Arana Rey Del Caucho
Arana Rey Del Caucho
Arana Rey Del Caucho
Ovidio Lagos
Emecé Editores S.A.
Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires, Argentina
www.editorialplaneta.com.ar
2005, Ovidio Lagos
Agradecimientos
El viaje de Sir Roger Casement a los dominios de Arana en el Putumayo y sus diarios
secretos, pude conocerlos a través de Jeffrey Dudgeon, escritor que vive en Irlanda del
Norte, autor de Sir Roger Casement, the Black Diaries y agradezco la relación epistolar
que hemos mantenido a través del correo electrónico y la ayuda que me brindó.
Pero queda un último –– y primer –– agradecimiento a alguien que lleva el apellido Arana
y que desciende no de Julio César, sino de un tío del cauchero. Se trata de Marie Arana,
que fue una de las primeras personas a quien mencioné la idea de escribir este libro.
Escritora y editora de la sección Libros del diario The Washington Post, lleva sangre
peruana y norteamericana en sus venas y en su libro American Chica traza un valioso
perfil de su pariente lejano. Ella fue una gran impulsora de este trabajo y le quedo
profundamente agradecido.
O. L.
¡Qué voz! ¡Qué voz! Resonó profundamente hasta el
mismo fin. Su fortaleza sobrevivió para ocultar entre los
magníficos pliegues de su elocuencia la estéril oscuridad
de su corazón. ¡Pero él luchaba, luchaba! Su
cerebrodesgastado por la fatiga era visitado por
imágenes sombrías… imágenes de riquezas y fama que
giraban obsequiosamente alrededor de su don
inextinguible de noble y elevada expresión. Mi prometida,
mi estación, mi carrera, mis ideas… aquellos eran los
temas que le servían de mate rial para la expresión de sus
elevados sentimientos.
JOSEPH CONRAD, El corazón de las tinieblas
Prólogo
En el Perú, el monarca se llamó Julio César Arana. Reinó sobre casi seis millones de
hectáreas en el Alto Amazonas, en el río Putumayo. Su enorme fortuna se asentó sobre la
tortura y la muerte de treinta mil indios huitotos y boras. Sin embargo, sería desacertado
trazar su perfil en blanco y negro. Para comprender este genocidio, hay que remitirse
forzosamente a las raíces culturales de la conquista, su desprecio hacia el indio, la
depredación de los recursos naturales. De ese modo comprenderemos a Julio César Arana
que, para algunos de los pocos peruanos que saben acerca de su existencia, más que un
genocida fue un patriota, un héroe que defendió a capa y espada las fronteras de su país.
Desde el mismo momento en que supe acerca de su existencia, la figura del cauchero me
fue apasionando, al igual que los centelle antes escenarios por los que transitó. Este libro
no debe considerarse un homenaje a su persona. Es la simple, verdadera y cruel historia de
un hombre ambicioso, irrefrenable, que fue olvidado por su país.
Estaban también sus bellísimas mujeres. Qué diferencia con las andinas de piel cobriza y
rasgos a indiados. Váyase a saber porqué extraña mezcla de sangre española y amazónica
eran tan espigadas ya qué se debía que el color de sus ojos fuera claro. Los contados
viajeros que pasaron por allí y que dejaron testimonios, describen a las chinitas, como eran
denominadas, como mujeres de andar sensual, erguidas, de pechos prominentes, llevando
sobre sus cabezas––sin necesidad de sostenerlos con la mano –– cántaros, invariablemente
descalzas. Según ellas, el no usar calzado contribuía a mejorar la salud.
Rioja fue fundada el 22 de setiembre de 1722. El general Juan José Martínez de Pinillos, el
obispo de Trujillo doctor Baltasar Jaime Martínez de Compañón y don Félix de la Rosa
Reátegui Gaviria la fundaron con los pocos restos de algunos pueblos vecinos diezmados
ese mismo año por una epidemia. Los nombres de esas aldeas, encontraste con los de los
fundadores de Rioja, eran absolutamente indígenas: Iranari, Toé, Iorongos, Uquihua.
Santo Toribio de la Nueva Rioja –– tal su nombre primigenio––no tenía historia, lo cual en
el Perú era un imperativo categórico. Carecía de la gloria de Ayacucho, en cuyas alturas se
libró el 9 de Diciembre de 1824 una batalla que acabaría con casi trescientos cincuenta
años de poderío español en América. O del esplendor del Cuzco, poblada de palacios y
templos donde habitaba el Inca. Ni siquiera registraba episodios trágicos, como la andina
Cajamarca, donde el inca Atahualpa fue ejecutado por Francisco Pizarro, a pesar de haber
pagado el inédito rescate que consistió en una cámara llena hasta el techo de oro. Pero en
Rioja nacería un niño que, a lo largo de una prolongada existencia, transitaría ciclos
colmados de contrastes agudos, que se caracterizaron por la aventura, la fríamente
empresarial, la extrema riqueza que le otorgó su imperio del caucho, el genocidio
indígena, el escándalo internacional y una oscura vejez en la miseria.
Julio César Arana del Águila Hidalgo llegó a este mundo el 12 de abril de 1864. Su padre,
Martín Arana Hidalgo, pertenecía a una familia de Cajamarca que posiblemente por
razones económicas se vio forzado a bajar a las proximidades del Amazonas en busca de
nuevos horizontes para establecerse, finalmente, en Rioja. Su madre, María Jesús del
Águila Vásquez, era miembro de una vieja familia amazónica. De los cuatro hermanos
Arana, sólo uno permaneció en Cajamarca. Martín, como ya hemos visto, sentó sus reales
en Rioja para dedicarse a la fabricación de sombreros de paja y, posiblemente, fue el más
modesto de todos ellos; Benito llegó a ser, con los años, gobernador de Loreto, la inmensa
región amazónica peruana; por último, Gregorio se dirigió al sur del país, a las minas de
mercurio de Ayacucho y Huancavelica. Sus descendientes no fueron los más célebres pero
sí los más prestigiosos de los Arana.
La infancia de Julio César Arana, de la cual no existen registros, no debe haber diferido de
la de los demás riojanos. Su casa estaba frente a la Plaza de Armas, lo cual no constituía
un privilegio, ya que las dimensiones del poblado eran ínfimas. Cabría preguntarse si
existían otras viviendas fuera de ese espacio. Pero no era sólo el reducido tamaño de la
aldea lo que aislaba a Rioja. La Amazonía era un mundo aparte. No tenía ninguna
comunicación con Lima. Un viaje demandaba meses, y entrañaba atravesar ríos,
cordilleras y mares con los medios más precarios. El poblado, al igual que el resto del
Amazonas, padecía una aguda insularidad que persiste hasta nuestros días.
Todos estos acontecimientos llegaron a la lejana Rioja con lentitud exasperante. Sin duda,
produjeron indignación y euforia, pero la vida de la aldea era la misma, a pesar del guano,
de las relaciones entre el Perú y España y de los bombardeos navales. Estos episodios
bélicos en nada influían en la economía riojana. Martín Arana, padre de Julio César,
seguía fabricando sombreros de paja con la ayuda de su familia, ya que eran las mujeres
quienes tenían la habilidad de trenzar esas delicadas fibras, para luego internarse en el
Amazonas, recorrer sus múltiples ríos y venderlos a patrones y a empleados aprecios
obviamente distintos. Su hijo, en cambio, cursó sus estudios primarios en Moyobamba y
su vida transcurrió en su casa de piedra arenisca, como todas las del poblado, con la
imponente cordillera de los Andes como marco.
El amor le llegó a la temprana edad de once años. No se trató de un devaneo típico desea
edad sino de un sentimiento que lo acompañaría durante toda su vida. La familia Zumaeta
vivía en la casa contigua a la de Arana, frente a la Plaza de Armas y los patios de ambas
estaban separados por un muro. Dado el tamaño minúsculo de Rioja, era obligatorio que
entre ambas familias vecinas existiera una estrecha relación. Eleonora Zumaeta era una
rara flor riojana, de ojos azules y particularmente bella, tres años mayor que Julio César.
Éste se enamoró de su vecina y solía arrojarle flores por encima del muro. Ella ni se
dignaba recogerlas. Era la actitud previsible en una joven de catorce años asediada por lo
que ella consideraba un niño, al cual convenía no prestarle atención, ni alentar
sentimientos inoportunos. A veces, sin embargo, consideraba que debía tener una mínima
atención con su imberbe vecino y le arrojaba, también por encima del muro, cerezas
silvestres que crecían en un árbol de su jardín. Como este amor no correspondido se
desarrollaba en el siglo XIX, es decir, en pleno período romántico, el joven Arana recurrió
a la poética para conquistar a su amada. Si las flores y las miradas no surtían efecto, acaso
los versos podían operar el milagro. Qué mejor que componer acrósticos para la bella
Eleonora. Ahora bien ¿cómo escribirlos? Para eso, buscó la ayuda de su maestro de
literatura, Leopoldo Cortez. Pero Julio César, como lo demostraría a lo largo de su vida,
no se conformaba con un solo frente de ataque. Si los acrósticos tampoco lo graban la
rendición de su amada, había que reforzar el asedio con otras artes. Estudió guitarra,
acordeón y concertina para deleitarla con improvisadas serenatas s importante señalar la
curiosa característica de la elección de Julio César. En primer lugar, Eleonora tenía tres
años más que él. Es común que un joven que está por dejar la pubertad para ingresar en la
adolescencia se enamore de una muchacha mayor; lo que no es habitual es la continuidad
de sus sentimientos y la perseverancia para conquistarla. Pero Eleonora Zumaeta sería la
única mujer que Julio César Arana amó a lo largo de su vida. Eleonora no sólo era mayor
que él, sino que poseía una fuerza notable y un inequívoco espíritu de independencia.
¿Cómo iba a imaginar que con el correr del os años Julio se transformaría en uno de los
hombres más ricos del Perú, que formaría compañías en Europa a partir de una materia
prima como era el caucho? La selva, la audacia, la inescrupulosidad y el genocidio
formarían parte de una carrera meteórica. Para ello, necesitaba una mujer que tuviera un
temple de acero, que soportar alargas ausencias y que lo apoyara en sus iniciativas.
***
A los quince años, Eleonora mostró su voluntad inquebrantable y sus agallas. Decidió
trasladarse a Lima, ya que había obtenido una beca para estudiar en el convento de San
Pedro. Quería cursar el magisterio, recibirse de maestra y ejercer en alguna ciudad
amazónica donde hubiera un colegio adecuado, lo cual para esa época podía considerarse
una iniciativa revolucionaria. La capital del Perú estaba a novecientos kilómetros de
distancia de Rioja y el viaje demandaba meses: los Andes sólo se podían cruzar a lomo de
caballo o de mula o a pie. Imaginemos la excitación, las expectativas, las ilusiones de esta
joven que dejaba un mísero pueblo para trasladarse nada menos que a Lima, la vieja
capital virreinal, poblada de casonas coloniales con balcones de madera enrejados y patios
exuberantes. Tras preparar el vestuario, escuchar las probables indicaciones y consejos de
su madre, la ristra de despedidas y, finalmente, cargar el equipaje sobre los caballos, partió
acompañada de su tío, Cecilio Hernández.
No existen registros del viaje de Eleonora Zumaeta. Pero no cuesta imaginar las penurias
que implicaba cruzar la cordillera de los Andes, aun en verano. Había que pernoctar en
alguna vivienda o a la intemperie, soportando el frío de las alturas, el soroche, la inevitable
suciedad, la mala alimentación. Pero la mera posibilidad de cursar el magisterio, de
conocer Lima y de volver triunfadora fue suficiente para impulsarla hacia esas alturas
imprevisibles. La primera ciudad que conoció fue Cajamarca. Qué delicia caminar por sus
calles de una absoluta pureza colonial. Qué diferencia con Rioja, que no tenía historia y,
mucho menos, estilo. El clima estaba impregnado por los conquistadores, por Pizarro y
Atahualpa, que habían dejado sus huellas en esa prodigiosa arquitectura. Y, luego, el
descenso hacia Trujillo, hacia el desierto infinito, enormes extensiones de arena donde no
existía la lluvia. No sabemos si allí se embarcaron en algún vapor rumbo a El Callao,
aunque lo presumibles que hayan proseguido el viaje a caballo, o en algún carruaje.
Mientras tanto, en Rioja, Julio César Arana, que sólo tenía doce años, siguió cursando los
estudios en la escuela local. Cuántas veces habrá releído su poema favorito, el que le
dedicó a Eleonora: “¡Oh estrella matutina, hechicera de todo aquel que te contempla!”
Pero más allá de tal lirismo, cuando cumplió catorce años, su vida cambió y comenzó a
perfilarse tenuemente el camino futuro. Dejó de estudiar y empezó a trabajar con Martín,
su padre. Se dedicó a fabricar sombreros de paja. Solía vérselo, descalzo, recorriendo las
pocas calles de Rioja, o montado en su mula transportando jipijapas. Tenía que aprender a
venderlos, dominar las técnicas, persuadir a los posibles compradores. Remontaron la
cordillera de los Andes, hasta Chachapoyas y Cajamarca, montados en mulas, desafiando
tormentas y neviscas. Nada detenía a Julio César. Su padre comentaba que su hijo, cuando
la mula aminoraba el paso, desmontaba y, tomando al animal de las riendas, lo hacía
apurarse, como si el tiempo también formara parte de su trabajo y de su capital. Por eso,
cuando Julio César, en 1879, intentó enrolarse para combatir en la guerra entre Chile y
Perú, don Martín reaccionó con la fuerza del látigo. Esa iniciativa era el colmo del
disparate, una locura juvenil que se había apoderado de un muchacho de apenas quince
años. Por otra parte, qué podía importarle a Martín Arana una absurda guerra para que
Chile se apoderara de yacimientos de salitre –– una materia prima de incalculable valor
como fertilizante y para la fabricación de pólvora –– cuando no modificaba en lo más
mínimo su condición de comerciante, ni sus ingresos.
Pero Julio César era obstinado. La Guerra del Pacífico –– así se denominó––acaso puso en
marcha su heroísmo de adolescente, su anhelo de aventura. Don Martín, según algunas
versiones, puso fin a sus aspiraciones bélicas propinándole una soberana paliza.
Más allá del temor de todo padre ante la posibilidad de que un hijo marche a la guerra,
quizá descubrió que el muchacho estaba hecho de una rara sustancia para dedicarse a los
negocios. Era inteligente, rápido, eficaz e infatigable. Era un desperdicio que continuara
vendiendo sombreros, tanto más que ir a combatir. Por lo tanto, consideró –– muy a pesar
de Julio César –que debería ejercitarse en los números, conectarse con otros escenarios;
logró ubicarlo, como secretario, en una oficina de Chachapoyas, localidad próxima a
Rioja, en la cordillera de los Andes. Durante dos años trabajó sin pausa, incorporando los
esenciales elementos de contabilidad, asentando cifras en los libros, familiarizándose con
lo numérico. Nada sabía de Eleonora que, al mismo tiempo, también atravesaba en Lima
por un ciclo pedagógico que le aseguraría su independencia y que, curiosamente, también
duraba dos años. Habían tomado caminos distintos, en latitudes opuestas, sin sospechar
que esas sendas se cruzarían.
Después de haber permanecido dos años en Chachapoyas, Julio César regresó a Rioja. A
los diecisiete años se mudó a Yurimaguas y montó un pequeño negocio propio en la Plaza
del Mercado. Ese pueblo sería la plataforma de lanzamiento de su vida como hombre de
negocios independiente. En su libro Las Cuestiones del Putumayo, impreso en la Imprenta
Viuda de Luis Tasso, de Barcelona, en 1913, describe así su trayectoria: “Empecé a
ocuparme de los negocios de comerciante en general y exportador en las partes altas del
río Amazonas, en el interior del Perú y del Brasil, en el año 1881 [cuando tenía diecisiete
años], siendo mi asiento principal, desde esa fecha hasta el año 1889, Yurimaguas, y,
desde 1889 hasta la incorporación de la compañía, Iquitos”.
Pero, a la vez, sucedió lo que tanto esperaba y lo que a nadie había confesado: se
reencontraría con Eleonora Zumaeta, que ya había regresado a Rioja con su título de
maestra. La joven se convirtió en la primera maestra que enseñaría en la escuela fiscal que
próximamente se inauguraría en Yurimaguas. Julio César comprobó, durante esos
primeros meses, que sus sentimientos hacia ella no habían cambiado: al contrario, se
habían agudizado hasta volverse obsesivos.
Pero si el joven Arana creyó que Eleonora se rendiría ante sus sentimientos, se equivocó.
Lo único que la impulsaba era ejercer la docencia, cobrar un salario y no depender de
nadie. Para eso se había trasladado a Lima. En su diálogo inequívoco, en sus abiertas
ambiciones, Julio César descubrió que a lo que menos aspiraba esa muchacha de inusual
belleza era a convertirse en esposa de un comerciante riojano.
Sería erróneo creer que su amor por ella fue lo único que lo impulsó a buscar otros
horizontes económicos. Si decidió internarse en los ríos amazónicos para vender sus
sombreros, también deberíamos tener en cuenta otra motivación: la búsqueda obsesiva del
poder y de la riqueza. Podría haber permanecido en su pueblo, olvidándose de Eleonora y
haber elegido cualquier otra muchacha menos independiente; sin embargo, allí estaba un
mundo esperándolo, pródigo y virgen, ofreciéndose a ser conquistado. No sabemos qué
conocimiento tenía acerca de la existencia de una nueva materia prima que abundaba en el
Alto Amazonas ––es decir, en el sector peruano–– y que comenzaba a ser demandada por
mercados extranjeros para las ruedas de las bicicletas y para envolver distintos tipos de
cables: el caucho. Es posible que vendiera sus sombreros de paja, imprescindibles para
protegerse del sol feroz y de la lluvia torrencial, a caucheros de los ríos Huallaga y Yaraví.
***
Un día, el joven Julio César Arana se aventuró a trasladarse hasta Pará ––en la actualidad,
Belém–– un puerto particularmente activo donde recalaban todos los buques que
ingresaban o salían del río Amazonas. En primer lugar, había que llegar hasta Iquitos,
ciudad peruana a orillas del enorme río, y embarcarse en un vapor rumbo a Manaos, que
era apenas una escala de un viaje prolongado. ¿Qué habrá sentido cuando contempló por
primera vez el Amazonas? Durante el trayecto ¿habrá reparado en la desembocadura del
río Putumayo? Si la vio, le habrá parecido un río más que convergía en el gran torrente. Su
único objetivo era vender sombreros de paja, sin siquiera sospechar que esa
desembocadura del Putumayo, un cuarto de siglo después, sería la puerta de ingreso a su
futuro imperio de seis millones de hectáreas y ––también–– del horror.
***
El Amazonas había sido un imán irresistible para varios exploradores desde la conquista
española. La inescrupulosa avidez hispánica por el oro contribuyó a cimentar el espejismo
de que existía El Dorado, un paraíso de ubicación imprecisa pero colmado de riquezas.
Fueron varios los que se aventuraron por el río inmenso, por aquellas aguas marrones que
desembocaban en el océano Atlántico. Por allí transitaron desde aventureros como
Francisco de Orellana, el primero en navegar el extensorío, hasta naturalistas como el
barón Alexander von Humboldt, que descubrió que el Orinoco y el Amazonas estaban
unidos por el Río Negro y el canal Casiquiare.
¿Habrá imaginado Arana que entraría a formar parte de la mitología de ese lugar
implacable? Por esa ominosa selva, pasaron personajes que alcanzaron la fama a través de
una crueldad extrema, o a través de la fe, la esperanza, el amor. En el extremo del sadismo
y de la paranoia, de las empresas imposibles, de la absoluta falta de culpa, podríamos
colocar a un español nacido en Vizcaya y que llegó al Nuevo Mundo desde España en
1534: Lope de Aguirre.
***
El viaje de Lope de Aguirre por el Amazonas hasta su desembocadura en el Atlántico, la
posterior navegación hasta la isla Margarita, el desembarco en Venezuela, bien podrían
figurar en un muestrario del horror. Físicamente repulsivo ––lisiado y jorobado–– su
mente sólo conocía la crueldad, la traición, el delirio. Formó parte de la expedición de
Pedro de Ursúa, un hidalgo de impecables modales acostumbrado al éxito desde su
primera juventud. Intentó conquistar a los indios omaguas quienes, aparentemente,
conocían los secretos de El Dorado. Esa quimérica empresa, integrada por asesinos y
hombres que carecían de mínimos escrúpulos, fue una de las grandes ingenuidades de
Ursúa, que tuvo la inoportuna –– y finalmente trágica –– idea de llevar consigo a su
amante, doña Inés de Atienza. A medida que hombres, caballos, indios y negros se
internaban en el Amazonas, en balsas y en improvisados bergantines, Lope de Aguirre
tejió las más terribles intrigas para, poco a poco, adueñarse del poder. Acaso fue el único
que comprendió que esa expedición estaba condenada al fracaso, que jamás encontrarían
oro y que el verdadero objetivo podía modificarse de manera audaz. Por qué, en vez de
encontrar a indios improbables en esa inmensidad selvática, no intentaban una empresa
desmesurad mente ambiciosa que les aseguraría el poder y la gloria. Para qué perder el
tiempo navegando por ese río interminable cuando podían adueñarse de un imperio. Esa
increíble iniciativa era nada menos que una nueva conquista del Perú.
No todas las exploraciones del Amazonas se caracterizaron por la aberrante crueldad que
marcó a la de Lope de Aguirre. Ni la de Pedro de Teixeira, explorador portugués ni la de
Charles Marie de la Condamine, que formó parte de una expedición científica enviada a
Quito ––con prolongación en el Amazonas–– por el rey Luis XV de Francia tuvieron esas
características. Una mujer absolutamente sola se convertiría en la protagonista de la mayor
hazaña que haya conocido ese escenario plagado de peligros. Hasta tal punto fue notable
su proeza que, hacia 1770, en ningún salón francés se dejaba de hablar de ella. Isabela
Godin estaba en boca de marque as y duquesas en los sofisticados y cínicos diálogos del
dix huitiè me; de cardenales y ministros, y hasta del propio rey, en algún salón privado de
Versalles.
