La Ley de Causa y Efecto
La Ley de Causa y Efecto
La Ley de Causa y Efecto
Claudio Drubich
“Renovación”, nº. 4 - (Agosto 1997)
Órgano del Consejo de Relaciones Espírita Argentino “CREAR”, Rafaela
(Argentina)
La definición que nos brinda el Espiritismo sobre la Justicia Divina se halla contenida
en dos basamentos fundamentales: la Reencarnación y la Ley de Causas y Efectos.
Las vidas sucesivas que atravesamos como seres en evolución es el escenario en el que
vamos teniendo las distintas experiencias evolutivas que nos llevan al progreso
espiritual.
La Ley de Causas y Efectos enseña que cada acto realizado lleva implícitas sus
consecuencias, y que cada uno cosecha siempre lo que ha sembrado; es la norma que
rige esa evolución.
Visto de este modo, el camino de los seres hacia estados de progreso se realiza a través
de sus actos, con las consecuencias que éstos van generando, y así se produce el
aprendizaje dentro del marco de la pluralidad de existencias.
Sin embargo, vemos que esta concepción, que encierra el sentido de Justicia Divina,
adquiere diferentes interpretaciones, a veces de los espíritas mismos, tornándola
confusa, cuando en realidad es simple y profunda.
Para acercarnos a su real comprensión deberíamos tener en cuenta algunos aspectos que
no siempre tenemos claros.
Nos es fácil comprender sucesos que se conectan entre sí en una existencia; por
ejemplo, una persona violenta que muere de la misma manera, una persona con
adicciones que termina su vida, privada de sus sentidos y enferma. Pero nos revela ver a
un ser sufrir sin saber por qué, desconociendo qué historia tiene ese ser detrás, en vidas
anteriores.
Si bien el conocer el mecanismo de la justicia a través de esta Ley, nos puede dar una
visión más amplia y optimista de los hechos, esto no justifica una inacción frente al ser
con problemas, con limitaciones, con dolor, pensando que es lo que merecen. Por el
contrario, el sentido del conocimiento de la misma nos debe dinamizar en estados
solidarios. Nada es irreversible ni inmodificable. Esta es la misericordia de Dios, y
tenemos el deber de hacer todo lo que podamos para aliviar el sufrimiento de nuestro
semejante.
Ya que el ser tiene entre sus posibilidades la de evitar pruebas de dolor planificadas –
por él mismo o sus protectores- a través de sus esfuerzos en el progreso por su voluntad
de cambio.
No debemos pensar que las tribulaciones y dolores que atraviesa un ser en una
existencia se deban indefectiblemente a errores cometidos en otras. Esta es una
observación simplista y constituye un acto de juzgamiento. Hay muchas razones por las
que un ser puede planificarse una existencia de limitaciones, como por ejemplo
misiones que se comprometa a llevar a cabo.
Otras veces se trata de espíritus muy evolucionados, pero que deben desarrollar
potencias específicas en algún aspecto y encarnan en un medio que, aunque difícil por
sus características, les permite concretar ese estado de progreso específico.
Ante esto, el mundo espiritual nos reitera permanentemente una premisa para tener
siempre delante de nuestra vista: la Humildad.
La humildad para tratar de comprender los procesos, las situaciones, los seres y las
circunstancias de nuestra vida. Incluso para entender que no podemos saber todo sobre
la evolución, sobre la mecánica y el sentido profundo de la Ley. Pero no como si esto
fuera un misterio, sino como resultado de las limitaciones de nuestra visión de
encarnados que, aunque tratemos de evitar, nos hace apreciar a los seres y los hechos
desde nuestra óptica personal.