8 Garantismo Penal
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Primera parte
LA ESENCIA GARANTISTA DEL DERECHO PENAL
I. PLANTEAMIENTO
2 Vid. DÍAZ, Elías: Estado de Derecho y sociedad democrática, 1a edición, Taurus, Madrid,
1988, pp. 17 y 18. Enfatiza que no todo Estado es Estado de Derecho, no obstante que
se tenga un orden jurídico y un sistema de legalidad, sino que las ideas de control jurídi-
co, la regulación desde el Derecho de la actividad estatal, de limitación del poder del
Estado como sometimiento a la ley, deben aparecer como aspectos centrales en el con-
cepto del Estado de Derecho, en relación con el respeto al hombre y a los derechos fun-
damentales.
internacionalización del derecho del individuo frente al Estado”, en (VV. AA.): VI Congre-
so Iberoamericano de Derecho Constitucional, UNAM, 1997, pp. 570 y 571.
Por otra parte, el Estado, al diseñar los mandatos y prohibiciones, así como
la conminación de sanciones penales, está condicionado por un presu-
puesto político derivado de la constitución respectiva; ella impone una
vinculación normativa bajo la cual debe partir el legislador ordinario.9 Di
cha vinculación también se manifiesta de dos maneras: En sentido positivo,
en cuanto a la exigencia de que sean promulgadas las leyes que la propia
Constitución requiere para su desarrollo.10 En sentido negativo, en virtud
de la posibilidad de que el Poder Judicial declare nula toda ley que contra-
venga la Constitución.
vista Española de Derecho Constitucional, n.° 46, 1996, pp. 54 y ss., en el sentido de que
para el Derecho constitucional, el individuo es simplemente ciudadano, el titular de los
derechos fundamentales en condiciones de igualdad. Es el Derecho constitucional, el
único Derecho en el que el principio de igualdad tiene vigencia de forma pura, sin nin-
guna matización. En cambio, en todos los demás derechos, los individuos son iguales en
cuanto ciudadanos, pero diferentes en todo lo demás.
10 Vid. ESCRIVÁ GREGORI, José María: “Algunas consideraciones sobre Derecho penal y
11 Vid. ARROYO ZAPATERO, Luis: “Fundamentos y función del sistema penal: el programa
penal de la constitución”, en: Revista Jurídica de Castilla la Mancha, n.° 1, 1989, pp. 100
y 101, en el sentido de que a partir de la constitución, se deben elaborar las conexiones
técnicas y valorativas con el sistema penal; el deber ser y el concepto del método del
Derecho penal, el concepto de delito, el sentido de la dogmática, etc.
12 ESCRIVÁ GREGORI (“Algunas consideraciones...”, op. cit., pp. 147-149) cataloga en tres
recho Constitucional, año 2, n.° 33, septiembre-diciembre de 1991, p. 169. Precisa que
aunque no exista una teoría jurídico-constitucional del delito como consecuencia de las
diferencias valorativas y finalísticas entre la constitución y el Derecho penal. Hay motivos
para asumir que particularmente la teoría del tipo penal sigue una orientación a la valo-
ración e influencia jurídico-constitucional.
14 Cfr. MUÑOZ CONDE, Francisco: Derecho penal y control social, Fundación Universitaria
de Jerez, 1985, p. 46. Al referirse a la meta preventiva del Derecho penal, en relación con
la motivación integradora del consenso a través de la configuración y aseguramiento de
las normas básicas que rigen la convivencia social.
15 Vid. ANIYAR DE CASTRO, Lola: Conocimiento y orden social: criminología como legiti-
16 Cfr. BERGALLI, Roberto: Control social punitivo, Bosch, Barcelona, 1996, pp. 2-5. Elabo-
ra una crítica a la determinación de los penalistas que ubican a un sector del ordenamien-
to como uno de los medios de control social existente en las sociedades actuales. Plan-
tea que lo hacen desde un punto de vista interno que dirige al Derecho penal por medio
de la dogmática, sin explicar sus orígenes o justificaciones de utilización que tengan un
sustento en las ciencias sociales y la política. Y así, aborda esos dos ámbitos aludiendo
al papel que el Derecho ha desempeñado en la configuración de una teoría del control
social en el ámbito cultural concebido desde Edward A. Ross en 1902, a partir de un sen-
tido de darwinismo social, pasando por el análisis y de lo que él hiciera diferentes ten-
dencias de la llamada Escuela de Chicago, donde el control social fue un concepto dis-
tinto de la idea que se ha expresado por el Derecho estatal y si vinculado al valor que
Mead y Dewey le adjudicaron a la comunicación social y a la opinión pública como ele-
mentos para la construcción democrática de la sociedad, hasta la llegada del New Deal.
