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El Universo Es Un Dragon Verde PDF

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EL UNIVERSO ES UN DRAGON VERDE

Un relato cósmico de la creación


Brian Swimme
Titulo original:
THE UNIVERSE IS A GREEN DRAGON

Traducido por Teresa Gottlieb

© Bear & Company


Santa Fe, New México, EE.UU.}

SELLO AZUL
Casilla 53303
Santiago, Chile

Inscripción N°: 98.992


l.S.B.N. 956-7509-02-6

Distribución:
Editorial Cuatro Vientos
Casilla 131
Fono/Fax: (56-2) 3413107
Santiago, Chile

Producción: David Molineaux, Nadia Prado


Diseño portada: Paz Rojas / Surada
Impresión: Andros Ltda.

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

I a Edición, Enero de 1997 2a Edición, Agosto de 1998

A Thomas Berry
INDICE

Prólogo

I. EL COSMOS: REVELACION PRIMORDIAL

La Crea Creatividad: Una Fuerza Primordial y Omnipresente

El Encanto

El Encanto como Destino

El Mal y el Riesgo Cósmico

II. EPIFANIAS DE LA TIERRA

El Mar

La Tierra

La Vida

El Fuego

El Viento

III. EL FINAL DE LA BOLA DE FUEGO

La Transformación Social y la Actividad Geológica

El Arte de Encender un Fuego Cósmico


PROLOGO

Un día dictaba una charla sobre la nueva cosmología en la ciudad de Chicago. De repente una mujer
se puso de pie, mirándome furiosa, como si la mismísima Atenea se dispusiera a atacarme. "Quiero
que me explique por qué no le enseñan esto a mi hijo en el colegio. Usted dice que los científicos han
abandonado la imagen materialista del mundo. ¿Me podría decir por qué mi hijo tiene que seguir
soportándola, entonces?".

Excelente pregunta. Y que no se limita sólo a los colegios. Cuando enseñaba matemáticas y física a
nivel universitario, solía preguntarme algo parecido. Se suponía que debía hablarles a mis alumnos del
Universo, nada más que del Universo, sin entrar a hablar de su sentido. Raro, ¿no les parece?

Si uno se plantea una y otra vez la misma pregunta, no es difícil responderla. La civilización occidental
se inició en medio de una especie de esquizofrenia cultural. De hecho, nuestras investigaciones
científicas se apartaron de las corrientes humanistas y espirituales al comienzo de la era moderna.
Con buenos motivos, por supuesto, pero la neurosis ha terminado por extenderse a varios continentes.
Inmersos como estamos en la más espantosa patología conocida en la historia de la humanidad,
habría que preguntarse si valió realmente la pena ese alejamiento.

Los seres humanos conscientes comprendieron desde un principio que era algo peligroso. Aunque no
podían haber previsto los males que se ciernen sobre nosotros a nivel planetario ni la amenaza de
aniquilación bajo la cual nos dormimos noche a noche, se daban cuenta de que el futuro que nos
esperaba era absolutamente insano. Una actitud mental enferma no puede sino conducir a un medio
ambiente enfermo, pero no se podía hacer nada al respecto. Como los conceptos mecanicistas de las
disciplinas científicas dieron buenos resultados, terminaron por aislarse en el mecanicismo. Nuestra
tradición religiosa se limitó cautelosamente a la redención y decidió que la creación no le interesaba.
La cultura occidental tomó un camino que la llevaría inevitablemente a una patología cada vez más
generalizada.

Actualmente se está produciendo un fenómeno impresionante, capaz de poner fin a este impase. Me
refiero a la transformación radical de la imagen del mundo que va produciendo el relato cósmico de
nuestro origen y desarrollo en la medida en que va penetrando en la conciencia humana. Cuando
hablo de nuestro origen y desarrollo no me refiero solamente a la especie humana, sino al origen y el
desarrollo de todo el Universo. Hemos descubierto algo que encierra enormes posibilidades. No
podemos seguir considerando al Universo como producto del choque casual de distintos elementos ni
como un mecanismo determinista. El Universo considerado como un todo se parece más bien a un ser
en proceso de crecimiento. El Universo tiene un comienzo y está en medio de su proceso de
crecimiento, de una epigénesis cósmica de increíbles proporciones. Este nuevo fenómeno lo abarca
todo: las galaxias, las estrellas, los planetas, la luz y todos los seres vivos.

¿Qué nos ofrece esta imagen más amplia del Universo? Nos permite reinventar lo humano como parte
del nuevo relato cósmico. Ni más ni menos. Una nueva escuela sociológica o una nueva teoría
psicológica serían muy limitadas para ayudarnos a enfrentar inquietudes de tal envergadura como las
actuales. Tenemos que comprender lo humano como parte de la dinámica intrínseca de la Tierra.
Alienados del cosmos, aislados en nuestros estrechos marcos de referencia, no sabemos qué somos
como especie. La única manera de comprender nuestro rol en un sentido amplio es reinventar lo
humano como una dimensión de un Universo en despliegue constante.
Lo que presento enceste libro es una imagen general del relato cósmico de la creación, a través de
una conversación que se prolonga a lo largo de toda una tarde. Los interlocutores se llaman Thomas y
Joven. Los he llamado así a modo de reconocimiento a Thomas Berry y a la corriente cosmológica que
representa, cuyos orígenes se encuentran en Erich Jantsch y Teilhard de Chardin, Santo Tomás de
Aquino y Platón. Lo que me propongo es dar a conocer la nueva imagen de la creación a partir de una
conversación que sostuve con Thomas Berry en el restaurante "Broadway Diner" de la ciudad de
Nueva York. Yo estaba comiendo una ensalada griega cuando, de repente, Thomas Berry me dijo:
"Ustedes los científicos pueden describir maravillosamente la evolución del Universo, de una manera
que supera todas las cosmologías conocidas. Pero si siguen limitándose a sus aspectos cuantitativos,
jamás van a comprender su sentido. Son incapaces de escuchar la melodía que encierra. Y eso es lo
que pueden ofrecer las corrientes espirituales. Describe la evolución, pero no te olvides de la melodía".
El otro interlocutor se llama Joven, para que no nos olvidemos que la especie humana es la más
reciente, la más joven, la más inmadura. Somos recién llegados al Universo. Si podemos adaptarnos,
si no dejamos de preguntar, de crecer y de tener esperanzas, si no dejamos de asombrarnos y
sorprendernos, seguiremos avanzando en el único proceso que tiene sentido, en el proceso de nuestra
auténtica maduración como especie. Sólo así permitiremos que la Tierra vuelva a florecer.
EL COSMOS COMO REVELACION PRIMORDIAL

LA CREATIVIDAD: UNA FUERZA PRIMORDIAL Y OMNIPRESENTE

JOVEN: ¿Por qué dice que el Universo es un dragón verde?

THOMAS: Porque me gusta contar cuentos. Además, me parece una buena manera de empezar a
hablar de la nueva visión del cosmos.

JOVEN: ¿Pero por qué decir que es un dragón verde cuando no lo es?

THOMAS:Por varios motivos. Digo que el Universo es un dragón verde para recordarnos que nunca
podremos expresar a través de las palabras lo que es el Universo.

JOVEN: ¿Por qué?

THOMAS: Porque el Universo es una singularidad. Para expresarnos no podemos dejar de hacer
comparaciones. Podemos decir que tal casa es blanca, no marrón. O que tal persona es violenta, que
no es amable. O que tal cosa ocurrió en el siglo XIX y no antes. Pero sólo hay un Universo. No
podemos comparar el Universo con nada. No podemos encerrarlo en palabras.

Digo que el Universo es un dragón verde, porque no quiero caer en la tentación de pensar que
podemos controlarlo, como haríamos si lleváramos a la perrera a un perro vagabundo. Quiero que
tengamos presente esta relación cuando nos enfrentamos al Todo.

Además, y éste es otro motivo para llamarlo un dragón verde, a través de las investigaciones
científicas hemos hecho descubrimientos que modifican toda nuestra imagen del Universo. El
descubrimiento de Copérnico de que la Tierra gira alrededor del sol es mínimo en comparación con la
revolución actual del pensamiento. Reconozco que comparar el Universo con un dragón verde es una
locura, pero ojalá refleje el asombro que siento ante lo que hoy en día sabemos sobre el Universo. En
realidad, la imagen del dragón es imperfecta, porque los dragones verdes son demasiado comunes y,
por eso mismo, no reflejan en absoluto todo el alcance de lo que hemos comprendido. Así de limitado
es el lenguaje... ¿Empezamos entonces?

JOVEN: ¿Usted me va a contar la historia del Universo?

THOMAS: ¿No te parece una estupenda manera de pasar una tarde al lado de un río? Eso sí, te
advierto que a ratos te vas a sentir confuso; hay muchas cosas que te van a desconcertar. No dejes de
interrumpirme cuando necesites reflexionar. Es la única manera de escuchar este relato como se debe;
la única manera de empezar a sentir en toda su magnitud lo que está irrumpiendo en la conciencia del
ser humano.

JOVEN: ¿Va a ser largo?


THOMAS: No, en absoluto. Terminaremos antes de que se ponga el sol y ya está sobre Hawai. Toma un
poco de sidra. Cuando te cueste entender, piensa en este maravilloso roble colorado que ha estado
aquí desde hace cuatrocientos años, más o menos. Piensa en todo lo que ha vivido. Piensa en la
paciencia que ha tenido, en su perseverancia, en la fuerza que ha adquirido mientras aprendía a
relacionarse con todo lo que se le ponía por delante. Y ahí sigue. Este roble nos va a ayudar cuando
esto se complique.

JOVEN: ¿Por dónde empezamos?

THOMAS: Por el principio. Por la historia de todo el Universo. El cosmos en constante despliegue es el
contexto de todos los conceptos de valor, sentido, propósito y finalidad. Para hablar del origen del
Universo tenemos que recordar el enorme fuego mudo del comienzo del tiempo.

Imagínate una caldera de la que iba surgiendo todo. Una hoguera que abarcaba todo el Universo, que
era el Universo. No había ni un solo rincón*del Universo en que no estuviera presente. La luz
explotaba en todos sus rincones. Y todas las partículas ardían bajo una presión y un calor enormes;
todo lo que vemos, todo lo que existe hoy ya estaba allí desde un comienzo, en esa inmensa explosión
de luz incandescente.

JOVEN: ¿Y cómo sabemos que pasó eso?

THOMAS: Lo sabemos porque lo vemos. Porque vemos la luz de la bola de fuego inicial. Por lo menos
la luz del punto más distante, porque estuvo ardiendo durante cerca de un millón de años. Y vemos el
nacimiento del Universo, porque la luz del punto más lejano recién llega a donde estamos; se ha
venido desplazando durante veinte mil millones de años para llegar aquí.

JOVEN: ¿Qué quiere decir eso de que vemos la luz de la bola de fuego?

THOMAS: Cuando miramos una vela encendida, vemos su luz. Lo mismo pasa con la bola de fuego.
Nos relacionamos físicamente con fotones que provienen del origen del tiempo.

JOVEN: ¿O sea que estamos en contacto directo con el origen del Universo?

THOMAS: Así es.

JOVEN: Me cuesta creer que no lo sabía.

THOMAS: Los científicos aprendieron hace muy poco a ver la bola de fuego. Su luz ha estado siempre
presente, pero para poder verla el ser humano tenía que desarrollar inmensamente su capacidad de
percepción. Así como un artista aprende a observar los sutiles matices de las orillas de un lago, la raza
humana ha aprendido a agudizar su percepción para apreciar lo que le rodea. Fue un proceso que
tardó millones de años, pero actualmente los seres humanos pueden relacionarse con las radiaciones
cósmicas que surgieron junto con el Universo. Podemos observar el comienzo del tiempo... es algo
prodigioso.

JOVEN: Impresionante.
THOMAS: Lo más impresionante es darse cuenta de que todo lo que hay en el Universo tiene el mismo
origen. Los elementos de tu cuerpo y del mío están íntimamente relacionados, porque provienen del
mismo fenómeno energético y forman parte de ese fenómeno. Nuestro linaje está formado por todos
los seres vivos, y se remonta a las estrellas y al comienzo de la bola de fuego. El Universo es un solo
despliegue dinámico y multiforme de materia, entendimiento, inteligencia y vida. Y todo esto es nuevo.
Ninguno de los grandes personajes de la historia lo sabía. Ni Platón ni Aristóteles ni los profetas
hebreos, ni Confucio ni Santo Tomás de Aquino, ni Leibniz ni Newton ni ninguno de los otros grandes
creadores. Somos la primera generación que tiene una imagen empírica del origen del Universo.
Somos los primeros seres humanos que contemplamos el cielo nocturno y vemos el nacimiento de las
estrellas, el nacimiento de las galaxias, el nacimiento de todo el cosmos. Nuestro futuro como especie
se forjará a partir de esta nueva visión del mundo.

JOVEN: ¿Y qué pasa con mi futuro? ¿Qué sentido tiene esto para mí?

THOMAS: Para empezar, significa que tienes que aceptar tu capacidad creativa. El Universo se ha
desplegado hasta el punto en que está ahora y te ha dotado de una enorme capacidad creativa para
seguir desplegándose. La evolución del cosmos depende de los seres y los elementos que existen hoy
en día, incluido tú. Tu creatividad es tan esencial para la evolución del Universo como la creatividad
que contenía la bola de fuego.

JOVEN: ¿Qué tengo que hacer para entender en qué consiste mi creatividad?

THOMAS: Observa la creatividad que se manifiesta en el Universo. Eso te ayudará a entender qué papel
juegas en la actividad creativa. La bola de fuego era una caldera de creatividad. De allí salieron las
partículas que dieron origen al Universo. Todo lo que existe en la Tierra existe gracias a esas
partículas que aparecieron cuando el Universo empezó a desplegarse.

Después de la bola de fuego, aparecieron las estrellas y las galaxias. No podemos>dejar de reconocer
que la creación de una galaxia es un hecho estupendo. ¿Acaso lo podríamos hacer nosotros? Sin
embargo, hay cientos de miles de millones de galaxias, cada una de las cuales se compone de cientos
de miles de millones de estrellas. Y todas están en constante movimiento; las estrellas giran unas en
torno a otras, explotando, creando nuevas estrellas, unidas en el silencio de la fuerza de gravitación
que las envuelve. Y estas estructuras extraordinariamente complejas surgieron en un abrir y cerrar de
ojos. Basta con pensar en la creatividad natural del Universo para sentirnos abrumados por su
inmensidad y su aparente espontaneidad.

Para entender en qué consiste la creatividad tenemos que empezar por saber cómo se expresa la
creatividad de la Tierra. No conocemos ningún otro planeta tan creativo como la Tierra. Y me refiero a
la Tierra como un todo, como una unidad creativa. La Tierra creó masas sólidas, cadenas de
montañas, una atmósfera. La Luna y Mercurio crearon cadenas de montañas, pero su creatividad dejó
de manifestarse hace mucho tiempo. Marte también creó montañas y una gruesa capa sólida y una
atmósfera, pero su etapa creativa más importante ya pasó. En cambio, la Tierra va a seguir creando
durante miles de millones de años. Júpiter creó una atmósfera, eso es innegable, pero nunca va a ser
capaz de crear un continente; las grandes masas que lo forman seguirán en estado gaseoso por
muchísimo tiempo. Sólo la Tierra tenía la capacidad creativa necesaria para dar a luz tal diversidad,
aunque fuera en forma elemental. La Tierra creó los océanos, lo que es una hazaña extraordinaria.
Aún no hemos descubierto ningún otro océano en esta galaxia, ni lagos ni ríos. Sólo los encontramos
en la Tierra.

JOVEN: ¿Solamente?

THOMAS: Hay vapor de agua y hielo, pero nada más. La creación del hielo es una manifestación
incomparable de la creatividad; durante los primeros miles de millones de años del Universo no había
hielo en ninguna parte. Venus creó vapores de agua, lo que evidentemente es una gran obra creativa,
pero el haber creado océanos y haberlos conservado durante cuatro mil millones de años es una
hazaña de la que sólo la Tierra puede vanagloriarse. Por lo que sabemos, es muy probable que no
haya ningún otro planeta con tanta capacidad creativa. Puede ser una idea alarmante, pero es muy
respetable mientras no haya nada que nos demuestre lo contrario.

JOVEN: Aparentemente, los océanos no son nada fuera de lo común.

THOMAS: Sí, tienes razón, pero eso no es más que un reflejo de lo limitado de nuestro entendimiento.
Sólo cuando tomamos a todo el Universo como marco de referencia empezamos a reconocer el
sentido cósmico que tiene el agua dulce. Sólo cuando tomamos conciencia de la evolución del cosmos
empezamos a comprender el sentido y el significado de las cosas comunes y corrientes.

La Tierra fue una caldera de creatividad química y elemental, que dio origen a una enorme variedad de
formas y combinaciones de elementos cada vez más complejos hasta que la vida apareció en los
océanos y empezó a extenderse por los continentes hasta cubrir todo el planeta. Esta creatividad
siguió manifestándose hasta que empezaron a aparecer flores en todos los continentes, y siguió
desplegándose hasta que la imagen de las flores y de todo lo bello llegó a ser percibida y apreciada.
Somos la más reciente, la más flamante extravagancia de esta Tierra extraordinariamente creativa.

JOVEN: ¿Y la última también?

THOMAS: La que está en pañales todavía. ¿Cómo puedes hablar del final? Recién hemos empezado a
caminar y estamos profundamente conscientes de nuestra inmadurez. Esta misma conversación nos
demuestra cómo sigue evolucionando la capacidad del ser humano para reflexionar sobre sí mismo.
Hace

un rato, ni siquiera sabías de la existencia de la bola de fuego inicial. Durante millones de años, ni una
sola especie oyó hablar de la luz de la bola de fuego. ¿Te das cuenta? El Universo sigue
evolucionando, sigue manifestándose a través de la conciencia del ser humano.

JOVEN:Cuando usted describe la aparición de los océanos entiendo que fueron algo nuevo que se
sumó espontáneamente a la Tierra, ¿pero qué aportan los seres humanos que sean realmente
nuevos?

THOMAS: Lo humano le da al Universo la oportunidad de apreciar su increíble belleza. Puedes verlo así:
antes de que aparecieran los seres humanos, la Tierra y el Universo eran maravillosos, pero nadie
apreciaba todavía el profundo sentido de esa maravilla, nadie lo comprendía. Nosotros, los seres
humanos, hicimos posible la profunda percepción de algunos aspectos del Universo, y recién hemos
empezado a expresarnos; cuando maduremos, podremos dar mucho más todavía. ¿Qué otro sentido
tendría que todo lo que existe en la Tierra tratara de llamarnos la atención, con la esperanza de
percibir su existencia a través de una vida vivida intensamente? Piénsalo. Hasta ayer no tenías ni la
menor conciencia de la bola de fuego. Ahora que has oído hablar de ella, dime si no te maravilla.

JOVEN: Bueno, sí, me maravilla.

THOMAS: El Universo tiembla de asombro a través del ser humano. ¿Te das cuenta? Trata de imaginar
lo que pasaría si no hubiera seres humanos en este planeta: las montañas y la bola de fuego seguirían
siendo maravillosas, pero la Tierra no tendría conciencia de ellas. ¿Te das cuenta lo tristísimo que
sería, lo terriblemente limitado que sería?

A veces pienso que lo más importante que pueden hacer los padres es percibir la belleza y el encanto
de sus hijos. Los niños son maravillosos, indescriptiblemente lindos, pero no tienen conciencia de su
belleza. ¿Te puedes imaginar lo dramático que sería que nadie percibiera y apreciara la belleza de un
niño, que nadie se fascinara ante un niño lindísimo, que nadie apreciara lo maravilloso que es?

Con el cosmos pasa lo mismo; los seres humanos captan la inmensa belleza de la Tierra, de la vida y
del Universo. Somos capaces de valorarla, de apreciar su grandeza.

JOVEN: ¿Y usted dice que no hemos terminado de hacerlo?

THOMAS: Cada una de las grandes eras de la humanidad ha tenido una imagen de su belleza. En la
época tribal-chamánica, la conciencia humana percibió los profundos misterios de la Tierra, del cielo y
del sol. ¡Imagínate lo que habrá sido para el ser humano percibir el estallido de un relámpago por
primera vez, sentir la emoción de una tormenta eléctrica! Cada vez que nos asombramos ante la luz
quebrada de un rayo, cada vez que nos estremecemos de expectación en un bosque antes del
amanecer, estamos recordando la primera vez que la Tierra percibió su propia belleza.

En la segunda era de la historia de la humanidad, la era de las grandes civilizaciones clásicas,


aparecen la cultura china, la india, la europea, la del Medio Oriente y la amerindia. Esas civilizaciones
permitieron que los seres humanos se especializaran en distintas tareas y así hicieron posible el
desarrollo de técnicas inimaginables en el mundo tribal. Ese fue el contexto en que se escribieron los
grandes textos sagrados, en que se forjaron las disciplinas espirituales clásicas. En ese período
histórico, lo humano comenzó a ser percibido como el punto en que se entrecruzaban el ámbito de los
fenómenos y lo que está más allá de los fenómenos.

La tercera etapa de desarrollo de la humanidad es la era científico-tecnológica. En los últimos siglos


hemos descubierto empíricamente las leyes por las que se rigen la Tierra y el cosmos. Se
descubrieron y codificaron en términos matemáticos los fenómenos de la gravitación, de la
electromagnética, de las sutiles e intensas interacciones nucleares. Se desarrolló la capacidad de
modificar la dinámica terrestre a través de nuevas técnicas. El ser humano tomó conciencia de las
enormes dimensiones del tiempo y el espacio, y el origen mismo del Universo se hizo presente en la
conciencia individual capaz de reflexionar sobre sí misma. La era científico-tecnológica ha permitido
que las leyes del Universo se manifiesten en la conciencia del ser humano.

Actualmente, la especie humana avanza hacia una cuarta era, que podríamos definir como la era de la
Tierra. Eso no significa que la ciencia y la tecnología desaparecerán en un abrir y cerrar de ojos. La
época tribal-chamánica no desapareció cuando surgieron las civilizaciones religiosas clásicas y éstas
no desaparecieron cuando comenzó la era científico-tecnológica. Pero el fuego creativo que se refleja
en la aventura humana se concentra hoy en día en la creación de algo absolutamente nuevo, en una
expresión de lo humano que se concibe a sí misma como parte de la dinámica terrestre en constante
despliegue. La tribu no será el centro del reino de lo humano como tampoco lo serán la civilización, la
cultura ni el Estado-nación. El centro de este reino será la comunidad de la Tierra, que percibiremos
como nuestro hogar, como la fuente de creatividad y de vida.

Los seres humanos se interesarán por conocer más a fondo las dimensiones planetarias y cósmicas
de una mente capaz de reflexionar sobre sí misma. Desde el punto de vista del planeta, podríamos
decir que la Tierra recién está empezando a conocer su propia belleza, su poder y sus posibilidades
futuras. La Tierra comienza a perseguir el despliegue de la visión de un ser consciente de sí mismo.

JOVEN: ¿Se podría decir que la Tierra es un individuo?

THOMAS: No. La Tierra despierta a través de la mente del ser humano. Hay que comprender esto
desde dos puntos de vista. Por una parte, tenemos a la humanidad que despierta a su responsabilidad
planetaria, y empieza entonces a ofrecerle a la Tierra un corazón y una capacidad de entendimiento.
Desde otro punto de vista, vemos que el planeta como un todo va despenando a través de la mente
que reflexiona sobre sí misma, que se despliega a través de los seres humanos.

JOVEN: ¿Y esto es algo que todo el mundo sabe?

THOMAS-. La terrible confusión que tenemos muchos actualmente es, en cierta medida, un reflejo del
reconocimiento de la situación en que nos encontramos. La desesperación y el miedo son la forma en
que mucha gente expresa la percepción reprimida de que algo de inmensas proporciones se está
produciendo en la Tierra.

JOVEN: Usted dice que estamos dejando atrás la era tecnológica. ¿Qué va a pasar con la ciencia y la
tecnología?