En este caso, el Amazonas, misteriosa e inusualmente, ayudó a que una mujer salvara su
vida. Esta asombrosa hazaña comienza con la expedición científica que partió de Francia,
en 1735, con la bendición real, con el propósito de llevar a cabo mediciones terrestres en
Quito y aledaños. Formó parte de la misma Charles Marie de la Condamine, soldado,
aristócrata, académico y aventurero. Esa expedición, la primera que fue llevada a cabo por
personas que no eran españolas ni portuguesas ––los gobiernos metropolitanos prohibían
el ingreso de extranjeros en sus vastos dominios, salvo casos excepcionales y debidamente
autorizados–– trascendía la mera curiosidad: trataría de dilucidar una cuestión que dividía
al mundo científico: si la Tierra era o no una esfera perfecta. Los partidarios de Jacques
Casssini, el astrónomo real de Francia, sostenían que el planeta era alargado hacia los
polos; los defensores de Isaac Newton, que era achatada en los polos. No se trataba de una
mera discusión académica, ya que de una u otra teoría dependía la precisión de la
navegación. Así fue que un notable equipo de científicos finalmente llegó a Quito, cargado
de telescopios, cadenas para realizar mediciones, astrolabios y microscopios, en una de las
aventuras menos afortunadas en esas latitudes: hubo muertes, accesos irreversibles de
locura y hasta el deceso de un científico en el ruedo de una plaza de toros. Curiosamente,
no fue muerto por el animal, si no por una turba enfurecida.
Uno de los asistentes de Charles Marie de la Condamine, Jean Godin des Odonais,
contrajo matrimonio con una peruana de sangre francesa y americana, Isabela de
Grandmaison y Bruno. Godin debió partir a Francia, dejando a su mujer embarazada y a
sus hijos en Riobamba, donde vivían. La idea era que ella lo seguiría una vez que el parto
se produjera. En marzo de 1749 partió a Europa, por una vía exótica, la misma por la que
había optado De la Condamine: descendería por el Amazonas hasta el océano Atlántico.
En abril de 1750, sin mayores sobresal tos, llegó a Cayena, único territorio francés en
Sudamérica. Allí se inició una de las historias más disparatadas, imprevistas y
desesperantes del siglo XVIII. Por alguna razón, Odonais llegó a la conclusión de que lo
aconsejable era volver a Riobamba en busca de su mujer, re montando el Amazonas. Pero
no fueron la malaria, ni la fiebre amarilla, ni la disentería, ni las tribus salvajes lo que
impidieron ese ascenso, si no un fárrago demencial de trámites burocráticos, de gestiones
diplomáticas. Durante dieciséis años Godin permaneció varado en Cayena, escribiendo a
De la Condamine para que lo ayudase, ya que las autoridades portuguesas se negaban a
autorizar el ingreso de un francés en el Amazonas. Había cometido un error gratuito y tal
vez imperdonable: le escribió al canciller de Francia pro poniéndole que su país se
apoderara del Amazonas. Este hecho le desató una paranoia indoblegable, ya que vivía
aterrorizado ante la sola posibilidad de que la misiva hubiera sido interceptada.
Isabela recibió en Riobamba un mensaje en que su marido le revelaba que estaba vivo, que
permanecería en Cayena por razones de seguridad, y que una nave portuguesa la esperaría
en Lagunas, en el río Amazonas. Ella sólo debería llegar a ese punto de encuentro. Recién
en 1769, es decir cuatro años después de haber llegado el navío enviado por el rey de
Portugal, Isabela partió de Riobamba. No es difícil imaginar la perplejidad, el
aburrimiento y hasta la indignación del capitán y su tripulación. Apenas recibió noticias de
su marido, Isabela envió a Cayena a Joachim, un esclavo negro extremadamente leal, para
ultimar detalles, trayecto que demandó, entre ida y vuelta, dos años; luego, su padre, Pedro
de Grandmaison, que ya había pasado los sesenta años, recorrió el trayecto hasta Lagunas,
donde esperaría a su hija, allanándole el camino y resolviendo dificultades. Un día Isabela
resolvió partir, para reencontrarse con su marido. Nada la ataba a Riobamba: sus cuatro
hijos habían muerto.
El viaje fue un calvario. La comitiva incluía a sus dos hermanos, a su sobrino Joaquín, de
doce años, un médico y algunos sirvientes. El hambre, las fiebres, las muertes, las pérdidas
de embarcaciones, la deserción de los indios, comenzaron a minar la moral. El médico
sugirió que un grupo bajara el río hasta Andoas para pedir ayuda. Fue el mismo argumento
que doscientos años antes había utilizado Francisco de Orellana con Gonzalo Pizarro, y,
fatalmente, tuvo el mismo desenlace. Descender en balsa por el río era tarea fácil;
remontarlo era una empresa casi condenada al fracaso. El médico, acompañado por el
esclavo Joachim, partió corriente abajo, dejando a Isabela y a quienes la acompañaban en
medio de una de las selvas más despiadadas del planeta. La espera, que en teoría sería de
pocos días, entró en una aterradora demora. La balsa no regresaba.
Su silencio so prestigio fue tal que ni siquiera el gobierno revolucionario francés se atrevió
a cuestionarlos por su clase social. Hasta que Jean falleció, a los setenta y nueve años, en
1792, siguió cobrando una pensión que le había otorgado el Estado.
***
Ese era el territorio donde debería desenvolverse el joven Julio César Arana.
Posiblemente, nada sabía de aquellos aventureros y científicos que revelaron al mundo
cómo era el Amazonas. Sin embargo, él también habría de descubrir esa selva en sus
aspectos más oscuros. Sus primeros viajes lo llevaron por los ríos próximos a Rioja,
vendiendo sombreros de paja, estudiando el terreno, conociendo caucheros. Quizás aún no
había comprendido el valor que poseía el caucho, ni se había adentrado en ese mercado
que explotaría pocos años después hasta transformar al Amazonas peruano, brasileño y
boliviano en un verdadero El Dorado. Acaso tampoco sabía distinguir entre las diversas
variedades de árboles que producían la goma. Pero sabía que tarde o temprano su olfato
comercial lo llevaría a una prosperidad superlativa. En aquellos días, sólo pensaba en
progresar y jamás dejó de escribirle a Eleonora cuando se encontraba en alguna población
con servicios de correo.
Pero la relación era meramente epistolar. Si bien en aquellos años no existía otro medio de
comunicación cuando había una selva de por medio, la ausencia física debe de haberlo
inquietado. Esperanzado por el flujo de correspondencia, un día resolvió ir a visitarla a
Yurimaguas. Fue entonces cuando sucedió un hecho que activaría, en Eleonora, un
torrente de sentimientos tal vez tapados por su trabajo, por sus ambiciones per sonales, por
su espíritu de independencia.
Julio César Arana se embarcó rumbo a Yurimaguas en uno de los precarios vapores que
recorrían el río Huallaga, después de haber realizado uno de sus habituales viajes
vendiendo sombreros. Poco antes de llegar, la embarcación embistió un tronco: se abrió un
rumbo en el casco y se fue a pique. Era de noche, y la corriente del río y los remolinos
contribuyeron a que hubiera numerosos ahogados. Pero Julio César se aferró a una tabla, a
un tronco o, en suma, a algo que flotaba, y llegó nadando a la orilla. La noticia corrió
como reguero de pólvora y le llegó a Eleonora Zumaeta: todos los pasajeros habían
perecido, entre ellos, el joven que no había cesado de escribirle cartas de amor. Richard
Collier, un biógrafo de Arana, sostiene que, misteriosamente, ella tuvo la certeza de que
Julio César no había muerto y, por eso, no demostró una excesiva desesperación. No
sabemos si esa reacción se debió a una negación, a un sentimiento de impotencia o a que
sintió acaso por primera vez que estaba enamorada.
Julio César Arana no había muerto y llegó a la casa de Eleonora, empapado. Ella lo
reconfortó y, al comprobar que estaba vivo, que no lo había perdido para siempre, tal vez
se le aclararon sus sentimientos y reconoció hasta dónde llegaba su amor. Por otra parte,
era un hombre atractivo: alto, corpulento, de rasgos europeos, con poca o ninguna sangre
indígena. Llama la atención la escasa cantidad de fotografías que retratan su juventud.
Tampoco las hay de Eleonora. En El proceso del Putumayo, sus secretos inauditos, escrito
por el juez Carlos A. Valcárcel y publicado en Lima, en 1915, donde se refiere a los
horrores que se cometieron en ese río, hay una fotografía de Julio César Arana en sus años
jóvenes, apoltronado en un sillón de madera tallada, impecablemente vestido con saco y
chaleco y luciendo una pequeña barba. Si bien es difícil determinar su edad, es probable
que aún no hubiera cumplido los treinta años. Sólo existen cuatro fotografías de Julio
César Arana, principal protagonista de los escándalos del Putumayo, interpelado en
Londres en la Cámara de los Comunes y de quien hablaron todos los diarios del mundo.
Julio César se había transformado, durante sus viajes amazónicos por los ríos Yavarí,
Purús y otros afluentes menores, en un representante más del sistema de aviamiento, que
era el que imperaba en la zona. El aviador ––que nada tenía que ver con los futuros pilotos
de precarias máquinas voladoras–– era un proveedor para todos aquellos que trabajaban en
la jungla, desde el cauchero hasta el empleado. Les llevaba avíos: provisiones, armas,
municiones, herramientas, todo lo que fuera necesario para la supervivencia y para el
trabajo. En esos prolongados desplazamientos fluviales rara vez alternaba con los otros
pasajeros, que bebían y jugaban hasta altas horas de la noche. Él prefería estar solo,
leyendo, es cuchando el sonido de la selva. En más de una oportunidad, habrá pensado
cómo salir de ese sistema hasta cierto punto miserable. Esa monotonía y la soledad sólo
podrían ser reemplaza das por alguna actividad audaz y rentable, que le permitiera vivir de
otro modo. Fue entonces, quizás, que pensó en el caucho.
Vivía con Eleonora en Lamas, un pequeño poblado al pie de las montañas. Todos los días
cabalgaba hasta Tarapoto, sobre el río Huallaga, a veinte kilómetros, donde había abierto
un negocio con su cuñado, Pablo Zumaeta. Este muchacho de dieciocho años, alto y
pelirrojo, se transformaría, de por vida, en su hombre de confianza y, también, en su socio.
Con los años, Julio César Arana creó una suerte de sistema endogámico, haciendo
participar no sólo a su cuñado, sino también a su hermano Lizardo, y hasta a su otro
cuñado, Abel Alarco, casado con una de sus hermanas. No concebía trabajar ni construir
un imperio sin su familia, y las motivaciones profundas de esta decisión habría que
buscarlas en la desconfianza que le producían las personas que no formaran parte de su
círculo íntimo, en su misantropía, su falta de amigos, su imperiosa necesidad de contar con
testaferros de absoluta confianza.
Es notable lo fiel que le fue Julio César a Eleonora a lo largo de su vida. El viajar por
latitudes tan improbables como el Amazonas, o el haberse llegado a convertir en el rey de
una materia prima como el caucho, no lo lanzó a la conquista de beldades. Lo previsible,
en todo caso, es que hubiera tenido numerosas amantes para cubrirlas de alhajas, como
solían hacerlo los caucheros de Manaos. O, en Europa, donde vivió, podría haber
coleccionado demi-modaines, o haber tenido por amante a alguna célebre cortesana. Así
como el rey Leopoldo II de Bélgica ––que mucho tuvo que ver con las atrocidades que se
cometieron, a fines del siglo XIX, en el Congo, por el caucho–– conquistaba a jóvenes
beldades, él podía haber aspirado a una Nelly Melba, o una Gaby Deslys. Pe ro le fue fiel a
su mujer. Cabe aclarar que, para más de un rey de las materias primas sudamericanas, la
familia era tanto o más importante que los negocios. Al igual que Simón Patiño, el rey
boliviano del es taño que sólo amó a Albina, su mujer, Arana hizo de su familia un círculo
impenetrable, donde rara vez entraba alguien que no fuera pariente o algún conocido del
Amazonas.
***
La familia, entonces, fue el primer andamiaje que armó para fortalecer sus negocios. Los
continuos desplazamientos por la selva, como aviador, le permitieron descubrir dos
realidades inequívocas: qué fácil resultaba endeudar a los caucheros proveyéndolos de
suministros, y qué importante era que le pagaran con caucho, no con soles. Recibía caucho
en pago por las mercancías entregadas ––que estaban notablemente sobrevaluadas–– pero
no lo cobraba al vago precio del momento, sino cuando llegaba a destino. Como esa
materia prima solía subir vertiginosamente de precio, llegaba a ganar hasta el cuatro
cientos por ciento de lo que había in ver ti do. Pero no era viviendo en Lamas, ni
cabalgando veinte kilómetros al día donde estaba la bonanza, sino en algún punto más
estratégico, como Yurimaguas. Julio César comprendió que se había cumplido un ciclo, el
cual incluyó un amor desesperado ––que, felizmente, había terminado en matrimonio––, y
que algunos secretos de la selva le habían sido revelados. También había nacido Alicia, la
primera de los cinco hijos que le daría Eleonora. Intuyó que había llegado el momento de
pegar el gran salto hacia un Olimpo que podría asegurarle otra clase de vida y darle, a la
vez, la riqueza y el poder que ansiaba. Se trataba, sin más, del caucho.
En1890 dio el primer paso para convertirse en cauchero.Adquirió una estrada en las
proximidades de Yurimaguas. Los manchales, que eran terrenos donde se agrupaban
árboles gomeros, se ordenaban en forma de estradas, que, en portugués, significa calle o
camino. El problema era quiénes recolectarían el caucho. Dadas las condiciones extremas
que reinaban en la selva, sólo podían reclutarse al más en estado de desesperación.
Imaginemos, por un instante, la vida de un recolector de caucho: debía internarse en la
jungla––los árboles de donde se extraía el látex estaban esparcidos en grandes distancias y
no formaban bosques compactos––y afrontar el calor, la opresiva humedad, los mosquitos
que transmitían la fiebre amarilla y la malaria, las serpientes venenosas, los pequeños
insectos que se internaban por los orificios humanos más imprevistos y escalofriantes. Los
trabajadores europeos y asiáticos que llegaron a esas latitudes fueron diezmados por las
enfermedades. Sólo funcionaba la mano de obra nativa, es decir, los indios, acostumbrados
a ese escenario patogénico. Salvo, claro, que se recurriera a algunas almas en pena. Eso es,
exactamente, lo que hicieron Julio César Arana y Pablo Zumaeta, cuando se embarcaron
rumbo a Ceará, en el nordeste brasileño, en busca de mano de obra barata.
Aunque no existen registros de ese viaje, es de suponer que bajaron por el Amazonas hasta
el puerto de Pará, en alguno de los vapores fluviales de la época. Tampoco se sabe si
reclutaron los trabajadores en ese puerto, o si prosiguieron viaje hasta Fortaleza, capital de
Ceará. Pero es fácil imaginar los sueños de Julio César mientras navegaba por ese río
desmesurado, en el que por momentos se perdían de vista las orillas. Habrá acaso
recordado sus días como vendedor de sombreros de paja, montado en una mula y
ascendiendo por la cordillera de los Andes; o la frescura del clima de Rioja, los jazmines
del cabo, y las mujeres descalzas llevando cántaros sobre sus cabezas. Qué lejano le habrá
parecido ese mundo. Qué pequeño. Ahora el Amazonas se extendía ante su vista, virgen,
oportuno, accesible para un hombre que tuviera el carácter imprescindible para saber
explotarlo. La fortuna y el porvenir estaban en el caucho, sin que por eso abandonase su
profesión de aviador que fue ––como veremos–– una herramienta clave para fundar un
imperio. Pero habría que preguntarse qué iba a hacer a Cea á, junto con su cuñado, y a
quiénes intentaría reclutar para su primera plantación de caucho, o seringal.
Esta región del nordeste brasileño formaba parte del sertão, un vasto territorio árido,
proclive a las más feroces sequías de Sudamérica, poblado de arbustos espinosos, donde
sólo podía criarse ganado. La falta de lluvia durante períodos prolongadísimos no sólo
provocaba el éxodo de sus habitantes hacia otros estados o países, sino también una
apabullante cantidad de muertes. En un artículo publicado en la Gazeta de Noticias, de Río
de Janeiro, en agosto de 1878, cuando Brasilera aún un imperio gobernado por los
Braganza, el periodista José do Patrocinio––autor de la nota––fue enviado al nordeste
brasileño para cubrir la pavorosa sequía. “La tragedia que implica esta vergüenza nacional
que podemos presenciar en Ceará se ha apoderado de toda la vasta superficie de esta
provincia desafortunada. Expulsados de sus hogares por el látigo hecho por la naturaleza
con la ayuda de los rayos del sol, la suerte de los infortunados se reduce a peregrinar por el
país hasta encontrar alguna población en donde puedan seguir postergando su desaparición
en una tumba”.
Pero Ceará y el sertão no tenían nada de romántico cuando Julio César Arana, en 1890, se
dirigía hacia allí. La sequía había hecho estragos y eran varios los trabajadores cearenses
dispuestos a trasladarse a otras latitudes con tal de huir del sol, del polvo, del hambre. El
Amazonas fue una de las preferidas. Pero esa huida desesperada encerraba una solución
aún peor, que era caer en una suerte de esclavitud ejercida por los dueños de las
plantaciones de caucho. Julio César reclutó veinte hombres, que poco importaba que no
hablaran español sino portugués––con el fuerte acento del nord este brasileño––ya que su
trabajo como recolectores de caucho –– tappers, para los ingleses–– era uno de los más
macabros del planeta. Al cauchero, desde el vamos, se lo endeudaba, para poder
controlarlo a perpetuidad. Los veinte cearenses, por ejemplo, quedaron debiendo al señor
Arana treinta libras esterlinas cada uno, en concepto del pago del pasaje en vapor hasta
Yurimaguas. Las imprescindibles herramientas, armas y provisiones que necesitaban para
trabajar tampoco eran gratuitas, ni con Arana ni con ningún otro. Para internarse en la
selva precisaban un machete, un Winchester que los defendiera de las fieras, alimentos, la
calabaza para colocar el caucho, entre otras minucias. Richard Collier, en The River that
God forgot, describe cómo fue la experiencia de estos cearenses en el Amazonas.
Pero Arana había estudiado este sistema que imperaba en las orillas de los ríos y sabía que
nada debía temer. Pocos hombres, en los tres meses subsiguientes, eran capaces de
recolectar la cantidad necesaria de caucho para saldar sus deudas y, para entonces,
necesitaban nuevamente provisiones. No tenían tiempo para cazar, pescar o sembrar, en
las proximidades de sus miserables chozas hechas con hojas de palmera. Con cada nuevo
pedido de provisiones la deuda se hacía más abultada. En pocas ocasiones un recolector
pagaba lo que debía; pocos, también, veían dinero en efectivo durante sus misérrimas
existencias. Se trataba de vidas sin salida, de un trabajo que en vez de ennoblecer,
denigraba. En otros lugares de Sudamérica las condiciones de trabajo eran rigurosas.
Pensemos, por un momento, en la actividad de un minero en alguna de las minas del rey
del estaño, Simón Patiño, al sur de Oruro, en Bolivia: los socavones, las enfermedades
ocasionadas por el plomo, las desmesuradas alturas, el frío atroz. Pero no eran
comparables a la selva amazónica, inmensamente peor. Es curioso, sin embargo, que Julio
César Arana y Simón Patiño, contemporáneos, que desarrollaron sus cuantiosas fortunas
en la misma época, es decir, a comienzos del siglo XX, hayan tenido vidas –– y muertes––
diametralmente opuestas. No es aquí el espacio para analizarlas, pero baste señalar que los
comienzos de ambos fueron asombrosamente parecidos: Patiño se instaló a 4. 400 metros
de altura, en la mina La Salvadora, en los Andes bolivianos. Hasta allí llegó su esposa
Albina, desde Oruro, después de haber vendido sus alhajas en cuatro mil dólares, para
acompañar a su marido –– que sufría de una aterradora soledad –– y organizar
domésticamente el campamento. Arana recorrió como aviador los ríos Acre y Yaraví ––
por nombrar algunos –– también soñando en construir un imperio. Ambos hombres
conocieron el negocio por dentro. Pero hasta ahí las similitudes. El trabajo en la mina
Llallagua, de Patiño, no estaba exento de rigor, pero al minero no se lo maltrataba, ni se lo
endeudaba. Arana, con los veinte cerearenses que recolectaban caucho, no fue
necesariamente cruel, como sucedería luego cuando la mano de obra pasó a ser indígena
en el río Putumayo. Pero comenzó a revelar su falta de escrúpulos, su desvalorización de
la vida humana.
El recolector de caucho ––en este caso, los brasileños que contrató Julio César–– acaso no
aspiraba a otra vida. En el sertão las posibilidades eran nimias; en la selva, había caucho,
pero de nada le servía. Después de agotadoras jornadas cortando árboles y recolectando
látex en un clima despiadado, caía en memorables borracheras, en peleas violentas,
porque no ignoraba que vivía en un infierno del cual nunca podría salir. Arana no era
ajeno a esto, ni a los peligros que corría ––de hecho, sucedieron–– cuando los recolectores
se volvían peligrosamente agresivos al negarles el crédito; por otra parte, el negocio de
explotar estradas no le daba la rentabilidad que hubiera deseado. Quizá le resultaba más
conveniente el sistema de aviamiento, es decir, ser proveedor de elementos clave para los
caucheros y cobrar en caucho, vendido superlativamente, con posterioridad, en el
mercado. Un día, de improviso, enajenó su modesta plantación de caucho, incluyendo a
los brasileños, que por las leyes de facto que imperaban eran transferidos al comprador.
Éste adquiría la estrada, junto con los recolectores, por el mero hecho de estar
endeudados. ¿A qué juez podían recurrir los cerearenses? No tenían ni un sol para
contratar a un abogado; aún más, ni siquiera les interesaba. Terminarían sus días en esa
selva maldita pagando un tributo que nunca llegaría a saldar la deuda, con el calor, la
humedad y el alcohol como telón de fondo.
Este imprevisto cambio de rumbo que tomó Julio César Arana fue apenas el preludio de la
sangrienta ópera que se desarrollaría pocos años después. Las cuentas de Yurimaguas no
le cerraban y fue por eso que se deshizo de sus plantaciones. El alto costo que había
implicado la importación y el mantenimiento de los recolectores ––que incluía la presencia
de hombres armados en las plantaciones para evitar posibles fugas–– dejaba pocos
márgenes de ganancia. Se había endeudado con los comercios mayoristas de Manaos que
le suministraban las provisiones. Para colmo, en el período de lluvias, durante el verano
austral, se producían cambios climáticos y orográficos que impedían que el látex
coagulara. Esta ristra de problemas lo forzó a cambiar de escenario económico. Prefirió
seguir endeudando a los caucheros y cobrando en materia prima y no en dinero peruano.
En los años subsiguientes, suponemos que siguió navegando los ríos, colocando sus
productos.
El árbol Castilloa Ulei es, por ejemplo, bastante distinto al Hevea Brasiliensis. No sólo hay
diferencias en la fibrosidad de la corteza, lo que hace que el Castilloa segregue el látex
fácilmente, si no que las celdas que contienen el látex son como tubos verticales; de esta
forma, al cortarse la corteza, el látex fluye como si fuera por un caño abierto.
