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ARGUMENTIC. (ESTRA) - ARGUMENTACION Y PETICION DE PRINCIPIO. Adolfo Leon Gomez PDF

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ADOLFO LEÓN GÓMEZ

ARGUMENTACION y PETICION
DE PRINCIPIO

"El estudio de los sofismas retóricos que estuvo en boga durante la Edad
Media e incluso en los primeros tiempos de la Edad Moderna, cayó en desuso
con el advenimiento de la nueva lógica. Empero, hoy día los lógicos están
tomando nuevamente interés en ellos, pues los refinados métodos de análisis
de que disponen permiten estudiar los sofismas retóricos de manera mucho
más profunda y mostrar que en ellos hay mucho de interesante y valioso. El
lógico belga Perelman ha iniciado una interesante vía de exploración en
este campo".
Francisco Miró Quesada.

1. El propósito de·este ensayo es el de mostrar que los capítulos sobre


falacias -que aparecen en las obras lógicas clásicas y modernas-no
pueden ser entendidos sin una teoría de la ar~umentación. Dados los límites
de espacio sólo hablaré aquí de algunas partes de esos "minitratados" sobre
las falacias.

Cuando hablo de teoría de la argumentación me refiero a los trabajos


de Ch. Perelman y L. 01brechsts-Tyteca, y cuando digo que los capítulos
sobre falacias no pueden ser entendidos sin una teoría de la argumenta-
ción, argumento con un esquem·a argumentativo referente a la inclusión
de las partes en el todo: es preferible 10 que comprende a 10 que es
comprendido. La teoría de la argumentación mencionada comprende -en
su doble sentido- a los tratados sobre las falacias.

Esto no quiere decir que me esté situando en una perspectiva abar-


cadora de todos los puntos de vista, sino más bien, que me sitúo en un
punto de vista histórico que cree en un progreso, no necesariamente lineal,
y que no destruye sus cimientos porque está expuesto y dispuesto a la
crítica.

2. La teoría de la argumentación -o disciplina argumentativa, como


algunos prefieren llamarla- es una teoría que estudia

- 117-
"Las técnicas discursivas que permiten obtener o aumentar la
adhesión de un auditorio a las tesis que proponemos para su asen-
timiento" 1.

ARGUMENTOS Y FALACIAS

La argumentación es una secuencia adecuada de argumentos; un ar-


gumento es un sistema de actos lingüísticos organizados según unl esquema
y que tiene por 10 menos alguna fuerza 2.

En términos quizás más claros, un argumento es un acto lingüístico


complejo que

transmite el acuerdo -persuade o convence- de p~emisa( s) a


conclusión, o retrotransmite el desacuerdo de conclusión a
premisa ( s) .
La diferencia central entre un ar~umento y un razonamiento ló~ico
formal es que éste, cuando es válido,

transmite la verdad de premisa (s) a conclusión, o retrotransmite


la falsedad de conclusión a premisa(s).
Verdad y falsedad son impersonales, mientras que acuerdo y desacuer-
do son relativos a un auditorio o público. Un razonamiento que transmite
la verdad -o retrotransmite la falsedad- es un razonamiento válido;
un argumento que transmite el acuerdo -o retrotransmite el desacuerdo--
es un argumento relevante, tempestivo o de peso.

La validez es un criterio interno e intemporal, la relevancia -tem-


pestividad o solidez- son criterios externos y tempora'les 3.

Dadas las premisas anteriores se entienden muy bien, me parece, los


aciertos y yerros de Copi 4, cuando nos dice que

Hay falacias formales e informales. Las formales son desviaciones


de ciertos patrones de inferencia válidos con los cuales tienen una
semejanza superficial -por ejemplo, la afirmación del consecuente
o la negación del antecedente-.

1 Ch. Perelman - L. Olbrechsts-Tyteca. Ttaité de l'argumentation. Le Nouvel1e


Rhétorique de I'Université de Bruxelles, 3e. éd., 1976, p. 5.
2 L. Apostel. "What is the force of an argument?", en Revue lnternationale de
philosophie. Essa;s en hommage a Chaim Perelman, n. 127...128, p. 109.
a R. Blanché, Le Raisonnement. P.U.F., 1973, p. 253.
4, lntroduction to logic. Macmillan, third ed., 1968, pp. 59-60.

- 118-
Copi nos da criterios de invalidez mediante normas de validez lógica,
pero no los da de inaceptabilidad mediante normas de aceptabilidad; se
limita a decirnos que
el término falacias informales se reserva para argumentos que
aunque incorrectos, pueden ser psicológicamente persuB'sivos.
Si corrección e incorrección son sinónimos de validez e invalidez,
tenemos derecho a preguntar: ¿para qué distinguir entre falacias formales
e informales?

Si incorrecto es diferente de inválido y sinónimo de psicológicamente


no persuasivo, es preciso aceptar que existen, como norma, argumentos
"psicológicamente persuasivos". Así como el juego de la mentira es derivado
del juego de la veracidad, el juego de la inaceptabilidad es derivado del
juego de lo aceptable. Si nada es aceptable, nada es inaceptable 5.

Las dificultades de Copi parecen provenir del hecho de que desea


evaluar las falacias formales e informales a p'artir del patrón de la forma
lógica. Pero esto no es justo porque una falacia formal pertenece a una
categoría esencial diferente de la falacia informal. La regla de justicia
sólo nos permite

tratar de la misma manera a entidades que pertenecen a la misma


categoría esencial 6.
Lo cierto es que Copi equipara 10 racional con 10 lógico formal y
10 psicológicamente persuasivo con algo lindante con 10 irracional.

