde la legislación para hacer
efectivo el derecho a la igualdad real de oportunidades y de trato.
31
Manual de Instituciones de Derecho Público
reconocida por el art. 75, inciso 17, CN–, tales como diaguitas, comechingones, huarpes,
querandíes, araucanos, tehuelches, pampas, tobas, mocovíes y guaraníes, entre otros.
Cada pueblo tenía un distinto grado de desarrollo. Por lo tanto, su organización políti-
ca difería en función de esa variante. Con la llegada de los conquistadores, estas poblaciones
autóctonas fueron sometidas a las formas de vida introducidas por los europeos, entre otras,
su modelo de organización política.
32
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
33
Manual de Instituciones de Derecho Público
Uno de ellos fue el Tratado del Cuadrilátero en 182234, gracias al cual se logró san-
cionar el segundo intento constitucional en 1826, que era republicano y representativo en
cuanto a la forma de gobierno, pero unitario en cuanto a la forma de estado.
Por esta razón, la Constitución de 1826 fue rechazada por buena parte de los gobier-
nos provinciales, lo que intensificó la guerra civil. Para afrontarla, en 1830 los defensores
del unitarismo se unieron en un bloque o alianza ofensiva y defensiva denominada Liga del
Interior, la cual tenía como máximo líder al general cordobés José María Paz. A su vez, en
1831, las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos se unieron mediante la firma de
un acuerdo denominado Pacto Federal, gracias al cual conformaron una alianza ofensiva y
defensiva denominada Liga del Litoral, para hacer frente a la Liga del Interior.
Este pacto creaba un órgano común para las provincias firmantes, la “Comisión Re-
presentativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina”, el
cual debía estar integrado por un diputado representante del gobierno de cada provincia y
tendría, como principales funciones, conducir la guerra contra la Liga del Interior e invitar
a las demás provincias, cuando estuviesen en plena libertad y tranquilidad, a un congreso
general federativo, el cual organizaría definitivamente el país a través de una constitución
que respetara el sistema representativo, republicano y federal de gobierno35.
34 La falta de gobierno central tuvo una excepción. Sucedió que, en cumplimiento del Tratado del Cuadrilá-
tero, se logró reunir en la ciudad de Buenos Aires un Congreso General Constituyente que comenzó sus
sesiones en 1824. Dicho Congreso sancionó una serie de leyes provisorias, con el objeto de dar al país un
gobierno central, hasta tanto se sancionara de manera definitiva la CN. De entre las leyes provisorias san-
cionadas, tal vez la más importante fue la ley de presidencia, la cual creaba, por primera vez en la historia
de nuestro país, y de manera provisional, la figura del Presidente de la República, a cuyo cargo estaría el
ejercicio del PEN. Dicho Congreso designó para ocupar el cargo a Bernardino Rivadavia. A su vez, el Po-
der Legislativo Nacional quedaba en manos del propio Congreso, el cual, por lo tanto, ejercería funciones
legislativas y constituyentes.
35 Pacto Federal, art. 16, cláusula quinta.
34
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
Sin embargo, esta fue disuelta, y las provincias encargaron sus atribuciones al entonces
gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, quien monopolizó el
ejercicio del poder político durante este período por delegación de las provincias. Entre sus
atribuciones se hallaba la convocatoria a un congreso general constituyente.
El fin de esta etapa comenzó con el denominado “Pronunciamiento de Urquiza”. La
concentración de poder que Rosas había conseguido dentro de la Confederación generó
diversas reacciones y le hizo ganar numerosos opositores. Uno de ellos fue el gobernador de
la provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza.
Este se encargó de efectuar alianzas que le permitieron armar un ejército denominado
históricamente “el Ejército Grande” –integrado por soldados entrerrianos, correntinos, bra-
sileños y uruguayos–, el cual, en febrero de 1852, derrotó a las tropas rosistas en la Batalla de
Caseros. Esta derrota obligó a Juan Manuel de Rosas a renunciar y refugiarse en Inglaterra.
Por lo tanto, quedaba Justo José de Urquiza como nuevo hombre fuerte dentro de la Con-
federación, quien comenzaría a dar una serie de pasos que desembocarían en la sanción, en
1853, de la CN.
35
Manual de Instituciones de Derecho Público
36
Capítulo I - Historia del Constitucionalismo
36 Bidart Campos, Germán J., Manual de la Constitución reformada, quinta reimpresión, Ediar, Buenos Aires,
2006, t. I, pág. 289. Nota: el tema de las fuentes del derecho es complejo y existen diversas clasificaciones.
En este caso tomamos esa denominación de la clasificación del prestigioso constitucionalista argentino.
37
Manual de Instituciones de Derecho Público
1 Abogado; auditor de la Fuerza Aérea Argentina; especialista en Abogacía del Estado, título expedido por la
Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado; profesor del posgrado de la carrera de Derecho Aeronáutico,
Espacial y Aeroportuario, título expedido por el Instituto de Derecho Aeronáutico y Espacial (INDAE);
profesor auxiliar de la cátedra “Instituciones del Derecho Público” en la carrera de contador; profesor de la
cátedra “Responsabilidad de los médicos” en la carrera de medicina (Universidad Maimónides); diplomado
en legislación sanitaria en la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado.
39
Manual de Instituciones de Derecho Público
Sin embargo, el estado podrá dar unidad política y jurídica a varias comunidades na-
cionales, como lo testimonia la historia, pero no puede ser anterior a ellas. Primero existie-
ron los seres humanos, los grupos comunitarios y sociales y después la persona de existencia
ideal llamada “estado”.
La necesidad de tener un estado se justifica, entre otras cosas, por el principio de au-
toconservación del individuo. Esto significa que el ser humano, desde que nace hasta que
muere, está sometido a una serie de peligros, y es por ese motivo que se organiza intencio-
nalmente para llegar al entendimiento de que solo un orden supremo puede hacer cumplir
las reglas para su organización social y política.
Se puede sintetizar que el estado es la proyección de cada persona instalada en una sola
unidad o campo de acción que convierte lo estático de su creación –persona de existencia
ideal– en algo dinámico por su finalidad y los elementos que lo integran, entre ellos, el
poder.
La creación humana se convierte en la razón de su existencia y desarrollo natural. El
individuo sigue existiendo sin él, pero si fuera así no se conservarían sus derechos, como
tampoco se cumplirían las obligaciones para vivir en una comunidad ordenada social y po-
líticamente. Sin el estado estaríamos ante la destrucción de la civilización.
La noción de estado, en estos términos, implica un fin en sí mismo, y es aquel que le
otorgó el pueblo para poder crearlo, esto es, la búsqueda intensa de límites para el ejercicio
de los derechos y el bien común.
Finalmente, el nombre de estado en el derecho político y en la teoría política tiene una
acepción conceptual diferente o, al menos, distinta a la etimología jurídica, pues no equiva-
le, en puridad, a una situación, posición, postura o condición, sino a la designación de un
ente que estructura una comunidad humana, lo cual revela un ser político, jurídico y social
que se da en el mundo de la realidad cultural y que tiene una determinada implicancia, en
cuyo descubrimiento se ha empeñado el pensamiento humano, traducido en multitud de
teorías y concepciones.
40
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
Ahora bien, como ocurre siempre con el revisionismo histórico, cuando se intenta ubi-
car el momento de creación de un tema que implica múltiples factores –políticos, sociales,
económicos, etc.– se pueden citar tantas fechas como historiadores que, según su tesis, estén
dispuestos a escribir su versión.
Entonces, me permito señalar respecto al origen que no hay una fecha exacta ni ubi-
cación temporal específica, porque el estado es un fenómeno político, social y jurídico que
proviene de la historia.
No obstante, lo concreto es que la noción del estado en sentido genérico –como co-
munidad políticamente organizada– puede ubicarse en el surgimiento de las primeras civili-
zaciones. En un sentido específico, algunos autores lo ubican en la Edad Media, básicamen-
te en el marco de la defensa y la lucha por la libertad que tuvieron los individuos sometidos
al poder feudal. Quienes lograban escapar de las cargas señoriales acudían a las precarias
ciudades que, paradójicamente, eran consideradas “comunidades de hombres libres” a pesar
de estar sometidas al dominio del rey. Otras teorías asocian el estado en sentido específico
con el surgimiento de los primeros estados nacionales bajo el régimen de las monarquías
absolutistas del siglo XV.
Recién en el siglo XVIII surgió un nuevo tipo específico de estado, caracterizado por
las revoluciones burguesas contra la nobleza, el desarrollo del capitalismo exteriorizado en
espacios de poder generados por la actividad económica y la acumulación de capital.
El estado liberal surgió a partir de las revoluciones francesa, americana e inglesa.
Sin embargo, el punto de inflexión apareció con el nacimiento del constitucionalis-
mo, la eclosión histórica de la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del
Hombre, pues operó a fines del siglo XVIII un cambio en la vida política que transformó
radicalmente la relación entre el estado y sus habitantes.
El estado o el soberano ya no tenían autoridad suprema ni actuaban con impunidad:
el límite era la ley que los obligaba, y los daños que cometían en esta relación con los indi-
viduos eran reparados, porque existían derechos inalienables que debían respetar y que no
podían desconocer, dado que eran superiores y preexistentes a ellos.
Finalmente, es importante destacar que el concepto de estado fue evolucionando con
el fiel reconocimiento de la existencia de derechos preexistentes naturales del ser humano
para hacerlos valer por encima de cualquier organización. Sin ese reconocimiento, la crea-
ción del estado carecería de sentido y se tornaría abstracta frente al poder inalienable de las
personas.
41
Manual de Instituciones de Derecho Público
Por lo tanto, al referirme al estado como fenómeno político y jurídico, su validez será
relativa, porque resulta de la dimensión que le brinde mi percepción, es decir, mi propia
subjetividad.
El estado como fenómeno político y jurídico va más allá de una simple definición
conceptual, ya que la realidad obliga a conocerlo en su verdadero campo de acción. Tam-
bién es cierto señalar que sufre variaciones de acuerdo a los tiempos, al desarrollo de la
vida y a cómo se haga presente en la conciencia de un sujeto y aparezca como objeto de
su percepción.
En concreto, el estado está integrado por un grupo de personas socialmente estableci-
das en un territorio determinado, cuya unidad se funda en una vinculación política que el
estado representa bajo un orden jurídico unitario con la finalidad de realizar el bien común
público.
Todo estado conformado para su estructura jurídica tiene que ser persona moral para
no caer en una mera ficción de la teoría política, porque si el estado no es una persona mo-
ral, entonces carecería de personalidad jurídica para estar sujeto a derechos y obligaciones.
Ahora bien, cualquiera sea la organización en la que se compone, no tiene más perso-
nalidad que la de los individuos que la constituyen. Sin embargo, por una ficción útil con-
viene atribuir personalidad moral a esas organizaciones a fin de distinguir, por una parte, los
actos de los gobernantes –como personas humanas– de los actos del grupo, para deslindar
así atribuciones y responsabilidades y explicar, por otra parte, de una manera más clara y
ordenada, la unidad y permanencia de los derechos adquiridos y de los compromisos con-
traídos por las agrupaciones y, en el caso, del estado.
Respecto a la organización del estado u órganos que lo componen, se lo ha consi-
derado como una institución pública suprema creada por el orden jurídico fundamental
primario o constitución originaria.
Bajo este aspecto, el estado se encuentra investido de personalidad jurídica, y es, como
sostiene Kelsen, el principal centro de imputación, y como tal, agrego, titular de derechos
y obligaciones.
Toda institución implica una organización, esto es, un conjunto de órganos colocados
en una situación jerárquica. Por lo tanto, el estado no puede existir sin sus órganos, ya que
en sí mismo entraña una organización, es decir, una unidad organizada de decisión y acción.
Por el análisis del campo de la teoría política se puede concluir con evidencia que es
una persona moral y jurídica, una institución al servicio del bien público que no tiene con-
ciencia ni voluntad propia, como los individuos, sino que llega al conocimiento y voluntad
de las personas humanas que lo integran.
Es esencial poseer un orden jurídico en contraposición a la doctrina del poder absoluto
e ilimitado del estado.
El estado presupone una actividad coordinada entre sus organismos y funcionarios,
un marco de competencias bien definido por la ley para tutelar el interés general y así no
generar desconcierto e inseguridad jurídica frente a sus administrados. Para lograrlo, es in-
dispensable que el estado como organización adquiera forma en el derecho.
42
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
En resumen, el fenómeno “político” tiene su origen en la palabra griega polis, que sig-
nifica “ciudad”, concepto que trata de expresar las relaciones interhumanas en el contexto
de una sociedad organizada.
No obstante, dentro de una sociedad organizada también se inscribe una variabilidad
de relaciones sociales, como las familiares, comerciales, religiosas, culturales, etc.; de modo
que los fenómenos propiamente políticos se pueden enfocar desde el reconocimiento total
del individuo por el individuo, lo que significa que el ser humano es un sujeto con atributos,
cualidades, defectos, y que gracias a las reglas que crea reconoce obligaciones y derechos en
términos de igualdad y libertad.
El ciudadano reconoce al otro como ciudadano, lo que significa hacer suyo valores
como la libertad, la igualdad, la paz, la justicia, el bien común, los cuales se concretan y
orientan a la sociedad a través de los planes de gobierno y las políticas públicas; el de las
relaciones entre gobernantes y gobernados, autoridad y ciudadano, que implica relaciones
de mando y obediencia que afectan al individuo y al ciudadano.
Estos fenómenos políticos variados y complejos de la vida social deben ser encuadra-
dos por el derecho a fin de hacer valer el orden y la justicia en las relaciones sociales.
Ello es particularmente notorio si comparamos el estado de derecho liberal con el estado
social de derecho. El primero, nacido al amparo de las revoluciones de finales del siglo XVIII,
significó la construcción de una nueva forma de estado basado en el establecimiento de
garantías y seguridades a la libertad personal, donde era considerado un mal necesario que
debía ser sometido a fuertes restricciones: se lo consideraba un simple medio para que la
persona realizara sus fines. En ese contexto, el reconocimiento de los derechos sociales, en
cuanto implican –como veremos– la necesidad de una fuerte intervención del estado a los
fines de atenuar las profundas desigualdades que “la mano invisible del mercado” causa o
no logra evitar, resulta inadmisible. El segundo, por su parte, otorgó una nueva dimensión
a la democracia a partir de la concreción de un conjunto de derechos sociales articulados a
un sistema de protección legal, plasmado en el estado social de derecho. Así, la búsqueda de
garantía a la igualdad de oportunidades para la efectivización de esos derechos y la preocu-
pación por la redistribución de la renta a partir de acciones estatales implicaron una nueva
dimensión social de la democracia.
En la actualidad, los estados democráticos tienen un rol activo en los derechos sociales.
Hoy por hoy el estado argentino como fenómeno político y jurídico se concentra en un
pensamiento basado en la operatividad y exigibilidad de los derechos y en que no sean solo
un programa de gobierno2.
Puedo concluir que un estado moderno que atravesó las conquistas del pasado no
ubica actualmente el fenómeno del estado como una categoría política y jurídica despro-
vista de un rol activo en los derechos sociales, porque sería un retroceso importante y una
indiferencia a su verdadera evolución.
2 Cám. Cont. Adm. y Trib. Bs. As. (Ciudad), Sala I, “Ortiz, Célica y otros c/Gobierno de la Ciudad de Bue-
nos Aires”, 2/12/2001, LL 2003-B-114.
43
Manual de Instituciones de Derecho Público
El estado está obligado a adoptar medidas para su satisfacción, medidas que deben
conjugarse en prestaciones concretas. Siendo así, resulta integral la definición del estado
como fenómeno político y jurídico, aunque las percepciones estarán sujetas a cada uno de
nosotros.
A modo de ilustrar la operatividad que se pregona en el estado como fenómeno políti-
co y jurídico, en la actualidad es importante tener en cuenta las políticas públicas activas en
el marco de intervención de los tres poderes que han adoptado con relación a los derechos
sociales. Tal es el caso de la implementación de la Asignación Universal por Hijo, medida
que, analizada desde una perspectiva de derechos humanos, parece apuntar al efectivo cum-
plimiento de las obligaciones asumidas por el estado en materia de derechos sociales.
Es notorio resaltar, a modo de consideración final, que en razón de la medida de inter-
vención o rol activo que pueda adoptar el estado, esto le permitirá hacer operativos los de-
rechos sociales para que no queden solamente en un programa político vacío de contenido.
El estado como fenómeno político y jurídico adoptará, de acuerdo a su participación
en la sociedad, el carácter de estado de derecho liberal –pregona la protección y garantía de
la libertad en cuanto a derechos civiles y políticos– o estado social de derecho –más allá de la
libertad se extiende a garantizar los derechos sociales en el sentido de oportunidades míni-
mas para todos en protección y garantía de los derechos humanos–.
Por último, el estado como fenómeno político y jurídico en el transcurso del siglo XXI
tiene que continuar su transformación hacia un estado social inteligente, es decir, la utili-
zación de los recursos limitados –en un mundo cada vez más superpoblado y competitivo–
requiere de decisiones inteligentes en la medida de una justa distribución, en tanto que lo
social no se convierta solo en un programa o un eslogan político de campaña.
En este mismo orden de ideas se expidió el ex ministro de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, doctor Carlos Fayt, respecto a la concepción de un estado social inteligente,
al decir que no se requiere un estado benefactor, sino un estado inteligente que cumpla su
deber hacia la sociedad, un estado social inteligente que utilice los fondos para hacer reali-
dad los derechos sociales.
44
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
ción proviene de la naturaleza humana porque los derechos son anteriores a la organización
de los estados nacionales; pertenecen al hombre. Es algo inalienable, intrínseco a la persona,
nativo, natural.
En este sentido, el derecho aparece como una condición del ser humano, inescindible
de él. Desde la concepción en el vientre humano las personas físicas tienen derechos. Luego,
al nacer y con el desarrollo en sociedad, los derechos forman parte de la identidad del ser
humano, y deben ser respetados para garantizar la vida en sociedad.
Se puede establecer con esta visión la idea de derechos de primer orden o dimensión.
Son los derechos fundamentales que se presentan como una zona de reserva que debe ser
garantizada por la única razón de tratarse de una persona humana.
Como enseña el profesor Raúl Ferreyra en su artículo “Enfoque sobre el mundo del
derecho, Constitución y derechos fundamentales, el derecho es creación de la razón y expe-
riencia del hombre3.
A su vez, desde la cosmovisión del estado como una organización política y jurídica
asociada para satisfacer el bien común o el interés general, es comprensible la necesidad de
imponer a la comunidad reglas claras que creen un orden para evitar que se torne ilusoria
la vida en sociedad. Bajo este segundo orden o dimensión, la idea de derecho aparece en un
sentido formal y como derivación del hombre, a diferencia de los derechos fundamentales o
de primer orden que preceden a la vida social de la persona.
3 “El hombre forma parte del mundo natural, porque es producto o resultado de la naturaleza o su evolución.
La naturaleza no da fundamento ni dispone de ningún estado de cosas para que una decisión o conven-
ción humana fuese producida de determinada forma. La naturaleza no dispone, entre sus uniformidades
y regularidades, de ningún modelo moral y/o jurídico. El Derecho es una eminente creación de la razón y
experiencia del hombre, por tanto es él quien introduce un nuevo patrón o sistema a la naturaleza, que le
ha dado la posibilidad de que viva en el mundo. Las leyes naturales rigen, por ejemplo, los movimientos
de los cuerpos celestes, la sucesión de las estaciones climáticas del año o la ley de la gravedad, etc.; las leyes
sociales o normativas rigen, ordenan, determinan con permisiones, obligaciones o prohibiciones la con-
ducta humana; esta distinción, por supuesto, comporta una vigorosa y decisiva demarcación de campos de
análisis y evaluación”. Ferreyra, Raúl G., “Enfoque sobre el mundo del derecho, Constitución y derechos
fundamentales”, Revista sobre enseñanza del Derecho UNAM, Nº 21, 2013, pág. 244.
45
Manual de Instituciones de Derecho Público
La esencia del estado de derecho es la sumisión del poder al derecho. El estado de dere-
cho es el que satisface las exigencias del constitucionalismo y, además, para obtener sus fines,
se vale de sus principios y técnicas. Es decir, la característica esencial del estado de derecho
es la limitación del poder. Las reglas o normas de derecho siempre regulan o determinan,
directa o indirectamente, la conducta del individuo.
En este sentido, el profesor Ferreyra enseña, en el artículo ya mencionado, la interac-
ción y el rol formal que ocupa el derecho en la vida en sociedad4.
Asimismo, en esta línea de pensamiento ubicamos el positivismo jurídico, el cual ob-
serva el estado de derecho desde un punto de vista formal, sobre la base de que los actos son
realizados en su totalidad conforme al orden jurídico, y desde un punto de vista material,
conforme el cual el estado de derecho tiene un contenido específico, legislación democrática
propia, libertad política y civil e independencia de poderes.
Entonces, desde ambos puntos de vista el estado de derecho permite el desarrollo hu-
mano en forma libre y democrática bajo ciertas reglas concebidas por la sociedad. Es por eso
que en sociedades afectadas por golpes militares no existe el estado de derecho, ya que, bajo
estos regímenes, el orden jurídico y las libertades se encuentran cercenados.
De esta forma, se introduce la democracia como elemento definidor del estado de
derecho, dado que el poder es ejercido por el pueblo cuando existen mecanismos legítimos
de participación y representación.
El estado de derecho surgió en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX,
se caracteriza por poner de manifiesto la oposición entre el poder y el derecho, e intenta
obtener la supremacía de este último.
Si bien la doctrina del derecho natural le da fundamentación al estado de derecho, son
las normas del derecho positivo de las que debe valerse. Principalmente, con el surgimiento
del constitucionalismo.
La finalidad de crear un estado consiste en respetar la dignidad humana, lo que se
logra con la soberanía del pueblo y el imperio de la ley. La soberanía se cumple con la libre
participación del pueblo en los procesos políticos de elección de sus representantes.
Por otro lado, el sometimiento del gobierno al estado de derecho por medio del ape-
go al principio de legalidad es estudiado en diferentes sistemas políticos –parlamentarios,
mixtos o presidencialistas–.
4 “El hombre por intermedio del Derecho y este, por intermedio de sus normas, que son esquemas de
determinación de conducta humana (acciones u omisiones) todavía no concretadas, pero posibles de ser
concretadas, intenta reglar la realidad por vivir; esta realidad, la propia vida que el hombre tiene delante
de sí y sus congéneres es el único mundo que podría autorizadamente pertenecerle a él o a ellos por com-
pleto o entero y no determinado por la causalidad natural o sus leyes. La realidad natural puede influir o
presuponer, pero no determina ni fundamenta ni dura ni vigorosamente la realidad propia construida por
el hombre. Conocer objetivamente cualquier sistema jurídico significa elaborar argumentos en forma de
proposiciones”. Ferreyra, Raúl G., ob. cit., pág. 245.
46
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
En este aspecto, interesa citar al doctor Barraza, quien claramente expuso su opinión
respecto a la implicancia de la sujeción al principio de legalidad por parte de los gober-
nantes5.
Me permito destacar una de sus conclusiones: “No se puede desconocer la Constitu-
ción so pretexto de estar defendiendo el bien común, o al mismo estado de derecho, el bien
común se logra a través del respeto a las instituciones del estado, sin respeto a la Constitu-
ción no hay protección del estado de derecho”6.
Asoman con esta definición el elemento formal característico y la técnica jurídica del
estado de derecho: la supremacía de la CN, rigidez constitucional, división orgánica y fun-
cional entre poderes, independencia de poderes, legalidad administrativa y control de la
actividad de los órganos estatales.
La fundamentación del estado de derecho radica en que el poder del estado debe estar
subordinado al derecho para lograr el bien común. Actúa de contexto para limitar el accio-
nar de los poderes públicos en razón de que los derechos fundamentales de las personas son
anteriores a la creación del estado.
Quienes gobiernan lo hacen sujetos a limitaciones impuestas por el orden jurídico de
un determinado estado. Los dictadores no gobernaban por el imperio de la ley sino por su
5 “Roosevelt clasificó a los presidentes norteamericanos como pertenecientes al tipo Buchanan caracterizados
por un gran apego a las normas; o al tipo Lincoln quien consideraba que el presidente era un fideicomisario
del pueblo, por lo que debía hacer todo lo que las necesidades de la Nación le exigieran, salvo el caso en que
dicha acción estaba prohibida por la Constitución y las leyes.
Se ha señalado que Taft fue un presidente tipo Buchanan. Taft en su libro Our Chief Magistrate and his
Powers, manifestó que un presidente que no tiene apego a la norma, se convertía en una Providencia
universal.
Ha sido manifestado que el segundo gobierno de Roosevelt no se basó en la teoría del fideicomiso, sino en
la teoría de Stuart, resumida por John Locke en su segundo Tratado del Gobierno Civil, cuando describe
la Prerrogativa, como el poder de actuar de acuerdo con su discreción por el bien público, sin ajustarse a la
ley y a veces contra ella.
El gobierno de Roosevelt tuvo que afrontar situaciones de peligro que separaron su accionar de la ley. A
fines del año 1940 entregó a Gran Bretaña cincuenta naves de guerra reacondicionadas, violando varias
leyes y atribuyéndose temporariamente el poder del Congreso para disponer de la propiedad de los Estados
Unidos. Lo curioso del caso es que el pueblo norteamericano acompañó con su aprobación el accionar de
su presidente.
Locke decía que el pueblo rara vez o nunca se muestra escrupuloso detallista cuando se trata de cuestionar
la prerrogativa, si advierte que en una medida tolerable se la aplica al uso al que estuvo destinada, es decir,
el bien del pueblo y no evidentemente su perjuicio.
El accionar de quienes ostentan el alto honor de gobernar y representar al país, debe ajustarse al principio
de legalidad, como un límite en su accionar. Sabemos que este principio, no pretende significar el apego
liso y llano a una ley en sentido formal y material, sino que implica el respeto a los principios y normas de
diversa índole que conviven en un Estado de Derecho. No desconocemos la existencia de circunstancias
excepcionales, y que el derecho muchas veces se ha construido en base a esas situaciones. No obstante ello,
consideramos que el gobierno y la administración deben ajustarse al orden legal del Estado de Derecho, ya
que las mismas leyes constitucionales prevén mecanismos para hacer frente a las circunstancias excepciona-
les y urgentes”. Barraza, Javier I., Manual de Derecho Administrativo, LL, Buenos Aires, 2005, págs. 78-9.
6 Barraza, Javier I., ob. cit.
47
Manual de Instituciones de Derecho Público
propia fuerza. Lo hacían fuera de un estado de derecho. Las reglas las imponían quienes
gobernaban, como sucedía, por ejemplo, en el Imperio romano7.
Para concluir, prevalece en el estado de derecho un poder constituyente cuya titula-
ridad pertenece al pueblo, que se expresa mediante el uso de su libertad política, donde se
establecen los derechos y garantías individuales y colectivas, y las funciones del estado son
realizadas por órganos independientes con sistemas de control recíproco.
7 El imperio es el sistema en el cual el poder político real está en manos de un solo individuo, el emperador.
Se inauguró con el emperador Augusto. El Senado quedó limitado a un órgano de apoyo de ese poder po-
lítico. Se denomina Alto Imperio al periodo que va de Augusto a Diocleciano y Bajo Imperio al que tiene
lugar entre Diocleciano y la caída del Imperio romano de Occidente.
8 Ossorio, Manuel, Diccionario de las ciencias jurídicas, políticas y sociales, 2ª ed., Editorial Heliasta, Buenos
Aires, 2008, págs. 309 y 312.
48
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
14 Kelsen, Hans, Teoría pura del Derecho, Eudeba, Buenos Aires, 1982, pág. 134.
51
Manual de Instituciones de Derecho Público
15 “Las normas del derecho natural son fáciles de descubrir, como cuando están en juego valores fundamen-
tales, como el de la vida, la libertad, o la seguridad de las personas, en otros, pueden existir choques de
valores, incluso entre los antes mencionados.
Piénsese por ejemplo, en el caso del aborto. Una ley que prohíba el aborto, penalizando a la mujer que se
lo practica, puede ser considerada contraria al derecho natural, si se piensa que penalizar el aborto sería
impedir que la mujer concurra a centros asistenciales adecuados, y ponga en riesgo su propia vida. Otros
podrán decir que impedir el aborto, y obligar a la madre a criar un niño que no desea, podrá exponer a este
a riesgos tan grandes, carencias y padecimientos, que será como matarlo de a poco. Una ley que liberalice
el aborto también podrá ser cuestionada como contraria al derecho natural, pues no tendría en cuenta el
derecho a la vida de un ser indefenso: la persona por nacer”. Ferreyra, Raúl G., “Derecho constitucional del
ciudadano y derecho constitucional del poder del Estado”, Revista sobre enseñanza del Derecho, año 8, Nº
15, 2010, págs. 83-122.
52
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
de trabajo; el derecho constitucional encuadra las relaciones políticas entre los gobernantes
y ciudadanos, etc.
Sin embargo, en cada una de las ramas –entendidas como el desprendimiento del con-
junto de reglas en que se divide el derecho positivo–, las normas mantienen su característica
esencial que las constituye como tal: la distinción de lo justo y lo injusto, el elemento coac-
ción que obliga a los hombres a respetarlas y cuya violación es reprimida por la autoridad
pública mediante una sanción organizada, la cual puede ser penal o administrativa.
Si las reglas jurídicas no mantienen estos rasgos, se convertirían en normas morales,
religiosas y de usos sociales.
La sociedad acepta y construye el sistema de derecho, lo divide en ramas para hacer
una clasificación ordenada de las conductas que va a reglar. Lo que pretende es que las reglas
se cumplan, ya que estas tienen de sostén la legitimidad que descansa sobre un sistema de
valores prevalente en una sociedad que acepta, obedece y cree, porque las considera buenas,
justas y necesarias.
Es importante señalar que, desde la época del derecho romano, el derecho positivo se
divide en dos grandes ramas –según la definición de Ulpiano contenida en el digesto de Jus-
tiniano–: por un lado, el derecho público, el cual hace referencia “al estado de la cosa pública
de Roma” y, por el otro, el derecho privado, el cual se refiere “al interés de los particulares”.
La diferencia sustancial radica en que el derecho público hace referencia a la estruc-
tura y organización estatal, y a las relaciones del estado con los particulares cuando ejerce
su acción, investido de imperium, o sea, en un plano de jerarquía superior, mientras que el
derecho privado rige las relaciones entre particulares.
Sin perjuicio de las diferencias que existen entre ambas ramas del derecho, es im-
portante distinguir entre orden público y derecho público. El primero, por el valor que
representa el derecho al que la norma tiene que amparar, requiere una protección especial;
el derecho público configura el conjunto de normas que regulan la actividad del estado.
El orden público recae sobre distintos temas que, por su transcendencia e interés
público –a contrario del interés particular o personal–, sin estar en juego la relación di-
recta estado-ciudadano, requerirá la implementación de un tratamiento jurídico especial.
Por ejemplo, en el derecho civil de familia, el tratamiento de las cuestiones relativas a los
niños/as o adolescentes.
53
Manual de Instituciones de Derecho Público
En el modelo de organización social que tenemos desde hace más de cinco siglos, la
defensa de ese interés colectivo o común que persiguen los individuos en comunidad ha
sido instrumentada a través del estado. La consecuencia es que el derecho público está cons-
tituido por las normas que regulan la actividad de los poderes del estado, de las relaciones de
estos entre sí y de sus relaciones con los individuos que constituyen la base social del estado.
El diccionario jurídico, político y social define el derecho público como una “rama
de la ciencia del derecho que estudia el origen, funcionamiento y fines del estado. A partir
del constitucionalismo escrito, el estudio del estado se convirtió en el estudio del derecho
constitucional…”16.
Con la llegada del constitucionalismo escrito, es decir, con el dictado de la CN y la
provincial, el derecho público se nutre fundamentalmente del derecho constitucional y
administrativo.
A su vez, nuestro Estado es federal, conforme establece el art. 1 de la CN: “La Nación
argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal…”, lo cual
significa que todas las provincias mantienen su autonomía, y de ahí que el derecho público
provincial sea relevante dentro de la clasificación de derecho público.
Asimismo, existe también la subcategoría del derecho público municipal por la auto-
nomía que ostentan los municipios provinciales, plasmada, básicamente, en el art. 5 de la
CN, el cual establece que “cada provincia dictará para sí una constitución bajo el sistema
representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la
Constitución Nacional; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal,
y la educación primaria. Bajo estas condiciones el Gobierno federal, garante a cada provin-
cia el goce y ejercicio de sus instituciones”; y por el art. 123 de nuestra ley fundamental, que
prevé que las provincias dicten su propia constitución, conforme lo dispuesto por el art. 5,
asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance contenido en el orden institucio-
nal, político, administrativo, económico y financiero.
En las ramas del derecho público, las partes no están en pie de igualdad porque invo-
lucran aún más los valores superiores de justicia, y donde el estado impone ciertas pautas a
la que los sujetos del derecho deben ajustarse. Está integrado por: derecho administrativo,
derecho constitucional, derecho penal, derecho procesal y derecho tributario.
Desde los primeros tiempos del estado, a causa de la naturaleza de las relaciones, nacieron
dos grandes divisiones: el derecho que regula las relaciones de los comerciantes o derecho co-
mercial, y el derecho civil que regula las relaciones personales y patrimoniales entre las personas.
Este derecho se ocupa preferentemente de las relaciones entre particulares, y en el caso
de las relaciones entre el estado y particulares interviene sin ius imperium, actúa el estado
como un particular sin ejercer potestad pública alguna, por ejemplo, el derecho laboral que
regula las relaciones laborales en el marco de organismos públicos o privados.
En suma, las ramas que integran el derecho privado son: el derecho civil, comercial
y laboral –aunque este último es caracterizado como mixto por el componente de derecho
público que posee–.
2.4.3. Conclusión
La evolución de la comunidad permitió la integración de las ramas del derecho públi-
co y privado. Hoy por hoy es difícil elaborar una clasificación exacta que los diferencie, pues
en todas estas ramas hay instituciones de uno y otro, más que nada con la actual tendencia
al publicismo de las instituciones del derecho privado. Hasta algunos autores se niegan a
hablar de derecho privado, ya que, por definición, el derecho tiene una función colectiva.
A modo de ejemplo se puede citar la creación de fueros especiales en materia de con-
sumo, en los que los usuarios y consumidores, en caso de controversia contractual con las
empresas prestadoras de servicios, dan lugar a la intervención del estado para dirimir la
relación privada entre ambos y así evitar las desigualdades que ocurren al intentar conseguir
un resultado justo.
Es evidente, de acuerdo al rol que tenga el estado en la vida de los ciudadanos, que
surgirá en mayor o menor medida la incidencia del derecho público sobre el privado.
Finalmente, para poder distinguirlos, el derecho público y privado tienen característi-
cas especiales: a) El primero es fundamentalmente irrenunciable; en cambio, en el derecho
privado los individuos pueden o no ejercitar las facultades que le corresponden –autonomía
de la voluntad– ; b) El derecho público es imperativo, mientras que en el privado rige el
principio de la autonomía de la voluntad, y c) La interpretación del derecho público es
estricta, las facultades deben ser establecidas expresamente, y en el derecho privado, los
individuos están facultados para hacer todo lo que la ley no prohíbe hacer.
político”. En Gran Bretaña y los Estados Unidos de América se utiliza la expresión consti-
tutional law.
En primer lugar, como señalaba anteriormente, el derecho constitucional integra la
rama del derecho público.
La definición se puede encontrar en el diccionario de ciencias jurídicas, políticas y
sociales: “rama del derecho público que tiene por objeto la organización del estado y sus
poderes, la declaración de los derechos y deberes individuales y colectivos y las instituciones
que los garantizan”17.
Es la rama del derecho que lleva el nombre del instrumento legal que lo define: la
Constitución.
La CN no es una norma más que existe en el sistema jurídico, sino que es la norma
suprema o superior del ordenamiento normativo. El nivel jerárquico que ostenta deriva del
poder constituyente del pueblo. Esa es la razón de su fuerza superior. La norma en sí misma
no es nada, la denominación “constitución” puede cambiar, pero lo que existe es la razón
de su fundamento.
Los estados necesitan apoyarse en una norma suprema o superior dentro de las estruc-
turas que forman las bases jurídicas para hacer efectivos u operativos los derechos y garantías
que están obligados a tutelar.
Para lograr ese estatus supremo en la pirámide normativa, es necesario que cuente con
características particulares, como rigidez, es decir, para poder reformarla se exige un proce-
dimiento especial complejo, distinto al estipulado para las normas ordinarias o comunes.
El art. 30 de nuestra CN establece que “la Constitución puede reformarse en el todo o en
cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el
voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros, pero no se efectuará sino por una
convención convocada al efecto”.
La estabilidad que tiene en el tiempo su estructura normativa la hace apolítica; es la
norma que integra las llamadas políticas a largo plazo o de estado que no le corresponden a
un partido político determinado. Las reformas constitucionales requieren de muchos con-
sensos, acuerdos, fijación de metas públicas locales e internacionales, etc.
El origen del derecho constitucional basado en la concreción de la propia Consti-
tución se diferencia del resto de las normas que integran las distintas ramas del derecho
en razón de que dicho documento es producto del poder “directo” del pueblo, que fue su
creador. En el resto de las leyes son los representantes del Congreso Nacional o, en el caso
de los decretos, el Poder Ejecutivo quienes emanan las normas.
En suma, a partir del constitucionalismo, este documento jurídico –la Constitución–
fue base fundamental de la organización jurídica y política del estado. En este sentido, se
expresó en su obra el profesor Ferreyra al señalar que el Estado argentino se encuentra fun-
damentado constitucionalmente18.
Sur, la Argentina ‘ordena’ su vida ’estatal’ por intermedio de una constitución. En el caso de la Argen-
tina, el artificio fue inventado en 1853 e impuesto desde entonces. La Constitución nació a mediados
del siglo XIX en el marco de un débil, fragmentado y casi inexistente contractualismo comunitario; sin
embargo, transcurridos más de 160 años, sus determinaciones abstractas, abiertas y concisas, amén de
sus reformas, la han convertido en un bien comunitario indispensable, mejor dicho: ‘un bien jurídico de
naturaleza colectiva’ para que cada individuo puede diseñar el plan de vida que le plazca y desarrollarlo,
reformarlo, con total libertad, sin interferencias. En principio, no existe otro Estado que no se encuentre
‘constituido’ por la respectiva ‘constitución’. ¡No debería existir vida estatal fuera de la constitución, pero
existe! Aunque también se yergue un derecho estatal fuera de la constitución, aquí no hay espacio para
su detallado tratamiento […] Elegir al artificio constitucional como fundamento del Estado constituye
una determinación política. Se adopta con antelación a la arquitectura estatal y se funde con sus fines.
Por dicha razón, al desenvolverse la elección señalada se opera entre la decisión política y la propia ar-
quitectura del sistema una relación circular que rige toda la construcción futura ‘Fundamento’ se utiliza
en varios sentidos y en múltiples contextos. Por amor a la claridad conceptual, entre la variopinta gama
de significados, indico, a continuación, los elegidos. Así, ‘fundamento’ en tanto raíz y ‘fundamento’
en tanto razón son los senderos escogidos, en coincidencia con algunas de las alternativas lexicográ-
ficas. ‘Fundamentos constitucionales’, en referencia a su raíz, porque toda la construcción jurídica de
una comunidad, en determinado tiempo y espacio, queda o debe quedar sustentada, soportada, en fin,
fundamentada por el propio Derecho que emana de la constitución, o cuya validación esta autoriza.
‘Fundamentos constitucionales’, en referencia a su razón, porque la validez jurídica de todo el Derecho
de una comunidad, en determinado tiempo y espacio, queda o debe quedar explicada, justificada, en fin,
‘fundamentada’ por el propio Derecho que emana de la constitución, o cuya validación esta autoriza.
La fundamentación constitucional del Estado se cumple o puede cumplirse por intermedio de cuatro
principios o reglas: subordinación, variación, distinción y acción. Ninguna de estas reglas o principios
posee una realización absoluta; por eso son reglas inacabadas o reglas de realización progresiva, o reglas
de realización relativa. Además, se asume en este texto que no existen diferencias ontológicas o estruc-
turales entre los principios y las reglas que emanan de las normas constitucionales”. Ferreyra, Raúl G.,
“Enfoque sobre el mundo del Derecho, constitución y derechos fundamentales”, Revista sobre enseñanza
del Derecho, año 11, Nº 21, 2013, págs. 243-282.
57
Manual de Instituciones de Derecho Público
19 Hauriou, André, Derecho Constitucional e instituciones políticas, 2ª ed., Ariel, Barcelona, 1980.
20 Bielsa, Rafael, Derecho Constitucional, 2ª ed., Roque Depalma Editor, Buenos Aires, 1954, pág. 43.
58
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
normativa que prioriza la limitación del poder estatal hacia un modelo axiológico con un
rico contenido de valores que prioriza, ahora, el respeto y protección de los derechos fun-
damentales.
El neoconstitucionalismo, como una nueva interpretación del derecho, expresa que
la ciencia jurídica no tiene una función meramente contemplativa, sino que apuesta por
la protección y defensa de los derechos fundamentales, y su rico contenido valorativo, el
cual privilegia la dignidad de la persona humana, hace un esfuerzo constructivo de crear un
estado constitucional y democrático de derecho.
Con este nuevo paradigma del derecho se supera el positivismo jurídico y se convierte
el derecho constitucional en una disciplina jurídica prescriptiva cuyas normas tienen una
función política, influida por elementos históricos, económicos, sociológicos, axiológicos;
para asegurar ese fin contiene preceptos jurídicos.
El conjunto de variables interdisciplinarias inciden en el derecho constitucional con-
virtiéndolo es una disciplina científica pluridimensional, valorativa y sincrética.
En igual sentido que lo señalado por prestigiosos doctrinarios constitucionalistas como
Néstor P. Sagüés, concluyo que el derecho constitucional estudia las instituciones políticas desde
un ángulo jurídico, y agrego respetuosamente que, además de estudiarlas, al ocuparse del estado,
las expone frente a la realidad cívica en un proceso de conversión y dinamismo propio marcado
por la influencia de otros elementos que la integran: lo social, económico, filosófico, etc.
En resumen, el derecho constitucional como ciencia es la convergencia perfecta de la
teoría del estado, la teoría de la constitución, la historia de las doctrinas políticas y econó-
micas, las instituciones políticas, la ciencia política y la teoría de la sociedad.
Sumado a ello, la reforma constitucional de 1994, con la incorporación de los tratados
internacionales con jerarquía constitucional, en el art. 75, inciso 22 agrega el control de
convencionalidad de las normas internacionales que han sido adoptadas en nuestro plexo
constitucional21.
21 “Art. 75 - Corresponde al Congreso […] Inc. 22 Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás
naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y con-
cordatos tienen jerarquía superior a las leyes.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Dere-
chos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo
Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y
otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las
condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte
de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos.
Solo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos
terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso,
requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de
la jerarquía constitucional”.
59
Manual de Instituciones de Derecho Público
2.5.3.2. Método
Etimológicamente, “método” significa “camino a seguir”.
Desde un punto de vista científico, el método enmarca el recorrido intelectual que
emprende todo investigador; es el camino que utiliza el sujeto investigador para llegar al
conocimiento de la verdad y, también, el procedimiento ordenado por medio del cual se
aborda el conocimiento científico.
El método es el modo de interpretación jurídica que utilizan los ciudadanos, jueces,
abogados y funcionarios para revisar el contenido y la aplicación del derecho.
En el caso de los jueces, la utilización de un método tiene mayor incidencia, dado que
son garantes del cumplimiento de la CN y de los tratados con jerarquía constitucional por
60
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
61
Manual de Instituciones de Derecho Público
22 “La expresión ‘fuentes del derecho’ adolece de gran ambigüedad, pues se emplea para designar fenómenos
diferentes. Hans Kelsen, en su Teoría pura del derecho, afirma que la expresión es utilizada para hacer refe-
rencia a: 1) Razón de validez de las normas. En ese sentido la norma superior es fuente de la inmediatamen-
te inferior. 2) Forma de creación de la norma. Así el acto legislativo es fuente de la ley; el acto de sentenciar
de la sentencia; la costumbre de la norma consuetudinaria, etc. 3) Forma de manifestación de las normas.
La Constitución, la ley, los decretos serían en este sentido fuentes del derecho. 4) Por último, se habla de
fuentes como el conjunto de pautas compuesto por valoraciones, principios morales, doctrina, etc. que
determinan la voluntad del legislador, contribuyendo a dar contenido a la norma jurídica.
A veces las legislaciones, como la argentina, se refieren especialmente a las fuentes del derecho en el se-
gundo sentido indicado para determinar cuáles serán consideradas tales; esto, en especial, para resolver el
problema de la costumbre, que en el caso de la Argentina es rechazada en materia penal, pero expresamente
admitida en materia civil y comercial”. Ossorio, Manuel, ob. cit., pág. 425.
23 “La original idea de redactar constituciones nació, durante el último cuarto del siglo XVIII, en dos países:
Estados Unidos de América y Francia, inaugurando el concepto restringido de constitución cuya elabo-
ración se produce en un prolongado lapso, en el que aparecen y se consolidan las ideas que lo sustentan:
la limitación del gobierno por el derecho, la existencia de leyes escritas en el campo del derecho público,
la supremacía de la constitución, su rigidez, la protección de los derechos fundamentales, la división del
poder, a las que añaden, luego, la concepción del poder constituyente y el establecimiento de un gobierno
democrático”. Palazzo, Eugenio L., Las fuentes del derecho en el desconcierto de juristas y ciudadanos, FECIC,
Buenos Aires, 2004, pág. 73.
24 Alberdi, Juan Bautista, Estudios sobre la Constitución argentina de 1853, El Ateneo, Buenos Aires, 1929,
pág. 32.
62
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
25 “Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente
por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con
el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa
común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra
posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitu-
ción, para la Nación Argentina”.
26 Barraza, J. I., ob. cit., pág. 5.
63
Manual de Instituciones de Derecho Público
los usos y costumbre de cada pueblo […] Atiende al predominio de determinadas fuerzas
sociales…”27.
27 García Pelayo, Manuel, “Derecho constitucional comparado”, Manuales de la Revista de Occidente, 4a ed.,
Madrid, 1957, pág. 34 y ss.
28 Palazzo, Eugenio L., ob. cit., pág. 199.
64
Capítulo II - El Estado. El Estado de Derecho. Derecho Constitucional
En materia jurídica podemos decir que la costumbre está constituida por el derecho
repetido y tomado en cuenta por el derecho. La costumbre es la creación espontánea, por
parte de la comunidad, de modos de comportamiento que se reiteran frente a circunstancias
similares. Es una fuente del derecho que la doctrina tradicional ha aceptado con reservas y
sujeta a ciertos requisitos, en algunos campos del derecho.
Algunos autores reservan la costumbre constitucional a aquellos países que no cuentan
con constitución escrita, y los que la tienen utilizan la expresión “prácticas constitucionales”.
De una u otra manera, el derecho constitucional se nutre de esta fuente del derecho
siempre que implique fuente de conocimiento y aprendizaje para la ciencia constitucional.
2.6.2.5. Doctrina
Particularmente, en los países latinos siempre se ha dado importancia a las opiniones
de los juristas, influencia que es menor en los países afiliados al sistema anglosajón del com-
mon law29.
La doctrina tiene importancia como fuente mediata del derecho, ya que el prestigio
y la autoridad de los destacados juristas influyen a menudo sobre la labor del legislador e
incluso en la interpretación judicial de los textos vigentes30.
2.6.2.6. Jurisprudencia
Deriva de los vocablos latinos ius, iuris “derecho” y prudentia “pericia”. Significa cono-
cimiento del derecho, de la justica y de las cosas justas.
Es la doctrina sentada por el más alto tribunal de justicia de un país a través de varios
fallos dictados de manera uniforme sobre una materia, es decir, el derecho introducido por
los fallos de los tribunales mediante la aplicación de las leyes.
Se destaca la jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación que es el más alto tri-
bunal argentino. Sus sentencias son seguidas por los jueces inferiores y ejerce el control de
la supremacía de la Constitución.
2.6.2.8. Historia
Es compañera inseparable del derecho constitucional. Como ciencia y fuente del de-
recho, comprende toda narración de los sucesos acaecidos en la vida de los pueblos que
los hacen particular y así mantienen su idiosincrasia abarcando los diversos fenómenos
socioeconómicos, políticos y constitucionales.
Teoría constitucional
3.1. Introducción
Bajo la denominación de “teoría constitucional” corresponde estudiar, en primer lugar,
qué es una constitución y cuáles son los tipos y las clases en que usualmente son agrupadas
las constituciones a partir de diversos criterios. En segundo lugar, corresponde estudiar qué
contiene una constitución, y ello conducirá a la clasificación de las normas constitucionales.
Además, se hace necesario examinar aquí cómo se da nacimiento a una constitución, lo cual
será abordado al tratar la temática relativa al poder constituyente. Ello lleva a estudiar la
cuestión de la reforma constitucional.
Por su relación con la teoría constitucional y el concepto de constitución, este capítulo
tratará también sobre la interpretación de la constitución.
El estudio de la teoría constitucional y de la interpretación constitucional permite cono-
cer, a partir de postulados abstractos y genéricos, cómo es nuestra CN, y cuáles son los méto-
dos para interpretarla. De allí la trascendencia de los temas mencionados. La teoría constitu-
cional es una forma de “ingresar” al conocimiento de la CN. De allí su utilidad metodológica.
2 “Etimológicamente, ‘constituir’ –que proviene del latín– significa ‘organizar’, ‘instituir’, ’disponer’ , y tam-
bién ’poner’, ‘colocar’”, Hauriou, Andre, Derecho constitucional e instituciones políticas, Ariel, Barcelona,
1980, pág. 36. “En Roma antigua, constitutio significaba ’decreto’, ‘edicto’, sentido que mantiene en cas-
tellano hasta el siglo XVIII”, Corominas, Joan, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, 3a ed.,
Gredos, Madrid, 1990, pág. 167. “En la Edad Media, la palabra ‘constitución’ se usaba para aludir a las
reglas eclesiásticas de vida en los monasterios”, Badía, Juan F. (Coord.), Regímenes políticos actuales, Tecnos,
Madrid, 1995, pág. 16. La expresión “poder político” puede decirse de otro modo: mando en la polis, o sea,
en la ciudad, en el estado.
68
Capítulo III - Teoría Constitucional
tífica y cultural, desarrollo social y otros aspectos–, halló en la limitación del poder político
una forma de salvaguardar aquella libertad.
Por eso, y aunque esta apreciación pueda ser contradicha por datos de excepción –ya
que lamentablemente han existido y existen regímenes autocráticos–, la humanidad en ge-
neral ha dado un tono definido a las constituciones. Ese tono, que es el que en la actuali-
dad domina en muchas partes del mundo, consiste en que las normas básicas que dichas
constituciones contienen han tendido y tienden a regular el ejercicio del poder político o
poder del estado de modo tal de limitarlo, para que la libertad humana no quede expuesta
al riesgo de ser arbitrariamente disminuida o sobrepasada o, lisa y llanamente, negada por
el proceder de quienes ejercen aquel poder.
Por tanto, hay que integrar el concepto inicial que hemos dado de constitución con las
ideas de limitación al poder político y a la libertad.
Entonces, desde una perspectiva subjetiva –porque en esto prevalece una apreciación
cuya raíz se hunde en las apetencias e intereses de las personas destinatarias del poder estatal,
los habitantes del estado–, una constitución regula y limita el ejercicio del poder político
con el fin de preservar la libertad.
En esta radica el fin último de las regulaciones constitucionales. Prácticamente hoy no
se concibe como tal una constitución que, aun regulando el ejercicio del poder político,
no provea los medios para limitar el estado y, con ello, salvaguardar la libertad, lo cual
involucra proteger los derechos de las personas, ya que todos ellos confluyen en la libertad.
Ha dicho Sánchez Viamonte que “la historia del constitucionalismo es, también, la
historia de las limitaciones al poder político”3.
En tal sentido, el constitucionalismo encaminado a garantizar la libertad reúne, más
allá de las diferencias entre los países, las siguientes notas características: universalización del
sistema representativo, cualquiera sea la forma de gobierno, división de funciones guberna-
mentales –función legislativa, ejecutiva y judicial–, reconocimiento de derechos, desde los
derechos individuales reconocidos al inicio del movimiento constitucional hasta los dere-
chos que se reconocieron luego, tales como los sociales, económicos, culturales, y los de más
reciente reconocimiento, como los derechos medioambientales y los del consumo de bienes
y servicios.
A tal punto es ello así que la noción misma de constitución no pudo escindirse en un
momento del decisivo carácter aportado por los contenidos de la libertad y el respeto de los
derechos. En efecto, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada
por la Asamblea Nacional francesa el 26 de agosto de 1789, contuvo el siguiente artículo:
“Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de
los poderes determinada, no tiene constitución”4.
Una constitución reúne y contiene reglas para regir las instituciones de derecho pú-
blico, que son: el reconocimiento de los derechos y libertades de las personas, y los órganos
3 Enciclopedia Jurídica Omeba: Constitucionalismo, t. III, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires,
1967, pág. 1043.
4 Art. 16; Colas, Dominique, Textes constitutionnels français et étrangeres, Larousse, París, 1994, pág. 613.
69
Manual de Instituciones de Derecho Público
5 Linares Quintana, Segundo V., Constitucionalismo y libertad, Editorial Jurídica Argentina, Buenos Aires,
1943, pág. 23, con cita de Faustino J. Legón.
6 Se remite aquí al desarrollo explicativo sobre supremacía constitucional y control de constitucionalidad en
esta misma obra.
7 Levene, Ricardo, El pensamiento vivo de Moreno, Losada, Buenos Aires, 1983. Se ha conceptualizado la idea
de constitución según la perspectiva surgida del movimiento constitucionalista en el marco de las luchas
políticas contra distintos tipos de autocracias, a partir, fundamentalmente, de los procesos revolucionarios
inglés del siglo XVII, norteamericano y francés del siglo XVIII, e hispanoamericano del siglo XIX (aunque
existen antecedentes anteriores). El constitucionalismo impuso el “gobierno de las leyes”, y se opuso al
“gobierno de los hombres” (Linares Quintana). Nuestra constitución, nacida en el apogeo del constitu-
cionalismo liberal del siglo XIX, adscribe a la noción conceptual de constitución un sentido limitador del
70
Capítulo III - Teoría Constitucional
Enseñaba Mario Justo López que en cada estado, en cada comunidad política, “existe
una ley suprema, es decir, un conjunto de normas de derecho positivo –escrito o no– del
cual depende la validez de las restantes normas jurídicas, junto con las cuales componen
aquellas el orden jurídico total. Pero como es lógico, y como la experiencia lo comprueba,
el contenido de esas normas fundamentales –las concretas respuestas a las acuciantes pre-
guntas ¿quién debe gobernar?, ¿cómo?, ¿para qué?– varía de una constitución jurídica a otra”8.
Siguiendo el razonamiento de López, pueden ampliarse las preguntas que deben ser
respondidas por una constitución: ¿quién o quiénes gobiernan?, ¿cómo son elegidos los
gobernantes?, ¿cómo gobiernan?, ¿cuáles son los fines u objetivos del gobierno?, ¿hay o no
descentralización del poder según sus funciones?, ¿hay o no descentralización del poder en
el territorio del estado?