De esa manera, se impuso el legal ralism por razón de la necesidad de tener que adecuar
las leyes y jurisprudencia a las nuevas situaciones. Después, en el período de Welfare se
impuso el estructural-funcionalismo que otorga al Derecho un lugar destacado entre los
mecanismos de control social de la desviación, enmarcándose un nuevo campo discipli-
nario conocido como sociología de la desviación y hoy sustituido por una sociología de
la censura social. Es así como Bergalli llega a determinar que en la cultura jurídica conti-
nental, jamás se había hablado del control social, sino por el contrario, la referencia sobre
el Derecho como instrumento de organización social ha estado ligada a la tradición po-
litológica y a ese ámbito se apega la idea del Derecho estatal de la modernidad y de la
producción de normas jurídicas. Y es esa tradición de ciencia política como una teoría
del control social la que ha preponderado en la cultura jurídica occidental. De esta ma-
nera, frente al control social de la propia sociedad orientada al análisis de la organización
social y el desarrollo de la sociedad industrial que supuso procesos para producir con-
formidad por medio de la socialización y la represión, se eleva la idea de un control social
centralizado en y por el Estado. Es importante la precisión que hace Bergalli, como mar-
co de referencia histórica y conceptual, pero a nuestro parecer no obsta con la orienta-
ción político-criminal que los penalistas plantean.
17 Vid. BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio: “El contenido del tipo de injusto”, en:
Una característica fundamental del Derecho penal es que para cumplir sus
fines emplea penas y medidas de seguridad. Tiene a su disposición esos
18 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, quinta edición. Reppertor, Bar-
celona, 1998, p. 5.
19 Vid. CEREZO MIR, José: Curso de Derecho penal español, parte general (t. I), 3.ª edición,
Tecnos, Madrid, 1985, pp. 15 y 16. En ese sentido, también: KAUFMANN, Armin: “La mi-
sión del Derecho penal”, en: La reforma del Derecho penal, Universidad Autónoma de
Barcelona, trad.: Santiago Mir Puig, 1980, p. 10. Enfatiza que desde hace unos cien años
ya no se discute seriamente en la ciencia penal el principio según el cual la misión del
Derecho penal es la protección de bienes jurídicos.
20 Vid. BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio, et. al.: Lecciones de Derecho penal…,
op. cit., p. 5.
21 Vid. MUÑOZ CONDE, Francisco: “Función de la norma penal y reforma del Derecho pe-
nal”, en: Nuevo Pensamiento Penal, año 2, n.° 4, 1973, p. 398. Aclara que fin y función no
tienen el mismo significado, aunque ambos conceptos tienen una aproximación impor-
tante. Que esto es así, porque cuando se pregunta por la función de la norma penal, se
plantea al mismo tiempo la cuestión de ¿para qué sirve el Derecho penal?
22 Vid. BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio, et. al.: Lecciones de Derecho penal…,
op. cit., pp. 7-11.
23 Vid. JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis: Tratado de derecho penal, (t. I), Lozada, Buenos Aires,
1964, p. 72. Puntualiza que el Estado, en el ejercicio del poder castigar tiene que limitar-
se asimismo, fijando el supuesto y el contenido de su actuación.
24 Vid. ROXIN, Claus: Derecho penal, parte general, t. I, Fundamentos. La estructura de la
teoría del delito, trad.: de la 2.a edición alemana y notas por Diego Manuel Luzón Peña;
Miguel Díaz y García Conlledo; y, Javier de Vicente Remesal, Cívitas, 1997, p. 137.
25 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., p. 75.
26 Vid. ESCRIVÁ GREGORI, José María: “Algunas consideraciones...”, op. cit., p. 153. Tam-
bién: MUÑOZ CONDE, Francisco: Introducción al Derecho penal, Bosch, Barcelona,
1975, p. 58. Advierte que su origen hay que ubicarlo –con las reservas que supone buscar
una fecha para el nacimiento de una idea–, en ese momento histórico, que suele fijarse
en la Revolución Francesa y en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, en el que, por lo
menos a nivel teórico, el poder del Estado pasa a ser controlado y limitado.
27 Comienza por aparecer en 1776 en las Constituciones Americanas; en 1787, en el Códi-
go Penal Austriaco de José II; en la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789, y poco después en el Derecho territorial Prusiano en 1794. Vid.
ROXIN, Claus: Iniciación al derecho penal de hoy, trad., introducción y notas de: Francis-
co Muñoz Conde y Diego-Manuel Luzón Peña, Publicaciones de la Universidad de Sevi-
lla, 1982, p. 99.