5 Al respecto dice Russell. Signification et vérité. Flammarion, 1969, p. 38: "Hay una
diferencia entre la eficacia de una mentira y la de una verdad: la mentira no produce el
efecto buscado sino tanto tiempo como se espera la verdad. De hecho, nadie podría aprender
a hablar si 10 verdadero no fuera la regla: si su niño ve un perro y usted dice: "gato",
"caballo" o "cocodrilo", al azar, usted no estaría en medida de engañarlo diciendo "perro" t
cuando no es un perro. La mentira es una actividad que presupone la veracidad como regla
usual".
En la misma dirección, pero desde una perspectiva diferente, J. Searle. Expression' and
meanin~. Cambridge University Press, 1979, p. 67, crítica a Wittgenstein, Philosophical
Investi4ations, par 249: "Pienso que Wittgenstein está errado cuando dice que mentir es
un juego de lenguaje que debe ser aprendido como cualquiera otro. Pienso que está errado
porque mentir consiste en violar una de las reglas regulativas de la realización de actos
lingüísticos. Si la regla define lo que es una violación, no es necesario aprender por separado
cómo seguirla y cómo violarla".
Sin embargo, en otros pasajes de las Investigaciones Filosóficas -aforismos 345 y
346- hace observaciones muy similares a las que hace Searle para criticarlo:
"Las órdenes a veces no se cumplen: ¿Pero, qué sucedería si las órdenes no se cum-
plieran nunca? El concepto de orden perdería su razón de ser". La excepción presupone
la regla.
6 Para Perelman la regla de justicia es la regla fundamental de la razón práctica.
Le Champ de l' Argumentation. Presses Universitaires de Bruxelles, 1970, p. 293-4.

- 119-
Un teórico de las falacias -más moderado que Copi- ha dado en
el clavo.

Para S. Toulmin.

Lo más molesto para algunas personas es que argumentos falaces


en un contexto pueden ser muy sólidos en otro contexto. No esta-
mos [ni estaremos] en capacidad de identificar formas [esquemas]
intrínseca'm'ente falaces. Al contrario, trataremos de indicar por qué
algunas clases de argumentos, en ]a práctica, son falaces en tales
o cuales contextos [yen tales o cuales, muy razonables] 7.
Parodiando a Austin 8, podemos decir que

Los argumentos son aceptables en cierta medida, según las circuns-


tancia's, los auditorios y los fines e intenciones de orador y auditorio.
En ciertas disciplinas tendemos hacia un ideal de argumento acep-
table en todas las circunstancias, para todos los fines e intenciones
y para el auditorio universal.

De este último hablaremos en el punto siguiente.

3. Por lo dicho anteriormente, podemos agregar que toda argumenta-


ción es ad hominem, ex concessis o ex datis, porque sus posibilidades
derivan de 10 que cada auditorio está dispuesto a conceder. Puesto que el
orador debe adaptarse a su auditorio, debe, por 10 mismo, partir de premisas
-o datos- aceptados por él, sean relativos a 10 que es -hechos, verda-
des, presunciones-, sean relativos a 10 que debe ser -valores y jerarquías
de valores-.

En su capítulo sobre las falacias, Copi distingue dos tipos de argu-


mentos ad hominem: uno abusivo, aquél que en vez de atacar la aserción,
ataca al hombre que la hace; y otro circunstancial, que no trata de probar
la verdad o falsedad en sí de una tesis sino que trata de probar 10 que
el adversario debe aceptar o rechaz8'r a causa de sus demás creencias o
convicciones -aquí se señala la inconsistencia entre 10 que se predica y
su práctica, o entre las diversas creencias. Estos últimos aunque no son
correctos, "ni' presentan buena evidencia para la verdad de sus conclusiones
ni intentan ganar el asentimiento a la conclusión por parte de nuestro opo-
nente a causa de sus circunstancias especiales... A menudo son muy
persuasivos" 9.

7 lntroduction to reasoning, Macmillan, 1979, p. 157 y J. D. R. Camey - K. Scheer.


Fundamentals 01 Logic. Macmillan, 1969, p. 12.
8 J. L. Austin. Palabras y Acciones. Paidós, 1971, p. 190.
90p . cit., p. 62.

- 120-
Schopenhauer, por su parte, opone la refutación ad hominem a l~
refutación ad rem:

Mediante la segunda derrumbamos la verdad absoluta u objetiva


de la tesis, mientras que con la primera sólo derrumbamos su
verdad relativa demostrando que contradice otras afirmaciones o
concesiones del defensor de la tesis, quedando indeterminada la
verdad objetiva 10.

Para la teoría de la argumentación 11, toda argumentación es ad


hominem. Hay dos especies: argumento ad hominem strictu sensu, que
es un argumento aceptable para auditorios particulares; y argumento
ad humanitatem, es decir, que pretende valer para un auditorio universal.
Este último es la versión revisada, en términos de auditorios, del ar-
gumento .:ld rem.

El primero será simplemente persuasivo. El segundo, convincente.


Persuasión y convicción también se definen en términos de auditorios.

El auditorio universal es un auditorio ideal que representa a la huma-


nidad adulta, razonable y competente. En un argumento aceptable por
este auditorio coincidirán la verdad como criterio interno y la aceptabilidad
como criterio externo 12. En el límite, la' argumentación convincente coinci-
dirá con la prueba lógica, pero esto es un límite que nunca estamos seguros
de haber alcanzado.

Los lógicos que consideran las argumentaciones ad hominem strictu


semu como falacias,

como signos de debilidad humana, son espíritus muy exigentes


que consideran aceptable sólo una argumentación válida para el au-
ditorio universal, pero un argumento 8'd hominem [circunstancial]
puede ser calificado de razonable, aun si se acepta que las premisas
discutidas no las admiten todos 13.

Quien argumenta ad hominem strictu sensu no necesita aceptar las


premisas de su argumento. Basta con que el auditorio las acepte; quien
argumente ad humanitatem debe aceptar las premisas de su argumento
porque aquí el orador hace parte de su auditorio.

10 A. Schopenhauer. Algunos opúsculos. Cap. 11. Sobre Lógica y Dialéctica. Apéndice a


Del amor, las mujeres y la muerte, Bedout.
11 Traité de ]'argumentation, p. 148-53.
12 R. Blanché, op. cit., p. 253-4 Y Traité de ]'argumentation, p. 42 .
13 Traité de l'argumentation, p. 149.

121 -
En relación con el argumento ad homine'm' strictu sensu se encuentra
el argumento ad persona m -Copi 10 llama ad hominem abusiv'Q- que
es un ataque contra la persona del adversario y tiende a descalificarlo. Este
procedimiento, a veces es reprochable, pero no nos podemos dispensar
totalmente de él porque muchas veces resulta como efecto -deseado o
no-- de una refutación ad hom:inem strictu sensu: aquél cuya tesis ha
sido refutada por una argumentación, disminuye su prestigio. Es el efecto
de toda refutación, cualquiera sea la técnica utilizada, en virtud de la
interacción que se produce entre el acto -lingüístico o extralingüístico-
y la persona que 10 realiza.