Juan B. Alberdi definió la constitución como “la organización del gobierno conside-
rado en los sujetos y cosas sobre que ha de recaer su acción, en la manera como ha de ser
elegido, en los medios o facultades de que ha de disponer y en las limitaciones que ha de
respetar”, definición en la que subyace la finalidad garantizadora de los derechos y libertades
de las personas9.
estado. Tal es el sentido valioso y genuino del concepto de constitución. El derecho constitucional comenzó
a enseñarse poco después de la eclosión revolucionaria liberal francesa de 1789 (v. Duverger, Maurice,
Instituciones políticas y derecho constitucional, Colección Demos, Ariel, Barcelona, 1962, pág. 1). El sentido
disvalioso de “constitución” es el privado de los componentes que la tornan límite al poder y garantía de
la libertad y de los derechos, y la reducen a simple régimen jurídico del mando, lo que es en definitiva
autocrático.
8 López, Mario Justo, Vivir para la república, Carpetas de Derecho, Buenos Aires, 1986, pág. 309. López
explica con claridad (v. págs. 164/70) la diferencia entre constitución “jurídica”, que es el régimen jurídico
basal del estado, por un lado, y por otro, los conceptos de constitución “natural” y constitución “real”. La
“natural” es la situación predispuesta física (la geográfica, por ej.) de un país, o cultural (cómo es el pueblo,
sus valores, su historia, etc.). Podría darse como ejemplo la tendencia que existe –sin ser absoluta- a que los
países de gran superficie territorial adopten la forma de estado federal. El hecho de que Suiza –país peque-
ño- haya adoptado el federalismo pudo obedecer a su geografía montañosa. Se entiende por “constitución
real”, las relaciones reales de poder en una sociedad (coincidiría con el concepto de constitución política,
que párrafos más adelante se consignará). Si la constitución no tiene en miras esas relaciones, se reduce,
decía Lasalle, a “hojas de papel”. De todos modos, advertía López, si la realidad es oprobiosa o denigrante
para las personas, el constitucionalismo no tiene que sucumbir ante ella.
Ferdinand Lasalle (1825-1864) abogado y político alemán. Acuñó el concepto de “constitución real” en
las conferencias pronunciadas en Berlín en 1862, y luego publicadas en la obra ¿Qué es una Constitución?,
traducida a varios idiomas, siendo una obra clásica del derecho constitucional.
9 Alberdi, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (las
bases), 6a ed., Plus Ultra, Buenos Aires, 1993, pág. 133. Obsérvese que esa definición de “constitución”
se concilia con la visión según la cual toda constitución debe garantizar, en última instancia, la libertad
de las personas, visión con la que surgió el movimiento constitucionalista liberal o de la libertad. Se en-
riqueció tiempo después el constitucionalismo liberal con el componente social cobrando forma el cons-
titucionalismo liberal-social, o constitucionalismo social. Luego, se produjo otra oleada más de aumento
de contenidos del constitucionalismo (como en el caso argentino son los derechos medioambientales y de
consumo). Ninguna nueva etapa de aumento de contenidos significó negar las etapas previas. Más que de
“generaciones” de constituciones o de derechos constitucionales, habría que hablar de “pliegues” dentro del
movimiento constitucionalista, donde cada pliegue es la respuesta al desafío generacional contemporáneo.
71
Manual de Instituciones de Derecho Público
Desde un punto de vista político, una constitución es una determinada forma de rela-
ción mando-obediencia en una sociedad.
Desde un punto de vista jurídico, la constitución es el régimen jurídico fundamental
de lo político. Para que no haya fricciones entre la constitución jurídica y la política, ella
debe ser el reflejo de esta última –sin perjuicio de que la realidad no puede prevalecer si es
oprobiosa o indigna para las personas, como advertía M. J. López–.
La constitución forma parte del ordenamiento jurídico y, como tal, impera, es decir,
debe ser cumplida, lo que equivale a afirmar que tiene fuerza normativa.
Más allá de la definición de constitución, hay distintas modalidades que han asumido
o asumen las constituciones, cuestión que será analizada al examinar los tipos y las clases de
constitución.
10 Por ejemplo, ya se consignará que las constituciones racional-normativas son usualmente escritas.
72
Capítulo III - Teoría Constitucional
medio de ella la realidad futura, cualesquiera sean los contornos sociales y los antecedentes
históricos de la sociedad de que se trate.
Bidart Campos señalaba lo siguiente respecto de este tipo: “a) define a la constitución
como conjunto de normas, fundamentalmente escritas, y reunidas en un cuerpo codificado;
b) piensa y elabora a la constitución como una planificación racional, o sea, suponiendo
que la razón humana es capaz de ordenar constitucionalmente a la comunidad y al estado;
c) profesa la creencia en la fuerza estructuradora de la ley, es decir, en que las normas son
el principio ordenador del régimen constitucional y de que tienen en sí mismas, y en su
pura fuerza normativa, la eficacia para conseguir que la realidad sea tal como las normas la
describen; d) la constitución es un esquema racional de organización, un plan o programa
formulado con pretensión de subsumir toda la dinámica del régimen político en las previ-
siones normativas”11.
A diferencia del tipo racional-normativo, los otros dos tipos se inclinan hacia la reali-
dad pasada o presente de la sociedad de cuya constitución se trate.
Pertenece al tipo historicista la constitución que surja de un proceso histórico, de una
tradición, que lleve a una sociedad a tener determinadas y particulares reglas, diferentes de
las de otras sociedades con procesos históricos distintos.
Por último, el tipo sociológico responde a la circunstancia de que la constitución sea
considerada socialmente vigente en el presente. Una constitución de este tipo estaría inte-
grada por las normas que en un momento determinado sean asumidas por la sociedad como
obligatorias.
La Constitución argentina puede ser adscripta a un tipo complejo de constitución, en
el que conviven los tres tipos.
En primer lugar, nuestra Constitución es el resultado de una historia institucional,
ideológica y política, moldeada por las luchas por la independencia y por los conflictos
internos. Múltiples disposiciones constitucionales obedecen a nuestra historia. En gran me-
dida, nuestra Constitución es nuestra historia decantada en ordenamiento jurídico basal.
La forma de gobierno representativa, republicana y federal ya estaba perfilada en sus linea-
mientos fundamentales en antiguos reglamentos políticos surgidos de la Revolución de
Mayo de 1810. Muchos derechos y libertades reconocidos en la Constitución ya habían
sido reconocidos expresamente durante los primeros gobiernos revolucionarios derivados
del movimiento de 181012. Indudablemente, la propia Constitución alude a la historia
cuando, en el Preámbulo, señala que es dictada “en cumplimiento de pactos preexistentes”.
11 Bidart Campos, Germán J., Tratado elemental de derecho constitucional argentino, t. I, Ediar, Buenos Aires,
1995, pág. 101.
12 Segundo V. Linares Quintana decía que cada artículo de la Constitución es un segmento de nuestra his-
toria. Podría estudiarse historia desde la Constitución, o la Constitución desde la historia. El origen del
proceso constituyente argentino es la Revolución de Mayo de 1810. También las reformas constitucionales
pueden ser el resultado de ciclos históricos posteriores a la sanción de la Constitución. Innegablemente, la
introducción en la reforma de 1957 de derechos sociales fue la consecuencia de los hechos que en esa ma-
teria se habían vivido en las décadas anteriores. Otro ejemplo: la reforma de 1994 prevé las consecuencias
de los actos de fuerza y gobiernos de facto –autocracias- a raíz de la recurrencia de ese tipo de gobiernos en
73
Manual de Instituciones de Derecho Público
nuestra historia desde 1930. Spota enseñaba que nuestra Constitución es letra, es historia y es espíritu. Pese
a todo ello, podría explicarse por la falta de arraigo histórico nacional la dificultad para que ciertos meca-
nismos institucionales exóticos –útiles y eficaces en otros países– operen en la realidad política argentina
según los fines que subyacen en la regulación constitucional –como es el caso de la jefatura de gabinete, o
el Consejo de la Magistratura–.
13 Lo cual no quita la posibilidad de que, con cierta frecuencia, la Constitución deba ser interpretada a la luz
de las circunstancias y valoraciones de cada momento histórico. Pero ello no desmerece la aceptación social,
sino que permite aplicar reglas llamadas a ser perennes según una modalidad adecuada a cada generación.
Es un problema de interpretación para la aplicación constitucional.
14 Sobre la base de tales consensos es que los partidos políticos con representación parlamentaria deben for-
mular las políticas públicas: de esa manera, las leyes –aunque varíen de tiempo en tiempo o aunque haya
matices (no diferencias profundas) de partido en partido– serán siempre herramientas para cumplir la
Constitución. Premisa de dichos consensos es asumir la democracia como pluralista y participativa, modelo
que es el asumido por nuestra Constitución. El pluralismo democrático significa unirse al adversario “en
una verdad más alta” (Carlos Floria, Análisis introductorio de la política y del Estado, Astrea, Buenos Aires,
1986, pág. 31) y, en última instancia –a través del diálogo en todos los ámbitos de la vida del país–, arribar
a consensos sobre la base del consenso fundamental: la Constitución, para lo cual se necesita una alta dosis
de inteligencia, educación, elevación de miras por el bien común y patriotismo auténtico.
74
Capítulo III - Teoría Constitucional
15 Destaca con frecuencia el profesor Mario Federici que la institución del primer ministro no está prevista
por escrito en el derecho constitucional británico. Merece notarse que, en los albores del control judicial
de constitucionalidad, al dictarse la sentencia del caso “Marbury v. Madison” en Estados Unidos (1803),
la Corte federal de dicho país destacó la relación entre constitución escrita y control de constitucionalidad.
La escritura da precisión y certeza a la constitución.
16 Caso este último de la constitución española (1978).
75
Manual de Instituciones de Derecho Público
cívica. A ello se añade que las constituciones analíticas podrían ser llamadas a ser reformadas
más frecuentemente –en virtud de la necesidad de adecuar en cada tiempo los detalles re-
glados por la constitución–. Perderían con ello la dosis de autoridad y respeto que confiere
la estabilidad de la norma fundamental. Los pormenores de la aplicación de las reglas cons-
titucionales deben ser determinados a la hora de adoptar las decisiones públicas por vía de
interpretación de ellas. No hay que olvidar que las constituciones están dirigidas a mantener
la estabilidad política encuadrando en ella la dinámica social17.
La constitución formal es la constitución mirada en su aspecto de sistema de normas.
La constitución material, en cambio, es la vivenciada en la realidad del país. En otras pala-
bras, la primera se vincula con lo que “debe ser” según las normas, y la segunda, con lo que
“es” efectivamente en la realidad18.
Según la clasificación de Lowenstein, una constitución normativa es, además de válida,
realmente vivida por la comunidad a la cual rige (en tal caso, es dable afirmar que coincide la
constitución material con la formal). Una nominal es la que, si bien es formalmente válida,
no se adecua a la estructura de poder que existe en la realidad y, por ende, no tiene vigencia
efectiva, aun cuando tiene una función educadora, al establecer qué es lo que debiera hacerse
–falta la coincidencia entre constitución material y formal–. Una constitución semántica es
aquella cuyas normas formalizan la estructura del poder real en beneficio exclusivo de quienes
lo ejercen. Esta última es indudablemente una constitución autocrática, no democrática19.
17 Sirve comparar, a título de ejemplo, las constituciones argentina y la brasileña en algún aspecto tratado
por ambos, por caso los derechos sociales. El art. 14 bis de la CN establece, en pocas líneas, cuáles son
los derechos sociales expresamente reconocidos por ella, mientras que la brasileña ahonda en un detallado
elenco de derechos sociales mucho más extenso que la sintética enumeración argentina (v. arts. 6 y 7 de la
constitución de Brasil, que llega a establecer contenidos específicos de política social que, en el caso argen-
tino, están regidos por la ley, siguiendo las reglas “genéricas” del art. 14 bis).
18 Debe aclararse que puede darse el caso de desuetudo constitucional, es decir, normas constitucionales que se
entienden derogadas por el uso social, en contra de lo dispuesto por ellas. Que exista desuetudo no desme-
rece la clasificación entre constitución formal/material, que parte de la premisa de normas vigentes, es decir
no derogadas. Para dar un ejemplo, entendemos por nuestra parte que la obligación establecida por la CN
de implementar para los procesos penales el juicio por jurados ha caído en desuetudo. Asimismo, cayó en
desuetudo la exigencia de renta o entrada económica para ser senador.
19 Por fuera de la conceptualización de “constitución” en sentido genuino (limitadora del poder político y
garantizadora de la libertad), se halla la “constitución” autocrática, de modo que, como espejo de la cla-
sificación de las formas de gobierno en democracia y autocracia, hay constituciones democráticas (o sea,
valiosas) y constituciones autocráticas (vale decir, disvaliosas). Como ejemplos de constituciones nominales
pueden citarse las de 1819 y 1826, dadas durante nuestro proceso histórico institucional.
76
Capítulo III - Teoría Constitucional
en que se encuentran las bases de todo el derecho público y privado del estado. Específica-
mente, una constitución contiene las normas que establecen la forma de gobierno, la rela-
ción del poder político con el territorio del estado, la instauración de órganos que ejercen
el poder político, las facultades de las que están investidos tales órganos y las previsiones
fundamentales acerca de los procedimientos de su actuación, las relaciones existentes den-
tro de cada uno de esos órganos –relaciones intraórganos–, las relaciones entre los diversos
órganos –relaciones interórganos–, y el reconocimiento de derechos y libertades, así como
los procedimientos que aseguren el respeto de esos derechos y libertades.
Para Vanossi, todas las normas constitucionales son de competencia y están destinadas
a limitar la actuación estatal. Desde esta perspectiva, las normas constitucionales se clasi-
fican en aquellas de competencia negativa o prohibitiva, que fijan los límites a la actividad
estatal, amparando de esa manera los derechos y libertades de las personas que habitan el
estado, y en normas de competencia positiva o afirmativa, que regulan las atribuciones de
los órganos estatales, sus procedimientos, relaciones intra e interorgánicas, y otros aspectos
orgánicos, estableciendo de esa manera la actividad oficial y sus modalidades20.
Una importante y útil clasificación distingue las normas o cláusulas constitucionales
operativas de las programáticas.
Las normas operativas se diferencian de las programáticas en que para la aplicación,
funcionamiento u operatividad práctica de las primeras resulta prescindible recurrir al dicta-
do de normas jurídicas inferiores a la constitución. En cambio, las segundas requieren para
su operatividad práctica de otras normas que las complementen y permitan su funcionali-
dad en la realidad.
Las normas operativas inciden en la realidad sin que obste a ello la inexistencia de
normas inferiores a la constitución destinadas a complementarlas. Dichas normas comple-
mentarias se denominan reglamentarias. Estas últimas son, en cambio, imprescindibles para
que las cláusulas o normas programáticas puedan ser consideradas cumplidas u obedecidas.
Sin norma reglamentaria, una norma programática sería “letra muerta”.
Las normas programáticas disponen un “programa” –un proyecto–, pero ese programa
hay que “operativizarlo”.
Cabe consignar que, en materia de normas operativas que reconocen derechos y li-
bertades, es necesaria la reglamentación no para apuntalar la cláusula haciéndola operativa
(porque ya lo es), sino para coordinar el ejercicio de los derechos y libertades, toda vez que
estos son relativos y restringibles a efectos de que su ejercicio por parte de una persona no
perjudique a los demás. Todos los derechos y libertades se ejercen “conforme a las leyes que
reglamenten su ejercicio”, tal como establece el art. 14, CN.
Resulta apropiado traer algunos ejemplos de normas operativas y programáticas.
La norma que reconoce el derecho individual a ejercer libremente el culto –contenida
en el art. 14, CN– es operativa, por cuanto, para asegurar su cumplimiento, no se requiere
20 Se infiere claramente de lo dicho que los derechos y libertades son contrapoderes: el estado carece de com-
petencia más allá de una línea trazada por los derechos y libertades, que son un “freno” (prohibición) a esa
competencia.
77
Manual de Instituciones de Derecho Público
ninguna otra norma jurídica. La sola previsión constitucional que reconoce ese derecho es
suficiente para que, en la práctica, cada uno pueda ejercer libremente su culto.
Caso opuesto es el derecho a una vivienda digna, reconocido por el art. 14 bis, CN.
Aquí ya no basta la sola previsión constitucional para que pueda considerarse cumplida esa
norma reconocedora del derecho a la vivienda digna. Es necesario que existan normas regla-
mentarias que permitan efectivizar, en la práctica, el acceso a las viviendas dignas. Sin tales
normas reglamentarias aquel derecho no podría considerarse asegurado. El Congreso, a tra-
vés de las leyes, es el encargado de hacer operativas las cláusulas programáticas de la Cons-
titución. En el caso del ejemplo, es el Congreso el órgano competente para dictar las leyes
necesarias para asegurar el acceso a una vivienda digna –a través de leyes de construcción de
viviendas, leyes de acceso al crédito o financiamiento para la vivienda, o de préstamos para
la construcción, préstamos hipotecarios, etc.–.
En general, puede decirse que las cláusulas constitucionales que reconocen derechos
individuales, como las contenidas en los arts. 14 a 18, CN, son operativas.
También, en general, puede afirmarse que las normas que traducen un plan, proyecto
o programa a ser desarrollado por el estado, como las contenidas en los arts. 14 bis y 75,
incisos 18 y 19 de la Constitución, son programáticas21.
No es reprochable que una constitución contenga cláusulas programáticas, que, en
muchos aspectos de la organización estatal, son necesarias a fin de orientar el rumbo del
gobierno hacia determinados fines que se consideran valiosos, pero sin privar a la ley de la
posibilidad de especificar cuál es el camino o método concreto para alcanzar ese fin en cada
momento histórico, y según las circunstancias y contingencias que sucedan, sin exorbitar
el “programa” constitucional. En otros términos, las decisiones y políticas públicas deben
adoptarse dentro de la CN. Nada fuera de ella.
El contenido de la CN está dividido en dos grandes partes, metodológicamente ha-
blando: las declaraciones fundamentales, derechos y garantías se encuentran en la primera
parte –parte dogmática, arts. 1 a 43–, mientras que el régimen de los órganos del estado
federal y la situación jurídico-constitucional de las provincias y la ciudad de Buenos Aires se
halla en la segunda parte –parte orgánica, arts. 44 a 129–.
Más allá de la división metodológica en dos partes, una no se entiende sin la otra, y
ambas forman un todo: la libertad y los derechos se garantizan, en última instancia, gracias
al régimen de división orgánica del poder22. Eso es lo que permite que el poder judicial se
erija en un reaseguro de la operatividad de la libertad y los derechos.
Por eso, la CSJN, cuando dictó sentencia en la causa “Ángel Siri”, en 1957, consi-
deró operativas las normas constitucionales relativas a derechos personales fundamentales,
21 El art. 14 bis reconoce los derechos sociales (derechos individuales y colectivos del trabajador, y derechos
de la seguridad social). No obstante, el sentido predominantemente programático de dicho artículo reco-
noce derechos operativos, como el derecho a la huelga o a la organización sindical libre y democrática. Los
incisos 18 y 19 del art. 75 de la Constitución argentina mandan u ordenan al Congreso.
22 Precediendo la parte dogmática se halla el Preámbulo. Y luego de la parte orgánica, hay en la Constitución
una serie de disposiciones transitorias impuestas en la reforma de 1994.
78
Capítulo III - Teoría Constitucional
respecto de las cuales entendió el máximo tribunal federal que debían ser garantizados por
procedimientos judiciales sumarios y efectivos, específicamente la acción de amparo, aun
cuando tal procedimiento no estuviera previsto por la reglamentación23.
sea ejercido a través de representantes del pueblo, ya que no son esos representantes los
titulares del poder constituyente, sino el pueblo en cuyo nombre actúan. De allí que, en
la práctica, el ejercicio del poder constituyente se realice en el ámbito de asambleas donde
se reúnen los representantes del pueblo. Tales son las asambleas constituyentes, también
conocidas como congresos constituyentes, congresos generales constituyentes, o conven-
ciones constituyentes.
El poder constituyente es también poder político, pero es distinto al que ejerce el
estado una vez constituido. El poder constituyente es un poder político organizador, y el
del estado es un poder organizado, que debe subordinarse al primero. Es decir, el poder
constituido debe someterse al derecho.
La actuación del poder constituido, a través de órganos constituidos, debe concretarse
en el marco de las limitaciones impuestas por el pueblo mediante el ejercicio del poder cons-
tituyente. Por eso, el estado tiene como límite de su poder a la constitución. La constitución
es límite.
En nuestra CN, lo fundamental de esas limitaciones radica en la organización tripar-
tita del poder constituido, el cual, como se sabe, es ejercido por el estado a través de sus tres
órganos: legislativo, ejecutivo y judicial.
En esa división de los órganos constituidos, que encierra una limitación impuesta por
el pueblo, descansa el fundamento del sistema de respeto y salvaguarda de los derechos y la
libertad de las personas.
Esa es la tónica general de las constituciones basadas en la libertad. Decía Spota: “la
limitación a los poderes constituidos es, en Occidente, común denominador en todos los
estados de derecho”25.
Spota remarcaba que la primera división del poder se da entre el poder constituyente,
por un lado, y, por el otro, el poder constituido, y que era un peligro para la libertad que se
confundieran los roles de uno y otro, o sea que el poder organizador pasara al poder consti-
tuido. La frontera entre poder constituyente y poder constituido tiene que ser tajante, a fin
de evitar que el estado cree o modifique las normas a las que quedará sujeto, lo cual daría
como resultado el incremento del poder estatal a expensas de los derechos y libertades de las
personas, que serían fácilmente reducidos o extinguidos26.
25 Spota, Alberto Antonio, “En el estado de derecho los poderes constituidos son y deben ser limitados”, El
Derecho, 17/3/1997, pág. 1.
26 A su vez, recordaba el querido y distinguido doctrinario, el poder constituido se divide en nuestro país entre
poder nacional o federal, y poder de las provincias, para finalmente dividir tripartitamente cada nivel polí-
tico (federal y provincial) en órgano legislativo, ejecutivo y judicial. Uno de los problemas que ha traído la
mecánica adoptada por la reforma de 1994 a la Constitución argentina ha sido la de traspasar al Congreso
Nacional la responsabilidad de sancionar normas orgánicas del estado que, en rigor, debieron ser fijadas por
la convención reformadora (son las llamadas “leyes constitucionales”). Ello ha hecho aseverar a Vanossi que
la reforma de 1994 dio lugar a una constitución “evanescente”, es decir que va perdiendo paulatinamente
vigor. El problema radica en que el Congreso, al recibir la competencia de sancionar tales leyes, está reci-
biendo cuotas de poder constituyente de reforma, que debieron ser ejercidas por el órgano constituyente (la
convención). La consecuencia –muy grave– de tal problema es la facultad que, indirectamente, se adjudica
al partido político mayoritario en el Congreso de establecer reglas políticas que debieron ser en puridad
80
Capítulo III - Teoría Constitucional
La constitución reparte poder, para que este último no sea ejercido en forma concen-
trada.
Ahora bien, debemos marcar una diferencia, que viene insinuada desde párrafos ante-
riores, entre poder constituyente originario y poder constituyente derivado.
El originario es el poder constituyente en su aspecto de facultad para darse un pueblo
una constitución, creando y organizando para sí un estado27.
El derivado es el poder constituyente en su aspecto de facultad del pueblo de reformar
la constitución ya existente.
¿En qué lugar de nuestra Constitución están captadas las ideas de poder constitu-
yente originario y derivado? El Preámbulo de la CN traduce la idea de ejercicio de poder
constituyente originario, ya que, en las partes que ahora deben concitar la atención, dice:
“Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General
Constituyente, por voluntad y elección de las provincias que la componen […] ordenamos,
decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina”.
Allí aparece el pueblo –que actúa a través de sus representantes– organizando o cons-
tituyendo la Nación, o sea, creando normas constitucionales para el ejercicio del poder po-
lítico. La expresión “Congreso General Constituyente” alude a la asamblea organizadora en
la que se reunieron los representantes del pueblo para ejercer en su nombre el poder consti-
tuyente originario. Las palabras “ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución”
revelan la noción de creación de la constitución, de nacimiento y origen de la organización
estatal y de la instalación de órganos constituidos.
El poder derivado –es decir, el poder de reformar la constitución– se halla plasmado
en la Constitución argentina en la primera parte de su art. 30: “La Constitución puede
reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes”. El Congreso Constituyente que san-
cionó nuestra Constitución no quiso sujetar las generaciones futuras a las normas entonces
establecidas, por lo que, advirtiendo que, con el paso del tiempo, pudiera resultar necesario
modificar las normas constitucionales inicialmente previstas, contempló con gran amplitud
la posibilidad de su reforma28.
creadas por la convención (por ej., reglas para la composición del Consejo de la Magistratura, reglas para el
control del dictado por el órgano ejecutivo de reglamentos de necesidad y urgencia, reglas para asegurar el
reparto de fondos coparticipables según los criterios de distribución establecidos en la Constitución, etc.).
27 Por eso, suele destacarse la idea de que un estado es un pueblo –o nación, en su sentido de pueblo–, política
y jurídicamente organizado.
28 Sin perjuicio de la posibilidad de reforma de nuestra Constitución, el poder de reforma tiene sus límites,
que serán analizados un poco más abajo. La posibilidad de reforma constitucional exterioriza una especie de
solidaridad intergeneracional: una generación organiza el estado –o modifica sus reglas–, pero permite a las
sucesivas generaciones modificar las reglas constitucionales, siempre dentro de ciertos límites, y sin soslayar
que no es aconsejable recurrir con frecuencia a las reformas constitucionales, porque ello puede obstaculizar
la actividad estatal y hacerle perder autoridad política, jurídica y moral a la constitución. El secreto de tener
constitución, decía Alberdi en Las bases, es conservar la constitución, no reformarla. Tenemos Constitución
para cumplirla (y solo podemos excepcionalmente reformarla si ello es imprescindible).
81
Manual de Instituciones de Derecho Público
29 Alberdi, ob. cit., págs. 258 y 260. Como la Constitución tiene vocación de perennidad, surge el problema
de cómo adecuarla a los permanentes cambios que se producen en la vida de un país a lo largo de la his-
toria, en el terreno no solo político, sino también social, cultural, económico, etc. El medio para adecuar
la aplicación de la Constitución a cada momento histórico es la labor de interpretación y aplicación que
se hace por vía de la jurisprudencia. El mecanismo más idóneo para lograr esa adecuación de lo perenne a
lo cambiante, sin violar ello ni desconocer este, es la interpretación constitucional dinámica. En Estados
Unidos de Norteamérica, la reforma constitucional se denomina “enmienda” (amendment), palabra que
exterioriza un sentido muy limitado o menos ambicioso de los alcances de la modificación constitucional.
82
Capítulo III - Teoría Constitucional
30 Ver Levene, Ricardo, Manual de historia del derecho argentino, G. Kraft Ltda., Buenos Aires, 1964, pág. 459. Fue
el Pacto Federal, decía Levene, el que dio forma al producto del Congreso Constituyente, al revés de lo que se
hacía, en que constituciones fracasadas eran fruto de congresos (constituciones de 1819 y 1826).
31 Nótese que el art. 30 no denomina esa convención con la expresión “convención constituyente”. Tan solo
emplea la palabra “convención”.
83
Manual de Instituciones de Derecho Público
32 La pena de muerte por causas no políticas (causas judiciales) se halla fuera de la prohibición pétrea, pero
prohibida en nuestro país por operatividad de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Hoy
no existe en el derecho argentino la pena de muerte.
84
Capítulo III - Teoría Constitucional
33 En otros ordenamientos jurídicos, se prevé que ciertas cláusulas sean de mayor dificultad de reforma. Por
ej., la constitución española de 1978.
34 La reforma constitucional de 1994 fue declarada necesaria por ley 24309, dictada en 1993.
85
Manual de Instituciones de Derecho Público
“Convención” viene del latín conventio, que significa “reunión”. De allí que la con-
vención reformadora sea la reunión de los convencionales, destinada a deliberar sobre si la
reforma es en definitiva necesaria o no, y consumarla en el primer caso; todo ello, sobre la
base de la declaración previamente efectuada por el Congreso.
La convención reformadora es convocada “al efecto”, dice el art. 30. Es decir, no es
un órgano permanente; solo funciona cuando es formada para los fines indicados. La con-
vención es un órgano distinto a –y separado de– los órganos legislativo, ejecutivo y judicial.
La convención reformadora puede dictar su reglamento interno y elegir sus autorida-
des. Cumplidos todos los pasos preparatorios necesarios para el desenvolvimiento de sus ta-
reas, comienza a debatir si efectúa o no la reforma de los aspectos que el Congreso entendió
necesarios de reforma.
La convención es libre para deliberar y para reformar o no la Constitución. Si lo hace,
debe reformar solo las normas que el Congreso puntualizó como necesarias de modifica-
ción. En otras palabras, la declaración que efectúa el Congreso da a la convención el marco
dentro del cual debe esta última encuadrar su labor. La convención puede reformar todos
los aspectos indicados por el Congreso, solo algunos, o ninguno. Lo que no puede hacer es
tratar puntos o reformar normas constitucionales excluidas de la declaración de la necesidad
de reforma.
En caso de que la convención se excediera de ese marco, la modificación que así se
dispusiera carecería de validez.
La declaración de necesidad de reforma confiere a la convención el marco de su com-
petencia o atribuciones, lo que también significa que actúa como un órgano que no es
plenamente soberano ni autónomo.
La convención es libre para actuar, pero dentro del ámbito de competencias otorgado
por el Congreso.
La soberanía de la convención es limitada, porque debe reconocer como restricciones
y respetar i) el procedimiento constitucional de reforma, ii) la declaración de necesidad, y
iii) las cláusulas pétreas.
Si una convención, por hipótesis, se declarara “soberana”, esa misma declaración sería
contraria a la Constitución y justificaría anular cualquier modificación constitucional que
hiciera en tales condiciones, sin importar el contenido de dicho cambio.
Compete también a la convención reformadora decidir cuál será el contenido de la
nueva norma constitucional, en caso de que, en el marco de su competencia, decida modi-
ficar la Constitución en la parte que esté tratando.
En ocasión de la reforma constitucional de 1994 –y a raíz de la mecánica de delibera-
ción y decisión adoptada por la ley 24309, en función de lo acordado en el llamado “Pacto
de Olivos” de 1993–, Bidart Campos señalaba que el Congreso podría indicar, al declarar la
necesidad de la reforma, cuál es la finalidad que tiene que perseguir la nueva norma consti-
tucional, mientras que también podría dejar establecido, en caso de innovar en cierta mate-
ria, que la convención debería innovar en tal otra materia. Pero ni lo uno ni lo otro puede
entenderse en el sentido de que la convención pueda verse compelida a darle un contenido
determinada a la nueva norma. Ello es así, porque es la convención la que efectúa la reforma
86
Capítulo III - Teoría Constitucional
35 Tras extensos debates, la convención reformadora de 1994 terminó por aprobar –por mayoría– la mecánica
decisoria prevista por la ley 24309 –y el Pacto de Olivos–.
36 Recuérdese que para la entrada en vigencia de la reforma constitucional, conforme el art. 30 no se requiere
ninguna clase de ratificación o aprobación por parte de las provincias, de los poderes constituidos, ratifi-
cación popular, ni cualquier acto análogo. Tema aparte lo constituye la cuestión de si la facultad legislativa
de denunciar tratados internacionales con jerarquía constitucional o asignar dicha jerarquía a ese tipo de
tratados importa una flexibilización de nuestra Constitución rígida. Sin ahondar en ello, dado el objetivo
de esta obra, nos limitamos a afirmar que, pese a dichas reglas en materia de relaciones internacionales,
nuestra Constitución sigue siendo rígida, en tanto los tratados del tipo mencionado no la integran.
37 Ese es el criterio asumido por la CSJN en el caso “Fayt, Carlos S. c/Estado Nacional,” Sent. 19/8/1999, en
el que se siguió jurisprudencia anterior.
87
Manual de Instituciones de Derecho Público
38 La decisión de abrogar la reforma de 1949, y la posterior reforma de 1957 dieron pie a la existencia de una
corriente de opinión –que es dable dar por inexistente desde hace muchos años– que sostiene la vigencia de
aquella reforma pese a la anulación. Nadie duda de que la decisión abrogatoria fue ajena al procedimiento
de reforma constitucional, como también ajena al mismo art. 30 había sido la declaración de necesidad de
reforma en 1949. Es indudable, también, que la reforma de 1957 se originó en la convocatoria a conven-
ción por parte de un gobierno de facto. Pero si había alguna duda, esta quedó despejada por la aceptación
social de las disposiciones introducidas en 1957 y por la ley declarativa de necesidad de reforma de 1994
–ley 24309-, cuyo art. 1 declaró la necesidad de la reforma de la Constitución de 1853, con las reformas
de 1860, 1866, 1898 y 1957, con lo cual el Congreso argentino reconoció la no vigencia de la reforma de
1949 y la vigencia de la de 1957.
39 Más allá de lo previsto por la enmienda de 1972, está claro que el imperio constitucional se interrumpió
en ocasión de un nuevo golpe de estado el 24 de marzo de 1976, el cual dio lugar al gobierno de facto o
dictadura militar que rigió hasta el 10 de diciembre de 1983.
88
Capítulo III - Teoría Constitucional
40 Lonigro, Félix V., Derecho Constitucional, Cathedra Jurídica, Buenos Aires, 2014, pág. 187.
90
Capítulo III - Teoría Constitucional
41 No por nada Domingo Faustino Sarmiento, el gran educador, predicaba que había que “educar al sobera-
no”, es decir, educar al pueblo. Nicolás Avellaneda, quien fuera ministro de instrucción pública durante la
presidencia de Sarmiento, señalaba que nuestra Constitución “reposa sobre la aptitud colectiva del pueblo,
llamado a realizar el gobierno por ella establecido” y que “ …es una condición vital para su mantenimien-
to [el de la Nación] que la educación desenvuelva en el pueblo mismo la aptitud para el ejercicio de sus
derechos y para la práctica de sus deberes” (extractos de Páginas de Avellaneda sobre educación, Ministerio
de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Buenos Aires, 1935, pág. 11). En los Estados Unidos, decía
Benjamín Franklin en el siglo XVIII, la mejor inversión es el conocimiento, porque es la que paga el mejor
interés. Modernamente, Vanossi ha destacado la trascendencia de la educación para igualar oportunidades
y mejorar la democracia (Vanossi, Jorge R., El estado de derecho en el constitucionalismo social, Eudeba, Bue-
nos Aires, 1982, pág. 329).
42 Por ejemplo, el art. 5, CN –entre otras limitaciones al poder constituyente provincial– dispone que las cons-
tituciones provinciales garanticen la “educación primaria”, y el inciso 18 del art. 75 –cláusula del progreso–
impone al Congreso de la Nación el deber de proveer lo conducente “al progreso de la ilustración, dictando
planes de instrucción general y universitaria”, entre otras obligaciones legislativas, mientras que tanto la Na-
ción como las provincias están obligadas a promover “la educación, la ciencia, el conocimiento y la cultura”,
tal como dispone el art. 125 al enumerar diversas facultades concurrentes de la Nación y provincias. Entre
los tratados internacionales con jerarquía constitucional, se destaca lo dispuesto por la Convención sobre los
derechos del niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1989, aprobada en menos de
un año por la República Argentina a través de la ley 23849. La aludida convención obliga a los estados parte
a garantizar el acceso a la educación en todos los niveles, incluyendo la asistencia financiera a todos los que la
necesiten (v. art. 28 de dicho tratado). El otorgamiento de subsidios, ayudas parciales, o becas integrales para
financiar los gastos necesarios para la vida de las personas mientras estudian –desde el preprimario hasta el
postdoctorado– son medios, entre otros factibles, para hacer operativa esa garantía igualadora de oportunida-
des, teniendo en cuenta la capacidad en la enseñanza superior o universitaria.
91
Manual de Instituciones de Derecho Público
43 Entre los mejores trabajos de doctrina sobre la interpretación constitucional, se encuentra el de Linares
Quintana, Segundo V., Reglas para la interpretación constitucional, Plus Ultra, Buenos Aires, 1988, de don-
de se extraen no pocas de las afirmaciones contenidas en esta parte del capítulo.
44 Se sigue en este trabajo un criterio sintético de exposición de los métodos interpretativos, sin desconocer
los distintos y fundados enfoques con que se los explica desde la doctrina de los constitucionalistas.
45 Teleología es palabra que proviene del griego y significa conocimiento del fin (o de la finalidad).
46 Los fines de los órganos políticos argentinos están expuestos en el Preámbulo de la Constitución, que sirve,
entonces, como fuente de interpretación constitucional.
92
Capítulo III - Teoría Constitucional
sociedad, las cuales van cambiando, ya que son mutables por múltiples causas espontáneas o
provocadas. Cada generación tiene sus valores éticos, desde los cuales interpreta la Constitución
y pretende que esta sea aplicada47. La interpretación dinámica hace que la Constitución sea
aplicada adaptándola al ritmo de los cambios sociales, pero sin violar la letra, los fines y valores
constitucionales. Sagüés la considera un método de interpretación mutativa compatible con la
Constitución48. Pensamos que la interpretación dinámica es una conciliación axiológica, ya que
hay que compatibilizar los valores en que se funda la Constitución desde su sanción –valores
perennes o perdurables– con los valores del momento de aplicación –valores cambiantes–.
47 Sagüés ha asignado importancia a la doctrina de las generaciones. Por otra parte, la interpretación dinámica
es un modo de evitar la reforma constitucional cada vez que se percibe la necesidad de adecuar la aplicación
de la Constitución a la realidad del momento. Un caso significativo de aplicación del método dinámico
se dio en oportunidad de que la CSJN interpretara el derecho de propiedad con el fin de adecuarlo a la
necesidad de restringirlo razonablemente para atender necesidades sociales urgentes como la crisis de la vi-
vienda (v. por ej., el caso inicial de la Corte en tal sentido: sentencia en el caso “Avico c/De La Pesa”, 1934,
publicado en Fallos: 172:29).
48 Las mutaciones constitucionales son transformaciones o cambios que ocurren en la constitución material
respecto de la constitución formal, sin que esta sea modificada. Ver Sagüés, Néstor Pedro, Elementos de
derecho constitucional, t. I, 2ª ed. actualizada y ampliada, Astrea, Buenos Aires, 1997, pág. 56.
49 Es el criterio que aplicó la CSJN al dictar sentencia en la causa “Fibraca Constructora c/Comisión Técnica Mixta
de Salto Grande”, 7/7/1993, a los efectos de facilitar el proceso de integración del país con otros países antes de
que la reforma de 1994 estableciera que los tratados internacionales son superiores a las leyes nacionales.
50 Para la cuestión concerniente a la posibilidad de interpretar la CN a los efectos de que organismos o tribu-
nales internacionales, a cuya jurisdicción esté sometida la República Argentina, verifiquen su adecuación a
tratados internacionales (concretamente, de derechos humanos), remitimos al tratamiento del tema control
de convencionalidad. Se apunta ello a efectos metodológicos, sin perjuicio de participar de la tesis según la
cual, en caso de conflicto entre la CN y un tratado internacional de derechos humanos, prevalece el esfuer-
zo interpretativo para conciliar los textos.
93
Capítulo IV
4.1. Introducción
Desde el advenimiento del estado constitucional, ha surgido una rama específica del
Derecho que se denomina “Derecho Constitucional” y se ha elaborado una teoría acerca de
algunos institutos que veremos en este capítulo, aunque hay otros que han sido analizados
en el capítulo anterior.
El objetivo de su diseño y las formas de implementación de estos institutos ha sido
dotar de la mayor estabilidad posible el acuerdo básico de convivencia que un pueblo ex-
presa en su Constitución, de forma tal que no pueda ser modificable por quienes ejercen
transitoriamente el poder político. Pero, además, por la permanente necesidad de someter
ese ejercicio a reglas racionales y razonables en pos de la libertad e igualdad2 de las personas.
Por tal motivo, analizamos dos de ellos en este capítulo: la supremacía constitucional y
el control de constitucionalidad.
Sin embargo, el constitucionalismo actual se enfrenta a nuevos desafíos, entre los cua-
les mencionamos el proceso de internacionalización de los derechos humanos y la inte-
gración regional –con su producto: el derecho comunitario o regional– que han venido a
afectar estos institutos.
1 Abogada (UBA). Profesora regular adjunta de la asignatura “Instituciones de Derecho Público”, Facultad
de Ciencias Económicas (UBA). Secretaria Defensoría General Departamental Lomas de Zamora, Minis-
terio Público, Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires.
2 La igualdad concebida como igualdad real de trato y de oportunidades de cada persona humana, que es el
concepto de igualdad actual –art. 75, inciso 23, CN–, y no el que expresa la mera igualdad formal del art.
16, CN, originada en la concepción liberal individualista. La evolución histórica del concepto se analizó en
el capítulo I de este libro.
95
Manual de Instituciones de Derecho Público
4 En 1969 se celebró la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, y ella se encuentra vigente en la
República Argentina por ley 19865. El art. 27 dispone que un estado “no podrá invocar las disposiciones de
su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado”. Y el art. 46 añade que “el hecho
de que el consentimiento de un estado en obligarse por un tratado haya sido manifestado en violación de
una disposición de su derecho interno concerniente a la competencia para celebrar tratados no podrá ser
alegado por dicho estado como vicio de su consentimiento a menos que esa violación sea manifiesta y afecte
su derecho interno”.
Nos dice Ekmekdjian: “La tesis monista fue adoptada por la Corte en 1992, en el fallo “Ekmekdjian c/So-
fovich” y luego confirmada en fallos posteriores “Fibraca c/Comisión Técnica Mixta de Salto Grande” y
“Café la Virginia” […] Esta tesis fue adoptada expresamente por el texto constitucional luego de la reforma
constitucional de 1994” (Ekmekdjian, Miguel A., Manual de la Constitución argentina, 4ª ed., Depalma,
Buenos Aires, 1999).
97
Manual de Instituciones de Derecho Público
5 Algunas cuestiones de esta nueva disciplina se desarrollan en el último capítulo de este manual.
98
Capítulo IV - Supremacía y Control Constitucional
4.2.4.1.1. Vigencia
– Primera etapa: la negociación y firma de un tratado es atribución del Poder Eje-
cutivo Nacional (PEN), vale decir que se encuentra a cargo de el/la presidente
de la República por ser jefe/a de estado y de gobierno. Por ello, jurídicamente,
ningún otro órgano de gobierno puede imponerle tal decisión.
Al ser jefe/a de estado posee la representación jurídica de este ante la comuni-
dad internacional y por ser jefe/a de gobierno puede decidir cuáles, cuándo,
dónde, cómo o con qué estados u organismos firmarlos.
Esta atribución surge del art. 99: “El presidente de la Nación tiene las siguien-
tes atribuciones: inciso 1. Es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno
[…] inciso 11. Concluye y firma tratados, concordatos8 y otras negociaciones
requeridas para el mantenimiento de buenas relaciones con las organizaciones
internacionales y las naciones extranjeras…”.
6 Locuciones latinas que significan “buena fe”, “los pactos deben ser cumplidos”, “la costumbre debe ser
cumplida”. Son principios del Derecho de Gentes.
7 Sagüés, Néstor P., Elementos de Derecho Constitucional, t. I, 2ª ed. actualizada y ampliada, Astrea, Buenos
Aires, 1997, pág. 128.
8 Concordatos es la denominación que revisten los tratados internacionales realizados con el Estado Vaticano.
99
Manual de Instituciones de Derecho Público
– Segunda etapa: ahora bien, ¿por el solo hecho de que el PEN firme un tratado,
este resulta obligatorio en nuestro país?
La respuesta obvia sería que no, ya que en un estado constitucional demo-
crático como es la República Argentina se requiere la intervención, de alguna
forma, de los representantes del pueblo ante tal decisión9, pese al razona-
miento que efectuamos, ello ocurre en el ámbito internacional y también
en nuestro país a través de los “acuerdos simplificados”, los cuales la CSJN
ha validado en función de las “otras negociaciones” que el art. 99, inciso 11
autoriza al PEN.
Por ello se requiere la aprobación del tratado por el Congreso de la Nación. El
art. 75 establece: “Corresponde al Congreso: […] inciso 22. Aprobar o desechar
tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacio-
nales y los concordatos con la Santa Sede…”
El trámite legislativo que se sigue es el de sanción de leyes; es tratado por ambas
cámaras del Congreso y puede aprobarse o no. Si resulta aprobado, el Congreso
de la Nación sanciona una ley que así lo establece.
Esta etapa es muy importante para controlar la adecuación o compatibilidad
del tratado internacional a nuestro derecho interno, sobre todo por el hecho
de que, una vez concluido todo el trámite para la vigencia del tratado, tendrá
mayor jerarquía que las leyes en nuestro derecho interno, como veremos.
– Tercera etapa: ¿la aprobación del tratado por parte del Congreso Nacional le
otorga vigencia? La respuesta es no. Falta esta tercera etapa que vuelve a estar a
cargo del PEN, ya que se requiere la ratificación del tratado ante el o los demás
estados con los cuales se celebró y consiste en informar a ellos que la República
Argentina ratifica o asegura ser parte del tratado. Se sustenta en el art. 99, inciso
1, ya que ejerce la jefatura de estado.
La ratificación no es un trámite administrativo y el ejecutivo no se encuentra
obligado a ratificar el tratado. Así lo ha resuelto la CSJN10.
De manera que el tratado será obligatorio o tendrá vigencia en la República Argentina
recién cuando el PEN lo ratifique. Una vez ratificado es obligatorio internacional e interna-
mente, no es necesario otro acto posterior –como sí requieren los sistemas dualistas–.
9 Existe una práctica internacional de concluir acuerdos o tratados internacionales sin intervención de los
órganos legislativos, que también sigue la República Argentina. La doctrina los denomina acuerdos simpli-
ficados o acuerdos no sometidos a aprobación. La doctrina anglosajona los denomina “acuerdos ejecutivos”
por cuanto se celebran entre los poderes ejecutivos de cada estado, y no solo entre jefes de estado, sino
también entre cancillerías. Para algunos autores constituyen una situación patológica en el manejo de las
relaciones exteriores. Vanossi, Jorge Reinaldo A. y Dalla Vía, Alberto R., La reforma de la constitución y los
tratados internacionales, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2000, pág. 311.
10 CSJN, “Frites, Eulogio y Alemán, América Angélica c/Poder Ejecutivo Nacional - Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto s/recurso de hecho”, 4/12/1995.
100
Capítulo IV - Supremacía y Control Constitucional
4.2.4.1.2. Denuncia
Un tratado internacional que adquiere vigencia en nuestro país la mantiene hasta tan-
to el Estado Nacional decida denunciarlo en sede internacional.
La denuncia implica el apartamiento o la renuncia a seguir cumpliendo con dicho
tratado.
En cuanto a cómo debe efectuarse dicha denuncia, debe tenerse en cuenta lo siguiente:
– La atribución de denunciarlo en sede internacional pertenece al presidente/a de
la Nación –art. 99, inciso 1– por la jefatura ya expuesta.
– Sin embargo, solo puede hacerlo si cuenta con la autorización del Congreso de
la Nación, el cual, previamente, mediante la sanción de una ley, lo autoriza, en
tanto el art. 75, inciso 22 establece que este órgano tiene la facultad de desechar
tratados concluidos11.
11 Señalamos aquí también que existen convenios o acuerdos simplificados a nivel internacional que se aprue-
ban y se rechazan sin intervención de los cuerpos legislativos y que se rigen por las propias pautas del
convenio internacional. Se remite a la crítica de la nota 9.
12 Esta es la denominación que ha venido utilizando la CSJN desde el año 2000 en diferentes casos “Verbits-
ky, Horacio s/hábeas corpus, 3/5/2005; “Llerena, Horacio Luis s/abuso de armas y lesiones”, 17/5/2005;
“Dieser, María Graciela y Fraticelli, Carlos A. s/homicidio calificado por el vínculo y alevosía”, 8/8/2006.
101
Manual de Instituciones de Derecho Público
tuyente o por decisión posterior del legislador– es lo que difiere con respecto al proceso que
analizamos en el subtítulo anterior.
En efecto, para otorgar jerarquía constitucional a un tratado sobre derechos humanos
vigente en nuestro país, es necesario que el Congreso de la Nación vote tal elevación con
una mayoría calificada de 2/3 del total de los miembros de cada cámara.
Para denunciar un tratado sobre derechos humanos que tiene esa jerarquía, vale decir
que integra ese bloque, el Congreso de la Nación debe votar con una mayoría calificada de
2/3 del total de los miembros de cada cámara.
La mayoría calificada exigida es la misma que la Constitución exige al Congreso de la
Nación para declarar la necesidad de reforma constitucional –art. 30– y es la más alta que
prevé nuestra Constitución.
El art. 75 establece: “Corresponde al Congreso […] Inciso. 22. Aprobar o desechar
tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los
concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración
Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Preven-
ción y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación
de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del
Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo
alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ella reconocidos.
Solo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa apro-
bación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados
por el Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miem-
bros de cada cámara para gozar de la jerarquía constitucional”.
102
Capítulo IV - Supremacía y Control Constitucional
En el caso de tratados con otros estados, el Congreso de la Nación, con la mayoría ab-
soluta de los miembros presentes de cada cámara, declarará la conveniencia de la aprobación
del tratado y solo podrá ser aprobado con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de
los miembros de cada Cámara, después de ciento veinte días del acto declarativo.
La denuncia de los tratados referidos a este inciso, exigirá la previa aprobación de la
mayoría absoluta de la totalidad da los miembros de cada cámara”.
El procedimiento requiere una mayoría especial para su aprobación y denuncia –ma-
yoría absoluta del total– y además requiere una declaración previa para celebrarlos con
estados que no pertenezcan a Latinoamérica.
103
Manual de Instituciones de Derecho Público
13 Enseña Sagüés que esta expresión tiene también varios significados en el derecho comparado. Así, por
ejemplo en España refiere a un paquete de normas de la constitución y otras sin esa supremacía que tratan
un punto determinado; en Francia, el bloc de constitutionnalitè se integra con el texto constitucional, la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, la constitución de 1789, el preámbulo
de la constitución de 1946 y los principios fundamentales de las leyes de la República; en Italia, la expresión
“bloque de constitucionalidad” involucra la constitución y ciertas normas interpuestas entre ella y las leyes
ordinarias, como las reglas que establece la Unión Europea. Ver Sagüés Néstor P., Teoría de la Constitución,
primera reimpresión, Astrea, Buenos Aires, 2004, pág. 233.
14 Bidart Campos, German J. Manual de la Constitución reformada, t. 1, Ediar, pág. 344.
15 Existen muchas otras razones doctrinarias para no utilizar el concepto de pirámide jurídica de raíz kelse-
niana, en especial la menor rigidez en la circulación de las normas jurídicas, las nuevas instancias interna-
cionales de creación de normas jurídicas obligatorias y con jerarquía constitucional dentro de los estados,
la posibilidad de que sea obligatorio respetar ciertos tratados que padezcan alguna inconstitucionalidad.
Sobre circulación normativa ver Ost, François “Júpiter, Hércules y Hermes: tres modelos de jueces”, Cua-
dernos de Filosofía del Derecho, Nº 14, Doxa, 1993. Sobre el contenido del bloque de constitucionalidad
ver Albanese, “El valor de las recomendaciones de la Comisión Interamericana”, Jurisprudencia argentina,
AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2013-III, págs. 29 y ss.
104
Capítulo IV - Supremacía y Control Constitucional
Como puede observarse, los tres últimos tratados internacionales no surgen del texto
del art. 75, inciso 22, CN. Ello es así porque se les otorgó jerarquía constitucional con pos-
terioridad por el mecanismo previsto en el tercer párrafo del inciso.
Ellos son:
1. La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas (OEA),
aprobada a través de la ley 24556 y con jerarquía constitucional desde 1997,
según la ley 24820.
Bloque de constitucionalidad
Una ley del Congreso Nacional no puede violar o contradecir lo establecido por la
CN, ni ningún tratado que integre el bloque federal de constitucionalidad, ni tampoco
ningún tratado simple, ya que, si bien no viola directamente la Constitución, está violando
la jerarquía impuesta por ella –por lo cual, también está violando la Constitución indirec-
tamente–.
Los decretos reglamentarios de las leyes que emite el PEN no pueden violar o con-
tradecir lo establecido por una ley del Congreso Nacional porque se encuentran debajo de
las leyes en la estructura jerárquica, ni tampoco contradecir normas que surjan de tratados
internacionales, ni el bloque federal de constitucionalidad.
17 Con la salvedad hecha anteriormente sobre las leyes nacionales que no invaden las competencias no delega-
das por las provincias a la Nación como, por ejemplo, si una ley del Congreso Nacional pretendiera regular
el sistema electoral que una provincia debe aplicar para elegir sus autoridades provinciales.
106
Capítulo IV - Supremacía y Control Constitucional
Cuando ello ocurre, la norma que viola esa jerarquía posee un vicio o defecto que lla-
mamos inconstitucionalidad y por tal razón puede ser privada de validez. El mecanismo para
lograrlo se analiza a continuación.
18 Existen varias formas de realizar el control de constitucionalidad. Las simplificamos en dos grandes grupos,
pero existen sistemas mixtos como en Perú y Colombia, ya que tanto un tribunal constitucional como los
jueces ordinarios invisten competencia, cada cual mediante diversas vías procesales. Bidart Campos, ob. cit.,
t. I, pág. 356.
“Sistemas mixtos. Bueno es alertar que a menudo los sistemas estadounidense (control constitucional judi-
cial, realizado por la justicia común) y austríaco (control jurisdiccional por una magistratura especializada
en lo constitucional) tienden a entrelazarse, generando sistemas complejos o mixtos”. Ver Sagüés, Néstor P.,
Teoría de la Constitución, primera reimpresión, Astrea, Buenos Aires, 2004, pág. 451.
107
Manual de Instituciones de Derecho Público
Los efectos de esa declaración son, por lo general, en estos sistemas, limitados o no de-
rogatorios de la norma. Ello quiere decir que si el juez declara la inconstitucionalidad de la
norma, no la aplica al caso concreto, pero esa declaración no deroga la norma. Por ello, a estos
efectos se los denomina también inter partes, ya que la norma deja de tener efectos –o ser váli-
da– para las partes de ese juicio, mientras sigue vigente y válida para todas las demás personas.
Los jueces juzgan, no legislan, y por ello no pueden derogar las normas jurídicas. Esta
función queda reservada a los órganos que ejercen la función de legislar.
En estos sistemas, el control es siempre posterior a la sanción de la norma cuestionada.
21 Ver art. 43, CN. Los derechos de incidencia colectiva han sido reconocidos en el art. 14 de la ley 26994,
Código Civil y Comercial de la Nación. Por ejemplo, la ley 25675 de 2002 de política ambiental nacional
establece que la sentencia que admite la pretensión tenga efectos erga omnes. A su vez, a través del caso
“Halabi” de 2009, la CSJN admitió el dictado de sentencias con efectos expansivos.