THOMAS: En la era científico-tecnológica, pensábamos que la tecnología les ofrecía mejores


posibilidades a los seres humanos y que la ciencia era la suma de conocimientos sobre el Universo
acumulados por la humanidad. En cambio, en la era de la Tierra la ciencia y la tecnología se nos
aparecerán como simples actividades de la Tierra. Durante millones de años, antes de que
aparecieran los seres humanos, las plantas tenían tecnologías propias, y había conocimientos
científicos similares en todo el mundo biológico. ¿Tú creías acaso que la predicción del estado del
tiempo era un invento de los seres humanos? Empezaremos a comprender que la ciencia y la
tecnología no surgieron sólo como una herramienta útil para los seres humanos, sino para contribuir al
despliegue del planeta, para darle más intensidad a la vida sobre la Tierra. La humanidad es una
creación del proceso terrestre: hemos sido creados para enriquecer la vida del planeta con la ciencia y
la tecnología y todo lo demás.

JOVEN: ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Se supone que también tengo que aportar algo?

THOMAS: ¡No te impacientes! Primero tienes que aprender. Hace unos minutos no sabías cuál era el
origen del Universo. Ten paciencia, porque indudablemente hay algo que sólo tú puedes hacer. ¿O
acaso crees que el Universo ha venido trabajando durante veinte mil millones de años para crearte si
no tuvieras algo especial que hacer, algo que sólo tú puedes hacer? Tu creatividad se despeñará
cuando te llegue el momento de hacer la tarea para la que fuiste creado.

JOVEN: ¿A qué creatividad se refiere?

THOMAS-. Mientras no se manifieste no se puede saber. Ni tú siquiera sabes de qué se trata todavía.

JOVEN.- ¿Pero de dónde sale esa creatividad, si ni siquiera yo sé de qué se trata?

THOMAS: De donde sale todo. De donde surgió la bola de fuego, de un vacío, de una dimensión
misteriosa de la realidad, de una nada que también es la fuente de todo lo que existe.

JOVEN: Espere...

THOMAS: Sí, me doy cuenta de que suena raro, pero así es. Te estoy hablando de algo que recién hace
pocos años se comprobó empíricamente. En la física se lo conoce como fluctuación cuántica, y quiere
decir que las partículas fluctúan entre la existencia y la no existencia. Bastante raro, ¿no? No vayas a
creer que a los físicos les resulta más fácil entenderlo que a ti. Las partículas cobran vida de repente y
luego desaparecen. De repente, aparece un protón. ¿De dónde salió? ¿Quién lo hizo? ¿Cómo surgió
de un momento a otro?

Simplemente salió de la nada. Un segundo antes no había nada y al segundo siguiente ahí está. No
estoy hablando de la transformación de masa en energía y viceversa, sino de algo mucho más
misterioso. Lo que digo es que las partículas borbotean desde el vacío y emergen a la existencia. Así
funciona el Universo, y lo único que podemos hacer es reconocerlo. No es un invento nuestro; es lo
que ocurre y punto. Las partículas surgen de repente de un ámbito misterioso; y eso es todo.

Hablo de la nada. O del vacío. Pero esas palabras sólo reflejan lo limitado del lenguaje. Nos
acercamos aquí al mayor de todos los misterios, que supera todos nuestros esfuerzos por
comprenderlo e investigarlo. No había bola de fuego y surgió de la nada. El Universo irrumpió de
repente, todo lo que existe surgió de la nada, todo cobró vida en un instante.

Ojalá pudieras entender que estás lleno de vacío. Eres más vacío fecundo que partículas creadas.
Para entenderlo, basta con examinar un solo átomo de tu cuerpo. Si tomas un solo átomo y lo
agrandas hasta que sea tan grande como un estadio enorme, verás que prácticamente lo único que
contiene es vacío. El centro del átomo, el núcleo, sería más pequeño que una pelota de tenis colocada
en la mitad de la cancha. Los elementos que lo rodean serían zancudos suspendidos en el aire mucho
más arriba. ¿Y qué habría entre la pelota y los zancudos? Nada. Nada más que vacío. Lo que más
tienes es vacío. En realidad, si te sacaran todo lo que no es materia, serías un millón de veces más
pequeño que el grano más diminuto de arena.

Pero es bueno saber que somos vacío, porque el vacío también es la fuente de todo lo que existe.
¿Me entiendes? JOVEN: ¿Y todo esto se descubrió hace poco?

THOMAS: SÍ. El surgimiento espontáneo de las partículas es un descubrimiento contemporáneo muy


radical. Todos estos descubrimientos científicos son muy recientes, y rompen con tradiciones que
remontan al origen de la ciencia.
Sin embargo, desde otro punto de vista recién empezamos a comprender algo que fue muy importante
en el período de las religiones clásicas. En la Europa medieval, Tomás de Aquino y Meister Eckhart
intuyeron que el vacío es la fuente de todo. Comprendieron que el reino de lo no articulado es la
máxima expresión de la simplicidad divina. Esta misma idea se repite en la vida y en las enseñanzas
de Buda, que comprendió que todo lo articulado surge del vacío y es inseparable del vacío.

JOVEN: ¿Quiere decir entonces que la física, el cristianismo y el budismo están diciendo la misma
cosa?

THOMAS: No, no se podría llegar a una conclusión tan simplista. Lo que pasa es lo siguiente: el relato
de la creación que va imponiéndose cada vez más a nivel científico les da un contexto y un sentido
fundamental a todos los pueblos de la Tierra. Por primera vez en la historia de la humanidad, todos
podemos estar de acuerdo sobre cómo surgieron las galaxias, las estrellas, los planetas, los minerales,
los seres vivos y las culturas. Este relato no les quita ni un ápice de valor a las corrientes espirituales
del humano no es un ente aislado en el mundo, sino la culminación de un proceso que se ha
prolongado por mil millones de años; y se comprendió que no existe un Universo lleno de cosas, sino
que estamos rodeados de un Universo que es un fenómeno energético único, una fuente única,
multiforme y maravillosa de vida.

No hay que olvidar que la distinción entre ciencia y religión ha causado muchísimo dolor. Hemos
pagado un precio muy alto por la disciplina científica; para festejar lo que se da ahora no podemos
dejar de recordar el dolor que ha provocado esta situación esquizofrénica. Tenemos un nuevo y vasto
relato empírico del Universo, que siempre va mucho más allá de cualquier descripción anterior de la
realidad, una visión que es válida para todos los pueblos porque se basa en vivencias concretas. Con
este relato que va cobrando forma podemos seguir avanzando hacia la plena concreción de nuestro
destino.

JOVEN: ¿Qué destino?

THOMAS: Nuestro destino es transformarnos en amor encarnado en los seres humanos.

JOVEN: ¿Amor? Yo creía que estábamos hablando de ciencia y religión. Y del vacío.

THOMAS: Así es. El camino de salida del vacío es crear amor.

JOVEN: No entiendo.

THOMAS: ¿Qué?

JOVEN: Lo del amor. ¿A qué se refiere cuando habla del amor?


EL ENCANTO

THOMAS: Para hablar del amor, tenemos que partir por lo que conocemos, por el Universo en constante
despliegue en que vivimos. Este ámbito de la existencia es nuestro hogar por antonomasia, el hogar
de todos los seres, incluidos los seres humanos. Si queremos aprender algo, tenemos que partir del
cosmos, de la Tierra, de las diversas manifestaciones de vida.

El encanto, la atracción, es la primera expresión del amor. Piensa en el cosmos, en los cientos de
miles de millones de galaxias que se desplazan a toda velocidad por el espacio. En esa escala
cósmica, la dinámica básica del Universo es la atracción que cada galaxia ejerce en las demás. Ningún
objeto de la ciencia ha sido estudiado con más atención y en más detalle que la atracción de cada
elemento del Universo por los demás.

JOVEN: ¿Y esa atracción es amor?

THOMAS: Empecemos por el plano cósmico, donde se da la atracción.

JOVEN: ¿No es la gravedad?

THOMAS: Gravedad es la palabra que usan los científicos y que usamos todos en la era moderna para
referirnos a esa atracción primordial. Presta atención; ya voy a explicarte lo que quiero decir. Durante
trescientos años la palabra gravedad fue sinónimo de la teoría de Newton. Después vino Einstein, que
desarrolló la teoría de la relatividad de la gravedad. Por eso, cuando los científicos contemporáneos
hablan de la gravedad se refieren a la teoría de Einstein. Las sutiles diferencias matemáticas entre las
teorías de Einstein y de Newton son muy importantes, pero las dos no son más que intentos de
explicar en forma lógica por qué cae una piedra lanzada hacia arriba. Antes y después de todas las
teorías está el misterio de la piedra que cae y de la Tierra que gira. El misterio sigue siendo un misterio
aunque desarrollemos estupendas teorías. ¿Entiendes ahora?

JOVEN: No, no entiendo.

THOMAS: Si lanzo una piedra hacia arriba, ¿por qué cae?

JOVEN: Por la gravedad.

THOMAS: ¿Y qué es la gravedad?

JOVEN: Es una fuerza que atrae a los objetos.

THOMAS: ¿Pero qué los atrae?

JOVEN: La atracción, simplemente.

THOMAS: De acuerdo. Hay algo que atrae. Pero ese algo que atrae es un misterio.

JOVEN: Pero sabemos en qué consiste.


THOMAS: Sabemos cuáles son las consecuencias de la atracción, pero no sabemos en qué consiste.
Muchos años después de escribir la ecuación de la ley universal de la gravitación, Isaac Newton
seguía preguntándose "¿Por qué se da una gravitación mutua entre el sol y los planetas?" Nunca
llegaremos a entender totalmente la atracción ni a saber por qué existe.

El Universo podría haber sido distinto. Podría haber existido sin gravitación, pero lo que pasa es que
nuestra galaxia es atraída por todas las demás galaxias que hay en el Universo; y nuestra galaxia
atrae a la vez a todas las demás. La fuerza de gravedad es un fenómeno extraordinario y misterioso.
Fundamental. Abrimos los ojos y vemos que el encanto es la base fundamental del Universo macro
cósmico.

JOVEN: ¿Y usted dice que esa atracción es amor?

THOMAS: El problema con la palabra "amor" es que le han quitado todo su sentido. Desde hace varios
siglos el punto de referencia de nuestro lenguaje es el mundo de los seres humanos. Nuestro interés
por vivir en un mundo antropocéntrico ha desvalorizado muchos conceptos e ideas. Cuando nos
hablan de amor, pensamos solamente en el amor humano, que es una forma de amor muy peculiar.
Por eso, no digo que la gravedad y el amor humano son una misma cosa.

Lo que digo es que si pensamos en el amor en términos del cosmos, tenemos que partir del Universo
como un todo. Hay que partir de la atracción que se manifiesta en toda la macro estructura. Me refiero
específicamente a la fuerza unificadora que se expresa en todas partes, al encanto que todas las
galaxias ejercen en todas las demás.

JOVEN: ¿Y cómo se relaciona eso con el amor humano?

THOMAS: A ver, piensa en algo que te guste hacer.

JOVEN: Oír música.

THOMAS: Bien, oír música... ¡Mira! No hay nada que explique el gusto por la música; simplemente hay
ciertos tipos de música que nos gustan. Es una atracción elemental. Estás vivo y sientes que esa
música te gusta, nada más. ¿Te queda claro entonces que la atracción, el interés y el gusto son un
misterio primordial?

JOVEN: Recién empiezo a entenderlo.

THOMAS: Hay miles de sonidos, pero hay uno que te atrae más que otros. ¿Por qué? ¿Por qué ése y
no cualquier otro de los miles de sonidos que existen? ¿Por qué la música? Es algo inexplicable, tan
inexplicable como era para Newton la atracción que ejercía el sol en la Tierra. Lo más curioso de todo
es que ese encanto se expresa en todos los planos del cosmos. Ese encanto que sientes tú y que
sienten todos y todo es básicamente misterioso. Hay ciertas cosas que te interesan, ciertas personas,
ciertas actividades; todos los intereses son tan importantes para el Universo como la atracción que
siente la Tierra por el sol. No sabemos por qué se dan. Lo único que podemos hacer es reconocerlos.
¿Está más claro ahora?

JOVEN: Sí, pero quizá tenga una explicación. Por ejemplo escuchar música me relaja. Quizá por eso los
seres humanos...
THOMAS: La primera vez que escuchaste un trozo de música que te gustó, ¿te pusiste a pensar "esta
música me relaja"?

JOVEN: No, no lo pensé.

THOMAS: Simplemente te diste cuenta de que esa música te atraía, ¿o no? Este interés es la base del
amor. Hay algo que te atrae, o alguien, o una actividad; y eso es todo. Sólo te puedes explicar esa
atracción después, cuando la justificas. La Tierra no piensa "es bueno que me sienta atraída por el sol,
porque así los seres humanos pueden calentar agua para el té en bolsas negras y ahorrar
electricidad". La Tierra sólo siente la atracción, nada más. El electrón sólo siente la atracción, nada
más. La galaxia siente la atracción y nada más. La atracción que llamamos "interés" o "fascinación" es
tan misteriosa, tan elemental como el encanto que llamamos gravitación.

JOVEN:Lo que usted dice, entonces, es que la galaxia forma parte de la atracción, y que lo mismo pasa
conmigo.

THOMAS: Lo realmente misterioso es que cualquier cosa nos interese. Piensa en tus amigos, en cuando
los conociste, en lo primero que sentiste entonces. ¿Por qué tenemos que sentir interés por alguien?
¿Por qué no sentimos que todos son insoportables y terriblemente aburridos? ¿Por qué no funciona
así el cosmos? ¿Por qué no sentimos una absoluta indiferencia ante todos los seres humanos, los
bosques, las sinfonías y los mares? Lo más sorprendente es descubrir que algo o alguien es realmente
interesante. Esa es la primera chispa del amor. El amor surge cuando descubrimos un interés. El sentir
interés es enamorarse. El sentirnos fascinados es vivir un romance loco en cualquier nivel de vida.

Eso nos lleva a descubrir no sólo que sentimos interés, sino también que nuestros intereses son algo
absolutamente personal. Nos damos cuenta de lo que nos interesa a cada uno de nosotros y a nadie
más. Lo mismo pasa con los átomos de oxígeno. Y con los protones. Un protón sólo se siente atraído
por determinadas partículas. A un nivel infinitamente más complejo, lo mismo pasa con los seres
humanos: cada persona descubre toda una serie de cosas que la encanfen y que, sumadas unas a
otras, son un reflejo de su personalidad. El destino se despliega en la búsqueda de las cosas que nos
fascinan. Y nos interesan.

JOVEN: Pero eso suena casi egocéntrico. ¿Qué pasa con los demás?

THOMAS:Cuando uno busca lo que lo encanta, contribuye a la unión de todo el Universo. La unidad del
mundo depende de la búsqueda de lo que nos apasiona. ¿Te suena raro? Mira, hagamos una prueba.

Piensa en todas las formas de encanto que se dan en el Universo, en todos los niveles y en todos los
órdenes: el encanto que llamamos gravitación, las interacciones electromagnéticas, la atracción
química, el encanto en el campo de la biología y en los seres humanos. Ahora contéstame: ¿qué
pasaría si no bastara con chasquear los dedos para que todos esos encantos -que no vemos, ni
sentimos ni oímos- desaparecieran?

Para empezar, las galaxias se desintegrarían. Las estrellas de la Vía Láctea se dispersarían por todas
partes, porque dejarían de estar unidas en la danza de toda la galaxia. Sus brazos, que son como
espirales, desaparecerían, y las estrellas se hundirían caóticamente en el espacio intergaláctico. Las
estrellas se desintegrarían también, porque, sin la atracción que los mantiene unidos, los átomos
saldrían disparados en todas direcciones, dejando escapar la presión que hay en el núcleo y
suprimiendo las fusiones. Las estrellas dejarían de brillar.

Lo mismo pasaría con la Tierra; todos los minerales y los complejos químicos se disolverían, las
montañas se evaporarían como enormes nubes negras bajo el sol del mediodía. Y aunque el mundo
físico conservara su forma, el mundo de los seres humanos se desintegraría. Nadie saldría a trabajar
en la mañana. ¿Para qué? Nadie tendría interés en ir a trabajar, fuera en lo que fuera. No pasaría
nada. Los científicos que antes se quedaban

despiertos toda la noche tratando de dilucidar los misterios del Universo, que les parecían tan
interesantes, dejarían de hacerlo. Los amantes que se buscan de noche, dejando todo de lado por el
amor, nunca más volverían a hacerlo. Todo el interés, el encanto, la fascinación, el misterio y el
asombro desaparecerían y, sin eso, los grupos humanos perderían la energía que los mantenía
unidos. Las galaxias, las familias, los átomos y los ecosistemas se desintegrarían apenas se diluyera
el encanto que se manifiesta en todo el Universo. No quedaría nada. Ningún grupo humano
sobreviviría. No quedaría nada de nada.

JOVEN: Es una suposición bien impresionante.

THOMAS: ES una suposición que pone de relieve el efecto más importante del encanto: la evocación de
la existencia, la creación de colectividades. Todas las colectividades surgen en respuesta a un encanto
anterior y misterioso, ¿verdad? El encanto evoca la existencia y la vida. En eso consiste. Quizá ahora
entiendas lo que es el amor: amor es una palabra que se refiere al encanto a nivel cósmico; a la fuerza
elemental que crea agrupaciones de átomos, galaxias, estrellas, familias, naciones, personas, ecosis-
temas, océanos y estrellas. El amor da vida.

Piensa en el poder que ejerce el encanto, en su inmensidad. Apenas somos capaces de echar a andar
nuestros autos y hacer que nos lleven de aquí para allá. ¿Qué pasaría si tuviéramos que hacer girar
las estrellas y moverlas dentro de las galaxias? ¿Si tuviéramos que mantener unidos a los átomos?
Cuando te pones a pensar en la extraordinaria actividad galáctica que despliega el Universo a cada
instante, te das cuenta de lo impresionante que es el encanto cósmico del amor. Ese encanto es lo que
empuja a los amantes una y otra vez a los brazos del amado, lo que hace saltar a los padres de la
cama por tercera vez en la noche para calmar a un niño afiebrado, lo que impulsa a los seres humanos
a pasar toda la vida aprendiendo y creciendo. La emoción que sentimos cuando abrimos la carta de un
amigo es la misma fuerza que hace girar a la Tierra, en toda su inmensidad, durante toda la noche
hasta que aparecen los primeros albores del amanecer.

JOVEN: ¿Entonces el encanto es amor?

THOMAS: Sí, el amor es el encanto en acción, lo que crea y recrea vida.

JOVEN: ¿Encanto y evocación son lo mismo entonces?

THOMAS: Piensa en una estrella. Su desarrollo es una excelente demostración de que el encanto y la
evocación son la misma fuerza.
Imagínate una enorme nube negra de átomos de hidrógeno que abarca millones de kilómetros. Cada
uno de esos billones de billones de átomos se siente atraído por todos los demás y comienza a
moverse. Luego aparece un núcleo común y los átomos empiezan a acercarse unos a otros. La
presión cada vez más intensa crea la fuerza de gravitación que produce la fusión de los átomos de
hidrógeno y los lleva a transformarse en átomos de helio, y a liberar la energía que encierran en una
intensa explosión de luz que se proyecta hacia todas partes, hasta que el núcleo de la estrella se
enciende. Todo esto es el producto de ese encanto cósmico que es la gravitación. Donde al comienzo
había una nube negra de átomos de hidrógeno ahora hay un brillo estelar que atraviesa el espacio
intergaláctico hasta llegar a los extremos más lejanos del cosmos. Donde antes había hidrógeno ahora
hay una estrella. Eso es lo que pasa. El encanto de la gravitación dio vida a la estrella. Los átomos de
hidrógeno respondieron a ese encanto expresando todo su poder como elementos de una estrella
potentísima. La respuesta al encanto era la única manera de revelar los niveles más profundos y de
que el ser de la estrella se manifestara.

JOVEN: ¿Y lo mismo pasa con los seres humanos?

THOMAS: Sí, lo mismo pasa contigo. No sabes lo que eres capaz de hacer ni cuál es tu verdadero
sentido ni qué poderes tienes. Todo está sumergido en el vacío de lo que puedes llegar

a ser, en un plano que no vemos ni sentimos ni tocamos. ¿Cómo expresar tus capacidades? ¿Cómo
despertar tu creatividad? Respondiendo a lo que te encanta, obedeciendo a lo que te apasiona y te
interesa. El encanto te da vida, como le dio vida a la estrella. Nuestra vida y nuestras capacidades se
manifiestan en nuestra respuesta al encanto.

JOVEN: ¿A cualquier cosa que nos seduzca?

THOMAS: Sí, a cualquier cosa.

JOVEN: ¿Qué pasa cuando leemos a Shakespeare? ¿Qué nos despierta la lectura?

THOMAS: Cuando lo lees atentamente y te dejas fascinar por sus dramas, de repente descubres que se
te han despertado fuerzas que ni sospechabas que tenías, que se te ha abierto un espacio en el que
se manifiestan todas las emociones humanas. Cuando te sumerges de pies a cabeza en sus obras, te
encuentras de repente sobresaltado ante sentimientos que no conocías; te sientes emocionado por la
condición humana, por lo débil que es la voluntad, por la nobleza del espíritu que aflora en cada
generación por terribles que sean los sufrimientos y las desilusiones a los que se enfrente.

Hace un rato me preguntaste qué pasaba con los demás, qué papel juegan. ¿Entiendes ahora? La
lectura de las obras de Shakespeare te ayuda a comprender mejor las complejas relaciones que se
dan entre los seres humanos. Y las comprendes mejor precisamente porque el lenguaje de
Shakespeare abre en ti el espacio ontológico necesario para entenderlas. Tu conciencia se amplía y
eso te lleva a relacionarte con más sutileza. El mundo se hace más presente en ti; lo que antes era
invisible ahora se manifiesta. A eso me refiero cuando digo que tu ser se ha despertado, se ha
activado, se ha abierto, se ha evocado.

Si te dejas llevar más y más por esos intereses, vas a terminar entendiendo qué inspiraba a la
sociedad inglesa, a la sociedad romana, a la sociedad italiana del medioevo. Y cuando entiendas cómo
se reflejan en el presente las vidas de nuestros antepasados empezarás a ver cómo influye la historia
occidental en todo lo que hacemos hoy en día. Vivirás la complejidad del mundo de una manera
inconcebible para tu antiguo ser. Verás que no estás desconectado del mundo, ni de los seres
humanos que se empeñan por superar todos los problemas que se les presentan, vivan donde vivan.
Tendrás el primer atisbo de la intensidad con que se unen los humanos para crear todo un orden social
a partir del profundo reconocimiento de lo que significa ser un humano compasivo.

JOVEN: ¿A eso se refiere cuando dice que lo invisible se hace visible? De repente, surgen tantas
posibilidades de relacionarse... Es impresionante imaginar lo que podría haber sido el mundo si
Shakespeare y otros poetas no hubiesen escrito. ¿Pero por qué escriben? ¿Por esa seducción de la
que usted habla o por otros motivos?
EL ENCANTO COMO DESTINO

THOMAS: La pregunta que acabas de hacer nos lleva a la raíz de todo lo misterioso. Cuando
descubrimos este Universo en que el encanto se hace presente en todo, nuestro mayor deseo es ser
parte de esa fuerza, sentimos unas ganas enormes de encantar también.

JOVEN: No entiendo.

THOMAS: Sigamos con Shakespeare. Digamos que sus obras te atraen, te hacen sentir más
íntimamente unido a tus semejantes, te acercan a los antiguos romanos de una manera que antes
desconocías. Gracias a esa nueva capacidad de percepción, puedes relacionarte mejor y más
íntimamente con tus contemporáneos y tus coetáneos. Comprendes sus sentimientos, intuyes sus
motivaciones, estableces relaciones más complejas con los demás. Y todo esto simplemente por leer y
estudiar a Shakespeare, porque sus obras te ayudan a vivir más intensamente.

¿Entiendes ahora por qué Shakespeare está tan relacionado con el encanto? ¿Entiendes que las
obras de Shakespeare son una evocación de la vida?

JOVEN: Todavía estoy un poco confundido...