En relación con el argumento ad pe'rsonam se encuentra el argumento


del tu quoque que consiste en replicar a un cargo del oponente con otro
cargo igualo semejante 14.
El argumento es frecuente en las críticas filosóficas como en este
texto que resume la polémica de los popperianos contra los escépticos:

w. W. Barteley dice que algunos racionalistas -como Popper-


sostienen que "un compromiso con la racionalidad, en el fondo, es
arbitrario e irracional: tu quoque. Una fe no es mejor o peor que
otra". En otros términos un intento por justificar la racionalidad
conduce a un resultado opuesto, que es el punto de vista de
escépticos. Pero un racionalista popperiano como Agassi hace la
siguiente consideración: Un escéptico o racionalista -como el
anterior que dice tu quoque-, presupone qúe "uno debe ser capaz
de justificar un compromiso con la racionalidad". En otros térmi-
nos, si el argumento no es puramente ad personam, "el escéptico
prefiere una justificación racional a una irracional, es decir, tu
quoque" 15.
Sin embargo en las transacciones ordinarias el tu quoque se considera
un sofisma, como en esta ilustración:
Mi oponente me ha hecho el cargo de que adquirí ilegalmente dinero
para esta compañía. En réplica a 10 anterior deseo que sepan que
todo el dinero que mi opositor ha conseguido para su compañía,
fue adquirido ilegalmente,
se considera falaz porque no se dan razones relevantes para creer por qué
el dinero de la compañía no ha sido adquirido ilegalmente. Efectivamente,
este uso a veces es poco decoroso como iniciativa de la argumentación,
pero una vez que se ha propuesto ese cuadro argumentativo, se puede
redargüir dentro de él, en virtud de la regla de justicia que me permite

14 Camey y Scheer, Fundamen'tals 01 logic. pp. 22-3.


15 Resumido de David R. Hiley-Relativism, dogmatism and rstionality. International
Philosophical Quarterly, n. 79, june, 1979, pp. 134-5.

- 122
tratar de la misma manera situaciones que pertenecen a la misma catego-
ría esencial. El dicho popular es muy sabio: ¡el que tiene rabo de paja
no se arrime a la candela!
4. Puesto que todo argumento es ad hominem, la falla más grave
en que puede incurrir un orador es la petición de principio -petitio
principii-.

La petición de principio consiste en postular como pre'misa admitida


la conclusión que queremos que nuestro auditorio admita mediante la
argumentación.
Es una falla de argumentación, no de lógica, porque es la aplicación
de un argumento ad hominem cuando no es utilizable, ya que supone que
el interlocutor ha adherido a una tesis que, precisamente, queremos que
admita.
La lógica de Port Royal 16, cita un excelente ejemplo de petición de
principio que Galileo atribuye a Aristóteles -creador del concepto-, re-
lativa a la prueba de que el centro de la Tierra es el centro del mundo.
Según Galileo --en la versión de Port Royal-, Aristóteles razona así:
La naturaleza de las cosas pesadas es tender al centro del mundo
y de las livianas alejarse de él; la experiencia nos hace ver que
las cosas pesadas tienden al centro de la Tierra y las livianas se
alejan de él, luego el centro de la Tierra es el centro del mundo.
Es claro -agregan sus autores- que en la mayor de este argu-
mento hay una petición de principio, pues vemos que muchas cosas
pesadas tienden al centro de la Tierra, pero ¿cómo supo Aristóteles
que tienden al centro del mundo, si no supone que el centro de la
Tierra es el centro del mundo?, que es la conclusión que quiere
probar.
La petición de prinCIpIO es correlativa de la argumentación ad
hominem y la presupone. N acla tiene que ver con el argumento lógico-
formal, que es impersonal.

18 A. Arnauld - P. Nicole. La logique on l'art de pensar. Flammarion, 1970, 3e. partie,


chapa XIX, p. 306.

En De los delitos y de las penas ( 1) (Aguilar, Biblioteca de iniciación jurídica, 1976,


capítulo XII, pp. 99-100), Becaría acusa a la tortura de petición de principio: "Finalmente,
esta verdad [scilicet, que en la tortura el inocente débil sólo puede perder y el culpable
fuerte ganar] es comprendida aunque confusamente por los mismos que se apartan de ella.
No vale la confesión hecha durante la tortura si no está ratificada bajo juramento después
de cesar aquélla; pero si el reo no confirma el delito, es de nuevo torturado. Algunos doctores
y algunas naciones no permiten esta infame petición de principio más que tres veces; otras
naciones y otros doctores la dejan al arbitrio del juez".

Por supuesto que la tortura, como actividad no discursiva y vi·olenta, no es una petición
de principio; pero su práctica, entendida y verbalizada como la presenta Becaría, sí lo es.

- 123-
La acusación de S. Mil1 17, de que todo silogismo correcto de la forma:
Todos los hombres son mortales
Sócrates es hombre
luego, Sócrates es mortal,
es una petición de principio porque la propOS1Clon "Sócrates es mortal"
está ya contenida en la suposición más general "todos los hombres son
mortales", es inaceptable porque confunde razonamiento lógico con argu-
mento y, en lógica, la acusación de petición de principio carece de sentido.
De hecho, en esta perspectiva mil1iana, toda derivación formalmente
correcta será una petición de principio, y el principio de identidad -que
afirma que "toda proposición se implica a sí misma"- será la petición de
principio puesta en forma 18.
La diferencia entre lógica formal y argumentación - y sus relaciones
con la petición de principio- pueden ilustrarse con este pasaje de Popper
en el cual acusa a la teoría de la evolución de ser tautológica o cuasitauto-
lógica:

El problema con respecto a ella es su carácter tautológico o cuasi-


tautológico: la dificultad estriba en que el darwinismo y la selección
natural, aunque importante en extremo, explica la evolución por
la "supervivencia del más fuerte" (expresión que se debe a Herbert
Spencer). Sin embargo, no parece haber mucha diferencia, si hay
alguna, entre la aserción "aquellos que sobreviven son los más
fuertes" y la tautología. "Los que sobreviven son los que sobre-
viven". Porque, temo, no tenemos otro criterio de adaptación que
la supervivencia actual; de tal manera que concluimos del hecho
de que algunos organismos han sobrevivido, que ellos son los más
adaptados, o que son los mejor adaptados a las condiciones de
vida 19.
Lo que para Popper -en una terminología logicista- es una
tautología, para nosotros, en la perspectiva de la argumentación, es una
petición de principio.
Copi, tan excesivo en otras partes de su estudio sobre las falacias,
atina en este punto. Define a esta falacia como aquella que se da
Cuando se asume como premisa de su argumento la conclusión que
se intenta probar. En tal argumento la premisa no es lógicamente
irrelevante para la verdad de la conclusión, porque si la premisa

