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Boletín Asociación Histórico-Arqueológica de Tudela de Duero Nº1 (2020)

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BOLETÍN DE HISTORIA,

ARQUEOLOGÍA Y NATURALEZA

Nº1 2020
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--------------------ÍNDICE--------------------

NATURALEZA

-El lobo ibérico en Tudela………………………………………………………..pag. 4-7

-La flora y fauna del río Duero a su paso por Tudela………………..pag. 8-14

-Los tomillares y otras plantas medicinales del

término de Tovilla…………………………………………………………………..pag. 15-19

-Conservacionismo y ecología en Tudela…………………………………pag. 20-25

HISTORIA Y ARQUEOLOGÍA

-Los antiguos asentamientos históricos en el Priorato de Nuestra Señora


de Duero…………………………………………………………………………………pag. 27-32

-El perdido entramado medieval de Tudela…………………………….pag. 33-37

-La villa romana de Fuente de la Vega…………………………………….pag. 38-42

-La sagrada imagen de la Virgen de Nuestra

Señora de Duero…………………………………………………………………….pag. 43-46

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MEDIO AMBIENTE
EL LOBO IBÉRICO EN TUDELA

Aproximación a la población de lobos ibéricos en el término municipal de Tudela de Duero. La


expansión de este mamífero se ha visto mermada por variados motivos. Aunque su población
escasea en la actualidad en toda la provincia de Valladolid, la observación de varios ejemplares en
el término de Tovilla ha levantado el interés por la especie.

_____________________________________________________________________________

E l lobo ibérico ha sido tradicionalmente una especie marcada por el miedo, el

terror y la incomprensión. El magnetismo legendario que impregna su existencia ha estado


envuelto desde tiempos inmemoriables de leyendas negras, cuentos infantiles, historias de terror y
otras muchas invenciones que se han extendido a lo largo y ancho de las culturas de todo el
mundo.

Esa leyenda ha sido, y es a día de hoy, un factor añadido para atacar a este mamífero
desde diferentes puntos. Tradicionalmente, los empresarios ganaderos, han visto en el lobo su
principal enemigo. Esta concepción de dicho animal salvaje se encuentra enfundada en las
prácticas carnívoras que el lobo realiza en mucha de estas explotaciones ganaderas. La
preocupación es manifiesta en muchos ganaderos que observan impotentes la fuerza desgarradora
de este animal, sus movimientos y astucia en terrenos silvestres. Frente a ello, se encuentran los
grupos ecologistas y asociaciones encargadas de la conservación y estudio de la fauna silvestre,
quienes consideran esencial la presencia del lobo ibérico en la cadena biológica de nuestros
montes y espacios naturales.

La distribución del lobo ibérico en nuestro país se localiza principalmente en Castilla y


León, más concretamente en las provincias de Zamora (Sanabria), Burgos, norte de Palencia y
Ávila. Es en estos lugares donde habitan más del 60% de la población total de la Península
Ibérica.

La presencia de lobos en Valladolid no es característica. Es esta tierra un lugar extenso,


llano y sembrado sin apenas masas forestales donde, de forma rara y poco frecuente, se han
observado algunos ejemplares. No tiene Valladolid zonas de roquedos donde poder ojear desde
el lejano horizonte sus presas, sin embargo, la ardua y dura estepa vallisoletana, no ha estado
exenta, gracias a Dios, de la figura de este enigmático animal. Si bien es cierto que existen pocos
datos al respecto sobre su distribución en la provincia, sin embargo, no es excusa para afirmar
rotundamente la inexistencia del lobo por los campos vallisoletanos. Avistamientos han existido a
lo largo del tiempo aunque bien es cierto que muchas veces se han podido confundir con perros
asilvestrados o canes domésticos abandonados que, a cierta distancia, pueden parecer lobos.

Fue en 1986 cuando los pocos registros existentes arrojaron datos muy positivos en la
expansión del lobo en Valladolid. Datos favorables para los amantes de este mamífero, no tanto
para los ganaderos quienes vieron con especial miedo esta pequeña expansión a nivel local (sur
del Duero).

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La primera presencia documentada de lobos en Valladolid se produjo gracias a la
migración de ejemplares procedentes, seguramente, de las zonas limítrofes de la provincia
(Zamora, Ávila, zonas de Segovia). Este movimiento de manadas se produjo a través de
movimientos estacionales donde, puntualmente, los lobos puedieron recorrer grandes distancias
en busca de sus presas. Cuando no existe gran cantidad de fauna silvestre que puedan cazar, por
ejemplo, liebres, perdices o conejos debido posiblemente a factores ambientales (uso de venenos
y pesticidas, exceso de caza, etc…), se mueven en busca de ganado estabulado.

Si bien es cierto, otra posible causa que también se ha barajado para este movimiento es
el abandono de los pinares y montes desde el punto de vista productivo. Desde finales del siglo
XIX los pinares eran zonas de aprovechamiento, especialmente leña, piñas o resinas que se
utilizaban para diferentes industrias. Las chimeneas de los pueblos eran alimentadas con las
ramas caídas, troncos e incluso piñas que eran quemadas en el interior de las casas para pasar el
largo y frío invierno de estos lares.

A esto añadimos que desde los años 80 y 90 del pasado siglo XX se han venido
realizando en la provincia numerosas roturaciones de tierras que han conllevado un desbroce,
muchas veces abusivo, de lo que para muchos son “malas hierbas”. Estas zonas de matorrales y
arbustivas han servido tradicionalmente como un auténtico corredor biológico donde, además de
resguardarse pequeños mamíferos que servían para la alimentación del lobo, han actuado como
auténticos pasillos por donde la fauna silvestre podía moverse sin demasiado peligro. Pues bien,
su destrucción ha modificado en gran medida una dispersión de los pocos lobos de la provincia
de Valladolid, que han visto necesario e irremediable huir hacia zonas más alejadas de los campos
de cultivo y guardar refugio a los pies de los páramos donde, muy comúnmente, encontramos
gran parte de la poca masa forestal de Valladolid.

También los pinares han sido lugar de avistamiento de estos mamíferos, sin embargo, la
creación de senderos o rutas en ellos ha hecho que se vea muy mermada la posible reproducción
y cría de los mismos. Las alteraciones de los ecosistemas, cualesquiera que estos sean, son un
problema añadido a la expansión del lobo ibérico por nuestro territorio. Si a esto añadimos la
construcción de carreteras o autovías, el daño a la vida salvaje es irreparable. No sólo eso, el daño
o impacto que se produce en la propia vegetación también puede resultar desastroso para la
pervivencia del lobo. Matorrales, bosques y zonas naturales no son únicamente lugares donde
poder resguardarse, sino lugares donde poder cazas a buen seguro alguna de sus más preciadas
presas.

En este sentido, la construcción de la carretera N-122 y la futura autovía A-11, suponen


una dura prueba para la supervivencia y avistamientos de lobos en Tudela. Si bien es cierto que
este último proyecto de obras públicas conlleva la construcción de pasos para la fauna silvestre,
no deja de ser algo artificial muy difícil de usar por los animales quienes ven alterado por entero
su forma de vida e incluso comportamiento en una zona donde tradicionalmente habitaban desde
hace milenios.

Por último es necesario señalar la actividad humana, tan dañina en nuestro campo, que
ha producido un descenso de la fauna silvestre al construir casas ilegales, fincas o huertas en
zonas donde no existían.

Como consecuencia de todas estas alteraciones en el medio provocadas por el hombre, el


lobo ha visto muy reducido su marco de actuación teniendo que modificar sus hábitos de caza y
acudir a aquellos lugares donde existe comida : granjas con ganado.

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Un problema que hemos creado nosotros mismos y que para muchos tiene una
complicada solución.

En el caso de Tudela los avistamientos se han producido principalmente en las dos zonas
más frondosas del municipio: monte de Tovilla y Pinar de Santinos.

Estos dos lugares situados en la zona sur sur-este del municipio guardan una característica
común; la presencia de una importante masa boscosa, claro ejemplo del bosque mediterráneo en
el caso de Tovilla y existencia de mamíferos y ganadería en el caso de Tovilla que pueden servir
de alimento al lobo.

En este lugar crecen las típicas especies del bosque mediterráneo como los almendros,
los quejigos, los pinos o las encinas. Junto a estos árboles se intercalan multitud de arbustos como
la jara o el escaramujo y otras pequeñas plantas aromáticas como el romero o el tomillo, cuya
extensión llega ser importante en algunas zonas del páramo de Tovilla.

Dos fuentes principales componen el paisaje de Tovilla, y es precisamente en estas zonas


donde más fauna silvestre existe. Los corzos son , quizás, el animal más emblemático de este
lugar, seguido de los jabalíes y el propio lobo ibérico, muy escurridizo, pero avistado acompañado
de otro ejemplar en el año 2015.

El alimento y el cobijo, por entero asegurado, se concentran en zonas donde la masa


arbustiva es prácticamente impenetrable y los afloramientos de grandes rocas de granito con
multitud de huecos, hacen el lugar ideal para dar cobijo a algunos ejemplares. Sin embargo, no es
casualidad ni razón única por la cual los lobos han podido escoger este lugar para habitar, pues en
este mismo lugar se encuentra una de las explotaciones ganaderas más antiguas del municipio.
Toros bravos y ganado vacuno conviven a los pies del páramo y, aunque protegidos por
alambradas y algunos muros de piedra, han podido ser alimento fácil para el lobo ibérico.

En el caso del Pinar de Santinos (masa forestal de más 800 hectáreas, se expande desde
el propio casco urbano de Tudela hasta el barrio de Herrera de Duero y el término municipal de
La Parrilla), también ha podido observarse la existencia del lobo. Aunque la presencia de pinos
no es desdeñable, en este lugar crecen otras especies minoritarias como las encinas o enebros. No
es difícil pensar que, dentro de un mar de cereales, seco y yermo como es el paisaje de
Valladolid, pueda existir algún lobo o lobos solitarios como en este pinar.

Los partos suelen producirse durante el mes de mayo, pero esto puede verse modificado
por otros factores como la propia edad de la loba, la disponibilidad de alimentos en la zona o las
condiciones climáticas que pueden variar cada año. Se ha calculado que el territorio en el cual
puede moverse una manada de lobos se estima entre 100 y 150 km. Los Montes Torozos es la
zona de Valladolid donde se ha documentado dos familias de lobos compuestas por 11
ejemplares que se alimentan básicamente de conejos y otros animales que componen la fauna
silvestre del lugar.

La poca existencia de grandes mamíferos ha hecho que el lobo se acostumbre a la caza de


conejos y estos últimos años, tras la introducción del corzo como especie cinegética, a la caza del
mismo. No es extraño, por otra parte, la práctica carroñera en los ejemplares de lobo ibérico,
pudiendo ser observado en basureros rurales en busca de cadáveres de otros animales como el
perro doméstico, gatos, etc…

Dentro de su territorio de actuación el zorro también forma parte de su habitual menú.

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El análisis de excrementos ha desvelado datos interesantes como una gran apetencia por
las uvas y gramíneas, así como el propio barro. La explicación puede ser sencilla y podría basarse
en la necesidad de purgarse, en especial después de los partos.

Los ataques a rebaños o ganado vacuno son más frecuentes en otoño, cuando los
pequeños cachorros ya han crecido y salen con sus padres a cazar, sin embargo, el número de
presas fallecidas por ataques de lobo sigue siendo muy bajo en la provincia de Valladolid. Si bien
es cierto, los días con niebla, vientos fuertes o lluvia, son propicios para las conocidas lobadas, las
cuales, suelen hacer más daño al ganado.

Fuente: El mirador del Lobo (Sierra de la Culebra)

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LA FLORA Y FAUNA DEL RÍO DUERO A SU PASO POR TUDELA
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El río Duero, principal eje vertebrador del Valle del Duero, constituye un importante corredor
biológico por el que transcurren numerosos animales y habitan diferentes especies de plantas y
árboles. Nos adentramos en su pormenorizado estudio y en la importancia del mismo para los
pueblos por donde atraviesa.

El río Duero constituye un auténtico eje vertebrador de la vida allá por donde transcurre.
Desde hace milenios los primeros pobladores del Valle del Duero buscaron este curso de agua
para poder vivir y utilizar los valiosos recursos del agua y la pesca.

No sólo los hombres se han servido de su gran valor, la fauna silvestre se ha concentrado
tradicionalmente en las inmediaciones del río ante un valle no del todo húmedo, sino más bien
seco y de adversas condiciones meteorológicas.

El río proporciona un auténtico microclima, el cual, propicia una humedad y temperatura


bastante diferente a la que podemos encontrar en el páramo. Esta variación de humedad y
temperatura repercute directamente en las especies faunísticas y vegetales que habitan en el
propio río y en sus orillas, de tal manera, que no vamos a encontrar las mismas especies de
árboles, arbustos y plantas en las orillas que en los propios páramos de los Frailes o el Pinar de
Santinos. Aquellos lugares, debido a sus condiciones litológicas y ambientales, precisan de unos
recursos ambientales diferentes para poder vivir. En este sentido, todos los grandes árboles
principalmente caducifolios como pueden ser los álamos blancos, los sauces llorones, los alisos,
van a crecer esplendorosamente a las orillas del Duero, pues precisan de humedad. No así los
pinos y otras coníferas que crecen firmemente entre las tierras arenosas de los alrededores, cuya
sequedad, es muy positiva para su supervivencia.

Esta paleta de diferentes colores que ofrece la naturaleza es una auténtica explosión en
los meses otoñales. Con la caída de la hoja, los árboles caducifolios de las riberas ofrecen un
escenario bucólico de colores rojos, amarillos y pardos, para dar paso a las desnudas ramas de los
árboles que se entrelazan de forma sinuosa e incluso tétrica en algunos puntos del Duero.

Cada estación es única y ofrece ciertamente un paisaje muy cambiante y diferente,


especialmente en el Duero, por ello su gran valor estético y paisajístico.

La importancia del Duero para la economía de Tudela ha sido y es manifiesta. La fuerza


hidráulica fue utilizada tradicionalmente para mover grandes y pesados martillos, manivelas o ejes
que eran utilizados en la industria de los paños y textiles pero también, como así recogen algunos
documentos históricos, para los molinos de chocolate que estaban repartidos por Tudela. El
Batán, por ejemplo, procede su nombre de la posible existencia de un pequeño edificio donde se
encontraba la máquina que utilizaba la fuerza del agua para mover estos engranajes y grandes
mazos. Su fin era golpear con fuerza los paños hasta compactarlos. En este término, sin duda uno
de los lugares más pintorescos de Tudela, el salto del agua pudo ser utilizado para estos fines. En
la zona, una pequeña cascada da paso a un rellano sereno y cálido de aguas poco profundas y
surcadas por piedras de diferentes tamaños por donde los pescadores atraviesan.

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Los molinos, que también existieron, sirvieron para moler el grano de trigo y cebada
procedentes de los campos de La Mambla o el páramo, donde tradicionalmente se venía
practicando una agricultura de secano basada en el cultivo de trigo, avena y centeno. Quedan
ejemplos de estas arquitecturas en el propio puente, donde se erige un molino (hoy vivienda
particular) de piedra caliza blanca y bellas proporciones.

Hoy en día, la fuerza hidráulica es utilizada para la energía eléctrica (central


hidroeléctrica), que utiliza la construcción de grandes masas de hormigón en el transcurso del
Duero para aprovechar la diferencia de niveles y, por tanto, regular la velocidad del agua a su
paso por las turbinas.

El Duero es así un auténtico eje vertebrador de la vida en comunidad. Una vida que
debió empezar en el paleolítico y prosiguió siglos posteriores para aprovechar las aguas y el
alimento que ofrecía sus alrededores.