THOMAS: Tú preguntaste "¿Por qué escribía Shakespeare?" Escribía porque el mundo lo encantaba.
Escribía para expresar la majestuosidad, el sentido, la intensidad y la belleza que encontraba en la
vida. Pero para hacerlo tenía que fundirse con la belleza. ¿Cómo podría haber transmitido las
emociones que transmite si no las hubiera conocido a fondo? ¿Cómo podría haber expresado el
misterio de la angustia si no se hubiera adentrado profundamente en la angustia? Shakespeare se
dejó asombrar por la grandeza y a través de sus obras trató de expresar lo que sentía, de transmitir
simbólicamente su pasión por la vida. Por sentirse atraído por la intensidad de la vida, fue capaz de
transmitirla con palabras. ¿Por qué? Porque se sentía deslumbrado por la belleza. Porque el alma no
puede dejar de expresar esas emociones.

Shakespeare se expresó a través del lenguaje escrito, porque la escritura le permitía encantar a los
demás con la misma intensidad que él se dejaba fascinar por el mundo. A través de la escritura podía
entretener, asombrar, deleitar y hechizar a los demás, porque él mismo se sentía hechizado por el
mundo. El encanto que se expresaba de mil maneras lo convirtió en un encantador. La fascinación que
se reflejaba en todas las expresiones de vida lo convirtió en un ser capaz de fascinar...

JOVEN: Lo mismo se podría decir de todos los poetas, pero...

THOMAS: No, no, no se podría decir lo mismo. Piensa en los científicos. En Stephen Hawking, por
ejemplo. Hawking es un astrofísico que se siente fascinado por la bola de fuego inicial, por esta
singularidad en el espacio-tiempo. Eso lo llevó a interesarse en el orden y la belleza, en la complejidad
y la simplicidad de los primeros instantes del Universo. ¿Y qué hace entonces? Transmite sus
vivencias en inglés y en el lenguaje de las matemáticas. Desarrolla un estilo único para transmitir la
belleza que ha descubierto, la claridad de sus ideas, las vivencias que ha tenido, todo con la
esperanza de que otros puedan ver lo que ve, de cautivarlos, de ayudarlos a percibir y comprender
más plenamente el Universo. La belleza de su lenguaje matemático es tan encantadora como en
pentámetro yámbico de Shakespeare. Los físicos matemáticos no pueden resistirse al encanto de las
creaciones de Hawking, que se apoderan de la mente humana con la misma intensidad que las
creaciones de Shakespeare. ¿Entiendes lo que te digo?

JOVEN: Lo que quiere decir es que evoca en nosotros la fascinación por algo, sea lo que sea, y que eso
nos lleva a tratar de fascinar a los demás.

THOMAS: Sí, cuando sentimos que algo nos fascina hacemos todo lo que podemos por fascinar a los
demás. Por hechizarlos. Por despertar vida, por evocar la presencia, intensificar el despliegue de la
vida. Todas esas son expresiones de amor. Nuestro interés por fascinar surge del deseo de que se
expresen todas las cosas que podrían desaparecer si no lo hiciéramos. Así actúa el amor. Amar es
evocar la vida, intensificarla.

JOVEN: Pero no está hablando del amor humano...

THOMAS: No, no, no. Tienes que empezar a entender que ésta es una actividad esencial del Universo.
Piensa en la estrella. En su núcleo y en medio de un calor incandescente aparecen el helio, el carbón,
el oxígeno, la silicona, todos los elementos, hasta llegar al hierro. Si la estrella es lo suficientemente
grande como para que se produzca ese proceso, después de miles de millones de años explota, y al
explotar crea todos esos elementos y los lanza al Universo. Nuestro sistema solar surgió de la
explosión de una supemova, que dio origen a los planetas y a todos los elementos que forman parte
de los planetas. Los minerales y todos los elementos vivos provienen de la explosión de una
supernova.

¡Imagínate! Cuando respiras, respiras algo que fue creado por las estrellas. Si estás vivo es gracias al
regalo que te han dado. Tu vida es un producto de la acción de los cielos, ¿entiendes? Una estrella
surge espontáneamente en respuesta al encanto y luego evoca vida fuera de ella. El aire que respira-
mos, los alimentos que ingerimos, todos los elementos de los que estamos hechos son creaciones de
una supernova.

Así funciona el cosmos: la vida surge en respuesta al encanto, luego da vida a otros y luego los invita a
unirse al todo. Esta secuencia nos revela el sentido de la vida y del esfuerzo humano. La evolución de
la estrella es un reflejo de todo este proceso. Creada a partir de la bola de fuego, se entrega a una
intensa creatividad y su hacer se extiende a toda una galaxia, permitiendo que surjan nuevas formas
de vida. La estrella se entrega con toda intensidad a su tarea; después de desplegar esa impresio-
nante actividad, desaparece en una inmensa explosión. Pero sus dones han hecho posible la
existencia de elefantes, ríos, águilas, helados, postres deliciosos, cebras, dramas isabelinos y toda la
Tierra. La dinámica del amor se refleja claramente en el palpitar de una noche estrellada.

JOVEN: ¿Usted diría que la estrella está consciente de lo que hace?

THOMAS: Sí y no. Veamos qué pasa. Somos la autoconciencia del Universo, porque permitimos que el
Universo se conozca y esté consciente de sí mismo. Podemos decir, entonces, que el Universo está
consciente de sí mismo gracias a un cerebro capaz de reflexionar sobre sí mismo y que se despliega
en lo humano. Hemos sido creados para que la vivencia de la belleza se haga consciente. La bola de
fuego inicial existió durante veinte mil millones de años sin autoconciencia. La obra creativa de las
supernovas se prolongó por miles de millones de años sin que las supernovas supieran lo que estaba
pasando. Una estrella no puede, por sí sola, tomar conciencia de su belleza y de su entrega. Pero a
través de nosotros la estrella puede reflexionar sobre sí misma. En cierto sentido, tú eres la estrella.
Mírate las manos, ¿podrías decir que son algo que te pertenece? Todos los elementos que la forman
fueron creados a una temperatura un millón de veces superior a la de la lava ardiente, cada átomo fue
creado en medio del fuego incandescente de una estrella. Tus ojos, tu cerebro, tus huesos, todo tu
cuerpo ha sido creado por una estrella. Tú eres esa estrella, convertida en una forma de vida que es
capaz de reflexionar sobre sí misma. Entonces se podría decir que sí, que la estrella está consciente
de su impresionante labor, de su entrega al encanto, de su extraordinaria contribución a la vida, pero
sólo a través de su desarrollo más completo, a través de ti.

JOVEN: ¿Entonces se podría decir que recién ahora está consciente de lo que hace?

THOMAS: Sí, tal como tú acabas de descubrir aspectos de ti mismo de los que no sabías nada durante
muchos años. Piensa en las fotos que te tomaron cuando eras chico; cuando las miras, te estás
mirando. El bebé toma conciencia de su belleza. ¿Eres o no un paso más avanzado en el desarrollo de
ese bebé? Por supuesto que sí, aunque el bebé te parezca otra persona.

Lo mismo pasa con una estrella. Sabemos que somos un paso más avanzado de su desarrollo, pero
también sabemos que somos distintos. La estrella toma conciencia de su belleza y de su creatividad a
través de la mente de los seres humanos.

El Universo es un solo proceso multiforme. No hay nada que esté desvinculado de lo demás. Todo ha
surgido de la bola de fuego inicial y nada puede destruir el vínculo primordial que esto crea con todo lo
demás que existe en el Universo, por distinto que sea. Tú y todo lo que haces y todo aquello en que te
conviertes son formas más articuladas de la bola de fuego inicial.

Los seres humanos siempre se han sentido fascinados por los árboles genealógicos, porque quieren
saber de dónde vienen, qué camino se ha recorrido para llegar hasta ellos. Pero ningún estudio
genealógico que se haya hecho en toda la historia de la humanidad nos ha preparado para reconocer
esto. Un árbol genealógico de varios cientos o miles de años no es nada, porque nuestro árbol
genealógico abarca todo el Universo. Nuestros parientes son todos los seres con los que convivimos
en la Tierra, todos los planetas, todas las estrellas y todas las galaxias. Somos primos que nos hemos
extendido por todo el cosmos, de un extremo a otro.

Los seres humanos que vivieron en la Edad Media tenían razón al venerar reliquias. Cuando
veneraban una astilla de la cruz o una prenda que había usado San Francisco lo hacían porque ese
objeto había estado en íntimo contacto con seres extraordinarios. Esa veneración tendría que
generalizarse. La veneración de lo sagrado tendría que abarcar todo el Universo luminoso. ¿Qué
reliquias tenemos ahora? Nos tenemos a nosotros, tenemos a la Tierra y a todos los seres que forman
parte de ella y que un día estuvieron en el corazón de la supernova, antes de que explotara. Todos
estuvimos en la remota y aterradora caldera de la bola de fuego. Y no como meros testigos, sino como
protagonistas. Nuestros cuerpos recuerdan lo que ocurrió, llenos de admiración ante la majestad del
cielo nocturno, precisamente porque compartimos la misma vivencia. Nuestro planeta es una extraña y
sagrada reliquia de cada cosa que ha ocurrido en los veinte mil millones de años de desarrollo
cósmico.

El tomar más conciencia de ese hecho tan simple, de que estamos aquí gracias a la creatividad de las
estrellas, nos hace sentir una gratitud que antes desconocíamos. Basta con que pensemos en todo el
esfuerzo que ha sido necesario para que hoy estemos vivos para que nos surja espontáneamente un
sentimiento de reverencia. Y entonces, desde el fondo del corazón, empezamos a reconocer nuestra
creatividad. Lo que entregamos al mundo permite que otros vivan felices. ¡Qué misterio tan
maravilloso!

Piensa en todo eso. La extraordinaria fuerza del amor, del encanto y de la recreación que ha venido
manifestándose desde el comienzo del Universo empieza a tomar conciencia de sí misma después de
miles de millones de años. El encanto que evoca vida y la realza toma conciencia de sí misma; la
magia creadora del ser y de la vida reflexiona sobre su misterio. ¿Qué criaturas, qué seres vivos, qué
individuos nos seguirán, cobrando vida y adentrándose en el enorme misterio del amor precisamente
gracias a nuestro esfuerzo?

Hablemos ahora de los valores. No de los valores de la sociedad moderna ni de los filósofos ni del
comercio, sino del valor cósmico. ¿Qué es valioso para el cosmos? ¿Qué tiene valor para el cosmos
como hogar sagrado de todo lo que existe? Los que toman conciencia del esplendor del Universo y
encienden la chispa de vida en los demás.

Ahora dime, ¿reconoces que tú y sólo tú puedes crear vida como nadie más puede hacerlo en todo el
Universo?

JOVEN: Usted habló de Shakespeare y de los astrofísicos...

THOMAS: Mi pregunta no tiene nada que ver con ellos. El Universo jamás se habría tomado la molestia
de crear dos Shakespeares, porque eso revelaría una creatividad limitada. El misterio insondable del
que surgen todos los seres prefiere una originalidad sin límites, seres llenos de vitalidad, ontológica-
mente únicos, incomparables. Todos los seres son necesarios e imprescindibles. Nadie es
prescindible, nadie es superfluo.

¿Reconoces el poder que tienes para dar vida? Esta pregunta apunta a tu destino creativo, a tu valor
más esencial. Para responderla tienes que adentrarte en la fuerza primordial del Universo, porque
cuando te conectas con el amor te conviertes en un ser capaz de crear vida a tu alrededor.

JOVEN: No sé por dónde empezar a reflexionar sobre todo esto.

THOMAS: Empieza por lo que te encanta, por todos tus vínculos. Lo que te encanta te lleva a darle vida
a lo que te rodea. Estás rodeado de individuos y de seres que para sentirse más vivos y más atraídos
por las aventuras que ofrece la vida necesitan que te entregues a tu destino con la misma devoción
desmesurada que una estrella.

JOVEN: ¿Entonces tendría que imitar a las estrellas...?

THOMAS-.Sí, en el sentido de dejarte llevar por lo que te encanta. En la entrega total a lo que tienes
que hacer, en la identificación con todo lo que le da más intensidad a la vida. Hay montones de seres
que podrías imitar. Los procariotas más simples no descansaron hasta no haber modificado para
siempre la naturaleza de la Tierra. Su paso por este mundo se tradujo en la creación de esos
gérmenes de vida que llamamos genes. Nadie más que ellos podría haberlo hecho. Los humanos no
habríamos sido capaces de hacerlo, pero llevamos en nuestro cuerpo el producto de su esfuerzo. Esos
seres primitivos nos dieron los cientos de miles de genes que tenemos en el cuerpo y que alegran al
planeta con su esplendorosa belleza. También deberías estarles agradecido, porque tu vida es
producto de su creatividad.

JOVEN:Pero esos seres no sabían lo que estaban haciendo. No entiendo por qué tengo que estarles
agradecido por haber hecho lo que hicieron sin saber por qué.

THOMAS: ¿Y tú sabes lo que haces?

JOVEN: Más que ellos...

THOMAS: Ojalá sea cierto, porque si no todo su esfuerzo habría sido en vano. ¿Pero tú sabes lo que te
pasa cuando te sientes fascinado por Shakespeare? ¿Sabes lo que pasa a nivel cósmico? ¿Podrías
decirme en pocas palabras por qué los seres humanos sienten que las montañas tienen una
grandiosidad indescriptible, por qué arriesgan la vida para escalar esas superficies angulares de
granito?

JOVEN: No, en un sentido profundo, no.

THOMAS: Entonces quiere decir que eres tan ignorante como los microorganismos que crearon las
cadenas de información que llamamos genes. Ni tú ni ellos entienden por qué el cosmos despliega
toda esa belleza que nos invita a esforzarnos al máximo. Lo cierto es que perseguimos la belleza
fascinante que nos rodea. ¿Podrías decirme cuál será el producto de tu creatividad y tu destino? ¡Por
supuesto que no! Los microorganismos tampoco eran capaces de predecir el futuro ni de explicar el
sentido esencial de su esfuerzo. Tal como ellos, lo que queremos es entregarnos a la recreación de la
vida que se manifiesta en todo.

Igual que ellos, nos esforzamos por vivir y por unirnos al misterio encantador para contribuir a la
corriente de la vida. Como las estrellas y los procariotas, soportamos todo tipo de sufrimientos con la
esperanza de participar en la aventura del cosmos y de realzar la riqueza del Universo.

JOVEN: ¿Cómo puedo aprender entonces a convertirme en amor?

THOMAS: ¡Eso es lo más fácil de todo! Basta con que te enamores, con que te enamores como un loco,
para que el Universo se convierta en tu principal maestro. Para entregarnos al amor primero tenemos
que enamorarnos, y después reflexionar sobre lo que hemos vivido y aprendido, porque así
aprendemos directamente del Universo. No me refiero a ideas ajenas, teóricas o abstractas sobre el
amor, sino a dejarse llevar por la vivencia del amor y entregarse a su influencia. Recuerda que el
deseo de entregarnos al amor se hace presente en todo el Universo. Nuestra iniciación en el amor se
da cuando nos sentimos atraídos por una intensa búsqueda del amante. Si la iniciación se prolonga, y
está llena de dudas y sufrimiento, lo que aprendemos es inolvidable.

JOVEN: ¿Por qué?


THOMAS: El que es lento para aprender tiene muchísimas más oportunidades de observar cómo se
manifiesta el amor. Si se resiste al amor como nadie se ha resistido nunca, sentirá cómo le va
destruyendo hábilmente la armadura. Cuando los seres humanos que se resisten a entregarse al amor
terminan finalmente por enamorarse, comprenden todo el esfuerzo que le costó al Universo
conquistarlos y descubren las sutilezas del amor; cuan poderoso, cuan incansable, cuan confiado,
cuan inteligente, cuan fiel, cuan ilimitado, cuan intenso, cuan capaz de unir y cuan irresistible puede
llegar a ser. Esos seres testarudos terminan por convertirse en los amantes más vehementes, porque
han pasado por una iniciación en que el amor tenía que poner en juego todos sus poderes. Y se
vuelven tan irresistibles y tan hábiles como el amor mismo cuando se trata de mostrarles a los demás
la alegría de vivir.

JOVEN: Pero eso es muy idealista... Está bien, estoy de acuerdo, me gusta, pero sé perfectamente lo
que diría mi padre: no tiene nada que ver con el mundo real del trabajo y todo lo demás. Mi padre es
contador. ¿Cómo se aplicaría lo que acaba de decir a un contador?

THOMAS: En los últimos siglos de la era moderna, hemos convertido al ser humano en la única vara de
medir y le hemos quitado todo sentido a las palabras. Pensemos en la palabra "contador". Digamos
que un contador es alguien que maneja los libros de una empresa, que lleva un registro de las ventas y
de todos los haberes, que se preocupa de las ganancias. En ese mundo tan limitado es muy difícil, por
no decir imposible, comprender la función de cada ser humano, de la Tierra, del cosmos, pero para
responder tu pregunta sobre la relación entre el amor y el oficio de contador tenemos que hablar de
toda la historia del cosmos.

Para empezar, la Tierra es una empresa, la más importante de todas. Todas las empresas creadas por
los seres humanos tienen que formar parte de la gran empresa de la Tierra, porque si la Tierra fracasa
todo desaparece. Además, la Tierra tiene su propio sistema contable, que es mucho más sutil y
preciso que el método de los humanos para calcular las pérdidas y las ganancias. La Tierra lleva un
registro de todos los intercambios de energía, por mínimos que sean. Los libros de contabilidad de la
Tierra son un registro de todos los materiales utilizados y todos los desechos que supone la
producción de un objeto. No se puede ocultar nada, todo queda anotado en esos libros. Podríamos
preguntarnos, entonces, qué papel juega el contador en la empresa humana desde este punto de vista
más amplio.

Piensa en una fábrica de zapatos. Para empezar, el contador tiene que reconocer que la Tierra provee
todo lo que se necesita para fabricarlos. El cuero proviene de los animales, las tinturas son de origen
mineral, el sol y las plantas proporcionan el combustible, y los seres humanos aportan la inteligencia
que combina todos los elementos utilizados. Hasta la motivación proviene de la Tierra: el deseo de los
artesanos de demostrar su habilidad y el profundo interés de los seres humanos por hacer algo
valioso, por formar parte de una red de interrelaciones.

Se podría decir que los contadores serían un elemento esencial de todo el proceso, porque desarrollan
técnicas que hacen posible el despliegue de los dones del mundo animal, mineral y humano, y de esa
manera contribuyen a la vida. Si la empresa está bien organizada, todos se sentirán contentos:
quienes compren los zapatos que fabrica se sentirán felices de usar zapatos bien hechos y quienes los
fabriquen se sentirán felices de fabricar un objeto útil. En el futuro, los contadores que trabajen en una
empresa sentirán una alegría insospechada cuando comprendan que su trabajo hace posible el
despliegue de vida de toda una biorregión. La fuerza vital de la zona en la que trabajen no se verá
amenazada, sino que se acentuará cuando la empresa se relacione con el mar, la luz del sol, el aire,
con todos los seres vivos y con la Tierra. La alegría de los peces y de las plantas y de los seres que
habitan en la Tierra se sumará a la alegría de los seres humanos, y a través de este proceso el
contador, o cualquier otro empleado de una empresa, participará en la dinámica del amor.

JOVEN: Ahora entiendo. Es simplemente otra manera de...

THOMAS: Cuando uno observa todo desde el punto de vista del Universo, todo cambia, todas tus ideas,
todos tus actos.

JOVEN: No es algo que se limite a los contadores.

THOMAS: Todas las disciplinas, todos los oficios, todas las actividades que realizan los seres humanos
recuperan su sentido esencial en el contexto del cosmos.

JOVEN: Pero ahora todo está patas arriba. Estamos a punto de destruir la Tierra. ¿Por qué? ¿Por qué
somos tan agresivos? ¿Por qué no podemos evitar el sufrimiento que vemos por todas partes? ¿Es
por ignorancia o qué?
EL MAL Y EL RIESGO CÓSMICO

THOMAS-. Para empezar, tienes que entender que los seres humanos no son los únicos que sufren ni
los únicos seres violentos. Vivimos en un universo violento. El universo está lleno de violencia que se
manifiesta de distintas maneras y la violencia humana es sólo una de ellas. La violencia es una
constante universal, pero no es la fuerza predominante. El mayor misterio no es la violencia, sino la
belleza. Lo que nos lleva a prestarle más atención a la violencia es precisamente lo sorprendente que
nos resultan la gracia y la belleza.

JOVEN: ¿De dónde surge entonces la violencia?

THOMAS: La destrucción surge del encanto que se manifiesta en todo el universo. El encanto es el
origen de todos los actos, incluso del impulso destructor. La estrella responde al encanto
autodestruyéndose. Nadie viene de afuera a destruirla. La estrella explota y punto, se desintegra en
billones de fragmentos y deja de existir. Si quieres, también puedes pensar en la violencia que supone
el choque de dos estrellas atraídas por la fuerza de gravitación. El fuego que produce ese choque se
extiende en todas direcciones y abarca millones de kilómetros. Es una violencia increíble, pero piensa
también en la belleza de los cientos de miles de millones de estrellas que giran sin parar en una
especie de danza galáctica.

La violencia se manifiesta de muchísimas maneras en el reino animal y vegetal. La misma fuerza que
lleva al león a acercarse a un río en busca de agua es la que lo impulsa a matar a otros animales
salvajes. Los insectos tienen tal necesidad de moverse y conocer el mundo que los rodea que son
capaces de matar a sus propios padres si no encuentran otro alimento. La fascinación que ejerce la
vida, la alegría de sentirse vivos, la belleza del mundo que los rodea, todo eso es lo que lleva a los
seres vivos a atacar y a destruir, ¡pero piensa en toda la belleza que existe después de cuatro mil
millones de años de vida en la Tierra! La naturaleza está llena de peligros, de constantes desafíos, de
entusiasmo, de violencia, de riesgos, de horrores, pero también está llena de prodigios.

Junto con la aparición de los seres humanos apareció también una violencia que antes no existía. Esta
violencia nace de la capacidad de autorreflexión, que representa un adelanto, pero a la vez es
peligrosa. En cierto sentido, la Tierra se hizo daño al desarrollar esa capacidad de autorreflexión,
porque surgieron nuevas expresiones de creatividad y nuevas posibilidades de destrucción.
Actualmente hay una pregunta que resuena en todo el sistema solar: ¿si la Tierra renunciara a la
capacidad de autorreflexión, habría más belleza o simplemente sería víctima, quizá fatal, de otras
formas de violencia destructiva?

La violencia que vemos en el cosmos y en la Tierra ha dado origen a la incomparable belleza que hoy
percibimos. Lo que no sabemos es si pasará algo parecido con los seres humanos. En realidad, a lo
largo de miles de años de civilización los seres humanos rara vez se han detenido a reflexionar
seriamente si le aportan o no algo valioso a la Tierra. No pensamos más que en nosotros, lo único que
nos preocupa es sobrevivir, explorar todas nuestras capacidades innatas. No hemos desarrollado un
poder de observación más amplio que nos permita evaluar lo que hacemos, tomando en cuenta a las
estrellas, a los planetas, a todas las demás manifestaciones de vida. Esta imagen tan limitada es lo
que pone en peligro a nuestra especie.

Para tener una imagen más amplia, tendríamos que analizar la evolución de la Tierra en los últimos
diez millones de años. Los primeros humanoides aparecieron probablemente hace tres y medio
millones de años, aunque algunos científicos afirman que surgieron antes. Lo único que sabemos a
ciencia cierta es que en los últimos diez millones de años han desaparecido muchas especies y que
también han surgido muchas más. La fertilidad innata de la Tierra crea constantemente nuevas
especies, que se suman a la riqueza y la multiplicidad de la vida.

Esta constante renovación de lo viviente se invirtió con la llegada de la tecnología, porque hemos
acelerado el ritmo de extinción. Según los cálculos más optimistas, cada veinte minutos desaparece
una especie terrestre. En los próximos quince años habremos perdido como mínimo medio millón de
especies. Nadie se considera capaz de predecir cómo afectará esto a la fuerza vital del sistema
terrestre, pero no se puede dejar de reconocer que con nuestra miopía antropocéntrica le estamos
haciendo un daño enorme. Una guerra termonuclear no sería más que la última etapa de la
destrucción provocada por los compuestos químicos tóxicos, que ya alcanza niveles gravísimos en
todos los continentes.