Normalmente, demora entre cuatro meses a un año en promedio para que las celdas se
recarguen completamente con la resina del caucho. No hay razón pues para sangrar o
resinar estos árboles más allá de dos o tres veces al año. El Hevea, en cambio (que
abundaba en el Brasil), segrega su látex muy lentamente y se cosecha en forma casi
continua durante toda la estación de extracción.
La úl ti ma ba ta lla
La vi da de Ju lio Cé sar Ara na tien de a de sa pa re cer de los li bros de his -
to ria a par tir del de rrum be del pre cio del cau cho y del fin de los es cán -
da los del Pu tu ma yo. Vi vió trein ta y seis años más y, en las úl ti mas dos
dé ca das, po co me nos que en la pe num bra, en una mo des tí si ma ca sa en
Mag da le na del Mar, en el ji rón Eche ni que 289, a cien to cin cuen ta me -
tros de los acan ti la dos que aso man al Pa cí fi co. En ese ba rrio pró xi mo al
so fis ti ca do San Isi dro, en Li ma, trans cu rrió su opa ca exis ten cia en com -
pa ñía de Eleo no ra y de sus hi jas. Pe ro al ini ciar se la gue rra y a pe sar de
ha ber si do li qui da da la Pe ru vian Ama zon Com pany (la di so lu ción fi nal
de la com pa ñía se rea li zó en 1920), te nía una fuer za asom bro sa, un es -
pí ri tu in do ble ga ble y, des pués de to do, siem pre es ta ba Iqui tos, la ca sa en
la es qui na de Prós pe ro y Oma gua y, last but not least, las do ce mil mi -
llas cua dra das del te rri to rio com pren di do en tre los ríos Pu tu ma yo y Ca -
que tá. Ara na te nía mu cho por rea li zar en el Pe rú, em pe zan do por ob te -
ner un tí tu lo de pro pie dad de su im pe rio.
El de par ta men to de Lo re to se guía ais la do de Li ma, sal vo por el ser -
vi cio te le grá fi co, pe ro la inau gu ra ción del ca nal de Pa na má en 1914 re -
du jo el tra yec to en tre la ca pi tal pe rua na y la del Ama zo nas. Des de el
puer to de El Ca llao, ha bía que re mon tar el Pa cí fi co has ta Pa na má, cru -
zar el Ca nal, bor dear la cos ta sep ten trio nal de Su da mé ri ca has ta la de -
sem bo ca du ra del río Ama zo nas y, lue go, na ve gar has ta Iqui tos, pe ri plo
que du ra ba po co me nos de un mes.
Si bien en el Ama zo nas pe rua no las in ves ti ga cio nes del Co mi té Se -
lec to de la Cá ma ra de los Co mu nes tu vie ron re la ti va men te po ca re per -
cu sión, el es cán da lo ha bía con mo vi do al cau che ro y a los su yos. La on -
da ex pan si va al can zó a otra ra ma de la fa mi lia, que ni si quie ra vi vía en
Lo re to. Ma rie Ara na, des cen dien te de Pe dro Pa blo Ara na ––pri mo her -
353
ma no de Ju lio Cé sar––, des cri be en su de li cio so li bro Ame ri can Chi ca,
có mo fue afec ta do su bi sa bue lo por los es cán da los del Pu tu ma yo. Pe dro
Pa blo era pre fec to, es de cir, go ber na dor, de Cuz co y po seía un la ti fun -
dio en Huan ca ve li ca. El mal nom bre de su pri mo, la ma tan za de in dios
y la re per cu sión mun dial fue ron más de lo que pu do to le rar. Es cri bió a
su hi jo que es tu dia ba en los Es ta dos Uni dos con mi nán do lo a que re gre -
sa ra al Pe rú, ya que, ade más del ho nor, se ha bía eva po ra do tam bién su
for tu na. Se re clu yó en Huan ca ve li ca, cor tó la re la ción con sus pa rien tes
de Iqui tos y, du ran te to da su vi da, ne gó que exis tie ra un pa ren tes co con
Ju lio Cé sar Ara na. Es ta otra “mar ca de Ara na” se trans mi tió de ge ne ra -
ción en ge ne ra ción, ya que a la pro pia Ma rie Ara na, cuan do vi vió en Li -
ma, su fa mi lia le ne gó que exis tie ra al gún pa ren tes co con el an ti guo rey
del cau cho.
Pe ro vol va mos a Iqui tos en 1913, cuan do Ju lio Cé sar y su fa mi lia des -
cen die ron por la plan cha da del bu que pa ra ins ta lar se nue va men te allí.
Eleo no ra ha bía vi vi do diez años en Eu ro pa, dis fru tan do de los es plen do -
res de Bia rritz, de Lon dres y de Gi ne bra, de fa bu lo sas man sio nes, de nu -
me ro sos sir vien tes, y del ine vi ta ble bar niz cos mo po li ta que le ha bía otor -
ga do esa lar ga es ta día. Sus hi jas ha bla ban im pe ca ble men te fran cés e
in glés y su edu ca ción ha bía si do fis ca li za da por apro pia das ins ti tu tri ces.
Aho ra de bían adap tar se a esa ciu dad pri mi ti va, de cli ma ago bian te que,
ade más, de bi do a la gue rra y al de sas tre en los mer ca dos del cau cho, ha -
bía caí do en la po bre za. Si bien de be de ha ber le re go ci ja do el vol ver a
en con trar se con vie jas fa mi lias ami gas, la adap ta ción a esas la ti tu des tro -
pi ca les se gu ra men te ha ya si do pe no sa pa ra to dos, me nos pa ra Ju lio Cé -
sar. Iqui tos y Ma naos eran su vi da. Allí es ta ban sus plan ta cio nes de cau -
cho y allí su nom bre se guía in ma cu la do.
Lo re to iba ca mi no al ca ta clis mo y su fri ría las con se cuen cias no so la -
men te de una gue rra y de las plan ta cio nes asiá ti cas que re vo lu cio na ron
los mer ca dos, si no de su pro pia im pre vi sión, de la fal ta de una po lí ti ca
que evi ta ra el ago ta mien to del lá tex y de quie nes lo re co lec ta ban. Se cor -
ta ban los ár bo les co mo si se tra ta ra de ma le zas, sin pen sar si quie ra en re -
po ner los, cre yen do erró nea men te que el Ama zo nas era ina go ta ble. Los
úni cos ca pa ci ta dos pa ra re co lec tar cau cho eran los in dios ya que de na -
da ser vía la ma no de obra eu ro pea o asiá ti ca en una sel va don de im pe -
ra ban las en fer me da des tro pi ca les. Pe ro los abo rí ge nes tam bién es ta ban
diez ma dos por tan tas ma tan zas y mu ti la cio nes. La cor nu co pia ter mi nó
por ago tar se.
354
Ape nas de sen ca de na da la Pri me ra Gue rra Mun dial, Iqui tos se trans -
for mó en un cen tro fan tas mal. En tre agos to y di ciem bre de 1914, só lo un
bar co re ca ló allí. La au sen cia de trá fi co ma rí ti mo im pli có que to dos los
bie nes im por ta dos pa ga dos por el cau cho que Iqui tos con su mió du ran te
años, por ejem plo, arroz, man te ca, acei te y le che, aho ra ten drían que pro -
du cir se allí. La ciu dad es ta ba en ebu lli ción. Na die es ta ba con for me y su -
ce dían he chos es ca lo frian tes, co mo el se cues tro de ni ños en las ca lles pa -
ra en viar los a tra ba jar a otras re gio nes. En Ma naos, el de rrum be al can zó
ni ve les pa té ti cos. La gen te huía de aque lla ciu dad muer ta en el pri mer
bu que que ofre cie ra al gún ca ma ro te dis po ni ble, mien tras las prin ci pa les
com pa ñías iban a la quie bra, las gran des re si den cias y los ya tes se re ma -
ta ban en co bro de deu da, y las puer tas del gi gan tes co edi fi cio de la Ópe -
ra se ce rra ban irre me dia ble men te.
Ju lio Cé sar Ara na, sin em bar go, pro si guió con sus ne go cios, via jan -
do a Ma naos e im po nien do su so be ra nía en el Pu tu ma yo. El cau che ro
se guía po nien do en prác ti ca la ley de la sel va en ese te rri to rio en li ti gio,
sin au to ri da des ju di cia les, po li cia les o mi li ta res. La pre sen cia co lom bia -
na en el Ca que tá y en el Pu tu ma yo per sis tía, y tam bién las vie jas prác -
ti cas pa ra re sis tir la. En se tiem bre de 1918, An to nio Pas tra na, co mi sa rio
co lom bia no en el Ca que tá, in for mó que Las De li cias ha bía su fri do un
ata que por par te de cua tro pe rua nos, apo ya dos por un pe que ño ejér ci -
to com pues to por cin cuen ta in dios bien ar ma dos, que to ma ron pri sio -
ne ras a cua tro per so nas, apo de rán do se de una par ti da de cau cho y de
pro vi sio nes. La Ca sa Ara na fue res pon sa ble del ata que. Ara na tam bién
de bió ad mi tir ––no te nía al ter na ti va des pués del es cán da lo–– la pre sen -
cia de mi sio nes fran cis ca nas en el Pu tu ma yo en fe bre ro de 1913. Pe ro
los sa cer do tes, ho rro ri za dos por la vio len cia que im pe ra ba en tre los cau -
che ros, y tam bién en tre los pro pios in dios, op ta ron por aban do nar la re -
gión en 1918. El río Pu tu ma yo, que fue es ce na rio de va rios in ci den tes
du ran te aque llos años, pa ra des vir tuar la li bre na ve ga ción de ese cur so
de agua por par te de co lom bia nos y de bra si le ños, se guía sien do el co -
to pri va do de Ju lio Cé sar Ara na. Ni si quie ra los ca pu chi nos ins ta la dos
en Co lom bia y li de ra dos por el sa cer do te Fi del de Mont clar lo con mo -
vie ron. Cuan do Gas par de Pi nell, un clé ri go per te ne cien te a es ta or den,
arren dó en Ma naos un bu que bra si le ño pa ra trans por tar pro vi sio nes
has ta Co lom bia, a tra vés del río Pu tu ma yo, fue de te ni do en El En can to
y for za do a re gre sar a Ma naos, ya que pri me ro de bió de ha ber re ca la do
en Iqui tos.
355
Ha cia 1920, mien tras Ju lio Cé sar Ara na se pre pa ra ba pa ra su ca rre -
ra po lí ti ca, la si tua ción eco nó mi ca en Iqui tos se hi zo in sos te ni ble. En
1910, las ex por ta cio nes de cau cho que sa lían del puer to al can za ban el
15,82 por cien to de las ex por ta cio nes pe rua nas. Diez años des pués, des -
cen die ron al 1,57 por cien to, lo cual pro vo có dis tur bios y re vuel tas po -
pu la res, a las que no tar da ron en su mar se las cla ses prós pe ras, alar ma -
das por la in di fe ren cia del go bier no de Li ma. En Iqui tos, los sol da dos
an da ban des cal zos. La re be lión que pu so en ja que al go bier no cen tral la
li de ró el ca pi tán Gui ller mo Cer van tes Váz quez, en agos to de 1921. Se
apro pió de los fon dos del Ban co del Pe rú y Lon dres y emi tió su pro pia
mo ne da, el bi lle te cer van ti no, que fue acep ta da por ban cos e ins ti tu cio -
nes. El re bel de en cen dió el es pí ri tu re gio na lis ta, las vie jas as pi ra cio nes
lo re ta nas a no ce der te rri to rio a Co lom bia. Fi nal men te, su cum bió an te
las fuer zas del pre si den te Au gus to Le guía y hu yó a Ecua dor.
Ara na com pren dió que, pa ra sal va guar dar su pa tri mo nio, ne ce si ta ba
le yes y alian zas. Aho ra que su ami go Le guía era nue va men te pre si den te
del Pe rú, el eje del po der es ta ba en Li ma y no en el Ama zo nas. El ne go -
cio del cau cho po dían lle var lo a ca bo su cu ña do y ma no de re cha, Pa blo
Zu mae ta, o sus so cios his tó ri cos, Ce ci lio Her nán dez y Víc tor Pi chi co Is -
rael. Él de bía ir a la ca pi tal pe rua na y for mar par te del par la men to. Su
lis ta de prio ri da des co men za ba con el otor ga mien to de los tí tu los de pro -
pie dad so bre los te rri to rios del Pu tu ma yo y una even tual com pen sa ción
eco nó mi ca si pa sa ban a ma nos de Co lom bia, e in cluía la san ción de le -
yes que con tri bu ye ran al de sa rro llo cau che ro de Lo re to. No le fue di fí cil
lo grar lo. En 1921 fue de sig na do se na dor su plen te en el Con gre so de la
Na ción y, ca si de for ma in me dia ta, se na dor ti tu lar, ya que su an te ce sor
de bió ocu par un mi nis te rio. Du ran te su se na du ría no só lo se ocu pó de
sus in te re ses: tam bién im pul só le yes que apun ta ban al me jo ra mien to de
la edu ca ción, la sa lud, la eco no mía y el trans por te.
Li ma sig ni fi có, pa ra Ju lio Cé sar y Eleo no ra, un im pres cin di ble cam -
bio de es ce na rio, se gu ra men te be ne fi cio so pa ra sus hi jos. Aun que los pre -
cios del cau cho se ha bían de pri mi do, el cau che ro co no cía los ni chos don -
de po día co lo car su pro duc to, lo cual le brin da ba los in gre sos ne ce sa rios
pa ra vi vir có mo da men te en la ca pi tal pe rua na, con to dos los pri vi le gios
––y viá ti cos–– de un se na dor de la Na ción. Li ma, por otra par te, no le da -
ba la es pal da. En 1921 el go bier no de Le guía le otor gó fi nal men te la pro -
pie dad de 5.774.000 hec tá reas en tre el río Pu tu ma yo y el Ca que tá. No
exis ten re gis tros, ni na die que es té con vi da re cuer da dón de vi vie ron Ju -
356
lio Cé sar y Eleo no ra. Ello se de be en gran par te a su es ca sa des cen den -
cia, ya que tu vie ron un so lo nie to, a quien nos re fe ri re mos más ade lan -
te,1 que vi ve prác ti ca men te re clui do y pre fie re evi tar ha blar de su fa mi -
lia. El hi jo ma yor de Ara na, Ju lio Cé sar, mu rió jo ven ––y en fe cha
im pre ci sa–– co mo con se cuen cia de una en fer me dad in fec cio sa. Du ran te
la dé ca da de 1920, su otro hi jo, Luis, se tras la dó a Mas sa chusetts, pa ra
se guir la ca rre ra de in ge nie ro en mi nas.
Du ran te su se na du ría, Ara na no ce só de ha cer lobby con Le guía. No
sos pe cha ba que una im pre vis ta trai ción por par te del pre si den te le ha ría
per der su for tu na. Ya he mos se ña la do la in na ta des con fian za de Ara na
ha cia los go bier nos y su te mor de que Pe rú en tre ga ra el Pu tu ma yo a Co -
lom bia. Pa ra eso se ha bía ins ta la do en Li ma, se ha bía con ver ti do en se -
na dor, lo que le per mi tía es tar al tan to ––y, even tual men te, dar ba ta lla––
de cual quier in ten to, por par te del pre si den te, en es te sen ti do. Pe ro el 24
de mar zo de 1922, a ins tan cias de Le guía, se fir mó un pro to co lo se cre to
en tre am bos paí ses, ru bri ca do por el mi nis tro de Re la cio nes Ex te rio res
pe rua no, Al ber to Sa lo món Oso rio, y por el En via do Ex traor di na rio y Mi -
nis tro Ple ni po ten cia rio de Co lom bia en Li ma, Fa bio Lo za no To rri jos, que
de be ría ser apro ba do por los res pec ti vos par la men tos. Le guía op tó por
man te ner en se cre to es te acuer do has ta su ree lec ción, en 1924. El do cu -
men to, sin más, en tre ga ba a Co lom bia el te rri to rio com pren di do en tre
los ríos Pu tu ma yo y Ca que tá, que era pre ci sa men te don de es ta ba ubi ca -
do el im pe rio de Ju lio Cé sar Ara na. A cam bio, Pe rú re ci bía un dis cu ti ble
sec tor en la fron te ra con Ecua dor. Tam bién se in cluía el Tra pe cio de Le -
ti cia, que le otor ga ría a Co lom bia más de cien ki ló me tros de cos ta so bre
el río Ama zo nas. Por qué Le guía en tre gó esa ri ca re gión cau che ra es te -
ma de de ba te, y es ine vi ta ble que se mez clen di ver sos mo ti vos geo po lí ti -
cos, des de el pro ble ma aún no re suel to de Ari ca y Tac na, re gio nes que
per ma ne cían ba jo el do mi nio de Chi le des pués del triun fo de ese país en
la gue rra del Pa cí fi co de 1879, has ta las pre sio nes que ejer ció Es ta dos
Uni dos pa ra com pen sar a Co lom bia por el des pren di mien to de Pa na má
de la Gran Co lom bia, en 1903, cla ra men te or ques ta do por Was hing ton.
Pe ro exis tían otros mo ti vos por los cua les Es ta dos Uni dos apo ya ba
la ra ti fi ca ción del Tra ta do Sa lo món-Lo za no. El mo no po lio del cau cho
es ta ba en ma nos de Gran Bre ta ña ––le ha bía arre ba ta do el ce tro al Bra -
sil, que lo tu vo has ta 1910––, de bi do a la pro duc ción pro ve nien te de las
plan ta cio nes asiá ti cas, el 73 por cien to de las cua les per te ne cía a In gla -
te rra y ge ne ra ba el 93 por cien to de la pro duc ción mun dial. Ho lan da tam -
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po co se que da ba atrás en ma te ria de cau cho, ya que sus co lo nias del su -
des te asiá ti co le arre ba ta ron par te del mer ca do a Gran Bre ta ña. No es de
ex tra ñar que Was hing ton y el po de ro so lobby de la go ma vie ran con bue -
nos ojos la po si bi li dad de in ver tir en el Pu tu ma yo, siem pre y cuan do se
cons tru ye ra un fe rro ca rril que lo co nec ta ra con el Pa cí fi co. Har vey Fi res -
to ne, mag na te de los neu má ti cos, fue uno de los gran des de fen so res de
las in ver sio nes en Su da mé ri ca. Pe ro na da po dría ha cer se si no se ra ti fi -
ca ba el tra ta do que ad ju di ca ba ese te rri to rio a Co lom bia.
Le guía y Ara na, a pe sar de las alian zas co yun tu ra les que man tu vie -
ron a lo lar go de los años, eran hom bres de orí ge nes y es ti los dia me tral -
men te opues tos. El pre si den te del Pe rú per te ne cía a una an ces tral fa mi -
lia pro pie ta ria de una ha cien da azu ca re ra en Chi cla yo, en el nor te del
país. Ha bía cur sa do sus es tu dios en el Co le gio In glés de Val pa raí so. Es -
ta ba ca sa do con la ri quí si ma Ju lia Sway ne y Ma riá te gui, cu ya fa mi lia era
due ña de la prós pe ra ha cien da Cau ca to, de quien Le guía ter mi nó sien do
re pre sen tan te en Lon dres. El pre si den te era de ba ja es ta tu ra, in so por ta -
ble men te re fi na do, turf man in co rre gi ble y pro cli ve al boa to. Fue pri mer
ma gis tra do del Pe rú en tres opor tu ni da des, go ber nan do du ran te quin ce
años. Fiel a su es ti lo e in ten tan do in dus tria li zar a su país pa ra sa car lo del
sis te ma de ex por ta ción de ma te ria pri mas, de ci dió fes te jar el cen te na rio
de la in de pen den cia del Pe rú, en 1921, ti ran do la ca sa por la ven ta na.
Mien tras en Iqui tos y en otras re gio nes ama zó ni cas la po bre za al can za -
ba ni ve les ex tre mos, en Li ma las fies tas, las ce re mo nias, la pre sen cia de
in vi ta dos cé le bres, la inau gu ra ción de nue vos edi fi cios y ave ni das cos ta -
ban mi llo nes de so les al era rio pú bli co.
Le guía des ple ga ba, co mo un pa vo real, un aba ni co de lo gros eco nó -
mi cos que con tri bu ye ron aún más a su le gen da ria ego la tría: se ha bía ini -
cia do la era de la in dus tria li za ción con el sur gi mien to de fá bri cas de cer -
ve za, tex ti les, fun di cio nes, por nom brar las más cons pi cuas. Se ha bían
abier to las puer tas a em pre sa rios ex tran je ros pa ra que in vir tie ran en ese
país pro mi so rio. El sol, que ra ra vez ilu mi na ba a Li ma de bi do a su per -
sis ten te ca pa de nu bes du ran te gran par te del año, pa só a ser, en cam bio,
una mo ne da só li da, y a las gran des em pre sas re la cio na das con el azú car
u otras ma te rias pri mas se les per mi tió emi tir mo ne da, o che ques, pa ra
cap tar el aho rro de la po bla ción.
Des de su ban ca en el Se na do, Ju lio Cé sar Ara na se guía pen san do en
Lo re to. Más allá de la de fen sa de sus in te re ses en el Pu tu ma yo, co no cía
co mo po cos los pro ble mas de Lo re to, la si tua ción mi se ra ble por la que
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atra ve sa ba Iqui tos. El 18 de agos to de 1923, re ci bió e hi zo pú bli co un ra -
dio gra ma de su cu ña do, Pa blo Zu mae ta, por en ton ces al cal de de Iqui tos:
Por acuer do Con se jo cum plo di ri gir me a us ted ha cien do sa ber si tua -
ción gra ví si ma atra vie sa Iqui tos, aba ti do epi de mias, de sa rro lla do in -
ten sa men te, con re sul ta do mor tan dad alar man te, agré gue se cua dro
las ti mo so mi se ria, fal ta tra ba jo, con se cuen cia des va lo ri za ción pro -
duc tos, es ca sez y ca res tía en to do or den pa ra sub sis ten cia de la vi da
en ge ne ral.
Ara na lu chó pa ra que se ter mi na ran el Hos pi tal Ci vil y el Co le gio Na -
cio nal de Iqui tos y pa ra abo lir cual quier dis po si ción que ten die ra a per -
pe tuar la mi se ria ama zó ni ca. El 30 de ju nio de 1923, por ejem plo, ha bía
ven ci do el pla zo con ce di do por el go bier no de Li ma pa ra des pa char li -
bre de de re chos la go ma elás ti ca que se ex por ta ba del Ama zo nas, y se ha -
cía ne ce sa ria la re no va ción de esa dis po si ción; allí es ta ba Ara na, ha cién -
do les com pren der a aque llos se ño res de cue llo du ro que sen ta ban sus
rea les en el Se na do, cre yen do que el país em pe za ba y ter mi na ba en Li -
ma, por qué los de re chos adua ne ros hun dían más a Lo re to. No hu bo pro -
ble ma ni so lu ción que el se na dor por Lo re to no re cal ca ra en la Cá ma ra.