17 A System 01 lo~ic, Book, 11, chap. 3, NQ 2.

18 Traité de l'argumentation, p. 150-1.


19 Objetive Kowled~e. An Evolutionary approach. Clarendon Press, Oxford, 1972,
pp. 241-42.

- 124-
es verdadera -puesto que es la misma proposición-, la conclu-
sión será verdadera. Pero la premisa es lógicamente irrelevante
para probar la conclusión; si la proposición es aceptable sin arg'u-
m:entos, ningún argumento que la requiera como premisa podrá
conducirnos ,a aceptarla como conclusión 20. En tal argumento, la
conclusión afirma sólo 10 que está afirmado en las premisas y,
por consiguiente, el argumento, aunque perfectamente válido, es
incapaz de establecer la verdad de la conclusión 21.
Copi se da cuenta de que la petición de principio no es un error de
lógica, pero no se da cuenta de que es una falla de argumentación. Su error
viene de no conocer las condiciones de ésta: la adaptación al auditorio.
Si la petición de principio es la falla más seria de que adolece una
argumentación ¿será fatal una petición de principio?
Toulmin ve las cosas con poco dramatismo:
La petición de principio por sí misma jamás es faltal para un
argumento. Aunque nada sustantivo se ha agregado a la tesis
original, tampoco se ha hecho nada por desacreditarla. Si el que
afirma tiene una posición que puede ser defendida -si hay ar-
gumentos disponibles para defender la tesis- debe comenzar de
nuevo y acercarse al tema en otra dirección 22.
Sin embargo, Toulmin debe responder al dilema implícito en la
explicación de Copi:
0, la tesis es aceptable sin argumentos, y, en este caso, ¿para qué
argumentar? -Contra et pro factum non valet argumen'tatum-;
o, si la tesis es defendible con argumentos relevantes ¿para qué
comenzar arguyendo argumentos irrelevantes que no sólo desca-
lifican la tesis, sino también al orador?
La argumentación es temporal y una falla de esta naturaleza -cuando
se dispone de argumentos sólidos en la retaguardia- puede se'r fatal,
corre el peligro de ser extemporánea, intempestiva.

Hay otra petición de principio más sutil que la anterior. Está tema-
tizada por Aristóteles 23, en la Lógica de Port Royal 24, e, implícitamente,
en Perelman-Olbrechsts 25.
Según la lógica de Port Royal.

20 Op. cit., p. 69.


21 Op. cit., p. 70.
220 p • cit., p. 169.
2S Analíticos Primeros, Lib. JI, Cap. 16.
24 Pp. 306-308.

25 Traité de ]' ar~umentation, p. 153.

125 -
"En todo razonamiento, 10 que sirve de prueba debe ser más
claro y más conocido que 10 que se quiere probar".
A veces, 10 que sirve de prueba, semánticamente, es 10 mismo que
lo que se quiere probar. A veces, es diferente. Al respecto, agrega Port
Royal:

Relacionado con este sofisma, hay otro donde la prueba se saca


de un principio diferente de 10 que está en cuestión pero que
rechaza igualmente aquél con 'quien se discute.
Esta afirmación negativa corresponde a la afirmativa de Aristóteles:
Se incurre en petición de principio. . . cuando se concluye median..
te términos más desconocidos o igualmente desconocidos [ que
los términos de la conclusión].
Los lógicos de Port Royal agregan:

Se pueden relacionar con este sofisma todos los razonamientos


en que se prueba una cosa desconocida por una de'sconocida,
tanto o más, o una cosa incierta por otra que es tanto o más
incierta.
Al respecto proponen el siguiente ejemplo:

Son dos dogmas igualmente constantes entre los católicos que:


no todos los dogmas de fe se pueden probar únicamente por la
Escritura, y que es dogma de fe que los niños se pueden bautizar.
Razonan mal los anabaptistas contra los católicos cuando dicen
que éstos no tienen razón, en 10 referente al bautismo de los niños,
porque nada se dice en la Escritura. Esta prueba supone que no
se debe creer sino 10 que se dice en ella, que, precisamente, niegan
los católicos.
Esta nueva petición de principio -más sutil e insidiosa- es relativa
a auditorios particulares y, por consiguiente, puede variar de un auditorio
a otro: 10 que es petición de principio para un auditorio puede no serlo
para otro.

Mientras que el primer tipo de petición de princIpIo es relativo a


un auditorio cualquiera, el segundo es relativo a auditorios particulares,
pero no a auditorios cualesquiera.

Los escolásticos, confusamente, se dieron cuenta de esta nueva situa-


ción cuando formularon la regla del la'tius has:

Latius has quam praemissae conclusio non vult.


No quiero (no se puede tener) uno de los términos de la conclu-
sión de una cantidad mayor a la de los términos utilizados en las
premisas en que éstos aparecen.

- 126-
Esta versión tiene la desventaja de confundir, como lo hacía MilI,
argumentos con razonamientos formales, pero permite formular un análogo
en términos argumentativos, así:
La tesis p (conclusión) no puede ser más fuerte que el fundamento
(premisa) q. Esta condición es análoga a la regla dellatius h:08 de
que hablaban los lógicos tradicionales... Aparentemente esta
condición hace parte de las condiciones de contenido proposicional,
pero no es así porque el término "más fuerte que" se refiere al
grado de adhesión o aceptación que da el auditorio a p y a q, y a
la creencia que tiene el orador del grado de adhesión hacia p y q
que tiene el auditorio.
La idea me viene de Toulmin cuando nos dice que
La conclusión de un argumento, en ningún caso, puede ser más
fuerte que la(s) premisa(s) 26.
Pero una cosa es aceptar la regla del latius has y otra aceptar que
Todo argumento debe, por supuesto, comenzar con premisas a las
cuales ambas partes asienten,
como pretenden Creighton y Smart 27.
La discusión planteada anteriormente sobre la diferencia entre ar-
gumento ad hominem strictu sens·u y ad humanitatem puede aclarar mi
negativa a tal tesis.
4 . 1. Hay otros dos fenómenos argumentativos relacionados con la
petición de principio: el círculo vicioso y el argumento refutativo de
la regresión al in.finito.
4 . 1 . 1. El círculo VICIOSO o dialelo, que podríamos llamar también
doble petición de principio 28, o petición indirecta de principio, es un vicio
argumentativo que consiste en demostrar que una proposición q es con-
secuencia de p y luego concluir -para acabar la demostración- que p es
una consecuencia de q 29.
En términos más generales un círculo vicioso corresponde al siguiente
esquema:
p es aceptable porque q es aceptable, q es aceptable porque m es
aceptable, m es aceptable porque p es aceptable 30. La longitud de la ca-

280p. cit., p. 25.