28 Vid. VIVES ANTÓN, Tomás Salvador: “Reforma política y Derecho penal”, en: Cuadernos
de Política Criminal, n.° 1-9, 1997, p. 77. Refiere que a partir de la idea del hombre como
ser dotado de razón y llamado por ende, a construir su propio destino, se impone por
una parte, una configuración del Estado –en el que el pueblo también legisla–, y por otra,
una serie de límites al poder legislativo. Ello implica un reconocimiento político a la au-
tonomía del hombre.
29 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., pp. 75 y 76.
30 Vid. BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio: “Derechos humanos y Derecho penal”,
op. cit, pp. 143-146. También, BARATTA, Alessandro: “Requisitos mínimos del respeto
de los derechos humanos en la ley penal”, en: Nuevo Foro Penal, 1985. Plantea una
articulación programática de la idea de la mínima intervención penal como respuesta a
la cuestión referente a los requisitos mínimos de los derechos humanos en la ley penal.
31
Vid. ROXIN, Claus: Iniciación al derecho penal de hoy, op. cit., p. 102.
32 Vid. MIR PUIG, Derecho penal, parte general, op. cit., p. 77.
Ahora bien, las normas que se contienen en esas garantías deben reunir
tres exigencias:33
34 Sobre los problemas de la interpretación del Derecho, Vid. GUASTINI, Ricardo: Estudios
sobre la interpretación jurídica, trad.: Marina Gascón y Miguel Carbonell, tercera edición,
Porrúa, México, 2001.
35 Vid. ROXIN, Claus: Derecho penal, parte general, op. cit., p. 80. MUÑOZ CONDE, Fran-
cisco: “Función de la norma penal y reforma…”op. cit., p. 406. MOCCIA, Sergio: “Fun-
ción sistemática de la política criminal. Principios normativos para un sistema penal orien-
tado teleológicamente”, en: Fundamentos de un sistema europeo de Derecho penal,
(Libro Homenaje a Claus Roxin), J. M. Silvia Sánchez (ed. Española), Coord.: B. Schüne-
mann y Jorge de Figueredo Días, Bosch, 1995, p. 80
36 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., pp. 94 y 95.
37 Vid. BARBERO SANTOS, Marino: “Pena capital y Estado democrático”, en: (VV. AA.) El
poder penal del estado (Homenaje a Hilde Kaufmann), Depalma, Buenos Aires, 1985, pp.
101-122.
38 No obstante, en los últimos tiempos ha cobrado importancia un tema que tiene que ver
con los alcances de este principio: la responsabilidad penal de las personas jurídico-co-
lectivas. Sobre algunas referencias en torno a la implementación de este tratamiento en
algunos países, Vid. ZÚÑIGA RODRÍGUEZ, Laura: “Criminalidad de empresa, criminali-
dad organizada y modelos de imputación”, en: Delincuencia organizada (Aspectos pe-
nales, procesales y criminológicos), Eds.: Juan Carlos Ferré Olivé y Enrique Anarte Barra-
llo, Universidad de Huelva, 1999, p. 223 y ss.
39 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., p. 98.
40 Aquí adquiere importancia la orientación que se le dé a la inimputabilidad. Al respecto,
Vid. BUSTOS RAMÍREZ, Juan: “La imputabilidad en un Estado de Derecho”, en: Control
social y sistema penal, PPU, Barcelona, 1982, pp. 281-307.
41 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., pp. 99 y 100. Sobre la
vulneración de este principio –y otros más- en la Ley Federal Contra la Delincuencia Or-
ganizada (mexicana), Vid. GUERRERO AGRIPINO, Luis Felipe: La delincuencia organiza-
da (Algunos aspectos penales, criminológicos y político-criminales), Universidad de Gua-
najuato, 2001, capítulo V, sobre todo pp. 350, 367-371.
42 Vid. ROXIN, Claus: Política criminal y estructura del delito (elementos del delito en base
en la política criminal), trad.: Juan Bustos Ramírez y Hernán Hormazábal Malarée, PPU,
Barcelona, 1992, p. 24.
Así como en otros ámbitos el Estado debe propiciar el mayor beneficio po-
sible con el menor costo, lo mismo sucede en el contexto del ejercicio ius
puniendi. El Derecho penal sustenta su legitimidad en la medida que justi-
fique la necesidad de su intervención. Acudir de manera excesiva al Dere-
cho penal, no precisamente garantiza la reducción del índice delictivo. Ya
lo decía Beccaria:
Todo acto de autoridad de hombre a hombre, que no se deriva de la absolu-
ta necesidad, es tiránico […] Ningún hombre ha dado gratuitamente parte
de su libertad propia con solo la mira del bien público: esta quimera no exis-
te sino en las novelas […] Fue, pues, la necesidad quien obligó a los hombres
para ceder parte de su libertad propia: y es cierto que cada uno no quiere
poner en el depósito público sino la porción más pequeña que sea posible.