Desde el punto de vista faunístico, el Duero actúa como una pequeña reserva natural y
biológica. La gran cantidad de pequeños mamíferos o insectos que habita en las orillas, es
superior a la que podemos encontrar en zonas más alejadas, por ejemplo, de las partes agrícolas o
de cultivo donde la actividad agrícola ha mermado muy considerablemente la fauna silvestre.
Protección y alimento no faltan en la zona ribereña. Sin embargo, a día de hoy, algunas prácticas
poco beneficiosas para la vida silvestre ya han dejado entreverse. Esto es el desbroce de plantas
ribereñas que hacen algunos pescadores (por supuesto no todos) para tener un mejor, seguro y
más cómodo acceso a la orilla.

Esta práctica, no muy extendida, hace un gran daño a la fauna silvestre que ve sesgada y
reducida su zona de hábitat.

En estas orillas la fauna que reina es, en primer lugar, las aves acuáticas. En Tudela
existen zonas de nidificación del ave por excelencia: la garza real.

De imponente tamaño y estampa, esta gran ave merodea en los alrededores de las orillas
de Palacios, Parque el Bosque y zona del Boquerón. En ocasiones, cuando tiene a bien ser vista,
es más que reconfortante ver como se posa ante viejos troncos que aún permanecen en las orillas
tras alguna riada de antaño. Su mirada, penetrante, permanece a la espera de una presa acuática,
principalmente pequeños peces, ranas, roedores, arácnidos, etc…

La garza puede llegar a alcanzar el metro de altura y pesar entre 1 y 2 kg. Su plumaje
característico está compuesto de un contraste de colores que se sitúa desde el negro hasta el
blanco pasando por el gris blanquecino. Hay una marcada diferencia respecto al plumaje de las
garzas más adultas, por ejemplo, la parte más alta del cuello y cabeza suelen ser de color blanco.
La elegancia se resalta más gracias a una línea de color gris aplomado que se extiende a lo largo
del cuello.

Su vuelo es lento pero continuo, sin grandes intervalos de tiempo. Al hacerlo, no estira su
cuello como pueden hacerlo las cigüeñas, permanece retraído, en forma de ese y planean antes
de aterrizar.

El nido de la garza es acorde a su tamaño, extenso, grande y muy alto. Prefiere zonas
elevadas de las copas de los árboles. Los álamos blancos situados a orillas de los Palacios, suelen
ser buenos lugares para encontrar estos grandes nidos que se encuentran forrados de hierbas,
ramitas, partes de juncos y fibras vegetales que hacen amortiguación para los pequeños y frágiles

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huevos que, por otra parte, pueden poner una media de 6 a 7. Las crías, una vez finalizado el
periodo de incubación en torno al mes, nacen los polluelos, los cuales permanecen en el nido
hasta 8 semanas aproximadamente. Mientras los padres enseñan todas las tareas para su
supervivencia, es común ver regurgitar del pico de los progenitores todo el alimento necesario
para su normal crecimiento. Este animal no ha pasado desapercibido para antiguas civilizaciones
como la egipcia o la romana. Por ejemplo, la diosa egipcia Bennu es representada como una
garza. Su origen, según antiguas versiones, está en el estallido del corazón del propio dios Osiris,
una de las deidades más relevantes del panteón sagrado egipcio. También en Roma los
avistamientos de estas aves en las confluencias de ríos simbolizaba la llegada de una noticia o un
suceso importante.

Otras aves comunes que pueden observarse en muchas zonas del río son los patos.
Dentro de estas típicas aves acuáticas encontramos una de las especies más llamativas por su
color; el ánade real o azulón (Anas platyrhinchos). Sus nidos se encuentran, no en pocas
ocasiones, en zonas relativamente alejadas de la ribera. Éstos suelen estar entre matorrales o
juncales recubiertos de pequeñas hierbecillas y pelusas donde, en el mes de abril, encontramos
los pequeños huevos que requieren de aproximadamente un mes para ser incubados.

El cormorán (Phalacrocorax carbo) , otra especie común en Tudela, no resalta


efectivamente por su gran color. Ésta ave presenta una coloración oscura y negruzca, nos
recuerda incluso al grajo, lo cual, unido a su gran tamaño no pasa desapercibido para los ojos del
visitante. Los cormoranes suelen verse en los mismos lugares que habita la garza real, es decir,
troncos de las orillas, árboles ribereños, etc…

Es de destacar sus grandes membranas que le ayudan a sumergirse bajo las aguas en
busca de peces.

El martín pescador (Alcedo atthis), de tamaño mucho más pequeño, también es


compañero de cormoranes y garzas. El pajarillo pescador también posa en ramas y troncos, pero
puede pasar desapercibido por su pequeño tamaño. Su color azul metalizado y su carácter
compacto hacen de esta especie un ave singular que, si permanecemos atentos a juncales y ramas
o troncos esparcidos por la ribera podremos llegar a verle.

Si la lista de aves es extensa, más lo es la lista de pequeños insectos y mamíferos que


pueden habitar en las inmediaciones del Duero a su paso por el municipio. El visón europeo
(Mustela lutreola), aunque difícil de ver, si que se ha observado en las orillas del río.

Este mamífero que habita en las inmediaciones de las orillas, de pelo lustroso,
impermeable y espeso, presenta un color pardo que le sirve de camuflaje. Su madriguera suele
estar ubicada justo en el borde del agua aprovechando pequeñas cavidades o incluso madrigueras
abandonadas. En el interior de la madriguera suele establecer una alfombra herbácea para mayor
comodidad de las crías. Entre su alimentación variada encontramos pequeños insectos y
mamíferos así como peces, anfibios y crustáceos.

Como pequeñas lanceadas y brillantes formas, las libélulas viajan a través de la orilla
merced a los animales mencionados anteriormente. Estos pequeños insectos forman un extenso
recorrido de especies que adornan las verdes hierbas, arbustos y pradillos que surgen a lo largo
del Duero. La más común de estas libélulas que pueden observarse en la zona son las
comúnmente denominadas “caballitos del diablo”, del orden Odonata. La elegancia de este
insecto resalta a la vista de forma inmediata. Su abdomen, al igual que el resto de libélulas,

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muestra un largo fino y delicado. Su color puede ser azulado o negro y resalta sus alas, las cuales,
muestran también una delicadeza extrema. Los huevos son depositados en troncos pero, ante
todo, en zonas húmedas donde suelen revolotear y vivir la mayor parte de su tiempo. El aspecto
quizás más extraño está en su cabeza, la cual, presenta unos prominentes ojos bastante separados
pero simétricamente alineados.

Ya en las profundidades de las aguas encontramos sorteando multitud de peces de


tamaño variado. El más grande es el barbo, un pez tosco, de grandes escamas que suele atravesar
las orillas en las partes más hondas del río. Otros peces, de mucho menor tamaño, son los
acompañantes de este gigante del Duero que constituye uno de los trofeos favoritos de los
pescadores.

Si nos alejamos unos metros de la orilla, si bien es cierto no a una distancia alejada,
donde se conserva aún la humedad ambiental y no hay presencia de humanos, los animales
suelen hacer su presencia a última hora del día. Aunque no es ciertamente un animal acuático, es
común observar a los corzos beber en las riberas de Los Palacios una vez el sol cae y los vecinos y
viandantes se recogen hasta el día siguiente. Es en esa quietud del atardecer, con la tranquilidad
que se hace presente de forma tan plausible, cuando incluso pueden escucharse los sonidos de
los corzos y sus crías, sin duda una estampa única y de gran relevancia para el que aprecia los
animales y la naturaleza.

Son también los zorros quienes, una vez abandonan sus madrigueras, acuden a las orillas
a beber el agua y saciar la sed de sus gargantas.

Una especie de pájaro que no podemos pasar desapercibido y que hace buena presencia
en Tudela es el abejaruco (Merops apiaster). Este pajarillo de alegras colores amarillo , azulado o
rojizo, habita en cortados del Duero que se sitúan a media mitad del Pinar de Santinos, a la altura
de la Dehesa de Fuentes. Es en esta zona donde vive la mayor parte de la población de
abejarucos de Tudela. Sus nidos son excavados directamente en los cortados del Duero
producido por desprendimientos y erosión. En la pared, el pico del abejaruco perfila un pasillo y,
en un espacio situado a una cierta distancia de éste, excava su pequeño habitáculo decorándolo
de forma un tanto hogareña con pequeñas ramitas, pelusas y musgos a fin de hacer una estancia
confortable para las crías.

Si hablamos del mundo animal ligado a las orillas del padre Duero, no sería menos
hablar de las frondosas partes que decoraran cual lienzo verde las diferentes zonas del río.

Como ya señalaba Andrea Navaguero, embajador de Venecia en su viaje a España allá


por el siglo XVI, Tudela era un pueblo destacado en la presencia de grandes árboles,
especialmente álamos blancos que crecían a gran altura en las orillas del Duero, “un lugar
apacible” donde se detuvo a descansar.

Cierto es que la población de álamos blancos siempre ha estado unida a la vegetación


típica de ribera, sin embargo en Tudela, con el paso del tiempo, los árboles parecen ser un
estorbo para muchos ciudadanos, tanto es así que muchos de ellos se talaron por ignorancia y
otros por obras públicas como la última pasarela que conecta Los Palacios con el núcleo urbano.

Más allá de estos problemas o ignorancia respecto a la importancia de los árboles, los
álamos blancos han constituído la parte más importante de la vegetación ribereña más importante
en Tudela. De aspecto y porte grande, los álamos necesitan humedad en el suelo, aunque algunos
pueden sobrevivir en zonas más alejadas de la ribera. Su corteza, de blanco vestido, cubre la

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totalidad del árbol. Las hojas muestran un verde fuerte que contrasta con la pureza del tronco y
ramas. Además de este álamo (populus alba), existe otra especie también común que crece
principalmente en las orillas del Priorato, se trata del álamo temblón (populus trémula). Una
especie sumamente interesante por dos razones; su gran porte y el sonido y agradable tintineo
que producen sus hojas al chocar unas entre otras al compás del viento, razón por la cual ha sido
bautizado con el sobrenombre de “temblón”. Es majestuoso observar y escuchar las hojas que
componen cual sinfonía natural un auténtico regalo para los oídos del que se precia a escucharlo.

Entre los álamos que pueblan las riberas otras especies crecen al amparo de las mismas.
Árboles de gran porte que también lucen en esta zona como los alisos (Alnus glutinosa) están
caracterizados por la presencia de unas diminutas piñas que crecen entre las hojas redondeadas o
acorazonadas, de verde intenso y bordes aserrados. Es muy común encontrar pequeños nidos de
diferentes tipos de pájaros silvestres entre la ramas más frondosas de los alisos

Uno de los árboles más relevantes junto con los fresnos son los olmos. En Tudela se ha
registrado más de un tipo de olmo: el olmo temblón, el olmo común o negrillo y el olmo procera.

El más común de ellos es el negrillo, sin embargo, se han podido documentar olmos
ingleses en las riberas del Priorato y Santinos y ejemplares de álamo temblón en la zona ribereña
de la Requejada.

Junto con estas típicas olmedas aparece el imponente fresno (Fraxinus excelsior). Su
distribución en Tudela es muy extensa. De hojas lanceoladas, el fresno crece visiblemente en el
Boquerón y Los Palacios, pero también se extiende a lo largo de las zonas húmedas del arroyo
Jaramiel, acequias de riego y el propia Canal del Duero.

Los alisos, aunque no muy extendidos en Tudela, forman también parte del recorrido
ribereño en algunos casos aislado y en otros formando pequeñas masas forestales. Su piña es
diminuta y muy característica pero lo más llamativo es la forma lanceolada de sus hojas y la
resistencia del árbol que, de carácter rústico, aguanta bien las heladas y periodos de sequía no
muy prolongada si el suelo conserva algo de humedad.

Entre las especies arbustivas, no menos importantes, el comúnmente conocido como


espino blanco (Crataegus monogyna) o majuelo crece alegremente cerca de las copas de los
olmos, álamos y fresnos. El arbusto, de florecillas blanquecinas espectaculares en primavera,
puede llegar a medir más de 2 metros de altura. Los pajarillos anidan entre sus hojas gracias a la
casi imperturbable frondosidad que ofrece gran protección para el hábitat. El espino blanco, al
igual que otros muchos arbustos, se utilizó tradicionalmente para tratar afecciones urinarias y
cumple una importante labor de fijación del suelo en zonas donde no existe otro tipo de
vegetación.

El cornejo (Cornus sanguínea) forma pequeños conjuntos de ramilletes que alcanzan casi
el metro y medio de altura. En los meses otoñales, el recorrido de la senda del Duero que llega
hasta Perales, los cornejos aparecen con un rojizo intenso entre las blanquecinas copas de los
álamos. Un arbusto de espectacular aspecto que marca zonas húmedas del subsuelo y desde
donde ofrece cobijo y alimento a pequeños mamíferos y aves silvestres.

La jabonaría (Caryophyllaceae) hace presencia en muchas partes de la ribera, pero


especialmente hay una gran población que se extiende en la orilla derecha de Los Palacios, en un
pequeño recodo protegido por otras pequeñas plantas como el equiseto o comúnmente conocido
como cola de caballo. La jabonaría debe su tradicional nombre a las mezclas realizadas con agua

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y aplicadas como jabón que se hacían desde la época de la Grecia clásica. Esta planta se extiende
por grandes zonas y es muy rústica. Puede prosperar en cualquier tipo de suelos, pero lo hace
especialmente en los arenosos, apareciendo de esta forma en las orillas del río y adentrándose en
tierra hasta unos 20-30 metros. Su floración en verano dota al campo de olorosas flores que
crecen elegantemente entre el verde del pequeño pastizal ribereño.

El equiseto (Equisetum), planta nombrada anteriormente, también era muy conocida por
los antiguos griegos. Esta planta, de aspecto prehistórico, muestra varias estructuras o partes que,
al romper, pueden volver a juntarse sin ningún problema. Es también muy común como las
pequeñas libélulas parecen poseer una cierta predilección a posarse en los equisetos. Respecto a
su nombre coloquial es conocida como cola de caballo por el simple parecido de la planta con la
cola del equino. Junto al equiseto encontramos típicamente las violetas silvestres que destacan por
su nazareno color y multitud de campanillas (ipomoeas) que pueblan gran parte de la ribera
trepando en algunas ocasiones por el tronco de los árboles. Este tipo de plantas herbáceas se han
llegado a considerar como invasoras por la facilidad de su expansión, que va más allá de las
riberas, encontrándose en zonas soleadas de puntos apartados de la misma. Las “campanitas”
como tradicionalmente se las ha llamado, han sido cultivadas en algunos jardines desde muy
antiguo debido a la belleza de sus flores. Unas flores blanquecinas, moradas o azules que se
distribuyen enredosamente por las estructuras herbáceas aledañas y sirve, como no, de
importante reclamo para polinizadores que hacen buen uso de su néctar.

La hiedra (hedera hélix) es otra planta trepadora muy común en las riberas del Duero a
su paso por Tudela. Aunque no encontramos ejemplares vivaces de esta planta en la zona de
Castrilleros, Palacios o el Arenal, si es muy notable en las riberas del Priorato de Duero, Canal de
Castilla y algunos puntos paralelos al Camino de Duero donde la planta ha llegado a “ahogar”
algunos álamos blancos. Su crecimiento es rápido y vigoroso, lo cual convierte a la planta en una
zona de hábitat y escondrijo perfecto para pájaros silvestres de todo tamaño y condición, así como
arácnidos e insectos que permanecen rondando bajo sus hojas. Las pequeñas protuberancias que
crecen en algunas de sus extensiones hace que pueda trepar fácilmente por árboles, collados,
grandes rocas y paredes, por ello ha sido y es utilizada para el cubrimiento de estas.