¿Tú crees que la Tierra podrá soportar tanta agresividad? ¿Es posible que de los restos que dejemos
pueda surgir una belleza impresionante? Para responder esta última pregunta es importante
comprender que la creatividad de la Tierra es un fenómeno pasajero. Hubo una época en que la Tierra
podía crear vida, pero esa época ya terminó. Las primeras formas vivas agotaron los elementos que
habían hecho posible el surgimiento de la vida. La fecundidad de la Tierra ha cambiado. Si los
organismos vivos superiores desaparecen, será imposible recrearlos. La desaparición de un ser vivo
es irreversible. Podría compararse con lo que le pasaría a un niño criado en un lugar donde no se
hable ningún lenguaje humano; a los veinte años ese niño sería absolutamente incapaz de expresarse
verbalmente. La conexión neuropsicológica necesaria para aprender a hablar sólo se da en los
primeros años de vida y después desaparece. Si no se aprende a hablar en esa etapa, es imposible
hacerlo más adelante.

JOVEN- Pero la Tierra tendría que poder reaccionar de alguna manera, ¿no?

THOMAS: La Tierra seguirá existiendo en algún plano, independientemente de lo que hagan los seres
humanos. Pero si seguimos bombardeando el planeta con elementos químicos y nucleares, las
posibilidades futuras se verán muy limitadas. Es perfectamente lógico esperar que un pintor produzca
un nuevo cuadro, pero si le sacamos un ojo y gran parte del cerebro lo más posible es que no pueda
volver a crear como antes.

Bombardeamos a los organismos vivos con venenos, convertimos los ríos en basureros mortíferos,
arrojamos millones de toneladas de gases nocivos al sistema respiratorio de la Tierra. Nos
consideramos muy científicos, pero seguimos creyendo que a los bebés los trae la cigüeña. Lo que
ocurre, simple y concretamente, es que las criaturas de todas las especies son productos de la tierra,
el aire, la lluvia, los alimentos y los ríos. Si convertimos todo esto en veneno, tenemos que aceptar que
los seres que nazcan en el futuro nacerán envenenados. ¿Qué brazos les daremos si lo único que hay
son minerales de tierras envenenadas? ¿Qué ojos les daremos si toda el agua disponible viene de ríos
contaminados? ¿Qué cerebros les daremos si lo único que hay son gases nocivos y lluvia acida? Los
defectos de nacimiento han aumentado de tal manera que en los últimos veinte años se han duplicado
en los seres humanos.

Para evaluar el progreso de los seres humanos, tendríamos que empezar por hacer una votación
democrática, de la que nadie quedaría excluido. Todos podrían participar. Actualmente hay diez
millones de especies en el planeta. Podríamos organizar una conferencia de todas las especies, en
que todas tuvieran derecho a voto para decidir si se debería permitir que los seres humanos siguieran
existiendo. Imagínate la discusión que se produciría. Nuestro único representante tendría que tratar de
convencer a 9.999.999 otras especies de que la especie humana es digna de seguir existiendo. Para
defender su posición podría hablar de la poesía; de las creaciones religiosas, científicas y artísticas.
Pero imagínate a los representantes de todas las demás especies sentados alrededor de una enorme
mesa, comparando estos aportes con todas las sustancias venenosas y destructoras de la Tierra que
los seres humanos han lanzado a los mares y al espacio, y con las que han tapizado todos los
continentes.

JOVEN: Pero ¿por qué? ¿Por qué se produjo esa escalada de violencia? ¿Por qué no fuimos capaces
de integrarnos al planeta igual que las demás especies?

THOMAS: Por el peligro que encierra la capacidad de autorreflexión; a eso me refiero cuando te digo
que en cierto sentido la Tierra se hizo daño cuando dejó que surgiera la capacidad de autorreflexión.
Los seres humanos son peligrosos precisamente porque el universo es sublime. ¿Tú crees que el
cosmos podrá sobrevivir a la imagen de su propia belleza?; ésa es la única pregunta que tiene sentido.
¿Es posible que la Tierra siga creando belleza después de crear un espejo que la refleja? ¿Va a poder
seguir desplegándose en forma organizada una vez conocidos los aspectos más profundos del eros,
de que se haya apreciado su dulzura?

Los seres humanos son capaces de una intensidad erótica que se manifiesta en toda la naturaleza,
pero con una diferencia fundamental: la autorreflexión. La clave está en la sexualidad. Los animales
conocen el placer de la intimidad sexual solamente cuando la hembra está en celo. En el caso del
zorro rojo, el celo dura apenas una semana en pleno invierno. En el de algunos gusanos se limita a un
corto lapso de un solo día del año. Pero los seres humanos pueden pasar toda la vida persiguiendo el
deleite sexual. El deleite y la conciencia de sí mismo son inseparables. Ese es el riesgo que decidió
correr la Tierra.

¿Por qué? Para que fuera posible explorar, conocer y saborear los aspectos más lejanos y ocultos de
la vida en la Tierra. Los seres humanos se sienten más atraídos que las ballenas por las
profundidades, pero en todo sentido. Los seres humanos somos el espacio en que el universo se
aprecia intensamente, como nunca antes. Eso nos lleva a preguntamos de nuevo si los seres humanos
somos capaces de acoger toda esa voluptuosidad, si es posible que el encanto soporte saber cuál es
su esencia. O si la tensión que esto crea es capaz de destruir a cualquiera.

JOVEN.- ¿Usted diría entonces que la belleza y el encanto son la fuente de todos los males?

THOMAS: Sí.
JOVEN: ¿Pero qué pasa con las armas nucleares y la posibilidad de una guerra nuclear? ¿Cómo es
posible que eso...?

THOMAS: Las armas nucleares no existirían si los científicos y los tecnócratas no se hubieran sentido
fascinados por el cosmos y atraídos por la posibilidad de conocerlo en todos sus aspectos, hasta lo
más recóndito. La mente humana no puede resistirse a la posibilidad de explotar al máximo las
impresionantes oportunidades que tiene de ejercer su poder; son tan fascinantes que de allí nace, por
ejemplo, nuestro interés por crear aparatos termonucleares. Por supuesto que ése no es el único
motivo, pero nuestra ideología política también es un efecto del encanto. Los soviéticos soñaban con
un estado de los trabajadores y una sociedad sin clases, tal como los norteamericanos sueñan con un
sistema social dominado por la libre empresa, en el que todos vivan en la abundancia. Los dos
regímenes políticos se dejaban arrebatar por estas imágenes, se dejaban llevar por ellas, y su
determinación de hacerlas realidad los llevaron a crear esas armas monstruosas.

JOVEN: ¿Dónde está el error?

THOMAS: Los seres humanos se vuelven adictos a la belleza con gran facilidad, incluso a una imagen
difusa de ella, y después no pueden deshacerse de esa adicción. Los métodos de producción agrícola
que utilizamos envenenan las aguas y cada año destruyen miles de millones de toneladas de humus,
pero igual los seguimos utilizando. Somos incapaces de reconocer lo triste que es nuestro estilo de
vida consumista y por eso nos dejamos arrastrar por las adicciones, llenamos la casa y la bodega de
miles de cosas, y así seguimos, sin pestañear ante el sufrimiento de los habitantes de otros países y
de millones de especies. Nuestra actitud podría compararse a la guantera de un auto, llena de cosas
inútiles a las que nadie presta atención hasta que se nos ocurre limpiarla; e incluso entonces, incluso
cuando nos preguntamos por qué nos llenamos de cosas, no podemos deshacernos de ellas y las
volvemos a meter donde estaban.

La única manera de superar una adicción es quitarnos las anteojeras de una cosmovisión demasiado
limitada. Dejar de considerarnos a nosotros mismos y a nuestra raza como lo único que importa. Dejar
de lado el antropocentrismo. Adoptar el punto de vista de la Tierra. Relacionar toda fascinación, todo
encanto con la fuerza vital de la Tierra como un todo. Tú también formas parte de ella. La Tierra no se
diferencia de ti. Este planeta se fue desarrollando a lo largo de millones de años hasta crear esa
maravilla que es el poder de autorreflexión. Se superó a sí misma, conmovida ante la posibilidad de
acoger a seres capaces de apreciar con una intensidad nunca vista su misterio, su belleza y su
majestad. Imagínate cómo debe asombrarse la Tierra cuando nos ve empeñados en la búsqueda de
placeres transformándola en montones de adornos desechables, muchos de ellos dañinos para las
demás especies. Imagínate lo hilarante y patológica que es una civilización dedicada a acumular más y
más cosas, en vez de aprovechar todas las posibilidades de felicidad que se han ido gestando durante
miles de millones de años.

JOVEN: ¿Por qué, entonces, la Tierra no creó a seres que no hicieran daño? Usted dice que nuestra
mente funciona con imágenes parciales, que ignoramos el todo, la Tierra, que nos llenamos de
adicciones. ¿Por qué no evitó la Tierra todo el mal que hacemos?

THOMAS: Nuestra tarea es explorar, celebrar y gozar de todo lo que ofrece el universo. En muchos
casos esto también supone un enorme sufrimiento. Tú preguntas por qué no podríamos tener otro
destino. La única alternativa sería que otra especie se hiciera cargo de él. ¿Te gusta la idea? ¿Te
parece bien que otros se encarguen de hacer lo que les corresponde a los seres humanos? ¿Que de
un momento a otro perdamos todo el valor y el sentido que tenemos? Si así fuera, ¿para qué tendría
que ocuparse el universo de nosotros? No tendríamos nada que hacer. En el mejor de los casos,
seríamos un estorbo prescindible en la gran aventura cósmica.

JOVEN: Entonces dígame cómo distinguir un encanto que puede transformarse en algo bello de un
encanto inútil. Se lo digo porque no quiero llenarme de cosas, ni de acciones y bonos ni cuentas
bancadas...

THOMAS: No hay una norma que pueda expresarse con palabras y que pueda aplicarse sin tener en
cuenta cada situación en particular, porque la realidad es demasiado compleja, demasiado sutil,
demasiado misteriosa para que la controlemos así o asá. El darnos cuenta de que nuestras
motivaciones tienen un fondo misterioso es tan sutil como la capacidad de la bola de fuego original
para responder a la luz.

Hay ciertas ideas fundamentales que pueden ayudarnos a reflexionar sobre todo esto. Para entenderte
a ti mismo y entender lo que haces, puedes empezar por preguntarte si tal o cual forma de alegría te
interesa. O, mejor aún, ¿quiero convertirme en placer? El deseo de "tener", de poseer, siempre es una
expresión de inmadurez. Conservar, apoderarse, controlar, poseer; todo eso no es sino una ilusión,
porque lo más importante es ser, vivir. La prueba de que hemos madurado es el darnos cuenta de que
el anzuelo más poderoso de la atracción erótica es el deseo de ser felices con el otro y para el otro; es
dejarnos llevar por el placer de tal manera que el dar y recibir se conviertan en una sola cosa. Nuestro
mayor deseo como seres maduros es convertirnos en fuentes y receptores de placer a la vez. Y lo
mismo sucede con todo lo que nos atrae en la vida; recreamos la belleza en nosotros para recrear la
belleza en los demás.

La vida se expresaren la creación de seres cada vez más sensibles en un universo en el que siempre
encontramos nuevas expresiones de belleza que existen para ser sentidas y apreciadas. Eres ni más
ni menos que eso: una enorme sensibilidad rodeada de belleza.

Lo paradójico es que mientras mayor es la sensibilidad, mayor es la tensión. Es mucho más fácil
dejarse llevar por lo que nos atrae y pensar que no hay nada más que eso. Cuando nos aferramos a la
belleza y pensamos que no hay nada más fuera de ella, nos convertimos en adictos al trabajo, en
cínicos, en fundamentalistas, en drogadictos. El eliminar el conflicto que significa vivir en un universo
lleno de atracciones nos lleva a quedarnos con una imagen parcial de las cosas, a una aniquilación sin
sentido. El esplendor de lo humano es simplemente otro aspecto de lo problemático de lo humano.
Precisamente porque somos capaces de percibir la belleza, somos vulnerables a las miles de formas
que adopta la adicción al fanatismo.

JOVEN: O sea que nuestra capacidad de hacer tantas cosas, el tener tantas posibilidades es lo que nos
hace sufrir...

THOMAS: Sí, exactamente. Hasta las maldades que cometemos son un reflejo de la conciencia que
surgió en el Universo con la aparición del homo sapiens. Los seres humanos fueron creados para
responder a toda la plenitud de este universo maravilloso. Eso es lo que nos da la posibilidad de vivir
como seres humanos maduros.

JOVEN: ¿Así que la posibilidad de hacer daño proviene precisamente de responder a la belleza?

THOMAS: Sí, en último término proviene de allí. Pero el hacer daño por un deseo que ignora la
evolución y la fuerza vital del todo es el primer eslabón de la cadena. La capacidad destructiva se
transmite de generación en generación igual que la violencia que se suma a otras formas de violencia.
El sufrimiento puede prolongarse por millones de años, victimizando a sociedades enteras. En ese
sentido, el daño sin sentido es una respuesta al mal que se ha ido transmitiendo de una generación a
otra. Los padres transmiten el desprecio que sienten por sí mismos a sus hijos cuando los maltratan
física o psíquicamente y, a su vez, los hijos proyectan su auto desprecio a otros y a sus propios hijos.
La Tierra sufre por las patologías y los dolores acumulados, y todo esto tiene su origen en deseos
egocéntricos. Piensa en el dolor, no sólo en el que sienten los seres humanos, sino en el que se
extiende por todo el planeta. La magnitud de la aventura de la Tierra supera todo lo imaginable.

JOVEN- ¿Y no tiene fin?

THOMAS- Todos tenemos la posibilidad de participar en la transformación de la Tierra, porque podemos


absorber y transformar el mal que recibimos al cabo de tantos millones de años de vida. Tienes la
posibilidad de aceptar el dolor, de negarte a transmitírselo a otros, de perdonar, de poner fin al dolor
innecesario y, más que nada, de convertir el mal en una energía que alimente al todo.

La tarea de madurar como seres humanos exige una fuerza enorme, porque nos obliga a ser
auténticos. ¿Qué nos permite alcanzar la autenticidad como partícipes de esta enorme aventura?
¿Qué le permite a un roble cumplir con la función que le ha sido asignada en este mundo? ¿Qué le
permite a una estrella integrarse a este proceso y empezar a expresar su creatividad?
II. EPIFANIAS DE LA TIERRA
EL MAR

THOMAS: Cuando reflexionamos sobre la creatividad y la capacidad de perdón, la sabiduría, la intuición


y la constancia que tienen que tener los seres humanos en la crisis por la que atravesamos,
comprendemos lo necesaria que es la extraordinaria fuerza del Universo para hacer nuestra tarea,
para sobrevivir, para exaltar la vida. Para llegar a ser verdaderamente maduros tenemos que recrear
en nosotros la misma dinámica que dio origen al cosmos. Tenemos que convertirnos en esa dinámica
y esa fuerza primordial. Esa es nuestra tarea: darle forma humana a las fuerzas del cosmos.

JOVEN: ¡No entiendo! ¿Darle forma humana a las fuerzas del cosmos?

THOMAS: La misma dinámica que creó las galaxias creó también las estrellas y los océanos. Las
fuerzas que forjaron el Universo son esencialmente misteriosas, provienen de lo misterioso y se
mueven a partir de ese algo. Son lo más sorprendente y luminoso que hay en el Universo. Y los seres
humanos son esa dinámica que se ha hecho autoconsciente, que ha tomado plena conciencia de su
labor creativa. Esas fuerzas se manifiestan en las estrellas, las montañas, los átomos y los elefantes,
pero todavía no se manifiestan en los seres humanos. Seguimos intentando, explorando,
experimentando. Somos recién llegados a este planeta, todavía estamos aprendiendo lo que significa
ser realmente humanos.

Ya hemos hablado de la fuerza más primordial de todas, del encanto, pero hay otras cinco fuerzas que
son fundamentales para el quehacer creativo del Universo y que necesitamos para poder
concentrarnos en la tarea de construir un mundo. Esas fuerzas -las fuerzas del mar, de la tierra, de los
organismos vivos, del fuego y del viento- son la dinámica cósmica; combinada como nunca antes, le
mostrarán al Universo lo que es el ser humano.

Empecemos por el mar. Cuando hablo del mar me refiero a su principal característica: la capacidad de
absorción. El agua absorbe los minerales y con ellos les da vida a las plantas, absorbe tierra de los
campos y la deposita en la desembocadura de los ríos. Cuando uno deja caer un grano de sal en el
agua, se disuelve lentamente. Si la ciudad de Nueva York quedara cubierta por el mar también
desaparecería. El mar manifiesta la capacidad del Universo, que se refleja en todos los planos, para
disolver el Universo.

JOVEN: ¿Podría darme otro ejemplo?

THOMAS: Sí, podemos hablar de las partículas. Cuando los protones interactúan con los electrones,
cambian por completo. Decimos que el vector es algo nuevo y eso significa que su esencia es
diferente. ¿Por qué? Porque el protón capta algo en esa interacción con el electrón. Este fenómeno se
llama "absorción cuántica" y es un elemento fundamental de la teoría de la física cuántica. Como el
protón es capaz de absorber, no puede deslizarse simplemente al lado del electrón, sino que absorbe
algo, lo asimila y lo transforma. El protón cambia porque, a través de su interacción con el electrón, ha
disuelto algo y lo ha absorbido.

JOVEN: Pero sigue siendo el mismo protón, ¿no?

THOMAS: Este proceso se podría comparar con el agua que baja por la ladera de una montaña. Al
bajar, el agua va recogiendo sales y minerales, y a lo largo de su recorrido se convierte en otra cosa.
Digo que se convierte en otra cosa, porque se relaciona de otra manera con la Tierra. Para
comprender la realidad, nos fijamos en estas interacciones y relaciones. Si hay una nueva relación,
quiere decir que hay una nueva entidad. Cuando un protón pasa a través del plasma caliente establece
una relación especial; el átomo también crea una nueva relación cuando atraviesa un campo
electrónico muy cargado. Lo mismo sucede con el agua que baja por la ladera de la montaña.

JOVEN: Pero si uno quisiera podría volver a separar el agua de los minerales, ¿no? Pondría los
minerales en un frasco y el agua en otro.

THOMAS: Sí, es cierto. Por lo general, cuando definimos algo lo hacemos en términos de sus
componentes. Pero eso no basta. Podemos descomponer el agua mineral en los elementos que la
forman y observar de qué está formada, pero el agua mineral como un todo tiene algo que la diferencia
de cada uno de sus componentes. Cuando descomponemos el agua en hidrógeno y oxígeno
entendemos más claramente en qué consiste, pero el agua como un todo nos muestra algo diferente,
distinto de sus componentes. La mayoría de los conocimientos que hemos adquirido en los últimos
doscientos años se basan en un proceso de análisis, pero también existe la posibilidad de estudiar el
todo.

Piensa, por ejemplo, en cómo se ha ido desarrollando esta conversación. Observando cómo se
comporta el mar, hemos empezado a entender cómo se disuelve el Universo, pero el observar que el
mismo proceso se da en el plano de las partículas elementales nos da un conocimiento empírico de la
realidad. En esto se manifiesta nuestro sesgo cultural, que nos lleva a preferir lo analítico; la misma
dinámica que se manifiesta en el mar se manifiesta en las partículas elementales. Cada ámbito tiene
una existencia propia; los océanos no pueden reducirse a partículas elementales. Si los transformamos
en partículas elementales, simplemente desaparecen.

En todo caso, cuando observamos el mar, cuando observamos las partículas elementales, vemos que
el Universo asimila propiedades espontáneamente. ¿Qué nombre se le podría dar a esta dinámica
cósmica? Si preferimos la física cuántica, podríamos definirla como absorción cuántica. En cambio, si
tomamos el mar o los líquidos en general como punto de partida, podríamos definirla como capacidad
solvente del agua. Pero para referirnos al aspecto universal de esta dinámica, tenemos que hablar de
sensibilidad.

JOVEN: ¿Entonces podríamos decir que los protones son sensibles?

THOMAS: Sí, porque tienen una sensibilidad mínima por los demás protones. El Universo es sensible,
es la cuna de la sensibilidad. La materia es sensible. Cuando decimos que un protón es sensible nos
referimos a que el protón se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. El electrón responde a su
medio y el medio lo modifica. No quiero decir con esto que el electrón sepa lo que está haciendo igual
que un ser humano. Quizá podríamos usar la expresión sensibilidad cuántica para expresar esa idea.
Lo único que quiero decir es que el electrón capta algo del mundo y lo asimila.

JOVEN: No entiendo. Esa sensibilidad, esa capacidad de absorción... ¿A qué vamos?

THOMAS: Estamos analizando cómo pueden madurar los seres humanos para cumplir con su destino
como aspecto humano de la dinámica cósmica.

JOVEN:Sí, hemos hablado del encanto y hemos dicho que nuestro destino es convertirnos en encanto.
De acuerdo. Y ahora aparece la sensibilidad cósmica. Pero si el Universo es sensible, quiere decir que
somos por naturaleza sensibles, ¿verdad?

THOMAS: Sí, pero recuerda que el despliegue del cosmos aún no ha llegado a su fin. Si la Tierra tuviera
46 años, las flores recién habrían aparecido hace dos años y medio. Falta mucho todavía, pero el
homo sapiens, la creación más reciente de la Tierra, le está dando muchísimos dolores de cabeza. La
dinámica de la evolución está bloqueada, no puede expresarse a través del ser humano. Tenemos que
convertirnos en encanto, en sensibilidad cósmica, pero todavía no lo hemos hecho.

JOVEN: ¿Cómo impiden los seres humanos que se exprese esa dinámica?

THOMAS: Para empezar, veamos lo que pasa con la sensibilidad. ¿Cómo impiden los seres humanos
que se manifieste la sensibilidad, la capacidad de absorción del Universo? A ver, dime: cuando miras
la luna, ¿ves una imagen de la luna o captas lo que es la luna? ¿Qué pasa cuando contemplas la luna
de noche?

JOVEN: Bueno, la luz de la luna llega hasta donde estoy y la retina la capta y reconoce que eso es la
luna.

THOMAS: Entonces se podría decir que contemplar la luna es como mirar una imagen de la luna en la
pantalla del televisor, ¿no es cierto? La ves por un rato y luego desaparece.

JOVEN: Sí, exactamente.

THOMAS: Pero, en realidad, lo que sucede no se parece en absoluto a eso. Cuando miras la luna, la
captas, la absorbes tal como el océano absorbe a los minerales.

En términos de la física cuántica, tú como individuo eres un estado cuántico único. Esto abarca las
interacciones de todas las partículas elementales de tu cuerpo. Trata de imaginar una onda de luz que
fluye hacia ti. Algunos de los fotones de esa onda de luz interactúan con tus partículas elementales y,
a través de esa interacción, tu estado cuántico cambia. Esa es la sensibilidad cuántica de la que
hablamos. Se podría decir, entonces, que tus partículas se han transformado, por haber absorbido
algo de los fotones y haberse convertido en algo nuevo.

Imagínate un montón de campanitas una al lado de la otra. Si rozas una de esas campanitas, transmite
el movimiento a todas las demás. Todas se mueven y todo cambia. Lo mismo pasa con el cuerpo,
porque la interacción con la lluvia de fotones crea un nuevo estado cuántico.
Eso significa que cuando te pones frente a la luna, te transformas. Las interacciones de los fotones se
mezclan con el estado cuántico de todo tu cuerpo y se podría decir que esas interacciones te
convierten en un ser lunar. No es que te apropies de algo, de una imagen o de un objeto, sino que te
conviertes en algo diferente. Las partículas elementales de tu cuerpo se ven afectadas y, en ese
sentido, tanto ellas como tú se transforman, son un ser humano que palpita de pies a cabeza con la luz
de la luna.

No hay un ser independiente que "posea" esa imagen; lo que ocurre es que la luna te empapa y ese
nuevo conjunto, empapado por dentro y por fuera, capta algo nuevo, la luna. Tú eres ese ser, eres la
luna. No hay más que eso, el estado lunar. Eso eres y en eso consiste la sensibilidad cósmica en los
seres humanos.

Cuando se adquiere esa sensibilidad cósmica, se comprende lo que significa disolver el Universo,
absorberlo. Ser es disolver y manifestar, es dejar que algo te disuelva y te convierta en manifestación.
El Universo es un caramelo amarillo que uno chupa y luego traga hasta que se disuelve; y en ese
instante de disolución nos manifestamos. La rigidez mental no nos deja responder a los efectos de la
luna. Nos impide apreciar la riqueza de la luna y eso impide que la luna se manifieste. La interacción
entre una persona rígida y el Universo es superficial, porque la sensibilidad es mínima.