Aquella que baste a mover los hombres para que la defiendan. El agregado
de todas estas pequeñas porciones de libertad posibles forma el derecho de
castigar: todo lo demás es abuso, y no justicia: es hecho, no derecho.43
43 BECCARIA, (César Bonesano): Tratado de los delitos y de las penas, sexta edición facsi-
milar (Imprenta de Albán: Madrid, 1822), Porrúa, México, 1995, pp. 9-11.
44 Vid. MUÑOZ CONDE, Francisco: Introducción..., op. cit. p. 59. Puntualiza que los límites
al poder punitivo estatal, se basan en última instancia en la dignidad humana y en la idea
de justicia misma. Y esos límites pueden reducirse a la vigencia, no sólo formal, sino ma-
terial de dos principios fundamentales: el principio de intervención mínima y el principio
de intervención legalizada del poder punitivo del Estado.
45 Vid. MIR PUIG, Derecho penal, parte general, op. cit., p. 89.
46 Vid. MUÑOZ CONDE, Francisco: Introducción..., op. cit., p. 60. En el sentido de que, la
afirmación del carácter subsidiario del Derecho penal tiene su origen en la teoría de las
normas de Binding. Su punto de partida se encuentra en la distinción entre norma y ley
penal. Así, el delincuente infringe con su conducta la norma, pero cumple la ley penal
que no tiene más que una función sancionadora de las acciones prohibidas por la norma.
penal. Por ello se dice que el Derecho penal es una rama subsidiaria,
la última ratio.47
Los intereses sociales que protege el Derecho constituyen los bienes jurí-
dicos en su aspecto general. Pero específicamente, en el ámbito del Dere-
cho penal, bienes jurídicos son aquellos intereses imprescindibles para el
desarrollo del individuo en la esfera de su interacción en sociedad.48
47 Vid. MIR PUIG, Santiago: Derecho penal, parte general, op. cit., p. 89.
48 Vid. Ibid., pp. 91 y 92. Vid. POLAINO NAVARRETE, Miguel: El bien jurídico en el Derecho
penal, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1974, p. 290. Vid. HASSEMER, Winfried:
“Lineamentos de una teoría personal del bien jurídico”, en: Doctrina Penal, 1989, p. 277.
También: BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio: “Reflexiones sobre la problemáti-
ca del bien jurídico”, en: Ensayos penales, Universidad Autónoma de Sinaloa, México,
1994, pp. 92, 101-107. Vid. DE TOLEDO Y UBIETO, Octavio: “Función y límites del prin-
cipio de exclusiva protección de bienes jurídicos”, en Anuario de Derecho Penal y Cien-
cias Penales, 1990, p. 12. Vid. MIR PUIG, Santiago: “El bien jurídico y bien jurídico penal
como límites del ius puniendi”, en: El Derecho penal en el Estado social y democrático
de derecho, Ariel, Barcelona, 1982, pp. 159-167. Vid. RUDOLPHI, Joachmin,: “Los dife-
rentes conceptos del bien jurídico” en: Nuevo Pensamiento Penal, año 4, 1975, p. 329.
49 Vid. FERRAJOLI, Luigi: Derecho y razón, teoría del garantismo penal, trad.: Perfecto An-
drés Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayón Mohino, Juan Terradillos Basoco, y
Rocío Cantarero Bandrés, Trotta, Madrid, 1995, p. 93. Los diez principios elementales
para Ferrajoli son: Nulla poena sine crimene (principio de retribuibilidad de la pena res-
pecto del delito); nullum crimen sine lege (principio de legalidad en sentido lato o en
sentido estricto); nulla es (poenalis) sine necessitate (principio de necesidad o de econo-
mía del Derecho penal); nulla necessitas sine iniuria (principio de lesividad o de la defen-
sividad del acto); nulla iniuria sine actione (principio de la materialidad o de la exteriori-
dad de la acción); nulla actio sine culpa (principio de culpabilidad o de la responsabilidad
personal); nulla culpa sine indicio (principio de jurisdiccionalidad en sentido lato o en
sentido estricto); nullum indicium sine acussatione (principio acusatorio o de la separa-
ción entre el juez y la acusación); nulla acusatio sine aprobatione (principio de carga de
la prueba o de verificación); y nulla probatio sine defensione (principio del contradicto-
rio, de la defensa, o de la refutación).
tivo, sino también a una idea de racionalidad y certeza.50 Señala que para
poder hablar de una ética de la legislación, se debe distinguir entre Dere-
cho y moral, a fin de separar las prohibiciones y castigos. Para redundar su
postura, cita a Beccaria: “prohibir una multitud de acciones indiferentes no
es evitar los delitos que no pueden nacer, sino crear otros nuevos”.51