No es menos cierto que la hiedra proporciona una agradable a ojos del buen espectador,
pero algunos naturalistas la consideran invasora, especialmente en las riberas, condición por la
cual debe ser controlada para que no cubra en su totalidad el bosque de ribera.

El sauco (sacumbus nigra), otra planta arbustiva importante en la ribera, sirve de alimento
a muchas aves. El arbusto rara vez alcanza los 10 metros de altura, pero su capacidad de
crecimiento, unido a la poca exigencia del suelo, hacen de esta planta un auténtico superviviente
de las riberas que convive con todas las especies anteriormente citadas.

No podemos terminar este conjunto y repertorio de plantas y arbustos sin nombrar a la


zarza o mora silvestre (Rubus ulmifolius) cuyos frutos hacen la delicia de pájaros silvestres y
hombres. La zarza crece de forma muy vigorosa tanto en la ribera del Duero como en el propio
Canal del Duero, acequias de regadío y zonas húmedas. El arbusto puede alcanzar más de 3
metros de altura y crear una auténtica muralla defensiva al contener sus ramas espinas que
complican el acercamiento al jugoso y dulce fruto que, entre agosto y septiembre, aparece en
virtud de la cantidad de agua precipitada en meses anteriores. El fruto será escuálido o inexistente
si no ha existido previamente las lluvias necesarias para su crecimiento, sin embargo, si las lluvias
fueron copiosas, la mora resultante será lustrosa y cubrirá gran parte de las ramas subyacentes que
se doblaran incluso debido al peso.

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LOS TOMILLARES Y OTRAS PLANTAS MEDICINALES DEL TÉRMINO DE
TOVILLA

El término de Tovilla, a escasos kilómetros de Tudela, encontramos un importante


ejemplo de bosque interior mediterráneo. Un área de especial interés paisajístico y natural que
aúna vida silvestre y gran cantidad de especies herbáceas características de esta zona bioclimática.

Al sureste del término municipal de


Tudela encontramos uno de los lugares
naturales más interesantes por su
biodiversidad. No estamos ante un tipo
tradicional de bosque monobiológico basado
en el crecimiento único y exclusivo de
coníferas tales como el pinus pinaster. No es
un pinar convencional aunque encontramos,
claro está, hermosos y antiguos ejemplares de
pinos carrascos, negrales, piñoneros o
halepensis.

En el término crece una importante aunque modesta extensión arbórea que conjuga tanto
las coníferas tradicionales de esta zona del interior, tan resistentes a la sequía y a otras
inclemencias típicas castellanas, como ejemplares de robles, quejigos, encinas y en mayor medida
arbustos silvestres como la jara o el escaramujo, así como multitud de pequeñas herbáceas
aromáticas de tradicional y milenario uso medicinal.

No pasa desapercibido el olor tan característico de Tovilla debido a la gran presencia de


este tipo de hierbas aromáticas que imprimen un auténtico carácter rural a tan sólo unos
kilómetros de la gran urbe de Valladolid. Un olor que se acentúa de forma magnífica en los días
de lluvia, cuando ya desde por las mañanas, bajo las primeras gotas del fresco rocío, la humedad
ambiental eleva aromas de tomillo, hojarasca, musgo y flores silvestres. Un tesoro que alberga,
además, una importante actividad ganadera que se extiende, no sólo por la ladera del páramo,
sino por la propia extensión llana que surge una vez superamos la parte más alta de Tovilla.

Su situación hace que sea un lugar con un gran atractivo paisajístico desde donde pueda
divisarse Tudela y otros pueblos de la zona como Traspinedo. Este aspecto no pasó
desapercibido para los primeros pobladores de esta zona que desde el Paleolítico crearon
campamentos donde se llevó a cabo las primeras manipulaciones del fuego (Fuente de los Frailes
I, II y III).

Pero antes de adentrarnos en los aspectos meramente herbáceos, sería necesario


vislumbrar una cierta explicación geológica que resuelva la duda por la cual podemos encontrar
este tipo de plantas en Tovilla y no ciertamente en otro lugar del mismo término municipal.

Nos encontraríamos en una zona de terrazas, esto es, una zona de depósitos de
sedimentos de origen fluvial (provenientes del río Duero) que ha perfilado o esculpido sobre el
terreno una serie de accidentes geográficos escarpados, en algunas ocasiones y suaves
ondulaciones acentuadas por los procesos postdeposicionales y la erosión que se ha llevado a
cabo a lo largo de los siglos y milenios.

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Tovilla se formaría ya desde la época cuaternaria a través de las sucesivas fluctuaciones
glaciares que provocaban deshielos y excavaban debidamente los cauces del río formando así el
talud o frente de terraza, también conocido como escarpe. La parte frontal se conoce como techo
y la parte superior como superficie superior horizontal.

Esta secuencia escalonada es interesante para el estudio desde el punto de vista geológico,
pero también lo es para la arqueología porque muestra de una manera muy fidedigna las
diferentes capas o edades (aunque estén muchas veces de forma secundaria) siendo la capa más
alta de la terraza la más vieja o antigua cronológicamente hablando y la más moderna la situada en
el fondo del valle del Duero.

Arenas y gravas así como arcillas, formarían el suelo o los horizontes de Tovilla. Un suelo
que es rico en humus, especialmente en las zonas más sombrías donde crecen los quejigos o
robledales y donde existen varias afloraciones rocosas de granito. Es ahí donde encontramos
muchas guaridas de mamíferos como el zorro, la gineta o la garduña y también busca cobijo el
corzo. Los excrementos de estos animales, junto con la caída de la hoja y la aparición de
lombrices y otros pequeños insectos promueven el enriquecimiento del suelo oxigenándolo y
nutriéndolo de forma conjunta.

El suelo es profundo en algunas partes, lo cual, permite el


buen crecimiento de encinas en las laderas y recodos de quejigos
en la parte del páramo que, como pequeñas o medianas isletas, se
reparten entre los campos de cultivo, la dehesa ganadera de
TARU y masas boscosas, que generalmente pertenecen a pinares.

El repertorio ecológico de este lugar es muy interesante y


es de destacar la importante presencia de plantas medicinales, en
algunos casos protegidas y difíciles de encontrar en la provincia de
Valladolid. De ahí el interés botánico que Tovilla ha representado
para algunos académicos de esta ciencia.

En el caso de los tomillos encontramos más de una


especie. En España se ha llegado a catalogar casi una treintena de diferentes tomillos que crecen
principalmente en los montes y montañas que se distribuyen a lo largo y ancho de la geografía
española. También los bosques de interior presentan suelos ricos en tomillos y otras plantas de
uso culinario.

El tomillo es la planta aromática por excelencia que pertenece a los géneros Thymus y
Thymbra, plantas que se caracterizan por ser leñosas sin sobrepasar el medio metro de altura y
con hojas pelosas de forma lanceolada plana o curvada ligeramente hacia abajo. Estos pequeños
ramilletes leñosos son auténticos especialistas en crecer en zonas expuestas a la luz solar y
temperaturas extremas pudiendo aguantar estoicamente varios grados bajo cero y temperaturas
muy altas en los meses de verano. Los mecanismos desarrollados por esta planta para hacer
frente a las condiciones meteorológicas adversas son evidentes. Por ejemplo, su tamaño pequeño,
especialmente las hojas, permite retener más cantidad de agua y exponer menos su estructura al
ambiente. Los pelillos que suelen recubrir a la planta, actúan también como una especie de
impermeable que puede reflejar la luz intensa.

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Algunos botánicos incuso defienden que el tomillo desprende ese preciado aroma para
producir una especie de aura a su alrededor e impedir la transpiración evitando de esta forma la
pérdida de la humedad.

Los insectos juegan un papel muy importante en la polinización de los tomillares. Son
principalmente las abejas y las mariposas quienes hacen dicha función siendo muy común
observar el trabajo de estos pequeños insectos que se posan sobre las hojas y flores de la planta.

La floración se produce en primavera y sus flores también son envueltas en un aroma


único. Su crecimiento es rápido y tienen capacidad de colonizar varias zonas si las condiciones
son óptimas y la población lo permite, pues puede darse el caso de destrozar un tomillar o acabar
con él a causa de la utilización de la planta para fines personales o industriales.

Gracias a la gran labor de los polinizadores, quienes se aprovechan del jugoso y rico
néctar de las flores, van picando de flor en flor y dejando sobre las flores ese polen que actúa
como un auténtico dador de vida. Una relación recíproca ante la cual, ni plantas ni insectos
podían vivir en caso de que faltara alguno de ellos. De ahí la importancia de proteger tanto los
polinizadores como la más pequeña y diminuta flor que compone el rico panorama silvestre.

Es principalmente en los clareos del páramo de Tovilla donde encontramos la mayor


parte de los tomillos que se extienden por toda la zona colonizando parte de matorrales altos y las
pedreras, roquedos o grietas de rocas graníticas. El tomillo más común es el Thymus vulgaris que
crece sobre los terrenos calizos aunque también encontramos otro tipo como el Thymus zygis o
el Thymus masticina.

La función más importante de este tipo de ramilletes o matas, como popularmente se les
conoce, es la fijación del suelo. Uno de los principales problemas geológicos más importantes que
Castilla y León padece, especialmente en las zonas del interior, es el proceso de desertificación.
Una forma de frenar también este proceso es a través de la plantación de árboles, arbustos y
plantas que no permitan la erosión y fijen el suelo de forma que evite las escorrentías y otros
procesos que desgasten el suelo. En este sentido los tomillos, gracias a sus rústicas raíces y su
facilidad de adaptación a entornos difíciles, hacen de esta planta una candidata perfecta para
producir esa protección del suelo.

Catálogo de especies de Tovilla:

-Thymus albicans…………………………………. Planta estilizada de hojas redondeadas. Floración mayo-junio.


Localizada entre los pinares de Pinus pinea sobre suelos arenosos

-Thymus vulgaris………………………………….. Planta de hojas lanceoladas y pequeñas florecillas moradas o


blancas. Floración mayo-junio. Localizada entre las afloraciones de
rocas , terrenos calizos del páramo

-Thymus mastigophorus………………………... Planta de tallos floríferos y hojas anchas. Floración mayo-junio.


Localización en suelos ricos en calizas, margas y yesos

Planta de pequeño tamaño y floración abundante. Conocido como


-Thymus praecox…………………………………. tomillo rastrero . Localizado en afloraciones rocosas y tierras
calizas o margosas

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Catálogo de principales plantas medicinales de Tovilla

-Pimpinella anisum…………………………………………………….Comunmente conocido como anís, florece entre julio


y agosto. Su sustancia activa es el aceite esencial con
etanol

-Pimpinella major……………………………………………………. Conocida como Pimpinela negra, florece entre junio


y septiembre. Su sustancia activa se basa en el aceite
esencial , cumarina.

Manzanilla romana. Florece entre julio y septiembre.


-Chamamelum nobile………………………………………………
Posee principios digestivos y estomacales

Milenrama. Florece entre junio y octubre. Posee


-Achillea millefolium……………………………………………….. acción estimulante y contra los dolores

Consuelda. Florece entre junio y octubre. Posee


-Potentilla erecta………………………………………………………… acción estimulante y contra los dolores

Agrimonia. Crece en los claros del pinar y prados


cercanos. Utilizado en infecciones de garganta.
-Agrimonia eupatoria………………………………………………..
Florece en junio-agosto

Hipérico. Comunmente conocida como Hierba de


-Hypericum perforatum…………………………………………… San Juan. Florece entre junio y agosto. Utilizada para
tratamientos depresivos y anímicos.

Hinojo. Florece entre julio y octubre. Planta


cultivable con principios antiespasmódicos y
-Foeniculum vulgare…………………………………………………. trastornos respiratorios y digestivos

Gordolobo. Situada en linderos del camino de


Tovilla, florece entre julio y septiembre. Propiedades
-Verbascum phlomoides……………………………………………
expectorantes y para afecciones catarrales

Adelfilla. Crece en la hondonada cerca de la fuente


-Epilobium parviflorum……………………………………………. de Tovilla. Florece entre junio y septiembre.
Utilizada para la retención de orina

Centaura menor. Crece entre el monte bajo y


-Centaurium erythraea……………………………………………... matorrales de los pies del páramo. Florece entre
junio y septiembre. (Recolección prohibida)

Fumaria. Crece en la zona de los antiguos campos de


-Fumria officinalis…………………………………………………… cultivo del páramo, cera de los roquedos. Florece entre
mayo y octubre. Propiedades antiespasmódicas.

-Otonisspinosa……………………………………………………….. Gatuña. Habita en los prados y tierras de monte bajo.


Florece entre junio y julio. Depurativa

Lino. Florece entre junio y julio. Propiedades digestivas,


-Linum usitatissimum………………………………………………. antiespasmódicas.

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CONSERVACIONISMO Y ECOLOGÍA EN TUDELA

El cambio climático ha acentuado una creciente preocupación por el medio ambiente. El


movimiento conservacionista, muy ligado al ecologismo, ha surgido con fuerza entre la población
para presionar a los líderes políticos sobre la necesidad de prevenir y adaptarnos a un cambio
climático ligado y surgido como consecuencia del maltrato insistente del hombre al medio que le
rodea

Que nuestra relación con la naturaleza ha cambiado y se


ha modificado es evidente. Vivimos de espaldas a ella y nos
hemos olvidado que procedemos realmente de la misma. Desde
la prehistoria, el hombre ha estado estrechamente ligado al
entorno, tanto es así que sin la naturaleza y todos los recursos
naturales que esta ofrece sería imposible haber subsistido hasta
el momento.

Recursos como la caza, la pesca o la recolección fueron


posibles gracias a la naturaleza. Con el paso del tiempo el
hombre se vio inmerso en profundos cambios sociales,
organizativos y jerárquicos que estimularon la creación de
núcleos de población o asentamientos sedentarios, momento en
el cual se empezaron a talar masas boscosas para llevar a cabo
las primeras y más remotas prácticas agrícolas y ganaderas.

Es por tanto evidente como el entorno ha modificado nuestra forma de vivir e, incluso,
imprime nuestro carácter, la forma de conectaros con otros grupos y la forma de hábitat.
Dependemos total y absolutamente de un entorno cambiante que, antaño, llegó a ser hostil.

En la actualidad la naturaleza muestra signos de desgaste muy graves que pueden abrir la
llave a una auténtica catástrofe humanitaria. Las agresiones constantes a nivel individual en
cualquier parte del mundo han acrecentado y magnificado la problemática hasta tal punto que
muchos investigadores opinan la imposibilidad del planeta para revertir la situación de crisis
ecológica. El actual sistema de consumo y empresario hacen muy difícil una recuperación del
entorno y promueven una latente expansión de enfermedades relacionadas con este deterioro
tales como varios tipos de cáncer, enfermedades pulmonares como la EPOC (Enfermedad
Pulmonar Obstructiva Crónica), alergias alimentarias, enfermedades autoinmunes, etc…

La población aún no es consciente de ello debido a que se encuentra inmersa en una vida
basada en el trabajo y la supervivencia. Lidiar con los problemas del presente impide volver la
mirada a una casa, la casa común, que sufre y que pide ayuda. Pero lo que es más que evidente es
la necesidad de dar un claro mensaje : si la naturaleza no se encuentra bien, si el entorno natural
no permanece estable, no existe economía ni supervivencia posible y es cuestión de años que se
produzca una situación de crisis irreversible en todos sus sentidos.