22 Por ejemplo, los miles de amparos iniciados por ahorristas a causa de las medidas de restricción a la disponibi-
lidad de depósitos –corralito financiero– dispuestas en la República Argentina a partir de diciembre de 2001.
23 “El perfil del instituto se desarrolla básicamente a partir de la noción de cuestión federal […] noción esta
que ha sido definida por la misma CSJ como ‘aquella que se presenta cuando se hace preciso asegurar la
supremacía del ordenamiento jurídico federal en general y de la Constitución Nacional en particular’…”.
Carnota, Walter F., Instituciones de Derecho Público, LL, Buenos Aires, 2005, pág. 103.
109
Manual de Instituciones de Derecho Público
26 La Corte IDH exige el control de convencionalidad, pero ello es porque muchos estados que se encuentran
sometidos a sus decisiones tienen sistemas de control concentrado o mixto y sus jueces se limitan a aplicar
las leyes, no ejercen el control de constitucionalidad, como sí ocurre en Argentina o México, que siguen el
sistema estadounidense de control difuso.
111
Manual de Instituciones de Derecho Público
27 Sentencias Corte IDH “Fontevecchia J. y D’Amico H.” 1/9/2012 protección de la libertad de expresión;
“Fornerón e hija” del 22/3/2013 protección del derecho a la familia, “Mendoza” 14/5/2013 por prisión
y reclusión perpetuas impuestas a menores de 18 años, entre otras. Pueden consultarse en www.corteidh.
or.cr/index.php/jurisprudencia.
112
Capítulo V
Formas políticas
Agustín Pesce1
3 Jellinek, Georg, Teoría general del estado, FGCE, México DF, 2000, pág. 26.
114
Capítulo V - Formas Políticas
Polibio5 destaca que, en Roma, la República era una forma mixta que combinaba dis-
tintos criterios, y en la que los cónsules eran los representantes de la realeza, el senado de la
aristocracia y los llamados “tribunos de la plebe”, del pueblo.
En la Edad Media, Santo Tomás de Aquino6 agregó a la clasificación valores asociados
a cada forma de gobierno, como la virtud y la unidad en la realeza, la virtud y la justicia
distributiva en la aristocracia y la libertad en la democracia. También propuso la violencia
como principio rector de la tiranía, la riqueza como principio rector de la oligarquía y el
egoísmo como principio rector de la demagogia. Estos hacen referencia al sentido ético o a
la finalidad con que se organizan las formas de gobierno. Además, son pasibles de degene-
rarse según si quien gobierna lo hace dentro o en contra de la ley, o busca el bien de todos
o el propio.
11 Rousseau, Jean-Jacques (1712-1778) escritor, filósofo y músico suizo. Sus ideas influyeron notoriamente en
la Revolución Francesa. Fue autor de varias obras, entre ellas El contrato social y El origen de la desigualdad
entre los hombres.
12 Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (1689-1755) filósofo y pensador político. Su obra
principal Del espíritu de las leyes se publicó en 1748.
13 Aristóteles, Política, libro VII.
14 Rousseau, El contrato social, libro III, cap. III.
117
Manual de Instituciones de Derecho Público
los proyectos de ley y las órdenes del día de la asamblea, además de la administración de la
polis.
La Edad Media y la Edad Moderna no conocieron experiencias de democracias di-
rectas más allá de regímenes parecidos en Florencia o los cantones suizos. La experiencia
inglesa, con la revolución de Cromwell, también tuvo algunas similitudes y representó el
espíritu democrático.
En sus fundamentos, la democracia tiene raíces en los autores clásicos, pero sobre todo
en movimientos embrionarios como los comuneros de Paraguay (1735) o los quilombos de
los afroamericanos que escapaban de la esclavitud bajo los portugueses.
La independencia de Estados Unidos en 1776 marcó un sendero que fue ratificado
por la Revolución Francesa en 1789 y que dio curso al nacimiento de muchas democracias
a partir de la victoria de los Aliados en 1945. Proclama que todos los hombres son libres e
iguales y por lo tanto que todo hombre tiene derecho a participar –de alguna manera– en
el gobierno de la cosa común.
En sociedades fuertemente estratificadas como las europeas esto significó un cambio
muy importante a nivel social y económico que amplió progresivamente el poder desde los
sectores más preeminentes a otros sectores anteriormente excluidos.
Este movimiento demócrata nació también como oposición a los totalitarismos, y en-
tremezclado con el objetivo de ordenar el poder de los gobiernos a través de una república
constitucional, que tiene como objetivo asegurar el imperio de la ley por sobre las volun-
tades personales de los gobernantes. República y democracia pasaron a ser dos caras del
mismo régimen que se instrumenta de distintas maneras según la tradición y la sociología
de cada pueblo.
En oposición a estas ideas, la autocracia constituye el “régimen político” por el cual
un solo hombre o grupo detenta el poder sin límites, sustentado en las armas para imponer
su autoridad.
15 Duverger, Maurice, Instituciones políticas y derecho constitucional, PUF, París, 1970. Duverger (1917-2014)
fue jurista y politólogo francés.
118
Capítulo V - Formas Políticas
119
Manual de Instituciones de Derecho Público
16 El federalista fue publicado en forma de libro en 1788. Es una recopilación de los artículos periodísticos
escritos por Hamilton, Madison y Jay en los años fundacionales de los Estados Unidos de América poste-
riores a la declaración de su independencia en 1776.
120
Capítulo V - Formas Políticas
todo, generando indirectamente que una determinada mayoría intervenga con las mismas
posiciones en la totalidad de los asuntos públicos.
5.3.6. El sufragio
Cada forma de gobierno tiene su mecanismo de representación. En la democracia
representativa es el sufragio. Este es un mecanismo por el cual se expresa la voluntad de un
individuo. En una democracia, la representación política se institucionaliza por medio del
voto de cada ciudadano, el cual elije sus representantes y aprueba o rechaza ciertos actos
de gobierno. Es la base desde la cual se construye la representación y sobre la cual se van a
constituir las mayorías que formen el gobierno según el sistema electoral.
Existen diferentes modalidades de sufragio, las cuales pueden clasificarse según cómo
se emita el voto, quiénes pueden emitirlo, según si dicho voto es obligatorio o facultativo y
según el grado de relación entre los electores y los elegidos:
– Cómo se emite el voto: el modo de votar puede ser público o secreto. Este último
es el más utilizado a nivel gobierno para resguardar la libertad del emisor.
– Quiénes pueden emitirlo: el voto puede ser universal, o sea que alcanza la totali-
dad de los individuos capaces de votar –el derecho al sufragio siempre es regla-
mentado limitando a menores o extranjeros–, o calificado, en el cual solamente
se permite emitir el voto a quienes tengan cierta cualidad (determinado sexo,
capacidad intelectual, económica o social, etc.).
– Según la obligatoriedad: puede ser facultativo, de carácter opcional u obligato-
rio, como un deber de participación ciudadana.
– Según el grado de relación entre electores y elegidos: el voto puede ser directo, en
el que la relación elector-elegido no está mediatizada, o indirecto, en el que los
electores votan un cuerpo electoral que a su vez elije a los gobernantes.
121
Manual de Instituciones de Derecho Público
122
Capítulo V - Formas Políticas
17 Ware, Alan, Partidos políticos y sistemas de partidos, Istmo, Madrid, 1996, pág. 352.
18 Bidart Campos, German, Lecciones elementales de política, 5a ed., EDIAR, Buenos Aires, 1996, pág. 240.
123
Manual de Instituciones de Derecho Público
Concluye dicho autor que las formas de gobierno se ocupan de los titulares del poder,
sus funciones y de las relaciones entre ellos, mientras que la forma de estado es el modo de
ejercer dicho poder, independientemente de su forma, dado que es una cuestión de conte-
nido o sustancial.
En cualquier caso, tanto las formas de estado como las formas de gobierno son medios
o instrumentos para la realización del bien común,19 único y principal fin de cualquier or-
ganización política.
La manera de organizar tanto la forma de estado como la forma de gobierno en nues-
tro país se plasmó principalmente en el artículo primero de nuestra CN, el cual prescribe
que “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana
federal, según lo establece la presente Constitución”.
En este caso, el constituyente de 1853 no diferenció entre forma de gobierno y forma
de estado, sino que confundió ambos conceptos. Es decir, por un lado, tanto el sistema
federal como el sistema representativo, según se ha dicho, son formas de estado en los que
el ejercicio del poder se da en relación al territorio y a la población. Por otro lado, el sistema
republicano adoptado encuadra dentro de la clásica división de formas de gobierno, la ma-
nera en que los titulares del poder lo ejercen.
Es dable destacar que no se menciona la palabra democracia, ni la palabra presidencia-
lismo. Lo curioso es que la palabra “democracia” recién se incorporó al texto constitucional
con la reforma efectuada en 1957, dentro del art. 14 bis, que asegura al trabajador la orga-
nización sindical libre y democrática. Posteriormente, luego de la reforma constitucional de
1994, la palabra “democracia” ha pasado a mencionarse en los arts. 36 y 38, así como en el
art. 75, incisos 19 y 24 de nuestra Constitución.
Por otro lado, la palabra “presidencialismo”, como forma de gobierno, es mencionada
en el art. 87 del texto constitucional, el cual reza: “El Poder Ejecutivo de la Nación será
desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina”.
De esta manera, en el marco de un estado federal y representativo, se adoptó la forma
de gobierno republicana de tipo presidencialista, es decir, unipersonal.
Para entender por qué originalmente el constituyente de 1853 no mencionó la palabra
democracia, es importante tener en cuenta, como ya hemos dicho, que antiguamente tanto
Aristóteles como otros pensadores de la época, cuando clasificaban las diversas maneras de
gobierno posibles, consideraban que la democracia era la forma desvirtuada de la república
y, por consiguiente, la peor forma de gobierno.
Este concepto fue evolucionando con el transcurso del tiempo, pasando a ser hoy
día el ideal de participación popular en la toma de decisiones políticas, tanto a través de la
representatividad partidaria, como en otros casos por vías de participación directa, como
veremos seguidamente.
Lo cierto es que los constituyentes de aquel momento utilizaban el concepto de repú-
blica con el mismo significado que hoy damos al término democracia.
19 Bidegain, Carlos María, Curso de derecho constitucional, t. I, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1995, pág. 72.
124
Capítulo V - Formas Políticas
20 Gelli, María A., Constitución de la Nación Argentina: comentada y concordada, 3a ed., LL, Buenos Aires,
2006, pág. 16.
21 Bidegain, Carlos María, ob. cit., pág. 139.
125
Manual de Instituciones de Derecho Público
Continúa diciendo que dicho gobierno del pueblo pudo haber ocurrido en los es-
tados-ciudades de Grecia y en algunas comunidades de la Edad Media, en donde todo el
pueblo tenía cabida en una plaza, pero una reunión tal es de hecho imposible en los estados
modernos superpoblados.
Definitivamente, el art. 22 del texto constitucional buscó rechazar de manera categóri-
ca el sistema de una democracia directa al indicar que el único canal válido que tiene la ciu-
dadanía para ejercer el poder es a través de sus representantes y autoridades constitucionales.
Como veremos más adelante, con la inclusión de varios mecanismos de participación
ciudadana directa, este principio se ha morigerado bastante.
El doctor Bidegain termina su artículo estableciendo que nadie puede arrogarse los
derechos del pueblo ni peticionar en su nombre, salvo que sean representantes y autoridades
constitucionalmente habilitadas para ello.
Aquí vale la pena distinguir entre representantes y autoridades, entendiéndose los pri-
meros como aquellos dirigentes legítimamente elegidos por el pueblo, y los segundos como
los funcionarios, es decir, jueces, ministros, secretarios, etc.
Como ya se ha dicho, la representatividad fue cristalizándose en la Edad Media, donde
se fueron conformando cuerpos colegiados integrados mayormente por nobles que repre-
sentaban los intereses de determinados sectores de la sociedad ante el rey, el único soberano.
Dichos cuerpos colegiados, posteriormente con el nombre de parlamentos, fueron ejercien-
do ciertos límites a la autoridad real, especialmente los relativos a los bienes y a la vida, es
decir, el pago de tributos y las decisiones de entrar en guerra.
Con el transcurso del tiempo, dicho sistema fue evolucionando hasta consagrar en el
siglo XVIII la llamada monarquía constitucional.
La monarquía constitucional fue durante mucho tiempo el mejor sistema de gobierno,
pues contaba con una autoridad real, en su caso un rey, y con un parlamento que represen-
taba cada vez en mayor medida más sectores de la sociedad.
Pensadores de todas partes consideraban dicho sistema como la mejor forma de go-
bierno existente, ya que en ella se encontraban representados muchos sectores claves de la
sociedad, tales como la nobleza, la burguesía, el clero, etc.
Recién con la instauración del sistema democrático y representativo en los Estados
Unidos fue tomando forma la verdadera representación política.
Cuando los Estados Unidos comenzaron a organizarse como nación independiente,
implementaron un sistema sumamente novedoso para la época. Los padres fundadores esta-
blecieron un sistema en el que la soberanía, es decir, el poder, radicaría en el pueblo, y este,
a través de sus representantes, llevaría adelante la conducción y el gobierno general.
Todo el mundo parecía expectante frente a esta gran innovación, puesto que entregarle
el poder al pueblo conllevaba demasiados riesgos. Se consideraba que “la plebe” no estaba en
condiciones de ser titular del poder, y que en gran medida podría llevar a cruentas revueltas
y a un estado de anarquía generalizado.
Fue así que, lentamente, el sistema de democracia representativa implementado por
los Estados Unidos fue consolidándose. El gran problema radicaba en cómo lograr institu-
cionalizar la faz agonal de la política, es decir, la disputa de poder entre las diversas faccio-
126
Capítulo V - Formas Políticas
nes. La creación de los partidos políticos fue la respuesta a dicho interrogante. Así, por el
año 1830, ya se habían terminado de delinear los dos principales partidos políticos de dicho
país, dando plenitud a la representación política.
Nuestro país, como hemos visto, ha adoptado dicho sistema de gobierno, incorporan-
do el régimen de partidos políticos, en cuyo ámbito la ciudadanía elige las distintas ideas e
intereses y es representada.
A partir de la reforma de 1994, se incorporaron a la CN los partidos políticos, que
hasta entonces solo se hallaban regulados por ley. En el art. 38 de nuestra Carta Magna, se
establecieron las garantías para su creación y su funcionamiento.
Dicho artículo dispone que “Los partidos políticos son instituciones fundamentales
del sistema democrático. Su creación y ejercicio de sus actividades son libres dentro del res-
peto a esta constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos,
la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos
públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.
El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacita-
ción de sus dirigentes.
Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y
patrimonio”.
Sin duda, la importancia de los partidos políticos para una verdadera democracia re-
presentativa es superlativa, pues son verdaderos instrumentos intermediarios entre la ciuda-
danía y el estado.
En el año 2001, la Argentina sufrió una de las peores crisis de su historia, no solo
económica, sino también política y social. Desde el punto de vista político, los partidos
perdieron credibilidad ante la ciudadanía, y dejaron de ser los verdaderos canales de repre-
sentación institucional. Una encuesta realizada por la consultora Latinobarómetro22 del año
2002 mostró un crudo resultado: solo el 4% de los encuestados confiaba en los partidos
políticos. El lema principal de aquel diciembre de 2001 fue “que se vayan todos”, duro
mensaje a la dirigencia política de ese difícil momento histórico.
los intereses de la sociedad. Esto fue cambiando gradualmente ya a finales del siglo XX, y la
sociedad empezó a identificar necesidades puntuales que no necesariamente eran satisfechas
por sus líderes políticos, lo que motivó que fueran apareciendo diversos espacios o asocia-
ciones constituidas sobre la base de afinidades en temas comunes de interés. Así nacieron las
ONG, es decir, las organizaciones no gubernamentales.
Nótese cómo la necesidad de satisfacer diversos intereses, los cuales, en muchos casos,
no pueden ser resueltos por los partidos políticos, originó la creación de instituciones no
gubernamentales.
En nuestro país, este cambio de paradigma fue receptado constitucionalmente a partir
de la reforma de 1994, cuando se incorporaron a los arts. 39 y 40 de nuestra Constitución
mecanismos de participación directa por parte de la ciudadanía. Antes de esta reforma, solo
encontramos el decreto 2272 de 1984 que convocaba a una consulta popular optativa y no
vinculante respecto del acuerdo limítrofe con Chile.
En los arts. 39 y 40, CN fueron incorporadas la iniciativa y la consulta popular, am-
bos mecanismos de democracia semidirecta. El art. 39 establece que “los ciudadanos tienen
el derecho de iniciativa para presentar proyectos de ley en la Cámara de Diputados. El Congreso
deberá darles expreso tratamiento dentro del término de doce meses.
El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada
Cámara, sancionará una ley reglamentaria que no podrá exigir más del tres por ciento del pa-
drón electoral nacional, dentro del cual deberá contemplar una adecuada distribución territorial
para suscribir la iniciativa.
No serán objeto de iniciativa popular los proyectos referidos a reforma constitucional, tra-
tados internacionales, tributos, presupuesto y materia penal”.
Por su parte, el art. 40 prescribe que “El Congreso, a iniciativa de la Cámara de Di-
putados, podrá someter a consulta popular un proyecto de ley. La ley de convocatoria no podrá
ser vetada. El voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá en ley y su
promulgación será automática.
El Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán
convocar a consulta popular no vinculante. En este caso el voto no será obligatorio.
El Congreso, con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada
Cámara, reglamentará las materias, procedimientos y oportunidad de la consulta popular”.
Como sostiene la doctora María Angélica Gelly,23 estas dos nuevas figuras de democra-
cia semidirecta han ampliado los horizontes de la participación popular en la toma de deci-
siones políticas, aunque resulta curioso que desde la sanción de la reforma constitucional de
1994 hasta finalizado el 2001, ninguna de las dos formas de participación política directa
hayan sido experimentadas por la ciudadanía. Recién en el año 2002 se sancionó la famosa
ley de hambre más urgente, la que fue producto de una iniciativa popular.
esta como la falta de egoísmo y la entrega en interés de los demás, con renuncia a la avaricia
y al interés personal. Cuando dicha virtud desaparece, la república es un despojo; y su fuerza
no es ya más que el poder de algunos ciudadanos y la licencia de todos.
Por lo tanto, la idea de república surgió básicamente como un concepto opuesto al
sistema monárquico.
El doctor Tulio Ortiz transcribe en su obra lo sostenido por el constitucionalista ar-
gentino del siglo XIX, Aristóbulo del Valle, quien definió la república como “la sociedad
organizada en base a la igualdad de todos los hombres, cuyo gobierno es simple agente del
pueblo, elegido por el pueblo de tiempo en tiempo y responsable ante el pueblo por su
administración” 26.
Bidart Campos concluye que de dicha definición se extraen varios conceptos típicos
del sistema republicano, a saber: a) elección popular; b) igualdad de los gobernados; c) res-
ponsabilidad del gobierno; d) contralor del mismo por el pueblo; e) publicidad de los actos
de gobierno; f ) separación de poderes; g) renovación periódica de las autoridades.
Todas estas notas características de dicho sistema confluyen para evitar la concentra-
ción total del poder y su ejercicio arbitrario. De ese modo se divide el poder, se lo controla,
se obliga a que todos los actos de gobierno sean públicos, se responsabiliza a los funcionarios
públicos de sus actos, se favorece la alternancia y, por sobre todo, se pone en pie de igualdad
a fuertes y a débiles, ricos y pobres.
Encontramos todas estas notas características del sistema distribuidas en distintos ar-
tículos de nuestra Carta Magna.
La doctora María Angélica Gelly27 sostiene que en nuestra Constitución la separación
de poderes se expresa de tres formas o modos distintos. Por un lado, a través de la clásica
división de los tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Por otro lado, se hace
evidente en una distribución de poder territorial entre Nación y provincias, y por último,
en la coexistencia de poderes constituyentes y poderes constituidos.
La finalidad de tal separación de poderes se encuentra claramente mencionada en el
art. 29 del texto constitucional y no es otra que la de impedir que un solo poder concentre
todas las funciones y facultades. La norma, en efecto, expresa: “El Congreso no puede con-
ceder al ejecutivo nacional, ni las legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia,
facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supre-
macías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de
gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable,
y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los
infames traidores a la patria”.
Queda claro que tan sabio concepto es la consecuencia de la historia preconstitucional
de nuestro país, rica en trágicas experiencias basadas en la detentación de facultades extraor-
dinarias y la suma del poder público en una sola persona.
26 Cit. por Ortiz, Tulio, Política y Estado, 1ª ed., Editorial Estudio, Buenos Aires, 1991, pág. 269.
27 Gelli, María A., ob. cit., pág. 21.
130
Capítulo V - Formas Políticas
En definitiva, la división de poderes, nota típica del republicanismo, sirve para contro-
lar el poder y así garantizar los derechos consagrados en nuestra Carta Magna.
Otras de las características del sistema republicano es la obligación de hacer públicos
todos los actos de gobierno. Este principio establece que todo acto del estado debe tener
el carácter de público. Aunque no encontramos en el texto escrito de nuestra CN ninguna
norma expresa en esta materia, tal característica fluye tácitamente de diversas prescripcio-
nes, como las contenidas en los arts. 33 y 83.
De esta manera, se garantiza que los actos de gobierno sean conocidos por la ciudada-
nía y esta pueda ejercer su respectivo control.
La responsabilidad de los funcionarios públicos se contrapone a la irresponsabilidad
del rey, a quien se lo consideraba infalible, por derivar su poder de Dios.
En este caso, el soberano es el pueblo, y ante él los funcionarios deben rendir cuentas.
Nuestra Constitución contiene diversas normas vinculadas a la forma en que se debe evaluar
y juzgar la responsabilidad política de los funcionarios.
Así, por ejemplo, los arts. 29, 36, 53, 59, 60, 110 asignan responsabilidades y deter-
minan procedimientos para destituir funcionarios en casos de mala conducta o mal desem-
peño en sus funciones.
En lo que respecta a la periodicidad de los cargos electivos, es vital para el sistema de-
mocrático y republicano que sus representantes se renueven en el ejercicio del poder, puesto
que de lo contrario, como nuestra historia se ha encargado de demostrar claramente, la perpe-
tuación del poder provoca necesariamente el debilitamiento de las instituciones republicanas.
Esa importante premisa quedó expresamente plasmada por nuestro constituyente en
el art. 90, al prescribir que “El presidente y vicepresidente duran en sus funciones el térmi-
no de cuatro años y podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un solo período
consecutivo. Si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente no pueden ser elegidos
para ninguno de ambos cargos, sino con el intervalo de un período”.
En similar sentido, pero con relación a los diputados, el art. 50 prescribe: “Los dipu-
tados durarán en su representación cuatro años, y son reelegibles; pero la sala se renovará
por mitad cada bienio; a cuyo efecto los nombrados para la primera legislatura, luego que
se reúnan, sortearán los que deban salir en el primer período”.
Y en lo que respecta a los senadores, el art. 56 dispone que “Los senadores duran seis
años en el ejercicio de su mandato, y son reelegibles indefinidamente; pero el senado se
renovará a razón de una tercera parte de los distritos electorales cada dos años”.
Adviértase que, aunque la norma autoriza la reelección indefinida de los senadores,
sus mandatos tiene un plazo de duración limitado. En cuanto al Presidente, solo es posible
reelegirlo por un único período.
Por último, el art. 16, CN establece uno de los pilares fundamentales del sistema repu-
blicano de gobierno al suprimir los fueros personales y los títulos nobiliarios y consagrar la
igualdad de todos los habitantes ante la ley: “la Nación Argentina no admite prerrogativas
de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos
sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la
idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.
131
Manual de Instituciones de Derecho Público
5.4.5. Presidencialismo
El origen del presidencialismo se encuentra en los Estados Unidos, donde, como sos-
tiene Karl Loewenstein,28 con la idea de evitar el despotismo legislativo y el absolutismo del
ejecutivo, se montó un sistema con diversos e independientes detentores del poder, mutua-
mente coordinados. De esta manera, se creó el régimen presidencialista con un poder eje-
cutivo a cargo de un presidente, elegido por el pueblo, independiente del poder legislativo.
El Poder Ejecutivo es eminentemente unipersonal, con secretarios de estado que solo
tienen responsabilidad ante el presidente, quien los designa. Es decir que no pueden ser
interpelados por el parlamento, ni refrendan los actos del presidente. En rigor, no hay gabi-
nete, solo jefes de departamento.
En Latinoamérica, la gran mayoría de los estados han adoptado el sistema presidencia-
lista, en muchos casos, teñido de rasgos de tipo parlamentarista. Ese sistema consiste en una
división de tres poderes, en el cual el ejecutivo está a cargo de un presidente, quien es el jefe
de estado y jefe de gobierno, elegido directamente por el pueblo. Posee muchas facultades
propias, tales como ser representante del estado, responsable de la administración, jefe de
las fuerzas armadas, colegislador, etc.
El presidente, como único titular del poder ejecutivo, cuenta con la asistencia de mi-
nistros y/o secretarios, designados directamente por él.
Asimismo, y como lo sostiene el doctor Gros Espiell,29 debido a la influencia del cau-
dillismo y del cacicazgo en toda la región, la preponderancia del poder ejecutivo por sobre
los demás poderes fue y es notable, al punto de tornar en letra muerta muchas veces la
separación de poderes propia del sistema republicano de gobierno.
Nuestro país no fue la excepción y, como hemos visto, adoptó como forma de gobier-
no el sistema representativo, republicano y federal, con un poder ejecutivo fuerte, de tipo
presidencialista y unipersonal.
En nuestro país las figuras de los caudillos, quienes eran grandes líderes que represen-
taban e interpretaban los deseos del pueblo, contribuyeron al establecimiento de un sistema
de gobierno unipersonal, con fuertes características centralistas.
En opinión de Alberdi30, cuando un gobierno republicano sucede inmediatamente a
una monarquía, como ocurrió en nuestro país, conviene que el nuevo régimen mantenga
ciertas notas y características propias del régimen anterior para evitar saltos drásticos. Citaba
como ejemplo lo ocurrido en Francia, donde la República francesa, vástago de una monar-
quía, se habría salvado de volver a dicho sistema, si no hubiese sido por la exageración del
radicalismo instaurado por los revolucionarios.
28 Loewenstein, Karl, Teoría de la constitución, 2a ed., Ariel, Barcelona, 1976, págs. 132-133.
29 Gros Espiell, Héctor, El predominio del poder ejecutivo en América Latina, 1ª ed., Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, México, 1977, pág. 10.
30 Alberdi, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina,
1852, fue fuente principal de la CN de 1853.
132
Capítulo V - Formas Políticas
Alberdi observó que la gran mayoría de los países de la región dependientes de la coro-
na española habían tenido reacciones radicales opuestas a otorgar nuevos poderes a una sola
persona, y fue por esa razón que en los primeros años de independencia, muchos países se
organizaron bajo formas colegiadas de gobierno, fuesen asambleas, directorios, etc.
Luego de un tiempo, este tipo de gobiernos colegiados llevó a la anarquía y al desor-
den, y generó fuertes guerras civiles en muchos de aquellos países.
Alberdi advirtió que era necesario, por tanto, establecer gobiernos revestidos de un
poder ejecutivo fuerte capaz de hacer efectivos el orden constitucional y la paz interior, sin
las cuales es imposible que un país se desarrolle.
Por lo tanto, la Argentina estableció en el art. 87, CN un sistema de gobierno de tipo
presidencialista, con un poder ejecutivo que sería desempeñado por un ciudadano con el
título de Presidente de la Nación Argentina.
Conviene destacar que este tipo de gobierno solo ha funcionado correctamente en los
Estados Unidos, país que lo creó. En la mayoría de los países latinoamericanos que lo han
adoptado, dicho sistema no ha funcionado debidamente, puesto que no ha permitido un
debido orden ni continuidad constitucional. Prueba de ello es nuestro país, donde, desde la
primera ruptura constitucional en 1930 hasta la actualidad, es decir durante 85 años, solo
han podido terminar su mandato cinco presidentes: Agustín P. Justo, Juan Domingo Perón,
Carlos Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Estas rupturas constitucionales no solo significan un quiebre institucional, sino que
generan graves crisis sociales y económicas.
Curiosamente, en todas las democracias modernas se ha implementado el régimen
parlamentarista de gobierno, bajo el cual se implementa un sistema de colaboración y de
acuerdos entre el poder ejecutivo y el poder legislativo, gracias al cual se forman gobiernos y
gabinetes, los cuales tendrán responsabilidades políticas ante el parlamento.
El parlamentarismo ha probado todos los tipos de gobierno: conservadores y progre-
sistas, largos y cortos, sistemas monárquicos y republicanos, federales y unitarios, han resis-
tido en tiempos de paz y de guerra, en recesiones y expansiones económicas, etc.
Se observa que, a diferencia del sistema presidencialista, en donde, cuando se genera
una crisis política o económica, el presidente, único titular del gobierno y de la adminis-
tración general del país, corre serios riesgos de caer, en el parlamentarismo la inestabilidad
política o económica se “normaliza” y se incorpora como parte del sistema de acuerdos y
desacuerdos en el parlamento.
133
Manual de Instituciones de Derecho Público
134
Capítulo V - Formas Políticas
dad jurídica y política. Un tercer nivel radica en los municipios, a los que luego de la reforma
constitucional de 1994 se les concedió el carácter de autónomos y, por último, la Ciudad de
Buenos Aires, como un nuevo ente autónomo con personalidad jurídico-política.
Es del caso mencionar que, si bien el sistema federal adoptado por nuestra Constitu-
ción tiene notas centralistas, hoy en día dicho centralismo se ha incrementado sustancial-
mente, debilitando en gran medida la salud del sistema. El desequilibrio económico y social
de muchas de las provincias de nuestro país genera una profunda desigualdad ante un Poder
Ejecutivo Nacional que concentra cada vez más prerrogativas.
31 Creo Bay, Horacio, Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Editorial Ciencias de la Administración, Buenos Aires,
1996, pág. 23.
135
Manual de Instituciones de Derecho Público
136
Capítulo VI
La constitución económica.
Poder tributario del estado
6.1. Introducción
En este capítulo analizaremos algunos temas vinculados a la llamada “constitución
económica”, vale decir, aquellos institutos, principios y límites al imperium estatal que la
Constitución establece como garantía para las personas –tanto personas humanas como
jurídicas– en tanto actúan como contribuyentes.
1 Abogado y contador público. Especialista en Sindicatura Concursal, a cargo del Cuerpo de Peritos Conta-
dores del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Profesor adjunto de la asig-
natura “Actuación judicial” y docente de las asignaturas “Actuación profesional del contador en sociedades”
e “Instituciones de Derecho Público”, Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
2 Abogado especialista en Derecho Penal, docente de la Facultad de Derecho (UBA) y docente de derecho en
la Universidad Abierta Interamericana y Universidad Maimónides.
137
Manual de Instituciones de Derecho Público
3 Villegas, Héctor B., Curso de finanzas, derecho financiero y tributario, 7ª ed., Depalma, Buenos Aires, 1999,
pág. 186.
138
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
6.3. Tributos
6.3.1. Concepto
Conforme surge del diccionario de la Real Academia Española, el vocablo “tributo” se
define como “carga u obligación de tributar”, y así define entonces la tributación como la
acción de tributar o “entregar el vasallo al señor en reconocimiento del señorío, o el súbdito
al estado para las cargas y atenciones públicas, cierta cantidad en dinero o en especie”.
Desde una perspectiva jurídica, el tributo es una manifestación del poder coercitivo
del estado, ya que este, prescindiendo de la voluntad de los obligados, lo establece unilate-
ralmente, hallando suficiente legitimación para ello en el ejercicio de su soberanía.
139
Manual de Instituciones de Derecho Público
4 Giuliani Fonrouge, Carlos M., Derecho Financiero, vol.1, Depalma, Buenos Aires, 2001, pág. 320.
140
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
6.3.2.2. CIAT
El modelo de Código Tributario del Centro Interamericano de Administraciones Tri-
butarias (CIAT) establece en su art. 2 que “1. Tributos son las prestaciones pecuniarias que el
estado exige en ejercicio de su potestad tributaria y como consecuencia de la realización del
hecho imponible previsto en la ley, al que esta vincula el deber de contribuir, con el objeto
de satisfacer necesidades públicas. Constituyen tributos parafiscales aquellos establecidos de
manera obligatoria por una ley, cuando no respondan totalmente a ninguna de las categorías
del numeral 2. Estos tributos se regirán supletoriamente por las disposiciones de este código.
2. Los tributos se clasifican en: a) Impuestos. b) Tasas. c) Contribuciones especiales”.
En este caso, se aprecia que la definición adoptada por el modelo del Código Tributa-
rio del CIAT persigue los cánones de las tradicionales disquisiciones empleadas por la doc-
trina y por los códigos tributarios de la región. Se valora, además, la inclusión del concepto
técnico de tributo cuya cristalización se plasma en el hecho imponible y su antecedente
legal, es decir, por el imperio de la ley.
A diferencia de anteriores redacciones, el CT-CIAT del año 2015 ha abandonado la
idea de incluir en la definición de tributo dos conceptos de suma transcendencia: por un
lado el de prestaciones en “dinero” reemplazado por un concepto más adecuado y preciso,
como lo es el de prestación “pecuniaria”. En segundo término, el “poder de imperio” que
ha dado paso al de “potestad tributaria” lo cual es, también, más acorde y preciso desde una
perspectiva técnica que su anterior redacción.
El dato tal vez más sobresaliente de la actual redacción es la inclusión en la definición
general del supuesto de los tributos parafiscales, lo cual abona esta idea de mayor claridad
tantas veces reclamada por la doctrina.
141
Manual de Instituciones de Derecho Público
142
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
5 Amatuci, A. A. y González García, E., Tratado de Derecho Tributario, t. 2, Temis, Bogotá, 2001, pág. 7.
6 Jarach, Dino, Curso de Derecho Tributario, 3ª ed., CIMA, Buenos Aires, 1980, pág. 151.
7 Villegas, Héctor B., ob. cit., pág. 314.
8 Villegas, Héctor B., ob. cit., pág. 317.
143
Manual de Instituciones de Derecho Público
1) Exige a los titulares de medios aptos para hacer frente al impuesto el deber de
contribuir en razón de un tributo o de otro, salvo quienes no cuenten con un
nivel económico mínimo, los cuales quedan al margen de la imposición;
2) El sistema tributario debe estructurarse de tal manera que los de mayor capaci-
dad económica tengan una participación más alta en las entradas tributarias del
estado;
3) Los hechos imponibles o bases imponibles no pueden seleccionarse bajo cir-
cunstancias o situaciones que no sean abstractamente idóneas para reflejar una
capacidad contributiva determinada;
4) El límite a la capacidad contributiva será fijado sobre la base de un juicio de
razonabilidad sobre el tributo o conjunto de tributos que recaigan sobre un
individuo, ya que de lo contrario se estaría atentando contra la propiedad, al
confiscarla ilegalmente.
9 Fallos: 312:2467.
144
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
10 Fallos: 318:785.
11 Fallos: 319:1726.
145
Manual de Instituciones de Derecho Público
implícitos), art. 75, inciso 2 (potestad normativa y coparticipación), señalados como los
fundamentales.
No resulta baladí mencionar que el art. 75, inciso 2, tercer párrafo estableció el reparto
de los ingresos entre la Nación, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con
la indicación de que tal distribución sería “…equitativa, solidaria y dará prioridad al logro
de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo
el territorio nacional”.
Ahora bien, a partir de la reforma del año 1994 el constituyente incluyó dentro del
art. 75, inciso 22 los tratados internacionales sobre derechos humanos, con jerarquía cons-
titucional.
Sobre el tema que nos ocupa, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, en su art. XXXVI, dice que “…toda persona tiene el deber de pagar los impuestos
establecidos por la ley para el sostenimiento de los servicios públicos”.
Del mismo modo, la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su art. 29,
dispone: “1.Toda persona tiene deberes respecto de la comunidad, puesto que solo en ella
puede desarrollar libre y plenamente su personalidad. 2. En el ejercicio de sus derechos y en
el disfrute de sus libertadores, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones esta-
blecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y respeto de los derechos
y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, el orden público y
del bien de una sociedad democrática”.
Si bien la redacción original de la Constitución 1853/60 no incluyó concepto alguno
sobre capacidad contributiva, y la reforma mantuvo sin alteraciones el articulado, los agre-
gados al art. 75, inciso 22 antes mencionados contemplan dicho principio como fundamen-
to del deber jurídico y hasta moral de contribuir a la manutención del Estado.
12 Saccone, Mario A., Manual de Derecho Tributario, LL, Buenos Aires, 2002, pág. 253.
13 Cosciani, Cesare, El impuesto al valor agregado, Depalma, Buenos Aires, 1969, pág. 177.
146
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
industrial normal. De esta forma, los ingresos fiscales comprenderán todos aquellos cuya
recaudación esté a cargo del estado.
El autor antes citado considera que sobre la presión fiscal pueden hacerse una serie de
consideraciones, a saber: a) toda detracción de impuestos implica necesariamente una dis-
minución de la capacidad de consumo de la clase social que resulta gravada o un aumento
del coste de producción de un grupo económico particular, b) todo empleo del producto
de los impuestos no implica necesariamente un aumento correspondiente del poder de
adquisición o de los consumos efectivos de los particulares, ni una disminución del coste
de producción, c) todo empleo de medios financieros supone una transferencia de poder de
adquisición de una clase a otra14.
Por último, se ha señalado que la presión tributaria puede ser positiva o negativa.
Consiste la primera en la disminución del poder de adquisición o el aumento del coste de
producción que las economías de un determinado sistema económico son obligadas a so-
portar por la actividad financiera del estado. Su versión negativa se dará cuando las mismas
economías se beneficien del consiguiente empleo de los impuestos en medida superior, igual
o inferior a las relativas cargas, es decir, en caso de que los beneficios superen las cargas.
6.4. Impuestos
6.4.1. Concepto
Es el tributo exigido por el estado a quienes se hallan en las situaciones consideradas
por la ley como generadoras de la obligación de tributar –hechos imponibles–, situaciones
estas ajenas a toda concreta acción gubernamental vinculada a los pagadores15.
Llámase impuesto al tributo el que se establece para los sujetos en razón de la valori-
zación política de una manifestación de la riqueza objetiva –independientemente de la con-
sideración de las circunstancias personales de los sujetos a los que esta riqueza pertenece o
entre los cuales se transfiere— o subjetiva, teniendo en cuenta las circunstancias personales
de los sujetos pasivos, tales como su estado civil, cargas de familia, monto total de ingresos
y fortunas16.
6.4.2. Clasificaciones
6.4.2.1. Reales y personales
La doctrina17 los ha clasificado siguiendo cuatro criterios distintos. Un primer criterio
denomina personales aquellos en los cuales el sujeto pasivo colabora en la determinación de
148
Capítulo VI - La Constitución Económica. Poder Tributario del Estado
149
Manual de Instituciones de Derecho Público
Impuestos periódicos o de ejercicio son aquellos cuyo hecho imponible goza de continui-
dad en el tiempo, de forma que el legislador se ve obligado a fraccionarlo. Cada fracción
resulta luego una deuda tributaria distinta, por ejemplo, el impuesto a la renta. En cambio,
los instantáneos son aquellos cuyo presupuesto de hecho se agota, por su propia naturaleza,
en un determinado período de tiempo, por ejemplo, el impuesto a la herencia.
6.5. Tasas
6.5.1. Concepto
Según Villegas,21 las tasas son prestaciones tributarias exigidas a quienes de alguna
manera afecta o beneficia una actividad estatal.
Existen diversas definiciones de tasas. Algunas restringen su alcance a servicios que
solo se conciben como particularizados en una cierta persona, por ejemplo, la tasa que se
percibe por la obtención de un pasaporte. Otros autores comprenden dentro del mismo
instituto otras actividades en las cuales prevalece el servicio que es útil a la gente en general
y no referidos a un contribuyente concreto.
Para Jarach,22 “la tasa es un tributo caracterizado por la prestación de un servicio pú-
blico individualizado hacia el sujeto pasivo”.
Giannini23sostiene que “la tasa constituye una prestación debida por el desarrollo de
una actividad del ente público que afecta particularmente al obligado”.
Con un criterio más amplio, Giuliani Fonrouge24 define el instituto como “la presta-
ción pecuniaria exigida compulsivamente por el estado, en virtud de ley, por la realización
de una actividad que afecta especialmente al obligado”.
Villegas adhiere a un criterio más amplio y considera que la tasa es el tributo cuyo hecho
imponible está integrado por un hecho o circunstancia relativos al contribuyente y por una acti-
vidad a cargo del estado que se refiere o afecta en mayor o menor medida a dicho contribuyente.
6.7. El peaje
Significa la prestación dineraria que se exige por circular en una vía de comunicación
vial o hidrográfica –camino, autopista, puente, túnel, etc.28–.
En la historia hay numerosos ejemplos de derechos cobrados a los usuarios de vías de
comunicación; algunas veces el producto se destina a financiar la construcción y conserva-
ción de tales vías de comunicación
En otras oportunidades, se lo utiliza como medio para obtener recursos generales. Esto
lleva a su desprestigio; en la actualidad reaparecen los peajes bajo otra concepción.
Se organizan sistemas de este tipo para facilitar e impulsar el tránsito utilizando los
fondos recaudados mediante el sistema de peaje en la construcción y conservación de vías
modernas de comunicación.
En la actualidad, el instituto se ha generalizado y muchas veces importantes obras
públicas viales e hidrográficas de comunicación de diversos países deben su existencia y
mantenimiento al peaje.
La constitución económica.
Distribución de potestades tributarias
German Krivocapich1
1 Abogado (UBA). Especialista en Derecho Tributario. Profesor adjunto regular por concurso de la asigna-
tura “Finanzas públicas” y “Derecho Tributario” de la carrera de abogacía (UNLAM). Profesor asociado
a cargo de la cátedra “Finanzas públicas” de la licenciatura en ciencias políticas (UNLAM). Profesor de
la asignatura “Tributos locales” en la carrera de especialización de Derecho Tributario (UBA). Profesor de
la asignatura “Finanzas públicas” y “Derecho Tributario” de la maestría en derecho administrativo (UAI).
Profesor invitado en la carrera de especialización en tributación (UNMdelP). Director y profesor de la
carrera de especialización en tributación local (UNTREF). Docente de posgrado en el programa de actua-
lización “Asesoría legal para PYMES” (CASI-UBA). Profesor adjunto de las materias “Economía política”,
“Finanzas públicas” y “Derecho Tributario” (USI). Profesor adjunto REGULAR por concurso de la asig-
natura “Instituciones de Derecho Público” en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Autor de varios
artículos y colaborador en libros de la especialidad. Consultor proyecto de investigación (UNLAM). Asesor
legal de la Secretaría de Hacienda de la Municipalidad de Vicente López. Asesor legal de la Secretaría de
Hacienda de la Municipalidad de Pergamino. Miembro de la AAEF, miembro del CAEPT. Subdirector del
Instituto de Finanzas Públicas y Derecho Tributario del CASI.
155
Manual de Instituciones de Derecho Público
156
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
2 Rosatti , Horacio D., Tratado de Derecho Municipal, t. I, 2ª ed. actualizada, Rubinzal - Culzoni editores,
Buenos Aires, 1997, pág. 94.
157
Manual de Instituciones de Derecho Público
158
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
159
Manual de Instituciones de Derecho Público
III. Una limitación de carácter genérico afecta no solo el poder tributario de los
municipios, sino también los de la Nación y las provincias: proviene del con-
junto de los principios constitucionales financieros, emanantes de nuestra Car-
ta Magna –reserva de ley, igualdad, no confiscatoriedad, capacidad contributi-
va, generalidad, etc.–, constitutivos de una valla infranqueable para cualquiera
de los tres niveles de gobierno en el ejercicio de sus facultades de imposición.
IV. Una de las cuestiones de más difícil dilucidación proviene de los regímenes de
coparticipación de impuestos, por un lado, la ley 23548, y por otro, el convenio
multilateral sobre distribución de la base imponible por el impuesto sobre los in-
gresos brutos. Lo relevante, a los efectos del tema abordado en ambos casos, es que
las provincias asumen compromisos por sí, y en nombre de los municipios de su
jurisdicción; desde el punto de vista de la autonomía municipal que propugnamos,
esa facultad aparece, cuando menos, dudosa. Aclaremos algunas cuestiones.
Como es sabido, los regímenes de coparticipación de impuestos han sido constitucio-
nalizados a partir de la reforma de 1994 –art. 75, inciso 2–, los que deberán ser instrumen-
tados por una ley convenio que tenga como base acuerdos entre la Nación y las provincias.
De lo expuesto podría entenderse que las provincias mantienen la potestad de asumir
obligaciones por los municipios que la componen, aun cuando, como señala Enrique Bulit
Goñi3, al comentar el art. 9 de la ley 23548 “…el incumplimiento de los municipios no
afecta para nada a las provincias respectivas; son por el contrario obligaciones directas que
el pacto legal pone en cabeza de los municipios, de igual modo que si estos lo hubieran
asumido directamente por sí mismos, al punto que si no cumple los compromisos que de él
se derivan, ellos y solo ellos soportan sus consecuencias…”.
Sobre la base de que los municipios son entes gubernamentales que gozan de autono-
mía financiera y, constituyendo el régimen de coparticipación una de las principales fuentes
de recursos con la que cuentan, a partir de la distribución que realizan las provincias, para
que estas puedan negociar y obligarse por sí y en nombre de las municipalidades que las
componen, es necesario que previamente se realice un acuerdo interno entre la provincia y
sus comunas para definir la posición que sustentará el gobierno provincial en el proceso de
negociación previo al dictado de la ley de coparticipación. Esta posición fue ratificada por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) en el precedente “Intendente de la Capital”
del 12 de noviembre del 2014.
3 Bulit Goñi, Enrique, “Análisis de la reforma constitucional. Su alcance en materia de federalismo fiscal” en
El federalismo fiscal a partir de la reforma constitucional, Asociación Mutual de Empleados de la DGI, 1994.
160
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
les, pues de esa manera se evitarían conflictos que pudieren llegar a producirse por el manejo
que las legislaturas realizaren si la reglamentación se efectuara por una ley.
En tal sentido, la provincia debe hacer claro deslinde de cuáles serán los impuestos de
su competencia exclusiva, y cuáles los correspondientes a los municipios de su jurisdicción,
teniendo como única limitación dotar a estos de los recursos tributarios necesarios, que les
permitan cumplir con las funciones tradicionalmente deferidas a ellos, así como con las que
les han sido transferidas recientemente y con las que les sean transmitidas en el futuro.
Es sabido que los municipios tienen facultades para establecer no solo tasas y contribucio-
nes, como en algún momento se sostuvo, sino que están habilitados para el cobro de impuestos,
aun cuando la mencionada facultad se ve reducida al mínimo, o bien deja de existir, pues en la
práctica no quedan materias imponibles para gravar, ello en virtud del régimen de coparticipa-
ción federal ya aludido, como limitativo de las facultades impositivas de los municipios.
Baistrocchi4 sostiene que, según las distintas limitaciones que recaen sobre los muni-
cipios, estos solamente tienen la facultad de establecer dos clases de impuestos: ecológicos y
mineros.
4 Baistrocchi, Eduardo, “La autonomía de los municipios de provincia: sus posibles consecuencias tributa-
rias”, La Ley, 1996-D, pág. 1996.
161
Manual de Instituciones de Derecho Público
Sin embargo, la CSJN cuenta en su haber con algunos pronunciamientos que, a nuestro
juicio, con más o menos acierto, han limitado a lo largo de su historia las facultades reservadas
a las provincias en nuestra Carta Magna –arts. 121 a 126, CN en su actual redacción–.
En la causa “Tomasa de Vélez Sarsfield c/Consejo de Educación de la Provincia de
Buenos Aires”5, la CSJN declaró la inconstitucionalidad del art. 62, inciso 3 de la ley de
educación común de la provincia de Buenos Aires, la cual establecía el impuesto sobre las
herencias con destino al fondo de escuelas comunes. El voto de la mayoría sostuvo que el
tributo que pesaba sobre toda herencia o legado con destino a la educación común cons-
tituía una legítima forzosa establecida al margen de las previsiones del Código Civil que
afectaba el derecho de testar de la causante. Sarmiento, que había intervenido en la causa en
representación del consejo de educación provincial, en un opúsculo de 100 páginas publica-
do en el año 1882, defendió los derechos de la Provincia a gravar las herencias, sobre la base
de que ni de su propia constitución ni de la nacional surge restricción especial al ejercicio de
la potestad tributaria, materia no delegada al Gobierno Federal.
En la causa “Ana Masotti de Busso c/Provincia de Buenos Aires”6, la Corte declaró la
inconstitucionalidad del adicional progresivo de la contribución territorial establecido por
la provincia demandada, cuyo porcentual se graduaba con relación al valor total del inmue-
ble, con prescindencia de la parte indivisa de cada condómino, al considerar que el citado
adicional implicaba un desplazamiento de las normas sobre condominio establecidas en el
Código Civil, y consideró que la legislación provincial constituía una injerencia ilegítima en
una materia reservada al Congreso Federal por el art. 67, inciso 117, CN.
Contrariamente a lo establecido en el precedente citado, la CSJN, en la causa “Lo-
renzo Larralde”8, sostuvo la constitucionalidad del impuesto inmobiliario establecido por la
provincia sin atenerse a la parte indivisa de cada condómino. Aquí, la Corte entendió que
“…pretender que las provincias en ejercicio de sus facultades privativas en cuanto a la im-
posición de contribuciones y a la manera de percibirlas, deben atener a las limitaciones que
puedan surgir del Código Civil, importa hacer de este último Código, solo concerniente a
las relaciones privadas, un derecho supletorio del derecho público, en este caso del derecho
financiero; importando querer limitar el federalismo de la Constitución con el unitarismo
del Código Civil, lo que es, desde luego, inaceptable, como doctrina general, [….] solo
excepcionalmente, en la medida en que el Código Civil contiene principios o normas gene-
rales de derecho, rige también en el campo del derecho público”.
La cuestión de la gravitación del Derecho Civil sobre el Derecho Tributario local se
presenta también en la doctrina de la Corte con relación al impuesto a la transmisión gra-
tuita de bienes, con pronunciamientos pendulares.
En la causa “Atilio Liberti”9, el tema en discusión versaba sobre si las provincias podían
gravar la transmisión hereditaria del causante en una sociedad colectiva o de responsabilidad
5 elDial.com-AA6F1E.
6 Fallos: 207: 270.
7 Art. 75, inciso 12, CN desde la reforma constitucional de 1994.
8 Fallos: 243:98.
9 Fallos: 235:571.
162
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
limitada con bienes en ellas y asiento en otra jurisdicción territorial donde también se hallaba
domiciliado aquel al momento de su fallecimiento. La pretensión de la provincia de Buenos
Aires se orientaba a prescindir de la existencia de la sociedad y gravar la transmisión heredi-
taria, no ya de las cuotas o participaciones sociales, sino de los bienes de la sociedad, sobre la
base de los intereses del socio fallecido en la sociedad, y en atención a la radicación económica
de los bienes de que era titular la persona de existencia ideal. La Corte no admitió la posi-
ción del Fisco provincial al sostener que ello implicaría desplazar las disposiciones del Código
Civil en materia de sociedades, en tanto la liquidación del impuesto en la sucesión del socio
fallecido, respecto de los bienes que integran el patrimonio de la sociedad, exigiría admitir la
coexistencia del dominio de los socios sobre las cosas que son de la sociedad o la asimilación
de la sociedad a un condominio en contradicción con los arts. 2508 y 1702 del Código Civil.
La doctrina del caso “Liberti” fue dejada de lado en el caso “Cobo de Ramos Mejía”10.
Siguiendo con los pronunciamientos pendulares de nuestro más Alto Tribunal, la
Corte Suprema consideró que las disposiciones del Código Civil referidas a la materia de
obligaciones resultan comprensivas tanto de relaciones de derecho privado como público,
por lo cual la legislación provincial no puede pretender apartarse de sus previsiones. Así,
en materia de emergencia económica o consolidación de deudas del estado, el legislador
provincial no puede apartarse de la legislación nacional, estableciendo plazos más extensos,
pago de las obligaciones consolidadas, o pretendiendo substraer su patrimonio de la acción
de los acreedores, contrariando los derechos y garantías que acuerda la ley civil, pues las
relaciones entre acreedor y deudor son de exclusiva competencia del Congreso Nacional.
10 Fallos: 251:379.
163
Manual de Instituciones de Derecho Público
11 Fallos: 316:2865.
12 Fallos: 306:516.
13 Fallos: 307:374.
164
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
14 Fallos: 68:227.
165
Manual de Instituciones de Derecho Público
vincias de determinados tributos nacionales que recauda. Los distintos regímenes de par-
ticipación tributaria se unificaron en la ley 20221. Luego de la caducidad de dicha norma,
hacia fines del año 1984, y luego de un intervalo de tres años, se llegó a la sanción de la ley
23548, la cual, según Casas, constituyó un importante hito en el proceso de federalización
de la Republica.
La ley 23548 constituyó un importante avance en el establecimiento de pautas objeti-
vas de distribución. Las innovaciones esenciales de esta ley fueron:
a) Criterio general de que la masa coparticipable se integra con el producido de
los impuestos nacionales, a excepción de los derechos de importación y expor-
tación:
b) Supresión de toda detracción previa de los fondos coparticipables con destino
al sistema de seguridad social.
c) Incremento al 54,66 del porcentual asignado a las provincias más un 2% adi-
cional a distribuirse entre Buenos Aires, Chubut, Neuquén, y Santa Cruz, en la
proporción que se establece –incisos b y c de la ley–.
d) Cláusula de garantía prevista en el art. 7 de la ley, por la cual el monto a dis-
tribuir a las provincias no podrá ser inferior al 34% de la recaudación de los
recurso tributarios nacionales de la administración central, tengan o no carácter
de distribuibles.
Pese a ello, la ley 25348 no satisface acabadamente el objetivo esencial tenido en cuen-
ta con la sanción, cual es el de evitar superposición tributaria sobre las mismas fuentes. En
efecto, si bien conforme al art. 9 de la ley las provincias asumen, per se y por las municipa-
lidades de sus respectivas jurisdicciones, la obligación de sancionar impuestos locales aná-
logos a los coparticipados, se establecen numerosas excepciones que, por su trascendencia y
magnitud, resulta difícil determinar cuál es la regla y cual la excepción.
Las excepciones comprenden los siguientes tributos locales:
a) Sobre propiedad inmobiliaria.
b) Sobre propiedad, radicación, circulación o transferencia de automotores.
c) De sellos.
d) A la trasmisión gratuita de bienes.
e) Sobre los ingresos brutos.
f ) Tasas retributivas por servicios prestados.
g) Tasas provinciales o municipales vigentes al 31/12/1984, que tuvieran afecta-
ción a obras o inversiones provinciales o municipales dispuestas en las normas
de creación del gravamen.