JOVEN: ¿Entonces la sensibilidad se bloquea cuando nos creemos individuos aislados que "poseemos"
esa imagen de la luna o de cualquier otra cosa?

THOMAS: Claro, y lo mismo pasa cuando creemos que nuestros sentimientos son algo que nos
pertenece nada más que a nosotros. ¿Te das cuenta del error? El ser humano jamás sería capaz de
captar la presencia palpitante de la luna y toda la intensidad de sensaciones que provoca si no fuera
por la luna. Lo que sentimos no es algo que provenga de nosotros solamente, también proviene de la
luna; somos uno con el cielo estrellado y hay una percepción que nace de esa interacción. La
capacidad de sentir, el asombro y la admiración nacen del Universo. No podríamos sentir admiración si
no fuera por la grandiosidad del Universo. Esas sensaciones tan intensas no son algo que nos
pertenezca a nosotros solamente; es el Universo que reflexiona sobre sí mismo a través de nosotros.

Cuando percibes intensamente, se produce una complicidad entre tú y la luna. Si tú no existieras o si


no hubiera luna, no se podría dar esa complicidad. Vivir es sumergirse en la belleza, es dejarse
envolver por la fascinación, dejarse atraer por la magnificencia. Cuando descubrimos el asombro, nos
sumergimos en una fascinación que es la objetividad llevada a su máxima expresión. El Universo es
fascinación.

Te he estado hablando de la luna, pero te podría apostar que has sentido algo parecido en otros
casos. Cuando sientes algo por el estilo es como si la belleza y las emociones del Universo se
apoderaran de ti, porque son vivencias que te muestran la sensibilidad cósmica que se manifiesta en
forma humana. Los protones reaccionan ante ciertos estímulos, los mares ante otros. La sensibilidad
de los seres humanos les permite captar conscientemente la belleza del Universo. Cada vez que
tomas conciencia de la belleza tienes un atisbo de la maravilla que se manifiesta en todo.

También podría usar otra imagen para ayudarte a entender lo que quiero expresar. En todo momento
estamos rodeados de cientos de programas de televisión que no vemos. Personas, motos, ballenas,
jóvenes en botes a vela, todo al mismo tiempo, por todas partes, pero si no tenemos un aparato capaz
de captar todas las imágenes que transmiten las ondas sencillamente no vemos nada. Lo mismo pasa
con las emociones del Universo, que atraviesan todo el cosmos sin que los seres humanos las
perciban porque no han desarrollado la capacidad innata para hacerlo.

JOVEN: ¿Y qué hay que hacer para desarrollar esa sensibilidad?

THOMAS- Aprender a escuchar. Aprender a escuchar bien es una tarea a la que hay que dedicarle
mucho tiempo. Las maravillosas emociones del Universo son un verdadero torrente que te envuelve y
tienes que aprender a escucharlas a cada instante. Escucha a tus amigos con tanta atención como si
quisieras aspirar hasta el aire que los rodea. Escucha de tal manera que si pudieras, captarías hasta el
zumbido de los anillos de Saturno, hasta una brisa que sopla en otro continente. Cuando logres
hacerlo, vas a sentir que sigue al lado tuyo cuando ni siquiera esté cerca. Siéntelo, siente cómo
irradias su presencia; eso te ayudará a entender mejor cómo puedes disolver el Universo y absorberlo.

Cuando camines por un bosque, aprende a estremecerte ante la grandeza de lo que te rodea y te
seguirá acompañando en todo momento, porque el ser que lo atravesó se habrá convertido en otro y
llevarás al bosque contigo, vayas donde vayas. Los bosques están llenos de ritmos ocultos; cuando les
prestes atención, sentirás que el bosque está presente en cada una de tus células. A la mañana
siguiente, cuando te sientes a tomar café, sentirás que su calor se extiende a todos los abetos del
bosque. Percibirás la naturaleza, lo humano y lo divino como una sola cosa. Para aprender todo esto
no necesitas un maestro, porque tu maestro es el Universo, son los bosques. Y cuando no aprendas
nada, te darás cuenta inmediatamente porque el que no aprende se aburre. Basta con desarrollar un
mínimo de sensibilidad para que el Universo cobre vida dentro de ti.

Piensa que la bola de fuego original se ha hecho presente en todos los rincones de la Tierra durante
miles de millones de años, a cada instante, llenándolo todo, y que recién ahora tenemos la sensibilidad
necesaria para apreciarlo. Estamos inundados por la presencia desbordante del Universo, por su
belleza. El mundo se ha ido llenando de todo lo que existe a la espera del desarrollo de nuestra
sensibilidad, para que podamos responder a su existencia. Vivir como un ser humano maduro es como
volver a lo conocido, a un hogar que es pura fascinación.
LA TIERRA

THOMAS: Ahora hablemos de la tierra, de las rocas, de las montañas, de los continentes, de la materia
en una palabra. Sobre todo, quiero que hablemos de la capacidad de la tierra para evocar, para
reconectar y recordar. El cosmos tiene una manera muy peculiar de recordar; basta con observar la
tierra para comprobarlo.

Los elementos son como una instantánea que nos recuerda lo que hicieron las supernovas hace miles
de millones de años. Y eso es mucho decir cuando apenas somos capaces de acordarnos de nuestro
número de teléfono. La estructura de los elementos conserva y recuerda todo lo que ha pasado a lo
largo de todos esos años. Al observarlos, vemos cómo eran al comienzo, cuando recién aparecieron
en el Universo.

La superficie de la Tierra es un verdadero texto de historia que describe el despliegue de la vida, sobre
todo en los últimos seiscientos millones de años. Las rocas gnésicas de Groenlandia nos muestran a
través de sus cristales lo que ocurrió en la Tierra hace cuatro mil millones de años, cuando recién iba
adquiriendo consistencia. El desplazamiento de los continentes, el choque de unos con otros y el cruce
de los océanos sobre una superficie de rocas porosas han quedado registrados en las cadenas de
montañas, en los mares, en los rastros que quedaron del impacto.

Aunque no siempre lo logra, el cosmos aspira a recordar. En la Tierra, la dinámica cósmica de la


memoria ha logrado registrar tal variedad de fenómenos que hasta los seres bípedos que sufren de
amigdalitis y viven preocupados por el dinero han desenterrado el gran relato cósmico de las
estructuras de las rocas.

JOVEN: ¿Por qué decir, entonces, que no hemos desarrollado la capacidad cósmica de recordar?

THOMAS: Para empezar, nuestro concepto del recuerdo es antropocéntrico. Nos hemos limitado
innecesariamente.

JOVEN: No entiendo.

THOMAS: Tus brazos no son más que recuerdo convertido en carne, músculos y huesos. ¿Entiendes lo
que quiero decir?

JOVEN: No.

THOMAS: Piensa en las cabras montesas, que son capaces de mantenerse de pie al borde de una roca
en medio del viento y de la lluvia. Las patas de las cabras montesas, sobre todo la pezuña que rodea
el cojinete, les permite aferrarse a las rocas como si fueran alicates.

No hay que olvidar que para que desarrollaran esta capacidad se necesitaron millones de años. Los
antepasados de las cabras montesas que conocemos vivían en las montañas, tratando de adaptarse a
sus contomos, a la fuerza de gravedad y a todo lo demás. Las patas que les han permitido adaptarse a
las montañas son un mecanismo de supervivencia, que es una suma de todos los experimentos
anteriores. Las patas de las cabras son la memoria viviente de su árbol genealógico. No existen
porque sí, sino que fueron desarrollándose gracias a la experiencia acumulada por millones de cabras
montesas.

Lo importante es que la materia recuerda la elegancia de la pezuña. La secuencia genética que hizo
posible esa pezuña se convirtió en un rasgo genético dominante, transmitido a todos los miembros de
la especie. Quizá ahora entiendas lo que quiero decir cuando digo que la pezuña está llena de
recuerdos del pasado. Desde este punto de vista, la pezuña es esos recuerdos.

JOVEN: ¿Y qué tiene que ver eso con los seres humanos?

THOMAS: El cuerpo de los seres humanos también es recuerdo, igual que la pezuña. Piensa en todos
los seres que forman parte de tu árbol genealógico y cuyas vidas fueron necesarias

para que hoy tengamos dedos. Cuando mueves una mano, pones en movimiento todos los
experimentos que la han hecho posible. Ahí está almacenada toda la historia de las etapas más
importantes de la evolución del Universo: la experimentación biológica, la explosión de la supernova.
Las manos recuerdan todos los hechos importantes que han sucedido en los últimos veinte mil
millones de años.

JOVEN: ¿Quién recuerda?

THOMAS: La materia. La materia a través de las moléculas. La secuencia de moléculas de nuestros


ADN es una secuencia de recuerdos. A la dinámica cósmica del recuerdo le basta un solo hecho para
manifestarse. No vemos cómo funciona la memoria; tampoco escuchamos cómo se manifiesta el
encanto. Lo único que podemos hacer es comprobar impresionados cómo el ADN ha percibido, y
cómo recuerda, la secuencia genética de la moléculas.

JOVEN: ¿Y para qué sirve el recuerdo?

THOMAS: Lo que nos interesa saber es de dónde surge la capacidad creativa del Universo, su
capacidad de producir hechos asombrosos. El Universo recuerda para aprovechar todo el esfuerzo y
toda la lucidez de los seres que nos precedieron. ¿Por qué tendría que olvidar instantes de
extraordinaria belleza cósmica, geológica o biológica? Piensa en los millones de seres que
contribuyeron a la creación de los ojos de los animales. Sería una verdadera tragedia no reconocer su
valor.

JOVEN: Entonces, ¿cómo se desarrolla la capacidad de recordar en un sentido cósmico?

THOMAS: Ante todo, piensa que recordar es una actividad. Es algo que el Universo hace. Para el
Universo, el recuerdo es dejar que el pasado influya en el presente. El Universo no quiere perder nada.
Si el pasado puede influir en el presente, ¿por qué no dejar que influya?

Pensemos en los robles, por ejemplo. Los antepasados de los robles surgieron hace doscientos
cincuenta millones de años. Todo el esfuerzo, toda la búsqueda creativa, toda la paciencia y todo el
sufrimiento que dieron vida a los robles estaban presentes en la bellota que se convirtió en este
enorme roble rojo. Toda la historia está presente en la bellota; cuando se hunde en la tierra, cuando
recibe agua, cuando el aire lo rodea, el roble despliega toda la belleza encerrada en esa minúscula
bellota. Piensa en todos los minerales que recorren el roble de un extremo a otro, de aquí para allá,
mientras el árbol va creciendo. ¿A qué responde todo ese empuje, toda esa actividad? ¿Qué hace que
crezca una rama aquí y no en otro lado? ¿Qué la lleva a evitar lo que no tiene futuro y a tomar un
camino seguro? El árbol es el guía de todo este proceso, porque recuerda el pasado, y el pasado lo
orienta, lo influye, lo elige y determina el crecimiento del todo. En ese sentido, el pasado está presente
en la acción que se manifiesta en el árbol que crece.

Actualmente, los seres humanos no comprendemos este proceso, porque creemos que la historia es
algo que ha quedado enterrado. Vivimos en el delgadísimo filo del presente, sin darnos cuenta de
cómo nos limita esa actitud. En el mejor de los casos, creemos que la historia tiene seis mil años de
antigüedad, y es algo que sólo se relaciona con los seres humanos, algo intrascendente en su mayor
parte. Estamos convencidos de que lo único que les interesaba a nuestros antepasados era ser como
nosotros, y que fracasaron en su intento. Pensamos que, si pudieran, también se entregarían al mundo
de las máquinas, a la búsqueda de un producto nacional bruto cada vez mayor, a un mundo repleto de
consumidores.

¿Te puedes imaginar lo que pasaría si el reino vegetal tratara de imitarnos? ¿Si pensara que las
creaciones y las costumbres de sus antepasados son algo obsoleto, superado, que no vale la pena
recordar? Mirarían en menos a las plantas más primitivas y su fotosíntesis, ignorarían la increíble
proeza que las llevó a aprovechar la luz del sol y que sigue siendo válida. Si las plantas nos imitaran,
todos los seres vivos del planeta desaparecerían en una semana. Por eso, vale la pena que nos
preguntemos qué pasaría, en cambio, si tratáramos de imitar a las plantas. ¿Qué pasaría si
empezáramos a pensar que las proezas de nuestros antepasados son creaciones que siguen siendo
válidas y que nos han sido transmitidas para que las aprovechemos?

Para empezar, apreciamos enormemente a los pueblos de las culturas tribales del planeta, tal como
las plantas aprecian enormemente la fotosíntesis. Esos pueblos vivieron durante decenas de miles de
años en armonía con el ritmo del planeta, desarrollando año tras año técnicas que no deberíamos
perder en nuestra urgencia por asfaltar la Tierra. Esos pueblos crearon formas de relacionarse con los
elementos fundamentales de este mundo, desarrollaron tradiciones que todavía perduran a pesar de
todas las fuerzas que se les opusieron y que nos resultan casi inconcebibles. Crearon ceremonias y
ritos de iniciación para recordar que la Tierra es la única fuente y el único sostén de la vida en todas
sus expresiones. Para adquirir la capacidad de recordar a nivel cósmico tenemos que asimilar la
sabiduría de todos los pueblos primitivos, que acumularon conocimientos de los cuales no podemos
prescindir, una sabiduría que jamás podríamos recuperar si llegáramos a perderla.

También conviene que recordemos los logros de las grandes civilizaciones clásicas, que son logros
permanentes del planeta, tan esenciales e irremplazables como el desarrollo de las tribus. En el
período de apogeo de las grandes civilizaciones, los seres humanos tenían presente el sentido del ser.
No le temían al extraordinario asombro que aún encontramos en las religiones y las creaciones
poéticas. En ese período los seres humanos comprendieron por primera vez, con una lucidez
consciente muy desarrollada, el profundo significado del recuerdo cósmico, porque se dieron cuenta de
que el Universo apreciaba profundamente todo lo que se había ido creando con el correr del tiempo y
que no se olvidaba jamás ni de la más mínima belleza. Los seres humanos de la civilización industrial
nos hemos olvidado de todo lo comprendido entonces y eso nos hace sentir un miedo paralizante ante
la muerte. En vez de dejarnos llevar por la alegría de vivir, nos sumergimos en trivialidades y en
pasatiempos frenéticos, en cualquier cosa que nos haga olvidar que estamos vivos, rodeados de vida,
destinados a vivir en un gozo sin límites.

JOVEN- ¿A esto se refiere cuando dice que negamos la dinámica cósmica cuando nos olvidamos del
pasado, cuando pensamos que no lo necesitamos?

THOMAS: ¡Olvidar el pasado! Lo único que lograríamos si lo olvidáramos sería privarnos de un poder
infinito. El Universo quiere expresarse a través de los seres humanos, pero en nuestro afán por
limitarnos a un mínimo de lo que hemos recibido lo único que conseguimos es mutilarnos. Actuamos
como un roble ignorante y testarudo que ignora el pasado, y se empeña en inventar nuevas hojas y
nuevas formas. En algo imposible.

JOVEN: ¿Cuándo actuamos así?

THOMAS- Casi siempre. Lo ves hasta en las actividades más sencillas. En el comer, por ejemplo. No
sabemos relacionarnos con la comida. En vez de comer los alimentos naturales que la Tierra ha
creado para nosotros, experimentando con enorme sutileza a lo largo de muchos eones, tragamos
porquerías producidas por multinacionales que saben menos de la Tierra de lo que cabría en una
cascara de maní. ¿Con qué resultado? Cáncer, enfermedades al corazón, todos los sufrimientos inne-
cesarios que provoca toda esa locura. Tenemos que entender que, desde un punto de vista biológico,
comer es recordar. ¿Por qué? Porque los alimentos contienen toda la información que necesita el
cuerpo. A lo largo de cientos de millones de años, las especies han aprendido a alimentarse unas a
otras. Y no se trata solamente de dar energía, sino de entregar las secuencias informadas de
moléculas y aminoácidos que necesitamos para nuestro desarrollo epigenético. El cuerpo espera
recibir una determinada gama de alimentos. No basta con cualquier cosa. Lo que el cuerpo necesita
son conjuntos muy específicos de moléculas, que se desarrollaron a lo largo de millones de años de
experimentación creativa.

JOVEN: ¿En qué sentido diría usted que comer es recordar?

THOMAS: Gran parte de nuestra actividad fisiológica depende de ciertas sustancias químicas complejas
que se encuentran en los alimentos naturales. El cuerpo recuerda su pasado a través de los procesos
fisiológicos; para que podamos recordar, el pasado tiene que recibir ciertos alimentos naturales.
Cuando comemos cereales y legumbres, buenas verduras, buena carne, le permitimos al cuerpo
evocar todo lo que es capaz de hacer.

Es algo parecido a lo que pasa cuando hojeas un álbum de fotos que te hace recordar montones de
cosas. Las fotos te traen todo tipo de recuerdos, que te llenan de imágenes del pasado. Lo mismo
pasa cuando comemos. Los alimentos reactivan ciertas funciones. Si comprendiéramos que los
alimentos son una forma de recordar, dejaríamos de comer mal.

JOVEN-. Entoncesse podría decir que el recuerdo también se refleja en nuestros hábitos. Que comer es
una forma de recordar. ¿Qué otras actividades tan sencillas como el comer son una forma de recordar
también?
THOMAS: El hacer ejercicios. Hacer ejercicios significa reactivar. Cuando hacemos ejercicios,
reactivamos los recuerdos del pasado. El cuerpo recuerda que hemos vivido en los árboles y en los
bosques. Necesitamos gatear, escalar y correr para desarrollarnos intelectual, emocional y
espiritualmente. No nacimos en un témpano frío en un remoto planeta; nacimos en la Tierra y en sus
bosques. Cuando recorremos las montañas, trepando y corriendo, nuestros cuerpos recuerdan todos
los hábitos profundamente arraigados en nuestro ser. Creemos que hacer ejercicios sólo sirve para
bajar de peso, para deshacemos de la grasa que nos sobra, pero hacer ejercicios es ayudarle al
cuerpo a recordar su pasado, para que pueda expresar todas sus capacidades interrelacionadas de
vida, pensamiento, y reflexión.

Recordar es saber. Recordar los grandes hitos de la historia de la humanidad es conocerlos. Cuando
percibimos todas las sutilezas y complejidades, toda la coherencia de esos hechos extraordinarios,
recordamos la inconmensurable creatividad de la historia de la Tierra. Aprender a recordar es aprender
a conocer más a fondo. Lamentablemente, el término conocer hace pensar en un conocimiento
consciente. En realidad, hemos tergiversado el término, usándolo en un contexto dual y
antropocéntrico. Conocer es recordar; recordar es conocer. Los ingenieros saben construir puentes
porque recuerdan las técnicas que han dado buenos resultados en el pasado. Eso nos demuestra que
el conocer y el recordar también se manifiestan en el reino animal y en el vegetal.

Supongo que ahora entiendes a qué me refiero cuando hablo de recordar al Universo. Tenemos que
estudiar la historia del cosmos, la historia de la Tierra, la historia de los seres humanos para descubrir
sus formas esenciales. El que ignora la historia del Universo no se pone a la altura de su destino
humano, pero no se trata de un saber intelectual. Consumir alimentos naturales es conocer la historia
de la vida; conocer la historia de las civilizaciones humanas es evocar sus profundos conocimientos
intuitivos, y conocer la historia del Universo es permitir que ese potente y numinoso pasado se
manifieste en nosotros.

JOVEN: Esto no se parece en absoluto a lo que me han enseñado. Nunca se me ocurrió estudiar
historia de esa manera, para que el Universo se manifestara en mí.

THOMAS. Te entiendo. El proceso de profunda transformación que vivimos actualmente consiste, ni


más ni menos, en renunciar a la idea de que los seres humanos son el centro de todo y en adoptar una
actitud biocéntrica y cosmocéntrica en que el Universo y la Tierra son los principales referentes. Es un
quiebre. Nos sentimos confundidos, porque estamos habituados a olvidarnos de la Tierra y del cosmos
para concentrarnos en el mundo de los seres humanos, pero cuando empezamos a adoptar una visión
más amplia descubrimos una libertad que no conocíamos y una imagen de nuestro ser que le da
sentido a todos nuestros esfuerzos JOVEN- Pero igual me cuesta entender, sobre todo cuando me
pregunto por dónde empezar.

THOMAS: Recuerda la belleza y el asombro. Recuerda las increíbles proezas del Universo en
despliegue. Si quieres, puedes empezar por memorizar esa frase. Y empieza por lo más cercano.
Recuerda toda la belleza que has conocido. Reflexiona sobre tu vida, piensa en los momentos más
importantes que vale la pena recordar. Grábalos en tu cinturón, reprodúcelos en tapices, pinta
símbolos en las paredes que te ayuden a recordarlos. Describe en un párrafo cada instante importante
de tu vida en este planeta; eso te ayudará a vivir el presente. Te dará fuerzas. Trae al presente todos
los asombros, todos los problemas que has vivido, toda la paciencia que has tenido, toda la nobleza
que has demostrado; eso es recordar cómo se debe.

Leonardo da Vinci comprendía el sentido de recordar. Si se sentía fascinado por el rostro de una
persona, comenzaba a seguirla, durante todo un día si era necesario, contemplándola, estudiándola y
dibujando. No descansaba hasta no ser capaz de reproducir el rostro sin mirarlo. Ese es el sentido de
la expresión aprender de memoria. Leonardo conocía perfectamente el rostro, lo había esbozado en el
fondo de su ser, en lo más profundo. Y era capaz de evocarlo porque se había identificado de tal
manera con su belleza que el rostro terminaba por expresarse a través de él. Cuando evocamos algo
bello nos convertimos en esa belleza hecha presente.

JOVEN: ¿Qué pasa entonces con la maldad y la tristeza? ¿También habría que recordarlas?

THOMAS: Sí, pero de otra manera. Generalmente, el propósito de recordar es crear vida, intensificarla,
pero para lograrlo también tenemos que recordar el sufrimiento, el dolor, las dificultades. En realidad,
el cuerpo recuerda los dolores vividos aunque sólo sea inconscientemente. El cuerpo recuerda para
que no repitamos los mismos errores en el futuro.

Por eso es tan importante recordar el mal, porque de allí surge el sentimiento de culpa. El Universo
hace todo lo posible para que le prestemos atención al pasado y lo recordemos, ya sea como
individuos, como sociedad o como especie. Los errores del pasado nos persiguen hasta que los
observamos y los comprendemos claramente. Cuando los obligamos a revelarnos su sentido, el
sentimiento de culpa desaparece; aprendemos, superamos lo aparentemente insuperable, nos
reencontramos con una creatividad que vuelve a cobrar vida y vuelve a manifestarse.

Si no nos dedicamos a la importantísima tarea de recordar, nuestra vida no tendrá ningún sentido.
Contamos con todos los medios necesarios para hacerlo; las fuerzas que dieron origen a la bola de
fuego y a billones de estrellas también se manifiestan en nosotros, con la intensidad única y
deslumbrante de esa épica de incomparables proporciones que es la realidad. Lo que descubrimos en
el apasionado recuerdo de la historia galáctica, terrestre, biológica y humana es que el estudio del
Universo es el estudio de uno mismo.

THOMAS: Así como el mar representa la sensibilidad cósmica, la tierra representa el recuerdo cósmico.
Ahora nos toca hablar de los organismos vivos. Dime cuál es la primera idea que se te viene a la
cabeza cuando piensas en la vida.

JOVEN: Pienso en la muerte, por supuesto.

THOMAS: ¿En la muerte?

JOVEN: Sí, porque todo lo que nace tiene que morir. THOMAS: No necesariamente.

JOVEN: ¿Por qué?

THOMAS: Hay seres que no mueren. De hecho, durante dos mil millones de años los organismos vivos
de la Tierra no tuvieron que enfrentarse a la muerte como un fin inevitable.

JOVEN: No entiendo.
THOMAS: Durante miles de millones de años, la muerte no era un imperativo biológico. Nada
desaparecía "espontáneamente". Las criaturas primitivas podían desaparecer porque las mataban o
las eliminaban o porque se morían de hambre, pero lo que nosotros entendemos por muerte no era
algo inevitable.