Esta teoría, lejos de ser catastrofista o alarmista, se basa en los informes científicos que se
han redactado desde al menos 20 años y que ponen de manifiesto la degradación natural, la cual,
parece haber llegado al límite o muy poco falta para ello.

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En Tudela la cercanía con el campo
y la necesidad de vivir de él propició desde
tiempos muy antiguos un gran renombre a la
villa. Sus frutas y verduras eran conocidas en
la corte y por los viajeros que, desde el siglo
XVI al XIX, ensalzaban el sabor y la
producción de las huertas por encima de
otros territorios de la provincia. Estas
huertas y las tierras aledañas dieron paso a
partir de los años 60 del siglo XX a la
construcción indiscriminada de casas. Una urbanización que trajo la destrucción de las mejores
tierras y más fértiles que antaño daban tan suntuosos frutos y produjo un empeoramiento del
paisaje rural. Doble afectación que a día de hoy aún padecemos.

Al abrir la puerta al urbanismo desde la década de los años 60 y 70 permitió abandonar


la economía agrícola y pasar a ser un núcleo de habitación que había dado la espalda a su entorno
natural. Este tipo de economía del ladrillo, tan expandida en España, ha sido la única y la
causante de las crisis económicas del pasado pero, lejos de remediarlo, nuestra economía sigue
basándose en el ladrillazo, urbanismo y la destrucción de los espacios naturales debido a que, más
del 40% de las empresas del país tienen algún tipo de relación con la industria de la construcción.

Dos de los principales problemas de Tudela son su cercanía a la ciudad de Valladolid, lo


cual la hace ser muy vulnerable a la proliferación urbanística y el aumento de la polución
ambiental local como consecuencia del incremento poblacional procedente de la gran ciudad.

El crecimiento urbanístico y, por ende, de población, es el gran responsable de la


degradación ambiental por varias causas que trataremos de explicar de forma clara y concisa.

-La primera consecuencia del aumento de suelo urbanizable en Tudela es una


destrucción del entorno natural y paisajístico. A medida que ganamos terreno al campo,
aumentamos la superficie urbanizada y asfaltada consiguiendo de esta forma varios efectos
negativos: la disminución y huída de fauna silvestre hacia otros lugares, aumento de la
temperatura a nivel local como consecuencia de la superficie asfaltada y deterioro ambiental y
paisajístico.

-La segunda consecuencia de la urbanización es el aumento de población. En este


sentido, para pueblos como Tudela tan alejados de la tan temida despoblación rural, el aumento
de población traerá varios problemas: el primero de ellos es un aumento de la contaminación
local (acústica, lumínica, medioambiental, etc…) debido al mayor movimiento de las personas en
el municipio y, segundo, conllevará una pérdida de identidad que, desde siempre, ha estado
unido al concepto “rural”. A mayor concentración de habitantes, más alejados estamos de ser
considerados un núcleo rural con todos los beneficios que ello conlleva y que parece ser, sólo ven
los habitantes de los núcleos urbanos. Pasaremos entonces a ser concebidos como una ciudad,
ciudad-dormitorio o núcleo periurbano. Para algunos amantes del campo esto es destruir la
esencia de la ruralización y todos los beneficios que unen al propio concepto como la convivencia
con los espacios naturales, casualmente, lo que muchas ciudades no tienen y han perdido a causa
de su crecimiento descontrolado.

¿Quiere decir esto que Tudela debe rendirse irremediablemente a una parada súbita en
el crecimiento de su población?. Realmente no, pero debe buscarse un crecimiento ordenado

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dentro del propio casco urbano y no en las zonas más alejadas del municipio hasta que, por
causas naturales de espacio, no pueda llevarse a cabo un incremento de habitantes.

Muchas de las casas del casco antiguo están deshabitadas, por tanto, para paliar el
proceso de urbanización y expansión del asfalto que promueve de forma latente la degradación
ambiental del entorno, sería más que evidente y necesario el establecimiento de políticas
destinadas a mejorar las casas del casco antiguo y promover la compraventa de las mismas, unido
esto a la declaración de zonas de espacios libres o zonas rústicas las tierras que rodean a Tudela.
Con esta simple medida acabaría gran parte del problema ecológico del municipio, sin embargo,
a nivel individual, requiere también un gran esfuerzo, pues no todo depende del control de
gobierno local.

Otro aspecto que es necesario resaltar y, de gran gravedad, son los basureros ilegales
desperdigados por diversas zonas del municipio. Basureros que contaminan un radio lo
suficientemente importante como para afectar a diferentes zonas naturales.

Precisamente todas las obras de construcción y urbanización que se llevan a cabo el


municipio conllevan debidamente la producción de escombros. No es, por tanto, extraño
encontrar gran parte de estos en zonas alejadas del núcleo urbano pero que, si observamos
detenidamente los restos, podemos fácilmente discernir que se trata de materiales procedentes de
obras privadas y públicas en las cuales los obreros o capataces no han visto mejor opción que tirar
en territorio natural todos los desechos de las mismas.

De esta forma encontramos nuevos y tristes pequeños vertederos en el Priorato de


Nuestra Señora de Duero, el Pinar de Santinos, Los Palacios, Perales y algunos puntos de la
ribera del Duero.

Es triste y desesperanzador observar este tipo de actuaciones, si cabe comunes, que


denotan una total y absoluta despreocupación por el entorno enfundado sin duda alguna en la
clara falta de sensibilidad y, ante todo, de educación en todos los aspectos posibles. La educación
es la clave para terminar con este problema que afecta a la calidad del suelo de una forma clara y
permanente. Los restos de construcciones pueden tardar en desintegrarse, pero otros materiales
lo hacen rápido produciendo un envenenamiento y contaminación de las diferentes capas del
suelo llegando incluso a contaminar las aguas subterráneas.

La cadena de daño hacia el medioambiente repercute directamente en nosotros. Si el


medio natural no se encuentra en las condiciones como debería hacerlo, los principales
sufridores seremos nosotros, por tanto, ¿qué hacer para paliar los problemas que se ciernen con
justicia sobre nosotros?. Habría que diferenciar varias soluciones para prevenir de forma local la
degradación sistemática de nuestros espacios naturales. La primera y más importante actuación
que debe realizarse es la reducción del uso del coche en los traslados por el municipio. Resulta
muy llamativo como Tudela ha demostrado desde el año 2001 un aumento abusivo del coche en
unos desplazamientos que se producen en el mismo núcleo urbano. Muchas personas no andan
si quiera unos metros y ven en el coche la forma más rápida de hacer las cosas y moverse en un
pueblo perfectamente interconectado. El uso indiscriminado del coche produce un aumento de
la polución ambiental que, a su vez, incrementa la polución acústica. La solución al problema es
una política más ecológica o una política más agresiva como puede ser la peatonalización de gran
parte del municipio para obligar a la población a abandonar el coche. Esta es una realidad que ya
se está produciendo, pero a pequeños pasos, pues se sabe lo poco que gusta a la población este
tipo de actuaciones más ecológicas.

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La disminución del uso del coche a nivel local traería positivas consecuencias para todos
los habitantes del municipio. La primera consecuencia es un aire más limpio y cargado de menos
partículas cancerígenas y la segunda es la disminución de la cúpula de contaminación que
promueve un calentamiento local.

Otra solución para minimizar el impacto hacia el medio natural es la promoción de


políticas ambientales educativas destinadas al reciclaje, la limpieza de lugares naturales, talleres de
naturaleza, paseos por la naturaleza, rutas, etc..Como ya hemos dicho la concienciación entre los
más jóvenes es necesaria y es también primordial hacer partícipes de la misma a los más
pequeños para que vean en esto una necesidad de futuro, de pervivencia y de bienestar. Que
asocien estos términos con naturaleza es un logro más que importante.

La plantación de especies adaptadas a las condiciones bioclimáticas de Tudela es una


actividad primordial para la asociación. La causa radica en la necesidad de educar en el respeto a
la naturaleza, promover la recuperación del bosque mediterráneo de interior y crear un entorno
adaptado a las adversidades climáticas que resulten del cambio climático que estamos ya viviendo.
Muy relevante es plantar especies como la conífera en variedades como el pino piñonero, negral
o halepensis, así como encinas, quejigos y otros árboles adaptados a esta zona. Con este tipo de
actuaciones, además de recuperar el paisaje, intentamos realizar pequeños sumideros de carbono
y expandir zonas de vida silvestre.

Un ambicioso plan redactado en 2014 daba forma al denominado Plan para la Creación
de Zonas Boscosas en Tudela de Duero. En este documento se especificaba la plantación de
estas especies en diferentes terrenos como Los Palacios, Senda del Duero o Perales, donde
debería primar el bosque. Algo también característico de este plan es la no existencia de un plazo
de finalización, pues consideramos que las generaciones que nos precedan deberán seguir con
esta labor de reforestación.

Al igual que este plan podemos nombrar el Proyecto para la Recuperación del Bosque de
Álamos “Andrea Navagero” también redactado en ese mismo año. A través de este plan se
pretende la plantación de populus alba (álamos blancos) en las riberas del Duero dentro del
propio casco urbano del municipio, pero…¿por qué álamos?. La causa es simple. Además de ser
un árbol típico de ribera, parece ser que los álamos blancos abundaban en Tudela, algo que ya
sorprendió al embajador veneciano Andrea Navagero quien en su viaje a España relata los
“grandes y altos álamos blancos que podían observarse en la ribera”.

Muchos de estos bosquetes autóctonos fueron talados por la Confederación Hidrográfica


del Duero para la construcción de las dos pasarelas que interconectan los territorios exteriores del
meandro con el centro urbano del municipio.

Si hemos mencionado algunos problemas y soluciones asequibles, los problemas a los


cuales también debe hacer frente la fauna silvestre no son menos graves.

La degradación ambiental se encuentra estrechamente unida al declive y mortalidad de


las especies faunísticas silvestres que habitan en el campo. Estas especies, muchas de ellas ya
adaptadas al entorno hostil que ha planificado el hombre a lo largo del tiempo, no tienen en
algunos casos el alimento y el hábitat conveniente para su pervivencia.

Hace unos años el propio Félix Rodríguez de la Fuente ya marcaba la necesidad de


acabar con esa política depredadora de algunos cazadores o dueños de cotos y dehesas que
envenenaban algunos raposos o lobos y, sin saberlo, contribuían al envenenamiento de otros

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animales de la cadena trófica. Tristemente, observado desde otro punto de vista, la notable
ausencia de vida silvestre debido a ese urbanismo del cual hemos hablado anteriormente, ha
hecho que pocos animales sean objeto de envenenamientos o persecución. Ya no hablamos de
un acto explícito contra muchos de estos ejemplares, sino de una degradación faunística latente
que permanece impasible a los ojos de los vecinos y no hacen nada por recuperarla porque es
resultado de un “crecimiento” necesario de la población. Una muerte lenta producida por el
hombre que decide talar un bosquete para plantar su huerto, o aquel que decide no respetar la
ribera del Duero y desbrozarla para pescar o, como no, aquel que decide sin ningún permiso o
con él, construirse el chalet de turno para hacer la merienda de los domingos con los amigos.
Practicas todas ellas que han llevado a una disminución del hábitat natural de un sinfín de
especies que han visto invadido su espacio.

Por otro lado resulta incluso interesante la capacidad de regeneración de la naturaleza


que, al menos en parte, ha eclosionado de manera sublime tras varios meses de confinamiento de
la población a causa de la pandemia de coronavirus que ha asolado recientemente al planeta. No
somos conscientes del daño que podemos hacer o, si lo somos, no hacemos nada por evitarlo o
contrarrestarlo.

El tema más grave al que nos afrentamos no es, ni de lejos, el de las pandemias o las crisis
económicas derivadas de estas, es el cambio climático al cual muchos no muestran ni el más
mínimo interés.

Este problema, para muchos lejanos, ha levantado un auténtico dolor de cabeza entre los
investigadores, ecologistas y biólogos que ven desde hace décadas y con una gran preocupación la
degradación ecológica progresiva e imparable a la cual le seguirá una inevitable catástrofe. Como
ya hemos dicho, el actual sistema empresarial y económico no permite en la mayor parte de los
casos el teletrabajo. El simple hecho de desplazarse todos los días supone un consumo
importante de gasolina y una expulsión de toneladas mensuales de dióxido de carbono a la
atmósfera. Igualmente algunas industrias potencialmente peligrosas contaminan desde sus plantas
de producción a una velocidad muy grande. Todo ello produce una cúpula de contaminación
que atrapa los rayos del sol en la misma y no permite expulsarles hacia el exterior produciéndose
así el famoso calentamiento global. Plantas, animales y seres humanos ya están muriendo y lo
hacen en gran cantidad a causa de este calentamiento.

Una de las reflexiones más interesantes de este gran problema que parece no preocupar a
los dirigentes es que sólo de forma individual podemos salvarnos. Mientras que nosotros mismos,
de forma individual, no demos el paso en unas condiciones laborales y sociales que lo permitan,
el cambio climático seguirá avanzando y producirá la muerte de gran parte de la humanidad en
un tanto por ciento muy elevado y, aunque de forma escalonada y con diferencias en países,
afectará al total del planeta. No nos dará tiempo a sobrevivir por no haber tomado las medidas
oportunas en su tiempo. Unas medidas que deben tomarse ahora y, como ya hemos recalcado,
deben basarse en la educación, la disminución del uso del coche, de la superficie urbanizada, el
respeto a la fauna silvestre y la promoción de la reforestación.

Por otro lado, la desertificación es el otro gran problema al cual debe hacer frente
especialmente España. Este proceso erosivo se debe en gran parte a la falta de precipitaciones que
de forma paulatina afecta año tras año a algunos territorios del suroeste peninsular, sin embargo,
este proceso de desertificación también se está produciendo en otras zonas alejadas del sur de
España. El desierto avanza desde latitudes ecuatoriales de tal forma que dentro de unos años el
clima peninsular variará de tal modo que en el interior, el tradicional clima mediterráneo

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continentalizado, abrirá el paso a un clima desértico y semidesértico mientras que la cornisa
cantábrica sufrirá cambios en el modelo de precipitaciones y distribución vegetal estableciéndose
un clima mediterráneo. El consenso de la comunidad científica es manifiesto. Será cuestión de
tiempo observar esta evolución. Una evolución que debe ser prevista por los organismos
gubernamentales y locales. Más que prevenir esta realidad, lo que debe buscarse es una
adaptación a este territorio hostil que se cierne sobre nuestro pueblo y, para ello, es muy
importante la reforestación con especies adaptadas al extremo calor que sufriremos.

La desertificación es producida por la conjugación de factores como la falta de lluvias, la


erosión por el viento, la desecación de humedales y desaparición de la obertura vegetal. Todo
este proceso observa varios periodos de actuación que son más dramáticos y fuertes en años con
sequías estivales muy acusadas de tal forma que muchas especies de árboles y plantas mueren
siendo reemplazadas por otras adaptadas a un medio más seco desde el punto de vista
medioambiental.

¿Qué especies dominarán el paisaje dentro de unos años?. Teniendo en cuenta el avance
del desierto desde el sur de la Península, las especies que actualmente se encuentran en este
lugar, como también en el norte de África, serán las que dominarán el panorama ambiental del
futuro; cedros en zonas de montaña y en pequeños reductos húmedos, algunas encinas, pinos
halepensis, acacias y plantas espinosas de diferentes morfologías crecerán donde ahora lo hacen
los robles, álamos, alisos, fresnos, etc…

Actuar en un proceso de equilibrio ecológico tan delicado como el actual especialmente


en núcleos grandes y cercanos a ciudades como es el caso de Tudela es y será muy importante
para poder adaptarnos a tiempo a las inclemencias del clima y las consecuencias ambientales
derivadas el cambio climático

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HISTORIA Y ARQUEOLOGÍA
LOS ANTIGUOS ASENTAMIENTOS HISTÓRICOS EN EL
PRIORATO DE NUESTRA SEÑORA DE DUERO
_____________________________________________________________________________

El Priorato de Nuestra Señora de Duero constituye uno de los lugares de ocupación histórica más
antigua del municipio. La época de asentamiento primitivo data del 4.000 a.C extendiéndose
hasta bien entrado el siglo XVI.