En el contexto de un verdadero proceso de desfederalización, el Poder Ejecutivo
Nacional suscribió, el 12/8/1993, con el aval de dieciséis provincias, el pacto fiscal y, en
especial, la implementación de medidas complementarias por el Gobierno Nacional que
discriminan en disfavor de las provincias no adheridas, hecho que constituye un abierto
alzamiento contra el régimen republicano federal instituido por la CN. Se abandonó el
espíritu de concertación voluntaria y multilateral mediante el consentimiento libremente
166
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
expresado por todos los fiscos intervinientes, plasmado por la ley 23548, y se lo sustituyó
por la voluntad del Poder Ejecutivo y de los gobernadores de esas dieciséis provincias de
las veintitrés que conforman la Nación. Porque, además de la necesaria intervención del
congreso y de las legislaturas provinciales, no se puede privar a las provincias no adheridas
al pacto fiscal del 12/8/1993, y menos aún adoptar medidas discriminatorias contra ellas, a
modo de coacción tendiente a forzar sus voluntades.
El propósito que animó el decreto 18/2/1993 no fue otro que el de estimular desde el
gobierno central una fuerte presión de los contribuyentes, especialmente de parte del sector
de la producción primaria, industrial y de las entidades financieras y de seguros, sobre los
gobiernos provinciales disidentes, a fin de que se adhirieran al pacto fiscal y determinados
sectores aliviaran la carga tributaria local.
15 Bulit Goñi, Enrique, “Autonomía o autarquía de los municipios (sobre las implicancias tributarias de un
reciente fallo de la Corte Suprema nacional)”, La Ley: 1989-C, 1053, en especial pág. 1056.
167
Manual de Instituciones de Derecho Público
169
Manual de Instituciones de Derecho Público
170
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
16 Alberdi, Juan B., Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853,
(versión original de 1854), Raigal, Buenos Aires, 1954, pág. 321.
171
Manual de Instituciones de Derecho Público
la CN. Se destaca dentro de ellos como formulación basilar el tercer enunciado del art. 17,
en cuanto allí se establece que “solo el Congreso impone las contribuciones que se expresan
en el art. 4”.
La indelegabilidad legislativa del poder tributario en el Poder Ejecutivo está consagra-
da en los arts. 29 y 76 del estatuto supremo.
La supresión de la materia tributaria de las facultades legislativas de emergencia del
Poder Ejecutivo es la resultante de la regulación específica contenida en el art. 99, inciso 3,
tercer párrafo de la CN, al excluir del campo de los reglamentos de necesidad y urgencia
las normas que regulan la materia penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos
políticos.
En cuanto a la irretroactividad y anterioridad de las leyes tributarias respecto de los
hechos imponibles a los cuales habrán de aplicarse, constituye, tal como lo predicamos, una
garantía implícita resultante de los arts. 1, 14, 17, 28 y 33 de la CN.
En orden a la doctrina jurisprudencial elaborada por la CSJN en lo relativo a este
principio, nos permitimos referir los siguientes pronunciamientos:
– “La Martona SA c/Provincia de Buenos Aires s/repetición de una suma de di-
nero”, Sent. 7/12/1938, fallos: 182:411, referente a la aplicación del principio
de las tasas.
– “Alberto Francisco Jaime Ventura y otra c/Banco Central de la República Ar-
gentina”, Sent. 26/2/1976, fallos: 294:152, donde se declaró la inconstitucio-
nalidad de un tributo encubierto creado por una norma infralegal.
– “Juan Pedro Insúa”, Sent. 1/10/1987, fallos: 310:1961, sobre efectos liberato-
rios del pago e irretroactividad fiscal.
– “Fleischmann Argentina Inc.”, Sent. 13/6/1989, fallos: 312:912, relativo a la
prohibición de crear tributos por vía interpretativa.
– “Video Club Dreams c/Instituto Nacional de Cinematografía”, Sent. 6/6/1995,
fallos: 318:1154, referente a la inconstitucionalidad de tributos creados por de-
cretos de necesidad y urgencia.
– “Luisa Spak de Kupchik y otro c/Banco Central de la República Argentina y
otro”, Sent. 17/3/1998, fallos: 321:347, sobre los alcances de un tributo esta-
blecido por un decreto de necesidad y urgencia.
– “Camaronera Patagónica SA c/Ministerio de Economía y otros s/amparo”, por
medio del cual declaró la inconstitucionalidad, para cierto período, de derechos
de exportación aplicados a una empresa pesquera, implementados mediante
las resoluciones 11/2002 y 150/2002, ambas del ex Ministerio de Economía e
Infraestructura.
bras de la CSJN, “comprende todos los intereses apreciables que un hombre pueda poseer
fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad”.
En tales condiciones, de nada valdría que la Constitución garantizara la propiedad pri-
vada, su uso y disposición, mientras, por vía indirecta, la tributación vaciara de contenido
efectivo el apuntado derecho, lo cual ha permitido a nuestro Alto Tribunal descalificar aque-
llos gravámenes, con efectos o alcances confiscatorios que absorban una parte sustancial de
la renta o del capital, más allá de que la prohibición de la confiscación de bienes, tal cual se
la refiere en el estatuto supremo, se halle vinculada únicamente a las sanciones de tipo penal
que persigan tales fines.
La configuración del alcance y significado de los principios bajo tratamiento encuentra
adecuado desarrollo en la doctrina judicial sentada por nuestro Máximo Tribunal en los
siguientes precedentes:
– “Doña Rosa Melo de Cané, su testamentaría s/inconstitucionalidad de impues-
to a las sucesiones en la provincia de Buenos Aires”, Sent. 16/12/1911, fallos:
115:111, con que se inicia la familia de pronunciamientos sobre la interdicción
de la confiscatoriedad tributaria.
– “Don Eugenio Díaz Vélez c/Provincia de Buenos Aires sobre inconstitucionali-
dad de impuesto”, Sent. 8/9/1926, fallos: 151:359, en el que se convalidan los
impuestos progresivos.
– “Felicitas Guerrero de Mihanovich c/Provincia de Córdoba”, Sent. 23/10/1944,
fallos: 200:128, que a los fines de ponderar la tacha de confiscatoriedad compu-
ta la renta potencial de las explotaciones agropecuarias y no su renta efectiva.
– “Marcelo A. Montarcé c/Dirección Nacional de Aduanas”, Sent, 17/9/1974,
fallos: 289:443, en que se admite la finalidad extrafiscal de los tributos aduane-
ros al punto de alcanzar extremos prohibitivos de las exportaciones.
– “Candy SA c/AFIP y otro”, 3/7/2009, en el que la sentencia de primera ins-
tancia hizo lugar a la acción de amparo y, en consecuencia, declaró la inconsti-
tucionalidad del art. 39 de la ley 24073, del art. 4 de la ley 25561, del decreto
214/2002 y de toda otra norma legal o reglamentaria de cualquier órgano es-
tatal nacional, en tanto impiden a la actora aplicar el ajuste por inflación im-
positivo. Asimismo, ordenó a la AFIP-DGI recibir la liquidación del impuesto
correspondiente al ejercicio fiscal comprendido entre el 1 de enero y el 31 de
diciembre de 2002 con aplicación del mencionado instituto correctivo. El tri-
bunal de Alzada confirmó la sentencia. Contra esta decisión la AFIP interpuso
recurso extraordinario federal. La CSJN revocó la sentencia recurrida, sin per-
juicio de lo cual hizo lugar, por mayoría, al amparo interpuesto por considerar
acreditado un supuesto de confiscatoriedad.
– “Hermitage SA c/Poder Ejecutivo Nacional - Ministerio de Economía y
Obras y Servicios Públicos - Título 5 - ley 25063 s/proceso de conocimiento”,
15/6/2010, en el que se declaró la inconstitucionalidad por confiscatoriedad
del art. 6 de la ley 25063.
173
Manual de Instituciones de Derecho Público
7.4.1.3. Igualdad
El principio de igualdad, en sus más diversas proyecciones, se fundamenta en los arts.
1, 16, 20 y 33 de la CN y, nuclearmente, en el 16, en cuanto allí se dispone que “la Nación
argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento, no hay en ella fueros perso-
nales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los
empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las
cargas públicas”.
La igualdad ante la ley resulta de las postulaciones impulsadas por la Revolución Fran-
cesa y deriva del principio de universalidad de la ley, a través de un sistema de normas que
tiene como destinatario el conjunto de la sociedad, como reacción a las diferencias y privi-
legios hasta ese entonces vigente.
La apuntada igualdad formal o igualdad jurídica se convierte en una noción útil para
proscribir determinadas discriminaciones fundadas en razones de raza, lengua, sexo, reli-
gión, ideas políticas u origen social. Sin embargo, de todos modos perpetúa las profundas
disparidades reales en una sociedad no homogénea con clases marcadamente diferenciadas.
Se trata, en fin, de la majestuosa igualdad del derecho francés, descripta por Anatole France,
“como prohibiendo tanto al rico cuanto al pobre dormir debajo de los puentes de París”17.
La igualdad en la ley, en cambio, obliga a que la ley trate en forma igual a los iguales
y en forma desigual a los desiguales, al clasificar a los contribuyentes y la materia imponible
sobre la base de criterios razonables esencialmente influidos por la capacidad contributiva
de los sujetos llamados a atender las cargas.
Lo expresado en el párrafo precedente, sin dejar de asumir que en la tributación ex-
trafiscal podrán ponderarse circunstancias ajenas a la capacidad económica de los contribu-
yentes siempre y cuando el tratamiento dispar atienda a la consecución de fines y objetivos
acordes con el programa y los valores constitucionales.
La igualdad por la ley tiende, en lo social, a reclamar un mayor aporte de quienes más
tienen, para luego, a través del gasto público, poner especial empeño en los requerimientos
de aquellos sectores con necesidades insatisfechas. También adquiere relevancia en relación
a las distintas regiones del país en conexión con el principio de solidaridad federal que reco-
noce apoyatura en la CN –arts. 75, inciso 2, tercer párrafo, 8, 9, 18 y 19, segundo párrafo–.
La igualdad en la interpretación y aplicación de la ley conduce, tal cual lo remarcaran
las II Jornadas Latinoamericanas de Derecho Tributario, celebradas en México en 1958,
a que “deben excluirse los criterios apriorísticos de interpretación, tanto a favor del Fisco
como del contribuyente”.
En cuanto a la igualdad de los sujetos de la obligación tributaria, tal postulación parte
de la premisa de que el estado acreedor y el contribuyente deudor están igualmente someti-
dos a la ley y a la jurisdicción, por no haber tributo sin ley que lo establezca y porque nadie
puede ser juez en su propia causa.
17 Seudónimo del escritor francés Anatole Francois Thibault, (1844-1924). La frase citada, como muchas
otras, evidencian su profunda conciencia social. Obtuvo el Premio Nóbel de Literatura en 1921.
174
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
175
Manual de Instituciones de Derecho Público
Otro efecto de este principio es que, a igualdad de capacidad contributiva debe realizarse
similar tratamiento impositivo por parte del Fisco. Así, García Etchegoyen señala que la Exc-
ma. CSJN –Argentina– siempre que “hace referencia a la ‘igualdad en igualdad de condiciones
o situaciones’, se refiere a condiciones o situaciones de capacidad contributiva; el parámetro
para medir la igualdad de situaciones frente al impuesto es la capacidad contributiva”18. Sin
embargo, esta premisa de “igualdad de trato a igualdad de capacidad contributiva” ha sido
parcialmente mitigada en su efectividad, ya que la Excma. CSJN entiende que todo impuesto
debe responder a una capacidad contributiva, de suerte que se requiere, en algunos supuestos,
solo un mínimo de esta para que se pueda establecer un tributo.
La capacidad contributiva reconoce tres manifestaciones: la renta, el patrimonio y el
consumo.
papel significativo el art. 43, que incorpora a la ley suprema los perfiles más trascendentes
de la acción de amparo –tanto en su modalidad individual como colectiva–.
Sobre la base de la consolidación del plexo normativo antes referido, la tutela judicial
en general, que importó encontrar una adecuada respuesta del estado ante los litigios jurí-
dico-privados y los procesos penales, hoy adquiere trascendencia en una modalidad nueva
de tutela judicial en sentido estricto, donde asumen una mayor intensidad y efectividad las
técnicas del control judicial sobre las acciones de la administración haciendo frente a am-
plias zonas de su actividad que, hasta épocas cercanas, se encontraban inmunes o exentas
de revisión judicial.
Admitir la tutela judicial en sentido estricto en materia tributaria importa eliminar las
limitaciones a la habilitación de la instancia e, incluso, otorgar un “plus” de protección ju-
dicial para que esta se torne “real y efectiva”, intensificando el control de la acción adminis-
trativa y protegiendo al ciudadano de posibles desviaciones en el ejercicio de prerrogativas
exorbitantes. A tal efecto, es necesario admitir la demandabilidad del estado y la revisión de
los actos de determinación tributaria sin que sea menester, a tales fines, dar satisfacción a
recaudos irrazonables, como el que impone el tránsito ritual de vías administrativas incon-
ducentes, o el pago previo del gravamen, como lo viene predicando, desde casi un siglo, la
regla del solve et repete. Ello así desde que el derecho de acceder al proceso no debe ser solo
teórico, sino efectivo y materializable en los hechos.
Por otro lado, también es menester brindar una “protección cautelar” a fin de prevenir
daños graves o irreparables por una sentencia tardía e ineficaz en sus consecuencias concretas.
177
Manual de Instituciones de Derecho Público
al derecho constitucional de defensa, ni al Pacto de San José de Costa Rica, art. 8, punto 1,
en tanto no se acredite la falta inculpable de medios para hacerlo, es decir, que si se acredita
esa falta, es posible acceder a la vía judicial sin previo pago, aunque las normas lo exijan.
178
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
19 Navarrine, Susana C., “Acción declarativa. Prevención del daño tributario. Inexistencia del solve et repete”,
Revista Derecho Fiscal, t. XL, pág. 193.
179
Manual de Instituciones de Derecho Público
– Se la considera apta para la tutela de los derechos de los particulares, del estado
o de las corporaciones públicas.
– Admite el control de constitucionalidad tanto por vía principal como inciden-
tal, en el ejercicio de la acción declarativa.
– La acción de amparo tiene exigencias que la hacen restrictiva en su procedencia,
por lo que es más conveniente la acción declarativa para decidir sobre la ilegiti-
midad e inconstitucionalidad de un acto administrativo.
– Esta acción es hábil para determinar las órbitas de competencia entre los pode-
res del gobierno federal y los de un estado provincial en instancia originaria de
la Corte.
180
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
181
Manual de Instituciones de Derecho Público
AFIP –inciso d del mismo artículo–; del recurso de amparo de los arts. 182 y 183 de la
ley 11683 –inciso e del mismo artículo–; y los recursos y demandas contra resoluciones
de la AFIP que determinen derechos, gravámenes, recargos y sus accesorios o ingresos a
la renta aduanera a cargo de los particulares y/o apliquen sanciones y demás cuestiones
referidas en el inciso f del artículo en cita.
Vale aclarar que la sentencia del TFN no puede pronunciarse dictando la inconstitu-
cionalidad de una normativa salvo que la Corte Suprema sí la haya declarado, lo cual resulta
lógico en vista de la división de poderes republicana y la posibilidad de que solo el Poder
Judicial pueda dictar un acto de semejante relevancia institucional.
20 Ranelletti, Orense, Teoría general de las autorizaciones y concesiones administrativas, obra clásica del jurista
italiano.
182
Capítulo VII - La Constitución Económica. Distribución de Potestades Tributarias
21 Ataliba, Geraldo, Hipótesis de la incidencia tributaria es una importante obra del derecho tributario, publi-
cada en Argentina por Legis Argentina.
183
Capítulo VIII
El Derecho de la Integración.
Mercados, economía y poder
1 Abogado egresado con diploma de honor (UBA). Ha realizado cursos de especialización en distintas uni-
versidades del país y del exterior, entre otras, en las Universidades de San Marcos; Denver University; Flo-
rida International University; Guanabara; Toledo; Madrid; Granada; Bruselas; London University; Univer-
sidad de La Habana; Nueva York; Washington; Shanghái y Pekín. Director del Departamento de Derecho
de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Profesor titular de la cátedra “Instituciones de Derecho
Privado. Empresa y Sociedad Comercial” en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Profesor titular en
el posgrado en sindicatura concursal de la materia “Derecho Penal Económico”, Facultad de Ciencias Eco-
nómicas (UBA). Profesor de posgrado en la Facultad de Derecho (UBA y UADE). Director coordinador
del Centro Economía y Delito de la Facultad de Ciencias Económicas. Fiscal nacional de primera instancia
en lo penal económico (1975–1978). Síndico del BCRA (octubre 1986/julio 1988).
185
Manual de Instituciones de Derecho Público
8.1.2. Concepto
El Derecho de la Integración es la rama del Derecho Internacional Público que re-
gula el proceso por el cual sujetos de derecho internacional celebran acuerdos destinados
a implementar, en sucesivas etapas, las bases legales e institucionales de la comunidad que
pretenden conformar.
La integración puede ser militar, ideológica y/o económica.
Haremos hincapié en esta última, sin perjuicio de la imbricación de los tres enfoques3.
2 El presente título ha sido redactado en base a lo expuesto por los doctores Kleidermacher, Arnoldo y Romero,
Miguel A. en Tratado teórico-práctico de instituciones de Derecho Privado y de Derecho Económico, Macchi, Buenos
Aires, 2001 pág. 744 y ss., y que fuera subido oportunamente a internet a libre disposición de los educandos.
3 Algunos analistas sostienen que el mundo está inmerso en una tercera guerra mundial, con reglas diferen-
tes a las tradicionales, pues tanto los frentes de batalla como el enemigo aparecen como algo difuso, y los
mecanismos tradicionales de finiquito del conflicto –diplomacia, erradicación de las causas que dieron
lugar a él, etc.– no parecen ser aplicables. Estaríamos frente a lo que Arnold J. Toynbee (1927–1975),
historiador inglés, definió, en su obra más reconocida A study of history, como “colapso de civilizaciones”.
El concepto fue retomado luego por Samuel Huntington (1927–2008), politólogo estadounidense, quien
lo denominó “choque de civilizaciones” en un artículo publicado en 1993 en la revista Foreign Affairs y
luego en El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1996). A diferencia de la tesis de
Francis Fukuyama, quien, en su obra El fin de la historia y el último hombre, publicada en 1992, sostuvo
que el mundo se aproximaba al fin de la historia “en sentido hegeliano”, al afirmar que la democracia
occidental triunfaría en todo el orbe, los hechos de este siglo nos demuestran que ello no ha sido así. Los
actores y conflictos políticos del siglo XXI se dan entre civilizaciones, no entre ideologías ni entre estados-
nación, como acaeció durante la mayor parte del siglo XX. Recientemente –desde diciembre de 2015–,
una coalición de 60 países, algunos de ellos con intereses sectoriales contrapuestos –tales como EE.UU.
y Rusia en Siria–, se ha enfrentado al Estado Islámico –EI o ISIS por sus siglas en inglés–. El EI es un
186
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
grupo terrorista de naturaleza yihadista suní, autoproclamado califato, surgido durante la guerra de Irak en
el año 2003. Tiene como objetivo declarado unir todas las regiones habitadas por musulmanes: Irak y la
región del Levante mediterráneo, que cubre aproximadamente los actuales estados de Siria, Jordania, Israel,
Palestina, Líbano, Chipre y parte del sur de Turquía. Técnicamente, es un “estado no reconocido”, ya que
controla de facto varias ciudades como Mosul y Raqqa. Se caracteriza por su severa interpretación del Islam
y su violencia brutal contra chiitas y cristianos. Gracias a sus ingresos, de unos 2 millones de euros diarios,
es el grupo terrorista más rico de la historia. Ello les permite contar con gran cantidad de mercenarios en
sus filas. Su economía se sustenta en la comercialización del petróleo, órganos, antigüedades e impuestos
“revolucionarios” –secuestros, exacciones, etc.–. El último atentado perpetrado a la fecha (13/11/2015) es
el que provocó la muerte de 120 personas en Francia.
4 Las posturas contrapuestas resultan claramente expuestas en las palabras de David Ricardo y Norman Mai-
ler. “En un sistema de comercio perfectamente libre, cada país dedica su capital y trabajo a los empleos que
le son más beneficiosos, utiliza más eficazmente las facultades peculiares y distribuye el trabajo más eficaz y
económicamente. Con esto difunde el beneficio general, une por medio de los lazos del interés y el inter-
cambio, la sociedad universal de las naciones, ya que es más fácil importar aquellas cosas que cuestan más
producir y exportar aquellas que podemos producir más cómodamente (más beneficioso aplicar todo el
capital a aquello en lo que somos buenos produciendo, que a aquello que nos cuesta más)” David Ricardo
(1772–1823) economista y político inglés, uno de los máximos representantes de la escuela clásica. La frase
corresponde a Principios de Economía política y tributación, Ayuso, Madrid, pág. 445.
“Considero la pobreza como algo obsceno. Y creo que la teoría de que el mercado libre se encargará de todo
es un absurdo y una obscenidad más. El llamado mercado libre de lo que se preocupa es de enriquecer a las
corporaciones más poderosas. Creo que la última tendencia del mercado libre es que los pobres sean aún
más pobres” declaración de Norman Mailer (1923–2007), escritor, periodista y activista político estado-
unidense, ganador de dos premios Pulitzer.
187
Manual de Instituciones de Derecho Público
Las naciones van perdiendo el centro del universo simbólico que ocuparon por un
largo tiempo.
Al desaparecer sus leyes territoriales, antiguas culturas determinadas por la proximidad
geográfica tienden a desaparecer al ser traspasadas por técnicas de comunicación e inter-
cambio inmediato y desmaterializado. Nos encontramos frente a una clientela global en un
mundo glocalizado.
En el siglo XXI, la interdependencia global, en sus aspectos económico, cultural, po-
lítico y religioso hace que no sea concebible un estado aislado, instalado en su territorio
y que, cerrado a las influencias externas, pueda satisfacer todas sus necesidades5. No hay
cabida para el aislacionismo ni la autosuficiencia.
Se avanza hacia un concepto de soberanía despojado de anteriores connotaciones de
exclusión. Paulatinamente se han ido otorgando a organismos supranacionales poderes ju-
risdiccionales directos sobre estados y ciudadanos.
La interdependencia es fácilmente visible en cuestiones de contaminación global –por
ejemplo, las consecuencias del accidente del 11/3/2011 en la central nuclear de Fukushima,
Japón–; en los efectos de la crisis financiera mundial del 2008, la cual produjo 230 millones
de desocupados6; en las consecuencias de la modificación en los valores de los comodities
–que afectan directamente la situación económica argentina– o del petróleo –que no hacen
viable, por el momento, implementar los proyectos energéticos de Vaca Muerta–; en la
pobreza, cuyas causas no se limitan a la falta de medios económicos, sino que encuentra sus
raíces profundas en factores contextuales interrelacionados, tales como la educación, inver-
siones, demanda, productividad y migraciones, entre otros.
5 Dice un proverbio chino: “el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.
6 La crisis mundial de 2008, remezón del proceso de quiebras y explosión de burbujas de los años 2001/2,
fue calificada como resultado de una “…juerga crediticia de veinte años de duración” (los activos financie-
ros, en 1980 –con un PBI mundial de 10 billones de dólares–, ascendían a 12 billones de dólares. En el
2008 se habían multiplicado por 10 –120 billones de dólares–. Mientras tanto el PBI mundial solo se había
multiplicado por seis –62 billones de dólares–. De ahí la expresión “juerga crediticia”).
Las burbujas surgieron por alentar el consumo para mantener el nivel de actividad económica otorgando
crédito a quien no calificaba para ello. Su explosión en el 2001 produjo la quiebra de importantes empresas,
tales como ENRON –energía– el 2/12/ 2001, con un pasivo de U$S 65.500 millones; Conseco –seguros–
el 17/12/2002, con un pasivo de U$S 61.400 millones; Worldcom –telecomunicaciones– el 21/7/2002,
con un pasivo de U$S 103.900 millones.
La crisis financiera mundial de 2008 se desencadenó al pincharse en EE.UU. la burbuja inmobiliaria. La
crisis de las hipotecas subprime constituyó un verdadero tsunami económico mundial. Su consecuencia: la
quiebra de empresas en cadena, 230 millones de desocupados, caída de gobiernos (Islandia), gran convul-
sión social (manifestaciones en Francia de 2,5 millones de personas, “indignados” en España, etc.).
Entre las quiebras más importantes, se encuentra la de Lehman Brothers –banco–, el 15/9/ 2008, con
un pasivo de U$S 691.000 millones (cuatro veces y media la deuda externa argentina); Washington Mu-
tual –banco– el 26/9/2008, con un pasivo de U$S 327.900 millones; General Motors –automotores– el
1/6/2008, con un pasivo de U$S 91.000 millones; CIT –banco– el 1/11/2009, con un pasivo de U$S
71.000 millones; MF Global –finanzas– el 31/10/2011, con un pasivo de U$S 41.050 millones; Chrysler
–automotores– el 30/4/2009, con un pasivo de U$S 39.300 millones; Thornburg Mortgage –hipotecas– el
1/5/2009, con un pasivo de U$S 36.500 millones, etc.
188
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
Los problemas individuales –mejor calidad de vida, libertad, trabajo, etc.– pasan a ser
globales, pues afectan a todos los individuos del planeta.
La política monetaria mundial establecida en Bretton Woods (1994), la cual determi-
nó como unidad transaccional mundial y moneda de reserva clave el dólar, se ha ido modi-
ficando. El valor del dólar aparece determinado en gran medida por China –el prestamista
del mundo–, tenedor de 1.164 billones de dólares en bonos estadounidenses que le reportan
anualmente 50.000 millones de dólares de intereses. Paralelamente, muchos países han
empezado a intercambiar sus productos utilizando sus monedas locales sin emplear el dólar
como medida patrón –BRICS, acuerdos de Argentina y China, etc.–.
Sin perjuicio de ello, es dable recordar otro dato de la interdependencia mundial.
EE.UU. continúa siendo el más importante comprador de bienes y servicios del mundo,
compras que paga con… dólares.
8.1.4. Globalización
8.1.4.1. De un mundo bipolar EE.UU.-URSS, a uno unipolar EE.UU. y, en el
siglo XXI, a uno multipolar
8.1.4.1.1. Introducción
Inmediatez e interdependencia son los elementos que caracterizan esta etapa de la
globalización.
La conquista de América por España y la llegada de los portugueses a Oriente por vía
marítima conformaron el primer sistema de economía globalizada7.
En los siglos XVI y XVII, la comercialización del azúcar dio lugar a la formación de
un sistema global que unía la mano de obra esclava de África con las plantaciones. Luego,
al sumarse la explotación de algodón, hizo que diez millones de africanos fueran trasladados
por la fuerza a América.
En los siglos XIX y XX, el telégrafo y la radiotelegrafía provocaron una revolución en
las comunicaciones. El cable transatlántico de Field y el teléfono permitieron comunicar a
todo el mundo en tiempo real.
En otras palabras, la globalización no es un concepto nuevo. Lo que hoy la caracteriza
es la desterritorialización, la inmediatez y el acceso a la información en forma gratuita. Al
abarcar no solo aspectos económicos sino también sociales, culturales y simbólicos, hace a
todos los habitantes del orbe integrantes de la aldea global.
7 Ferrer, Aldo, Hechos y ficciones de la globalización, FCE, México, 1977, págs. 36/8.
189
Manual de Instituciones de Derecho Público
8 Luego de la segunda guerra mundial y hasta fines del siglo XX, rigió un mundo bipolar. En ese período, iden-
tificado con el nombre de la Guerra fría, la URSS y los EE.UU. se enfrentaron en numerosas oportunidades
–guerras indirectas y variadas crisis políticas–. En ese entonces, el poderío de la URSS era muy significativo; fue
el primer país en lanzar exitosamente un satélite artificial y el primero en llevar al hombre al espacio exterior
durante la llamada “carrera espacial” contra EE.UU. La disolución de la URSS, a fines del siglo XX, dio lugar
a la constitución de quince países independientes, entre ellos Rusia. Este país heredó la mayor parte del arsenal
nuclear, el asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y las deudas de la URSS, ex-
tremo que dio lugar a un enorme crack financiero –1998– con fuertes efectos en la situación financiera mundial.
Vladímir Putin asumió el poder en el año 2000 y aún lo conserva. Además de intentar sanear la economía –
muy dependiente de productos primarios–, buscó (y busca) devolver a Rusia el rol de superpotencia mundial.
La putinpolitik (Putin fue sindicado por la revista Forbes como el “hombre más poderoso del mundo” desde
2013 a la fecha) se refleja en la conducta seguida ante el actual conflicto con el EI. Pretende mostrar que Rusia
es indispensable en la guerra de Siria y Ucrania. UE por su parte, si bien apoya a los rebeldes que pretenden
derrocar al presidente sirio Bashar Al Assad, aliado de Rusia, resiste a involucrase más en el conflicto. Turquía,
otrora aliado, pero ahora sospechado de comprar petróleo al EI, pasó –diciembre/2015– a ser un aliado esen-
cial de la UE. Pretenden erigir a Turquía en un verdadero estado tapón destinado a absorber la entrada masiva
de millones de refugiados sirios –guerra civil– que intentan llegar al oeste y al norte de Europa. En pago, la
UE se comprometió a 1) entregar a Turquía 3000 millones de euros, 2) el ingreso sin visado a la UE a partir
de octubre de 2016, y 3) impulsar las negociaciones para incorporar a Turquía a la UE.
Mundo multipolar: especie de póquer geopolítico en el que los jugadores mezclan intereses en parte comu-
nes y en parte contrapuestos.
9 La caída de las Torres Gemelas en el 2001 y la declaración, por parte de EE.UU., de la “guerra contra el
terrorismo” importaron para dicho país la apertura de diversos frentes de conflicto que no estaba capacitado
para atender simultáneamente. Si a ello sumamos la crisis financiera mundial del 2008 y el crecimiento del
resto de los países, tenemos las razones que generaron este cambio de ciclo. Ver nota 3.
190
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
El comercio no solo cambia el destino, sino el estilo de vida de los pueblos. El mundo
se fue ensanchando gracias a él y a los aventureros que lo unieron arriesgando su vida –Mar-
co Polo, Colón, Magallanes, entre tantos otros–.
La circulación de mercaderías entre las naciones siempre ha sido objeto de restric-
ciones, pues la apertura propiciada por el que se sabe o se cree fuerte es habitualmente
rechazada por los que creen en los mercados cerrados, o se benefician con dicho proceder.
Las trabas impuestas a la libre circulación de bienes –pago de tributos, prohibiciones de
importación– generaron desde fricciones hasta conflictos bélicos –baste, como ejemplo, las
invasiones inglesas al entonces Virreinato del Río de la Plata en 1806/7–.
Los mercados se han convertido en el actual campo de batalla. La disputa se da a través
del control de las mentes de los que consumen, base de la producción y el empleo. La socie-
dad de consumo se sustenta en la obsolescencia programada y la insatisfacción permanente10.
8.1.4.2.1. El contexto
a) Población11: de 6.000 millones de habitantes en la Tierra (siglo XX), pasamos a
7.000 millones en la actualidad. Se estima que en el 2050 la población mundial ascenderá
a 9.000 millones de personas.
Tener lo útil y necesario fue reemplazado por necesidades artificiales. Se crearon, a través de diversos mecanis-
mos de propaganda, deseos, muchas veces vacuos, a fin de insuflar la necesidad de consumir nuevos productos
o de “pertenecer”. Se inventaron necesidades con el objetivo de satisfacer apetencias simbólicas propias de esta
realidad virtual. En lugar de que un producto satisfaga una necesidad, esta es el resultado de conductas indu-
cidas –un litro de Coca Cola pasó a costar más que un litro de leche–. Las marcas dejaron de ser instrumentos
destinados a individualizar productos para adquirir el estatus de “símbolos de pertenencia”.
El ser fue desplazado hacia el tener – “tener para ser”: se venden fórmulas y recetas para ser feliz (x ceros
en la cuenta corriente, compra de un auto, un yate, un avión, un celular, una computadora, una casa en
un country, departamento con piscina y seguridad, pastillas para adelgazar, para tener mayor tonicidad
muscular, para ser un atleta sexual, el bisturí milagroso, etc.). Se vende el “ser feliz” encapsulado, sin con-
frontar la realidad y sin que se asuma la responsabilidad por los propios actos. Se transfirió a embaucadores
profesionales el sentido y contenido de muchas vidas vacías. En tiempos donde nada parece perdurar, la
moda del tatuaje, dado su carácter de inscripción indeleble en el cuerpo, puede ser interpretado como una
afirmación de principios no efímeros. Un sistema de identificación personal –hecho con el capricho del
gusto– de personas que forman parte de un “mundo líquido”; una especie de paganismo posmoderno.
Valores y contravalores: esta sociedad de consumo basada en esteroides de créditos masivos tuvo una
doble cara. Por un lado generó efectos positivos –ampliación del comercio y del empleo– y, por otro, efec-
tos claramente negativos –deudas impagables–. Desde el punto de vista de la sociedad, dio origen como
subproducto a diversos contravalores que caracterizaron el siglo XX –el dinero como un fin en sí mismo,
insolidaridad, apariencia, fama, ostentación–; solo existe lo que pasa en una pantalla –vértigo, inmediatez,
escepticismo, insensibilidad, presente perpetuo, etc.–.
Dichos contravalores entraron en colisión con los valores de la Edad Moderna: esfuerzo, mérito, trabajo,
honestidad, interés general, verdad, disciplina, solidaridad, estoicismo, etc.
En la sociedad de consumo, el “se usa y se tira” pasó, por arte de birlibirloque, a aplicarse no solo a los
productos, sino también a los seres humanos. El concepto de riqueza se mimetizó con la posesión de dinero
–tener para ser–. Sumada a la fama, “la única verdad es la imagen”, desaparece la intimidad, en beneficio
de ser conocido –Facebook–. Para “ser” es necesario “aparecer”; “ser famoso” constituye el eje basal de la
sociedad de consumo. Desaparece la privacidad. Todo se conjuga en tiempo presente. El lenguaje se pros-
tituye –se llama “amigo” a gente que no se ha visto en la vida y se conoce a través de una red social. Las
relaciones interpersonales se modifican sustancialmente.
Se “mariposea” sobre el conocimiento: un océano de información con diez centímetros de profundidad. No
hay tiempo para pensar ni para leer textos de más de dos páginas. Se pierde concentración.
Las marcas pasaron a forjar identidades, pues no se venden productos sino símbolos. Incluso en materia po-
lítica los candidatos pasan a ser productos a vender, productos que se insertan en un mercado con distintos
targets a seducir.
El interés general aparece reemplazado por el interés y los beneficios personales. Flagrantes casos de corrup-
ción e ilícitos enriquecimientos no han merecido la correspondiente sanción social ni judicial. La ostenta-
ción de lo robado –pérdida de un valor democrático esencial no recuperado a la fecha– ha hecho carne en
nuestra sociedad.
Se incentiva el descontento y el conflicto social al propiciar y facilitar la instalación de viviendas precarias
en espacios públicos.
11 Ver el informe conciso, elaborado por la ONU (2014), sobre la situación demográfica en el mundo: http://
www.un.org/en/development/desa/population/publications/pdf/trends/Concise%20Report%20on%20
the%20World%20Population%20Situation%202014/es.pdf.
192
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
Hoy, 900 millones de individuos –se estima el doble para el 2050– superan los sesenta
y cinco años de edad. Ello ha importado un cambio sustancial en los hábitos de consumo
–más en salud, menos en bienes durables– y un resquebrajamiento del sistema jubilatorio
de muchos países que lo estructuraron en base a otras realidades etarias.
Los países envejecen a ritmos diferentes. Mientras la pirámide poblacional de Europa
es representada como una pirámide invertida, la India concentra el 21% del total de recién
nacidos de la Tierra. Su población superará en el 2050 a la de China –país que recientemen-
te abandonó su política de prohibir que cada pareja tuviera más de un hijo–. Se estima que
en el 2050 Nigeria tendrá más habitantes que la UE y el Congo más que Rusia.
b) El territorio deja de tener la importancia que tenía otrora. La proximidad territorial
no es el baremo dominante. El software se está tragando el mundo. Se eliminan las fronteras.
Surgen redes globales desterritorializadas que cancelan la geografía al operar en tiempo real.
La comunicación es inmediata. Se ha producido una disrupción en la producción, transpor-
te y entrega no solo de servicios sino de productos12.
c) El trabajo se reformula. El paso de una economía terciaria a una economía cuater-
naria, en la que el saber se duplica cada diez años, marca el cambio de época. Las personas
deben reciclarse varias veces a lo largo de su vida a través del aprendizaje permanente si
pretenden conservar su vigencia. Pleno e inmediato acceso a la información y a la comuni-
cación hace a la permanencia en el mercado.
Mas no bastan las habilidades. Solo podrán ser aplicadas dentro de entidades produc-
tivas, enmarcadas en un contexto social que brinde la estructura institucional y organizacio-
nal adecuada13. Un país será rico si está organizado e integrado al mundo y sus habitantes
están capacitados para entender y formar parte de esta economía cuaternaria.
12 Las impresoras 3D pueden moldear no solo plástico, sino metal, fibras de carbono, madera y hasta comida.
Prótesis humanas –con sensibilidad del tamaño exacto que necesita un paciente–, armas –lo cual ha im-
portado un cambio en el concepto de seguridad–, casas, puentes y, repito comida: –vitro– carne en proceso
experimental se construyen, transportan y entregan por medio de esta tecnología disruptiva.
Las redes globales han cancelado las distancias. Su crecimiento ha sido exponencial. En solo cinco años
internet alcanzó la misma cantidad de usuarios que los que obtuvo la radio en cuarenta años y la te-
levisión en cincuenta –se pasó de cincuenta sitios web en 1993 a 350 millones unos años más tarde–.
Circulan en internet 50.000 millones de mensajes diarios. El soft ha avanzado sobre la agricultura, los
servicios financieros y hasta las industrias clásicas como el petróleo, gas y defensa. El software ha invadido
las antiguas formas de vinculación social que requerían espacio físico –Facebook, Twiter–. Lo mismo
pasa con las formas digitales de educación. Amazon, la principal librería del mundo, es una empresa de
software –en su momento la cadena de librerías Borders le pasó toda la operación online al creer que esta
“no era estratégica”–. En el área de películas de alquiler, una compañía de soft, Netflix llevó a la banca-
rrota a Blockbuster. La fotografía pasó a ser digital. Google, Linkedin y Skype son empresas de soft. El
software nuevo está devorando al antiguo.
13 Trabajo productivo es el que cubre las necesidades de un mundo cambiante, mundo que va eliminando las
ocupaciones que pueden ser reemplazadas y cuyos intereses se asientan en un conglomerado formado por
la demanda, el comercio, las inversiones –U$S 50.000 por cada puesto de trabajo–, la infraestructura, las
agendas sociales y las agendas políticas.
La pelea contra las máquinas que reemplazan al hombre en sus tareas también forma parte de la historia de
la humanidad. El ludismo, movimiento de comienzos del siglo XIX –designado así por Ned Ludd– procla-
193
Manual de Instituciones de Derecho Público
ma la “protesta activa contra el maquinismo que destruye empleos”. En su momento, fue focalizada contra
las nuevas máquinas –telares industriales introducidos durante la Revolución Industrial– que amenazaban
con reemplazar y dejar sin trabajo a los artesanos y a los operarios menos calificados.
Hoy aparece una nueva división entre los habitantes de la Tierra: desempleados y subempleados estructu-
rales. El trabajo pierde su carácter lineal y secuencial, ya que es reemplazado por sistemas que trabajan 24
horas al día, siete días a la semana durante los 365 días del año (online – everywhere – worldwide – all the
time).
La educación es una condición necesaria, pero no suficiente. Por sí sola no alcanza para generar trabajo.
Cuando decimos que no alcanza, pretendemos remarcar que una educación que no entienda el contexto
local y mundial, sin mercado real o potencial, desorientada respecto a la agenda global y a las necesidades
e intereses de nuestro país y sin proyección que la sustente, no es suficiente. Por el contrario, puede llegar
a generar frustrados, indignados y resentidos que, con justicia, se sienten engañados al haber seguidos
caminos señalados burocráticamente que no conducen a ningún puerto. Nadie con un título terciario en
el bolsillo puede sentirse feliz manejando un taxi o recibiendo subsidios disfrazados de “empleo público”,
sin productividad ni beneficio alguno para la sociedad ni para sí mismo, salvo el de recibir un estipendio y
simular estar ocupado.
14 U$S 149.458 millones es el saldo bruto de la deuda externa argentina, segundo trimestre de 2015, según
el INDEC. Ver: http://www.indec.gov.ar.
194
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
195
Manual de Instituciones de Derecho Público
Las negociaciones se centran en la apertura o cerrazón de los ámbitos en los que habi-
tan los consumidores y la conveniencia de formar o no parte de determinado sector o grupo.
Existe una globalización de la economía, pero no de organismos idóneos de control.
Desde el punto de vista económico, el eje pasa por la gobernabilidad de los mercados.
Desde la óptica jurídica, por la regulación de las empresas, a fin de salvaguardar los intereses
de la sociedad en general, los usuarios y los consumidores.
El Derecho de la Integración busca armonizar los desequilibrios macroeconómicos,
propiciando el desarrollo de políticas nacionales tendientes a fijar marcos regulatorios ade-
cuados que conjuguen los intereses de los estados.
Como siempre, lo importante es la idoneidad y honestidad de los que negocian esos
marcos regulatorios.
8.1.5. Integración
8.1.5.1. Introducción
La integración es un proceso que requiere el cumplimiento de distintas etapas para la
consecución de sus fines.
Construir un espacio comunitario es una tarea ardua y compleja, que exige la superación
de resquemores y la adopción de medidas no siempre bienvenidas. La auténtica integración,
para ser sólida y duradera, debe construirse paso a paso y estar basada en la debida compren-
sión del contexto local e internacional. Lo contrario constituye un fracaso anunciado.
Por ello, estos procesos duran largos años, con etapas de absorción, decantación y
asimilación. Buscan solidificar los lazos culturales y comerciales, a fin de avanzar paulatina-
mente hacia estadios de mayor compromiso.
196
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
197
Manual de Instituciones de Derecho Público
198
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
Nuestra CN establece, en los arts. 75, incisos 22 y 24, la normativa fundamental refe-
rida al Derecho de la Integración15.
El art. 75, inciso 22, CN establece que:
a) “Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes”. Forman el
derecho supranacional.
b) Los tratados mencionados en el art. 75, inciso 22 “…tienen jerarquía consti-
tucional y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías…”
establecidos en la CN.
El art. 75, inciso 24, CN se refiere específicamente al Derecho de la Integra-
ción, reconociendo expresamente que “…las normas dictadas en su consecuen-
cia tienen jerarquía superior a las leyes”.
Establece que corresponde al Congreso: a) Aprobar tratados de integración que
deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones supraestatales, b) En el
supuesto de celebrarse dichos tratados con estados de Latinoamérica, su apro-
bación requerirá una mayoría especial: “…la mayoría absoluta de la totalidad
de los miembros de cada cámara”.
En el caso de tratados con otros estados, se requiere un doble baremo “…la ma-
yoría absoluta de los miembros presentes de cada cámara, declarará la conveniencia de
la aprobación del tratado y solo podrá ser aprobado con el voto de la mayoría absoluta
15 El art. 75, CN establece que “Corresponde al Congreso […] inciso 22 Aprobar o desechar tratados conclui-
dos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede.
Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. La Declaración Americana de los Derechos
y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Inter-
nacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la
Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra
la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la
Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucio-
nal, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complemen-
tarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Solo podrán ser denunciados, en su caso, por el
Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada Cámara. Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el
Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara
para gozar de la jerarquía constitucional”.
E inciso 24: “Aprobar tratados de integración que deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones
supraestatales en condiciones de reciprocidad e igualdad, y que respeten el orden democrático y los dere-
chos humanos. Las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a las leyes.
La aprobación de estos tratados con Estados de Latinoamérica requerirá la mayoría absoluta de la totalidad
de los miembros de cada Cámara. En el caso de tratados con otros Estados, el Congreso de la Nación, con
la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara, declarará la conveniencia de la aprobación
del tratado y solo podrá ser aprobado con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara, después de ciento veinte días del acto declarativo.
La denuncia de los tratados referidos a este inciso, exigirá la previa aprobación de la mayoría absoluta de la
totalidad da los miembros de cada Cámara”.
199
Manual de Instituciones de Derecho Público
de la totalidad de los miembros de cada cámara, después de ciento veinte días del acto
declarativo”.
8.1.7.2. El G 20
El Grupo de los 20 es un foro de discusión de la economía mundial que desplazó al G
8 y al G 8+5. Se estableció en 1999. Está conformado por el G 7, integrado por los países
más industrializados –Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino
Unido– más Rusia (G 8). A ellos se suman once países industrializados de todas las regiones
del mundo –la Argentina entre ellos– y la UE como bloque económico.
Estudia, revisa y promueve discusiones sobre temas relacionados con los países indus-
trializados y las economías emergentes. El objetivo es mantener la estabilidad financiera
internacional y encargarse de temas que estén más allá del ámbito de acción de otras orga-
nizaciones de menor jerarquía.
La crisis mundial del 2008 no fue ni siquiera prevista por el G 20.
200
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
8.1.7.3. GATT
El 30/10/1947 se firmó el acuerdo general sobre aranceles aduaneros y comercio –GATT:
General Agreement on Tariffs and Trade–. Fue creado en el marco de los acuerdos de Breton
Woods señalados, los cuales habían dado origen al nuevo orden económico internacional
de posguerra.
Su finalidad primordial era eliminar o, al menos, reducir las restricciones en el tráfico
comercial que pudieran afectar los productos de los distintos estados miembros “hasta al-
canzar la conformación de un único espacio económico: el mercado mundial”.
Dentro del marco de este tratado, las naciones estaban facultadas para celebrar acuer-
dos de complementación y desgravación parcial. El hito fundacional de esta disciplina fue
dado por la firma del tratado de Roma de 1957, a través del cual se fundó la Comunidad
Económica Europea (CEE), antecesora de la UE.
Es importante no confundir el GATT con el consenso de Washington16.
8.1.7.4. OMC
El GATT fue sustituido en 1995 por la Organización Mundial del Comercio (OMC),
única organización internacional que entiende respecto de la normativa que regula el co-
mercio entre los países. Forman parte de la OMC ciento sesenta miembros, entre ellos la
Argentina.
Su objetivo es asistir y hacer más sencillo el comercio entre países. Se pretende que
productores, exportadores e importadores cuenten con un espacio que vele por sus intereses
y dé respuestas a sus necesidades.
La negociación multilateral que dio origen a la OMC puso en revisión la totalidad
del GATT. Abarcó prácticamente todo el comercio mundial, desde productos industria-
les, agrícolas, textiles, servicios financieros, propiedad intelectual, movimientos de capital,
productos biológicos, software, telecomunicaciones, tecnologías de la información, temas
medioambientales, servicios financieros, nuevas reglas sobre subsidios y barreras al comer-
cio, hasta tratamientos médicos.
El sistema de solución de controversias implementado ha sido relativamente eficaz en
muchas disputas comerciales relativas a prácticas restrictivas al comercio.
16 El término “Consenso de Washington” ha pasado a constituir una forma peyorativa de identificar el neo-
liberalismo. La expresión fue acuñada en 1989 por el economista John Williamson para describir una
propuesta que elaborara para los países en desarrollo. Se trataba de diez pautas standard, referentes a la esta-
bilización macroeconómica, la liberación económica con respecto tanto al comercio como a la inversión y
la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía doméstica. El propio Williamson señaló que
a) sus diez propuestas originales en modo alguno constituían un “manifiesto neoliberal”, y b) que nunca
existió consenso alguno sobre ellas, ni en Washington ni en ninguna otra ciudad del mundo. Sin perjuicio
de ello, la frase se encuentra instalada globalmente con el sentido previamente expuesto. Las propuestas
del profesor y economista británico John Williamson pueden consultarse en la página oficial del Fondo
Monetario Internacional https://www.i.m.f.org/external/pubs/ft/fandd/spa/2003/09/...williams.pdf.
201
Manual de Instituciones de Derecho Público
17 Mangas Martín, Araceli, “Instituciones de las comunidades europeas: una perspectiva general del sistema
institucional y jurídico de la Unión Europea”, Cuaderno 1 del Curso de Negocios Internacionales de la Uni-
versidad Austral, Buenos Aires, 1996.
202
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
8.2.1.2.3. El Parlamento
El Parlamento Europeo (PE), a diferencia de los parlamentos nacionales, no tiene a su
cargo una función legislativa. Su función es promover el debate público acerca de las cues-
tiones que afectan a los habitantes de la UE.
18 Consejo de Europa: es una organización regional internacional formada por cuarenta y siete países euro-
peos. No está ligado a la UE. De él participan como observadores cinco países: EE.UU., Canadá, Japón,
México y la Santa Sede.
Su creación tuvo lugar en 1949 y su objetivo es defender los derechos humanos y los principios democrá-
ticos en Europa. Sus órganos son el Comité de Ministros –instancia decisoria formada por los ministros
de asuntos exteriores de sus miembros–, Asamblea Parlamentaria –órgano de deliberación–, Congreso de
Poderes Locales y Regionales, Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Secretario General.
Vale señalar como curiosidad que la bandera europea –fondo azul con doce estrellas doradas que forman
un círculo– fue elegida por el Consejo de Europa en 1955. En 1983, el Parlamento Europeo adoptó dicho
símbolo recomendando que fuera adoptado por la Comunidad Europea. Con la aprobación del Consejo de
Europa en 1985, las instituciones de la UE pasaron a utilizarla como emblema a partir del año siguiente.
203
Manual de Instituciones de Derecho Público
Representa a los ciudadanos de los estados miembro, a los pueblos. Sus integrantes
–los eurodiputados– son elegidos libremente por los ciudadanos de cada país, y se agrupan
en el Parlamento no por su nacionalidad, sino por la ideología que sostienen y representan
–ecologistas, liberales, socialistas, etc.–.
Tiene funciones consultivas, de investigación y de control. Estas últimas sobre las
actividades exteriores de la UE.
Posee derecho de veto respecto de situaciones institucionales.
8.2.1.2.4. La Comisión
Es el órgano político que encarna el concepto de supranacionalidad. Sus integrantes,
denominados “comisarios”, gozan de absoluta independencia.
No pueden aceptar instrucciones de ningún gobierno u organismo. Deben proceder
guiados únicamente por el interés general de la comunidad.
Sus funciones más importantes son la de iniciativa y la de control. Respecto a la inicia-
tiva, en la mayoría de los casos el Consejo solo puede emitir normas a propuesta de la Co-
misión. Respecto a su función de control, lo ejerce mediante investigaciones administrativas
en el supuesto de violaciones al Derecho Comunitario.
204
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
8.2.2. Latinoamérica
8.2.2.1. Introducción. El sueño de la “Patria Grande”
La integración del Cono Sur fue un anhelo que nació con la misma independencia de
los pueblos latinoamericanos. La Patria Grande de Bolívar, San Martín, Belgrano, Sarmien-
to, Estrada, Martí, entre otros, la cual aún no hemos sabido concretar.
El subcontinente tiene 400 millones de habitantes y una superficie de 17.500 millones
km², un producto interno bruto (PIB) aproximado de 4,8 billones de dólares y un ingreso
per cápita del orden de los 9.000 dólares anuales –la sexta parte que el de EE.UU. y la de-
cimoctava parte que el de Qatar–.
206
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
La desarmonía entre las distintas visiones sobre la forma de llevar adelante el proceso
de integración –Argentina, Brasil y México se opusieron, por ejemplo, a la creación de or-
ganismos supranacionales–, sumado a acuerdos interpartes por fuera del organismo y al cese
de los aportes provenientes de la Alianza para el Progreso20, sellaron la suerte de la ALALC.
20 En 1961, dos años después de haber triunfado la revolución cubana de Fidel Castro, John F. Kennedy, a la
sazón presidente de EE.UU., propuso la creación de la Alianza para el progreso. Especie de plan Marshall
para América Latina que consistía en el aporte de capital por parte de EE.UU. a lo largo de una década para
impulsar una agenda de desarrollo en la región y la integración regional. La muerte de Kennedy en 1963 y
el cambio de interés en las administraciones estadounidenses siguientes frustraron la iniciativa.
207
Manual de Instituciones de Derecho Público
8.2.3. El Mercosur
8.2.3.1. Antecedentes que posibilitaron su concreción
La convergencia democrática de Argentina y Brasil hacia 1983 eliminó la hipótesis de
conflicto mantenida por los gobiernos militares de ambos países. Ello posibilitó emprender
el proceso que culminó en 1991 con el tratado de Asunción.
El puntapié inicial fue dado por los presidentes Raúl Alfonsín de Argentina y José Sar-
ney de Brasil con la firma de diversos acuerdos: la Declaración de Iguazú sobre Política Nu-
clear (1985), el Acta para la Integración Argentino-Brasileña; el Programa de Cooperación
e Integración Económica (1986), el Acta de Amistad Argentino-Brasileña. Democracia, Paz
y Desarrollo (1986), etc.
Ambos países elevaron a la categoría de políticas de estado el proceso de integración.
208
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
209
Manual de Instituciones de Derecho Público
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Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
b) La detentación de fueros por parte de los diputados del Parlasur, que les permi-
tirían eludir procesos judiciales incoados en el país –Milagros Sala, por ejem-
plo–, emulando el proceder de Berlusconi cuando fue electo eurodiputado en
la UE.
Por primera vez, la integración regional tendrá un espacio político conformado por la
voluntad de los ciudadanos permitiendo el pertinente debate político.
211
Manual de Instituciones de Derecho Público
21 Vázquez Adolfo Roberto, “El Mercosur y su necesaria complementación mediante un tribunal supranacio-
nal”, La ley, Buenos Aires, 1998-E, págs. 1201/8.
22 Klein Vieira, Luciane, “La incorporación de los tratados internacionales al orden jurídico interno de Bra-
sil”, en Negro, Sandra, Evolución jurídico-institucional. Derecho de la Integración. Manual. Parte II África-
América, IBdeF, Montevideo, Buenos Aires, 2012, pág. 189.
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Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
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Manual de Instituciones de Derecho Público
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Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
Nació en el año 2001 a raíz de una propuesta del entonces presidente de Venezuela
Hugo Chávez.
ALBA ha celebrado acuerdos energéticos, de infraestructura y alimentarios con Irán,
Rusia, Siria, Bielorrusia, China, Vietnam y Malasia. Se destaca el intercambio de petróleo
por servicios de médicos y educadores cubanos en Venezuela.
La iniciativa más ambiciosa es la construcción de un gasoducto transudamericano
impulsado por Venezuela y la constitución del Banco del Alba.
En nuestro país, se recuerda la contracumbre, que tuvo lugar en el año 2005 en Mar del
Plata, opuesta a la que en ese momento se realizaba en la misma ciudad –IV Cumbre de Pre-
sidentes de América, a la que asistió el entonces presidente de EE.UU. George W. Bush–.
El resultado final fue una cumbre fracturada en dos bloques irreconciliables23.
Fue implementado por un tratado firmado en Brasilia en el año 2008 –entró en vigor
el 11/3/2011–. Tiene su sede en Quito, Ecuador, donde funciona la Secretaría General24.
Responde a dos ejes muy caros a la política exterior brasileña: a) su búsqueda de auto-
nomía –creación del Consejo de Defensa Sudamericano–, y b) su voluntad de convertirse
en una potencia regional y global.