JOVEN.- ¿O sea que eran eternas?

THOMAS: Sí, siempre que se dieran las condiciones necesarias. Así son las bacterias que existen
actualmente. De hecho, es posible que los actuales procariotas hayan existido desde que apareció la
vida; algunos pueden tener hasta cuatro mil millones de años. No estamos seguros, pero es posible.
Lo que quiero decirte es que la muerte es un invento de la creatividad evolutiva. La vida no significa
que la muerte sea inevitable. Al principio, la muerte no era necesaria JOVEN: ¡Fue un pésimo invento!

THOMAS: ¿Te desilusiona?

JOVEN: ¿Y no podríamos vivir como al comienzo?

THOMAS: ¿Lo preferirías?

JOVEN: Por supuesto que sí.

THOMAS: ¿Piensas que el Universo se equivocó, entonces, cuando convirtió la muerte en algo
inevitable?

JOVEN: ¿Y qué ganamos con eso?

THOMAS.- Buena pregunta. ¿Qué interés puede tener la vida en que exista la muerte biológica?
Empecemos por el final, imaginando que la muerte natural no existiera. Lo primero que pasaría es que
tendría que desaparecer la reproducción. Evidentemente, los seres humanos querrían seguir viviendo
y cuando los continentes estuvieran repletos de gente no podríamos permitir que se sumara nadie
más.

JOVEN: Me parece bien.

THOMAS. Quizá estaría bien por un tiempo, ¿pero qué pasaría después de un millón de años? Los
mismos seres humanos y los mismos animales seguirían pegados al planeta... sería aburridísimo. Lo
malo es que el miedo a morir sería mucho peor, porque seguiría existiendo la posibilidad de morirse en
un accidente, por ejemplo. Nadie se atrevería a dar un paso. Nadie se arriesgaría a hacer nada que
pudiera quitarle la posibilidad de vivir eternamente.

Hasta los animales terminarían por darse cuenta de eso a la larga y se esconderían en cuevas de las
que no querrían salir. Quién sabe qué haríamos llevados por el miedo. Quizá hasta el sol terminaría
por darse cuenta de la situación, dejaría de arder, se apagaría y se encerraría en sí mismo.

Para evitar esa inmovilidad paralizante, la vida ha creado la novedad y la sorpresa, que son sus
mayores hallazgos. Mira a tu alrededor, mira cómo se expresa esa aventura que es la vida. Aventura,
asombro, riesgo, entusiasmo; a todo eso aspira la vida.

JOVEN: ¿No podríamos tenerlo sin la desesperación de saber que nos vamos a morir?
THOMAS: No piensas más que en ti mismo. Vivir como una ardilla o un elefante no es doloroso, aunque
ellos también terminarán por morirse. La ardilla y el elefante no se pasan todo el día dándose vueltas
con la cara larga, no se pasan la vida escribiendo novelas terriblemente dramáticas sobre la angustia
existencial ante la muerte ni, lo que es peor aún, contagiándoles a otros el horror ante la muerte. No es
difícil vivir como un abeto majestuoso o como un cardo o un delicado e incansable picaflor.

JOVEN: Pero ellos no saben que se van a morir. ¿Por qué la vida no puede limitarse a los seres que no
saben que van a morir?

THOMAS: Excelente pregunta. ¿Por qué la vida creó seres que saben que se van a morir? Veámoslo
desde el punto de vista del cosmos en constante evolución. Desde ese punto de vista, tendríamos que
preguntarnos de qué le sirve a ese cosmos la aparición de seres -los seres humanos- que saben que
se van a morir. ¿Para qué hacemos tomar conciencia de la muerte? Para darle más intensidad a la
aventura de la vida, para que cada momento sea más apasionante. Para que el Universo se revele.
Para que nos muestre el insondable misterio del que surge la vida. ¿Cómo podría tomar conciencia de
su increíble valor si no? ¿Cómo podría hacerlo si no fuera a través de los seres humanos que saben
que no son eternos? El ser humano consciente de sí mismo capta destellos del supremo valor de la
vida, pero si no supiéramos que nos vamos a morir no podríamos captarlos.

JOVEN: Y por eso tenemos que soportar el dolor de saber que vamos a morir...

THOMAS: No te niego que es difícil. Es lo que nos corresponde hacer como seres humanos y sufrimos
enormemente por tener que estar conscientes de la increíble y frágil hermosura de la vida. Pero la
reverencia es como un regalo que le damos al Universo. ¿Quién, fuera del ser humano, es capaz de
reconocer la maravillosa y frágil belleza de la ballena negra que corvetea en medio del mar? Los seres
humanos somos los únicos capaces de sentir y apreciar el profundo sentido de la ballena que se
sumerge en el mar frío como un témpano, de reconocer su valor. Y eso es lo que le damos al
Universo, el ver, el sentir, el expresar, el celebrar su autenticidad. Se podría decir que es fácil ser una
ballena que no sufre por saber que se va a morir. Pero esa ballena tampoco aprecia su belleza, su
efímera grandiosidad. Y eso es lo que tienen que hacer los seres humanos, porque de lo contrario
sufriríamos en vano.

JOVEN.- Pero igual nos morimos y dejamos de sentir. Dejamos de apreciar la belleza y la magnificencia
de la ballena.

THOMAS: Sí, así es, tarde o temprano...

JOVEN: A eso me refiero.

THOMAS: No puedes dejar de pensar en lo pasajero. Pero el tiempo no lo es todo. Hay vida y hay vacío,
y las dos son realidades innegables. Es cierto que lo eterno, lo que trasciende a los fenómenos, se
expresa en el tiempo, así como la dinámica del cosmos se expresa en hechos concretos, pero lo
invisible también es real.

JOVEN- ¿Y dónde queda entonces la belleza de la ballena?


THOMAS- Queda captada, admirada, recordada. El Universo no pierde nada valioso. ¡No te preocupes!
Igual no te puedes apropiar de la belleza, por mucho que te esfuerces. Haz lo que tienes que hacer,
que el Universo hará lo que le corresponda.

JOVEN: Me duele saber que voy a desaparecer.

THOMAS. Si sorprendes al mundo con tu vida, el mundo te sorprenderá cuando te llegue el momento de
la muerte. No pienses que la muerte es extinción; es una especulación demasiado prosaica para ser
verdad. Una estupidez que en realidad es un insulto a la grandiosidad y la maravilla del Universo. Está
bien que seas inmaduro, pero no proyectes tus ideas sin fundamento en el Universo. Ayer no sabías ni
una sola palabra de la bola de fuego original ni de la increíble fuerza que se manifiesta en el
nacimiento de una estrella, y ahora te sientes autorizado a decir que el Universo cometió un error al
crear la muerte.

Acepta la muerte, en vez de huir de ella o de reprimir el miedo que te provoca. Te hará bien.

JOVEN: ¿Cómo?

THOMAS- Te ayudará a expresarte. Precisamente porque sabes que la vida tiene un límite, no te queda
otra alternativa que expresar lo que tienes dentro; ésta es la única oportunidad que tienes de hacerlo.
No puedes paralizarte ni esconderte en una caverna; no puedes desaprovechar lo que tienes en un
trabajo sin sentido ni rodeándote de trivialidades. La historia del Universo es tan impresionante que no
te permitiría hacerlo. La máxima aspiración de la vida es lograr que te crees a ti mismo. Cada instante
de tu vida ha tenido un sentido insondable; todo depende de tu creatividad, porque todo lo esencial
surge de la creatividad. Las fuerzas que dieron origen a las estrellas se manifiestan ahora en tu
conciencia de ti mismo y lo que crean ahora es una aventura sin límites, tu asombro ante el Universo.

Reconozco que la muerte es aterradora. No podemos negarla ni quitarle importancia. Pero tampoco
hay que juzgarla superficialmente. Aprovecha la conciencia de la muerte como usarías un combustible
o una lámpara, como un guía único que te llevará a los rincones más desconocidos y misteriosos de tu
ser, para que puedas expresar tu esencia. Tu creatividad necesita el combustible de la conciencia de
la muerte tal como tus músculos necesitan ejercicios difíciles y prolongados. Aprecia la conciencia de
la muerte, porque es un don del Universo. Dime, ¿qué te obligaría a vivir si no fueras capaz de
reconocer el infinito sentido de cada instante?

Lo más emocionante del mundo en que vivimos es la imagen de la posible extinción de las especies y
de todo el planeta. Sí, reconozco que es algo horroroso, espantoso, aterrador, pero eso es
precisamente lo que nos lleva a expresar lo más valioso que tenemos. No podemos seguir viviendo
con los parámetros de antes, porque sabemos que tenemos la obligación de hacer algo, de crear, de
lograr un cambio radical. La imagen aterradora de una Tierra muerta es un verdadero alimento para la
psiquis del ser humano. Nos da la energía que necesitamos para convertirnos en la mente y el corazón
del planeta. Recién comenzamos a aproximarnos a la dimensión planetaria y cósmica del ser, a dejar
atrás el antropocentrismo de la época moderna y a integrarnos al Universo cosmocéntrico en pleno
despliegue.

JOVEN: ¿Qué significa convertirse en la mente y el corazón del planeta?


THOMAS: Significa saber que las fuerzas que dieron origen a la Tierra toman conciencia de sí mismas a
través de nosotros. Por eso hemos estado hablando del cielo estrellado, del mar y de la tierra. Porque
todas son manifestaciones de las fuerzas cósmicas que somos y que podemos llegar a ser. Nuestra
vida debería ser un constante encanto y un constante recordar, una sensibilidad intensísima. En los
organismos vivos la dinámica cósmica se convierte en asombro y aventura. También podríamos decir
que se convierte en juego, en un juego lleno de aventuras y sorpresas. Eso es lo que nos muestra la
vida, eso es la vida.

JOVEN: ¿Y en eso tenemos que convertirnos?

THOMAS: Sí, pero también en esto hay que tener presente algo muy importante: el incansable deseo de
dejarse llevar por el juego aventurero no responde a un impulso exclusivo de los seres humanos, sino
a un impulso del Universo. Como en todos los casos que hemos visto, el espíritu aventurero es el
último acto de extravagancia de una larga historia del despliegue del juego. Cuando lo cultivamos al
máximo, nos contactamos con el movimiento de las fuerzas cósmicas. ¿Me entiendes ahora?

JOVEN: Es como si le diéramos cuerda al Universo, ¿no?

THOMAS: Sí, la vida siempre ha sido sorprendente. Los primeros organismos vivos fueron
desarrollándose a través de nuevas formas que iban surgiendo al azar. Por eso se dice que las
mutaciones genéticas son absolutamente aleatorias, lo que significa que no hay ningún mecanismo
que controle el proceso. Los genes actúan con absoluta libertad. Nadie podría predecir lo que va a
pasar antes de que aparezca una nueva especie.

Esa actividad libre se intensificó más todavía con la aparición de las recombinaciones sexuales que, en
vez de mezclas entre unidades simples, permiten una gama muy amplia de combinaciones entre
unidades complejas. El juego aventurero de los organismos vivos ha dado origen al impresionante y
sublime despliegue de diversidad que se ha dado en los últimos quinientos millones de años. Esta
profusión de formas y de belleza nace del juego, del riesgo, del asombro. El surgimiento de nuevos
organismos vivos no está predeterminado, sino que responde a la intrínseca libertad de la vida.

Pero el juego no se da sólo en el plano genético. Los organismos vivos, sobre todo los más jóvenes,
experimentan constantemente. En los mamíferos hay diferencias muy marcadas entre las crías y los
animales viejos, no sólo anatómicas sino también en el comportamiento. En este último sentido la
mayor diferencia es la capacidad de jugar y la inclinación al juego. Las crías se comportan como si
hubieran sido creadas nada más que para jugar. Exploran, no reconocen límites, saltan sin motivo, se
trepan a las ramas más altas y zambullen en el agua apenas ven algo desconocido y extraño que les
despierta la curiosidad. Con su actitud nos muestran la esencia del misterio de la vida, que es la
necesidad y la posibilidad de jugar libremente.

Ahora veamos cómo encaja el ser humano en todo esto. Los biólogos han descubierto que las
diferencias genéticas entre las distintas especies de primates son mínimas. Los chimpancés y los
seres humanos tienen un 98% de genes en común, lo que no deja de ser un descubrimiento
sorprendente si tomamos en cuenta las enormes diferencias que existen entre las dos especies.

¿Entonces, cuál es la diferencia esencial ¿A qué se debe que el ser humano haya surgido en un
determinado momento y no antes? ¿Al tamaño del cerebro? Actualmente se considera que la principal
diferencia entre el ser humano y los demás primates es la capacidad del primero para hacer del juego
su actividad más importante a lo largo de toda la vida. La especie humana es la única que centra su
vida en la búsqueda, en descubrimientos sorprendentes, en la experimentación y, sobre todo, en el
aprendizaje.

Se podría decir que la especie humana es el "niño" de este planeta. La mejor demostración de esto es
la anatomía de los demás primates. El cráneo de un chimpancé recién nacido es muy parecido al de
un bebé, tanto por su forma como por su tamaño, pero el cráneo de un chimpancé adulto refleja un
cambio enorme. El cráneo del ser humano es más grande que el de un bebé, nada más. En realidad,
el de un pequeño chimpancé se parece más al de un adulto de la especie humana que al de un
chimpancé adulto. La conservación de las características del recién nacido en las etapas posteriores
se conoce como neotenia. Esta característica nos permite comprender que el ser humano nunca deja
de ser un niño. Los primeros seres humanos eran primates jóvenes que no dejaban nunca de serlo; los
adultos no sólo seguían teniendo un cuerpo juvenil, sino que además seguían comportándose como
jóvenes. Se podría decir entonces que la mayor conquista de la especie humana fue la creación de un
niño maduro, de un ser que al llegar a la vida adulta podía seguir jugando con toda libertad.

Quizá esto te ayude a comprender lo que quiero decir cuando digo que la vida se empeña en que
seamos la encarnación de la dinámica cósmica del juego aventurero.

JOVEN: Y si no lo hacemos, de nuevo impedimos que la vida se manifieste, ¿verdad?

THOMAS- Claro, ése es el callejón sin salida en el que está metida la especie humana. Podríamos decir
que cada especie tiene un medio que le es propio, en el que puede florecer. Si no lo encuentra, es
incapaz de poner en juego todo su verdadero potencial. Una especie, privada de ese medio se
extingue y eso es lo que vemos ahora por todas partes. ¿Cuál es el verdadero hábitat de los seres
humanos? El juego aventurero. El ser humano privado de la posibilidad de aventura, de asombro y de
juego no puede convertirse en un auténtico ser humano.

La angustia que sentimos actualmente nace de nuestra incapacidad de reconocer nuestro verdadero
potencial. Creemos que nuestro deber es convertirnos en eternos consumidores en una sociedad de
consumo que abarca todo el planeta, pero eso no nos satisface y terminamos por destruir los oasis de
vegetación que quedan en el mundo. Hemos hecho la prueba de vivir como apéndices de las
máquinas, pero eso sólo nos ha llevado a sentirnos absolutamente inútiles en medio del dolor y del
ruido. ¿No era inevitable que pasara esto si nos alejábamos de nuestro medio? ¿Una ballena puede
vivir rodeada de ácido muriático? ¿Un roble puede echar raíces en una superficie de asfalto? Recién
cuando entendamos que lo nuestro es jugar constantemente, es ser puro juego y aventura,
empezaremos a vivir de acuerdo a lo que no estaba predestinado.

JOVEN: ¿Y cómo se manifestaría eso en la práctica?

THOMAS. Quién sabe. Eso es lo mejor de todo. No podemos preguntarles a otras especies qué
debemos hacer. De eso se trata precisamente. La búsqueda es búsqueda de lo desconocido, es
auténtico juego sin definición ni orientación predeterminada. Lo que tenemos que hacer es explorar,
aprender todo lo que podamos, experimentar y, sobre todo, reírnos. El humor es un reflejo del juego
aventurero. Es posible que una buena carcajada sea la expresión más auténtica del ser humano.
Pero no dejes que te haga sufrir esto de no saber que nuestro destino es ser manifestación del juego
cósmico consciente de sí misma. Confía en todo el proceso cósmico, en ese proceso que comenzó
hace veinte mil millones de años. Créeme; tienes todo lo que se necesita para hacer lo que se espera
de ti. Piensa en el enorme esfuerzo que tuvieron que hacer todos los organismos vivos para que
finalmente apareciéramos nosotros, el niño por excelencia del planeta. Ellos ya hicieron lo que les
correspondía; ¡ahora te toca a ti! Entrégate a la vida como asombro consciente de sí mismo. Eres la
esencia del asombro; la esencia de lo Médico. Revélate con la mayor transparencia que puedas,
porque eso te dará una libertad, una alegría y una creatividad desbordante.

Decir que el juego es esencial para la especie humana equivale a reconocer que el juego, la fantasía,
la imaginación y la búsqueda sin límites de nuevas posibilidades son lo más importante de la vida,
como lo han reconocido los científicos, los artistas y los grandes santos. Esas son las fuerzas más
poderosas que mueven al ser humano. El desarrollo de la Tierra depende de la entrega de los seres
humanos al juego y la aventura aceptados como destino. No se puede saber, pero quizá todas las
demás especies también tengan la capacidad de entregarse a la exploración lúdica de nuevos vínculos
y estén esperando que nosotros empecemos a hacerlo. Quizá todo el mundo no sea más que una
enorme fiesta, un festival, y nosotros seamos ni más ni menos que la champaña tan esperada...
EL FUEGO

JOVEN: ¿Sabe que mientras lo escuchaba me pasó algo muy raro? Me di cuenta que estaba
entusiasmado, que tenía ganas de convertirme en Maestro del Juego. Ni siquiera sé en qué consistiría,
pero se me ocurrió que sería fascinante que en alguna parte del mundo hubiera escuelas en la que
nos enseñaran a convertirnos en verdaderos maestros del arte del juego.

Lo más extraño es que no me pareció extraño. ¿Se da cuenta? Nunca antes se me había ocurrido
nada parecido y si me lo hubieran propuesto habría pensado que estaban locos, pero le juro que lo
pensé en serio. ¿No le parece raro?

THOMAS: ¿Qué? ¿Que se te ocurriera convertirte en Maestro del Juego?

JOVEN-. ¡No! Lo que me gustaría saber es a quién se le ocurrió esa idea. Si al que pensaba que era
una locura o al que piensa ahora que tal vez podría ser...

THOMAS: Cuál de los dos eres tú...

JOVEN: Exactamente.

THOMAS: Lo raro es que el verdadero tú no coincide nunca con lo que se te ocurre o lo que sientes en
un determinado momento. Por mucho que creas conocerte, nunca vas a saber quién eres realmente.
Nos pasamos la vida creando imágenes de lo que somos, pero no son más que imágenes.

A ver, dime. ¿Si supieras quién eres, quién lo sabría? Algo que está más allá del contestar y el
entender.

JOVEN: No entiendo nada.

THOMAS.- El yo es una actividad organizadora. No es lo estructurado y definido. Acabas de decirme que


hace un rato se

te ocurrió la idea de convertirte en Maestro del Juego. Bueno, esa idea es una síntesis producida por el
principio autoestructurador de tu yo. El yo no se puede definir con palabras, ni a través de ideas,
imágenes ni creaciones. El yo es el hacer todas esas cosas, es la capacidad de crearlas.

Tenemos que pensar en el Universo como un todo, ver al yo en el contexto de un Universo en proceso
de evolución. De ahí podemos saltar a otra de las fuerzas cósmicas, que se expresa en el fuego.

¿Qué es el fuego? Piensa en una vela encendida. Piensa en la etérea estela negruzca que surge de la
llama anaranjada; en la mecha blanca en la base, negra en la punta; en la cera derretida en la
superficie y sólida más abajo, convertida en gases alrededor de la mecha. ¿Qué es la llama? ¿La luz
que se proyecta hacia los lados y hacia arriba? ¿La mezcla de cera y oxígeno? ¿Los elementos
químicos que surgen de esa mezcla?

JOVEN: ¿No se podría decir simplemente que la luz es todo eso junto?
THOMAS: No exactamente. Todas esas cosas son un reflejo de la llama. Pero imagínate. Si pongo una
mecha más ancha o más delgada y si hago que cambie la composición de la cera, todo cambia. El
color, la temperatura, los gases. Todo. Pero eso no impide que veamos una llama. La llama estructura
todos los elementos en un proceso constante. La llama es expresión de una actividad estructuradora
invisible.

Se podría decir que la llama es esa actividad estructuradora, que se revela en una determinada
estructuración de una serie de elementos. Si los elementos cambian, la situación también cambia, pero
la llama no desaparece. La llama es un hacer, una fuerza autoestructuradora que surge
espontáneamente y se manifiesta siempre que puede.

Tú eres como una llama. En un lugar del Universo y cuando se dan las condiciones adecuadas -
alimentos, aire, belleza, interés, una promesa de aventuras- apareces tú de repente y te expresas a
través de la forma que le das a los elementos que componen tu mundo: tus ideas y sentimientos, tu
cuerpo, la relación con los demás., No eres sólo lo que haces y los principios por los que te riges. Eres
lo que le da forma a todo eso. Eres la fuerza que crea la compleja obra de arte de tu vida, tu
manifestación en el mundo.

JOVEN: ¿Entonces se podría decir que la actividad autoestructuradora es otra fuerza cósmica?

THOMAS: Exactamente.

JOVEN: ¿Y que se da sobre todo en los animales superiores?

THOMAS: Se da en todas partes; por eso es una dinámica cósmica, por eso la represento a través del
fuego. Cuando miramos una llama, estamos ante una actividad estructuradora invisible.

JOVEN: ¿Y hay otras fuerzas parecidas?

THOMAS: Por supuesto. Un tornado es un excelente ejemplo de un fenómeno que se crea a sí mismo.
El tornado no se detiene ante nada, ni ante un desierto, ni un campo ni el mar. Agrupa elementos de
todo tipo y los convierte en el fenómeno que reconocemos como un tornado, oponiéndose a todas las
fuerzas que intentan detenerlo, así como tú te opones a todas las fuerzas que puedan querer
destruirte. Un tornado, una llama y tú son fenómenos orgánicos en que las partes forman un todo que
se empeña en seguir existiendo.

JOVEN: Usted se refiere al tomado como si tuviera un yo. THOMAS: ¿Qué es un yo?

JOVEN: Alguien que dice "soy", "estoy consciente de lo que hago".

THOMAS:Tú estás consciente de ti mismo, de acuerdo, pero no pasa lo mismo con un bebé de un par
de semanas y de todos modos decimos que el bebé tiene un yo.

JOVEN: ¿Qué es el yo, entonces?

THOMAS:Algo invisible que estructura. Quizá la palabra "yo" no sea la más adecuada para definir el
fenómeno, pero no nos olvidemos de todos los núcleos de actividad autónomos que nos rodean. Una
llama es una estructuración invisible, como el tornado. Los dos expresan una dinámica esencial del
Universo a la que por lo general no le prestamos atención.

Por eso prefiero pensar que la llama es un yo. Un árbol es un yo, es más estructuración invisible que
hojas y corteza, raíces, celulosa y frutos. El yo del árbol articula millones de operaciones para que
pueda relacionarse con el aire, con la lluvia, con el sol. ¿Quién articula todo? ¿Una presencia visible?
¿Algo concreto? No. Y lo mismo pasa con los seres humanos. ¿Quién articuló tus pensamientos para
que de repente se te ocurriera convertirte en un Maestro del Juego? No hay nada concreto que
podamos decir que es el yo. Lo mismo se podría decir de la actividad de los árboles y de los seres
humanos. Y eso significa que tenemos que dialogar con el árbol. Tenemos que dialogar con todas las
cosas y reconocer que estamos ante un misterio numinoso. ¿Qué estructura al árbol? ¿Qué estructura
mis ideas? Ese es el misterio del yo.

JOVEN: Pero el árbol no sabe que estoy dialogando con él.

THOMAS: ¿Estás seguro? En todo caso, lo que me preocupa no es el árbol, sino los seres humanos.
Tenemos que dialogar con el árbol y con todo. Los seres humanos somos los que nos olvidamos de lo
fascinante, lo misterioso y lo sorprendente que es el ser. Pensamos que los árboles nos dan leña,
creemos que son madera sin aglomerar, pisos sin cera. Nos hemos convencido de que son materia
inerte que pasa veinte años esperando a que llegue el momento de cortarla. Pero nos engañamos.