A menos de 3 km del núcleo urbano de Tudela se sitúa un edificio construido en

estilo neogótico en el siglo XIX por el conde de Duero. Este edificio, de aspecto lúgubre,
conserva aún cierto aire señorial y antiguo que recuerda a siglos pasados. El edificio está
compuesto por dos pisos en cuya fachada hay dos hileras de cuatro ventanas con arcos ojivales o
apuntados que imitan a la antigua arquitectura del siglo XIV. En ambos lados del edificio dos
estrechos torreones se erigen en el conjunto sin tejado alguno pero con almenas, imitando la
arquitectura medieval.

La entrada principal se encuentra en uno de los laterales, donde una puerta de hierro
forjado da paso por el jardín hacia un pequeño recibidor también con arcos apuntados. El
entorno se encuentra rodeado por grandes y antiguos árboles, en especial la parte trasera donde
se plantaron dos filas de plataneros, los cuales, llegan a alcanzar los 20 metros de altura en un
corredor o pasillo que alcanza la orilla del Duero.

Quizás lo más relevante de este lugar no sea el propio edificio, sino el lugar que ocupa y
donde verdaderamente se asienta.

Desde lejos, un recto camino conduce al “castillo” como muchos de los lugareños
denominan a este edificio. A la derecha dejamos un extenso campo donde antes crecía cereal y
olivos. Hoy la naturaleza ha dado paso a su arma más poderosa, que es la revegetación del
entorno. Aquí y allá afloran los característicos brotes del populus alba que crece junto a grandes
ejemplares de otros árboles ribereños. El sonido del viento al chocar con sus hojas imita al sonido
del mar, del todo relajante, que evoca un sentimiento de paz y quietud único y necesario en
ocasiones para calmar nuestra alma.

Sin apenas darnos cuenta, estamos atravesando un terreno lleno de historia que nos hace
retrotraernos hasta el año 4.000 a.C.

El conjunto de cerámicas encontradas en el lugar han hecho posible datar algunos


fragmentos entre el 4.000 – 3.000 a.C, momento en el cual pudo existir un pequeño poblado de
la Edad del Cobre. Estas cerámicas, de aspecto tosco, presentan pastas mal decantadas con
desgrasantes cuyo grano varia. El cuarzo , la mica y la arenisca son las principales inclusiones que
estas pastas cerámicas poseen.

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La existencia de este yacimiento con esta exacta localización es fácil de entender. El río
Duero atraviesa los campos del Priorato y el acceso al agua es fácil. Caza, pesca y recolección no
pudieron faltar hace milenios, lo cual, propició un asentamiento que perduró en el tiempo
pudiendo hablar de varios niveles de ocupación histórica.

Dentro de la mera división cronológica de la Edad del Cobre, debe seañalarse la existencia de dos
claros momentos para nuestra región; el Calcolítico pleno y una fase más tardía que coincide con
la aparición de una importante forma cerámica : El vaso campaniforme.

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La existencia de varios fragmentos adscribibles a este característico tipo de cerámicas ha
servido también para lanzarse a la búsqueda de elementos u objetos metálicos que puedan
redondear los hallazgos de esta fecha. Todo indica que nos encontramos ante un pequeño
poblado. Si bien es cierto, y ante la imposibilidad de llevar a cabo por este momento una
excavación arqueológica, las fotografías aéreas demuestran la evidencia de algunas pequeñas
construcciones circulares y rectangulares que presentan en la misma superficie una coloración
parda y negruzca coincidiendo en parte con la distribución cerámica de los hallazgos. ¿Cómo es
posible reconocer estas estructuras subterráneas?. La explicación se tercia fácil. En los campos del
Priorato, cuando el sembrado madura, debería secarse y amarillear de igual forma en el terreno,
sin embargo, ante la existencia de estructuras bajo tierra, aquellas zonas deprimidas (ya sean fosos,
zanjas, etc) al estar relleno de más tierra, el cereal se muestra más verde por mayor acumulo de
humedad. Al contrario ocurre en aquellos trigos o centenos que crecen sobre lo que en su día
pudo ser un muro o algún otro elemento constructivo, apareciendo una mies más seca.

Pues bien, este crecimiento diferencial del cereal o plantas silvestres que pueden
fotografiarse en ciertas épocas del año, permite observar las zonas de ocupación histórica en la
zona.

En algunos casos, también se han podido fotografiar los negativos de los postes de
madera pertenecientes a antiguas casas o cabañas prehistóricas cuyas evidencias a día de hoy son
escasas al haber estado construidas con materiales pedecederos como las ramas, las pajas o el
adobe. Este primer poblado estuvo construido de esta forma, aunque no podemos obviar que
muy posiblemente, alguno de estos edificios, debido a su tamaño y materiales de construcción,
pudo servir a algún personaje de reconocido prestigio entre esta comunidad para gestionar parte
de los excedentes agrícolas que se tuviera a bien producir en la zona.

Especial mención se merece la existencia de campos de hoyos para el almacenamiento


del grano. Las fotografías aéreas evidencian también la posible existencia de hoyos que sirvieron
para el almacenamiento del excedente tan importante para la supervivencia de esta comunidad.

Este tipo de hoyos son bastante característicos en nuestra zona. Por ejemplo, hace más de
20 años, cuando se llevó a cabo las labores de construcción de la carretera N-122 entre La
Cistérniga y Tudela, en el conocido término de “La Calderona”, se halló un gran campo de hoyos
de la época Calcolítica.

Estos hoyos poseen unas características similares; son siempre circulares u ovales, pero su
geometría es bastante variable aunque la mayor parte de ellos poseen una forma globular entre 1
y 2 metros de profundidad. Los diámetros de los hoyos también pueden variar entre los 90 y 170-
180 cm. Estos hoyos están rellenos de restos de animales, granos, semillas y fragmentos
cerámicos. En primer estos hoyos sirvieron para el almacenamiento del grano y, para llevar a
cabo esta función, se recubría las paredes del hoyo con una mezcla de barro, pequeñas piedras y
pajas. Una vez terminada esta labor cada tiempo se dedicaba a ir acumulando los granos a fin de
salvaguardarlo de los roedores y que pudiera servir para paliar épocas de hambruna. Una vez
finalizado su uso, estos hoyos servían de basurero y una vez colmatado se procedía a tapar la boca
o sellarla,

Si bien es cierto no todos estos hoyos tienen porqué presentar esta colmatación, muchos
de ellos pudieron servir, incluso, como tumbas o fosos de enterramiento de algunos miembros de
la comunidad. En otras ocasiones pudieron ser simples basureros o canteras para la extracción de
arenas, arcillas o piedras destinadas a la construcción de los poblados.

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Cabe destacar la existencia de gran cantidad de fragmentos óseos que se distribuyen a lo
largo de este yacimiento. No podemos determinar con exactitud la procedencia de los mismos,
sin embargo, de acuerdo con la morfología de la mayor parte de los ejemplares, pertenecen con
gran índice de acierto a ovejas o cabras vinculadas a este poblado.

Respecto a la última etapa del periodo calcolítico debemos destacar, como hemos
concretado anteriormente, la presencia de fragmentos cerámicos pertenecientes a vasos
campaniformes. Este tipo de cuencos o pequeños cuencos reciben tal nombre debido a su forma
acampanada que, en caso de darles la vuelta, es más que evidente.

Aunque no se han encontrado aún indicios de enterramientos calcolíticos, es muy


probable que existan. En este caso las tumbas típicas de este grupo campaniforme en la zona del
Valle del Duero se caracteriza, a diferencia de las colectivas y monumentales de la etapa
megalítica anterior, por ser individuales y en simples fosas cavadas sobre el terreno.

Entre el cadáver es común observar la típica “vajilla calcolítica” compuesta de un vaso,


una cazuela y un plato campaniformes con puñal y puntas de flecha tipo hoja palmeta.

Encontramos también evidencias, si cabe mayores, de asentamiento entre el año 800-400


a.C. Este momento corresponde con la Edad del Hierro.

El poblamiento durante la Edad del Hierro en el Priorato es importante. Es de especial


interés el hallazgo de un fragmento de piedra caliza grabado con símbolos religiosos de la época
celtibérica, momento en el cual los campos del Priorato vivieron un mayor esplendor. El
fragmento contiene unos grabados claramente definidos con similares características al dibujo que
encontramos en el conocido vaso de Arcóbriga. En el fragmento de estudio aparece definido una
portada simbólica cuya estructura es acompañada por hojas de hiedra (posiblemente relacionado
con el dios celta Cernnudos). Dentro de esta portada de arco de medio punto encontramos el
árbol de la vida. Rodeando al conjunto existen dos serpientes.

Se ha escrito mucho sobre esta iconografía pero, en rasgos mayores, se pone de


manifiesto el claro simbolismo espiritual de la escena donde la portada puede representar la
entrada al mundo de los muertos, el árbol representa la vida, energía vital o árbol cósmico y las
serpientes las almas que acceden al inframundo. Lo que está claro es el simbolismo espiritual de
los pájaros en el mundo céltico. Por ejemplo, los buitres, encargados de desgajar la carne de los
cadáveres de soldados muertos en batalla, eran quienes actuaban como auténticos vehículos guía
para transportar el alma de los caídos en combate.

El paradero de dicho fragmento es desconocido, sin embargo, conocemos


pormenorizadamente la descripción del fragmento estudiado. Junto a este, no es nada desdeñable
el conjunto de cerámicas halladas en las excavaciones del siglo XIX por el propio marqués de
Cerralbo quien pudo sacar a la luz una colección bien preservada de cerámicas de época
celtibérica, hoy en día, recuperadas dentro de la colección personal del marqués.

Si nos fijamos de una forma más precisa en los aspectos meramente físicos del terreno
podemos observar varias zonas concretas donde, la elevación del terreno puede aludir a causas
naturales, sin embargo, la presencia de coloraciones más oscuras acompañado de fragmentos de
cerámicas, hacen sospechar de la existencia del poblado. Al igual que otro tipo de asentamientos
de la Edad del Hierro en el Valle del Duero, la comunidad del Priorato no destaca por su gran
envergadura, siendo muy probablemente un poblado agrícola y ganadero de unas reducidas
dimensiones.

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La ocupación histórica del Priorato observa una decadencia a partir del II milenio a.C,
cuando los datos que recogemos son escasos. No es hasta el final de la dominación romana
cuando encontramos la mayor parte de los restos arqueológicos que componen el conjunto
dentro del yacimiento. La presencia de cerámicas tardorromanas es muy importante, quizás en
proporción son los mayores restos arqueológicos que podemos hallar en todos estos campos.

El tránsito de la época romana a la Edad Media es todavía hoy un mundo con


claroscuros. La ocupación romana del Priorato de Duero pudo producirse desde época temprana
siguiendo esta ocupación hasta el declive y final del imperio romano.

Esta ocupación vendría siendo testigo del tradicional asentamiento que hace siglos venía
conociendo esta zona, sin embargo, la crisis del siglo III hizo tambalear los cimientos del propio
imperio romano que terminaron por desmoronarse y contagiar al resto de provincias romanas los
últimos suspiros de lo que en su día fue uno de los más importantes imperios de la historia.

Si nos atenemos a la ocupación romana del Priorato es importante dividir por zonas
según los vestigios encontrados

-Camino de Duero: Los campos del Priorato son atravesados por un camino
tradicionalmente considerado de herencia medieval, el Camino de Duero, sin embargo, el
estudio de las imágenes aéreas han demostrado que este camino se corresponde con el itinerario
de Antonino, el cual, es visible a día de hoy en algunas zonas del páramo de Villabáñez. Si
seguimos dicho trazado observamos que atraviesa el Priorato y se une al propio camino que a día
de hoy existe. Este camino iría dirección Tudela atravesando el propio pueblo llegando hasta la
ciudad de Valladolid.

No es de extrañar, por tanto, que al amparo de esta importante red de comunicación


imperial que constituían estos caminos o itinerarios, encontremos diferentes yacimientos
arqueológicos vinculados al comercio, las mercancías o el descanso del viajero

-Zona sur P-1: A unos 150 metros del camino, dirección sur y unos 170 metros del río
encontramos una gran cantidad de tégulas e ímbrices, en su mayor parte fragmentados, que no
volvemos a encontrar en ninguna otra parte del yacimiento. Esto nos dice que en dicho lugar
pudo existir algún tipo de construcción romana tipo “villae” o de menores proporciones, que
aprovechó la existencia de esta vía de comunicación como es el Camino de Duero

-Zona este P-1: Frente al propio edifico del antiguo ex – Priorato encontramos multitud
de restos cerámicos completamente fragmentados por años de ardua e intensa labor agrícola. Las
cerámicas corresponden con la TSH tardía, sin apenas decoración y pastas de menor calidad que
las altoimperiales. Es sobresalliente las cerámicas de cocina, de pasta grisácea que muchas
ocasiones pueden confundirse con la cerámica gris visigoda, sin duda también muy frecuente en
el yacimiento.

Quizás el descubrimiento más relevante por el momento, ha sido el hallazgo de una


estela romana esculpida en piedra caliza de grandes proporciones cuya inscripción reza
DOMITIVS FRONTO AITI MAILVII VXORI ANORV XXXXV L F Q V RAV y un
dupondio (moneda romana). Ambos hallazgos fueron descubiertos en los años 70 del pasado
siglo XX.

Esta ocupación romana, sin duda importante, atravesó la crisis del siglo III, llegando de
esta forma a una de transición entre la Edad Antigua y la Edad Media que se corresponde con la

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etapa visigoda, momento en el cual se vuelve a recuperar construcciones y técnicas antiguas como
adobes, fragmentos de piedras, techumbre de paja, etc…Es común en estos momentos que se
vuelva a recuperar, incluso, zonas de habitación prehistórica como antiguos castros, zonas altas
defensivas o colinas donde anteriormente existió un poblado prehistórico.

Restos de edificios de esta época no se han encontrado pero, ¿bien pudieron aprovechar
los habitantes de la zona los lugares de habitación calcolíticos o de la Edad del Hierro?. Es muy
probable. Lo que bien es cierto es la gran cantidad de documentación existente del Priorato de
Duero entre los siglos X-XII. Cuestión que trataremos en otro artículo.

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EL PERDIDO ENTRAMADO MEDIEVAL DE TUDELA

El casco histórico del municipio contempla aún un entramado de calles que rememoran
el antiguo trazado medieval. En la actualidad, el a

Tudela se asienta de forma ordenada sobre un meandro natural del río Duero. Sus calles
y, por ende, sus edificios son reflejo de una adaptación humana al entorno natural que ha ejercido
una gran influencia en la forma de asentamiento desde hace milenios y, como no podía ser
menos, ha ejercido una fuerte influencia en el sistema económico del lugar basándose
principalmente en la agricultura y la ganadería.

El meandro es una curva del río Duero que se ha formado en la propia llanura aluvial del
río en una zona donde la pendiente es claramente muy escasa. Los sedimentos se fueron
depositando en la parte convexa del meandro y desde esta zona fueron avanzando hasta la propia
orilla del río mientras que en la parte cóncava se produce un proceso de paulatina erosión desde
hace milenios.