Está formada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Pa-
raguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Se perfila en clave sudamericana y no latinoamericana pues no se incluye a México,
país estrechamente ligado a EE.UU. a través del ALCA.
Su población, sumada, asciende a los 400 millones de habitantes.
Adquirió un gran impulso con la mencionada contracumbre del 2005 de Mar del Plata.
Entre los objetivos señalados en el tratado, vale la pena resaltar los objetivos expuestos
en su art. 2: “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y
unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al
diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el finan-
ciamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeco-
nómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y
reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de
los estados”.
Prevé la conformación del Consejo de Defensa Suramericano –mecanismo para la se-
guridad regional que promueve la cooperación militar y la defensa regional– y la puesta en
marcha de la Agencia Espacial Suramericana, encargada de diseñar –entre otros objetivos–
un avión caza de entrenamiento y otro no tripulado25.
También prevé la implementación de proyectos de infraestructura como la carretera
interoceánica –terminada antes de la ratificación del tratado, la cual posibilitó a Brasil una
salida al Océano Pacífico–, construcción de gasoductos y poliductos a fin de solucionar los
problemas energéticos, de transporte y de telecomunicaciones de la región, etc.–.
24 La sede de UNASUR, sita en Quito, Ecuador, con un elevadísimo costo de U$S 38 millones de dólares,
lleva el nombre de quien fuera su primer secretario, Néstor Kirchner.
25 La fábrica de aviones de Córdoba fue decana en el desarrollo tecnológico argentino, diseñando y constru-
yendo los primeros aviones a reacción de Latinoamérica en las décadas de 1940 y 1950. En 1969 lanzó el
Pucará –“fortaleza” en quechua– de amplia actuación en la guerra de las Malvinas. Sus técnicos posibili-
taron el desarrollo de otras industrias nacionales como la automotriz y la aeroespacial. Hoy optamos por
comprar aviones a Embraer –Brasil–, con importantes denuncias de injustificados sobreprecios, y vagones
de tren a China. Con talleres ferroviarios parados, profunda desocupación y un cuarto de la población bajo
la línea de pobreza, se han pretendido vender dichas compras como defensa del interés nacional.
216
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
b) La presidencia pro tempore. Es ejercida sucesivamente por cada uno de los esta-
dos miembro por períodos anuales.
c) El Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores.
d) El Consejo de Delegadas y Delegados.
e) El Parlamento Suramericano con sede en Cochabamba, Bolivia –que se super-
pone al Parlasur–.
f ) El Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN).
g) Consejo Suramericano de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación.
h) Consejo Electoral de UNASUR. Actúa como observador de los eventos electo-
rales de los países miembros.
La UNASUR tiene una institucionalidad precaria que reproduce los errores estructu-
rales del Mercosur. Pese a su corta vida, ya ha presentado problemas para su financiamiento
e implementación y el choque de visiones diferentes sobre las estrategias a seguir para lograr
el proceso de integración (Brasil-Venezuela).
217
Manual de Instituciones de Derecho Público
26 EE.UU.: 320 millones de habitantes. PIB per cápita de U$S 46.900. Desempleo: 10,2%. Fuerza laboral:
154.300.000 personas. Deuda externa (en miles de millones): U$S 13.600. Inflación: 3,8%. EE.UU. es
la economía nacional más grande del mundo en términos nominales, con un PIB estimado en 15,7 billo-
nes de dólares –una cuarta parte del PIB global nominal y una quinta parte del PIB global–. En paridad
de poder adquisitivo (PPA) fue superado por China en 2014. La UE, en conjunto, supera en un 5% la
economía de EEUU. Es el importador más grande de bienes a nivel internacional y el tercero en término
de exportaciones. Canadá, China, México, Alemania y Japón son sus principales socios comerciales. Este
último tiene la mayor deuda pública con Estados Unidos.
Tiene una economía posindustrial –los servicios contribuyen con el 68% del PIB– sin perjuicio de lo cual
sigue siendo una potencia industrial –la química en primer lugar–.
Es el tercer productor de petróleo del mundo y el mayor importador de ese producto. Es el primer pro-
ductor de energía, gas natural licuado, azufre, fosfatos, sal, soja y maíz. La Bolsa de Nueva York es la más
grande del mundo.
219
Manual de Instituciones de Derecho Público
221
Manual de Instituciones de Derecho Público
c) Los productos primarios que exporta Latinoamérica son los mismos que produ-
cen varios países signatarios del tratado –Australia, EE.UU.–.
d) Probablemente China reaccione intentando profundizar su creciente presencia
en Latinoamérica, tradicional área de influencia de EE.UU.
e) Es posible que se retorne al esquema de acuerdos norte-sur basados en la libera-
lización indiscriminada del comercio, patentes y servicios.
Resulta esencial para nuestro país tener en cuenta estas circunstancias.
8.2.9. BRICS
8.2.9.1. Introducción
Desde principios del presente siglo, cinco naciones, Brasil, Rusia, India, China y Su-
dáfrica, a las que luego se sumó México, identificados con el nombre BRICS30, pretenden
asumir mayor protagonismo en los organismos internacionales.
Con sus 3 mil millones de habitantes y el 20% del PIB mundial –50% si se mide en
PPP–31, argüían a comienzos del 2000 que India tenía mayor derecho que Francia o el Rei-
no Unido a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad. También aseveraban que
resultaba totalmente asincrónico que Italia tuviera el mismo número de votos que China
en el Banco Mundial.
En el año 2008, los BRICS formularon una declaración con enfoques comunes a
temas de la agenda internacional. Posteriormente, en Fortaleza, Brasil –Dilma Rousseff–,
Rusia –Vladimir Putin–, China –Xi Jinping–, Sudáfrica –Jacob Zuma– e India –primer
30 El origen del acrónimo BRIC se debe al economista Jim O´Neil. Acuñó el nombre para agrupar a los prin-
cipales mercados emergentes. Los países asumieron oficialmente el término en 2008.
31 PPP: purchasing power parity, o PPA “paridad de poder adquisitivo”.
222
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
8.2.9.2. China
La República Popular China es una de las dos principales potencias del mundo y es la
primera si se mide el PIB en términos de paridad de poder adquisitivo.
Situada en Asia oriental, es el país más poblado de la tierra, con más de 1.300 millones
de habitantes y una fuerza laboral de 807 millones de personas. Ocupa una superficie de
9.597.000 km².
Su ingreso anual per cápita asciende a los U$S 9.000.
Se calcula que 300 millones de personas constituyen su clase media, con ingresos
anuales del orden de U$S 60.000. Gran consumidor de bienes de lujo –el 27,5% del total
mundial–, alberga la segunda cantidad de multimillonarios del orbe.
La desigualdad económica es aún muy alta: en el año 2012 su coeficiente Gini32 fue
0,474.
32 El coeficiente de Gini es una medida de desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Este
coeficiente es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad –todos tienen
los mismos ingresos– y donde 1 se corresponde con la perfecta desigualdad –una persona tiene todos los
ingresos y las demás personas ninguno–.
223
Manual de Instituciones de Derecho Público
224
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
En Brasil, otorgó en 2009 préstamos a la empresa estatal brasileña Petrobras por US$
10.000 millones. En 2010, Sinopec, la más grande refinadora china, adquirió el 40% de la
española Repsol/Brasil por U$S 7.100 millones, y en 2011 el 30% de GALP en U$S 5.000
millones.
En Perú, China controla el 33% del sector minero peruano –el consorcio MMG LTD
adquirió la mina de cobre “Las Bambas”–.
En los últimos años el crecimiento de China ha decrecido, lo que produjo una dis-
minución en la cotización de los commodities, hecho que nos afecta directamente. Además,
debió realizar devaluaciones y privatizar empresas estatales para evitar una mayor implosión
de sus bolsas, que le significaron pérdidas cuantiosas en el 2015.
33 Se designa como swap el intercambio de monedas entre los bancos centrales –en el caso de marras, yuanes
y pesos–. Facilita la importación de bienes de fabricantes chinos que reciben esos yuanes –en lugar de
dólares– cuando adquieren sus bienes. Por su parte, los exportadores argentinos reciben pesos en lugar de
dólares al exportar sus bienes a China. Es decir, por un lado se mantiene el rango del comercio y por el otro
se evita el uso de dólares –a lo largo de un año U$S 5.000 millones–.
Subyace en la cuestión la estrategia china de ir convirtiendo progresivamente el yuan en una moneda de
referencia para el comercio internacional y una moneda de reserva de los bancos centrales.
La práctica de los bancos centrales, unificada por directrices establecidas por el FMI en 2001, establecía que
solo podían computarse como reservas internacionales monedas que tengan total convertibilidad, como el
dólar, el euro, el yen, la libra esterlina y el franco suizo. Recientemente, se ha incorporado a esa canasta de
monedas el yuan –hace pocos años comenzó a operar contra el rublo en el mercado de Moscú, contra el
yen en los mercados de Tokio y Shanghái y contra el dólar australiano en el mercado de moneda extranjera
de ese país–.
225
Manual de Instituciones de Derecho Público
8.2.9.3.2. Brasil
Brasil, con 190 millones de habitantes, es la sexta mayor economía del mundo por PIB
nominal, y ocupa el noveno lugar por paridad de compra.
Con exportaciones del orden de 200 mil millones de dólares anuales, detenta la ma-
yor reserva de agua dulce del mundo y el noveno puesto en cuanto a reservas de petróleo,
la sexta mayor reserva de uranio –ya enriquece dicho mineral a un grado de 3,8% y 4%,
porcentajes que pretende aumentar hasta el 6% a breve plazo–.
34 Juego de palabras entre Bombay y Hollywood. Nombre informal utilizado para designar a la industria
cinematográfica de India, con sede en dicha ciudad.
35 En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA se ha propiciado la creación del Instituto Gandhi a fin
de imbricar adecuadamente el intercambio docente y de alumnos entre la Argentina e India.
226
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
Referente obligado de Latinoamérica, con vocación de partícipe global, tiene gran pre-
sencia en África a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y
de empresas brasileras públicas y privadas. Es una de las naciones del “Grupo de los cuatro”,
el cual busca asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Posee la mayor bolsa de valores de Latinoamérica –Bovespa– y empresas de talla mun-
dial en el campo petrolífero –Petrobras–; minero –Vale SA–; construcción de aviones –Em-
braer–; siderurgia –Gerdau–; gráfica de seguridad –Casa da Moeda do Brasil–; telecomu-
nicaciones –Rede Globo–; alimentos –Brasil Foods SA–; bebidas –AmBev– e ingeniería
–Odebrecht–.
El intercambio con Argentina es muy importante. Según datos de 2015, el comercio
bilateral anual entre Brasil y Argentina ascendió a U$S 40.000 millones.
Los U$S 8.400 millones de inversiones argentinas en Brasil y U$S 17.600 millones de
inversiones brasileras en Argentina generaron más de 100.000 empleos directos en ambos
países.
Su situación política interna es sumamente compleja debido a un duro proceso de
ajuste, una recesión del 1,3%, una inflación cercana a los dos dígitos, su deuda en niveles
“basura”, el estallido de su propia burbuja inmobiliaria, el descenso en los precios de las ma-
terias primas y la falta de confianza de los inversores tras los casos de corrupción revelados
–el llamado caso “Petrolao”–.
A mayor abundamiento, se ha requerido a la presidente Dilma Rousseff, quien tiene
un muy bajo nivel de aceptación, su juicio político (2015).
8.2.9.3.3. Rusia
Es el país más grande del mundo. Con una superficie de 17.500.000 km2 y 150 millo-
nes de habitantes, es el primer productor de gas natural y de petróleo y uno de los principa-
les productores y exportadores de diamantes, níquel y platino.
A pesar de su gran superficie, Rusia dispone de relativamente pocos terrenos adaptados
para la agricultura, debido a las desfavorables condiciones climatológicas. Aun así, cuenta
con el 10% de las tierras agrícolas a nivel mundial.
Durante cuarenta años y hasta fines del siglo XX –mundo bipolar–, la URSS y los
Estados Unidos dominaron el mundo.
Argentina y Rusia acordaron una veintena de convenios y conformaron en 2015 –bajo
la presidencia de Fernández de Kirchner– una asociación estratégica integral argentino-rusa,
referida principalmente a áreas energéticas.
Los convenios firmados propician la cooperación para la construcción de una nueva
central nuclear, proyectos de exploración de hidrocarburos, desarme, no proliferación de
armas nucleares, derechos humanos, cooperación en medio ambiente, apoyo en la reanuda-
ción de negociaciones directas sobre la cuestión Malvinas, no militarización del Atlántico
Sur, cooperación en sistemas de navegación satelital, tecnologías e infraestructura terrena y
provisión y utilización del servicio de lanzamiento, protocolo bilateral sobre exploración y
utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos, etc.
227
Manual de Instituciones de Derecho Público
8.2.9.3.4. Sudáfrica
Es la primera economía de África, ya que acapara un 25% de todo el PIB africano y
desempeña un papel importante en el desarrollo de la región. Es la decimosexta economía
más grande del mundo.
Tiene abundantes recursos naturales –posee 2.798 km de costa en los océanos Atlánti-
co e Índico–. Las áreas de comunicación y transporte están bien desarrolladas.
El abastecimiento irregular de electricidad, su alta tasa de desempleo y resabios de
ciertos problemas heredados de la etapa de apartheid dificultan su desarrollo.
Es uno de los miembros fundadores de la Unión Africana.
8.2.9.3.5. México
Es la tercera economía de América después de EE.UU. y Brasil, con 130 millones de
habitantes y 2 millones de km2 de superficie. Es la decimoquinta economía mundial. Pre-
senta un desarrollo no homogéneo de su población.
Su comercio exterior está regulado por tratados de libre comercio –TLC– con más de
cuarenta países, incluyendo la UE, Japón, Israel y varios países de América Central y del Sur.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), firmado en 1992 con
Estados Unidos y Canadá, ha signado su comercio con un alineamiento prácticamente au-
tomático con EE.UU., país que constituye el principal destinatario de sus exportaciones y
que representa el 55% de sus importaciones.
Dieciséis empresas mexicanas figuran entre las más grandes del mundo.
38 Con la expresión “deterioro de los términos de intercambio” –tesis de Prebisch-Singer– se hace referencia
a las transferencias de valor a favor de los países industrializados de materias primas sin valor agregado a
muy bajo precio. Dichos autores propiciaban agregar valor a las materias primas a fin de mejorar, precisa-
mente, los términos de intercambio, idea que permanece enteramente vigente. Hans Singer (1910-2006)
fue un economista alemán nacionalizado estadounidense, quien enunció la teoría indicada en un trabajo
presentado ante la ONU en 1950. Tal teoría fue sustento del “Manifiesto de la Habana”, nombre con el
que se conoce el informe que el economista tucumano Raúl Prebisch presentara en la segunda sesión de la
CEPAL, realizada en La Habana, Cuba en 1950. Raúl Federico Prebisch Linares –tal era su nombre com-
pleto– (1901-1986) se graduó como contador público en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA
y fue profesor de economía política. Su carrera y reconocimiento internacional lo llevaron a desempeñar
cargos en CEPAL y ONU.
229
Manual de Instituciones de Derecho Público
8.3.3. El contexto
8.3.3.1. En el mundo
El paso de un mundo unipolar –EE.UU.– a uno multipolar que coloca el hoy por
encima del mañana, prefiere seguir con el calentamiento global a enfriar la economía –Río
Turbio– nos da el contexto.
Vértigo, globalización, revolución tecnológica, miedos, incertidumbres, insegurida-
des, erosión del estado de bienestar… dos mil millones de personas que desean incorporarse
al consumo, sin trabajo. Recesión que se transforma en contracción, protestas sociales in
crescendo. Ola global de descontento. Salida en masa a las calles reales o virtuales. “Indigna-
dos” en España, Londres, Nueva York, Israel, Chile, India, China… Masa deliberadamente
anónima, con protestas sin propuestas, salvo el “no me dejen afuera” y enemigos difusos –el
capitalismo financiero, el FMI, los bancos y sus hipotecas, el gobierno que “no oye; ni en-
tiende ni da empleos”; otrora “la sinarquía internacional”–.
Mucha furia. Poca ideología. Mucha información. Poco sentarse a pensar.
Un mundo más peligroso, con crisis financieras y económicas, guerras, tensiones, te-
rrorismo, narcoterrorismo y armamentismo nuclear.
Exceso de medios de pago, tecnologías que reemplazan el trabajo humano, interde-
pendencia entre las economías de todos los países, deudas individuales impagables –hipote-
cas sub prime– transformadas en deudas soberanas impagables que han puesto a varios países
al borde del default: Grecia, España, Irlanda, Italia…
Consolidación de las corporaciones transnacionales disfrazadas de empresas (g)locales
que entronizan el consumo como principal y único motor de la economía. Sus reglas: la
insatisfacción permanente, el culto de lo efímero, el presente perpetuo. El resultado: corto-
placismo, homogeneización de culturas y pérdida de identidad de las naciones.
230
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
232
Capítulo VIII - El Derecho de la Integración. Mercados, Economía y Poder
233
Capítulo IX
1 Profesor regular adjunto de la materia “Instituciones de Derecho Público” en la Facultad de Ciencias Eco-
nómicas (UBA); profesor regular adjunto de las materias “Derecho Constitucional” y “Derecho Adminis-
trativo” en la Facultad de Derecho (UBA); profesor titular de la materia “Derecho Administrativo II” en la
Facultad de Derecho (UMSA); juez de la Sala II de la Cámara Civil y Comercial Federal.
2 El presente capítulo ha sido realizado por Alfredo S. Gusman, Yari Serur, María Alejandra D’Amico, Fede-
rico Fernández, Micaela Kreimer y Carlos Mallo, bajo la dirección de Alfredo Gusman y coordinación de
Micaela Kreimer.
3 Bidart Campos, Germán, Derecho Constitucional, t. II, Ediar, Buenos Aires, 1966, pág. 75.
4 Ferrajoli, Luigi, “Democracia y derechos fundamentales frente al desafío de la globalización”, La Ley, 2005-
F, 1109.
5 Hernández Martínez, María del Pilar, “Constitución y Derechos Fundamentales”, Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, vol. 84, págs. 1041/51.
235
Manual de Instituciones de Derecho Público
creto”. Por lo tanto, tales derechos son poseídos por toda persona, cualquiera sea su edad,
inclinaciones políticas, orientaciones sexuales, posición económica o creencias religiosas.
Se han designado de diferentes maneras –“derechos humanos”, por ejemplo–. Hablar de
“derechos fundamentales” parece ser más preciso, pues refleja que se trata de proteger aquellas
dimensiones más entrañables del ser humano6. Además, es la expresión utilizada frecuente-
mente por la carta de las Naciones Unidas de 1945 y otras normas supranacionales.
Ahora bien, no podemos obviar que los derechos fundamentales que suelen abundar
en las constituciones modernas son inoperantes si al mismo tiempo no son acompañadas por
los instrumentos pertinentes para que los afectados puedan hacer efectivos tales atributos,
especialmente contra los actos del estado7. Es que son, en primer lugar, protección frente al
estado, así como barreras y directrices para la actuación estatal. Y si no son respetados por los
obligados, los sujetos afectados pueden acudir ante los tribunales en procura de tutela.
6 Sánchez Marín, Ángel Luis, “Concepto, fundamentos y evolución de los Derechos Fundamentales”, Eika-
sia, Revista de Filosofía, N° 55, 2001, págs. 229/37.
7 Luqui, Roberto, Revisión judicial de la actividad administrativa. Juicios contencioso-administrativos, t. 1,
Astrea, Buenos Aires, 2005, pág. 3.
8 Sabsay, Daniel, Manual de Derecho Constitucional, LL, Buenos Aires, 2011, pág. 252.
9 Hernández Martínez, María del Pilar, ob. cit.
236
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
10 Bidart Campos, Germán, “Las tres generaciones de derechos”, Revista Jurídica La Ley, Buenos Aires, 2003-
F, 1485.
237
Manual de Instituciones de Derecho Público
Yari Serur11
12 CSJN, “Bourdieu, Pedro Emilio c/Municipalidad de la Capital”, año 1925, fallos 145:307.
239
Manual de Instituciones de Derecho Público
240
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
241
Manual de Instituciones de Derecho Público
9.3.1. Introducción
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el progreso concebido como desarrollo científi-
co e industrial sufrió una resignificación y pasó a ser sinónimo de mejora en las condiciones
de vida de la humanidad.
Fue el 10/12/1948 cuando el mundo comenzó a tomar conciencia de la importan-
cia de este nuevo paradigma. Con la Declaración Universal de Derechos Humanos por la
Asamblea General de las Naciones Unidas, nacieron los derechos humanos. Estos compren-
den, sin diferenciación alguna, los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y cultu-
rales14. Representan las necesidades más básicas y fundamentales requeridas para lograr un
proyecto de vida digna. Por lo tanto, deben ser garantizados y protegidos por el estado. En
este sentido, por lo tanto, son derechos justiciables y exigibles.
Es dable analizar estos derechos de manera particular.
15 Ver la Red Internacional para los Derechos Sociales, Económicos y Culturales. https://www.escr-net.org/
es/quienessomos.
243
Manual de Instituciones de Derecho Público
capacitado y bien remunerado […] así como los medicamentos esenciales definidos en el
programa de acción sobre medicamentos esenciales de la OMS.
b) Accesibilidad. Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles
a todos, sin discriminación alguna, dentro de la jurisdicción del estado parte […] al alcance
geográfico de todos los sectores de la población […] Además, la accesibilidad comprende
el acceso adecuado a los edificios para las personas con discapacidades […] Los pagos por
servicios de atención de la salud y servicios relacionados con los factores determinantes
básicos de la salud deberán basarse en el principio de la equidad, a fin de asegurar que esos
servicios, sean públicos o privados, estén al alcance de todos, incluidos los grupos social-
mente desfavorecidos […].
c) Aceptabilidad. Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser
respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados, es decir respetuosos de la cultura
de las personas, las minorías, los pueblos y las comunidades, a la par que sensibles a los
requisitos del género y el ciclo de vida, y deberán estar concebidos para respetar la confiden-
cialidad y mejorar el estado de salud de las personas de que se trate.
d) Calidad. Además de aceptables desde el punto de vista cultural, los establecimien-
tos, bienes y servicios de salud deberán ser también apropiados desde el punto de vista
científico y médico y ser de buena calidad. Ello requiere, entre otras cosas, personal médico
capacitado, medicamentos y equipo hospitalario científicamente aprobados y en buen esta-
do, agua limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas”17.
Para el cabal cumplimiento del derecho a la salud, es menester que se respete el de-
recho a la igualdad y a la no discriminación –en el sentido del acceso–, un sistema de pro-
tección de la salud que brinde a las personas oportunidades iguales para disfrutar del más
alto nivel posible de salud, concepto que tiene en cuenta tanto las condiciones biológicas y
socioeconómicas esenciales de la persona como los recursos con que cuenta el estado.
En cuanto al plano estrictamente nacional, destáquese que el derecho a la salud no
fue expresamente incluido de manera inicial, sino que en modo implícito se encontraba
en el art. 33 relativo a los derechos no enumerados. El art. 43, relativo al amparo, aporta
un mecanismo especial para la defensa de este derecho y para los derechos de incidencia
colectiva en general.
Finalmente, y de manera totalmente directa, el art. 75, inciso 22 otorga reconocimien-
to de rango constitucional a determinados tratados internacionales de derechos humanos
que se refieren al derecho a la salud, que ya han sido mencionados en este capítulo.
9.3.1.6. Derecho al agua
El agua es, ni más ni menos, un elemento esencial para la vida y la salud de todos los
seres vivos. En tal sentido, el suministro de agua debe ser suficiente y continuado para cubrir
los usos personales y domésticos. En este último aspecto, el agua debe ser salubre y acepta-
17 Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Observación general 14. El derecho al disfrute del
más alto nivel posible de salud.
245
Manual de Instituciones de Derecho Público
18 “El derecho al agua”. Comité de Naciones Unidas de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, noviem-
bre/2002.
19 Observación general 12; párr. 5 (1999).
20 El art. 20 establece que “Se garantiza el derecho a la salud integral que está directamente vinculada con la
satisfacción de necesidades de alimentación…”.
246
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
comunidad, tanto nacional como internacional, y no puede dejarse de lado el hecho de que
es precisamente la desigualdad en el acceso a recursos y servicios lo que motiva el nacimien-
to de instrumentos jurídicos que garanticen el efectivo derecho de todas las personas debido
a su tamaña importancia, en tanto derecho humano.
El eje de esta problemática radica en la naturaleza progresiva de las obligaciones asu-
midas por los estados en los tratados que versan sobre derechos económicos, sociales y
culturales. La mencionada “progresividad” muchas veces se ve condicionada por el aspecto
material. En tal sentido, el desarrollo paulatino de la cabal consagración de estos derechos
se encuentra justificado –en cuanto a lo que a la norma se refiere– para llevarse a cabo por
los estados en la medida de los recursos disponibles.
Ahora bien, los derechos económicos, sociales y culturales son exigibles y no podría ser
de otra manera. Ello se deriva de entender que la interpretación de las normas debe ser de
buena fe y teniendo en cuenta su objeto y fin. En efecto, carece de sentido sostener que la
normativa protectoria de los derechos no tiene fuerza obligatoria alguna. Además, colocaría
los grupos más vulnerables en una situación de gran desprotección21.
De todas maneras, no se puede dejar de advertir que el Poder Judicial no es el órgano
al que le corresponde diseñar política pública, y que los comparativamente pocos casos que
llegaran a tocar la puerta de los tribunales, de manera aislada, no solucionan el fondo de la
cuestión. Es imperiosa la necesidad de una política pública activa en el tema.
La realidad muchas veces no refleja el deseo plasmado en la profusa normativa que
enaltece el tema. En el mundo existe el hambre, falta de acceso al agua potable, personas
viviendo en condiciones denigrantes, y seres humanos –tanto niños como adultos– que
mueren, testigos mudos de esta terrible realidad.
No debe dejarse de admirar el camino recorrido. Sin embargo, todos –como comu-
nidad– debemos advertir que aún falta mucho para enaltecer verdaderamente un valor tal
como la dignidad humana.
9.4. Los nuevos derechos: derechos del ambiente y del usuario y del
consumidor
Federico Fernández22
21 Pinto, Mónica, “Los derechos económicos, sociales y culturales y su protección en el sistema universal y en
el sistema interamericano”, Revista del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, vol. 40, pág. 66.
22 Ayudante de primera de la materia “Instituciones de Derecho Público” en la Facultad de Ciencias Econó-
micas (UBA); gerente operativo de Asuntos Jurídicos de la Dirección General de Defensa y Protección al
Consumidor del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
247
Manual de Instituciones de Derecho Público
23 López Alfonsín, Marcelo, Derecho Ambiental, 1ª ed., Astrea, Buenos Aires, 2012, pág. 101 y ss.
24 Ídem anterior, pág. 102.
25 Gelli, María A., Constitución de la Nación argentina comentada y concordada, t. I, 4ª ed. ampliada y actuali-
zada, LL, 2015, pág. 567.
26 Ídem anterior, pág. 569.
27 Ídem, pág. 569.
28 Ídem, pág. 577.
29 Sabsay, Daniel, “El modelo de desarrollo sustentable”, en Sabsay (Dir.), Manili (Coord.), Constitución de
la Nación argentina, t. 2, pág. 207/18, cit. por López Alfonsín, Marcelo, Derecho Ambiental, 1ª ed., Astrea,
2012, pág. 119.
30 López Alfonsín, Marcelo, ob. cit., pág. 118.
248
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
automóvil usado. Los proveedores están obligados a respetar los derechos que
la CN y la ley 24240 establecen en cabeza de los consumidores.
iii) Relación de consumo: esta noción abarca todas las situaciones en que el consu-
midor es protegido; antes, durante y después de contratar; cuando es dañado
por un ilícito extracontractual o cuando es sometido a una práctica del merca-
do; cuando actúa individualmente o cuando lo hace colectivamente. Cada vez
que un consumidor se vincula con un proveedor, estamos frente a una relación
de consumo, lo cual determina la aplicación del art. 42, CN, la ley 24240 y del
resto de normas que protegen al consumidor.
El denominado derecho de los consumidores –cuya fuente principal la encontramos
en el art. 42, CN– tiene su fundamento en la vulnerabilidad del consumidor frente al
proveedor. Ello comprende la vulnerabilidad económica y la vulnerabilidad cognoscitiva33.
La vulnerabilidad económica se refiere a la diferencia de poder económico que debe
afrontar el consumidor. Pensemos en la diferencia entre cualquier consumidor y las empre-
sas que proveen servicio de telefonía celular, las cadenas de supermercados o las entidades
financieras como bancos o tarjetas de crédito.
Por su parte, la vulnerabilidad cognoscitiva se refiere tanto a la inferioridad del consu-
midor en el conocimiento y en la información técnica y jurídica. En efecto, por lo general
el consumidor carece de información sobre las características de los bienes y servicios que
adquiere, de conocimientos jurídicos y de condiciones de contratación.
Este fenómeno se ve reflejado, por ejemplo, cuando el consumidor contrata en base a
contratos de adhesión, con cláusulas abusivas que lo colocan en una situación contractual
desventajosa en relación al proveedor.
Esta debilidad estructural que afecta al consumidor frente a los proveedores es lo que
justifica la existencia de normas que protejan los derechos de los primeros y establezcan
obligaciones en cabeza de los proveedores y de las autoridades públicas.
Las obligaciones que la ley de defensa del consumidor exige al proveedor no pueden
ser dispensadas por acuerdo de partes. Por ello, se dice que el derecho del consumidor es de
orden público.
El art. 42, CN está estructurado en tres párrafos:
i) El primero se refiere a los derechos fundamentales de los consumidores y
usuarios en la relación de consumo. Estos derechos pueden clasificarse en dos
grandes grupos: a) derechos patrimoniales –la seguridad de no sufrir daño; los
intereses económicos; la libertad de elección; el trato equitativo y digno–, y b)
derechos personales: la protección de la salud y la seguridad de no sufrir me-
noscabo en ella o en la vida. Asimismo, el derecho a una información adecuada
y veraz resguarda, como la seguridad, tanto los derechos patrimoniales como
los personales, a la vida y a la salud34.
33 Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores, 2ª ed. actualizada, Rubinzal - Culzoni Editores, Santa Fe, 2009, pág.
39 y ss.
34 Gelli, María A., Constitución de la Nación argentina, ob. cit., pág. 586.
250
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
ii) El segundo establece cuáles son las obligaciones de las autoridades públicas en ma-
teria de protección de los consumidores. En este sentido, cabe destacar el rol que
cumplen la autoridad nacional de aplicación y las autoridades locales de aplica-
ción de la normativa de defensa del consumidor. Estas últimas tienen, entre otras,
las siguientes facultades: recibir reclamos de los consumidores contra proveedores;
celebrar audiencias de conciliación entre consumidores y proveedores, y aplicar
sanciones a los proveedores que violen los derechos de los consumidores.
Asimismo, también es importante la labor de los entes reguladores de los servicios
públicos, en tanto deben velar por la calidad y eficiencia de los servicios públicos.
iii) El tercer y último párrafo va dirigido específicamente al Congreso de la Nación
al establecer parámetros que deberá alcanzar la legislación en la materia, en
punto a establecer procedimientos eficaces para la prevención y solución de
conflictos y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia
nacional, con la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y
usuarios y de las provincias interesadas en los organismos de control.
sobre diversidad sexual. Podríamos decir que solo una persona que se mira en el espejo, que
elige cada día cómo vestirse, cómo interactuar con el mundo, es quien puede decir cuál es
su identidad de género. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de género?
El género es el conjunto de características culturales que identifican el comportamien-
to y desarrollo social de hombres y mujeres y las relaciones entre ellos. Es decir, es una
construcción cultural establecida a partir de preconceptos sociales por los que se adjudican
determinados roles o funciones a mujeres y a hombres de manera diferenciada. Pese a que
el género es un término relacional, no es sinónimo del vocablo “mujeres” ni “hombres”’, o
“sexo femenino” y “masculino”, sino que se refiere a la manera en que ambos se construyen
socialmente.
Conceptualmente, que existan diferencias entre los sexos no implica desigualdad. Es
posible pensar a mujeres y hombres como legamente iguales –conf. art. 16, CN–. Pero la-
mentablemente no fue así la forma en que se desarrollaron las relaciones entre los hombres
y las mujeres a lo largo de la historia. La subordinación femenina a escala universal involucra
todos los ámbitos existentes, desde la sexualidad hasta la economía y la política en todos
sus aspectos. Esta realidad evidencia un conflicto profundo e históricamente muy enraizado
que debe ser modificado con el reacomodo de todas las instituciones principales, como ser
el estado, la familia, la educación, la religión y el propio derecho, las cuales han servido para
mantener y reproducir el estatus inferior de las mujeres y la exclusión de quienes no “enca-
jan” en las definiciones clásicas de mujer-varón.
Para comprender mejor la temática, es preciso primero familiarizarse con el lenguaje,
es decir, con una serie de conceptos que están estrechamente vinculados entre sí, pero que
merecen ser diferenciados, como ser, “sexo y género”, “mujer y género”, “grupo vulnerable
y género”, “feminismo y género”, “discriminación y género”, entre otros, conceptos que
permitirán adquirir algunos conocimientos legales elementales para ver la realidad y actuar
desde el derecho con otra mirada, con el fin de transformar la sociedad actual en una más
justa, plena y equitativa.
252
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
dispensable para entender, desde otro paradigma, un conjunto de temas que buscan superar
la discriminación hacia las mujeres y otros sujetos excluidos del modelo36.
36 Galina, Nilda A., “Una mirada de género sobre la convención de la ONU sobre los Derechos de las Perso-
nas con Discapacidad”, Sexualidad, género y familia, AbeledoPerrot, SJA 27/8/2008; JA 2008–III–1100.
37 Guibourg, Ricardo A., “Sobre el género y la ley”, La Ley “Suplemento especial”, mayo/2012, pág. 40.
38 Lamas, Marta, “La perspectiva del género”, Revista de Educación y Cultura, diciembre/1995, págs. 14/20.
253
Manual de Instituciones de Derecho Público
En primer lugar, porque tal como ya nos referimos, “mujer” y “género” son conceptos
distintos. Además, las mujeres, los gays, lesbianas, transexuales, etc., es decir, más de la mitad de
la sociedad, no constituyen un grupo vulnerable per se. A lo sumo, puede verse como un grupo
vulnerabilizado por la existencia del patriarcado y las estructuras de género predeterminadas,
las cuales parecieran colocarlos en un lugar inferior, pese a que no exista causal de justificación.
Así como la Constitución estatuye derechos, las leyes los reglamentan estableciendo
las modalidades de su ejercicio. Acontece que, de acuerdo al art. 14 de nuestra ley suprema,
41 Profesor adjunto regular de la materia “Instituciones de Derecho Público” en la Facultad de Ciencias Eco-
nómicas (UBA): profesor adjunto regular de las materias “Derecho Constitucional” y “Derecho Adminis-
trativo” en la Facultad de Derecho (UBA); profesor titular de la materia “Derecho Administrativo II” en la
Facultad de Derecho (UMSA) y juez de la Sala II de la Cámara Civil y Comercial Federal.
255
Manual de Instituciones de Derecho Público
ningún derecho es absoluto, sino que se ejerce conforme las leyes que lo reglamentan. Un
derecho absoluto significaría una concepción antisocial. Se trata de conciliar el derecho de
cada uno con el de los demás, pues un uso desordenado de todos los derechos por todos los
beneficiarios al mismo tiempo llevaría a que se neutralizaran entre sí, y desviaría del objetivo
central establecido en el preámbulo constitucional de “promover el bienestar general”.
Por cierto que ello no significa que la reglamentación de esos derechos pueda hacerse
sin ningún tipo de limitaciones, lo que nos podría colocar en el riesgo de que se suprima el
efectivo ejercicio del goce de esas prerrogativas. Pasemos entonces a ver las fronteras que el
poder público no puede trasvasar a la hora de reglamentar el ejercicio de los derechos.
contenido a las leyes, pues impone que todo ejercicio de poder público sea racional y pro-
porcional a los fines que se pesquisan. Se trata del contraste que debe vencer toda medida
restrictiva de derechos constitucionales.
Como explícito límite a la arbitrariedad, el art. 28, CN –cuya fuente es el art. 20 del
proyecto que en su momento elaboró Juan Bautista Alberdi45– establece que “[…] los prin-
cipios, derechos y garantías admitidos no podrán ser alterados por las leyes que reglamentan
su ejercicio”.
La dificultad, entonces, es verificar hasta qué punto los medios empleados no son más
drásticos que los justificados por los fines46. Este límite puede a su vez focalizarse desde tres
puntos de vista: adecuación, proporcionalidad y necesidad.
Con relación al primero de ellos, puede concebirse como una adecuación entre los
medios utilizados por el legislador y la obtención de los fines que determinan la medida.
Debe haber un verdadero y efectivo nexo causal entre la norma reglamentaria y el objetivo
perseguido por la reglamentación.
En lo atinente a la proporcionalidad, las restricciones deben resultar simétricas a los
fines que las motivan47. En otros términos, a mayor importancia del derecho afectado, el
control de razonabilidad debe ser más estricto48.
Por último, con relación a la necesidad de la restricción, es dable señalar que los me-
dios utilizados no deben ir más allá de las exigencias del caso.
45 Es que, en palabras del padre fundador tucumano, “reglamentar la libertad no es encadenarla”. Alberdi,
Juan Bautista, Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853,
Escuela de Educación Económica y Filosofía de la Libertad, pág. 16.
46 Linares Quintana, Segundo V., Tratado de la ciencia del Derecho Constitucional, t. III, Alfa, Buenos Aires,
1953–1963, pág. 1826.
47 De acuerdo con el art. 4 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, también
enunciado en el inciso 22 del art. 75, CN, el cual le asigna rango constitucional, las restricciones deben ser
compatibles con la índole de los derechos reconocidos y con el exclusivo objetivo de promover el bienestar
general en el marco de una sociedad democrática.
48 Gelli, María A., Los casos “Vizzoti” y “Aquino” y el examen de los efectos de las sentencias, LL, 2005-A, pág.
922.
49 Bidart Campos, Germán, Manual de la constitución reformada, t. III, Ediar, Buenos Aires, 1998, pág. 349.
50 García Pelayo, Manuel, Derecho constitucional comparado, Manuales de la Revista de Occidente, Madrid,
1964, pág. 163, cit. por Comadira, Julio R., Los decretos de necesidad y urgencia en la reforma constitucional,
LL, 1995-B, pág. 825.
257
Manual de Instituciones de Derecho Público
51 Comadira, Julio R., Los decretos de necesidad y urgencia en la reforma constitucional, LL, 1995-B.
52 Fallos: 313:1514.
53 Ver Bidart Campos, ob. cit., p. 350.
54 CSJN, fallos: 243:467 del 15/5/1959.
258
Capítulo IX - Los Derechos Fundamentales
64 Bazán, Víctor, “El derecho internacional en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, con particu-
lar énfasis en materia de derechos humanos”, La Ley “Suplemento constitucional”, 5/8/2010.
65 CSJN, fallos: 315:1492.
66 CSJN, fallos: 303:1029; 307: 1189; 319:3241.
67 CSJN, fallos: 318:514.
68 CSJN, fallos: 321:3630.
69 CSJN, fallos: 321:3555; fallos: 323:4130.
70 La protección internacional de los derechos y libertades se analiza en el último capítulo de esta obra.
71 Travieso, Juan A., “Derecho Internacional de los Derechos Humanos: clásico y futuro 3.0” La Ley, “Suple-
mento actualidad”, 8/10/2013.
261
Manual de Instituciones de Derecho Público
También son progresivas, puesto que deben interpretarse siempre a favor de las personas y
de su libertad. Son irreversibles, dado que los estados no pueden retrotraerse o revertir su
reconocimiento. Son interdependientes con la democracia –presupuesto de su existencia–,
integrales e indivisibles, ya que no admiten su ejercicio en detrimento o salvaguarda de otros
derechos72.
Como corolario, se piensa que la positivización de los derechos humanos y el com-
promiso de los estados para darles cumplimiento y garantizar su ejercicio buscan lograr
un estado con justicia distributiva y social, a pesar de que –muchas veces– la realidad nos
muestre que queda mucho por hacer73.
El Poder Legislativo
no requieren la competencia compartida de la otra son actos simples de la cámara que los
cumple, por lo que carecen de naturaleza compleja.
La reforma de 1994 de la CN incorporó, a través de sus arts. 44 y 45, dos in-
novaciones: a) agregaron diputados por la Ciudad de Buenos Aires por su autonomía
prevista en el art. 129, pero b) mantienen diputados por la Capital Federal para el caso
de que se traslade fuera de la Ciudad de Buenos Aires. De esta manera, la cámara de
diputados tiene prevista una composición tripartita: a) diputados por cada provincia;
b) diputados por la Ciudad de Buenos Aires; c) diputados por la Capital Federal –en
caso de traslado–.
El art. 54, en cambio, ofrece estas variantes: a) añade senadores por la Ciudad de Bue-
nos Aires, pero b) suprime los senadores por la Capital Federal, que dejará de tenerlos si se
traslada fuera de la Ciudad de Buenos Aires.
Así, la composición del senado comprende: a) senadores por cada provincia y b) sena-
dores por la Ciudad de Buenos Aires. Además, eleva de dos a tres el número de senadores;
sustituye con el mecanismo de elección directa el sistema mediante el cual se elegían los
senadores por las provincias, y distribuye las tres bancas de cada jurisdicción del siguiente
modo: dos senadores al partido que obtiene la mayoría de votos y un senador al partido que
le sigue en número de votos.
10.2. Bicamarismo
En torno al bicamarismo del Congreso, este no se apoya en una mera división interna
del órgano y de la labor que la Constitución le manda al asignarle sus atribuciones. El de-
bate acerca de la ventaja y utilidad de la división del Congreso en dos cámaras estriba en la
forma federal del estado argentino.
El modelo bicameral se ancla en la constitución de los EE.UU. y responde a la teoría
de que la cámara de representantes –diputados– representa al pueblo, y la de senadores los
estados miembros o provincias.
El art. 44 de la CN establece que “Un Congreso compuesto de dos cámaras, una de
diputados de la Nación, y otra de senadores de las provincias y de la Ciudad de Buenos Ai-
res, será investido del poder legislativo de la Nación”. Ello implica que representa al pueblo.
Compartimos con un sector de la doctrina que se trata de la dogmática de la representación
política en la teoría de la democracia popular. La norma no tiene ni puede tener vigencia
sociológica, porque no hay representación de todo el pueblo ni de la Nación.
La cámara de senadores representa, según la misma norma, cada una de las provincias
y la Ciudad de Buenos Aires.
Asimismo, merece un apartado el bicamarismo en las legislaturas provinciales. En
razón de que cada uno de los ordenamientos provinciales, presididos por su Constitución,
deben guardar la subordinación, coordinación y coherencia de sus respectivas normas con
el ordenamiento del estado federal, han de reproducir el principio constitucional de la divi-
sión de poderes y, por ende, organizar su poder legislativo, denominado legislatura. Pero no
264
Capítulo X - El Poder Legislativo
10.3. Elección
10.3.1. Diputados nacionales
Centrándonos en la elección del cuerpo, el art. 45 dispone que “La Cámara de Dipu-
tados se compondrá de representantes elegidos directamente por el pueblo de las provincias,
de la Ciudad de Buenos Aires, y de la Capital en caso de traslado, que se consideran a este
fin como distritos electorales de un solo estado, y a simple pluralidad de sufragios; el nú-
mero de representantes será de uno por cada treinta y tres mil habitantes o fracción que no
baje de dieciséis mil quinientos…”.
Los diputados son, conforme la letra y el espíritu de la CN, representantes de la
Nación –art. 44– o del pueblo, que compone el electorado activo o cuerpo electoral. El
número de habitantes que sirve de índice básico para establecer el número de diputados
debe computarse incluyendo a los extranjeros; no es posible limitarlo a la población argen-
tina, porque la norma habla de habitantes, y, por lo tanto, comprende tanto ciudadanos
nacionales como extranjeros.
La base de población de la que surge el número de diputados se reajusta periódicamen-
te de acuerdo con el censo general. Este censo “…solo podrá renovarse cada diez años…”
conforme el art. 47. Según Joaquín V. González2 es acertado afirmar que la Constitución ha
querido que cada diez años, por lo menos, se renueve la operación del censo general. Gonzá-
lez Calderón postula que el art. 39 es imperativo y prohibitivo: el censo debe realizarse cada
diez años, y no puede efectuarse con periodicidad menor, con el objeto de que el número de
diputados refleje la cantidad de población de cada distrito electoral.
Como condición de elegibilidad se requiere haber cumplido veinticinco años de edad,
tener cuatro años de ciudadanía en ejercicio, y ser natural de la provincia que lo elija o con
dos años de residencia inmediata en ella. Estas condiciones –fijadas en el art. 48– deben
reunirse para ser diputado, o sea, al tiempo de aprobarse el diploma del electo por la cámara
de la que formará parte, a diferencia de las condiciones para ser elegido senador, que deben
reunirse al tiempo de la elección.
Una situación de singular importancia estipula el art. 51, que prevé que en el supuesto
de vacancia, el gobierno del ordenamiento territorial que corresponda impulsará la elección
de un nuevo miembro. La Constitución quiere que la diputación se cubra con una nueva
elección posterior a la vacancia; por eso, compartimos con la doctrina que se entiende in-
constitucional todo sistema legal que, juntamente con los diputados, obliga a elegir suplen-
tes para reemplazar a los titulares. No obstante, el derecho constitucional ha incorporado la
práctica de elegir suplentes en la elección de diputados para tener sustitutos anticipados en
2 González, Joaquín V., Manual de la Constitución argentina, Estrada, Buenos Aires, 1983, pág. 247.
265
Manual de Instituciones de Derecho Público
caso de vacantes, por lo que, generadas estas, no se realiza nueva elección en los términos
del art. 51.
3 “El requisito del ingreso económico tiene un sentido oligárquico, muy resistido en su momento (se aprobó
en el Congreso Constituyente por una mayoría muy ajustada) y se lo puede considerar derogado por dere-
cho consuetudinario –desuetudo–, además de resultar ilegítimo según una versión actualizada del sistema
democrático”. Sagüés, Néstor P., Elementos de derecho constitucional, t. 1, 2ª ed., Astrea, Buenos Aires,
1997, pág. 357.
266
Capítulo X - El Poder Legislativo
competencias y actos de ejercicio específico y particularizado de cada cámara, que, por tal
razón, no requieren el concurso de la otra para su validez.
Es decir, existen las facultades privativas del Congreso –órgano complejo– y las atribu-
ciones comunes a ambas cámaras.
267
Manual de Instituciones de Derecho Público
268
Capítulo X - El Poder Legislativo
4 Bidart Campos, Germán J., Tratado elemental de Derecho Constitucional argentino, Ediar, Buenos Aires,
1993-2004.
269
Manual de Instituciones de Derecho Público
270
Capítulo X - El Poder Legislativo
Las provincias no pueden establecer bancos con facultad de emisión sin autorización del
Congreso (art. 126). El inciso 11 del art. 75 asigna al Congreso hacer sellar moneda, fijar su
valor y el de las extranjeras. Las provincias no pueden acuñar moneda (art. 126). El inciso
6 también prevé que el Congreso establezca, además del banco federal, otros bancos nacio-
nales. El inciso 12 incluye en la legislación general la ley sobre falsificación de la moneda
corriente. Parece verdad que, por su carácter federal, el banco aludido en el inciso 6 debe in-
corporar a representantes de las provincias en sus órganos de conducción y administración.
El curso legal, que hace al dinero irrecusable, atiende a la relación “acreedor-deudor”,
porque el primero no puede rehusar recibir la moneda de curso legal. El ejercicio de las
competencias del congreso del art. 75, incisos 6 y 11 ha estado sustancialmente decaído en
la práctica, donde se registra una marcada mutación; ello obedece a la amplitud de faculta-
des acumuladas por el Banco Central, cuyo origen, según parte de la doctrina, proviene de
una delegación completa de competencias por parte del Congreso.
La emisión de billetes por las provincias: el art. 126 prohíbe a las provincias acuñar
moneda, en tanto se les prohíbe que establezcan bancos con facultad de emitir billetes sin
autorización del Congreso, lo que, al contrario, supone que pueden emitirlos si el Congreso
lo autoriza.
En síntesis se consideran dos planos de análisis: el de carácter económico –inciso 8–.
Si agrupamos las atribuciones de los 32 incisos del art. 75 según la materia de que traten,
compartimos con Sabsay que los incisos 7, 8 y 9 se incluyen en la categoría “económico-
financieros”. Para la operatividad gubernamental la cuestión presupuestaria comercial y fi-
nanciera importa un asunto de importancia, ya que refiere –entre otros temas– a los recur-
sos económicos indispensables para su actuación.
En el derecho consuetudinario argentino, el presupuesto se aprueba por ley, cuyo
proyecto envía el jefe de gabinete de ministros y cuya cámara de origen es diputados, satis-
faciendo determinados recaudos basados en criterios objetivos de reparto, equidad, solidari-
dad, grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidad en todo el
territorio nacional. Con estas pautas de contenido el constituyente quiso acentuar el papel
del presupuesto como instrumento de gobierno y herramienta de planificación económica.
Al respecto, examinar en lo que fuese pertinente la ley 24156.
Asimismo, importa destacar el impacto de la ley 26124, la cual faculta al jefe de ga-
binete de ministros para reasignar partidas presupuestarias, por los efectos y la implican-
cia que determinan su aplicación, suscitando severos cuestionamientos de la mencionada
norma no solo con la potestad presupuestaria que debería reposar en forma exclusiva en el
Congreso de la Nación, sino también en el art. 37 de la ley 24156. En cuanto al otro plano,
el financiero, reposa en los incisos 4, 5, 6, 7, 8 y 9 y 14. Así, la actividad financiera estatal
se exterioriza en la obtención de recursos y en la realización de gastos, y apareja, recípro-
camente, la recaudación fiscal y la afectación de erogaciones. De este modo, el art. 75, en
diferentes incisos, establece la competencia del Congreso en materia financiera.
Respecto al banco federal o central, su dirección debe estar a cargo de representantes
de las provincias. Por este sistema se admite la existencia de otros bancos oficiales y particu-
lares, pero que carecen de dicha atribución.
271
Manual de Instituciones de Derecho Público
10.4.2.3. Administración
En relación a las atribuciones en materia de administración, ellas están previstas en los
incisos 17 a 19 del art. 75, CN. Encontramos un viejo contenido, que está representado
por el inciso 18. Esta norma recoge la cláusula del progreso del viejo art. 67, inciso 16, CN.
La idea del reformador ha sido dejar esta excelente previsión normativa, y agregar un nuevo
inciso 19 que profundiza y actualiza los contenidos de la vieja manda. Allí se alojan dos
mecanismos básicos para arribar a los fines propuestos: a) el otorgamiento de concesiones
temporales de privilegios y promesas de estímulos –en forma restrictiva y por tiempo de-
terminado–, y b) las leyes protectoras de tales finalidades, que generan un amplio espectro
instrumental, desde el arbitrio legislativo, para que el legislador genere políticas de fomento
y estímulos a esos fines.
273
Manual de Instituciones de Derecho Público
rritorial y social que abarca la integralidad geográfica y poblacional de todo el estado, sin
exclusiones ni marginamientos dentro de la federación.
Para el progreso de la ilustración, el inciso 18 concede al Congreso la facultad de dictar
planes de instrucción general y universitaria. Esta terminología engloba el lineamiento y
la estructura de la educación en todos los niveles y ciclos para la enseñanza en jurisdicción
federal y provincial y para la enseñanza privada –no estatal–.
En lo demás, las innovaciones refieren a la educación, especialmente la consagración
de los principios de equidad y gratuidad para la educación pública estatal, la autonomía de
las universidades y la protección de los espacios culturales y audiovisuales.
En materia de derechos humanos, la CN, en su art. 75, contiene tres incisos claramente
alusivos a ellos, que hacen de eje a otras numerosas menciones del orden democrático y del
sistema democrático. Son los incisos 22, 23 y 24.
274
Capítulo X - El Poder Legislativo
10.4.3. Emergencias
En lo concerniente a los institutos de emergencia, hallamos: a) la intervención federal,
y b) el estado de sitio, cuya declaración requiere –como principio general– de la voluntad
congresional.
a) Intervención federal. El art. 75, inciso 31 aclara cuál es el rol del Congreso y del Po-
der Ejecutivo –se debe concordar esta norma con el art. 99, inciso 20, CN–. Básicamente,
hay que subrayar que la facultad de disponerla incumbe al Congreso mediante el dictado de
una ley, y la atribución excepcional de disponerla por parte del Poder Ejecutivo, pero solo
en caso de receso del Poder Legislativo, el hecho de que en el mismo acto en que decreta
la intervención federal debe convocar al Congreso para su tratamiento, la competencia del
Congreso para aprobar o rechaza la medida es un remedio excepcional para auxiliar y no
para castigar las provincias.
Según sus causales de procedencia, previstas en el art. 6, CN, su finalidad, sea su causa
doméstica –sedición– o interprovincial –invasión de otra provincia– es fundamentalmente
protectora, y se endereza a ayudar a las autoridades locales; no obstante, puede involucrar
un carácter de sanción o represión con respecto a los protagonistas del hecho delictuoso de
sedición o invasión. A estas figuras se alude en los arts. 22 y 127, CN.
El auxilio de la intervención debe ser requerido por las autoridades constituidas de
la provincia. Debe entenderse por tales los órganos titulares de alguno de los tres poderes:
gobernador, legislatura, Superior Tribunal de Justicia, aun cuando el texto originario de
1853 mencionaba solo al gobernador y la legislatura. En la causa judicial por la intervención
federal a la provincia de Santiago del Estero, declarada el año 2004, cuyas controvertidas
circunstancias se ventilaron en el ámbito de la CSJN, in re “Zavalía, José Luis c/Provincia
de Santiago del Estero s/amparo”, 21/9/2004, por el cual el máximo tribunal se pronunció
por la defensa de la autonomía de la provincia mencionada ante la pretensión de reformar
la constitución provincial en el contexto de tal instituto de emergencia.
275
Manual de Instituciones de Derecho Público
b) Estado de sitio: es una de las facultades propias del gobierno federal, que ha sido
delegada por las provincias. El art. 75, inciso 29, CN la asigna al Congreso para que declare
el estado de sitio en uno o varios puntos del país. Asimismo, el art. 99, inciso 16 subraya que
es una atribución del Congreso; se trata de una facultad delegada en el gobierno nacional
que las provincias no pueden ejercer.
En torno a la autoridad competente para declararlo, la Constitución describe según
cuál fuese su causal de procedencia: conmoción interior o ataque exterior. Si la declara-
ción de estado de sitio fue a causa de una conmoción interior, le corresponderá al Con-
greso –art. 75, inciso 29–, o al presidente en caso de receso del Congreso –art. 99, inciso
16–. En cambio, si la declaración es con motivo de un ataque exterior, será competencia
del presidente con acuerdo del senado y por un término limitado –arts. 61 y 99, inciso
16–. En caso de receso del Congreso, también corresponderá al presidente por un térmi-
no limitado declararlo –art. 99, inciso 16–. Se recuerda que, en caso de ataque exterior,
siempre será necesario el acuerdo del senado, ya que la CN solo faculta al Poder Ejecutivo
en caso de que el Congreso se encuentre en receso y solo por conmoción interior. En
cambio, si es por ataque exterior, corresponderá al presidente convocar el senado para
obtener su acuerdo.
