El Problema de La Verdad
El Problema de La Verdad
El Problema de La Verdad
Aspectos introductorios
El vocablo ‘verdad’ se usa primariamente en dos sentidos: para referirse a una
proposición y para referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una proposición
que es verdadera a diferencia de “falsa”. En el segundo caso se dice de una realidad que
es verdadera a diferencia de “aparente”, “ilusoria”, “irreal”, “inexistente”, etc.
La idea de verdad que predominó en los comienzos de la filosofía estaba referida a la
realidad; es decir que la verdad era idéntica a la realidad, y esta última era considerada
como idéntica a la permanencia, a lo que es, en el sentido de “ser siempre” –ya fuese
una sustancia material, números, cualidades primarias, átomos, ideas, etc.-. Los
primeros filósofos buscaban la verdad, o lo verdadero, frente a la falsedad, la ilusión, la
apariencia, etc. Lo verdadero era lo permanente frente a lo cambiante y aparente. La
verdad de la realidad –que era a la vez la realidad verdadera- era concebida a menudo
como algo accesible únicamente al pensamiento y no a los sentidos.
El griego concebía la verdad como descubrimiento del ser, es decir, como la visión de
la forma o perfil de lo que es verdaderamente, pero que se halla oculto por el velo de la
apariencia. Los griegos no se ocuparon solamente de la verdad como realidad. Se
ocuparon asimismo de la verdad como propiedad de ciertos enunciados, de los cuales se
dice que son verdaderos. Aunque antes de Aristóteles se había ya concebido la verdad
como propiedad de ciertos enunciados, la más celebrada fórmula al respecto es la que se
encuentra en dicho filósofo: “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es
lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero.” Por lo
tanto, verdadero es decir lo que es cuando es y lo que no es cuando no es; por tanto, no
hay verdad sin enunciado. Ello no significa, ciertamente, que el enunciado como tal sea
suficiente. En rigor, un enunciado lo es siempre de algo; y para que sea verdadero es
menester que haya algo de lo cual se afirme que es verdad (o que no haya algo de lo
cual se afirme que no es verdad): sin la “cosa”, pues, no hay verdad, pero tampoco la
hay sólo con la “cosa”. Esta relación del enunciado con la cosa enunciada ha sido
llamada luego “correspondencia”, “adecuación”, “conveniencia”: la verdad es verdad
del enunciado en cuanto se corresponde con algo que se adecua al enunciado y conviene
con él.
También se puede decir, en un sentido más moderado, que la verdad tiende a lo
universal, aunque, paradójicamente su descubrimiento se dé en una experiencia
particular.
En función de lo que ha revelado la historia, se puede afirmar que no hay verdades
absolutas y definitivas. Y esto, porque la realidad es algo dinámico, en proceso de
transformación constante. Las verdades, como sostiene Popper, son provisionales, se
mantienen hasta que nuevos conocimientos las desplacen o derroquen.
Las teorías científicas deben respetar las reglas lógicas al ser expuestas a través del
lenguaje natural o de los lenguajes simbólicos. La verdad lógica tiene entonces relación
con la verdad científica y también con la verdad gramatical. En este sentido se debe
señalar que desde principios del siglo XX ha habido una aproximación entre los ámbitos
de la lógica, la lingüística y la matemática.
Las ideas, creencias e instituciones que adoptan las sociedades para alcanzar fines
colectivos constituyen también verdades, verdades históricas, sociales y políticas y,
como tales, relativas a la cultura y al momento en que imperan. Ciertas ideas o prácticas
adquieren el carácter de verdades dentro de un grupo humano en razón del poder
político o del consenso social que las inviste de tal rango. Esto es lo que determina su
relativismo y su impermanencia y por ello su universalidad no tiene el mismo alcance
que la de las verdades científicas o lógicas.
Con menor grado de universalidad aún se presentan las verdades existenciales, que
son las que corresponden al comportamiento, las actitudes y los juicios de los
individuos y que expresan los valores, las creencias, las motivaciones y vivencias de
éstos, su percepción de las cosas, sus razones para vivir o morir. El carácter verdadero
de las conductas, ideas o decisiones individuales se asienta en la autenticidad, en la
libertad o autonomía con que actúa cada uno, dentro de los límites morales y
condicionamientos sociales que regulan o modulan el ejercicio de esa libertad.
Se puede decir, en definitiva, que los criterios de verdad y la noción de verdad son
diferentes según los contextos a los que pertenecen los enunciados, las teorías o los
conceptos. Los distintos tipos de ciencias plantean exigencias diferentes para establecer
la verdad de sus formulaciones. Además, en cada ciencia pueden existir teorías diversas
y hasta opuestas sobre determinado objeto o problema. No se debe olvidar, asimismo,
que el conocimiento científico se halla en permanente cambio y que todas las verdades
son, como sostiene Popper, provisionales o conjeturales.
La idea de verdad como producto de una demostración pertenece también al ámbito de
la ciencia, pero en este caso es la racionalidad o validez formal o lógica del
razonamiento el criterio fundamental, sin recurso a la experiencia empírica, para decidir
la verdad o falsedad de los enunciados. Este concepto de verdad es el que corresponde a
las ciencias formales como la matemática y la lógica.
La verdad como creencia es la verdad que se acepta o se cree contenida en las
informaciones, noticias, datos, testimonios, ideas, etc., que se conocen o a los que se
tiene acceso en la vida cotidiana, o también en la vida política y religiosa. Este tipo de
verdad es reconocida como tal en virtud de la autoridad intelectual o moral que se
adjudica a quienes la transmiten. La última forma de verdad de la que habla Cravero es
la que se supone encerrada en el sentido global o último que se atribuye a una
determinada realidad o a la realidad total.
Tanto la realidad como las verdades que el hombre descubre en ella están en
permanente cambio, en constante proceso de mutación, “mutación acaso hacia una meta
definitiva”. La verdad absoluta y última es algo que el hombre debe construir, algo que
se logrará a partir de las ideas semi verdaderas o de las verdades a medias que se van
obteniendo del cúmulo de experiencias acerca de la realidad.
BIBLIOGRAFÍA