En esta formación natural del río los primeros pobladores iniciaron una forma de hábitat
que les servía primeramente como frontera natural defensiva y zona de abastecimiento (agua,
pesca y caza).

Es necesario resaltar como la comarca de Tudela ha sufrido un notable cambio


paisajístico y natural desde que se tienen registros. Los aledaños de este meandro han sufrido
importantes cambios como consecuencia de los procesos de concentración parcelaria que se han
venido realizando desde hace más de 70 años y como resultado del peligroso crecimiento
poblacional que el municipio experimentó desde el año 2.000 debido a su cercanía con la ciudad
de Valladolid. Estos hechos hicieron que gran parte del paisaje se modifique de forma paulatina.

Con respecto al análisis meramente local, podemos afirmar como el poblamiento de


época altoimperial para la zona del Duero está articulado principalmente siguiendo el valle fluvial
del río Duero y las calzadas que atraviesan la zona. Las formas de ocupación más características
en la cuenca del Duero a partir del siglo III d.C. son las villae, situadas en entornos estratégicos
siguiendo muchas veces las indicaciones del escritor y tratadista romano Columela, quien redacta
el lugar ideal de construcción para este tipo de asentamientos romanos.

En época tardorromana, el sistema de ocupación sigue también la misma dinámica que


siglos anteriores. A partir del siglo IV d.C se produce la tradición de seguir habitando las antiguas
villas romanas, aspecto que parece pervivir, aunque no en todos los casos, durante la Edad Media
donde algunos pobladores siguen habitando antiguos núcleos romanos. Bien pudo ser el caso de
Tudela. No sería un asentamiento ex novo, sino que hubiera seguido la tradición de asentamiento
histórico desde, al menos, el siglo I-II d.C. donde pudo existir un asentamiento romano en el
propio meandro como así lo atestigua la presencia de algunos pequeños fragmentos cerámicos
hallados en el mismo.

El río condicionaría así los propios patrones de asentamiento rurales en la zona de


Tudela. De esta forma, el núcleo principal que conformaría este asentamiento romano estaría
articulado por redes de comunicación que cohesionarían el poblamiento con otras zonas del
municipio como el Priorato de Duero, Fuente de la Vega, Batán, Tovilla o Santinos, lugares
donde encontramos igualmente restos romanos y de momentos anteriores.

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El espacio estaría conformado por campos de cultivo dependientes de estas villas y de la
propia población romana asentada en el meandro, así como llanuras y pequeñas lomas donde se
extendería parte del bosque y sotobosque mediterráneo característico de estas zonas del interior
peninsular.

Será a partir del siglo V d.C. cuando se proceda a la expansión de nuevos asentamientos y
nuevas prácticas económicas debido en gran parte a las consecuencias acaecidas tras la crisis del
siglo III d.C.. Los poblamientos aldeanos se fueron configurando en lugares como el pinar de
Santinos aunque el meandro pudo seguir siendo ocupado igualmente. Estas comunidades
pudieron llevar a cabo un retroceso del bosque para la creación de pastos y poner en cultivo
nuevas tierras que antes eran ocupadas por los árboles. Granjas, despoblados o centros de culto
de mayor o menor relevancia se fueron sucediendo por la cuenca del Duero.

No se han llevado a cabo por el momento estudios arqueológicos de especial relevancia


dentro del propio casco urbano. Si bien es cierto, en las propias obras de remodelación de la
Plaza de Mariano Ibáñez Basante, se hallaron un conjunto de cuerpos correspondientes al
antiguo cementerio existente en los aledaños de la iglesia de San Miguel, de la cual, únicamente se
conserva el arco gótico fechado en el siglo XII.

Pero es necesario insistir en que dicho poblamiento en este meandro, como ya hemos
mencionado antes, podría haberse producido desde la Edad Antigua o, incluso, desde antes de la
propia ocupación romana de la zona.

En el término de la Requejada, por ejemplo, a medio kilómetro del propio casco


urbano, una vez cruzada una de las pasarelas llegamos a una tierra de cultivo que parece
imperturbable ante el imparable avance de las construcciones modernas.

En este terreno se llevó a cabo una prospección arqueológica que descubrió una gran
cantidad de cerámicas de época vaccea, así como algunos fragmentos de cerámica romana y, en
menor medida, cerámica medieval. Gracias a este hallazgo la asociación pudo incluir esta zona
dentro del Plan General de Ordenación Urbana como suelo rústico con protección cultural. Los
fragmentos recuperados destacan por una gran fragmentación debido a la actividad agraria, esto
es, la maquinaria agrícola pesada que voltea los terrones de tierra y arrasa el propio yacimiento
pero también ayuda a localizarlo.

La zona en la que se asienta Tudela se encuentra en pleno territorio de la cultura vaccea,


por tanto, no es raro hallar en sus inmediaciones restos de esta cultura que precede a la
dominación romana. A falta de estudios más detallados o excavaciones arqueológicas, el
asentamiento vacceo bien pudo estar situado en el propio meandro donde hoy duerme el
municipio extendiéndose extramuros del mismo parte de la población, de ahí la existencia de
restos vacceos en la Requejada.

Otra lectura podría ser la existencia de un poblado “alejado” de este meandro siendo este
último enclave natural simplemente una formación que sirviera de recurso material para la
obtención de piedras, areniscas, troncos, ramas para construir las casas o zona para la pesca y
caza.

Este primigéneo núcleo que constituía el asentamiento de Tudela tenía un claro carácter
defensivo y fue objeto de ocupación en época romana. Como así consta en algunos documentos
preservados datados en el siglo X , tras la fundación del Priorato de Nuestra Señora de Duero
por orden del monarca Ramiro II, el obispo San Piro de Astorga anuncia como dicho lugar es

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clave para la defensa de esta importante zona del Duero, es por ello que este carácter defensivo
que siempre ha estado acompañando al núcleo de Tudela, ha pasado a tomar nombre
precisamente del texto de dicho obispo donde ya escribe que este lugar se conoce como “Tutella
Dori”, que en castellano significa “defensa del Duero. El posible “castrum” que pudo existir ya
desde época romana convivía con otras formas de ocupación de la zona con carácter de
“civitates” como es el caso de Simancas o Zamora y con las “villae” como Fuente de la Vega, a
los pies del Pico de la Mambla.

Lo que sí está claro es el obvio propósito defensivo de asentamiento en un lugar natural


que casi conforma una auténtica isla. A esto debió unirse la construcción de un entramado de
murallas que rodeara por completo el núcleo urbano muy posteriormente, ya en periodo
medieval. Unas murallas fechadas en el siglo XII-XIII y construidas en piedra procedente en su
mayor parte de los páramos del municipio. La altura de estas murallas, aunque a día de hoy se
conservan pocas zonas intactas, pudo comprenderse entre los 10 y los 17 metros de altura,
dependiendo del diferente nivel del terreno. La zona más alta de este entramado defensivo se
encontraba en el conocido como “Muro del Boquerón”. En esta zona existió una puerta que se
compaginaba con otras dos existentes en la muralla: la puerta principal de acceso al poblado y
otra puerta que conectaba con una escalinata al propio río, donde existía un embarcadero.

Importante momento para la formación del entramado medieval de Tudela fue a partir
del siglo XI. Los reinos cristianos empezaron a llevar a cabo su avance de repoblación en la
meseta del Duero desde el siglo IX hasta la conquista de Toledo en 1085. Es en esa franja de
tiempo cuando se produce la primera etapa de repoblación. Al norte del Duero se produce
durante los siglos IX y X un proceso de repoblación altomedieval que más tarde se transformará
entre los siglos XI y XII hasta convertir las áreas centrales de poblamiento en recintos
amurallados como la aldea de Tudela. El núcleo de asentamiento fue creciendo y expandiéndose
sobre el meandro dando lugar a un poblamiento lo suficientemente importante como para
permitir el control de otras pequeñas aldeas organizadas por el territorio de la campiña.

Es en la plena Edad Media, hacia el siglo XII-XIII cuando se desarrolla todo el mapa de
callejuelas estrechas en torno a la Iglesia de San Miguel, un pequeño templo situado en la parte
más alta de este meandro. No es raro, como anteriormente mencionábamos, que este mismo
lugar elevado donde se encuentran los restos del arco perteneciente a este templo cristiano,
pudiera haber existido anteriormente un poblado prerromano (vacceo), pues era común la
construcción de pequeñas ermitas o iglesias justamente en lugares donde, tradicionalmente,
habían servido de asentamiento a otras antiguas culturas primitivas que no habían abrazado el
cristianismo.

Las calles se fueron desarrollando en torno a esta iglesia y ocuparían toda la extensión del
meandro. Callejuelas entrelazadas irían formando el plano típico medieval protegido dentro de
una doble barrera; la barrera natural que conformaba el propio meandro y la barrera artificial que
suponía la construcción de la muralla alrededor de las casas.

Unas casas que, a día de hoy, no se han sabido conservar. Muchas de las casas medievales
construidas en Tudela sucumbieron al avance del tiempo. Unas se cayeron por falta de cuidados,
otras por saqueos y otras muchas derrumbadas para dar paso a las edificaciones más modernas.
Ejemplo de esta atrocidad es la propia “Puerta del Arco”. Esta puerta constituía una de las
entradas al poblado medieval. Hoy sólo son visibles las dos jambas de la misma, y de manera
superficial, pues una capa de yeso cubre casi la totalidad de las piedras. Pues bien, esta misma
puerta fue derrumbada en los años 20 del siglo XX por iniciativa municipal debido a que los

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camiones (por entonces parecían ser bastante altos) no podían atravesar el centro del pueblo
debido precisamente al arco, cuya altura, impedía seriamente el normal tránsito de los mismos.

Esta misma suerte corrieron el resto de las edificaciones. En la actualidad muchas casas
todavía muestran en su fachada los elementos típicos de arquitectura popular con que fueron
construidas: adobe, piedra y vigas que, a modo maestro, sostenían un techo de tejas de barro
cocido. Pero ese aspecto rústico heredado de tiempos ancestrales fue cubierto por una argamasa
de yeso que, entre 1930 y 1960 se generalizó en muchos de nuestros pueblos. Tampoco es de
extrañar si retiramos esta fachada de yeso, encontremos finalmente esa hermosa arquitectura
medieval.

Las callejuelas centrales serían el lugar propicio donde se fueron construyendo los
edificios más notables destacando las casas nobiliares, las cuales, tenían dos pisos en
contraposición a las humildes y en muchas ocasiones precarias casas de campesinos o labriegos.
Ese primer lugar santo o cementerio junto a la iglesia de San Miguel sería el lugar central desde
donde partía la aldea medieval de Tudela, una aldea que permanecía bien amurallada y con una
vega fértil que proporcionaría comida y sustento a las familias de campesinos.

Extramuros existían otros pequeños poblados o aldeas de menor importancia y ya en


declive a partir del siglo VIII como eran Santa Cecilia, a los pies del Pico de la Mambla donde
había hasta dos pequeños templos religiosos y la propia población que dependía del antiguo
monasterio del Priorato de Duero, también.

Entre el siglo XI y XII Tudela comienza a crecer en población. Una población que
procede de otros pequeños núcleos altomedievales que son abandonados. Esto explicaría como
existen numerosos despoblados documentados desde el siglo XI hasta el XIII en la campiña de
Tudela.

Si bien es cierto, la privilegiada posición de la antigua Tudela, situada en una fértil vega
de campiñas y páramos formados por calizas pero también tierras arcillosas, propició el
desarrollo de una economía agrícola medieval muy importante basada principalmente en el
cultivo de frutas, hortalizas y también cereal en las zonas más alejadas de las riberas del Duero.
Tampoco podemos dejar de lado la importancia del ganado lanar, pues Tudela era y es
atravesada por la Cañada Real Leonesa para el tránsito del ganado ovino.

Extramuros de Tudela se situaban las huertas que ya desde el siglo XIV destacan por la
calidad de sus productos. De acuerdo con los pocos mapas o litografías históricas que han llegado
hasta nosotros, sólo la Ermita del Cristo (hoy situada en la Calle del Santo Cristo) y la Ermita del
Humilladero, se encontraban en las cercanías del núcleo rural. En los cruces de los caminos que
accedían a estos lugares santos, huertas y cañadas o caminos existían cruces a modo de protección
o como simples mojones que demarcaban el tránsito por estos lares.

A partir del siglo XIV Tudela empieza a desarrollarse desde el punto de vista urbanístico.
Aunque aún de tamaño pequeño, la villa constituiría sin duda uno de los núcleos de habitantes
más importantes de esta parte del Duero. Las calles que ocupaban las viejas casas de madera y
adobes darían paso a casas mejor elaboradas en piedras y techos de tejas con menos proclividad a
los incendios pero, desgraciadamente, no exentas a los riesgos de inundaciones que produjeron el
derrumbe de no pocas viviendas desde el siglo XVIII.

Los materiales del casco urbano, entre ellos las propias piedras o sillerías de las murallas,
sirvieron para construir y adoquinar nuevos espacios. La construcción de la iglesia a partir del

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siglo XVI profirió a la articulación de la villa una nueva forma de organización entorno al edificio
mayor y más importante del núcleo. Aunque no era el único, verdaderamente conformaba el
centro neurálgico de la población y donde se situarían las principales vías de comunicación que
atravesaban el pueblo en dirección La Parrilla-Valladolid.

Es a partir de este siglo cuando Tudela comienza a modificar no solamente su entramado


medieval heredado de siglos anteriores, sino también sus propias viviendas que empiezan a ser
construidas de una forma diferente debido a las sucesivas inundaciones que asolan la villa desde
1545 cuando se produce la primera de ellas de las que tenemos constancia documental. En 1558
otra gran inundación arrasa las viviendas situadas en el centro y laterales del meandro. En 1657
otra crecida llega hasta la propia iglesia de San Miguel y en 1788 una gran tromba de agua causa
el derrumbamiento de más de una veintena de casas. Las sucesivas crecidas del Duero que tanto
daño hicieron, invitaron forzosamente a modificar los materiales constructivos y basar los
modelos de construcción en casas preferiblemente de piedra para aquellos que pudieran
efectivamente costearse tal obra. Otras muchas siguieron el entramado de adobe, madera y
pequeñas piedras hasta que el tiempo dijera o el río lo permitiera.

El puente medieval, del que no tenemos constancia, estaría situado cerca del actual (de
construcción muy posterior, en el siglo XIX). Este puente de Tudela tenía 6 ojos y estaba bien
construido, serviría para unir los terrenos que se encontraban más allá de la Ermita del
Humilladero y el propio centro de la villa y que fue desgraciadamente volado por los batallones
ingleses liderados por Lord Wellington durante la Guerra de Independencia española para
perturbar y complicar las posibilidades de asalto de los ejércitos franceses en la zona.

Las casas construidas a partir del siglo XIX son ciertamente escasas en comparación con
aquellas edificadas a partir de mediados del siglo XX. En 1860 se produce otra crecida que acaba
con buena parte de las antiguas casas del siglo XV y XVI y se procede a la construcción de otras
más modernas que combinaban muros gruesos en su base y fachada y ladrillo y teja para
estamentos superiores llegando a tener entre 2 y 3 pisos de altura hasta que, entrando en el siglo
XX, nuevas riadas como la de 1948 acabaran derribando los últimos ejemplares de casas
comprendidas entre los siglos XVI y XIX. Sólo las más alejadas del casco urbano y aquellas
construidas con cierta importancia pudieron sobrevivir a los envistes del padre Duero. Un rio que
nos dio la vida pero que también nos la quitó.