Si los se na do res no com pren dían el pro ble ma que im pli ca ban los lí mi tes
con los paí ses ve ci nos, ahí es ta ba él pa ra ha cér se lo re cor dar, pa ra im pe -
dir que se re ga la ra un pal mo de te rri to rio. El dia rio La Cró ni ca, de Li ma,
en su edi ción del 8 de ene ro de 1924, se ña la ba:
El re pre sen tan te por Lo re to, se ñor Ara na, for mu ló ayer en su Cá ma -
ra dos pe di dos de tras cen den tal im por tan cia pa ra el país. Se re fie re
uno a la re for ma de la de mar ca ción te rri to rial, y el otro, a la ne ce si -
dad de que hay que pro ce der al le van ta mien to del cen so ge ne ral de
la re pú bli ca. Con só li dos ar gu men tos, li bre de tru cu len cias y re tó ri cas
ba ra tas, el se na dor por Lo re to ha he cho ver una vez más que el país
ne ce si ta em pren der cuan to an tes la re for ma. Ade más, so li ci ta que la
de mar ca ción geo grá fi ca sea he cha por la So cie dad Geo grá fi ca.
Cues ta creer que es tos elo gios ha yan re caí do en un hom bre que, diez
años an tes, era con si de ra do uno de los peo res ge no ci das del mun do. Pe -
ro pa ra la ma yo ría de los pe rua nos, las atro ci da des del Pu tu ma yo nun ca
ha bían su ce di do, Har den burg era un vul gar es ta fa dor y Ca se ment un
men ti ro so. Có mo iba a ser con de na do el se na dor de la Na ción que lu -
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cha ba por Lo re to, por evi tar su des po jo, por la sa lud y la edu ca ción, que
ha bía ele va do un pro yec to de ley pa ra que se otor ga ra un pre mio de mil
li bras pe rua nas de oro al avia dor pe rua no que unie ra Iqui tos con Li ma,
co mo ejem plo de la im por tan cia de las co mu ni ca cio nes aé reas.
En 1923, el avia dor nor tea me ri ca no El mer J. Fau cett ha bía uni do
am bas ca pi ta les en do ce ho ras de vue lo, si guien do la ru ta Li ma, Chi cla -
yo, cru ce de la cor di lle ra, Be lla Vis ta, Pa ra na pu ra y, por fin, Iqui tos. La
ha za ña con mo vió a los pe rua nos. Du ran te las dé ca das de 1930 y de 1940,
los vue los Li ma-Iqui tos se vol vie ron re gu la res aun que, cla ro, ha bía que
te ner aga llas pa ra su bir se a uno de esos hi droa vio nes. Una de las se ño ri -
tas Mo rey Me na cho, nie ta de don Fe li pe, fue un ejem plo de osa día: en
fo to gra fías de épo ca se la ve su bien do a uno de esos in ge nios vo la do res,
equi pa do con dos des me su ra dos mo to res a ex plo sión que lo des pla za ban
ve loz men te por el río has ta le van tar vue lo.
Ara na le otor ga ba una im por tan cia su per la ti va a las co mu ni ca cio nes
y no per mi tía un so lo in ters ti cio por el cual se pu sie ra en du da la so be -
ra nía pe rua na. El 30 de agos to de 1923, en vió una car ta a los mi nis tros
de Go bier no y de Re la cio nes Ex te rio res del Pe rú, don de se ña la ba un
error im per do na ble en ma te ria te rri to rial.
Con no ta ble sor pre sa he cons ta ta do que la Mar co ni Wi re less Com -
pany, em pre sa que tie ne a su car go los ser vi cios de co mu ni ca ción
pos tal y te le grá fi ca en la re pú bli ca, in clu yen do el de ra dio te le gra fía,
al pu bli car el anua rio que acos tum bra, o sea, su Year Book of Wi re -
less and Te lep hony, co rres pon dien te al año en cur so de 1923, con si -
de ra a la es ta ción El En can to, que es ofi ci na pe rua na, en te rri to rio
de pro pie dad ne ta del Pe rú, co mo de pro pie dad del go bier no de Co -
lom bia y es ta ble ci da en te rri to rio de esa re pú bli ca.
Ima gi ne mos su in dig na ción cuan do una pu bli ca ción ex tran je ra ad -
ju di ca a Co lom bia na da me nos que la sec ción cau che ra El En can to, en
el Ca ra pa ra ná. En rea li dad, el anua rio no se equi vo ca ba aun que hu bie -
ra co me ti do un error in vo lun ta rio: ese te rri to rio, en el Pro to co lo se cre to
fir ma do en tre Pe rú y Co lom bia, era ad ju di ca do a es te úl ti mo país. Pe ro
Ju lio Cé sar Ara na na da sa bía aún de ese pac to que lo hun di ría irre me -
dia ble men te. Sin em bar go, era di fí cil que un tra ta do de ese ca li bre per -
ma ne cie ra in cóg ni to du ran te mu cho tiem po; an tes de que Bra sil lo die -
ra a co no cer pú bli ca men te, en 1926, Ara na se en te ró de su exis ten cia. El
pro ble ma se agra va ba, de bi do a que Pe rú en tre ga ba a Co lom bia el Tra -
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pe cio de Le ti cia, con sa li da al Ama zo nas, lo cual dis gus tó al go bier no de
Río de Ja nei ro. El ha ber des cu bier to la exis ten cia del pro to co lo se cre to
fue un du ro gol pe pa ra el cau che ro, pe ro to da vía exis tían po si bi li da des
de que no se ra ti fi ca ra, que se di lu ye ra en el tiem po o que cam bia ra el go -
bier no. Aca so no com pren dió que, pa ra Le guía, el Pu tu ma yo era una fi -
cha ne go cia ble den tro del da me ro de las re la cio nes in ter na cio na les y que
el pre si den te tam po co ig no ra ba que el se na dor lo re ta no le opon dría una
fe roz re sis ten cia, que bus ca ría alian zas en el Con gre so, o que lle ga ra a
pa tro ci nar un gol pe de Es ta do.
La pie dra de to que fue un do cu men to de un exi lia do po lí ti co, Víc tor
An drés Be laún de, El Pe rú pier de la en tra da al Al to Ama zo nas, pu bli ca -
do en La Ha ba na, en 1925, que de sa tó una ca ta ra ta de crí ti cas. Ar tí cu -
los pe rio dís ti cos, te le gra mas y car tas llo vie ron so bre los me dios de co mu -
ni ca ción y so bre los des pa chos mi nis te ria les, a la que se unió el par ti do
Ci vi lis ta y has ta el pro pio Al ber to Lo za no Oso rio, crea dor del tra ta do,
que se opo nía a va rias cláu su las que se le ha bían in cor po ra do.
Los dis cur sos de Ara na en la Cá ma ra de Se na do res, co mo tam bién
la Ex po si ción, en 1923, que ha ce a los elec to res del De par ta men to de Lo -
re to, en for ma de pu bli ca ción, so bre una par te de la la bor rea li za da du -
ran te ese ejer ci cio le gis la ti vo, apun ta ba no só lo a los pro ble mas de la re -
gión, si no tam bién a su per so na.
Des de 1920, se ha obli ga do a los co mer cian tes y ex trac to res de go -
mas a sus pen der sus la bo res ca si por com ple to, pues to que las co ti -
za cio nes ac tua les de los mer ca dos de con su mo no cu bren ni el cos -
to de pro duc ción en la re gión ama zó ni ca.
Bien sa béis que yo he de ja do de ser co mer cian te ha ce va rios años.
No soy im por ta dor ni ex por ta dor. Soy so la men te pro duc tor, con tri -
bu yen do con los con su mos y con las ex por ta cio nes al au men to de
las ren tas fis ca les y por más que di gan los ene mi gos del pue blo lo re -
ta no que tra ba jo so la men te en be ne fi cio par ti cu lar, los he chos es tán
de mos tran do lo con tra rio: he tra ba ja do en be ne fi cio ge ne ral de la re -
gión de Lo re to.
Por eso Ara na le da ba tan ta im por tan cia a la car to gra fía, a los lí mi -
tes en tre paí ses, a la crea ción de nue vas áreas pa ra im pe dir que Co lom -
bia se adue ña ra de su pa tri mo nio. Una de sus ob se sio nes fue lu char ––sin
éxi to, por cier to–– pa ra la crea ción de dis tri tos en el De par ta men to de
Lo re to, Pro vin cia del Ba jo Ama zo nas, que in clui ría a los dis tri tos de Ya -
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va rí, Ya gui ra ma, Pu tu ma yo, Iga ra pa ra ná y El En can to. La ca pi tal del Iga -
ra pa ra ná se ría la cé le bre La Cho rre ra. Sus es fuer zos no im pi die ron que
Co lom bia, en 1925, ra ti fi ca ra el Tra ta do Sa lo món-Lo za no, o, pa ra uti li -
zar su de no mi na ción téc ni ca, el Tra ta do de Lí mi tes y Li bre Na ve ga ción
Flu vial en tre Co lom bia y Pe rú; ni que el par la men to pe rua no lo ra ti fi ca -
ra en 1927. Es to pro du jo una ola de in dig na ción en di ver sos sec to res, que
no com pren dían có mo el go bier no de Le guía po día ha ber en tre ga do to -
da la mar gen iz quier da del Pu tu ma yo a Co lom bia, “en aras a una con tri -
bu ción al ideal ame ri ca nis ta de so li da ri dad y paz con ti nen tal”, be llas pa -
la bras del pre si den te de la Re pú bli ca, pe ro que na da de cían. El tra di cio nal
dia rio El Co mer cio, de Li ma, fue me nos lí ri co. Con si de ró la apro ba ción
del tra ta do co mo “una in con ce bi ble de rro ta di plo má ti ca en que nues tra
pa tria fue mu ti la da en ple na paz, al con ju ro de fin gi dos idea les de amis -
tad y con cor dia pa na me ri ca na”.
El 20 de di ciem bre de 1927, la co mi sión Di plo má ti ca del Con gre so
emi tió su dic ta men. El tra ta do fue apro ba do por 107 re pre sen tan tes y ve -
ta do por só lo sie te. Uno de ellos era, na tu ral men te, Ju lio Cé sar Ara na;
otro, su fiel ami go de Iqui tos, Ju lio Egoa gui rre. Ara na, du ran te la vo ta -
ción, dio ca tor ce mo ti vos pa ra jus ti fi car su vo to, en tre ellos: “Vo to en con -
tra por que no tie ne com pen sa cio nes, da mos to do lo me jor de nues tra
fron te ra ama zó ni ca, con los po bla dos de Le ti cia, Lo re to, Lo re to ya cu,
Hua ta Ya cu, San ta So fía, Vic to ria y, tam bién, La Cho rre ra y El En can to,
con las to rres ina lám bri cas en Le ti cia y en El En can to, don de hay cuar -
te les, ca sas pa ra co mi sa rías, es cue las, res guar do, ca pi ta nías de puer to, sin
re ci bir na da en com pen sa ción”.
Ha bía otro va cío que le preo cu pa ba en ese cuer po le gal: “Vo to en
con tra por que el Tra ta do no am pa ra cla ra men te el de re cho de los pe rua -
nos ni de sus pro pie da des, ni los ca pi ta les in ver ti dos en esa re gión”. Ya
era pe no so per der La Cho rre ra y El En can to, dos bas tio nes em ble má ti -
cos de la Ca sa Ara na, y fue ine vi ta ble que Ju lio Cé sar te mie ra que no lo
com pen sa ran eco nó mi ca men te. Pe ro la mar gen iz quier da del Pu tu ma yo
que da ba en po der del Pe rú y, por lo tan to, el cua ren ta por cien to de su
im pe rio tam bién que da ría ba jo esa ban de ra. La pri me ra de ci sión que to -
mó fue que no le iba a re ga lar a Co lom bia sus in dios y que na da de ja ría
en pie de lo que de bía aban do nar, lo cual pro du jo una ma si va mi gra ción
de in dios vo lun ta ria o com pul si va, se gún las cir cuns tan cias. Al gu nos op -
ta ron por tras la dar se ha cia el nor te y otros, por ins ta lar se en tri bu ta rios
del río Ca que tá; los em plea dos de la Ca sa Ara na per si guie ron a los in -
362
dios que aban do na ban el te rri to rio y que se ha bían asen ta do en el río Ya -
ri, pe ro no co mo en otras épo cas pa ra tor tu rar los o ma tar los por que no
re co lec ta ban cau cho, si no pa ra reu bi car los en la mar gen de re cha del Pu -
tu ma yo. Mu chas tri bus se ne ga ron a aban do nar sus nue vos asen ta mien -
tos, pe ro, aun así, 6.719 in dios ––de los cua les 2.351 eran ni ños–– ca ye -
ron en las ga rras de la Ca sa Ara na. El ope ra ti vo, su per vi sa do por Car los
Loay za, los trans por tó des de los ríos Ca ra pa ra ná, Iga ra pa ra ná y Ca que -
tá. El pro ble ma es que el cau cho pe rua no ya na da va lía y ha bía que bus -
car nue vas fuen tes de ex plo ta ción. A pe sar de las mi gra cio nes for zo sas y
de que el Tra ta do Sa lo món-Lo za no le ase gu ra ba a Ju lio Cé sar Ara na una
fa bu lo sa com pen sa ción eco nó mi ca por par te de Co lom bia si ex pro pia ba
sus tie rras, iba irre me dia ble men te ca mi no de la rui na.
El ar tí cu lo no ve no del Tra ta do es ti pu la ba que Co lom bia res pe ta ría
en el Pu tu ma yo los de re chos de pro pie dad de pe rua nos, lo cual cla ra -
men te sig ni fi ca ba Ju lio Cé sar Ara na. Pe ro al im ple men tar am bos paí ses
el Tra ta do, en agos to de 1930, Co lom bia ter mi nó ex pro pián do le sus te -
rri to rios sin nin gu na com pen sa ción eco nó mi ca, he cho que, co mo ve re -
mos, dos años des pués dio lu gar a una gue rra ama zó ni ca en tre am bos
paí ses, con bi pla nos y ca ño ne ras. En Su da mé ri ca, 1930 fue un año ca -
rac te ri za do por gol pes de Es ta do, aso na das mi li ta res y de rro ca mien to de
go bier nos ci vi les, de mo crá ti ca men te ele gi dos. El 22 de agos to de 1930,
los pe rua nos se en te ra ron de que un ig no to ofi cial del ejér ci to, el co man -
dan te Luis Mi guel Sán chez Ce rro, se ha bía su ble va do en Are qui pa, co -
na to al que na die, em pe zan do por el pro pio pre si den te, le dio im por tan -
cia. Pe ro lue go Pu no se unió a la re vuel ta, se pu sie ron en mar cha alian zas
e in tri gas, y Au gus to Le guía, pa ra evi tar el de rra ma mien to de san gre, de -
ci dió re nun ciar.
El hom bre que ha bía des lum bra do a los pe rua nos y a los vi si tan tes
ilus tres du ran te los fes te jos del Cen te na rio, que des ple ga ba un es ti lo di -
plo má ti co y so fis ti ca do, que ha bía re si di do en Lon dres y que ha bía con -
traí do ma tri mo nio con una prós pe ra aris tó cra ta, fue re clui do jun to con
su hi jo Luis en un bar co de gue rra, el Grau. Po co des pués, Le guía y su
hi jo fue ron tras la da dos al Pa nóp ti co, en Li ma. La era de ban que tes, re -
cep cio nes y me nús des lum bran tes ha bía ter mi na do pa ra siem pre. En su
hu mi llan te ca la bo zo, pa vo ro sa men te os cu ro y hú me do, ni si quie ra le per -
mi tie ron pa la dear la co mi da de un res tau ran te que le en via ra pla tos dig -
nos, si no que fue so me ti do a la atroz co ci na de la ins ti tu ción. No se omi -
tió nin gu na acu sa ción pa ra man char su buen nom bre y su tra yec to ria
363
po lí ti ca, des de la drón y ti ra no, has ta trai ción a la pa tria. Su li bro, Yo ti -
ra no, yo la drón, que es cri bió du ran te su en car ce la mien to, re fu ta ca da uno
de los car gos. Le guía fa lle ció en el Hos pi tal de la Ma ri na, en El Ca llao,
sin nin gún ami go ni co rre li gio na rio, si no con la úni ca com pa ñía de sus
hi jos.
Ju lio Cé sar Ara na so bre vi vió a to dos sus ene mi gos. Sir Ro ger Ca se -
ment fue ajus ti cia do; Wal ter Har den burg fa lle ció diez años an tes que él;
Au gus to Le guía fue de rro ca do y mu rió en el más ab so lu to de los ol vi dos.
El 27 de agos to, cuan do los re vo lu cio na rios li de ra dos por Sán chez Ce -
rro en tra ron a Li ma, el pue blo los acla mó, co mo in ge nua men te so lían
acla mar los la ti noa me ri ca nos a quie nes de rro ca ban go bier nos, só lo pa ra
com pro bar, tiem po des pués, que era peor el re me dio que la en fer me dad.
Los miem bros del go bier no de Le guía de sa pa re cie ron co mo por ar te de
ma gia. Sin em bar go, dos pro mi nen tes lo re ta nos, Ju lio Cé sar Ara na y Vi -
cen te No rie ga del Águi la, di pu ta do por Mo ya bam ba, se pa sea ban tran -
qui la men te por las ca lles de Li ma, sin na da que te mer, ya que no se ha -
bían pre ci sa men te en ri que ci do con el go bier no de pues to.
La for tu na de Ara na se eva po ra ba. Ape nas le que da ba el cua ren ta por
cien to de lo que ha bía si do su im pe rio en el Pu tu ma yo, y el cau cho, co -
mo ma te ria pri ma, ha bía pa sa do a la his to ria. No ha bía de sa rro lla do otras
cla ses de ex plo ta cio nes, y sus re cur sos eco nó mi cos se vie ron se ve ra men -
te li mi ta dos. Su hi jo Luis se ha bía re ci bi do de in ge nie ro en mi nas en el
Mas sa chus setts Ins ti tu te of Tech no logy, vi vía en Iqui tos, y ha cía sus pri -
me ras ar mas en ne go cios que, con el tiem po, fue ron bri llan tes; na da, cla -
ro, si se lo com pa ra con la for tu na y el po der que ha bía acu mu la do su pa -
dre a prin ci pios del si glo XX. Per te ne cía a una ge ne ra ción for ma da en
uni ver si da des ex tran je ras, con una con cep ción no ta ble men te dis tin ta pa -
ra en ca rar ne go cios y lo de mos tró a lo lar go de su vi da. Pe ro la mal di -
ción ama zó ni ca tam bién lo al can za ría.
Los gran des cau che ros cre ye ron que for ma ban he re de ros que los con -
ti nua rían, sin sos pe char que con ellos con cluía el ci clo. Los Ara na, los
Mo rey o al gu nas de las cin co gran des fa mi lias que han si do pro mi nen tes
en ca da uno de los ci clos de la eco no mía ama zó ni ca, per die ron el sen ti -
do de la exis ten cia al mo rir el ca ci que, el fun da dor, el que lle va ba ade -
lan te la em pre sa: caían en la lo cu ra o en la po bre za, in ca pa ces de con ti -
nuar con la obra del pa dre.
Ro ger Rum rill Gar cía es un hom bre ama zó ni co, pro fun do co no ce dor
de la his to ria e idio sin cra sia de su me dio. Tu vi mos la opor tu ni dad de con -
364
ver sar con él en su ca sa de Li ma y va le la pe na re pro du cir aquí sus con -
cep tos:
El ca so de Ara na es em ble má ti co, y lo que aho ra se ve en la Ama zo -
nía son los es com bros. Las gran des ca sas que se ins ta lan en Iqui tos
son ca sas que se es tán pu drien do por den tro. Si bien al gu nas es tán
me dia na men te res tau ra das, la ca sa de los Mo rey se es tá pu drien do.2
Así co mo se pu dren las ca sas, se pu dren las fa mi lias y de sa pa re cen.
El tró pi co no per do na, no acep ta esas fa mi lias en do gá mi cas, esas es -
pe cies de rei na dos. La em pre sa te nía que ver con la es truc tu ra. Al fin
de cuen tas, no eran em pre sas en el sen ti do ca pi ta lis ta. ¿Qué te nía -
mos en el Ama zo nas en la épo ca del cau cho? Un sis te ma de en gan -
che pre ca pi ta lis ta. Mue re el pa trón, mue re el ba rón y mue re to do el
sis te ma. Y, tam bién, el des ti no de la fa mi lia.
A prin ci pios de la dé ca da de 1930, Ju lio Cé sar Ara na es ta ba so lo. Ha -
bía per di do su im pe rio y el di ne ro se le es cu rría de las ma nos. Só lo un
ac to he roi co, im pre vis to, po día de vol ver le lo per di do, in clu yen do el ho -
nor. Pe ro no po día ha cer lo so lo. Ha bía que jun tar a un gru po de pa trio -
tas lo re ta nos y lan zar se a re cu pe rar lo que le per te ne cía.
Ese ac to he roi co fue la To ma de Le ti cia.
La To ma de Le ti cia, el 1 de se tiem bre de 1932, fue lle va da a ca bo por
un mo des to con tin gen te de lo re ta nos, ca si to dos ellos pro ve nien tes de lo -
ca li da des ama zó ni cas co mo Pe bas y Ca ba llo Co cha. Pe rú atra ve sa ba una
de las ha bi tua les cri sis po lí ti cas ca rac te rís ti cas de las re pú bli cas his pa -
noa me ri ca nas. Des pués que el co man dan te Sán chez Ce rro de rro có al
pre si den te Au gus to Le guía, se ini ció una suer te de ca le si ta po lí ti ca, don -
de la sor ti ja ter mi nó nue va men te en ma nos del re vo lu cio na rio; du ran te
un año, Pe rú tu vo seis pre si den tes que asu mie ron de for ma pro vi so ria la
pri me ra ma gis tra tu ra: Sán chez Ce rro; el pre si den te del Con gre so; el pre -
si den te de la Cor te Su pre ma; el ar zo bis po de Li ma, y Da vid Sa ma nez
Ocam po, que op tó por con vo car a elec cio nes, ga na das por el co man dan -
te Sán chez Ce rro.