Tenemos que reconocer el misterio de la fuerza estructuradora invisible. Un árbol tiene un destino
único en el bosque, una vida y un propósito propios absolutamente ajenos a los intereses de los
bípedos. Los árboles y tú están compuestos por los mismos elementos de la supernova. La supernova
se dejó llevar sin rumbo fijo junto contigo, mezclándose con los elementos que componen tu cuerpo. Y
ahora es un árbol, que espera la llegada de la lluvia, la luz del sol, todo lo que le hace falta. El árbol
sabe exactamente qué necesita y, si lo recibe, se lanza lleno de ímpetu a demostrar quién es. Si no
recibe lo que necesita, sufre, se seca y muere.

JOVEN: No se me ocurre qué podría decirle a un árbol.

THOMAS: No le digas nada. Quédate callado cuando estés delante de un árbol. Enfréntate al árbol y
piensa: "Ahí estás. Creciendo, desarrollándote, disfrutando de la lluvia, del sol y de la tierra. No sé
cómo vives, cómo pasas toda una noche rodeado de nieve y de búhos que te rasquetean la corteza, ni
cómo absorbes toneladas de luz. Ni siquiera sé cómo esperas que salga el sol o qué sientes cuando
un incendio de bosque avanza hacia ti y no puedes hacer nada. Ni siquiera me imagino la alegría que
sientes cuando brilla el sol y la vida se manifiesta de mil maneras en ti, mientras emites toneladas de
agua y produces semillas complejísimas. Pero sea cual sea tu destino, quiero que sigas vivo. Sea cual
sea tu relación con la vitalidad de la Tierra, quiero que sigas teniéndola. No sé cuál será mi destino, ni
sé cómo me voy a relacionar con otros más adelante, pero todos formamos parte de ese enorme
misterio que es la vida en la Tierra, y eso me basta por ahora".

Recuerda que el árbol no necesita dialogar. Eres tú quien necesita dialogar con él. Tú eres el Universo
empeñado en alcanzar la conciencia de sí mismo. Tú eres el que debe reconocer la existencia de los
árboles, y de todo.

JOVEN: De acuerdo. Un ser humano es un yo, un árbol, una llama...


THOMAS: Todo ser. Fuera de la fuerza estructuradora invisible no hay nada más. Piensa en los átomos.
Nadie tiene que enseñarle a un electrón qué son las órbitas "s" y "p". Cuando se dan las condiciones
adecuadas, los electrones, los protones y los neutrones se combinan entre sí y producen helio. La
fuerza estructuradora invisible agrupa las partículas y crea con ellas un todo perdurable, un átomo de
helio o cualquier otro átomo. Si esos átomos sufren una serie de impactos, se adaptan a ellos para
seguir existiendo. Absorben o irradian energía, cambian y se organizan para poder perpetuarse. Eso
es lo que hace un yo, se articula a sí mismo. Los átomos y las llamas, los tornados y los árboles, todos
tienen una dinámica centrada, invisible, estructuradora.

JOVEN. ¿Por qué nadie me dijo antes que el átomo tiene un yo?

THOMAS: Sabemos muy poco de los átomos. Newton decía que eran masas inertes. En el siglo XIX
Dalton planteó la posibilidad de que existieran los átomos como una forma de explicar distintos
fenómenos. Recién en el siglo XX hemos empezado a conocerlos mejor y en las últimas décadas nos
hemos dejado llevar de tal manera por el fascinante dinamismo que descubrimos en ellos que nunca
nos hemos detenido a reflexionar sobre la similitud que hay entre las fuerzas que los estructuran desde
dentro y las que estructuran a un árbol, por ejemplo.

Con nuestra relación con la Tierra pasa algo parecido. Nunca habíamos tenido la oportunidad de
estudiar toda la Tierra empíricamente. Recién ahora empezamos a darnos cuenta de que la Tierra
también es un yo. La Tierra es un fenómeno autogenerado extremadamente complejo, capaz de
increíbles proezas. Para entenderlo, tenemos que mirarlo de cerca. Cuanto más cerca estemos de
comprender el dinamismo de toda la Tierra, más evidente nos parecerá que lo sucedido en cuatro mil
quinientos miles de años de evolución terrestre es muy similar a un proceso de embriogénesis de
enormes proporciones. Algo se va desarrollando, algo va surgiendo y desplegándose, y nosotros
somos la conciencia y el corazón de todo ese proceso numinoso.

JOVEN: ¿Pero qué nos demuestra que la Tierra sea un yo?

THOMAS: Entre otras cosas, sabemos que la Tierra se ha mantenido a la misma temperatura durante
más de tres mil millones de años. Cuando digo que se ha mantenido me refiero a la misma fuerza auto
organizadora que le permite a la llama seguir siendo llama aunque las circunstancias que la rodean
cambien. El calor de la Tierra proviene del sol, pero la temperatura del sol ha ido cambiando. Desde
que surgió la Tierra, la temperatura del sol ha aumentado en un veinticinco por ciento y la Tierra se ha
adaptado a ese cambio, tal como los átomos, los árboles y la llama se adaptan a los cambios que se
producen a su alrededor. La Tierra articula sus componentes para mantenerse dentro del estrecho
margen que permite que la vida surja y se perpetúe.

JOVEN: ¿Y por qué decimos que la temperatura de la Tierra se ha mantenido siempre dentro de ese
estrecho margen?

THOMAS: El sistema cibernético de intercambio de energía que funciona en la Tierra es muy sensible a
cualquier variación de la temperatura. Bastaría con que se produjera una disminución de dos grados
en la temperatura media de la Tierra para que se convirtiera en un bloque de hielo.

JOVEN: ¿Por qué no pueden hacer lo mismo Marte o Júpiter?


THOMAS.- Lo han intentado. La evolución de Marte se prolongó por miles de millones de años. En un
comienzo, su proceso de cambio fue muy similar al de la Tierra, pero no pudo seguir evolucionando y
prácticamente ha dejado de hacerlo. El caso de Marte es muy parecido al de la llama; cuando se dan
las condiciones adecuadas, puede aparecer una llama en cualquier rincón del Universo. Basta con un
poco de cera, oxígeno y una mecha para que, en determinadas circunstancias y a la presión y
temperatura indicada, aparezca una llama. Lo mismo pasa con los planetas. La Tierra logró
mantenerse dentro de un estrecho margen porque surgió en el lugar más adecuado y con los
componentes más adecuados. Marte estuvo a punto de lograrlo, pero no pudo reunir las condiciones
necesarias.

JOVEN: Es impresionante. Ahora entiendo lo que quiere decir cuando habla de la naturaleza de esta
revolución.

THOMAS: Creímos durante tanto tiempo que la Tierra no era más que una enorme esfera de polvo
inerte que casi nos enloquecimos al descubrir que formábamos parte de algo que se mueve.
Copérnico dijo que la Tierra se movía, es decir que giraba alrededor del sol. Cuando decimos que la
Tierra se mueve, lo que estamos diciendo es que está viva. La Tierra se mueve. Esa sola frase resume
nuestra revolución cósmica.

JOVEN: ¿Pero cómo lo hace? ¿Cómo se organiza? ¿Desde dónde?

THOMAS: Desde tus encantos, tus esperanzas, sobre todo desde lo que quisieras que pasara en el
futuro. JOVEN: ¿Pero cómo...?

THOMAS: El proceso se refleja en cada criatura. Las dinámicas que crearon la bola de fuego original y
las galaxias son las mismas que se expresan a través de tus ideas y tus sueños. No son meras
palabras. Toda esta trama de vida se manifiesta en cada hecho que ocurre. La vida se hace presente
en tus sueños y tus ilusiones, en todo tu ser. El macrocosmos no está desvinculado del microcosmos.

JOVEN: ¿Pero cómo?

THOMAS: Sería absolutamente imposible que entendieras esta imagen panorámica de la realidad en un
abrir y cerrar de ojos. Llevamos cientos de años guiándonos poruña óptica fragmentada que no nos
permite ver que el todo se refleja en el individuo. Tratemos de analizar un ejemplo concreto de la
dinámica de la Tierra que nos ayude a corregir ese error.

La atmósfera está compuesta en un 21% por oxígeno y ese porcentaje se ha mantenido constante
durante miles de millones de años. Veamos cómo. El proceso metabólico de los primeros
microorganismos que poblaron el planeta, los procariotas, producía oxígeno que se mezclaba con el
que ya había en la atmósfera, lo que hacía aumentar esa proporción. Si esos microorganismos
hubieran seguido multiplicándose, el porcentaje de oxígeno en la atmósfera habría sido mucho más
alto, pero llegó un momento en que los procariotas no pudieron soportar la concentración de oxígeno y
la Tierra dejó de estar dominada por ellos. Entonces se sumergieron al fondo de las lagunas o se
escondieron en otros seres vivos. Pero si los procariotas hubieran desaparecido antes, la proporción
de oxígeno en la atmósfera sería mucho más baja.
Lo importante es que la actual concentración de oxígeno en la Tierra depende de la capacidad y las
limitaciones genéticas de los procariotas. Nadie les ordenó que dejaran de producir oxígeno cuando la
concentración llegó a un determinado punto. Siguieron viviendo fascinados hasta que la situación se
les hizo insoportable por sus limitaciones genéticas. Entonces, esos seres diminutos se organizaron,
en los primeros eones de la Tierra, y siguieron viviendo igual sin darse cuenta de los efectos de su
presencia en la Tierra.

En el siglo XX, en cambio, hemos descubierto algo sobre el nivel de oxígeno en la atmósfera. Si la
concentración de oxígeno aumentara apenas una décima parte de un uno por ciento bastaría con un
solo relámpago para que un incendio arrasara bosques enteros, hasta todo un continente. Pero si la
concentración de oxígeno fuera mucho menor que la actual, no dispondríamos de todas las fuentes
químicas de energía que necesitan los animales más complejos. La Tierra creó una atmósfera que ha
producido todos los elementos químicos necesarios para el surgimiento del reino animal, impidiendo al
mismo tiempo que se produjeran incendios catastróficos para el planeta.

Es francamente impresionante, pero no podemos dejar de pensar en esos microorganismos diminutos


capaces de producir oxígeno. ¿Cómo se enteraron de que tenían que dejar de hacerlo? Los
procariotas no tenían la menor idea de la macro estructura de la biosfera. Sólo percibían lo que les
encantaba en medio de su capacidad invisible de estructuración. Pero todo el sistema de la Tierra
estaba presente en el microorganismo. La macro estructura se hacía presente en las limitaciones
genéticas intrínsecas de SU microestructura. ¿No te parece admirable?

JOVEN: ¿Pero qué pasó, qué hizo la Tierra...?

THOMAS: No sabemos. El pensar en términos de todo el sistema es tan nuevo para nosotros que, por
ahora, sólo podemos suponer lo que pasó. Lo que me interesa mostrarte es un algo fascinante, la
interrelación que se da en la Tierra a todo nivel. Los procariotas no estaban desvinculados de la
atmósfera, ni de los seres multicelulares ni de la Tierra como entidad que se va estructurando a sí
misma. Te propongo que adoptemos a los procariotas como símbolo de la nueva era. ¿Qué otros
organismos podrían representar mejor el intrincado y enorme misterio de la embriogénesis terrestre?
¿Quién podría recordarnos mejor que nuestros deseos provienen de los deseos de la Tierra?

JOVEN: ¿Eso quiere decir que yo tendría que comportarme como un procariota?

THOMAS: No mires tan en menos esa posibilidad. Ojalá que pudiéramos hacer algo parecido a lo que
hicieron ellos.

JOVEN: ¿En qué sentido?

THOMAS: Para empezar, sería maravilloso que pudiéramos producir algo tan importante para la Tierra
como el oxígeno. La creatividad de los procariotas les da vida a todos los animales. ¿Tú crees que el
homo sapiens podría hacer algo tan valioso o remotamente parecido a lo que hicieron nuestros primos
microscópicos?

En segundo lugar, tenemos que dejarnos llevar por nuestros deseos innatos con la confianza de que
no están desvinculados de todo el funcionamiento de la Tierra. Recién hace poco hemos empezado a
sentir un profundo rechazo por los excesos de la sociedad industrial consumidora. Ese rechazo tiene
una raíz genética, igual que el cáncer y las demás enfermedades provocadas por el sistema industrial.
Igual que las enfermedades, son el medio que utiliza la Tierra para que tomemos conciencia de lo que
tenemos que hacer.

Por último, y eso es lo más importante, tenemos que acoger y respetar los sueños que nos inspira la
Tierra. Con imaginación, estamos iniciando un período de reconstrucción, en el que la intercomunión
de todas las especies orientará todo lo que hacemos. Tenemos que entender que nuestros sueños no
son sólo un producto de nuestra mente. Somos el cauce de los sueños de la Tierra. Somos su
imaginación, el espacio incomparable en el que se expresan, con una lucidez analítica, las visiones y
las esperanzas que nos guían. Para convertirnos en la mente y el corazón de la Tierra tenemos que
dejar que la Tierra rija todas las actividades con autoconciencia. Nuestro destino superior es dejar que
la Tierra se organice de una manera nunca vista, imposible de lograr en los miles de millones de años
anteriores a la aparición del ser humano. Quién sabe qué posibilidades se le abren a un planeta -a su
mente y su corazón-que ha creado esta forma de vida infinitamente más rica y más compleja que las
anteriores
EL VIENTO

THOMAS: El viento es la expresión de la última dinámica cósmica que vamos a analizar. El viento se
produce por el desplazamiento de masas de calor de un lugar a otro y el Universo se expande de la
misma manera. Cuando contemplamos el cielo de noche, vemos que las galaxias se alejan de
nosotros. Mientras más lejos están, más rápido se mueven. El origen de este movimiento es la
explosión inicial de la bola de fuego, que se produjo cuando toda la materia era una sola masa
incandescente y densa, que ahora lleva veinte mil millones de años alejándose de su centro.

El viento refleja la dinámica cósmica de la expansión a partir de un punto de alta concentración. Esa es
la dinámica que da origen a los vientos en nuestro planeta y que en la macro estructura cósmica se
manifiesta en la expansión del Universo.

JOVEN-, ¿Y... cómo se llama?

THOMAS: Generalmente se la conoce como la segunda ley de la termodinámica. Si calientas el centro


de una lámina de metal con un soplete, el calor se dispersa hacia los extremos a partir del centro. El
calor no se concentra en un solo punto. El principio de exclusión de Pauli se refiere a un fenómeno
similar, que se da a nivel de las partículas elementales; hay partículas elementales que no se quedan
apiladas unas encima de otras, sino que se separan y se convierten en distintos estados del Ser. En el
campo de la biología, este fenómeno ha sido definido por los etólogos como "dispersión" y consiste en
que los elementos más nuevos son expulsados del territorio ocupado por sus antecesores en un
movimiento programado y expansivo.

Todos estos términos que estoy empleando son legado de nuestra fragmentación del mundo para
estudiarlo desde distintos puntos de vista, que evidentemente es un muy buen método analítico, pero
no ayuda a tener una imagen coherente del todo. Con el encanto hacemos lo mismo. La fragmentamos
y en el plano de lo físico la llamamos "gravitación"; en el campo de la biología, "instintos", y a nivel
humano "interés".

JOVEN: ¿Cuál sería el término más adecuado en el caso de los seres humanos? ¿Hay un término que
sirva para definir la dinámica cósmica que se expresa a través del viento?

THOMAS: Sí, exuberancia. Cuando estás enamorado, ¿no sientes una necesidad incontenible de
expresar lo feliz que estás de alguna manera? Se podría decir que toda esa inspiración poética que
sientes cuando estás enamorado es la expresión humana del mismo impulso que expulsa a las
galaxias de un área de alta concentración.

Esta dinámica cósmica se podría definir con una sola palabra: celebración, pero en el sentido de
anunciación, que es el sentido en que la usamos, por ejemplo, cuando hablamos de celebrar un
descubrimiento científico. El término celebración expresa la dinámica esencial de una expansión a
partir de un centro, en la que se transmite algo de ese centro desde un punto de mayor concentración
a uno de menor concentración. Hubo una época en que todos los elementos estaban concentrados en
el núcleo de una estrella y desde allí salieron despedidos hacia las zonas de menor concentración del
espacio. Los leones nacen y reciben todo lo que necesitan para vivir en un determinado punto de la
llanura del Serengeti, y desde ahí se desplazan hacia regiones menos pobladas. Todas las creencias
budistas se concentraron en una época en un determinado lugar del continente indicio, de donde
empezaron a ser transmitidas por hombres y mujeres que se trasladaron a la China y de allí se
irradiaron hacia el Tibet y todo el sudeste asiático. La súper concentración de vida se irradia y se
expande espontáneamente.

JOVEN: Entiendo que las supernovas contienen masas de elementos muy concentrados. Y que para
que haya viento debe haber una gran concentración de calor. ¿Qué se da así, en forma tan
concentrada, en los seres humanos?

THOMAS: El Ser. O sencillamente el Universo. Luego que una persona se haya empapado de la
presencia de algo, simplemente hay más.

JOVEN: ¿Más Universo?

THOMAS: Sí. El Universo se manifiesta con más intensidad, con ganas de explotar en una celebración
de sí mismo. Después de pasar varias horas en un bosque, adentrándote más y más en él, llega un
momento en que la intensidad de tus sensaciones es incontenible. Exudas bosque por todos los poros,
expreses o no expreses lo que sientes. No serviría de nada tratar de reprimir esa profusión espontánea
de vida: sería tan inútil como tratar de que el mundo no se moviera o como evitar la expansión de las
galaxias.

Después de retraerse y concentrarse, el Ser estalla en una explosión de alegría. El artista produce
obras de arte; los padres llenan de cariño a sus hijos.

JOVEN: Me encanta. ¿Es una idea nueva?

THOMAS: No. Lo que es nuevo es esta imagen del Ser como parte del relato cósmico de la creación,
pero la necesidad imperiosa de expresarse que tiene el Ser ha sido reconocida de muchas maneras.
Los teólogos clásicos hablaban del impulso ontológico del Ser Supremo de expresar bondad, de
compartir y de crear vida espontáneamente. Decían que el impulso humano de compartir la vida y el
Ser con otros era una manera de unirse al Ser Supremo, a la realidad divina.

JOVEN:Entonces este deseo de compartir y de convertirse en una fuente de bondad es real, innato,
elemental. Es algo que se da hasta a nivel físico.

THOMAS: Es algo que tiene sus raíces en el Universo, una dinámica cósmica.

JOVEN: ¿Se podría decir que el deseo de expresar bondad es natural, que no es algo aprendido?

THOMAS: Sí, y es tan intenso que quizá el mejor ejemplo de la dinámica cósmica de la celebración sea
la aparición del Ser a partir de la nada. Ya vimos que las partículas elementales surgían de la nada,
que es la matriz de todo, ¿verdad? El vacío está lleno de impulsos incontrolables de ser. Lo que cuesta
es expresarlo en palabras, porque cuando hablamos de vacío no transmitimos ni siquiera
mínimamente su esencia asombrosa.
Podríamos usar otro término y decir que la generosidad es el fundamento del Ser, que la generosidad
primordial es la fuente de todo, la base del Ser. El Ser en todas sus formas surge y se despliega,
luminoso, resplandeciente, porque la esencia del Universo es la generosidad del Ser. Por eso decimos
que el Ser surge del vacío, porque todo abandona el vacío para pasar a formar parte del Universo;
todo se vierte desde el vacío, todo sale a torrentes porque la generosidad primordial no se guarda
nada.

JOVEN: Espere, déjeme pensar un poco. Se me ocurren tantas preguntas... A ver, se supone que los
seres humanos tendríamos que cultivar esa dinámica cósmica de celebración y generosidad, ¿o no?

THOMAS: Hemos sido creados a partir de esa dinámica cósmica porque tenemos que convertirnos en
celebración y generosidad que han saltado a la autoconciencia. ¿Qué es el ser humano? Un espacio,
una esfera en que el Universo celebra su existencia.

JOVEN: ¿Pero cómo podemos hacerlo?

THOMAS: En cierto sentido, se podría decir que esta capacidad es la máxima expresión de todas las
demás. Evocar la belleza del Universo, agudizar nuestra sensibilidad frente a lo maravillosa que es la
Tierra, buscar el encanto central de nuestra vida, todo eso lleva a una súper concentración del Ser y al
impulso incontrolable de celebrar el hecho de estar vivos.

La generosidad y la celebración revelan todas las demás dinámicas, porque revelan la existencia del
Universo en toda su exuberancia.

JOVEN: ¿Qué tendría que celebrar?

THOMAS: El solo hecho de plantearte esa pregunta ya te debilita. No tienes que preguntarle a nadie qué
tienes que celebrar ni por qué; la dinámica de la celebración celebra, y punto. El sacramento más
importante del Universo es la expresión de sí mismo. Todo lo que deseas intensamente exige que lo
expreses y lo dejes mostrarse. La alegría intensa nos exige cantar y bailar. No le preguntes a nadie
qué tienes que celebrar; no te lo preguntes ni siquiera a ti mismo. Deja que la celebración se exprese,
que la generosidad se manifieste. Nada más.

Sigue el ejemplo de las supernovas, que cuando llegaron al punto en que estaban repletas de
elementos explotaron en una celebración de proporciones cósmicas de todo lo que habían hecho.
¿Qué habrías hecho tú en su caso? ¿Te habrías atrevido a inundar el Universo con todo lo que tenías?
¿O te habrías convencido de no hacerlo diciéndote que no te atrevías? ¿Te habrías guardado todas
tus posesiones insistiendo en que eran tuyas y de nadie más y que los demás no las merecían porque
no habían hecho ningún esfuerzo para conseguirlas? Piensa en la increíble generosidad y capacidad
de celebración del Ser de las supernovas, que nos recuerdan constantemente que estamos
predestinados a convertirnos en celebración consciente de sí misma. Somos la generosidad del Ser en
forma humana.

Eres una combinación de partículas elementales de la bola de fuego, de las supernovas; y también
eres la generosidad de donde surge el Ser. Esa es tu esencia. Nuestro impulso primordial es compartir
lo que tenemos y la raíz de ese impulso son las dinámicas cósmicas. Lo que empezó siendo expansión
del Universo en la bola de fuego se ha transformado en tu impulso de proyectar tu bondad en todo.
Cuando sientes el impulso de compartir lo que tienes con todo el mundo es porque te has dejado llevar
por la dinámica cósmica de la celebración por el deseo incontenible de expresarte, por el mismo deseo
incontenible de expresarse que sintieron las estrellas. Nosotros sabemos que lo estamos sintiendo; las
estrellas no lo saben, pero igual lo sienten y se dejan llevar por la sensación.

JOVEN: ¿Pero cómo lo sabemos? Yo... ¿cómo puedo saber que vale la pena celebrar lo que tengo que
celebrar?

THOMAS: Todo canto es importantísimo. Aprende a cantar, aprende a considerar tu vida y tu trabajo
como un canto del Universo. ¡Baila! Piensa que tus actos más banales son un baile de las galaxias y
de todos los seres vivos. Cuando reprimimos las expresiones de alegría que surgen simplemente de la
alegría no dejamos que se exprese la exuberancia del Universo. ¿De qué habría servido impedir que
una supernova se expresara? Con la capacidad de celebración, generosidad y creatividad de los seres
humanos pasa lo mismo; los intentos de reprimirla producen neurosis y llevan a la destrucción.

Piensa en todos los niños que todavía no han nacido, en todas las generaciones futuras y todas las
especies que podrían aparecer más adelante, y que también querrían conocer la generosidad
exuberante del Ser. Sin esa generosidad no podrían existir, tal como tú no podrías haber existido de no
haber sido por la generosidad que expresó la supemova hace cinco mil millones de años. Enamórate
de todo, acércate mucho a todo, trata de relacionarte con todo lo que hay en la Tierra, esfuérzate por
hacer realidad tus sueños, trata a todos los seres con bondad.

JOVEN: No sé si entusiasmarme o enojarme. Hay tanto que hacer; tengo tantas dudas y tantos planes,
y estoy seguro de que algunos se me van a olvidar. Sé que me voy a olvidar de muchos de ellos.
¿Podría ayudarme a que no se me olviden?