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LA VILLA ROMANA DE FUENTE DE LA VEGA

La ocupación romana de Tudela se manifiesta en la existencia de numerosos yacimientos


de diferente cronología situados desde las laderas de los páramos hasta la propia vega del Duero.
De todos estos yacimientos la villa romana de Fuente de la Vega constituye uno de los enclaves
arqueológicos más importantes del municipio.

Al norte de Tudela encontramos las tierras de labranza que tanto renombre dieron
antaño al municipio. Allí los campos de secano se entrelazan con los cultivos de espárragos.
Campos regados por un pequeño ramal o acequia procedente del Canal del Duero.

Los pájaros silvestres y otros animales se sirven de este curso de agua para saciar su sed.
Los agricultores y labriegos, por su parte, trabajando entre huertas y campos de cultivo, parecen
permanecer ignorantes frente a la tierra que pisan. Una tierra milenaria que esconde miles de
años de historia y que, ellos mismos, con su trabajo diario y las maquinarias de labor, han
desenterrado sin saber muy bien que es o sin darlo la más mínima importancia. ¡Restos de viejas
casas de labranza, nada más que eso!. Muchos pensarán.

Lejos de esa afirmación, es cierto que parte de estos restos que afloran a la superficie,
pueden corresponder con viejas casetas donde los campesinos guardaban sus herramientas, pero
analizando bien muchos de estos elementos arquitectónicos nos damos cuenta de que no se trata
de restos modernos o más o menos recientes, sino de partes de antiguas edificaciones romanas.

La zona norte del municipio es particularmente rica en yacimientos y restos


arqueológicos. Sólo en un radio de un par de kilómetros nos podemos encontrar yacimientos de
una cronología tan variada que puede abarcar desde el Calcolítico (Pico de la Mambla), hasta el
siglo XVI.

En este sentido nos centraremos ante uno de los yacimientos, a nuestro parecer, más
importantes de Tudela: la villa romana de Fuente de la Vega.

La arqueología aérea nos ha permitido observar desde hace más de 30 años los
yacimientos arqueológicos y asentamientos que, a simple vista, no pueden ser encontrados a ras
de suelo. La villa romana de Tudela fue fotografiada por Julio del Olmo, arqueólogo e
investigador pionero en la arqueología aérea en Castilla y León. La fotografía de esta villa romana
fue posible gracias a un vuelo en avioneta que captó varias imágenes desde diferentes puntos de
vista. Desde lo alto era y es posible observar las coloraciones diferenciales de la tierra, producto
de la descomposición de muchos restos arqueológicos y las propias estructuras subterráneas que
yacen banjo tierra.

Se observó a través de estas imágenes un asentamiento tipo “villae” que correspondía


según su morfología a una villa romana de peristilo. El eje principal de la estructura era el patio
interior desde el cual se irradiaba la distribución del resto de habitaciones y almacenes. Una
distribución habitacional típicamente mediterránea.

Más separado de la propia villa, otras estructuras parecían sobresalir. Estructuras


circulares y rectangulares que podían corresponderse con silos o incluso enterramientos. Pero
que, en general, se corresponden con diferentes estructuras dedicadas a la producción agrícola y
ganadera dependientes de esta villa.

La villa se localiza en una zona óptima resguardada pero bien conectada con las vías de
comunicación que atravesaban la zona (se sitúa a una distancia prudencial de la vía romana del
Camino de los Aragoneses).

Rememorando los escritos sobre agricultura y construcción de las “villae” del agrónomo y
escritor Columela, las villas y las habitaciones de la finca deberían orientarse hacia Oriente y
dividirse en tres partes, una parte noble donde habitaría el propietario, otra más humilde para los

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trabajadores y otra dedicada a las meras labores agrícolas y de almacenaje. Aconsejaba también
resguardarse de los vientos fuertes y construir en zonas predominantemente llanas, cercanas a vías
de comunicación y tierras fértiles.

Este parece ser el caso. La villa presenta partes bien diferenciadas como la pars urbana o
zona señorial, presumiblemente zonas cercanas al patio central y habitaciones interconectadas
entre sí de tamaño variable, y la pars rustica o zona rústica donde tenía lugar las labores del
campo propiamente dichas.

La zona donde se asienta es eminentemente llana, sin embargo, está bien acogida por una
pequeña loma al norte y los picos de la Mambla y la Cuchilla más hacia el sur. Al encontrarse,
por tanto, dispuesta de esta forma, los vientos más fuertes serían parados por los dos picos.

Las tierras serían fértiles, pues nos encontramos en la vega del río Duero. Una tierra
limosa y arcillosa que permite el cultivo de cereal, árboles frutales así como el cultivo de la vid.

Según las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo por la asociación, el análisis de los
restos cerámicos, elementos constructivos, etc…podemos fechar la villa entre el siglo I-II d.C. Es
decir, nos encontramos ante un tipo de asentamiento altoimperial.

Ya en tierra, observamos una cierta elevación del terreno que corresponde con una
tonalidad de la tierra diferente al resto de tierras que rodean el propio yacimiento. La disposición
ordenada que puede observarse desde las alturas hace muy fácil distinguir la parte más señorial de
esta villa. La forma característica dispuesta en torno al patio central es claro ejemplo de la típica
arquitectura mediterránea que incluso hoy en día puede observarse en muchos países de
influencia grecorromana.

Los materiales de construcción son sólidos y están tomados de la propia zona: ladrillo,
cal, madera y piedras. La presencia de tégulas (teja plana) e ímbrices (teja curva) pone de
manifiesto la forma de construcción del tejado de dicha edificación. Si bien, cabe resaltar que
también era común utilizar tejas para la construcción de pequeños enterramientos individuales.

Los suelos de la villa estaban construídos en opus caementitium (cemento) y en las partes
más nobles se recubría con mosaicos. Un pequeño fragmento de pared ha podido ser recuperado
y podemos concluir que estaba pintada, al menos en parte, de un color rojizo.

Se observan una estructura que, por su proporción y distribución, podía corresponder


con una dependencia de prestigio. Cerca otras habitaciones más pequeñas se corresponden muy
seguramente con las cubícula o habitaciones privadas de descanso. Otras, de tamaño variable,
pueden corresponderse con comedores (triclinium) o salones de recepción (oecus).

La zona rústica (pars rusticae) se encuentra claramente diferenciada. Esta parte era muy
importante desde el punto de vista económico y principal motor de la subsistencia local de la
villa. Almacén y productor de alimentos, la parte rústica de Fuente de la Vega estaba compuesta
silos de almacenaje, pequeños corrales y establos que, a juzgar por los fragmentos óseos
encontrados, dieron cobijo a caprinos y óvidos.

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Foto aérea: Julio del Olmo

En el caso que nos atañe, el edificio más noble tiene adosado en parte otras estructuras
más humildes que corresponden a esa parte dedicada a las laboras agrícolas. Otras más alejadas
también constituyen edificios relacionados con la ganadería y la agricultura. Los materiales de esta
parte menos privilegiada denotan su carácter laboral y no de descanso. Son materiales más
endebles, si cabe, piedras pero también techumbres de paja y ramas así como muros de adobe y
suelos de peor calidad que la parte señorial reduciéndose a simples losetas o tierra batita.

Estas dependencias auxiliares sirvieron para la producción de cereales (trigo y cebada), así
como para la plantación de frutales. La presencia de restos óseos pertenecientes a cabras y ovejas
demuestran que la ganadería era parte importante en la producción de la villa. También pudo
encontrarse la huella de un cánido en una de las tégulas de la villa. No es raro encontrar huellas
de animales o aves en piezas de construcción como adobes, ladrillos o, en este caso tejas, pues
cuando se procedía a su elaboración, el barro se dejaba secar al sol y es en ese momento cuando
los animales (domésticos o silvestres) podían dejar su impronta al pasar.

El dueño de esta hacienda, el possessor, sería un personaje influyente y de alto rango


social que sería servido por esclavos. Una servidumbre que cambiaría a partir de la crisis del siglo
III cuando se generalizó el abandono de este tipo de mano de obra para ser sustituída por
hombres libres, los colonos, que se encontraban fijados a la tierra o bien asalariados en los
momentos de mayor tarea.

La cultura material de la villa es quizás el aspecto más destacable. El mayor porcentaje de


restos arqueológicos que se han hallado en las prospecciones han sido las cerámicas. Cerámicas
lujosas en su mayoría que corresponden con la Terra Sigillata Hispánica característica de estos
momentos altoimperiales. Una cerámica de proporciones muy variables y un aspecto rojizo-
anaranjado con adornos también muy variados. Los restos más comunes localizados han sido los
bordes cerámicos, pero no es nada desdeñable el número de pies de copa alta hallados en la villa.

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Copas destinadas al consumo y no al almacenamiento. Por tanto, eran cerámicas de una altura y
grandeza considerables. También se han encontrado numerosos fragmentos de pequeños vasos y
platos.

De todo el repertorio de fragmentos cerámicos hallados son mayoría las pequeñas copas.
Merece así una especial mención un tipo conocido como Dragendorff 37. Pequeños cuencos
cóncavos con borde liso y definido que da paso a una panza ricamente decorada con motivos
vegetales y geométricos conformando así un rico fresco cerámico. Este tipo de vasijas, de
producción industrial (en virtud de la decoración de algunos fragmentos cerámicos de Fuente de
la Vega podemos decir que el centro de producción se encontraba en la Galia, por tanto, sería
cerámica de importación), se realizaban a través de un molde en el cual se plasmaba ya el dibujo
o elementos geométricos que quedarían distribuidos en la pared cerámica una vez cocida.

Aunque ciertamente en mucha menor proporción se han hallado también fragmentos


cerámicos de formas lisas. Esto son cerámicas correspondientes principalmente a platos o
cuencos, de borde plano y pared curva con decoración burilada (con ruedecilla) mucho más
simple y menos elaborada que otras Terras Sigillatas.

Si algo debemos reseñar es la aparición de grafitos conservados en algunas de las paredes


de las cerámicas y en los fondos de las mismas. Los grafitos eran marcas realizadas sobre los
recipientes para permitir conocer la propiedad de los mismos. Se conserva una Z en unos de
estos fragmentos y la palabra LIS.

Es destacable el gran número de fragmentos de borde que han permitido conocer el tipo
de forma al cual corresponde cada una de las piezas. En estos fragmentos, la decoración se
encuentra muchas veces metopada, con motivos faunísticos como caballos alados, venados o
pavos reales. En otros casos la decoración se reduce a motivos geométricos zigzagueantes y
vegetales como palmeras.

Por otro lado destaca también la producción de cerámicas romanas de tradición indígena.
Este tipo de cerámicas es relativamente común en los yacimientos altoimperiales de la cuenca del
Duero. Cerámicas que imitan los adornos decorativos de las cerámicas vacceas de esta zona
basados en líneas zigzageantes, semicírculos concéntricos y, en raras ocasiones, motivos animales
geométricos. La mayor parte de las decoraciones en las cerámicas de tradición indígena halladas
en Fuente de la Vega se localizan en el borde o labio de los ejemplares y en algunos pies de copa.

En contraposición a lo que parecen ser estas vajillas de lujo, encontramos en las


diferentes prospecciones otro tipo de cerámica más negruzca y de aspecto algo más tosco. Este
tipo de fragmentos cerámicos sin decoración y con inclusiones minerales grandes corresponde
con cerámica de almacenaje, cocina y almacenamiento. Varios fragmentos de dolia también
fueron recuperados. Los dolia son grandes tinajas de barro que servían para el almacenaje o
transporte de grano, vino o aceite que no tenían asas y su panza era mucho más circular que las
ánforas.

La forma de utilizar estas grandes cerámicas de almacenamiento consistía en enterrarlas


en el suelo hasta la mitad y protegerlas bajo una techumbre.

También es importante la aparición de pesas de telar (pondera) en la parte noreste de la


villa. Pesas realizadas en barro y cocidas con variable forma y tamaño. En la parte superior todas
presentan el característico agujero desde el cual se atravesaba los hilos para tensar el telar.
Predomina la forma trapezoidal y rectangular comprendida entre los 11 y los 15 cm de alto. Las
pesas romanas se empleaban en los telares verticales para mantener tensa la urdimbre sobre la
que se tejía la propia trama de la lana. Muchas de las pesas de telar de Fuente de la Vega se
encuentran con algunos signos en su parte alta y hasta el momento únicamente se ha encontrado
una pequeña pesa de telar con una estampilla rectangular en su parte superior con las letras F/R
A C/O. El uso de abreviaturas es uno de los rasgos que más caracterizan a las estampillas que
pueden encontrarse en los pondera que, a su vez, constituye una de las mayores dificultades de

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interpretación. Muchas de estas estampillas o sellos correspondían a la “firma” del alfarero que se
dedicaba a la producción de las mismas o, incluso, puede ser el nombre del propietario de la
misma.

Muchos materiales arqueológicos se encuentran aún apilados en un montículo sitiado en


la propia tierra de labranza donde se encuentra la villa. El examen de este montículo de piedras
recogidas y apiladas por el agricultor para despejar el terreno de obstáculos, permitió recoger
algunas interesantes piezas como una gran piedra rodada que sirvió de molino de mano. Se
observa un agujero central y las marcas de la piedra molinera superior. Sin embargo, este tipo de
piedra bien pudo utilizarse posteriormente como zona de sujeción del poste de una puerta y ser
también de esta forma reutilizado para otro fin bien distinto al de la molienda.

También se rescató una especie de monolito labrado en forma piramidal que puede
corresponderse con un mojón de delimitación de tierras, varios fragmentos de tégulas intactos y
restos de piedras labradas pertenecientes a la pared de la villa.

Fuente de la Vega constituye así una auténtica hacienda autosuficiente y lugar de recreo y
descanso lejos del bullicio y ajetreo de las ciudades. Unas ciudades distribuidas en la meseta
castellana correspondiente a la provincia romana Cartaginense como Clunia o Septimancas
unidas todas ellas por calzadas romanas interconectadas estratégicamente con las ciudades clave
del imperio romano.

Aunque ciertamente resguardada, la villa romana de Tudela está emplazada en ese cruce
de caminos que atraviesa la antigua vía del Camino de los Aragoneses de Oeste a Este en la parte
norte del municipio y es precisamente en esa dirección y en ese recorrido donde encontramos la
mayor parte de la distribución de yacimientos o lugares arqueológicos de cronología romana en
Tudela. En un radio de tan sólo 1 km podemos encontrar hasta 6 enclaves arqueológicos que
estuvieron habitados en época romana. El más importante, si nos referimos por cercanía, es el
propio Pico de la Mambla y el despoblado medieval de Santa Cecilia cuya prospección, hizo salir
a la luz fragmentos cerámicos de época tardorromana. Por tanto, el lugar donde tradicionalmente
se ha venido afirmando que existe una antigua aldea surgida a los pies de la pequeña ermita de
Santa Cecilia, demostraría que estuvo habitada, al menos, desde los últimos coletazos del imperio
romano en el siglo IV-V d.C.

En la actualidad, sin ningún rastro aparente de magnificencia, la tierra de Fuente de la


Vega permanece desapercibida al paso de los viandantes sin dar a conocer el lujoso entramado de
habitaciones y mosaicos que la villa romana tendrá a bien enseñar si llega el caso en un futuro.

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LA SAGRADA IMAGEN DE LA VIRGEN DE NUESTRA SEÑORA DE DUERO

La sagrada imagen de la Virgen de Duero fue muy venerada desde tiempo muy antiguo
en Tudela. La historia de esta imagen queda recogida en algunos documentos medievales que
daban testigo de sus buenos milagros.

La mayor parte de los pueblos que componen la geografía


castellana poseen un santo local con reconocido aprecio y cariño
para los vecinos. Estas imágenes locales no dejan de ser simples
manifestaciones culturales de un mismo arquetipo; la Virgen
María.