De acuerdo con nuestra Constitución, cuando se declara el estado de sitio durante el
receso del Congreso, el presidente debe convocarlo inmediatamente para que ratifique o
suspenda la declaración de estado de sitio.
En ambos supuestos, se requiere que los hechos tengan una magnitud que ponga en
peligro la vigencia de la Constitución y de las autoridades creadas por ella. Cabe destacar
que el Poder Judicial es competente para controlar, en cada caso concreto, la razonabilidad
de los actos particulares que se ejecuten con motivo de la vigencia del estado de sitio, sin
que ello importe cuestionar la validez del acto general declarativo del estado de sitio. Dicha
doctrina fue sentada por la CSJN, in re “Granada, Jorge Horacio s/recurso de hábeas corpus
en su favor”5, 3/12/1985, al destacar que son facultades privativas de los poderes legislativo
y ejecutivo las referentes a la apreciación de las circunstancias de hecho que tornan aconseja-
ble la adopción del estado de sitio, por lo cual la revisión de esos poderes no resulta factible
por los jueces. Con respecto al control judicial de la legitimidad de la declaración del estado
de sitio, previsto por el art. 4, ley 23098, la CSJN señaló que se refiere a los requisitos de
competencia y de forma, por lo que ese control no abarca el examen sobre la aplicación
política de los hechos que determinaron la declaración de estado de sitio.
Su efecto es la suspensión de las garantías constitucionales, pero, de acuerdo con Ba-
deni , existen varias doctrinas con posturas distintas según las garantías que se suspendan
6
durante el estado de sitio. Las agrupan de la siguiente manera: a) suspensión de todas las
garantías y derechos constitucionales; b) suspensión de todas las garantías y libertades cons-
titucionales con exclusión de las referentes al funcionamiento de los poderes públicos; c)
suspensión de aquellas garantías y libertades constitucionales cuyo ejercicio impida el logro
5 Fallos: 307:2284.
6 Badeni, Gregorio, Instituciones de Derecho Constitucional, Ad Hoc, 2000, Buenos Aires, pág. 727.
276
Capítulo X - El Poder Legislativo
10.4.4. Designaciones
En materia de designaciones, el orden jurídico adoptó el sistema de acuerdo previo
del senado para el nombramiento de los jueces del Poder Judicial de la Nación y de los
funcionarios que integran los cuerpos superiores de la representación exterior de la Repú-
blica y de la defensa, como también a los integrantes del Ministerio Público –fiscal y de la
defensa, organizado por la ley 24946–, los miembros del directorio del Banco Central de
la República Argentina y de los entes reguladores, entre los más importantes. El presidente
de la Nación queda habilitado para realizar el nombramiento solo después de que el senado
preste su acuerdo o conformidad.
277
Manual de Instituciones de Derecho Público
delegación, ya que la propia Constitución determinó qué es lo que se puede delegar, y la ley
no podrá prohibir lo permitido por la Constitución.
10.5. La ley
10.5.1. Concepto
El concepto de ley con el que vamos a trabajar surge de la opinión consultiva 6/86 de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por la que la palabra “leyes” que surge del
art. 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos significa “norma jurídica de
carácter general, ceñida al bien común, emanada de los órganos legislativos constitucional-
mente previstos y democráticamente elegidos, y elaborada según el procedimiento estable-
cido por las constituciones de los estados partes para su formación”.
Dicho esto, y desde el aspecto técnico formal, la ley, como producto del Poder Legis-
lativo de la Nación, debe ser redactada en idioma nacional, según su uso y modalidades,
en forma clara, precisa y metódica. Toda ley que se dicte en el contexto del sistema consti-
tucional argentino debe llevar la siguiente fórmula: “El Senado y la Cámara de Diputados
de la Nación Argentina, reunidos en Congreso, [...] decretan, o sancionan con fuerza de
ley”. El Congreso dispone la sanción de las leyes, y con ello les imprime el carácter de su
voluntad general que sustenta el postulado roussoniano del imperio de la ley, a fin de tornar
las ejecutorias. Aun así, ellas no entran en aplicación sino hasta que sean promulgadas por
el Poder Ejecutivo.
En primer lugar precisemos lo siguiente: ley formal es todo acto al que el Congreso
asigna el carácter y la denominación de ley, cualquiera sea su contenido material. En cam-
bio, no es pacífico el concepto de ley material, porque los autores no coinciden en detectar
la naturaleza propia que, por su contenido, reviste la legislación. Dos teorías al menos en-
tran en disputa: a) una dice que ley material es toda norma de carácter general y obliga-
torio –dos de sus características que detallaremos seguidamente–, entonces, incluye en la
categoría de ley material los reglamentos del Poder Ejecutivo y los fallos plenarios; b) otra
dice que ley material es solamente la creación normativa que da origen a un derecho nuevo
u originario, o sea, a un derecho cuyo contenido no está determinado ni condicionado por
otra producción jurídica superior dentro de las funciones del estado.
10.5.2. Caracterización
a) La bilateralidad resume uno de los efectos fundamentales de la norma jurídica
y, en general, del propio ordenamiento jurídico, creando deberes y derechos.
La norma jurídica autoriza a otra persona a que exija del obligado el incumpli-
miento del deber. Es propio de la ley producir un deber jurídico en una persona
y un derecho en otra; se realiza de manera automática al producirse la coinci-
dencia de una forma de conducta con la previsión legislativa. Es importante
278
Capítulo X - El Poder Legislativo
10.5.3. Clasificación
Respecto a la clasificación, cabe consignar lo siguiente: las leyes se pueden clasificar en
primer lugar según emanen del Congreso de la Nación o de las legislaturas provinciales. Las
primeras pueden subclasificarse en leyes locales y leyes nacionales. Las leyes nacionales, a su
vez, se subclasifican en leyes de derecho común y leyes de derecho federal.
Leyes locales: eran las que el congreso dictaba en su carácter de legislatura local, es decir,
para la Capital Federal: la materia a que este tipo de leyes se refería era en general la misma
a la que se refieren, o pueden referirse, las leyes provinciales; las cosas y las personas a que se
279
Manual de Instituciones de Derecho Público
aplican son siempre exclusivamente las que están comprendidas en ese ámbito territorial. A
partir de la reforma constitucional de 1994, se estableció una dicotomía que, al dar cuasiau-
tonomía a la Ciudad de Buenos Aires, limitó las facultades del Congreso como legislatura
local principalmente a los lugares donde operan establecimientos de utilidad nacional, y
aun así de manera limitada al cumplimiento del objeto federal. De ahora en más, la única
ley que la Nación puede dictar para la Ciudad de Buenos Aires es la que delimita las com-
petencias respectivas; dentro de ella quedarán materias de exclusiva jurisdicción nacional,
caso en el cual las leyes a dictarse no serán ya locales del Congreso de la Nación, sino leyes
nacionales de carácter federal.
Leyes nacionales: las leyes nacionales que aprueba el Congreso se caracterizan por ser de
aplicación en todo el territorio de la Nación. Se subclasifican en leyes de derecho común y leyes
de derecho federal. Esta subclasificación fue concebida en razón de la materia o contenido de
tales leyes. Observamos así que mientras la distinción entre leyes locales y nacionales está
dada en razón de territorio, la distinción entre leyes nacionales de derecho común y federal
está dada en cambio en razón de la materia.
Leyes nacionales comunes: son leyes de derecho común las previstas, por ejemplo, en
el art. 75, inciso 12, CN. El Código Civil y Comercial, el Código Penal, etc. Estas leyes se
caracterizan por ser aplicadas por jueces locales, es decir, por jueces de la respectiva jurisdic-
ción en que la cuestión se produzca. En el comienzo de la vida institucional de la Ciudad
de Buenos Aires, en 1996, la Nación no le había transferido sus jueces naturales, situación
que parcialmente se mantiene en la actualidad, a pesar del desarrollo de dicho proceso local.
Leyes nacionales federales. Las leyes nacionales son las que hacen a la existencia y al
funcionamiento de los poderes del estado nacional, tales como las leyes de ciudadanía,
elecciones nacionales, etc. Estas leyes, a diferencia de las de derecho común, son aplicadas
por los jueces federales, es decir, los jueces del estado nacional, más allá de que los casos que
trate se produzcan en el territorio de las provincias.
Los decretos-leyes o así llamadas leyes de los gobiernos de facto: en 1966, Gordillo
indicaba el error semántico y político de llamar leyes a los decretos-leyes del gobierno de
facto, uso lingüístico que tenía una expresa voluntad “legitimadora del gobierno”. Han sido
pocos los juristas que eligieron en su momento llamarlos como corresponde –“decreto-ley”
o “así llamada ley”– y quizás estribe allí –entre otros factores– la degradación de nuestra
cultura jurídica. Hasta el día de hoy encontramos libros, fallos, doctrinas, que a décadas
de terminado el último gobierno de facto, todavía prosiguen con ese peligroso uso legiti-
mador. La reforma constitucional de 1994, en su art. 36, fustiga claramente este tipo de
gobierno. Creemos que es una violación del texto constitucional continuar llamando “leyes”
a los actos legislativos de aquellos gobiernos de facto (1966-1973; 1976-1983). En lo que
respecta al decreto-ley 19549/72, se ha intentado justificar denominarlo “ley” sosteniendo
que, aunque dictado por un gobierno de facto, fue luego adoptado, ratificado y aplicado
con tal alcance por los órganos de iure, lo que ha motivado un interesante debate epistolar.
La continuación de un uso semántico legitimador de lo que la Constitución prohíbe es algo
que legisladores, jueces y funcionarios deben abandonar para hacer un correcto desempeño
de su función en una sociedad democrática.
280
Capítulo X - El Poder Legislativo
281
Manual de Instituciones de Derecho Público
–que no deben confundirse con las comisiones permanentes para el receso del Congreso, ni
con las comisiones investigadoras–.
Excepcionalmente, la reforma de 1994 ha incorporado la comisión bicameral perma-
nente para seguimiento y control de los decretos de necesidad y urgencia que dicta el Poder
Ejecutivo para los decretos dictados por delegación legislativa, y para la promulgación par-
cial de leyes vetadas parcialmente –arts. 99, inciso 3, y art. 100, incisos 12 y 13–.
Las comisiones bicamerales pueden ser permanentes –arts. 86 y 99, inciso 3, CN– o
temporales –comisión mixta de revisión de cuentas de la administración, comisión admi-
nistradora de la Biblioteca del Congreso–. Es competencia de cada una de las cámaras del
Congreso definir en su reglamentación interna el número, los pormenores referidos a su
actuación y composición de estas peculiares agrupaciones de legisladores que –en honor a
la verdad– han proliferado en tiempos recientes, lo que de alguna manera ha conspirado
contra su eficacia al diluir su fuerza técnica, aptitud disuasoria –en el caso de las investiga-
doras– y presencia institucional.
Desde hace tiempo, las comisiones han sido valoradas como un importante instru-
mento orgánico-estructural que prevén los reglamentos de los cuerpos legislativos. Su fun-
cionamiento resulta un buen aporte para la cobertura de ciertas necesidades prácticas que
hacen a la dinámica del funcionamiento de un cuerpo por esencia numeroso, disperso y he-
terogéneo, lo que se nota especialmente al considerar en detalle las complejas y especializa-
das materias de estudio del Congreso. De ahí la institución de las comisiones parlamentarias
permanentes, las cuales son concebidas como agrupaciones de legisladores que detentan una
cierta especialización en la materia para cuyo tratamiento se integran. Ellas se ocupan por
lo general de dictaminar respecto de los proyectos que le son girados para su conocimiento,
y la realidad parlamentaria indica que en el debate plenario posterior los legisladores rara-
mente se apartan de su consejo.
La presidencia de las comisiones es asignada por lo general al partido político mayo-
ritario, con una integración proporcional respecto de los restantes. Enseña Padilla que en
la mayoría de los cuerpos legislativos existen dos tipos de comisiones: las permanentes, a las
que se les asigna el conocimiento de proyectos que abordan materias de su competencia, y
las especiales que estudian determinados asuntos. Asimismo, existen las comisiones de in-
vestigación que surgen de los poderes inherentes o implícitos del Congreso y tienen por fin
obtener datos e informaciones respecto de la formación de nueva legislación, o para ejercer
su rol específico de contralor sobre el accionar del Poder Ejecutivo. Por otro lado, existen
comisiones prestigiosas, como la de labor parlamentaria, cuyas funciones básicas son las de
preparar planes de tarea parlamentaria, proyectar el orden del día con los asuntos que le
son despachados por las restantes comisiones, informarse del estado de los asuntos en las
diversas comisiones y promover medidas prácticas para agilizar los debates, de tal forma que
opera con roles de coordinación y supervisión de las restantes.
La reforma constitucional de 1994 incorporó una regla específica en materia de dele-
gación: la de cada cámara, de delegar el tratamiento en particular, de un proyecto aprobado
en general, a sus comisiones. Se ciñe a a) Cualquier proyecto legislativo: una vez aprobado en
general, puede ser girado a comisión para su aprobación en particular, con la mayoría reque-
rida por la Constitución –absoluta del total de los miembros de la cámara–, b) la aproba-
284
Capítulo X - El Poder Legislativo
ción del proyecto girado por parte de la comisión requiere del voto favorable de la mayoría
absoluta del total de sus miembros, c) una vez aprobado el proyecto en comisión se sigue el
trámite ordinario establecido en el art. 81, CN, y d) las cámaras pueden revocar su decisión
de delegar el tratamiento de la propuesta y retomar el proyecto para su tratamiento por el
cuerpo respectivo.
285
Manual de Instituciones de Derecho Público
que las sesiones deban ser públicas. Los reglamentos de ambas cámaras sí prevén la publici-
dad de las sesiones, por lo que es un requisito de todos los actos de gobierno, a través del cual
las sesiones secretas son inconstitucionales, salvo en casos de secretos de estado.
El quórum: esta expresión significa el número de miembros que se necesita para que
un órgano colegiado pueda constituirse, funcionar y adoptar decisiones. Cuando el número
de miembros que compone un órgano colegiado es elevado, resulta difícil la asistencia de
todos; de ahí que se arbitre un quórum para que, con número suficiente, pero inferior a la
totalidad, el órgano pueda ejercer su función. Nuestra Constitución contiene una disposi-
ción general y básica sobre el quórum; el art. 64 establece que ninguna de las cámaras entrará
en sesión sin la mayoría absoluta de sus miembros. Afirma Bidart Campos que mayoría
absoluta no es, como vulgarmente se sostiene, la mitad más uno, sino más de la mitad de los
miembros, que es cosa distinta, porque si, por ejemplo, suponemos 187 legisladores, más
de la mitad son 94, mientras la mitad más uno son 95.
Ante la imposibilidad de sesionar sin quórum, el art. 64 añade que un número menor
podrá compeler a los miembros ausentes a que concurran a las sesiones en los términos y
bajo las penas que cada cámara establezca.
286
Capítulo X - El Poder Legislativo
A fines del siglo XIX, en el fallo de la CSJN, “Alem”, 15/12/18938–, el Máximo Tri-
bunal sostuvo que la Constitución no ha buscado garantizar a los miembros del Congreso
una inmunidad que tenga objetivos personales, ni por razones del individuo mismo a quien
se hace inmune; son altos fines políticos –agregaba– los que se ha propuesto y, si ha con-
siderado esencial esa inmunidad, es precisamente para asegurar no solo la independencia
de los poderes públicos entre sí, sino la existencia misma de las autoridades creadas por la
Constitución.
Las garantías legislativas se dividen en dos grandes grupos: a) colectivas y b) personales.
Las primeras conciernen al cuerpo o cámara en conjunto y como órgano-institución para
facilitar el ejercicio de su función, y las segundas se refieren a la situación o actuación in-
dividual de cada hombre que es miembro del cuerpo o cámara, pero no en protección a su
persona, sino a la función que comparte integrándolo, para tutelar su libertad, su decoro y
su independencia. Comprendemos que ambas garantías comparten una igual naturaleza de
resguardo al órgano, a su función, a su dinámica y a su independencia.
Entre los privilegios colectivos encontramos: a) el juzgamiento por cada cámara de la
validez de elección-derecho-título de sus miembros; b) la competencia de cada cámara para
hacer su reglamento; c) el poder disciplinario de cada cámara sobre sus propios miembros
y sobre terceros extraños; d) el derecho de cada cámara de hacer comparecer a su sala a los
ministros del poder ejecutivo; e) la aceptación de las renuncias que hacen de sus cargos los
legisladores.
Entre los privilegios o inmunidades personales quedan incluidos: a) la inmunidad de
opinión y expresión; b) la inmunidad de arresto; c) el desafuero; d) la dieta. Compartimos la
posición de Bidart Campos, según la cual el desafuero es a la vez una prerrogativa “personal”
y “colectiva”; lo primero, porque protege al legislador, lo segundo, porque implica para la
cámara la disponibilidad de poner o no a sus miembros a la orden de un juez.
Reflexionemos a continuación respecto a cada una de ellas:
a) El juicio de las elecciones –remitimos a lo abordado ut supra–.
b) El reglamento de cada cámara: la potestad de dictar el propio reglamento con-
cede a cada cámara la competencia de establecer su estatuto interno, por su-
puesto que sin exceder ni alterar las normas de la Constitución.
c) El poder disciplinario por el que las cámaras pueden corregir, remover y expul-
sar a sus miembros. Cabe destacar el art. 66, el cual dispone que “Cada cámara
[…] podrá con dos tercios de votos, corregir a cualquiera de sus miembros por
desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inha-
bilidad física o moral sobreviniente a su incorporación, y hasta excluirle de su
seno…”.
En consonancia con ello, la corrección cabe por cualquier hecho que altere o pertur-
be el trabajo parlamentario de la cámara, por ejemplo, insultos, agravios, interrupciones
reiteradas, etc. La sanción puede ser un llamamiento al orden, un pedido de que retire las
8 Fallos: 54:432.
288
Capítulo X - El Poder Legislativo
expresiones ofensivas o las aclare, la privación del uso de la palabra, una multa, etc. La ex-
clusión no implica asignación expresa de causal en el art. 66. Mientras la remoción requiere
inhabilidad, la exclusión queda librada a la discreción de la cámara, pero siempre, como
todo ejercicio de competencia por los órganos del poder, en forma razonable y no arbitraria.
Ante cualquiera de las hipótesis de sanción disciplinaria parece lógico exigir que se resguar-
den el debido proceso y la defensa, para asegurar la razonabilidad de la medida. Pensamos
que la remoción y la expulsión tienen carácter definitivo, o sea que el legislador removido
o expulsado deja de ser tal y pierde su banca; ello no solo por la índole de la medida, sino
porque es necesario proveer la cobertura de la vacante, ya que las cámaras deben contar con
la totalidad de sus miembros en forma permanente para asegurar su funcionamiento.
En punto a las garantías personales referidas se encuentran:
a) La inmunidad de expresión: teniendo en cuenta que el Congreso es órgano emi-
nentemente deliberativo, esta garantía ha sido considerada como imprescindi-
ble para el desempeño del cargo de sus miembros, por lo que ninguno de ellos
puede ser acusado, interrogado judicialmente ni molestado por las opiniones o los
discursos que emita desempeñando su mandato de legislador –art. 68–. Discur-
sos y opiniones significan toda expresión oral o escrita vertida en el desempeño
del cargo, con ocasión de él y en cumplimiento de su función, aunque no sea
en el recinto de sesiones –también, por ej., en el seno de las comisiones, en
despachos escritos, en investigaciones parlamentarias, o por la reproducción en
la prensa de opiniones vertidas en el congreso–, pero siempre con suficiente co-
nexidad funcional con el cargo de legislador. Por esos discursos y opiniones, no
cabe acusación, interrogatorio judicial, ni molestia. El no ser molestado implica
que tampoco el propio partido del legislador puede incomodarlo por opiniones
protegidas en el privilegio y, por ende, el partido no puede aplicarle sanciones.
En el caso de la CSJN “Fiscal c/Benjamín Calvete”, 19/9/1864,9 se resolvió
que esta inmunidad debe interpretarse en el sentido más amplio y absoluto. En
1960, en el fallo de la CSJN “Mario Martínez Casas”10, la Corte reiteró y espe-
cificó su doctrina, que creemos puede resumirse en las siguientes afirmaciones:
a) la inmunidad del art. 68, destinada a garantizar la independencia funcional
de las cámaras legislativas, integra en nuestro régimen el sistema representativo
republicano; b) el carácter absoluto de la inmunidad es requisito inherente a su
concreta eficacia; c) pero los posibles abusos deben ser reprimidos por los mis-
mos legisladores sin afectar la esencia del privilegio. Interesa también destacar
el decisorio de la CSJN “Varela Cid”11 de 1992, en el que la Corte dirimió el
conflicto competencial de la siguiente manera: 1) por las conductas expresi-
vas durante el desempeño del cargo legislativo no cabe enjuiciamiento; 2) por
las opiniones vertidas con anterioridad, la competencia incumbe a la justicia
nacional de primera instancia en lo correccional de la Capital. Pensamos que
9 Fallos: 1:340.
10 Fallos: 248:462.
11 Fallos: 315:1470.
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Manual de Instituciones de Derecho Público
12 Ley que establece el “Régimen de inmunidades para legisladores, funcionarios y magistrados”, aprobada en
septiembre de 2000.
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Capítulo X - El Poder Legislativo
13 Fallos: 217:122.
291
Manual de Instituciones de Derecho Público
legislador le impidiera desempeñarse como tal. Sin dudas que la lectura, inter-
pretación y aplicación de estas dos cláusulas deben realizarse bajo el prisma de
la mencionada ley de fueros, en todo lo que fuese pertinente.
El desafuero y el juicio político: el juicio político implica un antejuicio que mien-
tras no concluya en destitución impide promover el proceso penal y significa
inmunidad de proceso. En cambio, el desafuero no obsta a la iniciación y sus-
tanciación del juicio penal.
Acerca de la jurisprudencia en materia de desafuero, la CSJN, a través de numero-
sos fallos, ha puntualizado el alcance de esta inmunidad, que resumimos en las siguientes
afirmaciones: a) el juez puede formar el sumario y averiguar la verdad del hecho sin previo
desafuero, pero no puede arrestar al acusado hasta que la cámara de la que es parte allane la
prerrogativa (CSJN, in re “Procurador Fiscal c/Nicasio Oroño”14, 28/10/1873); b) los arts.
69 y 70 no se oponen a la iniciación de acciones criminales contra un legislador, ni a que se
adelanten los procedimientos del juicio mientras no se afecte su libertad personal por orden
de arresto o prisión (CSJN, in re “Héctor Conte Grand c/Marcelo Zunino”15, 29/12/1939);
c) Luego, la Corte confirmó su anterior jurisprudencia en el sentido de que la inmunidad
parlamentaria no impide instruir sumario criminal para investigar la conducta de los legis-
ladores, en tanto no se afecte su libertad personal por orden de arresto o prisión, provisional
o definitiva, y no hizo lugar al argumento de invalidez de un auto de procesamiento dictado
mientras el legislador recurrente se hallaba en el exterior, porque la audiencia fijada para
recibirle declaración indagatoria tenía fecha establecida para después de su cese en el cargo
de diputado.
14 Fallos 14:223.
15 Fallos: 185:360.
292
Capítulo X - El Poder Legislativo
293
Capítulo XI
11.1. Introducción
Desde sus orígenes, nuestra organización argentina eligió la forma de gobierno re-
presentativa, republicana y federal, y optó al mismo tiempo por un sistema fuertemente
presidencialista que atenuaba en cierta medida la división de poderes.
Juan Bautista Alberdi, considerado por muchos como el ideólogo de la Constitución
argentina de 1853/60, desarrolló en su libro Bases... la pertenencia de un “Poder Ejecutivo
vigoroso, el cual debía tener todas las facultades que eran necesarias por los antecedentes y
las condiciones del país y la grandeza del fin para el que fue instituido”, similar al sistema
que había adoptado con éxito –según Alberdi– la constitución de Chile para con su Poder
Ejecutivo.
Esa concepción de un Poder Ejecutivo poderoso propuesto por Alberdi, según señala-
ba, debía estar controlado por la ley y la Constitución.
Entonces, podemos señalar que la Constitución histórica del año 1853/60 se inspiró
en el molde político de la constitución de los Estados Unidos, de la configuración de los
derechos y libertades que emanaba del proceso revolucionario francés de 1789 y de la im-
pronta que la Constitución chilena había dado al Poder Ejecutivo.
La reforma constitucional del año 1994 tuvo como eje central atenuar algunas carac-
terísticas del poderoso presidencialismo argentino. Sin embargo, a nuestro modo de ver,
se terminaron convalidando mediante las distintas enmiendas introducidas, a través de las
1 Abogado. Especialización en Derecho Administrativo por la Escuela Cuerpo de Abogado del Estado
(PTN). Asesor legal de la Superintendencia de Administración, Policía Federal Argentina. Ex asesor legal
de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y de la Lucha contra el Narcotráfico
y del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Docente de la materia “Instituciones de
Derecho Público” de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
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Manual de Instituciones de Derecho Público
cuales se otorgó atribuciones que el presidente ya empleaba al margen de las garantías esta-
blecidas en la Constitución.
2 Sagüés, Néstor P., Manual de Derecho Constitucional, t. I, Astrea, Buenos Aires, 2007, pág. 345.
296
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
Por otra parte, señala que si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente no
pueden ser elegidos para ninguno de estos cargos, sino con el intervalo de un período.
El antiguo art. 77, CN anterior a la reforma de 1994 establecía que “El presidente y
vicepresidente duran en sus empleos el término de seis años; y no pueden ser reelegidos sino
con intervalo de un período”.
Uno de los objetivos esenciales que tuvo en miras la reforma del año 1994 fue modifi-
car la duración del mandato presidencial reduciéndola a cuatro años, pero con la posibilidad
de una reelección consecutiva, y al poder acceder nuevamente a la presidencia con el inter-
valo de un mandato de por medio.
11.1.4. Elección
11.1.4.1. Requisitos y condiciones para ser elegido presidente
El art. 89, CN señala que, para ser elegido presidente o vicepresidente de la Nación,
se requiere haber nacido en territorio argentino, o ser hijo de ciudadano nativo, habiendo
nacido en país extranjero, y las demás calidades exigidas para ser senador.
Las condiciones para ser elegido senador se encuentran en el art. 55, CN y son las
siguientes: tener treinta años de edad, haber sido seis años ciudadano de la Nación, renta de
dos mil pesos fuertes o entrada equivalente, y natural de la provincia que lo elija o con dos
años de residencia inmediata en ella –art. 55, CN–.
Sin embargo, el único requisito de este artículo que se exige al Presidente es el de con-
tar con la edad mínima de 30 años.
En cuanto a los otros, es dable señalar que:
a) La ciudadanía con antigüedad de seis años no se aplica al presidente cuando
este ha nacido en el país, porque la posee desde su nacimiento. Tampoco rige
para el extranjero que, como hijo de ciudadano nativo, puede ser elegido con-
forme el art. 89, CN.
b) Tampoco se aplica la condición de haber nacido en la provincia que lo elige
o tener dos años de residencia inmediata en ella, porque el presidente no es
elegido por una provincia, sino que todo el territorio se conforma como único
distrito.
c) Finalmente, respecto de la renta de dos mil pesos fuerte, señala Bidart Campos
que esta exigencia tuvo como sentido acreditar la idoneidad de quien llegara a
297
Manual de Instituciones de Derecho Público
ser presidente, ya que en el año 1853 solo las personas que tenían una buena
“renta” llegaban a adquirir educación y cultura.
298
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
forme los resultados enviados por la Justicia Electoral: por un lado, la fórmula “Menem-
Romero” con el 24,45% de sufragios y, por el otro lado, “Kirchner-Scioli” con el 22,24%.
La segunda vuelta era un hecho. Sin embargo, la primera fórmula renunció a la contienda
electoral, por lo que la segunda fórmula fue consagrada ganadora.
11.1.4.4. El juramento
Antes de la reforma operada en nuestra CN, el art. 80 disponía que “Al tomar posesión
de su cargo, el presidente y vicepresidente prestarán juramento en manos del presidente del
Senado, estando reunido el Congreso, en los término siguientes: ‘yo, N.N., juro por Dios
Nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de
presidente o vicepresidente de la Nación, y observar y hacer observar fielmente la Constitu-
ción de la Nación argentina. Si así no lo hiciere, Dios y la Nación me lo demanden”.
Actualmente, el artículo que trata sobre el juramento que tienen que prestar el presi-
dente y el vicepresidente suprimió la fórmula, la cual poseía un gran contenido religioso,
en concordancia con el derecho a la libertad de culto y religión que afirma nuestra Carta
Magna. Así, el art. 93, CN estatuye que “Al tomar posesión de su cargo, el presidente y
vicepresidente prestarán juramento, en manos del presidente del Senado y ante el Congreso
reunido en Asamblea, respetando sus creencias religiosas, de: desempeñar con lealtad y pa-
triotismo el cargo de presidente –o vicepresidente– de la Nación y observar y hacer observar
fielmente la Constitución de la Nación Argentina”.
Consideramos el juramento como una condición de validez para desempeñar el cargo
tanto del presidente como del vicepresidente.
Nótese que, a diferencia de lo que ocurre en la Constitución de los Estados Unidos3,
en la que el presidente, antes de desempeñar su cargo, debe prestar juramento, nuestra
Constitución prevé que la toma de posesión del cargo y el juramento se hagan en un mismo
acto.
3 Constitución de los Estados Unidos, en su artículo segundo, sección primera, punto 7: http://www.archi-
ves.gov/espanol/constitucion.html
299
Manual de Instituciones de Derecho Público
4 Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, t. II, 4a ed., 2a reimpre-
sión, LL, Buenos Aires, 2009, págs. 403/4.
300
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
11.1.6.2. El vicepresidente
La situación del vicepresidente puede enfocarse desde dos perspectivas. El vicepresi-
dente, como presidente del Senado, forma parte, sin dudas, del Poder Legislativo, y tiene
una intervención destacada en caso de empate, ya que le cabe la decisión de desempatar.
Pero nuestra Constitución también contempla la situación del vicepresidente en la
parte dedicada al Poder Ejecutivo, y señala allí su ámbito de actuación en caso de que el pre-
sidente se encuentre incurso dentro de alguna de las causales de acefalía. Por otra parte, los
arts. 89 sobre condiciones de elegibilidad, 90 sobre duración del cargo, 92 sobre su sueldo,
93 sobre su juramento y 94 a 98 sobre forma y tiempo de la elección, se refieren conjunta-
mente al presidente y vicepresidente.
El cargo de vicepresidente entra a jugar un papel primordial dentro del escenario del
Poder Ejecutivo, cuando es llamado como sucesor del presidente de la Nación. El art. 89
señala que, cuando se dé una causal de acefalía que afecte al presidente, el Poder Ejecutivo
será ejercido por el vicepresidente.
Si la acefalía es definitiva, el presidente cesará en el cargo y la vacancia deberá cubrirse
en forma permanente. Por ende, el vicepresidente ejercería el Poder Ejecutivo por todo el
período que reste, asumiría el cargo y se convertiría en presidente de la Nación. Dejaría
así de ser el vice “en ejercicio del poder ejecutivo”. En este caso, el órgano vicepresidencial
quedaría acéfalo, ya que habría presidente, pero no vicepresidente.
Distinta es la situación si la acefalía no fuera definitiva, porque el vicepresidente ejer-
cería una suplencia hasta tanto el presidente reasumiera sus funciones. En estos casos, el vice
es “vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo”. Por ende, sigue siendo vice, no sucede al
presidente en el cargo, sino que solo lo reemplaza en las funciones del cargo.
302
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
11.2. Ministerios
11.2.1. Designación de los ministros
El art. 99, inciso 7, CN establece que el presidente de la Nación tiene la atribución
de nombrar por sí y remover al jefe de gabinete de ministros y a los demás ministros del
despacho. Pensamos que no necesitaría refrendo de otro ministro, ya que la norma nada
establece al respecto.
Distinto es lo que ocurre con el sistema parlamentarista y el sistema presidencialista
norteamericanos, en donde en el primero, el primer ministro debe designar a su gabinete de
acuerdo con la mayoría que prevalezca en el parlamento, es decir, debe realizar una selección
que encuentra circunscripta, mientras que en el segundo sistema, el presidente designa a sus
colaboradores, pero requiere para el nombramiento de estos el acuerdo del Senado.
Por otra parte, el art. 102, CN establece que cada ministro es responsable de los actos
que legaliza y solidariamente de los que acuerda con sus colegas.
El profesor Barraza señala, en palabras de Matienzo, que “…la responsabilidad de los
ministros puede hacerla efectiva el Congreso por medio del juicio político, imponiendo
como sanciones la destitución y hasta la inhabilitación para ocupar otro empleo público,
pero ya hemos visto que ningún ministro ha sido destituido por esa vía … Es en definitiva
el presidente, quien se encuentra en condiciones de hacer responsables a sus ministros por
sus actos. Su pedido de renuncia no puede ser desoído y tiene, si es necesario, la facultad de
removerlos. De este modo el presidente, ha podido salvar su propia responsabilidad política,
trasladándola a sus colaboradores como responsables de su área y obrando su renuncia como
fusible, que puede conjurar una crisis. Muchas tormentas políticas se han aplacado de ese
modo…”6.
6 Barraza, Javier, Manual de Derecho Administrativo, LL, Buenos Aires, 2005, pág. 142.
303
Manual de Instituciones de Derecho Público
– Ejercer la administración general del país. Sin embargo, el art. 99, inciso 1 esta-
blece que el presidente es el “responsable político de la administración”, con lo
cual establece una diferencia entre “titularidad” y “ejercicio” de la administración.
– Expedir los actos y reglamentos necesarios para ejercer sus atribuciones y las que
el presidente le delegue.
– Efectuar nombramientos de los empleados de la administración, excepto los
que correspondan al presidente.
– Ejercer las funciones y atribuciones que le delegue el presidente de la Nación,
y en acuerdo de gabinete resolver sobre las materias que le indique el Poder
Ejecutivo, o por su propia decisión en el ámbito de su competencia.
– Coordinar, preparar y convocar las reuniones de gabinete, y presidirlas en caso
de ausencia del presidente.
– Enviar al Congreso los proyectos de ley de ministerio y de presupuesto, previa
aprobación del Poder Ejecutivo.
– Hacer recaudar las rentas y ejecutar la ley de presupuesto. Sin embargo, el art. 99,
inciso 10 otorga al presidente la supervisión del ejercicio de estas atribuciones.
– Refrendar los decretos reglamentarios de leyes, los que dispongan las sesiones
de prórroga o convoquen las extraordinarias del Congreso, y los mensajes pre-
sidenciales de iniciativa legislativa.
– Concurrir a las sesiones de las cámaras para participar en debates, sin voto.
– Presentar junto con los restantes ministros una memoria anual de los departa-
mentos a su cargo.
– Producir informes y explicaciones verbales y escritas que cualquiera de las cá-
maras solicite al Poder Ejecutivo.
– Refrendar los decretos que ejercen facultades delegadas y, conjuntamente con
los demás ministros, los decretos de necesidad y urgencia, y los que promulgan
parcialmente leyes, los cuales debe someter personalmente a consideración de
la Comisión Bicameral Permanente dentro de los diez días.
– Debe concurrir al Congreso cada mes, alternativamente a cada Cámara para
informar sobre la marcha del gobierno.
Por otro lado, puede ser interpelado para una moción de censura por la mayoría abso-
luta del total de miembros de una cámara y ser removido por mayoría absoluta del total de
miembros de ambas cámaras.
7 Barraza, Javier, “El Jefe de Gabinete de Ministros”, Revista Argentina de Derecho Administrativo, Nº 21/23,
1998.
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Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
jefe un vínculo de superioridad jerárquica. El dato primordial para arribar a esta conclusión
se encuentra en el art. 99, inciso 7, CN, el cual faculta al presidente de la Nación a desig-
narlo y removerlo sin el concurso de ninguna voluntad política.
Sin perjuicio de ello, de varias normas constitucionales se desprende esa relación je-
rárquica:
– El art. 100, inciso 4, CN faculta al jefe de gabinete a ejercer las funciones y
atribuciones que le delegue el presidente.
– El art. 99, inciso 10, CN dispone que el Poder Ejecutivo Nacional supervisa el
ejercicio de la facultad del jefe de gabinete de ministros respecto de la recauda-
ción de las rentas de la Nación y de su inversión, con arreglo a la ley o presu-
puesto de gastos nacionales.
– El art. 99, inciso 17, CN prevé que el presidente de la Nación puede pedir al
jefe de gabinete todos los informes que crea conveniente y este se encuentra
obligado a darlos.
11.3. Reglamentos
El presidente de la Nación tiene la atribución para dictar cuatro clases de decretos o,
mejor dicho, reglamentos. Ellos son: autónomos –art. 99, inciso 1, CN–, de ejecución –art.
99, inciso 2, CN–, de necesidad y urgencia (DNU) –art. 99, inciso 3, CN– y delegados
–art. 76, CN–.
Jurídicamente, el reglamento goza de las prerrogativas de la ley. De ahí, por ejemplo,
que, dentro de un juicio, la existencia del reglamento no esté sujeta a prueba. En los tribu-
nales, los reglamentos tienen, en principio, la misma fuerza y valor que las leyes, y deben
305
Manual de Instituciones de Derecho Público
ser aplicados e interpretados por los jueces de la misma manera que estas. Pero, al igual que
la ley, la obligatoriedad del reglamento depende de que las etapas de su formación se hayan
cumplido satisfactoriamente: promulgación y publicación, las respectivas reglas aplicables a
la ley lo son igualmente al reglamento.
8 Sanmartino, Patricio, Amparo y administración, 1a ed., t. 1., AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2012, pág. 525.
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Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
11 Fallo: 313:1513.
12 Fallo: 322:1726, consid. 9.
13 Fallo: 333:633, 19/5/2010
308
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
por Sanmartino14, quien se inclina por la posición que considera necesaria la existencia de unani-
midad de los ministros, debido a la excepcionalidad en el dictado de dichos reglamentos.
El control por el Congreso: la Constitución establece que los DNU serán remitidos al
Congreso para su ratificación dentro de los diez días corridos desde su dictado, bajo pena de
nulidad. Si bien doctrinariamente se ha considerado que el retardo en la remisión constituye
un incumplimiento esencial que puede determinar su nulidad absoluta, a raíz del dictado
de la ley 26122 –consagratoria del régimen legal de los decretos de necesidad y urgencia,
de delegación legislativa y de promulgación parcial de las leyes–, dispone que, en caso de
que el jefe de gabinete no remita el DNU en el plazo establecido –diez días– a la Comisión
Bicameral Permanente, dicha comisión se avocará de oficio a su tratamiento.
La Comisión Bicameral Permanente creada mediante la ley 26122 en el año 2006 –doce
años después de la reforma constitucional– tiene un plazo de diez días hábiles contados desde
la presentación efectuada por el jefe de gabinete para expedirse acerca del decreto sometido a
su consideración y elevar el dictamen al plenario de cada una de las cámaras. Una vez elevado,
las cámaras deben darle inmediato y expreso tratamiento. No pueden introducir enmiendas,
agregados o supresiones al texto del Poder Ejecutivo, ya que deben circunscribirse a la acepta-
ción o rechazo de la norma mediante el voto de la mayoría absoluta de los miembros presentes.
Según se establece en la ley, el rechazo por ambas cámaras del Congreso implica la derogación
del DNU, quedando a salvo los derechos que se hubieran adquirido durante su vigencia.
15 La ley 25148 ratificó en el Poder Ejecutivo la totalidad de la delegación legislativa sobre materias determi-
nadas de administración o situaciones de emergencia pública emitidas con anterioridad a la reforma consti-
tucional de 1994. Art. 2: a los efectos de esta ley, se considerarán materias determinadas de administración
las que se vinculen con: a) La creación, organización y atribuciones de entidades autárquicas institucionales
y toda otra entidad que por disposición constitucional le competa al Poder Legislativo crear, organizar y fi-
jar sus atribuciones. Quedan incluidos en el presente inciso el correo, los bancos oficiales, entes impositivos
y aduaneros, entes educacionales de instrucción general y universitaria, así como las entidades vinculadas
con el transporte y la colonización; b) La fijación de las fuerzas armadas y el dictado de las normas para su
organización y gobierno; c) La organización y atribuciones de la jefatura de gabinete y de los ministerios; d)
La creación, organización y atribuciones de un organismo fiscal federal, a cargo del control y fiscalización
de la ejecución del régimen de coparticipación federal; e) La legislación en materia de servicios públicos,
en lo que compete al Congreso de la Nación; f ) Toda otra materia asignada por la CN al Poder Legislativo,
que se relacione con la administración del país.
16 Fallos: 330:1855.
17 Fallos: ídem anterior.
310
Capítulo XI - El Poder Ejecutivo en la Constitución
Sin perjuicio de ello, y dando por sentado los principios y conceptos propios de la
división de poderes, debemos destacar que cada uno de los tres órganos del estado –Poder
Ejecutivo, Legislativo y Judicial– no se limita a cumplir con la función específica que la
norma constitucional le ha asignado, sino que también realiza actividades propias de los
otros dos órganos, las que en definitiva sirven de complemento para que pueda desarrollar
su actividad principal.
311
Manual de Instituciones de Derecho Público
20 Fallos: 247:646.
313
Manual de Instituciones de Derecho Público
administrados–. La jurisprudencia es clara al respecto cuando señala que la calidad de acto ad-
ministrativo en sentido técnico queda reservada para las decisiones que por sí mismas generan
efectos jurídicos para terceros, por lo que resultan excluidos los actos que, no obstante produ-
cir efectos, incluso directos, en el ámbito interno de la administración –por ej., un informe o
un dictamen vinculante– carecen de tales consecuencias en el ámbito externo de esta.
Señala el profesor Sanmartino21 que el acto administrativo cumple una misión decisiva
en el estado de derecho, ya que condiciona la legitimidad de los efectos prácticos del ejer-
cicio de la función administrativa a la emisión previa de una declaración formalizada –acto
administrativo– que, a la vez, se debe adecuar, como requisito de validez, a un riguroso elen-
co de reglas sustanciales y formales –que se encuentran en los arts. 7 y 8 de la ley nacional
de procedimientos administrativos22–.
Así entendido, el acto administrativo se convierte en el instrumento por el cual la fun-
ción administrativa se concretiza formalizando el acceso a los bienes jurídicos que asegura
el bloque de constitucionalidad, convirtiéndose en una garantía primaria para la concreción
práctica, inmediata, directa y permanente del interés público comprometido con la efecti-
vidad de los derechos humanos fundamentales.
24 Fallos: 315:2771.
25 Dictámenes: 128:526 y 129:141.
26 La Procuración del Tesoro de la Nación ha mencionado la impulsión e instrucción de oficio como principio
del procedimiento administrativo, por ejemplo, en dictámenes: 94:172; 160:24 (pto. III.2); 166:238 (pto.
IV), entre otros. La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires le ha asignado, asimismo,
esa calidad: SCBA, “Gómez, Roberto c/Provincia de Buenos Aires”, 9/12/1980, DJBA, 120-163.
315
Manual de Instituciones de Derecho Público
Este principio está expresamente acogido por la LNPA –art. 1, inciso a–, cláusula en
la que, además, se deja a salvo la intervención que pueda corresponder a los interesados.
El RLNPA incluye, asimismo, disposiciones que encuadran en el principio de la ofi-
cialidad. Así, el art. 4, después de establecer que las actuaciones administrativas deben im-
pulsarse de oficio, sin que ello obste a que el interesado también lo inste, manifiesta una
excepción de ese principio respecto de los trámites en los que medie el solo interés privado
del administrado, a menos que, aun en ese supuesto, la resolución a dictarse pudiere llegar
a afectar de algún modo el interés general.
11.6.1.4. Informalismo
La CSJN ha dicho que en nuestro sistema no hay estructuras sacramentales para los
reclamos efectuados por la vía administrativa, sino que se admite el principio del formalis-
mo moderado en que el particular puede actuar sin patrocinio letrado, de modo que es el
propio ordenamiento el que ofrece mecanismos tuitivos de la defensa en juicio y el debido
proceso27.
La LNPA consagra este principio en su art. 1, inciso c), el que autoriza la excusación
de la inobservancia por los interesados de exigencias formales no esenciales que puedan ser
cumplidas posteriormente.
27 Fallos: 315:2762.
316
Capítulo XII
12.1. Introducción
El sistema republicano de gobierno federal adoptado por nuestra CN supone la exis-
tencia de tres poderes del estado que interactúan de conformidad con las funciones que les
son propias, y conforman con su accionar conjunto la actuación del estado.
La CN, en diversas normas, se refiere al Poder Judicial de la Nación –o Federal Sección
Tercera, arts. 108 a 119– y al Poder Judicial de las provincias –arts. 5 y 75, inciso 12–.
El art. 108, CN reformada en 1994 establece que “El Poder Judicial de la Nación será
ejercido por una Corte Suprema de Justicia, y por los demás tribunales inferiores que el
Congreso estableciere en el territorio de la Nación”.
La reglamentación del Poder Judicial surge de la ley 27 y del decreto-ley 1285/1958
–Reglamento de la justicia nacional–. Este último establece que “El Poder Judicial de la Na-
ción será ejercido por la Corte Suprema de Justicia, los tribunales nacionales de la Capital
Federal y los tribunales nacionales con asiento en las provincias y territorio nacional de Tie-
rra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur” –art. 1–, y el art. 23, reformado por la ley
15271, establece: “Facúltase a la Corte Suprema de Justicia a dividirse en salas, de acuerdo
al reglamento que a tal efecto dicte. Basta que el mismo no esté en vigencia, las decisiones
de la Corte Suprema se adoptarán por el voto de la mayoría absoluta de los jueces que la
integran, siempre que estos concordaren en la solución del caso; si hubiere desacuerdo, se
1 Profesor adjunto regular de “Derecho Constitucional”, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA).
Profesor adjunto regular de “Instituciones del Derecho Público”, Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
Profesor de posgrado, Facultad de Derecho (UBA). Subdirector y docente de la especialización “Derecho
Constitucional de integración judicial”, Facultad de Derecho, Departamento de posgrado (UBA), dictada
en la ciudad de Posadas, provincia de Misiones. Juez de la Sala II de la Cámara Federal de San Martin,
provincia de Buenos Aires.
317
Manual de Instituciones de Derecho Público
requerirán los votos necesarios para obtener la mayoría absoluta de opiniones. La Corte
actuará en tribunal pleno en los asuntos en que tiene competencia originaria y para resolver
las cuestiones de inconstitucionalidad”.
Asimismo, la ley 27, al organizar la justicia nacional, establece en su articulado que
“La justicia nacional se ejercerá por medio de una Corte Suprema de Justicia, compuesta de
cinco ministros y un procurador general” –art. 6–.
La ley 24050 establece que la Corte “…conocerá, en materia penal, con arreglo a lo
establecido en el art. 24 del decreto-ley 1285/58, ratificado por ley 14467 y disposiciones
modificatorias…” –art. 6–.
2 Barrancos y Vedia, Fernando N., “La Corte Suprema de Justicia en la historia constitucional argentina”,
Anales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, t. XXVIII, Buenos Aires, 1999, pág. 203.
318
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
la comisión emitirá dictamen y remitirá al pleno del cuerpo donde en una sesión especial
pública deberá prestarse conformidad al nombramiento con una mayoría calificada de dos
tercios de los miembros presentes –art. 99, inciso 4, CN–.
Una vez emitido el acuerdo por el Senado, se devuelve el expediente al Poder Ejecutivo
donde el presidente de la Nación emitirá un decreto designando al magistrado en el cargo.
Dicha etapa de este acto complejo concluirá con el juramento y la toma de posesión
del cargo del magistrado. Desde ese momento, todo magistrado permanecerá en su cargo
mientras dure su buena conducta –art. 110, CN–. Esta expresión constitucional dio origen
al concepto que se conoce como “inamovilidad en el cargo”.
Ese concepto de inamovilidad ha sufrido algún tipo de limitación a partir de la refor-
ma constitucional del año 1994, ya que el art. 99, inciso 4, tercer párrafo dispone que, una
vez cumplidos los setenta y cinco años de edad, se exigirá un nuevo nombramiento –pro-
puesta del Poder Ejecutivo y nuevo acuerdo del Senado que se limitará a un plazo de cinco
años– al magistrado.
12.2.3. Juramento
En lo que se refiere al juramento de los ministros de la Corte Suprema, hay que tener
en cuenta lo que prescribe el art. 112, CN. En su primera integración los magistrados pres-
tarán juramento ante el presidente de la Nación. Luego, y en lo sucesivo, los magistrados lo
prestarán ante el presidente de la misma Corte.
319
Manual de Instituciones de Derecho Público
3 Dalla Vía, Alberto, Ricardo, Manual de Derecho Constitucional, Lexis Nexis, Buenos Aires, 2004, pág. 572.
4 Barrancos y Vedia, Fernando N., ob. cit.
320
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
a razón de, por lo menos, un juzgado federal en cada provincia. A eso se le debe sumar la
existencia de un tribunal oral federal por lo menos en cada una de ellas.
Cabe indicar que, a través de diversas leyes, se han creado quince (15) cámaras federa-
les –en actividad– en el interior del país, en las ciudades de Posadas, Corrientes, Resistencia,
Paraná, Rosario, Salta, Tucumán, Córdoba, Mendoza, General Roca, Comodoro Rivadavia
y, en la provincia de Buenos Aires, en las ciudades de San Martín, La Plata, Mar del Plata
y Bahía Blanca –además se han creado dos cámaras federales, que aún no se han puesto en
funcionamiento, en San Justo, provincia de Buenos Aires y en Comandante Piedrabuena,
provincia de Santa Cruz–.
Desde la reforma judicial operada por la ley 23984, la instrucción de los casos crimi-
nales ha quedado en manos de los juzgados de instrucción y el juicio ha quedado a cargo
de los tribunales orales. Lo mismo ocurre con los juzgados y tribunales orales de la justicia
llamada “nacional” de la Capital Federal.
En los delitos correccionales, instruyen y juzgan los juzgados de primera instancia.
Luego del precedente “Llerena” de la CSJN5, se estableció que debía conocer un juez distin-
to al que intervino en la instrucción.
12.4. El juez
12.4.1. Garantías de independencia y eficacia
El Poder Judicial es ejercido a través de jueces con diversas funciones según la instancia
donde les toque ejercer su tarea, quienes son los detentadores del imperium necesario para
ejercer tal función.
5 L.486. XXXVI. Recurso de hecho “Llerena, Horacio Luis s/abuso de armas y lesiones”, 17/5/2005.
321
Manual de Instituciones de Derecho Público
6 Los principios de Bangalore –India– sobre conducta judicial fueron aprobados por el Consejo Econó-
mico y Social de la ONU mediante la resolución 23 en 2006, disponible en: https://www.unodc.org/
documents/.../V1380121-SPAN_eBook.pdf. Los comentarios señalados fueron realizados por un grupo de
expertos convocados por la UNODC –Oficina de la ONU contra la droga y el delito-, Nueva York, 2013.
322
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal compe-
tente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier
acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos
u obligaciones de carácter civil”.
Sobre el valor de “independencia”, en los principios de Bangalore se ha establecido que
“La independencia judicial es un requisito previo del principio de legalidad y una garantía
fundamental de la existencia de un juicio justo. En consecuencia, un juez deberá defender y
ejemplificar la independencia judicial tanto en sus aspectos individuales como institucionales”.
Citamos a continuación ciertas conductas/actitudes que deberán contemplar los jue-
ces para lograr una verdadera independencia a la luz de la sociedad:
“1.1. Un juez deberá ejercer su función judicial de forma independiente, partiendo
de su valoración de los hechos y en virtud de una comprensión consciente de la ley, libre
de cualquier influencia ajena, de instigaciones, presiones, amenazas o interferencias, sean
directas o indirectas, provenientes de cualquier fuente o por cualquier razón.
1.2. Un juez deberá ser independiente en relación con la sociedad en general y en rela-
ción con las partes particulares de una controversia que deba resolver como juez.
1.3. Un juez no solo estará libre de conexiones inapropiadas con los poderes ejecutivo
y legislativo y de influencias inapropiadas por parte de los citados poderes, sino que también
deberá tener apariencia de ser libre de las anteriores a los ojos de un observador razonable”7.
En igual sentido, la Corte Interamericana de Derechos ha entendido que los jueces, a
diferencia de los demás funcionarios públicos, cuentan con garantías reforzadas debido a la
independencia necesaria del Poder Judicial, las cuales la Corte ha entendido como “esencia-
les para el ejercicio de la función judicial”.
12.4.2.2. La inamovilidad
Como ya se dijo, la CN, en el art. 110, contempla que “Los jueces de la Corte Su-
prema y de los tribunales inferiores de la Nación conservarán sus empleos mientras dure su
buena conducta…”.
Los jueces solo pueden ser destituidos en la forma establecida por la Constitución y
por las causales que esta indica.
Para la remoción de los miembros de la CSJN, la reforma de 1994 mantuvo el proce-
dimiento de juicio político establecido por la Constitución de 1853/60. En este intervienen
ambas cámaras del Congreso. Los integrantes del tribunal superior pueden ser acusados por
la Cámara de Diputados ante el Senado por mal desempeño, por la comisión de un delito
en el ejercicio de sus funciones, o por un crimen común, después de haber conocido de ellos
y declarado haber lugar a la formación de causa por una mayoría de las dos terceras partes
de sus miembros presentes –art. 53, CN–.
El mismo procedimiento, antes de la reforma de 1994, se aplicaba a los restantes ma-
gistrados del Poder Judicial de la Nación.
Por su parte, los principios básicos de las Naciones Unidas establecen que “la ley
garantizará la permanencia en el cargo de los jueces por los períodos establecidos” y que
le “garantizará la inamovilidad de los jueces, tanto de los nombrados mediante decisión
administrativa como de los elegidos, hasta que cumplan la edad para la jubilación forzosa o
expire el período para el que hayan sido designados”.
8 Fallos: 256:114.
324
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
9 Fallos: 307:2174.
325
Manual de Instituciones de Derecho Público
Además, el Poder Ejecutivo podía, en los supuestos de receso del Senado, llenar las
vacantes por medio de nombramientos en comisión que duraban hasta el final del próximo
período legislativo –art. 99, inciso 19, CN–.
De esta forma, se resolvía el problema de las vacantes existentes. La respuesta se encon-
traba en el decreto 1285/1958, el cual, con sus diversas modificaciones, pretendía hacerlo
designando otros jueces de la misma jurisdicción y grado para cubrir las vacantes existentes.
Esta respuesta era válida cuando existían apenas algunas vacantes en lugares donde había
muchos jueces y como mínimo dos y por un tiempo corto.
Cuando comenzó a funcionar el Consejo de la Magistratura –mal, por intereses polí-
ticos–, las vacantes alcanzaban un cuarto de los juzgados o más, había tribunales colapsados
o a punto de colapsar; la solución claramente no resulta adecuada.