THOMAS: Hemos hablado de seis fuerzas, ¿te acuerdas? Del encanto, la sensibilidad, el recuerdo, el
juego sin límites, la capacidad estructuradora invisible y la celebración. No hay mucho que recordar...

JOVEN: No es difícil.

THOMAS: Ya hemos visto cómo se expresan esas fuerzas. Hemos hablado del cielo nocturno y
analizado el encanto. Hemos hablado de los mares y analizado la capacidad de absorción y
asimilación, y la sensibilidad en general.

JOVEN: Sí, sí, siga por favor...

THOMAS: Hemos visto cómo actúa la dinámica del recuerdo viendo cómo recuerda la Tierra. Hablamos
de los organismos vivos y del juego sin límites, de la búsqueda, del hacer por hacer, de la imaginación.
¿Te acuerdas que dijimos que el ser humano era la creación más reciente del Universo?

JOVEN: Sí, me acuerdo.

THOMAS: Después hablamos de la llama, nos preguntamos por el sentido del Ser y vimos cómo se
refleja en el principio estructurador invisible. Y para terminar hablamos del viento y de la expansión del
Ser, de la dinámica de la celebración. En resumen, hemos hablado del cielo nocturno, del mar, de la
tierra, de los organismos vivos, del fuego y del viento. No cuesta mucho acordarse de todo eso.
JOVEN: Sí, pero ahora tengo que memorizar dos series de cosas.

THOMAS: Mejor olvídate de todas, pero para hacerlo primero tienes que recordarlas. Quiero que mires
al cielo de noche y que sientas intuitivamente la dinámica cósmica del encanto. El cielo nocturno
transmite constantemente una sola idea: el encanto. Eso es lo que tienes que recordar y después
olvidar y después asimilar. Por haber nacido en una era antropocéntrica, te has fijado poquísimo en el
cielo nocturno y ni siquiera sospechas que te muestre la dinámica esencial del cosmos.

También podrías relacionarte de tal manera con las montañas que cuando las mires te hagan pensar
en la dinámica cósmica del recuerdo. Las montañas y las piedras te piden constantemente que
recuerdes. Cada vez que tomas agua, el agua te recuerda la sensibilidad del cosmos y te recuerda que
nuestro destino es ser la mente y el corazón del Universo. Cuando un viento frío te pega en la cara,
sientes cómo se manifiesta la generosidad y algo te recuerda la inmensa alegría y el deber de
recordar. Y cada vez que sientes el calor del sol, el sol te recuerda la poderosa dinámica cósmica de la
llama, que te atraviesa con su capacidad invisible de articulación y te conecta con la embriogénesis de
la Tierra.

La nueva Tierra necesita nuevos seres humanos; seres humanos creativos y capaces de establecer
una relación nunca vista con los principios primordiales del Universo. Es evidente que todos los
problemas de nuestra especie en este planeta se deben a que no sabemos relacionarnos con el
viento, con el mar, con la vida, con la luz del sol y con la tierra. No es que seamos malos; lo que pasa,
simplemente, es que hemos tratado de vivir sin relacionarnos auténticamente con esas fuerzas
cósmicas primordiales.

Pero cuando te relaciones con todo el Universo vas a descubrir algo maravilloso, que todas esas
fuerzas están en ti, al alcance de tu mano. No dependen del color de tu piel, ni de tu religión ni de
dónde hayas nacido. El desarrollo futuro de la comunidad terrestre depende de nuestra maduración
como especie, pero eso es lo más natural que podría haber para el ser humano.

A veces nos engañamos creyendo que esas fuerzas están en otra parte, que se manifiestan en otra
especie, que son inaccesibles. Nada más falso que eso, porque en realidad se manifiestan en todas
partes y lo único que quiere el Universo es que aparezca alguien dispuesto a acogerlas. Pero como las
dinámicas cósmicas son invisibles, tenemos que estar constantemente recordándonos que se
manifiestan en todo. ¿Y quién nos ayuda a recordar? Los ríos, los valles, las galaxias, los huracanes,
los relámpagos, todos nuestros coterráneos vivientes.
III. EL FINAL DE LA BOLA DE FUEGO
LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y LA ACTIVIDAD GEOLÓGICA

JOVEN: ¡Pero no podemos hacerlo solos! ¡No podemos hacerlo como individuos aislados!

THOMAS: Hay una par parte que siempre se hace a solas. Pero tienes razón. La actividad global es lo
que hace la Tierra como un todo, incluidos los seres humanos. Es una actividad de enormes
proporciones, que no sólo puede transformar a la civilización occidental sino a todas las culturas. Esa
tarea monumental no es ni más ni menos que la reinvención de la especie humana.

JOVEN: ¿Pero quién va a encargarse de organizar todo esto? ¿Quién actuará como guía?

THOMAS: El proceso ya está en marcha. La transformación de una sociedad empieza


espontáneamente, naturalmente. El proceso de transformación social empezó cientos de millones de
años antes de que aparecieran los seres humanos. La transformación de la sociedad humana no es
más que un proceso entre muchos otros. Para compre comprender mejor el cambio del que hablamos
tenemos que tomar como punto de referencia la historia de la Tierra y plantear nuestras preguntas en
ese contexto.

Un ecosistema es una sociedad que tiene sus propias leyes, ciudadanos, relaciones establecidas,
especies favoritas y especies secundarias. Según la definición del yo que dimos antes, la vida en
general es como un yo, que combina todo tipo de elementos, de organismos vivos y de energía en un
proceso coherente que se perpetúa a sí mismo.

Piensa en el ecosistema que había en el noreste de América del Norte trescientos cincuenta millones
de años atrás. La presión de la placa tectónica del continente europeo contra la placa tectónica de
Norteamérica en esa época produjo una serie de arrugas que se convirtieron en las cadenas de
montañas que hoy conocemos como los Apalaches. ¿Por qué se produjo esa presión? Porque no
había un océano entremedio. Y durante ciento cincuenta millones de años más no hubo nada que se le
pareciera.

La Tierra evoluciona, y lo mismo pasa con la vida y las estrellas. La evolución de la Tierra también se
manifiesta en el desplazamiento de los continentes sobre su superficie. Los continentes chocan, crean
cadenas de montañas, se unen durante un tiempo y luego se alejan, creando nuevos océanos.

JOVEN: ¿Los continentes se mueven?

THOMAS: Los continentes flotan sobre el manto terrestre, que se desplaza a una velocidad infinitesimal.
La Tierra tiene el tamaño perfecto para que las masas rocosas de su interior se mantengan casi en un
estado líquido. De hecho, los continentes flotan y se alejan unos de otros con una paciencia cósmica.
Las montañas se van formando tan lentamente para que el ecosistema pueda adaptarse al cambio. A
medida que las condiciones climáticas van cambiando, las reservas genéticas de las regiones y las
especies también cambian. Las resistentes bacterias que viven en las aguas frías, por ejemplo, se
multiplican lentamente en los lagos. Antes sólo eran una mínima proporción de los organismos vivos
de ese medio, pero su conformación genética termina por imponerse a las reservas genéticas
anteriores. Antes tenían que hacer un esfuerzo enorme por sobrevivir, pero ahora se ven favorecidas
por las nuevas condiciones, que son producto de una selección natural. Una transformación de este
tipo se debe tanto a la estructura genética como a la interacción con todo el ecosistema. El choque
entre Norteamérica y Europa no creó solamente una cadena de montañas; también provocó una
transformación social, que fue produciéndose a medida que el ecosistema se adaptaba a las nuevas
circunstancias.

La sociedad americana actual es un reflejo de algunas de esas fuerzas, un producto del choque entre
el mundo europeo y el americano. En muchos sentidos, se podría pensar que Europa ha salido
victoriosa, pero en los últimos doscientos años el espíritu de los pueblos indígenas de las Américas ha
perseguido a los vencedores. Los europeos sospechaban que la espiritualidad centrada en el mundo
natural de esos pueblos era indispensable para lograr un sano equilibrio, pero sólo unos pocos, los
más esclarecidos, fueron capaces de explicar por qué. Lo que pasa es que la colisión que podría
haberse producido en un plano síquico y espiritual se proyectó en el medio. El daño que ha sufrido la
naturaleza en nuestro continente se relaciona en muchos sentidos con la marginación de las mujeres,
de los indígenas, de los negros.

Recién hemos empezado a damos cuenta de que la interacción complementaria de las dos culturas es
nuestra fuente más importante de creatividad social y poder político. Ese reconocimiento es el punto
de partida de un período que ofrece enormes posibilidades. El espíritu científico y tecnológico,
cristiano, masculino, individualista y no europeo se une a la espiritualidad ecológica, animista,
femenina y comunitaria de los indígenas, para crear una nueva sociedad mucho más trascendente que
cualquier acontecimiento político o social. La interacción síquica que se ha dado en forma
desequilibrada, destructiva e inconsciente durante quinientos años pasa a una nueva etapa gracias a
la influencia de los movimientos ecológicos, feministas, negros e indígenas. Esta transformación de la
conciencia restablece el equilibrio de los centros síquicos de gravedad y hace posible una profunda
reconstrucción de la sociedad contemporánea. Toda la energía creativa que nace de estas diversas
tradiciones crea una sociedad que nos aleja del reino del terror a nivel planetario y nos acerca a un
nuevo equilibrio, a una nueva prosperidad, a una aceptación gozosa de lo que significa vivir como ser
humano en medio de comunidades de todo tipo.

La transformación de nuestros códigos nos lleva a la reinvención de la sociedad humana, en un


proceso parecido a la modificación de los códigos genéticos del ecosistema con el fin de cambiar su
estructura. Nuestros códigos se transmiten de una generación a otra. Los códigos legales, por ejemplo,
son un reflejo de los procesos que antes de la aparición del ser humano estaban codificados
genéticamente. En el futuro serán un reflejo del proceso actual de transformación social, y lo mismo
pasará con los sistemas de educación. Los efectos de los cambios que se produzcan se manifestarán
en los futuros hábitos de alimentación, de trabajo, de juego.
Cuando cambien nuestros valores y nuestros hábitos, la sociedad entregará el poder político
precisamente a quienes durante los dos últimos siglos han sido considerados como seres marginales.
Se los preferirá a ellos, así como antes se los ignoraba, porque representarán cada vez más las
creencias más fundamentales de nuestros pueblos.

JOVEN: Usted habla con tanta seguridad que me pregunto si está absolutamente convencido de que
eso es lo que va a pasar.

THOMAS: Imagínate qué habría pasado si hubieras vivido en la época en que el continente europeo
empezó a presionar la placa continental de América del Norte, cuando esos dos mundos maravillosos
empezaron a entrechocarse con tanta fuerza que durante cien millones de años no dejaron de empujar
la corteza terrestre hasta hacerla elevarse. ¡Qué difícil habría sido entonces confiar en la aparición de
las montañas y en la transformación de todas las colectividades de seres vivos de los alrededores!

JOVEN: Pero ése es un fenómeno visible, el movimiento de la Tierra y todo lo demás.

THOMAS: Sí, el calor acumulado en el centro de la Tierra y la presión de la fuerza de gravitación que
provocó todo este proceso eran tangibles, porque nos habrían permitido ver que se estaba
produciendo algo inevitable.

En el plano humano se produce algo parecido, una explosión irrefrenable de energía. Me refiero a la
energía que surge de la evolución del cosmos de las galaxias y las estrellas, de la vida y de la Tierra.
Si el choque de las placas tectónicas provoca terremotos, se podría decir que la historia del cosmos
provoca "humamotos". Por primera vez en la historia de la humanidad tenemos un relato común del
origen del Universo que despierta interés en todos los rincones del planeta. A pesar de las diferencias
raciales, religiosas, culturales y entre los países, los seres humanos tienen un lenguaje común que les
permite empezar a organizarse por primera vez como especie.

Todas las sociedades que han existido en la historia de la humanidad se han estructurado en torno a
sus relatos fundamentales sobre el cosmos. Esos relatos primordiales les han permitido reconocer lo
auténtico y valioso, la belleza, lo que vale la pena hacer, lo que conviene evitar, lo que es digno de
esfuerzo. Con la sociedad moderna pasa exactamente lo mismo. Nosotros también nos basamos en
nuestra cosmología fundamental para determinar quién manda y para tomar decisiones
fundamentales.

Actualmente estamos modificando nuestra imagen del mundo, identificando lo auténtico, lo valioso, lo
que conviene evitar y lo digno de esfuerzo. La nueva interpretación del cosmos que se perfila en la
conciencia humana supera todas las interpretaciones anteriores del Universo, simplemente porque las
combina en un todo coherente. Lo más extraordinario es que, a pesar de que proviene de la tradición
científica empírica, esta interpretación corrobora de una manera muy profunda y sorprendente la
concepción cosmológica de la Tierra de todas las corrientes espirituales de los pueblos indígenas de
todos los continentes. ¿No te parece imposible reconocer el sentido que tiene todo esto y quedarse tan
tranquilo?
EL ARTE DE ENCENDER UN FUEGO CÓSMICO

JOVEN.-¡Un momento! Estoy muy confundido. ¿De qué se trata esto? Es una simple conversación,
¿verdad?

THOMAS: Sí, una simple conversación...

JOVEN: ¿Y cómo se relaciona esto con lo que está pasando?

THOMAS: Bueno, estamos sentados aquí, conversando, en China es de día y el roble...

JOVEN: De acuerdo, de acuerdo, ¿pero cuál es el sentido de esta conversación? ¿De qué sirve?

THOMAS.- Para entender el lenguaje de los seres humanos tenemos que colocarnos en el contexto de
la Tierra como un proceso que se estructura a sí mismo. La Tierra aprendió sola a crear la fotosíntesis,
a expresarse a través de los angiospermos, a producir tierra orgánica. No lo aprendió de Marte ni de la
galaxia de Andrómeda. La educación de la Tierra es la autoeducación.

Los seres humanos participan en el mismo proceso auto educador. Por eso estamos aquí, sentados,
conversando, como quien dice en una etapa más del antiguo proceso de aprendizaje de la Tierra. Lo
que hacemos —la autorreflexión— es algo nunca visto, pero el lenguaje no es más que un aspecto de
un proceso más amplio de aprendizaje. El conversar es parte del proceso. ¿Me entiendes?

JOVEN: Sí, ahora sí.

THOMAS: En este momento la Tierra lucha por aprender a estar más consciente de sí misma, y para
lograrlo se vale de una conciencia capaz de reflexionar sobre sí misma que antes no tenía esa
capacidad

JOVEN: Y, ¿cómo se auto educa?

THOMAS: A través de esta conversación. La Tierra se auto-educa. Piensa en el lenguaje que cobró vida
esta tarde. ¿Tú dirías que lo hemos creado nosotros? ¡Por supuesto que no! Piensa en todos los
sacrificios que tuvieron que hacer miles de millones de seres para desarrollarlo. Tomemos como
ejemplo una sola frase: "La bola de fuego hizo explosión al comienzo de los tiempos, hace veinte mil
millones de años". Para expresar esa idea se necesitaron veinte mil millones de años de desarrollo
cósmico. No la inventé yo; tampoco la inventaron los primeros científicos teóricos que hablaron de la
bola de fuego ni los científicos empíricos que detectaron por primera vez el calor que provenía de ella.
En realidad, es una idea expresada por toda la Tierra. Sin los océanos, los ríos, el aire, los organismos
vivos y los miles de años de desarrollo de la cultura humana sería imposible expresarla. Cada frase
que se dice proviene de la Tierra, todo es una expresión de una embriogénesis bioespiritual. Lo que
has estado haciendo todo este rato es prestar atención a la Tierra que hablaba. El lenguaje forma
parte de la Tierra, igual las montañas. Tal como la Tierra se esfuerza por adquirir conciencia de sí
misma, tú te esfuerzas por convertirte en su mente y su corazón. Así se auto educa la Tierra, esa
Tierra de la que tú y yo formamos parte.
JOVEN: Antes de que me pierda de nuevo, ¿podría hablarme de las palabras? ¿Qué pasa con las
palabras?

THOMAS: Cuando le prestas atención a este lenguaje, que es el lenguaje de la Tierra, las palabras te
van dando forma. Tu atención está formada de palabras; tus imágenes y tus deseos para el futuro son
inspirados por las palabras. Al mismo tiempo, el Universo te va estructurando y se auto estructura a
través de ti para estar más consciente de su existencia gracias al desarrollo de la autoconciencia.

El Universo es nuestro principal maestro. El Universo evoca nuestro ser, nos da energía creativa, se
empeña en que tengamos una actitud de reverencia ante todo y nos libera de nuestra limitadísima
autoimagen. El Universo nos regala el fuego y nos enseña a usarlo.

JOVEN: ¿En qué sentido dice que nos regala el fuego?

THOMAS: Lo digo en el sentido más directo y más simple. El Universo nos regala fuego, verdadero
fuego, el fuego de los cielos...

JOVEN: ¿Cómo?

THOMAS: Veamos qué pasa en este mismo instante; qué pasa con todas las sensaciones, los
pensamientos, las emociones, las expectativas y las esperanzas, con toda la subjetividad que te define
en este instante. Se podría decir que todo eso es una manifestación síquica de los procesos
neurofisiológicos del organismo. Hay una correlación entre los impulsos eléctricos de tu sistema
nervioso y tus vivencias subjetivas. ¿Está claro?

JOVEN: Clarísimo.

THOMAS: Desde un punto de vista físico, hay una correlación entre el movimiento de los iones en el
cerebro y las vivencias subjetivas. Se podría decir que las vivencias cambian de acuerdo con las
corrientes de iones o, lo que da lo mismo, que los distintos estados de ánimo se reflejan en distintas
corrientes de iones en el sistema nervioso. ¿Qué hace moverse a los iones? ¿Qué te permite pensar?
Es una pregunta muy simple. ¿Qué te lleva a pensar, a sentir, a preguntarte?

Los iones no son autónomos; necesitan un impulso. Si observamos detenidamente este fenómeno
vemos que el impulso proviene de las moléculas cargadas de energía que hay en el cerebro. Y si lo
observamos más detenidamente todavía vemos que lo que les permite a las moléculas darles ese
impulso es la energía que encierran y que, en último término, proviene de los alimentos que ingerimos.
La energía de los alimentos proviene del sol; los fotones que atrapan los alimentos en su red de
moléculas son el motor que hace moverse a los iones del cerebro y hacen posible este instante de
increíble subjetividad humana. Ahora mismo, en este mismo momento, los iones se desplazan de un
lado a otro gracias a la forma que le has dado a la energía del sol.

Pero falta mucho todavía. ¿Cuál es el origen de los fotones? Sabemos que en el centro del sol, la
fusión atómica produce átomos de helio a partir de átomos de hidrógeno y que, como parte de ese
proceso, también produce fotones de luz. Si los fotones provienen de los átomos de hidrógeno, ¿de
dónde saca fotones el hidrógeno? Eso nos lleva de vuelta a la bola de fuego, al momento de la
creación.
La bola de fuego original fue una enorme brote de luz, de una explosión tan descomunal que hizo
agitarse a las partículas elementales como si fueran trocitos de madera flotando en medio de un
maremoto. A medida que la bola de fuego se iba expandiendo, la luz empezó a disminuir hasta que
cientos de miles de años después la energía llegó a un nivel que le permitió ser captada por los
electrones y los protones que constituyen el átomo de hidrógeno. Los átomos de hidrógeno están
repletos de energía proveniente de la bola de fuego, de una concentración densísima de energía que
se resiste a desintegrarse, pero los átomos de hidrógeno que hay en el núcleo de las estrellas se ven
obligados a expulsarla en forma de fotones y esa lluvia de fotones que se remonta al comienzo de los
tiempos es lo que te permite pensar.

JOVEN: ¿En serio?

THOMAS: El fuego proveniente del comienzo de los tiempos es el combustible que te da fuerzas ahora,
en este preciso instante

El fuego cósmico es lo que te permite pensar y sentir en este momento. Todo tu sistema nervioso está
lleno de ese fuego.

JOVEN: ¡Impresionante!

THOMAS: Y sientes una descarga de nueva energía síquica, ¿verdad? De una energía que viene del
Universo, ¿de quién si no?, de nuestro principal maestro. El Universo nos inspiró a dedicar
cuatrocientos años a minuciosas investigaciones empíricas y ahora, en vez de encontrarnos ante un
montón de datos estériles, resulta que hay una energía sicológica asombrosa que nos desborda.

El Universo nos entrega el fuego que proviene del comienzo de los tiempos y, al mismo tiempo, nos
hace venerarlo desde lo más hondo. El Universo nos exige una respuesta. ¿Qué vamos a hacer?
¿Vamos a despertar, vamos a esforzarnos por crear una belleza que esté a la altura del origen de ese
fuego? ¿Vamos a moldearlo tal como él nos ha moldeado a nosotros, conscientes del esfuerzo
gigantesco que nos ha permitido recibirlo?

Todas las mañanas al despertar, aún antes de levantarnos, recibimos el fuego que dio origen a todas
las estrellas. Nuestro acto moral más importante es venerar a la fuente de la transformación de
nosotros mismos, de nuestra sociedad, de nuestra especie, y de todo el planeta.

En todo momento tenemos la responsabilidad cósmica de moldear ese fuego y de transmitirlo de una
manera digna de su origen numinoso. Venerarlo es usarlo conscientemente, preguntándonos si lo
estamos protegiendo, si lo respetamos. ¿Estamos dándole belleza a este hogar planetario? El fuego
es la esencia de nuestro ser, la esencia del cosmos; no podemos desperdiciarlo en trivialidades ni
venganzas, en resentimiento, en desesperación. Somos capaces de dar vida al fuego cósmico. Y ése
es un destino incomparable.

Yo diría que el Universo es la más alta autoridad moral que hay, y cuando lo digo estoy pensando en
cómo hemos aprendido cuál es el valor de la Tierra. Las estrellas nos legaron los elementos, la Tierra
en sus orígenes nos dio los compuestos complejos, los microorganismos nos dieron secuencias
informadas de genes, las organismos vivos más avanzados nos dieron los miembros y los órganos de
nuestro cuerpo, y la búsqueda del ser humano nos ha dado los símbolos lingüísticos con los que
transmitimos ideas y sentimientos. Si no fuera por quienes moldearon los ojos seríamos ciegos; si no
fuera por quienes moldearon los oídos seríamos sordos. El Universo nos ha dado esos dones en
abundancia; nuestra respuesta espontánea y desde lo más hondo es una infinita gratitud.

Lo que dio origen a todo esto aspira ahora a que seamos creativos, a que seamos responsables, a que
nos esforcemos al máximo; a que nos alegremos al tomar plena conciencia del relato de la evolución
del cosmos. Las montañas y los mares, las estrellas y los organismos vivos, todos los destinatarios de
la misma generosidad que contribuyen a la inimaginable culminación de nuestra tarea tiemblan con la
misma fuerza. Teniendo por delante una vida limitada y disponiendo de una cantidad limitada de fuego
primordial para hacer lo que tenemos que hacer, ¿quién podría negar que lo único que importa es
contribuir a la asombrosa tarea de moldear el Universo?

Por eso, yo resumo en pocas palabras la interpretación contemporánea científica y cosmológica de la


realidad diciendo que el Universo es un dragón verde. Es verde, porque todo el Universo es un ser
vivo, una embriogénesis que empezó con el huevo cósmico de la bola de fuego original y que culmina
en la realidad que comienza a delinearse en el presente. Y, además, es nada menos que un dragón,
porque los dragones son seres místicos, poderosos, que aparecen y desaparecen misteriosamente,
fuertes, benignos y, muchas veces, transmisores de la sabiduría más profunda a los seres humanos.
Los dragones están llenos de fuego. Y aunque no existen, somos las llamaradas que despiden. Somos
la llamarada creativa, chispeante, abrasadora y sanadora de un Universo asombroso y encantador.

Este libro se terminó de imprimir en los talleres de imprenta Andros Ltda., Santa Elena 1955. La primera edición fue de 1000 ejemplares y se
realizó en enero de 1997. La segunda edición tuvo un tiraje de 2000 ejemplares, en agosto de 1998. La tipografía usada es Times New
Román PS cuerpo 11. El interior se imprimió sobre papel Bond 24 de 80 grs. y la cubierta en Couché de 300 grs.

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