2"[ An lntroduction to lo~ic. Macmillan, 1936, p. 214.


28 Pp. 241-42.
29 R. Blanché, op. cit., p. 249.
so El esquema 10 tomo, con algunas modificaciones de Carney y Scheer, op. cit., pp. 29-30.

- 127-
dena puede variar y sus casos límites se dan cuando hay dos eslabones p y q,
como en el ejemplo que acabamos de citar de Blanché, y cuando h,ay
un solo eslabón, que corresponde al primer caso de petición de principio
propiamente dicho. p es aceptable porque p es aceptable. Un círculo vi-
cioso será un argumento en que hay un número de pasos intermedios
entre la conclusión p y la razón p.
Tomemos dos ejemplos de Carney y Scheer.
Todas las afirmaciones del Corán son verdaderas porque son la
palabra de Dios. Sabemos que el Corán es la palabra de Dios
porque Mahoma 10 dijo. Podemos confiar en Mahoma porque él
es el profeta de Dios. Y sabemos que él es el profeta de Dios
porque el Corán 10 dice, y todo lo que dice el Corán es verdadero.
El segundo, mucho más interesante, se refiere a la ley del efecto en
la teoría del aprendizaje que a veces ha sido formulada como un círculo
vicioso:

De varias respuestas dadas a la misma situación, aquellas que se


acompañan o se siguen de cerca de la satisfacción del deseo del
animal, caeteris paribus, se conectan más fácilmente con la situa-
ción, de tal manera que cuando ella se repite, aquéllas se repetirán
con más probabilidad; aquellas que se acompañan o se siguen de
cerca de la insatisfacción del deseo del animal, CB'eteris pa1'ibus,
debilitan su conexión con la situación, de tal manera que, cuando
ella se repite, aquéllas se repetirán con menos probabilidad. Míen..
tras más grande sea la satisfacción o insatisfacción, más grande
será el refuerzo o el debilitamiento de la conexión.
Y, agregan los autores:
¿Cómo se puede decir cuándo un animal está satisfecho con algo?
Si la respuesta es: examinando si el animal busca o rehúye la
cosa en cuestión, entonces la explicación anterior es circular.
El parentesco de este pas.aje con el que citamos antes de Pop'per, es
obvio, por más de que en el último el número de eslabones es mayor.

El círculo vicioso es una falta de argumentación, pero como 10 anota


R. Blanché:

No hay necesariamente falta lógica cuando se deduce q de Pi y


p de q: el asunto es lícito cuando hay reciprocidad entre las dos
proposiciones, es decir, cuando son equivalentes y se implican
mutuamente. Se puede, transformar en teorema el postulado de
las paralelas partiendo de tales o cuales proposiciones que derivan
de él en la axiomática de Euclides, por ejemplo el teorema --que
ahora será tomado como postulado- sobre la igualdad de dos
ángulos rectos de la suma de los ángulos de un triángulo. De
manera general, la repartición de las proposiciones de una teoría

- 128-
en axiomas y teoremas es un poco arbitraria, de tal manera que
se puede deducir, ad libitum, q de p o p de q. No hay nada ilógico
siempre y cuando los razonamientos se presenten como simples
derivaciones formales y que no se pretenda haber demostrado ca-
tegóricamente la verdad de p y de q 31.
4 . 1 . 2 . La regresión al infinito -re'gressio ad infinitum--, es un ar~
gumento refutatorio, que deriva su fuerza de la petición de principio porque
ella consiste en acusar al adversario de que para justificar su tesis o
definir sus términos, debe emplear princip,ios que, si bien no son idén'ticos,
son de la misma naturaleza que la tesis o términos propuestos y así
indefinidamente, 10 que hace que nunca se justifique la tesis o se definan
los términos.
Veamos dos ejemplos de los dos casos de regresión al infinito:
Popper, partiendo de Hume 32, considera que todo intento por basar
el principio de la inducción -la naturaleza se comporta siempre de ma-
nera uniforme-, en la experiencia, conduce a una regresión infinita.
porque el principio de la inducción debe ser una proposición
universal. Entonces, si tratamos de mirar su verdad como conocida
por la experiencia, aparecerán los problemas que motivaron su
introducción. P-ara justificarlo, debemos emplear inferencias in-
ductivas; y para justificar éstas, aceptar un principio inductivo de
orden superior, y así sucesivamente. Esto significa que todo intento
por fundar el p'rincipio de la inducción en la exp'eriencia. .. debe
conducir a una regresión infinita.
Lo que puede ilustrarse con el siguiente diagrama, don.de Pi, es p,rin-
cipio de inducción, Ex experiencia, la flecha, el pasaje de la experiencia al
principio, el índice numérico indica el grado del principio introducido.

El segundo ejemplo 10 tomamos de Bertrand Russel1 33•

31 El círculo vicioso corresponderá a estos dos esquemas formales que son verdades
lógicas:
(1) (pc---. q) {--+ (q f--t'p)

(2) «(p~q) f-t q)~«q+-+m)+--t(m",-,p».

32 Hume, Tratado de la Naturaleza Humana, libro 1, parte 111, secciones VI y XII Y

Ensayo sobre el entendimiento humano, parte 1, secciones V y VIII. Popper. The Jogic oi
scientific discovery. Hutchison of London, 1972, pp. 29, 254, 264, 369. Conjectures and
refutations, Routledge and Kegan Paul, 1972, pp. 21, 42, 289, Objective Knowledge. Oxford
Clarendon Press, 1972, pp. 86, 91.