Lo mismo acontece en aquellos lugares donde hay un solo juez y, si no se propone
alguna solución al problema, estos se convierten en una especie de “siervo de la gleba”, pri-
sionero de sus tareas como acontecía con aquellos esclavos medievales, ya que se ve obligado
a estar de turno los 365 días del año, las 24 horas, y a no alejarse de su sede más de 70 km.
En la segunda integración del Consejo de la Magistratura, dos consejeros jueces, los
doctores Claudio Kiper y Victoria Pérez Tognola, entendieron que la solución para la pro-
blemática planteada para dar respuesta a la comunidad demandante de justicia, a través de
la máxima “un juzgado, un juez”, era promover a ese lugar a los funcionarios de los tribu-
nales, quienes indudablemente se encontraban capacitados para hacerse cargo y cubrir la
vacante existente.
El tema tuvo distintas idas y vueltas con fallos de la Corte Suprema que declaraban
la inconstitucionalidad del régimen –fallos “Rosza”10 y “Uriarte”11–, pero que no lograron
dar respuesta a la problemática de la falta de respuesta a la comunidad que ello tiene como
consecuencia.
La solución no la advierto alejada del reconocimiento a los funcionarios y de su indu-
dable capacidad para subrogar.
Al respecto, en los fallos de la Corte Interamericana de Justicia “Reverón Trujillo”12,
entre otros, no se los consideró del mismo modo que nuestro Superior Tribunal, en tanto
y en cuanto “más allá de que los jueces en un país sean titulares y provisorios, deben ser y
aparecer como independientes. Su destitución debe realizarse en estricto apego a los proce-
dimientos establecidos en la ley, respetando su derecho a un debido proceso” y cabe agregar
a ello que no se encuentren sujetos a presiones de ninguna índole.
Continúa: “los estados están obligados a asegurar que los jueces provisorios sean inde-
pendientes y, por ello, debe otorgarles cierto tipo de estabilidad y permanencia en el cargo,
puesto que la provisionalidad no equivale a libre remoción”.
10 Fallos: 330:2361.
11 CSJN, “Uriarte, Rodolfo Marcelo y otro c/Consejo de la Magistratura de la Nación s/acción declarativa de
inconstitucionalidad”, 4/11/2015.
12 Corte IDH, “Reverón Trujillo c/Venezuela”, 30/6/2009.
326
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
los asuntos en que la Nación sea parte; de las que se susciten entre dos o más provincias;
entre una provincia y los vecinos de otra; entre los vecinos de diferentes provincias; y entre
una provincia o sus vecinos contra un estado o ciudadano extranjero”.
329
Manual de Instituciones de Derecho Público
Además, el art. 116 establece la jurisdicción federal para las causas que se suscitan: a)
entre “vecinos” de diferentes provincias; b) entre “vecinos” de una provincia y un estado
extranjero; c) entre “vecinos” de una provincia y un ciudadano extranjero; d) entre una
provincia y “vecinos de otra”.
Son de jurisdicción federal las causas entre una provincia o sus vecinos con un ciuda-
dano extranjero. La extranjería en su caso debe probarse.
330
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
La Corte exige, para que una provincia pueda ser tenida por “parte”, que lo sea tanto
en sentido nominal como sustancial. Es parte nominal cuando figura expresamente en el
juicio y es parte sustancial cuando tiene un interés directo. Si la provincia es parte nominal
y no parte sustancial, o viceversa, la causa no es admitida por la Corte como de su compe-
tencia originaria.
332
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
334
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
– Requisitos formales:
1. Planteamiento oportuno y concreto de la cuestión federal, en los escritos de
demanda y contestación o en el primer momento que el derecho federal se
vea cuestionado.
2. Interposición por escrito y fundada ante el mismo juez que dictó la resolu-
ción, en un plazo de 10 días de notificado.
– Requisitos propios:
1. Que se trate de una cuestión federal. Son cuestiones federales los casos enu-
merados por el art. 14 de la ley 48.
2. Que haya relación directa entre la cuestión federal y la solución del pleito.
3. Que la sentencia sea contraria al derecho federal invocado.
4. Que se trate de una sentencia definitiva.
5. Que haya sido dictada por un tribunal superior.
Como dijimos, las cuestiones federales son los casos enumerados por el art. 14 de la
ley 48:
a) Cuestiones federales simples: son las que versan sobre la interpretación o inteli-
gencia de alguna cláusula de la Constitución, ley o tratado internacional.
b) Cuestiones federales complejas: son las que versan sobre conflictos entre una
norma o acto –nacional o local– con la CN. Las podemos subdividir en:
1. Cuestiones federales complejas directas. Se trata de un conflicto entre una
norma o acto y la CN. Este tipo de cuestión federal afecta directamente la
supremacía de la Constitución.
2. Cuestiones federales complejas indirectas. Se trata de un conflicto entre dos
normas o actos. Este tipo de conflicto afecta indirectamente a la Constitu-
ción –conf. art. 31, CN–.
335
Manual de Instituciones de Derecho Público
336
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
12.6.2.3. El certiorari
También la Corte Suprema puede descartar el recurso extraordinario mediante el writ
of certiorari, instrumentado por la ley 23774 –que reformó el art. 280, CPCCN–. En estos
casos, “falta de agravio federal suficiente o cuando las cuestiones planteadas resultaren in-
sustanciales o carentes de trascendencia”.
La Corte, sin dar razones ni fundamentos, según el citado art. 280 del CPCCN, puede
rechazar el recurso.
Este procedimiento se lo conoce como writ of certiorari negativo. Algunos fallos de la
Corte han planteado la existencia de un certiorari positivo que permitiría, cuando la cues-
tión es relevante, admitir un recurso al que le falten ciertos recaudos.
Superado este tramo, la Corte Suprema dicta sentencia. Si se rechaza el recurso ex-
traordinario queda firme el fallo. Por el contrario, si revoca, la Corte Suprema puede decidir
sobre el fondo del asunto, devolverlo al tribunal que dictó la sentencia, o a quien lo sigue en
orden de turno, para que pronuncie una según las pautas del fallo de la Corte –art. 16, ley
48–. A esto último se lo llama reenvío.
337
Manual de Instituciones de Derecho Público
12.7.2. Atribuciones
Se encuentran reguladas en los arts. 114 y 115 de la Carta Magna.
El art. 114 establece: “El Consejo de la Magistratura, regulado por una ley especial
sancionada por la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada cámara, tendrá
a su cargo la selección de los magistrados y la administración del Poder Judicial.
El Consejo será integrado periódicamente de modo que se procure el equilibrio entre
la representación de los órganos políticos resultantes de la elección popular, de los jueces de
todas las instancias y de los abogados de la matrícula federal. Será integrado, asimismo, por
otras personas del ámbito académico y científico, en el número y la forma que indique la ley.
Serán sus atribuciones:
1. Seleccionar mediante concursos públicos los postulantes a las magistraturas in-
feriores.
2. Emitir propuestas en ternas vinculantes, para el nombramiento de los magistra-
dos de los tribunales inferiores.
3. Administrar los recursos y ejecutar el presupuesto que la ley asigne a la adminis-
tración de justicia.
4. Ejercer facultades disciplinarias sobre magistrados.
5. Decidir la apertura del procedimiento de remoción de magistrados, en su caso
ordenar la suspensión, formular la acusación correspondiente.
6. Dictar los reglamentos relacionados con la organización judicial y todos los que
sean necesarios para asegurar la independencia de los jueces y la eficaz presta-
ción de los servicios de justicia”.
A continuación, solo me referiré a dos de sus atribuciones, las que a mi modo de ver
son las más trascendentes: la de selección de magistrados y la relativa al control disciplinario
de los magistrados.
338
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
339
Manual de Instituciones de Derecho Público
Investigación
preliminar
Propuesta al
plenario del CS
Desestimar
la denuncia
Imponer sanción
Jurado de disciplinaria
enjuiciamiento
340
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
341
Manual de Instituciones de Derecho Público
342
Capítulo XII - El Poder Judicial en la Constitución
12.8.2.4. El fallo
El destino del magistrado quedará marcado con el dictado del fallo, que deberá emi-
tirse fundado en un plazo de 20 días y debe contar con cinco votos concurrentes para la
remoción. De ser pertinente, se dará traslado a la justicia penal para que se inicien actua-
ciones en ese fuero.
Si no se remueve al acusado del cargo, debe cesar la suspensión y ser repuesto en él.
343
Capítulo XIII
El Ministerio Público
13.1. Introducción
El art. 120, CN establece lo siguiente: “el Ministerio Público es un órgano indepen-
diente con autonomía funcional y autarquía financiera que tiene por función promover la
actuación de la justicia en defensa de la legalidad de los intereses generales de la sociedad en
coordinación con las demás autoridades de la República.
Está integrado por un procurador general de la Nación y un defensor general de la
Nación y los demás miembros que la ley establezca.
Sus miembros gozan de inmunidades funcionales e intangibilidad de remunera-
ciones”.
Como se puede advertir, se trata de un artículo con una deficiente técnica legislativa,
pues confunde el concepto de “órgano” y “ente”, y los conceptos de “autonomía” y “autar-
quía”. Volveré sobre este punto.
Sin perjuicio de lo expuesto, el Ministerio Público es un ente extrapoder de naturaleza
bicéfala. En efecto, el citado artículo establece que –reitero– estará integrado por el procu-
rador general de la Nación y el defensor general de la Nación.
En segundo término, la función principal es promover la actuación de la justicia en
defensa de los intereses generales de la sociedad. ¿Cómo se plasman estos intereses? En dos
aspectos. Por un lado, la persecución del delito, a cargo del fiscal, quien acusa, y, por otro, en
1 Doctor en Derecho (UBA). Máster en Derecho, Economía y Regulación de los Servicios Públicos (Uni-
versidad París X y Carlos III de Madrid). Profesor regular adjunto de “Instituciones de Derecho Público”,
Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Director del máster en Derecho Administrativo (Universidad
Abierta Interamericana). Defensor oficial del fuero Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad
de Buenos Aires.
345
Manual de Instituciones de Derecho Público
el derecho de defensa, a cargo del defensor oficial, que cumple con algo fundamental para
el estado de derecho: garantizar que todo individuo tenga una adecuada defensa técnica-
jurídica.
13.3. Características
El Ministerio Público, conforme el art. 120, CN, tiene las siguientes características:
a) Independencia.
b) Autonomía funcional.
c) Autarquía financiera.
Por otra parte, a sus miembros, para garantizar el mejor cumplimiento de sus funcio-
nes, se les reconocen:
a) Inmunidades funcionales.
b) Intangibilidad en sus remuneraciones.
2 Cassagne, Juan Carlos, “Acerca del sentido y alcance de la autonomía universitaria”, Revista Jurídica El
Derecho, Buenos Aires, 30/9/1987.
346
Capítulo XIII - El Ministerio Público
3 De Estrada, Juan Ramón, “Las universidades nacionales y el recurso de alzada”, Revista Jurídica La Ley,
Buenos Aires, 12/11/1986.
4 Deambrosi, Jorge en “Autonomía Municipal”, Revista Argentina del régimen de la Administración Pública,
Nº 180, pág. 9.
347
Manual de Instituciones de Derecho Público
Es decir, cuando uno hace referencia a “ente descentralizado o autárquico” quiere sig-
nificar una figura con personalidad jurídica propia y patrimonio propio. En cambio, con el
concepto “órgano desconcentrado” se designa una figura sin personalidad jurídica propia,
ni patrimonio propio.
En virtud de lo expuesto, la redacción correcta hubiera sido fijar el Ministerio Público
como un ente extrapoder que tiene por objeto promover la actuación de la justicia en de-
fensa de los interese generales de la sociedad.
Los términos “autonomía funcional” y “autarquía” son vocablos impropios, de impre-
cisión jurídica.
Tal vez con “autarquía financiera” lo que se quiso fijar es una garantía presupuestaria
para que el Ministerio Público no esté sujeto a los avatares y vicisitudes de la política, de
manera tal que no se vacíe de fondos ni se obstaculice su accionar.
13.5. Funciones
La misión principal del Ministerio Público es promover la actuación de la justicia. No
obstante, tratándose de un ente de naturaleza bicéfala, no es lo mismo la promoción de la
actuación de la justicia, de un fiscal que de un defensor oficial.
En el caso del fiscal debe formular las denuncias y tomar la iniciativa cuando detecte
la comisión de un delito.
348
Capítulo XIII - El Ministerio Público
Ahora bien, ¿qué ocurre con el defensor oficial? También puede tomar la iniciativa
cuando una persona en situación de calle brega por el reconocimiento de un derecho fun-
damental, como es el derecho a la vivienda. En este caso, la promoción de la actuación de
la justicia se satisface con la interposición del amparo.
Por otra parte, un punto que merece particular reflexión es la actuación en sede admi-
nistrativa. En el caso del contencioso administrativo, todos sabemos que antes de iniciar la
acción contencioso administrativa es necesario agotar la vía administrativa. En tal caso, la
fórmula “promover la actuación de la justicia” implica que el defensor oficial puede presen-
tarse en sede administrativa; lo contrario importaría desconocerlo y limitarle las funciones
que la Constitución le ha asignado.
Por lo demás, la postura que considera que “promover la actuación de la justicia” es
solamente actuar en sede judicial debe ser rechazada, pues no tiene en cuenta modulaciones
especiales de procesos particulares.
349
Capítulo XIV
El control
14.1. Introducción
A partir de 1970, el Diccionario de la Real Academia Española incorporó el vocablo
“control”2. Con anterioridad, se evitaba el uso del referido término para preservar la pureza
del idioma. El término que se empleaba era “contralor”, más allá de que se conecte con la
denominación dada a un funcionario, pero no a una función. No obstante, se lo empleaba
igualmente.
Asimismo, existían algunos órganos de control que se denominaban con el vocablo
“contralor”. Es el caso de la Comisión de Contralor e Índices3.
1 Doctor en Derecho (UBA). Master en derecho, economía y regulación de los servicios públicos (Univer-
sidad París X y Carlos III de Madrid). Profesor regular adjunto de “Instituciones de Derecho Público” de
la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Director del master en Derecho Administrativo de la Univer-
sidad Abierta Interamericana. Defensor oficial del fuero Contencioso Administrativo y Tributario de la
Ciudad de Buenos Aires.
2 Ver decimonovena edición.
3 Creada por la ley 14788.
4 Para un mayor estudio de las instituciones que se abordan en este capítulo, ver Barraza, Javier Indalecio,
Manual de Derecho Administrativo, LL, Buenos Aires, 2005.
351
Manual de Instituciones de Derecho Público
14.1.2. Clasificación
El control presupuestario puede ser enfocado5:
a) Por su objeto: control financiero, control patrimonial, control de costos. El pri-
mero comprende el control de ejecución de movimiento de fondos; el segundo,
el aumento o disminución del activo y pasivo del estado.
b) Por su alcance: control de legalidad, control de mérito y de gestión.
c) Por el órgano: administrativo, legislativo o jurisdiccional.
d) Por la ubicación de los órganos: control interno o externo. Es decir, si está den-
tro o fuera de la administración.
e) Por el momento: preventivo, simultáneo (o concomitante) y posterior (o ulte-
rior o crítico).
f ) Por la continuidad: alternado, sistemático y periódico o eventual.
g) Por la intensidad: analítico o sintético.
h) Por la vía escogida: directo o indirecto.
i) Por los efectos: positivo o negativo. El primero implica actos concretos de ve-
rificación; el segundo crea en el agente verificado la sensación de que actos
irregulares no pasarán inadvertidos.
j) Por la forma: revisivo o escritural. El primero realiza operaciones aisladas de
control; el segundo, una registración ordenada.
14.1.3. Modelos
– El modelo italiano con la corte dei conti, de raigambre constitucional y faculta-
des jurisdiccionales, con total independencia de los órganos ejecutivo y judicial.
5 Para un mayor análisis del control, ver Barraza, Javier Indalecio, El control de la Administración Pública,
AbeledoPerrot, Buenos Aires, 1995.
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Capítulo XIV - El Control
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Manual de Instituciones de Derecho Público
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Capítulo XIV - El Control
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Manual de Instituciones de Derecho Público
356
Capítulo XIV - El Control
cipación, los síndicos que lo representen serán propuestos por la Sindicatura General de
la Nación. Mientras que en las empresas y entidades serán designados por la antedicha
sindicatura.
357
Manual de Instituciones de Derecho Público
le asigne el Estado Nacional y por los que le sean transferidos o adquiera por cualquier causa
jurídica. El decreto reglamentario 253/1993 llamado “decreto parcial 2”, del 18/2/1993,
establece que:
1) Su patrimonio estará integrado por los bienes que hayan correspondido por
cualquier título a la Sindicatura General de Empresas Públicas, y los que se
transfieran o adquieran en el futuro por cualquier causa jurídica.
2) La sindicatura financiará el desarrollo de sus actividades con los siguientes re-
cursos, los cuales estarán incluidos en el presupuesto anual correspondiente:
2.1) Los aportes y las contribuciones a cargo del Tesoro Nacional que anual-
mente determine el presupuesto general de la administración nacional.
2.2) Las retribuciones que perciba por los servicios especiales que preste u otros
que le solicite el sector público.
2.3) El producto de las operaciones financieras o venta de bienes patrimoniales
que realice.
2.4) Las contribuciones previstas por el decreto 1223/1979 o las que fije el
Síndico General de la Nación.
2.5) Los subsidios, donaciones y cualquier otro recurso que se le destine.
2.6) Otros ingresos.
14.3.2. Responsabilidad
El art. 112, inciso e) de la citada ley estipula que es responsabilidad del Síndico Ge-
neral elevar anualmente a consideración de la presidencia de la Nación, el plan de acción
y presupuesto de gastos para su posterior incorporación al proyecto de ley de presupuesto
general, y administrar el presupuesto de la entidad, por lo que puede redistribuir los créditos
sin alterar el monto total asignado.
En el inciso h) del art. 112 de la señalada ley, establece la responsabilidad del síndico
de informar a la Auditoría General de la Nación actos o conductas que impliquen irregula-
ridades, de las que tome conocimiento en el ejercicio de sus funciones.
14.3.3. Facultades
El art. 106 de la antedicha ley determina que la Sindicatura General de la Nación pue-
de requerir de la Contaduría General de la Nación y de los organismos comprendidos en el
ámbito de su competencia la información necesaria para el cumplimiento de sus funciones.
Para ello, todos los agentes y/o autoridades del sector público nacional prestarán su colabo-
ración. Además, se considerará la conducta adversa como falta grave.
A tales efectos, la reglamentación prevé que la Sindicatura General de la Nación tenga
acceso a todos los registros documentales y magnéticos, documentación de respaldo y luga-
res de trabajo –oficinas, centros de procesamiento de la información, archivos, almacenes,
entre otros–.
358
Capítulo XIV - El Control
El art. 107 de la ley dispone que la sindicatura debe informar al Poder Ejecutivo sobre
la gestión financiera y operativa de los organismos comprendidos dentro del ámbito de su
competencia, a la Auditoría General sobre la gestión cumplida por los entes bajo su fisca-
lización, sin perjuicio de atender consultas y requerimientos específicos formulados por el
órgano externo de control.
14.3.5. Misiones
La Sindicatura General de la Nación puede concentrar la información necesaria del
funcionamiento de los distintos órganos o entes a los efectos de informar trimestralmente
al presidente de la Nación de los perjuicios patrimoniales registrados y los procedimientos
adoptados para obtener un adecuado resarcimiento.
Se da cumplimiento, de este modo, a la disposición del art. 107, inciso a) de la ley
24156, el cual dispone que “La Sindicatura General deberá informar: al presidente de la
Nación, sobre la gestión financiera y operativa de los organismos comprendidos dentro del
ámbito de su competencia”.
359
Manual de Instituciones de Derecho Público
360
Capítulo XIV - El Control
máxima lex ubi voluit dixit noluit tacuit, que se cita a veces en supuestos determinados por el
silencio de la ley. En efecto, no basta esa máxima para deducir que una omisión sea siempre
el querer legislativo deliberado. Además, el principio de motivación y explicación de todos
los actos del poder público es de naturaleza del régimen republicano y representativo”6.
A pesar de que la norma sobrevivió el paso del tiempo –con algunas modificaciones–,
nunca fue respetada, ya que en la ley de presupuesto anual siempre se deslizan preceptos de
carácter permanente.
6 Bielsa, Rafael, Régimen jurídico de la contabilidad pública, Depalma, Buenos Aires, 1955.
361
Manual de Instituciones de Derecho Público
ley. Esta cuestión, más que una reforma constitucional, requiere de honestidad y del cum-
plimiento de la ley.
362
Capítulo XIV - El Control
Este plazo perentorio no fue respetado por las entidades, tal como veremos al citar los
considerandos del decreto 2380 del 18 de noviembre del mismo año.
El art. 2 establece que el cargo de auditor interno es extraescalafonario, por el art.
3 –modificado con la reforma que le hace el decreto 2380/1993– se le fija una retribución
equivalente a la del nivel “A” grado “0” más un suplemento hasta alcanzar el importe co-
rrespondiente al cargo con función ejecutiva de nivel I. Dicho suplemento tiene carácter no
remunerativo y no bonificable en los organismos y entidades en las que no rija el Sistema
Nacional de la Profesión Administrativa –SINAPA–.
El art. 4 establece que el perfil del auditor interno deberá ajustarse al que establezca la
Sindicatura General de la Nación. Debe ser designado mediante resolución de la autoridad
máxima del organismo o entidad, previa opinión técnica de la Sindicatura General de la
Nación, la que tendrá carácter no vinculante.
A su vez, el art. 5 del decreto en comentario estipula que “El auditor interno no gozará
de estabilidad en el cargo y podrá ser removido por resolución de la autoridad máxima de la
jurisdicción o entidad, la que deberá ser comunicada a la Sindicatura General de la Nación”.
La norma resulta objetable, pues otorgarle a la autoridad máxima del organismo o
entidad la posibilidad de remover al auditor interno le impide obrar con autonomía en su
función. En efecto, si las labores del auditor interno no son compartidas por la máxima au-
toridad, esta –utilizando la facultad que la norma le concede– lo podría expulsar del cargo.
Todo ello implica que el auditor no pueda cumplir plenamente con sus funciones
de control. Podría argüirse que su función es la de un informante calificado, puesto que
al desplegar sus cometidos en el órgano o ente puede conocer de manera más profunda
el desenvolvimiento de estas y puede comunicar a la Sindicatura General de la Nación las
circunstancias que se desarrollan en el seno de ellas. Pero también esa característica de infor-
mante se encuentra sumamente condicionada por la facultad de la que ha sido investida la
autoridad máxima del organismo o entidad, cual es remover al auditor.
14.3.9.2. Nombramiento
Los auditores internos serán nombrados por resolución de la máxima autoridad del
organismo o entidad.
La autoridad superior será la responsable de que las unidades de auditoría interna y sus
integrantes se ajusten a sus actividades específicas en forma exclusiva.
363
Manual de Instituciones de Derecho Público
14.4.1. Funcionamiento
En el tercer párrafo del mismo artículo, determina que su estructura orgánica, sus
normas básicas internas, la distribución de funciones y sus reglas básicas de funcionamiento
serán establecidas por primera vez por resoluciones conjuntas de las comisiones parlamen-
taria mixta revisora de cuentas y de presupuesto y hacienda de ambas cámaras del Congreso
de la Nación. Posteriormente, las modificaciones deberán ser sugeridas por la Auditoría a las
referidas Comisiones y aprobadas por estas –cuarto párrafo del art. 116–.
364
Capítulo XIV - El Control
14.4.3. Competencia
Es materia de competencia de la Auditoría General de la Nación el control externo
posterior de la gestión presupuestaria, económica, financiera, patrimonial, legal, como tam-
bién el dictamen sobre los estados contables financieros.
Se resume en este ente la función de control externo que durante la vigencia del de-
creto-ley 23354/56 le competía a la Sindicatura General de Empresas Públicas y al Tribunal
de Cuentas de la Nación.
365
Manual de Instituciones de Derecho Público
366
Capítulo XIV - El Control
14.4.5. Funciones
El art. 118 de la ley 24156 prescribe que en el marco del programa de acción anual de
control externo fijado por las comisiones de presupuesto y hacienda de ambas cámaras, la
Auditoría tiene las siguientes funciones:
a) La fiscalización del cumplimiento de las disposiciones legales y reglamentarias
en relación con la utilización de los recursos del estado una vez dictados los
actos correspondientes.
b) Llevar a cabo las auditorías financieras, de legalidad, de gestión, exámenes es-
peciales de los organismos y las entidades bajo su control, así como las evalua-
ciones de programas, proyectos y operaciones, misión que podrá ser realizada
directamente o mediante la contratación de profesionales independientes de
auditoría.
c) Fiscalizar, por sí o mediante profesionales independientes, las unidades ejecuto-
ras de programas y proyectos financiados por los organismos internacionales de
crédito, conforme los acuerdos que se perfeccionen entre la República Argenti-
na y dichos organismos.
d) Examinar y emitir dictámenes sobre los estados contables financieros de los or-
ganismos de la administración nacional, preparados al cierre de cada ejercicio.
e) Controlar el empleo de los recursos provenientes de las operaciones de crédito
público y perpetrar los exámenes especiales que sean necesarios para formar
opinión sobre la situación del endeudamiento. A tales efectos puede solicitar al
Ministerio de Economía y Finanzas Públicas y al Banco Central de la República
Argentina la información que estime necesaria en relación con las operaciones
de endeudamiento interno y externo.
f ) Auditar y emitir dictamen sobre los estados contables financieros del Banco
Central de la República Argentina independientemente de cualquier auditoría
externa que pueda ser contratada.
g) Ejecutar exámenes especiales de actos y contratos de significación económica,
por sí o por indicación de las cámaras del Congreso o de la Comisión Parlamen-
taria Mixta Revisora de Cuentas.
h) Controlar y emitir opinión sobre la memoria y los estados contables financie-
ros, así como del grado de cumplimiento de los planes de acción y presupuesto
de las empresas y sociedades del estado.
i) Determinar los requisitos de idoneidad que deberán reunir los profesionales
independientes de auditoría referidos en este artículo y las normas técnicas a las
que deberá ajustarse el trabajo de estos.
j) Comprobar que los órganos de la administración mantengan el registro patri-
monial de sus funcionarios públicos, razón por la cual todo funcionario públi-
co con rango de ministro, secretario, subsecretario, director nacional, máxima
autoridad de entes descentralizados o integrante de directorio de empresas y
sociedades del estado tiene la obligación de presentar, dentro de las cuarenta y
367
Manual de Instituciones de Derecho Público
14.4.6. Facultades
A su vez, el art. 119 de la ley en comentario dispone que la Auditoría General de la
Nación podrá realizar todo acto, contrato u operación que se relacione con su competencia.
Asimismo, podrá exigir la colaboración de todas las entidades del sector público, las que
estarán obligadas a suministrar los datos, documentos, antecedentes e informes relacionados
con el ejercicio de sus funciones. También, podrá promover las investigaciones de contenido
patrimonial en los casos que corresponda. Asimismo, comunicará sus conclusiones a la Co-
misión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas a los fines de dar publicidad al material,
en caso de considerar que no debe permanecer reservado.
368
Capítulo XIV - El Control
14.4.10. De la responsabilidad
El art. 130 de la mencionada ley estipula que “Toda persona física que se desempeñe
en las jurisdicciones o entidades sujetas a la competencia de la Auditoría General de la
Nación responderá por los daños económicos que por su dolo, culpa o negligencia en el
ejercicio de sus funciones sufran los entes mencionados siempre que no se encontrare com-
prendida en regímenes especiales de responsabilidad patrimonial”.
A su vez, el art. 131 de la ley citada prescribe que “La acción tendiente a hacer efectiva
la responsabilidad patrimonial de todas las personas físicas que se desempeñaran en el ámbi-
to de los organismos y demás entes premencionados en los arts. 117 y 120 de esta ley, pres-
cribe en los plazos fijados por el Código Civil contados desde el momento de la comisión
del hecho generador del daño o de producido este si es posterior, cualquiera sea el régimen
jurídico de responsabilidad patrimonial aplicable con estas personas”.
Como se puede advertir, los arts. 130 y 131 fijan un tipo de responsabilidad personal
del funcionario administrativo cuando sus cometidos generen algún perjuicio o daño eco-
nómico para el ente u organismo.
369
Manual de Instituciones de Derecho Público
371
Manual de Instituciones de Derecho Público
Este organismo de asistencia técnica del Congreso, con autonomía funcional, se in-
tegrará del modo que establezca la ley que reglamenta su creación y funcionamiento, que
deberá ser aprobada por mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara. El presidente
del organismo será designado a propuesta del partido político de oposición con mayor nú-
mero de legisladores en el Congreso.
Tendrá a su cargo el control de legalidad, gestión y auditoría de toda la actividad
de la administración pública centralizada y descentralizada cualquiera fuera su modalidad
de organización, y las demás funciones que la ley le otorgue. Intervendrá necesariamente en
el trámite de aprobación o rechazo de las cuentas de percepción e inversión de los fondos
públicos”.
372
Capítulo XIV - El Control
373
Manual de Instituciones de Derecho Público
374
Capítulo XIV - El Control
De lo expresado se infiere que debe mediar una propuesta del partido político de
oposición en cuanto al presidente de la auditoría, y luego de tal propuesta ser designado por
resolución conjunta de los presidentes de ambas cámaras.
El primer interrogante que se plantea con la redacción del citado artículo es el si-
guiente: ¿pueden los presidentes de ambas cámaras impugnar la propuesta realizada por la
oposición?
Infiero que sí, puesto que una propuesta es simplemente una recomendación sobre
algo, una sugerencia, o un consejo que se puede seguir o no. Una sugerencia no implica de
ninguna manera una orden; es simplemente un camino a seguir.
Y esto nos lleva a una segunda incógnita: ¿están obligados los presidentes de la Cámara
de Diputados y del Senado a designar al candidato propuesto para ejercer la presidencia de
la Auditoría General? Creo que no, pero tal negativa debe tener un contorno definido que
no está contemplado en la Constitución. Para ello es necesario que la ley limite esta repulsa.
Así, por ejemplo, los presidentes de ambas cámaras en la primera propuesta impugnan
el candidato sugerido. Pueden tener lugar dos situaciones hipotéticas: que la oposición pro-
picie un nuevo candidato o que insista con el mismo.
A mi juicio, en el caso de insistencia creo que debe designarse al candidato propuesto,
no hay en este supuesto una nueva sugerencia.
En la hipótesis de una nueva propuesta, entiendo que podrían otra vez los presidentes
de ambas cámaras impugnar al candidato auspiciado. Pero como la norma ha querido for-
talecer los sistemas de control, dejándolo en este caso en manos de la oposición, interpreto
que la nueva propuesta es obligatoria.
Por ello, considero que en el caso de la designación del presidente de la Auditoría
General de la Nación, el partido político de oposición no formula ninguna sugerencia, sino
que por lo contrario ejerce virtuales facultades para designar al precitado funcionario, a tra-
vés de la insistencia o en el caso de segunda propuesta, la cual resulta obligatoria.
7 En tal sentido, corresponde tener presente los arts. 111 y 55 de la CN. El primero establece que “Ninguno
podrá ser miembro de la Corte Suprema de Justicia, sin ser abogado de la Nación con ocho años de ejer-
cicio, y tener las calidades requeridas para ser senador”. A su vez, el art. 55 de nuestro texto fundamental
establece que “Son requisitos para ser elegidos senador: tener la edad de treinta años, haber sido seis años
ciudadano de la Nación, disfrutar de una renta anual de dos mil pesos fuertes o de una entrada equivalente,
y ser natural de la provincia que lo elija, o con dos años de residencia inmediata en ella”.
8 Fairén Guillén, Víctor, “Posibilidad y conveniencia de introducir ombudsmännen en los ordenamientos
jurídicos de naciones de habla ibérica”, Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Nº 14, Madrid, marzo-
abril de 1980, pág. 21 y ss.
376
Capítulo XIV - El Control
Teniendo en cuenta lo expuesto y los arts. 111 y 55 de nuestra CN, los requisitos para
ser defensor del pueblo serían tener como mínimo treinta años de edad, haber ejercido la
ciudadanía por seis años, ser abogado y tener ocho años en el ejercicio profesional.
Sin embargo, creo que a tales requisitos deberían agregarse otros que hagan a la idonei-
dad del futuro defensor, cual es que acredite conocimientos específicos de derecho público,
lo cual no se logra simplemente con el título de abogado, sino con otros antecedentes, tales
como una trayectoria docente, publicaciones y conferencias que permitan comprobar que
el futuro funcionario resulta idóneo en cuestiones de derecho público, en especial derecho
constitucional y administrativo.
Al respecto, Jorge Luis Maiorano recuerda que en el proyecto de ley de creación del
ombudsman, presentado por los senadores Eduardo Menem y Libardo Sánchez, se exigía
que el candidato seleccionado fuera abogado, con una reconocida versación en derecho
público y determinada antigüedad en cargos públicos, extremo que fue modificado en el
Senado de la Nación.
La misma postura era sostenida por Barra, quien consideraba que “el defensor del pue-
blo debe reunir las calidades exigidas para ser senador y para ser profesor universitario titular
de una universidad nacional. Es muy conveniente que sea un profesional de la abogacía, ya
que, evidentemente, para su actuación deberá ser versado en derecho, en particular derecho
público”9.
Esta idea, en cuanto se debe designar a quien resulte más idóneo, ha sido observada
por Luna, quien expresa: “Entendemos la preocupación del autor por el celo con aquella
persona que resulte más idónea y capaz para el cargo, pero creemos que si para la designa-
ción de los jueces la Constitución no ha exigido tantos recaudos, a pesar de su magna tarea,
muy superior, y de mucha mayor responsabilidad que la asignada al defensor del pueblo, se
hace discutible que para este se imponga un sistema como el que propone Barra”10.
Esta postura resulta objetable, ya que si la Constitución no ha previsto tantos recaudos
en la designación de los jueces, es precisamente por una falencia de nuestra ley fundamental.
Sobran los comentarios respecto de la falta de idoneidad de nuestros jueces11.
Por ello, si es que no se establecieron mayores recaudos para llenar el cargo de jueces de
la Nación, ello no habilita a sostener que el cargo del defensor del pueblo deba ser llenado
de la misma forma.
Por lo demás, la tarea del defensor del pueblo no es inferior a la de los jueces; ambas
son importantes para el fortalecimiento de nuestras instituciones.
9 Barra, Rodolfo Carlos, “La incorporación de la institución del defensor del pueblo en nuestro derecho
público”, La Ley, t. C, 1983, pág. 843 y ss.
10 Luna, Eduardo Fernando, “El defensor del pueblo” en Derecho constitucional de la reforma de 1994, Depal-
ma, Buenos Aires, 1995, pág. 89 y ss.
11 Horacio Verbitsky relata el caso de la doctora Ana María Capolupo de Durañona y Vedia, quien, luego de
ser designada jueza de la Cámara de Casación Penal, expresó lo siguiente ante los periodistas Carlos Mira
y Marcelo Longobardi, luego de ser consultada acerca de su idoneidad para el cargo en el que había sido
nombrada: “No sé derecho penal, pero voy a aprender”. Verbitsky, Horacio, Hacer la Corte, Planeta, Bue-
nos Aires, 1993, pág. 394 y ss.
377
Manual de Instituciones de Derecho Público
12 El cap. III, titulado “De los adjuntos de la ley 24284, modificada por la ley 24379” establece en su art.
13 que “A propuesta del defensor del pueblo, la Comisión Bicameral prevista en el art. 2 inciso a) debe
designar dos adjuntos que auxiliarán a aquel en su tarea, pudiendo reemplazarlo provisoriamente en los
supuestos de cese, muerte, suspensión o imposibilidad temporal, en el orden que la Comisión determine
al designarlos. Para ser designado adjunto del defensor del pueblo son requisitos además de los previstos
en el art. 4 de la presente ley: a) Ser abogado con ocho años de ejercicio de la profesión como mínimo o
tener una antigüedad computable, como mínimos en cargos del Poder Judicial, Poder Legislativo, de la
Administración Pública o de la docencia universitaria; b) Tener acreditada reconocida versación en derecho
público. A los adjuntos les es de aplicación en lo pertinente lo dispuesto en los arts. 3, 5, 7, 10, 11 y 12 de
la presente ley. Perciben la remuneración que al efecto establezca el Congreso de la Nación”.
378
Capítulo XIV - El Control
Goza de las inmunidades y privilegios de los legisladores. Durará en su cargo cinco años,
pudiendo ser nuevamente designado por una sola vez”13.
A su vez, el art. 2, ley 24284, modificado por la ley 24379, establece, en cuanto a la
forma de elección del defensor del pueblo, que “Es titular de ese organismo, un funcionario
denominado defensor del pueblo quien es elegido por el Congreso de la Nación de acuerdo
con el siguiente procedimiento:
a) Ambas cámaras del Congreso deben elegir una Comisión Bicameral Permanen-
te, integrada por siete –7– senadores y siete –7– diputados cuya composición
debe mantener la proporción de la representación del cuerpo;
b) En un plazo no mayor de treinta –30– días a contar desde la promulgación de la
presente ley, la Comisión Bicameral reunida bajo la presidencia del presidente
del Senado, debe proponer a las cámaras de uno a tres candidatos para ocupar
el cargo de defensor del pueblo.
Las decisiones de la Comisión Bicameral se adoptan por mayoría simple;
c) Dentro de los treinta –30– días siguientes al pronunciamiento de la Comisión
Bicameral, ambas cámaras eligen por el voto de dos tercios de sus miembros
presentes a uno de los candidatos propuestos;
d) Si en la primera votación ningún candidato obtiene la mayoría requerida en el
inciso anterior debe repetirse la votación;
e) Si los candidatos propuestos para la primera votación son tres y se diera el
supuesto del inciso d) las nuevas votaciones se deben hacer sobre los dos candi-
datos más votados en ella”.
Las normas son claras: es al Honorable Congreso de la Nación a quien compete la de-
signación del defensor del pueblo. Sin embargo, es del caso aclarar que los propuestos para
cubrir tal cargo deben serlo por la Comisión Bicameral Permanente.
14.5.4. De la remoción
Tal como lo adelantara, el defensor del pueblo es removido por el Congreso de la
Nación con el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes de cada una de las
cámaras, conforme lo dispuesto por el art. 86, CN. Es dable destacar que nuestra Carta
13 En este punto, es necesario trazar un paralelismo con el modo de designación del ombudsman en otros
países. Cabe recordar el relato del profesor Donald C. Rowat (Universidad de Ottawa, Canadá), quien,
comentando las experiencias de Guyana y de Mauricio, advierte que “una norma en ambos países es que el
ombudsman ha de ser nombrado por el gobierno solo después de una consulta con los líderes de la oposi-
ción...”, y agrega que “...la institución no puede desarrollarse donde la administración está afectada por el
patronazgo político o la corrupción, y puede fallar si se la adopta en una forma truncada, o en una manera
en que queda sujeta a mucha presión partidaria o ejecutiva...”. “Donde un partido es dominante […] la
independencia de un ombudsman será indudablemente limitada […] aunque hay razones para concluir que
el proyecto ombudsman no será tan exitoso en los países en desarrollo, al mismo tiempo las razones para su
adopción son en ellos más fuertes...”.
379
Manual de Instituciones de Derecho Público
Magna no ha previsto causales que permitan al Congreso decidir cuándo debe remover al
defensor del pueblo, por lo que debe acudirse, en este caso, a lo que establece el art. 10,
inciso e), ley 24284, es decir, por notoria negligencia en el cumplimiento de los deberes del
cargo o por haber incurrido en la situación de incompatibilidad prevista por la citada ley.
¿Cuáles son las incompatibilidades que permiten decidir al Honorable Congreso de la
Nación la remoción del defensor del pueblo? Estas pueden ser el ejercicio de otra actividad
pública, comercial o profesional, como también la actividad política partidaria, con excep-
ción de la docencia –conforme lo dispone el art. 7, ley 24284, modificado por el art. 3, ley
24379–.
14.5.5. Funciones
En la ley 24284, art. 1 in fine, se establece que el defensor del pueblo tiene como
objetivo –mejor dicho, función– proteger los derechos e intereses de los individuos y la
comunidad frente a los actos, hechos y omisiones de la administración pública nacional.
A mi juicio, la norma utiliza el término “objetivo”, que da una idea de télesis. Es de
advertir que, en el elemento teleológico, pueden existir muchos factores. Por un lado, la
protección de los ciudadanos ante los continuos excesos de la administración pública, o
bien, propender a que la administración se desenvuelva con celeridad y eficacia. Por ello,
considero adecuado utilizar el vocablo “función” antes que la palabra “objetivo”, propia de
la finalidad de una norma y cuyo ámbito es omnicomprensivo.
El art. 86, CN consagra como misión del defensor del pueblo la defensa y protección
de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados en la CN y las
leyes ante hechos, actos u omisiones de la administración, como así también el control del
ejercicio de las funciones administrativas públicas.
Considero importante la mención expresa que efectúa el artículo citado sobre los de-
rechos humanos. Al respecto, Preu Kirpal señalaba que “Un sistema universal de educación
para los derechos humanos puede liberar a la humanidad de sus preocupaciones obsesivas
por la economía y el materialismo y conducir a la primacía de la cultura y de la calidad de
vida que es la salvaguarda más segura y perdurable de los derechos humanos”14.
Por otra parte, es facultad del defensor del pueblo controlar15 el ejercicio de las funcio-
nes administrativas públicas.
14 Kirpal, Preu, “Fundamentos filosóficos...”, pág. 334, cit. por Osvaldo Alfredo Gozaíni, “Ombudsman.
¿Utopía o realidad?”, Revista jurídica El Derecho, t. 152, pág. 959 y ss.
15 Barraza, Javier, El control de la Administración Pública, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 1995.
380
Capítulo XIV - El Control
Por otro lado, el término “abusivo” es un adjetivo, cuyo concepto es el siguiente: “que
se introduce o practica con abuso”. Entonces, debemos determinar qué significa abuso: la
acción y efecto de abusar, uso excesivo de alguna cosa, exageración, extralimitación, inconti-
nencia. También aquí debemos concluir que, si un funcionario actúa abusivamente, lo hace
sin lugar a dudas de manera ilegítima, contrariando el ordenamiento jurídico positivo. Es
por ello que creemos que, en este supuesto, también se ha incurrido en un exceso de pala-
bras, que la norma debería evitar.
En otro orden de cosas, se hace referencia al término “arbitrario”, que es lo que depen-
de del arbitrio; lo que procede con arbitrariedad; que incluye arbitrariedad; dícese del poder
absoluto. Entonces, debemos dilucidar qué significa “arbitrio”. Es la facultad de obrar según
nuestra voluntad, no gobernada por la razón sino por el apetito o capricho. Aquí, como
en párrafos precedentes, debemos esbozar la misma crítica: si el funcionario o, en última
instancia, la administración pública ha llevado a cabo sus cometidos de manera arbitraria
es porque lo ha hecho en forma ilegítima. Por lo que fácil es concluir que también acá se
ha incurrido en un exceso de palabras propio de una inadecuada técnica legislativa. Por
lo demás, el funcionario no puede ejecutar sus tareas caprichosamente. Si lo hace, viola el
ordenamiento jurídico positivo.
Siguiendo con nuestro análisis, encontramos otro término: “discriminatorio”, que sig-
nifica “separar, distinguir, diferenciar”. ¿Qué sería un trato discriminatorio de la administra-
ción según este concepto? Sería, por ejemplo, conceder a algunas personas lo que se les niega
a otras; sería darle un trato preferencial a algún trámite, en tanto que el mismo trámite, por
tratarse de personas que carecen de recursos, recibe un trato tardío. Aquí, si bien el término
es correcto, se debió haber englobado en lo que es ilegítimo, porque si la administración
pública obra de tal manera, está violando el principio constitucional de igualdad ante la ley
y, por ende, ante tal actitud debe actuar el defensor del pueblo.
Luego, encontramos el término “negligente”. La negligencia está definida como descui-
do, omisión, falta de aplicación o diligencia. Este término viene a reforzar nuestra tesis, en el
sentido de que se ha incurrido en un exceso de palabras propio de quien carece de verdaderos
conocimientos al momento de legislar. Así, por ejemplo, el art. 14 de la ley en comentario
dice que “el defensor del pueblo actúa ante actos, hechos u omisiones de la administración
pública nacional y sus agentes que impliquen el ejercicio […] negligente […] de sus funcio-
nes”. ¿Qué se ha querido expresar? ¿Que el defensor del pueblo actúa ante una omisión de la
omisión? Por ello, consideramos nuevamente que lo correcto hubiera sido establecer que el
ombudsman criollo actúa ante actos, hechos u omisiones que impliquen un ejercicio ilegítimo
de la administración pública y sus funcionarios. Lo demás es mera palabrería, que complica la
ya intrincada normativa que rige en el seno de la administración pública.
Al final de la descripción observamos que se utilizan los siguientes términos: “grave-
mente inconveniente o inoportuno”. ¿Qué es inconveniente? Algo que no resulta ventajoso.
¿Para quién? En este caso, debemos tener presente que la administración pública asume
la titularidad del interés público, y si su comportamiento es inconveniente, quiere decir
que está afectando el interés que debe garantir, por lo que también aquí debe hablarse de
ilegítimo, por no observar la administración pública un comportamiento tendiente a la
realización del interés público.
382
Capítulo XIV - El Control
Por lo demás, debemos decir que el actuar de la administración es por nuestros tiem-
pos tan complejo que el administrado, en la mayoría de los casos, no sabe cómo plantear
sus requerimientos, o simplemente desconoce cuáles son los derechos que lo asisten: “todos
necesitamos conocer el ‘quién, cómo y porqué’ de las decisiones que nos afectan si no quere-
mos perdernos en el castillo de Kafka. El hombre de la calle tiene solo la más nebulosa de las
nociones sobre el sistema administrativo. Frecuentemente ignora sus derechos –las normas
son a menudo tan complicadas y están escritas en un lenguaje tan técnico que hace falta
un excelente entrenamiento para entenderlas–. A menudo no tiene idea alguna de dónde
encontrar los misteriosos burócratas de quienes depende para efectivizar sus derechos –uno
puede llegar a necesitar un mapa para encontrar el camino entre la multitud de oficinas en
las que se esconden–. Si penetra en el laberinto, a menudo carece de la capacidad necesaria
para presentar su caso con efectividad. Algunos no tienen la habilidad requerida para escri-
bir o llenar formularios; algunos tienen dificultad para usar el teléfono. Se enfrentan a fun-
cionarios bien informados, porque es su trabajo diario, y que pueden rebatir sus razones con
facilidad. Aun los funcionarios menores tienen la fuerza de su organización detrás, gracias a
la cual sobrepasan al ciudadano individual y enfatizan su debilidad relativa”18.
18 Ridley, Frederick, “Intermediarios entre los ciudadanos y la administración: Algunas perspectivas británi-
cas”, Revista internacional de ciencias de la administración, vol. L-1984, Nº 4, págs. 355/363.
19 Al presentante de la queja no se le requiere formalidad alguna –salvo el que sea por escrito y firmada por el
interesado con sus datos personales– al momento de hacerla, puesto que establecerle formalidades propias
del proceso judicial podría tornar ilusorio el acceso al defensor del pueblo, y de esta manera se desvirtuaría
el fin para el cual ha sido creado, cual es que el particular de una manera rápida obtenga la protección de los
derechos que considera menoscabados. Además, por el principio del informalismo a favor del administrativo
que rige en sede administrativa, también el particular se encuentra eximido de cumplirlas en esta etapa. En tal
sentido, el art. 19, ley 24284 afirma que “Toda queja se debe presentar en forma escrita y firmada por el inte-
resado con indicación de su nombre, apellido y domicilio en el plazo máximo de un año calendario, contado
a partir del momento en que ocurriere el hecho u omisión motivo de la misma. No se requiere al interesado
el cumplimiento de otra formalidad para presentar la queja. Todas las actuaciones ante el defensor del pueblo
son gratuitas para el interesado, quien no está obligado a actuar con patrocinio letrado”.
20 Badeni, Gregorio, Reforma constitucional e instituciones políticas, Ad Hoc, Buenos Aires, 1995, pág. 344 y ss.
383
Manual de Instituciones de Derecho Público
14.5.10. Obligaciones
¿Qué ocurre con el administrado que ha formulado la queja o el reclamo? El defensor
del pueblo debe comunicarle el resultado de sus investigaciones, así como la respuesta que
hubiese recibido del organismo o funcionarios implicados.
Aquí la ley sienta una salvedad, cual es el caso de aquellas informaciones que por su
naturaleza revistan la calidad de reservada o hayan sido declaradas secretas –conforme art.
29, primer párrafo in fine, ley 24284–.
21 En ocasión de la reforma constitucional, la comisión especializada en los temas vinculados a los “órganos
de control” discutió la posibilidad de que el defensor del pueblo pudiera controlar la administración de
justicia. En apoyo a esta tesitura, se sostuvo que si el Consejo de la Magistratura es el que ejerce dicha ad-
ministración de acuerdo a la reforma, entonces podría el defensor del pueblo intervenir en dicho ámbito.
La conclusión en comisión rechazó la posibilidad de ampliar sus competencias, con fundamento en que su
actividad rozaría la independencia del Poder Judicial.
384
Capítulo XIV - El Control
En lo que atañe al Congreso Nacional, si bien es cierto que el defensor del pueblo
fue creado en la órbita del Poder Legislativo, invistiéndolo de autonomía y sin recibir ins-
trucciones de ninguna especie, es dable advertir que la Comisión Bicameral Permanente es
la encargada de relacionarse con el mencionado defensor. A su vez, la citada Comisión se
encuentra obligada a informar a las cámaras en cuantas ocasiones fuere menester.
Asimismo, el antedicho defensor se encuentra obligado a presentar un informe anual a
las cámaras de la labor realizada durante el año. Dicho detalle debe ser expuesto antes del 31
de mayo de cada año. De la misma forma, se encuentra contemplado que, si por la gravedad
o urgencia de los hechos fuese necesario presentar un informe especial, de acuerdo con lo
dispuesto por el art. 31, ley 24284, sustituido por la ley 24379, dicho informe especial tiene
lugar, según el elevado criterio del defensor del pueblo, la ley no enumera casos en los que
pueda elaborarse el susodicho informe. Sin perjuicio de ello, el art. 25 de la norma citada
establece que la obstaculización o entorpecimiento persistente de la labor desempeñada por
el mencionado defensor pueden ser objeto de un informe especial22.
22 El art. 25, segundo párrafo, ley 24284, sustituido por la ley 24379 dice: “La persistencia en una actitud
entorpecedora de la labor de investigación de la defensoría del pueblo, por parte de cualquier organismo o
autoridad administrativa, puede ser objeto de un informe especial cuando justificadas razones así lo requie-
ran, además de destacarla en la sección correspondiente del informe anual previsto en el art. 31”.
385
Manual de Instituciones de Derecho Público
ción pública nacional y sus agentes, que impliquen el ejercicio ilegítimo, defectuoso, irre-
gular, abusivo, arbitrario, discriminatorio, negligente, gravemente inconveniente o inopor-
tuno de sus funciones, incluyendo los capaces de afectar los intereses difusos o colectivos.
–v. art. 14, ley 24284–.
23 Art. 86: “El defensor del pueblo es un órgano independiente instituido en el ambiente del Congreso de la
Nación, que actuará con plena autonomía funcional, sin recibir instrucciones de ninguna autoridad. Su
misión es la defensa y protección de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados
en esta Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la administración; y el control del ejer-
cicio de las funciones administrativas públicas.
El defensor del pueblo tiene legitimación procesal. Es designado y removido por el Congreso con el voto
de las dos terceras partes de los miembros presentes de cada una de las cámaras. Goza de las inmunidades y
privilegios de los legisladores. Durará en su cargo cinco años, pudiendo ser nuevamente designado por una
sola vez.
La organización y el funcionamiento de esta institución serán regulados por una ley especial”.
386
Capítulo XIV - El Control
cional está precisamente, para evitar la discusión judicial. Si la Constitución establece que
el defensor tiene legitimación, no hay juez que tenga facultad para decirle que no tiene
legitimación”24.
En similar sentido se ha pronunciado Bidart Campos, quien manifestó que “muchí-
simas veces hemos dedicado en nuestros libros más recientes algunas reflexiones sobre la
necesidad de que esos llamados intereses difusos, o de pertenencia difusa, cuenten con vías
procesales tutelares y, para ello, que se reconozca legitimación activa a alguien que pueda
movilizar dichas vías con eficacia”.
Asimismo, expresa que “es infantil y tonto –en el más cabal sentido jurídico– decir
que por ser de muchos o de todos, no son de nadie o no son propios de cada uno. Que esos
intereses se compartan entre muchos o entre todos, no quita a cada uno de esos muchos o
de esos todos su parte –bien subjetiva– en el conjunto de pertenencia colectiva o difusa”.
Finalmente, concluye el citado autor que “el ombudsman municipal tiene competen-
cias bien claras. Sobran para legitimarlo procesalmente cuando impetra judicialmente en
defensa de intereses y derechos que son comunes a la población confiada a su control, frente
a lesiones que dañan a parte de esa población o a toda. No falta en el fallo la cita de las nor-
mas conducentes a decidir lo que decide. Y fundamentalmente no falta lucidez ni activismo
para administrar justicia”25.
Por lo demás, no debe olvidarse la misión del ombudsman, cual es la tutela y protec-
ción de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses que la Constitución
argentina y las leyes contienen al respecto. Entonces, la legitimación que se le otorga es
representativa; cuando la CN dice que el defensor del pueblo tiene legitimación procesal,
significa que debe darse preeminencia no tanto al vínculo obligacional que debe portar
quien deduce reclamo ante la justicia, sino, por lo contrario, debe darse importancia a los
valores que defiende.
Es que, como señala Gozaíni, al hacer referencia a esta legitimación procesal “po-
dríamos afirmar que es un mandato preventivo, por el cual se propicia que los jueces, en
el análisis de la admisión de una demanda, prioricen por sobre la acreditación del derecho
subjetivo, la esencia fundamental de la tutela que se solicita”26.
24 Sin embargo, el referido autor advierte que, a pesar de lo diáfano del texto constitucional, algunos jueces no
lo han entendido así. Tal es el caso del fallo dictado por la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Contencioso Administrativo Federal, en el que se afirmó que la legitimación procesal que indiscutible-
mente confiere al defensor del pueblo el párrafo 2 del art. 86, CN, no es susceptible de ser infinitamente di-
latada de forma tal que sustente su intervención judicial en defensa de la pura legalidad, lo cual obviamente
no significa neutralizar las potestades que el defensor del pueblo y mediante los dispositivos concretos que
le atribuya la ley orgánica respectiva, puede ejercer ad intra de la administración. Cám. Nac. Fed. Cont.
Adm., Sala V, “Consumidores Libres Coop. Ltda. c/Estado Nacional”, 20/10/1995; Creo Bay, Horacio,
“El defensor del pueblo y su legitimación en sede judicial”, Revista jurídica La Ley, Suplemento actualidad,
26/3/1996.
25 Bidart Campos, Germán José, “Legitimación procesal del ombudsman municipal y los intereses difusos”, El
Derecho, t. 142, pág. 666 y ss.
26 Gozaíni, Osvaldo Alfredo, “Legitimación procesal del defensor del pueblo (ombudsman)”, La Ley,
21/12/1995.