Por tanto, aunque nos encontremos con una imagen


sagrada que represente a la madre de Dios con un apellido local,
no nos estamos refiriendo a otra que a la propia Virgen pero con
aspectos locales que los diferentes pueblos han ido dando a lo
largo de la historia.

Es también muy común como los sobrenombres de los


santos, vírgenes o cristos guardan una marcada tradición sobre los
topónimos del lugar de forma que muchos lugares o términos
dentro del propio municipio sirvieron para dar como apellido a
más de una de sus imágenes sagradas.

El Duero, como no podía ser menos, debía formar parte


de ese apellido sagrado para muchas de las imágenes de las
pequeñas y medianas parroquias que se distribuyen a lo largo y
ancho del territorio del Duero. En el caso de Tudela, la famosa
imagen de la Virgen de Duero es claro ejemplo de ello.
Fuente: Santa María la Real

Para conocer la historia de esta importante imagen sagrada para Tudela, debemos
remontarnos al momento de ocupación musulmana de la Península Ibérica y el esfuerzo cristiano
por colonizar y ocupar los territorios conquistados por aquellos. Fueron los reyes de Castilla,
Asturias y León junto con el esfuerzo de órdenes monásticas y militares, los que llevaron a cabo
un paulatino y lento proceso de reconquista de la Península Ibérica entre el siglo X y XV.

En una zona especialmente complicada en la cual nos encontramos, el Valle del Duero,
conjugó un papel importante en los avances de ambas fuerzas. Para algunos autores el término de
“desierto del Duero”, no es más que un adjetivo dado a esta zona donde nos encontramos para
designar la escasa población existente durante el momento de la reconquista, debido a que este
territorio actuaba precisamente como zona de nadie ante el norte, cristiano y el sur, musulmán.

Si bien es cierto es una lectura un tanto parca que abre paso a interpretaciones diferentes
a raíz de las últimas investigaciones llevadas a cabo al respecto que tiran por borda la idea de que
el valle medio del Duero se encontraba prácticamente despoblado durante el momento de la
reconquista, es más, algunos estudiosos opinan justo lo contrario y tienden a defender una
existencia de población más alta de lo normal para este lugar como así parece atestiguarlo la
presencia de numerosos núcleos o asentamientos de población fechados en diferentes momentos
de la Alta y Baja Edad Media.

El desierto del Duero fue una zona fronteriza donde se sucedieron la construcción de
numerosos puntos defensivos en zonas altas que permitía la defensa y observación de amplios
territorios. La construcción de castillos en muchos de los lugares dio paso al término de
“Castilla”. Pues bien, será hacia el siglo X cuando Tudela, siendo aún una diminuta aldea, tenga
un punto clave o estratégico para hacer frente a los avances musulmanes desde el sur.

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Una forma común de ocupación del territorio que fue llevado a cabo por las fuerzas
cristianas consistía en permitir a las órdenes monásticas la fundación de monasterios que
ocuparan un lugar clave para la fijación de la población. Dichos monasterios atraían población y
protegían desde el punto de vista espiritual a la misma. Fue así como muchos antiguos núcleos o
aldeas surgieron y crecieron a los pies de estos antiguos monasterios construidos principalmente
en zonas alejadas de los principales puntos eminentemente urbanos y más grandes. El carácter
rural de los monasterios benedictinos aunaba paz y armonía en contacto con la naturaleza y el
propio ser para buscar la transcendencia espiritual pero, también, en estos momentos de crisis
política que vivía la Península, podían aparecer como auténticos polos geográficos de ocupación
del terreno para contener y luchar contra el avance de los musulmanes.

De esta forma, el monarca asturiano Ramiro II se enfrenta en el año 939 contra las
fuerzas de Abderramán cerca de Simancas. Tras la victoria cristiana, los monjes cristianos y la
iglesia se encargaron de dar mayor victoria a esta batalla debido a la intercesión de las fuerzas
divinas, especialmente de la Virgen que, sin su estimable y milagrosa ayuda, la victoria no hubiera
sido posible.

En agradecimiento a la poderosa intercesión , el monarca asturiano permite de buena fe a


los monjes benedictinos la posibilidad de honrar a la Virgen a través de la construcción y
asentamiento de monasterios en puntos clave de la zona de Simancas, siguiendo la línea del
Duero. Los monjes de la orden de San Benito proceden de esta forma a honrar a la madre de
Dios y ayudar en la recuperación o asentamiento de núcleos cristianos contra el infiel en este
lugar.

De esta forma un grupo de monjes benedictinos se asientan bajo las órdenes del monarca
Ramiro II en la ribera del Duero, a pocos kilómetros de la pequeña aldea de Tudela. Allí se
construye la primera piedra que albergaría la importante imagen sagrada y se construiría, además,
una casa de novicios. El término de “casa real” también se ha dado a este monasterio por el
simple hecho de ser mandado construir por el propio monarca. Surge así el Priorato de Santa
María de Mámbulas.

Durante el reinado del rey Sancho II de Castilla entre 1065 y 1073 dona el pequeño
monasterio de Duero al monasterio de Santo Domingo de Silos, un monasterio importante del
que dependían poblaciones y monasterios de varios puntos de la comarca. Desde Silos se dirige y
se aprecia la labor del grupo de monjes benedictinos que están situados en un punto tan
estratégico e importante para la protección cristiana de la zona y para la salvación de las almas.
Ora et labora son y eran las dos caras de una misma moneda para los monjes.

El monasterio empezó a tener mucha importancia en el Valle del Duero, tanto es así que
los monarcas empezaron a conceder donaciones al monasterio de Duero de otras decanías,
iglesias e, incluso, pequeñas poblaciones. Ese conjunto de lugares deberían rendir cuentas y
vasallaje al monasterio que albergaba la querida imagen de Nuestra Señora de Duero, como la
donación de la villa de Albura por parte de Alfonso VII en 1154.

En esos momentos al mando del monasterio se encontraba el Prior Don Pedro quien
tenía a su cargo 7 monjes y dos novicios (Sancho y Juan). Parece ser que es en este momento
cuando podemos fechar la imagen de Nuestra Señora de Duero. Una pequeña talla que ya desde
este momento es venerada por los tudelanos y por las aldeas dependientes del monasterio: Villa
Albura, Penna Alba y Toviella entre otras.

Según narran algunas crónicas la imagen era una causa de peregrinación en la zona por
sus muchos milagros, principalmente curación de enfermos y milagros sobrenaturales sobre el
dominio del tiempo como así narra la leyenda en esta zona cuando, en una noche de tormentas,
los monjes del Priorato se quedaron completamente a oscuras únicamente alumbrados por los
truenos y los relámpagos que resonaban por todo el valle del Duero. La solución de los mismos
fue rezar con fe a la devota imagen y, ante tal devoción instantánea, de las fuentes del monasterio
empezó a manar aceite de lámpara que sirvió para prender los candiles del monasterio y así

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recuperar la luz. Los monjes, haciendo eco de este milagro así como honor y obediencia a su
orden, recibían a los peregrinos con las puertas abiertas y en total humildad, ofreciendo a los más
pobres alimento y descanso en este apacible rincón del Duero que, por entonces, bien podría
estar rodeado de un extenso bosque ribereño como hoy en día lo está. La huerta del monasterio y
el ganado alimentaba bien a los monjes, pero también serviría, sin duda, para permitir practicar la
caridad tan valorada por Cristo y la Virgen.

La imagen de Nuestra Señora de Duero se convertía así en una imagen muy milagrosa
donde se postraban peregrinos con cualquier tipo de dolencia y angustia del alma. Es de suponer
que la imagen se reservaría para estar en un lugar privilegiado dentro de las estancias del
monasterio. Es de seguro que la capilla o la iglesia donde se situaría el lugar mejor para poder
rezarla.

Las concesiones por parte de reyes y Papas tras conocer el número de personas que
acudían a venerar la imagen del monasterio fueron abundantes. Extraña hoy en día que no sea
visible en los terrenos resto alguno de tan relevante lugar que tantos peregrinos y habitantes de
Tudela congregó. Incluso nos lleva a pensar que el sobrenombre de “Mámbulas”, como así se
hace conocer al monasterio de Nuestra Señora de Duero, no se encuentre realmente en lo que
actualmente conocemos como el ex - Priorato de Nuestra Señora de Duero, sino que serían
aquellos restos murales que aún siguen en pie a los pies del Pico y que siempre recibieron el
nombre de Santa Cecilia, así como restos subterráneos descubiertos a través de la arqueología
aérea de una planta basilical perteneciente a una iglesia a pocos metros del pico. Pero esto nos
ocuparía otro texto y está ciertamente por demostrar. Nos limitaremos entonces a pensar que
realmente este antiguo complejo monástico se encontraba ciertamente en el lugar o terrenos que
hoy ocupa el edificio de estilo neogótico fechado en el siglo XIX que fue propiedad y dominio
del Conde de la Oliva y Gaytán.

Como comentábamos, el monasterio fue objeto de muchas concesiones reales y


religiosas, por nombrar algunas, el propio arzobispo de Toledo, Don Bernardo, una de las
autoridades políticas y religiosas más importantes del territorio y por mandato del rey Alfonso VI
manda consagrar la imagen de la Virgen de Duero en el año 1087. A esta consagración acudieron
el mismo rey acompañado por un séquito de nobles y el propio abad de Santo Domingo de Silos,
Don Fortunio. La consagración rezaba de la siguiente forma: Anno Domini MLXXXVIII regnate
Rege Adefonso, Bernardo Toletano episcopo, est dedicata ecclesia posita super ripam de Dorio
in honorem Dei genitricis Mariae, regente Abba Fortunio.
También el Conde Ansúrez, con el fin de hacerse con los efectos benéficos para su alma
de las intercesiones de la sagrada imagen, dona junto con su esposa, Doña Elo, una granja en las
inmediaciones de la aldea de Villadonnez (Villabáñez), así como la propia Iglesia de San Martín,
viñas, tierras, diezmos que pagaran los habitantes, molinos así como otros derechos para que los
monjes pudieran ser mantenidos y, por ende, mantener su buena obra hacia la población de
Tudela, peregrinos y gentes de bien que acudieran a este lugar santo y sagrado a esta orilla del
Duero. Queda también fijo un deseo del conde. Todas estas donaciones deberían servir para que
una lamparilla de aceite no dejara de alumbrar delante de la sagrada imagen de Nuestra Señora
de Duero. ¿Tal vez este mandato nace en consonancia de aquella leyenda narrada ya desde la
misma fundación del monasterio cuando tuvo lugar la terrible tormenta que, de forma inminente,
privó a los monjes de aceite de lámpara para alumbrarse?.

En el caso de donación de la granja de Villabáñez, cercana a la Iglesia de San Martín, es


necesario recalcar que poseía varias hectáreas de cultivo en las tierras fértiles cercanas al arroyo
Jaramiel y gran cantidad de tierras, pastos y ganados que hacían de aquel lugar una zona de
producción agropecuaria importante como así lo atestigua el pequeño tesorillo de monedas
hallado hace casi un siglo en el terreno.

Al crecer paulatinamente en importancia y en concesiones, el monarca Alfonso VII en


1154 dona al monasterio la Villa de Albura, pequeña aldeílla situada en las cercanías del río
Duero. Era común en estas donaciones que existiera un conjunto de personas relevantes que

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confirmaran tal acto. Pues bien, en este caso acudieron y dieron fe de esta donación al
monasterio la Infanta Doña Lia, hermana del rey, Don Guillén Conde de Monterey, el arzobispo
Don Bernardo y los obispos de Palencia y Salamanca. Como acto final a la confirmación de la
donación, el prior del Monasterio de Duero que guardaba entre sus muros tan milagrosa imagen,
regaló al monarca una hermosa capa con el fin de mantener cerrado el contrato.

Otro monarca, el rey don Fernando, hace donación en 1266 al monasterio de unas viñas
del término de Tudela, viñas que servirían para surtir a los monjes del monasterio de la
producción para el vino de misa. Las donaciones de viñas no solo fueron una realidad para el
monasterio, los registros de los productos de este santo lugar de oración son extensos, por
ejemplo, se tiene constancia de la amplia producción agrícola del recinto, una producción
eminentemente hortofrutícola basada en el cultivo de frutas y hortalizas que, parece ser, ya era
importante desde estas fechas tan tempranas, no solamente en esta parte del término de Tudela,
sino también en la propia aldea.

También el propio Papa Juan XXII (1316-1334) expidió una bula papal o documento
que concedía hasta 40 días de perdón a cualquier persona que con fe y humildad se dedicaran a
visitar la Iglesia de Nuestra Señora de Duero y dieran alguna limosna para su Iglesia y casa. El
término de “casa” aparecido en algunos documentos se refiere al propio edificio donde vivían los
monjes y casa de novicios, pues si bien es cierto, los monjes, aunque no les faltaba comida del
campo (trabajaban las huertas), el monasterio merecía un mantenimiento básico.

La importancia de este centro espiritual no dejó de lado algunos problemas que se fueron
presentando como aquel que enfrentó al propio prior del monasterio en agosto de 1492, Don
Juan Velázquez con el mismísimo abad don Pedro de Santo Domingo de Silos pero, más allá del
devenir histórico y el lugar escogido para albergar a la imagen, era ésta la que nos precisa
importancia.

La pequeña imagen tan preciada por los peregrinos, hoy en el Museo Diocesano y
Catedralicio de Valladolid, está tallada en madera y se encontraba policromada. Con la típica
rigidez de las imágenes románicas, la imagen de Duero tan querida en la antigüedad, se encuentra
representada sentada (majestad) en un trono cuyos brazos posaderos son vivibles y con los brazos
en paralelo al tronco y las piernas, lo cual, indica el espacio dedicado a la también importante
imagen del niño Jesús.

La mirada es penetrante y resalta su cara serena y bien perfilada. Aunque sin un realismo
evidente, los pliegues del vestido caen por debajo de las rodillas y sobre los codos, permitiendo
así romper con la cierta rigidez y formas monótonas que es manifiesta en este tipo de imágenes
románicas. La talla sagrada no estuvo siempre en el monasterio. Las peregrinaciones se llevaron a
cabo desde al menos el siglo XI-XII desde Tudela al monasterio hasta el siglo XVIII, pero es a
partir de esta última fecha cuando se decide su traspaso a la Iglesia de Nuestra Señora de la
Asunción, donde seguía siendo muy venerada por los tudelanos.

Las antiguas peregrinaciones que se llevaron a cabo desde la Edad Media hacia el
Priorato de Duero seguían el actual Camino de Duero que cruza paralelamente al Canal del
Duero. Peregrinaciones que buscaban llegar hasta esta sagrada imagen que tanto renombre dio al
Priorato y que, según las crónicas, tantos milagros hizo. El monasterio ciertamente fue un polo de
atracción de la población, lugar de recogimiento y casa de formación para novicios, no sólo eso,
fue incluso un lugar de cobijo para viandantes y para algún que otro noble como Don Francisco
de Sandoval quien en 1520 y, siendo afín a Carlos I de España, tuvo enfrentamientos con un
grupo de nobles contrarios al monarca. Su casa fue incendiada y él mismo fue objeto de golpes
por parte de este grupo de nobles. Ante tal situación no tuvo más remedio que salir de Valladolid
junto con su esposa e hijas, llegando hasta Tudela y, por el Camino de Duero, llegaron hasta el
Priorato, donde los monjes le dieron el cobijo bajo la protección y amparo de la sagrada imagen
y, aunque los monjes le hicieron trabajar más de una semana en la huerta del monasterio, parece
ser que se libró de morir bajo la ira de este grupo de nobles antes de partir hacia Aranda.

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