33 The PrincipIes 01 Mathematics, Cap. XLII, p. 329.

- 129-
IDEAS Y VALORES -- 9
Se dice que dos personas tienen las mismas ideas, cuando tienen
ideas similares; y las ideas son similares cuando contienen una
parte idéntica. Si una idea puede tener una parte que no es idea,
tal definición no es lógicamente objetable. Pero si una parte de
una idea es una idea, entonces en el segundo lugar en que ocurra
una identidad de ideas, debe sustituirse la definición, y así su-
cesivamente.
Lo que puede verse en la siguiente formalización donde:
i == df misma ( idéntica) idea.
s =- df idea similar.
A, B, == dí conjuntos de partes de ideas.
A', B', == dí subconjuntos propios de A y B (subconjuntos
de partes de ideas).
A", B", ... == df subconjuntos propios de A' y B'
EA == dí existe un A tal que
EB == df existe un B tal que
/\ == df conjunción.
e == dí inclusión.
== dí, igual por definición:
Así tendremos-:
(1) A i B == df A s B
y (2) A s B == df EA' EB' (A' CA 1\ B' CB 1\ A' B')
Ahora bien, reemplazando
A i B de (1) por A' i B' de (2), tendremos:
( 1') A' i B' == dí A' s B'
y

(2') A' s B' == df EA" EB" (A" e A' 1\ B" CB' 1\ A" B")
Y así sucesivamente ...
4. 1 . 2 . 1. Dos clases de regresión al infinito. Russell, quien parece
ser el primero en interesarse en el valor refutatorio de la regresión infinita,
distingue dos clases de ella: una regresión inaceptable y una regresión
inocua.
La primera se da:
cuando dos o más propOSICIones se unen para constituir el
significado de alguna proposición: de estos constituyentes, hay
uno al menos cuyo significado es igualmente comp-uesto, y así

- 130-
ad in/initum. Esta forma de regresión resulta de las definiciones
circulares· . .. En cada estadio el término que debe ser definido
reaparece y no resultará ninguna definición,
Esto se debe a que
Una significación no puede contener al infinito otras definiciones,
so pena de volverse completamente indeterminada 34.
Es, precisamente, lo que sucede en el ejemplo de regresión tomado
del mismo Russell.
La regresión inocua se da cuando la significación no está en cuestión,
por ejemplo:
Si A es una proposición cuyo significado es perfectamente definido
y A implica B, B implica a e, y así sucesivamente, tenemos un
regreso infinito, que no es objetable. Esto depende del hecho de
que la implicación es una relación sintética, y que, aunque, si A
es un agregado proposiciones, A implica a toda proposición que es
parte de A, no se sigue que toda proposición implicada por A
es parte de A. Así no hay que completar la regresión infinita, como
en el caso anterior, para que A adquiera significación 35.
Las observaciones de Russell son inobjetable's siempre y cuando cada
vez que él habla de significación entendamos significación y justificación,
como 10 propusimos en nuestra definición inicial. En efecto, no todas las
regresiones tienen que ver con la significación; hay muchas, como la ilus-
tración que dimos de Popper, que tienen que ver más con la justificación
que con la significación. Aristóteles, más visionario, estaba en lo justo
cuando nos d,ecía que no puede demostrarse (justificarse) ni definirse
todo, so pena de incurrir en regresión viciosa· al infinito 36.
En otros términos si cada vez que intentamos justificar una pro-
posición o determinar su significado nos vemos embarcados en una re-
gresión infinita, es porque la proposición no se justifica o no tiene significado
determinado.
4 . 1 . 2 . 2. Generalización de las consideraciones sobre la regresión
al infinito.
Para explicar 10 anterior nos valdremos del análisis formal hecho por
Langford en el capítulo XII de la. obra Symbolic Logic de Lewis-Langfor 37.

34 Opa cit., par. 329.


3G Opa cit., par. 329.
MPopper propone una regresión inocua que tiene que ver con la prueba (justificación)
en La Ló~ica de la investigación científica, cuando estudia el famoso trilema de Fries.
:rt Second ed., Dover Publications, 19S~, pp. 438-41.

- 131-
Para explicar la regreslon VlClos·a al infinito, Langford parte del
análisis de una paradoja semántica:
Consideremos que p es el nombre de una proposición cuyo contenido
es "p es falsa", que podemos escribir:

p: p es falsa.
Esta expresión es paradójica porque: si es verdadera, entonces es
verdadero 10 que significa, es decir, que es falsa; si es falsa, entonces es
falso 10 que significa, por consiguiente p es verdadera. En resumen, si la
expresión es verdadera, tiene que ser falsa, y si es falsa, tiene que ser
verdadera.
Tomemos ahora una pareja de proposiciones tales que cada una
remita a la otra:
p1: p2 es falsa.
p2: p1 es falsa.
Si le hacemos a esta pareja de proposiciones el mismo análisis
anterior, tendremos:
si p es verdadera, es verdadero 10 que significa, luego p2 es falsa.
Pero si p2 es falsa, 10 que significa es falso, es decir, pl es verdadera.
Por otra parte, si p1 es falsa, es falso 10 que significa, luego p2 es
verdadera, por consiguiente p1 es falsa.
En este caso no hay una paradoja lógica, pero la pareja sí tiene
algo anormal: encierra una reMresión viciosa- al infinito, como la llama
Langford. Miremos las expresiones de cerca:
El significado de pI es p2 es falsa. Pues bien, todo intento por
determinar el significado de pl conduce a una regresión infinita así:
si p2 es falsa, reemplazando p2 por su significado, obtenemos:
(pl es falsa) es falsa,
y reemplazando p1 por su significado, obtenemos:
«p2 es falsa) es falsa) es falsa, y así sucesivamente. Nunca podre-
mos determinar el significado de p1. Igual sucederá si tratamos de
determinar el significado de p2.
El esquema formal y su nombre -regresión viciosa al infinito-
muestra el parentesco entre el círculo vicioso y la regresión infinita.

La mejor representación, quizás, de la regresión al infinito en térmi-


nos del análisis anterior sería:
pI p2 es falsa.
p2 pI es falsa.