Has ta la im ple men ta ción del Tra ta do Sa lo món-Lo za no, Le ti cia era
una ciu dad pe rua na a ori llas del Ama zo nas, pró xi ma a la fron te ra con
Bra sil. El 17 de di ciem bre de 1930, fue for mal men te en tre ga da al co ro -
nel co lom bia no Luis Ace ve do To rres. Los die ci sie te mil pe rua nos que ha -
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bi ta ban la re gión de ben de ha ber que da do per ple jos. Los ine vi ta bles pro -
ble mas no tar da ron en sur gir. Co lom bia po co res pe tó los tér mi nos del
Tra ta do; del mis mo mo do que no cum plió con Ju lio Cé sar Ara na al ex -
pro piar le sus tie rras sin in dem ni za ción, de ci dió im po ner con tro les y res -
tric cio nes a la na ve ga ción, ya que to dos los bar cos que se di ri gían a Iqui -
tos de bían pa sar por es ta ciu dad. Es to sig ni fi có, sin más, un ri gu ro sí si mo
con trol ––ile gal, por cier to–– de to do lo que in gre sa ba o sa lía de Iqui tos,
ciu dad que, co mo ya he mos se ña la do, de pen día de la li bre na ve ga ción
pa ra im por tar pro duc tos de pri me ra ne ce si dad.3 Lue go co men za ron las
dis cri mi na cio nes, des de pa gar me nos a los obre ros pe rua nos, has ta la
pro hi bi ción de can tar el Him no Na cio nal pe rua no en las es cue las.
Fue en ton ces que sur gió la ten ta ción se pa ra tis ta de Lo re to que, des -
pués de to do, po co o na da ha bía re ci bi do de Li ma. Ha bía si do ex po lia -
do con de re chos adua ne ros, mal tra ta do por la in di fe ren cia que de mos -
tró el go bier no na cio nal ha cia la sa lud y la edu ca ción, dis cri mi na do
co mo si se tra ta ra de una re mo ta co lo nia. Qui zás el im pul so ini cial de
la To ma de Le ti cia no fue ne ta men te se pa ra tis ta si no só lo un me dio coer -
ci ti vo pa ra que se res pe ta ran las cláu su las de un tra ta do, una reac ción
ori gi na da en el ho nor he ri do por el mal tra to co lom bia no. Los lo re ta nos
ob je ta ban que Pe rú hu bie ra en tre ga do el Pu tu ma yo y el Tra pe cio de Le -
ti cia, un to tal de 136.173 ki ló me tros cua dra dos, a cam bio del te rri to rio
de Su cum bios, en el Al to Pu tu ma yo, que Co lom bia en tre ga ra a Ecua dor
en la se gun da dé ca da del si glo XX, lo cual ha bla a las cla ras de gra ves
irre gu la ri da des.
A los lo re ta nos, y en par ti cu lar a los ha bi tan tes de Iqui tos, no les fal -
ta ban mo ti vos pa ra ini ciar una ac ción au daz que no só lo ha ría cum plir
los tra ta dos, si no que has ta po dría de vol ver les los te rri to rios per di dos. La
pri me ra me di da or gá ni ca que to mó un aris to crá ti co gru po de iqui te ños
fue crear la Jun ta Pa trió ti ca ––pron to hu bo se ña les cla ras de que el pre -
si den te Sán chez Ce rro na da ha ría pa ra de nun ciar el Tra ta do Sa lo món-
Lo za no–– com pues ta por seis per so nas: Ma nuel Mo rey del Águi la (el cé -
le bre con de de Ta ra po to), el in ge nie ro li me ño Os car Or dó ñez, Gui ller mo
Pon ce del León, Ig na cio Mo rey Pe ña, Luis Ara na Zu mae ta, hi jo de Ju lio
Cé sar, y Pe dro del Águi la Hi dal go, ca sa do con Lily Ara na. Y es aquí cuan -
do in ter vie ne la úni ca hi ja del cau che ro que se iden ti fi có con su pa dre,
ba ta llan do jun to con su her ma no y su ma ri do en Iqui tos, apo yan do a la
Jun ta Pa trió ti ca. La so fis ti ca da se ño ri ta Ara na, que en Lon dres te nía una
ins ti tu triz pa ra ella so la y en Iqui tos no ha bla ba con aque llas ami gas que
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no do mi na ban el in glés y el fran cés, se trans for mó en una ar dien te ac ti -
vis ta y eli gió co mo ma ri do a un lo re ta no, Pe dro del Águi la Hi dal go, tan
com ba ti vo co mo ella.
El 14 de di ciem bre de 1933, mien tras una co mi sión de la Li ga de las
Na cio nes ne go cia ba en Río de Ja nei ro las con se cuen cias de la To ma de
Le ti cia, The New York Ti mes des ta có la enér gi ca con duc ta de una hi ja
de Ju lio Cé sar Ara na en la de ter mi na ción de que Co lom bia ga ran ti za ra
los de re chos y ga ran tías que el ar tí cu lo no ve no del Tra ta do otor ga ba a
los pe rua nos que ha bi ta ban la re gión del Pu tu ma yo, los cua les eran sis -
te má ti ca men te vio la dos.
Lo pri me ro que en ten die ron los pa trio tas fue que de be rían to mar una
guar ni ción mi li tar co lom bia na, fuer te men te per tre cha da. Era un ac to de
gue rra que de bía ser cui da do sa men te pla nea do, ya que las fuer zas ci vi -
les pe rua nas que in ter ven drían eran in fe rio res en nú me ro a las co lom -
bia nas: cua ren ta y ocho lo re ta nos con tra cien to vein ti sie te co lom bia nos.
Des de el ini cio, la Jun ta Pa trió ti ca se pro pu so evi tar el de rra ma mien to
de san gre y los abu sos y, en ca so de triun far, en viar de in me dia to a los
co lom bia nos apre sa dos al Bra sil. Ne ce si ta ban ar mas. Ma nuel Mo rey ofre -
ció dos cien tas ca ra bi nas Win ches ter que te nía en su fun do del río Ta pi -
che; Ju lio Cé sar Ara na, a tra vés de su hi jo Luis, en vió cua ren ta y cua tro
ca ra bi nas que fue ron re cons ti tui das por dos me cá ni cos; la ca sa Strass -
berg & Po wer su mi nis tró las ba las. El plan se lle vó a ca bo en el ma yor
de los si len cios y los con ju ra dos des pi die ron al con tin gen te que par tió de
Iqui tos el 31 de agos to a las sie te y me dia de la ma ña na en dos ba te lo tes,
un bo te a mo tor y dos ca noas. En la is la Ya hu ma se unie ron más efec ti -
vos. De ci die ron asal tar por sor pre sa a la guar ni ción mi li tar de Le ti cia a
la ma dru ga da del día si guien te.
La mo ral del gru po de be de ha ber si do al ta, ya que en un abrir y ce -
rrar de ojos to ma ron la guar ni ción, a las cin co de la ma ña na del 1 de se -
tiem bre de 1932, con un ata que sor pre sa por di ver sos flan cos. El co man -
dan te co lom bia no Luis Ace ve do To rres no tar dó en en tre gar es pa da y
ban de ra a los ata can tes. Le ti cia per te ne cía nue va men te al Pe rú.
En Iqui tos, mien tras tan to, el ner vio sis mo iba en au men to. Los Mo -
rey y los Ara na deam bu la rían con im pa cien cia por los vas tos sa lo nes de
sus re si den cias, a la es pe ra de un ca ble gra ma ci fra do ––Le ti cia po seía una
es ta ción trans mi so ra–– que con fir ma ra el triun fo de los pa trio tas. Fue en
la des lum bran te ca so na de don Luis Fe li pe Mo rey, en la ca lle Prós pe ro,
en un al muer zo con nu me ro sos in vi ta dos, que un sir vien te le acer có a
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Ma nuel Mo rey, pre si den te de la Jun ta Pa trió ti ca, en la co rres pon dien te
ban de ja de pla ta, un pa pel se lla do. Era el ca ble gra ma. El co me dor que -
dó re pen ti na men te en si len cio: ahí, so bre esa pe que ña ban de ja, en un in -
sig ni fi can te pa pel, ya cía el des ti no de Lo re to. Ma nuel Mo rey lo abrió y
le yó una críp ti ca fra se, só lo en ten di ble pa ra los ini cia dos: “Bar co bra si -
le ño pa só fren te a Le ti cia rum bo a Iqui tos. Os car”. El sa lón es ta lló en
aplau sos y vi vas: la guar ni ción de Le ti cia ha bía caí do. Pe rú ha bía re cu -
pe ra do su ho nor.
El re pu dio del Tra ta do Sa lo món-Lo za no con ti nuó cuan do po co des -
pués un gru po de pe rua nos to mó Ta ra pa cá, un puer to so bre el río Pu tu -
ma yo me nos im por tan te que Le ti cia. La ale gría, el en tu sias mo, el or gu -
llo que bro tó en el co me dor de los Mo rey al lle gar el ca ble gra ma, se
trans mi tie ron a to dos los ha bi tan tes de Iqui tos que, eu fó ri cos, se lan za -
ron a las ca lles. El pun to de reu nión, na tu ral men te, fue la Pla za de Ar -
mas, don de a las cua tro de la tar de diez mil per so nas vi va ron a los hé -
roes de Le ti cia. No fal ta ron los fo go sos dis cur sos de tres miem bros de la
Jun ta Pa trió ti ca: Ma nuel Mo rey Pe ña, Pe dro del Águi la Hi dal go y Luis
Ara na Zu mae ta.
Ju lio Cé sar Ara na no es ta ba en Iqui tos. Qui zás in tuía que nun ca más
vol ve ría al Ama zo nas, a la tie rra de su ju ven tud, a los ríos y sec cio nes
cau che ras que lo ha bían con ver ti do en el hom bre más ri co del Pe rú. Aho -
ra, en Li ma, lle va ba a cues tas sus se sen ta y ocho años, su ator men ta do -
ra ciá ti ca, una ve jez que li mi ta ba sus mo vi mien tos; pe ro te nía la com pa -
ñía de Eleo no ra y de su hi ja An gé li ca y allí es ta rían am bas has ta el fin de
sus días. A pe sar de que lo se pa ra ba una cor di lle ra de su ama do Lo re to,
ha brá sen ti do un ine quí vo co or gu llo an te la To ma de Le ti cia y de Ta ra -
pa cá, y la es pe ran za de re cu pe rar lo que ha bía lo gra do en su ju ven tud,
así fue ra ma tan do in dios y co lom bia nos. Su hi jo Luis, el bri llan te in ge -
nie ro en mi ne ría, in ten ta ba de vol ver al Pe rú ––y a su pa dre–– lo que un
pu si lá ni me pre si den te, Au gus to Le guía, ha bía re ga la do a un país ve ci no.
Pe ro Li ma, la vi rrei nal, la aris to crá ti ca, na da te nía en co mún con
aque lla sel va, ni le im por ta ba que Pe rú se des pren die ra de vas tos te rri -
to rios. En la ca pi tal pe rua na só lo in te re sa ban la ban ca, las ha cien das,
las mi nas an di nas, las con ce sio nes a em pre sas ex tran je ras. Los ama zó -
ni cos Ara na na da te nían que ver con esa so cie dad don de des co lla ban
los so fis ti ca dí si mos ––y ri quí si mos–– Gil de meis ter, Wies se, Par do y Os -
ma. Allí, Ju lio Cé sar siem pre se ría un pro vin cia no. Es cier to que su en -
cum bra do pa rien te, Víc tor Ma nuel Ara na So bre vi lla ––hi jo de Pe dro Pa -
368
blo Ara na, que fue go ber na dor de Cuz co––, vi vía en una des lum bran te
ca so na co lo nial en el ba rrio li me ño de Mi ra flo res, pe ro Ju lio Cé sar y los
su yos eran ana te ma pa ra es ta ra ma de la fa mi lia. No obs tan te, el pri mer
día de se tiem bre de 1932, el vie jo cau che ro de be de ha ber sen ti do que
la vi da no se le es ca pa ba de las ma nos, que el fin aún no ha bía lle ga do
y que ––por qué no–– Lo re to po día lle gar a se gre gar se del Pe rú y trans -
for mar se en un es ta do in de pen dien te, en el cual no re gi ría el Tra ta do
Sa lo món-Lo za no.
En Iqui tos, el pa trio tis mo ha bía al can za do al tu ras ex cel sas. Lo pri -
me ro que hi zo la Jun ta Pa trió ti ca fue em bar car rum bo a Li ma al pre fec -
to, te nien te co ro nel Je sús Hur ta do, y po ner en su lu gar al co man dan te
Isau ro Cal de rón. Lue go, te jió las im pres cin di bles alian zas con au to ri da -
des mi li ta res de Lo re to, y en vió te le gra mas al pre si den te de la Re pú bli ca
y al Con gre so de la Na ción, don de po día leer se una fra se cla ve: “Pue blos
Orien te [se re fie re al Ama zo nas] es tán re suel tos a de fen der y rein te grar
te rri to rios ce di dos a Co lom bia por la ti ra nía del on ce nio”.4 El pre si den -
te Sán chez Ce rro, al en te rar se de la To ma de Le ti cia, le en vió al pre fec -
to un ra dio gra ma en que de cía: “An te ac ti tud pa trió ti ca no ble pue blo vi -
ril men te ex te rio ri za das por ciu da da nía Lo re to, sír va se adop tar to das las
me di das que pue dan res pon der en ca so da do, man te ner in có lu me ho nor
na cio nal”.
Po co des pués, con la lle ga da de con tin gen tes mi li ta res a Iqui tos y a
Ra món Cas ti lla, fren te a Le ti cia, Pe rú es ta ba en pie de gue rra. Una jo ven
de quin ce años, Ani ta Edery Mal do na do, com pu so la Mar cha de Le ti cia
que fue pun tual men te can ta da en es cue las y en ac tos ofi cia les, a la que
si guió otra com po si ción, el Him no a Iqui tos. Es ta fa mi lia, que des cen día
de un hé roe ama zó ni co, el co ro nel Faus ti no Mal do na do, dio en aque llos
exal ta dos días otro hé roe, aún más jo ven que Ani ta. Mar cos Edery, de
on ce años, se in fil tró co mo po li zón en un bu que de gue rra y lle gó a Le -
ti cia, don de se pu so a dis po si ción de las au to ri da des mi li ta res. És tas lo
en via ron de re gre so a Iqui tos un gi do del tí tu lo de Ni ño Hé roe.
En Iqui tos rei na ban el or gu llo y la es pe ran za. Pe ro el go bier no de Bo -
go tá no pen sa ba que dar se de bra zos cru za dos. Si bien hu bo al gu na in di -
fe ren cia ini cial por par te de los co lom bia nos an te los acon te ci mien tos de
Le ti cia y de Ta ra pa cá, el 17 de se tiem bre de 1932, es ta ac ti tud cam bió
cuan do el go bier no de Li ma im pi dió que las ca ño ne ras co lom bia nas fon -
dea das en el río Pu tu ma yo se tras la da ran a Le ti cia. Eso equi va lía a una
de cla ra ción de gue rra.
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Las ar tes bé li cas ha bían cam bia do en las úl ti mas dé ca das. Las nue -
vas na ves de gue rra es ta ban do ta das de so fis ti ca dos ade lan tos y la avia -
ción se ha bía in cor po ra do a la pa no plia del mo men to. Los bi pla nos de
car lin gas abier tas, con pre ca rias ame tra lla do ras y ru di men ta rios sis te mas
pa ra lan zar bom bas eran un ar ma im pres cin di ble. Co lom bia no los te nía
y los ne ce si ta ba con de ses pe ra ción. Un in ge nie ro, Cé sar Gar cía Ál va rez,
tu vo la pa trió ti ca idea de que las mu je res con tri bu ye ran con sus al ha jas
y sus ani llos de ma tri mo nio a esa gran cau sa, ini cia ti va que plas mó en
una car ta pu bli ca da por to dos los prin ci pa les dia rios de Co lom bia: se pro -
du jo un di lu vio de alian zas ma tri mo nia les que, al ser fun di das, se trans -
for ma ron en cua tro cien tos ki los de oro. El pre si den te En ri que Ola ya He -
rre ra y su mu jer es tu vie ron en tre los pri me ros que en tre ga ron sus alian zas
ma tri mo nia les pa ra ser fun di das. Cla ro que es to no bas ta ba. La Cá ma ra
de Se na do res y de Di pu ta dos apro bó en for ma uná ni me un em prés ti to de
diez mi llo nes de dó la res pa ra ha cer fren te a los ine vi ta bles gas tos de gue -
rra. Un fre ne sí na cio na lis ta y bé li co se apo de ró de los co lom bia nos y co -
men za ron a llo ver las do na cio nes, ya que se creía que la gue rra era ine -
vi ta ble. El Joc key Club de Bo go tá do nó cin cuen ta mil dó la res; la
Aso cia ción de Es tu dian tes, diez mil; el dia rio El Tiem po, de la ca pi tal co -
lom bia na, que se trans for ma ría en el por ta voz en los me ses ve ni de ros,
mil dó la res. Has ta tal pun to lle gó es te ines pe ra do pa trio tis mo, por ejem -
plo, que a los es tu dian tes co lom bia nos en Bue nos Ai res se los no ti fi có
pa ra que re gre sa ran in me dia ta men te a su país pa ra in gre sar al ser vi cio
mi li tar.
La enor me dis tan cia en tre Bo go tá, Le ti cia y el Pu tu ma yo, la pre ca -
rie dad de las co mu ni ca cio nes, la au sen cia de ca ño ne ras flu via les y el he -
cho de con tar con die ci séis avio nes de gue rra, le otor ga ban al Pe rú una
su pe rio ri dad ini cial. ¿Qué po dían ha cer los co lom bia nos con tres des tar -
ta la dos J-2; ocho Wild X pa ra en tre na mien to, ob ser va ción y ata que; cua -
tro Os prey C-14 pa ra en tre na mien to y un Fal con O-1 de com ba te? Pron -
to lle ga ron los Jun ker de Ale ma nia, los Dor nier de Fran cia y los Hawk,
Com mo do re y Fal con de los Es ta dos Uni dos. Se sen ta y cua tro avio nes se
in cor po ra ron a la re du ci da fuer za áe rea co lom bia na. Co mo los pi lo tos
co lom bia nos ca re cían de ex pe rien cia bé li ca, se con tra ta ron pi lo tos ale -
ma nes, en tre ellos Hans Wer ner von En gel, pa ra que di se ña ran los fu tu -
ros ata ques aé reos.
Ha bía otras di fi cul ta des. Los sol da dos co lom bia nos que pro ve nían
de las al tu ras de los An des se vie ron re pen ti na men te in mer sos en el ba -
370
jo Pu tu ma yo, in fes ta do de mos qui tos, con las con si guien tes ma la ria y fie -
bre ama ri lla. Cuán tas ba jas po dían oca sio nar esas en fer me da des. Pe ro el
pa trio tis mo ce ga ba al pue blo que aca so no me día las con se cuen cias de
las en fer me da des tro pi ca les.
No era ne ce sa ria una de cla ra ción de gue rra pa ra que se li bra ran com -
ba tes: bas ta ba con la rup tu ra de las re la cio nes di plo má ti cas. Eso era lo
que ha bía su ce di do en tre Bo li via y Pa ra guay, que li bra ban en ese mo -
men to una gue rra por el Cha co que no ha bía si do for mal men te de cla ra -
da. En el ca so de Pe rú y Co lom bia las pre dic cio nes, des de el co mien zo,
pre sa gia ron la vic to ria de es te úl ti mo país. Te nía más po bla ción, un me -
jor es ta do fi nan cie ro y una si tua ción cre di ti cia in men sa men te más só li -
da que su con trin can te. Aca so lo más de ci si vo, la To ma de Le ti cia ja más
se ría apro ba da por la Unión Pa na me ri ca na, ins ti tu ción que exis tía en
aque lla épo ca. Ade más, el apo yo po pu lar al pre si den te de Co lom bia, Ola -
ya He rre ra, era su pe rior al que exis tía en Pe rú por su co le ga Sán chez Ce -
rro. Pe ro en los mo men tos ini cia les ha bía que con ta bi li zar qué fuer zas
te nía ca da país y dón de es ta ban des ple ga das, y, aquí, la ven ta ja la te nía
el Pe rú.
Los Ara na ––Ju lio Cé sar, su hi jo Luis y su hi ja Lily–– fue ron los res -
pon sa bles di rec tos de la To ma de Le ti cia y de que ese he cho se trans for -
ma ra pro gre si va men te en un con flic to bé li co. Si bien la Jun ta Pa trió ti ca
de Iqui tos in cluía a dos miem bros de la fa mi lia Mo rey y al in ge nie ro Os -
car Or dó ñez ––pro pues to por el cau che ro––, Pe dro del Águi la Hi dal go,
otro de los in te gran tes, era yer no de Ara na. Seis mi llo nes de hec tá reas
que se les es ca pa ban de las ma nos, jun to con la in cer ti dum bre que Co -
lom bia ja más in dem ni za ría al pro pie ta rio, eran mo ti vos más que su fi cien -
tes pa ra to mar las ar mas y lu char. El én fa sis que se po nía en que la to ma
de la guar ni ción co lom bia na en Le ti cia ha bía si do obra de ci vi les, des -
con cer tó, al co mien zo, al pro pio go bier no de Bo go tá, has ta que pron to
des cu brió las ver da de ras in ten cio nes del Pe rú.
En 1932, Su da mé ri ca era un con ti nen te al ta men te vo lá til, ata ca do de
mi li ta ris mo, re vo lu cio nes, com ba tes en tre paí ses ve ci nos y gue rras ci vi -
les; de lo con tra rio, la au daz ini cia ti va de la Jun ta Pa trió ti ca ––es de cir,
de los Ara na–– ja más hu bie ra en con tra do eco. Bas ta mi rar un ma pa de
la épo ca pa ra des cu brir que de las re pú bli cas que com po nían Su da mé ri -
ca, sie te re cu rrie ron a la re vo lu ción ––Ar gen ti na, Bo li via, Bra sil, Chi le,
Ecua dor, Pa ra guay y Pe rú–– y só lo dos ––Uru guay y Co lom bia–– no ha -
bían pa de ci do re vo lu cio nes en los dos úl ti mos años. Los go ber nan tes mi -
371
li ta res, más que im ple men tar re for mas be ne fi cio sas pa ra sus paí ses, de -
di ca ban to das sus ener gías a man te ner se en el po der. A es te pa no ra ma
ha bría que agre gar le el de rrum be de los pre cios de las ma te rias pri mas
––con se cuen cia de la cri sis eco nó mi ca de 1929––, de las cua les vi vía el
con ti nen te: co bre, es ta ño, ca fé, cho co la te, sa li tre, azú car y al go dón. Por
otra par te, el con ti nen te no po seía una cul tu ra de sa rro llis ta con re la ción
a los com mo di ties. Los go bier nos su da me ri ca nos, en vez de ex plo tar ellos
mis mos sus ri que zas, las da ban en con ce sión a em pre sas ex tran je ras, apli -
can do al tos im pues tos a to do lo que ex por ta ban.