387
Manual de Instituciones de Derecho Público
Nuestra CN es clara, el defensor del pueblo tiene legitimación procesal. Quien preten-
da desconocer tal precepto constitucional está obrando en contradicción con lo dispuesto
por nuestra norma fundamental. Está queriendo burlar lo que se ha querido evitar, cual es
cualquier discusión tendiente a frenar el accionar del defensor del pueblo.
Por otra parte, el art. 4327, ubicado dentro de la primera parte, capítulo segundo “Nue-
vos derechos y garantías”, CN contiene normas sobre la legitimación procesal del defensor
del pueblo.
En efecto, la norma citada otorga legitimación procesal para interponer la acción de
amparo contra cualquier forma de discriminación, y en lo relativo a los derechos que pro-
tegen el ambiente, la competencia, al usuario y al consumidor, así como los derechos de
incidencia colectiva en general, al afectado, al defensor del pueblo y a las asociaciones que
propendan a esos fines, las que deberán estar registradas conforme la ley, la que establecerá
los requisitos y forma de organización de estas asociaciones.
Cabe preguntarse: ¿el defensor del pueblo tiene legitimación procesal en los supuestos
establecidos en el primer párrafo del art. 43, CN?
El primer párrafo del art. 43 de nuestra Ley Fundamental prevé: “Toda persona puede
interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial
más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en
forma actual o inminente lesiones, restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En
el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u
omisión lesiva”.
Frente a ello, cabría preguntarse qué se entiende por “autoridades públicas”.
Existe un viejo axioma aplicable a la interpretación del derecho, según el cual “cuando
la ley no distingue, el intérprete no debe hacerlo”. De este principio, Quiroga Lavié derivó
que la expresión “autoridades públicas” incluye el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el
27 El art. 43, CN estipula: “Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que
no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de parti-
culares, que en forma actual o inminente lesiones, restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez
podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva.
Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que
protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia
colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, regis-
tradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y formas de su organización.
Toda persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella referidos y de su
finalidad, que consten en registros o bancos de datos públicos, o los privados destinados a proveer informes,
y en caso de falsedad o discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualiza-
ción de aquellos. No podrá afectarse el secreto de las fuentes de información periodística.
Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agra-
vamiento ilegítimo en la forma o condiciones de detención, en el de desaparición forzada de personas, la
acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolverá
de inmediato, aun durante la vigencia del estado de sitio”.
388
Capítulo XIV - El Control
Poder Judicial en sus diversos niveles, alcanzando en la amplitud de su contenido los tres
niveles de gobierno, el nacional, el provincial y el municipal.
El fundamento de esta amplitud interpretativa es que la acción de amparo como ga-
rantía constitucional vale a favor de todos los habitantes del país, sin importar la jurisdic-
ción territorial en la que se encuentren.
Lo cierto es que, si hacemos extensiva la legitimación procesal del defensor del pueblo
a estas situaciones, este vería ampliadas sus facultades a los poderes Legislativo y Judicial, y a la
Municipalidad de Buenos Aires, situaciones que fueron excluidas expresamente por el con-
vencional constituyente y el legislador.
Por ello, se ha dicho que “…el defensor del pueblo carece de legitimación para inter-
poner la acción de amparo en los casos del primer párrafo del art. 43, salvo en los supuestos
en que la ley 24284 lo permite.” Y prosigue el referido doctrinario: “Esto debe ser materia
de una interpretación restrictiva, ya que no puede distraerse la importante misión de este
órgano del Congreso en actuaciones donde el derecho en juego solo interesa a su titular, sin
que se justifique –conforme con las circunstancias– la inversión del tiempo del defensor –lo
que también es dinero de los contribuyentes– para este tipo de intervenciones en pro de un
derecho ajeno”28.
Con relación a los denominados “intereses difusos”, se observa su reconocimiento en
nuestra legislación, y en el tema que nos ocupa observamos su acogimiento en el art. 14,
ley 24284.
La doctrina ha diferenciado entre “intereses colectivos” e “intereses difusos”.
En los primeros predomina la nota de la organización. Massimo Giannini define el
interés colectivo como el referible a un grupo organizado dentro de la propia comunidad.
Es por ello que los intereses colectivos son organizados y, por lo tanto, son pasibles de ser
identificados en el ordenamiento positivo sobre la base de un criterio exclusivamente sub-
jetivo, que es el de su titularización en un portador que es un ente representativo, o mejor,
expresivo, de un grupo no ocasional. Así, aunque exista un colectivo, una plurisubjetividad
en la sustentación del interés, si no se encuentra organizado, es jurídicamente irrelevante29.
La doctrina señala que la labor efectuada en este punto por el legislador y el conven-
cional constituyente consistió en elevar la categoría de los intereses difusos a la de intereses
colectivos.
28 Barra, Rodolfo Carlos, “La acción de amparo en la Constitución reformada: La legitimación para accio-
nar”, La Ley, 14/11/1994.
29 Giannini, Massimo, “Diritto amministrativo”, pág. 882, cit. por Barra, Rodolfo Carlos, “La acción de
amparo en la Constitución reformada: la legitimación para accionar”, La Ley, 14/11/1994.
389
Manual de Instituciones de Derecho Público
de tutela de los derechos humanos impuso acudir a una institución distinta al modelo es-
candinavo. Así, el modelo español –con esa esperanzadora denominación de “defensor del
pueblo”– fue el adoptado por el constituyente argentino.
14.5.16.2. Imparcial
La imparcialidad es un elemento básico, no solo en el plano jurídico, sino además en
el político; es un valor que sirve de complemento a la autonomía y a la independencia, ya
que sustrae al ombudsman de compromisos con los partidos políticos y los órganos estatales,
permitiéndole servir mejor a los gobernados.
14.5.16.4. Moral
Esto resulta de capital importancia, pues carece de poder coercitivo. De aquí que el
nombramiento recaiga en una persona con honorabilidad pública y con alta capacidad pro-
390
Capítulo XIV - El Control
14.5.16.5. Unipersonal
Es un cargo unipersonal, aunque dada la complejidad y amplitud de la actividad ad-
ministrativa, su titular puede designar adjuntos para controlar concretos sectores de la admi-
nistración –es el caso de Alemania– o por demarcaciones territoriales, como es el caso de
España –respecto a las comunidades autónomas–.
391
Manual de Instituciones de Derecho Público
ta, y las preguntas que surgen son inevitables: ¿cómo puede defender los derechos de los
ciudadanos? ¿Cómo resuelve las cuestiones de legitimación una persona que no es jurista?
¿Cómo congeniar esta designación con los antecedentes de la convención constituyente
que denominó al defensor del pueblo “el abogado de la sociedad”? Y las preguntas podrían
seguir ad infinitum.
392
Capítulo XV
La protección interna
de los derechos y libertades
1 Abogada (UBA). Profesora adjunta regular de las asignaturas “Instituciones de Derecho Público” de la Fa-
cultad de Ciencias Económicas (UBA) y “Práctica Profesional” en la Facultad de Derecho (UBA). Profesora
adjunta interina de “Derecho Constitucional Profundizado y Procesal Constitucional” en la Facultad de
Derecho (UBA).
2 Gozaíni, Osvaldo A., Introducción al Derecho Procesal Constitucional, 1ª ed., Rubinzal - Culzoni Editores,
Santa Fe, 2006, pág. 15.
393
Manual de Instituciones de Derecho Público
3 Gelsi Bidart, Adolfo, De derechos, deberes y garantías del hombre común, Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 1986, pág.11.
394
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
15.4.1. Génesis
El amparo apareció por primera vez en América Latina en la constitución mexicana de
Yucatán de 1840, y luego fue retomado con todo su vigor por la de 1917. Esta ley funda-
mental, al igual que la de Brasil bajo la denominación de mandado de segurança, han dado
4 Ekmekdjian, Miguel Á., Manual de la Constitución argentina, Depalma, Buenos Aires, 1991, pág. 227.
5 Gozaíni, Osvaldo A., Introducción al Derecho Procesal Constitucional, 1ª ed., Rubinzal - Culzoni Editores,
Santa Fe, 2006, pág. 222.
395
Manual de Instituciones de Derecho Público
gran fuerza a esta institución. También es de destacar la ley orgánica de amparo de Venezue-
la de 1985, la que constituye un verdadero código en la materia.
En el ámbito del llamado derecho internacional de los derechos humanos, la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos –conocida como Pacto de San José de Costa
Rica– prevé, en su art. 25, la aplicación del amparo en los países signatarios. Dicha norma
establece que “Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de
sus funciones judiciales”.
En la segunda parte de la disposición bajo examen, los estados firmantes se com-
prometen a hacer viable esta garantía en el plano legislativo y en el de su efectiva aplica-
ción por parte de la autoridad competente. Dicho compromiso abarca el de “garantizar el
cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado
procedente el recurso”. Esto es, que el estado se obliga a poner todo su empeño para que las
sentencias judiciales que hagan lugar a las pretensiones de los amparistas se vean seguidas de
una observancia irrestricta.
En nuestro país, el amparo tuvo su origen en la jurisprudencia de la CSJN, en los
famosos leading cases “Siri”6 y “Kot”7, en los que se admitió, pese a la ausencia de regulación
procesal específica, la existencia de una acción destinada a la protección de los derechos no
alcanzados por el hábeas corpus.
En la mencionada jurisprudencia se caracterizaba la acción de amparo como excep-
cional, considerando que ella estaba reservada a las delicadas y extremas situaciones en las
que, ante la ausencia de otras vías legales, se pusiera en peligro la salvaguarda de derechos
fundamentales de las personas.
15.4.2. Normativa
El 18 de octubre de 1966, firmada por los referentes de la llamada “Revolución Argen-
tina”, la cual apenas cuatro meses antes había derrocado el gobierno constitucional de Arturo
Illia, fue sancionada la ley 169868. Con el pretexto de reglamentar la naciente figura del am-
paro, las autoridades de facto que entonces se encontraban al mando del país se decidieron por
una ley sumamente restringida y denegatoria. La formidable estructura garantista levantada
por la jurisprudencia de la CSJN antes mencionada fue desmontada en sus piezas fundamen-
tales. Dicho retraso recién pudo ser superado con la reforma constitucional de 19949.
El art. 1 del citado texto legal condensa la precitada doctrina del máximo tribunal de
justicia del país en la parte referida a la actualidad e inminencia de la lesión, además de esta-
blecer el ámbito temporal de aplicación del amparo.
En lo puntual, menciona los siguientes requisitos materiales para la procedencia de la ac-
ción: la lesión, restricción, alteración o amenaza de un derecho, en forma actual o inminente.
El perjuicio que menciona dicha norma debe ser, por lo tanto, real, efectivo, tangible,
concreto e ineludible. Así, el inciso d) del art. 2 de la ley 16986 excluye el amparo cuando
“la determinación de la eventual invalidez del acto requiriese una mayor amplitud de debate
o prueba”.
El texto en análisis exige además que la lesión sea actual. Esto significa que el amparo
no permite juzgar hechos del pasado, sino hechos presentes. El comportamiento que se
analiza a través suyo debe tener vigencia al tramitarse la garantía. Los hechos acaecidos an-
tes de su promoción solo importan en cuanto ellos, o sus efectos, persistan y se manifiesten
durante el juicio.
La redacción dada por los convencionales constituyentes de 1994 al primer párrafo
del art. 43 de la Constitución respeta el ámbito de aplicación temporal del amparo ya reco-
nocido por el art. 1 de la ley 16986, pero fulmina con la inconstitucionalidad sobreviniente
los requisitos formales y materiales limitativos que obstaculicen el acceso a la jurisdicción,
reconociéndose expresamente la vigencia de un recurso breve, sencillo y eficaz.
Esto, en razón de la redacción de la propia norma constitucional, pero, además, como
consecuencia de la elevación con jerarquía constitucional de un conjunto de instrumentos
internacionales sobre derechos humanos que hacen de aquel recurso uno de sus pilares
fundamentales10.
Así, el amparo “constitucionalizado” no solo acrecienta el ámbito normativo, exten-
diendo la zona de protección más allá de los derechos constitucionales a los reconocidos
por “un tratado o una ley”, sino que cierra definitivamente el debate sobre la posibilidad
de declarar, en el marco del proceso de amparo, la inconstitucionalidad “de las normas en
que se funde el acto u omisión lesiva”. A este fin, la habilitación constitucional del juez del
amparo es expresa, al subrayarse que “podrá” actuar con dicho objetivo.
Sobre todo, el constituyente se ha propuesto desmontar, en gran parte, el cerco en tor-
no al amparo que “levantó” la ley 16986, y lo hizo retomando el rumbo inaugurado por la
CSJN en los casos “Siri” y “Kot”, permitiendo reencontrarnos con el amparo como medio,
y la tutela efectiva de los derechos como fin.
Se lee también en el primer párrafo del art. 43, CN, que el amparo procede “siempre
que no exista otro medio judicial más idóneo”. Con fundamento en esta redacción debe
“excluirse” ahora la necesidad de agotar las instancias o recursos administrativos pendientes
y, sobre todo, desechar la vía judicial ordinaria cuando se ha transformado en una vía carente
de idoneidad, esto es, donde, de persistir, se vería frustrada la tan ansiada tutela efectiva.
10 Pizzolo, Calógero, “La exigencia de un recurso –eficaz, sencillo y breve– en el bloque de constitucionalidad
federal”, Revista Argentina de Derecho Constitucional, Nº 3, Ediar, Buenos Aires, 2001, pág. 93.
397
Manual de Instituciones de Derecho Público
11 Quiroga Lavié, Humberto, El amparo colectivo, Rubinzal - Culzoni Editores, Santa Fe, 1998, pág. 207.
398
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
399
Manual de Instituciones de Derecho Público
jetivo de la acción no es otro que resguardar la libertad física o ambulatoria de las personas
contra ataques ilegítimos, actuales o inminentes a ella. El diccionario de la Real Academia
Española lo define como el “derecho del ciudadano detenido o preso, a comparecer inme-
diata y públicamente ante un juez o tribunal para que, oyéndole, resuelva si su arresto fue o
no legal, y si debe levantarse o mantenerse”12.
Se trata de una garantía suprema mediante la cual el particular afectado, u otra perso-
na por él, acude ante la autoridad judicial demandando la recuperación de la libertad; si la
detención no ha emanado de una autoridad competente, o no ha guardado la debida forma,
o carece de causa legal, se dispone la liberación13.
El hábeas corpus ha configurado a través de los tiempos una garantía esencial de un
derecho fundamental, cual es la libertad ambulatoria.
Tanto el derecho romano como el derecho español y el derecho anglosajón ofrecen
antecedentes clave a la hora de configurar este instituto tan valioso del derecho público.
En nuestro país, la historia del hábeas corpus se remonta al reglamento de la Junta
Conservadora de 1811, pasando por el derecho público provincial, hasta desembocar en su
reconocimiento expreso con la reforma constitucional de 1994.
Oportunamente, la sanción de la ley 2309814 fue un gran adelanto por la calidad
de la norma que consagraba legislativamente el hábeas corpus. Esto fue reforzado por la
ratificación de instrumentos internacionales sobre derechos humanos por parte del estado
argentino donde se le otorgaba un carácter expansivo a la figura.
La reforma practicada a nuestra Constitución en 1994 vino a recoger los vastos an-
tecedentes normativos e históricos, y otorgó al hábeas corpus lo que se ha dado en llamar
“fuerza normativa constitucional”15.
15.6.1. Génesis
El hábeas corpus reconoce como antecedentes más remotos:
– En el antiguo derecho romano, el interdicto homine libero exhibendo contenido
en el digesto, título XXIX, libro XLIII.
– En el derecho anglosajón, el control sobre la legalidad del acto restrictivo de la
libertad física que se observa en la Carta Magna inglesa de 1215.
– En el derecho español medieval, el denominado “juicio de manifestación de
personas” establecido en 1428. Este último fue establecido en el reino de Ara-
gón, donde se atribuyeron especiales facultades a la “justicia mayor” para la
protección de los derechos frente a los abusos del poder gubernamental. Estas
15.6.2. Normativa
En el marco nacional se advierte que la Constitución histórica de 1853/60, si bien
consagró en forma expresa los derechos referidos a la libertad, no hizo lo propio en relación
con el establecimiento de un sistema concreto que sirviese de garantía al efectivo ejercicio de
sus derechos, lo que debió ser complementado por la legislación infraconstitucional.
Encontramos por primera vez dicha normativa en la ley 48, sancionada el 14/9/1863,
cuyo art. 20 rezaba: “Cuando un individuo se halle detenido o preso por una autoridad
nacional, o a disposición de una autoridad nacional o so color de una orden emitida por
autoridad nacional, o cuando una autoridad provincial haya puesto preso a un miembro del
Congreso, o cualquier otro individuo que obre en comisión del gobierno nacional, la Corte
Suprema o los jueces de sección podrán, a instancia del preso, o de sus parientes o amigos,
investigar sobre el origen de la prisión, y en caso de que esta haya sido ordenada por auto-
ridad o persona que no esté facultada por la ley, mandarán poner al preso inmediatamente
en libertad”.
A su turno, la ley 2372, la cual sancionó el Código de Procedimientos en Materia Pe-
nal para el fuero federal y los tribunales ordinarios de la Capital Federal, que rigió por más
de cien años –exactamente hasta el año 1992–, dentro de los juicios especiales, estableció el
título IV, denominado “Del modo de proceder en los casos de detención, arresto o prisión
ilegal de las personas”, donde fijó, en el art. 617, que “Contra toda orden o procedimiento
de un funcionario público tendiente a restringir sin derecho la libertad de una persona,
procede un recurso de amparo de libertad por ante el juez competente. Procede también el
recurso de hábeas corpus, cuando una autoridad provincial haya puesto preso a un miem-
bro del Congreso o cualquier otro individuo que obre en comisión o como empleado del
gobierno nacional”.
16 Bisserier Díaz, Pamela, “Hábeas corpus”, en Dalla Vía, Alberto R. y García Lema, Alberto M. (Dirs.), La
Constitución reformada y sus normas reglamentarias. Nuevos derechos y garantías, 1ª ed., t. II, Rubinzal - Cul-
zoni Editores, Santa Fe, 2008, págs. 430/1.
401
Manual de Instituciones de Derecho Público
En tanto, la institución del hábeas corpus subsistía a través de una alusión implícita
y operativa que resulta de la disposición contenida en el art. 18, en cuanto establece que
“nadie puede ser arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente”.
En el marco del derecho público provincial, puede señalarse que la mayoría de las
provincias tienen, en sus respectivas constituciones, disposiciones vinculadas con el hábeas
corpus como medio para resguardar la libertad corporal de los individuos. También a través
de sus ordenamientos procesales han legislado la cuestión con alcance diverso, compartién-
dose entonces hasta 1984 la regulación del instituto entre la Nación y las provincias, en sus
ámbitos respectivos.
El 28/9/1984, el Congreso de la Nación sancionó la ley 23098, y a partir de su dictado
el hábeas corpus adquirió en la legislación nacional una caracterización especial, no solo en
cuanto a su contenido, sino también en lo que se refiere a su ámbito de aplicación.
Sin lugar a dudas, uno de los aspectos de mayor significación que presenta la ley está
dado por su autonomía y la exclusión de los códigos procesales.
La ley 23098 –conocida con el nombre de “ley De La Rúa” por ser el resultado del
proyecto17 que presentara el entonces senador por la Capital Federal, Fernando De La Rúa,
y que reeditaba su similar ingresado a la Cámara Alta el 30/5/1973, durante su otro man-
dato como senador nacional– no solo deroga las disposiciones contenidas tanto en el art. 20
de la ley 48, como en el título IV, sección II del libro IV de la ley 2372, con lo que se extrae
del ámbito procesal el tema, sino que además distingue claramente en capítulos separados
las disposiciones generales y el procedimiento, estableciendo que el primero de ellos tendrá
vigencia en todo el territorio nacional, por cuanto entiende que de ese modo se concreta “la
obligación inexcusable del Congreso de la Nación de reglamentar los derechos y garantías
consagrados en la Constitución Nacional, sin alterar su efectivo ejercicio…”, solucionando
los problemas materiales vinculados con el alcance de la garantía, la distribución jurisdiccio-
nal de su protección, el carácter público de la libertad ambulatoria y la efectiva competencia
de la CSJN para conocer la cuestión constitucional que eventualmente pueda plantearse.
Ello, por cierto, no obstará la aplicación de las constituciones de provincia o de leyes
dictadas en consecuencia, cuando se considere que otorgan más eficiente protección de los
derechos que la propia ley.
Los supuestos de procedencia del hábeas corpus se encuentran especificados en el art.
3 de la ley en estudio, el cual establece que “Corresponderá el procedimiento de hábeas
corpus cuando se denuncie un acto de la autoridad pública que implique: 1. Limitación o
amenaza actual de la libertad ambulatoria sin orden escrita de autoridad competente, o 2.
Agravación ilegítima de la forma y condiciones en que se cumple la privación de la libertad
sin perjuicio de las facultades propias del juez del proceso si lo hubiere”.
Al margen del hábeas corpus reparador conocido tradicionalmente y que el legislador
vincula directamente con el art. 18, CN, se verifica también, en la primer parte de la norma
en análisis, la regulación de un hábeas corpus preventivo orientada a hacer cesar la amenaza
actual a la libertad ambulatoria.
17 De la Rúa, Fernando, Proceso y justicia, Lerner, Buenos Aires, 1980, pág. 337.
402
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
Pero, sin lugar a dudas, la inclusión –en la segunda parte de la norma– del hábeas
corpus correctivo es una de las mayores innovaciones que trae el instituto, pues procede para
resguardar las condiciones de respeto a la persona en que debe cumplirse la privación de la
libertad.
La intención del legislador de poner un freno al trato inapropiado –a veces infrahu-
mano– del individuo detenido, se compadece con el criterio sostenido por la CSJN en tal
sentido, cuando ha dicho que el ingreso a prisión en calidad de condenado no despoja al
hombre de la protección de las leyes y, en primer lugar, de la Constitución18.
Con la extensión del procedimiento sumarísimo del hábeas corpus clásico a la protec-
ción de la dignidad y respeto a la persona –con los que debe cumplirse la privación de la
libertad–, el legislador ha buscado sin lugar a dudas establecer un medio adicional, rápido
y eficaz para resguardar el trato digno en las prisiones y solucionar situaciones injustas que
allí se planteen.
Otra innovación significativa que introdujo esta ley, está dada por la posibilidad de
control judicial de la limitación de la libertad personal, durante la vigencia del estado de
sitio, declarado conforme las previsiones del art. 23, CN.
Así, el art. 4 establece que el procedimiento de hábeas corpus podrá tender a com-
probar en el caso concreto diversas alternativas, las cuales enuncia en cuatro incisos que a
continuación estudiaremos.
En el primero de ellos, se considera la posibilidad de verificar la legitimidad de
la declaración del estado de sitio, esto es que la declaración se haga dentro de lo que
la Constitución establece, por la autoridad competente, por las causas que la norma
fundamental admite y, en todo caso, con la limitación territorial vinculada con la causa
que se invoca19.
El inciso 2 establece la posibilidad de la denuncia de hábeas corpus como vía para
cuestionar la falta de correlación entre la orden de privación de la libertad y la situación que
diera origen a la declaración del estado de sitio. En este sentido, debe distinguirse la “razo-
nabilidad política”, relativa a la decisión de declarar el estado de sitio, que es de exclusiva
incumbencia de los restantes poderes del estado, de la “razonabilidad jurídica”, en la que el
Poder Judicial no solo puede sino debe mediar entre el estado de sitio y la garantía consti-
tucional afectada, así como la proporcionalidad entre la libertad restringida y los objetivos
tenidos en cuenta para adoptar esta medida de excepción.
Por su parte, el tercer inciso del artículo en análisis se refiere a la alternativa del procedi-
miento del hábeas corpus como medio para comprobar el agravamiento ilegítimo de la forma
y condiciones en que se cumple la privación de la libertad durante el estado de sitio, que en
ningún caso podrá hacerse efectiva en establecimientos destinados a la ejecución de penas.
El último inciso del art. 4 incluye la vía del hábeas corpus para comprobar el ejercicio
efectivo del derecho de opción para salir del país que, conforme resulta del art. 23, es la
alternativa al arresto. Esta es una medida de seguridad política orientada a evitar que quien
18 Fallos 318:189.
19 Diario de sesiones del Senado de la Nación, año 1984, pág. 2037.
403
Manual de Instituciones de Derecho Público
se encuentra incluido en ella pueda contribuir de alguna manera con su accionar a mantener
la situación que motivara la declaración del estado de sitio.
Por lo hasta aquí expuesto, se verifica la existencia de distintos tipos o clases de hábeas
corpus20, entre los que pueden mencionarse:
– Hábeas corpus clásico o reparador: es el que tiene por objeto rehabilitar la
libertad física contra actos u omisiones que la restringen o impidan, sin orden
emanada de la autoridad competente.
– Hábeas corpus preventivo: es el que tiene por finalidad hacer cesar un estado
de amenazas ciertas e inminentes que ponen en peligro la libertad física.
– Hábeas corpus correctivo: es el que se dirige contra toda forma ilegítima que
agrave la condición de una persona legalmente privada de su libertad.
– Hábeas corpus restringido: es el que puede plantearse contra toda forma de
molestias que perturben o alteren la libertad física, sin llegar a su privación,
como seguimientos, vigilancias, etc.
Como señalamos más arriba, antes de la reforma de 1994 se entendía que la CN había
suministrado base normativa suficiente al proceso de hábeas corpus en la parte del art. 18
que dice que “nadie puede ser arrestado sin orden escrita de autoridad competente”, y que
superabundantemente se lo pudo considerar como garantía implícita alojada en el art. 33
de nuestra Carta Magna21.
La ley 23098 constituyó un gran adelanto en torno al proceso constitucional del hábeas
corpus, por lo que llegó a ser considerada como una “ley de contenido constitucional”22.
El último párrafo del art. 43 de la CN siguió los lineamientos expuestos por la ley
23098, al establecer la acción de hábeas corpus en las modalidades reparadora, preventiva,
correctiva y restringida, e incluyó como novedad la incorporación de una tipología especial:
el hábeas corpus contra la desaparición forzada de personas.
Esta nueva variable ofrece un carril procesal idóneo cuando se intenta localizar a las
personas desaparecidas, para restituirles la libertad, o bien cuando con razonable proximi-
dad de fechas, también se procura conseguir información conducente. En cambio, trans-
currido demasiado tiempo entre la desaparición y el requerimiento de datos, parece lógico
sostener que el hábeas corpus carece de objetivo actualizado por cuya razón el pedido de
información para conocer lo ocurrido y ejercer el derecho a la verdad histórica ha de hallar
su cauce mediante la acción de hábeas data23.
20 Sagüés, Néstor P., Derecho Procesal Constitucional. Hábeas corpus, t. IV, Astrea, Buenos Aires, 1998, pág. 172.
21 Martínez Vivot, Julio (h), “La ley de hábeas corpus: tutela de la libertad ambulatoria en el marco nacional”,
Revista de Derecho Procesal, Nº 5, Rubinzal - Culzoni Editores, Santa Fe, 2000, pág. 244.
22 Bidart Campos, Germán, Tratado elemental de Derecho Constitucional argentino, t. II-A, Ediar, Buenos
Aires, 2003, pág. 339.
23 Gil Domínguez, Andrés, “La verdad: un derecho emergente”, LL 1999-A-219.
404
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
15.7.1. Génesis
Corresponde al parlamente del Land de Hesse, en la República Federal de Alemania,
el mérito de haber promulgado el primer texto legal de protección de datos personales: la
Datenschutz del 7 de octubre de 1970. Esta ley pionera marcó el comienzo de un recorrido
que culminaría en la Datenschutz federal alemana, promulgada el 27 de febrero de 1977.
El objeto y ámbito de esta última norma se centró –conforme su art. 1– en “la protec-
ción de datos, que tiene como fin impedir la lesión de bienes dignos de tutela de las personas
interesadas, garantizando aquellos relativos a su persona, de abusos cometidos en ocasión de
su almacenamiento, transmisión, modificación o cancelación”.
También corresponde a esta primera etapa la Data Lag sueca del 11 de mayo de 1973.
En esta norma se establece el principio de publicidad de los bancos de datos personales
informatizados mediante un registro abierto a la consulta de las personas en él incluidas.
Con la promulgación de la Privacy Act norteamericana, el 31 de diciembre de 1974, se
inició un nuevo ciclo en el desarrollo de leyes de protección de los datos personales. Su ori-
gen debe ser necesariamente relacionado con la preocupación que se generó en el congreso
de los EE.UU. por el escándalo del Watergate y el temor ante el uso que el gobierno podía
hacer de los ordenadores y sistemas informatizados.
El núcleo de dicha ley federal consistió en la protección de los individuos frente al
asalto a su intimidad –assault on privacy– por los sistemas de acopio y almacenamiento de
datos derivados del uso de la tecnología informática por las agencias federales, es decir, los
bancos de datos de la administración federal. Para defender a los ciudadanos ante estas po-
sibles injerencias a su intimidad, la Privacy Act garantiza el derecho de información y acceso
24 Ekmedjian, Miguel Á. y Pizzolo, Calógero, Hábeas data. El derecho a la intimidad frente a la revolución
informática, 1ª ed., Depalma, Buenos Aires, 1996, pág. 2.
405
Manual de Instituciones de Derecho Público
que tiene toda persona respecto a aquellos datos que le conciernen, así como las facultades
para rectificar las informaciones erróneas y cancelar las indebidamente procesadas.
En este ciclo de desarrollo de los sistemas de protección de datos personales se ubica
también la ley francesa del 6 de enero de 1978, relativa a la Informatique, aux fichiers et aux
libertés.
En 1984, Gran Bretaña promulgó su Data Protection Act, norma que ha optado deli-
beradamente por una solución de compromiso entre su finalidad de garantía de las liberta-
des y su objeto concurrente de no obstaculizar el desarrollo del sector informático.
España, en 1992, sancionó su ley orgánica 5 denominada “Regulación del tratamiento
automatizado de datos”, conocida como LORTAD, cuyo art. 1 protege a las personas físicas
contra la divulgación de datos de carácter personal, incluidos en cualquier fichero auto-
matizado. Fue reemplazada en 1999 por la ley orgánica de protección de datos de carácter
personal. Ya en su constitución de 1978, se había establecido en su art. 18.4 que “la ley
limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar
de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”.
Otras constituciones del mundo desde entonces han incorporado disposiciones sobre
la protección de la intimidad personal con respecto al almacenamiento y la revelación de
datos, como la de los Países Bajos de 1983, Hungría de 1989, y Suecia de 1990.
En Latinoamérica, la institución también se encuentra regulada en las modernas cons-
tituciones de Brasil, Venezuela, Colombia, Paraguay y Perú. Justamente, la denominación
del instituto como “hábeas data” proviene de la constitución brasileña de 1988.
15.7.2. Normativa
La reforma constitucional de 1994 ha plasmado en el texto de la Carta Magna una
herramienta idónea en pos del derecho a la protección de datos personales, cual es el hábeas
data, aunque sin mencionarla expresamente con esta denominación.
Antes de dicha modificación, su existencia se desprendía del art. 33 de la CN, en tanto
dispone que “las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán
entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen
del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno”25.
Se ha normado así una vía procesal operativa como “subtipo” del amparo general pre-
visto en el primer párrafo del art. 43, en resguardo de la garantía implícita subyacente, que
consiste en la protección de los datos personales que se encuentren en registros o bancos de
datos públicos o privados, lo que viene a complementar y vigorizar la ya antigua garantía
del derecho a la intimidad contenida en el art. 19, CN.
Si bien puede afirmarse que el hábeas data reconoce un parentesco con el amparo,
debe quedar absolutamente claro que presenta peculiaridades fisonómicas propias que im-
25 Ekmekdjian, Miguel Á., Tratado de derecho constitucional, t. III, Depalma, Buenos Aires, 1995, parágr. 425.
406
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
26 Bazan, Víctor, “El hábeas data y sus peculiaridades frente al amparo”, Revista de Derecho Procesal, Nº 4,
Rubinzal - Culzoni Editores, Santa Fe, 2000, pág. 219.
27 Publicada en el BO el 2/11/2000.
28 Bidart Campos, Germán, Manual de la Constitución argentina reformada, t. II, Ediar, Buenos Aires, 1999,
pág. 388.
29 Basterra, Marcela, “El hábeas data”, en Manili, Pablo L. (Coord.), Derecho Procesal Constitucional,
1ª ed., Editorial Universidad, Buenos Aires, 2005, pág. 144.
407
Manual de Instituciones de Derecho Público
e) La supresión del registro de la llamada ‘información sensible’, esto es, vida ínti-
ma, ideas políticas, religiosas o gremiales, etc.
Va de suyo que el derecho a la protección de datos tiene la naturaleza de un derecho
genérico, es decir, constituye un plexo de derechos que llamaremos “específicos”, de los cua-
les se nutre y recibe su contenido. Estos derechos son: el derecho a conocer –right to know–;
el derecho a acceder –right to access– y el derecho a rectificar –right to correct–. Este trío de
derechos es conocido con el nombre de “derechos del afectado”.
La finalidad del hábeas data es impedir que en bancos o registros de datos se recopile
información respecto del afectado, cuando dicha información esté referida a aspectos de su
personalidad que se hallan directamente vinculados con su intimidad.
Los “datos personales” son los que poseen la suficiente fuerza individualizante como
para poder revelar aspectos de una determinada persona. Pero no cualquier aspecto, sino
solo los vinculados con un ámbito cerrado –en principio– a la publicidad.
Son las flechas indicadoras de caminos que conducen a reductos y refugios no accesi-
bles a todos, donde su morador tiene el derecho a disponer quién entra y quién no. Cada
dato revelado es una flecha descubierta que está marcando una ruta desconocida para la
mayoría, que se corta en la intimidad del afectado30.
Por ello, y teniendo en cuenta el objetivo concreto planteado al promover la acción de
hábeas data, este puede clasificarse en:
1) Hábeas data informativo: permite conocer: a) qué datos se tiene de mi perso-
na –hábeas data exhibitorio–; b) cuál será la finalidad de dicha recolección de
datos; para qué se los va a usar –hábeas data finalista–; c) quién recopiló esos
datos –hábeas data autoral–.
2) Hábeas data aditivo: a través del cual se puede solicitar que se agregue un dato
que no está en el registro o banco de datos ante quien se promueve la acción. Es
la “actualización” a que se refiere el texto constitucional.
3) Hábeas data rectificador: se interpone en el caso de que se trate de un dato
falso, con el fin de solicitar que se lo cambie por el dato verdadero.
4) Hábeas data reservador: previsto para los casos en que el dato sea verdadero
y no haya obstáculo para su conservación. Sin embargo, el juez interviniente
puede ordenar al banco de datos su “confidencialidad”, para uso estrictamente
personal o específico.
5) Hábeas data cancelatorio: posibilita la “supresión” de datos para evitar que sean
usados con fines discriminatorios o en forma abusiva. Son los llamados “datos
sensibles”31.
30 Ekmedjian, Miguel Á. y Pizzolo, Calógero, Hábeas data. El derecho a la intimidad frente a la revolución
informática, 1ª ed., Depalma, Buenos Aires, 1996, pág. 65.
31 Sagüés, Néstor P., “Subtipos de hábeas data en el derecho argentino”, en Leyes reglamentarias de la reforma
constitucional, Asociación Argentina de Derecho Constitucional, 1996, pág. 206.
408
Capítulo XV - La Protección Interna de los Derechos y Libertades
La ley 25326 sigue este esquema y consagra las dos versiones genéricas del hábeas data:
a) el derecho de acceso, en su art. 1432, que es el hábeas data informativo, y abarca el hábeas
data exhibitorio, el hábeas data autoral y el hábeas data finalista, y b) el derecho a actua-
lizar, corregir, suprimir o establecer confidencialidad sobre los datos, en el art. 1633, que
comprende el hábeas data rectificador, el hábeas data aditivo y el hábeas data cancelatorio.
Con respecto a la salvaguarda del secreto de las fuentes de información periodística
que establece el párrafo tercero in fine del art. 43, CN en análisis, es indudable que la liber-
tad de expresión, fuertemente protegida en nuestra Carta Magna y a través de la jurispru-
dencia, una vez más sale fortificada en la redacción de dicha norma.
La intención del constituyente ha sido indudablemente buscar un equilibrio razona-
ble que no vulnere la libertad de prensa. Sin una cláusula garantizadora del secreto de las
fuentes de información periodística, el ejercicio de este profesión podría convertirse en algo
ilusorio34.
32 Art. 14, ley 25326: “Derecho de acceso. 1. El titular de los datos, previa acreditación de su identidad,
tiene derecho a solicitar información de sus datos personales incluidos en los bancos de datos públicos,
o privados destinados a proveer informes. 2. El responsable o usuario debe proporcionar la información
solicitada dentro de los diez días corridos de haber sido intimado fehacientemente. Vencido el plazo sin que
se satisfaga el pedido, o si evacuado el informe, este se estimare insuficiente, quedará expedita la acción de
protección de datos personales o de hábeas data prevista en esta ley. 3. El derecho de acceso a que se refiere
este artículo sólo puede ser ejercido en forma gratuita a intervalos no inferiores a seis meses, salvo que se
acredite un interés legítimo al efecto. 4. El ejercicio del derecho al cual se refiere este artículo en el caso de
datos de personas fallecidas le corresponderá a sus sucesores universales”.
33 Art. 16, ley 25326: “1. Toda persona tiene derecho a que sean rectificados, actualizados y, cuando corres-
ponda, suprimidos o sometidos a confidencialidad los datos personales de los que sea titular, que estén
incluidos en un banco de datos. 2. El responsable o usuario del banco de datos, debe proceder a la rectifi-
cación, supresión o actualización de los datos personales del afectado, realizando las operaciones necesarias
a tal fin en el plazo máximo de cinco días hábiles de recibido el reclamo del titular de los datos o advertido
el error o falsedad. 3. El incumplimiento de esta obligación dentro del término acordado en el inciso pre-
cedente, habilitará al interesado a promover sin más la acción de protección de datos personales o hábeas
data prevista en la presente ley…”.
34 Quiroga Lavié, Humberto, Hábeas data, Zavalía, Buenos Aires, 2001, pág. 160.
409
Capítulo XVI
La protección internacional
de los derechos y libertades
1 Procuradora y abogada (UBA). Curso especializado aprobado de Derecho Aeronáutico y Espacial (1987-
1988) dictado por el Instituto Nacional de Derecho Aeronáutico y Espacial. Especialista en derecho, eco-
nomía y administración del medio ambiente por la Facultad de Ciencias Jurídicas (Universidad del Salva-
dor). Docente autorizado por la Facultad de Ciencias Económicas, UBA (1996). Profesora universitaria
para el nivel secundario y superior en derecho por la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universi-
dad FASTA (Mar del Plata, 2012). Profesora regular adjunta de “Instituciones de Derecho Público” de la
Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Exprofesora asociada de “Historia constitucional” de la Facultad
de Derecho (Universidad de Flores).
411
Manual de Instituciones de Derecho Público
2 ¿Qué son los derechos humanos?, Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Naciones
Unidas. Disponible en: http://www.ohchr.org/SP/Issues/Pages/WhatareHumanRights.aspx.
412
Capítulo XVI - La Protección Internacional de los Derechos y Libertades
3 “ABC de la CIDH: El qué, cómo, cuándo, dónde y por qué de la Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos”, OISS, 2014, pág. 2. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/tablas/abccorte/abc/index.html.
413
Manual de Instituciones de Derecho Público
4 ¿Qué es la CIDH?, OEA, Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Disponible en: http://www.
oas.org/es/cidh/mandato/que.asp.
414
Capítulo XVI - La Protección Internacional de los Derechos y Libertades
16.1.2.1.2. Legitimación
En el art. 44 de la misma Convención dispone que: “Cualquier persona o grupo de
personas o entidad no gubernamental legalmente reconocida en uno o más estados miem-
bros de la organización puede presentar a la comisión peticiones que contengan denuncias
o quejas de violación de esta convención por un estado parte”.
En vista de lo expresado en este artículo, no hace falta que el denunciante sea la propia
víctima, lo cual apunta a que el procedimiento se realice incluso si esta estuviera detenida,
impedida o incomunicada.
En cuanto a las personas jurídicas, se entiende que no tienen legitimación para re-
clamar por sí mismas, pero podrían ser denunciantes en nombre de una persona humana,
como en el caso de las entidades no gubernamentales. Hay una marcada tendencia a incor-
porar a las personas jurídicas en el sistema de protección internacional. “Es que, al fin y al
cabo, estas no son otra cosa que organizaciones de personas”6.
El art. 44 de la Convención Americana no se manifiesta sobre la posibilidad de que la
comisión actúe de oficio si hay violación de los derechos amparados por ella; pero el art. 24
de su reglamento le permite iniciar, motu proprio, la tramitación de una petición que con-
tenga, a su juicio, los requisitos para tal fin. Un estado parte puede efectuar dicha denuncia,
en virtud del art. 45 de la convención, con respecto a violaciones a los derechos humanos
perpetradas por otro estado parte, lo que se denomina demanda interestatal7.
16.1.2.1.3. Procedimiento
La Convención Americana se refiere al procedimiento ordinario de peticiones o co-
municaciones individuales en los arts. 48 a 51. En este procedimiento se distinguen cinco
etapas: la admisibilidad, la instrucción, la solución amistosa, el informe y, en ciertas ocasio-
nes, el envío del caso a la Corte.
El art. 46 de la convención fija las condiciones de admisibilidad de la petición, las
cuales son:
5 Mandato y funciones de la CIDH, OEA, Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Disponible en:
http://www.oas.org/es/cidh/mandato/funciones.asp.
6 Hitters, Juan C. y Fappiano, Oscar L., Derecho internacional de los derechos humanos, t. II, vol. 3, Ediar,
Buenos Aires, 2012, págs. 1450/4.
7 Hitters, Juan C. y Fappiano, Oscar L., ob. cit., págs. 1454/7.
415
Manual de Instituciones de Derecho Público
16.1.2.2.1. Integración
Este organismo está integrado por siete jueces nacionales de los estados miembros de la
organización. Son elegidos a título personal entre juristas de la más alta autoridad moral de
16.1.2.2.3. Funciones
En cuanto a las funciones de la corte, podemos reconocer, en primer lugar, la función
contenciosa por la cual determina si un estado ha incurrido en responsabilidad internacio-
nal por violar algún derecho consagrado en la convención o en otros tratados de derechos
humanos aplicables al Sistema Interamericano. Además, realiza la supervisión del cumpli-
miento de sentencias.
En segundo lugar, la función consultiva por la cual el tribunal responde a consultas
que formulen los estados miembros de la OEA o sus órganos acerca de la compatibilidad
de las normas internas con la convención, y la interpretación de la convención o de otros
tratados referidos a la protección de derechos humanos en los estados americanos11.
16.1.2.2.4. Legitimación
En virtud del art. 61 de la Convención Americana, solo pueden presentar un caso los
estados partes y la comisión, no los particulares. Los individuos u organizaciones que consi-
deren que existe una situación violatoria de las disposiciones de la convención y deseen acudir
al Sistema Interamericano, deben presentar sus denuncias ante la Comisión Interamericana.
Para que la corte pueda conocer el caso, deben estar agotados los procedimientos
previstos en los arts. 48 a 50 de la convención, mencionados con anterioridad al tratar los
pasos a seguir por la comisión.
El art. 23 del reglamento de la corte señala que “1. Los estados que sean partes en un
caso estarán representados por agentes, quienes a su vez podrán ser asistidos por cualesquie-
ra personas de su elección. 2. Podrán acreditarse agentes alternos, quienes asistirán a los
agentes en el ejercicio de sus funciones y los suplirán en sus ausencias temporales…”.
Según el art. 62 del Pacto de San José de Costa Rica, a fin de determinar la competen-
cia contenciosa de la Corte, se establece que “1. Todo estado parte puede, en el momento
del depósito de su instrumento de ratificación o adhesión de esta convención, o en cualquier
momento posterior, declarar que reconoce como obligatoria de pleno derecho y sin conven-
ción especial, la competencia de la Corte sobre todos los casos relativos a la interpretación o
aplicación de esta convención […] 3. La corte tiene competencia para conocer de cualquier
caso relativo a la interpretación y aplicación de las disposiciones de esta convención que
le sea sometido, siempre que los estados partes en el caso hayan reconocido o reconozcan
dicha competencia…” tanto por declaración especial o por convención especial.
Es de destacar que la competencia contenciosa de la corte “debe ser expresamente
reconocida por el estado, al momento de ratificar el tratado o posteriormente. Dicha ratifi-
cación de competencia puede efectuarse para el caso concreto, puede hacerse por un tiempo
determinado o en forma incondicionada”12.
16.1.2.2.5. Procedimiento
De acuerdo con el art. 28.1 del reglamento de la corte todos los escritos dirigidos a ella
podrán presentarse personalmente via courier, facsímile, o correo postal o electrónico. Los do-
cumentos deben estar firmados para garantizar su autenticidad. Los escritos que se presenten en
forma no electrónica deberán estar acompañados de dos copias en papel o estar digitalizados.
El art. 29.1 del mismo reglamento establece que “cuando la comisión, las víctimas
o presuntas víctimas, o sus representantes, el estado demandado o, en su caso, el estado
demandante, no comparecieren o se abstuvieren de actuar, la corte, de oficio, impulsará el
proceso hasta su finalización”.
Durante el proceso se distingue una parte del procedimiento de carácter escrito, y otra
parte del procedimiento de carácter oral. Al procedimiento escrito se refiere el reglamento
en sus arts. 34 al 44.
La causa se introduce, de conformidad al art. 61.1 de la Convención, en la Secretaría
del Tribunal mediante el sometimiento del caso en algunos de los idiomas del trabajo del
tribunal, que son los que acuerda la corte cada año según el art. 22.2 del reglamento –art.
34 del reglamento de la corte–.
Una vez sometido el caso mediante la presentación del informe al que se refiere el art.
50 de la convención (si lo hace la comisión) o de un escrito motivado, conforme el art. 61
de la convención (si lo hace un estado), se realiza un examen del caso, y si la presidencia
observare que algún requisito fundamental no se ha cumplido solicitará se subsane dentro
de un plazo de veinte días –arts. 35, 36 y 38 del reglamento de la corte–.
12 Wlasic, Juan C., Manual crítico de Derechos Humanos, 2ª ed., LL, Buenos Aires, 2011, pág. 433.
419
Manual de Instituciones de Derecho Público
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Capítulo XVI - La Protección Internacional de los Derechos y Libertades
“Dicho pedido puede estar referido tanto en relación a una ley vigente como a un
proyecto de ley”15.
Podemos señalar diferencias entre la función contenciosa y la función consultiva, a
saber: en la contenciosa se establece que se garanticen derechos al lesionado, mientras que
por la consultiva se logra una interpretación de ciertos documentos internacionales y de la
legislación nacional; la contenciosa depende de la aceptación previa de los estados, la otra
no –dado que impera a partir de la ratificación de la convención–; la primera culmina con
un fallo, que en algunos casos puede ejecutarse, mientras que la consultiva no es coercible,
aunque la práctica internacional demuestra que siempre es acatada por los países16.
El art. 70.1 del reglamento de la corte establece que “Las solicitudes de opinión con-
sultiva previstas en el art. 64.1 de la Convención Americana deberán formular con precisión
las preguntas específicas sobre las cuales se pretende obtener la opinión de la corte”.
En el procedimiento no hay “partes” propiamente dichas, pues no hay ni actores, ni
demandados. Simplemente se busca interpretar determinados textos.
La corte tiene poder de apreciación para darle o no lugar a este tipo de solicitudes. En
caso de negarse a responder a una consulta, deberá dar razones fundadas.
Está consagrada a promover la justicia social y los derechos humanos reconocidos a nivel
internacional en base a su misión fundadora: la paz laboral es esencial para la prosperidad.
Es la única agencia de las Naciones Unidas cuyos mandantes son representantes de go-
biernos, empleadores y trabajadores. Esta estructura tripartita hace de la OIT un foro en el
cual los gobiernos y los interlocutores sociales de la economía de sus 186 estados miembros
pueden confrontar experiencias y comparar políticas nacionales de manera libre y abierta.
En dicha estructura, tanto trabajadores como empleadores tienen el mismo derecho a voto
que los gobiernos en sus deliberaciones, para garantizar que las opiniones de los interlocuto-
res sociales queden reflejadas en las normas laborales, políticas y los programas de la OIT20.
16.2.1.2. Misión
La misión de la OIT “está agrupada en torno a cuatro objetivos estratégicos:
1. Promover y cumplir las normas y los principios y derechos fundamentales en el
trabajo.
2. Crear mayores oportunidades para que mujeres y hombres puedan tener em-
pleos e ingresos dignos.
3. Mejorar la cobertura y la eficacia de una seguridad social para todos.
4. Fortalecer el tripartismo y el diálogo social”21.
La OIT busca lograr estos objetivos de diversas maneras, entre ellas:
– Formula políticas y programas internacionales para promover los derechos hu-
manos fundamentales.
– Elabora normas internacionales de trabajo respaldadas por un sistema singular
de control de su aplicación.
– Formula e implementa programas de cooperación técnica internacional.
– Lleva a cabo actividades de formación, educación e investigación22.
Los principales fines de esta organización son establecer la justicia social como única
forma de lograr una paz universal y duradera; mejorar las condiciones del trabajo en todos
los países y lograr la adopción de un régimen de trabajo uniforme a nivel internacional que
proteja a los trabajadores23.
16.2.1.3. Órganos
En cuanto a su funcionamiento, la OIT realiza su trabajo a través de tres órganos
fundamentales y permanentes: la Conferencia Internacional del Trabajo, el Consejo de Ad-
ministración y la Oficina Internacional del Trabajo (art. 2 de la constitución de la OIT).
16.2.1.4. Convenios
La OIT ha generado una legislación que se manifiesta en la sanción de convenios y
recomendaciones que establecen modelos para que se adapten a la legislación de los países
miembros. A su vez, estos países asumen el compromiso de proponerla para su considera-
ción al órgano político encargado de la sanción de las leyes.
Los convenios internacionales del trabajo “fijan directivas para facilitar la uniformidad
de la legislación laboral de los países miembros. En cambio, por medio de las recomenda-
ciones la OIT busca establecer mecanismos uniformes de validez internacional para llevar a
cabo las medidas a ser adoptadas y orientar a los estados miembros en la preparación de la
legislación laboral”27.
Según el art. 19.5 de la constitución de la OIT, en el caso de un convenio: “a) el con-
venio se comunicará a todos los Miembros para su ratificación; b) cada uno de los miem-
bros se obliga a someter el convenio, en el término de un año a partir de la clausura de la
reunión de la conferencia […], a la autoridad o autoridades a quienes competa el asunto,
al efecto de que le den forma de ley o adopten otras medidas; c) los miembros informarán
al director general de la Oficina Internacional del Trabajo sobre las medidas adoptadas de
acuerdo con este artículo […]; d) si el miembro obtuviera el consentimiento de la autoridad
o autoridades a quienes competa el asunto, comunicará la ratificación formal del convenio
al director general y adoptará las medidas necesarias para hacer efectivas las disposiciones
de dicho convenio; e) si el miembro no obtuviera el consentimiento […], no recaerá sobre
dicho miembro ninguna otra obligación a excepción de la de informar al director general de
la Oficina Internacional del Trabajo […] sobre el estado de su legislación y la práctica en lo
que respecta a los asuntos tratados en el convenio, precisando en qué medida se ha puesto
o se propone poner en ejecución cualquiera de las disposiciones del convenio, por vía legis-
lativa o administrativa, por medio de contratos colectivos, o de otro modo, e indicando las
dificultades que impiden o retrasan la ratificación de dicho convenio”.
16.2.1.5. Recomendaciones
Según el art. 19.6 de la constitución de la OIT, en el caso de una recomendación: “a)
la recomendación se comunicará a todos los miembros para su examen, a fin de ponerla en
ejecución por medio de la legislación nacional o de otro modo; b) cada uno de los miembros
se obliga a someter la recomendación, en el término de un año a partir de la clausura de la
reunión de la conferencia […], a la autoridad o autoridades a quienes competa el asunto,
al efecto de que le den forma de ley o adopten otras medidas; c) los miembros informarán al
director general de la Oficina Internacional del Trabajo sobre las medidas adoptadas […],
comunicándole, al mismo tiempo, los datos relativos a la autoridad o autoridades conside-
radas competentes y las medidas por ellas adoptadas; d) salvo la obligación de someter la
recomendación a la autoridad o autoridades competentes, no recaerá sobre los miembros
ninguna otra obligación, a excepción de la de informar al director general de la Oficina In-
ternacional del Trabajo […] sobre el estado de su legislación y la práctica en lo que respecta
a los asuntos tratados en la recomendación, precisando en qué medida se han puesto o se
propone poner en ejecución las disposiciones de la recomendación, y las modificaciones
que se considere o pueda considerarse necesario hacer a estas disposiciones para adoptarlas
o aplicarlas”.
En síntesis, el convenio internacional establece el compromiso de aplicar normas y,
por tanto, de ratificarlo o señalar las causas que impiden su ratificación. En el caso de las
recomendaciones, no se imponen obligaciones a los gobiernos nacionales y solo establecen
principios orientadores de la legislación.
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Capítulo XVI - La Protección Internacional de los Derechos y Libertades
16.2.2.1. Organismos
Para finalizar, mencionaré dos organismos internacionales que se ocupan de la segu-
ridad social.
La Asociación Internacional de Seguridad Social (AISS) es la organización internacional
que reúne organismos e instituciones de seguridad social. Creada en 1927 bajo los auspicios
de la OIT, la AISS agrupa alrededor de 330 organizaciones de más de 160 países, incluyendo
la Argentina. La asociación facilita información, investigación, asesoramiento y plataformas
para que los miembros construyan y promuevan sistemas de seguridad social dinámicos. Estos
sistemas se caracterizan por ser accesibles, sostenibles, adecuados, socialmente inclusivos y
económicamente productivos, y se basan en instituciones de seguridad social innovadoras
y con un elevado rendimiento.
La AISS analiza y difunde a través de su portal web información sobre programas de
seguridad social nacionales. También facilita el intercambio de buenas prácticas y la mejora
de la seguridad social mediante la transferencia y el apoyo de conocimientos. La asociación
mantiene relaciones de cooperación con la OIT y otros organismos internacionales activos
en el ámbito de la seguridad social29.
La Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) es “un organismo interna-
cional, de carácter técnico y especializado, que tiene como finalidad promover el bienestar eco-
nómico y social de los países iberoamericanos y de todos aquellos que se vinculan por el idioma
español y portugués mediante la coordinación, intercambio y aprovechamiento de sus expe-
riencias mutuas en seguridad social y, en general, en el ámbito de la protección social”30. Entre
los países iberoamericanos que forman parte de dicho organismo incluimos a la Argentina.
La OISS encuentra sus antecedentes en 1950 en el I Congreso Iberoamericano de
Seguridad Social celebrado en Barcelona. En 1954, en el II Congreso Iberoamericano de
Seguridad Social celebrado en Lima –Perú–, con la presencia de la mayoría de los países
integrantes de la región, junto con representantes de la OIT, OEA y AISS, quedó aprobada
la carta constitucional de la OISS.