- 132-
Si queremos determinar el significado o la justificación de p1, por
ejemplo:
(1) p2 es falsa.
(2) (p1' es falsa) es falsa.
(1') «p2' es falsa) es falsa) es falsa.
(2') « (pl" es falsa) es falsa) es falsa) es falsa.
(1") .......................................... ... ,
donde los índices indican las semejanzas y diferencias entre círculo vicioso
y regresión infinita. Es 10 mismo que queríamos resaltar cuando definimos
la regresión al infinito como
un argumento refutatorio que consiste en acusar al adversario de
justificar sus tesis o definir términos, con tesis o términos que si
bien no son idénticos, son de la mism'a naturaleza que la tesis o
términos propuestos, y así indefinidamente ...
El parentesco y la diferencia fueron vistos por los escépticos, cuando
objetaron que la búsqueda de un criterio general de verdad conduce o a
un círculo vicioso o a un regreso al infinito.
El célebre pasaje de Sexto Empírico 38 es así:
Además, para decidir la disputa sobre el criterio de verdad,
debemos poseer un criterio aceptado mediante el cual podamos
juzgar la disputa, y para poseer un criterio aceptado, debem.os
haber decidido la' disputa sobre el criterio. Y cuando el argumento
se reduce de esa manera a una forma de razonamiento circular, el
descubrimiento del criterio se vuelve impracticable ... , mientras
que si ellos [los estoicos] ofrecen un criterio para juzgar el criterio,
los forzamos a un regreso ad infinitum.
N. Rescher traduce el pasaje de Sexto, de acuerdo con patrones de
detalle y precisión [sic], partiendo de los cuatro presupuestos siguientes:
(1) Para garantizar racionalmente que la tesis p es verdadera,
la verdad de p se debe establecer con referencia a un cri-
terio de verdad.
(11) Un criterio de verda'd debe tener la forma: siempre que la
tesis p satisface el requerimiento R, entonces p es verda-
dera:
(e) (v p) [R(p) --. T(P)]
(111) Establece'r la verdad de la tesis p con referencia a un criterio
es dar un argumento deductivo razonable de la forma:

3S Citado por N. Rescher The Coherence Theory 01 truth. Oxford, 1973, pp. 12-13•

.,- 133 -
C
R(p)

(p)
(IV) Un argumento deductivo razonable es uno que formalmente
es válido y tiene premisas verdaderas. En consecuencia, un
argumento deductivo no puede ser calificado como razonable
si la verdad de sus premisas no ha sido establecida.
El crítico escéptico procede como sigue: Consideremos que
garantizamos el asentimiento racional a la proposición p
como verdadero. En ese caso, a partir de (1) - (111), debe
existir un argumento razonable de la forma:
e
R(p)

(p)
pero por el presupuesto (IV), tal argumento sólo se puede ca-
lificar de razonable si la verdad de sus premisas - y especial-
mente de la primera, C- ha sido establecida; en consecuencia es
un requisito inicial establecer la verdad de T (C). ¿Cómo proceder
en este caso?
Caso (i): e es autoaplicable
Entonces T(C) se debe establecer mediante un argumento de
la forma:
C
R(C)

T(C)
Pero antes de que un argumento de esta forma sea razonable para
establecer T(C), debemos haber establecido ya a T(C) para va-
lidar nuestro uso de la primera premisa. Entramos en un .círculo
vicioso.
Caso (ii): e no es autoaplicable
Entonces T(C) se establece con relación a otro criterio Cl, según
el cual
el
Rl(C)

T(C)
Y, ahora, ¿de dónde viene el? Si es autoaplicable, volvemos al
caso (i), si no es autoaplicable debemos recurrir a otro criterio

- 134-
C2
R2(Cl)

T(Cl)
Y, ahora, ¿de dónde viene C2? Con esta pregunta continuamos
nuestro regreso al infinito . .. 39.
4 . O. 1. He presentado las últimas secciones de este parágrafo sobre
la petición de principio utilizando esquemas cuasilógicos, pero mi objetivo
era poner de relieve las semejanzas y diferencias entre los diversos fe-
nómenos argumentativos analizados. Sin embargo, la argumentación real
se desarrolla en el lenguaje ordinario con sus posibles ambigüedades e
interpretaciones. A menudo es muy difícil decir si dos afirmaciones o dos
comportamientos derivan su justificación exclusivamente el uno del otro 40,
o saber si la premisa discutida no tiene otro fundamento que la con-
clusión que se ha querido derivar de ella y que esta premisa constituye
un eslabón indispensable en el razonamiento. Es muy raro que esta de-
pendencia sea suficientemente segura para que la acusación de petición
de principio se admita sin réplica 41.

Esto es precisamente lo que nos recuerda Perelman con un ejemplo:

La importancia de la manera como se consideran las relaciones


entre las premisas y la conclusión se muestra nítidamente en este
ejemplo donde se trata de las relaciones entre los actos y la na-
turaleza de una persona. Si se quiere hacer admitir que x es de
naturaleza valiente, y si para el efecto se presenta uno de sus
actos como manifestación de esta naturaleza valiente, el interlo-
cutor podrá pretender que se trata de una petición de principio;
por el contrario, la acusación será más difícil de sostener si se
considera a este acto como ejemplo que permite una generalización.
Para mostrar que no se trata de petición de principio, el orador
subrayará que la premisa atacada tiene un fundamento diferente

89 N. Rescher, op. cit., pp. 13-15.


Coincidencialmente he encontrado en el ensayo de John Passmore The place of ar~ument
in philosophy -publicado en Symposium sobre la ar~umentación filosófica, UNAM, Centro
de Estudios Filosóficos, 1963, p. 29-, esta relación que corrobora hasta cierto punto mi
planteamiento:
"Cuando Hume muestra, por ejemplo, que los intentos por probar la confiabilidad
de la inducción implican una petitio principii -un argumento vital para su posición-
no está hablando de cantidad o de número, ni de experiencia".
Es claro que Hume en el Tratado sobre la naturaleza humana, libro 1, parte 111, sec-
ción VI, nos habla explícitamente de regresión al infinito, pero la relación que se logra es
muy significativa para nuestros propósitos.

40 Le Comique du Discours, p. 113.

41 Traité de l'ar~umentation, p. 151.

135 -
de la conclusión y que su relación argumentativa con la conclusión
es diferente de la que se había supuesto 42.

Como lo sugiere Olbrechtss-Tyteca, el siguiente ejemplo, tomado de


la Vida y Opiniones de T. Shandy, muestra lo cómico de esta ambigüedad:

El padre de T. Shandy, sostenía que, por una extraña virtud


mágica, los nombres buenos y malos, como los llamaba, influían
irresistiblemente sobre nuestro carácter y nuestra conducta.

"Vuestro hijo, vuestro querido hijo, de naturaleza dulce y franca,


de quien podéis esperar todo -¡señor!, vuestro querido Pilly- ¿por
todo el oro del mundo, lo hubierais llamado Judas? Querido señor
-decía mi padre poniéndole graciosamente el dedo en el pecho
y dándole a la voz la inflexión tierna e irresistible de piano, que
exige de manera absoluta el argum'entum ad hominem. ¿Lo hubie-
rais hecho, le hubierais puesto tal nombre, hubierais consentido a
tal profanación, si un padrino judío 10 hubiera propuesto, ofre-
ciéndoos la bols·a?