Si en Bra sil se ha bía li bra do una gue rra ci vil en tre el es ta do de San
Pa blo y el go bier no cen tral, en Chi le la si tua ción po lí ti ca es ta ba a un pa -
so de otra gue rra ci vil; si Pa ra guay y Bo li via man te nían una gue rra por
el Cha co, una gue rra en tre Pe rú y Co lom bia dis ta ba de ser un he cho ex -
cep cio nal. Es to no era ig no ra do por el clan Ara na. A me di da que las ne -
go cia cio nes di plo má ti cas fra ca sa ban ––Co lom bia se ne ga ba a un ar bi tra -
je––, se guían lle gan do bar cos, ar ma men tos y avio nes. Pe rú, pa ra for zar
un ar bi tra je y la re vi sión del tra ta do Sa lo món-Lo za no, ale ga ba que die -
ci sie te mil pe rua nos que vi vían en el te rri to rio en tre ga do a Co lom bia ni
si quie ra ha bían si do con sul ta dos acer ca del tras pa so de so be ra nía, lo cual
con tra ria ba dis po si cio nes in ter na cio na les y, peor aún, que el go bier no de
Bo go tá les ha bía im pe di do emi grar al Pe rú, for zán do los a ad qui rir la ciu -
da da nía co lom bia na.
Una de las ob se sio nes de los co lom bia nos en esos días in cier tos era
el nom bre Le ti cia. Ha bía que cam biár se lo in me dia ta men te. ¿Por qué ese
im pre vis to im pul so pa ra mo di fi car un nom bre con as cen den cia ro ma na?
Por el sim ple he cho de que así se bau ti zó a la po bla ción ––cons ti tui do
ape nas por unas po cas ca sas con te cho de pa ja–– de bi do a que un jo ven
in ge nie ro pe rua no que ha bía tra ba ja do en aquel pa ra je se ha bía ena mo -
ra do de la hi ja del cón sul bri tá ni co en Iqui tos, lla ma da Le ti cia. La ini cia -
ti va no pros pe ró. A to do es to, los dos paí ses ini cia ron una ca rre ra ar ma -
men tis ta que in cluía na ves y avio nes. Co lom bia con cen tró bu ques de
gue rra en Ma naos, es pe ran do re to mar Le ti cia. Pa ra le la men te, la di plo -
ma cia in ten ta ba lle gar a un acuer do pa ra evi tar la gue rra. El Se cre ta rio
de Es ta do nor tea me ri ca no, Henry Stim son, le co mu ni có al go bier no pe -
rua no que no es ta ba de acuer do con la cap tu ra de Le ti cia, que am bos
paí ses ha bían fir ma do un tra ta do y que, si al Pe rú le preo cu pa ba el des -
ti no de quie nes ha bían ocu pa do Le ti cia y de los pe rua nos que allí re si -
dían, pro po nía una al ter na ti va: po ner ba jo el man do de Bra sil a la ciu -
372
dad, con vo car a una con fe ren cia en Río de Ja nei ro y de fi nir, en tér mi nos
pa cí fi cos, la so lu ción al di fe ren do te rri to rial. Pe rú res pon dió que la To -
ma de Le ti cia ha bía si do un ac to ci vil en el cual no in ter vi no el go bier -
no, y que, an te la des me su ra da mo vi li za ción de Co lom bia y el des ti no
omi no so que po dría es tar re ser va do a los ha bi tan tes de Le ti cia, no ha bía
te ni do más re me dio que mo vi li zar se.
Na die que co no cie ra cuá les eran los ver da de ros in te re ses en jue go y
quié nes ha bían or ques ta do la in va sión, cre yó que ha bría una so lu ción pa -
cí fi ca al pro ble ma. El es ce na rio po lí ti co pe rua no fa vo re cía los com ba tes,
la no en tre ga del te rri to rio ce di do. El pre si den te Sán chez Ce rro era mi -
li tar, ha bía lle ga do ori gi na ria men te al po der con las ar mas y, en Iqui tos,
un gru po de pa trio tas que vio afec ta dos sus in te re ses y su ho nor ha bía
da do el pun ta pié ini cial. Des de Li ma, Ju lio Cé sar Ara na for ma ba las im -
pres cin di bles alian zas con el go bier no pa ra que se de sa ta ra la gue rra que,
es pe ra ba, le per mi ti ría re cu pe rar el Pu tu ma yo. Fra ca sa das las ne go cia -
cio nes, mo vi li za dos los efec ti vos, só lo res ta ba el com ba te. El 15 de fe bre -
ro de 1933, cin co me ses y me dio des pués de la To ma de Le ti cia, se li bró
la pri me ra ba ta lla ama zó ni ca, con un in ten to co lom bia no de re cu pe rar
Ta ra pa cá, so bre el río Pu tu ma yo. Apo ya dos por ca ño ne ras que dis pa ra -
ban so bre Ta ra pa cá, los bi pla nos co lom bia nos lan za ron le ta les rá fa gas de
ame tra lla do ras y bom bas so bre las fuer zas pe rua nas. Los avia do res pe -
rua nos no se que da ban atrás, ya que el día an te rior ha bían hos ti li za do a
la Ar ma da co lom bia na. Pe ro Ta ra pa cá ca yó, aun que Co lom bia per dió
mu chos hom bres en esa ba ta lla.
En Li ma, la no ti cia co rrió co mo re gue ro de pól vo ra. Am bos paí ses
rom pie ron las re la cio nes di plo má ti cas y el pre si den te Sán chez Ce rro, tres
días des pués, el 18 de fe bre ro, lan zó un in cen dia rio dis cur so por ra dio.
En la le ga ción co lom bia na, ubi ca da en la Ave ni da Cho rri llos 502, el mi -
nis tro Fa bio Lo za no y Lo za no te mió lo peor. Sa có a su mu jer y a su hi ja
del edi fi cio, re ti ró el es cu do de Co lom bia del fren te y se pre pa ró pa ra lo
peor. Una en fu re ci da mul ti tud que vo ci fe ra ba “¡Aba jo Co lom bia!” y
“¡Muer te a Ola ya He rre ra!” (pre si den te de ese país) lle gó a la Le ga ción
a ven gar la de rro ta su fri da en Ta ra pa cá. Pe ro aquí no hu bo he roi cos avia -
do res, ni ca ño ne ras, ni sol da dos que irrum pían en el cam po ene mi go, si -
no una tur ba en ce gue ci da que no res pe ta ba le yes in ter na cio na les ni el
prin ci pio de la te rri to ria li dad de em ba ja das y le ga cio nes. Las fuer zas po -
li cia les no ac tua ron, y es ine vi ta ble su po ner que la des truc ción de la le -
ga ción co lom bia na era par te de la es tra te gia de Sán chez Ce rro. No que -
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dó un mue ble sa no, el pia no de co la que fue sal va je men te des trui do y el
pe rro del mi nis tro, des cuar ti za do. Tam po co que da ron al ha jas, pla te ría,
ni al fom bras. La tur ba no tar dó en des cu brir al mi nis tro Lo za no, que, sal -
tan do por la ven ta na, al can zó el só ta no, del cual fue res ca ta do por el pre -
fec to de Li ma.
Es te sal va jis mo de be de ha ber he cho las de li cias de Ju lio Cé sar Ara -
na, que ha brá su pues to que la gue rra con Co lom bia era im pa ra ble, que
el con flic to su bía rá pi da men te de de ci be les, y que la de rro ta de Ta ra pa -
cá era un me ro epi so dio sin im por tan cia. En esos días de má xi ma ten -
sión, el cau che ro de be de ha ber so ña do con las vie jas épo cas, con la ilu -
sión que fue el ha ber cons ti tui do la Pe ru vian Ama zon Com pany, y de
ha ber si do al gu na vez el rey del cau cho. No han que da do re gis tra dos los
te le gra mas en tre Ara na y su hi jo Luis, que es ta ba en Iqui tos, pre pa rán -
do se pa ra un even tual ata que a la ciu dad, pe ro pa dre e hi jo de ben de ha -
ber es ta do par ti cu lar men te uni dos, de sa rro llan do es tra te gias, de sean do
que el con flic to se vol vie ra gue rra abier ta. El go bier no pe rua no pro hi bió
sa lir del país a los jó ve nes en tre vein tiu no y vein ti cin co años, y las ma ni -
fes ta cio nes, las pan car tas, las le yen das pin ta das de blan co en el as fal to y
las reu nio nes po pu la res al can za ron su apo geo. Na die ha bía ol vi da do el
dis cur so pre si den cial, ni su sen ti do:
La tran qui li dad del Pe rú ha si do per tur ba da por una ex pe di ción, in -
clu yen do a nu me ro sos sol da dos opor tu nis tas, trans por ta dos en bu -
ques co lom bia nos; se ha vio la do la neu tra li dad del Bra sil al bus car
abri go en aguas bra si le ñas e ig no ran do la me dia ción que se es tá lle -
van do a ca bo, bom bar dean do a nues tros com pa trio tas en el Pu tu ma -
yo de una ma ne ra co bar de, de bi do a que nues tros com pa trio tas ha -
bían re pu dia do la na cio na li dad co lom bia na im pues ta por un tra ta do
ra ti fi ca do sin el co no ci mien to del pue blo pe rua no.
Mien tras el país, en fu re ci do por la de rro ta de Ta ra pa cá, re cla ma ba
ven gan za, el 14 de mar zo de 1933 en Ca ja mar ca, en el nor te del país
––el mis mo pun to geo grá fi co don de Pi za rro eje cu tó al in ca Ata hual pa––,
es ta lla ba una re vo lu ción li de ra da por el co ro nel Gus ta vo Ji mé nez, que
se ha bía au to ti tu la do “de le ga do na cio nal de or ga ni za cio nes re vo lu cio -
na rias y je fe su pre mo po lí ti co y mi li tar de la Re pú bli ca”. Una re vuel ta
in ter na no era lo más in di ca do pa ra de rro tar a Co lom bia. Le cos tó al
go bier no de Sán chez Ce rro una fe roz ba ta lla de cua tro ho ras de du ra -
ción, con la in ter ven ción de avio nes de com ba te. El co ro nel Ji mé nez, al
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com pro bar que su de rro ta era ine vi ta ble, se pe gó un ti ro en la sien. El
27 de mar zo, Pe rú su frió otra de rro ta en el Pu tu ma yo, al caer la for ta -
le za de Güe pí. Fue una ba ta lla cruen ta, ho rri pi lan te, con nu me ro sas
ba jas y don de la avia ción co lom bia na, que ha bía re cu rri do a pi lo tos ale -
ma nes, des ple gó sus im pe ca bles téc ni cas y ex pe rien cia. El te nien te co -
lom bia no Juan Lo za no y Lo za no, que in ter vi no en la re frie ga, de jó un
ex ten so tes ti mo nio, de es ti lo abru ma do ra men te den so y ad je ti va do, pe -
ro que da una idea ca bal de lo que pue de lle gar a ser una gue rra en la
sel va.
Es cri bo es tas lí neas des de el pe ñas co de Güe pí, en don de to da vía es -
tá im preg na do el am bien te de un den so olor de pól vo ra, cu yo hu mo
azu lo so ape nas ha em pe za do a ex tin guir se. Aquí es tán los cam pa -
men tos pe rua nos a me dias des tro za dos; ca si com ple ta men te des fi gu -
ra das por nues tra ar ti lle ría las ad mi ra bles for ti fi ca cio nes del ene mi -
go; en una pe que ña ca sa de gua dua, los pri sio ne ros en cus to dia; aquí
y allá, so bre el cam po ver de que in te rrum pe la sel va, los muer tos, los
po bres muer tos pe rua nos, pá li dos, san gran tes, trá gi ca men te con tor -
sio na dos. No he te ni do la cu rio si dad mez qui na de con tar los. No de -
be rían ja más con tar se, al mo do co mo se cuen tan las fi chas ga na das
en el azar de un jue go, es tos ig no tos ho lo caus tos de las he ca tom bes
mar cia les. La muer te es co sa sa cra que es ta pe que ña cien cia te rre ní -
si ma de la es ta dís ti ca no tie ne de re cho a pro fa nar con su ple be ya ter -
mi no lo gía.
Lo za no y Lo za no tam bién des cri bió la ar tís ti ca des tre za con que los
pi lo tos ale ma nes ata ca ban las lí neas ene mi gas.
Al mis mo tiem po nues tra es cua dri lla de avio nes vo la ba so bre el fuer -
te de Güe pí, ob je ti vo prin ci pal del com ba te. Des cri bían los avio nes
lar gos cír cu los en los ai res y de pron to se cla va ban ver ti gi no sa men -
te, co mo si, ba ti dos, no tu vie ran ya go bier no, so bre la po si ción ene -
mi ga; al lle gar a unos cien me tros del sue lo, vol vían a su bir con idén -
ti ca ra pi dez, des pués de des cri bir un es pe luz nan te án gu lo agu do; el
pun to de des cen so que da ba mar ca do por una per pen di cu lar que al
lle gar a las trin che ras re ma ta ba en una ex plo sión ho rren da. Las má -
qui nas se cru za ban unas so bre otras, se reu nían, se se pa ra ban, mon -
ta ban y des cen dían en for ma que ha cía te mer una se rie de cho ques:
aque llo pa re cía una in fer nal col me na.
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En Li ma, es ta de rro ta enar de ció más a los mi li ta res. El pre si den te,
Luis Sán chez Ce rro, de ci dió que ha bía que ha cer un des plie gue es cé ni -
co pa ra que los pe rua nos pu die ran ver a los sol da dos que par ti rían a lu -
char al Pu tu ma yo. Los in men sos es ta dios, el ine vi ta ble pal co que al ber -
ga ba al ora dor que ex ci ta ba a la mul ti tud, las ban de ras fla mean do y el
im pres cin di ble des fi le mi li tar que ha cían par te de la li tur gia pues ta en bo -
ga por el na cio nal so cia lis mo ale mán y el fas cis mo ita lia no es ta rían pre -
sen tes en el Hi pó dro mo de Li ma, el 30 de abril. Ese día, el pue blo mar -
chó ha cia el lu gar de reu nión, con un in di si mu la ble sen ti mien to pa trió ti co
y es pí ri tu fes ti vo. Qué fá cil re sul ta ba unir a to dos los ha bi tan tes del Pe -
rú cuan do exis tía la ame na za de gue rra y un país ve ci no a quien echar le
la cul pa de to dos los ma les. En rea li dad, Co lom bia no te nía res pon sa bi -
li dad al gu na de la cri sis po lí ti ca pe rua na, del sur gi mien to de un par ti do
ra di cal, co mo el APRA, y del de sas tro so es ta do de las fi nan zas pú bli cas
co mo con se cuen cia del go bier no de Au gus to Le guía. Pe ro esa ma ña na
de abril, na die re pa ró en es to.
Sán chez Ce rro lle gó a las diez de la ma ña na, en el ha bi tual au to mó -
vil des ca po ta ble, y con tem pló des de el pal co los trein ta mil sol da dos que
des fi la ron por el Hi pó dro mo de Li ma. No sa be mos si Ju lio Cé sar Ara na
es ta ba pre sen te ese día, si ocu pa ba un lu gar de ho nor, aun que es lí ci to
creer que ha bía asis ti do. Des pués de to do, ese des fi le mi li tar era lo que
más de sea ba. Só lo con las ar mas, con una gue rra sin tre gua po dría re cu -
pe rar sus in men sos do mi nios del Pu tu ma yo. Y aho ra, un in sig ni fi can te
mi li tar que se ha bía su ble va do en Are qui pa, que ha bía de rro ca do a su
odia do Le guía, se ha bía trans for ma do en pre si den te del Pe rú y que ría ir
a la gue rra con Co lom bia. Ara na es ta ba de pa ra bie nes. Aun que no hu -
bie ra una vic to ria de ci si va de nin gu no de los ban dos, las ne go cia cio nes
di plo má ti cas ter mi na rían fa vo re cién do lo. Una de las fi chas en jue go, en
el mo men to de ne go ciar, se ría el Pu tu ma yo, ya fue ra la po se sión del mis -
mo o una in dem ni za ción con si de ra ble.
Pe ro en un ins tan te los acon te ci mien tos die ron un gi ro de cien to
ochen ta gra dos. Al aban do nar Sán chez Ce rro el des fi le, en com pa ñía de
su pri mer mi nis tro J. M. Man za ni lla, sa lu dan do al in con te ni ble pue blo
des de su au to mó vil des ca po ta ble, un miem bro del par ti do Apris ta, Al ber -
to Men do za ––apa ren te men te un co ci ne ro––, ex tra jo un re vól ver, le apun -
tó al pre si den te y dis pa ró dos ti ros. Uno le dio en el bra zo, otro, en ple no
co ra zón. Diez mi nu tos des pués, Luis Sán chez Ce rro fa lle cía. El pá ni co,
el des con cier to y la fu ria se vol vie ron in con te ni bles en el hi pó dro mo: el
376
ase si no fue li te ral men te des cuar ti za do, la po li cía co men zó a dis pa rar y
hu bo va rias muer tes. No fue só lo el fin de un pre si den te, si no el de la gue -
rra con Co lom bia.
Tam bién, el oca so de fi ni ti vo de Ju lio Cé sar Ara na.
El ase si na to del pre si den te Sán chez Ce rro de be de ha ber le qui ta do al
cau che ro to da es pe ran za de re cu pe rar su im pe rio. Ha brá pre sen ti do que
la To ma de Le ti cia y sus de ri va cio nes ha bían si do en va no. No se equi -
vo có. El nue vo pre si den te del Pe rú, el ge ne ral Os car Be na vi des, pu so pa -
ños fríos a la con tien da y so me tió a una co mi sión apro ba da por am bos
paí ses el pro ble ma de Le ti cia. Se ría ex ce si vo por me no ri zar la ne go cia -
ción, pe ro bas te de cir que el Pu tu ma yo ––y Le ti cia–– vol vie ron a Co lom -
bia y si guen ba jo su do mi nio has ta nues tros días. Las ca ño ne ras, los bi -
pla nos, las tro pas que da ron re pen ti na men te pa ra li za dos, y la vi da de Ju lio
Cé sar Ara na del Águi la Hi dal go se des li zó ha cia un irre me dia ble ol vi do.
Nun ca más vol ve rían las ad qui si cio nes vio len tas en los ríos Iga ra pa ra ná
y Ca ra pa ra ná, ni ha bría es cán da los en Lon dres ni tam po co ––más tris te
aún–– su for tu na. Co lom bia ja más lo in dem ni za ría y só lo le que da ban al -
gu nas pro pie da des en Iqui tos que, con se gu ri dad, ha brá ido ven dien do.
Tam po co tu vo el be ne fi cio de una muer te opor tu na, lo cual le hu bie ra
evi ta do caer en la po bre za, en el de te rio ro fí si co y en otras amar gu ras que
le tra jo su hi jo Luis; por el con tra rio, vi vi ría ca si vein te años más sien do
ape nas la som bra de una le yen da. El cau cho ha bía de ja do de ser la ma -
te ria pri ma ca paz de otor gar in sos pe cha das ri que zas, el oro ne gro que le
per mi tía te ner a jue ces y fun cio na rios a sus pies. Aho ra ten dría que en -
ca rar su des ti no y el de Eleo no ra y sus hi jas, sin re cur sos.
Mien tras se de ci día el des ti no fi nal de sus ex pro pia das tie rras del Pu -
tu ma yo, se de di có bre ve men te a di ri gir un la va de ro de oro en un afluen -
te del río Ma ra ñón, ini cia ti va que fue de cor to al can ce y pa ra na da ren -
ta ble. Y aquí es cuan do en tra en es ce na un per so na je pa ra al gu nos
si nies tro, há bil co mer cian te, due ño de in nu me ra bles pro pie da des en Iqui -
tos y que le ha bía ad qui ri do a Oto niel Ve la el des lum bran te Ho tel Pa la -
ce de esa ciu dad. Se tra ta del ju dío mal tés Víc tor Is rael, que ter mi nó que -
dán do se con lo que res ta ba de la for tu na de Ara na que, con tra ria men te
a lo que el pro pio cau che ro su po nía, no era po ca. En 1939, Ju lio Cé sar
Ara na le ven dió a Is rael por tres cien tos mil so les ––apro xi ma da men te
cua ren ta mil dó la res–– sus su pues tos do mi nios del Pu tu ma yo. Is rael le
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ven dió al go bier no de Bo go tá, a tra vés del Ban co Agrí co la Hi po te ca rio
de Co lom bia, to da la do cu men ta ción de la Ca sa Ara na en dos cien tos mil
so les y, en 1964, la Ca ja Agra ria co lom bia na abo nó los cien to se sen ta
mil dó la res res tan tes a Víc tor Is rael. Cier tas ver sio nes afir man que al gu -
nos he re de ros de Ara na, que ya ha bía fa lle ci do, co bra ron par te de ese
di ne ro.
Otras ver sio nes ver ná cu las afir man que la tran sac ción no fue tan
trans pa ren te y que, en rea li dad, Ju lio Cé sar Ara na fue es ta fa do. Se gún es -
ta va rian te, Ara na le fir mó un po der ge ne ral de dis po si ción a Is rael, pa -
ra que ne go cia ra con un gru po em pre sa rio nor tea me ri ca no in te re sa do en
la ad qui si ción de sus an ti guas tie rras en tre los ríos Pu tu ma yo y Ca que tá,
po si bi li dad na da dis pa ra ta da por que ya he mos vis to que se con tem pla -
ban po si bles in ver sio nes nor tea me ri ca nas en la re gión, si se abría un ca -
mi no ha cia el Pa cí fi co. Pe ro Is rael ––que, se gún se afir ma, se es pe cia li za -
ba en tran sac cio nes es pu rias–– se las ven dió a Co lom bia; al en te rar se el
hi jo del cau che ro, Luis Ara na Zu mae ta, par tió en fu re ci do a bus car lo a
su ca sa. Un miem bro de la fa mi lia Mo rey re ve ló al au tor que, ha ce mu -
chos años, se ha bía en fren ta do con es te co mer cian te que com pra ba cré -
di tos fal sos y, en su ca so en par ti cu lar, co rres pon dien tes a su abue lo y ya
can ce la dos. El ob je ti vo de Pi chi co Is rael era apo de rar se de las se ten ta
pro pie da des que los Mo rey aún te nían en Iqui tos por la ri dí cu la su ma de
dos mi llo nes de so les.
Sea cual fue re la ver dad, el he cho es que Ju lio Cé sar Ara na, que ya
ha bía cum pli do los se ten ta y cin co años, se que dó sin un cen ta vo. Se fue
a vi vir a Mag da le na del Mar, so bre la cos ta del Pa cí fi co, un ba rrio de cla -
se me dia sin las des lum bran tes re si den cias de la Ave ni da Are qui pa o de
San Isi dro, a una ca sa mi se ra ble si la com pa ra mos con otras que ha bi tó:
un te rre no de 6,30 por 33 me tros, ubi ca do en el ji rón Eche ni que 289. La
mo des ta ca sa era de una plan ta, te nía dos dor mi to rios, un co me dor, un
ba ño y una co ci na que da ban a un pa tio in te rior y, en la en tra da, un pe -
que ño es cri to rio. El edi fi cio ya no exis te más y en su lu gar se ha cons trui -
do una ca sa mo der na. Le que da ban Eleo no ra y su hi ja An gé li ca, pe ro di -
fí cil men te los ami gos de Iqui tos lo vi si ta ran en el ji rón Eche ni que. El
hom bre más im por tan te de Iqui tos, que ha bía si do due ño de ca si seis mi -
llo nes de hec tá reas en el Pu tu ma yo, que ha bía vi vi do en Eu ro pa co mo
un rey, ter mi na ba sus días en ese ba rrio ho rri pi lan te, en una ca sa ver gon -
zo sa. El Ama zo nas le iba a co brar otra deu da, tal vez más do lo ro sa que
la pér di da de su po der y de su for tu na.
378
Luis Ara na Zu mae ta, úni co hi jo de Ju lio Cé sar, iba ca mi no a con ver -
tir se en un prós pe ro em pre sa rio. A prin ci pios de la dé ca da de 1940, ya
ori llan do los cua ren ta años, to mó la de ci sión de ca sar se. La elec ción re -
ca yó en Emi lia Ra mí rez Ruiz, una jo ven de Iqui tos, hi ja de una sir vien -
ta. La fa mi lia Ara na cre yó que no me re cía tan ta ver güen za. En aque lla
ciu dad, los ca sa mien tos se ha cían en tre los miem bros de las vie jas fa mi -
lias; cuan do al gún jo ven aris to crá ti co de ena mo ra ba, in va ria ble men te era
de una Mo rey, de una Her nán dez, de una Del Águi la, o de una Pe ña, por
nom brar a las más re le van tes. Ni los rue gos de su pa dre, ni de Eleo no ra,
ni de su her ma na Lily, que vi vía en Iqui tos, pu die ron con ven cer lo. Pa ra
Lily, de be de ha ber si do par ti cu lar men te hu mi llan te, ya que de bía pa de -
cer el cas ti go in si tu, a di fe ren cia de sus pa dres y de su her ma na An gé li -
ca, que go za ban, en Li ma, del be ne fi cio del ano ni ma to.
Pe ro ese no fue el úni co cas ti go que re ci bió el le gen da rio Ara na. Su hi -
jo Luis le dio un nie to, Luis Ara na Ra mí rez, el úni co des cen dien te de una
fa mi lia le gen da ria, a quien no veía por la opo si ción que ha bía he cho a ese
ca sa mien to. Vie jo, po bre, fí si ca men te de te rio ra do ya que en sus úl ti mos
años ni si quie ra po día ca mi nar, ha brá an he la do co no cer a ese nie to que
lle va ba su san gre. Eleo no ra tam bién ha brá sen ti do esa lla ga. Nun ca se
sa brá si al gu na vez lo vie ron, ya que no exis te al guien que pue da ates ti -
guar lo. Cuan do el ni ño cum plió ocho años en fer mó de po lio mie li tis y fue
tras la do a una clí ni ca es pe cia li za da de Li ma. So bre vi vió, pe ro es tu vo con -
de na do a es tar to da su vi da en una si lla de rue das, en Li ma, cui da do por
su ma dre; su pa dre, en cam bio, al ter na ba en tre Iqui tos y Li ma de bi do a
que fue va rias ve ces al cal de de la ca pi tal de Lo re to y que ha bía crea do una
exi to sa com pa ñía im por ta do ra-ex por ta do ra de no mi na da Su ra mé ri ca.
Los años fue ron pa san do pa ra Ju lio Cé sar Ara na. Na die se acor da ba
de él y el le gen da rio Pu tu ma yo y el cau cho for ma ban par te de una his to -
ria re mo ta. Li ma ha bía pro gre sa do; los vue los de Pa na gra lle ga ban a Li -
ma tam bo y el ser vi cio aé reo con Iqui tos se ha bía vuel to ca si co ti dia no.
Quién es cu cha ría a un an cia no re la tar lo que sig ni fi ca ba un via je de Iqui -
tos a la ca pi tal pe rua na en su ju ven tud, cuan do ha bía que atra ve sar los
An des a lo mo de mu la. Ju lio Cé sar Ara na no fi gu ra ba en tre los hé roes
del Pe rú, ni tam po co en tre los in fa mes. Sim ple men te, se ha bían ol vi da -
do de su exis ten cia. Po si ble men te, el úl ti mo re tra to que al guien hi zo de
él, fue pa ra dó ji ca men te cua tro días des pués de su fa lle ci mien to, en una
no ta ne cro ló gi ca pu bli ca da por el dia rio El Co mer cio, de Li ma, el 11 de
se tiem bre de 1952, fir ma da por J. L. R.
379
Era ya un oc to ge na rio cuan do lo vi, por úni ca vez, en su ca sa pe que -
ña de la Mag da le na. Me lle vó has ta allí el ejer ci cio de mi prác ti ca
pro fe sio nal. Se tra ta ba de lle var ade lan te de ter mi na da di li gen cia ju -
di cial. La mam pa ra de la sa la se abría so bre el pe que ño ves tí bu lo. Al -
guien abrió la puer ta de una sa li ta mo des ta con su par vo ajuar. Qué
le jos es ta ban aque llas no ches opu len tas de Ma naos e Iqui tos, cuan -
do des de el hon dón de la sel va se im po nían las co ti za cio nes del oro
ne gro en las bo lsas co mer cia les de New York, Pa rís y Lon dres. Aún
no ha bía lle ga do su brep ti cia men te has ta Ma la sia la se mi lla de la
ri ca plan ta y cir cu la ban en el mun do, trans por tan do a los in ver sio -
nis tas, los fas cí cu los de la “Com pa ñía Pe rua na del Ama zo nas”, que
es ta ble ció “cua ren ta y cin co cen tros de re co lec ción de cau cho, ro -
dea dos de tie rras cul ti va das con una po bla ción de unos cua ren ta mil
in dios”.
Cuan do se nos in vi tó a pa sar al es cri to rio, vi mos al fon do de la ha -
bi ta ción mal ilu mi na da una som bra enor me. Las ven ta nas tea ti nas
es ta ban ce rra das. Se per ci bía to do con fu so un es cri to rio de cor ti na,
li bros, cua dros, vie jos ar ma rios. Es ta ba sen ta do en un si llón ba jo,
cu bier tas las pier nas con una man ta de la na. El bus to her cú leo es -
ta ba ya caí do ha cia de lan te. La ca be za grue sa y el cue llo cor to, las
fac cio nes co mo ta lla das en pie dra. Unas an ti pa rras ne gras le cu brían
los ojos. Qui so le van tar se en se ñal de cor te sía, le ro ga mos no lo hi -
cie ra. A su la do éra mos co mo pig meos. Sin po ner se de pie veía mos
su ros tro al ni vel de nues tra es ta tu ra. Des bor da ba el cua dro mo des -
to de la ha bi ta ción ce rra da. Se le hu bie ra que ri do ver so bre un fon -
do de ar bo le da di fu mi na da, en tre agraz co mo gar gan tas, al fin del
cual apa re cie ran le ja nos ho ri zon tes des va ne ci dos en cen da les de
nie bla.
Nos fa ci li tó to do cuan to fue ne ce sa rio. Una ex pli ca ción bre ve y cap -
tó la esen cia del pro ble ma. Dic tó al es cri ba no si len cio so que em pe -
zó a sen tar el ac ta. Hu bo un mo men to lue go de la lec tu ra, en que
mos tran do de sa cuer do con los tér mi nos que em plea ba el es cri ba no
di jo dos pa la bras pre ci sas e im pe rio sas: ¡Así no! Des pués, mien tras
sus ojos per se guían la luz en la cla ri dad eva nes cen te, di jo al gu nas fra -
ses cor te ses y nos des pi dió.
Era una som bra de aquel tre men do ca pi tán de aven tu ra cu yo es ce na -
rio fue ron las mi llo nes de hec tá reas de su con ce sión en la mon ta ña.
Eleo no ra tam bién ha bía en ve je ci do: era tres años ma yor que su ma -
ri do. El pro ble ma con los muer tos ci vi les, ca te go ría en la cual ha bían caí -
380
do los Ara na, es que vi ven en una suer te de os tra cis mo. La po bre za, los
es cán da los del Pu tu ma yo y el ais la mien to ter mi na ron trans for mán do los
en dos se res pa té ti cos, ol vi da dos por el mun do, sal vo por sus hi jas. Ju lio
Cé sar, en sus úl ti mos años, ya ni po día le van tar la ca be za en sen ti do li -
te ral: con de na do a es tar en un si llón, con la ca be za ga cha, ha brá per di -
do pro gre si va men te el con tac to con el pe que ño mun do que lo ro dea ba.
Aca so ya na da sen tía, y esa fal ta de sen ti mien tos, de me mo ria, uno de
los du do sos be ne fi cios de la de cre pi tud, lo man tu vo con vi da. Su ago nía
de bió ser par ti cu lar men te pe no sa. No exis tían las sa las de te ra pia in ten -
si va y, de ha ber exis ti do, no hu bie ran te ni do con qué pa gar las. Ni dis po -
nían de en fer me ras en tre na das. Eleo no ra, con sus no ven ta y un años a
cues tas, po co po día ha cer por su ma ri do. Qui zás es cu cha ba sus ge mi dos,
su tos per sis ten te en el dor mi to rio con ti guo, pe ro es ta ba en su pro pio
mun do, li be ra da fi nal men te de los afec tos, de la ver güen za, del som brío
fu tu ro. Los úl ti mos días de Ju lio Cé sar Ara na ca re cie ron de las vi si tas
ilus tres y pe rio dis tas en la puer ta es pe ran do el de sen la ce que se re ser van
pa ra hom bres tras cen den tes. Aca so ni si quie ra lle gó a la men tar el te ner
que mo rir en una ca sa in sig ni fi can te en Mag da le na del Mar y no en los
es plen do res de Iqui tos. Qué di fe ren te hu bie ra si do ago ni zar en la vie ja
ca so na de la ca lle Prós pe ro, con el ine vi ta ble des fi le de ami gos y co no -
ci dos.
El do min go 7 de se tiem bre de 1952, Li ma ama ne ció po si ble men te
sin sol, con el om ni pre sen te man to de nu bes que la cu bre has ta la lle ga -
da del ve ra no. El ji rón Eche ni que, don de vi vían los Ara na, de sem bo ca
en un acan ti la do des de don de se do mi na el océa no, ese día cu bier to por
la es pe sa bru ma. El ba rrio de be de ha ber si do la ima gen mis ma de la so -
le dad, ya que, hoy en día, cau sa esa im pre sión. Ima gi ne mos, en ton ces,
lo que se ría a co mien zos de la dé ca da de 1950. Ju lio Cé sar Ara na ha bía
in gre sa do en la ago nía fi nal: na da se lle va ba del Ama zo nas, ya que to do
lo ha bía per di do. La in men sa for tu na, el po der ca si ili mi ta do, la irre fre -
na ble au da cia y la so li dez de un ca rác ter que ja más des fa lle ció eran par -
te de su pa sa do. A las cin co y me dia de la tar de, en el ji rón Eche ni que
289, en Mag da le na del Mar, fa lle ció Ju lio Cé sar Ara na del Águi la Hi dal -
go, que ha bía si do el hom bre más ri co del Pe rú. Na die se en te ró de su
muer te, por que to dos des co no cían su exis ten cia. El dia rio El Co mer cio,
de Li ma, en su edi ción del 9 de se tiem bre de 1952, pu bli có en la sec ción
De fun cio nes un mo des to avi so fú ne bre, que fue el úni co tes ti mo nio de
su muer te.
381
La es po sa, hi jos e hi jos po lí ti cos y de más miem bros de fa mi lia del
que en vi da fue
JU LIO CÉ SAR ARA NA ÁGUI LA HI DAL GO
(Q. E. P. D.)
tie nen el sen ti mien to de par ti ci par su fa lle ci mien to, acae ci do el día
do min go sie te del pre sen te a las 5.30 p.m., con los au xi lios de la San -
ta Re li gión. El se pe lio se rea li za rá el día mar tes a las 11 a.m., Mag -
da le na del Mar, ji rón Eche ni que nú me ro 289.
Li ma, 8 de se tiem bre de 1952.
El jue ves 11 de se tiem bre, el mis mo dia rio pu bli có otro avi so fú ne -
bre. “El Cen tro So cial Mo yo bam ba cum ple con el de ber de par ti ci par el
pe no so y sen si ble fa lle ci mien to del que fue se ñor Ju lio C. Ara na, ex se -
na dor de la Re pú bli ca y es cla re ci do ciu da da no del Orien te Pe rua no”. Va -
le la pe na se ña lar que de esa ins ti tu ción pro vi nie ron los gran des cau che -
ros y po lí ti cos de Lo re to.
Pe ro el Pe rú no lo ha bía ol vi da do. No sa be mos quié nes asis tie ron al
en tie rro en Pres bí te ro Maes tro, el vie jo ce men te rio de Li ma, pe ro los
prin ci pa les dia rios de la ca pi tal pe rua na men cio na ron su fa lle ci mien to,
de di cán do le am plios es pa cios, so no ros tí tu los y la co rres pon dien te fo to -
gra fía. La Pren sa, en su edi ción del 11 de se tiem bre, pu bli ca el ex ten so y
flo ri do dis cur so del le gis la dor Hum ber to del Águi la, úni co ora dor en el
en tie rro, que es una mues tra per fec ta de la ne ga ción. Va le la pe na re pro -
du cir uno de sus pa sa jes:
Si eso fue se to do, con ser mag ní fi co, Ju lio C. Ara na no se ría si no uno
de los gran des do mi na do res del es pa cio, uno más en tre los por ten -
to sos hom bres de em pre sa. Pe ro hay al go que mag ni fi ca su la bor. Al -
go que le da a su obra un se llo de gran de za. Al go que lo con vier te en
una gran fi gu ra na cio nal y que ins cri be su nom bre en las pá gi nas de
nues tra his to ria: su pa trio tis mo, su sen ti do de pe rua ni dad.
El ora dor se equi vo có, co mo tam bién quie nes re dac ta ron las loa bles
no tas ne cro ló gi cas, don de se ne gó con per sis ten cia que hu bie ra co me ti -
do al gún cri men y se in sis tió en que las acu sa cio nes que ca ye ron so bre
382
él fue ron obra de sus ene mi gos. La his to ria no co lo có a Ju lio Cé sar Ara -
na en tre los hé roes del Pe rú, ni tam po co en tre sus cri mi na les.
Fue mu cho más cruel: lo con de nó al ol vi do.
NO TAS
1 Se tra ta de Luis Ara na Ra mí rez, hi jo de Luis Ara na Zu mae ta, a quien tu vi mos
la opor tu ni dad de co no cer, en Li ma, en 2004, en su ca sa del ba rrio de Sur co.
2 Ase ve ra ción ri gu ro sa men te cier ta, ya que pu di mos com pro bar, en Iqui tos, el
es ta do de de ca den cia de la vie ja ca sa co mer cial Mo rey, en la es qui na de Prós pe ro
y
Bra sil.
3 Es ta de pen den cia flu vial fi na li zó en 1940, al con cluir se la ca rre te ra Li ma-Pu -
call pa.
4 Se de no mi nó on ce nio al pe río do en el que go ber nó Au gus to Le guía, de 1919 a
1930, es de cir, on ce años.
383
Epí lo go
La muer te de Ju lio Cé sar Ara na no con clu yó con la his to ria de su fa -
mi lia, ni con la tra ge dia y el opro bio que la per si guie ron co mo una mal di -
ción en dé ca das pos te rio res. El vie jo cau che ro ha bía par ti do pa ra siem pre.
Pe ro que da ba su hi jo, Luis Ara na Zu mae ta. Ya se ña la mos que, a par tir de
su ca sa mien to con Emi lia Ra mí rez Ruiz, se ale jó de su fa mi lia y se de di có
a los ne go cios y a la po lí ti ca. Ya se ha bía ini cia do en es tas úl ti mas li des
cuan do in te gró la Jun ta Pa trió ti ca, en 1932, y fue uno de los res pon sa bles
de la To ma de Le ti cia. En Iqui tos, ciu dad don de vi vía y de la que fue al -
cal de nue ve ve ces, mon tó una com pa ñía de ex por ta ción-im por ta ción,
pros pe ró en los ne go cios y ama só una con si de ra ble for tu na. Car ga ba una
cruz que no te nía re la ción con el cau cho, con los in dios ni con las atro ci -
da des: su hi jo Luis, que vi vía en Li ma con su ma dre, es ta ba con de na do a
es tar de por vi da en una si lla de rue das, con se cuen cia de la po lio mie li tis.
Na die re cor da ría a Luis Ara na Zu mae ta de no ha ber to ma do, en
1968, una de ci sión trá gi ca. Hu bie ra en gro sa do la lis ta de al cal des de la
ciu dad, cu yos re tra tos al óleo ador nan las pa re des de la Bi blio te ca Mu -
ni ci pal de Iqui tos, en el Par que Zo nal, y don de se des cu bre a su pa dre,
que tam bién fue al cal de, y a Víc tor Is rael. Sien do al cal de, un me dio día,
en la tran qui li dad de su ca sa, se dis pa ró un ti ro en la sien. Exis ten dis tin -
tas ver sio nes so bre su muer te, pe ro qui zá la más creí ble es la de Ro ger
Rum rill Gar cía, que vi vía en Iqui tos por en ton ces y a quien ya he mos
men cio na do en es te li bro. Rum rill Gar cía era maes tro en aque llos años
y le avi sa ron te le fó ni ca men te a la es cue la que el al cal de se ha bía sui ci -
da do; co rrió a la ca sa de Ara na, en la ac tual ca lle Tac na, y pu do ver lo,
co mo tam bién con fir mar que se ha bía dis pa ra do en la sien.
A di fe ren cia de su pa dre, de co lo sal es ta tu ra, Luis era ba jo, de piel
blan ca, y, co mo di cen en la Ama zo nía, de ras gos eu ro peos. Era ás pe ro,
385
ina bor da ble pa ra los pe rio dis tas y mar ca da men te aris co, lo cual no le
va lió la sim pa tía de la pren sa y de la ra dio iqui te ñas. El de to nan te de su
sui ci dio fue un he cho de po ca re le van cia pe ro que hi zo que se abrie ran
com puer tas tur bu len tas de su per so na li dad que ter mi na ron sien do in -
con tro la bles. Se tra tó de su de ci sión, sien do al cal de, de cor tar los ár bo -
les de man go de la Pla za 28 de Ju lio, una de las más im por tan tes de la
ciu dad, lo cual con du jo a que un po pu lar pe rio dis ta ra dial de la épo ca,
Luis Bar ba ran Tou llier, lo lla ma ra sis te má ti ca men te “ar bo ri ci da”.1 La
cam pa ña du ró va rias se ma nas y, de for ma mis te rio sa, ac ti vó en el al cal -
de Ara na el me ca nis mo de la au to des truc ción. Otros sos tie nen que su
muer te vo lun ta ria fue la con se cuen cia de un ne go cia do con ce men to, y
que pen día so bre su ca be za la ho rren da po si bi li dad de ir pre so. Co mo
sea, ha bría que atri buir su muer te a una per so na li dad de pre si va, al te -
ra da, im po si ble de de ve lar. Po de mos su po ner que más de una vez ha brá
es cu cha do que su pa dre era un ase si no, a lo que ha bría que agre gar la
pér di da del Pu tu ma yo, el des pre cio de su fa mi lia por su mu jer y la en fer -
me dad in cu ra ble de su hi jo. Pe ro és tas son ape nas ca pas que en vuel ven
un nú cleo neu ró ti co que na die pue de pre ci sar.
Lily Ara na y su ma ri do, Pe dro del Águi la Hi dal go, de ja ron Iqui tos
cuan do él fue nom bra do se na dor por Lo re to y se ins ta la ron en Li ma en
la dé ca da de 1950. Lle gó el día en que de bie ron vi vir de una ju bi la ción
y el ex se na dor com pró una vi vien da en un ba rrio de no mi na do Ig na cio
Me ri no, que es ta ba le jos de los es plen do res de Mi ra flo res o de San Isi -
dro. “Has com pra do una ca sa po pu lar”, le re cri mi nó Lily. No tu vie ron
hi jos, pe ro su em plea da, Ma ría, tu vo dos, de quie nes el ma tri mo nio Del
Águi la Hi dal go fue pa dri no. Na da más su ce dió en la vi da de Lily Ara na,
a ex cep ción que de bió su frir el ro bo de sus jo yas, esos ob je tos que aún la
co nec ta ban con el pa sa do. En 1964, el dia rio El Co mer cio, de Li ma, pu -
bli có un ar tí cu lo so bre Ju lio Cé sar Ara na, don de lo ca li fi ca ba co mo “el
hom bre que de fen dió al Pe rú con su pro pio ejér ci to” (se re fe ría a la ame -
na za co lom bia na), lo que mo ti vó una car ta de agra de ci mien to de sus dos
hi jas, An gé li ca y Lily Ara na. En rea li dad, una de las me jo res de fi ni cio nes
de Ju lio Cé sar Ara na la hi zo un fran cés, el an tro pó lo go An dré-Mar cel
d’Ans, en L’A ma zo nie pé ru vien ne in di gè ne. Anth ro po lo gie éco lo gi que,
eth no-his toi re, pers pec ti ves con tem po rai nes. “El ta len to de Ara na, su ge -
nio, es que sien do pe rua no ex plo tó tie rras co lom bia nas, con ca pi ta les in -
gle ses, ex por tan do el cau cho por el Bra sil.” Lily y An gé li ca Ara na de ja -
ron es te mun do con más pe na que glo ria. La or gu llo sa se ño ra de Del
386
Águi la Hi dal go, la re vo lu cio na ria de 1932, pa só sus úl ti mos años en com -
pa ñía de sus hi jos adop ti vos y de las po cas ami gas que le que da ban. An -
gé li ca se re fu gió en los li bros y fue una in sa cia ble lec to ra has ta el úl ti mo
de sus días.