Lo que hace más noble aún vuestro sentimiento, es su prinCIpIo;


es el amor paterno que obedece a la verdad de mi hipótesis. A
saber, que si vuestro hijo hubiera sido llamado Judas la idea de
sórdida traición insep'8rable de tal nombre, 10 habría acompañado
como su sombra toda su existencia, haciendo de él un avaro y un
pillo, a pesar de vuestro ejemplo. Jamás he podido encontrar a
alguien que haya podido responder a este argumento.

L. Olbrechts-Tyteca nos agrega el siguiente comentario que, aunque


un poco largo, no deja de ser interesante:

El señor Shandy presenta un comportamiento del interlocutor


como derivado del principio mismo que se quiere establecer,
cuando su justificación se deriva de un sentimiento diferente,
quizás del temor del mal efecto que el nombre maldito produciría
sobre los allegados del niño. Si B no ve que su comportamiento
tiene otra razón, aceptará el argumento y dejará que A triunfe;
al contrario, si B ve que la convicción que se le atribuye no es la
suya, podrá acusar a A de petición de principio; y observamos que
esta acusación está a disposición de B. Pero él olvida a veces
servirse. Lo cómico reside esencialmente en esta última frase:
"Jamás he podido encontrar a alguien que haya podido responder
a este argumento". Es un cómico de alerta que nos recuerda que
la red argumentativa siempre es más extensa que 10 dicho explíci-
tamente, y que la petición de principio siempre es función de
una situación argumentativa 43.

42 Traité de l'ar~umet1.tation, pp. 151-2.


43 Le Comique du Discours, p. 113.

136 -
Dadas las dificultades de discernir la petición de princIpIo, sugiere
Perelman que quien acusa al interlocutor de petición de principio,
tendrá todo interés en poner el razonamiento en forma.
He aquí una petición de principio señalada por O. Navarre, en un
pasaje del discurso de Antifón sobre el asesinato de Herodes.
Sabedlo bien que yo merezco vuestra piedad mucho más que el
castigo. En efecto, el castigo es para los culpables, la piedad para
aquellos que son objeto de una acusación injusta.
El orden de la mayor y de la conclusión se ha invertido. La menor
subentendida "yo soy objeto de una acusación injusta" no la puede
admitir el auditorio, porque si hubiera sido acordada, el proceso estaría
juzgado. Es la razón por la cual Antifón, en vez de presentar el derecho
que pretende tener a la piedad como la conclusión de un silogismo, pre-
senta su afirmación antes que la mayor, para darle una especie de verdad
independiente. Observemos que los autores antiguos gustaban presentar
en sus discursos las cuestiones como juzgadas a su favor y se las inge-
niaban, mediante artificios de forma, para despistar a aquellos que qui-
sieran imputarles una petición de principio, y con frecuencia 10 lograban 44.
4 .,O . 2 . Lo cómico de la petición de principio, del círculo vicioso y
de la regresión al infinito.
Como 10 veremos en detalle en la sección 7, 10 cómico es un criterio
distintivo entre lógica formal y argumentación; 10 cómico es 10 que pro-
duce risa, y la risa puede ser de comunión -complicidad o comprensión-,
o de exclusión, es decir, sanción a conductas argumentativas extravagantes.
A la espera de más aclaraciones al respecto, me limito, en esta
sección, a narrar tres historias, que corresponden a cada uno de los fe-
nómenos argumentativos analizados:
4 . O. 2 . 1. Cómico de la petición de principio.
Lo cómico de la petición de principio nos llama la atención sobre
esta patología de la argumentación, como puede apreciarse en esta historia
un poco macondiana:
U n señor se presenta al correo a reclamar un giro.
- No puedo pagárselo, dice el empleado. Usted no tiene papeles.
- ¡Ah!, dice el señor, mire esta fotografía. Es mía, ¿no es cierto?
El empleado toma la foto, la mira cuidadosamente, y luego dice:
U sted tiene razón, es usted, y le paga el giro.

44 Traité de l'argumentation, p. 152.

137 -
4 . O. 2 . 2. Lo cómico del círculo vicioso se puede apreciar en esta
historia alusiva a la política colombiana:

- Papá, dice el niño, ¿qué es un charlatán?


- Un señor que' se para en la plaza pública a hablar como un
político, contesta el padre.
- y ¿qué es un político?, pregunta de nuevo el niño.
- Un señor que se para en la plaza pública a hablar como un
charlatán, contesta el papá.
Esta ilustración cómica nos recuerda las posibilidades lexicales fi-
nitas del lenguaje ordinario: las definiciones del lenguaje ordinario siem.pre
son circulares, pero todos sabemos que en algún momento romperemos
el círculo recurriendo a otra clase de definiciones o a otros conocimientos.

Bajo la apariencia de un círculo vicioso, el diálogo cómico hace


énfasis en el hecho de que un político es un charlatán;.

4. O. 2 .3. Por último, esta historia, de los Microlingotes de Alarcón,


ilustra obviamente 10 cómico de la regresión al infinito y la ridiculiza:

"La libertad consiste en poder decir que la libertad consiste en


poder decir que ... ".
Los puntos suspensivos indican que la cadena está abierta y que
siempre se podrá reiterar el eslabón inicial ad infinitum.

5. Prueba y argumentación.
He dicho que la argumentación es ad homin.em y que la falla más
seria de la argumentación es la petición de principio.
No obstante, Aristóteles en los Primeros Analíticos nos dice que la
petición de principio
En las demostraciones se dirige a términos que son verdaderos, y
en la dialéctica a términos que sólo son probables 45.
y en los Tópicos nos agrega:

Cómo el que interroga incurre en una petición de principio. .. es


cosa que se ha dicho ya bajo el punto de vista de la verdad en
los Analíticos; y aquí sólo resta decirlo bajo el punto de vista de
la simple opinión 46.

4& Libro 11, Cap. 16. Subrayados nuestros.


'8 Libro VIII, Cap. 13.

- 138-
En vista de lo anterior estaríamos tentados, como a primera vista
lo hacen Perelman-Olbrechts, a acusarlo, igual que a Mili, de confundir
razonamiento lógico y argumento, pero no caeremos en esa tentación.

Universidad del Valle.

- 139-

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