Só lo que da ban, en Li ma, Luis Ara na Ra mí rez ––úni co hi jo de Luis
Ara na Zu mae ta–– y su ma dre, Emi lia Ra mí rez Ruiz, que ha bían he re da -
do una cuan tio sa for tu na a par tir del sui ci dio del al cal de, pro pie ta rio de
la Su ra mé ri ca y due ño, a la vez, de nu me ro sas pro pie da des en Iqui tos.
Vi vían en una im por tan te ca sa en Sur co, en la ca lle La Flo res ta, y se tras -
la da ban en un des lum bran te Mer ce des Benz. La ma dre cui da ba per ma -
nen te men te a su hi jo, al que lla ma ba Bi bi y to do ha cía pre su mir que ellos
es ta ban li bres de cual quier mal di ción ama zó ni ca. Des pués de to do, qué
cul pa te nían de los es cán da los del Pu tu ma yo, de las atro ci da des. Ya ha -
bían pa ga do con la po lio mie li tis de Luis.
El 27 de se tiem bre de 2002, Li ma se des per tó ho rro ri za da. El Ca nal
5 de te le vi sión, en el pro gra ma Pe rú hoy, mos tra ba imá ge nes des me su -
ra da men te ma ca bras de Luis Ara na Ra mí rez y de su ma dre, Emi lia Ra -
mí rez Ruiz. Quie nes veían el pro gra ma no sa bían quié nes eran esa an -
cia na ni ese hom bre ave jen ta do, pos tra do en una si lla de rue das, que
vi vían en el más atroz aban do no, en la más ab yec ta mi se ria, co mo si hu -
bie ran si do de ja dos de la ma no de Dios. La úni ca nue ra del rey del cau -
cho ya cía pos tra da en una ca ma, en una ha bi ta ción in mun da ates ta da
de ba su ra has ta lo ini ma gi na ble, sin sa ber quién era ni qué su ce día en
tor no su yo y, mu cho me nos, que una cá ma ra de te le vi sión la es ta ba gra -
ban do. Las imá ge nes con for ma ban una ga le ría del ho rror que es pan tó
a los li me ños, no por que hu bie ran sa bi do quién fue Ju lio Cé sar Ara na y
que esa era su úni ca des cen den cia ––en rea li dad, la in men sa ma yo ría ig -
no ra ba la exis ten cia pre té ri ta de un rey del cau cho y de trein ta mil in -
dios muer tos–– si no por que re sul ta ba inex pli ca ble que una ma dre y su
hi jo, que vi vían en un ba rrio re si den cial, hu bie ran caí do en ese pa vo ro -
so aban do no.
La cá ma ra de te le vi sión se re go deó con la mi se ria. En los um bríos pa -
si llos se amon to na ba más ba su ra; la co ci na mos tra ba es pe sas te la ra ñas y
ar te fac tos oxi da dos; un vie jo te le vi sor con el di se ño de la dé ca da del 50
se des cu bría, so li ta rio, en una pe que ña sa la; el ba ño era de una mu gre
in ve ro sí mil: ade más de la su cie dad, los ar te fac tos sa ni ta rios ni si quie ra
hu bie ran si do acep ta dos en un ba su ral, y se mez cla ban con sar te nes y ca -
ce ro las. En el ga ra ge, el vie jo Mer ce des Benz ha bía si do ata ca do por el
387
óxi do has ta que dar irre co no ci ble. La ener gía eléc tri ca ha bía si do sus pen -
di da ha cía tiem po y ese es ce na rio es ta ba ín te gra men te ilu mi na do con ve -
las. Des de su si lla de rue das, Luis Ara na Ra mí rez pe día que al guien fue -
ra a cui dar los, co mo si la pa rá li sis que le ha bía afec ta do las pier nas en su
ni ñez se hu bie se ex ten di do a su vo lun tad y a su ra cio ci nio. En rea li dad,
fue un gru po de ve ci nos que dio avi so a la po li cía pa ra que ayu da ra a esa
inu sual pa re ja que co rría el pe li gro de mo rir de ina ni ción.
Las au to ri da des po li cia les lle ga ron acom pa ña das por una am bu lan -
cia y en fer me ros, y tam bién por las cá ma ras de te le vi sión que mos tra ron
has ta el más ho rro ro so de los de ta lles. Al le van tar la de la ca ma a Emi lia
Ra mí rez Ruiz de Ara na pa ra tras la dar la a la am bu lan cia, far fu lló al gu nas
pa la bras: re pe tía una y otra vez, con or gu llo, que su ma ri do ha bía si do
“in ge nie ro en mi nas y pe tró leo”. Ma dre e hi jo fue ron lle va dos a la Clí ni -
ca Ge riá tri ca Au ro ra, del ba rrio Sur co, pa ra que se res ta ble cie ran. Emi -
lia lo lo gró, ya que su pe ró la in fec ción mi có ti ca que pa de cía.
¿Qué los ha bía lle va do a se me jan tes ex tre mos? Tras la muer te de Luis
Ara na Zu mae ta, fue ron ven dien do uno a uno los bie nes que he re da ron:
la com pa ñía Su ra mé ri ca, las ca sas de Iqui tos, las pro pie da des en Pa rá,
Bra sil. En 1996, ven die ron la úl ti ma ca sa que les que da ba en Iqui tos.
Cuan do el di ne ro fi nal men te se aca bó, ce rra ron las puer tas de la ca sa a
to dos, en par ti cu lar a los pa rien tes li me ños de Emi lia, de quie nes siem -
pre ha bían re ce la do, ale gan do que só lo que rían su di ne ro. Cuan do al gu -
no de és tos to ca ba el tim bre, se los aten día por la puer ta de ser vi cio. El
pac to en tre ma dre e hi jo en tró en una in con tro la ble es pi ral des cen den te
que ha brá co men za do por al gu nas pri va cio nes pa ra lle gar, por úl ti mo, al
aban do no ab so lu to.
El au tor pu do ver el vi deo ta pe en la sa la de edi ción del Ca nal 5 de
Li ma y, tam bién, ano tar la di rec ción de la ca sa del ba rrio de Sur co, en la
ca lle La Flo res ta. Un sá ba do al me dio día, en com pa ñía de Ma nuel Cor -
ne jo, del Cen tro Ama zó ni co de An tro po lo gía y Apli ca ción Prác ti ca, de
Li ma, nos di ri gi mos allí en ta xi. Gol pea mos al uní so no el por tón ––que
de mi la gro no ce dió–– has ta que la em plea da nos es cu chó, nos hi zo es -
pe rar en la en tra da y fue en bus ca de Luis Ara na Ra mí rez. La ca sa era la
mis ma, pe ro es ta ba más lim pia. Aún po día di vi sar se el vie jo te le vi sor en
la sa li ta que da ba al pa tio. Po co des pués, apa re ció Luis Ara na Ra mí rez.
Avan za ba en su si lla de rue das, el pe lo ra lo y blan co, las uñas des me su -
ra da men te lar gas. Ya ha bía atra ve sa do el um bral de los se sen ta años y
ex hi bía una suer te de son ri sa que po co te nía de au tén ti ca. Cuan do ha -
388
bla ba, mo vía la ca be za de de re cha a iz quier da, co mo si no se atre vie ra a
en fren tar a su in ter lo cu tor, aca so bus can do pre tex tos pa ra fi na li zar ese
en cuen tro im pre vis to. Ha bía que arran car le las pa la bras y cos ta ba creer
que ese hom bre pul cro ––sal vo por sus des me su ra das y cho can tes uñas––
era el mis mo del vi deo ta pe.
––Mi ma dre fa lle ció en no viem bre pa sa do ––di jo.
La con ver sa ción en con tra ba obs tá cu los in su pe ra bles, ya que da ba
per ma nen te men te ro deos. Ad mi tió que su tía Ali cia Ara na, la ma yor de
las hi jas de Ju lio Cé sar, es ta ba en te rra da en Li ma. Fue la úni ca re fe ren -
cia que hi zo so bre su fa mi lia. Le mos tré una fo to gra fía fa mi liar de los Mo -
rey, to ma da en la dé ca da de 1940 en Iqui tos, don de se veía a un hom bre
de no ta ble se me jan za con Luis Ara na Zu mae ta, si se lo com pa ra ba con
el cua dro al óleo que ha bía vis to en la Mu ni ci pa li dad de Iqui tos.
––No es mi pa dre ––afir mó, ca si ofen di do. ––Él era dis tin to a es te
hom bre: te nía ras gos eu ro peos.
Ese bre ve en cuen tro, sin em bar go, cul mi nó con una fra se que, po si -
ble men te, le bro tó del al ma y que fue lo úni co sin ce ro que pro nun ció.
––Con mi go ter mi nan los Ara na. Soy el úl ti mo de es ta es pe cie.
Nos ci tó pa ra el día si guien te a las tres de la tar de, ale gan do que ten -
dría más tiem po pa ra con ver sar. Fue un pre tex to. Gol pea mos has ta el
can san cio el por tón de en tra da, pe ro na die abrió.
Na die en Li ma sa bía dón de es ta ba en te rra do Ju lio Cé sar Ara na. En -
con trar un muer to en el Pe rú no es ta rea fá cil. Su pe que el úni co ce men -
te rio que exis tía en esa ciu dad, en 1952, era el Pres bí te ro Maes tro y que
for zo sa men te de be ría es tar en te rra do allí, ya que en Iqui tos no re po sa -
ban sus res tos. Era su ma men te di fí cil, por no de cir im po si ble, lo ca li zar
su tum ba en es te gi gan tes co cam po san to cons trui do en 1822. Es tá ubi -
ca do en una zo na an ti gua de Li ma, par ti cu lar men te pe li gro sa ––es de no -
mi na da “zo na li bre”–– por el al to gra do de de lin cuen cia de los ba rrios
que la ro dean. En la úni ca ofi ci na con que cuen ta ig no ra ban quién ha -
bía si do Ju lio Cé sar Ara na. Pa ra sa ber exac ta men te dón de es ta ba en te -
rra do, ha bía que co no cer la fe cha del en tie rro y lue go di ri gir se a la So -
cie dad de Be ne fi cen cia de Li ma, que lle va ba en aque llos años el re gis tro
de muer tes y el lu gar don de se en con tra ban los res tos del di fun to. No fue
fá cil ave ri guar qué día ha bía si do en te rra do, ya que tam bién se ig no ra ba
en qué fe cha ha bía muer to. Fe liz men te, re vi san do la co lec ción del dia rio
El Co mer cio, de la ca pi tal pe rua na, en la he me ro te ca de la Bi blio te ca Na -
cio nal, des cu brí el mo des to avi so fú ne bre que anun cia ba su muer te y se -
389
pe lio; en la So cie dad de Be ne fi cen cia de Li ma, me en tre ga ron un pa pel2
que in di ca ba el lu gar don de des can sa ban sus res tos. Se tra ta ba de un ni -
cho per pe tuo, en el cuar tel San Lá za ro, le tra C, nú me ro 34.
Ma nuel Cor ne jo, que me ha bía acom pa ña do a la ca sa de Luis Ara -
na Ra mí rez, me ad vir tió que no de bía ir so lo a Pres bí te ro Maes tro. Era
una de las zo nas más ries go sas de la ciu dad y po día co rrer pe li gro al que -
rer in gre sar al ce men te rio, y aun den tro del mis mo. Una nu bla da ma ña -
na li me ña, par ti mos con Ma nuel y Wil fre do Guz mán, el mis mo ta xis ta
que nos lle va ra a ca sa de Luis Ara na Zu mae ta. Nos de po si tó en la ver -
ja de en tra da, se ña lán do nos que en trá ra mos in me dia ta men te al ce men -
te rio, ya que, a po cos me tros, dos jó ve nes pa re cían dis pues tos a asal tar -
nos. Pres bí te ro Maes tro te nía una gran dio si dad de ci mo nó ni ca, con
bó ve das que pa re cían tem ple tes y, sin du da, ha bía al ber ga do al who’s
who li me ño. Ca mi na mos por el sen de ro cen tral, ha cia el Mau so leo de
los Hé roes, en tre el es ta lli do de cú pu las, án ge les y pla cas de bron ce, y
las gi gan tes cas le tras de las bó ve das de los Os ma y de los Mi ró Que sa -
da, dos aris to crá ti cas fa mi lias pe rua nas. Ju lio Cé sar Ara na no des can sa -
ba en esa cla se de mau so leo. Al des cu brir, por fin, el cuar tel San Lá za -
ro, sur gió la ine vi ta ble rea li dad: se tra ta de cen te na res de ni chos que
for man seis hi le ras de una ex ten sión de al re de dor de cien me tros. Y, ahí,
apri sio na do en tre Yo lan da Ra mos y Nelly Cés pe des, dos ig no tas di fun -
tas, es ta ba el mí se ro ni cho del rey del cau cho. Ni si quie ra, en su ab sur -
da y re du ci da di men sión, te nía una pla ca de már mol. So bre el tos co ce -
men to, en pin tu ra ne gra, se leía: Ju lio C. Ara na A.H. Q.E.P.D. St bre. 7
de 1952.
Esa ha bía si do la úl ti ma y de fi ni ti va ven gan za del Ama zo nas. No ha -
bían bas ta do la ca su cha de Mag da le na del Mar, la po bre za y el ol vi do. El
pa trio ta, el de fen sor de la so be ra nía pe rua na, ni si quie ra ha bía si do en -
te rra do en Iqui tos, si no in dig na men te, en otra ciu dad, en un osa rio mi -
se ra ble.
El pe que ño hi droa vión fi nal men te se apres tó a de co lar fren te al
puer to de Iqui tos rum bo al río Pu tu ma yo. Su pi lo to, un nor tea me ri ca -
no, se enor gu lle cía de po seer aque lla má qui na de me dio si glo de an ti -
güe dad (“a 1955 vin ta ge”, afir ma ba). Ese día ha bía huel ga ge ne ral en el
Pe rú ––he cho, por otra par te, co ti dia no–– y yo ha bía lle ga do a pie a la
pe que ña ofi ci na de la com pa ñía aé rea, des de don de par ti ría mos al puer -
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to. Ese ama ne cer, la ciu dad es ta ba ra ra men te si len cio sa, sin la atro na -
do ra pre sen cia de los ricks haws na ti vos, mo to ci cle tas que arras tran un
asien to con tol do pa ra el pa sa je ro, pro du cien do un rui do en sor de ce dor
y una nu be de hu mo. La ca si to tal au sen cia de au to mó vi les en Iqui tos
se de be a que no se pue de lle gar por tie rra, ya que no exis te una ca rre -
te ra, y só lo se lo gra por vía aé rea o flu vial. Las vie jas ca so nas de los ba -
ro nes del cau cho, con sus fa cha das de azu le jos por tu gue ses, le da ban un
as pec to aún más fan tas mal. A las sie te de la ma ña na, des pués de ca mi -
nar por ca lles so li ta rias con la úni ca pre sen cia de los ha bi tua les bui tres
que tris can por el pa vi men to, in gre sé a la ofi ci na, só lo pa ra es pe rar tres
ho ras. Se gún el ope ra dor de ra dio, en El Es tre cho, so bre el río Pu tu ma -
yo, a don de nos di ri gi ría mos, llo vía a cán ta ros. Cuan do sa lió el sol, mon -
té en el asien to pos te rior de una mo to ci cle ta con du ci da por una mu jer
que tra ba ja ba allí y así lle gué al han gar flo tan te don de se en con tra ba el
hi droa vión.
Aho ra se apres ta ba a de co lar, des pla zán do se ve loz men te so bre el
agua, el mo tor ru gien do co mo si hi cie ra es fuer zos de ses pe ra dos pa ra le -
van tar vue lo, en fi lan do ha cia una lan cha de pa sa je ros que nos pre ce día.
De be de ha ber si do mi ca ra de es pan to lo que obli gó al pi lo to a ha cer al -
gu nas acla ra cio nes.
––No se preo cu pe ––acla ró––. Ape nas se ele va, el avión tie ne la ten -
den cia a vol car se ha cia la de re cha. Tam bién, sue le abrir se la puer ta tra -
se ra ––era un cua tri pla za–– y, si es cu cha rui dos en el com par ti mien to del
equi pa je, con si de re que trans por ta mos un ga llo vi vo.
Y, en efec to, ape nas el hi droa vión se des pe gó del agua, mien tras el
pi lo to mo vía pa lan cas y apre ta ba bo to nes, se vol có ha cia la de re cha, lo
cual evi tó que em bis tié ra mos a la lan cha de pa sa je ros. Pe no sa men te ga -
nó al tu ra en ese ra ro día de sol, sin tur bu len cia. Cuan do el al tí me tro in -
di có que vo lá ba mos a mil qui nien tos me tros de al tu ra, el pi lo to pa re ció
ali via do.
––Aho ra es toy tran qui lo ––con fe só––. Si tu vié ra mos cual quier pro -
ble ma, pla nea mos has ta acua ti zar en al gu no de los ríos.
Tam bién me ex pli có con pre ci sión me teo ro ló gi ca que esa zo na es par -
ti cu lar men te tur bu len ta, por ha llar se a po cos gra dos por de ba jo de la lí -
nea del Ecua dor, pro du cién do se ines pe ra das co rrien tes y po zos de ai re,
lo cual sue le trans for mar a un via je de una ho ra en un in fier no. El Es tre -
cho se ha lla a cien to cin cuen ta ki ló me tros de Iqui tos, a vue lo de pá ja ro.
La po bla ción es tá asen ta da en los vie jos do mi nios de Ju lio Cé sar Ara na,
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en la mar gen de re cha del Pu tu ma yo, en te rri to rio pe rua no, pre ci sa men -
te en tre las de sem bo ca du ras de los ríos Iga ra pa ra ná y Ca ra pa ra ná. Vo lar
so bre el Ama zo nas a tan ba ja al tu ra per mi te ob ser var la tex tu ra de esa
sel va, sor pren den te men te com pac ta, don de es ra ro en con trar un cla ro;
los hay a ori llas de al gún río co mo el Na po, o el Al go dón, pe ro son me -
ras par ce las de tie rra, con al gu nas ca sas con te cho de pa ja, ro dea das por
lo im pe ne tra ble. Só lo esa vi sión da una apro xi ma ción a la in men si dad
oceá ni ca del es ce na rio don de se de sem pe ñó Ara na, a las di fi cul ta des que
de bió en fren tar, al in fier no de las en fer me da des tro pi ca les. Las cur vas y
re co dos ob se si vos de los ríos con tri buían a ha cer aún más omi no sa su
na ve ga ción en los vie jos bu ques a va por, con cal de ras ali men ta das por la
le ña que ofre cía mag ná ni ma men te la sel va.
El río Pu tu ma yo no es de ma sia do an cho y sus ori llas es tán cu bier tas
por al tí si mos ár bo les que di fi cul ta ban las ma nio bras del pi lo to. Sin em -
bar go, su pe ri cia era tal que ape nas se sin tie ron los flo ta do res po sán do -
se so bre el agua. Cuan do por fin se de tu vo jun to a un pe que ño mue lle de
ma de ra en el que des cen dí, pu de sen tir la at mós fe ra en esas la ti tu des:
opre si va, hú me da, ca si irres pi ra ble. Ese día no apa re cie ron las fa tí di cas
man tas blan cas, una es pe cie de je jén que ata ca des pia da da men te, ni los
te mi bles mos qui tos. Se gún el pi lo to, esa opor tu na au sen cia se de bía a que
el río es ta ba ba jo. Esa tie rra que pi sa ba ha bía for ma do par te de un in -
men so im pe rio y era ine vi ta ble sen tir cier to res pe to ar queo ló gi co. El río
ma rrón des cen día sua ve men te ha cia el Ama zo nas, el so lo con tem plar lo
ha cía re cor dar al le gen da rio Li be ral con su es pi ga da chi me nea. Has ta po -
día ima gi nar a Ju lio Cé sar Ara na, en la cu bier ta su pe rior pro te gi da por
una tol di lla, ex ten dien do su bra zo co mo si qui sie ra abar car lo to do, se ña -
lan do a sus in vi ta dos que ese era su im pe rio. En la ri be ra opues ta, es ta -
ba Co lom bia, y po día di vi sar se, río arri ba, un pe que ño po bla do, a ve ces
vi si ta do por las FARC. El Tra ta do Sa lo món-Lo za no le ha bía ce di do la
mar gen iz quier da del Pu tu ma yo a ese país. Ni la to ma de Le ti cia, ni la
caí da de Ta ra pa cá, ni los bi pla nos que bom bar dea ron Güe pí fue ron su -
fi cien tes pa ra im pe dir esa en tre ga.
Tam bién le arre ba ta ron esa sel va a Ju lio Cé sar Ara na. Al con tem plar -
la co mo quien la ob ser va des de una pla tea, se des cu bre su gran de za, su
in men si dad, su con di ción de úni ca. El Pu tu ma yo ha bía si do su vi da, el
sen ti do de su exis ten cia. Si re cu rrió al te rror y a las atro ci da des, es por -
que ésa era la ley que re gía allí y no la de có di gos y ve ne ra bles cons ti tu -
cio nes que ra ra vez se apli ca ban en La ti noa mé ri ca a co mien zos del si glo
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XX. Eran me ros mo de los, no pre ci sa men te res pe ta dos en el Ama zo nas.
Ara na no fue ni más ni me nos cruel que va rios con quis ta do res y el te rri -
ble ge no ci dio que co me tió fue la con se cuen cia di rec ta de una he ren cia,
de un con tex to cul tu ral en el cual le to có vi vir, lo que de nin gún mo do
im pli ca una jus ti fi ca ción. Esa ri be ra irre me dia ble men te per di da que se
con tem pla des de El Es tre cho fue lo que lo man tu vo vi vo. El día que la
per dió, se trans for mó en una pa té ti ca ma rio ne ta con de na da a en mo he -
cer se en un al ti llo.
El Pe rú, al ce der el Pu tu ma yo, no só lo su mió en la mi se ria a Ju lio Cé -
sar Ara na. Tam bién le arran có el co ra zón.
NO TAS
1 Pa ra otras per so nas, el pe rio dis ta se lla ma ba Ti to Ro drí guez Li na res, que ins pi -
ró el per so na je de El Sin chi en la no ve la Pan ta león y las vi si ta do ras, de Ma rio Var
gas
Llo sa.
2 Los da tos fi gu ran en el Li bro 55, Fo lio 164, Par te 4772.
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Ín di ce
Agra de ci mien tos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Pró lo go . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
El des cu bri mien to de una sel va . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
La cons truc ción de un im pe rio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
El Pu tu ma yo abre sus se cre tos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
La ilu sión eu ro pea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
El co ra zón de las ti nie blas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
Los es cán da los del Pu tu ma yo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
La úl ti ma ba ta lla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
Epí lo go . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 385
Bi blio gra fía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395